Historia de La Escultura

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La historia de la escultura es una parte de la historia del arte que estudia la

evolución de la escultura, desde sus principios teniendo en cuenta las diferentes


culturas del mundo y los períodos históricos que suelen coincidir con los de la
propia historia del arte. A lo largo del tiempo, muchas de sus formas y
herramientas utilizadas siguen siendo las mismas o similares.1

Desde las civilizaciones prehistóricas hasta las actuales, la escultura ha pasado


por varias fases funcionales; inicialmente tenía un uso utilitario y era un método
para representar rituales mágicos o religiosos. En ciertos momentos de la historia,
debido a la aparición en algunas religiones del aniconismo —por ejemplo, en
el cristianismo ortodoxo y en el islam—, la práctica de la escultura se reduce a la
realización de adornos sin ninguna representación de imágenes. El rechazo
de Moisés del culto al becerro de oro, que cita la Biblia, fue seguramente un
acontecimiento decisivo en una parte de la historia de la escultura, ya que
promovió la práctica según la cual había que evitar la existencia de imágenes
sagradas o de personas religiosamente relevantes, así, permaneció restringido
entre los judíos y en las religiones que han derivado. Iniciativas como ésta
surgieron también en los inicios del cristianismo y del budismo, sin embargo y con
el paso del tiempo, en ambas religiones se revirtió esta tendencia y la escultura
alcanzó una gran relevancia, sobre todo en el budismo. Sin embargo, algunos
sectores se sigue practicando la iconoclastia, como lo demuestra la destrucción de
los Budas de Bāmiyān por parte de los talibanes en 2001.2

Los escultores medievales y renacentistas trabajaban en colaboración con otros


artesanos y solían tener grandes talleres, en estos locales podían trabajar muchos
ayudantes y oficiales, y el maestro escultor era el encargado de la finalización de
las obras. Por otra parte, detrás del arte han existido grandes mecenas, el
patronazgo de los cuales, en algunos casos, se prolongaba durante toda su vida.
Más recientemente, a partir del siglo XIX, los escultores dependen normalmente
de las galerías de arte públicas y privadas donde se exponen las obras de cara a
su venta, ya que los encargos para proyectos civiles son relativamente poco
habituales.

La representación de la figura humana ha sido uno de los temas principales hasta


el siglo XX.3 Con la aparición de nuevos materiales artificiales y herramientas
mecanizadas, así como con el desarrollo de los medios de comunicación, la
evolución de los estilos se aceleró y, por tanto, diversificó. Los comienzos del arte
experimental que dio lugar a la abstracción llegó a ser una práctica escultórica
dominante durante al menos cincuenta años, después de que la tradición figurativa
se impuso durante siglos. La tradición escultórica fue cuestionada tanto en el
contexto mercantil como en el diseño industrial, el cambio que ocasionó tanto a
nivel social como a nivel político y filosófico en el período vivido entre las dos
guerras mundiales permitió que el arte abstracto, a partir de 1945, se concentrara
en la expresión de las cualidades físicas de los materiales y en la búsqueda de la
sensación visual.4
Historiografía[editar]
Los primeros tratados sobre técnicas de escultura pertenecen a los artistas
griegos y datan del siglo V a. C.. El más conocido es el Canon de Policleto, obra
en la que el escultor expone las innovaciones que él mismo llevó a la práctica,
como la posición del contrapposto. Según Plinio el viejo, sus indicaciones fueron
adoptadas como leyes por otros artistas. Alberto Durero, durante sus últimos años
de vida, se dedicó a recopilar estudios teóricos que había hecho sobre
el canon humano al Tratado de las proporciones del cuerpo, editado
póstumamente en 1528.5 Leon Battista Alberti, que se mostró constantemente
interesado por la búsqueda de reglas —tanto teóricas como prácticas— capaces
de orientar el trabajo de los artistas, llama en sus obras algunos cánones como,
por ejemplo, en De statua, en la que expone las proporciones del cuerpo humano.6

La Naturalis Historia de Plinio el viejo, los Mirabila de Pasiteles, datado del siglo I
a. C., y otras obras contribuyeron a difundir las teorías histórico-críticas de los
filósofos griegos que en el período helenístico establecían que el
escultor Fidias representaba la «cima de su pasado artístico». Pensadores
romanos como Cicerón y Quintiliano formularon observaciones críticas de interés
sobre la escultura y la pintura pero, en conjunto, la aportación de la antigua
Roma en la historiografía del arte reside en la descripción de las obras y la
transmisión de las noticias y los conocimientos según los precedentes griegos
perdidos. Durante la baja Edad Media, los artistas comenzaron a firmar las obras
e, incluso, algunos de ellos adoptaron la idea de añadir autorretratos en sus obras,
como el escultor Arnau Cadell al monasterio de Sant Cugat (c. 1190); debido a la
falta de contratos, estas firmas son uno de los datos más importantes que tiene la
historiografía de la escultura románica.7

Durante el Quattrocento florentino se formuló una teoría y una historiografía de


acuerdo con la nueva práctica y mentalidad artística. El género de las «biografías
de artistas», olvidado desde la antigüedad clásica —puesto que este género fue
iniciado en el siglo IV a. C. por Duris de Samos— volvió a ser cultivado: Cennino
Cennini con su Libro dell'Arte y los Comentarii de Lorenzo Ghiberti son el
testimonio más elocuente de la profunda renovación que el Renacimiento llevó en
el plano de la literatura artística. Sin embargo, las obras de Donatello, Andrea del
Verrocchio y Jacopo della Quercia demarcon el ague de este panorama artístico.
En esta época es cuando se dio prácticamente la liberación de la escultura del
marco arquitectónico, los relieves se realizaron con las reglas de la perspectiva y
se mostraban a los personajes con expresiones de dramatismo que llevaban a la
sensación de gran terribilità en los sentimientos expuestos en las esculturas.
Durante el Cinquecento, Leonardo da Vinci, Rafael Sanzio y el propio Miguel
Ángel continuaron esta tradición teórica con sus escritos y tratados; este período
se caracterizó debido al parcial gusto por la grandiosidad monumental y por una
influencia más «manierista». Le Vite (1550) de Giorgio Vasari constituye una obra
fundamental que ejerció una enorme influencia en toda la historiografía del arte
que se desarrolló posteriormente.8
En el mundo griego se inició la investigación arqueológica con las excavaciones
de Heinrich Schliemann entre 1868 y 1874, gracias a las cuales se
descubrieron Ítaca, Troya y Micenas. Schliemann también dio nombre a
la Máscara de Agamenón:

He descubierto las tumbas, que, según la tradición, corresponden


a Agamenón, Casandra, Eurimedonte y sus compañeros, asesinados durante el famoso
banquete para Clitemnestra y su amante Egisto.
—Heinrich Schliemann. Necrópolis de Micenas.
Pasado el tiempo, se sabe que estas tumbas pertenecen a siglos anteriores a los
hechos narrados por Homero, que Schliemann tomó como guía para su trabajo.
En el siglo XX fue Arthur Evans con la excavación de Cnossos quien estableció
una cronología para la cultura minoica. Con todo esto y nuevas excavaciones, van
cambiando las denominaciones: ya no se habla de la cultura cretense, sino de la
minoica, y no del arte micénico, sino del heládico.9

El libro El arte griego (1972) de Kostas Papaioannou niega que el período arcaico
sea una etapa inferior y previa al proceso de la estatuaria griega en sí con tal de
dar origen a una segunda etapa, según dice, la etapa del arcaísmo fue la de
«presentar la realidad» y no «representarla como una copia de la realidad». Así,
las figuras arcaicas de los kouroi no son atletas retratados y reproducidos de
individuos concretos sino creaciones artísticas que se pueden interpretar como
signos culturales y, por tanto, históricos.10 Según Erwin Panofsky, el estudio
concreto de las obras de arte debería constar de tres análisis: primero un análisis
preiconográfico, en la que se sitúe el período y el estilo, según sus formas, en
términos descriptivos; en segundo lugar, un análisis iconográfico, en la que se
analicen los elementos que acompañan la obra, sus diferentes atributos o
características, en relación a su función simbólica y, por último; un análisis
iconológico, en la que se estudie su significado conceptual o ideológico en el
contexto cultural de su época.1112

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