Tema 12. La Guerra Civil Española

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SUBLEVACIÓN MILITAR Y GUERRA CIVIL (1936-1939).

DIMENSIÓN POLÍTICA E INTERNACIONAL DEL


CONFLICTO. EVOLUCIÓN DE LAS DOS ZONAS. CONSECUENCIAS DE LA GUERRA.

ÍNDICE

1. INTRODUCCIÓN.
2. SUBLEVACIÓN MILITAR E INICIO DE LA GUERRA CIVIL.
3. DIMENSIÓN INTERNACIONAL DE LA GUERRA.
4. EVOLUCIÓN DE LAS DOS ZONAS.
4.1. BANDO REPUBLICANO.
4.2. ZONA SUBLEVADA.
5. EVOLUCIÓN DEL CONFLICTO BÉLICO.
6. CONSECUENCIAS DE LA GUERRA.
7. CONCLUSIÓN.

1. INTRODUCCIÓN.
La Guerra Civil constituyó el hecho más relevante y trágico de la historia de España en el siglo XX y en ella se
concentraron muchos de los problemas que la sociedad española contemporánea venía arrastrando desde el siglo
XIX.
El enfrentamiento entre los grupos tradicionalmente dominantes en España (aristócratas, grandes propietarios
agrícolas, empresarios, Iglesia, Ejército) y las clases populares (campesinos, obreros, pequeña burguesía) llegó a un
punto crítico durante la Segunda República y, finalmente en julio de 1936 las fuerzas contrarias se sublevaron contra
la República. El alzamiento militar se convirtió en guerra civil pues tanto los sublevados como el bando republicano
contaron muy pronto con ayudas exteriores. La guerra alcanzó entonces una dimensión internacional.
2. SUBLEVACIÓN MILITAR E INICIO DE LA GUERRA CIVIL.

Entre las causas remotas del inicio de la Guerra Civil Española se encuentran: la manera en la que se llevó a cabo la
revolución liberal en España, que adoptó una forma de enfrentamiento bélico con la intervención del ejército, la
actitud y mentalidad del ejército mediante las prácticas golpistas producidas durante más de 100 años, el retraso en
la modernización ideológica y económica del país y la influencia de las ideologías internacionales dominantes
(comunismo, nazismo, fascismo).
No obstante, las causas más próximas al conflicto serían: la crisis económica y social en la década de 1930 que
coincidió con el período republicano, el hecho de que todas las sociedades europeas se vieron obligadas a adoptar
decisiones radicales para resolver los conflictos sociales y también el hecho de que ningún grupo político o social supo
conducir la transformación global de la sociedad.
Tras el triunfo electoral del Frente Popular en las elecciones del 16 de febrero de 1936, la situación político-social fue
empeorando rápidamente. Asimismo, el deterioro del orden público, unido al temor que en los sectores más
conservadores despertaba el programa de izquierdas, terminó desencadenando la intervención del Ejército.
Desde finales de 1935, un grupo de oficiales estuvo conspirando contra la legalidad republicana. Ante ello, para
acabar con sus pretensiones golpistas, el Gobierno decidió destinarlos a puntos alejados del país: Manuel Goded a
Baleares, Emilio Mola a Pamplona y Francisco Franco a Canarias. No obstante, desde abril de 1936, el general Mola,
considerado “El Director” de la conspiración, mantuvo contactos con otros generales como Goded, Varela, Kindelán o
Queipo de Llano, mientras Franco permaneció indeciso hasta el último momento. Por su parte, José Sanjurjo, exiliado
en Portugal desde su intento de golpe de Estado de agosto de 1932, se convertiría en el líder de la conspiración.
El plan ideado por los golpistas consistía en un golpe de Estado seguido por el establecimiento de un directorio militar
inspirado en el de Primo de Rivera. Además, casi todos los militares eran monárquicos, lo que daba a entender una
cierta predisposición a la vuelta al trono de Alfonso XIII, pero no había nada decidido al respecto. En realidad, en un
primer momento el golpe iba más dirigido contra los excesos de la política del Frente Popular que contra la República
en sí misma.
En este contexto, el 12 de julio se produjo el asesinato por parte de cuatro falangistas del teniente de izquierdas José
Castillo y el 13 de julio, como represalia, fue asesinado José Calvo Sotelo. Por todo ello, los conspiradores decidieron
adelantar en unos días el golpe, aprovechando el impacto emocional de la muerte del líder derechista. Así, a las 5 de
la tarde del 17 de julio de 1936, en Melilla, el coronel Yagüe se alzó en armas contra el gobierno republicano y la
sublevación rápidamente se extendió al resto del protectorado.
Dos días más tarde, el 19 de julio, Franco voló desde Canarias hasta Marruecos para ponerse al frente de las tropas
del Protectorado y desde allí el alzamiento se extendió al resto de la Península. Asimismo, entre el 18 y el 19 de julio,
la mayoría de las guarniciones militares de España se unieron al alzamiento. Ante ello, el gobierno republicano
tardaría en reaccionar y en dos días los sublevados ya se habrían hecho fuertes en gran parte del país.
El mismo 19 de julio, Santiago Casares Quiroga fue relevado como jefe de Gobierno por José Giral, quien decidió
entregar armas a las milicias de los sindicatos y de los partidos del Frente Popular. Asimismo, una parte del Ejército y
de las fuerzas de seguridad se mantuvieron fieles al gobierno, y de este modo fue posible sofocar el levantamiento en
buena parte de España.
El alzamiento triunfó en el interior peninsular, Galicia, Castilla y León, Navarra, Zaragoza y Andalucía occidental y su
activo más importante eran las reservas de trigo, teniendo en cuenta además que no tenían que alimentar a las
grandes ciudades. Por el contrario, el alzamiento fracasó donde los obreros y la izquierda tenían mayor peso: en las
zonas industriales del País Vasco, Cataluña, Madrid, Asturias y Levante. Por su parte, el Gobierno seguía controlando
las zonas industriales del norte (siderometalúrgica y textil), y sobre todo tenía a su disposición las reservas de oro del
Banco de España.
Finalmente, aunque los sublevados habían previsto una operación rápida, al cabo de una semana se hizo patente
división del país en dos bandos que iban a enfrentarse en una cruenta guerra civil. El bando de los sublevados iba a
estar constituido por militares conservadores, monárquicos, católicos, falangistas, carlistas… y por todos aquellos que
se habían opuesto a las reformas republicanas, aunque no habría unanimidad sobre las acciones a emprender tras el
alzamiento militar. Por su parte, entre los leales a la República estarían las clases populares (obreros, clases medias
urbanas y campesinado sin tierras) y en su mayoría estarían influidos por las organizaciones socialistas, comunistas y
anarquistas. Eran definidos por la derecha como “rojos” y junto a ellos estaría también un nutrido grupo de
intelectuales y artistas.
3. DIMENSIÓN INTERNACIONAL DE LA GUERRA.

Desde el primer momento, la Guerra Civil española tuvo una gran repercusión internacional. El estallido de la guerra
en España fue visto como una confrontación entre las fuerzas democráticas (socialistas o comunistas), y los
regímenes fascistas (nazismo alemán y fascismo italiano). Se creyó entonces que España era un “microcosmos” en el
que se estaba produciendo el enfrentamiento armado que muchos temían a escala mundial. La “guerra de España”,
nombre con que se la conoció internacionalmente, fue un acontecimiento que dividió a gobernantes, medios de
comunicación e intelectuales del mundo entero.
Tanto los sublevados como el gobierno republicano recurrieron a la búsqueda de apoyos exteriores. Por su parte, los
sublevados enviaron agentes a los países fascistas con el fin de pedir ayuda militar en forma de aviones y armas
principalmente. Por otro lado, el Gobierno republicano pidió colaboración militar y política a Francia, que también
tenía un gobierno del Frente Popular. No obstante, los gobernantes de las democracias de países como Francia, Gran
Bretaña y EEUU fueron prudentes por temor a que el conflicto pudiera extenderse por Europa. Gran Bretaña defendía
una política de apaciguamiento y comunicó a Francia que, si intervenía en España ayudando a la República, no
apoyaría la política internacional francesa ante la posible amenaza de Hitler. Así, Francia se plegó a estas exigencias
e impulsó la creación de un Comité de No Intervención, con sede en Londres, al que se adhirieron veintisiete países.
La existencia del Comité de No Intervención no impidió que los dos bandos recibiesen ayuda exterior. Así, el ejército
franquista recibió ayuda en efectivos humanos y material de Hitler y Mussolini. Los republicanos obtuvieron ayuda de
la URSS, que le facilitó armamento a cambio del pago con las reservas de oro del Banco de España, y de México. Por
otra parte, las Brigadas Internacionales prestaron una gran ayuda en tropas a la República: fruto de un verdadero
movimiento de solidaridad antifascista, más de 60.000 brigadistas llegados de todo el mundo, tuvieron una
importante función en la defensa de Madrid y en los diferentes campos de batalla.
Sin embargo, los sublevados fueron los más favorecidos por el apoyo extranjero, pues la ayuda alemana e italiana en
armas (aviones, carros de combate, artillería, fusiles, municiones) fue la más importante tanto numérica como
tácticamente. Alemania envió a su aviación, la “Legión Cóndor”, y cobró su ayuda con la entrega de minerales y otros
productos estratégicos. El apoyo italiano consistió en el envío de una gran unidad, el “Corpo Truppe Volontarie”,
aunque también tuvo importancia la ayuda armamentística. Además, con las tropas de los sublevados combatieron
también contingentes de voluntarios portugueses, irlandeses y de otras naciones.
4. EVOLUCIÓN DE LAS DOS ZONAS.

4.1. BANDO REPUBLICANO.


La necesidad de recurrir a las organizaciones políticas y sindicales para hacer frente al golpe de estado originó la
aparición de una estructura de poder popular. Asimismo, el gobierno decretó la disolución del ejército tradicional y la
creación de batallones de voluntarios en los que debían integrarse las milicias populares.
Además, en el territorio republicano, en el verano de 1936, el poder del Estado sufrió un desplome casi total y fue
sustituido por organismos dispuestos a imponer un nuevo orden revolucionario basado en consejos, comités y juntas.
También, se desarrolló un violento movimiento anticlerical y antiburgués, que se concretó en el saqueo incendios de
iglesias, en el asalto a propiedades, en detenciones de empresarios o grandes propietarios, y hasta en el asesinato de
religiosos o de sospechosos por su afiliación política de derecha. Estas acciones fueron protagonizadas en su mayor
parte por grupos incontrolados de tendencia anarquista.
A finales del verano de 1936, los milicianos no conseguían detener el avance de los sublevados, y las fuerzas
republicanas eran conscientes de la necesidad de la formación de un gobierno capaz de aunar esfuerzos para la
guerra. Así, el 5 de septiembre de 1936 se logró formar un gobierno de concentración presidido por Largo Caballero,
secretario general de la UGT, en el que estaban presentes republicanos, socialistas y, por primera vez comunistas.
La etapa de gobierno de Largo Caballero duró hasta mediados de mayo de 1937 y tuvo una gran importancia en el
desarrollo de la guerra. Su proyecto era crear una “gran alianza antifascista” frente a los sublevados. Sin embargo,
tuvo graves problemas con los comunistas y anarcosindicalistas, y su empeño en dirigir la guerra personalmente y la
enemistad con los comunistas hicieron que se distanciada de los partidos.
Los problemas que definitivamente debilitaron el gobierno de Largo Caballero estallaron en Barcelona a principios de
mayo de 1937 (Hechos de Mayo). Los hechos derivaron en un enfrentamiento, en las calles de Barcelona, entre
militantes de la CNT y el POUM y militantes del PSUC, ERC y la UGT, que respaldaban al gobierno. Ante ello, el
gobierno envió fuerzas a Cataluña para controlar el orden público. El conflicto se saldó con más de 200 muertos, la
derrota de los anarquistas y poumistas y una fuerte crisis de gobierno.
Los hechos de mayo restar una influencia de los anarquistas y fortalecieron las posiciones comunistas, que tenían una
gran influencia basada, sobre todo, en la ayuda que la Unión Soviética prestaba a la República. Consecuentemente,
Largo Caballero dimitió y se constituyó un nuevo gobierno presidido por el socialista Juan Negrín, en el que no
estarían los sindicatos, CNT Y UGT, sino solo los partidos políticos. De la dirección de la guerra se encargaría el nuevo
ministro de Defensa, el también socialista Indalecio Prieto.
El gobierno de Negrín permaneció en el poder hasta el final de la guerra y propuso una política de resistencia de la
República hasta el fin, aunque no dejó nunca de buscar un acuerdo con el enemigo que salvaguardara la República y
la democracia. Su célebre programa de los Trece Puntos preveía la permanencia de la República, tras un proceso de
elecciones democráticas, cuando hacéis la lucha armada. Sin embargo, Franco no aceptó entrar en ningún tipo de
negociación.
A partir de marzo de 1938, en el territorio republicano faltaban alimentos y productos básicos, los reveses militares
eran continuos y entre la población empezaba a extenderse el cansancio de la guerra. Negrín, con casi la única ayuda
de los comunistas, insistió en la necesidad de resistir con la esperanza de que el inicio del previsible conflicto en
Europa entre las potencias democráticas y fascistas aligerara sustancialmente la presencia alemana e italiana en
España. Sin embargo, la perdida de Cataluña entre enero y febrero de 1939 y el exilio de los gobiernos de la
República, de Cataluña y del País Vasco evidenciaron que la República tenía los días contados.
4.2. ZONA SUBLEVADA.
En la zona dominada por los militares, conocida como la “zona nacional”, hubo, desde el primer momento, un orden
mantenido por la disciplina militar y la proclamación del estado de guerra. Así, aunque muy pronto organizaron una
Junta de Defensa Nacional, los generales sublevados actuaron como pequeños virreyes en su territorio (Mola en
Navarra; Queipo de Llano en Sevilla y en la parte de Andalucía ocupada…).
La muerte accidental en Lisboa, el 20 de julio de 1936, del general Sanjurjo, considerado como el principal jefe del
movimiento golpista, y el hecho de que la insurrección no triunfase y diera origen a una guerra, plantearon el
problema del liderazgo en la dirección militar y en el gobierno del territorio “nacional”.
El 24 de julio se creó en Burgos la Junta de Defensa Nacional, integrada por militares (Mola, Franco, Queipo de
Llano…) y presidida por el general más antiguo entre los sublevados, Miguel Cabanellas. La misión de la Junta era
gobernar el territorio ocupado y sus primeras medidas fueron prohibir la actividad de todos los partidos políticos,
suspender la Constitución y decretar la paralización de la reforma agraria.
Para dirigir la guerra fue ganando cada vez más adeptos el general Francisco Franco. Su liderazgo dentro del ejército
se impuso, sobre todo, después de liberar el Alcázar de Toledo y de conseguir que Hitler y Mussolini lo reconocieran
como único interlocutor válido para negociar su apoyo a la sublevación. Finalmente, el día 30 de septiembre, los
militares lo eligieron jefe del Alzamiento. El 1 de octubre de 1936 se publicó el decreto que lo nombraba Jefe del
gobierno del Estado y Generalísimo de los Ejércitos españoles. Asimismo, la Junta de Defensa Nacional desapareció y
se estableció una Junta Técnica del Estado, con sede en Valladolid y en Burgos.
A partir de octubre de 1936 existió en la zona sublevada un mando militar único, pero no una uniformidad política.
Solo eran legales Falange Española y de las JONS, cuyo jefe fundador, José Antonio Primo de Rivera, había sido
fusilado por los republicanos, y la Comisión Tradicionalista (carlistas). Se toleraban la CEDA y los grupos monárquicos.
En abril de 1932, Franco, inspirándose en el modelo de Estado fascista italiano y alemán de partido único y con un
jefe de plenos poderes, dio a conocer el Decreto de Unificación por el que se creaba un partido único, FET y de las
JONS. Franco sería Jefe Nacional de este partido único.
El proceso de institucionalización del nuevo Estado franquista culminó en enero de 1938 con la desaparición de la
Junta Técnica y la formación, en Burgos, del primer gobierno de Franco, que concentraba en su persona la jefatura
del Estado y la presidencia del gobierno. El nuevo Estado se inspiraba en el fascismo y defendía un modelo social
basado en el conservadurismo y el catolicismo.
Siguiendo las actuaciones iniciadas por la Junta de Defensa Nacional, se abolió la legislación republicana en materia
económica, social y laboral. Asimismo, se suprimieron las libertades religiosas, política y sindical y se impuso la
censura en la prensa y los medios de comunicación. También se suprimieron los estatutos de autonomía y se
restableció la pena de muerte. Además, la construcción del Estado franquista fue acompañada de una violencia
extrema que comportó la aniquilación de los vencidos en los territorios que se ocupaban.
En marzo de 1938 se aprobó la primera de las Leyes Fundamentales, el Fuero del Trabajo, inspirada en el fascismo
italiano, con un único sindicato que agrupaba a empresarios y trabajadores. También se prohibieron las huelgas y las
reivindicaciones obreras.
Por último, se respetaba la importante influencia de la Iglesia Católica, que en julio de 1937 hizo pública una Pastoral
Colectiva de los Obispos en apoyo de los sublevados. El nuevo Estado era claramente confesional. Así, se derogaron
las leyes del matrimonio civil y del divorcio, se estableció el culto religioso en la enseñanza y en el ejército y se
instituyó una retribución estatal al clero. La “zona nacional “se había convertido en un estado totalitario.
5. EVOLUCIÓN DEL CONFLICTO BÉLICO.
En líneas generales el bando franquista llevó siempre la iniciativa estratégica de la guerra por más que los
republicanos consiguieran algunos éxitos tácticos concretos.
5.1. PRIMERA FASE: EL AVANCE HACIA MADRID (JULIO DE 1936 – MARZO DE 1937).
El primer objetivo de los sublevados era la toma de Madrid, capital y símbolo de la República. Después de cruzar el
Estrecho (julio de 1936), las tropas de África, legionarios y regulares al mando del general Yagüe, consiguieron el
enlace con la zona sublevada del norte, una vez eliminada la resistencia de Badajoz.
El 9 de septiembre, las fuerzas procedentes del norte y del sur se encontrarían en Gredos. Sin embargo, la conquista
de Madrid se demoraría. Mola quedó detenido a la altura de la Sierra de Guadarrama, mientras Franco, convertido
en jefe del Ejército tras la muerte de Sanjurjo, decidió ocupar Toledo y poner fin al cerco del Alcázar. A finales de
septiembre se hallaba a las puertas de Madrid.
En este contexto, el 29 de octubre se decretó la movilización general para salvar Madrid. Así, miles de hombres y
mujeres fortificaron los accesos y el interior de la ciudad y muy pronto nacieron las míticas consignas como “no
pasarán” y “Madrid, tumba del fascismo”.
A comienzos del mes de noviembre el gobierno republicano se trasladó a Valencia, dejando la plaza presidida por una
Junta de Defensa en manos del general Miaja, y la defensa al comandante Rojo. Pese a los continuos bombardeos,
Madrid resistió gracias a las llegadas de las Brigadas Internacionales, los carros de combate rusos y una columna
anarcosindicalista, procedente de Barcelona, al mando del líder sindical Buenaventura Durruti.
Fracasado el intento de tomar Madrid, los sublevados emprendieron dos maniobras para aislar Madrid y cortar sus
comunicaciones con Valencia. La primera produjo la batalla del Jarama, en la que los sublevados cruzaron el río, pero
fueron detenidos por los republicanos. En la batalla de Guadalajara el ejército italiano sufrió una gran derrota a
manos del Ejército popular de la República.
5.2. SEGUNDA FASE: LA OCUPACIÓN DEL NORTE (ABRIL – OCTUBRE DE 1937).
Franco decidió cambiar la estrategia de la guerra abandonando el ataque a Madrid y trasladando la lucha al norte, a
la franja cantábrica. Los combates principales se produjeron entre abril y octubre de 1937, y los frentes de combate
fueron desplazándose de este a oeste: Guipúzcoa, Vizcaya, Cantabria y Asturias. Asimismo, los sublevados, al mando
del general Mola, desencadenaron un ataque hacia Vizcaya en los últimos días de marzo.
El episodio más destacado de esta ofensiva sería el bombardeo de Guernica el 26 de abril por la Legión Cóndor
alemana produciéndose así el primer bombardeo aéreo de la historia sobre la población civil. La ciudad quedaría
inmortalizada en la obra de Pablo Picasso como el símbolo de la agresión fascista contra una población desarmada.
En el mes de junio de 1937 era ocupada Bilbao gracias a la superioridad en medios, armamento y aviación de los
sublevados. Finalmente, para reducir la presión franquista sobre el norte, el general Vicente Rojo, el principal
estratega republicano, diseñó una serie de ofensivas de distracción. La primera tuvo lugar en Brunete (5 de julio de
1937), en el frente de Madrid. La segunda en Belchite (3 de septiembre de 1937), en el frente de Aragón. No
obstante, ambas fracasaron y a liquidación del Frente del Norte fue un gran éxito para Franco, que conseguía de esta
forma abundantes recursos minerales e industriales, imprescindibles para una guerra larga.
5.3. TERCERA FASE: EL AVANCE HACIA EL MEDITERRÁNEO (DICIEMBRE 1937 – NOVIEMBRE 1938).
En diciembre de 1937, el ejército republicano había sido reorganizado con la creación de las Brigadas Mixtas y tenía
su frente a un destacado general, Vicente rojo, el defensor de Madrid. Además, el ejército se dotó de mandos
profesionales. El nuevo ejército republicano desencadenó nuevas ofensivas, como la que tuvo lugar en Teruel, librada
en unas condiciones meteorológicas durísimas, se convirtió en una nueva derrota republicana, a pesar del éxito inicial
que supuso la toma de la ciudad. Teruel significó también la decisión de Franco de desplazar el eje de la guerra al
frente aragonés y así, el territorio de la República había quedado partido en dos. A continuación, llegó el turno de
Valencia, acontecimiento que degeneró en una cruenta guerra de desgaste. En este momento, Franco podría haber
atacado entonces Cataluña y haber acabado así con la guerra, pero en su lugar prefirió continuar con la ofensiva
hacia el sur, manteniendo fuertes combates en Castellón y Valencia, capital de la República.
La situación se estaba volviendo desesperada para los republicanos en un contexto internacional en el que Reino
Unido, Francia, Italia y Alemania, tras la Conferencia de Munich de octubre de 1938, los dejaron totalmente
abandonados a su suerte. Ante ello, el 25 de julio de 1938, un ataque republicano entre Mequinenza y Amposta daba
inicio a la batalla del Ebro. Un primer avance de los republicanos hacia el sur los llevó a ocupar Gandesa, donde
lograron resistir unos meses. Inmediatamente, Franco envió grandes refuerzos, incluidas las aviaciones alemana e
italiana, y consiguió detener el ataque. Luego contraatacó y, a principios de noviembre, el ejército republicano tuvo
que replegarse en la otra orilla del río, mientras el ejército de Franco avanzaba ocupando todo el sur de Tarragona y
el Ebro en la zona de su desembocadura.
Finalmente, el 16 de noviembre de 1938 se daba por acabada la batalla. Asimismo, el ejército republicano había
quedado gravemente mermado.
5.4. CUARTA FASE: EL FINAL DE LA GUERRA (NOVIEMBRE 1938 – ABRIL 1939).
Franco decidió emprender entonces definitivamente la ofensiva sobre Cataluña y así, el día 26 de enero de 1939
entraba en Barcelona sin resistencia. Consecuentemente, una marea de exiliados, más de 400.000 personas, huían a
Francia, entre ellos todo el gobierno de la República, con el jefe del Gobierno, Juan Negrín, y el presidente de la
República, Manuel Azaña. También se exiliaron miembros de la Generalitat y el gobierno vasco.
En febrero de 1939 a la República no le quedaba más territorio que la llamada zona centro, que comprendía Madrid y
la región mediterránea (Albacete, Valencia, Alicante y Almería). En este momento, el jefe del Gobierno republicano,
Juan Negrín, había regresado de Francia e hizo un gran esfuerzo por reorganizar el ejército y el territorio republicano.
En el seno del Gobierno de la República surgieron entonces fuertes discrepancias: por un lado, el jefe del Gobierno,
Juan Negrín, y los comunistas eran partidarios de continuar la resistencia mientras esperaban el apoyo de los aliados
(Francia y Gran Bretaña). En cambio, los anarquistas y el ala moderada de los socialistas con Julián Besteiro al frente
consideraban que la guerra estaba perdida y que cualquier resistencia sería inútil, además de criminal, y eran
partidarios de buscar un final negociado.
El 4 de marzo de 1939, el coronel Segismundo Casado se sublevó contra el gobierno de la República y
consecuentemente, durante varios días las dos facciones republicanas, casadistas y negrinistas, se enfrentaron por el
control de Madrid, con el triunfo de los primeros. En este contexto, el recién constituido Consejo Nacional de Defensa
de Casado entabló negociaciones de paz con los franquistas, pero Franco rechazó cualquier acuerdo e impuso la
rendición incondicional. Así, el 28 de marzo sus tropas entraban en Madrid.
Finalmente, el 1 de abril Franco firmó en Burgos el último parte de guerra: “En el día de hoy, cautivo y desarmado el
Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. Españoles, la guerra ha
terminado”.
6. CONSECUENCIAS DE LA GUERRA.
La guerra había concluido, pero sus consecuencias iban a estar presentes durante decenios. En España, en primer
lugar, la guerra dejó un terrible saldo de víctimas: 500.000 fallecidos, además de heridos, mutilados, desaparecidos,
etc. Además, al final de la guerra aproximadamente 400.000 españoles se exiliaron en Francia. Mientras, otros miles
huían en barcos hacia el norte de África y otros destinos,
En segundo lugar, la guerra arruinó el país: las infraestructuras y las comunicaciones se destruyeron, así como miles
de viviendas por los bombardeos; la actividad económica se paralizó y la ayuda recibida por los “nacionales” debía
ser pagada ahora, endeudando. Además, se inició el racionamiento de alimentos de primera necesidad, como el pan.
Por último, la guerra destruyó la convivencia y el frágil sistema democrático alumbrado por la Segunda República, y
fue sustituido por la dictadura militar, de inspiración fascista, que se prolongará durante 40 años. Asimismo, Franco
no buscaría la reconciliación con los vencidos y en su lugar emprendería una represión contra todos los contarios a su
ideología.
7. CONCLUSIÓN.
La Guerra Civil Española ha tenido, además de una extraordinaria dimensión internacional, una gran transcendencia
en nuestro país. Por un lado, fue la expresión del enfrentamiento entre dos concepciones del mundo: el autoritarismo
fascista y la democracia. Por otra parte, la victoria de los sectores más retrógrados y reaccionarios acarreó el
establecimiento de una penosa dictadura militar que mantuvo a España alejada de la libertad y el progreso social
durante cuarenta años.

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