Ix. Cal Y Canto

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IX. CAL Y CANTO.

¡Mueran las chicheras! ¡La machorra doña Felipa! ¡Viva el Coronel! ¡El glorioso regimiento!,
escuchamos.

El Padre abrió la puerta avanzó rápidamente hacia donde estábamos los internos, le pregunte
por doña Felipa, y me dijo. “la prenderán esta noche”, conversamos y me dio a conocer que
mi padre ya no se encontraba en Chal huanca, si no se había ido a Coracora, a cien leguas
más allá. Me hizo saber que mi padre había mandado dinero, y que me daría permiso el
sábado en la tarde más una buena propina. Sonaron los cohetes de arranque nuevamente el
mismo vocerío, ¡mueran las chicheras! ¡Mueran! Gritaron en la calle.

El “Añuco” no vino más, los Padres se reunieron. Romerito tocó el rondín, se unió a nosotros
Palacitos, mientras tocábamos apareció la opa, enseguida el “Peluca” que la quiso meter a
los excusados para abusarla, y ella se resistía, Romero lo amenazo, ¡te vas “Peluca” o te
rompo la crisma! La mujer desapareció en el pasadizo.

El “Añuco” no bajó al patio, en la mañana se llevaron su catre, su baúl y un pequeño cajón


donde guardaba insectos secos. Llegó un amigo del “Iño” Villegas y dijo que estaban
zurrando a las chicheras en la cárcel, han chillado duro, como alborotando, dice que les
fuetearon el trasero delante de sus maridos. ¿Y doña Felipa? Pregunte, dice que ha huido de
noche, luego el amigo del “Iño” se fue.

Pero supimos que los persecutores de la Felipa, encontraron una de las mulas tumbada en
medio del puente de Pachachaca, la habían matado, degollado y habían tendido sus entrañas
a lo ancho del puente, posteriormente encontraron los dos fusiles colgados sobre un árbol de
molle. El rebozo de doña Felipa, sigue colgado en la cruz del puente, dicen que el rio y el
puente asustan a quienes intenten sacarlo.

Con el Marlaska fuimos siempre a la alameda y nos encontramos con Salvinia y Alcira, me
despedí y volví, pase por el cuartel, luego entré a las chicherías, pregunte a un soldado
borracho por doña Felipa, y me dijo que la habían matado, poco después una mestiza los
desmintió, luego fui por el camino hacia el rio, vi al Padre Augusto que bajaba la cuesta por
la otra banda montado sobre una mula muy cerca al rio, me oculte tras de un árbol, el Padre
cruzó el puente, al paso lento de la bestia, luego descubrí a la demente que corría ente los
arbustos, divise en ese instante, el rebozo de doña Felipa, sobre la cruz de piedra del puente,
el viento la sacudió era de color anaranjado, desde la cima de una piedra vi que el Padre
Augusto se detenía en el camino y llamaba con la mano a la demente, ella también lo llamaba.
El Padre espoleo a la mula y abandono a la opa, enseguida subió al releje trepo la cruz, y sacó
el rebozo, mugiendo siempre bajita y rechoncha. Me acerque al puente en donde varias
golondrinas se divertían cruzando, volando sobre las aguas y encima del releje, de cal y canto,
alejándose y volviendo. Regresé al Colegio, incluso antes que el Padre y la opa, vi que el
ejército se retiraba, regresé al internado, el portero dijo: mañana temprano se va el Hermano
al Cuzco, con el niño “Añuco” ya están los caballos listos.

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