Aamerica, Artículo Víctor Hugo López Ortega

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Del deseo al goce.

La reflexión de las perversiones en Lacan

Víctor Hugo López Ortega1

Introducción

Los aportes de Lacan a la comprensión de las perversiones desde el psicoanálisis


son amplios. En el transcurso de 1956 a 1969, pueden notarse cambios
importantes en donde los referentes utilizados para pensar las perversiones
varían; por ejemplo, en el seminario titulado La relación de objeto (1956-1957),2
elabora un esquema en donde las ubica delante o detrás del velo y, basándose en
las premisas freudianas, establece los contrastes entre la fobia y el fetiche, siendo
este último el referente que le posibilita hablar de las perversiones y la función del
velo.

En años posteriores, las contribuciones propiamente lacanianas al


psicoanálisis -el objeto a y el goce- se convierten en referentes para reflexionar en
torno a la obra de Freud e inclusive ir más allá. El tema de las perversiones no fue
la excepción; en 1969,3 con ayuda de las nuevas nociones, Lacan elabora un
análisis de las pulsiones escoptofílica y sadomasoquista, planteando la relevancia
de pensar la mirada y la voz como objeto a, iluminando nuevos caminos para
comprender al sujeto perverso.

Con los conceptos de goce y objeto a, Lacan retoma un tema que estaba
presente desde el seminario de 1958-19594 titulado El deseo y su interpretación:
la no complementariedad entre el exhibicionista y el voyeur, ni entre el masoquista
1
Psicoanalista. Doctorante del Doctorado en Psicología de la Universidad Veracruzana
2
Jacques Lacan (1994), El seminario de Jacques Lacan. Libro 4: La relación de objeto (1956-
1957). (Buenos Aires: Paidós, 2008)
3
Jacques Lacan (2006), El seminario de Jacques Lacan. Libro 16: De un Otro al otro (1968-1969),
(Buenos Aires: Paidós, 2008)
4
Jacques Lacan (2014), El seminario de Jacques Lacan. Libro 6: El deseo y su interpretación
(1958-1959), (Buenos Aires: Paidós, 2014)
y el sádico5. Procuran paralelamente el goce del Otro, es decir, tapar su falta, así
tengan que convertirse en el instrumento que le da voz (sádico) o que interroga
aquello que no se puede ver (voyeur), o bien, someterse y exponerse para hacer
aparecer la voz (masoquista) y la mirada (exhibicionista) en el campo del Otro.

En resumen, el recorrido que hace Lacan parte de reflexionar en torno a la


relación de objeto, pensando el fetiche -y la verleugnung- como referente de las
perversiones; posteriormente problematiza la cuestión del deseo en psicoanálisis,
siendo este el eje para replantear los postulados freudianos y, en donde, respecto
a la perversión, sobresale también la noción de fantasma perverso -que no es la
perversión-; finalmente, la perversión será pensada por Lacan a nivel de goce.

El fetiche y la relación de objeto

En 1956 Jacques Lacan imparte su seminario La relación de objeto y las


estructuras freudianas. Desde la primera clase6 problematiza los usos que se han
hecho del término “objeto” y deja claro cuál será el camino que seguirán sus
disertaciones: el abordaje de la fobia y el fetiche. Es así como concluye la primera
clase abriendo dos interrogantes: “¿Por qué una fobia y un fetiche son dos cosas
distintas? Y ¿Qué relación hay entre el uso general del término fetiche y el empleo
preciso del término para designar una perversión sexual?”.7 La diferencia entre la
fobia y el fetiche la abordará leyendo a Freud bajo la guía de sus tres registros,
partiendo de lo que denomina “las tres formas de la falta de objeto” (castración,
frustración y privación).

5
Desde el seminario Las formaciones del inconsciente (1957-1958), Lacan sugiere el problema de
la relación entre el sádico y el masoquista. En la lección del 27 de noviembre de 1975 menciona:
“Se trata de la chanza que sin duda todos ustedes conocen, llamada del masoquista y el sádico –
Hazme daño, le dice el primero al segundo, quien le contesta - No. […] En efecto, ¿quiénes están
mejor hechos para entenderse que el masoquista y el sádico? Sí - pero como ven por esta chanza,
a condición de que no se hablen”
Jacques Lacan (1999), El seminario de Jacques Lacan. Libro 5: las formaciones del inconsciente
(1957-1958), (Buenos Aires: Paidós, 2010), p. 72
6
21 de noviembre de 1956.
7
Jacques Lacan (1994), Op. Cit., p. 25
En este seminario se señala una distinción, en aras de aclarar los
planteamientos de Freud. Respecto a esto, Philippe Julien menciona: Freud habla
de la percepción visual de la ausencia de un órgano real en la mujer. Lacan
desplaza a Freud: no se trata de lo real, sino del falo imaginario y simbólico.8 Y
Lacan puntualiza: ..el pene en cuestión no es el pene real, sino el pene en la
medida que la mujer lo tiene –es decir en la medida en que no lo tiene. Y más
adelante expone a detalle:

No se trata en absoluto de un falo real que, como real, exista o no exista, sino
de un falo simbólico que por su naturaleza se presenta en el intercambio como
ausencia, una ausencia que funciona en cuanto tal. En efecto, todo lo que se
puede transmitir en el intercambio simbólico es siempre algo que es tanto
ausencia como presencia.9

Se llega a la conclusión de que, el niño, al enfrentarse con el descubrimiento


de que la madre no tiene el falo, éste (el infante) puede hacerse el objeto fálico
para ella. Por lo tanto, Lacan puntualiza, nuevamente apoyándose de sus tres
registros: …la mujer no lo tiene simbólicamente. Pero no tenerlo simbólicamente
es participar de él a título de ausencia, es tenerlo de algún modo. 10

En el mismo seminario, Lacan brinda nuevas elucubraciones respecto al


tema de la castración. En la clase del 4 de junio de 1957 dice lo siguiente: …si
hay castración, es en la medida en que el complejo de Edipo es castración.11 Se
trata de la castración materna, se remarcada en el texto, y esto implica la
posibilidad de la devoración. Ahora bien, para Lacan, Freud no articuló el sentido
preciso de la castración, sólo lo sugirió. Por ello es que, luego de acentuar esto, lo

8
Philippe Julien (2000), Psicosis, perversión, neurosis. La lectura de Jacques Lacan, (Buenos
Aires: Amorrortu, 2012), p. 105
9
Jacques Lacan (1994), Op. Cit., p. 154
10
Ibídem, p. 155
11
Ibídem, p. 369
que hace es colocar a la castración como el signo del drama del Edipo,12 su eje
implícito.

Recapitulando las ideas: La madre no tiene el falo, hay castración materna,


hay angustia aunada a la posibilidad de ser devorado por ella, por su deseo. Hay,
también, horror a la castración y es aquí en donde tiene su origen el fetiche, un
sustituto, un monumento13 -como señaló Freud- que el horror a la castración erige
como recordatorio. Con el fetiche es plausible consentir, en cierto modo, que la
madre tiene el falo, a través del sustituto que al mismo tiempo es señal de su
ausencia. Y precisamente a esto apunta la verleugnung, a desmentir que la madre
no tiene falo y, aclara Philippe Julien: …así el sujeto puede respirar: postula el
fetiche como sustituto […]. Allí donde falta en ella el falo simbólico, el sujeto sitúa
un fetiche como falo imaginario.14 En resumen, se puede decir que el fetiche,
además de un sustituto, implica una defensa, una respuesta frente al horror de la
castración.

Lacan insiste en su seminario La relación de objeto en tomar las


consideraciones freudianas sobre el fetichismo como el eje para poder hablar
sobre las perversiones. Es así como llegará a apoyarse en la misma lógica del
fetichismo freudiano para hablar de la función del velo. Menciona Lacan:

Sobre el velo se dibuja la imagen. Ésta y ninguna otra es la función de una


cortina, cualquiera que sea. La cortina cobra su valor, su ser y su consistencia,
precisamente porque sobre ella se proyecta y se imagina la ausencia. La cortina

12
Ibídem, p. 218
13
Sigmund Freud (1927), “Fetichismo”, en Obras Completas, Vol. 21, 2ª Ed. (Buenos Aires:
Amorrortu, 1992), p. 149

14
Philippe Julien (2000), Op. Cit., p. 106
es, digamos, el ídolo de la ausencia… es donde el hombre encarna, hace un
ídolo, de su sentimiento de esa nada que hay más allá del objeto de amor.15

Posteriormente presenta un esquema:

En el esquema del velo hay tres puntos, los que corresponden al sujeto, al
objeto y a la nada más allá del objeto. Lacan explica: …ese más allá que es nada,
o bien el símbolo, o el falo en cuanto que le falta a la mujer. Pero una vez
colocada la cortina, sobre ella puede dibujarse algo que dice –el objeto está más
allá.16 El objeto ocupa el lugar de la falta y sobre el velo se instituye una relación
simbólica en lo imaginario. Continuando con la exposición de Lacan:

Sobre el velo puede imaginarse, es decir instaurarse como captura imaginaria y


lugar del deseo, la relación con un más allá, fundamental en toda instauración de
la relación simbólica. Se trata del descenso al plano imaginario del ritmo ternario
sujeto, objeto, más allá, fundamental en la relación simbólica. 17

El velo oculta la nada -oculta que la madre no tiene falo- y, al mismo tiempo,
la designa al proyectar la imagen de aquello que falta. Sobre esto, se hace
referencia inicialmente al fetichismo; pero, en las clases posteriores Lacan vuelve
a utilizar el esquema del velo para ubicar el travestismo y el uso del vestido. En

15
Jacques Lacan (1994), Op. Cit., p. 157
16
Ibídem, p. 158
17
Ibídem, p. 159
cuanto al esquema, en el travestismo el sujeto se identifica con lo que está detrás
del velo. El travestido, enuncia Lacan, se identifica con la madre fálica, en la
medida en que ésta, vela la falta del falo.18 Con la diferencia entre el fetichismo y
el travestismo, se desprenden dos formas en que el sujeto puede posicionarse con
respecto al velo; delante o detrás de él (en el lugar de la madre).

Philippe Julien, partiendo del esquema del velo, elabora dos esquemas en
los que ubica las denominadas perversiones –junto a una síntesis de las mismas–,
y sitúa al sujeto delante o detrás del velo. Concluye que al colocar al sujeto
delante del velo, además del fetichismo, se encuentra el masoquismo, el
voyeurismo y la homosexualidad femenina; por otra parte, posicionando al sujeto
detrás del velo, además del travestismo, está el sadismo, exhibicionismo y la
homosexualidad masculina.19

Las perversiones y el deseo.

En el seminario de 1960–1961 dedicado a la transferencia, Jacques Lacan


sentencia que “Aristóteles está sin lugar a dudas superado para nosotros en el
plano ético”.20 La crítica a la ética aristotélica tuvo un vasto desarrollo en los dos
seminarios que le antecedieron, encontrando en la noción de deseo uno de los
primeros puntos para establecer divergencias entre la ética planteada por el
filósofo estagirita y lo que desde la lectura de los textos freudianos puede
reflexionarse en torno a la moral y su asunción por parte del sujeto.

En 1958, durante el seminario titulado El deseo y su interpretación, Jacques


Lacan afirma que, de acuerdo con la teoría de Aristóteles, la bestialidad es algo
así como las perversiones, debido a que la ética aristotélica es, siguiendo a Lacan,

18
Ibídem, p. 168
19
Véase el esquema del sujeto delante del velo y el esquema del sujeto detrás del velo en:
Philippe Julien (2000), Op. Cit., pp. 110-112
20
Jacques Lacan (1991), El seminario de Jacques Lacan. Libro 8: La transferencia (1960-1961),
(Buenos Aires: Paidós, 2008), p.13
una ética del amo regida bajo la ilusión de que éste puede disciplinar el
comportamiento; no obstante, los deseos tienen otro carácter y Lacan lo aclara:

El propio Aristóteles reconoce que los deseos, las epithymíai, van más allá de
cierto límite que es precisamente el del dominio y el del yo, y que muy pronto se
presentan en el ámbito de lo que él llama bestialidad. Los deseos son exiliados del
campo propio del hombre, si es que el hombre se identifica con la realidad del
amo.21

Insistiendo en la filosofía, pero con una postura distinta a la de Aristóteles,


Lacan reconoce el trabajo de Spinoza, en donde el deseo no es exiliado del
hombre, sino todo lo contrario, es su esencia22. Evita leer a Spinoza desde Freud,
pero sugiere algunas convergencias; afirma que en el hombre intervienen afectos
que van más allá de lo racional, mismos que tienen consecuencias en el
comportamiento y rompen con el ideal de un hombre que puede disciplinar y
dominarse a sí mismo únicamente por una conciencia de “deber actuar” que aspira
a hacer de los actos una ley universal. Lacan reconoce de Spinoza el situar al
deseo como algo más humano que bestial.

En el mismo seminario (1958-1959) Lacan aborda algunos puntos que


competen al tema de las perversiones. En específico, reflexiona en torno al
exhibicionista y el voyeurista a propósito del fantasma, al que designa “de algún
modo como el último término del deseo” y el cual requirió de la invención del
psicoanálisis para poder ser concebido y abordado “de acuerdo a una economía
que lo subtiende como perverso”.23

21
Jacques Lacan (2014), Op. CIt., p. 16
22
Spinoza dedica la parte tres de su Ética demostrada según el orden geométrico al “Origen y
naturaleza de los afectos”. Las ideas que retoma Lacan son extraídas de este aparatado, en
específico de la Proposición IX y de las Definiciones de los afectos, en donde el deseo se define
como “la esencia misma del hombre en cuanto es concebida como determinada a hacer algo en
virtud de una afección cualquiera que se da en ella”.
23
Jacques Lacan (2014), Op. Cit., p. 342
Respecto al fantasma del exhibicionista suele decirse que está ligado a la
pulsión escoptofilica, al gusto por mirar y ser mirado; sin embargo, interroga
Lacan, el exhibicionista “¿se inscribe acaso en la dialéctica del mostrar?”24, a lo
que responde con una negativa. La relación del exhibicionista es con el Otro y es
necesario que ese Otro sea, en su deseo, cómplice de lo que ocurre ante él y que
tiene valor de ruptura.25 Posteriormente agrega: no hay verdadero exhibicionista
en privado. Para que haya placer es preciso que ello ocurra en un lugar público.
Sin embargo, la satisfacción del deseo exhibicionista exige una comunicación con
el Otro –quien es el destinatario de la ruptura que se produce– lo que implica que
la exhibición se inscriba en lo simbólico. Por lo tanto, es esto lo que constituye la
necesidad del lugar público: para asegurarse bien de estar dentro del marco
simbólico. 26

Sobre lo que muestra el exhibicionista Lacan hace énfasis en observar que,


más allá de la erección, el exhibicionista muestra un pantalón que se abre y que
se cierra, en sus palabras, “la hendidura (fente) en el deseo”, y advierte:

No hay erección por lograda que la supongamos, que supla aquí lo que en la
estructura de la situación es el elemento esencial, a saber, la abertura (fente) como
tal. Allí se designa el sujeto, y –en sentido estricto- lo hace como aquello que hay
que colmar por medio del objeto.27

Respecto al voyeur y la pulsión escoptofílica, denuncia Lacan que también


suele omitirse el elemento esencial: la hendidura. En el caso del voyeur, el objeto
–el otro– debe brindar algún apoyo, “lo importante es que lo visto esté involucrado
en el asunto: esto forma parte del fantasma”. Su satisfacción está vinculada con
algo que en el objeto visto se preste al espectáculo y que sea participe de la

24
Esta pregunta surge luego de ejemplificar el mostrarse de algunos animales como manifestación
de la parada sexual.
25
Ibídem, p. 464
26
Ibídem, p. 464
27
Ibídem, p. 465
dimensión de la indiscreción. Señala Lacan: el goce del voyeur alcanza su
verdadero nivel en la medida en que algo, en los gestos de aquella a quien espía,
permite sospechar que, en algún aspecto, ella es capaz de ofrecerse a su goce.28

Es la hendidura lo que posibilita al sujeto perverso entrar en el deseo del


Otro, es decir, el sujeto se reduce al artificio de la hendidura, a su función, y es
mediante este artificio que el sujeto perverso apunta al deseo del Otro y cree ver
allí un objeto.29 En este sentido, el exhibicionista y el voyeur no se complementan
superficialmente, no representan posiciones recíprocas, sino que, de acuerdo con
Lacan, son dos posiciones estrictamente paralelas.30

Luego de los señalamientos respecto al exhibicionismo y el voyeurismo,


Lacan brinda una definición del fantasma, considerándolo el soporte y el índice de
cierta posición del sujeto en el deseo.31 Se problematiza la idea que supone
menos perversiones entre las mujeres que entre los hombres, tomando como
punto de partida las elaboraciones de Freud respecto al complejo de Edipo;
resumiendo, la entrada de la niña en el Edipo acontece cuando demanda tener -no
satisfacción- el falo -un significante de algo que falta. Posteriormente consigue
tener ese significante en el hombre y, en la experiencia, señala Lacan, siempre
tiene que vérselas con el objeto fálico en calidad de separado (…) tiene que
vérselas con el falo como tal y en ese registro, su acción, su incidencia, puede ser
percibida por el hombre como castradora, lo cual permanece inconsciente para
ella, así como queda inconsciente que simbólicamente ella es ese falo que no
tiene, en la medida en que ella es el objeto de deseo del Otro.32

El hecho de que en el inconsciente “ella lo es y lo tiene” –el falo– encuentra


algunas similitudes con la fórmula inconsciente del perverso. Esto, aunado a que

28
Ibídem, p. 466
29
Ibídem, p. 467
30
Ibídem, p. 470
31
Ibídem, p. 469
32
Ibídem, p. 499
en la experiencia tenga que vérselas con el falo en calidad de separado, implica
que en la economía inconsciente resulta colocar en equivalencias fálicas todos los
objetos que pueden separarse de ella, incluido –y en primer lugar– el objeto más
natural que se separa de ella, a saber, su producto infantil.33 Para Lacan esto es lo
que posibilita explicar el por qué la perversión en las mujeres es menos frecuente.

Cerca de concluir el seminario de 1958–1959, Lacan hace un contraste entre


el deseo neurótico y el deseo perverso. Sobre el deseo neurótico dice: el deseo
está en el horizonte de todas sus demandas, ampliamente desplegadas y
literalmente interminables34; en contraste, para el perverso el deseo está en el
corazón de todas sus demandas y, al leerlo en su despliegue, se presenta sin
duda anudado en torno a exigencias estéticas.35 Finalmente, en el transcurso del
mismo seminario se encuentra una contundente afirmación: el fantasma perverso
no es la perversión;36 dicha diferencia es retomada en el transcurso del seminario
de 1962–1963 titulado La Angustia.

Perversión y goce

En el seminario dedicado a La Angustia, Jacques Lacan retoma la afirmación


enunciada en el seminario El deseo y su interpretación, respecto a no confundir al
fantasma perverso con la perversión. En la clase del 5 de diciembre de 1962
declara y, enseguida, interroga:

Los neuróticos tienen fantasmas perversos y los analistas se rompen la cabeza


desde hace mucho tiempo preguntándose lo que esto significa. Se ve muy bien,
de todas formas, que no es lo mismo que la perversión, que no funciona de la
misma forma y se engendra una gran confusión, y se multiplican los
interrogantes, y se preguntan por ejemplo si una perversión es ciertamente una

33
Ibídem, p. 499
34
Ibídem.
35
Ibídem, p. 517
36
Ibídem, p. 504
perversión. Esta pregunta no hace más que redoblar la primera ¿para qué puede
servirle al neurótico el fantasma perverso? 37

La respuesta que el autor da a la interrogante es la siguiente: este fantasma


del que se sirve el neurótico y que organiza en el momento de usarlo, lo llamativo
es que es lo que más le sirve para defenderse de la angustia, para recubrirla.38

De esta manera, Lacan vuelve sobre el tema del deseo agregando que en
éste hay una identificación con la ley. La sustancia de esta ley es el deseo por la
madre, y lo que normativiza el deseo, aquello que lo sitúa como deseo, es la ley
llamada de interdicción del incesto; por lo tanto, en el caso de la perversión el
deseo se presenta como lo que hace la ley. Por ello, en el perverso lo que desde
el exterior toma el matiz de una satisfacción sin freno, es defensa, y a su vez,
siguiendo a Lacan, es puesta en ejercicio de una ley en tanto que frena, suspende,
detiene al sujeto en su camino al goce.39 Complementando la idea, se menciona
en Kant con Sade: “el deseo es el revés de la ley”.40

En la misma clase del seminario,41 se hace mención del sadismo y el


masoquismo cuando se afirma que el deseo se presenta como voluntad de goce,
sea cual sea el lado por el que se manifieste. Esto puede ocurrir del lado sadiano

37
Jacques Lacan (2004), El seminario de Jacques Lacan. Libro 10: la angustia (1962-1963),
(Buenos Aires: Paidós, 2006), p. 60

38
Ibídem, p. 60
39
Ibídem, p. 164
40
Jacques Lacan (1966) “Kant con Sade”, en Escritos 2, (México: Siglo XXI, 2009), p. 748
41
27 de febrero de 1963.
Cabe destacar que dos meses posteriores a la clase, en abril de 1963, apareció publicado el texto
“Kant con Sade” en la revista Critique. En el seminario de La ética del psicoanálisis (1959–1960),
Jacques Lacan incluye varias referencias a Sade, y el texto que aparece en los Escritos y en un
inicio pretendía ser un prefacio a La filosofía del tocador, ya había sido redactado un año antes,
como lo muestra una carta fechada el 9 de abril de 1962. Ver la carta en: Jean Allouch (2001),
Faltar a la cita. “Kant con Sade de Jacques Lacan. (Córdoba, Argentina: Ediciones literales, 2003),
p. 10.
–no he dicho sádico– o del lado que llaman masoquismo.42 La voluntad del goce
en el perverso –y como en cualquier otro– es una voluntad que encuentra su límite
en el ejercicio del deseo y, por lo tanto, es una voluntad que fracasa.

Posteriormente, se esclarece la relación del perverso con el goce, en un


primer momento, con el masoquista. Al respecto se dice que el masoquista, al
igual que todos los perversos, no sabe que goza. Ante la réplica que esta
afirmación podría tener, en relación con la idea de que el masoquista sí sabe que
es el Otro quien goza, Lacan adelanta una respuesta enunciando que hay algo
que se le escapa al masoquista, como a todos los perversos:

Lo que se le escapa al masoquista, y que lo pone en la misma situación que


todos los perversos, es que cree, por supuesto, que lo que busca es el goce del
Otro, y precisamente porque lo cree no es esto lo que busca. Lo que se le escapa,
aunque sea una verdad sensible, que se arrastra por todas partes al alcance de
todo el mundo, pero que aun así nunca es percibida en su verdadero nivel de
función, es que busca la angustia del Otro. 43

La respuesta a lo que busca el masoquista es complementada por Lacan en


la clase posterior, al observar cómo éste se ubica en la posición de objeto –de un
goce del Otro–. Lo que busca en ese Otro es la respuesta a esa caída esencial del
sujeto en su miseria final, y dicha respuesta es la angustia.44

En el sádico se puede observar que lo que busca es la angustia de las


víctimas, pero también puede notarse cómo el agente adquiere un carácter
instrumental. Se acude a Sade para despejar la interrogante sobre lo que el sádico
busca en el Otro, que es imaginable desde que se esclarece la posición

42
Jacques Lacan (2004), Op. Cit., p. 164
43
Ibídem, p. 166
44
Ibídem, p. 178
instrumental a la que se reduce. Lo que busca, entonces, es realizar su goce; en
otros términos “busca realizar el goce de Dios”.45

En la clase del 26 de marzo de 1969 de su seminario, Jacques Lacan dedica


vastas reflexiones al tema de la perversión, consolidando las ideas planteadas en
el seminario La angustia de la mano del concepto de goce y objeto a. A su vez,
evoca la concepción freudiana derivada de los Tres ensayos de teoría sexual, en
donde se sugiere que la perversión es el reverso de la neurosis y, como resultado,
Lacan señala que hay algo del orden topológico en esta propuesta. No obstante, el
planteamiento de la neurosis como una defensa contra la perversión resulta
insuficiente y deja mucho por aclarar, sobre todo porque, como observa Lacan,
Sigmund Freud otorgó valía a las pulsiones oral y anal; sin embargo,
posteriormente –en apariencia– las relega para dar mayor presencia a las
pulsiones escoptofílica y sadomasoquista.

Antes de comenzar a discurrir sobre la pulsión escoptofílica, Lacan subraya


algo importante sobre el perverso al recordar a su auditorio que: el perverso se
dedica a tapar el agujero en el Otro […] hasta cierto punto es partidario de que el
Otro existe. Es un defensor de la fe.46 Al abordar la problemática del exhibicionista,
subraya que una mirada se trata de algo que puede muy bien sostener una
existencia y devastarla47. Respecto al exhibicionista y la pulsión escoptofílica,
menciona que lo esencial no reside en provocar pudor, asombro o espanto, sino
en hacer aparecer en el campo de Otro la mirada […], el exhibicionista vela por el
goce del Otro.48

El exhibicionista y el voyeur no se complementan, no son simétricos -


distinción que Lacan ya había desarrollado en el seminario El deseo y su
interpretación. Y ninguna pulsión es lo inverso de la otra, “son disimétricas”.

45
Ibídem, p. 180
46
Jacques Lacan (2006), Op. Cit., p.230
47
Ibídem
48
Ibídem, p. 231
Mientras el primero busca hacer surgir en el campo del Otro la mirada, el segundo
interroga en el Otro lo que no puede ver. Dice Lacan sobre este último: lo que
constituye el objeto de deseo del voyeur en un cuerpo esmirriado, una silueta de
jovencita, es precisamente lo que solo puede verse con la condición de que ella lo
sostenga en lo inasible mismo, en una simple ranura donde falta el falo.49 Derivado
de esto, en la pulsión escoptofílica, uno logra lo que se propone, a saber, el goce
del Otro, y otro sólo está allí para tapar el agujero con su propia mirada.50

Posteriormente, Lacan retoma el tema del masoquismo cuestionándose cuál


es el objeto a en la pulsión sadomasoquista, adelantando que no se trata de la
palabra y hace referencia a quien llama “el masoquista florido, el bello, el
verdadero, Sacher Masoch mismo”. Así, ejemplifica cómo organiza todo a modo
de ya no hacer uso de la palabra, puesto que no se trata de ella, sino de la voz.
Por lo tanto, resalta, lo esencial de la cosa es que el masoquista haga de la voz
del Otro, por sí solo, eso que va a garantizar respondiendo como un perro. 51

Lacan concluye su observación sobre el masoquismo y el sadismo –y la


función de la voz como objeto a– recordando cuál es el lugar que adquiere el
goce:

El juego de la voz encuentra aquí su pleno registro. Solo que el goce,


exactamente como en el caso del voyeur, escapa. Su lugar está enmascarado por
esta sorprendente dominación del objeto a, pero el goce no está en ninguna parte.
Claramente el sádico no es más que el instrumento del suplemento dado al Otro,
pero que en este caso el Otro no quiere. No quiere, pero obedece de todos
modos.52

49
Ibídem, p. 232
50
Ibídem, p. 233
51
Ibídem, p. 234
52
Ibídem, p. 236
Durante la década de los setenta, Lacan aportará nuevos elementos al
psicoanálisis y al tema de las perversiones, elementos que se tejerán bajo una
sentencia lacaniana de gran peso: No hay relación sexual. No obstante, se
mantiene la reflexión de las perversiones teniendo al goce como referente.

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