01 The Gathering - L.A. Fiore
01 The Gathering - L.A. Fiore
01 The Gathering - L.A. Fiore
Neera
Lvic15
YaniM
Neera
Daniela Herondale
Sinopsis 21
Playlist 22
Prefacio 23
4
Prólogo 24
1 25
2 26
3 27
4 28
5 29
6 30
7 31
8 32
9 33
10 34
11 35
12 36
13 37
14 38
15 39
16 40
17 41
18 Epílogo
19 Sobre la autora
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5
Palabras como antinatural e impura empezaron los susurros.
Desde el principio, Ivy Blackwood fue diferente. Ella no era más que
una niña cuando se la acusó de comenzar el fuego, uno que ella vio
pasivamente engullir la pequeña casa que había llamado hogar. Las yemas
de sus dedos ardían y su pelo chamuscado. Algunos que la observaron
hicieron la señal de cruz, convencidos de que no tenía alma porque no
mostraba ninguna emoción. Tranquila y desapasionada, incluso cuando
comenzaron los gritos, rápidamente se convirtieron en bramidos de agonía
antes de convertirse en nada más que el rugido del fuego.
Estaba encerrada donde no podía hacerse daño a sí misma ni a otras
personas. Para todos los involucrados, habían protegido al mundo de un
monstruo, pero a veces las cosas no son lo que parecen.
Come Together…Gary Clark Jr.
Flawless…Dorothy
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Until We Go Down…Ruelle
Welcome To The Black Parade…My Chemical Romance
Tell That Devil…Jill Andrews
Monsters…Ruelle
If We Were Vampires…Jason Isbell and the 400 Unit
Zombie…Bad Wolves
Stronger…Through Fire
Up In Flames…Ruelle
The Worst In Me…Bad Omens
Boomerang…Smash Into Pieces
Storm…Ruelle
Dark Nights…Dorothy
Devil With Angel Eyes…Royal Bliss
Deep End…Ruelle
A Crime To Remember…Pop Evil
Broken…Seether
Angel…Theory of a Deadman
The Other Side…Ruelle
Stillborn…Black Label Society
Walk Through the Fire…Zayde Wolf
Live Like Legends…Ruelle
No es una batalla entre el bien y el mal la que se ha librado desde el
7 principio de los tiempos; es un equilibrio. El cambio en uno resultará en un
cambio igual en el otro y, como el nacimiento y la muerte, uno no puede
existir sin el otro. A veces ese cambio puede ser incalculable, el resultado de
algo tan simple como un deseo hecho a una estrella. Es por eso por lo que
existe el dicho; el cuento de las viejas esposas que advierte... cuidado con lo
que deseas.
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—¿Qué dem…?
—¿Lo ves también? Estaba pensando que quizás esa vez que usé drogas
en la universidad estaba volviendo a atormentarme.
Sí, lo veía, pero estaba trabajando en creerlo. En el exterior Kathy
parecía, bueno, bien. Pero en el interior su cuerpo estaba seco.
—Está en la etapa final de descomposición. El interior de su cuerpo es
consistente con alguien asesinado hace ocho meses, pero afuera sólo está
en la primera etapa de descomposición. No es físicamente posible, y sin
embargo… —Levantó sus manos hacia el cuerpo.
—¿Has abierto a Lee?
—No.
—¿Nunca habías visto esto antes?
—Josiah, nadie ha visto esto antes.
—Termina la autopsia, recoge lo que puedas. Documéntalo. Toma fotos
de todo. Tendremos que retener los cuerpos hasta que resolvamos esto.
—No sé si alguna vez resolveremos esto. —Jasmine estaba asustada.
No podía culparla.
—Mantén esto entre tú y yo.
Me estudió un segundo antes de preguntar.
—¿Qué estás pensando?
—Estoy pensando que hay una gran cantidad de gente supersticiosa
que trabaja aquí. No necesito histeria en mis manos.
—Bien dicho, porque estoy asustada y no soy supersticiosa.
—Eres científica. Piensa como una científica, no como Cyril.
—Tienes razón.
—Llámame si encuentras cualquier cosa, incluyendo lo que hizo esas
marcas.
—Lo haré.
Empecé a salir de la habitación, pero me detuve y me volví a mirarla.
—Enciérralos, Jasmine. Hasta que sepamos qué diablos tenemos entre
manos, encierra esos cuerpos.
—Por supuesto.
Cyril estaba esperando cuando llegué a mi oficina. Me siguió, soltando
un archivo en mi escritorio antes de tomar asiento frente a mí.
—Encontré algo. Estaba buscando en casos antiguos buscando por un
modus operandi similar. Una posibilidad remota, ¿verdad? Pero obtuve una
coincidencia.
18 Intrigado, abrí el archivo.
—En 1995, una joven fue llevada al Hospital General de Nueva Orleans
con marcas de garras en el brazo y en la garganta. Vivió. Se tomaron
fotografías. Jasmine puede comparar las heridas con las de los McKinnons.
—1995, eso pasó hace más de veinte años.
—Se vuelve más extraño. Esta chica Ivy Blackwood fue acusada de
quemar la casa de sus padres adoptivos la noche en que obtuvo sus heridas.
—Palmeó el collar que siempre llevaba antes de añadir—. Fue llevada al
hospital la noche en que Kathy McKinnon nació y... espera... comparten
cumpleaños. Da escalofríos, ¿verdad?
No era supersticioso como mi adjunto; sin embargo, dos chicas que
compartían un cumpleaños y ambas tenían marcas de garras de un
sospechoso no identificado. Era demasiada coincidencia.
—¿Dónde está Ivy Blackwood ahora?
—Ha vivido en el Sanatorio Misty Vale durante los últimos veintidós
años.
—¿Misty Vale? Nunca he oído de ello.
—Está bajo el cuidado de un tal doctor Gary Ellis.
—Llama al doctor. Quiero hablar con la señorita Blackwood, ver lo que
recuerda de la noche en que fue atacada.
Cyril tomó su collar nuevo.
—Sabía que ibas a decir eso. Es un hospital mental.
—¿Y qué?
—Hay personas perturbadas viviendo allí.
—Sólo vamos a hacerle a la señorita Blackwood algunas preguntas.
¿Qué es lo peor que puede pasar?
—Tenías que decir eso. ¿Por qué tentar a la suerte?
—Eres supersticioso —dije.
—Y tú terco. —Cyril revisó el archivo, levantó el auricular, y empezó a
marcar el número de teléfono—. Tengo un muy mal presentimiento sobre
esto.
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—Está viniendo.
Levanté la vista hacia Emily. Cada conversación con ella, si pudieras
llamarlo así, sentías que llegabas en medio de eso. Nunca sabía de qué
estaba hablando, pero había muy pocas conversaciones lúcidas en este
sector.
Sus ojos azules se clavaron en mí.
—El equilibrio está mal.
—¿Qué equilibrio?
Ella agitó su mano en el aire.
—Luz y oscuridad, bien y mal, bueno y malo. Está mal. Los Ancestros
enviarán a alguien.
—¿Ancestros?
—Sí. Su guerrero se acerca —gritó mientras lanzaba sus brazos al aire.
No le di importancia a su comportamiento.
—¿Qué guerrero?
—El que restaurará el equilibrio —dijo como si tuviera perfecto sentido.
—¿Cómo este guerrero restablecerá el equilibrio?
—Con su poder.
—¿Qué poder? —pregunté.
—Poder ilimitado —cantó, sus ojos azules brillaban de emoción y
locura.
—¿Vendrá este guerrero pronto?
Su expresión cambió, y juro que sonaba casi lúcida cuando dijo:
—¿Cómo sabes que no están ya aquí?
25
Antes de que pudiera responder, se apartó de mí. Su trasero desnudo
a la vista por la bata del hospital que llevaba. Miré alrededor del cuarto.
Nunca sentía que pertenecía aquí, este lugar olvidado que estaba al borde
de la humanidad.
Podía sentir lo que había dentro de cada persona en la habitación. En
muchos de ellos, no sentía nada, como si sólo fueran conchas de las
personas que habían sido. Había algunos, sin embargo, donde las
emociones se habían enterrado profundamente, dolor y miedo,
arrepentimiento y enfado. Estas personas no estaban molestas;
simplemente estaban perdidas y confundidas, las que el mundo preferiría
que no existieran porque no estaba seguro de sentir pena por ellos o de
enfadarse con ellos simplemente por existir. Fueron dejados aquí para
marchitarse lejos de aquellos que no los entendían, que les temían.
Mi corazón se rompió al ver a Harold golpear su cabeza contra la pared,
y lo suficientemente fuerte como para sacar sangre. Evelyn estaba atrapada
en su mente, perseguida por sus pesadillas. Cerré los ojos y busqué la
calma. La habitación se calmó. Harold dejó de golpearse la cabeza, y Evelyn
dejó de tirar de su cabello y de hablar. Por sólo un momento, podría darles
paz.
—Necesitas recordar.
Resistí el impulso de sacudir la cabeza.
—No estás loca.
Me pregunté cuánto tardaría en aparecer. Sentí que alguien se me unía
en el sofá, aunque sabía que el lugar a mi lado estaba vacío.
—Dice la voz en mi cabeza.
—No perteneces aquí.
Tristán era el nombre de mi amigo imaginario. Al principio, traté de
ignorarlo, pero era persistente, luego traté de hablar con él pero sólo en mi
cabeza. No respondió. Ahora le hablaba como si realmente estuviera allí.
Claro, cualquiera que lo viera vería a una mujer hablando sola, pero
considerando dónde estaba, no sobresalía.
—Para ser un producto de mi imaginación, eres un dolor en el trasero.
¿A dónde iría?
—No soy producto de tu imaginación y no lo sé. A cualquier parte
menos aquí.
Seguí leyendo el libro que había traído de la biblioteca.
—¿Sabías que las hadas viven en un reino bajo el nuestro?
—¿Qué?
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—Lo dice justo aquí. Los anillos de hadas, emergen de su reino a
nuestro reino. Algo así como un agujero de gusano.
—¿Qué estás leyendo?
—Un libro sobre criaturas fantásticas. Según esto, las personas solían
poder ver lo sobrenatural, pero perdieron la capacidad debido al cinismo y
la ignorancia.
—Ese libro es una obra de ficción —señaló Tristán.
—¿Lo es? ¿O la ficción se basa libremente en hechos?
—¿Ha estado el doctor Ellis jugando con tus medicamentos otra vez?
—Gracioso. Me gusta la idea de otras criaturas viviendo entre nosotros.
Las hadas son las que conceden nuestros deseos. Apuesto a que no lo
sabías.
—No, y tampoco lo creo.
—Porque eres cínico —le dije.
—Práctico —respondió él.
—Lo que sea.
Los gritos volvieron nuestra atención al fuego que alguien había
prendido en uno de los cestos de basura.
—Bien, ¿y donde lo sacará ese pacifista?
La referencia de Tristán a Bart me hizo estremecer. Bart no era
pacifista; era un monstruo. Nadie se adelantó para manejarlo, así que lo
hice. Caminando hacia la lata, agarré una manta de la parte de atrás de uno
de los sofás. Sentí el calor en mis manos, pero no me aparté de él. Las llamas
y cómo parecía que estaban bailando me hipnotizaba. Me acerqué
demasiado y sabía que tendría quemaduras. Antes de que se saliera de
control, lo apagué. La decepción me recorrió al ver algo tan hermoso morir.
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Se quedó en silencio por un momento antes de decir:
—Porque el mundo está hecho de algo más que lo que ves.
Me había pillado desprevenida con ese comentario. Tardé un minuto
en responder, no es que fuera elocuente cuando lo hice.
—Espera, ¿qué? —¿Estaba sugiriendo lo que creo que estaba
sugiriendo?—. Dijiste que las hadas y todo eso era ficción.
—Sí.
—¿Por qué?
—No estaba seguro de que estuvieras lista.
—¿Para qué?
—Lo que viene.
—¿Qué viene?
—El principio del fin.
—Estoy alucinando totalmente esta conversación. Tal vez el doctor Ellis
necesite aumentar mis medicamentos.
—No estás loca, Ivy, pero muchos pueden ganar haciéndote creer que
lo estás.
—¿Quién puede ganar haciéndome pensar que estoy loca?
—Más de los que puedes imaginar.
Estaba loca, y aun así, no podía detener el escalofrío que se deslizaba
por mi columna vertebral.
Estaba tan oscuro a lo largo del tramo del camino. La lluvia no se había
detenido; estaba cayendo en cascadas, los limpiaparabrisas frenéticamente
frenaban el agua en vano. Mirando el reloj, eran las 7:23 pm. Debería haber
esperado hasta la mañana, pero era viernes y estaba oficialmente de
vacaciones. Una semana en la que planeaba pasarla en la playa con el sol
tostando mi piel y el aire del mar, aliviando el estrés.
La radio sonaba suavemente, un informe de un retraso y algunas
muertes en una tienda de conveniencia me hicieron subir el volumen. Me
detuve allí para poner gasolina antes de salir de la ciudad. Mis manos
temblaron al escuchar que el dueño, ese encantador anciano que me había
ayudado, había sido asesinado y que dos clientes cuyos nombres estaban
siendo retenidos hasta que la familia pudiera ser notificada. La tristeza y la
adrenalina me recorrieron ante el horrible recordatorio de cómo era realmente
29 de frágil la vida.
Me tomó un tiempo calmarme, pero mirando el reloj, todavía se leían las
7:23 pm. Mierda, debía tener un corto en alguna parte. Tendría que tomar el
auto cuando regresara. Un relámpago iluminó el camino, y casi me desvié
cuando vi la figura. No podía decir si era un hombre o una mujer con su
sudadera con capucha oscura sobre su cabeza. No debería detenerme; Había
visto a Hitchhiker, leía historias de terror, nunca pensé que alguna vez me
detendría por una, pero estaba llegando y era tarde y un hombre con el que
había hablado esta noche había muerto.
Encendiendo mi intermitente, me detuve justo enfrente de la persona y
bajé la ventanilla del pasajero. Mi corazón se movió hacia mi garganta cuando
la sombra, proyectada por la luna detrás de ellos, se deslizó por la abertura.
Casi me alejé, puse el auto en marcha y arranqué, pero agarré el volante y
tomé coraje. Era solo una persona necesitada, nada siniestro.
Tras la figura apareció entonces la voz. Si los ángeles hablaran, sonarían
así... una cadencia profunda y rítmica que se agitaba y calmaba.
—Gracias por parar.
Mis palabras se atascaron en mi garganta, pero logré decir:
—No hay problema.
Abrió la puerta y se sentó en el asiento del pasajero.
—¿A dónde?
—Dondequiera que vayas está bien. Nos dirigimos en la misma dirección.
Condujimos en silencio por un rato. Mi mirada en la carretera que se
extendía sin fin, lucía exactamente igual con cada kilómetro que recorríamos.
Mis ojos se desviaron ocasionalmente hacia el reloj, hacia el color que estaba
parpadeando los segundos pero el tiempo no cambiaba.
El hombre a mi lado estaba oculto a la vista, su capucha negra cubría su
rostro. Era como un interruptor que se encendía. Sentí que la sangre se
drenaba de mi cara incluso cuando mi cuerpo se sacudía incontrolablemente.
7:23 pm fue aproximadamente el momento en que había estado en la tienda
de conveniencia, la que se mantuvo, donde hubo tres muertes. Miré a la figura
encapuchada a mi lado y lo supe. No era un autoestopista; era la parca.
Mis ojos se abrieron para encontrar oscuridad. Podía escuchar mi
corazón latir incluso cuando lo sentía en cada parte de mi cuerpo. La lluvia
golpeando suavemente contra la ventana me calmaba; mi respiración y mi
pulso se desaceleraron. Estaba segura de que me estaba hundiendo más en
mi enfermedad, con mi incursión en invocar el fuego, y no solo lo convoqué,
sino que también mantuve una conversación conmigo misma sobre la
validación de mi locura. Y estos sueños, eran sistémicos de mi enfermedad
30 según el doctor Ellis. No sabía cuándo estaba en la vida real y cuándo había
entrado en mi mente. Él estaba trabajando conmigo, tratando de encontrar
la combinación correcta de medicamentos y tratamientos para controlar mi
caída por el agujero de conejo como él lo llamaba. No estaba funcionando.
Los sueños se hacían más intensos y los tenía casi todos los días. Durante
el último año, había tenido la innegable sensación de que el tiempo se estaba
acabando. Debería decírselo al doctor Ellis. No podía ayudarme si no lo
sabía. Había recitado esas palabras más veces de las que yo podía contar,
pero había algo en estos sueños que me reconfortaba. No quería que se
fueran, y no podía negar que había una pequeña voz que se estaba haciendo
cada vez más fuerte y que no creía que fueran sueños en absoluto.
El sueño iba a volver esta noche. Salí de mi habitación Mis pies no
hicieron ningún ruido cuando entré en la parte abandonada del hospital. La
estación de enfermeras estaba ubicada junto a la puerta y un largo y oscuro
pasillo se extendía desde allí. Traje mi linterna porque la electricidad no
funcionaba aquí. Las camillas estaban en medio del pasillo, una silla de
ruedas aquí y allá. A diferencia del ambiente estéril de la sala donde vivía,
aquí, las paredes amarillas se agrietaban y los pisos de linóleo se estaban
pelando. Varias habitaciones por las que pasé causaron un escalofrío, el
rayo de mi linterna iluminando una versión arcaica de una silla eléctrica.
Una habitación tenía una vieja bañera enganchada con correas. El horror
me llenó solo de imaginar lo que el paciente se vería obligado a soportar.
Pensé en el doctor Nelson. ¿Había trabajado aquí?
Lo extraño de esta sala era que no sentía nada. El doctor Ellis afirmaba
que no podía sentir empatía y que no estaba en contacto con mi entorno. La
verdad era lo contrario. Estaba demasiado en contacto con mi entorno. Lo
sentía todo, también oía mucho. Sabiendo qué tipo de horror había sucedido
en este sector, no sentí nada. Usualmente, cuanto más poderosas eran las
emociones, más tiempo permanecían, pero no había nada. No había rastro
de nada. No tenía sentido, pero también sentía un montón de nada de parte
de las personas de mi sector. Tal vez no estaba tan en contacto con la gente
como pensaba.
Caminaba por aquí todos los días porque en el otro lado de esta sala
había un cerrojo. Y ahí estaba él. Aparecía como todas las noches,
simplemente resplandeció a la existencia. Vestido con su pequeño conjunto
azul corto, su cabello negro cayendo sobre sus hombros. En sus manitas,
sostenía un juguete. Corrió por el pasillo riendo, mirando detrás de él como
si lo estuvieran siguiendo. Desapareció, corriendo a través de la puerta
cerrada. No intenté entrar, no intenté hablar con él. Me senté, sintiéndome
lo más cerca de la paz que podía.
Mi corazón dio un salto tras mis costillas; la misma emoción que sentía
en mis sueños me recorrió. Era la otra razón por la que venía aquí. Fuera lo
que fuera, era fuerte y hermoso. Quien fuera que lo dejó, cuando fuera que
lo dejaran, les envidiaba. Envidiada la vida que incluso ahora dejaba su
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huella, trayendo belleza a este lugar olvidado. Apagué mi linterna, cerré los
ojos y me dejé soñar que la vida era mía.
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De pie sobre otro cuerpo con exactamente las mismas marcas de garras
que los McKinnon, las ganas de rascarme la cabeza eran fuertes.
—Estaba donde LeBlanc. No es una coincidencia.
—No —dijo Cyril.
Jasmine terminó su comprobación preliminar.
—No lo sabré con certeza hasta tomar medidas, pero estoy cerca del
noventa por ciento segura de que lo que fuera que lo mató, mató también a
los niños McKinnon.
—Así que él mata a los McKinnons y los conserva, pero esta vez, mata
y vuelca el cuerpo en un lugar poblado horas más tarde. ¿Por qué cambió
de modus operandi? —No me dejo pensar en la inexplicable condición de los
cuerpos McKinnon o que Ivy Blackwood comparta similares heridas décadas
más tarde. Necesitaba concentrarme en lo que podía explicar—. Los
McKinnon podrían haber sido sus primeros, y es la progresión de un
asesino, tomar más oportunidades y riesgos, pero hacerlo tan rápido. Algo
está mal. —Me rasqué la nuca. Odiaba a los jodidos asesinos en serie—.
Envíame un informe tan pronto como lo tengas.
Jasmine me sostuvo la mirada, ambos esperábamos que no hubiera
nada sobrenatural en el cuerpo de Henry Werth.
—Absolutamente.
—Nick —llamé.
Él se apresuró a acercarse.
—Además de buscar en las heridas, quiero que averigües todo lo que
puedas sobre el lugar de LeBlanc.
—Ahora mismo.
Me giré hacia Cyril.
—Vamos a hablar con Mindy Brewster.
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—Sí. Me gustaría hablar contigo. ¿Estás preparada para eso?
—Está muerto. —Era casi como si lo estuviera preguntando, como si
no quisiera creer que su novio se había ido. No podía culparla.
—Me temo que sí.
Esperaba más lágrimas, pero se recuperó, se recompuso y luego se
levantó.
—Sí, voy a hablar contigo.
Hice un gesto a mi oficina.
—Podemos hablar allí. —Cyril nos siguió, pero le detuve en la puerta—
. Tengo esto. Ves a molestar a Jasmine y Nick para pedirles sus informes.
Vaciló, girando su mirada hacia la señorita Brewster antes de decir.
—Está bien.
Cerré la puerta antes de rodear mi escritorio y tomar asiento.
—¿Quieres algo de beber?
—No. Me gustaría terminar con esto.
—Vale. Háblame de lo que ocurrió en el lugar de LeBlanc.
Sus dedos se enroscaron juntos, su mirada en ellos durante unos
segundos antes de que volviera su atención hacia mí.
—Un hombre se acercó a nosotros en un bar. Era casi como si supiera
cómo incitar a Henry, qué decir para conseguir que Henry fuera a ese lugar.
—¿Un hombre? ¿No lo habías visto nunca antes?
—No.
Eso era raro.
—Continua.
—Henry ama... —Su voz se quebró cuando se corrigió—… amaba las
historias de fantasmas y esa casa está considerado el lugar más embrujado
de Nueva Orleans. No fue difícil despertar su interés. Tan pronto como
entramos en la propiedad, quise irme porque se sentía encantada, pero
Henry no quería. Quería ver el interior. Me dijo que esperase y que estaría
de vuelta. Pensé que ser atacado por cuervos le habría asustado…
—Disculpa, ¿cuervos?
—Sí, se lanzaron sobre él. Tuvo que correr para alejarse. Ni siquiera
pude decirle adiós… —Se mordió el labio inferior, sus ojos se llenaron
mientras las lágrimas corrían por su cara de nuevo—. Estuve allí por unos
minutos porque sentí un aliento en mi cuello. Sé que parece una locura, no
creo en fantasmas, pero sentí un cálido aliento en mi cuello justo antes de
oír a alguien diciéndome que corriera y no sólo una vez, sino dos veces.
Después de la segunda vez, corrí. Vine aquí.
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—¿Cuánto tiempo estuviste aquí antes de la noticia...? —No necesitaba
terminar la pregunta, era más compasivo no hacerlo. Sabía qué le estaba
preguntando.
—Cerca de una hora.
Una hora para matar y mover el cuerpo y en mitad del día durante
carnaval, y nadie vio nada. ¿Cómo demonios era eso posible? El modus
operandi había cambiado un poco pero la localización, el lugar de LeBlanc…
se estaba formando un patrón.
—Tengo que llamar a sus padres —dijo con la voz rota.
Mi corazón estaba con ella. Su vida se alteraría para siempre tras esto.
Era joven, se recuperaría, pero llevaría un poco del horror con ella durante
el resto de su vida.
—Puedes usar mi oficina —ofrecí y me levanté.
Fui hacia la puerta cuando ella me detuvo y preguntó.
—Capturarás a la persona que hizo esto, ¿verdad?
—Sí, señorita.
Cogió el teléfono; cerré la puerta tras de mí.
—Doris, asegúrate que la señorita Brewster vuelve a donde sea que está
viviendo cuando acabe de hablar por teléfono.
—Me aseguraré de ello. —Dudó, sospeché que midiendo mi ánimo antes
de preguntar—. ¿Piensas que es la misma persona que asesinó a los
McKinnons?
—Sí, lo creo.
—Tanta gente en la ciudad —susurró.
Sí, servíamos a las víctimas como una mezcla heterogénea.
—Estamos triplicando a las patrullas, bloqueando lo que podemos.
Tengo una reunión con el alcalde. Hará una declaración.
—Bien, pero incluso con las precauciones, hay demasiadas presas
fáciles durante carnaval.
Doris no estaba equivocada. Necesitábamos encontrar a este bastardo.
—Habla conmigo. —Reginald Blanchard había sido alcalde de Nueva
Orleans de forma intermitente durante décadas. Era un tirador nato, no
43 daba marcha atrás de una pelea pero tenía diplomacia, a menudo conseguía
lo que quería porque sabía cómo comprometerse. Respetaba el hombre.
Me senté frente a él en su oficina. No me gustaba tener tan poco, pero
teníamos que hacer algo.
—Tenemos tres víctimas y ni una maldita pista.
Se echó hacia atrás en su silla y se frotó la cara. Los gemelos de ónice
brillaron bajo su traje italiano.
—Así que está confirmado. Los McKinnon fueron asesinados.
—Sí.
Parecía un poco distante, sus pensamientos moviéndose a otra cosa.
—Conozco a Diana. Es una buena mujer. Ha tenido una mala racha.
—Sus ojos castaños volvieron a mí—. ¿Qué sabemos?
—Sabemos que las marcas son las mismas, alguna especie de garra y,
sin embargo, Jasmine no ha sido capaz de identificar el animal.
—¿Pero es un asesinato?
—Estoy pensando en algún tipo de ritual. Cyril está buscando en ello.
—Tenemos que ser muy cuidadosos sobre cómo proceder. Hay
facciones en esta ciudad que practican diferentes religiones; la gente ya teme
a esas religiones porque no las entienden. No necesitamos añadir más leña
al fuego.
—Estoy de acuerdo. La familia de Cyril es una de ésas. Estamos
tratando de obtener una idea a través de ellos.
—Vale, eso es bueno. —Entrelazó sus dedos—. ¿Que necesitas que
haga?
—Me gustaría cerrar la ciudad y enviar a todos a casa. Sé que eso no
va a pasar, así que pongamos más policías en las calles.
—¿Quieres usar las reservas?
—Sí, las tenemos en su lugar desde el Katrina. Vamos a usarlas.
Necesitamos personas patrullando la ciudad, de día y de noche. Esta última
víctima fue arrojada en la calle Bourbon en mitad del día, y nadie vio nada.
El alcalde palideció bajo su bronceado.
—Mierda.
—Exactamente.
—Lo tienes. Voy a encontrar el dinero o pagaré por ello personalmente
si es necesario. Cualquier cosa para asegurar a esta ciudad y su gente.
—Gracias. —Me puse de pie.
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—Mantenme informado, Josiah.
—Claro.
Cerrando la puerta tras de mí, me apoyé en ella y dejé escapar un
suspiro. Cogí el teléfono y llamé a Cyril.
—Tenemos el visto bueno. Llama a las reservas.
Era solo una mirada. Al pasar por la parada del metro, estaba apoyado
contra el pilar de concreto leyendo un periódico. Su cabeza se levantó cuando
el tren pasó, sus ojos se conectaron con los míos. Azul como el cielo de verano.
Era solo una mirada y, sin embargo, los escalofríos recorrieron mis brazos.
No lo había visto antes, pero todos los días después de ese primer día,
él estaba apoyado contra ese pilar. Y todos los días, él miraba hacia arriba
cuando pasaba el tren y de alguna manera conseguía atraparme de entre la
multitud.
La gente a mi alrededor cambió; las estaciones iban y venían y todavía
esperaba.
Por primera vez realmente vi la belleza en el mundo. Escuché a un bebé
llorar y observé cómo un joven dejaba su asiento a una anciana. Una pareja
50 se sentó frente a mí, sus dedos retorcidos por la artritis y aun así se tomaron
de las manos. Los estudiantes de la escuela que se dirigen a un viaje de
campo amontonados en el tren, su emoción casi palpable. El olor a café y el
olor del buñuelo de manzana que comía el hombre que estaba a mi lado hizo
que mi estómago gruñera. Tantas vidas convergen todos los días en este tren,
personas que quizás nunca vuelvas a ver y, sin embargo, durante ese breve
tiempo se han convertido en parte de tu historia. Y la vida era como una
historia, siempre escribiéndose, que nunca terminaba hasta...
Era sólo una mirada, pero sabía que yo era la que él esperaba. No había
estado lista, pero lo estaba ahora. Las lágrimas me quemaron en los ojos, pero
ninguna cayó. El tren se detuvo, y me puse de pie. Estaba vacío: no había
niños, ni bebés, ni parejas riendo, ni hombres de negocios estresados. Miré
mi cuerpo y la herida de bala. Sucedió muy rápido, en un abrir y cerrar de
ojos y mi historia terminó. Me bajé del tren y él me tendió la mano. Me despedí
de la vida que había sido demasiado fugaz y metí mi mano en la suya. Me
estaban llamando a casa.
En la oscuridad de mi habitación, me di la vuelta, hundí la cara en mi
almohada y lloré.
Me acomodé en una silla en la oficina del doctor Ellis, otra vez como en
tantos otros días. No teníamos una sesión, pero pidió verme. No estaba
compartiendo mi último sueño, especialmente porque no era la primera vez
que soñaba con morir. Eso era morboso, incluso yo lo pensaba. La respuesta
del doctor Ellis sería drogarme.
El lugar era un hospital, pero había recordatorios de que también había
sido un hogar, como las ventanas que distorsionaban las imágenes cuando
te asomabas. Las pesadas puertas de madera y los adornos gruesos. Los
pisos aquí eran de madera, las paredes de un gris suave, y había una
chimenea de piedra.
El doctor Ellis tenía fotos de su familia a través de los años. Yo había
presenciado los últimos veintidós años, y se veía notablemente sin cambios
en ese tiempo. Su hija, Clarice, por otro lado, solo había sido una niña
pequeña cuando llegué por primera vez; ahora, era una graduada que se
dirigía a la escuela de medicina. Quería ser veterinaria. Su esposa, Susan,
se conocieron en la universidad. Harían treinta años de casados este
invierno. Tenían una casa en el distrito de los jardines, un velero que
navegaban en el Mississippi cada verano, un golden retriever llamado Buster
y un gato llamado Sam. Tenía una vida completa fuera de estas paredes.
Para él, esto era trabajo. Me acerqué a la ventana y miré hacia afuera a la
puerta de hierro negro que parecía torcida a través del viejo vidrio. Para él,
51 esas puertas representaban la libertad, pero para mí, eran mi prisión, la
barrera que me mantenía dentro de estos muros, lejos del mundo y una vida
en ese mundo. Quería una casa en el distrito de los jardines y un perro.
Quería un marido; diablos, me conformaría con un primer beso. Dijo que no
sentía nada, entonces, ¿cuál era el dolor en mi pecho al saber que todas
esas cosas estarían siempre fuera de mi alcance?
—Ivy. Por favor, toma asiento. —El doctor Ellis entró en su oficina y se
sentó en su escritorio.
Me senté frente a él.
—¿Qué está pasando?
Dejó caer los codos sobre la madera cicatrizada y miró fijamente
durante unos segundos. Una extraña vibra venía de él.
—Recibí una llamada del aguacil de Nueva Orleans. Le gustaría hacerte
algunas preguntas.
No estaba segura de en qué parte de su oración debía centrarme
primero, que el aguacil quería hablar conmigo o que el aguacil venía a hablar
conmigo. La emoción hizo que mi estómago saltara. El doctor Ellis me estaba
mirando expectante
—¿Sobre qué? —pregunté.
—Tu pasado.
¿Mi pasado? La inquietud se movió a través de mí. ¿Qué pasa con mi
pasado? ¿Conocía lo que provocó que terminara aquí?
—No recuerdo mi pasado.
—Lo sé. Se lo dije, pero todavía quiere hablar contigo.
—¿Y está bien con eso?
—Estaré allí. Si creo que las cosas van en una dirección que no me
gusta, detendré la entrevista.
Eso me sorprendió, su fácil aceptación de un visitante cuando nunca
teníamos visitas aquí... nunca. Me interesaba más lo que él sabía sobre mi
pasado porque nunca lo discutíamos.
—¿Qué sabe de mí?
Parecía incómodo, mirando su escritorio antes de decir:
—Sólo que hubo un incendio. Tus padres adoptivos murieron. Viviste.
Podía sentir que se estaba conteniendo. Que sabía más. ¿Qué más
sabía y por qué nunca lo había compartido? No me di cuenta de que había
dicho ese pensamiento en voz alta hasta que él respondió:
—Temí que conocer la noche que causó tu ruptura psicótica sería
perjudicial.
52 Y, sin embargo, ahora lo compartía tan casualmente. Extraño. Era la
otra parte de lo que dijo lo que me hizo sentir mal. Mis padres adoptivos
murieron en un incendio. Dado mi intento de convocarlo la otra noche,
estaba un poco asustada
—¿Lo empecé?
—Supuestamente.
No estaba segura de qué pensar. La fantasía y la realidad chocaban.
—¿Y el aguacil quiere hablar conmigo?
—Sí.
—Me gustaría hablar con él. No creo que pueda ayudar, pero sería
bueno hablar con alguien del exterior.
El doctor Ellis enfatizó sus siguientes palabras:
—No sé cómo reaccionarás ante un extraño, especialmente cuando se
habla de un tema que no hemos abordado. ¿Crees que puedes mantenerte
tranquila?
No iba a mentir. Estaba molesta. El doctor Ellis me estaba ocultando
cosas, pero no arruinaría la oportunidad de tener un visitante.
—Sí, puedo estar tranquila.
—Lo creeré cuando lo vea.
Pensando en lo que leí antes y al haber oído acerca de mis padres
adoptivos, pregunté, aunque temía la respuesta.
—¿Soy mala?
—¿Por qué preguntarías eso?
—Estaba leyendo un libro. Personas murieron por mi culpa. ¿Eso me
hace malvada?
Una emoción que no podía leer atravesó su expresión.
—Supuestamente por tu mano y no, no eres malvada.
—¿Cómo lo sabe?
Agitó los dedos y miró pensativo por un momento.
—El mal no es tan cortante y seco, y la percepción del mal es subjetiva.
No todo lo malo que sucede es por el mal; de hecho, si miras a lo largo de la
historia, muchas veces se logran grandes cosas a causa de las malas
acciones. No sé qué sucedió cuando eras joven, pero te he conocido la mayor
parte de tu vida. No eres mala.
No podía mentir. Se sintió bien saber que no me creyera un monstruo.
53 —Gracias por eso.
—¿Así que te mantendrás tranquila? —preguntó de nuevo.
—Sí. ¿Cuándo viene?
—Llamará cuando tenga tiempo. No hay prisa porque estarás aquí.
Estaría, pero sus palabras aún molestaban.
—Sí, estaré aquí. —Me puse de pie—. ¿Eso es todo?
—Sí. Oh y Bart tomará una muestra de sangre más tarde. Necesitamos
asegurarnos de que el medicamento no tenga efectos secundarios no
deseados.
Me sorprendió que me quedara algo de sangre con la cantidad de veces
que la tomaban.
—Bien.
Salí, necesitaba pensar. El sol en su máximo punto en el cielo; el calor
se sentía maravilloso. Esas puertas negras de hierro forjado me impedían
desviarme. Estudié la vieja mansión de piedra que había sido mi casa
durante las últimas dos décadas y me froté el dolor en el pecho por una
familiaridad que provenía de algo más que mi prisión. El camino circular
tenía una fuente desmoronada, pero podía imaginar la extravagancia del
agua que caía en cascada a los lados. Las grandes urnas de piedra
flanqueaban la vieja puerta de madera, ahora vacías, resquebrajándose con
la edad y el clima, pero fácilmente podía verlas exuberantes y sanas, flores
brillantes y enredaderas, el ocasional colibrí volando. Faroles iluminados
con gas flanqueaban la puerta, los vidrios estaban agrietados y las cubiertas
de hierro forjado dañadas, pero había belleza en lo roto.
Las paredes estaban cubiertas de enredaderas, pero hacía tiempo que
había encontrado una puerta oculta. Llevaba al patio que a menudo miraba
desde la sala de recreo. Las vides también crecían en el interior, las malezas
asfixiaban las flores en las camas que estaban cubiertas de maleza. Arcos
desmoronados rodeaban el jardín y se alzaban en lo alto de las puntas de la
línea del techo, formando gárgolas de piedra. A veces juro que se movían,
como centinelas vigilando. Esos guardianes me proporcionaban consuelo.
Podía ver cómo había sido, la magia que permanecía a pesar del
abandono... el jardín de rosas con rosas bien cuidadas, enredaderas
florecientes que crecían en las paredes de piedra, el fuerte olor a lavanda
flotando en el aire, las caras felices de los girasoles que miraban hacia el sol,
hortensias blancas cubriendo la valla decorativa de hierro. Las viejas lilas
retorcidas por el tiempo cargadas de flores, el peso doblando la madera vieja.
Ahora no era más que un desastre desmenuzado, pero un banco de piedra
descansaba debajo de un sauce llorón y cada vez que lo miraba, un susurro
de déjà vu me atravesaba.
La conexión que sentía, el anhelo que a veces me asaltaba, no sabía si
54
era real. Se sentía real, una vida que viví antes de esta. La gente no vivía
más de una vida, lo sabía y todavía no podía dejar de desear que lo hubiera
hecho.
—Aguanta joder.
—Tus modales son impecables —siseé mientras miraba a Bart.
—Vete a la mierda.
—¿Puedo preguntar cómo una persona con tu encanto y decoro decidió
trabajar en la industria de la salud? Pareces más preparado para trabajar
en una cueva o un agujero en el suelo.
Él clavó la aguja en mi brazo. Grité, pero no le di más que eso. Un
escalofrío me atravesó ante su sonrisa. Disfrutaba de hacerme daño.
—¿Qué haces con toda esa sangre? ¿Eres un vampiro o me estás
clonando? —Estaba bromeando, pero su respuesta fue extraña.
—No es tu maldito asunto.
—De hecho, es mi sangre, por lo que es mi asunto.
Bajó la cabeza, ojos sin vida me miraron fijamente. Tuve un escalofrío,
y yo era la sociópata. Terminó y salió de la habitación. No estaba segura de
si me lo había imaginado, pero podría haber jurado que lamió la aguja al
salir. Era oficial. Los locos abundaban en el manicomio.
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63
—Hay alguien allá arriba.
Nos movimos lentamente por las escaleras, y en la parte superior, me
puse arriba, el abajo. La sala estaba vacía. Le hice una seña para que me
siguiera. Palmeé el pomo de la primera parte de las escaleras. Nuestros ojos
se encontraron. Abriendo la puerta abierta, me moví hacia la derecha, él viró
a la izquierda.
—Despejado.
—Despejado.
Otro sonido vino de detrás de nosotros; ambos nos giramos pero era
todo espacio vacío. Entramos al pasillo.
—¿Soy yo o se ha vuelto más frío aquí? —susurró Nick.
No era él. Hacia tanto frío que me sorprendió que no pudiéramos ver
nuestro aliento. Atravesamos el resto del piso de arriba, revisando cada
habitación. No había nadie aquí, pero sentía a alguien. Nick no volvió a la
sala después de revisar la última habitación. Lo encontré en lo que debió
ser la habitación de un niño.
—¿Qué encontraste?
Estaba estudiando el suelo. Me uní a él para ver que alguien había
grabado algo en el piso de madera. No podría decir exactamente lo que me
atravesó porque era el mismo diseño que hice que me tatuaran en el brazo.
—¿No tienes algo similar en el brazo?
—Sí. Lo conseguí una noche cuando estaba borracho. No tengo ni idea
de lo que significa.
—Extraña coincidencia.
No estaba tan seguro de que lo fuera. Y ahora, estaba sonando como
Cyril.
Nick se encorvó y empujó la tabla del suelo, pero no se movió.
—¿Crees que hay algo bajo ella?
—Sí. —Llamó por radio a la unidad de la escena del crimen—. Necesito
alguien arriba, en la última habitación al final del pasillo. —Me miró—.
Alguien se tomó el tiempo para grabar eso y por cómo se ve, lo hizo a
menudo.
—Y probablemente fue hecho por las personas que vivieron aquí la
última vez, hace doscientos años.
Nick me estudió un segundo antes de añadir.
—Doscientos años más tarde, el sheriff que investiga la escena tiene la
misma marca.
—Una cosa más en una larga lista de extraña mierda.
64
Llegó un técnico, y Nick empujó junto con él la tabla. El espacio bajo la
tabla estaba vacío, pero por cómo el polvo estaba asentado había habido
algo allí. Por cómo se veía, lo que fuera que hubiera bajo la tabla había sido
recogido recientemente.
—Primera prueba de que alguien ha estado en este lugar. Buen trabajo,
Nick.
—Me pregunto qué se llevaron y cómo sabían dónde encontrarlo —
comentó.
—Buena pregunta. Tal vez sabremos la respuesta una vez sepamos qué
pasó a la gente que vivía aquí.
Tenía tres cuerpos, el mismo agresor y ninguna pista con una posible
cuarta víctima qué quizás hubiera sido la primera hacia veinte años. Podía
razonar eso; él había sido encarcelado y acababa de salir, tenía prisa y había
estado practicando en victimas que no eran humanas, pero era el
descubrimiento de Jasmine con los cuerpos… no podía explicar eso, los
cuerpos de Lee y Kathy o el de Henry. De momento, lo que le estuviera
pasando a Henry, no había sucedido todavía. Quizás no sucedería. Quizás
nos estábamos asustando porque si algún caso iba alguna vez a joder con
tu cabeza, era éste.
Tampoco podía explicar cómo llevaba la marca que alguien había
grabado en una tabla del suelo en una casa notoria por estar embrujada.
Sin duda habíamos cruzado a lo sobrenatural. No quería decirlo en voz alta,
ni siquiera pensar en ello, pero si Cyril lo supiera, estaría lanzando la
palabra magia alrededor.
Un golpe hizo que levantase la cabeza.
—Nick.
—Tengo la información que querías sobre LeBlanc. —Se instaló en la
silla frente a mí—. No puedo encontrar un propietario en el registro.
—Alguien tiene que poseerlo. ¿El banco?
—Nada que haya encontrado, pero todavía estoy buscando. No hay
mucho documentado oficialmente sobre el lugar. Descubrí que Tobias y
Elizabeth LeBlanc fueron los últimos propietarios a mediados de los años
1800.
Explicaba por qué todavía se llamaba al lugar LeBlanc.
—De lo que he leído, los LeBlancs eran sádicos. No discriminaban en
65 su odio tampoco. Nadie era inmune. Tenían un hijo y una hija; su cuerpo
estaba entre los que se encontraron, pero ella desapareció.
—¿Espera? ¿Qué cuerpos?
—Hay todo tipo de rumores sobre el lugar. Hay quienes piensan que la
tierra está marcada.
—¿Con que?
—Mal. Como he dicho, no hay mucho más documentado oficialmente,
pero busqué en Google, y encontré una gran cantidad de temas por ahí.
Varias cuentas afirman que la ubicación era la sede de algunos de los baños
de sangre más terribles en la historia humana. —Se inclinó hacia arriba,
pasándose una mano por el pelo—. Masacres y gente colgada, homicidios y
suicidios. Más recientemente, con los LeBlancs, dijeron que eran vecinos,
familiares y amigos yendo unos tras otros como animales. —Miró abajo un
segundo. Había miedo cuando levantó su cabeza—. Las víctimas tenían
marcas de garras en sus cuellos.
Jasmine. Salté de mi silla y corrí a la morgue. Nick estaba tras de mí.
¿Era en eso en lo que se estaba convirtiendo Henry Werth, algún tipo de
máquina sin cerebro? ¿Cómo era eso posible? Pero explicaría por qué su
asesino le dejó prácticamente en la puerta delantera.
Su cabeza se elevó en cuanto entramos.
—Necesitamos meter al cuerpo en una localización más segura.
—¿Por qué? —preguntó.
—¿Qué cuerpo? —añadió Nick.
—Henry Werth. Algo le está pasando a su cuerpo.
Nick se puso pálido.
—¿Crees que se está convirtiendo en lo que está causando las marcas
de las garras?
—Sí.
Jasmine palideció.
—¿Crees que quien sea que está detrás de esto nos quería infectar?
—Creo que eso es exactamente por qué dejaron su cuerpo para que lo
encontrásemos. Pensaron que lo averiguaríamos demasiado tarde o nunca.
—¿Por qué no hacer lo mismo con los McKinnons? —preguntó Jasmine.
—No lo sé. Creo que el tiempo juega un factor. Casi como si los
McKinnons hubieran puesto en marcha el reloj.
—¿Qué reloj? —preguntó Nick.
Me encontré con su mirada desconcertada.
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—El que cuenta atrás hasta otro baño de sangre.
—Es una situación como de zombies —susurró Jasmine.
—Tenemos que aislarlo y encerrarlo, y tengo la sensación de que
necesitamos algo más fuerte que acero y cerraduras. —Alcancé por mi
teléfono y llamé a Cyril.
—¿Qué pasa, jefe?
—Necesito que tu familia nos ayude.
El silencio recibió esa respuesta antes de que él preguntase:
—¿Estás diciendo lo que creo que estás diciendo?
Por increíble que fuera, me estaba convirtiendo en un creyente.
—Necesito a alguien que conozca de magia.
—Mierda. Que seas tú quien pide esto… Voy a llamar a mi abuela.
69
71
—Gracias por el recordatorio.
—Tienes suerte de conocer a alguien —dijo crípticamente antes de salir
de la habitación. Todavía estaba mirando la puerta cuando una enfermera
rodó un carrito con una cena de albóndigas. Grité al Dr. Ellis.
—Retiro los ojos en blanco.
Él gritó de vuelta.
—No, no lo hagas.
—Tienes razón. Gracias por la cena.
A mitad de la comida, me sentí graciosa. Mi visión borrosa. Bajé el
tenedor mientras la ira luchaba con la preocupación. ¿Mi doctor drogó mi
comida? Jugaba tan claramente detrás de mis párpados, una visión que se
sentía más real que imaginada.
Él estaba encadenado a un poste, sus manos y tobillos esposados. La
muerte había asolado el pueblo, brutal y salvaje. La gente tenía miedo y ese
miedo se convirtió en algo que vive y respira. Querían que alguien fuera
culpable, necesitaban creer que habían puesto fin al horror. Él era diferente.
Rara vez hablaba, no reaccionó cuando lo atraparon. No gritó pidiendo ayuda
cuando lo arrastraron por las calles. Se paró estoicamente cuando le ataron
manos y pies. Ellos creían que no tenía alma. Ellos creían que era malvado.
Cuando saliera el sol, llegaría el pelotón de fusilamiento. Habían vendido
entradas para el evento. La gente hacía sombreros y vestidos, preparaba
banquetes para ver cómo mataban a un joven en nombre de la justicia. Un
jurado no lo había encontrado culpable; no se le había dado la oportunidad
de defenderse. Su único crimen era ser diferente.
Ella esperó y creyó, tenía fe en que el sentido común regresara, esperaba
que la oscuridad que asolaba a su aldea se levantara, que cualquier hechizo
que bajo el cual ellos estuvieran se rompiera. Ella esperaba que volviera la
cordura y que liberaran al joven. Sabía que esperaba en vano. Ellos estaban
cambiando. La gente hermosa que la había atraído a este lugar estaba
cambiando. Cada generación se volvía más cínica, más intolerante. El odio
vivía en sus corazones junto con el temor y la envidia.
La compasión por el joven la llenó. Él era diferente, pero no era un
monstruo. Él no fue lo que mató a la gente en el pueblo. Había sido uno de los
suyos el responsable. No sabían que con el levantamiento del sol no habría
necesidad del escuadrón de fusilamiento.
Ella caminó hacia él, tocó sus restricciones mientras se derretían
alrededor de sus muñecas y tobillos. No había miedo en su expresión o ira.
—Ven conmigo, pequeño. Conozco gente. Como tú, son diferentes.
Él vaciló pero tomó la mano que ella le ofreció.
—También eres diferente —susurró.
72
—Lo soy.
—No maté a esa gente.
—Lo sé.
—Me iban a matar.
El dolor ardía en su pecho cuando ella respondió:
—Sí, lo harían.
Él levantó la vista hacia el cielo tornándose púrpura y rojo.
—Mejor nos apuramos. El sol arde.
—No siempre, pero no se levantará hasta que estemos a salvo.
—¿Cómo es eso posible?
Lo miró y sonrió.
—Porque como has dicho, también soy diferente.
Ella no tuvo problemas para encontrar a los que buscaba; su firma era
muy fuerte. Ellos sabían que no estaban solos. Fue la presencia del joven que
evitó que atacaran. Cuando se dieron cuenta de quién estaba con él, la intriga
reemplazó el hambre.
Uno de ellos salió de la multitud. Sus pálidos ojos se movieron hacia el
chico.
—Estarás a salvo aquí.
—Se está haciendo más fuerte —dijo ella.
—Sí, lo es. Los infecta. Pronto los consumirá.
—Tenemos que detenerlo.
—No sé si podamos.
Le dolía el corazón, una lágrima resbaló de sus ojos brillantes.
—Podemos.
La estudió antes de preguntar:
—¿Cómo?
Su mirada se encontró con la suya.
—Porque fue a través de mí que fue convocado. Y seré yo quien lo derrote.
73
77
Yo había estado pensando lo mismo.
Ivy
El doctor Ellis caminó conmigo a su oficina.
—¿Cómo te sientes?
Todavía estaba un poco sacudida por la visión y más por la realidad de
que mi médico había drogado mi comida. ¿Por qué demonios había hecho
eso? Le preguntaría, pero estaba empezando a ver lo que no había visto
antes. Mis mejores intereses no estaban alineados con los suyos.
—Estoy bien.
—Si es demasiado, lo detendré.
¿De eso se trataban las drogas? ¿No quería que yo hablara con el
aguacil? Si es así, ¿por qué había permitido la visita? Algo estaba mal, pero
mi cabeza estaba demasiado confusa para pensar con claridad.
En su oficina, esperé mientras mi estómago saltaba por los nervios.
Sentí a mis visitantes antes de que entraran en la habitación. Estaban
decididos. Sentí molestia y miedo también. Como un foráneo, pude entender
el miedo. No sabía lo que esperaba, pero no a los que entraron en la oficia
del doctor Ellis. El aguacil era un hombre mayor con rasgos altos y fuertes.
El cabello oscuro se estaba volviendo gris y los ojos azules más azules.
Confianza y fuerza emanaban de él, y la sospecha, una buena dosis de
82 sospecha. El otro hombre tenía la piel del color de una rica taza de café, pero
sus ojos eran de un verde pálido. Tenía los hombros y el pecho anchos, y se
parecía más a un deportista que a un policía. El miedo venia de él. No miedo
general, sino algo más profundo.
El aguacil extendió su mano hacia mí y mi aliento quedó atrapado en
mis pulmones porque la tinta dibujada en su piel era la imagen que había
dibujado esa tarde. Mis ojos se alzaron a los suyos. No era una coincidencia.
¿Quién era el aguacil y por qué su presencia le preocupaba al doctor Ellis?
—¿Sabes por qué estás aquí? —preguntó.
—Soy una sociópata.
—¿Cuánto tiempo llevas aquí?
—Mucho tiempo, más de dos décadas. —Retorcí mis dedos—. Ustedes
son mis primeros visitantes.
Sacó un pequeño dispositivo. Sentí la impaciencia del doctor Ellis antes
de que él se rompiera.
—¿Qué le estás mostrando?
—Fotos oficiales de la policía de cuando era niña.
—¿Tienes fotos de mí?
El doctor Ellis no quería que viera las fotos. ¿Por qué?
—No estoy seguro de esto.
El aguacil Abiviny no fue intimidado.
—No estoy preguntando.
Si el doctor Ellis no quería que supiera de mi pasado, ¿por qué había
permitido que el aguacil me visitara?
Algo se agitó, mi atención se dirigió al doctor Ellis. Era más que
impaciencia en él; había furia y bajo eso estaba el miedo. Un pulso de poder
cargó el aire... magia. ¿Cómo sabía que era magia? Solo lo sabía. Se levantó.
—Gracias por venir. Mi asistente les mostrará la salida. Espero que
hayan encontrado lo que necesitaban.
Volviendo mi atención al aguacil y su ayudante, no se vieron afectados.
Estaban mirando fijamente al doctor Ellis como si estuviera loco. El aguacil
se molestó cuando dijo:
—Todavía no he terminado.
—No creo que sea bueno para ella ver imágenes que no recuerda. Podría
causar más daño que bien. —El doctor Ellis estaba asustado. ¿Por qué?
—Quiero verlas. —Y quería. Eran parte de mi pasado. Tenía todo el
derecho a verlas. El aguacil me entregó el dispositivo y lo estudié por un
minuto porque era increíble.
83 —¿Nunca has visto un teléfono celular? —preguntó.
—¿Es eso lo que es, un teléfono? Es increíble. —Miré la foto, mi mano
se movió hacia mi garganta donde una vez había habido marcas... heridas—
. ¿Ésta soy yo?
—Sí. Esa misma noche presuntamente quemaste el hogar de tus padres
adoptivos. Estaban dentro.
El doctor Ellis había compartido tanto, pero nuevamente, tenía que
preguntarme por qué nunca había compartido antes ese pedazo de mi
pasado, pero lo hizo con bastante facilidad cuando supo que el aguacil
venia... una visita que el doctor Ellis había aprobado. Al aguacil le dije:
—No me acuerdo de eso.
—¿Recuerdas algo en absoluto sobre esa noche?
Intenté abrir la puerta que estaba bloqueando mis recuerdos, pero no
pude.
—No. —Seguí las marcas de garras—. ¿Qué hizo esto?
—No lo sabemos.
—Creo que hemos terminado aquí —dijo de nuevo el doctor Ellis.
Le ignoré.
—¿Por qué están investigando esto ahora? Sucedió hace tanto tiempo.
—Un caso en el que estamos trabajando. Hay algunas similitudes.
¿Era una coincidencia sentir que algo venía, algo horrible? Que el
hombre que vino a verme tuviera un símbolo que no recordaba pero que
sabía que era importante.
—¿Sabes qué es esto? —me preguntó sobre su tatuaje.
Quería compartir que dibujé ese símbolo, creí que era importante, pero
sentí al doctor Ellis se ponía tenso a mi lado, así que en cambio dije:
—No. —Cambié de tema—. ¿Vives en la ciudad?
Él no respondió de inmediato. Tenía curiosidad por mí. Tenía
curiosidad por él.
—Sí.
—¿Cómo es?
—Es Mardi Gras en este momento, por lo que es una locura... toneladas
de gente por la noche, mucha bebida, mucho baile en las calles. Muchas de
las casas están decoradas con cuentas y pancartas de color púrpura, dorado
y verde.
—Y usan esos colores porque representan justicia, poder y fe. —Lo leí
en el libro. El libro... ¿qué libro? Esa puerta en mi cabeza se abrió un poco.
84 —Sí, exactamente. Habrá desfiles. La gente intentará casi cualquier
cosa durante el Mardi Gras. Como puedes imaginar, no es mi momento
favorito en la ciudad.
—No, no creo que lo sea. —Mi atención se centró en la piedra que el
ayudante llevaba alrededor de su cuello—. ¿Qué es eso?
Se tocó el collar.
—Un ojo de tigre.
—¿Para qué sirve?
Hubo una pausa antes de que él respondiera:
—Protección.
—¿De qué?
—Del mal.
Una voz, aunque familiar aún me sorprendió, me alentó:
—Necesitas recordar, Ivy. Estos hombres pueden ayudarte.
Incluso sintiéndome desequilibrada, respondí:
—Soy consciente de eso.
—Puedes confiar en ellos —instó.
—Sí, lo sé.
—No creen que estés loca.
—No estás ayudando con eso —dije entre dientes porque la voz en mi
cabeza con la que insistí en hablar estaba carcomiendo eso.
—¿Qué se supone que significa eso? —Tenía el descaro de sonar
indignado.
—¿Qué quieres decir con que se supone que significa? Te estoy
hablando, ¿qué crees que están pensando ahora?
—Bien, me callaré.
—Sí, bueno, gracias por eso.
—¿Estás bien? —preguntó el ayudante mientras palmeaba su piedra.
El miedo y la preocupación lucharon dentro de él. Creía porque podía
sentirlo, podía sentir la fuerza del mal. Cada día se hacía más fuerte.
Traté de tranquilizarlo cuando sonreí porque sabía que mis siguientes
palabras lo iban a asustar.
—Es prudente usar eso, señor Gaudet, pero no soy de quien necesita
protección.
85
La baldosa estaba fría contra mis pies descalzos mientras caminaba por
el pasillo sosteniendo una manta doblada. Las caras se asomaron por las
ventanas de las puertas cuando pasamos. Sentí la locura, el miedo, la ira...
mi propio cuerpo temblaba con ella. No pertenecía aquí. Un hombre me
acompañó, un médico.
Mi habitación estaba al final del pasillo. Sólo había una cama y un
pequeño escritorio y un aseo. Entré en la habitación, la puerta se cerró con un
ruido sordo, la cerradura se puso en su lugar. Miré a mí alrededor las paredes
blancas, la ventana que estaba demasiado alta en la pared para que pudiera
ver, y sentí que la desesperanza se movía a través de mí. No entendía nada
de esto, pero sabía lo suficiente como para saber que me consideraba una
causa perdida. Solo tenía diez años y ya el mundo me había abandonado.
Quería llorar; sentí que las lágrimas ardían en el fondo de mis ojos, pero no
lloré. En cambio, me senté en el borde de la cama aún sosteniendo la manta
y me pregunté por qué había nacido.
Me desperté bruscamente, mi respiración salía en bocanadas. Mi mano
temblaba cuando la abrí para ver la piedra. La enfermera me la había dado.
¿Quién era ella? ¿Cómo sabía que lo necesitaría? El doctor Ellis realmente
había estado allí desde el principio. Busqué la luna y la calma, pero las
nubes eran demasiado gruesas.
Lo que el aguacil cazaba fue lo que me había cazado. Estábamos
vinculados. Necesitaba recordar.
95 Thomas Grier había sido alguacil de Nueva Orleans desde 1963 hasta
2008. Cómo se las arregló durante tanto tiempo para hacer este trabajo fue
increíble. Yo tenía casi once años en esto y sabía que no lo haría por mucho
tiempo, especialmente después de este caso.
Su lugar estaba al borde del distrito Garden, una casa larga y estrecha
con molduras coloniales y persianas negras en las ventanas que eran tan
grandes y bajas, que literalmente podías atravesarlas hacia el exterior. Él
estaba sentado en su pequeño porche, bebiendo un vaso de té helado. Sonrió
cuando salí de mi auto.
—Josiah Abiviny. ¿El trabajo pateando tu trasero ya?
—Sí.
Él rio, una carcajada ruidosa.
—Te lo dije. ¿Quieres algo de beber?
—No rechazaría un vaso de eso.
—Ponte cómodo. Enseguida vuelvo.
Las mecedoras eran tan malditamente cómodas. Pensar en una vida de
simplicidad —una que parecía completamente imposible la mierda
viniéndose abajo— sonaba realmente bien. Sin muertes, sin sucesos
inexplicables, sin asesinos sobrenaturales. Viajar, hacer algo de la
carpintería que Dahlia quería hacer, sexo en el momento que lo deseáramos.
Joder eso sonaba bien. Tom volvió con mi dulce té. Golpeó el lugar. Se
acomodó en su silla.
—Escuché sobre los McKinnons, ese asunto desagradable. ¿Tienes
alguna pista?
Solo las que salieron directamente de un episodio de Expedientes X.
—Vamos a volver a través de todo. Es por eso que estoy aquí.
¿Recuerdas un caso con una Ivy Blackwood?
—No.
—¿Qué tal el caso Devane? Félix y Shelly Devane.
—Oh sí. Eso fue trágico.
Estaba teniendo esa puta picazón otra vez.
—Ivy Blackwood aparentemente comenzó el fuego. Ella tenía diez años.
—Una menor de edad. No, nunca hubo un menor en ese caso. Ni
siquiera fue un caso criminal. El fuego fue declarado accidental.
Basándome en el montón de tonterías en que nos estábamos metiendo,
no me sorprendió su anuncio. No hay nada sobre el Dr. Ellis o Ivy
Blackwood.
—¿Hay un archivo de esta Ivy Blackwood? —preguntó Tom.
96 —No mucho. Unas cuantas fotos, poco más.
—No sé qué decirte. No había ninguna niña, y solo sacaron dos cuerpos
de la casa.
—Entonces, ¿quién diablos es Ivy Blackwood? ¿Por qué está
encarcelada por un incendio que no comenzó? ¿Y por qué diablos está el
doctor Ellis tan interesado en ella?
—Buena pregunta.
—¿Qué sabes sobre el lugar de LeBlanc?
Se persignó.
—Ese lugar es maligno.
Estaba empezando a pensar lo mismo.
—¿Por qué dices eso?
—Ya vuelvo.
No tardó mucho, volviendo con un archivo.
—No es nada oficial, pero he estado manteniendo un registro de los
acontecimientos allí. Debería haberte dado esto cuando empezaste, pero no
quería que pensaras que estaba loco. Sabía que llegaría un momento en el
que vendrías a visitarme sobre ese lugar.
Era un archivo bastante grueso.
—Eso es un montón de acontecimientos.
—Como dije. El lugar es maligno.
—No hay un registro del caso —dijo de nuevo Deidre Baker, empleada
de la corte.
—Estás segura. ¿Tal vez fue otro juez que lo presidió?
—No, el juez Markel ha sido el juez del tribunal de distrito durante
treinta años. Habría sido él, pero no hay nada en el sistema. Tengo un
archivo del incendio de la casa Devane.
—Está bien, ¿qué es lo que dice?
—El fuego fue declarado accidental.
Así que el alguacil y el tribunal estaban en la misma página, lo que
todavía dejaba las preguntas, ¿quién diablos era Ivy Blackwood y cuál era
el interés del Dr. Ellis en ella?
—¿No hay un caso judicial con Ivy Blackwood como acusada?
98
—No, no uno que fuera manejado a través de esta corte.
Y sin embargo, había un archivo sobre su caso, fotos de la policía. ¿Qué
carajo?
—¿Qué pasa con el sanatorio Misty Vale. ¿Cuántos pacientes son
referidos allí?
—¿Sanatorio Misty Vale? —Ella revisó sus archivos—. No tengo registro
del lugar. —Giró la pantalla de la computadora hacia nosotros—. No hay
registro de un Misty Vale en nuestro sistema.
—¿Y el Dr. Gary Ellis?
—Tampoco tenemos registro de un Dr. Gary Ellis.
Me estaba volviendo inmune a lo extraño porque ni siquiera pestañee.
Pensé que el lugar no parecía operativo, aparentemente no lo era, pero
existía. Ivy Blackwood estaba encerrada allí. ¿Por qué?
—Hay un problema más grande, caballeros —anunció Baker—. Parece
que hay una mujer joven que ha sido encarcelada sin un juicio. Cualquier
registro de su obligación habría pasado por esta oficina, y no tenemos nada.
Nos pondremos a trabajar en sus papeles de liberación inmediatamente.
—¿Y si realmente está loca? —preguntó Cyril.
—No importa. Ella no puede ser retenida contra su voluntad sin el
debido proceso. Tenemos suerte si ella no demanda al estado de Louisiana.
No hay un tribunal en la tierra que no falle a su favor. —Deidre no se
equivocaba al respecto.
—Cuando tengas los papeles redactados, llámame. Los ejecutaremos
personalmente —le ofrecí.
—Muy bien.
Cyril esperó hasta que estuvimos afuera en los escalones del juzgado
antes de decir:
—¿Qué diablos está pasando, Josiah? Es como una casa de naipes.
—No sabemos quién es Ellis y estamos en un callejón sin salida con los
McKinnons, pero tenemos a Ivy Blackwood. Él la quería. La vigila desde que
la encontró. ¿Por qué? ¿Qué hay en ella que él estuvo de acuerdo en
encerrarla ilegalmente durante las últimas dos décadas? Averiguamos quién
es ella; podríamos averiguar qué demonios está tramando Ellis.
99
100
110
—Sé que este lugar no es lo que parece. Sé que Ellis no es lo que parece.
He visto cosas toda mi vida, he tenido visiones que no puedo explicar. El
fuego no me hace daño.
—¿Disculpa? —dijo Aine.
—Fuego. No me quema; no deja una marca, y dime loca, pero casi la
convoco. ¿No, Tristán? —Espera, me acordé de eso.
—Sí.
Aine sonrió. Había un significado detrás de esto, pero no pregunté.
—¿Qué hay de Ellis? ¿Qué es él?
—No es lo que parece. Como tú y yo, él es diferente.
—Quieres decir porque eras un ratón...
—No soy un cambia formas.
No pedí aclaraciones sobre esa declaración y en cambio pregunté:
—¿Qué soy yo?
—No lo sé, pero tu firma mística no es una que haya sentido antes.
—¿Firma mística?
—Todo ser sobrenatural tiene una, incluso los fantasmas —dijo
mientras miraba a Tristán a mi lado, a pesar de no poder verlo—. Tu firma
atraerá a los demás.
—Eso suena ominoso.
—Podría ser. Depende de quién conteste la llamada.
—Solo para aclarar, ¿de qué estamos hablando exactamente cuando
decimos seres sobrenaturales?
—Desde fantasmas y duendes hasta... —Dudó un segundo antes de
agregar—: Demonios.
—¿Es eso lo que eres, un demonio?
—Soy un demonio del reino externo.
—¿El reino externo?
—Diferentes círculos en el infierno, soy del más alejado del epicentro.
Puedo moverme más fácilmente que aquellos dentro de los círculos más
cercanos. Pero eso significa que no soy tan fuerte.
—¿Realmente hay círculos del infierno? —Esta conversación era
extraña, pero sabía que era real. Cada palabra—. Entonces, cuanto más
cerca estás del epicentro, más fuerte eres, pero menos capacidad tienes de
moverte del infierno a lo que hay aquí. —Luego bromeé y pregunté—:
Entonces, ¿por eso el diablo nunca ha aparecido en la tierra? ¿Porque no
puede?
—Puede y lo hace.
111
Mi boca se abrió, pero no salieron palabras porque no esperaba eso.
Está bien, tal vez no todas las palabras.
—¿El diablo es real?
—Por supuesto.
—¿Y ha estado en la tierra?
—A menudo.
—¿Por qué a menudo?
—Vive aquí.
—¿El diablo vive aquí?
—Sí, en Las Vegas.
—¿El diablo vive en Las Vegas? —Supongo que de todos los lugares en
el mundo en que él podría vivir, la ciudad del pecado tenía sentido—. ¿Por
qué las Vegas?
—Es el dueño del Bellagio.
Por supuesto que lo era. Y esta era la realidad. Puede que tenga un
poco de dificultad para superar esto.
—Estuve contigo hasta el diablo.
—Todo esto es fascinante, pero podríamos dejar la charla para más
tarde. Tenemos poco tiempo —regañó Tristán antes de mirar a su
alrededor—. Te está reteniendo aquí por una razón.
—¿Qué quieres decir?
—No sé mucho acerca de la magia, pero sí sé que cuanto más personal
sea un hechizo, más poderoso.
—¿Qué significa eso?
—¿Qué está diciendo? —preguntó Aine.
—Está tratando de averiguar por qué me retienen aquí.
—Buena pregunta.
Me alegra que estuvieran en la misma página porque estaba perdida.
—Si el hechizo involucra algo personal con el que se lanzó, más fuerte
—ofreció Tristán.
—¿Y por qué creemos que este hechizo es para mí?
—Porque nadie más aquí es real. No te lo dije por tu alegre
personalidad. Fuera de ti, el doctor Ellis, el camillero y Aine aquí, nadie más
es real.
112 —¿Que dijo?
—Nadie más aquí es real, excepto tú, Ellis y Bart. ¿Qué hay de Harold,
Evelyn, el doctor Nelson y Emily?
—Fantasmas, como yo.
—¿Pero podía verlos?
—Sí, me molestó muchísimo. —Me estudió por un minuto—. En
realidad crees. ¿No es así?
—No puedo explicar esta nueva realidad o la parte que interpreto en
ella, y hay piezas con las que estoy luchando, pero sí, creo. Es más real que
la existencia que he estado viviendo. —La rabia vino, ardiendo a través de
mí como fuego porque había sido una prisionera, pero no por la razón que
había pensado—. ¿Qué es el doctor Ellis y por qué me mantuvo aquí?
—No es seguro. Nunca sentí firmas místicas como las de ellos tampoco
—respondió Aine.
—¿Ellos?
—Ese camillero y Ellis comparten firmas similares.
—Espera, ¿El doctor Ellis no es humano?
—No del todo, no.
Eso era desconcertante. Había estado encerrada por décadas con
fantasmas y monstruos. ¿Qué demonios?
—El doctor Ellis me trajo aquí. Sabía dónde encontrarme y me trajo
aquí.
—Dijiste que podías invocar fuego —dijo Aine.
—Creo que puedo. No tuve éxito, pero sentí algo cuando lo intenté.
—Eso podría ser lo que te trajo al doctor Ellis —ofreció Aine.
—Me perdiste.
—Las firmas místicas, el fuego podría ser la tuya —razonó Aine—.
Podría ser la clave para salir de aquí.
Hubo un incendio esa noche, uno que probablemente empecé,
salvándome de un monstruo que me dejó en manos de otro. No había tenido
una oportunidad, pero ¿por qué? ¿Qué demonios querían conmigo?
Pensaría en eso después de que saliéramos de aquí.
—¿Y ahora qué? —pregunté.
—Encontramos el corazón de la casa, pero tengo una pregunta. ¿Por
qué no se va tu fantasma? —preguntó Aine.
—Porque es un dolor en el trasero.
113
—No puedo.
Mi cabeza se sacudió hacia él.
—¿No puedes?
—No. Estoy atado aquí.
—Está atado aquí.
—Eso es interesante. ¿Qué hay de los tuyos? —preguntó Aine, lo cual
no tenía ningún sentido.
—No estoy seguro —respondió Tristán, pero tuve la sensación de que
no era del todo cierto.
—¿Qué dijo? —preguntó Aine.
Esto iba a volverse una costumbre muy rápido. Transmití el mensaje
del fantasma al demonio. Esta era la vida real.
—¿Quién o qué era él antes de morir? —preguntó ella.
—Nadie importante —respondió, pero una vez más, tenía la sensación
de que estaba mintiendo. Aún así, él era importante; todos eran importantes
para alguien.
—Eso no es cierto —le dije antes de compartir con Aine su comentario.
Ella tenía un pensamiento en eso, pero se lo guardó para sí misma.
—Necesitamos averiguar por qué estás aquí... ¿este lugar
específicamente?
—Estoy de acuerdo —se ofreció Tristán.
—Él está de acuerdo. Entonces, ¿por dónde empezamos? —pregunté.
Ambos respondieron al mismo tiempo.
—La sala cerrada.
Mi mente se estaba despejando porque las palabras estaban fuera
antes de que las considerara.
—Me siento atraída por ese sector.
Los ojos de Aine brillaron.
—Entonces estamos en algo. Vamos. —Ella comenzó a caminar por el
pasillo.
Sabía que el tiempo no estaba de nuestro lado, sabía que tenía que salir
de aquí, pero me preocupé por la caja de Pandora que abriríamos cuando lo
hiciera.
—Tengo un mal presentimiento —murmuré.
Tristán mantuvo el ritmo a mi lado. Vi su sonrisa antes de que
respondiera:
114 —Pero estás sintiendo algo. Ese es un paso en la dirección correcta.
—Buen punto.
Aine nos estaba esperando.
—La sala cerrada es por allí. —Señaló y luego comenzó a pavonearse—
. Sólo actúen normal. No necesitan alertar a los guardias.
¿Guardias? No quería saber.
—Lo normal destaca aquí —corregí y luego agregué—: Está bloqueado.
¿Cómo vamos a entrar?
—Soy más de un minuto a minuto, soy una chica que vive en el
momento, así que cruzaremos ese puente cuando lleguemos a él.
Puse los ojos en blanco porque ese comentario tan ridículo.
—Vamos a estar en ese puente en unos dos minutos, por lo que ahora
sería un buen momento para comenzar a pensar en cómo abriremos la
cerradura.
—¿Puedes flotar por la puerta y desbloquearla desde adentro? —
preguntó Aine. Como idea no fue mala.
Juro que Tristán puso los ojos en blanco.
—Ves demasiadas películas. No funciona de esa manera; además, es
un candado y una cadena, no una cerradura de puerta.
Compartí eso con ella, pero no se me escapó que estaba caminando por
el pasillo con un demonio y un fantasma y esto era real. Debía estar
enloqueciendo; la realidad era incluso más loca que mis imaginaciones.
Aunque no lo estaba. No tenía miedo, ni de ellos, ni de esta nueva realidad,
ni siquiera de la muerte. La muerte era el final al que todos nos enfrentamos,
el camino hacia ese fin era la vida, y yo iba a tener una. Finalmente.
—¿Qué pasa si estamos equivocados acerca de la sala cerrada? ¿Y si
ese no es el secreto de lo que me retiene aquí?
Tristán se puso serio cuando dijo:
—Entonces se acabó el juego.
Aine se dio la vuelta.
—No estamos solos.
Sentí la malicia de Bart antes de girarme para verlo merodeando por el
pasillo detrás de nosotros.
—¿A dónde diablos crees que vas?
Aine se puso entre Bart y yo.
—No la alejarás de mí —susurró.
115
—La quieres... entonces ven y búscala. —Pensé que eso era
extraordinariamente valiente considerando que él se alzaba sobre ella. Me
quedé recta, porque en el siguiente segundo, ella se transformó y no en un
ratón. Me quedé boquiabierta cuando la pequeña mujer creció a unos dos
metros de altura, su piel se volvió gris, sus pies se convirtieron en pezuñas,
apareció una cola y alas y el verde de sus ojos se volvió rojo. No es igual que
la criatura de mi habitación y el patio, pero similar.
Bart se lanzó y ella lo arrojó como una mosca. Él voló por el aire, se
estrelló contra la pared y aterrizó en un montón en el suelo. Se sacudió y se
puso de pie, pero fue la sonrisa malvada que curvó sus labios lo que me hizo
temblar. Fue a por Aine de nuevo, pero esta vez, mientras se movía, cambió
a una de esas grotescas criaturas que me perseguían a través de los años.
Ellos eran reales. Eso causó enojo, un fuego se encendió en la boca de mi
estómago para saber que me estaba provocando incluso cuando no lo sabía.
Aine lo señalo; se encontraron en el aire; el sonido cuando chocaron sus
cuerpos sacudió la sala. Se giraron, arañando y mordiendo. Aine salió
volando; su cuerpo golpeó la pared, desmoronando el yeso. Se sacudió y fue
por él de nuevo. Ellos lucharon y Aine volvió a caer. Ella era fuerte, pero
Bart era más fuerte.
—No puede hacerlo. Él es demasiado fuerte. Necesitas invocar el fuego.
—No creo que pueda.
—Tienes que intentarlo.
Tratar de concentrarme cuando estaba aterrorizada era difícil. Seguí
perdiendo el enfoque mientras escuchaba los sonidos de Aine. La estaba
lastimando, matándola. Cada vez que sentía ese pulso dentro de mí como lo
había tenido esa noche en mi habitación, otro sonido de Aine me hacía
perder el enfoque.
—No puedo. Tristán, la está matando.
Los sentí antes de verlos. Dos cuervos vinieron volando por el pasillo.
Aine voló, golpeando la pared con fuerza cuando se desplomó. Bart se volvió
hacia los recién llegados. Tristán y yo corrimos hacia ella, pero su atención
estaba en los cuervos. Ella realmente sonrió.
—Ya es hora.
No lo entendí hasta que los cuervos se convirtieron en enormes bestias
negras.
—¿Qué son? —Estaba asombrada y aterrorizada al mismo tiempo.
—Son perros del infierno.
—¿Pero qué demonios es él? —preguntó Tristán, pero fue el temblor en
su voz lo que llamó mi atención. Parecía que acababa de ver un fantasma.
Sin bromear.
En segundos, los perros del infierno habían destrozado a Bart. Los
116 sonidos que hizo cuando murió hicieron que mi sangre se convirtiera en
hielo en mis venas.
—Tenemos que irnos. Ellis estará justo tras él.
—Todavía no sabemos cómo abrir la puerta —nos recordó Tristán
mientras ayudábamos a Aine a levantarse.
No sabía qué era, determinación, esperanza, tal vez solo era rabia, pero
esa chispa se encendió y luego creció. Sentí que el fuego corría por mis
venas, como una limpieza... un bautismo. Aine dio un paso atrás, al igual
que Tristán. Llegué a la puerta y rodeé la cerradura con mi mano. Concentré
la quemadura que corría a través de mí hacia mi mano, se calentó, se hizo
más ardiente... el hierro de la cerradura cedió, se derritió y goteaba entre
mis dedos al suelo. ¿Lo había hecho antes, o no? No fue una sorpresa que
empecé a temblar. ¿Qué me estaba pasando?
—Mierda. —Había un toque de reverencia en la voz de Aine—. El fuego
es definitivamente tu firma. A ver que hay ahí.
Se paró delante de mí; sentí precaución en ella, sentí que me estaba
protegiendo. Antes de que pudiera preguntarle sobre su extraño
comportamiento, golpeó y con tanta fuerza que casi me puse de rodillas.
Esta sala no carecía de emoción. Estaba rebosando con ella, y todo eso,
cada parte me pertenecía. Mis ojos ardían mientras las lágrimas rodaban
por mis mejillas. Este lugar no era un hospital; era un hogar. Mi hogar.
No podía recordar la vida que contaban las imágenes en las paredes,
pero recordé la silla junto a la chimenea, la grieta en el azulejo de la repisa.
Pude ver el papel tapiz, el damasco azul oscuro que una vez había cubierto
estas paredes. Podía oler el olor de la hierba del verano mientras la brisa
soplaba a través de las ventanas. Me dolía el corazón; Había vivido aquí,
había amado este lugar, y había perdido aquí. Caminé hacia las fotos, pero
como en mi sueño, no podía verlo. Su imagen era borrosa, al igual que mis
recuerdos, pero sabía que él había sido real. Esto había sido una vez real.
—Este fue mi hogar hace mucho, mucho tiempo —susurré. Como en
mi sueño, besé mi dedo y lo apreté contra su imagen.
—Realmente desearía que no hubieras hecho eso. —El doctor Ellis
apareció en la puerta, siniestro.
La ira estalló en mí mirando a mi captor.
—¿Por qué me encerraste?
—Para sacarte del juego.
—¿Que juego?
Se rio, pero no fue un sonido agradable.
—No te lo voy a decir.
117 —¿Quiénes eran esas personas cuando yo era un niña? ¿Por qué
intentaron matarme?
La sorpresa vino de él antes de que dijera:
—Aún no lo recuerdas. Bien.
—¡Dime!
Sus ojos se volvieron amarillos.
—No.
—¿Qué eres? —exigí.
Le restó importancia.
—No es importante. —Intentó ser indiferente, pero estaba asustado. Lo
leí y entendí por qué.
—El aguacil es parte de esto, y lo dejaste entrar. —Mierda, en realidad
todo estaba relacionado. La expresión del Dr. Ellis cambió, ese miedo llegó
a través de ahora—. Lo arruinaste. Tu arrogancia se interpuso en el camino.
—No pude evitar estudiarlo porque este no era el hombre jovial que había
llegado a conocer. Tenía que darle crédito. Era un actor destacado—. A quien
sirves no está feliz.
Podía oler su miedo ahora.
Como Aine había hecho, justo ante mis ojos, el doctor Ellis cambió,
cambiando a uno de los seres grotescos como Bart.
—Realmente fue todo una ilusión, con la intención de meterse con mi
cabeza.
—¿Por qué luchar para mantenerte aquí cuando tu propia mente podría
hacer eso por nosotros? —Fue tan extraño escuchar la voz del doctor Ellis
saliendo de la boca de la horrible criatura que estaba ante mí—. Toda mi
existencia la he pasado navegando por la mente humana. Es una cosa
fascinante, más poderosa de lo que la gente sabe, capaz de hacer cosas
fantásticas. El trabajo de mi vida cambiará todo. No voy a dejar que nada se
interponga en el camino y ciertamente no tú.
¿De qué demonios estaba hablando?
—Fue un riesgo retenerte. Les dije que este lugar no lo haría, incluso
con los encantamientos. Eres demasiado fuerte, pero ellos no escucharon.
Creía que un pájaro en la mano valía dos en el monte.
Fue impactante darme cuenta de que mi médico no solo era
sobrenatural, sino que también estaba tan enojado como el sombrerero.
—Quería matarte la noche del fuego.
Un escalofrío me recorrió al escuchar a un hombre que conozco la
mayor parte de mi vida hablando tan descuidadamente de matarme.
—Ellos intentaron matarme.
118
Su cabeza se giró hacia mí, y de nuevo hubo esa sorpresa.
—No podemos. Por mucho que me duela, eres parte de la ecuación.
—¿Qué ecuación? —La idea de que estaba conectada de alguna manera
con él me enfermó.
Parte de su arrogancia regresó.
—No lo sabes, bueno, por supuesto que no, o no estarías aquí. —
Parecía irritado por todo el tema.
—¿Qué significa eso?
Ignoró eso y se dirigió a la puerta.
—Nos vamos.
—Me voy, pero no contigo.
—No hagas esto más difícil de lo que debe ser, Ivy.
No escuché su amenaza porque lo sentí. No sabía si era real, pero quería
que fuera real, quería que él fuera real.
—Déjalos entrar —susurró Aine.
Fue entonces cuando sentí a los demás. No sabía cómo lo hice, tal vez
la parte de mí que recordaba, la parte de mí vinculada a él, pero los dejé
entrar; el poder se encendió y la realidad cambió.
Ellis también lo sintió, y si una criatura como él pudiera sonreír, esa
era la expresión espantosa en su cara grotesca antes de que se burlara.
—Que comience el juego.
Aparecieron criaturas, procedentes de la madera, criaturas que se
parecían al doctor Ellis... una escena que había previsto en uno de mis
sueños.
Aine se puso delante de mí y, sorprendentemente, también Tristán. El
cabello en mi nuca se erizó unos segundos finales antes de que me rodearan.
Había al menos cincuenta de ellos, los tipos más grandes y temibles que
había visto, pero solo tenía ojos para él. Nuestras miradas chocaron; ojos
grises como tormenta miraron desde un rostro que conocía; incluso sin
recordarlo, lo conocía. Las lágrimas brotaron, la emoción tan fuerte me hizo
contener un sollozo. Él era real. Casi caí de rodillas, débil al darme cuenta
de que era real. Mi boca se abrió, aunque no sabía lo que quería decir. Casi
me arrojé a sus brazos, desesperada por sentirlos a mi alrededor otra vez.
Mi corazón se retorció en agonía cuando me di cuenta de que no había
reconocimiento en su mirada. Había soñado con él toda mi vida, tenía una
conexión con él que no entendía, pero no me recordaba. Era como clavarte
un cuchillo al corazón, torciéndolo para sacar el dolor. Cerré los ojos y tomé
ese golpe, sufrí la pérdida de él otra vez cuando acepté que no éramos esas
personas; su historia, su amor había sido una vez, hace mucho tiempo.
119
Curvó sus labios alrededor de sus dientes que parecían inusualmente
agudos antes de centrarse en el doctor Ellis y su banda de criaturas. Él no
dijo una palabra, pero su equipo se lanzó. Aparecieron más de los secuaces
del doctor Ellis, saltando a la acción y tratando de luchar contra los recién
llegados para alcanzarme.
—Van a seguir viniendo. Puedes detenerle —alentó Tristán—. Convoca
el fuego.
Justo entonces él rugió cuando una de las criaturas lo cortó en el
pecho.
No fue rabia, sino el amor lo que provocó en mí. Su historia había
terminado, pero para todas esas historias de amor que aún no se habían
escrito, para todos los sueños que aún no se habían soñado, cerré los ojos,
usé esas emociones y sentí la agitación en mis entrañas y esa puerta en mi
mente se abrió un poco más.
122
Vaciló, el significado de caminar más allá de la cerca la hizo detenerse
y luego ella cruzó la línea invisible. Había una inocencia en ella, una
ingenuidad al mirar a su alrededor con asombro, como si fuera la primera
vez que veía el mundo. Tal vez lo era.
Se giró para mirar detrás de ella, y pensé que estaba hablando con el
demonio, pero se dirigió a alguien más. Tristán.
—¿Funcionó? —preguntó ella. Su sonrisa fue suficiente respuesta
antes de que dijera—: Bien.
En la cima de la colina estaba lo que quedaba de un árbol viejo, solo el
tocón que estaba podrido y en descomposición. Se dejó caer de rodillas, justo
al lado del muñón, con las manos enroscadas en la hierba, con la cabeza
baja y los hombros temblando. No sabía cuánto tiempo lloró o gimoteó, pero
incluso sentí un ardor detrás de mis ojos por la profundidad de su dolor.
Se puso de pie. Tomó esfuerzo, pero se apartó de esa parte de su
pasado. Levantó la vista y respiró profundamente. Cerró los ojos y comenzó
a soplar una brisa, una que creció hasta que las ramas de los árboles
cercanos se doblaron y se sacudieron. Abrió los ojos y el fuego volvió a bailar
en ellos.
—Algo está viniendo. Tenemos que estar listos.
—Entonces, ¿qué pasa ahora? —preguntó el demonio.
—Espero al alguacil.
—¿Estás segura de que vendrá? —El demonio sonaba escéptico.
—Sí.
—¿Cómo explicar esto? —Brock preguntó.
—No lo haré. Él es parte de esto.
—¿Quién eres? —Brock preguntó.
No respondió de inmediato, como si estuviera buscando internamente
para eso.
—No lo sé. El doctor Ellis me impidió recordar. —Sus ojos se movieron
hacia el demonio y sonrió—. Está regresando, sin embargo. Ésta... —Ella
miró a su alrededor—. Ésta era mi casa.
—¿Dónde vivirás ahora? —preguntó el demonio—. Tengo una cabaña.
—Se quedará con nosotros. —Las palabras salieron antes de que
supiera que quería decirlas, pero todo en mí sabía con absoluta certeza que
estaba aquí, mi equipo estaba aquí, para protegerla. Miré al demonio—.
Deberías quedarte en la casa también. Es seguro.
—Está bien, pero el aguacil tendrá que llevarla a algún lugar y dejarla
en una casa con un montón de chicos que llegaron a la ciudad, una parte
de esto o no, no le gustará.
123
—¿Pero vivir con un demonio le gustará? —Brock desafió.
El demonio fulminó con la mirada a Brock.
—Él no lo sabe, ¿verdad? En lo que a él respecta, soy hija de una
enfermera que trabajaba en el hospital. Una que animó a Ivy a buscarme
después de que ella se fuera.
Brock abrió la boca para hablar y luego volvió a cerrarla.
—Esa es realmente una buena historia.
—Lo sé.
La atención de Ivy cambió.
—Ya viene.
Mi equipo se movió, y la cabeza de Ivy se movió hacia mí.
—No nos vamos, solo nos esconderemos.
Se relajó notablemente.
—Estoy fuera. Te veré pronto —dijo el demonio antes de que
desapareciera.
Ivy caminó hacia la puerta, girando su cabeza hacia mí cuando la
alcanzó, antes de que desapareciera dentro.
De ninguna manera nos íbamos de su lado. Quienquiera que ella fuera,
su poder nos convocó aquí. Estaba seguro de que no éramos los únicos.
Ivy
Mis dedos recorrieron las paredes, el encantamiento roto. Viejo,
descuidado y olvidado, pero aquí había belleza. Se quedó, en los tapices y
los pisos; incluso las piedras estaban saturadas por lo que una vez había
sido. Caminé hacia las fotos. Fueron solo momentos, momentos simples...
un día en la playa, paseos a caballo, bailes. Una vida vivida. Se hizo más
viejo en las fotografías, los signos de la vida se mostraban en su rostro, el
enrojecimiento y el adelgazamiento de su cabello, la flexión de su cuerpo
alto y la paralización de sus manos. No lo recordaba, y aun así, me dolía.
Ella había tenido el honor de estar allí por todo eso.
Caminé por el pasillo hasta la biblioteca improvisada que había visitado
a diario. Realmente era una biblioteca. Los viejos libros de cuero estaban
gastados, el polvo era tan espeso que no podías distinguir los títulos.
Estanterías alineadas en las paredes, piso a techo. ¿Habían leído estos
libros, se habían sentado en el pequeño sofá junto a la chimenea? ¿Había
124
apoyado la cabeza en su regazo, le había acariciado el pelo? Mis ojos ardían.
¿Hace cuánto tiempo había sido? ¿Qué le había pasado a este lugar? ¿Qué
le había pasado a ella? ¿Fui humana? Envejecí, y sangré. No era la misma
mujer en las fotos, pero ella también se demoró, enterrada profundamente.
Si cerraba los ojos, podía sentirlos, su alegría, su risa, su dolor, pero, sobre
todo, su amor.
Bain no era el hombre de las fotos, pero era parte de ese hombre. Fue
por eso que lloré antes, porque lo que había sido realmente se había ido.
Quizás así era como se suponía que era... un momento en el tiempo. Fue lo
que hizo que su historia de amor fuera tan hermosa, porque no fue eterna...
frágil y finita. Deseé tener esos recuerdos.
Tal vez era el momento o el lugar o un pedacito de ella extendiéndose,
pero vi el recuerdo como si lo estuviera viviendo.
El olor de la ambrosía flotaba en el viento. Nubes blancas como grandes
bolas de algodón salpicaban el brillante cielo azul. El templo se sentó solo en
una colina a sí mismo.
—¿Sabes lo que estás haciendo? Hay reglas por una razón.
—Son reglas obsoletas. No las seguiré.
—No sabes lo que podrías ocasionar. ¿Realmente vale la pena el
problema que podría seguir?
—¿Cómo podría algo feo venir de algo tan hermoso?
—Un balance, hija mía. No se puede tener algo bello sin crear lo contrario.
—Si ese es el caso, el daño ya está hecho porque lo amo.
—El amor es un concepto humano.
—Esposo, sabes que eso no es cierto. Hija, ¿lo amas lo suficiente como
para dejarlo ir?
—Tendré que dejarlo ir. Incluso ahora me está dejando. Lo hace desde
el momento en que lo conocí. Cada línea en su cara, cada cabello gris es un
recordatorio de que nuestro tiempo es corto, solo un momento en mi muy, muy
larga vida, pero él abrió mis ojos y me mostró una belleza donde nunca la vi.
Hablas de los humanos como si estuvieran por debajo de nosotros, pero son
magníficos. No tienen un para siempre. Desde el momento en que nacen, se
están muriendo, y aun así, viven cada día con exuberancia y esperanza.
Tienen pasión y convicción, lo suficiente como para estar dispuestos a luchar
y morir por lo que creen. En una vida que es tan corta, no temen a la muerte.
Viven y aman y mueren, y es hermoso. Podríamos aprender mucho de ellos.
Lo amo, lo amaré siempre, y llevaré la memoria de él conmigo, un hermoso
recordatorio de lo que nunca supe que existía y pasará la eternidad
desaparecido. Sí, lo amo lo suficiente como para dejarlo ir, pero lo sostendré
con ambas manos durante el tiempo que tenga con él. Malditas sean las
125 consecuencias.
Salté de la visión, mi pecho apretado mientras trataba de respirar.
Estaba empezando a darme cuenta de lo que había hecho, pero había una
parte de mí que incluso sabiendo cómo terminaría, lo habría hecho de
nuevo. Apareció el niño pequeño, el de la sala cerrada. Su cabeza se inclinó
hacia atrás, sus ojos grises mirando directamente a los míos. Susurró algo.
Me puse de rodillas. Sus manos tocaron mi cara, una en cada mejilla. Su
toque era frío, pero se sentía cálido cuando se filtraba por debajo de mi piel.
Bajé la cabeza y él sonrió, la vista me golpeó justo en el pecho.
—Tienes que recordar ahora.
129
—La vida es un equilibrio, pero ese equilibrio está mal.
—Lo que viene está arruinando el equilibrio.
Se volvió hacia mí y, aunque era joven, había algo atemporal en su
expresión, algo casi de otro mundo.
—Sí.
—¿Cómo lo restauramos?
Parecía dolida; sus ojos se volvieron brillantes.
—Reiniciándolo.
—¿Cómo?
Se secó los ojos.
—No recuerdo, pero lo haré.
Parecía una responsabilidad tremendamente grande puesta sobre los
hombros de alguien tan joven. No dije mucho y en cambio dije:
—Mientras tanto... —Miré alrededor de la habitación—. No puedes
quedarte aquí. Necesitamos encontrarte un lugar.
—Tengo un lugar, pero primero debemos detenernos por una amiga.
—Pensé que no tenías amigos.
Sonrió.
—Yo también lo pensé.
—Está bien, pero necesito informar esto. —Miré a mí alrededor y dejé
escapar un suspiro—. ¿Cómo diablos escribo este informe?
—No lo hagas —respondió Cyril—. No pudimos conectar los puntos en
nada de esto, en Ellis, este lugar... —Su mirada se dirigió a la señorita
Blackwood—, ni siquiera a ella. No hay nada que explicar porque no
existen... nada.
—Pero ella está parada allí.
—Aún no sabemos quién es ella, así que, por ahora, nos reagrupamos
y nos preparamos.
—¿Para qué nos estamos preparando? —Ninguno de los dos tenía una
respuesta—. No estoy seguro de estar listo para escuchar la respuesta a eso
de todos modos. Vamos a acomodarte. —Me quité el sombrero y arrastré mis
dedos por mi cabello. Esther había dicho que a quien necesitaba estaba
cerca. Mirando a la señorita Blackwood, tenía la sensación de que ella tenía
razón. Dejando caer el sombrero sobre mi cabeza, me dirigí a la señorita
Blackwood—: ¿Quién es tu amiga?
—Aine Wolfhart.
—Vamos a ver a esta Aine Wolfhart.
130
Ivy
Sentada en la parte trasera del auto patrulla, cerré mi puño en mi ojo
de tigre. ¿Quién era el niño? No recordaba a un niño. Habría recordado un
niño; en algún nivel, lo habría recordado. Miré hacia afuera. Él estaba en lo
correcto; necesitaba recordar. Mi mirada cambió cuando mis manos
temblaron con nervios y emoción. Fue difícil no presionar mi cara contra el
vidrio, y los sentimientos... Fui con ellos. Una niña con un vestido rosa llamó
mi atención; ella sostenía la mano de su papá y tenía una gran piruleta en
la otra. Una pareja caminaba del brazo, con las cabezas cerca mientras
hablaban. Un hombre vestido de negro esperaba en la esquina, con un
paraguas en la mano, aunque no había una nube en el cielo.
—Alguacil, ¿podría por favor detener el auto?
Nuestros ojos conectaron en el espejo retrovisor.
—¿Estás bien?
—Por favor.
Se detuvo, salió y me abrió la puerta. Salí a la acera y no pude detener
las lágrimas que rodaban por mi cara. Me di la vuelta en un círculo, mirando
todo, sintiendo todo... los aromas picantes de los restaurantes, el olor de
todos los cuerpos y el estiércol de los caballos que había sido dejado en las
calles. Los colores, los sonidos de una banda de música tocando, la emoción,
la excitación, incluso la embriaguez me llegaban desde todas las direcciones.
Caminé por la calle, mis dedos rozaban los ladrillos de los edificios. La gente
se reía y hablaba; ladró un perro. Una maceta de flores caía en cascada de
color. Me tomé un minuto para olerlos. Los restaurantes con sus grandes
ventanales abiertos se llenaron mientras los clientes comían, se reían y
bebían. Un taxi sonó, un motociclista gritó, un avión voló por encima.
—¿Ivy?
—Es maravilloso. —Y lo era. La humanidad en toda su gloria y bajo
todo eso fue el pulso de la magia. Un escalofrío se apoderó de mí, porque
debajo de toda la belleza había algo siniestro que empujaba para entrar.
La gente pasaba con bebidas congeladas en una variedad de colores.
Mi boca se hizo agua.
—Por supuesto. —El alguacil miró a su alrededor, observando lo que
era—. Ésta es la primera vez que ves todo esto. ¿Querrías probar un beignet?
No escondí mi emoción.
—¿Está el Café du Monde cerca?
131
—¿Sabes sobre el Café du Monde?
—Lo leí.
Tomó mi codo, hizo un gesto con la mano.
—Está justo al final de la calle, pero incluso si no estuviera, iríamos.
—Podría tener un beignet y un poco de café de achicoria —dijo el
ayudante—. No desayuné ni comí. —Él me miró—. ¿Has pensado en lo que
vas a hacer ahora?
—Repetidamente a lo largo de los años. Me gustaría un trabajo, un
apartamento. Me gustaría encontrar algo parecido a una vida.
—¿Y qué hay de lo que viene? —preguntó el ayudante.
—Lo que venga, siempre que venga, nunca he tenido una vida.
Realmente me gustaría tener una.
—¿Por qué te llevaron? —preguntó el aguacil.
—Para mantenerme fuera de esto.
—¿Fuera de qué?
—El juego. —Quería más; No estaba lista para darle más. Necesitaba
averiguarlo primero—. Sé que necesitas más de mí y te diré lo que sé, pero
ahora mismo, realmente me gustaría experimentar un beignet en compañía
del alguacil y su ayudante en esta ciudad tan colorida.
—Josiah —corrigió. Él asintió a su ayudante—. Y Cyril. —Llegamos al
Café du Monde; había una línea, fue mi primera vez parada en una línea.
Me sentí casi mareada. Josiah ofreció—: Creo que puedo ayudarte con un
trabajo. Mi esposa trabaja en Hunter’s Moon. Siempre están buscando
ayuda de verano.
—¿Hunter’s Moon?
—Es una tienda de artesanía, en su mayoría joyas. Si te interesa, le
preguntaré.
El alguacil Josiah era un buen hombre.
—Creo que me gustaría mucho.
—Entonces le preguntaré.
Cyril fue a pedir mientras el aguacil y yo buscábamos una mesa.
Cuando un plato de tres golosinas fritas cubiertas de azúcar en polvo se
colocó frente a mí, simplemente lo miré porque el olor que venía de ellas era
divino.
—Cómelos mientras estén calientes. Saben mejor de esa manera —
alentó Josiah.
132 Estaban ligeramente grasientos al tacto, el aceite aún estaba caliente.
Le di un mordisco y mis ojos se pusieron en blanco. El beignet en sí era
crujiente por fuera, ligero y esponjoso por dentro. No era demasiado dulce;
El dulce venia del azúcar. Fue una fiesta en mi boca.
—Supongo que te gusta por como reaccionas —bromeó Josiah.
—La comida que he comido toda mi vida solo puede llamarse comida
en el sentido académico. Esto es delicioso.
—¿Quién es Aine? ¿Cómo la conoces? —Siempre el aguacil, no pude
evitar la sonrisa.
Jugué con el azúcar en mi plato.
—Me ayudó a salir.
—Supongo que ella no se limitó a pasear.
—No.
—Entonces, es diferente. —Su forma de decir sobrenatural.
—Sí.
Tenía otras preguntas, pero no me bombardeó con ellas. Terminamos
nuestras golosinas y regresamos al auto. En el camino, vi al hombre de
negro otra vez, escondido en las sombras, por lo que no pude ver su rostro,
pero sentí sus ojos en mí antes de que se diera la vuelta y se alejara.
—¿Estás bien? —preguntó Josiah porque había dejado de caminar,
todavía mirando hacia la calle al hombre que ya no podía ver.
—Sí. Estoy bien.
Me sacudí y subí al auto. Unos minutos más tarde, llegamos a casa de
Aine.
Josiah y yo miramos el edificio de Aine. Pensábamos lo mismo cuando
dijo:
—Un ser sobrenatural que vive en un edificio de tres pisos.
Ésa era una frase divertida. Podía sentir la emoción de Aine y me
sorprendió que esperara a que llamáramos antes de abrir la puerta.
—Oficiales.
Mirando más allá de ella, el lugar era austero. Tenía algunas bolsas
empacadas, pero apostaría dinero a que estaba invadiendo el lugar. ¿Cuánto
tiempo había estado haciéndolo? Sentí la duda del alguacil; Estaba
pensando lo mismo. O bien, podría estar reaccionando a su traje de cuero
ceñido. Antes de que pudiera compartir que el sheriff ya sabía que algo de
otro mundo estaba pasando, la expresión de Aine cambió ligeramente antes
de que se convirtiera en el personaje.
—Ivy, Ivy Blackwood. Oh, Dios mío, no puedo creerlo. —Me abrazó, tan
fuerte que todo el aire salió de mis pulmones—. Mamá no lo creerá.
133
—Lo saben.
Aine entrecerró los ojos antes de dar un paso atrás.
—¿Lo saben?
—Es un brujo —dije de Cyril.
El alguacil se quedó quieto como una piedra, su mirada se desplazó a
su ayudante.
—¿Eres un qué?
—Lo delataste —dijo Aine, sus ojos brillando con malicia.
—Nos ocuparemos de eso más tarde —respondió Cyril—. ¿Dónde te
estás quedando?
Las palabras salieron de su boca cuando se abrió la puerta, y Bain
entró.
—Conmigo —anunció.
El alguacil estudió a Bain, miró a su ayudante y luego murmuró:
—Necesito una bebida.
—Mis cosas están empacadas, pero estoy segura de que te gustaría
quitarte esa ropa, Ivy.
Miré hacia abajo a mi ropa.
—Me gustaría.
Se dirigió a Cyril.
—¿Por qué no tomas esas bolsas? —Ella tomó una—. Tomaré esto. —
Me llevó a la habitación en la parte de atrás, se dejó caer al suelo y abrió la
bolsa—. Lo sentiste. Antes, lo sentiste primero.
Ella se presentó caprichosa, pero Aine era astuta.
—Sí.
Dejó de buscar en sus cosas.
—Él es el que está en las fotos.
—Una versión de él —le aclaré.
—¿Te acuerdas?
—¿Su historia? —Caminé hacia las ventanas y miré hacia la ruidosa
ciudad, lo hice porque dolía. No lo recordaba pero aun así dolía.
—¿Su historia? ¿No son ustedes?
—Ya no. Y no me acuerdo. Ojalá lo hiciera, pero no lo cambiaría. De las
imágenes, de lo que perdura, tenían lo que me imagino que mucha gente
busca. El horror no los contaminó; no fue creado por las circunstancias.
134 Fueron solo dos almas que se encuentran y hacen una vida.
Ella se secó los ojos.
—Los envidio.
Yo también lo hacía, pero su historia había terminado. Nada de lo que
pasaba ahora podía tocarlos y eso me hacía feliz. Ella comenzó a buscar a
través de su bolsa de nuevo. Le pregunté:
—¿Cuánto tiempo has estado aquí?
—No mucho.
Eché un vistazo alrededor del apartamento vacío.
—No vives aquí.
Parecía tímida.
—No, pero antes de entrar en Misty Vale, necesitaba un lugar.
—¿Quién te metió en Misty Vale?
—Creo que tienes suficiente con lo que lidiar; además, no le gustará
que arruine su entrada.
—Bueno, quienquiera que sea, estoy agradecida.
El afecto se movió sobre su cara antes de que dijera:
—Los hombres están esperando. —Sacó un conjunto similar al que
llevaba puesto.
—No creo que esté lista para vestirme como... —Agité mi dedo en su
dirección—. Eso.
—Es cómodo, pero más es bueno en una pelea.
—No estoy planeando meterme en una pelea. Solo quiero instalarme en
el lugar de Bain, entonces quizás mirar alrededor de la ciudad.
Ella realmente dejó escapar un suspiro antes de comenzar a buscar en
su bolsa de nuevo. Pantalones cortos, tan cortos que no estaba segura de
que pudieran llamarse pantalones cortos que cayeron sobre el cuero.
—¿No tienes vaqueros y una camiseta? —pregunté.
Otro resoplido, pero los vaqueros y una camiseta blanca aterrizaron
sobre los pantalones cortos.
El pantano era su propio pequeño mundo, un ecosistema que se
mantenía a sí mismo. Fue magnífico. El agua onduló cuando un caimán se
sumergió debajo de la superficie. Un búho aulló en un árbol cuando una
135 grulla se sumergió en el agua buscando la cena. La humedad colgaba en el
aire, humedeciendo mi piel. El lugar de Bain era una finca a orillas del
pantano. Era hermoso, completamente oculto por los árboles y la hierba
larga. Había algo romántico sobre el escenario.
—Te mostraré tu habitación —ofreció Bain.
—Te mostraré la tuya. —Brock fue mucho menos cortés cuando le dijo
eso a Aine. Ella le arrojó la bolsa.
Llegamos a mi habitación y Bain sostuvo la puerta.
—Estoy justo al otro lado del pasillo, Brock está dos puertas abajo, Aine
está justo a tu lado.
Miré alrededor. Era tan diferente de lo que conocía. Abrumada, no
respondí con palabras, solo asentí con la cabeza. Pareciendo entender, dijo:
—Estaré abajo. —Cerró la puerta detrás de él.
Las paredes estaban pintadas de un verde suave. Los pisos eran de
madera oscura. La cama era enorme, cubierta de una extensión verde
cazador. Había un televisor de pantalla plana en la pared, una caja
electrónica debajo. Las puertas francesas conducían a un balcón que daba
al pantano. Salí, inhalé el aire fresco y resistí la tentación de pellizcarme
porque no podía creer que estuviera aquí.
Tenía preguntas que me molestaban, como si consideraba por cuánto
tiempo me retenía, el doctor Ellis no hizo tanta pelea para retenerme. Sabía
que era por mí lo que estaba sucediendo, incluso sin estar segura de los
detalles. Eso me destruyó. Y el doctor Ellis, ¿cuál fue su papel? ¿Alguno de
ellos era real o todavía estaba en mi habitación drogada de mi cabeza?
Si esto era una alucinación, quería quedarme un rato. Nunca una
visión había sido tan visceral. Esos beignets eran increíbles; Las vistas de la
ciudad se sentían tan reales, la pulsación de mi sangre cada vez que Bain
estaba presente despertaba sentimientos familiares y embriagadores.
No era una coincidencia que él estuviera aquí. No éramos las mismas
personas, pero todavía estábamos vinculados, el alguacil también. Aine fue
enviada a ayudar y por alguien lo suficientemente poderoso como para
atravesar la magia que me había mantenido atrapada. ¿Quien?
Aparecieron los cuervos, acomodándose a mi lado en el balcón. Toqué
las plumas negras acariciando su pecho. Perros del infierno. ¿Había sido
real? ¿Cómo tenia perros del infierno cuidándome? Pero lo eran, lo habían
sido por un tiempo. Había una parte de mí que pensaba que realmente
estaba loca, pero fuera lo que fuera, tenía la intención de disfrutarlo. Se
avecinaba una guerra, la muerte me pisaba los talones. En el fondo sabía
cómo terminaría, pero antes de eso, quería experimentar un poco de lo que
me había estado perdiendo.
Miré la ropa de Aine. Necesitaba ropa para mí. Tal vez Aine y yo
136
podríamos ir de compras; por supuesto, no tenía dinero. Necesitaba un
trabajo. Eso era lo primero, conseguir un trabajo. Le preguntaría a Josiah
si él podría preguntarle a su esposa pronto.
Bajé las escaleras siguiendo el sonido de las voces. Josiah paseaba por
la sala de estar. Se sentía como yo... era mucho para asimilar. No había
duda de que los seres en la habitación eran más que humanos, un sonido
de magia palpitaba en el aire.
Había una anciana entre ellos. Tan pronto como entré, sus ojos color
whisky se posaron en mí.
Cyril hizo las presentaciones.
—Esta es mi abuela, Esther.
Cruzó la habitación, sus viejas manos tomaron las mías.
—No te vimos. Estabas bloqueada. —Su cabeza se inclinó—. No sabes
quién eres.
Mi pulso se aceleró.
—¿Usted sí?
—No. —Me estudió por un minuto, aunque no pude leerla—.
Consultaré a los Ancestros.
—¿Los Ancestros? —preguntó el alguacil mientras miraba a Cyril—.
Usted los ha mencionado. ¿Realmente puede comunicarse con ellos? —le
preguntó a Esther.
—En un sentido. Dejan pistas, y sé cómo leerlas.
—¿Pero no vieron a la señorita Blackwood?
—Estaban bloqueados.
—¿Por quién?
—No lo sé.
El alguacil estaba frustrado, pero lo mantuvo para él.
—¿Algo está viniendo? ¿Podría haber sido eso?
—Posiblemente, pero no estoy segura de que fuera el mal lo que nos lo
impidió. Se siente diferente.
Miró alrededor tan confundido como yo, pero siguió adelante.
—¿Qué viene? —preguntó.
Parecía grave cuando dijo:
—El mal.
—¿Cuando?
—Ha sido profetizado por generaciones y esa profecía ha comenzado,
pero no lo sé. Podría ser mañana; podría ser dentro de unos años, pero lo
137
será en esta vida.
El alguacil se frotó el cuello.
—Supongo que no estás diciendo mal general, intangible, estás
hablando de una manifestación del mal.
—Puede tomar muchas formas, pero sí.
—Y viene aquí, a Nueva Orleans. ¿Por qué?
—Creo que es una discusión que es mejor guardar para más adelante.
Josiah me miró y, aunque no le gustaba, podía verlo apartándolo.
—Definitivamente estoy fuera de mi área de especialización, pero tengo
una ciudad que proteger. Demonios, todavía estoy investigando la muerte
de tres niños, todos los cuales tienen una conexión con lo sobrenatural. —
Eso le llamó la atención de todos—. Y al decir eso en voz alta entiendo por
qué me miran así. —Se pasó una mano por la cabeza antes de murmurar—
: No puedo creer que haya dicho esa frase con una cara seria.
—¿Sobrenatural? —preguntó Esther.
—Podemos entrar en eso más tarde. Ivy ha tenido suficiente por un día.
—Bain no dejó espacio para la discusión. Por dentro, sonreí porque no
éramos las mismas personas, y aún así, había una conexión, algo de lo que
quedaba. Una razón muy personal para luchar contra lo que venía.
—Me imagino que tienes curiosidad por ver la ciudad —adivinó Esther.
—Sí. Vi algo de eso esta tarde. Tuve un beignet. Estaba delicioso.
—Bueno. Es importante para ti experimentarlo, caminar entre la gente
de Nueva Orleans —dijo.
Josiah se veía extraño, pero considerando todo lo que había aprendido
hoy, lo estaba manejando sorprendentemente bien.
—En muchos sentidos, me siento como tú, confuso, enojado y
asustado. Lo resolveremos. —Miré alrededor de la habitación—. Juntos, lo
resolveremos.
Caminé con el alguacil a su auto. Cyril se quedó atrás para acompañar
a su abuela a casa.
—¿Podrías preguntarle a tu esposa sobre el trabajo?
Se detuvo y se volvió hacia mí.
—¿Apurada? —bromeó.
—Algo como eso. Quiero una vida, una vida real. Lo que venga, me
gustaría experimentar un poco de lo que estoy luchando para proteger.
La comprensión y la compasión se movían sobre su rostro.
138
—Le preguntaré esta noche.
—Gracias.
Alcanzó la puerta del auto, pero se detuvo.
—Necesitamos hablar sobre Ellis, pero lo que es más importante, hay
algo que debes ver. —Subió a su auto—. Pero primero, te conseguiremos un
trabajo.
139
Aine miró hacia arriba.
—¿Qué estás haciendo?
—Es la primera vez que Ivy come comida de verdad, tiene que servirse
bien.
Mi corazón saltó en mi pecho. Aine miró de Bain a mí, su expresión se
suavizó.
—Eso es justo.
—¿Estamos comiendo? —Brock preguntó, caminando hacia la cocina
con solo un par de jeans. Aine casi se ahoga con la manzana de la que
acababa de tomar un bocado.
—Toma el tocino —le dijo Bain a Brock mientras envolvía las costillas
y las metía en el horno.
Los ojos de Aine se ampliaron.
—¿Tienes tocino?
La expresión en la cara de Bain me hizo reír. Era tonto y adorable y
viniendo de él... muy gracioso.
Aine agarró una sartén.
—El tocino es vida, Ivy.
—También deberíamos tener huevos —sugirió Brock, pero él ya estaba
sacando los huevos de la nevera.
Iba a tomar un pedazo de fruta, pero al verlos moverse por la cocina,
preparando un festín para mí. Mis ojos ardían pero de la mejor manera
posible. Nunca había tenido esto. Ni siquiera los conocía, pero aún así, aquí
estaban.
Mientras los olores llenaban la cocina, otros se unieron a nosotros,
tantos que trasladamos la fiesta al comedor. Platos de comida cayeron sobre
la mesa, jarras de té dulce, platos y servilletas. Nadie tocó la comida.
—Tú primero —dijo Aine.
Esto era lo que me había estado perdiendo. Podría enojarme, pero en
cambio, estaba agradecida de haberlo encontrado. Mejor tarde que nunca.
—Toma un poco de tocino —dijo ella—. Y las costillas.
Tomé un poco de todo, los huevos que hizo Brock, el tocino que Bain
cocinó, las costillas y la ensalada de papas. Los sabores eran increíbles, la
comida más deliciosa de mi vida, pero fue quien la hizo, ellos la hicieron
para mí, la que estaba sentada en esta mesa con el ruido de varias
conversaciones a la vez y que era una parte de ello. Mis ojos ardían mientras
bajaba la cabeza. Esto era lo que se sentía cuando un sueño se hacía
realidad.
140
141 La reunión había comenzado. Pronto los que buscaba estarían a su
alcance. La barrera se estaba debilitando, y sus poderes se hacían más
fuertes. Se habían reunido para salvar al mundo, pero juntos, lo
terminarían.
142
145
—No. Me dirigía al cementerio de San Luis. Parece que los lugares más
antiguos de la ciudad están marcados con él.
Tocó la parte baja de mi espalda, su forma de decir que iba a venir,
pero el calor que ardía por su toque me distrajo. En cierto nivel, lo conocía;
en cierto nivel, era mío, pero ya no lo era y aun así mi cuerpo lo recordaba.
Caminamos en silencio; Me fascinaron las reacciones de la gente hacia
Bain. No emitía vibraciones de otro mundo. Además de ser inusualmente
alto y musculoso, no gritaba sobrenatural, pero la gente le notaba mucho.
Supuse que podían sentir que un depredador estaba entre ellos. ¿Cómo se
había convertido en lo que era ahora porque el hombre de esa vida de hace
tanto tiempo había sido humano? Por supuesto que no había sido humano,
y lo era ahora. Demasiadas preguntas y pocas respuestas.
Llegamos al cementerio; ni siquiera tuvimos que entrar porque el
símbolo estaba grabado en las puertas.
—Todo bien. Tenemos que descubrir qué significa ese símbolo. —Bain
era un hombre de pocas palabras, pero tenía toda la razón.
148
Josiah me trajo a la morgue. Estaba cerrado, dos policías estaban
parados en la puerta. Una mujer trabajaba detrás de un microscopio; ella
levantó la vista cuando entramos.
—Ivy, ésta es la forense, Jasmine Wallace.
Ella extendió su mano.
—Es un placer conocerte, Ivy.
—Igualmente.
—¿Estás aquí para ver...? —Jasmine parecía incómoda.
—Sí.
Caminó hacia uno de los cajones, su mano tembló un poco antes de
abrirla.
—Está encantado. Esther aumentó el hechizo esta mañana.
¿Esther? Antes de que pudiera preguntar, sacó la sábana. Era una
criatura, como el doctor Ellis y Bart. Fue mi mano la que tembló cuando me
la pasé por el pelo.
—¿Cómo conseguiste esto?
—Era una de mis víctimas de asesinato.
Mi cabeza se giró hacia Josiah.
—¿Disculpa?
—Henry Werth. Él y su novia fueron a LeBlanc Plantation, una famosa
casa embrujada por aquí, pero sospecho que hay más cosas allí que
fantasmas. De todos modos, él entró en la casa. Su cuerpo apareció una
hora después, marcas de garras en su garganta. Durante la autopsia,
Jasmine descubrió que su sangre estaba cambiando.
Mis ojos volvieron a Henry.
—¿Y se convirtió en esto?
—Sí.
—El doctor Ellis es uno de estos.
Sentí el aire todavía en ese anuncio.
—Ellis no es humano. —Josiah estaba asustado. No podía culparlo
porque yo también.
—Creo que lo fue una vez. —Mi corazón se retorció y mis ojos ardieron
porque ahora su comentario sobre el trabajo de su vida tenía sentido.
Buscando la mirada de Josiah, dije—: Creo que él podría ser quien los creó.
—¿Qué son estos? —preguntó.
149 —No sé, algún tipo de híbrido humano y sobrenatural. —Tenía la
terrible sensación de saber a qué juego estaba jugando ahora. Realmente
tenía la intención de acabar con el mundo, acabar con la humanidad, y
había creado la destrucción de la humanidad usando lo que buscaba
destruir como la nave. ¿Qué le había pasado para torcerlo tanto?
—Pero si él fuera humano, ¿por qué haría esto? —Entendí la necesidad
de respuestas de Jasmine. Esther tenía razón. Algunos de los que tenían el
don, se volvían locos, pero no antes de despertar el miedo.
—Mi conjetura es que el miedo se convirtió en algo más.
—Nunca encontramos nada sobre el doctor Ellis. No existió hasta 1985.
Si fuera responsable de crear esto... —Josiah hizo un gesto a Henry—.
Debería haber algo documentado.
Ésa no era una coincidencia.
—¿No existía antes de 1985? Nací en 1985.
—Lo sé.
Era otra pieza del rompecabezas. Eché un vistazo a la criatura.
—¿Por qué te aferras a esto?
—Estoy tratando de aislar el contagio que convierte la sangre —ofreció
Jasmine.
—¿Con qué propósito?
—Para crear una vacuna.
Me quedé insensible.
—Crees que él quiere desatarlos.
—Creo que pensó que nos enteraríamos demasiado tarde con Henry
aquí. Infecta a la policía, la ley y el orden, y reina el caos.
¿Era por eso por lo que el doctor Ellis había estado satisfecho y ansioso
por hablar con el sheriff? ¿Se había deleitado jugando con Josiah como lo
haría un gato con un ratón? Pero Ellis no se había dado cuenta de que el
sheriff estaba vinculado, y que no era sólo otro humano indefenso.
—Si se entera de que estás trabajando para revertir el trabajo de su
vida... —No necesité terminar la oración. Josiah lo hizo.
—Jasmine se convertirá en un objetivo.
—Donde me alojo está protegido por una magia muy poderosa. Ella
tiene que trabajar allí —sugerí.
Se frotó la nuca.
—Sí, vale.
—Llamaré a Bain. Su tripulación ayudará con la transferencia.
150
—Espera, ¿a dónde voy?
—Una casa en el pantano. Estarás a salvo allí.
Ella miró de Josiah a mí. Podía sentir su miedo.
—¿Cómo sabes que estaré a salvo?
—Porque los que te protegerán tampoco son humanos.
Palideció y tragó saliva.
—Necesito una bebida.
Josiah
Ivy y yo fuimos a ver a Dahlia. Después de la discusión de antes, estaba
agradecido por algo tan normal. Todavía había una parte de mí convencido
de que estaba soñando todo esto, el sueño más largo y retorcido del mundo
lleno de híbridos, fantasmas y zombis. Teniendo en cuenta todo lo que se
me había caído encima, estaba haciéndolo bien para no desmoronarme.
Dahlia no había dudado en ofrecerle un trabajo a Ivy. Ésa era mi
esposa. Era una buena mujer. La atención de Ivy estaba afuera, una mano
presionada contra el cristal. Estaba asimilando todo, cada matiz. No podía
imaginar cómo se sintió al cambiar su vida tan radicalmente rápido. Bueno,
podría; me habían dejado caer en un episodio de Supernatural. Se lo estaba
tomando todo con calma, pero lo que me sorprendió fue que no había
amargura ni enojo. Tenía los ojos muy abiertos y entusiastas, ansiosa por
aprender y ver, pero no se detenía. Tenía todas las razones para afligirse,
pero lo dejaba pasar. Si tan sólo todos pudiéramos ser un poco así, el mundo
sería un lugar mucho más agradable.
Sonó mi teléfono. Sonreí cuando vi quién estaba llamando.
—Tengo que atender esto.
Ivy parecía fascinada con la idea de hablar mientras conducía. Golpeé
el Bluetooth.
—¿Qué quieres? —Bromeé.
—Agradable. ¿Seguiré viniendo en abril?
Se me cayó el corazón. Necesitaba verla, pero con toda la mierda
pasando, no era seguro.
—Quiero que lo hagas, pero sabes que han estado sucediendo algunas
cosas locas.
—Por favor. No quiero quedarme con ella.
Me ardía la sangre.
—¿Qué hizo?
153
—Nada. No hace nada. Siempre con sus novios. Odio este lugar. ¿No
puedo vivir contigo?
—Quiero eso. Dahlia también, pero sabes que no es tan fácil.
—Lo sé. Voy en abril, incluso si tengo que hacer autostop.
—Sobre mi cadáver. En serio, están sucediendo muchas cosas. Ya he
hablado con tu madre. Puede que tengamos que esperar un poco más.
—No, papá.
—Aria, te quiero conmigo más que nada, pero tu seguridad es mi
primera prioridad.
—Te echo de menos.
—Yo también te extraño.
—Te quiero papa.
—Yo también te amo, Aria. Lo resolveremos.
—Bueno. Hablamos pronto. —Esperanza en su voz.
—Absolutamente.
—Adiós. —Ella se desconectó. Jodida Rebecca, siempre buscando el
ángulo que funcionaba a su favor y no se oponía a usar a su hija para
obtener lo que quería. Exigió pago monetario cuando le pedí que se quedara
con Aria más tiempo que nuestro acuerdo. Jodido dinero para mantener a
su propia hija. Conté hasta diez.
Ivy estaba mirando por la ventana, dándome privacidad, estaba seguro.
—Mi hija.
Su expresión fue de sorpresa.
—¿Tienes una hija?
—Sí. Vive con su madre. Compartimos la custodia, pero con el Mardi
Gras, no quiero a Aria aquí durante los meses locos, así que se queda con
su madre hasta abril y luego vive conmigo hasta agosto. —Rebecca había
sido un gran error. Odiaba decir eso porque conseguí a mi hija, pero la mujer
era una perra... egoísta y egocéntrica. No quería a Aria; simplemente no
quería que la tuviera. Quería la custodia total, pero Rebecca era abogada y
muy buena.
—¿Qué edad tiene tu hija?
—Trece, va para catorce.
—Espero poder conocerla —dijo Ivy suavemente.
—Estoy seguro de que lo harás. —Pero pensando en Aria y todo lo que
estaba sucediendo, agregué—: ¿No estoy seguro de cómo le voy a explicar
todo esto?
Hubo momentos en que Ivy parecía mucho mayor de lo que lucía. Ésta
154 era una de esas veces.
—A los niños les resulta más fácil aceptar lo inusual porque están
abiertos a las posibilidades de lo que podría ser. —Esos ojos morados se
volvieron hacia mí—. Creen en la magia. —Su mirada se desvió por la
ventana antes de decir—: De acuerdo con la idea de trabajar juntos, tengo
algo de información. —Asintió hacia mi tatuaje—. Ese símbolo significa vida
eterna. Está tallado en algunos de los edificios más antiguos del Barrio
Francés. Bain y yo tenemos una piedra con parte del símbolo grabado.
Esther cree que la clave para restaurar mis recuerdos es encontrar las otras
dos piezas.
No podía mentir, un escalofrío me atravesó porque era magia, como
magia dura, y estaba vinculado a ella. Parecía que realmente había otros
poderes en el trabajo.
—¿Alguna idea sobre cómo encontrar las otras piezas del símbolo?
—No, pero estoy trabajando en ello.
—Debería mencionarlo. Ese símbolo fue grabado en una tabla del piso
de una casa antigua no muy lejos de aquí, un lugar vinculado al caso en el
que estoy trabajando. Probablemente hecho de vuelta en el día. Algo estaba
oculto allí, pero alguien lo quitó. —Hice una pausa antes de agregar—: Las
muertes de aquel entonces tenían las mismas marcas de garras que los
McKinnons y Henry Werth.
Su expresión cambió, sus ojos se agrandaron. Podía sentir su
inquietud.
—Sé que nos esperan en la tienda de tu esposa, pero ¿me llevarías a
ese lugar? —preguntó.
—¿Ahora?
—Es importante.
—Vale.
El viaje fue silencioso, pero antes de que lo alcanzáramos, la sentí
tensarse a mi lado.
—Aquí es donde está atrayendo su poder. —Sus ojos se encontraron
con los míos—. ¿Dijiste que alguien talló el símbolo en esa casa?
—Sí.
—¿Y aquí es donde encontraron los cuerpos hace siglos, los que tenían
las marcas de las garras?
—Sí. ¿Qué estás pensando?
—No es una coincidencia. Lo que sucedió entonces está jugando un
papel en lo que está sucediendo ahora. Si tan solo hubiéramos sido moscas
en la pared.
155 —Hay varios historiadores locales, no una mosca, pero casi tan buenos.
Me pondré en contacto con ellos.
Tan pronto como salimos del auto, Ivy se puso pálida.
—La muerte satura este lugar. ¿Dijiste que Henry fue asesinado aquí?
—Sí, creemos que tal vez los McKinnons también lo fueron.
—Lo fueron.
Sorprendido, le pregunté:
—¿Cómo lo sabes?
—Puedo sentirlos, persisten.
Realmente estaba todo vinculado.
—Kathy y Lee McKinnon desaparecieron el año pasado. Como, sin dejar
rastro. Buscamos en toda la ciudad, seguimos cada pista y nos fuimos sin
nada. Justo antes de visitarte, sus cuerpos fueron descubiertos cerca de un
cementerio. Esas marcas de garras en sus gargantas. ¿Estás diciendo que
los mataron aquí?
—Sí.
—No encontramos nada, pero Henry fue asesinado aquí, y tampoco
encontramos rastros que lo prueben.
No me sorprendió su respuesta.
—Magia. Este lugar está embrujado por magia muy oscura.
—Eso explica por qué ha estado vacío durante tanto tiempo.
—¿Vacío? —preguntó ella—. Ha estado inactivo.
—¿Qué ha estado inactivo?
—Un poder tan fuerte no habría languidecido por generaciones.
Cualquiera que sea el mal que atravesó este reino, lo hizo aquí. Reúne su
fuerza de este lugar; es poderoso en este lugar.
—Y sea lo que sea, mató a los niños McKinnon. —Pensé que sabía a
dónde iba. No lo hacía.
—Ese tipo de poder tiene que ser desatado. ¿Cuándo murieron los
McKinnons?
—El verano pasado, el solsticio de verano... el cumpleaños de Kathy en
realidad.
El dolor barrió su rostro.
—Renacimiento.
—¿Qué?
156
—El solsticio de verano es una época de renacimiento. Si fueron
asesinados en el solsticio, no fue solo una muerte; fue un sacrificio y
poderoso también con Kathy naciendo en el solsticio. Sus muertes son lo
que desencadenó el renacimiento, y cada muerte desde entonces lo está
fortaleciendo hasta que pueda liberarse.
—¿Por qué aferrarse a los cuerpos de los McKinnons?
—La misma razón por la cual el doctor Ellis estuvo de acuerdo con tu
visita hasta que se dio cuenta de que jugaste un papel. Se burlan de su
presa.
Mentiría si dijera que no me asustaba. Algo cazando en la ciudad, algo
que no podíamos ver.
—¿Cómo lo detenemos? —pregunté, pero sabía que ella no lo sabía—.
¿Qué pasa si este mal se libera?
Parecía seria cuando dijo.
—Creo que será el final de los días.
De eso tenía miedo.
—Por lo tanto, es seguro decir que no se ha manifestado.
—Aún no.
—Pero no tenemos ni idea de cuánto tiempo tardará en manifestarse.
Una mirada extraña se movió por su rostro.
—No, pero habrá señales.
—Como cuerpos apareciendo por toda la ciudad.
El silencio respondió eso, pero obtuve mi respuesta. Sí, era una señal.
—Y una mujer detenida durante veintidós años de su vida.
Reconocí su expresión ahora; algo simplemente encajó en su lugar.
—S. Steiner escribió un libro —dijo ella.
—¿Quién es ese?
—No lo sé, pero era un libro en la biblioteca de Misty Vale. Hay señales
que indican el principio del fin, pero fue su conocimiento lo que parece
bastante astuto, considerando lo que estamos aprendiendo.
—Investigaré a este S. Steiner. Tal vez no sea solo un desastre y una
tristeza, tal vez pueda ayudar. —No me perdí el hecho de que en realidad
estaba entreteniendo la idea de que alguien más diría que era un chiflado,
alguien a quien estaba dispuesto a pedirle consejo. Si las cosas no fueran
tan terribles, realmente me resultaría muy divertido—. ¿Qué pasa ahora?
—Las piezas están ahí. Tenemos que ponerlos juntos —dijo Ivy.
157 —Está bien, pero si el juego final es eliminar el mal, ¿cómo lo
destruimos?
—No estamos tratando de destruir el mal, solo luchamos contra él bajo
control. No es una batalla; Es un equilibrio de poder. El mal se está
volviendo demasiado fuerte.
—¿Por qué aquí? ¿Por qué Nueva Orleans?
Su expresión cambió tan rápido que no pude discernirlo, y tuve la
sensación de que lo que dijo no fue lo que alimentó su reacción.
—Según Esther, éste es un epicentro místico.
Ella lo ofreció tan despreocupadamente.
—¿De nuevo?
Una sonrisa curvó sus labios.
—Sheriff, has visto cosas incluso antes de este caso. Debes haber visto
cosas que no podrías explicar. Al menos ahora tienes un poco de explicación.
Esas cosas inexplicables están sucediendo aquí porque esta ciudad es el
punto de encuentro de todo lo sobrenatural.
Ésa es la información que me hubiera gustado tener antes de tomar
este maldito trabajo.
—Tú eres parte de esto. Incluso si lo supieras, habrías venido. —
Todavía era desconcertante que ella pudiera leer mis pensamientos. Hizo un
gesto hacia mi tatuaje—. Eso es una prueba.
—Luchamos contra el mal y luego ¿qué? ¿Esperar a que se manifieste
nuevamente? Si creemos lo que dice la evidencia, lo intentó hace doscientos
años. Lo intentará de nuevo. —Estaba pensando en algo, pero se lo guardó
para sí misma. Seguí—. ¿Ellis te dio las marcas de niña?
—No, las obtuve de los que intentaban sacrificarme.
—Sacrificarte. ¿A qué?
—No lo sé.
—¿Comenzaste el fuego?
—Creo que lo hice.
Me froté la nuca y dejé escapar un suspiro.
—No puedo decir que te culpe.
—No les gusta el fuego —ofreció.
—¿Las criaturas?
—Sí, se alejan de eso.
Era bueno saberlo.
—Gracias.
158 —Cuando era más joven, después del incendio, hubo una enfermera o
tal vez ella era paramédica. Fue quien tomó las fotos de mis heridas.
También me dio una piedra de ojo de tigre. Ella sabía que yo era diferente;
no parecía sorprendida por eso. ¿Hay alguna forma de localizarla?
—Es curioso que digas eso porque no hay registro de tu caso; el fuego
fue declarado accidental. Ni siquiera se informó de que estabas allí, pero hay
un archivo con esas fotografías. Esta mujer es otra pieza del rompecabezas,
y puedo buscarla, pero es una posibilidad remota.
—¿El incendio fue declarado accidental? Realmente me había
mantenido prisionera. —Ella sacudió la cabeza. Sentí su ira, pero siguió
adelante—. No creo que dejen de matar, no hasta que llegue.
—¿El mal? —Aclaré.
—Sí. Tenemos que hacer más que reaccionar, y creo que recuperar mis
recuerdos es clave. Sé más, pero no puedo recordarlo.
—Entonces, volviendo al principio, necesitamos encontrar las piezas
del símbolo.
Sonrió.
—Sí. —Volvió a mirar a la casa, sus pensamientos en otra parte—. No
hay oscuridad en ese símbolo, así que si alguien lo talló, estarían luchando
contra lo que vendría. —Sus ojos encontraron los míos—. Tal vez ellos fueron
los que lo detuvieron.
Alcancé mi teléfono.
—Haré que Nick se ponga en contacto con los historiadores ahora.
160
Esa noche, Dahlia entró por la puerta y la puse contra la pared. Antes
de que ella pudiera exhalar, sus bragas estaban fuera y mi polla dentro de
ella. Fue duro y rápido. No nos besamos, y no hablamos, sólo nos miramos
cuando la llevé al borde y luego por encima él.
—Qué buena manera de volver a casa —dijo sin aliento.
—Eres una mujer hermosa, por dentro y por fuera.
Un rubor se levantó en sus mejillas, sus ojos se volvieron brillantes.
—Oh, continúa.
—Tengo la intención de hacerte mía, toda la jodida noche.
Se rio. La levanté y me dirigí a la habitación.
—Aria llamó hoy.
Su cara se iluminó. Dahlia y Aria eran como dos guisantes en una
vaina.
—¿Cómo está? —preguntó Dahlia.
—Con ganas de alejarse de su madre.
—¿Estás sorprendido?
—No. —Quería compartir con Dahlia todo lo que había aprendido, mi
vacilación al traer a Aria aquí, pero no estaba seguro de querer poner esa
carga sobre ella en este momento.
—Sabes que es bienvenida aquí cuando sea.
—Lo sé.
Pasó sus dedos sobre mi mandíbula.
—Tú también eres hermoso, Josiah, por dentro y por fuera.
La dejé caer en la cama antes de quitarme la camisa.
—Oh, continúa.
161
La falda negra y la camiseta blanca de seda eran muy lindas. Aine trató
de conseguir que me pusiera botas hasta el muslo. Me reí hasta que estuve
de color púrpura. Me dio un par de deportivas negras en su lugar. Ella
quería hacer algo con mi pelo, pero me lo puse en un moño porque hacía
calor, incluso siendo de noche. Aine iba con cuero, una falda y un corpiño.
Estaba llevando las botas altas hasta el muslo. Se veía increíble. Nunca
podría llevar ese conjunto.
Pensé que sólo íbamos Aine y yo, pero cuando entramos en la cocina,
Bain, Brock y otros tres, que había aprendido que se llamaban Eldris, Tate
y Dante, estaban esperando. Los ojos de Bain me golpearon tan pronto como
entré. Sentí la lenta lectura que hizo, por mi cuerpo abajo y de nuevo hasta
arriba. No dijo nada, pero sus ojos, al llegar a mi cara, se habían oscurecido
hasta el color del carbón.
En el exterior, Bain me entregó un casco y luego me subí a su
motocicleta. Nunca había montado en motocicleta, y suerte que mi primera
vez era con este hombre. Mis muslos acunando los suyos, y no fui tímida al
envolver mis brazos alrededor de su cintura, entrelazando mis dedos sobre
sus abdominales que había querido explorar primero con mis dedos y
después con mi lengua.
Entró en la carretera, el aire golpeándome la cara, este hombre
presionado contra mí. Estaba tan cerca del cielo como nunca estaría.
Llegamos a la ciudad y fácilmente encontramos aparcamiento, sólo porque
íbamos en moto. Las calles estaban llenas, los cuerpos presionados unos
contra otros. La gente estaba bebiendo y fumando. Los turistas se
mezclaban con los vagabundos. Los aromas de la comida y la orina se
combinaban. Era una locura medianamente organizada.
Aine nos llevó a un bar que echaba a la gente a la acera, pero cuando
el camarero la vio, le indicó que se acercase.
—Hola, Frankie —dijo Aine mientras se inclinaba sobre la barra por un
beso.
—Eh, tú. Qué bueno verte. Tu mesa está abierta.
—Gracias bebé. ¿Puedes enviarnos una ronda?
—Claro.
Aine alcanzó mi mano mientras se movía a través de los cuerpos.
—¿Quién era ese?
165 —Un amigo. Conozco a Frankie desde hace tiempo.
—¿Cómo tú? —Estaba preguntando si era un demonio.
Lo supo cuando dijo.
—Sí.
La mesa estaba en una esquina y sorprendentemente silenciosa dado
lo lleno que estaba el lugar. Apenas nos sentamos cuando nos entregaron
las cervezas. Cuando estuvimos solos, Aine dijo:
—Por el primer carnaval de Ivy.
—Claro que sí —dijo Brock y golpeó su botella con la mía.
Miré alrededor de la mesa a los otros que estaban levantando sus
botellas en celebración, y aunque me sentí culpable de no centrarnos en lo
que venía, otra parte de mí reconoció que estábamos experimentando lo que
estábamos tratando de proteger. ¿Qué demonios estaba mal con eso?
No sabía si se había discutido antes, pero no hablamos sobre lo que
nos había unido, no hablamos sobre lo místico en absoluto. Solo éramos un
grupo de amigos celebrando el Mardi Gras.
Había perdido la noción de cuánta cerveza había tomado, pero en un
momento Aine me agarró la mano y gritó:
—¡Panic at the Disco! —No tenía idea de lo que estaba hablando hasta
que comenzó a bailar, justo allí en el bar. No podría decir si fue el alcohol,
la compañía o la música, pero me encontré moviéndome al ritmo. Bailar era
divertido. Otros se unieron a nosotros; hicimos una pista de baile donde no
había una. Para la cuarta canción, todos éramos mejores amigos.
Los hombres no se unieron a nosotras, pero estaba segura de que era
debido a su presencia que los otros hombres que nos notaron se
mantuvieran alejados de nosotras.
Incontables canciones y cervezas después, salimos. Hacía calor como
el infierno, pero había una brisa. Aine seguía bailando, esta vez en las calles.
—Deberíamos llevarte por la ciudad mañana. Hacer algo de turismo.
Estaba mirando las estrellas. Eran brillantes y, gracias al alcohol, se
movían, casi giraban.
—En algún momento tenemos que hablar sobre lo que nos trajo aquí.
—Hay tiempo para eso —dijo Aine—. Necesitas vivir un poco. Ya has
esperado lo suficiente.
Tenía un buen punto.
—¿Hay una parte de la ciudad que quieres ver?
—Sí, el Garden District. —Tuve un ataque de cabeza cuando busqué a
Bain. Estaba justo a mi lado, su mano en mi espalda me mantuvo firme—.
166 ¿Vendrás? —le pregunté.
—Sí —respondió sin dudarlo.
Estaba borracha, pero no me importaba. Alcancé su mano. Mi
estómago se estremeció cuando unió nuestros dedos. Entendía totalmente
el atractivo de Mardi Gras.
167
Lo hice, pero no duró mucho. Salté y corrí al baño. Abrí la tapa, pero
antes de que pudiera agarrar mi cabello, Bain estaba allí, sosteniéndolo de
mi cara. Mortificante. Vomité todo, incluso mi estómago. En realidad no,
pero se sentía así. Bain esperó, me ofreció una toalla para limpiarme la cara,
salió de la habitación cuando me lavé los dientes. Se detuvo junto al balcón
mirando hacia afuera. Me subí a la cama e intenté no moverme. Si no me
movía, me sentía bien.
Mi boca seguía funcionando y, dado que habíamos compartido algo tan
íntimo como vomitar, pregunté:
—¿Nos recuerdas?
Se apartó de la ventana, sus manos se movieron hacia los bolsillos de
sus jeans.
—Te conozco, incluso sin recordarlo. —Guardó silencio por un segundo
antes de continuar—: ¿Por qué supones que no lo recordamos?
Pensé que sólo tenía los problemas de memoria por cortesía del doctor
Ellis y su amor por los narcóticos, pero Bain tenía razón. Nadie más parecía
recordarlo, aunque había indicios de que deberían hacerlo.
—No lo sé.
Se acercó a la cama y me tendió la mano.
—Necesitas salir afuera.
—Me siento bien si no me muevo.
—Ivy, obtienes energía del aire libre. Tienes que salir afuera.
Estaba a punto de objetar, pero me detuve.
—¿Sí? —No había hecho la conexión, pero me sentía más fuerte cuando
estaba afuera—. ¿Cómo lo supiste?
Era una sonrisa, tan leve que si no estuvieras mirando, te la habrías
perdido.
—Soy un cazador, estar en sintonía con nuestro entorno es lo que nos
mantiene vivos.
—¿Sabes lo que soy?
—Parte humana, pero no sé qué más.
Observé su mano, temí que tomarla me llevara de vuelta al baño.
Realmente estaba bien si no me movía, pero ¿cómo podría no soportarlo?
Que invitación. Sólo una mano, pero era mucho más que eso. A pesar de lo
que había sucedido para cambiarnos, estábamos aquí de nuevo.
Estaba pensando todo eso, pero lo que dije fue:
—Me disculpo ahora si vomito sobre ti.
168 —Viviré.
Tan pronto como salimos, inhalé los aromas de la tierra y el agua y me
sentí mejor.
—No eres tan verde —bromeó Bain.
—Tenías razón. Me siento mejor.
No sabía por qué Tristán apareció en mi cabeza en ese momento, pero
no lo había visto ni había tenido noticias suyas desde que dejamos Misty
Vale. Esperaba que estuviera bien. ¿Se había ido? ¿Cruzado? Esperaba que
no. Me había empezado a gustar mucho ese fantasma.
Bain mantuvo el ritmo a mi lado. No dijo mucho, pero tuve la sensación
de que estaban sucediendo muchas cosas debajo de la superficie. No
necesitaba leerlo para sentir el poder que llevaba como una segunda piel o
la sensación de que Bain siempre estaba esperando ser desatado.
Caminamos juntos por la orilla del pantano. La noche era silenciosa,
ni siquiera se escuchaba el sonido de los grillos. La luna no estaba llena,
pero su luz nos guió.
Bain rompió el silencio cuando preguntó:
—Dijiste que ese lugar era tu hogar; sin embargo, no lo recuerdas.
—Solo impresiones, de verdad. Sueños que creo que ahora son
recuerdos. —Lo miré—. ¿Por qué preguntas?
—También tengo impresiones. Sabía lo que vería antes de verlo. —Su
atención se volvió hacia mí—. Fuimos convocados aquí. Sentí ese mismo
poder el día que peleamos en Misty Vale.
—¿Convocado por mí?
—Sí.
—¿Por qué solo convoqué a tu equipo?
—¿Qué quieres decir?
—Aine fue enviada por alguien. Se podría argumentar que el sheriff fue
convocado, aunque antes que tú, pero ese tipo esta noche, el que trabajaba
en el bar, el amigo de Aine. Es un demonio. ¿Por qué no vino? Incluso Esther
y Cyril, ambos brujos no me sentían.
No había pensado en eso, pero lo estaba ahora.
—No lo sé.
—Es significativo, pero mi cabeza no está lista para pensar esta noche.
—Las palabras salieron antes de que pudiera detenerlas, no es que lo
hubiera hecho—. ¿Explorarás la ciudad con nosotros mañana?
Me miró, esos ojos grises que escondían tanto.
—Por supuesto.
169
—Gracias por intervenir en Misty Vale, por sacarme.
—Estoy empezando a creer que es por eso que fuimos convocados. Para
mantenerte protegida.
Físicamente sentí esas palabras, y aunque sabía que hablaba de su
equipo, solo pensaba en él.
No me había dado cuenta de que Bain nos había llevado en un círculo,
la casa apareció ante nosotros.
—¿Cómo te sientes? —preguntó cuando llegamos a mi habitación.
—Sorprendentemente mejor de lo que debería.
—Algo sobre lo que pensar. Sea lo que sea, tiene un vínculo con la
tierra.
—¿Todos los seres sobrenaturales?
—Hasta cierto punto, pero no he visto una conexión como la que tienes.
—Otra pieza del rompecabezas. —Alcancé la puerta, pero miré hacia
atrás—. Gracias por la cura y la compañía.
Sus palabras fueron pronunciadas tan suavemente, pero despertaron
un recuerdo de una vez.
—Dulces sueños, Ivy.
170
—Crecerá.
—Es un palo. Estamos plantando un palo.
Sus ojos brillaban de risa; la vista me golpeó justo en el pecho.
—No es un palo. Es un roble, y será magnífico. —Miró a nuestro
alrededor, enfocando su atención en la casa de piedra que se encuentra al pie
de la colina. Sus ojos se pusieron tristes, se iluminaron—. Siempre estará
aquí. Un recordatorio.
Una brisa soplaba su cabello en su cara; lo apartó dejando un rastro de
tierra. Lo froté con mi pulgar.
—¿Un recordatorio de qué?
Volvió su mirada hacia mí; una pequeña sonrisa tocó sus labios.
—Tú.
Me desperté bruscamente me dolía el pecho. Sintiéndome inquieto, me
puse algunas medias y zapatillas y salí a correr. Quería cambiar, necesitaba
la libertad, pero la gente no lo entendería.
En algún nivel, me acordé de ella y no solo de los recuerdos. Me sentí
atraído por ella, creí en el fondo que siempre lo había sido. Mi compañera
de vida; nunca había encontrado a nadie, no en mi vida tan larga, y sabía
que no lo había hecho porque ninguno de ellos era ella. No era solo lujuria
y deseo, aunque eso estaba allí con picas, era como volver a casa, así que
¿por qué no podía recordarla?
Su comentario sobre por qué otros seres no habían respondido a la
llamada era bueno. ¿Por qué no lo hicieron? Nueva Orleans era un epicentro
de seres sobrenaturales y, sin embargo, se quedaron en la madera.
Los árboles se despejaron revelando la antigua casa de piedra. Me
detuve a estudiarlo. Hubiera sido hermoso una vez. Déjà vu se movió a
través de mí mientras recorría la propiedad. Las imágenes llenaron mi
cabeza de un tiempo pasado, recuerdos de lo que alguna vez había sido. El
interior estaba en mal estado, pero la belleza del pasado aún se mostraba a
través del abandono. Caminé a la habitación donde habíamos luchado,
había rechazado el mal, donde Ivy había recordado su hogar. Cuadros
cubrían las paredes. Algo se movió dentro de mí cuando me puse delante de
ellos. La cara con la risa de Ivy miró fijamente en una foto. Otra jugábamos
en la fuente. Los años se capturaron en momentos y, a medida que pasaban
los años, crecí, pero Ivy se mantuvo exactamente igual. Salí y subí la suave
pendiente. Mis ojos ardían, y mi pecho estaba en llamas. Ahora entendía por
qué se lamentaba. Quedaba muy poco de la piedra, pero sabía que me
pertenecía. Nuestro palo se había convertido en un majestuoso árbol. ¿Qué
171 le paso a eso? ¿Y cómo era posible que este lugar existiera, las fotografías
existieran en un tiempo que tenía que haber sido mucho, mucho antes?
¿Cómo volví? ¿Y qué le pasó a Ivy? Ella era humana ahora, al menos en
parte.
Estaba a mitad de camino de regreso al lugar donde nos alojábamos
cuando la sentí. El sol fluía a través del follaje, los rayos que tocaban su
cabello negro lo destacaban de azul. Caminó a través de los árboles, pero se
detuvo cada pocos pasos para tocar una hoja, una rama. El zorro se acercó
a su lado; los cuervos nunca estaban lejos. Sentí a Brock, pero él mantuvo
su distancia. Se estaba haciendo más fuerte cada día; podías sentir el poder
que venía de ella. Como anoche, la tierra la recargó. Que era ella ¿Y cómo
estaba conectada con lo que venía?
Una criatura alada aterrizó en su dedo, antes de volar. Sus alas lucían
translúcidas a la luz del sol.
Había tristeza en ella. No en la superficie, no visible para los que
miraran, pero envuelto alrededor de ella. Distraída, me sorprendió cuando
se dio vuelta, y esos ojos morados encontraron los míos antes de mirar hacia
abajo.
El deseo, agudo y potente me golpeó. La bestia quería salir.
Levantó la mirada, sus mejillas de color rosa, pero una sonrisa iluminó
su rostro.
—Buenos días.
—Buenos días.
—¿Tuviste una buena carrera?
—Estaba en la casa.
Su sonrisa se desvaneció.
—Es triste lo que ha pasado con eso.
—Era mi casa también.
Inhaló.
—Viste las fotos. —Sus ojos se iluminaron—. Una versión más simple
de nosotros, creo.
—Yo era mortal.
—Sí.
—No lo eras.
—No. Había vivido mucho tiempo antes de conocerte y viví mucho
tiempo después de haberte conocido, pero esa vida contigo, esa breve y
hermosa vida fue el punto culminante de mi muy, muy larga vida.
—¿Qué te ha pasado?
172
No lo sabía pude ver su lucha por tratar de recordar.
—No lo sé. —Una sonrisa tocó sus labios, como lo había hecho en mi
sueño. Sentí que golpeó justo en el centro de mi pecho—. ¿Qué te pasó? —
preguntó ella.
Respondí honestamente.
—No lo sé.
—¿Cuántos años tienes?
Sonreí.
—¿No es descortés preguntar a alguien de su edad?
—Probablemente, pero no me enseñaron modales.
La ira estalló, pero ahora no era el momento.
—Perdí la cuenta.
—¿Aproximadamente?
—Aproximadamente quinientos años. —Aunque no estaba seguro de
no haber nacido antes y no solo de la vida con Ivy. Como ella, tenía recuerdos
de vidas que no recordaba haber vivido. Cómo eso era posible, no lo sabía.
Ella mordió su labio inferior entre sus dientes con el pensamiento. El
hambre me golpeó como un puñetazo, mis ojos se clavaron en su boca. En
toda mi larga vida, nunca había sentido el tipo de atracción que sentía por
ella. Era primitivo, crudo y tan jodidamente provocativo. Quería chupar su
labio en mi boca, saborear... festín. Nuestros ojos se encontraron, también
lo sintió.
Su mirada se movió rompiendo el hechizo, sus palabras suavemente
habladas.
—¿Cómo te convertiste en un licántropo?
Ella no tenía miedo. La mayoría sí cuando descubrían lo que era.
—No me acuerdo.
—No estás obligado a cambiar. ¿Puedes cambiar cuando quieras?
—Sí.
—¿Cuántos de ustedes hay?
—Mi equipo, cincuenta de nosotros. Somos los últimos.
La tristeza entró en su expresión.
—¿Qué le paso a los otros?
—Hemos estado luchando durante mucho tiempo.
Ella retorció sus dedos juntos. Tenía algo en mente pero parecía
renuente a compartirlo.
173
—¿Qué? —La alenté.
—No puedes... —El color se levantó en sus mejillas. Sabía lo que estaba
tratando de preguntar. Joder, quería hacerlo malditamente ahora.
—¿Aparearme? —dije.
La oí tragar. Joder estaba duro.
—Sí.
—Tenemos relaciones sexuales, pero no podemos tener descendencia.
Ahora ella parecía molesta.
—¿Por qué?
—Nuestro ADN no es compatible con otras especies, y no hay
licántropos femeninos.
Su foco estaba en mi pecho. Si ella mirara un poco más abajo, vería lo
que esta conversación me estaba haciendo. ¿Entendería lo que estaba
viendo?
—Tengo treinta y dos —anunció, en realidad casi gritó. Ella estaba
excitada y no lo entendía. Era tentador mostrarle, pero ahora no era el
momento. Todavía se estaba adaptando a su nueva realidad. Sus emociones
eran tan fáciles de ver en su rostro. El deseo cambió cuando su frente se
frunció otra vez.
—¿Qué pasa?
—Me instaron a recordar el número treinta y tres. Voy a cumplir treinta
y tres en unos meses.
—No es una coincidencia. Y no lo era. Tendríamos que estudiar el
significado.
—Creo que he tenido treinta y dos a menudo —anunció—. He tenido
sueños en toda mi vida de cosas que nunca he experimentado.
Lo entendí muy bien.
—¿Te has buscado en Google?
Su expresión era adorable. Estaba confundida.
—No sé lo que eso significa.
—Lo siento, un motor de búsqueda para la web. —En su expresión en
blanco, agregué—: La red mundial, es un sitio en línea en el que puedes
encontrar mierda de casi cualquier cosa. Podríamos intentar buscarte en
Google y ver qué aparece.
Ella frotó la línea entre sus cejas.
—Creo que necesito un curso intensivo de la vida del siglo XXI.
174 Me reí.
—Te daré una.
Su rostro se iluminó.
—Gracias.
—Necesito darme una ducha. ¿Seguimos explorando?
Miró mi cuerpo otra vez. Tuve que alejarme de ella porque solo tenía
mucha fuerza de voluntad.
—Ah, sí. Aine quiere irse en una hora.
Una hora... mucho tiempo. Tenía algunos asuntos que atender en la
ducha. Estaba sonriendo mientras me abría paso hacia adentro.
Ivy
—No entiendo por qué vinimos al distrito Garden. El Barrio Francés es
genial —se quejó Aine por quinta vez.
Estábamos explorando. Me había imaginado al Dr. Ellis yendo a casa
con su familia en el distrito Garden tan a menudo que quería verlo. Ahora
sabía que no había una familia, solo otra mentira, pero eso no empañó el
momento para mí.
Mis pensamientos nunca estuvieron lejos de mi conversación con Bain.
Éramos diferentes, pero aún había tanto que era lo mismo. Habíamos
encontrado un camino de regreso el uno al otro. Tuve un caso constante de
mariposas... se sintió glorioso.
Estábamos esperando el tranvía de San Carlos. Aine, Bain y Brock se
veían tan fuera de lugar. La gente en realidad cruzó la calle para evitarlos.
Eran intimidantes, pero estaban parados en la parada del tranvía para mí.
Eso me hizo reprimir una sonrisa.
—Ahí está. —No pude ocultar mi emoción cuando vi que venía el
tranvía. Para su crédito, ninguno de ellos me hizo sentir tonta por estar
entusiasmada por andar en un tranvía. Aine se acomodó en el pasillo frente
a mí, los hombres no se sentaron, a pesar de que el letrero indicaba
claramente que todos debían estar sentados. El conductor no dijo nada. Al
principio, miré por la ventana, mirando el paisaje que pasaba. Hacía más
calor hoy; mis piernas se pegaban al cuero. No pude evitar la sonrisa. Me
encantó el olor corporal y la aglomeración. Me encantó escuchar las bocinas
y la gente gritando. Para la mayoría, no lo vieron porque lo vivían todos los
días. Pero para mí, era su propia clase de magia.
175
Escuché a un bebé llorar y observé cómo un joven dejaba su asiento
por una anciana. Una pareja se sentó frente a mí, sus dedos retorcidos por
la artritis y aun así se tomaron de las manos. Los estudiantes de la escuela
se apilaron en el carrito que se dirigía a alguna parte, su emoción casi
palpable; el olor a café y el olor del buñuelo de manzana del hombre sentado
a mi lado me hizo gruñir el estómago incluso cuando mi corazón se aceleró
y mi respiración se hizo más profunda. Había soñado esto, no en un carro,
pero había visto a estas personas en mis sueños. ¿Había visto en el futuro,
mis sueños eran una forma de presentimiento?
El tranvía se detuvo; la gente salió y otros entraron, pero fueron las
voces... el sonido de tantas voces.
—Quiero bajarme aquí —llamando al conductor, pero no esperé. Las
antiguas puertas de un cementerio nos recibieron cuando bajamos del
carrito. Las tumbas sobre el suelo, las estructuras de piedra erigidas por los
vivos para honrar a los muertos. Seguí las voces, los susurros que
resonaban desde el suelo sagrado; las voces del pasado llevaban el viento.
La gente caminaba por el lugar sagrado, algunos venían a honrar a los que
habían venido antes, otros recordaban que la vida, por difícil que fuera, era
un regalo, y otros que lloraban.
Había belleza aquí. Entre la pena y el dolor, lo perdido y lo olvidado,
había belleza en la continuidad, la sensación de que todos éramos parte de
algo más grande. Un árbol se sentó a un lado, sus flores de cerezo en flor.
Había leído sobre ellos en un libro en Misty Vale. Algo tan hermoso que
duraba tan poco tiempo. Fue lo que los hizo tan hermosos porque eran
fugaces, un destello brillante que se desvaneció casi tan rápido como se
encendió. Algo se agitó en mí, una pieza del rompecabezas tratando de
liberarse.
—¿Quién tiene hambre? —preguntó Brock, sacándome de mis
pensamientos.
Mi estómago gruñó en respuesta.
—También tengo hambre —intervino Aine.
—¿De qué estás de humor? —preguntó Brock.
Aine lo fulminó con la mirada.
—¿Cómo sabría lo que quiere comer? ¿Te olvidas de dónde estaba?
Brock fulminó con la mirada a Aine, pero sonrió cuando dijo:
—Déjamelo a mí.
Insistió en que comiéramos en el Barrio Francés. Aine estaba feliz.
Pasamos por una gran plaza del mercado donde la gente vendía pinturas,
esculturas y ropa. Había artistas que hacían trucos de magia y una mujer
que se había pintado a sí misma para parecer monocromática; ella se movió
176 tan lentamente que si no estuvieras mirando, no sabrías que se estaba
moviendo. Hacía calor, el sol caía sobre nosotros, pero había felicidad y
emoción en la plaza.
—Este lugar hace la mejor comida de cangrejo —ofreció Brock mientras
mantenía abierta la puerta de un pequeño restaurante. Era un poco tarde
para el almuerzo, así que pudimos conseguir una mesa. Los olores que
venían de la cocina hacían gruñir a mi estómago.
—¿Qué es étouffée? —le pregunté.
—Básicamente un guiso hecho de un roux y servido con arroz. Te
encantará.
Estoy segura de que lo haría.
Bain estaba explorando el lugar, siempre alerta y atento. No sentí nada
fuera de lo común, nada siniestro. No es que no me sintiera mal empujando
los bordes, buscando un agarre más fuerte pero esperando.
Brock ordenó. Nuestras bebidas fueron entregadas. La Coca Cola
estaba deliciosa. Bebí todo el vaso, y antes de que pudiera pedir otro, se me
entregó uno. La camarera volvió con nuestras comidas. Mi plato estaba lleno
de comida, y los olores eran intoxicantes. Mi boca literalmente agua.
Brock y Aine consiguieron lo mismo que yo, pero Bain ordenó una
hamburguesa con queso. Quería probar esa hamburguesa. Antes de que
pudiera preguntar, me la entregó. La facilidad del gesto causó un dolor
placentero. En algún nivel, recordó también. Nuestros dedos se tocaron
cuando lo tomé, el calor echaba chispas por mi brazo. Su rostro se veía más
anguloso, sus ojos ardían calientes. Quería tocar su mejilla, quería pasar
mis dedos sobre sus labios, quería probarlo. Habría tiempo para eso. Sonreí,
luego di un mordisco, y santa mierda, estaba bien: la carne sazonada, el
queso cheddar picante. Incluso había tocino ahumado.
Devolviéndolo, declaré:
—Eso es lo mejor que he probado en mi vida.
—Prueba tu étouffée —alentó Brock.
Los sabores explotaron en mi lengua. Gemí al mismo tiempo que
cerraba los ojos porque era el cielo en un tenedor.
—Delicioso. —Tomé otro bocado antes de anunciar—: Conseguí un
trabajo.
Todos los ojos se volvieron hacia mí.
—Estaré trabajando en Hunter’s Moon. La esposa del aguacil lo posee.
—¿Por qué quieres un trabajo? —preguntó Aine—. Trabajar apesta.
—¿Alguna vez lo hiciste? —Brock preguntó.
—De vez en cuando. Necesito efectivo —Aine gruñó.
177 —Quiero ser normal. Nunca he sabido ser normal. Me gustaría saber
ser normal.
La expresión de Aine cambió.
—Eso tiene sentido. Necesitarás ropa.
Miré el atuendo que estaba tomando prestado de ella.
—Sí. También necesito aprender a lavar mi ropa, a limpiar la casa;
tengo la necesidad de limpiar la casa y quiero usar una aspiradora.
Aine puso los ojos en blanco.
—Para mí, me gustaría tener sexo y comer mi peso corporal en comida
y andar en motocicleta, pero tú quieres hacer las tareas del hogar. ¿Qué
pasa con eso?
—Porque has hecho esas cosas. Son comunes para ti, pero para Ivy,
incluso lo mundano es extraordinario.
Qué razón tenía Bain.
Volví mi atención a los clientes en el restaurante. Como en ese carrito,
personas que se juntan, burbujas de momentos y recuerdos. Una vez más,
algo profundo dentro de mí se agitó.
—Soñé con la gente en el carro.
Ese anuncio me ganó la atención de todos.
—Todos ellos, incluso el hombre con el buñuelo y el café. El Dr. Ellis
me estaba manteniendo por una razón. Me dejó ir bastante fácilmente
considerando que me había retenido durante veintidós años. ¿Por qué?
—También me lo he estado preguntando —confesó Aine.
—Como lo he hecho yo, pero no lo vamos a pensar hoy —dijo Bain.
—Sí, hoy estamos comiendo nuestro camino a través de Nueva Orleans
—comentó Brock—. ¿Estás lista para el postre?
Quería hablar de ello. Necesitábamos hablar de ello, pero podría
esperar un día. No tenía hambre, pero eso no me impidió decir:
—Sí.
Sus ojos brillaron.
—Bueno. La mejor panadería del mundo está en la misma calle.
Brock, a diferencia de Bain, no tenía problemas para expresarse, pero
incluso para él, su alarde fue un poco inusual. Y el brillo en sus ojos, eso
era definitivamente extraño.
—¿La mejor panadería del mundo? —Aine se mostró escéptica.
—Demonios sí.
Sweet Tooth era el nombre de esta panadería alucinante. Tan pronto
178 como entramos, nos asaltaron con los aromas de vainilla y canela. Cada
mesa estaba llena; había una fila de personas esperando para ser atendidas,
pero nadie parecía tener prisa. Con base en lo que vi en los platos que
pasamos, lo entendí.
—Los éclairs aquí son una locura. —Brock estaba completamente
animado, lo cual fue un poco extraño al ver a alguien como él brotando
alimentos horneados.
Por supuesto, mirando alrededor de la panadería, él no era el único.
Mis ojos se perdieron en Bain. No es una sorpresa, su expresión era ilegible.
Mirando alrededor de la panadería, había alegría, deleite, incluso
decadencia, pero había algo más fuerte entrelazándola. No es una mala
emoción, sino diferente.
Una mujer corpulenta apareció por la parte de atrás con una bandeja
de panecillos pegajosos. Tenía la sonrisa más grande en su cara. Brock miró
en el amor.
—Esa es Cinder Gulliver, la propietaria —dijo casi con reverencia.
—Brock, ¿cómo estás?
Se sonrojo. Miré a Bain para ver sus ojos rodar. Brock tardó un minuto
en responder, y cuando lo hizo, hizo tartamudear sus palabras. Que en el
mundo Torpemente, me señaló y dijo:
—Ellas son Ivy Blackwood y AineWolfhart.
La sonrisa de la Sra. Gulliver nunca se atenuó cuando nos saludó.
—Encantada de conocerlas a ambas.
—Y a usted, señorita Gulliver —le contesté.
—Llámame Cinder. —Su atención cambió fuera de donde comenzó una
pelea en la acera—. Discúlpenme.
Bain se dirigió a la puerta, pero Cinder lo detuvo levantando la mano.
—Tengo esto. —Agarró dos donas en su salida. Ella no era una mujer
pequeña, pero estaban en el centro de todo. Para mi sorpresa, se detuvieron
cuando se acercó. Luego le dio a cada hombre una dona, como si fuera tan
fácil. Mis ojos pueden haberse salido de mi cabeza cuando de hecho fue tan
fácil. Ambos hombres se alejaron con una sonrisa en sus rostros, una que
coincidía con la de ella cuando regresó con nosotros.
—Ahora, ¿dónde estábamos? Oh sí, ¿qué puedo conseguirte?
No estábamos en la línea, pero Brock no dudó en responder.
—Una docena de éclairs.
—Van por la casa. —Ella se encontró con la mirada de Brock antes de
que él pudiera objetar—. Sin objeciones.
179
Y para mi sorpresa, no lo hizo.
Mientras encajaba nuestros pedidos, pregunté a los demás:
—¿No le sorprende a nadie más lo fácil que lo detuvo?
—No, su mierda es tan buena —ofreció Brock.
Eso podría ser así, pero aún parecía un poco extraño lo fácil que lo
manejaba. No presioné el punto.
Llevamos nuestras golosinas afuera a un parche de sombra.
Pensándolo bien, su mierda era tan buena. La masa dorada, la parte
superior cremosa de chocolate y el interior fueron las más deliciosas natillas
de mantequilla.
—Tienes razón. Estos son de muerte.
Incluso Aine estaba callada mientras devoraba su éclair.
—Podría comer una docena al día —dijo Brock mientras se metía una
segunda en la boca.
—¿Podríamos pasar por una librería? Me gustaría obtener un libro
sobre el área —le pregunté.
Bain sacó su teléfono.
—Hay varias. —Me entregó su teléfono y la lista que había obtenido tan
rápido. Los teléfonos celulares eran increíbles. Recorrí la lista, pero la
pantalla se congeló, y no pude pasar de una foto. Fue entonces cuando noté
el reloj de diente de león incorporado en el cartel de la tienda. Me estremecí,
¿era una coincidencia o alguien trataba de decirme algo? Con lo que había
visto hasta ahora, no me estaba arriesgando.
—Éste.
—No está lejos —ofreció Bain—. ¿Estamos bien para irnos ahora?
—No puedo moverme —declaró Brock.
—Me quedaré con él. Te veremos de vuelta en la casa —sugirió Aine.
—¿Estás segura? —le pregunté.
Miró a Brock, que estaba acostado de espaldas con los ojos cerrados.
—Estoy segura.
La librería era un pequeño agujero en la pared, pero el interior estaba
repleto de libros. Una anciana estaba de pie detrás del registro, tan viejas
que sus manos estaban torcidas, su espalda encorvada, y su cabello era de
un blanco puro y llegaba a la mitad de su espalda. Tan pronto como
entramos, nos saludaron ojos azul oscuro.
—Bienvenidos.
180 —Hola.
Caminó alrededor del mostrador, sus pasos lentos, su equilibrio no era
muy bueno.
—¿Cómo puedo ayudarte?
—Quería obtener información sobre la plantación de LeBlanc.
—Ah… la cantidad de turistas interesados en ese lugar. Es una
atracción popular. Muy poco está documentado, la mayoría son solo
historias pasadas... leyendas urbanas, según algunos. Tengo un libro de
esos de vuelta aquí.
Se movió lentamente, sus piernas temblaban mientras caminaba la
corta distancia hacia la parte trasera de la tienda. Los libros eran viejos,
recordándome la biblioteca de Misty Vale. Sus dedos huesudos sacaron un
libro del estante.
—Este es el más completo, y aun así, no es muy detallado. —Antes de
que me lo entregara, me preguntó—: ¿Puedo preguntarle en qué está
específicamente interesada?
—Una historia de la casa y la tierra.
—¿Con que propósito?
La estudié por un segundo debatiendo sobre si debía preguntar qué
tenía en mente, pero me imaginé que no era la primera con preguntas
mórbidas sobre el lugar.
—Quiero saber qué pasó allí para que sea tan oscuro.
Sus viejos ojos se ensancharon.
—Tienes un poco de don en ti, ¿verdad?
No estaba segura de lo que tenía, pero le dije:
—Un poco.
Ella tomó el libro y se lo dio a Bain.
—Devuélvelo a la estantería, querido. Enseguida vuelvo.
Desapareció en el almacén, regresando un poco más tarde con un libro
muy viejo.
—Querrás este. —Tan pronto como lo toqué, sentí el sonido de la magia
a través de mí, dejando un hormigueo en mis músculos.
—¿Qué es?
—Las respuestas a las preguntas que aún tienes que formular.
Caminó hasta uno de los viejos sofás escondidos en un rincón. Se sentó
y luego palmeó el asiento a su lado.
—Mi madre, su madre, etc., a través de nuestro árbol genealógico, todos
tenían el don. Hay historias que se han perdido a lo largo de las
181 generaciones, historias tan espantosas que se cree que están mejor
olvidadas. —Me tocó la mano y sentí algo; ella también lo hizo cuando lo
sacó rápidamente. Nuestros ojos se encontraron cuando el déjà vu me
recorrió. El timbre de la puerta sonó y el momento se perdió. Continuó—:
Algunos creen que el inicio de las apariciones en esa antigua plantación
comenzó con la familia LeBlanc, pero el lugar ya estaba marcado antes de
eso. La tierra fue maldita incluso antes de que la casa fuera construida.
—Esto es lo que quería saber.
—¿Y conoces la historia?
Ella sonrió.
—Tienes que volver al principio.
—¿Al principio?
—Los científicos lo llaman el Big Bang, y lo tienen bien, pero solo tienen
una parte de la imagen. Incluso la religión es limitada por lo que no ven. La
tierra es el hogar de algo más que humanos. El Big Bang fue realmente un
choque entre los dioses. Provocó la creación, pero la creación en su infancia
comienza en la oscuridad, la respuesta opuesta a la luz de la creación.
Incluso ahora, los bebés nacen del vientre de su madre, un lugar protegido
pero oscuro. Y es en esos momentos de oscuridad que abren la puerta a esas
deidades con malas intenciones.
Sentí que Bain se tensaba antes de que él exigiera:
—¿Quién eres?
—Nadie a quien necesites temer, sino alguien que puede ofrecer una
dirección si lo pides.
—¿Estás diciendo que el mal hizo un reclamo en este mundo en esa
parcela de tierra?
—¿Por qué no? ¿Nunca has experimentado lo contrario, un lugar de
tanta alegría y bondad que esas emociones permanecen mucho después de
que aquellos que inspiraron las emociones se hayan ido?
Misty Vale.
—La vida es un equilibrio. La gran felicidad debe ser contrarrestada por
el gran mal. No puede existir uno sin el otro.
Me sentí enferma porque tan doloroso como era creer, realmente
parecía que nuestra vida desde hace tanto tiempo perpetuaba lo que
estábamos peleando.
Ella tocó mi mano, y de inmediato me sentí reconfortada.
—¿Estás bien?
No estaba segura la idea de que algo tan feo provenía de algo tan
182 hermoso, no podía pensar en eso ahora.
—¿Por qué tienes el reloj de diente de león en tu cartel?
Sus viejos ojos brillaban.
—Llevan deseos hasta donde sopla el viento, y los libros son como
deseos para un lector, ¿no crees? Todas las posibilidades que podemos vivir
en las páginas de un libro.
Lo tuve en Misty Vale. Los lugares que viajé en un mundo del que nunca
pensé que estaría separado.
Le tendió la mano a Bain; la ayudó a levantarse y caminó con ella al
registro.
—Ivy, una palabra de advertencia. Los deseos son inconstantes,
quienes los otorgan aún más. Ten cuidado con lo que deseas porque podrías
conseguirlo.
Estábamos en la calle cuando Bain preguntó:
—¿Cómo supo tu nombre?
184
La puerta se abrió y entraron los dos hombres que habían estado
luchando la última vez que había estado aquí. Uno de ellos dejó caer su
mano en el hombro del otro como si fueran mejores amigos, sonrisas en sus
dos caras. Mirando alrededor de la habitación a los deliciosos eufóricos
clientes, cada uno de ellos felizmente consumido con sus dulces, supe que
había más cosas aquí.
—¿Hay algo mal? —Una sonrisa se burló de su boca, alegría en sus
ojos.
—¿Quién eres?
—¿Puedo sentarme?
Señalé la silla.
—Por favor.
—Me pregunté si lo descubrirías. —Luego se rio, su gran barriga
temblaba por su alegría—. Mírame, estoy a una dona de un ataque al
corazón, pero eso no me impide disfrutar de mis creaciones. —Miró
alrededor de su panadería—. ¿Alguna vez has visto a gente más en sintonía
con su comida? Es casi una miniaventura amorosa que Joanie tiene allí con
su bollo pegajoso. Y la obsesión de Brock con mis éclairs.
Señalé a los hombres que acababan de entrar.
—Esos dos hombres estaban preparados para arrancarse la cara el otro
día y ahora son los mejores amigos.
Los labios de Cinder se curvaron en una sonrisa maliciosa.
—Hay una razón por la que mis productos horneados son tan
pecaminosos.
Dudé en preguntar, incluso cuando mis labios formaron la pregunta.
—¿Por qué?
—Porque soy la gula.
Estaba segura de que no la había escuchado correctamente. Pedí una
aclaración.
—¿Disculpa qué?
—Soy uno de los siete pecados mortales. Soy la gula.
Me recliné en mi silla y no pude evitar la sonrisa. No había esperado
eso, pero no me sorprendió.
—Eso realmente tiene sentido, aunque no sabía que los pecados eran
corpóreos.
—La magia lo hace así —respondió ella.
—Pero no eres malvada. —No estaba preguntando. Podía sentir la
185 bondad en ella.
—El hecho de que seamos pecados no nos hace malos. Todos necesitan
un poco de pecado en sus vidas para condimentar las cosas. —Me estudió
un minuto antes de preguntar—: ¿Has descubierto lo que eres?
Mis cejas se alzaron.
—¿Tú lo sabes?
—Humano, pero tienes demasiada magia en ti para ser solo humano.
—Estoy trabajando en recordar.
Su expresión normalmente jubilosa se volvió preocupada.
—La oscuridad está llegando. Se está haciendo más fuerte cada día.
—Lo sé.
—Si necesitas a mis hermanos o a mí, estamos aquí.
Miré alrededor de su panadería a las amistades improbables. El pecado
podría ayudarnos a inclinar la balanza.
—Voy a encargarme de eso.
Compartimos un momento antes de que ella sonriera y se pusiera de
pie.
—Voy a conseguir algunos éclairs para que le lleves a Brock.
186
188
—Oh, mamá. Es tan lindo.
—Sí lo es.
—Mi cumpleaños se acerca.
—En ocho meses. —Su madre apartó el cabello de su hija de sus
hombros. Había tanto afecto en el gesto que me dio justo en el pecho.
—¿Están de visita? —pregunté.
—No, somos de aquí. Hemos pasado por este taller un sinnúmero de
veces, pero nunca habíamos entrado.
—Me alegro de que lo hicieran. Soy Ivy.
—Grace, y esta es mi hija, Hope.
Grace tocó el collar.
—Se parecen tanto —dije.
—Nos lo dicen mucho.
Estaba asombrada. Cómo me hubiera gustado tener un día de mamá y
mío. Compartir algo tan simple como un día de compras con mi madre.
Sonreí observándolas. O tener una hija que se pareciera a mí, caminase
como yo, y me mirase con ojos de cachorro porque quería un collar de
unicornio. Tragué el nudo de emoción por el pensamiento evocado. Quería
ser normal, pero no lo era. Ni siquiera estaba cerca.
—Ella recordará el día de hoy, no como una ocasión especial o una
celebración, sino simplemente por pasar el día con su madre. Los momentos
simples son a veces los que más apreciamos. —Mi paseo con Bain esta
mañana era uno para mí.
—Eres muy buena vendedora —dijo Grace, luego sonrió—. Nos lo
llevaremos.
Hope saltó arriba y abajo.
—¿Te gustaría ponértelo? —pregunté.
—Oh, sí, por favor.
Se lo vendí; Grace puso el collar alrededor del cuello de Hope. Su mano
envuelta a su alrededor. Ambas se despidieron antes de salir.
No me había dado cuenta de que Dahlia se había unido a mí hasta que
dijo.
—Eres una persona de gente, eso es seguro.
Una persona de gente, sí, suponía que lo era.
—Tengo un poco de productos que descargar. ¿Quieres ayudarme? —
preguntó.
—Por favor.
189
Sacó de la caja los dos envíos. Eran de un nuevo diseñador que usaba
muchas piedras gruesas y plata. Combinaciones inusuales que funcionaban
como ágata en bruto combinada con peridoto; lapislázuli pulido y topacio
blanco; y turmalina rosa y trozos de ónice. Eran hermosos.
—Me gusta su trabajo.
—A mí también.
Cogí otra caja que reveló el anillo más hermoso que jamás había visto.
Una piedra blanca que sabía que era una piedra lunar, y la forma en que se
trabajaba la plata, parecían como nubes a la deriva sobre la piedra. Era
impresionante, y extrañamente, desencadenó un deja vú.
—Qué anillo.
Dahlia me miró, y sentí su inquietud antes de que dijera.
—Esa pieza es un pedido especial.
Me decepcionó porque era absolutamente perfecto. Incluso tuve
algunos problemas para entregárselo, odiando desprenderme de él.
—Es magnifica.
—Sí, lo es. El cliente fue muy específico. Ya tenía la piedra, sólo
necesitaba el ajuste.
—Quien quiera que lo vaya a recibir, es una persona afortunada.
La campana sobre la puerta sonó. Dahlia levantó la vista y sonrió.
—Allí estás.
Bain
Ella dormía. La observé durante una hora, resistiendo el impulso de
despertarla, luego evité la tentación y di un paseo. Recordé la vida de hace
tanto tiempo, todo regresó rápidamente al volver a estar con ella. Recordé
cuando la vi por primera vez; estaba caminando por un carril. Era una época
más simple, el mundo un lugar diferente. La magia entretejiéndose a través
de todo. Incluso como humano, sabía que existía, la sentía y la respetaba.
Creí que fue esa magia la que la trajo a mí, un ángel en la tierra. Como
ahora, había una inocencia en ella, una sed de vida que era intoxicante. La
amé desde el momento en que la vi, y la he amado todos los días desde
entonces. Incluso cuando no podía recordar, incluso cuando estaba perdida
para mí, una parte de mí siempre la ha buscado. Lo nuestro era un ciclo;
llegaríamos al final de nuevo. Ella no era inmortal; no estaríamos juntos
para siempre. Encontrarla solo para perderla, era nuestro destino.
Momentos, pequeños instantes, era todo lo que teníamos. Una vez había
sido suficiente, pero ya no lo era.
La sentí antes de que me abrazara la cintura.
—¿Estás bien?
—Me acuerdo de nosotros. Recuerdo esa vida.
—Yo también.
Girándome hacia ella, alejé el cabello de su rostro.
—Instantes en el tiempo ya no son suficientes.
Parecía triste. Lo entendí, pero ahora teníamos uno de esos instantes.
No iba a perder ni un segundo. La llevé de vuelta a nuestro árbol.
203
Lucía adorable, confundida como el infierno, pero tan jodidamente
linda. Teníamos que regresar a la casa, y no lo haría desnudo. No en forma
humana, de todos modos.
—¿De dónde salió la ropa?
Reí.
—El cambio es mágico, Ivy. Quitarse la ropa es más fácil mágicamente
que cambiar de forma.
Era tan expresiva que pude apreciar cómo procesaba mis palabras
desde el momento de sorpresa hasta el momento en que lo asimiló.
—No pensé en eso, la magia es la responsable del cambio.
Tomando su mano, la jalé hacia mí y besé la confusa mirada en su
rostro. Se fundió en mí. Era nuevo pero familiar al mismo tiempo. Mirando
lo que quedaba de la casa, dije las palabras antes de pensar en ellas.
—Deberíamos arreglarla.
Por la forma en que se acurrucó en mis brazos, supe que le gustaba
esa idea.
—Devolverla a la vida.
—Mi grupo apreciará el trabajo. Les está dando comezón. También
podrían dormir aquí; así despejaría la casa porque hay demasiada gente
para mi gusto. —No todos se quedaban en la casa, pero ahora que Ivy había
vuelto, incluso uno era demasiado.
Sonrió. Mi pecho dolió. Toqué su cabello recordando cómo empezó todo.
—Estabas caminando por una calle con un ramo de flores.
—Estabas cuidando tu campo. —Una sonrisa se dibujó en sus labios—
. No puedo imaginarte atendiendo un campo ahora.
—Como montar en bicicleta —me burlé.
—No recuerdo qué le pasó a nuestro árbol —dijo, su atención girándose
hacia lo que quedaba.
—Yo tampoco, pero recuerdo haberlo plantado. Recuerdo que creía que
estábamos plantando...
—Un palo. No parabas de llamarlo palo —dijo riendo.
Rocé su mejilla con el pulgar.
—Me corrijo.
Capté un olor, mi cabeza dando vueltas justo cuando el zorro salía de
los árboles.
204
—¿Quién es ese? —pregunté.
—No estoy segura, pero permanece cerca.
Los cuervos descendieron volando, aterrizando a ambos lados de
nosotros.
—Estos dos también lo hacen —agregué.
—Son sabuesos del infierno.
Su revelación me tomó completamente por sorpresa.
—¿Sabuesos del infierno?
—Sí. Bart, la ordenanza... demonios, era demasiado fuerte para Aine.
Casi se muere. Estos dos vinieron volando por el pasillo, cambiaron en el
vuelo. Lo destrozaron en segundos.
—Sabuesos fuera del infierno. ¿Cuándo ha pasado eso? —pensé en voz
alta.
—Los conozco. Son parte del pasado que no puedo recordar.
—Los sabuesos del infierno son los guardianes del inframundo, y solo
responden a un maestro.
—¿A quién?
—Hades.
Quedó boquiabierta, toqué su barbilla para cerrarla.
—Hades, dios del inframundo, ¿en serio? Espera, ¿Hades y el diablo
son lo mismo?
—No. El diablo es el sirviente de Hades, uno de los demonios más
temerarios, pero considerando lo que se les ha encomendado, no puedo decir
que culpo al tipo por querer desahogarse.
—¿Encomendado?
—Los humanos piensan erróneamente que porque Hades y el diablo
están en el infierno son malvados, pero son los responsables de mantener
el mal encerrado. Para hacer eso, tienen que ser los más puros de todos los
seres, los más incorruptibles. Están lejos del mal.
—Nunca lo había pensado de esa manera. Pero tiene sentido. ¿Crees
que el diablo sabe lo que está pasando aquí?
—No vendría mal preguntarle. Te debo una lección en Internet. —Me
alejé, pero la miré. Era tan malditamente hermosa—. Una gran variedad de
ideas para enseñarte se me ocurren ahora.
Entendió lo que quise decir por la forma en que sus ojos se movieron
por mi cuerpo, y mordió su labio.
—¿Quizás deberíamos tener esa lección ahora? —sugerí.
205 Su respuesta hizo que mis pelotas se tensaran.
—Sí, por favor.
206 La oscuridad dio paso a la luz, y la confusión dio lugar al pánico al ver
al doctor Ellis al otro lado de la habitación. Tironear de las esposas con los
puños no tenía sentido; era más que metal lo que las ataba.
El doctor Ellis entregó su bata de laboratorio blanca; con locura lo miró
fijamente.
—La belleza de la química. La mente es una maravilla. Nuestros
cuerpos son capaces de mucho más de lo que sabemos. Activa la parte
correcta del cerebro y podrás hacer cosas inimaginables. —Su sonrisa era
siniestra mientras sostenía la jeringa—. Con una inyección, y me
pertenecerás.
Tirando de las esposas, las palabras salieron en un siseo:
—No te saldrás con la tuya.
—Oh, pero lo haré, y sabré lo que ella sabe porque uno de su círculo
de confianza será mío.
207
208
No tuve ninguna reacción porque nunca había pensado en eso, y eso
evocó la escena con Emily y su declaración de que el guerrero de los
Ancestros vendría a restaurar el equilibrio. ¿Era posible que fuéramos esos
guerreros?
—Veo que no habías pensado en eso.
—No. —No podía contener mi sonrisa porque ser la respuesta y no la
causa significaba que no tenía que alejarme de él. Nacimos para estar
juntos—. Estamos destinados.
Pasó el pulgar por mi mandíbula.
—Ahora y siempre. —Sus ojos ardieron—. Tenemos que continuar con
nuestra búsqueda porque ahora mismo todo lo que deseo hacer es ponerte
de nuevo en esta cama, pero…
También lo quería, pero tenía razón. Si éramos el equilibrio, tendríamos
que averiguar cómo luchar contra lo que se avecinaba. Volví a mirar la
pantalla y la página que había estado leyendo sobre el solsticio de verano.
Me quedé un poco entumecida cuando cierta frase llamó mi atención.
—Aquí dice que el solsticio de verano también se llama el Día de la
Reunión. —Levanté la cabeza—. Se centra en la celebración del fuego y la
luz.
—No es una coincidencia.
—También es cuando la Madre Tierra es más fuerte.
—Y te recarga, así que podría decirse que, en tu cumpleaños, te
encuentras en tu mejor momento.
—También es el momento en que el velo entre nuestro mundo y el
mundo de las hadas es más delgado. Son las protectoras de la Madre Tierra.
Leí sobre ellas. Existen en un reino diferente al nuestro.
—Sí, pero caminan entre nosotros en pleno verano. La única vez que
pueden —añadió.
Alcancé la camiseta de Bain, me la puse antes de ponerme de pie y
empezar a caminar.
—Los recuerdos están ahí, y esto, siento como si estuviéramos en algo.
El solsticio de verano juega un papel. Estoy segura. —Era tan frustrante;
era como tener las palabras en la punta de la lengua, pero no salían. Un
pensamiento me congeló—. La noche del incendio, mi cumpleaños, mis
padres adoptivos intentaron sacrificarme.
Cada músculo de su cuerpo se tensó, y su expresión se convirtió en
granito.
—¿Qué quieres decir con que intentaron sacrificarte?
—Solo recuerdo algunas partes, pero me ungieron con un óleo de
209 madera; estaba vestida de negro y dibujaron una marca en el suelo. No
recuerdo el ritual real; solo recuerdo el fuego que los mató. Pero por qué
hacer eso el día en que soy más fuerte. Si sabían lo suficiente como para
realizar el ritual, uno pensaría que sabrían algo sobre lo que estaban
sirviendo a quienquiera que me estuvieran ofreciendo.
—Necesitamos saber qué estaban haciendo. Quizá Esther pueda
darnos una idea si compartes con ella lo que recuerdas.
—Buena idea. —Empecé a morderme la uña—. Mi instinto me dice que
todo lo que vaya a ocurrir, pasará en el solsticio de verano.
No contestó, pero pude ver que estaba pensando lo mismo.
211
Josiah
—Ella se lo buscó, lo suplicó. Luego gritó todo el tiempo que yo era la
mejor follada que había tenido. No eres lo suficientemente hombre para una
mujer así.
—Si no los detenemos, habrá un baño de sangre. —Nick no estaba
equivocado; desafortunadamente, tuve la terrible sensación de que algo más
estaba sucediendo aquí.
—Bloqueen la calle, saquen a los civiles de aquí. Si no podemos
detenerlo, minimizaremos el daño.
—En ello.
—No he dicho eso. Nunca diría eso de ti. —Ella pasó sus dedos pintados
por el brazo del hombre que acababa de sacar un cuchillo.
—¿Me estás llamando mentiroso, puta? No decías mucho de nada
cuando te metía mi polla en la garganta.
—Dije que no. No le gustó esa respuesta. —En el momento justo, las
lágrimas llenaron sus grandes ojos azules.
—Maldita puta, eso es mentira.
Mierda, esto estaba a punto de ponerse muy feo. Mi atención se centró
en quien incitaba a la multitud. Una mujer bella y seductora, tenía unos
ojos que harían que un hombre rogara por aprender los secretos que había
detrás. Apostaría mi pensión a que era sobrenatural, y su intención era
incitar a la locura. Hacía el papel a la perfección.
Aparecieron Bain e Ivy. Gracias, joder. El único que inspiraba más
miedo que los imbéciles que estaban a punto de arrasar mi ciudad.
—¿Qué necesitas? —preguntó.
—Ella no es lo que parece. Está intentando que estas dos bandas se
maten entre sí.
—El mal se alimenta de sus emociones —dijo Ivy.
—Por lo que parece, está teniendo éxito —contestó Bain.
—Pueden, ya saben… —Le hice un gesto con la mano porque en
realidad, no sabía lo que podían hacer, además de despedazarlos a todos, lo
que desbarataba el punto.
—Podemos hacer control de multitudes, sacar a la gente a la calle, pero
la delicadeza no es el punto fuerte de mi equipo. Si nos involucran, tendrás
más cuerpos de los que sabrías qué hacer con ellos.
212 —Entonces, ¿qué demonios haremos?
—Tal vez un hechizo —sugirió Ivy.
—Cyril. Es un brujo, tal vez pueda hacer un hechizo. —Busqué a mi
ayudante—. ¿Dónde diablos está? Tenemos que calmarlos.
—¿Hay tiempo para buscar a Esther? —preguntó Ivy.
El empuje comenzó.
—No lo creo.
—Podemos llevarlos, trasladar un bando a una distancia segura, pero
nos ven, y empezarán... —Bain echó la cabeza hacia atrás, e inhaló.
Ivy también lo notó cuando preguntó:
—¿Bain?
Su sonrisa solo podía llamarse malvada.
—Justo a tiempo.
Antes de que pudiera preguntar quién tenía la sincronización perfecta,
escuché el sonido de muchos autos rodando por la calle. La barricada que
acababa de instalar fue removida mientras un auto deportivo tras otro
entraba rodando.
—¿Quiero saber quiénes son?
Los autos se detuvieron, se abrieron las puertas, pero fue la multitud
la que tuvo mi atención. Todos, incluso los motociclistas, miraban a los
recién llegados no solo con interés sino también con lujuria. Volví a
prestarles atención y comprendí el atractivo. Eran las criaturas más
hermosas que jamás había visto. Músculos largos y delgados, rostros
pálidos cincelados y ojos pálidos hipnóticos. Sus cuerpos se movían con
fluidez, seductoramente. El sexo pendía en el aire, la ira se transformó en
otro tipo de calor. Se movieron entre la multitud, incitándolos, pero de una
manera totalmente diferente. La gente empezó a emparejarse. Tendría que
publicar un montón de citaciones por exposición indecente, pero en este
momento, prefería a la gente desnuda antes que muerta.
—¿Adónde se fue? —preguntó Ivy. La miré y, a diferencia de los demás
a nuestro alrededor, incluido yo mismo, los recién llegados no la afectaban.
Pasó un segundo antes de que me diera cuenta de a quién se refería. Miré
alrededor, pero la mujer se había ido. Fue entonces cuando recordé el
comentario de Mindy sobre Henry y el extraño.
—Henry había sido provocado por alguien, instado a ir a la casa de
LeBlanc.
—Fue atraído hacia la plantación donde fue asesinado, pero esta mujer
solo quería molestarlo —dijo Ivy.
213 —¿Piensas que los asesinatos tienen un propósito diferente? —
pregunté.
—Sí, esto era para alimentar el mal... todas las emociones feas y la
muerte lo hacen más fuerte. Henry fue atraído y asesinado. Creo que su
muerte tuvo otro propósito —contestó.
—¿Qué propósito?
—No estoy segura.
Mi atención se centró en los recién llegados.
—¿Quiénes son ellos? O, mejor dicho, ¿qué son?
—No sé... —Se sonrojó ante lo que rápidamente se estaba convirtiendo
en otra turba, esta vez de lujuria y sexo—. Pero no puedo creer lo rápido que
cambiaron el humor de todos.
—Otro tipo de magia, supongo.
Ivy
El sheriff no se equivocó. Era algún tipo de magia. Como si nos oyera
hablar, uno de los muchachos levantó la vista de los cuerpos retorciéndose,
sus ojos inusuales se posaron en mí. Sonrió. Bain gruñó bajo en su
garganta. Era alto, no tan alto como Bain, pero bien musculoso y refinado.
Tenía el cabello rubio y largo, rozando sus anchos hombros. Cuando
caminaba, era más bien una fanfarronada. Todo, desde el balanceo de sus
caderas, hasta sus largos pasos, incluso la forma en que sus brazos se
movían grácilmente a su lado. Literalmente exudaba sexo al caminar. Me
miró como si me conociera. Tal vez lo hacía. Entonces sus ojos se dirigieron
a Bain, y sentí el desafío, la anticipación. Querían pelear, ambos
prácticamente tarareaban con la necesidad de probarse a sí mismos contra
el otro.
Se detuvo frente a mí, tomó mi mano y la llevó a sus labios.
—Hola. Soy Jareth.
—Hola, soy Ivy.
La tensión entre Bain y Jareth era tan fuerte que se podía cortar con
un cuchillo.
—¿Conoces a Bain?
Su sonrisa era malvada.
—Sí. —Juro que sus dientes crecieron ante mis ojos.
214
—No quiero ser grosera, pero ¿qué eres? —pregunté.
No respondió, estudiándome por un minuto.
—No estás afectada. —No era una pregunta.
—¿Afectada?
—Fascinante. Creo que la pregunta es: ¿Qué eres tú, Ivy?
—Aún no lo sabemos. ¿Puedo preguntar por qué estás aquí? —Miré a
mi alrededor a la turba lujuriosa—. Tu sincronización es impecable.
Era extraño percibir la incertidumbre que emanaba de este ser que solo
irradiaba confianza.
—No lo sé. Fuimos atraídos aquí. No puedo explicarlo.
Interesante.
Sentí el cambio en Bain. Le eché un vistazo, y estaba empezando a
cambiar.
—¿Qué estás haciendo?
No contestó, pero yo lo sabía.
—¿De verdad van a pelear ahora?
Respondieron al mismo tiempo.
—Sí.
Brock apareció de la nada.
—La tengo.
Y así de fácil, Jareth y Bain desaparecieron. Me quedé mirando en la
dirección en la que se habían ido.
—¿Qué es Jareth?
Brock rio.
—Pensé que lo descubrirías.
—¿Un vampiro?
—Sí.
—¿Los vampiros y los lycans no se llevan bien?
—Nos toleramos mutuamente.
—Entonces, ¿por qué se fueron? ¿Se van a matar? —No quería que Bain
muriera, y curiosamente, tampoco quería que Jareth lo hiciera
—No, pero Bain no tiene igual en una pelea excepto por Jareth.
Disfrutan el desafío.
¿Qué había que decir al respecto?
—Dado que el baño de sangre ha sido desviado —dije mientras miraba
215 los cuerpos emparejados y teniendo sexo en las calles de Nueva Orleans—.
Quizá deberíamos ir a comer algo. ¿Quiere venir, sheriff?
—Sí, pero creo que debo ocuparme de esto. —Miró la masa de cuerpos—
. Pensándolo bien, que se diviertan. Sí, iré.
—Sweet Tooth sigue abierto —ofreció Brock y tomó mi mano.
—Azúcar... —dijo Josiah—. Gran idea.
Estaba sentada afuera cuando llegó Jareth. Bain no estaba con él. No
sabrías al mirarlo que había estado luchando contra un lycan. Se acercó y
se sentó en la silla a mi lado. Basándome en nuestra presentación, esperaba
bromas sexys. Me sorprendió.
—¿Disfrutas de la ciudad?
Lo estudié por un segundo, apreciando sinceridad genuina.
—Es fascinante. Hay tanta diversidad. Arquitectónicamente, es
hermosa, y la comida es increíble.
—¿Ya te has comido un beignet? Cliché casi, pero tan sabroso.
—En mi primer día, y estuvo sabroso. —Examiné la oscuridad antes de
preguntar—: ¿Dónde está Bain?
—Vagando. La sed de sangre tarda en desvanecerse.
—¿Cuándo fue la última vez que pelearon?
—Hace unos cien años. Nos encontramos en la misma ciudad. La
oportunidad llamó.
—Disfrutas peleando.
—Bain es rápido, muy rápido. Es un reto. —Me estudió antes de
preguntarme—: ¿Quién eres?
Apoyé la cabeza en la silla y miré las estrellas.
—Estamos tratando de averiguarlo. Lo que sí sabemos es que soy
humana; probablemente convoqué al que me retuvo. No sé por qué lo hice.
El mal está tratando de manifestarse aquí, eso fue lo que viste antes; está
tratando de ganar un punto de apoyo más fuerte, pero le falta algo, algo que
está impidiendo que se manifieste. Estamos tratando de detenerlo.
—¿Te retuvieron? ¿Dónde?
—No muy lejos de aquí. En la que fue mi casa una vez.
—¿Por cuánto tiempo?
216
—Veintidós años.
—Dijiste que llamaste al que te retuvo. ¿Cómo?
—Comencé un incendio.
—Veintidós años es mucho tiempo para retener a alguien,
particularmente si esperó hasta ahora para comenzar su ritual.
—Creo que yo quería estar allí.
—Tu hogar. Esa es una magia poderosa y una ubicación inteligente
para que te retengan. Si querías estar allí, lo sabrías y aun así querrías estar
allí. Interesante.
Aine vino de la casa con una bandeja de nachos. Jareth se puso de pie
y en un movimiento suave tomó la bandeja de Aine y la colocó sobre la mesa.
Luego tomó la mano de ella y se la llevó a los labios.
—Jareth.
—Aine.
—Encantado de conocerte.
—Guarda tus manos para ti, chupasangre. —Brock apareció,
interponiéndose entre Aine y Jareth. No tenías que ser empático para saber
lo que estaba haciendo. Jareth también se dio cuenta y retrocedió. ¿Aine y
Brock? Me gustó, me gustó que algo bueno saliera de todo esto.
Jareth se sentó y cruzó las piernas. Miró a Brock antes de que sus ojos
se posaran en Aine.
—Dime cómo es ser un demonio del reino exterior.
Aine nos arrastró por todas partes. Bain era un buen deportista,
normalmente esperaba en la puerta, mirando su teléfono. En algunas de las
tiendas, se quedó afuera... maquillaje y productos para el cuidado del
cabello no le interesaban.
Me estaba probando ropa. Bain estaba sentado en el vestidor mientras
Aine corría de un lado a otro sacando más ropa de los estantes y arrojándola
al vestidor. Insistió en que hiciera un desfile con los atuendos. Algunos ni
siquiera me los probé porque no necesitaba un corpiño de cuero ni una falda
de caniche. Pensando en Bain mientras me quitaba el corsé, tal vez me
vendría bien.
Sentí los ojos de Bain sobre mí. Estaba encorvado en la silla, con el
teléfono en las manos, pero cada vez que salía del probador, los ojos grises
me observaban de pies a cabeza. Conocía los atuendos que le gustaban por
la forma en que se le oscurecían los ojos. Qué diferente era mi vida ahora.
Debíamos hablar, teníamos que planear, prepararnos, pero era
embriagadora esta nueva vida.
Esa noche modelé mi nuevo corsé para Bain. Le gustó tanto que me
llevó contra la pared e insistió en que no me lo quitara. Fue duro y rápido,
mis brazos buscando algo para sostenerme mientras se movía salvajemente
entre mis muslos. Me vine en un grito, amortiguado por su lengua en mi
boca. Me haría falta uno en cada color del arco iris.
219 Sus amigos estaban esperando. Se bebió la última cerveza y agarró su
cartera. Nunca había ido al Mardi Gras, pero regresaría cada puto año. Era
una gran fiesta, ¡y las mujeres! Mierda, no había tenido tanto coño desde la
universidad. Tenía la vista puesta en una pelirroja con piernas kilométricas.
Al final de la noche, esas piernas estarían sobre sus hombros y su lengua
se daría un festín con ella. Se le puso dura solo de pensarlo.
El olor a hierba y cerveza lo golpeó tan pronto como salió a la calle. Le
encantaba este lugar. Una mujer llamó su atención, su falda era tan corta
que se le veía el culo y qué maldito culo tenía. Se fijó solamente porque,
maldición, le gustaría un pedazo. Ella miró hacia atrás, viéndolo
directamente. Sonrió, mordiéndose el labio, antes de adentrarse en un
callejón. Qué invitación. Él la siguió. Lo estaba esperando, apoyada contra
la pared. No hablaba, pero sus ojos decían mucho. Lentamente, se
desabrochó los botones de su camisa ajustada y sus pechos saltaron. Los
rodeó con las manos, apretando y tirando de sus pezones, sus ojos
desafiándolo. Él se acercó, reemplazando con sus manos las de ella;
succionó uno de esos picos firmes en su boca. Podía olerla, mojada y lista.
Llevó una mano bajo su falda corta de cuero; se encontraba desnuda y
depilada. Casi se vino en los vaqueros. Abrió las piernas en invitación. No
perdió el tiempo. Liberó su polla, le levantó una pierna y golpeó contra ella.
Apretada y mojada, su coño se cerró a su alrededor. Se sentía tan
jodidamente bien. Se movía, casi violentamente; cuanto más la follaba, más
se excitaba. La sacó, le dio la vuelta, le levantó las caderas y se hundió en
ella de nuevo. Gritó de placer, moviendo sus caderas para llevarlo más
profundo. Estaba muy buena, carajo. Ella se vino, empapando su polla. Le
apretó las tetas mientras se enterraba profundamente y llegaba como un
adolescente.
Se había metido en el callejón sin que lo vieran, deslizándose como una
serpiente. Sintió un escalofrío cuando subió por sus piernas, sintió el frío
cuando llegó a su pecho. Las inhibiciones desaparecieron, la libertad de
hacer lo que secretamente siempre había querido le hizo cerrar sus dedos
alrededor de su cuello. Ella pensó que era un juego violento y se frotó contra
él. Su polla se endureció; la folló incluso mientras apretaba los dedos. Le
quito la vida, viniéndose con un rugido antes de dejar que su cuerpo flojo
cayera al suelo. Ni siquiera miró atrás cuando salió del callejón. Quería
hacerlo de nuevo.
220
221
—Siempre.
Sus ojos marrones miraban fijamente sin ver. Alguien la había cubierto,
pero claramente había tenido sexo justo antes de morir. Las marcas de
ligaduras alrededor de su cuello sugerían estrangulación. Jasmine lo
confirmó cuando terminó la inspección preliminar.
—Murió hace unas ocho horas.
Miré por el callejón.
—Esa calle habrá estado llena de gente anoche.
—Sí, y la cantidad suficiente como para ahogar sus gritos.
Tenía razón en eso.
—¿La mataron aquí? —pregunté.
—Sí, y tenemos ADN. Quienquiera que se divirtiera con ella anoche no
usó protección.
—¿Cuál es la probabilidad de que su compañero y el asesino sean la
misma persona? Sería demasiado conveniente. —Y, aun así, mi instinto me
decía que era exactamente así.
Por su expresión, ella pensaba lo mismo.
—No llevaba ropa interior. Su asesino o compañero pudo haberla
tomado, pero tampoco llevaba sostén. Supongo que lo prefirió así para
facilitar el acceso. No hay ningún hematoma que coincida con la violación;
su camisa estaba desabrochada, no rota. Hay dos tipos de ADN en sus
senos. Supongo que de ella y de con quienquiera que estuviera de fiesta.
—Así que se meten en el callejón y se ponen a ello. La deja viva, alguien
la persigue y la mata o la mata cuando termina.
—Dejando su ADN y un rastro hacia él —añadió Jasmine.
—No parece probable, pero mi instinto me dice que esto está
relacionado con los McKinnon y Henry Werth.
Ella también lo estaba pensando.
Mi radio se encendió. Era un mensaje.
—Tenemos otro cuerpo.
Jasmine y yo compartimos una mirada. ¿Este era el comienzo de lo que
vendrá? Llamó a su equipo.
—Llévala de vuelta a la morgue. —Agarró su bolso—. ¿Me llevas?
222
Señalé por el callejón hasta donde estaba estacionado mi auto.
—Vamos a necesitar una morgue más grande.
Estábamos en un almacén fuera del Barrio Francés mirando lo que
quedaba de un cuerpo.
—¿Cómo diablos encontramos esto?
—El lugar está en venta. El agente de bienes raíces estaba haciendo
una recorrida y se lo encontró —dijo Nick.
No quedaba mucho del cuerpo, el piso de concreto estaba manchado
de sangre y partes del cuerpo, como si los perros enloquecidos se hubiesen
ido a la ciudad. No tenía duda de que la criatura en la que Henry se convertía
había hecho esto, muchas de esas criaturas.
Jasmine levantó la vista al examinar los restos.
—No es fácil decir cuánto tiempo hace que murió, pero supongo que
unas semanas. —Se veía un poco verde—. Esta brutalidad...
No tuvo que terminar el pensamiento porque estábamos pensando lo
mismo.
—Tenemos otro cuerpo. —Cyril se agachó bajo la cinta de la escena del
crimen.
Negué con la cabeza hacia él.
—¿Dónde?
—Cassie Blane desapareció hace seis semanas, pero los mochileros la
encontraron en el bosque a las afueras de la ciudad.
—¿Y es ella? ¿Estás seguro?
—Su bolso y su identificación estaban sobre ella. Parece que fue una
cuchillada en el corazón... un tipo de sacrificio.
Me dirigí a mi auto. La mierda iba en aumento, y estaba fuera de mis
cabales. Cyril me siguió; lo detuve.
—Te necesito aquí, necesito que ayudes a Jasmine a asegurar los
cuerpos. Volveré.
Eso no le gustó; lo vi en su expresión, pero no discutió. Bien, porque
no estaba de humor. Teníamos un asesino en serie, un sádico y asesino de
otro mundo que se aprovechaba de la gente de mi pueblo. Esa mierda iba a
parar.
223 —Tengo seis cuerpos, uno fue destrozado, otro fue apuñalado en el
corazón, y otro fue estrangulado. El modus operandi está por todas partes.
Creo que podrían ser las señales que advirtió sobre la indicación del
principio del fin —dije a Ivy.
Empezó a caminar.
—Creo que tienes razón. El mal está infectando a los humanos,
convirtiéndolos en esas criaturas, pero también les está quitando sus
inhibiciones, permitiendo que aquellos que se encuentran en la oscuridad
actúen en consecuencia.
—¿Por qué?
—Cuanto más caos crea, más fuerte crece. Las muertes más ritualistas,
Henry y los McKinnon, creo que fueron seleccionados por una razón.
—¿Por qué dices eso? —pregunté.
—Solo un presentimiento.
—¿Por qué esa gente específicamente?
—No estoy segura, pero creo que hay una relación entre las víctimas.
—Puedo buscar una conexión entre ellos. Es poco probable, pero
Jasmine puede hacer algunas pruebas de ADN.
Estaba mirando a Ivy, así que vi su reacción. Estaba pensando en algo,
pero se lo guardó para sí misma.
Unos ojos azul pálido me estudiaron desde el otro lado de la habitación.
—¿Cómo sabes de lo sobrenatural? —preguntó Jareth.
—No lo hacía. No hasta que todo esto sucedió.
—¿Y esa marca? —Señaló mi tatuaje.
—No recuerdo habérmelo hecho.
—Así que representas un papel y eres humano. —El vampiro no me
hablaba a mí, estaba pensando en voz alta.
—¿Tienes algo, Jareth? —preguntó Bain.
—Es humano y está involucrado. Tal vez los humanos también están
jugando para el otro lado —sugirió Jareth. Ni siquiera había pensado en eso.
—He oído que los humanos obedecen las órdenes de lo sobrenatural,
posiblemente sirviendo a las víctimas como una forma de apaciguarlas —
dijo Bain.
—O están controlando lo sobrenatural —añadió Jareth.
—Espera, ¿eso es posible? —pregunté, porque, ¿qué diablos?
—Es raro, pero sí, ha ocurrido. Tendría que ser un humano de voluntad
224 especialmente fuerte, y tendrían que tener ayuda para llamar, pero es
posible.
—¿Con qué propósito? —pregunté.
—¿Por qué los humanos hacen la mitad de las cosas que hacen? —
Jareth claramente no era un fanático de los humanos—. Si es una
manifestación del mal, los humanos no necesitan una razón. La carnicería
y la muerte serían el propósito, porque como dijo Ivy, con cada muerte, el
mal se acerca un paso más a la liberación —concluyó Jareth.
—Eso es lo importante que hay que recordar. Los secuaces del mal no
han abandonado las fronteras de la ciudad, y supongo que no pueden —dijo
Bain—. Al menos aún no.
—Como nosotros, están buscando algo —dijo Ivy.
—O a alguien —añadió Bain.
—Necesitamos encontrar esas piezas —replicó Ivy.
—¿Qué piezas? —preguntó Jareth.
Ella tomó algo de su bolsillo mientras cruzaba la habitación hacia
Jareth.
—Hay cuatro piezas. Bain tiene una, yo también. Necesitamos las otros
dos.
Estudió lo que tenía en la mano. El hombre ya estaba pálido, pero
parecía aún más pálido. Entonces dijo:
—Yo tengo una.
La energía en la habitación era eléctrica.
—¿En serio? —preguntó Ivy.
Bain cruzó la habitación más rápido de lo que lo vi moverse.
—¿Dónde está?
—En mi finca. La he tenido desde siempre, pero no recuerdo haberla
recibido. Es diferente a eso —dijo mientras hacía referencia a las piedras—.
Es negra azabache, pero tiene grabados.
—La necesitamos —dijo Ivy.
—Enviaré a alguien a buscarla. ¿Qué es esto?
Fue Bain quien le respondió.
—Podría ser la respuesta para cambiar esta mierda.
—Enviaré a alguien esta noche.
Ivy echó un vistazo. Había algo en su expresión que no coincidía con el
momento.
225
—Tres menos, falta uno.
—Me muero de hambre —dijo el grandote que estaba con Aine.
—Brock, siempre te mueres de hambre —respondió.
—Quédate a cenar —dijo Ivy.
—Sí, sheriff, debería quedarse.
Dahlia estaba haciendo inventario, lo que significaba que estaría
comiendo solo.
—Muy bien. Déjame llamar a Cyril.
—Sí, el brujo también. Comenzaré a cocinar —dijo Aine antes de
desaparecer en la cocina. No estaría tan deprimido.
—¿Brujo? —preguntó Jareth.
—Su ayudante es un brujo, y él no lo sabía —dijo Brock burlonamente
antes de seguir a Aine.
—¿Por qué lo haría? No es como si los humanos hubieran abrazado lo
sobrenatural. Ha sido relegado a la ficción, libros, películas y programas de
televisión, aunque algunas de sus representaciones son bastante buenas.
Hace que te preguntes si sus creadores no tienen un poco de mística en
ellos. —Tenía unos ojos rarísimos. Azul pálido, pero el color parecía
arremolinarse alrededor de los iris—. Un brujo es una sorpresa, pero debes
haberte sorprendido descubriendo lo que es Bain.
Tenía una suposición sobre Bain. Me reí porque esto era la vida real.
—¿Sabes lo que es?
No podía creer que estaba diciendo la palabra.
—Un hombre lobo.
—Lycan, bastante cerca.
—¿Lycan?
—Los hombres lobo son la interpretación humana de un lycan. Es más
fácil para ellos entender si convierten lo que temen en algo que creen que
pueden controlar. —Miró a su alrededor. Todo el mundo había ido a la
cocina; ya nos estaban llegando los olores. Jareth bajó la voz—. Nunca les
diría esto, pero los lycans no son perros o lobos, y no son controlables.
No tenía ninguna duda. Los tipos eran tan aterradores como los
humanos. No estaba seguro de querer ver su otro lado.
—Y tú eres un vampiro. Bebes...
—Sí, la bebemos, pero no vivimos solo de sangre. De nuevo...
—Interpretación humana. No te importan los humanos, ¿verdad?
226
No respondió de inmediato, y no fue una respuesta frívola cuando lo
hizo.
—Mi problema con los humanos es su arrogancia unida a su
ignorancia. No tienen ni idea de lo que sucede en el mundo en el que viven,
pero cuanto más ignorantes son, más se jactan escupiendo sus mentiras. O
está el otro lado, creyendo lo que oyen sin obtener ningún dato por sí
mismos. O están ansiosos por ser el líder cuando no están calificados para
serlo, o siguen ciegamente. Sin mencionar su flagrante desprecio por la
Madre Tierra, agotando sus recursos como si hubiera un botón de reinicio.
Lo hay, pero no sobrevivirán, y con toda su arrogancia, aún no se han dado
cuenta. —Cambió, su frío rostro se retorció mientras su temperamento se
agitaba. Casi di un paso atrás porque él también daba miedo—. Y su
intolerancia... ni siquiera pueden encontrar armonía entre ellos. Les hemos
permitido alcanzar el nivel de su incompetencia. —Se detuvo antes de
añadir—: Y considerando el estado del mundo, definitivamente han
alcanzado su nivel de incompetencia.
—Así que no te contengas. Dime cómo te sientes de verdad. —No podía
discutir con él porque estaba de acuerdo. Aun así, yo era humano.
—Exceptuando a los presentes.
—¿Comes comida?
—Sí. Bebemos sangre, pero no somos animales que enloquecen sin ella.
Bueno, hay unos pocos que no pueden controlarlo, pero eso es raro.
Genial, tenía que preocuparme de que estos vampiros raros se
convirtieran en un problema, una cosa más que añadir a la olla de mierda
que era este caso
—El acto de beber sangre puede ser muy placentero para todos los
involucrados —agregó Jareth.
—Te tomo la palabra.
Todo lo que hacía era como en cámara lenta y tan perfectamente
ejecutado, como la sonrisa que se extendía por su rostro.
—Como desees.
Petulante o confiado, me preguntaba si podría ponerlo un poco
nervioso. Abrí la boca y me detuvo cuando siseó:
—No, no brillamos.
¿Podía leer mi mente? Vamos equipo Edward. Por la forma en que me
miró, sí, podía leer mi mente.
230
No conocía los detalles; podría haberla buscado, pero estaba
respetando su privacidad y su relación con mi esposa. Sabía que hubo algo
feo en su pasado. Di un beso a Dahlia en la cabeza.
—Lo sé, por eso hago concesiones ante su grosería.
Dahlia apagó las luces y cerró con llave. La esperé, concentrado en la
calle, que era bastante concurrida por los turistas. El Mardi Gras estaba
técnicamente terminado, pero eso no impedía que los turistas continuaran
viniendo y eso me preocupaba porque había algo acechando y nadie lo sabía.
¿Cómo les decías que existía más en el mundo conviviendo con ellos y que
había maldad creciendo y matando? Necesitaban saberlo. No estaba bien
que estas personas no tuvieran idea de que había algo que las estaba
cazando.
—Tenía otra razón para pasar por aquí —dije.
—Oh, sí. —Se apretó contra mí, alcanzando mi mano—. ¿Qué?
—¿El caso en el que estoy trabajando?
El coqueteo se tornó en seriedad.
—¿Está todo bien?
—Sí, pero me han abierto los ojos, y creo que los tuyos también tienen
que abrirse.
—¿Cómo?
Mi atención se desplazó hacia la persona que caminaba por delante, la
conocida capa negra ondeando detrás de ella.
—¿Esa es Lilith?
Dahlia prestó atención a la que yo estaba mirando.
—Lo es.
—¿Su casa no se encuentra en la otra dirección?
—Tal vez tenga una cita —dijo Dahlia antes de mirarme, tratando de
controlar la sonrisa—. Probablemente no.
—A donde quiera que vaya, tiene prisa. —Tenía curiosidad, pero lo más
importante es que las calles no eran seguras. Quería asegurarme de que
llegara a su destino.
Antes de que pudiera sugerir que la siguiéramos, Dahlia me estaba
tirando por la calle.
—Veamos a dónde va con tanta prisa.
No pude evitar sonreír.
—Grandes mentes.
231
La noche había refrescado; la pausa del calor fue un buen alivio.
Disfrutarlo con Dahlia era casi perfecto, pero mis instintos de policía
hormigueaban porque Lilith estaba actuando de forma extraña. ¿Sabía que
la estaban siguiendo?
Llegó a un callejón. Casi la llamé, recordando a la mujer que
encontramos antes en el callejón. Aceleré el paso.
—¿Qué pasa?
—No debería estar caminando de noche por callejones oscuros. No es
seguro.
No estábamos muy lejos de ella cuando abrió una puerta. La luz de las
velas iluminaba la oscuridad. Oí el jadeo de Dahlia. La puerta se cerró, la
oscuridad volvió a entrar en el callejón.
—¿Qué pasa? —pregunté.
—Es una reunión de aquelarre —susurró Dahlia.
Detuve mis pies, girando mi cabeza abruptamente hacia ella.
—¿Quieres decir brujas?
—Sí. No sabía que aún practicaba.
—Espera. ¿Sabías que era una bruja?
No podía ver su expresión, pero la sentí.
—Bueno, duh.
—Mantén ese pensamiento —dije antes de acercarme, buscando algo
que pudiera pasar a los demás. Un aquelarre de brujas en Nueva Orleans
no era algo inaudito, basado en lo que aprendí esta noche, pero reuniones
secretas en la noche... no estaría de más ser cauteloso. Había un símbolo
tallado sobre la puerta, un perro de tres cabezas en un pentagrama—.
¿Reconoces esto?
—No, pero Cerberus está al mando de Hades.
—¿Cerberus?
—El perro de tres cabezas.
—¿Cómo…?
—Trabajo con lo oculto, Josiah.
Quería una foto, pero no deseaba que el destello alertara a Lilith y a
sus amigas de que estábamos aquí. Era un símbolo bastante fácil de
explicar. Tomé la mano de Dahlia y la saqué del callejón.
—Entonces, sabes de brujas.
—Sí.
—¿Te sorprendería saber que no son las únicas?
232
Fue ella quien se detuvo; sus ojos bien abiertos, pero no con miedo.
—¿Quién más?
—Tal vez esta conversación es mejor tenerla con alcohol.
—¿Josiah?
—Lycans.
Quedó boquiabierta.
—En serio. ¿Conoces a uno? —Sus ojos eran del tamaño de un
platillo—. ¿Yo?
—Bain.
Empezó a caminar de un lado a otro.
—Tuve un lycan en mi tienda. —Se giró hacia mí—. ¿Lo has visto
cambiar?
—No.
—¿Qué más?
—Demonios.
Su rostro palideció.
—¿Demonios buenos?
—Aparentemente.
—¿Y? —Sus ojos se dilataron en anticipación. Él ni siquiera estaba
aquí, y ella era toda una… puta de vampiros.
—Vampiros.
—Santa mierda. ¿Hay vampiros en Nueva Orleans? Quiero conocerlos.
A todos.
—Te lo digo porque no son solo ellos. Hay algo ahí fuera, Dahlia, algo
que mata. Necesito que tengas mucho cuidado.
Su entusiasmo se debilitó. No quería eso, pero quería que fuera
inteligente y cuidadosa.
—Por eso seguiste a Lilith. ¿Estabas preocupado por ella?
—Sí.
—¿Qué está haciendo el asesino?
—Esa es la pregunta del millón de dólares.
Sujetó mi mano, estaba asimilando la noticia de que los místicos
compartían la ciudad con nosotros.
—Creo que tomaré ese trago ahora.
233
—¿Han estado siempre aquí? —preguntó Dahlia más tarde esa noche.
—Las brujas sí, los otros acaban de llegar.
Se dio la vuelta, su cabeza junto a la mía en la almohada.
—¿Qué hay de Ivy? ¿Sabe lo que es Bain?
—Sí.
La pregunta derivó a la siguiente lógica cuando preguntó:
—¿Ella es algo?
—Sí, pero no estamos seguros de qué.
—Lo sabía, quiero decir, siempre creí, pero es... —Había un toque de
miedo en su excitación—. Lo cambia todo.
—Sí, así es.
—¿Por qué se reúnen? —Tragó—. Es por lo que sea que esté matando,
¿no?
Me preguntaba cuándo llegaría.
—Sí.
—¿Cómo de malo?
La acerqué.
—No quiero endulzarlo, Dahlia.
—Malo.
—Sí, nena.
—¿Pueden detenerlo?
No lo sabía, pero no iba a decirle eso.
—Sí, vamos a detenerlo.
—¿Puedo hablar con Ivy sobre, ya sabes…?
—Sí, creo que le gustaría.
—¿Es Lilith parte de esto?
—No lo creo, pero voy a averiguarlo. —La abracé y la inmovilicé debajo
de mí—. ¿Estás bien?
—Sí, solo... es mucho para procesar.
—Te lo quitaré de la cabeza por un tiempo.
234
Sus piernas se abrieron más.
—Buena idea.
—Solo digo que no estará contenta de que te hayas ido sin ella. —Brock
no se equivocaba, pero me ocuparía de eso más tarde. Mi prioridad era
mantenerla a salvo.
—¿Qué es eso? —preguntó por el bolso que tenía en la mano. Había
empacado algo al salir. Si alguien podía darme respuestas, sospechaba que
sería la persona que íbamos a visitar.
—Solo espero aclarar algo.
Llegamos en cuestión de minutos, la belleza de la magia.
—Sabrá que estamos aquí —advirtió Jareth—. Tiene sensores por todas
partes para identificar qué seres místicos hay en su casino.
—Quiero que lo sepa —dije mientras caminábamos hacia el Bellagio. El
lugar estaba lleno de gente, prácticamente uno pegado al otro. La
indulgencia y la decadencia goteaban de cada araña de cristal. Acabábamos
de entrar en el piso principal del casino cuando nos rodearon.
—Por favor, vengan con nosotros. —El que habló no esperó nuestro
acuerdo. Nos llevaron a través del casino a un ascensor que solo hacía una
parada... el ático. Las puertas se abrieron al lujo. Muebles antiguos,
pinturas de los antiguos maestros, pisos de nogal muy pulidos, espejos
dorados. Nuestra escolta abrió dos puertas doradas que revelaron una
habitación cubierta de ventanas que enmarcaban la franja y en el centro
estaba el hombre que habíamos venido a ver. La riqueza y el poder se
ostentaban desde el traje y los mocasines italianos que vestía, a los
diamantes que centelleaban en sus muñecas.
No se volvió hacia nosotros cuando dijo:
—¿Qué te trae por aquí, Bain?
—Estoy buscando respuestas.
Se volvió entonces, sus dorados ojos mirando a sus invitados.
—Jareth, ha pasado mucho tiempo.
—Darius.
—Y tú eres Brock. Bienvenido a Las Vegas. Por favor, sentémonos.
Despidió a nuestros acompañantes, que salieron de la habitación.
—¿Quieres algo de beber? —preguntó.
—No, gracias.
Se instaló en una silla que parecía un trono. Cruzando las piernas y
uniendo los dedos, preguntó:
239
—¿En qué puedo ayudarte?
—Imagino que sabes lo que está pasando en Nueva Orleans.
No mostró emoción; esa era su forma de domar el mal día tras día. Se
movió muy levemente, aunque indicaba molestia.
—No conozco los detalles.
Darius Black era la mano derecha de Hades. ¿Cómo es posible que no
supiera los detalles?
—El aquelarre de Hades está en Nueva Orleans, así como sus sabuesos
del infierno.
Se quitó la pelusa inexistente de los pantalones antes de decir:
—Por Ivy.
Eso me tomó por sorpresa.
—¿Conoces a Ivy?
—Por supuesto. —Me estudió durante un minuto—. Dile que estoy
aquí. Solo necesita llamar. —Se detuvo y añadió—: No creo que sea yo con
quien tienes que hablar.
Un minuto estaba en el Bellagio y al siguiente estaba en una habitación
que se parecía a cualquier sala de estar: sofás de cuero, alfombras, paredes
pintadas y un televisor de pantalla plana. Sentado con las piernas cruzadas
en uno de los sofás de cuero, había un hombre.
—Bain. —Se puso de pie y cruzó la habitación hacia mí—. Bienvenido.
Miré a mi alrededor.
—¿Dónde estoy?
—En el Infierno.
Desvié mi atención hacia mi anfitrión.
—¿Tú eres?
—Hades, sí. Entiendo que tienes algunas preguntas. —Señaló a uno de
los sofás—. ¿Qué te gustaría saber?
Lo estudié, y no pude evitar la sensación de déjà vu.
—¿Nos hemos visto antes?
—Sí.
—Tú fuiste el que me hizo inmortal.
—Lo hice.
—¿Por qué?
—Porque te ganaste la inmortalidad con la vida que viviste como mortal,
y ella necesitaba un protector.
240
Ivy. Su confirmación despertó otra pregunta que me había
atormentado. Le pregunté:
—¿Cómo fui como mortal en los tiempos de los dioses?
Su expresión no cambió, pero sentí la sorpresa.
—Debo confesar que no lo sé, pero no puedo ver en ti como puedo ver
a los otros en la Tierra.
No esperaba esa respuesta.
—¿Por qué no?
Hubo un poco de irritación cuando contestó:
—No lo sé.
—Pero una vez fui humano.
—Lo sé.
Saqué la pieza que siempre había tenido. Antes de siquiera preguntar,
vi que el interés se apoderó de su expresión.
—¿Sabes qué es esto?
—No, pero... ¿puedo?
Se lo di y vi la chispa que lo atravesaba. Magia.
—¿Cómo conseguiste esto?
—Siempre lo he tenido. ¿Sabes qué es?
—No exactamente, pero es poderoso y muy antiguo. Tengo eruditos, ¿te
importaría mostrárselo?
—Quiero respuestas.
—Veré que me lo devuelvan tal como me lo diste.
Me miró, y había algo diferente en él. Sabía más de lo que decía, pero
ahora mismo, me preocupaba Ivy.
—¿Qué es ella?
—No es diferente a otras de su clase, pero encontró algo, una conexión
que convirtió lo ordinario en extraordinario. Tiene una luz propia, un poder,
una gracia y una compasión que la distinguen.
No se equivocaba, pero no respondió a mi pregunta. Continué:
—¿Sabes qué está pasando en Nueva Orleans?
—Sí.
—Ella tiene sus sabuesos del infierno y su aquelarre allí. ¿La estás
ayudando?
241
—Sí, todo lo que puedo. Lo que está en marcha no se puede deshacer.
—¿Incluso si la mata?
Parecía dolido y comprendí que era incapaz de detener lo que estaba en
juego.
—Ella está haciendo lo que hace, lo que siempre ha hecho… guiada por
su corazón. Luchará para proteger a los que ama, independientemente de lo
que le suceda. En cuanto a los que luchan, sirven a alguien antiguo y
poderoso, y quiere tu mundo. Lo ha hecho desde el principio. Se lo negaron,
pero eso solo ha hecho más fuerte su hambre. —Cerró sus manos en puños,
y sentí su ira—. Hasta los dioses pueden ser arrogantes y ciegos, pero ella
lo ha puesto en movimiento, y la Tierra es suya, no tengo dominio sobre ella.
—¿La Tierra es suya? ¿Qué quieres decir?
—La creación comienza en la oscuridad; el amor le da vida. Fue el amor
de Ivy lo que le dio vida al mundo.
—¿Quién es ella?
—Lo sabes. En el fondo, sabes la respuesta. —Se puso de pie—. Ella
sabe lo que hace. Aún no lo recuerda, pero eso es parte de su plan. Verá que
se cumpla, pero te dejaré con esto. Ofrecerse a sí misma, hacerlo sin
coacción, sino voluntariamente... es una magia muy fuerte en sí misma.
Mi corazón se retorció porque era lo que temía.
—Nada se acaba nunca, y cuando una puerta se cierra, otra se abre.
Siento no poder darte más. Si te encuentras en una encrucijada, busca al
sabueso. Él te ayudará.
Se volvió para irse, pero se detuvo y me miró.
—Ivy es muy especial para mí. —Sus ojos perforándome, las llamas del
infierno ardían en sus profundidades—. Si le haces daño, aprenderás de
primera mano porqué gobierno sobre todos los demonios del infierno.
—Si le hago daño, haz lo que quieras.
Sonrió.
—Sí, lo haré.
—¿Qué diablos...? —dijo Brock cuando nos materializamos en las
afueras del pantano.
—¿Qué dijo Hades? —preguntó Jareth.
—Ivy tiene un plan, uno que incluso ahora está siendo ejecutado. No
se puede detener. —Mis manos en puños porque sabía lo que ella quería,
242 pero no iba a perderla de nuevo. Otra vez no.
—Eso no suena tan mal —dijo Brock.
—El aquelarre está a sus órdenes. Ella ha empezado a traer el fin del
mundo.
—Bien, maldición.
248
—Tengo que hablar con los fantasmas.
—Lo sé. Síganme.
Al otro lado de su casa, en las orillas del Bayou, había un círculo grande
de sal. Cinco velas blancas se encontraban situadas dentro del círculo y en
el centro había una hoguera pequeña.
—Tienes que sentarte en el círculo, mirando al norte —dijo Esther,
dándome una vasija pequeña—. Esta es tu ofrenda.
—¿Qué es? Parece alcohol —preguntó Josiah.
—Lo es. Brandy francés, semillas de angélica, tabaco de raíces negras,
flores de naranjo, raíz de ciprés, y anís. —Levantó la mirada al cielo de
medianoche—. Debería ser durante la noche, pero hay luna creciente, así
que puede que funcione, especialmente con tu conexión con la tierra.
—¿Conexión? —preguntó Josiah, y luego dijo—: Da igual.
—Conjura el fuego… —comenzó Esther, pero Josiah la interrumpió.
—¿Conjura el fuego? —Dio un paso atrás y nos hizo un gesto con la
mano de que siguiéramos. Todo esto se le hacía difícil. No lo culpaba.
—Arrójale eso. Limpiará el espacio —dijo ella, apuntando al bol de hojas
secas. Miró a Josiah antes de que pudiera preguntar—. Salvia, artemisa y
raíz de diente de león. —Me miró a mí otra vez—. Di las palabras… —
gesticuló hacia el pergamino junto al bol—. Echa el contenido del frasco al
fuego. El que buscas aparecerá en la llama.
—Bien. Lo tengo.
—Cuando hayas acabado, apaga las velas; debes cerrar el portal que
abras hacia el mundo de los espíritus.
—Lo haré. —Estaba nerviosa. Nunca había hecho un hechizo, pero
teníamos que saber qué hizo Tristan. Me metí en el círculo, mirando al norte.
No había intentado invocar al fuego desde Misty Vale, pero ahora me venía
fácilmente. No lo recordaba, pero una parte de mí sí. No me sorprendió que
Bain apareciera con parte de su tropa. Jareth y Aine también se
encontraban allí. No escuché su conversación porque mi atención estaba en
el fuego. Añadí las hojas y luego recité las palabras.
Espíritus de la noche
Les hablo a ustedes
Encuentren al que busco
Y mándenmelo
Con esta ofrenda que hago
Completen esta tarea con prisa
Vertí el contenido del frasco en el fuego. No le pregunté a Esther cuánto
tardaría Tristan en aparecer y, justo con ese pensamiento, aparecieron. No
249
en el fuego, sino alrededor del círculo. Cientos de fantasmas, tantas
emociones: miedo, enfado, confusión… un grito me quemaba la garganta.
Me lo tragué, pero me costó. Los ojos se me llenaron de lágrimas. Una mujer
destacaba, algo sobre ella era familiar. Traté de centrarme solamente en ella,
pero era difícil. Me pregunté quién era pero desviaron mi atención cuando
otra mujer dio un paso adelante y con ella se encontraban un chico
adolescente y un hombre, con una mano en cada uno de sus hombros.
—Por favor, dile a mamá que estamos bien. —Levantó la mirada al
hombre—. Que hemos encontrado a papá.
Se me formó un nudo en la garganta.
—¿Eres Kathy McKinnon, verdad?
—¿Cómo lo sabes?
—Cumplimos años el mismo día. —Se me tensó la garganta al ver su
confusión y miedo, pero logré decir—: ¿Qué les pasó?
—Una chica nos urgió a ir a ese sitio, nos retó a sacar una foto. —El
chico bajó la mirada pero no antes de que pudiera ver el dolor que atravesó
su expresión—. Sabía qué decir para que Lee fuera. Nos quería allí. Morimos
allí.
La compasión y el dolor me traspasaron. Realmente fueron ellos los que
comenzaron el juego.
—No fueron los únicos.
—Se está volviendo más fuerte —me avisó Kathy—. ¿La mujer de blanco
no es lo que parece?
—¿La mujer de blanco?
—El fantasma, pero no son solamente espíritus los que andan por la
casa. Uno vino y se llevó algo, una mujer, mayor que tú, con cabello oscuro.
Vino y se llevó algo de la casa.
—¿Sabes qué se llevó?
—Un paquete de la habitación del chico.
—¿Ernest?
—Sí. —Miró detrás de mí. Me giré. Tristan apareció en las llamas.
—Gracias, Kathy. —Miré alrededor a los demás—. ¿Por qué hay tantos?
—Están esperando.
—¿Qué?
—A ti.
—No lo entiendo. —Y no lo hacía. ¿Por qué me esperaban a mí los
fantasmas de Nueva Orleans?
250
Ladeó la cabeza mientras me estudiaba.
—No lo recuerdas, pero lo harás.
Se desvanecieron, simplemente desaparecieron. Solo quedaba Tristan.
—Lo siento —susurró.
—Tenías tus razones para no decírmelo, pero necesito saber qué haces.
¿Debería llamarte Ernest o Tristan?
—Tristan. He pasado mucho tiempo intentando olvidar a Ernest.
—¿Puedes decirme qué pasó?
—Mis padres mataron a todos los que trabajaban para ellos, pero fue
mi hermana la que los empujó a hacerlo. Decía que la habían herido, que se
estaban vengando de mis padres por cómo los trataban.
—¿Eleanor?
—Sí.
—¿Puedes hablarme de ella?
—Siempre había sido diferente.
Esas palabras me sonaban.
—Escuchaba y veía cosas que nadie más podía. La gente le temía
porque era diferente. —Se me retorció el estómago al escuchar que ella y yo
compartíamos historias similares.
—Después de que nos mudamos a la casa, se volvió oscura. No lo sé;
ya no parecía mi hermana,
—Has dicho que incitó a tus padres. ¿Cómo?
—Mis padres eran malvados, solo por cómo trataban a sus… eran
malvados. Pero ella se aprovechó de esa maldad, la alimentó, les puso ideas
en la cabeza. Era como si ella fuera la cerilla y ellos los palos. —Se le llenaron
los ojos de lágrimas—. Los mataron solo por matarlos. Lo disfrutaron. —Se
pasó una mano por el cabello despeinado—. No creía que fueran reales,
pensaba que estaba confundiendo la realidad con las pesadillas, pero vi a
esas criaturas de Misty Vale antes. Convertían a la gente en uno de ellos, y
los que no se convertían se volvían animales, matándose como animales
rabiosos. Nunca había visto nada como aquello.
La sangre se me heló en las venas.
—Como el doctor Ellis.
—Sí. —Bajó la mirada mientras su cuerpo se tensaba. Levantó la
mirada—. Tú estabas ahí.
Me quedé entumecida.
—¿Lo estaba?
251
—Fuiste la que lo detuvo.
—¿Cómo lo hice?
—No lo sé.
—¿Qué te pasó a ti?
—Me mataron mis padres.
Me dolía el corazón por él.
—Lo siento. ¿Qué le pasó a tu hermana?
—Desapareció.
—¿Por qué no cruzaste al otro lado?
—Ella me pidió que no lo hiciera, dijo que tenía que decírtelo cuando
estuvieras lista.
—No lo entiendo. ¿Quién es ella?
—Tu madre.
Era chocante y, sin embargo, en el fondo tenía sentido, otra pieza del
puzle.
—¿Mi madre?
—No lo recuerdas, pero lo harás.
Quería más, casi le exigí que lo compartiera conmigo, pero ya había
pasado suficiente, quedándose tanto tiempo en lugar de cruzar al otro lado.
Se merecía la paz.
—Sé feliz, Tristan. —Pensé en la marca en su habitación, lo que habían
robado—. ¿Qué escondiste en tu habitación?
—La última pieza del puzle. La encontrarás cuando la necesites. Un
fantasma de tu pasado la está manteniendo a salvo.
Desapareció antes de que pudiera preguntarle quién, con su espíritu
finalmente descansando. Ya había terminado para él, pero solamente
comenzaba para nosotros. Apagué las velas y salí del círculo.
—¿Has descubierto lo que necesitabas? —preguntó Esther.
—¿No escucharon nada?
—No.
—Tristan era Ernest LeBlanc. —Sentí el murmullo que estremeció a los
que estaban reunidos a nuestro alrededor, pero continué—: La maldad casi
escapa, pero yo la detuve. —Levanté la mano antes de que pudieran hacer
preguntas que no podía responder—. No sé cómo lo hice, pero mi madre
ayudó.
—¿Tu madre? —preguntó Josiah.
252 —Sí, y sospecho que, quienquiera que sea no es humana. —El
comentario de Esther sobre que yo había nacido de algo primordial, parecía
cobrar sentido. ¿Pero quién? Lo que me asustaba eran las similitudes que
compartía con Eleanor. ¿Era posible que yo pudiera transformar, incitar la
locura que podría llevar a la muerte de aquellos a quienes quería? ¿Ella era
como yo y la oscuridad la había reclamado? Eso me aterrorizaba. También
estaba furiosa porque el doctor Ellis estuviera soltando a sus criaturas por
el mundo. Pagaría, así como lo haría aquel a quien él servía.
Josiah me sacó de mis oscuros pensamientos cuando compartió:
—Tenías razón sobre el doctor Nelson. Era un científico centrado en la
regeneración de células, pero vivió a finales del siglo dieciocho.
—¿Regeneración celular tan temprano? Recuerdo el siglo dieciocho.
Definitivamente hubo magia involucrada —compartió Brock.
—Cuando los pacientes del hospital donde trabajaba comenzaron a
aparecer muertos, lo interrogaron. Negó saber nada, fue tan empático que
se enfureció y fue entonces cuando su personalidad cambió tanto que
trajeron a los expertos. Resulta que tenía una personalidad dividida; era la
otra personalidad la que conducía los experimentos. Fue un caso enorme;
todavía hoy en día lo citan en diarios médicos: "Las Dos Caras del Doctor
Theodore Nelson". Les dejaré adivinar cómo se llamaba su alter ego.
—Doctor Gary Ellis —dije, y luego añadí—: Tristan vio a las criaturas
de Ellis, y los humanos que no se convertían se atacaban entre sí como
animales salvajes.
—Mierda, es verdad que todo está conectado.
—Ellis crea a estas criaturas sin alma, pero él y Bart eran cambia
formas —dijo Brock, y luego añadió—: Tiene sentido, alguien tiene que
controlar a la horda.
—Vi a Kathy McKinnon y a su hermano. Están con su padre. Querían
que su madre lo supiera. Los incitaron a ir a la plantación, como a Henry,
como a la mujer que trató de incitar el baño de sangre en la calle Bourbon.
La hermana de Tristan, la hija de los LeBlanc, incitó a sus padres a hacer
la maldad, algo que ya disfrutaban. También dijo que alguien, no un
espíritu, se llevó algo de la casa.
—Lo que estaba en la habitación de Ernest —adivinó Josiah.
—Sí, dijo que un fantasma de mi pasado lo está manteniendo a salvo
hasta que lo necesite.
—¿Qué significa eso? —preguntó Brock.
—Dijo que lo recordaría cuando fuera el momento. —Los miré a la cara,
terminando en la de Bain. Me dolía el corazón. Ya habíamos estado aquí
antes. La historia se repetía. Tenía esta sensación abrumadora de que yo
253 contaba con que lo hiciera.
254
La ciudad ardía, el aire estaba tan repleto de humo que bloqueaba el sol.
Las calles de New Orleans se habían convertido en un campo de batalla. En
cada calle y cada callejón, surgían millones de peleas entre el bien y el mal.
Los humanos, incapaces de luchar, se amontonaban detrás de autos volcados
y edificios ardientes, buscando, en vano, un medio de escape para encontrar
seguridad en una ciudad que ya no era segura. Las secciones estaban
perimetradas para los heridos, pero no había medicamentos para ayudarles
a soportar el dolor. La muerte llegaría, dolorosa pero afortunadamente rápido.
El mal se filtraba en el mundo, reclamando y destruyendo todo a su paso.
Había planeado su resurgimiento con una precisión táctica. Había esperado
demasiado, ya no esperaría más.
Una vez que tomara New Orleans, se propagaría al resto del país. No
discriminaba; acabaría con todos. Los frondosos bosques verdes se volverían
negros con su muerte; contaminaría los océanos y el aire con su veneno.
Incluso aunque lograras escapar, no vivirías mucho tiempo. No quedaría nada
más que caos y oscuridad.
Golpeó tan duro que tropecé. Lo vi caer y luché contra la muerte para
llegar a su lado. Lo atrapé, lo sostuve en mis brazos, pero sus ojos ya no
veían. El dolor me atravesó. Él había muerto.
El cuerpo de Bain se curvó alrededor del mío. Sentí el latido de su
corazón y su calidez, y me trajo comodidad mientras observaba la oscuridad
con las lágrimas rodando por mis mejillas.
260
—Genial. Necesitamos comida —intervino Aine y tomó la mano de
Brock—. Vayamos de compras.
—¿Cómo me metí en esto? —gimió él mientras Aine lo alejaba.
Más tarde esa noche, estábamos afuera alrededor de una fogata cuando
sentí que el grupo se tensó.
—Alguien viene —dijo Bain, y se puso de pie.
El auto de Josiah detuvo su marcha. La tensión se relajó. Dos veces en
un día. Salió del auto, lo rodeó y le abrió la puerta a Dahlia.
—¿Los esperaban? —preguntó Bain.
—No.
—Dahlia lucía emocionada y Josiah parecía resuelto.
—Lamento pasar de improvisto —dijo mientras se acercaba—. Ella es
mi esposa, Dahlia…
Jareth se acercó.
—Hola.
—Jodido infierno —murmuró Josiah.
Dahlia se pavoneó.
—Eres un vampiro.
Su sonrisa tardó en formarse, pero Dahlia pensó que valía la pena la
espera. Tenía estrellas en los ojos.
—¿Te hago un recorrido? —Jareth le ofreció su brazo.
—Te irás conmigo, esposa —gritó Josiah detrás de ellos.
Ella levantó una mano e hizo un ademán con los dedos.
—Por supuesto, cariño.
—Malditos vampiros —murmuró él de nuevo.
—Oí eso —respondió Jareth.
—No me importa —continuó Josiah.
—¿Quieres algo de beber? —preguntó Aine.
—Sí, una botella de Jack.
—De acuerdo. —Aine se volvió hacia la casa.
—No, estoy bromeando, aunque aceptaría una cerveza.
—Perfecto.
261 —Entonces, ¿qué pasa? —pregunté mientras volvíamos a reunirnos
alrededor de la fogata.
—Al alcalde le gustaría conocerlos. Con un evento tan importante como
el que están planeando, le gustaría saber quiénes son los recién llegados
que lo organizan.
—Parece razonable —dijo Brock.
—Sería buena idea ponerlo al tanto. Él es el encargado de la ciudad.
Puede ayudar a calmar a las masas cuando se arme la podrida —sugirió
Bain.
—Estaba pensando en eso también —acordó Josiah.
El teléfono de Josiah sonó y le echó un vistazo. Pasó de ser el hombre
al policía en un segundo.
—¿Qué ocurre, Nick? —Palideció y se puso de pie—. ¿Dónde? Voy en
camino.
Bain ya estaba de pie.
—¿Qué es?
—Deben ir con el alcalde. Creo que podemos decirle sin tener que
decírselo.
—¿Qué significa eso? —pregunté.
—Es más fácil mostrártelo.
Aine regresó con su cerveza.
—Debo irme. ¿Podrían quedarse con Dahlia?
Aine me echó un vistazo antes de decir:
—Por supuesto.
—Gracias. —Buscó su teléfono—. Les enviaré la ubicación. Iré con el
alcalde y nos encontraremos allí.
Incluso antes de llegar, sentí la muerte. Bain estacionó, pero nuestra
atención estaba en la parte del pantano que se extendía ante nosotros. Todo
estaba muerto… los árboles, el césped, incluso la fauna.
—Está comenzando —susurré.
Un auto se detuvo y la voz de un hombre, repleta de miedo, perforó el
silencio.
262 —¿Qué demonios ocurrió aquí?
El alcalde temblaba visiblemente cuando se unió a nosotros.
—¿Qué ocurrió? —Sus ojos amplios por el miedo nos estudiaron,
buscando desesperadamente una respuesta.
Respondí:
—Se está desarrollando una guerra en su ciudad y los que corren más
riesgo son aquellos que no saben lo que está pasando. Necesitan saber lo
que ocurre y lo que se avecina.
—¿Qué se avecina? ¿Quién podría haber hecho esto?
Volví a mirar el pantano.
—Si no hacemos algo, todos morirán.
El miedo tiñó sus siguientes palabras.
—No lo entiendo. ¿Quién hizo esto?
—En resumidas cuentas… el mal —ofreció Josiah.
—¿El mal?
—Una manifestación del mal, algo tangible, algo que puede alcanzarlo
y tocarlo, y está en camino —añadí.
La incredulidad luchó contra el miedo, y el alcalde comenzó a pasearse
de un lado. Se pasó las manos por el cabello.
—Están hablando de algo sobrenatural.
—Sí.
—No creo en eso.
En el siguiente aliento, Bain cambió. El alcalde gritó y luego tropezó
hacia atrás, aterrizando sobre su trasero. La sangre se drenó de su rostro y
alzó las manos temblorosas para escudarse de Bain. Él volvió a cambiar.
—No es a él a quien debes temer —dije.
—Esto no está sucediendo.
Sentí compasión por haberle presentado lo sobrenatural de esta
manera, el tiempo ahora era un lujo que no podíamos darnos.
—Si logra salir de la ciudad… —Hice un gesto hacia el pantano—, en
esto se convertirá el país y luego el mundo.
—Lo que necesiten, lo tienen. Solo deténganlo.
263
264
265
No puedo creer que esta mujer me pareciera atractiva.
—La ciudad no es segura.
—Según tú, ninguna ciudad es segura, pero tengo la oportunidad de
irme con mi novio, y me voy.
—¿Novio? ¿Desde cuándo?
—Es bastante nuevo, pero quiero explorarlo.
—No. Te dije que ella no puede estar aquí. Necesito más tiempo para
entender mejor lo que está pasando.
—No estoy preguntando, Josiah. Ya es junio, la he tenido durante dos
meses más de lo debido.
¡Más de lo debido! Exploté de rabia.
—Es tu hija.
—Lo que sea.
—¿No puedes posponer el viaje con un completo extraño para otro mes
por el bienestar de tu hija?
—Tu hija es extraña.
Me enfrié y me calenté de repente, al oírla hablar así de su hija. Iba a
matarla.
—¿Qué has dicho?
—Ella es rara, silenciosa y extraña. Ni siquiera creo que sienta emoción.
—Eso es mentira. Estaba sentada aquí aterrorizada de que la trajeras
cuando sabe que la quiero fuera de aquí, y estaba preocupada porque sabía
que acabaríamos haciendo exactamente lo que estamos haciendo…
peleando.
—Tú ves más allá de ella. —Peinó su cabello con la mano—. No tiene
emociones conmigo, y francamente es una molestia.
Pronuncié mis siguientes palabras muy lentamente mientras me
esforzaba en controlar mi temperamento.
—¿Encuentras a tu hija una molestia?
—Me voy, Josiah. Si crees que ella no está segura, haz que Dahlia se la
lleve.
—Dahlia tiene un trabajo.
—No es mi problema. —Caminó hasta la puerta.
—¿No te despedirás de tu hija?
—Ya lo hicimos. —Llegó a la puerta, me miró fijamente—. Estaré
esperando un nuevo teléfono. También podrías comprar uno mejor.
266
La odiaba, más preocupada por su teléfono que por su hija. Quería la
custodia completa; lucharía por ella, pero solo si eso era lo que Aria quería.
Rebecca salió, la puerta se cerró y casi pierdo la cabeza, pero no lo hice.
Pateé lo que quedaba del teléfono debajo del sofá y entré a mi habitación.
Dahlia lo intentaba, Aria también, pero estaba nerviosa.
—¿Qué te parece vivir con nosotros? —dije desde la puerta.
La esperanza me miró fijamente.
—¿Para siempre?
—Si eso es lo que quieres.
Su sonrisa casi me pone de rodillas de nuevo. Y Rebecca dijo que no
sentía emoción. Qué montón de mierda.
—Eso es lo que quiero.
—Entonces haré que suceda.
267 Fuera del apartamento, Rebecca se subió al auto.
—Dejé a la mocosa —dijo, volviéndose hacia su novio. Odiaba hacer
esto, pero este hombre era médico. Le daría el estilo de vida al que se había
acostumbrado.
—Bien —dijo.
—Entonces, vámonos. —Estaba ansiosa por ver Francia. Nunca había
estado.
No vio la daga hasta que fue demasiado tarde. La sangre brotaba de la
herida en su cuello.
—Superaste tu vida útil.
Gary Ellis salió del auto, la emoción lo atravesó. Alguien lo estaba
protegiendo. Podía sentirlo, incluso desde su distancia al otro lado de la
calle. La necesitaba a ella; ella era el eslabón débil... la pieza final.
Por ahora, él y el humano querían lo mismo. Volvió a subir a su auto.
Lo abandonaría y luego informaría al humano que ella estaba en Nueva
Orleans.
268
269
Josiah
—¿Qué demonios estamos viendo, Jasmine?
—No hay nada sobrenatural en él.
—¿Su sangre?
—Normal. Buenas noticias, bueno no para ella, pero tampoco está
infectada.
Bain estaba de pie junto a la puerta. No pude leerlo en absoluto.
—La acaba de matar.
—Sí, como un interruptor encendido —respondió Brock—. La cosa más
maldita que he visto.
—Nuestros amantes en el callejón, la mujer con el cuchillo en el
corazón... tal vez fue lo mismo. Tal vez no sea una infección, sino más bien
un inhibidor —sugirió Jasmine—. Necesito mirar sus cerebros.
—¿Te refieres a que los despoja de sus inhibiciones? —pregunté. Ivy
había dicho eso.
—O adormece la parte del cerebro que maneja el control de los
impulsos.
Miré a Bain.
—Lo rastreaste. ¿Cómo?
—Olimos el mal.
—Espera. ¿Puedes oler al mal? —preguntó Jasmine—. ¿A qué huele?
—Decadencia —dijo Bain.
Necesitaba caminar porque esto estaba jodido.
—Entonces, ¿estamos pensando que no solo se está propagando a
través de la sangre y la creación de estas criaturas, sino que también puede
atacar al azar a alguien, apagar la parte del cerebro que maneja lo correcto
271 y lo incorrecto? —Me volteé hacia los demás—. ¿Cómo diablos luchamos
contra eso?
—Podría ser un contagio. Podría ser eso, pero también podría ser
metafísico... los que están predispuestos a causar daño se ven afectados con
mayor facilidad.
—Así que los asesinos que no han salido del clóset obtienen luz verde.
—Josiah, no hay nada que pueda hacer contra eso. —Jasmine estaba
preocupada, yo también.
Sonó el teléfono de Bain.
—Sí. Tráelo a la casa. ¿Dónde lo encontraste? Está bien. —Se guardó
el teléfono en el bolsillo—. Tenemos otra criatura.
—¿Dónde lo encontraron? —preguntó Jasmine.
—En la calle de St. Anne.
Sentí la atención de Jasmine antes de que dijera:
—¿No vives en la calle St. Anne?
272 No estaba segura de que todo esto estuviera pasando. Era probable que
se hubiera hecho daño cuando había tomado un poco de ácido en la
universidad. No se droguen, niños. Le tembló un poco la mano cuando cortó
a través de la piel gris, parecida al cuero de la criatura que estaba en su
mesa. Lo había hecho una vez antes y aún así, luchaba por creer en lo que
estaba haciendo.
Esther permanecía tranquila a su lado. Estaba concentrada en los
hechizos que conjuraba para evitar que la criatura reaccionara. Estaba
muerta, al menos eso esperaba, pero no se arriesgaría.
Cortó y enroscó la piel. Estudió el espécimen como lo haría con
cualquiera en su mesa. Metódicamente, siguió los pasos, notando lo que
estaba viendo. Terminó, se lavó y luego dejó entrar las emociones. Y se
estrellaron contra ella. Jadeó, apoyó sus manos sobre la mesa y lo dejó salir.
Se limpió los ojos y se calmó.
—No puedo creer que esto fuera humano, pero igual que el otro, la
sangre es diferente, pero la anatomía es humana. —Lo que implicaba era
horrible. Estaban matando humanos, aquellos que fueron transformados en
estas cosas. Eran peones en el sentido más verdadero de la palabra.
Esther se concentró en la criatura.
—El cerebro es como el hombre que Bain trajo la otra noche. Hay
cicatrices en el lóbulo frontal, que es lo que hace que disminuya su
capacidad de pensamiento racional. Es como si hubieran perdido unos
cuantos cientos de millones de años de evolución, pero no sé qué causó la
cicatriz. ¿Quizás un hechizo?
—Tengo que irme —dijo Esther y se apresuró a abrir la puerta.
—¿Qué pasa?
—Te lo explicaré tan pronto como compruebe algo —prometió Esther.
—¿Y los cuerpos? —preguntó Jasmine.
Esther miró hacia atrás. Algo le preocupaba.
—Quémalos.
—¿Pensaste que no reconocería tu firma mágica, Cyril? ¿Qué demonios
estás haciendo?
—No es lo que parece. Estoy tratando de detenerlo. Era un hechizo
transcrito que enmascaré, así que no se vinculaba a mí.
La puerta de la casa de Esther se abrió, ambos miraron al recién
273 llegado. Cyril soltó un respiro.
—Solo eres tú.
El recién llegado dijo:
—Ojalá no hubieras hecho eso.
—¿Hacer qué?
No hubo tiempo para reaccionar; sintió el acero frío en su cuello, sintió
cuando le atravesó la yugular. Lo último que vio fue a su abuela
enfrentándose a su mismo destino.
274
—Es la cicatriz en el lóbulo frontal lo que hace que la gente actúe como
loca, pero no sé qué es lo que causa la cicatriz. Esther tampoco está segura.
¿Has hablado con ella?
—No, ¿por qué? —preguntó Josiah.
—Se fue de aquí antes. Se puso nerviosa. Algo la asustó.
—Enviaremos a alguien a su casa —dijo Bain.
—Aislamos el gen que transforma a los humanos en esto. Actúa como
un virus loco, gracias a la magia, pero lo he rediseñado, así que combate el
gen en lugar de replicarlo. Por terrible que sea, con la muerte del huésped
se detiene la generación celular humana, lo que me facilitó aislarlo.
—Eso es increíble. ¿Qué se necesita para crear la vacuna? —preguntó
Josiah.
—Tengo lo que necesito pero creo que, basándonos en los números,
tenemos que hacerlo aerotransportado. No sé en qué llevarla.
—Tengo una idea. —No estaba segura de si funcionaría, pero sabía a
quién preguntar. Ante el silencio, añadí—: El mal usa la magia. Creo que es
hora de que nosotros también lo hagamos.
Jasmine tenía preguntas. No era la única, pero no presionó y en su
lugar dijo:
—Está bien, me pondré a trabajar y haré todo lo que pueda. —Se detuvo
y añadió—: Ivy, ¿podrías quedarte un segundo?
—Claro.
Esperó hasta que estuvimos solas.
—No estaba segura de con quién compartir esto... —Parecía incómoda
y un poco asustada.
—Jasmine, ¿qué pasa?
—Estaba trabajando con la sangre, analizando las muestras de las
víctimas. Josiah me preguntó si podía encontrar una conexión. Lo hice. Los
McKinnon, Henry Werth y el cuerpo destrozado, Leslie Squire, comparten
algunos alelos.
—¿Qué significa eso?
—Están emparentados, muy vagamente, pero comparten ADN.
—Y por la mirada en tu cara, supongo que eso es inusual...
—Hay más. Empecé a analizar la sangre de los otros, aunque la sangre
sobrenatural es un poco difícil, y creo que la muestra de Bain estaba
contaminada porque no era como las otras, pero aun así pude aislar los
275 alelos comunes entre algunas de ellas.
—¿Qué estás diciendo?
—Dos de las personas de su equipo son parientes, el mismo árbol
genealógico, ramas diferentes. Un humano y un sobrenatural, pero ambos
son descendientes directos de la misma persona. La misma persona con la
que algunas de las víctimas están emparentadas.
—¿Quién?
Había un toque de miedo, pero también un poco de asombro.
—Tú.
—¿Yo?
—Pero no solo coinciden contigo.
—No lo entiendo.
—También con Bain.
280
La pequeña choza se estremeció mientras su poder se consumía en mí,
corriendo por mis venas. No solo su magia, sino también la de sus
antepasados.
—¿Qué está pasando? —preguntó Josiah.
Fue Bain quien contestó. Había reverencia en su voz cuando dijo:
—Está recuperando la magia.
—¿Recuperando? —preguntó Josiah.
—Era de ella —dijo Hecate.
—¿Cómo es posible? —presionó Josiah.
—Porque es la Madre Tierra.
Josiah no tenía respuesta ante eso; parecía aturdido. No ayudé a su
condición cuando le dije:
—Cyril quiere volver.
El aturdimiento se convirtió en asombro y esperanza cuando Josiah le
preguntó:
—¿Puede hacer eso?
—Mi madre es la diosa de la encrucijada y del nacimiento entre otras
cosas. Sí, puede hacerlo. Él quiere terminarlo.
—No sucederá de inmediato; tomará unos días —advirtió mi madre.
—¿Quién les hizo esto? —Josiah ahora era el policía.
—Uno de los nuestros. —Bain estaba furioso. Nunca lo había visto con
ese aspecto, pero lo entendí. La traición era un trago amargo.
La atención de Josiah se centró en él.
—¿Qué quieres decir?
—Este lugar está protegido. Solo uno de nosotros puede entrar.
La cara de Josiah se puso roja de rabia.
—¿Quién?
Miré a Brock desde el otro lado de la habitación. Con el corazón
apesadumbrado le respondí:
—Aine.
El dolor atravesó su expresión, pero fue Hecate quien dijo:
—Eso no es posible.
Su reacción me sorprendió. Tan categórica.
—¿Por qué no es posible? —preguntó Bain, dando voz a mi
pensamiento.
281
—Hades fue quien te envió a Aine. Es una de sus guerreras más leales.
Si ella lo hizo, entonces le hicieron algo.
Su firma estaba en todos los cuerpos, pero tampoco sentí la oscuridad
en ella. ¿Era posible que hubiera sido cambiada, como las criaturas, y la
gente que actuaba según sus instintos más básicos?
—Crees que fue el doctor Ellis —le pregunté.
—Es humano, pero estaba trabajando con alguien que sabía de magia
—comentó Esther—. Tal vez necesitaba más conocimientos o conocimientos
diferentes.
—Bart —dije, y luego aclaré—: No conozco su historia, pero Bart era la
mano derecha del doctor Ellis. Lo que sea que hayan hecho, lo hicieron
juntos. Debe haber sido el vínculo con la magia, pero Aine lo mató.
—Necesitaba reemplazar a Bart. Suena posible.
Estaba de acuerdo con Bain; sonaba más que posible.
—Así que hizo algo para cambiar a Aine.
—Las criaturas, las cicatrices en el lóbulo frontal, no es difícil creer que
hizo algo para convertirla en una súbdita —agregó Esther.
—Así que, si la cambió, tal vez podamos volver a cambiarla. —La
esperanza en el tono de Brock era dolorosa de escuchar.
—Podemos intentarlo, pero primero tenemos que sacarla de la ecuación
—le dije.
Hubo acuerdo en el silencio.
—¿Y ahora qué? —preguntó Josiah.
Me encontré con su dura mirada.
—Lo terminamos.
Se sentía tan bien. Me fundí en él, con una gran mano rodeaba mi
cuello, acariciando mi mandíbula con el pulgar, la otra sobre mi cadera
mientras se movía contra mí por detrás. Estábamos bajo la luna, vinculando
nuestra unión en el lugar donde todo comenzó. Deslizó la mano en mi
cadera, su pulgar manipulando mi clítoris mientras sus caderas
continuaban construyendo el placer. Lo sujeté del brazo y le clavé las uñas
cuando llegué. Gruñó, y aceleró el movimiento de sus caderas. Enterró el
rostro contra mi hombro; rozándome el cuello con los labios antes de hundir
los dientes en mi carne, y su cuerpo se detuvo cuando el orgasmo lo
atravesó.
No nos movimos, permanecimos así durante unos minutos, atados y
conectados. Presionó un beso donde me había mordido. Su mano sujetó la
mía, jugando con su anillo.
—Vi esto. Lo desempaqué por error y me enamoré.
—Tengo la piedra desde hace mucho tiempo. Como el cuadro, me aferré
a él.
Lo miré por encima del hombro; concentrado en el anillo.
—¿Cuándo lo hiciste?
—El día que te mudaste. —Me besó; su lengua se detuvo a saborear la
comisura de mi boca—. Eres mía.
—Siempre lo fui.
Inmediatamente lo extrañé cuando salió, pero se volvió y me encerró
entre sus brazos.
—¿Qué estás tramando, Ivy?
Quería decírselo, pero no podía. Teníamos que terminarlo, y no le
gustaría que lo hiciera. Acaricié su rostro, el anillo brillando.
—Soñé contigo. En Annecy, un pequeño pueblo de Francia, esperaba
todos los días en un café con una sombrilla azul zafiro. Muchos de mis
sueños han sido un presagio, así que tal vez algún día nos encontremos en
ese pequeño café. —Le di un beso en la palma de la mano—. Tal vez algún
día, levantaré la vista y te veré venir por mí.
—Siempre vendré por ti. Pase lo que pase, te encontraré. —Selló esa
promesa con un beso.
284
Ivy
Encontré a Jareth caminando junto al pantano. Se volvió hacia mí y
me sonrió.
—Ivy. —Estrechó los ojos mientras me estudiaba—. ¿O debería decir
“mamá”?
Me acerqué a su lado.
—¿Recuerdas cuando eras pequeño?
Por la forma en que cerraba las manos en puño, supe que lo hacía.
—No me gusta pensar en eso, pero sí, recuerdo qué tan cerca estuve de
la muerte en manos de los humanos.
Por supuesto, parte de lo que impulsaba su intolerancia hacia ellos. No
podía culparlo porque los había visto en su peor faceta.
Cuando se dio cuenta de a dónde quería llegar con mis preguntas,
volteó la cabeza rápidamente hacia mí. Había un toque de veneración
cuando dijo:
—Fuiste tú. Me salvaste.
—Sí, es lo que hace la familia.
Apartó la mirada pero pude verlo sonreír. Tomé su mano. Entrelazó
nuestros dedos. Seguimos caminando con la comodidad de hacerlo juntos.
290
Josiah
Jasmine asomó la cabeza por la puerta de mi oficina.
—¿Has hablado con Ivy?
Ivy era la Madre naturaleza. Todavía no me había detenido a pensar en
eso, pero lo creía. Aún estaba tambaleando por haber estado en presencia
de una diosa que resultó ser la madre de Ivy. En el transcurso de unos
meses, mi vida se había puesto patas para arriba, pero estaba aprendiendo
que, a pesar de todo lo malo, había un mundo de cosas buenas también.
—No, ¿por qué?
—Debes hablar con Ivy.
—De acuerdo. —Busqué mi teléfono cuando me entró una llamada.
—Hablando del diablo. Hola, Ivy. Estoy con Jasmine, dijo que
necesitábamos hablar.
—Sí. Dahlia y Aria ya están aquí. ¿Puedes venir? —preguntó ella.
—Están bien, ¿verdad?
—Sí, están bien. Dahlia está coqueteando con Jareth mientras
hablamos.
—Muy gracioso. De acuerdo, voy en camino.
—Estaré aquí si necesitas hablar —dijo Jasmine, lo que me pareció
extraño.
—De acuerdo.
294
295
297
Josiah
—Algo está pasando en la calle Bourbon —gritó un policía—. No sé qué
carajo... no puedo...
Salté de mi escritorio. Con esa clase de miedo y confusión, solo había
una cosa que lo causaría. Salí corriendo de la estación. Sentí el pánico y el
miedo, y cuando llegué a la escena, entendí por qué. Las criaturas estaban
en todas partes y en el centro estaban Ivy, el doctor Ellis y Aine y dos
humanos aterrorizados.
Cinder Gulliver gritó:
—No puedes derrotarlos sola.
—En realidad... —dijo Ivy.
El aire se quedó inmóvil. Zumbaba a nuestro alrededor, creciendo,
extendiéndose. Las nubes aparecieron y el trueno sacudió los cielos justo
antes de que el rayo cayera. Apareció un destello y fuego, como si subiera
del mismísimo infierno consumiendo a Ivy. Ella se apartó y sonrió.
—Las reglas acaban de cambiar —amenazó Ivy.
Un movimiento me llamó la atención. Bain y su tripulación llegaron, al
299 igual que Jareth y su aquelarre. Sucedió a la vez. El lycan cambió; Los
vampiros también. En el medio de la calle Bourbon, una lucha sobrenatural
se llevaba a cabo.
—Nos están ayudando —gritó alguien, con miedo en su voz y sin
embargo un poco de asombro. Miré alrededor. Los humanos estaban
aterrorizados, pero vieron quiénes los estaba protegiendo, luchando por
ellos. No era como lo habíamos planeado, pero a la mierda si no funcionaba.
Apareció Nick quien tenía sangre encima.
—¿Estás bien? —pregunté.
—Sí.
—Necesitamos sacar a esta gente de aquí.
—Estamos en eso. Algunos de los bares locales son propiedad de lo
sobrenatural, sus hechizos no se han roto.
¿Cómo diablos sabía de lo sobrenatural?
—Me lo ocultaste
Miró a su alrededor.
—Podría decirte lo mismo.
—Buen punto.
En ese momento, varias criaturas vinieron directamente hacia
nosotros. Nick no sacó su arma; se movió justo ante mis ojos convirtiéndose
en un zorro. Se lanzó y los cuatro lo atacaron a la vez.
Oí el silbato y miré a Ivy; su atención estaba en el cielo. Seguí la
dirección de su mirada para ver a sus cuervos volando en el cielo. Antes de
que nos alcanzaran, se convirtieron en los perros más grandes y feos que
jamás había visto. Rasgaron en tiras a las criaturas. Nick llegó cojeando.
Estaba sangrando por una herida en su cuello.
Otra ola de criaturas vino hacia nosotros. El fuego se disparó en el aire,
incinerándolos, y tras el humo se encontraba Ivy. Bajó al suelo y lo miró a
los ojos.
—Debiste haberme dicho. —Puso su mano sobre su cuello y comenzó
a cantar en un lenguaje que nunca había escuchado antes. Ante nuestros
ojos, su herida sanó.
Ivy se puso de pie. La mujer que había sido retenida tenía a su hija, y
ambas temblaban visiblemente.
—¿Qué está pasando? ¿Qué son esas cosas?
Ivy se inclinó hacia la niña.
—Ponte esto, te protegerá. —Se volvió hacia la madre—. Quédate con
ellos. —Miró a las bestias que estaban a su lado—. No los dejes.
300
—¿Quién eres? —preguntó la niña—. ¿Eres la mujer maravilla?
A pesar de la locura que nos rodeaba, era una pregunta tan inocente.
No pude evitar sonreír. Ivy tenía razón; Los niños estaban más dispuestos a
creer.
—No, pero estoy aquí para ayudarte. —Miró a los demás—.Todos lo
estamos.
Sus bestias se movieron al lado de la niña y su mamá.
—Gracias. —Las palabras de la joven fueron dichas suavemente, pero
la facilidad con que se dijeron y el significado detrás de ellas era
ensordecedor. Ivy tenía razón en eso. Los humanos necesitaban saber.
Ivy tocó a la niña en el hombro, en un momento conmovedor, antes de
que se volviera hacia mí.
—Tenemos que cerrar la ciudad. Están contenidos, pero no por mucho
tiempo.
—¿Cómo lo haremos?
—Los símbolos. —Hizo un gesto hacia mi brazo—. Hice un hechizo una
vez.
—¿Tú colocaste los símbolos?
—Sí. Haciendo el hechizo, se formará un campo mágico que nadie
podrá atravesar, ni humanos ni místicos.
Miré el caos a mi alrededor.
—Se correrá la voz, incluso con la barrera, las personas que se
encuentran fuera de Nueva Orleans verán esto.
—Es lo que queríamos. —Ivy siguió mi mirada—. Y si no tenemos éxito,
al menos sabrán lo que se avecina.
No era lo ideal, pero ella tenía razón.
—Está bien, ciérrala.
Un extraño retumbar sacudió el suelo, lo suficientemente fuerte como
para activar las alarmas de los autos. A eso le siguió lo que sonaba como un
centenar de cañones disparándose. Alas de fuego se alzaron en la espalda
de Ivy, su cabello negro ondeando detrás de ella. Sus ojos se volvieron
negros, reflejando las llamas danzantes. Movió los labios justo antes de que
destellos de luz cayeran de los cielos, golpeando en diferentes lugares, un
silbido ensordecedor y una extraña agitación en el aire justo antes del auge
sónico.
Santa mierda. Incluso sentí el poder de la magia.
—¿Cerraste la ciudad?
—Sí. Sácalos de aquí. —Se dio la vuelta y se fue de nuevo a luchar.
301
Bain
Nos detuvimos en lo que quedaba de la calle Bourbon. Ivy estaba
tratando de salvar a los que estábamos perdiendo. Sus poderes habían
regresado, poderes que nunca había visto en todos mis años. Logró salvar a
algunos, y con cada ser que perdía, sentí crecer la ira.
—Quieren a Aria —dijo.
—No pueden tenerla —siseó Josiah.
—No, y saben que no pueden tocarla. ¿Qué pasó con Ellis y Aine?
—Huyeron. —Brock se encontraba conmocionado, molesto pero
inquieto al ver a Aine luchando en el bando equivocado.
—La recuperaremos —dijo Ivy—. Encontraremos la manera de
recuperarla.
—¿Se acabó? —preguntó Josiah.
—No, solo estaban probando las aguas —dije y luego agregué—:
Cuando nos ataquen de verdad, serán más que las criaturas de Ellis.
Él palideció, y lo entendí porque lo que se avecinaba serían legiones de
criaturas oscuras. No teníamos suficiente, incluso con Ivy recuperando sus
poderes. Necesitábamos ayuda.
—Tengo que ir por el alcalde. Necesita ponerse frente a esto, necesita
calmar a la gente. —Josiah miró a su alrededor y su expresión cambió
ligeramente—. Teniendo en cuenta lo que acaba de suceder, creo que habrá
más caos.
—Cinder se está ocupando de eso —El comentario de Ivy nos
sorprendió. Sonrió—. Ella es la gula. Ella y sus hermanos están tejiendo su
pecado a través de la ciudad, distrayendo a los humanos de lo malo. Es lo
mejor para ellos y debilita lo que viene.
—Espera, ¿Cinder es la gula? —Brock pareció traicionado por un
segundo y luego se encogió de hombros—. No importa. Sus pastelitos son
como el pecado.
—¿Aria se encuentra bien? —preguntó Josiah.
—Ella y Dahlia están en la bodega de la raíz. Se encuentran bien.
Exhaló aliviado y luego dijo:
302
—Voy a ver al alcalde. Nos reagruparemos en la casa.
Josiah
El alcalde iba por su tercer escocés. El hombre no tenía calma,
caminando alrededor de su oficina, desvariaba.
—Esto no se suponía que sucediera. No se suponía que fuera así.
Nunca había estado en su casa. Me sorprendió su riqueza. ¿Cómo se lo
permitía? Pasó de una campaña muy pobre a ser muy rico. Simplemente no
me di cuenta de que tan rico era.
—Necesitamos calmar a la ciudad, señor. Tiene que hacer una rueda
de prensa. Esta es su gente. En este momento lo necesita.
—No lo podrán detener. Él mintió. Me prometió riquezas, pero quiere
destruirlo todo. ¡Mira mi ciudad!
—¿Qué es lo que no se puede detener?
—Él está viniendo.
Saqué mi arma. Mierda. Entré directamente al foso de los leones.
—¿Quién está viniendo?
Había terror en sus ojos.
—Lo quiere todo. No se detendrá. No podrán detenerlo. —Palideció,
centrando su atención en las ventanas. Incluso lo sentí; algo se acercaba,
algo jodidamente oscuro—. Es demasiado tarde.
Escuché las garras sobre el concreto.
—Responden a un nuevo maestro. Vendrán por ti —advirtió.
Exploté de ira. Giré la cabeza hacia el alcalde.
—¿Eras tú quién estaba detrás de las muertes? ¡Esta es tu gente!
—Ya no. —No vi el arma. No me apuntó a mí. Se la puso en la boca y
apretó el gatillo. Las criaturas salieron de la casa, corriendo hacia el bosque,
pero oí un rumbo en mi dirección. Eran mis últimos momentos, mis
pensamientos se dirigieron a Aria. Se encontraba a salvo; saldría de esto y
no estaría sola. Pensé en Dahlia, con el corazón dolido ya que nunca la
volvería a ver. Las criaturas se estaban acercando. Me preparé. No saldría
de esto con vida, pero me llevaría tantos de esos malditos como pudiera.
La puerta se abrió, apunté.
303 —No dispares.
—¡Nick! ¿Qué demonios?
Cerró de golpe la puerta y la trabó con una silla.
—Eso no los detendrá.
—No necesitamos retenerlos por mucho tiempo.
—¿Cómo lo sabes?
—Intuición de policía.
Golpearon la puerta, se amontonaron. El sonido de sus garras contra
la madera me dio escalofríos.
—Iré por arriba —dije.
—Y yo por abajo —Echó un vistazo—. Lo hemos hecho antes.
—Nuestra mejor oportunidad es atraparlos cuando entren. ¿Qué tal
disparas? —pregunté.
—Fui el mejor en mi clase
—Engreído, sí, podemos aprovechar eso ahora. ¿Nick?
—¿Sí?
—No sé qué tipo de ser sobrenatural eres, pero eres un muy buen
policía.
Me miró.
—Saldrás de esto.
—Si no lo hago, la ciudad tendrá que reconstruirse de nuevo. Serías un
excelente sheriff.
Agarró su arma, sus ojos brillantes giraron hacia la puerta.
—Solo hay un sheriff para esta ciudad.
La puerta cedió, partiéndose en pedazos. Había tantos. A medida que
matábamos aparecían más. El cristal se rompió detrás de nosotros. Nos
habían distraído y vinieron por detrás para atraparnos. Giré, aunque sabía
que era inútil.
No disparé porque no eran las criaturas. Eran Bain y su equipo en su
verdadera forma.
—Los chicos buenos están aquí —gritó Nick sobre los sonidos de la
muerte.
La manada de Bain acabó con las criaturas en minutos. El más grande
del grupo se volvió hacia mí. Bain. Medía al menos 3 metros de altura. Se
movió mientras cruzaba la habitación.
—Ya viene. —Su atención estaba afuera. Parecía preocupado o enojado.
304 No pude diferenciarlo—. Tenemos que volver a la casa.
305
Nos enfrentamos a ellos, de pie en las afueras del lugar más embrujado
de Nueva Orleans. Si ganábamos, este lugar ya no llevaría esa marca. Miré
a los diferentes seres reunidos para luchar contra el mal. Humano y místico,
trabajando juntos de nuevo. Estaba bien; así era como debería ser.
Vinieron de todas partes y no solo eran las criaturas de Ellis. Criaturas
malvadas de todo tipo descendieron. Había tantos. Sentí la oleada de miedo
que se instaló entre los reunidos. Estábamos seriamente superados en
número.
Me paré con Bain a un lado y Jareth al otro. Cyril también se
encontraba, junto a su aquelarre. Portaba ira, algo que tendría que resolver,
pero primero, necesitaba acabar con esto. Josiah estaba guiando a los
humanos. Se encontraban en la ciudad, lejos de lo peor de la lucha, pero
seguramente habría batallas y muerte. Duele saber que pagarían el precio
por algo que ni siquiera sabían que existía, pero hicieron esa elección. La
cual no estaba hecha para ellos. Miré a Jareth, preparado y listo para la
pelea, pero debajo del guerrero, había dolor. Mis ojos encontraron los de
Bain. La devastación se apoderó de mí ante lo que esto significaba para
nosotros, pero no me debilitó. Me hizo más fuerte porque, como había dicho
una vez… lucharía por él.
—Te buscaré en las estrellas.
Apretó sus puños.
—Te volveré a ver.
El amor era su propia magia... eso esperaba.
Mirando a las legiones que habían respondido al llamado del mal, era
hora de equilibrar la balanza.
—Podría usar su ayuda ahora.
Las luces se dispararon desde los cielos y el fuego subió del
inframundo. Mi madre apareció, sus guerreros detrás de ella. Sus hermanas
y hermanos aparecieron, dioses respondiendo al llamado de la humanidad.
307 Mi padre salió de una columna de fuego y con él se encontraba Darius, el
demonio... mi hermano, con sus legiones de demonios a su espalda.
—Feliz cumpleaños, hija —susurró mi madre.
Era mi cumpleaños. Treinta y tres era un número importante. El doctor
Nelson tenía razón. Compartimos ese momento porque ambos sabíamos que
sería mi último cumpleaños.
Las cuatro piezas del símbolo, no eran mis recuerdos los que volverían
cuando se juntaran. Representaba amor y vida, y juntos, éramos poderosos,
lo suficiente como para ser la respuesta contra la oscuridad. El hechizo era
simple, el equilibrio de la vida actuaba como catalizador.
—Te libero.
La tierra retumbó, las temperaturas cayeron, y de la oscuridad salió un
ser.
Bain
—Te buscaré en las estrellas.
Cada parte de mí sintió esas palabras. Todo lo que había pasado, y este
era su fin. Daría mi vida por la de ella en un instante, pero tenía razón. La
tierra era suya, el vínculo era con ella y solo a través de ella podría romperse.
Verla ofrecer el máximo sacrificio Iba en contra de todas mis creencias.
Presioné mis puños.
—Te volveré a ver. —De alguna manera, desafiaría a la muerte. Ella y
yo no habíamos terminado. Recién estábamos empezando.
—Podría usar su ayuda ahora —susurró.
Llegaron los dioses y con ellos el número para darnos una oportunidad
de luchar. Había más en el plan de Ivy. No lo había compartido con nosotros,
pero sabía que esto era solo una distracción hasta que terminara lo que
comenzó. Una ola recorrió las masas antes de que el que perseguía a este
mundo saliera de la oscuridad, y con él, la parte de mi pasado que no podía
recordar.
Hades apareció a mi lado.
—Tu pieza. Es un talismán, forjado en los fuegos de los templos
sumerios.
Ivy volvió la cabeza hacia mí cuando Hades agregó:
—No naciste de un dios sumerio. Tú eres uno.
308
Mirando esos ojos morados. Me habían reclamado desde la primera
mirada.
—Lo sé.
—¿Bain? —susurró ella.
El amor me miró. Ella había dicho que se sentía atraída por este
mundo. Eso era porque incluso en ese entonces era mía. Una voz que
recorrió el campo, una voz que ahora recordaba.
—Bueno, acaso este no es mi hermano. —Caos se movió a través de su
legión—. He esperado este día durante mucho, mucho tiempo. Puedes
imaginar mi sorpresa cuando supe que aquel que me había atrapado, el que
había tomado lo que quería, había renunciado a todo... —Miró a Ivy—, por
un ser inferior. —Se burló de Ivy ante su mirada de confusión—. ¿No lo
sabías? Mi hermano, el dios de la creación, renunció a su inmoralidad, su
divinidad para convertirse en un humano débil, todo por el amor de una
mujer.
Ella no veía a mi hermano; su mirada solo estaba en mí.
—No entiendo.
—Nuestro tiempo estaba llegando a su fin. Mi hermano, el dios del caos,
no podía aceptar eso. Quería este mundo. No era suyo. Entonces te vi, la
joven diosa encargada de proteger el mundo después de que renunciamos.
Si él gobernaba, te habrías visto obligada a vivir en la oscuridad. Lo
sacrifiqué todo para que pudieras caminar en la luz. Te sentías atraída aquí
porque te amaba incluso antes de conocerte.
Siempre recordaría cómo me miró en ese momento porque ese era el
tipo de amor por el que valía la pena romper las reglas, por el que valía la
pena sacrificarse, por el que valía la pena morir.
—Y ahora ambos morirán —se burló Caos.
—No, tú lo harás. —La voz de Ivy recorrió el campo de batalla—. Este
lugar ya no es como el que trataste de reclamar. Puede que seas poderoso,
pero hay demasiado bien y amor en este mundo. No tienes ninguna
posibilidad.
Ella tenía razón, y era hora de convocar a los demás. Me moví, mi grito
estremeció la tierra, y mi manada cayó de rodillas. Su alfa había llamado,
vendrían.
La voz de Ivy era solo un susurro en el viento.
—Fantasmas de Nueva Orleans, los libero.
Giré la cabeza hacia ella, llevaba el poder como una segunda piel al
tiempo que desarrollaba su plan. Los fantasmas estaban atados a este
mundo porque una parte de ellos aún permanecía en las criaturas de Ellis.
Los fantasmas eran lo suficientemente poderosos por sí mismos, al ser
309 obligados a quedarse serían imparables. Rodando como niebla a través del
paisaje, las sombras blancas fueron absorbidas por todos nosotros. El poder
de su colectividad era increíble. Caos también lo sintió. Parte de su
arrogancia se desvaneció.
Ellis apareció, con Aine a su lado, arrogante incluso ahora.
Otros llegaron con viento, a través de los campos, a través de los anillos
de las hadas. No solo los cambia formas, sino otras criaturas mitológicas y
tradicionales, que habían permanecido escondidas de los ojos humanos,
todos reunidos para proteger su mundo. Los sabuesos de Ivy volaron desde
los cielos y se movieron a su lado. La sonrisa de Ellis murió en su rostro.
Fue mi turno de burlarme.
—Por lo que le hiciste a ella, serás el primero en morir.
El mundo dio un suspiro, el aire se detuvo, el zumbido de la oscuridad
y la luz se detuvieron en la batalla y luego se desató el infierno.
Ellis se encontraba rodeado de criaturas que lo protegían. Caminé
atravesándolos, mis ojos fijos en él. Corrió, el miedo lo hizo huir. No llegó
lejos. Cerré mi mano en su cuello.
—Escogiste el lado equivocado —Apreté hasta que su cuello se rompió.
Dejando caer su cuerpo, busqué a Caos. Necesitaba arrancar la cabeza de
la serpiente. Nos acercamos.
—Voy a disfrutar matándote —siseó.
Nos atacamos. Arrastró sus garras por mi pecho. Rugí y hundí mis
dientes en su cuello, desgarrando la carne. Aulló de dolor y rabia antes de
empujarme lejos de él. Incluso estando fuera de su reino, era fuerte. Era un
dios. Atacó, pero yo hundí mis garras en su pecho y lo levanté. Lanzándose
hacia atrás, unió sus piernas alrededor de mi cabeza y nos dio la vuelta. El
aire salió de mis pulmones cuando caí al suelo. Se abalanzó, apuñalándome
por la espalda, rasgando mi carne con sus garras.
—No eres lo suficientemente fuerte como para derrotarme —siseó—. Y
he tenido un milenio para reflexionar sobre este momento, mi venganza y tu
muerte.
Tenía razón. No era lo suficientemente fuerte, pero moriría en el intento.
Me volteé y le di un puñetazo sólido a un lado de la cabeza y luego ataqué.
310
Josiah
Las calles de Nueva Orleans se habían convertido en un campo de
batalla, en cada calle y en cada callejón, se libraban luchas entre el bien y
el mal. Los que no podíamos luchar nos agrupamos, detrás de autos
volcados y edificios ardientes, buscando en vano un medio para escapar,
para encontrar seguridad en una ciudad que ya no era segura.
Vi cómo la muerte invadió nuestra ciudad, fui testigo de demasiadas
caídas, pero ellos se quedaron y pelearon. Ivy había tenido razón; los
humanos merecían saber qué más vivía en el mundo con ellos. Los hacía
más fuertes; los conectaba.
Logramos luchar contra la primera ola, pero en la cúspide de esa
lucha, otra descendió. No ganaríamos, no éramos lo suficientemente fuertes,
pero todos estábamos preparados para morir. Pero luego aparecieron,
brillando en la existencia. Una legión de seres, llevando sacos toscamente
tallados llenos de flechas y arcos de madera sobre sus hombros. Rodearon
a los humanos, levantaron sus armas como si se les ordenara, y un mar de
flechas atravesó a las criaturas que nos rodeaban.
—¿Qué son? —preguntó Doris, sosteniendo un arma en su mano
temblorosa, sus ojos temerosos pero con un toque de esperanza que no
había estado ahí solo unos momentos antes.
Respondió Nick, su voz casi reverente.
—Nunca se involucran, escaparon a otro reino hace años.
—Sí, pero ¿quiénes son? —presionó Jasmine.
Él la miró; una sonrisa curvó sus labios.
—Los elfos.
Ivy
Luché para llegar a Aine. Nos había traicionado, pero no era
responsable. No se convertiría en otra víctima de Ellis. Habló, pero fue a
Ellis a quien escuché en sus palabras.
—Pronto los demonios podrán entrar y salir libremente; ya no
estaremos confinados en el infierno. Nuestro maestro nos liberará.
—Sé que estás ahí, Aine. No estás perdida.
—Ella se ha ido —respondió lo que quedaba de Aine.
—No, no se ha ido. No puedes tenerla también a ella.
311
—Pronto estarás muerta, y mi maestro gobernará sobre esta tierra.
—No, no lo hará porque ya ha perdido —Le sostuve la mirada vacía—.
Evoco mi rito.
—¿Qué estás haciendo? —Aine sacó su arma. Escuchó el estallido
sónico—. Has abierto las fronteras. —Sonrió—. Podemos salir.
—Y pueden entrar.
—¿Quiénes?
Apareció el hombre de negro que llevaba un paraguas.
—¿Estás lista?
—Sí.
—¿Quién demonios es este? —chilló Aine.
Él le sonrió.
—Soy el ángel de la muerte, y he venido a llevarte a casa.
—¡No! No iré —gritó Aine.
—Hades ha preparado el Tártaro —dijo Grim.
—Solo es temporal. —Me rompió el corazón, pero no podía confiar en
ella.
—¡No! —gritó Aine.
—Viene la Valquiria —agregó.
—Bien. La vamos a necesitar.
—Volveré por ti.
—Estaré lista.
Escuché los gritos de Aine mientras desaparecía. Mi corazón se
retorció, pero estaría viva. Encontraríamos una manera de traerla de vuelta.
Sentí unos ojos sobre mí y recorrí el campo con la mirada hasta que choqué
con la de Brock. Una mezcla de furia y esperanza porque había visto cómo
se llevaban a Aine y sabía que estaba a salvo por ahora. Asintió en
agradecimiento y luego se metió de nuevo a la batalla.
—Lilith...
Vino, una aparición en blanco.
—Eres la mujer de blanco, la que vieron los McKinnons.
—No pude ayudarlos.
Me había equivocado mucho sobre Lilith.
—Lo intentaste.
Asintió, aunque el dolor la agobiaba. Lo entendí porque para
restablecer las cosas, teníamos que terminarlas. Con el corazón pesado hice
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mi pedido.
—Convoca a los jinetes.
—¿Estás segura? Una vez que estén aquí, no se detendrán hasta que
lo hayan terminado.
—Cuando lleguen, volveré a sellar las fronteras. No podrán esparcir su
trabajo por toda la tierra, pero son libres de hacer lo que sea aquí.
—¿Y los humanos?
—Pasarán algún tiempo en otro reino. Un favor de un amigo.
—¿Y tú?
Inhalé y miré a mi alrededor, al mal que Caos había traído a nuestro
mundo. Su clase de maldad era una enfermedad. Quizás mi tipo de bondad
también lo era, pero este mundo era para los humanos y lo sobrenatural,
no para los dioses. Necesitábamos dejarlos. Miré hacia el cielo, me dolía el
corazón, pero estaba lista.
—Creo que pasaré un tiempo con las estrellas.
—Como quieras.
Volví a mirar la batalla y mis ojos encontraron a mi madre y a mi padre,
Jareth y Brock, antes de ir hacia Bain, un dios que renunció a todo por mí.
Realmente estábamos destinados, dos almas unidas a través de los siglos.
Toqué mi anillo y cerré los ojos. Un amor como el nuestro no moriría. Miré
a mi alrededor por última vez, a los frutos de ese amor. El nuestro seguiría
vivo. Sentí su mirada; nuestras miradas se encontraron, tanto se dijo con
ella. Me llevé los dedos a los labios, extendiendo mi amor hacia él y luego
me giré hacia la casa en la plantación. Era hora de ir a casa.
Bain
Probé su miedo. Era más débil en este reino, pero era arrogante y aun
así, fuerte. Sus garras se clavaron en mi pecho mientras me acercaba.
—Te mueres, hermano.
Antes del golpe fatal, los jinetes pálidos llegaron con el viento; La lucha
se detuvo cuando aparecieron los jinetes y detrás de ellos la Valquiria. Caos
me liberó. Me tropecé hacia atrás.
—¿Qué está haciendo? —preguntó—. Los está matando.
Las hadas aparecieron. Con el solsticio de verano, los seres podían
pasar por el velo. El orgullo y el amor por ella crecieron. Era magnífica.
313 Estaba protegiendo lo que era suyo a través del último sacrificio. La
encontraría; de alguna manera, la encontraría de nuevo, incluso si fuera
solo el brillo de una estrella en el cielo, un recordatorio de cómo por un
momento me había atrevido a caminar donde se hicieron los sueños.
—No, te está matando a ti.
Ivy
Sentí cómo se iban, llevados a salvo a un reino que no se encontraba
afectado por Caos. No estaban muertos, sino esperando en un lugar a salvo
de la maldad que había tocado su mundo. Los jinetes terminaron con las
criaturas que quedaban, la Valquiria recolectó las almas de los humanos
que habían caído. Solo quedaba una cosa por hacer.
El hombre de negro apareció.
—¿Estás lista?
—Sí.
Había pasado mucho tiempo, pero recordé las palabras del hechizo que
terminaría con todo esto, matando a Caos y dando a los humanos el poder
de la visión.
—¿Estás segura del modo? —preguntó.
—Mi firma mística era el fuego. Parece apropiado que así sea como
muera.
—Dolerá.
—El nacimiento también duele.
—Estaré justo aquí.
Estaba asustada; me temblaron las manos cuando las junté. Había
querido conocer este mundo, pero había ayudado a crearlo. Era mi legado,
y estaba lista para hacer lo que debía hacerse para mantener vivo ese legado.
Entré en el lugar más embrujado de Nueva Orleans. El calor subió por los
pisos, pero sin mis poderes, lo sentí, el ardor y la quemazón de mi piel.
Quería gritar, pero no lo hice. Escuché a Caos llorar, sentí remordimiento
por terminar con su vida, pero era una maldición que este mundo no
necesitaba.
El fuego atravesó la ciudad, cada calle y callejón. No se diezmó, se
limpió. En la colina, donde una vez hubo un árbol majestuoso, el viejo tocón
comenzó a crecer. El solsticio de verano era un momento de renacimiento.
Nueva Orleans se convertiría en un nuevo epicentro, pero no solo por lo
místico y lo sobrenatural, sino por la tolerancia, la diversidad y la
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comprensión; un nuevo mundo donde el mal no causara malentendidos, y
el miedo y el odio no fueran fomentados por la ignorancia. Todavía habría
maldad, lo bueno y lo malo, el bien y el mal, pero los seres del mundo, todos
ellos, mantendrían ese equilibrio juntos. Era un muy buen legado.
Me paré al lado del hombre de negro, mirando cómo ardía la plantación.
Extendió su mano. Puse la mía en la suya. Abrió su paraguas y juntos
caminamos hacia el atardecer.
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—¿El qué?
—Vive entre este mundo y el del inframundo, pero a un nivel
consciente, no físico.
Josiah y yo compartimos una mirada antes de que dijera:
—Aquí vamos otra vez. —Sentimos el movimiento en el aire—. Espera,
¿nos vamos ahora?
Jareth miró la fiesta que se celebraba a nuestro alrededor.
—Ni siquiera sabrán que nos hemos ido.
Y con esas palabras, en un momento estábamos en nuestro patio, y al
siguiente, mirábamos una enorme puerta dorada que pertenecía a una finca
que era imposiblemente grande. Mirando alrededor, no había nada. Era
como si estuviéramos en una bola de nieve, siendo este lugar lo único que
existía.
—¿Este es el intermedio? —pregunté.
—Sí —respondió Jareth.
Se encontraba tranquilo.
La gran puerta se abrió. No había nadie hasta que escuché decir:
—Jareth.
Miré al demonio que solo medía un metro de alto. Piel verde brillante y
cabello color arco iris, trenzado en su espalda. ¿Cómo era eso de los
demonios y el cuero? El pensamiento trajo dolor, pero la volveríamos a ver.
—Ha pasado mucho tiempo, amigo mío —dijo el demonio antes de que
sus ojos amarillos abarcaran al resto de nosotros.
—Están todos aquí. Bien. Entra.
El lugar era increíble. Enorme, pero todo adaptado a su tamaño. Las
escaleras eran de oro, el techo incrustado de piedras preciosas, los pisos
parecían de plata pulida. Nos acompañó a una habitación enorme con una
chimenea que parecía un diamante.
—Por favor, siéntense, haré que traigan refrescos.
Tiró de una cuerda que hizo sonar una campana y luego miró el tamaño
de sus muebles y el de sus visitantes.
—Oops —dijo y chasqueó los dedos. Los muebles crecieron—. Así está
mejor.
Apareció una mesa reluciente, un mantel, vajilla, utensilios, copas,
candelabros de plata con velas blancas ya encendidas, enormes arreglos
florales ubicados en el centro. Jareth no bromeaba; al hombre realmente le
gustaban las cosas más finas.
324 —Estábamos en medio de algo, así que si pudieras decirnos por qué
nos llamaste —dijo Jareth.
—Muy bien. —Tan rápido como apareció la mesa, desapareció. Nos
llevó a través de la gran sala antes de saludar con la mano a un par de
puertas de madera ornamentalmente talladas. Era una biblioteca, la
biblioteca más grande que jamás haya visto. Cuatro niveles de altura,
balcones en todo el perímetro, escaleras de biblioteca en todos los balcones
para llegar a los estantes más altos, una chimenea que tenía dos pisos de
altura ya quemaba un fuego rugiente.
Noté un libro en el estrado, uno que había visto antes.
—¿Tú eres S. Steiner?
—Sanus Steiner a su servicio.
No pude parar de sonreír.
—Me estabas ayudando.
Se sonrojó; una tímida sonrisa curvó sus labios.
—Todos tenemos que hacer nuestra parte.
Ahora sonreí yo antes de preguntarle:
—¿Quién eres?
—Soy el guardián. —Ante mi mirada desconcertada, añadió—: Todas
las historias, las leyendas y los mitos que se han transmitido. Soy el que los
mantiene a salvo.
Sacudió la mano y un libro salió volando de las estanterías, flotando
hacia una larga mesa colocada frente a la chimenea. Se llamaba The Ivy
Blackwood Chronicles.
—¿Qué es eso? —Josiah y yo compartimos una mirada.
Los ojos de Sanus parpadearon.
—Es el comienzo de una nueva leyenda.
Miré a Bain. Sanus tenía razón; estábamos solo en el principio.
—Por eso te he convocado. —Abrió el libro a una nueva página y
mientras mirábamos, apareció un guión—. Parece que algo se está gestando
en tu lugar de nacimiento, Jareth.
Ese pueblo de hace tanto tiempo, ya tenía oscuridad.
—¿Tienes idea de qué es? —preguntó Josiah.
—No, pero se está haciendo más fuerte.
Jareth miró alrededor de la habitación, sabía que estaba de acuerdo
cuando dijo:
—Parece que me voy a casa.
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Sanus estudió al vampiro, al humano, al licántropo y a la mujer que
los había reunido. Los protectores del mundo... oh sí, su historia acababa
de empezar.
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