Creyentes Endemoniados
Creyentes Endemoniados
Creyentes Endemoniados
La posible demonización de los creyentes es un aspecto polémico que data alrededor de los años
setenta, cuando se comenzó a hablar sobre este tema candente. Desde entonces, la controversia ha
sido grande y aún persiste.
A través de los años, el Espíritu Santo ha hecho resurgir conceptos bíblicos que por años estuvieron
olvidados. Uno de ellos fue el tema de la guerra espiritual contra las fuerzas del mal y uno de los
subtemas fue la demonización de los creyentes o si un cristiano verdadero puede estar
endemoniado.
En medio de este tema, la Iglesia a nivel general ha sido invadida por conceptos humanos, que de
una u otra manera empobrecieron la solidez escritural y el actuar sobrenatural del Espíritu Santo,
pero este es un tema para hablar en otra oportunidad.
Si recorremos el libro de Hechos y las Epístolas notaremos que los padres de la Iglesia Primitiva
comprendían que los creyentes endemoniados o demonizados ANTES de convertirse a Cristo, no
quedaban automáticamente liberados de los demonios que vivían dentro de ellos cuando el Espíritu
Santo entraba en sus vidas en el momento de la conversión.
Los apóstoles sabían que la liberación completa sería más bien un proceso que una crisis. Los
nuevos creyentes eran edificados en la verdad de Cristo para asegurarse de su plena liberación de
los espíritus malos antes de ser bautizados.
Muchos hoy a pesar de que este tema se viene tratando desde hace varios años, todavía se oponen
al ministerio de liberación dirigido a los creyentes. Ellos afirman que un cristiano no puede estar
habitado a la vez por un demonio y el Espíritu Santo, y que una vez que uno recibe a Cristo todo lo
malo sale automáticamente. Ellos dicen que lo que estos creyentes padecen se debe a la carnalidad
que tienen que aprender a dejar, y que Jesús ni los primeros creyentes echaron jamás demonios de
la vida de un creyente.
En este estudio no estaremos tratando esta controversia, ni de los versículos que ellos mencionan
para tirar por debajo la posibilidad de que un creyente necesite liberación, sino qué podemos hacer
con aquellos que son verdaderos creyentes y necesitan liberación en la Iglesia hoy.
Cuando analizamos los versículos que ellos mencionan uno puede ver el ideal de Dios, pero lo que
nos olvidamos de ver es la realidad de nuestro cristianismo actual, donde la mayoría de los que se
dicen cristianos o creyentes no viven de acuerdo a ese ideal divino.
Todos somos conscientes que los creyentes se pueden llenar de ira, rabia, lujuria, envidia, celos, y
que pueden mentir, robar y ser rudos con los demás. Vivimos inmersos dentro de esta realidad y es
necesario ministrar dentro de ese mundo real de fracaso cristiano, con la idea de ayudar a nuestros
maltrechos y pecaminosos hermanos para que se encaminen hacia el ideal, que es su herencia en
Cristo.
El problema que surge es: ¿Qué hacer cuando los demonios se manifiestan en estas vidas? ¿Acaso
vamos a dejarlos abandonados y sin ayuda por nuestros “conceptos teológicos” y dejar que el
maligno se los devore? ¿Acaso vamos a flagelarles y acusarles, y aún echarlos fuera de la iglesia,
para que vuelvan al mundo? ¿No parece este accionar una extraña manera de ministrar a los que
sufren?
Existe una realidad y es que hay creyentes verdaderos que por una causa u otra pueden estar
demonizados o endemoniados y eso va de un nivel leve hasta uno más grave. No estamos diciendo
que los cristianos fieles y firmes puedan estar endemoniados, lo que si queremos tratar en esta
enseñanza es que bajo ciertas circunstancias de pecado, algunos creyentes llegan a estar
demonizados. Ciertas áreas de sus vidas pueden quedar bajo la influencia directa de satanás, a
través de los demonios, que operan desde afuera y desde adentro de la vida del creyente.
Aquellos que rechazan la posible demonización de los cristianos afirman que el Espíritu Santo no
puede cohabitar en un mismo cuerpo con los demonios. Esta es una presuposición teológica, no una
certeza bíblica basada en la exégesis. No hay ni siquiera un versículo de la Biblia que afirme que el
Espíritu Santo no pueda morar en un cuerpo humano, o en algún área donde estén presentes los
demonios.
Este argumento se basa en un silogismo de la lógica. Los silogismos tienen una premisa mayor, que
se desprende luego en la premisa menor y luego se obtiene la conclusión, pero si alguna de las
premisas no es correcta, la conclusión será incorrecto también.
Entre los argumentos que se utilizan para decir que no es posible que un creyente pueda estar
endemoniado están:
Como ya dijimos, los padres de la Iglesia Primitiva reconocían que los verdaderos creyentes que
habían participado o participaban en la idolatría, ocultismo, el culto a los espíritus y la magia podían
hallarse demonizados incluso después de recibir a Cristo como Salvador.
1. El caso del Rey Saúl (1 Samuel 9-31). Era un creyente verdadero del Antiguo Testamento, que
fue lleno del Espíritu Santo en más de una ocación (ej: Capítulo 35), sin embargo tres veces un
espíritu malo entró en su vida, originando cambios dramáticos en su personalidad.
2. La nación rebelde de Israel. La historia nos dice que la mayoría se había entregado a una
adoración desenfrenada a los ídolos y espíritus y es muy posible que ellos estuvieran demonizados
cuando Dios los envió al cautiverio. Israel fusionó el culto a Baal con la adoración a Jehová (Oseas
2:13, 17), lo que originó un sincretismo que les condujo a desechar la ley de Dios. Israel de esta
manera quedó atrapada por el diablo, llegando a estar tan demonizada como los adoradores a Baal
(Oseas 9:1, 7; 10, 15-10:2 con 1 Corintios 19:19-22; 1 Timoteo 3:6-7; 2 Timoteo 2:26).
4. Luego está el caso de la hija de Abraham (Lucas 13:10-17; Juan 8:33-35; Gálatas 3:29). Esta
era una verdadera creyente judía (v.16), pero su enfermedad estaba causada por un espíritu malo
(v.11) del que Jesús la liberó (v.12).
¿Cómo se explica entonces la promesa de 1 Juan 5:18, según la cual el maligno no toca a los
creyentes?
La respuesta es que satanás no puede atacar al creyente para cortar la unión vital entre Cristo y el
creyente. Sin embargo, decir que el verbo “tocar” signifique que el diablo no pueda afligir a un
creyente es contradecir la Escritura. Si los creyentes dan lugar al diablo (Efesios 4:27), enseña el
Nuevo Testamento (1 Timoteo 3:6-7; 5:15; 2 Timoteo 2:26), el enemigo puede esclavizarlos e incluso
destruir su vida física (1 Corintios 5:5; 11:30-31; 1 Timoteo 1:20).
Las advertencias del Nuevo Testamento en cuanto a que los cristianos pueden llegar a estar atados o
controlados (en forma parcial) por satanás son muy claras. Pablo previene contra la potencial
demonización de obispos, ancianos y pastores (1 Timoteo 3:6-7); maestros de la Biblia, predicadores
y profetas (2 Corintios 11:3, 4 13-15; 1 Timoteo 1:19-20 con 2 Timoteo 2:14-26; 1 Timoteo 4:1 y
siguientes; 1 Juan 4:1-4). Está también el enigma de las diaconizas influenciadas por demonios (1
Timoteo 5:9-15) y el peligro de dirigentes cristianos con talento y de los hacedores de milagros
demonizados (1 Juan 4:1-4 con Mateo 7:13-29; 2 Tesalonicenses 2:1-17; Apocalipsis 13). En
Santiago 3:9-15 se habla de creyentes demonizados resentidos, envidiosos, egoístas, ambiciosos,
altivos, mentirosos y maldicientes. También se nos previene contra las posibilidades de que los
cristianos reciban otro espíritu (2 Corintios 11:3-4).
Por último tenemos advertencia acerca de que los creyentes pueden entregar un área de sus vidas a
la ocupación de satanás a conciencia o por descuido (Etesios 4:27): “Ni deis lugar al diablo”. La
palabra “lugar” en el griego es “topos”, de donde deriva la palabra “topografía” y se utilizaba para
mencionar una región o localidad, de un lugar que ocupa alguien o algo. Indica un área de ocupación.
1. Dichos cristianos quedaron bajo la influencia de los demonios antes de su conversión y que no
todos los espíritus inmundos abandonan de inmediato el cuerpo de los inconversos demonizados
cuando se entregan a Cristo;
Casi la totalidad de los creyentes afligidos por demonios pelean en cuatro áreas primarias de pecado:
2. Ira, amargura, odio, rabia y rebelión muy arraigadas, que a menudo dan como resultado impulsos
destructivos, autodestructivos o ambos.
4. Una extraña atención por el ocultismo y el mundo de los espíritus, con frecuencia, pero no siempre
acompañada de un deseo de poder ilícito sobre las circunstancias o las demás personas.
Es bueno decir que si confesamos nuestros pecados y renunciamos a todo lo oculto la sangre de
Cristo nos limpia. Como alguien dijo: El único pecado que Dios no perdona es el que no lo hemos
confesado. (1 Juan 1:9).
Como creyentes no debemos vivir bajo temor sino seguros en Dios, mientras caminemos en
obediencia y tengamos todos nuestros pecados confesados y nos hayamos arrepentido y cambiado
de actitud.
¡Vivamos cada día con esta gloriosa certeza y sin temores, porque ante cada intento del enemigo de
atacarnos y molestarnos, el Señor tiene mayores y poderosos recursos superiores para anularlos y
cancelarlos! ¡Aleluya!
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