Gaudium Et Spes (La Cultura)
Gaudium Et Spes (La Cultura)
Gaudium Et Spes (La Cultura)
cultura
Diapositiva 1 - Introducción
Como llevamos haciendo durante todo el curso, hoy volvemos a tratar la constitución pastoral
Gaudium et Spes, que reflexiona sobre la relación entre la Iglesia y el mundo contemporáneo.
En particular, dedicamos esta sesión al capítulo llamado “El sano fomento del progreso
cultural”, que aborda la necesidad de una integración entre la riqueza cultural humana y el
mensaje cristiano, resaltando cómo la fe ilumina y enriquece la cultura. Para ilustrar lo que nos
ha llegado al preparar este capítulo y poder transmitirlo, hemos elegido esta icónica imagen de
"La Creación de Adán" de Miguel Ángel, simbolizando la idea de un encuentro renovador: Así
como la mano de Dios se extiende para infundir vida a Adán, así la Iglesia busca tender
puentes hacia la cultura moderna, promoviendo un renacimiento que amplíe nuestros
horizontes y nos permita ver el mundo bajo una nueva luz. Y como se busca en este capítulo de
GS, nosotras también queremos que esta sesión sea un diálogo entre la fe y la cultura
contemporánea, compartiendo tanto lo leído como lo que ello ha suscitado en cada uno de
nosotros.
Este concepto resuena en el punto 53 de la Gaudium et Spes, donde se clarifica que la cultura
comprende todos los medios que permiten al ser humano afinar y desarrollar sus cualidades
tanto espirituales como corporales. Por tanto, la cultura no solo humaniza la vida social, sino
que también facilita el avance de la humanidad.
Tras habernos acercado al concepto de cultura, compartimos dos frases de dos grandes papas
que que reflejan la importancia y el impacto que tiene la cultura en la vida humana.
Dijo Juan Pablo II que «El hombre, a través de la cultura, se distingue y se diferencia de todo lo
demás que existe en el mundo visible».
Esta idea nos sugiere que la cultura no solo es un conjunto de prácticas y expresiones, sino
también una parte integral de lo que significa ser humano, que moldea nuestra identidad y
nuestra forma de interactuar con el mundo que nos rodea.
Esta frase la hemos querido compartir para interpelar la responsabilidad de todos quienes
participamos en la creación cultural. Es una llamada a reconocer la influencia positiva que la
cultura puede tener en la humanidad, condicionando en las emociones, las aspiraciones y las
perspectivas de las personas y, por tanto, de la sociedad en su conjunto.
Podríamos decir por tanto que, siendo herederos de una cultura, recibimos un don y un gran
deber.
Pero a la vez el Concilio advierte sobre los avances científicos y técnicos, cuando el método de
investigación usado por estas disciplinas se considera, sin razón, como la regla suprema para
hallar toda la verdad. Es más, se corre el peligro de que el hombre, confiando demasiado en los
inventos actuales, «crea que se basta a sí mismo y deje de buscar ya cosas más altas».
En esta búsqueda del progreso cultural a la luz de la fe, es inevitable que nos encontremos con
retos en la comunicación entre la Iglesia y la sociedad, muchas veces acerca de valores
fundamentales. Dice el padre Sorge: “La Iglesia y la cultura moderna utilizan conceptos que, en
apariencia, son idénticos, pero en realidad son profundamente distintos”
Por ejemplo, ambas hablan del hombre y lo ponen como centro de su discurso sobre el mundo
y sobre la historia. Pero la Iglesia considera al hombre como un ser personal, orientado hacia
Dios y hacia un fin transcendente; en cambio, la cultura moderna hace del hombre alguien
absoluto, dueño de sí mismo y del mundo, que crea y que transforma el universo con sus
manos, que es conforme a sí mismo, sin necesidad de un legislador divino.
A este respecto el Concilio habla de una “nueva época de la historia humana”. Una nueva
cultura que supone un terreno fértil para una nueva evangelización.
Y para que la Iglesia pueda ser inspiración de cultura, el cristiano tiene que cooperar con todos
los que se esfuerzan para promoverla. La fe es por ella misma, una comunidad que vive en una
cultura, que nosotros llamamos “pueblo de Dios”. Ya no existe una fe sin cultura ni una cultura
sin fe. Este vínculo auténtico podemos encontrarlo en la suma teológica de santo Tomás de
Aquino, la Divina Comedia, la catedral de Chartres, la capilla Sixtina, etc… La síntesis entre fe
cristiana y expresión humana se realiza diariamente en la vida y el trabajo de todos los
bautizados, en esa obra de arte oculta que es la historia de cada uno con el Dios vivo y con los
hermanos, en la alegría y el empeño de seguir a Jesucristo en la cotidianeidad de la existencia.
Ya desde el principio, Dios, revelándose al mundo, habló según el tipo de cultura propio de las
distintas épocas históricas. Y a la vez la Iglesia ha empleado los hallazgos de las diversas
culturas para difundir y explicar el mensaje de Cristo en su predicación a todas las gentes. El
Concilio habla de «comunión» con las culturas, que enriquece por un lado la Iglesia y por el
otro las mismas culturas.
Nos damos cuenta, por tanto, de la responsabilidad del ser humano y especialmente la nuestra
como cristianos en orden al progreso de la cultura. Pero al encontrarnos con esta realidad y en
un contexto tan variable, nos damos cuenta de que tenemos delante muchas contradicciones
para resolver. Por ejemplo, ¿Cómo se puede favorecer a la nueva cultura sin afectar a la
tradición? ¿Cómo la dispersión tan rápida de las disciplinas científicas puede armonizarse con
la necesidad de conservar en los hombres las facultades de la contemplación y de la
admiración, que llevan a la sabiduría? Y sobre todo, ¿cómo permitir que todos tengan acceso a
la cultura, que cada día es más inaccesible y compleja? ¿Cómo reconocer la autonomía de la
cultura sin llegar a un humanismo meramente terrestre o incluso contrario a la misma
religión?
De nuevo viene el ya tan mencionado diálogo entre cultura y fe. El papa Juan Pablo II nos invita
a una conversión del corazón. Para dialogar hace falta que la Iglesia se ponga no sólo en la
actitud de los que dan sino también de los que escuchan y reciben con humildad de los
distintos elementos de verdad que se encuentran también fuera de la Iglesia católica. Un
diálogo constructivo entre fe y cultura debe transformarse en un camino para la
evangelización
Diapositiva 9 – La respuesta: diálogo y formación
De nuevo queremos compartir dos frases que reflejan el profundo llamado de la Iglesia a la
colaboración activa y la responsabilidad de los cristianos en diferentes ámbitos de la sociedad.