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El Padre Director me llevó a la capilla y me azotó por seguir a la indiada, dijo, al día siguiente
me llevó rumbo a Pa bamba, allí dio un sermón y los indios y las indias, de la hacienda se
arrodillaron y lloraron yo también hice lo mismo, luego me envió de regreso al Colegio en el
anca de un caballo, lo guiaba un mayordomo, me comento que venía la tropa, para dar un
escarmiento a todas las que habían asaltado la Salinera.
Me dejó en la puerta del Colegio y me recibió el hermano Miguel lo abracé y me dijo que
cuando volviera el Padre Director, también lo abrace, Antero llego, y lo dejo pasar, y trajo el
zumbayllu ¡winku y layk´a! nunca antes visto de color gris oscuro, con resplandores rojos, lo
hicimos bailar, el hermano Miguel estaba sorprendido, Antero me regalo el zumbayllu y me dijo
que lo guardara que lo haríamos llorar en el campo o sobre una piedra grande del rio.
Lleras había ofendido al Hermano Miguel, ¡negro de mierdas! Le dijo, entonces el Hermano no
se contuvo y le dio un puñetazo en la cara, y salió sangre por lo que le ordenó que se pusiera
de rodillas a Lleras y al Añuco, y los hizo avanzar rumbo a la Capilla de sus rodilla manaba
abundante sangre. Entró entonces el Padre Director y ordeno que el Hermano entrara en su
celda y se llevó al Lleras a la dirección, luego nos reunió en la capilla a todos los internos, y nos
hizo reflexionar, sin lugar a dudas el sermón que dio frente a los indios de Pa bamba era
diferente como más condescendiente con los internos.
Escuchamos no cias que el ejército estaba entrando por el puente de Pachachaca, las endas
estaban cerradas y las indias habían huido, y se ocultaban en sus casas. Apareció el Padre
Director y nos hizo formar como para ir a Misa por orden de estatura con mirada a la Dirección,
entonces llamo al Lleras y le dijo que se pida perdón del Hermano Miguel que estaba en su
frente, salió corriendo ¡ese es un negro! ¡Un negro! Diciendo estas palabras se ocultó en uno
de los cuartos.
Yo le mostré el winku layk´a al Añuco, y todos lo hicimos bailar, todos en una alegría
desbordante, entonces el Añuco: ¿me dijo me lo regalas?, ¿me lo regalas? Es tuyo Añuco le dije
alegremente.
El Padre abrió la puerta avanzó rápidamente hacia donde estábamos los internos, le pregunte
por doña Felipa, y me dijo. “la prenderán esta noche”, conversamos y me dio a conocer que mi
padre ya no se encontraba en Chalhuanca, si no se había ido a Coracora, a cien leguas más allá.
Me hizo saber que mi padre había mandado dinero, y que me daría permiso el sábado en la
tarde más una buena propina. Sonaron los cohetes de arranque nuevamente el mismo
vocerío, ¡mueran las chicheras! ¡Mueran! Gritaron en la calle.
El “Añuco” no vino más, los Padres se reunieron. Romerito tocó el rondín, se unió a nosotros
Palacitos, mientras tocábamos apareció la opa, enseguida el “Peluca” que la quiso meter a los
excusados para abusarla, y ella se resis a, Romero lo amenazo, ¡te vas “Peluca” o te rompo la
crisma! La mujer desapareció en el pasadizo.
Pero supimos que los persecutores de la Felipa, encontraron una de las mulas tumbada en
medio del puente de Pachachaca, la habían matado, degollado y habían tendido sus entrañas a
lo ancho del puente, posteriormente encontraron los dos fusiles colgados sobre un árbol de
molle. El rebozo de doña Felipa, sigue colgado en la cruz del puente, dicen que el rio y el
puente asustan a quienes intenten sacarlo.
Con el Markask´a fuimos siempre a la alameda y nos encontramos con Salvinia y Alcira, me
despedí y volví, pase por el cuartel, luego entré a las chicherías, pregunte a un soldado
borracho por doña Felipa, y me dijo que la habían matado, poco después una mes za los
desmin ó, luego fui por el camino hacia el rio, vi al Padre Augusto que bajaba la cuesta por la
otra banda montado sobre una mula muy cerca al rio, me oculte tras de un árbol, el Padre
cruzó el puente, al paso lento de la bes a, luego descubrí a la demente que corría ente los
arbustos, divise en ese instante, el rebozo de doña Felipa, sobre la cruz de piedra del puente,
el viento la sacudió era de color anaranjado, desde la cima de una piedra vi que el Padre
Augusto se detenía en el camino y llamaba con la mano a la demente, ella también lo llamaba.
El Padre espoleo a la mula y abandono a la opa, enseguida subió al releje trepo la cruz, y sacó
el rebozo, mugiendo siempre bajita y rechoncha. Me acerque al puente en donde varias
golondrinas se diver an cruzando, volando sobre las aguas y encima del releje, de cal y canto,
alejándose y volviendo. Regresé al Colegio, incluso antes que el Padre y la opa, vi que el
ejército se re raba, regresé al internado, el portero dijo: mañana temprano se va el Hermano
al Cuzco, con el niño “Añuco” ya están los caballos listos.
X. YAWAR MAYU.
Palacios reconoce a Prudencio un paisano suyo que hace muchos años se fue a ser soldado y
ahora tocaba en la banda de músicos del ejército. Luego me dirigí a las chicherías, entre a la de
doña Felipa, una de la mozas me trajo un vaso grande de chicha, el arpista era el Oblitas el
“papacha” que afinaba su instrumento para tocar, de pronto ingresan cuatro soldados y uno de
ellos que era cabo fas dia a la moza. El arpista Oblitas comienza a tocar y cantar una canción
triste y melodiosa que solamente sale de lo profundo de sus sen mientos relacionado a los ríos
y al vivir co diano de los indios. ¿Por qué en los ríos profundos en estos abismos de rocas, de
arbustos, y sol, el tono de las canciones era dulce, siendo bravo, el torrente poderoso de las
aguas teniendo los precipicios ese semblante aterrador?
El maestro Oblitas tocaba dulces huaynos de Abancay. El cabo y el soldado bailaban entre sí,
una mes za comienza a cantar y las letras hacen alusión a doña Felipa favoreciendo todas las
acciones anteriormente hechas. El rostro de los soldados parecía enfriarse, a pesar de su
aba miento, vi que en sus ojos bullía un sen miento confuso. Un guardia civil entro a la
chichería hizo callar la música y cesar la danza. Llevó preso al maestro Oblitas, todos huyeron
yo también me fui, encontré a la banda militar marchando hacia la plaza, seguida por una
parvada de chicos, “señoritos” y mes zos, marché a un costado de la banda, cerca de los
grandes, reconocí a Palacitos, iba casi junto al Prudencio. Y descubrí a Antero que venía con el
hijo del Comandante al cual me presento, “mucho gusto” le dije. Su nombre era Gerardo. Lugo
se fueron rápidamente alcanzaron a una fila de muchachas y aquietaron el paso. Me re ré a la
plaza y tomé una decisión que parecía alocada y que sin embargo me cau vó, ir a la cárcel y
preguntar por el papacha Oblitas. Le pregunte al guardia haciéndome pasar como su ahijado,
“no se nada me contesto”. Luego me fui al colegio y me encontré con el “Peluca”, luego miré a
la opa que estaba en lo alto de la torre observando a la banda de músicos y a toda la gente
a borrada.
A doña Felipa no la pudieron encontrar los guardias que la buscaban se extraviaron, con datos
falsos que daba la gente. Se marchó el regimiento de la ciudad. Yo no pude comprender como
muchas de las señoritas que vi en el parque durante la retreta lloraban por los militares. No lo
comprendía, me causaba sufrimiento. Recordé a la opa trepando a la cruz sacando el rebozo
de doña Felipa, en el puente de Pachachaca. ¿Para que servían los militares? Reflexioné.
Palacios se alegró porque venía su papá a visitarlo. Antero se alejó de mí. Se hizo amigo de
Gerardo hijo del comandante se convir ó en su héroe recién llegado. Pablo el hermano de
Gerardo se hizo amigo de Valle. En el extremo del pa o oscuro cave con mis dedos un hueco,
con un vidrio fino me ayude para ahondarlo, y allí enterré el zumbayllu que fue regalo de
Antero. Lo re al fondo, palpándolo con mis dedos y lo sepulté. Apisone bien la erra. Me sen
aliviado.
El “Chipro” dijo con voz temblorosa que en la banda de enfrente en la hacienda Ninabamba,
están muriendo, ¡algo sucede! Preguntamos al padre pero nos negó la respuesta. Sabíamos
que era el fus, que se propagó rápidamente matando a los pobres indios. Descubrí que sobre
unos pellejos descansaba el cuerpo de la opa. Me acerque. La opa agonizaba, la cocinera rezó
el padrenuestro, en quechua yo me arrodillé. Me fui a avisar al Padre. La opa Marcelina ha
muerto, ¡de fus Padre! ¡Hágala sacar del colegio!, salí corriendo volví a la opa palideció y
murió. Le pedí perdón en nombre de todos los alumnos. Llegó el Padre me llevó me sacó a
empujones, el portero me limpió el cuerpo y me llevó a la celda deshabitada del Hermano
Miguel. El Padre me interrogó: ¿entraste a su cama?, me cubrí el rostro con la frazada,
¡Padrecito! Le dije, no me ensucie. Los ríos lo pueden arrastrar están conmigo. Me cubrí la
cabeza con las frazadas y no pude contener el llanto. Un llanto feliz como si había escapado de
un riesgo de contaminación con el demonio. Salté de la cama, me vi desnudo y me cubrí con
una frazada. Como probando mis fuerzas. “¡yo no tengo fiebre!” voy a escapar. El portero vino
a mi cuarto y me confesó que tenía fiebre y que se había me do a la cama de la opa Marcelina.
Y que se iba a su erra para morir. El Padre me despertó al amanecer y me dijo que el “Peluca”
había perdido la razón y había sido sacado del Internado. No me dejaron salir del dormitorio
pensaban que tenía la fiebre. Palacitos se despidió mediante una nota y cerca de mi celda me
dijo: ¡Adiós! Y salió corriendo me dejo dos monedas de oro de una libra. El martes a mediodía
el Padre Director abrió la puerta del dormitorio se acercó a mi cama apresuradamente. Te vas a
la hacienda de tu o Manuel Jesús. Tengo la autorización de tu padre. Está a dos días de
camino. ¡Iras a pie! “¡el reloj despertador sonará a las cuatro de la mañana y hace hora te
iras!”. Le he prome do a tu padre. Al día siguiente corrí rumbo al camino de Pa bamba unos
guardias lo custodiaban y no me permi eron pasar, entonces regresé y vi que las puertas de las
chicherías se encontraban cerradas. Los colonos estaban pasando por las oroyas pues se
estaban muriendo de la peste, venían a solicitar una misa grande al padre, pues decían que sin
misa se iban a condenar. Los colonos subían como una mancha de carneros, todos se dirigían a
Abancay. Luego fui al encuentro del padre y me encomendó para tocar las campanas
anunciando la misa. A la media noche repicaron tres veces las campanas. Fue una misa corta
de media hora los colonos rezaban y cantaban. Al día siguiente salí del colegio fui por la
quebrada para llegar a la cordillera. Por el puente colgante de Auquibamba, pasaría el rio, en la
tarde la fiebre tal vez había sido aniquilado por los colonos y puestos sobre una rama de
chachacomo o de retama o flotando sobre los montes de flores del pisonay, que estos ríos
profundos cargan siempre
Narrasor en primeacpersona
La novela “Los ríos profundos” ene un gran valor literario. La obra se caracteriza
esencialmente por su sencillez y está alejado de los adornos retóricos. El escritor Arguedas
u liza los recursos literarios con suma mesura, sin caer en la exageración y logra escribir una
obra literaria de excelente calidad.
Arguedas nos ofrece una radiogra a de la vida cultural del mundo andino. En la obra, el autor
nos habla de las costumbres, las fiestas tradicionales, las creencias religiosas de un pueblo
olvidado y sumergido en la ignorancia por la falta de educación.
El mensaje que nos da la novela “Los ríos profundos” de José María Arguedas es
profundamente humano y nos pide que debemos revaloricemos y respetemos al hombre del
ande, que por siglos fue maltratado, humillado y explotado por las clases dominantes.
“Los ríos profundos” es la mejor obra literaria de José María Arguedas según los inves gadores
y los crí cos literarios. La novela goza de una gran calidad literaria y está cons tuida de once
capítulos. Los personajes están bien diseñados y cada uno de ellos cumple el papel que le
corresponde. El protagonista es el mismo autor de la obra y el narrador es el niño Ernesto. Las
acciones se desarrollan en diferentes lugares de la sierra del sur del Perú, mostrándonos la
belleza del ande. En el aspecto formal el autor ene unl buen dominio de las técnicas
narra vas y así como también el manejo de los recursos literarios con los cuales logra escribir
una buena novela.
El es lo del escritor José María Arguedas que u liza para escribir la novela “Los ríos
profundos” se caracteriza por ser sencillo, pero que ene gran peso literario. El autor llega al
lector con una sencillez en la parte expresiva u lizando giros de la región andina para que
pueda comprender el maravilloso Perú profundo.