Quinto Domingo de Pascua Ciclo B 2024
Quinto Domingo de Pascua Ciclo B 2024
Quinto Domingo de Pascua Ciclo B 2024
Oración de acentuado y más que justificado carácter pascual, en la que sin nombrar la
palabra Bautismo, todos los elementos apuntan a él, ya que, por el mismo, hemos
obtenido la redención y la filiación divina, que nos hace acreedores al cariño de Padre
de nuestro Dios, y es garantía de que vivamos en la verdadera libertad, la que es propia
de los creyentes y que es prenda de la herencia eterna que nos será dada en su día. Es
una plegaria diáfana, perfectamente inteligible, como lo demuestra el hecho de que las
traducciones no han tenido ninguna dificultad en brindamos unas versiones airosas y
llenas de unción. Esta oración es la misma que la del sábado de la II semana de Pascua.
En cuanto a la motivación ("Te has dignado redimirnos y has querido hacernos hijos
tuyos", dos temas entrañables a más no poder, que merecen un comentario por
separado:
San Pablo, que llevaba en su alma el glorioso peso de la gratitud que debía a su Dios,
por la redención de la que había participado tan abundantemente, escribió con
estremecimiento en diversas ocasiones, explicando el don de esa redención operada
por Jesucristo, el Señor. Baste por todas, aquella dramática afirmación de su carta a los
Gálatas: "Cristo nos rescató de la maldición de la ley, haciéndose él mismo maldición por
nosotros, pues dice la Escritura: Maldito todo el que está colgado de un madero, a fin de
que llegara a los gentiles, en Cristo Jesús, la bendición de Abrahán, y por la fe
recibiéramos el espíritu de la promesa" (Ga 3,13-14).
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C. URTASUN, Las oraciones del Misal, Barcelona: CPL 1995, 278-281.
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Misal Romano. Edición típica para Colombia, según la Tercera Edición Típica Latina, Conferencia Episcopal
de Colombia, Departamento de liturgia, 2008, 244.
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Quinto domingo de Pascua - Ciclo B- 2024
b) La filiación. "Rescatados de la maldición", como acaba de explicarnos san Pablo,
podríamos sentir un inmenso alivio. Pero la bondad y misericordia de nuestro Dios no se
contentó con eso, sino que, como dice el pregón pascual:
En verdad es justo dar gracias y aclamar con nuestras voces y con todo el afecto del corazón a Dios
invisible, el Padre todopoderoso, y a su único Hijo, nuestro Señor Jesucristo. Porque él ha pagado
por nosotros al eterno Padre la deuda de Adán y, derramando su Sangre, canceló el recibo del
antiguo pecado. ¿De qué nos serviría haber nacido si no hubiéramos sido rescatados?
Pero no fue eso solo, sino que al "acampar entre nosotros el Unigénito del Padre, nos dio
el poder de hacernos hijos de Dios"(cf. Jn 1,12-14). Esto le llevaría al apóstol san Juan, ya
al final de su vida, a estampar aquella frase memorable: ¡"Ved qué amor nos ha tenido el
Padre, para llamarnos hijos de Dios; pues lo somos"! (1Jn 1). Con razón gritaría san Pablo:
"La ley, en verdad, intervino para que abundara el delito; pero donde abundó el pecado,
sobreabundó la gracia" (Rm 5,20).
Petición: "Míranos con amor de Padre". Una mirada como la pedía el salmista: "Oh Dios,
escudo nuestro, mira, pon tus ojos en el rostro de tu ungido" (Sal 84,10), o como aquella
de Jesús, sobre Pedro, en la hora triste de su traición perjura: "Y el Señor se volvió y
miró a Pedro y recordó a Pedro las palabras del Señor, cuando le dijo: Antes que cante
hoy el gallo me habrás negado tres veces. Y, saliendo fuera, rompió a llorar amargamente
(Lc 22,61-62). Aquella mirada lo marcó definitivamente y fue el punto de arranque de
su salvación, a pesar de su pecado, infinitamente mayor que el del pobre Judas.
"La herencia eterna". Todo hombre que tiene dos dedos de frente piensa en el porvenir.
El hombre del campo siembra hoy para recoger mañana. El inversor arriesga, a veces
delirantemente, con la perspectiva de una ganancia seductora. ¿Y los que manejamos
las verdaderas riquezas, no debemos pensar en el más allá, en el mañana? Nos quieren
confinar a una existencia sin horizonte. No la imaginó así Jesucristo en las parábolas de
las diez vírgenes, de los talentos y en la descripción del juicio final (Mt 25,1-46), que es
una consagración del sentido común, de cara al tiempo y a la eternidad. Viene a decir
que a los creyentes se les regala la gracia, para que den el ciento por uno y obtengan
la vida eterna, gracias a la laboriosidad que pusieron en el campo que les fue confiado,
o negociar con los talentos que recibieron; que en el Reino de Dios no hay sitio para
holgazanes, gente insolidaria, comodona, solterona, o falta de horizontes.
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Quinto domingo de Pascua - Ciclo B- 2024
Textos proclamados: comentario a las lecturas 3
Ha tenido lugar un acontecimiento estrepitoso: Saulo, el celoso judío que perseguía con
saña a la comunidad cristiana, vencido de improviso por el Espíritu, se ha adherido a
Cristo. Pero nadie sabe nada todavía de su repentina y total conversión. Todos le temen
e Intentan evitarle. Un hermano se hace cargo de él. Bernabé, atento a la voz del Espíritu
y dócil a su guía, toma consigo a Pablo, sale garante por él, crea un clima de estima y de
favor en torno a su persona, para insertarlo del mejor modo posible en la comunidad de
Jerusalén (vv. 27s). Y de inmediato se inflama Pablo por la predicación.
Sin embargo, precisamente la franqueza con que habla en el nombre del Señor le
acarrea, como había sucedido en Damasco (vv. 22-25), un complot por parte de los
judíos de lengua griega: la comunidad cristiana de Jerusalén decide entonces alejarlo
(vv. 29s) para preservarle la vida, que la tenía seriamente amenazada (v. 26).
El apóstol Juan, que ha «visto» y «tocado» al Verbo de la vida, parece que sólo tiene una
palabra para comunicar a los hombres: el amor. La repite sin cansarse con mil matices
diferentes, con acentos cada vez más fuertes, con una pasión que le viene de la
experiencia del misterio pascual. En consecuencia, su exhortación es, antes que nada,
una invitación a vivir en comunión con Cristo para pasar con él de la muerte a la vida (v.
16).
Frente a la pascua del Señor -su muerte y resurrección- no podemos contentarnos con
discursos sobre el amor: es preciso emprender acciones concretas inspiradas en la
verdad manifestada por Cristo (v. 18). «Cada árbol se conoce por sus frutos», había
enseñado Jesús (Lc 6,44): de este modo, todo el mundo puede evaluarse exactamente
sobre la base de sus propias obras, poniéndose bajo la mirada de Dios con una
conciencia límpida, con la confianza de los hijos (1 Jn 3,19-21) en los que mora un germen
divino (v. 9).
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AA.VV., Lectio divina para cada día del año, vol. 4, Navarra: Verbo Divino 2011, 266-270.
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Juan no ignora que el mandamiento del amor es verdaderamente «divino», o sea,
imposible para el hombre, sólo posible con la ayuda del Espíritu. De ahí procede el
reconocimiento de la absoluta impotencia del hombre: «Sin mí, no podéis hacer nada».
De ahí también -y, en consecuencia- la total desesperación o la auténtica humildad sin
límites: «Dios es más grande que nuestra conciencia» (v. 20). Y él, el Omnipotente,
obedece a los que le obedecen y «guardan sus mandamientos» (v. 22). Quien ama así
tiene una sola voluntad con Dios, y ama de verdad conforme a Cristo: ha restaurado
plenamente en él la imagen divina a cuyo modelo fue creado.
Aunque va a enfrentarse con la muerte, Jesús sigue siendo para los suyos la fuente de
la vida y de la santidad («producir fruto»: 15,6). Más aún, precisamente yendo al Padre
pone la condición para poder «permanecer» para siempre en los suyos. Jesús,
sirviéndose de una comparación, habla de sí mismo como de la vid verdadera: una
imagen que ya habían usado a menudo los profetas para describir a Israel, la vid
infecunda, recidiva a los amorosos cuidados de YHWH (cf. Is 5). Jesús se presenta
como el verdadero pueblo elegido que corresponde plenamente a las atenciones de
Dios. Por otra parte, se identifica con la Sabiduría, de la que se había escrito que como
vid ha producido brotes, flores y frutos (Eclo 24,17).
Con esa imagen quiere explicar, por consiguiente, cómo es la extraordinaria realidad de
la comunión vital con él que ofrece a los creyentes, qué compromiso incluye ésta y
cuáles son las expectativas de Dios. Jesús es el primogénito de una humanidad nueva
en virtud del sacrificio redentor en la cruz. Él es la cepa santa de la que corre a los
sarmientos su misma linfa vital. Quien permanece unido a él puede dar al Padre el fruto
del amor y dar gloria a su nombre (vv. 5.8). A continuación, para que este fruto sea
copioso, el Padre-viñador realiza todos los cuidados, corta los sarmientos no fecundos
y poda los fecundos. Esta obra de purificación se va realizando cuando la Palabra de
Jesús es acogida en un corazón bueno (v. 3): entonces esta Palabra guía las acciones
del hombre y lo hace amigo de Dios, cooperador en su designio de salvación,
colaborador de su gloria (v. 7).
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Quinto domingo de Pascua
28 de abril de 2024
Moniciones
Entrada
Queridos hermanos: al llegar al quinto domingo del tiempo de Pascua
seguimos exultando de alegría porque Cristo ha destruido las
cadenas del pecado y de la muerte con su resurrección. Hoy el Señor
nos regala la gracia de participar en esta Eucaristía para que
escuchemos sus palabras: «permanezcan en mí y yo en ustedes; el
que permanece en mí da mucho fruto». Por esta razón, con el deseo
de dar frutos de santidad, celebremos con fe esta Santa Misa.
Liturgia de la Palabra
Ahora vamos a escuchar la proclamación de la Sagrada Escritura y
Jesús resucitado nos invita a permanecer en sus palabras. Este es el
secreto para poder dar fruto abundante en nuestra vida, para ser
capaces de amar y para dar testimonio de la resurrección.
Comunión
Nos unimos plenamente a Cristo resucitado cuando recibimos su
Cuerpo y su Sangre. Por eso este momento se llama “comunión”.
Que esta sea la gran oportunidad para unirnos íntimamente con el
Señor para permanecer en Él y dar fruto.
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Quinto domingo de Pascua
28 de abril de 2024
Oración universal
Alegres por la resurrección de Cristo y permaneciendo en su palabra,
presentemos al Padre del cielo estas peticiones que son oración de
intercesión por las necesidades de la humanidad. Por eso digamos:
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