Triduo
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Monición de entrada:
Buenas noches, queridos hermanos: con la Misa vespertina de hoy damos comienzo al
sagrado Triduo Pascual. En el Triduo Pascual celebramos, como Iglesia, los grandes misterios
de nuestra salvación: el viernes de Cristo muerto, el sábado de Cristo sepultado y el domingo
de Cristo resucitado. Estos días no son un simple recuerdo, en ellos se hace presente y se
realiza el misterio de la Pascua: el paso del Señor de este mundo al Padre. Que todos
saquemos muchos frutos de estas celebraciones y nos unamos en íntima comunión con Cristo.
Como signo de gratitud por estos dones, todos unidos entonemos el canto de entrada.
Los israelitas hacían cada año la Cena de Pascua con la que conmemoraban su liberación de
Egipto. Es la misma Última Cena que Cristo, como buen israelita, realiza con sus discípulos,
inaugurando para todos una nueva liberación del egoísmo y del mal que a todos tantas veces
nos domina.
Esta segunda lectura nos recuerda la tradición en la Iglesia de la Cena del Señor. La Eucaristía
es el Sacramento de la unión y del servicio a los demás. Pongamos atención.
Jesús lava los pies de sus discípulos, una tarea que era propia de esclavos. Con este gesto
inesperado, hace visible la actitud de rebajamiento y de servicio que caracteriza su presencia
en la comunidad. Entonemos la aclamación, para luego escuchar este conmovedor mensaje.
En estos momentos, queridos hermanos, damos inicio al lavatorio de los pies. El celebrante,
imitando el gesto de Jesús lavará los pies a doce personas de nuestra comunidad. Con este
gesto Jesús nos enseñó que tenemos que amarnos los uno a los otros. La expresión máxima
de amor es el servicio desinteresado y generoso a los demás.
Oración Universal
A cada invocación ustedes respondan por favor: Señor, ayúdanos a servir a los demás
1. Por el Obispo y los sacerdotes de nuestra Iglesia diocesana: para que vivan su sacerdocio
como servicio incansable, especialmente a los más pobres y lo vivan en donación sin límites a
Cristo, presente en sus hermanos. Oremos al Señor.
2. Por todo el pueblo cristiano: para que en ti, que lavas los pies a los apóstoles, y en la mesa
pascual partes el pan y ofreces el cáliz, sepa reconocer los grandes signos de tu realeza y de
tu amor. Oremos al Señor.
3. Por los cristianos divididos: para que este memorial de la santa Cena haga resonar en su
espíritu la ardiente llamada a la unidad que hiciste en tu oración sacerdotal al Padre. Oremos al
Señor.
4. Por los hombres prisioneros del placer y de la violencia y por todos los invitados ausentes
del banquete de la fraternidad: para que se den cuenta de que has orado sobre todo por ellos y
te has ofrecido al Padre como cordero inocente y manso. Oremos al Señor.
5. Por todos nosotros, que compartimos el pan del cielo en la mesa eucarística: para que
estemos dispuestos a compartir los valores y los bienes de este mundo con los que tienen
hambre y sed de justicia y de misericordia. Oremos al Señor.
El sacerdote y los ministros del altar se preparan para llevar en procesión el Santísimo
Sacramento al altar de reserva (se hace una pausa). En estos momentos los ministros van
quitando los ornamentos y velas del altar en el presbiterio. Jesús también fue despojado de sus
vestiduras, cumpliéndose la profecía: “se repartieron entre sí mis vestidos y echaron a suerte
mi túnica".
Exhortación Final
(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada día, San Pablo, España, 1995, p. 169)
Te bendecimos, Padre de nuestro Señor Jesucristo, con todos los creyentes y los pobres de
todo el mundo, porque el cuerpo de Cristo es el pan que nos fortalece y su sangre es el vino de
la fiesta pascual que nos reúne.
Te glorificamos, Dios nuestro, al partir el pan y te damos gracias cuando alzamos nuestra copa,
porque son el cuerpo y la sangre de tu Hijo amado.
Gracias a él son posibles el cielo y la tierra nuevos, el amor, la paz y la fraternidad entre los
hombres.
Concédenos tu Espíritu para seguir creyendo y amando porque ése es tu mandato y nuestro
empeño para siempre. Amén.
En estos momentos, antes de traer las ofrendas del pan y el vino, que se transformarán el
Cuerpo y la Sangre de Cristo, haremos entrega a nuestro párroco de los santos Óleos, es decir
los aceites que fueron bendecidos y consagrados por el obispo de nuestra Diócesis, Mons. N.
Párroco: Si, hermanos, estos Óleos producen efectos abundantes, producen la gracia.
Recepción del óleo de los enfermos. Presentamos el óleo de los enfermos. Este Óleo se
utilizará para ungir a los enfermos y estos obtendrán alivio a sus dolores, se perdonan sus
pecados y se fortalece su fe.
Sacerdote: Señor Dios, Padre de todo consuelo, que has querido sanar las dolencias de los
enfermos por medio de su Hijo, escucha con amor la oración de esta comunidad parroquial. Te
damos gracias porque por la bendición de nuestro Obispo has derramado tu Espíritu Santo
sobre este óleo, enriqueciéndolo con tu propia bendición. Oye nuestra súplica para que cuántos
sean ungidos con él sientan en cuerpo y alma tu divina protección y experimenten alivio en su
cuerpo y alma.
Pueblo: Con gozo recibimos este óleo Santo en nombre de Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Recepción del óleo de los Catecúmenos. El óleo de los catecúmenos se utilizará para ungir a
los niños y a los adultos en el Bautismo, que le impregnará de la fuerza de Dios para vencer el
mal que hay en nosotros.
Sacerdote: Señor, fuerza y defensa de tu pueblo, que has hecho del aceite símbolo de vigor, te
damos gracias al recibir en nuestra parroquia este Óleo de los catecúmenos. Concede a
cuantos sean ungidos con él en el Bautismo vivir fieles a tu Hijo, gozar de la alegría y libertad
de los hijos de Dios.
Pueblo: Con gozo recibimos este Óleo, dando gracias por Jesucristo, nuestro Señor.
Recepción del Santo Crisma. El Santo Crisma se utilizará para ungir al bautizado y así
señalarlo verdadero hijo de Dios que le confiera la capacidad espiritual de vivir la gracia
sacramental. También para ungir al neo sacerdote y para consagrar un altar. Este Óleo está
compuesto de aceite de oliva y lleva además un bálsamo especial que le da buen olor, el que
nosotros hemos de repartir con nuestro buen vivir.
Sacerdote: Señor Dios, fuente de vida y autor de los sacramentos, al recibir el Santo Crisma
para nuestra parroquia, te damos gracias por la unción que nos configura con Cristo,
Sacerdote, Profeta y Rey, y nos capacita para rendirte un culto agradable a tus ojos. Oye
nuestra oración y concédenos que tu Iglesia crezca en santidad y en el servicio a la verdad.
Pueblo: Con gozo recibimos el Santo Crisma, dando gracias por Jesucristo, nuestro Señor.
Esta tarde estamos reunidos para celebrar la muerte victoriosa de Cristo en la cruz.
Contemplemos y meditemos en Jesús: el Cordero sacrificado por nuestra liberación. La muerte
de Cristo fue la causa de que nuestra muerte fuera vencida.
Jesús, el Señor, muere en la cruz. Y nosotros estamos aquí movidos por la fe, por la
admiración, por el agradecimiento, por el amor. Porque su Sangre, su Cruz, son la fuente de
nuestra vida, la luz de nuestro camino, la fuerza que nos transforma.
Comencemos hoy nuestra celebración en silencio. Después nos arrodillaremos orando ante
Jesús desde lo más profundo de nuestro corazón.
Este poema del profeta Isaías describe la pasión salvadora y gloriosa del siervo del Señor.
Sobre él cayeron los pecados de todos los seres humanos. Para nosotros estas profecías,
escritas muchos años antes de Cristo, nos hablan de Jesús el Cristo. Escuchemos.
Cristo, que nos señaló y nos abrió el camino hacia la salvación, pasó por todos los sufrimientos
y debilidades humanas, menos el pecado. Cristo, es el sumo Sacerdote, con Dios y entre
nosotros. Escuchemos con atención.
Escucharemos el relato de la Pasión según san Juan, ésta es una continuación de la última
cena y del discurso de despedida. Un tema predominante en es el de la “hora” de Jesús.
Pongan atención a esta gran lección de generosidad.
Hoy, ante Jesús que da la vida por la humanidad entera, nuestra oración debe ser más intensa,
para que a todos llegue la vida que nace de la cruz. Unámonos, pues, ahora, en oración para
que el fruto de la salvación alcanzada por Cristo en la cruz llegue a todos.
(El presidente inicia desde el Misal o el Libro de la Sede la Oración Universal, especial para
hoy).
De entre las oraciones que se proponen en el Misal, el sacerdote puede escoger aquellas se
acomodan mejor a las condiciones del lugar, pero de tal modo que se mantenga el orden de las
intenciones que se propone para la oración universal.
Para los cristianos, la cruz es el instrumento elegido por Cristo para nuestra salvación. Es el
signo del amigo que entrega su vida por aquel que ama. Desde la Cruz Cristo es proclamado
Redentor y Salvador.
(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada día, San Pablo, España, 1995, p. 171)
Amén.
La celebración Pascual Ciclo C
Triduo Pascual
Vigilia Pascual: “No está aquí; ha resucitado”.
(Se comienza la Vigilia Pascual fuera de la Iglesia para allí hacer la Liturgia de la Luz).
Muy buenas noches, queridos hermanos y hermanas. La celebración de la Vigilia Pascual es la
fiesta más importante del año cristiano. Esta fiesta es grande. Esta noche es especial para la
comunidad cristiana. Cristo resucitado, ha vencido a la muerte. Cristo ha pasado de la muerte a
la Vida. Es la Pascua del Señor. Pero la Pascua de Cristo es también nuestra pascua. En la
muerte de Cristo, nuestra muerte ha sido vencida y en su resurrección hemos resucitado todos.
La primera parte de esta ceremonia es la bendición del fuego y procesión con el Cirio Pascual.
Cristo triunfante y vencedor es simbolizado en la LUZ que se impone sobre las tinieblas. Y
nuestros pequeños cirios simbolizan que queremos prolongar la LUZ y el triunfo de Cristo.
(Invitar a los presentes a pasar al lugar designado para la bendición del fuego. Las luces del
templo deben estar apagadas).
II.-LITURGIA DE LA PALABRA
Esta segunda parte se llama Liturgia de la Palabra. Con el Pregón Pascual hemos entrado en
la noche Santa de la resurrección del Señor. Los primeros cristianos pasaban esta noche en
vela, amanecían recordando la historia del pueblo, los acontecimientos que para ellos fueron
importantes y la actuación de Dios en ellos.
La 1º lectura relata el comienzo de la historia de la salvación. Dios crea todas las cosas,
incluyendo al hombre y a la mujer, y queda complacido al mirar que todo cuanto ha creado es
bueno. Toda la creación le ha sido confiada a la criatura por excelencia, el ser humano, para
que se sirva de ella. Es el plan de Dios que el hombre y la mujer, creados a su imagen y
semejanza, tengan vida abundante y le sirvan y honren en todo momento. Escuchemos con
atención.
(Concluida la lectura, y luego del Salmo correspondiente, nos ponemos de pie mientras el
celebrante hace una oración. Terminada la oración nos sentamos.)
(Concluida la lectura, y luego del Salmo correspondiente, nos ponemos de pie mientras el
celebrante hace una oración. Terminada la oración nos sentamos.)
Tercera lectura: Éxodo 14,15-15,1
La historia del pueblo Israel está marcada por un hecho fundamental, un hecho que será su
Pascua: el recuerdo del paso de la esclavitud a la libertad. Escucharemos ahora ese relato
lleno de maravilla y de gozo. El nacimiento de un pueblo que empieza a ser libre y que
reconoce que eso es obra de Dios.
(Concluida la lectura, y luego del Salmo correspondiente, nos ponemos de pie mientras el
celebrante hace una oración. Terminada la oración nos sentamos.)
(Concluida la lectura, y luego del Salmo correspondiente, nos ponemos de pie mientras el
celebrante hace una oración. Terminada la oración nos sentamos.)
(Concluida la lectura, y luego del Salmo correspondiente, nos ponemos de pie mientras el
celebrante hace una oración. Terminada la oración nos sentamos.)
(Concluida la lectura, y luego del Salmo correspondiente, nos ponemos de pie mientras el
celebrante hace una oración. Terminada la oración nos sentamos.)
(Concluida la lectura, y luego del Salmo correspondiente, nos ponemos de pie mientras el
celebrante hace una oración. Terminada esta oración se encienden los cirios del altar y se
canta el Gloria. Luego el celebrante procede a la Oración Colecta. Terminada la oración nos
sentamos).
Gloria
En el silencio de esta noche, estamos recordando la constante y siempre renovada acción de
Dios para dar la vida al hombre. Por eso, y antes de escuchar las lecturas de la Nueva Alianza,
cantamos el himno de alabanza a Dios. La gloria de Dios es la vida del hombre: Gloria a Dios.
Primera Lectura: Romanos 6, 3-11
Hemos escuchado las lecturas, historia antigua, también hemos escuchado la voz del profeta.
Para nosotros la comunicación de vida iniciada en la aurora de la historia y trabajada en el
curso de los siglos, se realiza como nunca en Jesucristo. En Jesucristo y en nosotros.
Oración Universal:
Después de cada invocación todos respondan, por favor: Cristo resucitado, escucha nuestra
oración.
1. Para que llegue a todos los hombres la vida nueva de Jesucristo, la vida nueva que es paz,
justicia y amor verdadero. Oremos.
2. Para que la Iglesia, todos nosotros, sepamos comunicar a las mujeres y a los hombres,
jóvenes y mayores, la luz renovada del Evangelio. Oremos.
3. Por todos los que en este año recibirán la gracia del Bautismo, de la Confirmación y de la
Primera comunión, que encuentren en nosotros ejemplo de vida evangélica. Oremos.
4. Por los que en este país, y en todo el mundo, comparten el dolor de la pasión de Jesús, que
encuentren compañía y ayuda eficaz. Oremos.
5. Finalmente, oremos por todos los que estamos aquí en esta noche, reunidos para celebrar la
Resurrección del Señor y renovar nuestra fe bautismal, para que aquellos que creemos sea
vida renovada en nosotros. Oremos.
IV.-Liturgia de la Eucaristía
Con la Eucaristía llegamos al momento culminante, el más importante de la celebración de esta
noche. Glorifiquemos y demos gracias al Padre porque en Cristo resucitado nos abre el camino
de la vida.
Exhortación Final
(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada día, San Pablo, España, 1995, p. 173)
Amén.
INTRODUCCIÓN
El Miércoles de Ceniza parece ya muy lejano. Fue entonces cuando comenzamos a recorrer el
largo camino cuaresmal. Juntos hemos vivido días de oración, de penitencia, de privaciones,
de reflexión, de vía crucis. Juntos hemos ido preparando la senda que desemboca en esta
ocasión gloriosa. Esta es la noche de las noches. La noche por excelencia. Hoy, las tinieblas se
desvanecen, la oscuridad queda derrotada, la muerte es vencida de modo definitivo y Cristo se
alza victorioso ante su pueblo. Por ello nos reunimos en vigilia de oración a la espera de Cristo
Resucitado, para escuchar la Palabra de Dios, para participar en los Sacramentos de la Iglesia,
para celebrar con Cristo el banquete pascual.
La primera parte, el Lucernario o Liturgia de la Luz, comienza con la bendición del fuego. Luego
de encender el cirio pascual, el Lucernario termina con el cántico del pregón pascual.
Al Lucernario le sigue la Liturgia de la Palabra con la proclamación de siete lecturas del Antiguo
Testamento y dos del Nuevo Testamento.
Así, hermanos y hermanas, conscientes del momento admirable que vivimos, nos preparamos,
nos ponemos de pie para dar inicio a esta noche gloriosa.
(Bendición del fuego - Preparación del Cirio Pascual -Procesión y Encendido de velas de la
asamblea)
(Pregón Pascual; Concluido el Pregón Pascual, pedimos a la asamblea que apague sus velas.
Cuando el celebrante concluye su monición/oración, invitamos al pueblo a sentarse.)
Esta primera lectura relata el comienzo de la historia de la salvación. Dios crea todas las cosas,
incluyendo al hombre y a la mujer, y queda complacido al mirar que todo cuanto ha creado es
bueno. Toda la creación le ha sido confiada a la criatura por excelencia, el ser humano, para
que se sirva de ella. Es el plan de Dios que el hombre y la mujer, creados a su imagen y
semejanza, tengan vida abundante y le sirvan y honren en todo momento. Escuchemos con
atención.
(Concluida la lectura, y luego del Salmo correspondiente, nos ponemos de pie mientras el
celebrante hace una oración. Terminada la oración nos sentamos.)
Dios quiere para sí un pueblo que realmente crea en Él. Abrahán, por sus actitudes, demostró
tener esa fe que Dios espera de nosotros. Abran bien el oído para escuchar este mensaje.
(Concluida la lectura, y luego del Salmo correspondiente, nos ponemos de pie mientras el
celebrante hace una oración. Terminada la oración nos sentamos.)
Israel, el pueblo escogido por Dios, cayó preso bajo el régimen de los egipcios. Muchos años
de esclavitud sufrieron los israelitas oprimidos por el yugo de Egipto. Pero, Dios, que es
siempre fiel a sus promesas, interviene personalmente en la liberación de su pueblo. Muchas
esclavitudes sufrimos hoy día quienes formamos parte del pueblo de Dios. Pero, por la
resurrección de Cristo vemos a Dios obrando en nuestro beneficio y conduciéndonos de la
esclavitud de la muerte a la libertad de la Vida Eterna. Escuchemos con oído atento.
(Concluida la lectura, y luego del Salmo correspondiente, nos ponemos de pie mientras el
celebrante hace una oración. Terminada la oración nos sentamos.)
El profeta Isaías nos habla a continuación de las riquezas de la salvación. Dios tiene en sus
manos todos los bienes y los pone a disposición de su pueblo. “Quien tenga necesidad que
venga a mí”, dice el Señor por boca de su profeta. Dios promete sellar con su pueblo una
alianza eterna y la palabra de su boca no regresará a Él sin haber sido cumplida. Escuchemos
con toda atención.
(Concluida la lectura, y luego del Salmo correspondiente, nos ponemos de pie mientras el
celebrante hace una oración. Terminada la oración nos sentamos.)
Usando como instrumento al profeta Baruc, Dios invita nuevamente al pueblo de Israel, y
también nos invita a nosotros hoy a dejar el pecado y a seguir lo que le agrada a Él.
Escuchemos.
(Concluida la lectura, y luego del Salmo correspondiente, nos ponemos de pie mientras el
celebrante hace una oración. Terminada esta oración se encienden las velas del altar y se
canta el Gloria. Luego el celebrante procede a la Oración Colecta. Terminada la oración nos
sentamos)
Nos recuerda San Pablo que, por el Bautismo, hemos sido incorporados a Cristo y
participamos de su misterio pascual. Cristo muere en la cruz y con ello propicia nuestra muerte
al pecado. Cristo resucita y su resurrección es alegría para todos ya que, por su Victoria,
tenemos Vida. Escuchemos gozosos, pues el triunfo de Cristo es nuestro propio triunfo.
Jesús lo había anunciado, pero, ¿quién lo iba a creer? Después de haber sufrido tortura y
muerte semejantes, ¿cómo podía volver a la vida? Por ello, es fácil imaginar la sorpresa de
María Magdalena y la otra María. En lugar de un sepulcro sellado se encuentran con la piedra
removida y el ángel del Señor que les da la gran noticia: ¡No está aquí! Ha resucitado como les
había dicho. Muchos años han pasado y también para nosotros la noticia sigue siendo nueva y
alentadora: “¡Que no está muerto; que ha resucitado y camina delante de nosotros!” (Breve
pausa.) Antes de escuchar la Buena Noticia, nos ponemos de pie y cantamos la aclamación al
evangelio.
(Proclamación del Evangelio y homilía. Después de la homilía se encienden las velas de toda la
asamblea.)
(Liturgia Bautismal (si hay). Renovación de las Promesas Bautismales y aspersión con agua
bendita. Luego de la aspersión se le pide a la asamblea que apague sus velas.)
Por los líderes de las naciones: para que, poniendo a un lado las diferencias e intereses
personales, trabajen por la paz, la unidad y la justicia. Roguemos al Señor.
Por los deambulantes y los hermanos caídos en las garras del vicio: para que encuentren en
nosotros el trato amable y solidario que necesitan y merecen. Roguemos al Señor.
Por las madres solteras y las víctimas de la violencia doméstica: para que, fortalecidas con
la acción del Espíritu puedan llevar a sus familias a buen puerto. Roguemos al Señor.
Por los niños y jóvenes de nuestra comunidad: para que, con la ayuda de sus mayores,
puedan abrir sus corazones a Jesús y hallen en Cristo Resucitado la respuesta a sus
inquietudes. Roguemos al Señor.
Por las víctimas del maltrato infantil: para que estemos alertas a sus circunstancias y
atendamos con prontitud y eficiencia sus necesidades particulares. Roguemos al Señor.
Por los pobres y abandonados: para que veamos en ellos el rostro del Cristo que sufre y
asumamos, de una vez y por todas, nuestra responsabilidad fraternal. Roguemos al Señor.
Por los afectados por el desempleo y el subempleo: para que encuentren, con la ayuda de
sus hermanos, el trabajo digno que les permita satisfacer sus necesidades. Roguemos al
Señor.
Por todos los que ofrecen servicios profesionales: para que, iluminados con la luz del
evangelio y fortalecidos por Cristo Resucitado, puedan realizar sus funciones con respeto,
honestidad y sensibilidad. Roguemos al Señor.
Por toda nuestra parroquia San Antonio de Padua: para que en este año de la Eucaristía, y
animada por el misterio pascual que celebramos, se comprometa seriamente a ser luz y sal en
todos nuestros ambientes. Roguemos al Señor.