123 Reovado Chiquillo

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1.

Fundamentación Jurídica
2.1. principios aplicables,

la responsabilidad extracontractual se encuentra dividida en dos grandes campos que se


rigen por dos grandes principios: los daños producidos mediante actividades o cosas
riesgosas, están sometidos a responsabilidad objetiva; los demás casos de daños, están
sometidos a responsabilidad subjetiva. Sin embargo, independientemente de la
presencia paralela de la responsabilidad objetiva manifiesta, es posible encontrar
caminos que pueden ser recorridos por los jueces para objetivar la responsabilidad en el
seno mismo de la responsabilidad subjetiva. Esta actitud objetivista de la jurisprudencia
que pervierte el ánimo subjetivista del legislador, ha sido una tradición en la historia
jurídica peruana.

2.2. influencias (identificar fuentes, revisar exposición de motivos, etc),


Marcelo S.

En experiencias como la francesa e italiana, la responsabilidad civil está limitada al área


de lo que en Perú denominamos responsabilidad “extracontractual”. En nuestro
país, haciéndose énfasis en lo conveniente del uso de una misma expresión, y en
otras justificaciones, se estila considerar que diciendo “responsabilidad civil” es
posible hacer referencia, uniformemente, a la tutela resarcitoria predispuesta
para el incumplimiento de obligaciones, y a la tutela resarcitoria “aquiliana”, o
sea, a aquella que no tiene como antecedente y sustento originario una
vinculación, contractualmente sellada, entre damnificado y responsable. Son
absolutamente de evitar para referirse a la responsabilidad civil expresiones
como “derecho de daños”, que incluso se utiliza para nominar el curso dedicado
a esta materia en algún centro de estudios. En primer lugar, “derecho de daños”
no parece ser otra cosa que una traducción inexacta de lo que en inglés se
denomina law of torts, un área del derecho privado que en la tradición del
common law equivale, en todo caso y únicamente, a nuestra responsabilidad
“extracontractual”. En segundo lugar, el paralelo con el law of torts anglosajón
es equívoco, porque en la tradición del common law, el régimen de la
responsabilidad que entre nosotros se califica como extracontractual, se
caracteriza por estar “tipificado”, en línea con la herencia romanista. En el Perú,
por el contrario, dada la imitación del modelo francés (art. 1969), impera un
régimen de “atipicidad” de los daños resarcibles. En tercer y último lugar,
hablándose de “derecho de daños” se refuerza, en el estudio de esta materia el
análisis de uno, sólo uno, de los elementos del juicio de responsabilidad civil (el
del daño, justamente), propiciándose una tendencia en los estudiosos a asumir
que su papel consiste, esencialmente, en la concepción de nuevos tipos de daños
resarcibles. Uno de los males que afecta el sistema de la responsabilidad civil es,
ni más ni menos, el de la proliferación de los daños. En la experiencia peruana, a
dicho desvarío se debe la difusión y arraigo de expresiones, sin sustento
normativo ni amparo jurídico, como “daño psicosomático”, “daño a la libertad
fenoménica” y, principalmente, “daño al proyecto de vida”. A errores no menos
graves conduce la definición, recogida en ediciones precedentes de materiales
autoinstructivos para magistrados, fiscales y aspirantes, de responsabilidad como
“conjunto de consecuencias jurídicas a que queda sometido el deudor en cuanto
ha asumido un deber y que tienden a dotar de efectividad el derecho del
acreedor”. Es claro que una definición en estos términos se limita al campo de
las relaciones de obligación (en particular, al área de la llamada responsabilidad
“patrimonial”) y que, dejando a un lado el juicio sobre su inexactitud, para el
autor de estas páginas, resulta indiscutible, no es apta para retratar, ni siquiera de
una manera aproximativa, el fenómeno de la tutela resarcitoria.

El régimen codificado vigente, en línea con la tradición forjada a partir del Código de
Napoleón y de sus antecedentes iusnaturalistas, traza una nítida distinción entre
la disciplina de la responsabilidad civil por incumplimiento de obligaciones y la
responsabilidad civil en sentido estricto, aquiliana o extracontractual. No son
escasas las veces, sin embargo, en que los límites de ambas disciplinas dan la
impresión de intersecarse en la práctica judicial, lo cual ha dado en pie a que en
nuestro medio hayan tenido eco, sobre todo en los primeros años de la última
década del siglo pasado, los discursos sobre la “unificación” de la
responsabilidad, también de raíz francesa pero conocidos entre nosotros en una
versión desdibujada por la jurisprudencia y doctrina de Argentina ya que nos
hace mención de que la responsabilidad extracontractual es algo similar solo que
con diferentes términos que se han ido cambiando mientras que esto ha ido
evolucionando con el transcurso del tiempo a la par con cada doctrina de
diferentes países que toman como figura el tema ya tocado.

2.3.efectos jurídicos (ARTICULADO)

La responsabilidad extracontractual lo encontramos en el Código Civil, Sección Sexta.

Artículo 1969.- Indemnización por daño moroso y culposo

Aquel que por dolo o culpa causa un daño a otro está obligado a indemnizarlo. El
descargo por falta de dolo o culpa corresponde a su autor.

Si bien no está plasmada de forma expresa, jurisprudencial y doctrinariamente se admite


que las acciones u omisiones que causan un daño a otros tienen que ser contrarias a
derecho, es decir, antijurídicas para poder configurarse la obligación resarcitoria. No
aclaran si el daño inferido es de carácter patrimonial (Daño emergente y lucro cesante) o
extrapatrimonial (daño a la persona y daño moral)

Subjetivo (culpa leve, culpa grave y dolo). El descargo por falta de dolo o culpa
corresponde a su autor.
Artículo 1970.- Responsabilidad por riesgo

Aquel que, mediante un bien riesgoso o peligroso, o por el ejercicio de una actividad riesgosa o
peligrosa, causa un daño a otro, está obligado a repararlo.

De otro lado, se ha señalado que el ordenamiento jurídico, frente al ejercicio de una actividad
peligrosa puede" prohibir el ejercicio de la actividad, por considerar intolerables los riesgos a
los que quedarían expuestos los demás miembros de la sociedad, en proporción a las ventajas
que el desarrollo de la actividad y sus resultados útiles pueden aportar a estos (en el sentido
de reflejo colectivo de una. utilidad individual, atendiendo a la difusión del ejercicio de la
actividad o a la contribución de la actividad a la producción nacional, a la ocupación, a la
utilización de las fuerzas laborales de la sociedad o, como ha ocurrido en los últimos años, al
desarrollo de los conocimientos técnico científicos); o puede, por el contrario, permitir el
ejercicio de la misma actividad peligrosa, si la relación entre el riesgo y la ventaja,
colectivamente valorizados, haga aceptable su desenvolvimiento. En este segundo caso, el
ordenamiento debe realizar una elección en lo relativo a la repartición del riesgo entre todos
los miembros de la sociedad, por un lado, y el que ejerce la actividad, por otro se sostiene,
igualmente, en esta línea de pensamiento, que debiera juzgarse correcto desde una óptica
objetivista, que en la responsabilidad por ejercicio de actividades peligrosas ". ..el núcleo
constitutivo prescinde de la existencia de un c0mportamiento culposo, y requiere solo que la
acción sea llevada a cabo por quien ejerce una actividad peligrosa, durante cuyo ejercicio se
produzca un daño injusto. La relación entre hecho y daño se establece, entonces, con
prescindencia de la culpa, y el efecto del resarcimiento depende exclusivamente del ejercicio
en concreto de una actividad peligrosa

Artículo 1971.- Inexistencia de responsabilidad

No hay responsabilidad en los siguientes casos:

1. En el ejercicio regular de un derecho.

2. En legítima defensa de la propia persona o de otra o en salvaguarda de un bien propio o


ajeno.

3. En la pérdida, destrucción o deterioro de un bien por causa de la remoción de un peligro


inminente, producidos en estado de necesidad, que no exceda lo indispensable para conjurar
el peligro y siempre que haya notoria diferencia entre el bien sacrificado y el bien salvado. La
prueba de la pérdida, destrucción o deterioro del bien es de cargo del liberado del peligro.

se refiere al primero de los casos antes mencionados. Se contemplan, en este sentido, tres
supuestos que se excluyen del ámbito de la responsabilidad civil por cuanto el legislador han
considerado (en algunos casos, con más criterio que en otros) que, dada la existencia de un
bien superior, resulta aceptable o tolerable que se genere un daño en la esfera jurídica de un
tercero. De ahí que se configuren como hechos justificados naturalmente ubicados dentro de
lo permitido por el ordenamiento.

. En el ejercicio regular de un derecho: Por ser titular de un derecho en particular, el sujeto


cuenta con un conjunto de atribuciones que incluyen, en términos latas, diversos mecanismos
de actuación. Es al poner en práctica estas atribuciones, esto es, al hacer ejercicio regular de
un derecho, que, en algunos casos, se pueden generar daños en la esfera jurídica de un tercero
siendo, incluso, que esos daños pueden ser consecuencia natural del referido ejercicio
Así, el ejercicio regular de un derecho es considerado un acto no antijurídico, más
precisamente, un hecho dañoso justificado. Como consecuencia de esto, el sujeto que actúa
dentro de los parámetros del derecho que ostenta, aun cuando cause un daño, no responde
civilmente

. En legítima defensa de la propia persona o de otra o en salvaguarda de un bien propio o


ajeno: Hace referencia a la legítima defensa que remite a aquellos supuestos en que un sujeto
se defiende de una agresión injustificada. En este contexto, el medio empleado, usualmente
violento, determina la generación de daños en la esfera jurídica del agresor. El presupuesto,
entonces, de la legítima defensa es que exista una agresión ilegítima, entendemos, un acto
intencional, encaminado a afectar negativamente la esfera jurídica del sujeto, que se realiza
sin que medie causa justificada.

. El estado de necesidad: La situación de estado de necesidad, en líneas generales, surge


cuando un sujeto se encuentra amenazado por un peligro inminente por lo que requiere
sacrificar un bien jurídico menor a fin de evitar el perjuicio de uno mayor La relevancia del caso
se da en cuanto el bien sacrificado corresponde a un tercero. Al efecto, debe tenerse en
cuenta que para que se configure el supuesto bajo análisis la situación de peligro en cuestión
ha de ser inminente. De lo contrario, el actuar sacrificando un bien por otro no estaría
justificado. La sola expectativa o riesgo no se consideran suficientes. Esto se debe a que es la
inminencia del peligro la que deja al sujeto sin posibilidad de evaluar la situación y así salvar
sus bienes utilizando sus propios medios sin afectar intereses de terceros. Queda claro que la
situación de peligro debe constituir un caso fortuito. De otra forma, esto es, de mediar un
causante, el mismo quedará sometido a las reglas de la responsabilidad civil.

Artículo 1972.- Irresponsabilidad por caso fortuito o fuerza mayor

En los casos del artículo 1970, el autor no está obligado a la reparación cuando el daño fue
consecuencia de caso fortuito o fuerza mayor, de hecho, determinante de tercero o de la
imprudencia de quien padece el daño.

Nada más complejo para la responsabilidad civil que detenerse a examinar entre sus
elementos aquel de la relación de causalidad. Si bien no es la materia directamente aludida
por la norma, y menos del comentario, no por ello debe pasar desapercibida en el presente
caso. Antes que nada, es necesario reiterar lo que ya se ha dicho en la doctrina nacional. El
artículo 1972 no solo se aplica a los casos del numeral 1970. Es una norma que los jueces
deben invocar también en los supuestos en que la responsabilidad civil se impute por culpa. La
atribución de responsabilidad, cualquiera fuere el motivo (por culpa, riesgo creado o por
medio de algún otro factor de imputación), requiere la definición de la incidencia del
comportamiento del autor en el daño injustamente causado. Al reconstruir los hechos, además
de analizar la conducta del agente y el resultado (el evento dañoso), será indispensable
establecer si existe o no una relación de causalidad que permita explicar la razón por la cual
(concurriendo, por lo demás, el juicio de la denominada "imputabilidad") se hará cargar el
fardo de la reparación al agente en cuestión. Es decir, la existencia de un hecho generador del
daño, cierto y directo que se presente, en la medida de lo humanamente comprensible, como
una causa unívoca. En efecto, cuando en el proceso de desencadenamiento y concurrencia de
determinados hechos que conducen al resultado perjudicial se advierte que los eslabones de la
cadena no provienen única y exclusivamente del comportamiento del presunto autor, pues
escapan (todos o algunos) a su control el análisis de las posibles causas atraviesa una mayor
dificultad y es entonces cuando se debe ponderar la presencia de "hechos interrumpidos” o
fracturas del ligamen de causalidad. En otros términos, el tema del nexo causal, en los
supuestos previstos en el artículo 1972, exige que en la tarea de reconstrucción se tome en
consideración la interferencia de hechos que podrían escapar a la sucesión causal originada
por el comportamiento del agente.

Artículo 1973.- Reducción judicial de la indemnización

Si la imprudencia sólo hubiere concurrido en la producción del daño, la indemnización será


reducida por el juez, según las circunstancias.

El hecho de la víctima a las llamadas fracturas, que, para trazar el límite a la serie causal, el
método más simple consiste en examinar la continuidad del encadenamiento causal. Desde
que un evento se haya interpuesto en este, una ruptura se ha producido: el daño no es
reparable porque la causalidad es indirecta. ¡Es lo que sucede cuando en la cadena de eventos
que preceden al daño, figura una circunstancia de fuerza mayor; asimismo, si la víctima o un
tercero han intervenido por una iniciativa espontánea. El daño no era una consecuencia
inevitable del hecho inicial. ¡Por ejemplo, la víctima de un accidente anodino muere de una
crisis cardiaca por haber perseguido al autor de manera desenfrenada; el autor del accidente
no es responsable del deceso (LE TOURNEAU). Es claro que la justificación de la reducción de la
indemnización se funda sobre el ahora denominado hecho de la víctima que coadyuva, a nivel
causal, a la producción del daño. En este supuesto el juez decidirá, atendiendo a las
circunstancias actuantes, cuál será el monto a reducir sobre la cantidad dineraria necesaria
para resarcir el daño generado. Con esta disposición el sistema apunta sea a prevenir en los
límites de lo posible la verificación de los eventos dañosos, sea a balancear los intereses
contrapuestos de los protagonistas de la responsabilidad civil (JANNARELLI), respondiendo a
una exigencia de solidaridad y de convivencia el que cada sujeto se ciña a los parámetros de la
diligencia media Es claro que en estos supuestos el intérprete tendrá que dirimir en cada caso
concreto el grado de imprudencia de la víctima en la constatación del daño. Así, será distinto el
que una persona se arroje a las ruedas de un automóvil en movimiento en cuyo caso se
aplicará el supuesto de hecho del artículo 1972 o que esa misma persona se haya resbalado a
la pista por ir jugueteando con su mascota y sea embestida por un automóvil cuyo chofer lo
conduce a excesiva velocidad. Incluso la doctrina llega a distinguir entre las situaciones en que
la culpa de la víctima (perjudicado) concurre en la producción del daño, de aquellas en las que
genera un agravamiento de sus consecuencias.

Artículo 1974.- Irresponsabilidad por estado de inconsciencia

Si una persona se halla, sin culpa, en estado de pérdida de conciencia, no es responsable por el
daño que causa. Si la pérdida de conciencia es por obra de otra persona, ésta última es
responsable por el daño que cause aquélla.

Artículo 1976-A.- Responsabilidad de la persona con apoyo

La persona que cuenta con apoyos es responsable por sus decisiones, incluso de aquellas
realizadas con dicho apoyo, teniendo derecho a repetir contra él. Las personas comprendidas
en el artículo 44 numeral 9 no son responsables por las decisiones tomadas con apoyos
designados judicialmente que hayan actuado con dolo o culpa.

Las personas que cuenten con apoyo a un tienen derecho de decisión por la cual son capaces
de saber que es lo bueno y malo a un que si usa a sus apoyos para tal objeto sabemos que las
personas con apoyo son personas que necesitan una ayuda en especial, pero cuentan a un con
su estado de mentalidad siendo capaces de distinguir que es las decisiones que harán tanto
como apoyos que escogen como que los otorga el ministerio de justicia.
Artículo 1977.- Indemnización equitativa

Si la víctima no ha podido obtener reparación en el supuesto anterior, puede el juez, en vista


de la situación económica de las partes, considerar una indemnización equitativa a cargo del
autor directo.

La presente norma jurídica está relacionada con las funciones de la responsabilidad civil, en
tanto la víctima no debe ser desprotegida por el hecho de que los bienes del representante
legal (responsable por los daños ocasionados por un incapaz sin discernimiento) sean
insuficientes. El permitir una situación como ésta, desde el punto de vista del impacto social de
la responsabilidad, conllevaría a incentivar la ocurrencia de daños por incapaces (sin
discernimiento) y que los representantes legales simulen carecer de bienes suficientes. Cuando
se analiza un caso de responsabilidad civil (como lo hemos indicado en anteriores
comentarios) debe determinarse la existencia de un daño, evento dañoso, relación causal y
criterio de imputación. En este último caso, el criterio de imputación (por defecto) puede
ser considerado subsidiario, es decir, que al no ser suficiente la atribución directa o indirecta
de responsabilidad se tendrá que aplicar un criterio "equitativo" (que significa distribuir el
peso económico del daño entre los que participaron en la ocurrencia del suceso: uno como
causante (aunque incapaz sin discernimiento), y otro como responsable por mandato de la
ley (al tener que vigilar la conducta del dependiente). La afectación del patrimonio del
incapaz no está justificada en la asunción de un deber de indemnizar (puesto que no tiene
capacidad de ejercicio por ser inimputable), sino en un mandato legal para lograr la adecuada
satisfacción del interés perjudicado, logrando la redistribución. La responsabilidad civil, en
tanto remedio, tiene que cumplir determinadas funciones que justifiquen su existencia y
funcionalidad en nuestra realidad. Así tenemos que estas funciones.

Artículo 1978.- Responsabilidad por incitación y/o coautoría

También es responsable del daño aquel que incita o ayuda a causarlo. El grado de
responsabilidad será determinado por el juez de acuerdo a las circunstancias.

Aparentemente esta norma responde a un extravío del legislador que, preocupado por no
olvidar todos los supuestos de responsabilidad por hecho de las cosas y de terceros, fue más
allá, mostrando un afán sancionador que nos recuerda a las normas de los artículos 24, 25 Y
26 del Código Penal peruano, sobre la instigación, la complicidad y la apreciación de las
circunstancias "ha sido pensado por una mentalidad que todavía ve en la responsabilidad extra
contractual un mecanismo de sanción de un 'culpable' antes que un mecanismo de sanción de
la víctima", y sugiere que sea observado con mucha prudencia por los jueces. Ciertamente, si el
interés de la víctima es conseguir la mayor reparación del daño sufrido, esta dirigirá sus
mejores esfuerzos a lograr que el autor directo asuma el costo de los mismos o, si el autor es
más de uno, a conseguir que todos asuman de manera solidaria el pago del resarcimiento. El
Código Civil ya contiene normas suficientes para satisfacer este interés. Entonces, ¿dónde
encaja la norma bajo comentario?, ¿en qué beneficia a la víctima? Cuando el sistema de
responsabilidad extracontractual incluye dos nuevos “responsables", al incitador y al ayudante,
además de mostrar su carácter sancionador, también pretende ampliar el catálogo de sujetos
a los que la víctima puede reclamar una reparación. En términos formales, resulta una
consideración ociosa para un sistema aparentemente cerrado, pero en términos prácticos (o
practicistas), en algunos casos, es probable que el incitador o. ayudante estén en mejor
condición de asumir el costo de la reparación que el propio autor directo, máxime si, como
veremos más adelante, no se trata de una responsabilidad solidaria sino acumulativa. En otras
palabras, la idea sería que, en un país como el nuestro, darle a la víctima la oportunidad de
tener más deudores o "responsables” podría significar ampliar sus posibilidades de reparación
y satisfacción. Otro ensayo de respuesta a la pregunta planteada, que resulta verosímil en el
contexto legislativo peruano, es que la norma atienda al deseo de buscar una concordancia
entre la responsabilidad penal y la responsabilidad civil. Todos los autores coinciden en separar
a la responsabilidad penal de la civil, ¡por el espíritu sancionador de la primera y el patrimonial
de la segunda; empero, todos también coinciden que ambas responsabilidades pueden
convivir en un mismo caso y proceso, de modo que el autor penal del delito es a la vez el
principal responsable civil frente a la víctima, y en el mismo proceso penal la parte agraviada
puede constituirse en parte civil. Pues bien, al "lúcido” autor de la norma que comentamos se
le pudo ocurrir que la parte civil no tenía una disposición legal que le permita dirigir su
solicitud de reparación civil contra los instigadores y cómplices de un delito y decidió
reconocer esta posibilidad. Para esto utilizó una fórmula similar a la del artículo 1081 del
Código Civil argentino, que también establece que "'a obligación de reparar el daño causado
por un delito pesa solidariamente sobre todos los que han participado en él como autores,
consejeros o cómplices, aunque se trate de un hecho que no sea penado por el derecho
criminal". Si este fue el caso, creemos que el legislador olvidó que el artículo 1983 de nuestro
Código sustantivo puede cumplir perfectamente la función de responsabilizar a los
participantes directos e indirectos en la comisión del delito, con una ventaja adicional: la
solidaridad de sus responsabilidades.

Artículo 1979.- Responsabilidad por daño causado por animal

El dueño de un animal o aquel que lo tiene a su cuidado debe reparar el daño que éste cause,
aunque se haya perdido o extraviado, a no ser que pruebe que el evento tuvo lugar por obra o
causa de un tercero.

Se atribuye responsabilidad al propietario o custodio por los daños producidos por el animal, a
no ser que pruebe que el evento tuvo lugar por obra o causa de un tercero. Al desprenderse de
la norma que el resarcimiento no está supeditado a la negligencia o imprudencia (culpa) del
responsable. Es decir, se deben resarcir los daños ocasionados sin que importe si la conducta
del propietario o custodio del animal se adecuó o no a un patrón esperado de diligencia. La
regla de objetividad fijada, en todo caso, no inhibe a la víctima del animal, o sus
representantes o sucesores, de demostrar la relación de causalidad. Vale decir, debe probar,
primero, que el daño se produjo por el hecho del animal, y, en segundo lugar, que el
demandado es su dueño o la persona que lo cuidaba. Probará finalmente los daños concretos
producidos y el monto indemnizatorio respectivo. Ahora, no es pacífico en la doctrina que el
régimen del Código Civil en materia de daños de animales sea objetivo. León Hilario considera
que del Código Civil no se deduce que este sistema de responsabilidad extracontractual pueda
calificarse como subjetivo u objetivo. Admitir lo contrario, en su opinión, implicaría, por
ejemplo, que en nuestro sistema no operaría ni siquiera uno de los supuestos más evidentes
eximentes de responsabilidad, la generación de una enfermedad desconocida, ¡atribuible a un
animal; pues al no mediar el obrar o la conducta de un tercero, que es la única eximente
reconocida en el artículo 1979, el dueño sería responsable. El autor parte además de una
premisa para nosotros totalmente cierta: no todo animal califica como bien riesgoso. En
efecto, deben distinguirse los tipos de animales, pues no todos encierran un peligro de daños
per se (el régimen de responsabilidad no puede ser igual para la señora que tiene un perro
poodle que para quien se le ocurre criar un tigre). En ocasiones, la calificación de peligrosidad
depende no solo de la propia naturaleza del animal sino de factores culturales. para hacer ver
que, por ejemplo, un elefante puede calificar como bien riesgoso en Inglaterra, pero no en
Burma, en donde su domesticación es extendida y los daños que producen son menores. A
nuestro parecer se justifica plenamente la regla de objetividad cuando el animal es
verdaderamente riesgoso, en los términos expresados. Incluso, como sucede en el régimen
peruano, con exclusión de hipótesis de fractura del nexo causal. Finalmente, quien introduce el
riesgo de criar un animal feroz debe responder por él en todos los casos, más aún cuando está
en mejor posición para evitar el riesgo o siquiera trasladarlo Así, pues, por ejemplo, si un
terremoto quiebra la jaula del león que se escapa y ataca a alguien no hay razón para no hacer
responsable al zoológico, el que incluso pudo trasladar el riesgo de sí mediante un mecanismo
de seguro. Cuando el animal no es (natural o culturalmente) riesgoso, el factor de atribución a
aplicar es menos claro. Puede optarse por una regla de objetividad con la posibilidad de
alegar todos los supuestos de fractura de nexo causal, pero también podría plantearse una
subjetividad con culpa presunta, en los términos que expresa Bianca. Debemos admitir que
nos resulta difícil definimos por una de estas reglas, pues en nuestra opinión lo ideal sería que
no se regule expresamente esta responsabilidad extracontractual y que el factor de atribución
sea definido caso por caso, analizándose las capacidades de prevención de las partes (aunque
también puede cuestionarse una solución así teniendo en cuenta que los jueces peruanos no
resuelven de modo idóneo los temas de responsabilidad, prefiriéndose las soluciones legales
expresas). Pero definitivamente no creemos que elementos como el caso fortuito o la
imprudencia de la víctima, sean eliminados de plano como eximentes de responsabilidad para
los daños de animales.

Artículo 1980.- Responsabilidad por caída de edificio

El dueño de un edificio es responsable del daño que origine su caída, si ésta ha provenido por
falta de conservación o de construcción.

De acuerdo con lo establecido en el artículo 949 del Código Civil debe ser considerado
propietario el sujeto acreedor de la obligación de enajenar a la que se comprometió el
transferente: en el caso propuesto sería "X". Así pues, la citada norma contempla, acogiendo el
método tomado del sistema francés, ¡que la transferencia de propiedad de un inmueble se
produce cuando el transferente manifiesta su voluntad de enajenarlo; dicho acto constituye el
título de la transferencia, pero también el modo en que la propiedad se traslada a otro sujeto,
vale decir, título y modo se confunden en este caso. Strictu sensu entonces, el propietario -
quien debe responder por la caída del edificio en aplicación del artículo 1980 del Código Civil
es el acreedor de la obligación de transferir la propiedad. Sin perjuicio de lo antes mencionado,
pensamos que la solución a la que se arriba con la aplicación del mencionado artículo no es la
mejor y la más eficiente (aunque es por la que optó nuestro legislador). En efecto, se debe
tener en cuenta que un destacado sector de la doctrina en nuestro país se ha pronunciado
respecto a la conveniencia de implementar un sistema de transferencia de la propiedad
inmueble que opere con la inscripción en los Registros Públicos, esto es, que el modo por el
que se transfiera el derecho real de propiedad sea aquel por el cual se le otorga publicidad
registral al mismo, haciéndolo oponible frente a terceros. Pero, además, con ello, se estaría
reconociendo otra de las características que debe ser inherente a la inscripción pública, esto
es, dar certeza a los terceros sobre la situación jurídica en la que se encuentra un bien inscrito,
reduciendo los costos de información y de transacción. Esta última idea, concuerda pues con
una de las características fundamentales que deben contener los derechos reales, que le
otorgan a su titular, a la vez de un poder jurídico (como es la posibilidad de hacer oponible su
derecho), una protección en favor de los intereses de terceros, quienes tendrán la seguridad
de que la situación jurídica inscrita es la que corresponde a la realidad) como sucedería en el
caso de la víctima de la caída del edificio, para quien será mucho más sencillo y menos costoso
demandar la indemnización de daños al propietario que aparece inscrito en los Registros
Públicos con la certeza de que es él el "dueño" del inmueble.
Artículo 1981.- Responsabilidad por daño del subordinado

Aquel que tenga a otro bajo sus órdenes responde por el daño causado por este último, si ese
daño se realizó en el ejercicio del cargo o en cumplimiento del servicio respectivo. El autor
directo y el autor indirecto están sujetos a responsabilidad solidaria.

De este modo, se logra, por un lado, difundir o diluir en la colectividad (es decir, en los
consumidores que gozan del producto y no en una persona en particular) el impacto
económico del daño, de tal manera que todos los que se beneficien con la actividad
generadora del daño (quienes al fin y al cabo están dispuestos a tolerar los riesgos asociados a
ella) pagarán los costos de la misma. Por otro lado, ¡las presiones del proceso competitivo (la
desviación de la demanda de los consumidores hacia productos competitivos más baratos y
seguros) tenderá a producir un efecto de prevención general que ulteriormente determinará
que existan menos productos con defectos que causan daños circulando en el mercado; es
decir, la competencia incentivará al productor a mejorar sus procesos para reducir sus costos
o, de no poder hacerlo, lo obligará a retirarse del mercado. El resultado alcanzado, de este
modo, será acorde con la función atribuida al sistema. La función económica de la
responsabilidad civil extracontractual antes reseñada nos brinda una importante herramienta
de análisis para poder correctamente ponderar la racionalidad subyacente a, y los fines
perseguidos por, la responsabilidad vicaria, sobre todo dentro del contexto de daños causados
por subordinados incursos en relaciones laborales o de trabajo dependiente en organizaciones
empresariales. Ciertamente, la organización de la actividad productiva por medio de empresas
es inherentemente riesgosa. De un lado, en su organización y funcionamiento, las empresas
reúnen grandes cantidades de personas, cuyos actos resultan sumamente costosos de
vigilar y controlar de manera permanente. Por otro lado, la actividad productiva en
empresas implica la utilización de maquinarias, insumos y técnicas de producción que
conllevan riesgos de distintas índoles. Inexorablemente, la incidencia de riesgos (por ejemplo,
que un producto resulte defectuoso o que un trabajador ocasione daños a terceros), si bien se
puede intentar mitigar o reducir, no se puede evitar por completo (o en todo caso, resulta
prohibitivamente costoso hacerlo). Los riesgos de empresa, sin embargo, son riesgos que la
sociedad está dispuesta a tolerar, pues implícitamente entendemos que los beneficios de
organizar la actividad productiva por intermedio de estos vehículos son cuantitativa y
cualitativamente superiores (de no ser así, simplemente prohibiríamos la actividad productiva
en empresas). Entendida así la empresa, la responsabilidad vicaria adquiere una función
económica y social de mayor significación. La norma comentada dispone que el principal (en
este caso, la empresa) responde por los daños causados por sus servidores (en este caso, sus
trabajadores), dado que el primero resulta ser el más barato evitador de los riesgos. La
empresa no es responsable por haber obrado mal, sino lo es porque resulta ser el vehículo más
idóneo para prevenir o mitigar la ocurrencia de daños y para difundir socialmente, a través de
los sistemas de precios y seguros, los costos resultantes de los mismos.

Artículo 1982.- Responsabilidad por denuncia calumniosa

Corresponde exigir indemnización de daños y perjuicios contra quien, a sabiendas de la


falsedad de la imputación o de la ausencia de motivo razonable, denuncia ante autoridad
competente a alguna persona, atribuyéndole la comisión de un hecho punible.

Existe un daño producto de la imputación falsa de un hecho punible. Estos daños que deben
ser ciertos, no indemnizados con anterioridad, dirigidos contra una víctima cierta e injustos
pueden ser: patrimoniales (cuando afectan un interés patrimonial de la víctima, por ejemplo,
cuando un sujeto pierde clientela al haberse afectado su buena reputación), o no
patrimoniales (cuando los daños son morales e incluso psicológicos). El evento que genera el
daño o evento dañoso es la imputación falsa de un hecho punible ante una autoridad
competente (el problema en este elemento recae en el aspecto probatorio, puesto que ¿cómo
se puede demostrar que el sujeto conocía la falsedad de la imputación? Ello resulta
complicado, ¡casi diabólico; por otro lado, si el juez o autoridad ante quien se denuncia no es
competente, es decir, no tiene la facultad de conocer el caso que se imputa, entonces ¿no
hay daño? Consideramos que sí, pero que no resultará aplicable el presente supuesto, sino la
norma general de responsabilidad civil: todo aquel que cause un daño a otro debe
indemnizarlo. La relación causal. El nexo causal en el presente caso se sustenta en la teoría de
la causa adecuada, según el artículo 1985 del Código Civil, por lo que será causa del daño aquel
hecho que en el plano lógico y razonable produce dicha consecuencia. Criterio de imputación.
En el caso objeto de estudio se atribuye responsabilidad civil por existir dolo (intención de
denunciar un hecho punible a sabiendas de la falsedad). Si el hecho no es punible ¿se podrá
aplicar la presente norma jurídica? La respuesta es negativa. Ahora bien, no debemos
restringir los hechos punibles solo al campo del Derecho Penal. " El evento que genera el daño
o evento dañoso es la imputación de un hecho punible sin motivo razonable, ante una
autoridad competente (el problema en este elemento recae en el aspecto probatorio puesto
que ¿cómo se puede demostrar que el sujeto no tiene un motivo razonable? Para ello se
tendrán que evaluar el contexto y las pruebas que tiene el denunciante, por ejemplo: no se
puede decir que es motivo razonable el denunciar basado en un anónimo o información
"presunta" (el comentario oculto o chisme). La relación causal. El nexo causal, en el presente
caso, se sustenta en la teoría de la causa adecuada, según el artículo 1985 del Código Civil, por
lo que será causa del daño aquel hecho que en el plano lógico y razonable produce dicha
consecuencia.

Artículo 1983.- Responsabilidad solidaria

Si varios son responsables del daño, responderán solidariamente. Empero, aquel que pagó la
totalidad de la indemnización puede repetir contra los otros, correspondiendo al juez fijar la
proporción según la gravedad de la falta de cada uno de los participantes. Cuando no sea
posible discriminar el grado de responsabilidad de cada uno, la repartición se hará por partes
iguales.

La unidad del daño significa que el mismo debe ser indivisible, es decir, uno solo. No entran en
el supuesto de hecho, entonces, los casos en los cuales, aun existiendo pluralidad de
responsables, se producen varios daños a un mismo sujeto, sean estos simultáneos o
sucesivos. En efecto, dado que el daño resarcible se resuelve en la lesión a un interés
jurídicamente relevante la identificación de su carácter unitario está determinada por la
unidad del interés del sujeto damnificado. Existe, pues, correspondencia entre la unidad del
daño experimentado por la víctima y un interés suyo único. Se puede decir, en otros términos,
que la unidad del interés del damnificado califica el carácter unitario de la lesión. Por lo tanto,
parece inobjetable, a tenor de cuanto se ha venido afirmando, que el requisito de marras
concierne solo a la esfera del damnificado, siendo inexacto reconducirlo a la esfera de los
responsables. En lo que corresponde al presupuesto de la imputabilidad del daño a más de un
sujeto, es preciso señalar que está estrechamente relacionado con las acciones u omisiones
realizadas por los responsables. Tal circunstancia ha motivado que una parte de la doctrina
considere que las acciones de los responsables deban darse de manera conjunta. No obstante
ello, parece correcta la tesis contraria, según la cual, las acciones de los responsables no
necesariamente deben colocarse en un plano unitario, esto es, que es perfectamente factible
que los responsables hayan infringido el daño actuando separadamente, pudiendo,
por ejemplo, no conocerse, La misma unidad del interés de la víctima que, como se ha visto,
califica la unidad del daño explica satisfactoriamente tal aserto, de suerte que no parece
incorrecto sostener que la norma no requiere como requisito indispensable que la actuación
de los responsables deba darse de manera conjunta o que provenga de una misma fuente,
siendo posible que el daño provenga de diversos hechos generadores (recuérdese que la
unidad del daño es un requisito que atañe solo a la víctima).

Artículo 1984.- Daño moral

El daño moral es indemnizado considerando su magnitud y el menoscabo producido a la


víctima o a su familia.

El babel jurídico que ahora llamamos Código Civil tiene entre sus principales características el
haber nacido como un conjunto de compartimientos estancos cuya unidad sigue tratando de
salvarse décadas después de su puesta en vigencia. La independencia con que se trabajaron
diversas secciones del Código ha generado una multiplicidad de contradicciones, tratos
disimiles y hasta incompatibilidades que han llevado a los operadores jurídicos a reflexionar
profusamente sobre un sinfín de materias. La reflexión ha devenido en audaces
interpretaciones acerca del contenido y la funcionalidad de ciertas instituciones, pasando
por las modificaciones normativas y las sempiternas propuestas de enmienda, hasta llegar a
sugerir la sustitución del Código Civil incluso antes de que este alcanzase la mayoría de edad.
La problemática relativa al daño moral en el sistema de responsabilidad civil peruano viene
marcada por la inserción de la categoría daño a la persona, en el artículo 1985 del Código,
donde una y otra categoría se presentan en paralelo. Empero, la intención del prestigioso
jurista era incorporar el daño a la persona en el Libro I del Código Civil, pero esto fue
rechazado por la Comisión Revisora del mismo (lo que devino en la promulgación del remedo
normativo que está inserto en el artículo 17). A pesar de ser la única mención que se hace al
daño a la persona en todo el articulado del Código, la incorporación asistemática del mismo ha
generado más de una cuestión a propósito, precisamente, de la preexistencia del daño moral
en el texto normativo. Si entendemos que el sistema de Derecho Civil es una unidad, natural o
forzada por interpretaciones que pretendan salvar su integridad, debería haber coherencia en
la materia. Si la persona, como es obvio, es el centro del ordenamiento, la protección que se le
otorga debería ser la misma, independientemente de que medie o no un contrato. Y, sin
embargo, tenemos que en el artículo 1322, ubicado en el Título correspondiente a inejecución
de obligaciones, se hace referencia exclusivamente a la indemnización del daño moral,
mientras que en la sección correspondiente a responsabilidad extracontractual se hace
referencia a la indemnización del daño moral en los artículos 1984 y 1985 conjuntamente, en
este último artículo, con la correspondiente al daño a la persona, como ya hemos dicho. A esto
se pueden agregar otras referencias a la indemnización del daño moral a lo largo del articulado
del Código, como las que figuran en los artículos 257,351 Y 414.

Artículo 1985.- Contenido de la indemnización

La indemnización comprende las consecuencias que deriven de la acción u omisión generadora


del daño, incluyendo el lucro cesante, el daño a la persona y el daño moral, debiendo existir
una relación de causalidad adecuada entre el hecho y el daño producido. El monto de la
indemnización devenga intereses legales desde la fecha en que se produjo el daño.

Aquel que causa un daño a otro debe repararlo y en esa línea, el responsable está obligado a
reparar tanto los daños patrimoniales (daño emergente, lucro cesante) como los
extrapatrimoniales (daño a la persona y daño moral) incluso en el caso que alguna de estas
voces (daño emergente) no esté plasmada en la órbita extracontractual. En consecuencia, el
La definición de qué consecuencias de una acción pueden considerarse daños indemnizables
es tan rica como la discusión entre cuál de los factores de atribución es el más adecuado. De
hecho, la definición de la relación causal comprende qué tipo de daños son indemnizables y
cuál es la extensión de la indemnización. Usualmente se suele entender que el nexo causal se
define sobre la base de una relación de causa natural (relación causa efecto), a la que
usualmente la doctrina denomina causa sine qua non. Bajo tal concepción un daño es
consecuencia de una acción, si se puede establecer como relación lógica que "de no haberse
desarrollado la acción, esta consecuencia no habría ocurrido"

Artículo 1986.- Nulidad de límites de la responsabilidad

Son nulos los convenios que excluyan o limiten anticipadamente la responsabilidad por dolo o
culpa inexcusable.

La importancia de los convenios exonera torios de responsabilidad en la sociedad moderna En


la sociedad actual, en un mundo en que la interrelación humana se ha incrementado a todo
nivel, también se han incrementado las posibilidades de que se generen daños en la esfera
jurídica de los diversos sujetos de derecho. La probabilidad de la generación de daños, en
algunos casos la certeza de que estos se producirán, ha llevado a que los diversos agentes
económicos evalúen la posibilidad de establecer acuerdos encaminados a regular esta
situación limitando la responsabilidad del causante, agravándola o, incluso, exonerándolo de
ella La particularidad de estos acuerdos, entonces, es que son establecidos ex ante, esto es,
con anterioridad a la generación del daño. Queda claro que estos supuestos son distintos a
aquéllos en los que se manifiesta un convenio ex post, esto es, aquellos casos en que una
vez generado el daño se establece un acuerdo (una transacción, una condonación, etc.) que
regula la correspondiente indemnización. Hablar de convenios exonera torios de
responsabilidad genera la falsa impresión de que estamos siempre en el ámbito contractual.
Estos convenios ciertamente pueden formar parte de un contrato, estando encaminados a
regular los casos de violación de los deberes derivados del mismo, pero cabe también la
posibilidad de que no tengan un referente de esa naturaleza y que la intención de los
celebrantes sea solo establecer parámetros en la eventualidad de que se viole el deber
genérico de no causar un daño a otro. En ambos casos, un acuerdo exonera torio de
responsabilidad está encaminado a regular deberes preexistentes, Sin embargo, en el último
supuesto, estos deberes no derivan de un contrato por lo que no podríamos decir que nos
encontramos en el ámbito contractual. La diferencia entre uno y otro caso es notoria.

Artículo 1987.- Responsabilidad del asegurador

La acción indemnizatoria puede ser dirigida contra el asegurador por el daño, quien
responderá solidariamente con el responsable directo de éste.

l se pueden desprender dos disposiciones normativas básicas, una de carácter dispositivo: "se
puede dirigir una acción indemnizatoria directamente contra el asegurador", y otra de carácter
imperativo: "el asegurador es responsable solidario del daño, junto con el autor directo del
mismo". Para un sistema de responsabilidad civil extracontractual como el nuestro, estas
normas son verdaderamente novedosas. En efecto, más allá de precisar que nuestro
ordenamiento civil no contemplaba normas similares en los Códigos anteriores al de 1984,
debemos decir que con este artículo se incluye un sistema de difusión del riesgo del daño en la
sociedad a través del mecanismo del seguro y, con ello, se instituye una garantía de pago para
la víctima, que supera la esfera patrimonial de su agresor. Ciertamente, en palabras del
ponente del artículo objeto de análisis, el propósito de este "consiste en proteger más
directamente a la víctima, evitando que terceros puedan ejercer derechos preferenciales o
concurrentes sobre (el dinero de) la indemnización, así como que las compañías aseguradoras
utilicen a sus asegurados como biombos para ocultarse detrás de ellos y retrasar el pago de las
indemnizaciones". Sobre lo último existe jurisprudencia abundante anterior a 1984. Como se
observa, para el autor del artículo, la finalidad de la responsabilidad civil ha virado desde la
sanción al agresor hacia la reparación de la víctima, con una connotación eminentemente
monetaria, por lo que el Derecho Civil debe esforzarse por prescribir los mecanismos que
permitan aliviar a la víctima los aspectos económicos del daño, siendo las disposiciones del
artículo 1987 del Código Civil los mejores ejemplos de esta tendencia en el Perú. Para una
mejor comprensión, desarrollaremos por separado los principales temas que nos sugiere esta
norma, para luego integrarlos en nuestras conclusiones.

Artículo 1988.- Determinación legal del daño sujeto a seguro

La ley determina el tipo de daño sujeto al régimen de seguro obligatorio, las personas que
deben contratar las pólizas y la naturaleza, límites y demás características de tal seguro.

En el régimen general de responsabilidad extracontractual no hay referencia alguna a las líneas


directrices de todo régimen de seguro obligatorio, los lineamientos que se deben seguir para
su instauración, sus límites generales y demás aspectos comunes. Queda, por supuesto, fuera
de la discusión el contenido del artículo 1987 que ha sido elaborado para un supuesto
diferente. Se aprecia entonces que, más allá de los meros efectos declarativos del artículo bajo
comentario, este no dice absolutamente nada. Podría afirmarse, lindando con la demagogia,
que el artículo manifiesta la clara preocupación del legislador peruano por la instauración de
regímenes de seguro obligatorio. Sin embargo, esto queda mediatizado dado que la norma en
cuestión se presenta como una mera recomendación, una posibilidad que puede surgir o no.
La idea de incorporación de las líneas directrices del régimen de seguro obligatorio tiene su
génesis en el Proyecto de la Comisión Reformadora. Este era un proyecto que se cimentaba en
la idea de la distribución social del riesgo y en el que la dilución de los costos generados por el
daño era efectuada mediante dos mecanismos: el sistema de precios y el seguro. En este
contexto, se le otorgó un papel determinante al seguro obligatorio sin perjuicio, por supuesto,
de la normativa especial para cada caso.

JURISPRUDENCIA

1."Si el desplome del piso del local comercial se produjo por el estado en que se
encontraban las vigas que lo soportaban, ello no puede imputarse como un caso fortuito o
fuerza mayor. La propietaria debe responder por el daño causado, por su omisión a su deber
de dar mantenimiento a la estructura del inmueble, susceptible de desgaste o deterioro.
La municipalidad demandada, a la que sus administrados han dado poder para
ejercer sus actos de gobierno, no puede soslayar su responsabilidad cuando deja de ejercer sus
labores de prevención de daños, la misma que está facultada a recurrir al uso de la fuerza para
hacerlas cumplir, en atención al bien superior que tutela"
(Exp. N° 318498. Explorador Jurisprudencial. Gaceta Jurídica).
2. "Al haber quedado establecida como cuestión fáctica que el gerente general actuó en
representación de la persona jurídica, debe reputarse que los actos del gerente
general han sido realizados dentro de los alcances de la representación. Resulta
aplicable la responsabilidad vicaria del empleador regulada en el artículo 1981 del
Código Civil, por cuanto se ha establecido que el gerente general recibió el dinero en
representación de la persona jurídica emplazada".
(Cas. N° 12512000. Explorador Jurisprudencial. Gaceta Jurídica).

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