Ensayo Sobre La Violencia Política Version 2.0

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Ensayo sobre la violencia política

“La violencia me ha salpicado las paredes,


en las ventanas hay agujeros de balas, he
visto un coche agujereado y adentro un
hombre con los sesos al aire, pero es
solamente el azar lo que me ha puesto eso
ante los ojos.”

Rodolfo Walsh, Operación Masacre

“Empuñé un arma porque busco la palabra justa”

Francisco “Paco” Urondo

La violencia existe, es. A menudo la discusión acerca de la violencia se


disgrega en tipificaciones y clasificaciones, ese no es mi interés. Creo que la
pregunta que hay que hacer es: ¿Cuándo la violencia se legitima? Esta
operación de legitimación de los sentidos sociales es fundamentalmente una
cuestión política, por tanto a la violencia que me voy a referir es aquella
derivada de los procesos políticos. Allí habita una cuestión de primaria
importancia, ya que a lo largo de la historia de los pueblos la violencia ha sido
parte inseparable de las luchas, conquistas y retrocesos, en las disputas,
guerras, independencias. Por tanto identificar como es tratada la violencia, es
decir, ¿qué violencia es legítima y cuál no?, ¿cuál es bárbara?, ¿qué es
condenable?, ¿cuál hay que olvidar?, ¿cuál hay que esconder?

Indagar sobre la violencia en sentido general y teórico puede echar luz acerca
de algunos problemas, sobre todo aquellos que tienen que ver con la
individualización de procesos de socialización, procesos que repercuten como
diría Bourdieu, en el habitus de los sujetos. O cómo piensa Foucault que
repercuten en los cuerpos; pero esa búsqueda no realiza un aporte significativo
a entender que la violencia siempre es acto y acción en el marco de una
historia, de sujetos concretos que la ejercen y no solamente de estructuras. Por

1
tanto, pensar los mecanismos de legitimación del uso de la violencia 1 es la
búsqueda de este ensayo. Sin dudas esta interrogante, aunque no perciba una
respuesta tajante ni certera, será guía y faro para la reflexión y claro también,
para el actuar, porque qué es acaso la palabra, sino una forma de la acción del
pensamiento. Con eso sólo no basta, pero en todo esto que se trata de
transformar desde lo que hay a una nueva cosa, algo superador, empuñar la
palabra está lejos de ser una tarea inútil. Espero que sirva para pensar nuestra
historia y sobre todo cómo pensar en transformarla, armando a los pueblos con
la palabra justa.

Mariano Moreno y la revolución o ¿Existe una violencia legítima?

“¡A la empresa compatriotas! Que el triunfo es


nuestro: vencer o morir sea nuestra cifra; y
tiemblen esos tiranos de haber excitado vuestro
enojo, sin advertir que los americanos del Sur,
están dispuestos a defender su patria; y a morir
antes con honor, que vivir con ignominia en
afrentoso cautiverio.” 2

José Gervasio Artigas,


proclama de abril de 1811

Fuimos país desde el 25 de mayo de 1810. Allí, más allá de los tecnicismos, se
empezó a gestar la revolución que devendría en nuestra independencia de la
corona española. Esta revolución a menudo estudiada en todos los niveles de
educación pública se tiñó de un aire idealista. Los patriotas se encaminaron al
cabildo abierto, con modales más o menos cordiales, y allí expulsaron al Virrey
Cisneros y su prole. Nada de los chisperos de French y Berutti, nada de los
encendidos discursos de Moreno y Castelli son moneda corriente en la
enseñanza de la historia. La operación de ocultamiento de la violencia en este

1
La construcción de los Estados Nación en toda Nuestramérica lleva aparejado la formación
institucional de las Fuerzas Armadas, que otra institución acaso es más paradigmática a la hora
de pensar la racionalización de la violencia, la construcción de aparatos capaces de ejercer la
fuerza a causa del interés nacional.
2
Proclama realizada por Artigas en Cuartel general de Mercedes, 11 de abril de 1811.

2
caso tiene que ver con la construcción de una historia en la cual los pueblos
carecen de la capacidad de la fuerza. Sin embargo, Mariano Moreno en su Plan
de Operaciones3, y como secretario general de la Junta, escribía:

(…) y así no debe escandalizar el sentido de mis voces, de


cortar cabezas, verter sangre y sacrificar a toda costa, aun
cuando tengan semejanza con las costumbres de los
antropófagos y caribes. Y si no, ¿por qué nos pintan la
libertad ciega y armada de un puñal? Porque ningún
estado envejecido o provincias, pueden regenerarse ni
cortar sus corrompidos abusos, sin verter arroyos de
sangre.”

Lejos de querer hacer aparecer un Moreno sanguinario, deshumanizado, hay


que entender esta frase en el marco de una revolución desatada y aun a medio
camino. Allí la idea de la Patria y de los sacrificios que hay que hacer para
conseguirla, en la felicidad de todos sus habitantes, es el recurso de legitimidad
que el intelectual y secretario esboza como condición de cualquiera de sus
palabras y de sus actos y de quienes se digan patriotas. En otro fragmento,
escribe:

Los cimientos de una nueva república nunca se han


cimentado sino con el rigor y el castigo, mezclado con la
sangre derramada de todos aquellos miembros que
pudieran impedir sus progresos (…)

(…) miremos sólo a la Patria, y cuando la Constitución


del Estado afiance a todos el goce legítimo de los
derechos de la verdadera libertad, práctica y quieta
posesión, sin cometer abusos, entonces resolvería el
Estado Americano el verdadero y gran problema del
contrato social (…)

3
M. Moreno (1915) Escritos políticos y económicos. Ordenados y prólogo de Norberto Piñero.
Buenos Aires, La cultura Argentina

3
La fuerza de los revolucionarios era justamente, la revolución. Es allí donde
reside el filo del arma que se empuña, llegado el caso, según Moreno, para
salvar los profundos intereses de la Patria.

¿Se podría acusar a Mariano Moreno de despuntar los primeros pasos de una
Patria libre y soberana, o quizás de iniciar un largo período de conflicto, donde
la violencia se legitimaba por intereses políticos y fue usada por diferentes
actores que se disputaron, justamente, el control y la legitimidad de esa
violencia?

Lo primero es indudable, aunque inconcluso, su propia muerte en un barco


inglés en pleno océano atlántico es testigo de esa tragedia que llamamos
Patria. Sin embargo, no es menos verdad la segunda opción: la fuerza y la
violencia no son patrimonio de nadie 4, y los años que seguirán serán testigos
de la disputa política y militar por los destinos de la nación. Por tanto apropiarse
de la violencia y ejercerla es una operación política necesaria. Que luego
requiere una legitimación de orden integral. Es demasiado dolorosa e
inaceptable la muerte si el sujeto que se mata es un hermano, un compañero,
un compatriota. Distinto es si es un bárbaro que retrasa el progreso de la
nación, o bien un salvaje que con sus costumbres insulta la elevada razón de
los hombres en la tierra. O una nación que con su soberanía y orgullo a
cuestas amenaza el plan liberal de los poderosos. O por el contrario, un cipayo
que resguarda sus intereses mezquinos mientras de la miseria de su pueblo
viven los ajenos explotadores del norte. La construcción de sentidos se vuelve
condición, la violencia es una concepción.

Los liberales o Civilización y Barbarie

“Yo en patas y hambreado soy la violencia


y ellos armados hablan de paz...”

Olor a goma quemada, Rafael Amor

4
Esta frase puede resultar polémica, ante la primera refutación weberiana respondo que no ha
lugar, ya que no estaba constituido sino hasta 1870 un Estado-Nación de las características
que prefigura Weber para su conocido planteo del Estado como monopolio de la legitimidad del
uso de la fuerza.

4
Una de las operaciones más comunes del discurso liberal es la de silenciar a
los pueblos, de reducir su capacidad de transformación a los votos y/o al buen
tino de sus representantes políticos. La capacidad de acción cotidiana, la
militancia como gustamos en llamar en la actualidad, es la contraposición a esa
idea simplista y liberal de la transformación a través de la “correcta” 5 colocación
de individuos en las instituciones del Estado.

Si trazamos una línea histórica veremos como ese discurso cobró forma desde
variados ángulos hasta lograr, luego del auge de la lucha popular en los ’70 y
su posterior derrota, configurarse como el discurso dominante de la década del
’80 y los ’90. El fracaso en términos políticos y económicos, y por supuesto, la
tortura y la desaparición forzada de militantes de la última dictadura militar van
a configurar que la recuperación de la democracia en 1983 sea festejada por
amplios sectores sociales y políticos. El rechazo al régimen castrense sumado
a la gran derrota de la guerra de Malvinas lograban, en la década del ’80, un
efecto anti-militarista de un cáliz quizás similar al de identificar la fuerza, lo
militar, lo armado como una antigua forma de la barbarie. Se reedita el viejo
esquema que tanto propiciara Sarmiento y los intelectuales de la generación
del ’37: Civilización o Barbarie. Bajo esta operación de reencuadre ideológico
de la dominación, la década del ’90 será testigo de un pacifismo hipócrita, de
un pacifismo que por izquierda y por derecha concebían a quienes seguían
luchando, como retrasados, como nostálgicos de los ’70, amantes del caos. Y
de esta forma se buscó invisibilizar las luchas populares de nuestra historia, no
había historia, Fukuyama había declarado su fin. Los pueblos no tardarían en
demostrar lo incorrecto de esta ignominiosa tesis imperial.

Es justamente en esta dicotomía: Civilización y Barbarie donde se funda el


discurso liberal acorde a las necesidades de legitimación del uso de la fuerza
contra los bárbaros, los inadaptados, los atrasados. En pleno siglo XIX la
Argentina atravesó una de las guerras civiles más largas de todo el continente.
Aunque lo libros llamen a esto proceso de formación del Estado o etapa de los
federales vs los unitarios, lo que podemos ver en ese período es un gran

5
La valoración es en última instancia moral, siempre posadas sobre un individuo, logrando de
esta forma un pensamiento que además de pecar de inexacto y ahistórico, configura una idea
de la política idealista, quitando de la primer línea de valoración de la política a los sujetos,
intereses, conflictos y contradicciones.

5
complejo de relaciones políticas, de alianzas y traiciones, de ejércitos de
variados escudos. Pero todos argentinos.

La Patria se hizo a punta de bayoneta. Mal o bien, los ganadores de esa


primera contienda van a ser los liberales. Serán Urquiza y Mitre los que darán
el golpe de gracia a un Rosas, que con sus contradicciones, era una piedra en
el camino para los intereses de las potencias extranjeras (europeas),
fundamentalmente Inglaterra y de la oligarquía agropecuaria. En Caseros se
medirán las fuerzas y caerá derrotado “el restaurador”. Sobre su derrota política
y principalmente militar, Sarmiento edificará su obra “Facundo” el discurso de la
civilización. Con su imponente verborragia lo que el identifica como el futuro de
la Patria, el progreso, la civilización; se contrapone a la barbarie personificada
en un sujeto específico: los caudillos federales y sus montoneras.

Sarmiento no escatimaba su desprecio por el pueblo de a pie, por los orilleros


de las ciudades, todo ese pueblo el que, años más tarde, un 17 de Octubre
inundará la plaza de mayo y que la prensa titulará: los cabecitas negras.

El proyecto político derrotado, el proyecto de latinoamericanista de Varela, las


razones de Facundo Quiroga, los valores de los gauchos del Chacho Peñaloza
por una Patria Federal serán ocultados bajo el manto de la brutalidad. Qué
lejos está la proclama de Varela de ser un discurso salvaje, sino más bien era
un discurso opositor:

Tal es el odio que aquellos fratricidas tienen a los


provincianos que muchos de nuestros pueblos han sido
desolados, saqueados y guillotinados por los puñales de
los degolladores de oficio, Sarmiento, Sandes, Paunero,
Campos, Irrazábal y otros varios oficiales dignos de Mitre. 6

El levantamiento en armas de estos caudillos era una patriada que no se


limitaba a las fronteras de la nación, sino que era parte del llamado americano
que habían iniciado San Martín y Bolívar, años atrás, por la integración de las
naciones del Sur.

6
Manifiesto del General Felipe Varela a los pueblos americanos sobre acontecimientos
políticos de la República Argentina en los años 1866-67 (Potosí, enero de 1868). En la
Biblioteca Nacional, Nº 52 650.

6
¡Soldados federales! Nuestro programa es la práctica
estricta de la Constitución jurada, el orden común, la paz y
la amistad con el Paraguay y la unión con las demás
Repúblicas Americanas. ¡Ay de aquel que infrinja este
programa! 7

Con la derrota de Varela en 1869, la declaración de Guerra al Paraguay de


Francisco Solano López se limpiaba de opositores la región. Quedaba el
espacio libre para lo que fue la edificación del “moderno” Estado Nación, que
con sus vaivenes seguiría en la órbita colonial de Inglaterra. La frase
tristemente célebre de Sarmiento de no escatimar sangre de indios y gauchos
será una realidad concreta.

Hasta entrado el siglo XX, el positivismo y el liberalismo harían pareja. Cuando


el orden comenzaba a resquebrajarse una nueva operación política e
ideológica se abriría a su paso sin mediar sutilezas. La democracia liberal sería
un obstáculo que pronto se encargarían de voltear.

La hora de la Espada

“En el poder, hay división del trabajo: el ejército,


las bandas armadas y los asesino sueltos se
ocupan de las contradicciones sociales y la
lucha de clases. Los civiles tienen a su cargo
los discursos.”

Eduardo Galeano, El libro de los abrazos

En 1924, en el centenario de la batalla de Ayacucho, el poeta e intelectual


Leopoldo Lugones ofrecería una conferencia en Lima Perú titulada: “La hora de
la espada”. Allí Lugones, haciendo gala de su floreado discurso afirma algunas
poderosas sentencias con respecto a la política, a la democracia, a lo que él
llamará la misión de la última aristocracia existente.

7
Ídem

7
Lugones venía de diversa orientación ideológica, sin embargo ya en este
momento es clara su adhesión a postulados de la filosofía de Nietzsche y
Schopenhauer. En estos autores, podemos notar como realizan un quiebre en
la noción del hombre y de la sociedad. Es el primero quien va a decir que el
hombre es motorizado, no por amor, ni por la razón, ni por religiosas premisas
sino más bien por una voluntad de poder. Allí reside entonces la diferencia
entre los hombres vulgares y quienes son los más aptos, los guerreros que
deben encadenar sus destinos a los de la gloria y el sacrificio. Para Nietzsche
el súper hombre sería un deber ser. Schopenhauer será quien venga a
demostrar que la nación como tal, no pertenece al orden de la identidad de sus
habitantes, ni de las fronteras de su territorio, ni de la razón (cualquiera sea) de
su existir, sino que es una voluntad. Esa voluntad difiere ontológicamente de la
razón, es una voluntad que se ejerce todos los días, que no necesariamente
abriga verdades universales, sino más bien es un deseo, una búsqueda que
obviamente prefigura una acción. Esta base ideológica va a inspirar a
intelectuales y académicos en toda Nuestramérica, siendo conocida como la
corriente vitalista. Cuando Lugones pronuncia su discurso, lo hace desde un
lugar crítico al orden político existente en nuestro país, para él era un régimen
demagogo que venía anteponiendo intereses menores a los profundos
intereses de la Patria. Es así que clamaba:

“Ha sonado otra vez, para bien del mundo, la hora de la


espada. Así como ésta hizo lo único enteramente logrado
que tenemos hasta ahora, y es la independencia, hará el
orden necesario, implantará la jerarquía indispensable que
la democracia ha malogrado hasta hoy, fatalmente
derivada, porque ésa es su consecuencia natural, hacia la
demagogia o el socialismo.”

Nótese que el autor no va a ahorrarse adjetivos a la hora de pensar el destino,


que él auspiciaba para los países de la región. Cuando dice “ha sonado otra
vez”, realiza una operación de encadenamiento histórico con los primeros
albores de la independencia de nuestros pueblos, forjada, justamente, al calor
de las batallas de San Martin, a quien reivindica. En el mismo discurso
reanuda:

8
“Pacifismo, colectivismo, democracia, son sinónimos de la
misma vacante que el destino ofrece al jefe predestinado,
es decir al hombre que manda por su derecho de mejor,
con o sin la ley, porque ésta, como expresión de potencia,
confúndese con su voluntad.”

Lugones va a ser quién logrará sintetizar un pensamiento nacionalista de


derecha, pero además expresará en su obra la miscelánea que conformaría el
ideal identitario nacional. Alejándose de la senda que planteara Sarmiento y
compañía, Lugones edificará sobre el gaucho el identikit nacional. Identikit que
no será el de los gauchos sublevados de Varela o las huestes plebeyas de los
caudillos federales. La imagen que va a construir será la del gaucho libre,
dueño de su propio destino, librado a la fuerza de su determinación y su coraje
ante una naturaleza que se presenta como brutal. Será un gaucho fuerte, una
adaptación pampeana de un gran guerrero griego. Este sujeto social que viene
a erigir se corresponde con la necesidad de tomar de las tradiciones populares
ciertos elementos para transformarlos y cimentar una ideología acorde que
será huella durante años en el ideario nacional. Un ejemplo de ello es la
celebración día de la tradición, día festivo investido desde 1938 8 durante la
presidencia del General Agustín Pedro Justo. Sería el 10 de Noviembre en
homenaje al nacimiento de José Hernández, quien fuera el autor del
9
oficialmente célebre Martín Fierro. Ahí estaba nuestro mito, nuestra Ilíada.

No es casual que Leopoldo Lugones pasara con sus conferencias por los
recintos de la oficialidad militar durante la década del ’20. Se preparaba una
nueva afrenta contra el pueblo argentino. Donde la violencia ya no era un mal
del pasado, una demostración de la barbarie, una condena moral de
infradotados. Sino más bien, la característica de los fuertes, de los hombres de
mando, de quienes por derecho natural debían gobernar.

8
Primeramente fue Ley provincial en Buenos Aires. En 1975 por Ley Nacional N° 21154, el
Congreso Nacional extendió a todo el territorio argentino la vigencia del 10 de noviembre como
“Día de la Tradición”

9
Para la discusión sobre este tema ver el trabajo de Luis Fanlo “Emergencia de la matriz
militar-discursiva argentina: el discurso de Leopoldo Lugones”

9
¿Es el Estado el monopolio de la violencia legítima?

“Son peligrosos -imprimían las grandes rotativas


Son peligrosos -decían los presidentes en sus discursos
Son peligrosos -murmuraban los artífices de la guerra.
Hay que destruirlos -imprimían las grandes rotativas
Hay que destruirlos -decían los presidentes en sus discursos

Hay que destruirlos -murmuraban los artífices de la guerra.”

Los portadores de sueños, Gioconda Belli

Suelo escuchar la conocida tesis de Weber como si fuera una verdad


indiscutible, un hallazgo de la ciencia, y vale la aclaración, de la ciencia social,
siempre mirada con lupa si de legitimidad científica se habla. Aquí me interesa
otra legitimidad, la de la violencia. Cuando Weber construye esa frase lo hace
pensando en el Estado y en el rol como ordenador de la sociedad, a su vez es
una idea que como gran parte de su prolífica obra se encarga de pensar
conceptos ideales, a partir de los cuales se sirve para analizar las sociedades.
Supongamos que la violencia es monopolio del Estado. En todo caso,
afirmemos, de las instituciones del Estado, como son la policía, las fuerzas
armadas, podría ser la gendarmería, Fuerzas especiales, etc. todas estos
grupos responden a un orden político. Si entendemos la seguridad o la cuestión
militar como desligada de lo político estamos en un problema. Cada uno de
estos grupos tiene la posibilidad de ejercer la violencia como parte del Estado
sin que eso signifique un monopolio por parte de un gobierno o dirigente. Es
aquí donde la tesis de Weber debe arquearse para lograr ser certera. El Estado
no es necesariamente un gobierno, un presidente o un militar golpista, sino
más bien un complejo orden de instituciones y pueblo.

Este preámbulo me parece pertinente ya que nuestro país además sostener


una guerra civil durante años como ya he mencionado, es también uno de los
países de la región que más temprano interrumpe su régimen constitucional

10
con un golpe de estado por parte del sector castrense. El gobierno de Hipólito
Irigoyen fue derrocado por un levantamiento militar encabezado por el general
Uriburu, en plena crisis internacional, en los años 1930. Este primer golpe de
Estado abriría un camino de intervención de las Fuerzas Armadas en nuestro
país que desembocaría en la genocida dictadura cívico-militar de 1976 a 1983.
La operación de construcción de legitimidad de este primer gobierno defacto
tiene potentes implicancias con respecto al tema en cuestión, ya que ¿Hay
acaso algo más violento, en términos de una democracia, que un golpe de
Estado?

El General José Félix Uriburu y los militares golpistas escriben un mensaje al


pueblo de la Nación el 6 de septiembre de 1930, ese será el mensaje oficial del
golpe de Estado.

“Al apelar a la fuerza para libertar a la Nación de este


régimen ominoso, lo hacemos inspirados en un alto y
generoso ideal. Los hechos, por otra parte, demostrarán
10
que no nos guía otro propósito que el bien de la Nación.”

La fuerza es invocada en nombre de una idea, de una supuesta concepción de


la política. El orden constitucional es despreciado en parangón con lo que estos
militares creen el “bien de la Nación”. A su vez la ingenua postura apolítica no
hace más que demostrar el carácter de clase que propiciaban los jefes militares
que se creían destinados a gobernar:

“No nos anima ni nos mueve ningún interés político, no


hemos contraído compromisos con partidos o tendencias.
Estamos, por tanto, colocados en un plano superior y por
encima de toda finalidad subalterna y dispuestos a trabajar
con todos los hombres de buena voluntad que aspiren al
engrandecimiento de la Patria”11

Ese plano superior del que habla el discurso castrense no es más que una
construcción ideológica. La cual se basa en el descrédito de la política como
10
Citado en H. Verbitsky (1998) Medio siglo de proclamas militares. Buenos Aires. Ed. Página
12. Pág. 44

11
Ídem. Pág. 45

11
herramienta capaz de ordenar y propiciar el desarrollo de la Nación. Esa
construcción tendrá insondables repercusiones históricas. Hará mella en la
tradición militar de nuestros oficiales. Tendrá, también, sus intelectuales
orgánicos quienes se encargarán de cimentar lo que sería el comienzo de todo
un siglo de golpes militares que, con la complicidad del imperio, en sus
macabros planes para la región y nuestro país, serán productores del
cambalache de nuestra historia.

El militarismo nacional será tan complejo como contradictorio, surgirá desde el


seno de la oficialidad un coronel, quien fuera secretario de trabajo y luego el
gran líder de un proceso popular de conquista de derechos y recuperación de
soberanía como fue Juan Domingo Perón. Obviar el peronismo de este trabajo
no es una opereta acorde a los silenciamientos que denuncio, sino más bien
una cuestión de espacios. Soy completamente consiente de que para hablar de
la violencia en nuestro país es inevitable referirse al golpe de Estado de
Aramburu, Lonardi y Rojas en 1955, imposible olvidar los fusilamientos de José
León Suárez. Hay que recorrer los pasillos de la historia que habitaron
Santucho, y los jóvenes Abal Medina y Ramus, en los comienzos de una
década que sería decisiva en nuestra historia nacional. Sin mencionarlos,
analizar la actualidad es adolecer de una reducción propia de los historiares
liberales, de algún intelectual orgánico, que por diálogo y paz, entienden olvido
e impunidad y por militancia y revolución confunden subversión y pasado.
Realizada esta aclaración, y con omisiones precisadas pero indeseadas, me
propongo realizar un salto, y que la linealidad histórica no se transforme en un
obstáculo insondable

El pacifismo tarado o el regreso de los violentos

“Ciudadanos son ustedes y sus amigos, los


vecinos, la gente bien, los que se conforman con
su pasar; todo lo otro son piqueteros, cartoneros,
trapitos, cirujas, barrabravas, pibes chorros,
villeros. Todo lo otro son los sin derecho, los sin
estado, los sin voto, los sin valor. Y ustedes
dueños de las palabras a nuestras formas de

12
organizarnos les dicen mafias, bandas o patotas
(…)”

“(…) Vamos a reivindicar nuestro derecho a putear,


a reclamar contra la impunidad, porque en tanto
haya impunidad habrá injusticia, y en tanto haya
injusticia estarán incubando rebeliones”

Declaración indagatoria de Fernando Esteche


ante el Tribunal Oral Federal nº3. Abril del
201012

En pleno siglo XXI contamos con un derrotero de experiencias, que de


olvidarlas, cometeríamos el error imperdonable de desligar a un pueblo de su
fuente principal de aprendizaje. Por eso es fundamental un enfoque histórico.

La década del ’90 en Argentina fue la consolidación del plan político,


económico y cultural del imperio. La pacificación nacional era la expresión
utilizada para conceptualizar el proceso de legitimación del orden impuesto,
esbozado por el consenso de Washington. El neoliberalismo se construía como
un gran paradigma que se coronaba vencedor con la traición del riojano
justicialista Caros Menem y su banda de mercenarios económicos. Esta
aparente pacificación, que se pronunciaba en relación a la guerra
revolucionaria de los ’70 y el genocidio de la dictadura, encontraría su
detracción histórica ante las puebladas y las heroicas luchas de los que aún
mantenían la llama de la resistencia. La consigna era “destrozar el espejismo
liberal a piedrazos”. Porque era eso, un espejismo, una pantalla. En la realidad
concreta, los pobres eran aún más pobres y los trabajadores empezaban a
formar lo que serían los movimientos de trabajadores desocupados, los
piqueteros. La estigmatización de los medios de comunicación y de la opinión
pública a estos sectores que poseían entre sus repertorios de protesta
acciones confrontativas y la calle como principal escenario de acumulación,
serían perseguidas, acusadas de la barbarie, era la violencia subversiva que
había que exterminar. El discurso pacifista es parte de la concepción liberal de
la historia. Y contribuye al desarme práctico e ideológico de la fuerza popular.
12
Citado en Quebracho (2013) Una condena infame contra la militancia popular.

13
Finalmente el 20 de diciembre del 2001 sintetizó la implosión de una década de
saqueo y miseria. Algunos de los protagonistas de esa gesta fueron los
compañeros dirigentes del Movimiento Patriótico Revolucionario Quebracho:
Fernando Esteche y Raúl Lescano. Hoy encarcelados bajo una causa
caratulada por rotura de vidrios e intento de incendio. Los hechos: el asesinato
del docente Carlos Fuentealba un 4 de abril en la ruta 22 a la altura de arroyito,
provincia de Neuquén. La condena no fue para los responsables de ese
asesinato Jorge Sobisch y sus funcionarios. La condena fue para quienes
fueron repudiarlo. Si quisiéramos podríamos ahondar largas y penosas páginas
analizando este hecho, pero será quizás lo más claro, analizar la definición del
propio Esteche en una entrevista realizada en el penal de Ezeiza: “Somos los
presos posibles, por ser militante de quebracho estamos en prisión. Si estos
jueces pudieran meterían en cana a toda la militancia popular. Pero somos
nosotros los presos posibles.” Quebracho nació en pleno neoliberalismo, con
enormes limitaciones pero con la fortaleza de ser parte de la historia viva de
nuestro pueblo, con la convicción de que en Argentina había (y hay) que dar
vuelta la tortilla, cambiar todo. Hacer la revolución.

La revolución es posible. Es necesaria. Hay quienes dicen: “las revoluciones


son violentas” y por eso las desacreditan, las desprecian con nostalgia o, hasta
a veces, con humilde convicción. Violento es también el asesinato de un
docente por luchar por su salario, por la educación pública. Violenta es la
condena de Fernando Esteche y de Raúl Lescano por repudiar ese asesinato y
arremeter contra un local partidario del responsable político y candidato a
presidente de la Nación ese mismo año. Violenta es la desigualdad y la
pobreza de nuestros compatriotas. Violentos son los ultrajes del imperio a
nuestra soberanía.

La construcción de lo violento, de lo aceptable, de lo condenable es una


disputa. No está todo dicho. La violencia es, existe, se ejerce y se legitima, la
disputa sobre qué es lo legítimo o no de la violencia es una trinchera no solo
simbólica o de construcción de sentidos sino de las posibilidades de acción.

14
Bibliografía

Fanlo, L. (2006-2007) Emergencia de la matriz militar-discursiva argentina: el


discurso de Leopoldo Lugones. Avance de investigación proyecto en curso
acreditado por el Programa de Reconocimiento de Investigaciones de la
Facultad de Ciencias Sociales (UBA)
http://www.elortiba.org/pdf/Fanlo_Lugones.pdf

Lugones, L (1979) El payador y antología de poesía y prosa. Biblioteca


Ayacucho http://www.odonnell-historia.com.ar/registros/pdf/La-Hora-de-la-
Espada.pdf

Moreno M. (1915) Escritos políticos y económicos. Ordenados y prólogo de


Norberto Piñero. Buenos Aires, La cultura Argentina

Quebracho (2013) Una condena infame contra la militancia popular. Copyleft

Sarmiento, D. (1999) Facundo Buenos Aires. Ed. Bureau

Varela, F. (Potosí, enero de 1868). Manifiesto a los pueblos americanos


http://www.elhistoriador.com.ar/documentos/organizacion_nacional/proclama_d
e_felipe_varela.php

Verbitsky H. (1998) Medio siglo de proclamas militares. Buenos Aires. Ed.


Página 12.

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