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Ángel Palerm

Un siglo después
UNIVERSIDAD AUTÓNOMA UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA
METROPOLITANA Rector DE LA UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA
Rector General CIUDAD DE MÉXICO
Eduardo Peñalosa Castro David Fernández Dávalos, S.J.

Secretario General vicerrectora académica


José Antonio de los Reyes Heredia Sylvia Irene Schmelkes del Valle

Coordinador General de Difusión Directora de la División


Francisco Mata Rosas de estudios sociales
Alma Polo Velázquez
Director de Publicaciones y
Promoción Editorial director del departamento
Bernardo Ruiz López de ciencia sociales y políticas
Enrique Gutiérrez Márquez
Subdirectora de Publicaciones
Paola Castillo

Subdirector de Distribución CENTRO DE INVESTIGACIONES Y


y Promoción Editorial ESTUDIOS SUPERIORES EN ANTROPOLOGÍA SOCIAL
Marco A. Moctezuma Zamarrón Director general
Fernando I. Salmerón Castro

UNIDAD IZTAPALAPA directora académica


Lucía Bazán Levi
Rector
Rodrigo Díaz Cruz

Secretario EL COLEGIO DE MICHOACÁN


Andrés Francisco Estrada Alexanders
Presidente
Director de la División
de Ciencias Sociales y Humanidades Dr. José Antonio Serrano Ortega
Juan Manuel Herrera Secretario General
Jefa del Departamento de Antropología Dr. Octavio Martín González Santana
Laura Valladares de la Cruz

Responsable Editorial
Norma Jaramillo Puebla
Ángel Palerm
Un siglo después

Carmen Bueno Castellanos


Osmany Suárez Rivero
Coordinadores
Primera edición, noviembre 2020

Ángel Palerm. Un siglo después

Cuidado de la edición: Ediciones del Lirio, S.A. de C.V.


Corrección de estilo:
Diseño editorial: Patricia Reyes
Diseño de forros: Patricia Reyes

© Universidad Autónoma Metropolitana


Prolongación Canal de Miramontes 3855,
Col. Ex Hacienda de San Juan de Dios,
Alcaldía Tlalpan, C.P. 14387, Ciudad de México
Unidad Iztapalapa/División de Ciencias Sociales y Humanidades
Departamento de Antropología, <[email protected]>
Tel. (55) 5804 4763 / (55) 5804 4764

© Universidad Iberoamericana
Prolongación Paseo de la Reforma número 880,
Col. Lomas de Santa Fe,
Alcaldía Álvaro Obregón, C.P. 01219, Ciudad de México

© Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social


Juárez N° 87, Col. Tlalpan,
Alcaldía Tlalpan, C.P. 14000, Ciudad de México

© El Colegio de Michoacán
Martínez de Navarrete 505, Las Fuentes, 59699 Zamora de Hidalgo, Mich.

ISBN UAM: 978-607-28-


ISBN CIESAS: 978-607-486-
ISBN UIA: 978-607-417-

Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cual-
quier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, la fotocopia
o la grabación, sin la previa autorización por escrito de los titulares de los derechos de esta edición.

La presente publicación pasó por un proceso de dos dictámenes (doble ciego) de pares académicos
avalados por el Consejo Editorial del Departamento de Antropología, que garantizan su calidad y per-
tinencia académica y científica.

Impreso en México
Índice

INTRODUCCIÓN
El legado de Ángel Palerm a cien años de su natalicio. . . . . . . . . . . . . . 9
Carmen Bueno Castellanos
Osmany Suárez Rivero

APARTADO I
REFLEXIONES SOBRE SUS APORTACIONES TEÓRICAS

1.
¿Por qué (re)leer a Marx? Una vieja cuestión
para los tiempos actuales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21
Gustavo Lins Ribeiro

2.
La actualidad de la discusión de Ángel Palerm sobre los modos
de producción. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31
Jorge Alonso

3.
Ángel Palerm: precursor de la antropología decolonial. . . . . . . . . . . . . 43
Esteban Krotz

4.
Transición crítica o epónimo en el legado de Ángel Palerm . . . . . . . . . 59
Andrew Roth Senef

5.
Ángel Palerm: el antropólogo teórico. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 79
Andrés Fábregas Puig

6.
Ángel Palerm: impulsor de problemáticas nacionales y globales. . . . . 97
Carmen Bueno Castellanos

5
APARTADO 2
EL ANTROPÓLOGO Y SU LEGADO INSTITUCIONAL

1.
Ángel Palerm, un humanista libertario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 119
Jorge Alonso

2.
Ángel Palerm Vich: profesor La forma de crear y compartir
conocimiento. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 137
Patricia Torres Mejía

3.
Ángel Palerm: fundador de instituciones de formación e
investigación en México. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 153
Virginia García Acosta

4.
La impronta de Ángel Palerm en el Departamento de
Antropología de la Universidad Autónoma Metropolitana-
Iztapalapa. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 179
Patricia de Leonardo

APARTADO 3
LA NUEVA MIRADA A LA OBRA DE PALERM

1.
Romper la tensión del arco antropología y marxismo en la obra
de Ángel Palerm. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 189
Osmany Suárez Rivero

2.
Repensando el legado de Ángel Palerm. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 199
Continuando su propuesta de historia de la etnología . . . . . . . . . . . . . 199
Sergio Moctezuma Pérez
José Manuel Pérez Sánchez

3.
El modo campesino de producción de Ángel Palerm: . . . . . . . . . . . . . . 215
orígenes y vigencia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 215
Luisina Gareis
4.
Manejo del agua en el norte de México. Una mirada distinta (y
distante) de la obra de Ángel Palerm desde la arqueología norteña. . 237
Tobías García Vilchis
Paola Miranda Hernández

5.
Ángel Palerm y el Acolhuacan Septentrional: una propuesta
para repensar la región desde las danzas devocionales. . . . . . . . . . . . . 259
Jorge Antonio Martínez Galván
José Manuel Moreno Carvallo

AUTORES. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 281

7
Introducción
El legado de Ángel Palerm
a cien años de su natalicio
Carmen Bueno Castellanos1
Osmany Suárez Rivero2

La vida se vive hacia adelante, pero se


comprende hacia atrás.
Kierkegaard

Cien años pueden ser la mejor excusa para realizar el más completo
trazado biográfico, la más excelsa cartografía o una displicente re-
verencia a la vida y obra de cualquier pensador. Sin embargo, no ha
sido precisamente el tiempo un catalizador de peso en la aprehen-
sión de la comunidad antropológica mexicana a la figura de Ángel
Palerm, sino el carácter espectral con que avanza su legado hacia el
futuro. Es difícil con diversas biografías comentadas, infinidad de
instituciones avalando sus aportes e innumerables reflexiones cir-
culando por diferentes eventos, aulas, prácticas de campo, etc., que
Ángel Palerm no se nos revele en sus numerosas formas: el acadé-
mico comprometido con la producción de conocimiento, el intelec-
tual orgánico consecuente con los dilemas de la sociedad y un autor
aguzado sobre el poder de la investigación en la transformación del
mundo. Pero siendo un espectro presente en casi todos los ámbitos
de la praxis antropológica mexicana no es suficiente con que nos siga
hablando; también hay que hablarle a él. Una figura de su calibre es
siempre un (re)aparecido, de manera que hay que hacerle todas las
preguntas posibles, incomodándolo quizá en las revisiones críticas

1
Universidad Iberoamericana, Ciudad de México.
2
Universidad Iberoamericana. Posgrado de Antropología Social.

9
10 Ángel Palerm, un siglo después...

de sus perspectivas analíticas e invitándolo a entrar con nosotros a


la contemporaneidad.
De tal modo, este libro manifiesta el interés que sigue despertando
el pensamiento palermiano a cuarenta años de su temprana muerte.
La colección de ensayos que lo integran halló sus versiones prelimi-
nares en eventos organizados por la Cátedra Interinstitucional Ángel
Palerm, donde investigadores, profesores y alumnos de las cuatro
instituciones que la integran (el Centro de Investigaciones y Estudios
Superiores en Antropología Social, la Universidad Autónoma Metro-
politana-Iztapalapa, el Colegio de Michoacán y la Universidad Ibe-
roamericana cdmx) fueron convocados a participar en los coloquios
que históricamente propone la Cátedra en el Congreso Mexicano de
Antropología Social y Etnología (comase) y en el evento Ángel Pa-
lerm, un siglo después… organizado para celebrar el centenario del
natalicio de nuestro querido Maestro en noviembre de 2017.
Este cuarto libro homenaje a Palerm tiene un propósito capital:
evocar su riquísimo legado mostrando otros matices de su trascen-
dencia a partir de la relectura de sus textos y del diálogo que se nutre
de la experiencia investigativa de los autores. A diferencia de los ho-
menajes anteriores en los que participaron sus colegas, en esta obra
confluyen discípulos –muchos de ellos aún muy jóvenes para partici-
par en los homenajes anteriores, pero que en la actualidad muestran
trayectorias consolidadas– y nuevas generaciones que no tuvieron
la oportunidad de conocerlo personalmente, pero que reconocen
en las aportaciones de Palerm una guía o un espacio de reflexión
que inspiran al análisis y el debate. En conjunto, lo presentado de-
viene sumatoria de las aportaciones de las anteriores entregas con
otros acercamientos de corte biográfico, anécdotas de sus discípulos,
elementos casi olvidados de su personalidad, etcétera. Pero además
interrelaciones entre las tesis más consolidadas de Palerm y algunas
hipótesis que diferentes investigadores están tratando de dilucidar
aprovechando el giro paradigmático transdiciplinar, las cambiantes
teorías sociales y los efervescentes horizontes de la vida social con-
temporánea.
Las tres publicaciones-homenaje que anteceden a esta nueva pro-
puesta legaron aportaciones muy sustanciales.3 En 1987, siete años
después de su muerte, Susana Glantz coordinó el primer tributo titu-
lado La heterodoxia recuperada, que posteriormente se publicara por
el Fondo de Cultura Económica, gracias al caudal de voces y miradas
altamente reconocidas en la antropología europea, norteamerica-
na y mexicana con los que Ángel Palerm había colaborado: Teodor
Shanin, Lawrence Krader, Nicholas Hopkins, Gonzalo Aguirre Bel-
trán, Hugo y Jean Nutini, Henri Favre, Sidney Mintz, Robert Kemper,
Stanley Diamond, Eric Wolf y Richard Adams.4 Además de contar con
estos ensayos estimables que mantienen un diálogo disciplinar de
gran calado, este texto incluía otro grupo de estudios de antropó-
logos que en ese momento eran jóvenes investigadores, discípulos
directos de Palerm, etc., pero que ahora resultan antropólogos muy
afianzados gracias a sus contribuciones a la disciplina: Jorge Alonso,
Andrés Fábregas, Teresa Rojas Rabiela, José Lameiras, Guillermo de
la Peña, Margarita Nolasco, Marijose Amerlink, Tomás Martínez, Vir-
ginia Molina, Larissa Lomnitz y Claudio Lomnitz, entre otros.
En general, las colaboraciones de este grupo de discípulos se
empastan a las encomiendas de Palerm a sus alumnos: estudios de
movimientos campesinos, de ciudades pequeñas, enfoques sobre
redes sociales, la perspectiva antropológica de la educación, las ex-
periencias etnohistóricas de Mesoamérica o discusiones de orden
más teórico sobre el modo de producción asiático, las aportaciones
de Weber o Marx al entendimiento antropológico de la sociedad, etc.,
que devienen además miradas alternativas a los estudios clásicos en
la antropología mexicana. Por tanto, este primer homenaje refleja

3
Además de estas tres publicaciones-homenaje, hay una cuarta publicación
importante sobre la vida y obra de Palerm escrita por Patricia Torrres Méjía, la
cual posee un cáracter marcado de diálogo autoral con los pasajes y momentos
de su vida, que la propia autora llama en la introducción del texto «vida narrada
[…] con cariño y admiración», pero a su vez difiere de las revisiones más plurales
de las otras publicaciones homenajes aquí señaladas.
4
Palerm invitó a México a estos y otros prestigiosos académicos para ofrecer
conferencias, integrar grupos de investigación, organizar seminarios,
talleres, etc., dando cabida al posicionamiento de antropólogos mexicanos
en discusiones de frontera y a que los foráneos se introdujeran en los temas
mexicanos más acuciantes.

11
12 Ángel Palerm, un siglo después...

la cosecha de lo que Palerm cultivó a lo largo de su trayectoria: un


rigor crítico y constructivo, un espíritu vanguardista y provocador del
debate y el pensamiento científico.
Tres años después, en 1990 aparecen dos volúmenes coordinados
por Modesto Suárez bajo el título Historia, antropología y política,
publicados por la Universidad Iberoamericana y Alianza Editorial
Mexicana, en el que repiten algunos autores ya presentes en el li-
bro coordinado por Susana Glantz y aparecen otros como Carmen
Viqueira, Pedro Carrasco, John Murra, Karl Wittfogel, Manuel Mar-
zal, William Sanders y Barbara Price. Todos ellos interlocutores no-
tables o colegas que al acceder a formar parte de estos encuentros
constatan el reconocimiento y la admiración por la obra de Palerm.
El coordinador comenta que una de las virtudes de Palerm fue ser
promotor de conocimiento crítico y de intercambio de ideas con co-
legas y alumnos, por lo que el propósito fundamental del libro era
integrar diálogos bajo esos intereses. En el texto convergen ensayos
que analizan las aportaciones de Palerm al evolucionismo multili-
neal, el modo asiático de producción, la agricultura y la sociedad
en Mesoamérica, así como el diálogo reflexivo del marxismo desde
la mirada antropológica. La inspiración palermiana se adentra en
este texto hasta sus fauces, encontrando la escritura de un discípu-
lo peruano que mantiene la misma metodología de Palerm para re-
construir la historia de la antropología peruana. Asimismo, resalta
el interés por un diálogo interdisciplinario con la física, la biología
y su apropiación por las ciencias sociales. Estos dos tomos reflejan
el mismo espíritu que el homenaje previo: abrir nuevas vetas inves-
tigativas y abordar problemas no explorados por la antropología de
ese momento.
Las cortesías a la figura de Palerm siguieron ocho años después
cuando el ciesas organizó un evento con motivo del xxv aniversario
del cisinah-ciesas y entre las actividades se recordó a su fundador
Ángel Palerm, dando como resultado un libro coordinado por Virgi-
nia García Acosta, publicado en el año 2000 con el título La diversi-
dad intelectual: Angel Palerm in memoriam. Hay varios elementos
que distinguen este homenaje: aparecen las intervenciones de dis-
cípulos que no fueron invitados a los homenajes anteriores, como la
de Roberto Melville, Juan Vicente Palerm, Virginia García Acosta, Bri-
Introducción 13

gitte Boehm, Virginia Molina y tres españoles: Jesús Contreras, Joan


J. Pujadas e Ignasi Terradas. Estas nuevas visiones dieron cuenta de
la influencia de Palerm no solo en sus investigaciones, sino en algo
que no se había reconocido en los textos pasados y que tenía que
ver con sus aportaciones a la enseñanza de la antropología, el rol
central del trabajo de campo combinado con la revisión del origen
e influencias de otras ciencias. Nuevos derroteros aparecen como
parte de su aportación a la antropología aplicada, a los estudios so-
bre la migración de mexicanos jornaleros en los Estados Unidos, las
miradas a los estremecimientos sociales de los llamados desastres
naturales y la reacción del Estado y la sociedad civil, así como el im-
pacto, aunque tardío, de la presencia de Palerm en universidades
españolas, etcétera.
Este ejercicio de rescate de los homenajes precedentes posibili-
ta realizar un bosquejo de las múltiples y variadas aportaciones de
ese gran maestro al que definitivamente le debemos la apertura ha-
cia nuevos horizontes de la antropología mexicana. Como se podrá
constatar en esta publicación, la antropología del siglo xxi sigue
reconociendo en la obra de Palerm una fuente de inspiración con
ánimo revitalizador.
Al respecto, la división tripartita del libro no es casual, sino cau-
sal. El compendio de materiales que engrosan la lógica de revisión
o análisis de Palerm nos ha permitido encontrar acercamientos que
van desde la reafirmación del compromiso palermiano con la pro-
fundidad teórica marxista hasta la parábola que conecta a un Palerm
consciente de que la utopía puede impulsar la tan necesaria transfor-
mación académica. En tal sentido, dichas miradas que apuestan por
actualizar las llevadas y traídas lecturas del antropólogo español se
hallan comprendidas en la primera parte del libro: «Reflexiones so-
bre sus aportaciones teóricas». Discípulos, colegas e investigadores
que en más de una ocasión han mostrado su apego y deferencia por
el potencial académico-investigativo del ilustre miembro del gremio
de Antropología Social en México, convergen en aprovechar la salvia
nutricia de quien por más de dos décadas dedicó su vida a convertir
la experiencia en conciencia.
Los acercamientos de Gustavo Lins Ribeiro a los entresijos que
condicionaron la alianza de las visiones críticas de Palerm con la
14 Ángel Palerm, un siglo después...

praxis política marxista nos siguen recordando las tensiones entre


ideologías y utopías en ese campo de batalla intenso de la produc-
ción del conocimiento. Ribeiro enfatiza que el aliado más eficaz de
Palerm fue el sentido crítico de Marx de la realidad y la voluntad de
que el trabajo desde la trinchera intelectual fuese también una praxis
revolucionaria. Por su parte, Jorge Alonso incide en las revisiones de
la categoría de modos de producción en Palerm, aludiendo al de-
safío que el antropólogo se impuso de no reverenciar la ortodoxia
categorial marxista, sino intentar, desde la exploración teórica sis-
temática y las inmersiones puntuales en el campo, una revelación
de esas lateralidades en la historia y vida cotidiana del campesinado
mexicano. Dando continuidad a la estrechez entre los fundamen-
tos marxistas y la obra de Palerm, Esteban Krotz intenta pensar las
relaciones del posicionamiento político, académico e investigativo
de Palerm con el lugar de enunciación de la crítica decolonial. Nos
pregunta: ¿acaso no podríamos pensar en Palerm como un precursor
de la antropología decolonial atendiendo a su ideal de universidad
comprometida con la realidad y no con la especulación capitalista,
capaz de desenmascarar las tramas ideológicas de las teorías tota-
lizadoras y valorando las potencialidades de la antropología como
fuerza centrífuga configuradora de una utópica científica? En otro
orden de sentidos, Andrew Roth Seneff, apelando a los tres «estados»
del capital de Bourdieu –«incorporación», «objetivación» e «institu-
cionalización»– nos adentra en los tres exilios de Palerm como etapas
fundamentales del desarrollo de su trabajo social. Para el autor, este
escudriñamiento en los momentos de proscripción de Ángel Palerm
nos facilita en cierta medida la agudeza de su legado epónimo y sus
transiciones críticas. Si para Roth la vida de Palerm, a pesar de sus
vericuetos, es una vida entregada a una antropología preocupada
por los procesos de evolución histórica y su síntesis, con el análi-
sis e interpretación de las configuraciones de los mismos, y con la
aplicación de estos conocimientos como una ciencia en acción al
servicio de la humanidad, la escritura de Andrés Fábregas Puig se
encarga de remarcar la deuda de la Antropología Mexicana con Pa-
lerm por sus extensas contribuciones a la reflexión de los grandes
problemas nacionales; a la tasación del trabajo de campo como una
de las mayores virtudes de la antropología, al impulso de su práctica
Introducción 15

bajo una mirada docente colectiva, a la elaboración de una teoría


a horcajadas entre la reflexión conceptual y el trabajo etnográfico.
Por otra parte, el texto de Carmen Bueno Castellanos se adentra en
esas contorsiones analíticas palermianas que se desplazan del orden
local a una escala global. Al respecto, Palerm llegó a configurar un
modelo de estudio regional que ubicó a México en las discusiones
más encarnizadas sobre el sistema mundo, al tiempo que favorecía
los análisis tempranos de la manera en que diversas regiones del país
han sido incididas por las interconexiones en un mundo globalizado.
Además, la autora remarca el carácter vanguardista de Palerm con
sus estudios y asesoramientos a los procesos de industrialización
implementados en algunos espacios rurales; en sus análisis acerca
de la articulación regional entre las actividades fabriles y el medio
circundante haciendo hincapié en los cambios de estilos de vida de
los trabajadores.
«El antropólogo y su legado institucional» abre la segunda sesión
del libro bajo la premisa de que no hay obra más genuina y orgánica
en la vida de Palerm que sus aciertos como académico comprome-
tido con el rol de transformador de la conciencia de sus discípulos.
En consecuencia, Jorge Alonso, recuperando el espíritu humanista
de Palerm, nos expresa que fue uno de los primeros académicos en
advertir que las ciencias sociales muchas veces son hechas por quie-
nes hacen las revoluciones, y Patricia Torres Mejía, quien ha encau-
zado en más de una ocasión algunas reflexiones sobre el quehacer
holístico palermiano, nos entrega esta vez las diferentes metodolo-
gías, estrategias y formas utilizadas por Palerm para introducir a sus
alumnos en la investigación antropológica. Por otra parte, es casi
imposible en la actualidad referir alguna a la labor académica de
Palerm sin localizar, además, aquellas instituciones en las que esta
labor fue más enjundiosa. Por ello, Virginia García Acosta se interesa
por su prolífera actividad como fundador o revitalizador de varias
instituciones dedicadas a la enseñanza e investigación en antro-
pología en México en el lapso 1969-1980, entre las que destacan el
Departamento de Antropología en la Universidad Iberoamericana
(Ibero); el Centro de Investigaciones Superiores del inah (cisinah),
que posteriormente se convertiría en el Centro de Investigaciones y
Estudios Superiores en Antropología Social (ciesas); el Departamen-
16 Ángel Palerm, un siglo después...

to de Antropología de la Universidad Autónoma Metropolitana-Izta-


palapa (uam-i) y el Centro de Estudios Antropológicos de El Colegio
de Michoacán (colmich). Asimismo, Patricia de Leonardo utiliza la
voz del propio Palerm cuando argumentaba que:

Yo a veces he discutido con mis colegas, y lo hago mucho sobre todo


con mis estudiantes, que, si yo voy a ser recordado en la antropolo-
gía mexicana, me gustaría serlo por haber roto el monopolio intelec-
tual del inah, es decir, por haber puesto tanto empeño en crear una
escuela de antropología en una universidad independiente y fuera
de la férula del gobierno del inah; de haber hecho del cis-inah una
institución también independiente […] y haber ayudado a crear el
departamento de antropología en la Universidad Autónoma Metro-
politana… (Torres, 2016, p.70).

Para enfatizar su carácter revolucionario atendiendo al principio de


diversificación intelectual tan necesario en el México de los años
setenta. Al respecto, haber podido colaborar con numerosas ins-
tituciones y haber propuesto más de un programa académico a la
altura de los requerimientos más conspicuos de cualquier espacio
investigativo del orbe, Palerm aprovechó para canalizar sus críticas
a la formación «holística» tradicional de corte boasiano que dominó
durante muchos años a la antropología mexicana, y por otro al do-
minio de los intereses burocráticos sobre los feudos académicos de
aquellos lustros.
En la última sección del texto, «La nueva mirada a la obra de Pa-
lerm», un grupo de voces jóvenes intentan avivar otras miradas sobre
la obra de Palerm. Lejos de la cercanía epocal que marcó a muchos de
sus discípulos a la recurrencia anecdotaria, pareciera que estas nue-
vas escrituras invocan el avance de Palerm hasta el presente desde su
aporte a la teoría antropológica, su actualidad temática, la necesidad
de completar algunas tesis sobre su teoría etnológica, etcétera. Al res-
pecto, Osmany Suárez Rivero se compromete con la afanosa empre-
sa de responder a las especificidades que tiene dentro de un amplio
corpus de pensamiento científico social latinoamericano, la dialéctica
entre marxismo y antropología en la obra de Ángel Palerm. Ahondan-
do en su ensayo más reconocido Antropología y marxismo en crisis
Introducción 17

(1978), el joven investigador nos invita a encontrar un lugar de enun-


ciación y un posicionamiento político para leer a la luz de nuestros
días los reclamos de Palerm en relación con la crisis de determinados
paradigmas de la teoría marxista impostados abruptamente a las in-
vestigaciones sociales y, por otro lado, los excesos de pragmatismos
anulantes de la lógica teórica en algunas prácticas antropológicas.
Otros autores han preferido apostar por propuestas más concisas res-
pecto a trabajos «inconclusos» de Palerm. Es el caso de Sergio Moc-
tezuma Pérez y José Manuel Pérez Sánchez, quienes vislumbran la
posible y necesaria continuidad de la colección de obras Historia de
la etnología inaugurada por el antropólogo español. De tal forma, a
través de una historia etnológica más completa, también se estaría
apostando por una interrelación con la Historia y demás teorías dis-
ciplinares que ayudan a dar cuenta de los cambios y continuidades en
las maneras de analizar y explicar fenómenos socioculturales.
En el caso del ensayo de Luisina Gareis, «El modo campesino de
producción de Ángel Palerm: orígenes y vigencia», la pregunta por la
existencia del campesinado y sus modos de producción resulta me-
dular para describir analíticamente cómo y por qué persisten los co-
múnmente denominados «trabajos rurales» en un pueblo ubicado en
la periferia de la Ciudad de México. Mientras que el trabajo «Manejo
del agua en el norte de México. Una mirada distinta (y distante) de
la obra de Ángel Palerm desde la arqueología norteña», de la autoría
de Tobías García Vilchis y Paola Miranda Hernández, no solo encum-
bra los escritos de Ángel Palerm sobre la agricultura, el regadío y el
surgimiento del Estado en Mesoamérica, sino que sigue avalando el
estudio del agua, más allá de los temas relativos a la cosmovisión y la
iconografía, como un pilar en el conocimiento de la evolución de los
grupos prehispánicos. Finalmente, el trabajo de Jorge Antonio Martí-
nez Galván y José Manuel Moreno Carvallo, «Ángel Palerm y el Acol-
huacan Septentrional: una propuesta para repensar la región desde
las danzas devocionales», dice mucho sobre esa versatilidad investi-
gativa de Palerm, pues como indican los autores uno de los temas que
lo atrajo durante sus primeros años en el oficio de la antropología fue
el de las danzas. Dado el marcado interés que Palerm mostró por la re-
gión de Texcoco, su denominación de la zona como Acolhuacan Sep-
tentrional ha permitido a otros especialistas espacializar en la misma
18 Ángel Palerm, un siglo después...

una serie de particularidades socioculturales que atisban el por qué


fue tan importante para el propio Palerm en sus años investigativos.
Al respecto, los autores localizan en el caso texcocano una muestra
regional de prácticas que no han sido tomadas en cuenta y que ponen
en duda el proceso de modernización en la región, como es el caso de
las danzas que se realizan en honor a los santos.
Solo nos queda invitar al lector a que disfrute cada acercamiento
envolvente entre lo que fue y lo que se piensa de una obra, con la
sagacidad de apreciar en esa pluralidad de miradas, matices analí-
ticos, enjuiciamientos, etc., una voluntad reinante: revelar la multi-
plicidad de aristas del ser antropológico palermiano. Si cada quien
desde su vasta o escueta, tradicional o contemporánea, conservado-
ra o disruptiva escritura, ha sido capaz de proyectar a Palerm hasta
el presente es porque hay una conciencia marcada de arrancar del
pasado lo que nos puede resultar imprescindible hoy. No se puede
vivir totalmente en él, ni tampoco se puede predecir el futuro a partir
de él, por muy sugerente que sean las claves rememoradas, ya que
no son leyes universales, ni verdades eternas; no obstante, en esa vo-
luntad de Palerm de resolver las incertidumbres de la vida cotidiana
o las paradojas de algunos procesos socioculturales, uno tiende a
reconocer una referencia antropológica, uno aprende a reaccionar
inteligentemente ante lo que es muy visible: la ambivalencia de los
hechos sociales.

Referencias

García Acosta, V. (coord., 2000). La diversidad intelectual. Ángel Pa-


lerm in memoriam. Colección Antropologías. México: ciesas.
Glantz, S. (comp., 1987). La heterodoxia recuperada. México: Fondo
de Cultura Económica.
Suárez, M. (coord., 1990). Historia, antropología y política. Homena-
je a Ángel Palerm. México: Universidad Iberoamericana, Alian-
za Editorial Mexicana.
Torres Mejía, P. (2016). Vida y obra de Ángel Palerm (1917-1980). Mé-
xico: Universidad Iberoamericana.
Apartado I
REFLEXIONes SOBRE SUS
APORTACIONES TEÓRICAS

19
1.
¿Por qué (re)leer a Marx?
Una vieja cuestión para los tiempos actuales1
Gustavo Lins Ribeiro2

Hay muchas formas de hacer un homenaje a un gran académico


como Ángel Palerm Vich (1917-1980). Elegí insistir, aunque modesta-
mente, en un esfuerzo que Palerm ha hecho de manera seminal para
la antropología: la demostración de la importancia y de la actualidad
del pensamiento de Marx. De hecho, difícilmente, podría comentar
algo de nuevo sobre una vida y obra que han sido el objeto de mu-
chas biografías y cuya importancia, para la antropología mexicana
y latinoamericana, ha resultado ampliamente reconocida. Patricia
Torres Mejía, la última biógrafa de Palerm, así resumió su trayectoria
prominente:

Creador de nuevos paradigmas, promotor de nuevos temas y episte-


mologías que dieron pie a cambios de orientación en la antropología
contemporánea en México y sobre los orígenes de esta; inspirador y
organizador de nuevas instituciones dedicadas a la docencia e in-
vestigación de esta disciplina; creador de proyectos de antropología
aplicada con el afán de permitir que el conocimiento generado desde
la investigación coadyuve al cambio social; apoyo para la formación
académica a nivel de posgrado de un buen número de profesionistas
en universidades nacionales y extranjeras, y un estratega político en
busca de la equidad y desencantado con el ejercicio del poder. (To-
rres, 2016, p.12).

1
Basado en la conferencia del autor en la Sesión Magistral del Coloquio Ángel
Palerm, un siglo después, Universidad Iberoamericana, cdmx, 13 de noviembre
de 2017.
2
Universidad Autónoma Metropolitana-Lerma, Departamento de Estudios
Culturales.

21
22 Ángel Palerm, un siglo después...

Parafraseando a Italo Calvino cuando habla de los libros clásicos,


puedo decir que Ángel Palerm es un clásico una vez que ejerce «una
influencia particular», se impone por inolvidable o por esconderse
«en los pliegues de la memoria mimetizándose con el inconsciente
colectivo o individual» (Calvino, 1994, p.14).
No es la primera, ni la última, que alguien haga la pregunta que
intitula mi texto. Hay una legión de comentadores que, ubicados en
distintos sitios de enunciación, se dedicaron a la obra de Karl Marx
(1818-1883) en distintos momentos de la historia. Además, como
sabemos, hay diferentes marxismos. En el presente, estamos en un
periodo particularmente febril para los marxistas en todo el mundo.
En 2017, la primera edición de la opus magnum de Marx, El Capital,
cumplió 150 años y en 2018 fue el bicentenario de su nacimiento.3
El Capital sigue siendo lectura esencial en la formación de cualquier
intelectual humanista. Se puede decir con toda certidumbre que uno
de los rasgos más interesantes del pensamiento de Marx es su natu-
raleza transdisciplinaria, pues antropólogos, sociólogos, politólogos,
historiadores, geógrafos, economistas, filósofos y practicantes de
otras disciplinas hacen parte de este grande campo de intercambios
teóricos y metodológicos. La influencia de Marx es particularmente
notable en las ciencias sociales; «como ya se ha dicho, con razón, las
ciencias sociales constituyen un largo diálogo con el fantasma de
Marx» (Wolf, 1982, p.20).
En la antropología, el impacto del pensamiento marxista se sintió
más fuertemente en las décadas de los sesenta y setenta, cuando
en especial en Francia se produjeran obras altamente impactantes
como las de Claude Meillassoux, Emmanuel Terray, Pierre-Philippe
Rey y Maurice Godelier. En 1982, Eric Wolf, quien claramente se iden-
tificaba como marxista, publica su gran clásico, Europa y la gente
sin historia, considerado por Keith Hart (2012, p.24) como el «logro
más impresionante de síntesis marxista en antropología del final del
siglo xx».4 No es mi intención detallar la historia de la relación entre

3
El clacso (Consejo Latino Americano de Ciencias Sociales), por ejemplo,
publicó un libro en homenaje a los 150 años de El Capital (véase Landa, Alvarado
y Azuaje, 2018).
4
En una entrevista que hice a Eric Wolf en 1983, publicada en 1985, sobre «Europe
and the People Without History» (1982), le pregunté si él se consideraba un
¿Por qué (re)leer a Marx? Una vieja cuestión para los tiempos actuales 23

antropología y marxismo algo que ustedes pueden encontrar en la


obra de grandes antropólogos marxistas como los mencionados Eric
Wolf (2001; 2008) y Keith Hart (2012), y en la obra de nuestro home-
najeado Ángel Palerm. Me voy a detener un momento en el trabajo
de Palerm, cuyo pensamiento ha seguido el lema favorito de Marx:
«duda de todo» (Wolf, 2008, p.24).
Una de las cualidades más estimulantes de Ángel Palerm es su
heterodoxia. No por casualidad un libro publicado en su homenaje
en 1987, con artículos de varios de los más interesantes antropólo-
gos marxistas de su época y coordinado por Susana Glantz, se titu-
laba La heterodoxia recuperada. De hecho, el texto «Antropología y
marxismo en crisis», escrito por Palerm en 1978 y publicado en el
libro Antropología y marxismo que salió por primera vez en 1980,
es una prueba de la heterodoxia de Palerm. Ahí encontramos, ade-
más de su conocida erudición, una visión crítica del uso ortodoxo
del marxismo, como demostración de que los mejores marxistas no
ven la teoría de Karl Marx como una fórmula que se aplica auto-
máticamente. En «Antropología y marxismo en crisis» encontramos
también el reconocimiento de que el impacto del marxismo sobre
las ciencias sociales es siempre duplo: ideológico y científico (Pa-
lerm, 2008, p.75). Yo agregaría un tercer impacto, el utópico, y diría
que no hay que oponer ideología y utopía a la ciencia. Primero por-
que esto supondría una jerarquía entre los tres términos, en donde
la ciencia surgiría como la correcta revelación de lo real, como un
discurso no ideológico ni utópico. Después, porque como bien nota
Palerm, el marxismo es una praxis política y no hay praxis política
que no se mueva internamente a un campo de tensiones entre ideo-
logías y utopías. Además, creer que es posible tener ciencias sociales
inmunes a las dinámicas de los sistemas ideacionales, culturales y
políticos, sería claramente localizarse en un universo positivista y
desconocer que todas las ciencias producen metanarrativas que van
más allá de sus objetos y métodos de conocimiento, de sus teorías.
Palerm (op. cit., p.57) también critica claramente la sumisión del
«movimiento marxista internacional [al] dominio ideológico, políti-

marxista en la antropologia estadunidense. Me contestó rápidamente que era


mejor que él lo dijera antes que otros lo hicieran (Ribeiro, 1985).
24 Ángel Palerm, un siglo después...

co y burocrático» del estalinismo. Su texto, recordemos, fue escrito


en 1978, mucho antes del final de la Unión Soviética ocurrido entre
1989-1991. La posición palermiana puede ser vista como un apelo
a la autonomía de las ciencias sociales críticas y nos hace pensar
que, en el presente, la ausencia de un centro doctrinario mundial,
como fue la Unión Soviética, es algo positivo para el marxismo con-
temporáneo que puede abrirse mucho más fácilmente a su propia
diversidad y heterodoxia.
Las contribuciones del marxismo al pensamiento antropológi-
co ya han sido bastante exploradas sobre todo en relación con las
llamadas formaciones pre-capitalistas, a la discusión sobre los mo-
dos de producción y sus articulaciones, al estudio de la evolución
multilineal, al estudio del campesinado y al estudio de los cambios
causados a los pueblos indígenas por sus inserciones en mercados y
relaciones de trabajo capitalistas. De hecho, Marx ha expuesto clara-
mente la naturaleza expansiva del capital y su vocación mundial y to-
talizadora. Estas características no pueden dejar de ser consideradas
por los antropólogos porque todo lo que estudiamos está ubicado en
este contexto más amplio de cambios causados por la economía-po-
lítica capitalista en expansión. Pero ya que el sistema capitalista se
expandió desde Europa y se articuló, de forma dominante, con otros
modos de producción, algunos, como ciertos autores decoloniales,
acusan a los marxistas de ser eurocéntricos. A esta acusación cabe
muy bien la respuesta polémica de Keith Hart (2012), quien piensa
que Marx ha sido el más grande antropólogo económico de todos los
tiempos: «no es etnocéntrico negar a las sociedades no-Occidentales
su evolución autónoma; la historia ya lo hizo» (op. cit., p.23). Por su-
puesto que el reconocimiento de la fuerza del contexto dominante
no implica desconocer la capacidad de agencia, de lucha y resiliencia
de los pueblos indígenas en todo el mundo.
Frente a los debates actuales, a mí me interesa llamar la atención
hacia otros aspectos. Voy a empezar con lo que se podría considerar
como una antropología profunda de Marx, quien está preocupado
con la historia humana como un todo (op. cit.). Me refiero a un punto
clave de su arquitectura conceptual y donde se revela su universalis-
mo. Se trata de que toda relación del homo sapiens con la naturaleza
es mediada por el trabajo que, de manera dialéctica, también es el
¿Por qué (re)leer a Marx? Una vieja cuestión para los tiempos actuales 25

creador de la propia especie, ya que es por medio del trabajo, en un


largo proceso histórico, que el propio homo sapiens se transforma
en naturaleza con conciencia de sí misma. Pero el trabajo es siem-
pre trabajo social (Wolf, 2001), es el modo en que todas formaciones
sociales ya existentes han cambiado la naturaleza para su propio be-
neficio. Todos siempre tuvieron que hacerlo de maneras específicas
para sobrevivir.
Hoy me parece importante llamar la atención sobre la centrali-
dad del trabajo por dos motivos. Primero, porque hay una tenden-
cia entre los pequeños burgueses o, si quiere, en la clase media, de
olvidar la importancia del trabajo en la transformación del mundo,
algo que seguramente se relaciona también con un cierto olvido con-
temporáneo de la centralidad de los trabajadores para la existencia
y reproducción de nuestro mundo. Segundo, porque el fetichismo
de la mercancía, con el desarrollo tecnológico, ha generado la apa-
riencia de que las cosas se hacen y existen por ellas mismas. Por esto,
es necesario, frente a varias concepciones de la naturaleza hoy de
moda en el mundo académico, retomar la concepción de naturaleza
de Marx, y aquí no conozco a nadie mejor que el filósofo alemán Al-
fred Schmidt con su libro El concepto de naturaleza en Marx (1976).
Veamos una metáfora poderosa de Marx: la naturaleza es «el cuerpo
inorgánico del hombre» (Schmidt, 1976, p.88). Según Marx, el hom-
bre asimila a este cuerpo inorgánico con su trabajo y lo transforma
«cada vez más en un componente ‘orgánico’ de sí mismo» (ídem). El
mundo natural es transformado por el trabajo humano en valor de
uso y así incorporado a sistemas de significado. Pero, dice Schmidt:

para Marx la naturaleza no es solo una categoría social. De ninguna


manera se la puede disolver sin residuo […] en los procesos históricos
de su apropiación. Si la naturaleza es una categoría social, también
vale la proposición inversa de que la sociedad representa una catego-
ría natural. Aunque para el materialista Marx la naturaleza y sus leyes
existen independientemente de toda conciencia y voluntad humana,
las enunciaciones sobre ella solo se pueden formular y aplicar, en
general, con ayuda de categorías sociales. (op. cit., p.78).
26 Ángel Palerm, un siglo después...

O sea, la naturaleza es doble e inextricablemente social y natural. Es


social (1) porque los humanos también somos naturales (nuestros
cuerpos son claramente parte de la naturaleza y el homo sapiens solo
existe socialmente), es decir, somos sociales y naturales al mismo
tiempo, y (2) porque la naturaleza siempre será apropiada y pensada
de acuerdo con los diferentes arreglos sociales de formas histórica-
mente concretas de relaciones de los humanos con ella. La natura-
leza es igualmente natural, valga la redundancia, porque también es
algo que existe independiente de los humanos, con sus propias di-
námicas e historia. Pero evidentemente, para nosotros, la naturaleza
solo existe porque nosotros existimos. Sin el homo sapiens, la natura-
leza no podría ser pensada y por tanto no existiría como la pensamos
a lo largo de la existencia de la especie, esto es, mientras el homo
sapiens exista la naturaleza solo existe en relación al/con el homo sa-
piens. ¿Por qué me interesan estas abstracciones? Porque hoy parece
ser que muchos autores influyentes creen que la naturaleza existe
nada más que por sí misma e incluso tiene capacidad de agencia, es
independiente de las maneras que los humanos la piensen y con ella
se relacionen. Solo ven y explican un lado de la naturaleza, la natura-
leza-natural. Muchos, incluso, toman la naturaleza-social reificada/
fetichizada por los nativos como la explicación de lo que realmente
es. Dividen lo que Marx, en su concepción dialéctica de la naturaleza,
unió. Sin la naturaleza-social para explicar las formas humanas de
pensar la naturaleza, la naturaleza-natural se transforma en el sujeto
de todo, se transforma en un fetiche, en una cosa con agencia.
Al hablar de la importancia de Marx hoy, me interesa igualmente
volver a llamar la atención a su enorme contribución para la com-
prensión estructurada de las desigualdades en las distintas forma-
ciones sociales. Aquí, además del concepto de trabajo social, es im-
portante el de excedente cuya producción, control y apropiación
son fuentes de diferenciación social y, en consecuencia, de estable-
cimiento de capacidades de poder diferentes. El análisis marxista del
capitalismo muestra claramente cómo este modo de producción es
el más sofisticado en el establecimiento y reproducción de la des-
igualdad porque se basa en la construcción histórica de dos clases,
una que posee los medios de producción y otra que lo único que
posee es su propia fuerza de trabajo que necesita vender a los pri-
¿Por qué (re)leer a Marx? Una vieja cuestión para los tiempos actuales 27

meros para sobrevivir. Es descubrimiento de esta relación estructu-


rada en poderes desiguales y en la invisibilidad de la extracción de la
plusvalía bajo la forma salario es una contribución que será siempre
admirada por quienes queremos comprender cómo la desigualdad
económica y política se establece en el mundo, en especial después
de la Revolución Industrial. Además, este reconocimiento es de gran
importancia política e ideológica porque expone con claridad que
el capitalismo y su reproducción son totalmente dependientes de
la existencia históricamente estructurada de desigualdades funda-
mentales. En realidad, el capitalismo es una máquina de produc-
ción y reproducción de desigualdades. Este reconocimiento hace
que los científicos sociales podamos escapar de las ideologías capi-
talistas que prometen un mundo mejor en el futuro y que explican
las desigualdades sociales de forma relacionada a los méritos de los
individuos. Esta es una comprensión particularmente relevante en
nuestros tiempos, tiempos en los cuales el capitalismo da una vuelta
más en su espiral de producción de desigualdades en todo el mundo
haciendo que ciertas conquistas sociales y políticas de los trabajado-
res sean destruidas y que el desempleo crezca para que la extracción
de plusvalía pueda crecer en las manos de empresarios cada vez más
inescrupulosos.
Además, como dice Claudio Katz (2018, p.165), su obra es «reto-
mada con mayor frecuencia para caracterizar la etapa neoliberal»
porque muchos autores se preguntan por «las semejanzas de ese
esquema con el «capitalismo puro» que prevalecía en la época de
Marx». El Capital es igualmente crucial para los que estudiamos la
globalización porque muestra que esta coexiste con la acumulación
a nivel nacional (ibídem, p.178), evitando así el error de contraponer
una cosa a la otra.
Escribiendo sobre la importancia del pensamiento marxista, hace
más de 35 años, Eric Wolf habla de tres lecciones que siguen actuales:

Primero, no comprenderemos el mundo contemporáneo a menos


que rastreemos el crecimiento del mercado mundial y el curso del
desarrollo capitalista. En segundo lugar, debemos tener una teoría
de ese crecimiento y desarrollo. En tercer lugar, debemos ser capaces
de relacionar tanto la historia como la teoría de ese desarrollo con los
28 Ángel Palerm, un siglo después...

procesos que afectan y cambian las vidas de las poblaciones locales.


[...] Finalmente, la historia teóricamente informada y la teoría históri-
camente informada se deben unir para dar cuenta de las poblaciones
especificables en el tiempo y el espacio, como resultados de procesos
significativos y como sus portadores. (Wolf, 1982, p.21).

Es imposible terminar sin hablar del marxismo como una base in-
terpretativa de otro futuro. Marx es subversivo no solo por explicar
y exponer las entrañas del capitalismo basadas en desigualdades de
poder radicalmente distintas. Su análisis materialista histórico es
también una esperanza para todos aquellos que creemos que la des-
igualdad es el origen de muchos de los males de nuestras sociedades
y que la igualdad es un objetivo utópico que debe estar siempre en el
horizonte. Marx muestra que el capitalismo es una forma histórica
y, como toda forma histórica, es contingente, surgió y puede desa-
parecer. No me refiero aquí a su previsión, típicamente decimonóni-
ca, de que el proletariado, por sus contradicciones con la burguesía
industrial, destruiría el orden capitalista. Creo que Marx subestimó
los cambios futuros del capitalismo y de los aparatos a la disposición
de sus élites para controlar el poder y establecer hegemonías. Sin
embargo, ha dejado una visión según la cual hay sujetos colectivos
mejor posicionados para cambiar el mundo hacia un mundo más
justo y equitativo. Yo creo que la desaparición o, en la mejor de las
hipótesis, la disminución del poder del proletariado como sujeto del
cambio de las estructuras capitalistas nos obliga a preguntar si exis-
ten otros sujetos colectivos estructuralmente transformadores de la
hegemonía capitalista en el mundo contemporáneo. Si la respuesta
a esta difícil pregunta es positiva, estamos obligados hoy a identificar
y saber cómo operan los sujetos colectivos que pueden promover
cambios estructurales en nuestras sociedades.
Termino diciendo que mientras el capitalismo exista y mientras
las luchas contra las desigualdades que él creó existan, será siempre
necesario releer Marx, porque «los procesos de la historia se realizan
de manera más complejas, marchan por caminos más tortuosos y
llevan finalmente a soluciones más astutas que aquellas que sugiere
cualquier burda simplificación». (Palerm, 2008, p.76).
¿Por qué (re)leer a Marx? Una vieja cuestión para los tiempos actuales 29

Referencias

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a 150 años de su publicación (1867-2017). Buenos Aires, Argen-
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_____ (1982). Europe and the People Without History. Berkeley, usa:
University of California Press.
2.
La actualidad de la discusión de Ángel Palerm
sobre los modos de producción
Jorge Alonso1

A mediados del siglo xx, Ángel Palerm se preocupaba por la transfor-


mación del campesino en un verdadero empresario agrícola.2 Pero
las investigaciones concretas sobre el campesinado mexicano fueron
produciendo un corrimiento en su pensamiento hacia posiciones
muy críticas. Desde el principio, sus reflexiones sobre la planifica-
ción estaban matizadas por una visión que huía de la racionalidad
obediente, que buscaba la racionalidad creadora y que propugnaba
una antropología comprometida. Partía de que en México se había
desarrollado una de las primeras grandes civilizaciones agrícolas de
la humanidad. Se oponía a que una maquinaria planificadora se im-
pusiera a la población partiendo de la elaboración de equipos téc-
nicos, y buscaba que dicha planificación surgiera desde abajo, de la
elaboración de quienes la realizarían y de quienes se beneficiarían de
ella. Estaba en contra de que sus finalidades se fijaran desde arriba
y desde afuera. Insistía en que el éxito de una buena planificación
no dependía de una capacidad técnica, sino de la expresión de los
deseos de la población.

Campesinado y desarrollo

Conociendo al campesinado mexicano, Palerm proponía un «mo-


delo de desarrollo basado en la tradición o al menos inspirado en

1
Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropologia Social-
Occidente.
2
Esto se puede ver en la colección de sus escritos (op. cit.).

31
32 Ángel Palerm, un siglo después...

ella» (Palerm, 1993, p.316). Hacía ver que lo que venía de fuera era
visto por el campesinado más como amenazas a la estabilidad de
su sistema que como promesas ciertas de una vida mejor (op. cit.,
p.320). Estaba convencido de que las innovaciones tenían recepti-
vidad cuando eran interpretadas como posibilidad de resolver un
problema que amenazaba a la estabilidad del sistema campesino.
Explicaba:

el mantenimiento de cultivos de subsistencia donde existen condi-


ciones favorables para el desarrollo de cultivos comerciales, tiene
que ver con una economía inspirada en condiciones de seguridad,
[lo cual implicaba] que la comunidad no expande el tipo de nexos
económicos y sociales que le van a hacer cada vez más dependiente
del mundo exterior y más vulnerable a su influencia (op. cit., p.320).

A los campesinos les importa su autonomía. Palerm planteaba que


en esta economía la acumulación se destinaba «al consumo colec-
tivo por medio de fiestas y celebraciones altamente ritualizadas, y
que socialmente tienen un carácter obligatorio» (op. cit., p.321). Este
consumo colectivo ha constituido un mecanismo de redistribución
periódica.
Al hacer el informe sobre los aspectos socioculturales de la po-
blación afectada por el proyecto de la construcción de la presa de
Angostura, Chiapas, Palerm anotó que se trataba de un proyecto que
redundaba en beneficio nacional, pero no de servicio inmediato para
esa región chiapaneca. La población no podía visualizar sino trastor-
nos a sus vidas. Se veía que, debido a las estructuras de poder caci-
quiles, eso no implicaría problemas políticos, pero proponía cuidar
que en la relocalización de la población se mantuviera y reforzaran
las unidades subregionales existentes.
También recalcaba que la ciencia social no podía renunciar a su
raíz humanista porque los valores humanos no solo constituyen su
tema de estudio, sino porque están incorporados al sistema mismo
de la ciencia social y a la conciencia intelectual y ética de quienes la
practican. Palerm destacaba que en lo social se aplicaba el princi-
pio de indeterminación de Heisenberg. Si en la física al observar el
comportamiento de partículas infinitamente pequeñas el observa-
La actualidad de la discusión de Ángel Palerm … 33

dor altera con su observación la conducta de dichas partículas, en la


observación social lo observado no solo incluye siempre los efectos
de la observación, sino la observación también modifica al observa-
dor (op. cit., pp.348-349).
A finales de los años sesenta hizo una fuerte crítica al desarrollo
regional en México. Demostró que lo planteado por los economis-
tas sobre que el único camino de progreso que llevaría a la felicidad
universal era la vía de la acumulación privada, cuidada por la mano
invisible del mercado, era un mito. Recordaba que los mitos tarda-
ban en morir. Otro de los mitos criticados por Palerm tenía que ver
con la visión de que el proceso de desarrollo de todos los países era
secuencial y semejante, que los países atrasados tendrían que seguir
los pasos de los países calificados como avanzados. Puntualizó que

de la misma manera que las clases pobres de los países desarrollados


rehusaron creer que su salvación estaba en la laboriosidad, el ahorro
y la libre competencia, los países subdesarrollados se negaron a se-
guir creyendo que la libre concurrencia de los capitales foráneos, la
libertad internacional del comercio y la imitación de los modelos de
desarrollo extranjeros serán las panaceas (op. cit., p.384).

Murió en 1980 cuando empezaba el neoliberalismo que agudizó la


explotación capitalista en grado sumo y la entronización de sus dog-
mas.
Palerm vio que la gente pobre había encontrado la explicación
científica de su situación en los planteamientos marxistas. Entendió
que la verdadera motivación del centro no era desarrollar las regio-
nes, a no ser que ese supuesto desarrollo le diera al centro mayores
posibilidades de explotación. Demostró cómo los campesinos eran
obligados a subsidiar el crecimiento urbano e industrial. Exhortó a
examinar con espíritu crítico la versión de la superioridad de la gran
empresa agrícola sobre la pequeña explotación. Invitó a que se in-
dagara si los proyectos de desarrollo regional debían seguir promo-
viendo unilateralmente la gran empresa o si resultaban más adecua-
das otras formas de la producción. Concluyó que no había un solo
modelo o tipo ideal de desarrollo agrario; que en México los esfuer-
zos de desarrollo regional habían servido para reforzar la estructura
34 Ángel Palerm, un siglo después...

económica, social y política del país, no para ayudar a modificarla;


que se habían formado enclaves urbano-industriales en el campo y
se había favorecido el desarrollo de la empresa capitalista privada.
Aseguró que la conveniencia de la gran empresa frente a la peque-
ña producción era algo que debía discutirse. Propuso que se hiciera
una profunda revisión de la política de desarrollo seguida en México.
Planteó que habría que examinar la gran empresa y la pequeña ex-
plotación como dos modos de producción.

El énfasis en los modos de producción

Actualmente nadie se refiere a los modos de producción y a su arti-


culación. Pero esto, en lugar de clarificar los problemas actuales, los
ha oscurecido.
A mediados de los años setenta publicó un importante libro so-
bre los modos de producción (Palerm, 1976). En este texto mostró
su oposición a que los políticos trataran de imponer sus criterios al
quehacer científico. Consideraba que entre las contribuciones más
importantes de Marx estaba su sistema de investigación, análisis e
interpretación de la sociedad y de la historia. Recordó que había re-
sultado en un gran perjuicio para el mundo académico el que du-
rante mucho tiempo la teoría de Marx hubiera sido excluida. Fustigó
la represión que habían sufrido los científicos sociales que habían
utilizado el método de Marx. Defendió que la función de la teoría
consistía en generar nuevas investigaciones que necesariamente
modificarían la teoría, pues había que ver lo que se encontraba orgá-
nicamente unido, y aproximarse a los problemas con espíritu crítico.
A Palerm le disgustaba el lenguaje mágico levistrosiano y el es-
tructuralismo idealista althuseriano, por lo que convocó a evitar la
alienación verbal. Rechazó el empleo escolástico de la obra marxis-
ta, mientras enfatizó que Marx se apropiaba del material en detalle,
analizaba sus diversas formas de desarrollo y trazaba sus conexiones
internas. Resaltó cómo el reconocimiento de la teoría de los modos
de producción tenía fecundidad en el estudio de sociedades cam-
La actualidad de la discusión de Ángel Palerm … 35

pesinas, y se propuso recuperar el vigor y la originalidad de la teoría


marxista.
Sostenía Palerm que el modo de producción era una abstracción
y llamó a no congelar las ideas en categorías fijas, pues habría que
estarlas revisando continuamente. Marx había dicho que cada forma
de producción creaba sus propias relaciones jurídicas, sus formas
de gobierno, etcétera. La intención de Marx era esclarecer el modo
capitalista de producción y la formación social correspondiente. La
teoría marxista era una teoría de la evolución de las formas sociales.
Marx había señalado como modos de producción el antiguo, el asiá-
tico, el feudal y el burgués moderno. A cada uno correspondía una
formación socioeconómica. Anotaba que esto no habría que leerlo
como épocas progresivas históricas, sino como un esquema general
de desarrollo social. Llamaba la atención de que teníamos que dis-
tinguir muy bien lo que era un proceso evolucionista de lo que era
un estudio sincrónico a profundidad. Habría que ver tanto el proceso
como la estructura de un punto del proceso.
Insistía Palerm en que Marx había visto el presente capitalista en
función de su pasado: las formas precapitalistas, pues buscaba cómo
y por qué surgieron en ellas tendencias hacia el capitalismo. Se trata-
ba de un modelo abstracto del desarrollo histórico general y no una
historia concreta de formas sociales específicas. Fue conduciendo
al lector a que viera que Marx procedía desde la teoría general de los
modos de producción a las formaciones socioeconómicas que pre-
ceden al capitalismo, y finalmente a la teoría especial del modo ca-
pitalista de producción. Recordaba que el camino de la investigación
era diverso al de exposición, porque Marx había partido del análisis
particular del sistema capitalista; luego había abordado el problema
de la teoría general del desarrollo histórico social y la cuestión de las
formas específicas previas al modo capitalista, para regresar a la so-
ciedad capitalista con una discusión enriquecida por la perspectiva
histórico evolucionista. Advertía que no había que perder de vista
que el método de Marx era dialéctico, materialista, y que el marxismo
no constituía una teoría social a secas, sino una teoría crítica apoya-
da en una praxis.
De acuerdo con Palerm, Marx había analizado a fondo solamente
el modo de producción capitalista como tipo ideal, y no había pro-
36 Ángel Palerm, un siglo después...

puesto una secuencia evolutiva lineal. No quería Palerm que el lector


perdiera de vista la estrategia y el modelo analítico del capitalismo.
Pero hacía ver que Marx también había planteado el problema de la
articulación de modos de producción diferentes y la existencia de un
modo dominante.
Para que se entendiera a profundidad el planteamiento de Marx
sobre los modos de producción, Palerm también entró a la discusión
con otros autores. Rescató textos de Rosa Luxemburgo donde esta
planteaba la teoría del sistema colonial. Aunque Marx había tocado
problemas suscitados por la conquista y el dominio de unas socie-
dades por otras, esto lo había realizado brevemente, por lo que había
dejado un vacío teórico. Por su parte, Luxemburgo, insistiendo en
que no se podía omitir el sistema metrópoli-colonia, demostró la
necesidad del sistema colonial para que mantuviera la reproducción
ampliada del capital. Planteó que la realización de la plusvalía, en-
gendrada por el modo capitalista de producción, se hace principal-
mente por medio de capas socioeconómicas y de sociedades que no
producen de manera capitalista; que el desarrollo del capitalismo es
la existencia del no-capitalismo, es decir, de las colonias externas,
pero no solo de ellas, sino también de las colonias internas como el
campesinado.
Enfatizaba en que el problema de la reproducción ampliada del
capital se resolvía en la articulación entre diferentes modos de pro-
ducción dominados por el modo capitalista. El modelo implicaría
que el desarrollo capitalista y su expansión se irían dando a expensas
de otras formaciones socioeconómicas a las que iría absorbiendo.
No obstante, apuntaba que Luxemburgo preveía que esa integración
total no se daría porque antes el sistema capitalista sería quebran-
tado por inevitables guerras interimperialistas y se debilitaría por la
creciente desaparición de las demás formaciones socioeconómicas
que lo alimentan, y destruido por sus propios conflictos internos de
lucha de clases.
Marx señaló que había métodos de acumulación que dependían,
en parte, de la fuerza bruta, o sea, del sistema colonial, y que to-
dos ellos empleaban el poder del Estado para acelerar el proceso de
transformación del modo feudal de producción en modo capitalis-
ta y abreviar la transición. Con esto apuntaba al poder del Estado
La actualidad de la discusión de Ángel Palerm … 37

a favor del capital. Por su parte, Luxemburgo recalcó que, para su


existencia, el capitalismo necesitaba estar rodeado de formas de
producción no capitalistas. Decía que había grandes zonas donde
las fuerzas productivas estaban en manos de formaciones sociales
que no se hallaban predispuestas al comercio de mercancías. Por
eso, el capitalismo se apropiaba violentamente de los medios de pro-
ducción más importantes de los países coloniales. La misma autora
también señalaba que los instrumentos para realizar eso tenían que
ver con el poder del Estado, y que el capital echaba mano del haca del
poder político para sojuzgar y aniquilar a la comunidad tradicional.
Señalaba Palerm que ni Marx ni Luxemburgo hacen un tratamien-
to extenso de las formas asiáticas de producción como el de Karl
Wittfogel, quien mostró que en las civilizaciones orientales los con-
textos sociales de la economía eran diferentes al capitalismo y que
los procesos económicos no derivaban de situaciones de mercado.
Wittfogel destaca la ejecución y administración de grandes obras hi-
dráulicas que hicieron posible la agricultura en los vastos territorios
de las primeras grandes civilizaciones agrarias, y el surgimiento de
una clase dominante identificada con el aparato burocrático del Es-
tado hidráulico. Palerm precisaba que esto fue complementado por
el trabajo de antropólogos interesados en el establecimiento de las
secuencias evolutivas de las primeras civilizaciones agrarias.
Apuntaba que en varias ocasiones Marx se refirió a un modo cam-
pesino de producción, aunque no hizo un análisis extenso de esto
porque su modelo abstracto implicaba una agricultura totalmente
dominada por el modo capitalista. Pero para Palerm en la teoría ge-
neral de Marx sobre los modos de producción hay un lugar vacío
para la teoría del modo campesino. Aunque Marx reconoció que esa
forma constituyó el fundamento económico de la sociedad durante
los mejores periodos de la antigüedad clásica antes del predomino
del esclavismo del trabajo, no fue demasiado lejos en su explicación.
Reconocía que Marx también encontró esa producción en las na-
ciones modernas como una de las formas surgidas de la disolución
de la propiedad feudal. Destacó una cita del volumen tercero de El
Capital donde Marx afirma que la propiedad libre del campesino in-
dependiente es la forma más normal de la propiedad territorial para
las operaciones agrícolas en pequeña escala; o sea, para un modo de
38 Ángel Palerm, un siglo después...

producción donde la posesión de la tierra es un prerrequisito para


que el trabajador tenga la propiedad de su propio trabajo. Pero Pa-
lerm nos recuerda que Luxemburgo ya había dicho que era un error
considerar al campesino como su propio empresario, pues no repre-
sentaba la producción capitalista.
Entonces Palerm avanzó en esta discusión y recalcó que el modo
campesino de producción estaba articulado al modo capitalista y
dominado por él. De ese modo sería un error pensar, como Marx,
que hay un paralelismo completo del desarrollo de la agricultura y de
la industria bajo las condiciones del capitalismo. En esta discusión
convocó las aportaciones de Chayanov, quien hizo ver la irrelevan-
cia del análisis económico formal aplicado a la economía campesi-
na. También se remitió a Polanyi, quien aseguraba que, en ciertas
civilizaciones antiguas y en las sociedades primitivas, no existía el
sistema de mercado como lo veía la economía clásica, describiendo
y analizando sociedades complejas que abarcaron varios territorios,
pero cuyas economías funcionaron sin recurrir al sistema mercantil.
Remitía a los sistemas de simetría y reciprocidad.
De todo lo dicho se lee que Palerm exhortaba a estudiar bien a
Marx y profundizar en su interés por las formaciones socioeconómi-
cas precapitalistas para entender las condiciones que hicieron posi-
ble la aparición del capital. Pero al final de sus días, nos hacía ver que
Marx regresó al estudio de las sociedades precapitalistas con nuevas
preocupaciones, como lo demuestran sus lecturas y anotaciones et-
nológicas. Entonces Marx buscaba en las sociedades precapitalistas
paradigmas y nociones sobre la posible sociedad del futuro. En esta
búsqueda, opuso el comunismo primitivo a la propiedad capitalista,
la democracia tribal al Estado clasista y la economía sin mercado y
sin fines de lucro a la producción y circulación para la capitalización.
Pareciera que Marx estaba indagando, en las sociedades precapitalis-
tas, las posibles alternativas al capitalismo, nos dice Palerm.
Sostuvo que el desinterés de los marxistas modernos por la teo-
ría de los modos de producción se debía a su herencia estalinista.
Defendió que la teoría de los modos de producción era un instru-
mento indispensable de las ciencias sociales. Apuntó que el labora-
torio del científico social era la sociedad misma. Y sostuvo que solo
mediante la acción transformadora de la sociedad el científico social
La actualidad de la discusión de Ángel Palerm … 39

podía probar la validez de sus conocimientos y adquirir conocimien-


tos demostrables. Recalcó que el horizonte de validez de cualquier
teoría social estaba circunscrito no solo por los límites impuestos
objetivamente por el tipo de sociedad y la coyuntura histórica, sino
también por el tipo de praxis social que el científico social pudiera
realizar. Como abogó por un modelo de comprensión donde se de-
bían introducir las condiciones específicas de la praxis social de su
tiempo, sostuvo que sin investigación concreta y continua no había
verdadera posibilidad de elaboración teórica, y si la investigación no
provocaba alguna clase de elaboración teórica, carecía de sentido,
decía Palerm. Invitó a investigar la realidad de formaciones depen-
dientes, coloniales y neocoloniales contemporáneas como México,
y a examinar la articulación del sistema capitalista con el modo de
producción campesino, para conectar las cuestiones más significati-
vas del pasado con las del presente y con los interrogantes del futuro.
Así como Palerm denotó en Marx apuntes iniciales en los que ha-
bría que extenderse, hay pistas palermianas que conviene profun-
dizar. Si Rosa Luxemburgo consideraba que las guerras interimpe-
rialistas, la crisis del propio capitalismo y la lucha del proletariado
contra el capital implicarían su desaparición, ahora habría que tener
en cuenta las diferencias entre el imperialismo clásico y el contem-
poráneo. Claudio Katz detectó eso en uno de sus libros (Katz, 2011),
y puso en cuestión las interpretaciones clásicas, criticó la visión de
un imperio trasnacional descentrado y apuntó al papel de Estados
Unidos como líder de una gestión geopolítica única. Se esforzó por
actualizar la teoría del imperialismo y descubrió que en la época del
neoliberalismo se ha dado una reconfiguración de las relaciones de
poder a escala internacional. Constató que la época actual no está
signada por guerras interimperialistas. Si los conflictos comerciales,
productivos o financieros entre las potencias se proyectaban inme-
diatamente a la esfera militar, hoy día hay una creciente asociación
internacional de capitales, una interconexión comercial y una ges-
tión imperial más colectiva. Siguen las guerras, pero ya no entre los
polos del imperialismo. Esto se ha ido descubriendo como algo nove-
doso en lo que podríamos llamar la gestación de un nuevo modo de
producción que tendría que ver con las visiones de Marx, Chayanov
y Polanyi, en medio de un capitalismo en crisis y en medio de gue-
40 Ángel Palerm, un siglo después...

rras del nuevo imperialismo contra muchos pueblos. La guerra que


sufrimos en México habría que ubicarla en esa perspectiva, pues se
trata de una guerra social donde Estados Unidos provee las armas y
supervisa la persecución a los narcotraficantes con el fin del instalar,
en la sociedad, formas de autoritarismo en la vida cotidiana (op. cit.).
Las formas sociales que se han ido ensayando en todo el mundo,
que van desconectándose del capital y del Estado, serían el embrión
de ese nuevo modo alternativo al capitalismo. Quedó demostrado
que el ensayo estatista de la Unión Soviética de tomar el poder para
transformar la sociedad desde arriba fracasó. Habría que examinar a
ese nuevo embrión que se encuentra todavía dentro de un ambien-
te general capitalista, pero que va logrando hacerle fisuras, e inten-
tando nuevas formas, que aprovecha las viejas formas campesinas
y autonomistas, pero las va renovando precisamente por el esfuerzo
de zafarse de las estructuras capitalistas (Holloway, 2011). El capita-
lismo ha ido subordinando nuevos territorios para subsistir en ese
afán creciente de la búsqueda de la ganancia. Ha ido mercantilizan-
do cuestiones indispensables para la vida como el agua y la biodi-
versidad. Y aunque pudiera parecer que ya no hay espacio planetario
ajeno a la dinámica del capital, esto es más bien una ilusión y otro de
los mitos de los que habla Palerm. James C. Scott ha hecho una in-
vestigación histórica y antropológica de una amplia zona del sudeste
asiático en la que hay comunidades que han aprendido a ponerse al
margen de las lógicas del Estado y del capital (Scott, 2009). Para el
caso mexicano, podríamos ver los planteamientos del número 37 de
la revista Desacatos.3 Lo que tendríamos de esos intentos en la vida
cotidiana es la presencia de elementos que podrían ir configurando
una formación social no capitalista. No se trataría de un regreso a
formas precapitalistas, sino ensayos de formas poscapitalistas, por lo
que su estudio requeriría una aproximación analítica desde la pers-
pectiva de los modos de producción.
Estoy seguro de que Palerm hubiera gozado, leído, discutido y di-
fundido un extenso libro de 826 páginas publicado en 2015 por la
Vicepresidencia del Estado y la Presidencia de la Asamblea Legisla-

3
La parte central de ese número, correspondiente a septiembre-diciembre de
2011, se refiere a las dinámicas que van más allá del Estado y del capital.
La actualidad de la discusión de Ángel Palerm … 41

tiva de Bolivia con el título Karl Marx. Escritos sobre la comunidad


ancestral, en el que se publican los escritos de Marx sobre formacio-
nes precapitalistas, extractos de Marx del cuaderno Kovalesvsky; las
cartas de Vera Zasúlich, Marx y Engels, y los apuntes etnológicos de
Marx. Además, hay textos en torno a estas temáticas de Lawrence
Krader (a quien Palerm invitó muchas veces a tener seminarios en
México), Eric Hobsbawm y García Linera.

Referencias

Scott, J. (2009). The Art of Not Being Governed. Londres/UK: Yale Uni-
versity Press.
Holloway J. (2011). Agrietar el capitalismo. Buenos Aires, Argentina:
Herramienta.
Katz, C. (2011). Bajo el imperio del capital. Buenos Aires, Argentina:
Ediciones Luxemburg.
Palerm, Á. (1976). Modos de producción. México: Edicol.
_____ (1993). Planificación regional y reforma agraria. México: uia,
Gernika.
3.
Ángel Palerm: precursor
de la antropología decolonial1
Esteban Krotz2

[…] los orígenes de la antropología, cuando los antro-


pólogos sirvieron designios imperiales, enmascarados a
menudo de mediadores amistosos y de protectores pa-
ternalistas. […] Lo que muchos de nosotros, estudiantes
y maestros, hemos criticado con rigor en México, no es
la actividad científica de los antropólogos, sino exacta-
mente su falta de actividad en el campo de los proble-
mas sociales del país; su alejamiento de las cuestiones
candentes y que afectan la vida de los mexicanos de hoy
y el futuro del país; su escapismo, como colectividad
profesional, de las luchas que alimentan la dinámica de
cambios tan urgentes como inevitables.

Ángel Palerm (1975)

El presente ensayo no pretende participar en lo que parece ser uno


de los deportes preferidos de algunos historiadores,3 quienes de
cualquier idea, acontecimiento o proceso, suelen encontrar antece-

1
El texto se basa en la videoconferencia impartida por el autor en la Cátedra
Interinstitucional Ángel Palerm 2017, «100 Aniversario del natalicio de Ángel
Palerm», Universidad Iberoamericana, Ciudad de México, 13 de noviembre de
2017.
2
Universidad Autónoma de Yucatán, Unidad de Ciencias Sociales del Centro de
Investigaciones Regionales/ Facultad de Ciencias Antropológicas. Universidad
Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, Departamento de Antropología.
3
En todo el trabajo se usa el masculino gramatical para referirse, indistintamente,
a practicantes de todos los géneros.

43
44 Ángel Palerm, un siglo después...

dentes remotos y cercanos, los cuales tanto le pueden restar rele-


vancia al presente como exagerar los méritos de quienes generaron
tales antecedentes. Más bien, se trata aquí de confirmar el papel de
auténtico clásico de Ángel Palerm Vich.
Un clásico, especialmente en ciencias sociales y humanas, no
es alguien o una obra del pasado que sirve de receta para resolver
problemas cognitivos y sociales actuales, sino un autor o una obra
que ofrecen ideas que pueden servir para pensar la coyuntura en
la que estamos hoy día, para analizarla mejor y con más profundi-
dad que solamente con los recursos –a veces simples modas, a veces
confundidos con posiciones políticas, a veces limitados a una única
concepción cultural– del presente y tal vez también para aportar a
su solución, aunque fuera solo mediante el recordatorio de determi-
nados intentos fallidos.
La antropología que construyó Ángel Palerm en sus investigacio-
nes y publicaciones, en sus actividades cotidianas de docencia, en la
creación y transformación de instituciones académicas y en su parti-
cipación en la formulación de políticas académico-científicas, se de-
sarrolló en escenarios y en el marco de condicionantes muy diversos
a lo largo de su vida en América. Desde el medio académico y profe-
sional científico-social mexicano, muy reducido de fines de los años
cuarenta del siglo pasado y fuertemente acotado por las principales
instituciones antropológicas de la administración pública federal de
entonces, pasando, por algo más de una década, por instituciones
académicas y organismos de la Organización de Estados America-
nos en el país vecino del norte, y llegando a su cúspide, de década y
media de duración a partir de 1966, en la Ciudad de México, desde
donde ejerce una fuerte y duradera influencia en debates científicos
y científico-políticos y sobre instituciones académicas y programas
de investigación y docencia en varias partes del país.4

4
Lo detalles sobre su biografía pueden verse ahora en el reciente estudio de
Patricia Torres Mejía, Vida y obra de Ángel Palerm Vich (1917-1980).
Ángel Palerm: precursor de la antropología decolonial 45

Pequeño recordatorio del contexto general

La antropología en la que se inicia Ángel Palerm es, como en el resto


de la América Latina (incluyendo el Caribe), una antropología «se-
gunda»,5 o sea, una antropología resultante, ante todo, de un proceso
de difusión: él mismo estudia la carrera con traducciones de autores
consagrados del norte y realiza su primera gran investigación como
alumno y ayudante de una profesora estadounidense (Masferrer y
Vázquez, 2013, pp.161-162; Pérez Lizaúr, 2014, pp.16-18). Pero al mis-
mo tiempo es también una antropología marcada por ideales deri-
vados –más discursivamente que de hecho, pero aun así con con-
secuencias importantes para la administración pública federal; por
ejemplo, respecto al énfasis en el derecho a la educación y la atención
entonces señera a la situación de los pueblos originarios– de la pri-
mera revolución social del siglo veinte. Uno los representantes más
recordados es precisamente el presidente Lázaro Cárdenas, quien
había abierto el país a los perseguidos por la dictadura franquista,
entre los que se encontraban también el ibicenco Ángel Palerm Vich
y la mujer que sería luego su esposa, Carmen Viqueira Landa.
La búsqueda de Ángel Palerm de explicaciones antropológicas
del surgimiento de la civilización mesoamericana, de las principa-
les características del sistema colonial mesoamericano como parte
del naciente capitalismo mundial, de la persistencia de las comuni-
dades indígenas y campesinas y, de modo más general, de las des-
igualdades socioeconómicas y las relaciones entre sociedad y medio
ambiente natural, se produce en los marcos de estas tres etapas in-
telectuales e institucionales arriba mencionadas. El a menudo po-
lémico y controvertido, pero siempre sereno profesor universitario,
que también enseñaba y dirigía tesis doctorales en Estados Unidos,
nunca dio la impresión de sentirse achicado por las restricciones de
la vida académica y científica mexicana y latinoamericana de enton-
ces, ni por la pobreza de las mayorías poblacionales que la rodeaban
y sostenían –y así lo siguen haciendo hasta el día de hoy–, ni por su
uso casi exclusivo de la lengua castellana para comunicar sus ideas
antropológicas. Estas, como lo recalcó muchas veces en sus clases

5
Véase para la explicación de este término en Krotz (2008).
46 Ángel Palerm, un siglo después...

y a través de su propia praxis de investigación, por más teóricas y


generales que fueran, tenían que apoyarse siempre estrictamente
en la observación pausada y detallada de los fenómenos empíricos
–y estos eran, evidentemente, parte de la realidad del Sur–. Pero tal
realidad circundante no volvía «de segunda» su antropología. Más
bien, su reconocimiento como «segunda» en el orden cronológico
le permitía precisamente reconocer aspectos nuevos e incluso in-
visibilizados por las antropologías primas, convertidas desde hace
tiempo en hegemónicas a tal grado de que oscurecían la existencia
de las surgidas en el Sur.
No resulta forzado palpar, en la tercera y más fecunda etapa de la
vida científica de Ángel Palerm, la eclosión del pensamiento latinoa-
mericano «propio» en la segunda mitad de los años sesenta y los años
setenta del siglo pasado. Sus tres grandes corrientes, vinculadas de
manera compleja entre sí, estaban todas entrelazadas de un modo u
otro, con movimientos sociales abiertos, encubiertos o perseguidos,
de los que recibían impulsos y a los cuales, a su vez, propulsaban;
otra características de las tres era que no se proponían simplemente
mejorar las teorías hegemónicas, sino sustituirlas mediante teorías
nuevas y creadas a partir de la tensa realidad sociocultural (des-)
calificada desde el Norte usualmente como «de retraso». Así, la teo-
ría de la dependencia, la teología de la liberación y la pedagogía
concientizadora iluminaban y fertilizaban en esos años no solo el
debate especializado de todas las ciencias sociales y humanas del
continente, sino estaban también presentes en la vida intelectual y
hasta político-ideológica más amplia.6
Los cuatro aspectos de la praxis y de la teoría de Ángel Palerm,
que a continuación se detallan con base en la experiencia propia
como estudiante de posgrado y luego también como profesor invi-
tado en la Universidad Iberoamericana durante los años setenta del
siglo pasado, permiten entenderlo como auténtico iniciador de una
antropología decolonial antes de que existiera este calificativo, hoy

6
Hay que mencionar aquí, de modo especial y ejemplar, las actividades del
Centro Intercultural de Documentación (cidoc), fundado y dirigido por Iván
Illich entre 1961 y 1976 en Cuernavaca. Véase al respecto la retrospectiva
desde el nuevo cidoc, o sea, el Centro Intercultural para el Decrecimiento y la
Organización Comunitaria (<http://www.cidoc.mx/#>).
Ángel Palerm: precursor de la antropología decolonial 47

tan en boga como entonces la referencia a la estructura de clases y


la necesidad de un cambio radical.

El modelo de universidad

Cada vez más lejana de la «nueva universidad» denunciada desde


hace años por Pablo González Casanova (2000) y de su «capitalismo
académico» se halla la universidad que Ángel Palerm representó y
trató de volver realidad, primero en la Universidad Iberoamericana
(institución jesuita) y luego en el entonces Centro de Investigacio-
nes Superiores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (hoy
Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología So-
cial), ubicados ambos en la Ciudad de México. Actualmente, los pro-
gramas de estudio universitarios, obligados a «actualizarse» a cada
rato, con una exagerada inversión en tiempo y dedicación de muchos
académicos al trabajo de tipo secretarial de asentar datos en exten-
sos formatos y complejas plataformas virtuales, no parecen girar ya
en torno a temas y contenidos y la manera de profundizar en los
conocimientos propios de determinada disciplina o profesión; más
bien, se mueven en torno a dos ejes formales: los tiempos que nece-
sitan los estudiantes para cursarlos (o sea, la «eficiencia terminal»)
y el número de «créditos» adjudicados a las diferentes fracciones de
los planes de estudio.7
En vez de preocuparse por estas evocaciones más bien sintomá-
ticas de pabellones oncológicos y de sistemas bancarios, el plan de
estudios del posgrado dirigido por Ángel Palerm en la Universidad
Iberoamericana constituía una travesía tan flexible e individualiza-
ble como podrían ser las personalidades, las características socio-
culturales y los intereses particulares de los estudiantes. Por tanto,
tal plan de estudios podía seguir siendo el mismo durante décadas,

7
Contribuye a esta situación la usual definición y presentación de los «planes
de estudio» como auténticas «carreras de obstáculos», o sea, como secuencias
obligatorias de «materias» o «asignaturas», más determinados «requisitos»,
hilados sin argumentación o explicación alguna, cuyo «valor» curricular y cuya
«acreditación» dependen de determinadas niveles numéricos, usualmente
tampoco explicados ni argumentados.
48 Ángel Palerm, un siglo después...

pues su actualización y adecuación no tenían nada que ver con las


deformaciones procusteanas impuestas por las burocracias «exper-
tas educativas», reinantes ahora por doquier. Su actualización y ade-
cuación eran permanentes, porque provenían de la vida académica
misma, ante todo, de la investigación constante de los docentes, que
eran y se entendían con mucha naturalidad como «profesores-inves-
tigadores». Es cierto que esto era algo novedoso entonces (de hecho,
parece que el término se utilizó por primera vez en el país con motivo
de la creación de la Universidad Autónoma Metropolitana a media-
dos de los años setenta, cuyo diseño del programa de antropología,
por cierto, se había encargado originalmente a Palerm, quien delegó
la tarea ampliamente en un grupo de colegas y discípulos), cuando
la mayoría de los docentes universitarios eran profesionales que im-
partían materias por horas sobre la base de libros de texto –sistema
perfeccionado hoy por el establecimiento de mecanismos laborales
y administrativos que están convirtiendo a los docentes universita-
rios en instructores intercambiables de «módulos» quirúrgicamente
segmentados y detalladamente predefinidos, sujetos a múltiples me-
canismos de control administrativo que pueden incluir, por ejemplo,
la prohibición de usar material bibliográfico con más de ocho años
de haberse publicado.8 En las instituciones dirigidas por Palerm, la
investigación de los profesores, generalmente entrelazada con las di-
latadas prácticas y estancias de trabajo de campo de los estudiantes,
aunada a la presencia frecuente de docentes invitados para confe-
rencias y cursos de verano, generaba una docencia no solo constan-
temente actualizada, sino también en buena medida ajustada a las
necesidades e intereses de los estudiantes.
Otra manera de caracterizar esta experiencia de universidad es
describirla como espacio donde los estudiantes se forman a sí mis-
mos, de acuerdo con ciertas condiciones institucionales propicias,
apoyados mediante propuestas y consejos estimulantes y la posibili-

8
Evidentemente, se trata aquí de la confluencia de dos objetivos: por una parte,
la imposición indebida de características metodológicas y teóricas típicas de
las ciencias llamadas naturales y exactas a las ciencias sociales y humanas;
por otra, la creación de la «necesidad» de la acción burocrático-administrativa
permanente, ya que al año de la publicación del programa este ya ha empezado
automáticamente a volverse «obsoleto».
Ángel Palerm: precursor de la antropología decolonial 49

dad de observar en maestros y colegas el «aspecto artesanal de la in-


vestigación científica» (Vázquez, 2010, p.1779). De nuevo hablamos
de una concepción cada vez más lejana de la idea de universidad di-
fundida hoy, desde muchas instancias directivas, que parecen enten-
derla como granja de engorde o planta maquiladora, donde ingresa
determinada «materia prima» estudiantil a un tratamiento («forma-
ción»), rígidamente estandarizado, y es tratada con «instrumentos»
aplicados en lapsos uniformes, y sometida constantemente a medi-
ciones para comprobar su «avance» lineal en el proceso de «agregar
valor». En cambio, los programas palermianos eran lugares donde la
investigación de campo y bibliográfica, las discusiones en el aula y en
la cafetería, el esfuerzo solitario de analizar y redactar y las estancias
complementarias en el extranjero formaban un conjunto «integral»,
impregnado por la búsqueda de lo nuevo y los argumentos para su
explicación. Pero probablemente este tipo de universidad no pasa de
ser un pasatiempo exótico para quienes pretenden mejorar la edu-
cación superior mediante relojes checadores y crecientes cadenas
autorreferenciales de registros, formatos, informes, planificaciones
quiméricas, programación de porcentajes y asignación de «puntos»,
convertidas desde hace tiempo en los principales «criterios» para
«evaluar» actividades y «productos» académicos y los contenidos de
las «constancias» correspondientes para documentar o simular la
existencia de los mismos.9

Marxismo científico y evolucionismo multilineal

El segundo aspecto por el cual merece considerarse a Ángel Palerm


precursor de la antropología decolonial es que no estaba interesado
en rendir pleitesía a este grupo académico o político o a aquel dentro
o fuera del país, sino en buscar con los instrumentos de la ciencia
antropológica lo que sirviese para entender la situación actual local
y mundial, y arribar a propuestas para transformarla.

9
Puede verse para esto Krotz (2011b).
50 Ángel Palerm, un siglo después...

Si bien esta opción evoca de inmediato las expectativas manifes-


tadas por prácticamente toda la primera generación de antropólo-
gos especializados de la antropología decimonónica en proceso de
conformación, su búsqueda de esta antropología «propia» lo llevó
muchos siglos más atrás, hasta lo que en el mejor de los casos suele
verse como simples «antecedentes» sin importancia cognitiva real.
Su dilatada «navegación, casi sin guía ni mapas, por un océano de
25 siglos» (Palerm, 1974, p.9), dicho sea de paso, incluye los nombres
de varios pensadores no-europeos, algo bastante fuera de lo común
a principios de los años setenta, cuando se publicaron por primera
vez los tres volúmenes de su Historia de la etnología. Otra novedad
que se comentará más adelante fue que en su primer volumen hay
una amplia sección dedicada a «utópicos y rebeldes de la era de las
revoluciones», un tipo de pensadores que también aparece en el se-
gundo volumen, que aborda los albores de la antropología científica
de la civilización noratlántica de fines del siglo xviii hasta fines del
siglo diecinueve.
Esta historia de la antropología –por desgracia interrumpida a
causa de su prematura muerte después de la publicación del tercer
volumen10– no cuenta con presencia de autores marxistas. El volu-
men pensado para la antropología marxista (en la que iba a ocu-
par un lugar estelar la recuperación de los cuadernos etnológicos
de Marx, publicados por Lawrence Krader, quien repetidamente
fue su huésped en las dos instituciones arriba mencionadas) quedó
sin elaborarse, al igual que el pensado para la antropología neoe-
volucionista. Sin embargo, el también extraordinario libro Modo de
producción (Palerm, 1976b) indica, al igual que los textos reunidos
en Antropología y marxismo (Palerm, 2008) una visión y un uso del
marxismo que no se limita a Marx y Engels, Lenin y Trotski (a los que
diversos núcleos académicos mexicanos de aquel tiempo agregaron
en lugar prominente a Stalin). Frente al marxismo economicista y
doctrinario predominante de entonces –Palerm (1976b, p.9) men-
ciona especialmente a «los cultivadores anacrónicos del marxismo

10
Existe un proyecto patrocinado por la Cátedra Ángel Palerm de revisar y, en su
caso, actualizar y publicar los materiales reunidos por Palerm para el cuarto
volumen de una colección sobre la primera antropología de habla alemana.
Ángel Palerm: precursor de la antropología decolonial 51

talmúdico como los formalistas académicos»–, Palerm presentó y se


movió en el marxismo como en un campo de debate, que incluía a
los desviacionistas «de derecha» como Bucharin y a los «de izquier-
da» como Preobrayenski; también incluía teóricos marxistas enton-
ces poco estudiados como Rosa Luxemburgo, e incluso autores con
una relación compleja con las ideas de Marx tales como Chayanov,
Weber o Wittfogel (quien posteriormente fuera reivindicado por Ru-
dolf Bahro [1979] en su análisis demoledor del sistema político de
tipo soviético).11 Una y otra vez, su aproximación al marxismo, cla-
ramente distanciada del marxismo «ortodoxo», partía de los escritos
del mismo Marx.12
Este marxismo que no pretendió sustituir la antropología descali-
ficada de «burguesa» por la economía política «proletaria», sino que
intentó combinar lo mejor de ambas tradiciones de pensamiento, se
hizo visible también en 1978 en la célebre ponencia «Antropología y
marxismo en crisis».13 Desde su título polémico se evidenció aquí el
intento de entender el marxismo no como una doctrina, sino como
un instrumento de análisis científico, en parte demasiado históri-
co-concreto y por tanto caduco, en parte suficientemente profundo
y original y por tanto aprovechable para encarar el presente.
Esta perspectiva marxista también apoyó, y fue apoyada a su vez,
por su trabajo asiduo sobre el carácter multilineal de la evolución
social y su consiguiente crítica de los modelos unilineales, presentes
en todos los programas nacionales e internacionales «de desarrollo»
de la época. Lugar especial ocupaban en este esfuerzo los campesi-
nos de México y de otras partes del entonces sin vergüenza llamado
«Tercer Mundo». ¿No es llamativo que las propuestas del «Buen Vivir
y Convivir», que combinan y avanzan elementos de las tres corrien-

11
Vale la pena revisar para esta temática los textos de Karl A. Wittfogel, Lawrence
Krader y Jesús Monjarás-Ruiz en el volumen conmemorativo, editado por
Modesto Suárez (1990, pp.111-229), así como la colección de textos reunidos y
comentados por Alba González Jácome bajo el título Agua y agricultura (2007).
12
A quien escribe, le fue solicitado en más de una ocasión traducir del alemán
partes de escritos de Marx que le parecían particularmente importantes a
Palerm o donde quería corroborar que la traducción que usaba era confiable.
13
La revista Nueva Antropología, en su número 11 (año iii, 1979) documenta la
Mesa Redonda «Marxismo y Antropología» y contiene la ponencia mencionada,
reproducida después en Antropología y marxismo (Palerm, 2008).
52 Ángel Palerm, un siglo después...

tes latinoamericanas de pensamiento propio arriba mencionadas no


provengan de las ciudades y las áreas industriales, sino de las pobla-
ciones rurales –muchas de ellas con fuerte presencia de tradiciones
indígenas– de Chiapas, Oaxaca y los Andes, que intentan esbozar
formas distintas de ver el desarrollo e impulsar un desarrollo alter-
nativo o, mejor, una alternativa al desarrollo?

La antropología como ciencia de la observación

El tercer elemento de una antropología no imitativa, sino indepen-


diente y adecuada a la realidad social circundante, es la concepción
palermiana de la antropología ante todo como una ciencia empírica,
basada en la observación in situ. Paradójicamente, cuando esta con-
cepción de ciencia social es adoptada en muchas otras disciplinas, en
la antropología y sus instituciones de formación parecen practicarse
demasiadas veces como una ciencia de la interrogación. Una razón
de ello es, naturalmente, la evitación del elevado costo y del tiempo
relativamente largo necesarios para la realización de una etnografía
basada en la observación participante. Pero también puede deberse
a veces al complejo de inferioridad de miembros del gremio antropo-
lógico cuando tienen que presentar los resultados de sus pesquisas
en una reunión en la cual participan con el mismo fin economistas,
sociólogos, historiadores o politólogos, quienes suelen trabajar so-
bre segmentos poblacionales mucho mayores que los antropólogos
y quienes por este hecho parecen tener una aproximación más re-
presentativa a la realidad sociocultural.
Desde luego, ningún antropólogo menospreciará los resultados
de encuestas de todo tipo y, en general, la información cuantitativa
para el estudio de la sociedad y la cultura e incluso contribuirá a ella.
Pero parece en ese sentido que Palerm no sentía que la ciencia de la
observación –siempre limitada en envergadura temporal y espacio
cultural-geográfico– que practicaba tanto para algunas épocas del
pasado como para el presente era menos científica o representati-
va y explicativa que los aportes cuantitativistas de los colegas de las
demás ciencias sociales mencionadas. Más bien, el «naturalista de
Ángel Palerm: precursor de la antropología decolonial 53

la sociedad humana», como lo llamó uno de sus biógrafos (Suárez,


1990, p.11), reivindicaba la antropología como la ciencia microscó-
pica y contextual que estudia directamente lo otro en su tiempo y
espacio cotidianos, que observa a los otros y conversa con ellos, y de
esta manera también recoge y registra el punto de vista de los otros.
Hay que recordar, desde luego, también las condiciones sociales
y tecnológicas de la época, porque en los sesenta y setenta del siglo
pasado casi no había mapas disponibles. Se trabajaba con copias de
mapas no siempre muy precisas de la entonces Secretaría de Obras
Públicas, o con mapas desactualizados por motivos de seguridad na-
cional de la Secretaría de Defensa Nacional, y se utilizaban costosas
fotografías aéreas que no había para todas las regiones del país. Tam-
poco existía el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (inegi),
por lo que se tenía a veces la impresión de que los datos censales
pertenecían más a la literatura de ficción que a la ciencia empírica.
Estos elementos contribuyeron también a enfatizar la necesidad de
la observación in situ, o sea, del trabajo de campo. Hoy se cuenta con
mapas públicos y privados mucho más confiables y de fácil acceso
general, y con información censal mucho más certera y detallada.
Pero aun así no hay que olvidar que sigue habiendo controversias
no resueltas sobre dónde se hallan exactamente el punto put y, por
consiguiente, los límites precisos entre las tres entidades federativas
ubicadas en la Península de Yucatán. Y a pesar de los censos y demás
encuestas periódicas, cuando los datos se vuelven recursos políticos,
como para saber cuántos pobres había y hay en el país, entonces
surgen controversias metodológicas y sustantivas irresolubles como,
por ejemplo, hace poco entre el citado inegi y el Consejo Nacional de
Evaluación de la Política del Desarrollo (coneval), que se acusaban
mutuamente de falsear o imposibilitar la comparación de diferentes
etapas recientes en la historia del país.
Pero incluso si no existiesen estas bochornosas polémicas, la
investigación cualitativa a través de la convivencia personal sigue
siendo un importante instrumento de conocimiento, además de ser
todavía emblemático de la antropología.14 Adicionalmente, hay que

14
Véase, en este sentido, la Guía y lecturas para una primera práctica de campo
(Palerm Viqueira, 2008).
54 Ángel Palerm, un siglo después...

reconocer –como lo ha entendido de manera especial la llamada


«investigación colaborativa»– que esta manera de practicar la inves-
tigación antropológica lleva en sí el germen (aunque este no puede
florecer en todos los ambientes sociales y culturales) de pasar de la
investigación sociocultural de o sobre los otros a la investigación so-
ciocultural con los otros.15

Antropología y utopía

«La contribución del pensamiento «utópico» al desarrollo de la cien-


cia social ha sido excesivamente subestimada y menospreciada»,
juzgó Ángel Palerm (1967, p.92) hace medio siglo en su primera gran
obra, Introducción a la teoría etnológica, en la que ya se aprecia la
atractiva perspectiva histórico-cultural erudita y amplia que también
caracteriza sus demás obras. En seguida constata que utopía en Pla-
tón y Moro, Campanella y Cabet no significa, a diferencia de lo que se
suele decir, un escapismo fantasioso. Al contrario, «un rasgo típico de
los pensadores utópicos» es que «su punto de partida es la realidad
misma, ante la cual asumen, por lo general, una actitud crítica» (op.
cit., p.93). Y al final del breve, pero sustancioso capítulo 7, titulado
«Sobre los precursores: de la utopía a la ciencia social», consigna que

existe en la antropología, por más profunda y escondida que


esté a veces, que tiene que ver no solo con la ciencia positi-
va y objetiva, sino con las aspiraciones y la tensión de utilizar
la ciencia para descubrir y corregir los males sociales (op. cit.,
p.103).

En el ya citado primer volumen de la Historia de la etnología (Palerm,


1974) vuelve sobre las utopías del Renacimiento y recuerda la cone-
xión múltiple entre las ideas de Moro en Inglaterra y de Bartolomé de
las Casas y Vasco de Quiroga en la Nueva España. En el segundo volu-

15
Para esta problemática, pueden verse un añoso ensayo (Krotz, 1983), cuyo
epígrafe de Roque Dalton sigue siendo inquietante, y los trabajos recientemente
editados por Xóchitl Leyva y otros (2015).
Ángel Palerm: precursor de la antropología decolonial 55

men de la Historia de la etnología (Palerm, 1976a) vuelven a aparecer


varios de los autores utópicos mencionados en su «Introducción» y
algunos más en la tercera de las cuatro secciones de las que consta
el libro, titulada «Utópicos, sociólogos y socialistas».
Desconozco las opiniones de Ángel Palerm sobre el contenido
utópico de la obra de Marx y Engels, aunque sí recuerdo que en algún
momento mencionó a Ernst Bloch. Pero no recuerdo el contexto ni
el contenido; probablemente fue en relación con uno de los cursos
de posgrado dirigidos en la Universidad Iberoamericana por otro
de sus invitados famosos, el sociólogo paraguayo Gilberto Giménez
Montiel, quien había obtenido su doctorado parisino con un estudio
basado en una investigación de campo de corte antropológico en el
Estado de México y quien comentaba las ideas centrales de Ernst
Bloch en sus clases. Dicho filósofo era entonces prácticamente des-
conocido en los ámbitos académicos y profesionales de las ciencias
sociales en México, a pesar de que su fabulosa crítica utópica de He-
gel había sido publicada en castellano en 1949 en México, años antes
que la versión original en Alemania.16
El libro Utopía de quien escribe este texto (Krotz, 1988) debe
mucho a la inspiración de los dos maestros mencionados y fue pro-
puesto por Ángel Palerm para su primera edición a la misma colec-
ción «Sociología-Conceptos», en la que él había publicado su obra
Modos de producción. Utopía se convirtió en el inicio de una serie
de trabajos dedicados a explorar y fundamentar la idea de que la
utopía constituye una forma de conocimiento del fenómeno socio-
cultural, originalmente emparentada con todas las ciencias sociales
emergentes en el siglo xix noratlántico, pero de modo especial con
la antropología. Sin embargo, fue desterrada tanto por las ciencias
sociales y humanas académicas establecidas como por el marxismo
de entonces. Su redescubrimiento sigue siendo una tarea pendiente.

16
Breves introducciones a la obra de Bloch proporcionan A. Mondragón (2005) y
E. Krotz (2011a).
56 Ángel Palerm, un siglo después...

Comentario final

El tema reciente y actual de las antropologías segundas, periféricas,


propias o del Sur, de las perspectivas poscoloniales y decolonia-
les en las antropologías del mundo, no fue un tema explícitamen-
te abordado por Ángel Palerm. Pero visto desde hoy puede decirse
que indudablemente Ángel Palerm generaba y enseñaba este tipo
de antropología –precisamente en el marco general de los esfuer-
zos mencionados al inicio de este ensayo–, mediante los cuales las
ciencias sociales y humanas en América Latina estaban buscando
entonces configurarse como «propias», no solo para entender mejor
la realidad del llamado «subcontinente», sino también para desde
allí plantear aportes a la comprensión de la situación mundial. Una
antropología no supuestamente poscolonial, sino en proceso real de
descolonización. Una antropología que cultivaba una idea de la uni-
versidad como lugar de investigación cuyos resultados se convierten
en parte y guía de la enseñanza y el aprendizaje. Una antropología
que usaba las teorías consagradas del Norte no para buscar lealtades
políticas o reconocimientos académicos desde esta coordenada, sino
para analizar la situación presente de otra manera que la cultivada
en esos lares, desenmascarando su función ideológica y partiendo
de la realidad del Sur explotado y dominado. Una antropología alta-
mente teórica, pero basada paso a paso en la observación metódica
y concienzuda y en el examen minucioso y contextualizado de las
tradiciones antropológicas científicas y precientíficas. Una antropo-
logía que combinaba el interés por saber con el interés por conocer
para transformar. Una antropología al mismo tiempo local y global,
enraizada en el Sur.17

Referencias

A.A.V.V. (1979). Mesa Redonda Marxismo y Antropología. Nueva An-


tropología, núm. 11, 7-105.

17
Véanse también los apartados referentes a Ángel Palerm en un estudio sobre el
surgimiento de las antropologías del Sur en México (Krotz, 2010).
Ángel Palerm: precursor de la antropología decolonial 57

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184.
4.
Transición crítica o epónimo
en el legado de Ángel Palerm
Andrew Roth Senef1

Para describir la trayectoria de la vida y obra de Ángel Palerm, es


menester reconocer tres exilios, cada uno con una duración de casi
quince años (Torres, 2016, p.15).2 El primer exilio (1939 -1951) resulta
del periodo turbulento al inicio del siglo xx cuando con el ocaso de
los grandes imperios europeos los conflictos y polarizaciones ideo-
lógicas se agudizan. El joven Palerm fue anarquista y miembro del
ejército republicano. En 1939 tuvo que huir a la frontera noroeste de
España y, después de cinco meses en un campo de concentración del
sur de Francia, pasó a México. El segundo exilio (1952-1966) sucede
en el contexto de la política académica mexicana durante un periodo
hegemónico; una política que va a empujarlo hacia nuevas redes de
relaciones sociales, políticas y académicas, cuando ocupó una pla-
za de trabajo en la Organización de Estados Americanos (oea) en la
capital de la Unión Americana en Washington. El tercer exilio (1967-
1980) arranca con las presiones de la administración estadounidense
sobre la oea, en donde Palerm ya es un funcionario. Tales presio-
nes resultan en el regreso de Palerm a México durante un periodo

1
El Colegio de Michoacán, México.
2
Palerm, en las reflexiones acerca de su vida, grabadas durante once sesiones con
Marisol Alonso un año antes de su muerte en 1980, hablaba de cinco exilios:
primero de Ibiza a España, luego de ahí pasa a un campo de concentración en
Francia para posteriormente llegar al tercer exilio a México y a partir de ahí a
Estados Unidos para luego regresar a México (Girón López y Vázquez, 2013,
p.300). Sin embargo, como Patricia Torres demuestra en su excelente biografía y
documentación biográfica de Palerm (2016), en cuanto a procesos de destierro
y reubicación, se contabilizan tres exilios de casi tres lustros, cada uno durante
los cuarenta y dos años entre la edad (todavía) de 21 en junio de 1939 y 63 a su
muerte en junio de 1980.

59
60 Ángel Palerm, un siglo después...

políticamente turbulento y el inicio de una transición crítica para las


ciencias sociales en México.
Estos tres exilios tienen una relación interesante con lo que Pierre
Bourdieu (1987) caracterizó como los tres estados de cultura. Ade-
más, dado que los tres estados propuesto por Bourdieu describen el
proceso creativo de la internalización de lo externo en la participa-
ción de los seres humanos en la creación del producto acumulado
de trabajo social, constituyen conceptos muy aptos para captar el
proceso de la producción del legado de Palerm. Bourdieu habló de
«incorporación», «objetivación» e «institucionalización» como tres
diferentes, pero interrelacionados, «estados» de capital:

Incorporación implica un proceso de interiorización del mundo ex-


terior, especialmente el mundo social y cultural.

Objetivación es el estado cuando ya se puede externalizar, hacer ob-


jetivo (en la producción y en la recepción), lo que ha sido incorporado
en el sentido de interiorizado en su cuerpo, en su práctica.

Institución resulta cuando los procesos de incorporación y objeti-


vación ya se vuelven convencionales y reconocidos dentro de una
sociedad a nivel de que existen marcos explícitos de interacción (en
el mejor de los casos, instituciones) para fomentar y facilitar los pro-
cesos de incorporación y objetivación (op. cit., p.12).

Bourdieu caracteriza la incorporación, objetivación e institución de


«capitales», pero el punto central es que las propiedades que incor-
poramos y objetivamos e institucionalizamos operan en campos que
también construimos. Según Bourdieu, el proceso de objetivar (o sea,
el proceso de producción y recepción cultural) emerge en estados o
fases (incorporación-interiorización, objetivación-exteriorización,
convencionalización-institucionalización) dentro de campos de re-
laciones (op.cit., pp.13-15).
Aplicada a una lectura de los tres exilios de Palerm, tenemos el
primer exilio a México como parte de un proceso importante de in-
corporación-interiorización de lo externo. El primer exilio ocurre
después de una experiencia intensiva de protesta organizada, con-
Transición crítica o epónimo en el legado de Ángel Palerm 61

flicto armado y militancia partidaria que corre desde la temprana


adolescencia en Ibiza hasta llegar a ser jefe de brigada en el ejército
republicano. Esta formación militante en organizaciones antifascis-
tas de la izquierda continúa, en gran medida, durante los primeros
años en México cuando Palerm sigue realizando sus actividades en
las organizaciones del movimiento de izquierda español en exilio.
Comienza la transición cuando Palerm inicia en sus estudios de his-
toria en la unam y de antropología en la enah.
Inicia un periodo intenso de incorporación de conocimientos
teóricos-metodológicos, una apropiación en relación con la prácti-
ca social desarrollada durante su experiencia en organizaciones co-
lectivas, de militancia y de lucha tanto en España como en México.
De hecho, Palerm inició sus estudios con la propuesta de un trabajo
histórico sobre la guerra en España, pero bajo la influencia de don
Pablo Martínez del Río se acercó a la antropología en la enah y la
propuesta de tesis cambió al problema del desarrollo agrícola dentro
del proceso de civilización urbana en Mesoamérica (Téllez y Váz-
quez, 2013, p.241). Podríamos hablar de la intersección de la práctica
social y los estudios formales en un campo de relaciones sociales en
la Ciudad de México configurado en un periodo importante al ini-
cio de la enah y el inah cuando los alumnos, muchos de los cuales
eran, como Palerm, experimentados por años de lucha organizada y
la disciplina de su militancia, tuvieron la oportunidad de una forma-
ción con maestros destacados como Martínez del Río, Alfonso Caso,
Juan Comas o Pedro Bosch Gimpera, así como con maestros jóvenes
de gran talento como Kirchhoff, Carrasco y Armillas y, a la vez, con
oportunidades de participar en los proyectos interinstitucionales e
internacionales desarrollados en el contexto de la segunda guerra
mundial y la creación de las organizaciones internacionales de pos-
guerra como, por ejemplo, los proyectos tarasco o totonaco, realiza-
dos entre el Instituto Smithsonian de Washington, Estados Unidos,
y el inah en México.
El segundo exilio resulta, en parte, cuando la primera fase de
aprendizaje mediante incorporación-interiorización pasa a la segun-
da fase dominada por la objetivación-externalización de la práctica
crítica ya apropiada. Palerm, en colaboración con colegas como Pe-
dro Armillas y Pedro Carrasco y por circunstancias que ellos mismos
62 Ángel Palerm, un siglo después...

parcialmente crearon,3 son obligados a ampliar su campo de relacio-


nes sociales. Tienen que buscar oportunidades de estudiar y trabajar
en otras partes.
Palerm, en un momento cuando sus primeras colaboraciones en
investigaciones antropológicas estaban publicándose4 y con el apoyo
de un contacto de Juan Comas con personas en la Unión Paname-
ricana (que después se convertirá en la oea) en Washington, capital
de la Unión Americana, consiguió un trabajo, primero como editor
asistente en la Interamerican Review of Bibliography del Departa-
mento de Asuntos Culturales la Unión Panamericana y luego como
funcionario de la oea (Torres, 2016, p.210).
Entre 1952 y 1958, Palerm convirtió un boletín de la oea en una
Revista de Ciencias Sociales que facilitaba, para una audiencia hispa-
no hablante, el acceso de estudios de las ciencias sociales en Europa y
Estados Unidos. En 1958 se volvió el secretario ejecutivo del director
de la oea y, a partir de 1962, combinaba su trabajo como secretario
ejecutivo con la dirección del Departamento de Asuntos Culturales
de la oea. Durante este proceso colaboraba con instituciones como
el Smithsonian, impartía seminarios en universidades como la Uni-
versidad Americana en Washington, Princeton, Columbia y Harvard,
y participaba activamente con una generación de antropólogos que
compartía su interés en una antropología preocupada con la recu-
peración de la tradición de la sociología europea para la etnología y
la antropología social, con personajes como Eric Wolf, Sidney Mintz,
Richard Adams y Richard Shaedel.

3
Hay una Mesa Redonda realizada en Xalapa en 1951 en la cual el cuestionamiento
crítico del maestro Caso, quizá con el entusiasmo embriagante de un
conocimiento crítico y desafiante de la autoridad del maestro, produjo efectos
corolarios no anticipados tanto para Armillas, Palerm, Carrasco y Kirchhoff,
como para jóvenes antropólogos colaboradores del extranjero como, por
ejemplo, William Sanders (Torres, 2017, pp.53-54 y nota 48; Téllez y Vázquez,
2013, pp.261-262).
4
Palerm comenta, por ejemplo, que su colaboración con Isabel Kelly resultó en
su coautoría de estudio, The Tajin Totonac, Part i, History, Subsistence, Shelter
and Technology, Institución Smithsonian, Instituto de Antropología Social,
Publicación 12, Washington, D.C. (Téllez y Vázquez, 2013, pp.259-260; Torres,
2016, p.182).
Transición crítica o epónimo en el legado de Ángel Palerm 63

Durante este proceso hizo sus estudios de doctorado centrados


en la planificación regional y puso en práctica tal planificación en
estudios auspiciados por la oea y realizados en América del Sur. El
asesinato de Kennedy en 1963 produjo cambios en la administra-
ción del gobierno de Estados Unidos que no favorecía las posturas
liberales, progresistas y, también, antiimperialistas del Directivo de
la oea; esto fue especialmente el caso para Palerm, quien entraba en
una nueva fase de transición entre 1964 y 1967, año cuando termi-
nó su relación con la oea. Hacía trabajos de planificación regional
mientras representaba a la oea desde Perú y empezaba de nuevo su
colaboración en México.
Entonces, el tercer exilio hacia México ejemplificaba de manera
excelente la institucionalización como el tercer estado de cultura en
la teoría de la práctica de Bourdieu. De nuevo, Palerm fue obligado a
cambiar su situación, pero justo en un periodo de transición turbu-
lento en México, cuando ya contaba con la capacidad de traducir su
conocimiento y práctica a los marcos convencionales que permitían
su institucionalización, Palerm regresaba a la Ciudad de México con
un enfoque teórico-metodológico que él plasmó en un currículum
de estudios y en la organización institucional de la práctica investi-
gativa para la formación de antropólogos.
Al regresar a México en 1967 y todavía con un año más de apo-
yo dentro de la oea, impartió el curso sobre teoría etnológica en la
enah. Este curso, obligatorio dentro del mapa curricular del pro-
grama, llevaba varios años sin realizarse. Por tanto, Palerm tuvo que
impartirlo de manera intensiva cuatro horas diarias y los cinco días
de la semana. Pero sus lecciones (30 en total) tuvieron gran impacto.
Partía de dos grandes premisas. Primero, que la antropología no te-
nía una base teórica sistemática que pudiese impartirse en torno a
un corpus de principios acerca de relaciones elementales y sus inte-
rrelaciones. Podemos formular esta falta de la manera siguiente: si el
hecho de ser es necesariamente ser relacionado, entonces, conocer
consiste en ver relaciones (aislarlas e identificarlas, así como identi-
ficar las regularidades y tendencias de sus interrelaciones) y, de esta
manera, una disciplina de la ciencia podría aspirar a la acumulación
de un corpus sistemático de generalizaciones acerca de las relaciones
e interrelaciones en su campo de conocimiento. Esta condición debe
64 Ángel Palerm, un siglo después...

aplicarse tanto al conocimiento de la física como de la antropología.


Pero en términos pedagógicos hay un problema, como notaba Pa-
lerm en su Introducción a la teoría etnológica:

Existen centenares y posiblemente millares de estudios descripti-


vos de fenómenos culturales y grupos humanos distintos, que nos
han sido facilitados sobre todo por la etnografía, la arqueología y la
antropología social. Las tentativas de generalización a partir de esta
inmensa masa de datos y de informaciones son, sin embargo, esca-
sísimas y de valor muy desigual. Las leyes formuladas, aún en el nivel
puramente de proposición hipotética, se cuentan todavía en menor
número. (1967, p.12).

Por tanto, la teoría en antropología tiene que impartirse como una


historia de la teoría antropológica en la que se relata los esfuerzos
de diferentes escuelas o protagonistas principales para dilucidar las
relaciones e interrelaciones. Esto es una de las dos premisas de Pa-
lerm y se refleja en las ocho lecciones sobre el «Examen crítico de la
historia de la teoría etnológica» en su curso de teoría etnológica, así
como en los tres volúmenes de Historia de la etnología, que publicó
antes de su muerte (Palerm 1967, 1974, 1976, 1977).
La segunda premisa es que el tema central de la antropología
como disciplina científica es la evolución, pero en torno a la nece-
sidad de una triple síntesis. Esta triple síntesis involucra enfrentar
el problema de la evolución histórica y el problema de sus confi-
guraciones en relación con sus posibles aplicaciones dentro de una
ciencia en acción. En palabras de Palerm, tenemos:

1ª. La evolución histórica:

En primer lugar, la síntesis necesaria de las diversas especializaciones


que contribuyen a poner en claro los procesos y las tendencias evo-
lutivas del hombre, de la sociedad y de la cultura. O sea, traer bajo un
foco común, el de la evolución, los resultados y conclusiones de la an-
tropología física, de la etnografía, de la arqueología, de la lingüística,
Transición crítica o epónimo en el legado de Ángel Palerm 65

etc., y a la vez plantear a cada una de estas disciplinas nuevos proble-


mas y preguntas que deben ser contestados y resueltos. (1967, p.35).

2ª. Las configuraciones de la evolución histórica:

En segundo lugar, la síntesis entre el pasado, el presente y el futuro


en una sola perspectiva. Se trata, entonces, de comprender y explicar
el pasado tanto como de comprender y explicar el presente. Pero se
trata también, mediante el descubrimiento de regularidades, tenden-
cias y leyes generales, de comprender y explicar los fenómenos y los
procesos que están conformando el futuro [nota que no se trata del
futuro en sí, sino de «los fenómenos y los procesos» que están confor-
mándolo]. En último análisis, el problema crucial de la antropología,
como el de toda ciencia, es el de alcanzar un cierto poder predictivo.
(op. cit., p.35).

3ª. La antropología aplicada:

En tercer lugar, la síntesis entre la teoría y la práctica, entre la cien-


cia pura y sus aplicaciones, que es asimismo un problema central de
toda ciencia y que la antropología, aunque quisiera, no puede eva-
dir. Los antropólogos debemos aceptar como una responsabilidad de
nuestra ciencia no solo la mera posibilidad de que sus conocimientos
sean puestos en uso por otros, sino también la responsabilidad direc-
ta de su utilización por nosotros mismos. Por otra parte, hemos de
reconocer que la ciencia en acción, la aplicación del conocimiento
científico a la realidad para modificarla y transformarla constituye
una de las mejores maneras conocidas tanto de probar y demostrar
la exactitud y validez del conocimiento como de hacerlo progresar.
La ciencia marcha a la vez sobre la teoría y sobre la práctica, sobre el
conocimiento puro y sobre sus aplicaciones. (op. cit., pp.35-36).

Debe estar claro que las dos premisas, en sí, implican un rompimien-
to con la postura boasiana y su veda a la evolución histórica como
66 Ángel Palerm, un siglo después...

tema central de la antropología. Boas desarrolló un principio de re-


lativismo como prueba de la falacia de las teorías unilineales de la
evolución social, todas basadas de una manera u otra en la selección
a partir de prejuicios especulativos, y sin evidencias, de variables in-
dependientes y dependientes como, por ejemplo, en el peor de los
casos, la raza como variable independiente y las lenguas y culturas
como sus variables dependientes.
Palerm estaba de acuerdo con la prueba de Boas de que lengua,
cultura y las características fenotípicas comunes dentro de los se-
res humanas (es decir, «raza») son todas variables independientes,
pero no con sus conclusiones acerca de las implicaciones de esta
prueba para el programa investigativo y de desarrollo teórico de la
antropología. Boas, a partir de su principio de relativismo, puso en
jaque cualquier esfuerzo para una síntesis de la información etno-
gráfica e historiográfica y, en su lugar, propuso un programa de regis-
tro etnográfico con fines de estudios comparativos de los supuestos
«pueblos» o culturas homogéneas y delimitados del mundo (pueblos
de alguna manera aislados que luego entraron en contacto y asimi-
lación). Palerm estaba en desacuerdo y lamentaba la continuidad
de esta tradición boasiana en el inah y la enah; una tradición que
se había iniciado, en parte, durante la formación de la Escuela In-
ternacional de Arqueología y Etnología Americana en 19105 y como
precursora de la creación del inah en 1939.
En contraste, Palerm defendía otra tradición en la formación de
una teoría etnológica y una antropología social; a saber, la tradición
de la sociología europea. Compartía esta defensa de la tradición eu-
ropea con amigos y colaboradores como Eric Wolf y Sidney Mintz.
Todos abogaban por la necesidad de un enfoque antropológico que
regresaba a la problemática, debate crítico y los enfoques en estu-
dios comparativos y contrastivos asociados con el desarrollo de las
ciencias sociales antes de la separación del «campo de relaciones
sociales de la economía política» (Wolf, 1987, p.21). De hecho, Eric

5
En efecto, una de las versiones tempranas de la prueba antievolucionismo
social unilineal, mediante la demostración de relativismo culturo-lingüístico
de Boas, es su introducción al Handbook of NorthAmerican Indian Languages,
una versión de la cual fue redactada y presentada en 1911 en la Escuela en la
Ciudad de México.
Transición crítica o epónimo en el legado de Ángel Palerm 67

Wolf desarrollaba las lamentables consecuencias de esta separación


para la antropología en la introducción a su libro, Europa y la gente
sin historia, que trágicamente fue publicado dos años después de la
muerte de Ángel Palerm. En el prefacio de su libro, Wolf escribe que
le apena que su «amigo Ángel Palerm muriera sin haber leído este
manuscrito; extraño sus profundos comentarios» (op. cit., p.10).
Es también notable que en una reunión en Puerto Rico en 1977
con fines claramente de reflexión y evaluación retrospectiva, Eric
Wolf había anticipado una transición crítica en la antropología que
se anunciaría cinco años después con la publicación de su libro, Eu-
ropa y la gente sin historia. La reunión de 1977 se dedicó a conside-
rar otro libro, The Peoples of Puerto Rico, unas dos décadas y media
después de su publicación. Esta obra colectiva incluía un número
importante de los futuros colaboradores de Palerm, ya que Eric Wolf
y Sidney Mintz habían participado con sus investigaciones doctora-
les, y tanto el proyecto colectivo como la obra publicada contaban
con la colaboración de John Murra y fue realizado bajo la dirección
de Julian Steward. Pero en 1977 Wolf ofrecía consideraciones críticas
retrospectivas en las que reconocía varios desarrollos subsecuentes
como, por ejemplo, la teoría de dependencia con su enfoque en los
procesos y consecuencias del imperialismo, que tenían que enrique-
cer enfoques como la ecología cultural y llevarnos a lo que anticipa-
ban como «una cosecha tanto teorética como metodológica» (2001,
p.48).
Los tres exilios de Ángel Palerm asociados, como son con etapas
importantes de su formación como antropólogo y con los procesos
que Bourdieu señaló como de apropiación, externalización y con-
vencionalización-institucionalización, apuntan también a esta tran-
sición, a esta «cosecha tanto teorética como metodológica» antici-
pada por su amigo y colega Eric Wolf en 1977. Nos llevan también
a una tensión real reflejada en las ya muy numerosas apreciaciones
de la vida y la obra de Ángel Palerm (Fábregas, 1997; Alonso, 1998;
García, 2000; Téllez y Vázquez; 2013; Torres, 2016). Por un lado, hay
un énfasis merecido en el legado epónimo de Palerm asociado con
su gran trabajo institucional en México que podemos contemplar
en la continuidad y productividad de la práctica antropológica que
Palerm organizó directamente en la Universidad Iberoamericana y
68 Ángel Palerm, un siglo después...

ciesas y mediante sus colaboraciones y enseñanzas a sus alumnos,


quienes fundaron departamentos y centros de estudios antropoló-
gicos en la uam-Iztapalapa y el Colmich. De hecho, constituyen hoy
día las cuatro instituciones que en consorcio mantenían una Cátedra
Ángel Palerm en México. Pero, por otro lado, es también importante
reconocer y subrayar el legado de la transición crítica tan presen-
te en la vida y obra de Palerm. En efecto, como señaló Eric Wolf en
1977, la década de los setenta del siglo pasado marcó un periodo de
notable transición. La obra, Europa y la gente sin historia, ejemplifi-
ca una dirección de esta transición cabalmente congruente con las
posturas críticas de Palerm. Pero, por supuesto, esta transformación
tomaba múltiples direcciones de las que una obra como la de Wolf no
es el ejemplo de la tendencia dominante como nos indican los tra-
bajos casi contemporáneos con Europa y la gente sin historia, como
Writing Culture de 1986 (James Clifford y George Marcus, editores)
y Works and Lives. The Antropologist as Author de Clifford Geertz
(1988), o Anthropology as Cultural Critique, de George E. Marcus and
Michael Fisher (1986).
Cuando Palerm murió a la edad de 63 años en 1980, murió justo
en un momento de transición. Murió en un periodo cuando algunos
de sus colegas más cercanos, como Eric Wolf y Sidney Mintz, estaban
desarrollando trabajos críticos que solo llegarán a ser publicados en
los cinco años después de su muerte.6 Si caracterizamos el legado
de Palerm sin ubicar su muerte en este periodo de transición, co-
rremos el riesgo de solo convertirlo en un legado epónimo asociado
con la institucionalización de la antropología en México sin enfatizar
la dinámica crítica de las contribuciones de Palerm y especialmen-
te la necesidad de siempre mantener sus contribuciones en diálogo
crítico con los resultados de investigación, análisis e interpretación
antropológica. Es por esta razón que antes de concluir con una re-
flexión acerca del legado de Palerm, propongo ofrecer un ejemplo de
la necesidad de promover este diálogo de su obra con los procesos
de transición que tanto promovió en vida, un ejemplo que gira en

6
Obras como la de Europa o de Dulcera y poder, de Mintz, que también será
cuestionadas por las otras direcciones más hermenéuticas y posmodernas que
nacieron con la transición; véase, por ejemplo Taussig (1989, pp.7-23).
Transición crítica o epónimo en el legado de Ángel Palerm 69

torno a una de las últimas contribuciones teóricas (si no la última)


de Palerm.

Modelos analíticos antropológicos y


el particularismo histórico

La crítica de la hegemonía boasiana en la antropología mexicana es,


sin duda, una parte importante del legado epónimo de Palerm. En
sus labores para la institucionalización de la formación de investiga-
dores antropológicos en México restableció una orientación antro-
pológica preocupada con la identificación de las tendencias históri-
cas amplias y el estudio de los procesos concretos de su desarrollo
en tiempo y espacio. Era (y es) un enfoque que compartía con Eric
Wolf quien de manera elocuente caracterizaba la última antología de
sus escritos como «construyendo una antropología del mundo mo-
derno». Esta preocupación y la generación de una heurística para su
indagación mediante modelos analíticos es más que evidente en el
último libro de Palerm, Antropología y marxismo. El último capítulo
de este libro es su trabajo lleno de modelos analíticos sobre «Articu-
lación campesinado-capitalismo: sobre la fórmula M-D-M».
Como anuncia el subtítulo del texto, todos los modelos en este
trabajo de Palerm giran en torno a la fórmula «mercancía-diner-
o-mercancía»; o sea, el productor vende para comprar y compra para
consumir. Esta es lo que podríamos considerar una representación
‘neutral’ del papel del dinero en circulación. Es neutral en el sentido
de que no representa diferentes formas de generar acumulación re-
lacionadas a los procesos de circulación.
Palerm parte con esta fórmula para acercarse al problema de la
coexistencia de las unidades domésticas de producción campesina
con el capitalismo especialmente en países como México y «de la pe-
riferia del mundo industrializado» (op. cit., p.220). En la formulación
de Palerm, esta coexistencia es estratégica para la unidad doméstica
campesina interesada en defender tanto las formas de ganarse la vida
(en inglés, livelihood) como las solidaridades construidas alrededor
70 Ángel Palerm, un siglo después...

de la legitimidad del campesinado. Pero la coexistencia es también


estratégica para el capitalismo tanto agrícola como mercantil que
necesitan una reserva de fuerza de trabajo sostenido en gran parte
por las formas campesinas de autoabasto.
Simplificando demasiado, Palerm estableció secuencias de fa-
ses para captar analíticamente los procesos de articulación de las
unidades domésticas de producción campesina con el capitalismo,
especialmente agrícola y mercantil. No es una secuencia unilineal e
irreversible, sino una conceptualización heurística para facilitar la
indagación de procesos históricos concretos.7 Las variables utiliza-
das parten de la fórmula M-D-M en su articulación con la produc-
ción campesina y la producción capitalista: son A (autoabasto), M’
(Mercancía, producido con autoabasto), D’ (dinero recibido para la
venta de M’), MT (Trabajo campesino como Mercancía), M’’ (mer-
cancías producidas mediante la compra de fuerza de trabajo para
la producción), D’’ (capital, o sea, dinero recibido por MT o M’’). La
secuencia de fases que Palerm formuló y analizó son:

1ª fase: A es mayor que M’ + MT


2ª fase: A + M’ es mayor que MT
3ª fase: A es menor que M’ + MT
4ª fase: A + M’ es menor que MT (1980, p.216).

Esta secuencia permite un análisis de procesos y tendencias como


la proletarización indirecta mediante «combinaciones diferentes de
autoabasto, venta de mercancías producidas dentro del modo de pro-
ducción campesina M’, y MT, trabajo campesino como mercancía» en
una secuencia en la que hay una tendencia hacia la dependencia
creciente en la venta de la fuerza de trabajo, MT (op. cit., p.214). El
interés analítico de Palerm es captar la «capacidad de adaptación
de la unidad doméstica campesina a las diversas combinaciones de
A-M’-MT en formas de articulación del modo campesino de produc-

7
En efecto, Palerm discute momentos en la historia mexicana cuando la secuencia
se revierte, produciéndose «el reestablecimiento de la propiedad campesina» y
«la reorientación de la producción hacia el autoabasto, la venta de excedente al
sector comercial y la consiguiente disminución de la venta de trabajo» (op. cit.,
p.219).
Transición crítica o epónimo en el legado de Ángel Palerm 71

ción con el sistema capitalista dominante» (op. cit., p.220). Subraya


que los procesos analizados en la secuencia de fases operan dentro
de «marcos nacionales» y, en general, en las naciones Estado en el
centro del sistema económico mundial. De hecho, notaba que solo
Estados Unidos e Inglaterra han logrado que el trabajo campesino
como mercancía haya sustituido el autoabasto y las mercancías pro-
ducidas dentro del modo de producción campesino (op. cit., p.215).
De nuevo, subraya que «el proceso de proletarización progresiva del
campesinado» podría cambiar, no es uni-direccional e incluso puede
ser reversible (op. cit., p.219).
En notas a pie de página, Palerm señala también que hay casos
de una producción artesanal que dominan sobre el autoabasto y el
trabajo como mercancía y, de manera más importante para México,
casos en que hay que contemplar «el asunto de la renta de la tie-
rra, que en México presenta la peculiaridad de ser pagada con cierta
frecuencia por las empresas capitalistas a los campesinos» (op. cit.,
p.219). Señalaba la intención de trabajar estos casos en el futuro.
En esta nota a pie de página, Palerm anticipa el problema general
de la penetración de capital mercantil en la producción campesina
–una cuestión central en la producción de mercancías (M’) como
café, azúcar, etcétera, en México–. Palerm no vivió para indagar este
problema, pero dos años antes de la publicación de su artículo sobre
«Articulación campesinado-capitalismo», William Roseberry había
publicado un trabajo que responde al problema, y lo hace en una
manera que cuestiona algunos supuestos a priori y abstractos sobre
la «articulación» de diferentes «modos de producción», en especial
la noción de una economía campesina y una sociedad campesina
«articulada» con otra capitalista (Roseberry, 1978, p.3).8
Roseberry toma un caso específico del problema de «la pene-
tración de la producción campesina por capital mercantil», el caso
andino de Venezuela y la inversión en la producción de café. Como
punto de partida, comparte con Palerm el análisis de Marx de la
acumulación de capital mediante la circulación de mercancías (el

8
El artículo de Roseberry aparece en la revista Critique of Anthropology, pero en
su tercer año de existencia, cuando todavía la circulación era muy limitada y los
procesos de edición más centrados en el Reino Unido.
72 Ángel Palerm, un siglo después...

proceso en el cual hay acumulación de valor), de nuevo, M-D-M (el


productor vende para comprar y compra para consumir). Por tanto,
el proceso es, en realidad, un circuito que consiste en una serie de
transacciones que Roseberry representa como una cadena, M-D-M-
D-M-D-M-D-M. Observa, entonces, que esta representación en ca-
dena nos permite ver que cada transacción es simultáneamente M-D
y D-M (representan los puntos de vista de comprador y vendedor)
y, entonces, podríamos contemplar la transacción en términos de
D-M-D –o sea, como hemos visto, Dinero, creado originalmente para
facilitar circulación puede volverse el objeto del intercambio (el D’’
de Palerm) en que uno compra no para consumo, sino para vender y
realizar una ganancia–. En fin, en el circuito M-D-M-D-M-D-M-D-M
sale más dinero (resulta) al final del proceso de transacción que es-
taba presente al inicio; o sea, la creación de ganancia en la forma de
dinero convertido en capital (de nuevo el D’’ de Palerm).
En la circulación D-M-D’ hay ganancia realizada (acumulación de
capital en el proceso de circulación) y la plusvalía es captada, pero
no necesariamente creada o producida. El comprador logra una ga-
nancia que puede ser accidental (compró barato y vendió caro), o
puede ser resultado de algún control sobre el productor (esclavo,
relaciones estamentales, etcétera). Es también el caso que el comer-
ciante podría ser un «capitalista» en el sentido de estar involucrado
en la acumulación del capital, mientras los productores que ponen
las mercancías en circulación están produciendo primordialmente
para valores de uso, para su sustento. El punto es que D-M-D’ depen-
den de la circulación de las mercancías sin necesariamente alterar el
modo de producción.
No obstante, Roseberry nota que Marx no aceptó la noción de
circulación en sí como creador de valor aun cuando el capital no
puede explicarse fuera de la circulación. Según Marx, la explicación
exige que busquemos una mercancía que se compra en el proceso
de intercambio (D-M), que tiene un valor de uso capaz de crear más
valor. Por tanto, su venta va a crear más valor en transacciones sub-
secuentes, o sea, M’. Por tanto, Roseberry observa que la representa-
ción correcta del proceso que hemos estado analizando es:

D-M-M’-D’
Transición crítica o epónimo en el legado de Ángel Palerm 73

La mercancía (M) que se compra con dinero (D) es una mercancía


capaz de crear más valor (o sea la fuerza de trabajo como mercancía)
y es, tanto cualitativamente como cuantitativamente, diferente de la
mercancía producida mediante el uso de fuerza de trabajo, M’, que
en su venta D’ dinero se vuelve capital (1978, p.6).

En otras palabras, capital, «en su forma moderna de dinero», exige


que haya una relación social en la que la fuerza de trabajo se vuelve
una mercancía y el dinero puede comprar esta mercancía (fuerza de
trabajo) en circulación. Según Marx, hay dos condiciones necesarias
para convertir la fuerza de trabajo en mercancía: (a) el trabajador
debe poseer su fuerza de trabajo y por ello tener el poder de venderla
libremente como mercancía, y (b) el trabajador no debe ser capaz
de vender libremente los productos de su propio trabajo (o sea, no
tiene control de los medios de producción y por tanto el producto de
su propio trabajo) y así tiene que vender su fuerza de trabajo como
mercancía para sobrevivir.
Roseberry nota que el análisis de Marx se basa en las formas in-
dustriales de producción y acumulación capitalista. Pero el trabajo
de Roseberry está dedicado a demostrar que con la expansión del ca-
pitalismo y su desarrollo emergen formas de producción capitalista
que «satisfacen los requisitos de Marx para la acumulación mediante
producción, pero no requieran capital industrial» (op. cit., 1978, p.7).
Siguiendo el argumento de Roseberry, podemos representar tanto
capital mercantil en la circulación capitalista como la producción de
capital industrial de las siguientes maneras.

circulación capitalista --- D-M-D’--- capital mercantil

producción capitalista --- D-M (fuerza de trabajo)-M’-D’ --- capital


industrial

Pero estas distinciones no son históricas, sino analíticas y abstractas.


Roseberry observa que pueden ser útiles para «esbozar un modo de
producción capitalista específico y para la indagación del surgimien-
to de capitalismo en Europa Occidental, pero no son particularmen-
te útiles en el análisis de la penetración capitalista» en, por ejemplo,
74 Ángel Palerm, un siglo después...

el mundo del siglo diecinueve. En el siglo xix se tiene el dominio del


capital industrial, pero la inversión capitalista en el mundo se hizo
vía el capital mercantil. Así, el capital mercantil deja de ser precapi-
talista en el sentido de pre-capital industrial, sino que se vuelve un
«agente» o «aspecto» del capital industrial. A la vez, hay otro tipo de
capital –el capital de intereses, por ejemplo, en usura (el capital de
usureros)– que tiene paralelos con el capital mercantil en el sentido
de que su existencia solo exige la presencia de dinero y circulación
de mercancías.
Roseberry notaba que el capital de intereses no separa al pro-
ductor de sus medios de producción, sino que sí logra cierto nivel
de enajenación de estos y puede llegar a la separación por medio
de expropiación. Mediante capital de usureros, el capital mercantil
puede moverse más allá de la esfera de la circulación y entrar en pro-
ducción. Además, mientras podemos separar los dos tipos de capital
conceptualmente a menudo en la práctica están unidos en la misma
persona.
En este contexto, Roseberry presenta el caso de la producción de
café en Venezuela. Los comerciantes de Maracaibo prestaron dinero
para los insumos de producción, pero el préstamo fue siempre una
preventa de la cosecha de café. Roseberry nota en este contexto: «si
examinamos la identificación de capital mercantil y de usureros en
términos de acumulación de capital, se vuelve aparente que esta for-
ma aproxima de manera cercana al método de explotación de capital
industrial» (op. cit. p.9). La secuencia es la siguiente:

1. En el préstamo original, el comerciante compra la mercancía


debajo de su valor (D-M).
2. El comerciante recibe más tarde la mercancía y lo vende en su
valor para realizar su plusvalía (M-D’).
3. El préstamo original era necesario para los costos de repro-
ducción de la unidad productiva, o sea, para sostener el traba-
jo (fuerza de trabajo) en la producción. Entonces se puede ver
el préstamo como un medio de compra de fuerza de trabajo.
Se compra la mercancía, fuerza de trabajo, y recibe otra mer-
cancía (café) en la transacción final.
Transición crítica o epónimo en el legado de Ángel Palerm 75

4. Tenemos entonces un movimiento D-M-M’-D’ semejante al


movimiento D-M-M’-D de capitalismo industrial, puesto que
«el productor no tiene control completo sobre los medios de
producción y tiene que recurrir al comerciante-usurero, quien
toma control sobre la producción (op. cit., p.9).

El punto central del argumento de Roseberry es que el modo de pro-


ducción bajo estudio es capitalista. No es una articulación entre un
modo precapitalista (campesino) de producción y otro modo capi-
talista. Dice Roseberry: «Debemos iniciar, entonces, nuestro análisis
con capital y capitalistas en vez de campesinos» (op. cit.).
Y, de hecho, en el caso de Venezuela que Roseberry estudia, los
campesinos productores de café perciben a los que trabajan por suel-
do como personas en mejores situaciones que ellos (op. cit., p.14). Es
decir, que no son proletarios y no es un proceso de proletariazación
–son campesinos con cierto control sobre los medios de producción,
pero es un control enajenado–. El trabajo de Roseberry es un caso
de producción campesina dentro del dominio del capitalismo como
modo de acumulación y un ejemplo del desarrollo desigual en la ex-
pansión capitalista en localidades específicas.

Consideraciones finales

El legado de Ángel Palerm es importante y multifacético. Parte de


ello es, en términos de Bourdieu, convencional e institucional y se
refleja en los programas de estudio y de formación de investigado-
res en varias Instituciones de Educación Superior en México. Es la
parte que se podría caracterizar como el legado epónimo de Palerm.
Pero existe también el legado de la transición crítica reflejada en una
vida de entrega a una antropología preocupada con los procesos de
evolución histórica y su síntesis, con el análisis e interpretación de
las configuraciones de estos procesos, y con la aplicación de estos
conocimientos como una ciencia en acción al servicio para y de la
humanidad.
76 Ángel Palerm, un siglo después...

Este legado de la transición exige un diálogo crítico y una con-


tinuidad de la transición crítica en la que se enfrentan las ideas y
hallazgos de Palerm con los procesos y transiciones que tanto pro-
movió. Un ejemplo es el contraste crítico, pero complementario, de
un trabajo de William Roseberry acerca de los «Campesinos como
proletarios» y el ensayo de Ángel Palerm acerca de la «Articulación
campesinado-capitalismo». En ambos encontramos el regreso de la
antropología a la tradición sociológica europea y el rompimiento con
la hegemonía boasiana con su veda del tema de la evolución histó-
rica. En ambos encontramos un desacuerdo con el particularismo
histórico boasiano con su insistencia en el trabajo descriptivo como
condición básica para el estudio comparativo de los pueblos o cul-
turas, supuestamente homogéneas y delimitables.
Pero también hay contrastes importantes. En Palerm encontra-
mos una formulación todavía al nivel de las naciones Estado integra-
das de manera diferenciable en zonas centrales, periféricas y semi-
periféricas de una economía mundial y moderna. En este contexto,
se pueden considerar los procesos de articulación entre diferentes
modos de producción en distintos procesos de evolución social e
histórica. En Roseberry, en contraste, las formas en que el capital
puede captar la creatividad humana durante un periodo de expan-
sión moderna se vuelven más variables y heterogéneas: capital mer-
cantil y capital de intereses (especialmente las prácticas de usura)
pueden incorporarse en la expansión capitalista y la construcción
del mundo moderno.
Este contraste entre dos análisis etnográficos (el análisis de Palerm
y el de Roseberry) vislumbra una falta de diálogo; una falta, sin duda,
creada por la muerte de Palerm en 1980. La omisión se vislumbra, de
nuevo, en el prefacio del libro Europa y la gente sin historia, cuando
Eric Wolf nota que el manuscrito se terminó en 1981 y se benefició de
las observaciones y comentarios de numerosos colegas, pero lo apena
que su «amigo Ángel Palerm muriera sin haber leído el manuscrito».
Al respecto, comentaba: «extraño sus profundos comentarios» (1987,
p.10). Esta falta así vislumbrada es parte del legado de Palerm, un
legado de la transición crítica que debe promoverse por los antropó-
logos de hoy mediante un diálogo crítico con su vida y obra.
Transición crítica o epónimo en el legado de Ángel Palerm 77

Referencias

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5.
Ángel Palerm: el antropólogo teórico
Andrés Fábregas Puig1

Ángel Palerm Vich llegó exiliado a México, junto con cientos de com-
patriotas que participaron en la defensa de la República Española
ante el golpe de Estado encabezado por Francisco Franco en 1936.
Llegó a tierra mexicana en el vapor Mexique en 1939, sin tener idea
del país al que arribaba. Desembarcó en un puerto de Veracruz de
calles sucias, de pobreza, pero pleno de solidaridad popular hacia
la República Española. El viaje de Veracruz a la Ciudad de México,
en tren, junto con su hermano Juan, estuvo lleno de anécdotas y de
depresión ante la pobreza y el mundo frío y silencioso de la montaña.
En la Ciudad de México, después de su paso por la Facultad de Filo-
sofía y Letras de la unam y de la Escuela Normal Superior, se formó
como antropólogo en la Escuela Nacional de Antropología e Historia
en la que se graduó en 1955. Hubo un tiempo en que vivió en Estados
Unidos hasta su retorno al país en 1965, cuando comenzó a realizar
contribuciones básicas para el desarrollo de la antropología en Mé-
xico. Murió en suelo mexicano el 10 de junio de 1980, respetado y
reconocido por su labor como maestro de antropología, investigador
original, fundador de instituciones de investigación y docencia y di-
fusor de las disciplinas antropológicas.
Palerm remarcó los anclajes de la antropología en México para
mostrar que, desde esos apoyos, era posible la forja de una visión
antropológica con sentido universal. Resaltó las contribuciones de
los antropólogos mexicanos, situando los contextos concretos de su
desarrollo y mostrando su incidencia en la reflexión de los grandes
problemas nacionales. Insistió en el trabajo de campo como una de
las mayores virtudes de la antropología en México, impulsando su

1
Centro de Investigación y Estudios Superiores en Antropología Social–
Occidente.

79
80 Ángel Palerm, un siglo después...

práctica bajo una concepción que situó a la docencia como una tarea
ligada a la investigación y al trabajo colectivo. Alentó a sus estudian-
tes a pensar, a elaborar una teoría que fuera resultado de la reflexión
y del trabajo etnográfico, que se preocupara siempre por explicar
y ofrecer soluciones a los grandes dilemas del país. Concibió una
antropología apegada a la práctica de la transformación de la socie-
dad, buscando horizontes de convivencia humana que superaran la
desigualdad, los prejuicios, los atavismos ideológicos, las expresio-
nes racistas. Alentó un pensamiento crítico como eje de la pesquisa
antropológica. Fomentó una visión libre de ortodoxias, abierta al
pensamiento, capaz de incidir en la realidad, de orientación contra
colonial, atenta al desarrollo de la historia.

La forja de un antropólogo teórico

La Escuela Nacional de Antropología e Historia (enah) a la que in-


gresó Ángel Palerm en los años finales de la década de los cuarenta
conjuntaba a un cuerpo de docencia excepcional con Pablo Martínez
del Río, Pedro Armillas, Jorge A. Vivó, Isabel Kelly, Pedro Carrasco,
Arturo Monzón, Ricardo Pozas, Sol Tax, Robert Redfield, Morris Swa-
desh, Paul Kirchhoff, George Foster, Norman McQuown, Pedro Bosh
Gimpera, Juan Comas, Alfonso Caso, Eduardo Noguera, Wigberto
Jiménez Moreno e Ignacio Marquina, entre otros. Varios profesores
procedían del exilio republicano español: Pedro Carrasco, profesor
de lingüística; Pedro Armillas, profesor de arqueología; Pedro Bosh
Gimpera, prehistoriador de renombre y quien había sido rector de la
Universidad de Barcelona, y Juan Comas, fundador de la antropolo-
gía física en México. Otros docentes procedían también de Europa
en donde habían participado en las luchas antifascistas, como era
el caso de Paul Kirchhoff. Los profesores mexicanos representaban
lo más granado de las ciencias sociales del país y los jóvenes, entre
ellos quienes después serían figuras relevantes como Ricardo Po-
zas. Los antropólogos norteamericanos eran todos profesionales de
experiencia y destacados teóricos como Robert Redfield, Sol Tax o
Morris Swadesh, quien fuera uno de los demiurgos de la lingüística
Ángel Palerm: el antropólogo teórico 81

en México. Pablo Martínez del Río era uno de los prehistoriadores


más importantes de América Latina y Alfonso Caso ya descollaba
como arqueólogo, al tiempo que Wigberto Jiménez Moreno destaca-
ba como historiador y erudito en el estudio del México prehispánico,
así como de haber contribuido a la definición de Mesoamérica junto
a Paul Kirchhoff. Además de la relevancia del cuerpo docente de la
enah, el hecho de que el alumnado no fuese numeroso contribuía a
una vida intelectual intensa, caracterizada por relaciones estrechas
entre profesores y estudiantes. La discusión en las aulas se prolon-
gaba después en el café o en los pasillos de la Escuela cuando no
en alguno de los domicilios de los propios profesores. Asimismo, la
discusión entre los propios estudiantes solía ser frecuente al término
de las clases.
Si uno se fija en el conjunto de profesores que se encontró Ángel
Palerm en la enah de aquellos años, salta a la vista su composición
multidisciplinaria y su variedad en términos ideológicos. Así, Paul
Kirchhoff trabajaba como antropólogo y etnohistoriador con los mo-
delos difusionistas de la teoría de los círculos culturales propuestos
por Fritz Graebner y Wilhelm Schmidt, mientras que ideológicamen-
te se definía marxista. Morris Swadesh era marxista, pero desarrolla-
ba sus propios esquemas de análisis lingüísticos sin hacer caso de los
planteamientos de la academia soviética al respecto. Norman Mac-
Quown y Sol Tax representaban a la escuela inglesa de antropología
social, mientras George Foster desarrollaba las escuelas culturales
de la antropología norteamericana. Robert Redfield se movía entre
el evolucionismo y las teorías de la aculturación. Entre los mexica-
nos, Ricardo Pozas era marxista, al igual que el cubano Jorge A. Vivó.
Arturo Monzón era alumno de Kirchhoff y bajo su influencia escribió
su libro clásico acerca de la organización sociopolítica de los aztecas
(Monzón, 1946).
Ángel Palerm mismo admitió la influencia magisterial de Isabel
Kelly, la antropóloga y arqueóloga norteamericana llegada a México
en la década de los cuarenta. Kelly era alumna de Alfred L. Kroeber y
del geógrafo Carl O. Sauer, ambos destacados teóricos de la antropo-
logía cultural que se enseñaba en Estados Unidos. Kelly fue también
cercana a George Foster, el antropólogo de Berkeley. Son pioneras las
investigaciones arqueológicas que llevó a cabo en Colima y en Jalis-
82 Ángel Palerm, un siglo después...

co. En 1947 inició su trabajo en el Tajín, entre los totonacos, habiendo


contratado a un joven estudiante como ayudante: Ángel Palerm. La
importancia de la contribución de Palerm en estos trabajos fue reco-
nocida por Kelly al permitir que firmara como coautor de las publi-
caciones resultantes de aquel proyecto, el volumen titulado The Tajin
Totonac (Kelly y Palerm, 1952; Kemper, 2014; Pérez Lizaur, 2014). Un
año después de esa publicación, Palerm egresaría de la enah pre-
sentando la tesis número 33 titulada «El regadío en Mesoamérica y
la Revolución Urbana» (Montemayor, 1971, p.117). El título de la tesis
de Palerm anuncia lo que serían sus intereses académicos a lo largo
de su carrera como antropólogo teórico: las relaciones entre tecno-
logía y sociedad, las relaciones entre esas relaciones y la complejidad
política de la sociedad y los mecanismos que explican la evolución
multilineal como resultado de las transformaciones sociales concre-
tas. Son los contextos teóricos en los que Ángel Palerm planteó temá-
ticas como las del campesinado, la reflexión acerca de Mesoamérica
o el estudio de la formación del Estado.
Ciertamente, estos intereses le surgieron a Palerm muy temprano
en su estancia en la enah, al influjo de profesores como Paul Kir-
chhoff y Pedro Armillas, este último, al parecer, el primero en darle a
leer textos de Gordon Childe, Karl W. Wittfogel y Julian Steward. Con
Wittfogel y Steward mantendría una larga amistad. Es más, recién
graduado, Ángel Palerm participó en el Simposio sobre Civilizaciones
Hidráulicas al que convocó Julian Steward y publicó un trabajo junto
a este, además de Karl Wittfogel, Robert M. Adams, Donald Collier y
Ralph L. Beals. El texto de Palerm es un resumen de su tesis presen-
tada en la enah acerca de las bases agrícolas de la civilización urbana
en Mesoamérica (Steward et al., 1955). En este texto, Palerm reco-
ge las influencias de Gordon Childe, de Pedro Armillas y del propio
Wittfogel, así como la orientación hacia el estudio de la evolución
cultural propuesta por Steward. En su curso de Introducción a la Teo-
ría Etnológica dictado en la enah en 1966, Palerm reconocerá estas
influencias y enfatizará en que el objeto de estudio de la antropología
es la evolución sociocultural, vista desde los diversos procesos con-
cretos multilineales (Palerm, 1997, p.14).
Desde sus días de estudiante, Palerm se situó en el contexto de
la compleja discusión sobre el carácter de la evolución, desechando
Ángel Palerm: el antropólogo teórico 83

las visiones unilineales de la misma, sobre todo la que persistía en el


marxismo interpretado por la Academia de Ciencias de la urss. Fue-
ron estas tempranas influencias las que llevaron a Palerm a acercarse
a las propuestas de Karl W. Wittfogel y criticar con énfasis la visión
de una sucesión lineal de épocas en la historia cultural. En los años
en que Ángel Palerm ingresó a la enah, era ampliamente aceptada la
propuesta de la Academia de Ciencias de la urss de que la compren-
sión de la complejidad en la Historia se entendía desde la perspectiva
de la sucesión lineal de los modos de producción esclavista, feudal y
capitalista, que apuntaba hacia el socialismo y al comunismo como
el futuro de la humanidad. Durante demasiado tiempo se imputó
al propio Carlos Marx esta visión, lo que es falso, como vino a co-
rroborar la edición de varios de sus textos en las décadas de 1960-
1980 y la publicación del trabajo de Lawrence Krader acerca de Marx
como etnólogo (Krader, 1972; Krader, 1975; Fábregas, 1977). En ese
contexto, Palerm reconoció que a Marx le había preocupado el tipo
de situaciones y de problemas que, posteriormente, la antropología
haría suyos. Sobre ello, insistió en varias ocasiones mientras impartía
su curso de Introducción a la Teoría Etnológica en la enah.
Su conocimiento en el marxismo y en la antropología le permitió
trazar los enlaces que le servirían de hipótesis en el ámbito de sus
propias investigaciones. Con esto impartió una importante lección
a los jóvenes que lo escuchaban: los conceptos adquieren conteni-
do al momento en que son usados para explicar una situación real;
antes de ello, son planteamientos abstractos con un potencial que
debe ser probado en la realidad misma. La ciencia avanza a base de
criticar sus propios resultados y construir nuevas hipótesis que, a su
vez, deben ser probadas empíricamente.
Es posible trazar una línea de continuidad en la formación teórica
de Ángel Palerm, desde sus días de estudiante en la enah y su es-
tancia en los Estados Unidos, en donde continuó forjándose como
uno de los líderes del evolucionismo multilineal en antropología,
en el contexto de sus relaciones con Julian Steward y sus alumnos
y con Karl W. Wittfogel. Destaca la amistad con Eric Wolf, pensador
crítico de influencias marxistas, con quien Palerm mantuvo estrecha
relación hasta el día de su muerte. El interés por el marxismo per-
maneció en Ángel Palerm como un tema prioritario y en ello contó
84 Ángel Palerm, un siglo después...

también la amistad con Eric Wolf y con Lawrence Krader. La «Presen-


tación» que Eric Wolf escribió para el libro póstumo de Ángel Palerm,
Antropología y marxismo (1980), es una lectura ilustrativa de la im-
portancia de la amistad entre ambos antropólogos y de la relevancia
de las visiones teóricas de Palerm (Wolf, 1980; 2008).

El Modo Asiático de Producción y el estudio de


Mesoamérica: la relación entre antropología y marxismo

Ángel Palerm sostuvo que la relación entre la antropología y el mar-


xismo era fecunda, si uno sabía cómo manejarla. «La crisis que me
importa es la del marxismo», le escuché decir en uno de los días en
que hablamos sobre las crisis de la antropología. Al marxismo, según
Palerm, había que dotarlo de la capacidad etnográfica de la antropo-
logía y a esta última de la fortaleza teórica del marxismo. Esterilidad
teórica fue la frase que Palerm acuñó para referirse a la crisis de la
antropología y pobreza empírica y dogma al abordar el marxismo. Lo
primero que señaló Palerm respecto a este último era la necesidad de
separar a la obra de Marx de sus seguidores y estudiar lo que aquel
planteaba sin ánimos apologéticos y desechando un punto de vista
dogmático, doctrinario. Puso como ejemplo precisamente el proble-
ma de abordar la comprensión de Mesoamérica en general y de la
historia antigua del altiplano de México en particular. Hizo él mismo
el ejercicio de articular planteamientos de Marx, Steward y Witffogel,
para proponer un acercamiento al entendimiento de cómo se forjó
la sociedad y el Estado en el México prehispánico. Usó la categoría
de Modo Asiático de Producción obtenida de Marx más la de Socie-
dad Hidráulica manejada por Witffogel y el concepto de evolución
multilineal de Julian Steward para establecer una nueva visión del
México prehispánico.
La categoría de Modo Asiático de Producción2 es, quizá, la más
problemática en los planteamientos de Marx. Alude a la geografía
más que al contexto del trabajo, lo que llama de entrada la atención.

2
La categoría Modo de Producción fue propuesta por Carlos Marx como un
criterio para distinguir épocas en el desenvolvimiento histórico de la sociedad
Ángel Palerm: el antropólogo teórico 85

Contrasta con las categorías de «esclavismo», «feudalismo» y «capi-


talismo» que se refieren a las relaciones de producción que caracte-
rizan una época. Así que la primera pregunta es: ¿por qué asiático?
La respuesta comienza por el origen de los datos que sugieren a
Marx haber descubierto un modo de producción diferente a los que
ya había documentado. En efecto, son los materiales que Marx es-
tudiaba provenientes de la India, los que le indican la existencia de
un modo de producción peculiar. En el contexto del referido modo
de producción, la unidad básica dentro de la que se desarrolla el tra-
bajo es la comunidad campesina. Las relaciones de producción se
establecen al interior de ella; el trabajo está atado a la comunidad.
La productividad del trabajo se desdobla y una parte es para el man-
tenimiento y permanencia de la unidad de producción campesina, y
la otra es para sufragar la renta de la tierra en especie y que en forma
de tributo cobra directamente el Estado. Para este no existe el pro-
ductor individualizado, sino la comunidad. Estos rasgos le llaman la
atención a Marx y decide nombrar Modo Asiático de Producción al
contexto en el que los encuentra (Marx en Avineri, 1968; Marx, 1975,
p.357). Son estos los rasgos que llamarán la atención de Wittfogel
para elaborar el modelo de Sociedad Hidráulica que colocará como
una línea evolutiva más en el contexto del planteamiento de Julian
Steward (Wittfogel, 1957; 1967).
Ángel Palerm desarrollará los anteriores planteamientos de Marx,
Wittfogel y Steward, en una serie de trabajos sobre el Modo Asiático
de Producción aplicando el concepto al estudio de Mesoamérica,
y más en concreto a la comprensión del proceso de formación del
Estado y su relación con las unidades de producción. En ese trata-
miento, Palerm retomó sus preocupaciones de explicar las relaciones
entre tecnología y sociedad y el papel que estas juegan en el desarro-
llo político y en el manejo político de la economía. Es siguiendo su
discusión sobre Mesoamérica la forma en que entendemos con ma-
yor claridad su postura teórica en general o, si se prefiere, su visión
del mundo. Además, en la discusión delineada sobre Mesoamérica,
Palerm buscó comprender las raíces del poder total, problema que

y en ese sentido lo usamos en este texto (Marx, 1982; Krader, 1975). Ver también
Fábregas (1987).
86 Ángel Palerm, un siglo después...

Marx no eludió en su tratamiento del Modo Asiático de Producción


y que reaparece en la obra de Karl Wittfogel como un tema central. El
mismo Eric Wolf, en su libro póstumo, Envisioning Power (1998), tra-
tó el mismo tema. En suma, el Modo Asiático de Producción lleva a la
discusión sobre el poder, sus orígenes, su naturaleza, sus circunstan-
cias y sus transformaciones. La militancia en el Partido Comunista
Español, las peculiaridades del régimen de José Stalin, el asesinato de
Trotsky, en suma, los hechos en los que se forjó su generación, más
su participación en la guerra de España, las enseñanzas recibidas en
la enah, el exilio, configuran la complejidad en la que se forjó Ángel
Palerm como antropólogo teórico.
El modelo hipotético que Palerm, con la influencia de Wittfogel y
de Steward, propone para entender a Mesoamérica, parte del plan-
teamiento de que la evolución de esta «área cultural» es un proceso
independiente, en contraposición con las teorías difusionistas apo-
yadas en la concepción de que dicho desarrollo obedece a influen-
cias externas. Conviene citar al propio Palerm en bien de la claridad
de su punto de vista:

el verdadero problema para la teoría evolucionista de Mesoamérica


no consiste en probar la realidad de algunos contactos esporádicos y
quizá accidentales, como sugirió Acosta. La cuestión de fondo con-
siste en la oposición entre la concepción del desarrollo de las altas
culturas americanas como un proceso autónomo, esencialmente in-
dependiente, y su concepción como un proceso que responde a una
serie de préstamos y estímulos culturales externos. (Palerm, 2008,
p.82).

En la cita anterior, aunque se refiere a un cronista del siglo xvi, Pa-


lerm toma posición respecto a la concepción unilineal de la evolu-
ción cultural, el difusionismo y anuncia, de hecho, que el caso de
Mesoamérica es un ejemplo más de la evolución multilineal. Palerm
está relacionando con la obra de Marx con los planteamientos evolu-
cionistas y ecológico-culturales de Steward y Wittfogel, con el propó-
sito de demostrar la viabilidad del planteamiento de ambos, más la
afirmación del primero de que la sucesión de modos de producción
en la historia no sigue una línea universal, planteamiento que era el
Ángel Palerm: el antropólogo teórico 87

punto de entrada para una nueva lectura de la obra marxiana. Será


también importante esta postura de Palerm para la comprensión de
las formaciones coloniales posteriores a Mesoamérica en términos
diferentes a las propuestas de la difusión del feudalismo para expli-
car a las formaciones sociales surgidas de la ocupación europea.3
Para demostrar la evolución independiente de Mesoamérica, Palerm
retoma el concepto de Modo Asiático de Producción, equivalente al
de Sociedad Hidráulica, con el propósito de proponer un modelo en
los términos planteados por Wittfogel en Oriental Despotism (1957),
enunciado de la manera siguiente:

Condición Cultural: conocimiento de la agricultura y de la artesa-


nía. Ambas permanecen en estrecha relación en el contexto de la
comunidad.

Condición Ecológica: medio ambiente árido o semiárido, pero con


fuentes accesibles de agua, en particular, ríos, susceptibles de utili-
zación para el cultivo de cereales en un medio ambiente con carac-
terísticas peculiares respecto al agua.

Condición Organizacional: trabajo forzado a gran escala.

Condición Política: la operación organizacional de la sociedad hi-


dráulica está controlada por los líderes comunales que deciden los
movimientos estratégicos.

Condición Social: la desigualdad social separa en primer lugar a los


productores directos de aquellos que controlan el poder y el gobier-
no en las sociedades hidráulicas.

La hipótesis de Palerm es que las relaciones entre tecnología y poder


político explican la naturaleza de una sociedad. En crítica a las visio-
nes «ceremonialistas», Palerm afirmó que los problemas básicos para
explicar Mesoamérica radicaban en entender los orígenes y desarro-

3
Para la crítica al difusionismo «inglés» y «germánico», así como al «evolucionismo
paralelista», véase Palerm, 2008, pp.83-85.
88 Ángel Palerm, un siglo después...

llo de la agricultura, del urbanismo, de las clases sociales y el Esta-


do, como resultados de una línea autónoma de evolución (Palerm,
2008, pp.92-93). Alrededor de estos planteamientos, Palerm repasó
el debate teórico entre los propios evolucionistas, la actitud de la
antropología social de desechar sin más el estudio de la evolución y
la hostilidad de los seguidores de Boas hacia los evolucionistas. Án-
gel Palerm, el antropólogo teórico, configuró un proyecto alrededor
de Mesoamérica que buscó demostrar la validez del evolucionismo
multilineal aunado a la obra de Marx, entendiendo la relación entre
marxismo y antropología como la articulación entre el evolucionis-
mo multilineal y el marxismo. Dicho proyecto se configuró en el con-
texto de la discusión entre los marxistas acerca del Modo Asiático de
Producción y la cuestión de la sucesión de modos de producción en
la Historia y la polémica entre los antropólogos no solo sobre estra-
tegias de investigación, sino aun sobre cuál era el objeto de estudio
de la disciplina.

La relevancia del curso introductorio a la teoría


etnológica para entender el proyecto teórico de Palerm

Al momento de impartir el curso de introducción a la teoría etno-


lógica en 1966, la Escuela Nacional de Antropología e Historia en la
Ciudad de México (enah) recibía a una nueva generación de estu-
diantes de antropología. En ese momento, Palerm estaba en plena
elaboración del proyecto teórico-práctico que desarrolló con pos-
terioridad. Impartió su clase basando sus exposiciones en las notas
que venía elaborando, que a la postre se publicaron en forma de libro
(Palerm, 1997). Durante el curso mencionado, Palerm desarrolló el
planteamiento del proyecto teórico-práctico que aplicó en México.
Inició discutiendo a la etnología como ciencia entendiendo por ello
a las teorías que intentan explicar las estructuras y las funciones de
las sociedades y las culturas (análisis diacrónico) por una parte, y por
otra, su evolución, es decir, los procesos de transformación y cam-
bio social y cultural (análisis sincrónico). A Palerm le parecía que la
conjugación de las dimensiones sincrónica y diacrónica de la teoría
Ángel Palerm: el antropólogo teórico 89

etnológica era el problema central de la disciplina. «O sea, el viejo


problema filosófico de conciliar a Parménides con Heráclito» (op.
cit., p.7).
El punto de vista de Palerm es que la transmisión del bagaje de la
antropología debía hacerse siguiendo la orientación histórica que
uno puede leer en el índice de su libro, Introducción a la teoría etno-
lógica (1967). El autor expuso en su curso el desarrollo de la antropo-
logía desde los pensadores que él llamó Precursores, hasta las escue-
las teóricas que se discutían en aquellos años de la segunda mitad
de la década de los sesenta. Pero en lo que insistió fue en articular lo
sincrónico con lo diacrónico, sugiriendo que lo que llamamos «teo-
rías», como el evolucionismo o el estructural-funcionalismo, eran
más bien estrategias de investigación. De esta manera, su proyecto
teórico consistió en concebir la evolución como el tema central, el
objeto de estudio de la antropología, y a las dimensiones sincrónica
y diacrónica como los contextos estratégicos en los que había que
colocar a ese tema central. Para llegar a entender la teoría antro-
pológica, había que iniciarse en la historia de la disciplina desde sus
inicios proto-científicos hasta su maduración como una ciencia. De
aquí, pasar a comprender las diferentes corrientes de pensamiento
para arribar al examen de las dimensiones sincrónica y diacrónica
de la teoría.
Desde su perspectiva, la antropología es un conjunto disciplinario
configurado por la antropología física, la antropología sociocultural,
la antropología aplicada, la etnografía y la etnohistoria. La etnolo-
gía es la síntesis teórica de las disciplinas antropológicas. Insistió en
que la fragmentación de la antropología no lleva a ninguna parte y
por tanto una «misión de nuestro tiempo es […] la reintegración de
la unidad y universalidad de las ciencias antropológicas alrededor
de una teoría renovada de la evolución» (op. cit., p.20). Es decir, la
antropología es una ciencia en sí, en contraposición a la opinión de
Radcliffe-Brown (1966), quien definió la antropología social como
una sociología especializada en el mundo primitivo.
Es interesante notar que Palerm no incluye la antropología social
en el índice de su capitulado al referirse a las ramas de la antropo-
logía, sino que comentará acerca de ella al proponer las divisiones
de la «antropología sociocultural» en tres disciplinas: la arqueología,
90 Ángel Palerm, un siglo después...

la lingüística y la antropología social. Reconoce que la posición de


esta última no está clara, pero adjudica a la división conceptual en-
tre sociedad y cultura la base de apoyo de la antropología social. Los
antropólogos británicos, desde Radcliffe-Brown y Malinowski, más
quienes fueron sus seguidores, se apoyaron en la sociología de Émile
Durkheim y de Marcel Mauss para proponer a la antropología social
como una sociología especializada en el mundo primitivo, apoya-
da en la etnografía para reunir sus datos. En ese contexto, la definió
como «la descripción, análisis y comparación de las relaciones entre
las personas y los grupos sociales» (Palerm, 1997, pp.24-25).
Este pensador no rechazó a la antropología social como una rama
legítima de las disciplinas antropológicas. Más bien, alentó la utili-
zación de los conceptos de estructura social y de organización social
para ordenar la etnografía y articular los resultados del trabajo de
campo, es decir, la diacronía del trabajo antropológico, con el tema
central de la preocupación antropológica: la evolución sociocultu-
ral de la humanidad. En las diferentes ocasiones en que convirtió
la mesa de café en un aula, estimuló la lectura de Radcliffe-Brown
y de Malinowski. Del primero insistía en el estudio de Estructura y
función en la sociedad primitiva (1966) y del segundo Los argonautas
del Pacífico Occidental (1922). La crítica de Palerm hacia la nombra-
da «escuela británica de antropología social» se centró en lo que él
llamaba el «trato perverso» que se estableció entre los antropólogos
ingleses y el Estado inglés para consolidar el colonialismo. Pero re-
conoció la contribución de los antropólogos británicos al trabajo de
campo, a la etnografía y a proponer la serie de conceptos que facili-
tan el estudio diacrónico de la sociedad y la cultura.

La dialéctica marxismo/antropología

La militancia del antropólogo en el Partido Comunista Español ter-


minó en desilusión debido a los métodos arbitrarios de los manejos
partidistas y a las posiciones dogmáticas de los mismos. No así su
convicción en la riqueza teórica del marxismo, entendiendo por esto
último el planteamiento de Marx sin referencia a alguna de las múl-
Ángel Palerm: el antropólogo teórico 91

tiples corrientes que se arrogan herederas únicas del mismo. La dia-


léctica entre el marxismo y la antropología se refiere a las negaciones
y afirmaciones entre ambos métodos. Se refería Palerm a un ejercicio
permanente de crítica ante los resultados de la investigación antro-
pológica y los planteamientos de Marx. Esta es la dialéctica que opo-
ne y afirma a la sociedad primitiva con la sociedad contemporánea:
en otras palabras, la sociedad primitiva niega y afirma a la sociedad
contemporánea y viceversa. Colocados en esta perspectiva, lo que
atrajo a los antropólogos hacia Marx fue su encuentro con la com-
plejidad de la sociedad actual. Palerm abogó por realizar una síntesis
de las contribuciones de Marx, Weber, Mannheim, Pareto, Durkheim
y Mauss, es decir, de los clásicos de las ciencias sociales. La dicha
síntesis no es de naturaleza ecléctica, pero «el producto final debe ser
orgánico y unitario hasta el punto en que esto resulta posible en las
ciencias sociales» (op. cit., p.184). Abundando en el aula sobre ello,
en aquel curso legendario en la enah, Palerm decía:

Dicho de otra manera, esto quiere decir que si la teoría dinámica


toma como un punto de partida la posición de Marx sobre el conflic-
to, al mismo tiempo incorpora los conceptos de Durkheim sobre la
solidaridad orgánica y la división social del trabajo. Por otra parte, si
se aceptan las tesis marxistas sobre la importancia de los modos de
producción y distribución, en relación a la estructura social y política,
se deben incluir las tesis weberianas sobre el papel de las ideologías
y la autonomía de las formas de dominación, así como las ideas de
Pareto sobre las minorías. (op. cit., pp.184-185).

Argumentó que el propio Marx había seguido estos caminos: usar


críticamente los resultados de la investigación en general para ali-
mentar sus propias concepciones. Se apoyó en la revelación que
constituyó la publicación de los Cuadernos de notas etnológicas de
Marx (1972), editados por Lawrence Krader, en donde se muestra
que Marx leyó con cuidado a quienes se asumen en la antropología
contemporánea como «proto-antropólogos», es decir, Morgan, Lub-
bock, Maine o Phear, entre otros. Los citados Cuadernos… transmi-
ten las influencias que dichos autores ejercieron en Marx y la forma
en que contribuyeron a modelar varias de sus propuestas. En este
92 Ángel Palerm, un siglo después...

sentido, Palerm señalaba la importancia relevante que tuvieron las


fuentes del pensamiento etnológico y etnohistórico en Marx mis-
mo, sobre todo en el planteamiento de los modos de producción, así
como de sus propuestas acerca de la periodización de la historia y la
articulación concreta de las relaciones de producción en el seno de
un modo de producción. Más todavía, afirmaría que es esa antropo-
logía la que convenció a Marx para plantear la pluralidad del desa-
rrollo y la sucesión no lineal de modos de producción, así como su
visión de las comunidades aldeanas. En una palabra, Marx se abrió
al reconocimiento de la diversidad del mundo gracias a la influencia
de la antropología de sus días (Palerm, 2008, p.50ss).
Por otra parte, los pensadores alemanes tuvieron una influencia
básica en la introducción de los planteamientos de Marx a las cien-
cias sociales, incluyendo a la antropología. Palerm solía decir que
Max Weber fue el primer marxista académico. Insistió en esa veta
alemana que contribuyó a articular el marxismo con la antropología,
citando la obra de Henry Cunow, Wittfogel y Kirchhoff, tan señalada-
mente influyentes en la formulación de planteamientos antropoló-
gicos (op. cit., p.55ss).
La confusión entre estalismo y marxismo llevó a no pocos a una
crítica de la obra de Marx que resultó falsa, sencillamente porque los
planteamientos de Stalin no deben confundirse con los del propio
Marx. La obra de Marx, al comprometerse con el cambio social y con
las luchas de emancipación de los trabajadores, originó múltiples co-
rrientes ideológicas que lo invocaban y que convirtieron a sus textos
en una serie de afirmaciones doctrinarias las más de las veces resul-
tantes de interpretaciones sesgadas. En ese contexto, y en el de la
lucha política por el logro del poder, se perdió quizá la lección prin-
cipal que trató de transmitir el propio Marx: la visión crítica como
método de indagación de la condición humana. Me parece que el
antropólogo teórico que fue Palerm abogaba por regresar a la crítica
como método, principiando por una lectura crítica de la propia obra
de Marx con el propósito de, precisamente, obtener de ella todo su
potencial para el análisis. Propuso esa lectura desde los resultados
de la investigación antropológica, abogando por no perder de vis-
ta la variedad humana, lo que justamente desdice cualquier tipo de
«pensamiento único». Este último está invalidado por la variedad. De
Ángel Palerm: el antropólogo teórico 93

aquí la importancia que Palerm asignó al llamado «evolucionismo


multilineal» al que vio como una fuente inspiradora del análisis de
la variedad humana, es decir, el objeto de estudio de la antropología.
En ese sentido, los Cuadernos… de Marx resultan una de las bases
de apoyo de Palerm para afirmar que en los pensadores que hoy re-
conocemos como antecedentes básicos de la antropología, aprendió
Marx el valor de pensar en la variedad humana y en congruencia,
en la imposibilidad de dictar conclusiones universales, de establecer
una «teoría histórico-filosófica cuya principal cualidad consiste en
ser supra histórica» (Marx en Bottomore y Rubel, 1964, p.37).
Ángel Palerm permaneció fiel a las convicciones por las que peleó
en la guerra de España, en contra del golpe de Estado del general
Francisco Franco y del fascismo en general. Su experiencia direc-
ta con el dogmatismo lo convenció no solo de la inutilidad de este,
sino del escollo formidable que representa para las propias luchas de
emancipación humana. Por ello, desde la afirmación que la antropo-
logía hace de la variedad, Palerm permaneció como un teórico del
cambio social, convencido como estaba en que el sentido de la cien-
cia es conducir a la sociedad hacia un mundo plenamente humano,
que no cesa en su transformación impulsado, precisamente, por la
fuerza de la variedad, como lo explicó en una inolvidable lección
final en aquel curso de la enah de 1966.

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6.
Ángel Palerm: impulsor de problemáticas
nacionales y globales
Carmen Bueno Castellanos1

Introducción

Este breve ensayo homenaje por el centenario del natalicio de Ángel


Palerm pretende recordar el legado disruptivo tanto de su obra como
la de sus discípulos en temas que estaban orientados a trascender los
tópicos comunes en la agenda antropológica mexicana. A través de la
escritura, se constata que las aportaciones del homenajeado trascen-
dieron sus propias investigaciones hasta potenciar nuevas miradas
en aquellas problemáticas que hoy han tenido un impacto directo
en la conformación del sector moderno del México del siglo veinte.
El propio Palerm, en una serie de entrevistas de Marisol Alonso en
1979, afirmaba:

El país es ahora, en su mayoría urbano. Y en las ciudades hay clases


medias, altas, oligarquías, obreros, industriales intelectuales […] Es
decir, la antropología debe entrar al estudio de estas temáticas, so
pena de quedar relegada al indigenismo y a la arqueología que es lo
que nos estaba ocurriendo. (Glantz, 1987, p.40).

Quizá por esa misma insistencia de Palerm, este ensayo hace refe-
rencia a temas relacionados con el desarrollo industrial del país y
su mercado de trabajo. Recordemos que a mediados de la década
de los setenta Palerm impulsó la aproximación regional en los es-
tudios antropológicos, así como una pesquisa antropológica de la

1
Universidad Iberoamericana.

97
98 Ángel Palerm, un siglo después...

organización de las empresas, la tecnología utilizada, su ordenación


gremial; exploró el universo laboral de los obreros, sus orígenes, sus
formas de vida, costumbres, etc., los cuales fueron analizados en su
propuesta metodológica. Paralelo con ello, Palerm siempre invitaba
a reflexionar sobre los horizontes analíticos del modelo colonial, lo
cual lo llevó a desarrollar un estudio que se ha convertido en un clá-
sico referido a la posición estratégica de México en la conformación
del sistema-mundo. Incluso, podemos anticipar que su investigación
deviene precursora de los estudios antropológicos sobre la globa-
lización, porque más allá de su novedad introduce una dimensión
supranacional a las dinámicas locales/regionales que redefine la
dimensión diacrónica y sincrónica de la disciplina y apunta a una
nueva visión de las expresiones locales incrustadas en interconexio-
nes mundiales.
La antropología mexicana tiene que agradecer a Palerm la aper-
tura de nuevos horizontes y su actuar como guía intelectual. Ya decía
una de sus discípulas, Susana Glantz: «Su preocupación esencial fue
la de dar, orientar, sugerir, guiar; en fin, abrir caminos, perspectivas,
temas de investigación; todo ello sin un sustrato funcional o ideoló-
gico impositivo: la heterodoxia recuperada» (op. cit., p.47). Tan es así
que su visión sobre los alcances de la antropología llegó a ser vasta y
profunda, y a través de esta pudo apreciar problemáticas económi-
cas y políticas que entrañaban una inmensa complejidad. Sus exi-
gencias respecto a la precisión en la recuperación del dato y el rigor
en la producción de conocimiento sobre la base de estas observacio-
nes, no eran más que una responsabilidad placentera que aunaba
el diálogo de la etnografía con las polémicas sociales e intelectuales
del momento.
Inspirado en la obra de Marx, al igual que sus colegas y amigos
Sidney Mintz y Eric Wolf, y en los aportes de la ecología cultural de
Julian Steward (1963), Palerm llegó a contribuir a la revitalización de
la agenda de una antropología crítica y comprometida, como lo ex-
presó Mintz: «El llamado a ensanchar nuestro campo de visión para
ponerlo a la altura de los fenómenos que estudiamos es típico de
la contribución de Palerm a la modernización de la antropología»
(Mintz, 1987, p.462). De tal modo que la intención de este texto es
Ángel Palerm: impulsor de problemáticas nacionales y globales 99

invocar el riquísimo legado de este gran maestro desde la revisión


crítica de algunas problemáticas sociales contemporáneas.

El enfoque regional en la industria

Palerm privilegió los estudios regionales para comprender el desa-


rrollo del país, pues consideraba que los estudios de las comunidades
tenían una limitante metodológica para analizar problemas comple-
jos. Además, como afirmase Carmen Viqueira,2 «el enfoque regional
supera analíticamente la propuesta norteamericana de “área cultu-
ral” que, si bien delimitaba un territorio al reconocer coincidencias
en la cultura material, no logra establecer la relación entre el medio
geográfico y la cultura» (Viqueira, 2001, p.12).
Este planteamiento, compartido por ambos, se inspira en la pro-
puesta metodológica de Julian Steward (1963) para comprender el
cambio social; no obstante, tanto Palerm como Viqueira lo comple-
jizan al utilizarlo para abordar procesos políticos y económicos que
distinguen a las regiones. En la práctica, esto implicó promover el
trabajo colectivo, integrando grupos de investigadores que incluían
profesores y alumnos, quienes aprovechaban este espacio para es-
cribir sus tesis. La dinámica de estos proyectos colectivos replicó el
modelo de prácticas de campo que, hasta la fecha, se lleva a cabo
en la estación de campo de la Universidad Iberoamericana José de
Acosta en la región del Acolhuacan, Estado de México. En las mismas
se incluye una importante inmersión en el contexto a estudiar, pro-
blematización del contexto, recorridos, observaciones y discusiones
colectivas que tienen como resultado un trabajo etnográfico-dialó-
gico fundamental. Además, gracias a estos proyectos colectivos se
afianzaron las relaciones interinstitucionales entre el cis-inah (hoy
ciesas), la Universidad de Guadalajara, la Universidad Iberoamerica-
na, la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa y El Colegio
de Michoacán.

2
Además de ser la esposa de Ángel Palerm, compartió con él el interés por los
temas que se abordan en este texto.
100 Ángel Palerm, un siglo después...

Este enfoque regional tuvo una fuerte resonancia en investigacio-


nes que estudiaban el desarrollo industrial en el México rural (Bueno
y Gabayet, coords., 1993) dando cabida en la década de los setenta
a tres proyectos colectivos pioneros en México: el Combinado In-
dustrial en Ciudad Sahagún, Hidalgo, el caso del parque industrial
civac en Morelos y el de desarrollo industrial en el sur de Jalisco.3
Estos tres proyectos coinciden en algunos objetivos: (a) reconstruir
diacrónicamente los procesos de industrialización cuyo punto de
partida era su implantación en espacios rurales; (b) lograr una arti-
culación regional entre las actividades fabriles y el medio circundan-
te; (c) abordar la relación entre industrialización y urbanización, así
como los cambios en los estilos de vida de los trabajadores. Uno de
los temas a discutir para comprender el impacto regional era si las
fábricas instaladas en contextos rurales operaban bajo un formato
de enclave sin impacto alguno en el contexto, lo que daba cuenta de
una ausencia de la articulación orgánica a escala regional, o bien si
estas plantas manufactureras habían fungido como disparadores de
cambios significativos, dando cabida a nuevas instituciones, diná-
micas y patrones de vida.
El papel del Estado fue un elemento determinante que Palerm
incitaba a buscar para comprender el rumbo de las economías re-
gionales bajo el modelo de industrialización implementado en ese
momento. Habría que recordar que estos estudios se llevaron a cabo
en la década de los setenta cuando dominaba en los estudios antro-
pológicos el interés por dar cuenta del proyecto de nación. En estas
tres regiones se puso en práctica la política de desarrollo económi-
co centrado en actividades industriales orientadas a la sustitución
de importaciones. Este modelo mostraba una gran paradoja: por un
lado, se aplicaron decretos que imponían barreras para la entrada
directa de productos manufacturados del extranjero, lo que implica-
ba la cerrazón para evitar «competencia» externa y al mismo tiempo
una total dependencia del capital y tecnología de las grandes trasna-
cionales que se instalaron en el país en el periodo conocido como «el
milagro mexicano» y que fue ampliamente analizado por Leopoldo

3
Otros proyectos colectivos surgieron posteriormente en espacios urbanos como
León, Guanajuato; Azcapotzalco en la cdmx y Guadalajara, Jalisco.
Ángel Palerm: impulsor de problemáticas nacionales y globales 101

Solís (1970). Arnulfo Arteaga (2003) afirma que el modelo de sustitu-


ción de importaciones bajo la rectoría de empresas trasnacionales
estaba respaldado por paquetes tecnológicos con cierto grado de ob-
solescencia moral.4 Esto indicaba que la tecnología transferida no te-
nía que responder a los patrones tecnológicos internacionales de ese
momento, sino a la utilización de maquinaria caduca que servía para
subsidiar los desarrollos tecnológicos en los países industrializados.5
Los tres proyectos de desarrollo regional promovidos por Palerm,
centrados en procesos de industrialización, se acompañaban de un
interés por abordar la coexistencia de espacios donde prevaleciera
un modelo campesino. El planteamiento campesinista de Palerm en
el marco capitalista aparece en los tres últimos capítulos de Antropo-
logía y marxismo (2008 [1980]) cuyos temas son «los estudios cam-
pesinos: orígenes y transformaciones», «antropólogos y campesinos:
“los límites del capitalismo” y “articulación campesinado-capitalis-
mo: sobre la fórmula M-D-M».6
Gracias a estudios pioneros de la industrialización en México,
Palerm propició nuevos debates con otros investigadores sobre la
formación de la clase obrera. Al respecto de las querellas suscitadas,

4
Arteaga (2003, p.62) utiliza el concepto obsolescencia moral propuesto por
Jenkins para definir la tendencia de la transferencia tecnológica a países no
desarrollados de las empresas trasnacionales. Su característica central es estar
por debajo de la escala óptima mínima de la producción para la industria y
utilizar técnicas de producción obsoletas incluyendo el uso extensivo de
maquinaria de segunda mano.
5
La política de sustitución de importaciones no fue exclusiva de México; muchos
países en proceso de desarrollo se apropiaron del modelo lineal de desarrollo
que buscaba fortalecerse aplicando el así llamado «desarrollo hacia adentro»
(Dos Santos, 1970, p.159). Es así como se incentivó la producción de bienes de
consumo duradero en el país, como respuesta a un mercado interno que estaba
creciendo, principalmente en tres ciudades: D.F., Monterrey y Guadalajara.
6
La aportación de Palerm al debate entre campesinistas y descampesinistas, que
surge en la década de los sesenta, daba cuenta de una yuxtaposición entre el
trabajo asalariado y lo que Hewitt (1988, p.220) denominó «modo de producción
doméstico». Esta denominación resultaba de la subordinación del campesinado
a la reproducción del sistema capitalista bajo el respaldo del Estado. Mientras que
los descampesinistas, como Luisa Paré (1977) y Roger Bartra (1979), reconocían
que el sistema capitalista tenía la capacidad de absorber al campesinado por su
ineficiencia y naturaleza anacrónica.
102 Ángel Palerm, un siglo después...

Jorge Alonso admite que «La visión de la industrialización desde la


problemática campesina y el énfasis en ver cómo se ha conforma-
do y cambiado la clase obrera mexicana son dos caras de la misma
moneda» (Alonso, 1993, p.80). Las etnografías desarrolladas en las
tres regiones iban constatando la formación de una «clase obrera»
mexicana que mantenía, combinaba o compartía de múltiples ma-
neras las rutinas de la vida fabril con actividades agrícolas, así como
la persistencia de patrones culturales campesinos en las formas
de aprovisionamiento del grupo doméstico. Al respecto, Narotzky
(2005) afirma que se han multiplicado y diversificado las formas de
aprovisionamiento entre los miembros de grupos domésticos en una
suerte de cadena de valor en la cual todos los integrantes participan
en la reproducción del grupo aportando recursos de diversa índole
que circulan a través de muy diversos canales: el autoconsumo, el
mercado, el Estado y el intercambio.
A continuación, se esbozan brevemente los resultados de estas
tres investigaciones colectivas: el primer proyecto regional referido
a la industrialización que Palerm echó a andar fue el del Combina-
do Industrial de Ciudad Sahagún (cics). Todavía como director del
Departamento de Antropología de la Universidad Iberoamericana,
una de las alumnas de licenciatura, Ma. Esther Echeverría Zuno, le
propuso investigar este proyecto paraestatal ubicado en el Valle de
Irolo en Hidalgo. Fue así que bajo la dirección de Carmen Viqueira
y él invitaron a un grupo de alumnas de la licenciatura en Antropo-
logía Social7 a desarrollar sus tesis sobre temas referidos al impacto
que había tenido este combinado industrial sobre una región que
en el momento en que surge, a mediados del siglo xx, estaba pa-
sando por una fuerte crisis económica. La causa de la crisis se debía
principalmente a que la región era la principal productora de pulque
hasta que a mediados del siglo xx la cerveza fue desplazando el alto
consumo de pulque en la Ciudad de México y las grandes haciendas
pulqueras debieron cancelar su producción y dejar sin ingreso mo-
netario a campesinos/tlachiqueros que abastecían de aguamiel a los
tinacales de la región. Se trataba de una fuente de trabajo contratada

7
Al fundarse el ciesas, este grupo de alumnas recibió una beca del cis-inah.
Ángel Palerm: impulsor de problemáticas nacionales y globales 103

como jornaleros que no requerían de ningún tipo de capacitación


formal, sino del aprendizaje del oficio heredado por generaciones.
En ese contexto caracterizado por una ausencia de infraestruc-
tura y mano de obra calificada, surge este proyecto que buscaba la
descentralización industrial de la Ciudad de México, pero que re-
quería de fuertes inversiones para contar con servicios y vías de
comunicación, así como de apoyo tecnológico para echar a andar
una siderúrgica y dos plantas más para la manufactura de carros de
ferrocarril y autotransporte8 (Echeverría et al., 1975 y Torres, 1993).
cics es un claro ejemplo del enfoque nacionalista de la política de
modernización bajo el modelo de sustitución de importaciones que
dio cabida al surgimiento de un movimiento sindical integrado por
grandes centrales bajo líderes de gran presencia en la vida política
del país. Este parque industrial requería obligadamente desarrollar
un centro urbano para albergar a las familias de obreros calificados.
La falta de capital humano en el Valle de Irolo incentivó una fuerte
migración procedente de diversos estados del país, pero sobre todo
de las regiones aledañas.
Una de las grandes interrogantes para el pensamiento antropoló-
gico de entonces era: ¿cómo este modelo de industrialización bajo
la administración directa del Estado estaba provocando cambios en
los municipios próximos a partir del traslado sistemático de estos
obreros9 a la zona industrial? De tal manera que el impacto de la
movilidad cotidiana de la mano de obra se convirtió en el eje central
de la problematización regional del cics y siendo la fuerte migración
de trabajadores provenientes de las zonas mineras de Hidalgo hasta
Ciudad Sahagún, lo que despertó gran interés en Palerm. Esta mano
de obra calificada pudo aprovechar los aprendizajes del trabajo mi-
nero para contratarse en las fábricas de la paraestatal, sobre todo por
el ofrecimiento de estas últimas de mejores condiciones de trabajo.

8
En la tesis de Echeverría, Sela y Torres (1975) se presenta el recorrido de cambios
que hubo en las sociedades con inversionistas extranjeros para echar a andar
estas plantas y también la expansión que hubo de otras empresas en el parque
industrial a fines de la década de los setenta.
9
En la tesis de Echeverría, Sela y Torres (1975) se registraron 17 municipios donde
residían los obreros del cics.
104 Ángel Palerm, un siglo después...

En la época en la que Palerm fue director del cis-inah, un tema de


mayor interés abordado por un subsecuente equipo de investigado-
res en 1976 fue analizar el impacto de la industrialización en los cin-
co municipios colindantes al cics. Como resultado del proyecto, se
dio a conocer que muchos obreros combinaban las actividades en las
fábricas con la producción agrícola, lo que dio cuenta de que la acti-
vidad del campo no se abandonó, incluso que esta fue fuertemente
promovida por los sindicatos y las fábricas del cics. Por otra parte,
se constató que además de poder comprar tractores que se ensam-
blaban en las fábricas del Combinado Industrial a precios subsidia-
dos, los obreros promovían la producción de cebada forrajera para
alimento de animales de corral y cebada para la industria cervecera.
Asimismo, la producción agrícola no se usaba para la subsistencia,
pues estos obreros-campesinos reconocían en sus tierras de poca
extensión, de temporal y con escasez de agua, no solo un circuito
complementario de aprovisionamiento, sino una lógica patrimonial
y una identidad comunitaria que no ofrecía el trabajo obrero. Por
tanto, cics no reflejaba un modelo de enclave, sino que resultó ser
un disparador de cambios en el agro del área circundante. Los sin-
dicatos también «abonaron» a la permanencia de la vida campesi-
na, dando permisos especiales en tiempo de cosecha y apoyando
las fiestas patronales. Es así como el binomio obrero/campesino fue
altamente promovido como resultado de la extensión económica y
política del cics.
Como se mencionó, en la década de los setenta surgen otros pro-
yectos colectivos en el estado de Morelos donde colaboraron pro-
fesores y estudiantes de licenciatura y posgrado de la Universidad
Iberoamericana. Algunos profesores ingresaron como investigadores
al ciesas y becaron a alumnos, siguiendo el mismo patrón de inte-
gración de equipo de Ciudad Sahagún. No obstante, los proyectos en
Morelos estaban básicamente centrados en temas del agua, campe-
sinado y el rol del Estado desde un enfoque de antropología política;
la investigación colectiva de civac, si bien estaba centrada en temas
políticos, daba cuenta de un entorno campesino en el municipio de
Jiutepec donde había surgido en la década de los sesenta un parque
Ángel Palerm: impulsor de problemáticas nacionales y globales 105

industrial.10 Este municipio era diametralmente distinto al valle de


Irolo; una de sus características fundamentales era estar conurbado
a Cuernavaca que, además de ser la capital del estado de Morelos, se
había convertido en una ciudad que albergaba casas de fin de sema-
na para los residentes de la Ciudad de México, por lo que Jiutepec
ofertaba mano de obra para servicios domésticos y de mantenimien-
to. Esto último se adicionaba al trabajo en actividades pecuarias, fá-
bricas textiles y bancos de materiales de construcción que habían
surgido después del término de la Revolución de 1910; diligencias
que podrían estar relacionadas con su proximidad a Cuernavaca y,
por tanto, hacer de Jiutepec un polo de atracción de pobladores de
municipios y estados aledaños en busca de empleo.
El análisis publicado en el cuaderno de trabajo citado (Arias y Ba-
zán, 1980) da cuenta de que el verdadero detonador del cambio hacia
la industrialización fue la instalación de la primera planta automo-
triz japonesa en el país, que al igual que en el caso de cics se acompa-
ñó de un sindicato fuerte que promovió una cultura obrera. En este
parque industrial también se instalaron proveedores de autopartes
y laboratorios químico-farmacéuticos que, según analizan Arias y
Bazán, eran altamente contaminantes. Al igual que en el proyecto
Sahagún, dos de los objetivos importantes consistían en analizar los
cambios en los estilos de vida por la incorporación a la vida obrera
y el rol que jugaban los sindicatos como expresión política en la re-
gión y valorar los efectos que la presencia de la industria tenía sobre
las actividades agrícolas y la cultura campesina. Sobre el primero,
en las entrevistas con campesinos, expresaban que el trabajo obrero
lo percibían como menos riesgoso en términos de eventualidades
climatológicas y fluctuaciones en el precio de productos agrícolas
que ellos no podían controlar. Además de reconocer que les repor-
taba un ingreso fijo y horarios controlados que les daba oportunidad
para pensar en ocupar su tiempo en actividades recreativas. Sobre lo
segundo, Patricia Arias y Lucía Bazán constataron que la actividad
agrícola no había desaparecido en Jiutepec. Afirman que los obre-
ros mantenían una permanente interacción con los campesinos, se

10
Resultados de esta investigación fueron publicados por Patricia Arias y Lucía
Bazán en 1980.
106 Ángel Palerm, un siglo después...

podría pensar en la probabilidad de que en el mismo grupo domés-


tico coexistieran miembros trabajando en ambas actividades y que
esta confluencia de ocupaciones les permitiera «comprender mejor
el comportamiento económico y político de los obreros» (op. cit.,
p.112). Adicionalmente, afirman que el trabajo en civac no resolvía
la demanda de trabajo de Jiutepec, por lo que lo consideran un recur-
so limitado que tampoco les otorgaba una identidad colectiva de raíz
y un sentido de pertenencia, condición que persistía en el arraigo a
la tierra: «la empresa es propiedad de otro, la tierra es algo propio»
(op. cit., p.114) Con esto se reitera la propuesta de Narotsky (2005),
en tanto la persistencia de un modo de vida campesino se refuerza,
a pesar de la diversificación de canales de aprovisionamiento de los
miembros de un grupo doméstico para su reproducción.
Por último, en Jalisco se llevaron a cabo varios proyectos referidos
a procesos de industrialización y mercados de trabajo. La investi-
gación que tuvo un sello de corte «más palermiano» fue la llevada
a cabo en el sur de Jalisco,11 coordinada por Guillermo de la Peña
a mediados de los setenta, en donde también participaron varios
alumnos. Al igual que los dos proyectos anteriores, el propósito era
analizar los cambios regionales por la presencia de empresas in-
dustriales. Como en el caso de Ciudad Sahagún, uno de los temas a
discutir era si se trataba de un modelo tipo enclave como en zonas
mineras y el otro si esto daba lugar a la formación de la clase obrera.
De la misma manera, se hizo hincapié en el rol que el Estado juga-
ba en los modelos de industrialización implementados. A diferencia
del Valle de Irolo, esta investigación colectiva constató que la región
había tenido manufactura desde el siglo xvii, lo cual se expandió en
el periodo posterior a la Independencia en el siglo diecinueve. En el
sur de Jalisco se constató que, a diferencia de Ciudad Sahagún y ci-
vac, el desarrollo industrial de la región respondía a dos modelos de
industrialización: el del siglo xix, de una incipiente actividad fabril a
cargo de protoempresas de distinto tipo que, como refiere Guillermo
de la Peña, articulaban diversos modos de producción (de la Peña,
1976, p.7), y el modo de producción capitalista que para funcionar

11
Posteriormente, se desarrollaron investigaciones sobre los talleres y fábricas y
barrios de Guadalajara.
Ángel Palerm: impulsor de problemáticas nacionales y globales 107

eficazmente estaba vinculado al modo de producción artesanal y


campesino. El autor menciona una fundidora, minas de cal, la pro-
ducción de hilados y tejidos, papel, pieles curtidas, jabones, pastas
de harina, tabaco, cerveza, aguardiente de agave y de caña azúcar.
Todas estas empresas tenían como principal mercado la demanda
local y algunos canales de venta a otras regiones del país a través de
circuitos de venta controlados desde la región. Todo esto le dio gran
dinamismo a la economía regional.
Para el siglo xx, el autor comenta que la política de sustitución de
importaciones trajo cambios significativos a la región. Aparecieron
capitales externos para echar a andar empresas de base tecnológica.
Es así como surgen dos ingenios y la fábrica de papel Atenquique
que posteriormente se convirtió en una empresa paraestatal. Es-
tas dos actividades mantuvieron importantes vínculos en la región,
detonando una fuerte demanda de productos agroforestales y de-
mandando mano de obra local. Una estrategia distinta operó en dos
cementeras, una de ellas en manos de capital norteamericano y la
explotación de un yacimiento ferroso. Sus productos estaban dirigi-
dos al mercado externo, sin estimular cadenas de valor en la región,
lo cual dio cuenta de un modelo de enclave que hizo desaparecer a
varios empresarios locales.
Este proyecto colectivo hizo gran énfasis en la estructuración de
estrategias familiares que se reflejaban en una gran diferenciación de
estilos de vida y formas de organización entre familias campesinas
y familias obreras, lo que manifestaba no solo una sociedad diferen-
ciada, sino segmentada. Otra característica no encontrada en Hidal-
go ni en Morelos fue un proceso migratorio hacia Estados Unidos
de algunos pobladores, además de una vinculación con el mercado
internacional de lo producido regionalmente (De la Peña y Escobar,
1986). Esta lógica extrarregional y supranacional, a pesar de ser fe-
nómenos presentes en los otros dos casos, por albergar empresas
transnacionales y depender de insumos de afuera, no apareció en la
agenda investigativa de Ciudad Sahagún y civac.
Otro elemento que se distingue en la propuesta analítica de la
investigación del sur de Jalisco, en cuanto al debate campesinización
versus proletarización, fue si
108 Ángel Palerm, un siglo después...

En esa región resultó irrelevante saber si los obreros privilegiados te-


nían una parcela ejidal y la trabajaban. Su posición social, su nivel de
vida y consumo, su estructura doméstica, la forma en que educaban a
sus hijos para ‘colocarlos’ en diversos sitios y sus actitudes hacia otros
grupos no se derivaban de la parcela, sino de su trabajo industrial.
En ocasiones, un obrero privilegiado y otro podían confluir durante
la siembra o la pizca, juntarse en fiestas y entenderse. Sin embargo,
la lógica global de la región los empujaba por trayectorias distintas
hacia destinos diferentes, y esto era lo que deseábamos comprender.
(1993, p.67).

Poner textualmente esta reflexión tiene el sentido de ilustrar las pos-


turas dicotómicas que tenían lugar a fines de la década de los seten-
ta. El debate entre la apropiación de un estilo de vida de una clase
proletaria que había renunciado a su condición campesina contra
las estrategias de grupos domésticos que se reproducían gracias a la
manera que habían combinado sus diversos canales de aprovisiona-
miento sin erradicar un patrón de vida que les otorga mayor arraigo y
sentido comunitario, era aún una reflexión vigente dentro de modelo
de industrialización flexible que daba cabida al surgimiento de un
sinnúmero de parques industriales en los estados del centro y norte
del país.
Resumiendo lo atendido en esta sección, la aportación de estos
proyectos fue superar el análisis de actividades industriales circuns-
critos exclusivamente al interior de las empresas para abordar temas
que daban una visión más amplia, como el impacto de la organi-
zación gremial en los cambios de cultura laboral y en los estilos de
vida, la vida cotidiana en los lugares de residencia, los cambios y
continuidades en el entorno, etcétera. En especial preocupaba la
implantación de modelos de organización noroccidentales de tipo
fordista que estuviesen dando origen a una clase obrera. Por otra
parte, se trataba de abordar las diversas maneras que alteraron o
redefinieron las actividades agrícolas y las formas de organización
campesinas. Al mismo tiempo que Palerm estaba impulsando los
proyectos colectivos, su agenda de investigación se dirigía hacia una
nueva visión de los problemas sociales, solo que incorporando la di-
mensión mundial.
Ángel Palerm: impulsor de problemáticas nacionales y globales 109

La mirada antropológica al sistema mundo

Antropología y marxismo, publicado por Palerm por primera vez en


1980 y reeditado en 1998 y 2008 consecutivamente, contiene una
serie de ponencias y ensayos que versan alrededor de su enfoque
marxiano.12 Justo este enfoque lo utiliza para analizar la posición que
guardaba la formación colonial mexicana en lo que, en ese momen-
to, Wallerstein (1979) nombró sistema-mundo. En concreto, en este
ensayo se hace referencia a la ponencia que presentó de manera pre-
liminar en el Congreso Internacional de Americanistas de 1973 titu-
lada «¿Un modelo marxista para la formación colonial de México?»,
seguida tres años después por «La formación colonial mexicana y el
primer sistema económico mundial», y un tercer ensayo que presen-
tó en los cursos de verano organizados por el entonces Departamen-
to de Antropología Social de la Universidad Iberoamericana de la
cdmx y el Centro de Investigaciones Superiores del inah (hoy ciesas)
en un seminario sobre la teoría de los modos de producción en 1976
cuyo tema fue «Metrópoli-colonia y la articulación de modos de pro-
ducción». Son tres ensayos magistrales que, como afirma Besserer,
«Palerm separa al marxismo y a la antropología del habitus concep-
tual de la nación» (2008, p.18) y que se convirtieron en un parteaguas
para comprender lo que hoy se llama globalización, aportando una
perspectiva más compleja y de más largo aliento.
Esta propuesta de Palerm enriquece la obra de Wallerstein (1979)
sobre sistema-mundo y se suma a dos trabajos clásicos de la antro-
pología escritos por colegas y amigos: Europa y la gente sin histo-
ria, de Eric Wolf (1982), y Dulzura y poder, de Sidney Mintz (1985),
que de igual forma fueron inspirados en la formación de un siste-
ma económico capitalista que se alimentó de múltiples conexiones
entre regiones centrales-periféricas y semi-periféricas. A pesar de
que son tres investigaciones que analizan diversos contextos y que

12
Sus escritos y en especial los que incluye en esta obra tienen una fuerte influencia
marxista. El propio autor para deslindarse de las posturas más ideologizadas
de las décadas de 1970 y 1980 se autorrefería como marxiano y no marxista.
Jorge Alonso afirma que «es una obra que contrarresta la oleada de literatura
‘marxista’ catequética y vulgar de que están atiborradas nuestras librerías»
(Alonso, 1987, p.97).
110 Ángel Palerm, un siglo después...

tienen aportaciones metodológicas desiguales, aquí solo nos inte-


resa enunciar las coincidencias encontradas: (a) son tres trabajos
pioneros en la antropología que superan no solo los estudios de co-
munidad, sino además el referente explicativo circunscrito exclusi-
vamente al Estado, poniendo atención a los orígenes y efectos de
múltiples ensambles en los circuitos comerciales a escala mundial;
(b) se trata de investigaciones etnohistóricas que dieron oportunidad
de ver cómo el sistema capitalista, desde el siglo xvi, fue configurán-
dose a través de estas interconexiones ante el valor que el mercado
otorgaba a materias primas, metales y mano de obra incorporada a
la producción de muy diversas formas; (c) constituyen importantes
críticas al esquema eurocentrista de Wallerstein (1979) proponien-
do analizar la conformación del sistema-mundo bajo la lente de las
periferias que guardaban una posición dependiente en lo político y
administrativo de los Estados europeos y, por ende, mantenían una
posición de subordinación al capitalismo mundial, y (d) sustituyen la
explicación a procesos evolucionistas unilineales y proponen la co-
existencia y retroalimentación de formas capitalistas de producción
con relaciones de corte esclavista, tributario o colonial, de sistemas
económicos basados en el parentesco bajo el enfoque multilineal de
la ecología cultural. A pesar de estas coincidencias, cada uno de los
autores aplicó metodologías muy diversas. En concreto, la aporta-
ción de Palerm se centra en la importancia estratégica de las zonas
mineras localizadas en la Nueva España para la expansión europea
durante la época colonial. Esto fue posible a partir de un sistema
de interconexiones mundiales que vinculaban a los centros metro-
politanos europeos interesados en expandir sus rutas comerciales
con Asia; en específico, la oportunidad de extracción de plata para
satisfacer la demanda China de materiales preciosos. Es así como
da cuenta del valor fundamental de una región reconocida por Wa-
llerstein (1979) como semi-periferia dentro del sistema-mundo, para
abonar al origen y consolidación del sistema capitalista. Tal como lo
afirma Wolf en la presentación de la segunda edición de Antropología
y marxismo, «Palerm demuestra en forma magistral cómo México
fue colocado en un camino hacia el desarrollo a través de ciertas
articulaciones específicas, entre un capitalismo incipiente y modos
de producción no capitalistas» (Wolf, 1998, p.35). De hecho, su es-
Ángel Palerm: impulsor de problemáticas nacionales y globales 111

trategia metodológica persistió en la pertinencia de una perspectiva


regional para comprender la manera en que surgieron diversas ins-
tituciones productivas y políticas que administraron la movilización
de diversos recursos, así como la construcción de infraestructuras
para conectar estas zonas mineras con Veracruz que era el puerto de
conexión con Europa. En este sentido, el análisis de lo regional tras-
cendía las explicaciones circunscritas al Estado-nación como único
referente explicativo y dio un salto cuántico al ampliar el horizonte
de análisis a las múltiples articulaciones entre metrópolis europeas,
sus intereses comerciales con Asia y los espacios donde se extraían
múltiples recursos indispensables para originar y consolidar el siste-
ma-mundo. En un ensayo dedicado a homenajear la obra de Palerm
Wof afirma: «Durante los últimos años de su vida, Palerm se esforzó
denodadamente por transmitir a colegas y estudiantes la importan-
cia de la construcción teórica en el pasado, para proporcionarles ca-
pacidad de remodelar los entendimientos teóricos en el futuro». (op.
cit., p.582).
Asimismo, su lealtad interpretativa a la ecología cultural13 se re-
fleja en la manera en que aborda el auge regional de espacios donde
no solo había importantes yacimientos de plata, sino que además
contaban con tierras para la agricultura y la ganadería, así como el
acceso al agua. El conjunto de recursos fue propicio para dar cabida a
la simbiosis mina-hacienda, dado que esta última aportaba insumos
como las panzas de ganado para transportar el mineral, así como ali-
mentos o tierra de cultivo para alimentar a poblados indígenas que
fueron reubicados y que junto con el comercio de esclavos confor-
maron mercados laborales que operaban a través de la encomienda
y el repartimiento. Su análisis da cuenta del desarrollo de una econo-
mía pujante en regiones mineras que generaron suficiente excedente
como resultado de la integración de una red de relaciones económi-
cas y políticas supranacionales. Dichas regiones estaban adminis-
tradas y reguladas bajo un sistema político centralizado que operó
como fuerza articuladora del sistema mundial en tanto motor de la
economía colonial al servicio de los intereses mercantiles de España.

13
En específico, el libro de Julian Steward (2014 [1963]): Teoría del cambio cultural.
Clásicos y Contemporáneos en Antropología, ciesas, uam, uia.
112 Ángel Palerm, un siglo después...

Las aportaciones vertidas por Palerm no solo ofrecen una visión


de procesos de grandes ciclos para comprender el surgimiento del
sistema capitalista desde el siglo xvi, sino que además, como afir-
ma Besserer (2008), se trata de un referente de gran actualidad, pues
aporta elementos críticos necesarios para hacer antropología en el
presente. Su rigor metodológico permite comprender los vertigino-
sos cambios que en muchas regiones del mundo están aconteciendo,
producto de nuevas estrategias de acumulación del capital que han
multiplicado y diversificado los circuitos del comercio y producción
a gran escala.

Nuevas miradas al legado de Palerm

Más que una conclusión, quisiera presentar cómo las dos vetas in-
vestigativas expuestas en este ensayo son temas de inspiración para
las generaciones actuales que buscan abrir nuevos campos y nuevas
miradas a los problemas nacionales. Habría que resaltar que tanto
los estudios regionales de la industrialización como las intercone-
xiones mundiales de procesos locales tuvieron en Palerm y Viqueira
a promotores persistentes para posicionarlos en la agenda de la an-
tropología mexicana.
¿Cuáles fueron los alcances y la actualidad de los estudios regio-
nales aquí presentados? La lente de la década de los setenta sobre
el desarrollo industrial tuvo un vínculo orgánico con un enfoque
circunscrito al Estado-nación. Esto limitó la incorporación de la in-
fluencia y los impactos de orden internacional que indudablemente
estaban presentes en ese momento, debido a la dependencia de ca-
pitales extranjeros, su tecnología y sus sistemas productivos al im-
plementarse el modelo de sustitución de importaciones. Mientras
que, en la actualidad, el modelo industrial globalizante, vigente en
el país desde hace más de 25 años, exigió la incorporación de ex-
plicaciones en el plano mundial. Hoy día, se pueden constatar en
diversas regiones de los estados del centro y norte del país los efec-
tos de las estrategias de flexibilización y desterritorialización de las
cadenas de valor globales, que han configurado un nuevo sistema de
Ángel Palerm: impulsor de problemáticas nacionales y globales 113

«enclave-maquilador» que atiende la demanda de un mercado seg-


mentado por nichos a escala mundial. Las plantas ensambladoras
en territorio mexicano «son escaparates de la modernidad» que han
acentuado la dependencia tecnológica de la manufactura en México
y la vulnerabilidad de regiones ubicadas en una periferia estratégica
del sistema-mundo industrial.
Mientras que el análisis del sistema-mundo invita a abordar pro-
blemáticas de gran actualidad manteniendo una aproximación sisté-
mica para analizar los vínculos entre múltiples nodos y diversas peri-
ferias, los mecanismos expansivos del capitalismo mantienen como
constante una división internacional del trabajo ahora operando –
como se mencionó en el párrafo anterior–, en cadenas productivas
dispersas y a la vez interconectadas a escala supranacional. El Estado
sigue teniendo un rol importante acompañando los intereses del ca-
pital financiero y de las grandes firmas; su soberanía opera bajo una
gobernabilidad más compleja, pues incluye la agenda de organismos
internacionales, de acuerdos comerciales transnacionales. En el siglo
xxi, bajo un patrón neoliberal, se exacerban las desigualdades en
condiciones laborales y se reproducen múltiples modalidades que
incluso recrean situaciones que se asemejan a los mercados labora-
les que operaban en las regiones mineras de la Nueva España.
En este esquema de conexiones mundializadas circulan bienes
ahora de carácter intangible, pues el poder subyace en el flujo in-
cesante de los recursos financieros, la trasferencia tecnológica y la
producción de innovaciones. Esto ha dado cabida a encuentros en
una ecúmene pluricultural mediado por las tecnologías de la infor-
mación, el surgimiento de patrones y canales diversos de consumo,
ideologías, valores y estilos de vida que combinan la tradición con
nuevas tendencias, o bien se perfilan realidades inéditas donde la
tecnología se incrusta en las rutinas de vida. Esto da cuenta de nue-
vos arreglos sociales, nuevas regulaciones, nuevos actores sociales
en la cual los espacios periféricos han experimentado importantes
transformaciones sociales y culturales. Nuevos mecanismos, viejos
intereses que abonan a la maximización de ganancias bajo un es-
quema de mayor concentración de riqueza en los nodos centrales.
El estudio de la plata sigue siendo un disparador de nuevos ho-
rizontes, aporta al cosmopolitanismo de la antropología al analizar
114 Ángel Palerm, un siglo después...

la manera en que diversas regiones del país han sido trastocadas,


abandonadas, reinventadas a partir de la construcción de platafor-
mas virtuales de interconexión, o lo que Sassen (2001) nombra «es-
pacialidades y temporalidades» de la globalización. Sin lugar a duda,
este legado ha trascendido sus tiempos mostrando su contempora-
neidad en la búsqueda renovada de explicaciones que den cuenta de
la complejidad de los fenómenos actuales.

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APARTADO 2
El antropólogo y su legado
institucional

117
1.
Ángel Palerm, un humanista libertario
Jorge Alonso1

La riqueza humana de Ángel Palerm propició que cada uno de los


que lo conocimos tuviéramos nuestra propia visión de su excepcio-
nalidad. Sintetizando la mía, me admiró y actualmente sigo alaban-
do su profunda y constante propuesta libertaria. Fue un incansable
luchador acostumbrado a remontar ambientes adversos; experto
en cuestiones militares, instigado por saber buscar soluciones teó-
ricas y prácticas; profesional en la guerra, en la antropología, en las
ciencias sociales, en el desempeño de sus responsabilidades. Estaba
preocupado por enseñar y hacerlo con pasión; por ello compartía
desinteresadamente su amplia sabiduría. Su talante crítico lo llevó a
romper con organizaciones políticas de diversas tendencias discu-
tiendo abiertamente sus divergencias. Fue creador de instituciones
para impulsar la investigación social científica; constante escritor de
todo aquello que indagaba, imaginativo e innovador. Aprendía en
la práctica y discutía las teorías, todo ello combinado con mucha
creatividad. No era conformista, así que examinaba todas las aristas
y tomaba decisiones que le comprometían.
Conectaba con el espíritu ignaciano contemplativo, pues insistía
en la importancia de las teorías que por medio de investigaciones
concretas no solo impulsaran el conocimiento científico, sino que
sirvieran para resolver los problemas acuciantes de la gente. Tam-
poco quería que los datos que surgían en el campo fueran puestos
en cajones prestablecidos, porque pensaba que las teorías debían
interpelar el campo. Había que dejarse sorprender y obligarse a pen-
sar lo encontrado de nueva forma. Era partidario de que se dijeran

1
Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social
Occidente.

119
120 Ángel Palerm, un siglo después...

las cosas claramente y enemigo de las intrigas y las traiciones. Le


disgustaban los esquematismos y el simplismo, pues estaba abierto
a escudriñar la complejidad.
Fue un valiente antifascista. Conocía bien a los obreros, quizás por
eso fue partidario de las colectividades obreras, la administración
de la industria y un inconmovible anticapitalista. Le disgustaban las
burocracias, los privilegios, los autoritarismos, pero era promotor de
direcciones pertinentes. Era una persona leal que propiciaba que los
demás se formaran y crecieran profesionalmente. Toda la vida fue
un anarquista heterodoxo. Siendo un hombre de su época, la tran-
scendió. Su humanismo libertario es posible detectarlo a lo largo de
toda su trayectoria, la cual sintetizaré siguiendo sus propios relatos.2
El origen de Ángel lo marcó para toda la vida. Nació en 1917 en
la isla de Ibiza. En la primaria tuvo maestros bien preparados, pro-
gresistas, que lo introdujeron en la lectura de historia y literatura. La
visión que Ángel se fue haciendo de España era que había un litoral
industrializado en el área catalana, vasca y asturiana, y un centro
agrario. Una cosa era el proletariado agrícola andaluz o extremeño y
otra los labradores castellanos. Esa base material, más que la ideoló-
gica, era la que había producido las llamadas dos Españas. Ángel no
se sentía propiamente español, sino catalán.
De inmediato apareció en él una inquietud política, y participó
en la creación de una organización estudiantil que tenía relaciones
con estudiantes de la península. Por medio de ella invitaron a per-
sonas de izquierda a que dieran conferencias. Dicha organización se
convirtió en un centro de pensamiento político. También se abrió
un círculo socialista y los estudiantes empezaron a tener contacto
con sindicatos. En esa forma, cuando Ángel tenía 15 años, desilusio-
nado con la República porque nada había cambiado y proseguían
los caciques, ingresó al movimiento anarcosindicalista. Repudió la
feroz agresión que habían sufrido los anarquistas en Barcelona en

2
Cuando Palerm tenía 61 años, en marzo de 1979, Marisol Alonso comenzó a
realizarle una serie de once entrevistas para el Archivo de la Palabra del inah.
La transcripción a máquina de las grabaciones hechas por ella se conserva
aún en dos volúmenes engargolados. Los datos de este escrito provienen de
esa fuente, particularmente de una copia que se encuentra en la biblioteca del
ciesas Occidente.
Ángel Palerm, un humanista libertario 121

1933. Para los anarquistas, las elecciones no eran un camino para


el cambio, pues los políticos de las diversas tendencias partidistas
eran malos para los intereses populares. Los anarcosindicalistas le
preguntaron a él y a otro compañero por qué querían ingresar a su
organización, ya que ellos eran «señoritos». Ante ello, los adolescen-
tes respondieron que, siendo la República un fracaso, ellos se habían
convencido de lo que planteaban los anarquistas.
Una vez dentro de la organización, a Ángel le dieron la tarea de
levantar actas y responder la correspondencia. Frente a todos los
obreros, que eran iletrados, Ángel leía los Diálogos de Malatesta y
artículos de la publicación Tierra y libertad; en una experiencia que
fue la más importante de aquella época. Mientras participaban en
una proclama sobre la llegada del comunismo libertario, la guardia
civil detuvo a algunos anarquistas durante un par de días, y entre los
presos estuvo Ángel. Regañaron a los padres de los detenidos por
no educar bien a sus hijos y los soltaron. Después sobrevino otra
represión a anarquistas en Asturias; los de Ibiza hicieron de nuevo
proclamas, y Ángel volvió a caer preso por dos semanas. Aprendió de
los anarquistas a armar líos donde quiera que estuviera.
Los años de 1934 y 1936 eran recordados por Ángel como «terri-
blemente» importantes. Aunque seguía como estudiante libre en el
Instituto para terminar el bachillerato, la mayor parte del tiempo la
ocupaba en actividades políticas, organizando grupos, huelgas, ha-
ciendo propaganda anarquista. Dejó de ser secretario de actas para
convertirse en organizador político. Una huelga importante en la que
participó fue en las salinas de la isla, calificada como la más tras-
cendental de entonces en España después de la de San Fernando
de Cádiz. Ángel se sintió muy contento por el triunfo de esa huelga,
pues poca gente en las salinas trabajaba permanentemente, y sus
condiciones eran similares a la de los peones de las haciendas mexi-
canas antes de la Revolución: tenían que transportar la sal «a lomo»,
lo cual provocaba problemas de piel, debían hacer esos trabajos para
completar sus ingresos, no tenían otra opción de vida. Con el triunfo
de la huelga creció el sindicato, así Ángel participó en otras huelgas
como la de la fábrica textil Ventosa, que terminó triunfante, o la del
transporte marítimo, con la que el movimiento obrero de Ibiza se
fortaleció.
122 Ángel Palerm, un siglo después...

Mientras para Ángel sus experiencias como anarquista le eran


gratificantes, no sentía lo mismo con su familia dado que muchos
de los dueños de fábricas eran sus tíos segundos. Así lo describió en
Cultura Obrera, al refrirse a las condiciones del trabajo en las salinas
y las fábricas que le seguían sumando enemistades entre sus parien-
tes cercanos. En 1935 Ángel volvió a caer en la cárcel, pero esta vez
fue por un largo periodo. Ningún familiar fue a visitarlo, fuera de
su padrino que se acercó más por curiosidad de ver en qué se ha-
bía convertido su ahijado. Fue enviado a Palma de Mallorca donde
las condiciones carcelarias eran muy ásperas, pues, mientras en la
cárcel de Ibiza lo trataron bien, en Mallorca la comida era muy mala
y había demasiada insalubridad. Pero como quienes estaban allí te-
nían espíritu de lucha, lograron presionar para que el dinero que
se destinaba por cada preso se les diera a los mismos presos para
que lo administraran de forma cooperativa y mejoraran la comida y
la higiene por su cuenta. Dado que la razón de su encarcelamiento
estaba relacionada con la agitación obrera en la que participaba y en
particular con un artículo que escribió en una publicación llamada
Masas; sido apresado en octubre de 1935, no salió libre hasta enero
de 1936.
El grupo de anarquistas con el que andaba, pensaba que la par-
ticipación en las elecciones era «intrínsecamente mala», pero tenía
la convicción de que un partido de izquierda daría la amnistía a más
de 30 mil presos políticos, por lo que los anarquistas habían hecho
alianza con otros grupos de izquierda. Por esta unión, algunos par-
ticipaban en la publicación de Masas, donde escribían personas de
distintas tendencias de izquierda, aun si los anarquistas mantenían
su propia publicación llamada Emancipación.
Las elecciones eran en febrero de 1936 y Ángel salió libre y se de-
dicó a la campaña electoral, haciendo propaganda y organizando
grupos. Aunque los anarquistas detestaban lo electoral, decían que
había que votar para sacar a los presos políticos. Como resultado de
aquella elección, ganó el Frente Popular y hubo amnistía. Luego los
anarcosindicalistas convocaron al Congreso de la Confederación Na-
cional del Trabajo (cnt), que se realizó en Zaragoza y al que Ángel fue
como delegado. La cnt había llegado a más de un millón de afiliados,
por lo que el Congreso fue impresionante y Ángel participó en dos de
Ángel Palerm, un humanista libertario 123

sus comisiones. Una tenía el fin de solucionar la escisión de la cnt,


pues un grupo de treinta viejos luchadores tenía una posición más
moderada que las posiciones de la Federación Anarquista ibérica y
se trataba de reincorporarlos para restablecer la unidad, cosa que
se logró. La otra comisión propuso a los sindicatos socialistas de la
Unión General de Trabajadores (ugt) formar una alianza revolucio-
naria, pues no se quería una República timorata, sino se pedía una
reforma agraria, que se nacionalizaran los bancos y otras demandas
de esa naturaleza. En Barcelona había trabajadores anarquistas que
administraban una fábrica de cervezas, y también gente que traba-
jaba en los tranvías de la misma filiación.
Al terminar el Congreso, Ángel participó haciendo una campaña
de propaganda y de organización campesina en Aragón, yendo de
pueblo en pueblo. Allí se impactó porque vio a campesinos más po-
bres que los de la isla, pero combativos. También conoció a obreros
de minas de carbón y otros sujetos muy politizados. En esa expe-
riencia tuvo que empezar a dejar el catalán y usar el castellano, algo
que no le supuso gran problema, pues aunque reconocía una cultura
catalana, no la veía como una etnicidad. No le importaba una lucha
catalana contra el gobierno central, sino la lucha obrera contra la
empresa capitalista y, de hecho, cuando le hacían las entrevistas Án-
gel decía que eso le seguía importando, pues era un anticapitalista.
En julio de 1936 fue a Barcelona donde encontró a su hermano
Juan, que era comunista y participaba en la huelga de maestros. Al
regresar a la isla le tocó el levantamiento de los falangistas. Se pre-
ocupó, pero pensó que el gobierno lo controlaría. No obstante, los
anarquistas isleños se reunieron con comunistas, socialistas y repu-
blicanos para examinar lo que se debía hacer. En este contexto, apa-
recieron dos tendencias: socialistas y republicanos pensaban que en
Ibiza no sucedería nada por lo que recomendaban quedarse quietos;
los anarquistas, comunistas y la izquierda socialista insistían en que,
aún cuando todo se fuera a decidir en la península, los de la isla de-
bían hacer algo para ayudar a esas decisiones. A los que luchaban
en Madrid, Asturias y Barcelona habría que hacerles saber que en
Ibiza también se estaba luchando. Consecuentemente, se hicieron
dos grupos y uno de ellos se dio a la tarea de buscar armas, cosa que
124 Ángel Palerm, un siglo después...

no resultaba tarea fácil. Se optó por conseguir una tonelada de dina-


mita de la que se usaba en las canteras y se convocó a huelga general.
Al Ayuntamiento llegó un grupo de soldados, y metieron presos
a los que se encontraron. Los anarquistas se habían escapado dado
que Ángel sospechaba que el alcalde socialista había sido el que ha-
bía llamado a los militares. La situación se puso peor, pues había
soldados con armas para usarlas contra los que se movieran, y los
anarquistas estaban sin instrumentos para defenderse. Mientras al-
gunos compañeros se fueron a Barcelona y a Valencia, Ángel y otros
anarquistas decidieron esconderse en la isla, teniendo reuniones,
instigando a la huelga e imprimiendo boletines con medios caseros.
Estando en esto, una patrulla detuvo a algunos entre los que se
encontraba Ángel. Fueron golpeados duramente para que dijeran
dónde tenían la dinamita, pero estaba planeado que si alguien caía
preso aguantara unos días la presión, mientras los que quedaban
fuera cambiaban de lugar los explosivos. Cuando decían dónde es-
taba ya no la encontraban, y entonces usaban eso para amedrentar a
sus captores diciendo que se usaría en contra de ellos. Ángel estuvo
preso e incomunicado en un amplio edificio llamado el Castillo. Los
anarquistas habían escondido sus listas, pero los socialistas no, y es-
tas sirvieron para llenar el lugar de presos. Se temía que se tomara
la decisión de ajusticiarlos antes de que llegaran las fuerzas repu-
blicanas. Pero, en cambio, hubo un bombardeo y ello propició que
algunos pudieran escaparse, entre los que estaba Ángel.
Se reunió un grupo para regresar con armas al Castillo. La ciudad
estaba desierta porque la mayoría se había ido al campo. El grupo
anarquista desarmó a un franquista y se hizo de una pistola con ba-
las. Se enfrentó con un grupo de soldados que huyó, pero dejó los
fusiles sin que pudieran ser disparados. Con esos fusiles y una pistola
sin balas el grupo llegó al Castillo y conminó a los vigilantes a ren-
dirse, los cuales temieron a un equipo que creían bien pertrechado y
dejaron las armas y el sitio. De esa manera liberaron a los que todavía
estaban en el Castillo y colocaron una bandera republicana junto a
otra anarquista. Luego llegaron las tropas republicanas. Ángel confe-
saba que solo había disparado escopetas en Aragón, pero eso de usar
armas de combate era otra cosa y aprendió en la práctica.
Ángel Palerm, un humanista libertario 125

Lo que sucedió después Ángel lo recordaba con pésimo sabor.


Con los republicanos llegaron algunos delincuentes que, haciéndo-
se pasar por anarquistas, se dedicaron a asaltar casas y personas.
Los verdaderos anarquistas se propusieron sacar a esos advenedizos
hacia Mallorca y organizar a los de la isla. Ángel y un socialista fueron
nombrados para gestionar con el gobierno de Cataluña pedir la se-
paración de Ibiza del gobierno de Madrid, que tenía muchos proble-
mas, y pasar a la Generalidad de Cataluña. Barcelona sí podía ayudar,
pues no había gasolina y empezaba a escasear la harina en la isla.
Por otra parte, estaba el problema del orden público contra los
malhechores que habían llegado. Se les prometió que iría una com-
pañía a poner orden, pero eso no sucedió. Luego algunos que, sin
serlo, se decían anarquistas, llegaron al Castillo y mataron a los pre-
sos. Ángel no regresó a la isla, sino que se fue a Mallorca a luchar en
una columna de la cnt del sindicato obrero de Barcelona. Pero pron-
to se produjo la retirada porque, ante los barcos de guerra y aviones
italianos, los buques republicanos dejaron sin protección al puerto.
Como la República para bajar los precios del trigo importó el gra-
no, los productores castellanos la vieron como enemiga. También
la Iglesia católica tuvo la misma percepción de la República, pues
tenía intereses con los terratenientes, aunque hubo un arzobispo de
Tarragona que era republicano.
El barco en el que Ángel salió de Mallorca, junto con algunos
de las milicias, se perdió. Al no saber dónde estaban, hicieron una
asamblea y optaron por ir al sur hasta que atisbaron las costas de
Argel. Se enfilaron entonces hacia costas españolas, pero se temía
desembarcar en territorio enemigo por lo que fueron navegando
hasta Barcelona, y hubo un momento en que ya no tenían agua. Al
llegar a Barcelona, Ángel y otros que habían estado en Mallorca se
dirigieron hacia Andalucía. Y en octubre de ese año se encontraba en
el frente de Córdoba porque habían visto que las cosas ahí estaban
«más liadas». Ahí fueron sitiados por los moros de donde salieron
con dificultad. Ángel fue herido en una pierna y fue llevado a un hos-
pital a Barcelona. Aunque en 1936 Ángel había hecho su examen de
ingreso a la Universidad de Barcelona, se dedicó a combatir.
En enero de 1937, la cnt organizó la Escuela de Instructores de
Guerra, sin títulos ni grados militares, a la que Ángel entró como
126 Ángel Palerm, un siglo después...

aprendiz de instructor de guerra. El director les decía que aprendie-


ran a usar las armas preguntándose cómo se hacían funcionar. Des-
pués se convirtió en Escuela Popular de Guerra y dio grados, siguió
lo de insignias, saludos, etc., cosas que disgustaban a los anarquistas.
Ahí Ángel tuvo a un instructor ruso, y salió como teniente de infan-
tería.
Cuando reflexionaba que si se estaba en una guerra habría que
pelearla como tal con un ejército disciplinado; de unos doscientos
compañeros que tuvo, calculaba que saldrían con vida solo media
docena. Ya preparado, fue enviado a Gerona a organizar las prime-
ras brigadas mixtas con voluntarios. De ahí fue enviado a Aragón a
juntarse con las brigadas internacionales en las que estaban polacos
muy combativos. Debido a las bajas, ambas brigadas tuvieron que
fusionarse. Ángel estuvo una temporada en la ofensiva de Belchite en
donde estaba al frente de un batallón de infantería de tanques. A me-
diados de julio de 1937 en la importante batalla del Ebro fue enviado
a la retaguardia del enemigo para cortar una carretera y la vía de fe-
rrocarril. Después de seis meses, Ángel recibió el nombramiento de
jefe de Estado Mayor de brigada. La presencia de aviones alemanes
e italianos a Ángel no le parecía raro, pues no veía que aquello fuera
una guerra civil, sino una guerra de fascistas y antifascistas; algo que,
a mediados de 1937, el gobierno republicano quería encubrir.
Así, ante comisiones extranjeras, de ingleses, por ejemplo, se pe-
día que se usara el uniforme y que los milicianos se rasuraran, para
dar una cara que no era la de los anarquistas. En 1979, Ángel seguía
pensando que aquello había estado mal, pues no se debió perder la
idea de una revolución, dado que los anarquistas no estaban pelean-
do una guerra para que los republicanos estuvieran en el gobierno.
Sostenía que se debió seguir pensando en las colectividades agrarias,
en la administración obrera de la industria, en un socialismo lo más
libertario posible. Ante las recomendaciones del gobierno republi-
cano de bajar los tonos, Ángel no se plegaba porque él decía que era
un agitador anarquista.
Recordaba con agrado que había hecho una gran amistad con el
coronel ruso y que los rusos que conoció en la guerra tenían una gran
calidad humana, no la frialdad de los técnicos estadounidenses, que
posteriormente trató en México en diversas comisiones. Los rusos
Ángel Palerm, un humanista libertario 127

que conoció no hablaban de su país, sino que estaban fascinados por


los anarquistas españoles y por la experiencia de las colectividades
en Aragón. Reflexionaba Ángel que tal vez por eso, cuando regresa-
ron a Rusia, fueron liquidados en masa en las purgas estalinistas.
En cuanto a la colaboración extranjera de armamentos decía que
los mexicanos habían enviado unos rifles Winchester que son pro-
pios de cacerías y que necesitaba mucho cuidado, pues no eran aptos
para una guerra en el lodo y la lluvia. Del armamento ruso decía que
los fusiles eran malos y los cañones viejos; lo bueno eran los tan-
ques y una artillería automática a la que los técnicos españoles les
adaptaban mirillas. En las brigadas seguían un sistema que a Ángel le
parecía muy inteligente: cuando se retiraban de un frente y llegaban
reclutas, voluntarios, gente nueva, lo que se hacía era que se formaba
un nuevo batallón.
Ángel estaba en una unidad de choque que después se llamó
ejército de maniobra. Todos los oficiales eran militantes políticos y
había, además, un comisario, pero esto no les gustaba a los anar-
quistas por miedo a la existencia de responsables. A los comunistas
disidentes del estalinismo tampoco les gustaba la idea de tener un
comisario político, figura que respondía a un cuadro de partido or-
todoxo. No obstante, en la guerra Ángel se fue convenciendo de que
esa figura tenía sentido, sobre todo cuando el ejército iba creciendo.
Ciertamente, había problemas en que alguien tuviera directamente
el cuidado de las condiciones políticas de la unidad y de la moral
combativa. Pero esta figura no fue exclusiva de los comunistas, pues
hubo comisarios que provenían de la cnt o las filas socialistas. En-
tonces, el nombramiento de los comisarios se empezó a hacer objeto
de negociaciones de cuotas políticas, con lo que se bajaba el perfil de
tales comisarios y eso influía en el mal curso de la guerra. No obstan-
te, aunque hubiera comisarios anarquistas, el sistema lo conducían
los comunistas, pues muchos de los comisarios eran de ese partido.
Por el levantamiento de mayo en Barcelona, Ángel empezó a tener
problemas con su afiliación a la cnt. Había sido llamado y llegó con
unidades anarquistas armadas porque les habían dicho que había
un levantamiento reaccionario, pero lo que encontró fue un cho-
que entre los anarquistas, gente del Partido Socialista Unificado de
Cataluña (psuc), el gobierno y algunos trotskistas. La policía tenía
128 Ángel Palerm, un siglo después...

aislado el local de la cnt, por lo que los anarquistas habían tomado


otro edificio; a Ángel le mandaron con sus tanquetas a levantar las
barricadas que había hecho la policía, cosa que cumplió. También
hizo una expedición punitiva contra el local del psuc que estaba en
un edificio de Gaudí, a quien Ángel admiraba, por lo que se cuidó de
no dañar nada en el interior. Por estas acciones, los comunistas deja-
ron de hostilizar a los anarquistas. Aunque surgió un levantamiento
de la guardia civil, que era fascista, esto también se resolvió. Ángel
sabía que el gobierno se había tratado de apoderar de la central de
teléfonos y que reprimía a los anarcosindicalistas. Estaba de acuerdo
en que se formara un gobierno con mayoría anarcosindicalista, aun-
que reconocía que eso de formar un gobierno por anarquistas no era
parte de la tradición de esa tendencia.
Como se quería un gobierno en Cataluña, Aragón y en parte de Va-
lencia, la tesis de los anarquistas era que se hacía la guerra y la revo-
lución al mismo tiempo. Para entonces, Ángel ya estaba convencido
de que había que tomar el poder y las acciones de Barcelona le pare-
cían que debilitaban la guerra. Cayó en la cuenta de que, si no había
una política definida, la guerra sería un desastre. Había que acabar
con las pugnas internas y tener una única dirección militar. Empezó
a detectar que, en los anarquistas, había ambigüedades, pues por
un lado pensaban que debían organizar la indisciplina para hacer la
revolución, pero, por otro, colaboraban con el gobierno republicano
y ponían condiciones para tener representantes en él. De esta forma,
los anarquistas llegaron a tener tres o cuatro ministros en dicho go-
bierno, pero una vez ahí los anarquistas no tenían programa.
En contrapartida, los comunistas tenían ideas claras de qué hacer
con el gobierno. Ángel mandó una carta en la que mostraba su críti-
ca a la posición anarquista porque era miembro del comité local de
grupos anarquistas de Barcelona. En dicha carta renunció a la cnt
argumentando que no estaba de acuerdo con lo que pasaba en Bar-
celona, pues la posición de los anarcosindicalistas era repeler a los
demás y esto debilitaba el movimiento, mientras los fascistas tenían
fuerza, unidad y combatientes militarmente bien preparados.
No obstante, esta ruptura política, mientras reflexionaba todo
esto en 1979, confesaba que, en el fondo, seguía siendo anarquis-
ta y que hasta esa fecha no había dejado de serlo. Hacía ver que le
Ángel Palerm, un humanista libertario 129

disgustaba la burocracia, aborrecía cualquier forma de autoridad y


jerarquía. No le gustaban los uniformes de ninguna clase, ni el saco,
ni la corbata. Pero pese a su ánimo anarquista, estaba convencido
de que si querían ganar la guerra se necesitaba disciplina, por lo que
se aventuró a un cambio: hacerse un militar –lo peor que se le podía
ocurrir a un anarquista–. Dejó de pertenecer a la cnt y de inicio no
quiso adherirse a ningún partido.
Para efectos de la guerra, admiraba la organización y la disciplina
de los comunistas, aunque no estaba de acuerdo con ellos en mu-
chos aspectos. Como había que ganar la batalla y la única manera
era tener un ejército bien disciplinado, con alta moral combativa, se
limitó a cooperar. Sin embargo, en 1979 apuntaba que lo que querían
los comunistas no le entusiasmaba nada en 1937, pues proponían
una sociedad industrializada, urbanizada y disciplinada, como lo
era la sociedad estadounidense. De cualquier forma, en lo relacio-
nado con la organización de la guerra, en ese momento, veía una
gran ventaja en los comunistas, quienes ayudaron al grupo de Ángel
para hacerse de una buena máquina de combate. Volvió al frente de
Aragón, pero enseguida vino el derrumbe de ese frente. Las brigadas
de Ángel tuvieron que replegarse porque sin una ofensiva fuerte, las
alas anarquistas no resistieron por falta de organización.
Después de Belchite, mandaron a Ángel a organizar una división
con gente experimentada en armas. Pese a su juventud, se le consi-
deraba un veterano por la experiencia adquirida en la guerra. Esta
división fue enviada a Gerona donde organizaron la retaguardia.
Querían provocar una contraofensiva de los fascistas para aligerar un
poco la presión que tenían estos en la región vasca. Pero las condi-
ciones de la guerra eran pésimas: la comida se les preparaba en Me-
diano, que era un pueblo cercano, pero el arroz llegaba hecho pasta;
por eso preferían las lentejas; tenían órdenes severas de no molestar
a los campesinos, por lo que tampoco podía abastecerse de forma
alternativa. Muchos de los milicianos eran campesinos aragoneses
que no sabían leer ni escribir. Ángel procuraba impulsar campañas
culturales para alfabetizar, pero las dificultades eran constantes.
En el 37, cerca de Teruel, Ángel había sido herido por un morte-
razo, por lo que, en esa ocasión, recibió atención inmediata. Pero
donde se encontraba después, cerca de Lérida, en Andalucía, fue he-
130 Ángel Palerm, un siglo después...

rido nuevamente, esta vez en una pierna, y los cuidados que recibió
fueron muy deficientes.
Llegó el momento en que para fortificar Cataluña se necesitaba
mucho material bélico y de construcción de trincheras, pero falló
el apoyo ruso tanto en armas como en abastecimiento de algunos
productos. Antes el partido comunista se había caracterizado por
ser directo y franco, pero, para entonces, había pasado a la retórica
sin hechos. Como consecuencia de todo esto, en Lérida no pudieron
resistir y vino la retirada. El ejército se desintegró en enero del 39,
y solo quedaban grupos que trataban de hacer demoliciones para
impedir el avance enemigo. En medio de aquello, Ángel fue herido
de nuevo, ahora en el brazo. Su grupo se encaminó a Francia y llegó
a la frontera en febrero de ese año, unos 300 hombres pasaron por
Argüelles y fueron desarmados. No tenían idea de lo que les pasaría,
pero pensaban que el gobierno republicano había arreglado que les
dieran pasaportes –algo que no sucedió–. Los franceses los hicieron
caminar sin atención médica (Ángel iba herido), agua o comida hasta
Saint Cyprien, y los ubicaron en unos arenales cerca de los Pirineos,
donde estaban muchísimos hombres más, porque el grupo de Ángel
fue de los últimos que pasó. Ahí los mantuvieron en el frío invernal
custodiados por tropas senegalesas mandadas por oficiales france-
ses, en una suerte de campo de concentración.
La familia de Ángel se había refugiado en Grenoble, y por con-
tactos de su hermano estaba a punto de ser llevada a México. Ángel
dudada en quedarse y seguir peleando en Europa, pero estaba en
puertas la segunda guerra mundial a mediados del 39, y las condicio-
nes en Francia no le eran favorables, entonces aceptó Ángel irse en el
último barco a México, después de recuperarse un poco de su herida
en un hotel a Burdeos. Se embarcó a México el 14 de julio en un bar-
co repleto de gente donde a él, pese a que estaba todavía herido, lo
mandaron a las bodegas. Pero una vez más peleó y consiguió que lo
colocaran en un mejor camarote. Al llegar a Veracruz, le impresionó
constatar que el mejor puerto mexicano estaba muy lejos del puer-
to de su isla natal. Además, vio mucha pobreza y suciedad, pero la
simpatía, amabilidad y hospitalidad de la gente lo ganó. Al bajar de
la embarcación, les dieron un documento migratorio como asilados
políticos y comenzó una nueva travesía.
Ángel Palerm, un humanista libertario 131

De ahí se fue a la Ciudad de México a la que llegó el 7 de agosto,


con la ayuda de un primo que le había dado algo de dinero para el
viaje. En la capital mexicana se encontró con su familia en un hotel.
Después recibió un subsidio por sus servicios a la República, con
el que la familia podía sostenerse como en comuna, en un edificio
que el gobierno mexicano había alquilado para refugiados. Poste-
riormente su padre, con un crédito que consiguió, puso una fábrica
de pastas para sopa y, poco a poco, la situación familiar mejoró.
Cuando su herida empezó a sanar, comenzó a ofrecer entrena-
mientos militares a gente joven. Ángel pensaba que estaba de paso,
como muchos que deseaban irse a la guerra antifascista a pelear en
Europa. Pero, mientras tanto, Ángel publicaba textos sobre cómo
usar una ametralladora, como construir trincheras, etc., en una sec-
ción periodística, mantenía contacto con redes en España y siempre
estaba al pendiente de la realidad europea. Ángel llegó a viajar rum-
bo a Estados Unidos con papeles falsos esperando llegar a la clan-
destinidad española, pero no lo dejaron pasar. Después se dio cuenta
de que ese viaje fue una maniobra del Partido Comunista (pc), que
utilizaba a los militantes en decisiones y acciones ocultas sin que los
ejecutantes supieran nada al respecto. Esa fue una etapa de transi-
toriedad muy activa donde empezó a rehacer la organización, pues
era delegado de la comisión ejecutiva y miembro del Comité Eje-
cutivo de las Juventudes Socialistas Unificadas (jsu). Ángel tenía de
alta autoridad en la organización juvenil y se la pasaba en sesiones
de discusiones políticas en el lugar que la Confederación de Jóvenes
Mexicanos (rama del partido oficial mexicano) le había facilitado a la
jsu. También visitaba la Universidad Obrera y el diario que impulsa-
ba Lombardo Toledano, El Popular. Al mismo tiempo, era secretario
de la redacción de La Lucha de la Juventud, una publicación de la
Internacional Juvenil Comunista.
Ángel veía cosas extrañas de las que no lograba tener más infor-
mación en la rama de los comunistas españoles en México. Había
muchas intrigas, pugnas internas y luchas por el poder. Después de
la guerra tuvo informaciones fidedignas de las divergencias del Par-
tido Comunista de España con el partido catalán psuc con el que él
tenía ligas. También supo que muchos rusos que había conocido en
la guerra a su regreso a su tierra habían sido fusilados en las purgas
132 Ángel Palerm, un siglo después...

de Stalin. Se dio cuenta de que a la mayoría de los que pertenecían


al buró político de Lenin, Stalin los mandó matar. El asesinato de
Trotsky en México fue parte del asunto, y se había librado de verse in-
volucrado en esa trama; por eso lo habían enviado al viaje a Estados
Unidos, porque había reconocido al que poco después fue el ejecutor
del plan estalinista en México, y lo querían alejar.
Lo peor era que por un amigo que había vuelto de Rusia supo la
pésima condición de los obreros, pero sobre todo de los campesinos
en Rusia, y las persecuciones y opresiones del sistema policial sovié-
tico. Su vena heredada del anarquismo no le hacía ver con buenos
ojos la ausencia de libertad. Como otros, se había callado sus dudas
por la situación de la segunda guerra mundial, pero al terminar esta,
cayó en la cuenta de que los rusos no tenían interés en discutir su
falta final de apoyo en la guerra de España. El que hubiera terminado
de forma tan desastrosa implicaba a altas jerarquías del comunismo
español y a la misma Unión Soviética. Encima, los soviéticos tam-
poco estaban interesados en que los españoles tuvieran un partido
comunista con buenos dirigentes, sino con gente leal al gobierno de
Stalin. Ángel no toleraba que entre los comunistas reinara el terror
y la pleitesía hacia la autoridad, por lo que empezó a buscar otros
caminos. Durante un tiempo escribió sus críticas al partido espe-
rando que la discusión prosperara. Esto lo hizo en una publicación,
Horizontes, de la que salieron varios números, donde también hizo
algunos análisis de la revolución española. Cuando vio que hacer eso
no tenía sentido, dejó ese asunto y se sintió libre, cosa importante
para alguien que había recibido la influencia anarquista.
Consiguió un trabajo en Estados Unidos, pero tenía el teléfono
intervenido. Lo espiaban continuamente, y hasta llegaron a hacer
una pinta en su casa que decía que ahí vivía un comunista. Cuando
finalmente pudo partir hacia el norte, en su estancia hizo su doctora-
do. Ello coincidió con la época en que se preocupó por las reformas
agrarias y la planificación regional.
Ángel estudió y se hizo antropólogo de primera línea. Algo que
defendía en la ciencia era la libertad, y estaba en contra de las orto-
doxias. Alababa el rigor del trabajo de campo y la reflexión analítica.
El oficio de antropólogo no se podía recibir, sino en el campo. Desde
su perspectiva, la historia era instrumento para entender por qué
Ángel Palerm, un humanista libertario 133

una sociedad es como es, y por qué cambia en ciertas direcciones.


Había llegado a la antropología desde su inquietud por la historia, y
había visto que la antropología social permitía estudiar a la sociedad
en vivo, observándola en directo, y dándose cuenta de los procesos
de cambio.
En México le ofrecieron un curso que había dejado de darse mu-
chos años, el de etnología general. También dio otro curso sobre la
interpretación ecológica del área mesoamericana. Entró a la reor-
ganización de los planes de estudio, porque los existentes eran muy
rígidos y el profesorado era de mala calidad, todos encerrados en el
boasianismo. No se conocía la antropología social británica, ni las
corrientes neoevolucionistas, se hablaba de Marx sin siquiera cono-
cerlo a fondo, y se menospreciaban teoría que para Ángel eran esen-
ciales. En otro orden, se requería un profesorado a tiempo completo,
se necesitaba una biblioteca bien equipada y, sobre todo, los alum-
nos debían ser conducidos adecuadamente en su trabajo de campo,
pues los mandaban al terreno sin ninguna orientación.
En 1968 estudiantes y algunos profesores empezaron a hacer
asambleas para mejorar la escuela y entonces se vino el mayor mo-
vimiento estudiantil. Ángel estudió el movimiento y escribió algu-
nos artículos, participó en las manifestaciones, se implicó cuanto
pudo. Pero este fue un movimiento sangrientamente reprimido y con
muchos encarcelados. En 1969 corrieron de la escuela a profesores
como Bonfil y Warman. Ante ese acto, Ángel renunció por solidaridad
y con él varios profesores más. Después Ángel montó un Departa-
mento sólido y fructífero de Antropología Social en la Universidad
Iberoamericana.
Ángel esperaba ser recordado como alguien que había roto con el
monopolio del inah, había impulsado una buena escuela de antro-
pología en una universidad independiente, y había abierto, para la
antropología, otros espacios como el de la Universidad Metropolita-
na o el Colegio de Michoacán. Todos estos impulsos, que se fueron
reforzando por la creación del Centro de Investigaciones Superiores,
el cisinah, son su obra también. Ángel el primer director del cisinah
y quien formuló sus documentos fundacionales, se manejó con mu-
cha autonomía para organizar proyectos de investigación en grandes
temas de la antropología y legó todo eso para nosotros. Estudió la
134 Ángel Palerm, un siglo después...

sociedad nacional, las organizaciones políticas, las migraciones, etc.;


invitó importantes profesores extranjeros a estos espacios, pues la
ciencia es algo universal; fraguó un doctorado específico con el es-
tudio de dos áreas geográficas, una de ellas Mesoamérica; combinó
experiencias de medios académicos muy diversos; creó un abanico
de orientaciones teóricas y huyó de toda traba burocrática para for-
mar muchos investigadores e impulsar con éxito un gran programa
de publicaciones.
No obstante, vino el cambio político y, cuando no acababa de
consolidarse totalmente la institución, fue removido; el centro fue
absorbido por la burocracia, se cerraron proyectos, se desatendieron
publicaciones. En ello influyó el hecho de que algunos antropólogos
le entraron al análisis de la sucesión presidencial y no atinaron al
candidato que quedó. Quizá por ese desatino, Ángel se quejaba de
la forma de hacer política de los antropólogos en México, criticaba
su dependencia a los que están en el poder, defendía la autonomía,
siempre fiel a sus raíces anarquistas.
Volvió a su espacio en la Universidad Iberoamericana, donde te-
nía un convenio que le permitía pasar un año en México y otro en
Austin, luego se iba de verano a España, donde aprovechaba para
pasear, y se tomaba tiempo también para dar cursos en Madrid y
hasta en Barcelona.
Criticaba que el pc español, aun después de Franco, parecía más
un grupo de reformistas con nombre de comunistas, que otra cosa y
no veía bien que el partido socialista quisiera borrar el marxismo. No
volvió a ingresar a ningún partido, ya que, incluso, al pc en México lo
veía todavía muy estalinista en sus procedimientos internos.
Marcado por el anarquismo, Ángel siempre fue promotor de es-
pacios de liberación y, desde esa óptica, cambió la forma de pen-
sar y hacer la antropología en México. Apuntaba que las ciencias
sociales las estaban haciendo quienes realizaban las revoluciones.
No le gustaba que algunos colegas se comprometieran con el poder
y se acomodaran en él, olvidándose de las aspiraciones profundas
de la gente. Sus herencias anarquistas se colaban por todas partes,
sin hacerse nunca un credo, pues no era ortodoxo. Había elementos
de dirección académica que veía necesarios, aunque no los imponía
autoritariamente, sino dentro de los marcos de cierta autonomía.
Ángel Palerm, un humanista libertario 135

En ello incidieron de modo determinante sus principios anarquistas


de descentralización, asociación voluntaria, ayuda mutua, rechazo
a la violencia estructural, la desigualdad, la dominación, así como el
anhelo de construir una sociedad justa y humana. Era partidario de
una libertad genuina y propiciaba la creación de consensos, reco-
mendaba escuchar para descubrir lo nuevo, pensar para hablar. Por
todo ello, dejó una herencia intelectual, institucional y un ejemplo
vital para la antropología mexicana que todavía sigue vigente.
2.
Ángel Palerm Vich: profesor La forma de crear
y compartir conocimiento1
Patricia Torres Mejía2

En este ensayo presento diferentes formas en que Palerm enseñaba


mientras creaba o afianzaba sus reflexiones y propuestas teóricas
en torno a la antropología. Me concentro en su labor de maestro y
colega durante sus últimos quince años de vida cuando decide, con
su familia, residir nuevamente en la Ciudad de México (1965-1980),
época en que encabezó cambios radicales en la formación de an-
tropólogos sociales en México. Para introducir al lector en el mun-
do de este gran antropólogo, inicio con una breve presentación de
su vida y experiencias de docencia antes de su retorno a México en
1965. Más adelante, en la segunda sección, aludo a sus últimos 15
años de vida dedicados a formar antropólogos sociales en México,
siguiendo un modelo que fuera resultado de años de debate y cola-
boración con colegas de diferentes tradiciones intelectuales. Dedico
la sección a reflexiones propias y de otros colegas sobre su manera
de compartir, formar y crear conocimiento.
Su relación con alumnos y colegas siempre estuvo orientada a la
reflexión antropológica en un sentido holista. En los recorridos de
campo, en el aula, sesiones de congresos o seminarios, charlas de
sobremesa o café o viajes en auto, Ángel llevaba la plática a intereses
intelectuales. Como maestro, sus discípulos reconocemos su inmen-
sa capacidad para enseñar a investigar, algo que, desde su perspec-
tiva, se aprende investigando; su constante invitación a la lectura de
las fuentes primarias y su manera de proceder metodológicamente

1
Agradezco a Gardenia Díaz Campos por la revisión y cotejo del ensayo.
2
Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, Ciudad
de México.

137
138 Ángel Palerm, un siglo después...

para, desde la observación del terreno, plantear problemas de inves-


tigación y ponerlos en diálogo crítico con propuestas teóricas.

La docencia en México: Universidad Iberoamericana (uia)


y Escuela Nacional de Antropología e Historia (enah)

A finales de 1965, Ángel, ya de regreso en México, aceptó la invitación


de colaborar en la Universidad Iberoamericana, A.C., como director
interino de la recién fundada Escuela de Sociología y Ciencias Polí-
ticas, impartiendo un curso de Teoría Social para la licenciatura en
Ciencias Políticas (Palerm, 1966). Un año más tarde, cuando empezó
a ofrecer cursos en la Escuela de Antropología de la uia, también lo
nombraron responsable de la revista recién fundada Comunidad y
colaboró en la creación del Instituto de Ciencias Sociales, con el ob-
jetivo de promover estudios de posgrado. Alma Rosa Rodríguez (ge-
neración 1961-1965) y Lucila Gómez (generación 1964-1968), enton-
ces alumnas de la Universidad Iberoamericana, recuerdan con gran
afecto a sus maestros de la enah: Daniel Cazés, Guillermo Bonfil,
Arturo Warman y, sobre todo, Ángel Palerm. En el caso de este último,
cuentan cómo, en 1967, mientras enseñaba Etnografía Antigua de
México y Metodología de Trabajo de Campo a la cuarta generación
de los entonces estudiantes, los llevó a hacer recorridos de campo,
con alumnos de la enah, a la región de Texcoco, donde Palerm inves-
tigaba junto a algunos colegas norteamericanos (entre ellos, William
Sanders y Eric Wolf).
Su participación como docente en la enah fue por invitación de
Felipe Montemayor, quien fue director de la Escuela de 1964 a 1968
y le ofreció el curso de Etnología General, aunque sin comentarle
que tenía un rezago de dos años y que los alumnos ya habían corrido
a dos maestras. Palerm dictó el curso de manera intensiva, cuatro
horas diarias y en periodo de vacaciones. De este grupo salieron los
primeros antropólogos de la enah formados por él: Teresa Rojas, An-
drés Fábregas, Alba González, Erasmo Cisneros, Shoko Doode, José
Lameiras y Virgilio Caballero, entre otros. Tengo noticia de que ese
mismo curso se repitió el año siguiente en el ciclo escolar regular,
Ángel Palerm Vich: profesor La forma de crear y compartir conocimiento 139

aunque Andrés Fábregas (1997) y Teresa Rojas (2001), en sus escritos


sobre Palerm, manejan otra versión. Ellos recuerdan haberlo invi-
tado en 1966 a impartir esta clase y, particularmente, Teresa Rojas
escribe:

Los estudiantes de la generación 1965-1968 de la enah, lo invitamos


a dictar un curso introductorio de Etnología General, que impartió
en forma intensiva en 1966, sustituyendo a una maestra cuyo bajo
nivel no satisfizo a los que éramos estudiantes. Para el curso que
impartió en 1966 y de nueva cuenta en 1967, elaboró 30 «lecciones»
que la sociedad de alumnos imprimió en mimeógrafo, y más tarde en
1967, publicó el Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad Ibe-
roamericana […] En esa institución [la enah] laboró como profesor
por horas y participó activamente en un movimiento de renovación
académica integrado por un grupo de profesores jóvenes, que se en-
frentó a grandes resistencias por parte del profesorado, la gran ma-
yoría personal del inah. Este movimiento al poco tiempo se engarzó
con el gran movimiento estudiantil de 1968. (Rojas, 2001, p.383).

Sobre el mismo tema, Fábregas apunta que

Por vez primera, una generación completa de estudiantes de antro-


pología escuchó a un antropólogo no solo profesional, sino a un bri-
llante líder académico de la disciplina pasar revista –con asombrosa
claridad y erudición– a las escuelas de pensamiento antropológico
[…] Palerm se ganó a pulso el respeto de los estudiantes por la vía
de la autoridad intelectual y no de la grilla tenebrosa. No era solo la
erudición y la forma magistral de transmitir el conocimiento lo que
cautivaba, sino también su humildad y su dispendio de generosidad.
Con él llegaron los libros básicos de la antropología de aquellos días,
los autores que hacían escuelas de pensamiento (Fábregas, 1997,
pp.50-51).

En otro sentido, Teresa Rojas resalta las complejidades de estos días


recordándonos los intentos fallidos de ese grupo de profesores jóve-
nes (llamados, según Mercedes Olivera, «los jóvenes del cambio»), al
que se unió para cambiar el plan curricular de la escuela, que con-
140 Ángel Palerm, un siglo después...

tinuaba con el modelo boasiano; lograr plazas de tiempo completo,


organizar trabajos de campo supervisados, diseñar una metodología
de campo y clasificar datos de una manera novedosa. Asimismo, se-
ñala que cuando estos intentos prosperaban en el Consejo Técnico
eran frenados por la Dirección del inah.
Como respuesta, en una asamblea general a principio de 1968,
alumnos y profesores decidieron realizar paros para exigir que se
hicieran las reformas académicas solicitadas, acciones que coinci-
dieron con demandas estudiantiles y de profesores de la unam y del
ipn. Iniciado 1969, cesaron a Guillermo Bonfil (dejando de emitir su
cheque sin ningún aviso) y Arturo Warman se enteró de que también
él había sido cesado el día del examen de Gilberto López y Rivas,
pues no se le permitió participar como sinodal. Enseguida, vinieron
las renuncias de Palerm, Daniel Cazés, Margarita Nolasco, Mercedes
Olivera, Enrique Valencia, Juan José Rendón, todos miembros de la
Coalición de Profesores del Consejo Nacional de Huelga. Palerm se-
ñalaba cómo trató, en vano, de dialogar con el director, pero, al mis-
mo tiempo, reconocía la rapidez con que fue aceptada su renuncia,
en menos de dos horas.
Aprovechó la oportunidad de enseñar antropología en la Univer-
sidad Iberoamericana para, en 1969, reforzar la escuela con el grupo
de profesores que renunciaron a la enah y darse a la tarea de hacer
lo que no les habían permitido en la institución pública. Es en esa co-
yuntura que ingresé a la uia por consejo de Salvador Martínez della
Rocca (Pino), entonces estudiante en la enah, ubicada en el Museo
de Antropología, quien me hizo una carta de presentación a la Aso-
ciación de Alumnos de la uia: Antropolisoc (Antropología, políticas y
sociales). Recuerdo cuando me dijo: «Aquí no se va a abrir la escuela;
mejor vete a la Ibero, los buenos profesores acaban de renunciar y se
fueron todos para allá: Bonfil, Palerm, Margarita, Warman, todos».
Fui entrevistada una mañana por Luis González, quien me pidió
que regresara en la tarde a entrevista con el maestro Arturo Warman,
nuevo director de la licenciatura en la escuela y primer director laico
en la uia. En esa época, Ángel –que también estaba al frente de la
escuela, pero para los graduados– ya había escrito su ensayo «Orga-
nización departamental», un modelo propuesto, a solicitud de los
jesuitas, para la enseñanza de la antropología en la Universidad Ibe-
Ángel Palerm Vich: profesor La forma de crear y compartir conocimiento 141

roamericana, donde la enseñanza y la investigación estaban direc-


tamente vinculadas (Palerm, 1967b):

Hay tres cosas que debían hacerse de manera urgente: el estudio de


la teoría, uno de los ejes del programa de enseñanza […] La segunda,
hacer del trabajo de campo ¿no?, el formativo realmente […] Y la ter-
cera, recuperar la tradición de la sociología europea y dentro de ella,
especialmente, el marxismo ¿no? y la teoría evolucionista (Palerm, en
Alonso, 1979, pp.565-567).

Con esos tres ejes en mente, y contando con la colaboración de sus


colegas expulsados de la enah, se fue creando una nueva disciplina.
Para cubrir la formación teórica, Palerm logró la publicación de las
lecciones del curso «Introducción a la Teoría Etnológica» (1967), don-
de distinguía los dos grandes campos teóricos de la antropología: la
evolución social basada en una metodología diacrónica y la organi-
zación social apoyada en una metodología sincrónica.
De los cambios en la organización en la disciplina, observo que,
de una asignatura sobre Escuelas y Teorías Antropológicas, se crea-
ron cuatro: Los Precursores, Los Evolucionistas, Los Profesionales y
La Antropología Social. Igualmente, se introdujeron cursos de temas
básicos como Antropología Económica, Antropología Política, Eco-
logía Cultural y Organización Social, materias en las que se discutía
cómo abordaban dichos temas diferentes escuelas del pensamiento.
La carga de etnografía se divide en dos asignaturas: una antigua y
otra moderna de México. En ello, desaparecen las introducciones ge-
nerales a las cinco ramas de la antropología, definidas por la escuela
americana: Introducción a la Antropogeografía, a la Lingüística, a la
Arqueología, a la Antropología Física y a la Etnología. También desa-
parecieron algunas asignaturas sobre culturas americanas y técnicas
de investigación (cuantitativa y cualitativa).
Al trabajo de campo se le otorgó valor en créditos y se dividió en
dos prácticas cortas, a realizarse en periodos vacacionales y una se-
mestral, dedicada a la investigación para la tesis. También se dio va-
lor en créditos a los seminarios, organizados para discutir en grupo
los avances de la investigación y el trabajo de tesis. Por último, para
completar la formación en torno al proyecto de tesis o intereses par-
142 Ángel Palerm, un siglo después...

ticulares, se recomendó tomar asignaturas optativas, materias que


cambiarían de generación en generación y en las que se aprovecha-
ría la presencia de estudiantes avanzados de doctorado, llegados de
estancias de investigación y periodos sabáticos en el extranjero, o
doctores recién formados en el extranjero. Se ofrecieron, por ejem-
plo, materias como Anarquismo, Derecho Agrario, Indigenismo y An-
tropología, Cambio Social en las Sociedades Industriales, Sociedades
Coloniales, Historia de las Ciudades Medievales, Teoría Económica
y Social del Marxismo, Etnografía de Tlaxcala, Urbanismo y lecturas
dirigidas.
Asimismo, se llevó a cabo la reforma universitaria, con el cambio
de un modelo de escuelas por otro de departamentos. En medio de
estos cambios, se presentó un plan de estudios que contaba con ma-
terias obligatorias, optativas y de formación universitaria. La carrera
de Antropología tomó la delantera, instada por sus profesores Ángel
Palerm, Arturo Warman, José Lameiras, Abraham Izaevich, Carmen
Viqueira, Mari-Jose Amerlink y Bolívar Hernández, entre otros. Con
ellos a la avanzada, este programa logró formalizarse en un Consejo
Técnico de 1972, al ser reconocido como una alternativa al vigente
registrado como enah-unam. Pero cabe señalar la particularidad de
que todo alumno que decidió llevar el nuevo programa «liberado»
asumía el riesgo de tener estudios solo reconocidos por la uia, en
un momento en que apelaba a su autonomía ante la Secretaría de
Educación Pública.
Sin embargo, el nuevo programa ya se había puesto en práctica
dentro de los seminarios de la escuela de graduados del Instituto
de Ciencias Sociales, a cargo de Palerm en la uia a partir de la ge-
neración que inició la licenciatura en 1969. Esta urgencia se explica
porque Palerm consideraba que el título de maestro que se otorgaba
en la unam no correspondía a un nivel de posgrado y trató de crear
una alternativa.
Así, organizó seminarios en torno a la investigación que realizaba
sobre el sistema de riego en el prehispánico valle de Texcoco, en la
que se acompañó de Eric Wolf, con quien escribió varios ensayos
sobre sus hallazgos. Para complementar su educación, llevó a estu-
diantes de la uia y la enah a hacer recorridos de observación de di-
cho sistema y de la región que abarcó, y posteriormente compró una
Ángel Palerm Vich: profesor La forma de crear y compartir conocimiento 143

casa en Tepeltaoxtoc para crear una estación de campo emulando,


con ello, las prácticas de algunas universidades norteamericanas de
gran prestigio.
A quienes iniciábamos la carrera, nos llevaron a un periodo más
prolongado de campo, un grupo con Arturo Warman a la zona ta-
rasca en Michoacán y otro con Ángel Palerm en la zona del Valle de
Texcoco. Las dos regiones eran habitadas desde tiempos prehispá-
nicos, tenían paisajes contrastantes (sierras, piedemontes, lagos,
valles) con formas de organización económica diferentes y relativa-
mente integradas. Una semana de recorridos comunes y cuatro de
residencia en alguno de los poblados de la región, de preferencia en
parejas, caracterizaba nuestra labor de entonces. Este ejercicio sirvió
para entrenar nuestras miradas, aprender a llevar a cabo un registro
en diarios de campo, clasificar la información siguiendo la Guía de
Murdock y entregar avances de resultados discutidos en reuniones
semanales con el resto del grupo. En estos encuentros salían a la luz
reflexiones teóricas de la antropología, pero, sobre todo, se pensaba
cómo aplicar el método comparativo en aproximaciones científicas
a la disciplina, que buscaban presentar diferencias y similitudes de
los poblados en que cada pareja hacía investigación.
Palerm insistía que salir al campo, residir en un sitio lejano, en una
casa ajena, nos obligaría, al menos, a cuestionar nuestra cultura en
el afán de entender a los otros, dada su crítica a los prejuicios ema-
nados de nuestra cultura. Recordaba el aporte de la antropología a
las otras ciencias sociales, en especial por su capacidad de generar
el dato desde la observación directa, en estancias de campo prolon-
gadas.

La organización de la Escuela de Graduados

La Escuela de Graduados fue creada a instancias de Palerm para


fortalecer la formación de antropólogos con maestría y doctorado a
través de programas novedosos y libres de los requisitos de la enah,
unam y sep. El posgrado contó, desde el inicio, con un currículum
flexible para los que no tenían formación en antropología que incluía
144 Ángel Palerm, un siglo después...

materias obligatorias y una práctica de campo en el nivel de licencia-


tura. Esto permitió contar con estudiantes de diferentes niveles en
los cursos básicos de la licenciatura. La formación en el aula se daba
en seminarios orientados a plantear problemas a investigar. Con este
propósito, se adecuaron salones para trabajar en torno a una mesa
donde se sentaban estudiantes que compartían la responsabilidad
de la discusión apoyada en lecturas acordadas. Esta formación se
procuró complementar enviando a los estudiantes al extranjero, ya
fuera para cursar sus estudios de posgrado o estancias de investiga-
ción, con lo que se logró que los estudiantes mexicanos fueran vistos
como iguales ante colegas de Europa y Estados Unidos, refutando la
idea de que eran meros auxiliares de investigación para el extranjero.

Opiniones de alumnos y colegas sobre el


método de formación de Ángel Palerm

Como profesor, Ángel Palerm contaba con una gran capacidad de


comunicar sus conocimientos e incitar la reflexión crítica de sus pro-
puestas. En sus cursos y seminarios, como mencioné, invitaba a la
lectura de quienes generaron ideas sobre la sociedad, mientras se
dejaba sorprender por culturas distintas a la propia y aprobaba la
posibilidad de cuestionar sus ideas al ponerlas a prueba con datos
etnográficos, propios o de otros observadores. Para sus asignaturas
de licenciatura y de posgrado también utilizaba información sobre
sus proyectos, en los que generalmente había invitados expertos en
dichos temas. Desde su perspectiva, como la antropología, en tanto
ciencia social, surgió de la necesidad de dominación de una cultura
por otra; no debíamos conformarnos con entender los orígenes de
la disciplina en la expansión europea del siglo xix, sino debíamos
seguir su recorrido hasta nuestros días. Así, leímos a Marco Polo, Pla-
tón, Julio César, Khaldoun, Fray Bartolomé de las Casas o Bernal Díaz
del Castillo. También conocimos personajes sobre los que él estaba
trabajando en su afán de encontrar la esencia de la disciplina y sus
orígenes cuando escribía los volúmenes de Historia de la antropolo-
gía. Al leer, de forma obligatoria, algunos generadores de reflexiones
Ángel Palerm Vich: profesor La forma de crear y compartir conocimiento 145

sobre culturas ajenas a la propia, aprendimos, incluso, metodología;


entendimos cómo construían sus problemas de investigación; por
ejemplo, ¿por qué a los ingleses les interesaba tanto la organización
social de sociedades sin Estado?
Desconozco hasta qué punto Palerm inducía el contenido de los
cursos optativos que ofrecían colegas invitados, estudiantes hués-
pedes o recién doctorados, pero sé que les pedía que incluyeran la
lectura directa de todos los autores y no algunas interpretaciones
sobre los mismos. Su influencia quedó clara en el curso que encargó
a Jane Dale Lloyd, alumna de doctorado de su colega Friedrich Katz,
cuando escribía su tesis sobre la influencia de la filosofía anarquista
en la Revolución Mexicana. El curso de anarquismo, que inició con
una plática del mismo Palerm, incluía ene su bibliografía a utópicos
socialistas como Fourier y Robert Owen; las obras más conocidas
de Proudhon; por ejemplo, ¿Qué es la propiedad?, o Investigaciones
sobre el principio del derecho y del gobierno (1840); el pensamiento
del príncipe ruso Mijail Bakunin, el alemán Feurebach, el italiano
Errico Malatesta y el anarcocomunista Eliseo Reclus. Más avanzado
el curso, Jane Dale nos sugirió leer también sobre la influencia en
México de estos autores y su investigación de la liga bakunista, el
magonismo (comunas revolucionarias de Baja California en 1911) y
la influencia de los Flores Magón en Emiliano Zapata.
En las páginas siguientes, presento textos de colegas que escri-
bieron sobre Ángel como profesor. No incluyo los agradecimientos
de sus estudiantes en tesis u otros trabajos docentes, sino algunos
párrafos de ensayos o libros dedicados a su memoria.
Inicio con las palabras de Gonzalo Aguirre Beltrán respecto a las
treinta lecciones de sus primeras clases en México, registradas en la
Introducción a la teoría etnológica (Palerm, 1967). Sobre este texto,
Aguirre Beltrán señala que marcó el comienzo de un nuevo enfoque
en la enseñanza de la antropología, que pasó […] a la reflexión sobre
su significado y ordenamiento […] pautando el desarrollo histórico
de la disciplina (Aguirre Beltrán, 1990, p.69).
Roberto Melville, por su parte, indica que

la serie de historia de la etnología es hasta el día de hoy, una sustan-


tiva y singular contribución de Palerm a la formación de los antro-
146 Ángel Palerm, un siglo después...

pólogos de alto nivel y también a la cabal comprensión de la relación


entre la teoría y los datos empíricos en nuestra disciplina (Melville,
2000, p.24).

Sobre su labor como docente, Jorge Alonso nos recuerda que

Una de las características de Palerm era la de inducir al estudiante a


no quedarse en las formulaciones de autores menores; remitía a los
planteamientos de los clásicos en ciencias sociales. Magnífico inspi-
rador de temas combinaba la discusión audaz con el respeto de las
propias de sus discípulos, a los que orillaba a romper con sus repe-
ticiones y en quienes generaba dinamismo de pensamiento propio,
Ángel en toda la acepción de la palabra, provocaba la inteligencia.
(Alonso, 1987, p.97).

Se podría decir que todo lo que Ángel Palerm observaba, desescribía


e interpretaba de lo que acaecía en la sociedad, adquiría esa novedad
reveladora (más allá del cascarón) de la sustancia de las cosas, ese
matiz auténticamente antropológico al cual nada de lo humano le es
ajeno. (op. cit., pp.111-112).
Desde otra mirada, Fábregas comparte que

Al hacer un balance, me convenzo que de Palerm aprendí más en


la cafetería que en la propia aula. Fue durante aquellas inolvidables
sesiones en el Café Blanco de la Universidad Iberoamericana (la que
estuvo en la avenida de las Torres) que Palerm abrió las puertas de su
pensamiento de hombre libre para enseñar que la contribución de
la antropología al pensamiento contemporáneo ha sido el enfoque
objetivo sobre la diversidad de la cultura y el papel de las condiciones
culturales en el desarrollo del potencial humano […] No contento
con el café, Palerm trasladó el aula a su casa de Cuernavaca y allí,
en reuniones sabatinas, se comentaban libros, autores, situaciones
(Fábregas, 1997, pp.52-54).

Susana Glantz (1987) elabora una etnografía de los comentarios que


Palerm hizo, como director de tesis, a sus borradores de tesis sobre
el ejido colectivo de Nueva Italia, Michoacán, para obtener el grado
Ángel Palerm Vich: profesor La forma de crear y compartir conocimiento 147

de maestra en Antropología Social de la enah entre 1969 y 1972. Cito


algunas de ellas, precisamente porque muchos recibimos palabras
similares:

Uno que otro capítulo se encabezaba con la palabra «flojo», y luego


abajo: «tienes aquí muy buenos datos, pero no discutes su relevancia
en términos de […]», seguido de todo aquello que yo había omiti-
do decir […] Ante una redacción poco afortunada, Ángel escribió al
margen: «Tú pareces más preocupada por las cuestiones morales del
asunto que por las sociológicas. Descansa tu conciencia y redacta
con cuidado». O: «Esta redacción parece decir lo que a ti te hubiera
gustado encontrar en el lugar, pero no lo que encontraste (p.51).

Asimismo, destaca el carácter socrático de su manera de enseñar:

Su proclividad a rodearse de jóvenes, su visión de aprendizaje como


un proceso integral […] su uso para este fin, de la conversación, de la
charla, de la provocación de la discusión y de la inducción; la moti-
vación a sus interlocutores para expresar sus puntos de vista respon-
diendo siempre con observaciones incisivas (op. cit., p.54).

De los cursos y seminarios que impartió como profesor invitado en


la Universidad de Austin en Texas, Herbert Eling, alumno de Palerm,
señala:

Vivió con nosotros [con él y su esposa Noemí] los dos años que estu-
vo, al principio estaba en un apartamento de ancianos que encontró
Rick Adams, pero un día nos preguntó: ¿puedo vivir con ustedes? It
was wonderful. Funny, very funny stories. Él ‘se acostó’ como a las
ocho. Pero fue para leer western novels. Nosotros generalmente nos
íbamos a dormir como a la media noche. Pero él se levantó a tomar
un irish breakfast tea justo cuando nos íbamos a dormir. Desde en-
tonces cambiamos nuestro horario. Nos quedábamos hasta la ma-
drugada hablando de todo, de la guerra, de la antropología, de todo.
Y de repente empezaron a llegar estudiantes y profesores a media no-
che para entretenerse con la buena compañía, y vino, y queso y pan
(era su forma de pagar renta: vino, queso y pan). Fuimos a bosques
148 Ángel Palerm, un siglo después...

de pinos con él cerca de Austin, y él cantando canciones en catalán.


Generalmente puedo decir que su vida allí en este tiempo era una
vida integrada en lo cotidiano y académico (comunicación personal).

En la Universidad de Barcelona dictó un seminario en diciembre


de 1978. El seminario despertó gran interés intelectual quedando
demostrada su capacidad y experiencia organizativa en el terreno
académico. Pocos pudimos disfrutar directamente del magisterio de
Ángel Palerm, un magisterio anunciado y preparado cuidadosamen-
te, dentro de un contexto intelectual amplio, por su propio hijo Juan
Vicente en el tema del campesinado (Contreras et al., 2000, p.47). Los
mismos autores narran que

Una de las convicciones que nos trasmitió Ángel Palerm, que ya por
entonces empezábamos a vislumbrar algunos antropólogos catala-
nes, fue la necesidad de superar los estudios de comunidad, como
medio para centrarnos en el estudio de problemas sociales especí-
ficos. Estos estudios, además, debían ser abordados a partir de una
relación directa ente el antropólogo y la realidad (op. cit., p.52).

Termino con la reflexión de Luis Vázquez, quien nos hace notar cómo
la propuesta holística de Palerm y la manera de formar investigado-
res especializados hizo que alumnos y seguidores

Nunca se apercibieran de que en la medida en que avanzaban en sus


respectivos estudios temáticos se alejaban en proporción inversa de
la temática original de su progenitor putativo, deriva facilitada por
la creciente institucionalización de la antropología social. De hecho,
alrededor de la temática evolutiva se desprendieron temáticas espe-
cializadas. Una de ellas fue la de estudios campesinos, pero hay otras
como la ecología cultural y el estudio de las áreas, de evidente conno-
tación arqueologizante, pero de género neoevolutiva (Vázquez, 2001,
p.354).

Coincido en que ello se debe a su rechazo a la formación autorita-


ria, al poder centralizado, así como a la influencia de su formación
temprana en la filosofía anarquista. Pero no comparto la idea de una
Ángel Palerm Vich: profesor La forma de crear y compartir conocimiento 149

docencia que llevara a la verdad, pues entiendo que Palerm, con su


método, no pretendía hacernos llegar a la verdad por medio de la
reflexión propia, sino intervenía y discutía con nosotros, buscando
avanzar en el conocimiento de la sociedad.
A diferencia del método mayéutico, Ángel buscaba animar discu-
siones para ir alimentando y reformulando su propio conocimiento,
a partir de sesiones que prefería fueran en grupo. Un ejemplo de ello
es su último libro, Antropología y marxismo (1980), donde aborda la
continuidad de la formación social del campesinado, enfrentándose
a las posturas descampesinistas. Ello no hubiese sido posible sin el
debate con otros colegas. Lo mismo ocurrió con las discusiones que
compartió con muchos estudiantes y profesores respecto a su mo-
delo M-D-M que solía dibujar en una servilleta en el Café Blanco de
la uia, en Campestre Churubusco. Todo ello, sobre todo, da razón de
un antropólogo apasionado, comprometido con el avance del cono-
cimiento y profesor respetuoso.

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Española de Historia de las Ciencias y de las Técnicas, 333-374.
3.
Ángel Palerm: fundador de instituciones
de formación e investigación en México
Virginia García Acosta1

La antropología mexicana está cimentada en una investigación y una


formación consolidada e institucionalizada que estimula la genera-
ción de nuevos proyectos y programas de investigación y enseñanza
distribuidos cada vez más ampliamente en el país. Los aportes que al
respecto hizo Ángel Palerm, particularmente en lo que se refiere a la
fundación o refundación de instituciones dedicadas a la formación
e investigación en antropología y las enseñanzas en ellas impulsadas
y desarrolladas, han sido claves en muchos aspectos, al grado de que
se le identifica como una de las tradiciones científicas más extendi-
das de la antropología mexicana contemporánea. Sus influencias se
han extendido allende nuestras fronteras.
En este texto haré referencia, en particular, a esa fundación-refun-
dación institucional que abarca poco más de una década: de fines de
los sesenta a fines de los setenta, tomando como referencia el inter-
cambio de material entre quienes han escrito al respecto y el propio
Ángel Palerm: documentos, cartas y, por supuesto, lo que sobre ello
contó en la célebre entrevista que le hiciera Marisol Alonso un año
antes de su fallecimiento (Palerm, 2013).

El contexto

Numerosas particularidades e identidades distinguen a la antropolo-


gía mexicana. Carmen Bueno afirma que la «interacción entre insti-

1
Centro de Investigación y Estudios Superiores en Antropología Social–Ciudad
de México.

153
154 Ángel Palerm, un siglo después...

tuciones, actores y múltiples ideologías, perfilaron la orientación de


la formación académica y el quehacer profesional de la Antropología
Social en México» (Bueno, 2010, p.157), e identifica los siguientes
tres factores constitutivos, como parte del proceso evolutivo de la
disciplina en el país:

a. Haber acompañado un proyecto de nación.


b. La influencia de paradigmas dominantes de la disciplina y la
interlocución con ellos.
c. Haber contado con apoyos nacionales e internacionales que
le dieron institucionalidad (op. cit.).

En efecto, desde principios del siglo xx se constata el compromiso del


Estado mexicano por una institucionalización de la antropología. Si
bien la historia de la disciplina comenzó en 1911, con la fundación
de la Escuela Internacional de Arqueología y Etnología Americanas,
que tuvieron a Eduard Seler y Franz Boas como sus primeros
directores, ellas tuvieron como antecedente la impartición, en 1906,
de cursos especiales en historia, arqueología y etnología en el Museo
Nacional, bajo el impulso de Nicolás León (Escamilla, Salmerón y
Valladares, 2007). Después de este arranque formal, la preparación
de antropólogos en el país evolucionó muy lentamente, pues la
Escuela Internacional, bajo la dirección de quien fuera el primer
antropólogo mexicano con doctorado, Manuel Gamio, hubo de
cerrar sus puertas en 1917 por falta de presupuesto (Bueno, 2008).
Veinte años después, en 1938 se creó un departamento universitario
de antropología en la Escuela de Ciencias Biológicas del Instituto
Politécnico Nacional, incorporado en 1942 al Instituto Nacional de
Antropología e Historia (inah), fundado cinco años antes por el
presidente Lázaro Cárdenas, como Escuela Nacional de Antropología
e Historia (enah) (Krotz, 2009). La enah fue, durante casi veinte
años, la única institución de formación en antropología del país.
Posteriormente, se fundaron el Departamento de Antropología del
Ángel Palerm: fundador de instituciones de formación e investigación… 155

Mexico City College (después Universidad de las Américas) en 1947,


la Facultad de Antropología de la Universidad Veracruzana en 1957 y
la Escuela de Antropología Social en la Universidad Iberoamericana
en 1960 (Bueno, 2008).
Así, a finales de los sesenta, había solo tres escuelas de antropolo-
gía en el país. Fue entonces cuando se presentó una coyuntura que
marcó un hito en la creación de instituciones de educación superior
e investigación científica en todo el país a lo largo de la primera mi-
tad de los setenta. Me refiero a la fundación del 30% de lo que consti-
tuye hoy día el potente Sistema de Centros Públicos del conacyt, que
incluye a 27 centros de investigación y enseñanza de nivel superior
que hoy, distribuidos en todo el país, constituyen la segunda fuerza
nacional en lo que se refiere a generación de conocimiento, oferta
de posgrado, publicaciones, etc., encabezada, como siempre, por la
Universidad Nacional Autónoma de México (unam).
Por lo que corresponde a la antropología en particular, recurro a
Esteban Krotz y Ana Paula de Teresa, quienes relatan este momento
de la siguiente manera:

Con la apertura democrática durante el régimen de Luis Echeverría


Álvarez (1970-1976) reconocidos antropólogos críticos ocuparon
puestos estratégicos en las instancias oficiales. Los casos más so-
bresalientes fueron los de Gonzalo Aguirre Beltrán, el de Guillermo
Bonfil en el inah y de Salomón Nahmad en la sep y el ini. Durante
ese sexenio se dio un impulso sin precedente a las comunidades in-
dígenas. Una idea de la magnitud del cambio se registra en el hecho
de que se crearon diez centros coordinadores cada año del sexenio.
(Krotz y de Teresa, 2012, pp.31-32).

Entre 1969, año en que Palerm llegó invitado a la Universidad Ibe-


roamericana, y 1980, año de su fallecimiento, fundó o refundó cuatro
espacios hoy privilegiados en la investigación y enseñanza de la an-
tropología en México que, en orden cronológico, son los siguientes:

a. El Departamento de Antropología en la Universidad Ibe-


roamericana (Ibero).
156 Ángel Palerm, un siglo después...

b. El Centro de Investigaciones Superiores del inah (cisinah),


que posteriormente se convertiría en el Centro de Investiga-
ciones y Estudios Superiores en Antropología Social (ciesas).
c. El Departamento de Antropología de la Universidad Autóno-
ma Metropolitana-Iztapalapa (uam-i).
d. El Centro de Estudios Antropológicos de El Colegio de Mi-
choacán (colmich).

Mantendré ese orden cronológico en esta presentación, aunque el


lector advertirá que el relato sobre el caso del cisinah-ciesas es más
amplio que el resto, en buena parte porque constituye, a mi juicio,
aquél en el que Palerm invirtió y plasmó sus mayores esfuerzos e
ilusiones. Así lo expresó al tomar posesión como su primer director:
«No faltaré ni a la costumbre ni a la verdad si digo que me siento
profundamente honrado por este nombramiento. Me conmueve, en
particular, la responsabilidad que se coloca ahora sobre mis colegas
y sobre mí».
La referencia que a continuación presento, de cada uno de esos
cuatro espacios, la haré recurriendo, como anuncié, tanto a palabras
de quienes han escrito al respecto, como a las del mismo Palerm. In-
cluiré una corta mención a la fundación de una asociación en la que,
de manera indirecta, también fue Palerm un factótum: el Colegio de
Etnólogos y Antropólogos Sociales.

Un constructor de instituciones para la antropología

A. El Departamento de Antropología de la Ibero.

La Escuela de Antropología Social fue fundada en la Universidad


Iberoamericana en 1960, dada la iniciativa de Felipe Pardinas y el
«interés y esfuerzos» de Luis González. Según señala Palerm en un
documento de trabajo elaborado en 1976,2

2
Dicho documento constituye «un proyecto de plan de estudios, cuyo propósito
principal fue servir de tema de análisis para la revisión de la carrera profesional
Ángel Palerm: fundador de instituciones de formación e investigación… 157

al darle el nombre de Escuela de Antropología Social (eas) […] los


fundadores hacían patente su propósito de contribuir a orientar la
antropología mexicana según una de sus tendencias tradicionales
más importantes y valiosas, la representada por la inclinación a em-
plear y aplicar el conocimiento científico social al estudio y solución
de los problemas del país (Palerm, 1988, p.332).

Sin embargo, como él mismo señaló, «los propósitos enunciados


(formar profesionales en el marco de la antropología social aplica-
da) no se pudieron cumplir más que en una mínima parte» (ídem).
Explica las razones por las cuales consideraba que ello ocurrió; aún
entonces, en 1976, seguía procurando tales objetivos, finalmente con
resultados exitosos.
Desde 1965, la Ibero había invitado a Palerm a la eas, tanto a im-
partir clases de planificación como, desde 1967, a instrumentar un
proyecto de formación de antropólogos (Pérez Lizaur y Arce, 2012,
p.433). De conformidad con ello, Palerm llegó a la uia como profe-
sor de tiempo completo, a raíz de las expulsiones y renuncias de la
enah. Justo a partir de «su incorporación plena en dicha institución
se replanteó la carrera de antropología en esa universidad» (Krotz
y de Teresa, 2012, p.28), aplicando los análisis y estrategias que ve-
nía delineando desde que empezó a involucrarse con la eas, lo cual
fue determinante en la definición de una nueva forma de enseñar,
formar y hacer antropólogos en México. Para ello, se basó en la de-
nominada «estrategia de liberación académica» que se desarrolló a
partir de tres vertientes:

la primera, pensada como de largo plazo, se concretó a apoyar y es-


timular los esfuerzos y gestiones de la uia para obtener estatus de
universidad libre o autónoma. La segunda, concebida como transi-
toria y a plazo medio, se expresó en la decisión de mantener simultá-
neamente dos programas de estudio a nivel licenciatura [ ] La tercera
[ ] a plazo inmediato [ ] se expresó en la fundación de la Escuela de

de antropólogo social, ordenada por el entonces Consejo Universitario,


como resultado y parte del proceso de reforma de la uia». Dicho texto fue
proporcionado por Carmen Viqueira (Palerm, 1988, p.332).
158 Ángel Palerm, un siglo después...

Graduados en Ciencias Sociales, dentro del Instituto de Ciencias So-


ciales de la uia. (op. cit., pp.337-338).

Éste último sería, y de hecho fue lo que él mismo denominó el «nú-


cleo impulsor del proceso general de transformación».
El Instituto de Ciencias Sociales se había creado en 1967 y, a pro-
puesta de Palerm, sus actividades se concentraron en la Escuela de
Graduados (eg) que, «además de recibir a los pasantes y estudiantes
avanzados de licenciatura y maestría, tomó la responsabilidad de
organizar el trabajo de campo [para lo cual] se estableció la Casa
[José de] Acosta de Tepetlaoxtoc» (op. cit., pp.339-341) en el Estado
de México. Es así como surgió una casa emblemática para el trabajo
de campo de los estudiantes de antropología social de la uia, que se
conserva como tal hasta la fecha.
Ya iniciados los setenta, «la eg comenzó a experimentar otros sis-
temas de investigación de campo. Uno de ellos consistió en aceptar
compromisos de investigación y redacción de informes para orga-
nismos públicos y privados» (op. cit., p.341). Algunos ejemplos son:
los proyectos de la presa de la Angostura en Chiapas o del Centro
Nacional de Productividad. Asimismo, se intentó una colaboración
sistemática con investigadores extranjeros, que aceptaron incorpo-
rar a estudiantes de la uia.
Palerm sabía lo que quería y lo que no quería para los estudiantes.
Expresamente afirmó que no había que

hacer lo que se hizo en los cuarentas, que todo el mundo iba a es-
tudiar a Chicago [ ] lo cual quiere decir que todos eran discípulos
de Sol Tax y de [Robert] Redfield [ ] y nada más […] Eso no era solo
monopolio norteamericano [ ] sobre la antropología mexicana, sino
era además de Chicago. (Palerm, 2013, p.385).

Siendo congruente con ello, a los primeros estudiantes de la uia los


distribuyó en diferentes espacios y universidades:

a uno lo mandé a Manchester, a Inglaterra, donde estaba todavía el


viejo Gluckman, que ya murió, pero era un gran Departamento en ese
momento; otro, a Stony Brook, a la Universidad de Nueva York; otro a
Ángel Palerm: fundador de instituciones de formación e investigación… 159

Michigan con Eric Wolf; otro a Chicago; otro a Texas [ ] A mí lo que me


interesa es que vayan a un buen departamento, que pasen la expe-
riencia de un medio académico diferente al nuestro. (op.cit., p.386).

En ese programa de la uia, cuidadosamente diseñado y dirigido por


Palerm, se formaron la mayoría de los profesores e investigadores
que, posteriormente, integrarían la base de las instituciones que él
siguió fundando o refundando: el cisinah-ciesas, el Departamento
de Antropología Social de la uam-i y el Centro de Estudios Antropo-
lógicos del colmich.
Actualmente, la uia ya no ofrece ese programa de licenciatura
que, de manera memorable e inolvidable, marcó a la antropología
mexicana del último cuarto del siglo xx, ni tiene un Departamento
de Antropología como entonces. Sin embargo, es probablemente la
parte más fuerte del actual Departamento de Ciencias Sociales y Po-
líticas de esa Universidad. Con una planta de profesores cercana a la
decena, compuesta por antropólogos experimentados a los que se
han sumado jóvenes talentosos, ofrece dos programas de posgrado,
la maestría y el doctorado en Antropología Social, que son de los po-
cos que cuentan con reconocimiento de las instancias evaluadoras
de posgrados a nivel nacional, es decir, del Programa Nacional de
Posgrados de Calidad.

B. El cisinah-ciesas

La creación exitosa de instituciones que muestran su solidez en el


transcurso del tiempo, generalmente ocurre cuando se producen
afortunadas confluencias: necesidades, personas, voluntades, am-
bientes propicios. Este fue el caso de la fundación del cisinah, ante-
cedente del ciesas, a inicios de los setenta. Un grupo de científicos
sociales, particularmente antropólogos, identificaron la necesidad
que, en ese momento, tenía el país, de comprender un conjunto so-
cial, caracterizado por una diversidad y complejidad crecientes, de
buscar soluciones a los problemas sociales más apremiantes a partir
del estudio directo de los grupos en sus propias realidades.
160 Ángel Palerm, un siglo después...

En ese momento, la voluntad política se orientó hacia la reivin-


dicación de los grupos golpeados por la violencia gubernamental,
ante el reclamo de cambios impostergables en la vida institucional.
Asimismo, también se reconoció, por parte de instancias guberna-
mentales, la madurez de las ciencias sociales como instrumento que
posibilita la solución certera de problemas (García Acosta, 2008). Re-
sulta indiscutible reconocer el papel trascendental que, al respecto,
jugó Gonzalo Aguirre Beltrán, quien, en el momento fundacional
del cisinah, era director del Instituto Nacional Indigenista (ini) y,
simultáneamente, subsecretario de Cultura Popular y Educación Ex-
traescolar de la Secretaría de Educación Pública. Otro actor central
fue Guillermo Bonfil Batalla, quien entonces ocupaba el cargo de
director del inah.
La idea de crear una institución en la cual el papel de la investiga-
ción directa, atendiendo a grupos sociales en problemáticas diversas
y en muchos casos no consideradas, fuera el eje de la formación de
los antropólogos sociales la concibieron Aguirre Beltrán y Ángel Pa-
lerm desde 1954. Ocurrió en el contexto de una reunión de científicos
sociales convocada por la unesco y celebrada en San José de Costa
Rica. Palerm era en esos años asesor en la Organización de Estados
Americanos y Aguirre Beltrán Subdirector del ini. Le preocupaba,
como antropólogo con una función pública, la escasa influencia que
la antropología social y los antropólogos tenían sobre la construc-
ción y dirección de los programas de desarrollo, derivado del preca-
rio contacto que mantenían con los grupos sociales y sus problemá-
ticas. Por ello, le inquietaba particularmente colocar la investigación
social de campo como la prioridad en la formación de los futuros
antropólogos. Aguirre lo relató de la siguiente manera:

Palerm y yo unimos nuestras fuerzas y llegamos al acuerdo de presen-


tar como recomendación prioritaria la necesidad de fundar centros
de excelencia en Mesoamérica y en América del Sur, particularmente
en ciencias sociales, para elevar el nivel teórico de los programas de
desarrollo en marcha mediante la cooperación internacional. (Agui-
rre Beltrán, 1994, p.14).
Ángel Palerm: fundador de instituciones de formación e investigación… 161

Pero este planteamiento no encontró entonces los apoyos necesarios


para materializarse. De hecho, la «posibilidad para fundar la anhe-
lada institución se produjo 19 años después del planteamiento ori-
ginal, muestra de una constancia, disciplina y consistencia dignas
de ser imitadas» (Miguel Limón, en García Acosta, 2008, pp.248).
Para ese entonces, Aguirre había participado como activo promotor
y creador de instituciones vinculadas con la formación, la investiga-
ción y la difusión de la cultura, pues fundó la actual Facultad de An-
tropología, el Instituto de Investigaciones Antropológicas y el Museo
de Antropología, cuando fue rector de la Universidad Veracruzana.
Bonfil había llevado a cabo una encuesta sobre el estado de la
investigación en el inah que, analizada por Mercedes Olivera, daba
cuenta de que privaba la dispersión, la discontinuidad, el aislamien-
to y la desatención a temas «de gran envergadura y significación».
Se organizó entonces el peba (Programa de Estudios Básicos en An-
tropología), que agrupaba una serie de «proyectos especiales de in-
vestigación con el fin de poner en práctica formas nuevas de trabajo
dentro del inah y abordar temas que no había sido posible atender
de manera adecuada». (Bonfil, 1975, pp.33-34, 36).3 El peba fue el
antecedente inmediato del cisinah

una institución autónoma: a su director lo nombraba el Presidente


de la República; presidía su Junta de Gobierno el Secretario de Edu-
cación –representado por el Subsecretario de Cultura Popular– y era
de ésta secretario ex officio el Director del inah, pero contaba con
su propio personal, reglamentación y patrimonio. (De la Peña, 2013,
pp.22-23).

El decreto presidencial de creación del cisinah como organismo


descentralizado del Estado, de interés público, con personalidad ju-

3
Bonfil relata estos antecedentes en su discurso de inauguración del cisinah,
pronunciado el 16 de octubre de 1973 y dirigido, al igual que el de Aguirre
Beltrán, al Ing. Víctor Bravo Ahuja, secretario de Educación Pública y presidente
de la Junta Directiva de la naciente institución. Dichos discursos, junto con
el de Palerm, el Decreto de creación y los primeros programas académicos y
presupuestales, aparecieron publicados en el primer número de las Ediciones
de la Casa Chata en 1975.
162 Ángel Palerm, un siglo después...

rídica, patrimonio propio y domicilio en la Ciudad de México, fue


expedido el 19 de septiembre de 1973 y publicado en el Diario Oficial.
Por su parte, la información relativa a los primeros años de la insti-
tución salió a la luz un par de años más tarde, en el primer volumen
de la ahora casi cincuentona Ediciones de la Casa Chata. La imagen
que de ella tenía Palerm era la de una especie de think-tank de muy
alto nivel profesional, con una plantilla de investigadores nacionales
e internacionales, que rotaban entre el centro y las universidades. El
cisinah se transformó en 1980 en el ciesas (Centro de Investigacio-
nes y Estudios Superiores en Antropología Social) (García Acosta e
Icazuriaga, 2015).
Como de todas las instituciones a las que haré referencia en esta
presentación, fue el cisinah-ciesas la que, en mayor medida, estuvo
prácticamente en las manos de Palerm, no sin grandes apoyos como
los mencionados, otorgaré un espacio privilegiado a la palabra direc-
ta de su fundador y primer director.

[…] yo estaba muy opuesto a que se llamara cisinah [ ] y, de hecho,


a que se llamara Centro, porque el [ ] modelo, de hecho, que yo pro-
ponía en todas las instituciones preliminares que tuvimos, era más
bien uno como el del Colegio de México [ ] O sea, un lugar que, desde
el nacimiento, no solo se desvincula orgánicamente del inah o del
Indigenista y de toda esa maraña burocrática, sino que, además na-
ciera con [ ] un diploma claro de tipo académico [ ] una institución
de tipo científico [ ] Y me parece que el mejor modelo que tenemos
en México, con las críticas que se le pueden hacer siempre [ ] es el
Colegio [de México]. (Palerm, 2013, p.379).

A partir de esa idea, hubo varias propuestas del propio Palerm. Con-
gruente con la idea expresada en la cita anterior, planteó que se lleva-
ra a cabo un acuerdo con El Colegio de México para que, en lugar de
una institución nueva, ese centro especializado en estudios desde la
antropología fuera parte de él. Pero esa idea «no les gustó [ ] a la gente
de la Secretaría de Educación [al ser] algo que no iban a controlar»
(op. cit., p.380). Sugirió entonces algo similar: «propuse un Colegio
Mexicano de Antropología. Y tampoco les gustó» (ídem). Cuenta que,
finalmente, «hicimos un proyecto [ ] que discutimos mucho, en el
Ángel Palerm: fundador de instituciones de formación e investigación… 163

que no aparecía el inah, ni aparecía el nombre de Centro, sino que se


tomaban varias posibilidades o se proponían varias». Dicho proyecto
fue el que se entregó, pero, como suele ocurrir, el decreto que se pu-
blicó «era muy diferente de lo que [ ] habíamos propuesto» (ídem).4
Una de las ideas centrales para la nueva institución, que ya había
sido parte de las conversaciones entre Palerm y Aguirre Beltrán años
atrás, era montar un programa de doctorado basado en la investiga-
ción, que fuera independiente de la enah y el inah. Había una real
«necesidad de tener un programa de estudios superiores [ya que]
no había [entonces] doctorado en México en antropología» (Palerm,
2013, p.380) y, a la par, incursionar en temas que reclamaban la aten-
ción de la disciplina y que no habían sido tocados. Respecto a esto
último, Palerm mencionaba, por ejemplo, la necesidad de

continuar con el estudio de las minorías étnicas, pero agregar a esto


el estudio de los no indígenas [ ] de los españoles y de los alemanes y
de los norteamericanos. Es decir, de todos estos ingredientes que van
entrando en la [ ] formación nacional (op. cit., p.382).

Esta idea, como muchas otras, fue plasmada en un proyecto colec-


tivo de investigación del cisinah denominado Minorías étnicas no
indígenas en México, que fue dirigido por un antropólogo inglés,
doctorado en Oxford y discípulo directo de Evans-Pritchard: Michael
Kenny. En él participamos, a propuesta del propio Palerm, varias es-
tudiantes recién egresadas de la licenciatura en Antropología de la
uia.5
A través de la nueva institución, Palerm buscaba iniciar una línea
genealógica con orígenes diversos y por eso trajo a México a profe-

4
Varios documentos hacen referencia a una versión del «Centro de Estudios
Avanzados en Antropología» que circuló a fines de 1972, sobre la que se recibieron
comentarios de Leonel Durán, Enrique Florescano, Rodolfo Stavenhagen y
Enrique Valencia.
5
Algunas presentamos nuestra primera ponencia internacional con los resul-
tados parciales de este proyecto. Tal fue el caso de Carmen Icazuriaga y de mí
misma, que con un modesto apoyo del cisinah participamos en la xiv Mesa
Redonda de la Sociedad Mexicana de Antropología, celebrada en junio de 1975
en Tegucigalpa, Honduras. La publicación principal resultante puede ser con-
sultada en Kenny, García, Icazuriaga, Suárez y Artís, 1979.
164 Ángel Palerm, un siglo después...

sores connotados como el propio Kenny, Pedro Carrasco, Richard


Adams, Nicholas y Kathryn Hopkins, entre otros. También convenció
a «gente tan buena como Luis Reyes [para dedicarse] al trabajo de
fuentes nahuas y de [ ] códices» (op. cit., p.388). Quienes tuvimos el
privilegio, en esa década de los setenta, de hacer prácticas de campo
como estudiantes de la Ibero, dentro de un proyecto de investigación
del cisinah, tuvimos así la fortuna de conocer, escuchar e, incluso,
recibir comentarios sobre nuestros modestos avances de antropólo-
gos como Eric Wolf y Richard Adams, John Murra, Richard Schaedel
o Karl Wittfogel.6
Al final, el mismo Palerm reconocía, refiriéndose al cisinah: «fui,
digamos, uno de los padres de la criatura, y después el primer direc-
tor y el organizador» (op. cit., p.382). Esa institución tuvo entonces
una notable evolución, habiendo comenzado apenas con un pro-
grama de doctorado de siete estudiantes y con una sede modesta en
la emblemática Casa Chata en Tlalpan, Ciudad de México. El ciesas
cuenta hoy, a sus 45 años de edad, con más de 160 investigadores
distribuidos en siete sedes a lo largo y ancho del país; ofrece 12 pro-
gramas de posgrado, igualmente repartidos a escala nacional, y cerca
de un millar y medio de títulos con su sello editorial; todas las sedes
cuentan con sus propias bibliotecas, que se han sumado a la prime-
ra, sita en la sede original en la capital del país, que lleva el nombre
de Biblioteca Ángel Palerm. Ésta, desde 2012, guarda el Fondo Ángel
Palerm y Carmen Viqueira, donado por los hijos de ambos.7 A Án-
gel Palerm lo han sucedido en este encargo siete directores y dos
directoras generales.8 Sin duda, la semilla que sembró era de muy
buena calidad. Además, cayó en terreno fértil y ha sido abonada con
cuidado y esmero.

6
A raíz del fallecimiento de Sidney Mintz, Juan Vicente Palerm escribió un
excelente artículo para recordar y reconocer a la que denominó una «outstanding
cohort of anthropologists who studied alongside him at Columbia University in
the years immediately following World War ii», entre los cuales se encontraba
precisamente Ángel Palerm (Palerm, 2017).
7
El contenido de dicho fondo fue publicado en la sección «Legados», de la revista
Desacatos. Ver González (2014).
8
Dato para 2018.
Ángel Palerm: fundador de instituciones de formación e investigación… 165

C. El Departamento de Antropología de la uam-i

La uam «fue creada por el gobierno federal en 1973 [ ] un año des-


pués, en septiembre de 1974 [ ] inició sus actividades académicas»
(Krotz, 1988, p.299). Al año siguiente, en septiembre de 1975, en uno
de sus tres campos, el de Iztapalapa,9 como parte de una de las cuatro
divisiones que cada uno de esos campos, la de Ciencias Sociales y
Humanidades, se fundó el Departamento de Antropología.
Su primer director fue el filósofo Luis Villoro, entonces al frente de
la División de Ciencias Sociales y Humanidades de la uam-i, quien
recurrió a la asesoría de Ángel Palerm, profesor de la uia y director
del cisinah, en esa época. Le pidió consejos no solo para diseñar
el plan de estudios de la Licenciatura en Antropología Social, sino
también para contratar al personal académico correspondiente. En
consecuencia, no fue mero producto del azar que, como señala Es-
teban Krotz, los fundadores del Departamento de Antropología, así
como la mayoría de quienes «se les unieron durante sus primeros
años de vida, compartían casi todos la experiencia de investigación
en el cisinah, y [ ] la mayoría de ellos había enseñado o estudiado en
el Departamento de Antropología Social de la uia» (op. cit., p.288).
Los cursos de la Licenciatura iniciaron el mismo mes de septiem-
bre de 1975 «con base en un plan de estudios sumamente flexible,
que representó una innovación» (Krotz y de Teresa, 2012, p.29). Di-
cho plan estaba estructurado en tres ejes: el diacrónico, el sincrónico
y el denominado «presente etnográfico» (ídem). El método palermia-
no estaba presente en el planteamiento mismo de cómo se debía
aprender a ser antropólogo: «entre la historia de la teoría, el método
comparativo y el trabajo de campo» (ídem). El énfasis en este último
fue y ha sido la que sus propios profesores consideran como la carac-
terística más importante: «el contacto directo con la realidad a través
del trabajo de campo» (ídem).
En ese momento solo había en la Ciudad de México y su zona me-
tropolitana dos instituciones que ofrecían el mismo programa: la uia
y la enah. En aquélla, nos dicen los profesores de la uam-i, «la figura

9
Los otros dos campos a los que se hace referencia son Azcapotzalco y Xochimilco.
Ahora también cuenta con otros dos: Cuajimalpa y Lerma.
166 Ángel Palerm, un siglo después...

y las orientaciones teóricas de Ángel Palerm eran las dominantes,


en ésta el paradigma marxista impregnaba buena parte tanto de la
docencia como de la investigación» (Teresa et al., 2012, p.303).
En esta etapa inicial, según Teresa et al.,

Ángel Palerm, con la participación de Andrés Fábregas, Juan Vicente


Palerm y Roberto Varela –quienes son los tres profesores-investiga-
dores de tiempo completo fundadores del Departamento– concluye-
ron y pusieron en operación el primer plan de estudios de la Licen-
ciatura en Antropología Social, con un notable énfasis en el trabajo
de campo. (op. cit., p.303).

Al leer el presente texto, Andrés Fábregas me informó que no fue-


ron tres, sino cuatro, los profesores que prepararon ese primer plan
de estudios: a los tres mencionados hay que sumar entonces a José
(Pepe) Lameiras.
Palerm, por su parte, nos dice al respecto:

todo el Departamento de Antropología de la Universidad Metropo-


litana que me encargaron a mí de organizar, con una excepción, son
gente de la Ibero y del cisinah; todo el personal del nuevo Departa-
mento de Antropología de El Colegio de Michoacán, ese que ha fun-
dado Luis González en Zamora, con una excepción, es gente egresada
de la Ibero y del cisinah (Palerm, 2013, p.389).

Antes de ir a Zamora, al colmich y a los orígenes de su Centro de


Estudios Antropológicos, quiero resaltar la importancia que hoy
tiene el Departamento de Antropología de la uam-i que, con un re-
conocimiento nacional e internacional, ofrece tanto licenciatura en
Antropología Social como Posgrado en Ciencias Antropológicas, este
último desde 1993. Cuenta con una planta de 26 profesores que en-
fatizan la realización de trabajo de campo en la formación, y que
llevan a cabo investigaciones en temas de punta que plasman en las
publicaciones que tiene la propia Universidad. Desde 2005 participó
junto con otras tres instituciones que Palerm fundó o refundó, en la
Ángel Palerm: fundador de instituciones de formación e investigación… 167

creación de la Cátedra que lleva su nombre y que tiene como objetivo


difundir e impulsar su obra.10
Uno de los profesores formados en este Departamento de Antro-
pología es ahora, y lo será hasta 2022, rector de la Unidad Iztapalapa
de la Universidad Autónoma Metropolitana: Rodrigo Díaz Cruz.

D. El Centro de Estudios Antropológicos de El Colegio de Michoacán.

Apenas arrancaba el penúltimo año de la década de los setenta cuan-


do se reunió en la ciudad de Zamora, en Michoacán,

un grupo de investigadores, representantes de instituciones acadé-


micas, autoridades michoacanas, funcionarios públicos del sector
educativo de la región y de la capital y vecinos de la ciudad. A pesar
de su diversidad todos coincidían desde tiempos atrás en la necesi-
dad de descentralizar la educación superior y habían acogido con
entusiasmo y diligencia la idea de que se creara una institución de esa
naturaleza en el epicentro del bajío zamorano. De esa coincidencia
nació El Colegio de Michoacán (colmich) que el 15 de enero de 1979
empezó su existencia legal con la formación de una asociación civil
y su vida académica con los lineamientos que trazó su primer presi-
dente, el historiador Luis González (Arias, 1988, p.25).

Como en la Ibero, en el cisinah y en la uam-i, la docencia, a cargo


de los investigadores de la institución, apoyados por profesores visi-
tantes (que en el caso de Zamora eran aún más requeridos), estaba
estrechamente vinculada a la investigación.
Los dos primeros centros que surgieron en el recién creado Cole-
gio fueron el de Estudios Históricos (ceh) y el de Estudios Antropo-
lógicos (cea). Cada uno de ellos contaba con un coordinador y

10
Las instituciones fundadoras de la Cátedra Ángel Palerm, que se mantiene
hasta la fecha, son el ciesas, la uam-i, la Ibero y El Colegio de Michoacán. Su
coordinadora fue, desde su fundación, Carmen Icazuriaga, y posteriormente
Andrés Fábregas, mientras que cada una de las instituciones participantes
cuenta con un representante nombrado expresamente ante la misma. Cfr.
García Acosta e Icazuriaga, 2015, y <http://www.ciesas.edu.mx/catedra-angel-
palerm/>.
168 Ángel Palerm, un siglo después...

un contingente de seis o siete investigadores [que] se dio a la tarea de


esbozar y delinear sus ámbitos temáticos y espaciales y a elaborar los
programas de estudio de las maestrías que se iniciarían en septiem-
bre de 1979 (op. cit., p.26).

En el caso del cea, «dos actores centrales fueron José Lameiras (Pepe)
y Guillermo de la Peña, quienes pidieron permiso en la uam-i y el
colmich les otorgó una plaza» (Calderón, 2012, p.193).
Dos temas poco tratados en los primeros relatos sobre el naci-
miento del Colegio fueron desarrollados ampliamente por Marco
Calderón en su relato, publicado dentro de los resultados del proyec-
to adela (Antropología de la Antropología).11 Se trata precisamente
de los aportes de Ángel Palerm y su énfasis en la realización de un tra-
bajo de campo intensivo, tanto en la formación de estudiantes como
en la investigación en general. Al respecto, Calderón cuenta que Pa-
lerm participó, en junio de 1979, en el primero de los emblemáticos
Coloquios de Antropología e Historia Regionales que distinguen al
colmich, en el que estuvieron también personajes como el propio
Bonfil, Enrique Florescano, Miguel León Portilla y Agustín Yáñez (op.
cit., p.193). Advierte que quizá fue «la figura de Ángel Palerm [la que]
permitió la confluencia de [esas diversas] tradiciones, [y reconoce
que] Ángel Palerm fue central, tanto en la forma de concebir al cea,
como en el diseño de la maestría» (op. cit., p.195). Destaca los si-
guientes cuatro aspectos que

Palerm consideraba indispensables y que estuvieron presentes a la


hora de la constitución del cea: i) había que estudiar regiones y no
comunidades aisladas; ii) era indispensable analizar la cuestión del
desarrollo impulsada por un Estado fuerte y muy contradictorio; iii)
en el proceso de enseñanza aprendizaje había que involucrar a estu-
diantes en los proyectos de investigación de profesores, y iv) el traba-
jo de campo. (op. cit., p.195).

En junio de 1980, justamente cuando iniciaba el cuarto trimestre de


la maestría del cea, con Claude Bataillon, José Lameiras, Francisco

11
Con más detalle, haré referencia a adela más adelante.
Ángel Palerm: fundador de instituciones de formación e investigación… 169

Miranda y Tierry Linck como profesores de los 11 estudiantes matri-


culados, Ángel Palerm falleció. No alcanzó a disfrutar los logros de la
primera generación de egresados de una de las iniciativas en las que
participó y apoyó de manera decisiva.
El cea del colmich constituye hoy uno de los centros de antro-
pología más acreditados a escala nacional e internacional. Ha for-
mado a más de una docena de generaciones de posgrado y, desde
1999, ofrece un Doctorado Integral en Antropología Social, que in-
cluye maestría y doctorado y que, como en sus inicios, mantiene la
vinculación estrecha entre docencia e investigación. Su planta de
profesores, agrupada en el «Núcleo Académico Básico», suma cerca
de 15 profesores que, a la par, llevan a cabo investigación original e
innovadora, dentro de las líneas y temas específicos que distinguen
y han distinguido al cea. La reconocida línea editorial del colmich
se sigue nutriendo de la producción de sus investigadores y de sus
egresados.

E. El Colegio de Etnólogos y Antropólogos, A. C.

No es el propósito de este breve apartado relatar la ya larga historia


de nuestro Colegio, de sus boletines que evolucionaron de manera
notable con el paso del tiempo, de sus publicaciones, algunas emble-
máticas como la que denunció las actividades del Instituto Lingüís-
tico de Verano en el México de 1979, o de la serie de biografías sobre
antropólogos notables que produjo durante algún tiempo, pues para
ello se puede consultar la página web del Colegio de Etnólogos y An-
tropólogos Sociales (ceas).12 Aquí solo quiero mencionar la interven-
ción que tuvo Palerm, también, en su fundación, ya que pocas veces
se reconoce.
De hecho, en varios ensayos sobre el origen ceas, escritos inclu-
so por quienes fueron sus presidentes, ni siquiera se le menciona.
Encontramos referencias expresas a su papel como impulsor de esa
iniciativa, tanto en la biografía titulada Ángel Palerm Vich: innovador
de la antropología mexicana, escrita por Jorge Alonso (Alonso, s/f ),
como en una de las publicaciones celebratorias del 30 aniversario

12
<https://ceasmexico.wordpress.com/>.
170 Ángel Palerm, un siglo después...

del ceas (ceas, 2006). Como muestra, un botón: la propia asamblea


constitutiva de ese Colegio tuvo lugar el 25 de julio de 1974 en el au-
ditorio del cisinah, institución de la cual era director precisamente
Ángel Palerm (ceas, 1995).
Antes de ello, él mismo había convocado a una serie de reuniones
informales en casa de algunos colegas, precisamente para examinar
la posibilidad de fundar una organización que velara por el correcto
funcionamiento de la disciplina, así como para intervenir en el di-
seño de los planes y programas de estudio de la antropología; es de-
cir, ya pensaba en una asociación profesional que adoptara la forma
de un Colegio. En el fondo, la idea era, como lo dijo muchas veces,
romper monopolios para tener una antropología crítica, desburo-
cratizada.13
En aquella asamblea gestacional de 1974 se aprobaron los mismos
estatutos que hasta la fecha norman la vida del ceas y se eligió al
primer consejo directivo. En 1976 fue legalizado y reconocido como
colegio profesional, con sede en la Ciudad de México, personalidad
jurídica, patrimonio propio y duración indefinida. Fueron 27 los so-
cios fundadores, la mayoría discípulos de Palerm, pero actualmente,
cuatro décadas más tarde, el ceas cuenta con 465 socios.14

La huella y el esquema palermiano

Los estudiantes de las primeras generaciones del que podríamos de-


nominar «nuevo» Departamento de Antropología de la Ibero, que
pasamos por allí en la década de los setenta, compartimos directores
de tesis con las primeras generaciones de estudiantes de los nuevos
espacios abiertos en la uam-i y en el colmich. Entre ellos, estuvieron
varios profesores que ya hemos venido mencionando y que ahora
son colegas queridos como Andrés Fábregas, Guillermo de la Peña
(recién llegado de Manchester con su título de doctorado bajo el bra-
zo) y Juan Vicente Palerm (quien iba y venía de España donde estu-

13
Información personal de Andrés Fábregas (13 de junio de 2018).
14
Información del actual presidente del ceas, Ricardo Fagoaga (12 de junio de
2018).
Ángel Palerm: fundador de instituciones de formación e investigación… 171

diaba). Algunos se nos han ido, como José Lameiras, Brigitte Bohem,
Arturo Warman, Luis Reyes y Shoko Doode. Quizá no todos fueron,
precisamente, profesores nuestros, pero como estudiantes de esas
tres instituciones siempre teníamos a alguno de ellos como jurado de
nuestras tesis, en ese entonces, la mayoría, en nivel de licenciatura.
Pero algo más significativo aún era que compartíamos una se-
rie de principios comunes, teorías y metodologías, lecturas y estilos
de trabajo, formas y modos de «hacer antropología», que aún hoy
se conservan en los egresados de esas tres instituciones, tanto de la
licenciatura (que ya no existe en la uia), como de maestría y docto-
rado, particularmente en lo que corresponde al trabajo de campo.
Por un lado, las técnicas y formas de trabajar en el campo: periodo
prolongado residiendo en el lugar elegido, elaboración de diario de
campo y posteriores fichas de trabajo,15 entrevistas abiertas, largos
recorridos y, sobre todo, observación, mucha observación, seguida
de paciente reflexión, se mantienen como doctrina. Algunos tuvimos
la fortuna de vivirlo con Palerm, cuando nos visitaba en nuestras
prácticas de campo en el área del Acolhuacan. Al respecto, nos dice
Fábregas lo siguiente:

Con Palerm aprendí lo que hoy se llama «leer el paisaje» en camina-


tas interminables. Era un observador sagaz. Tenía la capacidad de
ligar de inmediato lo que observaba con las teorías antropológicas.
Aprendí la importancia de usar la información y transformarla en
preguntas de investigación y en planteamientos. (Fábregas, 2015).

Cuando, estando en prácticas de campo en la casa José de Acosta, en


Tepetlaoxtoc, Estado de México, nos visitó Palerm en 1972, quienes
estábamos, vivimos exactamente la experiencia que relata Andrés en
la cita anterior: recorridos largos, con cortos altos en el camino para
comer una naranja, tomar un poco de té frío y, lo más importante e
inquietante para nosotros, responder a las preguntas que en tono
bajo e inquiriente nos hacía: «¿por qué en el paisaje se ven formas

15
Una hora de trabajo de campo se traduce en dos horas de redacción del diario
de campo y, este a su vez, en cuatro horas de elaboración de fichas, nos decía
Palerm.
172 Ángel Palerm, un siglo después...

planas y no planas?, ¿qué se te ocurre como respuesta?, ¿qué lecturas


te recuerda este panorama?». Inolvidable.
Por otro lado, las implicaciones del trabajo de campo, de ese con-
tacto directo con la realidad que debía ser la característica central
de la formación y de la práctica como antropólogo, es relatado por
Guillermo de la Peña en una entrevista que Marco Calderón le hizo
hace unos años y reprodujo en su excelente capítulo sobre la crea-
ción del cea del colmich:

Para Ángel Palerm hacer trabajo de campo era entender cómo ciertos
sectores de la sociedad mexicana se articulaban en un proyecto de
crecimiento económico y de capitalismo contradictorio que había
que criticar. Había que ir creando, mediante la investigación, una vi-
sión del desarrollo que no correspondiera a las visiones oficiales im-
puestas por un Estado muy contradictorio. (Calderón, 2012, pp.196-
197).

El mismo Palerm lo plasmó de la siguiente manera, en uno de los


documentos germinales del cisinah-ciesas:

Nuestras aulas principales son el campo, los pueblos y las ciudades


de México, en mucha mayor medida que lo son las salas académicas,
los archivos y las bibliotecas. Aspiramos a ver nuevas generaciones de
antropólogos formados en la práctica de la investigación de campo y
en el análisis riguroso de los materiales obtenidos, que puedan ma-
nejar con la misma eficacia e inteligencia la teoría y la metodología
científicas, los problemas prácticos de la investigación concreta y la
aplicación de los resultados obtenidos. (Palerm, 1975, p.76).

El énfasis en el trabajo de campo se mantiene en los cuatro espacios


académicos que Palerm fundó o refundó, tanto a nivel licenciatura
como en el posgrado, así como en buena parte de aquellos que, de
una u otra manera, han recibido el influjo de la impronta de Palerm
y que ahora se encuentran agrupados en la cada vez más pujante Red
de Instituciones Formadoras de Antropólogos, la Red mifa. Relataré
una experiencia reciente que da cuenta de lo anterior.
Ángel Palerm: fundador de instituciones de formación e investigación… 173

Tuve la fortuna de coincidir hace un par de años con Antonio Hi-


guera Bonfil, estudiante de la generación de la uam-i que inició en
1979. En esa institución, Higuera obtuvo su licenciatura en Antro-
pología Social para, luego de enamorarse de la historia, regresar a la
antropología (como nos ha pasado a muchos de los que tuvimos la
influencia palermiana) y combinar ambas, de la mano de su mentor:
Andrés Fábregas. Hoy, Antonio Higuera, con un doctorado en An-
tropología Social obtenido en la enah, es miembro de la planta de
profesores de la Universidad de Quintana Roo en Chetumal, donde
reside desde hace un par de décadas. La feliz plática que sostuvimos,
con una inmediata coincidencia de intereses, me confirmó que la
forma y estilo del quehacer antropológico, en particular por lo que
toca al trabajo de campo, corresponde a lo que mencioné: un énfasis
decidido en su práctica como eje central de la investigación.
Y aunque las siguientes parezcan casualidades, en realidad no lo
son. Higuera apoyó en su trabajo de campo en Chetumal a María Ro-
dríguez, estudiante de la maestría en Antropología Social del ciesas,
cuya tesis tuve la fortuna de dirigir. Sin saberlo, se ha convertido en
uno de los principales apoyos de una «bisnieta académica» de Pa-
lerm, quien, en su momento, me enviaba cada ocho días la versión
de su diario de campo. A ella, como a otros alumnos que de verdad
hacen antropología hasta el día de hoy, siempre les presto los diarios
de campo que escrupulosamente escribí entre 1973 y 1974, durante
mi estancia de trabajo de campo de licenciatura en Arandas, Jalisco,
como parte de aquel emblemático proyecto de los «Altos de Jalis-
co», que ideara Palerm y que condujera Andrés Fábregas (Fábregas,
1986). Esos diarios de campo los guardo como uno de los mayores
tesoros de mi formación como antropóloga, pues son una muestra
fehaciente de ese «sello» de Palerm. María Rodríguez terminó exi-
tosamente su maestría en el ciesas, recibió mención honorífica y
recomendación de publicación (Rodríguez, 2017) y hoy es alumna
del doctorado en ciencias sociales de El colmich. No creo que se
trate de casualidades.
Lo que varios, incluido Jorge Alonso, denominamos «la impronta
de Palerm hoy», es constatable gracias al espléndido trabajo de la
redmifa y, particularmente, del proyecto Antropología de la Antro-
pología, mejor conocido como Proyecto adela, que constituye una
174 Ángel Palerm, un siglo después...

verdadera radiografía académica y profesional de la antropología


mexicana. Uno de los propósitos y objetivos centrales de adela, que
ha brindado enorme cantidad de información y reflexiones para lle-
var a cabo este ensayo, es el descrito por sus propios coordinadores
como «la revisión del estado (presente y pasado) de una antropología
(de la antropología como disciplina mundial, de la antropología de
un país, región o institución) hecha, ante todo, con el instrumental
teórico y metodológico propio de la antropología» (Krotz y de Teresa,
2012, p.13). No existe un trabajo similar y de tal envergadura a escala
mundial. El único otro esfuerzo que conozco es la investigación que
llevó a cabo la Asociación Brasileña de Antropología (aba) en la ges-
tión 2004-2006, y que se publicó en 2004 bajo el título de O Campo
da Antropología no Brasil (Trajano y Ribeiro, 2004).
La fantástica información que brindan los dos volúmenes que se
intitulan precisamente Antropología de la antropología mexicana.
Instituciones y programas de formación (Krotz y de Teresa, 2012) ofre-
ce un mapa actualizado de las instituciones que enseñan antropolo-
gía en México. ¡Qué sorprendente constatar cómo ha crecido nuestra
disciplina en los últimos 40 años! Y más sorprendente aún resulta
identificar, en una gran cantidad de ellas esa «impronta», «sello» o
«esquema palermiano», impreso originalmente en esas instituciones
en las que le tocó participar de manera directa. Por ello coincidimos
con Teresa et al. (2012) cuando señalan que

La antropología, entonces, en el esquema palermiano (marxista de


origen y plural en su destino), se enseñaba desde los precursores,
pasando por los cronistas, las escuelas teóricas históricamente cons-
tituidas (evolucionista, difusionista, estructural-funcionalista, boa-
siana, neoevolucionista, multilineal, marxista), terminando con los
enfoques contemporáneos. (op. cit., p.348).

Para terminar

Como dije en otro momento, Ángel Palerm tenía un proyecto inte-


lectual y uno para la antropología mexicana, en el cual participamos
Ángel Palerm: fundador de instituciones de formación e investigación… 175

quienes, de diversas maneras y a diferentes niveles, tuvimos la for-


tuna de estar cerca de él (García Acosta, 2000). Varios de ellos nos
encontramos reunidos hoy en esta publicación para celebrar el cen-
tenario del nacimiento de Ángel Palerm.
El programa que Ángel Palerm tenía en mente, al que también
contribuyó de manera muy importante Carmen Viqueira y que le
permitió manejar hábilmente coyunturas y circunstancias, fue el que
implantó en las instituciones que fundó o refundó. Tanto en aquellas
a las que me he referido de manera particular en este texto, como
en otras derivadas o asociadas a ellas, distribuidas a lo largo y an-
cho del país, se mantiene esa huella palermiana que busca formar
antropólogos calificados para la investigación, pero, también, para
identificar problemas y ofrecer soluciones. Y para ello recurre a cam-
pos distintos de los tradicionales de la antropología, siguiendo ejes
básicos como los siguientes:

a. una sólida formación teórico-metodológica,


b. indisoluble vinculación de la enseñanza con la investigación,
c. realización de trabajo de campo prolongado y directo,
d. participación en proyecto colectivos,
e. reflexión y discusión de la información proveniente de la rea-
lidad con la teoría y la metodología, lo que en algún momento
he referido como el ir y venir de la teoría a la realidad, en los
entonces denominados Seminarios (Pérez Lizaur y Arce, 2012;
García Acosta, 2000).

Seguiremos tratando de honrar su memoria a partir de mantener


esos ejes básicos, en el seno de las Cátedras que, en su nombre, se
han creado en la uam-i (en 1992) y en el ciesas (en 2005), en el Au-
ditorio que en la Ibero lleva su nombre y en las aulas de las institu-
ciones que fundó y refundó en México. Esos espacios han permitido,
con el paso del tiempo, alcanzar varios de sus propósitos, como fue-
ron: romper monopolios institucionales, ayudar a construir institu-
ciones independientes y establecer las bases de

una diversificación institucional que [nos decía Palerm en 1979] yo


espero que se consolide y que anule cualquier posibilidad de caci-
176 Ángel Palerm, un siglo después...

cazgos [ ] Por lo menos que, en lugar de un cacique, haya cinco [ ]


que tengan que pelearse entre ellos y buscarse apoyo (Palerm, 2013,
p.296).

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4.
La impronta de Ángel Palerm en el Departamento
de Antropología de la Universidad Autónoma
Metropolitana-Iztapalapa1
Patricia de Leonardo2

Hay muchos trabajos sobre la vida y obra de Ángel Palerm que no


podremos citar en esta reflexión dedicada a valorar la impronta del
Maestro en el Departamento de Antropología Social de la uam-i –
fundado hace ya 40 años con el auspicio del mismo Dr. Palerm–, pues
la ponencia se extendería demasiado. Sin embargo, hay un texto que
nos pareció significativo para enmarcar nuestras reflexiones. Me re-
fiero al trabajo de Luis Vázquez de León sobre la institucionalización
de la antropología social en México publicado en la revista Alterida-
des del Departamento de Antropología de la uam-i. El argumento
central de este texto es, justamente, la importancia de la obra e in-
fluencia de Ángel Palerm en la implementación de la antropología
social en México, en particular en el Departamento de Antropología
Social de la uam-i, uno de sus resultados más permanentes y que
sigue creciendo hasta la fecha.
Creemos que no es posible hablar de la influencia o impronta ins-
titucional de una obra o de una vida intelectual, en este caso la de
Ángel Palerm en la antropología social, sin tomar en cuenta el con-
texto histórico en que se desarrolló esta influencia. Este contexto es
el de la controversia que tuvo Palerm con el inah. Por un lado, su crí-
tica a la formación «holística» tradicional de corte boasiano, que do-
minó durante muchos años a la antropología mexicana; por otro, las
críticas al dominio de los intereses burocráticos sobre los intereses

1
La ponencia se realizó en colaboración con Leonardo Tyrtania y Ricardo Falo-
mir.
2
Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa. Departamento de
Antropología.

179
180 Ángel Palerm, un siglo después...

académicos que prevalecían en los años sesenta en esa institución.


La siguiente cita resume la idea que queremos expresar:

Yo a veces he discutido con mis colegas, y lo hago mucho sobre todo


con mis estudiantes, que, si yo voy a ser recordado en la antropolo-
gía mexicana, me gustaría serlo por haber roto el monopolio intelec-
tual del inah. Es decir, por haber puesto tanto empeño en crear una
escuela de antropología en una universidad independiente y fuera
de la férula del gobierno del inah; de haber hecho del cis-inah una
institución también independiente [...] y haber ayudado a crear el
departamento de antropología en la Universidad Autónoma Metro-
politana. Esto es, por haber establecido una diversificación intelec-
tual [cursivas mías] que yo espero se consolide y anule la posibili-
dad de cualquier cacicazgo. [...] Debe haber competencia leal en el
plano académico y entre instituciones. Yo me siento muy satisfecho
de haber contribuido a crear esa diversidad intelectual. (Palerm en
Viqueira, 1990).

El texto de Vázquez de León concreta un momento histórico en el


que Palerm tiene una intervención fundamental y que repercutirá
de manera clara en la fundación del Departamento de Antropología
de la uam-i. Nos referimos al contexto en el que por primera vez se
autonomiza la antropología social en el campo de la antropología
como disciplina holística. Este proceso se inició en la Universidad
Iberoamericana, donde el doctor Palerm, junto con otros colegas an-
tropólogos, transformaron la Escuela de Antropología preexistente
en un Departamento de Antropología Social, del que saldrían los
egresados que posteriormente fundarían el Departamento de An-
tropología Social de la uam-i. Existe un antecedente en la enah, en
la que se establece en 1971 una especialidad en Antropología Social
dentro de la carrera de Etnología, de la que posteriormente se inde-
pendiza, pero los sucesos relacionados con la Ibero resultan aún más
relevantes. Este hecho es el que marca la primera impronta de don
Ángel en la uam y más allá de la uam, pues a partir de este momento
no se obtiene una licenciatura en etnología o una especialidad, sino
un título de antropólogo social.
La impronta de Ángel Palerm en el Departamento de Antropología… 181

Ahora bien, ¿qué clase de antropólogo social se quería formar en


la uam? Como no hay un documento explícito, recompusimos nues-
tras memorias, intentando decir algo más a lo ya dicho en el texto
titulado «Los trabajos y los días del Departamento de Antropología
de la Universidad Autónoma Metropolitana», escrito por Ana Paula
de Teresa (egresada del departamento y actualmente profesora e in-
vestigadora del mismo), Rodrigo Díaz (también egresado y profesor
e investigador), Ángela Giglia (profesora e investigadora del depar-
tamento), Raúl Nieto (egresado de la enah y profesor e investigador
del departamento) y Leonardo Tyrtania (egresado de la uia e, igual-
mente, profesor e investigador de la uam), en el que se describen los
principales momentos de la historia del Departamento de Antropo-
logía Social de la uam-i.3 Adicionalmente, están los escritos de Este-
ban Krotz y Roberto Varela, entre otros autores, sobre este proceso
fundacional y sus diferentes etapas.
¿Qué más decir específicamente sobre la impronta de don Ángel?
En primer lugar, comentamos la forma sutil –seductora, como dicen
algunos– en que el Maestro disponía las cosas y nos orientaba, ya
fuera en las tesis, ya fuera en las disposiciones más cotidianas: «Tú
te vas a la uam, tú acá, tú allá»; las que aceptábamos con la «debida
obediencia» por la transparencia de sus convicciones. De lo que nun-
ca dudábamos era de su capacidad intelectual, pues el doctor Palerm
siempre se mostró como un generoso maestro en toda la extensión
de la palabra. Así, llegamos varios de nosotros a la uam-i: primero
Andrés Fábregas, Juan Vicente Palerm y Roberto Varela; un trimestre
después, yo.
La fuerte huella palermiana en la uam-i se puede resumir en los
siguientes puntos.

1. En cuanto a los fundadores del Departamento de Antropología en


la uam, quienes nota bene fueron designados por Palerm a pedido
del Dr. Luis Villoro. En este sentido, lo relevante no son los nombres,
que todos conocemos, sino la forma de selección de don Ángel: tres
personas, tres tendencias, tres miradas diferentes a la antropología.
¿Qué nos dice esto? Ello habla de un Palerm que confiaba plena-

3
Para más información, consultar Krotz y de Teresa (2012).
182 Ángel Palerm, un siglo después...

mente en el debate académico y no temía la disidencia, en tanto


fuera inteligente y fundamentada. Asimismo, confiaba en el proceso
intelectual y entendía que una universidad era un lugar de debate
mediante el cual el conocimiento evoluciona.
Para quienes conocen la trayectoria académica y la obra de Pa-
lerm no será ajena la trascendencia de Palerm en el currículo de la
carrera de Antropología en la uam-i. La serie de Teorías Antropoló-
gicas perduró durante las sucesivas reformas del Plan de Estudios
hasta la más reciente, en la que se abandonó la idea de enseñar la
antropología por medio de la historia de las ideas desde los precur-
sores hasta las escuelas contemporáneas. La suya fue una rebelión de
la «horda freudiana» contra la autoridad paterna, como diría correcta
y burlonamente Leonardo Tyrtania: «Ahora todo está en la Internet
–se ha dicho– y tenemos que estudiar cuestiones contemporáneas,
la historia se estudia en otro departamento».
Sin embargo, para Palerm las teorías etnológicas eran «un arse-
nal teórico» para ordenar la observación empírica. En sus charlas de
cafetería, con los alumnos, Palerm decía que un físico no necesitaba
saber de la vida de Newton; le bastaba con memorizar fórmulas que
son atemporales; en cambio, un antropólogo tenía que saber todo
sobre Malinowski, debía entender cómo y por qué dio con los tro-
briandeses, para captar de qué se trata el funcionalismo. Enfrentar-
nos a cómo llegamos a ser lo que somos es la única manera de saber
algo de nosotros mismos. Ello significa que Ángel Palerm entendía
que no era posible comprender una teoría o, a la sazón, una discipli-
na, sin entender su historia o, en otras palabras, sin tomar en cuenta
el contexto en el que se desarrollan las ideas de una escuela, geográ-
ficamente situada. De ahí sus libros de Teoría Etnológica.

2. El proyecto de Ángel Palerm en el momento de la fundación del


Departamento de Antropología Social en la uam-i enfatizaba el
neoevolucionismo y la ecología cultural, en combinación con el pa-
radigma marxista, su convicción teórica más profunda. Sin embargo,
dio a los fundadores absoluta libertad para que la uam se desarrollara
autónomamente. Más allá de su proyecto sobre el Modo Asiático de
Producción y su intención de entender el México prehispánico, sus
intereses se movían en muchas áreas. Así, la antropología aplicada (a
La impronta de Ángel Palerm en el Departamento de Antropología… 183

la planeación y el desarrollo regional) fue una de sus ideas innovado-


ras, del mismo modo que lo fue la propuesta de estudiar temas afines
a la industrialización del país desde la experiencia de un trabajo de
campo antropológico con enfoque interdisciplinario.
Por otra parte, aun manteniendo su visión crítica del indigenismo,
durante los años setenta, nunca abandonó la convicción de que la
antropología puede ser de utilidad e, incluso, indispensable, para
atender los ingentes problemas del desarrollo de un país que comen-
zaba a cambiar su perfil agrícola por industrial. De ahí que el cambio
social fuera otro tema palermiano del que quedó en la uam un área
de investigación. Como señala acertadamente Vázquez de León, «su
praxis no estaba reñida con la antropología aplicada», pues en su
actitud permanentemente crítica y su compromiso efectivo hacían
evidente la existencia de un cometido práctico que llevaba a un ob-
jetivo final.

3. Respecto al debate teórico del marxismo, mientras muchos an-


tropólogos, sociólogos y economistas se ocupaban de comprender
el capital y su funcionamiento, Palerm trataba de mostrar al Marx
antropólogo, preocupado por las formaciones precapitalistas, co-
nocedor del evolucionismo del siglo xix, lector de los cronistas de
Las Indias, de la historia medieval, de las formaciones campesinas y
de la organización burocrática de los Estados –todos ellos, temas de
actualidad que de una u otra manera florecieron en su momento en
la uam-i y en otros centros de enseñanza e investigación que tenían
influencia palermiana–. Esas preocupaciones planteadas por Marx
–porque hay que decir que Palerm se consideraba a sí mismo un
marxista, aunque «no talmúdico», en sus propias palabras– tenían,
según él, una respuesta desde la antropología y desde el punto de vis-
ta político también, pues detrás de estas preguntas académicas esta-
ba la duda fundamental que se debatía en ese momento: ¿cuáles son
las fuerzas sociales que pueden llevar a un cambio revolucionario?

4. Palerm también estaba profundamente convencido de que el


trabajo de campo era un elemento formativo y método de la antro-
pología como ciencia. Esa postura se reflejaba en el currículo del
Departamento de Antropología Social de la uam-i, desde la primera
184 Ángel Palerm, un siglo después...

materia que tomaban los alumnos, titulada Antropología Social Ge-


neral con Práctica Etnográfica. En la uam-i se daba y se sigue dando
un fuerte debate sobre este tema, pues algunos fundadores sostenían
que el trabajo de campo debería reservarse, como en otras partes del
mundo, para los estudios de grado; mientras otros creían que este
representaba una de las fortalezas del currículo del Departamento
de Antropología Social de la uam-i (visión que perdura hasta la fecha
tanto entre los académicos como entre los alumnos y los egresados).

5. Estas preocupaciones teóricas, académicas y políticas, estuvieron


vinculadas a sujetos sociales específicos a los que la antropología
debía prestar atención. Más allá de la ideología indigenista que co-
locaba a estos pueblos como el único objeto de estudio en la antro-
pología mexicana, Ángel Palerm volteó hacia otros sujetos sociales
que requerían la atención de los antropólogos. En primer lugar, de
manera muy destacada, prestó atención a los campesinos (indígenas
y no indígenas). En torno a este sujeto social, la visión palermiana se
articuló y extendió, en los años de la fundación de la uam, alrededor
de temas como ecología cultural, cuencas hidrológicas, análisis re-
gionales, relaciones con el Estado y el estudio de la burocracia como
la mano derecha del Estado. Según un trabajo de Raúl Nieto, el 74%
de las tesis en esos años de la uam fueron sobre campesinos, lo que
marca cierta tendencia investigativa. Ello coincidió con el periodo en
que se incorporaron a la uam Arturo Warman, Guillermo de la Peña,
Ricardo Falomir y otros egresados de la uia, con la clara finalidad de
profundizar en esos temas.
El tema campesino tenía y tiene muchas aristas. Por un lado, des-
taca su papel en la historia y visión de la revolución social; por otro,
su capacidad de supervivencia debido a la eficiencia ecológica. Para
Tyrtania, podemos ver que la fao, en sus informes anuales (dispo-
nibles en internet), señala que el 75% de los alimentos consumidos
proceden de las pequeñas producciones campesinas. Entonces,
¿cómo no seguir pensando en la capacidad de adaptación de estas
unidades productivas? Este no es un tema de interés meramente
académico; tiene que ver con el futuro de las sociedades humanas
que enfrentan una crisis de dimensiones globales, debido a que el
complejo industrial-financiero-militar no se hace cargo de sus actos.
La impronta de Ángel Palerm en el Departamento de Antropología… 185

El análisis de la burocracia del gobierno observada, por decirlo así,


desde la comunidad campesina hasta los tentáculos del Estado, y
el análisis regional ofrecían un espacio de integración de diferentes
niveles de estudio y significaron una innovación en la investigación
antropológica tan dedicada hoy a los análisis de la globalidad.
Basta con ojear los trabajos de Palerm publicados póstumamen-
te para darnos cuenta de la vigencia de la agenda de investigación
implantada por el autor. Los estudios reunidos por la Dra. Carmen
Viqueira en el tomo titulado México prehispánico; evolución ecológ-
ica del valle de México (Palerm en Viqueiras, 1990) contiene ensayos
sobre evolución y ecología que abordan la crisis del agua en el valle
de México, la cuestión hidráulica relacionada con la burocracia es-
tatal, así como la crisis ecológica en tanto asunto de la cuenca, de
su historia natural y social. Estos textos inauguran el estudio de una
problemática que hoy día aún preocupa, pues la crisis ecológica nos
tiene al borde del colapso.
Los de Palerm son estudios empíricos orientados por la teoría de
la evolución que, dada la gravedad del asunto, deberían continuarse.
En tal caso, necesitarían equipos interdisciplinarios y presupuestos
que rebasen las capacidades de cualquier institución académica. El
estudio de la evolución no será la solución a nuestros problemas, que
son inéditos, pero podrá ayudar a plantear preguntas sensatas sobre
el «qué hacer». La obra de Ángel Palerm es de suma actualidad en un
mundo en que la crisis ecológica demanda algo más que «solucio-
nes» económicas al estilo neoliberal.
Para concluir, diré que así como se fue desdibujando y cambiando
el debate marxista de los años setenta, se fue diluyendo la preocupa-
ción por el cambio social y la antropología mexicana se movió hacia
otros horizontes. Uno de ellos fue esa «revolución» que significó la
propuesta geertziana, volviendo a colocar la cultura como el cen-
tro de las preguntas y reflexiones de la antropología. A pesar de este
movimiento mundial, el Departamento se ha mantenido abierto a
muchas y nuevas influencias y temas, porque de alguna manera es-
tábamos prevenidos contra las «historias y teorías únicas» y abiertos
a la discusión teórica amplia y plural gracias a la herencia de Palerm.
A cien años de su nacimiento y cuarenta años después de fun-
dado el Departamento de Antropología Social en la uam-i, la obra
186 Ángel Palerm, un siglo después...

de Palerm permanece como un llamado a los antropólogos a man-


tenerse comprometidos con la antropología vinculada a la praxis y
teóricamente abierta. Su mensaje puede leerse como un incentivo a
encontrar salidas a la crisis que afecta al planeta, como una cuestión
ética y práctica a la vez.

Referencias

Krotz, E. y A. de Teresa (coords., 2012). Antropología de la antro-


pología. Instituciones y programas de formación, tomos i y ii.
México: Red mifa, uam-i, Juan Pablos Editores.
Suarez, M. (coord., 1990). Historia, antropología y política. Homena-
je a Ángel Palerm. México: Alianza.
Vázquez, L. (1988). Ángel Palerm y la institucionalización de la an-
tropología social en México. Alteridades, año 8, núm. 15, 167-
184.
Viqueira, C. (eds., 1990). México prehispánico. Evolución ecológica
del valle de México. Ensayos sobre evolución y ecología. México:
Conaculta.
APARTADO 3
La nueva mirada
a la obra de Palerm

187
1.
Romper la tensión del arco antropología
y marxismo en la obra de Ángel Palerm1
Osmany Suárez Rivero2

En este instante de conmemoración centenaria, de fiesta innombra-


ble de lecturas críticas y adulaciones formalistas en derredor de la
figura de Ángel Palerm, he de presentarme ante el ilustre homena-
jeado con un obsequio inmaterial extraído de los anales de la historia
marxista. En las horas finales de su vida, Edward Palmer Thompson,
autor de La formación de la clase obrera en Inglaterra (1963), declara-
ba ante sus detractores intelectuales británicos que era imprescindi-
ble rechazar la historiografía marxista como la sirvienta de cualquier
corpus general del marxismo como teoría.

La historia [escribía] no es una fábrica para el productor de la Gran


Teoría […], ni una cadena de montaje para la producción en serie de
pequeñas teorías. No se trata de un gigantesco laboratorio experi-
mental en que la teoría de una empresa extranjera puede ser «apli-
cada, probada y confirmada». Ese no es ciertamente su fin. Su fin
reside en reconstituir, explicar y comprender su objeto: la historia
real (Palmer, 1989, p.18).

Y es sin duda esta preocupación la que atraviesa el ensayo capital


de Palerm de 1978, «Antropología y marxismo en crisis», en el cual
con reveladora explicitez, manifiesta su incredulidad frente al mar-
xismo que se postula como armería conceptual autosuficiente ante
las realidades cambiantes, al tiempo que disiente de esa perspectiva

1
Texto presentado por el autor en el Coloquio «Ángel Palerm, un siglo después»,
Universidad Iberoamericana, cdmx, 13 de noviembre de 2017.
2
Universidad Iberoamericana. Posgrado de Antropología Social.

189
190 Ángel Palerm, un siglo después...

científico-pragmática confiada en que el empirismo puede bastarse


para una buena práctica antropológica.
En primera instancia, debemos reconocer que el posicionamiento
crítico de Palerm ante lo que denomina «crisis dual», constituye un
gesto promisorio dentro del pensamiento antropológico mexicano
de la segunda mitad del siglo veinte. Este tiene como propósito co-
locar la reflexión crítica en el centro mismo de la crisis que atraviesa
tanto a la tradición política e ideológica del marxismo, como al fa-
natismo de describir etnográficamente una situación social sin asu-
mir sus consecuencias más agobiantes. Sin embargo, las salidas de
Palerm para los dilemas planteados resultan, en sus propios textos,
bastante ambivalentes: ante lo primero, nos advierte que habría que
soslayar toda forma de consuelo o autoengaño respecto a las pers-
pectivas ortodoxas del marxismo, pero evitando entrar al consenso
neoliberal; mientras en el orden antropológico «se debería sostener
la autonomía y autenticidad de la antropología, como disciplina en-
cargada de estudiar la totalidad de la experiencia cultural humana,
viendo al marxismo como uno de sus aspectos históricos y socia-
les concretos» (Palerm, 2008, p.52). Desde esta perspectiva, Palerm
hace de su obra una defensa y afirmación del carácter científico de
la Antropología, como una ciencia cuyo cometido consiste en reve-
lar los tejidos que definen las estructuras y el funcionamiento de las
sociedades. En tal sentido, expone que Marx construyó una teoría
de la sociedad y planteó su discurso como un discurso científico, lo
cual permite superar el empirismo y el positivismo dominantes en
el funcionalismo y el determinismo estructuralista levistraussiano.
Si bien esta última alternativa comprende una alta dosis de valor
epistémico, a la postre resulta mucho menos interesante que la pro-
pia formulación del dilema, en tanto la cuestión frente a esta «crisis
dual» no estribaría únicamente en la voluntad autoral de significar
la autenticidad de una empresa científica, sino en reconocer el por
qué el marxismo –principalmente el menos clásico– se convirtió
en una especie de ditirambo que embelesó la conciencia crítica de
la antropología. Hasta nuestros días, es apreciable cómo muchos
militantes marxistas no están abocados en hacer únicamente pro-
vechosos los conceptos legados por esta tradición (clase, lucha de
clases, hegemonía, modo de producción, capitalismo, etc.), sino en
Romper la tensión del arco antropología y marxismo… 191

convertir estas categorías en comodines o «máquinas retóricas» de


racionalizaciones.
Dos de las salidas más expeditas de esta encrucijada en los años
setenta podrían haber resultado la renuncia al marxismo o el aferra-
miento a sus postulados más primarios; no obstante, Palerm implí-
citamente se niega a transitar por ambas opciones porque al final no
lo son: tanto para quienes renuncian al marxismo como para los que
insisten en la indispensabilidad de sus axiomas, no cabría hablar de
una «crisis». A los primeros, esta no los concierne porque ya no se
definen como marxistas, y tampoco incumbe a los segundos, ya que,
para ellos, no habría nada problemático que explicar. En tal senti-
do, para los sujetos verdaderamente comprometidos con el pensa-
miento aparece la idea de «crisis», entendida no como un fenómeno
coyuntural, que provoca el abandono de determinadas creencias y
la adopción de otras disponibles, sino como una «experiencia abis-
mal», en la que toda inteligibilidad se quiebra. En la identificación
de una crisis no es suficiente verificar la dislocación objetiva de un
determinado horizonte de pensamiento, lo que deja abiertas las
puertas a su abandono (con lo que ya no podría hablarse de una «cri-
sis», sino simplemente de un cambio de postura o perspectiva). La
crisis comprende también un componente subjetivo que se pone de
manifiesto cuando se admite que una tradición está históricamente
(objetivamente) deshecha, pero aún se persiste en ella, puesto que
ninguna otra aparece como más aceptable o menos problemática.
Ahora bien, ¿cómo puede Palerm admitir la descompostura de
una tradición y aun así permanecer en ella?, ¿cómo se produce –si
es que alguna vez ocurre– una auténtica «crisis conceptual» en los
intersticios de las confluencias y confrontaciones de la antropología
y el marxismo?
Palerm destaca en su texto al menos un instante de esa tensión:

Mi propósito es otro y consiste en mostrar que la crisis de cualquier


teoría comienza en el momento en que se utiliza para justificar una
praxis determinada. La teoría deja de ser crítica y de iluminar y guiar
a la praxis, convirtiéndose en una máquina tautológica de racionali-
zaciones, alternativamente dogmáticas y oportunistas. Como se verá,
192 Ángel Palerm, un siglo después...

el proceso de la crisis de la antropología no es substancialmente dife-


rente del de la crisis del marxismo estalinista… (op. cit., p.56).

Al respecto, nos hallamos frente a un argumento de razón y de peso


conceptual incalculable, porque en realidad el estalinismo no solo
constituyó una expresión de los intereses y objetivos de la nueva cla-
se dominante formada por el aparato político y tecnoadministrativo
del Estado soviético, sino que además fraguó una justificación ideo-
lógica y política para someter al movimiento marxista internacional
hasta quebrar las expresiones más elementales de crítica y disiden-
cia. Traeré a colación un escueto ejemplo que evidencia la naturaleza
del fenómeno estalinista y su impacto en la tergiversación del pen-
samiento marxista: cuando Iósif Stalin elabora el programa político
de colectivización de la tierra entre 1928 y 1933 (expropiar la tierra
de manos privadas, crear granjas de explotación colectiva [koljós]
y granjas de explotación estatal [sovjós], lo hace en nombre de los
ideales marxistas… sin embargo, el marxismo se opuso a expropiar a
los pequeños campesinos, más bien apostó por incentivarlos a llevar
su producción individual hacia un sistema cooperativo. En el texto
de Engels sobre El problema campesino en Francia y Alemania se lee:

es asimismo evidente que cuando estemos en posesión del poder


del Estado, no podremos pensar en expropiar violentamente a los
pequeños campesinos (sea con indemnización o sin ella) como nos
veremos obligados a hacerlo con los grandes terratenientes. Nuestra
misión respecto a los pequeños campesinos consistirá ante todo en
encauzar su producción individual y su propiedad privada hacia un
régimen cooperativo, no por la fuerza, sino por el ejemplo y brindan-
do la ayuda social para este fin (Engels, 1974, p.86).

El producto final de esta ortodoxia estalinista –como menciona Pa-


lerm– fue la esterilidad científica e intelectual de la corriente primera
del marxismo moderno y su aparición como una falsa conciencia
revolucionaria. De ahí que la hermeneútica antropológica legada por
un marxismo transformado en doctrina olvidase incluso que lo más
importante de la obra de Marx fue su visión crítica de la historia; es
decir, la manera en que se contextualiza, objetiva y conceptualiza
Romper la tensión del arco antropología y marxismo… 193

el pasado en pos de construir un relato que seleccione, ordene e in-


terprete la materia heterogénea del universo histórico (la realidad
factual, pero también el pensamiento y el imaginario).
Pero lo importante para Palerm no solo estriba en la huella pro-
blemática transferida por el marxismo estalinista de naftalina, sino
en la resistencia ética e intelectual que algunos intelectuales hicieron
a este dogmatismo para continuar haciendo del pensar un verdadero
y enjundioso ejercicio de la creación. Al respecto menciona que «Los
marxistas críticos que sobrevivieron las purgas y calumnias estalinis-
tas, las persecuciones fascistas y la corrupción burguesa realizaron
la tarea de mantener viva la tradición y preparar el resurgimiento del
marxismo científico» (Palerm, 2008, p.64). Aunque Palerm no pun-
tualiza figuras específicas en su texto, el caso más evidente de este
posicionamiento crítico en el medio del maremagnun estalinista es
el de Lukács: un joven de la nobleza, que voluntariamente renunció
a esa forma de vida para militar en el partido comunista. Sin embar-
go, su ídolo –V. Lenin– hizo una crítica brutal de su obra temprana,
provocando que sus ideas frente a la Internacional Comunista fuesen
motivos de insultos, difamación y hasta de obligación a abandonar
la política y recluirse en la filosofía un largo tiempo. Años después,
cuando volvió nuevamente a la política, participando del gobierno
de Imre Nagy como ministro de Cultura, es traicionado por sus pro-
pios compañeros, quienes lo encarcelan y lo expulsan del partido. Y
aun así nunca dejó de ser marxista.
Lukacs deviene el referente más cristalino de la idea palermia-
na del maridaje entre «praxis social y profesional», esa que implica
necesariamente compromiso investigativo y la participación en las
cuestiones sociales. El pensador húngaro no solo fue un enemigo te-
mible de la vulgata estaliniana, sino que atacó la desviación del ideal
de libertad, emancipación y justicia de la ciencia, al punto de enun-
ciar que la perversión del marxismo que representó el estalinismo
era un peligro mortal para la causa del socialismo. Estigmatizando
el dogmatismo estalinista, Lukács abrió el camino para que autores
de clara vocación marxista como Palerm elaboraran su propia orien-
tación científica desde la interpretación del pensamiento de Marx
como una ontología.
194 Ángel Palerm, un siglo después...

Ahora bien, esta línea de fuga del marxismo crítico, ejemplificada


aquí a través de la inconmensurable figura de Lukács, es la propicia-
dora de que a partir de la década de los sesenta numerosos antro-
pólogos se planteen el proyecto práctico de analizar y estudiar las
sociedades siguiendo los conceptos y las orientaciones desarrolladas
por Marx. Cuando la antropología se da a la tarea no únicamente de
reconocer el valor de su pensamiento, sino intentar estudiar las so-
ciedades desde la revisión y reformulación de sus premisas teóricas,
hipótesis y conceptos, es que Marx deviene un espectro: un fantas-
ma siempre animado por el espíritu crítico que vibra a través de los
años como una flecha en una dirección irreversible, aunque simé-
trica, que va del maestro al discípulo (modo educativo) y viceversa
(experiencia vivencial). Un espectro es siempre un (re)aparecido, de
manera que hay que seguirlo haciendo hablar. Teóricos o testigos,
espectadores, observadores, sabios e intelectuales, los scholars creen
que basta con mirar. En consecuencia, no se ubican en la posición
más favorable para hacer lo que hay que hacer: hablarle también al
espectro.
Los años que transcurren desde 1970 hasta 1990 aparecen como
esos lustros en los que un grupo amplio de antropólogos confron-
tan los planteamientos marxistas con las posiciones teóricas de la
antropología y publican numerosas monografías que demuestran la
vigencia y la utilidad de la teoría de Marx. En las universidades se
organizan congresos y seminarios en los que se debate la obra y el
pensamiento de Marx y se analiza su proyección en la antropología.
El éxito y la afirmación de su pensamiento se generalizan en la mayor
parte de los países. En Gran Bretaña, la Asociación de Antropólogos
Sociales del Reino Unido convocó en 1973, por primera vez en su
historia, un simposio sobre antropología y marxismo. En Estados
Unidos Stanley Diamond funda la revista Dialectical Antropology en
la que aparecen publicados numerosos trabajos centrados sobre esta
temática. Marvin Harris reivindica y resalta la importancia de Marx
en la historia de la disciplina y se adhiere a sus postulados (Harris,
1982). En Francia, la revista L’Homme publica distintos trabajos de
antropólogos que se reconocen marxistas y finalmente en América
Latina, el marxismo –nutrido por los debates en torno a la categoría
de colonialismo interno desarrollada por Pablo González Casanova
Romper la tensión del arco antropología y marxismo… 195

(González Casanova, 1963), por las propuestas de Rodolfo Stavenha-


gen (Stavenhagen, 1963), acerca de la relación clase-etnia y por las
discusiones sobre el compromiso social de los antropólogos– fueron
el sustrato de unos planteamientos en los que el pensamiento y la
obra de Marx se convirtieron en el referente para un grupo amplio de
antropólogos mexicanos, entre los que sobresale Ángel Palerm con
su propuesta del Modo Campesino de Producción, en el que emplea
la distinción de Marx entre D-M-D y M-D-M para sugerir cómo el
modo campesino se halla articulado al capitalista.
En este punto del texto me gustaría retomar la idea de la «crisis
dual» palermiana, para referir cómo incluso en un autor consciente
de la necesidad de desprenderse de ciertos vicios teóricos marxistas,
hay remilgos de esta dependencia, sobre todo en sus propuestas ana-
líticas sobre el Modo Asiático de Producción o el Modo Colonialista
de producción. Palerm comenta:

La formación colonial debe verse no solo como una parte especializa-


da y dependiente del sistema mayor, sino también como una manera
de articular diferentes modos de producción subordinados a uno de
ellos. La ausencia de un desarrollo capitalista completo en los seg-
mentos coloniales, o sea, la supervivencia prolongada y vigorosa de
formas no capitalistas de producción y circulación, resulta imposible
de comprender fuera del contexto establecido por el propio sistema
capitalista. (Palerm, 2008, p.202).

Ocurre que la utilización frecuente del concepto marxista de Modo


de Producción y el de Formación Económica y Social supeditan el
ejercicio de revelamiento de una experiencia tan particular como el
proceso de colonización americana a la potencia del materialismo
histórico. En sus análisis persiste aún la visión de la sociedad en la
que el todo se impone sobre las partes, siguiendo aquel esquema
marxista en el que la sociedad es anterior al individuo. Por ende, se
otorga más importancia a la base institucional en la que se desarrolla
la vida de los sujetos colonizados que a la agencia y dinámicas socio-
culturales de estos dentro del propio sistema colonial. No dudo que
Palerm conociera al dedillo que el materialismo histórico es una teo-
ría multidimensional elaborada en tres niveles distintos del discurso:
196 Ángel Palerm, un siglo después...

el histórico mundial, el socioestructural y el de la acción individual,


pero si vas a formalizar una explicación de orden histórico-materia-
lista tienes que ser capaz de interconectar estas tres teorías parciales,
de manera que no supedites la teoría del individuo (o del «ser-de-
la-especie», por utilizar la frase de Marx) en el nivel más bajo, a la
teoría de las formaciones socioeconómicas, en el nivel superior, o a
la teoría de la lucha de clases en el nivel intermedio.
El problema en el caso de Palerm es que atiende sobremanera el
nivel histórico-mundial capitalista, donde expone magistralmente
los procesos macro de transición de un modo de producción a otro,
pero su discurso científico decae en el nivel socioestructural cuando
debe explicar la acción de los individuos, grupos y los movimientos.
Al respecto, sus análisis están bastante restringidos a las mediaciones
materiales, a las condiciones en las que los sujetos producen su exis-
tencia y especialmente a las relaciones que establecen en la produc-
ción y la distribución de los bienes, desplazando así la implicación
que en la configuración de la vida de las personas y en las sociedades
tienen las creencias religiosas, los valores, el capital simbólico y el
capital social. Y ahí es cuando el materialismo resulta reduccionista,
en tanto somete las relaciones sociales al estatus de epifenómenos
que rodean a las relaciones económicas.
A pesar de estas ambivalencias, prefiero admirar el intento de di-
sección que impregna la obra Antropología y marxismo en crisis por-
que en ella se ensaya una prosa que incorpora la tensión humanísti-
ca de la crítica al marxismo ortodoxo estalinista con el pensamiento
intelectual más riguroso; se ausculta la manera en que el marxismo
ha sido el intento más radical por aclarar el proceso histórico en su
totalidad, pero también el peligro más inminente al constituirse a
priori en un saber absoluto. En los tiempos de afirmación genera-
lizada de la teoría marxista legitimada y prestigiada se agradece el
clamor de Palerm dirigido contra esta forma de instrumentación, al
tiempo que constituye para las nuevas generaciones un recordatorio
indispensable para no olvidar que detrás del dogmatismo en la teoría
viene sin remedio el autoritarismo en la práctica. Su textualidad es
un testimonio intelectual de primer orden en la Antropología Mexi-
cana de las limitaciones obvias del marxismo para la interpretación
Romper la tensión del arco antropología y marxismo… 197

total de una sociedad que ha conocido en el último siglo procesos


sociales, tecnológicos, políticos y culturales trascendentales.

Referencias

Eagleton, T. (2011). Por qué Marx tenía razón. Barcelona: Península.


Gouldner, A. (1983). Los dos marxismos. Madrid: Alianza.
Marx & Engels (1974). Obras escogidas en tres tomos. Tomo iii. Mos-
cú: Progreso.
Palerm, Á. (2008 [1980]). Antropología y marxismo. Colección Clási-
cos y Contemporáneos en Antropología. México: uia, ciesas,
uam.
Palmer Thompson, E. (1989). La formación de la clase obrera en In-
glaterra. Traducción de Elena Grau. Barcelona, España: Crítica.
2.
Repensando el legado de Ángel Palerm.
Continuando su propuesta de historia de la etnología
Sergio Moctezuma Pérez1
José Manuel Pérez Sánchez2

Introducción

Existe el consenso entre un numeroso grupo de investigadores mexi-


canos –y también foráneos–, sobre la importancia de Ángel Palerm
como fundador de una escuela de pensamiento antropológico que
sigue vigente.3 Desde un punto de vista integral, la vida y obra de
Palerm influyeron de distintas maneras a varias generaciones de es-
tudiosos de las sociedades rurales de México. En primer lugar, su
legado se encuentra en el apoyo a la creación y consolidación de
escuelas orientadas a la enseñanza y formación de antropólogos. En
segundo lugar, a través de los cursos y obra escrita.
Con el apoyo de otros renombrados investigadores y funcionarios,
Ángel Palerm fue cercano al desarrollo de la antropología como dis-
ciplina en lugares como la Universidad Iberoamericana, el Centro de
Investigaciones Superiores del Instituto Nacional de Antropología e

1
Universidad Autónoma del Estado de México. Instituto de Ciencias
Agropecuarias y Rurales. <[email protected]>.
2
Universidad Autónoma del Estado de México. Facultad de Antropología.
<[email protected]>.
3
Cada año, la Universidad Iberoamericana, el Centro de Investigaciones y Estudios
Superiores en Antropología Social, la Universidad Autónoma Metropolitana y el
Colegio de Michoacán realizan la Cátedra Ángel Palerm. En este evento, resulta
grata la convivencia entre quienes fueron alumnos directos de Ángel Palerm,
entrenados en trabajo etnológico bajo su dirección en la estación de campo
José Acosta, así como de personas que solo lo conocimos por su obra y por sus
«hijos académicos». La Cátedra Ángel Palerm es al mismo tiempo un evento
académico y un aglutinante de investigadores y estudiantes que siguen sus
postulados.

199
200 Ángel Palerm, un siglo después...

Historia (cisinah, hoy ciesas), la Universidad Autónoma Metropoli-


tana, Unidad Iztapalapa, El Colegio de Michoacán y el Colegio de Et-
nólogos y Antropólogos Sociales, A.C. En estos lugares participaron
alumnos egresados de la Universidad Iberoamericana y de la Escuela
Nacional de Antropología e Historia, que se posicionaron como pro-
fesores en lugares como el Colegio de Posgraduados y la Universidad
Autónoma Chapingo, entre otras (Torres, 2016).
La obra de Ángel Palerm es vasta y profunda, y ha ayudado a for-
mar a varias generaciones de antropólogos en temas que van desde
agricultura, sociedades hidráulicas, desarrollo y teoría etnológica,
entre otros. Juan Maestre, uno de sus discípulos, cuenta que

el primer texto que utilicé, cuando al regresar a España me conver-


tí en profesor de Antropología, fue su Introducción a la etnología, y
asimismo empleé las orientaciones técnicas y el material que él reco-
piló durante su estancia en la Organización de Estados Americanos
(Maestre, 2007, p.12).

Pero hasta hoy sus textos siguen orientando la formación teórica y


metodológica de los estudiantes de antropología.
De hecho, Ángel Palerm puede ser leído y pensado en tres grandes
ejes. En primer lugar, existe un eje pedagógico, bajo el cual Palerm
era consciente de que cualquier estudiante de antropología debía co-
nocer los fundamentos históricos, arqueológicos y filosóficos, entre
otros, que sustentan y originan nuestra disciplina. En segundo lugar,
se encuentra un eje metodológico, porque para Palerm el trabajo de
campo del antropólogo se aprende haciéndolo. En tercer lugar, hay
un eje teórico que comprende los postulados que realizó y de los que
quedan constancia en sus clases, trabajo de campo y libros.
Los tres ejes permiten reflexionar sobre el pensamiento holístico
de Palerm. Fue un intelectual que no separaba la docencia, la forma-
ción de recursos humanos y la problematización de los fenómenos
y procesos que ocurren en las sociedades humanas. Aunque parece
que esto es lo que todo profesional de la antropología debiera llevar
a cabo en su práctica académica, no siempre sucede. En este capítulo
interesa profundizar en la obra que Ángel Palerm legó bajo su premi-
sa pedagógica. Es una perspectiva que resaltamos y aprovechamos
Repensando el legado de Ángel Palerm… 201

para homenajear a quien dedicó su vida a la enseñanza y profesio-


nalización de la antropología mexicana.

La enseñanza de la etnológica

La propuesta de enseñanza de Ángel Palerm tiene como referente


teórico antropológico el neoevolucionismo. Es decir, aquel que se
enfoca a explicar los procesos de cambio de las sociedades y cultu-
ras humanas. Palerm considera que la doble faz de permanencia y
cambio de los fenómenos socioculturales «son parte inseparable de
una misma realidad», es decir, lo que él llamó dimensión sincrónica
y diacrónica; el primero se refiere al «análisis estático o casi estático
de la estructura y funciones de la sociedad y la cultura», y el segundo
«aquel en el que se estudian los procesos de cambio sociocultural en
el tiempo» (Palerm, 1997, p.7).
Los temas que propuso Palerm en la evolución social, dimensión
diacrónica de la teoría etnológica, son: los orígenes de la vida so-
cial, los comienzos de la agricultura, el surgimiento de las ciudades,
las fronteras de Mesoamérica y el mosaico mesoamericano y la se-
cuencia evolutiva del centro de México, entre otros. En el caso de la
estructura social, dimensión sincrónica de la teoría etnológica, los
temas fueron: fundamentos de la organización social, sistemas de
parentesco, organización tenochca, sociedad folk y urbana y el estu-
dio de la sociedad nacional, entre otros.
Para su propuesta de enseñanza de la Teoría Etnológica, Ángel
Palerm (2006a) propuso una forma particular de enseñar y hacer an-
tropología. Dicha propuesta se encuentra en sus textos publicados.
Su interés se centró en dos aspectos íntimamente relacionados con
la formación del etnólogo: el estudio de la historia de la etnología y
el trabajo de campo. Para el caso de la historia de la etnología, Pa-
lerm organizó un programa de estudio que desarrolló en la uia en el
que propuso cuatro cursos con conferencias, lecturas y discusión de
textos y autores: (1) Los Precursores, desde el mundo clásico hasta
principios del siglo xix; (2) Los Evolucionistas, desde el siglo xix, co-
menzando con los evolucionistas y concluyendo con la organización
202 Ángel Palerm, un siglo después...

formal de la antropología en las grandes universidades occidentales;


(3) Tylor y los profesionales británicos, incluyendo a Boas en Estados
Unidos, Tylor en Inglaterra, Durkheim en Francia, Weber en Alema-
nia y Pareto en Italia, y (4) el periodo posterior se propuso a partir
de autores contemporáneos, incluyendo el estudio de la antropo-
logía mexicana y otras corrientes de América Latina. Las notas del
curso que dictó se encuentran en el texto Introducción a la Teoría
Etnológica (1967), integrado por 30 lecciones, y que posteriormente
fue editado en 1987 por la Universidad Autónoma de Querétaro y en
1997 por la Universidad Iberoamericana.
Su propuesta de enseñanza de la etnología se fundamenta en dos
aspectos: «la transmisión crítica de las teorías antropológicas y el tra-
bajo de campo y la participación en la investigación» (Viqueira, 2000,
p.122). Ante la preocupación por formar a los nuevos antropólogos
en la década de los sesenta, Ángel Palerm dictó un curso entre 1966 y
1967, basado en sus apuntes de clase para los alumnos de la Escuela
Nacional de Antropología e Historia. Palerm propuso una definición
de antropología bajo el enfoque del evolucionismo multilineal, con-
siderándola como una disciplina científica cuyo tema principal es la
evolución del hombre, su sociedad y su cultura. Desde esta perspec-
tiva, discute el desarrollo evolutivo de Mesoamérica a partir de las
propuestas del arqueólogo Vere Gordon Childe y Karl Wittfogel en el
papel del regadío y la formación del Estado.

Historia de la etnología

Para iniciar el estudio de la historia de la etnología, Ángel Palerm


prepara tres textos bajo el título Historia de la etnología, donde pre-
senta una serie de autores que aportaron al estudio de sociedades
antiguas, la evolución y otros temas que contribuyeron al desarrollo
de la teoría etnológica. El primero de los textos presenta a aquellos
«precursores» de la teoría etnológica (1974). Fueron personajes que
no eran antropólogos y que vivieron en épocas en las que no existía la
antropología. Sus vivencias plasmadas en los escritos legados contie-
nen temas que más adelante se convierten en cuestiones medulares
Repensando el legado de Ángel Palerm… 203

para la antropología. Palerm delinea su propuesta teórica-metodo-


lógica para la formación de antropólogos de nivel superior en la Uni-
versidad Iberoamericana.
El segundo texto presenta a los evolucionistas y fue diseñado para
revisar a aquellos autores que desde la sociología, filosofía, econo-
mía, arqueología y las ciencias naturales, incluyeron ideas y con-
ceptos sobre la evolución y el evolucionismo. En este texto, Ángel
Palerm continuó con el interés por preparar material bibliográfico
especializado para formar teórica y metodológicamente de la mejor
manera a sus alumnos.
El tercer texto está orientado a los profesionales de la antropo-
logía social moderna, en particular los antropólogos británicos de
mediados del siglo xix y hasta mediados del siglo veinte. Con las tres
obras que Ángel Palerm publicó, demostró que la comunidad an-
tropológica debe aprender de historia para aprender de teoría. Una
formación académica bajo dicha premisa nos permite dar cuenta de
los cambios y continuidades en las maneras de analizar y explicar
fenómenos socioculturales. Al mismo tiempo, contribuye en la ac-
tualización de nuestras líneas de investigación.
Historia de la etnología es un proyecto de enseñanza que quedó
inconcluso cuando falleció Palerm. Este «esfuerzo didáctico», como
lo llamó Vázquez (1987), continuaría con un libro sobre las escuelas
de antropología alemanas y otro más sobre las escuelas francesas y
estadounidenses. Es posible que Palerm tuviera en mente un ejerci-
cio similar para la antropología mexicana. La propuesta pedagógi-
ca e historiográfica del académico español es fundamental y puede
replicarse a partir de ejes cronológicos, de escuelas o fenómenos.
Por ejemplo, una historia de la etnología a partir de la antropología
ecológica, antropología de la alimentación, o una antropología de
las juventudes.
Luis Vázquez León publicó en 2014 un libro intitulado Historia
de la etnología. La antropología sociocultural en México. Es una obra
pensada como homenaje a Ángel Palerm y en ella el autor hace un
ejercicio similar al palermiano cuando selecciona a once intelectua-
les que forman parte de nuestro acervo histórico antropológico. En la
introducción a su libro, Vázquez León reconoce el difícil proceso que
conlleva seleccionar a los autores y elegir el fragmento de la obra que
204 Ángel Palerm, un siglo después...

lo representará. Además, la selección de autores siempre permite in-


ferir la postura que tiene quien selecciona y su visión antropológica.

Historia de la Etnología I. Los Precursores

El primer número de la serie, publicado en 1974 como parte de la


colección sep-inah, originado en un proyecto del cisinah en colabo-
ración con la uia, Palerm perfila su propuesta para formar a la nueva
generación de antropólogos y delinea su programa de enseñanza.
La obra está organizada por periodos y dividida en cuatro partes:
i. Precursores del mundo clásico; ii. Viajeros y descubridores de la
era de las exploraciones; iii. Misioneros y funcionarios de la era de
la colonización y, por último, iv. Utópicos y rebeldes de la era de las
revoluciones.
En Los Precursores, Ángel Palerm está interesado en mostrar, por
medio de textos seleccionados para cada personaje, el nacimiento de
la etnología, ejemplos de técnicas de investigación, de observación
y participación. A medida que el lector va avanzando entre los tex-
tos de exploradores, viajeros, misioneros y funcionarios, se adquiere
conocimiento sobre el avance considerable en las técnicas de inves-
tigación y descripción, así como el comienzo de la «aplicación» de
la antropología. Posteriormente, comienza a destacar el papel del
pensamiento utópico en la configuración de la teoría y praxis, no
solo de la etnología, sino también de la sociología.
Como lo indica en su ensayo introductorio, el libro plasma la vi-
sión personal que tuvo Palerm sobre la etnología, pero, sobre todo,
la manera en que debe aprenderse esta ciencia y cómo debiera or-
ganizarse su enseñanza. Además, subyace la cuestión acerca de si
deben estudiarse o no los personajes que pueden ser el pilar de la
cuestión antropológica. Es decir, Palerm está confrontándose con
aquellos «presentistas» que consideran que la etnología solo surge
en el siglo veinte. Por ello, argumenta que el libro está dirigido a los
estudiantes, no necesariamente a los colegas profesionistas de las
ciencias antropológicas.
Repensando el legado de Ángel Palerm… 205

La preocupación por la enseñanza de la etnología la encuadra en


su época de estudiante y la retoma en su práctica docente de manera
pedagógica con la historiografía. Cuenta en su introducción que sus
estudiantes cuestionaban por qué si los físicos ya no leen a Newton
ellos debían leer a Herodoto. Es decir, los estudiantes se pregunta-
ban por qué mantener vigente a autores que parecieran «superados»
temporalmente. Una de las respuestas de Palerm fue que conocer
la historia de la ciencia ayuda a comprender los procesos reflexivos
por los cuales esta avanzó para ser lo que es. Además, a diferencia del
mundo de la física, que es cíclico y repetitivo, el mundo cultural es
histórico, evolutivo y creador: nunca se repite de la misma manera.
Incluso, de los autores antiguos se puede aprender sobre métodos
y técnicas para la recolección de datos. Asimismo, son esos auto-
res fuentes obligadas para comprender la evolución histórica de los
seres humanos en las sociedades. Al menos para el caso mesoame-
ricano, la etnología, como la concebía Palerm, crece y se desarrolla
a partir de los contactos culturales, muchos de los cuales quedaron
escritos en esos autores clásicos, cronistas y conquistadores españo-
les, historiadores, etcétera.

Historia de la Etnología II. Los Evolucionistas

En este volumen, publicado por vez primera en 1976, Ángel Palerm


muestra la influencia de los evolucionistas en la formación y avance
de la etnología. Asimismo, denota la contribución que hicieron los
etnólogos a la teoría evolucionista durante los siglos xviii y diecinue-
ve. Palerm incluye el contexto intelectual y la relación histórica de
diversos momentos del desarrollo del evolucionismo. La obra se divi-
de en cuatro partes: i. Filósofos de la historia y economistas políticos
(principios del siglo xviii hasta comienzos del xix); ii. Naturalistas
y arqueólogos; iii. Utópicos, sociólogos y socialistas, y iv. Juristas y
etnólogos.
Este volumen da cuenta de una de las grandes preocupaciones
del mundo científico y que la antropología no podía ni debía eludir:
el evolucionismo. Bajo la pregunta de si el tema de la evolución era
206 Ángel Palerm, un siglo después...

el común denominador de muchas de las ciencias del siglo xviii, en


este manuscrito Ángel Palerm da cuenta del contexto histórico de los
autores que, desde sus trincheras, abordaron este asunto. El volumen
concluye con la sentencia de que «en el momento en que etnología
se separa de la sociología y el derecho, toma personalidad propia y
se convierte en una disciplina científica que recibe reconocimiento
académico y profesional». (Palerm, 2005, p.12).
Ángel Palerm reconoce que la tarea de establecer conexiones en-
tre una ciencia en particular con el medio social e histórico en que se
encuentra dicha ciencia es una tarea difícil y compleja. También afir-
ma que es preferible un esfuerzo incompleto a tener historias etno-
lógicas con vacíos sociológicos. En su estudio introductorio, Palerm
no se preocupa por establecer las bases pedagógicas que lo mueven
a escribir el libro; eso lo hizo en el primero. En Los evolucionistas,
su preocupación es exponer por qué la teoría de la evolución es eje
rector y vinculante del ser humano, la sociedad y la cultura.
Para el destacado antropólogo, es el descubrimiento de la evo-
lución el más importante de la ciencia, pues las concepciones que
habíamos mantenido hasta antes de esa teoría fueron eclipsadas en
mayor o menor medida por los postulados evolucionistas. Este vo-
lumen, por la temática que aborda, no se circunscribe solamente
al interés de los estudiosos de la etnología. Por el contrario, tal vez
no era la intención original de Palerm, pero los textos que recopila
funcionan perfectamente bien para que estudiantes de disciplinas
como la economía, la ciencia política, biología y demás, pueden cir-
cunscribir el tema de la evolución a sus propios estudios.

Historia de la Etnología III. Tylor y


los profesionales británicos

Este volumen publicado en 2004 corresponde a la escuela inglesa y


abarca un periodo de 80 años aproximadamente. El orden cronoló-
gico es muy simple, comienza con el antropólogo Edward Burnett
Tylor alrededor de 1860 y concluye con el periodo comprendido en-
tre las dos guerras mundiales. Un momento en el cual Palerm indica
Repensando el legado de Ángel Palerm… 207

que «la antropología social alcanza la hegemonía intelectual» (2004,


p.7). Nuestro autor considera a Tylor como el último de los grandes
evolucionistas y al mismo tiempo el primero de los grandes profesio-
nales del siglo veinte. Palerm reconoce cuatro características impor-
tantes acerca del progreso de la etnología en este periodo:
En primer lugar, la sistematización de la teoría, métodos y téc-
nicas y el conocimiento que se había acumulado. Esto permitió, de
acuerdo con Palerm, que la antropología social se diversificara y, so-
bre todo, que estableciera fronteras con otros campos epistemológi-
cos. En segundo lugar, se recupera el trabajo de campo como prin-
cipal fuente para probar los postulados teóricos y metodológicos.
En tercer lugar, se manifiesta la crisis del evolucionismo como tema
dominante de la antropología. Por último, surgen y se consolidan
escuelas nacionales: etnología británica, alemana, estadounidense
y francesa. Lamentablemente, Palerm solo logró desarrollar el tema
de la etnología inglesa.
En esta introducción, Palerm se ocupa de presentar la etnología
como una ciencia que adquiere un estatus profesional. Los cuatro
puntos mencionados formaron un entramado que propició que nue-
vos temas se insertaran en el campo de discusión. Como se planteó
para el segundo volumen, la labor encomiable de Palerm por recu-
perar textos y traducirlos fue soportada por sus estancias de trabajo e
investigación en la Universidad de Austin, Texas. Crear una antología
como lo es esta obra requiere de mucho trabajo y que solo aquellos
verdaderamente comprometidos con la enseñanza de su ciencia
pueden llevar a cabo.
Debemos destacar el último aspecto: la recopilación que hizo
pareciera una empresa fácil en nuestro siglo veintiuno. Internet ha
revolucionado la forma en que accedemos a documentos científicos
y académicos. Para un estudiante de antropología, no le debe ser di-
fícil conseguir una versión electrónica de El origen de las especies, de
Darwin, o Viajes, de Marco Polo. Esto no significa que desconozca-
mos las precarias condiciones que pueden tener algunos estudiantes
alejados de centros urbanos. El punto que pretendemos resaltar es
que la labor de Palerm para conseguir textos en una época sin inter-
net fue sumamente loable.
208 Ángel Palerm, un siglo después...

Con estas tres obras de la colección Historia de la etnología, po-


demos ubicar a Ángel Palerm como uno de los grandes antropólogos
preocupados por mejorar pedagógica y didácticamente la enseñanza
de la antropología social en México. Es una lástima que el resto de
los volúmenes que tenía en mente no se concretaran. Sin embargo,
queda para el resto de los antropólogos actuales retomar la propues-
ta pedagógica y aplicarla de manera coherente a otros campos disci-
plinares de la antropología mexicana y el mundo. Los tres volúmenes
son fuente de inspiración para continuar dicha empresa educativa y
honrar la memoria de Ángel Palerm.
Cabe insistir que el antropólogo español no solo tuvo propósitos
meramente didácticos al desarrollar la serie Historia de la etnolo-
gía, sino contar con material teórico para reflexionar sobre diver-
sos temas. Él consideraba que la obra «debe o puede utilizarse para
presentar problemas y cuestiones teóricas, incitar la lectura directa
de textos, y para iniciar y estimular la discusión de los autores que
han hecho los aportes más significativos a la ciencia antropológica»
(Palerm, 1976, p.9). De esta forma, articula el ejercicio pedagógico
de enseñanza con el ejercicio reflexivo para problematizar los fenó-
menos que se presentan en el mundo sociocultural del ser humano.

El trabajo de campo etnológico palermiano

Ángel Palerm (2006) afirmaba que hay dos líneas fundamentales en


la formación de los etnólogos: el estudio de la historia de la etnología,
el trabajo e investigación de campo y la reflexión o análisis subsi-
guiente. Palerm consideraba e insistía que, para estudiar la historia
de la etnología, se tenía que estar en relación o diálogo con los textos
originales y sus autores a la luz de los problemas actuales. De esta
manera, consideraba que los alumnos tenían que hacer su propia
lectura de los textos. Para llevar a cabo lo anterior, consideramos que
el segundo gran aporte de Ángel Palerm a la formación de antropó-
logos no solo incluía las lecturas y discusiones en las aulas, sino un
adecuado trabajo de campo, el cual complementa el estudio de la
historia de la etnología. Esta característica tiene sus antecedentes,
Repensando el legado de Ángel Palerm… 209

al menos en la Universidad Iberoamericana, desde mediados de la


década de los sesenta, en la organización de un adecuado programa
de trabajo de campo.
Como primera característica en la organización del trabajo de
campo, Palerm considera que

el estudiante de etnología debe ser expuesto, sometido si se quiere,


a una experiencia inicial y temprana de contacto intenso con una
cultura distinta de la propia […] (contacto cultural), lo anterior per-
mitirá que el alumno descubra la esencia del ser humano en todas
sus formas culturales (multiculturalidad). (15).

Debido a que la sociedad no está exenta del cambio sociocultural y


el contacto intercultural, considera además que estos dos aspectos
pueden verse como parte de una misma realidad, es decir, desde la
dimensión diacrónica y sincrónica; de aquí parte la segunda carac-
terística del trabajo de campo, es decir, el estudiante debe tener una
experiencia relacionada con algún «problema de profunda y rápida
transformación sociocultural», como viven hoy día algunas zonas in-
dígenas y campesinas con proyectos mineros, construcción de pre-
sas y carreteras, entre otros.
Para Palerm, era necesario que los alumnos también tuviesen una
experiencia con algún aspecto o fase de la aplicación de la antropolo-
gía, vía algún proyecto o institución, como ahora se hace con organi-
zaciones de la sociedad civil, centros de investigación, instituciones
de gobierno, organizaciones comunitarias y organismos internacio-
nales, entre otros. En resumen, la organización del trabajo de campo
abarca tres niveles de experiencia: «la del choque cultural; la de la
realidad concreta de los procesos de cambio sociocultural, y la de la
praxis etnológica en todos sus procesos» (Palerm, 1974, pp.16-17).
Para llevar a cabo esta propuesta de trabajo de campo, Ángel Pa-
lerm implementó la estación de campo Joseph de Acosta4 fundada
en 1969 en Tepetlaoxtoc, Texcoco en el Estado de México, donde se

4
Actualmente, en el posgrado de Antropología Social de la uia sigue realizando
trabajo de campo con los alumnos en Tepetlaoxtoc. Para conocer al respecto,
consultar Magazine (2014).
210 Ángel Palerm, un siglo después...

han efectuado prácticas de campo supervisadas y donde los alum-


nos eran introducidos en la realidad social por medio del estudio de
áreas. Esto incluía la convivencia con otros estudiantes en periodos
de ocho semanas, lo cual no era del todo fácil, pues el choque cultu-
ral se iniciaba en la convivencia cotidiana.
El proceso «incluía tareas que se combinaban con el diario traba-
jo de investigación, además de que se invitaba a especialistas en el
ámbito antropológico, quienes compartían pláticas o se incluían en
los recorridos de áreas» (González, 2004, p.228). De esta forma, los
alumnos debían lograr un conocimiento del área de estudio, lo que
incluía la aplicación de técnicas de cartografía y análisis de fotografía
aérea. Lo anterior «se combinaba con recorridos a pie por diferentes
zonas del área...». Además, en la estación de campo se hacía «una
serie de lecturas y discusiones [que] completaba la visión sobre el
área…» (op. cit., p.229).
Otro aspecto importante era que se integraban equipos de trabajo
de dos o tres alumnos a

quienes se enviaban a observar aspectos relevantes para el área de-


tectados en los recorridos previos, ya sea de áreas naturales, localida-
des, empresas, instituciones de la sociedad mayor, ranchos o restos
de construcciones antiguas y zonas arqueológicas [...] Posteriormen-
te, cada alumno seleccionaba una unidad de estudio, donde aplica-
ban la metodología de acuerdo con el sistema sociocultural elegido,
por lo anterior, es importante […] no olvidar […] la unidad de estudio
seleccionada con el área en su conjunto (op. cit., p.230).

En las comunidades seleccionadas se iniciaba con el estudio de la


familia, aplicando el método etnográfico, la observación participan-
te, la aplicación de entrevistas abiertas, semicerradas, el registro del
diario de campo, la elaboración de fichas de trabajo, mapas, diagra-
mas y fotografías (González, 2004, p.230). También había discusiones
semanales de los avances de las investigaciones. La conclusión del
trabajo de campo se hacía con un informe final, que consistía en la
preparación de una etnografía del lugar seleccionado, que se presen-
taba ante los alumnos y profesores.
Repensando el legado de Ángel Palerm… 211

Ángel Palerm (1967) precisó el carácter científico de la disciplina


antropológica, del que también se preocupó, para lo cual considera-
ba que sin el «movimiento de ida y vuelta entre la teoría y la práctica,
entre la ciencia pura y la aplicada, existen pocas esperanzas de pro-
greso para la etnología». Por otra parte, consideraba que la antropo-
logía no estaba tan alejada de las posibilidades de la generalización y
de demostración científica, resaltando el papel del llamado método
comparativo. No hay duda de que Palerm fue uno de los grandes
intelectuales que dejó una honda huella en la historia de la antropo-
logía mexicana.
Al revisar sus obras, nos damos cuenta de los temas y líneas de
investigación que desarrolló, así como sus enfoques teóricos y me-
todológicos. Consideró que «la técnica comparativa […] no debe
abandonarse…». Gran parte de su legado se encuentra en sus obras;
por ejemplo, en Antropología y marxismo, los estudiantes de antro-
pología fuimos capaces de entender las conexiones históricas y es-
tructurales de México con el mundo a través de ese ensayo sobre la
plata y las haciendas. Por otro lado, el modelo M-D-M’ de Marx ha
sido ampliamente utilizado en las tesis de grado de varios estudian-
tes. Sus textos sobre agricultura, sistemas hidráulicos y modos de
producción, son lecturas casi obligatorias en la formación de antro-
pólogos, al menos en la Universidad Iberoamericana.

Conclusiones

La importancia de Ángel Palerm es clara: fue un ilustre pensador que


ayudó a crear y consolidar la etnología en México. Su visión de la
antropología nos legó la creación de varias instituciones dedicadas
a esta disciplina. Además, participó directamente en la formación de
antropólogos, tanto en las aulas universitarias como en los trabajos
de campo. Al mismo tiempo, se preocupó por plasmar sus inquietu-
des y descubrimientos en una serie de artículos, capítulos y libros.
Muchos de nuestros profesores fueron formados por él, y eso tam-
bién es algo que ha dejado para la posteridad.
212 Ángel Palerm, un siglo después...

Escribir sobre Ángel Palerm es una tarea que ya han hecho varios
de sus familiares, amigos y discípulos. En nuestro caso, es una labor
que no pretendemos llevar a cabo porque estamos seguros de que
siempre omitiríamos algún detalle, un evento o alguna característica
del contexto en el que vivió Palerm. Por lo anterior, lo más recomen-
dable es que sigamos acercándonos a él a través de lo que otros ya
han escrito. Por ejemplo, recientemente ha salido a la luz el libro de
Patricia Torres Mejía, Vida y obra de Ángel Palerm Vich (1917-1980).
Es sin duda un excelente libro desde el cual comenzar a entender a
este maestro de la antropología.
La contribución de Ángel Palerm sobre la enseñanza de la antro-
pología, teniendo como clave el estudio de la historia de la etnología
y el trabajo de campo, es una excelente propuesta pedagógica cuyo
valor sigue siendo actual, y que se puede retomar en otras institucio-
nes de educación superior de antropología, adoptándola a las condi-
ciones o líneas de investigación de que haya en cada una.
Finalmente, hacemos un reconocimiento a Ángel Palerm por su
aporte al desarrollo de la antropología mexicana. Sin duda, fue uno
de los grandes intelectuales del siglo pasado y que los estudiantes
de antropología de hoy tienen que conocer en sus cursos, ya sea por
la historia de la etnología, por su modelo de trabajo de campo o por
el desarrollo teórico de la evolución de la sociedad y civilización de
Mesoamérica o la praxis antropológica.

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115-128.
3.
El modo campesino de producción de Ángel Palerm:
orígenes y vigencia
Luisina Gareis1

Preguntarse por la existencia del campesinado o por la articulación


entre modos de producción pueden parecer cuestiones «pasadas de
moda». En el campo académico son cada vez más escasos los aná-
lisis que contemplan tales categorías, así como aquellos que han
implementado nuevas miradas sobre estos fenómenos o corrido el
foco hacia otras problemáticas. Estos movimientos van de la mano
de una pérdida de centralidad de la categoría «trabajo», fenómeno
iniciado con algunas premisas conocidas como «el fin del trabajo»2
o «el fin de la historia»3 generadas a fines del siglo pasado. Si bien
en la actualidad ya han sido ampliamente debatidas (Antunes, 2001;
Boron, 1999; Neffa, 2001; Sotelo, 2015), tales discusiones no volvieron
a ocupar el papel predominante dentro de la literatura académica.
En este marco, se vuelve imprescindible volver a los ya considerados

1
Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, Ciudad
de México. <[email protected]>.
2
Algunos de los exponentes más reconocidos son André Gorz (1982), Offe (1992)
y Méda (1998). Ghiardo Soto explica que «el núcleo común de las teorías sobre el
fin del trabajo es que la automatización de los procesos productivos, la expansión
de la economía de servicios y el aumento del desempleo no solo cuestionaban
el concepto moderno de trabajo, sino que le quitaban también su centralidad
en la producción de vínculos sociales y valores culturales» (2009, p.183). Ricardo
Antunes (2001) es uno de los principales críticos a tal tesis enfatizando el papel
central del trabajo en los procesos de subjetivación, en las formas de organizar
la vida cotidiana y en la relación del individuo con la sociedad.
3
El liberal Francis Fukuyama escribió el libro El fin de la historia para caracterizar
el periodo posterior a la caída del Muro de Berlín. Boron explica que «la ideología
burguesa intenta legitimar la lógica de la sociedad de clases, haciéndola aparecer
como si fuese el último modo de producción de la historia. En este sentido,
Fukuyama representa la expresión paradigmática de esta ideología en el final de
siglo: una nueva tentativa de fetichizar y eternizar el capitalismo» (2003, p.78).

215
216 Ángel Palerm, un siglo después...

«autores clásicos» para un análisis crítico de los procesos de trans-


formación en curso.
En la década de los setenta, Palerm recupera las discusiones ge-
neradas en el marco de la Revolución Rusa frente al aniquilamiento
o transformación de los «campesinos» por autores como Rosa Lu-
xemburgo, Kautsky, Lenin y Chayanov. Se inserta en este debate con
dos aportes principales. Por un lado, analizar la organización cam-
pesina y sus adaptaciones dentro de una totalidad mayor, anclándo-
se en el desarrollo histórico concreto de sociedades colonizadas; por
ejemplo, México. A partir de allí, delinea una propuesta teórica de
articulación entre el modo de producción campesino y el capitalista
y los procesos que tales encuentros pueden desencadenar. Por otro
lado, ubica la «cuestión del trabajo» como elemento primordial para
comprender tales procesos. Como bien se conoce,4 Palerm fue un
estudioso crítico de los escritos de Marx y algunos de sus seguidores.
Desde la lectura rigurosa de Las Formen, subraya la importancia
de comprender cómo se ha modificado históricamente la relación
del trabajador con las condiciones objetivas de su trabajo.5 Desde
allí, sostiene que es la cuestión del trabajo una «forma fundamental
de la articulación entre modos de producción diferentes» (Palerm,
2008, p.267).
En este artículo se recuperan las contribuciones de dicho autor
para describir analíticamente cómo y por qué persisten los común-
mente denominados «trabajos rurales» en un pueblo ubicado en la
periferia de la Ciudad de México. Sin bien algunos de sus pobladores
y las instituciones estatales nominan a San Miguel Topilejo como
un «pueblo rural», este territorio se ha visto subsumido en dos pro-
cesos que han contribuido a su transformación: la incorporación
de actividades ligadas al sector servicio o comercio a su repertorio

4
No solo por las referencias que realiza en diferentes escritos, sino principalmente
a través de la compilación que hace y que, luego, se publica en el libro Modos de
producción y formaciones socioeconómicas (1986).
5
Marx comienza señalando que «si un supuesto del trabajo asalariado y una
de las condiciones históricas del capital es el trabajo libre y el cambio de este
trabajo libre por dinero […], otro supuesto es la separación del trabajo libre
respecto a las condiciones objetivas de su realización, con respecto al medio de
trabajo y al material de trabajo. Por lo tanto, ante todo, separación del trabajador
con respecto a la tierra» (2004, p.67).
El modo campesino de producción de Ángel Palerm: orígenes y vigencia 217

económico, relegando cada vez más las actividades agrícolas y la


acentuación del proceso de metropolización, es decir, la llegada de
nuevos habitantes, entrada de servicios y comercios y una conexión
más fluida con la capital a través de caminos y carreteras (Orihuela
Jurado et al., 2015). En estos procesos, las características de lo «ru-
ral» –que antiguamente se vislumbraban en oposición al carácter
«urbano»– van diluyéndose y entremezclándose, generando así un
nuevo paisaje (Brenner, 2013), al cual he denominado como ru-
ral-urbano (Gareis, 2018).
En este contexto, se puede suponer que el modo de organizar
los trabajos ha pasado de una lógica de producción de valores de
uso para el propio consumo a una lógica capitalista de producción
dejando de realizar ciertas actividades, cambiando los bienes pro-
ducidos o modificando el carácter de la producción con base en la
tecnificación o al destino de los productos. Sin embargo, la tradición
de cultivar la milpa, criar animales y colectar recursos del bosque, ha
sobrevivido a lo largo de los años para la población local y continúan
realizándose en el marco de la unidad campesina.
Wolf (1971), retomando la definición de Chayanov, explica que
la economía del campesino consiste en una economía familiar bus-
cando, principalmente, la satisfacción de las necesidades de con-
sumo de sus miembros. Por ende, el trabajo en la unidad familiar
campesina no es mensurable. Sin embargo, esta forma de organi-
zación está influida por la relación que se entabla con otros actores
(dirigentes externos), quienes demandan lo que el autor denomina
«fondo de renta». Frente a las necesidades del campesino a consumir
productos que no produce, Wolf presenta una multiplicidad de ca-
sos concretos y posibilidades donde se descubre la heterogeneidad
de situaciones de convivencia entre ambos modelos productivos. En
el marco de la sociedad capitalista, las opciones del campesino son
vender sus productos en el mercado o vender su trabajo por dinero.
Por tanto, la pluriactividad dentro de las poblaciones campesinas
no es un fenómeno nuevo como ha sido demostrado por Warman
(1972), Arias (2005) y Grammont (2008), entre otros.
Para comprender la vigencia –con las transformaciones y ten-
siones desencadenadas– de la organización familiar campesina
dentro de este pueblo hemos decidido centrarnos en la juventud.
218 Ángel Palerm, un siglo después...

Desde 1950, los «jóvenes rurales» fueron producidos como «agentes


de cambio» en el sector rural, con base en su «supuesta» mayor pre-
disposición para la innovación y tecnologización (Bevilaqua, 2009).
Desde entonces, aquellos han sido considerados como promotores
del cambio en el sector agrícola. A esta premisa se le han agregado
los postulados académicos acerca de la inexistencia de la «juven-
tud rural»6 o «la falta de interés juvenil en los trabajos agrícolas» en
contextos de «nueva ruralidad» (Salas y González, 2014). Sin negar la
existencia de ciertos fenómenos, como el creciente éxodo rural juve-
nil, buscamos, más bien, explicar la persistencia de estas actividades
dentro de las trayectorias laborales juveniles, el rol que cumplen y las
tensiones que se producen.
El trabajo de campo fue hecho desde septiembre a diciembre de
2016, tiempo en que residí en San Miguel Topilejo de manera conti-
nua. En este periodo realicé y luego analicé 25 entrevistas a jóvenes
entre 15 y 29 años que trabajaban en el campo, en la ciudad, de mane-
ra formal, informal o ilegal. Además, entrevisté a 20 personas mayo-
res de la comunidad para conocer, complejizar y analizar el contexto
histórico y los diferentes ámbitos de socialización y oportunidades
laborales disponibles para los jóvenes. En simultáneo, realicé obser-
vación participante en diferentes procesos productivos. La pregunta
rectora de este artículo es sobre la interrelación e interdependencia
que se genera entre diferentes prácticas económicas que se reactua-
lizan y modifican como parte de los procesos de transformación que
experimentan estos territorios donde los jóvenes transitan y constru-
yen sus trayectorias laborales entre múltiples posibilidades.

Diversidad de relaciones de trabajo en el capitalismo

¿Es la multiplicidad de relaciones de producción (y reproducción)


necesaria para la reproducción ampliada del capital? Los autores

6
Los «jóvenes rurales» han sido marginales en las investigaciones sobre juventud
hasta épocas recientes. En la actualidad, distintos autores les han dado
visibilidad y han profundizado en su análisis. Véanse, por ejemplo, González
Cangas (2003), Kessler (2006), Urteaga, Pacheco y Román (2012), y Roa (2015).
El modo campesino de producción de Ángel Palerm: orígenes y vigencia 219

que, siguiendo los postulados de Marx, se han dedicado a mirar las


relaciones de producción en las colonias, áreas subdesarrolladas o
regiones periféricas, se han visto en la necesidad de reflexionar sobre
el rol que cumplen estas poblaciones para el sistema capitalista en
relación con su desarrollo histórico.
En su exposición sobre el «sistema colonial mexicano», Palerm
presenta la aguda crítica de Rosa Luxemburgo al modelo abstracto
que se expone en El Capital sobre la omisión de los necesarios seg-
mentos coloniales (que producen de un modo no-capitalista) para
la reproducción ampliada del capital. En este análisis histórico, el
autor explica cómo era el funcionamiento de las colonias interna-
mente en el rol asignado en el mercado mundial. Palerm señala
que en la Nueva España había un «amplio abanico de modalidades
socioeconómicas» que incluía trabajos asalariados, forzados, obli-
gatorios, formas serviles, trabajo independiente de pequeños pro-
ductores, pequeñas unidades campesinas, entre otras. Luego señala
que «lo que dio unidad a esa extraordinaria articulación de modos
y relaciones de producción y le permitió funcionar como un siste-
ma, fue su subordinación al capitalismo mundial y su dependencia
política y administrativa respecto al Estado español» (Palerm, 2008,
pp.201-202).
Trayendo tal conclusión al análisis de las sociedades contemporá-
neas, el desarrollo desigual y la diversidad de formas de producción
existentes en los países colonizados son parte fundamental y nece-
saria para la reproducción ampliada del capital. En este sentido, la
«persistencia»7 histórica y actual de la organización campesina de
producción, aunque aparentemente contradictoria, se debe a sus
constantes modificaciones a las exigencias que le impone el sistema
global dominante, parafraseando a Palerm (op. cit.).

7
Palerm va a discutir con quienes pronosticaron desde la Revolución Rusa el
aniquilamiento del campesinado (desde el marxismo retoma a Kautsky y Lennin)
tanto por el papel reaccionario del campesino para las transformaciones sociales
como por la baja eficacia económica del modo campesino de producción frente
a la empresa capitalista agrícola. Concluye: «si el marxismo carece de una teoría
del campesinado, posee en cambio una teoría de su desaparición, además de
una praxis bien experimentada aunque infructuosa de su eliminación» (Palerm,
2008, p.241).
220 Ángel Palerm, un siglo después...

Ya sea que adscribamos a una articulación entre modos de


producción diferentes, en términos palermsianos, o consideremos
que las diversas formas de trabajar son integrales y centrales para las
relaciones capitalistas de producción a las cuales están subsumidas
realmente (Narotzky, 2004), la heterogeneidad y multiplicidad
de formas de trabajo se inscribe –siendo funcionales–8 dentro del
sistema capitalista. Más allá de lo que han planteado los enfoques
marxistas clásicos, hay en el seno del capitalismo una diversidad de
relaciones productivas basadas en la contradicción trabajo/capital y
otras que resulta dudoso conceptualizarlas como tales, es decir, que
no consisten en la clásica relación del trabajador libre que vende su
fuerza de trabajo en el mercado por un salario (op.cit., p.274).
Sin embargo, la heterogeneidad no implica que los trabajadores
no estén inmersos en relaciones de explotación al generarse relacio-
nes de dependencia. La diferencia es que esta última puede darse en
el mercado de trabajo, el mercado de productos (consumo) o por el
intercambio cuando se ven obligados a vender sus productos a través
de intermediarios. Es decir, que su trabajo y su vida no pueden ser
reproducidas sin entablar relaciones con el capital. En este punto,
Susana Narotzky explica:

Las pequeñas empresas familiares, los trabajadores autónomos, los


miembros de una cooperativa de trabajadores, todos ellos se ven
obligados a entablar relaciones laborales explotadoras con el capi-
tal, ya sea a través del mercado laboral, el mercado financiero, o el
mercado de productos. […] Todas estas formas de trabajo ajenas al
mercado generan ingresos por medios no asalariados, reducen los

8
Pérez Sáinz y Mora Salas (2004) se han centrado en explicar la «exclusión social»
en Latinoamérica considerando que el problema principal es la existencia de
un excedente de mano de obra (desempleados estructurales, autoempleados o
migrantes) que son «afuncionales» o «innecesarios» a la acumulación de capital.
En este sentido, consideramos que estos desempleados, es decir, quienes no
trabajan dentro del circuito productivo formal o «clásico» y buscan alternativas
de sobrevivir, son funcionales al sistema a través de diferentes mecanismos que
trataremos de develar.
El modo campesino de producción de Ángel Palerm: orígenes y vigencia 221

costes del capital y, al mismo tiempo, contribuyen a la acumulación


de excedente del capital […]

El capital estructura la explotación a través de la reificación de las


diferencias. Las diferencias se construyen como significativas a tra-
vés de la necesidad de ganarse la vida […]. No obstante, bajo las dife-
rencias subyace la realidad común de que las personas pertenecien-
tes a la clase trabajadora no se ganarían la vida si no establecieran
algún tipo de relación de dependencia o explotación con el capital
(op. cit., pp.303-304).

A este análisis hay que sumar los trabajos no-pagados, realizados por
las mujeres. Federici expone en su libro Calibán y la Bruja (2015) el
rol que cumplieron las mujeres para instaurar el sistema capitalista
en el proceso conocido como acumulación originaria, por lo que las
tareas domésticas son también un trabajo necesario a la reproduc-
ción del capital sin ser «trabajadoras libres». Federici sostiene que
«puede alcanzarse un régimen de ‘subsunción real’ aun sin un pro-
ceso de homogeneización total en las formas y las condiciones de
trabajo, siendo las discontinuidades fundamentales para la repro-
ducción de las relaciones capitalistas» (2013, p.189).
Tal como lo propuso Rosa Luxemburgo, «el capitalismo está ate-
nido, aun en su plena madurez, a la existencia coetánea de capas
y sociedades no capitalistas» (1967, p.177). Es necesario, entonces,
avanzar en análisis concretos sobre cómo persisten, se articulan o
modifican las diferentes relaciones productivas y reproductivas en el
sistema capitalista dominante, siendo la heterogeneidad necesaria
tanto para la reproducción de los sujetos como del sistema.

Relaciones de trabajo (juveniles) en un pueblo rural-urbano

Las trayectorias laborales juveniles analizadas poseen como rasgo


distintivo una amplísima variedad de actividades generadoras de
ingreso por las que transitan los jóvenes desde muy temprana edad.
Algunas de ellas pueden reconocerse como actividades a las cuales
222 Ángel Palerm, un siglo después...

habitualmente nos referimos como «trabajos», pero muchas otras


presentan formas atípicas. Típicos «trabajos» mediados por una re-
lación salarial se combinan con actividades extractivas en el bosque,
con negocios y empleos informales, cultivos o animales de traspatio,
tareas no remuneradas en el hogar o con actividades ilegales, y otra
multiplicidad de conjugaciones posibles. Es decir que, dentro de las
inestables y precarias trayectorias juveniles, pueden estar inmersos
en procesos de trabajo donde prima una lógica de valores de uso
en el núcleo familiar –se trabaja para la reproducción de la fami-
lia– o tener trabajos asalariados en los cuales opera la contradicción
capital/trabajo. Pudiendo generarse una reversibilidad y movilidad
entre lógicas económicas a medida que transitan por las distintas
experiencias laborales. Estos vaivenes, que pueden verse como con-
tradictorios o como un proceso irreversible entre los extremos, se
presentan aquí como un continuum donde se puede zigzaguear o
combinar ambas formas de organizar el trabajo.
Esta pluralidad de procesos productivos se engendra y posibilita
en un territorio en el cual coexisten trabajos «urbanos» y «rurales» y,
a su vez, donde las unidades familiares pueden realizar actividades
agrícolas o formar parte del sector informal. Si bien analíticamente
es necesario presentar sus diferencias y matices, en la práctica son
más bien entrecruzamientos o combinación de lógicas productivas
y regulaciones en un mismo proceso laboral.

Luisina: ¿Ahora dirían que son como una empresa familiar?


Hijo: Pues [...] más bien lo estoy viendo como una cooperativa, todos
estamos apoyando en lo que se puede y los beneficios se reparten
entre todos... en el núcleo familiar.
Hija: Sí, porque ves que en una empresa entran las jerarquías y por
cargo gana más y así respetan las jerarquías y así... y acá no es así. O
sea, puede ser como una empresa por la forma de organización o la
forma de funcionamiento, ¿no? Pero no en todos los ámbitos porque
aquí nadie gana más que nadie, todos ganamos parejo.
Pero, ¿Sí tienen un sueldo?
Hija: Sí tenemos un sueldo.
Hijo: No.
Hija: ¿No tenemos un sueldo?
Hijo: No.
El modo campesino de producción de Ángel Palerm: orígenes y vigencia 223

Hija: Bueno, así que digas a la semana te vamos a estar dando tanto,
no, pero, sino que aquí se reparte mensualmente.
Padre: Es como lo que se produzca, si no se produce […].
Luisina: ¿Cuánto cobras por mes?
Hija: Dependiendo de las cosechas [...] Así es: sale como una can-
tidad y se divide entre los cuatro y nos toca a todos parejos. Pero
como todos comemos aquí, entonces del montecito de dinero que
se va juntando se compra alimento para todos, comida, agua, todo,
todo lo necesario en cocina y eso. Lo que es para alimentación sale
todo de la misma caja; entonces, acabando el mes esa caja se repar-
te, pero ya absorbió el gasto de las comidas.
Luisina: Claro [...] entonces es como limpio, el dinero que te toca ya
está.
Hija: Ajá. Se gasta ya en lo que quieras, cosas personales, o ropa o
cosas para la niña (E- Familia campesina: Padre, Hija de 25 años, Hijo
de 27 años).

Siguiendo la propuesta teórica de Ángel Palerm (2008), la descripción


del proceso productivo y reproductivo anterior puede enmarcarse en
una típica «unidad campesina», la cual funciona como una «unidad
que produce, vende mercancías y trabajo, consume y se reproduce»,
donde se guían principalmente por una lógica de valores de uso, pero
poseen una íntima relación con el sistema capitalista (op. cit., p.306).
Esta familia produce con tierras propias (en calidad de propiedades
sociales por ser tierras ejidales), se alimenta de sus cultivos y vende
hortalizas en el mercado, pero también hace intercambios no dinera-
rios con familiares y vecinos. El dinero obtenido se destina primero a
la reproducción familiar y el dinero restante «se lo reparten» equita-
tivamente. El trabajo de los miembros de la familia no se valoriza en
el sentido capitalista y los trabajadores no reciben un salario acorde
a las horas trabajadas, sino que operan otras determinaciones como
las necesidades familiares (en los términos de Wolf, serían el mínimo
calórico anual y el fondo de reemplazo), el ciclo agrícola, elementos
culturales o afectivos.
Para diagramar cómo es la articulación entre estas unidades fa-
miliares campesinas y el sistema capitalista que, a nuestro entender,
es lo que posibilita los vaivenes juveniles entre diferentes procesos
de trabajo, Palerm modifica la fórmula de la lógica de valores de uso
224 Ángel Palerm, un siglo después...

propuesta por Marx (M-D-M) y propone que debe ser M’-D-M” sien-
do:

M’ la mercancía vendida que se produce al modo campesino.

M” la mercancía adquirida; es frecuentemente producida al modo


capitalista.

D dinero que también posee dos formas D’ (como medio de cambio,


es la manera como solamente lo debe utilizar el campesino para ad-
quirir M”) y D” (como medio de acumulación, ya que se utiliza
por otros para realizar valores y convertirlos en capital).

La articulación ocurre, ya que tanto M’ (hortalizas, elotes o la pro-


ducción de panificados, etc.) –al ingresar a la circulación capitalista–
como M” («cosas personales, ropa» u otras) producen valor y sirven
a la acumulación. En esta circulación es donde se realiza el valor de
M’ convirtiéndola en dinero, entendiendo que no se produjo princi-
palmente como valor de cambio. Además, al comprar M” con dinero,
el campesino «permite de nuevo realizar valor y continuar el proceso
de acumulación dentro del sistema capitalista dominante» (op.cit.,
p.297), que llamaríamos reproducción ampliada.
De esta manera, van hibridándose y reproduciéndose ambas ló-
gicas en las unidades familiares en las cuales los jóvenes realizan sus
primeros trabajos; combinación que podrán utilizar indistintamente
a lo largo de su trayectoria, ya que la han naturalizado. Esta íntima
articulación entre lógicas producidas en la organización del traba-
jo familiar y lógicas capitalistas de trabajo posibilita la oscilación y
heterogeneidad laboral encontrada en las trayectorias juveniles. Sin
embargo, cuando se produce una combinación entre el marco nor-
mativo con el cual se rigen las «unidades familiares» y el sistema de
reglas aprendido en trabajos dependientes y asalariados fuera del
hogar –informales o formales– surgen ciertas contradicciones y ten-
siones para los mismos sujetos y con su entorno.
Los trabajos en las unidades domésticas campesinas no poseen
horarios fijos, no cuentan con un salario regular, no hay días estable-
cidos de descanso; se trabaja a razón de la necesidad de la unidad
El modo campesino de producción de Ángel Palerm: orígenes y vigencia 225

familiar, teniendo en cuenta que las necesidades se buscan suplir


anualmente.9 Las obligaciones y responsabilidades se dividen acor-
de al género y la edad (pero no por salario) y quien marca los ritmos
de trabajo es el ciclo agrícola, la demanda en el mercado, los días
festivos o laborales, entre otras. Estas características se van sedimen-
tando como la norma dentro de los procesos laborales «familiares».

Josefina: A mí salirme ocho días aquí me causa problemas [...]


no puedo salir porque siempre hay cosas que hacer [...] por
ejemplo, ahorita debería estar viendo otras cosas, ¿no? Tal vez,
siendo domingo y siendo día de descanso, podría estar allá
arriba, no sé viendo si se va a hacer algo con los del Corredor
Cultural. Para poder salir [de viaje] también tuvimos que
ver si no íbamos a tener muchas cosechas y si no teníamos
mucho trabajo encima.
Luisina: ¿Para qué pudieras irte?
Josefina: Ajá. Y, por ejemplo, quiero ir a Guerrero y recorrer la
costa en diciembre y no sé qué tan factible sea porque no sé
cómo van a estar las siembras en ese tiempo (E- Josefina, 25
años).

Josefina, si bien comprende que es más útil trabajando un día do-


mingo porque la producción agrícola lo requiere y acata las reglas
y necesidades productivas, considera que debería o podría estar
haciendo otras cosas en un «día de descanso», como estar con sus
amigos o haciendo alguna actividad política. Esta joven, quien ha
trabajado en la ciudad y posee un título universitario, ha experimen-
tado los «beneficios» del trabajo dependiente (salario y horarios fijos)
que brindan la posibilidad de planificar de otra manera su propio
destino. En suma, en plena época de cosecha la joven decide irse una

9
«Dado que el principal objetivo de la economía campesina es la satisfacción del
presupuesto anual de consumo de la familia, su mayor interés no radica en la
remuneración de la unidad de trabajo (el trabajo diario), sino en la del trabajo
de todo el año» (Chayanov en Wolf, 1971, p.25).
226 Ángel Palerm, un siglo después...

semana de vacaciones con sus amigos y se justifica por haber avisado


con anticipación. Por esta actitud, ella es juzgada por todo el grupo
familiar, ya que al parecer estar faltando a las reglas implícitas del
proceso productivo en el cual está implicada.
La circularidad laboral de los jóvenes basada en una lógica de
inestabilidad y precariedad se traduce, de algún modo, en mayor
libertad individual al existir siempre la opción de renunciar sin ex-
plicación a los trabajos asalariados/dependientes, pero esta no es
una opción en los procesos laborales familiares. Como explicaba otro
joven: «En el campo no se tiene ese tipo de lujos; en el campo eres
trabajador y tienes que trabajar de sol a sol diario. Por supuesto que
para nuestros abuelos era su única forma de vida». Hoy la posibilidad
de brincar entre trabajos es lo que conlleva tensiones y transgresio-
nes a las normas de las unidades familiares, tal vez no previstas.
Esta tensa relación entre lógicas y normatividades que experi-
mentan los jóvenes cuando brincan entre diferentes trabajos es el
resultado de un largo proceso histórico de transformación de las for-
mas productivas basadas en la lógica de valores de uso. Frente al in-
cremento de las necesidades y a una progresiva mercantilización de
las relaciones sociales –también con base en el crecimiento limitado
del autoabastecimiento–, las unidades familiares han necesitado in-
tensificar su trabajo para incrementar el excedente o vender cada
vez más su fuerza de trabajo por dinero (op. cit.). Ambos caminos
pueden conllevar a un «aniquilamiento de la unidad campesina»:
tanto por la incorporación de mano de obra asalariada o tecnología
al proceso productivo familiar como por convertirse todos los inte-
grantes en trabajadores asalariados de tiempo completo, o se pueden
generar complejas combinaciones.
Muchas de las familias entrevistadas han contratado trabajadores
en relación de dependencia a quienes se les paga un salario, según
el precio fijado en el mercado para trabajar sus tierras. El motivo de
esta incorporación fue la necesidad de aumentar la producción y el
excedente de producción destinado a la venta. Si bien los integrantes
de las unidades campesinas trabajan a la par de los asalariados, la
forma de hacerlo y las obligaciones son diferentes: por un lado, «si se
vende o no se vende, a ellos se les paga su diario, pero nosotros con
una helada salimos perdiendo» y, por otro, los trabajadores asalaria-
El modo campesino de producción de Ángel Palerm: orígenes y vigencia 227

dos trabajan «los seis días, hasta el sábado, y aquí se trabaja hasta las
5 el sábado», según nos explicaba un campesino. Por ende, aparecen
diferentes formas de organizar el trabajo que coexisten y conviven.
De esta manera, las familias logran incrementar sus ventas, pero
también su dependencia al mercado, ya que pasan a destinar la
mayoría de su producción a la venta a través de intermediarios y,
además, comienzan a requerir un ingreso determinado de dinero
mensual para pagar los nuevos salarios. El dinero cobró mayor im-
portancia tanto como medio de cambio y como medio de acumula-
ción, remitiendo nuevamente a la fórmula palermsiana. Así, las lógi-
cas capitalistas van entrometiéndose cada vez más en las estructuras
campesinas sin que se rompa la forma de organización de la unidad
productiva completamente; más bien, podemos pensar que es una
adaptación que contribuye a su reproducción.
La familia de Pablo es otro ejemplo de las modificaciones ocu-
rridas en las unidades campesinas. Ellos cultivan sus tierras, rentan
algunos terrenos cercanos, consumen y venden lo que extraen de la
cosecha y elaboran productos panificados con el elote (maíz) que
ellos mismos cultivan. Pablo, con 15 años, se dedica exclusivamen-
te a trabajar en el campo. Hace tres años que su padre le cedió dos
hectáreas para que él las «trabaje solo», pero con las herramientas y
ayuda del primero. Los hijos de la familia son quienes se encargan
de la venta de los productos agrícolas (como espinacas, zanahorias,
rábanos) y manufacturados dentro del pueblo.

Luisina: ¿Y tu papá a qué se dedica?


Pablo: Pues igual al campo, trabajamos el elote.
Luisina: ¿Y tú mamá?
Pablo: Pues también al campo y también trabajamos lo que es el pan.
La buena para el pan es mi hermana la mayor.
Luisina: ¿Y tú cocinas?
Pablo: Sí, también. Es que somos como un grupo todos: si vamos al
campo, todos vamos, y si hacemos pan, todos estamos aquí traba-
jando […].
Luisina: ¿En dónde hacen el pan?
Pablo: Acá en la casa.
Luisina: ¿Y dónde lo venden?
228 Ángel Palerm, un siglo después...

Pablo: Ahorita lo vamos a ofrecer en las casas, o luego tenemos entre-


ga así con otra gente que quiere revender; vamos a las ferias (E- Pablo,
15 años).

Son un «grupo». Aunque poseen algunas divisiones de tareas por gé-


nero y edad, todos colaboran en la reproducción familiar sin que me-
die un salario para cada uno. Por más que siguen vendiendo parte de
lo que producen en el pueblo «casa por casa» (práctica comúnmen-
te denominada «ranchear»), destinan cada vez mayores esfuerzos a
promocionar sus productos y venderlos en el mercado capitalista;
por ejemplo, se presentan en ferias gastronómicas y asisten a eventos
en barrios céntricos de la ciudad donde pueden agregar mayor valor
a sus manufacturas. Es decir, que no ocurrió necesaria y completa-
mente un traspaso de una lógica económica a otra, sino que ambas
existen en diferentes momentos del ciclo económico (a veces en re-
lación con la demanda externa o dependiendo de las dinámicas in-
ternas de organización familiar). Igualmente, hay una mayor depen-
dencia al mercado por lo cual priorizan actividades económicas que
les garanticen maximizar las ganancias y una retribución monetaria.
En este proceso progresivo de mercantilización y de creación e
imposición de mayores necesidades, muchos hijos/hijas de las fami-
lias campesinas deciden vender su fuerza de trabajo, sea de manera
continua o como estacional. Proceso subrayado por Palerm como
una de las estrategias adaptativas de los campesinos frente a las exi-
gencias del modo de producción dominante, que explica puede ter-
minar en la absoluta «proletarización del campesinado»10 (op. cit.,
p.302). En este sentido, corroboramos que se ha expandido el régi-
men salarial entre los trabajos juveniles, pero no completamente.
Esta afirmación permite, por un lado, enmarcar las tensiones recién
expuestas cuando los jóvenes retornan a trabajar en las unidades
familiares campesinas luego de haber tenido trabajos asalariados.
Por otro lado, explica la complementariedad de ingresos encontrada
y combinación progresiva de trabajos al estar incluidos en la unidad

10
Palerm, igualmente, aclara que «este proceso llamado de proletarización
progresiva del campesinado, puede ser detenido en algunos de sus momentos.
De hecho, la secuencia tampoco es unidireccional: el proceso es reversible en
ciertas condiciones» (op. cit., p.320).
El modo campesino de producción de Ángel Palerm: orígenes y vigencia 229

familiar y de manera simultánea realizar otras actividades asalaria-


das (comercio, servicios, etc.).
Un joven que comienza haciendo trabajos en la unidad familiar
campesina y aprende el oficio, frente a la necesidad de obtener di-
nero, se emplea en el sector agrícola que en Topilejo «se maneja: por
día, por destajo, o por manojo», es decir, «según lo que puedas avan-
zar» (E-Roberto, 21 años). En esta manera de organizar el trabajo
agrícola, el joven es obligado (y se obliga) a intensificar su trabajo:
cada trabajador debe realizar su propio sacrificio para ganar más
dinero o progresar sin importar el contexto o la circunstancia. Pau-
latinamente se va incorporando la lógica de la maximización y, en
conjunto, aceptando y legitimando la desigualdad salarial entre los
trabajadores dependiendo de su capacidad física. Ya habiendo incor-
porado y normalizado estas formas de trabajo en el contexto «rural»
en el cual crece, comienza a trabajar en la ciudad por salario y depen-
diente reproduciendo las exigencias internalizadas por el sistema.
Si bien aparece una creciente tendencia hacia la monetarización
en las relaciones laborales, en este territorio prima la complemen-
tariedad de ingresos en las trayectorias juveniles, lo cual se debe a
la multiplicidad de trabajos en simultáneo de los jóvenes; pueden
ser asalariados (formales o informales) en conjunto con cultivar la
milpa, juntar hongos, buscar madera o lama para consumo familiar
o venderlos en el mercado interno, criar animales de traspatio, pro-
ducir bienes de consumo locales (pan de elote, pulque, dulces, entre
otros). Por ende, la reproducción de la vida no se limita a obtener
dinero con la venta de la fuerza de trabajo o de mercancías, sino
que se recurre a la posibilidad de autoabastecerse o de intercambiar
bienes entre familiares o vecinos. Palerm indica que

el punto de partida del intercambio desigual de valores entre los mo-


dos campesinos y capitalista de producción se encuentra en el au-
toabasto de la unidad doméstica campesina. El autoabasto es lo que
permite el predominio de los bajos salarios en las ramas capitalistas
que utilizan el trabajo asalariado de los campesinos (op. cit., p.310).

Joaquín: Hay cosas que nacen naturales, hay una planta que se llama
chivito y sale sola y vamos y juntamos de eso [...] o luego del centro
230 Ángel Palerm, un siglo después...

del maguey le sale una planta que sube hasta arriba y arriba florea
amarillo. Pues esos los cortamos y lo vendemos. En la temporada
de lluvias, si te mueres de hambre es de pinche menso aquí [...] por
ejemplo, yo si no tengo chamba de albañilería o no se puede trabajar
porque los días están muy feos, me voy al monte a juntar hongos y
luego mi mamá también los vende...

Luisina: Y antes. cuando no tenías el taxi y te quedabas sin chamba,


¿qué hacías?
Joaquín: Hago de todo [...] Cuando andaba sin chamba, mi iba así
al monte, al campo, allá hay espinacas, quelites y así, y juntaba (E-
Joaquín, 27 años).

Diversos estudios han enfatizado los factores estructurales asociados


a la precariedad e inestabilidad laboral, como los procesos de rees-
tructuración productiva, el escaso dinamismo del mercado de traba-
jo y las reformas estructurales asociadas al modelo neoliberal (Rojas,
2002; Pacheco, De la Garza y Reygadas, 2011). Sin embargo, en tal
contexto estructural, los jóvenes buscan nuevas formas de conseguir
recursos o reinventan «viejas» prácticas como los trabajos que hacían
desde pequeños o que les enseñaron sus abuelos. La precariedad e
inestabilidad en conjunto con los cada vez más expandidos trabajos
temporales contribuyen a que no se deseche ninguna oportunidad
económica que les permita complementar los ingresos. Las «prácti-
cas tradicionales» se constituyen más bien como «una posibilidad
bajo la manga» a las que siempre se puede recurrir frente al des-
empleo, los bajos salarios, las injusticias o arbitrariedades patrones.
Frente a tales condiciones de explotación y opresión, su única salida
es la renuncia, volviendo así al círculo de marginación laboral en el
cual se desarrollan. Dentro de este último, el autoabastecimiento y
aprovisionamiento no mercantil se presentan como una parte indis-
pensable de la economía juvenil.
Esta caracterización permite comprender no solo la vigencia de
esas actividades entre las personas que poseen terrenos o conoci-
mientos asociados a los cultivos o la recolección, sino también cómo
se reproducen y naturalizan las pésimas condiciones de los trabajos a
los cuales acceden estos jóvenes. La contracara es la invisibilización
El modo campesino de producción de Ángel Palerm: orígenes y vigencia 231

que hacen los mismos sujetos de las políticas neoliberales regresivas


en materia laboral11 (que han provocado una creciente disminución
de los trabajos estables, formales, no precarizados) y en materia
agraria12 (que han generado una disminución de la producción de
los pequeños productores).
En otro aspecto, debemos subrayar que también hay elementos
culturales que impulsan la reproducción de las prácticas agrícolas
familiares, a lo cual Palerm denominó «resistencias culturales». Mu-
chos jóvenes explican que continúan sembrando la tierra o yendo al
bosque por formar parte de la tradición familiar. Las expresiones más
comunes encontradas al respecto son: «seguimos cultivando la mil-
pa porque al abuelo le gusta comer de nuestros elotes», «regalamos
la mitad de lo que sacamos en época de muertos y eso ya es tradición
familiar», «porque a mi papá así lo enmendaron», «todas las navida-
des subimos a sacar lama para el pesebre y hacer regalos». Es en la
superposición de motivos personales y múltiples elementos estruc-
turales donde encontramos las razones para explicar la vigencia de
ciertas prácticas económicas, que desde hace un siglo se pronostica
su desaparición.

11
En México, la implementación del neoliberalismo comienza en 1986 después
de la crisis de 1982 (González de la Rocha, 2001; Rojas, 2002). Desde entonces,
se han firmado diferentes tratados comerciales con los cuales se impulsaron
políticas de libre comercio y una (mayor) apertura al capital extranjero, a
través de la importación de mercancías sin arancel, consolidar la empresa
maquiladora, privatizar empresas estatales, entre otras (Rojas, 2002; Pradilla,
2009). En este contexto, se disminuyó el gasto público, los sindicatos perdieron
poder y se agudizó la desregulación estatal, entre otras medidas que tuvieron
como efecto el incremento de la flexibilización y precarización laboral (Rojas,
2002). La contraparte ha sido un aumento considerable del sector informal
(Ariza y Ramírez, 2005; Bayón, 2006).
12
El modelo neoliberal implementado generó una disminución de las actividades
agrícola-ganaderas como una situación generalizada en el país. Las políticas
macroestructurales han dado como resultado una disminución de la superficie
cultivada y la depreciación del valor de los productos agrícolas por el ingreso
de productos desde Estados Unidos. Algunas de las medidas implementadas
fueron: «no imponer restricciones cualitativas a las exportaciones de
productos»; los precios de los productos básicos se modificaron, según los
precios internacionales; reducción del gasto público para la agricultura; se
incrementó el precio del crédito (tasa de interés) para los pequeños agricultores;
se cancelaron programas que brindaban apoyos económicos al campesino,
entre otros (Escalante y Rendón, 1988, pp.137-139).
232 Ángel Palerm, un siglo después...

Conclusión

El modo capitalista solo puede seguir creciendo si elimina el modo


campesino de la esfera de la producción y se apodera del control de
los recursos (sobre todo, tierra y agua) y «a la vez mantiene el modo
campesino» para obtener de él la fuerza de trabajo no permanente.
Esta paradoja establece un límite tanto al proceso de proletarización
del campesino como a la expansión del capitalismo en el campo (Pa-
lerm, 2008, p.305).
Esta contradicción que Ángel Palerm subrayó hace más de treinta
años sigue vigente. Si bien hay un proceso de concentración capi-
talista en la producción agrícola-ganadera por la expansión de los
negocios agrarios o inmobiliarios, los bajos precios de los productos
agrícolas, la falta de incentivos al pequeño productor, la importa-
ción de productos agrícolas desde otros países, entre otros factores
influyentes, corroboramos que no ha desaparecido completamente
la forma de organizar el trabajo en el marco de la unidad doméstica
campesina. Sin estar aislados ni ser homogéneos, los campesinos
que se dedican a la agricultura, poseen animales de traspatio o rea-
lizan actividades de recolección aún persisten, sobreviven o resisten
tanto por las condiciones materiales como subjetivas en las que vi-
ven.
En las trayectorias laborales juveniles, tales actividades cumplen
un significativo rol. A pesar de múltiples discursos que promueven la
eliminación de tales formas de reproducción (desde algunos adultos
de la comunidad que incentivan a los jóvenes a estudiar para no de-
pender del campo hasta los discursos gubernamentales o mediáticos
que promueven una mayor tecnologización y mercantilización de la
tierra), estas se presentan como indispensables para complemen-
tar, apoyar o sostener el expandido régimen salarial en un mercado
de trabajo inestable, precario y falto de derechos laborales. Las con-
diciones de vida que ha generado el sistema capitalista requieren
que, sin poder escapar a las exigencias impuestas ni disminuir la
dependencia hacia el mercado, las poblaciones deban autogenerar-
se posibilidades de supervivencia e inventar formas para satisfacer
sus necesidades. Esta situación obliga a tener un pie en cada esfera,
El modo campesino de producción de Ángel Palerm: orígenes y vigencia 233

combinar lógicas económicas, complementar ingresos, recurrir a


prácticas de viejo cuño hibridándolas con sueños de la modernidad.

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4.
Manejo del agua en el norte de México.
Una mirada distinta (y distante) de la obra de Ángel
Palerm desde la arqueología norteña
Tobías García Vilchis 1
Paola Miranda Hernández2

Unas palabras iniciales

La contribución de Ángel Palerm a la Antropología Mexicana difícil-


mente puede sintetizarse. Su legado trasciende la producción acadé-
mica, pues su papel en la fundación de instituciones y la formación
de profesionales de la antropología puede verse como una de las
causas de que hoy nos encontremos aquí.
Preciso es valorar dicho legado pues, aunque de forma indirec-
ta, nos vincula con Palerm de más de una manera a los que hemos
sido formados académicamente por sus discípulos, en particular
Juan Luis Sariego, quien, siguiendo su ejemplo y difundiendo sus
enseñanzas, fundó hace casi treinta años la Unidad Chihuahua de la
enah, hoy día nuestra Escuela de Antropología e Historia del Norte
de México.
De Sariego aprendimos la importancia de relacionar la teoría con
la observación, conocimiento que, a su vez, le fue transmitido por
Palerm, figura que nos presentó al enseñarnos la historia de la disci-
plina en México. Como Sariego afirmaba:

1
Escuela de Antropología e Historia del Norte de México. <garciavilchistobias@
hotmail.com>.
2
Escuela de Antropología e Historia del Norte de México. <palola9037@gmail.
com>.

237
238 Ángel Palerm, un siglo después...

no se trataba de observar por observar. Esta práctica era parte de un


esfuerzo de comprensión, en el que se ponían a dialogar la informa-
ción empírica y la teoría. Ponía el ejemplo de Palerm, que al observar
desde lo alto de las terrazas de cultivo comenzaba a hablar del modo
de producción asiático. (Reygadas, 2016, p.189).

Sirvan pues estas palabras como un homenaje para ambos maestros,


así como un agradecimiento: a Ángel Palerm por su legado, a Sariego
por nuestra escuela y por darnos a conocer la obra de Palerm.

Introducción

Los trabajos de Ángel Palerm sobre la agricultura, el regadío y el sur-


gimiento del Estado en Mesoamérica, constituyen los pilares de los
estudios arqueológicos sobre el manejo del agua en México (Cf. San-
toyo, 2012, p. 15). Si bien se pueden considerar fundamentales para
comprender el desarrollo de las sociedades prehispánicas, son tópi-
cos que han caído en el olvido o suscitan poco interés en los jóvenes
investigadores. El estudio del agua, en años recientes, se ha enfocado
preferentemente en temas relativos a la cosmovisión y la iconografía,
dejando a un lado los aspectos teóricos que permiten comprender la
evolución de los grupos prehispánicos.
Los sistemas hidráulicos en el norte de México constituyen un
campo poco estudiado que, sin embargo, ofrece numerosas posibi-
lidades para comprender el surgimiento de las sociedades que po-
blaron estos territorios. Contrario a la idea común, en el noroeste de
México existió la agricultura basada en el maíz, quizá desde épocas
tan tempranas como 4000 a.C. (Cf. Mac Williams et al., 2008), la cual
se sustenta en el empleo de sistemas hidráulicos. Se trata, pues, de
sociedades que evidencian un importante desarrollo técnico, pero
sin llegar a alcanzar el grado de complejidad de las sociedades esta-
tales del sur.
En este trabajo se busca reflexionar sobre las causas que dieron
origen al Estado en Mesoamérica, mientras que en el norte esto no
Manejo del agua en el norte de México. Una mirada distinta (y distante)… 239

sucedió, pese a que la antigüedad de la agricultura y el grado de com-


plejidad del regadío son equiparables en ambas regiones.

El regadío y el surgimiento de las


sociedades mesoamericanas

A partir de la lectura de los trabajos de Karl Wittfogel y Gordon Chil-


de, hace 65 años, Ángel Palerm (Palerm y Wolf, 1972) planteó por
primera vez la necesidad de estudiar el surgimiento de la agricultura
para comprender el desarrollo de las civilizaciones mesoamericanas.
Sus objetivos entonces consistían en «esclarecer el desarrollo de las
civilizaciones prehispánicas en México» (op. cit., pp.10-11), así como
someter a prueba la hipótesis de la existencia de un paralelismo en el
desarrollo de las culturas del Viejo y Nuevo Mundos. Dicha hipótesis
suponía una interrelación causal entre el complejo «regadío-ciuda-
d-estado-militarismo-imperio» (ídem), cuya comprobación permi-
tiría «la formulación de tendencias o leyes sociales» (ídem).

Constituye una experiencia rutinaria para todo etnólogo, historiador


o sociólogo, la comprobación del hecho de que ningún pueblo de
economía no productiva ha creado ciudades. Es decir, los grupos de
economía parasitaria (recolectores, pescadores, cazadores) no tienen
civilización. La cultura urbana es una característica exclusiva inhe-
rente a los pueblos agricultores. (Palerm, 1972, p.11).

En relación con lo anterior, podemos argumentar, también siguien-


do a Palerm (op. cit., p.12) que, si bien es cierto que se requiere de
una sociedad productiva para que surjan el urbanismo y la civili-
zación, no todas las sociedades productivas se desarrollaron como
sociedades urbanas, ni alcanzaron este estadio llamado civilización.
Prueba de ello se encuentra en los desarrollos culturales de esta re-
gión que, dependiendo del lado de la frontera desde el que se le mira,
es llamada Norte de México o Suroeste de Estados Unidos. Para fines
prácticos, y evadiendo la polémica sobre la manera de llamar esta
área, nos referiremos a ella sencillamente como el Norte.
240 Ángel Palerm, un siglo después...

De los diferentes trabajos de Palerm, es sin duda su texto sobre la


evolución en Mesoamérica (1977) aquel que nos permite abordar el
problema del surgimiento de la agricultura y el manejo del agua en
el Norte desde una perspectiva crítica. Asimismo, suponemos, nos
permitiría comprender y explicar la permanencia de algunas tradi-
ciones y formas de organización comunitaria para el trabajo, que
aún se encuentran vigentes en pleno siglo xxi, no únicamente en el
Norte, sino en Mesoamérica.
En dicho texto, Palerm (1977, pp.80-85) señala que el valor e im-
portancia de una teoría científica radica en tres criterios, a saber:

a. La relación dialéctica entre teoría y praxis, que supone la ve-


rificación de la teoría para su posterior puesta en práctica, a la
que nos referimos ahora como investigación aplicada.
b. El poder explicativo de la teoría, que supone ser capaz de an-
ticiparse a los hechos que aún no se conocen; es decir, ejercer
el poder de predicción. Y,
c. La capacidad para generar y conducir investigaciones, así
como aceptar e incorporar los resultados de investigación;
es decir, que la investigación constituye una de las formas de
poner en práctica la teoría, entendida como un sistema de hi-
pótesis que puedan ser sometidas a prueba.

Retomando el modelo generado por Palerm (op. cit.), que se basa en


el Modo Asiático de Producción (map), y con base en la información
disponible hoy sobre el desarrollo agrícola en el norte de México y
Suroeste de Estados Unidos, trataremos de atender los criterios men-
cionados, en orden de comprender las similitudes y diferencias que
se desprenden de la comparación entre ambas regiones.
Por desgracia, como sucede con frecuencia, las teorías son fácil-
mente descartadas o reemplazadas sin que se haya hecho un análisis
profundo de sus postulados, por no mencionar que ni siquiera se
busca argumentar cuál ha sido su fallo. En términos más coloquiales,
diríamos que los planteamientos teóricos son, a menudo, abandona-
dos cuando surge una teoría que se ostenta como algo novedoso, a la
manera en que la moda en el vestido se torna obsoleta con las ten-
dencias de temporada. Tal parece ser el caso de los postulados que
Manejo del agua en el norte de México. Una mirada distinta (y distante)… 241

aquí se retoman; es decir, en algunos trabajos que hemos consultado


sobre el manejo del agua la obra de Palerm figura únicamente en los
antecedentes de estudio.
Por nuestra parte, hacemos aquí la apuesta por este modelo teó-
rico desarrollado hace cuarenta años por Palerm (op. cit.), conside-
rando que puede aportarnos una guía útil para comprender el desa-
rrollo de las sociedades agrícolas en el Norte de México, sin que haya
ocurrido una transición hacia el urbanismo o la civilización. Durante
este tiempo, mucha es la información que se ha producido tanto en
Mesoamérica como en el Norte, por lo que convendría reevaluar la
pertinencia de emplear este modelo.
Como señalara hace tiempo Gándara (1992, p.93), cada día sa-
bemos más sobre lo que ocurrió en distintas áreas en el paso de las
sociedades igualitarias a las sociedades complejas que sobre el por
qué ocurrió tal transición. Con ello hacía notar que la producción
de información avanza a un ritmo mayor que el de la producción
teórica en la arqueología, en particular en México, donde la teoría
no necesariamente goza de gran popularidad entre quienes practi-
camos esta disciplina.
Debido a lo anterior, resulta más productivo para nuestros ob-
jetivos recuperar una teoría que pretender formular otra. Sin em-
bargo, los alcances de nuestra investigación podrían ayudarnos a
comprender aspectos del desarrollo social que, pensamos, debieron
ser similares en el entorno mesoamericano antes de la transición a
la ciudad –Estado– militarismo, etcétera. Este supuesto se basa en la
permanencia, hasta la actualidad, de formas de organización para la
realización del trabajo comunitario, que no requieren de la coacción
de un poder despótico.
Antes de continuar, será necesario presentar en forma sucinta
aquellas que Palerm (1977, pp.85-87) refiere como las nueve «carac-
terísticas esenciales del modelo», formulado a partir del Modo Asiá-
tico de Producción (map).

1. Sociedades agrarias complejas, aunque preindustriales, lo


que equivale a que la producción agrícola ha rebasado el nivel
de subsistencia, donde hay excedentes sociales de producción
y de trabajo.
242 Ángel Palerm, un siglo después...

2. Un medio ambiente caracterizado por la escasez o abundan-


cia excesiva de agua, lo que demanda requerimientos técnicos
para el riego o drenaje, así como la necesidad de trabajo cons-
tante, organizado y coordinado.
3. Agricultura basada en el manejo del agua a una escala monu-
mental en términos geográficos y técnicos.
4. Sistemas hidráulicos como núcleo de la economía y de la so-
ciedad que ejercen un control sobre áreas periféricas.
5. División primaria del trabajo en un aparato tecnoadministra-
tivo que planea, organiza y dirige a las fuerzas productivas –los
agricultores– y controla el excedente.
6. División secundaria del trabajo, que se manifiesta en la pre-
sencia de especialistas separados de la agricultura, pero que
no pertenecen al aparato tecnoadministrativo, tales como ar-
tesanos, funcionarios menores o simples trabajadores.
7. Surgimiento de una clase dominante que constituye al Es-
tado, conformada por el aparto tecnoadministrativo: organi-
zación militar, religiosa, recaudador de tributos y comercio a
larga distancia.
8. Ejercicio del poder en forma monopólica y despótica sobre
todos los aspectos de la vida social.
9. Estancamiento social, producto del sistema mismo que, pese
al conflicto, no ofrece más alternativa que la regresión a la
vida aldeana o la instauración del despotismo y monopolio.
A causa de este estancamiento, ninguna de dichas sociedades
transitó hacia el capitalismo, sino por imposición externa.

A primera vista, ninguna de estas cualidades son patentes en el Nor-


te, o no lo eran de acuerdo con el estado del conocimiento arqueoló-
gico de esta región hasta el momento en que fue escrito aquel texto.
Ahora bien, hay que puntualizar que, en efecto, quizá ninguna de
estas condiciones se cumple en su totalidad salvo, quizá, alguna(s)
de las primeras cuatro, pero únicamente en ciertos sitios y en perio-
dos distintos.
Manejo del agua en el norte de México. Una mirada distinta (y distante)… 243

Agricultura y manejo del agua en el Norte

Hablar de agricultura y regadío en el Norte de México hoy día aún


parece un disparate para muchos. Desafortunadamente, el énfasis
en el estudio de los monumentales desarrollos mesoamericanos ha
fomentado el desconocimiento, derivado del desinterés académico
por estudiar a los bárbaros norteños. Prevalece la idea de que en el
Norte no existió, ni existe, nada cercano remotamente a la civiliza-
ción, la cual no es sino una entre una serie de falacias que hay sobre
esta región a la que, de manera igualmente falaz, se percibe como
algo homogéneo.
Cierto es que no existió la civilización en el sentido que plantea
el modelo. No obstante, sí hubo en diferentes zonas y en momentos
distintos desarrollos culturales que, sin duda, debieron ser semejan-
tes a los mesoamericanos en algún punto intermedio de la transición
de las sociedades igualitarias a sociedades estratificadas. Ese punto
intermedio debe ubicarse en lo que se ha denominado periodo Agrí-
cola Temprano (Early Agricultural, en la terminología norteamerica-
na), que se remonta a 2100 a. C. (Cf. Cordell y McBrinn, 2012, p.129;
Mac Williams et al., 2008, p.36), o 2000 a.C. (Fish & Fish, 2007, p.8;
Sánchez, 2016, p.34).
El momento exacto en que esto ocurrió es difícil de precisar con
base en la información disponible. De hecho, parece más plausi-
ble hablar de diferentes momentos en que pudo haber sucedido en
distintos puntos, pues, como se dijo, contrario a la creencia (falaz)
común, el extenso Norte no es homogéneo en términos culturales,
ni ecológicos. Con otras palabras, hay de desiertos a desiertos y de
bárbaros a bárbaros.
Señalemos entonces cuáles son las falacias o imprecisiones más
comunes sobre el Norte, en orden de exponer nuestro argumento:

a. La primera imprecisión es la extendida creencia de que el


Norte fue habitado exclusivamente por los míticos chichi-
mecas. Nombre con el que se ha contribuido a caracterizar
erróneamente y de forma homogénea a una gran cantidad de
grupos sociales sumamente diversos y que, entre sus muchas
244 Ángel Palerm, un siglo después...

acepciones, connota las nociones de barbarie y nomadismo.


Por cuanto a lo segundo, es del todo falso que no habitaran
aquí grupos sedentarios, particularmente en el noroeste de
México, como hemos expuesto en otra parte (Cf. García, en
prensa).
b. La segunda imprecisión se refiere a la ausencia de obras mo-
numentales, ya sea arquitectónicas o técnicas, como las que
han dado fama a diversos pueblos prehispánicos mesoame-
ricanos, que han cautivado el interés de la arqueología mexi-
cana. Cierto es que no hay grandes pirámides, ni ciudades
flotantes, como también es cierto que el repertorio de cultura
material de muchos pueblos del Norte es aún hoy frugal, si
se le compara con la gente del sur y que buena parte de su
cultura material fue elaborada en materiales perecederos, los
cuales con menor frecuencia aparecen en el registro arqueo-
lógico. Sin embargo, algunos sitios tanto de Chihuahua como
en Sonora y Arizona, bien podrían considerarse monumenta-
les en virtud del trabajo invertido para su construcción. Tales
sitios, denominados «Cerros de Trincheras», requirieron una
inversión de trabajo que, estimada ya sea en horas-hombre
o jornadas-hombre, se equipara a algunas obras hidráulicas
como las descritas por Palerm (1973, pp.72-74), solo que con
una población significativamente menor a la de la Cuenca de
México.
c. La ausencia de la agricultura o su «introducción» reciente en
el Norte representa la tercera falacia. En los tres estados seña-
lados se ha practicado la agricultura desde 2000 a.C.; es decir,
desde hace por lo menos 4000 años como se dijo. Aunque al-
gunos autores (Mac Williams et al., 2008) sugieren que para
el sur de Chihuahua el cultivo de maíz podría remontarse a
fechas aún más tempranas (4000 a.C.). Esto es especialmente
significativo, pues, igualmente en el sur y noroeste del estado,
los Cerros de Trincheras se remontan a 1300 años antes de
la era cristiana. Es decir, resultan casi contemporáneos con
algunos de los desarrollos culturales más tempranos de Me-
soamérica.
Manejo del agua en el norte de México. Una mirada distinta (y distante)… 245

d. Por último, la ausencia de obras hidráulicas resulta otra idea


inexacta, ya que estas existieron, pero, a excepción de las ex-
tensas redes de canales de irrigación de los Hohokam en las
cuencas de Tucson y principalmente Phoenix, Arizona, no
alcanzaron el grado de «monumentalidad» que demanda el
modelo de Palerm (1977) o quizá no se han encontrado aún.
Son contemporáneos a estos desarrollos algunos Cerros de
Trincheras. Pero estos resultan notablemente más tardíos
que los de Chihuahua, por casi dos milenios. Los canales en
Phoenix se remontan al «milenio Hohokam», que abarcaría
del siglo v al xv (Cf. Fish & Fish, 2007, p.4), aunque resultan
con mucho los trabajos de regadío por medio de canales más
notables del norte del continente, equiparables tal vez a los
del Perú. En contraste, asociados con los Cerros de Trincheras
de Chihuahua, no se conoce la presencia de canales u otras
obras hidráulicas; mientras que, en Sonora, a una distancia
relativamente corta (10 km) del mayor de estos sitios, en el
sitio de La Playa se sabe de la existencia de canales que han
sido recientemente descubiertos (Elisa Villalpando, comuni-
cación personal, noviembre 2016), pero cuya existencia había
sido inferida hace tiempo (Cf. Braniff, 1976, p.42). El problema
aquí es que el último sitio muestra evidencias de ocupación
desde el periodo Paleo Indio (¿?- 7000 a.C.) hasta fines del pe-
riodo prehispánico (Cordell y McBrinn, 2012, p.146), pero con
una importante ocupación para el periodo Agrícola Temprano
que, entre 1200 a 800 a C., contaba con 35 ha de campos de
cultivo y canales de irrigación (Sánchez, 2016, p.34). Tal ocu-
pación antecede, por lo menos, 1400 años al cercano y mayor
Cerro de Trincheras (Villalpando y Mc Guire, 2009).

Los sitios con agricultura temprana en el Norte

Por razones de espacio, la información expuesta aquí debe ser en


extremo sintética, pero confiamos en que nos permitirá delinear
nuestros argumentos y objetivo.
246 Ángel Palerm, un siglo después...

Primero, debemos recalcar que la negación a priori de la


presencia norteña de estos y otros rasgos que presupone el modelo
condiciona y limita notablemente la observación. Es decir, si
partimos de supuestos erróneos sin cuestionarlos asumimos de
facto, por dicho condicionamiento, como irrelevante la búsqueda de
elementos que nos permitirían someter a prueba, apoyar o incluso
formular nuevas hipótesis. Señala Gándara que «la observación
científica siempre está orientada por expectativas [ ] en la ciencia,
estas expectativas frecuentemente adquieren una expresión formal
como teorías observacionales. En cualquier caso, puede decirse que
la observación contiene cargas de teoría» (1987, pp.6-7).
Debido a que los fenómenos descritos no son precisamente ex-
plícitos en el modelo original, pero que la información producida
en años recientes prueba su existencia, presumimos que establecen
interrelaciones causales, pero que anteceden al surgimiento de la
civilización. Por ello, creemos que el modelo derivado del map puede
ser adaptado para ayudarnos a explicar algunos de estos desarrollos
culturales norteños.
Cabe aclarar que no se busca, como Palerm, entender el surgi-
miento del Estado, como tampoco esclarecer las causas por las que
no surgió en otras regiones. Nuestro objetivo consiste en compren-
der los procesos sociales que anteceden a la aparición de las ciuda-
des-estado-militarismo-imperio, pero que son posteriores a la apa-
rición de la agricultura formal y, aparentemente, del regadío.
Bajo esta perspectiva, debemos ahora buscar cuáles de las nueve
características del modelo derivado del map se cumplen en los sitios
del Norte. Comencemos por señalar que la característica número 2
–es decir, aquella que se refiere al entorno natural– será semejante
en todos los casos señalados, ya que hay escasez de agua.
Partimos aquí con un orden algo distinto a como hemos presen-
tado las falacias comunes, con el propósito de dar coherencia a las
reflexiones que se derivan de esto. En primer lugar, hablaremos de la
monumentalidad arquitectónica de los Cerros de Trincheras, pues,
en todos los casos, quienes han estudiado estos cerros reconocen
que fueron construidos por pueblos que practicaron la agricultura
Manejo del agua en el norte de México. Una mirada distinta (y distante)… 247

no en forma incipiente, sino de manera formal (Cf. Mac Williams et


al., 2008; Cordell y McBrinn, 2012).
Estos desarrollos, tanto en el noroeste como en el sur de Chi-
huahua, no pueden explicarse si no es mediante la aparición de la
agricultura formal. De hecho, en el Cerro Juanaqueña en el noroeste
de Chihuahua es donde se ha reportado una de las fechas más tem-
pranas para la agricultura del maíz, el cual data de entre 1350 y 1150
a.C. (Cf. Hard y Rooney, 2008, p.118; Mc Williams et al., 2008, p.41).
El Juanaqueña es el mayor de trece Cerros de Trincheras que se loca-
lizan a lo largo de las cuencas de los ríos Casas Grandes (11) y Santa
Clara (2). Cuenta con 550 terrazas que bordean el cerro, así como 108
círculos de rocas que se localizan sobre las terrazas.
A decir de Hard y Rooney (2008, p.127; Roney y Hard, 2004, p.130),
fueron «cientos de personas» las que construyeron de manera pla-
nificada y en un corto tiempo las terrazas, cuyo propósito era tanto
habitacional como defensivo. Aunque niegan su uso como superfi-
cies de cultivo, reconocen que los constructores fueron agricultores
formales. En contraparte, Todd y Christine Van Pool (2007, p.25) ar-
guyen que las terrazas sirvieron para transformar la pendiente del
cerro en «superficies planas que asemejan a una escalera que era
ideal para retardar el escurrimiento del agua y la erosión y era por lo
tanto ideal para levantar cosechas» (ídem, traducción libre del texto
original por P. M.).
Aunque la segunda opinión no parece contar con mucho apoyo,
cierto es que las terrazas pueden considerarse como un tipo o un
componente de un sistema hidráulico (Palerm y Wolf, 1972, p.138;
Peytrequín y Arce, 2015) y, en este caso, monumental. A decir de al-
gunos autores, las terrazas como sistema hidráulico permiten dar
estabilidad al terreno y conservar la humedad del suelo para el cul-
tivo y se extienden «desde la Sierra Central del Perú hasta la Sierra
de Tamaulipas en México» (Peytrequín y Arce, 2015, p.68). Habría
que agregar que hacia el noroccidente se localizan desde el norte de
Durango, Chihuahua y Sonora, hasta Arizona.
Partiendo de lo anterior, es claro que en estos sitios se cumplen,
por lo menos, cuatro características. Pese a la escasez de agua (Ca-
racterística 2), la agricultura ha rebasado el nivel de subsistencia y
hay excedentes sociales de producción y de trabajo (Característica
248 Ángel Palerm, un siglo después...

1), que permitieron la construcción de obras monumentales como


los Cerros de Trincheras (Característica 3). Estas se llevaron a cabo
de manera coordinada, planificada y en un corto tiempo (Caracte-
rística 2).
Además de ello, en el primer periodo de ocupación de estos si-
tios hubo un estancamiento social (Característica 9), pero que debe
tomarse con reservas en relación con el modelo, ya que estas so-
ciedades no transitaron a una sociedad urbana, de manera análoga
a como las civilizaciones mesoamericanas no transitaron hacia el
capitalismo. De hecho, no se dispone de evidencias de un tránsito
hacia el despotismo, que sería la base del Estado, y es poco claro el
grado de diferenciación social entre los miembros de estas socie-
dades. Es decir que, tomando por analogía el modelo de Palerm, la
expectativa sería observar la transición hacia una sociedad de clases.
Sin embargo, debe considerarse que, en relación con las socie-
dades mesoamericanas contemporáneas a estos sitios, el nivel de
desarrollo debió ser equiparable, pues el primer periodo de ocupa-
ción de los Cerros de Trincheras de Chihuahua (1350-1150 a.C.) cor-
responde al Preclásico Medio mesoamericano. En este momento, de
acuerdo con López Austin y López Luján (2002, p.20) aparecen, «en
zonas privilegiadas», la mayoría de las características del modelo de
Palerm, entre ellas, agricultura y sistemas de control del agua, espe-
cialización artesanal y perfeccionamiento de la cerámica, diferen-
ciación social y surgimiento de jerarquías por linaje, diferenciación
y jerarquización entre las aldeas, comercio a larga distancia. Surgen
también expresiones religiosas que serán compartidas por diferentes
pueblos con diferentes grados de desarrollo.
Lo último resulta de gran importancia para comprender la pre-
sencia en el Norte de muchas expresiones ideológicas o religiosas
que se asemejan notablemente a sus pares mesoamericanas en torno
al culto al agua, sobre lo que volveremos más adelante.
En relación con otros desarrollos culturales del norte, cabe desta-
car que en Sonora, en el sitio de La Playa, también se hacen patentes
algunas de las características del modelo para más o menos el mis-
mo periodo. La ocupación de este sitio para el Agrícola Temprano
abarca de 1200 a 800 a.C. y se caracteriza por la agricultura de maíz
(C 1), casas en foso, canales de riego (C 3 y 4) y la manufactura de
Manejo del agua en el norte de México. Una mirada distinta (y distante)… 249

elementos de concha, además de que se trataba de grupos sedenta-


rios. La industria de la concha parece haber sido una de sus activi-
dades principales (C 6), lo que indica una aparente especialización
(Carpenter, 2009; Cordell y McBrinn, 2012; Sánchez, 2016). Además
de lo anterior, de acuerdo con Carpenter et al. (2001, p.4), hay evi-
dencias que sugieren «la identificación de diferencias internas por
género y posiblemente sociales que pudieran haber resultado de un
incremento en la productividad y dependencia del maíz» (C 1 y, po-
siblemente, C 6).
De igual manera, puede pensarse en un estancamiento social (C
9), ya que durante esta ocupación (Fases San Pedro y Ciénega), no
hay evidencias claras de una transición a una sociedad jerarquizada,
ni de despotismo.
El sitio La Playa, de manera similar a los Cerros de Trincheras del
noroeste y sur de Chihuahua, comparte algunas características de los
desarrollos mesoamericanos del Preclásico, pero notablemente en
ninguno de estos sitios norteños se ha encontrado evidencia cerámi-
ca. Aunque Arthur Mac Williams et al. (2008, p.36) refieren que la dis-
persión de la cerámica por el Norte ocurrió hacia 150 d.C., reconocen
que apareció mucho tiempo antes y señalan la posible asociación
de cerámica y fragmentos de figurillas con restos de maíz fechados
hacia 2000 a.C. en la cuenca de Tucson.
Es necesario recordar, sin embargo, que la aparición de la agri-
cultura temprana no implica el surgimiento paralelo de la cerámica;
incluso, tampoco es sinónimo de sedentarismo, ni de diferenciación
social, o muchas de las características del modelo de Palerm. De
cualquier manera, el grado de desarrollo social alcanzado en am-
bas regiones resulta equiparable, en cierta medida, para los perio-
dos tempranos y es precisamente este tiempo el que nos interesa
conocer.
Vale la pena recordar que el maíz cultivado más temprano se re-
monta en Mesoamérica a entre 4500 y 5000 años a.C. (Cf. Langlie et
al., 2014, p.1607; Mac Williams et al., 2008, p.36). Esto implica que de-
bieron transcurrir por lo menos tres milenios, desde entonces, hasta
el surgimiento de las sociedades complejas.
Si tomamos como válidos los fechamientos de 2100 a.C. para la
aparición del maíz en el Norte y, por analogía, con lo ocurrido en
250 Ángel Palerm, un siglo después...

Mesoamérica, podemos inferir que el tránsito hacia las sociedades


complejas debería ser un proceso igualmente complejo que tomaría
más o menos el mismo tiempo, entonces el surgimiento de la estrati-
ficación y otras de las características que postula el modelo deberían
esperarse para fines del primer milenio de la era cristiana, o aún más
tarde, es decir, para el Posclásico Mesoamericano. Entonces, ¿qué
ocurría hacia estas fechas en el Norte?

Los sitios tardíos

Para el periodo comprendido entre 450 y 1450 d.C., un pueblo cono-


cido como Hohokam se estableció en las cuencas de Tucson y Phoe-
nix, Arizona. Los segundos se distinguen por la construcción de las
redes de canales de regadío más grandes conocidas en Norteaméri-
ca, las cuales constan de canales de 50 km de longitud (C 3), con la
que se irrigaron 30,000 ha (C 1). De acuerdo con Paul y Suzanne Fish
(2007; 2009), los Hohokam alcanzaron tal desarrollo sin la presencia
de un Estado central, ni «los correspondientes grados de compleji-
dad social asociados a tal sistema» (2009, p.42).
Respecto a las Características 2 y 3 del modelo, encontramos que
los sistemas de irrigación requirieron de una enorme fuerza organi-
zada. Se estima que la construcción de los canales principales nece-
sitó de un millón de horas-hombre; es decir, el trabajo diario de 300
personas durante mil años (Idem).
Por cuanto a las otras características, salvo una especialización
secundaria (C 6), manifiesta en la artesanía, el comercio a larga dis-
tancia y tal vez el surgimiento de la estratificación social, no encon-
tramos otros rasgos del modelo. No obstante, cabe destacar aquí que,
sobre la diferenciación o estratificación social, surgen dos visiones
distintas. Por una parte, Fish y Fish (2007; 2009), mencionan que
hacia el siglo xv surgió una jerarquización creciente y un liderazgo
exigente (C 8) que condujeron a la inestabilidad política y, en conse-
cuencia, al declive de esta sociedad.
Por su parte, Matthew Pailes (2011, p.197), al hablar sobre los Ho-
hokam de la cuenca de Tucson, señala que la diferenciación social en
Manejo del agua en el norte de México. Una mirada distinta (y distante)… 251

el sitio Cerro Prieto se relaciona más bien con algo semejante a la acu-
mulación de prestigio, antes que de riqueza. Aunque se trata de una
rama distinta de los Hohokam de la cuenca de Phoenix, podemos ar-
gumentar que debieron poseer características similares, como sugie-
re el mismo Pailes (Ibidem, p.198). Si bien estas comunidades difieren
de las anteriores en cuanto a los sistemas de irrigación, pues aunque
contaban con canales recurrieron a otras estrategias para el control
del agua y construyeron también cerros de trincheras a inicios del
segundo milenio d.C., tenían tradiciones cerámicas, arquitectónicas
y pautas rituales similares. El mismo autor dice que estas comunida-
des posiblemente reflejan relaciones de centro y periferia. Lo anterior
implicaría, entonces, la presencia de la Categoría 4 del modelo.
En Sonora, el Cerro de Trincheras presenta características compa-
rables, en términos de las categorías del modelo que pueden encon-
trarse ahí, para el periodo de 1250 a 1450 d.C. Se trata igualmente de
una construcción monumental (C 3) que, de acuerdo con Villalpan-
do y Mc Guire (2009, pp.366-371), fue realizada en un periodo breve
por un pueblo agricultor, que demandó alrededor de 634 856 ho-
ras-hombre de trabajo (C 1 y 2). En cuanto a la diferenciación social,
mencionan que existió la especialización artesanal (C 6), así como
una diferenciación reflejada en la posición social que ocupaban los
habitantes del cerro (C 5), donde la cima era un sector administrativo
y ceremonial de acceso restringido, pues «las terrazas, estructuras y
artefactos que la gente usaba parecen ser más elaboradas a medida
que se asciende el cerro» (op. cit., p.368). Pese a lo último, es difícil
saber si pueden considerarse las categorías 7 y 8 del modelo, en este
como en cualquier otro sitio del Norte.
Para finalizar, debemos hacer un par de apuntes sobre el que,
con mucho, es el sitio más conocido en el Norte: Paquimé, o Casas
Grandes, situado en el municipio del mismo nombre en el Noroeste
de Chihuahua, cuya temporalidad va de inicios del segundo milenio
hasta mediados del siglo catorce. Hemos omitido deliberadamente
hablar de este sitio por varias razones, pero en particular porque hay
muchas polémicas sobre su papel a nivel regional, así como en el
contexto del Noroeste/Suroeste. (Minnis y Whalen, 2001, p.58)
La primera polémica surge con la duda de si Paquimé puede o no
considerarse como una ciudad, como afirmó Charles Di Peso (1974).
252 Ángel Palerm, un siglo después...

Según este autor, Paquimé fungió como un puesto de avanzada, fun-


dado por comerciantes de algún Estado mesoamericano contem-
poráneo, ya que halló ahí numerosos elementos importados de esta
región con la que, presumiblemente, habría mantenido vínculos de
comercio a larga distancia. Los bienes de intercambio habrían lle-
gado, además, acompañados de la ideología mesoamericana, ma-
nifiesta en rasgos arquitectónicos, así como en la iconografía. Estos
aspectos han vinculado a Paquimé con los cultos Katsina (o kachina)
de los llamados Indios Pueblo del Suroeste de Estados Unidos, y re-
visten especial interés para nuestro estudio por tratarse de cultos al
agua y la lluvia.
Sin embargo, de manera breve habremos de señalar que en Paqui-
mé, quizá, se encuentra presente un mayor número de característi-
cas del modelo, pero, debido a las controversias entre los distintos
estudiosos del sitio, conviene tomar con bastantes reservas.
Podemos argumentar que las primeras cuatro categorías pueden
considerarse como presentes en Paquimé; incluso, las categorías 5 y
6. La duda surge en relación con las categorías restantes. Hay visio-
nes contrastantes respecto al papel de Paquimé en el entorno regio-
nal, en cuanto al grado de estratificación social que, dependiendo
de la posición que asumen los estudiosos, podría abarcar todas las
categorías o solo algunas. El problema estriba en determinar si exis-
tió alguna clase dominante que reúna las características que describe
Palerm en la categoría 7. O más en concreto, si dicha clase conformó
un Estado (C 7) o ejerció el poder en forma despótica (C 8).
Al respecto, Stephen Lekson (Cordell y McBrinn, 2012, p.276) in-
terpreta Paquimé como un gobierno de nivel de Estado que legitimó
su estatus mediante el uso de símbolos de la ideología antes señalada
y estableció alianzas con Estados mesoamericanos para subyugar a
las poblaciones locales. En contraste, Whalen y Minnis (2001, p.7)
consideran que Paquimé corresponde a lo que llaman una sociedad
de nivel medio, que puede verse como un estadio formativo de una
sociedad con una estratificación formal, jerarquías rígidas en la toma
de decisiones o autoridad burocrática. Es decir, una que antecede a
la formación de una sociedad estatal.
Finalmente, un aspecto a destacar es la presencia desde, por lo
menos, el 900 d.C. de los cultos al agua y la lluvia entre los pueblos
Manejo del agua en el norte de México. Una mirada distinta (y distante)… 253

del Suroeste de Estados Unidos (Weigand, 2004). También hay ma-


nifestaciones de dicho culto en Paquimé, que han sido interpretadas
como análogas a la cosmovisión mesoamericana (Di Peso, 1974; Van
Pool & Van Pool, 2007). Aunque no hay una relación explícita con
dichos cultos, Fish y Fish (2007, p.6) mencionan que entre los Ho-
hokam de la cuenca de Phoenix es patente una marcada influencia
mesoamericana en objetos relacionados con la ideología y el ritual.
En relación con el Cerro Trincheras de Sonora en una propuesta que
puede resultar controversial (Amador, 2014), se interpreta el sitio en
términos del culto al agua y la lluvia análogos no solo a Mesoamérica,
sino más específicamente a la cosmovisión mexica.
En otra parte, hemos propuesto que existió y prevalece actualmen-
te una cosmovisión análoga a la de Mesoamérica (García, en prensa;
2013; García y Giral, 2015), pero que en el Norte algunos de sus ras-
gos se parecen a expresiones más tempranas de dicha cosmovisión,
lo que nos ha hecho pensar que comparten una matriz común. La
presencia en época prehispánica y la continuidad en el presente, de
elementos de la ideología mesoamericana que se expresan mediante
mitos, creencias y prácticas que se manifiestan como parte del culto
al agua y la lluvia pueden corroborarse tanto en estudios arqueoló-
gicos como históricos y etnográficos. La prevalencia de estos cultos
no puede entenderse si no es en función de la agricultura.

Reflexiones finales

Aunque la información que hemos presentado para contrastar el


modelo es en extremo sintética, consideramos que nos permite, con
adecuaciones, aplicarlo para comprender algunos procesos de de-
sarrollo de lo que hemos llamado aquí el Norte. Si bien en los pocos
casos que hemos presentado no se encuentran en su totalidad las
características que demanda el modelo derivado del map, aquellas
que sí parecen estar presentes nos permiten plantear un par de re-
flexiones.
La primera idea es que, tras este breve análisis, consideramos que
el modelo de Palerm derivado del map puede adecuarse para nuestro
254 Ángel Palerm, un siglo después...

caso como la que Gándara (1987) denomina «teoría de la observa-


ción». Sin embargo, esto aún requiere de una formulación explícita
de sus objetivos, alcances y de sus enunciados principales.
A partir de lo que se ha planteado a lo largo del trabajo, surgen dos
interrogantes que, sin embargo, pueden resumirse como un mismo
problema de investigación: por una parte, la presencia en época pre-
hispánica y hasta el presente del culto al agua y la lluvia. Si, como se
piensa, la cosmovisión mesoamericana surge en el Preclásico, podría
pensarse que las creencias que se observan en el Norte arribaron
junto con el maíz. No obstante, tenemos algunas reservas al respecto
que no cabe discutir aquí.
Lo segundo que debemos destacar es que si, como suponemos,
el estudio de los sitios agrícolas del Norte nos permitirá comprender
aspectos del desarrollo de las sociedades mesoamericanas en una
fase previa al tránsito hacia sociedades estatales que, como apunta-
mos arriba, fue un proceso que llevó cerca de tres milenios desde la
plena domesticación del maíz, es necesario explicar cómo se gesta-
ron las relaciones sociales durante tan largo tiempo.
Otra forma de expresar esto sería preguntarnos por qué o cómo
fue posible que diferentes pueblos hayan hecho obras monumen-
tales, arquitectónicas y de control hidráulico, sin la presencia de un
poder despótico. A manera de broma, en algún momento se sugirió
que la organización para el trabajo y la realización de las obras mo-
numentales, debió depender más que del despotismo del nepotis-
mo, un nepotismo hidráulico. Sin embargo, esta idea cobró fuerza
al considerar que si, como se dijo, la diferenciación social surgió de
una acumulación de prestigio, antes que de riqueza, podría pensarse
que la organización para realizar las obras surgió de algo semejante
a lo que Roger Magazine (2015) denomina «subjetividad activa». Este
concepto implica que en la organización para el trabajo comunitario
se busca no solo producir

acción en los otros, sino también un estado subjetivo que consiste


en estar dispuesto a ejecutar dicha acción [ ] no se refiere a controlar
a las demás personas: la acción producida pertenece al actor, no al
productor. El primero requiere de alguien más para verse impulsado
Manejo del agua en el norte de México. Una mirada distinta (y distante)… 255

a actuar, pero, y una vez que lo decide es porque lo desea (Magazine,


2015, p.21).

Mediante la acción de producir subjetividad activa en otros, se ad-


quiere reconocimiento o prestigio, que se convierte de manera sim-
bólica en una forma de acumulación, no de riqueza, sino de poder;
poder, en última instancia, para controlar a otras personas (op. cit.,
p.113). Algo semejante a la subjetividad activa, puede observarse en-
tre los rarámuri de Chihuahua en la organización para llevar a cabo
ceremonias encaminadas a pedir lluvia, como hemos notado en una
incipiente etnografía que hemos desarrollado ahí.
Dado que hay semejanzas notables, por lo que toca a la cosmo-
visión y las formas de organización para el trabajo, entre este grupo
y muchos de los pueblos mesoamericanos que menciona Magazine
en su libro, nos preguntamos cómo y cuándo pudo haber aparecido
esta forma de organización para el trabajo. La respuesta que plantea-
mos debe tomarse como algo hipotético, aunque nos permite inferir
que pudo haber aparecido en el Norte junto con la agricultura de
maíz y los cultos al agua y la lluvia; es decir, como parte de un todo
que, siguiendo el ejemplo del modelo que hemos adecuado a nuestro
caso de estudio, implicaría entonces la interrelación causal entre la
agricultura-cultos al agua y la lluvia-subjetividad activa, que condu-
cirían, primero, a la construcción de obras monumentales; después,
a la eventual estratificación social, y a la aparición de las caracterís-
ticas del modelo derivado del map.

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5.
Ángel Palerm y el Acolhuacan Septentrional:
una propuesta para repensar la región
desde las danzas devocionales1
Jorge Antonio Martínez Galván2
José Manuel Moreno Carvallo3

Uno de los temas que atrajo la atención de Ángel Palerm durante sus
primeros años en el oficio de la antropología fue el de las danzas. Sin
embargo, este temprano interés se quedó de lado para centrarse en
esquemas más materialistas y en el papel del riego en el surgimiento
del Estado prehispánico. En la década de los cincuenta del siglo pa-
sado, Ángel Palerm y Eric Wolf estudiaron en la región de Texcoco el
funcionamiento de un sistema hidráulico cuyo origen se remonta al
siglo quince. El enfoque regional de su investigación los llevó a defi-
nir su área de trabajo bajo el término de Acolhuacan Septentrional.
Tal delimitación fue utilizada en trabajos posteriores a los de Palerm
y Wolf para estudiar los efectos que la expansión de la Ciudad de Mé-
xico estaba teniendo en las formas de vida de los pobladores texcoca-
nos (Pérez, 2008; Sokolovsky, 1995). Parte de estos trabajos formaron
una serie de libros que la Universidad Iberoamericana, Ciudad de
México, publicó bajo el título de «Colección Tepetlaoxtoc», donde la
perspectiva regional del Acolhuacan Septentrional fue la constante.
Los resultados que arrojaron estas investigaciones coincidían en
que los pueblos texcocanos se encontraban experimentando una
serie de cambios como pérdida del náhuatl, crecimiento demográ-
fico, asalarización, politización de los sistemas de cargos civiles y
disminución de las creencias devocionales, por lo cual se enmarcaba

1
Agradecemos profundamente al profesor David Robichaux por la revisión y
lectura del documento.
2
Universidad Iberoamericana, Ciudad de México.
3
Universidad de Picardie Jules Verne, Francia.

259
260 Ángel Palerm, un siglo después...

a los pueblos texcocanos en un franco proceso modernizador (Pé-


rez, 2008; Aldama, 1994; Rodríguez, 1995; Mindek, 1994; Sokolovsky,
1995). El caso de las comunidades texcocanas es un claro ejemplo
del modelo desindianizador que enfrentaron las sociedades indíge-
nas en el siglo pasado. Las políticas de modernización del Estado
mexicano posrevolucionario consistieron en la puesta en marcha
de diversos mecanismos para integrar al indígena a la vida nacional
mediante la castellanización, nuevos tipos de vestimenta y la cons-
trucción de caminos y carreteras (Moreno, 2010; Robichaux, 1994;
2005). Para el Estado mexicano, los cambios producidos por la políti-
ca de desindianización permitieron incorporar rápidamente a miles
de comunidades al contingente mestizo y urbano creando, con ello,
un discurso imaginario sobre la modernización del país y ocultando
otro tipo de variables que podían contradecir estos supuestos.
El caso texcocano muestra cómo dentro de estas comunidades
«amestizadas» hay otro tipo de prácticas que no ha sido tomado en
cuenta y que pone en duda el proceso de modernización en la región.
Una de ellas serían las danzas en honor a los santos. En las comu-
nidades texcocanas la idea de danzarle al «santito» es una práctica
constante que se encuentra tanto en pueblos de la parte alta, como
en la medianía y en aquellos ubicados en las orillas de lo que fue el
lago de Texcoco. Aún a pesar de la importancia que las comunida-
des asignan a los danzantes como agentes rituales que actúan en
beneficio de la colectividad, este tema no ha tenido relevancia entre
los distintos trabajos que se han realizado en la zona. Los datos et-
nográficos que David Robichaux, Manuel Moreno y Jorge Martínez
han recogido desde 2011 a la fecha, en más de veinte comunidades
de Texcoco, muestran que a nivel de la organización de los grupos
de danza (cuadrillas) se encuentran elementos devocionales ligados
a la idea de sacrificio y ofrenda, así como principios colectivos ba-
sados en el uso de redes de «ayuda», lo que hace que las conductas
seculares e individualizadoras que pregonaban las ideas de la mo-
dernización no correspondan con la manera en que los habitantes
texcocanos llevan a cabo sus prácticas dancísticas.
Nuestro interés de retomar uno de los temas que atrapó la aten-
ción de Ángel Palerm durante sus primeros contactos con la antro-
pología consiste en: (1) mostrar la importancia que tienen las danzas
Ángel Palerm y el Acolhuacan Septentrional: una propuesta… 261

en la vida ritual de los pobladores del Acolhuacan Septentrional, y


(2) repensar otras formas de composición de la región a través de
las prácticas dancísticas. Siguiendo estos objetivos, nuestro texto se
divide en dos apartados. En el primero se hará una breve revisión del
trabajo de Palerm y Wolf en el área texcocana, destacando la manera
en que se estructuró el Acolhuacan Septentrional y la influencia que
tuvo dicha división para que investigaciones posteriores hablaran de
una región en vías de modernización. También se retomará la dis-
cusión de Palerm y Wolf sobre los procesos de cambio, destacando
sus críticas a la aplicación mecánica de modelos unilineales. En la
segunda parte se señalará, con datos etnográficos recogidos desde
2011 a la fecha por David Robichaux, Manuel Moreno y Jorge Mar-
tínez, la riqueza dancística que hay en comunidades circunscritas
dentro y fuera de los límites del Acolhuacan Septentrional, manifes-
tando con ello que el área puede tener una lectura distinta a la de una
región absorbida por el mundo moderno. Siguiendo este objetivo, se
destacará la existencia a escala regional de un principio de organiza-
ción social dancístico sostenido por elementos devocionales ligados
a las ideas de ofrenda y sacrificio, así como por el uso de una serie
de redes de «ayuda» que permiten a los danzantes reunir todos los
elementos requeridos para la organización de una danza.

La conformación del Acolhuacan Septentrional

Los primeros acercamientos de Ángel Palerm al oficio de la antropo-


logía los hizo como asistente de investigación de Isabel Kelly en el co-
nocido proyecto Tajín en el año de 1948. Se trataba, como menciona
Kelly, de un proyecto colaborativo entre la enah (Escuela Nacional
de Antropología e Historia) y el Institute of Social Anthropology, Smi-
thsonian Institution, donde uno de los objetivos científicos de dicho
convenio era formar estudiantes, tanto en el salón de clases, como en
el campo. En el prefacio de la parte 1 del The Tajin Totonac la profe-
sora Kelly menciona que Palerm produciría con los datos que habían
recopilado una publicación sobre la danza de «Negritos» (Kelly y Pa-
lerm, 1952, p. xiv). Este interés en las danzas se refleja en el artículo
262 Ángel Palerm, un siglo después...

que escribió junto con Carmen Viqueira sobre el Tajin y Eloxochitlán,


donde se mencionan bailes con carácter «dionísiaco» y «apolíneo»
(Viqueira y Palerm, 1954, p.6). Sin embargo, el tema dancístico dejó
de figurar en los intereses académicos de Palerm y lo sustituyó por el
estudio de la influencia de los sistemas de riego en la urbanización
de las ciudades prehispánicas, a la luz del llamado Modo Asiático de
Producción (map).
Durante la década de los cincuenta, Palerm, junto con Eric Wolf,
hizo una investigación sobre un sistema de ingeniería hidráulico
construido en la región texcocana alrededor del siglo quince. Se tra-
ta de una magna obra en la que se aprovecharon los manantiales
ubicados en la parte alta de la sierra texcocana para dotar de agua a
la región a partir de canales y acequias, así como el uso de terrazas
y bancales (Palerm y Wolf, 1972). Dicha investigación se hizo en un
área ubicada en el oriente del Estado de México a escasos 45 km de la
capital del país, nombrada por Palerm y Wolf como Acolhuacan Sep-
tentrional, quedando comprendida entre localidades pertenecientes
a los municipios de Atenco, Chiautla, Chiconcuac, Papalotla, Tezo-
yuca, Tepetlaoxtoc y Texcoco (op. cit.). Siguiendo las características
geográficas del área, Palerm y Wolf dividieron la zona de estudio en
cuatro subáreas: la sierra (2600 msnm), la franja erosionada (2500
msnm), el somontano (2300 msnm) y la llanura (2100 msnm) (Pa-
lerm y Wolf, 1955, pp.266-267). Sin embargo, aún a pesar de que esta
separación respondía a variables topográficas, su división también
permitió hablar de aspectos socioculturales y étnicos entre las co-
munidades. Por ejemplo, Palerm y Wolf se referían a los pueblos de
la sierra como lugares mucho más aislados y menos dependientes
de los mercados externos, con una población mayor de hablantes de
náhuatl y con un tipo de vestimenta «indígena» mucho más visible
en comparación con los lugares próximos a la ciudad de Texcoco. Sin
embargo, también se referían a las poblaciones de la llanura como
«comunidades indígenas» que presentaban patrones de asentamien-
tos mucho más nucleares que en el somontano y la sierra, además
de que estos «pueblos indígenas» entraban en competencia con las
granjas lecheras que estaban incursionando en el área por el acceso
a tierra, trabajo y agua (op. cit., p.268).
Ángel Palerm y el Acolhuacan Septentrional: una propuesta… 263

El estudio de los efectos que estaba teniendo la expansión de la


Ciudad de México en la vida de las comunidades texcocanas se vol-
vió el punto de partida de una serie de trabajos posteriores a los de
Palerm y Wolf. El esquema regional del Acolhuacan Septentrional fue
utilizado para analizar cómo los procesos de castellanización, nue-
vos tipos de vestimenta, asalarización y crecimiento demográfico de
los pobladores, se estaban experimentando en pueblos de la sierra,
somontano y la llanura (Pérez, 2008; Aldama, 1994; Rodríguez, 1995).
Los cambios que enfrentaban las comunidades las enmarcaban en
una fase en vías de modernización, donde las nuevas formas de vida
tenderían a generar manifestaciones más seculares e individualiza-
doras, afectando con ello a prácticas como la «mano vuelta», los sis-
temas de «ayuda» e incluso las estructuras de los sistemas de cargos
(Mindek, 1994; Sokolovsky, 1995). La noción de un cambio unidirec-
cional, así como la persistencia en ciertos temas desde un enfoque
materialista, dejó de lado el interés por otro tipo de prácticas que
podían matizar y complejizar la idea de una transformación entre el
polo indio al mestizo.
Las reflexiones que Palerm y Wolf desarrollaron en su investiga-
ción para refutar la idea de procesos de cambio unidireccionales con
una perspectiva de larga duración no hicieron eco suficiente en las
investigaciones posteriores en el área (Palerm y Wolf, 1972, p.145).
Para Palerm y Wolf, el problema que encontraban en la aplicación
mecánica de modelos unilineales para la región texcocana, como
el continumm folk-urbano de Redfield, es que no permitía explicar,
pensando en una dimensión histórica de gran longitud, cómo es que
el Acolhuacan Septentrional –y de manera más específica la parte de
la sierra– había pasado de ser una pieza clave para la formación del
sistema político-económico del señorío texcocano a una parte mar-
ginal con la conquista. De acuerdo con esto, el esquema folk-urbano
no funciona para entender la forma en que mediante un proceso
de aculturación dirigido por la élite texcocana prehispánica hacia la
toltequización de la población chichimeca que residía en las tierras
del Acolhuacan –por llamarlas de algún modo, sociedades folk–, se
logró la «urbanización» de lo que sería el señorío texcocano, y cómo
posteriormente ante la llegada de la Corona española se dio un retro-
264 Ángel Palerm, un siglo después...

ceso del polo urbano a un tipo de estadio folk (Palerm y Wolf, 1955,
pp.274-275).
Si tomamos en cuenta las críticas de Palerm y Wolf sobre cómo
los esquemas de cambio unilineales pueden conducir a la aplica-
ción mecánica de categorías, encontramos que en estos pueblos
«urbanizados» de la región texcocana existen prácticas opuestas al
polo de la modernización que tienen una importancia central en las
comunidades y que nos obligan a repensar sus condiciones como
lugares que han sido absorbidos por el mestizaje. La investigación
que Robichaux, Moreno y Martínez, llevan a cabo sobre las danzas
religiosas en los pueblos de Texcoco muestran que, contrario a la
secularización e individualización que estos lugares habrían tenido
que desarrollar, según las predicciones antes vistas, hay formas de
organización social dancísticas basadas en principios devocionales
y estructuras colectivas que llevan a rechazar el uso de las categorías
de mestizo, urbano o moderno para los pobladores texcocanos. To-
mando en cuenta este aspecto y siguiendo nuestros datos etnográ-
ficos, observamos que las prácticas dancísticas rebasan los límites
que se establecieron para el Acolhuacan Septentrional, por lo cual
consideramos que a partir de este tema se puede pensar en una re-
gión mucho más extendida.

Las danzas en el Acolhuacan Septentrional

Su integración regional

La importancia del tema dancístico en la vida ritual de los poblado-


res texcocanos contrasta con el poco interés que este tema ha tenido
en el medio académico, ya que, salvo los trabajos de Fernando Hor-
casitas (1985), Roberto Ramírez (2006), Jesús Jáuregui (2008) y Gon-
zález Maya (2008), ha sido un fenómeno que se ha dejado de lado y
del que no se ha visualizado su importancia desde un nivel regional.
Más allá de los decorados de la iglesia, las procesiones, las misas y las
mañanitas a las imágenes, los bailes tienen un papel preponderante
en la vida ritual de los pueblos, lo cual se comprueba a través de fra-
Ángel Palerm y el Acolhuacan Septentrional: una propuesta… 265

ses como «una fiesta donde no hay cuadrillas4 no es fiesta», «¿Cómo


vamos a dejar al ´santito´ así solito sin hacerle su baile?», «Podrá fal-
tar todo en la fiesta pero baile no», o «Cuando no hay bailables todo
se ve apagado, hasta el santo se ve triste».
En 2011, Robichaux y Moreno comenzaron a trabajar el tema de las
danzas religiosas en la región texcocana y en 2012 se sumó al equipo
de investigación Jorge Martínez. También algunos alumnos del pos-
grado de Antropología Social de la Universidad Iberoamericana tuvie-
ron colaboraciones con el proyecto en diversos momentos. En el ini-
cio, nuestra investigación se desarrolló en comunidades de la sierra, el
somontano y la llanura; sin embargo, gracias al uso del video pudimos
construir una red de danzantes, músicos, «ensayadores» –maestros de
baile– y gente con negocios relacionados con las danzas, situación que
nos llevó a filmar en lugares ubicados fuera de los límites del Acolhua-
can Septentrional; tal sería el caso de San Bernardino (municipio de
Texcoco), Tepexpan (municipio de Acolman) y San Francisco Mazapa
(municipio de San Juan Teotihuacán) (tabla 1).
A la fecha, los datos etnográficos que hemos recopilado en más de
veinte comunidades nos señalan la presencia de distintas danzas con
múltiples variantes, entre las que se encuentran «Santiagos», «San-
tiagos locos», «Carlomagno y los doce pares de Francia», «Alchileos»,
«Chareos», «Segadores», «Sembradores», «Serranos», «Arrieros», «Va-
queros» y «Dancitas». Como se muestra en la tabla 1, la acción de
bailarle al «santito» en su día es una práctica sumamente generali-
zada que podemos encontrar tanto en los pueblos de la sierra como
en los más cercanos a la Ciudad de México donde, de acuerdo con
los esquemas unilineales que se desarrollaron en la región, deberían
imperar formas de vida con una lógica mucho más secular e indivi-
dualizadora.
También encontramos que las danzas no son exclusivas a las co-
munidades del Acolhuacan Septentrional, sino que también tienen
presencia más allá de los límites que se establecieron para la región.
A lo largo del área observamos una amplia red de danzantes, músi-
cos, «ensayadores» y gente con negocios relacionados con los bailes
que se mueven entre las comunidades; por ejemplo, una familia de

4
Los pobladores de estos lugares nombran cuadrilla a un grupo de danzantes.
266 Ángel Palerm, un siglo después...

músicos de San Pedro Chiautzingo toca y ensaya bailes de «Serra-


nos», «Sembradores», «Dancitas» y «Segadores» en pueblos como Pa-
palotla, Tepetlaoxtoc, San Bernardo y San Andrés de las Peras. En Pa-
palotla dos familias con tradición en el baile de «Santiagos» refieren
que en sus representaciones siempre son utilizadas bandas de viento
de comunidades ubicadas en la sierra como San Jerónimo Amanalco
y Santa Catarina del Monte, porque ellos preservan la verdadera mú-
sica «santiaguera». En Tepetitlan, tres danzantes que formaron parte
de la cuadrilla de «Carlomagno y los doce pares de Francia» que tuvo
participación en la fiesta de la Virgen de la Candelaria 2018, manda-
ron hacer sus capas con una familia de Tlaltecahuacan dedicada a la
confección de trajes para las danzas. También hay casos en que las
cuadrillas establecen relaciones con otras regiones. Tal sería el de
un «ensayador» de San Pablo Ixquitlan, comunidad perteneciente al
municipio de San Martín de las Pirámides, que fue contratado para
ensayar el baile de «Santiagos» en el pueblo de los Reyes; y el de un
poblador de Atlapulco, localidad enclavada en el valle de Toluca, que
en diversas ocasiones ha sido requerido por habitantes de San Jeró-
nimo Amanalco para poner el baile de «Arrieros».

Tabla 1. Lugares donde se han hecho registros de danzas


Comunidades donde se ha realizado registro de danzas

Fuera del Acol-


Dentro del Acolhuacan Septentrional huacan Septen-
trional
Sierra Somontano Llanura
San Jerónimo
San Juan Tezontla Atenco Tepexpan
Amanalco
Santa María La Magdalena San Francisco
Tepetlaoxtoc
Tecuanulco Panoaya Mazapa

Santa Catarina del San Pedro


Papalotla Atlapulco
Monte Chiautzingo

San Juan Totolapan Tequexquinahuac Tepetitlan San Bernardino

Santo Tomás
San Diego Ocopulco
Apipilhuasco
Ángel Palerm y el Acolhuacan Septentrional: una propuesta… 267

La
San Dieguito
Resurrección
San José
Xocotlán
Texopa
Santa Cruz de Arriba Los Reyes
Fuente: Elaboración de los autores.

Otro elemento que nos permite observar una integración regional a


través de las danzas sería el componente estético. Las distintas dan-
zas que hemos registrado muestran una gran variabilidad de comu-
nidad a comunidad e incluso dentro de los mismos pueblos. A pesar
de que hay bailes que comparten un mismo nombre, en la práctica se
pueden tratar de dos representaciones completamente diferentes, lo
que complica hablar de un solo tipo de baile de «Serranos», «Sembra-
dores», «Santiagos», etcétera. Sin embargo, las coreografías, piezas
musicales, vestimentas, diálogos, pinturas faciales, animales diseca-
dos, silbatos, plumas, capas, bastones, máscaras y hombres vestidos
de mujer, son elementos que se comparten en distintas danzas y que
permiten integrar a la región de muchas formas. Para ejemplificar
esto, y siguiendo la información de la tabla 2, el uso de ardillas di-
secadas es un objeto que puede encontrarse en varias danzas; en
la llanura vemos su presencia en los «Serranitos» de Tepetitlan, en
las «Dancitas» en los pueblos de la Resurrección y San José Texopa;
para el somontano en el baile de «Serranos» de Tepetlaoxtoc y en los
«Sembradores» de Tequexquinahuac; en la sierra, en las comunida-
des de San Jerónimo Amanalco y Santa Catarina del Monte con los
«Vaqueros». El caso de Tepexpan lo mencionamos aparte como un
ejemplo de una localidad fuera de los límites del Acolhuacan Septen-
trional en la que también se utilizan animales disecados; esto sería
el caso del baile de «Serranos».
Es importante destacar la representación de parlamentos en
náhuatl en comunidades como Tepetlaoxtoc, Ocopulco, La Resu-
rrección, San Pedro Chiautzingo y San Francisco Mazapa, donde el
mexicano dejó de utilizarse desde hace tiempo y no así entre los pue-
blos de la sierra, lugares donde se mantiene en uso diario, pero en
sus danzas no se usa como parte de los parlamentos. También hay
que destacar que la presencia de estos elementos no es exclusiva de
268 Ángel Palerm, un siglo después...

los pueblos texcocanos, ya que las descripciones etnográficas sobre


danzas que se han realizado en otras regiones del país, tipificadas
como indígenas, nos hablan del uso de arcos con flores, bastones,
máscaras, pinturas faciales, animales disecados y látigos (Ichon,
1973; Greenberg, 1987; Vogt, 1993).

Tabla 2. Agrupamiento de pueblos por


elementos presentes en las danzas
Objeto que
Danzas Comunidades
las agrupa
Pintura facial de Tepetlaoxtoc, San Jerónimo Aman-
Vaqueros
color negro alco, Santa Catarina del Monte
Serranos Tepexpan
Sembradores Tequexquinahuac
Tepetlaoxtoc, San José Texopa y La
Dancitas
Resurrección
San Jerónimo Amanalco, Santa
Catarina del Monte, San Dieguito,
Diálogos o parla- Papalotla, Atenco, La Magdalena
Santiagos
mentos Panoaya, Santa Cruz de Arriba, San
Juan Tezontla, La Resurrección, Xo-
cotlán, San José Texopa, Los Reyes
Serranos Tepexpan
Papalotla, San Pedro Chiautzingo,
Sembradores San Jerónimo Amanalco, Xocotlán,
Santa María Tecuanulco, Tepetitlan
San Pedro Chiautzingo y Tepetlaox-
Segadores
toc
Tepetlaoxtoc, San Jerónimo Aman-
Vaqueros
alco, La Resurrección
Arrieros San Jerónimo Amanalco
Chareos Ocopulco
Alchileos San Francisco Mazapa
Santiagos mexicanos La Resurrección
Diálogos en ná-
Serranos Tepetlaoxtoc
huatl
Santiagos mexicanos La Resurrección
Alchileos San Francisco Mazapa
Ángel Palerm y el Acolhuacan Septentrional: una propuesta… 269

Objeto que
Danzas Comunidades
las agrupa
Chareos Ocopulco
San Pedro Chiautzingo y Tepetlaox-
Segadores
toc
Sembradores San Pedro Chiautzingo
Cuartas –peque-
Serranos Tepexpan
ños látigos
Dancitas San José Texopa, La Resurrección
Sembradores Tequexquinahuac
San Jerónimo Amanalco y Santa
Vaqueros
Catarina del Monte
Animales dise-
Serranos Tepexpan, Tepetlaoxtoc y Tepetitlan
cados
Dancitas San José Texopa, La Resurrección
Sembradores Tequexquinahuac
San Jerónimo Amanalco y Santa
Vaqueros
Catarina del Monte
Arcos Serranos Tepexpan
San José Texopa, La Resurrección y
Dancitas
Tepetlaoxtoc
San Jerónimo Amanalco, Santa
Catarina del Monte, San Dieguito,
Papalotla, Atenco, La Magdalena
Máscaras Santiagos Panoaya, Santa Cruz de Arriba, San
Juan Tezontla, La Resurrección, Xo-
cotlán, San José Texopa, Los Reyes y
San Franciso Mazapa
Papalotla, San Pedro Chiautzingo,
Sembradores San Jerónimo Amanalco, Xocotlán,
Santa María Tecuanulco, Tepetitlan
Chareos Ocopulco
Alchileos San Francisco Mazapa
Santiagos mexicanos La Resurrección, Papalotla
Tepetlaoxtoc y San Pedro Chiaut-
Segadores
zingo
Hombres vesti-
Serranos Tepetlaoxtoc
dos de mujer
270 Ángel Palerm, un siglo después...

Objeto que
Danzas Comunidades
las agrupa
Tepetlaoxtoc y San Pedro Chiaut-
Segadores
zingo
Papalotla, San Pedro Chiautzingo,
Sembradores San Jerónimo Amanalco, Xocotlán,
Santa María Tecuanulco y Tepetitlan
Santiagos mexicanos La Resurrección, Papalotla
Chareos Ocopulco
Fuente: Elaboración de los autores.

La organización social de las danzas: devoción y «ayuda»

En los pueblos estudiados la gente dice que comprometerse con el


santo no es un juego, ya que se trata de un elemento sagrado. La
propia gente utiliza los términos de ofrenda y sacrificios para refe-
rirse al esfuerzo que implica bailar durante largas horas, aguantar el
peso de las vestimentas y acompañar a las imágenes en las procesio-
nes o peregrinaciones. Un ejemplo de esto sería el de un vecino de
Tepetlaoxtoc que al verse hospitalizado realizó una promesa a San
Sebastián de bailar durante tres años seguidos con el papel de «Ma-
ría Cristina» en la danza de «Sembradores». Como este personaje es
interpretado por un hombre vestido de mujer, el danzante nos relató
que las humillaciones que podía recibir por interpretar ese rol se las
ofrendaba al «santito». Otro caso es el de un habitante del pueblo de
la Magdalena Panoaya, quien les pidió al Niño Divino y María Mag-
dalena que lo salvaran de la leucemia que padecía, y que si lograba
curarse se comprometía a bailarles como «Primer Santiago» en el
baile de «Santiagos». En general, entre los pueblos se tiene la idea
de que la persona que baila por «promesa» debe hacerlo durante
tres años seguidos, pero hay gente que después de pagar su «com-
promiso» puede seguir bailando como forma de devoción. Prueba
de ello sería la situación de un danzante de «Serranos» de Tepexpan
que ocupa el papel de «Alcalde Primero». Cuando era niño tuvo un
accidente que le afectó una de sus piernas y en vista de la situación
en la que se encontraba le prometió bailarle al Señor de Gracias –a
Ángel Palerm y el Acolhuacan Septentrional: una propuesta… 271

quien se baila en esa danza– para que le ayudara a sanar; a la fecha,


tiene 41 años y ocupa uno de los cargos principales en la cuadrilla.
La función de los danzantes en la vida ritual de las comunidades
nos recuerda al concepto de realeza sagrada que la etnohistoriadora
Daniéle Dehouve ha desarrollado en sus estudios sobre los antiguos
mexicanos del siglo xv, así como entre pueblos tlapanecos y nahuas
de Guerrero, para mostrar el funcionamiento de un cuerpo buro-
crático ritual cuyas acciones están vinculadas con el mantenimien-
to de la vida y orden de los pueblos (Dehouve, 2016). En el caso de
nuestra investigación, tenemos algunos elementos para pensar que
el papel de los danzantes está relacionado con la idea de una bu-
rocracia ritual, ya que su función, entendida desde la lógica de los
sistemas de cargos, es actuar por el bienestar de la colectividad. Los
danzantes pueden llegar a ser requeridos por los cuerpos políticos y
religiosos de las localidades para realizar su baile en demanda de un
objetivo determinado; un ejemplo de ello sería el de la comunidad
de Tequexquinahuac. En esta localidad se baila el día 3 de mayo (día
de la Santa Cruz) y 15 de mayo (día de San Isidro Labrador) la danza
de «Sembradores». El grupo de ejidatarios del pueblo les dona a los
danzantes una comida para que salgan a bailar, ya que, de acuerdo
con un danzante en activo, esto asegura que las lluvias no falten en el
periodo de siembra. Otro momento que permite apreciar la función
de los bailadores en beneficio de la colectividad es en las procesiones
donde participa el «Señor Santiago», papel estelar del baile de los
«Santiagos». La persona que interpreta este papel porta un objeto
ritual –máscara– conocido como el «Divino Rostro» que para algunos
representa al apóstol Santiago y para otros a Jesucristo (ver Martínez,
Moreno y Robichaux, 2017; Moreno, 2013; Moreno y Robichaux, en
prensa). Entre los pueblos se dice que aquel que se coloca el «Divino
Rostro» le presta su cuerpo a la imagen, por lo cual está en facultades
de dar bendiciones. Es por ello que, en el pueblo de La Resurrección,
durante la procesión que se realiza como parte de las actividades fes-
tivas del Señor de la Resurrección, el danzante que porta el «Divino
Rostro» es requerido por los vecinos del pueblo para dar bendiciones
a las casas, personas y enfermos.
El compromiso de organizar un baile para honrar a los santos en
su día recae en un grupo que es conocido al interior de las cuadrillas
272 Ángel Palerm, un siglo después...

bajo el término de «principales» o «encargados»; ellos son los respon-


sables directos de la organización de la danza y sus puestos están re-
lacionados con los papeles estelares. Entre sus responsabilidades se
incluyen buscar la música, «ensayador», vestuarios, tarimas, luces y
sonido, establecer y llamar a los «ensayes», dar de comer durante los
días de la danza a los danzantes, músicos y asistentes. Es por ello que
sus cooperaciones económicas son superiores al resto de los bailado-
res y, en algunos casos, sus cuotas pueden ir de los treinta mil a dos-
cientos mil pesos. Junto a los «principales» hay otro grupo al interior
de las cuadrillas que lo conforman los llamados «vasallos», «tropa»
o «acompañantes»; ellos son quienes conforman las largas filas de
bailadores que acompañan a los «encargados» en su compromiso.
Los «principales» se comprometen a cumplir con sus obligaciones
mencionadas en un ritual conocido como la «coronación», que suele
realizarse en la iglesia al final de la representación de la danza. En
ese momento, se transfiere la responsabilidad de organizar la danza
de los «principales» salientes a los nuevos que se ofrecen a «agarrar
la corona», es decir, que aceptan el cargo. Es importante destacar
que cuando las personas asumen el papel de «encargados» se acti-
va una serie de redes de «ayuda», compuestas principalmente por
parientes, que permiten a los «principales» preparar los banquetes
que se ofrecen en los días de baile, elaborar los trajes y tener gente
que acompañe a bailar, ya sea con un papel estelar o como «vasallo».
Es, sobre todo, en la organización de las comidas que se pone en
marcha la «ayuda», pues gente cercana al principal, sobre todo mu-
jeres que ayudan a preparar los alimentos y hombres que colocan
las lonas y mesas, distribuyen las bebidas y sirven los platos a los
cientos de comensales que asisten. Un danzante de «Santiagos» de
la comunidad de Papalotla, cuya familia tiene una tradición de más
de cincuenta años de participar en uno de los bailes, comentaba que
durante un largo tiempo su mamá y sus hermanas no podían ir a
ver la danza, ya que debían ayudar a preparar las comidas, y como
había ocasiones en que distintas «coronas» recaían en la misma casa
había que preparar desayunos, comidas y cenas para dos o tres días
seguidos. En la medida en que los danzantes de esta familia se fueron
casando, lograron incorporar nueva fuerza de trabajo a la prepara-
Ángel Palerm y el Acolhuacan Septentrional: una propuesta… 273

ción de los banquetes; solo de esta manera es que la mamá de los


bailarines pudo llegar a ver la interpretación de sus hijos.
La elaboración de los trajes es otro momento en que los danzan-
tes reciben diversos tipos de «ayuda», las cuales pueden ir desde el
dibujo, bordado y recorte de telas, hasta la compra de materiales y
objetos que forman parte del vestuario. Un poblador de Tepexpan,
quien baila en la danza de Serranos como «Negro», relató que desde
hace más de treinta años su madre y sus hermanos le ayudan a elabo-
rar el traje que porta en la festividad del Señor de Gracias. Su mamá
se encarga de cortar la tela de terciopelo para la nagüiilla y camisola
que comprende el traje de «Negro»; por otra parte, su hermano me-
nor es el encargado de diseñar y pintar las figuras que decorarán la
nagüilla y la camisola. Posteriormente, el propio danzante con su
esposa y su madre se encargan de coser las lentejuelas que llevará el
lujoso traje. Su hermano menor también es el encargado de decorar
las coronas de metal que él y sus dos hermanos utilizarán en la dan-
za. Este trabajo de ayuda familiar comienza desde principios de año
y dura por lo menos dos meses y medio.
También en Tepetitlán, en el municipio de Chiautla, la ayuda de
parientes juega un papel importante en la elaboración de las lujosas
capas que algunos de los personajes principales utilizan en la repre-
sentación de la danza de Carlo Magno y los 12 pares de Francia. En
las festividades de la Virgen de la Candelaria 2018 los «principales»
recibieron distintos apoyos de sus grupos familiares para la confec-
ción de sus trajes. Por ejemplo, la persona que interpretó el papel de
«Sabario» recibió por hermanos de su padrastro la donación de una
capa de «moro» –de un precio alrededor de 20 mil pesos–, así como
la elaboración de su escenografía –un puente– y un casco militar.
Además, su tío, el «ensayador», no les cobró los primeros «ensayes»,
solo hasta el quinto de nueve cuando llegaron tres integrantes de la
orquesta musical para tocar en vivo. El joven que interpretó a «Ri-
carte» tuvo «ayuda» de su tío paterno para la compra de una capa de
«cristiano» fabricada en Chimalhuacán a base de hilo de oro, la cual
tuvo un costo de 20 mil pesos, así como tres sombreros hechos por
artesanos de Tequisquiapan, Querétaro, con un precio de alrededor
de 800 pesos cada uno.
274 Ángel Palerm, un siglo después...

La participación de los grupos familiares en las cuadrillas es otro


espacio para ver el funcionamiento de las «ayudas», sobre todo en la
repartición de las «coronas». En la danza de «Serranos» de Tepexpan
aparecen unos personajes conocidos como los «Negros», debido a la
pintura negra que llevan en la cara. Estos puestos son «coronas» y se
tienen en una alta estima en el pueblo debido a su participación cen-
tral en el baile, sus vistosos trajes y llamativos movimientos. A dife-
rencia de otros pueblos donde hay una rotación anual o trienal de los
roles «coronados», en Tepexpan un danzante puede permanecer con
su «corona» durante un tiempo indefinido y, cuando decide dejarla,
la hereda entre sus parientes. El grupo parental C., con quien hemos
levantado información genealógica desde 2015, ha logrado mante-
ner entre sus integrantes siete de las dieciséis «coronas» de «Negros»
que hay en la danza. Este proceso inició a mediados del siglo pasado
cuando el baile de los «Serranos» se estaba perdiendo. De acuerdo
con las historias relatadas, la gente no quería salir como «Negro» por-
que le daba pena, así que uno de los integrantes del grupo parental
de los C. que buscaba revitalizar la danza optó por pedir ayuda a sus
parientes para que ocuparan estos papeles y poder sacar así la cua-
drilla año con año. Al paso del tiempo, bailar como «Negro» adquirió
un gran prestigio, así que el grupo parental de los C. fue tratando que
este tipo de «coronas» quedaran dentro de la familia. La información
genealógica que hemos recogido (diagrama 1) muestra que 80 de
los 203 miembros de los C. han participado en los «Serranos», de los
cuales 19 han bailado como «Negro» y «Negrito» y 61 en el resto de las
filas. Es decir, 39,4% de los 203 individuos de la genealogía.
Los dos ejemplos que presentamos a continuación muestran
cómo, desde hace al menos cuarenta años, han circulado las coronas
de «Negros» entre este grupo de parientes.
Ángel Palerm y el Acolhuacan Septentrional: una propuesta… 275

Muestra la posesión y circulación de coronas


de «Negros» por herencia y préstamo

Diagrama 1. Carta parental de los C.

Ejemplo 1. Sucesión de coronas de «Negro» por migración

Este caso muestra cómo J. y Ju., padre e hijo, respectivamente, cedie-


ron su corona de «Negro» a dos de sus parientes cuando hace más de
25 años migraron hacia Estados Unidos. J. dejó la corona al hijo de
su hermana mayor, quien actualmente danza como «Negro» y es el
único, después de J., que la ha poseído. Por su parte, Ju., quien en ese
entonces tenía aproximadamente 8 años de edad, le dejó la corona a
su primo (hijo mayor de la hermana de su padre), quien durante un
tiempo prestaba la corona a su hermano y después se la cedieron a su
primo (hijo mayor de la hermana menor de su madre). Desde 2012,
Ju. ha regresado cada año a danzar en la cuadrilla, pero por normas
establecidas en esta lo ha hecho como «Serrano», pues una vez que
se ha heredado una corona de «Negro», esta ya no puede regresar a
su dueño original.
276 Ángel Palerm, un siglo después...

Caso de J. y Ju. (individuos encerrados en el recuadro)

Diagrama 2. Sucesión de coronas de «Negros» por migración.

Ejemplo 2. Corona original

El caso de E. es uno de los dos únicos que hay en este grupo paren-
tal que aún poseen su corona original, es decir, el primer y único
dueño. E. recibió su corona cuando era niño, de eso hace más de 45
años, y hoy tiene el papel más importante en la danza, que es el de
«Primer Negro». Una de las tareas principales que desempeña E. en
este papel es guiar a los danzantes durante el baile, así como realizar
otras tareas de logística que comparte con los demás «Negros» y un
grupo de encargados que coordinan distintas actividades previas a la
celebración; por ejemplo, los ensayes (término local para ensayos),
una peregrinación, la pirotecnia, contratación de la música, etcétera.

Caso de Edgardo (individuo encerrado en el recuadro)

Diagrama 3. Corona original.


Ángel Palerm y el Acolhuacan Septentrional: una propuesta… 277

Conclusión

En este texto hemos señalado la importancia que tienen las danzas


en comunidades, hoy vistas por el Estado mexicano –y por algunos
antropólogos– como localidades urbanas, modernas y mestizas, ya
que experimentaron durante el siglo pasado un proceso de caste-
llanización, crecimiento demográfico, nuevos tipos de vestimenta y
diversificación de sus actividades laborales. Los datos etnográficos
que Robichaux, Moreno y Martínez, han recogido en los pueblos del
Acolhuacan Septentrional señalan que en estas supuestas comuni-
dades «amestizadas» y «urbanizadas» donde, según los supuestos
teóricos, la lógica de la secularización e individualización debería
imperar, la idea de danzarles a los santos en sus días es una práctica
constante. El flujo de danzantes, músicos y «ensayadores» alrede-
dor de comunidades ubicadas en la sierra, somontano y llanura, así
como en las colindancias del Acolhuacan Septentrional, nos permite
repensar la región y sus límites teniendo en cuenta las relaciones
sociales que se han solidificado entre los habitantes de las comuni-
dades. Como mostramos, en nuestra área de trabajo la presencia de
animales disecados, libretos en lengua náhuatl, látigos, máscaras,
hombres vestidos de mujer, arcos y flores, es una vía que permite
realizar diversas formas de integración regional y que nos abre la
posibilidad de dialogar con otras partes del país consideradas hoy
día como indígenas.
La importancia que los pobladores texcocanos otorgan a los dan-
zantes como actores rituales que actúan en beneficio de la colectivi-
dad, así como los testimonios señalados sobre las danzas como un
elemento de ofrenda y sacrificio, contrasta con la poca atención que
los analistas sociales han tenido con este tema en la región texcoca-
na. El énfasis en aspectos relacionados con las ideas de un cambio de
vida material no dejó ver formas de organización social que yacían
en el campo religioso y que hasta hoy son la base para la articulación
de los grupos de danzas. Como se mostró con datos etnográficos,
el sentido de un sistema de vida colectivo que los pobladores tex-
cocanos mantienen lleva a los «principales» a activar sus redes de
«ayuda» para lograr la confección de vestuarios, preparar los ban-
278 Ángel Palerm, un siglo después...

quetes y armar los grupos de danza, elementos indispensables de


toda cuadrilla.
Finalmente, quisimos traer a cuenta el llamado que Palerm y Wolf
establecieron sobre ver los procesos de cambio desde una perspec-
tiva multilineal, no desde modelos unilineales que derivan en una
aplicación mecánica de categorías. En nuestro caso, la idea de una
región que ha sido absorbida por el mundo moderno no permite ex-
plicar la importancia de las danzas religiosas en la vida de sociedades
que supuestamente se trasladaron del polo «indio» al «mestizo». Por
ello es que resaltamos el trabajo de Palerm como el de un analista
social que veía en el ejercicio empírico la base para construir y dia-
logar con la teoría, teniendo en cuenta que sin ello nos enfrentamos
con una disciplina inservible y vacía. A diferencia del joven Palerm,
quien aparentemente tenía un ávido interés en las danzas, su interés
posterior en el papel del riego en la conformación del Estado y en la
definición de la región, junto con la teoría de la economía campesina
que promovió, excluyó este importante factor en la definición del
Acolhuacan Septentrional.

Referencias

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Económica.
AUTORES

GUSTAVO LINS RIBEIRO. Profesor Titular del Departamento de Es-


tudios Culturales, Universidad Autónoma Metropolitana-Lerma. In-
vestigador Nivel 3 del Sistema Nacional de Investigación (conacyt)
en México. Fue Profesor Titular en el Departamento de Antropología
de la Universidad de Brasilia y presidente de la Associação Nacional
de Pós-Graduação e Pesquisa em Ciências Sociais (2012-2014), así
como de la Associação Brasileira de Antropologia (2002-2004). Fun-
gió como primer presidente del World Council of Anthropological
Associations y vicepresidente de la International Union of Anthropo-
logical and Ethnological Sciences (2009-2018) de la que es Miembro
Honorario. Escribió y compiló 23 libros en portugués, español, inglés,
publicados en Argentina, Brasil, Camerún, China, Colombia, España,
Estados Unidos, Inglaterra y México. Publicó más de 170 artículos/
capítulos en siete lenguas, en 22 países sobre globalización, transna-
cionalismo, cibercultura, desarrollo y antropologías mundiales.

JORGE ALONSO SÁNCHEZ. Doctor en Antropología y Profesor In-


vestigador Emérito en el ciesas Occidente. Ha escrito más de 50 li-
bros y publicado 280 artículos. Es miembro de la Academia Mexicana
de Ciencias. En el Sistema Nacional de Investigadores figura como
investigador nacional emérito. Fue director de la revista Desaca-
tos. Estudia movimientos antisistémicos y convergencias políticas.

ESTEBAN KROTZ. Licenciado y doctor en filosofía (Múnich), maes-


tro en antropología social (uia). Es Profesor Investigador titular en la
Unidad de Ciencias Sociales del Centro de Investigaciones Regiona-
les de la Universidad Autónoma de Yucatán, docente en la Facultad
de Ciencias Antropológicas de la Universidad Autónoma de Yucatán
y en el Departamento de Antropología de la Universidad Autónoma
Metropolitana-Iztapalapa. Sus campos de trabajo son la historia y la
teoría de las ciencias antropológicas (especialmente, las Antropolo-
281
282 Ángel Palerm, un siglo después...

gías del Sur), la antropología política y jurídica (en especial, los de-
rechos humanos de los pueblos indígenas), la filosofía intercultural
y el pensamiento utópico.

ANDREW ROTH SENEFF. Profesor Investigador Titular del Centro


de Estudios Antropológicos de El Colegio de Michoacán (sni-2). Ha
realizado estudios de los referentes etnográficos e históricos de la
cultura purépecha y su emergencia étnica en el siglo veintiuno. Entre
sus textos sobresalen: From Tribute to Communal Sovereignty: The
Tarascan and Caxcan Territories in Transition (2015, Antropología e
historia en México: las fronteras construidas de un territorio compar-
tida, (2016); The Demise of Mexican State Nationalism and the Rise
of Purhépecha Ethnicity: Kurikahueri K’uinchikua and Purhéecherio,
etcétera.

ANDRÉS ANTONIO FÁBREGAS PUIG. Doctor en Antropología So-


cial por la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Etnólogo con
especialidad en Etnohistoria. Obtuvo el Doctorado en Antropología
Social en el ciesas, cdmx, con antecedentes de estudios de posgrado
en la Escuela de Graduados de la Universidad Iberoamericana y en el
Departamento de Antropología de la Universidad Estatal de Nueva
York. Su tesis de doctorado analizó la relación entre Región y Poder
en la zona cafetalera de Xalapa-Coatepec, Veracruz. Entre sus áreas
de especialización están la antropología de la política, análisis regio-
nal, antropología del deporte e historia de la antropología en México.
Ha sido profesor de antropología en cursos de grado y posgrado en
México, Centroamérica, Ecuador y España. Ha dictado conferencias
sobre sus temáticas en varios países. Ha publicado libros, ensayos
especializados, textos de difusión, entrevistas, etcétera.

CARMEN BUENO CASTELLANOS. Doctora en Antropología Social,


miembro del Sistema Nacional de Investigadores nivel iii, miembro
de la Academia Mexicana de Ciencias. Actualmente Profesora In-
vestigadora en el posgrado en Antropología Social de la Universidad
Iberoamericana, cdmx. Entre sus publicaciones más recientes so-
bresalen: (2020) coordinación del libro Ser emprendedor en el siglo
xxi, editado por la uia-cdmx, uaemex, «Being Connected: Mobile
Autores 283

Phones in the Lives of Domestic Workers in México City», en Wo-


men Consumption and Paradox, usa: Routledge (2019), «World Sys-
tems Theory», en International Encyclopedia of Anthropology, Wiley
&amp; Sons; «Innovación abierta: de consumidores a productores
de valor» (2018). Es miembro fundador del Hub Latinoamericano
sobre Innovación Transformadora. De 2020 a 2023 Miembros del Co-
mité Externo de Evaluación de El Colegio de San Luis Potosí y de El
Colegio de la Frontera Norte y de 2012 a la fecha es Miembro de la
Comisión Interinstitucional de la Cátedra Angel Palerm.

PATRICIA TORRES MEJÍA. Profesora Investigadora del ciesas-cdmx.


Doctora y maestra en Antropología Sociocultural por The Johns Hop-
kins University (1986 y 1984) con licenciatura en Antropología Social
por la Universidad Iberoamericana (uia) (1975). Temas de interés:
antropología económica y del trabajo en sociedades complejas, an-
tropología y evaluación académica, historia de la antropología y mi-
gración interna con perspectiva de género. Ha hecho investigaciones
en Filipinas y México. Algunas de sus publicaciones más destacadas
son: Peasants, Merchants and Politicians. Philippines Experience in
a Global Economy, Ateneo de Manila University Press. Quezón City,
2000. Vida y obra de Ángel Palerm Vich (1917-1980), entre otras.

VIRGINIA GARCÍA ACOSTA. Antropóloga social e historiadora mexi-


cana. Profesora-Investigadora del ciesas desde 1973. Sus áreas de
especialidad son antropología e historia del riesgo y de los desastres
en México y América Latina. Entre los premios y reconocimientos
recibidos destacan el Francisco Javier Clavijero del inah (1987), Casa
Chata del ciesas (1992, 1996, 1997 y 2001-2002) y Palmas Académicas
del Gobierno Francés (2010). Es miembro de número de la Academia
Mexicana de la Historia donde ocupa el sillón número 5 (2013), de
la Academia Mexicana de Ciencias (1987) y del Sistema Nacional de
Investigadores desde 1987, donde tiene el nivel 3 desde 2004. Entre
sus libros más recientes sobresalen los tres volúmenes de historia y
desastres en América Latina, dos volúmenes de Los sismos en la his-
toria de México y el primer volumen de Desastres agrícolas en México.
En 2020 publicó The Anthropology of Disasters in Latin America. State
of the Art (Routledge). Se encuentra en prensa, coordinado con Ray-
284 Ángel Palerm, un siglo después...

mundo Padilla, Historia y memoria de los huracanes y otros episodios


hidrometeorológicos en México. Cinco siglos.

PATRICIA DE LEONARDO Y RAMÍREZ. Egresada de la Universidad


Iberoamericana, cdmx, y de la Universidad de Nueva York en Stony
Brook. Trabajó en el ciesas en el proyecto de los Altos de Jalisco. Co-
laboró en la publicación de varios libros en la colección del ciesas,
producto de esta investigación. En el Departamento de Antropología
de la Universidad Autónoma Metropolitana ha desarrollado los cam-
pos de la antropología aplicada.

OSMANY SUÁREZ RIVERO. Licenciado en Historia del Arte por la


Universidad de La Habana (2010). Diplomado en Antropología y
Patrimonio por la Universidad Católica de San Antonio de Murcia
(2013). Maestro en Antropología Social por la Universidad Iberoame-
ricana, Ciudad de México (2018). Profesor instructor e investigador
por el Departamento de Estudios Teóricos y Sociales de la Cultura
de la Universidad de La Habana (2013-2015) y por el Colegio Univer-
sitario San Gerónimo de La Habana (2010-2013). Obtuvo la primera
mención del Premio de estudio e investigaciones de la Casa Víctor
Hugo (2015), el Premio Estudiantil de Ensayo Sociocultural del Ins-
tituto Juan Marinello (2010) y Primer Premio del Forum Científico
de la Universidad de La Habana en la Comisión de Arte y Cultura
(2010). Sus escritos han aparecido en libros y revistas como El huma-
nismo: promoción y preservación (2016); Cine Cubano, Nuevo Cine
Latinoamericano, ArtCrónica, etcétera. Es doctorante del posgrado
de Antropología Social de la Universidad Iberoamericana.

SERGIO MOCTEZUMA PÉREZ. Licenciado en Antropología Social


por la Facultad de Antropología de la Universidad Veracruzana. Maes-
tro y doctor en Antropología Social por la Universidad Iberoameri-
cana, cdmx. Labora como Profesor Investigador en el Instituto de
Ciencias Agropecuarias y Rurales de la Universidad Autónoma del
Estado México. Es profesor en la Maestría y Doctorado en Ciencias
Agropecuarias y Recursos Naturales y en la Maestría en Agroindus-
tria Rural, Desarrollo Territorial y Turismo Agroalimentario. Cuenta
con diversas publicaciones: libros, capítulos de libros y artículos,
Autores 285

enfocados a la comprensión de los procesos sociales del medio rural


de México. Sus líneas de investigación son la antropología ecológica,
sistemas agrícolas tradicionales y la ecología cultural. Es miembro
del Sistema Nacional de Investigadores, nivel i.

JOSÉ MANUEL PÉREZ SÁNCHEZ. Doctor en Antropología Social.


Es Profesor Investigador de la Facultad de Antropología de la Uni-
versidad Autónoma del Estado de México. Sus temas de interés son
la agricultura de terrazas en el Altiplano Central Mexicano, el cono-
cimiento ecológico tradicional, las prácticas agrícolas tradicionales
y la agricultura de riego. Entre sus publicaciones están Sistemas agrí-
colas tradicionales. Biodiversidad y cultura. El Colegio Mexiquense,
A.C. (2018); Agricultura de terrazas en Tlaxcala. Gobierno del Estado
de Tlaxcala (2014), «El sistema de riego en San Miguel Enyege. Ixt-
lahuaca, Estado de México», entre otros.

LUISINA GAREIS. Magister en Antropología Social por el ciesas,


cdmx. Doctoranda por la Universidad de Buenos Aires y por la Uni-
versidad de Barcelona. Becaria doctoral conicet con lugar de trabajo
en el Laboratorio de Estudios en Cultura y Sociedad (lecys). Co-di-
rectora de proyecto de extensión sobre comunicación comunitaria
con jóvenes rurales financiado por la Universidad Nacional de Misio-
nes. Ha publicado artículos académicos y de divulgación. Ha traba-
jado en el Laboratorio de Estudios en Cultura y Sociedad (lecys) de
la Facultad de Trabajo Social de la Universidad Nacional de La Plata
(unlp) entre 2013-2015 y en la Comisión Provincial por la Memoria
(cpm) en La Plata entre 2014-2015. En la actualidad, realiza una in-
vestigación en colaboración con la Cooperativa de Trabajo Parajes
Unidos Limitada de Puerto Libertad, Misiones, Argentina. La línea
de investigación se enmarca en el campo de antropología económica
sobre las experiencias de trabajo de jóvenes que viven en contextos
rurales de frontera.

PAOLA MIRANDA HERNÁNDEZ. Pasante de la licenciatura en Ar-


queología de la Escuela de Antropología e Historia del Norte de Mé-
xico. Ha participado en proyectos de investigación arqueológica en
los estados de Chihuahua y Sinaloa. Cuenta con dos publicaciones
286 Ángel Palerm, un siglo después...

referentes al manejo del agua y el culto a Tláloc. Ha participado como


ponente en congresos nacionales e internacionales. Colaboradora
en el Centro de Patrimonio Cultural Casa Chihuahua, encargada de
la exposición «Paralelismos Plásticos» bbva Bancomer y en diversos
talleres de difusión del patrimonio. Colabora con Radio Universidad
(Chihuahua) con pequeños bloques de difusión del patrimonio.

TOBÍAS GARCÍA VILCHIS. Licenciado en Arqueología y maestro en


Antropología Social por la Escuela Nacional de Antropología e His-
toria. Profesor de Tiempo Completo en la Escuela de Antropología e
Historia del Norte de México. Es miembro del Seminario permanente
Tláloc del Instituto de Investigaciones Estéticas de la unam y forma
parte del Comité Científico de la Fundación Cultural Armella Spi-
talier. Ha participado en proyectos de investigación arqueológica y
etnográfica en los estados de Chiapas, Chihuahua, Colima, Hidalgo,
Puebla, Quintana Roo, San Luis Potosí, Sinaloa, Tamaulipas y Vera-
cruz. Cuenta con diferentes publicaciones, tanto científicas como
de divulgación, entre artículos, un libro de divulgación, capítulos de
libros, publicaciones electrónicas y dos libros en prensa.

JORGE ANTONIO MARTÍNEZ GALVÁN. Estudiante del doctorado


en Antropología Social de la Universidad Iberoamericana, cdmx. Ha
realizado investigaciones etnográficas en el pueblo de Norogachi en
la Sierra Tarahumara. Como producto de estas, ha publicado algunos
capítulos de libros sobre parentesco y etnicidad. Desde 2012 hasta
2019 ha sido integrante de varios proyectos de investigación finan-
ciados por la Universidad Iberoamericana, los cuales se han desarro-
llado en la región de Texcoco. Derivado de estas investigaciones, ha
producido ponencias y documentales que ha expuesto en espacios
académicos nacionales e internacionales.

JOSÉ MANUEL MORENO CARVALLO. Doctorante de Antropología


Social de la Universidad de Picardie Jules Verne, Francia. Sus estudios
los ha dedicado a la investigación de las danzas en la región texcoca-
na. Sobre este tema, ha presentado ponencias en eventos nacionales
e internacionales, así como la publicación en revistas especializa-
das. Forma parte de un equipo de investigación de la Universidad
Autores 287

Iberoamericana que ha producido materiales audiovisuales sobre el


tema de las danzas, proyectados en diversos espacios académicos
dentro y fuera de México. Participa en el grupo científico de Habitar
el Mundo, de la Universidad de Picardie, como colaborador del La-
boratorio de Antropología Visual.
Ángel Palerm,
un siglo después...

Este libro se compuso con la familia tipográfi-


ca Heurística 11:14.3 para el cuerpo de texto y
Bebas Neue para titulares. Se terminó de im-
primir durante noviembre de 2020 en los ta-
lleres de Ediciones del Lirio, ubicados en Azu-
cenas 10, San Juan Xalpa, Iztapalapa, Ciudad
de México, C.P. 09850, <www.edicionesdellirio.
com.mx>. El tiraje consta de +++ ejemplares.

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