La Herencia en Cristo 2

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LA HERENCIA 2

Parte 10

“En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados


conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de
su voluntad” - (Efesios 1:11)

En la lección anterior vimos la herencia con respecto a su naturaleza y realidad. En esta


lección vamos a tener un repaso de eso, para luego continuar con la tercera y cuarta
pregunta que nos formulamos: ¿Qué es específicamente la herencia?

En la lección anterior hablamos de que la herencia no es natural, m aterial, corruptible o


temporal; es espiritual y eterna. La herencia que hemos recibido en Cristo es algo que
Dios ha planeado, predestinado y consumado en la muerte, sepultura y resurrección de
Cristo. Es todo lo que ganamos al ganar a Cristo. Es Cristo, por lo tanto, es espiritual y
eterna. Es Cristo, por lo tanto, es fijada por el Padre y consumada en la resurrección. Pero
hasta que le permitamos al Señor librarnos de nuestro aferro a las imaginaciones, usted y
yo leeremos un versículo que habla de nuestra “herencia”, y ella será en nuestros
corazones nada más que una mayor versión de lo que ya amamos. Será un concepto de lo
que nos gustaría recibir del Señor. Tendrá al ego como su centro y estará equivocada. No
sólo será un entendimiento equivocado o teológico, sino errado, no cierto. Algo que se
interpone en el camino de la verdad.

Luego abordamos el asunto sobre a quién le pertenece la herencia. Dije que la herencia le
pertenece a Cristo, al Primogénito de entre los muertos. Que así como no podemos
permitirle a nuestra vana imaginación inventar la naturaleza y realidad de la herencia,
tampoco podemos permitirle que invente el destinatario de la herencia. Cristo es el
heredero, Él es el Primogénito que recibe la herencia del Padre. Hablé brevemente de la
palabra o título “primogénito”, y que no habla de que Dios tenga dioses bebés, o que
Jesús sea lo primero que Él creó. No sólo es ridículo desde un punto de vista teológico y
absurdo desde un punto de vista intelectual, sino completamente contrario a los 2000 años
de testimonio que tenemos en nuestro Antiguo Testamento.

Primogénito es el título que se le da, literalmente, al primer hijo de un padre, y se refiere,


específicamente, a los herederos de la herencia. No obstante, hay casos en las Escrituras
donde otro hijo del padre recibe el derecho de primogenitura, y por eso, se torna en el
“primogénito”, ese es el heredero de todo lo que el padre ha prometido; como en el caso
de Jacob. De cualquier manera, el primogénito es el título del que recibe la herencia; el
primogénito es el heredero.
En las Escrituras, el primogénito es una referencia al que recibe la herencia. Por eso Dios
pudo decir de David, hablando de Cristo, por supuesto: “El me clamará: Mi padre eres
tú, mi Dios, y la roca de mi salvación. Yo también le pondré por primogénito, el más
excelso de los reyes de la tierra. Para siempre le conservaré mi misericordia, y mi pacto
será firme con él. Pondré su descendencia para siempre, y su trono como los días de los
cielos” (Salmos 89:26-29).

¡Qué poderosa profecía del entonces Cristo por venir; de Aquel que el Padre haría Su
primogénito! Bueno, aquí podemos ver que en su contexto histórico, esto habla de David,
a quien Dios le dio un reino y un reinado. David, obviamente no era el primogénito de su
padre Isaí, era el octavo, pero esto habla claramente de Cristo, cuyo Padre lo sacaría del
vientre de la muerte para hacerlo Su “Primogénito”, “...el más excelso de los reyes de la
tierra”. Y luego continúa hablando de un pacto perpetuo establecido con Él y con Su
descendencia para siempre.

Lo que quiero mostrar es simple, que el título “Primogénito” en las Escrituras se refiere,
específicamente, al que abre el vientre y hereda todo lo que el padre tiene. Cristo se tornó
en el Primogénito, no porque fuera la Palabra increada de Dios, o porque fuera el primer
niño de María, sino porque en la resurrección y como la resurrección, abrió el vientre de
la muerte y fue coronado con la herencia de Dios.

Es importante que veamos, primero que nada, que la herencia es de Él como Primogénito,
pero también es importante que entendamos el vientre del que salió. De nuevo, esto no
habla de cuando Él vino al mundo como el nazareno al que Dios le había concedido un
reino, un sacerdocio, una novia, un cuerpo corporativo resucitado, una cosecha. No se
refiere al establo de Belén donde Jesús dijo: “Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y
en la tierra”. No se refiere al nacimiento virginal donde Dios dijo: “Tú eres un sacerdote
eterno según el orden de Melquisedec”. Todas estas cosas le fueron concedidas a Cristo
cuando abrió el vientre de la muerte y se volvió el Primogénito de entre los muertos.

Él vino a lo Suyo y los Suyos no lo recibieron, no obstante, tomó sobre Sí sus pecados, su
vergüenza, su naturaleza y su mismo género. Él se convirtió en el último Adán para poder
convertirse en el segundo Hombre. Llevó todo al juicio de Dios en la cruz y lo dejó entre
los muertos; dejó lo muerto entre los muertos. Así como la cáscara de una semilla en la
tierra se abre, se cae y se queda en el suelo, así dejó Él lo muerto entre los muertos.
Habiendo estado siempre muertos, ahora eran castigados; habiendo estado siempre
muertos en delitos y pecados, ahora tenían una puerta de salida. Habiendo sido llevado a
la justificación, la muerte no pudo sostenerlo, habiendo obtenido eterna justificación, Él,
la vida de la Semilla, apareció de ese vientre. Él salió de la cáscara, abrió el suelo, salió
del vientre, salió de entre los muertos; al abrir el vientre, le fue concedida una herencia.

Este es el vientre del que los Salmos, Proverbios y los profetas...


Proverbios 30:16 dice, “El Seol, la matriz estéril, la tierra que no se sacia de aguas, y el
fuego que jamás dice: ¡¡Basta!!” Sí, la tumba y el vientre estéril; dibujados aquí como un
pozo sin fondo; como un fuego que la muerte de los hombres no puede apagar hasta que
el agua de vida lo elimine.

Este es el vientre del que salió Jonás después de tres días y tres noches en la panza de una
ballena.

“Ahora pues, dice Jehová, el que me formó desde el vientre para ser su siervo, para
hacer volver a él a Jacob y para congregarle a Israel (porque estimado seré en los ojos
de Jehová, y el Dios mío será mi fuerza); dice: Poco es para mí que tú seas mi siervo
para levantar las tribus de Jacob, y para que restaures el remanente de Israel; también te
di por luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta lo postrero de la tierra”
(Isaías 49:5-6). “¿Quién ha oído cosa semejante? ¿Quién ha visto tales cosas? ¿Es dado
a luz un país en un solo día? ¿Nace una nación toda de una vez? Pues Sion apenas
estuvo de parto, dio a luz a sus hijos. Yo que hago que se abra la matriz, ¿no haré nacer?
--dice el SEÑOR. Yo que hago nacer, ¿cerraré la matriz?--dice tu Dios” (Isaías 66:8-9).
Este es el vientre del que Isaías habla con frecuencia, como en estos versículos en los que
habla de Cristo. Aquí tenemos ese vientre dando a luz a una nación, a un pueblo, un
cuerpo, una compañía...en un día. Cristo la cabeza, pero muchos participando ahora de
una vida resucitada. Una nación nació en el día de la resurrección.

Este es el vientre del que habla el Salmo 110, citado múltiples veces en el Nuevo
Testamento, con referencia al nacimiento de los hijos de la resurrección el día de la
resurrección. “Tu pueblo se te ofrecerá voluntariamente en el día de tu poder, en la
hermosura de la santidad. Desde el seno (vientre) de la aurora tienes tú el rocío de tu
juventud” (Salmo 1103).

Este es el vientre del que habla Pablo en Gálatas donde dice: “Pero cuando agradó a
Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia, revelar a su
Hijo en mí, para que yo le predicase entre los gentiles, no consulté en seguida con carne
y sangre” (Gálatas 1:15-16). El vientre de muerte, el vientre del primer pacto, de la
primera creación, del primer hombre, todo resumido en el Israel del Antiguo Pacto.

Jesús le dijo a Nicodemo: “Nicodemo, jamás verás el reino de Dios si no naces de


nuevo”. Nicodemo respondió: “¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede
acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?” (Juan 3:4). Jesús dijo:
“No, este no es el vientre del que debes nacer. Debes salir del vientre que Yo abriré.
Necesitas nacer del vientre de la muerte hacia la Resurrección y la Vida”.

Estoy citando estas Escrituras, como siempre lo hago, para mostrarle que nosotros
tenemos un plan muy específico, un vientre muy específico y una herencia muy
específica.
3. ¿QUÉ ES ESPECÍFICAMENTE LA HERENCIA?

¿Qué es lo que Jesús hereda en la resurrección? Esta pregunta pega contra nuestra mente
carnal. Alguien podría preguntar: “¿Qué pudo heredar Jesús que ya no tuviera? ¿Cómo
podríamos llamarla herencia? ¿No fue que Él sólo regresó al Padre, a los cielos, a lo que
tenía antes? Mi respuesta a esta pregunta es “NO”; en realidad no, no como era antes.

Jesús heredó mucho en Su resurrección, algo que Él no tenía anteriormente. Es más,


aunque Él siempre ha sido Dios, aunque Él siempre ha sido la Palabra eterna, es a través
de la resurrección, a través de ser el Primogénito de entre los muertos, que recibe un
reino, un sacerdocio, una esposa, una ciudad, un cuerpo, un lugar de habitación...planeado
por el Padre y dado al Primogénito de entre los muertos.

Usted debe parar y abrir su corazón por un minuto para recibir esto. Dios era Dios desde
la eternidad; la Trinidad en unidad, unidad en Trinidad y todo eso... No obstante, todo lo
que Cristo heredó, lo heredó en la resurrección de entre los muertos, porque ahí es donde
nosotros somos unidos a Él. Ahí es donde nosotros, en relación con Él, nos convertimos
en Su herencia al convertirnos en Su incremento, Su cuerpo, Su esposa, Su reino, Su
sacerdocio, Su ciudad, Su templo.

Desmenucemos esto un poquito. Para hacerlo más claro, vamos a comenzar con un
ejemplo obvio. ¿Tenía Cristo una esposa antes a la resurrección de entre los muertos? No
estoy hablando de una persona natural, algo así como María Magdalena y toda esa
absurda estupidez del Código de Da Vinci. Estoy hablando de una compañía espiritual
eterna del mismo género, de una que salió de Su vida y se tornó en Su gloria y en el
incremento de Su Simiente. Estoy hablando de Aquel que vive en unión con la que es
hueso de Sus huesos y carne de Su carne. Estoy hablando de una realidad espiritual, no de
una morena del primer siglo. ¿Tenía Jesús una esposa antes de la resurrección? ¿Pudo Él
haber tenido algo así mientras estuvo en la carne? ¡Por supuesto que no! Él fue unido a Su
esposa en Su resurrección.

Incluso esto es mostrado en el Antiguo Testamento. Incluso esto es mostrado en el


testimonio. ¿Pudo Adán encontrar una compañera idónea en algo de la creación natural?
Los árboles no funcionaban, los pollos no podían hablar, Pie Grande era una especie de
mono, sólo que más peludo. Por favor, ¿qué pasó? Dios puso a dormir a Adán y sacó de él
la que sería su compañera. Él fue unido a ella, hueso de sus huesos y carne de su carne,
cuando se levantó del sueño profundo.

Ahora volvamos a mi pregunta: ¿Tenía Jesús una esposa antes de la resurrección? No, no
la tenía, no podía tenerla. La esposa era parte de la herencia. O se podría decir, el
concepto de esposa es una perspectiva de Su herencia en los santos; porque no es que el
tenga un montón de herencias diferentes. Él tiene una herencia que toma un puñado de
diferentes tipos, sombras y figuras con el fin de exhibir su plenitud.

Sospecho que nadie discutiría el hecho de que no tenía una esposa antes de convertirse en
el Primogénito de entre los muertos, pero, ¿qué del sacerdocio? De nuevo la respuesta es
no. “Pero yo pensaba que las Escrituras dicen: Él es sacerdote para siempre de acuerdo al
orden de Melquisedec”. Sí, pero eso es en relación a nosotros en la resurrección. De
nuevo, sólo piénselo. Usted puede entender esto con la mente natural; no lo
experimentará, pero al menos puede entenderlo. ¿Qué era el sumo sacerdote en el
testimonio? ¿No era el que le “preparaba el camino” a Israel ante la presencia de Dios a
través de sangre? ¿No era el que llevaba a Dios y al hombre juntos a un lugar de
habitación? ¿No era el que se presentaba como intercesor (eso no significa una persona
que ora) y llevaba al pueblo en su pecho a la casa del Padre? Sí, todo eso hacía el sumo
sacerdote, pero usted quita a Israel y no necesita a un sumo sacerdote.

¿Qué estoy diciendo? Que Cristo heredó un sacerdocio en la resurrección. No la copia y


sombra terrenal del sacerdocio en lo natural; tampoco el sacerdocio levítico de Aarón, no.
Sino la presente realidad que lleva a un pueblo a la presencia de Dios por haber preparado
un camino en Su sangre. El presente intercesor o mediador que trae a un pueblo a la casa
del Padre, en el que Dios y el hombre habitan, la Habitación Santa. ¿Lo ve? Esto es parte
de la resurrección y no algo que Él tenía antes.

¿Qué acerca del reino? Esto puede ser confuso a primera vista, pero piénselo. ¿En verdad
describió Dios alguna vez la vieja creación como Su reino? ¿No dice Satanás que ella es,
de hecho, su reino? (Lucas 4:5-6) ¿No dice Pablo lo mismo en 2 Corintios 4? ¿No dice
Juan en su primera carta que todo el mundo está bajo el poder del maligno? Incluso, ¿no
llama Jesús a Satanás el príncipe del mundo? Dios tuvo un tipo y una sombra de Su reino
espiritual en y a través del reinado de David y Salomón, pero verdaderamente, nunca tuvo
algo que fuera una expresión genuina de Su gobierno y reinado.

¿Cuándo lo obtuvo? En la resurrección, cuando Su trono se estableció en nosotros como


algo espiritual y eterno; está en usted, donde Él estableció Su trono. El reino de Dios está
dentro de usted. Está dentro de su alma, de la que Él está llevando cautivo todo
pensamiento y derribando todo lo que se levanta contra el verdadero conocimiento de
Dios. Está en su corazón, donde Él está castigando toda desobediencia y estableciendo Su
dominio. (Sólo estoy citando el Nuevo Testamento). ¿Lo ve? El reino es espiritual,
establecido en el pueblo que ha nacido en Él y manifestado en la tierra. El reino no es de
la tierra, usted no podrá señalarlo y decir: “¡Miren, aquí está; miren allí va!” “Preguntado
por los fariseos, cuándo había de venir el reino de Dios, les respondió y dijo: El reino de
Dios no vendrá con advertencia, ni dirán: Helo aquí, o helo allí; porque he aquí el reino
de Dios está entre vosotros” (Lucas 17: 20-21).
Está dentro de usted, no es un reino natural sobre la tierra. Eso era lo que los judíos
buscaban, eso es lo que muchos cristianos buscan hoy. No es la reconstrucción de un
templo natural, Pablo dice que usted es el templo. No es una montaña natural, Hebreos
dice que usted se ha acercado al Monte Sión. No es una ciudad natural, Pedro dice que
usted es la ciudad. Deje de buscar fuera de sí mismo algo que Dios ya le ha dado a través
de su unión con Su Hijo.

Entonces, Jesús recibió un reino cuando recibió un pueblo en el que podía establecer Su
reino. Eso, mi amigo, ocurrió en la resurrección. Aunque usted pueda decir, en cierto
sentido, que Él era rey sobre todas las cosas antes de la resurrección porque tenía poder
sobre todas ellas, Él no tuvo en la vieja creación una verdadera representación de Su
gobierno. El reino estaba a la espera de una nueva creación en Cristo, y eso es,
exactamente, lo que el testimonio profetiza.

¿No es eso lo que dijo Daniel que vendría durante el Imperio Romano? Sí, Daniel
profetiza cuatro reinos: Primero el Babilónico, segundo el Medo-Persa, tercero el Griego
y cuarto el Romano. Durante el cuarto reino vendría el reino eterno; uno “no hecho de
manos”. Este reino no hecho por manos, haría inútiles y sin valor los reinos de la tierra,
serían destrozados por la cruz. El reino establecido en espíritu y verdad no tendría fin en
su incremento. No lo estoy inventando, es demasiado perfecto para que yo lo invente. Así
que, el reino que le fue dado al Hijo por el Padre, el mismo reino del que Jesús habló en
los evangelios, vino a ser una realidad en la resurrección.

¿Qué de una ciudad? Lo mismo. Una ciudad de la que Él es la luz y de la que nosotros
somos piedras vivas; Pedro dijo que ha venido en Cristo. Pablo nos dice en Efesios que
nosotros somos edificados juntamente como piedras vivas en Su santuario. ¿Qué de un
lugar de habitación? Bien, acabo de responder eso. En los tipos y sombras Él habitó en
medio del Israel del Antiguo Pacto en una columna de nube o de fuego, pero nunca vivió
en ellos. Él nunca tuvo Su lugar de reposo en el Israel del Antiguo Pacto.

Incluso cuando Salomón levantó el templo, él declaró que Dios no podía, en realidad,
tener ese templo como Su habitación eterna. En ese pacto nadie podía ver Su rostro y
vivir, pero en el Nuevo Pacto, los que hemos muerto podemos ver todas las cosas
resumidas en la faz de Jesucristo. Nos hemos convertido en el lugar de habitación
prometido, el lugar de habitación profetizado. Jehová dijo así: “El cielo es mi trono, y la
tierra estrado de mis pies; ¿dónde está la casa que me habréis de edificar, y dónde el
lugar de mi reposo? Mi mano hizo todas estas cosas, y así todas estas cosas fueron, dice
Jehová; pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi
palabra” (Isaías 66:1-2).

¿Qué de un cuerpo? Él tenía un cuerpo natural como el nazareno, pero fue hasta la
resurrección que recibió un cuerpo corporativo y multi-membrado que comparte Su vida.
Él tenía un cuerpo terrenal, pero sólo con un propósito: Morir. Morir e introducir en esa
muerte todo lo que había quedado corto de la gloria de Dios. Eso está, explícitamente
declarado en tantas Escrituras que ni siquiera podría empezar a citarlas todas.

Hebreos 2:9, “Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles,
a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte...”

Hebreos 2:14, “Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él
también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía
el imperio de la muerte, esto es, al diablo”.

Juan 12:24, “De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la
tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto”.

¿Qué de una familia espiritual, de los que comparten Su misma vida? No hablo de un
montón de hermanos de sangre, ni tampoco de un montón de convertidos, sino de los que
comparten un Espíritu, de los que han sido bautizado en un Espíritu. Una vez más, esto
era parte de la herencia en la resurrección. Esto le fue dado al Primogénito de entre los
muertos, al Primogénito entre muchos hermanos. Jesús llamó por primera vez a Sus
discípulos “hermanos” cuando salió de la tumba.

¿Qué de la gloria? Nosotros sabemos por Juan 17 que Jesús tenía una gloria con el Padre
antes de que el mundo fuera creado, pero ahora, en la resurrección y como el
Primogénito, Él tiene gloria heredada en los santos, gloria en la iglesia, gloria en Su casa,
gloria en Su reino, etc. De nuevo, las Escrituras hacen una lista innumerable aquí de
referencias.
Espero haber aclarado mi punto. La herencia de la que se habla aquí en Efesios 1:11 es
espiritual y eterna, le pertenece a Cristo e implica todas las realidades que acabamos de
mencionar: Un reino, un sacerdocio, una esposa, una ciudad, un lugar de habitación, una
gloria mayor, un cuerpo y más. Le fue dada a Cristo como el Primogénito de entre los
muertos.

4. ¿EN QUÉ SENTIDO, ESTA HERENCIA ES NUESTRA?

¿Cómo la experimentamos o llegamos a conocerla? Dicho simplemente, es nuestra debido


a que nosotros somos lo que las Escrituras llaman, “partícipes de la promesa” ; partícipes
de cada una de esas realidades de Su herencia en Él. Recordemos nuestro versículo: “En
Él asimismo tenemos herencia...” Nosotros somos coherederos con Cristo, somos unidos
en Espíritu al que es el heredero. Somos unidos al que hereda todo lo que el Padre ha
prometido mediante la unión con Su vida. Más que eso, nosotros somos los recipientes,
cuerpo o compañía a través de la cual todo lo de esta herencia tiene realidad y expresión.

Nosotros somos las piedras vivas de Su ciudad, somos la compañía eterna que comparte
Su vida, somos la expresión de Su reinado, y por lo tanto, el incremento y expresión de
Su gloria. Somos los que hemos llegado por el camino del Sumo Sacerdote a la casa del
Padre, y habitamos juntamente con Dios en Cristo. Somos la familia que comparte un
Espíritu, el cuerpo ligado a la Cabeza. Aparte de Él no somos nada, pero en Él, como
aquellos en quien Él habita y como los que viven en Él, tenemos herencia. Más
impresionante que eso, hemos sido hechos Su herencia.

Nuestra herencia es sencillamente estar unidos a Él, el que ha recibido la herencia. Su


herencia está en y es a través de nosotros, a quienes Él ha sido unido; el incremento de
Cristo. “Para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu
de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro
entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las
riquezas de la gloria de su herencia en los santos” (Efesios 1:17-18).

Es como si usted hubiera sido un terreno que siempre ha querido producir fruto; pero
usted no puede, usted no puede producir algo por sí mismo. Usted no tiene en sí mismo lo
que se requiere. El Padre viene y planta en usted Su Semilla incorruptible, y Su
incremento en usted se torna en todo lo que usted ha anhelado siempre. Usted se convierte
en un vehículo, en una vasija, el terreno a través del cual Dios recibe Su herencia en los
santos. La herencia de Dios y su herencia son los dos lados de una misma moneda; ambos
son el incremento de Cristo a través de la resurrección de entre los muertos. Ambos son la
promesa al Primogénito; herencia de Él como Primogénito y su herencia como
participante de Él. “En Él asimismo tenemos herencia...”

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