Clase 2 de Físca
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Las actividades son OBLIGATORIAS, las puedes escribir o imprimirlas, debes contar con ellas en la
carpeta de clases RESUELTAS.
https://youtu.be/_Ypd1jhAVzQ
ACTIVIDAD:
https://youtu.be/oXQ-uDnWNYA
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Texto 2: EL MARCAPASOS
El inventor que más vidas ha salvado en los últimos 50 años no fue un médico, sino un ingeniero.
Nacido en Buffalo (Nueva York) en 1919, Wilson Greatbatch nunca pensó en dedicarse a la sanidad.
Toda su carrera estaba dirigida a la electricidad, rama de la que era ingeniero. Pero -una vez más-
una casualidad puso a su alcance un descubrimiento que ha permitido revolucionar la cardiología.
Tanto, que en 1983 la Sociedad Nacional de Ingenieros Profesionales lo consideró uno de los
hallazgos del siglo. Según relató él mismo, estaba trabajando en un sistema para registrar los latidos
del corazón. Pero un error al elegir un componente produjo un fenómeno nuevo: una emisión
rítmica de impulsos eléctricos. El genio de Greatbatch fue darse cuenta de que ese patrón podía
identificarse con el de un corazón. Sumó dos y dos y, tras recordar las charlas con algunos médicos
en las que estos le explicaban que en el fondo el corazón es un motor que se alimentaba con
electricidad, se puso manos a la obra hasta que consiguió el primer marcapasos implantable. Este
se probó con éxito en perros en 1958. Lo patentó en 1962. Pero el ingeniero, que mantuvo su
inquietud intelectual hasta casi el final, como acreditan sus más de 325 patentes -algunas tan
dispares como una canoa alimentada por energía solar o algunos
biocombustibles-, no se quedó ahí. En esto no siguió el estereotipo del genio arruinado que solo se
ve reconocido después de muerto, y con los beneficios de su invento creó en 1970 una compañía,
Wilson Greatbatch Limited, que sigue operativa. Y con beneficios. Tampoco se desligó por completo
de los marcapasos. Tras solucionar problemas como la estanqueidad del aparato, se enfrentó a otro
que limitaba seriamente su utilización: para que el dispositivo fuera realmente útil debía tener una
vida larga, a ser posible más que la del paciente al que iba a ayudar. Y eso no era posible en aquella
época porque fallaba la fuente de alimentación, y es que las pilas de entonces apenas duraban dos
años. En 1972 llegó con la solución: la creación de baterías de yodo y litio con una larga vida. Con
ello se conseguía que el aparato funcionara sin que hubiera que reabrir al paciente para cambiarle
la fuente de alimentación. Estas pilas son las que se usan todavía hoy mayoritariamente en el sector.
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