Tarde y Mañana
Tarde y Mañana
Tarde y Mañana
George H. Warnock
2ª Edición en Español
Impreso en Colombia. Diciembre, 2004
Contenido
Prefacio ........................................................... 5
CAPÍTULO PRIMERO .................................................................................................... 9
El desarrollo de la revelación ......................... 9
CAPÍTULO SEGUNDO ................................................................................................. 23
Otra generación viene ................................... 23
CAPÍTULO TERCERO .................................................................................................. 48
Se acerca el día ............................................. 48
CAPÍTULO CUARTO.................................................................................................... 54
Ven, viento del sur ........................................ 54
CAPÍTULO QUINTO..................................................................................................... 61
El río de Dios ................................................ 61
Prefacio
PREFACIO
En este tiempo de visitación espiritual, Dios
le recuerda a Su pueblo, una y otra vez, que El
está buscando tenazmente llevarlos a una
directa y libre unión con El Mismo para que, por
medio de ellos, El pueda revelar Su gloria a las
naciones. Cuando quiera que se enfatiza en las
formas de la verdad, en las estructuras
religiosas, y en los sistemas, el pueblo de Dios
se empantana en estratagemas humanas que –al
fin y al cabo– no lo lleven a ninguna parte. Es
cierto que necesitamos tener doctrinas, métodos
y estructuras apropiadas, pero Dios quiere que
sepamos que la estructura de Su Iglesia es
apenas una consecuencia de la Ley de la Vida
(y, por lo tanto, está sujeta al cambio en muchos
aspectos), como ocurre con cualquier otra cosa
viviente que El haya creado. Si hay VIDA,
entonces debe existir necesidad de
CRECIMIENTO, de CAMBIO, y de
TRANSFORMACION. De otro modo, no se habrá
cumplido el propósito de Dios al impartir esa
vida.
Sobre esto recalcará especialmente este
escrito, porque es algo que creemos muy
necesario en esta hora. Dios está haciendo una
COSA NUEVA en la
6 • Tarde y Mañana
Abril de 1979 El
Autor.
«...y fue la tarde y la mañana un día»
(Génesis 1:5).
El desarrollo de la revelación
EL DESARROLLO DE
LA REVELACION
Para los hombres de perspicacia y entendimiento, es
evidente que la Iglesia de Jesucristo va a entrar en una nueva
fase de vida y de verdad en esta hora, la hora más crítica de
su larga historia. Por supuesto, parece que, por lo que
respecta a la mayor parte del pueblo, existe la preocupación
de que el sol está a punto de ponerse en la (en otro tiempo)
gloriosa, esplendorosa y triunfante Iglesia. Pero para
aquellos cuyos ojos han sido iluminados y cuyos corazones
han sido ensanchados para percibir lo que Dios está haciendo,
no se trata realmente de la puesta del sol sino, más bien, de
la salida del sol y –aún más– del comienzo de un nuevo día.
El orden de Dios, establecido con precisión en el libro de los
Orígenes, primero está la «tarde» y, luego, la «mañana.» Se
requiere que esto sea así porque –invariablemente– en los
tratos de Dios con los hombres, cuanto más tenebrosa es la
hora de la frustración y del peligro humanos, mayor es el
brillo de la luz de la esperanza que resplandece desde los
corazones de aquellos que son hijos de la luz. Todo depende
de nuestro punto de vista. Por eso queremos decir que todo
depende del lado de la columna de fuego desde el cual
hacemos nuestra observación. Si nos encontramos morando
con los egipcios cuando los juicios empiecen a sobrevenir,
10 • Tarde y Mañana
entonces –con seguridad– habrá oscuridad, una oscuridad tan
densa que podrá palparse con las manos. Pero si en ese
momento estamos aliados con el pueblo escogido, y tenemos
la anticipación y la esperanza de una grande, y completa, y
pronta liberación, entonces nuestros hogares estarán llenos
de luz. O si estamos con los ejércitos egipcios cuando ellos
persigan al pueblo que tiene el pacto con Dios, habrá tinieblas
espesas. Sin embargo, en el otro lado de la oscuridad habrá
luz –luz de esplendor y de gloria– que alumbrará y animará
al pueblo cuando ellos se enfrenten al futuro y a la
perspectiva de una herencia gloriosa, aunque tal perspectiva
pudiera estar entremezclada con incertidumbre e
interrogativa referentes a los caminos y a los medios para
entrar en posesión de ella.
¿Por qué un contraste tan grande? Simplemente porque
el pueblo está morando en diferentes lados de la misma nube.
La Iglesia tiene un antiguo coro que habla de «hacer que se
devuelvan esas horribles nubes.» Pero, en realidad, eso no
resuelve nada. Lo que necesitamos no es un mero cambio de
circunstancias. Hacer que se devuelvan las nubes, con tanta
frecuencia como usted lo desee, no cambia nada, pues ellas
seguirán siendo nubes de tinieblas, de aprensión y de temor,
en tanto que sigamos morando del lado de la nube del
hombre, lejos del sol. La única solución es situarse del otro
lado de la nube, donde el sol esté a plena vista. Qué hermoso
panorama cuando usted sube a un avión en un día nublado y
se remonta en la atmósfera muy por encima de las nubes,
desplazándose raudamente hacia su destino en los asoleados,
azules y claros cielos de la atmósfera superior, con las nubes
a sus pies. Algunas veces le digo a la gente, a modo de
estímulo: «Sigan mirando hacia abajo.» Porque la nuestra es
una herencia celestial, al igual que una ruta celestial. Dios
El desarrollo de la revelación • 11
«...juntamente nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar (junto
a El) en lugares celestiales en Cristo Jesús» (Efesios 2:6).
Cuando tomemos ese lugar junto a El en «los cielos» con
Cristo Jesús, entonces –verdaderamente– no quedará en
nuestros pensamientos espacio para la derrota. Por derrota
queremos dar a entender alguna clase de victoria parcial, o
alguna frustración –en algún sentido de la palabra– de ese
alto y sagrado llamamiento por el cual y para el cual hemos
sido llamados. Esto es, exactamente, lo que queremos decir:
Si hay alguna frustración –en cualquier sentido de la palabra–
en ese alto llamamiento, eso significa derrota. ¿Por qué
insiste la Iglesia de Cristo en que una conquista de un 90 ó de
un 99 por ciento de la herencia, sería más honroso para Dios
que una victoria total? ¿Por qué sentimos que si retenemos
tan sólo un pequeño fragmento de nuestra vieja naturaleza y
de la vida anterior, entregando el resto al juicio de la Cruz,
que Dios es verdaderamente glorificado? El espíritu de Saúl
prevalece en la Iglesia de Cristo por todas partes. El insistía
en que había cumplido con el mandamiento del Señor, y se
sentía absolutamente orgulloso por tal hecho. Pero, el profeta
preguntó: «...¿Pues qué balido de ovejas y bramido de bueyes
es éste que yo oigo...?» (1 Samuel 15:14). Bueno, pues –
seguramente– que el profeta lo dijo para que destruyera todo
eso; pero –a lo mejor– no quiso decir eso exactamente.
También podría no haber querido decir que todas esas
«buenas» cosas de los amalecitas, y su mismo rey, recibieran
la muerte. ¡Esas cosas las había traído como un sacrificio
para el Señor! Honramos al Señor en vano, cuando traemos
todo lo bueno de nuestra vieja naturaleza ante El, pero
buscamos mantener nuestra VOLUNTAD en el trono. Creemos
que tenemos que mantener vivo al rey de Amalec para honrar
a Dios, pues el hombre es un «agente de libre voluntad
12 • Tarde y Mañana
moral.» El hecho, es que el hombre no es «libre» en ningún
sentido, ya sea como simiente de Adán o como simiente de
Abraham. Jesús aclara esto abundantemente. Sólo el Hijo
puede hacer que alguien sea libre, y ésta es la única libertad
verdadera que el hombre puede tener (Juan 8:3236). Por el
nacimiento natural, nos vemos impelidos por los deseos de la
VOLUNTAD de la carne y de la mente, que sólo nos llevan a la
esclavitud, sintiéndonos estimulados por el espíritu de
desobediencia (Efesios 2:2-3). Es solamente por la gracia de
Dios como se derrumba este muro de la rebeldía, y somos
llamados a la luz por Su voz creadora. Sólo se conoce la
verdadera libertad cuando se viene abajo –el rey de Amalec–
la última gran fortaleza de la vida vieja: la VOLUNTAD, y en
su lugar aparece la voluntad de Dios. Entonces podremos
decir verdaderamente: «El hacer Tu voluntad, Dios mío, me
ha agradado...» (Salmo 40:8). Y una vez más: «...Mi comida
(mi verdadero alimento, mi propia vida) es que haga la
voluntad del que me envió, y que acabe su obra» (Juan 4:34).
En este escrito queremos hacer énfasis en dos cosas:
Primera, que la Verdad es básica y fundamentalmente
inmutable a través de todas las edades – y que, en
consecuencia, al seguir al Señor hay un regreso al Génesis,
un regreso al origen de los divinos principios. Y, segunda,
que en este proceso de restauración hay una nueva
manifestación de la gloria divina, y una nueva revelación del
propósito divino. También hay aquí un balance perfecto, que
debemos mantener, para resguardarnos en la sólida roca de la
Palabra, por una parte; y, por la otra, con el fin de
capacitarnos para edificar a la perfección el templo del Señor.
Este principio de la restauración está ampliamente
ilustrado en la Naturaleza, así como también en las
El desarrollo de la revelación • 13
Escrituras. Después de todo, debemos esperar que esto sea
así, porque la Naturaleza sólo es una manifestación de la
Palabra de Dios. Hubo un tiempo en que los hombres no
tenían otra Palabra que la Palabra de la Naturaleza, y era tan
clara la revelación del pensamiento y del carácter de Dios,
que el apóstol pudo decir: «Porque las cosas invisibles de él;
su eterna potencia y divinidad, se ven entendidas por la
creación del mundo, y por las cosas que son hechas, para que
no haya excusa» (Romanos 1:20). Los cuerpos celestiales son
«luminarias,» así como sirven igualmente «...por señales, y
por tiempos determinados, y por días y años» (Génesis 1:14).
Hay órbitas de la Verdad. Hay estaciones de la Verdad. Hay
días de la Verdad. La luna orbita la tierra, y la tierra orbita al
sol – completando sus giros mes tras mes, y año tras año.
También puede ser que nuestra galaxia orbite otras galaxias
celestiales en un inmenso giro, incluso demasiado extenso
para que pueda ser calculado. De igual modo, la Verdad se
abre paso desde la eternidad, haciendo un vasto giro en los
cielos del propósito eterno de Dios, y vuelve a la eternidad.
Jesús dijo: «Salí del Padre, y he venido al mundo; otra vez
dejo el mundo, y voy al Padre» (Juan 16:28). Esto les pareció
muy claro a los discípulos, hasta el punto de que, finalmente,
sintieron que comprendían el misterio del Hijo y del Padre.
Pero estaban muy lejos de tener un claro entendimiento de lo
que El quería decir. Nuevamente dijo el apóstol Pablo:
«Porque de él, y por él, y en él, son todas las cosas. A él sea
la gloria por los siglos, Amén» (Romanos 11:36).
Esta verdad referente al giro de la Verdad está bellamente
ilustrado en el libro del Eclesiastés: «Generación va, y
generación viene; mas la tierra siempre permanece. Y sale el
sol, y se pone el sol, y con deseo retorna a su lugar donde
vuelve a nacer. El viento va al mediodía, y rodea al norte; va
14 • Tarde y Mañana
rodeando de continuo, y por sus rodeos vuelve el viento de
nuevo hasta completar su ciclo. Los ríos todos van al mar, y
el mar no se llena; al lugar de donde los ríos vinieron, allí
vuelven para correr de nuevo» (Eclesiastés 1:4-7).
En este pasaje, el sabio sigue diciendo: «...Nada hay
nuevo debajo del sol. ¿Hay algo de que se pueda decir:
He aquí esto es nuevo?....» (Eclesiastés 1:9,10). Básicamente,
esto es cierto. Fundamentalmente, «¿qué es lo que fue? Lo
mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho?
Lo mismo que se hará....» (Eclesiastés 1:9). Para el hombre que
observa esto «debajo del sol,» le resulta evidente. Nos
preguntamos cómo podría aplicarse esto en estos días de
grandes realizaciones científicas y tecnológicas; pero,
realmente, todo lo que los hombres han hecho es descubrir
los secretos de la energía y de la fuerza y del conocimiento
que Dios puso allí en la creación original. Incluso, la
explosión de la bomba de hidrógeno es tan sólo una
reproducción, en miniatura, del proceso de combustión que
se ha efectuado en el sol durante siglos. Queremos hacer
énfasis sobre esta verdad aquí mismo, antes de que tratemos
de comprender algunos de los misterios del desarrollo de la
revelación. Hay un regreso a los primeros principios, a los
fundamentos originales – en los momentos en que los
primeros principios han sido menospreciados, y los primeros
fundamentos han sido destruidos. Dios es el Señor que no
cambia; y Jesucristo es el mismo «ayer, y hoy, y por los
siglos.» El es la Verdad; y, por tanto, El no está sujeto a
cambio, ni a variabilidad, ni a vestigio de mudanza. En Su
relación con los hombres, El siempre está buscando hacernos
volver a El Mismo. Hacernos volver a los primeros
principios, hacernos volver al primer amor, hacernos volver
a los fundamentos originales, hacernos volver al primer altar
El desarrollo de la revelación • 15
en Betel, hacernos volver a la reconstrucción del Templo de
Dios, hacernos volver a los viejos senderos establecidos en
Su Palabra. Y es porque los hombres han abandonado los
primeros principios de la Verdad, por lo que ellos se han
extraviado durante tanto tiempo en los desiertos de su propia
elección. Muchos han perdido su camino en las vanas
imaginaciones de su mente, en tanto que creían
confiadamente que estaban avanzando con Dios en los
nuevos ámbitos de la Verdad. Cuando los hombres empiezan
por dejar a un lado las Escrituras, con la presunción de que
han llegado más lejos de lo que está escrito en la Palabra,
están destruyendo los mismos cimientos sobre los cuales está
edificado el sólido carácter cristiano, y están tirando por la
borda la única brújula que puede guiarlos al puerto del
reposo, al que ellos se imaginan que ya han llegado.
Entonces, ahora, con el sólido fundamento de las
Escrituras debajo de nuestros pies, queremos meditar,
valiéndonos de la Palabra y de diversos ejemplos de la
Naturaleza, en lo que Dios tiene que decir sobre una nueva
forma de vida para Su pueblo, sobre un nuevo ámbito en
Dios, que está disponible para Sus elegidos. Queremos oír lo
que las Escrituras dicen a aquellos que tienen oídos en esta
hora trascendental. Después de la gran efusión del Espíritu
en años recientes, que dio a tantos de nosotros una nueva
visión y una nueva esperanza, pero que terminó por
consumirse en las arenas, y que dejó un desengaño y una
incertidumbre general en cuanto a lo que había sucedido
realmente, y por qué. Fue en ese tiempo cuando el Señor
revivió para mí este pasaje de las Escrituras: «No os acordéis
de las cosas pasadas, ni traigáis a memoria las cosas antiguas.
He aquí que yo hago cosa nueva; presto saldrá a luz; ¿no la
conoceréis? Otra vez pondré camino en el desierto, y ríos en
16 • Tarde y Mañana
la soledad» (Isaías 43:18-19). Desde entonces he descubierto
que El ha revivido el mismo pasaje para otros que están
andando con el Señor. Dos cosas se hicieron muy reales para
mí: Que Dios tenía, ciertamente, un nuevo ámbito de la vida
que El estaba preparando, con el fin de llevarnos allí, y que
nosotros lo veríamos: «¿No la conoceréis?» El pueblo de
Dios siempre ha estado dispuesto a tomar la parte por el todo,
las arras por la herencia, las primicias por la cosecha. Parece
que las experiencias de la vida en el desierto son tan
calurosas, tan tristes, tan fatigantes que a cualquier pequeño
oasis del desierto lo reclamemos de buena gana como
nuestro, y sentimos que él debe ser la herencia que hemos
estado buscando. En las diversas estaciones de la Verdad por
las cuales ha pasado la Iglesia, Dios nos ha llevado, poco a
poco, a una pequeña parte de la herencia. En los últimos días
del ministerio de Moisés en las llanuras de Moab, él llevó a
los hijos de Israel hasta una pequeña porción de su herencia
al oriente del Jordán. Pero la verdadera dimensión de la
herencia estaba en Canaán, al occidente del Jordán; y para la
conquista de ese ámbito, Moisés debe abandonar la escena y
dar paso a un nuevo liderazgo bajo el mando de Josué.
Porque somos tan propensos a tomar la parte por el todo, el
Señor debe aparecer –misericordiosamente– y secar por
completo las fuentes de la primera bendición, para que
nosotros podamos movernos con El. El hace que los higos
se sequen en la higuera, y las uvas en la vid – para que
nosotros podamos avanzar una vez más por el camino
desconocido que lleva –al fin y al cabo– a la herencia plena
de la fructificación y de la victoria en Canaán. Entre tanto,
hay «gozo en la esperanza» cuando llegamos a ser
«pacientes en la tribulación.» Y aunque no lo
comprendamos, incluso mientras esperamos pacientemente
El desarrollo de la revelación • 17
la tierra de la fecundidad, hay fruto que está llegando a la
plenitud en el suelo árido de nuestra «espera.» Porque
también la «paciencia» es un fruto del Espíritu – y no
solamente un mal necesario que estamos destinados a
soportar. Por tanto, podemos cantar con el profeta:
«Porque la higuera no florecerá, ni en las
vides habrá fruto; la obra de la oliva
mentirá, y los labrados no darán
mantenimiento; las ovejas serán taladas de
la majada, y en los corrales no habrá vacas;
pero yo en el SEÑOR me alegraré, y en el
Dios de mi salud me gozaré.»
Con tal testimonio se renueva la fe y renace la esperanza,
y podemos continuar:
«El Señor DIOS es mi fortaleza, el cual
pondrá mis pies como de ciervas, y sobre
mis alturas me hará andar victorioso....»
(Habacuc 3:17-19).
LA NUEVA GENERACION
En Israel se había levantado una nueva generación. La
antigua generación pereció en el desierto, y de ella sólo
quedó un exiguo puñado. Israel había hecho un largo y
tortuoso recorrido, desde el día en que ellos dejaron a Egipto
hasta cuando llegaron a las llanuras de Moab, al frente de
Jericó. El ciclo de su errabundo recorrido por el desierto era
casi completo. Israel había regresado casi al mismo sitio
desde donde ellos habían partido unos 40 años antes. Israel
NO HABIA IDO A NINGUNA PARTE en todos esos recorridos, con
su errante peregrinación, con sus bendiciones, con su
provisión divina a lo largo del camino, con su guía por la
presencia de Dios en la columna de nube y en la columna de
fuego. Ellos no habían llegado más lejos en la conquista de
su herencia de lo que estaban 40 años antes. Así es como
parece exactamente. Lo mismo ocurre con la Iglesia de
Jesucristo, desde su iniciación en los primeros tiempos hasta
el día de hoy pues –realmente– no ha ido a ninguna parte.
Digamos lo que digamos sobre nuestra lucha, sobre nuestras
conquistas, sobre nuestras victorias, sobre nuestra bendición
– enfrentemos los hechos. Nosotros, como Iglesia, no hemos
hecho ningún progreso real en la conquista del mundo, y las
estadísticas objetivas dejan en claro que la Iglesia está en vías
de extinción, según el promedio de crecimiento o de progreso
– o podríamos decir retroceso. Esto es lo que más alarma a
los líderes de la Iglesia pero, a su vez, es lo que más estimula
a los hombres de visión. Ciertamente, puede que no hayamos
ido a ninguna parte, y que parezca que hayamos vuelto al
lugar de donde partimos –por lo menos, está para completarse
el ciclo– pero, hay una gran diferencia. ¡Esta vez avanzamos
Otra generación viene •
31
para tomarnos toda la tierra! ¡Esta vez no fracasaremos!
Porque esta vez estamos bajo un nuevo liderazgo. Esta vez,
el Hijo de Dios sale a guerrear montado en un caballo blanco,
y con una espada de dos filos en Su boca. Y los ejércitos
celestiales que le siguen, también van montados en caballos
blancos, con la misma espada de dos filos como arma
ofensiva. Esta vez saldremos juntos, venciendo al enemigo,
y sometiendo completamente el territorio que Cristo compró
para nosotros hace unos 2000 años, pero del que nunca nos
habíamos apoderado realmente. Este es el ámbito de los
«celestiales,» nuestra herencia en Cristo Jesús, del cual
hemos hablado largo y mucho, al que hemos admirado, el que
hemos pretendido poseer, pero que nunca hemos poseído
realmente.
Aquí permanecemos como Israel, en las llanuras de
Moab, habiendo conocido la conducción directa del Señor
durante todos estos 41 campamentos, pero sin haber ido a
ninguna parte. Sin embargo, la generación 42ª está a punto
de hacer su campamento número 42º – ¡bajo el liderazgo de
Josué! Esta es la generación «venidera,» el pueblo que está
creado para «alabar al SEÑOR,» y para publicar y manifestar
Sus excelencias en la tierra (Salmo 102:18). El Ultimo Adán no
dejó simiente en la descendencia de Adán para manifestar Su
generación; pero El Mismo llegó a ser el «grano de trigo» que
cae en la tierra y muere, para que de allí pueda salir una
cosecha a Su imagen y semejanza. Esta es la «simiente» que
«le servirá; será contada al SEÑOR por generación» (Salmo
22:30). Este es el momento crucial de toda la historia. Esta es
la culminación de nuestro prolongado período de
peregrinación, de esterilidad, de infructuosidad. Este es el
propósito para el cual hemos llegado a esta hora. Aquí
32 • Tarde y Mañana
debemos detenernos, pero por poco tiempo, para oír las
palabras del Deuteronomio (la segunda exposición de la ley),
donde Moisés nos recordará todos los tratos y las bendiciones
y las bondades del Señor, para salir luego de la escena y dar
paso al nuevo liderazgo de Josué.
Hay algo especialmente bendito en la culminación del
ciclo, en el regreso de las estaciones, en el cambio del viento
del norte por el viento del sur, en la extinción de la oscuridad
ante la luz del amanecer. Debemos enfatizar una y otra vez
que la restauración no es solamente la repetición de la
historia. Cuando sobre la iglesia primitiva sopló el fuerte
viento del norte, la llevó gradualmente cada vez más y más
lejos de la Verdad. Israel anduvo errante cada vez más y más
hacia el sur, alejándose de la tierra de su herencia. Pero
después empezó a soplar el viento del sur, e Israel empezó a
retroceder hacia el norte. El viento del sur de la Reforma
empezó a soplar sobre la Iglesia, y ella también ha estado
regresando lenta y gradualmente al lugar de donde partió. Sin
embargo, hemos logrado poco y –realmente– no hemos
llegado a ninguna parte. Aquí estamos, listos para llevar a
cabo esa última y gran conquista por la cual hemos esperado
todos estos siglos.
LA CONQUISTA TOTAL
Nada menos que la conquista total... nada menos que una
completa y final posesión del ámbito celestial (ese ámbito del
Espíritu para el cual somos llamados, y en el cual
sostendremos nuestra lucha)... nada menos que la conquista
total de lo que significa la derrota. Justamente aquí, en las
llanuras de Moab, el Señor le advierte a Su pueblo que la
desatención al orden divino acarreará la derrota final. «Y si
no echareis a los moradores de la tierra de delante de
vosotros, sucederá que los que dejareis de ellos serán por
aguijones en vuestros ojos, y por espinas en vuestros
costados, y os afligirán sobre la tierra en que vosotros
habitareis» (Números 33:55). Jesús pudo decir: «...Viene el
príncipe de este mundo; mas no tiene nada en mí» (Juan 14:30).
Porque no había lugar donde Satanás pudiera afirmar su pie
en Su Ser, no existía la posibilidad de derrotarlo a El. La
lucha en los «celestiales» tiene como campo de batalla el
cuerpo, el alma y el espíritu del hombre. A medida que
crecemos «para El» en todas las cosas, también debemos
42 • Tarde y Mañana
llegar al lugar donde no haya asidero para Satanás, ni sitio en
el cual él pueda tomar posiciones.
Estos son aquellos que tienen el sello del Dios viviente
en sus frentes. Son aquellos que tienen la mente de Cristo.
El espíritu o la mente del hombre fue lo primero que se
ensombreció y se perdió por la caída, y es lo primero que se
ilumina y se restaura. Este es el ámbito de esta gran lucha
espiritual, la lucha de los «lugares celestiales.» A medida que
se obtiene la victoria aquí, acarreará el triunfo definitivo para
el alma y para el cuerpo. Este es el orden de Dios: «vuestro
espíritu, alma y cuerpo, ...» (1 Tesalonicenses 5:23).
No vamos a discutir con aquellos que sienten que ya han
entrado en su herencia de Canaán. Pero sí queremos
estimular a aquellos cuyo corazón está clamando a Dios por
una vida más abundante en el Espíritu. Reconocemos que,
en los diferentes «tiempos y sazones» de la restauración, ha
habido ciertas zonas de conquista limitada en el reino de
Canaán. Releemos en el libro de Josué que Dios les dio
reposo de todos sus enemigos. «Y el SEÑOR les dio reposo
alrededor, conforme a todo lo que había jurado a sus padres;
y nadie de todos sus enemigos les pudo hacer frente, sino que
el SEÑOR entregó en sus manos a todos sus enemigos. No
faltó palabra de todas las buenas que habló el SEÑOR a la casa
de Israel; todo se cumplió» (Josué 21:44-45). Esto confirma el
hecho de que, en lo que hace referencia a las promesas
materiales para Israel, Dios las cumplió verdadera y
completamente. Con todo, David, como profeta, y hablando
proféticamente del día de Cristo, mencionó otro día de
reposo; y ese día está descrito brevemente de esta manera:
«...Si HOY oyereis su voz...» (Salmo 95:7; Hebreos 4:7). Pablo
amplía este pasaje de los Salmos para demostrar que Dios
tendría una mayor plenitud de REPOSO para Su pueblo, mucho
Otra generación viene •
43
más allá del que El les había dado por medio de Josué. Esto,
dice él, prueba que Josué jamás los llevó al reposo pues, de
otro modo, Dios no hubiera hablado de otro día. Y concluye:
«Así que queda el sabatismo (o reposo) para el Pueblo de
Dios» (Hebreos 4:9). Este reposo es el de una redención
consumada; el de un reposo sabático del cual, el séptimo día
de la creación y la conquista de Canaán, son sólo figuras y
sombras.
Ahora, Pablo afirma que el día de reposo es: «Si HOY
oyereis su voz....» Todavía es HOY; y la herencia permanece
inconquistable, y sigue sin ser poseída. Tanto Pablo como
Pedro estaban absolutamente convencidos de que, al final de
los tiempos, vendría una plenitud mayor.
«La noche ha pasado, y ha llegado el día...» (Romanos 13:12).
«Y el Dios de paz quebrante presto a Satanás debajo de
vuestros pies...» (Romanos 16:20). Pedro habla de «tiempos del
refrigerio» que precederán a la venida del Señor (Hechos 3:19).
Habla del mundo actual como de un «lugar oscuro;» y habla
igualmente de tinieblas y de luz (en este orden): Un «lugar
oscuro... hasta que el DIA esclarezca, y el lucero de la mañana
salga en vuestros corazones» (2 Pedro 1:19). Tal REPOSO
todavía permanece vacío, pero está disponible. Y «algunos
deben entrar en él.» ¿En qué día? En el día de hoy, en este
HOY de la promesa de Dios, si usted puede oír Su voz. Es el
día en que el pueblo de Dios oiga Su voz, y siga el camino de
la obediencia perfecta. Sabemos que éste es ese día, porque
son muchos los que están oyendo lo que el Espíritu está
diciendo en esta hora admirable de la victoria inminente.
La verdadera prueba de la victoria, es la capacidad y el
poder para hacer que otros entren en ella. Y el hecho de que
en toda la Iglesia de Jesucristo, no solamente en la Iglesia
44 • Tarde y Mañana
nominal, sino en los verdaderos creyentes, haya tanta
esclavitud y frustración – es prueba suficiente de que la
verdadera herencia de los santos no ha sido enajenada. Ni
Dios tampoco estará satisfecho hasta cuando Cristo se haya
formado en Su pueblo, y nosotros podamos decir: «Y vivo...
no ya yo, sino vive el Cristo en mí.» Es la hora de que seamos
honrados con nosotros mismos, porque –con seguridad–
nadie más está siendo engañado, sino nosotros mismos.
¿Cómo mantendrán los hombres su propia justicia en un vano
intento por convencerse a sí mismos de que todo anda bien?
Tenemos tantas excusas: «Esto fue realmente una
equivocación, no un pecado....» O, «sólo se me salió el mal
genio....» O, «después de todo, sólo soy humano....» Llámelo
como usted quiera: una equivocación, mal genio, o soy
humano, pero eso no es Cristo; y Dios no puede estar
satisfecho con nada menos que con el Cristo viviente
morando dentro de la vida suya y de la mía, en toda Su gloria
y plenitud.
Se acerca el día
SE ACERCA EL DIA
Ahora, continuemos con la siguiente ilustración del ciclo
del propósito de Dios. «...Sale el sol, y se pone el sol, y con
deseo retorna a su lugar donde vuelve a nacer» (Eclesiastés 1:5).
Estamos descubriendo que tanto en la vieja creación como en
la nueva, hay ciclos y órbitas de la verdad y de la revelación
divinas. La gente siempre está diciendo: «La historia se
repite....» Y la Iglesia clama con cada nuevo movimiento del
Espíritu: «Tuvimos eso hace cuarenta años...,» o alguna otra
afirmación por el estilo. De lo que la mayoría de los
cristianos no se da cuenta es de esto: que con cada puesta y
con cada salida del sol, hay una COSA NUEVA que se cumple
en la tierra. Hay una nueva medida de crecimiento
transmitida a los árboles y a los arbustos y a las plantas de la
tierra. Día tras día y año tras año, hay una participación
continua en la vida del sol, y un crecimiento en la madurez.
Hace algunos años nos detuvimos ante las gigantescas
secoyas del Parque Nacional de las Secoyas. Allí vimos el
árbol del general Sherman, la cosa viviente más grande de la
tierra, cuyo peso llega casi a las 625 toneladas, y tiene cerca
de 41 metros de circunferencia en la base. Ella ya estaba allí
cuando Abraham salió de Ur de los caldeos, siendo entonces
–quizá– un pequeño pimpollo. Pero, literalmente, ella da
testimonio, miles y miles de veces, del pasaje que acabamos
de leer. El sol se levanta y se pone, y se levanta de nuevo.
Pero para ese arbolito significaba más que eso. Significaba
Se acerca el día • 49
un crecimiento hacia la madurez. Significaba una lucha
contra los elementos. Ella da testimonio, una y otra vez, del
invierno y del verano. Pero sobrevivió y creció, y allí está
hoy en toda su magnificencia y su grandeza.
Lo mismo ocurre con la Iglesia de Jesucristo y con las
vidas individuales del pueblo de Dios. Hay un continuo
crecimiento íntimo de Cristo, y de Su gobierno, y de Su paz
en sus vidas. Hay un nuevo desarrollo del propósito divino.
«...Nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada
mañana; grande es tu fe» (Lamentaciones 3:2223). Los hombres
que carecen de visión, siempre se están lamentando de la
puesta del sol, como si aquello fuera la terminación del día.
Pero la puesta del sol no es la terminación del día, es el
comienzo. Según el libro del Génesis (nos hemos dado
cuenta de que debemos volver continuamente al Génesis para
descubrir el orden de Dios), «tarde y mañana» constituyen
todo el día de Dios, y no «mañana y tarde.» «La noche está
avanzada, y se acerca el día....» Aun ahora, antes de la plena
salida del «Sol de justicia» en el nuevo día de Su gloria, hay
el esplendor de los primeros rayos del amanecer. El lucero
del alba se está levantando en algunos corazones. Aun en este
mundo de tinieblas, hay una gloriosa esperanza y una
promesa, para que podamos decir con el salmista: «Aun las
tinieblas no encubren de ti, y la noche resplandece como el
día; las tinieblas son como la luz» (Salmo 139:12). A causa de
la promesa, la fe está resplandeciendo en medio de las
tinieblas. Pero la fe está germinando en Esperanza, que
resplandece más todavía, porque es una anticipación del alba.
Entonces, entremos en el AMOR – que es la plena expresión
de la Fe, y de la Esperanza, de la propia vida de Dios Mismo
irradiando desde la vida de Sus escogidos.
50 • Tarde y Mañana
UN MANDAMIENTO NUEVO
Cuando Jesús estuvo aquí, El fue la Luz del mundo. Pero
la luz resplandeció en las tinieblas. «...y las tinieblas no la
pudieron tomar» (Juan 1:5). Ahora, hay una diferencia. Las
tinieblas están empezando a disiparse. En verdad, se
oscurecerá... y se seguirá oscureciendo, en cuanto al orden
actual de la humanidad. Pero habrá luz en los hogares del
pueblo de Dios. Juan dijo: «Hermanos, no os escribo
mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo, que
habéis tenido desde el principio...» (1 Juan 2:7). Este era el
mandamiento antiguo de la Palabra, que tenía una aplicación
particular en sus días. Es la misma Palabra que tenemos hoy;
pero ahora ella tiene un nuevo significado. Por tanto, él
continúa: «Otra vez os escribo un mandamiento nuevo, que
es la verdad en él y en vosotros; porque las tinieblas son
pasadas (literalmente, se están disipando), y la verdadera luz
ya alumbra» (1 Juan 2:8). Cuando Jesús nació, las tinieblas ya
no comprendieron la luz. Pero ahora no es así. Las tinieblas
«se están disipando....» La Palabra que nosotros tenemos
desde el principio, ahora tiene un nuevo significado. Ella es
un «Mandamiento nuevo.» Es la misma Palabra, pero
aparece en el albor del nuevo día y, por tanto, es NUEVA. Es
el nuevo día del AMOR. Algo menos que eso sigue siendo
tinieblas. «El que ama a su hermano, está en la LUZ....»
¡Seguramente que nadie es tan ciego para proclamar que la
Iglesia ha entrado en esta herencia del AMOR!
LA PERFECCION DEL AMOR
La carencia de amor es demasiado evidente y clamorosa
dondequiera que miramos, en nosotros mismos y en los
demás. El apóstol Juan aclara abundantemente que andar en
la luz es ANDAR EN EL AMOR. Nos gustaría convencernos a
nosotros mismos que andar en la luz consiste en apegarse a
Se acerca el día • 51
las creencias y a las doctrinas propias. Pero, prescindiendo
de las creencias y de las doctrinas, el hecho crucial sigue en
pie: «El que dice que está en la luz; y aborrece a su Hermano,
el tal aún está en tinieblas» (1 Juan 2:9). Tal hombre ni siquiera
sabe para dónde va, «porque las tinieblas le han cegado los
ojos.» Aquí no existe terreno neutral. Por una parte,
podemos admitir que no hay mucho amor y, por la otra,
proclamar que no sentimos odio. El amor es Luz, y la
ausencia de la luz significa tinieblas. Si no hay verdadero
Amor, Dios lo llama ODIO. Necesitamos leer con frecuencia
el Capítulo del Amor: 1 Corintios 13. Nos inclinamos a creer
que sabemos lo que es el Amor y, por tanto, su gran potencial
apenas nos conmueve. El Amor es nada menos que el mismo
ámbito de Dios, permaneciendo en El y participando de Su
propio corazón que es longánime, bondadoso, humilde,
manso, generoso y verídico. Cualquier otra cosa que haga
parte del ámbito de la manifestación espiritual, debe dar paso
a la plenitud del AMOR, así como los primeros rayos del alba
dan paso a la salida del sol. «Mas cuando venga lo que es
perfecto, entonces lo que es en parte será quitado» (1 Corintios
13:10). Alguien dice: «¿No es maravilloso el cielo?» Pero
Dios quiere que esta perfección del Amor esté aquí en la
Tierra, donde se le necesita. «...Sea hecha tu voluntad, como
en el cielo, así también en la tierra» (Mateo 6:10). Se lo ruego,
dígame, ¿a qué clase de Cielo iría usted que requiriera el
ejercicio de la «longanimidad,» de la «bondad,» de la
«mansedumbre,» de la «humildad,» de la «generosidad»?....
Lea, una vez más, 1 Corintios 13:48, e imagínese –si le place–
qué circunstancias deberían producirse en el Cielo para que
se requiriera el ejercicio del AMOR PERFECTO. «El amor es
sufrido...:» ¿El arcángel Miguel le impondría a usted cargas
onerosas, que resultarían demasiado pesadas para que usted
las soportara? El amor «es benigno...:» Allí, en el Cielo,
52 • Tarde y Mañana
habría un hombre que ha deambulado por las calles doradas,
y se encuentra agobiado, y cansado, y con los pies
doloridos..., y usted se detendría un momento para darle una
palabra de aliento, o para tenderle la mano en señal de ayuda.
«La caridad no tiene envidia...:» Usted tendría que tener
cuidado cuando se repartieran las recompensas, no fuera que
se encontrara envidiando al cristiano a quien se le hubiera
dado la mansión más grande y hermosa.... Pero, entonces
usted tendría el amor perfecto, y esto haría que usted pudiera
resistir la tentación. «La caridad no es jactanciosa...:» Algún
otro ministro habría sido enviado para que hiciera una gran
obra en el Reino de Cristo, y él regresaría con un informe
entusiasta, por lo cual, los ángeles se regocijarían, y los
santos se regocijarían con ellos.... Pero él no «se envanece,»
ni se sentiría orgulloso de sus logros... ¡pues él habría
llegado, entonces, al grado del amor perfecto! ¿Sería egoísta,
entonces? ¡Por supuesto que no! Si él tuviera más de lo
necesario para su mansión, distribuiría su abundancia entre
los santos que tuvieran una mansión más pequeña y un
mobiliario más barato..., pues él no ambicionaría lo que
tuviera, porque sería completamente generoso. Podría
haberse suscitado un escándalo contra Gabriel, pero el
hombre que ha llegado al Amor Perfecto habría vencido...,
pues él «no piensa mal,» y el rumor habría sido sofocado....
No importa cuán laboriosa hubiera sido la tarea que el Señor
le diera para hacer, pues él «todo lo soporta» alegremente.
¿No sería algo maravilloso cuando nosotros llegáramos al
Cielo, cuando viniera «lo que es perfecto?»
Pero Dios quiere que el AMOR perfecto esté aquí en la
Tierra, donde es una necesidad desesperada. El Cielo está
lleno de amor, pero Dios lo quiere aquí. Jesús, por tanto, nos
enseñó a orar: «Sea hecha tu voluntad, como en el cielo, así
Se acerca el día • 53
también en la tierra.» Creemos que Jesús nos enseñó a decir
esta oración porque el propósito de Dios es el de responder a
ella. Hemos descubierto que las oraciones que son ordenadas
por el Señor y que son inspiradas por el Espíritu en los
corazones del pueblo de Dios, son nada menos que la obra
del Espíritu de Dios dentro del espíritu del hombre, con el fin
de producir el nacimiento y la plena manifestación de la
PLENITUD DE LA VOLUNTAD DE DIOS. No se trata de que usted
o yo nos agobiemos bajo el peso de algún plan humano, y
tratemos de persuadir a Dios para que haga algo que a El le
repugna. Se trata de moverse en Dios, conociendo Su
voluntad y actuando según Su propio corazón... para
compartir Su yugo, y para que la voluntad perfecta de Dios y
Su propósito, lleguen a ser nuestra principal preocupación.
No podemos reposar, ni darle reposo a El, hasta cuando El
establezca a Jerusalén y haga de ella «una alabanza en la
tierra.» La razón por la cual no podemos reposar es porque
El tampoco puede reposar. Y cuando participemos de Su
deseo y de Su anhelo por la perfección de Su Hijo en Sus
otros hijos, allí estará un gemido nacido del Cielo dentro de
nosotros para cumplir la PERFECTA VOLUNTAD de Dios en la
Tierra, así como ella es hecha en el Cielo. Dios no se
preocupa en modo alguno por el AMOR PERFECTO que reina
en el Cielo, pues nada menos que eso podría existir en ese
ámbito de la
LUZ PURA. Pero El sí quiere, y tendrá, que el AMOR PERFECTO
reine en los corazones de Su pueblo... y, para tal fin, oremos:
«...Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros,
y SU CARIDAD (AMOR) ES COMPLETADA EN NOSOTROS » (1 Juan
4:12).
CAPÍTULO CUARTO
LA VERDAD Y LA HISTORIA
¿Cuándo se dará cuenta la Iglesia de Cristo de que la
restauración de la Verdad no es solamente la repetición de la
Historia? Es cierto que la Verdad está contenida en la
Historia, porque ella tiene que ver con la humanidad. Pero la
Verdad es eterna por naturaleza. Ella brota de la eternidad,
prosigue para hacer una obra en el tiempo, y culmina
buscando su respaldo en la eternidad. Como criaturas
destinadas a la eternidad y poseedoras de la vida eterna,
nosotros debemos alimentarnos con los principios eternos de
la Verdad, y no solamente con determinados hechos
históricos, registrados en las Escrituras. No es suficiente ver
cómo se manifiesta la verdad en los tiempos de Moisés, o de
Aarón, o de David, o –incluso– en la iglesia primitiva. Es
cierto que recibimos la Verdad tal como les fue aplicada a
ellos, pero debemos seguir el Espíritu de Verdad, en tanto
que El continúe revelando la gloria de Cristo en Su vínculo
de hoy con nosotros, y en nuestro vínculo con El en la
eternidad. Por tanto, cuando estudiemos los inspirados
Ven, viento del sur • 57
relatos de la Historia, y nos alimentemos con la Verdad que
allí descubrimos, no tengamos en mente la idea de intentar
restaurar alguna estructura histórica del Reino de Dios, tal
como la hemos conocido en el pasado. Más bien, deseemos
que el Señor haga nacer en nuestra vida y en el Cuerpo de
Cristo, aquella estructura del Reino que nos corresponda aquí
y ahora, según nuestro lugar en el ciclo de Su propósito
eterno. Por tanto, teniendo en cuenta que estamos viviendo
al final de los tiempos, estemos convencidos de que cualquier
ámbito de la experiencia cristiana que carezca del divino
toque final en nuestra vida o en el Cuerpo de Cristo –aunque
tal vez haya tenido cabida como recurso temporal– debe dar
paso muy pronto a ese divino toque final. Ese divino toque
final, deberemos decirlo aquí y ahora, no es cosa distinta a la
plena conformidad con la imagen de Su Hijo, cuando El mora
en nosotros en toda Su plenitud, y Su Amor es
PERFECCIONADO en nosotros.
LA LEY DE LA VIDA
Este ámbito no conoce las fronteras de las limitaciones
humanas, ni tiene ley que lo controle –porque este ámbito
establece su propia ley– incluso, la Ley del Espíritu de Vida
en Cristo Jesús. A muchos les gusta hacer alarde de que ya
están en este ámbito, porque no están bajo la ley, sino bajo la
Gracia. Esta es, ciertamente, la provisión divina, pero no
corresponde a la experiencia humana. Porque si no estamos
andando en plena conformidad con la voluntad de Dios,
poseídos por Su Espíritu, sigue en pie el hecho de que
estamos bajo cierta medida de la ley, bien sea que podamos
citar las Escrituras en lo referente a nuestra permanencia en
la Gracia, o que no podamos. No es citando las Escrituras
como moramos en la libertad, así como no podemos asegurar
58 • Tarde y Mañana
que la torta es buena sólo porque fue hecha de acuerdo con
una buena receta. Pablo dice: «...No estáis bajo la ley, sino
bajo la Gracia» (Romanos 6:14); pero también aclara: «...Si sois
guiados del Espíritu, no estáis bajo la ley» (Gálatas 5:18). Dios
nos librará completamente de la ley en el día de Su gloria.
Pero es solamente en el momento en que nos convirtamos en
cautivos del Hijo cuando seremos realmente libres.
Podríamos fácilmente dejar a un lado las restricciones de
todas las formas de la ley, y tildar de legalista a cualquiera
que se aferrara a ellas. Pero mientras retengamos el más
pequeño elemento de control sobre nuestra propia vida, no
somos libres. Estamos, de hecho, bajo la ley – porque
estamos bajo la ley PARA EL YO. Por lo tanto, mucha gente,
al insistir en que ellos están libres de la ley, han caído bajo
una esclavitud más grande en la ley del pecado y del yo, de
lo que están los hombres que sienten que permanecen bajo la
ley de Moisés. Entonces, ¿quién es el legalista? ¿El hombre
que está sometido bajo la ley de Moisés, en un intento por
ponerse a la altura de sus preceptos; o el hombre que se libera
de todas estas restricciones, reteniendo –quizá– alguna
medida de los principios cristianos pero que, en su mayor
parte, sigue su propio camino egoísta? En ambos casos, el
hombre es legalista. El hombre que es salvado por la gracia
de Dios, y lo sabe; y, sin embargo, persiste en vivir su propia
vida, es legalista. «Si sois guiados del Espíritu, no estáis bajo
la ley.» La verdadera libertad consiste en la unión vital con
el Hijo... de hecho, es llegar a estar atado al Hijo con los lazos
del Espíritu, lo que efectiva y habitualmente libera a la
persona de su anterior esclavitud al pecado y al yo. «...Si el
Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres» (Juan 8:36). Y
el Señor lo dice muy claramente: sólo es El que libera cuando
Ven, viento del sur • 59
El viene para tomar posesión de Su casa, y para «morar» en
ella. (Ver Juan 8:32-36).
UN PUEBLO SEÑALADO
Si estos escritos ayudan, de alguna manera, al despertar
del pueblo de Dios, a inculcarle un hambre y una sed
renovados por la Palabra de Dios, entonces no habrán sido en
vano. Y nos sentimos agradecidos al ver que hay cierta
inquietud e insatisfacción en el corazón de aquellos que
siguen avanzando con el Señor. Estamos hablando de
aquellos que están caminando con Dios y que, por tanto,
comparten Sus secretos. Estos son aquellos que están siendo
«señalados» en este día y en esta hora por el hombre que tiene
el tintero a su lado. «Y le dijo el SEÑOR: Pasa por en medio
de la ciudad, por en medio de Jerusalén, y pon una señal en
la frente a los varones que gimen y que claman a causa de
todas las abominaciones que se hacen en medio de ella»
(Ezequiel 9:4). Creemos que ahora tiene cabida este
«Señalamiento.» El juicio está por empezar, pero primero
debe comenzar por la Casa de Dios. Antes de que el hombre
siga con el arma mortal en la mano, los escogidos están
siendo señalados. Antes de que sean liberados sobre la
humanidad los cuatro vientos de la Tierra, «los siervos de
nuestro Dios» deben ser señalados en sus frentes (Apocalipsis
7:3). Muchas agencias en la Tierra y en la Iglesia están
tratando desesperadamente de resolver los problemas de la
Tierra; pero, básicamente, el problema es la Iglesia misma.
En lugar de ser ella la respuesta a las necesidades humanas,
nosotros somos el problema. El problema de Dios ha sido
siempre con Su propio pueblo, no con el mundo. En forma
continua, y todos los días, es blasfemado Su Nombre entre
60 • Tarde y Mañana
las naciones, a causa de Su pueblo. El verdadero problema
son los del pueblo de
Dios, porque se supone que ellos son «la sal de la tierra.»
Entonces, ¿cómo podemos condenar la corrupción del
mundo, cuando la sal ha perdido su sabor? Nosotros somos
el verdadero problema, porque se supone que somos «la luz
del mundo» (Jesús fue la Luz cuando El estuvo aquí; pero
NOSOTROS LO SOMOS ahora que El se ha ido). (Ver Juan 9:5;
Mateo 5:14). Entonces, ¿por qué condenamos al mundo por
andar en tinieblas, cuando la luz ha llegado casi a
extinguirse? Nuestra responsabilidad es la de resplandecer
con la luz de Dios, tal como lo hizo Jesús cuando El estuvo
aquí. Sin embargo, lo intentamos en vano con nuestra débil
lámpara al señalar a Jesús como la Luz del mundo, como
Aquel que vive en alguna parte en los recónditos espacios del
universo.... Solamente podremos alumbrar la mente y el
espíritu de los hombres, cuando reflejemos e irradiemos Su
gloria – y no cuando tratamos de hacer que los hombres vean
«la Luz» en algún lugar distante de los Cielos. «Levántate,
resplandece; que viene tu lumbre, y la gloria del SEÑOR ha
nacido sobre ti» (Isaías 60:1).
62 • Tarde y Mañana
CAPÍTULO QUINTO
El río de Dios
EL RIO DE DIOS
«Los ríos todos van al mar, y el mar no se llena; al lugar
de donde los ríos vinieron, allí vuelven para correr de nuevo»
(Eclesiastés 1:7). El mar no desborda sus límites, porque Dios ha
dispuesto que los ríos se llenen de nuevo del mar, y el proceso
continuará repitiéndose. Por tanto, al tiempo que las
generaciones van y vienen, el sol sale y se pone de nuevo; los
vientos soplan del norte, y luego del sur... del mismo modo
que los ríos fluyen sin cesar hacia el océano, y vuelven a
llenarse constantemente del mismo océano al cual fluyen,
cuando Dios envía la lluvia, y amontona el hielo y la nieve
en nuestras altas montañas.
Hace algunos años me detuve en los grandes heleros del
Parque Nacional de Jasper, los cuales constituyen la principal
fuente de suministro para tres de los más grandes ríos del
continente: el Athabasca, que desagua en el Artico; el
Saskatchewan, que eventualmente termina su recorrido en el
Atlántico, y el Columbia, que fluye hacia el Pacífico. Se trata
62 • Tarde y Mañana
de enormes glaciares que cubren muchos kilómetros y que,
con un espesor de más de 750 metros, mantienen repletos
estos ríos con su ilimitada provisión de hielo y de nieve
cuando se derriten a la luz del sol, y se recuperan con nuevo
suministro en cada invierno.
UNIDOS AL SEÑOR
Por tanto, algunos podrían preguntar a dónde irían ellos,
y con qué grupo de gente se reunirían con el fin de entrar en
esta plenitud de Dios en el Cuerpo de Cristo. La respuesta es
muy sencilla: El Señor le forma y le moldea a usted, como
individuo, en el camino de la vida que El ha dispuesto
previamente para usted, corrigiéndole y disciplinándole a lo
largo del camino, mientras usted se somete a la obra de Su
Espíritu. Pero, Su propósito es el de unirle a usted con EL
MISMO, siendo éste, por tanto, el propósito que Dios ha
establecido en el Cuerpo. Y el ministerio que acierta, a
66 • Tarde y Mañana
sabiendas o de otro modo, en llevar al pueblo a la unión con
el ministerio, antes que llevarle a la unión con el Hijo, ha
fracasado en su propósito. Puede que esto no sea reconocido
fácilmente. Podemos creer que nuestra verdadera lealtad es
para Cristo en tanto que al mismo tiempo hay una lealtad
incondicional para el ministerio – en razón de la posición que
tal persona ocupa en la obra del Señor. Debemos honrar a
aquellos a quienes Dios ha enviado. Por otra parte, a aquellos
a quienes Dios ha enviado, deben tener cuidado para ver que
los santos sean llevados a un lugar de lealtad incondicional al
Señor Cristo mismo... para que «...crezcamos en todo en
aquel que es la cabeza, el Cristo» (Efesios 4:15). Entonces,
cuando todos nosotros veamos de este modo el rostro del
Señor, y seamos transformados a imagen de Su Hijo, y
estemos UNIDOS A EL, descubriremos, para nuestro júbilo y
nuestro asombro, que estamos en unión y en comunión con
los demás miembros del Cuerpo de Cristo, que han sido
igualmente enseñados y disciplinados en su relación
individual con El. Con frecuencia estamos encontrando tales
individuos a medida que tiene lugar esta unión eficaz de
miembro a miembro. Pero esta unión no se hace
necesariamente con el propósito de mostrarles la manera de
proceder, o para tratar de reformarlos según nuestro propio
molde. Usualmente, descubrimos que ellos ya han sido
moldeados y entrenados en alguna otra área de los tratos de
Dios, de la cual no teníamos conocimiento y que ahora unidos
fluimos en el propósito divino, para un mayor avance en los
caminos del Señor. Si durante un tiempo, algunos no fluyen
junto con nosotros, como creemos que deben hacerlo, no nos
preocupemos demasiado por eso. Mientras ellos esperen en
El, y se sometan al Sol de justicia, no pueden evitar el fluir
conjuntamente en el horario de Dios. Tampoco necesitamos
El río de Dios • 67
preocuparnos excesivamente si, durante algún tiempo, una
corriente parece fluir por un cauce distinto... con la bendición
y el favor de Dios... mientras que nosotros sigamos otro
cause. Es bastante probable que, en ambos casos, ninguno de
nosotros esté en el río principal de Dios. Pero mientras
fluimos en la corriente del propósito de Dios para nosotros en
el tiempo presente, llegará después el momento cuando
fluiremos juntos como el gran RIO DE DIOS, que está LLENO
DE AGUA para bendecir a la humanidad.
CAE LA LLUVIA
«Porque como desciende de los cielos la lluvia, y la
nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace
engendrar, y producir, y da simiente al que siembra, y pan al
que come; así será mi Palabra que sale de mi boca: no volverá
a mí vacía, mas hará lo que yo quiero, y será prosperada en
aquello para que la envié» (Isaías 55:10-11). El fluir de los ríos
en el océano parece ser un proceso monótono e invariable.
Pero Dios nos haría saber que hay un constante incremento
de Su plenitud con la lluvia interminable, y el incesante fluir
de los ríos. Y así es con Su Palabra. Ella tiene algún
cometido. Ella prospera en aquello para lo cual El la envió.
Cuando ella vuelve al corazón de Dios, lo hace con una
plenitud que no tenía cuando fue enviada por primera vez.
Así fue con la Palabra, con el Logos, que fue «hecho carne»...
y enviado desde el corazón de Dios al campo de la
humanidad, para que morara entre nosotros. El vino desde el
corazón de Dios al igual que la lluvia, pero cuando volvió al
Padre, El regresó con una plenitud que alcanzó una medida
más grande de gloria y de majestad y de perfección para Su
Nombre que antes. Jesús dijo: «Salí del Padre, y he venido
al mundo; otra vez dejo el mundo, y voy al Padre» (Juan 16:28).
68 • Tarde y Mañana
Esto quedó suficientemente claro para los discípulos que, por
primera vez, sintieron que comprendían el misterio del Hijo
y del Padre. Pero Jesús sabía que ellos no habían
comprendido realmente lo que El estaba tratando de
mostrarles, así como tampoco tenían una clara comprensión
de Su propósito al marcharse, hasta cuando viniera el Espíritu
de Verdad y les revelara los misterios más profundos. Ellos
estaban convencidos de que El venía a establecer un reino y
a gobernar en el trono de David. Entonces, ¿por qué estaba
hablando de volver al Padre? ¿Por qué no se quedaba El en
la tierra y se sentaba en el trono del poder y de la gloria?
Porque el ciclo del propósito de Dios se hubiera roto. El vino
del Padre; ahora, El debía volver al Padre, cumpliendo el
ciclo de la Verdad que correspondía a Su encarnación y, de
ese modo, aportar mayor honor y gloria al Nombre del Padre.
Si El hubiera aceptado el reino antes de la culminación del
ciclo del propósito de Dios, se habría producido un vacío, una
vaciedad con relación a Su encarnación. El debía terminar la
obra, y volver al Padre con abundante PLENITUD. El era la
verdadera Simiente que Dios había enviado a la Tierra. Pero
El sembró la Simiente en la Tierra para que ella pudiera «caer
en la tierra y morir.» Pues sólo cayendo en la tierra y
muriendo en ella, podría producir la plenitud de la cosecha.
El propósito de la lluvia no es solamente llenar los ríos, y
volver al océano. Dios desea «hacer» algo. El quiere «regar
la tierra» para que ella pueda «germinar y producir.» Y,
después de la germinación, El quiere el fruto. Para que pueda
dar «simiente al que siembra, y pan al que come.» Tenía que
haber un regreso al Padre en la plenitud de la glorificación.
Y esto incluía la plenitud de la obediencia, incluso hasta la
muerte, y muerte de Cruz. (Ver Filipenses 2:5-8). Sólo en la
plenitud de la obediencia hasta la muerte se produciría la
El río de Dios • 69
plenitud de la gloria hasta la vida. Cuando Jesús le dio a
Judas el pan mojado en vino en la víspera de Su crucifixión,
El pudo decir: «...Ahora es clarificado el Hijo del Hombre, y
Dios es clarificado en él» (Juan 13:31). Algo menos que la
plenitud de la obediencia hasta la muerte, habría significado
la brusca interrupción de la plenitud de la gloria, del Logos;
y la Palabra hubiera vuelto «vacía» al Padre. «...Si el grano
que cae en la tierra, no muriere, él SOLO queda...» (Juan 12:24).
Pero El fue fiel, y la Palabra no volvió VACIA al Padre. El
volvió en completa plenitud. Y ocurrió algo que jamás había
sucedido anteriormente en la Creación. El no solamente vino
de Dios y volvió a Dios, como pudo haberle parecido a los
discípulos. El vino como el Señor del Cielo, pero volvió
como Hombre de la Tierra, coronado de gloria y de honor,
hecho a la vez el Señor y el Cristo. Ahora, en el Cielo hay un
Hombre, un Hombre Perfecto, y este Hombre Perfecto es el
Señor del Universo.
EL SE VACIO DE SI MISMO
Cuando el Hijo del Hombre vino a la Tierra, El dejó a un
lado la gloria de Cielo, y tomó nuestra misma semejanza y
naturaleza, para que El pudiera vivir aquí como hombre y
estrictamente como hombre en absoluta dependencia del
Padre. Porque aunque El era Dios, no se hizo a una
reputación. Dicho literalmente, «El se vació a Sí Mismo...»
o «Se hizo vacuo.» La encarnación significa: Dios «vaciado»
de Sí Mismo incluso vaciándose de Sí Mismo en la naturaleza
humana. La encarnación colocó a Dios, al Altísimo, en una
posición de «debilidad,» de «carne y sangre,» de «tentación,»
de «pobreza,» de «humillación.» ¿Cómo podía el Altísimo
vaciarse de Sí Mismo en la naturaleza humana sin que se
hiciera pobre, débil, manso, y humilde? La carne y la sangre
ni siquiera podían ver a Dios y seguir con vida. ¿Qué diremos
entonces del Altísimo que entró en nuestra misma carne y
semejanza? ¡Qué poco valoramos la magnitud de la
humillación y del sufrimiento a los que el Altísimo se
sometió para tomar, simplemente, para Sí Mismo la forma de
un hombre! Pero El siguió descendiendo y descendiendo,
cada vez más, por la escalera de la humillación. Antes que
El río de Dios • 71
venir como Rey terrenal, El tomó la forma de esclavo – para
que, de esa manera, El pudiera aprender la obediencia... e,
incluso, obediencia hasta la muerte, y muerte de Cruz, que
era la muerte de un criminal. Así, el Hijo del Hombre fue sin
pecado y sin mancha desde Su nacimiento hasta Su muerte,
pero no fue declarado PERFECTO hasta cuando El hubo
aprendido la obediencia por las cosas que sufrió. El tuvo que
ser hecho perfecto «por aflicciones» (Hebreos 2:10). Entonces,
Dios le recibió de nuevo en el Cielo como HOMBRE
PERFECTO, en quien la HUMANIDAD PERFECTA fue
reabsorbida en DEIDAD, haciendo que El fuera tanto el Señor
como el Cristo. El tenía que regresar al corazón de Dios, y
recibir el Nombre que es sobre todo nombre en la Tierra, en
el Cielo, o debajo de la Tierra – para que ahora El pueda
aparecer de nuevo en el Espíritu de Verdad. El Espíritu Santo
es el Espíritu del Hijo y el Espíritu del Padre, aun el Espíritu
de Verdad que sale del corazón de Dios para empezar de
nuevo el ciclo de la Verdad. Cuando El viene a nosotros, El
viene a traer del corazón de Dios toda la gloria y el poder y
la vida divinas que ahora son inherentes al DIOS PERFECTO y
al HOMBRE PERFECTO – para que las PERFECCIONES del Cristo
ascendido y glorificado puedan convertirse en nuestra misma
vida. El tiene necesidad de irse, de volver al Padre para que,
con la venida del Espíritu de Dios a nuestra vida, tuviéramos
a Aquel que tomaría las cosas de Cristo para revelárnoslas.
Y, ciertamente, ¡no para revelarnos algo que no pudiéramos
tener! Sino para mostrarnos aquellas cosas que «ojo no vio,
ni oído oyó,» y que ni siquiera han «entrado en el corazón del
hombre;» – las cosas que Dios ha «preparado para los que le
aman.» Ellas están siendo «preparadas» para nosotros, así
que no somos engreídos si suspiramos por ellas. Más bien,
el Espíritu interior está aquí para «buscar todas las cosas...
72 • Tarde y Mañana
incluso, las profundidades de Dios.» El está aquí, en nuestros
corazones, no solamente para bendecirnos – sino para tomar
hasta la inmensidad de las profundidades eternas de Dios, y
descubrir y revelar aquellas cosas que El tiene guardadas y
en preparación para los Suyos. El Espíritu escudriña el
corazón de Dios, no solamente para satisfacer nuestras
fantasías intelectuales, sino para satisfacer ese íntimo anhelo
interior de participar y de recibir de aquello que el Espíritu
ha descubierto y explorado. «El me clarificará; porque
tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el
Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará
saber» (Juan 16:14-15). El no toma las cosas del Padre y nos las
hace saber; desde el punto de la observación mental,
manteniéndose alejado y conociendo algo de Su gloria y de
Su grandeza, ¡pero sin participar de ello! Por el contrario, El
nos muestra al Padre de tal modo que nosotros LE conocemos,
y conocerle significa morar en Su amor y en Su naturaleza.
«...la caridad es de Dios. Cualquiera que ama, es nacido de
Dios, y conoce a Dios.... Dios es caridad; y el que permanece
en caridad, permanece en Dios, y Dios en él» (1 Juan 4:7,16).
¿Será cumplido este ciclo de la Verdad? ¿Interrumpirá
Dios el ciclo, con el fin de que nosotros podamos escapar al
sufrimiento y al dolor que vendrán sobre la tierra? De
ninguna manera; por el contrario, El se vale de los problemas
y de las tribulaciones para la terminación de Su gran obra.
Nosotros también debemos aprender obediencia por las cosas
que sufrimos. Nosotros también debemos andar por el
camino de la obediencia como siervos, obedeciendo hasta la
muerte; aprender la obediencia que nos lleve, eventualmente,
a la completa identificación con Su propia Cruz. El ha
enviado la Palabra, el Espíritu de Verdad, en lo que respecta
a la perfección del Cuerpo de Cristo, y a la manifestación de
El río de Dios • 73
Sus muchos hijos, y Su Palabra no volverá vacía ante El. Ella
prosperará en aquello para lo que El la envió. El propósito
de esta manifestación es el de traer la fecundidad a la Tierra,
para que ésta pueda dar «...simiente al que siembra, y pan al
que come.» (Isaías 55:10). Ella traerá bendición y liberación a
la Creación que gime. «Porque con alegría saldréis, y con
paz seréis vueltos; los montes y los collados levantarán
canción delante de vosotros, y todos los árboles del campo os
aplaudirán con las manos. En lugar de la zarza crecerá haya;
y en lugar de la ortiga crecerá arrayán; y será al SEÑOR por
nombre, por señal eterna que nunca será raída» (Isaías 55:12-
13).
LA PLENITUD DE CRISTO
Por tanto, como tenemos en el Señor Jesús, el Cristo, la
plenitud de Dios, del mismo modo tenemos igualmente la
misma plenitud de Cristo en Sus muchos hermanos, en Su
cuerpo. La forma en que Dios manifestó Su plenitud en el
Señor Jesús, es la misma en que el Señor Jesús manifiesta Su
El río de Dios • 75
Plenitud en la Iglesia, que es Su Cuerpo. Esta plenitud no se
manifestó en el Señor Jesús en virtud de Su deidad inherente,
sino por el contrario en virtud del hecho de que El «se vació
a Sí Mismo,» y tomó la forma de esclavo, y adquirió figura
de hombre; sometiéndose después El Mismo a una
humillación todavía mayor, y andando por el camino de la
total obediencia a la voluntad del Padre. Igualmente, la
plenitud que se está manifestando en la Iglesia, que es Su
Cuerpo, no es en virtud del renacimiento ni del
arrebatamiento súbito. Por el contrario, va a ser en el
crecimiento hasta Cristo, morando nosotros en El, y la
Palabra morando en nosotros, cambiando... transformando...
renovando... purificando... y limpiando este Templo, al
tiempo que nosotros también andamos por el camino de la
total obediencia a la voluntad del Padre. Cristo debe volver
al Padre como Aquel que ha glorificado el Nombre del Padre
y ha revelado al Padre mediante Su obediencia y fidelidad
como Hijo; y así, ahora, desde Su exaltado trono en los
Cielos, El puede glorificar Su Nombre en Sus muchos
hermanos para que El con ellos, y no separado de ellos, pueda
poner de manifiesto una plenitud de gloria todavía mayor.
Esto lo cumple El poniendo de manifiesto las perfecciones
del Señor ascendido y glorificado por medio de los miembros
de Su Iglesia, que es Su Cuerpo. Porque Dios lo dio «...por
cabeza sobre todas las cosas a la Iglesia, la cual es su cuerpo,
y él es LA PLENITUD DE ELLA: el cual llena todas las cosas en
todos» (Efesios 1:22-23).
El mismo y anticuado montaje teológico que fue el
obstáculo para los judíos de los tiempos de Cristo, hoy
también es el obstáculo para el pueblo de Dios. La mente de
ellos había sido acondicionada. A El lo aceptaron como
Maestro; lo aceptaron de buena gana como Profeta de
76 • Tarde y Mañana
Galilea; estaban listos y ansiosos por recibirle aun como Rey
de Israel. (Es sorprendente que muchos estén enseñando que
los judíos se negaron a tenerle como su Rey; pues, en
realidad, estuvieron a punto de obligarlo una vez para que El
se convirtiera en su Rey). En verdad, no tenían ningún
problema en recibirle como maestro, como profeta, como rey,
como sanador, como hacedor de milagros. Para ellos la gran
excepción se presentó cuando El se proclamó como UNO CON
EL PADRE. No era que El afirmara de Sí Mismo que era el
Padre, sino más bien porque El afirmara de Sí Mismo que era
la manifestación del Padre, el siervo del Padre; porque
afirmara ser Aquel en quien el Padre vivía, en quien El
obraba; Aquel que hablaba Sus palabras, siendo Su intérprete
y realizando Sus obras. El Hijo de Dios era el Templo
viviente en quien moraba Dios el Padre. El no era el Hijo del
Hombre en cuanto a Su humanidad, y el Hijo de Dios en
cuanto a Su deidad. El era tanto el Hijo del Hombre como el
Hijo de Dios en cuanto a Su humanidad. «Lo Santo» que
nació de María era, al mismo tiempo, Hijo del Hombre e Hijo
de Dios, porque Dios era el Padre de Su naturaleza humana,
así como María era la madre (Lucas 1:35). Este Hijo de Hombre
– Hijo de Dios era el HOMBRE PERFECTO en todo el sentido
de la palabra. En otras palabras, ¡el Hijo de Dios fue Dios-
hecho débil; fue Dioshecho pobre; fue el Dios vaciado de Sí
Mismo; fue el Dios y el Gobernador del Universo que
condescendió en hacerse esclavo entre los hombres! Porque
Jesús testificó: «No puedo yo de mí mismo hacer nada ...»
(Juan 5:30). Sin embargo, en unión con el Padre, El podía
hacerlo TODO. Cuando se manifiesta la verdad relativa a
nuestra unión con Cristo, parece que algunos tienen la idea
de que nosotros estamos buscando igualarnos con Cristo.
Pero la verdad es todo lo contrario. Porque debemos
El río de Dios • 77
hacernos completamente débiles, para que El pueda ser el
Gloriosísimo en poder... hacernos desvalidos, para que El
pueda ser el Suficientísimo. De hecho, nosotros vamos a
vivir la Vida de Otro. Vamos a manifestar la plenitud de
Cristo, así como el Señor Jesús manifestó la plenitud de Dios
cuando El estuvo aquí. El no hizo nada, absolutamente nada,
independientemente del Padre, para que el Hijo, como Dios,
obrara en forma distinta a la de Dios, el Padre. Ni una sola
vez El es llamado «Dios, el Hijo.» Todo lo que El hizo y todo
lo que El dijo fue en absoluta y completa obediencia al Padre
como el Padre moró en El y obró por medio de El. Otro tanto
ocurre con el Cuerpo de muchos miembros de Cristo.
Debemos llegar a un punto donde no hagamos nada distinto
al Hijo, como separados de El. Debemos llegar a ese punto
donde el Cristo viviente esté viviendo en nosotros; hablando
por medio de nosotros, pensando por medio de nosotros...
donde el resucitado y glorificado Señor esté derramando, por
el Espíritu, todas las perfecciones de Su humanidad
glorificada en nuestro corazón. Esto lo recibimos en virtud
del Espíritu que mora dentro de nosotros, y de nuestra
obediencia y sumisión totales a la voluntad de Dios.
Esto no hace que nosotros seamos el Señor Jesús así
como no hizo que el fuera el Padre. Pero sí quiere decir que
vamos a ser UNO CON EL, de la mismísima manera en que El
fue UNO CON EL PADRE. «Para que todos sean una cosa; como
tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ELLOS sean en
nosotros una cosa; para que el mundo crea que tú me
enviaste» (Juan 17:21). ¿Cómo podrá ser posible esto? Simple
y enteramente por el Señor resucitado y glorificado,
derramando la misma plenitud y gloria en nosotros, así como
el Padre derramó Su gloria y Su plenitud en el Hijo. «...la
claridad que me diste les he dado; para que sean una cosa,
78 • Tarde y Mañana
COMO TAMBIEN NOSOTROS SOMOS UNA COSA. Yo en ellos, y
tú en mí, para que SEAN PERFECTOS EN UNA COSA...» (Juan
17:22,23). Alguien dice: «Esto será en el glorioso día del
arrebatamiento.» Pero el Señor continúa: «...y que el mundo
conozca que tú me enviaste, y que los has amado, como
también a mí me has amado» (Juan 17:21,23). Después de este
testimonio, y sólo después de este glorioso y fructífero
testimonio, el Señor oró para que nosotros pudiéramos estar
con El, incluso donde El está, justamente de vuelta en el
corazón de Dios (versículo 24).
Ahora, a alguien le gustaría decir: «Por favor, explique
la doctrina de la Divinidad, a la luz de lo que usted ha
escrito.» Debemos negarnos a hacer esto, porque la doctrina
de la Divinidad no puede ser definida. Los concilios de la
Iglesia, se reunen invariablemente para definir la doctrina y
el credo cuando el Espíritu y la vida de la Verdad han decaído
y han muerto. La sana doctrina no se somete a definición,
porque la sana doctrina (literalmente, «enseñanza saludable»)
es aquella que mana de la Verdad viviente, y simplemente no
puede ser definida. ¿Qué opina usted del Credo de los
Apóstoles? Nunca lo he estudiado, ni tengo mucho interés en
ello, porque los apóstoles ya estaban muertos y enterrados
cuando los líderes eclesiásticos se reunieron e hicieron el
Credo de los Apóstoles. Los apóstoles ni siquiera estuvieron
en el Concilio.
Lo que nosotros, como Cuerpo de Cristo, debemos hacer
en esta hora, es volver al amor y a la vida de los apóstoles;
entonces avanzaremos hacia la plenitud de Cristo, cuyas
semillas plantaron ellos en su ministerio y en su testimonio,
siendo plenitud de aquello que fructifica hoy, en el día de la
cosecha. Esto puede ser un tropiezo para muchos que, de
El río de Dios • 79
algún modo, esperan una restauración de la gloria apostólica,
como si esto fuera el último recurso. Pero regocijará el
corazón de aquellos que tienen el llamamiento hacia adelante
y hacia lo alto, y la visión, y están avanzando hacia la meta
del «llamamiento a lo alto.»
«...Mirad que el labrador espera el precioso fruto de la
tierra...» (Santiago 5:7). La Iglesia dice que Dios está esperando
hasta cuando se convierta el último miembro del Cuerpo de
Cristo. Dios dice que El está esperando el «precioso fruto...,»
y ha esperado pacientemente hasta cuando el fruto reciba no
sólo la lluvia temprana, sino también la lluvia tardía. No sólo
la «lluvia de la sementera,» sino también la «lluvia de la
siega.» No sólo por la lluvia de la sementera de la conversión
(«siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de
incorruptible...»),
(1 Pedro 1:23). sino también por la lluvia de la cosecha del
FRUTO... la lluvia que produce el fruto que es exactamente
igual a la simiente original que fue plantada. Algo menos que
eso, resulta absolutamente inaceptable para el Labrador.
Algo menos que la perfección del fruto del Espíritu en el
pueblo de Dios, hará que sea deshonrado el Nombre del gran
Labrador. Dios es celoso de Su pueblo con gran
encelamiento. Lo que a El le importa muchísimo es Su
propio Nombre. El ha plantado un Huerto, y lo ha hecho así
por amor a Su propio Nombre. Y El entrará en Su Huerto y
participará de su «buen fruto.» El encontrará alegría y deleite
y REPOSO en la obra de Sus manos. Porque nosotros somos
«...plantío del SEÑOR, para gloria suya» (Isaías 61:3). Sólo en
Su pueblo El es verdaderamente glorificado cuando ellos
manifiestan y revelan Su gloria y Sus excelencias. El nos
creó para que fuéramos «...alabanza de la gloria de Su
gracia...» (Efesios 1:6). La plenitud que El quiere manifestar en
80 • Tarde y Mañana
Sus muchos hijos, tiene el propósito de revelar las «...virtudes
(las excelencias, las alabanzas, la gloria) de Aquel que os ha
llamado de las tinieblas a Su luz admirable»
(1 Pedro 2:9).
CRECIENDO EN EL
«...Como desciende de los cielos la lluvia, y la nieve...»
(Isaías 55:10).No se trata solamente de otra lluvia, de otro
avivamiento, de la repetición de la misma historia. Cada vez
que llueve, hay una nueva medida de plenitud que obra en la
tierra. Llueve, y la semilla que ha sido plantada retoña y
revienta bajo el suelo. Puede que todavía no sea visible.
Silenciosamente, el Espíritu de Dios se introduce en la vida,
y la persona «renace» por la incorruptible semilla de la
Palabra de Dios. Pero, en realidad, apenas es la germinación
de la semilla. Es un renacimiento en el hombre interior. Es
el momento del involucramiento de Dios en la vida del
individuo, que antes de la entrada de la Palabra no era más
que tierra... oscuridad, esterilidad, infecundidad. Llueve de
nuevo, y ahora aparecen las hojas, los tallitos, las ramas. Hay
un crecimiento continuo. Alguien dice: «Es extraño, jamás
vi esto antes en la Palabra.» Pero allí estaba, y usted lo leyó
quizá cientos de veces, mas nunca lo vio. ¿Por qué? Porque
usted sólo era una semilla que germinaba, oculta en la
oscuridad... o una hoja... que apenas empezaba a salir a la luz.
Usted ha estado creciendo en la Gracia, y en el conocimiento
de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Ahora, usted puede
ver lo que estaba inherente en la semilla, pero que nunca fue
revelado.
Lo que estaba en la Palabra, pero oculto en la letra, en la
cubierta. Llueve, y vuelve a llover. El proceso sigue
repitiéndose. «Los ríos todos van al mar, y el mar no se
El río de Dios • 81
llena....» Porque mediante el proceso de la Naturaleza, el mar
devuelve su humedad al aire, y los vientos la llevan por toda
la tierra. Los ríos vuelven a llenarse, las nubes derraman
nuevamente el agua en la tierra. El día de la cosecha se
acerca. Las cosas empiezan a cambiar una vez más.
Nosotros nos acostumbramos a la nueva revelación y
disfrutamos, con satisfacción y deleite, nuestra reencontrada
alegría; después, Dios aparece de nuevo... y vuelve el
desaliento. Parece que estuviéramos a punto de llegar a
nuestro verdadero destino. Nuestra planta empieza a adquirir
un nuevo grado de hermosura y de gloria. Hay libertad en el
Espíritu. Aparecen las flores de la gracia. Hay una belleza y
una gloria en la vida del individuo o en la vida de la asamblea,
tal como la habíamos estado anhelando. Pero llueve de
nuevo, y aquellas flores hermosas se marchitan y se caen de
la vid. Pronto son pisoteadas en el fango de abajo. El huerto
que una vez fue hermoso, se convierte en un paisaje de
desolación. Habíamos esperado mucho. Se nos había
prometido mucho. No hay nada más hermoso que un huerto
florecido en tiempo de primavera. Pero, por extraño que
parezca, el labrador no se preocupa por el marchitamiento de
las flores. De hecho, se siente contento. El debe tener la
lluvia en la estación apropiada; pero, en tiempo de cosecha,
ya no es necesaria, porque él está esperando no la lluvia, sino
el FRUTO de la tierra. Con cuánta frecuencia en nuestra vida,
nosotros analizamos y juzgamos las circunstancias por lo que
podemos ver. Por la fragancia de las flores de la gracia y por
la gloria de Su Espíritu sobre nosotros, sabemos que Dios se
valió de nosotros en el pasado. Algo debe andar mal.
Pero, en realidad, Dios está esperando algo más profundo,
está esperando algo mejor, algo que será para alabanza de Su
gloria. En resumen, algo que revelará Su propia vida, Su
82 • Tarde y Mañana
propia naturaleza, Su propio carácter, Su propio amor. Cristo
debe ser formado dentro de nosotros, antes de que el
Labrador pueda alargar Su mano para coger aquello que
alegrará y saciará Su propio corazón, y aquello que saciará el
hambre y la sed de la humanidad.
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