01 The Gathering - L.A. Fiore

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3

Tessa & Neera

Lvic15 Tay Yira Patri


Rebecatrr EstherC Aleja E
Sarita Tolola Gerald
Neera Corazon_de_Tinta Tessa

Neera
Lvic15
YaniM

Neera

Daniela Herondale
Sinopsis 21
Playlist 22
Prefacio 23
4
Prólogo 24
1 25
2 26
3 27
4 28
5 29
6 30
7 31
8 32
9 33
10 34
11 35
12 36
13 37
14 38
15 39
16 40
17 41
18 Epílogo
19 Sobre la autora
20
5
Palabras como antinatural e impura empezaron los susurros.
Desde el principio, Ivy Blackwood fue diferente. Ella no era más que
una niña cuando se la acusó de comenzar el fuego, uno que ella vio
pasivamente engullir la pequeña casa que había llamado hogar. Las yemas
de sus dedos ardían y su pelo chamuscado. Algunos que la observaron
hicieron la señal de cruz, convencidos de que no tenía alma porque no
mostraba ninguna emoción. Tranquila y desapasionada, incluso cuando
comenzaron los gritos, rápidamente se convirtieron en bramidos de agonía
antes de convertirse en nada más que el rugido del fuego.
Estaba encerrada donde no podía hacerse daño a sí misma ni a otras
personas. Para todos los involucrados, habían protegido al mundo de un
monstruo, pero a veces las cosas no son lo que parecen.
Come Together…Gary Clark Jr.
Flawless…Dorothy
6
Until We Go Down…Ruelle
Welcome To The Black Parade…My Chemical Romance
Tell That Devil…Jill Andrews
Monsters…Ruelle
If We Were Vampires…Jason Isbell and the 400 Unit
Zombie…Bad Wolves
Stronger…Through Fire
Up In Flames…Ruelle
The Worst In Me…Bad Omens
Boomerang…Smash Into Pieces
Storm…Ruelle
Dark Nights…Dorothy
Devil With Angel Eyes…Royal Bliss
Deep End…Ruelle
A Crime To Remember…Pop Evil
Broken…Seether
Angel…Theory of a Deadman
The Other Side…Ruelle
Stillborn…Black Label Society
Walk Through the Fire…Zayde Wolf
Live Like Legends…Ruelle
No es una batalla entre el bien y el mal la que se ha librado desde el
7 principio de los tiempos; es un equilibrio. El cambio en uno resultará en un
cambio igual en el otro y, como el nacimiento y la muerte, uno no puede
existir sin el otro. A veces ese cambio puede ser incalculable, el resultado de
algo tan simple como un deseo hecho a una estrella. Es por eso por lo que
existe el dicho; el cuento de las viejas esposas que advierte... cuidado con lo
que deseas.
8

En el solsticio de verano, nació Ivy Blackwood. Desde el principio, fue


diferente. No lloró ni se quejó; no sonrió ni rio. Su silencio fue tan profundo
que el personal de la guardería se inquietó. Un bebé debería hacer algo de
ruido, pero Ivy estaba inusualmente tranquila. Su falta de emoción suscitó
preocupación y miedo. Los susurros comenzaron... palabras como
antinatural e impura.
A los diez, fue adoptada. Vivió con la familia solo dos semanas antes de
que ocurriera la tragedia. Ivy Blackwood estaba afuera, con las yemas de
sus dedos quemadas, su pelo chamuscado mientras observaba pasivamente
la pequeña casa envuelta en llamas. Algunos que la observaron se
persignaron, convencidos de que no tenía alma porque no mostraba ninguna
emoción. Sin remordimientos, sin arrepentimientos, sin miedo. Se quedó
tranquila, sin emoción, incluso cuando comenzaron los gritos que
rápidamente se convirtieron en bramidos de agonía antes de morir en nada
más que el rugido del fuego.
Desde ese día, estuvo encerrada donde no podía hacerse daño a sí
misma ni a otras personas. Para todos los involucrados, habían protegido al
mundo de un monstruo, pero a veces, las cosas no son lo que parecen.

EL BAYOU… ESA MISMA NOCHE


La niebla rodeaba las bases reforzadas de los cipreses. El sonido
distintivo de los caimanes en caza se mezclaba con las llamadas de
apareamiento de las garzas y las garzas azules. El brillo pálido de la luna
llena se difundió a través de las agujas de las coníferas para reflejar el agua
quieta. La nueva vida nadaba bajo la superficie, incluso cuando algunos se
perdían con los depredadores. Los viejos árboles, cubiertos de musgo en
descomposición, albergaban nidos para crías. Así era, un equilibrio delicado
mantenido por la naturaleza... vida, muerte y todo lo que está en medio.
En una casa situada a orillas del pantano, una anciana se arrodilló
frente a su altar. Ofreció una oración a los ancestros antes de buscar las
respuestas a las preguntas que temía hacer. Alcanzando los huesos que se
habían transmitido durante generaciones, curvó sus nudosos dedos
alrededor de las reliquias sagradas y las arrojó sobre la piel del animal. Sus
ojos se agrandaron cuando los huesos se asentaron en patrones que sólo
ella podía leer. Sabía de la profecía, se le había confiado el secreto el día de
9 su décimo octavo cumpleaños. Durante generaciones, los Boudreaux
esperaron. Sabían lo que muy pocos sabían: algo que no era de este mundo
se avecinaba, un antiguo mal que podía eliminar el equilibrio y enviar al
mundo a la oscuridad perpetua. Un escalofrío se movió a través de ella... la
espera había terminado.

NUEVA ORLEANS... SOLSTICIO DE VERANO 2017


—¿Irías a ese lugar? He escuchado tantas historias horribles. —La
chica pasó su mano por el pecho de Lee—. No tienes miedo, ¿verdad? Eres
un hombre de verdad... tan valiente.
Kathy casi resopló. ¿Quién demonios era esta chica? Acariciando el ego
de Lee, entre otras cosas, para hacer que se atreviera. Él no caería solo por
eso y ciertamente no de una extraña.
—Claro que iría. —Bien, pensándolo mejor, no era el cerebro de su
hermano el que estaba pensando en este momento.
—¿Lo vas a hacer? De ninguna manera, hombre. Hazte una jodida foto.
—Sus amigos siempre lo incitaban a hacer estupideces.
—¿Estarás aquí cuando regresemos? —Lee le preguntó a la chica.
—Espera, ¿nosotros? —Kathy estaba segura de que no había
escuchado a su hermano correctamente.
Lee le mostró la sonrisa a la que sabía que ella no podía decir que no.
—Tú y yo, hermana.
—De ninguna manera. El lugar está embrujado.
La chica le dirigió a su hermano una mirada que seguramente
resonaría en un área debajo de su cintura. Confirmado cuando él agarró la
mano de Kathy y la arrastró.
—Volveremos. —Miró a su hermana—. ¿La viste? Ella es muy caliente,
por favor, haz esto, Kathy.
—¿Por qué tengo que ir?
Sabía lo que iba a decir antes de que lo dijera, y tenía razón.
—Porque desde lo de papá prometimos permanecer juntos.
Es cierto, pero esto era pedir demasiado.
—Entrar en una casa embrujada es una zona gris.
—Hazlo por mí.
10 —Por una parte de ti de todos modos. ¿Quién es esa chica?
—No lo sé, pero después de este desafío, voy a saber mucho más sobre
ella.
—Quieres decir que vas a saber más sobre su cuerpo.
—Es lo mismo.
—Cerdo —dijo eso en una carcajada porque su hermano era un cerdo
adorable e inofensivo.
La antigua plantación antes de la guerra estaba ubicada a orillas del
Mississippi. El largo camino de tierra estaba bordeado por antiguos robles;
Las ramas gruesas y retorcidas se enroscaron y fusionaron para crear un
dosel vivo. Los bosques que rodeaban la plantación eran casi
inquietantemente tranquilos, pero estaba tan oscuro que hacía imposible
ver en la negrura imponente.
No deberían estar allí. Todo en ella le decía que corriera. Sintió el
escalofrío en su espina dorsal, el pelo en su nuca se puso de punta. Era un
desafío. Nadie venia aquí por una razón... el lugar estaba embrujado. Quería
regresar, pero su hermano nunca la dejaría irse; era cinco años mayor y casi
vivía sola, ¿cómo podía temerle a un estúpido desafío? En lugar de escuchar
ese sexto sentido que gritaba en su cabeza, continuó hacia la vieja casa que
había estado vacía durante generaciones. Solo tenían que entrar y hacerse
una foto de sí mismos en la casa. Parecía bastante simple, hasta que
entraron en la propiedad. Podía sentirlo; algo oscuro acechaba allí.
Su hermano abrió la puerta; la vieja madera crujió antes de finalmente
ceder y otorgarles acceso de mala gana. Él la miró y sonrió, el blanco de sus
dientes se veía extraño en la habitación oscura.
—El desafío más fácil de todos.
Un escalofrío provocó la piel de gallina y su aliento exhalado en
bocanadas.
—Tomemos esa foto y salgamos de aquí —susurró ella, impaciente por
salir de allí.
Sacó su móvil y la tomó justo cuando el sonido de pasos resonó desde
el piso de arriba. Ambas cabezas giraron en esa dirección, mientras la
temperatura parecía bajar aún más.
—Vámonos —dijo ella, pero su hermano estaba congelado, su expresión
era de terror.
—¿Qué ocurre?
En ese momento, el viento a través de los árboles afuera sonaba como
un grito.
Le temblaba la mano cuando le dio el teléfono. El miedo regresó; sus
11 piernas se debilitaron con eso. De pie, justo detrás de ellos, había una mujer
vestida de blanco con ojos grandes y temerosos, y en las escaleras en
dirección hacia ellos había una sombra amenazadora.
Ambos giraron al mismo tiempo; ojos amarillos se asomaron desde la
oscuridad. Su grito quedó atrapado en su garganta cuando un chorro
caliente cubrió su rostro y cuello. Los ojos sin vida de su hermano fueron
las últimas cosas que vio antes de que la oscuridad también la reclamara.
12

Impacientemente esperaba al lado de la máquina de café por ese oro


líquido. No había suficiente café en el mundo para activarme ese día, no con
el estrés de la temporada de carnaval; casi había terminado... aleluya. Ni
una sola vez había considerado la posibilidad de ser sheriff de Nueva
Orleans, pero me llamaron, empaqué mis cosas y me mudé a Louisiana. Eso
fue hace casi once años y no pasaba un día en el que no me preguntase en
qué demonios había estado pensando.
—Si no lo supiera pensaría que estabas teniendo una aventura. —
Dahlia entró en la cocina—. Llegar a casa tarde, sales pronto.
Mi mujer. Si no me hubiera mudado, nunca la hubiera conocido. Le
gustaba decir que era el revestimiento de plata a mi decisión precipitada.
—Mujer, estoy demasiado cansado como para tener una aventura.
Ella se unió a mí en la encimera. La bata de seda rosa se veía apretada
sobre sus pechos. Iba a cumplir cincuenta y tres y se veía exactamente igual
que cuando nos conocimos en ese café donde ella me dejó sin aliento. No sé
qué cremas o hechizos o pociones su amiga Lilith preparaba en esa tienda
de los suyos, pero funcionó. Me gustaría ver signos de vida en su cara, pero
la hacía feliz, así que me guardaba mi opinión para mí mismo.
Una risa silbó entre sus labios cuando la acerqué a mí.
—No demasiado cansado para ti sin embargo.
—Josiah, zalamero —se rio y luego me besó, un beso que acabó mucho
antes de lo que me hubiera gustado—. ¿Cómo se ve tu día?
—Más de lo mismo. Sé que es carnaval, pero incluso para carnaval, ha
sido una locura.
—Siento escuchar eso.
Vertí el café en mi taza de viaje entonces la besé de nuevo.
—Te veré más tarde.
—Cuídate, Josiah.
Sonreí para mí mismo mientras caminaba hacia la puerta porque lo
decía todas las mañanas. Esperaba escucharlo. Miré hacia atrás y le guiñé
un ojo.
—Siempre.
Vivíamos en la calle Dumaine, escogimos esta ubicación por lo cerca
que estaba a la comisaría, a sólo unas pocas cuadras de la calle Real. No
era un largo paseo, pero en el calor del verano, era una jodida tortura. Los
equipos estarían fuera limpiando y los fiesteros justo volviendo a sus hoteles
para dormir tras su noche de desenfreno para prepararse para otra noche
exactamente igual. ¿Era una maravilla que la gente creyera que Nueva
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Orleans estaba lleno de vampiros? Por supuesto que no, con la cantidad de
personas que dormían todo el día y salían de fiesta toda la noche.
Abriendo la puerta, la explosión del aire acondicionado se sentía bien.
—Hola, Sheriff. —Había una razón por la que Doris era la recepcionista
porque sin importar qué hora del día o de la noche, siempre tenía una
sonrisa.
—Buenos días, Doris. ¿Cooper volvió a casa? —Su perro salió anoche.
Nunca se iba corriendo, pero tampoco estaba castrado así que sospechaba
que la naturaleza le estaba llamando.
Su sonrisa fue suficiente respuesta.
—Sí, esta mañana.
—Bueno, pero es posible que desees castrarle, o se irá corriendo todos
los días.
—Está previsto para el próximo mes. —Asentí con la cabeza y me fui
hacia la oficina. Ella me llamó—. Layla trajo buñuelos.
Moviéndome a través de la comisaría con el único propósito de
conseguir un buñuelo, no estuve contento cuando Nick Santos dio un paso
en mi camino. Era un nuevo recluta. Buen chico, pero trataba tanto de
complacer. Necesitaba concentrarse más en su trabajo y menos en lo que
todos pensaban de él. Era un novato, y recordaba cómo eso se sentía, así
que era más paciente de lo que normalmente hubiera sido.
—Sé lo que podemos hacer para la recaudación de fondos.
—Camina conmigo. —Iba a por uno de esos buñuelos.
—Debemos hacer un calendario.
Eso me detuvo en seco.
—¿Perdón?
—Como hacen en la estación de bomberos.
No estaba fuera de forma, pero tenía cincuenta y seis. La gente no
quería esta mierda colgando en sus paredes.
—No.
—Pero hay muy poco trabajo y se consigue mucho dinero.
Continué hacia los buñuelos.
—Corrección, el calendario del parque de bomberos consigue mucho
dinero porque están en la veintena y la treintena y transportan
equipamiento que pesa más de cincuenta kilos. En otras palabras, están en
forma; todos. Esto… —Señalé a mi tripa que a pesar de estar plana también
era un estómago de cincuenta y seis años—… no venderá calendarios. De
vuelta al punto de partida, Nick.
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—Pero...
Nick fue cortado cuando Cyril Gaudet, mi ayudante de sheriff, se
precipitó a la oficina. Cyril no era un hombre de precipitarse.
—Tenemos dos cuerpos.
Mierda.
—Justo detrás del cementerio. Algunos niños los encontraron. —Se
frotó el cuello antes de añadir—. Josiah, creen que son los niños McKinnon.
Había estado temiendo esas palabras durante ocho meses. Todos los
policías tenían un caso como el de los McKinnon. Me mantenía despierto
durante la noche preguntándome qué había pasado con ellos. Eran buenos
chicos, siempre ayudando en la ciudad. Perdieron a su padre hace unos
años en un accidente de auto. Sólo estaban ellos y su madre. Ellos nunca
la hubieran abandonado, pero era como si hubieran desaparecido.
—¿Los McKinnon? Peinamos cada centímetro de esta ciudad. —La ira
venía ahora, más por mí mismo. ¿Me había dejado algo?
—No entiendo tampoco. Se realizaron búsquedas en cada parcela de
árboles, cada calle, cada callejón, cada alcantarilla, prácticamente vaciamos
el maldito pantano. —El pasado Cajun de Cyril estaba saliendo; siempre lo
hacía cuando estaba enfadado.
—Parece que nos perdimos algo. Vamos a ver lo qué los mató y
continuaremos a partir de allí. —Entendía la ira de Cyril porque también la
sentía.
—El forense está haciendo una autopsia completa, pero sabe qué los
mató.
Eso no sonaba bien.
—¿Qué?
Se frotó el cuello otra vez antes de decir.
—Creo que es más fácil mostrártelo.
Temía que fuera a decir eso. Pasé por delante del plato de buñuelos.
Había perdido el apetito.
Había visto todo tipo de mierda en mis años en el cuerpo. Desde mi
tiempo en Nueva York, mi paso por Detroit, y ahora aquí en Nueva Orleans,
15 pensé que había visto todo. Estaba equivocado. Me puse de pie sobre los
cuerpos de dos niños que había conocido lo suficientemente bien como para
saludar por su nombre y tenía problemas para creer lo que estaba viendo.
Marcas de cortes profundos laceraban sus gargantas. Incluso para un
ataque de un animal salvaje, eso era horrible.
—Desaparecieron hace casi un año, pero... —Llamarlos cuerpos
parecía tan mal—… están muy bien conservados.
—Sí, o estuvieron retenidos y los mataron recientemente, o fueron
asesinados y puestos en hielo.
Me quité el sombrero y agarré el borde más duro para contener la rabia.
La emoción no tenía lugar en este momento. Tenía que ser el policía. Kathy
y Lee se merecían eso, pero ¿qué clase de monstruo mutilaba a niños?
—¿Qué hizo esas marcas?
Jasmine, nuestra nueva forense, se encorvó para ver más de cerca. Sólo
había estado aquí durante seis meses. Vino a nosotros desde Boston. Se
veía desconcertada como yo.
—No estoy segura. Tomaré medidas y haré algunas consultas.
—Se desangraron.
—Sí, pero no creo que les asesinaran aquí. Podemos tomar algunas
muestras del suelo, y la unidad de crimen testeará el área con Luminol. El
suelo se iluminará como un árbol de Navidad si ahí es donde les asesinaron.
—¿Por qué no crees que les asesinaran aquí?
Miró a su alrededor antes de decir.
—Mira donde estamos. Por la noche, este lugar está lleno de gente. Un
ataque así hubiera sido horroroso y fuerte. Creo que fueron asesinados en
otro lugar y arrojados aquí.
—Digamos que murieron justo después de desaparecer. ¿Por qué
mantener sus cuerpos? ¿Y dónde les retenían? —Nunca dejaba de
sorprenderme cuán jodidamente depravados eran algunas personas. En
realidad estaba un poco agradecido porque todavía podía ser sorprendido.
Qué maldita pérdida. Eran tan jóvenes, sólo niños. Tenía que decirle a Diana
McKinnon, quien todavía colgaba papeles cada semana por sus hijos
desaparecidos, que la esperanza que había estado aferrando era para nada.
Tenía que decirle que habíamos encontrado a Kathy y a Lee. Jodidamente
odiaba esta parte del trabajo.
Aparqué delante de la cafetería y me tomé un minuto. Aún con las veces
que había tenido que hacer esto, nunca se volvía más fácil. Al abrir la puerta,
Diana miró, pero fue la expresión en su mirada que se notó como un cuchillo
retorciéndose en mi pecho. Debía haberlo visto mi expresión porque esa
esperanza se drenó de su cara. Se puso pálida como un fantasma, sus
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manos temblaron mientras los platos que llevaba se deslizaron de sus dedos.
La mujer había enterrado a su marido hacía pocos años y ahora tenía que
enterrar a sus hijos. Encontraría al cabrón que había matado a sus bebés,
y le haría pagar.

Jasmine había tenido razón. No se detectó sangre en la escena del


crimen, incluso con los técnicos raspando por debajo de la superficie.
Definitivamente no era la escena del crimen sólo el lugar donde habían
volcado los cuerpos. Los amigos de Kathy y Lee habían dicho que les habían
retado a entrar en la plantación LeBlanc. No me creía ninguno de esos
cuentos, como tantos otros por aquí hacían, pero aún no podía negar que
había algo malvado sobre el lugar. La cantidad de llamadas que obteníamos
sobre mierda extraña pasando allí y el hecho de que alguien lo poseía pero
no hacía nada con ello; no era una sorpresa que fuera considerado el lugar
más embrujado de Nueva Orleans. Durante la investigación, habíamos
estado en la casa y los jardines con un peine de dientes finos. No
encontramos nada. Ni una maldita cosa. No dolía mirar otra vez.
El teléfono atrajo mi atención.
—Abiviny.
—Hola Sheriff, soy Jasmine.
—¿Dime que tienes algo?
—No sé lo que tengo. Tienes que venir a la morgue.
¿Ahora qué?
—Voy de camino.
Jasmine estaba paseándose delante de la losa, un cuerpo cubierto en
una sábana blanca frente a ella. Su cabeza giró hacia mí.
—Tomé incontables fotografías, pero no sé qué hacer con ellas porque
no lo creo. Incluso después de verlo, no lo creo.
—¿Creer qué?
—Eso es Kathy McKinnon. —Hizo un gesto hacia el cuerpo.
—Vale.
—Aparta la sábana hacia abajo.
No era un fan de autopsias, pero nunca había visto a Jasmine así. Bajé
la sábana.

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—¿Qué dem…?
—¿Lo ves también? Estaba pensando que quizás esa vez que usé drogas
en la universidad estaba volviendo a atormentarme.
Sí, lo veía, pero estaba trabajando en creerlo. En el exterior Kathy
parecía, bueno, bien. Pero en el interior su cuerpo estaba seco.
—Está en la etapa final de descomposición. El interior de su cuerpo es
consistente con alguien asesinado hace ocho meses, pero afuera sólo está
en la primera etapa de descomposición. No es físicamente posible, y sin
embargo… —Levantó sus manos hacia el cuerpo.
—¿Has abierto a Lee?
—No.
—¿Nunca habías visto esto antes?
—Josiah, nadie ha visto esto antes.
—Termina la autopsia, recoge lo que puedas. Documéntalo. Toma fotos
de todo. Tendremos que retener los cuerpos hasta que resolvamos esto.
—No sé si alguna vez resolveremos esto. —Jasmine estaba asustada.
No podía culparla.
—Mantén esto entre tú y yo.
Me estudió un segundo antes de preguntar.
—¿Qué estás pensando?
—Estoy pensando que hay una gran cantidad de gente supersticiosa
que trabaja aquí. No necesito histeria en mis manos.
—Bien dicho, porque estoy asustada y no soy supersticiosa.
—Eres científica. Piensa como una científica, no como Cyril.
—Tienes razón.
—Llámame si encuentras cualquier cosa, incluyendo lo que hizo esas
marcas.
—Lo haré.
Empecé a salir de la habitación, pero me detuve y me volví a mirarla.
—Enciérralos, Jasmine. Hasta que sepamos qué diablos tenemos entre
manos, encierra esos cuerpos.
—Por supuesto.
Cyril estaba esperando cuando llegué a mi oficina. Me siguió, soltando
un archivo en mi escritorio antes de tomar asiento frente a mí.
—Encontré algo. Estaba buscando en casos antiguos buscando por un
modus operandi similar. Una posibilidad remota, ¿verdad? Pero obtuve una
coincidencia.
18 Intrigado, abrí el archivo.
—En 1995, una joven fue llevada al Hospital General de Nueva Orleans
con marcas de garras en el brazo y en la garganta. Vivió. Se tomaron
fotografías. Jasmine puede comparar las heridas con las de los McKinnons.
—1995, eso pasó hace más de veinte años.
—Se vuelve más extraño. Esta chica Ivy Blackwood fue acusada de
quemar la casa de sus padres adoptivos la noche en que obtuvo sus heridas.
—Palmeó el collar que siempre llevaba antes de añadir—. Fue llevada al
hospital la noche en que Kathy McKinnon nació y... espera... comparten
cumpleaños. Da escalofríos, ¿verdad?
No era supersticioso como mi adjunto; sin embargo, dos chicas que
compartían un cumpleaños y ambas tenían marcas de garras de un
sospechoso no identificado. Era demasiada coincidencia.
—¿Dónde está Ivy Blackwood ahora?
—Ha vivido en el Sanatorio Misty Vale durante los últimos veintidós
años.
—¿Misty Vale? Nunca he oído de ello.
—Está bajo el cuidado de un tal doctor Gary Ellis.
—Llama al doctor. Quiero hablar con la señorita Blackwood, ver lo que
recuerda de la noche en que fue atacada.
Cyril tomó su collar nuevo.
—Sabía que ibas a decir eso. Es un hospital mental.
—¿Y qué?
—Hay personas perturbadas viviendo allí.
—Sólo vamos a hacerle a la señorita Blackwood algunas preguntas.
¿Qué es lo peor que puede pasar?
—Tenías que decir eso. ¿Por qué tentar a la suerte?
—Eres supersticioso —dije.
—Y tú terco. —Cyril revisó el archivo, levantó el auricular, y empezó a
marcar el número de teléfono—. Tengo un muy mal presentimiento sobre
esto.
19

El sol era tan brillante; que se sentía maravilloso en mi piel. La brisa


entre los árboles sonaba como una risa. Era tranquilo, pacífico y tan hermoso,
sin explotar, sin domar... la naturaleza en su forma más pura.
No estaba segura de qué era lo que me atraía aquí, pero venía a menudo.
Como el tirón de la luna sobre las mareas, este lugar me llamaba. Siempre lo
hacía. El camino de tierra era largo, tallado en el lado de la exuberante colina
verde. Flores silvestres de todos los colores salpicaban esa manta verde y se
extendían hacia el horizonte. Recolecté unos cuantos, un ramo de colores
brillantes sujetos cariñosamente en mis brazos. Sus olores cosquillearon mi
nariz y dibujaron una sonrisa.
Mis pies se detuvieron cuando una sensación me recorrió, una que nunca
antes había sentido. Mi corazón palpitaba detrás de mis costillas, y mis pasos
eran más rápidos mientras corría por el camino, desesperada por encontrar
lo que ni siquiera sabía que buscaba.
Una cabaña de troncos primitiva apareció en el horizonte, un hombre
apareció a la vista cuando llegué a la cima de la colina. Fue como ser golpeada
por un rayo, la sacudida de poder tan fuerte que dejé caer mis flores;
deslizándose de mis manos entumecidas. Estaba trabajando el suelo rico y
oscuro, preparando el terreno para las plantaciones. Una pequeña mancha de
la tierra que había reclamado como propia. El pelo negro que cepillaba sus
anchos hombros soplaba con la brisa que se agitaba. Solo, pero no solo,
trabajaba con un tipo de pasión tranquila.
Levantó la cabeza y sus ojos como el cielo antes de una tormenta me
miraron. Hay algunas constantes que nos unen a todos, destino, suerte,
amor... incluso magia. Fue un poco de todo eso cuando nuestras miradas
colisionaron. La parte de mí que no sabía que faltaba fue devuelta con nada
más que una simple mirada. Por primera vez en mi vida, sabía a dónde
pertenecía. Debería alejarme, dejar la promesa de algo extraordinario y volver
a lo que conocía... lo que era seguro.
No lo hice.
Me acerqué un paso y luego otro. Estaba dispuesta a arriesgarlo todo,
por lo que podía atreverme a caminar donde se hacían los sueños.
Moví la comida en mi plato, pero no la comí. Me dolía el corazón. Me
había despertado del sueño y quería desesperadamente perderme
nuevamente en él. ¿Por qué no podíamos volver a los sueños después de
20 despertarnos? Había tenido ese sueño antes y sabía que lo haría otra vez,
pero era la espera. Tantas veces como lo había tenido, nunca veía su cara,
sólo sus ojos... esos hermosos ojos grises. Había una parte de mí que creía
que él era real. No era posible, mi cabeza lo sabía, pero me costó convencer
a mi corazón.
Me arrancaron de mis pensamientos cuando empezaron los gritos, los
gritos de locos que resonaron en las paredes y se clavaron en mi cabeza
como estacas. Traté de pensar en el prado, las flores y el hombre que
reclamó mi corazón con nada más que una mirada, pero la belleza tranquila
de ese mundo ficticio fue ahogada por los gritos de los locos.
Echando un vistazo a las ventanas enrejadas y al mundo exterior que
nunca vería, mis ojos se aguaron. No caminaba donde se hacían los sueños.
Vivía en las pesadillas.

Mi piel helada. Un escalofrío recorrió mi espalda. Me dolía el pecho por


los latidos de mi corazón. Lo sentí, pero estaba demasiado oscuro para ver.
Sintiendo alrededor de la pared desmoronada, los sonidos de pasos detrás
de mí trajeron el entumecimiento. Susurros vinieron de todas partes. Un roce
sobre mi piel me puso la piel de gallina. No estaba sola.
Comenzaron los gritos; los aullidos de los moribundos. Eran tan fuertes
que puse mis manos sobre mis oídos en un vano intento de bloquearlos. Sentí
la muerte. Estaba a mí alrededor. Imágenes de los caídos pasaron ante mí;
Sus ojos sin vida abiertos pero sin poder ver. La tierra verde se volvió negra
por la sangre que la saturaba.
Unos ojos amarillos y amenazadores me miraron desde la oscuridad,
seguidos por el miedo. Criaturas grotescas salieron del suelo, rodeándome,
viniendo a por mí. Traté de pelear, pero estaba encadenada, los puños de
metal cortándome las muñecas. Luché contra mis restricciones, mis brazos
protestaron por el dolor, pero no podía liberarme. La impotencia y la
desesperanza me llenaron. Las lágrimas brotaron y rodaron por mis mejillas.
Oí la risa demoníaca cuando las paredes se acercaron más. La muerte
llegó con alas pálidas.
La chispa encendida luego creció. Hacía mucho calor, el calor abrasaba
mi piel. La llama bailaba mientras aspiraba el oxígeno y cobraba vida propia.
Me miré las manos; estaban en llamas; sin embargo, mi piel no se llenaba de
ampollas y mi carne no se quemaba. Me sentí cómoda viendo el color naranja
y amarillo lamiendo la pared. La única palabra que se repitió en mi cabeza
cuando fui consumida por el fuego fue “salvación”.

21

Mis ojos se abrieron de golpe. Me froté el dolor en mi pecho, mis ojos


ardían. Sentándome, dejé caer mi cabeza en mis manos y trabajé para
calmar mi corazón latiendo salvajemente.
Miré a mi alrededor en mi escasa habitación: los suelos de baldosas, la
ventana que estaba en lo alto de una pared y los cuadros que había hecho
a lo largo de los años; pinceladas coloridas y patrones vibrantes. No conocía
estas imágenes, pero me sentía conectada a ellas; el viejo árbol y los pájaros
negros, una colina con la hierba meciéndose con la brisa, un símbolo de
naturaleza tribal, los dientes de león. Estas imágenes tenían significado
incluso sin entender por qué.
Busqué el cuaderno lleno de palabras que no recordaba haber escrito;
como las imágenes y mis sueños, no tenía ningún recuerdo de lo que había
escrito. Creía que eran sólo las divagaciones de una mente con problemas,
pero disfrutaba de los destellos de una vida que nunca había tenido.
Envidiaba la parte de mí que podía imaginar tanta belleza, podría vivir en la
fantasía que era mucho más dulce que cualquier realidad que hubiera
conocido. Volví a la última entrada.
Era la primera persona en tomar mi mano. Caminábamos por el pasillo
de la escuela, y él pasó sus dedos por mi brazo. Mi corazón se aceleró, y mi
cuerpo se estremeció de la cabeza a mis pies. Su palma encontró la mía,
nuestros dedos entrelazados, y nada se sintió tan natural. Era mi primer
beso, y mi primer amor.
Crecimos, y la vida sucedió y aun así, todos los años, hacíamos tiempo
para ponernos al día.
Era la primera persona a la que llamé cuando me enteré, la primera
persona en unirse, pelear y la primera en aceptar. Esa mano que había
sostenido la mía hacía tantos años era más delgada, más frágil, y aún así se
sentía tan natural. Hablamos toda la vida en esas semanas. Estaba allí
cuando se despidió, y estuve allí cuando respiró por última vez. No solté su
mano, no pude.
Está enterrado en una colina; flores silvestres cubren su tumba. Cada
año lo visito. Mis pasos son más lentos en estos días, mi cuerpo está más
viejo, pero nunca pierdo un año. Es una parte de mí; incluso desaparecido,
posee un pedazo de mí, y todo comenzó con algo tan simple como alcanzar mi
mano.
Me limpié la lágrima de la mejilla y me rendí ante el dolor, no había ido
a la escuela, no había conocido a un niño que me tomara de la mano. Nunca
había sostenido mi mano, pero sentí el cosquilleo de una palma contra la
mía, la emoción que saltó de mi corazón, el regalo del amor joven, el primer
22
amor. Y experimenté la triste y trágica belleza de una vida llegando a su fin.
No viví estas escenas, pero las sentía... todas y cada una de ellas.
Las nubes se juntaron, el frío me recorrió, mientras un escalofrío
recorría mi columna vertebral. Real o imaginado, la oscuridad se arrastraba.
Algo feo estaba ahí fuera; siempre lo había sentido. Mis ojos se dirigieron a
la ventana, pero se estaba volviendo más fuerte.

La clase de arte de Madame Fief era una de las constantes en mi vida.


Había estado dibujando todos los días durante los últimos veintidós años.
—Quiero pinceladas que imiten el viento a través de los árboles. —
Demostró Madame Fief moviendo su pincel en el aire—. Piensen en brisa
suave —cantó—. Pinten lo que conocen. Pinten lo que hay en su corazón. —
Levantó el brazo formando un corazón. Era una loca, un miembro del
personal a pesar de que actuaba más como un paciente.
Habíamos tenido esta lección tantas veces que podía recitarla palabra
por palabra porque era la misma lección, palabra por palabra. La había
memorizado. Llevaba la misma vestimenta todos los días también. Una bata
larga negra cubierta de flores de color rosa intenso y un turbante de color
rosa intenso. Enormes gafas con marcos negros cubrían los ojos azul oscuro
y estaban posados en una nariz que era demasiado pequeña para su cara.
Su cuerpo robusto se parecía a un boliche, al menos basado en las
imágenes que había visto en la biblioteca. No era realmente una biblioteca,
sólo una sala con muchos libros. Los había leído muchas veces.
Eché un vistazo a mi pintura. Era una lápida. Pinta lo que conoces. Eso
me pareció apropiado. Me sentía alejada del mundo, pero no iría tan lejos
como para decir muerta. Mi psique era un poco melodramática. Terminé el
cuadro, lo llevé a mi habitación y lo colgué con los demás. Al verlos juntos,
se agitó algo en mí, pero antes de que pudiera agarrarlo, se desvaneció.
Toqué el marcador de la tumba que había dibujado, mis ojos ardían ante lo
que representaba y me apresuré a salir. Tenía una cita.
El doctor Nelson roció sus plantas mientras yo me sentaba en una silla
frente a él. Sus plantas estaban muertas, cada una de ellas. Miré alrededor
de sus paredes, pero no había diplomas ni credenciales, sólo fotos de perros
23 vestidos como presidentes muertos. Tenía una estantería, pero no estaba
llena de revistas médicas. Tenía una buena colección de libros raros, unos
que nunca había visto en la biblioteca del hospital, aunque había leído sobre
los autores, personas como Benjamín Franklin, Thomas Paine y Jonathan
Swift.
Me miró por encima de su hombro, locura ardiendo detrás de sus ojos.
Era extraño lo mucho que se parecía al doctor Ellis. No era sólo la bata
blanca. Sus rasgos eran muy similares, pero luego pensé que Harold y
Evelyn, a veces, tenían el mismo aspecto. Había estado aquí tanto tiempo
que todos empezaban a parecerse a los demás.
—He estado trabajando en tratamientos, no los que te receto
principalmente, pero he encontrado éxito con algunos de mis pacientes —
dijo el doctor Nelson en voz alta. No me hablaba, conversaba consigo mismo,
o con quienquiera que estuviera en su cabeza. Sus cejas se fruncieron—. No
todos lo llevan. Algunos se hacen de manera diferente a los demás. Se trata
de la sangre.
Lo había escuchado todo antes y todavía no estaba segura de qué parte
de su oración me molestaba más, lo de los tratamientos convencionales o el
éxito con sólo algunos de sus pacientes. ¿Realmente había tratado a la gente
en algún momento? ¿Cuándo había perdido la cabeza?
—Tienes que trabajar por ello. La tensión en la mente podría romperlo.
Hay que hacerlo con amor, como estas plantas. Con cuidado, o lo que uno
está tratando de salvar, podría acabar muerto. —Tocó la hoja seca del
helecho y de inmediato se convirtió en polvo—. Hermoso, tengo un cóctel,
aclara la mente... la etiqueta amarilla, rompe los límites —anunció
magnánimamente. Me hizo un gesto hacia la puerta—. Tengo un artículo
que escribir para la revista médica semanal, “personalidad y la mente, un
equilibrio delicado”. —Se sentó en su cama y comenzó a escribir en el aire.
Ésa era mi señal para irme. Me puse de pie para irme. Era lo mismo
cada vez que lo visitaba. Trataba de llegar a él, pero su mente estaba
destrozada. Pude vislumbrar cosas que me hicieron estremecer.
Tratamientos que eran bárbaros. Tratamientos que había vivido o hecho a
otros. De cualquier manera era horrible.
—Lo veré más tarde, doctor Nelson.
No respondió, nunca lo hacía. Acababa de llegar a la puerta cuando
dijo:
—Treinta y tres es un número muy poderoso.
Ésa era la primera vez. Le devolví la mirada, pero su concentración
estaba en su máquina de escribir imaginaria. Continuó:
—En la religión, representa a las Tres Diosas y la Trinidad, hay treinta
24 y tres vértebras en la columna vertebral humana, en la numerología treinta
y tres es uno de los tres números maestros. Sí, treinta y tres es un número
muy poderoso. —Su mirada se desvió hacia mí y por un segundo ese loco
detrás de sus ojos se fue—. Recuerda ese número, Ivy.
El momento había terminado cuando comenzó a escribir de nuevo. Al
salir de su habitación, estaba un poco nerviosa. Era un hombre de rutina.
Era parte de su enfermedad. No se apartaba de la rutina, no sabía cómo,
pero simplemente lo había hecho. Treinta y tres. Iba a cumplir treinta y tres
años, ¿era eso todo lo que quería decir o había algo más que eso?

—Está viniendo.
Levanté la vista hacia Emily. Cada conversación con ella, si pudieras
llamarlo así, sentías que llegabas en medio de eso. Nunca sabía de qué
estaba hablando, pero había muy pocas conversaciones lúcidas en este
sector.
Sus ojos azules se clavaron en mí.
—El equilibrio está mal.
—¿Qué equilibrio?
Ella agitó su mano en el aire.
—Luz y oscuridad, bien y mal, bueno y malo. Está mal. Los Ancestros
enviarán a alguien.
—¿Ancestros?
—Sí. Su guerrero se acerca —gritó mientras lanzaba sus brazos al aire.
No le di importancia a su comportamiento.
—¿Qué guerrero?
—El que restaurará el equilibrio —dijo como si tuviera perfecto sentido.
—¿Cómo este guerrero restablecerá el equilibrio?
—Con su poder.
—¿Qué poder? —pregunté.
—Poder ilimitado —cantó, sus ojos azules brillaban de emoción y
locura.
—¿Vendrá este guerrero pronto?
Su expresión cambió, y juro que sonaba casi lúcida cuando dijo:
—¿Cómo sabes que no están ya aquí?

25
Antes de que pudiera responder, se apartó de mí. Su trasero desnudo
a la vista por la bata del hospital que llevaba. Miré alrededor del cuarto.
Nunca sentía que pertenecía aquí, este lugar olvidado que estaba al borde
de la humanidad.
Podía sentir lo que había dentro de cada persona en la habitación. En
muchos de ellos, no sentía nada, como si sólo fueran conchas de las
personas que habían sido. Había algunos, sin embargo, donde las
emociones se habían enterrado profundamente, dolor y miedo,
arrepentimiento y enfado. Estas personas no estaban molestas;
simplemente estaban perdidas y confundidas, las que el mundo preferiría
que no existieran porque no estaba seguro de sentir pena por ellos o de
enfadarse con ellos simplemente por existir. Fueron dejados aquí para
marchitarse lejos de aquellos que no los entendían, que les temían.
Mi corazón se rompió al ver a Harold golpear su cabeza contra la pared,
y lo suficientemente fuerte como para sacar sangre. Evelyn estaba atrapada
en su mente, perseguida por sus pesadillas. Cerré los ojos y busqué la
calma. La habitación se calmó. Harold dejó de golpearse la cabeza, y Evelyn
dejó de tirar de su cabello y de hablar. Por sólo un momento, podría darles
paz.
—Necesitas recordar.
Resistí el impulso de sacudir la cabeza.
—No estás loca.
Me pregunté cuánto tardaría en aparecer. Sentí que alguien se me unía
en el sofá, aunque sabía que el lugar a mi lado estaba vacío.
—Dice la voz en mi cabeza.
—No perteneces aquí.
Tristán era el nombre de mi amigo imaginario. Al principio, traté de
ignorarlo, pero era persistente, luego traté de hablar con él pero sólo en mi
cabeza. No respondió. Ahora le hablaba como si realmente estuviera allí.
Claro, cualquiera que lo viera vería a una mujer hablando sola, pero
considerando dónde estaba, no sobresalía.
—Para ser un producto de mi imaginación, eres un dolor en el trasero.
¿A dónde iría?
—No soy producto de tu imaginación y no lo sé. A cualquier parte
menos aquí.
Seguí leyendo el libro que había traído de la biblioteca.
—¿Sabías que las hadas viven en un reino bajo el nuestro?
—¿Qué?

26
—Lo dice justo aquí. Los anillos de hadas, emergen de su reino a
nuestro reino. Algo así como un agujero de gusano.
—¿Qué estás leyendo?
—Un libro sobre criaturas fantásticas. Según esto, las personas solían
poder ver lo sobrenatural, pero perdieron la capacidad debido al cinismo y
la ignorancia.
—Ese libro es una obra de ficción —señaló Tristán.
—¿Lo es? ¿O la ficción se basa libremente en hechos?
—¿Ha estado el doctor Ellis jugando con tus medicamentos otra vez?
—Gracioso. Me gusta la idea de otras criaturas viviendo entre nosotros.
Las hadas son las que conceden nuestros deseos. Apuesto a que no lo
sabías.
—No, y tampoco lo creo.
—Porque eres cínico —le dije.
—Práctico —respondió él.
—Lo que sea.
Los gritos volvieron nuestra atención al fuego que alguien había
prendido en uno de los cestos de basura.
—Bien, ¿y donde lo sacará ese pacifista?
La referencia de Tristán a Bart me hizo estremecer. Bart no era
pacifista; era un monstruo. Nadie se adelantó para manejarlo, así que lo
hice. Caminando hacia la lata, agarré una manta de la parte de atrás de uno
de los sofás. Sentí el calor en mis manos, pero no me aparté de él. Las llamas
y cómo parecía que estaban bailando me hipnotizaba. Me acerqué
demasiado y sabía que tendría quemaduras. Antes de que se saliera de
control, lo apagué. La decepción me recorrió al ver algo tan hermoso morir.

En la cena de esa noche, estudié mis manos. El fuego no me había


quemado. No había marcas en mi piel en absoluto. Era posible que las
drogas afectaran mis terminaciones nerviosas inhibiendo el dolor, ¿pero por
qué no había marcas? ¿Había apagado el fuego? ¿O lo había imaginado?
Había estado hablando con mi amigo imaginario en ese momento. ¿Estaba
otra vez teniendo problemas para separar la fantasía de la realidad? Tenía
curiosidad, tal vez más de la que debería, pero quería realizar un pequeño
experimento.
Había una caja de cerillas al lado de una de las mujeres en la línea de
comida. Dejé caer la comida en la basura y luego me acerqué al mostrador.
27
El personal aquí era como androides. Llenaban la cuchara, la levantaban y
dejaban caer la comida en la bandeja. No fue difícil coger las cerillas. De
vuelta en mi habitación, me senté en el suelo y encendí una. Puse mi mano
sobre ella, sentí el calor, pero mirando mi mano no hubo enrojecimiento, ni
ampollas. La cerilla se extinguió. Encendí otra. Esta vez, sostuve mi mano
justo encima de la llama. No se quemó. Mirando mi mano, no había marcas.
No pude evitar el temblor, aunque no podía decir si era el miedo o la emoción
lo que lo alimentaba. No estaba soñando, esto estaba sucediendo. ¿Cómo
sucedía esto?
—No me quema. —Estaba hablando conmigo misma mientras jugaba
con fuego. El doctor Ellis estaría subiendo mis medicamentos si me viera.
Encendí otro fósforo y lo coloqué en mi palma. No sentí nada. Observé la
llama, cómo rozaba el aire, y sentí una agitación profunda en mis entrañas.
Nunca quité mi mirada de la cerrilla, y como si lo quisiera, el fuego se hizo
más grande.
—¿Puedes invocarlo? —Perdí el enfoque ante la pregunta de Tristán, y
la llama se apagó. ¿Una coincidencia?
¿Intentar invocarlo? Eso era una locura.
—¿Sin la cerilla? —Pero estaba intrigada.
—Sí.
—¿Cómo? —pregunté.
—¿Lo harás?
Extendí mi mano, enfocada como la que tenía en la llama. Sentí la
agitación en mis entrañas de nuevo que me recorrió hasta las puntas de los
dedos. Un parpadeo, apenas una chispa, pero apareció un parpadeo; el aire
en la habitación se cargó, luego pulsó, y con suficiente fuerza, mi cabello
voló de mis hombros. Dejé caer mi mano.
—¿Qué demonios fue eso?
Tristán estaba extrañamente silencioso.
—¿Acabo de hacer eso? —le pregunté, no estando segura de que
contestara.
—Sí, lo hiciste. —Parecía asombrado, lo cual entendía porque yo
también me sentía asombrada.
Sabía que mi capacidad empática era única, pero ¿invocar fuego?
—¿Cómo es posible que pueda invocar fuego? Eso no es normal.
—Has sido condicionada a creer que algo fuera de lo normal no es
normal, pero el estándar de normalidad es diferente en todos los ámbitos.
—¿Qué ámbito?

28
Se quedó en silencio por un momento antes de decir:
—Porque el mundo está hecho de algo más que lo que ves.
Me había pillado desprevenida con ese comentario. Tardé un minuto
en responder, no es que fuera elocuente cuando lo hice.
—Espera, ¿qué? —¿Estaba sugiriendo lo que creo que estaba
sugiriendo?—. Dijiste que las hadas y todo eso era ficción.
—Sí.
—¿Por qué?
—No estaba seguro de que estuvieras lista.
—¿Para qué?
—Lo que viene.
—¿Qué viene?
—El principio del fin.
—Estoy alucinando totalmente esta conversación. Tal vez el doctor Ellis
necesite aumentar mis medicamentos.
—No estás loca, Ivy, pero muchos pueden ganar haciéndote creer que
lo estás.
—¿Quién puede ganar haciéndome pensar que estoy loca?
—Más de los que puedes imaginar.
Estaba loca, y aun así, no podía detener el escalofrío que se deslizaba
por mi columna vertebral.

Estaba tan oscuro a lo largo del tramo del camino. La lluvia no se había
detenido; estaba cayendo en cascadas, los limpiaparabrisas frenéticamente
frenaban el agua en vano. Mirando el reloj, eran las 7:23 pm. Debería haber
esperado hasta la mañana, pero era viernes y estaba oficialmente de
vacaciones. Una semana en la que planeaba pasarla en la playa con el sol
tostando mi piel y el aire del mar, aliviando el estrés.
La radio sonaba suavemente, un informe de un retraso y algunas
muertes en una tienda de conveniencia me hicieron subir el volumen. Me
detuve allí para poner gasolina antes de salir de la ciudad. Mis manos
temblaron al escuchar que el dueño, ese encantador anciano que me había
ayudado, había sido asesinado y que dos clientes cuyos nombres estaban
siendo retenidos hasta que la familia pudiera ser notificada. La tristeza y la
adrenalina me recorrieron ante el horrible recordatorio de cómo era realmente
29 de frágil la vida.
Me tomó un tiempo calmarme, pero mirando el reloj, todavía se leían las
7:23 pm. Mierda, debía tener un corto en alguna parte. Tendría que tomar el
auto cuando regresara. Un relámpago iluminó el camino, y casi me desvié
cuando vi la figura. No podía decir si era un hombre o una mujer con su
sudadera con capucha oscura sobre su cabeza. No debería detenerme; Había
visto a Hitchhiker, leía historias de terror, nunca pensé que alguna vez me
detendría por una, pero estaba llegando y era tarde y un hombre con el que
había hablado esta noche había muerto.
Encendiendo mi intermitente, me detuve justo enfrente de la persona y
bajé la ventanilla del pasajero. Mi corazón se movió hacia mi garganta cuando
la sombra, proyectada por la luna detrás de ellos, se deslizó por la abertura.
Casi me alejé, puse el auto en marcha y arranqué, pero agarré el volante y
tomé coraje. Era solo una persona necesitada, nada siniestro.
Tras la figura apareció entonces la voz. Si los ángeles hablaran, sonarían
así... una cadencia profunda y rítmica que se agitaba y calmaba.
—Gracias por parar.
Mis palabras se atascaron en mi garganta, pero logré decir:
—No hay problema.
Abrió la puerta y se sentó en el asiento del pasajero.
—¿A dónde?
—Dondequiera que vayas está bien. Nos dirigimos en la misma dirección.
Condujimos en silencio por un rato. Mi mirada en la carretera que se
extendía sin fin, lucía exactamente igual con cada kilómetro que recorríamos.
Mis ojos se desviaron ocasionalmente hacia el reloj, hacia el color que estaba
parpadeando los segundos pero el tiempo no cambiaba.
El hombre a mi lado estaba oculto a la vista, su capucha negra cubría su
rostro. Era como un interruptor que se encendía. Sentí que la sangre se
drenaba de mi cara incluso cuando mi cuerpo se sacudía incontrolablemente.
7:23 pm fue aproximadamente el momento en que había estado en la tienda
de conveniencia, la que se mantuvo, donde hubo tres muertes. Miré a la figura
encapuchada a mi lado y lo supe. No era un autoestopista; era la parca.
Mis ojos se abrieron para encontrar oscuridad. Podía escuchar mi
corazón latir incluso cuando lo sentía en cada parte de mi cuerpo. La lluvia
golpeando suavemente contra la ventana me calmaba; mi respiración y mi
pulso se desaceleraron. Estaba segura de que me estaba hundiendo más en
mi enfermedad, con mi incursión en invocar el fuego, y no solo lo convoqué,
sino que también mantuve una conversación conmigo misma sobre la
validación de mi locura. Y estos sueños, eran sistémicos de mi enfermedad
30 según el doctor Ellis. No sabía cuándo estaba en la vida real y cuándo había
entrado en mi mente. Él estaba trabajando conmigo, tratando de encontrar
la combinación correcta de medicamentos y tratamientos para controlar mi
caída por el agujero de conejo como él lo llamaba. No estaba funcionando.
Los sueños se hacían más intensos y los tenía casi todos los días. Durante
el último año, había tenido la innegable sensación de que el tiempo se estaba
acabando. Debería decírselo al doctor Ellis. No podía ayudarme si no lo
sabía. Había recitado esas palabras más veces de las que yo podía contar,
pero había algo en estos sueños que me reconfortaba. No quería que se
fueran, y no podía negar que había una pequeña voz que se estaba haciendo
cada vez más fuerte y que no creía que fueran sueños en absoluto.
El sueño iba a volver esta noche. Salí de mi habitación Mis pies no
hicieron ningún ruido cuando entré en la parte abandonada del hospital. La
estación de enfermeras estaba ubicada junto a la puerta y un largo y oscuro
pasillo se extendía desde allí. Traje mi linterna porque la electricidad no
funcionaba aquí. Las camillas estaban en medio del pasillo, una silla de
ruedas aquí y allá. A diferencia del ambiente estéril de la sala donde vivía,
aquí, las paredes amarillas se agrietaban y los pisos de linóleo se estaban
pelando. Varias habitaciones por las que pasé causaron un escalofrío, el
rayo de mi linterna iluminando una versión arcaica de una silla eléctrica.
Una habitación tenía una vieja bañera enganchada con correas. El horror
me llenó solo de imaginar lo que el paciente se vería obligado a soportar.
Pensé en el doctor Nelson. ¿Había trabajado aquí?
Lo extraño de esta sala era que no sentía nada. El doctor Ellis afirmaba
que no podía sentir empatía y que no estaba en contacto con mi entorno. La
verdad era lo contrario. Estaba demasiado en contacto con mi entorno. Lo
sentía todo, también oía mucho. Sabiendo qué tipo de horror había sucedido
en este sector, no sentí nada. Usualmente, cuanto más poderosas eran las
emociones, más tiempo permanecían, pero no había nada. No había rastro
de nada. No tenía sentido, pero también sentía un montón de nada de parte
de las personas de mi sector. Tal vez no estaba tan en contacto con la gente
como pensaba.
Caminaba por aquí todos los días porque en el otro lado de esta sala
había un cerrojo. Y ahí estaba él. Aparecía como todas las noches,
simplemente resplandeció a la existencia. Vestido con su pequeño conjunto
azul corto, su cabello negro cayendo sobre sus hombros. En sus manitas,
sostenía un juguete. Corrió por el pasillo riendo, mirando detrás de él como
si lo estuvieran siguiendo. Desapareció, corriendo a través de la puerta
cerrada. No intenté entrar, no intenté hablar con él. Me senté, sintiéndome
lo más cerca de la paz que podía.
Mi corazón dio un salto tras mis costillas; la misma emoción que sentía
en mis sueños me recorrió. Era la otra razón por la que venía aquí. Fuera lo
que fuera, era fuerte y hermoso. Quien fuera que lo dejó, cuando fuera que
lo dejaran, les envidiaba. Envidiada la vida que incluso ahora dejaba su
31
huella, trayendo belleza a este lugar olvidado. Apagué mi linterna, cerré los
ojos y me dejé soñar que la vida era mía.
32

Las paredes palpitaban por el pesado bajo. El aire estaba cargado de


sexo, alcohol y sudor, un afrodisíaco para los sentidos que los clientes no
podían ignorar. Los billetes estaban metidos tentativamente en el hilo de las
tangas donde los dedos se demoraban; culos desnudos sobre regazos de
hombres muy felices más que dispuestos a encontrar su propia versión de
un feliz para siempre. Las esquinas oscuras estaban ocupadas, las mujeres
de rodillas y las cabezas se movían mientras controlaban las que servían
con nada más que encontrar la combinación perfecta. Piernas largas,
tacones puntiagudos, faldas tan cortas que las nalgas saltaban a la vista
con cada movimiento de cadera, camisetas que apenas cubrían las curvas
que protagonizaban los sueños húmedos de todos los adolescentes. La
mujer que trabajaba en el tubo se movía con una gracia seductora; su
cuerpo a su orden, retorciéndose y contoneándose, haciendo el amor a ese
palo mientras follaba con la mirada a cada hombre en la habitación. Sus
movimientos no solo eran seductores y atractivos, eran hipnotizadores.
Hedonista, auto gratificación, búsqueda de placer era lo que conocían...
eso y la muerte. Habíamos tenido situaciones como esta antes, pero nunca
una tan grande.
—Se están volviendo más audaces —dijo Brock mientras se dejaba caer
a mi lado.
—Sí, pero ¿por qué? —Algo venía. Estaban celebrando. No vivirían para
ver lo celebrado. Escaneé la habitación, vi a mi equipo y supe que estaban
listos para que comenzara la fiesta.
Alcanzando mi teléfono, llamé a Eldris.
—Cierra.
Mi atención se centró en Brock, las palabras no pronunciadas en voz
alta pero escuchadas por todos los miembros de mi equipo.
—Nada sale con vida.
Me puse de pie, giré la cabeza y caminé hacia el escenario. Había una
forma segura de llamar la atención de todos aquí. Subí los escalones. Ella
me miró, sus ojos negros sin vida, incluso mientras una sonrisa seductora
curvaba sus labios rojos. Un brazo largo y delicado se extendió hacia mí,
sus dedos rozaron mi mandíbula, bajaron por mi pecho, hasta mis
abdominales, continuaron con su exploración, pero agarré su mano antes
de que encontrara su objetivo. Lástima por ella, sabía exactamente lo que
se escondía en el sexy paquete.
Se dio cuenta demasiado tarde.
—No deberías haber venido aquí, perro —susurró ella.
33 La dejé salir, la bestia que acechaba dentro. Era rápida; yo era más
rápido. Le rompí el cuello antes de que ella supiera que me había movido, el
cuerpo sin vida cayendo a mis pies. La música se apagó, el silencio tan
profundo. Como si se accionara un interruptor, todo el infierno se desató.
No nos llevó mucho tiempo eliminarlos. Estábamos terminando el
barrido cuando casi me puse de rodillas por el fuerte golpe que sacudió el
lugar. No fui el único en sentirlo por los sonidos acompañantes que
resonaron en las paredes de mi equipo.
—¿Qué diablos fue eso? —Brock preguntó.
—No lo sé. —Y no lo hacía, pero acabábamos de ser convocados.
Brock también lo supo cuando dijo:
—Vamos.
—Sí. A primera hora de la mañana.
—¿Dónde...? —Eldris miró a su alrededor. Era el miembro más nuevo
del equipo y todavía estaba aprendiendo—. ¿A dónde vamos?
—Nueva Orleans —respondí y luego llamé a Tate.
—Sí, jefe.
—Conoces la zona. Tú y Dante adelántense y encuentren un lugar para
quedarnos. Nos encontraremos.
Picardía me devolvió la mirada.
—Sí, podemos encontrarnos en el bar de Leona.
Estaba tramando algo. Tate se inclinaba hacia lo dramático, era su
historia teatral, pero lo dejé pasar. Eché un vistazo alrededor del club y a la
maraña de cuerpos.
—Quemen esta mierda.

Me quedé en el balcón del lugar donde estábamos alojados en Carolina


del Sur. Me gustaba el calor, lo prefería a los climas más fríos. Éramos como
gitanos, moviéndonos por donde nos necesitaban. Nunca en un lugar por
mucho tiempo, unas pocas semanas antes de que nos mudáramos de nuevo.
La mayoría de las veces, ni siquiera alquilábamos lugares para quedarnos.
Nos gustaba estar afuera, nos gustaba la libertad y la caza.
Mi equipo estaba fuera, desahogándose antes de que nos fuéramos a
Nueva Orleans. Liberar lo que quedaba de la sed de sangre a través de la
bebida, la fiesta y las mujeres. No me uní a ellos; sentí una inquietud que
me ponía nervioso, como una comezón que no podía rascar. Lo que fuera
34
que nos hubiera convocado antes, había sido más que una marca poderosa.
Había sido familiar, un eco de algo que conocía. No podía explicarlo; sin
embargo, la llamada fue lo suficientemente fuerte como para sentirme
tentado a irme a Nueva Orleans ahora. Desafortunadamente, sabía contra
qué estábamos luchando, sabía que se estaba fortaleciendo y me alegré
mucho de aprovecharme de las necesidades de la gente. Lo que sentí podría
ser una mentira; un engaño destinado a destruirme. No era una
coincidencia que la llamada llegara ahora cuando el mal se estaba haciendo
más fuerte. Cada generación ganaba otro punto de apoyo. Estábamos
peleando más que nunca. Esta noche no era la excepción, una horda tan
grande. Nunca antes se habían atrevido a ser tan descarados. Ellos sabían
que se venía también. Habíamos ganado la batalla esta noche, pero cada vez
me preocupaba más que no íbamos a ganar la guerra. Por eso creí que
habíamos sido convocados. Las fuerzas se estaban reuniendo; esperaba que
no fuéramos los únicos en contestar a la llamada.
35 Torturados y aterrorizados, sus temores lo alimentaron. Oscuridad
perpetua incitó al caos y lo hizo más fuerte. La angustia y el dolor recorrieron
las almas con las que se deleitaba en busca de fuerza. Se sentó en un trono
de sus pesadillas, sus largas manos de garras se enroscaron alrededor de
los brazos de oro. Quería más y lo había encontrado; el comienzo de la
creación estaba en la oscuridad. Había reclamado uno de esos lugares, lo
había marcado como suyo, pero se le negó; su reclamo le fue robado. Ese
lugar oscuro y desolado estaba iluminado con luz, una tan pura y fuerte que
no podía hacer nada contra ella. La ira estalló en él por negarle lo que
deseaba. Extendió la mano, golpeando la barrera invisible que lo alejaba de
lo que buscaba, pero esa barrera se estaba debilitando. Aquellos que habían
tomado lo que era suyo eran los que lo liberarían. Sonrió, sus labios se
curvaron alrededor de afilados dientes. El tiempo de la oscuridad estaba
llegando una vez más.
36 Mindy se frotó la parte posterior de su cuello y aun así el cosquilleo no
desapareció. No estaba lo suficientemente borracha para esto. Henry se
había atrevido a visitar este lugar, prácticamente retado por algún extraño
en el bar. Y había caído, había mordido totalmente el anzuelo y ahora
estaban aquí en lo que se consideraba el lugar más embrujado de Nueva
Orleans.
—Es un engaño —dijo Henry, mirándola y sonriendo—. Probablemente
algunos lugareños manipularon la casa para asustar a los turistas. Tendrán
que hacerlo mejor que eso para asustarme.
La antigua finca parecía embrujada. El sol no podía penetrar entre los
árboles a su alrededor, manteniendo el lugar en sombra perpetua. Eso
probablemente explicaba por qué la temperatura parecía mucho más fría.
Llegaron al frente de la casa y el largo camino de tierra bordeado por
viejos árboles. No era atractivo. Era amenazante.
—No quiero hacer esto.
—Si quieres irte, está bien, pero voy a entrar.
—Por favor no lo hagas, Henry. Regresemos con los demás. —No podía
explicar el miedo o el pánico, pero estaba desesperada por alejarse de la casa
y estaba dispuesta a intentar cualquier cosa. Comenzó a desabotonarse la
blusa—. Vamos, chico grande. Vuelve conmigo. Querías tener sexo en
público. Donde quieras estoy dentro.
Su ceja se alzó.
—¿De verdad?
—En cualquier sitio. Vamos a salir de aquí.
Él sonrió, esa sonrisa sexy que ella amaba.
—Cariño, eso es muy tentador. —Miró hacia la casa—. Pero estamos
aquí. Quiero entrar y verlo.
—Por favor no lo hagas. No lo haré, Henry.
—Quédate aquí. No tardaré mucho. —La atrajo hacia sí y la besó, su
mano se movió por su cuerpo hasta su trasero donde la apretó—. Gracias
por la oferta, nena. Sé que no fue fácil para ti.
—Por favor, vámonos —suplicó. Amaba a este gran idiota, pero algo no
estaba bien aquí.
—Volveré enseguida —prometió antes de besarla de nuevo.
Dio unos pocos pasos cuando dos grandes pájaros negros volaron
desde el cielo, volando tan cerca que tuvo que agacharse, con el brazo
levantado para protegerse la cabeza.
—¿Qué diablos? —gritó.
Un grito quedó atrapado en la garganta de Mindy mientras observaba
37 a los enormes pájaros que rodeaban a Henry, graznando, atacándole. No fue
suficiente para desanimarle; Henry nunca se echaba atrás. Corrió hacia la
puerta, los pájaros le siguieron un poco antes de despegar. Mindy vio como
desaparecía en la casa. Un escalofrío le recorrió la espalda.
El calor rozó su cuello antes de que escuchara el susurro.
—Corre.
Se giró esperando ver a alguien de pie detrás de ella. No había nadie.
Escuchó la voz de nuevo, esta vez más fuerte.
—¡Corre!
Corrió.
38

Esperando en la línea por mi café de la tarde, mis pensamientos


estaban por todo el lugar. Jasmine había confirmado que las marcas en el
brazo y la garganta de Ivy Blackwood eran casi idénticas a las marcas en los
niños McKinnon. Veinte años separaban los casos y las marcas de garras
no identificadas y los cumpleaños eran los únicos denominadores comunes.
¿Era posible que se tratara de algún tipo de sacrificio ritual? ¿Ivy Blackwood
había incendiado su casa para salvarse de quien fuera que mató a los
McKinnons? ¿Había sido ella la primera víctima, pero vivió, y eso hizo que
el sospechoso lo tratase de nuevo? no me cuadraba. ¿Había esperado veinte
años y entonces en su siguiente intento de asesinato había sido perfecto…
y encima dos asesinatos? No, no había estado esperando. Estaba ahí fuera,
practicando, preparándose. Me pregunté cuántos otros casos documentados
y no documentados de marcas como las de la señorita Blackwood y los niños
McKinnons había.
Cogí el teléfono y llamé a Nick. Él necesitaba salir más al campo, y
necesitábamos toda la ayuda que pudiéramos obtener en este caso.
—Hola, Sheriff.
—Quiero que vayas a comprobar los hospitales locales por registros de
heridas similares a las de los McKinnons. Comienza con ataques de
animales salvajes, tal vez algunas de ellas fueron causadas realmente por
nuestro sospechoso.
—Voy a ello.
Cyril estaba esperando fuera de la cafetería, apoyado en el auto.
—Cuando volvamos, quiero que averigües todo lo que puedas acerca de
Ivy Blackwood. Sé que la vamos a visitar, pero quiero su historia... toda.
—¿En qué estás pensando?
—Estos casos están vinculados; tenemos que encontrar el cómo.
—Está bien. —Acabábamos de subirnos al auto cuando la radio sonó—
. Sheriff, Mindy Brewster está en la comisaría. Ella y su novio, Henry Werth,
estaban en la casa LeBlanc. Él entró en la casa, ella no. Está aterrorizada,
afirma que el lugar está embrujado.
Debería haber una valla de alambre con púas de cinco metros alrededor
de esa propiedad para mantener a los turistas curiosos fuera. Ya teníamos
suficiente sin añadir a aspirante a cazadores de fantasmas.
—Nos dirigimos donde LeBlanc ahora.
Otro crepitar de radio antes de que añadiera:
—Tenemos un cuerpo, en la calle Bourbon. Un oficial en la escena
39 acaba de retransmitirlo por radio. La descripción encaja con Henry Werth.
Aparentemente un ataque de animal.
Cyril y yo compartimos una mirada antes de empezar a conducir y
encender las sirenas.
—Parece que tenemos un asesino en serie.

De pie sobre otro cuerpo con exactamente las mismas marcas de garras
que los McKinnon, las ganas de rascarme la cabeza eran fuertes.
—Estaba donde LeBlanc. No es una coincidencia.
—No —dijo Cyril.
Jasmine terminó su comprobación preliminar.
—No lo sabré con certeza hasta tomar medidas, pero estoy cerca del
noventa por ciento segura de que lo que fuera que lo mató, mató también a
los niños McKinnon.
—Así que él mata a los McKinnons y los conserva, pero esta vez, mata
y vuelca el cuerpo en un lugar poblado horas más tarde. ¿Por qué cambió
de modus operandi? —No me dejo pensar en la inexplicable condición de los
cuerpos McKinnon o que Ivy Blackwood comparta similares heridas décadas
más tarde. Necesitaba concentrarme en lo que podía explicar—. Los
McKinnon podrían haber sido sus primeros, y es la progresión de un
asesino, tomar más oportunidades y riesgos, pero hacerlo tan rápido. Algo
está mal. —Me rasqué la nuca. Odiaba a los jodidos asesinos en serie—.
Envíame un informe tan pronto como lo tengas.
Jasmine me sostuvo la mirada, ambos esperábamos que no hubiera
nada sobrenatural en el cuerpo de Henry Werth.
—Absolutamente.
—Nick —llamé.
Él se apresuró a acercarse.
—Además de buscar en las heridas, quiero que averigües todo lo que
puedas sobre el lugar de LeBlanc.
—Ahora mismo.
Me giré hacia Cyril.
—Vamos a hablar con Mindy Brewster.

40

Al entrar en la estación, no pude evitar la sonrisa al ver a Dahlia a pesar


de lo que la traía aquí. Había bandejas de comida en la mesa en la oficina,
jarras de té dulce. Estaba sirviendo comida a mi equipo. Caminé hacia ella,
puse mis labios sobre su cuello.
—Gracias.
Se volvió hacia mí, con ojos tristes.
—¿Hay algo más que pueda hacer?
—Lo estás haciendo. —Asentí hacia los policías—. La mayoría han
trabajado doble turno. Gracias.
—Es horrible, simplemente horrible. Me gustaría poder hacer más.
La idea de ella involucrándose en esta fealdad hizo que mi sangre se
enfriase.
—Te quiero tan lejos de esto como sea posible. —La besé, luego la besé
de nuevo y dejé allí mis labios—. Tengo que hablar con la novia de la víctima.
Sus ojos se movieron a la mujer joven sentada con Doris, llenándose
de lágrimas.
—Es desgarrador.
Sequé las lágrimas.
—Gracias.
Me dio un beso en la palma de la mano y luego me soltó la mano.
Volviendo a la horda a quien estaba alimentando, preguntó:
—¿Quién quiere más?
Ésa era mi esposa. Buena hasta sus huesos.
Mindy Brewster estaba sólo en edad universitaria. Su cara pálida
estaba manchada de lágrimas. Alguien le había contado sobre su novio.
Agarraba un pañuelo de papel, sus ojos azules hinchados nos miraron
cuando nos acercamos.
Doris se puso de pie, me tocó el brazo y me alejó.
—Llamé al doctor. Va a darle algo.
—Después de hablar con ella, pero es una buena decisión. —La
señorita Brewster estaba a punto de hiperventilar.
—¿Señorita Brewster? —dije mientras me acercaba a ella.
—¿Eres el sheriff? —preguntó a través de sus estornudos.

41
—Sí. Me gustaría hablar contigo. ¿Estás preparada para eso?
—Está muerto. —Era casi como si lo estuviera preguntando, como si
no quisiera creer que su novio se había ido. No podía culparla.
—Me temo que sí.
Esperaba más lágrimas, pero se recuperó, se recompuso y luego se
levantó.
—Sí, voy a hablar contigo.
Hice un gesto a mi oficina.
—Podemos hablar allí. —Cyril nos siguió, pero le detuve en la puerta—
. Tengo esto. Ves a molestar a Jasmine y Nick para pedirles sus informes.
Vaciló, girando su mirada hacia la señorita Brewster antes de decir.
—Está bien.
Cerré la puerta antes de rodear mi escritorio y tomar asiento.
—¿Quieres algo de beber?
—No. Me gustaría terminar con esto.
—Vale. Háblame de lo que ocurrió en el lugar de LeBlanc.
Sus dedos se enroscaron juntos, su mirada en ellos durante unos
segundos antes de que volviera su atención hacia mí.
—Un hombre se acercó a nosotros en un bar. Era casi como si supiera
cómo incitar a Henry, qué decir para conseguir que Henry fuera a ese lugar.
—¿Un hombre? ¿No lo habías visto nunca antes?
—No.
Eso era raro.
—Continua.
—Henry ama... —Su voz se quebró cuando se corrigió—… amaba las
historias de fantasmas y esa casa está considerado el lugar más embrujado
de Nueva Orleans. No fue difícil despertar su interés. Tan pronto como
entramos en la propiedad, quise irme porque se sentía encantada, pero
Henry no quería. Quería ver el interior. Me dijo que esperase y que estaría
de vuelta. Pensé que ser atacado por cuervos le habría asustado…
—Disculpa, ¿cuervos?
—Sí, se lanzaron sobre él. Tuvo que correr para alejarse. Ni siquiera
pude decirle adiós… —Se mordió el labio inferior, sus ojos se llenaron
mientras las lágrimas corrían por su cara de nuevo—. Estuve allí por unos
minutos porque sentí un aliento en mi cuello. Sé que parece una locura, no
creo en fantasmas, pero sentí un cálido aliento en mi cuello justo antes de
oír a alguien diciéndome que corriera y no sólo una vez, sino dos veces.
Después de la segunda vez, corrí. Vine aquí.
42
—¿Cuánto tiempo estuviste aquí antes de la noticia...? —No necesitaba
terminar la pregunta, era más compasivo no hacerlo. Sabía qué le estaba
preguntando.
—Cerca de una hora.
Una hora para matar y mover el cuerpo y en mitad del día durante
carnaval, y nadie vio nada. ¿Cómo demonios era eso posible? El modus
operandi había cambiado un poco pero la localización, el lugar de LeBlanc…
se estaba formando un patrón.
—Tengo que llamar a sus padres —dijo con la voz rota.
Mi corazón estaba con ella. Su vida se alteraría para siempre tras esto.
Era joven, se recuperaría, pero llevaría un poco del horror con ella durante
el resto de su vida.
—Puedes usar mi oficina —ofrecí y me levanté.
Fui hacia la puerta cuando ella me detuvo y preguntó.
—Capturarás a la persona que hizo esto, ¿verdad?
—Sí, señorita.
Cogió el teléfono; cerré la puerta tras de mí.
—Doris, asegúrate que la señorita Brewster vuelve a donde sea que está
viviendo cuando acabe de hablar por teléfono.
—Me aseguraré de ello. —Dudó, sospeché que midiendo mi ánimo antes
de preguntar—. ¿Piensas que es la misma persona que asesinó a los
McKinnons?
—Sí, lo creo.
—Tanta gente en la ciudad —susurró.
Sí, servíamos a las víctimas como una mezcla heterogénea.
—Estamos triplicando a las patrullas, bloqueando lo que podemos.
Tengo una reunión con el alcalde. Hará una declaración.
—Bien, pero incluso con las precauciones, hay demasiadas presas
fáciles durante carnaval.
Doris no estaba equivocada. Necesitábamos encontrar a este bastardo.
—Habla conmigo. —Reginald Blanchard había sido alcalde de Nueva
Orleans de forma intermitente durante décadas. Era un tirador nato, no
43 daba marcha atrás de una pelea pero tenía diplomacia, a menudo conseguía
lo que quería porque sabía cómo comprometerse. Respetaba el hombre.
Me senté frente a él en su oficina. No me gustaba tener tan poco, pero
teníamos que hacer algo.
—Tenemos tres víctimas y ni una maldita pista.
Se echó hacia atrás en su silla y se frotó la cara. Los gemelos de ónice
brillaron bajo su traje italiano.
—Así que está confirmado. Los McKinnon fueron asesinados.
—Sí.
Parecía un poco distante, sus pensamientos moviéndose a otra cosa.
—Conozco a Diana. Es una buena mujer. Ha tenido una mala racha.
—Sus ojos castaños volvieron a mí—. ¿Qué sabemos?
—Sabemos que las marcas son las mismas, alguna especie de garra y,
sin embargo, Jasmine no ha sido capaz de identificar el animal.
—¿Pero es un asesinato?
—Estoy pensando en algún tipo de ritual. Cyril está buscando en ello.
—Tenemos que ser muy cuidadosos sobre cómo proceder. Hay
facciones en esta ciudad que practican diferentes religiones; la gente ya teme
a esas religiones porque no las entienden. No necesitamos añadir más leña
al fuego.
—Estoy de acuerdo. La familia de Cyril es una de ésas. Estamos
tratando de obtener una idea a través de ellos.
—Vale, eso es bueno. —Entrelazó sus dedos—. ¿Que necesitas que
haga?
—Me gustaría cerrar la ciudad y enviar a todos a casa. Sé que eso no
va a pasar, así que pongamos más policías en las calles.
—¿Quieres usar las reservas?
—Sí, las tenemos en su lugar desde el Katrina. Vamos a usarlas.
Necesitamos personas patrullando la ciudad, de día y de noche. Esta última
víctima fue arrojada en la calle Bourbon en mitad del día, y nadie vio nada.
El alcalde palideció bajo su bronceado.
—Mierda.
—Exactamente.
—Lo tienes. Voy a encontrar el dinero o pagaré por ello personalmente
si es necesario. Cualquier cosa para asegurar a esta ciudad y su gente.
—Gracias. —Me puse de pie.

44
—Mantenme informado, Josiah.
—Claro.
Cerrando la puerta tras de mí, me apoyé en ella y dejé escapar un
suspiro. Cogí el teléfono y llamé a Cyril.
—Tenemos el visto bueno. Llama a las reservas.

Salí de la reunión, sintiendo que estaba dirigiendo a un grupo de


corderos al matadero cuando Jasmine me envió un mensaje. Me estaba
encontrando en el depósito de cadáveres más durante esta investigación que
en toda mi carrera de policía. Ver el traje aislante me hizo preguntar sin
rodeos.
—¿Por qué demonios necesito esto?
—La morgue está en cuarentena. Estoy siendo cautelosa. Necesito que
veas algo.
Me llevó a un microscopio. Supuse que lo que estaba viendo era sangre
humana, pero parecía extraña.
—¿Qué estoy mirando?
—No estoy segura. Ésta es la sangre de Henry Werth.
—¿Qué es eso negro?
—No lo sé.
—¿Qué te hizo mirar su sangre?
—Empezó a sangrar cuando lo abrí.
Mi cabeza giró hacia el cuerpo sobre el metal.
—Pero está muerto.
—Lo sé.
—No estamos hablando de zombis, ¿verdad? —En circunstancias
normales, esa sería la declaración más absurda de mi vida, pero tal y cómo
iba este caso, no era tan descabellada. Necesitaba un nuevo puto trabajo.
—No —dijo Jasmine, después pensó en ello—. No lo sé. Tal vez. Su
sangre está cambiando. Con qué fin, no lo sé, pero está muerto. Así que, sí,
tan loco como suena, es como un zombi.
No me pagaban lo suficiente para esto.
—Si asumimos que estaba infectado cuando lo mataron, entonces ¿por
qué no fueron los McKinnons infectados?
45 —No sé, pero sus cuerpos también eran diferentes.
—¿Y su sangre?
—Normal.
—Así que se trata de una situación zombi… ¿acabo de decir eso?
Demonios. —Me pasé la mano por la cabeza—. ¿Cuán rápido está
cambiando la sangre?
—A este ritmo, alrededor de una semana.
—¿Y entonces qué?
—Ésa es la pregunta del millón de dólares.
—Mantén el depósito de cadáveres en cuarentena. Buscaré en el
presupuesto por las horas extras.
—No importa el tiempo extra. ¿Qué diablos está pasando aquí?
—No lo sé, pero tengo la intención de averiguarlo. Encerrarle cuando
hayas terminado. Pondré dos agentes en la puerta. —La miré y añadí—: Y
Jasmine, lleva tu arma. Dispara a la cabeza si es necesario.
46

La calle era de piedra; correspondía con los edificios. El tono amarillo se


deshacía con macetas de geranios rojos brillantes que colgaban de perchas
negras de hierro forjado. Había un pequeño café en la esquina con mesas y
sillas de hierro blanco que estaban bajo sombrillas de color azul zafiro.
Ella pedía lo mismo todos los días, un capuchino y un adacquoise. Venía
a la misma hora y esperaba por mucho tiempo. Le estaba esperando.
Día tras día, incluso se sentaba en la misma mesa. El anciano que era
dueño del café se unió a ella después de meses de espera y de irse sola.
—¿Puedo? —Su inglés era muy bueno.
—Por favor.
Sacó la silla, con su viejo cuerpo doblado en ella.
—¿Disfrutaste el dacquoise?
—Estaba delicioso, siempre lo está.
—Tal vez deberías dejarlo ir. Vienes todos los días y todos los días te
vas sola. Me rompe el corazón. A veces, simplemente no está destinado a ser.
Ella retorció el anillo en su dedo.
—¿Cuál es el postre más difícil que haces?
Su pregunta lo sorprendió, frunció el ceño antes de responder:
—El soufflé.
—¿Cuántas veces te tomó perfeccionarlo?
—Incontables.
—Pero no te rendiste.
La comprensión sacó una sonrisa de él.
—No.
—Él y yo somos como ese soufflé. Se necesita mucho para reunirnos, el
tiempo, los caminos que hemos elegido, pero cuando nos juntamos, es como
tu soufflé. Esperaría siempre por él.
Su vieja mano cubrió la de ella.
—Entonces quizás me permitas esperar contigo.

—Sabes que él es solo una manifestación de tu enfermedad. Tienes


treinta y dos años y ha estado con nosotros desde que tenías diez años. No
hay ningún hombre esperándote en Francia o en un prado; no hay vidas
47 pasadas, no hay lecciones que aprender, y no hay cuentos de hadas, sino
las que tú creas.
Sabía que el doctor Ellis tenía razón, que el hombre era solo un sueño,
pero acudía a mí en mis sueños tan a menudo que tenía muchas granas de
creer que era real.
—Se siente tan real.
—Porque para ti lo es, pero esa es la enfermedad hablando. Tu fantasía
se siente como la realidad.
—Prefiero esa realidad.
—La buena noticia es que todos tenemos realidades que preferimos a
las que estamos viviendo. Eso es normal, pero cuando esos deseos se
vuelven inhibidores de tu funcionamiento en el mundo, es cuando se
convierte en un problema. Son un problema para ti.
No estaba de acuerdo. Yo estaba atrapada aquí. ¿A quién le importaba
en qué realidad vivía?
—¿Por qué eso importa? No iré a ninguna parte. ¿A quién le importa si
veo conejos morados y perros verdes? Si creo que soy hija de Cher y Elvis.
¿A quién le estoy haciendo daño?
—A ti misma.
—Estoy bien con eso.
—Bueno, yo no. No sería un buen médico si no tratara de curarte.
Medicándome y manteniéndome insensible al mundo. Creo que prefiero
caminar en mi locura como hacía Emily. ¿Por qué no podía ser más como
Emily? No pregunté porque él iba a entrar en detalles... detalles dolorosos.
—Tengo que ver a otro paciente. ¿Por qué no consigues un libro de la
biblioteca? Te gusta leer. —Me estudió antes de agregar—: ¿Estás bien?
¿Quieres algo que te ayude a calmarte?
Calmarme. El doctor Nelson también usaba esa frase. Debe ser una
cosa de doctores.
—Estoy bien. —No estaba bien, pero dije que sí porque no quería que
aumentara la dosis casi letal de narcóticos que ya me estaba recetando. Las
drogas me impedían soñar, pero era solo en mis sueños donde encontraba
la felicidad.
Las muchas caras del mal. No había visto este libro antes y pensé que
los había leído todos. ¿Quién demonios pensó que ésta era una buena
lectura para esta biblioteca? A pesar del título, me pareció interesante.
48 Según el autor, el mal podría aparecer en cualquier forma, la tentación de
un dulce cuando estabas a dieta con la intención de un asesino. Emociones
como el miedo y la ira lo alimentaban, haciéndose más fuerte con ignorancia
e intolerancia. Había una escuela de pensamiento que creía que el diablo
era un mal encarnado, mientras que otros creían que el mal era más como
una plaga... invisible, que corrompía a los predispuestos a ella.
—Ahora, ¿qué estás leyendo? —Casi salté fuera de mi piel.
—¡Por Dios, Tristán! —Entonces me di cuenta de que había gritado eso.
Mirando alrededor de la habitación, nadie me prestaba atención—. Una
advertencia por favor.
—Lo siento.
Me tomó un minuto para que mi corazón se calmara.
—Estoy leyendo sobre el mal. No estoy segura de los beneficios de un
libro como este en un lugar así, pero es estimulante. ¿Sabías que lo bueno
y lo malo no es una batalla, sino un equilibrio?
—¿Según quién?
Eché un vistazo al frente del libro.
—S. Steiner. Su teoría es que todo está equilibrado, por lo que los
momentos de gran felicidad se equilibran con episodios de oscuridad. Él cree
que uno no puede tener uno sin el otro, e incluso argumenta que la creación
que desencadenó a la humanidad, también desencadenó lo contrario... la
existencia del mal.
—No es una teoría única.
—Nunca la he escuchado, pero tampoco salgo mucho.
—Buen punto.
—Tiene sentido, sin embargo. La tercera ley de Newton, dice que cada
acción tiene una reacción opuesta, entonces ¿por qué no aplicar eso al bien
y al mal? Dice que hay señales, advertencias.
—¿Y de qué están advirtiendo estas señales?
No era real, solo la imaginación de un autor en su trabajo, pero todavía
me estremecí cuando dije:
—Del final de los tiempos.
Silencio por un instante antes de que Tristán dijera:
—Hoy estás siendo muy filosófica.
Cerré el libro y apoyé la cabeza en el sofá. Quería perderme en mi
cabeza, perderme en un café en Francia o en un camino con flores
dirigiéndome hacia un hombre por el que lo dejaría todo aunque no lo
conociera, pero también quería mejorar. Quería salir por estas puertas, una
49 persona libre y semi-sana, quería una oportunidad de encontrar en la vida
real lo que soñaba con tanta frecuencia, por lo que estaba haciendo lo que
el médico me recetó. Abandonar los sueños y tratar de centrarme en lo que
era real.
—El doctor Ellis me sugirió que lo leyera.
—¿Así que lees ese libro?
—Lo sé, probablemente no sea la mejor opción. ¿Crees que tiene razón,
este tipo Steiner?
Mi pregunta fue respondida con silencio.
—¿Tristán?
—Estoy pensando —resopló.
—Bueno, podrías decírmelo, ya que no puedo verte. —No se me pasó
por alto que estaba discutiendo con una voz en mi cabeza... una prueba más
de que el doctor Ellis tenía razón sobre mí.
—Lo siento —dijo Tristán—. Él podría tener un punto. En mi
experiencia, cuando los tiempos son malos, hay quienes se alimentan de lo
malo. No todos, así que tal vez algunos estén predispuestos.
¿Su experiencia? Era un producto de mi imaginación. Tenía una
imaginación perversa.
Mi mirada se dirigió a las ventanas, el anhelo me llenó. Deseaba vivir
allí. Deseaba poder aprender sobre el mundo no a través de los libros sino
viviéndolo. Parecía poco probable, pero mantenía la esperanza de que algún
día lo haría.

Era solo una mirada. Al pasar por la parada del metro, estaba apoyado
contra el pilar de concreto leyendo un periódico. Su cabeza se levantó cuando
el tren pasó, sus ojos se conectaron con los míos. Azul como el cielo de verano.
Era solo una mirada y, sin embargo, los escalofríos recorrieron mis brazos.
No lo había visto antes, pero todos los días después de ese primer día,
él estaba apoyado contra ese pilar. Y todos los días, él miraba hacia arriba
cuando pasaba el tren y de alguna manera conseguía atraparme de entre la
multitud.
La gente a mi alrededor cambió; las estaciones iban y venían y todavía
esperaba.
Por primera vez realmente vi la belleza en el mundo. Escuché a un bebé
llorar y observé cómo un joven dejaba su asiento a una anciana. Una pareja
50 se sentó frente a mí, sus dedos retorcidos por la artritis y aun así se tomaron
de las manos. Los estudiantes de la escuela que se dirigen a un viaje de
campo amontonados en el tren, su emoción casi palpable. El olor a café y el
olor del buñuelo de manzana que comía el hombre que estaba a mi lado hizo
que mi estómago gruñera. Tantas vidas convergen todos los días en este tren,
personas que quizás nunca vuelvas a ver y, sin embargo, durante ese breve
tiempo se han convertido en parte de tu historia. Y la vida era como una
historia, siempre escribiéndose, que nunca terminaba hasta...
Era sólo una mirada, pero sabía que yo era la que él esperaba. No había
estado lista, pero lo estaba ahora. Las lágrimas me quemaron en los ojos, pero
ninguna cayó. El tren se detuvo, y me puse de pie. Estaba vacío: no había
niños, ni bebés, ni parejas riendo, ni hombres de negocios estresados. Miré
mi cuerpo y la herida de bala. Sucedió muy rápido, en un abrir y cerrar de
ojos y mi historia terminó. Me bajé del tren y él me tendió la mano. Me despedí
de la vida que había sido demasiado fugaz y metí mi mano en la suya. Me
estaban llamando a casa.
En la oscuridad de mi habitación, me di la vuelta, hundí la cara en mi
almohada y lloré.

Me acomodé en una silla en la oficina del doctor Ellis, otra vez como en
tantos otros días. No teníamos una sesión, pero pidió verme. No estaba
compartiendo mi último sueño, especialmente porque no era la primera vez
que soñaba con morir. Eso era morboso, incluso yo lo pensaba. La respuesta
del doctor Ellis sería drogarme.
El lugar era un hospital, pero había recordatorios de que también había
sido un hogar, como las ventanas que distorsionaban las imágenes cuando
te asomabas. Las pesadas puertas de madera y los adornos gruesos. Los
pisos aquí eran de madera, las paredes de un gris suave, y había una
chimenea de piedra.
El doctor Ellis tenía fotos de su familia a través de los años. Yo había
presenciado los últimos veintidós años, y se veía notablemente sin cambios
en ese tiempo. Su hija, Clarice, por otro lado, solo había sido una niña
pequeña cuando llegué por primera vez; ahora, era una graduada que se
dirigía a la escuela de medicina. Quería ser veterinaria. Su esposa, Susan,
se conocieron en la universidad. Harían treinta años de casados este
invierno. Tenían una casa en el distrito de los jardines, un velero que
navegaban en el Mississippi cada verano, un golden retriever llamado Buster
y un gato llamado Sam. Tenía una vida completa fuera de estas paredes.
Para él, esto era trabajo. Me acerqué a la ventana y miré hacia afuera a la
puerta de hierro negro que parecía torcida a través del viejo vidrio. Para él,
51 esas puertas representaban la libertad, pero para mí, eran mi prisión, la
barrera que me mantenía dentro de estos muros, lejos del mundo y una vida
en ese mundo. Quería una casa en el distrito de los jardines y un perro.
Quería un marido; diablos, me conformaría con un primer beso. Dijo que no
sentía nada, entonces, ¿cuál era el dolor en mi pecho al saber que todas
esas cosas estarían siempre fuera de mi alcance?
—Ivy. Por favor, toma asiento. —El doctor Ellis entró en su oficina y se
sentó en su escritorio.
Me senté frente a él.
—¿Qué está pasando?
Dejó caer los codos sobre la madera cicatrizada y miró fijamente
durante unos segundos. Una extraña vibra venía de él.
—Recibí una llamada del aguacil de Nueva Orleans. Le gustaría hacerte
algunas preguntas.
No estaba segura de en qué parte de su oración debía centrarme
primero, que el aguacil quería hablar conmigo o que el aguacil venía a hablar
conmigo. La emoción hizo que mi estómago saltara. El doctor Ellis me estaba
mirando expectante
—¿Sobre qué? —pregunté.
—Tu pasado.
¿Mi pasado? La inquietud se movió a través de mí. ¿Qué pasa con mi
pasado? ¿Conocía lo que provocó que terminara aquí?
—No recuerdo mi pasado.
—Lo sé. Se lo dije, pero todavía quiere hablar contigo.
—¿Y está bien con eso?
—Estaré allí. Si creo que las cosas van en una dirección que no me
gusta, detendré la entrevista.
Eso me sorprendió, su fácil aceptación de un visitante cuando nunca
teníamos visitas aquí... nunca. Me interesaba más lo que él sabía sobre mi
pasado porque nunca lo discutíamos.
—¿Qué sabe de mí?
Parecía incómodo, mirando su escritorio antes de decir:
—Sólo que hubo un incendio. Tus padres adoptivos murieron. Viviste.
Podía sentir que se estaba conteniendo. Que sabía más. ¿Qué más
sabía y por qué nunca lo había compartido? No me di cuenta de que había
dicho ese pensamiento en voz alta hasta que él respondió:
—Temí que conocer la noche que causó tu ruptura psicótica sería
perjudicial.
52 Y, sin embargo, ahora lo compartía tan casualmente. Extraño. Era la
otra parte de lo que dijo lo que me hizo sentir mal. Mis padres adoptivos
murieron en un incendio. Dado mi intento de convocarlo la otra noche,
estaba un poco asustada
—¿Lo empecé?
—Supuestamente.
No estaba segura de qué pensar. La fantasía y la realidad chocaban.
—¿Y el aguacil quiere hablar conmigo?
—Sí.
—Me gustaría hablar con él. No creo que pueda ayudar, pero sería
bueno hablar con alguien del exterior.
El doctor Ellis enfatizó sus siguientes palabras:
—No sé cómo reaccionarás ante un extraño, especialmente cuando se
habla de un tema que no hemos abordado. ¿Crees que puedes mantenerte
tranquila?
No iba a mentir. Estaba molesta. El doctor Ellis me estaba ocultando
cosas, pero no arruinaría la oportunidad de tener un visitante.
—Sí, puedo estar tranquila.
—Lo creeré cuando lo vea.
Pensando en lo que leí antes y al haber oído acerca de mis padres
adoptivos, pregunté, aunque temía la respuesta.
—¿Soy mala?
—¿Por qué preguntarías eso?
—Estaba leyendo un libro. Personas murieron por mi culpa. ¿Eso me
hace malvada?
Una emoción que no podía leer atravesó su expresión.
—Supuestamente por tu mano y no, no eres malvada.
—¿Cómo lo sabe?
Agitó los dedos y miró pensativo por un momento.
—El mal no es tan cortante y seco, y la percepción del mal es subjetiva.
No todo lo malo que sucede es por el mal; de hecho, si miras a lo largo de la
historia, muchas veces se logran grandes cosas a causa de las malas
acciones. No sé qué sucedió cuando eras joven, pero te he conocido la mayor
parte de tu vida. No eres mala.
No podía mentir. Se sintió bien saber que no me creyera un monstruo.
53 —Gracias por eso.
—¿Así que te mantendrás tranquila? —preguntó de nuevo.
—Sí. ¿Cuándo viene?
—Llamará cuando tenga tiempo. No hay prisa porque estarás aquí.
Estaría, pero sus palabras aún molestaban.
—Sí, estaré aquí. —Me puse de pie—. ¿Eso es todo?
—Sí. Oh y Bart tomará una muestra de sangre más tarde. Necesitamos
asegurarnos de que el medicamento no tenga efectos secundarios no
deseados.
Me sorprendió que me quedara algo de sangre con la cantidad de veces
que la tomaban.
—Bien.
Salí, necesitaba pensar. El sol en su máximo punto en el cielo; el calor
se sentía maravilloso. Esas puertas negras de hierro forjado me impedían
desviarme. Estudié la vieja mansión de piedra que había sido mi casa
durante las últimas dos décadas y me froté el dolor en el pecho por una
familiaridad que provenía de algo más que mi prisión. El camino circular
tenía una fuente desmoronada, pero podía imaginar la extravagancia del
agua que caía en cascada a los lados. Las grandes urnas de piedra
flanqueaban la vieja puerta de madera, ahora vacías, resquebrajándose con
la edad y el clima, pero fácilmente podía verlas exuberantes y sanas, flores
brillantes y enredaderas, el ocasional colibrí volando. Faroles iluminados
con gas flanqueaban la puerta, los vidrios estaban agrietados y las cubiertas
de hierro forjado dañadas, pero había belleza en lo roto.
Las paredes estaban cubiertas de enredaderas, pero hacía tiempo que
había encontrado una puerta oculta. Llevaba al patio que a menudo miraba
desde la sala de recreo. Las vides también crecían en el interior, las malezas
asfixiaban las flores en las camas que estaban cubiertas de maleza. Arcos
desmoronados rodeaban el jardín y se alzaban en lo alto de las puntas de la
línea del techo, formando gárgolas de piedra. A veces juro que se movían,
como centinelas vigilando. Esos guardianes me proporcionaban consuelo.
Podía ver cómo había sido, la magia que permanecía a pesar del
abandono... el jardín de rosas con rosas bien cuidadas, enredaderas
florecientes que crecían en las paredes de piedra, el fuerte olor a lavanda
flotando en el aire, las caras felices de los girasoles que miraban hacia el sol,
hortensias blancas cubriendo la valla decorativa de hierro. Las viejas lilas
retorcidas por el tiempo cargadas de flores, el peso doblando la madera vieja.
Ahora no era más que un desastre desmenuzado, pero un banco de piedra
descansaba debajo de un sauce llorón y cada vez que lo miraba, un susurro
de déjà vu me atravesaba.
La conexión que sentía, el anhelo que a veces me asaltaba, no sabía si
54
era real. Se sentía real, una vida que viví antes de esta. La gente no vivía
más de una vida, lo sabía y todavía no podía dejar de desear que lo hubiera
hecho.

—Aguanta joder.
—Tus modales son impecables —siseé mientras miraba a Bart.
—Vete a la mierda.
—¿Puedo preguntar cómo una persona con tu encanto y decoro decidió
trabajar en la industria de la salud? Pareces más preparado para trabajar
en una cueva o un agujero en el suelo.
Él clavó la aguja en mi brazo. Grité, pero no le di más que eso. Un
escalofrío me atravesó ante su sonrisa. Disfrutaba de hacerme daño.
—¿Qué haces con toda esa sangre? ¿Eres un vampiro o me estás
clonando? —Estaba bromeando, pero su respuesta fue extraña.
—No es tu maldito asunto.
—De hecho, es mi sangre, por lo que es mi asunto.
Bajó la cabeza, ojos sin vida me miraron fijamente. Tuve un escalofrío,
y yo era la sociópata. Terminó y salió de la habitación. No estaba segura de
si me lo había imaginado, pero podría haber jurado que lamió la aguja al
salir. Era oficial. Los locos abundaban en el manicomio.

Acurrucada en el sofá de la sala de recreo, estaba leyendo un libro sobre


la historia de Nueva Orleans. No había rima ni razón en la biblioteca; los
libros se apilaban sobre cualquier tema. Conocía los cultivos de verano en
Idaho y los elementos arquitectónicos de esa famosa iglesia en París. Yo era
una fuente de trivialidades completamente inútiles, pero era una conexión
con el mundo del que no me permitían formar parte.
Había leído este libro antes, pero quería mejorar mi conocimiento
porque el alguacil de esa ciudad venía a verme y quería poder hablar con él.
Mi dedo trazó las cuentas en los árboles, las masas de personas que
miraban los desfiles. Había una página de un pastel gigante. Intentaron
hacerlo aquí; fue terrible, pero el concepto era uno que sabía que me
encantaría si hubiera probado el verdadero pastel.
55 No entendía por qué el doctor Ellis nos mantenía tan protegidos aquí.
¿Por qué nunca dejábamos este lugar? ¿Por qué no conocíamos el mundo,
el infierno, la ciudad que estaba justo afuera de estas murallas? Mirando
alrededor de la habitación, realmente estábamos en las afueras y no sólo en
la ubicación. Claro, el doctor Ellis hablaba sobre su familia, pero de los
acontecimientos actuales, del mundo que nos rodea, acerca de eso nos
mantenían ignorantes. Nunca trajo beignets o pasteles gigantes. ¿Por qué
no traía a sus pacientes con una idea de la ciudad en la que vivían? No lo
entendía y tampoco su frialdad del otro día... él podía vivir en ambos
mundos, nos mantenía en éste, y había sido sincero con mis restricciones.
Nunca me dio esa sensación antes, pero no me gustó.
Traté de olvidarlo, pero la molestia y la decepción persistieron.
Hojeando el libro, había un capítulo sobre fantasmas. Estudié los
cementerios con los montículos sobre el suelo, que sabía que se debía al
agua en Nueva Orleans. Los féretros flotarían lejos. Los entierros, las criptas,
eran tristes y conmovedores, pero hermosos. Una sección fue dedicada a los
lugares más frecuentados de Nueva Orleans. Pasé la página a una antigua
casa de plantaciones y me sentí repentinamente enferma y... fría. Estudié la
imagen de la antigua casa de piedra, el camino de tierra bordeado por
árboles que formaban un dosel. A pesar de la belleza física, no podía sacudir
la horrible sensación. Era considerado el lugar más embrujado de Nueva
Orleans, pero sospechaba que era más que fantasmas lo que habitaba allí.
Pasé la página y me quedé inmóvil. El segundo lugar más embrujado
de Nueva Orleans no era un sitio, sino un lugar. Era solo una sombra de lo
que había sido, más bien un eco de lo que una vez fue... el tocón de un árbol
viejo, una piedra desmenuzada, envejecida y encanecida de generaciones de
la naturaleza luchando contra ella y las lágrimas aún ardían en mis ojos. Lo
conocía. Estudié la imagen, tracé la piedra, la colina sobre la que
descansaba. Me golpeó, como si se levantara la cortina. Salté del sofá y corrí
todo el camino hasta mi habitación. Estaba sin aliento cuando dejé caer el
libro en mi cama. Reorganizando las pinturas que había hecho en la clase
de Madame Fief, retrocedí y levanté el libro. Había pintado la escena, pero
no como era ahora, sino como había sido... el majestuoso árbol viejo en una
colina, la única lápida que descansa debajo de ella. Madame Fief dijo que
pintara lo que conocía. Lo conocía. En algún lugar enterrado
profundamente, el recuerdo se liberó. Acercando mi mano a mi recreación
de un momento a otro, cerré los ojos y dejé que todo regresara.
El sol brillaba a través de la ventana. No había estado durmiendo, había
estado despierta durante horas. Era nuestro aniversario. Me apresuré de la
cama y me vestí. No necesitaba hacerlo; me había visto en mi peor momento
y todavía pensaba que era hermosa, pero llevaba un vestido que sabía que le
encantaría, me arreglé el pelo de la forma que siempre le había gustado.
56 En la cocina, tenía el picnic ya fuera. Ayer preparé la comida, sabiendo
que tendría demasiada prisa por hacerlo hoy. Llenando y agarrando la
manta, me moví por el pasillo hacia la puerta principal. Fotos cubrían nuestras
paredes, una vida de recuerdos. Me detuve en una, tracé su rostro con mis
dedos. Mi corazón aún corría y las mariposas todavía bailaban en mi
estómago. Besé mi dedo y lo presioné a su imagen y recordé.
No era un largo paseo por la colina de regreso al gran roble viejo. Sus
ramas antiguas llegan hasta los cielos; otras colgaban bajas, tocando la
hierba en manchas. Habíamos plantado ese árbol.
Mis ojos se movieron a la única piedra que descansaba bajo ella. El
tiempo y el clima habían suavizado los bordes, las raíces del árbol lo
empujaban hacia arriba para que descansara en un lado. Lo perdí hace tanto
tiempo, pero parecía que fue ayer. La gente dice que quisiera vivir para
siempre, pero vivir para siempre era una maldición. No podías experimentar
la vida. No cambias con el tiempo, tu cabello no se vuelve gris y no se forman
líneas en tu cara. No aprecias ni saboreas cada cumpleaños, sabiendo que
cuentan tu tiempo finito. Aún despiertas todas las mañanas, tu corazón aún
late y tus pulmones aún toman aire incluso cuando lo que lo conecta a tierra,
lo que lo sostiene, lo que no creía que podría vivir sin morir. No le vería de
nuevo. No estaría en algún lugar esperando que me uniese a él. El nuestro fue
solo un momento, un breve y hermoso momento en mi larga vida, pero nunca
lo olvidaría. Nunca dejaría de venir a esta colina mucho después de que el
árbol y la piedra se hubieran ido porque el amor tenía su propia magia.
El recuerdo se desvaneció. Caí de rodillas, el sollozo arrancado de mi
garganta. No podía recordarle, y sin embargo, lo lamentaba, alguien a quien
nunca había conocido en esta vida. ¿El mismo a quien esperé en Francia?
¿El mismo hombre de la pradera? ¿Era real? Lo era. Sabía que lo era porque
lo sentía en cada célula de mi cuerpo. Él había sido real, tan real como yo.
¿Cuándo lo había conocido? ¿Cuántas vidas había vivido? Mis sueños, mi
libro de recuerdos, ¿eran de vidas anteriores?
—¿Ivy?
—Él era real. Era real. —Miré hacia atrás cuando el doctor Ellis entró
en mi habitación—. Él es real. —Me volví hacia él—. Doctor Ellis, él es real.
—Sabes que no lo es.
—No, lo es. Sé que lo es.
Bart me agarró del brazo con la fuerza suficiente para que hubiera
moretones.
—Necesito que te calmes, Ivy —insistió el doctor Ellis.
La ira me quemó. El agarre de Bart se apretó mientras me arrastraba
de mi habitación.
—Necesitas calmarte. —El doctor Ellis sonaba casi nervioso.
57
—Estoy calmada.
No estaba tranquila, estaba tan enojada. ¿Por qué no pudieron
simplemente dejarme en mi cabeza? Podía ser feliz allí. Me di cuenta de a
dónde me arrastraban y clavé mis talones. No quería olvidar.
—¡No!
—No hagas esto más difícil de lo que debería ser. —El doctor Ellis
estaba usando su voz calmante, pero solo me enfureció más.
—¡Déjame en paz! —grité e intenté romper el agarre de Bart sobre mí.
Nos acercamos a esa temida habitación; La desesperanza luchaba con
rabia. Bart rugió, mientras me soltaba.
—Me ha quemado.
¿Le quemé? El fuego cuando era niña, mi intento de convocarlo, ¿era
posible que Tristán tuviera razón? ¿Tenía conexión con el fuego? No quería
olvidar, pero si el doctor Ellis se salía con la suya, lo haría. Corrí, pero no
llegué lejos. Los sentí antes de verlos. Escondiéndome, esperaba que no me
vieran; aparecieron en mi visión periférica, figuras grotescas como algo
salido de una pesadilla. Se mantuvieron erguidos con la piel gris, los
pómulos afilados, los ojos amarillos vacíos, los dientes alargados y los dedos
largos y huesudos que terminaban en garras. Los había visto toda mi vida,
pero esta vez, más cerca. Cerré los ojos, entrelacé mis dedos en mi cabello y
me deslicé por la pared. Tiré de mi cabello con fuerza, esperando que el dolor
me sacara de la visión. Conté hasta diez, mi corazón latía con fuerza en mi
garganta; eché un vistazo a las criaturas. Todavía venían. Fue entonces
cuando empezaron los gritos. No en el pasillo, sino en mi cabeza. Cierro los
ojos y sigo tocando la escena detrás de mis párpados. Estaba de pie en un
campo. El humo tan espeso que no podía ver mi mano delante de mí. El olor
a carne quemada llenó mi nariz. Un viento se agitó, el humo subió a los
cielos, despejando el campo que se extendía ante mí, uno que estaba lleno
de cuerpos. La oscuridad se deslizó dentro, con un frio que se filtraba a mis
huesos. Caminé por el campo, el dolor cortándome como un cuchillo porque
entre los caídos había amigos... familia. La devastación se estrelló contra
mí, mis piernas cedieron mientras caía al lado de un cuerpo. Las lágrimas
brotaron y corrieron por mi cara. Mi corazón dolió mientras me acercaba a
él. Frío, sin vida... la pérdida tan profunda que no podía respirar a través de
la agonía.
Grité. Tirando de mi cabello, sentada en el pasillo estéril, grité para que
se detuviera. No peleé cuando sentí las manos sobre mí, no peleé cuando
me arrastraron por el pasillo y me ataron a la silla. No peleé cuando me
pusieron las almohadillas en las sienes, la embocadura en mi boca. Una
sola lágrima rodó por mi mejilla porque no lo recordaría. Un pequeño pedazo
de mí se borró cada vez que me sometían al dolor. Pronto no quedaría nada.
Me obligué a recordarlo; fue el último pensamiento consciente que tuve
58 antes de que la electricidad recorriera mi cuerpo.

Me senté en una silla de ruedas en el patio. Era pacífico. Vi a una


mariposa moverse de flor en flor. Un conejo se lanzaba bajo un arbusto.
Aparecieron dos cuervos, encaramados en la pared mirándome. No sabía
por qué me atraía este desorden excesivo, pero lo hacía. Mi mirada se elevó
a las gárgolas en la azotea. Sonreí porque nunca los había notado antes,
pero me gustaban.
Me sujeté la bata porque las temperaturas bajaron cuando el sol se
hundió en las nubes. No sabía dónde estaba ni por qué estaba aquí, pero
tratar de recordar hizo que me doliera el cerebro.
La hierba se sacudió cerca de mí justo antes de que apareciera un
pequeño ratón de campo. Moviéndose a través de las altas malezas, se
detuvo cuando llegó a mis pies. Era adorable y luego me mordió los dedos
de los pies.
—¿Quieres que te recoja?
Extendí mi mano, y él se subió en ella. Su pelaje era tan suave y sus
ojos eran de un color verde inusual.
—Eres muy guapo.
Los cuervos gritaron antes de despegar. Los observé, su libertad, y la
envidiaba. Nubes oscuras rodaron desde la distancia, un escalofrío me
recorrió. Se avecinaba una tormenta.
—Creo que es hora de entrar.
Para mi sorpresa, el ratón se quedó conmigo.

Un ruidoso aplauso me despertó. Me recosté en la cama, mirando por


la ventana mientras una tormenta rugía afuera. El trueno quebró el cielo y
los relámpagos iluminaron la oscuridad. Algo más estaba pasando, una
extraña onda en el aire cuando la inquietud se apoderó de mí. No me volví
a dormir, así que me dirigí a la sala de recreación. Allí, obtendría un asiento
de primera fila para la tormenta. Era tarde, la mayoría dormían, y aun así
el silencio era desconcertante. Acurrucándome en el sofá frente a las
ventanas, observé cómo la tormenta bailaba a través del cielo nocturno.
Un relámpago iluminó el patio cubierto, y mi mandíbula cayó al mismo
tiempo que mi corazón se estrellaba contra mis costillas. Pude vislumbrar
59
una pelea antes de que el patio fuera tragado por la oscuridad. Otro crujido
del relámpago y el viejo banco de piedra no era más que una pila de
hormigón derrumbada. Los dos peleadores parecían casi de otro mundo
como un aura extraña envuelta alrededor de ellos, uno claro y otro oscuro.
La figura con el aura de luz giró y lo que parecía una extensión de ala
apareció antes de que el patio quedara envuelto en sombras nuevamente.
Otro destello de luz y vi un casco y una cola mientras la oscuridad se
lanzaba hacia la luz. El horrible grito cuando explotó la luz hizo que mis
manos se cerraran sobre mis oídos para ahogarlo. Su cabeza se sacudió
hacia mí, y vi los ojos rojos como la sangre que miraban desde un rostro
inhumano. El patio volvió a sumergirse en la oscuridad. Esperé el siguiente
destello de luz. Cuando llegó, el patio estaba vacío, y no solo vacío, estaba
intacto. El banco de piedra estaba sentado entre las malas hierbas. Mis
manos temblaron, y mi respiración salió en respiraciones apresuradas
mientras intentaba en vano ver a través de la oscuridad cuando la luz se
desvanecía nuevamente. Sentí la muerte. Se saturó el aire.
Regresé a mi habitación y luché por encontrar el sueño, y cuando lo
hice, mis sueños eran inquietantes porque sentí que... algo venía y venía por
mí.
60 Esperó, y se preparó. No podía detenerlo. Sabía eso ahora. Cualquier
intento de detenerle, sólo llevaría a la muerte. No quería morir; quería vivir
para siempre. Sí, vendió su alma, pero con eso, no sólo obtuvo riquezas y la
promesa de vida eterna, sino respeto y aún mejor... temor. Fue temido, un
simple mortal provocaba el miedo. Y no habría un día de juicio para él, no
mientas estuviera sentado a la diestra de la oscuridad.
Estudió el símbolo que pintó en el frío suelo de cemento, las ofrendas
que había comenzado a recoger. No era un hombre violento, pero había
desarrollado un gusto por el asesinato. En realidad no era su hazaña, sólo
preparaba el escenario, observaba el miedo y luego la desesperanza de sus
víctimas, lo que le despertaba. Nunca pensó que sería el tipo, siempre se
creyó pacifista, pero después de la primera matanza, fue liberado de esa idea
equivocada.
Ella gritó detrás de la mordaza, sus brillantes ojos azules se abrieron
con miedo. Se excitó al ver su terror, la necesidad de restregarse era fuerte,
pero ahora era un sirviente... los placeres terrenales de la carne ya no tenían
ningún interés para él. Estaba trascendiendo, convirtiéndose en algo más.
Quería ver cómo destrozaban su tierna carne, se deleitaban con los
voraces apetitos que sólo su clase tenía, pero ése era el ser humano en él.
Vinieron gritos desde abajo. Los había mantenido enjaulados y les había
negado la comida. El hambre los estaba volviendo locos. A diferencia de los
otros, habría muy poco de ella para encontrar.
—No temas. Tu muerte no será en vano. Tu sangre ayudará a dar a luz
a mi maestro.
Las lágrimas rodaron por sus mejillas. Temía la muerte; sintió eso de
ella. Una respuesta tan humana, tan pequeña de mente. Había sido
seleccionada, había sido elegida como uno de los sacrificios. Debería estar
deleitada, sin aferrarse a su patética existencia.
—Cuando llegue la oscuridad, serás libre de tu forma terrenal, liberada
de la mundanidad de tu vida. Deberías darme las gracias.
Gritó, pero su voz estaba apagada.
—Nadie puede oírte.
Y aun así lo intentó.
Se dirigió a la puerta, con el control remoto en sus manos para liberar
a sus bestias. Él la miró y sonrió. Tirando la barra de metal pesado sobre la
puerta, los soltó. Sus garras contra el cemento causaron un escalofrío que
bajó por su espina dorsal, su grito aterrorizado le provocó una sonrisa. Se
alejó del sonido de sus hijos festejando.

61
62

La unidad de la escena del crimen estaba buscando donde LeBlanc de


nuevo. De momento, no habían encontrado nada. No tenía ningún sentido.
Teníamos testigos oculares que habían visto a Henry Werth entrar en el
lugar, pero no dejó nada detrás; ni huellas dactilares en la puerta, ni pelo,
ni pisadas.
Si los McKinnons habían muerto allí con la cantidad de sangre que
habían perdido, debería haber evidencias en alguna parte. El equipo levantó
las tablas del suelo y comprobó el subsuelo. Nada. No había nadie tan
meticuloso. Sin importar cuán bien planeado. Siempre hay algo que no ha
tenido en cuenta, pero no en este caso.
Un hormigueo constante se agitó en mi nuca. La casa era espeluznante
de verdad. Había estado desocupada durante mucho tiempo, pero todavía
estaba amueblada como si viviera gente aquí. Claro, estaba llena de polvo,
las telarañas eran tan espesas que tuvieron que apartarlas, pero cada
habitación tenía muebles, pinturas y fotografías. Sin duda, se había ganado
su reputación como encantada porque tenía una sensación que me daba
escalofríos.
Cyril no iba a entrar. Estaba caminando fuera del perímetro. Nick
estaba conmigo. Tenía que concedérselo, era exhaustivo, atento, y si se
sentía incómodo, no lo demostró.
—¿Qué tienes? —Estaba estudiando algunas de las fotografías en la
pared.
—Un poco escalofriante cómo todo está aquí todavía. Como si la gente
se hubiera levantado e ido. —Me miró—. No han encontrado nada, ningún
rastro de que Henry o los McKinnons estuvieran aquí. Sabemos que Henry
estuvo aquí. ¿Alguna vez has tenido algún caso así?
—No. ¿Cómo va observando este lugar?
—Tendré algo para ti hoy.
—Bueno. ¿Han encontrado algo sobre otros ataques de animales
salvajes?
—Hasta ahora nada que sorprenda.
—Tan pronto como tengas el… —Un sonido vino de arriba.
Nick habló por radio al equipo.
—¿Alguien arriba?
—No —respondieron.
Cogió su arma de fuego, al mismo tiempo que yo. Las tablas del suelo
crujieron.

63
—Hay alguien allá arriba.
Nos movimos lentamente por las escaleras, y en la parte superior, me
puse arriba, el abajo. La sala estaba vacía. Le hice una seña para que me
siguiera. Palmeé el pomo de la primera parte de las escaleras. Nuestros ojos
se encontraron. Abriendo la puerta abierta, me moví hacia la derecha, él viró
a la izquierda.
—Despejado.
—Despejado.
Otro sonido vino de detrás de nosotros; ambos nos giramos pero era
todo espacio vacío. Entramos al pasillo.
—¿Soy yo o se ha vuelto más frío aquí? —susurró Nick.
No era él. Hacia tanto frío que me sorprendió que no pudiéramos ver
nuestro aliento. Atravesamos el resto del piso de arriba, revisando cada
habitación. No había nadie aquí, pero sentía a alguien. Nick no volvió a la
sala después de revisar la última habitación. Lo encontré en lo que debió
ser la habitación de un niño.
—¿Qué encontraste?
Estaba estudiando el suelo. Me uní a él para ver que alguien había
grabado algo en el piso de madera. No podría decir exactamente lo que me
atravesó porque era el mismo diseño que hice que me tatuaran en el brazo.
—¿No tienes algo similar en el brazo?
—Sí. Lo conseguí una noche cuando estaba borracho. No tengo ni idea
de lo que significa.
—Extraña coincidencia.
No estaba tan seguro de que lo fuera. Y ahora, estaba sonando como
Cyril.
Nick se encorvó y empujó la tabla del suelo, pero no se movió.
—¿Crees que hay algo bajo ella?
—Sí. —Llamó por radio a la unidad de la escena del crimen—. Necesito
alguien arriba, en la última habitación al final del pasillo. —Me miró—.
Alguien se tomó el tiempo para grabar eso y por cómo se ve, lo hizo a
menudo.
—Y probablemente fue hecho por las personas que vivieron aquí la
última vez, hace doscientos años.
Nick me estudió un segundo antes de añadir.
—Doscientos años más tarde, el sheriff que investiga la escena tiene la
misma marca.
—Una cosa más en una larga lista de extraña mierda.
64
Llegó un técnico, y Nick empujó junto con él la tabla. El espacio bajo la
tabla estaba vacío, pero por cómo el polvo estaba asentado había habido
algo allí. Por cómo se veía, lo que fuera que hubiera bajo la tabla había sido
recogido recientemente.
—Primera prueba de que alguien ha estado en este lugar. Buen trabajo,
Nick.
—Me pregunto qué se llevaron y cómo sabían dónde encontrarlo —
comentó.
—Buena pregunta. Tal vez sabremos la respuesta una vez sepamos qué
pasó a la gente que vivía aquí.

Tenía tres cuerpos, el mismo agresor y ninguna pista con una posible
cuarta víctima qué quizás hubiera sido la primera hacia veinte años. Podía
razonar eso; él había sido encarcelado y acababa de salir, tenía prisa y había
estado practicando en victimas que no eran humanas, pero era el
descubrimiento de Jasmine con los cuerpos… no podía explicar eso, los
cuerpos de Lee y Kathy o el de Henry. De momento, lo que le estuviera
pasando a Henry, no había sucedido todavía. Quizás no sucedería. Quizás
nos estábamos asustando porque si algún caso iba alguna vez a joder con
tu cabeza, era éste.
Tampoco podía explicar cómo llevaba la marca que alguien había
grabado en una tabla del suelo en una casa notoria por estar embrujada.
Sin duda habíamos cruzado a lo sobrenatural. No quería decirlo en voz alta,
ni siquiera pensar en ello, pero si Cyril lo supiera, estaría lanzando la
palabra magia alrededor.
Un golpe hizo que levantase la cabeza.
—Nick.
—Tengo la información que querías sobre LeBlanc. —Se instaló en la
silla frente a mí—. No puedo encontrar un propietario en el registro.
—Alguien tiene que poseerlo. ¿El banco?
—Nada que haya encontrado, pero todavía estoy buscando. No hay
mucho documentado oficialmente sobre el lugar. Descubrí que Tobias y
Elizabeth LeBlanc fueron los últimos propietarios a mediados de los años
1800.
Explicaba por qué todavía se llamaba al lugar LeBlanc.
—De lo que he leído, los LeBlancs eran sádicos. No discriminaban en
65 su odio tampoco. Nadie era inmune. Tenían un hijo y una hija; su cuerpo
estaba entre los que se encontraron, pero ella desapareció.
—¿Espera? ¿Qué cuerpos?
—Hay todo tipo de rumores sobre el lugar. Hay quienes piensan que la
tierra está marcada.
—¿Con que?
—Mal. Como he dicho, no hay mucho más documentado oficialmente,
pero busqué en Google, y encontré una gran cantidad de temas por ahí.
Varias cuentas afirman que la ubicación era la sede de algunos de los baños
de sangre más terribles en la historia humana. —Se inclinó hacia arriba,
pasándose una mano por el pelo—. Masacres y gente colgada, homicidios y
suicidios. Más recientemente, con los LeBlancs, dijeron que eran vecinos,
familiares y amigos yendo unos tras otros como animales. —Miró abajo un
segundo. Había miedo cuando levantó su cabeza—. Las víctimas tenían
marcas de garras en sus cuellos.
Jasmine. Salté de mi silla y corrí a la morgue. Nick estaba tras de mí.
¿Era en eso en lo que se estaba convirtiendo Henry Werth, algún tipo de
máquina sin cerebro? ¿Cómo era eso posible? Pero explicaría por qué su
asesino le dejó prácticamente en la puerta delantera.
Su cabeza se elevó en cuanto entramos.
—Necesitamos meter al cuerpo en una localización más segura.
—¿Por qué? —preguntó.
—¿Qué cuerpo? —añadió Nick.
—Henry Werth. Algo le está pasando a su cuerpo.
Nick se puso pálido.
—¿Crees que se está convirtiendo en lo que está causando las marcas
de las garras?
—Sí.
Jasmine palideció.
—¿Crees que quien sea que está detrás de esto nos quería infectar?
—Creo que eso es exactamente por qué dejaron su cuerpo para que lo
encontrásemos. Pensaron que lo averiguaríamos demasiado tarde o nunca.
—¿Por qué no hacer lo mismo con los McKinnons? —preguntó Jasmine.
—No lo sé. Creo que el tiempo juega un factor. Casi como si los
McKinnons hubieran puesto en marcha el reloj.
—¿Qué reloj? —preguntó Nick.
Me encontré con su mirada desconcertada.

66
—El que cuenta atrás hasta otro baño de sangre.
—Es una situación como de zombies —susurró Jasmine.
—Tenemos que aislarlo y encerrarlo, y tengo la sensación de que
necesitamos algo más fuerte que acero y cerraduras. —Alcancé por mi
teléfono y llamé a Cyril.
—¿Qué pasa, jefe?
—Necesito que tu familia nos ayude.
El silencio recibió esa respuesta antes de que él preguntase:
—¿Estás diciendo lo que creo que estás diciendo?
Por increíble que fuera, me estaba convirtiendo en un creyente.
—Necesito a alguien que conozca de magia.
—Mierda. Que seas tú quien pide esto… Voy a llamar a mi abuela.

—Magia negra —dijo Esther Boudreaux mientras caminaba alrededor


de la morgue.
No sólo magia, sino jodida magia negra. Necesitaba un maldito trago.
Cyril estaba agarrándose de su collar.
Estudió el cuerpo.
—Nunca he visto esto antes, pero tienes razón. Tiene que ser contenida.
Puedo hacer un hechizo para ligarla, atraparla aquí.
—¿No deberíamos acabar con él? —preguntó Nick.
—No. Si se está convirtiendo en lo que infecta a las personas, puedo
trabajar para aislar el contagio.
—¿Con qué fin? —preguntó Cyril.
—Puedo crear una vacuna —ofreció Jasmine.
Sorprendido, la miré.
—¿Puedes hacer eso?
—Mi formación es en enfermedades infecciosas.
Era el caso, con toda la mierda extraña pasando, pero no podía dejar
de pensar en lo fortuito que era que nuestra recién contratada estuviera
formada en este campo, una sabiduría que necesitábamos. Alguien podría
discutir que había otros poderes trabajando aquí. Infiernos. Estaba
empezando a sonar como Cyril.
67 —Vale. Atrápalo aquí, para que puedas trabajar, pero una vez tengas
lo que quieres, lo matamos.
—De acuerdo.
—Puedo ver eso —ofreció Esther.
—No puedo creer que estemos hablando de zombis. —El comentario de
Cyril me sorprendió.
—Eres creyente. ¿Por qué la idea de zombies te parece increíble?
—Porque es tan de ciencia ficción —respondió Cyril.
Jasmine y yo nos miramos antes de que yo dijera:
—Ya no es así.
—Paramos este, pero como paramos los otros… ¿Por qué sabes que
habrá otros? —Nick preguntó exactamente lo que yo estaba pensando.
—Tenemos que encontrar a quien esté conjurando la magia negra —
dijo Esther.
—¿Como un mago? —¿Estaba esto realmente sucediendo?
—Sí —respondió Esther—. Tenemos que encontrar la cabeza de la
serpiente, Sheriff.
—Así que encuentro al brujo y nos sacamos todo lo que está infectando
a estas personas.
—Sí.
—¿Cómo puedo encontrar a un mago negro? —No podía creer que
estuviera teniendo esta conversación, que esto fuera la vida real.
—Teniendo a alguien con una magia más fuerte —ofreció Esther.
—¿Usted? —pregunté.
Ella negó.
—No, pero tengo la sensación de que la persona que busca no está lejos.
68

Me senté en la sala de recreación, garabateando en un bloc de papel,


mi atención afuera. Tenía un nudo en el estómago, la sensación de que algo
andaba mal nunca me abandonó, ni tampoco la sensación de que había
estado aquí antes; estaba en una especie de ciclo del que no podía escapar.
Miré alrededor de la habitación para ver que nunca parecía cambiar. Había
más, en el fondo sabía que había más que esto, pero me sentía atrapada,
encerrada en mi cabeza, presa por todos los recuerdos que permanecían
ocultos.
Miré hacia afuera. Dos cuervos estaban sentados en un viejo banco de
piedra. Algunas mariposas se lanzaban de flor en flor. Un movimiento del
sauce llorón atrajo mi atención hacia el zorro. Me levanté, incluso me moví
a la ventana para ver mejor. No quería asustarlo, pero era hermoso. Nunca
había visto un zorro. ¿Cómo había pasado la cerca que rodeaba la
propiedad?
Su pelaje rojo brillaba al sol. Se movió por el patio sin miedo,
abriéndose camino hacia mí.
—Se están reuniendo.
Miré a Emily. Se unió a mí en la ventana.
—¿Quiénes se está reuniendo?
Su enfoque cambió hacia afuera.
—Los guerreros.
Seguí su mirada a los pocos animales en el patio.
—¿Guerreros? ¿Dónde?
—Están respondiendo a la llamada.
—¿Qué llamada?
Se volvió hacia mí, sus ojos azules parecían casi sanos.
—Está viniendo.
—¿Qué viene?
—El que estás esperando.
Ella bailó lejos. La vi irse, mi mirada se movió hacia la hoja de papel
que había dejado en el sofá, la que había estado garabateando. Dibujé un
símbolo, clavé el lápiz en el papel bastante duro mientras lo hacía. Parecía
extrañamente familiar, como sí lo hubiera visto antes. No podía recordar,
pero arranqué la hoja de la libreta y la metí en mi bolsillo. Por alguna razón,
no quería que nadie lo viera.

69

Al entrar en la cafetería, tomé una bocanada. Noche de albóndigas. Mi


estómago gruñó en aprobación. La noche de albóndigas era mi favorita
porque era la única comida que servían que se parecía a lo que se suponía
que era. La noche del pollo no era pollo en ese cubo de agua aceitosa.
Recogí mi comida, pasé sobre dos personas luchando, y me dirigí a las
ventanas. La luna estaba fuera, llena en el cielo. Amaba la luna llena.
Deseaba estar afuera para escuchar los ruidos de la noche. Era luna llena,
por lo que probablemente estaba tranquilo porque la naturaleza sabía que
había algo más en la caza.
Cogí un poco de puré de papas, dejando que el sabor salado de él se
deslizara por mi garganta. Las nubes se movían a través de la luna, la vista
tan serena.
Los gruñidos de combates se hicieron más fuertes. Rompí un pedazo
de albóndiga y lo saboreé. Un grito de muerte hizo eco en las paredes. Miré
para encontrar a otros tres que se habían unido. Había inquietud y
nerviosismo en ellos. Como si estuvieran esperando algo y se estaban
impacientando. En lugar de pelearse los dos, peleaban contra los recién
llegados. Miré desde mi lugar en la esquina. No era una lucha pareja, ni
mucho menos porque los recién llegados no estaban peleando de manera
justa.
La lucha se estaba complicando. Sangre brotó de un corte sobre el ojo
de un hombre por un sólido golpe del tipo grande que se metió en la refriega.
Bueno mierda. Tomé otro bocado de albóndiga de pie, y agarré una bandeja
de una mesa que pasé. Le di una patada en las rodillas al tipo grande y,
cuando se dio la vuelta, lo clavé en la cara con la bandeja. El sonido de su
nariz rompiéndose dibujó una sonrisa.
—Tú perra.
La siguiente patada fue a las bolas. Cayó de rodillas. Agarré su nariz
rota, y aulló de dolor.
—Es noche de albóndigas. De todas las noches, tienes que ser estúpido
en la noche de albóndigas.
Sentí el pinchazo y el efecto casi instantáneo de las drogas a medida
que avanzaban por mi cuerpo. Bueno diablos, no terminé mi cena.
Me desperté en mi habitación y no me sorprendió descubrir que estaba
restringida. Ese era el protocolo cuando uno vivía en la casa de los locos.
El Dr. Ellis se paró sobre mí, decepción torciendo sus rasgos.
—Tenías que involucrarte —reprendió el Dr. Ellis.
70
—No era una pelea justa.
—Entonces deberías haber ido por ayuda.
—Bart estaba perdido en acción.
El Dr. Ellis ignoró eso.
—No te entiendo, Ivy. Hay momentos en los que traes la calma, y hay
momentos en que la agitas.
—Bueno, estoy loca así que...
—No estás loca.
—De verdad, así que he estado en un centro mental durante la mayor
parte de mi vida, pero no estoy loca.
—Estás en conflicto.
—Es solo una bonita forma de decir locos.
—Voy a quitar las restricciones. ¿Podrías por favor abstenerte de
romper las narices de la gente?
—Si se abstienen de ser gilipollas.
—Ivy. —Sonaba como mi padre, no es que yo tuviera uno. Bueno, no
uno que conociera.
—Lo siento. Sí, voy a trabajar en la moderación.
—Gracias. El alguacil y su ayudante están aquí. ¿Estás lista para la
entrevista?
El alguacil y su ayudante, ¿tenía visitas?
—¿Me reuniré con el alguacil?
El doctor Ellis pareció relajarse visiblemente. ¿Por qué?
—Sí, fueron testigos de tu momento.
Oops y aun así sonreí. Bienvenidos a mi mundo caballeros.
—Sí, estoy dispuesta a hablar con ellos. —Estaba más que dispuesta a
hablar con ellos; estaba extasiada.
—Fueron a cenar. Estarán de vuelta en una hora. Tendremos la
reunión en mi oficina. Tú y yo discutiremos este incidente más en sesión —
amenazó el Dr. Ellis.
No pude detener los ojos en blanco. Discutiríamos esto, en detalle.
Mátenme ahora. Si el Dr. Ellis me vio rodar los ojos, no podría decirlo.
Caminó hacia la puerta pero me miró.
—Te perdiste la noche de albóndigas.
Mi estómago gruñó.

71
—Gracias por el recordatorio.
—Tienes suerte de conocer a alguien —dijo crípticamente antes de salir
de la habitación. Todavía estaba mirando la puerta cuando una enfermera
rodó un carrito con una cena de albóndigas. Grité al Dr. Ellis.
—Retiro los ojos en blanco.
Él gritó de vuelta.
—No, no lo hagas.
—Tienes razón. Gracias por la cena.
A mitad de la comida, me sentí graciosa. Mi visión borrosa. Bajé el
tenedor mientras la ira luchaba con la preocupación. ¿Mi doctor drogó mi
comida? Jugaba tan claramente detrás de mis párpados, una visión que se
sentía más real que imaginada.
Él estaba encadenado a un poste, sus manos y tobillos esposados. La
muerte había asolado el pueblo, brutal y salvaje. La gente tenía miedo y ese
miedo se convirtió en algo que vive y respira. Querían que alguien fuera
culpable, necesitaban creer que habían puesto fin al horror. Él era diferente.
Rara vez hablaba, no reaccionó cuando lo atraparon. No gritó pidiendo ayuda
cuando lo arrastraron por las calles. Se paró estoicamente cuando le ataron
manos y pies. Ellos creían que no tenía alma. Ellos creían que era malvado.
Cuando saliera el sol, llegaría el pelotón de fusilamiento. Habían vendido
entradas para el evento. La gente hacía sombreros y vestidos, preparaba
banquetes para ver cómo mataban a un joven en nombre de la justicia. Un
jurado no lo había encontrado culpable; no se le había dado la oportunidad
de defenderse. Su único crimen era ser diferente.
Ella esperó y creyó, tenía fe en que el sentido común regresara, esperaba
que la oscuridad que asolaba a su aldea se levantara, que cualquier hechizo
que bajo el cual ellos estuvieran se rompiera. Ella esperaba que volviera la
cordura y que liberaran al joven. Sabía que esperaba en vano. Ellos estaban
cambiando. La gente hermosa que la había atraído a este lugar estaba
cambiando. Cada generación se volvía más cínica, más intolerante. El odio
vivía en sus corazones junto con el temor y la envidia.
La compasión por el joven la llenó. Él era diferente, pero no era un
monstruo. Él no fue lo que mató a la gente en el pueblo. Había sido uno de los
suyos el responsable. No sabían que con el levantamiento del sol no habría
necesidad del escuadrón de fusilamiento.
Ella caminó hacia él, tocó sus restricciones mientras se derretían
alrededor de sus muñecas y tobillos. No había miedo en su expresión o ira.
—Ven conmigo, pequeño. Conozco gente. Como tú, son diferentes.
Él vaciló pero tomó la mano que ella le ofreció.
—También eres diferente —susurró.

72
—Lo soy.
—No maté a esa gente.
—Lo sé.
—Me iban a matar.
El dolor ardía en su pecho cuando ella respondió:
—Sí, lo harían.
Él levantó la vista hacia el cielo tornándose púrpura y rojo.
—Mejor nos apuramos. El sol arde.
—No siempre, pero no se levantará hasta que estemos a salvo.
—¿Cómo es eso posible?
Lo miró y sonrió.
—Porque como has dicho, también soy diferente.
Ella no tuvo problemas para encontrar a los que buscaba; su firma era
muy fuerte. Ellos sabían que no estaban solos. Fue la presencia del joven que
evitó que atacaran. Cuando se dieron cuenta de quién estaba con él, la intriga
reemplazó el hambre.
Uno de ellos salió de la multitud. Sus pálidos ojos se movieron hacia el
chico.
—Estarás a salvo aquí.
—Se está haciendo más fuerte —dijo ella.
—Sí, lo es. Los infecta. Pronto los consumirá.
—Tenemos que detenerlo.
—No sé si podamos.
Le dolía el corazón, una lágrima resbaló de sus ojos brillantes.
—Podemos.
La estudió antes de preguntar:
—¿Cómo?
Su mirada se encontró con la suya.
—Porque fue a través de mí que fue convocado. Y seré yo quien lo derrote.
73

Cyril y yo íbamos a vernos con la señorita Blackwood, pero todavía me


estaba recuperando de los eventos que no podía explicar. Algo estaba
sucediendo, algo que había cambiado las bases de lo que creía. Aquí había
fuerzas en juego que desafiaban lo normal, fuerzas que ni siquiera estaba
seguro de poder detener. Para un hombre que nunca creyó, descubrí que
ver era creer y más sorprendente, todo ese abracadabra... Estaba dispuesto
a admitir que había más en el mundo de lo que sabía. Solo reconocerlo era
un gran paso para mí y uno que debía tomar si alguna vez esperaba resolver
este caso.
Sacando lo sobrenatural de ello, estudiando el caso como lo haría con
cualquier otro, había una extensión definitiva. ¿Qué llevaba a ello? Esa era
la pregunta que no estaba listo para hacer porque en el fondo, sabía a dónde
iba todo esto. Creerlo, esa era otra historia.
Traté de concentrarme en las partes de la investigación que aún tenía
a mi cargo, pero no tenía la menor esperanza de que Ivy Blackwood
recordara mucho sobre la noche en cuestión porque solo era una niña. Ella
era parte de esto, fuese lo que fuese, ¿qué parte jugaba y si había visto cosas
que no podía explicar? ¿Era por eso por lo que la habían etiquetado como
loca?
—¿Eres creyente ahora? —la pregunta de Cyril rompió el silencio.
Un ruido escapó de mi garganta, pero no uno que podría llamarse una
risa.
—¿Creyente? Me está costando mucho creer, pero estoy dispuesto a
admitir que hay más del mundo de lo que conocía.
—Sólo va a empeorar.
Eso me hizo dar la vuelta.
—¿Qué sabes?
—Solo que la suerte está echada. —Miró hacia atrás—. No se puede
deshacer.
—¿Qué hay en la morgue?
—No estoy seguro.
—¿Qué viene? —pregunté.
—Oscuridad.
No le presioné por más porque estábamos llegando al puesto de
seguridad del Sanatorio Misty Vale; el asistente estaba metiendo un donut
en su boca, el polvo blanco caía en cascada sobre su uniforme azul marino,
su estómago colgaba glotónicamente sobre su cinturón.
74 —Nombre —exigió, mientras escupía pequeños trozos de donut de su
boca.
—Josiah Abiviny y Cyril Gaudet.
Dedos que parecían enlaces de salchicha de Andouille hojearon las
páginas de su portapapeles.
—Sí, vale. Continúen —ofreció sin más mientras presionaba el botón
de la puerta al mismo tiempo que empujaba el resto del donut en su boca.
Condujimos a través de las puertas de hierro negro que rodeaban todo el
lugar, el alambre de púas curvándose en bucles en la parte superior fue
agregado más tarde, supongo. Detuve el auto en el camino circular y observé
la vieja mansión de piedra con sus gárgolas a lo largo de los frontones,
cientos de ventanas acristaladas que estaban tan sucias que no se podían
ver a través de ellas, y las balaustradas en ruinas que eran un accidente
esperando a suceder.
—El lugar debería ser declarado ruinas —murmuré antes de apagar el
motor y salir del auto.
—Puedes decir eso otra vez —dijo Cyril mientras agarraba su collar.
—¿De verdad crees que eso va a ayudar con lo que sea que encontremos
allí? —le pregunté sobre su collar.
—El ojo del tigre es una poderosa piedra protectora.
—Es una piedra.
—Y mi abuela le puso un hechizo protector.
Pensándolo bien, tal vez ayudaría con cualquier cosa que pudiéramos
encontrar allí. Cambié de tema, mirando a mi alrededor lo que parecía más
un hogar destruido que un hospital.
—No parece que esté operativo.
Dentro no era lo que esperaba. Parecía un hospital, todo blanco. Había
un mostrador de visitas, la mujer detrás de él sonrió cuando nos acercamos.
El camillero que estaba a su lado solo miró.
—Estamos aquí para ver al doctor Ellis.
—Oh sí. Un segundo. Le llamaré.
Pensé que era solo una expresión, pero realmente lo llamó. ¿Por qué no
llamar a su celular? No me detuve a pensarlo porque un paciente vino
corriendo por el pasillo sin su ropa.
La mujer se rio entre dientes.
—Ése es Danny. Piensa que su ropa está tratando de matarlo. —Su
mirada cambió al camillero—. Tal vez deberías hacer algo al respecto.
75 Si las miradas mataran. Fue una respuesta extraña porque él era el
camillero. A regañadientes, Bart, como declaraba su etiqueta, se movió del
escritorio para seguir a Danny.
Un hombre vino desde el pasillo con una bata blanca de médico, con
arrogancia en cada uno de sus movimientos. De inmediato no me gustó. Era
presumido, casi satisfecho de sí mismo hasta que su atención se centró en
mí. Sus pasos vacilaron, y juro que parecía que acababa de ver un fantasma.
La sonrisa fácil murió cuando nos alcanzó. Dudó antes de extender su
mano.
—Soy el doctor Ellis.
—Josiah Abiviny y Cyril Gaudet.
—Por aquí.
En el teléfono, parecía casi ansioso por hablar con nosotros y ahora
quería que nos fuéramos. ¿Por qué?
Cyril nunca soltó su piedra. Había una parte de mí que deseaba tener
una. Nunca había estado en un hospital psiquiátrico, pero se parecía a los
que ves en esas películas de terror. La gente caminaba alrededor, pero
cuando te miraban, no había nada en sus miradas.
Cambié mi mirada hacia el doctor Ellis. Se movía por los pasillos como
un rey. El pensamiento me irritó y me molestó. Tuve la sensación de que era
más dictador que médico, y sus pacientes eran sus secuaces.
Nos dirigimos a la cafetería. Había una pelea entre varios de los
pacientes y los que no luchaban, o estaban completamente aislados, o
alentando a los combatientes. Lo interesante fue la reacción del médico. No
intentó separarlos, para calmar a los demás, su mirada se movió alrededor
de la habitación hasta que aterrizó sobre una mujer de piel pálida y cabello
negro que tenía un moño en la parte superior de su cabeza. A diferencia de
todos los demás en esa cafetería, ella estaba tranquila, casi serena, mientras
cenaba. Si no hubiera sido por la bata gris que llevaba, no la hubiera
confundido con una paciente.
Lo que sonó como un grito de muerte vino de uno de los pacientes en
la maraña de cuerpos.
—Oh no —dijo el doctor Ellis, dirigiendo mi atención a la mujer.
Ella también había escuchado el grito de muerte, su mirada ahora en
la pelea. Los dos estaban enfrascados en la pelea.
—No lo hará —dijo el doctor Ellis, pero su tono sugirió que no creía lo
que estaba diciendo.
Como si le hubiera escuchado, la mujer se puso de pie y se dirigió hacia
la pelea, agarrando una bandeja en su camino. Fue al grupo más numeroso
76 y le dio una patada en las rodillas, y cuando él se dio la vuelta, se encontró
cara a cara con la bandeja de metal. Escuché su nariz romperse desde donde
estaba parado. Ella le dio una patada en las bolas. Cyril y yo nos
estremecimos.
Un camillero entró precipitadamente. Vi una jeringa justo antes de que
la mujer cayera al suelo.
Qué carajo.
—¿Qué le hizo? —exigí.
—Solo algo para sedarla. Es un protocolo. —Volvió esos ojos engreídos
hacia mí—. Es una sociópata. Muy impredecible.
¿Protocolo? Estaban peleando antes de que ella se involucrara. ¿Por
qué diablos no drogaron a los demás? Una sensación enfermiza se retorció
en mis entrañas antes de preguntar:
—Ésa es Ivy Blackwood, ¿no es así?
—Sí, y desafortunadamente, no va a estar lista para hablar.
¿La había drogado para alejarla de mí? Que mierda.
—Me gustaría escuchar eso de ella.
—Soy su médico.
—Y yo soy el aguacil y puedo tener un equipo de forenses contadores
aquí con solo una llamada telefónica. Si incluso un decimal está fuera de
lugar, cerraré este lugar y usted presentará cargos de fraude, negligencia
criminal e imprudencia criminal, por nombrar algunos.
En la superficie, el doctor Ellis era amable, pero eso no era muy
profundo. Estaba enfadado, pero también era arrogante. Éste era su reino y
todos aquellos en él estaban bajo su pulgar. Él la tenía justo donde la quería.
Eso tampoco me gustaba.
—Bien. Me aseguraré de que ella pueda hablar.
—Haga eso. Volveremos en una hora.
Nos mostró la puerta. Cyril esperó hasta que estuvimos afuera.
—Protocolo mi trasero. No intervinieron cuando los demás estaban
peleando, y solo la drogaron. ¿Por qué?
—Ni idea.
—El doctor Ellis está escondiendo algo.
Mi enfoque cambió a Cyril.
—También te diste cuenta de eso.
—Por lo que acabo de ver allí, el diagnóstico de sociópata es una
tontería. Ella entró en esa lucha para igualar las probabilidades.

77
Yo había estado pensando lo mismo.

Después de la cena, regresamos a Misty Vale. No había autos en el


estacionamiento, lo extraño era que las horas de visita eran hasta las ocho,
y la mayoría de las personas visitaban después del trabajo. Y eso, junto con
como lucia el lugar, tenía el pelo de mi nuca erizado.
Aparqué y apagué el motor.
—Cuando regresemos, quiero que consigas que alguien busque Misty
Vale, y quiero todo lo que puedas encontrar sobre el doctor Ellis, un informe
completo.
Cyril se acercó a la puerta cuando preguntó:
—A ti tampoco te gusta.
—Básicamente está fuera de radar aquí. Ese tipo de poder ilimitado
puede ser peligroso, especialmente cuando los que estás tratando no pueden
hablar por sí mismos. Esa mierda de antes con la señorita Blackwood estuvo
mal.
—Estoy de acuerdo. Voy a poner a Nick en ello.
Nick. Ésa era una buena idea. El chico podría hacer algo rutinario
después de la última mierda que había descubierto.
—Está bien, vamos a hacer esto.
Una enfermera nos acompañó a la oficina del doctor Ellis. La señorita
Blackwood ya estaba sentada en un sofá frente a la chimenea, el doctor Ellis
frente a ella. Se puso de pie cuando entramos.
—Espero que hayan disfrutado su cena.
Ivy Blackwood levantó la vista cuando entramos a la vista. Sus ojos
eran de color púrpura claro, el color más inusual y extrañamente familiar.
—Ivy, éste es Josiah Abiviny y su compañero Cyril Gaudet.
Ella no ofreció su mano, no dijo hola, solo nos miró como si estuviera
viendo a través de nosotros.
—No estoy seguro de que ella sea de mucha ayuda —ofreció el Dr. Ellis
antes de tomar su silla. Se había asegurado de eso cuando la drogó. ¿A qué
le tenía miedo?
—Ivy, a estos hombres les gustaría hacerte algunas preguntas. —
Sonaba satisfecho, cruzando las piernas como si no le importara el mundo.
Ella no lo reconoció y si no la hubiera visto en la cafetería, habría creído
78 su diagnóstico, pero esta Ivy Blackwood no era la misma mujer de antes.
Estaba seguro de que era por lo que le habían inyectado.
—Soy Josiah. Es un placer conocerte. —Extendí mi mano hacia ella, su
mirada se movió hacia mi brazo y el tatuaje. Se sentía como si alguien
caminara sobre mi tumba, pero joder, lo reconoció. Cualquier duda, aunque
fuera escasa, de que ella no estaba involucrada en esto desapareció. Iba
seriamente a conseguir una maldita piedra de la abuela de Cyril.
Su comportamiento cambió por completo, sus ojos se levantaron hacia
mí y fui golpeado con fuerza con déjà vu. Debería aceptar que aquí había
fuerzas que no entendía.
—Es un placer conocerte. —Su enfoque cambió a Cyril—. Y a usted,
señor Gaudet.
—¿Sabes por qué estás aquí? —le pregunté.
—Soy una sociópata.
No lo era, pero era algo que Ellis no quería en el mundo. Estaba
empezando a sonar más como Cyril, pero aquí había más cosas de lo que
parecía.
—¿Cuánto tiempo llevas aquí?
—Mucho tiempo, más de dos décadas. —Ella retorció sus dedos—.
Ustedes son mis primeros visitantes.
Ella fue enviada aquí de niña. ¿Cómo diablos había pasado eso? ¿Qué
tribunal habría condenado a una niña a un lugar como este? No estaba
seguro de cómo preguntarle con tacto lo que necesitaba. Saqué mi teléfono,
tenía copias de las fotos de ella cuando era niña.
—¿Qué le estás mostrando? —Espetó el Dr. Ellis.
—Fotos oficiales de la policía de cuando era niña.
Sus ojos se iluminaron.
—¿Tienes fotos de mí?
Ellis se veía enojado. Ahora eso era interesante. ¿Por qué demonios le
importaba si le mostraba fotos de su pasado? Seguramente, él sabía sobre
su pasado, sabía por qué la enviaron aquí.
—No estoy seguro de esto —dijo Ellis.
Sostuve la mirada del doctor.
—No estoy preguntando.
Una carga extraña echaba chispas en el aire, lo suficiente como para
que el pelo de mis brazos se moviera. Ellis se puso de pie.
—Gracias por venir. Mi asistente los acompañará a la salida. Espero
que hayan conseguido lo que necesitaban.
79
Cyril lucia cómo me sentía. ¿Qué demonios estaba pasando aquí?
—No he terminado aún.
Ellis estaba sorprendido y pasmado, desconcertado por no estar
moviéndome. ¿Acaso había intentado engañarme con trucos Jedi?
—No creo que sea bueno para ella ver imágenes que no recuerda. Podría
causar más daño que bien. —Ahora estaba francamente helado.
—Quiero verlas. —La voz de la señorita Blackwood era suave pero
decidida. Volviendo mi atención hacia ella, le entregué el teléfono. Lo estudió
por un segundo, no las fotos sino el teléfono.
—¿Nunca has visto un teléfono celular? —le pregunté con incredulidad.
—¿Es eso lo que es, un teléfono? Es increíble.
Entendí la marginación, pero el aislamiento del mundo parecía
drástico. Mi intuición de policía estaba al máximo. Definitivamente algo no
estaba bien aquí.
Su atención cambió a la imagen, su mano se movió inmediatamente
hacia su garganta. No había miedo en su expresión.
—¿Ésta soy yo?
—Sí. Esa misma noche presuntamente quemaste el hogar de tus padres
adoptivos. Estaban dentro.
Le temblaba la mano; Podía sentirla tirando de sí misma. Miró a Ellis y
juro que había ira en ella. ¿Por qué?
—No me acuerdo de eso.
—¿Recuerdas algo en absoluto sobre esa noche?
No respondió de inmediato; realmente estaba tratando de recordar.
—No.
Ella siguió las marcas de garras.
—¿Qué hizo esto?
—No lo sabemos.
—Creo que hemos terminado aquí —anunció de nuevo el doctor Ellis.
Sonaba más que irritado. Sonaba asustado. ¿Qué demonios estaba pasando
aquí?
Ivy lo ignoró.
—¿Por qué estás investigando esto ahora? Sucedió hace tanto tiempo.
—Un caso en el que estamos trabajando. Hay algunas similitudes.
80
El miedo vino a ella, su atención se movió del teléfono a mi tatuaje.
—¿Sabes qué es esto? —le pregunté, refiriéndome a mi tatuaje.
—No. —Y, sin embargo, tuve la clara impresión de que solo estaba
diciendo eso. Su atención cambió a Ellis, que estaba cada vez más tenso.
Ella también lo sintió, cambiando de tema. Sociópata, mi trasero—. ¿Vives
en la ciudad? —preguntó ella. Había verdadera emoción en su voz.
¿Quién era ella? ¿Cuál era su historia? ¿Y de qué demonios estaba tan
preocupado Ellis? Tenía la intención de averiguarlo. Por ahora, respondí a
su pregunta.
—Sí.
—¿Cómo es?
Era una pregunta simple, pero no desde su punto de vista. Una ciudad
vibrante estaba justo afuera de estas murallas, y ella nunca la había
experimentado.
—Es Mardi Gras en este momento, así que es una locura... toneladas
de gente por la noche, mucha bebida, mucho baile en las calles. Muchas de
las casas están decoradas con cuentas y pancartas púrpura, oro y verde.
—Y usan esos colores porque representan justicia, poder y fe. —Parecía
orgullosa de sí misma por saber eso.
—Sí, exactamente. Habrá desfiles. La gente intentará casi cualquier
cosa durante el Mardi Gras. Como puedes imaginar, no es mi momento
favorito en la ciudad.
Ella sonrió.
—No, no creo que lo sea. —Su atención se centró en Cyril, su expresión
cambió ligeramente—. ¿Qué es eso?
Cyril tocó el collar.
—Un ojo de tigre.
—¿Para qué sirve?
Hubo la más mínima vacilación antes de que él respondiera:
—Protección.
—¿De qué?
—Del mal.
Su mirada fue atrás de nosotros, la intensidad de su expresión me hizo
seguir su mirada hacia ese camillero Bart. Ni siquiera le había escuchado
entrar.
Luego dijo:
—Soy consciente de eso.
81
Cyril y yo compartimos una mirada porque nadie había dicho nada.
Ella continuó:
—Sí, lo sé. No estás ayudando con eso. ¿Qué quieres decir con qué se
supone que significa eso? Te estoy hablando, ¿qué crees que están pensando
ahora?
Fue la primera vez que mostró la emoción que estaba sintiendo. Estaba
molesta. También fue la primera señal de que tal vez ella realmente
pertenecía aquí.
—Sí, bueno, gracias por eso.
—¿Estás bien? —Cyril preguntó, su mano moviéndose de nuevo a su
piedra.
Ivy Blackwood vio la acción, una sonrisa se extendió por su rostro.
—Es prudente usar eso, señor Gaudet, pero no soy de quien necesita
protección.

Ivy
El doctor Ellis caminó conmigo a su oficina.
—¿Cómo te sientes?
Todavía estaba un poco sacudida por la visión y más por la realidad de
que mi médico había drogado mi comida. ¿Por qué demonios había hecho
eso? Le preguntaría, pero estaba empezando a ver lo que no había visto
antes. Mis mejores intereses no estaban alineados con los suyos.
—Estoy bien.
—Si es demasiado, lo detendré.
¿De eso se trataban las drogas? ¿No quería que yo hablara con el
aguacil? Si es así, ¿por qué había permitido la visita? Algo estaba mal, pero
mi cabeza estaba demasiado confusa para pensar con claridad.
En su oficina, esperé mientras mi estómago saltaba por los nervios.
Sentí a mis visitantes antes de que entraran en la habitación. Estaban
decididos. Sentí molestia y miedo también. Como un foráneo, pude entender
el miedo. No sabía lo que esperaba, pero no a los que entraron en la oficia
del doctor Ellis. El aguacil era un hombre mayor con rasgos altos y fuertes.
El cabello oscuro se estaba volviendo gris y los ojos azules más azules.
Confianza y fuerza emanaban de él, y la sospecha, una buena dosis de
82 sospecha. El otro hombre tenía la piel del color de una rica taza de café, pero
sus ojos eran de un verde pálido. Tenía los hombros y el pecho anchos, y se
parecía más a un deportista que a un policía. El miedo venia de él. No miedo
general, sino algo más profundo.
El aguacil extendió su mano hacia mí y mi aliento quedó atrapado en
mis pulmones porque la tinta dibujada en su piel era la imagen que había
dibujado esa tarde. Mis ojos se alzaron a los suyos. No era una coincidencia.
¿Quién era el aguacil y por qué su presencia le preocupaba al doctor Ellis?
—¿Sabes por qué estás aquí? —preguntó.
—Soy una sociópata.
—¿Cuánto tiempo llevas aquí?
—Mucho tiempo, más de dos décadas. —Retorcí mis dedos—. Ustedes
son mis primeros visitantes.
Sacó un pequeño dispositivo. Sentí la impaciencia del doctor Ellis antes
de que él se rompiera.
—¿Qué le estás mostrando?
—Fotos oficiales de la policía de cuando era niña.
—¿Tienes fotos de mí?
El doctor Ellis no quería que viera las fotos. ¿Por qué?
—No estoy seguro de esto.
El aguacil Abiviny no fue intimidado.
—No estoy preguntando.
Si el doctor Ellis no quería que supiera de mi pasado, ¿por qué había
permitido que el aguacil me visitara?
Algo se agitó, mi atención se dirigió al doctor Ellis. Era más que
impaciencia en él; había furia y bajo eso estaba el miedo. Un pulso de poder
cargó el aire... magia. ¿Cómo sabía que era magia? Solo lo sabía. Se levantó.
—Gracias por venir. Mi asistente les mostrará la salida. Espero que
hayan encontrado lo que necesitaban.
Volviendo mi atención al aguacil y su ayudante, no se vieron afectados.
Estaban mirando fijamente al doctor Ellis como si estuviera loco. El aguacil
se molestó cuando dijo:
—Todavía no he terminado.
—No creo que sea bueno para ella ver imágenes que no recuerda. Podría
causar más daño que bien. —El doctor Ellis estaba asustado. ¿Por qué?
—Quiero verlas. —Y quería. Eran parte de mi pasado. Tenía todo el
derecho a verlas. El aguacil me entregó el dispositivo y lo estudié por un
minuto porque era increíble.
83 —¿Nunca has visto un teléfono celular? —preguntó.
—¿Es eso lo que es, un teléfono? Es increíble. —Miré la foto, mi mano
se movió hacia mi garganta donde una vez había habido marcas... heridas—
. ¿Ésta soy yo?
—Sí. Esa misma noche presuntamente quemaste el hogar de tus padres
adoptivos. Estaban dentro.
El doctor Ellis había compartido tanto, pero nuevamente, tenía que
preguntarme por qué nunca había compartido antes ese pedazo de mi
pasado, pero lo hizo con bastante facilidad cuando supo que el aguacil
venia... una visita que el doctor Ellis había aprobado. Al aguacil le dije:
—No me acuerdo de eso.
—¿Recuerdas algo en absoluto sobre esa noche?
Intenté abrir la puerta que estaba bloqueando mis recuerdos, pero no
pude.
—No. —Seguí las marcas de garras—. ¿Qué hizo esto?
—No lo sabemos.
—Creo que hemos terminado aquí —dijo de nuevo el doctor Ellis.
Le ignoré.
—¿Por qué están investigando esto ahora? Sucedió hace tanto tiempo.
—Un caso en el que estamos trabajando. Hay algunas similitudes.
¿Era una coincidencia sentir que algo venía, algo horrible? Que el
hombre que vino a verme tuviera un símbolo que no recordaba pero que
sabía que era importante.
—¿Sabes qué es esto? —me preguntó sobre su tatuaje.
Quería compartir que dibujé ese símbolo, creí que era importante, pero
sentí al doctor Ellis se ponía tenso a mi lado, así que en cambio dije:
—No. —Cambié de tema—. ¿Vives en la ciudad?
Él no respondió de inmediato. Tenía curiosidad por mí. Tenía
curiosidad por él.
—Sí.
—¿Cómo es?
—Es Mardi Gras en este momento, por lo que es una locura... toneladas
de gente por la noche, mucha bebida, mucho baile en las calles. Muchas de
las casas están decoradas con cuentas y pancartas de color púrpura, dorado
y verde.
—Y usan esos colores porque representan justicia, poder y fe. —Lo leí
en el libro. El libro... ¿qué libro? Esa puerta en mi cabeza se abrió un poco.
84 —Sí, exactamente. Habrá desfiles. La gente intentará casi cualquier
cosa durante el Mardi Gras. Como puedes imaginar, no es mi momento
favorito en la ciudad.
—No, no creo que lo sea. —Mi atención se centró en la piedra que el
ayudante llevaba alrededor de su cuello—. ¿Qué es eso?
Se tocó el collar.
—Un ojo de tigre.
—¿Para qué sirve?
Hubo una pausa antes de que él respondiera:
—Protección.
—¿De qué?
—Del mal.
Una voz, aunque familiar aún me sorprendió, me alentó:
—Necesitas recordar, Ivy. Estos hombres pueden ayudarte.
Incluso sintiéndome desequilibrada, respondí:
—Soy consciente de eso.
—Puedes confiar en ellos —instó.
—Sí, lo sé.
—No creen que estés loca.
—No estás ayudando con eso —dije entre dientes porque la voz en mi
cabeza con la que insistí en hablar estaba carcomiendo eso.
—¿Qué se supone que significa eso? —Tenía el descaro de sonar
indignado.
—¿Qué quieres decir con que se supone que significa? Te estoy
hablando, ¿qué crees que están pensando ahora?
—Bien, me callaré.
—Sí, bueno, gracias por eso.
—¿Estás bien? —preguntó el ayudante mientras palmeaba su piedra.
El miedo y la preocupación lucharon dentro de él. Creía porque podía
sentirlo, podía sentir la fuerza del mal. Cada día se hacía más fuerte.
Traté de tranquilizarlo cuando sonreí porque sabía que mis siguientes
palabras lo iban a asustar.
—Es prudente usar eso, señor Gaudet, pero no soy de quien necesita
protección.

85

En mi habitación esa noche, Ratón me saludó. No se había ido, no


estaba segura de por qué se demoraba, pero me gustaba la compañía.
—Conocí a alguien importante. Alguien que creo que puede ayudarme.
Tan pronto como las palabras salieron, me sorprendió que las dijera,
incluso más sorprendida de que sentía que necesitaba protección, pero lo
hacía. Cada vez más, sentía la necesidad de escapar. La cabeza de Ratón se
volvió hacia mí como si realmente estuviera escuchando.
—Puede que haya parecido loco. Estaba hablando con una voz en mi
cabeza mientras estaba con el aguacil, pero ellos esperan que yo esté loca.
Estoy encerrada después de todo.
Busqué debajo del colchón el pequeño paquete. Desenvolví la tela vieja
y expuse una piedra que sabía que ahora se llamaba ojo de tigre. A diferencia
del ayudante, ésta tenía una forma diferente y tenía un grabado en la piedra.
No tenía ningún recuerdo de haberla recibido, pero la tenía cuando llegué
aquí hace muchos años.
—Es por protección. Alguien me dio esto, pensado en protegerme, pero
no sé de quién. —Jugué con la piedra mientras recordaba la conversación
con el aguacil—. Pude hablarles un poco sobre cosas reales. Me alegro de
haber leído ese libro.
Mis palabras se reprodujeron en mi cabeza. ¿Qué libro? No recordaba
haber leído uno, pero claramente lo había hecho. Un libro sobre Nueva
Orleans, ¿por qué no lo recordaba? El comportamiento del doctor Ellis había
sido extraño. Nunca sentí duplicidad en él antes, pero él no era lo que
parecía. Sabía más de lo que decía, sabía más sobre mí. Estaba decidido a
ocultarme eso, y quería saber por qué. Necesitaba saber por qué, por qué
aunque no entendía lo que estaba pasando, creía que estaba en un juego al
que ni siquiera sabía que estaba jugando. Ya era hora de que empezara.
Me metí en la cama y me dormí con mi mano agarrando el ojo del tigre.
Me alimentaban solo de noche y solo comida blanca. Me ungían con
algún tipo de aceite, todas las mañanas. Un olor flotaba en el aire...
amaderado, como el bosque. Un altar estaba instalado en su sala de estar.
Velas encendidas para cualquier deidad que adoraban.
Estaba vestida con un vestido negro, y mi cabello había sido cepillado.
Estaba sentada en mi habitación... esperando. Él venía por mí. Lo escuchaba,
las fuertes pisadas, la puerta de mi habitación se abrió. Un dulce olor
86
enfermizo llenó mi nariz y me hizo vomitar. Una extraña marca estaba en el
suelo de la sala de estar, una estrella con un círculo alrededor. Lo siguiente
que recordé fue estar parada en la calle afuera de la pequeña casa
observando cómo se quemaba.
Llegaron las sirenas, la policía y el departamento de bomberos, pero me
quedé inmóvil mirando el fuego y las criaturas que se movían dentro de él.
¿Por qué nadie más las veía? Me froté el brazo y las marcas de garras que
ardían y sangraban.
Una mujer apareció no lejos de mí, su voz aguda llamó mi atención
mientras me apuntaba con un dedo acusadoramente.
—Ella lo comenzó —gritó mientras tiraba de su hija contra ella en un
gesto de protección.
Los escuché aullar de dolor, pero no me moví, esperé hasta que los gritos
cesaron.
En la sala de emergencias, una mujer fue llevada justo después de mí.
Estaba muy embarazada. Si el bebé nacía hoy, compartiríamos cumpleaños.
Acababa de cumplir diez años; me sentía mayor.
Una mujer entró en la habitación en la que estaba. Era la persona que
me había llevado al hospital, la que estaba en la ambulancia. A diferencia de
todos los demás, ella no se persignó. Sus ojos no estaban muy abiertos por el
miedo.
—Necesito tomar algunas fotos y luego te limpiaremos.
—¿Qué me va a pasar? —pregunté.
—Nada que no hayas previsto ya.
¿Qué significaba eso? Cuando tenía miedo, realmente miedo, podía
hacer que sucedieran cosas. Estaba aterrada. Las luces parpadearon. La
enfermera miró las luces.
—No hay tormenta esta noche. —La bandeja al otro lado de la habitación
voló a través de ella. Ni siquiera miró.
—Es posible que desees controlar eso. —Su declaración de hecho me
sorprendió. Sus ojos se encontraron con los míos.
—No puedo —confesé.
—Lo harás.
Ella tomó fotos de mis heridas y vendó mi brazo. Antes de irse, presionó
algo en mi mano.
—Estarás bien, cariño. Ya verás.
Odiaba verla alejarse. Era una extraña, pero había sido amable conmigo.
Estaba sola de nuevo. Oí llorar a un bebé y miré el reloj. Todavía era el
87 solsticio de verano. Le ofrecí un deseo a ese bebé de que él o ella conociera
una vida mejor que la que yo tenía.

La baldosa estaba fría contra mis pies descalzos mientras caminaba por
el pasillo sosteniendo una manta doblada. Las caras se asomaron por las
ventanas de las puertas cuando pasamos. Sentí la locura, el miedo, la ira...
mi propio cuerpo temblaba con ella. No pertenecía aquí. Un hombre me
acompañó, un médico.
Mi habitación estaba al final del pasillo. Sólo había una cama y un
pequeño escritorio y un aseo. Entré en la habitación, la puerta se cerró con un
ruido sordo, la cerradura se puso en su lugar. Miré a mí alrededor las paredes
blancas, la ventana que estaba demasiado alta en la pared para que pudiera
ver, y sentí que la desesperanza se movía a través de mí. No entendía nada
de esto, pero sabía lo suficiente como para saber que me consideraba una
causa perdida. Solo tenía diez años y ya el mundo me había abandonado.
Quería llorar; sentí que las lágrimas ardían en el fondo de mis ojos, pero no
lloré. En cambio, me senté en el borde de la cama aún sosteniendo la manta
y me pregunté por qué había nacido.
Me desperté bruscamente, mi respiración salía en bocanadas. Mi mano
temblaba cuando la abrí para ver la piedra. La enfermera me la había dado.
¿Quién era ella? ¿Cómo sabía que lo necesitaría? El doctor Ellis realmente
había estado allí desde el principio. Busqué la luna y la calma, pero las
nubes eran demasiado gruesas.
Lo que el aguacil cazaba fue lo que me había cazado. Estábamos
vinculados. Necesitaba recordar.

El doctor Nelson tecleaba en su máquina de escribir invisible. Era una


posibilidad muy remota, pero me preguntaba si él podría ayudarme, tenía
la sensación de que lo había hecho antes. Lo visitaba todos los días, no
estaba segura de por qué lo hacía, pero sin falta, manteníamos la misma
conversación día tras día. Era parte de su rutina y de la mía.
Caminé por su habitación, mordiéndome la uña del pulgar mientras
trataba de descubrir la mejor manera de acercarme a él con esto. Echándole
un vistazo, perdido en su cabeza, decidí que el punto en blanco era la mejor
táctica.
88 —¿Hay alguna manera de restaurar los recuerdos de alguien?
—He estado trabajando en tratamientos, no los que te receto
principalmente, pero he encontrado éxito con algunos de mis pacientes.
Había escuchado esto antes. Tal vez esto no iba a funcionar.
—Tienes que trabajar en ello. La tensión en la mente podría romperlo.
Hay que hacerlo con amor. Con cuidado, o lo que uno está tratando de
salvar, podría morir.
Me dejé caer en la silla. Esto era una tontería. ¿Cómo podía ayudarme?
Estaba loco. ¿Solo estaba siendo tonta? ¿Estaba el miedo de peligro solo en
mi cabeza? ¿Estaba permitiendo que mi enfermedad me controlase? Ese
sería el diagnóstico del doctor Ellis. Dejé que la fantasía tuviera demasiado
control, pero no pude evitar la molesta sensación de que mi subconsciente
estaba tratando de decirme algo y necesitaba escuchar.
Lo miré; las mismas frases salieron de su boca... como un disco rayado.
Era lo mismo todos los días, la rutina de su enfermedad, pero era idéntica.
Cada palabra, cada gesto... ¿cómo era tan preciso? La inquietud me llenó,
un nerviosismo. No podía explicarlo, no sabía qué era, pero sabía que me
estaba quedando sin tiempo. El doctor Nelson, el pobre hombre, no podía
ayudarme. Había perdido su batalla. Decidí dejar al hombre en paz.
—Adiós, doctor Nelson. —Me volví hacia la puerta. Sus siguientes
palabras me frenaron.
—Tengo un cóctel, aclara la mente... etiqueta amarilla.
Me giré hacia él, pero estaba tecleando como de costumbre. ¿Era
posible que me hubiera estado ayudando todo el tiempo? Tal vez esto era
una locura, no, era una locura, pero ¿qué tenía que perder? Lo besé justo
en los labios.
—Gracias.
Su respuesta:
—Tengo un artículo que escribir para la revista médica semanal.
Así que enfocada en cómo obtendría el medicamento en la oficina del
doctor Ellis, si es que existía. No entendí lo silencioso que estaba el pasillo,
pero poco a poco penetró... estaba inquietantemente tranquilo. Me froté el
cosquilleo en la nuca; no fue fácil, mi corazón se aceleró cuando sentí que
no estaba sola. Mi sexto sentido se estaba volviendo loco, advirtiendo que
estaba en problemas. Sentí una auténtica malicia que me atravesaba. Corrí,
directa a mi habitación, y cerré la puerta de golpe; la cerradura estaba en el
exterior, así que puse mi silla bajo la maneta. Mi aliento salía en bocanadas;
sentí mi pulso palpitando por todo mi cuerpo. Me quedé mirando el pequeño
trozo cuadrado de vidrio en la puerta mientras me alejaba lentamente de
ella. La piel de gallina se levantó en mi piel, la habitación se enfrió ante las
oscuras emociones que casi me asfixiaban. Mis pulmones dolían por mi
89 intento de introducir aire en ellos. Un cambio en el aire un segundo antes
de que ojos amarillos miraran por la ventana. Grité y tropecé hacia atrás,
golpeando la pared y deslizándome hacia abajo. Tan pronto como
aparecieron, se fueron, pero su fealdad perduraba. No me moví, mi cuerpo
temblaba incontrolablemente. Apareció el ratón y se metió en mi regazo.
Una cosa era cada vez más clara. Las cosas definitivamente no eran lo
que parecían.
90

Resistí la tentación de pellizcarme o incluso dispararme en el pie


porque estaba mirándolo correctamente, y aún así, me preguntaba qué
estaba viendo. Eché un vistazo alrededor de la habitación, pero mi mirada
de desconcierto coincidía con la de los que me rodeaban. Era demasiado
extraño para ser real, pero era real, tan real como yo parado aquí. Esther lo
tenía bajo algún tipo de hechizo. Lo tenía esposado a la camilla por si acaso.
Henry Werth se había convertido en algo salido de una pesadilla.
Cyril estaba empuñando su piedra. No lo culpo.
—No puedo creerlo. —Jasmine miraba cómo me sentía—. Lo estoy
mirando, y no lo creo.
Teníamos la ventaja, e incluso siendo una jodida ventaja,
necesitábamos aprovecharla al máximo.
—¿Qué sabemos?
—Definitivamente es magia oscura —dijo Esther. Ella estudió a la
criatura antes de añadir—: Espiritualmente, no queda nada del hombre que
fue. Está vacío, vacío por dentro.
Eso era un rayo de luz, Henry Werth no estaba atrapado.
—Lo radiografié y, a pesar de lo que parece en el exterior, es muy similar
a la fisiología humana —reveló Jasmine.
—Lo que significa que pueden ser asesinados.
—Sí. —Ella levantó la mano con garras—. Tomé medidas, y es
ligeramente diferente, pero el ancho entre las marcas, el ángulo, las
profundidades... definitivamente fue una criatura como esta la que mató a
los McKinnons y Henry.
—Así que es seguro decir que su propósito no es tanto pelear sino
replicarse —declaró Cyril.
Jasmine asintió.
—Esa sería mi conjetura.
—¿Se puede aislar el contagio?
—Ya he empezado.
—Hay otros seres sobrenaturales. —El comentario de Esther giró en la
cabeza de todos.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Jasmine.
—Hay otros con los que deberías hablar. Puedo presentarte —ofreció
ella.
—¿Qué tipo de otros seres? —preguntó Jasmine y luego levantó la
91 mano—. No. No me digas. Aún estoy tratando de entender esto. Continuaré
mi trabajo, pero no puedo mantenerlo aquí indefinidamente. La gente ya
está haciendo preguntas.
No podíamos arriesgarnos a que la gente viera esto.
—Tienes razón. Lo resolveré.

Cyril entró en mi oficina y se dejó caer frente a mí.


—Nick terminó su búsqueda en Gary Ellis. En la superficie, él está
completamente en el nivel.
Fue difícil continuar. Después de ver lo que había visto, aprendiendo
todo lo que había aprendido, quería agarrar a Dahlia y largarme de Dodge.
Quería volver al momento en que no sabía sobre lo que atormentaba la
oscuridad, pero ahora lo sabía. Me acusaron de proteger a la gente de esta
ciudad, y sin importar lo que sucediera, sabía que necesitaban protección.
Fue difícil, pero empujé lo extraño a un segundo plano y trabajé el caso
como lo haría con cualquier otro.
Habían pasado tres días desde Misty Vale, y no había hecho ningún
progreso en el hospital. Cuanto más cavaba, menos aprendía. En la
superficie, era legítimo, pero raspar la superficie y se derrumbó. Nick no
había descubierto nada sobre el símbolo, pero era significativo. Teníamos
que seguir buscando. Y esa cosa en la morgue, aún estaba procesando esa
mierda.
Me recliné en mi silla, agradecido por la distracción, y le presté toda mi
atención a Cyril.
—En la superficie, ¿y si cavas un poco?
—Ahí es donde se pone interesante. Él no existía antes de 1985.
—¿Qué quieres decir con que no existía antes de 1985?
—No hay un certificado de nacimiento registrado para él. No hay
licencia de conducir antes de 1985, no hay registros de votación, no hay
archivos médicos. Y no solo en Louisiana. Él no existe en ninguna parte.
Resistí la tentación de pasar una mano por mi cabello.
—Hay varias razones por las que alguien cambiaría su identidad,
aunque ninguna que tenga mucho sentido para un médico al azar que
trabaja en un hospital mental en ruinas. Ellis está vinculado a una mujer
que está vinculada a nuestro caso, por lo que creo que es justo decir que él
también es parte de ello. Todavía me gustaría saber dónde diablos estaba
antes de 1985.
92
—Tenía fotos de su familia en su oficina. Podría valer la pena hacerles
una visita —sugirió Cyril.
No tenía esperanzas, nada en este caso tenía sentido, pero a Cyril le
dije:
—Obtén su dirección. Iremos hoy.
—Otro dato interesante, el Dr. Ellis trabajó en el General de Nueva
Orleans durante aproximadamente una década. Tanto Kathy como Ivy
nacieron en el General de Nueva Orleans. No es digno de mención, ya que
es el hospital más grande de la zona; sin embargo, hice referencia a los
nacimientos en el General de Nueva Orleans durante un solsticio de verano
que se remonta a los años sesenta y ¿adivina quién trabajó en cada solsticio
de verano de 1985 a 1995?
—Ellis. —Eso no era una coincidencia. ¿Qué demonios estaba
haciendo?—. ¿Qué sabemos de Ivy Blackwood?
—Ahí es donde se pone aún más raro. No hay nada sobre ella.
—¿Qué quieres decir?
Dejó caer otra carpeta en mi escritorio. La abrí de golpe.
—Ella nació en 1985. El incendio, cuando la señorita Blackwood tenía
diez años, la llevó a Misty Vale al cuidado de un hombre que no existía antes
de su año de nacimiento, pero no hay transcripción de prueba.
—¿No hay transcripción de prueba? ¿Cómo es eso posible? —Me volví
hacia mi computadora y saqué su nombre. Como menor de edad, se le
debería haber asignado un trabajador social y un abogado. Sin embargo,
Cyril tenía razón. No era solo la transcripción de prueba que faltaba; no
había registro del transporte al hospital, la entrega por escrito de su
atención va del estado de Louisiana a sus médicos en Misty Vale. No había
archivos médicos. Perder una de estas cosas era motivo de preocupación,
extraviarlas todas era francamente criminal... o jodidamente sobrenatural.
—¿Dónde estaba la señorita Blackwood desde su nacimiento hasta el
incendio?
—No puedo encontrar nada.
—Él estaba buscando a Ivy Blackwood.
—¿Por qué a ella? —preguntó Cyril.
—No lo sé, pero él todavía la está tratando. Lo viste; él no nos quería
allí. No quería que hiciéramos preguntas. ¿Y cuando intentó que nos
fuéramos? ¿Qué demonios fue eso? Parecía sorprendido cuando no hicimos
lo que sugirió.
—Él no es un Jedi. —El intento de humor de Cyril fue apreciado, pero
93 luego lo siguió con—: Hay algunos que pueden persuadir a la gente a través
de sugerencias para que hagan lo que ellos quieran.
No debería sorprenderme escuchar eso, pero todavía me asusta un
carajo.
—¿Magia?
—Magia oscura.
Un escalofrío se movió a través de mí. El que buscamos practicaba la
magia oscura.
—¿Crees que él podría ser el responsable de lo que sea en que se haya
convertido Henry Werth?
—Ivy tenía marcas de garras; él es su doctor. Lo miraré.
—¿Y no hay nada de Ivy Blackwood desde su nacimiento hasta cuando
tenía diez años?
—No. Su madre, Luna Blackwood, murió en el parto según los registros
del hospital, pero no hay un certificado de defunción para ella, y su bebé
desapareció del hospital.
—Espera, no hay registro de la muerte de la madre, pero hay un
certificado de nacimiento de Ivy.
—Sí.
—¿Pero ella desapareció y no presentaron el informe de una persona
desaparecida?
—No.
Un escalofrío se movió a través de mí en otro enlace que lo ataba todo
junto.
—Nick miró en la casa de LeBlanc. Los LeBlancs eran dueños de la casa
a mediados de los mil ochocientos; fueron los últimos dueños conocidos.
Tuvieron una hija que también desapareció. Adelantándonos unos cientos
de años, tenemos a la señorita Blackwood. Nació en 1985, pero no aparece
hasta que tiene diez años, sufre el mismo tipo de lesiones de los siglos
anteriores, pero vive, luego supuestamente mata a sus padres de crianza
temporales y termina al cuidado de un hombre que no existía antes de su
nacimiento, un hombre que creo que la estaba cazando. Veintidós años más
tarde, la gente comienza a morir de nuevo por el modus operandi de lo que
ahora sabemos que es un asesino sobrenatural.
Cyril era de un blanco fantasmal. No lo culpo. Me sentía mal del
estómago.
—¿Y sus padres adoptivos? —pregunté.
La voz de Cyril no era muy fuerte cuando respondió:
94
—Tampoco hay mucho en ellos. Los Devanes, Felix y Shelly. Parece que
se mudaron a la ciudad justo antes de que la tomaran.
—¿No hay tiempos de espera obligatorios, verificación de antecedentes?
—Generalmente.
—¿Así que vienen a la ciudad, crían una niña y luego mueren en una
casa incendiada por ese niña?
—¿Qué estás pensando? —preguntó Cyril.
—¿Quién diablos es Ivy Blackwood? Creo que antes de visitar a la
familia del Dr. Ellis, necesito visitar a mi antecesor y averiguar qué recuerda
sobre su caso. A ver si recuerda a este Dr. Ellis. Demonios, no puede hacer
daño preguntar sobre sus experiencias con el lugar de LeBlanc.
—Bueno. Seguiré buscando en los archivos algo que podríamos haber...
Un estruendo que sacudió las paredes ahogó el resto de su frase.
—¿Qué diablos es eso? —Pero ya estaba fuera de mi oficina. No era el
único investigando la perturbación. Me abrí paso entre la multitud y salí a
la vista de las motocicletas que venían por la calle, un montón de ellas.
El motorista principal aparcó frente al bar Leona´s y lanzó una enorme
pierna cubierta de mezclilla sobre su Harley. Tenía que estar empujando los
dos metros. Sus brazos eran del tamaño de troncos de árboles. Él
probablemente podría levantar mi auto patrulla con poco esfuerzo. Su
expresión era de piedra mientras escudriñaba la calle, sus ojos se posaron
en mí durante uno o dos latidos. Por qué tenía la sensación de que estaba
evaluando si éramos la amenaza, no podría decirlo. Su pandilla tenía la
misma mirada dura, observando sus alrededores como si estuvieran
haciendo reconocimiento. Se movieron en masa a Leona´s, la gente salía del
bar mirando a los recién llegados con asombro y temor.
—Oh, Dios mío, son calientes —dijo Doris y luego se sonrojó cuando se
dio cuenta que lo había dicho en voz alta.
—¿Quiénes demonios son? —preguntó Cyril.
—No lo sé, pero espero que no estén aquí para causar ningún problema.
Sentí los ojos de Cyril en mí cuando preguntó:
—¿Por qué?
—Porque no hay suficientes policías en todo Louisiana para
enfrentarlos.

95 Thomas Grier había sido alguacil de Nueva Orleans desde 1963 hasta
2008. Cómo se las arregló durante tanto tiempo para hacer este trabajo fue
increíble. Yo tenía casi once años en esto y sabía que no lo haría por mucho
tiempo, especialmente después de este caso.
Su lugar estaba al borde del distrito Garden, una casa larga y estrecha
con molduras coloniales y persianas negras en las ventanas que eran tan
grandes y bajas, que literalmente podías atravesarlas hacia el exterior. Él
estaba sentado en su pequeño porche, bebiendo un vaso de té helado. Sonrió
cuando salí de mi auto.
—Josiah Abiviny. ¿El trabajo pateando tu trasero ya?
—Sí.
Él rio, una carcajada ruidosa.
—Te lo dije. ¿Quieres algo de beber?
—No rechazaría un vaso de eso.
—Ponte cómodo. Enseguida vuelvo.
Las mecedoras eran tan malditamente cómodas. Pensar en una vida de
simplicidad —una que parecía completamente imposible la mierda
viniéndose abajo— sonaba realmente bien. Sin muertes, sin sucesos
inexplicables, sin asesinos sobrenaturales. Viajar, hacer algo de la
carpintería que Dahlia quería hacer, sexo en el momento que lo deseáramos.
Joder eso sonaba bien. Tom volvió con mi dulce té. Golpeó el lugar. Se
acomodó en su silla.
—Escuché sobre los McKinnons, ese asunto desagradable. ¿Tienes
alguna pista?
Solo las que salieron directamente de un episodio de Expedientes X.
—Vamos a volver a través de todo. Es por eso que estoy aquí.
¿Recuerdas un caso con una Ivy Blackwood?
—No.
—¿Qué tal el caso Devane? Félix y Shelly Devane.
—Oh sí. Eso fue trágico.
Estaba teniendo esa puta picazón otra vez.
—Ivy Blackwood aparentemente comenzó el fuego. Ella tenía diez años.
—Una menor de edad. No, nunca hubo un menor en ese caso. Ni
siquiera fue un caso criminal. El fuego fue declarado accidental.
Basándome en el montón de tonterías en que nos estábamos metiendo,
no me sorprendió su anuncio. No hay nada sobre el Dr. Ellis o Ivy
Blackwood.
—¿Hay un archivo de esta Ivy Blackwood? —preguntó Tom.
96 —No mucho. Unas cuantas fotos, poco más.
—No sé qué decirte. No había ninguna niña, y solo sacaron dos cuerpos
de la casa.
—Entonces, ¿quién diablos es Ivy Blackwood? ¿Por qué está
encarcelada por un incendio que no comenzó? ¿Y por qué diablos está el
doctor Ellis tan interesado en ella?
—Buena pregunta.
—¿Qué sabes sobre el lugar de LeBlanc?
Se persignó.
—Ese lugar es maligno.
Estaba empezando a pensar lo mismo.
—¿Por qué dices eso?
—Ya vuelvo.
No tardó mucho, volviendo con un archivo.
—No es nada oficial, pero he estado manteniendo un registro de los
acontecimientos allí. Debería haberte dado esto cuando empezaste, pero no
quería que pensaras que estaba loco. Sabía que llegaría un momento en el
que vendrías a visitarme sobre ese lugar.
Era un archivo bastante grueso.
—Eso es un montón de acontecimientos.
—Como dije. El lugar es maligno.

El archivo de Thomas estaba encerrado en mi escritorio. No estaba listo


para leerlo, pero sabía que tenía que hacerlo. Cyril y yo nos sentamos en el
auto mirando lo que debería haber sido la casa del Dr. Gary Ellis en el
Distrito Garden, la dirección que tenía archivada. No era una casa; era un
monumento dedicado al solsticio de verano.
—Creo que está tratando de decirnos algo, con la conexión que este
caso tiene con el solsticio de verano. —Cyril expresó mis pensamientos
exactamente.
—Sí, idiota presumido. De acuerdo, supongamos que Ellis no es lo que
parece. Él está reteniendo a la Srta. Blackwood y tuvo contacto con Kathy
McKinnon. En este momento, él es nuestro mejor sospechoso.
97 —Estoy de acuerdo.
—Se podría argumentar que fue él quien lastimó a la señorita
Blackwood y mató a los McKinnons y a Henry.
—Estaba pensando en eso también.
—Todavía estoy teniendo problemas con cómo Henry se convirtió en lo
que es, y si Ellis está vinculado, ¿sabe él de esas criaturas? ¿Está
involucrado y cómo supo de lo sobrenatural?
—Buena pregunta. No puedo responderlas —respondió Cyril.
—Yo tampoco. E Ivy, estaría muerta si él la quisiera muerta, así que
cualquiera que sea su propósito, la necesita viva. ¿Por qué mató a los
McKinnons hace ocho meses y a Henry hace solo una semana?
—Creo que es un ritual en la naturaleza —sugirió Cyril.
—¿Pero un ritual para qué? —pregunté.
—¿Y cómo se enlaza Ivy Blackwood con eso? —agregó.
—Tenemos que averiguar dónde demonios estaba él antes de 1985. Tal
vez eso nos dará algo que seguir. —Me froté las manos sobre la cara con
frustración—. Vamos a la corte. Tom dijo que el caso de Ivy fue declarado
accidental. Quiero escuchar eso de ellos.
—¿Qué estás pensando?
—Estoy pensando que quiero que tu abuela haga un hechizo de
protección conmigo.
—Escuche eso.

—No hay un registro del caso —dijo de nuevo Deidre Baker, empleada
de la corte.
—Estás segura. ¿Tal vez fue otro juez que lo presidió?
—No, el juez Markel ha sido el juez del tribunal de distrito durante
treinta años. Habría sido él, pero no hay nada en el sistema. Tengo un
archivo del incendio de la casa Devane.
—Está bien, ¿qué es lo que dice?
—El fuego fue declarado accidental.
Así que el alguacil y el tribunal estaban en la misma página, lo que
todavía dejaba las preguntas, ¿quién diablos era Ivy Blackwood y cuál era
el interés del Dr. Ellis en ella?
—¿No hay un caso judicial con Ivy Blackwood como acusada?
98
—No, no uno que fuera manejado a través de esta corte.
Y sin embargo, había un archivo sobre su caso, fotos de la policía. ¿Qué
carajo?
—¿Qué pasa con el sanatorio Misty Vale. ¿Cuántos pacientes son
referidos allí?
—¿Sanatorio Misty Vale? —Ella revisó sus archivos—. No tengo registro
del lugar. —Giró la pantalla de la computadora hacia nosotros—. No hay
registro de un Misty Vale en nuestro sistema.
—¿Y el Dr. Gary Ellis?
—Tampoco tenemos registro de un Dr. Gary Ellis.
Me estaba volviendo inmune a lo extraño porque ni siquiera pestañee.
Pensé que el lugar no parecía operativo, aparentemente no lo era, pero
existía. Ivy Blackwood estaba encerrada allí. ¿Por qué?
—Hay un problema más grande, caballeros —anunció Baker—. Parece
que hay una mujer joven que ha sido encarcelada sin un juicio. Cualquier
registro de su obligación habría pasado por esta oficina, y no tenemos nada.
Nos pondremos a trabajar en sus papeles de liberación inmediatamente.
—¿Y si realmente está loca? —preguntó Cyril.
—No importa. Ella no puede ser retenida contra su voluntad sin el
debido proceso. Tenemos suerte si ella no demanda al estado de Louisiana.
No hay un tribunal en la tierra que no falle a su favor. —Deidre no se
equivocaba al respecto.
—Cuando tengas los papeles redactados, llámame. Los ejecutaremos
personalmente —le ofrecí.
—Muy bien.
Cyril esperó hasta que estuvimos afuera en los escalones del juzgado
antes de decir:
—¿Qué diablos está pasando, Josiah? Es como una casa de naipes.
—No sabemos quién es Ellis y estamos en un callejón sin salida con los
McKinnons, pero tenemos a Ivy Blackwood. Él la quería. La vigila desde que
la encontró. ¿Por qué? ¿Qué hay en ella que él estuvo de acuerdo en
encerrarla ilegalmente durante las últimas dos décadas? Averiguamos quién
es ella; podríamos averiguar qué demonios está tramando Ellis.

99
100

Mirando a la vuelta de la esquina, el pasillo estaba vacío. Después de


la visita del alguacil, el doctor Ellis estuvo inusualmente ausente. Algo sobre
esa reunión había sido inesperado, algo que él no había planeado. ¿Era
posible que supiera que el sheriff estaba vinculado conmigo? ¿Era eso lo que
lo había desconcertado?
Siempre había pensado que mis sueños eran solo mi loco escape, pero
¿y si hubiera algo más? ¿Y si hubiera más acerca de por qué estaba aquí?
Había muertes sucediendo en este momento. Estaba claro que el enlace que
el sheriff quería explorar eran esas marcas en mi cuello y brazo de cuando
era una niña. ¿Qué las causó? ¿Estaba de regreso? ¿Cuántas personas
participaron? ¿Cuántas estaban muertas?
La ira me atravesó porque el doctor Ellis también estaba conectado a
todo esto. Él había estado en el hospital cuando yo era una niña. Había sido
quien me trajo aquí. Me había acogido durante veintidós años, me había
llenado la cabeza con la creencia de que estaba loca. Pero estaba empezando
a creer que no estaba loca en absoluto. Me quería ¿Para qué?
Necesitaba entrar en su oficina. Miré a mi alrededor para asegurarme
de que estaba sola antes de caminar por el pasillo. No tenía una asistente,
así que después de echar un vistazo rápido para ver que la habitación estaba
vacía, me deslicé dentro. Necesitaba encontrar el frasco con la etiqueta
amarilla. Era una locura siquiera contemplar tomar la droga cuando no
tenía ni idea de lo que era, pero todos estábamos locos aquí, y estaba
desesperada.
Vi el archivador al otro lado de la habitación. Curiosa, me dirigí hacia
él, pero me detuve cuando vi las fotos de su familia. Nunca le visitaban. No
en todo el tiempo en que estuve aquí. Nunca pensé mucho en eso, pero ahora
era otra pieza que no encajaba, otra parte de su mentira perfectamente
construida que se estaba desmoronando.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó de la nada la voz de la reunión con
el sheriff.
Salté y me di la vuelta.
—¿Qué demonios? ¿Quién eres? —pregunté al aire.
—Tristan.
—Hemos hablado antes, ese día con el sheriff.
—Hemos hablado más veces de las que recuerdas. Consigue las drogas
y vete de aquí —insistió.
Sospeché que tenía razón al respecto, otra queja presentada contra el
doctor Ellis. De alguna manera me estaba quitando mis recuerdos.
101
—Quiero respuestas.
Una pausa antes de que él dijera:
—Date prisa, Nancy Drew.
Me detuve con mi mano enroscada alrededor del tirador del cajón.
—¿Quién diablos es?
—Cierto... no importa.
Tristan era solo una voz en mi cabeza, así que, ¿cómo sabía cosas que
yo no sabía? Curiosa y escuchando la puerta, abrí el cajón. Al principio no
reaccioné porque una parte de mí no estaba sorprendida.
—¿Qué? —Exigió la voz.
—Aquí no hay nada. —Abrí todos los cajones y todos estaban vacíos—
. ¿Dónde están los archivos de sus pacientes?
La inquietud me atravesó cuando me puse tras el escritorio del doctor
Ellis. Todos sus cajones estaban vacíos también. No había nada en el
escritorio más que un pisapapeles y un portalápices. Sin teléfono, sin
computadora. Nada.
—Todo esto es una mentira, ¿no?
—Sí.
—¿Cómo sabes eso y quién diablos es Nancy Drew? —Otra pieza encajó
en su lugar. No estaba segura de si era el loco medidor que se inclinaba
hacia un lado, una reacción a todas las drogas en mi cuerpo o el darme
cuenta de que mi amigo imaginario no era realmente mi imaginación. No
quería preguntar, porque sabía la respuesta y no podría entenderla.
Pregunté de todos modos—. No eres mi imaginación, ¿verdad?
—No.
—Sabías que no encontraría nada.
—Sí. Quieres respuestas y la única que te impide obtener esas
respuestas eres tú. No estás loca y no estás imaginando cosas. Todo tiene
un significado, júntalo, pero rápido porque te estás quedando sin tiempo.
—Necesito encontrar un frasco con una etiqueta amarilla.
—¿Por qué?
—El doctor Nelson creo que, a su manera, me está ayudando. Esa droga
me ayudará a recordar.
Un ruido en el pasillo me detuvo en seco.
—Revisaré. Busca ese frasco.
En silencio, me moví a través de la oficina y encontré un gabinete que
estaba lleno de frascos. Uno tenía una etiqueta amarilla. Tomé un frasco y
102 una jeringa y los guardé en el bolsillo antes de dirigirme a la puerta.
—Todo despejado —declaró Tristán.
Salté ante su anuncio, pero me guardé mi comentario. No fue hasta
que estuve lejos de la oficina del doctor Ellis que empecé a respirar normal
de nuevo.
—¿Tristan?
—Sí.
—Mis sueños. No son sueños, ¿verdad?
—No.
—Algo viene, algo malo.
—Sí, y todos tenemos que descubrir por qué estamos luchando.
Mi corazón cayó porque en el fondo lo sabía, había sentido que el mal
se hacía más fuerte... preparándose.
—Voy a dar un paseo.
—¿Qué pasa con la droga?
—Tan pronto como regrese a mi habitación.
Una pausa antes de que él agregara:
—No esperes demasiado. El tiempo no está de tu lado.
Salí, alrededor de la casa. No supe cuánto tiempo estuve allí, pero parte
de la niebla que me mantuvo alejada de mis recuerdos se dispersó. Lo que
vi no fue lo que estaba allí, pero aún así la visión era tan clara de un campo
y el carril que se topaba con él. Una mujer en un vestido blanco, con su
cabello oscuro cayendo por su espalda, corría mientras su risa soplaba en
el viento. Ella siguió mirando al hombre del que huía, con el rostro lleno de
amor. Se movió con pasos decididos, y cuando la atrapó, sujetó su cara con
las manos y la besó. Me dolía el pecho por el recuerdo fantasma de ese beso,
uno de los mil besos y cada uno era como un copo de nieve, diferente y
perfecto a su manera. Toqué mis labios, cerrando los ojos para saborear el
recuerdo. Él era por lo que estaba luchando.
Esa noche, en mi habitación, no perdí tiempo en inyectar las drogas en
mi cuerpo. Había sido víctima el tiempo suficiente. Era hora de cambiar el
juego.
103 Tomó otra copa de vino a pesar de que no hizo nada por aliviar su
excitación. Si su madre lo supiera la mataría. Se suponía que debía estar en
la escuela estudiando, no de fiesta en las calles, bebiendo toda la noche. Por
primera vez en su vida había desafiado a su madre y hecho lo que quiso.
Estaban tan contenta, lo suficiente como para incluso contemplar dejar la
escuela. No era su sueño convertirse en doctora, era el de su madre. Su
sueño era abrir una tienda donde vender y exponer sus diseños de joyas. Su
madre la había desanimado, diciéndole que nunca conseguiría dinero
mediante su hobby, pero al ver todas las pequeñas tiendas en Nueva
Orleans, supo que su madre estaba equivocada.
Tendría que pensar en lo que estaba por venirle, no tomaría la decisión
ahora mientras estuviera toda acelerada y ligeramente intoxicada. Además,
iba a encontrarse con Justin. Se comprobó en el espejo. Su amiga Lauren le
había dicho que se comprase el vestido. Estaba tan contenta de haberla
escuchado. Las simples líneas abrazaban su figura, bajo el vestido, llevaba
un tanga de seda negro y nada más. Tenía veinte años y todavía era virgen,
pero todo iba a cambiar ese día. Había pensado en tener sexo con alguno de
sus amigos, pero entonces apareció Justin. Sexy, caliente, dulce y la
incomodidad de después no iba a estar ahí porque decidiera lo que decidiese,
tenía que volver a la escuela excepto en el caso de dejarla. Se iba en dos
días, dos días para pasarlos con el caliente extraño y después averiguaría el
resto de su vida.
Un golpe en la puerta hizo que acabara de beberse su copa.
Al abrir la puerta, los ojos azules de Justin sonrieron primero.
—Eres hermosa, Cassie.
Sintió el rubor subir por su cuello.
—¿Estás lista? —preguntó.
—Sí.
—Caminaremos si te parece. No está lejos —sugirió Justin.
—Un paseo suena muy bien.
Su mano rozó la de ella; su vacilación era dulce. Entrelazaron sus
dedos.
Las personas estaban fuera, las calles llenas de gente. Ella observó
todo, sus sentidos estaban sobrecargados, pero esta era una noche que de
la que quería recordar cada detalle.
Él la condujo hasta un pequeño callejón y un cosquilleo agitó el cabello
en su nuca, pero Justin le apretó la mano asegurándola. Él abrió una puerta
y la sostuvo para ella. En el interior no tenía mucha cosa pero era hermoso.
Alguien se había tomado el tiempo encendiendo velas; la sala estaba llena
104
de ellas. En el centro había una mesa con una tela blanca y platos.
—Pensé en cenar.
Ella se llevó la mano a su estómago.
—No creo que pueda comer nada.
Una sonrisa juguetona curvó sus labios mientras su pulgar acariciaba
su mandíbula.
—¿Quizás después?
No podía creer que estuviera haciendo esto, no podía creer cuán
atrevida estaba siendo, pero sí, le quería y le quería ahora.
—Después.
Él le tomó la mano de nuevo y la llevó a otra habitación. La cama era
enorme, sábanas de satén negro cubriéndola. En el fondo de su mente, sabía
que no era la primera persona que había traído aquí, pero eso no le
importaba. Se acercó más, su mano se movió a la parte baja de su espalda.
—¿Segura de que quieres hacer esto?
A pesar del nudo en la garganta, ella estaba muy segura.
—Sí.
Se dirigió a la cómoda y cogió dos vasos de vino que ya habían sido
llenados.
—Parece como que necesitas esto.
Agradecida, se bebió todo el vaso de un trago.
Él se rio y rozó sus labios sobre su frente.
—Eres adorable.
Tomó el vaso de ella y lo colocó sobre la mesa antes de caminar hacia
la cama, sentándose en el borde y tirando de ella entre sus piernas.
—¿Vas a quitarte la ropa para mí?
Los nervios retorcieron su vientre, pero estaba tan encendida que no
dudó. Sus dedos se sentían raros mientras tiraba de un tirante por su brazo
y después el otro. Sus ojos estaban enganchados a ella, como si fuera la
mujer más hermosa del mundo. Y ese foco la volvió valiente. Tiró del algodón
por su cuerpo, sus ojos calentándose cuando sus pechos fueron liberados.
Él siguió la tela por su estómago, su foco se quedó en la muestra de encaje
negro entre sus piernas.
—Eres tan jodidamente hermosa.
Se sentía hermosa con él.
Su mirada la recorrió, sus dedos se movieron sobre su estómago, jugó
con el borde del encaje que cubría la parte de ella que él quería. Deslizó sus
105 dedos bajo el encaje, encontrando su calor. Su pulgar frotó su clítoris, y sus
piernas se debilitaron.
—Ábrelas para mí —la animó, sus piernas respondiendo antes de que
su cerebro entendiera la orden. Él bajó la seda por sus piernas. Su pulgar
continuó el asalto a su clítoris mientras sus dedos remoloneaban antes de
hundirse en ella. Ella jadeó de dolor, pero el placer que siguió hizo que
cerrase sus ojos y sus caderas se movieran ante su toque. Sus ojos eran
oscuros casi negro cuando la aceró y se metió un pezón en su boca. Lo
mordió, y ella gritó de dolor incluso mientras su clítoris tenía un espasmo
de placer, el orgasmo tan intenso que tuvo que cogerse de sus hombros para
mantenerse en pie. Estaba mareada cuando terminó.
—¿Confías en mí?
Lo hacía. Apenas le conocía, pero confiaba en él.
—Sí.
Él sonrió. Le gustó esa respuesta.
—Acuéstate.
Su estómago se estremeció con lujuria y nervios, pero hizo lo que le
pidió. Él se puso sobre su cuerpo para coger la corbata de seda y atar una
de sus muñecas a la pata de la cama.
El corazón galopaba en su pecho. Tenía miedo, pero estaba más
excitada. En secreto, siempre se había preguntado cómo se sentiría ser
atada. Él ató la otra muñeca.
Se puso de pie, se quitó la camisa por la cabeza, y se bajó los pantalones
vaqueros. Su boca se hizo agua al verlo ya duro, la punta reluciente. Se
acarició mientras la miraba. Ella quería verlo correrse, pero él se movió.
Subiendo a la cama y empezando por sus pies, besó todo su cuerpo,
tomándose algún tiempo entre sus piernas. Cuando en llegó a su boca, ella
estaba rogándole.
—Sabía que eras pasión embotellada. Sólo necesitabas ser liberada.
Sus manos se movieron por su cuerpo hasta las caderas. La levantó,
su pene demandando entrada. Sus ojos se encontraron antes de que él se
sumergiera profundamente. Por un segundo, pensó en la protección, pero
las sensaciones eran demasiadas como para centrarse en eso. Dolía, pero se
sentía tan bien a la vez. Era enorme, llenándola por completo. Se retiró y
entró de nuevo. Ella se cogió de las restricciones, haciendo algo de palanca
para moverse con él; su espalda se arqueó cuando él se hundió en lo más
profundo. No podía creer que hubiera esperado tanto tiempo para tener
relaciones sexuales, no podía creer que se hubiera negado a sí misma algo
que se sentía así. Él trabajó su cuerpo como un maestro, y cuando ella se
corrió, sus ojos se cerraron de nuevo mientras un placer increíble la
consumía. Sus caderas se movían más rápido, él se endureció más. Su cara
106 en éxtasis era dura pero hermosa. La necesidad de alcanzar y tocarle era
fuerte, pero estaba presa. Su estómago se estremeció de emoción porque le
gustaba. Su cuerpo estaba empezando a subir de nuevo y quería eso, ella
siguió su ritmo.
Nunca apartó su mirada de ella, viendo lo que cada cambio de sus
caderas le hacía. Le acarició la mejilla casi con reverencia.
—He soñado con esto —susurró.
Su cabeza estaba nublada por el vino y el orgasmo inminente, pero esas
palabras eran las más dulces jamás le habían dicho. Parecía un ángel
oscuro, tan condenadamente hermoso.
Sus brazos se levantaron, la luz de las velas se reflejaba una hoja.
Sus ojos se abrieron con miedo; la felicidad se convirtió en temor y ella
tiró de sus ataduras incluso mientras su cuerpo sucumbía ante otro
orgasmo. Todavía no se había corrido del placer cuando él hundió la daga
en su corazón.

Rugió, la oleada de poder atravesándole era intoxicante. Estaban


matándose, girando el uno contra el otro. La supervivencia del más apto y
toda esa traición, el miedo y la confusión debilitando la barrera que lo
sujetaba. Sus dedos penetraron en la magia, sus ojos ardían con venganza,
un nuevo reino en los esqueletos de los niños que lo habían traicionado.
107

No estaba segura de si era la droga actuando o si mi cerebro hacia lo


suyo. Pensé que recuperaría mis recuerdos cuando la droga me aclarara la
mente, pero creo que la droga me estaba permitiendo ver lo que era real y
no la ilusión en la que vivía. Las sombras bailaban en mi habitación, una
tomó forma. Una bestia de pezuña, la que había visto en el patio. Los ojos
rojos de sangre miraron fijamente desde un rostro inhumano, pero no era
miedo lo que sentía.
—Has estado conmigo desde que era una niña.
No dijo nada, pero sentí la advertencia, la urgencia de que escapara.
Salí de la habitación, pero me detuve y miré hacia atrás.
—Gracias por mantener alejados a los monstruos. —Salí corriendo de
mi habitación. No llegué muy lejos cuando una oleada de poder se extendió
por el pasillo, y justo ante mis ojos, la escena cambió. Los pasillos blancos
que yo conocía se habían ido, reemplazados por viejos empapelados que se
estaban desmoronando, los pisos de madera marcados y con cicatrices.
Apliques de luz colgaban de la pared, los que funcionaban parpadeaban. Mi
pulso latía en mi garganta, y la claridad vino como un martillo. Esto no era
un hospital; era una jaula
Las palabras cayeron de mi boca.
—Tengo que salir de aquí.
—Sí, tienes que hacerlo.
Me volví hacia Tristán y grité porque de pie junto a mí había un hombre;
él era más joven que yo, vestido con ropa de otra época, el tejido grueso de
sus pantalones marrones, la camisa blanca suelta. Su cabello rubio era
largo para sus hombros y tenía brillantes ojos azules.
—¿Tristán?
—¿Me puedes ver?
—Sí.
—Ya era hora. —Miró a su alrededor—. ¿Cuál es el plan?
—Tengo que escapar, pero no sé cómo. —Continué por el pasillo,
constantemente mirando hacia atrás, esperando ver al doctor Ellis o Bart
viniendo a por mí. En la estación de enfermería, la mujer que siempre estaba
allí no estaba. Fuera lo que fuera esto, la magia que sospechaba, el hechizo
se estaba rompiendo.
—¿Crees que hay una llave para la puerta? —le pregunté.
108 —Lo dudo, pero es más que un candado lo que te mantiene aquí.
—¿Qué quieres decir?
—Sientes el pulso de la magia.
Lo hacía. No podía creer que fuera real, pero lo sentí.
—Sí.
—Lo que sea que esté ocultando este lugar también te mantiene aquí.
—¿No puedo pasar de la puerta?
—No. —Me estudió antes de decir—. No me crees.
—No es que no te crea, pero bueno... —Supongo que no lo hacía. Me
dirigí hacia la puerta.
—¿A dónde vas?
—Necesito verlo por mí misma.
—No puedo decir que esté sorprendido. Eres terca, pero hazlo rápido.
Salí, estaba amaneciendo, y el sol estaba saliendo por el horizonte. Sin
embargo, no necesitaba su luz, porque cuanto más me acercaba a las
puertas, más fuerte era el pulso. Tristán tenía razón. No podía salir. Alguna
fuerza invisible me mantenía dentro. Bueno, mierda.
De vuelta al interior, comencé a caminar porque esto iba a ser más
difícil de lo que pensaba.
—¿Cómo lo rompemos?
—Tenemos que romper el hechizo.
—¿Cómo?
Ratón llegó corriendo por el pasillo en ese momento. Ambos nos
volvimos hacia él; lucia frenético, moviéndose exactamente como me
sentía... inquieto. Me incliné hacia él, cuando creció ante mis ojos.
—¿Estás viendo esto? —le pregunté.
Tristán sonaba asustado.
—Viendo, no creyendo.
Mi ratón se convirtió en una mujer de mi edad con el pelo de color
púrpura y vestido de cuero.
—Nunca voy a hacer eso otra vez. No me importa para quien sea. —Se
estiró y se contorsionó de una manera que no creí que fuera humanamente
posible antes de que sus ojos verdes se posaran en mí—. Ivy. —Ella sonrió—
. Lo siento. No es mi mejor presentación, pero nos estamos quedando sin
tiempo.
—Sólo eras un ratón —dije casi como una pregunta. ¿Qué demonios?
109 —Sí. Transformada en uno.
—¿Magia?
—Sí.
Eso debería asustarme. Pero no lo hizo
—¿Por qué estabas transformada en un ratón?
—Necesitaba una forma de entrar.
—¿Para qué?
—Para sacarte.
—¿Estás aquí para sacarme?
—Sí, y esa es la única razón por la que dejé que ese loco me convirtiera
en un ratón de campo, un jodido ratón de campo.
—¿Qué loco?
Ella lo ignoró.
—Ellis volverá pronto. Tenemos que irnos.
—¿Quién eres? —pregunté.
Ella le tendió la mano.
—Aine Wolfhart.
Casi le pregunto qué era ella, pero me mordí la lengua. Sacudí la cabeza
hacia Tristán.
—Eso es lo que estábamos tratando de averiguar.
—¿Nosotros?
—Tristán. Él es mi amigo imaginario Bueno, en realidad no está...
—En realidad soy un fantasma —corrigió Tristán, lo que me hizo girar
la cabeza en su dirección.
—¿De verdad? Eres un fantasma. Eso es genial.
—¿Estás hablando con un fantasma? —Aine no parecía asustada;
parecía intrigada.
—Aparentemente.
—¿Lo ves?
—Nunca solía hacerlo, pero lo hago ahora.
—Te estás volviendo más fuerte. Podrías sacarnos de aquí.
—¿Qué es este lugar?
—Un encantamiento. —Aine me estudió antes de preguntar—: No
pareces sorprendida.

110
—Sé que este lugar no es lo que parece. Sé que Ellis no es lo que parece.
He visto cosas toda mi vida, he tenido visiones que no puedo explicar. El
fuego no me hace daño.
—¿Disculpa? —dijo Aine.
—Fuego. No me quema; no deja una marca, y dime loca, pero casi la
convoco. ¿No, Tristán? —Espera, me acordé de eso.
—Sí.
Aine sonrió. Había un significado detrás de esto, pero no pregunté.
—¿Qué hay de Ellis? ¿Qué es él?
—No es lo que parece. Como tú y yo, él es diferente.
—Quieres decir porque eras un ratón...
—No soy un cambia formas.
No pedí aclaraciones sobre esa declaración y en cambio pregunté:
—¿Qué soy yo?
—No lo sé, pero tu firma mística no es una que haya sentido antes.
—¿Firma mística?
—Todo ser sobrenatural tiene una, incluso los fantasmas —dijo
mientras miraba a Tristán a mi lado, a pesar de no poder verlo—. Tu firma
atraerá a los demás.
—Eso suena ominoso.
—Podría ser. Depende de quién conteste la llamada.
—Solo para aclarar, ¿de qué estamos hablando exactamente cuando
decimos seres sobrenaturales?
—Desde fantasmas y duendes hasta... —Dudó un segundo antes de
agregar—: Demonios.
—¿Es eso lo que eres, un demonio?
—Soy un demonio del reino externo.
—¿El reino externo?
—Diferentes círculos en el infierno, soy del más alejado del epicentro.
Puedo moverme más fácilmente que aquellos dentro de los círculos más
cercanos. Pero eso significa que no soy tan fuerte.
—¿Realmente hay círculos del infierno? —Esta conversación era
extraña, pero sabía que era real. Cada palabra—. Entonces, cuanto más
cerca estás del epicentro, más fuerte eres, pero menos capacidad tienes de
moverte del infierno a lo que hay aquí. —Luego bromeé y pregunté—:
Entonces, ¿por eso el diablo nunca ha aparecido en la tierra? ¿Porque no
puede?
—Puede y lo hace.
111
Mi boca se abrió, pero no salieron palabras porque no esperaba eso.
Está bien, tal vez no todas las palabras.
—¿El diablo es real?
—Por supuesto.
—¿Y ha estado en la tierra?
—A menudo.
—¿Por qué a menudo?
—Vive aquí.
—¿El diablo vive aquí?
—Sí, en Las Vegas.
—¿El diablo vive en Las Vegas? —Supongo que de todos los lugares en
el mundo en que él podría vivir, la ciudad del pecado tenía sentido—. ¿Por
qué las Vegas?
—Es el dueño del Bellagio.
Por supuesto que lo era. Y esta era la realidad. Puede que tenga un
poco de dificultad para superar esto.
—Estuve contigo hasta el diablo.
—Todo esto es fascinante, pero podríamos dejar la charla para más
tarde. Tenemos poco tiempo —regañó Tristán antes de mirar a su
alrededor—. Te está reteniendo aquí por una razón.
—¿Qué quieres decir?
—No sé mucho acerca de la magia, pero sí sé que cuanto más personal
sea un hechizo, más poderoso.
—¿Qué significa eso?
—¿Qué está diciendo? —preguntó Aine.
—Está tratando de averiguar por qué me retienen aquí.
—Buena pregunta.
Me alegra que estuvieran en la misma página porque estaba perdida.
—Si el hechizo involucra algo personal con el que se lanzó, más fuerte
—ofreció Tristán.
—¿Y por qué creemos que este hechizo es para mí?
—Porque nadie más aquí es real. No te lo dije por tu alegre
personalidad. Fuera de ti, el doctor Ellis, el camillero y Aine aquí, nadie más
es real.
112 —¿Que dijo?
—Nadie más aquí es real, excepto tú, Ellis y Bart. ¿Qué hay de Harold,
Evelyn, el doctor Nelson y Emily?
—Fantasmas, como yo.
—¿Pero podía verlos?
—Sí, me molestó muchísimo. —Me estudió por un minuto—. En
realidad crees. ¿No es así?
—No puedo explicar esta nueva realidad o la parte que interpreto en
ella, y hay piezas con las que estoy luchando, pero sí, creo. Es más real que
la existencia que he estado viviendo. —La rabia vino, ardiendo a través de
mí como fuego porque había sido una prisionera, pero no por la razón que
había pensado—. ¿Qué es el doctor Ellis y por qué me mantuvo aquí?
—No es seguro. Nunca sentí firmas místicas como las de ellos tampoco
—respondió Aine.
—¿Ellos?
—Ese camillero y Ellis comparten firmas similares.
—Espera, ¿El doctor Ellis no es humano?
—No del todo, no.
Eso era desconcertante. Había estado encerrada por décadas con
fantasmas y monstruos. ¿Qué demonios?
—El doctor Ellis me trajo aquí. Sabía dónde encontrarme y me trajo
aquí.
—Dijiste que podías invocar fuego —dijo Aine.
—Creo que puedo. No tuve éxito, pero sentí algo cuando lo intenté.
—Eso podría ser lo que te trajo al doctor Ellis —ofreció Aine.
—Me perdiste.
—Las firmas místicas, el fuego podría ser la tuya —razonó Aine—.
Podría ser la clave para salir de aquí.
Hubo un incendio esa noche, uno que probablemente empecé,
salvándome de un monstruo que me dejó en manos de otro. No había tenido
una oportunidad, pero ¿por qué? ¿Qué demonios querían conmigo?
Pensaría en eso después de que saliéramos de aquí.
—¿Y ahora qué? —pregunté.
—Encontramos el corazón de la casa, pero tengo una pregunta. ¿Por
qué no se va tu fantasma? —preguntó Aine.
—Porque es un dolor en el trasero.
113
—No puedo.
Mi cabeza se sacudió hacia él.
—¿No puedes?
—No. Estoy atado aquí.
—Está atado aquí.
—Eso es interesante. ¿Qué hay de los tuyos? —preguntó Aine, lo cual
no tenía ningún sentido.
—No estoy seguro —respondió Tristán, pero tuve la sensación de que
no era del todo cierto.
—¿Qué dijo? —preguntó Aine.
Esto iba a volverse una costumbre muy rápido. Transmití el mensaje
del fantasma al demonio. Esta era la vida real.
—¿Quién o qué era él antes de morir? —preguntó ella.
—Nadie importante —respondió, pero una vez más, tenía la sensación
de que estaba mintiendo. Aún así, él era importante; todos eran importantes
para alguien.
—Eso no es cierto —le dije antes de compartir con Aine su comentario.
Ella tenía un pensamiento en eso, pero se lo guardó para sí misma.
—Necesitamos averiguar por qué estás aquí... ¿este lugar
específicamente?
—Estoy de acuerdo —se ofreció Tristán.
—Él está de acuerdo. Entonces, ¿por dónde empezamos? —pregunté.
Ambos respondieron al mismo tiempo.
—La sala cerrada.
Mi mente se estaba despejando porque las palabras estaban fuera
antes de que las considerara.
—Me siento atraída por ese sector.
Los ojos de Aine brillaron.
—Entonces estamos en algo. Vamos. —Ella comenzó a caminar por el
pasillo.
Sabía que el tiempo no estaba de nuestro lado, sabía que tenía que salir
de aquí, pero me preocupé por la caja de Pandora que abriríamos cuando lo
hiciera.
—Tengo un mal presentimiento —murmuré.
Tristán mantuvo el ritmo a mi lado. Vi su sonrisa antes de que
respondiera:
114 —Pero estás sintiendo algo. Ese es un paso en la dirección correcta.
—Buen punto.
Aine nos estaba esperando.
—La sala cerrada es por allí. —Señaló y luego comenzó a pavonearse—
. Sólo actúen normal. No necesitan alertar a los guardias.
¿Guardias? No quería saber.
—Lo normal destaca aquí —corregí y luego agregué—: Está bloqueado.
¿Cómo vamos a entrar?
—Soy más de un minuto a minuto, soy una chica que vive en el
momento, así que cruzaremos ese puente cuando lleguemos a él.
Puse los ojos en blanco porque ese comentario tan ridículo.
—Vamos a estar en ese puente en unos dos minutos, por lo que ahora
sería un buen momento para comenzar a pensar en cómo abriremos la
cerradura.
—¿Puedes flotar por la puerta y desbloquearla desde adentro? —
preguntó Aine. Como idea no fue mala.
Juro que Tristán puso los ojos en blanco.
—Ves demasiadas películas. No funciona de esa manera; además, es
un candado y una cadena, no una cerradura de puerta.
Compartí eso con ella, pero no se me escapó que estaba caminando por
el pasillo con un demonio y un fantasma y esto era real. Debía estar
enloqueciendo; la realidad era incluso más loca que mis imaginaciones.
Aunque no lo estaba. No tenía miedo, ni de ellos, ni de esta nueva realidad,
ni siquiera de la muerte. La muerte era el final al que todos nos enfrentamos,
el camino hacia ese fin era la vida, y yo iba a tener una. Finalmente.
—¿Qué pasa si estamos equivocados acerca de la sala cerrada? ¿Y si
ese no es el secreto de lo que me retiene aquí?
Tristán se puso serio cuando dijo:
—Entonces se acabó el juego.
Aine se dio la vuelta.
—No estamos solos.
Sentí la malicia de Bart antes de girarme para verlo merodeando por el
pasillo detrás de nosotros.
—¿A dónde diablos crees que vas?
Aine se puso entre Bart y yo.
—No la alejarás de mí —susurró.

115
—La quieres... entonces ven y búscala. —Pensé que eso era
extraordinariamente valiente considerando que él se alzaba sobre ella. Me
quedé recta, porque en el siguiente segundo, ella se transformó y no en un
ratón. Me quedé boquiabierta cuando la pequeña mujer creció a unos dos
metros de altura, su piel se volvió gris, sus pies se convirtieron en pezuñas,
apareció una cola y alas y el verde de sus ojos se volvió rojo. No es igual que
la criatura de mi habitación y el patio, pero similar.
Bart se lanzó y ella lo arrojó como una mosca. Él voló por el aire, se
estrelló contra la pared y aterrizó en un montón en el suelo. Se sacudió y se
puso de pie, pero fue la sonrisa malvada que curvó sus labios lo que me hizo
temblar. Fue a por Aine de nuevo, pero esta vez, mientras se movía, cambió
a una de esas grotescas criaturas que me perseguían a través de los años.
Ellos eran reales. Eso causó enojo, un fuego se encendió en la boca de mi
estómago para saber que me estaba provocando incluso cuando no lo sabía.
Aine lo señalo; se encontraron en el aire; el sonido cuando chocaron sus
cuerpos sacudió la sala. Se giraron, arañando y mordiendo. Aine salió
volando; su cuerpo golpeó la pared, desmoronando el yeso. Se sacudió y fue
por él de nuevo. Ellos lucharon y Aine volvió a caer. Ella era fuerte, pero
Bart era más fuerte.
—No puede hacerlo. Él es demasiado fuerte. Necesitas invocar el fuego.
—No creo que pueda.
—Tienes que intentarlo.
Tratar de concentrarme cuando estaba aterrorizada era difícil. Seguí
perdiendo el enfoque mientras escuchaba los sonidos de Aine. La estaba
lastimando, matándola. Cada vez que sentía ese pulso dentro de mí como lo
había tenido esa noche en mi habitación, otro sonido de Aine me hacía
perder el enfoque.
—No puedo. Tristán, la está matando.
Los sentí antes de verlos. Dos cuervos vinieron volando por el pasillo.
Aine voló, golpeando la pared con fuerza cuando se desplomó. Bart se volvió
hacia los recién llegados. Tristán y yo corrimos hacia ella, pero su atención
estaba en los cuervos. Ella realmente sonrió.
—Ya es hora.
No lo entendí hasta que los cuervos se convirtieron en enormes bestias
negras.
—¿Qué son? —Estaba asombrada y aterrorizada al mismo tiempo.
—Son perros del infierno.
—¿Pero qué demonios es él? —preguntó Tristán, pero fue el temblor en
su voz lo que llamó mi atención. Parecía que acababa de ver un fantasma.
Sin bromear.
En segundos, los perros del infierno habían destrozado a Bart. Los
116 sonidos que hizo cuando murió hicieron que mi sangre se convirtiera en
hielo en mis venas.
—Tenemos que irnos. Ellis estará justo tras él.
—Todavía no sabemos cómo abrir la puerta —nos recordó Tristán
mientras ayudábamos a Aine a levantarse.
No sabía qué era, determinación, esperanza, tal vez solo era rabia, pero
esa chispa se encendió y luego creció. Sentí que el fuego corría por mis
venas, como una limpieza... un bautismo. Aine dio un paso atrás, al igual
que Tristán. Llegué a la puerta y rodeé la cerradura con mi mano. Concentré
la quemadura que corría a través de mí hacia mi mano, se calentó, se hizo
más ardiente... el hierro de la cerradura cedió, se derritió y goteaba entre
mis dedos al suelo. ¿Lo había hecho antes, o no? No fue una sorpresa que
empecé a temblar. ¿Qué me estaba pasando?
—Mierda. —Había un toque de reverencia en la voz de Aine—. El fuego
es definitivamente tu firma. A ver que hay ahí.
Se paró delante de mí; sentí precaución en ella, sentí que me estaba
protegiendo. Antes de que pudiera preguntarle sobre su extraño
comportamiento, golpeó y con tanta fuerza que casi me puse de rodillas.
Esta sala no carecía de emoción. Estaba rebosando con ella, y todo eso,
cada parte me pertenecía. Mis ojos ardían mientras las lágrimas rodaban
por mis mejillas. Este lugar no era un hospital; era un hogar. Mi hogar.
No podía recordar la vida que contaban las imágenes en las paredes,
pero recordé la silla junto a la chimenea, la grieta en el azulejo de la repisa.
Pude ver el papel tapiz, el damasco azul oscuro que una vez había cubierto
estas paredes. Podía oler el olor de la hierba del verano mientras la brisa
soplaba a través de las ventanas. Me dolía el corazón; Había vivido aquí,
había amado este lugar, y había perdido aquí. Caminé hacia las fotos, pero
como en mi sueño, no podía verlo. Su imagen era borrosa, al igual que mis
recuerdos, pero sabía que él había sido real. Esto había sido una vez real.
—Este fue mi hogar hace mucho, mucho tiempo —susurré. Como en
mi sueño, besé mi dedo y lo apreté contra su imagen.
—Realmente desearía que no hubieras hecho eso. —El doctor Ellis
apareció en la puerta, siniestro.
La ira estalló en mí mirando a mi captor.
—¿Por qué me encerraste?
—Para sacarte del juego.
—¿Que juego?
Se rio, pero no fue un sonido agradable.
—No te lo voy a decir.
117 —¿Quiénes eran esas personas cuando yo era un niña? ¿Por qué
intentaron matarme?
La sorpresa vino de él antes de que dijera:
—Aún no lo recuerdas. Bien.
—¡Dime!
Sus ojos se volvieron amarillos.
—No.
—¿Qué eres? —exigí.
Le restó importancia.
—No es importante. —Intentó ser indiferente, pero estaba asustado. Lo
leí y entendí por qué.
—El aguacil es parte de esto, y lo dejaste entrar. —Mierda, en realidad
todo estaba relacionado. La expresión del Dr. Ellis cambió, ese miedo llegó
a través de ahora—. Lo arruinaste. Tu arrogancia se interpuso en el camino.
—No pude evitar estudiarlo porque este no era el hombre jovial que había
llegado a conocer. Tenía que darle crédito. Era un actor destacado—. A quien
sirves no está feliz.
Podía oler su miedo ahora.
Como Aine había hecho, justo ante mis ojos, el doctor Ellis cambió,
cambiando a uno de los seres grotescos como Bart.
—Realmente fue todo una ilusión, con la intención de meterse con mi
cabeza.
—¿Por qué luchar para mantenerte aquí cuando tu propia mente podría
hacer eso por nosotros? —Fue tan extraño escuchar la voz del doctor Ellis
saliendo de la boca de la horrible criatura que estaba ante mí—. Toda mi
existencia la he pasado navegando por la mente humana. Es una cosa
fascinante, más poderosa de lo que la gente sabe, capaz de hacer cosas
fantásticas. El trabajo de mi vida cambiará todo. No voy a dejar que nada se
interponga en el camino y ciertamente no tú.
¿De qué demonios estaba hablando?
—Fue un riesgo retenerte. Les dije que este lugar no lo haría, incluso
con los encantamientos. Eres demasiado fuerte, pero ellos no escucharon.
Creía que un pájaro en la mano valía dos en el monte.
Fue impactante darme cuenta de que mi médico no solo era
sobrenatural, sino que también estaba tan enojado como el sombrerero.
—Quería matarte la noche del fuego.
Un escalofrío me recorrió al escuchar a un hombre que conozco la
mayor parte de mi vida hablando tan descuidadamente de matarme.
—Ellos intentaron matarme.
118
Su cabeza se giró hacia mí, y de nuevo hubo esa sorpresa.
—No podemos. Por mucho que me duela, eres parte de la ecuación.
—¿Qué ecuación? —La idea de que estaba conectada de alguna manera
con él me enfermó.
Parte de su arrogancia regresó.
—No lo sabes, bueno, por supuesto que no, o no estarías aquí. —
Parecía irritado por todo el tema.
—¿Qué significa eso?
Ignoró eso y se dirigió a la puerta.
—Nos vamos.
—Me voy, pero no contigo.
—No hagas esto más difícil de lo que debe ser, Ivy.
No escuché su amenaza porque lo sentí. No sabía si era real, pero quería
que fuera real, quería que él fuera real.
—Déjalos entrar —susurró Aine.
Fue entonces cuando sentí a los demás. No sabía cómo lo hice, tal vez
la parte de mí que recordaba, la parte de mí vinculada a él, pero los dejé
entrar; el poder se encendió y la realidad cambió.
Ellis también lo sintió, y si una criatura como él pudiera sonreír, esa
era la expresión espantosa en su cara grotesca antes de que se burlara.
—Que comience el juego.
Aparecieron criaturas, procedentes de la madera, criaturas que se
parecían al doctor Ellis... una escena que había previsto en uno de mis
sueños.
Aine se puso delante de mí y, sorprendentemente, también Tristán. El
cabello en mi nuca se erizó unos segundos finales antes de que me rodearan.
Había al menos cincuenta de ellos, los tipos más grandes y temibles que
había visto, pero solo tenía ojos para él. Nuestras miradas chocaron; ojos
grises como tormenta miraron desde un rostro que conocía; incluso sin
recordarlo, lo conocía. Las lágrimas brotaron, la emoción tan fuerte me hizo
contener un sollozo. Él era real. Casi caí de rodillas, débil al darme cuenta
de que era real. Mi boca se abrió, aunque no sabía lo que quería decir. Casi
me arrojé a sus brazos, desesperada por sentirlos a mi alrededor otra vez.
Mi corazón se retorció en agonía cuando me di cuenta de que no había
reconocimiento en su mirada. Había soñado con él toda mi vida, tenía una
conexión con él que no entendía, pero no me recordaba. Era como clavarte
un cuchillo al corazón, torciéndolo para sacar el dolor. Cerré los ojos y tomé
ese golpe, sufrí la pérdida de él otra vez cuando acepté que no éramos esas
personas; su historia, su amor había sido una vez, hace mucho tiempo.
119
Curvó sus labios alrededor de sus dientes que parecían inusualmente
agudos antes de centrarse en el doctor Ellis y su banda de criaturas. Él no
dijo una palabra, pero su equipo se lanzó. Aparecieron más de los secuaces
del doctor Ellis, saltando a la acción y tratando de luchar contra los recién
llegados para alcanzarme.
—Van a seguir viniendo. Puedes detenerle —alentó Tristán—. Convoca
el fuego.
Justo entonces él rugió cuando una de las criaturas lo cortó en el
pecho.
No fue rabia, sino el amor lo que provocó en mí. Su historia había
terminado, pero para todas esas historias de amor que aún no se habían
escrito, para todos los sueños que aún no se habían soñado, cerré los ojos,
usé esas emociones y sentí la agitación en mis entrañas y esa puerta en mi
mente se abrió un poco más.

Parado en el patio lleno, se veía exactamente como sabía que lo haría.


Había estado aquí antes, pero no tenía recuerdos de eso. La magia pulsaba
a mi alrededor, algo estaba aquí, y sin embargo, mirando a su alrededor,
estaba abandonado.
Estaba girando para irme cuando sentí el golpe de la magia, tan fuerte
que casi me obligó a cambiar. Fue entonces cuando lo sentí; la firma que
nos llamó aquí; el aire chisporroteaba de poder. No me sorprendió cuando
apareció mi tripulación. Cambiando mientras saltaban de las paredes del
patio.
—Está aquí —dijo Brock, llegando a mi lado.
—Sí, lo sé.
El aire resonó, se rompió con fuerza, el velo se levantó y ya no
estábamos en un patio, sino en una habitación. No reconocí a las criaturas;
nunca antes habíamos luchado contra su clase, pero fue la mujer la que
llamo toda mi atención. Lo que nos trajo aquí fue una mujer.
—¿Quién es ella? —Brock expresó mis pensamientos.
—No lo sé. Preguntaremos después.
Sus ojos se volvieron hacia mí. Ojos morados que resultaban
extrañamente familiares. El aire se disparó de nuevo por una razón
120 completamente diferente. La bestia en mí exigió salir; quería matar, pero no
teníamos que cambiar por esto. Mis labios se curvaron en una sonrisa.
Acabamos con la primera ola fácilmente, pero cuanto más matábamos, más
aparecían. ¿Por qué? Qué era ella ¿Por qué la querían?
—Van a seguir viniendo —gritó Brock mientras torcía el cuello del que
luchaba.
Tenía razón. Distraído, no vi a una de las criaturas que se cernía detrás
de mí, sus garras afiladas como cuchillas cortaban mis costillas. Girando,
lo agarré, hice un agujero en su pecho y arranqué el órgano que lo mantenía
con vida.
Sentí el cambio antes de escucharla.
—Detén esto. —Algunas de las criaturas con las que luchamos
retrocedieron, con miedo en sus ojos. Estaba de pie en una columna de
fuego, intacta, a medida que se hacía más brillante y más caliente a su
alrededor. Lo había visto antes—. Basta, Ellis, o lo liberaré.
¿Ellis? ¿Quién diablos era eso? Una de las criaturas habló.
—No lo harías.
Su cabeza se inclinó.
—¿No?
—No puedes controlarlo.
—Tal vez, pero puedo decir por el miedo en tus ojos que no estás tan
seguro de eso. Detén esto y vive para pelear otro día, o veamos qué sucede
cuando libere un poder que has suprimido durante las últimas dos décadas.
¿Dos décadas? Ella había estado atada aquí por dos décadas. ¿Por qué?
Cerró los ojos; el fuego se hizo más caliente. Cuando sus ojos se
abrieron, había llamas bailando en sus iris. Nunca había visto algo así y,
sin embargo, en algún lugar escondido un susurro me decía lo contrario.
Levantó la mano y salió disparada de sus dedos, la criatura próxima a la
que hablaba se convirtió en ceniza. Otra dejó su dedo y se detuvo justo antes
de la marca de su garganta.
—Última oportunidad, vete —ofreció ella.
—Mátalo —exigió el demonio. Pensaba lo mismo.
La mujer nunca apartó los ojos de la criatura. Sus secuaces
desaparecieron; los siguió, pero no antes de que dijera:
—Y así comienza.
Ella se quedó tan quieta, su fuerza agotada. Tropezó; la atrape. Esos
ojos miraron a los míos, y algo agudo y potente me atravesó.
Reconocimiento. Se movió de mi agarre, su mano temblaba mientras se
121 quitaba el cabello de la cara. Era joven, pero había algo en ella... algo
atemporal. El agotamiento tenía su postura no muy recta, sus hombros
ligeramente caídos, incluso sus ojos eran pesados, pero se recuperó, su
enfoque se desvió hacia mí.
—¿Tu nombre?
—Bain.
—Ivy.
Miró a Brock y, se dirigió, él se quedó un poco más alto.
—Brock —respondió.
No se detuvo allí. Ella preguntó cada nombre de cada persona en mi
grupo. Sonriendo y atrayéndoles, la mayoría no sabía qué hacer con su
demostración. Solo después de conocer a todos, me miró de nuevo,
entrelazando los dedos en un gesto nervioso.
—Gracias. —Sus ojos se volvieron brillantes antes de susurrar de
nuevo—: Gracias.
Se alejó de nosotros, tomando la habitación; su mano tocó la pared
desmoronada con reverencia, como si fuera una obra de arte de valor
incalculable. Sus dedos rozaron amorosamente la repisa de la chimenea y
se tomaron un momento para jugar con la grieta en el azulejo. Su postura
cambió, el dolor y la pena le pesaban.
—No lo recuerdo, pero hay una parte de mí que nunca olvidó. —Se secó
los ojos y se dirigió a las puertas francesas—. Creo que me gustaría ver
fuera.
Mi equipo se movió primero, incluso ellos sabían que necesitábamos
protegerla, escaneando y asegurando el perímetro. Ella pareció entender y
esperó hasta que asentí con la barbilla. Se detuvo en la entrada, respiró
hondo y salió a la luz del sol. Levantó la mano para bloquear el sol, pero la
dejó caer a su lado y cerró los ojos. Feliz. Tranquila. Pacífica. Si es posible,
parecía volverse más fuerte, como si estuviera tirando de la fuerza que la
rodeaba. Aparecieron dos cuervos; uno de ellos aterrizó en su hombro y el
otro voló hacia la colina. Un zorro salió de la hierba alta; miró hacia abajo
cuando llegó a su lado, no se vio particularmente sorprendida al verlo. Se
dirigió hacia la colina, levantó la mano y, con solo un movimiento de
muñeca, la verja negra de hierro forjado que mantenía a su prisionera
convertida en ceniza.
La voz de Brock tuvo reverencia cuando susurró:
—¿Quién demonios es ella?
—No lo sé, pero es la razón por la que estamos aquí.

122
Vaciló, el significado de caminar más allá de la cerca la hizo detenerse
y luego ella cruzó la línea invisible. Había una inocencia en ella, una
ingenuidad al mirar a su alrededor con asombro, como si fuera la primera
vez que veía el mundo. Tal vez lo era.
Se giró para mirar detrás de ella, y pensé que estaba hablando con el
demonio, pero se dirigió a alguien más. Tristán.
—¿Funcionó? —preguntó ella. Su sonrisa fue suficiente respuesta
antes de que dijera—: Bien.
En la cima de la colina estaba lo que quedaba de un árbol viejo, solo el
tocón que estaba podrido y en descomposición. Se dejó caer de rodillas, justo
al lado del muñón, con las manos enroscadas en la hierba, con la cabeza
baja y los hombros temblando. No sabía cuánto tiempo lloró o gimoteó, pero
incluso sentí un ardor detrás de mis ojos por la profundidad de su dolor.
Se puso de pie. Tomó esfuerzo, pero se apartó de esa parte de su
pasado. Levantó la vista y respiró profundamente. Cerró los ojos y comenzó
a soplar una brisa, una que creció hasta que las ramas de los árboles
cercanos se doblaron y se sacudieron. Abrió los ojos y el fuego volvió a bailar
en ellos.
—Algo está viniendo. Tenemos que estar listos.
—Entonces, ¿qué pasa ahora? —preguntó el demonio.
—Espero al alguacil.
—¿Estás segura de que vendrá? —El demonio sonaba escéptico.
—Sí.
—¿Cómo explicar esto? —Brock preguntó.
—No lo haré. Él es parte de esto.
—¿Quién eres? —Brock preguntó.
No respondió de inmediato, como si estuviera buscando internamente
para eso.
—No lo sé. El doctor Ellis me impidió recordar. —Sus ojos se movieron
hacia el demonio y sonrió—. Está regresando, sin embargo. Ésta... —Ella
miró a su alrededor—. Ésta era mi casa.
—¿Dónde vivirás ahora? —preguntó el demonio—. Tengo una cabaña.
—Se quedará con nosotros. —Las palabras salieron antes de que
supiera que quería decirlas, pero todo en mí sabía con absoluta certeza que
estaba aquí, mi equipo estaba aquí, para protegerla. Miré al demonio—.
Deberías quedarte en la casa también. Es seguro.
—Está bien, pero el aguacil tendrá que llevarla a algún lugar y dejarla
en una casa con un montón de chicos que llegaron a la ciudad, una parte
de esto o no, no le gustará.
123
—¿Pero vivir con un demonio le gustará? —Brock desafió.
El demonio fulminó con la mirada a Brock.
—Él no lo sabe, ¿verdad? En lo que a él respecta, soy hija de una
enfermera que trabajaba en el hospital. Una que animó a Ivy a buscarme
después de que ella se fuera.
Brock abrió la boca para hablar y luego volvió a cerrarla.
—Esa es realmente una buena historia.
—Lo sé.
La atención de Ivy cambió.
—Ya viene.
Mi equipo se movió, y la cabeza de Ivy se movió hacia mí.
—No nos vamos, solo nos esconderemos.
Se relajó notablemente.
—Estoy fuera. Te veré pronto —dijo el demonio antes de que
desapareciera.
Ivy caminó hacia la puerta, girando su cabeza hacia mí cuando la
alcanzó, antes de que desapareciera dentro.
De ninguna manera nos íbamos de su lado. Quienquiera que ella fuera,
su poder nos convocó aquí. Estaba seguro de que no éramos los únicos.

Ivy
Mis dedos recorrieron las paredes, el encantamiento roto. Viejo,
descuidado y olvidado, pero aquí había belleza. Se quedó, en los tapices y
los pisos; incluso las piedras estaban saturadas por lo que una vez había
sido. Caminé hacia las fotos. Fueron solo momentos, momentos simples...
un día en la playa, paseos a caballo, bailes. Una vida vivida. Se hizo más
viejo en las fotografías, los signos de la vida se mostraban en su rostro, el
enrojecimiento y el adelgazamiento de su cabello, la flexión de su cuerpo
alto y la paralización de sus manos. No lo recordaba, y aun así, me dolía.
Ella había tenido el honor de estar allí por todo eso.
Caminé por el pasillo hasta la biblioteca improvisada que había visitado
a diario. Realmente era una biblioteca. Los viejos libros de cuero estaban
gastados, el polvo era tan espeso que no podías distinguir los títulos.
Estanterías alineadas en las paredes, piso a techo. ¿Habían leído estos
libros, se habían sentado en el pequeño sofá junto a la chimenea? ¿Había
124
apoyado la cabeza en su regazo, le había acariciado el pelo? Mis ojos ardían.
¿Hace cuánto tiempo había sido? ¿Qué le había pasado a este lugar? ¿Qué
le había pasado a ella? ¿Fui humana? Envejecí, y sangré. No era la misma
mujer en las fotos, pero ella también se demoró, enterrada profundamente.
Si cerraba los ojos, podía sentirlos, su alegría, su risa, su dolor, pero, sobre
todo, su amor.
Bain no era el hombre de las fotos, pero era parte de ese hombre. Fue
por eso que lloré antes, porque lo que había sido realmente se había ido.
Quizás así era como se suponía que era... un momento en el tiempo. Fue lo
que hizo que su historia de amor fuera tan hermosa, porque no fue eterna...
frágil y finita. Deseé tener esos recuerdos.
Tal vez era el momento o el lugar o un pedacito de ella extendiéndose,
pero vi el recuerdo como si lo estuviera viviendo.
El olor de la ambrosía flotaba en el viento. Nubes blancas como grandes
bolas de algodón salpicaban el brillante cielo azul. El templo se sentó solo en
una colina a sí mismo.
—¿Sabes lo que estás haciendo? Hay reglas por una razón.
—Son reglas obsoletas. No las seguiré.
—No sabes lo que podrías ocasionar. ¿Realmente vale la pena el
problema que podría seguir?
—¿Cómo podría algo feo venir de algo tan hermoso?
—Un balance, hija mía. No se puede tener algo bello sin crear lo contrario.
—Si ese es el caso, el daño ya está hecho porque lo amo.
—El amor es un concepto humano.
—Esposo, sabes que eso no es cierto. Hija, ¿lo amas lo suficiente como
para dejarlo ir?
—Tendré que dejarlo ir. Incluso ahora me está dejando. Lo hace desde
el momento en que lo conocí. Cada línea en su cara, cada cabello gris es un
recordatorio de que nuestro tiempo es corto, solo un momento en mi muy, muy
larga vida, pero él abrió mis ojos y me mostró una belleza donde nunca la vi.
Hablas de los humanos como si estuvieran por debajo de nosotros, pero son
magníficos. No tienen un para siempre. Desde el momento en que nacen, se
están muriendo, y aun así, viven cada día con exuberancia y esperanza.
Tienen pasión y convicción, lo suficiente como para estar dispuestos a luchar
y morir por lo que creen. En una vida que es tan corta, no temen a la muerte.
Viven y aman y mueren, y es hermoso. Podríamos aprender mucho de ellos.
Lo amo, lo amaré siempre, y llevaré la memoria de él conmigo, un hermoso
recordatorio de lo que nunca supe que existía y pasará la eternidad
desaparecido. Sí, lo amo lo suficiente como para dejarlo ir, pero lo sostendré
con ambas manos durante el tiempo que tenga con él. Malditas sean las
125 consecuencias.
Salté de la visión, mi pecho apretado mientras trataba de respirar.
Estaba empezando a darme cuenta de lo que había hecho, pero había una
parte de mí que incluso sabiendo cómo terminaría, lo habría hecho de
nuevo. Apareció el niño pequeño, el de la sala cerrada. Su cabeza se inclinó
hacia atrás, sus ojos grises mirando directamente a los míos. Susurró algo.
Me puse de rodillas. Sus manos tocaron mi cara, una en cada mejilla. Su
toque era frío, pero se sentía cálido cuando se filtraba por debajo de mi piel.
Bajé la cabeza y él sonrió, la vista me golpeó justo en el pecho.
—Tienes que recordar ahora.

En la colina donde una vez se alzaba un majestuoso árbol, dos figuras


miraban hacia la casa.
—No se suponía que te involucraras —dijo el hombre.
—Tampoco tú —respondió ella.
Su atención se centró en la casa, y la mujer que caminaba por los
pasillos.
—¿Cómo no iba a hacerlo?
Ella siguió su mirada, sus ojos azul oscuro cambiaron cuando su
cuerpo comenzó a cambiar.
—Me siento igual.
El gran perro negro aulló a los cielos antes de irse al bosque. La observó
irse y luego volvió a mirar la casa.
—Te veremos pronto, hija. —El sol desapareció en las nubes, las
sombras se juntaron. Cuando el sol volvió a brotar, la colina estaba vacía.
126

Cyril y yo estábamos en silencio mientras conducíamos hacia Misty


Vale. Ya no estaba seguro de qué camino seguir. Era como si hubiera
entrado en una película en la que no conocía el guión. La realidad parecía
más una fantasía: zombies, fantasmas y eventos que estaban vinculados,
pero, sin embargo, ¿cómo podrían ser? Una mujer encerrada, alguien que
no existía. Su médico no existía; tampoco el hospital. ¿Cómo era eso posible?
Sin embargo, todo estaba vinculado, fuera lo que fuera en lo que
estuviéramos, todo estaba vinculado. Incluyéndome a mí. Me atrajeron aquí,
cuando nunca tuve ninguna inclinación de venir. Se podría argumentar que
fui convocado, la marca en mi brazo era prueba de eso. Tenía una conexión
con el mundo sobrenatural que nunca supe que existía. Sin embargo, tenía
que ser un policía, tenía que pensar como uno. A pesar de las
circunstancias, tenía que seguir las indicaciones y encontrar una manera
de detener todo lo que aterrorizaba a la ciudad.
Llegamos a Misty Vale, y pisé los frenos tan fuertemente que Cyril fue
lanzado hacia adelante. Misty Vale estaba abordado y señales de condena
estaban por todas partes. De las puertas y la cerca que habían rodeado el
lugar la última vez que estuvimos aquí se habían ido, solo quedaba un
círculo de lo que parecía ceniza.
—¿Estás viendo esto?
—Lo estoy viendo. No lo creo todavía.
—¿Qué demonios pasó aquí? —Me bajé del auto y alcancé mi arma.
Noté que Cyril buscó su collar.
Caminando hacia la puerta principal, el pomo giró en mi mano. La
inquietud me llenó cuando empujé la puerta para abrirla, pero eso fue
rápidamente reemplazado por incredulidad. Realmente estaba todo
vinculado y nada de eso tenía ningún sentido.
—No parecía operativo porque no lo era. —El comentario de Cyril giró
mi cabeza hacia él.
—¿Cómo es eso posible? —Respondí mi propia pregunta—. Magia.
—Un hechizo, sí.
El hospital se parecía a lo que era, una vieja casa en ruinas. El papel
de la pared se estaba desprendiendo de las paredes, el delicado pergamino
y el color se desvanecían por la negligencia y la antigüedad, los gruesos
adornos de la corona se astillaban y caían del techo, la gran escalera, a la
cual le faltaban varios escalones, se dividía hasta la mitad, se curvaba a la
derecha y la izquierda al balcón del segundo piso, parte del cual se había
derrumbado. Los pisos eran de madera, no de baldosas, alfombras viejas y
127 gastadas cubrían algunas de ellas. Pinturas en gruesos marcos dorados
colgaban torcidos en las paredes. Cyril se dirigió hacia la parte trasera de la
casa, hacia las puertas francesas que ocupaban una pared entera, y fue allí
donde encontramos a Ivy Blackwood. Estaba sentada en un viejo sofá, el
polvo era tan espeso que podías quitarlo. Sus piernas estaban levantadas
hasta su pecho, sus brazos envueltos a su alrededor. Su cabeza giró cuando
entramos, pero fue la mirada que pasó entre ella y Cyril lo que despertó mi
interés. Reconocí la mirada que dispersaba su rostro, un amanecer.
Comencé a caminar porque estaba llegando a mi límite, temía que nada
de esto fuera real y, en cambio, era un síntoma de mi ataque cerebral o de
perder mi mente.
—¿No estás perdiendo la cabeza? —Casi no la escuché.
Me enderecé como una rama.
—¿Dilo de nuevo?
Ella sonrió.
—No estás perdiendo la cabeza.
—¿Cómo diablos sabías que estaba pensando eso?
—Puedo leer a la gente.
—¿Leer personas? —No era una persona religiosa, pero casi me
persigné—. ¿Cómo es eso posible?
—Siempre he podido.
Miré alrededor de la habitación y supe que estaba en aguas
inexploradas... fuera de mi zona de confort. Las palabras estaban fuera
antes de que pudiera detenerlas.
—Todo bien. ¿Qué es lo que no sé?
Fue Cyril quien respondió.
—Mucho, pero necesitas abrir tu mente.
—Después de la mierda que he visto, esto es lo menos extraño, mi
mente está completamente abierta.
La señorita Blackwood se puso de pie.
—El doctor Ellis no era lo que parecía.
—Lo tengo, pero creo que tú y yo tenemos diferentes ideas sobre la
definición de no era lo que parecía.
—No sé qué es él, pero está lleno de oscuridad. Me retuvo aquí contra
mi voluntad, ahora también lo comprendo.
—¿Y quién eres? —pregunté.
Su respuesta fue sincera cuando respondió:
128
—No lo sé.
—¿Y Ellis?
—Se ha ido, pero no hemos escuchado lo último de él.
¿Cómo supe que ella iba a decir eso? Mirando furtivamente a Cyril, se
centró en la señorita Blackwood.
—No te sorprende nada de esto. —No estaba preguntando porque podía
ver que no lo estaba. Asustado, pero no sorprendido.
—Tenía una corazonada —fue todo lo que dijo.
—Esto es sobrenatural, magia, ¿no?
Dos pares de ojos se posaron en mí.
—La magia es solo la punta, alguacil —dijo la señorita Blackwood. Ella
tocó mi brazo, mi tatuaje que había significado algo para ella. Su mirada
morada se levantó—. Lo que sé con certeza es que eres parte de esto.
—¿De qué?
—Algo está viniendo. No sé cuándo, pero la oscuridad está llegando.
Otros vendrán.
—Tenemos que hablar. Necesito saber lo que sabes sobre Ellis; hay algo
que debes ver, pero supongo que has tenido un día difícil, así que
esperaremos para mostrarte y contarte. —Miré a mí alrededor; esta casa
vieja y rota era real, lo que había visto antes, el hospital, no lo había sido.
Un poco tembloroso le pregunté—: ¿Vendrán otros? ¿Eso significa que
algunos ya lo han hecho?
—Sí.
Entendí entonces, el grupo que montaba en motocicletas. Mi atención
se centró en Cyril.
—La pandilla. ¿Son parte de esto?
—Sí.
—De nuestro lado, espero.
—Sí.
—La primera buena noticia que he tenido hoy. ¿Cuál es tu parte? —le
pregunté a la señorita Blackwood.
No respondió de inmediato, su expresión se volvió un poco pensativa.
—Restaurar el equilibrio.
—¿Qué significa eso?
Caminó hacia una ventana que no estaba cerrada, pero estaba tan
cubierta de tierra que no se podía ver.

129
—La vida es un equilibrio, pero ese equilibrio está mal.
—Lo que viene está arruinando el equilibrio.
Se volvió hacia mí y, aunque era joven, había algo atemporal en su
expresión, algo casi de otro mundo.
—Sí.
—¿Cómo lo restauramos?
Parecía dolida; sus ojos se volvieron brillantes.
—Reiniciándolo.
—¿Cómo?
Se secó los ojos.
—No recuerdo, pero lo haré.
Parecía una responsabilidad tremendamente grande puesta sobre los
hombros de alguien tan joven. No dije mucho y en cambio dije:
—Mientras tanto... —Miré alrededor de la habitación—. No puedes
quedarte aquí. Necesitamos encontrarte un lugar.
—Tengo un lugar, pero primero debemos detenernos por una amiga.
—Pensé que no tenías amigos.
Sonrió.
—Yo también lo pensé.
—Está bien, pero necesito informar esto. —Miré a mí alrededor y dejé
escapar un suspiro—. ¿Cómo diablos escribo este informe?
—No lo hagas —respondió Cyril—. No pudimos conectar los puntos en
nada de esto, en Ellis, este lugar... —Su mirada se dirigió a la señorita
Blackwood—, ni siquiera a ella. No hay nada que explicar porque no
existen... nada.
—Pero ella está parada allí.
—Aún no sabemos quién es ella, así que, por ahora, nos reagrupamos
y nos preparamos.
—¿Para qué nos estamos preparando? —Ninguno de los dos tenía una
respuesta—. No estoy seguro de estar listo para escuchar la respuesta a eso
de todos modos. Vamos a acomodarte. —Me quité el sombrero y arrastré mis
dedos por mi cabello. Esther había dicho que a quien necesitaba estaba
cerca. Mirando a la señorita Blackwood, tenía la sensación de que ella tenía
razón. Dejando caer el sombrero sobre mi cabeza, me dirigí a la señorita
Blackwood—: ¿Quién es tu amiga?
—Aine Wolfhart.
—Vamos a ver a esta Aine Wolfhart.
130

Ivy
Sentada en la parte trasera del auto patrulla, cerré mi puño en mi ojo
de tigre. ¿Quién era el niño? No recordaba a un niño. Habría recordado un
niño; en algún nivel, lo habría recordado. Miré hacia afuera. Él estaba en lo
correcto; necesitaba recordar. Mi mirada cambió cuando mis manos
temblaron con nervios y emoción. Fue difícil no presionar mi cara contra el
vidrio, y los sentimientos... Fui con ellos. Una niña con un vestido rosa llamó
mi atención; ella sostenía la mano de su papá y tenía una gran piruleta en
la otra. Una pareja caminaba del brazo, con las cabezas cerca mientras
hablaban. Un hombre vestido de negro esperaba en la esquina, con un
paraguas en la mano, aunque no había una nube en el cielo.
—Alguacil, ¿podría por favor detener el auto?
Nuestros ojos conectaron en el espejo retrovisor.
—¿Estás bien?
—Por favor.
Se detuvo, salió y me abrió la puerta. Salí a la acera y no pude detener
las lágrimas que rodaban por mi cara. Me di la vuelta en un círculo, mirando
todo, sintiendo todo... los aromas picantes de los restaurantes, el olor de
todos los cuerpos y el estiércol de los caballos que había sido dejado en las
calles. Los colores, los sonidos de una banda de música tocando, la emoción,
la excitación, incluso la embriaguez me llegaban desde todas las direcciones.
Caminé por la calle, mis dedos rozaban los ladrillos de los edificios. La gente
se reía y hablaba; ladró un perro. Una maceta de flores caía en cascada de
color. Me tomé un minuto para olerlos. Los restaurantes con sus grandes
ventanales abiertos se llenaron mientras los clientes comían, se reían y
bebían. Un taxi sonó, un motociclista gritó, un avión voló por encima.
—¿Ivy?
—Es maravilloso. —Y lo era. La humanidad en toda su gloria y bajo
todo eso fue el pulso de la magia. Un escalofrío se apoderó de mí, porque
debajo de toda la belleza había algo siniestro que empujaba para entrar.
La gente pasaba con bebidas congeladas en una variedad de colores.
Mi boca se hizo agua.
—Por supuesto. —El alguacil miró a su alrededor, observando lo que
era—. Ésta es la primera vez que ves todo esto. ¿Querrías probar un beignet?
No escondí mi emoción.
—¿Está el Café du Monde cerca?
131
—¿Sabes sobre el Café du Monde?
—Lo leí.
Tomó mi codo, hizo un gesto con la mano.
—Está justo al final de la calle, pero incluso si no estuviera, iríamos.
—Podría tener un beignet y un poco de café de achicoria —dijo el
ayudante—. No desayuné ni comí. —Él me miró—. ¿Has pensado en lo que
vas a hacer ahora?
—Repetidamente a lo largo de los años. Me gustaría un trabajo, un
apartamento. Me gustaría encontrar algo parecido a una vida.
—¿Y qué hay de lo que viene? —preguntó el ayudante.
—Lo que venga, siempre que venga, nunca he tenido una vida.
Realmente me gustaría tener una.
—¿Por qué te llevaron? —preguntó el aguacil.
—Para mantenerme fuera de esto.
—¿Fuera de qué?
—El juego. —Quería más; No estaba lista para darle más. Necesitaba
averiguarlo primero—. Sé que necesitas más de mí y te diré lo que sé, pero
ahora mismo, realmente me gustaría experimentar un beignet en compañía
del alguacil y su ayudante en esta ciudad tan colorida.
—Josiah —corrigió. Él asintió a su ayudante—. Y Cyril. —Llegamos al
Café du Monde; había una línea, fue mi primera vez parada en una línea.
Me sentí casi mareada. Josiah ofreció—: Creo que puedo ayudarte con un
trabajo. Mi esposa trabaja en Hunter’s Moon. Siempre están buscando
ayuda de verano.
—¿Hunter’s Moon?
—Es una tienda de artesanía, en su mayoría joyas. Si te interesa, le
preguntaré.
El alguacil Josiah era un buen hombre.
—Creo que me gustaría mucho.
—Entonces le preguntaré.
Cyril fue a pedir mientras el aguacil y yo buscábamos una mesa.
Cuando un plato de tres golosinas fritas cubiertas de azúcar en polvo se
colocó frente a mí, simplemente lo miré porque el olor que venía de ellas era
divino.
—Cómelos mientras estén calientes. Saben mejor de esa manera —
alentó Josiah.
132 Estaban ligeramente grasientos al tacto, el aceite aún estaba caliente.
Le di un mordisco y mis ojos se pusieron en blanco. El beignet en sí era
crujiente por fuera, ligero y esponjoso por dentro. No era demasiado dulce;
El dulce venia del azúcar. Fue una fiesta en mi boca.
—Supongo que te gusta por como reaccionas —bromeó Josiah.
—La comida que he comido toda mi vida solo puede llamarse comida
en el sentido académico. Esto es delicioso.
—¿Quién es Aine? ¿Cómo la conoces? —Siempre el aguacil, no pude
evitar la sonrisa.
Jugué con el azúcar en mi plato.
—Me ayudó a salir.
—Supongo que ella no se limitó a pasear.
—No.
—Entonces, es diferente. —Su forma de decir sobrenatural.
—Sí.
Tenía otras preguntas, pero no me bombardeó con ellas. Terminamos
nuestras golosinas y regresamos al auto. En el camino, vi al hombre de
negro otra vez, escondido en las sombras, por lo que no pude ver su rostro,
pero sentí sus ojos en mí antes de que se diera la vuelta y se alejara.
—¿Estás bien? —preguntó Josiah porque había dejado de caminar,
todavía mirando hacia la calle al hombre que ya no podía ver.
—Sí. Estoy bien.
Me sacudí y subí al auto. Unos minutos más tarde, llegamos a casa de
Aine.
Josiah y yo miramos el edificio de Aine. Pensábamos lo mismo cuando
dijo:
—Un ser sobrenatural que vive en un edificio de tres pisos.
Ésa era una frase divertida. Podía sentir la emoción de Aine y me
sorprendió que esperara a que llamáramos antes de abrir la puerta.
—Oficiales.
Mirando más allá de ella, el lugar era austero. Tenía algunas bolsas
empacadas, pero apostaría dinero a que estaba invadiendo el lugar. ¿Cuánto
tiempo había estado haciéndolo? Sentí la duda del alguacil; Estaba
pensando lo mismo. O bien, podría estar reaccionando a su traje de cuero
ceñido. Antes de que pudiera compartir que el sheriff ya sabía que algo de
otro mundo estaba pasando, la expresión de Aine cambió ligeramente antes
de que se convirtiera en el personaje.
—Ivy, Ivy Blackwood. Oh, Dios mío, no puedo creerlo. —Me abrazó, tan
fuerte que todo el aire salió de mis pulmones—. Mamá no lo creerá.
133
—Lo saben.
Aine entrecerró los ojos antes de dar un paso atrás.
—¿Lo saben?
—Es un brujo —dije de Cyril.
El alguacil se quedó quieto como una piedra, su mirada se desplazó a
su ayudante.
—¿Eres un qué?
—Lo delataste —dijo Aine, sus ojos brillando con malicia.
—Nos ocuparemos de eso más tarde —respondió Cyril—. ¿Dónde te
estás quedando?
Las palabras salieron de su boca cuando se abrió la puerta, y Bain
entró.
—Conmigo —anunció.
El alguacil estudió a Bain, miró a su ayudante y luego murmuró:
—Necesito una bebida.
—Mis cosas están empacadas, pero estoy segura de que te gustaría
quitarte esa ropa, Ivy.
Miré hacia abajo a mi ropa.
—Me gustaría.
Se dirigió a Cyril.
—¿Por qué no tomas esas bolsas? —Ella tomó una—. Tomaré esto. —
Me llevó a la habitación en la parte de atrás, se dejó caer al suelo y abrió la
bolsa—. Lo sentiste. Antes, lo sentiste primero.
Ella se presentó caprichosa, pero Aine era astuta.
—Sí.
Dejó de buscar en sus cosas.
—Él es el que está en las fotos.
—Una versión de él —le aclaré.
—¿Te acuerdas?
—¿Su historia? —Caminé hacia las ventanas y miré hacia la ruidosa
ciudad, lo hice porque dolía. No lo recordaba pero aun así dolía.
—¿Su historia? ¿No son ustedes?
—Ya no. Y no me acuerdo. Ojalá lo hiciera, pero no lo cambiaría. De las
imágenes, de lo que perdura, tenían lo que me imagino que mucha gente
busca. El horror no los contaminó; no fue creado por las circunstancias.
134 Fueron solo dos almas que se encuentran y hacen una vida.
Ella se secó los ojos.
—Los envidio.
Yo también lo hacía, pero su historia había terminado. Nada de lo que
pasaba ahora podía tocarlos y eso me hacía feliz. Ella comenzó a buscar a
través de su bolsa de nuevo. Le pregunté:
—¿Cuánto tiempo has estado aquí?
—No mucho.
Eché un vistazo alrededor del apartamento vacío.
—No vives aquí.
Parecía tímida.
—No, pero antes de entrar en Misty Vale, necesitaba un lugar.
—¿Quién te metió en Misty Vale?
—Creo que tienes suficiente con lo que lidiar; además, no le gustará
que arruine su entrada.
—Bueno, quienquiera que sea, estoy agradecida.
El afecto se movió sobre su cara antes de que dijera:
—Los hombres están esperando. —Sacó un conjunto similar al que
llevaba puesto.
—No creo que esté lista para vestirme como... —Agité mi dedo en su
dirección—. Eso.
—Es cómodo, pero más es bueno en una pelea.
—No estoy planeando meterme en una pelea. Solo quiero instalarme en
el lugar de Bain, entonces quizás mirar alrededor de la ciudad.
Ella realmente dejó escapar un suspiro antes de comenzar a buscar en
su bolsa de nuevo. Pantalones cortos, tan cortos que no estaba segura de
que pudieran llamarse pantalones cortos que cayeron sobre el cuero.
—¿No tienes vaqueros y una camiseta? —pregunté.
Otro resoplido, pero los vaqueros y una camiseta blanca aterrizaron
sobre los pantalones cortos.
El pantano era su propio pequeño mundo, un ecosistema que se
mantenía a sí mismo. Fue magnífico. El agua onduló cuando un caimán se
sumergió debajo de la superficie. Un búho aulló en un árbol cuando una
135 grulla se sumergió en el agua buscando la cena. La humedad colgaba en el
aire, humedeciendo mi piel. El lugar de Bain era una finca a orillas del
pantano. Era hermoso, completamente oculto por los árboles y la hierba
larga. Había algo romántico sobre el escenario.
—Te mostraré tu habitación —ofreció Bain.
—Te mostraré la tuya. —Brock fue mucho menos cortés cuando le dijo
eso a Aine. Ella le arrojó la bolsa.
Llegamos a mi habitación y Bain sostuvo la puerta.
—Estoy justo al otro lado del pasillo, Brock está dos puertas abajo, Aine
está justo a tu lado.
Miré alrededor. Era tan diferente de lo que conocía. Abrumada, no
respondí con palabras, solo asentí con la cabeza. Pareciendo entender, dijo:
—Estaré abajo. —Cerró la puerta detrás de él.
Las paredes estaban pintadas de un verde suave. Los pisos eran de
madera oscura. La cama era enorme, cubierta de una extensión verde
cazador. Había un televisor de pantalla plana en la pared, una caja
electrónica debajo. Las puertas francesas conducían a un balcón que daba
al pantano. Salí, inhalé el aire fresco y resistí la tentación de pellizcarme
porque no podía creer que estuviera aquí.
Tenía preguntas que me molestaban, como si consideraba por cuánto
tiempo me retenía, el doctor Ellis no hizo tanta pelea para retenerme. Sabía
que era por mí lo que estaba sucediendo, incluso sin estar segura de los
detalles. Eso me destruyó. Y el doctor Ellis, ¿cuál fue su papel? ¿Alguno de
ellos era real o todavía estaba en mi habitación drogada de mi cabeza?
Si esto era una alucinación, quería quedarme un rato. Nunca una
visión había sido tan visceral. Esos beignets eran increíbles; Las vistas de la
ciudad se sentían tan reales, la pulsación de mi sangre cada vez que Bain
estaba presente despertaba sentimientos familiares y embriagadores.
No era una coincidencia que él estuviera aquí. No éramos las mismas
personas, pero todavía estábamos vinculados, el alguacil también. Aine fue
enviada a ayudar y por alguien lo suficientemente poderoso como para
atravesar la magia que me había mantenido atrapada. ¿Quien?
Aparecieron los cuervos, acomodándose a mi lado en el balcón. Toqué
las plumas negras acariciando su pecho. Perros del infierno. ¿Había sido
real? ¿Cómo tenia perros del infierno cuidándome? Pero lo eran, lo habían
sido por un tiempo. Había una parte de mí que pensaba que realmente
estaba loca, pero fuera lo que fuera, tenía la intención de disfrutarlo. Se
avecinaba una guerra, la muerte me pisaba los talones. En el fondo sabía
cómo terminaría, pero antes de eso, quería experimentar un poco de lo que
me había estado perdiendo.
Miré la ropa de Aine. Necesitaba ropa para mí. Tal vez Aine y yo
136
podríamos ir de compras; por supuesto, no tenía dinero. Necesitaba un
trabajo. Eso era lo primero, conseguir un trabajo. Le preguntaría a Josiah
si él podría preguntarle a su esposa pronto.
Bajé las escaleras siguiendo el sonido de las voces. Josiah paseaba por
la sala de estar. Se sentía como yo... era mucho para asimilar. No había
duda de que los seres en la habitación eran más que humanos, un sonido
de magia palpitaba en el aire.
Había una anciana entre ellos. Tan pronto como entré, sus ojos color
whisky se posaron en mí.
Cyril hizo las presentaciones.
—Esta es mi abuela, Esther.
Cruzó la habitación, sus viejas manos tomaron las mías.
—No te vimos. Estabas bloqueada. —Su cabeza se inclinó—. No sabes
quién eres.
Mi pulso se aceleró.
—¿Usted sí?
—No. —Me estudió por un minuto, aunque no pude leerla—.
Consultaré a los Ancestros.
—¿Los Ancestros? —preguntó el alguacil mientras miraba a Cyril—.
Usted los ha mencionado. ¿Realmente puede comunicarse con ellos? —le
preguntó a Esther.
—En un sentido. Dejan pistas, y sé cómo leerlas.
—¿Pero no vieron a la señorita Blackwood?
—Estaban bloqueados.
—¿Por quién?
—No lo sé.
El alguacil estaba frustrado, pero lo mantuvo para él.
—¿Algo está viniendo? ¿Podría haber sido eso?
—Posiblemente, pero no estoy segura de que fuera el mal lo que nos lo
impidió. Se siente diferente.
Miró alrededor tan confundido como yo, pero siguió adelante.
—¿Qué viene? —preguntó.
Parecía grave cuando dijo:
—El mal.
—¿Cuando?
—Ha sido profetizado por generaciones y esa profecía ha comenzado,
pero no lo sé. Podría ser mañana; podría ser dentro de unos años, pero lo
137
será en esta vida.
El alguacil se frotó el cuello.
—Supongo que no estás diciendo mal general, intangible, estás
hablando de una manifestación del mal.
—Puede tomar muchas formas, pero sí.
—Y viene aquí, a Nueva Orleans. ¿Por qué?
—Creo que es una discusión que es mejor guardar para más adelante.
Josiah me miró y, aunque no le gustaba, podía verlo apartándolo.
—Definitivamente estoy fuera de mi área de especialización, pero tengo
una ciudad que proteger. Demonios, todavía estoy investigando la muerte
de tres niños, todos los cuales tienen una conexión con lo sobrenatural. —
Eso le llamó la atención de todos—. Y al decir eso en voz alta entiendo por
qué me miran así. —Se pasó una mano por la cabeza antes de murmurar—
: No puedo creer que haya dicho esa frase con una cara seria.
—¿Sobrenatural? —preguntó Esther.
—Podemos entrar en eso más tarde. Ivy ha tenido suficiente por un día.
—Bain no dejó espacio para la discusión. Por dentro, sonreí porque no
éramos las mismas personas, y aún así, había una conexión, algo de lo que
quedaba. Una razón muy personal para luchar contra lo que venía.
—Me imagino que tienes curiosidad por ver la ciudad —adivinó Esther.
—Sí. Vi algo de eso esta tarde. Tuve un beignet. Estaba delicioso.
—Bueno. Es importante para ti experimentarlo, caminar entre la gente
de Nueva Orleans —dijo.
Josiah se veía extraño, pero considerando todo lo que había aprendido
hoy, lo estaba manejando sorprendentemente bien.
—En muchos sentidos, me siento como tú, confuso, enojado y
asustado. Lo resolveremos. —Miré alrededor de la habitación—. Juntos, lo
resolveremos.
Caminé con el alguacil a su auto. Cyril se quedó atrás para acompañar
a su abuela a casa.
—¿Podrías preguntarle a tu esposa sobre el trabajo?
Se detuvo y se volvió hacia mí.
—¿Apurada? —bromeó.
—Algo como eso. Quiero una vida, una vida real. Lo que venga, me
gustaría experimentar un poco de lo que estoy luchando para proteger.
La comprensión y la compasión se movían sobre su rostro.

138
—Le preguntaré esta noche.
—Gracias.
Alcanzó la puerta del auto, pero se detuvo.
—Necesitamos hablar sobre Ellis, pero lo que es más importante, hay
algo que debes ver. —Subió a su auto—. Pero primero, te conseguiremos un
trabajo.

No pude dormir me quedé en el balcón un rato y observé la noche, cómo


las nubes rodaban sobre la luna y la brisa entre los árboles. Recordé este
lugar, una parte de los recuerdos de las vidas que había vivido, recordé el
hogar y el pantano. Nueva Orleans era casa. Se torció sabiendo que el mal
estaba acechando aquí, dolía más sabiendo que yo era la razón de eso. Lo
haría bien, sabía que de alguna manera ya había tomado medidas para
hacerlo, pero el dolor era un compañero constante.
Mi estómago gruñó. No había comido desde el beignet. Me moví por la
casa hasta que encontré la cocina. Una nevera. Tenía treinta y dos años, y
era la primera vez que veía una. Abriéndola, estaba llena de comida. A Bain
y su equipo les gustaba comer. Un sonido detrás de mí volvió mi cabeza.
Aine
—¿Hambrienta?
—Sí.
—¿Qué tienen ahí dentro? —Se unió a mí y dejó escapar un silbido
bajo.
—Maldita sea. Costillas Me encantan las costillas.
—¿Costillas?
—Costillas a la barbacoa. Son deliciosas. Confía en mí. —Sacó el plato
y lo dejó caer sobre la mesa—. También tienen ensalada de papas. —Otro
plato siguió al primero. Levantó el papel de otro plato—. ¿Eso es jambalaya?
—Tomó eso también.
Un cosquilleo bailó por mi espina dorsal. Volviendo mi cabeza, Bain
estaba apoyado contra la viga de la puerta.
—¿Hambrienta?
Con la cabeza aún en la nevera, Aine respondió:
—Muero de hambre.
Él pulsó el interruptor, inundando la cocina con luz antes de pasar a
la estufa.

139
Aine miró hacia arriba.
—¿Qué estás haciendo?
—Es la primera vez que Ivy come comida de verdad, tiene que servirse
bien.
Mi corazón saltó en mi pecho. Aine miró de Bain a mí, su expresión se
suavizó.
—Eso es justo.
—¿Estamos comiendo? —Brock preguntó, caminando hacia la cocina
con solo un par de jeans. Aine casi se ahoga con la manzana de la que
acababa de tomar un bocado.
—Toma el tocino —le dijo Bain a Brock mientras envolvía las costillas
y las metía en el horno.
Los ojos de Aine se ampliaron.
—¿Tienes tocino?
La expresión en la cara de Bain me hizo reír. Era tonto y adorable y
viniendo de él... muy gracioso.
Aine agarró una sartén.
—El tocino es vida, Ivy.
—También deberíamos tener huevos —sugirió Brock, pero él ya estaba
sacando los huevos de la nevera.
Iba a tomar un pedazo de fruta, pero al verlos moverse por la cocina,
preparando un festín para mí. Mis ojos ardían pero de la mejor manera
posible. Nunca había tenido esto. Ni siquiera los conocía, pero aún así, aquí
estaban.
Mientras los olores llenaban la cocina, otros se unieron a nosotros,
tantos que trasladamos la fiesta al comedor. Platos de comida cayeron sobre
la mesa, jarras de té dulce, platos y servilletas. Nadie tocó la comida.
—Tú primero —dijo Aine.
Esto era lo que me había estado perdiendo. Podría enojarme, pero en
cambio, estaba agradecida de haberlo encontrado. Mejor tarde que nunca.
—Toma un poco de tocino —dijo ella—. Y las costillas.
Tomé un poco de todo, los huevos que hizo Brock, el tocino que Bain
cocinó, las costillas y la ensalada de papas. Los sabores eran increíbles, la
comida más deliciosa de mi vida, pero fue quien la hizo, ellos la hicieron
para mí, la que estaba sentada en esta mesa con el ruido de varias
conversaciones a la vez y que era una parte de ello. Mis ojos ardían mientras
bajaba la cabeza. Esto era lo que se sentía cuando un sueño se hacía
realidad.
140
141 La reunión había comenzado. Pronto los que buscaba estarían a su
alcance. La barrera se estaba debilitando, y sus poderes se hacían más
fuertes. Se habían reunido para salvar al mundo, pero juntos, lo
terminarían.
142

Me levanté temprano y salí de la casa. No estaba sola. Algunos


miembros del grupo de Bain permanecían fuera de vista, pero los sentía.
Estaban allí para protegerme. No iba a discutir. Salí de la casa y caminé.
Todo lo que conocía eran paredes y pisos blancos y la misma rutina día tras
día, pero no aquí. Ahora no. Cada kilómetro se veía diferente, olía diferente.
Nada era predecible; nada era igual. Paseé por el pantano; caminé por el
bosque y por el camino. Terminé en la ciudad, y todo estaba en silencio. Una
vista muy diferente a la que vi ayer. Los restos de las actividades de la noche
cubrían las calles y las aceras. Los propietarios de las tiendas estaban
reabasteciéndose de la mercancía, limpiando las aceras, los camiones de
entrega traían nuevas existencias y la gente cargaba cajas arriba y abajo de
los escalones de las bodegas. Había una parte de mí que recordaba este
lugar. No recuerdos específicos, sino impresiones generales.
Sería fácil olvidarse de la pesadilla que viví, las cosas que vi. Tal vez por
eso el doctor Ellis me dejó ir. Creía que me distraería con todas las vistas,
que olvidaría que el mal estaba llamando a la puerta. No lo haría. En todo
caso, ver la belleza que el mal amenazaba con destruir solo me hizo más
decidida a hacer lo que tenía que hacer.
Caminé por la calle Bourbon. Letreros de neón para bares se alineaban
en la calle; había carteles pegados en las paredes. Por la noche, era
deslumbrante, pero a la luz del día, estaba sucio, deteriorado y algo
descuidado. Llegué a un cruce de peatones y un fabuloso edificio antiguo
ocupaba una esquina. Las puertas estaban abiertas. Entrar es como
retroceder en el tiempo. Las paredes estaban cubiertas de fotografías.
—Buenos días —le dije al viejo parado detrás del mostrador limpiando
la barra.
—Buenos días. ¿Puedo traerle algo?
—Esperaba echar un vistazo alrededor. Es un hermoso edificio.
—Lo es. También embrujado —dijo y guiñó un ojo—. Tómese su tiempo.
Estudié las fotografías, personas famosas asumí, pero eran las
entidades que no podías ver las que me intrigaban. Estaba embrujado.
Algunos de los espíritus no estaban listos para continuar, incluso después
de la muerte. Otros estaban inquietos, ansiosos por seguir adelante pero
incapaces de hacerlo. ¿Qué los retenía? ¿Qué parte de ellos permanecía,
atándoles a un mundo del que ya no formaban parte?
Estaba saliendo cuando pasé por el lado de la vieja fuente en el bar. El
cantinero compartió la historia, pero no era la belleza de la fuente lo que me
hizo parar. Era el símbolo grabado en la parte inferior. El mismo símbolo
que el sheriff tenía en el brazo.
143 —¿Sabe qué es eso? —pregunté.
El hombre se unió a mí para estudiarlo.
—Gracioso. Nunca me di cuenta de eso, y con la cantidad de veces que
lo limpié, pensarías que lo habría hecho.
—¿Cuánto tiempo lleva este edificio en pie?
—Desde 1807, uno de los edificios más antiguos de la ciudad. Si te
gusta la historia, visita el cementerio de San Luis y la Casa Blacksmith más
abajo de Bourbon.
—Gracias.
Mientras paseaba por la calle Bourbon, me encontré buscando el
símbolo, pero no lo vi en ninguno de los edificios más nuevos; sin embargo,
el edificio Blacksmith lo tenía grabado en la piedra angular. ¿Era una
coincidencia que los edificios que existían cuando se fundó la ciudad
estuvieran marcados con el símbolo? ¿Qué significaba el símbolo? Un grupo
de turistas estaba caminando, el guía recitaba los antecedentes de la ciudad.
—Pasaremos un tiempo mirando alrededor antes de dirigirnos al lugar
más embrujado de Nueva Orleans. Ese pedazo de tierra ha sido el hogar de
algunas cosas horrendas, la menor de las cuales fue la masacre de una tribu
indígena. Algunos no creen en el mal, pero creo que ese lugar es malvado.
Le dio a su grupo unos minutos para mirar alrededor. Aproveché la
oportunidad para preguntarle sobre el símbolo.
—Buenos días.
Se volvió, con una gran sonrisa en su rostro. A alguien claramente le
gustaba su trabajo.
—Buenos días.
—Me preguntaba si sabrías qué significa ese símbolo.
—¿Símbolo? —Ella caminó hacia la esquina del edificio y pasó los dedos
sobre él—. ¿Sabes que nunca había visto esto antes? He hecho esta gira
todos los días durante diez años, y nunca me di cuenta.
¿Coincidencia? No lo creo.
—Sin embargo, tengo curiosidad. Tendré que investigarlo. —Me miró—
. Si me das tu número de móvil, puedo llamarte cuando lo averigüe. —Sacó
un pequeño dispositivo de su bolso.
¿Número de móvil? ¿Número de teléfono?
—No tengo un número de móvil.
No me perdí la mirada y, según la cantidad de personas que había visto
caminando con esos pequeños dispositivos electrónicos, creo que podía
entender su sorpresa al no tener uno. Parecía que todos tenían, incluidos
los niños que eran demasiado pequeños para llevarlos.
144 —¿Un número de casa?
—Me acabo de mudar a la ciudad. Todavía estoy resolviendo todo eso.
Su expresión se volvió curiosa, su cadera se ladeó, y me estudió como
si nunca antes hubiera visto a alguien como yo. Para ser justos, nunca lo
había hecho.
—Nunca has estado en Nueva Orleans, pero en tu primer viaje te das
cuenta de que algo tan arbitrario para mí, una local, nacida y criada, nunca
ha visto.
Aquí es donde mi encierro y mi falta de habilidades sociales realmente
brillaron porque no sabía qué decirle. Definitivamente estaba intrigada
conmigo. Acababa de convertirme en otro rompecabezas que ella quería
resolver.
—Nena, lo siento, llegué tarde. —Bain apareció, dejando caer su brazo
sobre mis hombros, tirando de mí contra su costado. Me besó, justo en la
boca. Nunca antes me habían besado. Fue rápido, terminó casi tan pronto
como comenzó, pero mi cuerpo no lo superó. Mi corazón se aceleró; mi
sangre corrió por mis venas; me sentí mareada y mi propia lengua, ansiosa
por volver a saborearlo, lamí mis labios. La reacción de Bain ante eso hizo
que mis rodillas se debilitaran. Parecía hambriento.
—Hola. —Una mano cuidada apareció en mi línea de visión. No era para
mí. La guía turística estaba acicalada. Podía sentir su excitación, podía
sentir que su concentración ya no estaba en mí—. Soy Mary Telemann. Y tú
eres como una bebida de agua fría.
Era una nueva emoción para mí, los celos. No era fanática, pero no me
impidió sentirlo. Estaba parada allí, el brazo musculoso de Bain estaba
alrededor de mis hombros, pero esta mujer estaba coqueteando
abiertamente con él. No tenía experiencia en el mundo de las citas, pero
incluso yo sabía que era grosero.
Él no la tomó de la mano. Ni siquiera dijo hola. La estudió como ella a
mí. Se sonrojó, se volvió y se alejó.
—¿Qué? ¿Eso es todo? Sólo tenías que mirarla fijamente. —Miré hacia
su rostro impasible, duro como una piedra, y tragué saliva—. No importa.
—Extrañé el peso de su brazo cuando lo quitó.
»Hice un descubrimiento —anuncié.
No dijo nada, pero sabía que tenía su atención. Le mostré el símbolo.
—Está bajando la calle en otro edificio antiguo. Dibujé este símbolo; el
sheriff lo tiene tatuado en el brazo.
Estaba intrigado.
—¿Pero no sabes qué es? —Trató de aclarar.

145
—No. Me dirigía al cementerio de San Luis. Parece que los lugares más
antiguos de la ciudad están marcados con él.
Tocó la parte baja de mi espalda, su forma de decir que iba a venir,
pero el calor que ardía por su toque me distrajo. En cierto nivel, lo conocía;
en cierto nivel, era mío, pero ya no lo era y aun así mi cuerpo lo recordaba.
Caminamos en silencio; Me fascinaron las reacciones de la gente hacia
Bain. No emitía vibraciones de otro mundo. Además de ser inusualmente
alto y musculoso, no gritaba sobrenatural, pero la gente le notaba mucho.
Supuse que podían sentir que un depredador estaba entre ellos. ¿Cómo se
había convertido en lo que era ahora porque el hombre de esa vida de hace
tanto tiempo había sido humano? Por supuesto que no había sido humano,
y lo era ahora. Demasiadas preguntas y pocas respuestas.
Llegamos al cementerio; ni siquiera tuvimos que entrar porque el
símbolo estaba grabado en las puertas.
—Todo bien. Tenemos que descubrir qué significa ese símbolo. —Bain
era un hombre de pocas palabras, pero tenía toda la razón.

Esther vivía justo en el pantano cerca de casa de Bain. Su choza estaba


construida entre dos grandes cipreses calvos. La magia la rodeaba. Esther
abrió la puerta antes de que tocáramos.
—He hecho té.
Su casa era pequeña. Una sala de estar, la mayor parte de la cual
estaba ocupada por un altar. Había una estufa en la esquina que se usaba
para cocinar y calentar su hogar, una pequeña nevera, un fregadero y una
mesa. Una pantalla decorativa bloqueó lo que supuse que eran el dormitorio
y el baño.
Esther hizo un gesto hacia la mesa mientras traía el té. Una vez
establecida, respondió la pregunta que ni siquiera habíamos hecho.
—En 1693, hubo juicios por brujas en Massachusetts. La historia diría
que las chicas lo inventaron todo, pero la verdad es que algunas de las
chicas tenían un poco del don.
—¿El don?
—Una vez, hace mucho tiempo, los humanos tenían la capacidad de
ver a quienes vivían en el mundo con ellos, y todavía hay quienes pueden
ver más allá del velo. Hay quienes son impostores, se aprovechan de las
personas en su punto más vulnerable, pero hay muchos que están
verdaderamente dotados. Algunos usan su don para ayudar a otros, y para
algunos, les vuelve locos. Esas chicas en Salem, se volvieron un poco locas.
Incitaron al caos, generaron odio e histeria. Un aquelarre de brujas logró
146 escapar de Massachusetts y huyó hacia el sur. El pantano siempre ha sido
un empate para los místicos, pero el nivel freático también jugaba un factor.
Cuando una bruja es enterrada en el suelo, sus poderes son devueltos a la
Madre Tierra, de donde provienen nuestros poderes, pero cuando hay un
entierro sobre el suelo, un eco de la bruja persiste. El aquelarre original de
Nueva Orleans construyó sus hechizos de protección aprovechando ese
poder extra.
—¿Pero por qué Nueva Orleans? Hay otras ciudades a lo largo del
pantano con una capa freática similar —preguntó Bain.
Esther se trasladó a su altar, a un símbolo que no había notado cosido
en la tela.
—Debido a esto. —Era el símbolo.
—¿Qué es? —preguntó Bain.
—Una escritura antigua. Significa vida eterna. —Ella trazó el grabado—
. No en el sentido de la longevidad individual sino de la continuidad. Este
símbolo es anterior a los antepasados.
—¿Cómo es eso posible? —preguntó Bain.
—La tierra es muy vieja, más antigua de lo que los estudiosos saben.
Las especies han ido y venido, y con ellas, sus dioses. Este símbolo es para
uno de los dioses primordiales.
Sentí los ojos de Bain sobre mí.
—No soy un dios primordial.
—No. —Pero antes de que pudiera exhalar de alivio, agregó—: Pero
podrías venir de uno.
Era bastante abierto sobre todo esto, y sabía que era diferente y que
había vivido una vida larga hace mucho tiempo, pero no estaba listo para ir
allí. Esther continuó:
—Este símbolo está en toda Nueva Orleans. Es lo que creo que atrae lo
sobrenatural aquí, un refugio seguro para aquellos que son diferentes. Creo
que quien creó este símbolo lo hizo con el propósito de hacer de Nueva
Orleans un epicentro para lo sobrenatural.
—¿Para qué? —preguntó Bain.
Una pausa deliberada antes de que ella dijera:
—Tal vez previeron lo que vendría mucho antes de que llegara.
Estaba estudiando el símbolo que vi algo que no había visto antes.
Saqué el ojo del tigre de mi bolsillo. Bain se tensó a mi lado.
—¿Qué pasa? —pregunté.
Levantó algo de debajo de su camisa y la pasó sobre su cabeza. Mi
mano tembló cuando se la quité. No era un ojo de tigre, su piedra era
147 naranja, pulida y parecía brillar desde dentro; también tenía un grabado,
diferente al mío, pero definitivamente similar. Sus formas eran irregulares,
pero encajaban y completaban parte de un patrón, el símbolo cosido en la
tela del altar de Esther.
Le temblaron las manos cuando alcanzó las piedras.
—Ojo de tigre y ágata de fuego. —Sus viejos ojos se levantaron—.
Piedras poderosas. ¿De dónde las sacaron?
—La he tenido desde que tengo memoria, pero no sé de dónde vino —
dijo Bain.
—Lo mismo para mí. —Eso no era del todo cierto, pero como realmente
no sabía si la mujer con la que soñaba era real, no lo mencioné.
La suave voz de Esther se transmitió.
—Ambos están vinculados a esto. —Su mirada se detuvo en mí—. Lo
que fueras, lo que sea que te haya pasado, creo que este símbolo es la clave.
También creo que si encuentras las piezas restantes, lo que se perdió se
encontrará.
El silencio encontró esa respuesta por un minuto antes de que Bain
dijera:
—Entonces encontremos esas piezas.

No pudo hacer que se detuviera. Sus pesadillas se cruzaron en sus horas


de vigilia y lo persiguieron. Buscó consejo, investigó todas las enfermedades
de la mente y los tratamientos que lo acompañan, tanto convencionales como
aquellos considerados menos convencionales, incluso los tratamientos que se
consideran nada más que brujería, pero nada funcionó. No pudo apagarlo; no
pudo hacerlo desaparecer. Cada momento de vigilia se convirtió en tortura.
La realidad y la fantasía se borraron, y su cordura colgaba en la balanza.
¿Era la locura lo que le aterrorizaba o estaba dotado con el conocimiento
de la próxima evolución del hombre? Quizás el tratamiento que buscaba era
lo que temía. Quizás en lugar de negar lo que lo atormentaba, necesitaba
abrazarlo, comprenderlo... convertirse en él.
Desperté, mi corazón martilleaba incluso cuando me dolía. El tormento
del doctor Nelson, lo entendía muy bien, y ahora entendí por qué su
fantasma se había demorado y lo que le estaba atando a este mundo.

148
Josiah me trajo a la morgue. Estaba cerrado, dos policías estaban
parados en la puerta. Una mujer trabajaba detrás de un microscopio; ella
levantó la vista cuando entramos.
—Ivy, ésta es la forense, Jasmine Wallace.
Ella extendió su mano.
—Es un placer conocerte, Ivy.
—Igualmente.
—¿Estás aquí para ver...? —Jasmine parecía incómoda.
—Sí.
Caminó hacia uno de los cajones, su mano tembló un poco antes de
abrirla.
—Está encantado. Esther aumentó el hechizo esta mañana.
¿Esther? Antes de que pudiera preguntar, sacó la sábana. Era una
criatura, como el doctor Ellis y Bart. Fue mi mano la que tembló cuando me
la pasé por el pelo.
—¿Cómo conseguiste esto?
—Era una de mis víctimas de asesinato.
Mi cabeza se giró hacia Josiah.
—¿Disculpa?
—Henry Werth. Él y su novia fueron a LeBlanc Plantation, una famosa
casa embrujada por aquí, pero sospecho que hay más cosas allí que
fantasmas. De todos modos, él entró en la casa. Su cuerpo apareció una
hora después, marcas de garras en su garganta. Durante la autopsia,
Jasmine descubrió que su sangre estaba cambiando.
Mis ojos volvieron a Henry.
—¿Y se convirtió en esto?
—Sí.
—El doctor Ellis es uno de estos.
Sentí el aire todavía en ese anuncio.
—Ellis no es humano. —Josiah estaba asustado. No podía culparlo
porque yo también.
—Creo que lo fue una vez. —Mi corazón se retorció y mis ojos ardieron
porque ahora su comentario sobre el trabajo de su vida tenía sentido.
Buscando la mirada de Josiah, dije—: Creo que él podría ser quien los creó.
—¿Qué son estos? —preguntó.
149 —No sé, algún tipo de híbrido humano y sobrenatural. —Tenía la
terrible sensación de saber a qué juego estaba jugando ahora. Realmente
tenía la intención de acabar con el mundo, acabar con la humanidad, y
había creado la destrucción de la humanidad usando lo que buscaba
destruir como la nave. ¿Qué le había pasado para torcerlo tanto?
—Pero si él fuera humano, ¿por qué haría esto? —Entendí la necesidad
de respuestas de Jasmine. Esther tenía razón. Algunos de los que tenían el
don, se volvían locos, pero no antes de despertar el miedo.
—Mi conjetura es que el miedo se convirtió en algo más.
—Nunca encontramos nada sobre el doctor Ellis. No existió hasta 1985.
Si fuera responsable de crear esto... —Josiah hizo un gesto a Henry—.
Debería haber algo documentado.
Ésa no era una coincidencia.
—¿No existía antes de 1985? Nací en 1985.
—Lo sé.
Era otra pieza del rompecabezas. Eché un vistazo a la criatura.
—¿Por qué te aferras a esto?
—Estoy tratando de aislar el contagio que convierte la sangre —ofreció
Jasmine.
—¿Con qué propósito?
—Para crear una vacuna.
Me quedé insensible.
—Crees que él quiere desatarlos.
—Creo que pensó que nos enteraríamos demasiado tarde con Henry
aquí. Infecta a la policía, la ley y el orden, y reina el caos.
¿Era por eso por lo que el doctor Ellis había estado satisfecho y ansioso
por hablar con el sheriff? ¿Se había deleitado jugando con Josiah como lo
haría un gato con un ratón? Pero Ellis no se había dado cuenta de que el
sheriff estaba vinculado, y que no era sólo otro humano indefenso.
—Si se entera de que estás trabajando para revertir el trabajo de su
vida... —No necesité terminar la oración. Josiah lo hizo.
—Jasmine se convertirá en un objetivo.
—Donde me alojo está protegido por una magia muy poderosa. Ella
tiene que trabajar allí —sugerí.
Se frotó la nuca.
—Sí, vale.
—Llamaré a Bain. Su tripulación ayudará con la transferencia.

150
—Espera, ¿a dónde voy?
—Una casa en el pantano. Estarás a salvo allí.
Ella miró de Josiah a mí. Podía sentir su miedo.
—¿Cómo sabes que estaré a salvo?
—Porque los que te protegerán tampoco son humanos.
Palideció y tragó saliva.
—Necesito una bebida.

—Eres un... —Jasmine parecía enferma—. Y tú eres... —Se dejó caer


sobre la mesa y apoyó la cabeza en sus manos—. Escuché las historias
mientras crecía. Quién no, pero nunca lo supe.
Aine puso una botella de Jack frente a ella, vertiendo tres dedos.
Jasmine no dudó en beberlo todo.
—Todo es real. —Había asombro en su expresión cuando me miró—.
Mierda, todo es real.
Brock estaba paseando.
—Todavía estoy en la primera parte. ¿Esas cosas comienzan como
humanos?
—Henry Werth fue atacado por una de esas criaturas. Descubrí en la
autopsia que su sangre estaba cambiando. Se transformó en esto.
—¿Ellis creó eso? —Brock parecía disgustado—. ¿Qué demonios?
Jugando al puto Frankenstein.
—Se ven sobrenaturales, pero no tienen la fuerza de lo sobrenatural —
dijo Bain y agregó—: Creo que el sheriff tiene razón. Su propósito no es
pelear; está infectando, aunque me arañaron y no cambié.
—Ivy también cuando era más joven —agregó Josiah.
—¿Entonces solo los humanos son objetivos? —preguntó Brock.
—Si su propósito es infectar, ¿dónde diablos están? Había cientos en
Misty Vale —dijo Bain.
—Buena pregunta. Fuera de los McKinnons que no cambiaron, solo
Henry aquí estaba infectado.
—Entonces están esperando algo —teorizó Bain.
—Ésa también es mi suposición —respondió Josiah.
—¿Esperando qué? —preguntó Brock—. ¿Y por qué se aferraron a Ivy
durante tanto tiempo solo para liberarla tan fácilmente? Y sin ofender, ¿por
151 qué no la mataron?
—No pueden.
La cabeza de Bain se giró hacia mí.
—¿Qué quieres decir con que no pueden?
—Eso es lo que dijo el doctor Ellis. Quería matarme, pero no pudo. Dijo
que yo era parte de esto.
Estaba pensando en algo, pero mantuvo sus pensamientos para sí
mismo.
—¿Y puedes aislar este componente? —preguntó Brock a Jasmine.
—Sí. Me gustaría tomar un vial de sangre de cada uno de vosotros. —
Eso le valió a Jasmine una mirada de todos. Aclaró—: Parece que solo infecta
a los humanos, así que supongo que hay algo en vuestra sangre que lo
inhibe. Si puedo aislar ese componente...
—Hecho —dijo Bain antes de que pudiera terminar.
—Dijiste que no podías encontrar nada sobre el doctor Ellis —le
pregunté.
—Sí, él no existe antes de 1985. De hecho, creo que solo apareció por
ti.
Ésa era una declaración completamente desconcertante.
—¿Qué quieres decir?
—Estuvo presente en cada nacimiento del solsticio de verano, se detuvo
cuando te encontró. Se perdió el tuyo porque desapareciste del hospital,
pero diez años después te trajo a Misty Vale.
Me encontró porque había conjurado fuego, mi firma mística. Me
faltaba algo. Las piezas estaban allí pero no en orden. Lo superé.
—¿Puedes buscar al doctor Theodore Nelson? —Sospechaba tras mi
último sueño, que explicaría la participación del Dr. Nelson en todo esto.
—¿Quién es ese? —Jasmine comenzó a preguntar y luego dijo—: Otra
vez. —Esta vez, vertió el whisky en su vaso.
—Solía visitar al doctor Nelson todos los días. Me recordaba mucho al
doctor Ellis. Cuando lo leí, veía cosas horribles. Asumí que eran
experimentos realizados con él, pero ¿y si fuera él quien los dirigía?
—No entiendo. —Josiah se frotó el área entre las cejas—. ¿Pensé que
pensábamos que era el doctor Ellis quien estaba detrás de las criaturas?
—Creo que el doctor Ellis los creaba.
—Me perdiste.
—El doctor Nelson es un fantasma, pero creo que el doctor Nelson es el
doctor Ellis.
152
Se pasó una mano por el pelo, su voz un poco estrangulada cuando
dijo:
—Lo investigaré.

Josiah
Ivy y yo fuimos a ver a Dahlia. Después de la discusión de antes, estaba
agradecido por algo tan normal. Todavía había una parte de mí convencido
de que estaba soñando todo esto, el sueño más largo y retorcido del mundo
lleno de híbridos, fantasmas y zombis. Teniendo en cuenta todo lo que se
me había caído encima, estaba haciéndolo bien para no desmoronarme.
Dahlia no había dudado en ofrecerle un trabajo a Ivy. Ésa era mi
esposa. Era una buena mujer. La atención de Ivy estaba afuera, una mano
presionada contra el cristal. Estaba asimilando todo, cada matiz. No podía
imaginar cómo se sintió al cambiar su vida tan radicalmente rápido. Bueno,
podría; me habían dejado caer en un episodio de Supernatural. Se lo estaba
tomando todo con calma, pero lo que me sorprendió fue que no había
amargura ni enojo. Tenía los ojos muy abiertos y entusiastas, ansiosa por
aprender y ver, pero no se detenía. Tenía todas las razones para afligirse,
pero lo dejaba pasar. Si tan sólo todos pudiéramos ser un poco así, el mundo
sería un lugar mucho más agradable.
Sonó mi teléfono. Sonreí cuando vi quién estaba llamando.
—Tengo que atender esto.
Ivy parecía fascinada con la idea de hablar mientras conducía. Golpeé
el Bluetooth.
—¿Qué quieres? —Bromeé.
—Agradable. ¿Seguiré viniendo en abril?
Se me cayó el corazón. Necesitaba verla, pero con toda la mierda
pasando, no era seguro.
—Quiero que lo hagas, pero sabes que han estado sucediendo algunas
cosas locas.
—Por favor. No quiero quedarme con ella.
Me ardía la sangre.
—¿Qué hizo?

153
—Nada. No hace nada. Siempre con sus novios. Odio este lugar. ¿No
puedo vivir contigo?
—Quiero eso. Dahlia también, pero sabes que no es tan fácil.
—Lo sé. Voy en abril, incluso si tengo que hacer autostop.
—Sobre mi cadáver. En serio, están sucediendo muchas cosas. Ya he
hablado con tu madre. Puede que tengamos que esperar un poco más.
—No, papá.
—Aria, te quiero conmigo más que nada, pero tu seguridad es mi
primera prioridad.
—Te echo de menos.
—Yo también te extraño.
—Te quiero papa.
—Yo también te amo, Aria. Lo resolveremos.
—Bueno. Hablamos pronto. —Esperanza en su voz.
—Absolutamente.
—Adiós. —Ella se desconectó. Jodida Rebecca, siempre buscando el
ángulo que funcionaba a su favor y no se oponía a usar a su hija para
obtener lo que quería. Exigió pago monetario cuando le pedí que se quedara
con Aria más tiempo que nuestro acuerdo. Jodido dinero para mantener a
su propia hija. Conté hasta diez.
Ivy estaba mirando por la ventana, dándome privacidad, estaba seguro.
—Mi hija.
Su expresión fue de sorpresa.
—¿Tienes una hija?
—Sí. Vive con su madre. Compartimos la custodia, pero con el Mardi
Gras, no quiero a Aria aquí durante los meses locos, así que se queda con
su madre hasta abril y luego vive conmigo hasta agosto. —Rebecca había
sido un gran error. Odiaba decir eso porque conseguí a mi hija, pero la mujer
era una perra... egoísta y egocéntrica. No quería a Aria; simplemente no
quería que la tuviera. Quería la custodia total, pero Rebecca era abogada y
muy buena.
—¿Qué edad tiene tu hija?
—Trece, va para catorce.
—Espero poder conocerla —dijo Ivy suavemente.
—Estoy seguro de que lo harás. —Pero pensando en Aria y todo lo que
estaba sucediendo, agregué—: ¿No estoy seguro de cómo le voy a explicar
todo esto?
Hubo momentos en que Ivy parecía mucho mayor de lo que lucía. Ésta
154 era una de esas veces.
—A los niños les resulta más fácil aceptar lo inusual porque están
abiertos a las posibilidades de lo que podría ser. —Esos ojos morados se
volvieron hacia mí—. Creen en la magia. —Su mirada se desvió por la
ventana antes de decir—: De acuerdo con la idea de trabajar juntos, tengo
algo de información. —Asintió hacia mi tatuaje—. Ese símbolo significa vida
eterna. Está tallado en algunos de los edificios más antiguos del Barrio
Francés. Bain y yo tenemos una piedra con parte del símbolo grabado.
Esther cree que la clave para restaurar mis recuerdos es encontrar las otras
dos piezas.
No podía mentir, un escalofrío me atravesó porque era magia, como
magia dura, y estaba vinculado a ella. Parecía que realmente había otros
poderes en el trabajo.
—¿Alguna idea sobre cómo encontrar las otras piezas del símbolo?
—No, pero estoy trabajando en ello.
—Debería mencionarlo. Ese símbolo fue grabado en una tabla del piso
de una casa antigua no muy lejos de aquí, un lugar vinculado al caso en el
que estoy trabajando. Probablemente hecho de vuelta en el día. Algo estaba
oculto allí, pero alguien lo quitó. —Hice una pausa antes de agregar—: Las
muertes de aquel entonces tenían las mismas marcas de garras que los
McKinnons y Henry Werth.
Su expresión cambió, sus ojos se agrandaron. Podía sentir su
inquietud.
—Sé que nos esperan en la tienda de tu esposa, pero ¿me llevarías a
ese lugar? —preguntó.
—¿Ahora?
—Es importante.
—Vale.
El viaje fue silencioso, pero antes de que lo alcanzáramos, la sentí
tensarse a mi lado.
—Aquí es donde está atrayendo su poder. —Sus ojos se encontraron
con los míos—. ¿Dijiste que alguien talló el símbolo en esa casa?
—Sí.
—¿Y aquí es donde encontraron los cuerpos hace siglos, los que tenían
las marcas de las garras?
—Sí. ¿Qué estás pensando?
—No es una coincidencia. Lo que sucedió entonces está jugando un
papel en lo que está sucediendo ahora. Si tan solo hubiéramos sido moscas
en la pared.
155 —Hay varios historiadores locales, no una mosca, pero casi tan buenos.
Me pondré en contacto con ellos.
Tan pronto como salimos del auto, Ivy se puso pálida.
—La muerte satura este lugar. ¿Dijiste que Henry fue asesinado aquí?
—Sí, creemos que tal vez los McKinnons también lo fueron.
—Lo fueron.
Sorprendido, le pregunté:
—¿Cómo lo sabes?
—Puedo sentirlos, persisten.
Realmente estaba todo vinculado.
—Kathy y Lee McKinnon desaparecieron el año pasado. Como, sin dejar
rastro. Buscamos en toda la ciudad, seguimos cada pista y nos fuimos sin
nada. Justo antes de visitarte, sus cuerpos fueron descubiertos cerca de un
cementerio. Esas marcas de garras en sus gargantas. ¿Estás diciendo que
los mataron aquí?
—Sí.
—No encontramos nada, pero Henry fue asesinado aquí, y tampoco
encontramos rastros que lo prueben.
No me sorprendió su respuesta.
—Magia. Este lugar está embrujado por magia muy oscura.
—Eso explica por qué ha estado vacío durante tanto tiempo.
—¿Vacío? —preguntó ella—. Ha estado inactivo.
—¿Qué ha estado inactivo?
—Un poder tan fuerte no habría languidecido por generaciones.
Cualquiera que sea el mal que atravesó este reino, lo hizo aquí. Reúne su
fuerza de este lugar; es poderoso en este lugar.
—Y sea lo que sea, mató a los niños McKinnon. —Pensé que sabía a
dónde iba. No lo hacía.
—Ese tipo de poder tiene que ser desatado. ¿Cuándo murieron los
McKinnons?
—El verano pasado, el solsticio de verano... el cumpleaños de Kathy en
realidad.
El dolor barrió su rostro.
—Renacimiento.
—¿Qué?

156
—El solsticio de verano es una época de renacimiento. Si fueron
asesinados en el solsticio, no fue solo una muerte; fue un sacrificio y
poderoso también con Kathy naciendo en el solsticio. Sus muertes son lo
que desencadenó el renacimiento, y cada muerte desde entonces lo está
fortaleciendo hasta que pueda liberarse.
—¿Por qué aferrarse a los cuerpos de los McKinnons?
—La misma razón por la cual el doctor Ellis estuvo de acuerdo con tu
visita hasta que se dio cuenta de que jugaste un papel. Se burlan de su
presa.
Mentiría si dijera que no me asustaba. Algo cazando en la ciudad, algo
que no podíamos ver.
—¿Cómo lo detenemos? —pregunté, pero sabía que ella no lo sabía—.
¿Qué pasa si este mal se libera?
Parecía seria cuando dijo.
—Creo que será el final de los días.
De eso tenía miedo.
—Por lo tanto, es seguro decir que no se ha manifestado.
—Aún no.
—Pero no tenemos ni idea de cuánto tiempo tardará en manifestarse.
Una mirada extraña se movió por su rostro.
—No, pero habrá señales.
—Como cuerpos apareciendo por toda la ciudad.
El silencio respondió eso, pero obtuve mi respuesta. Sí, era una señal.
—Y una mujer detenida durante veintidós años de su vida.
Reconocí su expresión ahora; algo simplemente encajó en su lugar.
—S. Steiner escribió un libro —dijo ella.
—¿Quién es ese?
—No lo sé, pero era un libro en la biblioteca de Misty Vale. Hay señales
que indican el principio del fin, pero fue su conocimiento lo que parece
bastante astuto, considerando lo que estamos aprendiendo.
—Investigaré a este S. Steiner. Tal vez no sea solo un desastre y una
tristeza, tal vez pueda ayudar. —No me perdí el hecho de que en realidad
estaba entreteniendo la idea de que alguien más diría que era un chiflado,
alguien a quien estaba dispuesto a pedirle consejo. Si las cosas no fueran
tan terribles, realmente me resultaría muy divertido—. ¿Qué pasa ahora?
—Las piezas están ahí. Tenemos que ponerlos juntos —dijo Ivy.
157 —Está bien, pero si el juego final es eliminar el mal, ¿cómo lo
destruimos?
—No estamos tratando de destruir el mal, solo luchamos contra él bajo
control. No es una batalla; Es un equilibrio de poder. El mal se está
volviendo demasiado fuerte.
—¿Por qué aquí? ¿Por qué Nueva Orleans?
Su expresión cambió tan rápido que no pude discernirlo, y tuve la
sensación de que lo que dijo no fue lo que alimentó su reacción.
—Según Esther, éste es un epicentro místico.
Ella lo ofreció tan despreocupadamente.
—¿De nuevo?
Una sonrisa curvó sus labios.
—Sheriff, has visto cosas incluso antes de este caso. Debes haber visto
cosas que no podrías explicar. Al menos ahora tienes un poco de explicación.
Esas cosas inexplicables están sucediendo aquí porque esta ciudad es el
punto de encuentro de todo lo sobrenatural.
Ésa es la información que me hubiera gustado tener antes de tomar
este maldito trabajo.
—Tú eres parte de esto. Incluso si lo supieras, habrías venido. —
Todavía era desconcertante que ella pudiera leer mis pensamientos. Hizo un
gesto hacia mi tatuaje—. Eso es una prueba.
—Luchamos contra el mal y luego ¿qué? ¿Esperar a que se manifieste
nuevamente? Si creemos lo que dice la evidencia, lo intentó hace doscientos
años. Lo intentará de nuevo. —Estaba pensando en algo, pero se lo guardó
para sí misma. Seguí—. ¿Ellis te dio las marcas de niña?
—No, las obtuve de los que intentaban sacrificarme.
—Sacrificarte. ¿A qué?
—No lo sé.
—¿Comenzaste el fuego?
—Creo que lo hice.
Me froté la nuca y dejé escapar un suspiro.
—No puedo decir que te culpe.
—No les gusta el fuego —ofreció.
—¿Las criaturas?
—Sí, se alejan de eso.
Era bueno saberlo.
—Gracias.
158 —Cuando era más joven, después del incendio, hubo una enfermera o
tal vez ella era paramédica. Fue quien tomó las fotos de mis heridas.
También me dio una piedra de ojo de tigre. Ella sabía que yo era diferente;
no parecía sorprendida por eso. ¿Hay alguna forma de localizarla?
—Es curioso que digas eso porque no hay registro de tu caso; el fuego
fue declarado accidental. Ni siquiera se informó de que estabas allí, pero hay
un archivo con esas fotografías. Esta mujer es otra pieza del rompecabezas,
y puedo buscarla, pero es una posibilidad remota.
—¿El incendio fue declarado accidental? Realmente me había
mantenido prisionera. —Ella sacudió la cabeza. Sentí su ira, pero siguió
adelante—. No creo que dejen de matar, no hasta que llegue.
—¿El mal? —Aclaré.
—Sí. Tenemos que hacer más que reaccionar, y creo que recuperar mis
recuerdos es clave. Sé más, pero no puedo recordarlo.
—Entonces, volviendo al principio, necesitamos encontrar las piezas
del símbolo.
Sonrió.
—Sí. —Volvió a mirar a la casa, sus pensamientos en otra parte—. No
hay oscuridad en ese símbolo, así que si alguien lo talló, estarían luchando
contra lo que vendría. —Sus ojos encontraron los míos—. Tal vez ellos fueron
los que lo detuvieron.
Alcancé mi teléfono.
—Haré que Nick se ponga en contacto con los historiadores ahora.

Aparqué calle abajo de la tienda de Dahlia; Ivy me recibió en la acera,


pero estaba mirando calle abajo en busca de Hunter’s Moon.
—¿Estás lista?
—Sí. —Entrelazó sus dedos—. Estoy nerviosa, pero después de lo que
acabamos de discutir, estoy emocionada de no pensar en nada más que
entrevistarme para un trabajo. —Algo normal. Lo entendía muy bien.
El timbre sonó sobre la puerta, pero Ivy ya estaba adentro caminando.
Dahlia vino desde atrás, su mirada fue de Ivy a mí. Ella sonrió mientras se
unía a mí.
—¿Es ella?
—Sí. —Ivy estaba mirando dentro de una caja de anillos—. Parece que
es una fanática.
159 —Es mayor de lo que pensé que sería.
—Físicamente, pero es joven en experiencias de vida. Eso es lo que
espera cambiar.
—Me alegra poder ayudar. —Se presionó contra mí y levantó la
barbilla—. Es bueno ser parte de tu trabajo.
La jalé a mis brazos.
—Me gusta incluirte. —La besé, sintiendo ojos sobre mí. Ivy estaba de
pie junto al mostrador, pero su atención se desvió.
Dahlia cruzó la distancia y extendió su mano.
—Soy Dahlia. Mi compañera no está hoy, pero la conocerás. Como
puedes ver, tenemos una selección ecléctica de baratijas creadas por artistas
locales, todas con una ventaja oculta.
—Podría pasar horas mirando.
—Sé cómo te sientes. El trabajo consistiría en trabajar el registro, pero
lo más importante, aprender sobre los artistas y su trabajo, para poder
discutir las piezas con los clientes. ¿Te parece interesante?
—Mucho.
—Josiah explicó que acabas de llegar a la ciudad, así que supongo que
te gustaría tomarte unos días para orientarte y ver la ciudad.
—Aunque realmente me gustaría trabajar también.
—Bien, ¿por qué no hacemos tu primer día el próximo lunes? Eso te
dará un poco más de una semana para establecerte.
Ivy parecía incómoda antes de agregar:
—No tengo papeles ni licencia. Ni siquiera puedo demostrar que soy
quien digo.
—El sheriff responde por ti. Eso es lo suficientemente bueno para mí,
pero querrás obtener una identificación. El sheriff puede ayudarte con eso.
Amaba a mi esposa.
—Sí. Nos encargaremos de eso —respondí.
—Gracias. —Los ojos de Ivy estaban brillantes—. Gracias por esto.
—Todos necesitamos ayuda a veces. Pedirlo puede ser difícil, pero no
debería serlo. Comenzaremos a tiempo parcial los lunes, miércoles y viernes,
de nueve a tres.
—Suena perfecto.
—Bienvenida a Hunter’s Moon, Ivy.

160

Esa noche, Dahlia entró por la puerta y la puse contra la pared. Antes
de que ella pudiera exhalar, sus bragas estaban fuera y mi polla dentro de
ella. Fue duro y rápido. No nos besamos, y no hablamos, sólo nos miramos
cuando la llevé al borde y luego por encima él.
—Qué buena manera de volver a casa —dijo sin aliento.
—Eres una mujer hermosa, por dentro y por fuera.
Un rubor se levantó en sus mejillas, sus ojos se volvieron brillantes.
—Oh, continúa.
—Tengo la intención de hacerte mía, toda la jodida noche.
Se rio. La levanté y me dirigí a la habitación.
—Aria llamó hoy.
Su cara se iluminó. Dahlia y Aria eran como dos guisantes en una
vaina.
—¿Cómo está? —preguntó Dahlia.
—Con ganas de alejarse de su madre.
—¿Estás sorprendido?
—No. —Quería compartir con Dahlia todo lo que había aprendido, mi
vacilación al traer a Aria aquí, pero no estaba seguro de querer poner esa
carga sobre ella en este momento.
—Sabes que es bienvenida aquí cuando sea.
—Lo sé.
Pasó sus dedos sobre mi mandíbula.
—Tú también eres hermoso, Josiah, por dentro y por fuera.
La dejé caer en la cama antes de quitarme la camisa.
—Oh, continúa.
161

Tenía un trabajo. Uno que no había comenzado todavía, pero tenía un


trabajo, un poco normal en una vida que era todo lo contrario. Me escapé
de la casa otra vez porque era una mujer de treinta y dos años que estaba
recibiendo un inicio tardío. Quería ver y aprender todo.
No me había dado cuenta de a dónde me dirigía hasta que llegué allí.
La temperatura era más fría cuanto más me acercaba a la casa de la
plantación. El mal saturaba el lugar, pero había algo más aquí. No pude
decir el qué, pero no era toda la oscuridad. Alguien había tallado el símbolo,
alguien sabía lo que venía, pero incluso eso no era lo que sentía. Era mayor
y más familiar.
Di una vuelta y no lo había notado cuando estuve aquí con el sheriff,
pero había dientes de león creciendo por la plantación. No estaba al tanto
de que los dientes de león crecían en los pantanos. Se veían hermosos, y con
la casa espeluznante como telón de fondo, no pude evitar temblar. El mal
presionaba contra una frontera invisible. Podía sentir la intención... la
necesidad… el hambre.
Él apareció, un niño pequeño. No el mismo de Misty Vale. Su ropa era
más moderna, el pelo de rubio, no negro. No tenía sus dientes frontales, su
boca se abrió en una amplia sonrisa. Se rio, y pude oír la risa llevada por el
viento. Las nubes aparecieron, y la temperatura cayó. La sonrisa del niño se
desvaneció, sus ojos azules se abrieron con miedo. Gritó; mis manos se
movieron a mis orejas mientras las lágrimas quemaban mis ojos. Quería ir
a él, consolarle, pero mis pies no se movían. Corrió hacia mí, con terror en
su expresión. Unas marcas de garras aparecieron en su garganta, la sangre
brotando de la herida, cada gota que caía en el suelo formaba un diente de
león. Sus ojos sin vida fueron las últimas cosas que vi antes de que se
desvaneciera.
—¡No! —Caí de rodillas, el dolor eviscerándome internamente. No le
conocía, pero ver su muerte robó un pedacito de mí. Era un eco de lo que
había sido, lo que podría suceder de nuevo a menos que lo detuviéramos.
Teníamos que detenerlo.
Cuanto más me alejaba de ese lugar feo, más caliente me encontraba.
El calor del sol empujando atrás el persistente frío y la última horrible
imagen que quería sacar de mi mente pero no lo hacía porque era un
recordatorio de que había más acerca de porqué estaba aquí en lugar de
experimentando el mundo. Alguien se acercó, no fue hasta que estuvo cerca
que le reconocí como el hombre que había visto en mi primer día. Vestido
de nuevo de negro, con su paraguas, estaba caminando por la calle.
Nuestros ojos se encontraron, lo suyos de un azul brillante. Sus pasos se
ralentizaron, su mirada nunca me dejó. Mientras nos acercábamos, algo se
162 movió en su expresión antes de que sonriera y continuara su camino.
No pude evitar mirar atrás; él se había ido. Me detuve y miré a la calle
vacía. ¿Dónde diablos se había ido? ¿Era otro fantasma? Esto era Nueva
Orleans, y al parecer, yo los atraía.
Estaba pensando en eso cuando llegué a la casa y me paré en seco.
Bain estaba fuera trabajando en su moto. Sus brazos se mostraban en la
camiseta blanca que llevaba. El hombre estaba lleno de músculo. Sentí que
mi corazón latía con fuerza en mi garganta, y mis piernas se volvían un poco
débiles. Traté de recordar al hombre que había sido en su momento, pero
no podía recordarle siendo tan… impresionante.
Levantó su cabeza, esos ojos grises que ocultaba tanto colisionaron con
los míos. No le podía leer. No podía leer a su equipo tampoco. No estaba
segura de por qué era eso, pero la única persona cuya mente me gustaría
conocer por dentro, no podía. Él tenía que recordar, al menos en parte, lo
que éramos. Había una parte de mí que no quería nada más que comparar
notas, pero Bain era más del tipo silencioso. Había una bondad en él,
ofreciéndonos su casa a Aine y a mí, haciéndome esa increíble comida la
primera noche, pero a diferencia de su equipo, no era un gran hablador.
Y yo… mí lengua se trababa cuando él estaba cerca. Sabía que
teníamos una historia, un pasado, una conexión, pero sólo a nivel
puramente superficial, el hombre me excitaba. Una virgen de treinta y dos
años y la primera introducción a un hombre era a uno magnifico. Era de
esperar que olvidase mi nombre cuando me miraba. Cuando me tocaba, me
calentaba tanto que estaba segura de que iba a estallar en llamas, y ese
beso. Él sólo había estado interpretando un papel, pero ese beso, el beso en
los labios… madre mía. No paraba de pensar en él. Quería que me besase
de verdad. Quería hacer mucho más que besarle. El mundo podía acabar,
pero mi cerebro estaba pensando en sexo con un hombre que no conocía,
pero que de alguna manera sí conocía. Así era la vida, fuera un mal
momento o no.
Aine apareció, llevando dos botellas.
—Oh, ahí estás. —Saltó por los escalones y le entregó una de las
botellas a Bain—. ¿Quieres una? —preguntó entonces la metió en mi
mano—. Bebe. Ahora vuelvo.
Se apresuró a entrar, pero estaba demasiado ocupada viendo a Bain
beber su cerveza, su cabeza hacia atrás, con su largo cuello expuesto. Mis
ojos siguieron una gota de sudor rodando por su garganta, sobre su nuez
de Adán hasta que desapareció bajo su camiseta. Tenía una imaginación lo
suficientemente buena como para verla rodar entre los músculos de sus
pectorales, las crestas de sus abdominales y la forma en que quería seguir
el camino con mi mano y mi lengua. Levanté la botella, pero en vez de
163 beberla, la apreté contra mi frente para refrescarme.
Aine regresó.
—Vamos a la ciudad esta noche. Verás el carnaval en su máxima
expresión.
Miré a Bain por el rabillo del ojo para encontrarle mirándome. Tuve la
terrible sospecha que a diferencia de mí, él podía leerme perfectamente. Bebí
la cerveza, toda la botella de un trago. Fue directo a mi cabeza, y me sentí
un poco mareada, pero también gratamente relajada.
Aine agarró mi mano.
—Vamos a vestirnos.
No quería ir a vestirme. Quería apartar una silla y ver el trabajo de
Bain. Estaba apoyado en su motocicleta, su botella colgando de sus dedos,
pero juro que estaba leyendo mi mente porque sus ojos se pusieron muy
oscuros. Me sentía tan relajada que la idea de lanzar la precaución al viento
y pasar mis manos sobre ese cuerpo no estaba fuera de cuestión.
Aine aparentemente podía leer la mente también, porque tiró de mí. Mi
mirada se quedó en Bain; él se quedó en mí. Justo antes de que me tirase
al interior, me guiñó.
—Voy a quemarme.
—No dentro.
Ella me estaba tomando el pelo o no.
—Los dos tienen que venir con un índice de calor —dijo mientras
cerraba la puerta de su habitación—. En serio, cuando tengan finalmente
sexo, todos en Nueva Orleans se encontrarán en riesgo de combustionar.
—Que mono.
—No estoy bromeando. La tensión sexual simplemente está en el aire.
—¿En serio? ¿Cómo puedes decirlo con él? Es tan estoico.
—¿Estás bromeando? No te ha quitado los ojos de encima. Es del tipo
fuerte y silencioso. —Se dejó caer de espaldas en la cama—. Contente mi
corazón.
—Eres tonta.
Se rio y luego salió de la cama.
—Tenemos que vestirnos.
—No tengo nada que ponerme.
—Tengo todo cubierto.
—Nada de cuero.
Suspiró.
164 —Eso es la mitad de mi armario, pero lo intentaremos.

La falda negra y la camiseta blanca de seda eran muy lindas. Aine trató
de conseguir que me pusiera botas hasta el muslo. Me reí hasta que estuve
de color púrpura. Me dio un par de deportivas negras en su lugar. Ella
quería hacer algo con mi pelo, pero me lo puse en un moño porque hacía
calor, incluso siendo de noche. Aine iba con cuero, una falda y un corpiño.
Estaba llevando las botas altas hasta el muslo. Se veía increíble. Nunca
podría llevar ese conjunto.
Pensé que sólo íbamos Aine y yo, pero cuando entramos en la cocina,
Bain, Brock y otros tres, que había aprendido que se llamaban Eldris, Tate
y Dante, estaban esperando. Los ojos de Bain me golpearon tan pronto como
entré. Sentí la lenta lectura que hizo, por mi cuerpo abajo y de nuevo hasta
arriba. No dijo nada, pero sus ojos, al llegar a mi cara, se habían oscurecido
hasta el color del carbón.
En el exterior, Bain me entregó un casco y luego me subí a su
motocicleta. Nunca había montado en motocicleta, y suerte que mi primera
vez era con este hombre. Mis muslos acunando los suyos, y no fui tímida al
envolver mis brazos alrededor de su cintura, entrelazando mis dedos sobre
sus abdominales que había querido explorar primero con mis dedos y
después con mi lengua.
Entró en la carretera, el aire golpeándome la cara, este hombre
presionado contra mí. Estaba tan cerca del cielo como nunca estaría.
Llegamos a la ciudad y fácilmente encontramos aparcamiento, sólo porque
íbamos en moto. Las calles estaban llenas, los cuerpos presionados unos
contra otros. La gente estaba bebiendo y fumando. Los turistas se
mezclaban con los vagabundos. Los aromas de la comida y la orina se
combinaban. Era una locura medianamente organizada.
Aine nos llevó a un bar que echaba a la gente a la acera, pero cuando
el camarero la vio, le indicó que se acercase.
—Hola, Frankie —dijo Aine mientras se inclinaba sobre la barra por un
beso.
—Eh, tú. Qué bueno verte. Tu mesa está abierta.
—Gracias bebé. ¿Puedes enviarnos una ronda?
—Claro.
Aine alcanzó mi mano mientras se movía a través de los cuerpos.
—¿Quién era ese?
165 —Un amigo. Conozco a Frankie desde hace tiempo.
—¿Cómo tú? —Estaba preguntando si era un demonio.
Lo supo cuando dijo.
—Sí.
La mesa estaba en una esquina y sorprendentemente silenciosa dado
lo lleno que estaba el lugar. Apenas nos sentamos cuando nos entregaron
las cervezas. Cuando estuvimos solos, Aine dijo:
—Por el primer carnaval de Ivy.
—Claro que sí —dijo Brock y golpeó su botella con la mía.
Miré alrededor de la mesa a los otros que estaban levantando sus
botellas en celebración, y aunque me sentí culpable de no centrarnos en lo
que venía, otra parte de mí reconoció que estábamos experimentando lo que
estábamos tratando de proteger. ¿Qué demonios estaba mal con eso?
No sabía si se había discutido antes, pero no hablamos sobre lo que
nos había unido, no hablamos sobre lo místico en absoluto. Solo éramos un
grupo de amigos celebrando el Mardi Gras.
Había perdido la noción de cuánta cerveza había tomado, pero en un
momento Aine me agarró la mano y gritó:
—¡Panic at the Disco! —No tenía idea de lo que estaba hablando hasta
que comenzó a bailar, justo allí en el bar. No podría decir si fue el alcohol,
la compañía o la música, pero me encontré moviéndome al ritmo. Bailar era
divertido. Otros se unieron a nosotros; hicimos una pista de baile donde no
había una. Para la cuarta canción, todos éramos mejores amigos.
Los hombres no se unieron a nosotras, pero estaba segura de que era
debido a su presencia que los otros hombres que nos notaron se
mantuvieran alejados de nosotras.
Incontables canciones y cervezas después, salimos. Hacía calor como
el infierno, pero había una brisa. Aine seguía bailando, esta vez en las calles.
—Deberíamos llevarte por la ciudad mañana. Hacer algo de turismo.
Estaba mirando las estrellas. Eran brillantes y, gracias al alcohol, se
movían, casi giraban.
—En algún momento tenemos que hablar sobre lo que nos trajo aquí.
—Hay tiempo para eso —dijo Aine—. Necesitas vivir un poco. Ya has
esperado lo suficiente.
Tenía un buen punto.
—¿Hay una parte de la ciudad que quieres ver?
—Sí, el Garden District. —Tuve un ataque de cabeza cuando busqué a
Bain. Estaba justo a mi lado, su mano en mi espalda me mantuvo firme—.
166 ¿Vendrás? —le pregunté.
—Sí —respondió sin dudarlo.
Estaba borracha, pero no me importaba. Alcancé su mano. Mi
estómago se estremeció cuando unió nuestros dedos. Entendía totalmente
el atractivo de Mardi Gras.

Quería morir. Me acosté en mi cama; la habitación daba vueltas. Les


había mentido a los demás, diciéndoles que estaba bien cuando volvimos a
casa antes. No estaba bien... la desventaja de beber. Había logrado
prepararme para la cama, pero mi estómago estaba indeciso sobre vaciar su
contenido.
La puerta de mi habitación se abrió y entró Bain. Me alegró decir que
no estaba tan enferma para admirar al hombre en mi habitación. Sostenía
un vaso con un líquido verde vómito.
—¿Qué es eso?
—Te hará sentir mejor.
—No. Bebo eso y voy a vomitarlo.
—Con esperanza —dijo.
Horrorizada ante la idea de vomitar frente a él, levanté la mano para
alejarlo.
—No beberé.
No le impidió sostener el vaso debajo de mi nariz; se me revolvió el
estómago.
—Definitivamente no estoy bebiendo eso. ¿Qué demonios hay en eso?
—No quieres saberlo. —Se sentó al borde de mi cama—. Créeme.
—Sí —dije—. No te conozco, pero confío en ti. —Mi mano se curvó
alrededor del cristal—. Voy a estar enferma, ¿no?
—Sí.
—Me divertí.
—Bien, entonces valió la pena.
El olor era asqueroso.
—Esto es horrible. —Pero tomé mi medicamento porque me lo había
ganado. Sabía peor de lo que olía.
—Bébelo todo, Ivy.

167
Lo hice, pero no duró mucho. Salté y corrí al baño. Abrí la tapa, pero
antes de que pudiera agarrar mi cabello, Bain estaba allí, sosteniéndolo de
mi cara. Mortificante. Vomité todo, incluso mi estómago. En realidad no,
pero se sentía así. Bain esperó, me ofreció una toalla para limpiarme la cara,
salió de la habitación cuando me lavé los dientes. Se detuvo junto al balcón
mirando hacia afuera. Me subí a la cama e intenté no moverme. Si no me
movía, me sentía bien.
Mi boca seguía funcionando y, dado que habíamos compartido algo tan
íntimo como vomitar, pregunté:
—¿Nos recuerdas?
Se apartó de la ventana, sus manos se movieron hacia los bolsillos de
sus jeans.
—Te conozco, incluso sin recordarlo. —Guardó silencio por un segundo
antes de continuar—: ¿Por qué supones que no lo recordamos?
Pensé que sólo tenía los problemas de memoria por cortesía del doctor
Ellis y su amor por los narcóticos, pero Bain tenía razón. Nadie más parecía
recordarlo, aunque había indicios de que deberían hacerlo.
—No lo sé.
Se acercó a la cama y me tendió la mano.
—Necesitas salir afuera.
—Me siento bien si no me muevo.
—Ivy, obtienes energía del aire libre. Tienes que salir afuera.
Estaba a punto de objetar, pero me detuve.
—¿Sí? —No había hecho la conexión, pero me sentía más fuerte cuando
estaba afuera—. ¿Cómo lo supiste?
Era una sonrisa, tan leve que si no estuvieras mirando, te la habrías
perdido.
—Soy un cazador, estar en sintonía con nuestro entorno es lo que nos
mantiene vivos.
—¿Sabes lo que soy?
—Parte humana, pero no sé qué más.
Observé su mano, temí que tomarla me llevara de vuelta al baño.
Realmente estaba bien si no me movía, pero ¿cómo podría no soportarlo?
Que invitación. Sólo una mano, pero era mucho más que eso. A pesar de lo
que había sucedido para cambiarnos, estábamos aquí de nuevo.
Estaba pensando todo eso, pero lo que dije fue:
—Me disculpo ahora si vomito sobre ti.
168 —Viviré.
Tan pronto como salimos, inhalé los aromas de la tierra y el agua y me
sentí mejor.
—No eres tan verde —bromeó Bain.
—Tenías razón. Me siento mejor.
No sabía por qué Tristán apareció en mi cabeza en ese momento, pero
no lo había visto ni había tenido noticias suyas desde que dejamos Misty
Vale. Esperaba que estuviera bien. ¿Se había ido? ¿Cruzado? Esperaba que
no. Me había empezado a gustar mucho ese fantasma.
Bain mantuvo el ritmo a mi lado. No dijo mucho, pero tuve la sensación
de que estaban sucediendo muchas cosas debajo de la superficie. No
necesitaba leerlo para sentir el poder que llevaba como una segunda piel o
la sensación de que Bain siempre estaba esperando ser desatado.
Caminamos juntos por la orilla del pantano. La noche era silenciosa,
ni siquiera se escuchaba el sonido de los grillos. La luna no estaba llena,
pero su luz nos guió.
Bain rompió el silencio cuando preguntó:
—Dijiste que ese lugar era tu hogar; sin embargo, no lo recuerdas.
—Solo impresiones, de verdad. Sueños que creo que ahora son
recuerdos. —Lo miré—. ¿Por qué preguntas?
—También tengo impresiones. Sabía lo que vería antes de verlo. —Su
atención se volvió hacia mí—. Fuimos convocados aquí. Sentí ese mismo
poder el día que peleamos en Misty Vale.
—¿Convocado por mí?
—Sí.
—¿Por qué solo convoqué a tu equipo?
—¿Qué quieres decir?
—Aine fue enviada por alguien. Se podría argumentar que el sheriff fue
convocado, aunque antes que tú, pero ese tipo esta noche, el que trabajaba
en el bar, el amigo de Aine. Es un demonio. ¿Por qué no vino? Incluso Esther
y Cyril, ambos brujos no me sentían.
No había pensado en eso, pero lo estaba ahora.
—No lo sé.
—Es significativo, pero mi cabeza no está lista para pensar esta noche.
—Las palabras salieron antes de que pudiera detenerlas, no es que lo
hubiera hecho—. ¿Explorarás la ciudad con nosotros mañana?
Me miró, esos ojos grises que escondían tanto.
—Por supuesto.
169
—Gracias por intervenir en Misty Vale, por sacarme.
—Estoy empezando a creer que es por eso que fuimos convocados. Para
mantenerte protegida.
Físicamente sentí esas palabras, y aunque sabía que hablaba de su
equipo, solo pensaba en él.
No me había dado cuenta de que Bain nos había llevado en un círculo,
la casa apareció ante nosotros.
—¿Cómo te sientes? —preguntó cuando llegamos a mi habitación.
—Sorprendentemente mejor de lo que debería.
—Algo sobre lo que pensar. Sea lo que sea, tiene un vínculo con la
tierra.
—¿Todos los seres sobrenaturales?
—Hasta cierto punto, pero no he visto una conexión como la que tienes.
—Otra pieza del rompecabezas. —Alcancé la puerta, pero miré hacia
atrás—. Gracias por la cura y la compañía.
Sus palabras fueron pronunciadas tan suavemente, pero despertaron
un recuerdo de una vez.
—Dulces sueños, Ivy.
170

—Crecerá.
—Es un palo. Estamos plantando un palo.
Sus ojos brillaban de risa; la vista me golpeó justo en el pecho.
—No es un palo. Es un roble, y será magnífico. —Miró a nuestro
alrededor, enfocando su atención en la casa de piedra que se encuentra al pie
de la colina. Sus ojos se pusieron tristes, se iluminaron—. Siempre estará
aquí. Un recordatorio.
Una brisa soplaba su cabello en su cara; lo apartó dejando un rastro de
tierra. Lo froté con mi pulgar.
—¿Un recordatorio de qué?
Volvió su mirada hacia mí; una pequeña sonrisa tocó sus labios.
—Tú.
Me desperté bruscamente me dolía el pecho. Sintiéndome inquieto, me
puse algunas medias y zapatillas y salí a correr. Quería cambiar, necesitaba
la libertad, pero la gente no lo entendería.
En algún nivel, me acordé de ella y no solo de los recuerdos. Me sentí
atraído por ella, creí en el fondo que siempre lo había sido. Mi compañera
de vida; nunca había encontrado a nadie, no en mi vida tan larga, y sabía
que no lo había hecho porque ninguno de ellos era ella. No era solo lujuria
y deseo, aunque eso estaba allí con picas, era como volver a casa, así que
¿por qué no podía recordarla?
Su comentario sobre por qué otros seres no habían respondido a la
llamada era bueno. ¿Por qué no lo hicieron? Nueva Orleans era un epicentro
de seres sobrenaturales y, sin embargo, se quedaron en la madera.
Los árboles se despejaron revelando la antigua casa de piedra. Me
detuve a estudiarlo. Hubiera sido hermoso una vez. Déjà vu se movió a
través de mí mientras recorría la propiedad. Las imágenes llenaron mi
cabeza de un tiempo pasado, recuerdos de lo que alguna vez había sido. El
interior estaba en mal estado, pero la belleza del pasado aún se mostraba a
través del abandono. Caminé a la habitación donde habíamos luchado,
había rechazado el mal, donde Ivy había recordado su hogar. Cuadros
cubrían las paredes. Algo se movió dentro de mí cuando me puse delante de
ellos. La cara con la risa de Ivy miró fijamente en una foto. Otra jugábamos
en la fuente. Los años se capturaron en momentos y, a medida que pasaban
los años, crecí, pero Ivy se mantuvo exactamente igual. Salí y subí la suave
pendiente. Mis ojos ardían, y mi pecho estaba en llamas. Ahora entendía por
qué se lamentaba. Quedaba muy poco de la piedra, pero sabía que me
pertenecía. Nuestro palo se había convertido en un majestuoso árbol. ¿Qué
171 le paso a eso? ¿Y cómo era posible que este lugar existiera, las fotografías
existieran en un tiempo que tenía que haber sido mucho, mucho antes?
¿Cómo volví? ¿Y qué le pasó a Ivy? Ella era humana ahora, al menos en
parte.
Estaba a mitad de camino de regreso al lugar donde nos alojábamos
cuando la sentí. El sol fluía a través del follaje, los rayos que tocaban su
cabello negro lo destacaban de azul. Caminó a través de los árboles, pero se
detuvo cada pocos pasos para tocar una hoja, una rama. El zorro se acercó
a su lado; los cuervos nunca estaban lejos. Sentí a Brock, pero él mantuvo
su distancia. Se estaba haciendo más fuerte cada día; podías sentir el poder
que venía de ella. Como anoche, la tierra la recargó. Que era ella ¿Y cómo
estaba conectada con lo que venía?
Una criatura alada aterrizó en su dedo, antes de volar. Sus alas lucían
translúcidas a la luz del sol.
Había tristeza en ella. No en la superficie, no visible para los que
miraran, pero envuelto alrededor de ella. Distraída, me sorprendió cuando
se dio vuelta, y esos ojos morados encontraron los míos antes de mirar hacia
abajo.
El deseo, agudo y potente me golpeó. La bestia quería salir.
Levantó la mirada, sus mejillas de color rosa, pero una sonrisa iluminó
su rostro.
—Buenos días.
—Buenos días.
—¿Tuviste una buena carrera?
—Estaba en la casa.
Su sonrisa se desvaneció.
—Es triste lo que ha pasado con eso.
—Era mi casa también.
Inhaló.
—Viste las fotos. —Sus ojos se iluminaron—. Una versión más simple
de nosotros, creo.
—Yo era mortal.
—Sí.
—No lo eras.
—No. Había vivido mucho tiempo antes de conocerte y viví mucho
tiempo después de haberte conocido, pero esa vida contigo, esa breve y
hermosa vida fue el punto culminante de mi muy, muy larga vida.
—¿Qué te ha pasado?
172
No lo sabía pude ver su lucha por tratar de recordar.
—No lo sé. —Una sonrisa tocó sus labios, como lo había hecho en mi
sueño. Sentí que golpeó justo en el centro de mi pecho—. ¿Qué te pasó? —
preguntó ella.
Respondí honestamente.
—No lo sé.
—¿Cuántos años tienes?
Sonreí.
—¿No es descortés preguntar a alguien de su edad?
—Probablemente, pero no me enseñaron modales.
La ira estalló, pero ahora no era el momento.
—Perdí la cuenta.
—¿Aproximadamente?
—Aproximadamente quinientos años. —Aunque no estaba seguro de
no haber nacido antes y no solo de la vida con Ivy. Como ella, tenía recuerdos
de vidas que no recordaba haber vivido. Cómo eso era posible, no lo sabía.
Ella mordió su labio inferior entre sus dientes con el pensamiento. El
hambre me golpeó como un puñetazo, mis ojos se clavaron en su boca. En
toda mi larga vida, nunca había sentido el tipo de atracción que sentía por
ella. Era primitivo, crudo y tan jodidamente provocativo. Quería chupar su
labio en mi boca, saborear... festín. Nuestros ojos se encontraron, también
lo sintió.
Su mirada se movió rompiendo el hechizo, sus palabras suavemente
habladas.
—¿Cómo te convertiste en un licántropo?
Ella no tenía miedo. La mayoría sí cuando descubrían lo que era.
—No me acuerdo.
—No estás obligado a cambiar. ¿Puedes cambiar cuando quieras?
—Sí.
—¿Cuántos de ustedes hay?
—Mi equipo, cincuenta de nosotros. Somos los últimos.
La tristeza entró en su expresión.
—¿Qué le paso a los otros?
—Hemos estado luchando durante mucho tiempo.
Ella retorció sus dedos juntos. Tenía algo en mente pero parecía
renuente a compartirlo.
173
—¿Qué? —La alenté.
—No puedes... —El color se levantó en sus mejillas. Sabía lo que estaba
tratando de preguntar. Joder, quería hacerlo malditamente ahora.
—¿Aparearme? —dije.
La oí tragar. Joder estaba duro.
—Sí.
—Tenemos relaciones sexuales, pero no podemos tener descendencia.
Ahora ella parecía molesta.
—¿Por qué?
—Nuestro ADN no es compatible con otras especies, y no hay
licántropos femeninos.
Su foco estaba en mi pecho. Si ella mirara un poco más abajo, vería lo
que esta conversación me estaba haciendo. ¿Entendería lo que estaba
viendo?
—Tengo treinta y dos —anunció, en realidad casi gritó. Ella estaba
excitada y no lo entendía. Era tentador mostrarle, pero ahora no era el
momento. Todavía se estaba adaptando a su nueva realidad. Sus emociones
eran tan fáciles de ver en su rostro. El deseo cambió cuando su frente se
frunció otra vez.
—¿Qué pasa?
—Me instaron a recordar el número treinta y tres. Voy a cumplir treinta
y tres en unos meses.
—No es una coincidencia. Y no lo era. Tendríamos que estudiar el
significado.
—Creo que he tenido treinta y dos a menudo —anunció—. He tenido
sueños en toda mi vida de cosas que nunca he experimentado.
Lo entendí muy bien.
—¿Te has buscado en Google?
Su expresión era adorable. Estaba confundida.
—No sé lo que eso significa.
—Lo siento, un motor de búsqueda para la web. —En su expresión en
blanco, agregué—: La red mundial, es un sitio en línea en el que puedes
encontrar mierda de casi cualquier cosa. Podríamos intentar buscarte en
Google y ver qué aparece.
Ella frotó la línea entre sus cejas.
—Creo que necesito un curso intensivo de la vida del siglo XXI.
174 Me reí.
—Te daré una.
Su rostro se iluminó.
—Gracias.
—Necesito darme una ducha. ¿Seguimos explorando?
Miró mi cuerpo otra vez. Tuve que alejarme de ella porque solo tenía
mucha fuerza de voluntad.
—Ah, sí. Aine quiere irse en una hora.
Una hora... mucho tiempo. Tenía algunos asuntos que atender en la
ducha. Estaba sonriendo mientras me abría paso hacia adentro.

Ivy
—No entiendo por qué vinimos al distrito Garden. El Barrio Francés es
genial —se quejó Aine por quinta vez.
Estábamos explorando. Me había imaginado al Dr. Ellis yendo a casa
con su familia en el distrito Garden tan a menudo que quería verlo. Ahora
sabía que no había una familia, solo otra mentira, pero eso no empañó el
momento para mí.
Mis pensamientos nunca estuvieron lejos de mi conversación con Bain.
Éramos diferentes, pero aún había tanto que era lo mismo. Habíamos
encontrado un camino de regreso el uno al otro. Tuve un caso constante de
mariposas... se sintió glorioso.
Estábamos esperando el tranvía de San Carlos. Aine, Bain y Brock se
veían tan fuera de lugar. La gente en realidad cruzó la calle para evitarlos.
Eran intimidantes, pero estaban parados en la parada del tranvía para mí.
Eso me hizo reprimir una sonrisa.
—Ahí está. —No pude ocultar mi emoción cuando vi que venía el
tranvía. Para su crédito, ninguno de ellos me hizo sentir tonta por estar
entusiasmada por andar en un tranvía. Aine se acomodó en el pasillo frente
a mí, los hombres no se sentaron, a pesar de que el letrero indicaba
claramente que todos debían estar sentados. El conductor no dijo nada. Al
principio, miré por la ventana, mirando el paisaje que pasaba. Hacía más
calor hoy; mis piernas se pegaban al cuero. No pude evitar la sonrisa. Me
encantó el olor corporal y la aglomeración. Me encantó escuchar las bocinas
y la gente gritando. Para la mayoría, no lo vieron porque lo vivían todos los
días. Pero para mí, era su propia clase de magia.
175
Escuché a un bebé llorar y observé cómo un joven dejaba su asiento
por una anciana. Una pareja se sentó frente a mí, sus dedos retorcidos por
la artritis y aun así se tomaron de las manos. Los estudiantes de la escuela
se apilaron en el carrito que se dirigía a alguna parte, su emoción casi
palpable; el olor a café y el olor del buñuelo de manzana del hombre sentado
a mi lado me hizo gruñir el estómago incluso cuando mi corazón se aceleró
y mi respiración se hizo más profunda. Había soñado esto, no en un carro,
pero había visto a estas personas en mis sueños. ¿Había visto en el futuro,
mis sueños eran una forma de presentimiento?
El tranvía se detuvo; la gente salió y otros entraron, pero fueron las
voces... el sonido de tantas voces.
—Quiero bajarme aquí —llamando al conductor, pero no esperé. Las
antiguas puertas de un cementerio nos recibieron cuando bajamos del
carrito. Las tumbas sobre el suelo, las estructuras de piedra erigidas por los
vivos para honrar a los muertos. Seguí las voces, los susurros que
resonaban desde el suelo sagrado; las voces del pasado llevaban el viento.
La gente caminaba por el lugar sagrado, algunos venían a honrar a los que
habían venido antes, otros recordaban que la vida, por difícil que fuera, era
un regalo, y otros que lloraban.
Había belleza aquí. Entre la pena y el dolor, lo perdido y lo olvidado,
había belleza en la continuidad, la sensación de que todos éramos parte de
algo más grande. Un árbol se sentó a un lado, sus flores de cerezo en flor.
Había leído sobre ellos en un libro en Misty Vale. Algo tan hermoso que
duraba tan poco tiempo. Fue lo que los hizo tan hermosos porque eran
fugaces, un destello brillante que se desvaneció casi tan rápido como se
encendió. Algo se agitó en mí, una pieza del rompecabezas tratando de
liberarse.
—¿Quién tiene hambre? —preguntó Brock, sacándome de mis
pensamientos.
Mi estómago gruñó en respuesta.
—También tengo hambre —intervino Aine.
—¿De qué estás de humor? —preguntó Brock.
Aine lo fulminó con la mirada.
—¿Cómo sabría lo que quiere comer? ¿Te olvidas de dónde estaba?
Brock fulminó con la mirada a Aine, pero sonrió cuando dijo:
—Déjamelo a mí.
Insistió en que comiéramos en el Barrio Francés. Aine estaba feliz.
Pasamos por una gran plaza del mercado donde la gente vendía pinturas,
esculturas y ropa. Había artistas que hacían trucos de magia y una mujer
que se había pintado a sí misma para parecer monocromática; ella se movió
176 tan lentamente que si no estuvieras mirando, no sabrías que se estaba
moviendo. Hacía calor, el sol caía sobre nosotros, pero había felicidad y
emoción en la plaza.
—Este lugar hace la mejor comida de cangrejo —ofreció Brock mientras
mantenía abierta la puerta de un pequeño restaurante. Era un poco tarde
para el almuerzo, así que pudimos conseguir una mesa. Los olores que
venían de la cocina hacían gruñir a mi estómago.
—¿Qué es étouffée? —le pregunté.
—Básicamente un guiso hecho de un roux y servido con arroz. Te
encantará.
Estoy segura de que lo haría.
Bain estaba explorando el lugar, siempre alerta y atento. No sentí nada
fuera de lo común, nada siniestro. No es que no me sintiera mal empujando
los bordes, buscando un agarre más fuerte pero esperando.
Brock ordenó. Nuestras bebidas fueron entregadas. La Coca Cola
estaba deliciosa. Bebí todo el vaso, y antes de que pudiera pedir otro, se me
entregó uno. La camarera volvió con nuestras comidas. Mi plato estaba lleno
de comida, y los olores eran intoxicantes. Mi boca literalmente agua.
Brock y Aine consiguieron lo mismo que yo, pero Bain ordenó una
hamburguesa con queso. Quería probar esa hamburguesa. Antes de que
pudiera preguntar, me la entregó. La facilidad del gesto causó un dolor
placentero. En algún nivel, recordó también. Nuestros dedos se tocaron
cuando lo tomé, el calor echaba chispas por mi brazo. Su rostro se veía más
anguloso, sus ojos ardían calientes. Quería tocar su mejilla, quería pasar
mis dedos sobre sus labios, quería probarlo. Habría tiempo para eso. Sonreí,
luego di un mordisco, y santa mierda, estaba bien: la carne sazonada, el
queso cheddar picante. Incluso había tocino ahumado.
Devolviéndolo, declaré:
—Eso es lo mejor que he probado en mi vida.
—Prueba tu étouffée —alentó Brock.
Los sabores explotaron en mi lengua. Gemí al mismo tiempo que
cerraba los ojos porque era el cielo en un tenedor.
—Delicioso. —Tomé otro bocado antes de anunciar—: Conseguí un
trabajo.
Todos los ojos se volvieron hacia mí.
—Estaré trabajando en Hunter’s Moon. La esposa del aguacil lo posee.
—¿Por qué quieres un trabajo? —preguntó Aine—. Trabajar apesta.
—¿Alguna vez lo hiciste? —Brock preguntó.
—De vez en cuando. Necesito efectivo —Aine gruñó.
177 —Quiero ser normal. Nunca he sabido ser normal. Me gustaría saber
ser normal.
La expresión de Aine cambió.
—Eso tiene sentido. Necesitarás ropa.
Miré el atuendo que estaba tomando prestado de ella.
—Sí. También necesito aprender a lavar mi ropa, a limpiar la casa;
tengo la necesidad de limpiar la casa y quiero usar una aspiradora.
Aine puso los ojos en blanco.
—Para mí, me gustaría tener sexo y comer mi peso corporal en comida
y andar en motocicleta, pero tú quieres hacer las tareas del hogar. ¿Qué
pasa con eso?
—Porque has hecho esas cosas. Son comunes para ti, pero para Ivy,
incluso lo mundano es extraordinario.
Qué razón tenía Bain.
Volví mi atención a los clientes en el restaurante. Como en ese carrito,
personas que se juntan, burbujas de momentos y recuerdos. Una vez más,
algo profundo dentro de mí se agitó.
—Soñé con la gente en el carro.
Ese anuncio me ganó la atención de todos.
—Todos ellos, incluso el hombre con el buñuelo y el café. El Dr. Ellis
me estaba manteniendo por una razón. Me dejó ir bastante fácilmente
considerando que me había retenido durante veintidós años. ¿Por qué?
—También me lo he estado preguntando —confesó Aine.
—Como lo he hecho yo, pero no lo vamos a pensar hoy —dijo Bain.
—Sí, hoy estamos comiendo nuestro camino a través de Nueva Orleans
—comentó Brock—. ¿Estás lista para el postre?
Quería hablar de ello. Necesitábamos hablar de ello, pero podría
esperar un día. No tenía hambre, pero eso no me impidió decir:
—Sí.
Sus ojos brillaron.
—Bueno. La mejor panadería del mundo está en la misma calle.
Brock, a diferencia de Bain, no tenía problemas para expresarse, pero
incluso para él, su alarde fue un poco inusual. Y el brillo en sus ojos, eso
era definitivamente extraño.
—¿La mejor panadería del mundo? —Aine se mostró escéptica.
—Demonios sí.
Sweet Tooth era el nombre de esta panadería alucinante. Tan pronto
178 como entramos, nos asaltaron con los aromas de vainilla y canela. Cada
mesa estaba llena; había una fila de personas esperando para ser atendidas,
pero nadie parecía tener prisa. Con base en lo que vi en los platos que
pasamos, lo entendí.
—Los éclairs aquí son una locura. —Brock estaba completamente
animado, lo cual fue un poco extraño al ver a alguien como él brotando
alimentos horneados.
Por supuesto, mirando alrededor de la panadería, él no era el único.
Mis ojos se perdieron en Bain. No es una sorpresa, su expresión era ilegible.
Mirando alrededor de la panadería, había alegría, deleite, incluso
decadencia, pero había algo más fuerte entrelazándola. No es una mala
emoción, sino diferente.
Una mujer corpulenta apareció por la parte de atrás con una bandeja
de panecillos pegajosos. Tenía la sonrisa más grande en su cara. Brock miró
en el amor.
—Esa es Cinder Gulliver, la propietaria —dijo casi con reverencia.
—Brock, ¿cómo estás?
Se sonrojo. Miré a Bain para ver sus ojos rodar. Brock tardó un minuto
en responder, y cuando lo hizo, hizo tartamudear sus palabras. Que en el
mundo Torpemente, me señaló y dijo:
—Ellas son Ivy Blackwood y AineWolfhart.
La sonrisa de la Sra. Gulliver nunca se atenuó cuando nos saludó.
—Encantada de conocerlas a ambas.
—Y a usted, señorita Gulliver —le contesté.
—Llámame Cinder. —Su atención cambió fuera de donde comenzó una
pelea en la acera—. Discúlpenme.
Bain se dirigió a la puerta, pero Cinder lo detuvo levantando la mano.
—Tengo esto. —Agarró dos donas en su salida. Ella no era una mujer
pequeña, pero estaban en el centro de todo. Para mi sorpresa, se detuvieron
cuando se acercó. Luego le dio a cada hombre una dona, como si fuera tan
fácil. Mis ojos pueden haberse salido de mi cabeza cuando de hecho fue tan
fácil. Ambos hombres se alejaron con una sonrisa en sus rostros, una que
coincidía con la de ella cuando regresó con nosotros.
—Ahora, ¿dónde estábamos? Oh sí, ¿qué puedo conseguirte?
No estábamos en la línea, pero Brock no dudó en responder.
—Una docena de éclairs.
—Van por la casa. —Ella se encontró con la mirada de Brock antes de
que él pudiera objetar—. Sin objeciones.

179
Y para mi sorpresa, no lo hizo.
Mientras encajaba nuestros pedidos, pregunté a los demás:
—¿No le sorprende a nadie más lo fácil que lo detuvo?
—No, su mierda es tan buena —ofreció Brock.
Eso podría ser así, pero aún parecía un poco extraño lo fácil que lo
manejaba. No presioné el punto.
Llevamos nuestras golosinas afuera a un parche de sombra.
Pensándolo bien, su mierda era tan buena. La masa dorada, la parte
superior cremosa de chocolate y el interior fueron las más deliciosas natillas
de mantequilla.
—Tienes razón. Estos son de muerte.
Incluso Aine estaba callada mientras devoraba su éclair.
—Podría comer una docena al día —dijo Brock mientras se metía una
segunda en la boca.
—¿Podríamos pasar por una librería? Me gustaría obtener un libro
sobre el área —le pregunté.
Bain sacó su teléfono.
—Hay varias. —Me entregó su teléfono y la lista que había obtenido tan
rápido. Los teléfonos celulares eran increíbles. Recorrí la lista, pero la
pantalla se congeló, y no pude pasar de una foto. Fue entonces cuando noté
el reloj de diente de león incorporado en el cartel de la tienda. Me estremecí,
¿era una coincidencia o alguien trataba de decirme algo? Con lo que había
visto hasta ahora, no me estaba arriesgando.
—Éste.
—No está lejos —ofreció Bain—. ¿Estamos bien para irnos ahora?
—No puedo moverme —declaró Brock.
—Me quedaré con él. Te veremos de vuelta en la casa —sugirió Aine.
—¿Estás segura? —le pregunté.
Miró a Brock, que estaba acostado de espaldas con los ojos cerrados.
—Estoy segura.
La librería era un pequeño agujero en la pared, pero el interior estaba
repleto de libros. Una anciana estaba de pie detrás del registro, tan viejas
que sus manos estaban torcidas, su espalda encorvada, y su cabello era de
un blanco puro y llegaba a la mitad de su espalda. Tan pronto como
entramos, nos saludaron ojos azul oscuro.
—Bienvenidos.
180 —Hola.
Caminó alrededor del mostrador, sus pasos lentos, su equilibrio no era
muy bueno.
—¿Cómo puedo ayudarte?
—Quería obtener información sobre la plantación de LeBlanc.
—Ah… la cantidad de turistas interesados en ese lugar. Es una
atracción popular. Muy poco está documentado, la mayoría son solo
historias pasadas... leyendas urbanas, según algunos. Tengo un libro de
esos de vuelta aquí.
Se movió lentamente, sus piernas temblaban mientras caminaba la
corta distancia hacia la parte trasera de la tienda. Los libros eran viejos,
recordándome la biblioteca de Misty Vale. Sus dedos huesudos sacaron un
libro del estante.
—Este es el más completo, y aun así, no es muy detallado. —Antes de
que me lo entregara, me preguntó—: ¿Puedo preguntarle en qué está
específicamente interesada?
—Una historia de la casa y la tierra.
—¿Con que propósito?
La estudié por un segundo debatiendo sobre si debía preguntar qué
tenía en mente, pero me imaginé que no era la primera con preguntas
mórbidas sobre el lugar.
—Quiero saber qué pasó allí para que sea tan oscuro.
Sus viejos ojos se ensancharon.
—Tienes un poco de don en ti, ¿verdad?
No estaba segura de lo que tenía, pero le dije:
—Un poco.
Ella tomó el libro y se lo dio a Bain.
—Devuélvelo a la estantería, querido. Enseguida vuelvo.
Desapareció en el almacén, regresando un poco más tarde con un libro
muy viejo.
—Querrás este. —Tan pronto como lo toqué, sentí el sonido de la magia
a través de mí, dejando un hormigueo en mis músculos.
—¿Qué es?
—Las respuestas a las preguntas que aún tienes que formular.
Caminó hasta uno de los viejos sofás escondidos en un rincón. Se sentó
y luego palmeó el asiento a su lado.
—Mi madre, su madre, etc., a través de nuestro árbol genealógico, todos
tenían el don. Hay historias que se han perdido a lo largo de las
181 generaciones, historias tan espantosas que se cree que están mejor
olvidadas. —Me tocó la mano y sentí algo; ella también lo hizo cuando lo
sacó rápidamente. Nuestros ojos se encontraron cuando el déjà vu me
recorrió. El timbre de la puerta sonó y el momento se perdió. Continuó—:
Algunos creen que el inicio de las apariciones en esa antigua plantación
comenzó con la familia LeBlanc, pero el lugar ya estaba marcado antes de
eso. La tierra fue maldita incluso antes de que la casa fuera construida.
—Esto es lo que quería saber.
—¿Y conoces la historia?
Ella sonrió.
—Tienes que volver al principio.
—¿Al principio?
—Los científicos lo llaman el Big Bang, y lo tienen bien, pero solo tienen
una parte de la imagen. Incluso la religión es limitada por lo que no ven. La
tierra es el hogar de algo más que humanos. El Big Bang fue realmente un
choque entre los dioses. Provocó la creación, pero la creación en su infancia
comienza en la oscuridad, la respuesta opuesta a la luz de la creación.
Incluso ahora, los bebés nacen del vientre de su madre, un lugar protegido
pero oscuro. Y es en esos momentos de oscuridad que abren la puerta a esas
deidades con malas intenciones.
Sentí que Bain se tensaba antes de que él exigiera:
—¿Quién eres?
—Nadie a quien necesites temer, sino alguien que puede ofrecer una
dirección si lo pides.
—¿Estás diciendo que el mal hizo un reclamo en este mundo en esa
parcela de tierra?
—¿Por qué no? ¿Nunca has experimentado lo contrario, un lugar de
tanta alegría y bondad que esas emociones permanecen mucho después de
que aquellos que inspiraron las emociones se hayan ido?
Misty Vale.
—La vida es un equilibrio. La gran felicidad debe ser contrarrestada por
el gran mal. No puede existir uno sin el otro.
Me sentí enferma porque tan doloroso como era creer, realmente
parecía que nuestra vida desde hace tanto tiempo perpetuaba lo que
estábamos peleando.
Ella tocó mi mano, y de inmediato me sentí reconfortada.
—¿Estás bien?
No estaba segura la idea de que algo tan feo provenía de algo tan
182 hermoso, no podía pensar en eso ahora.
—¿Por qué tienes el reloj de diente de león en tu cartel?
Sus viejos ojos brillaban.
—Llevan deseos hasta donde sopla el viento, y los libros son como
deseos para un lector, ¿no crees? Todas las posibilidades que podemos vivir
en las páginas de un libro.
Lo tuve en Misty Vale. Los lugares que viajé en un mundo del que nunca
pensé que estaría separado.
Le tendió la mano a Bain; la ayudó a levantarse y caminó con ella al
registro.
—Ivy, una palabra de advertencia. Los deseos son inconstantes,
quienes los otorgan aún más. Ten cuidado con lo que deseas porque podrías
conseguirlo.
Estábamos en la calle cuando Bain preguntó:
—¿Cómo supo tu nombre?

El terror apretó mi pecho, mi respiración trabajaba. Me desperté


bruscamente, pero la pesadilla tardó un minuto en desaparecer. Echando un
vistazo al reloj, eran las tres de la mañana. No me estaba volviendo a dormir.
Al levantarme de la cama, agarré mi bata antes de meterme en la cocina.
Tenía la intención de tomar algo para beber, pero salí por la puerta trasera.
El aire fresco de la noche se sentía bien; la suave hierba bajo mis pies
descalzos estaba ligeramente mojada. Un escalofrío subió por mi espina
dorsal cuando seguí lo que me convocó. Al entrar en un claro, la luna iluminó
una figura. No era miedo lo que sentía, sino anhelo y amor. Era enorme, de
pie. Tono negro, dientes largos y afilados, manos que terminaban en garras y
familiares ojos grises.
Bain.
Se movió, cruzando la distancia entre nosotros, y se movió hasta que un
hombre muy real y desnudo se paró frente a mí. Mis ojos se movieron por su
cuerpo, devorando la vista de su pecho desnudo, las crestas de músculos que
formaban sus abdominales y bajaban. Me mordí el labio mientras el rubor
subía por mi cuello. La humedad se acumulaba entre mis piernas, pero no
podía apartar la mirada.
Él apartó mi cabello de mi hombro, sus dedos se curvaron alrededor del
borde de mi bata. Pequeños fuegos se encendieron bajo mi piel mientras
arrastraba la seda por mis brazos hasta que se acumulaba a mis pies. Su
toque se sentía familiar, su cuerpo era familiar. Levantando mi boca hacia la
183
suya, su sabor era familiar. Lamió mi labio inferior, antes de deslizar su
lengua dentro, despejando mi boca con una minuciosidad que no había
notado. Dejó un rastro de calor en su estela cuando sus manos subieron por
mi cuerpo, apretando mi camisón y tirando de él sobre mi cabeza. Su cabeza
oscura bajó, su lengua recorrió mi clavícula y recorrió el valle entre mis pechos.
No pude detener el gemido cuando me mordió el pezón antes de metérselo en
la boca. Mis piernas se debilitaron ante la avalancha de emociones que eran
nuevas y amadas.
Cayó de rodillas y separó mis piernas antes de enterrar su cara entre
ellas. Apreté su cabello, cerré los ojos y me perdí en el placer que tan
fácilmente me provocó. Me puse a llorar. Siguió dándose un festín, sacando el
orgasmo, antes de subir por mi cuerpo, levantó mi pierna y empujó
dolorosamente. Se retiró por completo antes de que avanzara de nuevo. Me
dolió, y sin embargo, cambié mis caderas a sus estocadas, necesitando
sentirlo, todo de él, incluso el dolor que trajo lágrimas a mis ojos. El hambre
me devolvió la mirada cuando nuestras miradas se encontraron. Sus caderas
siguieron moviéndose, aumentando el placer y el dolor hasta que otro orgasmo
se estrelló sobre mí.
Me di la vuelta y amortigüé el gemido en mi almohada. Mi cuerpo se
calentó por el orgasmo provocado por el sueño. Quería deslizarme en su
habitación, quería en la vida real lo que había encontrado en mi sueño.
Aunque no lo hice, por mucho que quisiera eso, no lo hice. En cambio, salí
de la cama y me dirigí a la ducha, una fría.

Me senté en Sweet Tooth comiendo mi segundo strudel de manzana,


mi atención en los otros clientes. Las parejas más extrañas se mostraron
alrededor del espacio del comedor. Lo que parecía un hombre sin hogar
estaba sentado con un tipo de Wall Street, ambos profundizando en un
pastel de mantequilla que parecía pecaminoso. Una mamá que se quedaba
en casa, con sus hijos pequeños a cuestas, se sentaba en una mesa con un
motorista. Sus daneses lucían deliciosos. Era como si su amor por las
creaciones de Cinder Gulliver superara las barreras sociales invisibles que
existían en el mundo. Si tan solo pudiera ser tan fácil en todas partes.
Hablando del Diablo.
—¿Puedo conseguirte algo más? —preguntó Cinder.
Había subido por lo menos dos kilos y mucho de eso fue gracias a su
horneado.
—No, eres buena. El strudel de manzana fue increíble.

184
La puerta se abrió y entraron los dos hombres que habían estado
luchando la última vez que había estado aquí. Uno de ellos dejó caer su
mano en el hombro del otro como si fueran mejores amigos, sonrisas en sus
dos caras. Mirando alrededor de la habitación a los deliciosos eufóricos
clientes, cada uno de ellos felizmente consumido con sus dulces, supe que
había más cosas aquí.
—¿Hay algo mal? —Una sonrisa se burló de su boca, alegría en sus
ojos.
—¿Quién eres?
—¿Puedo sentarme?
Señalé la silla.
—Por favor.
—Me pregunté si lo descubrirías. —Luego se rio, su gran barriga
temblaba por su alegría—. Mírame, estoy a una dona de un ataque al
corazón, pero eso no me impide disfrutar de mis creaciones. —Miró
alrededor de su panadería—. ¿Alguna vez has visto a gente más en sintonía
con su comida? Es casi una miniaventura amorosa que Joanie tiene allí con
su bollo pegajoso. Y la obsesión de Brock con mis éclairs.
Señalé a los hombres que acababan de entrar.
—Esos dos hombres estaban preparados para arrancarse la cara el otro
día y ahora son los mejores amigos.
Los labios de Cinder se curvaron en una sonrisa maliciosa.
—Hay una razón por la que mis productos horneados son tan
pecaminosos.
Dudé en preguntar, incluso cuando mis labios formaron la pregunta.
—¿Por qué?
—Porque soy la gula.
Estaba segura de que no la había escuchado correctamente. Pedí una
aclaración.
—¿Disculpa qué?
—Soy uno de los siete pecados mortales. Soy la gula.
Me recliné en mi silla y no pude evitar la sonrisa. No había esperado
eso, pero no me sorprendió.
—Eso realmente tiene sentido, aunque no sabía que los pecados eran
corpóreos.
—La magia lo hace así —respondió ella.
—Pero no eres malvada. —No estaba preguntando. Podía sentir la
185 bondad en ella.
—El hecho de que seamos pecados no nos hace malos. Todos necesitan
un poco de pecado en sus vidas para condimentar las cosas. —Me estudió
un minuto antes de preguntar—: ¿Has descubierto lo que eres?
Mis cejas se alzaron.
—¿Tú lo sabes?
—Humano, pero tienes demasiada magia en ti para ser solo humano.
—Estoy trabajando en recordar.
Su expresión normalmente jubilosa se volvió preocupada.
—La oscuridad está llegando. Se está haciendo más fuerte cada día.
—Lo sé.
—Si necesitas a mis hermanos o a mí, estamos aquí.
Miré alrededor de su panadería a las amistades improbables. El pecado
podría ayudarnos a inclinar la balanza.
—Voy a encargarme de eso.
Compartimos un momento antes de que ella sonriera y se pusiera de
pie.
—Voy a conseguir algunos éclairs para que le lleves a Brock.
186

Bain insistió en llevarme en mi primer día de trabajo. Parecía tonto por


mi parte conseguir un trabajo cuando el mundo se caía a pedazos, pero la
vida tenía que seguir adelante, incluso las partes mundanas y rutinarias
porque estábamos luchando por eso.
Todavía no había comprado ropa. Aine tenía suficientes opciones que
no fueran cuero que estaba bien, pero tan pronto como llegase mi primer
cheque, necesitaba ir de compras.
Me encantaba montar en la moto de Bain. Algo tan sencillo que traía
tanta alegría. Con mis brazos alrededor de su cintura, Incliné mi cabeza
hacia atrás disfrutando de la brisa en mi cara. Todavía tenía problemas para
creer a veces que esto fuera real, ser conducida al trabajo por un hombre
que hacía que los dedos de mis pies se doblaran y mi corazón se acelerase
cada vez que estaba cerca. Incluso tenía mariposas al pensar en el trabajo.
Estaba asustada, nerviosa y excitada al mismo tiempo. Cuán normal, sólo
un día simple en una vida. Era maravilloso.
Me sorprendió ver a Josiah cuando entramos en Hunter’s Moon. Algo
que se sentía mucho como afecto me atravesó. Que estuviera aquí, que le
importase lo suficiente como para verme en mi primer día.
—Allí está —dijo, moviéndose del lado de Dahlia para saludarnos.
—Estás aquí. —Sentí mi cara calentarse.
Su expresión se suavizó.
—Por supuesto. No me perdería tu primer día.
La emoción se apretó en mi pecho.
Dahlia no era tímida, dando un paso hacia Bain y abrazándole. Me di
cuenta de que se sentía incómodo, pero no se apartó. La sonrisa de ella tenía
una seria potencia. Ella hizo un gesto a la mujer que estaba detrás del
mostrador con el pelo rojo brillante y ojos verdes como la hierba de verano.
—Ella es Lilith, mi socia en el crimen.
Lilith no se movió de detrás del mostrador, sólo nos regaló su atención
el tiempo suficiente para decir.
—Hola.
—Te acostumbras a ella —murmuró Josiah en voz baja.
—He oído eso —dijo Lilith.
—Bien. Lo he dicho suficientes veces a tu cara.
—¿Estás lista? —preguntó Dahlia
—Sí.
187 —Voy a repasar el registro contigo, pero qué tal si esta semana,
simplemente te pones cómoda con la mercancía y los clientes.
Quería ser normal. Quería ser la chica empezando el primer día de
trabajo, una que se pasaría toda la noche hablando de ello con sus amigas
mientras celebraban, pero yo no era normal. Algo amenazaba lo normal, y
yo me había parado en el camino. Era una carga pesada, pero por ahora,
me permitía disfrutar de una de las simplicidades de la vida que mucho
daban por sentado.
—Suena bien. Gracias por esto de nuevo.
—Cualquier amigo de Josiah es amigo mío. —Tan fácilmente ofrecido y
tan sincero.

Me olvidé de estar nerviosa porque me divertí mucho viendo a los


clientes. Desde el hombre que trajo a su novia para comprar una pieza de
joyería para su aniversario, a la vieja que venía en busca de un regalo para
su bisnieta que cumplía dieciséis años. Se irían de aquí e irían a su casa a
su pequeño espacio privado en el mundo, pero por hoy, sus caminos se
cruzaban en el Hunter’s Moon, una breve conexión que acababa casi tan
pronto como comenzaba. ¿Apreciaban eso? ¿Todas las vidas que conectaban
con las suyas a pesar de que esas conexiones eran sólo destellos en el
tiempo?
Una mujer entró con su hija. Me llamaron la atención de inmediato
debido a cuánto se parecían. La chica joven no debía tener más de diez, pero
compartía con su madre los ojos y el pelo negro, incluso la manera en que
caminaban era la misma. Tan pronto como ella entró, giró en un círculo,
sus ojos abiertos por el asombro. Sus cabezas estaban juntas mientras
observaban, señalando las piezas y hablando. Sus pequeñas manos estaban
presionadas en el vidrio de una caja, y su madre tocó su mano y le murmuró
algo; ella sacó sus manos del cristal.
—Yo hago eso también —le dije a la niña—. ¿Te gustaría ver ese collar?
—Era un unicornio con un cuerno de plata amatista.
Miró a su madre, con esperanza en su expresión.
—Por favor, mamá.
Su madre no opuso mucha resistencia.
—Vale.
Saqué el terciopelo negro y cubrí el collar con él. Las luces de la sala de
exposición hicieron que la plata brillase. Parecía un poco mágico.

188
—Oh, mamá. Es tan lindo.
—Sí lo es.
—Mi cumpleaños se acerca.
—En ocho meses. —Su madre apartó el cabello de su hija de sus
hombros. Había tanto afecto en el gesto que me dio justo en el pecho.
—¿Están de visita? —pregunté.
—No, somos de aquí. Hemos pasado por este taller un sinnúmero de
veces, pero nunca habíamos entrado.
—Me alegro de que lo hicieran. Soy Ivy.
—Grace, y esta es mi hija, Hope.
Grace tocó el collar.
—Se parecen tanto —dije.
—Nos lo dicen mucho.
Estaba asombrada. Cómo me hubiera gustado tener un día de mamá y
mío. Compartir algo tan simple como un día de compras con mi madre.
Sonreí observándolas. O tener una hija que se pareciera a mí, caminase
como yo, y me mirase con ojos de cachorro porque quería un collar de
unicornio. Tragué el nudo de emoción por el pensamiento evocado. Quería
ser normal, pero no lo era. Ni siquiera estaba cerca.
—Ella recordará el día de hoy, no como una ocasión especial o una
celebración, sino simplemente por pasar el día con su madre. Los momentos
simples son a veces los que más apreciamos. —Mi paseo con Bain esta
mañana era uno para mí.
—Eres muy buena vendedora —dijo Grace, luego sonrió—. Nos lo
llevaremos.
Hope saltó arriba y abajo.
—¿Te gustaría ponértelo? —pregunté.
—Oh, sí, por favor.
Se lo vendí; Grace puso el collar alrededor del cuello de Hope. Su mano
envuelta a su alrededor. Ambas se despidieron antes de salir.
No me había dado cuenta de que Dahlia se había unido a mí hasta que
dijo.
—Eres una persona de gente, eso es seguro.
Una persona de gente, sí, suponía que lo era.
—Tengo un poco de productos que descargar. ¿Quieres ayudarme? —
preguntó.
—Por favor.

189
Sacó de la caja los dos envíos. Eran de un nuevo diseñador que usaba
muchas piedras gruesas y plata. Combinaciones inusuales que funcionaban
como ágata en bruto combinada con peridoto; lapislázuli pulido y topacio
blanco; y turmalina rosa y trozos de ónice. Eran hermosos.
—Me gusta su trabajo.
—A mí también.
Cogí otra caja que reveló el anillo más hermoso que jamás había visto.
Una piedra blanca que sabía que era una piedra lunar, y la forma en que se
trabajaba la plata, parecían como nubes a la deriva sobre la piedra. Era
impresionante, y extrañamente, desencadenó un deja vú.
—Qué anillo.
Dahlia me miró, y sentí su inquietud antes de que dijera.
—Esa pieza es un pedido especial.
Me decepcionó porque era absolutamente perfecto. Incluso tuve
algunos problemas para entregárselo, odiando desprenderme de él.
—Es magnifica.
—Sí, lo es. El cliente fue muy específico. Ya tenía la piedra, sólo
necesitaba el ajuste.
—Quien quiera que lo vaya a recibir, es una persona afortunada.
La campana sobre la puerta sonó. Dahlia levantó la vista y sonrió.
—Allí estás.

—Estuviste increíble. Natural. ¿Te gustaría tomar una copa? —


preguntó Dahlia mientras Lilith aparecía. No había tenido la intención de
mirar a Lilith, ya que no era una fan. Ella no era amable. Era simplemente
grosera. Me hacía hizo sentir incómoda por lo que la idea de ir a tomar una
bebida con ella no era bienvenida. Dahlia añadió.
—Sólo nosotras.
No escondí mi alivio. Ella sonrió.
—Ella puede estar tratando.
—Tengo que llamar a Bain. Me iba a venir a buscar.
Me dio su teléfono. Realmente necesitaba conseguir uno. Por suerte
para mí, recordaba el número que Bain había recitado cuatro veces esa
mañana. Sólo lo recordaba porque era suyo.
—Estaba a punto de salir —dijo a modo de saludo.
—Voy a tomar una copa con Dahlia.
190
—Dile que vamos a Silver Bullet en la plaza. Tal vez una hora.
—¿Escuchaste eso? —pregunté.
—Sí. Nos vemos en una hora. Que te diviertas.
—Gracias.
Le pasé el teléfono a ella mientras íbamos hacia la puerta.
—¿Puedes cerrar, Lilith? —preguntó Dahlia.
No respondió, sólo nos despidió con un gesto.
Silver Bullet era ecléctico con viejas pistolas en todas las paredes. Sólo
se me ocurrió cuando nos sentamos en el bar que las balas de plata se
suponían que mataban a los hombres lobos. Casi pedí si nos podíamos ir,
el temblor que me acompañó alimentando ese deseo, pero Dahlia ya estaba
pidiendo nuestras bebidas.
—Josiah no dijo mucho acerca de tu pasado. ¿Siempre has vivido en
Nueva Orleans?
Más de lo que ella creería.
—Sí.
Juega con la servilleta de cóctel que el camarero había colocado ante
ella.
—¿Puedo preguntar por qué no tienes identificación?
—Vamos a dejarlo en que estaba muy protegida.
—Eso parece.
Dos vasos de vino fueron puestos ante nosotras. Ella levantó el suyo.
—Por tu primer día.
Choqué con su vaso, tomé un sorbo.
—Realmente tuve un gran día.
—Menos por Lilith. Es buena persona. Con temperamento,
desagradable pero bajo esa rudeza es una buena persona.
—No creo que le guste mucho.
—A Lilith no le gustan muchas personas. Tiene sus razones para ello,
pero lo intenta. Entrará en razón. Ya verás.
No estaba tan segura de eso, pero no discutí.
—Josiah mencionó a su hija Aria. Espero que los visite. Me encantaría
conocerla.
—Aria es un soplo de aire fresco. Josiah y yo no fuimos capaces de
tener hijos. Ha sido una alegría tenerla en nuestras vidas. La conozco desde
que era una cosita pequeña. Ama muchísimo a su papá y él está igual de
191 encariñado.
Traté de imaginar al hombre que estaba empezando a conocer estando
embelesado. No podía verlo, pero basado en lo que había escuchado en el
auto, sabía que lo era.
—Estoy tan contenta de que estés en el equipo, y no te estoy
apresurando, acabas de empezar, pero estoy curiosa de saber si has
pensado lo que quieres hacer. Trabajar en Hunter’s Moon no es un plan a
largo plazo, seguro.
Los recuerdos salieron de la nada, la realidad de que todos corríamos
contra el tiempo. Los seres humanos tenían la suerte de no saber que el reloj
iba hacia atrás, pero al mismo tiempo parecía muy cruel decírselo.
—Me estoy acostumbrando a estar sola, encontrar mi equilibrio. Tengo
que pensar en el futuro, pero en este momento, estoy feliz de concentrarme
en el presente.
—En otras palabras, estar con la anciana —bromeó.
—No, en absoluto. Y no eres una anciana.
—Mayor de lo que piensas —murmuró.
Una declaración extraña pero continué.
—¿Tienes familiares en la zona?
Era una pregunta bastante inocente, pero la sentí tan bien como vi su
cuerpo ponerse rígido. Su amabilidad abierta se atenuó un poco.
—Hace mucho tiempo, ya no. Sólo Josiah, Aria, y yo.
Me pregunté por qué mi inocente pregunta había causado tal reacción
en ella, pero cambié de tema.
—Hay varias piezas en tu tienda a las que le he echado el ojo.
Sus ojos se iluminaron, su sonrisa genuina cuando dijo:
—Oh, sí, ¿cuáles?
Estaba esperando en la cola para el baño de mujeres. Bain no tardaría
en llegar. Fuera de ese extraño momento, Dahlia había sido una maravillosa
compañía. Podía verla a ella y a Josiah juntos. Encajaban.
Mi estómago gruñó, tal vez Bain y yo podíamos parar para cenar.
Probablemente deberíamos comprobar y ver qué hacían los demás.
Terminé mi tema y me dirigía de nuevo a la mesa cuando vi al hombre,
192 el que iba de negro con el paraguas. Una vez, incluso dos veces, podría
excusarlo como una coincidencia, pero no tres veces, especialmente cuando
esos ojos azules estaban fijos en mí, como si supiera que estoy aquí, como
si hubiera estado observándome.
Caminé hasta él.
—¿Me estás siguiendo? —pregunté sin contemplaciones.
Me estudió, buscando respuestas antes de decir:
—No estás lista.
—¿Para qué?
—Estaré aquí cuando lo estés.
Empezó a alejarse; le detuve.
—¿Lista para qué?
Sólo su cabeza giró, paciencia, amabilidad y confort saliendo de él.
—Para llevarte a casa.
Se alejó, desapareciendo entre los cuerpos que llenaban el bar. No
perdido en ellos, sino que desapareció. No me moví, sólo miré a la multitud
mientras el pesado peso de la comprensión se posó sobre mí, otro sueño
haciéndose realidad.
193 Gary Ellis estacionó y luego se frotó las manos en los pantalones.
Odiaba venir aquí, odiaba tener que humillarse ante este humano, pero todo
era parte del plan. Sin el respaldo de este humano, sus creaciones no
existirían. Tenía que rebajarse para exaltarse a sí mismo, que era el juego
final. Un simple humano convertido en un creador... un dios.
Este humano realmente creía que podía controlar a sus criaturas, sus
bebés. Y por ahora lo permitía, mantén a tus amigos cerca... pero a tus
enemigos aún más. Es mejor mantenerlos ignorantes pero apaciguados. Se
trataba de la codicia y el poder para el humano. Muy miope por su parte,
pero no podía ver el panorama general porque los humanos no podían ver
el panorama completo. El humano no tendría control. Una vez fuera, sus
criaturas infectarían al mundo, cambiando el equilibrio. Era, después de
todo, evolución; una versión mejor y más fuerte del humano débil. Mientras
tanto, mientras él y el humano esperaban a los que liberarían a su maestro,
él jugaría bien. Dejaría que el humano creyera que tenía el control, hasta
que fuera el momento y luego disfrutaría de matarlo, no de convertirlo,
porque algunos no merecían el regalo.
Al salir de su automóvil, entró en la finca donde la opulencia era la
única palabra para describir los alrededores. El materialismo moriría junto
con la humanidad. Había momentos en que quería frotarlo en la cara del
humano, pero se reiría el último.
El hombre se sentó detrás de un escritorio ornamentado, molduras
doradas y tapices viejos eran solo una parte de la decadencia que goteaba
de la habitación.
—La dejaste escapar. —Las palabras salieron antes de que Gary llegara
a su asiento. No la había dejado escapar. Incluso ahora se preguntaba por
qué prácticamente había dejado la puerta abierta. Deja que reflexione sobre
eso mientras lo que realmente importaba estaba sucediendo justo bajo su
nariz.
—No te acomodes. Los errores no se acomodan en mi presencia. Tu
arrogancia nos costó la ventaja.
Controlar el cambio era difícil, pero era un hombre paciente. Había
trabajado en este plan en particular durante mucho, mucho tiempo.
—No lo haríamos por mucho más tiempo. Lo sabes tan bien como yo.
—No importa. Su poder crece cada día.
—Ni siquiera lo recuerda.
—Eres terriblemente arrogante para alguien que la jodió. ¿Olvidas
quién soy?
El humano había vendido su alma hace mucho tiempo, y aunque no
era sobrenatural, se había hecho amigo de algunos seres muy poderosos.
Por todo lo que Gary había logrado, él y sus creaciones seguían siendo los
194 seres más débiles. Eso le molestaba, pero estaba trabajando para corregir
eso y necesitaba el dinero de este hombre para hacerlo. Y a pesar de todas
sus bravuconadas, el humano no lo engañó. Estaba enojado, pero también
había miedo. Incluso sus alianzas no eran rival para el que ambos servían.
Su maestro daba tanto miedo como la mierda y se impacientaba cada vez
más. El humano sabía cómo aplacarlo, pero ¿por cuánto tiempo más? El
miedo a la supervivencia alimentó la ira de este humano.
—No.
—Solo necesito chasquear los dedos y eres polvo. Recuérdalo.
Gary disfrutaría viendo morir a este hombre... lentamente, pero por
ahora, tomó la reprimenda.
—Me disculpo.
—No tienen idea de que ya están perdiendo. Mientras hacen girar sus
ruedas, la oscuridad se está apoderando. Cuando se den cuenta de lo que
sucedió, será demasiado tarde. Sin enfrentamiento; pronto la oscuridad
reinará.
No tenía idea de cuán correctas eran sus palabras, y cómo cuando los
humanos cayeran, él estaría en la cima de la pila.
—Perdiste a tu asistente. Necesitarás otro experto en magia.
Sí, y sabía a quién recurrir.
—Ya estoy trabajando en ello.
—Asegúrate de eso. Déjame.
Gary controló su ira y se volvió hacia la puerta. Las palabras de
despedida del hombre tocaron un nervio.
—No vuelvas aquí de nuevo con un fracaso. Será la última.
Gary se enfureció con su auto, cerró la puerta de golpe y apretó el
volante con tanta fuerza que lo inclinó. La ira le tenía luchando contra el
cambio. Se recuperó, sin necesidad de llamar la atención. Su único consuelo
era que devolvería la inversión del hombre enterrando un cuchillo en su
espalda. Era humano después de todo.
195

Me acosté sobre la hierba suave, mirando el cielo azul brillante. Mi


visitante del bar debería haberme irritado, pero no lo hizo. Por mucho que
quisiera vivir la vida que estaba vislumbrando, no era por eso que estaba
aquí. Era bueno recordarlo.
El libro de la anciana había sido fascinante. Me preguntaba de dónde
lo había sacado porque era viejo y estaba saturado de magia. Había habido
innumerables panteones de dioses egipcios, griegos y romanos. Los
sumerios eran los dioses más antiguos que se conocieran, considerados
como los creadores del universo. A medida que los dioses iban y venían, se
retiraban a los reinos dentro de la Tierra, pero no antes de atravesar la
antorcha por así decirlo. Diferentes seres místicos surgieron de los diversos
panteones. La Tierra era realmente un crisol de razas. La anciana había
dicho que era la oscuridad la que abría la puerta a las deidades malvadas.
¿Estábamos tratando con eso, con uno de los dioses más antiguos que ya
no se encontraba contento en su reino? ¿Y cómo podría atravesar diferentes
reinos?
Aine era un demonio del reino exterior que tal vez lo sabría. Volví a la
casa, los cuervos volaron a mi lado; la mariposa tenía un amigo, y ambos se
quedaron cerca también. Miré el césped y me di cuenta de que la hierba era
más gruesa, más brillante. Bain había dicho que nunca había visto una
conexión con la tierra como la que yo tenía. ¿Qué era yo? Un árbol enfermo
llamó mi atención. No lo había notado antes, y lo habría hecho porque
caminaba por esta ruta a menudo. Me invadió un malestar, el mal se hacía
más fuerte. La corteza del árbol se estaba pelando, las hojas se habían
curvado y se tornaron marrones. Estaba muriendo. Coloqué mi mano sobre
una raíz que era visible, enterrada parcialmente en la tierra. No sabía lo que
estaba haciendo. Mi cuerpo respondió por instinto. Sentí la chispa, similar
a cuando llamé al fuego, pero no me recorrió. El calor se movía lentamente,
como la lava rodando por el lado de un volcán, infundiéndome una
sensación que nunca antes había sentido. Llegó a mis manos cuando la luz
más pura escapó de mis dedos hasta la raíz del árbol, penetrando
profundamente la tierra, pero subiendo por el tronco también,
expandiéndose a todas las ramas y hojas que, como la hierba, se hicieron
más grandes y brillantes.
—Lo curaste —dijo Aine detrás de mí—. ¿Sabías que podías hacerlo?
—No.
—Te estás haciendo más fuerte.
Estudié el árbol, pleno y sano. Los pájaros se asentaron de nuevo en
sus ramas. En el fondo, se removió un recuerdo. Había estado aquí antes y
sabía que no volvería a estarlo. Tenía que hacer lo correcto. Me paré y me
196 giré hacia Aine.
—Tengo una pregunta.
—Tengo una respuesta. Tú primero.
Abrí la boca, luego la cerré y reí. Negando con la cabeza, pregunté:
—Este mal, ¿crees que viene del infierno?
—No —contestó inmediatamente.
—Eso fue decisivo. ¿Por qué no?
—El infierno tiene mala reputación, pero está cerrado. Algo tan
poderoso como lo que está tratando de irrumpir en nuestro mundo habría
alertado a los guardianes del inframundo. Nunca rompería su magia. No,
sea lo que sea... viene de otro lugar.
—¿Otro reino?
—Posiblemente.
—¿Lo podemos encontrar?
—No lo sé. Hay más reinos de lo que creerías. Localizar uno
específicamente sería muy difícil.
—Pero no imposible.
—No, no imposible, pero como soy más débil en este reino, seríamos
más débiles en su reino. Así que, incluso si lo encontráramos, la
probabilidad de que podamos derrotarlo es mínima.
No era lo que quería oír, pero continué la conversación.
—¿Por qué crees que tu amigo, el camarero, no fue convocado cuando
tú lo fuiste?
Ahora fue ella quien abrió la boca y luego la cerró antes de decir:
—No tengo ni idea.
—Es raro, ¿verdad? Solo unos pocos oyeron el llamado.
—Es raro.
La atención de Aine cambió. Seguí su mirada y entendí la distracción.
Bain venía de los árboles. Mi corazón dio un lento vuelco. No podía apartar
la vista, atraída hacia él como una polilla a una llama. Sabía que tenía que
mantenerme alejada, tenía que resistir porque nuestra conexión tenía magia
por sí sola y esa magia era lo suficientemente poderosa como para cambiar
el equilibrio. Ya le habíamos causado suficiente daño a este mundo, pero al
verlo, no había nada que yo quisiera más que ser consumida por la llama.
—Eres una mujer afortunada —murmuró Aine.
—Ya no es mío, Aine, ya no.
197 —Nadie se lo dijo.
—Te llamó el sheriff —dijo Bain mientras me entregaba su teléfono.
—Gracias.
La llamada estaba conectada.
—Josiah.
—Es Ivy.
—Ivy. Gracias por devolverme la llamada. De acuerdo con la idea de
compartir, tengo un archivo del ex sheriff, un archivo grueso sobre
incidencias en la plantación. Lo he leído un poco, pero lo que me llamó la
atención son muchas de las incidencias que ocurrieron alrededor del
solsticio de verano, y recordando lo que compartiste sobre el solsticio, creo
que tal vez necesitemos profundizar en el ángulo místico de ese día.
—Es una buena idea. Lo buscaré en Google.
Josiah rio entre dientes.
—¿Has usado internet?
—No, pero Bain se ofreció a mostrarme —dije mientras mis ojos se
desviaban hacia el hombre en cuestión. No pude interpretarlo, pero lucía
intenso—. Ahora que te tengo al teléfono. Imagino que me investigaste antes
de tu visita a Misty Vale. ¿Averiguaste algo sobre mí, específicamente dónde
pasé los primeros diez años de mi vida?
—Había muy poco sobre ti. Salvo tu cumpleaños y tu lugar de
nacimiento, New Orleans General, no había nada. Tenías un certificado de
nacimiento, pero no había un padre registrado y tu madre, una tal Luna
Blackwood, murió al dar a luz. La investigué, pero de ella había menos
información que de ti.
—¿Cómo es posible que no haya nada sobre ella? ¿No hicieron algún
tipo de control cuando estaba embarazada?
—Si la trajeron como un caso de emergencia, tal vez no. Y si se mantuvo
fuera de la red, sin licencia, sin número de seguro social, sin registros
escolares o médicos, sin medios sociales, eso explicaría por qué no hay nada
sobre ella porque los motores de búsqueda usan esa información para
recopilar resultados.
—Pero en el mundo de hoy, ¿no es extraño permanecer tan aislado?
Hubo una pausa antes de que él dijera:
—A menos que fuera una vagabunda.
No había pensado en eso, pero había innumerables personas sin hogar
en toda la ciudad.
—Dijiste que murió en el parto. Me imagino que nadie la reclamó, así
que, ¿qué pasó con su cuerpo?
198
—No hay registros oficiales, pero se cree que fue enterrada donde se
entierra a la gente sin hogar después de ser cremada.
—¿Y el bebé de esta mujer simplemente desapareció?
—Hasta que apareciste diez años después en el incendio de una casa.
—Otra pausa antes de que preguntara—: ¿No recuerdas nada, verdad?
—No, de esos primeros diez años, no.
—Tal vez esos recuerdos regresen cuando recuperes los otros.
—Esperemos. Gracias, Josiah.
—Estamos juntos en esto. Hablamos pronto —dijo antes de
desconectarse.
Devolví el teléfono a Bain.
—Necesito usar Internet. ¿Tienes tiempo para enseñarme?
—Podemos hacerlo ahora —contestó.
—Empezaré a hacer la cena —ofreció Aine.
En la casa, pensé que Bain y yo iríamos a la sala de estar, pero se
dirigió hacia las escaleras. Mis piernas se movieron con pesadez mientras
me apresuraba a seguirle el ritmo. Mi cabeza decía que no, pero mi corazón
no me escuchaba.
Abrió la puerta de su habitación. Era una mujer adulta, pero esta era
la primera vez que estaba en la habitación de un hombre. Lo primero que
me impactó fue que su olor estuviera en todas partes. No era colonia o loción
de afeitar, su aroma natural... como la madera. Me mareó de la mejor
manera posible. Sus paredes estaban pintadas de gris carbón; su ropa de
cama era gris y negra. Los muebles eran de madera oscura, un tocador y
unas mesitas de noche. Me sentí atraída por la pieza del tocador, una figura
antigua que parecía una corona, pero muy primitiva.
—¿Qué es eso?
—Un trozo de mi pasado que no recuerdo.
Me giré para decírselo; era hermoso, pero las palabras murieron en mi
lengua cuando vi la pintura. Mis pies me movieron hacia ella antes de que
mi cerebro diera la orden. Era vieja, la pintura se estaba descascarando, la
tela se estaba agrietando, incluso el marco estaba desgastado y deformado.
El cuadro representaba el fuego, un portal de fuego y en la entrada había
una mujer vestida de negro, con el cabello oscuro cayendo por su espalda.
—Lo he conservado desde que tengo memoria, siglos. Lo encontré en
una pequeña tienda en Francia. Me atrajo, fue más que atracción; no pude
salir de la tienda sin él. Ese día en Misty Vale, fue entonces cuando entendí
por qué. Por qué lo he empaquetado cada vez que hemos ido de un lugar a
otro. Por qué siempre he mirado hacia el amanecer y al atardecer, hacia ese
199
fuego en el cielo, y he sentido un anhelo que no entendía, un dolor que
nunca se ha aliviado. En todos los años que he vivido, y he vivido tanto
tiempo, te he extrañado.
Las lágrimas amenazaron con salir. Bajo el corazón del guerrero, late
el corazón de un poeta. Sus palabras pendieron en el aire, palabras que eran
dolorosamente hermosas, pero no eran una declaración; eran simplemente
la verdad, su verdad y la mía. Fuéramos lo que fuésemos, más allá de lo que
llegáramos a ser, una cosa era cierta: siempre volvíamos a esto, como
nuestras piedras, éramos dos almas que encajaban.
—He soñado contigo toda mi vida.
No se movió, ni un músculo.
—Nunca vi tu rostro, pero te sentí. Te extrañé, te lloraba cuando
despertaba. Me dijeron que estaba loca, pero quería perderme en la locura
porque ahí estabas tú. Ese día en Misty Vale, te sentí. Antes de sentir a los
otros, te sentí a ti. Eras real y habías venido.
Empuñó las manos, y respiró hondo. Sentí su tensión; incluso al no
poder leerlo, pude sentir la lucha. Sus ojos cambiaron, el amado gris se
volvió rojo. Me dolía el corazón porque había visto esos ojos en mis sueños.
Cerré la distancia entre nosotros porque necesitaba tocarlo, quería esa
conexión física. Mi mano apenas tocó su pecho, pero sentí que cada músculo
de su cuerpo se volvía duro como una roca. Echó la cabeza hacia atrás, un
gruñido surgió por su garganta, soltando un rugido que silenció la noche.
Estaba cambiando, pero antes de hacerlo, abrió las puertas del balcón y
desapareció en la oscuridad.
Al principio no me moví. No podíamos hacer esto, pero era todo lo que
quería. De alguna manera, sabía que él era todo lo que siempre había
querido. Como esa vida de hace tanto tiempo, no retrocedí. Que se
condenaran las consecuencias. Bajé corriendo por las escaleras, pasé frente
a la desconcertada mirada del grupo de Bain y salí por la puerta trasera. No
podía sentirlo, no estaba segura de cómo iba a encontrarlo. Los cuervos
vinieron volando desde donde habían estado posados.
—Encuéntrenlo.
Se fueron volando. Seguí la dirección en que se había ido Bain, uno de
los cuervos regresó y me esperó antes de cambiar de dirección. No debería
haberme sorprendido que volviera al lugar donde todo había empezado para
nosotros. Estaba oscuro, la luna solo una astilla en el cielo, pero cuando
llegué a la cima de la colina, mi aliento se congeló porque él estaba allí y era
magnífico. Merodeaba, su enorme cuerpo se movía como un depredador,
uno que sintió a su presa cuando su cabeza se movió abruptamente en mi
dirección. No era un lobo; se irguió al menos dos metros de altura. Sin
embargo, compartía similitudes con uno. Sus largos brazos terminaban en
200 garras, las articulaciones de sus piernas eran similares a las de un lobo,
para aumentar su velocidad. Tenía la nariz alargada, los dientes afilados
como una navaja, pero eran sus ojos... rojos como la sangre y tan familiares.
Los cielos se abrieron, y la lluvia cayó, pero no nos movimos, atrapados
en el momento. ¿Cómo se había convertido en esto? ¿Cuándo se había
convertido en esto? Tantas vidas que nos habíamos perdido.
Cambió, viendo cómo su cuerpo volvía a su forma humana parecía
doloroso. Llevaba el dolor, solo una parte de lo que era ahora. Mi corazón se
aceleró porque cuando el cambio terminó, se paró frente a mí
completamente desnudo.
Hubo un revoloteo en mi estómago cuando pregunté:
—¿Estás bien?
Era fascinante ver cómo su gran forma se quedaba inmóvil como una
piedra.
—No lo tengo bajo control. No estás ayudando con eso —emitió esas
palabras con un indicio de frustración, pero mucho más de otra emoción
que provocó que un zumbido bajara por mi cuerpo para asentarse entre mis
piernas.
Las palabras se me escaparon antes de que pudiera detenerlas. La
lujuria que se apoderó de mí las alimentó.
—Me gustaría ayudar con eso.
Parecía hambriento. Me acerqué más.
—Realmente quiero ayudar con eso.
Gruñó, levantó la cabeza hacia el cielo para que la lluvia bañara su
rostro como si estuviera tratando de enfriar el fuego interior, pero me
encantaba el fuego.
—Soñé con esto.
Giró sus ojos grises hacia mí.
—Fui a dar un paseo por el bosque, te vi cambiar. Eres hermoso, en
ambas formas, y una vez fuiste mío. Ambos lo sabemos. —Bajé la mirada al
suelo, los charcos formándose en la suave tierra—. Todavía lo eres.
El aire salió de mis pulmones cuando me jaló contra su pecho duro,
me rodeó con sus brazos y enredó los dedos en mi cabello para levantar mi
rostro hasta el suyo.
—Sí, lo soy.
Chocó su boca contra la mía. Su sabor explotó en mi lengua. Me
levantó, me acercó, le rodeé la cintura con mis piernas. Enhebrando mis
201 dedos en su cabello, besé cada parte de su rostro. Llevó su palma hacia la
parte de atrás de mi cabeza, inclinándola para poder besarme más
profundamente, barriendo mi boca con su lengua.
De frenético se tornó reverente. Pasando mis manos por su rostro,
acaricié sus labios, estudiando cada línea, cada curva.
—Te he extrañado —susurré.
Me dejó caer de pie, enmarcó mi rostro en sus manos y me besó de
nuevo, más profundamente. Sus labios eran suaves; su lengua era posesiva,
mientras me probaba con una minuciosidad que era embriagadora y
dolorosamente familiar.
Me quitó la camisa y el sostén, besando cada centímetro de piel que
reveló. Viendo sus manos grandes ahuecando mis pechos, sintiendo lo que
esos dedos callosos me estaban haciendo. Cerré los ojos cuando la fantasía
y la realidad chocaron. Su pulgar rozó mi pezón y provocó dolor entre mis
piernas. Se arrodilló y me bajó los vaqueros y luego las bragas. Poco a poco,
subió sus manos por mi cuerpo, inclinó la cabeza y sus ojos encontraron los
míos. Una ligera caricia de su lengua en mi clítoris, y mis piernas se
debilitaron. Sujetando mis muslos, me sostuvo mientras exploraba y
saboreaba. Conocía mi cuerpo, sabía cómo provocar el placer. Conocía su
cuerpo, cada músculo y cada curva. Ya habíamos estado aquí antes. Mordí
mi labio porque el orgasmo no se estrelló contra mí, sino que me envolvió.
La belleza del momento me hizo llorar.
Se puso de pie, secando una lágrima de mi mejilla con la yema de su
pulgar.
—Ya hemos estado aquí antes —susurré.
—Lo sé.
—Te perdí.
—Lo sé.
Presioné mi rostro contra su pecho. Era egoísta, pero no quería
momentos. Lo quería para siempre. Toqué su collar, la piedra que era solo
otra conexión que compartíamos.
Tocó mi mejilla, bajó la cabeza y me besó. Me arrastró en sus brazos,
mi espalda descansando sobre la hierba blanda debajo de lo que quedaba
de nuestro pasado. Se movió sobre mí, su enfoque tan intenso.
—Esta es tu primera vez —susurró.
—En esta vida.
Nunca nos quitamos los ojos de encima mientras se movía en la cuna
de mi cuerpo, levantando mis caderas y lentamente uniéndonos. Su aliento
inhalado coincidía con el mío porque yo recordaba esto, ambos lo hacíamos.
Se movió lentamente, sacando el placer para ambos, y con cada movimiento
202 de su cadera, cada cosquilleo de placer, lo que se había perdido se devolvía.
Juntos alcanzamos el orgasmo, y fue entonces cuando me dio un beso en la
boca y me susurró:
—Bienvenida a casa.
Era agridulce que hayamos tenido que esperar tanto el uno por el otro.
Que el tiempo que pasamos fuera tan fugaz, como ese cerezo en flor. Pero
mirando su amado rostro, lo que teníamos hacía que valiera la pena esperar
toda la vida.

Bain
Ella dormía. La observé durante una hora, resistiendo el impulso de
despertarla, luego evité la tentación y di un paseo. Recordé la vida de hace
tanto tiempo, todo regresó rápidamente al volver a estar con ella. Recordé
cuando la vi por primera vez; estaba caminando por un carril. Era una época
más simple, el mundo un lugar diferente. La magia entretejiéndose a través
de todo. Incluso como humano, sabía que existía, la sentía y la respetaba.
Creí que fue esa magia la que la trajo a mí, un ángel en la tierra. Como
ahora, había una inocencia en ella, una sed de vida que era intoxicante. La
amé desde el momento en que la vi, y la he amado todos los días desde
entonces. Incluso cuando no podía recordar, incluso cuando estaba perdida
para mí, una parte de mí siempre la ha buscado. Lo nuestro era un ciclo;
llegaríamos al final de nuevo. Ella no era inmortal; no estaríamos juntos
para siempre. Encontrarla solo para perderla, era nuestro destino.
Momentos, pequeños instantes, era todo lo que teníamos. Una vez había
sido suficiente, pero ya no lo era.
La sentí antes de que me abrazara la cintura.
—¿Estás bien?
—Me acuerdo de nosotros. Recuerdo esa vida.
—Yo también.
Girándome hacia ella, alejé el cabello de su rostro.
—Instantes en el tiempo ya no son suficientes.
Parecía triste. Lo entendí, pero ahora teníamos uno de esos instantes.
No iba a perder ni un segundo. La llevé de vuelta a nuestro árbol.

203
Lucía adorable, confundida como el infierno, pero tan jodidamente
linda. Teníamos que regresar a la casa, y no lo haría desnudo. No en forma
humana, de todos modos.
—¿De dónde salió la ropa?
Reí.
—El cambio es mágico, Ivy. Quitarse la ropa es más fácil mágicamente
que cambiar de forma.
Era tan expresiva que pude apreciar cómo procesaba mis palabras
desde el momento de sorpresa hasta el momento en que lo asimiló.
—No pensé en eso, la magia es la responsable del cambio.
Tomando su mano, la jalé hacia mí y besé la confusa mirada en su
rostro. Se fundió en mí. Era nuevo pero familiar al mismo tiempo. Mirando
lo que quedaba de la casa, dije las palabras antes de pensar en ellas.
—Deberíamos arreglarla.
Por la forma en que se acurrucó en mis brazos, supe que le gustaba
esa idea.
—Devolverla a la vida.
—Mi grupo apreciará el trabajo. Les está dando comezón. También
podrían dormir aquí; así despejaría la casa porque hay demasiada gente
para mi gusto. —No todos se quedaban en la casa, pero ahora que Ivy había
vuelto, incluso uno era demasiado.
Sonrió. Mi pecho dolió. Toqué su cabello recordando cómo empezó todo.
—Estabas caminando por una calle con un ramo de flores.
—Estabas cuidando tu campo. —Una sonrisa se dibujó en sus labios—
. No puedo imaginarte atendiendo un campo ahora.
—Como montar en bicicleta —me burlé.
—No recuerdo qué le pasó a nuestro árbol —dijo, su atención girándose
hacia lo que quedaba.
—Yo tampoco, pero recuerdo haberlo plantado. Recuerdo que creía que
estábamos plantando...
—Un palo. No parabas de llamarlo palo —dijo riendo.
Rocé su mejilla con el pulgar.
—Me corrijo.
Capté un olor, mi cabeza dando vueltas justo cuando el zorro salía de
los árboles.

204
—¿Quién es ese? —pregunté.
—No estoy segura, pero permanece cerca.
Los cuervos descendieron volando, aterrizando a ambos lados de
nosotros.
—Estos dos también lo hacen —agregué.
—Son sabuesos del infierno.
Su revelación me tomó completamente por sorpresa.
—¿Sabuesos del infierno?
—Sí. Bart, la ordenanza... demonios, era demasiado fuerte para Aine.
Casi se muere. Estos dos vinieron volando por el pasillo, cambiaron en el
vuelo. Lo destrozaron en segundos.
—Sabuesos fuera del infierno. ¿Cuándo ha pasado eso? —pensé en voz
alta.
—Los conozco. Son parte del pasado que no puedo recordar.
—Los sabuesos del infierno son los guardianes del inframundo, y solo
responden a un maestro.
—¿A quién?
—Hades.
Quedó boquiabierta, toqué su barbilla para cerrarla.
—Hades, dios del inframundo, ¿en serio? Espera, ¿Hades y el diablo
son lo mismo?
—No. El diablo es el sirviente de Hades, uno de los demonios más
temerarios, pero considerando lo que se les ha encomendado, no puedo decir
que culpo al tipo por querer desahogarse.
—¿Encomendado?
—Los humanos piensan erróneamente que porque Hades y el diablo
están en el infierno son malvados, pero son los responsables de mantener
el mal encerrado. Para hacer eso, tienen que ser los más puros de todos los
seres, los más incorruptibles. Están lejos del mal.
—Nunca lo había pensado de esa manera. Pero tiene sentido. ¿Crees
que el diablo sabe lo que está pasando aquí?
—No vendría mal preguntarle. Te debo una lección en Internet. —Me
alejé, pero la miré. Era tan malditamente hermosa—. Una gran variedad de
ideas para enseñarte se me ocurren ahora.
Entendió lo que quise decir por la forma en que sus ojos se movieron
por mi cuerpo, y mordió su labio.
—¿Quizás deberíamos tener esa lección ahora? —sugerí.
205 Su respuesta hizo que mis pelotas se tensaran.
—Sí, por favor.
206 La oscuridad dio paso a la luz, y la confusión dio lugar al pánico al ver
al doctor Ellis al otro lado de la habitación. Tironear de las esposas con los
puños no tenía sentido; era más que metal lo que las ataba.
El doctor Ellis entregó su bata de laboratorio blanca; con locura lo miró
fijamente.
—La belleza de la química. La mente es una maravilla. Nuestros
cuerpos son capaces de mucho más de lo que sabemos. Activa la parte
correcta del cerebro y podrás hacer cosas inimaginables. —Su sonrisa era
siniestra mientras sostenía la jeringa—. Con una inyección, y me
pertenecerás.
Tirando de las esposas, las palabras salieron en un siseo:
—No te saldrás con la tuya.
—Oh, pero lo haré, y sabré lo que ella sabe porque uno de su círculo
de confianza será mío.
207

Me dolía la cabeza y se me cruzaban los ojos, pero la web era fascinante,


aunque tenía que admitir que navegar por ella mientras estaba desnuda y
presionada contra un Bain igualmente desnudo jugaba un papel importante
en mi nuevo amor por Internet. No se encontraba en la cama en este
momento. Su espalda desnuda daba hacia mí mientras estaba de pie en el
balcón; vestía sus vaqueros, con las manos en los bolsillos. Miraba el
amanecer. Incluso ahora, observaba el fuego en el cielo. Me dolió el corazón
de la mejor manera posible.
—No estaba permitido.
Se giró, apoyándose en la balaustrada.
—¿Qué no estaba permitido?
—Visitar tu mundo.
Se acercó a mí, asentándose en el borde de la cama.
—¿Recuerdas quién eres?
—No, todavía está borroso, pero recuerdo ese día. Se suponía que no
debía estar allí, pero me atrajo ese prado, me atrajo a ti. Creo que... —Bajé
la mirada y tragué el bulto de dolor.
Tocó mi barbilla y levantó mi mirada.
—¿Crees qué?
—Es un equilibrio, la vida. La anciana mencionó que conocía un lugar
donde el amor era tan fuerte que perduraba, un lugar opuesto a ese lugar
oscuro. ¿Y si somos la causa de que exista el mal?
Su expresión no cambió, pero su voz se suavizó.
—¿Piensas eso?
No pude detener las lágrimas.
—Lo que teníamos, cómo, incluso después de todo este tiempo, sigue
siendo igual de fuerte. Eso es poderoso y suficiente para crear una reacción
igual y opuesta. ¿Y si dimos al mal la entrada a este mundo?
—No —gruñó la palabra, resonando por toda la habitación.
—Yo tampoco quiero que sea verdad, pero…
—¿Alguna vez consideraste que pudimos ser la respuesta al mal?
—¿Qué?
—Dijiste que te sentías atraída hacia aquí, hacia mí. ¿Y si no fuéramos
lo que provocó el mal, y sí, el equilibrio?

208
No tuve ninguna reacción porque nunca había pensado en eso, y eso
evocó la escena con Emily y su declaración de que el guerrero de los
Ancestros vendría a restaurar el equilibrio. ¿Era posible que fuéramos esos
guerreros?
—Veo que no habías pensado en eso.
—No. —No podía contener mi sonrisa porque ser la respuesta y no la
causa significaba que no tenía que alejarme de él. Nacimos para estar
juntos—. Estamos destinados.
Pasó el pulgar por mi mandíbula.
—Ahora y siempre. —Sus ojos ardieron—. Tenemos que continuar con
nuestra búsqueda porque ahora mismo todo lo que deseo hacer es ponerte
de nuevo en esta cama, pero…
También lo quería, pero tenía razón. Si éramos el equilibrio, tendríamos
que averiguar cómo luchar contra lo que se avecinaba. Volví a mirar la
pantalla y la página que había estado leyendo sobre el solsticio de verano.
Me quedé un poco entumecida cuando cierta frase llamó mi atención.
—Aquí dice que el solsticio de verano también se llama el Día de la
Reunión. —Levanté la cabeza—. Se centra en la celebración del fuego y la
luz.
—No es una coincidencia.
—También es cuando la Madre Tierra es más fuerte.
—Y te recarga, así que podría decirse que, en tu cumpleaños, te
encuentras en tu mejor momento.
—También es el momento en que el velo entre nuestro mundo y el
mundo de las hadas es más delgado. Son las protectoras de la Madre Tierra.
Leí sobre ellas. Existen en un reino diferente al nuestro.
—Sí, pero caminan entre nosotros en pleno verano. La única vez que
pueden —añadió.
Alcancé la camiseta de Bain, me la puse antes de ponerme de pie y
empezar a caminar.
—Los recuerdos están ahí, y esto, siento como si estuviéramos en algo.
El solsticio de verano juega un papel. Estoy segura. —Era tan frustrante;
era como tener las palabras en la punta de la lengua, pero no salían. Un
pensamiento me congeló—. La noche del incendio, mi cumpleaños, mis
padres adoptivos intentaron sacrificarme.
Cada músculo de su cuerpo se tensó, y su expresión se convirtió en
granito.
—¿Qué quieres decir con que intentaron sacrificarte?
—Solo recuerdo algunas partes, pero me ungieron con un óleo de
209 madera; estaba vestida de negro y dibujaron una marca en el suelo. No
recuerdo el ritual real; solo recuerdo el fuego que los mató. Pero por qué
hacer eso el día en que soy más fuerte. Si sabían lo suficiente como para
realizar el ritual, uno pensaría que sabrían algo sobre lo que estaban
sirviendo a quienquiera que me estuvieran ofreciendo.
—Necesitamos saber qué estaban haciendo. Quizá Esther pueda
darnos una idea si compartes con ella lo que recuerdas.
—Buena idea. —Empecé a morderme la uña—. Mi instinto me dice que
todo lo que vaya a ocurrir, pasará en el solsticio de verano.
No contestó, pero pude ver que estaba pensando lo mismo.

—¿Estás segura sobre el pentagrama y el negro? —preguntó Esther


mientras hojeaba un viejo libro, su grimorio.
—Sí. —Compartí una mirada con Bain antes de preguntarle—: ¿Por
qué?
Levantó la mirada de las páginas del pergamino.
—Esos elementos suelen estar involucrados en la protección,
especialmente si huele a madera. —Caminó hacia su altar, levantó unos
cuantos frascos antes de encontrar el que quería. Se sentó y me lo dio—.
¿Era este el olor?
Lo reconocí inmediatamente.
—Sí.
—Aceite de ciprés, usado principalmente para protección y...
Dudó, presioné:
—¿Y?
—Conjuros vinculantes.
Conjuros vinculantes.
—¿Estás segura? —pregunté, entonces me sentí tonta por preguntarle
eso, pero ¿por qué la gente que me retenía me protegía?
Esbozó una sonrisa.
—Sí.
—Eso no tiene sentido.
—¿Por qué crees que intentaban hacerte daño?
Abrí la boca para responder, pero la cerré de nuevo. Realmente no sabía
por qué creía que intentaban hacerme daño. En ese momento, realmente
210
antes de que aprendiera que mi locura no era una locura en absoluto,
parecía que el ritual era malo.
—No tengo ninguna razón para creer que quisieron hacerme daño.
—El pentagrama representa los elementos. El aceite de ciprés se utiliza
para vincular este mundo con el más allá; es una de las razones por las que
los árboles crecen aquí en el pantano. No sé qué estaban haciendo, pero no
intentaban hacerte daño.
—Si asumimos que estaban intentando ayudarla, protegerla, ¿por qué
activaron su marca? Si sabían lo suficiente sobre quién era ella, tenían que
saber que el fuego habría convocado lo bueno y lo malo —teorizó Bain.
—Es una buena pregunta. A menos que la intención fuera convocar —
dijo Esther.
Mi sangre se congeló porque sentí la verdad en esas palabras.
—Ese era el plan.
—¿Estás segura? —preguntó Bain.
—Sí. Quería llamar al doctor Ellis.
—¿Aceptaste que te encerraran? —Bain sonaba tan confundido como
yo.
—Sí, pero ¿por qué estaría de acuerdo con eso?
—No puedo verte —admitió Esther—. Los Ancestros tampoco pueden.
—¿Ni ahora ni nunca?
—Nunca.
—¿Eso ha pasado antes? —preguntó Bain.
—No.
—¿Alguna idea de por qué ahora? —pregunté.
—Lo único que tiene sentido es... —Se detuvo para mi beneficio, estaba
segura. Le pedí que continuara, aunque ya sabía lo que iba a decir. Ya lo
había dicho antes—. Que eres mayor que los Ancestros.
Me sentía abrumada porque era parte humana y el concepto de que
podía ser mayor que los Ancestros era algo que me costaba mucho entender.
La puerta de Esther se abrió de golpe. Brock apareció.
—Algo está pasando en la ciudad.
Salió presuroso por la puerta, Bain y yo justo detrás de él.

211

Josiah
—Ella se lo buscó, lo suplicó. Luego gritó todo el tiempo que yo era la
mejor follada que había tenido. No eres lo suficientemente hombre para una
mujer así.
—Si no los detenemos, habrá un baño de sangre. —Nick no estaba
equivocado; desafortunadamente, tuve la terrible sensación de que algo más
estaba sucediendo aquí.
—Bloqueen la calle, saquen a los civiles de aquí. Si no podemos
detenerlo, minimizaremos el daño.
—En ello.
—No he dicho eso. Nunca diría eso de ti. —Ella pasó sus dedos pintados
por el brazo del hombre que acababa de sacar un cuchillo.
—¿Me estás llamando mentiroso, puta? No decías mucho de nada
cuando te metía mi polla en la garganta.
—Dije que no. No le gustó esa respuesta. —En el momento justo, las
lágrimas llenaron sus grandes ojos azules.
—Maldita puta, eso es mentira.
Mierda, esto estaba a punto de ponerse muy feo. Mi atención se centró
en quien incitaba a la multitud. Una mujer bella y seductora, tenía unos
ojos que harían que un hombre rogara por aprender los secretos que había
detrás. Apostaría mi pensión a que era sobrenatural, y su intención era
incitar a la locura. Hacía el papel a la perfección.
Aparecieron Bain e Ivy. Gracias, joder. El único que inspiraba más
miedo que los imbéciles que estaban a punto de arrasar mi ciudad.
—¿Qué necesitas? —preguntó.
—Ella no es lo que parece. Está intentando que estas dos bandas se
maten entre sí.
—El mal se alimenta de sus emociones —dijo Ivy.
—Por lo que parece, está teniendo éxito —contestó Bain.
—Pueden, ya saben… —Le hice un gesto con la mano porque en
realidad, no sabía lo que podían hacer, además de despedazarlos a todos, lo
que desbarataba el punto.
—Podemos hacer control de multitudes, sacar a la gente a la calle, pero
la delicadeza no es el punto fuerte de mi equipo. Si nos involucran, tendrás
más cuerpos de los que sabrías qué hacer con ellos.
212 —Entonces, ¿qué demonios haremos?
—Tal vez un hechizo —sugirió Ivy.
—Cyril. Es un brujo, tal vez pueda hacer un hechizo. —Busqué a mi
ayudante—. ¿Dónde diablos está? Tenemos que calmarlos.
—¿Hay tiempo para buscar a Esther? —preguntó Ivy.
El empuje comenzó.
—No lo creo.
—Podemos llevarlos, trasladar un bando a una distancia segura, pero
nos ven, y empezarán... —Bain echó la cabeza hacia atrás, e inhaló.
Ivy también lo notó cuando preguntó:
—¿Bain?
Su sonrisa solo podía llamarse malvada.
—Justo a tiempo.
Antes de que pudiera preguntar quién tenía la sincronización perfecta,
escuché el sonido de muchos autos rodando por la calle. La barricada que
acababa de instalar fue removida mientras un auto deportivo tras otro
entraba rodando.
—¿Quiero saber quiénes son?
Los autos se detuvieron, se abrieron las puertas, pero fue la multitud
la que tuvo mi atención. Todos, incluso los motociclistas, miraban a los
recién llegados no solo con interés sino también con lujuria. Volví a
prestarles atención y comprendí el atractivo. Eran las criaturas más
hermosas que jamás había visto. Músculos largos y delgados, rostros
pálidos cincelados y ojos pálidos hipnóticos. Sus cuerpos se movían con
fluidez, seductoramente. El sexo pendía en el aire, la ira se transformó en
otro tipo de calor. Se movieron entre la multitud, incitándolos, pero de una
manera totalmente diferente. La gente empezó a emparejarse. Tendría que
publicar un montón de citaciones por exposición indecente, pero en este
momento, prefería a la gente desnuda antes que muerta.
—¿Adónde se fue? —preguntó Ivy. La miré y, a diferencia de los demás
a nuestro alrededor, incluido yo mismo, los recién llegados no la afectaban.
Pasó un segundo antes de que me diera cuenta de a quién se refería. Miré
alrededor, pero la mujer se había ido. Fue entonces cuando recordé el
comentario de Mindy sobre Henry y el extraño.
—Henry había sido provocado por alguien, instado a ir a la casa de
LeBlanc.
—Fue atraído hacia la plantación donde fue asesinado, pero esta mujer
solo quería molestarlo —dijo Ivy.
213 —¿Piensas que los asesinatos tienen un propósito diferente? —
pregunté.
—Sí, esto era para alimentar el mal... todas las emociones feas y la
muerte lo hacen más fuerte. Henry fue atraído y asesinado. Creo que su
muerte tuvo otro propósito —contestó.
—¿Qué propósito?
—No estoy segura.
Mi atención se centró en los recién llegados.
—¿Quiénes son ellos? O, mejor dicho, ¿qué son?
—No sé... —Se sonrojó ante lo que rápidamente se estaba convirtiendo
en otra turba, esta vez de lujuria y sexo—. Pero no puedo creer lo rápido que
cambiaron el humor de todos.
—Otro tipo de magia, supongo.

Ivy
El sheriff no se equivocó. Era algún tipo de magia. Como si nos oyera
hablar, uno de los muchachos levantó la vista de los cuerpos retorciéndose,
sus ojos inusuales se posaron en mí. Sonrió. Bain gruñó bajo en su
garganta. Era alto, no tan alto como Bain, pero bien musculoso y refinado.
Tenía el cabello rubio y largo, rozando sus anchos hombros. Cuando
caminaba, era más bien una fanfarronada. Todo, desde el balanceo de sus
caderas, hasta sus largos pasos, incluso la forma en que sus brazos se
movían grácilmente a su lado. Literalmente exudaba sexo al caminar. Me
miró como si me conociera. Tal vez lo hacía. Entonces sus ojos se dirigieron
a Bain, y sentí el desafío, la anticipación. Querían pelear, ambos
prácticamente tarareaban con la necesidad de probarse a sí mismos contra
el otro.
Se detuvo frente a mí, tomó mi mano y la llevó a sus labios.
—Hola. Soy Jareth.
—Hola, soy Ivy.
La tensión entre Bain y Jareth era tan fuerte que se podía cortar con
un cuchillo.
—¿Conoces a Bain?
Su sonrisa era malvada.
—Sí. —Juro que sus dientes crecieron ante mis ojos.

214
—No quiero ser grosera, pero ¿qué eres? —pregunté.
No respondió, estudiándome por un minuto.
—No estás afectada. —No era una pregunta.
—¿Afectada?
—Fascinante. Creo que la pregunta es: ¿Qué eres tú, Ivy?
—Aún no lo sabemos. ¿Puedo preguntar por qué estás aquí? —Miré a
mi alrededor a la turba lujuriosa—. Tu sincronización es impecable.
Era extraño percibir la incertidumbre que emanaba de este ser que solo
irradiaba confianza.
—No lo sé. Fuimos atraídos aquí. No puedo explicarlo.
Interesante.
Sentí el cambio en Bain. Le eché un vistazo, y estaba empezando a
cambiar.
—¿Qué estás haciendo?
No contestó, pero yo lo sabía.
—¿De verdad van a pelear ahora?
Respondieron al mismo tiempo.
—Sí.
Brock apareció de la nada.
—La tengo.
Y así de fácil, Jareth y Bain desaparecieron. Me quedé mirando en la
dirección en la que se habían ido.
—¿Qué es Jareth?
Brock rio.
—Pensé que lo descubrirías.
—¿Un vampiro?
—Sí.
—¿Los vampiros y los lycans no se llevan bien?
—Nos toleramos mutuamente.
—Entonces, ¿por qué se fueron? ¿Se van a matar? —No quería que Bain
muriera, y curiosamente, tampoco quería que Jareth lo hiciera
—No, pero Bain no tiene igual en una pelea excepto por Jareth.
Disfrutan el desafío.
¿Qué había que decir al respecto?
—Dado que el baño de sangre ha sido desviado —dije mientras miraba
215 los cuerpos emparejados y teniendo sexo en las calles de Nueva Orleans—.
Quizá deberíamos ir a comer algo. ¿Quiere venir, sheriff?
—Sí, pero creo que debo ocuparme de esto. —Miró la masa de cuerpos—
. Pensándolo bien, que se diviertan. Sí, iré.
—Sweet Tooth sigue abierto —ofreció Brock y tomó mi mano.
—Azúcar... —dijo Josiah—. Gran idea.

Estaba sentada afuera cuando llegó Jareth. Bain no estaba con él. No
sabrías al mirarlo que había estado luchando contra un lycan. Se acercó y
se sentó en la silla a mi lado. Basándome en nuestra presentación, esperaba
bromas sexys. Me sorprendió.
—¿Disfrutas de la ciudad?
Lo estudié por un segundo, apreciando sinceridad genuina.
—Es fascinante. Hay tanta diversidad. Arquitectónicamente, es
hermosa, y la comida es increíble.
—¿Ya te has comido un beignet? Cliché casi, pero tan sabroso.
—En mi primer día, y estuvo sabroso. —Examiné la oscuridad antes de
preguntar—: ¿Dónde está Bain?
—Vagando. La sed de sangre tarda en desvanecerse.
—¿Cuándo fue la última vez que pelearon?
—Hace unos cien años. Nos encontramos en la misma ciudad. La
oportunidad llamó.
—Disfrutas peleando.
—Bain es rápido, muy rápido. Es un reto. —Me estudió antes de
preguntarme—: ¿Quién eres?
Apoyé la cabeza en la silla y miré las estrellas.
—Estamos tratando de averiguarlo. Lo que sí sabemos es que soy
humana; probablemente convoqué al que me retuvo. No sé por qué lo hice.
El mal está tratando de manifestarse aquí, eso fue lo que viste antes; está
tratando de ganar un punto de apoyo más fuerte, pero le falta algo, algo que
está impidiendo que se manifieste. Estamos tratando de detenerlo.
—¿Te retuvieron? ¿Dónde?
—No muy lejos de aquí. En la que fue mi casa una vez.
—¿Por cuánto tiempo?

216
—Veintidós años.
—Dijiste que llamaste al que te retuvo. ¿Cómo?
—Comencé un incendio.
—Veintidós años es mucho tiempo para retener a alguien,
particularmente si esperó hasta ahora para comenzar su ritual.
—Creo que yo quería estar allí.
—Tu hogar. Esa es una magia poderosa y una ubicación inteligente
para que te retengan. Si querías estar allí, lo sabrías y aun así querrías estar
allí. Interesante.
Aine vino de la casa con una bandeja de nachos. Jareth se puso de pie
y en un movimiento suave tomó la bandeja de Aine y la colocó sobre la mesa.
Luego tomó la mano de ella y se la llevó a los labios.
—Jareth.
—Aine.
—Encantado de conocerte.
—Guarda tus manos para ti, chupasangre. —Brock apareció,
interponiéndose entre Aine y Jareth. No tenías que ser empático para saber
lo que estaba haciendo. Jareth también se dio cuenta y retrocedió. ¿Aine y
Brock? Me gustó, me gustó que algo bueno saliera de todo esto.
Jareth se sentó y cruzó las piernas. Miró a Brock antes de que sus ojos
se posaran en Aine.
—Dime cómo es ser un demonio del reino exterior.

Lo encontré en el campo. Estaba merodeando cuando se dio cuenta de


mi olor, girando la cabeza abruptamente hacia mí. Eliminó la distancia entre
nosotros, cambió, y me tiró al suelo, cubriendo mi cuerpo con el suyo. Bajo
las estrellas, me reclamó una y otra vez.
Por la mañana, bajé para encontrar a Bain apoyado en la encimera
tomando una taza de café. Los recuerdos de anoche hicieron que me
excitaron. Sabía lo que estaba pensando por la forma en que sonrió.
—Pensé que iríamos de compras hoy —sugirió.
—¿De compras?
—Necesitas ropa, zapatos...
217
—Maquillaje, productos para el cuidado del cabello, productos
femeninos. Tenemos mucho que conseguir —dijo Aine, mientras entraba en
la cocina y se dirigía directamente a la cafetera.
—Lo que ella dijo —bromeó Bain.
Bain estaba bromeando, cálmate corazón.
—Probablemente debería esperar mi primer cheque de pago.
—Iremos hoy —dijo Bain.
—Pero...
—Hoy, Ivy.
Mi estómago dio un vuelco; estaba siendo difícil, pero de la mejor
manera posible.
—Te lo devolveré.
—No, no lo harás. —Era terco y dulce.
—No discutas con él. Tal vez algo de su generosidad se me pegue —
bromeó Aine.
Jareth entró, y casi escupo el café que había estado bebiendo. Caminó
alrededor de la mesa y sacó la silla que estaba a mi lado.
—Buenos días.
—¿Te quedas aquí? —pregunté y me di cuenta de que estaba siendo
grosera—. Quiero decir, buenos días. Pero en serio, ¿te quedas aquí?
—Por supuesto.
—¿Por supuesto? —Miré a Bain que estaba bebiendo su café y no se
sorprendió en absoluto que un vampiro estuviera en su casa.
—Pero ustedes tuvieron una pelea épica y ahora están en la cocina.
Jareth era magnífico. Cada movimiento era deliberado, pero se hacía
de tal manera que resultaba sin esfuerzo, sedoso y seductor.
—La amistad es un concepto humano, pero Bain es tan cercano a un
amigo como lo soy yo para él.
Me alejé de su hipnotizante lenguaje corporal, abrí y cerré mi boca sin
nada que decir.
—Eso te sorprende. —Lo adivinó correctamente. No era una deducción
difícil ya que no fui sutil.
—Sí, pero reconoceré que mis percepciones de lo sobrenatural se
encuentran sesgadas.
—Como la mayoría cuando se trata de humanos. Arrogantes en sus
creencias e ignorantes de la realidad. Solo ven lo que quieren.
218 Bain colocó su taza en el fregadero.
—Tú lo pones en marcha y no hay quien lo detenga.
Jareth levantó la mano y alzó una uña muy arreglada.
—Hablando de eso —dijo Aine y desapareció por la puerta.
Bain me tomó la mano.
—¿Quieres venir con nosotros? —pregunté a Jareth.
—Gracias, Ivy, pero prefiero sentarme en compañía de humanos que ir
de compras.
—De acuerdo. Bueno, hasta luego.

Aine nos arrastró por todas partes. Bain era un buen deportista,
normalmente esperaba en la puerta, mirando su teléfono. En algunas de las
tiendas, se quedó afuera... maquillaje y productos para el cuidado del
cabello no le interesaban.
Me estaba probando ropa. Bain estaba sentado en el vestidor mientras
Aine corría de un lado a otro sacando más ropa de los estantes y arrojándola
al vestidor. Insistió en que hiciera un desfile con los atuendos. Algunos ni
siquiera me los probé porque no necesitaba un corpiño de cuero ni una falda
de caniche. Pensando en Bain mientras me quitaba el corsé, tal vez me
vendría bien.
Sentí los ojos de Bain sobre mí. Estaba encorvado en la silla, con el
teléfono en las manos, pero cada vez que salía del probador, los ojos grises
me observaban de pies a cabeza. Conocía los atuendos que le gustaban por
la forma en que se le oscurecían los ojos. Qué diferente era mi vida ahora.
Debíamos hablar, teníamos que planear, prepararnos, pero era
embriagadora esta nueva vida.
Esa noche modelé mi nuevo corsé para Bain. Le gustó tanto que me
llevó contra la pared e insistió en que no me lo quitara. Fue duro y rápido,
mis brazos buscando algo para sostenerme mientras se movía salvajemente
entre mis muslos. Me vine en un grito, amortiguado por su lengua en mi
boca. Me haría falta uno en cada color del arco iris.
219 Sus amigos estaban esperando. Se bebió la última cerveza y agarró su
cartera. Nunca había ido al Mardi Gras, pero regresaría cada puto año. Era
una gran fiesta, ¡y las mujeres! Mierda, no había tenido tanto coño desde la
universidad. Tenía la vista puesta en una pelirroja con piernas kilométricas.
Al final de la noche, esas piernas estarían sobre sus hombros y su lengua
se daría un festín con ella. Se le puso dura solo de pensarlo.
El olor a hierba y cerveza lo golpeó tan pronto como salió a la calle. Le
encantaba este lugar. Una mujer llamó su atención, su falda era tan corta
que se le veía el culo y qué maldito culo tenía. Se fijó solamente porque,
maldición, le gustaría un pedazo. Ella miró hacia atrás, viéndolo
directamente. Sonrió, mordiéndose el labio, antes de adentrarse en un
callejón. Qué invitación. Él la siguió. Lo estaba esperando, apoyada contra
la pared. No hablaba, pero sus ojos decían mucho. Lentamente, se
desabrochó los botones de su camisa ajustada y sus pechos saltaron. Los
rodeó con las manos, apretando y tirando de sus pezones, sus ojos
desafiándolo. Él se acercó, reemplazando con sus manos las de ella;
succionó uno de esos picos firmes en su boca. Podía olerla, mojada y lista.
Llevó una mano bajo su falda corta de cuero; se encontraba desnuda y
depilada. Casi se vino en los vaqueros. Abrió las piernas en invitación. No
perdió el tiempo. Liberó su polla, le levantó una pierna y golpeó contra ella.
Apretada y mojada, su coño se cerró a su alrededor. Se sentía tan
jodidamente bien. Se movía, casi violentamente; cuanto más la follaba, más
se excitaba. La sacó, le dio la vuelta, le levantó las caderas y se hundió en
ella de nuevo. Gritó de placer, moviendo sus caderas para llevarlo más
profundo. Estaba muy buena, carajo. Ella se vino, empapando su polla. Le
apretó las tetas mientras se enterraba profundamente y llegaba como un
adolescente.
Se había metido en el callejón sin que lo vieran, deslizándose como una
serpiente. Sintió un escalofrío cuando subió por sus piernas, sintió el frío
cuando llegó a su pecho. Las inhibiciones desaparecieron, la libertad de
hacer lo que secretamente siempre había querido le hizo cerrar sus dedos
alrededor de su cuello. Ella pensó que era un juego violento y se frotó contra
él. Su polla se endureció; la folló incluso mientras apretaba los dedos. Le
quito la vida, viniéndose con un rugido antes de dejar que su cuerpo flojo
cayera al suelo. Ni siquiera miró atrás cuando salió del callejón. Quería
hacerlo de nuevo.
220

—Pareces cansado. Diría que te tomes el día libre, pero sé que no


puedes. No recuerdo una época en la que haya tanta fealdad en la ciudad.
Por lo que escuché, esos motociclistas realmente se iban a matar entre sí —
dijo Dahlia presionándose contra mí mientras esperaba mi café. Quería
tomarme el día libre, a la mierda el resto del año, pero ahora estaba en ello.
Qué significaba, ni siquiera lo sabía, pero era real, y de vida o muerte.
—Ojalá pudiera.
Frunció el ceño, e hice una mueca.
—¿Cómo es que la gente cayó tan bajo? —No estaba preguntando, solo
hablando en voz alta.
No era completamente culpa de los humanos, pero ella no se
equivocaba. Como especie, los humanos prosperaban con el descontento y
la discordia. La gente era más propensa a hacer circular un rumor feo que
a difundir una felicitación o una ovación. Lo veía todos los días. Nos gustaba
fingir que en tiempos difíciles nos uníamos, y muchos lo hacíamos, pero
había demasiados que se entregaban a las peores versiones de nosotros
mismos.
—La naturaleza humana.
—Es triste. No debería ser así. No tiene por qué ser así.
Esa era Dahlia, siempre optimista. Como especie, no tenía mucha
esperanza para los míos. Había estado nadando en la cuneta con lo peor de
lo peor durante demasiado tiempo. En lugar de estar en desacuerdo con ella,
cambié de tema.
—Gracias de nuevo por contratar a Ivy.
—Lo dije en serio. Me alegro de poder ayudar.
Mi celular zumbó, y mi corazón se desplomó.
—Sí.
—Tenemos otro cuerpo —dijo Nick.
—Envíame un mensaje con la ubicación. Estoy en camino.
Dahlia se estaba mordiendo el labio. La jalé hacia mí, tracé ese labio
con el pulgar y luego con la lengua.
—Nos vemos luego.
—Cuídate.
Nuestra continuidad me hizo sonreír.

221
—Siempre.

Sus ojos marrones miraban fijamente sin ver. Alguien la había cubierto,
pero claramente había tenido sexo justo antes de morir. Las marcas de
ligaduras alrededor de su cuello sugerían estrangulación. Jasmine lo
confirmó cuando terminó la inspección preliminar.
—Murió hace unas ocho horas.
Miré por el callejón.
—Esa calle habrá estado llena de gente anoche.
—Sí, y la cantidad suficiente como para ahogar sus gritos.
Tenía razón en eso.
—¿La mataron aquí? —pregunté.
—Sí, y tenemos ADN. Quienquiera que se divirtiera con ella anoche no
usó protección.
—¿Cuál es la probabilidad de que su compañero y el asesino sean la
misma persona? Sería demasiado conveniente. —Y, aun así, mi instinto me
decía que era exactamente así.
Por su expresión, ella pensaba lo mismo.
—No llevaba ropa interior. Su asesino o compañero pudo haberla
tomado, pero tampoco llevaba sostén. Supongo que lo prefirió así para
facilitar el acceso. No hay ningún hematoma que coincida con la violación;
su camisa estaba desabrochada, no rota. Hay dos tipos de ADN en sus
senos. Supongo que de ella y de con quienquiera que estuviera de fiesta.
—Así que se meten en el callejón y se ponen a ello. La deja viva, alguien
la persigue y la mata o la mata cuando termina.
—Dejando su ADN y un rastro hacia él —añadió Jasmine.
—No parece probable, pero mi instinto me dice que esto está
relacionado con los McKinnon y Henry Werth.
Ella también lo estaba pensando.
Mi radio se encendió. Era un mensaje.
—Tenemos otro cuerpo.
Jasmine y yo compartimos una mirada. ¿Este era el comienzo de lo que
vendrá? Llamó a su equipo.
—Llévala de vuelta a la morgue. —Agarró su bolso—. ¿Me llevas?

222
Señalé por el callejón hasta donde estaba estacionado mi auto.
—Vamos a necesitar una morgue más grande.
Estábamos en un almacén fuera del Barrio Francés mirando lo que
quedaba de un cuerpo.
—¿Cómo diablos encontramos esto?
—El lugar está en venta. El agente de bienes raíces estaba haciendo
una recorrida y se lo encontró —dijo Nick.
No quedaba mucho del cuerpo, el piso de concreto estaba manchado
de sangre y partes del cuerpo, como si los perros enloquecidos se hubiesen
ido a la ciudad. No tenía duda de que la criatura en la que Henry se convertía
había hecho esto, muchas de esas criaturas.
Jasmine levantó la vista al examinar los restos.
—No es fácil decir cuánto tiempo hace que murió, pero supongo que
unas semanas. —Se veía un poco verde—. Esta brutalidad...
No tuvo que terminar el pensamiento porque estábamos pensando lo
mismo.
—Tenemos otro cuerpo. —Cyril se agachó bajo la cinta de la escena del
crimen.
Negué con la cabeza hacia él.
—¿Dónde?
—Cassie Blane desapareció hace seis semanas, pero los mochileros la
encontraron en el bosque a las afueras de la ciudad.
—¿Y es ella? ¿Estás seguro?
—Su bolso y su identificación estaban sobre ella. Parece que fue una
cuchillada en el corazón... un tipo de sacrificio.
Me dirigí a mi auto. La mierda iba en aumento, y estaba fuera de mis
cabales. Cyril me siguió; lo detuve.
—Te necesito aquí, necesito que ayudes a Jasmine a asegurar los
cuerpos. Volveré.
Eso no le gustó; lo vi en su expresión, pero no discutió. Bien, porque
no estaba de humor. Teníamos un asesino en serie, un sádico y asesino de
otro mundo que se aprovechaba de la gente de mi pueblo. Esa mierda iba a
parar.

223 —Tengo seis cuerpos, uno fue destrozado, otro fue apuñalado en el
corazón, y otro fue estrangulado. El modus operandi está por todas partes.
Creo que podrían ser las señales que advirtió sobre la indicación del
principio del fin —dije a Ivy.
Empezó a caminar.
—Creo que tienes razón. El mal está infectando a los humanos,
convirtiéndolos en esas criaturas, pero también les está quitando sus
inhibiciones, permitiendo que aquellos que se encuentran en la oscuridad
actúen en consecuencia.
—¿Por qué?
—Cuanto más caos crea, más fuerte crece. Las muertes más ritualistas,
Henry y los McKinnon, creo que fueron seleccionados por una razón.
—¿Por qué dices eso? —pregunté.
—Solo un presentimiento.
—¿Por qué esa gente específicamente?
—No estoy segura, pero creo que hay una relación entre las víctimas.
—Puedo buscar una conexión entre ellos. Es poco probable, pero
Jasmine puede hacer algunas pruebas de ADN.
Estaba mirando a Ivy, así que vi su reacción. Estaba pensando en algo,
pero se lo guardó para sí misma.
Unos ojos azul pálido me estudiaron desde el otro lado de la habitación.
—¿Cómo sabes de lo sobrenatural? —preguntó Jareth.
—No lo hacía. No hasta que todo esto sucedió.
—¿Y esa marca? —Señaló mi tatuaje.
—No recuerdo habérmelo hecho.
—Así que representas un papel y eres humano. —El vampiro no me
hablaba a mí, estaba pensando en voz alta.
—¿Tienes algo, Jareth? —preguntó Bain.
—Es humano y está involucrado. Tal vez los humanos también están
jugando para el otro lado —sugirió Jareth. Ni siquiera había pensado en eso.
—He oído que los humanos obedecen las órdenes de lo sobrenatural,
posiblemente sirviendo a las víctimas como una forma de apaciguarlas —
dijo Bain.
—O están controlando lo sobrenatural —añadió Jareth.
—Espera, ¿eso es posible? —pregunté, porque, ¿qué diablos?
—Es raro, pero sí, ha ocurrido. Tendría que ser un humano de voluntad
224 especialmente fuerte, y tendrían que tener ayuda para llamar, pero es
posible.
—¿Con qué propósito? —pregunté.
—¿Por qué los humanos hacen la mitad de las cosas que hacen? —
Jareth claramente no era un fanático de los humanos—. Si es una
manifestación del mal, los humanos no necesitan una razón. La carnicería
y la muerte serían el propósito, porque como dijo Ivy, con cada muerte, el
mal se acerca un paso más a la liberación —concluyó Jareth.
—Eso es lo importante que hay que recordar. Los secuaces del mal no
han abandonado las fronteras de la ciudad, y supongo que no pueden —dijo
Bain—. Al menos aún no.
—Como nosotros, están buscando algo —dijo Ivy.
—O a alguien —añadió Bain.
—Necesitamos encontrar esas piezas —replicó Ivy.
—¿Qué piezas? —preguntó Jareth.
Ella tomó algo de su bolsillo mientras cruzaba la habitación hacia
Jareth.
—Hay cuatro piezas. Bain tiene una, yo también. Necesitamos las otros
dos.
Estudió lo que tenía en la mano. El hombre ya estaba pálido, pero
parecía aún más pálido. Entonces dijo:
—Yo tengo una.
La energía en la habitación era eléctrica.
—¿En serio? —preguntó Ivy.
Bain cruzó la habitación más rápido de lo que lo vi moverse.
—¿Dónde está?
—En mi finca. La he tenido desde siempre, pero no recuerdo haberla
recibido. Es diferente a eso —dijo mientras hacía referencia a las piedras—.
Es negra azabache, pero tiene grabados.
—La necesitamos —dijo Ivy.
—Enviaré a alguien a buscarla. ¿Qué es esto?
Fue Bain quien le respondió.
—Podría ser la respuesta para cambiar esta mierda.
—Enviaré a alguien esta noche.
Ivy echó un vistazo. Había algo en su expresión que no coincidía con el
momento.

225
—Tres menos, falta uno.
—Me muero de hambre —dijo el grandote que estaba con Aine.
—Brock, siempre te mueres de hambre —respondió.
—Quédate a cenar —dijo Ivy.
—Sí, sheriff, debería quedarse.
Dahlia estaba haciendo inventario, lo que significaba que estaría
comiendo solo.
—Muy bien. Déjame llamar a Cyril.
—Sí, el brujo también. Comenzaré a cocinar —dijo Aine antes de
desaparecer en la cocina. No estaría tan deprimido.
—¿Brujo? —preguntó Jareth.
—Su ayudante es un brujo, y él no lo sabía —dijo Brock burlonamente
antes de seguir a Aine.
—¿Por qué lo haría? No es como si los humanos hubieran abrazado lo
sobrenatural. Ha sido relegado a la ficción, libros, películas y programas de
televisión, aunque algunas de sus representaciones son bastante buenas.
Hace que te preguntes si sus creadores no tienen un poco de mística en
ellos. —Tenía unos ojos rarísimos. Azul pálido, pero el color parecía
arremolinarse alrededor de los iris—. Un brujo es una sorpresa, pero debes
haberte sorprendido descubriendo lo que es Bain.
Tenía una suposición sobre Bain. Me reí porque esto era la vida real.
—¿Sabes lo que es?
No podía creer que estaba diciendo la palabra.
—Un hombre lobo.
—Lycan, bastante cerca.
—¿Lycan?
—Los hombres lobo son la interpretación humana de un lycan. Es más
fácil para ellos entender si convierten lo que temen en algo que creen que
pueden controlar. —Miró a su alrededor. Todo el mundo había ido a la
cocina; ya nos estaban llegando los olores. Jareth bajó la voz—. Nunca les
diría esto, pero los lycans no son perros o lobos, y no son controlables.
No tenía ninguna duda. Los tipos eran tan aterradores como los
humanos. No estaba seguro de querer ver su otro lado.
—Y tú eres un vampiro. Bebes...
—Sí, la bebemos, pero no vivimos solo de sangre. De nuevo...
—Interpretación humana. No te importan los humanos, ¿verdad?

226
No respondió de inmediato, y no fue una respuesta frívola cuando lo
hizo.
—Mi problema con los humanos es su arrogancia unida a su
ignorancia. No tienen ni idea de lo que sucede en el mundo en el que viven,
pero cuanto más ignorantes son, más se jactan escupiendo sus mentiras. O
está el otro lado, creyendo lo que oyen sin obtener ningún dato por sí
mismos. O están ansiosos por ser el líder cuando no están calificados para
serlo, o siguen ciegamente. Sin mencionar su flagrante desprecio por la
Madre Tierra, agotando sus recursos como si hubiera un botón de reinicio.
Lo hay, pero no sobrevivirán, y con toda su arrogancia, aún no se han dado
cuenta. —Cambió, su frío rostro se retorció mientras su temperamento se
agitaba. Casi di un paso atrás porque él también daba miedo—. Y su
intolerancia... ni siquiera pueden encontrar armonía entre ellos. Les hemos
permitido alcanzar el nivel de su incompetencia. —Se detuvo antes de
añadir—: Y considerando el estado del mundo, definitivamente han
alcanzado su nivel de incompetencia.
—Así que no te contengas. Dime cómo te sientes de verdad. —No podía
discutir con él porque estaba de acuerdo. Aun así, yo era humano.
—Exceptuando a los presentes.
—¿Comes comida?
—Sí. Bebemos sangre, pero no somos animales que enloquecen sin ella.
Bueno, hay unos pocos que no pueden controlarlo, pero eso es raro.
Genial, tenía que preocuparme de que estos vampiros raros se
convirtieran en un problema, una cosa más que añadir a la olla de mierda
que era este caso
—El acto de beber sangre puede ser muy placentero para todos los
involucrados —agregó Jareth.
—Te tomo la palabra.
Todo lo que hacía era como en cámara lenta y tan perfectamente
ejecutado, como la sonrisa que se extendía por su rostro.
—Como desees.
Petulante o confiado, me preguntaba si podría ponerlo un poco
nervioso. Abrí la boca y me detuvo cuando siseó:
—No, no brillamos.
¿Podía leer mi mente? Vamos equipo Edward. Por la forma en que me
miró, sí, podía leer mi mente.

227 Comí mi peso corporal en comida. La sobrenatural sabía cocinar.


Mirando alrededor de la mesa, no podía imaginarme su cuenta en el
supermercado. Cyril estaba en su tercera porción de costillas. Era un tipo
grande, pero honestamente, ¿adónde diablos iba todo?
—Háblenos de su esposa, Sheriff. ¿Cómo se conocieron?
—Entré en un café y ella estaba allí. Me quitó el aliento.
Aine apoyó la cabeza sobre su mano y suspiró.
—¿Cuánto tiempo llevan juntos?
—Desde casi el momento en que llegué a Nueva Orleans, así que once
años este verano.
—Ivy dijo que su tienda es increíble. ¿Cuánto tiempo hace que la tiene?
—Unos quince años. Solía ser enfermera, pero no le gustaba estar cerca
de la muerte todo el tiempo.
—Así que se casó con el sheriff de Nueva Orleans —dijo Brock y recibió
un golpe. Fulminó con la mirada a Aine—. ¿Por qué hiciste eso?
—No tienes tacto.
—Está bien. Trato de ocultarle lo peor.
—¿Así que ella no sabe lo nuestro? —preguntó Jareth.
—No, pero necesito decírselo. Trabaja con lo oculto; a diferencia de mí,
ella cree.
—Un humano iluminado. Me gustaría conocerla —dijo Jareth, con los
ojos fijos en mí. Esperaba mi reacción. Se sintió decepcionado porque no
mordí el anzuelo.
Aine se dio cuenta de la tensión y la rompió cuando dijo:
—Revisaré su tienda cuando Ivy vuelva a trabajar.
—Tiene buen ojo para eso. Tiene mercancía hermosa —añadió Ivy. Algo
estaba pasando con ella, es curioso cómo podía leerla cuando realmente no
la conocía. Aunque lo hizo fácil porque llevaba sus emociones como una
insignia de honor.
—¿Quién quiere postre? —preguntó Aine y luego desapareció en la
cocina.
Más tarde, después de limpiar, Ivy me acompañó a la salida.
—Me alegro de que te hayas quedado.
—Yo también.
—Por favor, dile a Dahlia que lamentamos no haberla visto.
—Lo haré. ¿Estás bien?
228 Trató de ignorarlo, pero se detuvo.
—Sí, no sé, yo solo... algo sobre todo esto se siente...
—Demasiado fácil —terminé por ella.
—Sí.
—Aún no tenemos la cuarta pieza, así que tenemos tiempo para
resolverlo antes de que las junten.
—¿Piezas de qué? —Cyril preguntó cuándo se unió a nosotros.
Ivy sonrió.
—¿Cómo está tu abuela?
—Está bien, gracias. ¿Qué piezas?
—Solo un símbolo, formado por cuatro piezas. Podríamos haber
encontrado la tercera.
—¿Ya tienes dos? —preguntó Cyril.
—Sí.
—¿Qué pasa cuando las unes?
—Tu abuela cree que mis recuerdos volverán.
—Necesitamos esas piezas entonces. —Miró su reloj—. No estaré esta
noche. Puede que me acueste a una hora razonable. Gracias por la cena.
—Eres bienvenido cuando quieras.
—Gracias. Hasta luego, jefe.
—Buenas noches, Cyril.
Alcancé la puerta del auto.
—Un historiador tiene información para nosotros. El miércoles después
de trabajar, tal vez podrías pasarte por la estación.
—Absolutamente.
—Que tengas una buena noche, Ivy.
—Tú también.
Me subí al auto, lo encendí, negué con la cabeza y sonreí. Acababa de
compartir una comida con brujas, vampiros y lycans. La sonrisa se
desvaneció porque había más en el mundo que eso, cosas de las que la gente
necesitaba ser consciente. Cosas que Dahlia necesitaba saber. Tenía que
decírselo. Salí de la entrada. Ahora era tan buen momento como cualquier
otro.
Estaban terminando cuando llegué. Lilith miró cuando entré.
Realmente no era una persona agradable. Diría que tenía un gran carga
sobre sus hombros, pero no estaba seguro de si era ira o si simplemente le
gustaba ser contraria.
229
Dahlia vino de atrás y una sonrisa se extendió por su rostro. Cruzó la
habitación hacia mí.
—Qué agradable sorpresa. ¿Cómo estuvo la cena?
—Deliciosa. —Froté unos mechones de su cabello entre mis dedos.
Tenía el cabello más suave—. ¿Has comido?
—Algunos sándwiches.
—Vine a llevarte a casa.
—Ya casi hemos terminado.
Paseé por la tienda. No me gustaban las joyas, pero incluso a mis ojos,
algunas de ellas eran realmente excepcionales. Unas pocas piezas que pude
ver alrededor del encantador cuello de Dahlia. Quizá tenga que pedir ayuda
a Lilith o a Ivy, sería más agradable trabajar con ella.
—¿Cómo está Ivy?
Dahlia inmediatamente mejoró el ánimo, claramente era una fanática
de Ivy.
—Es maravillosa, tan buena con los clientes. Es natural.
Lilith parecía que se había comido un limón.
—¿Tienes algo que añadir, Lilith? —pregunté solo por ser difícil.
Disfrutaba mucho provocarla.
—Es buena. Hace el trabajo.
—Una reseña brillante.
Lilith hizo una mueca, aunque yo no sabía si era una sonrisa o una
mueca de desprecio.
—Necesito volver a casa —dijo abruptamente después de mirar el reloj.
—Yo también lo dejo por hoy. Podemos terminar por la mañana.
Lilith agarró su capa porque la mujer la usaba incluso en pleno verano.
—Nos vemos por la mañana, Dahlia. —Me excluyó de su despedida a
propósito.
—Que tengas una buena noche, Lilith —le dije.
No me reconoció, saliendo por la puerta, encogiéndose de hombros bajo
su capa.
—Qué dama tan dulce y amable.
Dahlia rio entre dientes.
—Para. No ha tenido una vida fácil.

230
No conocía los detalles; podría haberla buscado, pero estaba
respetando su privacidad y su relación con mi esposa. Sabía que hubo algo
feo en su pasado. Di un beso a Dahlia en la cabeza.
—Lo sé, por eso hago concesiones ante su grosería.
Dahlia apagó las luces y cerró con llave. La esperé, concentrado en la
calle, que era bastante concurrida por los turistas. El Mardi Gras estaba
técnicamente terminado, pero eso no impedía que los turistas continuaran
viniendo y eso me preocupaba porque había algo acechando y nadie lo sabía.
¿Cómo les decías que existía más en el mundo conviviendo con ellos y que
había maldad creciendo y matando? Necesitaban saberlo. No estaba bien
que estas personas no tuvieran idea de que había algo que las estaba
cazando.
—Tenía otra razón para pasar por aquí —dije.
—Oh, sí. —Se apretó contra mí, alcanzando mi mano—. ¿Qué?
—¿El caso en el que estoy trabajando?
El coqueteo se tornó en seriedad.
—¿Está todo bien?
—Sí, pero me han abierto los ojos, y creo que los tuyos también tienen
que abrirse.
—¿Cómo?
Mi atención se desplazó hacia la persona que caminaba por delante, la
conocida capa negra ondeando detrás de ella.
—¿Esa es Lilith?
Dahlia prestó atención a la que yo estaba mirando.
—Lo es.
—¿Su casa no se encuentra en la otra dirección?
—Tal vez tenga una cita —dijo Dahlia antes de mirarme, tratando de
controlar la sonrisa—. Probablemente no.
—A donde quiera que vaya, tiene prisa. —Tenía curiosidad, pero lo más
importante es que las calles no eran seguras. Quería asegurarme de que
llegara a su destino.
Antes de que pudiera sugerir que la siguiéramos, Dahlia me estaba
tirando por la calle.
—Veamos a dónde va con tanta prisa.
No pude evitar sonreír.
—Grandes mentes.

231
La noche había refrescado; la pausa del calor fue un buen alivio.
Disfrutarlo con Dahlia era casi perfecto, pero mis instintos de policía
hormigueaban porque Lilith estaba actuando de forma extraña. ¿Sabía que
la estaban siguiendo?
Llegó a un callejón. Casi la llamé, recordando a la mujer que
encontramos antes en el callejón. Aceleré el paso.
—¿Qué pasa?
—No debería estar caminando de noche por callejones oscuros. No es
seguro.
No estábamos muy lejos de ella cuando abrió una puerta. La luz de las
velas iluminaba la oscuridad. Oí el jadeo de Dahlia. La puerta se cerró, la
oscuridad volvió a entrar en el callejón.
—¿Qué pasa? —pregunté.
—Es una reunión de aquelarre —susurró Dahlia.
Detuve mis pies, girando mi cabeza abruptamente hacia ella.
—¿Quieres decir brujas?
—Sí. No sabía que aún practicaba.
—Espera. ¿Sabías que era una bruja?
No podía ver su expresión, pero la sentí.
—Bueno, duh.
—Mantén ese pensamiento —dije antes de acercarme, buscando algo
que pudiera pasar a los demás. Un aquelarre de brujas en Nueva Orleans
no era algo inaudito, basado en lo que aprendí esta noche, pero reuniones
secretas en la noche... no estaría de más ser cauteloso. Había un símbolo
tallado sobre la puerta, un perro de tres cabezas en un pentagrama—.
¿Reconoces esto?
—No, pero Cerberus está al mando de Hades.
—¿Cerberus?
—El perro de tres cabezas.
—¿Cómo…?
—Trabajo con lo oculto, Josiah.
Quería una foto, pero no deseaba que el destello alertara a Lilith y a
sus amigas de que estábamos aquí. Era un símbolo bastante fácil de
explicar. Tomé la mano de Dahlia y la saqué del callejón.
—Entonces, sabes de brujas.
—Sí.
—¿Te sorprendería saber que no son las únicas?
232
Fue ella quien se detuvo; sus ojos bien abiertos, pero no con miedo.
—¿Quién más?
—Tal vez esta conversación es mejor tenerla con alcohol.
—¿Josiah?
—Lycans.
Quedó boquiabierta.
—En serio. ¿Conoces a uno? —Sus ojos eran del tamaño de un
platillo—. ¿Yo?
—Bain.
Empezó a caminar de un lado a otro.
—Tuve un lycan en mi tienda. —Se giró hacia mí—. ¿Lo has visto
cambiar?
—No.
—¿Qué más?
—Demonios.
Su rostro palideció.
—¿Demonios buenos?
—Aparentemente.
—¿Y? —Sus ojos se dilataron en anticipación. Él ni siquiera estaba
aquí, y ella era toda una… puta de vampiros.
—Vampiros.
—Santa mierda. ¿Hay vampiros en Nueva Orleans? Quiero conocerlos.
A todos.
—Te lo digo porque no son solo ellos. Hay algo ahí fuera, Dahlia, algo
que mata. Necesito que tengas mucho cuidado.
Su entusiasmo se debilitó. No quería eso, pero quería que fuera
inteligente y cuidadosa.
—Por eso seguiste a Lilith. ¿Estabas preocupado por ella?
—Sí.
—¿Qué está haciendo el asesino?
—Esa es la pregunta del millón de dólares.
Sujetó mi mano, estaba asimilando la noticia de que los místicos
compartían la ciudad con nosotros.
—Creo que tomaré ese trago ahora.

233

—¿Han estado siempre aquí? —preguntó Dahlia más tarde esa noche.
—Las brujas sí, los otros acaban de llegar.
Se dio la vuelta, su cabeza junto a la mía en la almohada.
—¿Qué hay de Ivy? ¿Sabe lo que es Bain?
—Sí.
La pregunta derivó a la siguiente lógica cuando preguntó:
—¿Ella es algo?
—Sí, pero no estamos seguros de qué.
—Lo sabía, quiero decir, siempre creí, pero es... —Había un toque de
miedo en su excitación—. Lo cambia todo.
—Sí, así es.
—¿Por qué se reúnen? —Tragó—. Es por lo que sea que esté matando,
¿no?
Me preguntaba cuándo llegaría.
—Sí.
—¿Cómo de malo?
La acerqué.
—No quiero endulzarlo, Dahlia.
—Malo.
—Sí, nena.
—¿Pueden detenerlo?
No lo sabía, pero no iba a decirle eso.
—Sí, vamos a detenerlo.
—¿Puedo hablar con Ivy sobre, ya sabes…?
—Sí, creo que le gustaría.
—¿Es Lilith parte de esto?
—No lo creo, pero voy a averiguarlo. —La abracé y la inmovilicé debajo
de mí—. ¿Estás bien?
—Sí, solo... es mucho para procesar.
—Te lo quitaré de la cabeza por un tiempo.

234
Sus piernas se abrieron más.
—Buena idea.

—Josiah, buenos días —saludó Ivy a la mañana siguiente.


—Siento haber venido, pero tengo algo.
—Adelante. ¿Has tomado café?
—Sí, pero me vendría bien más.
Se acercó a la cafetera, se sirvió una taza y la colocó a mi lado.
—¿Qué pasa?
—Se lo dije a Dahlia anoche.
Le tomó un segundo comprender.
—Oh. —Me estudió un minuto antes de preguntarme—: ¿Cómo se lo
tomó?
—Realmente bien, pero cuanto más lo asimilaba, más se preocupaba,
sobre todo por lo que está por venir, no por lo que ya está aquí.
—Puedo hablar con ella si crees que ayudará.
Para alguien que vivía en relativo aislamiento, Ivy realmente era una
persona sociable.
—Eso sería genial. Gracias.
—Claro. Es mucho para asimilar.
—También...
Aine entró en la cocina.
—Sheriff, buenos días.
—Buenos días.
—Dahlia lo sabe —dijo Ivy.
—De ninguna manera. Debe haber sido una conversación divertida.
¿Cómo está ella? ¿Acurrucada en un rincón?
—No del todo —dije riendo.
—Bien por ella.
—Creo que Lilith es una bruja.
Eso me hizo merecedor de su atención. Ivy preguntó:
—¿Por qué dices eso?
235 —La seguimos anoche. Caminaba sola; como sabemos que hay algo ahí
fuera, quería asegurarme de que llegaba a su destino. Pudimos ver a dónde
fue, Dahlia pensó que era una reunión de aquelarre. Había un símbolo sobre
la puerta, un perro de tres cabezas y un pentagrama.
—Mierda. —La reacción de Aine nos hizo girar la cabeza.
—¿Conoces el símbolo? —preguntó Ivy.
—Es el símbolo de un aquelarre que responde a un dios.
—¿Qué dios? —pregunté.
—Hades.
No estaba seguro de haberla escuchado correctamente.
—Hades, como en la mitología griega, dios del inframundo.
—Sí.
—¿Es real?
Le eché un vistazo.
—Has aceptado demonios, lycans y vampiros, pero un dios te hace
cuestionar.
—Es solo que... —No era nada religioso. No creía en toda esa mierda de
alta potencia, así que sí, fue una bola curva—. ¿Deberíamos preocuparnos
de que un aquelarre que responde al dios del inframundo esté practicando
en Nueva Orleans?
—Mis cuervos también son suyos —dijo Ivy, pero estaba pensando en
voz alta.
—Entonces, ¿podemos asumir que Hades nos está ayudando? —No
puedo creer que haya dicho esa frase.
—Parecería. —Ivy parecía tan alterada como yo.
—¿Por qué? ¿Por qué nos ayudaría? —pregunté.
—Buena pregunta —contestó y añadió—: Veré qué puedo averiguar.
236

—¡Quiero saber qué demonios están esperando! —A Brock le gustaba


un enfrentamiento directo; esta mierda de esperar también me estaba
poniendo nervioso—. Había un montón de esas cosas en Misty Vale. ¿Dónde
diablos están?
—No han salido de Nueva Orleans, así que supongo que no pueden.
Retuvieron a Ivy, pero la dejaron ir, así que lo que necesitaban de ella, no lo
consiguieron, o encontraron otra manera de conseguirlo —resumió Jareth.
—Estoy pensando que encontraron otra manera porque después de
veintidós años, se dieron por vencidos sin mucha lucha —dijo Brock.
—No sé si están esperando algo, a alguien, o a un día específico —dije.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Jareth.
—Le dijo que recordara el número treinta y tres. Cumple treinta y tres
años en el solsticio de verano.
Una expresión extraña se apodera del rostro de Jareth.
—Y la retuvieron durante veintidós años. —Jareth se puso de pie.
Definitivamente estaba sobre algo—. El sheriff mencionó que estuvo aquí
once años este verano.
—No lo entiendo —dijo Brock.
—Once, veintidós y treinta y tres son los tres números más poderosos
de la numerología.
Brock se rio.
—En serio, te gusta la numerología.
Jareth miró a Brock.
—No, pero una vez pasé un fin de semana muy agradable con una
mujer a la que le gustaba. La numerología moderna se basa en el código
sumerio.
—¿Qué demonios es eso?
—Solo el código legal documentado más antiguo del mundo.
Todos nos giramos en dirección a la puerta unos segundos antes de
que Ivy apareciera. Se detuvo, viéndonos a todos mirando en su dirección.
—Es un poco desconcertante cómo haces eso.
No creo que fuera un pensamiento consciente cuando se unió a mí. No
me tocaba, pero siempre se ponía a mi lado cuando estábamos juntos en
una habitación. Si no lo hacía, yo corregía el descuido.
237 —El sheriff acaba de irse. Lilith, la socia de Dahlia, es una bruja.
Cuando no obtuvo ninguna reacción, añadió:
—¿No te sorprende?
—No, hay muchas brujas en Nueva Orleans. Trabajar en una tienda de
ocultismo es algo apropiado —respondió Jareth.
—Bueno, de todos modos, la vieron anoche yendo a una reunión de
aquelarre. Josiah dijo que había un símbolo sobre la puerta, de un perro
con tres cabezas y un pentagrama. ¿Has visto eso alguna vez?
Jareth y yo compartimos una mirada. Sí, ya lo había visto antes. Estaba
harto de que me dejaran en la oscuridad. Ella sabía que lo conocíamos
cuando nos preguntó:
—¿Qué es?
—Una orden de brujas de élite al servicio de Hades —dije.
—Solo tienen un propósito —añadió Jareth.
—¿Cuál?
Me miró a los ojos antes de mirarla fijamente.
—Al mando del Hades, son quienes sacan a los cuatro jinetes del
Apocalipsis.
La sorpresa fue seguida por la conmoción y un toque de miedo, así que
¿por qué tuve la sensación de que ella sabía más de lo que decía?
—Bueno, no creo que se lo mencione a Josiah, al menos no de
inmediato. —Se volvió hacia la puerta—. Jinetes… creo que necesito un
trago.
—¿No vas a consolar a tu mujer? —se burló Brock.
—¿Alguien más está harto de estar en la oscuridad? —pregunté.
—Sí —dijo Jareth.
—¿Alguien más tiene la sensación de que sabe más de lo que dice? —
añadí.
—Sí —contestó Jareth.
—Es hora de obtener algunas respuestas.
Me dirigí a la puerta.
—¿Adónde vas? —preguntó Brock.
—A Las Vegas.
—¿Por qué a Las Vegas?
—El diablo está en Las Vegas.
238

—Solo digo que no estará contenta de que te hayas ido sin ella. —Brock
no se equivocaba, pero me ocuparía de eso más tarde. Mi prioridad era
mantenerla a salvo.
—¿Qué es eso? —preguntó por el bolso que tenía en la mano. Había
empacado algo al salir. Si alguien podía darme respuestas, sospechaba que
sería la persona que íbamos a visitar.
—Solo espero aclarar algo.
Llegamos en cuestión de minutos, la belleza de la magia.
—Sabrá que estamos aquí —advirtió Jareth—. Tiene sensores por todas
partes para identificar qué seres místicos hay en su casino.
—Quiero que lo sepa —dije mientras caminábamos hacia el Bellagio. El
lugar estaba lleno de gente, prácticamente uno pegado al otro. La
indulgencia y la decadencia goteaban de cada araña de cristal. Acabábamos
de entrar en el piso principal del casino cuando nos rodearon.
—Por favor, vengan con nosotros. —El que habló no esperó nuestro
acuerdo. Nos llevaron a través del casino a un ascensor que solo hacía una
parada... el ático. Las puertas se abrieron al lujo. Muebles antiguos,
pinturas de los antiguos maestros, pisos de nogal muy pulidos, espejos
dorados. Nuestra escolta abrió dos puertas doradas que revelaron una
habitación cubierta de ventanas que enmarcaban la franja y en el centro
estaba el hombre que habíamos venido a ver. La riqueza y el poder se
ostentaban desde el traje y los mocasines italianos que vestía, a los
diamantes que centelleaban en sus muñecas.
No se volvió hacia nosotros cuando dijo:
—¿Qué te trae por aquí, Bain?
—Estoy buscando respuestas.
Se volvió entonces, sus dorados ojos mirando a sus invitados.
—Jareth, ha pasado mucho tiempo.
—Darius.
—Y tú eres Brock. Bienvenido a Las Vegas. Por favor, sentémonos.
Despidió a nuestros acompañantes, que salieron de la habitación.
—¿Quieres algo de beber? —preguntó.
—No, gracias.
Se instaló en una silla que parecía un trono. Cruzando las piernas y
uniendo los dedos, preguntó:
239
—¿En qué puedo ayudarte?
—Imagino que sabes lo que está pasando en Nueva Orleans.
No mostró emoción; esa era su forma de domar el mal día tras día. Se
movió muy levemente, aunque indicaba molestia.
—No conozco los detalles.
Darius Black era la mano derecha de Hades. ¿Cómo es posible que no
supiera los detalles?
—El aquelarre de Hades está en Nueva Orleans, así como sus sabuesos
del infierno.
Se quitó la pelusa inexistente de los pantalones antes de decir:
—Por Ivy.
Eso me tomó por sorpresa.
—¿Conoces a Ivy?
—Por supuesto. —Me estudió durante un minuto—. Dile que estoy
aquí. Solo necesita llamar. —Se detuvo y añadió—: No creo que sea yo con
quien tienes que hablar.
Un minuto estaba en el Bellagio y al siguiente estaba en una habitación
que se parecía a cualquier sala de estar: sofás de cuero, alfombras, paredes
pintadas y un televisor de pantalla plana. Sentado con las piernas cruzadas
en uno de los sofás de cuero, había un hombre.
—Bain. —Se puso de pie y cruzó la habitación hacia mí—. Bienvenido.
Miré a mi alrededor.
—¿Dónde estoy?
—En el Infierno.
Desvié mi atención hacia mi anfitrión.
—¿Tú eres?
—Hades, sí. Entiendo que tienes algunas preguntas. —Señaló a uno de
los sofás—. ¿Qué te gustaría saber?
Lo estudié, y no pude evitar la sensación de déjà vu.
—¿Nos hemos visto antes?
—Sí.
—Tú fuiste el que me hizo inmortal.
—Lo hice.
—¿Por qué?
—Porque te ganaste la inmortalidad con la vida que viviste como mortal,
y ella necesitaba un protector.
240
Ivy. Su confirmación despertó otra pregunta que me había
atormentado. Le pregunté:
—¿Cómo fui como mortal en los tiempos de los dioses?
Su expresión no cambió, pero sentí la sorpresa.
—Debo confesar que no lo sé, pero no puedo ver en ti como puedo ver
a los otros en la Tierra.
No esperaba esa respuesta.
—¿Por qué no?
Hubo un poco de irritación cuando contestó:
—No lo sé.
—Pero una vez fui humano.
—Lo sé.
Saqué la pieza que siempre había tenido. Antes de siquiera preguntar,
vi que el interés se apoderó de su expresión.
—¿Sabes qué es esto?
—No, pero... ¿puedo?
Se lo di y vi la chispa que lo atravesaba. Magia.
—¿Cómo conseguiste esto?
—Siempre lo he tenido. ¿Sabes qué es?
—No exactamente, pero es poderoso y muy antiguo. Tengo eruditos, ¿te
importaría mostrárselo?
—Quiero respuestas.
—Veré que me lo devuelvan tal como me lo diste.
Me miró, y había algo diferente en él. Sabía más de lo que decía, pero
ahora mismo, me preocupaba Ivy.
—¿Qué es ella?
—No es diferente a otras de su clase, pero encontró algo, una conexión
que convirtió lo ordinario en extraordinario. Tiene una luz propia, un poder,
una gracia y una compasión que la distinguen.
No se equivocaba, pero no respondió a mi pregunta. Continué:
—¿Sabes qué está pasando en Nueva Orleans?
—Sí.
—Ella tiene sus sabuesos del infierno y su aquelarre allí. ¿La estás
ayudando?

241
—Sí, todo lo que puedo. Lo que está en marcha no se puede deshacer.
—¿Incluso si la mata?
Parecía dolido y comprendí que era incapaz de detener lo que estaba en
juego.
—Ella está haciendo lo que hace, lo que siempre ha hecho… guiada por
su corazón. Luchará para proteger a los que ama, independientemente de lo
que le suceda. En cuanto a los que luchan, sirven a alguien antiguo y
poderoso, y quiere tu mundo. Lo ha hecho desde el principio. Se lo negaron,
pero eso solo ha hecho más fuerte su hambre. —Cerró sus manos en puños,
y sentí su ira—. Hasta los dioses pueden ser arrogantes y ciegos, pero ella
lo ha puesto en movimiento, y la Tierra es suya, no tengo dominio sobre ella.
—¿La Tierra es suya? ¿Qué quieres decir?
—La creación comienza en la oscuridad; el amor le da vida. Fue el amor
de Ivy lo que le dio vida al mundo.
—¿Quién es ella?
—Lo sabes. En el fondo, sabes la respuesta. —Se puso de pie—. Ella
sabe lo que hace. Aún no lo recuerda, pero eso es parte de su plan. Verá que
se cumpla, pero te dejaré con esto. Ofrecerse a sí misma, hacerlo sin
coacción, sino voluntariamente... es una magia muy fuerte en sí misma.
Mi corazón se retorció porque era lo que temía.
—Nada se acaba nunca, y cuando una puerta se cierra, otra se abre.
Siento no poder darte más. Si te encuentras en una encrucijada, busca al
sabueso. Él te ayudará.
Se volvió para irse, pero se detuvo y me miró.
—Ivy es muy especial para mí. —Sus ojos perforándome, las llamas del
infierno ardían en sus profundidades—. Si le haces daño, aprenderás de
primera mano porqué gobierno sobre todos los demonios del infierno.
—Si le hago daño, haz lo que quieras.
Sonrió.
—Sí, lo haré.
—¿Qué diablos...? —dijo Brock cuando nos materializamos en las
afueras del pantano.
—¿Qué dijo Hades? —preguntó Jareth.
—Ivy tiene un plan, uno que incluso ahora está siendo ejecutado. No
se puede detener. —Mis manos en puños porque sabía lo que ella quería,
242 pero no iba a perderla de nuevo. Otra vez no.
—Eso no suena tan mal —dijo Brock.
—El aquelarre está a sus órdenes. Ella ha empezado a traer el fin del
mundo.
—Bien, maldición.

Ivy se estaba vistiendo para ir a la cama cuando regresé. Apenas se


volvió hacia mí, y la puse contra la pared. Liberé mi polla, le bajé las bragas
y la arrastré hacia mí. Sus ojos se volvieron soñoliento, mordió su labio
inferior. La inmovilicé contra la pared, sosteniendo sus manos sobre su
cabeza con una de las mías. Gimió, y su expresión se suavizó.
—Recordarás, recordarás lo que has puesto en marcha, y terminarás
lo que empezaste. Estaré a tu lado y lucharé contigo.
—¿Bain?
—Te he amado desde el principio. Y ahora sé que tienes que hacer esto,
pero no te perderé. ¿Me oyes? —Moví las caderas, retirándome antes de
volver a hundirme. Ella se movió, llevándome más profundamente. Presioné
mi pulgar contra su clítoris, y se deshizo—. Planeo luchar por ti porque
quiero esto... —Me moví más y más profundo—. Quiero esto ahora y para
siempre.

La vi dormir. Me había sentido atraído por ella desde el principio, una


necesidad que triunfaba sobre todo lo demás. Ahora sabía lo que ella
pretendía; no iba a dejar que eso pasara. Darius conocía a Ivy, Hades
también. Era justo suponer que ella era una diosa, pero también tenía una
conexión con la tierra, una protectora de la Tierra, tal vez un poco más que
solo la protectora.
¿El comentario de Hades de no poder verme era significativo, sobre todo
porque fue él quien me dio la inmortalidad? Esa pieza era la clave. Sabía
más de lo que compartía, pero mi esperanza era que las respuestas me
ayudaran a salvar a Ivy.
—¿Bain?
El sueño aún nublaba sus ojos, pero parecía preocupada.
243 —Eres hermosa.
Una sonrisa curvó sus labios mientras sus mejillas se volvían rosadas.
—¿Por qué estás ahí?
Me quedé en el borde de la cama.
—Fui a Las Vegas.
La comprensión se apoderó de su expresión.
—Para obtener respuestas. ¿Las conseguiste?
—Unas pocas. Darius pidió que te dijera que se encuentra listo. Solo
necesitas llamar.
—¿Darius?
—Lo conoces por otro nombre.
—¿Cuál?
—El diablo.
Su expresión era adorable.
—¿Me estás tomando el pelo?
—No.
—¿Y el diablo me conoce?
—Como lo hace Hades.
Su boca formó una O.
—¿Hades? ¿Cómo es que me conocen? —contestó su propia pregunta—
: Soy una de ellos, ¿no?
—Sí.
—Pero soy humana.
—Lo eres ahora, pero eres más que humana. —Es muy fácil de leer—.
No pareces muy sorprendida.
—No lo estoy. Los comentarios de Esther sobre ser mayor que los
Ancestros me condicionaron a aceptar que en un momento dado había sido
una...
Ella no podía pronunciar la palabra, así que lo hice por ella.
—Diosa.
—Sí.
—Hades dijo que eras tú quien ponía todo en juego y que tenías que
terminarlo. Lo que está hecho no se puede deshacer.
—¿Por qué no puedo recordar? —Estaba cada vez más frustrada
consigo misma.
244
—Eso también es parte de tu plan. Llegará cuando sea el momento.
—Eso espero. —Me estudió—. ¿Qué es lo que no me estás diciendo?
—No puede verme.
—¿Qué?
—Me hizo inmortal, pero no puede verme.
—¿Tiene alguna idea de por qué?
—No, pero estaba frustrado. Tiene la pieza. Tal vez encuentre algunas
respuestas.
Me tocó la mejilla. Me miró fijamente con compasión.
—Eres bueno hasta los huesos, Bain. Sea lo que sea que te haya
pasado, lo sabes, ¿verdad?
Me encontraba aquí por una razón, atraído hacia esta mujer por una
razón, había pasado de mortal a inmortal por esta mujer. Si pudiera
averiguar lo que no sabía, tal vez en algún lugar enterrado en mi pasado,
sería una forma de detener lo que ella estaba poniendo en movimiento, al
menos la parte en la que se ofrecerá a sí misma por los demás. No se lo dije
porque, como yo, ella daría su vida por la mía. Eso no iba a pasar.
—Lo hago. Mientras tanto... —Le pasé el pulgar por encima del pezón.
Sus ojos se nublaron por la lujuria. Tracé su labio inferior con mi lengua
antes de hundir mis dientes en él. Gimió; me tragué el gemido cuando la
besé. Levantó los brazos; le saque la camiseta sobre la cabeza. Solo llevaba
sus bragas de encaje negro; su piel pálida era impecable y suave como la
seda; su cabello oscuro caía por encima de un hombro. No fue solo su belleza
exterior lo que me atrajo como una polilla a una llama. No era de extrañar
que la hubiera encontrado de nuevo. Siempre la encontraba; era el mismo
aire que respiraba.
Tenía algo en mente cuando empezó a morderse el labio inferior.
—Me gustaría... —Su mirada era tan insegura como caliente como el
infierno. No terminó la frase, no con palabras. Se levantó de la cama y
trabajó el botón de los vaqueros. Toda mi sangre se fue al diablo. Sus dedos
deliberados, pero no seguros, mientras bajaba la cremallera y me sacaba los
vaqueros por las piernas. La visión de Ivy Blackwood en encaje negro
arrodillada frente a mí, con todo ese cabello oscuro y brillante cayendo sobre
sus hombros y espalda. Estaba tan jodidamente duro que dolía. Me miró a
través de sus pestañas; se humedeció los labios con la lengua antes de
cerrarlos alrededor de mi polla. Un rugido retumbó en mi garganta; formé
puños con las manos mientras ella inocentemente me exploraba con la
lengua, los dientes y sus labios. Me ahuecó con su pequeña mano; apretó
mientras chupaba, arrastrando la lengua a lo largo de la parte inferior de
mi polla. Iba a venirme, nunca en mi vida me había venido con tan poca
245 insistencia. Quería hacerlo dentro de ella. Un grito de asombro se le escapó
de los labios cuando la tiré sobre mi cuerpo, la apreté contra la pared, le
arranqué ese pedazo de encaje de su cuerpo y la penetré. Moví las caderas
y vi el placer jugando sobre su cara. Ella era mía. Siempre había sido mía.
La tenía ahora. No la dejaría ir.
246

Al día siguiente no estuve muy concentrada en el trabajo. Mis


pensamientos no paraban de dirigirse a Bain. Lo amaba; amor no era una
palabra lo suficientemente fuerte. Él trataba de no demostrarlo, pero había
mucho que sucedía bajo la superficie con la revelación de Hades. ¿Qué
secretos había enterrados en el pasado de Bain?
Dahlia se me unió en la encimera. Desde que se enteró de lo
sobrenatural, era un poco menos risueña, aunque sospechaba que Josiah
tenía razón; no era el saber sobre lo sobrenatural sino sobre lo que se
avecinaba.
—¿Estás bien? —pregunté.
—Estaba a punto de hacerte la misma pregunta. Pareces preocupada.
—No preocupada, simplemente distraída. —Me giré para mirarla—.
¿Cómo llevas el saber…?
Miró alrededor de la tienda y luego bajó la voz.
—Al principio, era como la mañana de Navidad. Sabes que es real, todo,
pero… —Se mordió el labio inferior—. Saber que el hombre del saco también
es real es simplemente aterrorizante.
Quería asegurarle que todo saldría bien, pero el teléfono la hizo
alejarse. Volvió unos minutos después.
—Era Josiah. Quería que te recordara que pases por la estación
después de trabajar para hablar con el historiador. —Se mordió el labio otra
vez antes de preguntar—: ¿Qué historiador?
Miré el reloj. Hora de comer.
—Esta es una conversación que debemos tener con un trozo de tarta.

El golpe frío del aire acondicionado de la estación de policía se sintió


bien. Josiah me estaba esperando.
—Ivy. ¿Qué tal el trabajo?
—Recibimos un envío hoy, así que nos entretuvimos con el nuevo
inventario. También compartí con Dahlia lo del caso. Espero que esté bien.
—Sí. Cuanto más sepa mejor. —Me indicó que marchara delante de él—
. Estamos en mi oficina.
Había un anciano en su oficina, vestido con un traje de tweed. Se
levantó en cuanto entramos.
247 —Este es Eugene Stiles, el historiador que está investigando la casa
LeBlanc. Eugene, esta es Ivy Blackwood.
—Es un placer conocerla —dijo, ofreciéndome la mano.
—Igualmente.
Nos sentamos alrededor de la mesa, y Eugene fue directo al grano.
—No he sido capaz de encontrar mucho sobre los LeBlanc durante el
periodo de tiempo en cuestión. El país lo pasó mal durante la Guerra civil;
los archivos se perdieron por el fuego y los robos. Puedo confirmar que los
dueños durante la guerra eran Tobias y Elizabeth LeBlanc. Tuvieron dos
hijos, Eleanor y Ernest. Ernest murió, Eleanor desapareció. Nunca se
encontró ni rastro de ella. —Comenzó a pasar las páginas de su archivo—.
Pero sí encontré una fotografía de ellos.
La empujó por la mesa. Era granulada, tomada fuera de la casa ahora
embrujada por la fealdad. Una pieza del puzle se colocó en su sitio; la mano
me tembló cuando levanté la foto para estudiar al hijo, vestido con
pantalones de tweed marrones, una camisa blanca, con el cabello rubio
largo hasta los hombros.
—¿Ivy? —Josiah leyó mi lenguaje corporal perfectamente.
Levanté la mirada a la suya.
—Tenemos a nuestra mosca en la pared. —Me giré a Eugene—. Gracias.
Josiah también se levantó y caminó hasta la puerta.
—Gracias, Eugene. —Esperó a que estuviéramos a solas antes de
decir—: Has reconocido a uno de ellos.
—Sí. Tenemos que irnos. —Ya estaba de pie y saliendo de su oficina.
—¿Adónde vamos? —preguntó Josiah cuando salimos de la estación.
—A casa de Esther.
—¿Por qué?
Encontré su mirada.
—Porque tenemos que hablar con un fantasma, y se ha estado
escondiendo de mí.
—¿Un fantasma?
—Estaba en Misty Vale. Me ayudó a salir. Lo conocí como Tristan, pero
es Ernest LeBlanc.
—Santa mierda. No bromeabas sobre la mosca en la pared.

Esther nos estaba esperando cuando llegamos.

248
—Tengo que hablar con los fantasmas.
—Lo sé. Síganme.
Al otro lado de su casa, en las orillas del Bayou, había un círculo grande
de sal. Cinco velas blancas se encontraban situadas dentro del círculo y en
el centro había una hoguera pequeña.
—Tienes que sentarte en el círculo, mirando al norte —dijo Esther,
dándome una vasija pequeña—. Esta es tu ofrenda.
—¿Qué es? Parece alcohol —preguntó Josiah.
—Lo es. Brandy francés, semillas de angélica, tabaco de raíces negras,
flores de naranjo, raíz de ciprés, y anís. —Levantó la mirada al cielo de
medianoche—. Debería ser durante la noche, pero hay luna creciente, así
que puede que funcione, especialmente con tu conexión con la tierra.
—¿Conexión? —preguntó Josiah, y luego dijo—: Da igual.
—Conjura el fuego… —comenzó Esther, pero Josiah la interrumpió.
—¿Conjura el fuego? —Dio un paso atrás y nos hizo un gesto con la
mano de que siguiéramos. Todo esto se le hacía difícil. No lo culpaba.
—Arrójale eso. Limpiará el espacio —dijo ella, apuntando al bol de hojas
secas. Miró a Josiah antes de que pudiera preguntar—. Salvia, artemisa y
raíz de diente de león. —Me miró a mí otra vez—. Di las palabras… —
gesticuló hacia el pergamino junto al bol—. Echa el contenido del frasco al
fuego. El que buscas aparecerá en la llama.
—Bien. Lo tengo.
—Cuando hayas acabado, apaga las velas; debes cerrar el portal que
abras hacia el mundo de los espíritus.
—Lo haré. —Estaba nerviosa. Nunca había hecho un hechizo, pero
teníamos que saber qué hizo Tristan. Me metí en el círculo, mirando al norte.
No había intentado invocar al fuego desde Misty Vale, pero ahora me venía
fácilmente. No lo recordaba, pero una parte de mí sí. No me sorprendió que
Bain apareciera con parte de su tropa. Jareth y Aine también se
encontraban allí. No escuché su conversación porque mi atención estaba en
el fuego. Añadí las hojas y luego recité las palabras.
Espíritus de la noche
Les hablo a ustedes
Encuentren al que busco
Y mándenmelo
Con esta ofrenda que hago
Completen esta tarea con prisa
Vertí el contenido del frasco en el fuego. No le pregunté a Esther cuánto
tardaría Tristan en aparecer y, justo con ese pensamiento, aparecieron. No
249
en el fuego, sino alrededor del círculo. Cientos de fantasmas, tantas
emociones: miedo, enfado, confusión… un grito me quemaba la garganta.
Me lo tragué, pero me costó. Los ojos se me llenaron de lágrimas. Una mujer
destacaba, algo sobre ella era familiar. Traté de centrarme solamente en ella,
pero era difícil. Me pregunté quién era pero desviaron mi atención cuando
otra mujer dio un paso adelante y con ella se encontraban un chico
adolescente y un hombre, con una mano en cada uno de sus hombros.
—Por favor, dile a mamá que estamos bien. —Levantó la mirada al
hombre—. Que hemos encontrado a papá.
Se me formó un nudo en la garganta.
—¿Eres Kathy McKinnon, verdad?
—¿Cómo lo sabes?
—Cumplimos años el mismo día. —Se me tensó la garganta al ver su
confusión y miedo, pero logré decir—: ¿Qué les pasó?
—Una chica nos urgió a ir a ese sitio, nos retó a sacar una foto. —El
chico bajó la mirada pero no antes de que pudiera ver el dolor que atravesó
su expresión—. Sabía qué decir para que Lee fuera. Nos quería allí. Morimos
allí.
La compasión y el dolor me traspasaron. Realmente fueron ellos los que
comenzaron el juego.
—No fueron los únicos.
—Se está volviendo más fuerte —me avisó Kathy—. ¿La mujer de blanco
no es lo que parece?
—¿La mujer de blanco?
—El fantasma, pero no son solamente espíritus los que andan por la
casa. Uno vino y se llevó algo, una mujer, mayor que tú, con cabello oscuro.
Vino y se llevó algo de la casa.
—¿Sabes qué se llevó?
—Un paquete de la habitación del chico.
—¿Ernest?
—Sí. —Miró detrás de mí. Me giré. Tristan apareció en las llamas.
—Gracias, Kathy. —Miré alrededor a los demás—. ¿Por qué hay tantos?
—Están esperando.
—¿Qué?
—A ti.
—No lo entiendo. —Y no lo hacía. ¿Por qué me esperaban a mí los
fantasmas de Nueva Orleans?

250
Ladeó la cabeza mientras me estudiaba.
—No lo recuerdas, pero lo harás.
Se desvanecieron, simplemente desaparecieron. Solo quedaba Tristan.
—Lo siento —susurró.
—Tenías tus razones para no decírmelo, pero necesito saber qué haces.
¿Debería llamarte Ernest o Tristan?
—Tristan. He pasado mucho tiempo intentando olvidar a Ernest.
—¿Puedes decirme qué pasó?
—Mis padres mataron a todos los que trabajaban para ellos, pero fue
mi hermana la que los empujó a hacerlo. Decía que la habían herido, que se
estaban vengando de mis padres por cómo los trataban.
—¿Eleanor?
—Sí.
—¿Puedes hablarme de ella?
—Siempre había sido diferente.
Esas palabras me sonaban.
—Escuchaba y veía cosas que nadie más podía. La gente le temía
porque era diferente. —Se me retorció el estómago al escuchar que ella y yo
compartíamos historias similares.
—Después de que nos mudamos a la casa, se volvió oscura. No lo sé;
ya no parecía mi hermana,
—Has dicho que incitó a tus padres. ¿Cómo?
—Mis padres eran malvados, solo por cómo trataban a sus… eran
malvados. Pero ella se aprovechó de esa maldad, la alimentó, les puso ideas
en la cabeza. Era como si ella fuera la cerilla y ellos los palos. —Se le llenaron
los ojos de lágrimas—. Los mataron solo por matarlos. Lo disfrutaron. —Se
pasó una mano por el cabello despeinado—. No creía que fueran reales,
pensaba que estaba confundiendo la realidad con las pesadillas, pero vi a
esas criaturas de Misty Vale antes. Convertían a la gente en uno de ellos, y
los que no se convertían se volvían animales, matándose como animales
rabiosos. Nunca había visto nada como aquello.
La sangre se me heló en las venas.
—Como el doctor Ellis.
—Sí. —Bajó la mirada mientras su cuerpo se tensaba. Levantó la
mirada—. Tú estabas ahí.
Me quedé entumecida.
—¿Lo estaba?

251
—Fuiste la que lo detuvo.
—¿Cómo lo hice?
—No lo sé.
—¿Qué te pasó a ti?
—Me mataron mis padres.
Me dolía el corazón por él.
—Lo siento. ¿Qué le pasó a tu hermana?
—Desapareció.
—¿Por qué no cruzaste al otro lado?
—Ella me pidió que no lo hiciera, dijo que tenía que decírtelo cuando
estuvieras lista.
—No lo entiendo. ¿Quién es ella?
—Tu madre.
Era chocante y, sin embargo, en el fondo tenía sentido, otra pieza del
puzle.
—¿Mi madre?
—No lo recuerdas, pero lo harás.
Quería más, casi le exigí que lo compartiera conmigo, pero ya había
pasado suficiente, quedándose tanto tiempo en lugar de cruzar al otro lado.
Se merecía la paz.
—Sé feliz, Tristan. —Pensé en la marca en su habitación, lo que habían
robado—. ¿Qué escondiste en tu habitación?
—La última pieza del puzle. La encontrarás cuando la necesites. Un
fantasma de tu pasado la está manteniendo a salvo.
Desapareció antes de que pudiera preguntarle quién, con su espíritu
finalmente descansando. Ya había terminado para él, pero solamente
comenzaba para nosotros. Apagué las velas y salí del círculo.
—¿Has descubierto lo que necesitabas? —preguntó Esther.
—¿No escucharon nada?
—No.
—Tristan era Ernest LeBlanc. —Sentí el murmullo que estremeció a los
que estaban reunidos a nuestro alrededor, pero continué—: La maldad casi
escapa, pero yo la detuve. —Levanté la mano antes de que pudieran hacer
preguntas que no podía responder—. No sé cómo lo hice, pero mi madre
ayudó.
—¿Tu madre? —preguntó Josiah.
252 —Sí, y sospecho que, quienquiera que sea no es humana. —El
comentario de Esther sobre que yo había nacido de algo primordial, parecía
cobrar sentido. ¿Pero quién? Lo que me asustaba eran las similitudes que
compartía con Eleanor. ¿Era posible que yo pudiera transformar, incitar la
locura que podría llevar a la muerte de aquellos a quienes quería? ¿Ella era
como yo y la oscuridad la había reclamado? Eso me aterrorizaba. También
estaba furiosa porque el doctor Ellis estuviera soltando a sus criaturas por
el mundo. Pagaría, así como lo haría aquel a quien él servía.
Josiah me sacó de mis oscuros pensamientos cuando compartió:
—Tenías razón sobre el doctor Nelson. Era un científico centrado en la
regeneración de células, pero vivió a finales del siglo dieciocho.
—¿Regeneración celular tan temprano? Recuerdo el siglo dieciocho.
Definitivamente hubo magia involucrada —compartió Brock.
—Cuando los pacientes del hospital donde trabajaba comenzaron a
aparecer muertos, lo interrogaron. Negó saber nada, fue tan empático que
se enfureció y fue entonces cuando su personalidad cambió tanto que
trajeron a los expertos. Resulta que tenía una personalidad dividida; era la
otra personalidad la que conducía los experimentos. Fue un caso enorme;
todavía hoy en día lo citan en diarios médicos: "Las Dos Caras del Doctor
Theodore Nelson". Les dejaré adivinar cómo se llamaba su alter ego.
—Doctor Gary Ellis —dije, y luego añadí—: Tristan vio a las criaturas
de Ellis, y los humanos que no se convertían se atacaban entre sí como
animales salvajes.
—Mierda, es verdad que todo está conectado.
—Ellis crea a estas criaturas sin alma, pero él y Bart eran cambia
formas —dijo Brock, y luego añadió—: Tiene sentido, alguien tiene que
controlar a la horda.
—Vi a Kathy McKinnon y a su hermano. Están con su padre. Querían
que su madre lo supiera. Los incitaron a ir a la plantación, como a Henry,
como a la mujer que trató de incitar el baño de sangre en la calle Bourbon.
La hermana de Tristan, la hija de los LeBlanc, incitó a sus padres a hacer
la maldad, algo que ya disfrutaban. También dijo que alguien, no un
espíritu, se llevó algo de la casa.
—Lo que estaba en la habitación de Ernest —adivinó Josiah.
—Sí, dijo que un fantasma de mi pasado lo está manteniendo a salvo
hasta que lo necesite.
—¿Qué significa eso? —preguntó Brock.
—Dijo que lo recordaría cuando fuera el momento. —Los miré a la cara,
terminando en la de Bain. Me dolía el corazón. Ya habíamos estado aquí
antes. La historia se repetía. Tenía esta sensación abrumadora de que yo
253 contaba con que lo hiciera.
254

—Cuéntame lo que te está perturbando —le pedí a Ivy en mi habitación


más tarde esa noche. Estaba parada en el balcón, mirando hacia la luna.
—Siempre he amado a la luna. —Me miró, el esbozo de una sonrisa en
su rostro—. ¿Lo sabías?
—No.
—Siempre sentí la atracción, siempre me llamaba. Era por ti. Ahora lo
sé.
—¿Ivy?
Sus hombros se tensaron.
—Qué pasa si soy como Eleanor, que se creía que era diferente, justo
como lo creo yo, que se creía que estaba loca, justo como conmigo. —Levantó
la mirada hacia mí—. ¿Qué pasa si soy como ella?
¿Preguntaba si podría volverse malvada?
—No eres como ella, Ivy.
Las lágrimas se filtraron de sus ojos. Crucé la habitación y las limpié
de su mejilla.
—Que te estés preguntando si eres como ella, te hace diferente. —No
me creyó. Acuné su rostro, obligándola a que me mirara—. Te conozco. Por
dentro y por fuera. Eres buena hasta la médula.
Las lágrimas se acumularon y las limpié con mis besos.

—Así que ¿cuál es la situación con Ivy? —preguntó Brock a la mañana


siguiente. Estábamos en la patrulla. Ivy había salido con Aine.
—Está bien.
—No se veía bien ayer.
—La conversación con Tristan tocó un punto sensible. Estará bien.
—El mensajero de Jareth debe volver esta noche con la pieza. No creo
que sea una coincidencia que a las piezas las tengan los que respondieron
a la llamada —dijo Brock.
Tampoco lo creía. Ivy había dicho que quería ser encerrada, sabía que
Ellis elegiría su casa para hacerlo. Era como si planeara su propia captura.
Pero ¿por qué? ¿Y por qué durante tanto tiempo? Ellis la había dejado irse
fácilmente considerando el largo tiempo en que la había retenido, pero igual
255
de fácilmente había eliminado el hechizo que la mantenía cautiva. Podría
haber escapado mucho tiempo antes. ¿Por qué no lo hizo?
—¿Estás de acuerdo en terminar con esto? —pregunté a Brock.
—Sí. ¿A dónde vas?
—Quiero revisar unas cosas.

Me estacioné junto a la fuente derrumbada. Me gustaría ver el lugar


volviendo a la vida, no me sentaba bien verlo tan descuidado.
La puerta del frente crujió cuando la abrí; incluso sabiendo que el lugar
había estado habitado recientemente, un olor a moho por haber estado
sellado durante tanto tiempo golpeó mi nariz... el poder de la magia, no solo
para conjurar, sino para engañar. Entrando, todavía lo sentía, incluso
cuando Ivy ya no se encontraba atada aquí. Conocía este lugar, al igual que
la conocía a ella. Estudié la escalera que una vez había sido maravillosa,
ahora solo era un desorden desmoronado. Los recuerdos estimularon a mi
cerebro. Los hechos del pasado se aproximaban por el pasillo, pasos que
corrían, risas. Impresionante que después de incontables siglos, todavía
permanecieran aquí. ¿Fue por eso que quiso que la encerraran aquí? ¿Fue
porque simplemente no lo recordaba, pero aquí se sentía más cercana a lo
que había perdido? No sentía la magia negra. Las huellas de Ellis y sus
secuaces ya habían desaparecido, tragados por el amor que todavía
saturaba el lugar.
Sentí a mi visitante antes de que entrara por la puerta del frente que
había dejado abierta. El zorro. Era un cambiante y como el cambiante alfa,
podía haberlo obligado a cambiar. No lo hice. Caminó junto a mí y por el
pasillo, deteniéndose ocasionalmente para asegurarse de que lo estuviera
siguiendo. Salió por la puerta de atrás, caminó por el patio en ruinas,
deteniéndose en la esquina más lejana. No lo vi al principio; el pasto y la
hierba estaban muy crecidos. El zorro comenzó a cavar; escuché sus garras
en la madera.
Terminé de limpiar la puerta, una vieja puerta de madera con escalones
de piedra que llevaban hacia abajo. Por su condición y cuán oxidadas se
encontraban las bisagras, no había sido abierta en mucho, pero mucho
tiempo. Estaba oscuro y húmedo, las telarañas eran tan gruesas que tuve
que apartarlas de mi camino. No había electricidad, pero veía mejor en la
oscuridad. Era un sótano grande, abarcaba toda el área de la casa y un poco
más y estaba vacío, pero había algo aquí abajo, el persistente hormigueo en
256 mi nuca lo evidenciaba. Estaba más allá de la casa y el sótano continuaba.
Lo que sea que estuviera aquí abajo se estaba volviendo más fuerte. Un
poder como nunca antes había sentido. Y fue entonces que vi las raíces del
árbol. El que solo había sido un tocón, junto al que Ivy se había dejado caer,
el que habíamos plantado juntos; sus raíces se extendían profundamente
bajo la tierra y una habitación había sido construida alrededor de ellas. Un
sótano de raíces. Las raíces parecían como de lava, el fuego serpenteaba
entre ellas y pulsaba con poder. Por arriba era muy diferente a como era por
debajo. El árbol parecía estar muerto, pero el poder del árbol no estaba
inactivo; estaba despierto y creciendo y tallado en el centro del árbol estaba
el símbolo.

Traje a Ivy a casa, a su sótano de raíces.


—¿Cómo lo encontraste? —preguntó.
—Tu zorro.
—Está despertando —susurró, sus ojos brillantes al ver las raíces de
su árbol ardiendo como el fuego.
—Querías ser encerrada aquí porque tu presencia recargaría a tu árbol
—dije, mi enfoque en ella—. El símbolo...
—Es mío —susurró.
Miré hacia su árbol y el fuego que quemaba en su interior.
—Convocaste a Ellis; permaneciste encerrada por eso. Pusiste los
símbolos alrededor de la ciudad y estoy suponiendo que... —Jalé de mi
collar—, también creaste estos. Es todo parte de tu plan, Ivy. Necesitas
recordar.
257

La ciudad ardía, el aire estaba tan repleto de humo que bloqueaba el sol.
Las calles de New Orleans se habían convertido en un campo de batalla. En
cada calle y cada callejón, surgían millones de peleas entre el bien y el mal.
Los humanos, incapaces de luchar, se amontonaban detrás de autos volcados
y edificios ardientes, buscando, en vano, un medio de escape para encontrar
seguridad en una ciudad que ya no era segura. Las secciones estaban
perimetradas para los heridos, pero no había medicamentos para ayudarles
a soportar el dolor. La muerte llegaría, dolorosa pero afortunadamente rápido.
El mal se filtraba en el mundo, reclamando y destruyendo todo a su paso.
Había planeado su resurgimiento con una precisión táctica. Había esperado
demasiado, ya no esperaría más.
Una vez que tomara New Orleans, se propagaría al resto del país. No
discriminaba; acabaría con todos. Los frondosos bosques verdes se volverían
negros con su muerte; contaminaría los océanos y el aire con su veneno.
Incluso aunque lograras escapar, no vivirías mucho tiempo. No quedaría nada
más que caos y oscuridad.
Golpeó tan duro que tropecé. Lo vi caer y luché contra la muerte para
llegar a su lado. Lo atrapé, lo sostuve en mis brazos, pero sus ojos ya no
veían. El dolor me atravesó. Él había muerto.
El cuerpo de Bain se curvó alrededor del mío. Sentí el latido de su
corazón y su calidez, y me trajo comodidad mientras observaba la oscuridad
con las lágrimas rodando por mis mejillas.

Caminé por Chartreuse Street hasta la librería. En cuanto abrí la


puerta, la anciana apareció.
—Bienvenida de nuevo.
—¿Quién es usted? —pregunté sin vueltas.
Sus ojos avejentados brillaron.
—Ahora haces las preguntas correctas.
—Mi árbol, fui yo quien lo cortó. ¿Por qué lo hice?
—Los guardianes de la naturaleza son muy poderosos con cierta magia,
incluso a la hora de conceder deseos.
—¿Se refiere a las hadas?
—Sí. ¿Sabías que el velo es extremadamente delgado durante el
solsticio de verano? Es el único momento en que pueden pasar a nuestro
258 mundo, o nosotros al suyo.
—¿Qué está intentando decirme?
—Tienes todas las respuestas. Solo debes atar cabos.
—¿No me lo dirá? —pregunté.
—No puedo, pero te diré esto. El miedo es una emoción peligrosa. Es lo
que infecta; lo que le da poder al mal. —Volvió a tocarme y, de nuevo, algo
familiar me recorrió el cuerpo—. Hay una razón por la que solo se alimenta
de humanos.
—Porque no ven qué más hay en el mundo.
—En todas las épocas, el viejo de la bolsa se basó en lo sobrenatural.
Cosas vistas por humanos que no podían explicarse entonces se convertían
en algo malo. Una vez dijiste que podías aprender mucho de los humanos.
Tenías razón.
Las lágrimas cayeron.
—¿Eso fue real? —Mi corazón se detuvo por un segundo—. Eres mi
madre.
Me tocó la mejilla; se sentía tan familiar.
—Sí. Lo sabías entonces y lo sabes ahora. Los humanos son la solución
y la debilidad.
—¿Quién soy?
—Quien eres no es importante, sino lo que harás. Sálvalos, Ivy. Están
en tus manos.

Los demás estaban en la cocina, pero yo estaba buscando al viejo de la


bolsa en Internet. Mi madre tenía razón. Todas las historias, los cuentos de
hadas, las leyendas urbanas, todo era un giro a lo sobrenatural. El miedo
se convirtió en fantasía. El mal se alimentaba de ese miedo. Si escapaba de
New Orleans, no habría vuelta atrás; todas esas personas en la oscuridad
criadas con historias sobre el viejo de la bolsa y demás mitos. Necesitaban
saberlo. Los humanos debían verlo.
Me dirigí a la cocina y los interrumpí cuando dije:
—Los humanos deben saber sobre lo sobrenatural.
Josiah estaba de visita. Era como un elemento fijo en la casa estos días,
buscando respuestas sin conseguirlas. No se lo había esperado. Sus ojos se
ampliaron.
—No creo que sea una buena idea, Ivy.
259
—Acuerdo con el alguacil —agregó Jareth.
—El miedo lo alimenta, y una parte de ese miedo es la intolerancia,
pero solo se debe a la incomprensión. Por algo solo caza humanos. Su miedo
a lo desconocido los hace vulnerables, más fáciles de manipular. Debemos
sacar eso de la ecuación. No hablamos solamente de nuestra extinción. No
está bien que no estén incluidos en su esfuerzo por salvarlos.
—¿Cómo sabes que no habrá una cacería de lo místico? —preguntó
Brock.
—Porque sería como informarle a un conejo que hay un perro en la
casa. No pondrá en riesgo al perro, sino que hará que el conejo sea más
cauteloso.
Josiah se rascó el cuello y sonrió.
—En realidad, eso tiene bastante sentido.
—¿Cómo lo hacemos? ¿Cómo les decimos a los humanos que sus
vecinos son licántropos y vampiros?
—Con precaución —ofrezco—. Y debemos completar el símbolo.
—Mi hombre regresará esta tarde —declaró Jareth—. Sintió que lo
estaban siguiendo, así que pasó unos días con una amiga para hacerles
perder el rastro.
—¿Alguien supo lo que iba a buscar? —preguntó Josiah.
—O lo rastrearon porque él se marchó y nosotros nos quedamos. Si yo
estuviera vigilándonos, querría saber lo que él es capaz de hacer.
—Tengamos un agasajo licántropo —sugirió Aine. Todas las cabezas se
volvieron hacia ella—. Queremos contarles a los humanos sobre nosotros,
pero ellos antes deben vernos. Tienen que saber que no somos muy
diferentes a ellos. Un agasajo es una gran celebración… y el Mardi Gras les
da otro motivo para celebrar.
—Es una buena idea —dijo Josiah.
—¿En dónde lo haríamos? —preguntó Brock.
—Lo pensaré. ¿Qué necesitarás? —ofreció Josiah.
—Nos encargaremos de ello. Tú promociónalo; estaremos allí —dijo
Brock.
—De acuerdo. Tendré que informarle al alcalde.
Todos los ojos se volvieron hacia Bain. Como el alfa, era su deber.
—Quiero perímetros y rondas. Que estemos todos en un solo lugar será
muy tentador.
—Tengo reservas; las enviaré también —ofreció Josiah.

260
—Genial. Necesitamos comida —intervino Aine y tomó la mano de
Brock—. Vayamos de compras.
—¿Cómo me metí en esto? —gimió él mientras Aine lo alejaba.

Más tarde esa noche, estábamos afuera alrededor de una fogata cuando
sentí que el grupo se tensó.
—Alguien viene —dijo Bain, y se puso de pie.
El auto de Josiah detuvo su marcha. La tensión se relajó. Dos veces en
un día. Salió del auto, lo rodeó y le abrió la puerta a Dahlia.
—¿Los esperaban? —preguntó Bain.
—No.
—Dahlia lucía emocionada y Josiah parecía resuelto.
—Lamento pasar de improvisto —dijo mientras se acercaba—. Ella es
mi esposa, Dahlia…
Jareth se acercó.
—Hola.
—Jodido infierno —murmuró Josiah.
Dahlia se pavoneó.
—Eres un vampiro.
Su sonrisa tardó en formarse, pero Dahlia pensó que valía la pena la
espera. Tenía estrellas en los ojos.
—¿Te hago un recorrido? —Jareth le ofreció su brazo.
—Te irás conmigo, esposa —gritó Josiah detrás de ellos.
Ella levantó una mano e hizo un ademán con los dedos.
—Por supuesto, cariño.
—Malditos vampiros —murmuró él de nuevo.
—Oí eso —respondió Jareth.
—No me importa —continuó Josiah.
—¿Quieres algo de beber? —preguntó Aine.
—Sí, una botella de Jack.
—De acuerdo. —Aine se volvió hacia la casa.
—No, estoy bromeando, aunque aceptaría una cerveza.
—Perfecto.
261 —Entonces, ¿qué pasa? —pregunté mientras volvíamos a reunirnos
alrededor de la fogata.
—Al alcalde le gustaría conocerlos. Con un evento tan importante como
el que están planeando, le gustaría saber quiénes son los recién llegados
que lo organizan.
—Parece razonable —dijo Brock.
—Sería buena idea ponerlo al tanto. Él es el encargado de la ciudad.
Puede ayudar a calmar a las masas cuando se arme la podrida —sugirió
Bain.
—Estaba pensando en eso también —acordó Josiah.
El teléfono de Josiah sonó y le echó un vistazo. Pasó de ser el hombre
al policía en un segundo.
—¿Qué ocurre, Nick? —Palideció y se puso de pie—. ¿Dónde? Voy en
camino.
Bain ya estaba de pie.
—¿Qué es?
—Deben ir con el alcalde. Creo que podemos decirle sin tener que
decírselo.
—¿Qué significa eso? —pregunté.
—Es más fácil mostrártelo.
Aine regresó con su cerveza.
—Debo irme. ¿Podrían quedarse con Dahlia?
Aine me echó un vistazo antes de decir:
—Por supuesto.
—Gracias. —Buscó su teléfono—. Les enviaré la ubicación. Iré con el
alcalde y nos encontraremos allí.
Incluso antes de llegar, sentí la muerte. Bain estacionó, pero nuestra
atención estaba en la parte del pantano que se extendía ante nosotros. Todo
estaba muerto… los árboles, el césped, incluso la fauna.
—Está comenzando —susurré.
Un auto se detuvo y la voz de un hombre, repleta de miedo, perforó el
silencio.
262 —¿Qué demonios ocurrió aquí?
El alcalde temblaba visiblemente cuando se unió a nosotros.
—¿Qué ocurrió? —Sus ojos amplios por el miedo nos estudiaron,
buscando desesperadamente una respuesta.
Respondí:
—Se está desarrollando una guerra en su ciudad y los que corren más
riesgo son aquellos que no saben lo que está pasando. Necesitan saber lo
que ocurre y lo que se avecina.
—¿Qué se avecina? ¿Quién podría haber hecho esto?
Volví a mirar el pantano.
—Si no hacemos algo, todos morirán.
El miedo tiñó sus siguientes palabras.
—No lo entiendo. ¿Quién hizo esto?
—En resumidas cuentas… el mal —ofreció Josiah.
—¿El mal?
—Una manifestación del mal, algo tangible, algo que puede alcanzarlo
y tocarlo, y está en camino —añadí.
La incredulidad luchó contra el miedo, y el alcalde comenzó a pasearse
de un lado. Se pasó las manos por el cabello.
—Están hablando de algo sobrenatural.
—Sí.
—No creo en eso.
En el siguiente aliento, Bain cambió. El alcalde gritó y luego tropezó
hacia atrás, aterrizando sobre su trasero. La sangre se drenó de su rostro y
alzó las manos temblorosas para escudarse de Bain. Él volvió a cambiar.
—No es a él a quien debes temer —dije.
—Esto no está sucediendo.
Sentí compasión por haberle presentado lo sobrenatural de esta
manera, el tiempo ahora era un lujo que no podíamos darnos.
—Si logra salir de la ciudad… —Hice un gesto hacia el pantano—, en
esto se convertirá el país y luego el mundo.
—Lo que necesiten, lo tienen. Solo deténganlo.

263
264

La estación estaba en marcha. Al menos el Mardi Gras se había


acabado, pero teníamos la celebración y lo que sea que se avecinaba. Incluso
aquellos que no estaban informados sabían que algo estaba pasando.
Estaba exhausto cuando llegué a casa. Apenas abrí la puerta cuando
oí a Rebecca. ¿Qué coño hacía ella aquí? Entré en la sala de estar. Dahlia
se encontraba de pie junto a la ventana, retorciéndose las manos, una señal
de que estaba angustiada. Rebecca estaba al teléfono, y mi hija se
encontraba sentada en una silla y parecía abatida.
—Hola, calabacita.
Aria levantó la cabeza y la luz volvió a ella cuando saltó de la silla y
corrió hacia mí. Me arrodillé, la sostuve y la abracé cuando se estrelló contra
mí. La aspiré. Dios, la había echado de menos.
Estaba ansiosa; podía sentirlo en lo tensa que se encontraba.
—¿Qué pasa?
—Mamá no me quiere —susurró.
Me enfurecí, qué mierda dijo.
—¿Qué quieres decir?
Las lágrimas iluminaron sus ojos.
—Mamá no me quiere.
—Dahlia.
Dahlia ya estaba cruzando la habitación.
—Ven, Aria, tengo nuevas joyas que mostrarte. —Tomó su mano,
besándole el dorso—. Todo saldrá bien.
Aria no quería irse, giró su cabeza hacia mí.
—Ve con Dahlia. Todo saldrá bien. Solo necesito hablar con tu madre.
Tan pronto como estuvo fuera del alcance, crucé la habitación, tomé el
teléfono de Rebecca y lo tiré contra la pared. Salió disparada de su lugar,
indignada. Ella estaba indignada. Su hija había estado sentada a un metro
de ella, echa un manojo de nervios, y ella estaba hablando por teléfono.
—Reemplazarás eso —siseó.
Cerré las manos en puños porque quería rodearle cuello.
—¿Qué coño estás haciendo aquí? Sabes que no la quiero cerca de esta
ciudad y seguro que no ahora.
—¿Por qué no ahora? Nunca es ahora contigo.

265
No puedo creer que esta mujer me pareciera atractiva.
—La ciudad no es segura.
—Según tú, ninguna ciudad es segura, pero tengo la oportunidad de
irme con mi novio, y me voy.
—¿Novio? ¿Desde cuándo?
—Es bastante nuevo, pero quiero explorarlo.
—No. Te dije que ella no puede estar aquí. Necesito más tiempo para
entender mejor lo que está pasando.
—No estoy preguntando, Josiah. Ya es junio, la he tenido durante dos
meses más de lo debido.
¡Más de lo debido! Exploté de rabia.
—Es tu hija.
—Lo que sea.
—¿No puedes posponer el viaje con un completo extraño para otro mes
por el bienestar de tu hija?
—Tu hija es extraña.
Me enfrié y me calenté de repente, al oírla hablar así de su hija. Iba a
matarla.
—¿Qué has dicho?
—Ella es rara, silenciosa y extraña. Ni siquiera creo que sienta emoción.
—Eso es mentira. Estaba sentada aquí aterrorizada de que la trajeras
cuando sabe que la quiero fuera de aquí, y estaba preocupada porque sabía
que acabaríamos haciendo exactamente lo que estamos haciendo…
peleando.
—Tú ves más allá de ella. —Peinó su cabello con la mano—. No tiene
emociones conmigo, y francamente es una molestia.
Pronuncié mis siguientes palabras muy lentamente mientras me
esforzaba en controlar mi temperamento.
—¿Encuentras a tu hija una molestia?
—Me voy, Josiah. Si crees que ella no está segura, haz que Dahlia se la
lleve.
—Dahlia tiene un trabajo.
—No es mi problema. —Caminó hasta la puerta.
—¿No te despedirás de tu hija?
—Ya lo hicimos. —Llegó a la puerta, me miró fijamente—. Estaré
esperando un nuevo teléfono. También podrías comprar uno mejor.

266
La odiaba, más preocupada por su teléfono que por su hija. Quería la
custodia completa; lucharía por ella, pero solo si eso era lo que Aria quería.
Rebecca salió, la puerta se cerró y casi pierdo la cabeza, pero no lo hice.
Pateé lo que quedaba del teléfono debajo del sofá y entré a mi habitación.
Dahlia lo intentaba, Aria también, pero estaba nerviosa.
—¿Qué te parece vivir con nosotros? —dije desde la puerta.
La esperanza me miró fijamente.
—¿Para siempre?
—Si eso es lo que quieres.
Su sonrisa casi me pone de rodillas de nuevo. Y Rebecca dijo que no
sentía emoción. Qué montón de mierda.
—Eso es lo que quiero.
—Entonces haré que suceda.
267 Fuera del apartamento, Rebecca se subió al auto.
—Dejé a la mocosa —dijo, volviéndose hacia su novio. Odiaba hacer
esto, pero este hombre era médico. Le daría el estilo de vida al que se había
acostumbrado.
—Bien —dijo.
—Entonces, vámonos. —Estaba ansiosa por ver Francia. Nunca había
estado.
No vio la daga hasta que fue demasiado tarde. La sangre brotaba de la
herida en su cuello.
—Superaste tu vida útil.
Gary Ellis salió del auto, la emoción lo atravesó. Alguien lo estaba
protegiendo. Podía sentirlo, incluso desde su distancia al otro lado de la
calle. La necesitaba a ella; ella era el eslabón débil... la pieza final.
Por ahora, él y el humano querían lo mismo. Volvió a subir a su auto.
Lo abandonaría y luego informaría al humano que ella estaba en Nueva
Orleans.

—Los tomamos ahora. —Impaciencia, otro defecto del ser humano.


—Están protegidos. No podemos llegar a ellos. Durante la celebración,
tendremos mejor suerte.
Gary esperó. Sintió la tensión y la ira antes de que el humano alcanzara
algo. El cristal se hizo añicos contra la pared del fondo.
—Están cerca. —Se volteó, sus ojos iluminados con locura y miedo—.
Atacaremos durante la celebración, pero me los traes. No me falles. El
humano se apartó de él, el desprecio no le pasó desapercibido. La furia de
Gary hirvió, pero la controló. Ahora no era el momento—. Pronto tendré la
inmortalidad. —Gary sintió algo en el humano que no había sentido antes...
duda. Ya era demasiado tarde para cambiar de bando.
Gary sonrió mientras salía de la oficina. No era un monstruo completo.
Ayudaría al humano con su lucha de conciencia. Tan pronto como se
rompiera el hechizo, su primer acto de libertad sería matarlo.

268
269

¿Cuántas de estas criaturas dirías que hay? —le pregunté a Brock


después de que nos separamos en equipos para cazar criaturas que
sabíamos que no encontraríamos.
—Cientos.
—Cientos de criaturas, pero no ha habido avistamientos. ¿Cómo
contienen a un grupo tan grande que parece que solo quiere cazar y matar?
—Estoy adivinando la magia.
—Es una manada. La mentalidad de la manada dictaría un alfa. ¿Qué
pasa si están evolucionando, y si funcionan de manera más natural?
—Pero no son reales, fueron creados.
—No lo saben.
Brock dejó de caminar.
—No estoy seguro de cuánto me gusta que nos compares, aunque sea
un poco, con esas cosas, pero dicho así, tiene sentido. ¿Estás pensando que
Ellis es el alfa?
—No estoy seguro, pero si es una manada...
—Desafías al alfa.
—Exactamente.
—¿Cómo sabemos si es una manada?
—Tenemos que encontrar su guarida.
Brock miró hacía el frente al mismo tiempo que yo.
—¿Sientes eso?
—Sí. —El mal, la calle apestaba.
—¿Una de las criaturas? —preguntó.
—Vamos a averiguarlo.
Las calles estaban abarrotadas; no obstante, rastreamos fácilmente el
olor pero no había criaturas, solo turistas.
Había un grupo delante de nosotros. Sucedió tan rápido cuando uno
rompió la botella de la que estaba bebiendo y atravesó el cuello de la chica
cuya mano acababa de sostener.
—Qué mierda —siseó Brock—. ¿Qué demonios acaba de pasar?
—Lo necesitamos, ella también.
La gente gritaba y corría, pero él no. Parecía un vampiro que había
270 probado la sangre por primera vez. Estaba cazando y apestaba a maldad. Él
me olio. Mi estatura no lo disuadió; definitivamente estaba bajo la sed de
sangre. Atacó, frenético como un animal salvaje. Rodeándole el cuello con
mi brazo, lo dejé inconsciente. Todos los que corrían regresaban, más
curiosos que cuidadosos. No podíamos llevarnos los cuerpos; había
demasiada gente mirando, así que tomé mi teléfono.
—Necesitamos al sheriff en la calle Dumaine. Ha habido un asesinato.

Josiah
—¿Qué demonios estamos viendo, Jasmine?
—No hay nada sobrenatural en él.
—¿Su sangre?
—Normal. Buenas noticias, bueno no para ella, pero tampoco está
infectada.
Bain estaba de pie junto a la puerta. No pude leerlo en absoluto.
—La acaba de matar.
—Sí, como un interruptor encendido —respondió Brock—. La cosa más
maldita que he visto.
—Nuestros amantes en el callejón, la mujer con el cuchillo en el
corazón... tal vez fue lo mismo. Tal vez no sea una infección, sino más bien
un inhibidor —sugirió Jasmine—. Necesito mirar sus cerebros.
—¿Te refieres a que los despoja de sus inhibiciones? —pregunté. Ivy
había dicho eso.
—O adormece la parte del cerebro que maneja el control de los
impulsos.
Miré a Bain.
—Lo rastreaste. ¿Cómo?
—Olimos el mal.
—Espera. ¿Puedes oler al mal? —preguntó Jasmine—. ¿A qué huele?
—Decadencia —dijo Bain.
Necesitaba caminar porque esto estaba jodido.
—Entonces, ¿estamos pensando que no solo se está propagando a
través de la sangre y la creación de estas criaturas, sino que también puede
atacar al azar a alguien, apagar la parte del cerebro que maneja lo correcto
271 y lo incorrecto? —Me volteé hacia los demás—. ¿Cómo diablos luchamos
contra eso?
—Podría ser un contagio. Podría ser eso, pero también podría ser
metafísico... los que están predispuestos a causar daño se ven afectados con
mayor facilidad.
—Así que los asesinos que no han salido del clóset obtienen luz verde.
—Josiah, no hay nada que pueda hacer contra eso. —Jasmine estaba
preocupada, yo también.
Sonó el teléfono de Bain.
—Sí. Tráelo a la casa. ¿Dónde lo encontraste? Está bien. —Se guardó
el teléfono en el bolsillo—. Tenemos otra criatura.
—¿Dónde lo encontraron? —preguntó Jasmine.
—En la calle de St. Anne.
Sentí la atención de Jasmine antes de que dijera:
—¿No vives en la calle St. Anne?
272 No estaba segura de que todo esto estuviera pasando. Era probable que
se hubiera hecho daño cuando había tomado un poco de ácido en la
universidad. No se droguen, niños. Le tembló un poco la mano cuando cortó
a través de la piel gris, parecida al cuero de la criatura que estaba en su
mesa. Lo había hecho una vez antes y aún así, luchaba por creer en lo que
estaba haciendo.
Esther permanecía tranquila a su lado. Estaba concentrada en los
hechizos que conjuraba para evitar que la criatura reaccionara. Estaba
muerta, al menos eso esperaba, pero no se arriesgaría.
Cortó y enroscó la piel. Estudió el espécimen como lo haría con
cualquiera en su mesa. Metódicamente, siguió los pasos, notando lo que
estaba viendo. Terminó, se lavó y luego dejó entrar las emociones. Y se
estrellaron contra ella. Jadeó, apoyó sus manos sobre la mesa y lo dejó salir.
Se limpió los ojos y se calmó.
—No puedo creer que esto fuera humano, pero igual que el otro, la
sangre es diferente, pero la anatomía es humana. —Lo que implicaba era
horrible. Estaban matando humanos, aquellos que fueron transformados en
estas cosas. Eran peones en el sentido más verdadero de la palabra.
Esther se concentró en la criatura.
—El cerebro es como el hombre que Bain trajo la otra noche. Hay
cicatrices en el lóbulo frontal, que es lo que hace que disminuya su
capacidad de pensamiento racional. Es como si hubieran perdido unos
cuantos cientos de millones de años de evolución, pero no sé qué causó la
cicatriz. ¿Quizás un hechizo?
—Tengo que irme —dijo Esther y se apresuró a abrir la puerta.
—¿Qué pasa?
—Te lo explicaré tan pronto como compruebe algo —prometió Esther.
—¿Y los cuerpos? —preguntó Jasmine.
Esther miró hacia atrás. Algo le preocupaba.
—Quémalos.
—¿Pensaste que no reconocería tu firma mágica, Cyril? ¿Qué demonios
estás haciendo?
—No es lo que parece. Estoy tratando de detenerlo. Era un hechizo
transcrito que enmascaré, así que no se vinculaba a mí.
La puerta de la casa de Esther se abrió, ambos miraron al recién
273 llegado. Cyril soltó un respiro.
—Solo eres tú.
El recién llegado dijo:
—Ojalá no hubieras hecho eso.
—¿Hacer qué?
No hubo tiempo para reaccionar; sintió el acero frío en su cuello, sintió
cuando le atravesó la yugular. Lo último que vio fue a su abuela
enfrentándose a su mismo destino.
274

—Es la cicatriz en el lóbulo frontal lo que hace que la gente actúe como
loca, pero no sé qué es lo que causa la cicatriz. Esther tampoco está segura.
¿Has hablado con ella?
—No, ¿por qué? —preguntó Josiah.
—Se fue de aquí antes. Se puso nerviosa. Algo la asustó.
—Enviaremos a alguien a su casa —dijo Bain.
—Aislamos el gen que transforma a los humanos en esto. Actúa como
un virus loco, gracias a la magia, pero lo he rediseñado, así que combate el
gen en lugar de replicarlo. Por terrible que sea, con la muerte del huésped
se detiene la generación celular humana, lo que me facilitó aislarlo.
—Eso es increíble. ¿Qué se necesita para crear la vacuna? —preguntó
Josiah.
—Tengo lo que necesito pero creo que, basándonos en los números,
tenemos que hacerlo aerotransportado. No sé en qué llevarla.
—Tengo una idea. —No estaba segura de si funcionaría, pero sabía a
quién preguntar. Ante el silencio, añadí—: El mal usa la magia. Creo que es
hora de que nosotros también lo hagamos.
Jasmine tenía preguntas. No era la única, pero no presionó y en su
lugar dijo:
—Está bien, me pondré a trabajar y haré todo lo que pueda. —Se detuvo
y añadió—: Ivy, ¿podrías quedarte un segundo?
—Claro.
Esperó hasta que estuvimos solas.
—No estaba segura de con quién compartir esto... —Parecía incómoda
y un poco asustada.
—Jasmine, ¿qué pasa?
—Estaba trabajando con la sangre, analizando las muestras de las
víctimas. Josiah me preguntó si podía encontrar una conexión. Lo hice. Los
McKinnon, Henry Werth y el cuerpo destrozado, Leslie Squire, comparten
algunos alelos.
—¿Qué significa eso?
—Están emparentados, muy vagamente, pero comparten ADN.
—Y por la mirada en tu cara, supongo que eso es inusual...
—Hay más. Empecé a analizar la sangre de los otros, aunque la sangre
sobrenatural es un poco difícil, y creo que la muestra de Bain estaba
contaminada porque no era como las otras, pero aun así pude aislar los
275 alelos comunes entre algunas de ellas.
—¿Qué estás diciendo?
—Dos de las personas de su equipo son parientes, el mismo árbol
genealógico, ramas diferentes. Un humano y un sobrenatural, pero ambos
son descendientes directos de la misma persona. La misma persona con la
que algunas de las víctimas están emparentadas.
—¿Quién?
Había un toque de miedo, pero también un poco de asombro.
—Tú.
—¿Yo?
—Pero no solo coinciden contigo.
—No lo entiendo.
—También con Bain.

Me paré en nuestra colina. ¿Cómo es posible que tuviera


descendientes? Nunca había tenido hijos. Un niño con Bain, había querido
uno. Soñé con uno. Nunca nos pasó.
—Pediste un deseo.
Mi madre estaba a mi lado, la misma mujer que vi entre los fantasmas,
centrada en lo que quedaba de esa larga vida. Hizo un gesto con la mano y
la escena cambió. Mis piernas se debilitaron al verme arrodillada sobre la
tumba de Bain. La hierba aún no había vuelto a crecer; su pérdida aún era
nueva.
—Deseaste que viviera para siempre.
—Estaba de luto. Acababa de perder la mejor parte de mí.
—Las hadas te concedieron tu deseo.
—No lo entiendo.
—Su mundo es diferente al nuestro. El concepto de familia es diferente.
Todos ayudan a todos. Sintieron tu tristeza y la de él, sabían lo puro que era
tu amor por tu árbol... creciendo tan alto, fuerte y majestuoso.
—¿Así que crearon un niño?
—Sí.
—¿Cómo?
276
—Con un poco de ayuda de la diosa de los nacimientos. —Parecía
arrepentida, dolorida—. Yo también odiaba ver tu dolor. Quería que él viviera
para siempre por ti. Alguien a quien pudieras ver en una calle llena de gente,
escuchar en el llanto de un bebé, sentir en la mano de un amigo.
—Las visiones que tuve toda mi vida.
—Algunas son tus visiones, otras son fragmentos de la vida que están
ligados a ti.
—¿La capacidad de leer los pensamientos de la gente?
—Solo puedes leer a los que son tus descendientes.
—Por eso no puedo leer a Bain.
—Sí.
—¿Nuestro hijo fue un niño o una niña?
—Un niño.
¿Había sido nuestro hijo el fantasma de Misty Vale o había
representado a todos aquellos que vinieron a ser la causa de esa hermosa
vida? Me dolía el corazón mientras florecía la ira.
—¿Por qué no me lo dijiste?
—Porque nos dimos cuenta de que tendrías que verlo morir a él y a sus
hijos... parecía cruel hacerte vivir ese dolor una y otra vez.
—La belleza de una vida con mi hijo, con mi familia, habría superado
cualquier dolor.
—La diferencia entre humanos y dioses. No vi eso, no entonces. Ahora
lo entiendo. Entiendo tu amor por ellos, también. Son notables.
—¿Qué pasó?
—Necesitas saber que la unión entre tú y Bain no fue lo que provocó el
mal. Tú eras el equilibrio de ese mal. Había reclamado este lugar mucho
antes de que tú llegaras. No eres responsable de nada de esto.
—¿Hace cuánto tiempo nos conocimos Bain y yo?
—Se conocieron muy cerca del principio.
—¿Cómo es posible? —Parecía confundida, así que le aclaré—: ¿Cómo
era Bain como humano en tiempos de los dioses? Eres la diosa de los
nacimientos, ¿verdad?
—No.
—Si no eres tú, ¿entonces quién?
—No soy la única diosa de los nacimientos. Ni siquiera soy la mayor.
277 Bain proviene de uno de ellos.
¿Por eso su sangre era diferente? Hades no podía verlo, pero ¿Era
porque Bain no era uno de los suyos?
—Y nuestro hijo... —Mi estómago se retorció de miedo porque habría
una mala respuesta a algo tan hermoso.
Me leyó perfectamente cuando me contestó:
—Sí, cuando las hadas te concedieron tu deseo, eso inclinó la balanza
y, a medida que tu árbol genealógico crecía, hubo un costo. Algunos tenían
talento para la magia y otros no. Muchos de los que no tenían talento para
la magia, podían ver cosas que no entendían. La mayoría enloqueció. Y
aquellos que no tenían talento para la magia se volvieron resentidos porque,
a diferencia de la mayoría de los humanos, sabían qué más existía en el
mundo porque su propia familia era una mezcla de ellos. —Se detuvo y
añadió—: Los humanos son la clave, Ivy. Lo descubriste.
Lo recordé, y no solo eso.
—Tú y mi padre fueron los que hicieron el ritual conmigo cuando era
niña.
—Sí, estábamos reteniendo tus poderes y echándote un hechizo de
protección.
—¿Y las marcas de garras?
—Vinieron, tal como lo planeaste. Los detuvimos, pero no antes de que
te marcaran. Eso también era parte de tu plan porque necesitabas a Josiah.
—Fuiste la mujer que me dio el ojo de tigre y tomó las fotos.
—El collar era tuyo; las fotos eran otra miga de pan para Josiah.
—¿Y los cuerpos en el fuego eran las criaturas?
Sus ojos se endurecieron.
—Sí.
—Esto pasó antes; el mal casi se escapa.
—Sí. El mal lo ha intentado desde el principio y cada generación se
hace más fuerte. El doctor Ellis y sus criaturas, en la cúspide de todo lo que
el hombre malvado se ha hecho a sí mismo, le dio a la maldad la fuerza que
necesitaba para liberarse.
—Ellis es uno de los míos, ¿no? Puedo leerlo; solo puedo leer a los que
descienden de mí.
—Sí. El doctor Nelson tenía visiones que no podía explicar. Se propuso
ayudar a la humanidad, pero el miedo lo retorció.
Me sentí enferma sabiendo que el catalizador del fin del mundo
compartía mi sangre, la sangre de Bain.
278 —Lo detuve, pero lo está intentando de nuevo.
—Sabías que tu arreglo sería solo temporal.
—¿Por qué he vuelto ahora? ¿Qué tiene de especial esta vida?
—Porque a quien estabas esperando vino a existir en esta vida.
La cabeza se me partía.
—¿A quién estaba esperando?
—Todo es parte de tu plan.
Un plan que estaba empezando a recordar mientras las piezas se
colocaban en su lugar.
—Bain y Jareth no recuerdan, pero ya hemos estado aquí antes. —
Abrió la boca, pero la interrumpí—: Todo es parte de mi plan.
Sonrió y asintió.
—Si lo supieran, intentarían detenerte.
No se equivocaba.
—Me has estado ayudando todo el tiempo.
—Ayudé a crear esto; necesitaba ayudar a arreglarlo.
—Eras Luna Blackwood.
Me tocó la mejilla.
—Sí.
Parecía una pieza tan pequeña, pero me hizo feliz saber que siempre
había sido suya.
—Lo siento, Ivy, por todo.
—Bain ha vivido, y seguirá viviendo. ¿Cómo puedo estar molesta por
eso?
—¿Pero perdiste a tu hijo?
Miré más allá de la casa que lo empezó todo: al mundo del que tanto
quería formar parte.
—No lo hice porque se encuentra ahí fuera. Mi familia se encuentra ahí
fuera.
—¿Quién demonios hizo esto? —rugió Josiah—. ¿Quién carajo hizo
esto?
Cyril y Esther estaban muertos, con marcas de cuchillos en el cuello.
279
La rabia hervía a fuego lento incluso cuando mi corazón se rompía, pero
ahora no era el momento para eso. Los espíritus de Esther y Cyril se
encontraban de pie al otro lado de la habitación. Los ojos color whiskey
encontraron los míos.
—Conoces al responsable —dijo Esther.
—Sí.
—¿Los ves? —preguntó Bain.
—Sí, los dos están aquí.
Josiah abrió los ojos de par en par; había lágrimas en ellos.
—¿Cyril está aquí?
—Sí —contesté en voz baja.
Sentí a mi madre antes de que apareciera entre brillos. Esther y Cyril
la vieron e inclinaron la cabeza. La reacción de Josiah fue ligeramente
diferente.
—¿Quién demonios es esa?
—Mi madre, Hecate.
Se estremeció. Lo entendía. Me preguntaba si nos habíamos
extralimitado, dando a Josiah más de lo que podía manejar, pero se
recuperó.
—Lo siento.
Entendía su expresión al mirar a Josiah. Su atención se centró en
Esther y Cyril.
—Tienes una opción. Si quieres volver, te lo concederé.
—He vivido lo suficiente. —La mirada de Esther se deslizó hacia mí—.
Ahora recuerdas. Harás lo correcto.
—Sí.
—Entonces he cumplido mi propósito. —Los ojos cansados se volvieron
hacia su nieto—. Siento haber dudado de ti.
—En tu lugar yo también lo habría hecho. —La voz de Cyril era dolida,
pero le ardía la rabia en los ojos.
—Siento que deseas regresar —adivinó Hecate.
Sus palabras fueron tajantes cuando dijo:
—Sí.
Esther cruzó la habitación, pero no se detuvo frente a Hecate. Vino a
mí. Sus viejas manos alcanzaron las mías.
—Te estoy dando mi magia porque una vez fue tuya.

280
La pequeña choza se estremeció mientras su poder se consumía en mí,
corriendo por mis venas. No solo su magia, sino también la de sus
antepasados.
—¿Qué está pasando? —preguntó Josiah.
Fue Bain quien contestó. Había reverencia en su voz cuando dijo:
—Está recuperando la magia.
—¿Recuperando? —preguntó Josiah.
—Era de ella —dijo Hecate.
—¿Cómo es posible? —presionó Josiah.
—Porque es la Madre Tierra.
Josiah no tenía respuesta ante eso; parecía aturdido. No ayudé a su
condición cuando le dije:
—Cyril quiere volver.
El aturdimiento se convirtió en asombro y esperanza cuando Josiah le
preguntó:
—¿Puede hacer eso?
—Mi madre es la diosa de la encrucijada y del nacimiento entre otras
cosas. Sí, puede hacerlo. Él quiere terminarlo.
—No sucederá de inmediato; tomará unos días —advirtió mi madre.
—¿Quién les hizo esto? —Josiah ahora era el policía.
—Uno de los nuestros. —Bain estaba furioso. Nunca lo había visto con
ese aspecto, pero lo entendí. La traición era un trago amargo.
La atención de Josiah se centró en él.
—¿Qué quieres decir?
—Este lugar está protegido. Solo uno de nosotros puede entrar.
La cara de Josiah se puso roja de rabia.
—¿Quién?
Miré a Brock desde el otro lado de la habitación. Con el corazón
apesadumbrado le respondí:
—Aine.
El dolor atravesó su expresión, pero fue Hecate quien dijo:
—Eso no es posible.
Su reacción me sorprendió. Tan categórica.
—¿Por qué no es posible? —preguntó Bain, dando voz a mi
pensamiento.

281
—Hades fue quien te envió a Aine. Es una de sus guerreras más leales.
Si ella lo hizo, entonces le hicieron algo.
Su firma estaba en todos los cuerpos, pero tampoco sentí la oscuridad
en ella. ¿Era posible que hubiera sido cambiada, como las criaturas, y la
gente que actuaba según sus instintos más básicos?
—Crees que fue el doctor Ellis —le pregunté.
—Es humano, pero estaba trabajando con alguien que sabía de magia
—comentó Esther—. Tal vez necesitaba más conocimientos o conocimientos
diferentes.
—Bart —dije, y luego aclaré—: No conozco su historia, pero Bart era la
mano derecha del doctor Ellis. Lo que sea que hayan hecho, lo hicieron
juntos. Debe haber sido el vínculo con la magia, pero Aine lo mató.
—Necesitaba reemplazar a Bart. Suena posible.
Estaba de acuerdo con Bain; sonaba más que posible.
—Así que hizo algo para cambiar a Aine.
—Las criaturas, las cicatrices en el lóbulo frontal, no es difícil creer que
hizo algo para convertirla en una súbdita —agregó Esther.
—Así que, si la cambió, tal vez podamos volver a cambiarla. —La
esperanza en el tono de Brock era dolorosa de escuchar.
—Podemos intentarlo, pero primero tenemos que sacarla de la ecuación
—le dije.
Hubo acuerdo en el silencio.
—¿Y ahora qué? —preguntó Josiah.
Me encontré con su dura mirada.
—Lo terminamos.

Me senté en el sótano; apoyé mi mano en las raíces del árbol que lo


inició todo. No habíamos sido quienes desencadenaron el mal. Bain tenía
razón. Y no creamos el mundo; no creamos la humanidad, solo una pequeña
parte de ella; la hicimos posible para otros también. Dimos luz a la oscuridad
a partir de algo tan simple como el amor. Fue el amor el que me atrajo hacia
él, el que lo mantuvo conmigo durante toda mi larga vida. En un mundo que
se sale de control, fue el amor lo que me guio. Terminaría lo que había
empezado para que otros tuvieran la oportunidad de vivir una vida como la
nuestra. No había llegado a contarle a Bain lo que descubrí sobre nuestro
hijo; con Esther y Cyril, mis prioridades cambiaron, pero él vino a mí. Le
compartiría la parte de nuestro pasado que no habíamos conocido. Y lo
282 amaría porque también nos estábamos quedando sin tiempo.
El hada apareció entre brillos, asintió a modo de saludo.
—Gracias por venir.
—No lo sabíamos. Ivy, no lo sabíamos.
—Lo sé. Incluso sabiendo lo que pasaría, volvería a pedir ese deseo.
—Ya lo has dicho.
—Tengo una petición.
—Lo que desees.

Lo sentí y salí corriendo del sótano, a través de la casa, arrojándome


en sus brazos.
—Te amo. Siempre te he amado. —Estaba llorando, las lágrimas
rodaban por mis mejillas mientras besaba su rostro... cada centímetro.
Tenía mucho que contarle, pero ahora no. Ahora mismo, en este momento,
solo lo quería a él.
—¿Ivy?
—Te he amado, y te he esperado, deseando verte en un extraño o en un
amigo. Toda mi vida, mi muy larga, muy larga vida, solo te he amado a ti.
Te amaré incluso cuando las estrellas se quemen y la tierra muera, cuando
la vida recicle y comience de nuevo. Te amaré.
Me ahuecó la cara.
—¿Qué vas a hacer?
—Ahora mismo, te quiero porque he esperado tanto tiempo para volver
a estar aquí.
No podía leerlo, pero nunca olvidaría su aspecto en ese momento.
—¿Bain?
Metió la mano en el bolsillo.
—Iba a esperar, pero estamos luchando por esto. —Era el anillo, el
hermoso anillo de piedra lunar de la tienda de Dahlia. Las lágrimas cayeron
más fuertes—. Eres mía; siempre lo has sido. —Luego se arrodilló. La acción
no se me escapó, el alfa se subordina... ante mí. No podía detener las
lágrimas—. Hazme tuyo.
Me arrodillé.
283 —Lo eres. Siempre lo has sido —susurré.

Se sentía tan bien. Me fundí en él, con una gran mano rodeaba mi
cuello, acariciando mi mandíbula con el pulgar, la otra sobre mi cadera
mientras se movía contra mí por detrás. Estábamos bajo la luna, vinculando
nuestra unión en el lugar donde todo comenzó. Deslizó la mano en mi
cadera, su pulgar manipulando mi clítoris mientras sus caderas
continuaban construyendo el placer. Lo sujeté del brazo y le clavé las uñas
cuando llegué. Gruñó, y aceleró el movimiento de sus caderas. Enterró el
rostro contra mi hombro; rozándome el cuello con los labios antes de hundir
los dientes en mi carne, y su cuerpo se detuvo cuando el orgasmo lo
atravesó.
No nos movimos, permanecimos así durante unos minutos, atados y
conectados. Presionó un beso donde me había mordido. Su mano sujetó la
mía, jugando con su anillo.
—Vi esto. Lo desempaqué por error y me enamoré.
—Tengo la piedra desde hace mucho tiempo. Como el cuadro, me aferré
a él.
Lo miré por encima del hombro; concentrado en el anillo.
—¿Cuándo lo hiciste?
—El día que te mudaste. —Me besó; su lengua se detuvo a saborear la
comisura de mi boca—. Eres mía.
—Siempre lo fui.
Inmediatamente lo extrañé cuando salió, pero se volvió y me encerró
entre sus brazos.
—¿Qué estás tramando, Ivy?
Quería decírselo, pero no podía. Teníamos que terminarlo, y no le
gustaría que lo hiciera. Acaricié su rostro, el anillo brillando.
—Soñé contigo. En Annecy, un pequeño pueblo de Francia, esperaba
todos los días en un café con una sombrilla azul zafiro. Muchos de mis
sueños han sido un presagio, así que tal vez algún día nos encontremos en
ese pequeño café. —Le di un beso en la palma de la mano—. Tal vez algún
día, levantaré la vista y te veré venir por mí.
—Siempre vendré por ti. Pase lo que pase, te encontraré. —Selló esa
promesa con un beso.

284

—Háblame. —El cuerpo grande de Bain rodeaba el mío. Teníamos que


volver. Teníamos que terminarlo, pero me presioné más contra su cuerpo,
saboreé uno de esos instantes en el tiempo con él porque estaba llegando a
su fin.
Le conté nuestra historia.
Se sentó.
—¿Un niño? —Sus ojos brillaron—. ¿Nuestro hijo?
—Sí.
Se puso de pie, se vistió los vaqueros y empezó a caminar.
—Ha pasado tanto tiempo desde que fui humano, que pensé que había
perdido la habilidad de sentir lo mismo que ellos. —Miró hacia atrás—. No
me arrepiento de que hayan concedido tu deseo. La gente está muriendo, el
mundo se está desmoronando, pero no lo siento.
—Yo tampoco lo siento. Hay dos que son descendientes directos de los
nuestros... en realidad tres.
—Josiah —adivinó—. Y su hija.
—¿Cómo lo supiste?
—Se parece mucho a ti.
—Y a ti —agregué.
—¿Quién más?
—El único otro que responde a la llamada. Lo conocí hace poco.
Abrió los ojos de de par en par y luego sonrió.
—Esto le encantará.
Tirando de su camiseta, caminé hacia él y abracé su cintura.
—Hecate dijo que no pueden verte porque naciste de otro panteón, un
humano de deidades anteriores a ella.
Frunció el ceño.
—No había pensado en eso.
—Dijo que nos conocimos cerca del principio, pero el mundo aún no
conocía a los humanos... no a los que ayudó a crear ella. Y Esther había
dicho que el mundo era más viejo de lo que creíamos y que el hombre y los
dioses habían ido y venido. —Estaba pensativo—. ¿En qué estás pensando?
Pero, antes de que pudiera responder, cayó el primer copo de nieve.
—¿Eso es nieve? —preguntó Bain, mientras miraba hacia el cielo.
285 —Sí.
Sus ojos se encontraron con los míos.
—La vacuna.
Los cielos se abrieron. A pesar del calor, la nieve lo cubrió todo. La
gente venía de sus casas, se paraba en las calles, dejando que los copos de
nieve los cubrieran. Figuraría en los libros de historia como las condiciones
climáticas más extrañas en la historia de Nueva Orleans, pero también fue
parte de lo que salvó a la ciudad.

Dahlia me llamó tan pronto como entré en a Hunter’s Moon.


—Tenemos un nuevo empleado.
Sonreí cuando Aria vino de atrás con Lilith. Me dolió mucho el corazón
ver a Bain en sus ojos. Era mía, nuestra. No sabía qué eventos la trajeron
aquí, pero sabía por qué estaba aquí. Todo estaba relacionado.
—Ivy, esta es Aria —dijo Dahlia.
—Encantada de conocerte. —Mis ojos ardían por las lágrimas sin
derramar, pero las controlaba. No quería asustarla.
Mi corazón se dio un vuelco en reconocimiento. Como yo, no mostraba
ninguna emoción. Ni miedo ni timidez ni impaciencia. Era estoica, pero
entendía por qué. No era un monstruo, ni carecía de emociones, sentía
demasiado y, para alguien tan joven, la única manera de no volverse loca
era bloqueándolo. Aria tampoco era solo humana. Era a quien había estado
esperando.
—Encantada de conocerte —susurró en voz baja.
Se me escapó una lágrima, pero me la limpié. Se dio cuenta, pero no
dijo nada.
—Voy a ordenar café. ¿Te gustaría ayudarme a traer la comida? —le
pregunté.
Movió los pies contra el suelo.
—De acuerdo.
Al final del día, estaba enamorada. Aria era una niña hermosa y dulce.
No me sorprendía que fuera hija de Josiah. Estaba tan lejos y aun así sentí
orgullo... un legado que nunca supe que iba a dejar.
—Dahlia me habló de la celebración —dijo mientras reorganizábamos
la caja del anillo.
—La fiesta, sí. Vas a ir, ¿verdad?
286 —Sí. Papá ya dijo que podía.
Me acerqué más.
—Nunca he estado en una.
—Yo tampoco.
—Oh, bien. Podemos experimentarlo juntas —sugerí.
—Buena idea.
Tenía ansiedad. No era paralizante, pero definitivamente se aferraba a
las cosas y se preocupaba. Me preguntaba por qué alguien tan joven estaba
tan ansioso, y sospechaba que tenía que ver con su madre. La puerta se
abrió y entró Josiah. Ella cambió instantáneamente, desapareciendo la
ansiedad.
—Papá.
La atrapó mientras corría a abrazarlo. La vista me golpeó fuerte, tan
fuerte que me ardían los ojos. Era tan familiar.
—Veo que has conocido a mi hija.
Los estudié a las dos, lo que me dolía cada vez más, pero me encantaba
verlos juntos.
—He tenido el placer.
—Aria, ¿puedes darnos a Ivy y a mí unos minutos?
La ansiedad se acercó con cautela, pero sonrió y dijo:
—Claro. Veré si Dahlia necesita ayuda.
Él la observó irse, exudando tanto amor.
—Es mi mundo. —Sus ojos se conectaron con los míos—. Las dos lo
son. Tengo que protegerlas.
—Mis cuervos las cuidarán.
Parecía inseguro.
—Confía en mí. No dejarán que les pase nada a ninguna de las dos.
—De acuerdo.
Había algo que me molestaba.
—¿Cómo es posible que algo como la creación de esas criaturas haya
permanecido oculto? La logística es una cosa, experimentos secretos, pero
murió gente. Mucha, basados en los números de Misty Vale, así que, ¿por
qué eso nunca trajo preocupación?
—Crees que tiene humanos que trabajan con él.
—Sí, pero por qué nadie denunció la desaparición de un ser querido.
287 —Palideció—. ¿Qué estás pensando, Josiah?
—Los sin techo. Está usando a los sin techo porque no hay nadie que
los extrañe.
Por supuesto.
La puerta se abrió y entró Jareth. Las pocas compradoras de la tienda
miraron y comenzaron a pavonearse. No se fijó en ellas. Estaba concentrado
en el sheriff, con la mirada fija en mí. No estaba segura de qué pasaba por
su cabeza, pero luego levantó la mano en un puño. Yo abrí la mía y me dejó
caer algo en la palma de la mano, la tercera pieza del símbolo.
—No estoy seguro de por qué la tenía —dijo.
Porque él, como Josiah y Aria, era nuestro.
—Queda una pieza —dijo, y añadió—: Tenemos que encontrar a ese
fantasma de tu pasado.
Ya lo había hecho.
288

—¿Hace cuánto tiempo que nos conocemos? —preguntó Jareth


mientras hacíamos una búsqueda.
—Hace casi toda mi vida inmortal.
—Parece gracioso, un licántropo y un vampiro, pero eres como un
hermano para mí.
Le eché un vistazo. No precisamente hermanos.
—No sueles ponerte sentimental. ¿Qué ocurre?
—Vi a Ivy más temprano. No sé por qué no lo sentí antes, pero
prácticamente me tumbó cuando entré a la tienda.
—¿Qué hizo?
Dejó de caminar y me estudió por unos minutos.
—No entendía por qué el alguacil estaba involucrado en todo esto, pero
lo está porque comparte su sangre. —Sostuvo mi mirada antes de añadir—
: Bain, también es tuyo.
Me detuve.
—Lo sé.
No era fácil sorprender a un vampiro.
—¿De verdad? —preguntó sorprendido.
—Sí. No es el único.
Estrechó los ojos, pensativo, antes de ampliarlos ligeramente en
comprensión.
—¿Cómo es posible?
—Un deseo, hadas y una bien intencionada diosa de los nacimientos,
que resulta ser tu abuela.
—¿Estás diciendo que Hecate es la madre de Ivy?
—Sí, y Hades es su padre. Y ambos son tus abuelos, en cierto sentido.
—Y mi padre es un licántropo, y resulta que soy mayor que él. Háblame
de un árbol genealógico jodido. —Apartó la mirada, pero pude ver lo
brillantes que estaban sus ojos—. Siempre creí que eras como mi familia —
dijo volteando la cabeza, permitiéndome ver la lágrima que había escapado
de sus ojos—. Me alegra saber que en verdad lo eres.
—A mí también. —Le palmeé el hombro, dándole un ligero apretón y
dije—: aun así te patearé el trasero.
—Puedo vencerte, viejo.
289 —Tenemos que decirle a Josiah.
—Mi hermano, el humano.
—Y tu sobrina.
—¿Tiene una hija?
—Sí.
Nunca había visto a Jareth de esta manera, pero lo entendía. Al igual
que los licántropos, los vampiros no podían tener hijos. Un sobrino era lo
mejor.
—Me amará.
No se equivocaba. Malditos vampiros.

Ivy
Encontré a Jareth caminando junto al pantano. Se volvió hacia mí y
me sonrió.
—Ivy. —Estrechó los ojos mientras me estudiaba—. ¿O debería decir
“mamá”?
Me acerqué a su lado.
—¿Recuerdas cuando eras pequeño?
Por la forma en que cerraba las manos en puño, supe que lo hacía.
—No me gusta pensar en eso, pero sí, recuerdo qué tan cerca estuve de
la muerte en manos de los humanos.
Por supuesto, parte de lo que impulsaba su intolerancia hacia ellos. No
podía culparlo porque los había visto en su peor faceta.
Cuando se dio cuenta de a dónde quería llegar con mis preguntas,
volteó la cabeza rápidamente hacia mí. Había un toque de veneración
cuando dijo:
—Fuiste tú. Me salvaste.
—Sí, es lo que hace la familia.
Apartó la mirada pero pude verlo sonreír. Tomé su mano. Entrelazó
nuestros dedos. Seguimos caminando con la comodidad de hacerlo juntos.

290
Josiah
Jasmine asomó la cabeza por la puerta de mi oficina.
—¿Has hablado con Ivy?
Ivy era la Madre naturaleza. Todavía no me había detenido a pensar en
eso, pero lo creía. Aún estaba tambaleando por haber estado en presencia
de una diosa que resultó ser la madre de Ivy. En el transcurso de unos
meses, mi vida se había puesto patas para arriba, pero estaba aprendiendo
que, a pesar de todo lo malo, había un mundo de cosas buenas también.
—No, ¿por qué?
—Debes hablar con Ivy.
—De acuerdo. —Busqué mi teléfono cuando me entró una llamada.
—Hablando del diablo. Hola, Ivy. Estoy con Jasmine, dijo que
necesitábamos hablar.
—Sí. Dahlia y Aria ya están aquí. ¿Puedes venir? —preguntó ella.
—Están bien, ¿verdad?
—Sí, están bien. Dahlia está coqueteando con Jareth mientras
hablamos.
—Muy gracioso. De acuerdo, voy en camino.
—Estaré aquí si necesitas hablar —dijo Jasmine, lo que me pareció
extraño.
—De acuerdo.

Me detuve frente a la casa. Aria estaba afuera cerca de la fogata


hablando con Brock. Lucía tan relajada y cómoda. No sentía ni una pizca de
ansiedad viniendo de ella, lo que era extraño cuando hablaba con gente
nueva.
Me vio y me saludó.
—Hola, papá.
—Hola, cielo. ¿Dónde está Dahlia?
—Está preparando la cena. Jareth le está haciendo compañía.
Por supuesto que sí. Malditos vampiros.
El aroma casi me tumba cuando puse un pie dentro. Estaba cocinando
paella. Jodidamente amaba su paella. Y a ella incluso más. Con Jareth
291
observando todo, la jalé hacia mí y la besé con fuerza. Se suavizó,
fundiéndose en mí.
—Hola, guapo —susurró cuando nos separamos.
—Sí, solo recuerda eso.
—Estás celoso. —Volvió a besarme—. No tienes que estarlo.
—¿Oíste eso? —Le dije al vampiro que estaba intentando no echarse a
reír.
—Solo miro, no toco.
Preferiría que ni siquiera mirara, pero Dahlia era una mujer hermosa.
—Josiah —dijo Ivy cuando ingresó a la cocina—. Oh, qué bueno que
estés aquí. ¿Podemos hablar antes de cenar?
—Claro. —Besé a Dahlia una vez más—. Guárdame algo de eso.
—Por supuesto.
Bain estaba en la sala y era la única persona allí.
—Oye. ¿Qué ocurre?
Ivy se unió a Bain, sus manos entrelazadas. Miró a Bain. ¿Qué
demonios estaba pasando? Ambos lucían…extraños.
—Hace mucho tiempo pedí un deseo, y se me concedió.
—¿Quién lo hizo?
—Las hadas y mi madre.
—La diosa, Hecate.
—Sí. Me concedieron el deseo: crearon un niño que era parte de Bain y
de mí. Uno que tuviera sus propios hijos y demás.
—¿Estás diciendo que existe una relación entre lo que estamos
investigando y ese niño?
—Sí. Cuando las hadas me concedieron el deseo y crearon algo tan
hermoso, desataron la creación de algo opuesto.
—El mal que se alimenta de LeBlanc.
—Menos que el mal, pero todo lo feo que vino después, inclusive las
creaciones del doctor Ellis. Solía extraerme sangre. Decía que se estaba
asegurando de que los medicamentos no estuvieran causándome daño, pero
estaba usando mi sangre para encontrar a aquellos que la compartían.
—¿Por qué?
—Matar a quienes llevan nuestra sangre debilita el hechizo que lo
vincula a la plantación LeBlanc.
Sentí que la sangre se drenaba de mi rostro.
292
—Las matanzas ceremoniales, creíste que estaban relacionadas. —
Comencé a caminar de un lado a otro—. Tu sangre es la clave. —Entonces
comprendí. Mis ojos fueron al tatuaje, el símbolo que ni siquiera recordaba
haberme hecho, a cuando dejé mi vida para venir a New Orleans y ni siquiera
se me había cruzado por la mente. La criatura que habían atrapado en mi
calle justo después de que Aria llegara. Tropecé y me agarré del respaldo del
sofá para mantenerme en pie—. ¿Estás diciendo que soy uno de los tuyos?
¿Aria también lo es?
—Sí. —Había compasión y comprensión en sus miradas.
—Los quiere a ambos —dijo Bain con voz suave—. Y a Jareth. No
dejaremos que eso ocurra.
—Oh, demonios, no. No lo hará porque… ¿Jareth?
—También es un descendiente —dijo Ivy en voz baja.
—¿Estoy emparentado con un vampiro?
—Sí.
No podía pensar en eso ahora. Hacía tan solo unos meses, ni siquiera
creía en esto y ahora…
—Aria estará lo más lejos posible de aquí.
—No puedes hacer eso —la voz de Dahlia llegó desde el umbral de la
puerta—. Ella tiene que estar aquí, al igual que tú.
Fue Ivy quien habló, porque yo no podía encontrar mi voz.
—¿Quién eres tú?
—Yo te concedí el deseo. Sentí tu dolor; vino a través de la tierra y las
raíces de tu árbol. Era tan puro y provenía de un lugar con tanto amor. Me
dolía por ti, y pensé que podría ayudarte. No sabía cómo funcionaba. No
sabía que todos ustedes no vivían juntos ni amaban como nosotros, que tu
hijo no te encontraría. Fui ignorante y, por ello, le di poder a quien intentan
detener. Casi irrumpe en su mundo, pero sacrificaste tu inmortalidad y tu
árbol para salvar a tus seres queridos y retenerlo a él y a sus subordinados
en Nueva Orleans.
Y era por ello que lo esperaba. Ahora lo recordaba. Todo.
—Durante los primeros diez años viviste con las hadas; por eso naciste
en el solsticio de verano, porque es el único momento en que podemos entrar
y salir de tu mundo.
—¿Por qué vivía contigo? —preguntó Bain.
—Tu árbol. Los necesita a ambos. Te pusieron a descansar en su base,
pero Ivy necesitaba estar presente para mantenerlo con vida hasta que
293 estuviera lista…
—Para terminarlo —concluyó Ivy.
—Sí. Me mantuve detrás cuando se cerró el velo y, al hacerlo, me
convertí en humana. Necesitaba estar aquí para ti, para corregir lo malo que
había traído a este mundo. Me enamoré de las personas y de la ciudad. —
Sus ojos cayeron en mí y, en ellos, vi amor y dolor—. Nunca te vi venir, y me
enamoré de ti por completo —susurró.
—Fuiste quien recuperó la última pieza del símbolo —dijo Bain.
—Sí, es con un fantasma de su pasado y su futuro, los que nacieron a
partir de su deseo. —Sus ojos se volvieron hacia mí una vez más—. ¿Josiah?
—Había miedo en su voz. Eso hizo que me recuperara rápidamente. Atravesé
la habitación, jalándola cerca.
—No me importaría si fueras un maldito vampiro. Te amo. Yo también
me enamoré por completo.
Las lágrimas cayeron por sus mejillas y las limpié. Pensando en Aria,
eché un vistazo a la puerta.
Ivy sonrió de forma tranquilizadora.
—Está prácticamente a salvo. Tiene una manada de licántropos, un
aquelarre de vampiros, dos sabuesos del infierno y la magia de los Ancestros
cuidándola. Necesitamos hablar sobre la ceremonia.
—No podemos hacerlo. Estaríamos cayendo en la trampa —dije.
—Te quieren a ti; saben que estaremos allí. Vendrán por ti —dijo Ivy.
Bain lucía siniestro.
—Es posible que no esperen hasta la celebración. Yo no lo haría.
—De no ser así, estaremos preparados. —La confianza de Ivy me
sorprendió, pero sospechaba que ella recordaba más de lo que nos había
contado.
Mis pensamientos fueron a mi hija. Podían usarme a mí, no a ella.
—Aria no.
—No —acordó Ivy—. La despensa. Estará a salvo allí.
Eché un vistazo a la habitación.
—Entonces, el plan es que seremos la carnada. —Era un buen plan,
aunque eso significara que formara parte de la carnada—. Maldito infierno.

294
295

Nuestra casa. No tuvimos la oportunidad de repararla pero aún así era


hermosa. Esperaba que se mantuviera de pie cuando esto terminara. Tal vez
alguien la arreglaría o quizás se quedaría como está, un recordatorio de
cómo empezó todo. Mi tiempo estaba llegando a su fin. No me arrepentía.
Viví una vida extraordinaria, fui testigo de cómo el amor podía vencer a la
oscuridad. Siempre habría maldad, la una no podría existir sin la otra, pero
aquí no había espacio para la maldad. No estaba segura de cómo había
logrado quedarme en este mundo durante tanto tiempo. Pronto, sería
destruido y me iría con él. He aceptado mi destino. Al ver a Bain en los ojos
de Aria, la sonrisa de Josiah que también me hacía sonreír y la lealtad
infinita de Jareth... Me sentía honrada por ser parte de ellos, de tener ese
legado. Lo único que lamentaba era que para siempre no era suficiente
tiempo junto a Bain. Habíamos vivido tanto tiempo, y durante tanto tiempo
estuvimos separados, pero siempre tendríamos estos recuerdos de vida y la
magia que surgió de la misma.
—Sé lo que vas a hacer —sonaba dolido. Me volví hacia él, tenía las
manos en los bolsillos y tormento en los ojos.
—Es la única manera.
Una lágrima rodó por su mejilla.
—Lo sé. —Miró detrás de mí a nuestra casa—. Nuestro tiempo juntos
nunca es lo suficientemente largo.
El dolor me quemó, y tragué un sollozo.
—Siempre he sido compatible con este lugar. Hay otros mundos, pero
siempre fue éste el que me reclamó. Nuestro tiempo nunca es suficiente,
pero cada segundo contigo hace que todos los años valgan la pena.
—Tengo que creer que con un amor tan puro y fuerte como el que nos
mantiene unidos, un día nos volveremos a encontrar —susurró—. Tal vez te
vea en el cielo, entre las estrellas.
Nuestros cuerpos se fundieron y bajo esas estrellas, hicimos el amor...
un hermoso final para una hermosa historia.
—Estarás a salvo aquí. Nadie puede entrar. Está protegido por una
magia muy antigua.
Aria no estaba asustada, pero tenía el don también y probablemente
sabía lo que venía.
—Lo has sentido, ¿verdad?
296
Asintió.
—Toda mi vida.
—No tienes miedo.
—No. —Sacó algo de debajo de su camisa, sabía lo que era antes de
verlo—. Creo que fue por esto.
Tenía la última pieza del símbolo.
—Es del color de tus ojos.
Su pieza estaba hecha de amatista, otra piedra poderosa para la
protección.
—No te quites eso, Aria.
—No lo haré.
Me volví hacia Dahlia.
—Ellos vendrán por ti
—Será agradable ir a casa.
La abracé. Sabía que no la volvería a ver.
Tocó mi mejilla, con lágrimas en sus ojos.
—No lamento haber concedido tu deseo.
Apreté su mano, mis propios ojos ardiendo.
—Tampoco lo lamento.
Me volví hacia Aria, quitándole el cabello oscuro de los hombros.
—No estarás sola. Tienes a tu familia junto a ti.
—Lo sé. —Sus ojos se entristecieron—. No te volveremos a ver, ¿verdad?
Cuánto me gustaría estar aquí para verla crecer, para ver cómo
descubría la belleza del mundo. Pero como los que estuvieron antes que yo,
era hora de que cediera la antorcha.
—No.
—Voy a cuidar de ellos—susurró.
Sabía que lo haría. Me sorprendí cuando se arrojó a mis brazos. Su
cuerpo temblaba con sus lágrimas; él mío también lo hacía. Antes de que se
alejara, susurró en mi oído.
—El amor es su propia magia.
La luz ardía en sus ojos violetas. El mundo quedaría en buenas manos.

297

—Necesito que llames a tus hermanos —le pedí a Cinder.


—Claro. ¿Qué quieres que hagamos?
—Pecar, como dijiste, no es malo, pero es poderoso y distrae. Necesito
que tejas tu pecado a través de la ciudad, trata de preocupar a los humanos
mientras terminamos.
—¿Cómo vas a terminarlo?
—Con un nuevo comienzo
—¿Estás diciendo lo que creo?
—Sí.
—¿Y los humanos?
—Estarán a salvo. Por favor, ve por tus hermanos. Nos estamos
quedando sin tiempo. El solsticio de verano es en dos días.
—Nos pondremos a trabajar.
—Gracias, Cinder. —Me di vuelta para irme pero miré hacia atrás—.
Cuida de ellos. Cuando me haya ido. Cuida de ellos.
Sus ojos se iluminaron.
—Me sentiría honrada.
Salí al sol, levanté la cabeza cuando los rayos tocaron mi piel.
Extrañaría esto. Los sentí antes de verlos. Ellis y Aine aparecieron en medio
de la calle, pero fue quien estaba con ellos lo que me causo rabia y miedo.
Hope y Grace, la madre y la hija que habían sido mis primeras clientes en
Hunter's Moon. No me sorprendió que no esperaran a la fiesta. En su lugar,
tampoco lo haría.
—Nos encontramos de nuevo —se burló el doctor Ellis—. Debiste
haberme matado.
Fue ver a Aine lo que me dio tristeza; el demonio despreocupado que
conocí estaba vacío y frío. Lo que sea que Ellis le había hecho, la convirtió
en un ser completamente diferente. Tenía un punta fina y afilada presionada
en el cuello de Hope, con una gota de sangre acumulada. Unos ojos grandes
y aterrorizados miraron los míos. La mano con garras de Ellis se posó en el
cuello de Grace, su miedo por su hija cegado con intensidad.
—Tráenos Aria, o las mataremos.
La gente se dio cuenta, deteniéndose en la calle. Su confusión, miedo y
caos eran tan fuerte que se podía cortar con un cuchillo. El mal se fortaleció
mientras la gente de Nueva Orleans atestiguaba por primera vez lo que vivía
298 entre ellos. Aparecieron las criaturas de Ellis. Viniendo desde las calles y
callejones, rodeándonos en medio de la calle Bourbon.
Cinder salió volando de su tienda, su expresión horrorizada y enojada.
—Ahora sería un buen momento para comenzar a trabajar tu magia —
le dije.
—No puedes derrotarlos sola —gritó.
—En realidad... —Saliendo del suelo, un calor abrasador. Las criaturas
se escabulleron; Nubes aparecieron, bloqueando el sol. Los cielos
retumbaron. Estiré los brazos, cerré los ojos. Un rayo cayó del cielo,
quemando la tierra a mi alrededor. Vientos azotados y árboles doblados; se
formó un remolino, yo en el centro mientras absorbía la energía de lo que
protegía. Eché la cabeza hacia atrás, y abrí los ojos. El mundo se detuvo,
respirando colectivamente, antes de que el fuego se disparara desde el suelo
y me consumiera. Se levantó caliente y rápido, alcanzando los cielos. Sentí
el poder recorriéndome, llenando mis células, mi sangre, mis tejidos, hasta
los huesos. Salí del fuego y miré a través de mis pestañas.
—Las reglas acaban de cambiar.

Josiah
—Algo está pasando en la calle Bourbon —gritó un policía—. No sé qué
carajo... no puedo...
Salté de mi escritorio. Con esa clase de miedo y confusión, solo había
una cosa que lo causaría. Salí corriendo de la estación. Sentí el pánico y el
miedo, y cuando llegué a la escena, entendí por qué. Las criaturas estaban
en todas partes y en el centro estaban Ivy, el doctor Ellis y Aine y dos
humanos aterrorizados.
Cinder Gulliver gritó:
—No puedes derrotarlos sola.
—En realidad... —dijo Ivy.
El aire se quedó inmóvil. Zumbaba a nuestro alrededor, creciendo,
extendiéndose. Las nubes aparecieron y el trueno sacudió los cielos justo
antes de que el rayo cayera. Apareció un destello y fuego, como si subiera
del mismísimo infierno consumiendo a Ivy. Ella se apartó y sonrió.
—Las reglas acaban de cambiar —amenazó Ivy.
Un movimiento me llamó la atención. Bain y su tripulación llegaron, al
299 igual que Jareth y su aquelarre. Sucedió a la vez. El lycan cambió; Los
vampiros también. En el medio de la calle Bourbon, una lucha sobrenatural
se llevaba a cabo.
—Nos están ayudando —gritó alguien, con miedo en su voz y sin
embargo un poco de asombro. Miré alrededor. Los humanos estaban
aterrorizados, pero vieron quiénes los estaba protegiendo, luchando por
ellos. No era como lo habíamos planeado, pero a la mierda si no funcionaba.
Apareció Nick quien tenía sangre encima.
—¿Estás bien? —pregunté.
—Sí.
—Necesitamos sacar a esta gente de aquí.
—Estamos en eso. Algunos de los bares locales son propiedad de lo
sobrenatural, sus hechizos no se han roto.
¿Cómo diablos sabía de lo sobrenatural?
—Me lo ocultaste
Miró a su alrededor.
—Podría decirte lo mismo.
—Buen punto.
En ese momento, varias criaturas vinieron directamente hacia
nosotros. Nick no sacó su arma; se movió justo ante mis ojos convirtiéndose
en un zorro. Se lanzó y los cuatro lo atacaron a la vez.
Oí el silbato y miré a Ivy; su atención estaba en el cielo. Seguí la
dirección de su mirada para ver a sus cuervos volando en el cielo. Antes de
que nos alcanzaran, se convirtieron en los perros más grandes y feos que
jamás había visto. Rasgaron en tiras a las criaturas. Nick llegó cojeando.
Estaba sangrando por una herida en su cuello.
Otra ola de criaturas vino hacia nosotros. El fuego se disparó en el aire,
incinerándolos, y tras el humo se encontraba Ivy. Bajó al suelo y lo miró a
los ojos.
—Debiste haberme dicho. —Puso su mano sobre su cuello y comenzó
a cantar en un lenguaje que nunca había escuchado antes. Ante nuestros
ojos, su herida sanó.
Ivy se puso de pie. La mujer que había sido retenida tenía a su hija, y
ambas temblaban visiblemente.
—¿Qué está pasando? ¿Qué son esas cosas?
Ivy se inclinó hacia la niña.
—Ponte esto, te protegerá. —Se volvió hacia la madre—. Quédate con
ellos. —Miró a las bestias que estaban a su lado—. No los dejes.
300
—¿Quién eres? —preguntó la niña—. ¿Eres la mujer maravilla?
A pesar de la locura que nos rodeaba, era una pregunta tan inocente.
No pude evitar sonreír. Ivy tenía razón; Los niños estaban más dispuestos a
creer.
—No, pero estoy aquí para ayudarte. —Miró a los demás—.Todos lo
estamos.
Sus bestias se movieron al lado de la niña y su mamá.
—Gracias. —Las palabras de la joven fueron dichas suavemente, pero
la facilidad con que se dijeron y el significado detrás de ellas era
ensordecedor. Ivy tenía razón en eso. Los humanos necesitaban saber.
Ivy tocó a la niña en el hombro, en un momento conmovedor, antes de
que se volviera hacia mí.
—Tenemos que cerrar la ciudad. Están contenidos, pero no por mucho
tiempo.
—¿Cómo lo haremos?
—Los símbolos. —Hizo un gesto hacia mi brazo—. Hice un hechizo una
vez.
—¿Tú colocaste los símbolos?
—Sí. Haciendo el hechizo, se formará un campo mágico que nadie
podrá atravesar, ni humanos ni místicos.
Miré el caos a mi alrededor.
—Se correrá la voz, incluso con la barrera, las personas que se
encuentran fuera de Nueva Orleans verán esto.
—Es lo que queríamos. —Ivy siguió mi mirada—. Y si no tenemos éxito,
al menos sabrán lo que se avecina.
No era lo ideal, pero ella tenía razón.
—Está bien, ciérrala.
Un extraño retumbar sacudió el suelo, lo suficientemente fuerte como
para activar las alarmas de los autos. A eso le siguió lo que sonaba como un
centenar de cañones disparándose. Alas de fuego se alzaron en la espalda
de Ivy, su cabello negro ondeando detrás de ella. Sus ojos se volvieron
negros, reflejando las llamas danzantes. Movió los labios justo antes de que
destellos de luz cayeran de los cielos, golpeando en diferentes lugares, un
silbido ensordecedor y una extraña agitación en el aire justo antes del auge
sónico.
Santa mierda. Incluso sentí el poder de la magia.
—¿Cerraste la ciudad?
—Sí. Sácalos de aquí. —Se dio la vuelta y se fue de nuevo a luchar.
301

Bain
Nos detuvimos en lo que quedaba de la calle Bourbon. Ivy estaba
tratando de salvar a los que estábamos perdiendo. Sus poderes habían
regresado, poderes que nunca había visto en todos mis años. Logró salvar a
algunos, y con cada ser que perdía, sentí crecer la ira.
—Quieren a Aria —dijo.
—No pueden tenerla —siseó Josiah.
—No, y saben que no pueden tocarla. ¿Qué pasó con Ellis y Aine?
—Huyeron. —Brock se encontraba conmocionado, molesto pero
inquieto al ver a Aine luchando en el bando equivocado.
—La recuperaremos —dijo Ivy—. Encontraremos la manera de
recuperarla.
—¿Se acabó? —preguntó Josiah.
—No, solo estaban probando las aguas —dije y luego agregué—:
Cuando nos ataquen de verdad, serán más que las criaturas de Ellis.
Él palideció, y lo entendí porque lo que se avecinaba serían legiones de
criaturas oscuras. No teníamos suficiente, incluso con Ivy recuperando sus
poderes. Necesitábamos ayuda.
—Tengo que ir por el alcalde. Necesita ponerse frente a esto, necesita
calmar a la gente. —Josiah miró a su alrededor y su expresión cambió
ligeramente—. Teniendo en cuenta lo que acaba de suceder, creo que habrá
más caos.
—Cinder se está ocupando de eso —El comentario de Ivy nos
sorprendió. Sonrió—. Ella es la gula. Ella y sus hermanos están tejiendo su
pecado a través de la ciudad, distrayendo a los humanos de lo malo. Es lo
mejor para ellos y debilita lo que viene.
—Espera, ¿Cinder es la gula? —Brock pareció traicionado por un
segundo y luego se encogió de hombros—. No importa. Sus pastelitos son
como el pecado.
—¿Aria se encuentra bien? —preguntó Josiah.
—Ella y Dahlia están en la bodega de la raíz. Se encuentran bien.
Exhaló aliviado y luego dijo:
302
—Voy a ver al alcalde. Nos reagruparemos en la casa.

Josiah
El alcalde iba por su tercer escocés. El hombre no tenía calma,
caminando alrededor de su oficina, desvariaba.
—Esto no se suponía que sucediera. No se suponía que fuera así.
Nunca había estado en su casa. Me sorprendió su riqueza. ¿Cómo se lo
permitía? Pasó de una campaña muy pobre a ser muy rico. Simplemente no
me di cuenta de que tan rico era.
—Necesitamos calmar a la ciudad, señor. Tiene que hacer una rueda
de prensa. Esta es su gente. En este momento lo necesita.
—No lo podrán detener. Él mintió. Me prometió riquezas, pero quiere
destruirlo todo. ¡Mira mi ciudad!
—¿Qué es lo que no se puede detener?
—Él está viniendo.
Saqué mi arma. Mierda. Entré directamente al foso de los leones.
—¿Quién está viniendo?
Había terror en sus ojos.
—Lo quiere todo. No se detendrá. No podrán detenerlo. —Palideció,
centrando su atención en las ventanas. Incluso lo sentí; algo se acercaba,
algo jodidamente oscuro—. Es demasiado tarde.
Escuché las garras sobre el concreto.
—Responden a un nuevo maestro. Vendrán por ti —advirtió.
Exploté de ira. Giré la cabeza hacia el alcalde.
—¿Eras tú quién estaba detrás de las muertes? ¡Esta es tu gente!
—Ya no. —No vi el arma. No me apuntó a mí. Se la puso en la boca y
apretó el gatillo. Las criaturas salieron de la casa, corriendo hacia el bosque,
pero oí un rumbo en mi dirección. Eran mis últimos momentos, mis
pensamientos se dirigieron a Aria. Se encontraba a salvo; saldría de esto y
no estaría sola. Pensé en Dahlia, con el corazón dolido ya que nunca la
volvería a ver. Las criaturas se estaban acercando. Me preparé. No saldría
de esto con vida, pero me llevaría tantos de esos malditos como pudiera.
La puerta se abrió, apunté.
303 —No dispares.
—¡Nick! ¿Qué demonios?
Cerró de golpe la puerta y la trabó con una silla.
—Eso no los detendrá.
—No necesitamos retenerlos por mucho tiempo.
—¿Cómo lo sabes?
—Intuición de policía.
Golpearon la puerta, se amontonaron. El sonido de sus garras contra
la madera me dio escalofríos.
—Iré por arriba —dije.
—Y yo por abajo —Echó un vistazo—. Lo hemos hecho antes.
—Nuestra mejor oportunidad es atraparlos cuando entren. ¿Qué tal
disparas? —pregunté.
—Fui el mejor en mi clase
—Engreído, sí, podemos aprovechar eso ahora. ¿Nick?
—¿Sí?
—No sé qué tipo de ser sobrenatural eres, pero eres un muy buen
policía.
Me miró.
—Saldrás de esto.
—Si no lo hago, la ciudad tendrá que reconstruirse de nuevo. Serías un
excelente sheriff.
Agarró su arma, sus ojos brillantes giraron hacia la puerta.
—Solo hay un sheriff para esta ciudad.
La puerta cedió, partiéndose en pedazos. Había tantos. A medida que
matábamos aparecían más. El cristal se rompió detrás de nosotros. Nos
habían distraído y vinieron por detrás para atraparnos. Giré, aunque sabía
que era inútil.
No disparé porque no eran las criaturas. Eran Bain y su equipo en su
verdadera forma.
—Los chicos buenos están aquí —gritó Nick sobre los sonidos de la
muerte.
La manada de Bain acabó con las criaturas en minutos. El más grande
del grupo se volvió hacia mí. Bain. Medía al menos 3 metros de altura. Se
movió mientras cruzaba la habitación.
—Ya viene. —Su atención estaba afuera. Parecía preocupado o enojado.
304 No pude diferenciarlo—. Tenemos que volver a la casa.
305

Lancé el hechizo sobre la casa en el pantano. Aunque ya no era


necesario, porque, o luchábamos o la vida que conocíamos terminaría. Miré
a los que estaban reunidos, mi familia. Era hora.
—Necesito desatarlo para matarlo.
Josiah giró la cabeza hacia mí.
—Pero lo dejarías libre, estamos tratando de detenerlo.
—Solo lo estamos retrasando. No puedo lastimarlo en su reino; necesita
entrar en el nuestro. Será más débil y eso me permitirá hacer lo que se debe
hacer.
—¿Y qué es? —preguntó Jareth.
Él sabía; lo vi en la tensión de su expresión.
—Uno no puede vivir sin el otro.
—¿Por qué tú? —preguntó.
—La tierra es mía y solo a través de mí será vencido.
—¿Lo sabías? —le preguntó Jareth a Bain.
Se quedó tan quieto, pero el dolor se apreció en cada parte de su
cuerpo.
—Sí.
—Tiene que haber otra forma. —Josiah comenzó a pasearse—. Tiene
que haber.
—No la hay. Nos acercamos una vez, pero no fuimos lo suficientemente
fuertes.
—¿Durante el tiempo de Tristán? —preguntó Josiah.
—Sí. El que viene ha querido este mundo durante mucho tiempo. Casi
tuvo éxito, pero parte de renunciar a mi inmortalidad fue atarlo a Nueva
Orleans. Incluso si se libera, él y sus secuaces no pueden irse a menos que
los libere.
—¿Cómo sabemos si ahora somos lo suficientemente fuertes?
Josiah pronunció esas palabras en el momento en que aparecieron los
humanos, inundando el pantano. No necesitabas ser sobrenatural para
sentir sus emociones; miedo, ira, rabia y devastación, pero debajo todo eso,
había determinación y fuerza. Algunos nos miraron con incredulidad, y
otros estaban aterrorizados, pero se encontraban aquí. Independientemente
de sus creencias, estaban aquí porque todos teníamos un objetivo en
común... la supervivencia. Uno de ellos dio un paso adelante. Era Grace.
306 Estaba petrificada, su cuerpo temblaba por el miedo, pero también había
resistencia.
—Hemos venido a pelear. No sabemos qué eres; no entendemos lo que
está sucediendo, pero sabemos que compartimos una amenaza. Esta es
nuestra ciudad y queremos ayudar a protegerla.
Mis ojos encontraron los de Josiah.
—Porque la última vez no tuvimos a los humanos.

Nos enfrentamos a ellos, de pie en las afueras del lugar más embrujado
de Nueva Orleans. Si ganábamos, este lugar ya no llevaría esa marca. Miré
a los diferentes seres reunidos para luchar contra el mal. Humano y místico,
trabajando juntos de nuevo. Estaba bien; así era como debería ser.
Vinieron de todas partes y no solo eran las criaturas de Ellis. Criaturas
malvadas de todo tipo descendieron. Había tantos. Sentí la oleada de miedo
que se instaló entre los reunidos. Estábamos seriamente superados en
número.
Me paré con Bain a un lado y Jareth al otro. Cyril también se
encontraba, junto a su aquelarre. Portaba ira, algo que tendría que resolver,
pero primero, necesitaba acabar con esto. Josiah estaba guiando a los
humanos. Se encontraban en la ciudad, lejos de lo peor de la lucha, pero
seguramente habría batallas y muerte. Duele saber que pagarían el precio
por algo que ni siquiera sabían que existía, pero hicieron esa elección. La
cual no estaba hecha para ellos. Miré a Jareth, preparado y listo para la
pelea, pero debajo del guerrero, había dolor. Mis ojos encontraron los de
Bain. La devastación se apoderó de mí ante lo que esto significaba para
nosotros, pero no me debilitó. Me hizo más fuerte porque, como había dicho
una vez… lucharía por él.
—Te buscaré en las estrellas.
Apretó sus puños.
—Te volveré a ver.
El amor era su propia magia... eso esperaba.
Mirando a las legiones que habían respondido al llamado del mal, era
hora de equilibrar la balanza.
—Podría usar su ayuda ahora.
Las luces se dispararon desde los cielos y el fuego subió del
inframundo. Mi madre apareció, sus guerreros detrás de ella. Sus hermanas
y hermanos aparecieron, dioses respondiendo al llamado de la humanidad.
307 Mi padre salió de una columna de fuego y con él se encontraba Darius, el
demonio... mi hermano, con sus legiones de demonios a su espalda.
—Feliz cumpleaños, hija —susurró mi madre.
Era mi cumpleaños. Treinta y tres era un número importante. El doctor
Nelson tenía razón. Compartimos ese momento porque ambos sabíamos que
sería mi último cumpleaños.
Las cuatro piezas del símbolo, no eran mis recuerdos los que volverían
cuando se juntaran. Representaba amor y vida, y juntos, éramos poderosos,
lo suficiente como para ser la respuesta contra la oscuridad. El hechizo era
simple, el equilibrio de la vida actuaba como catalizador.
—Te libero.
La tierra retumbó, las temperaturas cayeron, y de la oscuridad salió un
ser.

Bain
—Te buscaré en las estrellas.
Cada parte de mí sintió esas palabras. Todo lo que había pasado, y este
era su fin. Daría mi vida por la de ella en un instante, pero tenía razón. La
tierra era suya, el vínculo era con ella y solo a través de ella podría romperse.
Verla ofrecer el máximo sacrificio Iba en contra de todas mis creencias.
Presioné mis puños.
—Te volveré a ver. —De alguna manera, desafiaría a la muerte. Ella y
yo no habíamos terminado. Recién estábamos empezando.
—Podría usar su ayuda ahora —susurró.
Llegaron los dioses y con ellos el número para darnos una oportunidad
de luchar. Había más en el plan de Ivy. No lo había compartido con nosotros,
pero sabía que esto era solo una distracción hasta que terminara lo que
comenzó. Una ola recorrió las masas antes de que el que perseguía a este
mundo saliera de la oscuridad, y con él, la parte de mi pasado que no podía
recordar.
Hades apareció a mi lado.
—Tu pieza. Es un talismán, forjado en los fuegos de los templos
sumerios.
Ivy volvió la cabeza hacia mí cuando Hades agregó:
—No naciste de un dios sumerio. Tú eres uno.

308
Mirando esos ojos morados. Me habían reclamado desde la primera
mirada.
—Lo sé.
—¿Bain? —susurró ella.
El amor me miró. Ella había dicho que se sentía atraída por este
mundo. Eso era porque incluso en ese entonces era mía. Una voz que
recorrió el campo, una voz que ahora recordaba.
—Bueno, acaso este no es mi hermano. —Caos se movió a través de su
legión—. He esperado este día durante mucho, mucho tiempo. Puedes
imaginar mi sorpresa cuando supe que aquel que me había atrapado, el que
había tomado lo que quería, había renunciado a todo... —Miró a Ivy—, por
un ser inferior. —Se burló de Ivy ante su mirada de confusión—. ¿No lo
sabías? Mi hermano, el dios de la creación, renunció a su inmoralidad, su
divinidad para convertirse en un humano débil, todo por el amor de una
mujer.
Ella no veía a mi hermano; su mirada solo estaba en mí.
—No entiendo.
—Nuestro tiempo estaba llegando a su fin. Mi hermano, el dios del caos,
no podía aceptar eso. Quería este mundo. No era suyo. Entonces te vi, la
joven diosa encargada de proteger el mundo después de que renunciamos.
Si él gobernaba, te habrías visto obligada a vivir en la oscuridad. Lo
sacrifiqué todo para que pudieras caminar en la luz. Te sentías atraída aquí
porque te amaba incluso antes de conocerte.
Siempre recordaría cómo me miró en ese momento porque ese era el
tipo de amor por el que valía la pena romper las reglas, por el que valía la
pena sacrificarse, por el que valía la pena morir.
—Y ahora ambos morirán —se burló Caos.
—No, tú lo harás. —La voz de Ivy recorrió el campo de batalla—. Este
lugar ya no es como el que trataste de reclamar. Puede que seas poderoso,
pero hay demasiado bien y amor en este mundo. No tienes ninguna
posibilidad.
Ella tenía razón, y era hora de convocar a los demás. Me moví, mi grito
estremeció la tierra, y mi manada cayó de rodillas. Su alfa había llamado,
vendrían.
La voz de Ivy era solo un susurro en el viento.
—Fantasmas de Nueva Orleans, los libero.
Giré la cabeza hacia ella, llevaba el poder como una segunda piel al
tiempo que desarrollaba su plan. Los fantasmas estaban atados a este
mundo porque una parte de ellos aún permanecía en las criaturas de Ellis.
Los fantasmas eran lo suficientemente poderosos por sí mismos, al ser
309 obligados a quedarse serían imparables. Rodando como niebla a través del
paisaje, las sombras blancas fueron absorbidas por todos nosotros. El poder
de su colectividad era increíble. Caos también lo sintió. Parte de su
arrogancia se desvaneció.
Ellis apareció, con Aine a su lado, arrogante incluso ahora.
Otros llegaron con viento, a través de los campos, a través de los anillos
de las hadas. No solo los cambia formas, sino otras criaturas mitológicas y
tradicionales, que habían permanecido escondidas de los ojos humanos,
todos reunidos para proteger su mundo. Los sabuesos de Ivy volaron desde
los cielos y se movieron a su lado. La sonrisa de Ellis murió en su rostro.
Fue mi turno de burlarme.
—Por lo que le hiciste a ella, serás el primero en morir.
El mundo dio un suspiro, el aire se detuvo, el zumbido de la oscuridad
y la luz se detuvieron en la batalla y luego se desató el infierno.
Ellis se encontraba rodeado de criaturas que lo protegían. Caminé
atravesándolos, mis ojos fijos en él. Corrió, el miedo lo hizo huir. No llegó
lejos. Cerré mi mano en su cuello.
—Escogiste el lado equivocado —Apreté hasta que su cuello se rompió.
Dejando caer su cuerpo, busqué a Caos. Necesitaba arrancar la cabeza de
la serpiente. Nos acercamos.
—Voy a disfrutar matándote —siseó.
Nos atacamos. Arrastró sus garras por mi pecho. Rugí y hundí mis
dientes en su cuello, desgarrando la carne. Aulló de dolor y rabia antes de
empujarme lejos de él. Incluso estando fuera de su reino, era fuerte. Era un
dios. Atacó, pero yo hundí mis garras en su pecho y lo levanté. Lanzándose
hacia atrás, unió sus piernas alrededor de mi cabeza y nos dio la vuelta. El
aire salió de mis pulmones cuando caí al suelo. Se abalanzó, apuñalándome
por la espalda, rasgando mi carne con sus garras.
—No eres lo suficientemente fuerte como para derrotarme —siseó—. Y
he tenido un milenio para reflexionar sobre este momento, mi venganza y tu
muerte.
Tenía razón. No era lo suficientemente fuerte, pero moriría en el intento.
Me volteé y le di un puñetazo sólido a un lado de la cabeza y luego ataqué.
310
Josiah
Las calles de Nueva Orleans se habían convertido en un campo de
batalla, en cada calle y en cada callejón, se libraban luchas entre el bien y
el mal. Los que no podíamos luchar nos agrupamos, detrás de autos
volcados y edificios ardientes, buscando en vano un medio para escapar,
para encontrar seguridad en una ciudad que ya no era segura.
Vi cómo la muerte invadió nuestra ciudad, fui testigo de demasiadas
caídas, pero ellos se quedaron y pelearon. Ivy había tenido razón; los
humanos merecían saber qué más vivía en el mundo con ellos. Los hacía
más fuertes; los conectaba.
Logramos luchar contra la primera ola, pero en la cúspide de esa
lucha, otra descendió. No ganaríamos, no éramos lo suficientemente fuertes,
pero todos estábamos preparados para morir. Pero luego aparecieron,
brillando en la existencia. Una legión de seres, llevando sacos toscamente
tallados llenos de flechas y arcos de madera sobre sus hombros. Rodearon
a los humanos, levantaron sus armas como si se les ordenara, y un mar de
flechas atravesó a las criaturas que nos rodeaban.
—¿Qué son? —preguntó Doris, sosteniendo un arma en su mano
temblorosa, sus ojos temerosos pero con un toque de esperanza que no
había estado ahí solo unos momentos antes.
Respondió Nick, su voz casi reverente.
—Nunca se involucran, escaparon a otro reino hace años.
—Sí, pero ¿quiénes son? —presionó Jasmine.
Él la miró; una sonrisa curvó sus labios.
—Los elfos.

Ivy
Luché para llegar a Aine. Nos había traicionado, pero no era
responsable. No se convertiría en otra víctima de Ellis. Habló, pero fue a
Ellis a quien escuché en sus palabras.
—Pronto los demonios podrán entrar y salir libremente; ya no
estaremos confinados en el infierno. Nuestro maestro nos liberará.
—Sé que estás ahí, Aine. No estás perdida.
—Ella se ha ido —respondió lo que quedaba de Aine.
—No, no se ha ido. No puedes tenerla también a ella.

311
—Pronto estarás muerta, y mi maestro gobernará sobre esta tierra.
—No, no lo hará porque ya ha perdido —Le sostuve la mirada vacía—.
Evoco mi rito.
—¿Qué estás haciendo? —Aine sacó su arma. Escuchó el estallido
sónico—. Has abierto las fronteras. —Sonrió—. Podemos salir.
—Y pueden entrar.
—¿Quiénes?
Apareció el hombre de negro que llevaba un paraguas.
—¿Estás lista?
—Sí.
—¿Quién demonios es este? —chilló Aine.
Él le sonrió.
—Soy el ángel de la muerte, y he venido a llevarte a casa.
—¡No! No iré —gritó Aine.
—Hades ha preparado el Tártaro —dijo Grim.
—Solo es temporal. —Me rompió el corazón, pero no podía confiar en
ella.
—¡No! —gritó Aine.
—Viene la Valquiria —agregó.
—Bien. La vamos a necesitar.
—Volveré por ti.
—Estaré lista.
Escuché los gritos de Aine mientras desaparecía. Mi corazón se
retorció, pero estaría viva. Encontraríamos una manera de traerla de vuelta.
Sentí unos ojos sobre mí y recorrí el campo con la mirada hasta que choqué
con la de Brock. Una mezcla de furia y esperanza porque había visto cómo
se llevaban a Aine y sabía que estaba a salvo por ahora. Asintió en
agradecimiento y luego se metió de nuevo a la batalla.
—Lilith...
Vino, una aparición en blanco.
—Eres la mujer de blanco, la que vieron los McKinnons.
—No pude ayudarlos.
Me había equivocado mucho sobre Lilith.
—Lo intentaste.
Asintió, aunque el dolor la agobiaba. Lo entendí porque para
restablecer las cosas, teníamos que terminarlas. Con el corazón pesado hice
312
mi pedido.
—Convoca a los jinetes.
—¿Estás segura? Una vez que estén aquí, no se detendrán hasta que
lo hayan terminado.
—Cuando lleguen, volveré a sellar las fronteras. No podrán esparcir su
trabajo por toda la tierra, pero son libres de hacer lo que sea aquí.
—¿Y los humanos?
—Pasarán algún tiempo en otro reino. Un favor de un amigo.
—¿Y tú?
Inhalé y miré a mi alrededor, al mal que Caos había traído a nuestro
mundo. Su clase de maldad era una enfermedad. Quizás mi tipo de bondad
también lo era, pero este mundo era para los humanos y lo sobrenatural,
no para los dioses. Necesitábamos dejarlos. Miré hacia el cielo, me dolía el
corazón, pero estaba lista.
—Creo que pasaré un tiempo con las estrellas.
—Como quieras.
Volví a mirar la batalla y mis ojos encontraron a mi madre y a mi padre,
Jareth y Brock, antes de ir hacia Bain, un dios que renunció a todo por mí.
Realmente estábamos destinados, dos almas unidas a través de los siglos.
Toqué mi anillo y cerré los ojos. Un amor como el nuestro no moriría. Miré
a mi alrededor por última vez, a los frutos de ese amor. El nuestro seguiría
vivo. Sentí su mirada; nuestras miradas se encontraron, tanto se dijo con
ella. Me llevé los dedos a los labios, extendiendo mi amor hacia él y luego
me giré hacia la casa en la plantación. Era hora de ir a casa.

Bain
Probé su miedo. Era más débil en este reino, pero era arrogante y aun
así, fuerte. Sus garras se clavaron en mi pecho mientras me acercaba.
—Te mueres, hermano.
Antes del golpe fatal, los jinetes pálidos llegaron con el viento; La lucha
se detuvo cuando aparecieron los jinetes y detrás de ellos la Valquiria. Caos
me liberó. Me tropecé hacia atrás.
—¿Qué está haciendo? —preguntó—. Los está matando.
Las hadas aparecieron. Con el solsticio de verano, los seres podían
pasar por el velo. El orgullo y el amor por ella crecieron. Era magnífica.
313 Estaba protegiendo lo que era suyo a través del último sacrificio. La
encontraría; de alguna manera, la encontraría de nuevo, incluso si fuera
solo el brillo de una estrella en el cielo, un recordatorio de cómo por un
momento me había atrevido a caminar donde se hicieron los sueños.
—No, te está matando a ti.

Ivy
Sentí cómo se iban, llevados a salvo a un reino que no se encontraba
afectado por Caos. No estaban muertos, sino esperando en un lugar a salvo
de la maldad que había tocado su mundo. Los jinetes terminaron con las
criaturas que quedaban, la Valquiria recolectó las almas de los humanos
que habían caído. Solo quedaba una cosa por hacer.
El hombre de negro apareció.
—¿Estás lista?
—Sí.
Había pasado mucho tiempo, pero recordé las palabras del hechizo que
terminaría con todo esto, matando a Caos y dando a los humanos el poder
de la visión.
—¿Estás segura del modo? —preguntó.
—Mi firma mística era el fuego. Parece apropiado que así sea como
muera.
—Dolerá.
—El nacimiento también duele.
—Estaré justo aquí.
Estaba asustada; me temblaron las manos cuando las junté. Había
querido conocer este mundo, pero había ayudado a crearlo. Era mi legado,
y estaba lista para hacer lo que debía hacerse para mantener vivo ese legado.
Entré en el lugar más embrujado de Nueva Orleans. El calor subió por los
pisos, pero sin mis poderes, lo sentí, el ardor y la quemazón de mi piel.
Quería gritar, pero no lo hice. Escuché a Caos llorar, sentí remordimiento
por terminar con su vida, pero era una maldición que este mundo no
necesitaba.
El fuego atravesó la ciudad, cada calle y callejón. No se diezmó, se
limpió. En la colina, donde una vez hubo un árbol majestuoso, el viejo tocón
comenzó a crecer. El solsticio de verano era un momento de renacimiento.
Nueva Orleans se convertiría en un nuevo epicentro, pero no solo por lo
místico y lo sobrenatural, sino por la tolerancia, la diversidad y la
314
comprensión; un nuevo mundo donde el mal no causara malentendidos, y
el miedo y el odio no fueran fomentados por la ignorancia. Todavía habría
maldad, lo bueno y lo malo, el bien y el mal, pero los seres del mundo, todos
ellos, mantendrían ese equilibrio juntos. Era un muy buen legado.
Me paré al lado del hombre de negro, mirando cómo ardía la plantación.
Extendió su mano. Puse la mía en la suya. Abrió su paraguas y juntos
caminamos hacia el atardecer.
315

Dos años después


Me paré en su colina. Su árbol llegaba hasta el cielo, con sus ramas
largas y gruesas. Hojas del color verde del verano cubrían el majestuoso
roble. Una simple roca descansaba junto a la vieja piedra envejecida. Lo
visité todos los días. Apenas habíamos sido arrastrados al reino de las hadas
antes de regresar, pero volvimos a un lugar diferente, uno mejor. Tuvimos
que reconstruir la ciudad, pero con la ayuda de la magia.
Un día, los dientes de león llegaron a la ciudad. Era Ivy; su deseo se
estaba extendiendo por todo el mundo. El deseo de ver a todos los seres
juntos fue llevado por la brisa del verano.
Los primeros informes de lo sobrenatural aparecieron en las noticias
ese mismo día. Había miedo, pero había más temor y curiosidad. Habían
pasado dos años. Los escolares de todas las especies eran educados juntos.
Las tiendas que atendían a todos los sectores de la vida, incluyendo a los
sobrenaturales, estaban apareciendo en todo el mundo. A veces hubo
disturbios y ajustes en los que estábamos trabajando, pero ella había dejado
un mundo mejor que aquel en que había nacido.
—Hola, papá —dijo Aria mientras se unía a mí. Era talentosa, tenía la
misma cualidad atemporal que Ivy. Le habían pasado la antorcha. A
diferencia de Ivy, Aria tenía una gran familia en la que apoyarse—. ¿Crees
que los volveremos a ver?
Bain se fue después de la batalla. A veces se oía un aullido de luto a
altas horas de la noche, la angustia y el dolor continuando en el viento. No
podía imaginarme lo que estaba sintiendo. La suya no era solo una historia
de amor; era atemporal, eterna... era de lo que estaban hechos los cuentos
de hadas.
—Me gustaría pensar que sí, pero están aquí. —Toqué su mejilla—. ¿No
lo están? Puedes sentirlos.
Se llenó de tristeza.
—Se merecían un final mejor para su historia. —Miraba sus tumbas.
Sentí su emoción antes de que su expresivo rostro lo reflejara—. Nuestro
apellido, Abiviny... es un anagrama de Ivy y Bain.
Desvié la mirada hacia sus piedras, una pequeña sonrisa tocando mis
labios ante el espíritu perdurable de una mujer extraordinaria que había
cambiado mi vida para siempre, un hombre que nunca creyó en lo
sobrenatural y sin embargo mi vida estaba tan profundamente entrelazada
en ello. Pasé mi mano por el cabello de Aria.
—¿Ves? Siempre estarán con nosotros.
316 —Algunos dirían que su historia no ha llegado a su fin.
Nos volvimos para ver a Hecate. Se convirtió en una habitual. Sabía
que lo hacía porque no solo era una forma de honrar a su hija; era su
manera de estar más cerca de ella.
—Lo sé. Están por todas partes —susurró Aria mientras se acercaba a
la hierba.
—No.
Mi hija levantó la cabeza, la esperanza ardiendo en sus ojos que se
parecían tanto a los de Ivy.
—Entregarse a sí mismo por los demás es una magia muy poderosa, y
la vida es un equilibrio. —Hecate bajó la mirada a la casa que estaba siendo
reconstruida en honor a dos seres extraordinarios—. Y el amor lo trasciende
todo, incluso la muerte. No, creo que el final de su historia aún no ha sido
escrito.
317

La calle era de piedra; coincidía con los edificios. La tonalidad amarilla


era interrumpida por las macetas de flores rojas brillantes. Subí por la suave
elevación; se veían sombrillas azul zafiro sobre mesas blancas. Venía todos
los días, me sentaba en la misma mesa todos los días. El viejo dueño del
café no aceptaba mi dinero; a veces, esperaba conmigo.
Mis pasos eran más rápidos por la mañana. La ciudad recién
despertada, el sol saliendo; mis ojos atraídos por el fuego que bañaba los
cielos. Me sentía un poco como un adolescente, ansioso y esperanzado. Y
cada día veía como el sol se movía por el cielo, las sombras se desplazaban,
la gente iba y venía, pero ninguna era la que buscaba. Mi paso era más lento
por la noche; mi dolor y decepción eran una carga extra mientras regresaba
a la casucha que había alquilado.
Habían pasado dos años, y durante dos años esperé, levantando la
mirada a las estrellas deseando que una me guiñara el ojo porque entonces
sabría que había llegado a su hogar, fuera de mi alcance, pero en su lugar
eterno en los cielos velando por lo que era suyo incluso en la muerte. Las
estrellas nunca parpadeaban.
Los niños pasaban corriendo; la fuerza de la magia de algunos me
dibujaba una sonrisa. Su deseo se había hecho realidad. Los humanos, una
vez más, tenían la visión y, como ella esperaba, volvió al mundo más unido.
Lo había dejado todo por ese sueño, y nunca llegó a verlo.
Un festival en la calle me llamó la atención, la hoguera que ardía, las
llamas que danzaban en el aire. Atraído hacia ella, me acerqué lo suficiente
para sentir el calor, para escuchar el crujido de la madera. La echaba de
menos todos los malditos días. La vida sin ella no era una gran cosa, y
merecía ver su legado. Si alguna vez me encontrara en una encrucijada,
debería buscar al perro. Apareció, una figura oscura que salió de entre las
sombras. Caminando alrededor del fuego, me uní a ella. Metida en la
oscuridad, se movió. Hecate.
—Mi vida por la de ella.
La compasión se apoderó de su expresión.
—¿Por qué tomarías su lugar?
—El nuestro fue solo un breve momento en el tiempo. Se acabó tan
rápidamente, en un parpadeo, pero lo que teníamos, lo que creamos, todavía
perdura, perdura y prospera. Mi vida desde entonces ha sido como esperar
en fila, deseando verla de nuevo. Las oportunidades eran muy pocas, pero
valía la pena esperarlas. Tiene familia, verdadera familia. Merece pasar su
vida con ellos; merece envejecer, ver su legado.
—¿Y qué hay de ti?
318
—He vivido tantas vidas. Todos los de mi clase han seguido adelante;
ahora somos solo una página de la historia. Me quedé atrás por ella, pero
este ya no es mi momento. Merece experimentar al menos una vida sin la
carga que ha llevado durante tanto tiempo.
Miró hacia otro lado, limpiándose la mejilla.
—Nos dijo que podíamos aprender algo de los humanos. Nos dijo que
eran hermosos porque amaban con todo su corazón, incluso en una vida
tan corta. Vio lo que nosotros nunca porque miraba con más atención que
sus ojos. Miraba con amor, y te amó.
El pecho se me encogió, el dolor en mi corazón me sofocaba. No quería
morir, quería estar con ella para siempre, pero más quería que ella viviera.
—La vida es un ciclo. Tal vez algún día nos volvamos a ver.
—¿Te ofreces libremente?
—Sí.
—¿Sin reservas?
—Sí.
La ternura me miró fijamente.
—Ojalá pudiera darte el deseo que me pides, pero eso está más allá de
mis poderes. Lo siento.
Se giró para irse, pero se detuvo.
—Dio su vida libre y egoístamente. Hay una magia muy antigua que
precede a la de muchos de nosotros que cree que, cuando uno se sacrifica
sin pensar en sí mismo, lo que se quitó puede ser recuperado.
—¿Qué estás diciendo?
—Digo que es muy posible que la vuelvas a ver. —Miró a su alrededor,
una lágrima se le escapó de un ojo—. Pero se encuentra aquí, a tu alrededor,
si tan solo pudiéramos aprender a liderar con nuestros corazones un poco
más, qué mundo sería este. —Luego se inclinó ante mí. Su muestra de
respeto me golpeó justo en el pecho. Y luego se fue.
Llegó una tormenta, del tipo que purificaba, del tipo durante la cual el
aire estaba un poco más limpio; todo parecía un poco más fresco, el cielo un
poco más brillante. Las mesas y las sombrillas del café habían sido
volteadas; algunas de ellas hasta la mitad de la calle. Fue mientras ayudaba
al viejo a arreglar lo que la tormenta había sacudido cuando los dientes de
león barrieron la ciudad. La gente salía de sus tiendas para ver el remolino
319
de hojas que acababa de aparecer. Mi corazón golpeaba contra el pecho. Los
había usado antes. Mis pies se movían sin la orden de mi cerebro. Los seguí
mientras vagaban por la calle. Como un flautista de Hamelín, me atraían.
Caminé por la ciudad, el paisaje cambió de urbano a rural. Colinas
ondulantes de flores silvestres se extendían hasta donde alcanzaba la vista.
El sol brillaba. La brisa a través de los árboles sonaba a risa.
El camino pavimentado se convirtió en tierra, tallado en un costado de
la exuberante colina verde.
Una brisa se meció, y me detuve mientras mi corazón latía en mi pecho.
Inhalé, su olor me llenaba. Entonces la sentí. Al llegar a la cima de la colina,
fue como ser golpeado por un rayo, el estremecimiento de poder tan fuerte
que casi me pone de rodillas. Una solitaria figura en un campo de flores
silvestres. Parecía perdida; su cabello negro le caía por la espalda y volaba
con la brisa que lo agitaba.
La conciencia le tensó los hombros segundos antes de darse la vuelta,
y unos ojos como la amatista miraron hacia atrás. Había algunas constantes
que nos unían a todos: el destino, la suerte, el amor... incluso la magia. Fue
un poco de todo cuando nuestras miradas chocaron. Recuperé la parte que
me faltaba con una simple mirada.
Quería correr hacia ella, acercarla, besarla, amarla; pero, ¿se
acordaría? Como una polilla a una llama, eliminé la distancia entre
nosotros. Mi instinto era abrazarla, pero me metí las manos en los bolsillos.
Fueron solo dos palabras, dos palabras y mi mundo se enderezó de
nuevo.
—Has venido —susurró.
Las lágrimas le llenaron los ojos. Me picaban las manos por
limpiárselas de las mejillas; en cambio, seguí con las manos en los bolsillos.
—¿Por qué no volviste conmigo? —le pregunté, con la voz rota.
Una sola lágrima rodó por su mejilla.
—No pude encontrar el camino a casa.
Le limpié la lágrima de la mejilla; mi cuerpo ardía al sentir su piel bajo
mis dedos otra vez. Le eché un vistazo a sus manos, estaba girando un anillo
en su dedo. Pasé el pulgar por encima de la piedra lunar. Mis propios ojos
ardían. Levantando la mirada, le pregunté:
—¿Te acuerdas?
—Recuerdo que eres mío y que siempre lo has sido.
Esas palabras rompieron mi moderación. La jalé hacia mí, inhalé su
olor que me había perseguido, pasé los dedos por su cabello antes de
320 acunarle la cara.
—Soy tuyo.
Presioné mis labios contra los suyos, fundimos nuestros cuerpos
mientras recordábamos. Me tocó la mejilla, pasó un dedo por mis labios.
—El hogar no es un lugar. —Presionó un beso contra mis labios, la
reverencia asomándose a esos hermosos ojos púrpura—. Tú eres mi hogar.
—Y tú el mío.
321
Me paré en la colina bajo la sombra de nuestro roble. La casa estaba
repleta de gente. Era el cumpleaños de Aria y estábamos celebrando. Me
tomé un minuto, necesitaba recuperar el aliento. Nunca pensé que volvería
a estar aquí. No estaba segura de por qué me habían traído de vuelta, pero
estaba aquí. Con mi familia. Tenía a Bain. No lo cuestionaba y no daba ni
un segundo por sentado.
Aria estaba feliz de devolver la antorcha; quería ser una niña mientras
lo fuera. Lo entendía completamente, y honestamente, todavía no estaba
lista para entregarla.
Nuestra casa era un hogar una vez más y no solo por las paredes
pintadas y empapeladas, los pisos lijados y sellados, la fuente fija con el
agua una vez más cayendo en cascada a los lados o los jardines llenos de
color y olores que hacían cosquillas a tus sentidos. Todos estábamos aquí,
unidos por algo maligno y, sin embargo, permaneciendo juntos debido a la
belleza que encontramos a pesar del mal.
Sentí a Bain antes de que viniera detrás de mí, me giró y me acercó a
él para besarme. Su sabor era el que más me gustaba, mejor que cualquier
cosa que Cinder preparara en su cocina y mejor que la ambrosía de casa.
Tenía las rodillas débiles cuando terminó.
—Todos están esperando. —Me acarició el brazo. Mi corazón se aceleró
y mi cuerpo se estremeció desde la cabeza hasta los dedos de los pies. Su
palma se encontró con la mía, nuestros dedos entrelazados y nada se había
sentido tan natural. Lo que había sido, era una vez más... la vida regresando
al punto de partida.

La risa llenó el patio. Miré a mi alrededor y mi corazón se llenó al ver


que lo que había sido olvidado ahora era un lugar para el amor y la familia.
Josiah estaba hablando con Diana McKinnon, en paz sabiendo que su
familia estaba junta. Los volvería a ver algún día. Grace y Hope se
encontraban jugando al escondite con algunos del equipo de Bain.
Realmente habían aceptado lo sobrenatural, la mente abierta a la
diversidad. Fue hermoso de presenciar. Brock escondía su dolor, pero de vez
en cuando, se le pasaba. Hades tenía un equipo trabajando para revertir lo
que Ellis le había hecho a Aine. La traeríamos de vuelta, pero había que
esperar. Brock no era paciente, así que decidió buscar una distracción para
ayudar a controlar su impaciencia. Se convirtió en copropietario de Sweet
Tooth. No le quitó la frustración, pero mantenerse ocupado y andar a
escondidas le ayudó.
Jareth se había convertido en un segundo padre para Aria. Estaban
322
muy unidos, lo que significaba que pasaba mucho tiempo alrededor de
Dahlia, pero como Josiah era su hermano de una manera enrevesada, la
dedicación a la familia superaba a su naturaleza vampírica.
Josiah había contratado a un nuevo ayudante, Nick. Había respondido
al llamado, pero no compartía nuestra sangre. ¿Quién era y por qué había
venido? Era una pregunta que aún no le había hecho y no estaba segura de
que supiera la respuesta. Nos daríamos cuenta, y como antes, tanto el
hombre como lo mística protegerían Nueva Orleans, y con Jasmine, Doris y
toda la casa de la estación siendo testigo de la existencia de otro mal en el
mundo... sí, Nueva Orleans estaba muy bien protegida. Cyril se había ido de
la ciudad después de la batalla a pesar de que Josiah lo instó a quedarse,
pero yo sabía que encontraría el camino a casa.
No había notado que Jareth había sido llamado hasta que apareció a
mi lado.
—Nos necesitan en alguna parte.
Mirándolo, parecía más pálido de lo normal.
—¿Qué pasa?
—Alguien desea vernos.
—¿Quién?
—Un amigo.
—Un amigo te hace palidecer así.
—Es muy colorido. Solo puedo tomarlo en dosis muy pequeñas. Lo vi
hace doscientos años. No estoy listo para volver a verlo.
Cielos. Doscientos años no fueron suficientes.
—¿Preferirías que fuéramos sin ti?
—No puedes. Prohibirá tu entrada hasta que me una a ti.
—¿Qué es él? —pregunté.
—Un demonio que ha probado la buena vida.
—¿Qué está pasando? —Josiah se unió a nosotros viendo nuestras
cabezas juntas.
—Estamos siendo convocados —contesté.
—¿Adónde? —preguntó.
—No dónde, sino cuándo. No tiene una ubicación física. Lo harás y el
portal se abrirá —respondió Jareth.
—¿Se abrirá a dónde? —preguntó Josiah.
—Al intermedio.

323
—¿El qué?
—Vive entre este mundo y el del inframundo, pero a un nivel
consciente, no físico.
Josiah y yo compartimos una mirada antes de que dijera:
—Aquí vamos otra vez. —Sentimos el movimiento en el aire—. Espera,
¿nos vamos ahora?
Jareth miró la fiesta que se celebraba a nuestro alrededor.
—Ni siquiera sabrán que nos hemos ido.
Y con esas palabras, en un momento estábamos en nuestro patio, y al
siguiente, mirábamos una enorme puerta dorada que pertenecía a una finca
que era imposiblemente grande. Mirando alrededor, no había nada. Era
como si estuviéramos en una bola de nieve, siendo este lugar lo único que
existía.
—¿Este es el intermedio? —pregunté.
—Sí —respondió Jareth.
Se encontraba tranquilo.
La gran puerta se abrió. No había nadie hasta que escuché decir:
—Jareth.
Miré al demonio que solo medía un metro de alto. Piel verde brillante y
cabello color arco iris, trenzado en su espalda. ¿Cómo era eso de los
demonios y el cuero? El pensamiento trajo dolor, pero la volveríamos a ver.
—Ha pasado mucho tiempo, amigo mío —dijo el demonio antes de que
sus ojos amarillos abarcaran al resto de nosotros.
—Están todos aquí. Bien. Entra.
El lugar era increíble. Enorme, pero todo adaptado a su tamaño. Las
escaleras eran de oro, el techo incrustado de piedras preciosas, los pisos
parecían de plata pulida. Nos acompañó a una habitación enorme con una
chimenea que parecía un diamante.
—Por favor, siéntense, haré que traigan refrescos.
Tiró de una cuerda que hizo sonar una campana y luego miró el tamaño
de sus muebles y el de sus visitantes.
—Oops —dijo y chasqueó los dedos. Los muebles crecieron—. Así está
mejor.
Apareció una mesa reluciente, un mantel, vajilla, utensilios, copas,
candelabros de plata con velas blancas ya encendidas, enormes arreglos
florales ubicados en el centro. Jareth no bromeaba; al hombre realmente le
gustaban las cosas más finas.
324 —Estábamos en medio de algo, así que si pudieras decirnos por qué
nos llamaste —dijo Jareth.
—Muy bien. —Tan rápido como apareció la mesa, desapareció. Nos
llevó a través de la gran sala antes de saludar con la mano a un par de
puertas de madera ornamentalmente talladas. Era una biblioteca, la
biblioteca más grande que jamás haya visto. Cuatro niveles de altura,
balcones en todo el perímetro, escaleras de biblioteca en todos los balcones
para llegar a los estantes más altos, una chimenea que tenía dos pisos de
altura ya quemaba un fuego rugiente.
Noté un libro en el estrado, uno que había visto antes.
—¿Tú eres S. Steiner?
—Sanus Steiner a su servicio.
No pude parar de sonreír.
—Me estabas ayudando.
Se sonrojó; una tímida sonrisa curvó sus labios.
—Todos tenemos que hacer nuestra parte.
Ahora sonreí yo antes de preguntarle:
—¿Quién eres?
—Soy el guardián. —Ante mi mirada desconcertada, añadió—: Todas
las historias, las leyendas y los mitos que se han transmitido. Soy el que los
mantiene a salvo.
Sacudió la mano y un libro salió volando de las estanterías, flotando
hacia una larga mesa colocada frente a la chimenea. Se llamaba The Ivy
Blackwood Chronicles.
—¿Qué es eso? —Josiah y yo compartimos una mirada.
Los ojos de Sanus parpadearon.
—Es el comienzo de una nueva leyenda.
Miré a Bain. Sanus tenía razón; estábamos solo en el principio.
—Por eso te he convocado. —Abrió el libro a una nueva página y
mientras mirábamos, apareció un guión—. Parece que algo se está gestando
en tu lugar de nacimiento, Jareth.
Ese pueblo de hace tanto tiempo, ya tenía oscuridad.
—¿Tienes idea de qué es? —preguntó Josiah.
—No, pero se está haciendo más fuerte.
Jareth miró alrededor de la habitación, sabía que estaba de acuerdo
cuando dijo:
—Parece que me voy a casa.

325
Sanus estudió al vampiro, al humano, al licántropo y a la mujer que
los había reunido. Los protectores del mundo... oh sí, su historia acababa
de empezar.
326

L.A. Fiore adora escribir y perderse en el mundo de sus personajes.


Cuando no está escribiendo, con frecuencia la puedes encontrar creando un
caos colorido a través de la jardinería o tocando el piano. Vive con su esposo
y dos hijos en Bucks County, Pennsylvania, donde nació y creció.

Autora de Beautifully Damaged y Always and Forever

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