Actividad 1. El Delito

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Laura Vicente Pizarro

EL DELITO: CONCEPTO, ELEMENTOS Y EVOLUCIÓN HISTÓRICA

Para definir el concepto de delito debemos partir del derecho penal. Éste es el conjunto de
normas jurídicas “que a determinadas conductas previstas como delito asocian penas o
medidas de seguridad”, citando a Bajo Fernández en 2019. Dichas normas son entendidas
como reglas o pautas de conducta necesarias para la vida social y que llevan asociada una
consecuencia, y puesto que hablamos de derecho penal, se trata de una pena o medida de
seguridad.

Hecha esta pequeña introducción, podemos profundizar en el delito y su origen.


Podemos decir que el delito nació junto con el primer hombre, ya que desde el origen de la
humanidad han existido conductas antisociales, prohibidas o conductas tabú, cuya
realización llevaría aparejado un castigo.
En una primera etapa, el castigo se traduce en múltiples formas de venganza, desde la
privada a la pública, con modalidades intermedias, como la que consigna la ley del talión
recogida en el Código de Hammurabi del siglo XVIII a.C.

Una vez establecido que la sanción debe tener carácter público, aparecen las formas del
derecho tomano, canónico y germánico, que se fusionan, en la Edad Media, en un derecho
penal cruel, con castigos en forma de torturas o trabajos forzados, entre otros, que
protegían los derechos del clero y la nobleza con total desigualdad.

Progresivamente, surge la necesidad de definir los principios del derecho, el concepto de


delito y justificar la potestad del Estado para castigar. Estas inquietudes empiezan a surgir en
el siglo XVIII de la mano de la Ilustración e Iluminismo, con figuras como Voltaire, Rousseau o
Montesquieu, con su obra “Del espíritu de las leyes”.

Esta etapa humanitaria da paso a la llamada etapa científica. Con la Ilustración y la


separación de poderes Iglesia - Estado empieza a buscarse la explicación de los hechos en la
Laura Vicente Pizarro

razón y no en la religión y aparecen los principios y garantías procesales. Este predominio de


la razón provoca un interés en el concepto de delito y en el origen del derecho del Estado a
sancionar (ius puniendi), lo cual será el génesis de las escuelas penales.
Uno de los principales autores que inspiraría a los posteriores representantes de dichas
escuelas fue Cesare Bonesana, más conocido como Cesare Beccaria, cuya obra “De los
delitos y las penas”, el cual es un breve tratado acerca de los delitos como conductas
contrarias a la sociedad, y de la justificación del derecho del Estado a castigar, que debe huir
de las penas crueles, como la tortura y la pena de muerte.
Entre los precursores de las escuelas penales, debemos citar además a Romagnosi, defensor
de la finalidad preventiva de las phineas, o a Von Feuerbach, autor del Código Penal de
Baviera de 1813 y de la fórmula “ningún delito, ninguna pena sin previa ley penal” (traducido
del latín al castellano), lo cual es el origen del principio de legalidad.

La primera escuela en aparecer es la escuela clásica. Surge como reacción a los excesos
cometidos en anteriores épocas en la imposición de penas o castigos, tales como la
venganza pública o las torturas. Defiende la importancia del Derecho natural, que se erige
como justificación del derecho positivo: los llamados iusnaturalistas defienden la existencia
de unos derechos universales inherentes a la naturaleza humana.
Dichos derechos universales son otorgados por Dios al hombre y deben regir la forma en la
que este se debe conducir. No obstante, como es posible que esos derechos naturales no
sean suficientes para regular la vida en sociedad, admiten que se elaboren una serie de
normas inspiradas y presididas por el derecho natural, y las correspondientes sanciones para
su incumplimiento.
Para esta escuela, la razón última del derecho sancionador del Estado es el libre albedrío.
Dios ha dotado al hombre de inteligencia y esta le debe servir para escoger entre el buen o
el mal camino. Si escoge incumplir las normas, será haciendo uso de su plena libertad (es
por esto que se deja impunes a aquellos que carecen de libre albedrío, como el niño o el
loco) y merecerá un castigo, manejando así un concepto retributivo de la pena.
La escuela clásica se olvida del estudio del delincuente, ya que considera que, en cuanto
libres, todos los hombres son iguales y son definidos por sus actos y no por su
responsabilidad.
Laura Vicente Pizarro

Como máximos representantes podemos citar a Francesco Carrara y Giovanni Carmignani,


así como a Gian Domenico Romagnosi, autor de la “Génesis del Derecho Penal”, si bien este
último es considerado por algunos positivistas como precursor del positivismo o puente
entre ambas escuelas.

Por otro lado, surge la escuela positiva por una preocupación por el estudio del delincuente
como actor principal en la teoría del delito, definida dicha teoría, según Muñoz Conde en
2002, como un sistema de hipótesis que exponen, a partir de una determinada tendencia
dogmática (sistema causalista y finalista), cuáles son los elementos que hacen posible o no la
aplicación de una consecuencia jurídico-penal a una acción humana.
Podemos decir que comienza con la publicación de la obra “El hombre delincuente”, de
Lombroso, génesis de la antropología criminal. Hacia esa época, aparecieron la frenología y
la fisonomía, que estudiaban las causas de la criminalidad en la forma del cráneo del
delincuente o en su apariencia externa. Sobre estas premisas, niega el libre albedrío, toda
vez que, concurriendo determinadas circunstancias o factores en el delincuente, este estaría
destinado a delinquir. Se trata por ello de una corriente determinista.
El fundamento de la pena, al negarse el libre albedrío y la responsabilidad moral, es
meramente preventivo y de defensa social. Con la pena, se intenta reeducar o “sanar” al
delincuente si ello es posible.
La escuela positiva, al partir de que las penas cumplen una función preventiva, incorpora el
examen de la peligrosidad social del delincuente y, como respuesta a esta, no solo establece
la pena como medio de defensa, sino que incorpora las medidas de seguridad, ausentes en
la escuela clásica.
Los principales representante son, además de Lombroso, Raffaele Garofalo, precursor de la
criminología moderna, toda vez que defendía el abordaje de la criminalidad tanto desde la
perspectiva psicológica como antropológica, y Enrico Ferri, cuya aportación fue una
perspectiva sociológica del fenómeno delictual.

Toda vez que las escuelas clásica y positiva mantienen posturas enfrentadas e
irreconciliables, surgen nuevas escuelas eclécticas, entre las que citaremos tan solo dos de
ellas, como representación relevante.
Laura Vicente Pizarro

La llamada escuela del positivismo crítico, la cual intenta fusionar los principios del derecho
natural con la atención concreta a la realidad del delincuente y las circunstancias del delito.
Y la escuela sociológica alemana o también denominada escuela de política criminal. Esta
escuela defiende que él delito no depende de la libertad humana, sino de factores
personales, sociales, económicos, etc.

Haciendo entonces referencia al delito en el momento actual, debemos retomar de nuevo el


concepto de teoría del delito explicado anteriormente.
Las dos tendencias dogmáticas de las que habla Muñoz Conde en su definición de teoría del
delito en 2002 son las que dan nombre a los sistemas causalista y finalista.

Partiendo de la definición que nuestro Código Penal (en adelante CP) nos da en su artículo
10 (“Son delitos las acciones y omisiones dolosas o imprudentes penadas por la ley”), vamos
a dar una definición de los elementos que deben concurrir para la existencia del delito según
su definición comúnmente aceptada (acción típica, antijurídica y culpable y “punible”, según
algunos autores), con el fin de analizar, posteriormente, su tratamiento en los distintos
sistemas causalista y finalista, ya que ambos sistemas se caracterizan por dotar de diferente
contenido a cada categoría.

- La acción la entendemos como comportamiento o conducta humana externa, ya sea


activa o pasiva (omisión), que produce un resultado jurídicamente no deseable.
Dicha conducta debe ser dolosa, es decir, que exista intención total de llegar a un
resultado (incluimos el dolo eventual, que se da cuando una persona es consciente
de los daños y del resultado que se puede derivar de una cierta conducta, los acepta
y sigue realizando esa acción) o imprudente.
La omisión puede ser propia, cuando se trata de delitos recogidos en el CP como
conductas omisivas, como por ejemplo, deber de socorro (artículos 195 y 195); o
impropia (artículo 11 del CP), se trata de los delitos de comisión por omisión, que
consistiría en la no evitación del resultado y se puede dar en dos supuestos:
existencia de obligación de actuar, y omitente crea una situación de riesgo para el
bien jurídicamente protegido mediante omisión.
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- La tipicidad consiste en la adecuación de esa conducta a una norma penal. Hay que
comprobar si el hecho viene definido como delito en el momento de actuar (artículo
1 CP: “No será castigada ninguna acción ni omisión que no esté prevista como delito
por ley anterior a su perpetración”).

- La antijuricidad vendría a ser el desvalor del resultado, la lesión o puesta en peligro


de bienes o derechos jurídicamente protegidos. La conducta, además de estar
recogida en el CP, debe ser contraria al ordenamiento jurídico. Por ejemplo, causas
de justificación como la legítima defensa (artículo 20.4 CP) o estado de necesidad
(artículo 20.5 CP).
Debemos tener en cuenta la teoría de los elementos negativos del tipo, esto es que
un sector de la doctrina entiende que las causas de justificación son elementos
negativos del tipo, es decir, se produce el tipo penal siempre que se realice la
conducta sin estar amparada por una causa de justificación.

- La culpabilidad consistiría en la posibilidad de reprochar al autor el resultado


producido.
La ausencia de culpabilidad la veríamos en tres posibles casos, causas de
imputabilidad (artículo 20 CP: alteración o anomalía psíquica, trastorno mental
transitorio, intoxicación plena, síndrome de abstinencia, o alteración en la
perspectiva), minoría de edad o error invencible.

- La punibilidad puede ser objetiva (como por ejemplo retractarse de falso testimonio
antes de dictar sentencia) o subjetiva (como la comisión del delito contra la
propiedad entre determinados parientes).

Centrándonos ahora en un análisis en profundidad de los sistemas causalista y finalista,


vemos lo siguiente.
El sistema causalista es llamado así por la importancia que da a la relación causa-efecto. En
un primer momento, examina si se ha realizado una conducta humana voluntaria y si esta ha
producido un resultado descrito en un tipo penal, siendo indiferente si la conducta
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voluntaria iba expresamente dirigida a la consecución de ese resultado. Ya que este


elemento se examinaría en el ámbito de la culpabilidad, donde nos preguntamos si el autor
conocía y quería el resultado producido. La antijuricidad, por su parte, quedaría subsumida
por la tipicidad, ya que sería tan solo “el acto meramente ilegal en cuanto significa una
conducta contraria a la sociedad” (Von Liszt 1911, p.146).
Sus principales representantes son Franz von Liszt y Ernst von Beling.

Por otro lado, si el sistema causalista se asienta sobre la relación causa-efecto o


conducta-resultado, el finalista exige que la conducta vaya dirigida a un fin, no pudiendo
consistir en la mera producción del resultado sin que esa fuera la voluntad del sujeto. Este
sistema surge a partir de la teoría de la acción final de Hans Welzel (máximo representante).
Para los finalistas, el dolo (intención) y la culpa (imprudencia) se examinan ya en el ámbito
de la acción y no en el de la culpabilidad. La antijuricidad aparece si no hay causa de
justificación, que convertirían la acción típica en no reprochable.

Hemos hablado del delito como figura central de estudio del derecho penal, que también se
ha ocupado de manera extensa del delincuente como actor principal de la conducta
delictiva. Recordemos que las escuelas penales comienzan por el interés en la justificación y
razones del Estado para castigar al criminal y la preocupación por eliminar determinadas
formas de castigo, como la venganza de sangre o la tortura, y que una de las escuelas
principales, la escuela positiva, centra su interés en el estudio del delincuente.

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