04 Abraham v.4
04 Abraham v.4
04 Abraham v.4
Por si ya lo olvidaron, o quizás no les tocó escucharlo, decidí hacer estudios de las
personas que son mencionadas en el capítulo 11 de hebreos, pues como saben, hace poco
estuvimos estudiando este libro, un capítulo por semana, y viendo que sería difícil estudiar
con detalle a cada una de estas personas cuando llegara el momento de estudiar el capítulo
11, pensé que tal vez convenía hacer una serie de estudios individuales sobre estas
personas. Y ver si podíamos sacar provecho de ello.
Así fue como inicié estudiando a Rahab, una mujer que ni siquiera era judía de nacimiento,
sino canaanita, pero que llegó a ser una hija de Dios por su fe en El, y eventualmente una
ciudadana de Israel cuando se casó con un judío. Vimos como su fe no solo la salvó, pero
fue puesta en un lugar de gran honra en las familias de la tierra, al ser antepasada de
Jesucristo.
Luego leímos en los primeros 7 versículos de este libro sobre las vidas de Abel, Enoc
y Noé. Y procuramos sacar provecho para nuestras vidas sobre la fe que ellos mostraron.
Hoy vamos a leer de los versículos 8 al 19. Estos hablan de la vida de Abraham. Mas que de
su vida, de la fe que mostró a lo largo de su vida. El relato en hebreos nos muestra una
progresión en la fe de Abraham. Esta sección, la más larga en este capítulo, dedicado al
patriarca, exalta en cuatro ocasiones la fe de Abraham. Y en cada mención podemos ver la
naturaleza y el desarrollo de esa fe, que fue en aumento.
Abraham sería sin duda un personaje a estudiar en varias sesiones, pero he querido
solo enfocarme a su fe, de manera que podamos estudiarlo en solo dos sesiones. Hoy
veremos la primera mitad, considerando las primeras dos etapas de la fe que fue
desplegando, y que aparecen en los primeros versículos de esta sección. Las otras dos
etapas las veremos en la siguiente ocasión. Acompáñenme al capítulo 11 de hebreos.
Leamos desde el versículo 8 y hasta el 19:
8
Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como
herencia; y salió sin saber a dónde iba. 9 Por la fe habitó como extranjero en la tierra
prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la
misma promesa; 10 porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y
constructor es Dios. 11 Por la fe también la misma Sara, siendo estéril, recibió fuerza para
concebir; y dio a luz aun fuera del tiempo de la edad, porque creyó que era fiel quien lo había
prometido. 12 Por lo cual también, de uno, y ese ya casi muerto, salieron como las estrellas
del cielo en multitud, y como la arena innumerable que está a la orilla del mar.
13
Conforme a la fe murieron todos estos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de
lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la
tierra. 14 Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una
patria; 15 pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente
tenían tiempo de volver. 16 Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no
se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad.
17
Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las
promesas ofrecía su unigénito, 18 habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada
descendencia; 19 pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de
donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir.
La segunda etapa, sin embargo, ya implica una madurez en su fe. La vemos en los
versículos 9 y 10, y complementando un poco mas, de los versículos 13 al 16. Abraham, ya
estando en la tierra prometida de Dios, decidió vivir como si fuera un extranjero en esa
tierra, y como un peregrino, que no la poseía. Esto requirió una fe mas madura que la
exhibida en el versículo 8. Requirió un entendimiento de parte de Abraham de las cosas de
Dios, y de no dar importancia a las bendiciones terrenales cuando se ponen a la luz de las
promesas celestiales.
Veamos, pues, cada una de estas etapas. Y al hacerlo, procuren observar donde
podrían ubicarse ustedes. Porque seguramente caen dentro de alguna de estas fases. Podría
ser que se encuentren en Ur de los caldeos, espiritualmente hablando. Y Dios les esté
llamando a salir de ahí. Dios no te pide hacer lo imposible. Tan solo te pide que confíes en
El y en que es capaz de hacer lo que promete.
O puedes estar en la etapa en que ya en Canaán, las adversidades han llegado a tu vida, y
te cuestionas si verdaderamente las promesas de Dios habrán de ser cumplidas. Y
consideras si deberías volver a la tierra de donde venías.
O quizás ya has pasado esa parte, y estás en la etapa en que Dios te pide que le creas
en lo imposible. Algo que para ti es simplemente imposible. Una cordillera de montañas
imposibles de traspasar. Y Dios te pide que creas que El es capaz de hacer posible esto que
parece imposible.
Finalmente, puede ser que estés en la etapa en la que habiendo sido testigo de lo imposible,
que Dios proveyó, ahora te pida que lo sueltes. Esto puede producir gran angustia y
búsqueda espiritual, pero confía, Dios tiene un propósito para ti en esta etapa, así como
con Abraham, y es posible que ni siquiera te retire lo que tanto anhelaste y El te dio, sino
que solo desea que aprendas mas de El y lo conozcas mejor.
Bueno, es curioso que casi todos lo conocemos como el padre de la fe. Y digo
curiosamente, porque este título no está dado en la biblia. Sin embargo, es correcto llamarlo
así, ya que se le reconoce como el padre de multitudes, y en una perspectiva espiritual, el
padre de todos aquellos que han venido a creer, que han tenido fe en la Palabra de Dios
respecto del Mesías. Pablo habla así de el en numerosas ocasiones, como por ejemplo en
su carta a los Gálatas, en el capítulo 3, y en su carta a los Romanos, capítulo 4.
Pero me quiero detener en otro título, el cual si está en la biblia. Y uno que
regularmente no tengo en la mente cuando pienso en Abraham. La biblia lo llama el ‘amigo
de Dios’. En Isaías 41:8 Dios dice en boca del profeta: “Pero tú, Israel, siervo mío eres; tú,
Jacob, a quien yo escogí, descendencia de Abraham mi amigo.” Dios mismo aquí le llama su
amigo.
No solo en Isaías lo vemos. El rey Josafat al levantar una oración a Dios, dijo: “Dios nuestro,
¿no echaste tú los moradores de esta tierra delante de tu pueblo Israel, y la diste a la
descendencia de Abraham tu amigo para siempre?” (2 Cr. 20:7). Y también el apóstol
Santiago escribió: “Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado
por justicia, y fue llamado amigo de Dios.” (Stg. 2:23). Fue llamado amigo de Dios.
Me intriga saber porque Dios llamó a Abraham su amigo. ¿No les llama la atención
eso a ustedes? Que Dios, nuestro creador, el Ser perfecto, Todo poderoso, Santo y Eterno
considere a un mero ser humano su amigo debe ser algo tremendo. Digno de entender y
estudiar. ¿Qué hizo Abraham para ganarse ese título? ¿O con que méritos contaba para
adquirir tal honor?
Bueno, la razón por la que Dios llamó así al patriarca fue precisamente por su fe. Por
la fe que desplegó Abraham en su vida.
¿Qué es la fe? Podemos decir en simples palabras que la fe es creer en algo. En ese
sentido, todos nosotros como seres humanos creemos en algo. Si salimos a un compromiso
por la mañana, es porque creemos que la persona con que nos veremos se va a presentar.
Hoy vinimos con mucha ropa porque el meteorólogo nos dijo que haría mucho frío. Tuvimos
fe en lo que nos dijo y actuamos acorde, ¿no es cierto? Algunos tal vez no quisieron venir
por tanta fe en el meteorólogo y ganas de quedarse lejos del frío.
Como podemos ver, creer, tener fe, es algo muy común en el hombre. Es natural creer para
el ser humano.
Creer en Dios debiera ser igualmente natural. Pero para el hombre no lo es.
Podemos creer en el hombre porque es semejante a nosotros, y sabemos como es. Pero
creer en Dios implica un salto de fe mayor porque siendo Dios como es, sus caminos son
desconocidos para nosotros, y nuestra razón no logra comprender del todo su esencia. Y
eso nos dificulta creerle. Porque es posible que sus promesas, o su llamado, no concuerde
con la lógica o la razón, y eso hace que creer en Dios sea algo no natural.
Por tanto, debe venir de Dios. La fe para creer en Dios debe provenir de El. No surge
en nosotros. En el caso de Abraham fue igual. El era un pagano. Vivía con su padre y sus
hermanos en Ur, una ciudad próspera de Mesopotamia que estaba inmersa en la adoración
a multitud de ídolos. La palabra de Dios es clara en cuanto al pasado de Abraham.
Sin embargo, cuando Dios llamó a Abram en Genesis 12 y le hizo las promesas en los
versículos 2 y 3, leemos en el versículo 4 que Abram dejó todo lo que tenía en su ciudad y
con su familia, y se fue a la tierra que Dios le prometió y que el mismo desconocía. Abram
mostró fe. Pero esa fue una fe no natural. Las promesas de Dios no se habrían ajustado a la
realidad de Abram, a su lógica, a lo que veía y conocía. Esa fe que Abram mostró fue dada
por Dios.
Así, no hubo mérito alguno en Abraham para que Dios lo escogiera, o lo llamara su
amigo. Sino solo el puro deseo de Dios.
Y así es con nosotros. Ninguno viene a Dios en primera instancia. Es Dios quien debe actuar
primero. Es lo que Pablo nos dice en Romanos, citando el salmo que dice, “No hay justo, ni
aún uno. Ninguno que haga el bien, que busque a Dios” (Rom. 3:10-12). Y en Efesios, cuando
dice: “por gracia sois salvos, por medio de la fe. Y esto no de vosotros, sino es don de Dios”
(Ef. 2:8).
Bueno, si como nosotros, Abraham no tuvo merito en si mismo al mostrar fe, sino
que como es en el caso de todos nosotros, es necesario que Dios actúe primeramente,
¿entonces fue la fe de Abraham superior a la de todos los demás? ¿Qué tenía Abraham que
creyó de tal forma, para ser llamado “el amigo de Dios”? ¿Les interesa saber? Quizás
aprendiendo de su vida podamos encontrar algún secreto que tenía y que podamos aplicar
en nuestra vida, de manera que nuestra fe crezca tanto como la de el, ¿no?
El versículo 8 del capítulo 11 de hebreos comienza así: “Por la fe Abraham, siendo
llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a
dónde iba.”
La primera muestra de la fe de Abraham fue al responder al llamado de Dios de dejar su
tierra. Sin embargo, es necesario considerar aquí que Dios no llamó a Abraham una vez,
sino dos veces. Primero fue cuando junto con su padre y Lot, se fueron a la ciudad de Harán.
Dios le había mandado a Abraham salir de Ur, e ir a Canaán. Pero se detuvo en Harán.
Abraham tuvo suficiente fe para salir de Ur, pero no fue suficiente para llegar a Canaán. Por
incredulidad, o temor, decidió quedarse en Harán.
Fue hasta que su padre Taré falleció que Dios lo volvió a llamar, y es lo que la biblia registra
en Gn. 12:1, donde dice: “Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu
parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré”. Miren el verbo como está
conjugado en pretérito. Dios ya le había dicho esto a Abraham.
Así es como da cuenta Esteban en su relato ante el Sanedrin, que quedó registrada en la
carta de los Hechos. Capítulo 7 versículos 2 al 4: “Y él (esto es, Esteban) dijo: Varones
hermanos y padres, oíd: El Dios de la gloria apareció a nuestro padre Abraham, estando en
Mesopotamia, antes que morase en Harán, 3 y le dijo: Sal de tu tierra y de tu parentela, y
ven a la tierra que yo te mostraré. 4 Entonces salió de la tierra de los caldeos y habitó en
Harán; y de allí, muerto su padre, Dios le trasladó a esta tierra, en la cual vosotros habitais
ahora”
Aquí podemos ver una faceta de la “amistad” de Dios con Abraham. Dios le proveyó
a Abraham de la fe para que este saliera confiado de Ur, pero en su caminar, se detuvo.
Dios no desechó a su amigo. Le dio tiempo.
Seguramente para Dios esos años en Harán fueron desperdiciados, pues Abraham se detuvo
en su caminar. Pero eso no detuvo el plan de Dios. Y esta es una primera realidad que
debemos tener en cuenta tú y yo: Dios nos sostiene en esa fe que ya nos ha provisto, de la
cual somos susceptibles de caer y abandonar. ¿Ustedes creen que Dios envió a su hijo a
morir por sus pecados, lo resucitó para abrirles camino a la vida eterna, les hizo nacer de
nuevo y luego se hizo a un lado para comprobar si lograrán llegar al cielo por su propia
cuenta?
No. Por eso el autor de hebreos dice: Jesús, el “autor y consumador de la fe” (Hb. 12:2). Y
Pablo dice también en su carta a los filipenses: “el que comenzó la buena obra en vosotros,
la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Fil. 1:6). Y Pedro le dijo a los expatriados de la
dispersión: “Que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la
salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero” (1 Pe. 1:5).
Así como Dios te escogió desde antes de la fundación de este mundo, y se encargó
de tu salvación, así también ha asegurado su propósito para contigo en el futuro aún antes
de que tu llegues a alcanzarlo. Observen a Job. Dios lo protegió del acecho de Satanás. Y
sostuvo su fe, aunque esta no era perfecta. Y tanto el ejercicio le sirvió a Dios para
demostrarle a Satanás su error, le sirvió también para refinar la fe de Job.
Jesús le dijo a Pedro: “Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como
al trigo, pero yo he rogado por ti, para que tu fe no falte” (Lc. 22:31-32)
Por tanto, si algo puede decirnos de inicio este estudio de la vida de Abraham es
esto precisamente: Dios no escogió a Abraham por algún mérito de Abraham. Dios lo
escogió simplemente porque le plació hacerlo. O como alguna vez dijo Thomas, haciendo
uso de una palabra extraña, le plugó hacerlo. Plugó significa plació. Le dio placer.
Abraham no era un gigante en la fe. Así como ninguno de nosotros lo somos. De hecho,
nadie inicia en el camino de la fe siendo gigante. Sino dando un paso a la vez. Así fue la vida
de Abraham. Así es también tu vida espiritual. Lo que importa es saber donde estás. ¿Eres
aún incrédulo y no has querido creer en Jesús? Puedes hacerlo ya. Da el primer paso. Eres
creyente, ¿pero uno muy débil? Bueno, quien no lo es. Mira a Abraham. Que te sirva de
inspiración que el en algún momento de su vida espiritual lo fue.
Lo importante no es la fortaleza de tu fe, sino la convicción y disposición de, como Abraham,
dejar todo atrás y seguirlo a El.
Supongo que cuando Abraham llegó a Canaán notó primeramente que ya estaba
habitada. Gn. 12:6 dice: “Y pasó Abram por aquella tierra hasta el lugar de Siquem, hasta el
encino de More; y el cananeo estaba entonces en la tierra”.
No solo estaba habitada. Estaba poblada por los canaanitas. Aquellos pueblos que la biblia
nos ha dicho eran de lo mas perversos, inmorales e idólatras. ¿Se habrá cuestionado
Abraham en ese momento si tomó la decisión correcta?
Luego vino la hambruna que lo obligó a salir a Egipto. Aunque no fue lo que Dios le mandó,
el lo hizo. Quizás si estaba dudando de las promesas de Dios y de su poder para otorgarlas.
Quizás Abraham en ese periodo de tiempo se lamentó diciéndose a si mismo: “Tal vez
cometí un error al creerle a Dios”.
Luego vino la invasión de los reyes del oriente sobre las ciudades – estado de la planicie del
Jordán. Donde incluso Lot fue tomado como rehen.
Sin duda este territorio en el que ahora estaba presentaba grandes riesgos y adversidades.
Abraham no solo podría haber dudado de si lo que Dios le había prometido era verdad. Por
temor podría haber incluso decidido volver a la tierra de donde salió.
Eso mismo nos pasa a nosotros, ¿no es así? Tan pronto iniciamos en nuestra vida
espiritual, las adversidades llegan. Muchas veces son tan fuertes que nos sacuden. Y nos
hacen dudar de si la decisión que tomamos fue la correcta.
La respuesta para evitar este decaimiento está en lo que Abraham experimentó, y que nos
dice el versículo 9. Debemos considerar que estamos en este mundo solo de paso. El hecho
que Abraham haya vivido en tiendas toda su vida refleja la idea de que nunca se consideró
establecido en un lugar.
Pero eso no es diferente a un vagabundo. De alguien que solo esta vagando por el
mundo sin rumbo.
No. Abraham no deambulaba. Tenía claro a donde quería ir. Y el versículo 10 nos dice cual
era su objetivo: “porque miraba a la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y
constructor es Dios”.
Aunque Dios le había concedido ese territorio donde ahora estaba, Abraham tenía su
mirada en el cielo. Ninguna ciudad de esta tierra le generaba interés, sino la ciudad que Dios
había preparado para el y todos los creyentes.
¿Y porque no volver a la tierra de donde venía? Miren lo que dicen los versículos 13
a 16: “13 Conforme a la fe murieron todos estos sin haber recibido lo prometido, sino
mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y
peregrinos sobre la tierra. 14 Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que
buscan una patria; 15 pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron,
ciertamente tenían tiempo de volver. 16 Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo
cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad.”
Yo siempre lucho con las promesas de Dios. Porque la biblia las despliega como
promesas espirituales, pero yo deseo las promesas terrenales. Dios me promete paz, gozo,
mansedumbre, pero yo quiero tierra, propiedades y riqueza. Mi fe todavía espera que Dios
me de lo material, lo de este mundo. Abraham, en esta etapa de su fe, había ordenado las
prioridades en su vida. Las cosas de este mundo no eran de su interés comparado con lo
que le esperaba cuando estuviera con Dios.
¿Estás en esta etapa de tu vida? ¿Estás cómo yo? ¿O como Abraham? Porque a la
verdad, una gran tragedia de nuestros tiempos es que como cristianos, vivimos tan
acostumbrados a las cosas de este mundo que el mundo mismo no puede distinguirnos de
ellos mismos. Estamos tan habituados al confort que el mundo otorga, a buscar tener
propiedades, a hablar de negocios, de los viajes que deseamos hacer, que incluso a los mas
astutos inconversos les cuesta trabajo reconocer que somos cristianos.
Ahora, ¿debemos desapegarnos de todo esto y vivir como ermitaños y literalmente
como peregrinos sin un hogar, sin bienes, como los estoicos griegos? No. Abraham aunque
vivió como un peregrino y un extranjero a su vez poseyó bienes, ganado, dinero, incluso
compró la cueva de Macpela para enterrar a su esposa. A precio de dinero. Pero esto nunca
constituyó lo mas importante en su vida. Esto no definió quien era. Lo que hacía para
subsistir no vino a ser su testimonio para nosotros.
Abraham tenía un hermano, Nacor. Este fue muy exitoso allá en Mesopotamia, al
punto que construyó una ciudad el mismo, la ciudad de Nacor. Gn. 24:10. A la vista del
mundo, seguramente habrían dicho que Nacor había sido un hombre exitoso, grande entre
las gentes. De Abraham habrían dicho lo contrario. Que ese salió de Ur a morar en una tierra
desconocida, donde murió sin pena ni gloria.
Sin embargo, es de Abraham de quien tenemos el mejor registro, y si recordamos a Nacor
hoy día es tan solo porque fue hermano de Abraham. La ciudad que fundó hoy no existe,
pero la nación que Dios construyó a partir de Abraham hoy día existe. Casi nadie llama a su
hijo Nacor, pero incontables personas de todas las nacionalidades nombran a sus hijos
Abraham.
Lo que el mundo estima como sublime, para Dios no lo es. El secreto para vivir como
un peregrino y un extranjero en esta tierra, en esta vida, es haciendo como Abraham,
esperando una mejor ciudad, que solo puede encontrarse en el cielo, donde Dios es el
arquitecto y constructor.
Como Pablo dijo, “Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.” (Col. 3:2). Y
alguien mas escribió, “Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe”. (Hb. 12:2).
Esta es la fe que hasta ahora ha mostrado Abraham. Y si quieren conocer como fue en sus
años posteriores, entonces acompáñenme la siguiente ocasión para saberlo.
Oremos.