Winnicott El Concepto de Individuo Sano

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 6

El concepto de individuo sano

1967
Conferencia pronunciada en la División de Psicoterapia y Psiquiatría Social
de la Real Asociación Médico-Psicológica, 8 de marzo de 1967
Consideraciones preliminares
Donald Winnicott

"Normal" y "sano" son palabras que usamos al hablar de la gente, y es probable


que sepamos lo que queremos decir. De vez en cuando puede ser útil que
tratemos de explicar lo que queremos decir, a riesgo de decir cosas obvias y de
descubrir que no conocemos la respuesta. De cualquier modo, nuestro punto de
vista cambia con el paso de las décadas, y una explicación que nos parecía
correcta en los años cuarenta puede no convenirnos en los años sesenta.
No me propongo comenzar citando lo que han dicho otros autores que se
ocuparon del tema.
Permítaseme aclarar sin más preámbulo que la mayor parte de mis conceptos se
basan en los de Freud.
Espero no caer en el error de suponer que un individuo puede ser evaluado sin
tomar en consideración el lugar que ocupa en la sociedad. La madurez del
individuo implica un movimiento hacia la independencia, pero la independencia no
existe. No sería saludable que un individuo fuera tan retraído como para sentirse
independiente e invulnerable. Si hay alguien con esas características, sin duda es
dependiente. Dependiente de una enfermera psiquiátrica o de su familia.
Sin embargo, me ocuparé del concepto de la salud del individuo porque la salud
social depende de la salud individual, dado que la sociedad no es sino una
multiplicación masiva de personas. La sociedad no puede ir más allá del común
denominador de la salud individual, y en realidad ni siquiera puede alcanzarlo, ya
que debe soportar la carga de sus miembros enfermos.

Madurez correspondiente a la edad

Desde el punto de vista del desarrollo puede decirse que salud significa una
madurez acorde con la que corresponde a la edad del individuo. El desarrollo
prematuro del yo o la conciencia prematura de sí no es más saludable que la
conciencia tardía. La tendencia a la maduración forma parte de lo que se hereda.
De una manera compleja (que ha sido objeto de muchos estudios), el desarrollo,
especialmente al comienzo, depende de una provisión ambiental suficientemente
buena. Un ambiente suficientemente bueno es, podría decirse, el que favorece las
diversas tendencias individuales heredadas de modo tal que el desarrollo se
produce conforme a esas tendencias. Tanto la herencia como el ambiente son
factores externos si se los considera desde el punto de vista del desarrollo
emocional del individuo, es decir, desde el punto de vista de la psicomorfología.
(Más de una vez me he preguntado si con este término podría evitarse el empleo
desmañado de la palabra "psicología" seguida de la palabra "dinámica".)

Winnicott, D El concepto de individuo sano -1-


Resulta útil postular que el ambiente suficientemente bueno comienza con un alto
grado de adaptación a las necesidades individuales del bebé. Por lo general, la
madre puede proveer esa adaptación a causa de que se encuentra en un estado
especial, que yo he denominado de preocupación maternal primaria. A ese estado
se lo conoce también por otros nombres, pero aquí estoy utilizando mi propio
término descriptivo. La adaptación disminuye en consonancia con la creciente
necesidad del bebé de experimentar reacciones a la frustración. Una madre sana
es capaz de diferir su función de fracasar en adaptarse hasta que el bebé ha
adquirido la capacidad de reaccionar con rabia a sus fracasos en lugar de ser
traumatizado por ellos. Un trauma representa la ruptura de la continuidad de la
línea de la existencia del individuo. Sólo en una continuidad de existir puede el
sentido del self, de la propia realidad, el sentido de ser, llegar a establecerse como
rasgo de la personalidad individual.

Relaciones entre el bebé y la madre

En el comienzo, cuando el bebé está viviendo en un mundo subjetivo, la salud no


puede describirse en relación con el individuo solamente. Más tarde podremos
pensar en un niño sano que se encuentra en un ambiente malsano, pero estas
palabras no tienen sentido en el comienzo; lo tienen cuando el bebé se ha vuelto
capaz de evaluar objetivamente la realidad, de distinguir claramente el yo del no-
yo y lo real compartido de los fenómenos de la realidad psíquica personal, y posee
en alguna medida un ambiente interno.
A lo que me refiero es al proceso que opera en ambas direcciones y se caracteriza
porque el bebé vive en un mundo subjetivo y la madre se adapta para
proporcionar a cada bebé una ración básica de la experiencia de omnipotencia. Lo
cual implica, en esencia, una relación vital.

El ambiente facilitador

El ambiente facilitador y las progresivas modificaciones con las que se tiende a


adaptarlo a las necesidades individuales podrían ser objeto de un capítulo
separado dentro del estudio de la salud.
En él se examinarían las funciones del padre complementarias de las de la madre,
así como la función de la familia y su manera cada vez más compleja (a medida
que el niño se va haciendo mayor) de introducir el principio de realidad, al mismo
tiempo que fomenta la autonomía del niño.
Pero no es mi propósito estudiar aquí la evolución del ambiente.

Zonas erógenas

En el primer medio siglo de Freud, cualquier consideración sobre la salud tenía


que hacerse en función de la etapa de instalación del ello conforme al predominio
sucesivo de las zonas erógenas.
Esto aún sigue siendo válido. La jerarquía es bien conocida: comienza con la
primacía oral, siguen las primacías anal y uretral, luego la etapa fálica o "de la
jactancia" (que es tan difícil para las niñas), y por último la fase genital (de tres a

Winnicott, D El concepto de individuo sano -2-


cinco años), en la que la fantasía abarca todo lo que corresponde al sexo adulto.
Nos sentimos muy satisfechos cuando un niño se ajusta a este esquema de
desarrollo.
A continuación, el niño sano presenta las características del período de latencia,
en el que las posiciones del ello no avanzan y los impulsos del ello encuentran
escaso respaldo en el sistema endocrino. El concepto de salud se asocia aquí a la
existencia de un período de educabilidad, y en este período los sexos tienden con
bastante naturalidad a segregarse. Estas cuestiones deben mencionarse porque
es saludable tener seis años a los seis, y diez a los diez.
Después llega la pubertad, casi siempre anunciada por una fase prepuberal en la
que a veces se manifiesta una tendencia homosexual. A los 14 años el niño o la
niña, incluso sanos, que no han entrado apaciblemente en la pubertad, pueden
verse sumidos en un estado de confusión y duda. La palabra "abatimiento" suele
emplearse en estos casos. Pero debe destacarse que estos tropiezos del niño o la
niña púber no son signo de enfermedad.
La pubertad llega como un alivio y al mismo tiempo como un fenómeno
inmensamente perturbador que sólo ahora estamos comenzando a comprender.
En la actualidad los púberes de ambos sexos pueden experimentar la
adolescencia como un período de maduración, en compañía de quienes están
pasando por el mismo trance; y la difícil tarea de discriminar lo que corresponde a
la salud de lo que corresponde a la enfermedad en la adolescencia ha debido
enfrentarse esencialmente en el período de posguerra. Los problemas, por
supuesto, no son nuevos.
Sólo pedimos que quienes llevan a cabo esa tarea pongan énfasis en la solución
de los problemas teóricos más bien que en la de los problemas reales de los
adolescentes, los cuales, pese a lo molesta que resulta su sintomatología, son
quizá los más capacitados para descubrir el modo de salvarse a sí mismos. El
paso del tiempo es importante. El adolescente no debe ser curado como si
estuviera enfermo. Creo que ésta es una parte fundamental de la caracterización
de la salud. Lo cual no significa negar que pueda haber enfermedad durante la
adolescencia.
Algunos adolescentes sufren muchísimo, de modo que sería cruel no ofrecerles
ayuda. A los 14 años es común que piensen en el suicidio, y la tarea a su cargo es
la de tolerar la interacción de varios fenómenos dispares: su propia inmadurez, los
cambios que trae la pubertad, su idea del sentido de la vida, sus ideales y
aspiraciones, a lo que se añade la desilusión personal respecto del mundo de los
adultos, que para ellos es esencialmente un mundo de componendas, de valores
falsos y de desatención de lo que realmente importa. Cuando abandonan esta
etapa, los adolescentes de ambos sexos comienzan a sentirse reales, adquieren
un sentido del self y un sentido de ser. Esto es salud. Del ser deriva el hacer, pero
no puede haber un hago antes de un soy, y éste es el mensaje que nos
transmiten.
No es necesario alentar a los adolescentes que experimentan problemas
personales y tienden a asumir una actitud de desafío aunque sigan siendo
dependientes; ciertamente, no lo necesitan.
Recordemos que el período final de la adolescencia es la edad de los estimulantes
logros en la aventura, y por lo tanto el paso de un muchacho o una muchacha de

Winnicott, D El concepto de individuo sano -3-


la adolescencia a los comienzos de una identificación con la paternidad y con la
sociedad responsable es algo que vale la pena observar. Nadie puede pretender
que "salud" es sinónimo de "comodidad". Esto es verdad sobre todo en la zona de
conflicto entre la sociedad y su sector de adolescentes.
Al avanzar, comenzamos a utilizar un lenguaje distinto. Esta sección se inició en
relación con los impulsos del ello y finaliza en relación con la psicología del yo. Es
muy útil para el individuo que la pubertad le aporte una posibilidad de potencia
viril, o de su equivalente en el caso de las muchachas, es decir, cuando la
genitalidad plena es ya un rasgo, habiendo sido alcanzada en la realidad del juego
a la edad que precede al período de latencia. Sin embargo, en la pubertad
muchachos y muchachas no caen en el engaño de pensar que los impulsos
instintuales son lo único que importa; esencialmente lo que les interesa es ser, ser
en algún lugar, sentirse reales y alcanzar cierto grado de constancia objetal.
Necesitan ser capaces de dominar sus instintos en lugar de ser destruidos por
ellos.
La madurez o la salud en función del acceso a la genitalidad plena asume una
forma especial cuando el adolescente se convierte en un adulto que puede llegar a
ser padre. Es adecuado que un muchacho que desea ser como su padre sea
capaz de tener ensueños heterosexuales y de utilizar plenamente su potencia
genital; también lo es que una muchacha que desea ser como su madre sea
capaz de tener ensueños heterosexuales y de experimentar el orgasmo genital
durante el coito.
La piedra de toque es: ¿puede la experiencia sexual ir unida al afecto y al más
amplio significado de la palabra "amor"? La mala salud en estos aspectos es un
fastidio, y las inhibiciones pueden obrar de un modo destructivo y cruel. La
impotencia puede dañar más que la violación. Sin embargo, una caracterización
de la salud basada en las posiciones del ello no se considera hoy satisfactoria.
Aunque es más fácil describir el proceso evolutivo a partir de la función del ello
que a partir de la compleja evolución del yo, este último método no puede ser
omitido. Debemos intentar hacerlo de ese modo.
Cuando no hay madurez en la vida instintual, la consecuencia puede ser la mala
salud en el ámbito de la personalidad, el carácter o la conducta. Pero debemos ser
cuidadosos y comprender que el sexo puede obrar como una función parcial, de
tal modo que, aunque en apariencia esté funcionando bien, es posible constatar
que la potencia y su equivalente femenino agotan en vez de enriquecer al
individuo. No nos dejemos engañar fácilmente al respecto, puesto que no
observamos al individuo ateniéndonos a su conducta ni a los fenómenos
superficiales: estamos dispuestos a examinar -la estructura de su personalidad y
su relación con la sociedad y los ideales.
Quizás en cierta época los psicoanalistas tendían a relacionar la salud con luz
ausencia de trastornos psiconeuróticos, pero en la actualidad no es así. Ahora
necesitamos criterios más sutiles.
Sin embargo, no es preciso desechar lo anterior cuando la relacionamos -como lo
hacemos hoy con la libertad dentro de la personalidad, la capacidad de
experimentar confianza y fe, la formalidad y la constancia objetal, la liberación del
autoengaño, y también con algo que no tiene que ver con la pobreza sino con la
riqueza como cualidad de la realidad psíquica personal.

Winnicott, D El concepto de individuo sano -4-


El individuo y la sociedad

Si damos por supuesto un éxito razonable en materia de capacidad instintual,


vemos que la persona relativamente sana tiene que enfrentar nuevas tareas. Por
ejemplo, su relación con la sociedad, que es una extensión de la familia. Digamos
que el hombre o la mujer sanos son capaces de alcanzar una identificación con la
sociedad sin perder demasiado de su impulso individual o personal. Por supuesto
que habrá pérdida, en el sentido de que habrá control del impulso personal, pero
el caso extremo de una identificación con la sociedad que implique la pérdida total
del sentido del self y de la propia importancia no es normal en absoluto.
Si ha quedado en claro que no estamos de acuerdo con la idea de que la salud
sea simplemente la ausencia de trastornos psiconeuróticos -es decir, de
perturbaciones relacionadas tanto con el avance de las posiciones del ello hacia la
genitalidad plena como con la organización de la defensa respecto de la ansiedad
en las relaciones interpersonales- podemos afirmar, en este contexto, que salud
no es comodidad. Los temores, los sentimientos conflictivos, las dudas y las
frustraciones son tan característicos en la vida de una persona sana como los
rasgos positivos. Lo importante es que esa persona siente que está viviendo su
propia vida y asumiendo la responsabilidad de sus actos y omisiones y es capaz
de atribuirse el mérito cuando triunfa y la culpa cuando fracasa. Una manera de
expresarlo es decir que el individuo ha pasado de la dependencia a la
independencia o a la autonomía.
Lo que tenía de insatisfactorio la caracterización de la salud basada en las
posiciones del ello era la ausencia de la psicología del yo. La consideración del yo
nos hace retroceder a las etapas pregenitales y preverbales del desarrollo
individual, y a la provisión ambiental (es decir, la adaptación específica a las
necesidades primitivas propias de la más temprana infancia).
En este punto tiendo a pensar en términos de sostén. El vocablo se refiere al
sostén físico de la vida intrauterina, y gradualmente va ampliando su campo de
aplicación para designar la totalidad del cuidado adaptativo del bebé, incluida su
manipulación. Finalmente, el concepto puede extenderse hasta abarcar la función
de la familia, y lleva a la idea de la asistencia individualizada que es la base de la
asistencia social. El sostén lo puede proporcionar satisfactoriamente una persona
que no tenga el conocimiento intelectual de lo que está sucediendo en el individuo;
lo que se necesita es la capacidad de identificarse, de saber qué es lo que siente
el bebé.
En un ambiente que lo sostiene suficientemente bien, el bebé puede desarrollarse
de acuerdo con las tendencias heredadas. El resultado es una continuidad de
existencia que se convierte en un sentido de existir, en un sentido del self, y a su
debido tiempo conduce a la autonomía.

El desarrollo en las etapas tempranas

Desearía referirme ahora a lo que sucede en las etapas tempranas del desarrollo
de la personalidad. Aquí la palabra clave es integración, aplicable a casi todas las
tareas evolutivas. La integración conduce al bebé al estado de unidad, al

Winnicott, D El concepto de individuo sano -5-

También podría gustarte