Para Una Pastoral de La Cultura
Para Una Pastoral de La Cultura
Para Una Pastoral de La Cultura
Coatepec, harinas
INDICE
Introduccin:
evangelizacin
Nuevas
situaciones
culturales,
nuevos
campos
de
INTRODUCCIN
Nuevas situaciones culturales, nuevos campos de evangelizacin
1. El proceso de encuentro y confrontacin con las culturas es una experiencia
que la Iglesia ha vivido desde los comienzos de la predicacin del Evangelio (Fides
et Ratio, n. 70), pues es propio de la persona humana el no acceder a su plena y
verdadera humanidad sino a travs de la cultura (Gaudium et spes, n. 53). As, la
Buena Nueva que es el Evangelio de Cristo para todo hombre y todo el hombre, al
mismo tiempo hijo y padre de la cultura a la que pertenece (Fides et Ratio, n. 71),
le llega a ste en su propia cultura, que impregna su manera de vivir la fe y que a su
vez es modelada por sta. Hoy, a medida que el Evangelio entra en contacto con
reas culturales que han permanecido hasta ahora fuera del mbito de irradiacin
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pioneros, como san Justino o san Clemente de Alejandra, Orgenes y los Padres
Capadocios. Este encuentro fecundo del Evangelio con las filosofas hasta nuestros
das, ha sido evocado por Juan Pablo II en su encclica Fides et Ratio (cf. n. 36-48).
El encuentro de la fe con las diversas culturas de hecho ha dado vida a una
realidad nueva (ibid. n. 70), crea as una cultura original en los contextos ms
diversos.
La evangelizacin y la inculturacin
4. La evangelizacin propiamente dicha consiste en el anuncio explcito del
misterio de salvacin de Cristo y de su mensaje, pues Dios quiere que todos los
hombres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad (1 Tm 2, 4). Es, pues,
necesario que todos se conviertan a l, una vez conocido por la predicacin del
Evangelio, y a l y a la Iglesia, que es su Cuerpo, se incorporen por el bautismo (Ad
Gentes, n. 7). La novedad que brota incesantemente de la revelacin de Dios con
hechos y palabras intrnsecamente conexos entre s (Dei verbum, n. 2),
comunicada por el Espritu de Cristo que acta en la Iglesia, manifiesta la verdad
acerca de Dios y la salvacin del hombre. El anuncio de Jesucristo, que es a la vez
mediador y plenitud de toda la revelacin (ibid.), saca a la luz los semina Verbi
escondidos y a veces como enterrados en el corazn de las culturas, y los abre a la
medida misma de la capacidad de infinito que l ha creado y que viene a colmar en
la admirable condescendencia de su Sabidura eterna (Dei Verbum, n. 13),
transformando su proyecto de sentido en un objetivo de trascendencia, y las piedras
de espera en puntos de amarre para la acogida del Evangelio. Mediante el
testimonio explcito de su fe, los discpulos de Jess impregnan de Evangelio la
pluralidad de las culturas.
Evangelizar significa para la Iglesia llevar la Buena Nueva a todos los ambientes
de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro, renovar a la misma
humanidad [...] Se trata tambin de alcanzar y transformar con la fuerza del
Evangelio los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de inters, las
lneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la
humanidad, que estn en contraste con la Palabra de Dios y con el designio de
salvacin.
Lo que importa es evangelizar no de una manera decorativa, como con un
barniz superficial, sino de manera vital, en profundidad y hasta sus mismas races la
cultura y las culturas del hombre, en el sentido rico y amplio que tienen sus
trminos en la Gaudium et spes, tomando siempre como punto de partida la
persona y teniendo siempre presentes las relaciones de las personas entre s y con
Dios.
El Evangelio, y por consiguiente la evangelizacin, no se identifican
ciertamente con la cultura y son independientes con respecto a todas las culturas.
Sin embargo, el reino que anuncia el Evangelio es vivido por hombres
profundamente vinculados a una cultura y la construccin del reino no puede por
menos de tomar los elementos de la cultura y de las culturas humanas.
Independientes con respecto a las culturas, Evangelio y evangelizacin, no son
necesariamente incompatibles con ellas, sino capaces de impregnarlas a todas sin
someterse a ninguna.
La ruptura entre Evangelio y cultura es sin duda alguna el drama de nuestro
tiempo [...] De ah que hay que hacer todos los esfuerzos con vistas a una generosa
evangelizacin de la cultura, o ms exactamente de las culturas. Estas deben ser
regeneradas por el encuentro con la Buena Nueva (Evangelii Nuntiandi, nn. 18-20).
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As, el reto de proclamar el Evangelio a los nios y a los jvenes desde la escuela
hasta la universidad, requiere un programa de educacin apropiado. La Educacin
en el seno de la familia, en la escuela o dentro de la universidad establece una
relacin profunda entre el educador y el educando, y les hace participar a ambos en
la verdad y en el amor, meta final a la cual est llamado todo hombre por parte de
Dios Padre, Hijo y Espritu Santo (Carta a las familias, n. 16). Prepara para vivir las
relaciones fundadas sobre el respeto de los derechos y deberes. Prepara a vivir en
un espritu de acogida y de solidaridad, a ejercer un uso moderado de la propiedad y
los bienes para garantizar justas condiciones de existencia para todos y en todas
partes. El futuro de la humanidad pasa por un crecimiento integro y solidario de
cada persona: todo hombre y todo el hombre (Cf. Populorum progressio, n. 42). As,
familia, escuela y universidad son llamados, cada uno en su orden, a insertar la
levadura del Evangelio en las culturas del III Milenio.
Arte y tiempo libre
17. En una cultura marcada por la primaca del tener, la obsesin por la
satisfaccin inmediata, el afn de lucro, la bsqueda del beneficio, es sorprendente
constatar, no solamente la permanencia, sino el crecimiento de un inters por la
belleza. Las formas que asume este inters parecen traducir la aspiracin, que no
solo no desaparece, sino que se refuerza, a algo diferente que fascina la
existencia y, quiz incluso la abre y la lleva ms all de si misma. La Iglesia lo ha
intuido desde el comienzo, y siglos de arte cristiano lo ilustran magnficamente: la
autntica obra de arte es potencialmente una puerta de entrada para la experiencia
religiosa. Reconocer la importancia del arte para la inculturacin del Evangelio, es
reconocer que el genio y la sensibilidad del hombre son connaturales a la verdad y a
la belleza del misterio divino. La Iglesia manifiesta un profundo respeto por todos los
artistas sin hacer excepcin de sus convicciones religiosas, pues la obra artstica
lleva en s misma como una huella de lo invisible, aun cuando, como todas las otras
actividades humanas, el arte no tiene en s mismo su fin absoluto: est dirigido a la
persona humana.
Los artistas cristianos constituyen para la Iglesia un potencial extraordinario para
acuar nuevas formas y elaborar nuevos smbolos o metforas, en el
desencadenamiento del genio litrgico dotado de una poderosa fuerza creadora,
enraizado desde hace siglos en las profundidades del imaginario catlico, con su
capacidad de expresar la omnipresencia de la gracia. A travs de los continentes,
nunca faltan artistas de inspiracin cristiana firme, capaces de atraer a los fieles de
todas las religiones, an a los no creyentes, por el resplandor de lo bello y lo
verdadero. Por medio de los artistas cristianos el Evangelio, fuente fecunda de
inspiracin, alcanza a multitud de personas privadas de contacto con el mensaje de
Cristo.
Al mismo tiempo, el patrimonio cultural de la Iglesia atestigua una fecunda
simbiosis de cultura y de fe. Ello constituye una fuente permanente para una
educacin cultural y catequtica, que une la verdad de la fe a la autntica belleza
del arte (Cf. Sacrosantum Concilium, nn. 122-127). Frutos de una comunidad
cristiana que ha vivido y vive intensamente su fe dentro de la esperanza y la
caridad, estos bienes cultuales y culturales de la Iglesia siguen siendo capaces de
inspirar la existencia humana y cristiana al alba del tercer milenio.
18. El mundo del descanso, del deporte, de los viajes y del turismo, constituye sin
lugar a dudas junto con el mundo del trabajo, una dimensin importante de la
cultura donde la Iglesia se halla presente desde hace tiempo. Se convierte con razn
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62). De manera inversa, las actitudes contrarias al Evangelio, inspiradas por estas
tradiciones, habrn de ser enrgicamente combatidas por la fuerza de la Buena
Nueva de Cristo Salvador, portador de las bienaventuranzas evanglicas (Mt 5, 112).
20. Inmensas regiones del mundo, particularmente en Asia, pas de antiguas
culturas, estn profundamente marcadas por religiones y sabiduras no cristianas,
tales como el Hinduismo, el Budismo, el Taosmo, el Sintosmo, el Confucianismo,
que merecen una consideracin cuidadosa. El mensaje de Cristo suscita all escasa
respuesta. No ser que el Cristianismo es percibido all con frecuencia como una
religin extraa, insuficientemente inserta, asimilada y vivida en las culturas
locales? He aqu toda la amplitud de una pastoral de la cultura en este contexto
especfico.
Multitud de realidades morales y espirituales, incluso msticas, que se viven en
estas culturas, tales como la santidad, la renuncia, la castidad, la virtud, el amor
universal, el amor por la paz, la oracin y la contemplacin, la felicidad en Dios, la
compasin, son posibilidades abiertas a la fe en el Dios de Jesucristo. El Papa Juan
Pablo II lo recuerda: Corresponde a los cristianos de hoy, sobre todos a los de la
India, sacar de ese rico patrimonio los elementos compatibles con su fe, de manera
que enriquezcan el pensamiento cristiano (Fides et Ratio, n. 72). En cuanto
expresiones del hombre en busca de Dios, las culturas orientales manifiestan, a
travs de las diferencias culturales, la universalidad del genio humano y su
dimensin espiritual (Cf. Nostra Aetate, n. 2). En un mundo presa de la
secularizacin atestiguan la experiencia vivida de lo divino y la importancia de lo
espiritual como ncleo vivo de las culturas.
Es un gigantesco desafo de la cultura acompaar a los hombres de buena
voluntad cuya razn busca la verdad apoyndose sobre estas ricas tradiciones
culturales, como la milenaria sabidura china, y guiar su bsqueda de lo divino a
abrirse a la revelacin del Dios vivo que, por la gracia del Espritu Santo, se asocia al
hombre en Jesucristo, nico Redentor.
21. Otras grandes regiones la Asamblea especial para Amrica del Snodo de los
Obispos lo han puesto a plena luz viven de una cultura profundamente modelada
por el mensaje evanglico y, al mismo tiempo, son vctimas de un penetrante influjo
de modos de vida materialistas y secularizados, que se manifiesta especialmente en
el abandono religioso en la clase media y entre las personas de cultura.
La Iglesia, que afirma la dignidad de la persona humana, se esfuerza en purificar
la vida social de plagas como la violencia, las injusticias sociales, los abusos de que
son objeto los nios de la calle, el trfico de estupefacientes, etc. En este contexto,
y afirmando su amor preferencial por los pobres y los marginados, la Iglesia tiene el
deber de promover una cultura de la solidaridad a todos los niveles de la vida social:
instituciones gubernamentales, instituciones pblicas y organismos privados.
Trabajando por una mayor unin entre las personas, entre las sociedades y entre las
naciones, se unir al esfuerzo constante de las personas de buena voluntad, para
construir un mundo cada vez ms digno de la persona humana. Haciendo esto,
contribuir a la reduccin de los efectos negativos de la globalizacin, tales como
la dominacin del ms fuerte sobre el ms dbil, en especial dentro del dominio
econmico, y la prdida de los valores culturales locales a favor de una uniformidad
mal entendida (Ecclesia in America, n. 55).
En nuestros das, la ignorancia religiosa endmica alimenta las diferentes formas
de sincretismo entre antiguos cultos hoy extinguidos, nuevos movimientos religiosos
y la fe catlica. Estos males sociales, econmicos, culturales y morales sirven de
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la fe, la manifiesta y la sostiene. Para lograrlo, cada Iglesia particular deber contar
con un proyecto cultural, como es el caso de tal o cual pas.(21) Esta es la puesta
en juego de una pastoral de la cultura, quiz ms compleja por sus mismas
exigencias que una primera evangelizacin de culturas no cristianas.
Religin y religioso
26. En su misin de anunciar el Evangelio a todos los hombres de todas las
culturas, la Iglesia se encuentra con las religiones tradicionales especialmente en
frica y en Asia.(22) Las Iglesias locales son invitadas y animadas a estudiar las
culturas y las prcticas religiosas tradicionales de su propia regin, no para
canonizarlas, sino para discernir sus valores, costumbres y ritos susceptibles de
favorecer un arraigamiento ms profundo del cristianismo en las culturas locales (Cf.
Ad Gentes, nn. 19 y 22).
El regreso o el despertar de lo religioso en Occidente exige sin duda un
discernimiento exigente. Si bien se trata, en la mayor parte, ms de un regreso del
sentimiento religioso que de una adhesin personal a Dios en comunin de fe con la
Iglesia, no se puede negar por otra parte que muchas personas en nmero
creciente, vuelven a estar atentos a una dimensin de la existencia humana que
caracterizan, segn los casos, como espiritual, religiosa o sagrada. El fenmeno, que
se verifica sobre todo entre los jvenes y entre los pobres lo que constituye una
razn ms para prestarle atencin, les lleva tan pronto a regresar hacia un
cristianismo que les haba decepcionado, como a volverse a otras religiones, o
incluso ceder a la invitacin de las sectas y hasta a las ilusiones del ocultismo.
En todas partes, un nuevo campo de posibilidades se abre a la pastoral de la
cultura para que el Evangelio de Cristo resplandezca en los corazones. Numerosos
son los puntos sobre los cuales la fe cristiana est llamada a traducirse y expresarse
de manera ms accesible a las culturas dominantes, en razn de la competencia a
la que la somete el aumento de una religiosidad difusa y abundante a su alrededor.
La bsqueda de dilogo y la correspondiente necesidad de identificar mejor lo
especficamente cristiano representan un campo cada vez ms importante de
reflexin y de accin para el anuncio de la fe en las culturas. La pastoral de la
cultura frente al desafo de las sectas (Cf. Ecclesia in America, n. 73) se inscribe en
esta perspectiva, ya que stas producen efectos culturales ntimamente ligados a su
discurso espiritual. Esta situacin pide una reflexin exigente sobre la manera de
vivir la tolerancia y la libertad religiosa en nuestras sociedades (Cf. Dignitatis
Humanae, n. 4). Sin duda es necesario formar mejor a laicos y sacerdotes para
hacerles adquirir competencia y discernimiento acerca de las sectas y la razn de su
xito, sin perder de vista, no obstante, que el verdadero antdoto contra las sectas
es la calidad de la vida eclesial. En cuanto a los sacerdotes, es necesario prepararles
tanto para detectar el desafo de las sectas como para acompaar a los fieles en
peligro de abandonar la Iglesia y de renegar su Fe.
Lugares ordinarios de la experiencia de la fe, la piedad popular, la
parroquia
27. En los pases de cristiandad, se ha ido elaborando, poco a poco, todo un modo
de comprender y vivir la fe que, con el tiempo, ha acabado por impregnar la
existencia y la vida comn de los hombres: fiestas locales, tradiciones familiares,
celebraciones diversas, peregrinaciones, etc. Se ha constituido as una cultura de la
que participan todos y en la cual la fe entra como un elemento constitutivo, incluso
integrador. Este tipo de cultura se ve particularmente amenazada por el
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religiosa.
La parroquia, Iglesia que se encuentra entre las casas de los hombres
(Christifideles laici, n. 27), es uno de los mayores logros de la historia del
cristianismo y para la inmensa mayora de los fieles sigue siendo el lugar
privilegiado y ordinario de la experiencia de fe. La vitalidad de la comunidad
cristiana, unida por la misma fe, reunida para celebrar la Eucarista, ofrece el
testimonio de la fe vivida y de la caridad de Cristo y constituye un lugar de
educacin religiosa profundamente humano. Bajo formas variadas, segn la edad y
las capacidades de los fieles, la parroquia proporciona un ejemplo concreto,
inculturado, de la fe profesada y celebrada por la comunidad creyente. Esta primera
formacin vivida en la parroquia es decisiva, introduce en la Tradicin y coloca los
fundamentos de una fe viva y de un profundo sentido de Iglesia.
En el contexto urbano, complejo y a veces violento, la parroquia cumple una
funcin pastoral irreemplazable, como lugar de iniciacin cristiana y de
evangelizacin inculturada, donde los diversos grupos humanos hallan su unidad en
la celebracin festiva de una misma fe y el compromiso apostlico, cuya alma es la
liturgia eucarstica. Comunidad diversificada, la parroquia constituye un lugar
privilegiado de pastoral concreta de la cultura, apoyada en la escucha, el dilogo y
la ayuda cercana, gracias a sacerdotes y laicos, religiosa y culturalmente bien
preparados (cf. Christifideles laici, n. 27).
Instituciones de educacin
29. El mundo de la educacin es un campo privilegiado para promover la
inculturacin del Evangelio (Ecclesia in America, n. 71). La educacin que gua al
nio, despus adolescente, hasta su madurez, comienza en el seno de la familia,
que sigue siendo el lugar primordial de aqulla. As, toda pastoral de la cultura y
toda evangelizacin en profundidad se apoyan sobre la educacin y toman como
punto de anclaje la familia, primer espacio educativo de la persona (ibid.).
Pero la familia, frecuentemente enfrentada a las ms diversas dificultades, no es
suficiente. De ah la gran importancia de las instituciones educativas. En numerosos
pases, fiel a su bimilenaria misin de educacin y enseanza, la Iglesia anima
numerosas instituciones: jardines de infancia, escuelas, colegios, liceos,
universidades, centros de investigacin. Estas instituciones catlicas tienen por
vocacin propia el situar los valores evanglicos en el corazn de la cultura. Para
hacerlo, los responsables de estas instituciones han de extraer del mensaje de
Cristo y la enseanza de la Iglesia la esencia de su proyecto educativo. Sin embargo,
la realizacin de la misin de estas instituciones depende en no pequea parte de
medios a veces difciles de conseguir. Es necesario rendirse a la evidencia para
apreciar el desafo: la Iglesia ha de consagrar una parte importante de sus recursos
en personal y medios a la educacin, para responder a la misin recibida de Cristo
de anunciar el Evangelio. En todos los casos se mantiene una exigencia: asociar a la
preocupacin por una seria formacin escolar la de una profunda formacin humana
y cristiana.(23) En efecto, multitud de jvenes que asisten al conjunto de
instituciones de educacin en los diversos pases, pueden hallarse con frecuencia, a
pesar de la buena voluntad y la competencia de sus maestros, plenamente
escolarizados pero parcialmente desculturizados.
En la perspectiva global de una pastoral de la cultura, y sin descuidar el
proporcionar a los estudiantes la formacin especfica que tienen derecho a esperar,
las universidades, colegios y centros de investigacin catlicos habrn de
preocuparse por asegurar un encuentro fecundo entre el Evangelio y las diferentes
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el mundo del arte. Las Iglesias locales, que algunas veces han tomado distancia al
respecto, saldrn beneficiadas renovando el contacto gracias a lugares de encuentro
apropiados.
En el plano de la creatividad. La experiencia lo muestra: en condiciones polticas
desfavorables para la verdadera cultura, que presupone la libertad, la Iglesia
catlica ha actuado como abogada y protectora de la cultura y de las artes, y
muchos artistas han encontrado en su seno un lugar privilegiado de creatividad
personal. Esta actitud y este papel de la Iglesia frente a la cultura y los artistas son
ms que nunca actuales, especialmente en los campos de la arquitectura, de la
iconografa y de la msica religiosa. Llamar a los artistas a participar en la vida de la
Iglesia es invitarlos a renovar el arte cristiano. Una relacin de confianza con los
artistas, basada en la cooperacin, permite valorizar todo aquello que educa al
hombre y lo eleva a un nivel superior de humanidad, mediante una participacin
ms intensa en el misterio de Dios, belleza soberana y suprema bondad. Para que
sean fructuosas, las relaciones entre fe y arte no se pueden limitar a acoger la
creatividad. Propuestas, confrontaciones, discernimiento son necesarios, porque la
fe es fidelidad a la Verdad. La liturgia constituye al respecto un medio excepcional
por su fuerza de inspiracin y las mltiples posibilidades que ofrece a los artistas en
su diversidad, para poner en prctica las orientaciones dadas por el Concilio
Vaticano II. Es importante suscitar una expresin indgena propia y, al mismo
tiempo, catlica de la fe, respetando las normas litrgicas.(26) La necesidad de
construir y decorar las nuevas iglesias exige una reflexin profunda sobre el
significado de la iglesia en cuanto lugar sagrado, y el alcance de la liturgia. Los
artistas estn invitados a expresar estos valores espirituales. Su creatividad debera
hacer posible el desarrollo de iconografas y composiciones musicales accesibles a
un mayor nmero de personas, para revelar la trascendencia del amor de Dios e
introducir a la oracin. El Concilio Vaticano II no ha dudado en este punto y sus
orientaciones exigen ponerlo en prctica de manera permanente: Hay que
esforzarse para que los artistas se sientan comprendidos por la Iglesia en sus
actividades y, gozando de una ordenada libertad, establezcan contactos ms fciles
con la comunidad cristiana. Tambin las nuevas formas artsticas, que convienen a
nuestros contemporneos segn la ndole de cada nacin o regin, sean reconocidas
por la Iglesia. Recbanse en el santuario, cuando elevan la mente a Dios, con
expresiones acomodadas y conforme a las exigencias de la liturgia (Gaudium et
Spes, n. 62, 4).
En el plano de la formacin. Una pastoral orientada al arte y a los artistas
presupone una formacin adecuada(27) para comprender la belleza artstica como
epifana del misterio. Los responsables de esta educacin artstica, asocindola con
la formacin teolgica, litrgica y espiritual, podrn escoger los presbteros y laicos
a los cuales les ser confiada la pastoral de los artistas, con la tarea de emitir juicios
iluminadores y formular apreciaciones motivadas acerca del mensaje de las artes
contemporneas, en el seno de la comunidad cristiana.
Las posibilidades de accin en este campo son numerosas y variadas.
Asociaciones, cofradas de artistas o de escritores, academias, resaltan el papel
importante de los hombres de cultura catlica y pueden favorecer un dilogo ms
fecundo entre la Iglesia y el mundo del arte. Diversas frmulas como la Semana
cultural o la Semana de la cultura cristiana conjugan un ritmo sostenido de
manifestaciones culturales abiertas al mayor nmero de personas con propuestas
especficamente cristianas. La frmula del Festival o del Premio de arte sagrado,
nacional o internacional, permite dar una relevancia particular tanto a la msica
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Padre y del Hijo y del Espritu Santo, y ensendoles a guardar todo lo que yo os he
mandado (Mt 28, 19-20). En el camino indicado por el Seor, la pastoral de la
cultura, estrechamente unida al testimonio de fe personal y comunitario de los
cristianos, se inscribe en la misin de anunciar la Buena Nueva del Evangelio a
todos los hombres de todos los tiempos, como medio privilegiado de evangelizar las
culturas y de inculturar la fe. Es sta una exigencia que ha marcado todo su
camino histrico, pero hoy es particularmente aguda y urgente [...] requiere largo
tiempo [...] Es, pues, un proceso profundo y global [...] Es tambin un proceso
difcil. (Redemptoris Missio, n. 52). En la vigilia del Tercer Milenio, quin no ve lo
que est en juego para el futuro de la Iglesia y del mundo? El anuncio del Evangelio
de Cristo nos impulsa a constituir comunidades vivas de fe, profundamente
insertadas en las diversas culturas y portadoras de esperanza, para promover una
cultura de la verdad y del amor en la cual cada persona pueda responder
plenamente a su vocacin de hijo de Dios en la plenitud de Cristo (Ef 4, 13) La
urgencia de la pastoral de la cultura es grande, la tarea gigantesca, las modalidades
mltiples, las posibilidades inmensas, en el umbral del nuevo milenio de la venida
de Cristo, Hijo de Dios e hijo de Mara, cuyo mensaje de amor y de verdad llena la
necesidad primordial de toda cultura humana, ms all de toda expectativa. La fe
en Cristo da a las culturas una dimensin nueva, la de la esperanza en el Reino de
Dios. Los cristianos tienen la vocacin de inscribir en el corazn de las culturas esta
esperanza de una tierra nueva y unos cielos nuevos [...] El Evangelio, lejos de poner
en peligro o de empobrecer las culturas, les da un suplemento de alegra y de
belleza, de libertad y de sentido, de verdad y de bondad.(35)
En definitiva, la pastoral de la cultura, en sus mltiples expresiones, no tiene otro
objetivo que ayudar a toda la Iglesia a cumplir su misin de anunciar el Evangelio.
En el umbral del nuevo milenio, con toda su fuerza, la Palabra de Dios llama a
inspirar toda la existencia cristiana (Tertio Millennio Adveniente, n. 36), ayuda al
hombre a superar el drama del humanismo ateo y a crear un nuevo humanismo
(Gaudium et Spes, n. 55) capaz de suscitar, en todo el mundo, culturas
transformadas por la prodigiosa novedad de Cristo, que se ha hecho hombre para
que el hombre se haga Dios,(36) se renueva a imagen de su Creador (Cf. Col 3, 10)
y a la medida del crecimiento del hombre nuevo (cf. Ef 4, 14) renueva todas las
culturas por la fuerza creadora del Espritu Santo, fuente inextinguible de belleza,
amor y verdad.
Ciudad del Vaticano, 23 de mayo de 1999, en la Solemnidad de Pentecosts
Paul Cardinal Poupard
Bernard
Ardura, O. Praem.
Presidente
Secretario
NOTAS
(1) Juan Pablo II, Discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, Nueva York 5 octubre 1995, nn. 9-10: L'Osservatore Romano.
Edicin semanal en lengua espaola, 27 (1995) 564.
(2) Juan Pablo II, Carta autgrafa por la que se instituye el Consejo Pontificio de la Cultura, 20 de mayo de 1982: AAS 74 (1982) 685.
L'Osservatore Romano. Edicin semanal en lengua espaola, 9-7-1982.
(3) Juan Pablo II, Discurso al Consejo Pontificio de la Cultura, 15 de enero de 1985: Insegnamenti, VIII1 (1985) 98-99.
(4) Pontificia Comisin Bblica, Fe y cultura a la luz de la Biblia, Editrice Elle Di Ci, Leumann, 1981.
(5) Comisin Teolgica Internacional, La fe y la inculturacin. Documento 1987, n. 11.
(6) Puebla: La evangelizacin en el presente y en el futuro de Amrica Latina, 1979, nn. 385-436; Santo Domingo: Nueva evangelizacin,
promocin humana, cultura cristiana, 1992, nn. 228-286.
(7) Juan Pablo II, Discurso a la UNESCO, 2 junio 1980, n. 12. Enseanzas al Pueblo de Dios, 1980 Ib. Madrid-Ciudad del Vaticano 1982, p. 848.
(8) Cf. Indiferentismo y sincretismo. Desafos y propuestas pastorales para la Nueva Evangelizacin de Amrica Latina. Simposio, San Jos de
Costa Rica, 19-23 de enero 1992. Celam, Bogot, 1992.
(9) Cf. IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Santo Domingo, o. c., n. 230.
(10) Cf. III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Puebla, o.c., n. 405.
(11) Juan Pablo II, Homila de la misa de la solemne inauguracin del pontificado, 22 octubre 1978. Insegnamenti I (1978) 35-41.
(12) Pontificio Consejo de las Comunicaciones Sociales, Instruccin pastoral Aetatis Novae sobre las comunicaciones sociales en el
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entrar en dilogo con las personas y los pueblos, y para proponer, de manera
original e inculturada, el mensaje evanglico y la persona de Cristo Redentor. Las
expresiones culturales y artsticas poseen riquezas y recursos para transmitir el
mensaje cristiano. Sin embargo, requieren conocimientos para ser sus vectores y
poder leerlos y comprenderlos.
En este momento, en que la gran Europa recobra fuertes vnculos, es preciso
sostener al mundo de la cultura, de las artes y de las letras, para que contribuya a la
edificacin de una sociedad ya no fundada en el materialismo, sino en los valores
morales y espirituales.
3. La difusin de las ideologas en los diferentes campos de la sociedad llama a
los cristianos a un nuevo impulso en el mbito intelectual, a fin de proponer
reflexiones vigorosas que muestren a las generaciones jvenes la verdad sobre el
hombre y sobre Dios, invitndolas a entrar en una inteligencia de la fe cada vez ms
profunda. Mediante la formacin filosfica y catequtica los jvenes sabrn discernir
la verdad. Un itinerario racional serio constituye un dique contra todo lo que
concierne a las ideologas; da el gusto de profundizar cada vez ms, para que la
filosofa y la razn se abran a Cristo; esto ha sucedido en todos los perodos de la
historia de la Iglesia, principalmente durante el perodo patrstico, en el que la
cultura cristiana naciente supo entrar en dilogo con las dems culturas, en
particular con las culturas griega y latina. Esta reflexin ser tambin una invitacin
a pasar de un itinerario racional a uno espiritual, para llegar a un encuentro personal
con Cristo y edificar el ser interior.
4. A vosotros corresponde discernir las grandes transformaciones culturales y sus
aspectos positivos, para ayudar a los pastores a darles respuestas adecuadas, a fin
de abrir al hombre a la novedad de la palabra de Cristo. Al final de nuestro
encuentro, os expreso mi gratitud por vuestra colaboracin y, encomendndoos a la
Virgen Mara, os imparto una afectuosa bendicin apostlica.
La secularizacin en la Iglesia desvirta la fe cristiana y el estilo de vida
de los creyentes, 8 de marzo de 2008
Seores cardenales;queridos hermanos en el episcopado y en el sacerdocio;
amables seoras; ilustres seores:
Expreso tambin mi agradecimiento a todos por el gran esfuerzo que realizis
para que la Iglesia entable un dilogo con los movimientos culturales de nuestro
tiempo y as se conozca cada vez ms ampliamente el inters que la Santa Sede
tiene por el vasto y variado mundo de la cultura.
En efecto, hoy, ms que nunca, la apertura recproca entre las culturas es un
terreno privilegiado para el dilogo entre hombres y mujeres comprometidos en la
bsqueda de un autntico humanismo, ms all de las divergencias que los separan.
La secularizacin, que se presenta en las culturas como una configuracin del
mundo y de la humanidad sin referencia a la Trascendencia, invade todos los
aspectos de la vida diaria y desarrolla una mentalidad en la que Dios de hecho est
ausente, total o parcialmente, de la existencia y de la conciencia humanas.
Esta secularizacin no es slo una amenaza exterior para los creyentes, sino que
ya desde hace tiempo se manifiesta en el seno de la Iglesia misma. Desnaturaliza
desde dentro y en profundidad la fe cristiana y, como consecuencia, el estilo de vida
y el comportamiento diario de los creyentes. Estos viven en el mundo y a menudo
estn marcados, cuando no condicionados, por la cultura de la imagen, que impone
modelos e impulsos contradictorios, negando en la prctica a Dios: ya no hay
necesidad de Dios, de pensar en l y de volver a l. Adems, la mentalidad
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sus propios principios (cf. Gaudium et spes, 36); ambas estn llamadas a servir al
hombre y a la humanidad, favoreciendo el desarrollo y el crecimiento integral de
cada uno y de todos.
Exhorto sobre todo a los pastores de la grey de Dios a una misin incansable y
generosa para hacer frente, en el terreno del dilogo y del encuentro con las
culturas, del anuncio del Evangelio y del testimonio, al preocupante fenmeno de la
secularizacin, que debilita a la persona y la obstaculiza en su deseo innato de la
Verdad completa. Ojal que as los discpulos de Cristo, gracias al servicio prestado
en especial por vuestro dicasterio, sigan anunciando a Cristo en el corazn de las
culturas, porque l es la luz que ilumina a la razn, al hombre y al mundo.
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