Dialnet LaApologiaDeCapmany 5086502

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 10

Revista de Estudios Taurinos

N° 3, Sevilla, 1995, págs. 143- 152

LA APOLOGÍA DE CAPMANY

Carlos Martínez Shaw


Fundación sfe Estudios Taurinos

INTRODUCCIÓN

a Apología de las fiestas públicas de toros es un


opúsculo escrito por el famoso ilustrado catalán
Antonio de Capmany y publicado póstumamente
en Madrid en la imprenta de don Francisco de la
Parte en el año 1815. El ejemplar conservado en la Real
Academia de la Historia está incluido en un pequeño volu-
men en cuarto, cuyo título reza así: Fallecimiento de don
Antonio de Campmany y Montpalau publicado en Londres
en el año 1814. Dálo a la luz en esta corte un amigo suyo.
Se trata por tanto de una pequeña recopilación de carácter
necrológico que sin duda los amigos del escritor editaron
primero en Londres -circunstancia nada sorprendente dada
la situación del país en aquellos momentos- y que incorpo-
ra, junto a la Apología, algunos documentos más, como son,
entre otros, un epitafio, una pequeña biografía y un inventa-
rio de sus escritos.
La aparición póstuma del texto debe significar que
fue una de las últimas composiciones de su autor. Esta pre-
sunción se fortalece por la alusión al ilustrado catalán como
autor de Centinela contra franceses , una obra que apareció
144 Carlos Martínez Shaw

en el contexto de la guerra contra Napoleón e~tre los años


1808 y 1809, aunque el dato no es conclusivo, ya que pudo
mediar un plazo de tiempo entre la redacción y Ja publica-
ción de la Apología. Más precisión se obtiene de las fechas
suministradas por el propio escrito, que parecen situarlo en
torno a 181 O, puesto que ya se había retirado Pedro Romero
(1799), había ocurrido la muerte de Pepe Hillo (1801) y se
había decretado una prohibición general de las corridas que
duraba ya cinco años según reza la posdata y que debe ser la
firmada por el conde de Montarco el 10 de febrero de 1805.
Finalmente, hay que darle también su importancia al hecho
de que el opúsculo refleje el giro casticista del pensamiento
de Capmany a partir del instante en que Ja Revolución
Francesa apareció como una amenaza a los sueños de
muchos intelectuales de su generación de llevar a cabo una
modernización paulatina y pacífica del país dentro de los
moldes de lo que se ha llamado el despotismo o absolutismo
ilustrado, tal como se pone de relieve en otra de las obras
más representativas de este periodo, su Carta a Godoy, de
1805, donde el escritor prefiere «esta que llaman fiereza
española, que nos puede hacer temibles, a la molicie y frivo-
lidad del día». Es conclusión, mientras no se disponga de
nuevos testimonios Ja fecha de 181 O parece la más probable
para la redacción de la Apología.
Si Ja datación de la obra presenta alguna incertidum-
bre, su autor, por contrario, es un personaje bien conocido.
Antonio de Capmany y Montpalau había nacido en
Barcelona, pero, como tantos otros intelectuales españoles,
había abandonado su tierra natal para pasar al servicio de la
Monarquía en otras latitudes. Así, los años centrales de su
La Apología de Capmany 145

vida se repartieron entre Andalucía, donde fue colaborador de


Pablo de Olavide en el programa de fundación de la Nuevas
Poblaciones de Sierra Morena y del camino de Sevilla, y
donde se casó con una dama de Utrera, doña Gertrudis de
Polaina, y Madrid, donde llegó a ser secretario. de la Real
Academia de la Historia en 1790. Estrechamente vinculado al
proyecto de renovación económico que se desarrollaba en
Cataluña, escribió por encargo expreso de la barcelonesa
Junta de Comercio su obra capital, las célebres Memorias his-
tóricas sobre la Marina, Comerció y Artes de la antigua ciu-
dad de Barcelona, publicadas entre 1779 y 1792. Finalmente,
la. invasión de España por las tropas napoleónicas le llevó a
militar en las filas del partido patriota, siendo designado dipu-
tado por Cataluña a las Cortes de Cádiz, ciudad donde mori-
ría a consecuencia de la peste en el año 1813.
En definitiva, en este contexto, y aunque Capmany
manifestara a lo largo de toda su vida la viva simpatía por los
toros del buen aficionado, la Apología, que recoge algunas
opiniones constantes del autor, como su admiración por
Pedro Romero, torero al que sin duda juzgaba digno de una
oda de Pindaro, es, sobre todo, un escrito representativo del
taurinismo característico del momento de la quiebra de los
ideales de la Ilustración l _

1 Para más información, cf. mi artículo "Capmany y su defensa de Ja


fiesta de toros" en Taurología, nº 6, primavera 1991, págs. 91-96. También quie-
ro aprovechar la ocasión para avanzar en la identificación de la carta manuscrita
publicada recientemente en esta misma revista por Graciela Fdez. de Bobadilla
Coloma "Una carta inédita dirigida al maestro de Ronda, Pedro Romero" en
Revista de Estudios Taurinos, nº 2, 1995, págs. 135-146.
146 Carlos Martínez Shaw

Primero no es posible sustraerse a la tentación de atribuir inicialmente


la carta - firmada por El Apologista- a Antonio de Capmany, ya que en un
momento de la misma su autor declara haber escrito una Apología de la fiestas
de toros, que no parece pueda ser otra sino la que ahora se edita en este número.
A favor de esta atribución concurren la propia dedicatoria a Pedro Romero, por
quien el ilustrado catalán sentía la más profunda admiración -expresada asimis-
mo en la Apología-, así como el tono y el estilo de la epístola, donde no faltan la
crítica a otros escritores o la condena indirecta de lo «afeminado y cobarde», tan
características ambas de la actitud del autor en la última etapa de su vida.
Segundo, la obra que el autor dedica es precisamente la Apología, pues
lo que ofrece es «el presente de mi corta tarea», y no el panfleto Pan y Toros, que
con toda seguridad aparece cosido a la carta por una mano que tuvo en cuenta la
aparente similitud temática y la plausible proximidad cronológica (la Apología
sería escrita en torno a 181 O, como hemos tratado de demostrar, mientras Pan y
Toros se publicaría en 1812 e n Madrid y Cádiz).
Tercero, dos puntos concretos de la carta, sin embargo, impiden alcan-
zar certidumbre. Por una parte, la dedicatoria a Pedro Romero lo presenta como
«primera espada de la Plaza de Madrid», fórmula que, aunque no es un título ofi-
cial, sino una expresión de alabanza, parece indicar que el torero todavía se
encuentra en activo -y sólo lo estuvo hasta 1799- e incluso que se halla vincula-
do particularmente al coso madrileño - como lo estuvo entre 1790 y 1799-;
impresión que se refuerza con las frases finales en que se invita al diestro de
Ronda a recorrer con los ojos «el espacioso anfiteatro». Por otra parte, la referen-
cia a Francisco Romero nos dice que el fundador de la dinastía rondeña fue
asombro de España «a principios de este siglo», que en este caso no puede ser
sino el siglo XVIII.
En conclusión, con los datos con que contamos y sin otros elementos
de análisis, por el momento fuera de nuestro alcance, las dudas sobre la atribu-
ción siguen persistiendo. Sólo caben, no obstante, dos hipótesis. Si la Apología
es la escrita por Capmany debió existir una primera versión redactada al menos
once años antes de la definitiva. En caso contrario, nos hallaríamos ante otra
Apología de otro autor escrita en la última década del siglo XVIII.
La Apología de Capmany 147

GRACIANO DÍAZ ARQUER

APOLOGÍA
DE LAS FIESTAS PÚBLICAS DE TOROS:
ESC!l tTA

1'08. EL AUTOR DI! LA CENT!Nl!LA CONTRA FllANCl!S1il.

DON ANTONIO CAPMANT.

Como de poco tiempo acá se ha hecho moda entre nues-


tros jóvenes enfarinados de bellas letras y piezas llorosas mor-
murar de todos nuestros usos y costumbres , que ellos tachan
·rle rústicas y groseras porque no están amoldadas á la nove-
lerla y capricho de los estilos y gustos advenedizos, no podian
..,ximirse de sus ~ensuras y desprecio las corridas de· toms, no
~•e!Jdo diversion introducida por induHria exaangera, sino
mu~ rancia y antiquísima ene re nosotros. ¿Y como no habían
·de declamar contra esta fiesta nacional aquellos mismos patri·
cios que, por darse el tÍtulo de filósofos modernos , hacen asco
.á todas nuestras cosas? ¿Habían de perder esta ocasion, en la
.que pueden lucir su.filantropía acabada de recoger de las re-
cienres lecturas smtimmtalu, sin haber abierto jamas un libro
<asrellano, ignorando el suelo que· pisan, y el idioma que cba-
1'urrean < ¡Levitas pelones! ¡Sacos, y no de penitencia! ¡Len·
.guaraces sin lengua! ¡Filósofos sin sabiduría! ¡Adoradores del
sol quando envia sus rayos escasos á otras regiones, y que no
alzais la vista para darle gracias quando alumbra , alegra y d-
vifica nuestro horizonte español!
Vociferan en tertulias y visitas para hacerse mas especta-
bles, que no es propio de naciones cultas semejante fiesta. ¿Y
q uien JO .dice? Los mismos que , presumiendo de eruditos, se
r eban con fnlicion de antiquario en las descripciones de los jue-
.gos del Gir.c.Q J del Anfiteatro, y de todas las luchas sangrien-
(Núm . .5:?9

Fig. nº 32.- Capmany, Antonio: Apología de las fiestas públicas de Toros escrita
por el autor de 'La Centinela contra Franceses', Madrid, lmpta. de D. Francisco
de la Parte, 1815.
148 Carlos Martínez S haw

APOLOGÍA DE LAS FIESTAS PÚBLICAS DE TOROS:

ESCRITA POR EL AUTOR DE LA CENTINELA


CONTRA FRANCESES, DON ANTONIO CAPMANY 2

Como de poco tiempo acá se ha hecho moda entre


nuestros jóvenes enfarinados de bellas letras y piezas llorosas
mormurar de todos nuestros usos y costumbres, que ellos
tachan de rústicas y groseras porque no están amoldadas á la
novelería y capricho de los estilos y gustos advenedizos, no
podian eximirse de sus censuras y desprecio las corridas de
toros, no siendo diversion introducida por industria extrange-
ra, sino muy rancia y antiquísima entre nosotros. ¿Y como no
habian de declamar contra esta fiesta nacional aquellos mis-
mos patricios que, por darse el título de filósofos modernos,
hacen asco á todas nuestras cosas? ¿Habian de perder esta
ocasión, en la que pueden lucir su filantropía acabada de
recoger de las recientes lecturas sentimentales, sin haber
abierto jamas un libro castellano, ignorando el suelo que
. pisan, y el idioma que chapurrean? ¡Levitas pelones! ¡Sacos,
y no de penitencia! ¡Lenguaraces sin lengua! ¡Filósofos sin
sabiduría! ¡Adoradores del sol quando envia sus rayos esca-

2 Capmany, Antonio: Apología de las fiestas públicas de Toros escrita


por el autor de 'La Centinela contra Franceses', Madrid, Impta. de D. Francisco
de la Parte, 1815, 4 págs. en 4º, incluido en Fallecimiento de don Anton io de
Campmany y Montpalau publicado en Londres en el año de 18 14. Dálo a la luz
en esta corte un amigo suyo.
La Apología de Ctipmany 149

sos á otras regiones, y que no alzais la vista para darle gracias


quando alumbra, alegra y vivifica nuestro horizonte español!
Vociferan en tertulias y visitas para hacerse mas
espectables, que no es propio de naciones cultas semejante
fiesta. ¿Y quien lo dice? Los mismos que, presumiendo de
eruditos, se ceban con fruicion de antiquario en las descrip-
ciones de los juegos del Circo y del Anfiteatro, y de todas las
luchas sangrientas de los urbanos é ilustrados. romanos; l0s
que leen con arrebato poético las relaciones de los juegos
Olímpicos de los sabios y elegantes griegos, en donde siem-
pre corrían riesgo de perder la vida, no miserables toreros,
sino príncipes y héroes. Pues naciones cultas eran aquellas,
y por modelos de cultura las veneran nuestros filosofadores
y humanos humanistas del dia.
Que los extrangeros censurasen esta diversion espa-
ñola se les podia disculpar de algun modo; mas no á nuestros
intrusos jueces del buen gusto, seguidores ciegos de costum-
bres forasteras, sean frívolas ó ridículas, por no perder la
pinta de literatos de la reciente cria. No consideran estos
señoritos que los mismos extrangeros que mormuran de este
espectáculo, no pueden resistirse á verle quando se hallan en
España, por mas que digan con aspaviento trágico la nature
souffre: bieri que ya se ha notado que mas lo dicen por la
impresion que les hace la vista de las heridas y muerte de los
caballos, que ellos llaman inocentes, que la del toro, que no
es ménos inocente. Pero ¿por ventura se obliga á los concu-
rrentes á que miren un caballo despanzurrado? ¿No es dueño
el que se estomague de volver la vista po~ un rato á cien obje-
tos agradables que ofrece la plaza, ó de levantar los ojos al
cielo, ó de estarse mirando las uñas?
150 Carlos Martínez Shaw

Escriben algunos extrangeros que es fiesta bárbara, y


esto mas por relacion ó por lucir este lugar comun del desa-
hogo filosófico, que por conocimiento de la naturaleza del
espectáculo: al mismo tiempo que ellos ven volar, y tambien
perniquebrarse ó abrasarse sus argonautas aerostáticos, desnu-
carse sus saltinbanquis y volatineros colgados de un alambre
por un dedo del pie, ó haciendo castillos de muchachos como
de naypes, cuya vista acongoja el corazon del espectador.
Cada nacion tiene sus diversiones adaptadas al clima,
á las costumbres del pueblo, y al género de las producciones
naturales del pais. Los ingleses corren caballos desbocados:
los septentrionales corren patines sobre el yelo: los napolita-
nos asaltan cucañas: en otras ciudades celebran naumaquias;
funciones públicas 1.lenas de peligros, y siempre señaladas
con algun fin desastrado.
El pueblo español merecería el nombre de bárbaro si
baxase á la arena á arrostrará las fieras: este arrojo lo reser-
va á ciertos hombres que lo abrazan como profesion. Los
españoles son aficionados á este espectáculo, no porque no
conozcan los riesgos á que se exponen los lidiadores, sino
porque estan acostumbrados á verlos vencer, y aun burlarse
de ellos: pues la inquietud y zozobra del espectador descan-
san en la destreza, convertida en arte, de estos lidiadores de
oficio. Si cada corrida ofreciera heridas ó muertes de toreros,
el público no concurriria ni pagando ni pagado.
Del desastre de Pepe Hillo en la corrida del 11 de
Mayo de 1801, y de algun otro que suceda, se infiere que un
lidiador de toros puede morir. ¿Quien lo ha de negar? Pero el
público no va á verle morir, sino á ver como no muere. A esto
había ido por espacio de 25 años, y lo había logrado; pero su
La Apología de Caplnany 151

ciega y tenaz vanidad hallándose enfermo y estropeado quiso


darnos á todos una mala tarde. A lo mismo habia concurrido
otros tantos años, esto es, á ver como no moría el insigne
Pedro Romero, y á todos supo dar esta satisfaccion, tomán-
dose él mismo los inválidos ántes que lo fuesen sus miem-
bros, para morir en su cama y en su casa. Me parece que 25
ó 30 años continuos de este terrible exercicio bastan y sobran
para calificar el mérito de un torero, y hacerle acreedor al
aplauso público: un dia de victoria en los juegos de la Grecia
valia al atleta una estátua, y una oda de Píndaro. Romero y
Hillo en este transcurso de tiempo habrán estoqueado en
varias plazas de España tres mil toros cada uno. El dia 11 de
Mayo del referido año vivian los dos: luego no es tan cierta,
aunque es proxlma la muerte, como se le figura al extrange-
ro que no presencia estos actos, ni tiene experiencia de este
género de lid. Armado de esta confianza concurre el público
á la plaza, y si en vez de salir toreros de oficio se presenta-
ran hombres inexpertos, ó reos conducidos á luchar con fie-
ras, no asistiría á presenciar Ja muerte entónces infalible de
aquellas víctimas. Lo que atrae principalmente á los especta-
dores es el bullicio del concurso, el holgorio de la gente, y la
grandeza del espectáculo, que ciertamente lo es, pues fuera
de los de la antigüedad no hay en los tiempos y pueblos
modernos una reunion mas vistosa, mas alegre y popular,
que se puede llamar nacional, donde se respira el ayre libre
debaxo de la gran bóveda del cielo.
Los que no gustan de esta diversion, que no vayan á
ella, ó que nos proporcionen otra que la supla, consultando
el gusto de los contribuyentes. Dexemos á lo ménos alguna
cosa de nuestra cosecha, ya que la moda, que nos desnuda
152 Carlos Ma rtínez S haw

quando nos viste, nos va quitando quanto ántes llamabamos


nuestro: nuestra música, nuestro bayle y nuestro teatro estan
amenazados de un destierro: el trage no parece, y el lengua-
ge pronto desaparecerá. Quede por memoria de que hay en
España este monumento de barbarie, como lo quieren lla-
mar: su vista á lo ménos no afemina los hombres; su pro-
ducto no sale del ·rey no; su aparato es manufactura nuestra:
el criador vende sus toros; y los caballos de desecho ó mata-
lones tienen algun valor ántes de ir á una tahona ó al mula-
dar.- Dixi.
P. D. A pesar de lo dicho, no respondo del buen éxito
de las primeras corridas, pues en el intervalo de cinco años
que ha dun1do su prohibicion, ha cesado el exercicio en los
profesores de pie y de acaballo: los unos han muerto, otros
se han jubilado, y otros han tenido que tomar otros destinos.
Retirados los maestros, no se han podido formar discípulos:
ha quedado la aficion, es verdad, pero ha faltado la práctica:
y esta no se adquiere en libros, consejos y teorías, sino en las
continuas lides del arte y de la experiencia.

CON LICENCIA EN MADRID


EN LA IMPRENTA DE D. FRANCISCO DE LA PARTE. 1815.

También podría gustarte