Los Otros Extranjeros Catalanes Flamenco
Los Otros Extranjeros Catalanes Flamenco
Los Otros Extranjeros Catalanes Flamenco
INTRODUCCIÓN
1. Baste recordar los trabajos de SANCHO DE SOPRANIS, H. La colonia portuguesa del Puerto
de Santa María (siglo XVI). Notas y documentos inéditos. Jerez de la Frontera, 1940; Los
genoveses en Cádiz antes del año 1600. Jerez de la Frontera, 1939; o «Los genoveses en
la región gaditano-xericiense de 1460 a 1500». En Hispania . Madrid, 1948, núm. 32,
pp. 355-402. En numerosos estudios sobre la Reconquista pueden encontrarse, además
de los aspectos políticos y militares del fenómeno, referencias a la presencia extranjera
en la repoblación de los distintos reinos hispanos.
2. DOMÍNGUEZ ORTIZ, A. Los extranjeros en la vida española durante el siglo XVII. Madrid,
1960.
3. Para una amplia bibliografía al respecto nos remitimos, además de a las notas que apoyan
este trabajo, al libro de uno de los autores BELLO LEÓN, J.M. Extranjeros en Castilla
(1474-1501). Notas y documentos para el estudio de su presencia en el reino a fines del
siglo XV. La Laguna, 1994. (En adelante BELLO LEÓN, «Extranjeros»).
4. Los investigadores canarios también han prestado mucha atención a la presencia extranje-
ra en las Islas, especialmente a la británica durante los siglos XVIII al XX. Las mayores
posibilidades que ofrecen las fuentes (matriculas de extranjeros, informes consulares,
registros parroquiales, etc.) han permitido elaborar varias monografías en las que se
analizan desde la condición jurídica de los que llegan a las Islas, las inversiones en el
comercio, la industria o la infraestructura turística, hasta llegar al estudio de sus relacio-
nes familiares e inquietudes culturales y religiosas. Aunque la bibliografía sobre estos
temas alcanza hoy proporciones muy importantes, puede verse una buena muestra de lo
que decimos en las obras de RUIZ ÁLVAREZ, A. «Matrícula de extranjeros en la isla de
Tenerife a fines del siglo XVIII». En Revista de Historia Canaria (En adelante R.H.C). La
Laguna, 1954, núm. 105-108, pp. 102-111. PÉREZ RODRÍGUEZ, M.J. Los extranjeros en
para su estudio». En A.E.A. Madrid-Las Palmas, 1968, núm 14. pp. 41-106; «Esbozo de
un estudio de la influencia portuguesa en la cultura tradicional canaria». En Homenaje
a Elías Serra Ráfols. La Laguna, 1970, tomo I, pp. 371-390; de SERRA RAFOLS, E. Los
portugueses en Canarias. Universidad de La Laguna, 1941; de MARTÍN SOCAS, M.I. «So-
bre los oficios desempeñados por los portugueses establecidos en Canarias en el primer
cuarto del siglo XVI». En VII C.H.C.A. Las Palmas, 1990, tomo I, pp. 61-75. Aunque
iremos mencionando algunos trabajos sobre el comercio entre Portugal y las Islas o
entre éstas y Madeira y Azores, queremos destacar en estos momentos los de VIEIRA, A..
O comercio interinsular nos séculos XV e XVI (Madeira, Açores, Canarias). Funchal,
1987; y el de LOBO CABRERA, M. «El comercio de cereales entre Tenerife y Portugal en el
primer tercio del siglo XVI». En Arquipélago. Revista de Universidade dos Açores (2ª
Serie), 1995, vol. I, núm. 2, pp. 65-83.
6. En el caso de los portugueses es imposible realizar cualquier tipo de cuantificación
dado su grado de integración con el resto de la sociedad isleña, lo que impide distin-
guir en muchas ocasiones a los individuos de procedencia lusitana de los que vienen
de Extramadura o Andalucía. Lo único cierto es que en determinadas zonas de las
Islas —como la comarca NW de Tenerife— la presencia portuguesa es equiparable o
superior a la de origen castellano. Es más, quizás no sea aventurado afirmar que la
repoblación del Archipiélago debe más de lo que sabemos o imaginamos a los natura-
les del vecino reino.
7. Hay otro contingente de población del que no nos ocupamos aquí pero al que sin duda
también tendríamos que considerar como extranjeros. Nos referimos al de los esclavos
que, pasados los primeros años de la incorporación a la Corona, tienen un origen, en su
mayor parte, africano. En buena lógica, a ellos también habría que tenerlos en cuenta,
especialmente para aquellas zonas donde la existencia de grandes haciendas azucareras
haría necesaria la presencia de un importante grupo de población esclava. Los límites
que nos hemos impuesto, y la existencia de magníficos trabajos sobre la esclavitud en
las Islas (como los de M. Marrero, M. Lobo, A. Franco, etc.) nos permite centrarnos en
los que aquí vamos a considerar (catalanes, ingleses, italianos, franceses y flamencos).
8. Véase, además el artículo de BELLO LEÓN, J.M. «La participación de los extranjeros en los
repartimientos canarios. Introducción a su estudio». El Museo Canario (en prensa).
9. En el Archivo Histórico Provincial de Tenerife (En adelante A.H.P.T.) hemos consultado los
siguientes legajos de protocolos: 1; 2; 3; 4; 5; 6; 377; 378; 379; 380; 177; 179; 185; 186;
187; 188; 189; 190; 191; 192; 193; 194; 195; 2671; 2782; 2783. En el Archivo Histórico
Provincial de Las Palmas (En adelante A.H.P.L.P.) los legajos siguientes: 733; 734; 735;
736; 737; 2316 y 2772. El Archivo Histórico Provincial de Sevilla (En adelante A.H.P.S.),
en su sección de protocolos, también ofrece numerosas referencias útiles a nuestro traba-
jo, al igual que el Archivo General de Simancas (En adelante A.G.S.) en su sección de
Registro General del Sello (Enadelante R.G.S.). En ambos casos se hará oportuna referen-
cia cada vez que se utilicen. Los autores quieren agradecer a Miguel Ángel Gómez Gómez
y José Antonio Cebrián Latasa la ayuda prestada en la búsqueda de documentos y las
sugerencias ofrecidas a lo largo del desarrollo de esta investigación.
10. Quizás lo más interesante de este manuscrito se encuentra en las últimas 50 páginas ya
que en ellas fray Manuel González Ramos recoge el «abecedario sacado a la letra del
original que se halla en el convento Agustino de La Laguna, que contiene los nombres y
apellidos de las familias de los árboles genealógicos de D. Juan Núñez de la Peña,
cronista general de estas Yslas, y las sitas de los instrumentos con que se conprueban».
Como indica el encabezamiento de este índice, el fraile aporta las fechas y los escriba-
nos en los que muchos de estos individuos otorgaron su carta de dote o testamento y,
aunque contiene algunos errores, nos ha sido de mucha utilidad para la búsqueda de la
documentación que nos interesaba.
11. Véase la obra: Alegato por diferentes ayuntamientos de las bandas del sud de Tenerife, y
por otras corporaciones y personas singulares de varias clases espresando agravios en la
Audiencia Territorial, de la sentencia definitiva del juzgado de Primera Instancia de La
Orotava en el pleito suscitado por el marqués de la Fuente de Las Palmas, sobre reinte-
grar al mayorazgo fundado por el capitán don Pedro Soler y su mujer doña María Cabre-
ra, de que es actual poseedor de distintos terrenos que dicen hallarse apartados de él
desde los tiempos inmediatos a la fundación. Cádiz, 1837. La evolución de los pleitos
suscitados entre los herederos del mayorazgo y los que hubo con los vecinos de Vilaflor
por la ocupación de tierras concejiles se puede seguir en el trabajo de NÚÑEZ PESTANO,
J.R. La propiedad concejil en Tenerife durante el Antiguo Régimen. El papel de una
institución económica en los procesos de cambio social. (Tesis doctoral inédita) La La-
valiosas noticias sobre la formación de una de las más importantes haciendas del
sur de la Isla, cuyos origenes se encuentran en las propiedades acumuladas por
el catalán Pedro Soler tras su matrimonio con Juana Padilla. El pleito que se
originó por la propiedad del mayorazgo que fundaron los Soler lo hemos podido
seguir en un proceso judicial que se conserva en la Real Audiencia de Canarias,
documentación que alberga el Archivo Histórico Provincial de Las Palmas12.
En definitiva, no podemos quejarnos de la documentación disponible para
el desarrollo de nuestro trabajo, aunque debemos insistir en inconvenientes como
las grandes pérdidas de documentación o la dispersión «tipológica» de los docu-
mentos consultados. Son innumerables los reconocimientos de deudas y esca-
sean las compraventas, los contratos agrarios, las cartas de dote o los testamen-
tos. Dispersión y fragmentación que dificultan la reconstrucción de los hechos
históricos que pretendemos analizar.
guna, 1989, pp. 409 y ss. Agradecemos al profesor Núñez Pestano la comunicación del
citado expediente, la posibilidad de consultar su tesis doctoral y las sugerencias ofreci-
das sobre este tema.
12. A.H.P.L.P. Fondo Real Audiencia, núm. 5001. Testimonio de la fundación del mayorazgo
de los Soler.
13. Que los catalanes son vistos como extranjeros no presentaba dudas ni para los propios
isleños. Sirva de ejemplo la discusión entablada en el Cabildo de Tenerife por el acceso
a regidor de Rafael Fonte, al que los demás miembros del concejo tachaban de ser ex-
tranjero y «no natural de estos reinos de Castilla». Véase SERRA RAFOLS, E. y ROSA
OLIVERA, L. Acuerdos del Cabildo de Tenerife (1514-1518). La Laguna, 1965, vol. III,
doc. núm. 30 (28-7-1514). Fontes Rerum Canariarum, XIII. (En adelante SERRA y DE LA
ROSA, «Acuerdos del Cabildo III»).
14. Sobre la legislación que afectó a los extranjeros y su condición jurídica en los reinos
hispanos medievales pueden verse los trabajos de ÁLVAREZ-VALDÉS Y VALDÉS, M. Evolu-
ción del estatuto del extranjero en el derecho histórico español. Madrid, 1991; GILBERT,
R. «La condición de los extranjeros en el antiguo Derecho español». En Recueils de la
Societé Jean Bodin. Bruxelles, 1958, X, pp. 151-199; y BENITO RUANO, E.: De la alteridad
en la Historia. Madrid, 1988 (sobre todo p. 31 y ss.).
sirve considerar como natural de él a todo aquel que tiene la voluntad de perma-
necer de forma definitiva en el reino, fijando su residencia y familia en el mis-
mo. Residir durante varios años, poseer la ciudadanía o el carácter de vecino de
un lugar no era suficiente garantía para perder la condición y consideración de
extranjero. Y en el caso de Canarias, tenemos dos buenos ejemplos al respecto.
El primero corresponde a los miembros de la familia Riverol (Francisco,
Cosme y Juanotto) a los que se les otorgó carta de naturaleza en 1492. El padre
de Francisco ya había conseguido el mismo reconocimiento en tiempos de
Juan II, lo que sin duda nos indica una clara voluntad de permanecer y avecin-
darse en el reino. Sin embargo, hasta su muerte en 1514 nunca se dejó de
considerar a Francisco y a sus hermanos como genoveses pese a que habían
participado en la financiación de la conquista de las Islas o en el levantamien-
to de los primeros ingenios azucareros15. El segundo está relacionado con los
repartos de tierras efectuados en Tenerife tras la conquista y la reforma que de
los mismos se intentó hacer en 1506. Entre las averiguaciones que emprendió
el reformador —Ortiz de Zárate— estaba la de conocer a quién se le había
entregado la tierra repartida por el Adelantado. Para ello preguntó a los testi-
gos «si saben y conoçen que muchas heredades e tierras se han dado por repar-
timiento a estranjeros e non naturales de los Reinos de Castilla». La respuesta
de todos ellos transmite la misma impresión: los denunciados (Mateo Viña,
Cristóbal Ponte, Fernando de Castro, Gonzalo Yanes, Benito Negrón, Luis
Álvarez, etc.) son considerados como extranjeros pese a que muchos de ellos
se han casado y avecindado en la Isla16
Lejos de obtener una respuesta clara, quizás lo más importante sea defi-
nir el matiz sociológico que este asunto pueda tener. En Castilla, y creemos
15. Pese a que fueron muchos los extranjeros que se establecieron definitivamente en las
Islas son muy pocas las cartas de naturaleza que conocemos. En realidad sólo tenemos
constancia documental de cuatro o cinco casos en los que se solicita al Cabildo de
Tenerife la naturalización en el reino (Juan Alberto Giraldin, Bernardo Escarlati, Juan
Folqui, Benito Negrón) aunque es evidente, por el gran número de ellos que aparece
como vecino en los protocolos, que fueron muchos más los que solicitaron y obtuvieron
la carta de naturaleza. Véase SERRA y DE LA ROSA, «Acuerdos del Cabildo III», doc. núm.
46 (20-11-1514) y doc. núm. 50 (11-12-1514). En cualquier caso esta circunstancia no
es una excepción del Archipiélago ya que para el conjunto del reino apenas se conser-
van unos pocos centenares de cartas de naturaleza para los siglos XV y principio del XVI,
lo que está en contradicción con la gran afluencia de población foránea y elinterés que
tienen muchos por naturalizarse con el fin de comerciar legalmente con las Indias. Véa-
se BELLO LEÓN, «Extranjeros», pp. 31-34.
16. SERRA RAFOLS, E. y ROSA OLIVERA, L.: Reformación del repartimiento de Tenerife en
1506. La Laguna, 1963 (vid. pp. 31 a 58). (En adelante SERRA y DE LA ROSA, «Reforma-
ción»).
que también en Canarias, van a ser considerados como extranjeros todos aque-
llos que siendo avecindados o transeúntes mantienen una estrecha relación
con la entidad política de origen (Génova, Florencia, Lisboa, etc.) y, sobre
todo, mantienen un alto grado de intercomunicación mediante enlaces matri-
moniales —con un alto grado de endogamia como tendremos oportunidad de
ver—, relaciones económicas o inquietudes religioso-culturales. Tampoco po-
demos olvidar los privilegios fiscales que poseían y que en Canarias tuvieron
escasa aplicación, o el recelo que en determinados momentos hubo hacia ellos.
La imagen que tenían estos individuos ante el resto de la sociedad es la que les
va a otorgar su condición de no nativos del reino.
Dejar en manos de tal ambigüedad los contornos de la definición de extran-
jero podría llevarnos —en el caso de las Islas— a no considerar como tal a
muchos de los que aquí estudiamos. Somos conscientes de que es muy discuti-
ble colocar el apelativo de extranjero a un campesino portugués que en casi nada
se diferencia de otro extremeño o andaluz, y que además son mayoría en deter-
minadas zonas del Archipiélago. Como también lo es aplicarlo a los súbditos
catalano-aragoneses establecidos desde hace tiempo en la Baja Andalucía. Sin
olvidar todo este tipo de consideraciones, y reconociendo que no siempre debe-
ría entenderse como extranjero aquel grupo de población definido por el origen
geográfico de sus miembros, nosotros vamos a detenernos en aquellos que hoy
en día no cabe ninguna duda de su condición foránea (italianos, portugueses,
franceses, etc.), a los que añadimos el grupo catalano-aragonés atendiendo a que
en la realidad social y política del siglo XV y XVI eran considerados como extran-
jeros en el reino de Castilla. Es evidente que a medida que pasaban los años y sus
hijos y familiares fijaban su residencia en las Islas, unido a la tendencia a inte-
grarse con el resto de la población, se iría diluyendo la consideración de extran-
jeros que hacia ellos se pudiera tener.
En otra ocasión ya se han puesto de manifiesto las dificultades que entraña
la realización de un recuento de la población foránea presente en el reino de
Castilla a finales de la Edad Media. Con pequeños matices, esos mismos proble-
mas pueden trasladarse a cualquier intento que se haga para medir el tamaño de
las distintas colonias que se establecieron en el Archipiélago en la transición a
los tiempos modernos. Como es bien conocido en la demografía canaria, los
materiales con los que cuenta el investigador para el estudio de la población del
Archipiélago durante el siglo XVI —y ante la ausencia de las Islas de los diversos
vecindarios de carácter fiscal que se elaboraron para el reino durante la
decimosexta centuria— se limitan a los datos que aportan las Sinodales del Obispo
Arce de 1515, las referencias que aparecen en las descripciones de Gaspar
Frutuoso, Leonardo Torriani, la del regidor tinerfeño Valcárcel y Lugo, o a la
consulta que en 1587 se hizo al prelado de la diócesis canaria sobre el vecindario
de las Islas. Todos ellos, como han demostrado demógrafos e historiadores, se
caracterizan por el escaso rigor de los datos que aportan debido a diversas cir-
17. Véanse los trabajos de LOBO CABRERA, M. «La población de Tenerife en el siglo XVI». En
A.E.A. Madrid-Las Palmas, 1987, núm. 33, pp. 379-416; y MACÍAS HERNÁNDEZ, A. «Fuen-
tes y principales problemas metodológicos de la demografía histórica de Canarias». En
A.E.A. Madrid-Las Palmas, 1988, núm. 34, ( vid. pp. 51 a 79).
18. ROSA OLIVERA, L. «Tazmía de Tenerife en 1531». En Instituto de Estudios Canarios. 50
Aniversario. La Laguna, 1982; MORENO FUENTES, F. «Tazmía de la isla de Tenerife en
1552». En A.E.A. Madrid-Las Palmas, 1979, núm. XXV; 1561 (publicada por Núñez de
la Peña) y 1592 (de todas ellas puede verse la referencia bibliográfica exacta en el
trabajo de M. Lobo citado en la nota anterior), se conoce otra de 1540 correspondiente
a la comarca de Buenavista. Esta última fue publicada por MARTÍNEZ GALINDO, P. «Una
tazmía de Buenavista (Tenerife) de 1540». En Serta Gratulatoria in Honorem Juan Ré-
gulo. La Laguna, 1988, vol. III, pp. 573-580. Esta tazmía de 1540 aparece inserta en un
legajo de protocolos lo que sin duda nos indica que a medida que avancen nuestros
conocimientos sobre los fondos notariales de la isla irán apareciendo nuevos recuentos
de población como este de Buenavista.
19. Desgraciadamente no sabemos si se llegó a confeccionar el padrón de mercaderes que el
concejo de Tenerife mandó elaborar en 1522 con motivo de los problemas que planteaba
la recaudación del almojarifazgo y la elevación de sus tipos impositivos. Aunque no hay
ningún indicio en las fuentes que lo confirmen, lo cierto es que si el mencionado padrón
se hizo, sin duda recogería a un buen número de extranjeros ya que muchos de ellos,
como veremos más adelante, se dedicaron de forma casi exclusiva a las actividades
mercantiles. Puede verse este asunto en SERRA RAFOLS, E. y ROSA OLIVERA, L. Acuerdos
del Cabildo de Tenerife (1518-1525). La Laguna, 1970, vol. IV, doc. núm. 319 (21-7-
1522). Fontes Rerum Canariarum, XVI. (En adelante SERRA y DE LA ROSA, «Acuerdos del
Cabildo IV»).
20. LOBO CABRERA, M. y RIVERO SUÁREZ, B. «Los primeros pobladores de Las Palmas de
Gran Canaria». En A.E.A.. Madrid-Las Palmas, 1991, núm. 37, pp. 17-95. (En adelante
LOBO y RIVERO, «Los primeros pobladores»).
na— que la proporción de extranjeros mantuvo una cifra estable en torno al 10%
ó 15% de la población de la ciudad.
Un tercer dato es el procedente de la tazmía de Buenavista correspondiente
al año 1540. Como en otras ocasiones, el recuento de los vecinos no se acompa-
ña de notas que puedan ayudarnos a conocer su origen étnico, geográfico o de-
dicación profesional. En este caso lo más llamativo es que en toda la relación tan
sólo hay un vecino —Hernán González— que indica su procedencia lusitana,
cuando por otras fuentes (protocolos y libros de datas) sabemos que hubo un
porcentaje muy importante de individuos de aquella procedencia. De Antón Dorta,
Gómez Acevedo, Simón Lorenzo, Pedro Yanes, Ruy Gomes, etc. nada se dice
sobre su origen, aunque sabemos que eran portugueses. Naturaleza que queda
aún más clara en el caso del catalán Gaspar Jorba, yerno del también portugués
Gonzalo Yanes, y el hijo de éste, Bento González. En total, unas 10 casas —de
92 que se registran— que acogen a algo más de 140 personas sobre un conjunto
de 550 habitantes. En definitiva, de nuevo no sería aventurado situar en el 10%
el número de no castellanos que se encuentran en la zona, cifra que aumentaría
si atribuyésemos el origen portugués a nombres como Pedro Yanes, Gonzalo
Yanes, etc. cuyos apellidos rezuman un claro origen lusitano.
Finalmente veamos la posible utilidad que presentan los protocolos notaria-
les como complemento para nuestro análisis «demográfico» de la población ex-
tranjera. En la introducción ya advertimos el considerable número de actas que
reflejan la contratación que normalmente llegaba a los notarios a través de com-
praventas, testamentos, reconocimientos de deudas, etc. El recuento de cada uno
de los extranjeros que allí aparecen arroja un saldo de considerables dimensiones
(vid apéndice), si bien la estimación de su importancia numérica siempre será
relativa ya que la pérdida de documentación o el continuo ir y venir de la pobla-
ción foránea hace que cualquier nómina sólo se acerque de una forma prudente a
la realidad. No obstante, comparar lo que conocemos sobre la evolución de la
cifras de población en el Archipiélago con la amplia nómina obtenida permite
confirmar que el número de ciudadanos de otros paises que en algún momento
residían en las Islas o se avecindaron en ellas fue relativamente importante.
En cambio, estamos mejor informados sobre la distribución espacial de los
distintos grupos establecidos en las Islas. En las tres de realengo, y salvo en el
caso de los portugueses, la mayoría viven en las villas sedes de los concejos
insulares, y en menor medida en las localidades portuarias, inaugurándose así
una ubicación de estas comunidades que se mantendrá de forma ininterrumpida
a lo largo de nuestra historia. Tomando el caso de Tenerife, podemos ver varios
factores que condicionan la residencia y la actividad de estos grupos. La comar-
ca de Aguere reunía en las primeras décadas del siglo XVI algo más del 40% de la
población insular, porcentaje que aunque irá disminuyendo a lo largo de la cen-
turia no deja de situar a La Laguna como capital y como centro de las funciones
administrativas, religiosas y comerciales de la Isla. Tampoco podemos olvidar
21. En 1960 Antonio Rumeu de Armas recogía en un trabajo exhaustivo toda la documenta-
ción conocida hasta entonces acerca de las expediciones mallorquinas a Canarias (véase
RUMEU DE ARMAS, A. El obispado de Telde. Misioneros mallorquines y catalanes en el
Atlántico. Madrid, 1960). Antes, los trabajos de Elías Serra y Buenaventura Bonet ci-
mentaron el análisis de estas expediciones (véase BONET REVERÓN, B. «Las expediciones
a Canarias en el siglo XIV». En Revista de Indias, núm.18-21. Madrid, 1944-45, pp. 48-
50; y SERRA RAFOLS, E. «Los mallorquines en Canarias». En Revista de Historia. La
Laguna, 1940-41, pp. 195-209. En 1970 el propio A. Rumeu aportaba nuevos documen-
tos del siglo XIV (véase «Mallorquines en el Atlántico». En Homenaje a Elías Serra
Ráfols. Universidad de La Laguna, 1970, tomo III, pp. 259-276. En 1972 Francisco
Sevillano daba a conocer otros documentos que completaban los conocidos hasta enton-
ces (SEVILLANO COLOM, F. «Los viajes medievales desde Mallorca a Canarias. Nuevos
documentos». En A.E.A. Madrid-Las Palmas, 1972, núm. XVIII, pp. 27-60. En 1981, A.
Rumeu daba a conocer otro documento sobre la preparación de otra expedición mallor-
quina en 1366, capitaneada por Joan Mora, con el objetivo de desalojar del Archipiélago
a los enemigos de la Corona de Aragón («La expedición militar mallorquina de 1366 a
las Islas Canarias». En A.E.A. Madrid-Las Palmas, 1981, núm. XXVII, pp. 15-25. Por
último, en 1986 el propio A. Rumeu publicaba una nueva edición, revisada y ampliada,
del primero de los libros aquí citados.
22. No obstante, y pese a que suponemos que hubo una importante presencia de súbditos de
la Corona de Aragón en la ciudad hispalense, no son muchas las nóminas que conoce-
mos de los estantes o vecinos en Sevilla. Hay que esperar a los primeros años del siglo
XV para obtener la primera imagen de un grupo de artesanos y mercaderes de origen
catalán, para luego desaparecer nuevamente de la documentación sevillana hasta las
últimas décadas de la centuria. Véase COLLANTES DE TERAN SÁNCHEZ, A. Sevilla en la
Baja Edad Media. La ciudad y sus hombres. Sevilla, 1977, p. 214. (En adelante COLLANTES
DE TERAN SÁNCHEZ, «Sevilla»).
23. Uno de los primeros que se interesó por la presencia catalana en las Islas —además de
los ya mencionadas expediciones mallorquinas— fue MADURELL MARIMON, J.Mª. «No-
tas sobre el antiguo comercio de Barcelona con las Islas Canarias y de Santo Domingo»
En A.E.A. Madrid-Las Palmas, 1957, núm. 3, pp. 563-592. Más próximo a nuestro
objeto de estudio se encuentran los artículos, editados en catalán, del profesor LOBO
CABRERA, M. «Un català a Canàries: Joan Codina, mercader en el comerç europeu i
atlàntic». En II Jornades d’Estudis Catalano-Americans. Barcelona, 1987, pp. 41-55; y
«Catalans de vocació atlántica». En III Jornades d’Estudis Catalano-Americans. Barce-
lona, 1990, pp. 135-149. El primero, centrado en la figura de Joan Codina, y el segundo
dades económicas a finales del siglo XV y principios del XVI quedó reflejada en la
numerosa concurrencia de mercaderes —equiparable en algunos casos a la de
flamencos y algunas comunidades italianas— que se asentaron bien como veci-
nos o bien como estantes desde los momentos iniciales del dominio castellano.
Hasta el punto de que quizás pueda sorprender la relativamente abundante re-
presentación de esta comunidad, sobre todo si lo contrastamos —como ya se ha
indicado— con la escasa participación de los catalanes en el comercio Atlántico
durante la segunda mitad del siglo XV.
La explicación quizás haya que buscarla nuevamente en la situación crea-
da por los mercaderes de aquel reino en la Baja Andalucía y por la superación
de la gravísima crisis económica —a consecuencia de la guerra civil de 1462-
1472— por la que había atravesado el comercio catalán durante este periodo.
En cualquier caso, la documentación y bibliografía que hoy en día conocemos
permiten afirmar que no hubo un abandono total de las relaciones mercantiles
con el Atlántico, ya que sabemos que la conquista de Canarias y la coyuntura
económica promovida por los Descubrimientos fue seguida muy de cerca por
las autoridades y mercaderes —sobre todo por los emigrados a Valencia y
Mallorca— de la confederación.
Como decimos, va a ser, sin duda, su asentamiento en Jerez, Málaga y so-
bre todo Cádiz24 el que explique la presencia de los mercaderes catalanes en
Canarias. Se ha puesto de relieve por numerosos autores el hecho de que quizás
una de las claves más novedosas del despegue económico de Andalucía en el
siglo XV sea el despertar al comercio exterior de muchas de las villas situadas en
el litoral Atlántico o la recuperación de enclaves hasta entonces de segundo or-
den. La expansión por la costa africana y las exploraciones que por entonces
en torno a la familia y actividades de Rafael Font. Es indudable que las escasas huellas
documentales que poseemos para el siglo XV limitan toda posibilidad de análisis, pero
las fuentes barcelonesas (básicamente seguros) y los protocolos notariales (sobre todo
de Tenerife) pueden aportar nuevas vías de información que enriquezcan el panorama
que hasta ahora conocemos.
24. La presencia de los catalanes en los puertos de la Andalucía Bética durante la Edad Media
no cuenta con numerosos estudios. Hay algunas referencias en el trabajo de SÁNCHEZ HE-
RRERO, J. Cádiz. La ciudad medieval y cristiana (1260-1525). Córdoba, 1986 y en la de
SANCHO DE SOPRANIS, H. y LA LASTRA y TERRY, J. Historia de Jerez de la Frontera desde su
incorporación a los dominiso cristianos. Jerez de la frontera, 1965 (vid especialmente
tomos I y II). Para Málaga puede verse el trabajo de RUIZ POVEDANO, J.Mª. «El consulado
catalán de Málaga en época de los Reyes Católicos» En En la España Medieval. Madrid,
1987, núm. 10, pp. 419-444. En cambio, la presencia catalana en los siglos XVII o XVIII e
mucho mejor conocida, sobre todo por los intereses que esta colonia desarrolló en el
comercio americano. Véase a modo de ejemplo el trabajo de MUSET PONS, A. «Cádiz y la
colonia catalana: una nueva aportación», en Actas del II Congreso de Historia de Andalu-
cía. Historia Moderna. Córdoba, 1995, tomo I pp. 503-510.
25. Otorgó su testamento ante Bartolomé Justiniano en mayo de 1527, falleciendo un mes
después a la edad de 76 años. Se había casado con Olalla Font, y del matrimonio nacie-
ron Bartolomé Joven, que llegó a ser escribano de la Isla, Jaime Joven, Mateo Joven y
Juana Joven, casada con el lombardo Jácome de Carminatis. Puede verse su largo testa-
mento en GALVÁN ALONSO, D. Extractos de los protocolos del escribano Bernardino
Justiniano (1526-1527). La Laguna, 1990. Fontes Rerum Canariarum, XXIX doc. núm.
1411 (6-6-1527). (En adelante, GALVÁN AFONSO, «Protocolos de Bernardino Justiniano»)
Además del testamento y de las compraventas hemos logrado reunir más de 150 docu-
mentos, entre 1509 y 1514, en los que se reconocen deudas a Jaime Joven por un valor
superior a 1.200.000 maravedís lo que nos puede dar una primera, y buena idea, de su
poder económico. Veánse las notas núm. 80 y 83.
entre La Laguna y Tacoronte y Adeje donde Jaime Joven reúna su mayor patri-
monio inmobiliario. Desde 1503 y hasta 1505 obtendrá 215 fanegas en una am-
plia comarca que iría desde lo que llamaban «las cabeçadas de Tacoronte» hasta
la misma villa de San Cristóbal. Estos bienes se verían acrecentados con el heri-
do de molino que obtiene en La Laguna en 1511, con las tierras de riego que
comparte con Antón de Vallejo y Antón de los Olivos en Adeje, y sin duda con
las 100 fanegas que entre su hijo —también llamado Jaime Joven— y su mujer
obtienen en 1513 junto al barranco del Ahorcado26. Finalmente también recibirá
en el repartimiento 150 fanegas de secano en un lugar indeterminado27, siguien-
do una fórmula muy empleada por el gobernador en los primeros años de la
repoblación, consistente en otorgar parcelas en lugares en los que quizás ya se
había concedido otra data, lo que acarreó numerosos problemas debido a la do-
ble adjudicación de una misma suerte.
Por los documentos que conocemos y por la declaración de sus bienes en el
testamento sabemos que Jaime Joven adquirió otras propiedades de cierta im-
portancia en la Isla. Es el caso de las 72 fanegas de secano situadas en Acentejo
que compró a unos indígenas de Gran Canaria28, o los 6 cahíces ubicados en La
Laguna que le vendió Diego Pérez Turiel, así como los solares y casas que ad-
quirió, también en La Laguna, de Juan Benítez, Pedro y Fernando del Castillo e
Inés Martín.
Todo este proceso de acumulación de tierras va a conocer con el transcurso
del tiempo una fragmentación debido a varias circunstancias. Por un lado la
forma de explotación de las tierras, ya que el mercader recurrió al sistema de
complantación y al arrendamiento para poner en cultivo alguna de las parcelas
que poseía en La Laguna29. El mercader no hace sino seguir una práctica,como
26. SERRA RAFOLS, E. Las datas de Tenerife (Libros I a IV de datas originales). La Laguna,
1978, docs. núm. 126; 172; 1109; 1186; 1079 y 1412 (En adelante SERRA RAFOLS, «Las
datas»). En el testamento Jaime Joven declara que su hijo había recibido las 50 fanegas
pasada la Rambla del Ahorcado, camino de La Orotava, a mano izquierda. La propiedad
de estas tierras fueron puestas en cuestión por Diego Riquel, alegando que él y su padre
tenían en ese mismo lugar 80 fanegas. El catalán admite que puede ser verdad, aunque
entiende que la propiedad de Riquel se encuentra un poco antes de llegar a la Rambla,
en la «lomada donde fue ahorcado el guanche».
27. SERRA RAFOLS, «Las datas», data núm. 1337 (20-12-1515). Quizás sean las mismas 150
fanegas de sembradura que declara, según su testamento, poseer en La Laguna y por las
que mantenía un pleito con el concejo de la isla.
28. SERRA RAFOLS, «Las datas», data núm. 1347 (6-12-1516).
29. Aunque no está muy claro el documento de complantación parece ser el caso de las 50
fanegas que entregó en 1506 a Francisco de Malpica. Estas tierras se encontraban en el
camino hacia Santa Cruz, seguramente cerca de la ermita de Gracia, lindando con par-
celas de Mateo Viña (véase A.H.P.T., leg. 2, fol. 164 (19-9-1506). También, leg. 380, fol.
875 (6-11-1514). Arrienda por tres años 40 fanegas que posee en La Laguna para que se
planten en ellas viñas y árboles frutales.
veremos en otros casos, muy común entre los grandes propietarios: la cesión de
sus parcelas a arrendatarios para concentrar su interés en obtener las mayores
rentas de sus tierras, procurando evitar la participación en los costos de simiente
y trabajo, y desvinculándose de toda la organización del trabajo agrícola. Por
otro, porque en algún momento antes de 1506 vendió al regidor Lope Fernández
12 fanegas de riego que poseía en La Orotava30, y finalmente porque quizás
habría de entregar a su yerno, Jácome de Carminatis, parte de la hacienda acu-
mulada en concepto de dote por el matrimonio de su hija Juana Joven31.
Uno de sus hijos, el mencionado Jaime Joven, casado con Isabel Quintera y
fallecido a comienzos de la tercera década del siglo XVI (hacia 1520), también
llegó a ser un importante propietario de tierras en la Isla según nos consta por un
pleito que el catalán va a mantener con el concejo de la Isla por la titularidad de
unas tierras que se encontraban junto a la dehesa de La Laguna32. La causa y el
origen de este pleito no lo conocemos, aunque sin duda se trata una vez más de
usurpaciones de tierras comunales aprovechando la confusión de linderos y la
siembra de la dehesa. Las primeras referencias que tenemos a la existencia del
mismo proceden de varios acuerdos del Cabildo correspondientes al año 1526,
si bien por aquel tiempo es posible que el problema se hubiese planteado desde
hacía años ya que los regidores apelaban a los reyes para que les amparase en las
reclamaciones que hacían a Jaime Joven33. Por entonces, las tierras situadas en
los alrededores de La Laguna y su dehesa se habían convertido en las que produ-
cían un mayor volumen de cereales, lo que generó un proceso de acumulación y
usurpación de tierras por parte de los regidores y sus familiares en búsqueda de
unos mayores excedentes que les permitiesen participar en uno de los negocios
más lucrativos como era el de la exportación de cereales. En enero del año si-
guiente se llegaba a un acuerdo con los familiares de Joven mediante el cual
éstos procedían a la venta de las tierras en litigio, en total 222 fanegas de
34. DE LAROSA y MARRERO, «Acuerdos del Cabildo V». Cabildo de 25-1-1527, p. 163 y
Cabildo de 29-7-1530, p. 248. También GALVÁN ALONSO, «Protocolos de Bernardino
Justiniano», doc. núm. 1249 (28-4-1527).
35. SERRA RAFOLS, «Las datas», núm. 1081. Véase también SERRA y DE LA ROSA, «Acuerdos
del Cabildo IV», p. 38.
36. PADRÓN MESA, «Protocolos de Juan Márquez», doc. núm. 1922. Acerca de la construc-
ción de viviendas en Tenerife durante estos años puede verse la obra de LARRAZ MORA,
A. La vida cotidiana en Tenerife a raiz de la conquista (1497-1526). La vivienda: tipolo-
gía y sistemas constructivos. Memoria de Licenciatura inédita. La Laguna, 1996.
37. RIVERO SUÁREZ, B. Protocolos de Juan Márquez, 1521-1524. La Laguna, 1992. Fontes
Rerum Canariarum, XXXIII, doc. núm. 566 (21-6-1522) . (En adelante RIVERO SUÁREZ,
«Protocolos de Juan Márquez») y PADRÓN MESA, «Protocolos de Juan Marquez», doc.
núm. 2087 (13-8-1521).
luego se verían ampliadas con las 15 de riego que compró, en unión de Antón
Fonte, al regidor Alonso de las Hijas38. En Los Realejos tenía unas tierras de
secano —50 fanegas de sembradura— según consta de la donación que en 1521
hizo de las mismas a Mari Hernández, natural de Gran Canaria, con la que Antón
Joven había tenido dos hijas39. Por esos mismos años arrendaba a María de Abar-
ca, viuda de Hernando del Hoyo,todas las tierras que pertenecían al conquista-
dor en el llamado Traslatadere, nombre que corresponde a una de las más impor-
tantes haciendas de Tenerife, situada en la costa de Los Realejos, junto a tierras
del Adelantado y del portugués Hernando de Castro40. Junto a la Hacienda del
Cuchillo —propiedad de los Castro— compraría la tercera parte de una heredad
de viñas, parrales, huerta, lagar, casa y el agua necesaria para regarlas, que ha-
bían sido de Estéban Báez41. Ya regidor (desde 1520) y progresivamente muy
vinculado a la familia Hoyo42, Antón Joven decide edificar un ingenio en el mis-
mo lugar en donde lo había tenido Hernando del Hoyo, es decir en el Traslatadere.
Para su construcción, el mercader catalán recurre a la asociación con Juan de
Llerena, que por entonces explotaba las cañas que poseían María de Abarca y
Francisco de Mesa en la Rambla de los Caballos43. No obstante, y pese a que
contaban para su empresa con el dinero necesario así como con el agua y ma-
nantiales que Hernando de Castro les arrendó procedentes de su hacienda en la
costa de Los Realejos, no parece que la idea de ambos llegara a prosperar ya que
en 1522 Joven decidía moler sus cañas en el ingenio de El Realejo, propiedad
del Adelantado44. Pocos años después, Antón Joven accedía a la explotación de
una parte de otra de las grandes haciendas del valle, en este caso propiedad del
licenciado Cristóbal de Valcárcel y su mujer Isabel de Lugo. En septiembre de
1527 el genovés Doménigo Rizo arrendaba del citado matrimonio, y por cinco
años, la mitad del ingenio, huertas y tierras de riego que poseían en La Orotava,
además de una importante cabaña ganadera y siete esclavos. A finales del mis-
mo mes Rizo traspasaba la mitad de este arrendamiento a Antón Joven y a Lo-
38. SERRA RAFOLS, «Las datas», núm. 1839; PADRÓN MESA, «Protocolos de Juan Marquez»,
doc. núm. 1348 (15-10-1520).
39. PADRÓN MESA, «Protocolos de Juan Marquez», doc. núm. 2404 (18-12-1521).
40. PADRÓN MESA, «Protocolos de Juan Marquez», doc. núm. 1201 (15-9-1520).
41. GALVÁN ALONSO, «Protocolos de Bernardino Justiniano», doc. núm. 2051 (2-10-1527).
El precio de venta es de 50.000 maravedís.
42. El hijo mayor de Hernando del Hoyo y María de Abarca contrajo matrimonio con
Magdalene Joven, hija del aquí mencionado Antón Joven.
43. Véase RIVERO SUÁREZ, B. El azúcar en Tenerife, 1496-1550. La Laguna, 1991, pp. 74-75.
(En adelante RIVERO SUÁREZ, «El azúcar»).
44. RIVERO SUÁREZ, «Protocolos de Juan Marquez», doc. núm. 491 (27-5-1522) y doc. núm.
776 (10-9-1522).
45. GALVÁN ALONSO, «Protocolos de Bernardino Justiniano», doc. núm. 1921 (11-9-1527) y
doc. núm. 2039 (30-9-1527).
46. Una de las mejores muestras de la capacidad económica que desarrolló la familia Fonte
en Cádiz nos la ha proporcionado recientemente el profesor Alfonso Franco en su traba-
jo La Isla de León en la Baja Edad Media, Cádiz, 1995. (En adelante FRANCO SILVA, «La
isla de León»). En él se nos dice que en 1510, tras pasar por una serie de dificultades
económicas, el duque de Arcos, don Rodrigo Ponce de León, solicitó licencia a la Coro-
na para poder vender bienes de su mayorazgo, entre los que se encontraba la isla de
León. Así, en 1516 el duque procedía a sacar en pública subasta la mencionada isla; fue
entonces cuando los hermanos Fonte (Miguel y Rafael) se hicieron con la propiedad de
la Isla, sus rentas y tributos —excepto el castillo y la jurisdicción sobre los habitantes de
la Isla— por un precio de 825.000 maravedís, con el compromiso de devolver la propie-
dad si don Rodrigo entregaba la cantidad satisfecha por los Fonte. Tras un proceso de
varios años en los que esta familia (junto a otros catalanes establecidos en Cádiz) se
había ido forjando un puesto en el seno de la oligarquía local, los Fonte lograban conver-
tirse en señores del término territorial de la isla, lo que unido a sus negocios, les facili-
taría la entrada en el gobierno de la ciudad de Cádiz primero, para, más tarde, entrar
como caballeros veinticuatro del concejo jerezano.
47. SERRA RAFOLS, E. Acuerdos del Cabildo de Tenerife (1497-1507). La Laguna, 1948, vol.
I, pp. 108 (17-8-1506). Fontes Rerum Canariarum, IV. (En adelante SERRA RAFOLS, «Acuer-
dos del Cabildo I»)
recibir en La Laguna junto a otros que también obtienen sus hijos48. Para enton-
ces este catalán era ya uno de los más importantes hacendados de la Isla, puesto
que a lo largo de los años anteriores había procedido a la compra de una serie de
parcelas a las que habría que añadir los ingenios que llegaron a sus manos a
causa del impago de ciertos préstamos que había hecho al Adelantado.
Las primeras compras de tierras de las que tenemos constancia las hizo
entre 1510 y 1511 al adquirir de Diego de San Martín un total de 247,5 fanegas,
casi todas ellas de regadío, en el valle de La Orotava, a lo que habría que añadir
un majuelo que había pertenecido a Pedro de Lugo y un cercado que fue de
Pedro Coello, de los que desconocemos sus dimensiones, y que en el momento
de la venta eran del citado San Martín49. El origen de estas ventas hay que bus-
carlo en las relaciones que desde 1506 inició el madrileño con Rafael Fonte. En
ese año San Martín arrendaba al duque de Medina Sidonia el ingenio que éste
poseía en La Orotava por un periodo de nueve años y una renta de 600 arrobas
de azúcar anuales. En ese mismo año contraía las primeras obligaciones con
Rafael Fonte, comenzando un progresivo endeudamiento que obligó a San Mar-
tín a vender primero 187 fanegas, algunos esclavos y ganado —por un valor de
920.000 maravedís— y pocos meses después otras 60,5 fanegas, en este caso
por 162.500 maravedís. Una idea del volumen de deudas contraídas hasta enton-
ces nos la puede dar la relación de acreedores a los que Fonte había pagado en
nombre de Diego de San Martín50:
48. SERRA RAFOLS, «Las datas», núm.1804 (16-11-1517). En La Laguna ya poseía desde
hacian tiempo una casa y solar, además del que ya había comprado a Pedro Martín (vid.
A.H.P.T. leg. 187, fol. 72 [29-12-1512]).
49. A.H.P.T. leg. 186, fol. 452, aunque la escritura esta muy deteriorada y no lleva fecha,
sabemos por un documento que se adjunta a la misma que Rafael Fonte tomó posesión
de las tierras que le vendió San Martín el 30 de julio y el 7 de agosto de 1510; y CLAVIJO
HERNÁNDEZ, F. Protocolos de Hernán Guerra, 1510-11. Tenerife, 1980. Fontes Rerum
Canariarum, XXIII. Doc. núm. 1554 (17-10-1511). (En adelante CLAVIJO HERNÁNDEZ, «Pro-
tocolos de Hernán Guerra»). Diego de San Martín, natural de San Martín de Valdeiglesias
(Madrid) también fue uno de los grandes propietarios de la Isla, no sólo por las numero-
sas datas que obtuvo —pese a no ser conquistador— sino especialmente por la gran
cantidad de pequeñas parcelas que adquirió de numerosos vecinos de La Orotava y La
Laguna.
50. Véase nota anterior. El documento está muy deteriorado e incompleto por lo que la
relación de acreedores que aquí se da seguramente no era sino una parte de los que
entonces tenía Diego de San Martín. Ya en 1509 Diego reconocía que debía a Rafael
Font 205.333 maravedís por distintos conceptos (vid. A.H.P.T., leg. 185, fol. 471 [8-5-
1509]); también en noviembre y diciembre de 1510 reconoce deber al catalán 136.670
maravedís por ropa y mercancías que de él había recibido (vid. A.H.P.T., leg. 186, fol.
418 (30-11-1510) y fol. 420 (5-12-1510).
51. Sobre estos último véase lo que dice RIVERO SUÁREZ, «El azúcar», pp. 47-49. Es sorpren-
dente comprobar como, pese a las dificultades por las que pasaba San Martín, éste tenía
aún capacidad para comprar tierras; y así lo hizo en 1512 cuando adquirió de Pedro de
Vergara 9 fanegas de secano en La Orotava (véase A.H.P.T., leg. 187, fol. 256 (28-5-1512).
Pero quizás las que serían sus haciendas más importantes en la Isla las ob-
tuvo Rafael Fonte del Adelantado cuando éste se vio obligado a venderle a Ra-
fael y a su hermano Miguel los ingenios y tierras que el gobernador poseía en
Garachico e Icod tras haber contraído con los catalanes dos gigantesca deudas,
una de 3.252.000 maravedís y otra de 500.000 ducados52. Pese a la venta realiza-
da, la posesión del ingenio de Icod siempre le fue contestada por el Adelantado,
lo que le llevó a mantener una serie de pleitos con Rafael Fonte que tuvieron su
plasmación más violenta cuando en 1520 el gobernador intentó apropiarse de la
producción de azúcar y desalojar del ingenio a los trabajadores de Fonte53.
Además de estas tierras en La Orotava, Icod y Garachico también poseía
otras parcelas en Tacoronte —25 fanegas54— y La Laguna. En 1512 adquiría de
Pedro de Párraga unas huertas, noria y aparejos correspondientes en La Laguna,
y en 1513 compraba a Francisco de Corvalán 25,5 fanegas de riego55 en La
Orotava, seguramente próximas a las que había comprado en 1511.
El caso de Gaspar de Jorba56 es otro ejemplo de como el matrimonio pro-
porcionó a algunos extranjeros un acceso rápido a un patrimonio de considera-
ble importancia. Su enlace con Inés Borges, hija del portugués Gonzalo Yanes,
puso en sus manos 100 fanegas de tierra de secano en la comarca de Daute, junto
a otra parcela situada en el Palmar y otros bienes que completaban una dote
52. A.H.P.T., leg. 185, fol. 802; GONZÁLEZ YANES, E. y MARRERO RODRÍGUEZ, M. Protocolos
de Hernán Guerra, 1508-10. La Laguna, 1958. Fontes Rerum Canariarum, VII, doc. núm.
970 (26-10-1508). (En adelante, GONZÁLEZ y MARRERO, «Protocolos de Hernán Gue-
rra»); CLAVIJO HERNÁNDEZ, «Protocolos de Hernán Guerra», doc. núm. 1556 (18-10-
1511).
53. MARTÍNEZ GALINDO, P. Protocolos de Rodrigo Fernández, 1520-26. La Laguna, 1988.
Fontes Rerum Canariarum, XXVII. Doc. núm. 133 (28-6-1520). (En adelante MARTÍNEZ
GALINDO, «Protocolos de Rodrigo Fernández»); COELLO GÓMEZ, M.I. y RODRÍGUEZ GON-
ZÁLEZ, M. y PARRILLA LÓPEZ, A. Protocolos de Alonso Gutiérrez, 1522-25. Tenerife, 1980.
Fontes Rerum Canariarum, X. Doc. núm. 1356 (25-1-1524).( En adelante COELLO y RO-
DRÍGUEZ y PARRILLA, «Protocolos de Alonso Gutiérrez»).
54. Estas 25 fanegas quizás son las que compró en 1512 al regidor Jerónimo Valdés por un
valorde 110.000 maravedís (vid. A.H.P.T., leg. 187, fol. 265 [9-8-1512]).
55. A.H.P.T., leg. 5, fol. 219 (21-7-1512) y leg. 189 (12-11-1513). Las huertas de La Laguna
alcanzan un precio de 30.000 maravedís y las tierras de La Orotava en 76.500 maravedís,
RIVERO SUÁREZ, «Protocolos de Juan Marquez», doc. núm. 901 (1-10-1522).
56. Gaspar de Jorva, hijo de Lluis Jorva e Isabel Jorva, naturales de Barcelona, poseía en la
ciudad condal una torre rodeada de una heredad de viñas, tierras de cereales y montuosa,
además de ejercer o disfrutar del título de «escribano del Sacramental de Cataluña». En
1527, asentado ya en la isla desde hacía tiempo, entregaba estas propiedades a sus her-
manos para que las administrasen a cambio del pago de unos censos y tributos, y del
compromiso de acrecentar y mejorar la hacienda (véase GALVÁN ALONSO, «Protocolos de
Bernardino Justiniano», doc. núm. 1631 (1-8-1527).
57. GALVÁN ALONSO, «Protocolos de Bernardino Justiniano», doc. núm. 19 (8-1-1526). Tras
la muerte de Inés, Gaspar Jorva contrajo nuevo matrimonio, en este caso con Francisca
Sabcedo, nieta del mencionado Gonzalo Yanes.
58. SERRA RAFOLS, «Las datas», núm. 1329 (23-8-1521); RIVERO SUÁREZ, «Protocolos de
Juan Marquez», doc. núm. 2064 (18-11-1523).
59. MARTÍNEZ GALINDO, «Protocolos de Rodrigo Fernández», doc. núm. 404 (17-6-1521);
doc. núm. 1042 (4-1-1523); doc. núm. 1247 (15-2-1524) y doc. núm. 1351 (5-9-1524).
60. MARTÍNEZ GALINDO, «Protocolos de Rodrigo Fernández», doc. núm. 483 (6-9-1521 y
doc. núm. 430 (30-6-1521).
61. RIVERO SUÁREZ, «El azúcar», pp. 62-63. Las relaciones con los Font también venías
desde hacía tiempo ya que Paula, viuda de Rafael Font, había otorgado a Gaspar Jorva,
a principios de los años veinte, un poder general para que administrase sus bienes y
asuntos. Véase RIVERO SUÁREZ, «Protocolos de Juan Marquez», doc. núm. 1205 (28-11-
1522).
62. En 1524 compraba a Diego de Ochoa unas casas y corral en La Laguna, lindantes con la
vivienda del que más tarde sería su suegro, Juan Martín Padilla. Véase COELLO y RODRÍ-
GUEZ y PADILLA, «Protocolos de Alonso Gutiérrez», doc. núm. 1602 (7-7-1524).
63. Del matrimonio nacieron seis hijos: Gaspar Soler, casado con Jacobina de Arguijo; Jua-
na, casada con Luis Carrillo de Albornoz; Pedro, beneficiado de la parroquia de Los
Remedios de La Laguna; Baltasar, emigrante a Indias; Isabel, casada con el licenciado
Albornoz; y Juana, mujer de Rodrigo Hernández Lordelo. Además, Pedro Soler tuvo
una hija natural, también llamada Juana, que contrajo matrimonio con Juan Monsalve.
64. Las primeras referencias que tenemos de él datan de los años veinte del siglo XVI y le
situan como factor del también catalán Garpar de Jorba (véase MARTÍNEZ GALINDO, «Pro-
tocolos de Rodrigo Fernández», doc. núm. 1421 (22-12-1524).
65. Véase RODRÍGUEZ YANES, J.M. El agua en la comarca de Daute durante el siglo XVI. Santa
Cruz de Tenerife, 1988, pp. 41-45.
66. LOBO CABRERA, M. Protocolos de Alonso Gutiérrez (1520-1521). Tenerife, 1979. Fontes
Rerum Canariarum, XXII. Doc. núm. 153 (16-1-1520) (En adelante LOBO CABRERA, «Pro-
tocolos de Alonso Gutiérrez») y GALVÁN ALONSO, «Protocolos de Bernardino Justiniano»,
doc. núm. 1068 (13-3-1527).
67. PADRÓN MESA, «Protocolos de Juan Marquez», doc. núm. 1923 (18-6-1521).
68. RIVERO SUÁREZ, «Protocolos de Juan Marquez», doc. núm. 1971 (20-10-1523).
69. COELLO y RODRÍGUEZ y MARTÍNEZ, «Protocolos de Alonso Gutiérrez», doc. núm. 1155
(18-10-1523); RIVERO SUÁREZ, «Protocolos de Juan Marquez», doc. núm. 1373 (16-1-
15239 y doc. núm. 1077 (3-10-1522) y PADRÓN MESA, «Protocolos de Juan Marquez»,
doc. núm. 181 y 182 (31-8-1519).
70. PADRÓN MESA, «Protocolos de Juan Marquez», doc. núm. 1325 (10-10-1520).
71. SERRA RAFOLS, «Las datas», núm. 1042 (1-12-1513) y MORENO FUENTES, F. «Las datas
deTenerife (Libro Primero de datas por testimonio)». La Laguna, 1992, p. 200 (20-4-
1514).(En adelante MORENO FUENTES, «Las datas...testimonio»)
72. AZNAR VALLEJO, E. Documentos canarios en el Registro General del Sello (1476-1517).
La Laguna, 1981. Fontes Rerum Canariarum, XXV. Núm. 454. (En adelante AZNAR VALLEJO,
«Documentos»).
73. A.H.P.L.P., leg. 733, fol. 270 (22-9-1517); leg. 736, fol. 193 (7-6-1524).
74. A.H.P.L.P., leg. 734, fol. 97 (6-5-1519) y fol. 143 (6-6-1519).
entre las Islas y Cádiz, y sobre todo a la exportación hacia las Indias, lo que le
permitió alcanzar una posición de privilegio dentro de la sociedad grancanaria
que no hizo sino afirmarse cuando contrajo matrimonio con María Mayor de
Jaraquemada.
Además de los aquí reseñados, el número de catalanes afincados en las
Islas fue muy numeroso. Los ejemplos podrían multiplicarse: desde un Mateo
Juan Carbón75, mercader que aparece en numerosos documentos de los primeros
años del siglo XVI comprando y vendiendo todo tipo de mercancías, hasta la
familia de los Salavert —Bartolomé, Andrés y Juan— que hacia los últimos
años de nuestro periodo de estudio habían desarrollado tal cantidad de negocios
que a la muerte de Bartolomé de Salavert aparecen en sus libros de cuentas más
de 75 personas que sólo en la isla de Tenerife le debían cerca de medio millón de
maravedís76. Volveremos sobre todos ellos cuando analicemos las importantes
compraventas de esclavos que realizaron o estudiemos las estrechas relaciones
comerciales que mantuvieron con Cádiz y Sevilla.
75. Casado con Ana Serrana (pueden verse referencias a su dote en A.H.P.T., leg. 3, fol. 451,
13-10-1510), su fortuna parece que vino a menos ya que en el testamento de Jaime
Joven éste declaraba que Mateo le debía cierta cantidad de dinero, pero que al estar
pobre ordena que no le sean demandados. Hacia mediados de siglo sus hijos Melchora
Carbón y Gaspar Carbón, vivían en La Gomera. Véase PÉREZ HERRERA, E. Alonso Her-
nández, escribano público de Las Palmas, 1557-1560. Estudio diplomático, estractos e
índices. Las Palmas, 1992, doc. núm. 1 (11-12-1557).
76. GALVÁN ALONSO, «Protocolos de Bernardino Justiniano», doc. núm. 1777 (22-8-1527) y
doc. núm. 2230 (5-11-1527).
3.1. Lombardos
Pese a que en los últimos años del siglo XV Milán y otras plazas lombardas
(Mantua, Pavía, Piacenza, etc.) conocieron un crecimiento económico gracias a la
exportación de sus manufacturas (armas, terciopelos y otros paños finos) a nume-
rosos mercados europeos, lo cierto es que su fortuna comercial no podía compa-
rarse con la de Venecia, Génova o Florencia, por entonces los mayores beneficia-
dos no sólo del comercio con Levante y la redistribución de sus productos por toda
Europa sino especialmente por la utilización de la gran ruta marítima que a través
del Estrecho de Gibraltar les unía a la Baja Andalucía, Inglaterra o Flandes. Tam-
poco podemos olvidar que la ciudad más importante de la región —Milán— su-
frió en numerosas ocasiones las consecuencias de la política expansiva, tanto de la
corona de Aragón en tiempos de Alfonso V, como la de los momentos de lucha por
el dominio de Italia entre los Reyes Católicos y la corona francesa. Así pues, no es
extraño que la representación lombarda sea más bien escasa dentro de la numerosa
y pujante presencia italiana en la península Ibérica.
La documentación que hoy en día conocemos nos muestra unas relaciones
muy irregulares entre las plazas lombardas y la España del siglo XV. Lo más impor-
tante de sus intercambios y encuentros se hacía en Valencia y Sevilla. En la prime-
ra de estas ciudades la comunidad lombarda era la más numerosa de entre las
italianas que se encontraban en la urbe a comienzos de la centuria, hasta el punto
de poseer en la misma una capilla edificada en el monasterio de San Francisco77.
En Sevilla los milaneses, al igual que los genoveses, aún poseían a finales del siglo
una lonja propia, conocida a través de un documento en el que se denunciaba su
ocupación por parte de algunas personas. A juicio del profesor Antonio Collantes
esta lonja era la misma que ocupaban los placentines, situada en la actual calle de
su mismo nombre; la escasa nómina de mercaderes milaneses que hoy en día co-
nocemos y el hecho de que el edificio fuera vendido en 1480 demuestra la progre-
siva decadencia de la colonia lombarda asentada en la ciudad78.
79. Una breve biografía puede verse en el artículo de LUIS YANES, Mª. J. y FUMERO DE LEÓN,
C. «El mercader Juan Jácome de Carminatis: apuntes para su estudio». En S.E.M.O., La
Laguna, 1993, tomo I, pp. 627-633.
80. Algunas de estas escrituras —muy pocas— cuantifican la deuda en arrobas de azúcar,
en fanegas de trigo, en ducados de oro o en reales de plata. Siguiendo las tablas de
equivalencia conocidas le hemos otorgado un valor de 300 maravedís a la arroba de
azúcar, 500 maravedís al ducado de oro y 42 maravedís al real de plata. Casi todas las
deudas se habrá de pagar en «dineros de contado» lo que quizás indicaría que la canti-
dad de moneda circulante era mayor de lo que muchas veces hemos pensado. Pueden
verse estas equivalencias en los trabajos de AZNAR VALLEJO, E. La integración de Cana-
rias a la Corona de Castilla (1478-1520). La Laguna, 1983, pp. 334-335 (En adelante
AZNAR VALLEJO, «La integración»); LOBO CABRERA, M. Monedas, pesas y medidas en
Canarias en el siglo XVI. Las Palmas, 1989; y MACÍAS HERNÁNDEZ, A.. «Algunas reflexio-
nes sobre los orígenes de los primeros medios de pago metálicos de la economía cana-
ria, 1400-1525». En S. E M. O., La Laguna, 1993, tomo I, pp. 635-666. No hace falta
hemos localizado entre 1506 y 1514 por un valor superior a los 800.000 maravedís
reflejan actividades muy heterogéneas, aunque sin duda el mejor ejemplo de su
capacidad económica durante estos años la encontramos en dos testimonios; en
el primero, Carminatis llega a un acuerdo comercial con los florentinos afincados
en Sevilla y Cádiz Alberto Giraldin y los ya mencionados Pedro Rondinel y Juan
Rondinel81. En 1510 Jácome de Carminatis se comprometía a pagar a éstos
325.000 maravedís por la compra de diversas mercancías y por algunas letras de
cambio. El segundo82es de 1513 y corresponde a la compra que hizo a Miguel
Martín de 1.000 arrobas de azúcar blanco por un valor de 500.000. Estos pro-
ductos son los que Carminatis distribuía dando origen a su actividad más cono-
cida, la ya mencionada venta de ropa, azúcar y cereales83.
AÑO MARAVEDÍS
1506 5.150
1508 114.582
1509 287.262
1510 62.999
1511 103.247
1512 124.772
1513 62.242
1514 85.378
insistir en que la pérdida y deterioro de la documentación hace que las escrituras que
hemos encontrado quizás sean sólo una parte muy pequeña de las que realmente otorgó
Juan Jácome de Carminatis.
81. CLAVIJO HERNÁNDEZ, «Protocolos de Hernán Guerra», doc. núm. 364 (17-9-1510).
82. A.H.P.T., leg. 378, fol. 460 (7-5-1513) y leg. 380, fol. 338 (7-5-1514).
83. Tampoco hace falta advertir que ni los préstamos ni las obligaciones de deudas que he
localizado indican el tipo de interés que sin duda gravaban la cantidad prestada o adeu-
dada. Las escrituras de este tipo se limitan a especificar el nombre del acreedor y deu-
dor, su vecindad y en pocos casos su profesión, la cantidad y tipo de dinero (maravedís
de Canarias o Castilla) de la deuda, así como los plazos de devolución. Esta última
variable, que no hemos tenido en cuenta para este trabajo, merece destacarse porque a
través de ellas podría analizarse las fluctuaciones en el cobro de este tipo de obligacio-
nes. Por último, advertir también que en muy pocos casos se ha podido conocer las
fechas de redención de las deudas contraídas mediante estos tipos de escrituras ya que
ni el escribano ni el acreedor reconocen expresamente mediante la oportuna carta de
pago (o «finiquito») la fecha de cancelación de la deuda.
84. SERRA RAFOLS, «Las datas», núm. 123 (16-1-1512). Estas tierras comenzaron muy pron-
to a ser explotadas ya que pocos meses después Carminatis las entregaba en arrenda-
miento a Fracisco de Lisbona. El contrato es por nueve años y en él se estipulaba la
entrega por parte de Carminatis de dos yuntas de bueyes, 30 fanegas de trigo y diverso
instrumental agrícola (rejas, hachas, rozaderas, etc.. La renta sería de 20 fanegas de
trigo el primer año y 100 fanegas anuales el resto (Véase A.H.P.T., leg. 5, fol. 109 y leg.
377, fol. 576 (31-7-1512).
85. Parte de estas tierras las había comprado Juan Rodríguez entre 1506 y 1507 a Francisco
Borges y Juan Clavijo (véase SERRA RAFOLS, «Las datas», núms. 690, 703 y 931). Tanto
Borges como Clavijo habían obtenido varias datas en la isla, pero quizás las que vendie-
ron a Juan Rodríguez fueron las 36 fanegas que el primero obtuvo en 1506 (data núm.
893) y las 3 fanegas de riego que el segundo obtuvo en 1503 (data núm. 894). Tras la
compra el Adelantado autorizó a Juan Rodríguez a regar las tierras adquiridas.
86. A.H.P.T., leg. 377, fol. 761 (2-8-1512).
87. A.H.P.T., leg. 378, fol. 113 (3-1-1513) y leg. 379, fol. 543 (26-4-1513).
88. De entre las conocidas destacan los 38.000 maravedís y los 20.000 maravedís que debe
a Carminatis porque éste se había comprometido a pagarlos en nombre de Juan Rodrí-
guez a Álvarez, portugués, y a Gonzalo de Córdoba. Véase A.H.P.T., leg. 5, fol. 593 (9-
10-1512) y leg. 378, fol. 302 (3-1-1513).
89. A.H.P.T., leg. 189 (7-9-1513). Francisco Pérez era propietario de una de las parcelas
colindantes. El arrendamiento era por nueve años y la renta de 36 fanegas de trigo
anuales, excepto el primer año que no pagaría nada a cambio de roturar 6 fanegas en
otras tierras. Al año siguiente (1514) y por un periodo de cuatro años entregaba a partido
toda una viña y parral que había comprado al citado maestro de azúcar para que hiciese
las labores necesarias de poda, cava, colocación de horquetas, etc. y con la condición de
que el medianero desmontase unas tierras que se encontraba junto a este parral para que
se plantasen de malvasía (A.H.P.T., leg. 380, fol. 376 [28-6-1514]).
90. RIVERO SUÁREZ, «Protocolos de Juan Marquez», doc. núm. 960 (11-10-1522) y GALVÁN
ALONSO, D., «Protocolos de Bernardino Justiniano», doc. núm. 837 (5-1-1527). No será
el único pleito que mentendrá por la compra o administración de sus tierras. Sabemos
que en 1527, y tras un largo pleito que llegó a la Chancillería de Granada, alcanzaba un
acuerdo con Martín Rodríguez del Malpaís para el cobro de 120 fanegas de trigo y 16
doblas de oro por el incumplimiento de un contrato de arrendamiento de 60 fanegas de
tierra de secano que el citado Martín Rodríguez se había comprometido a roturar y
cultivar (véase GALVÁN ALONSO, «Protocolos de Bernardino Justiniano», doc. núm. 2290
(18-XI-1527).
91. A.H.P.T., leg. 177 (4-4-1506), y MARRERO RODRÍGUEZ, M. Protocolo del escribano Juan
Ruiz de Berlanga, 1507-1508. La Laguna, 1974. Fontes Rerum Canariarum, XVIII. (En
adelante MARRERO RODRÍGUEZ, «Protocolo del escribano Juan Ruiz de Berlanga»). Doc.
núm. 115 (agosto de 1507) y doc. núm. 124 (10-9-1507).
92. A.H.P.T., leg. 3 (6-12-1510); CLAVIJO HERNÁNDEZ, «Protocolos de Hernán Guerra», doc.
núm. 1289 (24-8-1511). En 1514 entregaba en arrendamiento estas tierras a Rodrigo
Alonso Gallego por una renta anual de 25 fanegas de trigo (A.H.P.T. , leg. 380, fol. 747
(28-9-1514).
93. CLAVIJO HERNÁNDEZ, «Protocolos de Hernán Guerra», doc. núm. 1289 (24-8-1511);
A.H.P.T., leg. 377, fol. 673 (28-11-1512); PADRÓN MESA, «Protocolos de Juan Marquez»,
doc. núm. 992 (30-7-1520).
94. A.H.P.T., leg. 186, fol. 602 (1-1-1511). Jaime Joven entregaba en concepto de dote 300do-
blas de oro y Carminatis 100 doblas como arras.
95. MORENO FUENTES, «Las datas...testimonio», Test. I, p. 209 (4-1-1515); Test. I, p. 213 (2-
10-1515) y Test. I, p. 239 (21-11-1516).
96. A.H.P.T., leg. 378, fol. 342 (16-2-1513) Documento por el que Carminatis y Bartolomé
de Milán dan por concluidas las «cuentas y contrataciones de mercaderías» que entre
ellos ha habido. Sus relaciones se documentan al menos desde 1504 pues así lo expresan
en un documento de 1507 en el que intentan arbitrar una solución para los pleitos y
cuentas que han tenido. Véase MARRERO RODRÍGUEZ, «Protocolos de Juan Ruiz de
Berlanga», doc. núm. 88 (11-8-1507).
97. SERRA RAFOLS, E. y ROSA OLIVERA, L.: Acuerdos del Cabildo, (1508-1513). La Laguna,
1952. Fontes Rerum Canariarum, V. (En adelante SERRA y DE LA ROSA, «Acuerdos del
Cabildo II»), (10-II-1511); (3-3-1511) y (7-3-1511). En enero de 1511 comparaba a Pe-
dro Afonso unas casas y una atahona en La Laguna por 29 doblas de oro (véase CLAVIJO
HERNÁNDEZ, «Protocolos de Hernán Guerra», doc. núm. 717 y 721 [3-1-1511]). En sep-
tiembre de 1512 compraba por 6.000 maravedís en La Laguna una casa, con sus corrales
y huertas, a Pedro de Pavía (?) (véase A.H.P.T., leg. 5, fol. 553, [25-9-1512]). En el
reparto que se hizo para limpiar la laguna en 1514 Bartolomé de Milán fue registrado en
la llamada calle de Rafael Font (véase SERRA y DE LA ROSA, «Acuerdos del Cabildo III»,
p. 50, 2-10-1514.
98. SERRA RAFOLS, «Las datas», núm. 1136 (30-5-1511). Cuando el concejo denunciaba en
1515 la introducción de ganado en la dehesa de La Laguna y ponía límites a los lugares
en los que podían pastar los puercos, señalaba la huerta de Bartolomé de Milán, «que
fue de Páez» (sic) como uno de los linderos que no se podían traspasar (véase SERRA y
DE LA ROSA, «Acuerdos del Cabildo III», p. 80 (11-5-1515).
99. A.H.P.T., leg. 5, fol. 645 (12-11-1512). El precio de venta es de 30.000 mrs. y la suerte
consiste en una huerta con su arboleda, y en tres almudes más un pedazo de tierra que se
encontraban junto a la mencionada huerta. En 1520 entregaba estas tierras en arrenda-
miento, por tres años, a Alonso Báez y Alonso Rodríguez, indicándose en el documento
que estaban plantadas de árboles, hortalizas y legumbres, además de poseer una noria
con «rueda y carretón» que proporcionaba agua a la parcela (Véase PADRÓN MESA, «Pro-
tocolos de Juan Marquez» doc. núm. 472 [14-2-15120]).
100. SERRA y DE LA ROSA, «Acuerdos del Cabildo III», núm. 14 (12 de mayo de 1514) y núm.
116 (19 de diciembre de 1515).
101. SERRA y DE LA ROSA, «Acuerdos del Cabildo III», núm. 188 (30 de marzo de 1517).
102. En agosto de 1527 su mujer declaraba que era viuda al otorgar un poder a dos procura-
dores de la Chancillería de Granada para que resolviesen diversos pleitos y asuntos que
tenía pendientes. Véase GALVÁN ALONSO, «Protocolos de Bernardino Justiniano», doc.
núm. 1659 (5-8-1527).
legales con las autoridades eclesiásticas de las Islas103. Señalar, por último, que
por aquellos mismos años también es probable que se encontrase otro mercader
milanés en la Isla; nos referimos —salvo error de lectura— a Jácome de Damiano,
comerciante que hacia 1512 mantenía un pleito con el genovés Jácome Catano
por «cuentas y contrataciones» que hubo entre ellos104.
3.2. Florentinos
103. PADRÓN MESA, «Protocolos de Juan Marquez», doc. núm. 246 (20-10-1519) y doc. núm.
1208 (16-9-1520).
104. A.H.P.T., leg. 5, fol. 652 (año 1512).
105. Para conocer la importancia de los florentinos en la península Ibérica, especialmente en
Andalucía, véase el trabajo de VARELA, C., Colón y los florentinos. Madrid, 1989. Para
el conocimiento de sus actividades en Canarias es fundamental el ya citado artículo de
OTTE, E., «Los Botti y los Lugo».
106. Junto con Francisco Riverol, firmó en 1492 la capitulación para la conquista de La
Palma. Se desconoce el texto de la misma, aunque sabemos que Berardi reclamaba a
Alonso de Lugo un tercio de los 700.000 maravedís que la corona había librado en favor
del gobernador para la conquista de la Isla. Véase AZNAR VALLEJO, «Documentos», núm.
381 (10-10-1494) y doc. núm. 382 (23-10-1494).
de naturaleza en el reino, no pasó nunca a las Islas, si bien parece que poseyó
algunas propiedades en el Archipiélago que administraba su factor Lorenzo de
Rebata. De entre ellas, las más importantes serían las 60 aranzadas que el mo-
narca había entregado en Gran Canaria al también florentino Francesco
Bounaguisi; éste, a su vez, las había dejado en herencia al mencionado Berardi,
pese a lo cual no había podido tomar posesión de ellas dado que habían sido
repartidas entre algunos vecinos de la Isla107.
Quizás sea Juan Alberto Giraldin (Giovanni Alberto Geraldini) el miembro
más conocido de la colonia florentina establecida en el Archipiélago. Llegó a
Tenerife hacia 1510 como factor de Giovanni y Piero Rondinelli, y en sustitu-
ción de Jácome de Carminatis, hasta entonces representante de los hermanos
Rondinelli en las Islas108. Desde su llegada a San Cristóbal, se dedicó a compagi-
nar sus negocios como comprador y exportador de azúcar, aceite y otras mer-
cancías con destino a Cádiz, Sevilla o Madeira, con su interés por acceder al
control de la producción del azúcar mediante el arrendamiento o la compra de
un ingenio. Así, en 1512 tomaba del Adelantado las tierras que éste poseía en el
valle de Güímar, cesión que luego traspasaba al también florentino Bernardo
Escarlati109. Simultáneamente tomaba a partido o renta —se desconoce el con-
trato— el ingenio y tierras que los hermanos Blasino y Juan Felipe Inglesco de
Plombino habían edificado en el mismo valle110 y que por entonces era propie-
dad del licenciado Francisco de Vargas.
A partir de ese momento comienza a recibir una serie de datas que le permi-
ten ir acumulando un buen número de fanegas en el valle de La Orotava y en
Güímar, en torno al ingenio que ya explotaba. En 1513 obtenía su primera suer-
te, 10 fanegas que habrá de destinar a viñas en la ladera de San Lázaro; le siguie-
ron dos fanegas en La Laguna para casa, tienda y huerta y 25 que le entregan en
el llamado cercadillo de La Orotava, lindando con el barranco Hondo (hoy lla-
mado del Pino) y tierras del genovés Jácome Catano. Finalmente recibiría sus
datas más importantes en el camino de Agache (100 fanegas) y en Candelaria,
111. SERRA RAFOLS, «Las datas», núm. 1059, 1094, 1806 y 1838; MORENO FUENTES, F.: «Las
datas...testimonio», p. 279. Además de estas datas, Juan Albertos administraba 200 fa-
negas de tierra en el barranco de Arafo, correspondientes a una data que había sido
entregada primero a Gonzalo Mexía, pero que al irse de la isla fue traspasada al Ldo.
Vargas y éste la cedió al florentino. En 1527 compraba a Juan Alcaide tres caurtas partes
del heredamiento de los Ascanios en Anaga (Almáciga, Benijo y Las Palmas) y toma a
renta otras 30 fanegas propiedad de Lugo. Debemos estas y otras noticias sobre Giraldin
a Migel Angel Gómez Gómez, quien ha elaborado un amplio trabajo sobre el valle de
Güímar en el siglo XVI y los protocolos de Sancho de Urtarte.
112. PADRÓN MESA, «Protocolos de Juan Marquez», doc. núm. 223 (s.d.-9-1519), núm. 943
(11-7-1520) y núm. 1857 (24-5-1521). RIVERO SUÁREZ, «Protocolos de Juan Marquez»,
doc. núm. 884 (27-9-1522).
113. PADRÓN MESA, «Protocolos de Juan Marquez», doc. núm. 764 y 765 (2-6-1520). Del matri-
monio entre Leonor y Giraldin nacieron Agustín, casado con Catalina Spínola, Juan Baptista,
casado con Damiana Cabrera, Francisco, casado con Leonor Pérez de Ayala, María casada
con Juan Meneses y Camila, casada con Pedro Antonio de Torres, hijo del mercader y
socio de Giraldin Juan de Torres. Antes de su matrimonio el florentino tuvo otro hijo,
Antón Albertos, casado con Francisca Pérez y avecindados en Candelaria.
114. RIVERO SUÁREZ, «El azúcar», p. 77.
115. Tras sucesivas ventas que habían hecho los herederos del Ldo. Vargas a Bartolomé Jo-
ven, Fabian Viña, García de Vergara y Diego Coronel, y éstos, a su vez, a Pedro de
Alarcón.
119. Véanse como ejemplo, PADRÓN MESA, «Protocolos de Juan Márquez». doc. núm. 660
(30-4-1520); RIVERO SUÁREZ, «Protocolos de Juan Márquez», doc. núm. 949 (9-10-1522);
COELLO, RODRÍGUEZ Y PADILLA, «Protocolos de Alonso Gutiérrez», doc. núm. 17 (28-8-
1521) y doc. núm. 482 (17-9-1522).
120. RIVERO SUÁREZ, «Protocolos de Juan Márquez», doc. núm. 48 (31-12-1521), doc. núm.
492 (27-5-1512) y doc. núm. 760 (8-9-1522).
121. El análisis de la emigración francesa hacia la península Ibérica cuenta en la actualidad
con numerosos trabajos, si bien la bibliografía que se ocupa de estas cuestiones se ha
centrado en dosperiodos muy distintos, el de los siglos XI al XIII para luego dar un salto
hasta los siglos XVII y XVIII, dejando las centurias bajomedievales un poco olvidadas.
Para el mundo medieval, sólo mencionaremos dos trabajos que plantean un marco gene-
ral; la ya clásica e importante obra de DEFOURNEAUX, M. Les Français en Espagne aux
XIe et XIIe siècles. París, 1949, y el sugerente estudio que bajo la dirección de VALDEON
BARUQUE, J. («Las relaciones entre Castilla y Francia. Siglos XIII-XV») se presentó al
seminario Les comunications dans la Péninsule Ibérique au Moye-Age. París, 1981. Un
marco cronológico más amplio puede verse en la obra «Relaciones hispano-francesas a
Francia actual y los de la península Ibérica hunda sus raíces en «la noche de los
tiempos», si bien es a partir del siglo XI cuando los intercambios culturales se
hacen más frecuentes. Quizás no sea extraño que historiadores españoles o his-
panistas franceses hayan estudiado con mayor o menor profundidad las colonias
galas distribuidas por el país durante los tiempos medievales y modernos, ya que
actualmente las fuentes locales y generales que hacen posible este tipo de estu-
dios son tan numerosas que es imposible tratar de reseñarlas en éste contexto122.
123. Véase MORENO OLLERO, A. Sanlúcar de Barrameda a fines de la Edad Media. Cádiz,
1983 pp. 131-131; y CARRASCO GONZÁLEZ, G. «Los mercaderes franceses en Sanlúcar de
Barrameda. Una información sobre los privilegios de la nación francesa en el Sanlúcar
del siglo XVII». En Actas de II Congreso de Historia de Andalucía. Historia Moderna.
Córdoba, 1995, tomo I. , pp. 381-389.
124. Aunque pueda parecer contradictorio, la inestabilidad política no siempre se tradujo en
una falta de relaciones comerciales. No es esta la ocasión de entrar en pormenores, pero
hay que recordar que las cifras de comercio, especialmente con Bretaña, eran bastante
altas, ya que algunos de sus puertos (Nantes, La Rochelle, Brets, etc.) se habían conver-
tido en puntos de intercambios esenciales en la ruta Castilla-Flandes. Al respecto véase
FERRERIRA PRIEGUE, E. Galicia en el comercio marítimo medieval. La Coruña, 1988, pp.
529-543. Véase también CASADO ALONSO, H. «La Bretagne dans le commerce castillan
aux XV et XVI siècles». En 1491 La Bretagne, Terre d’Europe. Brest, 1992, pp. 81-98.
125. Véase MOLLAT, M. Los exploradores del siglo XIII al XVI. Primeras miradas sobre nuevos
mundos. México, 1990.
126. La génesis y avatares de la expedición franco-normanda son hoy bien conocidas gracias
al Le Canarien y a la edición crítica que se ha hecho de estas crónicas. Véase SERRA, E.
y CIORANESCU, A. Le Canarien. Crónicas francesas de la conquista de Canarias. La La-
guna, 1959-65. (En adelante SERRA y CIORANESCU, «Le canarien»). La empresa nobiliar
francesa, la biografía de los principales conquistadores y las consecuencias del contacto
entre aborígenes y europeos tiene numerosos estudios. Véanse, entre otros, los de
CIORANESCU, A. Juan de Bethencourt. Santa Cruz de Tenerife, 1982; del mismo autor
«Dos documentos de Juan de Betehncourt». En Homenaje a Elías Serra Ráfols. La
Laguna, 1970, tomo II, pp. 71-85; MOLLAT, M. «La place de la conquête normande des
Canaries (XV siècle) dans l’histoire coloniale française». En A.E.A. Madrid-Las Palmas,
1958, núm. 4, pp. 537-554; AZNAR VALLEJO, E «La colonización de las Islas Canarias en
el siglo XV». En Canarias-América antes del Descubrimiento: la expansión europea. (VII
Jornadas de Estudios Canarias-América). Santa Cruz de Tenerife, 1985, pp. 195-226;
TEJERA GASPAR, A. y AZNAR VALLEJO, E. El asentamiento franco-normando de «San Mar-
cial del Rubicón» (Yaiza, Lanzarote). Un modelo de arqueología de contacto. Santa
Cruz de Tenerife, 1989; y AZNAR VALLEJO, E. Pesquisa de Cabitos. Las Palmas, 1990.
(En adelante, AZNAR VALLEJO, «Pesquisa»)
127. Tanto el texto de Gadifer como el de Bethencourt señalan como tras su llegada al Puerto
de Santa María y su estancia en Sevilla abandonan la expedición algo más de 200 perso-
nas alegando la falta de víveres y la incertidumbre de un viaje al que todos temían
(SERRA y CIORANESCU, «Le canarien», cap. III de La Salle y cap. III de Bethencourt).
128. Sobre los problemas suscitados en la sucesión del señorío y la administración del mismo
pueden verse, además de los trabajos de E. Aznar ya mencionados, los de PERAZA DE
AYALA, J. «La sucesión del señorío de Canarias a partir de Juan de Bethencourt hasta su
limitación a las islas menores», en Historia General de las Islas Canarias (reedic. de la
obra de Millares Torres), Las Palmas, 1977, VOL. II; y DÍAZ PADILLA, G. y RODRÍGUEZ
YANES. J.M. El señorío en las Canarias Occidentales. La Gomera y El Hierro hasta
1700. Santa Cruz de Tenerife, 1990 (especialmente cap. I).
129. En los últimos años los historiadores han puesto en duda la capacidad económica de
Juan de Bethencourt para hacer uso del privilegio de acuñación de moneda. Los testi-
monios arqueológicos no confirman la existencia de piezas acuñadas por los señores de
las Islas y los documentales plantean numerosas dudas, de tal forma que en unos casos
avalan y en otros desmienten el ejercicio de dicho privilegio. Al respecto el profesor
Antonio Macías apunta la existencia de diversos testimonios (el propio Le Canarien,
Viera y Clavijo, García del Castillo, escribano del Hierro y diversos informes redacta-
dos en el siglo XVIII) que avalan la existencia de unas posibles acuñaciones al amparo del
privilegio betehncouriano. Véase MACÍAS HERNÁNDEZ, A. «Algunas reflexiones sobre los
origenes de los primeros medios de pago metálicos de la economía canaria, 1400-1525».
En S.E.M.O., Universidad de La Laguna, 1993. Tomo I, pp. 635-666.
130. SERRA y CIORANESCU, «Le Canarien»: El cap. 82 (texto de Bethencourt) señala como el
normando tras regresar de Gran Canaria y antes de partir de la isla de Lanzarote proce-
dió a laentrega de distintas tierras y solares entre los aborígenes y los «del país de
Normandía», manteniendo la preferencia de los europeos sobre los canarios.
cosas, por las donaciones, compraventa y pleitos entre los distintos señores de
las Islas. Quedaba en la memoria de todos, además de algunos de los hechos ya
expuestos, la huella de aquellos primeros colonizadores franceses, especialmen-
te perpetuados en apellidos tan frecuentes entre nosotros como Betancor,
Umpiérrez, Déniz, Berriel, etc.131
Para terminar, señalar que uno de los legados más perdurables de la presen-
cia franco-normanda en las Islas fue la evangelización de buena parte de la po-
blación de las Islas que incorporaron a su dominio132. Aunque el proceso de
cristianización lo habían iniciado en el siglo anterior los misioneros mallorqui-
nes en algunas de las islas, es con la conquista cuando la conversión y el bautis-
mo se promueven de forma generalizada. Baste recordar el bautizo, más o me-
nos forzoso, de los súbditos de Guadafrá, el rey de Maxorata o el rey de Jandía,
así como el esfuerzo de instrucción religiosa que se realizó con el breve catecis-
mo133 que se recoge en Le Canarien. Fruto de esa labor evangelizadora, además
de la creación del ya mencionado obispado del Rubicón, va a ser la devoción que
los conquistadores y sus herederos profesaron hacia San Marcial, uno de los
siete misioneros que según Gregorio de Tours envió el Papa en el siglo III para la
evangelización de algunas zonas de la Galia, y considerado como el fundador de
la sede episcopal de Limoges. Su primer santuario se encontraba en la iglesia
construida en la «ciudad» fundada por los conquistadores, hasta que el propio
abandono de la misma, producto, como se ha dicho, del traslado de la sede
episcopal y los ataques piráticos, forzaran el cambio del culto hacia Femés, lu-
gar más seguro que el primitivo emplazamiento situado junto al mar. Pese a
todo, el antiguo santuario se mantuvo en la memoria de los isleños, que aún en
este siglo seguían acudiendo en las vísperas del santo a la cruz que se elevó en el
lugar en el que se erigía la sede de la Iglesia-Catedral.
131. Baste recordar los numerosos apellidos franceses castellanizados que aparecen en la
Pesquisa de Esteban Pérez de Cabitos (Farrite Perdomo, Iohan de Unpierres, Bolancher,
Alfonso Marchal, etc.) Véase AZNAR VALLEJO, «Pesquisa», testimonio de Martín de To-
rre, pp. 289-290.
132. Sobre el papel que jugó la religión en el contacto entre aborígenes y europeos así como
el proselitismo desarrollado por éstos entre los isleños, puede verse el trabajo de AZNAR
VALLEJO, E. y TEJERA GASPAR, A. «El encuentro de las culturas prehistóricas canarias con
las civilizaciones europeas». En X Coloquio de Historia Canario-Americana (1992). Las
Palmas, 1994, tomo I. pp 21-73.
133. Un estudio de éste catecismo puede verse en el artículo de SÁNCHEZ HERRERO, J. «El
tratado de doctrina cristiana incluido en Le Canarien». En VI Coloquio de Historia Ca-
nario-Americana. (1984. Las Palmas, 1988, tomo II, pp. 743-764. Véase también CABA-
LLERO MUJICA, F. Canarias hacia Castilla. Datos de un proceso histórico. Las Palmas,
1992. Tomo I, pp. 345-359.
134. Para el análisis de la presencia francesa en el Archipiélago a finales del siglo XV y todo
el XVI contamos con el trabajo de LOBO CABRERA, M. «Los mercaderes franceses en
Canarias en el siglo XVI. Pablo Reynaldos». En VI Coloquio de Historia Canario-Ameri-
cana (1984). Las Palmas, 1987, tomo I, pp. 25-46; y los epígrafes que dedicó E. Aznar a
estos extranjeros en su obra ya citada «La integración». Aunque más centrado en los
siglos XVII y XVIII pueden encontrase algunas referencias en la obra de PÉREZ RODRÍGUEZ,
M.J. Los extranjeros en Canarias. Historia de su situación jurídica. La Laguna, 1990.
135. No es extraño que no participase ningún galo en la conquista de las Islas de realengo ya
que tampoco se habían destacado por sus acciones —salvo unos pocos bretones que
actuaron como bombarderos— en la coetánea conquista del reino de Granada (véase
LADERO QUESADA, M.A. Castilla y la conquista del reino de Granada. Valladolid, 1967).
Lo cierto es que fueron muy pocos los extranjeros que participaron directamente en la
conquista de las Islas realengas. Tan sólo algún borgoñón, como Jorge Grimón, hidalgo
de Namur, que intervino con armas de fuego en la conquista de Tenerife y algunos
portugueses, participaron en las campañas militares que se desarrollaron para la incor-
poración de las mencionadas islas. Otra cosa fue el apoyo financiero que genoveses,
catalanes y florentinos dieron a estas empresas. El profesor Manuel Pérez Rodríguez
afirma, tomando datos de Marin y Cubas y de J. Álvarez Delgado, que varios franceses
participaron en la conquista de las islas realengas, dando los nombres de Santa Gadea,
Hernando el Borgoñón, Jorge y Juan Grimón y Francisco Melián. Tenemos muchas
dudas sobre el origen francés de Santa Gadea ya que ni su apellido (claramente burga-
lés) ni sus relaciones comerciales denotan otra procedencia que no sea castellana. La
condición de conquistador de Francisco Melián aparece en las datas (núm. 478) pero no
su origen galo. En cuanto a los borgoñones, señalar que aunque el ducado de Borgoña
mantuvo siempre una estrecha dependencia política del rey de Francia —terminó por
incorporarse a la corona francesa en las ultimas décadas del siglo XV— el origen de los
aquí señalados (Namur, en la actual Bélgica) no permiten considerarlos como franceses.
136. Véase SERRA RAFOLS, «Las datas», núms. 979, 1006, 1033 y 1515).
integrados en la sociedad local nos hablaría de una larga estancia en las Islas
pese a las malas relaciones que por entonces dominaba la política entre España y
Francia. Y es precisamente esa inestabilidad en las relaciones uno de los motivos
de la escasa inmigración francesa hacia las Islas en los primeros años del siglo
XVI y el origen de uno de los males que más afectó a los intereses comerciales del
Archipiélago: la piratería que ejercieron los galos, especialmente en la ruta que
unía a las Islas con la península Ibérica137.
La actividad de la piratería francesa en aguas de las Islas o próximas a ellas
se remonta a finales del siglo XV, cuando Cristóbal Colón, en su tercer viaje a las
Indias (mayo de 1498), se encontró en La Gomera con un navío francés que
llevaba a remolque dos barcos apresados a los castellanos138. Desde entonces , y
en un intento de interceptar el tráfico entre la Península y las Indias, se docu-
mentan algunos asaltos aislados, como el que sufrió el barco que en 1514 envia-
ba el regidor Bartolomé Benítez con destino a la Península, siendo interceptado
por unos franceses en las costas de Portugal y conducido a La Rochelle. Aunque
el perjudicado solicitó la correspondiente carta de represalia y las autoridades
francesas consideraron la presa de «mala guerra» (por ese mismo tiempo se
firmaba el tratado de Noyon), Benítez no logró resarcirse de las pérdidas sufri-
das hasta varios años después139. La situación se agravó con el acceso al trono de
Carlos I y Francisco I: ambos trasladaron a las acciones piráticas lo que se ha
137. Véase RUMEU DE ARMAS, A. Piratería y ataques navales contra las Islas Canarias. Madrid,
1947-1950, especialmente el tomo I. (En adelante RUMEU DE ARMAS, «Piratería») Tam-
bién PEREIRA FERREIRA, A. Mª. «O corso francés e o comércio entre Portugal e as Canárias
no século XVI (1521-1537)». En VII Coloquio de Historia Canario-Americana (1986).
Las Palmas, 1990, tomo I, pp. 77-98. Esta última autora afirma que entre 1521 y 1537
fueron asaltados no menos de 23 navíos que hacían la ruta entre Portugal y las Islas (vid.
p. 81).
138. Los detalles pueden verse en RUMEU DE ARMAS, «Piratería», vol. I, pp. 61 y ss. Del mismo
autor «Franceses y españoles en el Atlántico en tiempo del Emperador». En Charles-
Quint et sontemps. París, 1959. Véase también el trabajo de SERRA RAFOLS, E. «Los
primeros ataques piráticos a Canarias». En A.E.A. Madrid-Las Palmas, 1968, núm. 14,
pp. 383-403.
139. El navío fletado por Benítez, llamado Santa María de la Piedad, transportaba 2.000
arrobas de azúcar y diversa mercancía (jarras y tazas de plata, ropa, etc.) valorados en
más de 4.500 ducados. Véase AZNAR VALLEJO, E.; VIÑA BRITO, A.; PALENZUELA DOMÍNGUEZ,
N. y BELLO LEÓN, J.M. Documentos canarios en el Registro del Sello (1518-1525). La
Laguna, 1991 (doc. núm. 311, de 25-IX-1521). (En adelante AZNAR VALLEJO y otros,
«Documentos canarios») En este mismo documento se comunica a las autoridades de
las islas una carda dada en Bruselas (8-VII-1521) en la que Carlos V autorizaba a todos
sus súbditos a hacer la guerra, por mar y tierra, a los franceses tras la invasión que el
ejército galo había hecho de Navarra y Logroño.
140. Un año antes, en 1521, los franceses lograron capturar cerca de Sanlúcar de Barrameda
dos carabelas que regresaban de las Indias lo que supuso un grave quebranto para los
mercaderes y armadores sevillanos. En junio de ese mismo año la armada castellana
devuelve el golpe al enfrentarse a siete navíos franceses junto al cabo de San Vicente
(vid. RUMEU DE ARMAS, «Piraterías», vol. I, pp. 73-74). Jean Fleury es especialmente
conocido en la historiografía nacional debido a su participación en el asalto, pocos días
después de su ataque a Las Isletas, a las naves que transportaban el tesoro de la recámara
de Moctezuma.
141. SERRA y DE LA ROSA, «Acuerdos del Cabildo II», doc. núm. 240. Cabildo de 8-1-1513.
Véase también AZNAR VALLEJO, «La Integración», pp. 52-53.
142. SERRA y DE LA ROSA «Acuerdos del Cabildo IV», doc. núm. 273, del 3-I-1522.
143. El documento señala que son los mercaderes a quienes «este negocio de armar toca más
principalmente a ellos como a mercaderes, para asegurar sus mercaderías e azúcares por
la mar». Véase SERRA y DE LA ROSA, «Acuerdos del Cabildo IV», docs. Núm. 297
(29.IV.1522); núm. 298 (30-IV-1522) y núm. 299 (2-V-1522).
Fernández) que era inútil gastar nada en la custodia del puerto de Santa Cruz ya
que los franceses habían atacado en Las Isletas donde «había una buena torre y
un artillería y mucha más defensión...cuanto más en el Puerto de Santa Cruz,
que no había fortaleza ni aparejo ni defensa»144. El año 1523 se iniciaba con la
renovada amenaza de los corsarios franceses, lo que llevó al cabildo de Tenerife
a ordenar el reparo de la artillería que se encontraba en Santa Cruz145. La medida
llegaba tarde, ya que pocos meses después comparecía ante el concejo Pedro
Suárez Valcárcel para informar del ataque que había sufrido el puerto de Santa
Cruz por parte de una armada francesa. El peligro se haría aún más evidente
cuando en septiembre del mismo año hasta nueve navíos se adentren en la rada
de Santa Cruz saqueando todos los barcos que se encuentran en el puerto146.
Todos estos sucesos, junto a los que ya habían padecido las Islas por parte de la
piratería portuguesa durante el siglo XV, abren una serie de amenazas por parte
de los corsarios franceses, ingleses o berberiscos que alcanzan su apogeo a fina-
les del siglo XVI y durante todo el XVII.
Pese a todo, y como ya se ha dicho, se constata la presencia de franceses en
las Islas durante estos primeros años de la decimosexta centuria. Así en 1503 ya
se documentan en Santa Cruz de Tenerife147, y en 1513, en unos momentos,
como ya hemos visto, en los que se declaraba la guerra entre ambas naciones,
tanto en Tenerife como en Gran Canaria148. En cualquier caso, de todos los que
se establecieron en Canarias durante estos primeros años de colonización, sin
144. SERRA y DE LA ROSA, «Acuerdos del Cabildo IV», doc. núm. 320 (24-VII-1522). El conce-
jo, en ausencia del Adelantado, ordenó revocar el pago del salario que se daba a Pedro
Suárez Valcárcel como alcaide del baluarte de Santa Cruz ante la imposibilidad de que
éste rechazara, con los medios con los que disponía, un ataque de los franceses.
145. SERRA y DE LA ROSA, «Acuerdos del Cabildo IV», doc. núm. 378 (13-III-1523). Ese mismo
año había llegado a Gran Canaria el obispo fray Vicente de Peraza, denunciando el robo
sufrido a manos de unos corsarios franceses. En las cortes de Valladolid de 1523 Carlos V
reclamaba a los procuradores nuevos subsidios con los que combatir la piratería francesa
y berberisca que por aquel entonces tantos daños ocasionaba a la navegación comercial
hispana (véase lo que dice RUMEU DE ARMAS, «Piratería», vol. I, pp. 80 y ss.).
146. SERRA y DE LA ROSA, «Acuerdos del Cabildo IV», doc. núm. 401 (10-VII-1523); doc. 408
(14-VIII-1523) y doc. núm. 416 (18-IX-1523).
147. CIORANESCU, A. Historia de Santa Cruz de Tenerife. S/C. de Tenerife, 1977 (vid. tomo I).
Quizás sea el mismo que aparece, sin nombrarlo, en un documento de 1512 en el que
Jácome de Carminatis vendía unas casas en Santa Cruz junto a la casa y morada de un
francés que habitaba en dicho puerto (véase A.H.P.T., leg. 5, fol. 14 [4-2-1512]).
148. AZNAR VALLEJO, «Documentos», docs. 946 y 986). Un documento de 1514 señala que
cuando se declaró la guerra entre ambas naciones se encontraban en Gran Canaria al
menos tres carabelas propiedad de súbditos franceses (vid. doc. núm. 1037).
duda el más importante fue el mercader Juan Mansel, originario de Ruán y veci-
no de Lanzarote que llegó a Gran Canaria poco después de la incorporación de
la Isla a la corona de Castilla149. Como ocurrió con otros extranjeros, va a ser su
enlace matrimonial con la hija del burgalés Hernando de Santa Gadea, conquis-
tador y uno de los más importantes propietarios de Gran Canaria, lo que le pro-
porcionó al comerciante francés uno de los mayores patrimonios inmobiliarios
de las Islas. Desde entonces, Juan Mansel con ayuda de otros mercaderes france-
ses —entre ellos su sobrino Martín Marcel— se dedicó a la importación y ex-
portación de toda una serie de productos que consolidaron su posición económi-
ca en la sociedad de la época. F. Caballero Mújica ha dado una muestra de los
artículos con los que por entonces abastecía a la Isla; entre ellos lienzos de Ruán,
damascos alemanes, tafetanes y paños portugueses, marfiles africanos, trigo de
Bretaña, etc. o los que exportaba a Francia o Flandes, especialmente los azúca-
res, mieles y remieles procedentes del ingenio de Arucas, propiedad de su sue-
gro, el mencionado Hernando de Santa Gadea150. A sus actividades comerciales,
uniría muy pronto las rentas que le generaban las tierras que adquirió en la Mon-
taña de Arucas o las setenta fanegas que compró en la llamada montaña de Gorjón,
además de los bienes que administraba en nombre de su mujer e hija procedente
del patrimonio acumulado por Santa Gadea. En 1547 fallecía, dejando por here-
dera a su hija Sofía de Santa Gadea; en la figura de esta joven mujer se acumu-
laría una de las más importantes fortunas del Archipiélago, la procedente de los
bienes de su abuelo y su padre, a los que añadiría los que aportó su marido Pedro
Cerón y Ponce de León, hijo del que fuera gobernador de Gran Canaria Martín
Hernández de Cerón. Ambos instituyeron en julio de 1572 el conocido como
mayorazgo de Arucas, con el que afianzaban los pasos dados por su linaje con el
fin de consolidar un proceso de ennoblecimiento que se había iniciado desde
principios de siglo.
También en Gran Canaria se encuentra por aquellas primeras décadas de la
centuria otro personaje de origen francés151 del que casi nada sabemos, pero del
que sospechamos que pudo alcanzar un puesto de cierto relieve en la sociedad
de la época. Nos referimos a un tal Juan de Alemania, que aparece en 1512 como
149. Una amplia biografía de este mercader francés puede verse en la obra de CABALLERO
MUJICA, F. Pedro Cerón y el mayorazgo de Arucas. Las Palmas, 1973. (En adelante,
CABALLERO MUJICA, «Pedro Cerón»).
150. CABALLERO MUJICA, «Pedro Cerón», pp. 32-33.
151. Los profesores M. Lobo y B. Rivero han localizado un total de 12 individuos de aquella
procedencia. Véase su ya citada obra «Los primeros pobladores», pp. 44-46.
152. A.H.P.L.P., leg. 2316, fol. 70 (marzo de 1512). Juan de Alemania vende seis caballos a
un almocrebe que se compromete a pagarlos mediante el servicio de los animales en el
ingenio del vendedor. Quizás habría llegado a la isla a principios de la centuria, figuran-
do en la documentación como casado con Isabel Romera.
153. PADRÓN MESA, «Protocolos de Juan Marquez», doc. núm. 101 (2-6-1519) y doc. núm.
111 (10-6-1519); AZNAR y otros, «Documentos canarios», doc. núm. 150 (11-10-1519).
En este último documento el licenciado Zárate acusa a Juan de Alemania de haber aban-
donado la isla con el azúcar y una deuda de 300.000 maravedís
154. LOBO CABRERA, M. y TORRES SANTANA, E. «Doña Juana de Masiéres y el pleito con el
segundo Adelantado de Canarias». En A.E.A. Madrid-Las Palmas, 1981, núm. 27, pp.
71-112.
155. A lo largo de la primera mitad del siglo XVI se encuentran otros nizardos en las Islas. El
más conocido de todos, aunque aquí no nos ocupamos de él, es Constantín Cairasco,
personaje al que se le ha relacionado más con Génova que con la ciudad francesa (no
olvidemos que Niza pertenecía entonces a la república ligur). También cabe mencionar
a Juan Bautista Amoreto, estante en Gran Canaria al menos desde 1546. En cualquier
caso fueron muy pocos los extranjeros que procedentes de Niza se establecieron en la
Península Ibérica a lo largo de los años finales del siglo XV y principios del XVI. Sobre
esta cuestión véase BARCELÓ I CRESPÍ, Mª.: «Niçards a la Mallorca baixmedieval». En
Anuario de Estudios Medievales Barcelona, 1994, núm. 24, pp. 67-87.
156. Se conocen algunos de los contratos que firmó con el Cabildo Catedralicio para prestar
sus servicios como médico. Sobre esta cuestión véase BETANCOR GÓMEZ, Mª.J. y ANAYA
HERNÁNDEZ, L.A.: «Las epidemias en Gran Canaria hasta la tercera década del XVI». En
X C.H.C.A. Las Palmas, 1994, tomo II, pp. 829-858.
157. DE LA ROSA y MARRERO, «Acuerdos del Cabildo V», Cabildo del 4-6-1530. Juan Fiesco
declara que había llegado a La Laguna el 15 de mayo de 1530, a petición del ayunta-
miento, para curar a varios frailes del convento franciscano. Estaba casado con Olaya
Fonte del Castillo, hija del catalán Antón Fonte y de Marina del Castillo. Otorgó su
testamento ante el escribano Francisco de Mesa en el año 1571, aunque su fallecimiento
tuvo lugar en su ciudad natal, Niza.
158. Véase el trabajo de VIÑA BRITO, A. Conquista y repartimiento de la isla de La Palma.
Santa Cruz de Tenerife, 1997, pp. 48 y 78.
159. PADRÓN MESA, «Protocolos de Juan Márquez», doc. núm. 85 (17-V-1519) Los otros mer-
caderes bretones son Lorenzo Tomás, Guillermo Gebu, Nicolás Juan, Ibón Garmer y
Bastián Roberto. Quizás no deba extrañarnos el hecho de que la mayoría de los france-
ses que se acercan hasta Canarias sean de origen bretón, ya que por aquella misma
época también los archipiélagos de Madeira y Azores cuentan con una importante colo-
nia de mercaderes bretones. Véase VIEIRA, A. Portugal y las islas del Atlántico. Madrid,
1992, pp. 80-81. (En adelante VIEIRA, «Portugal y las islas»). Además, como ya adverti-
mos, los bretones formaban una importante comunidad en Sanlúcar, lo que sin duda
facilitaría mucho sus relaciones con las islas.
160. PADRÓN MESA, «Protocolos de Juan Márquez», doc. núm. 90 (19-V-1519). Dos días an-
tes, los también mercaderes bretones Pedro de Bengín y Ruberto Ribera solicitan al
Ldo. Brizianos solicitan un salvoconducto en los mismos términos (ibídem, doc. núm.
86 , de 17-V-1519). Un mes después (doc. núm. 100, de 2-VI-1519) se encuentran en la
isla de Tenerife a bordo de la nao «Luisa» los siguientes franceses: Charles Minote,
vecino de Ruán, Juan de Alemana, Bernar Cosin, Antonio Piliover, Pierres, Guillermo
Frote, Juan Luxón, Giles Frotes, Madad Huyach, Guillermo de Huz, Cardín Belanjer,
Perrín Bourder, Ximón Lombardero, Guillermo Secalabrio, Juan Bervilla, Rautín Cotelo,
Esteban de Sahuz, Juan Dio, Juan Tortel, Enrique, Juan Fecan, Nicolás Din, Tomasín
Gorin, Guillermo y Juan Marín, Guillermo Neranqueo, Juan Mameluque, Juan Barvero
y Guillén Ber. Todos ellos se obligan a permanecer en la isla y se comprometen a que
durante el tiempo que permanezcan en el Archipiélago no harán mal ni daño a persona
alguna (vid. docs. núm. 101 y núm. 111).
161. No era la primera vez que se embargaban bienes a súbditos de la corona francesa. Sabe-
mos que en 1512, en los momentos en los que se recrudecía las tensiones entre Castilla
y Francia, le fueron tomados en Tenerife a los franceses Juan Bordón y Simón Francés
varias casas y cajas de azúcar que poseían en La Laguna y Santa Cruz (véase A.H.P.T.,
leg. 377, fol. 677 [3-12-1512]).
entre ambos reinos, sin olvidar que alguno de ellos entiende que es vecino de las
Islas desde hace tiempo y que poseen en ellas casa, hacienda y familia162, por lo
que debe ser protegido y quedar exento de cualquier tipo de represalia.
Dado que durante buena parte del siglo XVI las relaciones franco-castella-
nas se desarrollaron bajo el signo de la inestabilidad, ¿en qué consistían por
entonces las relaciones entre Francia y Canarias?. Pues básicamente en el man-
tenimiento de un activo comercio de vino, azúcar163 y remieles canarios envia-
dos fundamentalmente hacia Ruán, San Malo y Nantes, en unos viajes que, como
indica Manuel Lobo, se hacían directamente desde el Archipiélago hasta el puer-
to de destino, salvo alguna escala técnica casi siempre en la costa de la Francia
occidental. A cambio, los mercados franceses enviaban hacia las Islas algunas
manufacturas textiles, estaño164, madera y pescados en conserva, distribuidos en
el Archipiélago por factores y mercaderes de origen galo establecidos en ellas165.
5. INGLESES Y FLAMENCOS
162. Puede ser el caso de Simón Fernández, francés vecino de La Laguna y casado con
Francisca Álvarez. En 1521 declaraba poseer unas tierras en Tacoronte —las había apor-
tado su mujer como dote— que arrienda a Diego Estévez por dos años. Un año antes, su
mujer hacia testamento, y en el mismo reconocía que debía a un Guillermo Francés,
quizás de origen galo, media dobla de oro por ciertas ropas que le compró en su tienda.
Véase PADRÓN MESA, «Protocolos de Juan Márquez», doc. núm. 642 (18-IV-1520) y doc.
núm. 1782 (5-V-1521).
163. En junio de 1512 el Cabildo autorizaba a los «labradores de azúcar» a vender su produc-
ción a los franceses que por entonces se encontraban en el puerto de Santa Cruz. Véase
SERRA y DE LA ROSA, «Acuerdos del Cabildo II», Cabildo del 12-6-1512.
164. En 1521 Diego Santos reconocía que debía a Francisco Perón, mercader francés estante
en Tenerife, 13.860 maravedís por la compra de cierta cantidad de estaño. Véase PADRÓN
MESA, «Protocolos de Juan Márquez», doc. núm. 1770 (29-IV-1521).
165. Aunque fuera de nuestro periodo de estudio, véase el trabajo de TORRES SANTANA, E.:
«Las relaciones comerciales entre Gran Canaria y Francia en el siglo XVII. Una aproxi-
mación». En El comercio en el Antiguo Régimen. Las Palmas, 1995, pp. 179-186.
166. Sirvan de muestra de la completa bibliografía que se ocupa de los flamencos en el Archi-
piélago los siguientes trabajos: MARRERO RODRÍGUEZ, M. «Una sociedad para comerciar
con Castilla, Canarias y Flandes en la primera mitad del siglo XVI». En III C.H.C.A. Las
Palmas, 1980, tomo I, pp. 161-173; de la misma autora «Mercaderes flamencos en Tene-
rife durante la primera mitad del siglo XVI». En IV C.H.C.A. Las Palmas, 1982, tomo I,
pp. 599-614; LOBO CABRERA, M. «La diáspora flamenca en Gran Canaria durante el
Quinientos». En Vlamingen overzee flamands en outre-mer flemings overseas Brussels,
1995, pp. 25-75; del mismo autor «Flamencos en la carrera de Indias, vía Gran Cana-
ria». En VIII C.H.C.A. Las Palmas, 1991, tomo II, pp. 7-15.
167. Un magnífico estudio sobre la presencia de los peregrinos ingleses en Santiago y de las
relaciones comerciales que mantuvo Castilla con Inglaterra puede verse en el trabajo ya
citado de FERREIRA PRIEGUE, E. Galicia en el comercio marítimo medieval, pp. 574-633.
Para cuestiones más generales también son imprescindibles los trabajos de CAUNEDO DEL
POTRO, B. La actividad de los mercaderes ingleses en Castilla (1475-1492). Madrid, 1984
y el de CHILDS, W. Anglo-Castillian Trade in the Later Middle Ages. Manchester, 1978.
168. En este sentido hemos avanzado mucho desde que se publicaron las actas del curso que
se celebró en Gran Canaria en 1992 bajo el título de «Canarias e Inglaterra a través de la
Historia. Allí se presentaron dos trabajos fundamentales para nuestro periodo de estu-
dio. Son los de FERNÁNDEZ ARMESTO, F. «Inglaterra y el Atlántico en la Baja Edad Me-
dia», y el de LOBO CABRERA, M. «Canarias e Inglaterra en el siglo XVI», ambos recogidos
en el libro Canarias e Inglaterra a través de la Historia. Las Palmas, 1995, pp. 11-28 el
primero y pp. 29-50 el segundo.
169. La leyenda y cierta tradición historiográfica situaron a Robert Mchin, aventurero inglés
huído en 1344 de Bristol, como el primer descubridor de las islas de Madeira. Aunque
algunos documentos testifican la expulsión de Inglaterra de alguien apellidado Machim
o Matchico a principios del siglo XV no parece que sea cierta la presencia británica el
mencionado archipiélago ni en las islas atlánticas antes que portugueses o hispanos.
Sobre este asunto véase VIEIRA, «Portugal y las Islas», p. 290.
170. A.G.S.- Registro General del Sello, fol. 81 (3-11-1480).
171. Al respecto es interesante la asociación establecida entre Francisco Riverol y Jorge
Bulestrinpara enviar partidas de orchilla de Canarias con destino a Inglaterra. A.G.S.-
Registro General del Sello, fol. 23 (28-4-1497).
que no es probable que este tráfico comercial diera lugar a una presencia efecti-
va de los ingleses en el Archipiélago. Todavía hay que esperar a los primeros
años del siglo XVI para documentar la llegada de los primeros, en este caso atraí-
dos por el azúcar que comenzaba a producirse en las Islas.
De entre ellos el que nos ha dejado un mayor rastro documental gracias a
los numerosos negocios que emprendió y a que llegó a establecerse en Tenerife,
fue Thomas Mailliard (Tomás Mallarte en los protocolos canarios). Procedente
de Sevilla, donde mantenía relaciones comerciales con otros compatriotas suyos
o participaba en el tráfico con Indias, llegó a Tenerife hacia 1511 ó 1512. A
partir de entonces, y en unión de quien quizás fue su factor en la Isla en aquellos
primeros momentos, aparece de forma frecuente en los protocolos de La Laguna
vendiendo todo tipo de productos. Un buen ejemplo de sus actividades y sobre
todo de su potencial económico, lo podemos ver en 1513 y 1514, al observar
como varios regidores (Bartolomé Benítez, Pedro de Lugo) y otros vecinos de la
Isla le reconocen deudas por un valor superior a los 400.000 maravedís172. Entre
los deudores también se encontraba el Adelantado, al que no le queda más reme-
dio ante el impago de la cantidad prestada que hipotecar a Mailliard y a Francis-
co Spínola —otro de los acreedores— una parte del ingenio de Los Sauces173.
En noviembre de 1513 el inglés otorgaba un poder a Pedro Guillén, vecino de
Sanlúcar, para que en su nombre pudiera administrar el mencionado
heredamiento174, lo que no frenó al gobernador para que impidiese —como tam-
bién había hecho en otras ocasiones— que el representante de Mailliard cogiese
el azúcar del ingenio hipotecado.
Por último, reseñemos para finales de nuestro periodo de estudio, la pre-
sencia de Juan Gan, mercader inglés establecido en la comarca de Daute, donde
llegaría a contraer matrimonio con una de las hijas del catalán Gaspar de Jorba.
Interesado en el comercio de la pez, obtuvo en 1538 un poder del arrendador del
diezmo de este producto para poder cobrar dicha renta en el N.W. de la Isla. Su
fallecimiento en los inicios de la década de 1540 truncaría su labor mercantil en
el Archipiélago.175
172. A.H.P.T., leg. 379, fol. 738; fol. 786; fol. 792; fol. 1112 y leg. 380, fol. 262; fol. 264; fol.
265; fol. 268; fol. 274; fol. 275; fol. 287; fol. 300; fol. 307
173. AZNAR VALLEJO, «Documentos», núm. 1059; 1098 y 1116.
174. A.H.P.T., leg. 379, fol. 1072 (11-11-1513).
175. MARTÍNEZ GALINDO, «Protocolos de Rodrigo Fernández», pp. 34.
176. Se trata de Isabel de los Olivos, a la que califican como natural de Galvey (Irlanda) e hija
de un tal Guillermo Pérez. Véase PADRÓN MESA, «Protocolos de Juan Marquez», doc.
núm. 1204 (16-9-1520).