Tarde y Mañana

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TARDE Y MAÑANA

George H. Warnock

Título original: Evening and Morning

Traducción: Ramón Antonio Trillos Páez


Carátula diseñada por Osvaldo Lara

Colombia Para Cristo


Tel. (571) 346-14 19
Celular: +57 317 2219175
Bogotá-Colombia
E-mail: [email protected]

2ª Edición en Español
Impreso en Colombia. Diciembre, 2004

Contenido
Prefacio ........................................................... 5
CAPÍTULO PRIMERO .................................................................................................... 9
El desarrollo de la revelación ......................... 9
CAPÍTULO SEGUNDO ................................................................................................. 23
Otra generación viene ................................... 23
CAPÍTULO TERCERO .................................................................................................. 48
Se acerca el día ............................................. 48
CAPÍTULO CUARTO.................................................................................................... 54
Ven, viento del sur ........................................ 54
CAPÍTULO QUINTO..................................................................................................... 61
El río de Dios ................................................ 61
Prefacio

PREFACIO
En este tiempo de visitación espiritual, Dios
le recuerda a Su pueblo, una y otra vez, que El
está buscando tenazmente llevarlos a una
directa y libre unión con El Mismo para que, por
medio de ellos, El pueda revelar Su gloria a las
naciones. Cuando quiera que se enfatiza en las
formas de la verdad, en las estructuras
religiosas, y en los sistemas, el pueblo de Dios
se empantana en estratagemas humanas que –al
fin y al cabo– no lo lleven a ninguna parte. Es
cierto que necesitamos tener doctrinas, métodos
y estructuras apropiadas, pero Dios quiere que
sepamos que la estructura de Su Iglesia es
apenas una consecuencia de la Ley de la Vida
(y, por lo tanto, está sujeta al cambio en muchos
aspectos), como ocurre con cualquier otra cosa
viviente que El haya creado. Si hay VIDA,
entonces debe existir necesidad de
CRECIMIENTO, de CAMBIO, y de
TRANSFORMACION. De otro modo, no se habrá
cumplido el propósito de Dios al impartir esa
vida.
Sobre esto recalcará especialmente este
escrito, porque es algo que creemos muy
necesario en esta hora. Dios está haciendo una
COSA NUEVA en la
6 • Tarde y Mañana

tierra; y todo intento del hombre por restablecer


cualquier estructura religiosa del pasado, tan
útil como ella pueda haber sido en otros días,
resultará vana y estéril. La verdad es
inmutable... tan inmutable como lo es el Cristo
Viviente, quien es –ciertamente– el Camino, y
la Verdad, y la Vida. Pero, la Verdad ha sido
plantada en la tierra para CAMBIAR al pueblo de
Dios, para que él avance y ascienda en los
deseos del corazón de Dios a medida que se
desarrollan más y más.
Este escrito ha permanecido inédito durante
varios años; pero, con la ayuda del pueblo de
Dios, ahora podemos publicarlo, confiando en
que él dará una nueva visión y servirá de
inspiración para muchos.

Abril de 1979 El
Autor.
«...y fue la tarde y la mañana un día»
(Génesis 1:5).

«Generación va, y generación viene;


mas la tierra siempre permanece.
Y sale el sol, y se pone el sol, y
con deseo retorna a su lugar
donde vuelve a nacer.
El viento va al mediodía, y rodea al norte;
va rodeando de continuo,
y por sus rodeos vuelve el viento de nuevo
hasta completar su ciclo.
Los ríos todos van al mar, y
el mar no se llena;
al lugar de donde los ríos vinieron, allí
vuelven para correr de nuevo»
(Eclesiastés 1:4-7).
CAPÍTULO PRIMERO

El desarrollo de la revelación

EL DESARROLLO DE
LA REVELACION
Para los hombres de perspicacia y entendimiento, es
evidente que la Iglesia de Jesucristo va a entrar en una nueva
fase de vida y de verdad en esta hora, la hora más crítica de
su larga historia. Por supuesto, parece que, por lo que
respecta a la mayor parte del pueblo, existe la preocupación
de que el sol está a punto de ponerse en la (en otro tiempo)
gloriosa, esplendorosa y triunfante Iglesia. Pero para
aquellos cuyos ojos han sido iluminados y cuyos corazones
han sido ensanchados para percibir lo que Dios está haciendo,
no se trata realmente de la puesta del sol sino, más bien, de
la salida del sol y –aún más– del comienzo de un nuevo día.
El orden de Dios, establecido con precisión en el libro de los
Orígenes, primero está la «tarde» y, luego, la «mañana.» Se
requiere que esto sea así porque –invariablemente– en los
tratos de Dios con los hombres, cuanto más tenebrosa es la
hora de la frustración y del peligro humanos, mayor es el
brillo de la luz de la esperanza que resplandece desde los
corazones de aquellos que son hijos de la luz. Todo depende
de nuestro punto de vista. Por eso queremos decir que todo
depende del lado de la columna de fuego desde el cual
hacemos nuestra observación. Si nos encontramos morando
con los egipcios cuando los juicios empiecen a sobrevenir,
10 • Tarde y Mañana
entonces –con seguridad– habrá oscuridad, una oscuridad tan
densa que podrá palparse con las manos. Pero si en ese
momento estamos aliados con el pueblo escogido, y tenemos
la anticipación y la esperanza de una grande, y completa, y
pronta liberación, entonces nuestros hogares estarán llenos
de luz. O si estamos con los ejércitos egipcios cuando ellos
persigan al pueblo que tiene el pacto con Dios, habrá tinieblas
espesas. Sin embargo, en el otro lado de la oscuridad habrá
luz –luz de esplendor y de gloria– que alumbrará y animará
al pueblo cuando ellos se enfrenten al futuro y a la
perspectiva de una herencia gloriosa, aunque tal perspectiva
pudiera estar entremezclada con incertidumbre e
interrogativa referentes a los caminos y a los medios para
entrar en posesión de ella.
¿Por qué un contraste tan grande? Simplemente porque
el pueblo está morando en diferentes lados de la misma nube.
La Iglesia tiene un antiguo coro que habla de «hacer que se
devuelvan esas horribles nubes.» Pero, en realidad, eso no
resuelve nada. Lo que necesitamos no es un mero cambio de
circunstancias. Hacer que se devuelvan las nubes, con tanta
frecuencia como usted lo desee, no cambia nada, pues ellas
seguirán siendo nubes de tinieblas, de aprensión y de temor,
en tanto que sigamos morando del lado de la nube del
hombre, lejos del sol. La única solución es situarse del otro
lado de la nube, donde el sol esté a plena vista. Qué hermoso
panorama cuando usted sube a un avión en un día nublado y
se remonta en la atmósfera muy por encima de las nubes,
desplazándose raudamente hacia su destino en los asoleados,
azules y claros cielos de la atmósfera superior, con las nubes
a sus pies. Algunas veces le digo a la gente, a modo de
estímulo: «Sigan mirando hacia abajo.» Porque la nuestra es
una herencia celestial, al igual que una ruta celestial. Dios
El desarrollo de la revelación • 11
«...juntamente nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar (junto
a El) en lugares celestiales en Cristo Jesús» (Efesios 2:6).
Cuando tomemos ese lugar junto a El en «los cielos» con
Cristo Jesús, entonces –verdaderamente– no quedará en
nuestros pensamientos espacio para la derrota. Por derrota
queremos dar a entender alguna clase de victoria parcial, o
alguna frustración –en algún sentido de la palabra– de ese
alto y sagrado llamamiento por el cual y para el cual hemos
sido llamados. Esto es, exactamente, lo que queremos decir:
Si hay alguna frustración –en cualquier sentido de la palabra–
en ese alto llamamiento, eso significa derrota. ¿Por qué
insiste la Iglesia de Cristo en que una conquista de un 90 ó de
un 99 por ciento de la herencia, sería más honroso para Dios
que una victoria total? ¿Por qué sentimos que si retenemos
tan sólo un pequeño fragmento de nuestra vieja naturaleza y
de la vida anterior, entregando el resto al juicio de la Cruz,
que Dios es verdaderamente glorificado? El espíritu de Saúl
prevalece en la Iglesia de Cristo por todas partes. El insistía
en que había cumplido con el mandamiento del Señor, y se
sentía absolutamente orgulloso por tal hecho. Pero, el profeta
preguntó: «...¿Pues qué balido de ovejas y bramido de bueyes
es éste que yo oigo...?» (1 Samuel 15:14). Bueno, pues –
seguramente– que el profeta lo dijo para que destruyera todo
eso; pero –a lo mejor– no quiso decir eso exactamente.
También podría no haber querido decir que todas esas
«buenas» cosas de los amalecitas, y su mismo rey, recibieran
la muerte. ¡Esas cosas las había traído como un sacrificio
para el Señor! Honramos al Señor en vano, cuando traemos
todo lo bueno de nuestra vieja naturaleza ante El, pero
buscamos mantener nuestra VOLUNTAD en el trono. Creemos
que tenemos que mantener vivo al rey de Amalec para honrar
a Dios, pues el hombre es un «agente de libre voluntad
12 • Tarde y Mañana
moral.» El hecho, es que el hombre no es «libre» en ningún
sentido, ya sea como simiente de Adán o como simiente de
Abraham. Jesús aclara esto abundantemente. Sólo el Hijo
puede hacer que alguien sea libre, y ésta es la única libertad
verdadera que el hombre puede tener (Juan 8:3236). Por el
nacimiento natural, nos vemos impelidos por los deseos de la
VOLUNTAD de la carne y de la mente, que sólo nos llevan a la
esclavitud, sintiéndonos estimulados por el espíritu de
desobediencia (Efesios 2:2-3). Es solamente por la gracia de
Dios como se derrumba este muro de la rebeldía, y somos
llamados a la luz por Su voz creadora. Sólo se conoce la
verdadera libertad cuando se viene abajo –el rey de Amalec–
la última gran fortaleza de la vida vieja: la VOLUNTAD, y en
su lugar aparece la voluntad de Dios. Entonces podremos
decir verdaderamente: «El hacer Tu voluntad, Dios mío, me
ha agradado...» (Salmo 40:8). Y una vez más: «...Mi comida
(mi verdadero alimento, mi propia vida) es que haga la
voluntad del que me envió, y que acabe su obra» (Juan 4:34).
En este escrito queremos hacer énfasis en dos cosas:
Primera, que la Verdad es básica y fundamentalmente
inmutable a través de todas las edades – y que, en
consecuencia, al seguir al Señor hay un regreso al Génesis,
un regreso al origen de los divinos principios. Y, segunda,
que en este proceso de restauración hay una nueva
manifestación de la gloria divina, y una nueva revelación del
propósito divino. También hay aquí un balance perfecto, que
debemos mantener, para resguardarnos en la sólida roca de la
Palabra, por una parte; y, por la otra, con el fin de
capacitarnos para edificar a la perfección el templo del Señor.
Este principio de la restauración está ampliamente
ilustrado en la Naturaleza, así como también en las
El desarrollo de la revelación • 13
Escrituras. Después de todo, debemos esperar que esto sea
así, porque la Naturaleza sólo es una manifestación de la
Palabra de Dios. Hubo un tiempo en que los hombres no
tenían otra Palabra que la Palabra de la Naturaleza, y era tan
clara la revelación del pensamiento y del carácter de Dios,
que el apóstol pudo decir: «Porque las cosas invisibles de él;
su eterna potencia y divinidad, se ven entendidas por la
creación del mundo, y por las cosas que son hechas, para que
no haya excusa» (Romanos 1:20). Los cuerpos celestiales son
«luminarias,» así como sirven igualmente «...por señales, y
por tiempos determinados, y por días y años» (Génesis 1:14).
Hay órbitas de la Verdad. Hay estaciones de la Verdad. Hay
días de la Verdad. La luna orbita la tierra, y la tierra orbita al
sol – completando sus giros mes tras mes, y año tras año.
También puede ser que nuestra galaxia orbite otras galaxias
celestiales en un inmenso giro, incluso demasiado extenso
para que pueda ser calculado. De igual modo, la Verdad se
abre paso desde la eternidad, haciendo un vasto giro en los
cielos del propósito eterno de Dios, y vuelve a la eternidad.
Jesús dijo: «Salí del Padre, y he venido al mundo; otra vez
dejo el mundo, y voy al Padre» (Juan 16:28). Esto les pareció
muy claro a los discípulos, hasta el punto de que, finalmente,
sintieron que comprendían el misterio del Hijo y del Padre.
Pero estaban muy lejos de tener un claro entendimiento de lo
que El quería decir. Nuevamente dijo el apóstol Pablo:
«Porque de él, y por él, y en él, son todas las cosas. A él sea
la gloria por los siglos, Amén» (Romanos 11:36).
Esta verdad referente al giro de la Verdad está bellamente
ilustrado en el libro del Eclesiastés: «Generación va, y
generación viene; mas la tierra siempre permanece. Y sale el
sol, y se pone el sol, y con deseo retorna a su lugar donde
vuelve a nacer. El viento va al mediodía, y rodea al norte; va
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rodeando de continuo, y por sus rodeos vuelve el viento de
nuevo hasta completar su ciclo. Los ríos todos van al mar, y
el mar no se llena; al lugar de donde los ríos vinieron, allí
vuelven para correr de nuevo» (Eclesiastés 1:4-7).
En este pasaje, el sabio sigue diciendo: «...Nada hay
nuevo debajo del sol. ¿Hay algo de que se pueda decir:
He aquí esto es nuevo?....» (Eclesiastés 1:9,10). Básicamente,
esto es cierto. Fundamentalmente, «¿qué es lo que fue? Lo
mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho?
Lo mismo que se hará....» (Eclesiastés 1:9). Para el hombre que
observa esto «debajo del sol,» le resulta evidente. Nos
preguntamos cómo podría aplicarse esto en estos días de
grandes realizaciones científicas y tecnológicas; pero,
realmente, todo lo que los hombres han hecho es descubrir
los secretos de la energía y de la fuerza y del conocimiento
que Dios puso allí en la creación original. Incluso, la
explosión de la bomba de hidrógeno es tan sólo una
reproducción, en miniatura, del proceso de combustión que
se ha efectuado en el sol durante siglos. Queremos hacer
énfasis sobre esta verdad aquí mismo, antes de que tratemos
de comprender algunos de los misterios del desarrollo de la
revelación. Hay un regreso a los primeros principios, a los
fundamentos originales – en los momentos en que los
primeros principios han sido menospreciados, y los primeros
fundamentos han sido destruidos. Dios es el Señor que no
cambia; y Jesucristo es el mismo «ayer, y hoy, y por los
siglos.» El es la Verdad; y, por tanto, El no está sujeto a
cambio, ni a variabilidad, ni a vestigio de mudanza. En Su
relación con los hombres, El siempre está buscando hacernos
volver a El Mismo. Hacernos volver a los primeros
principios, hacernos volver al primer amor, hacernos volver
a los fundamentos originales, hacernos volver al primer altar
El desarrollo de la revelación • 15
en Betel, hacernos volver a la reconstrucción del Templo de
Dios, hacernos volver a los viejos senderos establecidos en
Su Palabra. Y es porque los hombres han abandonado los
primeros principios de la Verdad, por lo que ellos se han
extraviado durante tanto tiempo en los desiertos de su propia
elección. Muchos han perdido su camino en las vanas
imaginaciones de su mente, en tanto que creían
confiadamente que estaban avanzando con Dios en los
nuevos ámbitos de la Verdad. Cuando los hombres empiezan
por dejar a un lado las Escrituras, con la presunción de que
han llegado más lejos de lo que está escrito en la Palabra,
están destruyendo los mismos cimientos sobre los cuales está
edificado el sólido carácter cristiano, y están tirando por la
borda la única brújula que puede guiarlos al puerto del
reposo, al que ellos se imaginan que ya han llegado.
Entonces, ahora, con el sólido fundamento de las
Escrituras debajo de nuestros pies, queremos meditar,
valiéndonos de la Palabra y de diversos ejemplos de la
Naturaleza, en lo que Dios tiene que decir sobre una nueva
forma de vida para Su pueblo, sobre un nuevo ámbito en
Dios, que está disponible para Sus elegidos. Queremos oír lo
que las Escrituras dicen a aquellos que tienen oídos en esta
hora trascendental. Después de la gran efusión del Espíritu
en años recientes, que dio a tantos de nosotros una nueva
visión y una nueva esperanza, pero que terminó por
consumirse en las arenas, y que dejó un desengaño y una
incertidumbre general en cuanto a lo que había sucedido
realmente, y por qué. Fue en ese tiempo cuando el Señor
revivió para mí este pasaje de las Escrituras: «No os acordéis
de las cosas pasadas, ni traigáis a memoria las cosas antiguas.
He aquí que yo hago cosa nueva; presto saldrá a luz; ¿no la
conoceréis? Otra vez pondré camino en el desierto, y ríos en
16 • Tarde y Mañana
la soledad» (Isaías 43:18-19). Desde entonces he descubierto
que El ha revivido el mismo pasaje para otros que están
andando con el Señor. Dos cosas se hicieron muy reales para
mí: Que Dios tenía, ciertamente, un nuevo ámbito de la vida
que El estaba preparando, con el fin de llevarnos allí, y que
nosotros lo veríamos: «¿No la conoceréis?» El pueblo de
Dios siempre ha estado dispuesto a tomar la parte por el todo,
las arras por la herencia, las primicias por la cosecha. Parece
que las experiencias de la vida en el desierto son tan
calurosas, tan tristes, tan fatigantes que a cualquier pequeño
oasis del desierto lo reclamemos de buena gana como
nuestro, y sentimos que él debe ser la herencia que hemos
estado buscando. En las diversas estaciones de la Verdad por
las cuales ha pasado la Iglesia, Dios nos ha llevado, poco a
poco, a una pequeña parte de la herencia. En los últimos días
del ministerio de Moisés en las llanuras de Moab, él llevó a
los hijos de Israel hasta una pequeña porción de su herencia
al oriente del Jordán. Pero la verdadera dimensión de la
herencia estaba en Canaán, al occidente del Jordán; y para la
conquista de ese ámbito, Moisés debe abandonar la escena y
dar paso a un nuevo liderazgo bajo el mando de Josué.
Porque somos tan propensos a tomar la parte por el todo, el
Señor debe aparecer –misericordiosamente– y secar por
completo las fuentes de la primera bendición, para que
nosotros podamos movernos con El. El hace que los higos
se sequen en la higuera, y las uvas en la vid – para que
nosotros podamos avanzar una vez más por el camino
desconocido que lleva –al fin y al cabo– a la herencia plena
de la fructificación y de la victoria en Canaán. Entre tanto,
hay «gozo en la esperanza» cuando llegamos a ser
«pacientes en la tribulación.» Y aunque no lo
comprendamos, incluso mientras esperamos pacientemente
El desarrollo de la revelación • 17
la tierra de la fecundidad, hay fruto que está llegando a la
plenitud en el suelo árido de nuestra «espera.» Porque
también la «paciencia» es un fruto del Espíritu – y no
solamente un mal necesario que estamos destinados a
soportar. Por tanto, podemos cantar con el profeta:
«Porque la higuera no florecerá, ni en las
vides habrá fruto; la obra de la oliva
mentirá, y los labrados no darán
mantenimiento; las ovejas serán taladas de
la majada, y en los corrales no habrá vacas;
pero yo en el SEÑOR me alegraré, y en el
Dios de mi salud me gozaré.»
Con tal testimonio se renueva la fe y renace la esperanza,
y podemos continuar:
«El Señor DIOS es mi fortaleza, el cual
pondrá mis pies como de ciervas, y sobre
mis alturas me hará andar victorioso....»
(Habacuc 3:17-19).

Muchos cristianos hacen gran alarde de su posición


en los «lugares celestiales,» en las «alturas» de Cristo Jesús.
Pero, realmente, muy pocos se han propuesto hallar ese
ámbito, para vivir allí en completa conquista y apropiación.
Pues, sin embargo, se está allí para ser poseído. Dios nos ha
dado «...entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos
firmes...» (Romanos 5:2). En medio de la sequía y de la
esterilidad, brotan de nuevo la fe, la confianza y la esperanza,
y se tiene la seguridad de que El «sobre mis alturas me hará
estar victorioso.»
18 • Tarde y Mañana
EL QUITA LO PRIMERO
En el proceso del desarrollo cristiano, estamos entrando
constantemente en períodos de transición, en los cuales Dios
nos saca del viejo camino y nos lleva al nuevo. Y es este
período intermedio, esta transición, este solapamiento de los
tratos divinos para con nosotros, lo que produce tanta
incertidumbre. Detestamos abandonar lo viejo hasta cuando
tenemos en nuestras garras lo nuevo. Estaríamos decididos a
entrar en los nuevos ámbitos en Dios, pero tememos avanzar
con plena confianza y seguridad en el camino desconocido.
El nuevo camino debe ser aceptado –primero que todo– por
la «fe,» por la –aparentemente– intangible fe, mientras que lo
viejo parece ser muy real y substancial. «Y ninguno que
bebiere del añejo, quiere luego el nuevo; porque dice:
El añejo es mejor» (Lucas 5:39). En consecuencia, esto ocurre
siempre de acuerdo con el principio divino de que «el vino
nuevo en odres nuevos se ha de echar;» y, de nuevo: «...Quita
lo primero, para establecer lo postrero» (Hebreos 10:9). Al
parecer, esto es lo que causa mayores dificultades – cuando
El empieza a quitarlo. No estamos hablando de quitar ciertos
aspectos de la carnalidad, de quitar los viejos caminos de la
carne. Queremos decir que cuando El empieza a quitar algo
que alguna vez fue una gloria y una hermosura para nuestra
vida o ministerio, y que parece haber sido una fuente evidente
de bendición para los demás. Sabíamos que este
procedimiento particular era de Dios. Sabíamos que Dios se
estaba moviendo poderosamente mediante Su Espíritu. ¿Qué
ha sucedido? A menudo, se nos hace esta pregunta en
relación con el gran movimiento del Espíritu de Dios en los
últimos años. Nuestra única respuesta es ésta: «Dios
proyecta llevar a Su pueblo a una plenitud mayor, a una
porción más grande de la herencia, a un mayor compromiso
El desarrollo de la revelación • 19
en el ámbito de la voluntad divina; y, por lo tanto, El debe
secar las fuentes de la bendición anterior, con el fin de
estimularnos para que nos movamos de nuevo con El.
Incluso, podemos creer que estas circunstancias sean el
resultado de alguna influencia satánica que nos está
despojando de nuestra bendición. Con frecuencia, no
podemos reconocer que se trata de una influencia divina que
nos urge para que avancemos hasta profundidades más
grandes en Dios. Entonces, un día glorioso, todo se aclara y
se simplifica para nosotros mientras andamos con Dios. Nos
damos cuenta, de repente, de que «...a los que a Dios aman,
todas las cosas les ayudan a bien, a los que conforme al
Propósito son llamados [a ser santos]» (Romanos 8:28). Porque
por, primera vez, empezamos a darnos cuenta del hecho de
que alguna bendición o manifestación del Espíritu en nuestra
vida fue tan sólo un goce anticipado, unas arras de lo que El
tiene para nosotros. Por tanto, cuando El quita esta bendición
o hace que ella se remueva de nuestra vida, esa remoción de
la bendición es en realidad una PROMESA del Señor de que
días más grandes están por venir. No es un indicio de derrota
o de infructuosidad. Hay promesas especiales para el que está
seco y sediento, para el débil y desvalido. Si Dios ha hecho
que usted se sienta seco y vacío, acepte esta condición como
una promesa de Su Palabra: «...Yo derramaré aguas sobre el
sediento, y ríos sobre la tierra árida...» (Isaías 44:3). ¿Sobre qué
clase de tierra? «Sobre la tierra árida.» Entonces, ¿por qué
nos resentimos por el hecho de que estemos tan secos?
¿Tiene usted hambre? Esto es porque Dios puso allí esa
hambre. Y sepa esto también: que Dios puso allí esa hambre
para que El pudiera satisfacerla. De hecho, El tenía en
preparación la provisión para la necesidad suya, desde mucho
antes que usted sintiera hambre. Y, ciertamente, usted no
20 • Tarde y Mañana
podría tener hambre, a menos que la provisión estuviera lista
desde antes. Así ocurrió en la vieja creación, y así lo es en la
nueva. Dios hizo provisión para las necesidades del hombre
desde mucho antes de que él fuera hecho por Dios. El hizo
los árboles frutales, los huertos, las legumbres y todo el ciclo
vital de la planta para el sustento del hombre. Luego creó al
hombre con hambre y con apetito y con gusto por el alimento
que El había hecho. Que el hombre no crea, ni por un
momento, que su hambre y su sed respecto a Dios se originan
en él mismo, y que provienen de algún deseo inherente de su
propio corazón con relación a Dios. Dios los puso allí, y si
El los puso allí, El ya tenía la provisión para esa hambre de
Su provisión divina en Su propio corazón. El es el gran El
Shadai, el «Dios nutricio,» el Dios de la provisión diaria. El
hambre que está en el corazón de usted y en el mío, es por
mandato divino y por creación divina, y sólo puede ser
satisfecho cuando entremos en El, en el propio pecho de Su
Amor, de Su Verdad y de Su Luz, y allí comamos
opíparamente de El Mismo.
Entonces, ¿seguiremos lamentándonos por el hecho de
que seamos tan débiles? ¿Especialmente si en nuestra vida
hubo una época en que sentíamos que éramos fuertes?
Entonces, aceptemos el hecho de que haciéndonos «débiles,»
El nos ha dado una promesa que nosotros podremos aceptar
tan ciertamente como si El hubiera hablado audiblemente
desde el Cielo. Porque El les dice a los que son débiles: «El
da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no
tiene ningunas» (Isaías
40:29). ¿A quién da El esfuerzo? «Al CANSADO...» Entonces,
¿por qué sentimos que necesitamos poder antes que
debilidad? Aquí hay un secreto que todos debemos aprender
tarde o temprano: En la Iglesia, el liderazgo humano fuerte y
El desarrollo de la revelación • 21
poderoso ha sido más destructivo para aquellos que lo han
ejercido, convirtiéndose en uno de los más grandes
obstáculos en su caminar con el Señor. No estamos hablando
del daño que pueda haber sido hecho a los santos, como
consecuencia de la mano de hierro del liderazgo. Pues, en
realidad, si ellos andaban verdaderamente con Dios, sea lo
que fuere, no les habría hecho daño, sino solamente bien. En
tal proceso hubieran sido disminuidos, para que Dios pudiera
exaltarles a su debido tiempo; y hubieran sido quebrantados,
para que Dios pudiera producir la fragancia de Su Espíritu
desde ese quebrantamiento. «El trigo para el pan» debe ser
pulverizado. La oliva debe ser machacada para que el flujo
del aceite de oliva traiga bendición para los demás. De igual
modo, las uvas deben conocer la presión del lagar en la época
de la cosecha de las vides. En un coro dado recientemente a
una hermana en el Señor, brota bellamente la verdad:
¿Quieres ser derramado como el vino en el altar
para mí?
¿Quieres ser partido como el pan para alimentar
al hambriento?
¿Quieres ser uno Conmigo para que Yo pueda
hacer sólo lo que deseo?
¿Para hacerte vida, y luz, y amor, para que se
cumpla Mi Palabra?
QUE PODAMOS CONOCERLE
El hecho que queremos enfatizar en este escrito es que el
Señor, aunque nos haga volver continuamente a los
principios básicos y fundamentales de la Palabra, al mismo
tiempo nos hace avanzar y subir a nuevas y mayores alturas,
para aumento constante de la revelación de Su gloria. La
Palabra es la misma. La Verdad es la misma. Pero, si es
22 • Tarde y Mañana
ciertamente la Palabra de Dios y la Verdad de Dios, entonces
habrá una continua revelación de esa Palabra y de esa Verdad
en las vidas de Su pueblo. Esta es la razón por la cual la
«teología,» como tal, no ha tenido cabida en el progreso
cristiano ni en la revelación divina. Por «teología» nos
referimos a la «ciencia acerca de Dios.» Y Dios nunca estuvo
interesado en hablarnos sobre El. Y Jesús nunca estuvo
interesado en hablarle a los discípulos sobre el Padre. Por el
contrario, vino para
REVELAR AL PADRE y para HACERLE CONOCER. Sin narrar
hechos sobre El, sino HACIENDOLE CONOCER. Al pretender
saber sobre El, hemos confundido nuestra mente y las mentes
del pueblo con razonamientos y controversias en cuanto se
refiere a Sus atributos, a Sus características, a Sus
manifestaciones. Pero Dios tendrá un pueblo en este último
día que llegará a CONOCERLE y conociéndole, ellos le
manifestarán indubitablemente a los demás, mostrándolo
desde sus vidas, declarándolo en palabras de fuego, e
irradiándolo desde sus rostros. Entonces, la humanidad
llegará a conocerle cuando le vean a El revelado en Sus
muchos hijos, tal como El se reveló a Sí Mismo una vez en
Su Unigénito.
CAPÍTULO SEGUNDO

Otra generación viene

OTRA GENERACION VIENE


«Generación va, y generación viene; mas la tierra
siempre permanece.» (Eclesiastés 1:4). El observador casual no
ve cosa distinta a la repetición de la misma historia. Pero el
hombre visionario ve que la Verdad se revalida en una
plenitud más y más abundante. Las generaciones vienen y se
van, para que el mundo siga como desde el principio. Pero
así como en la generación material de Adán ha habido una
continua y siempre creciente manifestación de la ley del
pecado, de la muerte y de la maldición –desde la misma caída
de Adán hasta los tiempos actuales– así también en la
generación espiritual del Ultimo Adán ha habido un
constante incremento y una continua manifestación de la Ley
del Espíritu de Vida en Cristo Jesús, y seguirá habiéndolos.
¿Quién negará que la ley del pecado y de la muerte mantiene
y ejerce un dominio y mando mucho más grande sobre el
cuerpo y el alma de los hombres, como nunca los ha tenido
desde la fundación del mundo hasta el día de hoy? El hecho
de que la ciencia haya tenido éxito en la prolongación de la
vida durante unos pocos años más, es algo completamente
incidental y no muy significativo, en vista del hecho de que
la prolongación de la vida del hombre se ha reducido desde
algo más de los 900 años en el principio, a algo que está muy
por debajo de los 100 años en los tiempos actuales. Y los
logros del hombre en la prolongación de nuestros días
durante unos pocos años, es casi insignificante cuando se
24 • Tarde y Mañana
tiene en cuenta que el hombre también ha logrado tal
conocimiento científico que él teme, incluso, ¡por la
supervivencia de la raza humana! ¿Y esto por qué? Por la
ley del pecado y de la muerte que llegó al trono cuando Adán
siguió el camino de la desobediencia y se apartó de su
Creador. Ha sido tan devastador y de tales proporciones el
imperio y el liderazgo del reino de la muerte, ¡que la
humanidad se encuentra hoy día al borde de la extinción!
Pero, en el mundo de hoy, existe otra generación que
coexiste con la generación de Adán, y es la generación del
Ultimo Adán. Esta generación también ha estado en un
continuo proceso de desarrollo y en una plenitud siempre
abundante por el funcionamiento de la ley por la cual ella
vive. Esta ley es la Ley del Espíritu de Vida en Cristo Jesús.
Cuando la ley del pecado y de la muerte está por alcanzar su
clímax en la vieja generación de Adán, también la Ley del
Espíritu de Vida se apresura en su gloriosa plenitud en la
generación de Cristo. Aparentemente, ha habido grandes
retrasos a lo largo del camino: Edades de oscurantismo...
herejías... divisiones en la Iglesia... grandes conflictos que
han levantado su furia durante siglos contra los santos del
Altísimo. Pero todo esto ha sido parte necesaria del propósito
eterno, y ahora el gran conflicto de los siglos se apresura a su
final y a su conclusión gloriosa. Dios, mediante Su gracia,
regresa al caos del pasado, toma los hilos enredados del error
y del fracaso aparentes, los transforma por su gracia y poder,
y los teje en un modelo de gloria y de belleza. El hace todo
esto como preparación para la gran revelación, para la gran
manifestación de Sus hijos. Ahora, el mensaje es uno de
OLVIDAR y SEGUIR ADELANTE. Dios consolará a Su pueblo
en medio de la desolación y del fracaso. «Consolad, consolad
a mi pueblo, dice vuestro Dios. Hablad según el corazón de
Otra generación viene •
25
Jerusalén; decidle a voces que su TIEMPO ES YA CUMPLIDO;
que su iniquidad es perdonada; que doble ha recibido de la
mano del SEÑOR por todos sus pecados» (Isaías 40:1-2).

LA PLENITUD DEL PECADO Y DE LA GRACIA


Básicamente, el hombre pecador es exactamente lo
mismo que Adán cuando éste se apartó por primera vez de su
Creador. Pero el pecado y la corrupción que prevalecen hoy
día en la humanidad a causa de la desobediencia original, han
llegado a una horrible plenitud. Las uvas de la ira no sólo
han madurado –como dice el original– en Apocalipsis 14:15,
sino que se han pasado de madurez. La plenitud del pecado
y de la muerte es de tales proporciones que ninguna carne
podrá sobrevivir a la desolación que se espera, a menos que
el Señor Mismo abrevie los días. Reconocemos este hecho.
Los hombres lo reconocen en todas las etapas de la vida. Lo
reconocen hombres en posiciones de poder. El corazón de
los hombres que sabe lo que esto significa realmente,
desfallece de temor cuando contemplan las cosas que están a
punto de sobrevenir sobre el mundo.
Básicamente, la generación de Cristo es también la
misma que era al principio. Hemos nacido de nuevo por el
mismo Espíritu, hemos sido lavados en la misma sangre;
somos partícipes de los mismos dones y de las mismas
promesas. Pero ¿qué hay de la plena y completa expresión
de la ley por la cual vivimos? Pero, ¿qué hay de la plena y
total manifestación de la Ley del Espíritu de Vida en Cristo
Jesús? ¿Vamos a atribuirle más poder y autoridad a Adán
que a Cristo? ¿Vamos a creer que la ley del pecado y de la
muerte tiene mayor potestad que la ley del Espíritu de Vida
en Cristo Jesús? ¿Vamos a inferir que la ley del pecado y de
26 • Tarde y Mañana
la muerte tiene el poder y la capacidad para extender sus
tentáculos en todas las zonas de la humanidad, para la
completa perversión del cuerpo, del alma y del espíritu? Y
luego, al mismo tiempo, ¿retroceder en la incredulidad ante
la revelación de la Palabra referente a la Ley del Espíritu de
Vida en Cristo Jesús? En Romanos 5, el apóstol Pablo
emplea cinco veces la expresión «mucho más» con relación
al poder de la gracia de Dios, en contraste con el pecado de
Adán. ¿No creeremos que es mucho más grande y que hay
«mucho más» poder en la Ley del Espíritu de Vida del que
hay en la ley del pecado y de la muerte? ¿Es que no va a
haber «mucha más» obra efectiva de la gracia de Dios en el
Ultimo Adán, de la que hubo alguna vez en la desobediencia
del primer Adán? En otras palabras, ¿vamos a honrar el
poder de Adán y de Satanás por encima del poder de Cristo
y del Espíritu Santo? Comprendemos que los teólogos
tengan en cuenta la realización del plan de Dios en el Ultimo
Adán en algún lugar de un determinado reino o, quizá,
después de algún arrebatamiento; pero la enseñanza clara de
las Escrituras es que así como nosotros somos nacidos en la
familia de Adán, así tenemos que nacer también en la familia
de Cristo; para recibir por heredad el poder de la gracia del
Señor Jesús, así como también heredamos la maldición del
pecado de Adán; que así tengamos por imputación la justicia
de Dios en Cristo, como también tenemos por imputación el
pecado y la muerte de Adán, y que a medida que crecemos
en el pecado de Adán, en su clímax horrible, en razón de la
generación material, por el mismo distintivo también
CRECEMOS EN CRISTO EN TODAS LAS COSAS en razón de la
generación espiritual.
Nuestro problema parece ser tan sencillo como esto.
Creemos en la horrible manifestación del pecado y de la
Otra generación viene •
27
muerte en Adán, porque éste es un asunto histórico del
pasado y, de hecho, también del presente; al paso que
rechazamos la gloriosa manifestación de la Ley de Vida en
Cristo, porque no está demasiado explícita en la historia, y
apenas se ve en la realidad de la hora presente. Los hombres
no creen hasta cuando ven. Pero la generación de Cristo,
aunque escasamente visible todavía, sí cree –incluso en esta
hora– lo que ellos no pueden ver, para que –en el día de su
manifestación– ellos sean vistos por aquellos que ahora no
pueden creer.

¿QUIEN CONFESARA SU GENERACION?


Hablemos sobre la progenie de Cristo. De Aquel que fue
cortado de la tierra de los vivos, sin confesarle a nadie «Su
generación.» Sin embargo, Dios dejó sitio para una
generación más. Como otros ya lo han señalado, Dios dejó
en blanco un lugar para la generación de Cristo en la
genealogía de Mateo. Hay, exactamente, 41 generaciones
desde Abraham hasta Jesús, y no 42 como parecería dar a
entender Mateo. Sin embargo, Mateo no contó las
generaciones hasta Jesús, sino «...hasta el Cristo...» (Mateo
1:17). Y esto hace la diferencia. Hay 13 generaciones desde
la transmigración de Babilonia hasta Jesús. Pero Mateo dijo:
«hasta el Cristo,» porque «el Cristo» incluye el Cuerpo que
daría testimonio de Su generación. «Porque de la manera que
es un cuerpo... ASI TAMBIEN EL CRISTO» (1 Corintios 12:12). No,
«así también es el cuerpo de Cristo,» sino «así también el
Cristo.» «El Cristo» incluye el cuerpo, porque «Cristo»
significa «el
Ungido,» y nosotros compartimos la «Unción misma» (1 Juan
2:27), y somos copartícipes del mismo Espíritu; y, por tanto,
nos convertimos en «...miembros de su cuerpo, de su carne y
28 • Tarde y Mañana
de sus huesos» (Efesios 5:30). Del mismo modo que valoramos
la exactitud de las Sagradas Escrituras, así también debemos
hacer honor a la honestidad de los traductores, que podrían
haber cambiado muy fácilmente la cifra para que se leyera 41
generaciones, de conformidad con la razón. Pero el original
decía: «42 generaciones,» y así lo tradujeron, a pesar de la
aparente discrepancia.
Cuando este hecho sorprendente se hizo patente por
primera vez al que esto escribe, me hallaba hojeando
casualmente mi Biblia y me encontré haciendo la cuenta de
los diferentes campamentos de los hijos de Israel, desde el
momento en que ellos salieron de Egipto hasta cuando
llegaron a las llanuras de Moab. Y, precisamente, allí en mi
Biblia, yo había enumerado esos campamentos para un
estudio que había hecho algunos meses antes, ¡y eran
exactamente 41 campamentos! El campamento 41 de los
hijos de Israel fue en las llanuras de Moab; el campamento
42 ocurrió bajo el nuevo liderazgo de Josué, cuando ellos
avanzaron hacia el Jordán para tomar posesión de la tierra de
su herencia.

41 CAMPAMENTOS BAJO MOISES


El primer campamento fue en Sucot, después de salir de
su hogar en Ramesés, Egipto; el segundo, en Etam; el tercero,
en Pi-hahirot; el cuarto, en Mara; y así sucesivamente, hasta
cuando levantaron su cuadragésimo campamento primero en
«los campos de Moab» (Números 33:148). Este campamento
parece haber sido el más grande de todos, y abarcaba desde
Bet-jesimot hasta Abel-sitim en las llanuras de Moab,
exactamente junto al río Jordán, en frente de Jericó. Su viaje
por el desierto había sido prolongado, y fatigoso, y frustrante.
Israel había recorrido un largo, larguísimo camino desde el
Otra generación viene •
29
momento en que abandonaron Ramesés, en Egipto. Ellos
conocieron mucha fatiga y mucho infortunio. Se trataba de
un desolado y ululante desierto... de una tierra de sequía y de
esterilidad, de escorpiones y de serpientes ardientes. Muchas
veces, el desaliento se apoderó de sus almas por lo extenuante
del camino. En más de una ocasión, sus corazones se
volvieron hacia Egipto, y desearon regresar. Pero Dios había
cerrado el Mar Rojo detrás de ellos, impidiendo
deliberadamente su regreso. Donde no hay visión, el pueblo
perece. Es decir, que el pueblo que carece de visión, perece
por su propia carencia de visión. (Ver Proverbios 29:18). Moisés
resistió porque «...como aquel que ve al Invisible se esforzó»
(Hebreos 11:27). La mirada retrospectiva a los buenos días del
pasado, es la visión más perjudicial que el pueblo puede tener
en la Iglesia. Ella obstaculiza el avance, porque Dios está
moviendo a Su pueblo hacia lo alto y hacia adelante para
alcanzar los nuevos ámbitos en Sí Mismo, y El se niega –
ciertamente– a restaurar en medio de nosotros la religión de
tiempos pasados o el avivamiento de ayer. Los hombres que
están buscando tal restauración, se encuentran en constante
frustración y ansiedad cuando pretenden –vanamente–
restaurar la estructura del reino de Dios, tal como lo
conocieron en el pasado. Las restauraciones de Dios son
siempre en el ámbito del progreso, del desarrollo, y de la
revelación progresiva. El hombre es propenso a temerle al
camino desconocido. Admiramos al pionero –por su
intrepidez, por su iniciativa, por su osadía para adentrarse en
lo desconocido. Pero son pocos los que desean ser pioneros.
Aceptamos gozosamente la herencia que ellos nos dejan, y
hacemos alarde del espíritu intrépido de nuestros padres, pero
parece que no deseamos hacer más conquistas, aun cuando
veamos– ciertamente ámbitos desconocidos por conquistar.
30 • Tarde y Mañana
Son muy pocos los que están preparados para andar con el
Señor de la gloria por el camino desconocido.

LA NUEVA GENERACION
En Israel se había levantado una nueva generación. La
antigua generación pereció en el desierto, y de ella sólo
quedó un exiguo puñado. Israel había hecho un largo y
tortuoso recorrido, desde el día en que ellos dejaron a Egipto
hasta cuando llegaron a las llanuras de Moab, al frente de
Jericó. El ciclo de su errabundo recorrido por el desierto era
casi completo. Israel había regresado casi al mismo sitio
desde donde ellos habían partido unos 40 años antes. Israel
NO HABIA IDO A NINGUNA PARTE en todos esos recorridos, con
su errante peregrinación, con sus bendiciones, con su
provisión divina a lo largo del camino, con su guía por la
presencia de Dios en la columna de nube y en la columna de
fuego. Ellos no habían llegado más lejos en la conquista de
su herencia de lo que estaban 40 años antes. Así es como
parece exactamente. Lo mismo ocurre con la Iglesia de
Jesucristo, desde su iniciación en los primeros tiempos hasta
el día de hoy pues –realmente– no ha ido a ninguna parte.
Digamos lo que digamos sobre nuestra lucha, sobre nuestras
conquistas, sobre nuestras victorias, sobre nuestra bendición
– enfrentemos los hechos. Nosotros, como Iglesia, no hemos
hecho ningún progreso real en la conquista del mundo, y las
estadísticas objetivas dejan en claro que la Iglesia está en vías
de extinción, según el promedio de crecimiento o de progreso
– o podríamos decir retroceso. Esto es lo que más alarma a
los líderes de la Iglesia pero, a su vez, es lo que más estimula
a los hombres de visión. Ciertamente, puede que no hayamos
ido a ninguna parte, y que parezca que hayamos vuelto al
lugar de donde partimos –por lo menos, está para completarse
el ciclo– pero, hay una gran diferencia. ¡Esta vez avanzamos
Otra generación viene •
31
para tomarnos toda la tierra! ¡Esta vez no fracasaremos!
Porque esta vez estamos bajo un nuevo liderazgo. Esta vez,
el Hijo de Dios sale a guerrear montado en un caballo blanco,
y con una espada de dos filos en Su boca. Y los ejércitos
celestiales que le siguen, también van montados en caballos
blancos, con la misma espada de dos filos como arma
ofensiva. Esta vez saldremos juntos, venciendo al enemigo,
y sometiendo completamente el territorio que Cristo compró
para nosotros hace unos 2000 años, pero del que nunca nos
habíamos apoderado realmente. Este es el ámbito de los
«celestiales,» nuestra herencia en Cristo Jesús, del cual
hemos hablado largo y mucho, al que hemos admirado, el que
hemos pretendido poseer, pero que nunca hemos poseído
realmente.
Aquí permanecemos como Israel, en las llanuras de
Moab, habiendo conocido la conducción directa del Señor
durante todos estos 41 campamentos, pero sin haber ido a
ninguna parte. Sin embargo, la generación 42ª está a punto
de hacer su campamento número 42º – ¡bajo el liderazgo de
Josué! Esta es la generación «venidera,» el pueblo que está
creado para «alabar al SEÑOR,» y para publicar y manifestar
Sus excelencias en la tierra (Salmo 102:18). El Ultimo Adán no
dejó simiente en la descendencia de Adán para manifestar Su
generación; pero El Mismo llegó a ser el «grano de trigo» que
cae en la tierra y muere, para que de allí pueda salir una
cosecha a Su imagen y semejanza. Esta es la «simiente» que
«le servirá; será contada al SEÑOR por generación» (Salmo
22:30). Este es el momento crucial de toda la historia. Esta es
la culminación de nuestro prolongado período de
peregrinación, de esterilidad, de infructuosidad. Este es el
propósito para el cual hemos llegado a esta hora. Aquí
32 • Tarde y Mañana
debemos detenernos, pero por poco tiempo, para oír las
palabras del Deuteronomio (la segunda exposición de la ley),
donde Moisés nos recordará todos los tratos y las bendiciones
y las bondades del Señor, para salir luego de la escena y dar
paso al nuevo liderazgo de Josué.
Hay algo especialmente bendito en la culminación del
ciclo, en el regreso de las estaciones, en el cambio del viento
del norte por el viento del sur, en la extinción de la oscuridad
ante la luz del amanecer. Debemos enfatizar una y otra vez
que la restauración no es solamente la repetición de la
historia. Cuando sobre la iglesia primitiva sopló el fuerte
viento del norte, la llevó gradualmente cada vez más y más
lejos de la Verdad. Israel anduvo errante cada vez más y más
hacia el sur, alejándose de la tierra de su herencia. Pero
después empezó a soplar el viento del sur, e Israel empezó a
retroceder hacia el norte. El viento del sur de la Reforma
empezó a soplar sobre la Iglesia, y ella también ha estado
regresando lenta y gradualmente al lugar de donde partió. Sin
embargo, hemos logrado poco y –realmente– no hemos
llegado a ninguna parte. Aquí estamos, listos para llevar a
cabo esa última y gran conquista por la cual hemos esperado
todos estos siglos.

EL DEUTERONOMIO... LUEGO, JOSUE


El Deuteronomio es una introducción necesaria para Josué.
Podemos hablar todo cuanto queramos de Canaán, que esto
no nos llevará allá. Podemos hacer alarde sobre nuestra
herencia, pero esto no la hace nuestra por conocimiento y
posesión. Ella es nuestra, y debemos reconocer que es
nuestra, pues de otra manera no tendremos ni la fe ni el
valor para emprender su conquista. Pero no nos sentemos a
esperar en el desierto en compañía de la generación
Otra generación viene •
33
moribunda, mientras ellos tratan de tranquilizarse, diciendo:
«Ciertamente, Canaán es nuestro... Dios se la dio a nuestro
padre Abraham hace cientos de años... de hecho, hemos
comido las uvas de Escol, y también las granadas... no hay
nada de qué preocuparse....» Pero allí están ellos,
muriéndose en el desierto, ¡sin tener idea de lo que es la
posesión de aquello que Dios les había dado!
Deuteronomio significa la segunda vez que se da la Ley.
Pero al dar la Ley por segunda vez, hubo algo sumamente
diferente a la primera vez. En ambos casos se nos ponen
condiciones para entrar en la tierra prometida, para vivir en
ella y para someterla. Pero, al dar la Ley por segunda vez
encontramos una historia de las fallas de Israel, de su
rebeldía, de su desobediencia, de la dureza de su corazón – y
de cómo Dios iba, sin embargo, a llevarlos a la posesión de
su herencia, en razón de Su justicia. Dios nos dice, además,
cómo se valió El realmente del ululante desierto, de la sed, la
esterilidad, y del maná – para humillarlos, para probarlos,
para prepararlos para su nueva herencia. La herencia se da
mediante la promesa, y no mediante la Ley; pero la Ley es
nuestro «ayo» para llevarnos a Cristo. La disciplina de la Ley
parece haber sido necesaria para hacer que nos diéramos
cuenta de nuestra debilidad, para manifestar nuestras fallas y
nuestros defectos, con el fin de que, en la plena comprensión
de nuestra propia inutilidad e insignificancia, Dios pudiera
ser verdaderamente glorificado. El Deuteronomio nos lleva a
esta comprensión, recordándonos nuestras fallas y nuestros
errores, y mostrándonos cómo –por medio de todo esto– Dios
estaba elaborando una disciplina y una preparación
necesarias en nuestros corazones para el día en que El haría
que ocurriera lo que El había prometido, por respeto a Su
34 • Tarde y Mañana
propio Nombre. Quisiera que aprendiéramos rápidamente la
lección, porque se acerca la hora en que la nueva generación
debe levantarse y avanzar. ¡Todavía queda tanto del viejo
camino, de las viejas formas, de la vieja gloria tradicional de
los hombres y del ministerio en la Iglesia! Hacemos alarde
de que no estamos bajo la Ley, sino bajo la Gracia. Sin
embargo, falta la gracia, y falta el amor de Dios, y el Espíritu
no impera en nuestra vida. Todo esto testifica –en forma
indiscutible– que estamos bajo la Ley. Solamente el Hijo nos
hace libres. Si El no ha entrado en la casa para morar en ella,
el siervo sigue siendo siervo, pues siervo significa ley.
Detengámonos aquí, en las llanuras de Moab; aquí, en el
campamento 41º, y oigamos las palabras del Deuteronomio.
Primero, Dios nos recordará que, en realidad, no hay
mucha distancia a la tierra de nuestra herencia. En realidad,
sólo estaba a «once jornadas» desde Horeb (Deuteronomio 1:2).
Dios puede hacer una obra rápida en la tierra, y la hará; y la
terminará en justicia. Es el castigo y la disciplina que
requieren tanto tiempo. Es nuestra propia rebeldía y nuestra
desobediencia. Una vez que hayamos aprendido la lección
de la obediencia, estará resuelto el problema.
Más adelante, Dios nos recuerda Su propia bondad, y la
manera en que El nos ha bendecido (capítulo 1:10).
Parece que la Iglesia se imagina que la bendición de Dios es
una señal inequívoca de Su aprobación a nuestros procederes.
La bendición de Dios no indica, en forma alguna, Su
aprobación; por el contrario, lo que ella significa es Su amor
y Su misericordia. Durante toda esta bendición, Israel fue un
pueblo rebelde (capítulo 1:26). Pero Dios fue fiel. La nube
de Su gloria nunca los dejó durante el día, ni la columna de
fuego durante la noche (capítulo 1:33). Hemos sabido de
diversas instancias en que el fuego de Dios ha aparecido
Otra generación viene •
35
sobre una iglesia, o sobre un ministro. Israel tuvo el fuego
de Dios sobre su tabernáculo durante cuarenta años, todas las
noches del año. Y ellos seguían siendo un pueblo terco,
rebelde y desobediente. Una vez más, el Señor nos recuerda
por qué nos sacó de la esclavitud de los egipcios. El
verdadero propósito de aquello fue el de llevarnos a la
fructificación de Canaán. Y los que malogren esto pasan a
un segundo plano entre los propósitos de Dios – pues son
desobedientes. El «nos sacó de allá, para entrarnos y darnos
la tierra...» (capítulo 6:23). Ella es un ámbito de victoria y
de fructificación completas. Una tierra donde el Señor quita
TODA ENFERMEDAD de Su pueblo. Una tierra donde TODOS
LOS ENEMIGOS del pueblo de Dios serán completamente
destruidos. «Poco a poco» es la forma ordenada por Dios,
pero no es demeritando en modo alguno el alcance de la
victoria. El proceso continúa «hasta que los destruyas.»
Ningún enemigo «te hará frente» (capítulo 7:13-26). «...La
buena tierra, tierra de arroyos, de aguas, de fuentes, de
abismos que brotan por vegas y montes; tierra de trigo y
cebada, y de vides, e higueras, y granados; tierra de olivas,
de aceite, y de miel; tierra en la cual no comerás el pan con
escasez, no te faltará nada en ella...» (Deuteronomio 8:7-9). Esta
es la herencia del AMOR PERFECTO; ese ámbito en Dios donde
el amor no solamente se emplea ocasionalmente cuando Dios
provee la gracia – sino donde PREDOMINA EL AMOR; donde
los pensamientos y los propósitos del corazón están
motivados por el amor, y donde todo acto procede del Amor,
tal como ocurrió en el ministerio de Jesús Mismo. En este
ámbito no hay falla, porque «el Amor nunca falla.» El fruto
del Espíritu mora allí perpetuamente, trayendo vida y
bendición y sustento para todos los necesitados. En este
ámbito, aun los dones del Espíritu pierden su significación,
36 • Tarde y Mañana
así como la luna pierde su brillo cuando nace la mañana. La
parte cede su puesto al todo, la semilla brota en hoja, en
espiga y en grano. La fe se convierte en esperanza, y la
esperanza germina en el Amor. Sin fe es imposible agradar
a Dios, pero Dios es Amor; y cuando el Amor es formado en
Su pueblo, Dios se manifiesta en ellos y piensan con Sus
pensamientos, y siguen Su camino, y hacen Su voluntad y
manifiestan Su sabiduría, entendimiento, pureza y justicia en
este mundo de pecado y de tinieblas.
Hemos sido llamados para «acordarnos de todo el
camino» por donde el SEÑOR, nuestro Dios, nos ha traído
durante estos cuarenta años en el desierto (capítulo 8:2). Esto
puede sorprendernos. ¿En verdad, era Dios quien nos estaba
trayendo? ¿No fue por desobediencia por lo que Israel
anduvo errante tantísimos años? Sí, fue por desobediencia.
Pero Dios se estaba valiendo de la experiencia del desierto
para corregirlos, para humillarlos y para probarlos, con el fin
de que El pudiera tener un pueblo preparado para entrar en
un lugar preparado. Dios quiere que nosotros sepamos dos
cosas: que hemos fallado, y que El es fiel. Que hemos andado
errantes en frustración a causa de nuestra desobediencia y
rebeldía pero que, mediante todo esto, El ha estado
corrigiéndonos, probándonos, humillándonos, y
preparándonos para el día de la victoria y del triunfo. «Y te
afligió, y te hizo tener hambre, y te sustentó con maná...»
(Deuteronomio 8:3).

EL PROPOSITO DEL MANA


Este desasosiego, esta insatisfacción, esta hambre que
persiste entre muchos de los del pueblo de Dios, ha sido
dispuesto por el Señor con el fin de prepararnos para la
fructificación de Canaán. El maná del desierto hace que
Otra generación viene •
37
sintamos hambre. Fue concebido con este propósito. Nunca
estuvo destinado a satisfacer nuestro apetito, sino para
satisfacer nuestras necesidades presentes. Dios ha sido fiel
para darnos todo cuanto necesitamos en el desierto. Pero esto
nos ha dejado hambrientos, y con una intención y un
propósito divinos. Y, ¿cuál fue ese propósito? «...Para
hacerte saber que el hombre no vivirá sólo de pan, mas de
toda palabra que sale de la boca del SEÑOR vivirá el hombre»
(Deuteronomio 8:3). En otras palabras, el propósito del maná fue
el de satisfacer nuestras necesidades, pero dejándonos
hambrientos para que pudiéramos comer opíparamente de la
Palabra de Dios. Dios es fiel para ministrar lo que nosotros
requerimos para satisfacer nuestras necesidades presentes. El
maná cae diariamente del cielo, y el agua brota de la roca;
durante el camino hay sanidad cuando la necesitamos; hay la
columna de nube durante el día, y la columna de fuego
durante la noche. Pero sin el espíritu de sabiduría y de
revelación en el conocimiento de El... sin ese opíparo
banquete de la Palabra, con los ojos y la mente iluminados, y
los oídos prontos para oír lo que el Espíritu está diciéndonos
hoy... sin la visión de la victoria y fructificación del Canaán...
sólo habrá frustración y derrota, y una mirada retrospectiva
en busca de una restauración de los buenos días del pasado
avivamiento. Quizá la Reforma Protestante fue lo más
grande desde la edad del oscurantismo. Quizá el avivamiento
wesleyano fue lo más grande que haya visto alguien hasta
entonces. Quizá el Pentecostés, tal como nosotros le hemos
conocido, sea el avivamiento más grande desde los días de la
iglesia primitiva. Quizá el avivamiento de los dones y los
ministerios espirituales sea lo más grande que haya ocurrido
en nuestra generación. Quizá fue un refrigerio bajo las
palmeras, y beber el agua y comer los higos en el pequeño
38 • Tarde y Mañana
oasis de Elim. Pero Dios traería a Su pueblo a los ámbitos de
Sí Mismo, tal como jamás lo ha conocido la Iglesia,
negándose a llevarnos de nuevo a cualquier lugar de
bendición al que El nos condujo en el pasado. El maná no
significa la ministración carnal. Significa «vianda espiritual»
(1 Corintios 10:3). Cuando Dios preparó esta vianda espiritual
en el Cielo, El la llamó: «Pan de fuertes» [pan de ángel o pan
de nobles] (Salmo 78:25). Luego, El la envía por medio de Su
Espíritu para alimentarnos y para fortalecernos, pero
dejándonos hambrientos para que, en nuestra gran hambre, y
en nuestro desasosiego, y en nuestra insatisfacción con el
«statu quo» pudiéramos llenarnos con la Palabra Viviente –
que solamente es VIVIENTE y vital cuando ilumina, y
esclarece, y nos da una visión de la herencia que tenemos por
delante.

BALAAM REVELA LOS PROPOSITOS DE DIOS


Aquí, en las llanuras de Moab, en el campamento 41º,
hemos visto una aterradora cantidad de carnalidad y
desobediencia – hasta el punto que podríamos preguntarnos
cómo pudo Dios producir alguna vez un pueblo vencedor.
Balaam, que no pudo maldecir al pueblo de
Dios, recurrió a la enseñanza falsa – y animó ciertamente al
pueblo para que hiciera sacrificios a los dioses de Moab. La
irrupción que la mundanalidad ha hecho en la Iglesia, y la
idolatría que parece prevalecer en todas partes, son casi
increíbles. Grande fue la ira del Señor que se encendió contra
Su pueblo a causa de su locura, pero el propósito de Dios no
se cambió –ni siquiera– porque la mayoría hubiera fallado.
En las profecías de Balaam encontramos muchas cosas
significativas que se dijeron sobre el Israel material y, por
tanto, sobre nosotros. Porque todos los tratos de Dios con el
Israel material, han llegado a ser «ejemplos» o «figuras,»
Otra generación viene •
39
«...y están escritas para nuestra amonestación, en quien los
fines de los siglos ha parado» (1 Corintios 10:11).
Primera profecía: «...He aquí un pueblo que habitará
confiado, y no será contado entre los gentiles» (Números 23:9).
Ellos son un pueblo especial, celoso de las buenas obras. No
hacen parte de este sistema mundial. Están en el mundo, pero
no son del mundo. Son de Dios, pero han sido enviados al
mundo como Sus embajadores. Como Israel, hemos llegado
a contaminarnos con los dioses paganos entre los cuales
vivimos. Sin embargo, Dios tendrá un pueblo que, fiel a su
llamado, serán Sus embajadores, y que no serán ciudadanos
de este orden mundano. Cómo hará El esto, es algo que
sobrepasa nuestra imaginación. Hemos llegado a estar tan
entremezclados con el orden mundano, que pocos cristianos
consideran siquiera la suposición de que deberíamos de estar
separados de él. Pero Dios sacó a Su pueblo de en medio de
otro pueblo en la antigüedad, y que El puede hacerlo de
nuevo. Y que, una vez más, El bien puede aparejar una mesa
en el desierto.
Segunda profecía: Dios tiene un propósito que no se
malogrará. «Dios no es hombre, para que mienta; ni hijo de
hombre para que se arrepienta. El dijo, ¿y no hará?; habló,
¿y no lo ejecutará? He aquí, yo he tomado bendición; y él
bendijo, y no la revocaré» (Números 23:1920). Constantemente
estamos encontrando oposición a estas grandes verdades del
fin de los tiempos, con sugerencias como ésta: ¿Quién se cree
usted que es para entrar en un ámbito en Dios, en el cual ni
los grandes hombres de la historia de la Iglesia, ni los
primeros apóstoles entraron? Realmente, no tiene nada que
hacer con esto. El propósito de Dios requiere una Iglesia
vencedora en el último día. El propósito de Dios requiere que
40 • Tarde y Mañana
haya una Iglesia «...gloriosa... que no tuviera mancha ni
arruga, ni cosa semejante; sino que fuera santa y sin mancha»
(Efesios 5:27). (Y recuerde esto: Es «...limpiándola en el
lavamiento del agua por la Palabra»). (Efesios 5:26). El
propósito de Dios requiere que haya una cosecha del grano
en exacta semejanza a la semilla que fue plantada. El
propósito de Dios es que el edificio se levante en gloriosa
plenitud. El propósito de Dios requiere que el Templo santo
de Dios llegue a la gloriosa perfección. Este no es un asunto
de mérito nuestro. ¡Es el Nombre de Dios el que está
comprometido! Sin embargo, se dirá entre los paganos: «¡Lo
que ha hecho Dios!» (Números 23:23). «...Entonces dirán entre
los gentiles: Grandes cosas ha hecho el SEÑOR con éstos»
(Salmo 126:2). Hay una promesa de victoria total. «...No se
echará hasta que coma la presa, y beba la sangre de los
muertos» (Números 23:24). Todos los enemigos deben ser
puestos bajo los pies de
Cristo y, como miembros de Su cuerpo, nosotros somos
«los pies» de Aquel que reina en los Cielos; porque el Cielo
es Su trono, y la Tierra Su escabel.»
Tercera profecía: «¡Cuán hermosas son tus tiendas, oh
Jacob, tus habitaciones, oh Israel! Como arroyos están
extendidas, como huertos junto al río...» (Números 24:5-6).
La primera morada del hombre estuvo en un huerto, y su
última morada está también en un huerto, precisamente en el
huerto del Señor. El es la vid, y nosotros los pámpanos.
Nosotros somos «plantío del SEÑOR, para gloria suya.» El río
de la vida fluye desde el trono de Dios para regar ese huerto,
y los árboles que crecen en las orillas de ese río florecerán y
fructificarán. Las naciones de la tierra comerán del fruto de
esos árboles, y las hojas serán para su salud. Esta es la razón
por la cual el Señor está ansioso por la producción del fruto
Otra generación viene •
41
del Espíritu en nuestra vida. Podríamos estar satisfechos con
los dones y con las bendiciones de Dios. Pero Dios sabe que
la verdadera liberación y la verdadera bendición vendrán
solamente a la humanidad cuando el fruto del Espíritu llegue
a la madurez en aquellos que han sido bendecidos
grandemente con Sus dones. Luego, el profeta sigue
diciendo: «...Su reino será ensalzado... comerá a los gentiles
sus enemigos, y desmenuzará sus huesos, y los asaeteará con
sus saetas» (Números 24:7-8). Ellos tomarán el reino, porque el
suyo es un «real sacerdocio,» y ellos son «reyes y sacerdotes
para Dios.»

LA CONQUISTA TOTAL
Nada menos que la conquista total... nada menos que una
completa y final posesión del ámbito celestial (ese ámbito del
Espíritu para el cual somos llamados, y en el cual
sostendremos nuestra lucha)... nada menos que la conquista
total de lo que significa la derrota. Justamente aquí, en las
llanuras de Moab, el Señor le advierte a Su pueblo que la
desatención al orden divino acarreará la derrota final. «Y si
no echareis a los moradores de la tierra de delante de
vosotros, sucederá que los que dejareis de ellos serán por
aguijones en vuestros ojos, y por espinas en vuestros
costados, y os afligirán sobre la tierra en que vosotros
habitareis» (Números 33:55). Jesús pudo decir: «...Viene el
príncipe de este mundo; mas no tiene nada en mí» (Juan 14:30).
Porque no había lugar donde Satanás pudiera afirmar su pie
en Su Ser, no existía la posibilidad de derrotarlo a El. La
lucha en los «celestiales» tiene como campo de batalla el
cuerpo, el alma y el espíritu del hombre. A medida que
crecemos «para El» en todas las cosas, también debemos
42 • Tarde y Mañana
llegar al lugar donde no haya asidero para Satanás, ni sitio en
el cual él pueda tomar posiciones.
Estos son aquellos que tienen el sello del Dios viviente
en sus frentes. Son aquellos que tienen la mente de Cristo.
El espíritu o la mente del hombre fue lo primero que se
ensombreció y se perdió por la caída, y es lo primero que se
ilumina y se restaura. Este es el ámbito de esta gran lucha
espiritual, la lucha de los «lugares celestiales.» A medida que
se obtiene la victoria aquí, acarreará el triunfo definitivo para
el alma y para el cuerpo. Este es el orden de Dios: «vuestro
espíritu, alma y cuerpo, ...» (1 Tesalonicenses 5:23).
No vamos a discutir con aquellos que sienten que ya han
entrado en su herencia de Canaán. Pero sí queremos
estimular a aquellos cuyo corazón está clamando a Dios por
una vida más abundante en el Espíritu. Reconocemos que,
en los diferentes «tiempos y sazones» de la restauración, ha
habido ciertas zonas de conquista limitada en el reino de
Canaán. Releemos en el libro de Josué que Dios les dio
reposo de todos sus enemigos. «Y el SEÑOR les dio reposo
alrededor, conforme a todo lo que había jurado a sus padres;
y nadie de todos sus enemigos les pudo hacer frente, sino que
el SEÑOR entregó en sus manos a todos sus enemigos. No
faltó palabra de todas las buenas que habló el SEÑOR a la casa
de Israel; todo se cumplió» (Josué 21:44-45). Esto confirma el
hecho de que, en lo que hace referencia a las promesas
materiales para Israel, Dios las cumplió verdadera y
completamente. Con todo, David, como profeta, y hablando
proféticamente del día de Cristo, mencionó otro día de
reposo; y ese día está descrito brevemente de esta manera:
«...Si HOY oyereis su voz...» (Salmo 95:7; Hebreos 4:7). Pablo
amplía este pasaje de los Salmos para demostrar que Dios
tendría una mayor plenitud de REPOSO para Su pueblo, mucho
Otra generación viene •
43
más allá del que El les había dado por medio de Josué. Esto,
dice él, prueba que Josué jamás los llevó al reposo pues, de
otro modo, Dios no hubiera hablado de otro día. Y concluye:
«Así que queda el sabatismo (o reposo) para el Pueblo de
Dios» (Hebreos 4:9). Este reposo es el de una redención
consumada; el de un reposo sabático del cual, el séptimo día
de la creación y la conquista de Canaán, son sólo figuras y
sombras.
Ahora, Pablo afirma que el día de reposo es: «Si HOY
oyereis su voz....» Todavía es HOY; y la herencia permanece
inconquistable, y sigue sin ser poseída. Tanto Pablo como
Pedro estaban absolutamente convencidos de que, al final de
los tiempos, vendría una plenitud mayor.
«La noche ha pasado, y ha llegado el día...» (Romanos 13:12).
«Y el Dios de paz quebrante presto a Satanás debajo de
vuestros pies...» (Romanos 16:20). Pedro habla de «tiempos del
refrigerio» que precederán a la venida del Señor (Hechos 3:19).
Habla del mundo actual como de un «lugar oscuro;» y habla
igualmente de tinieblas y de luz (en este orden): Un «lugar
oscuro... hasta que el DIA esclarezca, y el lucero de la mañana
salga en vuestros corazones» (2 Pedro 1:19). Tal REPOSO
todavía permanece vacío, pero está disponible. Y «algunos
deben entrar en él.» ¿En qué día? En el día de hoy, en este
HOY de la promesa de Dios, si usted puede oír Su voz. Es el
día en que el pueblo de Dios oiga Su voz, y siga el camino de
la obediencia perfecta. Sabemos que éste es ese día, porque
son muchos los que están oyendo lo que el Espíritu está
diciendo en esta hora admirable de la victoria inminente.
La verdadera prueba de la victoria, es la capacidad y el
poder para hacer que otros entren en ella. Y el hecho de que
en toda la Iglesia de Jesucristo, no solamente en la Iglesia
44 • Tarde y Mañana
nominal, sino en los verdaderos creyentes, haya tanta
esclavitud y frustración – es prueba suficiente de que la
verdadera herencia de los santos no ha sido enajenada. Ni
Dios tampoco estará satisfecho hasta cuando Cristo se haya
formado en Su pueblo, y nosotros podamos decir: «Y vivo...
no ya yo, sino vive el Cristo en mí.» Es la hora de que seamos
honrados con nosotros mismos, porque –con seguridad–
nadie más está siendo engañado, sino nosotros mismos.
¿Cómo mantendrán los hombres su propia justicia en un vano
intento por convencerse a sí mismos de que todo anda bien?
Tenemos tantas excusas: «Esto fue realmente una
equivocación, no un pecado....» O, «sólo se me salió el mal
genio....» O, «después de todo, sólo soy humano....» Llámelo
como usted quiera: una equivocación, mal genio, o soy
humano, pero eso no es Cristo; y Dios no puede estar
satisfecho con nada menos que con el Cristo viviente
morando dentro de la vida suya y de la mía, en toda Su gloria
y plenitud.

LA VICTORIA PARCIAL SIGNIFICA DERROTA


El sometimiento no es la victoria, como lo descubrió
Israel, y como están empezando a confesarlo los cristianos
honestos. Judá no podía desalojar a los habitantes del valle,
porque ellos tenían carros de hierro. Y esta razón quizá fuera
buena y suficiente; pero Dios prometió la conquista total, y
Judá falló. Benjamín no pudo desalojar a los jebuseos – por
lo cual ellos vivieron juntos en hermosa coexistencia. Se nos
ha hecho la advertencia de que no seamos demasiado
espirituales, no sea que tampoco seamos buenos terrenales.
El hecho de que sintamos que algo de la vieja naturaleza, es
casi necesario en el mundo de los negocios, en este mundo
egoísta, donde cada hombre tiene que luchar por sobrevivir.
Manasés no pudo arrojar a los habitantes de Bet-seán y de las
Otra generación viene •
45
otras ciudades, pero hizo que los cananeos pagaran tributo.
Después de todo, ¿por qué nos exasperamos tanto por
dominar todos estos «buenos» rasgos de nuestra
personalidad? ¿Por qué no los sujetamos de tal manera al
Señor, para que Dios pueda valerse de ellos para Su gloria?
El «yo» arrogante, que tanto se manifiesta entre el pueblo de
Dios y, especialmente, en el ministerio, es –quizá– uno de los
más grandes obstáculos para la obra del Señor en la hora
presente. Todos los malos hábitos: los pecados carnales, la
inmoralidad, fumar, beber, parrandear, y cosas por el estilo,
van a ser completamente borrados y desterrados de la vida.
Pero se aprende a coexistir con los celos, con la ira, con la
rivalidad, con la soberbia, con la desunión, con la envidia,
con el engreimiento, etcétera, etcétera. Con frecuencia, lo
que llamamos una «fuerte personalidad» no es otra cosa que
el YO estimulado por éstos y por otros rasgos de la naturaleza
humana.
Efraín tampoco pudo arrojar a los cananeos... ni Zabulón,
a los habitantes de Quitrón.... Y así prosigue la historia, de
una tribu a otra, y lo mejor que puede decirse es que el
enemigo, aunque coexiste en forma un tanto pacífica, ha sido
sometido bajo tributo. Este ha llegado a ser el modo de vida
confirmado en la Iglesia, y se le ha considerado como el logro
máximo en la victoria cristiana. Durante algún tiempo, esta
política podría parecer exitosa, y todo parecería ir bastante
bien, como ocurrió con Israel. Pero Dios advirtió que algo
que no fuera la conquista total, podría significar la derrota
final. Tarde o temprano, llega «el príncipe de este mundo,»
y porque encuentra sitio para mantenerse erguido en nuestra
naturaleza, sus obras horribles hacen su aparición, y nosotros
caemos en la esclavitud. Esta es la razón por la cual es tan
46 • Tarde y Mañana
importante que sigamos al Señor hasta el final del camino
hasta la victoria total, y en la completa destrucción de todo
enemigo oculto que esté acechando en los rincones secretos
de nuestra naturaleza. ¿Todos nosotros no nos hemos
estremecido ante la revelación del gran potencial para el mal
que ha emergido en nuestra propia naturaleza? ¿No nos
hemos lamentado por la caída de algún gran hombre,
preguntándonos cómo alguien tan poderosamente usado por
Dios, pudo haber sido tan completamente atrapado? «¡La
gloria de Israel, muertos sobre tus collados! ¡Cómo han
caído los valientes!... porque allí fue desechado el escudo de
los valientes, el escudo de Saúl, como si no hubiera sido
ungido con aceite... ¡Cómo han caído los valientes en medio
de la batalla!...» (2 Samuel 1:19,21,25). Esto nos causa asombro
porque no nos damos cuenta del potencial que yace dormido
en la vieja naturaleza, un potencial que está sostenido y
fortalecido por los espíritus compatibles del mundo de las
tinieblas. Entonces, aparece una concepción impía, y la
Serpiente engendra según su especie. «Y la concupiscencia
después que ha concebido, da a luz al pecado; y el pecado,
siendo cumplido, engendra muerte. Hermanos míos muy
amados, no erréis» (Santiago 1:15-16).
Ni hay lugar para que hagamos alarde de nuestra
seguridad, o para que juzguemos a los demás. «...el que
piensa estar firme, mire que no caiga» (1 Corintios 10:12).
Saúl era poderoso en la unción, poderoso en la profecía,
poderoso en la batalla y poderoso en Dios. Pero porque él
«perdonó a Agag, y a lo mejor de las ovejas...» (ver 1 Samuel
15), esto lo llevó a la perdición. El hecho de que él los hubiera
consagrado al Señor, carecía de importancia. La obediencia
siempre prevalece como el deseo fundamental de Dios para
los Suyos, y es mejor que el sacrificio. (Ver 1 Samuel 15:23).
Otra generación viene •
47
En estos días oímos una cantidad de llamamientos al
«sacrificio,» con el presupuesto de que Dios necesita lo que
usted tiene, y que si usted le da a El lo que usted tiene y lo
que El necesita, entonces, la obra del Señor puede adelantar
victoriosamente. Podemos silenciar muy fácilmente esa voz
interior, dando de nuestros bienes, o de nuestro tiempo, o
redoblando nuestros esfuerzos para la obra del Señor. Sin
embargo, en medio de todo esto, está la exigencia persistente
del
Espíritu: «Dame, Hijo mío, tu corazón...» (Proverbios 23:26).
Cuando usted mismo se entrega a El, usted le da todo; pero
si le da todo lo suyo a El, y le niega su SER, entonces usted
no le da nada a El. Porque el ganado que hay en un millar de
colinas le pertenece a El, lo mismo que el oro y la plata y los
tesoros de este mundo. Ni El tampoco necesita
verdaderamente una casa para habitar en ella. «...A aquél
pues miraré que es pobre y abatido de espíritu, y que tiembla
a mi palabra» (Isaías 66:2).
CAPÍTULO TERCERO

Se acerca el día

SE ACERCA EL DIA
Ahora, continuemos con la siguiente ilustración del ciclo
del propósito de Dios. «...Sale el sol, y se pone el sol, y con
deseo retorna a su lugar donde vuelve a nacer» (Eclesiastés 1:5).
Estamos descubriendo que tanto en la vieja creación como en
la nueva, hay ciclos y órbitas de la verdad y de la revelación
divinas. La gente siempre está diciendo: «La historia se
repite....» Y la Iglesia clama con cada nuevo movimiento del
Espíritu: «Tuvimos eso hace cuarenta años...,» o alguna otra
afirmación por el estilo. De lo que la mayoría de los
cristianos no se da cuenta es de esto: que con cada puesta y
con cada salida del sol, hay una COSA NUEVA que se cumple
en la tierra. Hay una nueva medida de crecimiento
transmitida a los árboles y a los arbustos y a las plantas de la
tierra. Día tras día y año tras año, hay una participación
continua en la vida del sol, y un crecimiento en la madurez.
Hace algunos años nos detuvimos ante las gigantescas
secoyas del Parque Nacional de las Secoyas. Allí vimos el
árbol del general Sherman, la cosa viviente más grande de la
tierra, cuyo peso llega casi a las 625 toneladas, y tiene cerca
de 41 metros de circunferencia en la base. Ella ya estaba allí
cuando Abraham salió de Ur de los caldeos, siendo entonces
–quizá– un pequeño pimpollo. Pero, literalmente, ella da
testimonio, miles y miles de veces, del pasaje que acabamos
de leer. El sol se levanta y se pone, y se levanta de nuevo.
Pero para ese arbolito significaba más que eso. Significaba
Se acerca el día • 49
un crecimiento hacia la madurez. Significaba una lucha
contra los elementos. Ella da testimonio, una y otra vez, del
invierno y del verano. Pero sobrevivió y creció, y allí está
hoy en toda su magnificencia y su grandeza.
Lo mismo ocurre con la Iglesia de Jesucristo y con las
vidas individuales del pueblo de Dios. Hay un continuo
crecimiento íntimo de Cristo, y de Su gobierno, y de Su paz
en sus vidas. Hay un nuevo desarrollo del propósito divino.
«...Nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada
mañana; grande es tu fe» (Lamentaciones 3:2223). Los hombres
que carecen de visión, siempre se están lamentando de la
puesta del sol, como si aquello fuera la terminación del día.
Pero la puesta del sol no es la terminación del día, es el
comienzo. Según el libro del Génesis (nos hemos dado
cuenta de que debemos volver continuamente al Génesis para
descubrir el orden de Dios), «tarde y mañana» constituyen
todo el día de Dios, y no «mañana y tarde.» «La noche está
avanzada, y se acerca el día....» Aun ahora, antes de la plena
salida del «Sol de justicia» en el nuevo día de Su gloria, hay
el esplendor de los primeros rayos del amanecer. El lucero
del alba se está levantando en algunos corazones. Aun en este
mundo de tinieblas, hay una gloriosa esperanza y una
promesa, para que podamos decir con el salmista: «Aun las
tinieblas no encubren de ti, y la noche resplandece como el
día; las tinieblas son como la luz» (Salmo 139:12). A causa de
la promesa, la fe está resplandeciendo en medio de las
tinieblas. Pero la fe está germinando en Esperanza, que
resplandece más todavía, porque es una anticipación del alba.
Entonces, entremos en el AMOR – que es la plena expresión
de la Fe, y de la Esperanza, de la propia vida de Dios Mismo
irradiando desde la vida de Sus escogidos.
50 • Tarde y Mañana
UN MANDAMIENTO NUEVO
Cuando Jesús estuvo aquí, El fue la Luz del mundo. Pero
la luz resplandeció en las tinieblas. «...y las tinieblas no la
pudieron tomar» (Juan 1:5). Ahora, hay una diferencia. Las
tinieblas están empezando a disiparse. En verdad, se
oscurecerá... y se seguirá oscureciendo, en cuanto al orden
actual de la humanidad. Pero habrá luz en los hogares del
pueblo de Dios. Juan dijo: «Hermanos, no os escribo
mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo, que
habéis tenido desde el principio...» (1 Juan 2:7). Este era el
mandamiento antiguo de la Palabra, que tenía una aplicación
particular en sus días. Es la misma Palabra que tenemos hoy;
pero ahora ella tiene un nuevo significado. Por tanto, él
continúa: «Otra vez os escribo un mandamiento nuevo, que
es la verdad en él y en vosotros; porque las tinieblas son
pasadas (literalmente, se están disipando), y la verdadera luz
ya alumbra» (1 Juan 2:8). Cuando Jesús nació, las tinieblas ya
no comprendieron la luz. Pero ahora no es así. Las tinieblas
«se están disipando....» La Palabra que nosotros tenemos
desde el principio, ahora tiene un nuevo significado. Ella es
un «Mandamiento nuevo.» Es la misma Palabra, pero
aparece en el albor del nuevo día y, por tanto, es NUEVA. Es
el nuevo día del AMOR. Algo menos que eso sigue siendo
tinieblas. «El que ama a su hermano, está en la LUZ....»
¡Seguramente que nadie es tan ciego para proclamar que la
Iglesia ha entrado en esta herencia del AMOR!
LA PERFECCION DEL AMOR
La carencia de amor es demasiado evidente y clamorosa
dondequiera que miramos, en nosotros mismos y en los
demás. El apóstol Juan aclara abundantemente que andar en
la luz es ANDAR EN EL AMOR. Nos gustaría convencernos a
nosotros mismos que andar en la luz consiste en apegarse a
Se acerca el día • 51
las creencias y a las doctrinas propias. Pero, prescindiendo
de las creencias y de las doctrinas, el hecho crucial sigue en
pie: «El que dice que está en la luz; y aborrece a su Hermano,
el tal aún está en tinieblas» (1 Juan 2:9). Tal hombre ni siquiera
sabe para dónde va, «porque las tinieblas le han cegado los
ojos.» Aquí no existe terreno neutral. Por una parte,
podemos admitir que no hay mucho amor y, por la otra,
proclamar que no sentimos odio. El amor es Luz, y la
ausencia de la luz significa tinieblas. Si no hay verdadero
Amor, Dios lo llama ODIO. Necesitamos leer con frecuencia
el Capítulo del Amor: 1 Corintios 13. Nos inclinamos a creer
que sabemos lo que es el Amor y, por tanto, su gran potencial
apenas nos conmueve. El Amor es nada menos que el mismo
ámbito de Dios, permaneciendo en El y participando de Su
propio corazón que es longánime, bondadoso, humilde,
manso, generoso y verídico. Cualquier otra cosa que haga
parte del ámbito de la manifestación espiritual, debe dar paso
a la plenitud del AMOR, así como los primeros rayos del alba
dan paso a la salida del sol. «Mas cuando venga lo que es
perfecto, entonces lo que es en parte será quitado» (1 Corintios
13:10). Alguien dice: «¿No es maravilloso el cielo?» Pero
Dios quiere que esta perfección del Amor esté aquí en la
Tierra, donde se le necesita. «...Sea hecha tu voluntad, como
en el cielo, así también en la tierra» (Mateo 6:10). Se lo ruego,
dígame, ¿a qué clase de Cielo iría usted que requiriera el
ejercicio de la «longanimidad,» de la «bondad,» de la
«mansedumbre,» de la «humildad,» de la «generosidad»?....
Lea, una vez más, 1 Corintios 13:48, e imagínese –si le place–
qué circunstancias deberían producirse en el Cielo para que
se requiriera el ejercicio del AMOR PERFECTO. «El amor es
sufrido...:» ¿El arcángel Miguel le impondría a usted cargas
onerosas, que resultarían demasiado pesadas para que usted
las soportara? El amor «es benigno...:» Allí, en el Cielo,
52 • Tarde y Mañana
habría un hombre que ha deambulado por las calles doradas,
y se encuentra agobiado, y cansado, y con los pies
doloridos..., y usted se detendría un momento para darle una
palabra de aliento, o para tenderle la mano en señal de ayuda.
«La caridad no tiene envidia...:» Usted tendría que tener
cuidado cuando se repartieran las recompensas, no fuera que
se encontrara envidiando al cristiano a quien se le hubiera
dado la mansión más grande y hermosa.... Pero, entonces
usted tendría el amor perfecto, y esto haría que usted pudiera
resistir la tentación. «La caridad no es jactanciosa...:» Algún
otro ministro habría sido enviado para que hiciera una gran
obra en el Reino de Cristo, y él regresaría con un informe
entusiasta, por lo cual, los ángeles se regocijarían, y los
santos se regocijarían con ellos.... Pero él no «se envanece,»
ni se sentiría orgulloso de sus logros... ¡pues él habría
llegado, entonces, al grado del amor perfecto! ¿Sería egoísta,
entonces? ¡Por supuesto que no! Si él tuviera más de lo
necesario para su mansión, distribuiría su abundancia entre
los santos que tuvieran una mansión más pequeña y un
mobiliario más barato..., pues él no ambicionaría lo que
tuviera, porque sería completamente generoso. Podría
haberse suscitado un escándalo contra Gabriel, pero el
hombre que ha llegado al Amor Perfecto habría vencido...,
pues él «no piensa mal,» y el rumor habría sido sofocado....
No importa cuán laboriosa hubiera sido la tarea que el Señor
le diera para hacer, pues él «todo lo soporta» alegremente.
¿No sería algo maravilloso cuando nosotros llegáramos al
Cielo, cuando viniera «lo que es perfecto?»
Pero Dios quiere que el AMOR perfecto esté aquí en la
Tierra, donde es una necesidad desesperada. El Cielo está
lleno de amor, pero Dios lo quiere aquí. Jesús, por tanto, nos
enseñó a orar: «Sea hecha tu voluntad, como en el cielo, así
Se acerca el día • 53
también en la tierra.» Creemos que Jesús nos enseñó a decir
esta oración porque el propósito de Dios es el de responder a
ella. Hemos descubierto que las oraciones que son ordenadas
por el Señor y que son inspiradas por el Espíritu en los
corazones del pueblo de Dios, son nada menos que la obra
del Espíritu de Dios dentro del espíritu del hombre, con el fin
de producir el nacimiento y la plena manifestación de la
PLENITUD DE LA VOLUNTAD DE DIOS. No se trata de que usted
o yo nos agobiemos bajo el peso de algún plan humano, y
tratemos de persuadir a Dios para que haga algo que a El le
repugna. Se trata de moverse en Dios, conociendo Su
voluntad y actuando según Su propio corazón... para
compartir Su yugo, y para que la voluntad perfecta de Dios y
Su propósito, lleguen a ser nuestra principal preocupación.
No podemos reposar, ni darle reposo a El, hasta cuando El
establezca a Jerusalén y haga de ella «una alabanza en la
tierra.» La razón por la cual no podemos reposar es porque
El tampoco puede reposar. Y cuando participemos de Su
deseo y de Su anhelo por la perfección de Su Hijo en Sus
otros hijos, allí estará un gemido nacido del Cielo dentro de
nosotros para cumplir la PERFECTA VOLUNTAD de Dios en la
Tierra, así como ella es hecha en el Cielo. Dios no se
preocupa en modo alguno por el AMOR PERFECTO que reina
en el Cielo, pues nada menos que eso podría existir en ese
ámbito de la
LUZ PURA. Pero El sí quiere, y tendrá, que el AMOR PERFECTO
reine en los corazones de Su pueblo... y, para tal fin, oremos:
«...Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros,
y SU CARIDAD (AMOR) ES COMPLETADA EN NOSOTROS » (1 Juan
4:12).
CAPÍTULO CUARTO

Ven, viento del sur

VEN, VIENTO DEL SUR


«El viento va al mediodía (sur), y rodea al norte; va
rodeando de continuo, y por sus rodeos vuelve el viento de
nuevo...» (Eclesiastés 1:6). ¡Es el mismo viento viejo el que
vuelve a sus giros! Sí, pero no de este modo realmente. El
sopla en una dirección como viento del norte. Luego, cuando
completa el ciclo, se convierte en viento del sur, y vuelve a
soplar de donde empezó. Lo primero en el orden de Dios son
las tinieblas; luego, la luz. Primero el caos; luego, el orden.
Primero la esterilidad; luego, la fructificación. Primero la
debilidad; luego, la fortaleza. Primero la muerte; luego, la
vida. Jamás hemos oído tanto sobre la vida positiva como en
las dos décadas anteriores; y jamás ha habido tanta
frustración en el pueblo de Dios. Por alguna razón, hemos
llegado a creer que lo que habla de indiferencia, de
esterilidad, o de infecundidad, procede del diablo, y debe ser
rechazado enérgicamente. Se nos ha animado para que nos
esforcemos y lleguemos, incluso, a apoderarnos de la gloria,
y del poder, y de la victoria, y del fruto del Espíritu. El hecho
es que somos negativos por naturaleza, y la victoria no es
nuestra porque nos negamos ciegamente al reconocimiento
de nuestra propia inutilidad, e intentemos vanamente
despertar algún potencial oculto de nuestro carácter íntimo.
Esto puede tener lugar en el ámbito del sistema mundano,
pero no el ámbito de Dios. Dios está buscando
Ven, viento del sur • 55
constantemente llevarnos al punto donde reconozcamos la
insignificancia y la inutilidad absolutas –por naturaleza– de
todo nuestro ser y de todo nuestro modo de vida. Porque es
en el pleno reconocimiento de todo lo que somos en el ámbito
de la debilidad y del fracaso, cuando podremos extender la
mano para apoderarnos de las promesas divinas. Fue
solamente cuando Jacob es golpeado en el sitio de su
fortaleza, en «el sitio del encaje de su muslo» cuando acepta
finalmente la derrota, y se aferra al ángel de Dios. Y es
solamente en su derrota y al aferrarse al ángel de su derrota,
cuando es cambiado su nombre de uno que significa
debilidad, a otro que significa PODER CON DIOS.

EL VIENTO DEL NORTE


Ciertamente, el viento del norte nos despojará – dejando
un verdadero cuadro de frustración y de derrota por donde
pasa. ¡Qué espectáculo tan triste es ver los árboles desnudos
del huerto, como un montón de leña, con el cambio de las
estaciones y el soplo del viento del norte! Pero, aun cuando
no nos agrade, no vamos a alarmarnos demasiado porque eso
ocurra en el ámbito de la Naturaleza. Ni nos alarmaremos
demasiado por algo así en el ámbito de la Nueva Creación.
Aceptamos las estaciones como períodos de la provisión
divina, y aceptamos cada invierno como una PROMESA. Cada
invierno es una promesa de la primavera y de la vida. Quiero
decir con esto que es una promesa de la Palabra de Dios.
Porque El ha dicho: «Todavía serán todos los tiempos de la
tierra; es a saber sementera, y siega, y frío y calor, verano e
invierno, y día y noche, no cesarán» (Génesis 8:22).
Por tanto, el autor del Cantar dice: «Levántate, Aquilón,
y ven, Austro; sopla sobre mi huerto, despréndanse sus
aromas...» (El libro de los Cantares 4:16). Una vez más, observe el
56 • Tarde y Mañana
orden: primero el viento del norte, después el viento del sur;
primero el frío, después el calor; primero la nieve, después
las lluvias cálidas de la primavera. «...da la nieve como lana,
derrama la escarcha como ceniza. El que echa su hielo como
en pedacitos; delante de su frío ¿quién estará?» (Salmo 147:16-
17). Este es el soplo del viento del norte. Pero, todavía es la
Palabra de Dios. La causa por la cual el viento del norte trae
la nieve y el hielo, se debe a «su mandato sobre la tierra.»
Pero el propósito no fue destruir, sino preparar... preparar
para el día de la primavera, cuando soplará el viento del sur
y derretirá la nieve y el hielo y la escarcha, y hará que las
aguas fluyan en el Río de Dios.

LA VERDAD Y LA HISTORIA
¿Cuándo se dará cuenta la Iglesia de Cristo de que la
restauración de la Verdad no es solamente la repetición de la
Historia? Es cierto que la Verdad está contenida en la
Historia, porque ella tiene que ver con la humanidad. Pero la
Verdad es eterna por naturaleza. Ella brota de la eternidad,
prosigue para hacer una obra en el tiempo, y culmina
buscando su respaldo en la eternidad. Como criaturas
destinadas a la eternidad y poseedoras de la vida eterna,
nosotros debemos alimentarnos con los principios eternos de
la Verdad, y no solamente con determinados hechos
históricos, registrados en las Escrituras. No es suficiente ver
cómo se manifiesta la verdad en los tiempos de Moisés, o de
Aarón, o de David, o –incluso– en la iglesia primitiva. Es
cierto que recibimos la Verdad tal como les fue aplicada a
ellos, pero debemos seguir el Espíritu de Verdad, en tanto
que El continúe revelando la gloria de Cristo en Su vínculo
de hoy con nosotros, y en nuestro vínculo con El en la
eternidad. Por tanto, cuando estudiemos los inspirados
Ven, viento del sur • 57
relatos de la Historia, y nos alimentemos con la Verdad que
allí descubrimos, no tengamos en mente la idea de intentar
restaurar alguna estructura histórica del Reino de Dios, tal
como la hemos conocido en el pasado. Más bien, deseemos
que el Señor haga nacer en nuestra vida y en el Cuerpo de
Cristo, aquella estructura del Reino que nos corresponda aquí
y ahora, según nuestro lugar en el ciclo de Su propósito
eterno. Por tanto, teniendo en cuenta que estamos viviendo
al final de los tiempos, estemos convencidos de que cualquier
ámbito de la experiencia cristiana que carezca del divino
toque final en nuestra vida o en el Cuerpo de Cristo –aunque
tal vez haya tenido cabida como recurso temporal– debe dar
paso muy pronto a ese divino toque final. Ese divino toque
final, deberemos decirlo aquí y ahora, no es cosa distinta a la
plena conformidad con la imagen de Su Hijo, cuando El mora
en nosotros en toda Su plenitud, y Su Amor es
PERFECCIONADO en nosotros.

LA LEY DE LA VIDA
Este ámbito no conoce las fronteras de las limitaciones
humanas, ni tiene ley que lo controle –porque este ámbito
establece su propia ley– incluso, la Ley del Espíritu de Vida
en Cristo Jesús. A muchos les gusta hacer alarde de que ya
están en este ámbito, porque no están bajo la ley, sino bajo la
Gracia. Esta es, ciertamente, la provisión divina, pero no
corresponde a la experiencia humana. Porque si no estamos
andando en plena conformidad con la voluntad de Dios,
poseídos por Su Espíritu, sigue en pie el hecho de que
estamos bajo cierta medida de la ley, bien sea que podamos
citar las Escrituras en lo referente a nuestra permanencia en
la Gracia, o que no podamos. No es citando las Escrituras
como moramos en la libertad, así como no podemos asegurar
58 • Tarde y Mañana
que la torta es buena sólo porque fue hecha de acuerdo con
una buena receta. Pablo dice: «...No estáis bajo la ley, sino
bajo la Gracia» (Romanos 6:14); pero también aclara: «...Si sois
guiados del Espíritu, no estáis bajo la ley» (Gálatas 5:18). Dios
nos librará completamente de la ley en el día de Su gloria.
Pero es solamente en el momento en que nos convirtamos en
cautivos del Hijo cuando seremos realmente libres.
Podríamos fácilmente dejar a un lado las restricciones de
todas las formas de la ley, y tildar de legalista a cualquiera
que se aferrara a ellas. Pero mientras retengamos el más
pequeño elemento de control sobre nuestra propia vida, no
somos libres. Estamos, de hecho, bajo la ley – porque
estamos bajo la ley PARA EL YO. Por lo tanto, mucha gente,
al insistir en que ellos están libres de la ley, han caído bajo
una esclavitud más grande en la ley del pecado y del yo, de
lo que están los hombres que sienten que permanecen bajo la
ley de Moisés. Entonces, ¿quién es el legalista? ¿El hombre
que está sometido bajo la ley de Moisés, en un intento por
ponerse a la altura de sus preceptos; o el hombre que se libera
de todas estas restricciones, reteniendo –quizá– alguna
medida de los principios cristianos pero que, en su mayor
parte, sigue su propio camino egoísta? En ambos casos, el
hombre es legalista. El hombre que es salvado por la gracia
de Dios, y lo sabe; y, sin embargo, persiste en vivir su propia
vida, es legalista. «Si sois guiados del Espíritu, no estáis bajo
la ley.» La verdadera libertad consiste en la unión vital con
el Hijo... de hecho, es llegar a estar atado al Hijo con los lazos
del Espíritu, lo que efectiva y habitualmente libera a la
persona de su anterior esclavitud al pecado y al yo. «...Si el
Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres» (Juan 8:36). Y
el Señor lo dice muy claramente: sólo es El que libera cuando
Ven, viento del sur • 59
El viene para tomar posesión de Su casa, y para «morar» en
ella. (Ver Juan 8:32-36).

UN PUEBLO SEÑALADO
Si estos escritos ayudan, de alguna manera, al despertar
del pueblo de Dios, a inculcarle un hambre y una sed
renovados por la Palabra de Dios, entonces no habrán sido en
vano. Y nos sentimos agradecidos al ver que hay cierta
inquietud e insatisfacción en el corazón de aquellos que
siguen avanzando con el Señor. Estamos hablando de
aquellos que están caminando con Dios y que, por tanto,
comparten Sus secretos. Estos son aquellos que están siendo
«señalados» en este día y en esta hora por el hombre que tiene
el tintero a su lado. «Y le dijo el SEÑOR: Pasa por en medio
de la ciudad, por en medio de Jerusalén, y pon una señal en
la frente a los varones que gimen y que claman a causa de
todas las abominaciones que se hacen en medio de ella»
(Ezequiel 9:4). Creemos que ahora tiene cabida este
«Señalamiento.» El juicio está por empezar, pero primero
debe comenzar por la Casa de Dios. Antes de que el hombre
siga con el arma mortal en la mano, los escogidos están
siendo señalados. Antes de que sean liberados sobre la
humanidad los cuatro vientos de la Tierra, «los siervos de
nuestro Dios» deben ser señalados en sus frentes (Apocalipsis
7:3). Muchas agencias en la Tierra y en la Iglesia están
tratando desesperadamente de resolver los problemas de la
Tierra; pero, básicamente, el problema es la Iglesia misma.
En lugar de ser ella la respuesta a las necesidades humanas,
nosotros somos el problema. El problema de Dios ha sido
siempre con Su propio pueblo, no con el mundo. En forma
continua, y todos los días, es blasfemado Su Nombre entre
60 • Tarde y Mañana
las naciones, a causa de Su pueblo. El verdadero problema
son los del pueblo de
Dios, porque se supone que ellos son «la sal de la tierra.»
Entonces, ¿cómo podemos condenar la corrupción del
mundo, cuando la sal ha perdido su sabor? Nosotros somos
el verdadero problema, porque se supone que somos «la luz
del mundo» (Jesús fue la Luz cuando El estuvo aquí; pero
NOSOTROS LO SOMOS ahora que El se ha ido). (Ver Juan 9:5;
Mateo 5:14). Entonces, ¿por qué condenamos al mundo por
andar en tinieblas, cuando la luz ha llegado casi a
extinguirse? Nuestra responsabilidad es la de resplandecer
con la luz de Dios, tal como lo hizo Jesús cuando El estuvo
aquí. Sin embargo, lo intentamos en vano con nuestra débil
lámpara al señalar a Jesús como la Luz del mundo, como
Aquel que vive en alguna parte en los recónditos espacios del
universo.... Solamente podremos alumbrar la mente y el
espíritu de los hombres, cuando reflejemos e irradiemos Su
gloria – y no cuando tratamos de hacer que los hombres vean
«la Luz» en algún lugar distante de los Cielos. «Levántate,
resplandece; que viene tu lumbre, y la gloria del SEÑOR ha
nacido sobre ti» (Isaías 60:1).
62 • Tarde y Mañana

CAPÍTULO QUINTO

El río de Dios

EL RIO DE DIOS
«Los ríos todos van al mar, y el mar no se llena; al lugar
de donde los ríos vinieron, allí vuelven para correr de nuevo»
(Eclesiastés 1:7). El mar no desborda sus límites, porque Dios ha
dispuesto que los ríos se llenen de nuevo del mar, y el proceso
continuará repitiéndose. Por tanto, al tiempo que las
generaciones van y vienen, el sol sale y se pone de nuevo; los
vientos soplan del norte, y luego del sur... del mismo modo
que los ríos fluyen sin cesar hacia el océano, y vuelven a
llenarse constantemente del mismo océano al cual fluyen,
cuando Dios envía la lluvia, y amontona el hielo y la nieve
en nuestras altas montañas.
Hace algunos años me detuve en los grandes heleros del
Parque Nacional de Jasper, los cuales constituyen la principal
fuente de suministro para tres de los más grandes ríos del
continente: el Athabasca, que desagua en el Artico; el
Saskatchewan, que eventualmente termina su recorrido en el
Atlántico, y el Columbia, que fluye hacia el Pacífico. Se trata
62 • Tarde y Mañana
de enormes glaciares que cubren muchos kilómetros y que,
con un espesor de más de 750 metros, mantienen repletos
estos ríos con su ilimitada provisión de hielo y de nieve
cuando se derriten a la luz del sol, y se recuperan con nuevo
suministro en cada invierno.

LA NIEVE DEL CIELO


Dios dijo: «...como desciende de los cielos la lluvia, y la
nieve... así será mi Palabra...» (Isaías 55:10-11). Podemos
apreciar a la lluvia, porque sabemos lo que ella hace. Puede
que venga acompañada de vientos y de tormenta pero, al
menos, hay en ella una bendición. Pero la nieve trae
ansiedad, aflicción y enfriamiento. Pero Dios trae las
estaciones, bien sea para la lluvia, o para la nieve. Y los
hombres de la Iglesia siguen dudando de este mensaje del
«fin de los tiempos,» y preguntan: «¿Quiénes somos nosotros
para que entremos en esta gran plenitud de la gracia y de la
gloria y del poder, tales como no se han conocido desde la
fundación del mundo?» Pero todo está de acuerdo con el
propósito de Dios. Todo está de acuerdo con las estaciones
de Dios. No se trata de «¿Quiénes somos nosotros?» Se trata
de «¡Cuán grande eres Tú, oh Señor!» Dios está haciendo
esto para Su propia gloria y alabanza, y no porque nosotros
no seamos nada. Después de todo cuanto se ha dicho y hecho,
el hombre es frágil, y débil, y desvalido e inútil – sin tener en
cuenta lo que él sea ahora. Cuanto más pronto lleguemos a
este convencimiento, mejor será, y más rápidamente
entraremos en la plenitud por la que nuestro corazón ha
estado suspirando. Ya se trate de Moisés, o de David, o de
Salomón, o de Isaías, o de Pablo, o de Pedro, o de Santiago,
o de Juan, o de Lutero, o de Wesley, o de los grandes hombres
que podamos nombrar en el mundo de hoy... ellos no son más
El río de Dios • 63
que polvo y ceniza. (No haremos el intento de nombrar a los
grandes hombres de la actualidad porque, probablemente,
nombraríamos a los que no lo son. ¿Por qué? Porque los
grandes hombres de cualquier generación que sean, no son
realmente grandes a los ojos de su generación. Por lo general,
lo cierto es que esos grandes hombres son perseguidos y
rechazados por su generación, en tanto que las generaciones
siguientes exaltan y edifican sus sepulcros. La exaltación en
sus días y por su propia gente, habría frustrado la grandeza
del propósito de Dios en sus vidas. Pero, porque fueron fieles
en llevar la cruz del rechazo de su generación, ellos tienen
ahora su puesto en el cuadro de honor en los lugares
celestiales, y en los anales de la historia de la humanidad).
David dijo: «...Yo soy gusano, y no varón...» (Salmo 22:6). El
no estaba solamente tratando de ser humilde, sino que dijo
eso con pleno conocimiento de lo que él era por naturaleza.
¡Oh, que Dios pueda mostrar a todos y a cada uno de nosotros
que sólo somos briznas de hierba al viento, como la flor del
césped, que se marchita con el calor del sol! Por naturaleza,
esto es todo lo que somos. El día del hombre se arrastra
rápidamente a su fin. ¡Este es el día de Cristo! El, y
solamente El, debe ser exaltado en este día.
Quizá, no veamos ningún provecho en la nieve y en el
hielo y en la escarcha con relación a las cosas espirituales.
Pero su propósito es el mismo, que en la Naturaleza. Su
propósito es el de derretirse en la hora de la primavera. Si
nosotros somos fríos y estériles y sin vida –esto hace parte
del propósito divino– a condición –por supuesto– de que
estemos preparados para admitirlo así. Entonces, podremos
regocijarnos por nuestra condición. Porque a los estériles,
Dios les da una promesa de fructificación: «Alégrate, oh
estéril, la que no daba a luz: levanta canción, y da voces de
64 • Tarde y Mañana
júbilo, la que nunca estuvo de parto; porque más serán los
hijos de la dejada, que los de la casada, dijo el SEÑOR» (Isaías
54:1). Deje que el eunuco espiritual se regocije por haber sido
un árbol seco, «Porque así dijo el SEÑOR a los eunucos que
guardaren mis sábados, y escogieren lo que yo quiero, y
abrazaren mi pacto: Yo les daré lugar en mi casa, y dentro de
mis muros, y nombre, mejor que a los hijos y a las hijas...»
(Isaías 56:4-5). ¿Va a entrar usted en el reposo sabático de
Dios? ¿Va a suspender usted sus propias obras para que, en
adelante, el Hijo pueda morar dentro de usted, y hacer Su
obra? ¿Llama usted delicias a este sábado del Señor, «no
haciendo tus caminos, ni buscando tu voluntad, ni hablando
tus propias palabras»? (Isaías 58:13). Entonces, Dios dice que
El tiene para usted la misma herencia de Jacob, y que usted
cabalgará sobre «los lugares altos de la tierra.»

EL ENVIA SU PALABRA QUE DERRITE


Un derretimiento tiene lugar en la Iglesia de Cristo. La
nieve y el hielo y el granizo y la escarcha han cumplido su
propósito. Ahora, al derretirse, liberarán una corriente de
agua, de agua de vida, que hará que los ríos aumenten,
trayendo la bendición y la vida a toda la humanidad. El río
de Dios estará «lleno de agua» en esta hora grande del
derretimiento, en este día de primavera. A dondequiera que
fluya este gran río, traerá salud y vida a un mundo devastado
y estéril. El desierto desolado será algo del pasado. El
Huerto del Edén estará adelante. La fecundidad de la
herencia de Jacob, incluyendo la tierra de Canaán, estarán
más allá; y ese grande y terrible desierto del fracaso humano
quedará atrás.
En este derretimiento, en este fluir del río de Dios, hay
una pérdida de la propia identidad en la gran corriente del
El río de Dios • 65
propósito eterno. Seguiremos siendo piedras vivas
individuales del Templo de Dios, formadas, moldeadas y
preparadas individualmente para formar parte de Su morada
espiritual. Pero, en la corriente de Su propósito, fluiremos
juntos, dejando a un lado lo de nosotros mismos, para que
podamos encontrarnos verdaderamente a nosotros mismos en
El. No será solamente como individuos, sino en unión con el
Cuerpo de Cristo como entraremos en Su divina plenitud.
Pablo dice: «Que habite el Cristo por la fe en vuestros
corazones; para que, arraigados y fundados en caridad,
podáis bien comprender (apropiar) CON TODOS LOS SANTOS
cuál sea la anchura y la longitud y la profundidad y la altura,
y conocer la caridad del Cristo, que excede a todo
conocimiento, para que SEAIS LLENOS DE TODA (HASTA) LA
PLENITUD DE DIOS » (Efesios 3:17-19). Esto sobrepasa los límites
de nuestra comprensión. Pero en unión con Dios, que es
Amor, y en comunión CON TODOS LOS SANTOS, habrá una
apropiación de la propia PLENITUD DE DIOS, nada menos que
de la propia PLENITUD de todas Sus divinas perfecciones y de
Su gloria.

UNIDOS AL SEÑOR
Por tanto, algunos podrían preguntar a dónde irían ellos,
y con qué grupo de gente se reunirían con el fin de entrar en
esta plenitud de Dios en el Cuerpo de Cristo. La respuesta es
muy sencilla: El Señor le forma y le moldea a usted, como
individuo, en el camino de la vida que El ha dispuesto
previamente para usted, corrigiéndole y disciplinándole a lo
largo del camino, mientras usted se somete a la obra de Su
Espíritu. Pero, Su propósito es el de unirle a usted con EL
MISMO, siendo éste, por tanto, el propósito que Dios ha
establecido en el Cuerpo. Y el ministerio que acierta, a
66 • Tarde y Mañana
sabiendas o de otro modo, en llevar al pueblo a la unión con
el ministerio, antes que llevarle a la unión con el Hijo, ha
fracasado en su propósito. Puede que esto no sea reconocido
fácilmente. Podemos creer que nuestra verdadera lealtad es
para Cristo en tanto que al mismo tiempo hay una lealtad
incondicional para el ministerio – en razón de la posición que
tal persona ocupa en la obra del Señor. Debemos honrar a
aquellos a quienes Dios ha enviado. Por otra parte, a aquellos
a quienes Dios ha enviado, deben tener cuidado para ver que
los santos sean llevados a un lugar de lealtad incondicional al
Señor Cristo mismo... para que «...crezcamos en todo en
aquel que es la cabeza, el Cristo» (Efesios 4:15). Entonces,
cuando todos nosotros veamos de este modo el rostro del
Señor, y seamos transformados a imagen de Su Hijo, y
estemos UNIDOS A EL, descubriremos, para nuestro júbilo y
nuestro asombro, que estamos en unión y en comunión con
los demás miembros del Cuerpo de Cristo, que han sido
igualmente enseñados y disciplinados en su relación
individual con El. Con frecuencia estamos encontrando tales
individuos a medida que tiene lugar esta unión eficaz de
miembro a miembro. Pero esta unión no se hace
necesariamente con el propósito de mostrarles la manera de
proceder, o para tratar de reformarlos según nuestro propio
molde. Usualmente, descubrimos que ellos ya han sido
moldeados y entrenados en alguna otra área de los tratos de
Dios, de la cual no teníamos conocimiento y que ahora unidos
fluimos en el propósito divino, para un mayor avance en los
caminos del Señor. Si durante un tiempo, algunos no fluyen
junto con nosotros, como creemos que deben hacerlo, no nos
preocupemos demasiado por eso. Mientras ellos esperen en
El, y se sometan al Sol de justicia, no pueden evitar el fluir
conjuntamente en el horario de Dios. Tampoco necesitamos
El río de Dios • 67
preocuparnos excesivamente si, durante algún tiempo, una
corriente parece fluir por un cauce distinto... con la bendición
y el favor de Dios... mientras que nosotros sigamos otro
cause. Es bastante probable que, en ambos casos, ninguno de
nosotros esté en el río principal de Dios. Pero mientras
fluimos en la corriente del propósito de Dios para nosotros en
el tiempo presente, llegará después el momento cuando
fluiremos juntos como el gran RIO DE DIOS, que está LLENO
DE AGUA para bendecir a la humanidad.

CAE LA LLUVIA
«Porque como desciende de los cielos la lluvia, y la
nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace
engendrar, y producir, y da simiente al que siembra, y pan al
que come; así será mi Palabra que sale de mi boca: no volverá
a mí vacía, mas hará lo que yo quiero, y será prosperada en
aquello para que la envié» (Isaías 55:10-11). El fluir de los ríos
en el océano parece ser un proceso monótono e invariable.
Pero Dios nos haría saber que hay un constante incremento
de Su plenitud con la lluvia interminable, y el incesante fluir
de los ríos. Y así es con Su Palabra. Ella tiene algún
cometido. Ella prospera en aquello para lo cual El la envió.
Cuando ella vuelve al corazón de Dios, lo hace con una
plenitud que no tenía cuando fue enviada por primera vez.
Así fue con la Palabra, con el Logos, que fue «hecho carne»...
y enviado desde el corazón de Dios al campo de la
humanidad, para que morara entre nosotros. El vino desde el
corazón de Dios al igual que la lluvia, pero cuando volvió al
Padre, El regresó con una plenitud que alcanzó una medida
más grande de gloria y de majestad y de perfección para Su
Nombre que antes. Jesús dijo: «Salí del Padre, y he venido
al mundo; otra vez dejo el mundo, y voy al Padre» (Juan 16:28).
68 • Tarde y Mañana
Esto quedó suficientemente claro para los discípulos que, por
primera vez, sintieron que comprendían el misterio del Hijo
y del Padre. Pero Jesús sabía que ellos no habían
comprendido realmente lo que El estaba tratando de
mostrarles, así como tampoco tenían una clara comprensión
de Su propósito al marcharse, hasta cuando viniera el Espíritu
de Verdad y les revelara los misterios más profundos. Ellos
estaban convencidos de que El venía a establecer un reino y
a gobernar en el trono de David. Entonces, ¿por qué estaba
hablando de volver al Padre? ¿Por qué no se quedaba El en
la tierra y se sentaba en el trono del poder y de la gloria?
Porque el ciclo del propósito de Dios se hubiera roto. El vino
del Padre; ahora, El debía volver al Padre, cumpliendo el
ciclo de la Verdad que correspondía a Su encarnación y, de
ese modo, aportar mayor honor y gloria al Nombre del Padre.
Si El hubiera aceptado el reino antes de la culminación del
ciclo del propósito de Dios, se habría producido un vacío, una
vaciedad con relación a Su encarnación. El debía terminar la
obra, y volver al Padre con abundante PLENITUD. El era la
verdadera Simiente que Dios había enviado a la Tierra. Pero
El sembró la Simiente en la Tierra para que ella pudiera «caer
en la tierra y morir.» Pues sólo cayendo en la tierra y
muriendo en ella, podría producir la plenitud de la cosecha.
El propósito de la lluvia no es solamente llenar los ríos, y
volver al océano. Dios desea «hacer» algo. El quiere «regar
la tierra» para que ella pueda «germinar y producir.» Y,
después de la germinación, El quiere el fruto. Para que pueda
dar «simiente al que siembra, y pan al que come.» Tenía que
haber un regreso al Padre en la plenitud de la glorificación.
Y esto incluía la plenitud de la obediencia, incluso hasta la
muerte, y muerte de Cruz. (Ver Filipenses 2:5-8). Sólo en la
plenitud de la obediencia hasta la muerte se produciría la
El río de Dios • 69
plenitud de la gloria hasta la vida. Cuando Jesús le dio a
Judas el pan mojado en vino en la víspera de Su crucifixión,
El pudo decir: «...Ahora es clarificado el Hijo del Hombre, y
Dios es clarificado en él» (Juan 13:31). Algo menos que la
plenitud de la obediencia hasta la muerte, habría significado
la brusca interrupción de la plenitud de la gloria, del Logos;
y la Palabra hubiera vuelto «vacía» al Padre. «...Si el grano
que cae en la tierra, no muriere, él SOLO queda...» (Juan 12:24).
Pero El fue fiel, y la Palabra no volvió VACIA al Padre. El
volvió en completa plenitud. Y ocurrió algo que jamás había
sucedido anteriormente en la Creación. El no solamente vino
de Dios y volvió a Dios, como pudo haberle parecido a los
discípulos. El vino como el Señor del Cielo, pero volvió
como Hombre de la Tierra, coronado de gloria y de honor,
hecho a la vez el Señor y el Cristo. Ahora, en el Cielo hay un
Hombre, un Hombre Perfecto, y este Hombre Perfecto es el
Señor del Universo.

ME VOY Y VUELVO DE NUEVO


Ahora, todo el ciclo del propósito de Dios debe empezar
de nuevo. El vino de Dios, y volvió a Dios en abundante
plenitud; ahora, la Palabra debe aparecer de nuevo para
cumplir esta vez un propósito diferente. El se fue para poder
aparecer de nuevo en el Espíritu.
La Verdad de Juan 14, que nosotros atribuimos
usualmente a la Segunda Venida del Señor, se aplica en
realidad a la venida del Espíritu Santo. «No os dejaré
huérfanos; vendré a vosotros... y vendremos a él, y haremos
con él morada.... Voy, y vengo a vosotros....» (Juan 14:18,23,28).
El debe irse en la plenitud de la humanidad glorificada, el
Hombre Perfecto regresa al corazón de Dios, para que del
corazón de Dios, El pueda aparecer de nuevo como el
70 • Tarde y Mañana
Espíritu de Verdad, como el Espíritu del Padre y el Espíritu
del Hijo. Una vez más, la Palabra sale del corazón de Dios,
esta vez el Espíritu de Verdad. Ahora el propósito de Dios es
el de producir en la Tierra otros hijos, como en Su propio
Hijo, ¡y devolverles al corazón del Padre en una plenitud
todavía mayor! «¡Oh profundidad de las riquezas de la
sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán incomprensibles son
sus juicios, e inescrutables sus caminos.... Porque DE él, y
POR él, y EN él son todas las cosas. A él sea la gloria por los
siglos...» (Romanos 11:33,36).

EL SE VACIO DE SI MISMO
Cuando el Hijo del Hombre vino a la Tierra, El dejó a un
lado la gloria de Cielo, y tomó nuestra misma semejanza y
naturaleza, para que El pudiera vivir aquí como hombre y
estrictamente como hombre en absoluta dependencia del
Padre. Porque aunque El era Dios, no se hizo a una
reputación. Dicho literalmente, «El se vació a Sí Mismo...»
o «Se hizo vacuo.» La encarnación significa: Dios «vaciado»
de Sí Mismo incluso vaciándose de Sí Mismo en la naturaleza
humana. La encarnación colocó a Dios, al Altísimo, en una
posición de «debilidad,» de «carne y sangre,» de «tentación,»
de «pobreza,» de «humillación.» ¿Cómo podía el Altísimo
vaciarse de Sí Mismo en la naturaleza humana sin que se
hiciera pobre, débil, manso, y humilde? La carne y la sangre
ni siquiera podían ver a Dios y seguir con vida. ¿Qué diremos
entonces del Altísimo que entró en nuestra misma carne y
semejanza? ¡Qué poco valoramos la magnitud de la
humillación y del sufrimiento a los que el Altísimo se
sometió para tomar, simplemente, para Sí Mismo la forma de
un hombre! Pero El siguió descendiendo y descendiendo,
cada vez más, por la escalera de la humillación. Antes que
El río de Dios • 71
venir como Rey terrenal, El tomó la forma de esclavo – para
que, de esa manera, El pudiera aprender la obediencia... e,
incluso, obediencia hasta la muerte, y muerte de Cruz, que
era la muerte de un criminal. Así, el Hijo del Hombre fue sin
pecado y sin mancha desde Su nacimiento hasta Su muerte,
pero no fue declarado PERFECTO hasta cuando El hubo
aprendido la obediencia por las cosas que sufrió. El tuvo que
ser hecho perfecto «por aflicciones» (Hebreos 2:10). Entonces,
Dios le recibió de nuevo en el Cielo como HOMBRE
PERFECTO, en quien la HUMANIDAD PERFECTA fue
reabsorbida en DEIDAD, haciendo que El fuera tanto el Señor
como el Cristo. El tenía que regresar al corazón de Dios, y
recibir el Nombre que es sobre todo nombre en la Tierra, en
el Cielo, o debajo de la Tierra – para que ahora El pueda
aparecer de nuevo en el Espíritu de Verdad. El Espíritu Santo
es el Espíritu del Hijo y el Espíritu del Padre, aun el Espíritu
de Verdad que sale del corazón de Dios para empezar de
nuevo el ciclo de la Verdad. Cuando El viene a nosotros, El
viene a traer del corazón de Dios toda la gloria y el poder y
la vida divinas que ahora son inherentes al DIOS PERFECTO y
al HOMBRE PERFECTO – para que las PERFECCIONES del Cristo
ascendido y glorificado puedan convertirse en nuestra misma
vida. El tiene necesidad de irse, de volver al Padre para que,
con la venida del Espíritu de Dios a nuestra vida, tuviéramos
a Aquel que tomaría las cosas de Cristo para revelárnoslas.
Y, ciertamente, ¡no para revelarnos algo que no pudiéramos
tener! Sino para mostrarnos aquellas cosas que «ojo no vio,
ni oído oyó,» y que ni siquiera han «entrado en el corazón del
hombre;» – las cosas que Dios ha «preparado para los que le
aman.» Ellas están siendo «preparadas» para nosotros, así
que no somos engreídos si suspiramos por ellas. Más bien,
el Espíritu interior está aquí para «buscar todas las cosas...
72 • Tarde y Mañana
incluso, las profundidades de Dios.» El está aquí, en nuestros
corazones, no solamente para bendecirnos – sino para tomar
hasta la inmensidad de las profundidades eternas de Dios, y
descubrir y revelar aquellas cosas que El tiene guardadas y
en preparación para los Suyos. El Espíritu escudriña el
corazón de Dios, no solamente para satisfacer nuestras
fantasías intelectuales, sino para satisfacer ese íntimo anhelo
interior de participar y de recibir de aquello que el Espíritu
ha descubierto y explorado. «El me clarificará; porque
tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el
Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará
saber» (Juan 16:14-15). El no toma las cosas del Padre y nos las
hace saber; desde el punto de la observación mental,
manteniéndose alejado y conociendo algo de Su gloria y de
Su grandeza, ¡pero sin participar de ello! Por el contrario, El
nos muestra al Padre de tal modo que nosotros LE conocemos,
y conocerle significa morar en Su amor y en Su naturaleza.
«...la caridad es de Dios. Cualquiera que ama, es nacido de
Dios, y conoce a Dios.... Dios es caridad; y el que permanece
en caridad, permanece en Dios, y Dios en él» (1 Juan 4:7,16).
¿Será cumplido este ciclo de la Verdad? ¿Interrumpirá
Dios el ciclo, con el fin de que nosotros podamos escapar al
sufrimiento y al dolor que vendrán sobre la tierra? De
ninguna manera; por el contrario, El se vale de los problemas
y de las tribulaciones para la terminación de Su gran obra.
Nosotros también debemos aprender obediencia por las cosas
que sufrimos. Nosotros también debemos andar por el
camino de la obediencia como siervos, obedeciendo hasta la
muerte; aprender la obediencia que nos lleve, eventualmente,
a la completa identificación con Su propia Cruz. El ha
enviado la Palabra, el Espíritu de Verdad, en lo que respecta
a la perfección del Cuerpo de Cristo, y a la manifestación de
El río de Dios • 73
Sus muchos hijos, y Su Palabra no volverá vacía ante El. Ella
prosperará en aquello para lo que El la envió. El propósito
de esta manifestación es el de traer la fecundidad a la Tierra,
para que ésta pueda dar «...simiente al que siembra, y pan al
que come.» (Isaías 55:10). Ella traerá bendición y liberación a
la Creación que gime. «Porque con alegría saldréis, y con
paz seréis vueltos; los montes y los collados levantarán
canción delante de vosotros, y todos los árboles del campo os
aplaudirán con las manos. En lugar de la zarza crecerá haya;
y en lugar de la ortiga crecerá arrayán; y será al SEÑOR por
nombre, por señal eterna que nunca será raída» (Isaías 55:12-
13).

EL MEDIADOR DEL NUEVO PACTO


Cristo, por tanto, ha llegado a ser el «...Mediador entre
Dios y los hombres...» (1 Timoteo 2:5), y El está allá para ser
«...el Mediador del Nuevo Testamento...» (Hebreos 12:24). El
mediador es el «intermediario.» Sin embargo, no lo es para
arreglar pleitos, para negociar baratijas, como sucede en los
negocios de los hombres. Sino que El está allá para mediar
sobre el Nuevo Pacto, para administrarlo y para llevarlo a
cabo en Sus muchos hermanos. Esta administración del
Nuevo Pacto no se culmina escribiéndolo en tablas de piedra,
ni escribiéndolo sobre los pergaminos de las Sagradas
Escrituras. Sólo es el Nuevo Testamento cuando El lo escribe
sobre las «...tablas de carne del corazón.» (2 Corintios 3:3).
Porque esto es el Nuevo Pacto: la indeleble inscripción de la
mente y de la voluntad y del corazón de Dios en la mente, en
la voluntad y en el corazón de Su pueblo. «...Este es el
testamento que haré con ellos después de aquellos días, dice
el Señor, Daré mis leyes en sus corazones, y en sus almas las
escribiré» (Hebreos 10:16). No se trata solamente de que el
74 • Tarde y Mañana
corazón sienta los impulsos y las virtudes de Su gracia, sino
que el corazón sea formado y moldeado en la imagen divina,
de tal forma que el corazón del hombre llegue a ser el mismo
corazón de Dios. No se trata solamente de activar la mente
para disfrutar algún concepto intelectual de la Verdad, y para
valorar los hechos de la redención desde el punto de vista
racional. Es, por el contrario, que la mente, sea
«reengendrada» y renovada tan completa y tan
drásticamente, que llegue a ser, verdaderamente, «la mente
de Cristo.» Hay una TRANSFORMACION completa, un cambio
total, para salir de lo material y entrar en lo espiritual; para
salir de lo anímico y entrar en el ámbito del Espíritu de Dios.
El, Mediador, está allá, en los Cielos, para administrar este
pacto, y El hace esto haciéndose presente en nosotros por
medio del Espíritu de Verdad. Esta Palabra no debe volver
vana o vacía al Padre. El Espíritu de Verdad baja del Cielo
para tomar toda la justicia, y la gloria, y la alabanza que
pertenecen a Cristo; y para administrarlas efectivamente en
Sus hermanos con el fin de que, cuando El los reciba de
nuevo para Sí Mismo al completarse el ciclo, El reciba tal
medida de plenitud y de gloria como no las tuvo antes.
Algunos pudieran objetar que –quizá– nosotros no podríamos
llevar al corazón de Dios ninguna gloria que El ya no tuviera
antes. Pero, para esto fuimos creados: «...para que seamos
para alabanza de su gloria...» (Efesios 1:12).

LA PLENITUD DE CRISTO
Por tanto, como tenemos en el Señor Jesús, el Cristo, la
plenitud de Dios, del mismo modo tenemos igualmente la
misma plenitud de Cristo en Sus muchos hermanos, en Su
cuerpo. La forma en que Dios manifestó Su plenitud en el
Señor Jesús, es la misma en que el Señor Jesús manifiesta Su
El río de Dios • 75
Plenitud en la Iglesia, que es Su Cuerpo. Esta plenitud no se
manifestó en el Señor Jesús en virtud de Su deidad inherente,
sino por el contrario en virtud del hecho de que El «se vació
a Sí Mismo,» y tomó la forma de esclavo, y adquirió figura
de hombre; sometiéndose después El Mismo a una
humillación todavía mayor, y andando por el camino de la
total obediencia a la voluntad del Padre. Igualmente, la
plenitud que se está manifestando en la Iglesia, que es Su
Cuerpo, no es en virtud del renacimiento ni del
arrebatamiento súbito. Por el contrario, va a ser en el
crecimiento hasta Cristo, morando nosotros en El, y la
Palabra morando en nosotros, cambiando... transformando...
renovando... purificando... y limpiando este Templo, al
tiempo que nosotros también andamos por el camino de la
total obediencia a la voluntad del Padre. Cristo debe volver
al Padre como Aquel que ha glorificado el Nombre del Padre
y ha revelado al Padre mediante Su obediencia y fidelidad
como Hijo; y así, ahora, desde Su exaltado trono en los
Cielos, El puede glorificar Su Nombre en Sus muchos
hermanos para que El con ellos, y no separado de ellos, pueda
poner de manifiesto una plenitud de gloria todavía mayor.
Esto lo cumple El poniendo de manifiesto las perfecciones
del Señor ascendido y glorificado por medio de los miembros
de Su Iglesia, que es Su Cuerpo. Porque Dios lo dio «...por
cabeza sobre todas las cosas a la Iglesia, la cual es su cuerpo,
y él es LA PLENITUD DE ELLA: el cual llena todas las cosas en
todos» (Efesios 1:22-23).
El mismo y anticuado montaje teológico que fue el
obstáculo para los judíos de los tiempos de Cristo, hoy
también es el obstáculo para el pueblo de Dios. La mente de
ellos había sido acondicionada. A El lo aceptaron como
Maestro; lo aceptaron de buena gana como Profeta de
76 • Tarde y Mañana
Galilea; estaban listos y ansiosos por recibirle aun como Rey
de Israel. (Es sorprendente que muchos estén enseñando que
los judíos se negaron a tenerle como su Rey; pues, en
realidad, estuvieron a punto de obligarlo una vez para que El
se convirtiera en su Rey). En verdad, no tenían ningún
problema en recibirle como maestro, como profeta, como rey,
como sanador, como hacedor de milagros. Para ellos la gran
excepción se presentó cuando El se proclamó como UNO CON
EL PADRE. No era que El afirmara de Sí Mismo que era el
Padre, sino más bien porque El afirmara de Sí Mismo que era
la manifestación del Padre, el siervo del Padre; porque
afirmara ser Aquel en quien el Padre vivía, en quien El
obraba; Aquel que hablaba Sus palabras, siendo Su intérprete
y realizando Sus obras. El Hijo de Dios era el Templo
viviente en quien moraba Dios el Padre. El no era el Hijo del
Hombre en cuanto a Su humanidad, y el Hijo de Dios en
cuanto a Su deidad. El era tanto el Hijo del Hombre como el
Hijo de Dios en cuanto a Su humanidad. «Lo Santo» que
nació de María era, al mismo tiempo, Hijo del Hombre e Hijo
de Dios, porque Dios era el Padre de Su naturaleza humana,
así como María era la madre (Lucas 1:35). Este Hijo de Hombre
– Hijo de Dios era el HOMBRE PERFECTO en todo el sentido
de la palabra. En otras palabras, ¡el Hijo de Dios fue Dios-
hecho débil; fue Dioshecho pobre; fue el Dios vaciado de Sí
Mismo; fue el Dios y el Gobernador del Universo que
condescendió en hacerse esclavo entre los hombres! Porque
Jesús testificó: «No puedo yo de mí mismo hacer nada ...»
(Juan 5:30). Sin embargo, en unión con el Padre, El podía
hacerlo TODO. Cuando se manifiesta la verdad relativa a
nuestra unión con Cristo, parece que algunos tienen la idea
de que nosotros estamos buscando igualarnos con Cristo.
Pero la verdad es todo lo contrario. Porque debemos
El río de Dios • 77
hacernos completamente débiles, para que El pueda ser el
Gloriosísimo en poder... hacernos desvalidos, para que El
pueda ser el Suficientísimo. De hecho, nosotros vamos a
vivir la Vida de Otro. Vamos a manifestar la plenitud de
Cristo, así como el Señor Jesús manifestó la plenitud de Dios
cuando El estuvo aquí. El no hizo nada, absolutamente nada,
independientemente del Padre, para que el Hijo, como Dios,
obrara en forma distinta a la de Dios, el Padre. Ni una sola
vez El es llamado «Dios, el Hijo.» Todo lo que El hizo y todo
lo que El dijo fue en absoluta y completa obediencia al Padre
como el Padre moró en El y obró por medio de El. Otro tanto
ocurre con el Cuerpo de muchos miembros de Cristo.
Debemos llegar a un punto donde no hagamos nada distinto
al Hijo, como separados de El. Debemos llegar a ese punto
donde el Cristo viviente esté viviendo en nosotros; hablando
por medio de nosotros, pensando por medio de nosotros...
donde el resucitado y glorificado Señor esté derramando, por
el Espíritu, todas las perfecciones de Su humanidad
glorificada en nuestro corazón. Esto lo recibimos en virtud
del Espíritu que mora dentro de nosotros, y de nuestra
obediencia y sumisión totales a la voluntad de Dios.
Esto no hace que nosotros seamos el Señor Jesús así
como no hizo que el fuera el Padre. Pero sí quiere decir que
vamos a ser UNO CON EL, de la mismísima manera en que El
fue UNO CON EL PADRE. «Para que todos sean una cosa; como
tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ELLOS sean en
nosotros una cosa; para que el mundo crea que tú me
enviaste» (Juan 17:21). ¿Cómo podrá ser posible esto? Simple
y enteramente por el Señor resucitado y glorificado,
derramando la misma plenitud y gloria en nosotros, así como
el Padre derramó Su gloria y Su plenitud en el Hijo. «...la
claridad que me diste les he dado; para que sean una cosa,
78 • Tarde y Mañana
COMO TAMBIEN NOSOTROS SOMOS UNA COSA. Yo en ellos, y
tú en mí, para que SEAN PERFECTOS EN UNA COSA...» (Juan
17:22,23). Alguien dice: «Esto será en el glorioso día del
arrebatamiento.» Pero el Señor continúa: «...y que el mundo
conozca que tú me enviaste, y que los has amado, como
también a mí me has amado» (Juan 17:21,23). Después de este
testimonio, y sólo después de este glorioso y fructífero
testimonio, el Señor oró para que nosotros pudiéramos estar
con El, incluso donde El está, justamente de vuelta en el
corazón de Dios (versículo 24).
Ahora, a alguien le gustaría decir: «Por favor, explique
la doctrina de la Divinidad, a la luz de lo que usted ha
escrito.» Debemos negarnos a hacer esto, porque la doctrina
de la Divinidad no puede ser definida. Los concilios de la
Iglesia, se reunen invariablemente para definir la doctrina y
el credo cuando el Espíritu y la vida de la Verdad han decaído
y han muerto. La sana doctrina no se somete a definición,
porque la sana doctrina (literalmente, «enseñanza saludable»)
es aquella que mana de la Verdad viviente, y simplemente no
puede ser definida. ¿Qué opina usted del Credo de los
Apóstoles? Nunca lo he estudiado, ni tengo mucho interés en
ello, porque los apóstoles ya estaban muertos y enterrados
cuando los líderes eclesiásticos se reunieron e hicieron el
Credo de los Apóstoles. Los apóstoles ni siquiera estuvieron
en el Concilio.
Lo que nosotros, como Cuerpo de Cristo, debemos hacer
en esta hora, es volver al amor y a la vida de los apóstoles;
entonces avanzaremos hacia la plenitud de Cristo, cuyas
semillas plantaron ellos en su ministerio y en su testimonio,
siendo plenitud de aquello que fructifica hoy, en el día de la
cosecha. Esto puede ser un tropiezo para muchos que, de
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algún modo, esperan una restauración de la gloria apostólica,
como si esto fuera el último recurso. Pero regocijará el
corazón de aquellos que tienen el llamamiento hacia adelante
y hacia lo alto, y la visión, y están avanzando hacia la meta
del «llamamiento a lo alto.»
«...Mirad que el labrador espera el precioso fruto de la
tierra...» (Santiago 5:7). La Iglesia dice que Dios está esperando
hasta cuando se convierta el último miembro del Cuerpo de
Cristo. Dios dice que El está esperando el «precioso fruto...,»
y ha esperado pacientemente hasta cuando el fruto reciba no
sólo la lluvia temprana, sino también la lluvia tardía. No sólo
la «lluvia de la sementera,» sino también la «lluvia de la
siega.» No sólo por la lluvia de la sementera de la conversión
(«siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de
incorruptible...»),
(1 Pedro 1:23). sino también por la lluvia de la cosecha del
FRUTO... la lluvia que produce el fruto que es exactamente
igual a la simiente original que fue plantada. Algo menos que
eso, resulta absolutamente inaceptable para el Labrador.
Algo menos que la perfección del fruto del Espíritu en el
pueblo de Dios, hará que sea deshonrado el Nombre del gran
Labrador. Dios es celoso de Su pueblo con gran
encelamiento. Lo que a El le importa muchísimo es Su
propio Nombre. El ha plantado un Huerto, y lo ha hecho así
por amor a Su propio Nombre. Y El entrará en Su Huerto y
participará de su «buen fruto.» El encontrará alegría y deleite
y REPOSO en la obra de Sus manos. Porque nosotros somos
«...plantío del SEÑOR, para gloria suya» (Isaías 61:3). Sólo en
Su pueblo El es verdaderamente glorificado cuando ellos
manifiestan y revelan Su gloria y Sus excelencias. El nos
creó para que fuéramos «...alabanza de la gloria de Su
gracia...» (Efesios 1:6). La plenitud que El quiere manifestar en
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Sus muchos hijos, tiene el propósito de revelar las «...virtudes
(las excelencias, las alabanzas, la gloria) de Aquel que os ha
llamado de las tinieblas a Su luz admirable»
(1 Pedro 2:9).

CRECIENDO EN EL
«...Como desciende de los cielos la lluvia, y la nieve...»
(Isaías 55:10).No se trata solamente de otra lluvia, de otro
avivamiento, de la repetición de la misma historia. Cada vez
que llueve, hay una nueva medida de plenitud que obra en la
tierra. Llueve, y la semilla que ha sido plantada retoña y
revienta bajo el suelo. Puede que todavía no sea visible.
Silenciosamente, el Espíritu de Dios se introduce en la vida,
y la persona «renace» por la incorruptible semilla de la
Palabra de Dios. Pero, en realidad, apenas es la germinación
de la semilla. Es un renacimiento en el hombre interior. Es
el momento del involucramiento de Dios en la vida del
individuo, que antes de la entrada de la Palabra no era más
que tierra... oscuridad, esterilidad, infecundidad. Llueve de
nuevo, y ahora aparecen las hojas, los tallitos, las ramas. Hay
un crecimiento continuo. Alguien dice: «Es extraño, jamás
vi esto antes en la Palabra.» Pero allí estaba, y usted lo leyó
quizá cientos de veces, mas nunca lo vio. ¿Por qué? Porque
usted sólo era una semilla que germinaba, oculta en la
oscuridad... o una hoja... que apenas empezaba a salir a la luz.
Usted ha estado creciendo en la Gracia, y en el conocimiento
de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Ahora, usted puede
ver lo que estaba inherente en la semilla, pero que nunca fue
revelado.
Lo que estaba en la Palabra, pero oculto en la letra, en la
cubierta. Llueve, y vuelve a llover. El proceso sigue
repitiéndose. «Los ríos todos van al mar, y el mar no se
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llena....» Porque mediante el proceso de la Naturaleza, el mar
devuelve su humedad al aire, y los vientos la llevan por toda
la tierra. Los ríos vuelven a llenarse, las nubes derraman
nuevamente el agua en la tierra. El día de la cosecha se
acerca. Las cosas empiezan a cambiar una vez más.
Nosotros nos acostumbramos a la nueva revelación y
disfrutamos, con satisfacción y deleite, nuestra reencontrada
alegría; después, Dios aparece de nuevo... y vuelve el
desaliento. Parece que estuviéramos a punto de llegar a
nuestro verdadero destino. Nuestra planta empieza a adquirir
un nuevo grado de hermosura y de gloria. Hay libertad en el
Espíritu. Aparecen las flores de la gracia. Hay una belleza y
una gloria en la vida del individuo o en la vida de la asamblea,
tal como la habíamos estado anhelando. Pero llueve de
nuevo, y aquellas flores hermosas se marchitan y se caen de
la vid. Pronto son pisoteadas en el fango de abajo. El huerto
que una vez fue hermoso, se convierte en un paisaje de
desolación. Habíamos esperado mucho. Se nos había
prometido mucho. No hay nada más hermoso que un huerto
florecido en tiempo de primavera. Pero, por extraño que
parezca, el labrador no se preocupa por el marchitamiento de
las flores. De hecho, se siente contento. El debe tener la
lluvia en la estación apropiada; pero, en tiempo de cosecha,
ya no es necesaria, porque él está esperando no la lluvia, sino
el FRUTO de la tierra. Con cuánta frecuencia en nuestra vida,
nosotros analizamos y juzgamos las circunstancias por lo que
podemos ver. Por la fragancia de las flores de la gracia y por
la gloria de Su Espíritu sobre nosotros, sabemos que Dios se
valió de nosotros en el pasado. Algo debe andar mal.
Pero, en realidad, Dios está esperando algo más profundo,
está esperando algo mejor, algo que será para alabanza de Su
gloria. En resumen, algo que revelará Su propia vida, Su
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propia naturaleza, Su propio carácter, Su propio amor. Cristo
debe ser formado dentro de nosotros, antes de que el
Labrador pueda alargar Su mano para coger aquello que
alegrará y saciará Su propio corazón, y aquello que saciará el
hambre y la sed de la humanidad.

¿RESTAURACION O NUEVA CREACION?


Debemos considerar la obra de Dios en el ámbito de la
restauración, a la luz del hecho de que Dios desde el principio
se ha movido progresivamente en Su pueblo entrando en
dispensaciones de Sus tratos con los hombres que, eventual y
completamente, pondrían por obra una Nueva Creación.
Hay, por supuesto, momentos de refrigerio y de renovación
donde se redescubren las verdades perdidas, donde se
restauran los dones olvidados, donde se encuentra una vez
más el libro de la ley en el templo, y se despabila el
candelabro que apenas alumbraba y que ahora alumbra
esplendorosamente con aceite nuevo. Pero éste no es, en
modo alguno, el último propósito de Dios. Por el contrario,
es un RETROCESO para que podamos SEGUIR ADELANTE con
Dios en el camino del justo «que va en aumento [alumbra más
y más] hasta que el día es perfecto» (ver Proverbios 4:18).
El profeta Isaías dijo: «Por el bronce traeré oro, y por
hierro plata, y por madera bronce, y por las piedras hierro...»
(Isaías 60:17). Pedimos bronce, porque Dios prometió bronce...
pero, en la hora de la consumación, Dios dice: «No, debo
darte ORO.» Buscamos hierro... e insistimos en que debemos
tener hierro... pero Dios dice: «No, prometí hierro, pero Mis
propósitos se están apresurando hacia la consumación... y
debo darte abundantemente por encima de todo cuanto
puedas pedir o pensar... porque, con tu limitado
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entendimiento, no aprecias realmente la naturaleza de Mis
promesas... entonces, debo darte PLATA.»
Y así, Abraham buscaba una tierra de promisión y
deseaba, ardientemente, conseguirla según el plan de Dios...
hasta cuando tuvo una visión de la Ciudad que tiene
cimientos perdurables, y «cuyo Arquitecto y Constructor es
Dios.» Con gran aflicción de espíritu esperó un hijo, una
simiente y una nación que heredarían esta tierra... pero un día
vio el Día de Cristo, y tuvo una nueva visión. Se alegró y se
regocijó en lo que vio. Ya no iba a preocuparse por el bronce
de las promesas... ahora participaría del ORO... e incluso Dios
Mismo iba a ser su «gran recompensa.» El hierro de Canaán
debe trocarse por la PLATA de los propósitos redentores de
Dios, el MUNDO ENTERO iba a ser la herencia de este gran
hombre de fe (Romanos 4:13).
Y así podríamos seguir sin parar. La Gloria del
Tabernáculo del Desierto se desvaneció... Pero, a su debido
tiempo, Dios levanta el Tabernáculo de David... y todos los
accesorios, el ritual y la ceremonia del viejo Tabernáculo son
reemplazadas solamente con el Arca de la Alianza y la Gloria
de Dios. Pero el mismo Tabernáculo de David iba a ser
solamente una morada transitoria, y pronto daría paso al
magnífico Templo de Salomón. El Templo de Salomón se
convirtió en ruinas, y en su restauración encontramos el
Templo de Zorobabel. Pero este templo dejó algo incierto al
pueblo de Dios. ¿Dónde estaba la gloria postrera de la casa,
que iba a ser mayor que la de la primera? ¿Dónde estaba el
que sería más grande que Salomón? ¿Dónde estaban los
Urim y los Tumim? Sin embargo, si la visión tarda, debemos
ESPERARLA. Un día, la GLORIA prometida se detuvo a la vista
del viejo templo, y afirmó: «...Desatad este templo, y en tres
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días Yo lo levantaré» (Juan 2:19). Porque El era ciertamente el
verdadero Templo de Dios, en el cual moraría la GLORIA que
había ocupado todos los templos anteriores. Pero tan
repentina transición de lo viejo a lo nuevo, era demasiado
para el pueblo de aquella época. Dios les estaba diciendo que
les daría plata por hierro, y oro por bronce, pero ellos dijeron:
«No, nosotros sólo queremos el bronce y el hierro.»
Entonces, de repente este nuevo Templo fue destruido... y
Dios lo levantó de nuevo después de tres días. Pero, para
consternación de los discípulos, tuvo que decirles que El ya
no se radicaría en Judea... sino que encontraría Su lugar a la
derecha del Padre... en una Sion celestial, para que el Ultimo
Templo que Dios tenía en mente desde el principio, pudiera
empezar a tener un agrandamiento en la tierra. Jesús Mismo
sería el Sumo Sacerdote de ese Templo, y El también sería el
Rey en el trono de ese Templo. Y algo más asombroso
todavía, nosotros en unión con El llegaríamos a ser piedras
vivas de ese Templo, así como co-sacerdotes y co-
gobernantes con El en un orden completamente diferente, en
un Real Sacerdocio según el orden de Melquisedec.
Cuando miramos alrededor de nosotros algunas veces, no
parece haber otra cosa que esterilidad y desolación. Los
árboles están desprovistos de hojas, de flores y de frutos. El
suelo permanece seco, frío y árido. Quizá, todavía haya un
poco de nieve por acá y por allá... y muy poca evidencia de
vida. Pero aquí, en el occidente del
Canadá, un azafrán levanta valerosamente la cabeza sobre el
suelo, y exclama: «Por lo que a mí respecta, es tiempo de
primavera... es tiempo de Nueva Vida.»
¿Qué está haciendo Dios hoy? Por lo que a mí respecta,
ESTA ES LA HORA DE LA NUEVA CREACION.
LIBROS DISPONIBLES
de George Warnock
en español
1. La Fiesta de los Tabernáculos – Un estudio de las
tres fiestas anuales en Israel, y su cumplimiento en la Iglesia.
2. Tarde y Mañana – Cómo Dios nos hace regresar a
lo básico, para seguir adelante a nuevos ámbitos en Dios.
3. Apacienta Mis Ovejas – Se trata de la naturaleza y
responsabilidad del ministerio.
4. El Hisopo que Nace en la Pared – Una lección en
los Caminos de Dios.
5. De la Tienda al Templo – Cómo Dios ha
progresado de una tienda a otra para finalmente tomar Su
Morada en el hombre.
6. ¿Quién Eres Tú? – La victoria de la Cruz, y un
desafío acerca de nuestra identidad en Sión.
Gloria en Lugar de Ceniza: Serie—
7. Parte I La Familia de Dios – Los tratos de Dios con
Su Familia escogida, ilustrado en las vidas de José y sus
hermanos.
8. Parte II Un Camino por el Desierto – Los tratos de
Dios con Su pueblo en el desierto.
9. Parte III El Viaje de la Esposa – Basado en la
historia de Isaac y Rebeca.
10. Parte IV Reacción en Cadena en los Ambitos del
Espíritu – La Ley del Espíritu de Vida en Cristo Jesús –el
único Camino de Dios para Su Iglesia– y la única manera de
alcanzar a las naciones.
11. Parte V El Huerto de Dios – El Jardinero espera el
fruto de Su huerto.
12. Coronado con Aceite – El Pueblo de Dios, un
Sacerdocio Real en virtud de la Unción.
13. Siete Lámparas de Fuego – La plenitud del Espíritu
que Dios ha suministrado para la poderosa obra del final de
los tiempos, de los vencedores en la Iglesia.
14. La Visión y el Cumplimiento. Este libro es una
inspiración y de gran ayuda para aquellos corazones que se
están preparando para ese Gran Día.

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Celular. +57 317 2219175
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