Creer para Ver - 2
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2ª parte: Creciendo en fe
Todos creemos en algo. Creer es algo inherente al ser humano. Incluso los que dicen que no
creen en nada creen en algo, quizá en sí mismos, quizá en la ciencia, quizá en una ideología
humana, pero todos creemos en algo. Se podría decir que somos creyentes por naturaleza.
Entonces, la diferencia no es si crees o no sino en qué o quién crees. Y eso es
importantísimo porque aquello en lo que crees define quién eres y cuál es tu destino.
Pero antes de que te apresures a decir yo creo en Dios, vamos a reflexionar sobre la
pregunta ¿qué es eso de creer y qué es la fe?
En su sentido má s pleno la fe es mucho má s que una simple afirmació n: Dios existe. La
Biblia dice en Santiago 2:19, que los demonios también creen en Dios. Pero ese creer no es
el mismo sentido de creer que en Juan 3:16, donde dice que todo el que cree será salvo. El
primero, es una mera afirmació n de que Dios existe, pero no es esa la fe en su sentido má s
pleno. Y ese es precisamente el punto de Santiago, que la verdadera fe es algo mucho má s
profundo. En su sentido má s pleno la fe no es algo que se tiene, es algo que se deposita:
No es afirmar que Dios existe, es poner toda tu confianza en él.
No es conocer una verdad, es conocer a una persona.
No es una religión, es una relación personal con Dios.
Entonces, cuando preguntamos ¿en qué o en quién crees? No es solamente una
pregunta de si crees que Dios existe o no. Quizá la mayoría de los que escuchan este sermó n
creen en Dios en el sentido de que pueden decir: Dios existe. Pero eso lo hacen hasta los
demonios. La verdadera pregunta es: ¿en qué te sostienes? ¿qué es lo má s valioso para ti?
¿en donde encuentras el sentido de tu vida? ¿en dó nde pones toda tu confianza? ¿cuá l es el
todo de tu vida? Si la respuesta a esas preguntas es Dios, eso es creer en él. Eso es tener fe.
Eso es creer para ver.
Pero ahora, ¿có mo se hace eso? La semana pasada terminamos diciendo que la fe se
pone en prá ctica, que no es solo un momento ni algo que pasa inmediatamente. Hoy
estudiaremos la historia de Abraham. Veremos cuá l fue el proceso por el cual se convirtió
en el padre de la fe. Y aprenderemos có mo podemos también nosotros vivir ese proceso de
maduració n de nuestra fe en Dios.
18
El creyó en esperanza contra esperanza, a fin de llegar a ser padre de muchas
naciones, conforme a lo que se le había dicho: ASÍ SERÁ TU DESCENDENCIA. 19 Y sin
debilitarse en la fe contempló su propio cuerpo, que ya estaba como muerto puesto
que tenía como cien años, y la esterilidad de la matriz de Sara; 20 sin embargo,
respecto a la promesa de Dios, Abraham no titubeó con incredulidad, sino que se
fortaleció en fe, dando gloria a Dios, 21 y estando plenamente convencido de que lo
que Dios había prometido, poderoso era también para cumplirlo.22 Por lo cual
también su fe LE FUE CONTADA POR JUSTICIA. Romanos 4:18-22
La historia de fe de Abraham
Abraham es conocido como el padre de la fe. Pablo dice que Abraham creyó en esperanza
contra esperanza. Esa frase porque resume poéticamente qué es la fe. Precisamente de
eso se trata la fe, de tener esperanza cuando no hay ninguna razó n humana para creer. Así
como Abraham creyó que Dios le daría un hijo, aunque ya era muy viejo y su cuerpo ya
estaba como muerto.
La palabra esperanza nos gusta, hasta decimos que “la esperanza es lo ú ltimo que
muere”. Sin embargo, encierra otra palabra que no nos gusta tanto: espera. A nadie le gusta
esperar. Nos molesta tener que hacer filas y perdemos la paciencia muy pronto. Má s aun en
el mundo moderno en que vivimos. Hoy día todo tiene que pasar inmediatamente. El
internet debe ser rá pido, la comida se calienta en microondas, la pizza es gratis si no llega
pronto, y todo nos gusta que pase inmediatamente. Sin embargo, tener fe es esperar.
Abraham le creyó , y eso le fue contado por justicia. Tener fe no solo es creer en Dios
sino creerle a Dios. Eso fue lo que hizo Abraham y por eso se le conoce como el padre de la
fe. Sin embargo, no debemos pensar que fue un hombre perfecto y sin mancha. Si lo
imaginamos como un intachable llegaremos a creer que es imposible para nosotros ser
como él. Pero el punto de la historia de Abraham es precisamente que el padre de la fe es
un mortal normal como tú y como yo, con muchos defectos y errores.
La historia de Abraham es una historia de altibajos. Comenzó mostrando una gran fe al
obedecer a Dios. Y el Señor dijo a Abram: Vete de tu tierra, de entre tus parientes y de la
casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré. 2 Haré de ti una nación grande, y te
bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición.3 Bendeciré a los que te
bendigan, y al que te maldiga, maldeciré. Y en ti serán benditas todas las familias de la
tierra. Génesis 12:1-3. Siempre he admirado a la gente que deja todo para seguir la
voluntad de Dios. No es algo sencillo, se requiere fe. Todo comienza con un salto de fe.
Pero después, Abraham mostró debilidad en varios momentos. Repasemos algunos de los
momentos flacos de su fe y notemos que no es tan diferente a nosotros.
Abraham se llevó consigo a su sobrino Lot (Génesis 12:4-5). Aunque
obedeció al llamado de Dios de dejar su tierra Abraham no se confió del todo,
pues como no tenía hijos tomó a su sobrino Lot, quien era huérfano y podría ser
su heredero.
Abraham descendió a Egipto cuando hubo hambre (Génesis 12:10). Aunque
Dios le había mostrado una tierra, Abraham no confió en la promesa de Dios y
fue en busca de bendició n material a Egipto sin consultar al Señ or.
Abraham mintió sobre su esposa dos veces (Génesis 12:11-13; 20:2). Temió
por su propia vida cuando anduvo en el extranjero porque su esposa era muy
hermosa. Para protegerse, Abraham mentía diciendo que era su hermana.
Abraham acepta tener un hijo con una esclava (Génesis 16:2). Quizá uno de
sus momentos de menos fe fue cuando escuchó el mal consejo de su esposa
antes que la voz de Dios. Abraham tomó una mala decisió n que traería muchos
problemas.
Abraham se río de Dios en su cara (Génesis 17:17). ¡Pero qué falta de
respeto! Abraham no pudo ocultar su falta de fe. Se rio de Dios cuando le dijo
que iba a tener un hijo, aunque fuera muy viejo.
Dios es fiel a pesar de nuestras fallas. Aunque Abraham mostraba una fe a veces
endeble Dios seguía bendiciéndolo. Y Dios continuaba renovando su pacto con Abraham.
Por su puesto, también hubo momentos en que Abraham mostró una gran fe. Salió de su
tierra, obedeció a Dios cada vez que se renovaba el pacto, dejó a Lot escoger la tierra
cuando se dividieron, rescató a su sobrino, entregó los diezmos a Melquisedec, buscó y
adoró a Dios en muchas ocasiones, y la má s grande muestra de fe fue obedecer a Dios
cuando le pidió sacrificar a su hijo Isaac. Y es exactamente por eso que Pablo dice de él que
tuvo fe sin titubear.
Dios siempre cumple su promesa. Dios cumplió lo que había prometido. É l fue fiel al
pacto que hizo con Abraham. En Génesis 21 se narra el nacimiento de Isaac, ¡Abraham tenía
cien añ os! Dios transformó su risa de burla en risa de alegría.
Dios trabaja en nosotros para creer. En Génesis 22 se narra el momento de fe má s
grande en la vida de Abraham. Dios le pide a Abraham que sacrifique a Isaac, su hijo.
Notemos có mo comienza diciendo la historia Aconteció que después de estas cosas, Dios
probó a Abraham, y le dijo: ¡Abraham! Y él respondió: Heme aquí. Génesis 22:1. La
historia dice “después de estas cosas”, ¿qué cosas? Todo un caminar de diez capítulos en el
que Abraham ha mostrado una fe a medias. Durante todo ese tiempo Dios ha estado
trabajando en el corazó n de Abraham. Dios le ha estado mostrando quién es él. Dios le ha
estado enseñ ando que él es fiel. ¡Han sido cuarenta añ os desde que Abraham fue llamado
por Dios! Y en ese tiempo su fe ha ido madurando. No por él mismo, sino por la obra que
Dios ha hecho en su corazó n. Eso significa que la fe es un proceso que Dios comienza,
continúa, y termina.
La fe es un proceso
Jesucristo comparó el Reino de los Cielos a un grano de mostaza: 31 Otra parábola les refirió,
diciendo: El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza, que un hombre tomó y
sembró en su campo; 32 el cual a la verdad es la más pequeña de todas las semillas;
pero cuando ha crecido, es la mayor de las hortalizas, y se hace árbol, de tal manera
que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas. Mateo 13:31-32. Y después,
también comparó la fe a un grano de mostaza. Y Él les dijo: Por vuestra poca fe; porque
en verdad os digo que si tenéis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte:
“Pásate de aquí allá”, y se pasará; y nada os será imposible. Mateo 17:20. Esta
comparació n entre la fe y una semilla nos enseñ a tres cosas:
La fe no vale por sí misma sino dónde se pone.
La fe es un proceso que requiere tiempo y dedicación.
La fe que ha madurado da frutos visibles.
Hay un milagro de Jesú s que nos habla de la fe como un proceso. En Marcos 8:22-26, Jesú s
sana a un ciego en dos pasos, primero solo ve borroso, y después recobra la vista
plenamente. Ese milagro es ú nico en los evangelios, y muestra que la fe es un proceso. Así
como los discípulos, “hombres de poca fe”, pasaron por ese proceso, eran ciegos, luego
vieron borroso, y finalmente entendieron que Jesú s es el Mesías, y el hijo de Dios.