Dsanchezguajardo,+A3 RIBET8 MaAngelesGarrigaGonzalez
Dsanchezguajardo,+A3 RIBET8 MaAngelesGarrigaGonzalez
Dsanchezguajardo,+A3 RIBET8 MaAngelesGarrigaGonzalez
Iberoamericana
de Teología
Número 8
enero-junio • 2009
U n i v e r s i d a d I b e r o a m e r i c a n a
REVISTA IBEROAMERICANA DE TEOLOGÍA
Comité Editorial:
Barbara Andrade, Eduardo Sota García,
Miguel Ángel Sánchez Carlos, José de Jesús Legorreta Zepeda,
Alexander Paul Zatyrka Pacheco, Javier Quezada del Río.
ARTÍCULOS
La cristología de Aparecida 33
Jorge Costadoat
El principio misericordia
y la pastoral juvenil en la posmoderni
posmodernidad 59
María de los
los Ángeles Garriga González
NOTICIAS
Resumen
En una línea reflexiva y propositiva, se busca fundamentar cómo el “princi-
pio misericordia” propuesto por Jon Sobrino puede servir de columna verte-
bral a la formación en la vida y el compromiso de comunidades cristianas
M a r í a
juveniles en nuestro contexto actual. Busca responder a la pregunta: ¿Se
pueden hacer procesos con las comunidades juveniles buscando integrar la
interioridad personal ―impactada y conmovida por la realidad de injusti-
cia― con el crecimiento humano y cristiano? El artículo presenta algunos de
d e
los rasgos más significativos del cambio cultural en que estamos inmersos,
relee una parte del caminar de la pastoral juvenil latinoamericana y presenta
l o s
el “principio misericordia” acuñado por Jon Sobrino. Los puntos de encuen-
tro entre esta clave teológica y la realidad del contexto y de la pastoral juve-
nil del continente se convierten en oportunidades para reflexionar y lanzar
Á n g e l e s
nuevas propuestas pedagógicas y metodológicas que alimenten el proceso
del caminar de la Iglesia con los jóvenes.
59
R e v i s t a I b e r o a m e r i c a n a d e T e o l o g í a
The principle
principle of mercy
and the youth ministry to
today
Summary
This article explains how Jon Sobrino’s “principle of mercy” can function as
the spinal cord of the life and commitment of Christian youth communities
in our present context. The author answers the question, Can there be proc-
o
esses in youth communities that favor the integration of personal inner life –
shaped and moved by the reality of injustice – with human and Christian
G o n z á l e z
growth? The article stresses some of the most significant features of present
cultural change, underlines parts of the development of Latin American pas-
toral youth work and explains the “principle of mercy” as formulated by Jon
Sobrino. The similarities between this theological key concept, contextual re-
ality and pastoral youth work appear as opportunities for reflection and as a
starting point for new pedagogical and methodological proposals apt to aid
G a r r i g a
Introducción
Uno de los muchos frutos de la reflexión eclesial latinoamericana, en el con-
texto de las asambleas generales de los obispos del continente, ha sido la op-
ción preferencial por los jóvenes, un tanto opacada por la más conocida
opción preferencial por los pobres. Siendo la juventud un sector mayoritario
l o s
opción por los pobres, la opción preferencial por los jóvenes se ha ido con-
cretando y operativizando en la praxis pastoral en lo que hoy conocemos
M a r í a
60 E l p r i n c i p i o m i s e r i c o r d i a y l a
p a s t o r a l j u v e n i l e n l a p o s m o d e r n i d a d
comprometidos con Jesús. La propuesta sistematizada con el nombre de "Ci-
vilización del Amor", resultado de un profundo proceso de sistematización
de las experiencias de los distintos países, ha dado muchos frutos de vida y
compromiso cristianos. No obstante, hoy se precisa profundizar más en ella
atendiendo al fenómeno del cambio cultural que se abre paso con el auge de
la globalización económica y cultural. Urge seguir reflexionando con los jó-
venes y proponer, desde cada realidad concreta, nuevas rutas del seguimien-
to de Jesús de Nazaret dentro de nuestro contexto.
En esta línea reflexiva y propositiva, buscamos fundamentar el modo como
el “principio misericordia” de Jon Sobrino puede servirle de columna verte-
bral a la formación en la vida y el compromiso de comunidades cristianas
M a r í a
juveniles en la actualidad.
Partimos de las características de la nueva cultura juvenil en el contexto de la
globalización y la posmodernidad, donde prevalecen la valoración de la di-
mensión afectiva, la expresión de los sentimientos y emociones y las acciones
d e
concretas, puntuales y de resultados inmediatos, derivados del contacto con
la interioridad personal. Es aquí donde se puede introducir la misericordia
l o s
como experiencia humana de Jesús que revela la esencia misma de Dios, y
que se tradujo en su praxis como liberación de las víctimas. Queremos res-
ponder a la pregunta: ¿Se pueden hacer procesos con las comunidades juve-
Á n g e l e s
niles buscando integrar la interioridad personal ―impactada y conmovida
por la realidad de injusticia― con el crecimiento humano y cristiano?
Desde esta perspectiva, presentamos, en primer lugar, algunos de los rasgos
más significativos del cambio cultural en que estamos inmersos. Recorremos
luego el caminar de la pastoral juvenil del continente, enfatizando la pro- G a r r i g a
puesta pedagógica y metodológica sistematizada desde la SEJ-CELAM. Conti-
nuamos presentando el “principio misericordia” acuñado por Jon Sobrino, el
cual se asume como clave teológica válida para nuestra realidad actual. Los
puntos de encuentro entre esta clave teológica y la realidad del contexto y de
la pastoral juvenil del continente, se convierten en oportunidades para re-
flexionar y lanzar nuevas propuestas pedagógicas y metodológicas que ali-
G o n z á l e z
61
R e v i s t a I b e r o a m e r i c a n a d e T e o l o g í a
personas y grupos que siguen pensando que “con los jóvenes no siempre se
logra lo que se quiere, pero nunca se pierde lo que se hace”.1
dencia entre los estados, las sociedades y demás agentes que operan a es-
cala mundial. Desde un punto de vista económico, la globalización es el
conjunto de procesos que hacen posible la concepción, el desarrollo, la
producción, la distribución y el consumo de procedimientos, productos y
servicios a escala internacional, a través de medios mundialmente accesi-
Á n g e l e s
bles […] que pretenden responder a las necesidades cada vez más diver-
sificadas y personalizadas de los mercados mundiales y que se rigen por
normas casi universales […] desarrolladas por organizaciones […] pre-
sentes en todo el mundo y cuyo capital lo detenta, cada vez más, una
multitud de accionistas de los más diversos países y cuya cultura obede-
ce a una estrategia mundial.2
l o s
d e
62 E l p r i n c i p i o m i s e r i c o r d i a y l a
p a s t o r a l j u v e n i l e n l a p o s m o d e r n i d a d
No obstante, se descubre una polarización generalizada en los países: un des-
bordante crecimiento de la pobreza y marginación, dentro de un contexto en el
cual el capitalismo parece haber logrado unificar al mundo. La economía ha al-
canzado grados de internacionalización sin precedentes históricos y proliferan
las innovaciones tecnológicas en el campo de la informática, la microelectró-
nica, las telecomunicaciones, la biotecnología, etcétera. Estos avances están tras-
tocando múltiples esferas de la economía, la sociedad y la cultura.
Es una realidad en la que la mayor parte de las personas que constituyen una
comunidad, queda al margen de los procesos reales de toma de decisiones en
materia económica y en cuestiones de desarrollo. Se ha difundido con fuerza la
necesidad de tomar conciencia de que la defensa de la justicia y de los derechos
M a r í a
humanos es tarea de todos, y que es tiempo de que la sociedad civil asuma su
papel en la historia. Esto ha generado grupos alternativos que sueñan con un
mundo distinto, que proclaman la necesidad de un cambio radical para construir
otro tipo de sociedad más humana a partir de la de-construcción de la actual;
d e
una sociedad que parta de los excluidos, desde el sufrimiento de los inocentes.
Se ha usado el término de posmodernidad para describir el proceso de
l o s
“cambio de época”, de transformaciones profundas en la cosmovisión gene-
ral y en los diversos aspectos que van conformando el modo de proceder
cultural de las nuevas generaciones. La posmodernidad aparece como el ni-
Á n g e l e s
vel más amplio en el que se insertan los fenómenos económicos, políticos y
tecnológicos antes descritos que van produciendo, en su interrelación, un
nuevo escenario cultural en nuestro mundo. Varios autores se han dedicado
a analizar este fenómeno que se sintetiza como “crisis de la modernidad”.
El concepto de posmodernidad se presenta como el paradigma cultural de nuestra G a r r i g a
época, en el cual se apoyan la ideología neoliberal y la globalización económica,
política, social y cultural. Se define como una nueva visión del mundo donde
63
R e v i s t a I b e r o a m e r i c a n a d e T e o l o g í a
La posmodernidad, vinculada a la globalización y el neoliberalismo, descri-
be un nuevo contexto en el que los y las jóvenes del mundo ―y de nuestro
continente― han de aprender a dar cuenta de la vida cotidiana desde una
nueva subjetividad que se impone poco a poco. La propuesta de pastoral ju-
venil elaborada desde el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) a fina-
les de la década de los ochenta,4 nos describe este contexto a partir de
algunos rasgos de la posmodernidad que pueden influir directamente en la
vida de los jóvenes:5
o
modernidad, los valores que se declinan y las dificultades que esto supone.
Usan por lo general categorías acuñadas como “negativas”, que preparan un
terreno cuando menos desalentador para el trabajo con la juventud. Sin em-
bargo, encontramos otros autores, dentro y fuera del ámbito eclesial o pastoral,
que señalan otros rasgos de la posmodernidad y destacan otras dimensio-
l o s
nes que, sin desechar las anteriores, nos sirven también de marco de referencia.
d e
meterse con Jesucristo y su mensaje para que, transformados en hombres nuevos, e in-
tegrando su fe y su vida, se conviertan en protagonistas de la civilización del amor”.
SEJ-CELAM, Civilización del Amor. Tarea y Esperanza, Comisión Episcopal Mexicana de
pastoral juvenil, Morelia, Michoacán 1995, 176.
5 Ibid., 26-27.
64 E l p r i n c i p i o m i s e r i c o r d i a y l a
p a s t o r a l j u v e n i l e n l a p o s m o d e r n i d a d
Guillermo Fouce presenta “el descreimiento absoluto (no creer en nada ni en
nadie, ni en convicciones, ni políticas, ni religiosas, ni morales), la incerti-
dumbre como categoría epistemológica general, la complejidad y el desen-
canto”6 como los elementos clave de la posmodernidad. Más adelante
apunta que, en contraposición a la creencia en realidades substanciales, a la
primacía de los contenidos, a la visión racionalista y progresiva de la cultura,
a la necesaria distancia ante la realidad, a la necesidad de convencer, argu-
mentar o vencer y a los límites entre las disciplinas ―todo ello propio de la
modernidad― la posmodernidad enfatiza la sensibilidad visual, la forma, el
valor del hoy, el sumergirse en la realidad, la posibilidad de seducir, insi-
nuar, no identificar y la disolución de límites entre las disciplinas. “En resu-
M a r í a
men, frente a la racionalidad y la seguridad, la incertidumbre asimilada que
ya se encuentra, de por sí, instalada en el sujeto”.7
Carlos Mendoza8 aborda la posmodernidad como la “crítica hacia todo el
sueño prometeico de la razón” y la relaciona directamente con el fracaso de
d e
la primera y la segunda ilustración, ambas presentadas como “reacción cul-
tural al universo teocéntrico de la cristiandad”. La primera ilustración, con
l o s
su gran salto hacia la autonomía de la razón, fue el antecedente de la “trans-
formación histórica de los sujetos individuales y colectivos” que se quiso dar
en la segunda, a través de la praxis de nuevos sujetos en la trama política y
Á n g e l e s
social. Ninguno de estos dos intentos logró “salvar a la humanidad, sino que
generaron más caos”, por lo que en el contexto actual se va imponiendo un
nuevo modelo epistemológico donde se empieza a recuperar el pensamiento
racional vinculado a la sensorialidad, donde el sujeto humano se ubica dentro
del cosmos, vinculado a él, mediado por una temporalidad efímera que va G a r r i g a
perdiendo gradualmente la memoria histórica. De acuerdo con James Alison,
este sujeto humano recupera la alteridad que se abre al “absolutamente otro”9
y se inserta en unas redes de interrelaciones más en clave de grupos referen-
tes que de comunidades de pertenencia e identidad.
G o n z á l e z
2003, 17-51.
9 J. ALISON, El retorno de Abel, Herder, Barcelona 1999, 220-225.
65
R e v i s t a I b e r o a m e r i c a n a d e T e o l o g í a
A partir de las reflexiones de Michel Maffesoli, Ángel Enrique Carretero nos
habla de la nueva manera de pensar el mundo en la posmodernidad: “la ra-
zón sensible” que implica la movilización de todas las capacidades del inte-
lecto humano ―no sólo de la capacidad de abstracción.10 Se trata de
aprehender el mundo a partir un nuevo paradigma estético que recoge su as-
pecto prolijo, lleno de imágenes y símbolos que expresan la realidad vivi-
da.11 Por otra parte, Maffesoli sostiene la importancia de los pequeños
grupos dentro de la cultura posmoderna. Estos se identifican entre sí a partir
de símbolos compartidos que van creando un imaginario colectivo que sirve de
o
66 E l p r i n c i p i o m i s e r i c o r d i a y l a
p a s t o r a l j u v e n i l e n l a p o s m o d e r n i d a d
Finalmente, teniendo en cuenta las inconsistencias de la propuesta filosófica
posmoderna,15 se considera posible formular una propuesta liberadora que,
manteniendo la crítica a la modernidad, “no renuncien a la crítica y a la búsque-
da racional de alternativas a la globalización neoliberal, desde la perspectiva de
sus víctimas”.16 Se trata de conciliar los rasgos posmodernos que abren las puer-
tas al diálogo, al consenso, a la relativización y la contingencia, sin dejar de lado
los objetivos de emancipación propuestos por la ilustración y atendiendo a la ne-
cesidad de responder a los nuevos tiempos.17 Este es el marco de referencia más
amplio de la propuesta pastoral que haremos más adelante.
M a r í a
en el continente lati
latinoamericano
En América Latina, la pastoral juvenil viene viviendo un auténtico proceso
de crecimiento y desarrollo, acompañado por la Sección de Juventud del
Consejo Episcopal Latinoamericano (SEJ-CELAM).
d e
Desde el punto de vista histórico, este proceso nace de los encuentros se-
gundo y tercero de los obispos latinoamericanos en Medellín y Puebla (1968
l o s
y 1979). El Documento de Medellín dedica un apartado a la juventud y, desde
una visión de los jóvenes como “manifestación de los signos de los tiempos”,
Á n g e l e s
recomienda el desarrollo de una pastoral de juventud con una pedagogía or-
gánica, basada en un conocimiento constantemente actualizado de la realidad
de la juventud del continente. Cabe destacar el deseo explícito que se expre-
sa con respecto a la participación de los jóvenes.
En el Documento de Puebla, los obispos latinoamericanos optan explícita-
mente por los jóvenes. Afirman que “los pobres y los jóvenes, constituyen, G a r r i g a
pues, la riqueza y la esperanza de la Iglesia en América Latina y su evan-
15 En primer lugar, no precisa el lugar desde donde realiza su crítica a la razón moder-
na e ilustrada: no hay un supuesto que sostenga la crítica ni la incipiente utopía pos-
G o n z á l e z
67
R e v i s t a I b e r o a m e r i c a n a d e T e o l o g í a
gelización es, por tanto, prioritaria”.18 Dedican un capítulo a la opción pre-
ferencial por los jóvenes, donde proponen criterios y opciones pastorales
que reflejan nuevamente el deseo y la decisión de acercarse a la realidad
juvenil y dar espacio, dentro de la iglesia, para que los propios jóvenes
sean los protagonistas de su evangelización y actores comprometidos en la
construcción del reino.19
En su propio proceso de sistematización, la pastoral juvenil en América La-
tina se comprende a sí misma como heredera y depositaria del caminar de
los jóvenes en la iglesia del continente. Recoge los aportes de las escuelas y
o
(1988), Quito, Ecuador (1989), San José, Costa Rica (1990), Zipaquirá, Colombia (1993),
Mogi das Cruzes, Brasil (1994), Aguadilla, Puerto Rico (1996), México D.F (1997), Bue-
nos Aires, Argentina, (2001), Quito, Ecuador (2003) y Panamá(2007). XV Encuentro La-
M a r í a
68 E l p r i n c i p i o m i s e r i c o r d i a y l a
p a s t o r a l j u v e n i l e n l a p o s m o d e r n i d a d
del Amor; una metodología para el trabajo grupal y una pedagogía para
acompañar los procesos de formación humana y cristiana de los jóvenes”.23
Aun con el paso de los años y los acelerados cambios que se van dando en el
contexto latinoamericano y global, esta propuesta sigue vigente dada su fun-
damentación teológica, pedagógica y metodológica, su flexibilidad operativa y
la renovación constante de los jóvenes líderes, los asesores y obispos que
acompañan los procesos en cada país, y desde la coordinación de la SEJ-CELAM.
En la preparación de la reciente Conferencia Episcopal Latinoamericana, cele-
brada en Aparecida, esta coordinación elaboró un manual de reflexión para los
grupos juveniles del continente en el que se reconoce que el desafío principal
sigue siendo “acompañar los procesos de formación integral que lleven a los
M a r í a
jóvenes a ser protagonistas en la sociedad hoy, a través de un proyecto de vida
fundado en el seguimiento de Jesús”.24 Este punto de partida es el que abre
siempre caminos de búsqueda, vivencia y sistematización de los procesos en
cada país y a nivel comunitario, regional y continental.
d e
Antonio Santillán analiza el modelo de la pastoral juvenil propuesto por el
CELAM y lo critica desde una visión epistemológica. Reconoce la marcada
l o s
orientación a la praxis que, si bien le ha facilitado la flexibilidad y movilidad
antes señalada, también le ha imposibilitado una conceptualización y des-
cripción más formales. Este carácter operativo y no conceptual hace difícil
Á n g e l e s
documentar el modelo en términos reflexivos, y lo priva de categorías preci-
sas que puedan ser utilizadas como criterios de valoración y clasificación.
Añade que se basa en referencias teológicas, antropológicas y metodológicas
de las más diversas fuentes. En especial, Santillán se refiere al aporte del pro-
fesor Ricardo Tonelli, quien explica que es posible analizar los diversos mo- G a r r i g a
delos de formación y/o acompañamiento pastoral con jóvenes a partir de un
criterio específico: la aceptación o el rechazo de los datos antropológicos en
la pastoral.25
Es este un criterio válido que, desde nuestro punto de vista, ayuda sobre to-
do a reconocer los fundamentos de muchos enfoques y proyectos nuevos
G o n z á l e z
23 Ibid., 80.
24 SEJ-CELAM,
"Manual de la pastoral juvenil", Bogotá, Colombia 2006. Ver:
http://www.pastoralhubenil.com/downloads/Manualdelapastoral
juvenil.pdf. Consultado el 2 de marzo de 2008.
25 A. SANTILLÁN, "Los modelos de pastoral juvenil: un mapa para acertar con el ase-
69
R e v i s t a I b e r o a m e r i c a n a d e T e o l o g í a
que se empiezan a distanciar del modelo de pastoral juvenil del que hemos
estado hablando, o que surgen al margen de éste y auspiciados por otras ins-
tancias eclesiales reconocidas. Aun dentro de los equipos de jóvenes anima-
dores y asesores de pastoral juvenil en el continente se van diluyendo las
opciones originales, y hoy es posible distinguir entre propuestas de acompa-
ñamiento de los jóvenes centradas en lo kerygmático (palabra de Dios) y
propuestas centradas en lo antropológico (experiencia humana).
En estos encuentros latinoamericanos de los responsables nacionales de pas-
toral juvenil a que nos hemos referido, se fue dando un proceso de sistema-
o
México. Pero el proceso no culminó con esta obra, que ha sido referencia pa-
ra innumerables experiencias de las comisiones de juventud de las diferentes
conferencias de obispos católicos de Latinoamérica. Más adelante se fueron
dando procesos de reflexión a partir de las realizaciones concretas en cada
país. Unas experiencias, surgidas a partir de la pastoral parroquial; otras, a
partir de movimientos eclesiales. No obstante, es importante destacar que el
G a r r i g a
70 E l p r i n c i p i o m i s e r i c o r d i a y l a
p a s t o r a l j u v e n i l e n l a p o s m o d e r n i d a d
“lenguaje antropológico en el que se encarnan el anuncio y la experiencia de fe
y el lenguaje real de los destinatarios concretos de tal anuncio”.27
Tendremos como referencia concreta una propuesta elaborada por el equipo
de pastoral juvenil de las CEBs de México, con el objetivo de animar un pro-
ceso de formación de comunidades juveniles centradas en la fraternidad.28 Es-
ta propuesta, que se autodenomina educativa, está orientada a la formación
de los jóvenes y ofrece una metodología inserta en el nuevo contexto socio-
cultural. Utiliza el método de formación experiencial, que es uno de los su-
geridos por la propuesta latinoamericana de pastoral juvenil.29 Sus objetivos
son transformar el grupo de jóvenes en una comunidad de amigos, promo-
ver el desarrollo personal de cada integrante, iniciar y/o consolidar una pro-
M a r í a
yección comunitaria y clarificar el sentido de su vida. A nivel pedagógico, hay
una opción por la vida comunitaria, la dimensión simbólica, el contexto co-
mo punto de partida, Jesús como modelo de relacionalidad, la formación
desde la experiencia, la multiculturalidad y la transformación social a partir
d e
del cambio de las estructuras.30 Finalmente, la pastoral juvenil de las CEBs
propone la fraternidad como eje vertebrador que fundamenta la propuesta
l o s
desde lo antropológico.
El fundamento teológico del principio misericordia de Jon Sobrino será nues-
tro aporte a ésta y otras propuestas similares. Nos ayudará a integrar lo
Á n g e l e s
humano y lo salvífico sin dicotomías engañosas, descubriendo a Jesús como
salvador y, al mismo tiempo, el compromiso vital de actualizar su obra libe-
radora. Todo esto desde las nuevas claves culturales posmodernas de los jó-
venes concretos con quienes contamos, a quienes conocemos y amamos.
G a r r i g a
3. El principio misericordia
El contexto posmoderno nos presentó realidades humanas cambiantes, nue-
vas perspectivas culturales, distintas maneras de situarnos ante la realidad.
Si bien todos estos cambios entran a veces en conflicto con las visiones y
G o n z á l e z
27 A. SANTILLÁN, o. c.
28 J. A. GONZÁLEZ CANDIA (coord.), "Formación de comunidades juveniles en clave de
fraternidad. Propuesta para los animadores", publicación de CEBs en colaboración con
Servicios a la Juventud, A.C., Comisión Ignaciana de pastoral juvenil y Fundación
Kolping, México s.f.
29 SEJ-CELAM, Civilización..., 303.
30 J. A. GONZÁLEZ CANDIA, o. c., 9-11.
71
R e v i s t a I b e r o a m e r i c a n a d e T e o l o g í a
modos de proceder que subsisten de etapas anteriores, también empiezan a
coexistir “pacíficamente”, ganando poco a poco terreno dentro de las nuevas
generaciones. Una pastoral juvenil, es decir, un proceso de acompañamiento
y construcción conjunta de la fe, de experiencia de seguimiento de Jesús y de
evangelización de nuestro mundo, protagonizado por el sector más joven de la
iglesia, no puede quedar lejos de estos procesos de cambio; menos aún pue-
de satanizarlos, ni pretender detenerlos o cambiarlos, en nombre de propues-
tas religiosas que responden a posturas culturales previas.
Sabemos que cualquier propuesta teológica está necesariamente enraizada
o
cultural. Más bien cada época suscita, junto con los cambios en todos los ór-
denes de lo humano, nuevas claves de interpretación que hacen presente el
núcleo central de la revelación dentro del nuevo orden que va naciendo, que
actualizan el proyecto de Dios para la humanidad en cada momento históri-
co, en cada situación concreta.
Nos referiremos al principio misericordia de Jon Sobrino como una de esas
G a r r i g a
creta, real y significativa de las estructuras humanas que son causa de la po-
breza, exclusión, marginación y muerte de las víctimas de nuestro mundo. Es
la misericordia que hace viable el proyecto del amor de Dios que libera, dig-
d e
nifica, construye, levanta y hace plena la vida de las personas y de los pue-
blos, según la más genuina tradición bíblica, evangélica y eclesial.
M a r í a
72 E l p r i n c i p i o m i s e r i c o r d i a y l a
p a s t o r a l j u v e n i l e n l a p o s m o d e r n i d a d
Este autor hace teología desde la situación histórico-social, política y cultural
de los pobres31 de Latinoamérica. Este principio forma parte importante del
conjunto de su cristología y se ubica dentro de ella como criterio fundamen-
tal, para verificar el caminar de la iglesia como “iglesia de Jesús”.32 Forma
parte de lo que Sobrino denomina ortopraxis: el proceso de configuración de
la vida de las comunidades cristianas pos-pascuales según las exigencias
propias del seguimiento del resucitado. Configurar la propia manera de vi-
vir según la de Jesús fue un proceso previo a la ortodoxia, es decir, a la expre-
sión formal de la fe.33 Desde esta perspectiva, la misericordia es ante todo
praxis, acción histórica comprometida que transforma la vida personal, co-
munitaria y social de las comunidades cristianas primitivas. Entonces, para
M a r í a
que la iglesia sea iglesia de Jesús, debe actuar desde la misericordia.34
El principio misericordia es
d e
permanece presente y activo a lo largo de él, le otorga una determinada
dirección y configura los diversos elementos dentro del proceso […] es el
l o s
principio fundamental de la actuación de Dios y de Jesús, y debe serlo de
la Iglesia.35
Á n g e l e s
Se trata entonces de una forma de amor, de la práctica del amor. La analo-
gía con el principio esperanza de Bloch pretende recuperar la misericordia
como praxis del amor que va más allá de los sentimientos compasivos, de
las obras de asistencia o caridad, del alivio de situaciones individuales sin
cambio de estructuras, del paternalismo que da soluciones desde arriba e G a r r i g a
inhibe la responsabilidad.
73
R e v i s t a I b e r o a m e r i c a n a d e T e o l o g í a
El amor misericordioso, según este autor, tiene su origen en Dios mismo que
escucha el clamor de su pueblo sufriente en Egipto y “baja” a liberarlo (Ex 3).
Dios reacciona ante el sufrimiento humano que entra hasta sus entrañas y lo
conmueve. De ahí surge la acción liberadora que no es puntual, sino que ini-
cia todo un proceso de acompañamiento, compromiso y “parcialidad” de
Dios para con el pueblo que sufre, las víctimas de la injusticia. La misericor-
dia está en el origen, el curso y la finalidad constante de este proceso descri-
to en todo el Antiguo Testamento. Es en este mismo proceso en el que Dios
se revela al pueblo y, a la vez, es ésta la exigencia central del compromiso a
o
puesta de un amor al prójimo cercano, sino que presenta una nueva mirada al
otro herido y vulnerable que mueve a compasión y a acción comprometida
hasta el final. Para Jesús el samaritano es la imagen del ser humano “más
humanizado”, que es quien, movido desde sus entrañas por el sufrimiento del
otro, reacciona al modo de Dios, el mismo modo que Jesús asumió en sus múl-
tiples encuentros con las víctimas de su contexto.37
Á n g e l e s
fe que nace de la vida y se expresa luego en las palabras. Para que esto se dé,
Sobrino insiste en la necesidad de una comunidad que deje el ensimisma-
miento estructural e institucional y se abra a la prioridad de salir al encuen-
d e
tro de las víctimas heridas de nuestro mundo; una iglesia que reaccione a los
clamores de los pobres y heridos de hoy, de nuestro momento histórico, de
M a r í a
36 Ibid.
37 Ibid.
74 E l p r i n c i p i o m i s e r i c o r d i a y l a
p a s t o r a l j u v e n i l e n l a p o s m o d e r n i d a d
nuestras realidades locales y globales; una iglesia que se comprometa en to-
do el proceso de la misericordia, desde la constatación, la denuncia y la ac-
ción comprometida, hasta la asunción de las consecuencias que tal proceso le
pueda acarrear.38
En resumen, el principio misericordia es motor y directriz tanto de Dios co-
mo de Jesús, y, en consecuencia, debe serlo de la iglesia. Es lo que mueve a la
praxis y lo que la fundamenta y sostiene, lo que le da dirección. Es el amor
hecho vida, que no se queda en disquisición intelectual, que no se adorna de
palabras bonitas, sino que se hace palabra desde la acción.39
M a r í a
de las comunidades ju
juveniles
En el contexto del “cambio de época” del que venimos hablando, hemos di-
cho que se van dando profundas transformaciones en la cosmovisión general
y en diversos aspectos que van conformando el modo de proceder de las nue-
d e
vas generaciones. El nuevo paradigma cultural exige también a la fe nuevas
interpretaciones que den sentido trascendente a las realidades humanas co-
l o s
tidianas. Se necesita reflexionar la vida desde la fe, para poder caminar
orientados dentro de la realidad de hoy.
Á n g e l e s
El principio misericordia, enunciado en el apartado anterior, es una clave
teológica que puede ayudarnos a ver, juzgar y actuar en esta realidad desde
la fe y el compromiso cristianos. Veamos algunos aspectos donde se dan va-
rios puntos de encuentro entre el nuevo perfil de juventud que se va dibu-
jando en la posmodernidad y las implicaciones del principio misericordia.
Estos puntos de encuentro pueden convertirse en oportunidades para la G a r r i g a
evangelización y el acompañamiento de los jóvenes en nuestras comunida-
des y fuera de ellas.
En el contexto posmoderno se da prioridad a la experiencia sobre la teoría,
dando un valor supremo a lo cotidiano. El principio misericordia pone de
manifiesto cómo, en la fe cristiana, la praxis concreta de las comunidades
G o n z á l e z
38Ibid.
39J. SOBRINO, Fuera de los pobres no hay salvación. Pequeños ensayos utópico-proféticos, Trot-
ta, Madrid 2007, 49.
75
R e v i s t a I b e r o a m e r i c a n a d e T e o l o g í a
expresa en palabras, es una oportunidad de conexión con el mundo juvenil,
buscando una toma de conciencia de su actuar cotidiano, de sus valores ya
presentes, de su fe que nace desde la vida. Ése es el punto de partida.
La posmodernidad trae consigo un nuevo modelo epistemológico que recu-
pera el pensamiento racional vinculado a la sensorialidad, la sensibilidad, el
imaginario, la capacidad simbólica. El principio misericordia presenta una
imagen de Dios desde la sensibilidad, las entrañas que se conmueven. No se
trata de un discurso racional sobre Dios, sino de realidades simbólicas o icónicas
que dibujan, describen, evocan un Dios que se define más por su forma de
o
desde sus sentimientos. Se trata de una valoración novedosa del sentir que
no es algo puntual o efímero que llega y pasa, sino el motor de una decisión
de acción comprometida que transforma y libera. Los jóvenes de hoy se
pueden identificar mejor con este Dios sensible y “sentimental”, manifestado
en Jesús de Nazaret.
La nueva cultura recupera al sujeto humano que se abre a la alteridad de los tú
G a r r i g a
das. El principio misericordia clama por una comunidad eclesial que se salga
de sus propias estructuras y se abra al encuentro de las víctimas de nuestro
M a r í a
76 E l p r i n c i p i o m i s e r i c o r d i a y l a
p a s t o r a l j u v e n i l e n l a p o s m o d e r n i d a d
lidades personales, familiares y sociales. El reconocimiento sensible de esa
realidad ha de comprometer a dicha comunidad en todo el proceso de la mi-
sericordia: la constatación, la denuncia y la acción comprometida, asumien-
do incluso las consecuencias que tal compromiso trae consigo.
Ya hemos dicho que estamos ante una nueva manera de pensar el mundo:
“la razón sensible”. Esta nueva racionalidad moviliza todas las capacidades
del intelecto humano, promoviendo una persona que integra su intelecto con
su sensibilidad, su pensamiento con sus sentimientos, su cerebro con su co-
razón. El principio misericordia se opone a la visión de Dios como ser abs-
tracto y absoluto, alejado de la realidad humana. Recupera la dimensión
afectiva del mismo Dios y la privilegia, dándole la categoría de principio rec-
M a r í a
tor de la acción, tanto del Dios de Israel como del Dios encarnado en Jesús de
Nazaret. No obstante, esto no implica que se retorne a concepciones de la
misericordia como sentimiento pasajero que mueve a obrar compasivamente
en actos puntuales de asistencia o caridad, o a procurar solamente el alivio
d e
de alguna situación individual. Ciertamente, han de estar presentes estos
sentimientos y se recuperan estas formas de actuar; la novedad está en que
l o s
se van integrando a un proceso personal y comunitario que profundiza en
esos sentimientos y acciones en dirección de una misericordia que sea el
principio rector del sentir y actuar conjugados en la persona.
Á n g e l e s
La posmodernidad busca superar los vacíos de una modernidad que no dio
los resultados de progreso y realización humanos que se esperaban o incluso
se prometieron. Una modernidad que, entre otras cosas, buscó afianzarse en
las estructuras ―tanto las conservadoras como las revolucionarias― y ha des-
embocado en una nueva época que, con cierta reticencia, empieza a construir G a r r i g a
estructuras sólidas y duraderas. No se habla ya de revoluciones o cambios es-
tructurales, sino de evoluciones y pequeñas transformaciones locales y a corto
plazo. No obstante, el principio misericordia anima a asumir el cambio sin re-
nunciar a buscar dentro de las nuevas realidades la realización de la propuesta
liberadora del evangelio. En medio de un mundo que no ha dejado de ser in-
justo y falto de equidad, un mundo lleno de víctimas que sufren los efectos de
G o n z á l e z
77
R e v i s t a I b e r o a m e r i c a n a d e T e o l o g í a
La propuesta global de la "Civilización del Amor" ―de la que hemos partido
como modelo sistematizado de la pastoral juvenil latinoamericana― puede
encontrar en el principio misericordia una clave teológica específica para
plantear una pedagogía orgánica; se basará en el conocimiento renovado y
constante de todos estos cambios acontecidos en el contexto juvenil del con-
tinente y del mundo. Su empeño de hacer que los jóvenes sean los protago-
nistas del proceso evangelizador de sus pares y a su vez los gestores de
nuevos procesos de construcción del reino hoy, puede ayudarse de estas
nuevas perspectivas culturales que el principio misericordia puede recupe-
o
gra armónicamente la visión de Dios con la visión del ser humano y con la
concepción de su misión en el mundo, de su sentido de vida. No se trata de
un fundamento dogmático indiscutible que se aplica desde el terreno de la fe
y que se ajusta a la praxis humana por medio de normas o imperativos. Es
más bien una relectura de Dios desde la humanidad de Jesús. Parte desde la
l o s
40 L. BOFF, Los sacramentos de la vida y la vida de los sacramentos, Sal Terrae, Santander 1975.
78 E l p r i n c i p i o m i s e r i c o r d i a y l a
p a s t o r a l j u v e n i l e n l a p o s m o d e r n i d a d
tropológico. Una propuesta pastoral basada en esta mirada integradora es, a
la vez, anuncio explícito de la salvación realizada en Jesús y proceso de fe
que, con sus luces y sombras, parte desde la realidad humana y las experien-
cias actuales de los jóvenes. No se rechaza lo antropológico en función de lo
kerygmático ni viceversa. Se propone un estilo de conocer y seguir a Jesús
que integre el anuncio y la experiencia específica de su señorío en nuestra
historia, pero sin que esto implique un alejamiento de las realidades concre-
tas verificadas en el hoy de esta historia.
En síntesis, el desafío principal de la pastoral juvenil —acompañar los proce-
sos de formación integral de los jóvenes de hoy— puede encontrar en el
principio misericordia un eje transversal que ilumine, apoye y enriquezca
M a r í a
sus fundamentos teológicos en estrecho vínculo con los planteamientos pe-
dagógicos y metodológicos que de aquí se derivan. Nuestro último apartado
tratará de aterrizar lo más posible en esos planteamientos que se orientan a
la praxis concreta de los grupos juveniles, basándonos en la experiencia de
d e
CEBs que ya hemos mencionado.
l o s
5. Aportes a una propuesta concreta
La propuesta de las CEBs para la formación de comunidades juveniles que
Á n g e l e s
presentamos anteriormente, no pretende ser una experiencia de formación
entendida como instrucción; antes bien, define la formación como el proceso
de “generar en personas y grupos nuevas actitudes de vida y capacidades
que les permitan ser, clarificar su proyecto de vida, vivir en comunidad e in-
tervenir en la sociedad”.41 En este último apartado, nuestro aporte se centra-
rá en el esbozo de criterios pedagógicos y metodológicos que enriquezcan G a r r i g a
esta propuesta —ya de por sí muy bien elaborada— desde la clave teológica
del principio misericordia de Jon Sobrino.
El fundamento teológico presentado por las CEBs para el trabajo con jóvenes
es la clave de la fraternidad, vista desde la experiencia humana de las rela-
ciones interpersonales. Se parte de una realidad antropológica contextuali-
zada en nuestro hoy: el joven, en medio del cambio cultural que hemos
G o n z á l e z
descrito, está amenazado por la soledad; las relaciones humanas se han dete-
riorado y predomina el materialismo sobre el encuentro profundo con el
otro. La fraternidad se entiende entonces como la puerta de entrada a la di-
79
R e v i s t a I b e r o a m e r i c a n a d e T e o l o g í a
mensión trascendente del ser humano, concretada en el símbolo evangélico
del encuentro de los discípulos de Emaús con Jesús resucitado (Lc 24, 13-35).
Se expresa en concreto su experiencia afectiva de sentir “arder el corazón”.
La juventud actual necesita experimentar esa hondura del encuentro con un
tú que les mueve las entrañas y les invita a dar nuevos pasos en la búsqueda
del sentido de la vida.
Nuestra propuesta, en este punto inicial del fundamento teológico, también
parte de los datos antropológicos y experienciales con que contamos a partir
de la juventud que transita de la modernidad a la posmodernidad. Vemos
o
se vuelve a encarnar, en las que los nuevos sujetos pueden tener la experien-
42 Ibid., 12.
80 E l p r i n c i p i o m i s e r i c o r d i a y l a
p a s t o r a l j u v e n i l e n l a p o s m o d e r n i d a d
cia de apertura a la palabra y la vida de Jesús que los mueva a seguir sus pa-
sos, su estilo de vida, su entrega por amor.
A nivel pedagógico, el plan de formación presentado por este grupo de ase-
sores y animadores juveniles de las CEBs presenta varios principios muy
acertados.43 Parte de la vida en comunidad como medio de apuesta por la
fraternidad, dentro de una sociedad que tiende al individualismo. Busca re-
cuperar la dimensión simbólica del ser humano como vía de acceso a la ra-
cionalidad, lo que es muy congruente con lo que anteriormente hemos
abordado sobre la posmodernidad y sus cambios epistemológicos. Busca que
se parta siempre del contexto inmediato, fuente primaria de interpretación
de la vida, evitando el recurso inicial al discurso que está ya descalificado.
M a r í a
Propone la participación comunitaria cotidiana como la clave para superar la in-
congruencia habitual presente en las instituciones en que se desarrolla la ma-
yoría de los jóvenes. Presenta a Jesús como modelo de relación fraterna que
puede ayudar a la construcción de la identidad de los chicos y chicas. Invita
d e
a que la experiencia propia y comunitaria sea el punto de partida de la for-
mación, favoreciendo la expresión personal y comunitaria para releer y
l o s
apropiarse de sus propios procesos humanos en su contexto. Destaca la mul-
ticulturalidad como dato previo de la realidad juvenil y como riqueza de la
que hay que partir para acompañar el proceso comunitario y social de los jó-
Á n g e l e s
venes. Finalmente, plantea una espiritualidad sensible, encarnada y com-
prometida —opuesta a otras enajenantes y efímeras— desde donde se busca
transformar las estructuras sociales y políticas, el ejercicio del poder y la pa-
sividad de la sociedad.
Sin desechar ninguno de los ejes pedagógicos anteriores, queremos aportar G a r r i g a
algunos elementos que, desde la clave teológica del principio misericordia,
podrían enriquecer la manera de abordar la formación de los jóvenes en
nuestro contexto. En primer lugar, planteamos la apuesta por la misericor-
dia. Hay que partir de una mirada misericordiosa hacia cada joven, hacia
cada grupo de ellos —hoy llamados “tribus”, en el ámbito urbano— y desde
ellos y con ellos, apostar por una mirada misericordiosa al resto de la sociedad.
G o n z á l e z
43 Ibid., 11.
81
R e v i s t a I b e r o a m e r i c a n a d e T e o l o g í a
Al partir del contexto grupal, hay que enfatizar en el descubrimiento de las
numerosas víctimas que nos rodean: víctimas de la exclusión que se manifies-
tan en los ámbitos de la economía, la cultura, el desarrollo humano en general.
La participación debe estar imbuida de una acción congruente con la realidad
de esas víctimas, que se traduzca en un “levantamiento” concreto de las mis-
mas hacia condiciones más humanas de realización de la vida cotidiana.
La presentación de Jesús como modelo no puede obviar su presencia en la
historia como ser humano sensible y comprometido con las realidades con-
cretas de exclusión y marginación de su tiempo. Su relación partió siempre
o
clave de fraternidad propone cuatro etapas con cuatro ejes. Las etapas son:
iniciación, desarrollo, participación y estilo de vida; los ejes son: comunidad
de amigos, crecimiento personal, proyección comunitaria y sentido de la vida.
Se plantea que su ejecución presupone la existencia de un grupo ya nucleado
en torno a una actividad específica. En cada etapa han de desarrollarse expe-
l o s
riencias diversas de formación en torno a los cuatro ejes que produzcan fru-
tos específicos en cada joven y en la comunidad juvenil como cuerpo. Estos
frutos se expresan en forma individual, como metas a medir en cada uno de
d e
44 Ibid., 10-17.
82 E l p r i n c i p i o m i s e r i c o r d i a y l a
p a s t o r a l j u v e n i l e n l a p o s m o d e r n i d a d
munitaria y social en dirección al compromiso cristiano con la vida y la tras-
formación de las estructuras injustas de nuestro mundo.
A este trabajo tan bien desarrollado sólo cabe aportar, desde nuestra pers-
pectiva del principio misericordia, algunos matices que enriquecen la matriz
de las etapas y los ejes que las atraviesan e integran.
En el eje de comunidad de amigos, se tendrían en cuenta frutos como la ca-
pacidad de descubrir las realidades de exclusión que se pueden dar dentro
del mismo grupo y la disposición y decisión de transformarlas en inclusión.
En el eje del crecimiento personal, se ubicaría la capacidad de contacto y
asunción de sus propios sentimientos ante el sufrimiento injusto de que son
víctimas quienes le rodean y el suyo propio, como parte de la sociedad. Des-
M a r í a
cubrir su capacidad de respuesta comprometida y de coherencia en una ac-
ción liberadora sería el fruto más alto al que se debe aspirar. En la
proyección comunitaria habría que medir no sólo el desarrollo de cada inte-
grante del grupo en la concepción, profundización, ejecución y hasta evalua-
d e
ción de sus acciones en servicio y promoción de los demás; es necesario
también que se construya un caminar grupal donde los pasos en común va-
l o s
yan teniendo efecto en cada uno y vayan conformando una fuerza transfor-
madora; ésta, fundada en el sujeto, no se completa sino en la comunidad. Se
requieren experiencias concretas, progresivas, evaluables, en las que se pue-
Á n g e l e s
da verificar el proceso de la misericordia desde su origen en las entrañas,
hasta sus resultados en el compromiso sostenido y coherente con la vida
digna y justa de las víctimas de nuestro mundo. Finalmente, el eje del senti-
do de la vida, más que ser una referencia explícita a la inspiración cristiana
del proceso de formación que se va llevando a cabo, es la expresión de la in- G a r r i g a
tegralidad del proceso que lleva a la construcción progresiva de un proyecto
de vida. En el nuevo contexto posmoderno, también se puede hablar de pro-
yecto, resignificando la palabra desde las claves de los sueños, deseos y bús-
quedas, desde los compromisos concretos que van construyendo, en cada
presente, un pasado que marca y un futuro que invita, desde los símbolos y
las experiencias cotidianas que sellan la vida y mueven a actuar y compro-
G o n z á l e z
meterse más allá de las fuerzas que se opongan y traten de disuadir el em-
peño de ser y hacer. En este sentido, más que un proyecto elaborado, se trata
de acoger y acompañar los pasos de cada etapa, las realizaciones y empeños
que sucesivamente se van dando, los aportes de cada miembro del grupo y
de todos como comunidad, en el deseo de vivir y ayudar a vivir a todos, es-
83
R e v i s t a I b e r o a m e r i c a n a d e T e o l o g í a
pecialmente a aquellos que son víctimas de una realidad injusta que nos
afecta y nos hace reaccionar al estilo de Jesús.
A pesar de que no especificaremos los temas concretos que proponen las
CEBs para sus grupos juveniles, cabe destacar que los temas propuestos en el
eje de proyección comunitaria en cada una de las tres etapas son muy aptos
para ser tratados desde la perspectiva de la misericordia evangélica desde la
clave teológica de Jon Sobrino.45 Nuestra propuesta, más que incluir temas
con el contenido concreto de la misericordia, se encamina a permear estas
temáticas —y otras que pudieran añadirse de acuerdo al contexto concreto
o
evangelizadores de los jóvenes son los propios jóvenes. Por eso el equipo de
las CEBs que elabora esta propuesta estuvo conformado no sólo por asesores
laicos y religiosos adultos, sino también por jóvenes animadores que se han
comprometido con el servicio a grupos y comunidades juveniles en sus luga-
res de origen. Ésta es una riqueza enorme que hay que cultivar y acrecentar.
l o s
45La Globalización, ¿Quién gobierna nuestro mundo? La violencia nos invade. Los medios
d e
84 E l p r i n c i p i o m i s e r i c o r d i a y l a
p a s t o r a l j u v e n i l e n l a p o s m o d e r n i d a d
Nadie mejor que un joven para acercarse a su contexto y su realidad, para
asumir y releer, desde las nuevas claves de la posmodernidad, las viejas y
renovadas claves del evangelio de Jesús. De los jóvenes para los jóvenes,
desde la Iglesia joven de Latinoamérica, siguen surgiendo los caminos de
búsqueda y transformación de la realidad en dirección al proyecto del reino
de Dios.
Conclusiones
La pastoral juvenil representa, en términos prácticos, el futuro de la iglesia de
Jesús. De cómo se camine con los jóvenes en los nuevos contextos, depende el
rumbo de las comunidades cristianas en los años por venir. No somos ajenos
M a r í a
al florecimiento de propuestas de evangelización y acción pastoral con jóvenes
que recuperan los rasgos que hemos trabajado del contexto posmoderno, pero
desde una perspectiva enajenante que desvincula la fe de la vida histórica con-
textualizada. El auge de estas propuestas, dentro y fuera de la iglesia católica
d e
oficial, obliga a reflexionar y buscar profundizar la fe centrada en Jesús de Na-
zaret y su proyecto del reino de Dios dentro del nuevo contexto. No podemos
l o s
quedarnos en la condena, la desaprobación o el descrédito de la nueva cultura,
sino buscar en ella “los signos de los tiempos” que hagan reverdecer la esperanza
Á n g e l e s
y actualizar la entrega generosa de Jesús.
Este trabajo es sólo un aporte que, más que dar soluciones, pretende inquie-
tar y motivar a la reflexión y el compartir en tres direcciones: 1) el nuevo
contexto cultural es también una oportunidad; el caminar de la iglesia lati-
noamericana sigue siendo una fuente de la que se puede sacar alimento para
el hoy, en que la formación y el acompañamiento de los jóvenes es una prio- G a r r i g a
ridad pastoral impostergable; 2) se precisan espacios eclesiales, dentro y fue-
ra de la estructura institucional, que promuevan la reflexión, el intercambio
de experiencias y la sistematización de las mismas; 3) es necesario debatir,
confrontar, complementar y construir juntos los fundamentos, las claves y
las propuestas de acción que hagan presente la buena noticia del evangelio
de Jesús en el mundo juvenil actual.
G o n z á l e z
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