Más historias de miedo para contar en la oscuridad
Por Alvin Schwartz y Brett Helquist
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Alvin Schwartz
Alvin Schwartz is known for a body of work of more than two dozen books of folklore for young readers that explores everything from wordplay and humor to tales and legends of all kinds. His collections of scary stories—Scary Stories to Tell in the Dark, More Scary Stories to Tell in the Dark, Scary Stories 3, and two I Can Read books, In a Dark, Dark Room and Other Scary Stories and Ghosts!—are just one part of his matchless folklore collection.
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Más historias de miedo para contar en la oscuridad - Alvin Schwartz
Para Lauren
A. S.
INTRODUCCIÓN
¡PIEL DE GALLINA!
Estas historias de miedo te llevarán en un extraño y temible viaje, donde la oscuridad o la niebla, o el grito de una persona o el aullido de un perro convierten los lugares comunes y corrientes en escenarios de pesadilla, donde nada es lo que uno espera.
La gente ha estado contando historias de miedo desde que se tiene conocimiento. Desde el principio abundan las historias de criaturas sobrenaturales que la gente teme pueda dañarnos: el hombre del saco, monstruos, demonios, fantasmas y espíritus malignos que acechan en la oscuridad, esperando la oportunidad de atacar.
Todavía contamos historias acerca de criaturas a las que tememos, pero no todas son sobre monstruos y demonios. Algunas hablan de personas vivas. Conocerás a algunas de estas personas: un alegre y gordo carnicero, una simpática chica que toca un tambor, un vecino, y otras que, en el mejor de los casos, no son dignas de confianza.
Las historias de miedo de este tipo suelen tener un propósito muy serio. Pueden advertir a los jóvenes de los peligros que les esperan cuando se independizan y se enfrentan al mundo por sí mismos.
Pero generalmente, contamos historias de miedo para divertirnos. Apagamos las luces, o dejamos una vela encendida. Después nos sentamos juntos y contamos las historias más aterradoras que conocemos. A menudo, algunas de ellas se han transmitido a lo largo de cientos de años.
Si una historia es lo suficientemente aterradora, tu piel comienza a ponerse de gallina. Se desata en ti una escalofriante y trémula ansia de gritar. Imaginas que oyes y ves cosas. Aguantas la respiración mientras aguardas para saber qué ocurrirá. Si algo asombroso sucede, todos ¡GIMEN! ¡O SALTAN! ¡O GRITAN!
Algunas personas describen estas escalofriantes y trémulas ganas de gritar con las expresiones poner los pelos de punta
o morirse del susto
. El poeta T. S. Eliot las describía con la expresión piel de gallina
.
Te recomiendo que leas las historias de este libro mientras te sientas con el valor suficiente para ello y antes de que oscurezca. Entonces, cuando la luna ilumine el cielo, cuéntaselas a tus amigos y parientes. Probablemente les pondrás la piel de gallina
. Pero se divertirán, y tú también.
ALVIN SCHWARTZ
Princeton, Nueva Jersey
ALGO ANDA MAL
Una mañana, John Sullivan se encontró caminando por una calle del centro de la ciudad. No podía explicar lo que estaba haciendo, ni cómo había llegado hasta allí, ni dónde había estado antes. Ni siquiera sabía qué hora era.
Vio a una mujer que caminaba hacia él y la detuvo:
—Me temo que olvidé mi reloj —dijo él y sonrió—. ¿Podría decirme la hora? —cuando ella lo vio, gritó y corrió.
Entonces John Sullivan notó que otras personas también le temían. Cuando lo veían acercarse, se aferraban contra las paredes de un edificio, o corrían a través de la calle para mantenerse alejadas.
Algo en mí debe andar mal, pensó John Sullivan. Será mejor que vuelva a casa.
Llamó a un taxi, pero el conductor le echó una mirada y se alejó.
John Sullivan no entendía lo que estaba pasando, y eso lo asustó. Tal vez haya alguien en casa que pueda venir a buscarme, pensó. Encontró un teléfono público y llamó a su esposa, pero contestó una voz que no fue capaz de reconocer:
—¿Está la señora Sullivan en casa? —preguntó.
—No, ella ha ido a un funeral —dijo la voz—. El señor Sullivan murió ayer en un accidente en el centro de la ciudad.
EL AUTO
ACCIDENTADO
Fred y Jeanne estudiaban en la misma escuela, pero se conocieron en el baile de Navidad. Fred había ido solo, y también lo había hecho así Jeanne. Pronto, Fred decidió que Jeanne era una de las chicas más lindas que había visto jamás. Bailaron juntos la mayor parte de la noche. A las once en punto, Jeanne dijo:
—Tengo que irme ya. ¿Puedes llevarme a casa?
—Con mucho gusto —repuso él—. Yo también debo ir a casa.
—Tuve un accidente: estrellé mi auto contra un árbol cuando venía hacia aquí —dijo Jeanne—. Supongo que iba distraída.
Fred condujo hasta la entrada de Brady Road. Se encontraba en un barrio que él no conocía muy bien.
—¿Por qué no me dejas aquí? —propuso Jeanne—. Más adelante, la carretera se encuentra en muy mal estado. Puedo caminar desde este lugar.
Fred detuvo el auto y le ofreció una guirnalda.
—Toma un poco —dijo él—. La conseguí en el baile.
—Gracias —dijo ella—. Adornaré mi cabello con