Battle, Bertino

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5.

Los sistemas políticos


contemporáneos. De la
democracia a la poliarquía

Margarita Batlle

Introducción
El término “democracia” es utilizado tanto por las ciencias sociales
como por la opinión pública y los medios de comunicación a la
hora de describir y explicar el funcionamiento de los sistemas po-
líticos contemporáneos. Sobre todo en aquellos lugares donde las
elecciones son las que determinan cómo se conforma el gobierno.1
En ámbitos académicos, el concepto ha ido complejizándose con
una gran cantidad de significados diferentes a partir de adjetivos
o “apellidos” que lo acompañan, acuñados desde diferentes pers-
pectivas analíticas. Esto ha llevado a la “proliferación de fórmulas
conceptuales alternativas” incluso contradictorias, sobre qué es o
qué debería ser una democracia (Collier y Levitsky, 1998: 101).

1. Este concepto, su definición y sus alcances han cambiado mucho a lo largo de la historia. Hacien-
do un recuento sintético de la teoría democrática contemporánea, se pueden agrupar tres tradiciones
muy diferentes unas de otras: la teoría clásica o aristotélica, la teoría medieval y la teoría moderna
o maquiavélica. Estas tres distintas tradiciones evidencian el modo en que, de la mano de los cam-
bios acontecidos en la historia de la humanidad, las aproximaciones al concepto también se han ido
modificando (Bobbio, 2000: 441).
62 Fernando Pedrosa, Florencia Deich, Cecilia Noce (compiladores)

En los diversos escritos sobre la democracia se hace mención a la


“democracia directa” y también a la “democracia deliberativa”,
la “democracia social” y la “participativa”. Todos estos conceptos
apuntan a diferentes tipos de democracias que tienen como deno-
minador común (a veces el único) la realización de elecciones y la
participación, en el gobierno, de un amplio sector de la sociedad
(véase el Capítulo 4 de M. Povse).
Frente a la dificultad –conceptual y analítica– que plantea la uti-
lización del término “democracia”, el célebre politólogo Robert
Dahl se propuso ordenar y sistematizar el concepto a partir de una
visión minimalista, es decir, asumiendo que aquello que define a
un régimen como democrático es el hecho de que sus gobernan-
tes lleguen a ocupar el poder a través de elecciones competitivas
(Schumpeter, 1976).
Para esto, Dahl planteó un nuevo concepto: la poliarquía que, con
el correr del tiempo, se fue convirtiendo en un referente clásico en
los estudios sobre la democracia y la representación. El concepto
de poliarquía surge para dar cuenta del modo en que funcionan,
según Dahl, los sistemas políticos occidentales contemporáneos en
la práctica concreta y real. Las poliarquías son, pues “democracias
imperfectas” (Máiz, sin fecha: 24).

El concepto de poliarquía es la manera más simple y que


mejor describe a las sociedades democráticas realmente exis-
tentes (García Jurado, 1996/97: 41).

De acuerdo con Dahl, la democracia sería más una idea que


perseguir que una realidad concreta. La democracia es un sis-
tema inalcanzable e imposible de adoptar en la práctica. “Esto
significa que es necesario reconocer que la democracia es un
orden utópico e ideal al que no puede aspirar la sociedad, pues
Herramientas para el análisis de la sociedad y el Estado 63

su realización no está al alcance de la humanidad” (García Ju-


rado 1996-1997: 41).

¿Qué significa “poliarquía”?

El concepto de poliarquía designa la democracia realmente exis-


tente. En el libro Politics, Economy and Welfare, del año 1953,
Robert Dahl y Charles Lindblom plantearon que un sistema poliár-
quico posee varias características que lo definen y distinguen de
otros sistemas políticos.
En primer lugar, la poliarquía se caracteriza por el derecho al voto,
es decir que las elecciones determinan quiénes conforman un go-
bierno. Al mismo tiempo, todos los ciudadanos tienen derecho a
presentarse a elecciones y competir por los cargos públicos, es de-
cir que hay una igualdad de oportunidades en ese sentido.

Primera característica de la poliarquía: derecho a votar y a ser


votado.

En segundo lugar, en una poliarquía se debe garantizar la igualdad


del voto. El sufragio en una poliarquía es universal, es decir, abarca
a toda la ciudadanía que, según la Constitución, cumple las condi-
ciones que le permitan el ejercicio del voto. El sufragio debe estar
garantizado para todos los ciudadanos capacitados por la constitu-
ción para hacerlo y los votos, que se depositan en las urnas, deben
tener todos el mismo valor (es decir que el voto de ningún ciuda-
dano puede valer más que el de otro).
En una poliarquía, las autoridades públicas, que ejercen el gobier-
no, son elegidas por los ciudadanos, lo cual da origen al vínculo
de la representación. Por ello, las elecciones mediante las cuales
las autoridades son elegidas deben ser libres y limpias. Dicho de
64 Fernando Pedrosa, Florencia Deich, Cecilia Noce (compiladores)

otro modo, no debería configurarse ninguna sospecha de fraude


que les reste legitimidad o afecte la confianza de los ciudadanos
en el proceso.

Segunda característica de la poliarquía: las elecciones deben


ser limpias y todos los votos deben valer lo mismo.

En tercer lugar, debe existir una subordinación de los funcionarios


públicos no elegidos a aquellos elegidos popularmente. Esto no
quiere decir que los funcionarios políticos no deban rendir cuentas
y ser controlados por otras instituciones como la justicia o los par-
lamentos. Por el contrario, significa que no debe haber una persona
o grupo que posea el poder (o pueda condicionarlo) sin haber sido
electo de manera democrática, es decir, a través de elecciones.

Tercera característica de la poliarquía: los funcionarios


públicos electos no pueden ser condicionados por personas sin
representación popular electoral

Una cuarta característica es que debe existir una alternativa frente


al gobierno de turno. Es decir que de acuerdo con Dahl, en el de-
sarrollo la poliarquía cobra una especial relevancia la capacidad
de participación y control sobre los funcionarios electos. Dahl sos-
tiene también que en un sistema poliárquico cada ciudadano tiene
la posibilidad de asociarse libremente a los diferentes grupos que
sean de su interés.

Cuarta característica de la poliarquía: debe existir una


alternativa frente al gobierno y cada ciudadano puede elegir a
qué grupo acercarse.
Herramientas para el análisis de la sociedad y el Estado 65

En quinto lugar, en una poliarquía deben garantizarse diversas


fuentes a través de las cuales los ciudadanos reciben la informa-
ción. En una poliarquía hay libertad de expresión. Así, deben evi-
tarse los monopolios o desequilibrios informativos.
Para lo antedicho deben existir fuentes de información diversas
que cuenten con las garantías para realizar su trabajo y convertir-
se en un canal efectivo entre el ciudadano y los acontecimientos
nacionales o internacionales. De este modo, la ciudadanía puede
contar, entonces, con diferentes alternativas a las que acudir o de
las que recibir la información.
En el marco de esa diversidad se allana el camino para que el ciu-
dadano pueda informarse de una manera integral permitiendo así
avanzar en la circulación de información. Estas distintas fuentes
informativas, entre otras cosas, pueden ser un elemento más para
acercar a representantes y representados y aportar herramientas
más adecuadas para ejercer el control de los segundos sobre los
primeros.

Quinta característica de la poliarquía: la existencia de libertad


de expresión y variedad de información.

En sexto lugar, en una poliarquía deben existir opciones diferen-


tes, no solo en términos de partidos políticos o candidaturas en
competencia por el poder, sino también respecto de los tipos de
políticas que se implementan. Es decir, no puede haber solo un
partido. Tampoco puede ocurrir que un partido gane siempre las
elecciones.
Esta característica plantea el rol de los partidos políticos, en tanto
instituciones encargadas de sumar intereses y demandas diversas
de la ciudadanía. Los partidos son en la poliarquía los protago-
nistas de la competencia y del ejercicio del poder, ya que logran
66 Fernando Pedrosa, Florencia Deich, Cecilia Noce (compiladores)

interpretar y representar los intereses heterogéneos que conviven


en una sociedad.

Sexta característica: para que exista una poliarquía debe haber


partidos diferentes con iguales posibilidades de llegar al poder
y que, a su vez, representen programas e ideas distintas.

Para que se cumplan todas las características que conforman una


poliarquía, se requiere que exista un marco institucional (legal y
político) que garantice su funcionamiento. En el próximo apartado
se desarrollará este tema.

El marco institucional de la poliarquía

Como se ha anticipado en el apartado anterior, para que las con-


diciones que componen la poliarquía se cumplan, hacen falta con-
diciones políticas y legales. Por esto es que deben existir institu-
ciones que permitan el correcto funcionamiento de una poliarquía.

Las instituciones de la poliarquía deben regirse bajo dos princi-


pios fundamentales: el de inclusión y el de contestación.

El principio de inclusión se relaciona con la participación de los


ciudadanos en los asuntos públicos y en las decisiones que se to-
man desde el gobierno, vale decir que la participación más allá de
lo meramente electoral; por ejemplo, organizando en asociaciones
voluntarias, haciendo peticiones al Estado y a los dirigentes políti-
cos, manifestándose en las calles, etcétera.
Por su parte, el principio de contestación se refiere a la existencia
de competencia política, es decir, a un sistema con elecciones
competitivas, sin que el poder sea ejercido de manera monopó-
Herramientas para el análisis de la sociedad y el Estado 67

lica, y haya lugar para la alternancia de partidos y candidatos en


el gobierno.
En la poliarquía, los partidos políticos juegan un rol clave. Esto
se debe observar en su función de canal entre el ciudadano y el
gobierno, lo que se denominó anteriormente como el principio de
inclusión. El papel de los partidos, también, debe entenderse como
la voluntad de colocar a sus candidatos en cargos públicos median-
te elecciones (principio de contestación).
La participación de la ciudadanía y la existencia de elecciones
transparentes, universales y competitivas que permitan la alter-
nancia de autoridades del Estado son principios que se asocian al
funcionamiento de un sistema democrático y, en la propuesta teó-
rica de Dahl, pasan a ser rectores de todas las características de la
poliarquía.

Conclusiones. ¿La poliarquía como una versión “real” de


la democracia?

La complejidad del concepto de democracia constituye un obstácu-


lo, tanto analítico como práctico, sobre el sentido que se le otorga a
su significado. Esto se observa en la existencia de ideas diferentes
por parte de los estudiosos en el tema, pero también de la opinión
pública y los medios de comunicación.
En ese sentido, la obra de Dahl evidencia su preocupación por
analizar y comprender el funcionamiento de los sistemas políticos
occidentales contemporáneos al trazar el camino hacia la identifi-
cación del gobierno de muchos, en contraposición con el –utópi-
co– gobierno de todos. Cuando se refiere a muchos (en lugar de
todos) queda claro que la poliarquía debe garantizar el acceso al
poder de quien gana, pero también los derechos de los que pierden.
En síntesis el concepto de poliarquía toma las características
68 Fernando Pedrosa, Florencia Deich, Cecilia Noce (compiladores)

centrales de lo que se espera de una democracia fundamentada en


la inclusión y la contestación, y se erige como un concepto útil
para dar cuenta del modo en que se estructuran los regímenes polí-
ticos contemporáneos y se conforman los gobiernos.

Bibliografía
Bobbio, N. (2000): “Democracia”, en Bobbio, N.; Matteucci, N. y Pasquino, G.
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O’Donnell, G. (1994): “Delegative Democracy”, Journal of Democracy, Vol. 5,
Nº 1, enero, pp. 55-69.
6. Algunas consideraciones
en torno al concepto de
democracia delegativa

María Paula Bertino

Introducción
En este capítulo se analiza el concepto de democracia delegativa.
Como todo concepto de las ciencias sociales, las democracias de-
legativas –en adelante DD– surgieron en función de la necesidad
de caracterizar a los regímenes políticos postransicionales de la
década de 1980 en América Latina.
Las democracias surgidas en aquellos años no se correspondían
con los modelos teóricos existentes. Tampoco con los ejemplos
prácticos de democracias que habían existido en años anteriores.
Los expertos observaban que no se ajustaban a las tipologías pre-
vias, por lo cual tuvieron que recurrir a un nuevo concepto.
En este capítulo, en primer lugar, explicaremos el contexto de su
surgimiento relacionándolo con el período postransicional. En se-
gundo lugar, haremos un acercamiento a la definición planteada
por el politólogo Guillermo O’Donnell para profundizarla en el
tercer apartado.
70 Fernando Pedrosa, Florencia Deich, Cecilia Noce (compiladores)

Surgimiento de las democracias delegativas

A lo largo de su historia contemporánea, América Latina ha sufrido


una serie recurrente de crisis, y estas no han sido solo políticas. De
hecho, fueron, ante todo, económicas y sociales. Durante el siglo
XX, esas crisis se intentaron resolver a partir de la imposición de
regímenes no democráticos, generalmente derivados de golpes mi-
litares. Pero, a partir de la ola democratizadora que se inició en la
década de 1980, las respuestas no democráticas a las crisis dejaron
de ser una opción viable (Romero, 2017). La democracia se cons-
tituyó como el régimen privilegiado en el escenario internacional.
En adelante, con algunas muy pocas excepciones, la alternativa no
democrática fue descartada y los golpes de Estado desaparecieron
del mapa político de América Latina. A pesar de esto, las transicio-
nes democráticas no fueron procesos tranquilos; por el contrario,
no estuvieron exentas de crisis económicas o de representación
(véase el Capítulo 10 de N. Simone).
La combinación del retorno de la democracia y crisis económica
significaba que un país pasaba de una dictadura a una democracia
en medio de la ilusión generalizada. Se recuperaba la libertad y la
democracia y, a la vez, estas sucedían con crisis económicas muy
fuertes que esos gobiernos no podían resolver.
En muchas ocasiones, las crisis no fueron pasajeras y fueron perci-
bidas por la ciudadanía como situaciones límite. Según O’Donnell,
estas coyunturas produjeron un miedo y una tensión social tal que
se esperaba que la crisis “se solucionara de alguna manera”, como
fuera (O’Donnell, 1991: 9). Como esperando un milagro allí donde
los gobiernos y los políticos se veían impotentes.

Los contextos de gran temor y frustración predisponen a la ciu-


dadanía para el surgimiento de democracias delegativas.
Herramientas para el análisis de la sociedad y el Estado 71

De modo que una crisis económica y social de gran magnitud pue-


de predisponer a los ciudadanos para apoyar a quien otorgue una
promesa de solución, sin preguntarse si esas promesas pueden ser
o no efectivamente cumplidas.

Las democracias delegativas: una primera mirada

Así como existen distintos tipos de Estado, también existen dis-


tintos tipos de democracias (véase el Capítulo 4 de M. Povse y el
Capítulo 5 de M. Battle). La democracia moderna no se asemeja
en su forma actual a la que existía en épocas de la Grecia clásica.
Las democracias representativas se consolidaron a mediados del
siglo XX en Europa continental. Las democracias representativas
son aquellos regímenes políticos en donde los ciudadanos, median-
te el voto, eligen a sus representantes. La ciudadanía tiene posibi-
lidad de controlarlos y las instituciones democráticas permiten una
convivencia entre oficialismo y oposición.
Es de esperar que los representantes se encuentren observados por
los representados, por ende, respondan a sus demandas. En este
sentido, las DD surgen en contraste con las democracias represen-
tativas.
Las DD aparecen como algo distinto a las democracias representa-
tivas, aunque presenten algunas similitudes. O’Donnell, el primer
autor preocupado por definir estos regímenes, plantea que las DD
“tienen muchas similitudes con otras especies (de democracias) ya
reconocidas” (O’Donnell, 1991: 9). Sin embargo, es necesario di-
ferenciar estos casos de las democracias representativas definidas
en el párrafo anterior.
La preocupación de O’Donnell tenía que ver con el hecho de que
estos regímenes, sin dejar de cumplir algunos requisitos mínimos
establecidos por Dahl (1989), se sostienen en la existencia de
72 Fernando Pedrosa, Florencia Deich, Cecilia Noce (compiladores)

elecciones, pero no en las acciones posteriores (véase el Capítulo 4


de M. Povse y el Capítulo 5 de M. Battle ).
Esto implica que el candidato ganador no tiene que legitimarse,
una vez ganada la elección, con un gobierno respetuoso de la ley
y de las promesas hechas a sus electores. A la inversa, una vez en
el cargo, ya no existe mucho espacio para cuestionarlo y puede
hacer lo que quiera. ¿Qué significa esto último en la práctica? En
las DD las elecciones constituyen una suerte de firma de cheque
en blanco a una élite política que accede a espacios de toma de
decisiones.

La condición delegativa de estas democracias implica que la


ciudadanía solo se limita a encomendar, confiar, otorgar, entre-
gar, concretamente, delegar el poder soberano al que triunfa en
una elección.

Es sumamente importante tener en cuenta que las DD son demo-


cracias. Este tipo de regímenes no posee características autorita-
rias típicas de los regímenes no democráticos.
La élite gobernante accede, como se acaba de señalar, mediante
mecanismos puramente democráticos. No hay vicios autoritarios y
se cumplen los requisitos mínimos de libertades políticas y civiles
planteados por Dahl para la poliarquía.
Pero los canales de diálogo entre el gobierno y la ciudadanía se
abren solo durante las elecciones, para luego cerrarse hasta la si-
guiente elección. En las DD, no hay incorporación política de los
sectores populares, excepto en lo discursivo. Apenas se firma un
cheque en blanco a los ganadores de la elección presidencial, y,
por el tiempo que esté constitucionalmente determinado, los votan-
tes esperan una salvación de la crisis de la mano de un líder que se
considera extraordinario e insustituible.
Herramientas para el análisis de la sociedad y el Estado 73

Pero una vez que las elecciones se llevan adelante y un gobierno


es electo, queda poco espacio para que la ciudadanía participe del
control de la toma de decisiones. Debido al modo en el que las DD
funcionan, los ciudadanos se convierten en actores que circunstan-
cialmente intervienen en la entrega de este poder. Es decir, solo lo
hacen el día de la emisión de su voto.
Y, aunque son fundamentales en el momento de llevar adelante
la elección, sus demandas pueden ser relegadas con posterioridad
a la elección, ya que el poder fue delegado en las autoridades y
ellas serán las que entiendan la mejor forma de gobernar (y no la
ciudadanía).
Las autoridades electas en las DD actúan libremente para llevar
adelante el programa de gobierno que deseen, sin que se corres-
ponda, necesariamente, con las plataformas que se presentaron en
la elección. De este modo, la ciudadanía solo podrá ejercer control
en el marco de las siguientes elecciones, cuando ya sea tarde para
cambiar o corregir las cosas.

Las DD no son autoritarismos, ni democracias representativas,


ni populismos, sino un subtipo de democracia.

El gobierno es ejercido por los ganadores de la elección. Los obs-


táculos que tienen son el tiempo, dado que las elecciones son pe-
riódicas y existe efectivamente la posibilidad de ser reemplazados
por otros partidos, y el desgaste que le ocasiona una oposición,
electa de forma popular. En definitiva, serán las relaciones entre
los poderes, y no las presiones de la ciudadanía, las que definan los
rumbos de las políticas que se prosigan desde el gobierno.
74 Fernando Pedrosa, Florencia Deich, Cecilia Noce (compiladores)

Profundizando en el concepto

¿Cuáles son las características que permiten distinguir las


democracias delegativas de las democracias representativas?
O’Donnell plantea una serie de atributos que son propios de este
subtipo de regímenes. El primero de ellos es el hecho de que las
DD son una forma de manejar y ejercer el poder político. De aquí
se desprende que la DD se distingue por la forma en la que se to-
man las decisiones.
Como se señaló previamente, su condición democrática es inne-
gable. Las DD son democráticas en la legitimidad de su origen,
puesto que son gobiernos electos mediante elecciones libres, lim-
pias y competitivas. Además, existen libertades civiles y políticas.
Esto significa que en las DD, así como en las democracias repre-
sentativas, los ciudadanos tienen la facultad de reunirse, agruparse
políticamente y competir por el voto popular.
Sin embargo, las decisiones en este tipo de regímenes no se toman
teniendo en cuenta la diversidad de opiniones en la ciudadanía, sino
que tienen un alto contenido discrecional. Esto significa que solo
una persona o un grupo de personas toma las decisiones. Además,
estos no sienten la necesidad ni la obligación de consensuarlas,
ampliarlas o someterlas a la revisión de instituciones de control.

La democracia delegativa se distingue de otros subtipos de ré-


gimen político por la forma en la que se toman las decisiones.

Las formas son muy importantes en un régimen democrático. En


democracias representativas, la toma de decisiones requiere del
acuerdo de los diferentes partidos políticos. El Congreso es enten-
dido como el espacio donde los partidos políticos ponen en dis-
cusión sus ideas, intentando llegar a acuerdos y tomar decisiones
Herramientas para el análisis de la sociedad y el Estado 75

políticas conjuntas, considerando los diversos puntos de vista.


En cambio, en las DD esto no sucede. Principalmente porque en las
DD, el presidente tiene el derecho –y la obligación– de tomar las
decisiones que crea posibles para el país basándose en sus propias
ideas, métodos y acciones. No hace falta que consulte o atienda el
reclamo de nadie (en esto las DD y los populismos contemporá-
neos tienen mucha relación, como puede leerse en el Capítulo 7 de
L. Petrino).
La idea central que legitima las DD es que existe una necesidad de
salir de la situación crítica de cualquier manera. Y la elección de un
presidente fuerte, que no encuentre obstáculos, supone una salida
fácil. Así, se vota a alguien sin importar su pasado y sin conocer su
real capacidad más allá de su discurso. Es por esto que las DD se
asocian a una lógica hiperpresidencialista.
En las DD se implementa, generalmente, un sistema de elección
mayoritario para sus presidentes, como la doble vuelta (balotaje).
En la segunda vuelta, un presidente obtendrá cifras superiores al
50%. Si se diera que el ganador de una elección presidencial se
consagrara sin grandes diferencias de su competidor más cercano,
toda la estrategia de toma de decisiones se vería cuestionada.
Es que en las DD el presidente argumenta representar la voluntad
del pueblo y para eso necesita porcentajes muy altos de votación
que legitimen su vocación mayoritaria.

En las DD, los liderazgos son carismáticos y se concentran en


ellos todo el saber y la toma de decisión sobre cómo salir de la
crisis.

Otro atributo de las DD es que se estimula la aparición de dico-


tomías del tipo “patria-antipatria” o “nación-antinación”. Se tra-
ta de una suerte de polarización social entre quienes apoyan las
76 Fernando Pedrosa, Florencia Deich, Cecilia Noce (compiladores)

decisiones presidenciales y quienes no lo hacen (y son por ello


antipatrióticos).
En las DD, quien ocupa la presidencia por el período constitucio-
nalmente establecido afirma que no representa a un partido, sino a
la nación en su conjunto. Esta idea de suma de la totalidad de las
voluntades hace que la disidencia, por lo menos en términos de
discurso, sea negativa.
El uso persistente de un “lenguaje de crisis” (por ejemplo, en la
Argentina hacer siempre referencia comparativa con la crisis del
2001) y el recurso de invocar constantemente los miedos desatados
por las crisis son parte de la estrategia de sostén de este régimen
(Ippolitto-O’Donnell, 2009).
En las situaciones de crisis donde la fragmentación social y política
así como el descrédito de los partidos políticos instalan la creencia
de que solo la superación de las diferencias puede llevar adelante un
plan, un proyecto salvador, es decir, donde la sociedad se considera
una sola, homogénea y con un solo interés; en ese marco, la disiden-
cia puede ser vista casi como sinónimo de traición a la patria.
En las DD, no estar de acuerdo con la decisión presidencial es no
estar de acuerdo con la Nación. Quien se convierta en presidente,
se convertirá en la imagen del Estado, encarnará a la Nación y por
ello, la ciudadanía o los poderes que deseen contradecirlo deberán
tener en claro que lo que contradicen es a la Nación.

En las DD, el presidente es la encarnación del país y del interés


general; contradecirlo es contradecir a la Nación.

Otra característica de las DD es la negación de las instituciones de-


mocráticas. En las DD, las decisiones presidenciales son las “me-
jores” (y únicas) para el país. Por eso, los obstáculos a ese tipo de
decisiones son considerados dañinos. La justicia, el parlamento,
Herramientas para el análisis de la sociedad y el Estado 77

los opositores, todos ellos son obstáculos que no deben ser respe-
tados si contradicen al presidente.
En una democracia representativa, las instituciones democráticas
como el Congreso o el Poder Judicial son espacios para la revisión
de las decisiones del Poder Ejecutivo. En una democracia delegati-
va, estas mismas instituciones son espacios de dilación de la toma
de decisiones, o bien de cuestionamiento al régimen. Y por ello,
el presidente afirma que deben ser dejados de lado ya que él es el
único representante del país y del pueblo.
Si el Congreso o el Poder Judicial no acuerdan con lo decidido por
el Poder Ejecutivo, no están fortaleciendo el régimen, como se cree
en las democracias representativas. Por el contrario, están ejer-
ciendo una fuerte crítica a la democracia. No solo las instituciones
políticas son obstáculos; muchas veces los grupos económicos y
la prensa resultan obstáculos para el ejercicio de la democracia
delegativa.
Esto impacta sobre la forma en la cual se toman decisiones (solo el
grupo oficialista toma las decisiones) y el tipo de políticas públicas
que se ponen en marcha.
Por lo general, al no mediar instituciones como el Congreso o el
Poder Judicial, las políticas públicas son diseñadas e implementa-
das de forma abrupta, cambiante y sin consulta. Además, pueden
ser fuertemente cuestionadas y cuestionables, tanto en su pertinen-
cia como en su efectividad. Y, sin duda, pueden no contar con el
aval de instituciones como el Congreso, los partidos políticos o los
grupos afectados por dicha política.

En las DD, la única institución legítima es la presidencia; el


resto de las instituciones debe obedecer o aparatarse de las de-
cisiones del Estado.
78 Fernando Pedrosa, Florencia Deich, Cecilia Noce (compiladores)

Las DD se caracterizan por su condición movimientista. ¿Qué sig-


nifica esto? Significa que se apoyan en movimientos sociales, no
en partidos políticos. Esto les permite ampliar la cantidad de indi-
viduos que apoyan al candidato ya que los partidos son un compo-
nente más del movimiento.
Los movimientos, en vez de los partidos políticos, permiten una
mejor integración de las diferencias entre sus componentes. Los
partidos políticos son considerados obstáculos para la toma de de-
cisiones porque, en general, solo integran a personas que coinciden
entre ellas y rechazan a quienes piensan distinto.
El presidente en las DD se sostiene en movimientos amplios y he-
terogéneos más allá del partido o movimiento que lo llevó al po-
der. El gobierno de la DD se propone como representante de todos
y pretende superar las facciones construyendo un movimiento en
torno a sí mismo antes que un partido.

Auge y decadencia de las DD

En tanto, las DD surgen como la respuesta a una crisis –económi-


ca, social o ambas-, una vez superada la crisis, el auge del modelo
delegativo comienza a caer. La posibilidad de sostener este mo-
delo en el tiempo es poco probable, fundamentalmente, porque la
oposición –partidaria o no– puede encontrar ecos en los cuestiona-
mientos al accionar unilateral de los presidentes.
Y al existir, como existen, elecciones libres, la ciudadanía puede
efectivamente votar por una alternancia. Más tarde o más tempra-
no en el tiempo, la ciudadanía exigirá una rendición de cuentas, ya
sea a través de sus representantes en el Congreso o en el marco de
una elección presidencial.
Las tensiones generadas por las prácticas de quien ejerce la presi-
dencia en las DD generan cansancio y un desgaste en la población
Herramientas para el análisis de la sociedad y el Estado 79

que impactan en la desacreditación del liderazgo presidencial, que


es el sostén de la democracia delegativa.

Bibliografía
Collier, D. y Levitsky, S. (1997): “Democracy with Adjectives: Conceptual In-
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