La Paz Grande - Comision de La Verdad - Frag
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si hay verdad
INFORME FINAL
CONVOCATORIA
A LA PAZ GRANDE
Declaración de la Comisión
para el Esclarecimiento de la Verdad,
la Convivencia y la No Repetición
HAY FUTURO
si hay verdad
INFORME FINAL
CONVOCATORIA
A LA PAZ GRANDE
DECLARACIÓN DE LA COMISIÓN PARA
EL ESCLARECIMIENTO DE LA VERDAD,
LA CONVIVENCIA Y LA NO REPETICIÓN
Algunos elementos del
contexto explicativo
introducción 37
El entramado complejo
Hubo millones de víctimas, pero no porque un día alguien tuviera la idea repentina
de salir a matar o a bombardear pueblos. Todo ocurrió en un complejo sistema de
intereses políticos, institucionales, económicos, culturales, militares y de narcotráfico;
de grupos que ante la injusticia estructural optaron por la lucha armada, y del Estado
-y las élites que lo gobiernan- que delegó en las Fuerzas Militares la obligación de
defender las leyes, el poder y el statu quo. Una confrontación permanente entre quienes
eran protegidos y abandonados, entre los que inventaron formas de defensa privada
porque no había fuerza pública que los defendiera y los que, apoyados por el Estado,
montaron y financiaron las Convivir, con el apoyo de los militares en terreno, y evo-
lucionaron hacia aparatos violentos de masacres y desplazamiento; de campesinos que
luchaban por la tierra en la incertidumbre de los títulos; entre narcotraficantes conver-
tidos en paramilitares o parapolíticos y guerrilleros que determinaban quién gobernaba
en los territorios y condicionaban al Estado local. Entre administradores de justicia
corruptos y jueces íntegros y valientes. Entre proyectos económicos respetuosos del ser
humano y otros devastadores de la naturaleza y de la gente. No se pueden establecer
causas aisladas. Todo ocurre en un enjambre de instituciones estatales y privadas, de
grupos políticos e insurgentes, de decisiones y, finalmente, de millones de víctimas.
Las responsabilidades
La Comisión tiene en cuenta ese entramado complejo y cambiante que condiciona las
decisiones individuales y grupales de quienes estaban en conflicto. Las responsabili-
dades son distintas para quienes ejercían el poder del Estado y quienes lo defendían,
pues debían a toda costa respetar sus leyes sin que el conflicto los exculpara de ello. Y
distintas para quienes se levantaron en armas y negaron la legitimidad del Estado. Y
son diferentes según el lugar de cada quien en la sociedad.
En el Sistema Integral para la Paz, la JEP determina quiénes fueron los máximos
responsables de los mayores crímenes de guerra y de lesa humanidad, y los condena
a penas de justicia restaurativa en el marco de un debido proceso transicional. La
Comisión, por su lado, establece responsabilidades históricas, éticas y políticas de
carácter colectivo, y se refiere a responsabilidades individuales solo cuando es indis-
pensable para la comprensión del conflicto. No somos un organismo judicial, por
eso nuestra verdad no es forense. Aún así, esta urgencia de establecer y aceptar res-
ponsabilidades es indispensable para la paz, porque sin ella la construcción de futuro
se paraliza.
La historia
El Informe Final que entrega la Comisión incluye un tomo dedicado al relato histórico
que muestra una democracia en construcción en medio del conflicto por el poder del
Estado. No pretendemos establecer esta narrativa como la historia oficial de Colombia,
sino abrir caminos para una conversación sin miedo sobre la nación que somos y el
Estado que hemos construido. Dentro de ese relato cabe destacar dos aspectos que nunca
cesan: la armas en la política y la idea del enemigo interno.
La convicción para muchos de que hay un «enemigo interno» en la vida política ha ido
de la mano con la presencia de las armas en la disputa pública. Para la extrema derecha,
dentro y fuera del Estado, este enemigo interno está compuesto por el Partido Comunista,
sus aliados, sus epígonos y sus simulacros; y el enemigo interno es el enemigo de clase
para la extrema izquierda revolucionaria, opuesta a la burguesía y a las élites capitalistas
del establecimiento. Es obvia la gran asimetría en esta confrontación, que ha beneficiado
al poder en manos del Estado y a los sectores gobernantes, pero lo grave y difícil de
reconciliar es la posición mutua de rechazo absoluto del otro.
Con el enemigo no se negocia. Nunca se le dice la verdad. Con él no es posible cons-
truir el «nosotros y nosotras» de una nación. En consonancia con esto, aparece por lado
y lado la combinación de todas las formas de lucha y la vinculación, quiéranlo o no, de
los ciudadanos al conflicto. La estigmatización y los señalamientos proliferan. El enemigo
interno se extiende a los que piensan distinto, se enraíza en la cultura, está en la base de la
desconfianza generalizada. En este contexto se consolida un sistema de seguridad armada
que no logra su cometido. Además del Ejército y de la Policía, hay que tener millones de
informantes y quinientos mil guardias privados que nos protegen a los colombianos de
los otros colombianos.
Lo que hemos tenido en Colombia es una guerra en la cual la mayor parte de los
caídos fueron pobladores no combatientes, asesinados la mayoría por paramilita-
res, luego por la guerrilla y, finalmente, por las fuerzas del Estado. Entre militares
e insurgentes cometieron crímenes de guerra y de lesa humanidad, y ambos los
perpetraron contra la población civil, y las fuerzas del Estado los acrecentaron en la
alianza con los paramilitares. Sin embargo, el Ejército y la Policía no son batallones
concebidos para violar los derechos humanos y las FARC-EP y otras guerrillas no
fueron organizaciones inicialmente montadas para delinquir. La confrontación entre
las fuerzas de seguridad y la insurgencia fue a muerte y sin cuartel. Desde los dos
lados, por motivos de conciencia, se vivió el honor de morir por la patria o morir
por el pueblo. En medio de las ambigüedades, exaltaciones, odios y alianzas oscuras
del conflicto, soldados, policías, guerrilleros y paramilitares enterraron como héroes
a sus compañeros caídos en el campo de batalla.
La Comisión ha encontrado a los excombatientes que sobrevivieron heridos física y
emocionalmente, igual que sus familias. Jóvenes —hoy adultos— que pertenecieron a
• A los jóvenes, encarar la verdad de las causas y los horrores del conflicto
armado y construir la nación nueva que está en sus manos, porque uste-
des son el futuro. Les pedimos no colaborar en nada que profundice la
muerte, el odio y la desesperanza y ser los líderes en la puesta en marcha
de las recomendaciones que entrega la Comisión.
El desafío de la reconciliación