La Bandera Francesa y Los Símbolos de La Revolución: Monarquía Borbónica

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La bandera francesa y los símbolos de la Revolución

Escarapela tricolor.
Los colores azul, blanco y rojo eran ya frecuentes en diversos pabellones,
uniformes y banderas de Francia antes del siglo XVIII. El azul y el rojo eran los
colores de la villa de París desde el siglo XIV,21 y el blanco era en aquella época
el color del reino de Francia, y por extensión de la monarquía borbónica.

Sectores de la aristocracia confiaban en que estos Estados Generales pudieran


servir para recuperar parte del poder perdido, pero el contexto social ya no era
el de 1614.

La revolución, más allá de sus estertores, enfrentó las bases del sistema
monárquico como tal, en la medida en que impuso con su discurso, iniciativas
capaces de volverlo ilegítimo.[cita requerida]Sí se sabía, en cambio, que en dicha
asamblea habían estado representados (con el mismo número de miembros y
con un solo voto) el clero (Primer Estado), la nobleza (Segundo Estado) y el
resto de la población (Tercer Estado, la burguesía y el campesinado).

El tercer impacto de los Estados Generales fue de gran tumulto político, en


particular por la determinación del sistema de votación. El Parlamento de París
propuso que se mantuviera el sistema de votación que se había usado en
1614, si bien los magistrados no estaban muy seguros acerca de cuál había
sido en realidad tal sistema.

De inmediato, un grupo de liberales parisinos denominado «Comité de los


Treinta», compuesto por la nobleza, comenzó a protestar y agitar, reclamando
que se duplicara el número de asambleístas con derecho a voto del Tercer
Estado (es decir, los «Comunes»). El gobierno aceptó esta propuesta, pero
dejó a la Asamblea la labor de determinar el derecho de voto. Este cabo suelto
creó gran tumulto.
Sin embargo, al día siguiente cometió la imprudencia de dejarse ver; fue
arrestado en Varennes por un oficial del pueblo y devuelto a París escoltado
por la guardia. A su regreso, el pueblo se mantuvo en silencio y, tanto él como
su esposa, María Antonieta, sus dos hijos (María Teresa y Luis-Carlos,
futuro Luis XVII) y su hermana (Madame Elizabeth) permanecieron bajo
custodia

Sin embargo, el 2 de marzo de 1791 Mirabeau falleció, y la Asamblea adoptó


esta medida draconiana.

El 20 de junio de 1791, Luis XVI, opuesto al curso que iba tomando la


Revolución, huyó junto con su familia de las Tullerías.

La negativa generalizada dio lugar a nuevas leyes contra el clero, muchos de


los cuales fueron obligados a exiliarse, deportados o ejecutados.19

A principios de 1791, la Asamblea consideró introducir una legislación contra


los franceses que emigraron durante la Revolución (émigrés).

Cuando se requirió que el clero jurara lealtad a la Constitución Civil en


noviembre de 1790, menos del 24 % lo hizo; el resultado fue un cisma con los
que se negaron, el "clero que no jura" o el "clero refractario". Esto endureció la
resistencia popular contra la injerencia del Estado, en especial en áreas de
tradición católica como Normandía, Bretaña y Vendée, donde sólo unos pocos
sacerdotes prestaron juramento y la población civil se volvió contra la
revolución.

staba en juego la idea de soberanía nacional, es decir, admitir que el conjunto


de los diputados de los Estados Generales representaba la voluntad de
la nación.

Se inició con la autoproclamación del Tercer Estado como Asamblea


Nacional en 1789 y finalizó con el golpe de Estado de Napoleón Bonaparte en
1799, culminando un proceso de 10 años.

El movimiento de los monárquicos para bloquear este sistema fue desmontado


por el pueblo de París, compuesto sobre todo por mujeres (menospreciadas
como «las Furias»), que marcharon el 5 de octubre de 1789 sobre Versalles,
desde donde, tras varios incidentes, el rey y su familia se vieron obligados a
trasladarse al palacio de las Tullerías, en París.
Los nobles, por su parte, favorecían un Senado compuesto por miembros de
la nobleza elegidos por los nobles. Prevaleció, sin embargo, la tesis liberal de
que la Asamblea tendría una sola Cámara, quedando el rey sólo con poder de
veto, pudiendo posponer la ejecución de una ley, pero no su eliminación.

La Asamblea Nacional Constituyente no era solo un órgano legislativo, sino la


encargada de redactar una nueva constitución. Algunos, como Necker,
favorecían la creación de una asamblea bicameral donde el Senado sería
escogido por la Corona entre los miembros propuestos por el pueblo.

Ahora existía una élite burguesa que tenía una serie de reivindicaciones e
intereses que chocaban con los de la nobleza (y con los del pueblo, cosa que
se demostraría en los años siguientes).

El rey Luis XVI y una parte de la nobleza no aceptaron la situación. Los


miembros del Tercer Estamento se autoproclamaron Asamblea Nacional, y se
comprometieron a escribir una constitución.

los Estados Generales estaban formados por los representantes de cada


estamento. Estos estaban separados a la hora de deliberar, y tenían solo un
voto por estamento. La convocatoria de 1789 fue un motivo de preocupación
para la oposición, por cuanto existía la creencia de que no era otra cosa que un
intento, por parte de la monarquía, de manipular la asamblea a su antojo. La
cuestión que se planteaba era importante.

Si bien después de que la Primera República cayó tras el golpe de Estado de


Napoleón, la organización política de Francia durante el siglo XIX osciló
entre república, imperio y monarquía constitucional, la revolución marcó el final
definitivo del feudalismo y del absolutismo en el país,2 y dio a luz a un nuevo
régimen donde la burguesía, que empleaba en ocasiones a las masas
populares, se convirtió en la fuerza política dominante.

Tanto la influencia de la Ilustración como el ejemplo de los Estados Unidos


sirvieron de «trampolín» ideológico para el inicio de la revolución en Francia.

El rápido crecimiento de la población y las restricciones causadas por la


incapacidad de financiar de forma adecuada la deuda pública, dieron lugar a
una depresión económica, desempleo y altos precios de los alimentos.4
El surgimiento de esta llamada "esfera pública" llevó a París a reemplazar
a Versalles como centro cultural e intelectual, dejando a la Corte aislada y con
menos capacidad de influir en la opinión.78

Combinado con un sistema fiscal regresivo y la resistencia a la reforma de la


élite gobernante, el resultado fue una crisis que Luis XVI no pudo manejar.56

Bajo Luis XIV, la corte de Versalles se había convertido en el centro de la


cultura, la moda y el poder político. Las mejoras en la educación y la
alfabetización a lo largo del siglo XVIII significaron audiencias más grandes para
los periódicos y revistas, con logias masónicas, cafeterías y clubes de lectura
que proporcionaron áreas donde la gente podía debatir y discutir ideas.

Muchos historiadores ven las causas subyacentes de la Revolución Francesa


como impulsadas por el fracaso del Antiguo Régimen para responder a la
creciente desigualdad social y económica.

Antecedentes ideológicos
Los escritores ilustrados del
siglo XVIII, filósofos, politólogos, científicos y economistas,
denominados philosophes, y a partir de 1751 los enciclopedistas, contribuyeron
a minar las bases del derecho divino de los reyes. La filosofía de
la Ilustración ha desempeñado pues un rol significativo en el giro que tomaron
estos eventos históricos pero su influencia debe relatarse de modo más
matizado: acordarle demasiada importancia a los preceptos filosóficos nacidos
durante ese siglo se revelaría como una carencia mayúscula de fidelidad
historiográfica.

La corriente de pensamiento vigente en Francia era la Ilustración, cuyos


principios se basaban en la razón, la igualdad y la libertad. La Ilustración había
servido de impulso a las Trece Colonias norteamericanas para
la independencia de su metrópolis europea.

La Revolución francesa (en francés: Révolution française) fue un conflicto


social y político, con diversos periodos de violencia, que convulsionó
la Francia del Antiguo Régimen, y a otros países por extensión de sus
implicaciones. Según la historiografía clásica, la Revolución francesa marca el
fin de la Edad Moderna y el inicio de la Edad Contemporánea al sentar las
bases de la democracia moderna con base en la representación, lo que la sitúa
en el corazón del siglo XIX. Abrió un nuevo horizonte político basado en el
principio de la soberanía popular, que será el motor de las revoluciones de
1830, de 1848 y de 1871.3

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