Revolucion Francesa
Revolucion Francesa
Revolucion Francesa
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La Revolución francesa (en francés, Révolution française) fue un conflicto social y político, con
diversos periodos de violencia, que convulsionó Francia y, por extensión de sus implicaciones, a
otras naciones de Europa que enfrentaban a partidarios y opositores del sistema conocido como el
Antiguo Régimen. Se inició con la autoproclamación del Tercer Estado como Asamblea Nacional en
1789 y finalizó con el golpe de Estado de Napoleón Bonaparte en 1799.
Si bien después de que la Primera República cayó tras el golpe de Estado de Napoleón Bonaparte,
la organización política de Francia durante el siglo XIX osciló entre república, imperio y monarquía
constitucional, lo cierto es que la revolución marcó el final definitivo del feudalismo y del
absolutismo en el país,2 y dio a luz a un nuevo régimen donde la burguesía, apoyada en ocasiones
por las masas populares, se convirtió en la fuerza política dominante. La revolución socavó las
bases del sistema monárquico como tal, más allá de sus estertores, en la medida en que lo derrocó
con un discurso e iniciativas capaces de volverlo ilegítimo.
Antecedentes ideológicos
Los escritores ilustrados del siglo XVIII, filósofos, politólogos, científicos y economistas,
denominados comúnmente philosophes, y a partir de 1751 los enciclopedistas, contribuyeron
a minar las bases del derecho divino de los reyes. La filosofía de la Ilustración ha
desempeñado pues un rol significativo en el giro que tomaron estos eventos históricos pero su
influencia debe relatarse de modo más matizado: acordarle demasiada importancia a los
preceptos filosóficos nacidos durante ese siglo se revelaría como una carencia mayúscula de
fidelidad historiográfica.
La corriente de pensamiento vigente en Francia era la Ilustración, cuyos principios se basaban
en la razón, la igualdad y la libertad. La Ilustración había servido de impulso a las Trece
Colonias norteamericanas para la independencia de su metrópolis europea. Tanto la influencia
de la Ilustración como el ejemplo de los Estados Unidos sirvieron de «trampolín» ideológico
para el inicio de la revolución en Francia.
Causas
Artículo principal: Causas de la Revolución francesa
Toma de la Bastilla
Artículo principal: Toma de la Bastilla
El 11 de julio de 1789, el rey Luis XVI, actuando bajo la influencia de los nobles conservadores
al igual que la de su hermano, el conde D'Artois, despidió al ministro Necker y ordenó la
reconstrucción del Ministerio de Finanzas. Gran parte del pueblo de París interpretó esta
medida como un autogolpe de la realeza, y se lanzó a la calle en abierta rebelión. Algunos de
los militares se mantuvieron neutrales, pero otros se unieron al pueblo.
El 14 de julio, el pueblo de París respaldó en las calles a sus representantes y, ante el temor
de que las tropas reales los detuvieran, asaltaron la fortaleza de la Bastilla, símbolo del
absolutismo monárquico, pero también punto estratégico del plan de represión de Luis XVI,
pues sus cañones apuntaban a los barrios obreros. Tras cuatro horas de combate, los
insurgentes tomaron la prisión, matando a su gobernador, el marqués Bernard de Launay. Si
bien solo cuatro presos fueron liberados, la Bastilla se convirtió en un potente símbolo de todo
lo que resultaba despreciable en el Antiguo Régimen. Retornando al ayuntamiento, la multitud
acusó al alcalde Jacques de Flesselles de traición, quien recibió un balazo que lo mató. Su
cabeza fue cortada y exhibida en la ciudad clavada en una pica, naciendo desde entonces la
costumbre de pasear en una pica las cabezas de los decapitados, lo que se volvió muy común
durante la Revolución.
Composición de la Asamblea
La derecha representaba a las antiguas clases privilegiadas. Sus oradores más brillantes
eran el aristócrata Cazalès, en representación de la nobleza, y el abad Jean-Sifrein Maury,
en representación del alto clero. Se oponían sistemáticamente a todo tipo de reformas y
buscaban más sembrar la discordia que proponer medidas. 13
Camino a la constitución
La Asamblea Nacional Constituyente no era sólo un órgano legislativo, sino la encargada de
redactar una nueva constitución. Algunos, como Necker, favorecían la creación de una
asamblea bicameral en donde el Senado sería escogido por la Corona entre los miembros
propuestos por el pueblo. Los nobles, por su parte, favorecían un Senado compuesto por
miembros de la nobleza elegidos por los propios nobles. Prevaleció, sin embargo, la tesis
liberal de que la Asamblea tendría una sola Cámara, quedando el rey sólo con el poder de
veto, pudiendo posponer la ejecución de una ley, pero no su total eliminación.
El movimiento de los monárquicos para bloquear este sistema fue desmontado por el pueblo
de París, compuesto fundamentalmente por mujeres (llamadas despectivamente «las
Furias»), que marcharon el 5 de octubre de 1789 sobre Versalles. Tras varios incidentes,
el rey y su familia se vieron obligados a abandonar Versalles y se trasladaron al palacio de las
Tullerías en París.
El calendario republicano.
Toma del palacio de las Tullerías en 1793.
La Convención (1792-1795)
Artículo principal: Convención Nacional
Masacres de septiembre.
Guerra de la Vendée.
El mismo día en el que se reunía la Convención (20 de septiembre de 1792), todas las tropas
francesas (formadas por tenderos, artesanos y campesinos de toda Francia) derrotaron por
primera vez a un ejército prusiano en Valmy, lo cual señalaba el inicio de las llamadas guerras
revolucionarias francesas.
Sin embargo, la situación económica seguía empeorando, lo cual dio origen a revueltas de las
clases más pobres. Los llamados sans-culottes expresaban su descontento por el hecho de
que la Revolución francesa no solo no estaba satisfaciendo los intereses de las clases bajas,
sino que incluso algunas medidas liberales causaban un enorme perjuicio a estas (libertad de
precios, libertad de contratación, Ley Le Chapelier, etcétera). Al mismo tiempo se comenzaron
a gestar luchas antirrevolucionarias en diversas regiones de Francia. En la Vandea, un
levantamiento popular fue especialmente significativo: campesinos y aldeanos se alzaron por
el rey y las tradiciones católicas, provocando la llamada guerra de Vandea, reprimida tan
eficaz y cruentamente por las autoridades revolucionarias parisinas que se ha llegado a
calificar de genocidio. Por otra parte, la guerra exterior amenazaba con destruir la Revolución
y la república. Todo ello motivó la trama de un golpe de Estado por parte de los jacobinos,
quienes buscaron el favor popular en contra de los girondinos. La alianza de los jacobinos con
los sans-culottes se convirtió de hecho en el centro del gobierno.
Los jacobinos llevarían en su política algunas de las reivindicaciones de los sans-culottes y las
clases bajas, pero no todas sus reivindicaciones serían aceptadas, y jamás se cuestionó
la propiedad privada. Los jacobinos no pusieron nunca en duda el orden liberal, pero sí
llevaron a cabo una democratización del mismo, pese a la represión que desataron contra los
opositores políticos (tanto conservadores como radicales).
Se redactó en 1793 una nueva Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, y
una nueva constitución de tipo democrático que reconocía el sufragio universal. El Comité de
Salvación Pública cayó bajo el mando de Maximilien Robespierre y los jacobinos desataron lo
que se denominó el Reinado del Terror (1793-1794). No menos de 10 000 personas
fueron guillotinadas ante acusaciones de actividades contrarrevolucionarias. La menor
sospecha de dichas actividades podía hacer recaer sobre una persona acusaciones que
eventualmente la llevarían a la guillotina. El cálculo total de víctimas varía, pero se cree que
pudieron ser hasta 40 000 los que fueron víctimas del Terror.
En 1794, Robespierre[cita requerida] procedió a ejecutar a ultrarradicales y a jacobinos
moderados.202122 Su popularidad, sin embargo, comenzó a erosionarse. El 27 de julio de 1794,
ocurrió otra revuelta popular[cita requerida] contra Robespierre, apoyada por los moderados que
veían peligroso el trayecto de la Revolución, cada vez más exaltada. El pueblo, por otro lado,
se rebela contra la condición burguesa de Robespierre que, revolucionario antes, ahora
persigue a Verlet, Leclerc y Roux.[cita requerida] Los miembros de la Convención lograron
convencer al Pantano, y derrocar y ejecutar a Robespierre junto con otros líderes del Comité
de Salvación Pública.
El Directorio (1795-1799)
Artículo principal: Directorio (Francia)
El Consulado (1799-1804)
Artículo principal: Consulado (Francia)
Escarapela tricolor.
Los colores azul, blanco y rojo eran ya frecuentes en diversos pabellones, uniformes y
banderas de Francia antes del siglo XVIII. El azul y el rojo eran los colores de la villa de París
desde el siglo XIV,23 y el blanco era en aquella época el color del reino de Francia, y por
extensión de la monarquía borbónica.
Cuando Luis XVI visitó a la recién creada Guardia Nacional en el Ayuntamiento de París el 17
de julio de 1790, aparece por primera vez la escarapela tricolor, ofrecida al Rey por el
comandante de la Guardia, el marqués de La Fayette. Unía la escarapela de la Guardia
Nacional que llevaba los colores de la capital, con el color blanco del reino. No fue sin
embargo hasta el 20 de marzo de 1790 que la Asamblea Nacional mencionó en un decreto los
tres colores como "colores de la nación: azul, rojo y blanco". 24 Pero la escarapela no era aún
un símbolo nacional, y el primer emblema nacional como tal fue la bandera diseñada para la
popa de los buques de guerra, adoptada por decreto de la Asamblea Nacional el 24 de
octubre de 1790. Constaba de una pequeña bandera roja, blanca y azul en la esquina superior
izquierda de una bandera blanca. Esta bandera fue modificada posteriormente por
la Convención republicana el 15 de febrero de 1794, a petición de los marineros de la marina
nacional que exigieron que se redujera la predominancia del blanco que simbolizaba todavía
la monarquía.25 La bandera adoptó entonces su diseño definitivo, y se cambió el orden de los
colores para colocar el azul cerca del mástil y el rojo al viento por motivos cromáticos, según
los consejos del pintor Louis David.
Otro símbolo de la Revolución francesa es el gorro frigio (también llamado gorro de la
libertad), llevado en particular por los Sans-culottes. Aparece también en los Escudos
Nacionales de Francia, Haití, Cuba, El
Salvador, Nicaragua, Colombia, Bolivia, Paraguay y Argentina.
El himno «La Marsellesa», con letra y música de Rouget de Lisle, capitán de ingenieros de la
guarnición de Estrasburgo, se popularizó a tal punto que el 14 de julio de 1795 fue
declarado himno nacional de Francia; originalmente se llamaba «Chant de guerre pour l'armée
du Rhin» («Canto de guerra para el ejército del Rin»), pero cuando los voluntarios del general
François Mireur que salieron de Marsella entraron a París el 30 de julio de 1792 cantando
dicho himno como canción de marcha, los parisinos los acogieron con gran entusiasmo y
bautizaron el cántico como «La Marsellesa».
El lema Liberté, égalité, fraternité («Libertad, igualdad, fraternidad»), que procede del lema no
oficial de la Revolución de 1789 Liberté, égalité ou la mort («Libertad, igualdad o la muerte»),
fue adoptado oficialmente después de la Revolución de 1848 por la Segunda República
Francesa.
MENÚ
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La Marsellesa, himno nacional de Francia desde 1795.
Bandera de Francia.
Uno de los acontecimientos con mayor alcance histórico de la revolución fue la declaración de
los derechos del hombre y del ciudadano. En su doble vertiente, moral (derechos naturales
inalienables) y política (condiciones necesarias para el ejercicio de los derechos naturales e
individuales), condiciona la aparición de un nuevo modelo de Estado, el de los ciudadanos,
el Estado de Derecho, democrático y nacional. Aunque la primera vez que se proclamaron
solemnemente los derechos del hombre fue en los Estados Unidos (Declaración de Derechos
de Virginia en 1776 y Constitución de los Estados Unidos en 1787), la revolución de los
derechos humanos es un fenómeno puramente europeo. Será la Declaración de Derechos del
Hombre y del Ciudadano francesa de 1789 la que sirva de base e inspiración a todas las
declaraciones tanto del siglo XIX como del siglo XX.
El distinto alcance de ambas declaraciones es debido tanto a cuestiones de forma como de
fondo. La declaración francesa es indiferente a las circunstancias en que nace y añade a los
derechos naturales, los derechos del ciudadano. Pero sobre todo, es un texto atemporal,
único, separado del texto constitucional y, por tanto, con un carácter universal, a lo que hay
que añadir la brevedad, claridad y sencillez del lenguaje. De ahí su trascendencia y éxito tanto
en Francia como en Europa y el mundo occidental en su conjunto.
La declaración sin embargo excluyó a las mujeres en su consideración de ciudadanas y se
olvidó de las mujeres en su proyecto igualitario. Dos años más tarde de la redacción de
la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano la activista política Olympe de
Gouges escribió la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana (1793), que se
convierte en uno de los primeros documentos históricos que plantea la equiparación jurídica y
legal de las mujeres en relación a los varones.26
Las mujeres ocuparon las calles durante las semanas precedentes a la insurrección y tuvieron
un papel protagonista en el inicio de la Revolución. El 5 de octubre de 1789 fueron ellas
quienes iniciaron la marcha hacia Versalles a buscar al rey. Sin embargo, cuando las
asociaciones revolucionarias dirigen el alzamiento las mujeres quedan excluidas del pueblo
deliberante, del pueblo armado —la Guardia Nacional—, de los comités locales y de las
asociaciones políticas.
Al no poder participar en las asambleas políticas toman la palabra en las tribunas abiertas al
público y crean los clubes femeninos en los que leen y debaten las leyes y los periódicos.
Entre los más reconocidos estaba la Sociedad Patriótica y de Beneficencia de las Amigas de
la Verdad (1791-1792), fundada por Etta Palm, en el que se reclamaba educación para las
niñas pobres, divorcio y derechos políticos.
Entre las revolucionarias más destacadas se encontraba la dramaturga y activista política,
considerada precursora del feminismo, Olympe de Gouges, la cual escribió la Declaración de
los Derechos de la Mujer y la Ciudadana (1793), reivindicando la equiparación de derechos
entre hombres y mujeres. Olympe de Gouges se enfrentó a Robespierre y publicó la
carta Pronostic de Monsieur Robespierre pour un animale amphibie,27 que la llevó a ser
acusada de intrigas sediciosas. Fue juzgada, condenada a muerte y guillotinada. 28
El 30 de septiembre de 1793, se prohibieron los clubes femeninos. En 1794, se insistió en la
prohibición de la presencia femenina en cualquier actividad política, y en mayo de 1795 la
Convención prohibió a las mujeres asistir a las asambleas política ordenando que se retiraran
a sus domicilios bajo orden de arresto si no cumplían lo prescrito. 29 Finalmente el Código
Napoleónico aprobado en 1804 consagró la derrota femenina en la lucha por
la igualdad, libertad y fraternidad que la revolución significó para los varones. 30
Guerra de Independencia de los
Estados Unidos
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Índice
1Contexto
2La guerra de independencia
o 2.1Los primeros combates
o 2.2La batalla de Saratoga
o 2.3La ayuda extranjera y el final de la guerra
3Tratado de Paz
4La nueva constitución
5Véase también
6Notas
7Referencias
o 7.1Notas
o 7.2Bibliografía
8Enlaces externos
Contexto[editar]
Artículo principal: Revolución de las Trece Colonias
La guerra de independencia[editar]
Los primeros combates[editar]
El 19 de abril del año 1775, soldados británicos salieron de Boston para impedir la
rebelión de los colonos mediante la toma de un depósito de armas de estos
últimos en la vecina ciudad de Concord. En el poblado de Lexington se
enfrentaron a 70 milicianos. Nadie sabe quién abrió fuego y dio comienzo de este
modo la guerra de independencia. Los británicos tomaron Lexington y Concord,
pero en su regreso hacia Boston fueron hostigados por cientos de voluntarios
de Massachusetts, Lexington y Concord. Se producen las primeras bajas de la
contienda, ocho soldados colonos. Para junio, 10 000 soldados coloniales sitiaron
Boston.
En mayo de 1775, un Segundo Congreso Continental se reunió en Filadelfia y
empezó a asumir las funciones de gobierno nacional. Nombró catorce generales,
autorizó la invasión de Canadá y organizó un ejército de campaña bajo el mando
de George Washington, un hacendado virginiano y veterano de la guerra franco-
india. Consciente de que las colonias sureñas desconfiaban del fanatismo de
Massachusetts, John Adams presionó para que se eligiera a este coronel de la
milicia virginiana, que tenía cuarenta y tres años, como comandante en jefe. Fue
una elección inspirada. Washington, que asistía al Congreso de uniforme, tenía el
aspecto adecuado: era alto y sereno, con un digno aire militar que inspiraba
confianza. Como dijo un congresista: «No era un tipo que actuara alocadamente,
que despotricara y jurara, sino un hombtre sobrio, firme y calmado».
Se empezaron a reclutar soldados de entre todas las partes de las colonias.
Muchos de ellos eran agricultores o cazadores, bravucones y poco entrenados en
el combate. En las primeras luchas contra los británicos, George Washington llegó
a decir: «hemos reclutado un ejército de generales, no obedecen a nadie».
Al principio, la guerra fue desfavorable para los colonos. En junio de 1775 ambos
ejércitos se encontraron en Bunker Hill, frente a Boston. Los rebeldes se habían
atrincherado en la colina y, pese a que los británicos asaltaron las posiciones
continentales con violencia, los colonos consiguieron aguantar el ataque durante
bastante tiempo; cuando los últimos asaltantes logran llegar a la cima, las bajas
británicas son de 800 soldados. Es una victoria pírrica para los británicos. Los
insurgentes, además, hicieron circular su versión de los hechos, que no era otra
sino que se habían retirado simplemente por la falta de munición y no por el
empuje de los casacas rojas. Después de dejar la colina Bunker Hill, los colonos
se centraron en fortificar la otra colina, Dorchester Heights, lo que consiguieron
gracias a los cañones que capturaron en el fuerte Ticonderoga, y que trajo en una
compleja operación desde allí el joven coronel Henry Knox (esta operación de
transporte se conoce como «noble tren de artillería»). El general británico William
Howe, al ver esta fortificación, decidió rendirse y evacuar la ciudad de Boston el 17
de marzo de 1776 (día de la evacuación). Desde 1770 el gobernador de
Luisiana, Luis de Unzaga y Amézaga tenía conocimiento de los sucesos en
Boston y las restantes colonias inglesas, desde finales de 1775 y en especial en la
primavera y verano de 1776 Luis de Unzaga y Amézaga ayudó a los colonos
norteamericanos con mercancías, atendiendo peticiones como las provenientes de
Patrick Henry o el general Charles Lee, Unzaga facilitó desde Nueva Orleans
toneladas de pólvora, harina, medicamentos, apoyo económico, apoyo militar y
apoyo de armas en varias embarcaciones río arriba, pasando por San Luis y
llegndo hasta Fort Pitt (Pittsburg) a través del río Ohio; gracias a ello, Washington
logró sus primeras victorias.
El 2 de julio de 1776, el Congreso finalmente resolvió que: «estas Colonias Unidas
son, y por derecho deben ser, estados libres y soberanos». El 4 de
julio de 1776 se reunieron 56 congresistas estadounidenses para aprobar
la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, que Thomas
Jefferson redactó con la ayuda de otros ciudadanos de Virginia. Se imprimió papel
moneda y se iniciaron relaciones diplomáticas con potencias extranjeras. En el
congreso se encontraban cuatro de las principales figuras de la
independencia: George Washington, Thomas Jefferson, Benjamin Franklin y John
Adams. De los 56 congresistas, 14 murieron durante la guerra. Benjamin Franklin
se convierte en el primer embajador y jefe de los servicios secretos.
La unidad se extendió entonces por las Trece Colonias para luchar contra los
británicos. La declaración presentó una defensa pública de la guerra de
Independencia, incluida una larga lista de quejas contra el soberano inglés Jorge
III. Pero sobre todo, explicó la filosofía que sustentaba la independencia,
proclamando que todos los hombres nacen iguales y poseen ciertos derechos
inalienables, entre ellos la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que los
gobiernos pueden gobernar solo con el consentimiento de los gobernados; que
cualquier gobierno puede ser disuelto cuando deja de proteger los derechos del
pueblo. Esta teoría política tuvo su origen en el filósofo inglés John Locke, y ocupa
un lugar prominente en la tradición política anglosajona.
Estos hechos convencieron al gobierno británico de que no se enfrentaba
simplemente a una revuelta local de Nueva Inglaterra. Pronto se asumió que
el Reino Unido estaba envuelto en una guerra, y no en una simple rebelión, por lo
que se adoptaron decisiones de política militar dieciochesca convencional,
consistente en maniobras y batallas entre ejércitos organizados.
Este cambio de estrategia forzó a los británicos a evacuar Boston en marzo
de 1776 y transferir sus principales fuerzas a Nueva York, cuya población se
presumía más favorable a la Corona, con un puerto más amplio y una posición
central. En consecuencia, en el verano de 1776, sir William Howe, que sustituyó
a Gage como comandante en jefe del ejército británico en Norteamérica, llegó al
puerto de Nueva York con una fuerza de más de treinta mil hombres. Howe tenía
intención de aislar Nueva Inglaterra de los otros rebeldes y derrotar al ejército de
Washington en una batalla decisiva. Iba a pasar los dos años siguientes tratando
de llevar a cabo este plan.
Tropas alemanas que sirvieron con los británicos, llamadas «hessianos» o «Hessians» en inglés (C.
Ziegler, tras Conrad Gessner, 1799).
Según todas las apariencias, un enfrentamiento militar parecía muy ventajoso para
Gran Bretaña, una de las potencias mundiales más poderosas, con una población
de unos once millones, frente a los dos millones y medio de colonos, un quinto de
los cuales eran esclavos negros. La armada británica era la mayor del mundo y
casi la mitad de sus buques participaron inicialmente en el conflicto con los
nacientes Estados Unidos. El ejército era una fuerza profesional bien entrenada;
en 1778, llegó a tener cerca de cincuenta mil soldados estacionados solo en
Norteamérica, a los cuales se añadieron más de treinta mil mercenarios
alemanes durante la contienda.
Para enfrentarse a ese poder militar, los rebeldes tenían que empezar de la nada.
El Ejército Continental contaba con menos de cinco mil efectivos permanentes,
complementados por unidades de las milicias estatales de diferentes tamaños. En
la mayoría de los casos estaban mandados por oficiales inexpertos y no
profesionales. George Washington, el comandante en jefe, por ejemplo, solo había
sido coronel de regimiento en la frontera virginiana y tenía poca experiencia en
combate. No sabía nada de mover grandes masas de soldados y nunca había
dirigido un asedio a una posición fortificada. Muchos de sus oficiales habían salido
de las capas medias de la sociedad: había posaderos convertidos en capitanes y
zapateros en coroneles, como exclamó, asombrado, un oficial francés. Es más,
«sucede con frecuencia que los colonos preguntan a los oficiales franceses qué
oficio tienen en Francia». No es de extrañar, pues, que la mayoría de los oficiales
británicos pensara que el ejército insurgente no era «más que una banda
despreciable de vagabundos, desertores y ladrones» incapaces de rivalizar con
los casacas rojas de Su Majestad. Un general británico llegó a alardear que con
mil granaderos podía «ir de un extremo a otro de Norteamérica y castrar a todos
los hombres, en parte por la fuerza y en parte con un poco de persuasión».
Sin embargo, estos contrastes eran engañosos, porque las desventajas británicas
eran inmensas desde el principio del conflicto. Gran Bretaña tenía que conducir la
guerra desde el otro lado del Atlántico, a cinco mil kilómetros de distancia, con los
consiguientes problemas de comunicaciones y logística; incluso alimentar
adecuadamente era un problema casi insalvable. Al mismo tiempo, tenía que
hacer una guerra absolutamente diferente a la que cualquier país hubiera librado
en el siglo XVIII. La propia Norteamérica era inconquistable. La enorme extensión
del territorio hacía que las maniobras y operaciones convencionales fueran
difíciles y engorrosas. El carácter local y fragmentario de la autoridad en
Norteamérica inhibía cualquier acción decisiva por parte de los británicos. No
había ningún centro neurálgico con cuya captura se pudiera lograr aplastar la
rebelión. Los generales británicos acabaron por decidir que su principal objetivo
debía ser enfrentarse al ejército de Washington en una batalla, pero, como dijo el
comandante en jefe británico, no sabían como hacerlo, «ya que el enemigo se
mueve con mucha más celeridad de la que nosotros somos capaces».
Uno de los principales problemas para los colonos era la baja calidad de sus
mosquetes, ya anticuados y que solo podían disparar a pocos metros para obtener
precisión. Esto llevó a que se creara un nuevo tipo de arma más eficaz, que fue el
fusil modelo Pennsylvania, de gran precisión desde más de 80 metros. Los
colonos en estos primeros combates lucharon en forma de guerrillas.
George Washington, por su parte, comprendió desde el principio que, por el lado
estadounidense, la guerra tenía que ser defensiva. «En todas las ocasiones
debemos evitar una acción general -dijo ante el Congreso en septiembre de 1776-
o arriesgar nada, a menos que nos veamos obligados por una necesidad a la cual
no deberíamos vernos arrastrados». Aunque nunca actuó como cabecilla
guerrillero y se concentró todo el tiempo en crear un ejército profesional, con el
cual pretendía batir a los británicos en una batalla abierta, en realidad, sus tropas
pasaban buena parte del tiempo librando escaramuzas con el enemigo,
acosándolo y privándole de comida y avituallamiento siempre que era posible
(guerra de guerrillas). En esas circunstancias, la dependencia de los
estadounidenses de unas fuerzas de la milicia no profesionales y la debilidad de
su ejército organizado los convertían, como dijo un oficial suizo, en más peligrosos
que «si tuvieran un ejército regular». Los británicos no comprendieron nunca a qué
se enfrentaban; esto es, a una verdadera revolución que contaba con un apoyo
generalizado de la población. Por ello, continuamente subestimaron el aguante de
los rebeldes y sobreestimaron la fuerza de los colonos leales a la Corona. Al final,
la independencia acabó significando más para los estadounidenses que la
reconquista o conservación de las Trece Colonias para los británicos.
La batalla de Saratoga[editar]
Artículos principales: Campaña de Saratoga y Batalla de Saratoga.
Tratado de Paz[editar]
Artículo principal: Tratado de París (1783)
La nueva constitución[editar]
Véase también: Constitución de los Estados Unidos
https://enciclopediadehistoria.com/independencia-de-estados-unidos/
Causas y consecuencias de la
Independencia de Estados Unidos
Causas
Las principales causas de la Independencia de los Estados
Unidos fueron las que se detallan a continuación:
Consecuencias
Entre las principales consecuencias de la Independencia de los
Estados Unidos se pueden destacar las siguientes:
Nombre Fecha R
https://www.viajesboletin.com/categorias/
principales/de-interes/23812-el-19-de-abril-primer-movimiento-independentista-de-
venezuela/
El 19 de abril de 1810 se inició la lucha por la independencia del dominio español
en Venezuela. La disolución de la Junta Suprema de España y la renuncia Vicente
Emparan, el Capitán General de Venezuela, en un cabildo extraordinario marca el
inicio de la lucha de un movimiento popular del 18 de abril jueves santo y se
consolida el viernes santo 19 de abril.
Se establece entonces una Junta de Gobierno que toma las siguientes iniciativas:
establecer juntas similares en las provincias de Cumaná, Margarita, Barinas,
Barcelona, Trujillo y Mérida. Se crea la Sociedad Patriótica y se envían
representantes diplomáticos a Inglaterra, Estados Unidos y Nueva Granada
apoyar a Venezuela en esta insurrección
https://histounahblog.wordpress.com/los-movimientos-independentistas-de-la-segunda-decada-
del-siglo-xix/
Los movimientos independentistas de la
segunda década del siglo XIX
Los movimientos independentistas de la segunda década del siglo XIX
INTRODUCION
La crisis del imperio español junto al rechazo de algunos sectores criollos a los intentos centralizadores de los
borbones, propiciaron los movimientos independentistas de la segunda década del siglo XIX en Sudamérica
como en México.
Para Centroamérica faltaba mas de una década para que las condiciones derivaran en su emancipación de
España. Como veremos, nuestra independencia no reviste los caracteres heroicos que el civismo oficial nos
ha inculcado desde la escuela. Fue mas bien una jugada política oportunista de quienes controlaban la
economía y el gobierno del Reino de Guatemala que se oponen de acuerdo en separarse del imperio español
El carácter improvisado de nuestra independencia quedo plasmado en la anexión al imperio mexicano a poco
mas de tres meses del 15 de septiembre de 1821. Los conflictos internos de dicho imperio hicieron ver a la
Finalmente el advenimiento de la reforma liberal marca, según el historiador Mario Argueta, el primer intento
Proceso político y militar que, desde 1808 hasta 1826, afectó a la casi totalidad de los territorios americanos
gobernados por España, cuyo resultado fue la separación respecto de ésta de la inmensa mayoría de las
divisiones administrativas de carácter colonial que habían estado bajo el dominio de los monarcas españoles
desde finales del siglo XV y el acceso a la independencia de gran parte de los estados de Latinoamérica.
Con notable exageración, se han querido ver los antecedentes de la independencia hispanoamericana en las
insurrecciones indígenas del siglo XVIII, como las de los comuneros de Paraguay (1717-1735) y Nueva
Granada (1781) y la de José Gabriel Condorcanqui (Túpac Amaru) en el Perú (1780-1781), o incluso en las
guerras civiles que asolaron el territorio peruano en el siglo XVI. Pero el tema más largamente debatido por
los historiadores ha sido el que se refiere a las posibles causas de la independencia, porque es difícil
determinar y sistematizar los orígenes de un proceso tan dilatado en el tiempo y que afectó a territorios tan
alejados unos de otros y, con frecuencia, tan diferentes. Desde los protagonistas de los acontecimientos y sus
contemporáneos hasta la actualidad, en cada época y por cada autor se han intentado resumir en varias las
causas de la independencia, destacando algún aspecto parcial de acuerdo con la perspectiva histórica del
momento, por lo que el resultado es que hoy disponemos de una extensa relación de posibles motivos
originarios de la más variada naturaleza, y de difícil análisis, cuya simple enumeración resultaría poco
explicativa y hasta cierto punto engañosa. Más importante sería analizar el nivel de generalidad de cada una
de estas causas y situarlas en la perspectiva adecuada, ponderando su importancia relativa respecto a las
demás y en cada uno de los territorios afectados: lo que puede actuar como causa decisiva o tomarse como
característico en México (núcleo esencial del virreinato de Nueva España) resulta secundario en el área del
virreinato de Nueva Granada e insignificante en la del Río de la Plata. Por ello, la determinación genérica de
las causas de la independencia, como modelo teórico, debe remitir siempre al análisis del proceso y de sus
Desde el siglo XIX, las causas de la independencia se han venido presentando divididas en dos grupos:
Pueden ser consideradas como causas internas aquéllas que se originaron en el interior de la sociedad
hispanoamericana como resultado de su propio desarrollo histórico, y se caracterizan por destacar algunos
aspectos negativos de la acción colonizadora española. En general, todos estos posibles motivos fueron
señalados desde los primeros momentos del proceso independentista, a veces por los mismos protagonistas
de los acontecimientos, por lo que suelen tener una intención más justificativa que explicativa. Así, por
burocrática por parte de las autoridades españolas, o a la relajación de las costumbres del clero, se trata de
destacar algunos casos, que sin duda fueron tenidos en cuenta por los patriotas, pero a los que no puede
En México, también el bajo clero, como muestra la destacada participación de los sacerdotes Miguel Hidalgo y
José María Morelos, colaboró con los revolucionarios y tuvo una participación destacada en la independencia.
Otras posibles causas aducidas reiteradamente, como la crueldad y el despotismo con que eran tratados los
indígenas y las restricciones culturales impuestas por las autoridades españolas, están en abierta
contradicción con algunos datos de la realidad. En los virreinatos del Perú y Nueva Granada, y hasta cierto
punto en el de Nueva España, muchos indígenas militaron en el bando realista, lo que dio a los
muchas de las más importantes ciudades hispanoamericanas, así como la formación cultural en las mismas
de los propios caudillos independentistas son otros tantos argumentos en contra de la generalización de las
sucede con la rivalidad entre criollos y españoles, con la consiguiente postergación de aquéllos, y el
problema se planteaba, igual que en España, entre los naturales de una región, provincia o reino que
aspiraban a ocupar los puestos de la administración en su tierra y los que provenían de otras zonas,
ocupaban los cargos y desplazaban a los naturales, generalmente por residir en la corte o tener valedores en
ella. En cuanto al sistema económico, su influencia se vio disminuida por el incumplimiento sistemático de la
normativa, el contrabando y la escasa capacidad industrial de los territorios americanos. Más bien fueron las
medidas económicas de carácter liberal que venían implantándose desde el siglo XVIII las que estimularon en
Mayor importancia que las mencionadas hasta aquí tuvieron las siguientes causas:
a) La concepción patrimonial del Estado, toda vez que las Indias estaban vinculadas a España a través de la
persona del monarca. Las abdicaciones forzadas de Carlos IV y Fernando VII, en 1808, rompieron la
legitimidad establecida e interrumpieron los vínculos existentes entre la Corona y los territorios
b) La difusión de doctrinas populistas. Desde santo Tomás de Aquino hasta el español Francisco Suárez, la
tradición escolástica había mantenido la teoría de que la soberanía revierte al pueblo cuando falta la figura del
rey. Esta doctrina de la soberanía popular, vigente en España, debió de influir en los independentistas tanto
c) La labor de los jesuitas. Las críticas dirigidas por los miembros de la Compañía de Jesús a la actuación
tuvieron gran importancia en la generación de un clima de oposición al dominio español entre la burguesía
criolla.
d) Las enseñanzas impartidas por las universidades y el papel desarrollado por las academias literarias, las
actuación de España en América ejerció una gran influencia en la formación de algunos de los principales
líderes de la independencia, cuya vinculación con la Logia Lautaro les proporcionó el marco adecuado para la
conspiración.
Pueden ser consideradas como causas externas aquellas que actuaron sobre el proceso independentista
desde fuera de los dominios imperiales españoles, en especial desde Europa y Estados Unidos. Algunas de
influencia en la historia mundial es evidente, actuaron más como modelos que como causas directas
delproceso. Mayor importancia tuvieron las ideas enciclopedistas y liberales procedentes de Francia, así como
las relaciones de convivencia de muchos de los máximos dirigentes independentistas, como Francisco de
Miranda, José de San Martín, Simón Bolívar, Mariano Moreno, Carlos de Alvear, Bernardo O’Higgins, José
Miguel Carrera Verdugo, Juan Pío de Montúfar y Vicente Rocafuerte, que se encontraron con frecuencia en
Londres, así como los contactos que mantuvieron con los centros políticos de Estados Unidos y Gran Bretaña.
Ello les permitió equiparse ideológicamente, pero también les proporcionó la posibilidad de contar con apoyos
Después de las rebeliones fracasadas de Hidalgo y Morelos y tras el desgraciado fracaso de la fulgurante
expedición de Francisco Xavier Mina (el Mozo) en 1817, fue Vicente Guerrero quien logró mantener la
insurrección en el sur del país. En 1821, Agustín de Iturbide, militar que había combatido en las tropas
realistas, entró en contacto con Guerrero y, el 24 de febrero de ese año, lanzó un manifiesto conocido como el
Plan de Iguala (o de las Tres Garantías), que establecía tres condiciones: la independencia de México, el
mantenimiento del catolicismo y la igualdad de derechos para los españoles y los mexicanos. El 24 de agosto
de ese mismo año, Iturbide y el virrey Juan O’Donojú, que acababa de llegar de España enviado por el
gobierno constitucional, firmaban el Tratado de Córdoba, por el que se declaraba la independencia de México.
En Centroamérica, se produjeron algunos intentos de rebelión a partir de 1811, pero todos ellos terminaron en
fracaso, como los alzamientos del cura José Matías Delgado y Juan Argüello en El Salvador, o la intentona de
Guatemala fue menos violento que en otras regiones y también más tardío. En 1822, Iturbide incorporó
Centroamérica al Imperio Mexicano, actuando en contra de los deseos de la mayoría de la población, que
rechazaba tal unión. En 1823, tras la abdicación de Iturbide (que se había coronado emperador como Agustín
I), se crearon las Provincias Unidas del Centro de América, gobernadas inicialmente por un triunvirato
compuesto por Pedro Molina, Villavicencio y Manuel José Arce, quien en 1825 se convirtió en el primer
presidente del recién creado Estado federal, que habría de perdurar hasta 1842.
La coyuntura
Por encima de todas estas posibles causas, la independencia americana se vio favorecida por la coyuntura
política, bélica e ideológica por la que atravesó España. La supresión de la dinastía de Borbón y la invasión de
la península Ibérica por las tropas de Napoleón I Bonaparte, que dieron origen a la guerra de la
principales ciudades americanas. Las juntas empezaron, en general, reconociendo la autoridad real en la
persona de Fernando VII, pero propiciaron el comienzo del proceso independentista. Las Cortes de Cádiz y la
Constitución liberal de 1812 dieron paso al restablecimiento de la autoridad española en la mayoría de las
actuaciones de los independentistas más radicales, al abrirse camino las posibilidades de un nuevo régimen
en España que conllevara una nueva organización política, social y económica de los territorios americanos.
Pero la reacción absolutista de 1814, producida por el retorno al trono español de Fernando VII, produjo un
impidió el embarque de las tropas españolas destinadas a América y, con ello, facilitó a los patriotas
americanos la realización de las últimas campañas militares, que les llevarían al triunfo final y a la
independencia.
De acuerdo con lo anterior, el proceso de independencia puede dividirse en dos grandes fases. La primera,
transcurrida desde 1808 hasta 1814, se caracteriza por la actuación de las juntas que, al igual que en España,
se constituyeron en las ciudades más importantes para tratar de restablecer una legalidad interrumpida por los
sucesos de la península Ibérica. La segunda, que tuvo lugar entre 1814 y 1824, se caracteriza por la guerra
abierta y generalizada entre los patriotas y los realistas, en la casi totalidad de los territorios americanos bajo
dominio español.
El estudio de los primeros momentos de la lucha por la emancipación respecto del dominio español requiere
un análisis localizado de las diversas áreas de Latinoamérica que se vieron afectadas por el proceso
independentista.
El Río de la Plata
del virrey. La Banda Oriental de los territorios rioplatenses estuvo dominada desde el principio por la
personalidad de José Gervasio Artigas, quien formó un cuerpo de voluntarios y venció a las tropas realistas en
Las Piedras el 18 de mayo de 1811, pero no pudo ocupar Montevideo debido al acuerdo firmado en
noviembre de ese año entre el virrey Francisco Javier Elío y los representantes de la ciudad de Buenos Aires,
que deseaban controlar todo el virreinato. En esta ciudad, los primeros incidentes se produjeron en el cabildo,
al enfrentarse en enero de 1809 los partidarios de Mariano Moreno, representante de los ganaderos de la
región, con los de Bernardino Rivadavia. Tras rechazar la autoridad del virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros el
30 de junio de 1809, se creó una Junta, el 25 de mayo de 1810, dirigida por Cornelio de Saavedra, que
Dicha Junta envió a José Rondeau a la Banda Oriental y a Manuel Belgrano a Paraguay, para evitar la
secesión de estos territorios, pero Rondeau no tardó en entenderse con Artigas y Belgrano fue derrotado en
Tacuarí el 9 de marzo de 1811. El 14 de mayo siguiente, el triunvirato constituido por Pedro Juan Caballero,
Juan Valeriano Zeballos y José Gaspar Rodríguez de Francia proclamó la independencia de Paraguay
(posteriormente, este último impuso una férrea dictadura y cerró el país a todo contacto con el exterior). En
septiembre del mismo año, un triunvirato, del que Rivadavia era secretario, controló el poder en Buenos Aires
e inició una dura represión contra sus opositores. En Buenos Aires no se aceptaba el dominio de Artigas en la
Banda Oriental ni el de Rodríguez de Francia en Paraguay, pero las rivalidades entre los diferentes líderes
dificultaban la realización de sus propósitos: mientras Buenos Aires defendía la unidad de los territorios que
habían conformado el virreinato del Río de la Plata, las provincias se inclinaban por el federalismo, los
miembros de la Logia Lautaro se oponían a los de la Acción Patriótica y Portugal reclamaba el dominio sobre
parte de lo que se convertiría más tarde en Uruguay. En 1814, Artigas y Rondeau ocuparon Montevideo y
El Alto Perú
El Alto Perú, que pertenecía hasta entonces a la jurisdicción sobre la que establecía su dominio el virreinato
de la Plata, protagonizó los primeros movimientos de carácter independentista. Así, la primera Junta que
rompió abiertamente con las autoridades españolas fue la de Chuquisaca (actual Sucre, en Bolivia), cuando el
25 de mayo de 1809 un triunvirato formado por Bernardo de Monteagudo, Jaime de Zudáñez y por Lemoine
apresó al presidente de la audiencia, García Pizarro. Fue secundada por la Junta de La Paz, que se
constituyó el 16 de julio de 1809 con Pedro Domingo Murillo como presidente, pero que fue reducida pronto
por los realistas al mando del general José Manuel de Goyeneche, quien mandó ejecutar a Murillo el 10 de
enero de 1810. Los dirigentes de la Junta de Buenos Aires enviaron al Alto Perú al general Antonio González
Balcarce, que venció a los realistas en Suipacha el 7 de noviembre de 1810 y obligó a Goyeneche a solicitar
un armisticio. Reanudadas las hostilidades en 1811, Goyeneche venció en la batalla de Guaqui y envió a Juan
Pío de Tristán y Moscoso al Río de la Plata, pero las victorias de José de San Martín en San Lorenzo, el 3 de
febrero de 1813 y de Belgrano en Tucumán (septiembre de 1812) y Salta (febrero de 1813) consolidaron la
independencia rioplatense. Parecido final al de la Junta de La Paz tuvo la que se constituyó en Quito el 10 de
agosto de 1809 con Juan Pío de Montúfar, marqués de Selva Alegre, al frente. Los juntistas pactaron con la
audiencia, pero no lograron el apoyo de Guayaquil, Cuenca y Pasto, por lo que no tardaron en ser reducidos
por los realistas. Una nueva Junta, dirigida por Ruiz del Castillo, se creó el 22 de septiembre de 1809. El 11
de octubre de 1810 se proclamó la independencia de Ecuador, pero en 1812 el virrey del Perú José Fernando
Abascal y Sousa volvió a controlar toda la región, incorporando a su jurisdicción los territorios
correspondientes al Alto Perú, después de haber evitado que se adhirieran al proceso emancipador
rioplatense.
Chile
Tras destituir, el 16 de julio de 1810, al gobernador Francisco Antonio García Carrasco, se concedió la
presidencia a Mateo de Toro y Zambrano, conde de la Conquista, con lo que se mantuvo la apariencia de
fidelidad a la monarquía española, aunque tampoco en Chile tardaron en surgir discrepancias entre los
dirigentes. La Junta de Santiago se constituyó el 18 de septiembre de 1810, con Toro y Zambrano como
primer presidente. Los moderados José Antonio Rojas y Juan Antonio Ovalle, partidarios de mantener los
lazos con España, se impusieron en abril de 1811 a los radicales Bernardo O’Higgins y Juan Martínez de
Rozas. En julio de 1811, llegó el militar chileno José Miguel Carrera Verdugo, que se hizo con el poder
apoyado por O’Higgins y dictó el Reglamento Constitucional de 27 de octubre de 1812, que establecía su
México
En el virreinato de Nueva España los comienzos del movimiento independentista tuvieron un marcado
dio paso al levantamiento del sacerdote Miguel Hidalgo en Dolores (actual Dolores Hidalgo, en Guanajuato),
el 16 de septiembre de 1810. Las tropas del virrey Francisco Javier Venegas, a las órdenes del general Félix
María Calleja del Rey, vencieron a los rebeldes en Guanajuato y Puente de Calderón, y ejecutaron a los
principales responsables en 1811. Más amplitud tuvieron los levantamientos en el sur del país, donde los
insurrectos dirigidos por el también sacerdote José María Morelos, tras ocupar Oaxaca y Acapulco,
redactaron la Constitución de Apatzingán, primera ley magna de la historia del constitucionalismo mexicano.
La enérgica y sangrienta reacción del virrey Calleja concluyó con la ejecución de Morelos en 1815 y el
Una vez que se había establecido una incipiente estructura política en los territorios que luchaban por lograr la
independencia de España, surgió la etapa de reacción española que condujo a la verdadera fase bélica del
proceso emancipador, cuyo punto culminante fue el nacimiento o consolidación de los estados
sudamericanos.
Los realistas volvieron a tomar la iniciativa, a finales de 1814, a partir de las victorias logradas en Maturín y
Urica por José Tomás Rodríguez Boves, al frente de los llaneros del Orinoco. Bolívar tuvo que escapar de
Nueva Granada rumbo al Caribe, donde escribió la llamada Carta de Jamaica, en la que diseñaba el mapa de
las futuras repúblicas independientes de América. En mayo de 1815, las tropas realistas del general Pablo
En Perú, los realistas controlaron la mayor parte del territorio a raíz de las victorias de Joaquín de la Pezuela
en Vilcapugio y Ayohuma en octubre y noviembre de 1813, respectivamente. Y otro tanto puede decirse de
Chile, donde la falta de entendimiento entre Carrera y O’Higgins condujo a la victoria realista de Rancagua, en
octubre de 1814. En 1816, la causa independentista sólo parecía victoriosa en el territorio que habría de
conformar Argentina, donde el Congreso de Tucumán proclamó la independencia de las Provincias Unidas del
La guerra se generalizó en todas las regiones a partir de 1817. El Congreso de Angostura (reunido a partir de
febrero de 1819) nombró a Bolívar presidente de Venezuela; la victoria de José Antonio Páez sobre Morillo en
Las Queseras del Medio, en abril de ese mismo año, permitió a Bolívar cruzar los Andes, ocupar Tunja,
vencer en las batallas del Pantano de Vargas y Boyacá, el 25 de julio y el 7 de agosto respectivamente, y
entrar en Santafé de Bogotá el 10 de agosto de 1819. En diciembre de ese año se constituyó la República de
la Gran Colombia y Bolívar fue designado presidente. El 24 de junio de 1821, Bolívar obtuvo la victoria de
Carabobo, que garantizó la independencia de Venezuela, en tanto que, en mayo de 1822, Antonio José de
Sucre venció en Pichincha. Bolívar, que en abril de 1822, había obtenido una nueva victoria en Bomboná,
entró en Quito en el mes de junio (liberada para los independentistas por Sucre) y se dirigió a Guayaquil.
En el sur, el general San Martín creó un ejército en Mendoza, cruzó los Andes con dirección a Chile y obtuvo
la victoria de Chacabuco, el 12 de febrero de 1817, con la ayuda de Bernardo O’Higgins. Todavía los realistas
lograron vencer en Talcahuano (octubre de 1817) y Cancha Rayada (marzo de 1818), y estuvieron a punto de
recuperar Santiago, pero la victoria patriota en Maipú (5 de abril de 1818) aseguró la independencia de Chile.
Los éxitos argentinos en Chile no se repitieron en la Banda Oriental, donde las tropas federalistas del litoral
(provincias de Entre Ríos, Corrientes y Santa Fe) vencieron a las de Buenos Aires en Cepeda, en 1820,
consolidando la segregación de Uruguay del proceso independentista propiamente argentino. Con el apoyo de
la flota que se encontraba al mando del almirante británico Thomas Alexander Cochrane, San Martín inició la
campaña de Perú, logró ocupar Lima el 9 de julio de 1821 y proclamó la independencia del país el 28 de julio
siguiente. Nombrado ‘protector’ de Perú, convocó un Congreso Constituyente en 1822 y se dirigió a Guayaquil
En la entrevista que tuvo lugar el 26 de julio de 1822 entre Bolívar y San Martín, en Guayaquil, se acordó que
aquél se ocupara de los asuntos de Perú y que San Martín se retirara de la escena política porque no contaba
con el apoyo de la burguesía limeña. Los realistas mandados por Jerónimo Valdés, tras vencer en Torata y
Maquegua, recuperaron Lima en junio de 1823, lo que hizo necesaria la intervención de Sucre y del propio
Bolívar, que en febrero de 1824 asumió la dictadura. Las victorias de Sucre sobre el realista José Canterac en
Junín (en este caso, colaborando con las tropas de Bolívar), el 6 de agosto de 1824, y sobre Valdés y el virrey
El Callao en enero de 1826, último reducto de las tropas realistas mandadas por el gobernador José Ramón
Rodil, y postrer bastión del dominio español en el continente americano, puso fin a la guerra y aseguró
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venezuela/
El 5 de julio de 1811 se firma el acta de la independencia, ese día es celebrado en Venezuela
como su día nacional. En esa fecha formalmente a través del documento “Acta de declaración
de la independencia”, Venezuela se separa de España. La sociedad patriótica integrada por
Simón Bolívar y Francisco de Miranda fue la pionera en el impulso de la separación de
Venezuela de la corona española.
El periodo histórico entre 1810 y 1830 ha sido dividido por la historiografía venezolana en
cuatro partes: Primera República (1810-1812), Segunda República (1813-1814), Tercera
República (1817-1819) y la Gran Colombia (1819-1830).
Causas
Entre los factores influyentes se destacan el deseo de poder de los grupos sociales criollos que
poseían el estatus social y económico pero no político, el descontento de la población por los
malos manejos y por el alza de los impuestos, la introducción de las ideas del Enciclopedismo,
la Ilustración, la declaración de Independencia de los Estados Unidos, la Revolución francesa,
la Revolución haitiana y el reinado de José I de España.
Antecedentes
A finales del siglo XVIII tienen lugar los primeros conatos independentistas en Venezuela. El
primero de ellos intenta dos veces en 1806 invadir el territorio venezolano por La Vela de Coro,
liderado por el general Francisco de Miranda, con una expedición armada proveniente de Haití.
Sus incursiones terminan en fracasos por la prédica religiosa en su contra y la indiferencia de la
población.
La Conjuración de los Mantuanos fue un movimiento que estalló en Caracas en 1808. Los
mantuanos, quienes constituían el grupo social más poderoso de la sociedad, encabezaron un
intento para constituir una Junta de Gobierno que rigiese los destinos de la Capitanía General
de Venezuela a raíz de la invasión de España por Napoleón.
https://www.cndh.org.mx/noticia/nacimiento-de-simon-bolivar-el-libertador
http://www.ucv.ve/sobre-la-ucv/bicentenario-de-la-ucv/historia/la-independencia-de-
venezuela.html
La Independencia de Venezuela
Hoy todos los venezolanos reconocemos que la independencia es el proceso más importante de
nuestra historia, por que obtuvimos la libertad que nos permite ejercer nuestro derecho a ser lo
que somos, venezolanos. Para todos los venezolanos el proceso de independencia comprende
nuestra época más gloriosa, por ser el tiempo de grandes hombres, cuyos elevados ideales y
probado valor, hicieron posible la consecución de fastuosas causas que alimentan nuestro orgullo
y sentir patrio.
200 años después todos los venezolanos compartimos esta noción del pasado porque aprendemos
una misma interpretación de los hechos, es decir conocemos una misma historia. En la escuela nos
enseñan que el 19 de abril de 1810 se declaró, y que el 5 de julio de 1811 se firmó, el acta que
sentenció nuestra irrenunciable decisión de ser libres. Asimismo, aprendemos cientos de fechas
compuestas por días, meses y años, de un sin fin de batallas y actos heroicos, librados por un
grupo de excepcionales próceres que lucharon a muerte en una larga y cruenta guerra convertida
en el crisol donde se forjó nuestra libertad. Aprendemos que Francisco de Miranda, Antonio José
de Sucre, José Tadeo Monagas, José Antonio Páez, Santiago Mariño, Manuel Piar, Carlos Soublete,
Rafael Urdaneta, etc., son algunos de nuestros principales héroes. Se nos repite insistentemente
que pelearon por nosotros con gallardía, con honor, con disciplina y gran coraje, todos bajo el
liderazgo de Simón Bolívar, nuestro máximo héroe y padre de la patria, a quien se nos enseña a
venerar y rendir culto.
La historia patria representó una feliz síntesis que logró sobreponer a la marcada diversidad social
la aparente solidez de una homogénea y hasta ese entonces desconocida unidad. De este principio
surgió la noción de pueblo, prontamente convertido en el gran protagonista de la lucha por la
independencia. La historia patria cubrió del mismo sentido unitario otros aspectos de la vida
pública, como la economía, la política, la integración territorial y sobre todo, la ideología que
nutrió el proceso. De tal forma la interpretación tradicional parte de la idea de que todos los
venezolanos estaban unidos en favor de una sola causa. Supuesta unanimidad que a la voz de
“todos juntos”, logró imponer la idea de dos bandos enfrentados, unos buenos y otros malos,
amalgamados por el odio, el miedo y el desprestigio del contrario.
Primera República de Venezuela
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Estado desaparecido
1810-1812
Escudo
Bandera
Primera República (arriba), Segunda República (en medio) y Tercera República
(abajo); el color amarillo representa el territorio ocupado por los patriotas, el color
Coordenadas
10°05′00″N 67°32′00″O
Capital Valencia
Presidente
Cristóbal Mendoza
• 1811-1812
Francisco Espejo
• 1812
Francisco de Miranda
• 1812
← →
← →
Índice
1Antecedentes
2La Independencia
3La Guayana
4Desestabilización de la Primera República
o 4.1Insurrecciones
5Caída de la Primera República
o 5.1Domingo Monteverde
o 5.2El terremoto de 1812
o 5.3Capitulación de San Mateo : Fin de la República
6Bandera
7Bibliografía
8Referencias
9Véase también
Antecedentes[editar]
Artículo principal: Junta Suprema de Caracas
La Independencia[editar]
Artículo principal: Acta de la Declaración de Independencia de Venezuela
La Guayana[editar]
Artículo principal: Campaña de Guayana (1811-1812)
Bandera[editar]
Estado desaparecido
1813-1814
Bandera
Escudo
Mapa de la situación militar de Venezuela para el año 1813, momento para el cual
Coordenadas
10°05′00″N 67°32′00″O
Capital Caracas
Presidente
• 1813-1814 Simón Bolívar
← →
← →
Índice
1Antecedentes
o 1.1Caída de la Primera República
o 1.2Manifiesto de Cartagena
o 1.3Acta de Chacachacare
2Campaña de Oriente
o 2.1Toma de Güiria
3Campaña Admirable
4Decreto de Guerra a Muerte
5Campaña de Boves
6Batalla de la Victoria
7Migración a Oriente
8Fin de la Segunda República
9Territorio
10Véase también
11Enlaces externos
Antecedentes[editar]
Artículos principales: Primera República de Venezuela y Manifiesto de Cartagena.
Manifiesto de Cartagena[editar]
Con la caída de la Primera República ante las fuerzas de Monteverde, Simón
Bolívar parte al exilio, rumbo a Curazao y luego de allí a las Provincias Unidas de
la Nueva Granada, que recientemente había declarado su independencia
de España.
En Cartagena, Bolívar escribe un manifiesto titulado Memoria dirigida a los
ciudadanos de la Nueva Granada por un caraqueño, en el que resume de las
causas de la pérdida de la Primera República, la situación en la que se encontraba
la América hispana y expone sus perspectivas para el futuro de la región.
Tras escribir tal documento, Bolívar solicita al congreso de la Nueva Granada su
incorporación al ejército y es ascendido al grado de Brigadier (equivalente
a General de Brigada en la actualidad), siéndole asignada una guarnición con la
que emprendería la Campaña Admirable.
Acta de Chacachacare[editar]
Tras la caída de la Primera República, un grupo de 45 patriotas dirigidos
por Santiago Mariño se exilian en Trinidad, y se reúnen en la hacienda de
Concepción Mariño, la hermana de Santiago Mariño, el 11 de enero de 1813, en
la Isla Chacachacare, para determinar las acciones a tomar para el
establecimiento de Venezuela. En ella, firman un acta, conocida posteriormente
como Acta de Chacachacare, en la que designan a Santiago Mariño como
comandante de una expedición para restablecer la república, tal y como se
establece en el siguiente fragmento de la carta:
...Violada por el jefe español D. Domingo Monteverde la capitulación que celebró
con el ilustre general Miranda, el 25 de julio de 1812; y considerando que las
garantías que se ofrecen en aquel solemne tratado se han convertido en cadalsos,
cárceles, persecuciones y secuestros, que el mismo general Miranda, ha sido
víctima de la perfidia de su adversario; y, en fin, que la sociedad se halla herida de
muerte, cuarenta y cinco emigrados nos hemos reunido en esta hacienda, bajo los
auspicios de su dueña la magnánima señora doña Concepción Mariño, y
congregados en consejo de familia, impulsados por un sentimiento de profundo
patriotismo, resolvemos expedicionar sobre Venezuela, con el objeto de salvar esa
patria de la dependencia española y restituirle la dignidad de nación que el tirano
Monteverde y su terremoto le arrebataron. Mutuamente nos empeñamos nuestra
palabra de caballeros de vencer o morir en tan gloriosa empresa; y de este
compromiso ponemos a Dios y a nuestras espadas por testigo. Nombramos jefe
Supremo con plenitud de facultades al coronel Santiago Mariño.
Tras firmar el acta, los expedicionarios parten con rumbo a Güiria con solo
cinco mosquetes, tomándola con éxito y poniendo en fuga al comandante Juan
Gavazo, encargado de defender la plaza, emprendiendo así la Campaña de
Oriente.
Campaña de Oriente[editar]
Artículo principal: Campaña de Oriente
Toma de Güiria[editar]
Las tropas patriotas desembarcan en la madrugada del 14 de enero de 1813 en
la península de Paria para tomar la ciudad de Güiria. Con solo cinco mosquetes y
45 soldados, logran tomar efectivamente la ciudad al día siguiente, el 15 de enero,
poniendo en fuga al comandante realista Juan Gavazo y tomando efectivamente la
ciudad, que contaba con cinco cañones. Santiago Mariño se referiría a este
suceso en una proclama escrita junto a su compañero Juan Bautista Bideau de la
siguiente manera:
...Tuvimos el día 13 la gloria con sólo cinco mosquetes y un puñado de hombres
de tomar 10 cañones y toda Güiria poniendo en vergonzosa fuga a su ex
comandante Gavazo...
Tras este suceso, el corsario Juan Gavazo se refugia en Irapa, de donde es
expulsado el día 15 de enero por las fuerzas patriotas de José Francisco
Bermúdez, empezando así a tener éxito la Campaña de Oriente.
Campaña Admirable[editar]
Artículo principal: Campaña Admirable
El 14 de mayo de 1813, Bolívar entra con sus tropas a la población Venezolana
de La Grita y se enfrenta a una fuerza española en la Batalla de Agua de Obispo,
el 18 de junio de 1813.
La campaña continúa con una serie de escaramuzas entre Bolívar y los realistas
con victorias para Bolívar, quien va aumentando su prestigio y sus tropas.
El 2 de julio de 1813, Bolívar quien ha dividido su ejército en dos, uno rumbo
a Barquisimeto y otro rumbo a Barinas obtiene un resonante triunfo en la Batalla
de Niquitao.
Las posteriores Batallas de Los Horcones y Taguanes, aseguran el camino a
Caracas donde Bolívar entra triunfante del 6 de agosto de 1813.
Campaña de Boves[editar]
A partir de febrero de 1814 comienzan a producirse enfrentamientos entre grupos
realistas y el ejército patriota. Los grupos realistas eran comandados por José
Tomás Boves, quien levantó a los llaneros aduciendo que Bolívar y los demás iban
a crear una república para los blancos y que el Rey de España Fernando VII había
prometido la libertad de los esclavos.
La Segunda República comenzó entonces su decadencia alternando victorias y
derrotas todas muy costosas para ambos bandos.
La campaña de Boves arrinconó a los patriotas en oriente, a finales de año José
Félix Ribas fue capturado y ejecutado, Girardot en la Batalla de
Bárbula y Ricaurte en la Batalla de San Mateo habían muerto defendiendo sus
plazas, pero era evidente que la segunda república estaba
condenada. Bolívar emigró a Jamaica donde escribió su carta, los demás
emigraron a Trinidad o se quedaron formando focos aislados de
resistencia. Boves murió en la batalla de Urica en diciembre de 1814, la cual fue
de todos modos una victoria para los realistas.
Batalla de la Victoria[editar]
Artículo principal: Batalla de La Victoria
Migración a Oriente[editar]
Artículo principal: Emigración a Oriente
Territorio[editar]
La Segunda República estaba compuesta por las provincias
de Mérida, Trujillo, Caracas, Barinas, Barcelona, Cumaná y Margarita. Durante
este período no se tomó la provincia
de Guayana, Maracaibo y Coro permanecieron realistas.
Véase también