Historia y Concepto de Punibilidad

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HISTORIA Y CONCEPTO DE PUNIBILIDAD

La punibilidad es un elemento secundario del delito, que consiste en el


merecimiento de una pena, en función o por razón de la comisión de un
delito; dichas penas se encuentran señaladas en nuestro Código Penal.
Antecedentes históricos de los criterios de determinación de la pena en la legislación mexicana.

La legislación penal mexicana, dictada después de la independencia del dominio español, hasta nuestros
días, ha establecido diferentes criterios para la determinación de la pena. Los códigos penales, así como los
proyectos que se fueron elaborando durante el siglo XIX y el XX, contienen un título, capítulo o sección
dedicado a la aplicación de las sanciones. En este lugar se señalan cuáles son los criterios que debe tener en
cuenta el juzgador al decidir la sanción penal aplicable en el caso concreto. Sin embargo, es interesante
observar cómo, a lo largo de los años, han cambiado sustancialmente los principios rectores de la punición.

Los ordenamientos penales del siglo XIX se inspiraron en la legislación española de 1822 y 1848. Es por eso
que adoptan el sistema de atenuantes y agravarles que el juez debe considerar al momento de la punición.
Entre ellos, se pueden mencionar los siguientes:

El Código Penal para el Estado de Veracruz de 1835 siguió fielmente al código penal de la España liberal de
1822, que prácticamente no tuvo vigencia en su patria de origen. La Sección III-De las circunstancias que
agravan o disminuyen el delito, y de las penas que se deben aplicar cuando concurran diversos delitos-
contiene un catálogo de agravantes y atenuantes. Asimismo, faculta al juez para que, usando el albedrío que
la ley le concede, tome en cuenta unas y otras para aplicar la pena justa dentro de los límites establecidos
por ésta.

El Código Penal para el Estado de Veracruz de 1869, el más liberal de la época, 24 según Zaffaroni, establecía
atenuantes y agravantes en la forma ya señalada. También decía que las atenuantes no podían reducir la
pena por debajo del minimo legal, sin embargo, prevela que, cuando los procesos hubieran sufrido demoras
que prolongaran indebidamente la prisión de los encausados, podría descontárseles de la respectiva condena
el tiempo que se considerara justo de la que ya habían sufrido. El Código Penal para el Distrito y Territorios
Federales de 1871, conocido como el código de Martinez de Castro, combinaba principios retributivos y
utilitaristas. Igual que los anteriores ordenamientos, establecía un catálogo de atenuantes y agravantes,
pero contenía mayores directrices para el juez: si sólo había circunstancias atenuantes, se podía disminuir la
pena del medio al mínimo, y aumentarla del medio al máximo si sólo había agravantes.

Por su parte, los ordenamientos penales mexicanos elaborados en el transcurso del siglo XX se apartan de la
legislación española y se apoyan, fundamentalmente, en fuentes italianas y alemanas.

El Código Penal de 1929 contenía graves deficiencias técnicas que hicieron prácticamente imposible su
aplicación pero, según palabras de su autor, tuvo el mérito de haber roto con los antiguos moldes del la
Escuela Clásica... y ser el primer cuerpo de leyes en el mundo que inicia la lucha consciente contra el delito
con base en la defensa social e individualización de sanciones.27 El texto permite apreciar la influencia del
positivismo penal, tanto de la escuela italiana como de la vertiente alemana, la escuela de la defensa social
de von Liszt, a cuyas clases asistió Almaraz 2

El código contiene una compleja enumeración de circunstancias agravantes y atenuantes, dividida cada una
de estas categorías en cuatro clases, según la mayor o menor influencia en la temibilidad del delincuente.2
Mientras que en los ordenamientos citados con anterioridad no se observaba un único criterio que
prevaleciera en el momento individualizador, sino que combinaban consideraciones preventivas y
retributivas, en el texto penal de 1929 se establecía como directriz a la temibilidad del delincuente. El artículo
161 del código precisaba que, dentro de los límites fijados por la ley, los jueces y tribunales aplicarán las
sanciones establecidas para cada delito, considerando éste como un síntoma de la temibilidad del
delincuente.

De esta manera, siguiendo los postulados positivistas, se daba prioridad a la inalidad preventivo especial del
derecho penal. Esto se confirmaba en el artículo 68 del código, que explicitaba que el objeto de las sanciones
era prevenir los delitos, reutilizar a los delincuentes y eliminar a los incorregibles.

Prevalece en el texto, en concordancia con el pensamiento de la época, consideraciones de prevención


especial negativa, ya que se pensaba que para la seguridad social era más importante neutralizar al
delincuente que readaptarlo. Prueba de ello es la referencia a la temibilidad (posibilidad de que el
delincuente cometa nuevos delitos) como principal criterio individualizador.

El Código Penal para toda la República en materia del Fuero Federal y para el Distrito Federal en materia del
Fuero Común de 1931, retomó la tendencia de los ordenamientos anteriores al de 1929, al establecer
criterios mixtos para la determinación de la pena.

En efecto, el artículo 51 ordenaba a los jueces aplicar las sanciones previstas para cada delito, teniendo en
cuenta las circunstancias exteriores de ejecución y las peculiaridades del delincuente. A su vez, el artículo 52
enumeraba en forma enunciativa, esas circunstancias a las que el juez debía prestar atención:

1°. La naturaleza de la acción u omisión, de los medios empleados para ejecutaba y la extensión del daño
causado y del peligro corrido.

2°. La edad, la educación, la ilustración, las costumbres y la conducta precedente del sujeto, los motivos que
lo impulsaron o determinaron a delinquir y sus condiciones económicas.

3°. Las condiciones especiales en que se encontraba en el momento de la comisión del delito y los demás
antecedentes y condiciones personales que puedan comprobarse, así como sus vínculos de parentesco, de
amistad o nacidos de otras relaciones sociales, la calidad de las personas ofendidas y las circunstancias de
tiempo, lugar, modo y ocasión que demuestren su mayor o menor temibilidad.

Es evidente que este ordenamiento, a diferencia del de 1929, no asumía un único precepto rector, sino que
daba al juez libertad para escoger los principios rectores de la punición. Además, este es el primer
ordenamiento de los mencionados que, apartándose del modelo español, no incluyó un catálogo de
circunstancias atenuantes y agravantes. Esto ampliaba considerablemente el margen de actuación del juez,
quien podía valorar cada una de las circunstancias en perjuicio o beneficio del sujeto, de acuerdo con su
propia interpretación.

Aunque el artículo 52 mencionaba a la temibilidad como uno de los criterios a ser tenidos en cuenta, también
incluía situaciones que se relacionaban con la culpabilidad, como eran la naturaleza de la acción u omisión,
de los medios empleados para ejecutarla y la extensión del daño causado y del peligro corrido, los motivos
que impulsaron al sujeto a delinquir y las condiciones especiales en que se encontraba en el momento de la
comisión del delito.
Otras circunstancias que podían interpretarse en función de la culpabilidad, si se consideraban en relación
con el hecho cometido, eran la edad, la educación y las condiciones económicas del sujeto.

Este artículo también permitía al juez utilizar criterios de prevención especial positiva, orientada a la
reinserción social del sujeto. La referencia a la temibilidad podía interpretarse en ese sentido y no en su ya
mencionada connotación original. Esto podía fundamentarse, además, en la referencia del artículo 18
constitucional a la readaptación social del delincuente.

Sin embargo, en la práctica forense prevaleció el criterio de adoptar a la peligrosidad -los jueces preferían
este término al de temibilidad como principio rector de la punición. Más aún, todas las circunstancias
mencionadas en el artículo 52 eran consideradas como indicadores de peligrosidad. Esta práctica
desvirtuaba el contenido del texto legal y, lo que era más grave, contrariaba los principios constitucionales
del derecho penal democrático.

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