Libro. Heroes de Nuestro Tiempo
Libro. Heroes de Nuestro Tiempo
Libro. Heroes de Nuestro Tiempo
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H ÉR OES DE N U E ST RO TIE MP O
entrerrianos que protegen el ambiente
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Derechos de Propiedad Intelectual
http://cge.entrerios.gov.ar/
http://cge.entrerios.gov.ar/programa-provincial-de-educacion-ambiental/
[email protected]
ISBN 978-987-26120-6-1
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Presidente
Martin Müller
Vocales
Griselda Di Lello
Exequiel Coronoffo
AU TO R IDA DE S
Secretario General
Pablo Vittor
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6
Responsable
Cristina S. Martinez
Compiladora
Paloma García
Colaboradores
Eugenia Diaz Pico
Jorge Bergallo
Lautaro Maidana
Rosana Schaller
Sandra Capello
Silvina Pugliese
Ilustración de tapa
Marcela Pujol
Diseño Editorial
Programa Provincial de Educación Ambiental
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Con el Auspicio del Instituto del Seguro - Provincia de Entre Ríos
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Prólogo
Esperamos que cada uno de los relatos reunidos en este volumen con-
tribuya a la herencia sociocultural que caracteriza a nuestra provincia.
Martin Müller
Presidente
Consejo General de Educación
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Nivel I
Cuentos
Bisabuelos superhéroes 16
El jardín soñado 16
La gran lección 18
Mi hermana, mi héroe 18
La huerta orgánica de mi tío 19
Un héroe para mí 20
ÍNDIC E
Latitas a reciclar 21
Guerrero del Plástico 22
Resistir 22
¡Una muy buena idea! 24
Nivel II
Cuentos
Mitos
Los dioses de la creación 45
Leyendas
El nacimiento de las hadas 46
La leyenda de Ríos Vivos 46
La protectora del Paraná 47
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Nivel III
Cuentos
Mitos
El día que Antufucha hizo un acuerdo con Elmapu 77
Leyendas
La verdadera historia de La Solapa 78
Nivel IV
Cuentos
Leyendas
Los marginados 98
Nivel V
ÍNDIC E
Cuentos
Nivel VI
Cuentos
Leyendas
El fusilero 106
Nivel VII
Cuentos
Moki 110
Cuento de un sueño hecho poema 111
La huerta de mi viejo 114
Leyendas
Nacida en el mar 115
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Nivel I
1°, 2° y 3° grado – Educación Primaria
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Cuentos
BISABUELOS SUPERHÉROES
Ellos son Luis y Ramona, y son mis bisabuelos pero yo simplemente les
digo Lolo y Lala. Es como mi mamá les empezó a decir hace 30 años y
como les continuaron diciendo todos sus nietos y nosotros, sus bisnietos.
Nacieron y crecieron en el campo, muy cerquita del río, pero hace mu-
chos años que viven en la ciudad de Paraná.
Ellos me enseñaron a cuidar la naturaleza a través de su ejemplo porque
tienen muchas plantas a las cuales riegan y cuidan del frío y hasta les
hablan con amor porque Lala dice que así crecen más lindas. También
tienen árboles frutales, siembran y cosechan verduras con las que prepa-
ran ricas comidas y me regalan naranjas para hacer jugo. Los dos saben
muchísimo de árboles, flores y plantas. Su patio es un verdadero jardín
de sueños en el medio de la ciudad, donde se respira aire puro y se pue-
den ver muchos colores, principalmente en primavera y verano.
Hace dos años, estando en el frente de su casa, vi que en el árbol colga-
ban muchas chauchas, también había muchas en el piso. Lolo me explicó
que adentro tenían semillas y que podía sembrarlas para que creciera
otro árbol. Entonces me trajo un tarro con tierra al cual le hizo agujeritos
en el fondo y donde puse las semillas que saqué de las chauchas.
Fue muy lindo cuando después de dos o tres semanas de regarlo dia-
riamente vimos salir el primer brote y con el tiempo creció mucho más y
se convirtió en un lindo arbolito que luego trasplantamos en el frente de
mi casa y que aún hoy sigue creciendo fuerte y saludable y también ya
floreció hermosamente.
Lala siempre cuida que no tiren basura en el barrio y junta cada papelito
que encuentra en el piso. Protesta y se enoja si ve personas que no cui-
dan el ambiente tirando basura en cualquier lado. Además, lleva siempre
su bolsa de tela o su carrito para hacer las compras en el supermercado.
Ellos, sin dudas, son mis mejores ejemplos de superhéroes protectores
del planeta.
Seudónimo: Bella
EL JARDÍN SOÑADO
Jazmín y Sofía son dos hermanitas que se mudaron desde Bs. As. hace
muy poquito. Lo primero que notaron fue que en Entre Ríos los paisajes
eran muy diferentes. Allá, en su antigua casa, no tenían patio con pasto y
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en el barrio no había muchos espacios verdes, todo estaba rodeado de
asfalto. Cuando llegaron a su nueva casa, no les agradó mucho. No esta-
ban acostumbradas al silencio, o mejor dicho, al ruido de la naturaleza.
Sus amigas se quedaron allá. ¡Y se aburrían mucho, muchísimo!
Una tarde, luego de protestar mucho, fueron a conocer el barrio. Durante
su paseo notaron que todas las casas tenían plantas. Se quedaron mara-
villadas con los magníficos colores y les encantó su perfume. Llegaron
corriendo a casa. Mamá y papá no entendían nada, hablaban al mismo
tiempo y reían. Luego de lavarse las manos y sentarse, comenzaron a
contarles las ideas que se les habían ocurrido. ¡Querían hacer un hermo-
so jardín en casa!
Así que con la ayuda de sus padres y su abuela comenzaron la aventura.
Lo primero que hicieron fue elegir el lugar donde iban a plantar. Y co-
menzaron a remover la tierra. Juntos visitaron los viveros cercanos y hasta
su nueva vecina contagiada por su entusiasmo, les regaló alguna de sus
plantitas.
Querían sorprender a sus amiguitas cuando vinieran a visitarlas el próxi-
mo verano. Aprendieron a revolver la tierra y hasta hacer compost. Plan-
taron en macetas y también algunos árboles frutales, soñando que dieran
sus frutos y poder compartirlos con sus amigas, sentadas bajo su sombra.
Aprendieron cómo cuidarlos; las plantas y los árboles necesitan sol y
agua y algunos truquitos más. Cada día que pasaba, observaban asom-
bradas y encantadas su crecimiento. Y cada vez que tienen la oportuni-
dad, plantan una que otra plantita.
También junto a su abuela lograron hacer una huerta; ya casi pueden
usar el perejil y cada tanto corren a Canela, su traviesa perra, porque al
parecer las plantas y verduras le gustan tanto como a ellas y se tienta por
darles un mordisco. Pero ellas no se enojan, entienden lo maravilloso que
puede significar verlas crecer.
Fueron pasando así los meses y al fin llegó la primavera. Su jardín está tan
frondoso y colorido como lo imaginaron. El perfume que revolotea les
hace cosquillas en la nariz.
El verano se acerca; ya planean las vacaciones con sus antiguas amigui-
tas, digo antiguas, porque a lo largo de este tiempo consiguieron hacer
nuevas y sinceras amistades. Piensan en los chapuzones que darán en
la pileta, las carreras por el jardín y las limonadas caseras debajo de la
sombra de los árboles que ellas mismas plantaron.
Y se duermen por fin, soñando y ansiando con la llegada de ese día.
Seudónimo: Agatha
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LA GRAN LECCIÓN
Hoy llegamos a la casa de mis abuelos en el campo para pasar mis va-
caciones de invierno, con muy poco entusiasmo porque tenía que dejar
la computadora, el celular y la Play, porque mis abuelos no tenían luz.
Luego de cenar mis padres se despidieron de nosotros ya que al día
siguiente tenían que cumplir con sus trabajos.
A la mañana siguiente desperté y desayuné con mis abuelos, el abuelo
me preguntó si no lo quería acompañar a la aldea, él se fue a preparar el
sulky, y yo me preparé con mi aire comprimido para destruir todo lo que
tenía a mi paso, el abuelo al verme así le dijo algo en alemán a mi abuela,
ella le dijo que me tuviera paciencia y me dio unos kreppel envueltos en
un pañuelo para el camino y emprendimos el viaje.
Llegando a un portón sobre un poste estaba parada una lechuza, rápido
me apronté para tirarle, el abuelo me miró con ojos tristes y me pidió que
no lo hiciera:
–Pero si son de mala suerte, dice mi mamá.
–A tu mamá le faltó enseñarte que todo lo que nos rodea y existe tiene
mucha importancia, –me dijo mi abuelo.
Le pedí perdón por lo que iba a hacer y seguimos camino, explicándome
la importancia que tenía para él la lechuza y todos los animales, en todo
lo que nos ayudan y si los matamos cómo nos perjudican.
Día a día pasé mis vacaciones escuchando cientos de historias que ellos
me contaban.
–Abuelos, ya me voy, tengo tres misiones que cumplir: pasar mis próxi-
mas vacaciones con ustedes, estudiar mucho y enseñar lo que aprendí.
Con lágrimas, un beso en cada mejilla y un abrazo interminable nos des-
pedimos.
¡YO APRENDÍ LO IMPORTANTE QUE ES CUIDAR LA NATURALEZA!
Seudónimo: Elfi
MI HERMANA, MI HÉROE
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llevaba. Pero la seño que les propuso esa actividad, les decía que todo
esfuerzo valía la pena, su seño la incentivaba para seguir juntando, aun-
que Sofía nos dijo que notaba el cansancio en el rostro de la seño, sin
embargo no dejaban de hacerlo.
Se juntó un camión completo y un papá de la escuela llevó todo el cartón
a la ciudad de Paraná para reciclarlo y a la localidad de Oro Verde, a la
planta recicladora, los plásticos.
Todos juntos y en equipo se trabajó para mantener limpia la aldea. Un
día, cuando mi hermana llegó a la escuela, se encontró con la sorpresa
de tener bancos nuevos en la galería, ella y sus compañeros estaban muy
contentos. La seño y la directora, felicitaron el trabajo de ellos, y les dijo
que todos los días podían disfrutar de los bancos, obtenidos del gran
trabajo en equipo y el esfuerzo diario. Pero sobre todas las cosas, el más
agradecido es el planeta Tierra, ya que desde ese día se sigue trabajan-
do para mantener limpio nuestro hogar.
Mi hermana estaba muy contenta del trabajo que hizo y de lo que obtu-
vo de él, pero yo estoy orgulloso porque para mí ella fue y es una gran
heroína.
Seudónimo: ¡¡River!!
Mi tío vive en un lugar muy pequeño de Entre Ríos llamado Aldea Brasi-
lera. Como es un lugar con la tradición del trabajo de la tierra, las abuelas
y abuelos siempre han tenido la costumbre de plantar vegetales en sus
huertas.
No pueden faltar las herramientas de mano, la manguera de riego y a
veces una bomba para llevar el agua de las napas a la superficie donde
están las plantas. ¡Hinojos, tomates, zanahoria, rúcula, perejil, acelga y
morrones! ¡Cuántos colores y sabores me hacen acordar a los abuelos!
Ni hablar de la guerra que les declaraban las hormigas, caracoles y pája-
ros cuando se comían sus plantas y se llenaban sus pancitas. Mi abuela
Carmen muy enojada, parecía que bailaba polka, pero en realidad esta-
ba pisoteando a las hormigas.
¡Nunca se desperdiciaba nada! Las cáscaras de papa, cebolla, zanahoria
volvían a la huerta, como parte del ciclo natural.
Hoy ellos no están junto a nosotros, pero dejaron las mejores enseñan-
zas. Todo esto lo aprendió mi tío y lo disfruta mucho.
Un día se levantó a la mañana y se fue al fondo a ver cómo estaban cre-
ciendo sus vegetales, en especial la acelga que tanto le gusta. Cuando se
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acercó a verlas, las encontró rotas, quebradas y le faltaban algunas hojas.
¡Se enojó tanto! Miró hacia arriba de un árbol y vio un nido de calandrias
con sus pichones y dijo:
–¡No puede ser!
A la noche se acostó pensando:
–¿Cómo voy a espantar a esos pájaros? ¡Me van a comer todo!
Al otro día se le ocurrió hacer un espantapájaros: le puso un piloto amari-
llo, un sombrero de paja, un pantalón viejo, y en las manos y brazos unas
tiras de bolsa plástica para que el viento las moviera y lograra ahuyentar-
los. Pero a pesar de ello, todo fue inútil porque no les causaba miedo, in-
cluso se posaban como si fueran grandes amigos con el espantapájaros.
–¡Qué puedo hacer! –dijo muy preocupado–. Tengo que pensar algo para
que esto no siga pasando, pero también para que todos podamos vi-
vir sin pelearnos. Los pájaros quieren vivir y buscan su propio alimento
como lo hago yo –reflexionó.
Entonces se le ocurrió hacer una casita en el árbol para que pudiesen
buscar su comida y luego salir a volar libres. Los pájaros estaban tan con-
tentos que ni se arrimaban a la acelga y mi tío, ni les cuento...
Ambos lograron llegar a un acuerdo y cada uno quedó conforme con su
parte. Por ello, lo correcto es buscar todas las posibles soluciones para
alcanzar la buena convivencia entre los seres humanos y el ambiente. Te-
nemos que aprender a dialogar con la naturaleza sin hacer que se enoje.
Seudónimo: Belu
UN HÉROE PARA MÍ
Esta historia les quiero contar de un hombre muy bueno que todos los
días sale a trabajar, junta la basura, barre las calles y así mantiene limpio
el pueblo.
Es un héroe para mí, no importa si llueve, si hace frío o calor, siempre el
ambiente él cuidará.
Seudónimo: Roble
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LATITAS A RECICLAR
Había una vez una nena llamada Florencia que estaba jugando en su
patio haciendo castillos de arena con tarritos que encontraba. Pasó su
abuela Norma que vivía al lado de su casa, y le dijo:
Abuela Norma: ¿Flor qué hacés con esos tarritos?
Flor: Nada, abuela, estoy jugando.
Abuela Norma: Bueno, jugá, pero no tires los tarritos que los voy a ne-
cesitar.
Flor: Bueno, abuela.
Un día, Flor se fue de paseo junto con sus abuelos al río, mientras jugaba
en la costa vio lo sucio que se encontraba el lugar, entonces le preguntó
a su abuela Norma:
Flor: Abuela, ¿por qué hay tanta basura tirada acá?
Abuela Norma: iFlorcita! pasa que la gente viene a pasear y deja sus resi-
duos tirados en el suelo en vez de ponerlos en bolsas.
Atenta a lo que su abuela le decía, Flor pensaba cómo podía ayudar,
hasta que de repente tuvo una idea increíble: le pidió a sus abuelos bol-
sas de residuos y comenzó a juntar todos los recipientes que había en el
suelo, su abuela al observar a su nieta, comenzó a ayudarla y le dijo:
Abuela Norma: Flor, vamos a separar la basura común en una bolsa y los
tarritos en otra, porque después los voy a utilizar.
Flor: ¿Y para qué los necesitás, abuela?
Abuela Norma: iYa vas a ver!
Flor: Bueno, abuela.
Al regresar a su casa, Flor fue rápido a contarle a su mamá lo que había
hecho junto a sus abuelos. Su mamá, al notar la emoción y la felicidad
que su hija sentía, se dispuso a recoger todos los tarros que se encontra-
ban en la casa, una vez que juntó todos, se los dio y le dijo:
Mamá: Llévaselos a tu abuela.
A lo que Flor, con mucha incertidumbre, le dice:
Flor: Mami, ¿para qué quiere la abuela tantos tarritos?
Mamá: Vos llévaselos que ella te va a enseñar algo.
Ante los dichos de su madre, Florencia se fue a toda velocidad hasta la
casa de su abuela. Una vez allí, su abuela le dijo:
Abuela Norma: Vení, sentate que hoy te voy a enseñar algo.
Flor: Abu, ¿para qué querés tanta basura?
Abuela Norma: No es basura, hoy te voy a enseñar a plantar distintas
plantitas en estos tarritos como me enseñó mi mamá.
Así que pusieron manos a la obra y trasplantaron una plantita rota en
un tarrito de yogur, en un botellón de agua plantaron lechugas, en una
lata de durazno, perejil y así ocuparon todos los recipientes que habían
recolectado ese día.
Al finalizar el día, Flor le agradeció a su abuela por enseñarle a sembrar
las diferentes plantas y legumbres en los tarritos reciclados y así contribuir
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con el cuidado del ambiente.
Seudónimo: Guillermina
Había una vez una ciudad donde las personas que vivían ahí no sabían lo
que era reciclar. Entonces un día apareció un superhéroe que se llamaba
Guerrero del Reciclaje, era súper fuerte y muy inteligente.
Llegó para enseñarles a cada una de las personas cómo cuidar el lugar
donde viven y explicarles que la forma es reciclando muchas cosas que la
gente tira. A los niños les mostró que por más que los papeles estén es-
critos se pueden volver a usar rompiéndolos, poniendo el papel picado
en agua, dejarlo un rato ahí, después se lo escurre, se coloca al sol para
que se seque y de esa forma queda un nuevo papel para seguir dibu-
jando. Ellos quedaron asombrados y desde ese día aprendieron que no
hace falta tirar el papel que ya se usó.
A los adultos les enseñó que las botellas, cortándolas de diferentes for-
mas, se pueden usar como macetas para hacer crecer más arbolitos.
Gracias a eso, toda la gente de la ciudad puso en práctica lo que el Gue-
rrero les enseñó y de a poco fueron logrando tener una ciudad más sana
y limpia.
Seudónimo: Guerremán
Brunner, Adriel Genaro – Escuela Priv. Paraná High School Nº 173, depar-
tamento Paraná. -
Mención.
RESISTIR
Hace más de 60 años que vivo aquí, a metros del arroyo Salto, en Aldea
Brasilera. Siempre fue un lugar tranquilo y agradable para vivir. Vi crecer
al pueblo en casas y gente. Hice muchos amigos y vecinos, en este va-
riado ambiente, llamado hogar. Permanecí inmutable a las inclemencias
del tiempo, al frío, heladas y a los vientos como ráfagas. He crecido y ma-
durado. Varias veces temblé, cuando las fuertes tormentas, hacían crecer
el arroyo, transformándolo en un potente río, que con cada crecida se
llevaba piedras o plantas consigo. Por eso siempre cambiaba el paisaje.
Pero luego de varios días, todo se acomodaba y volvía a la normalidad,
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tierra, piedras y arena. El lugar reverdecía casi de manera natural. Resistí,
aferrándome al amor de la tierra, resistí con todas mis fuerzas. Pero un día,
ya no tanto.
Hace un año, después de haber presenciado esa terrible escena, me sentí
morir. Fui espectador de una crueldad absoluta y en triste silencio, me que-
bré… y lloré. Desde ese día tengo miedo y la verdad es que no sé hasta
cuándo viviré. Mi instinto de conservación se ha dejado vencer. Tengo temor
por mis amigos, compañeros y la gente de este pueblo, que aún no saben
lo que han perdido.
Recuerdo que todo pasó muy rápido. Fue una mañana de mucho sol, el aire
templado y una suave brisa de verano le daban un toque casi mágico al
ambiente. Unas iguanas correteaban por el pasto, el agua del arroyo serpen-
teaba entre las piedras y el canto de cardenales amarillos y biguás alegraban
la mañana. Sin embargo, algo en el aire se presentía. De pronto vinieron
unos autos y bajaron de ellos unos hombres, que con sus motosierras en
mano, destruyeron todo. Fueron cayendo uno a uno. Los árboles pequeños
primero y luego los más grandes. Escuché sus gritos silenciosos de dolor y vi
todo sin poder hacer nada. Las comadrejas y los búhos con sus nidos fueron
tirados, espantados fueron quedándose sin hogar. La destrucción duró diez
minutos como mucho, pero parecieron interminables horas. Sólo dejaron
uno para sombra. En el piso yacían cortados árboles de muchos años, al
lado de sus retoños de pocos meses. Todo fue devastado, todo fue desola-
ción. Sentí un ahogo terrible, no entendía nada ni porqué lo habían hecho.
“Nosotros damos buena sombra, en verano, para que no haga tanto calor,
producimos oxígeno para todos los seres vivos y nos aferramos con nuestras
fuertes raíces a la tierra, para evitar que se desbarranquen las lomadas, pero
lo mejor de todo es que absorbemos el agua de las lluvias, evitando así las
inundaciones”. Pero no fue suficiente, más adelante me enteraría de que los
árboles alrededor del arroyo, fueron cortados sólo para mejorar la vista de
los que compraban casas, en el barrio privado de enfrente.
Desde ese día estoy de duelo, pensando cuándo vendrán por mí. Los árbo-
les que vivimos en este bosque galería también tapamos la vista. Yo que soy
grande, viejo y fuerte, como un niño tuve miedo. Pensando cuándo sería mi
último amanecer.
Sin embargo, la semana pasada, ocurrió algo inesperado, que alimentó mis
esperanzas. Una familia se mudó a una casita, a pocos metros de donde es-
toy. Limpiaron con palas los yuyos que estaban cerca, con machetes sacaron
las enredaderas que ahogaban mis ramas y espantaron a las hormigas que
devoraban mi tronco. También plantaron una palta y cítricos. Tienen la idea
de traer más árboles. Por las tardes, los niños suben a mis ramas y parecen
divertirse y yo con ellos. Sus risas me dan alegría. También seguridad. Sus
padres les hablan para que nos cuiden y eso me pone feliz. Como el viejo
ombú que soy, ahora tengo la confianza de que viviré por cientos de años y
que el día que no esté, mis retoños podrán crecer… en paz.
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Seudónimo: La liga ecológica
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semilla, sus cuidados y los distintos crecimientos de cada una y ellos muy
atentos prestaban atención a cada detalle. Pasaron los meses y tenían
más de 400 árboles en crecimiento, con esa cantidad en unos años ten-
drían la Aldea repleta de hermosos árboles.
Todos muy felices terminaron ese hermoso año sabiendo que habían
hecho algo maravilloso por su Aldea y que en un futuro sus hijos harían
picnic bajo la sombra de los árboles que ellos habían plantado en el año
2019 junto a su querida maestra.
Seudónimo: Luki
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Nivel II
4°, 5° y 6° grado – Educación Primaria
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Cuentos
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come muchas hojas, para engordar lo suficiente para encerrarse en un
capullo llamado crisálida, donde sufre la última transformación antes de
ser una bella mariposa.
Llegada la siesta vieron cómo del capullo empezó a salir algo que se mo-
vía mucho y que al cabo de un rato se pudo observar que efectivamente
era una mariposa.
“¡Qué alegría se veía en los ojos de aquellos niños!”, pensó Pepita. La
niña compartió con ellos un proceso de la naturaleza que jamás olvida-
rían y ahora podrían contarlo a otros amigos, con toda la información que
habían buscado y aprendido.
Cuando llegó la hora de la cena, la niña contó a su familia la hermosa
experiencia vivida con sus vecinos aquel día de invierno.
Seudónimo: Naranjita
Había una vez cinco amiguitos que juntos decidieron hacer una huerta
para vender a sus vecinos. A cada uno de ellos se le designó una tarea.
Al cerdito le tocó preparar la tierra con una pala y una azada. Al distraído
gorrión le designaron la siembra de semillas de zanahoria, acelga, perejil
y orégano. La oveja era la encargada de tapar las semillas con la tierra,
detrás de ella aparece la cabra, quien las va regando.
Por último, el conejo blanco se encarga de la cosecha. Los días pasaban,
y la huerta se vestía de color verde. De pronto y casi sin darse cuenta,
llegó el día de la cosecha. El conejo muy ansioso, se levantó temprano y
se dirigió a la huerta. Tremenda fue su sorpresa cuando vio que estaba
destruida. Inmediatamente decidió no contar nada a sus amigos y empe-
zar a investigar.
Para resolver el caso, llamó a la paloma, la detective del barrio y juntos
comenzaron a buscar pistas. De pronto, cuando estaban por rendirse,
encontraron una huella. La paloma, la reconoció, era de la vaca, ambos
salieron corriendo a buscarla.
Al volver a la huerta, sus amigos ya habían visto el desastre, y estaban
muy enojados. Por lo que habían decidido no confiar más en conejo. De
pronto, una voz detiene la discusión, era la vaca, quien se hacía respon-
sable de sus actos, contando a todos que sin querer había ingresado a
la huerta, porque se había sentido amenazada por unos perros que la
habían corrido por todo el barrio.
Al finalizar el día, todos juntos reconstruyeron su huerta y acordaron que
compartirían la cosecha.
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Colorín colorado, el cuento de la gran huerta se ha terminado.
Seudónimo: Colorín
Había una vez un hombre al que le gustaban mucho los pájaros. Tanto
que los capturaba o cazaba en su hábitat natural para llevárselos a su
casa y en ocasiones, para venderlos.
Un día, salió de recorrida por los montes del norte entrerriano. Quedó
deslumbrado por la cantidad y variedad de aves que revoloteaban entre
los árboles y con los trinos que se oían haciendo eco en cada rincón del
monte. Pero el cazador fijó sus ojos en un pájaro de color amarillo, con un
notable copete y babero negro. En su espalda, las amarillentas plumas se
entremezclaban con algunas más oscuras y en su cola, también amarilla,
asomaban algunas renegridas. Tan maravillado quedó que decidió po-
nerle una trampa para capturarlo.
Horas más tarde, el cardenal amarillo estaba apresado, en una pequeña
jaula, en un auto, con un destino incierto.
Pero, de camino a su casa, el hombre fue detenido por un puesto de
Abigeato, que son los que hacen controles de flora y fauna en nuestra
provincia. En medio del operativo, encontraron la jaulita con el pájaro.
Un oficial preguntó:
–¿Por qué llevas este pájaro encerrado? ¿Acaso no sabes que es una es-
pecie en peligro de extinción y está prohibida su caza?
La discusión duró un buen rato. Muchas fueron las razones que los oficia-
les le debieron dar al señor, quien decía no saber lo que era la extinción
ni comprender lo que eso significaba para nuestra fauna autóctona. Tam-
bién recibió una multa.
Finalmente, el ave fue liberada por los policías. Ellos son héroes de nues-
tro tiempo porque protegen y controlan el tráfico de animales en nuestro
territorio. Y nosotros debemos ayudar a concientizar a la población sobre
la disminución de especies y la importancia de todas ellas en nuestra
biodiversidad.
Seudónimo: Ramiro
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UN RÍO HERIDO
Hace mucho tiempo atrás, Juan y Tomás se mudaron con su familia a una
nueva casa que quedaba enfrente de una fábrica de plásticos. Todos los
días al levantarse e ir a la escuela sentían un fuerte olor y por las noches
sentían muchos ruidos provenientes de la fábrica. Ellos, muy curiosos,
una noche decidieron entrar y se encontraron enormes tachos de basura
prendidos con fuego y con un camión repleto de botellas, cajas, vidrios
que se dirigían al río. Cuando su padre llegó del trabajo, Juan y Tomás le
contaron lo que vieron. Su padre dijo:
–El fin de semana vamos a ir a nadar al río y averiguaremos lo que está
pasando.
Y así fue. Llegaron al río y decidieron meterse a nadar. Enseguida nomás,
Tomás se encontró con un pez enroscado en una bolsa. Lo liberó y cami-
nó hacia la orilla del río donde se encontraba su papá y su hermano Juan,
que también habían encontrado cajas, botellas, y vidrios y una tortuga
lastimada con un corte muy profundo debido a los vidrios que se encon-
traban allí. Al otro día, Juan y Tomás decidieron hacer algo porque se
dieron cuenta de que las botellas tenían el logo de la fábrica que estaba
frente a su casa.
Convocaron a todos los vecinos para ir a hablar con el dueño de la fábri-
ca y hacerlo entender que lo que estaba haciendo estaba mal. El dueño
entendió y prometió no tirar más basura al río y reciclarla.
Juan y Tomás volvieron cada fin de semana al río a nadar. Y son muy feli-
ces de nadar en su río Paraná sin contaminación.
Seudónimo: Andrómeda
Y… LA NATURALEZA DESPERTÓ
En un lugar cerca de aquí, vivían muchos animales, pero nadie, nunca los
había visto porque tenían mucho miedo al hombre. Un día, el Zorro Gas-
par, que era muy andariego y recorría los campos con mucho cuidado
para no ser visto, se enteró de que los hombres decidieron hacer silen-
cio, quedarse en sus casas, porque había llegado un enemigo invisible
que los acechaba. Dañaba al hombre, pero no a los animales.
El Zorro Gaspar se encargó de contar a todos los animales esta noticia.
Ellos sabían que era muy astuto y podía ser una de las tantas trampas y
engaños de él, ya lo conocían y se cercioraron que ésta no fuera una de
las tantas que hacía.
Al darse cuenta de que era la absoluta verdad, con mucha cautela co-
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menzaron a salir de sus guaridas, madrigueras, nidos, escondrijos y co-
menzaron a recorrer e ir más allá, a esos bellos lugares que tanto ansia-
ban conocer, pero no podían por temor a las malas actitudes del hombre.
Ahora ya no eran una amenaza, al contrario, ¡los cuidaban y respetaban!
Los hombres se dieron cuenta de que no eran tan fuertes como les pa-
recía, un enemigo invisible llegaba para ayudarlos a reflexionar acerca
del egoísta comportamiento que tenían siempre con todos los animales.
La Naturaleza despertó, el temor de los animalitos había desaparecido y
el hombre comenzó a valorar a los animales, aprender de sus costumbres
y el respeto que ellos tienen para con su hábitat, la Naturaleza.
Seudónimo: Estrella
ÁNGEL
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“quinta”. A las doce del mediodía volvía para almorzar, luego dormía una
siesta hasta las tres de la tarde, en donde se preparaba el mate y ya para
las cuatro se iba de vuelta para trabajar con su huerta hasta las siete de
la tarde.
Esa rutina la hizo todos los días de su vida por 35 años, hasta que su
amigo, el dueño de la huerta murió. Los hijos de su amigo dejaron que la
siguiera cultivando hasta que vendieran el terreno.
Dos años más tarde, se logró vender el terreno y Ángel se empezó a de-
dicar a cosechar en macetas y se enfocó a fondo con la jardinería. Pero
siempre compartiendo sus cosechas con la familia, amigos y vecinos.
Seudónimo: Higos
MI ESCUELA PLANETARIA
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plásticos que ya no se usaban, para darles un nuevo fin si no, cada vez
que no lo hacen, lastiman al planeta un poco más y según la heroína, ya
está bastante enfermo. Por salvar al planeta, a quien entregaba su mate-
rial reciclado, se le regalaba una planta que aliviaba al planeta y lo dejaba
aún más bello. Día tras día, pasito a pasito, se fue llevando a cabo este
desafío, que consistía en reunir todos esos plásticos que estaban hacien-
do daño, para luego llevarlos al hospital planetario, donde muuuuuchos
héroes, hacen magia con sus manos y convierten esos plásticos en her-
mosos bancos, cestos, juegos y todo lo que puedas imaginar, y lo mejor
es que los regalan.
Un día común y corriente, mientras los ecologistas trabajaban, de repen-
te, se comenzó a escuchar un ruido extraño y venía de cada uno de ellos,
eran sus alarmas, pero esta vez no era la de contaminación, sino que aler-
taba la presencia de un virus maligno en nuestra comunidad. Se trataba
de don Mateo, quien no entendía y no quería juntar plásticos y estaba
intentando convencer a las demás personas de que tampoco lo hicie-
ran, porque decía que lo que se usa se tira a la basura. Los ecologistas,
reunidos en su escuela ambiental, salieron a la calle a buscarlo y se lo
encontraron del otro lado de la calle. Estaban los ecologistas de un lado
y al frente, don Mateo, gruñón y muy enfadado. Uno de los ecologistas,
dio un paso al frente y le dijo que no tenían que pelear, tampoco estar
enfrentados, si ambos pertenecían al mismo planeta que nos abraza y
cuida día a día y le preguntó por qué no lo abrazaba también él. A lo
que le don Mateo les respondió: “ustedes no entienden nada, a mí de
chico me decían que cuando terminaba de usar las cosas las tenía que
tirar, ¿qué cosa loca es esa de juntar los plásticos, se volvieron locos?” Un
tímido ecologista se asomó del grupo y le dijo: “Abuelo, hoy tenemos
una mejor idea, lo que proponemos es juntar ese plástico que ya no usás
y llevarlo a un hospital planetario llamado planta de reciclaje, para que
luego lo conviertan en cosas increíbles, vení abuelo, dame la mano, voy
a mostrarte, dale, no seas terco”. Abuelo y nieto se dirigieron de la mano
hacia la escuela, allí nuestro nuevo héroe ecologista le mostró las cosas
hermosas que se habían realizado con ese plástico que él estaba tirando
y le contó lo mucho que lastima al planeta tirarlo y que tarda más años,
que los que tenía él, en desintegrarse. El abuelo pudo entender lo im-
portante que era dejar de tirar eso que ya no usaba y que tenía un mejor
fin, conmovido y a la vez avergonzado, se comprometió con su nieto, con
su comunidad y principalmente con su planeta, en que los años que le
quedasen de vida, los iba a invertir en el cuidado y respeto al ambiente.
Así es que, día tras día, poquito a poquito, los héroes y ecologistas siguen
convenciendo a nuevas personas y realizando nuevas aventuras que dan
mimos y alegría a nuestro único y querido planeta.
Seudónimo: Paco
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Alem, Joel Elián - Escuela N° 9 Brigadier General Justo José de Urquiza,
departamento Diamante. - Mención.
LA HISTORIA DE MI ABUELO
Hace unos años en un pueblito costero vivía una familia conformada por
papá, mamá y ocho hijos. Entre ellos se encontraba el menor que se lla-
maba Silvestre Raúl Oscar, pero a pesar de que tenía tres nombres, es
conocido por su apodo: Pochi.
Cuando tenía ocho años de edad estaba de visita en la casa de una tía,
en la ciudad de Paraná. En un momento con una sonrisa en el rostro, la
mamá le dijo:
–Sos un niño muy especial –en ese momento, la mamá se convirtió en
ángel, dejándolo al cuidado de su padre y hermanos mayores.
Desde aquel momento tuvo que abandonar la escuela estando tan sólo
en segundo grado ya que debido a la situación económica debía trabajar
para ayudar a su familia. Comenzó trabajando en la casa de campo cui-
dando la huerta del patrón. Ese mismo día, el papá le informó que ven-
dría el dueño a revisar cómo estaba su casa. Pochi rápidamente se puso a
cuidar la huerta, luego sin querer pisó una plantita, pero notó algo raro…
la plantita, en vez de estar aplastada, empezó a crecer rápidamente y
sin saber por qué ocurría eso, tocó una planta de zapallo, pero también
empezó a crecer y pensó:
–¿Si toco todas las plantas crecerán y darán frutos? –rápidamente tocó
con la mano todas las frutas y verduras que había.
Al otro día llegó el patrón, estaba asombrado de cómo estaba la huerta,
todas las frutas y verduras habían dado frutos, hasta lo que no se cose-
chaba en esa época del año. Al pasar los meses tuvieron que dejar ese
trabajo ya que no les pagaban bien.
Luego trabajó en obras de ladrillo y a los catorce años comenzó a traba-
jar en una arenera hasta casi llegar a su jubilación. A los 15 años se casó
con Celina, su actual esposa, con la cual tuvieron cinco hijos, a todos los
educaron inculcándoles valores tales como la amistad, el compartir, ayu-
dar a los demás, ser bondadosos, a no discriminar a nadie y por supues-
to, a cuidar el ambiente.
Una de sus hijas me cuenta que siempre les decía que apartaran las cás-
caras de frutas y verduras, ya que eso servía de abono para la tierra, en la
cual tenía una huerta y entre muchas cosas, sembraba morrones.
Cuando era época de cosecha de morrones, su hija menor con tan sólo
nueve años recorría la aldea vendiendo la cosecha, pero en esa venta
había un secreto… su papá le daba recompensa por cada venta. Así le
inculcó las ganas de trabajar, diciéndole que todos los trabajos grandes
o chicos merecen una recompensa, ya sea monetaria o un simple “mu-
chas gracias”.
35
Además, ella y sus cuatro hermanos juntaban la bosta de caballo para ser
vendida a las ladrillerías, además recolectaban botellas de vidrio y plomo
para cuando pasara el chatarrero.
A todos sus hijos les decía que terminaran los estudios, ya que ninguno
de los dos había podido terminar la primaria y sólo tuvieron la escuela
de la vida.
Al pasar los años llegó el momento tan esperado por las personas, el mo-
mento de la jubilación donde uno ya se puede relajar y disfrutar. Desde
aquel entonces, todas las mañanas salía a caminar.
Pasaba por los arroyos y caminos linderos de la aldea donde veía que es-
taba todo lleno de latitas de cerveza o gaseosa tiradas por todas partes,
cosa que no le gustaba y rezongaba mucho. Cierta mañana salió a cami-
nar llevando con él bolsitas, y comenzó a juntar las latitas de los caminos,
de los arroyos y hasta de las veredas de las casas del pueblo.
Desde aquel momento todas las mañanas sale a caminar y junta las latitas
que ve a su paso, regresa, toma unos mates con su señora y atiende su
pequeña quinta. De esa manera, Silvestre Raúl Oscar alias “Pochi” ayuda
a cuidar el ambiente juntando el aluminio y cuidando su huerta tirándole
las cáscaras de frutas y verduras para el abono, “no se olviden de eso”.
No creerán que no usó nunca más los poderes, actualmente los sigue
usando en su pequeña quinta, pero sus hijos todavía no lo saben sólo lo
sé yo, su nieta.
Esta pequeña historia, es la historia de mi abuelo.
Seudónimo: Talía
EL PARAÍSO
Había una vez un paraíso que estaba en medio de una plaza. Todos los
días, los niños iban a jugar a la calesita, a los toboganes y además les
gustaba treparse a ese árbol porque era muy grande y frondoso. Tenía
muchas ramas y los niños siempre las arrancaban a propósito, para jugar
a los indios, a la guerra y a las armas. El pobre árbol estaba muy descui-
dado y poco a poco se fue quedando sin fuerzas.
Cuando llegó la primavera, ya no tenía fuerzas para florecer. Estaba débil.
Y cuando llegó el verano, en lugar de tener muchas hojas para poder dar
mucha sombra, tenía muy poquitas. El placero del lugar se dio cuenta de
lo que estaba pasando y decidió hablar con los niños. Les explicó que
lo que estaban haciendo estaba muy mal. Les hizo ver que ellos podían
seguir jugando en la plaza y con el árbol, pero no tenían porqué destruir
sus ramas.
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Finalmente los niños entendieron lo que este amable señor les explicó y
desde entonces comenzaron a tener más cuidado y respetaron cada uno
de los árboles de la plaza.
Seudónimo: Paraíso
Seudónimo: Estrella
SÚPER CLARITA
Había una vez en un tiempo muy cercano una chica cuyo deseo era estu-
diar medicina para salvar vidas. En medio de su residencia en el Hospital
de una ciudad capital de una de las provincias litoraleñas argentinas algo
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apareció sorpresivamente.
Un virus atroz nacido en un lejano Oriente desconocido se apoderó del
mundo y comenzó lentamente a ingresar a esta ciudad llamada Paraná.
La doctora Clara, con casi 24 años, ya estaba en la lucha sin saberlo. Bus-
có sus más preciados poderes, las ganas y la voluntad de salvar vidas
para enfrentarse con esta nueva situación que nadie conocía.
Médicos, especialistas, gobernantes, todos estaban detrás de esta nueva
enfermedad que enloquecía, mataba y atemorizaba a todos.
Ella, en cambio, se armó de coraje y vestida cual astronauta para que este
virus no la atacara, comenzó a curar a todo paciente que ingresaba con
los síntomas mortales.
Muchos días pasaron y Súper Clarita sanó y cuidó a muchos enfermos
que solos quedaban internados, ya que sus familias debían quedar ais-
ladas en sus casas.
Mucha soledad azotó a la ciudad, hubo miedo y desolación, pero ella
seguía de pie. Ella no estaba sola, con otros médicos y enfermeros traba-
jaron sin parar para que cada persona que llegaba se sanara.
Un día, después de muchos de perder la esperanza, la ciudad empezó a
curarse y los paranaenses empezaron a salir de sus casas sanas y sin mie-
do, gracias a estos héroes que como Súper Clarita no dejaron de luchar.
Súper Clarita cumplió su sueño de salvar vidas y continúa sanando, pero
ahora más tranquila, ya que la pandemia terminó.
Seudónimo: Firulais
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de él no había agua potable, que para tener agua tenían que ir buscarla
en baldes, a unas cuadras de su casa.
Juan le contó a Ulises cómo todos los días buscaba agua para saciar to-
das sus necesidades y que muchas veces no les alcanzaban los baldes
que traían.
En los días de lluvia o de mucho calor, la falta de agua potable era un
problema muy grande para Juan y su familia.
Esa tarde, al volver Ulises de la casa de su amigo, se puso a reflexionar de
lo que él hacía con el agua y lo que los padres le habían dicho.
Él siempre derrochaba el agua, mientras su amigo Juan sufría por la falta
de agua en su casa.
Es por eso que tomó la decisión, en la vida, de no derrochar ni una gota
más de agua porque el agua es esencial para vivir.
Seudónimo: Joselín
Don Juancho, era un hombre de edad, que se crió en una casita muy
humilde, en donde utilizaba velas para poder iluminar sus noches. Vivía
sin conocer lo que era un teléfono y mucho menos, una computadora. Al
pasar los años, Juancho se mudó a la casa de su hijo Pedro, el cual estaba
casado y tenía dos hijos.
Estos niños modernos que no entienden lo que pasó su abuelo, cons-
tantemente viven con la tecnología, suelen prender la tele y jugar con el
celu, poner música en la compu y dibujar; su abuelo no los puede com-
prender, ya que hay muchos años de diferencia y considera que la luz se
va a agotar, como las velas.
Es una guerra constante entre las dos generaciones, los niños muy mal
acostumbrados dejaban todas las luces prendidas y don Juancho iba por
atrás, apagando todo y gritando: “chicos, se les va a terminar la luz y yo
no sé dónde comprarla”. Los chicos se reían, y le respondían: “ay, abuelo,
la luz no se termina más”, a lo que el abuelo les respondía: “¿ustedes
piensan que todo en esta vida es para siempre? Ustedes nunca cuidan
nada, ¿qué sería de ustedes si tuviesen que vivir con una vela? Ustedes
que están tiqui-tiqui con el teléfono, busquen en ese famoso Google,
cómo podemos ahorrar la luz”.
Luego de una charla entre los nietos y Juancho sobre la información que
buscaron sobre la luz, los niños llegaron a la conclusión de que su abuelo
no decía tantas incoherencias, sino que poder tener luz lleva un procedi-
miento que implica mucha contaminación en el ambiente y que en algún
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momento se podría terminar.
Entonces Juancho termina siendo el héroe de sus nietos, ya que ellos
inconscientemente estaban dañando el ambiente y su abuelo les hizo
entender la realidad, además en la búsqueda de información pudieron
ver las realidades de otros niños de diferentes partes del mundo, que
siguen iluminando sus noches con velas.
Seudónimo: Moana
LA ESPERANZA
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Seudónimo: Nur
FUEGO EN EL HUMEDAL
Esto sucedió una vez, no hace mucho tiempo, en las islas del río Paraná.
Además de muchísimos animales, vivía una linda familia de carpinchos
que son los protagonistas de mi cuento.
Esta simpática familia estaba conformada por la mamá y el papá carpin-
cho, Fredy el hijo mayor y Tobi el más pequeño y travieso de la familia.
Mamá y papá carpincho cuidaban mucho a sus crías, siempre estaban
con mucho temor, sobre todo ante su mayor amenaza, los humanos.
No era un miedo tonto, sino que los perseguían y cazaban por su cuero y
su carne, también destruían su hogar.
Un día, la familia decidió nadar un rato en el humedal. ¡Se estaban divir-
tiendo mucho!
Tobi se fue alejando poco a poco en busca del origen de un ruido que
parecía escuchar.
–Me escapo un ratito a explorar y vuelvo, –pensó el travieso carpincho.
Mientras tanto, en un lugar no muy alejado de esa zona del humedal,
sucedía algo muy terrible y peligroso.
El hombre que se cree dueño de todo, con una voz firme y fuerte daba la
orden de quemar el lugar, era un plan estratégico para aumentar el terri-
torio apto para sembrar, que aumentaría mucho las ganancias.
Este señor tenía una hija llamada Zuri que escuchó su plan.
Zuri era una niña de 10 años que estaba en 5to grado, era muy sensible y
fuerte, amaba profundamente a los animales y a las plantas.
Cuando escuchó esas palabras de su papá no lo podía creer, ella amaba
mucho a su papá y siempre creyó que era un héroe.
Corrió hacia él y con todas sus fuerzas le dijo:
–¡No podés hacer eso, papá! ¡Morirán muchas especies, los animalitos,
papá! Y además, los humedales nos dan muchos beneficios, detienen
inundaciones, evitan sequías. ¡Por favor, papá, no lo hagas! –imploró.
El papá, muy serio y casi enojado, le respondió:
–Hija, eso déjalo para aprobar la prueba de Naturales, además aumenta
nuestra ganancia muchísimo. Está decidido, cuando seas grande vas a
entender muchas cosas. Ahora te quedás en el campamento al resguar-
do de todo. No pienses demasiado, eso no es bueno para una niña como
vos.
Zuri quedó angustiada, preguntándose en silencio…
–¿Qué cosas debo entender, papá? ¿Que la ganancia es más importante
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que la vida? ¿Qué los animales no sufren? ¿Que se puede dañar a la na-
turaleza de esta forma y no sufrir las consecuencias? –Y sus pensamientos
y preguntas la llevaron a la acción.
Zuri salió corriendo, con mucha rabia y dolor, quería salvar algún animal
antes de que el fuego se expandiera y devorara todo.
Así fue como encontró a Tobi ya casi atrapado por el fuego, lo alzó y
empezó a correr. Si podía salvar al pequeño carpincho sentiría que esta-
ba haciendo algo para combatir tanta destrucción. Corrió con todas sus
fuerzas, aunque ya sentía un fuerte tirón en el costado izquierdo y sus
pulmones no podían respirar bien por el humo.
Mientras tanto, cuando la familia de carpinchos se dio cuenta de que
Tobi se había escapado, lo comenzaron a buscar con desesperación y
avisaron a los otros animales.
Fue cuando empezaron a sentir un fuerte olor y un humo gris que se
acercaba, pero no venía solo, sino que esas lenguas rojas que lastiman y
destruyen también crecían a su alrededor.
¡Fuego, fuego!
Los animales corrían y corrían hasta que se dieron cuenta de que no po-
dían escapar, otra vez el hombre estaba destruyendo su hogar.
La familia carpincho seguía buscando a su hijo, no eran los únicos, ya que
el hombre que se cree dueño de todo también se había dado cuenta de
la ausencia de su hija y gritaba sin consuelo y ya casi sin voz:
–¡Zuri! ¡Zuri!
El hombre y la familia carpincho vieron la misma imagen al mismo tiem-
po. Zuri y Tobi eran casi alcanzados por el fuego, permanecían juntos,
abrazados, mientras el fuego los rodeaba.
La familia carpincho junto a los animales amigos hicieron un círculo y
pidieron a la Madre Naturaleza que detuviera el fuego. Ya nadie corría ni
gritaba, sabían que todo esfuerzo era en vano, el poder del fuego arrolla-
dor sólo podía ser vencido por un hechizo mágico llamado lluvia.
La imagen era muy triste. Rodeados por el fuego más cercano estaban
Zuri y Tobi, pero todos sabían que todo el humedal iba a ser destruido.
Sólo se escuchaba el ruido del fuego que parecía reírse.
De repente en el cielo se vio la señal clara de que la Madre Naturaleza ha-
bía escuchado sus súplicas. Empezó a llover, el agua caía del cielo como
una bendición salvadora, apagando el fuego prendido intencionalmente
por la mano dañina de quien se cree dueño de todo.
Entonces todos se dieron cuenta de que la Naturaleza les había dado una
segunda oportunidad.
Esa noche, todos aprendieron una lección.
Tobi aprendió la importancia de no escaparse; Zuri, que era muy impor-
tante el tema que dieron en 5to grado acerca del valor de los humedales,
también se quedó pensando en cómo ayudar más y en que debía hacer
más caso en las clases de atletismo, uno nunca sabe cuánto debe correr
para salvar la vida de un pequeño carpincho; también aprendió a perdo-
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nar a su papá que se había equivocado tanto.
Sin lugar a dudas la lección más importante fue para él, para el papá de
Zuri, que ya no sintió que era el dueño de todo y comprendió, gracias a
la enorme valentía de su hija, que lo más importante es valorar la vida.
Zuri y Tobi fueron amigos por siempre y aquel mágico lugar del río Para-
ná fue declarado humedal libre de humo.
Sin seudónimo
EL HOMBRE Y EL HORMIGUERO
Seudónimo: ¡Hormigas!
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UNA TARDE DE SEPTIEMBRE
Seudónimo: MilI
Lucas, Alan, Martín y Aron eran cuatro amigos que se juntaban en una
esquina de su barrio. Justo enfrente, había un campo arbolado, donde
solían jugar a la pelota y tomar mates. Les gustaba mucho ese lugar, por-
que había muchos árboles, pájaros y hasta una pequeña laguna donde
había tortugas, patos y alguna que otra mojarra.
Los vecinos del barrio y este grupo de amigos disfrutaban de este es-
pacio natural, pero sucedió que venían personas de otros barrios a tirar
desechos y de a poco lo convirtieron en un gran basural.
Los chicos, preocupados por lo que allí pasaba, pidieron la colaboración
de la Municipalidad para limpiar su espacio, pero grande fue su sorpresa
cuando vieron que una mañana, llegaron camiones y personas con moto-
sierras para terminar con todo. Fue ahí cuando se reunieron para decidir
qué hacer y se acercaron a aquellos hombres y les contaron que detrás
de esa basura existía un mundo natural que querían conservar. Por eso
propusieron ayudar a limpiar el espacio y a no permitir que nadie más
arrojara desechos. Entonces estos niños y algunos vecinos con ayuda de
la Municipalidad limpiaron el lugar, dejándolo impecable y luego coloca-
ron carteles de concientización.
Con el tiempo, se convirtió en un hermoso Parque Natural, donde los
niños jugaban y los adultos caminaban y disfrutaban del sol y del aire
puro. Fue así que viendo el compromiso que estos niños tenían para el
cuidado del ambiente fueron nombrados “Los guardianes del bosque”.
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Seudónimo: Matte
Mitos
Seudónimo: HOB
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Leyendas
Seudónimo: Lisa RM
Seudónimo: Alexander
Hace unos cuantos años, una familia, papá José, mamá Sandra y 3 herma-
nos, luego de agobiantes y cansadoras jornadas de trabajo decidían en
los días de descanso, sábados y domingo, compartir lindos momentos a
la orilla del río Paraná.
El día viernes por la tarde, todo quedaba listo: los alimentos, las golosi-
nas para compartir, las cañas, las carnadas, la caja de pesca, el farol, algo
de abrigo y el infaltable mate.
Ya en la costa, cada uno se encargaba de una actividad distinta, armar la
ranchada, juntar leña, preparar el fogón, encarnar los anzuelos, preparar
el almuerzo y al atardecer calentar agua de río, buscar hojitas de salvia y
lucero para, en familia, compartir una mateada ribereña.
Pilmayken, la más pequeña de la familia, esperaba con ansias la llegada
de estos días. Ella disfrutaba mucho pasar las horas a la orilla del río, per-
cibiendo el cantar de los pájaros, contemplando los verdes y esplendo-
rosos sauces acariciados por las suaves brisas de las mañanas costeras,
escuchando y sintiendo en sus pies el oleaje dejado por el paso de las
enormes barcazas. Durante las noches, le gustaba sentarse al lado del
fuego, vislumbrar la inmensidad del silencio y jugar a encontrar animales
agrupando las estrellas, hasta quedarse completamente dormida.
Pasaron muchos años, Pilmayken conoció a su compañero y a su gran
amiga “La Paulina”. Juntos recorrerían cada rincón de las Islas del Paraná,
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Las Arañas, La boca del Biguá, Los Bretes, La boca del Infierno y tantos
hermosos lugares, que sólo algunos tenían la oportunidad de contem-
plar.
Pero algo fue cambiando el aspecto de su amado y querido río, él ya no
era como antes. Un enemigo lo acechaba y perseguía, estaba por todos
lados, con distintas formas y con diversos colores, pero todos iguales de
peligrosos. Su aroma ya no era el mismo, tampoco su sabor. Trató mu-
chas formas de librarlo de este terrible enemigo, pero cada día era más
difícil, hacía lo imposible, pero nada funcionaba. No entendía quién o
por qué querían hacerle daño.
Pilmayken sabía que sobre las aguas del río Paraná habitaba un espíritu
protector que se encargaba de cuidar el majestuoso cauce, pero no era
muy amigable con los seres humanos, ya que estos eran los principales
causantes de su padecer. Sólo algunos privilegiados tenían la posibilidad
de encontrarse con él. Sólo los de alma pura, noble y sensible.
Un día se le presentó a Pilmayken, en uno de los más hermosos lugares,
él sabía que era la persona indicada, ella aceptaría y cumpliría con la
misión otorgada, “cuidar el Paraná”. Aunque no sería fácil. Todo lo hacía:
recoger la basura dejada por los humanos, hablar y concientizar a los
más pequeños que pescaban en las costas para que no dejaran morir los
peces en la orilla y los devolvieran a su hábitat, organizar campañas de
limpieza, protestar contra la caza de capinchos y la pesca excesiva.
Pero parecía que a nadie le importaba. De todas maneras, nunca, y frente
a todas las adversidades, dejó de lado su misión.
Pero algo inesperado pasó, sin saber por qué y queriendo recordar esos
momentos de la infancia que tan feliz la hicieron, se acercó a la orilla y
tomó un sorbo de agua.
–Ya no sabe igual –exclamó, con lágrimas en los ojos–. ¡Cuánto daño le
hemos hecho a nuestro río!
En los días siguientes, una terrible enfermedad, la alejó de las costas,
pasó muchos meses lidiando con este sufrimiento, los médicos le decían
que algo desconocido estaba destruyendo su cuerpo y su salud. Su vida
se hacía cada día más corta.
El espíritu, que todo lo sabía de las personas a las cuales se les había
presentado, le concedió la gracia de poder seguir cuidando su preciado
Paraná, pero ahora desde un mágico lugar, el aire y la libertad. Poquito
a poquito sus brazos se transformaron en alas, sus piernas en pequeñas
y delicadas patitas y su cuerpo empezó a llenarse de bellas, coloridas y
suaves plumas. Desde ese fantástico día, Pilmayken siguió cuidando el
hermoso paisaje, posada en los grandes sauces que costean el majestuo-
so Paraná, ahora en inmensas bandadas de golondrinas.
Su compañero de aventuras y su gran amiga “La Paulina” una espectacu-
lar canoa de preciosos colores verdes siguieron navegando las costas del
Paraná, siempre contemplando esas majestuosas aves, las golondrinas.
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Seudónimo: Pilmayken.
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Nivel III
1°, 2° y 3° año del Ciclo Básico Común - Educación
Secundaria Educación de Jóvenes y Adultos
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Cuentos
Sin seudónimo
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MI AVENTURA POR LA ANTÁRTIDA
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la conservadora con alimentos que nos abastecería por lo menos dos o
tres días más. Luego de ello, volvimos a la cabaña y nos quedamos allí
hasta el día siguiente.
El viaje hasta las rocas negras tendría que haber durado unas 10 horas
como mucho y nuestros compañeros, al percatarse de que no habíamos
llegado, se preocuparon mucho. A la mañana siguiente salieron a bus-
carnos. Se toparon con el jeep y en ese momento comenzaron a gritar
nuestros nombres.
Los tres estábamos despiertos y escuchamos sus gritos a lo que respon-
dimos con un:
–¡Estamos acáaaa!
Nos oyeron y vinieron rápidamente a buscarnos. Nos llevaron a los alo-
jamientos y les contamos todo lo sucedido. Al día siguiente cerca de las
ocho de la mañana salimos nuevamente hacia las rocas negras pero en
cambio esta vez la operación fue todo un éxito.
Antes, era raro ver a los pingüinos Papúa por esa zona, pero con el au-
mento de la temperatura su presencia se había incrementado. Después
de observar esta colonia nos dirigimos a las costas donde teníamos que
investigar sobre el hielo marino, que puede parecer frío y sin vida, pero
debajo de él existe todo un mundo. Conforme se derrite, los rayos de
sol comienzan a penetrarlo y las algas que estuvieron atrapadas en el
hielo durante el invierno comienzan a florecer. Este mundo al revés es
el equivalente polar a las grandes cuchillas entrerrianas, y el ganado de
este lugar es la población de krill de la Antártida. Miles de millones de
estos pequeños amiguitos nadan en las profundidades protegidos por el
hielo sobre sus cabezas. Pero cuando el hielo se derrite, estos pierden su
protección y los pingüinos Papúa forman bandadas para comenzar con
su cacería.
Casi todas las ballenas jorobadas del hemisferio sur también vienen a la
Antártida a alimentarse de krill. Estas pueden llegar a viajar hasta 8000
km. para llegar aquí. Prefieren alimentarse solas, pero cuando llegan más
ballenas comienzan a trabajar en equipo, de esta forma, lo que sobra
del bocado de una no se desperdicia. Desde la prohibición de la caza
comercial su número ha aumentado de manera prometedora, pero aho-
ra su fuente de alimento está en peligro, ya que según la investigación
realizada hace 50 años, con la temperatura en aumento y el hielo marino
que se derrite cada vez más rápido, la población de krill ha disminuido
más de la mitad.
Cerca de la seis de la tarde dimos por finalizado el trabajo por ese día y
retomamos la vuelta al poblado. A la mañana siguiente, zarpamos hacia
Ushuaia para luego volar a Buenos Aires.
Actualmente me gusta mucho lo que hago porque contando mis expe-
riencias puedo concientizar a los niños de hoy para que terminen con el
calentamiento global y los animales no sufran por algo de lo que no son
culpables.
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Reflexión:
Desde un pequeño krill o un pingüino hasta una inmensa ballena de-
penden del hielo marino y gracias a los humanos lo están perdiendo.
¡DIGAMOS BASTA!
CONCIENCIA
Corro y corro, hay días que más rápido, hay días que más lento, a veces
me tropiezo con alguna piedra grande, pero siempre atento a lo que
pasa a mi alrededor.
Me encanta en el verano viajar por los distintos lugares, uno de mis favo-
ritos es la playa. Veo mucha gente disfrutándome, tomando mate, mien-
tras el sol me calienta.
Familias de campo pescando, haciendo asado y chicos jugando en mis
orillas. Correr veloz por la naturaleza apreciando a los animales que be-
ben de mis aguas es mi pasatiempo.
Siento los barcos desplazándose llevando alimentos, las lanchas llevan-
do a los isleños y me creo importante.
Pero hace tiempo me vengo sintiendo raro, sucio, oscuro y cada día con
más intensidad, miro entre las piedras, hay mucha basura acumulada que
tira la gente, fábricas tirándome desechos; muchos animales que viven
en mí están muriendo, y eso me pone triste y sin ganas de seguir.
Me encuentro con una niña sentada en mi orilla que me llama la atención,
se ve triste al igual que yo. Su rostro se refleja en mí, me cuenta que se lla-
ma Conciencia, que su tristeza es porque la gente no aprecia el valor que
tengo, siente que ellos mismos se matan tirando su basura a mis aguas.
Ella me habla de su compromiso, de su proyecto, que tiene el apoyo de
muchos y que piensa de a poco despertar la conciencia de todos los
humanos, para que se den cuenta del valor del agua. Con una canción
quiere expresar sus ganas de salvar, salvarme, de cuidar, cuidarme…
“Si los hombres somos tan inteligentes
como no vamos a entender
que los ríos no son basurales
debemos pensar en resolver…”
De esa manera me doy cuenta de que aún hay esperanza, de que aún
existen héroes anónimos dispuestos a salvarme y sigo mi viaje feliz…
Seudónimo: Ángela
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Trossero Roskopf, Liza Noemí – Escuela Secundaria N° 11, departamento
Diamante. - Mención.
LA MARÍA
Había una vez una ciudad que estaba rodeada por un cerco para prote-
gerla de los ataques de los indios. Con la amenaza de terribles castigos,
las autoridades prohibieron a los habitantes salir del cerco. Pero al poco
tiempo se les acabó la comida y se empezaron a morir de hambre.
Una mujer, llamada María, no quiso que ese fuera su destino y un día
cruzó el cerco y escapó de la ciudad. Caminó y caminó hasta encontrar
una cueva junto a un arroyo, y allí cansada y hambrienta, se desmayó.
Fue entonces cuando surgió de la oscuridad una feroz zorra, que dejó
caer junto a la mujer un pedazo de carne que le había sobrado. Cuando
María se despertó comió de esa carne. Pero al rato sintió un rugido que
la asustó, se asomó de la cueva y vio a la zorra que estaba a punto de dar
a luz, como el parto parecía difícil ella decidió ayudarle. Los rugidos del
animal se convirtieron en mansos gruñidos, y terminó lamiendo cariño-
samente a sus dos cachorros, la mujer se quedó quieta viendo la escena
conmovedora. Poco después, los indios que andaban cerca del arroyo se
sorprendieron al ver a María, a la zorra y sus crías juntas, enseguida sin-
tieron gran respeto por esa mujer que no les tenía miedo a las fieras. Un
día que María caminaba sola, fue capturada por los soldados que anda-
ban buscando alimentos. En la ciudad la enjuiciaron por haber cruzado
el cerco de protección, y la condena que le dieron fue horrible; la ataron
a un tronco junto al arroyo para que las fieras se la comieran. La mujer
permaneció todo el día allí hasta la llegada de la noche. El rugido de un
animal salvaje pareció anunciarle su terrible final. Luego vio que una fiera
se le acercaba con sus brillantes ojos de fuego, la mujer que esperaba su
muerte sintió de pronto la caricia de una lengua áspera lamiéndole los
pies.
Al cabo de tres días, los soldados volvieron al arroyo y se encontraron a
la mujer custodiada por una zorra, que los atacó cuando se acercaron.
Tuvieron que hacer disparos al aire para ahuyentar al animal. La condena
no se cumplió, si las fieras no habían podido ningún hombre lo intentaría.
Desataron a María y la perdonaron.
Seudónimo: Cielo
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ESA CABEZA BLANCA
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Hoy, esa carrera que empezó con mis amigos en la plaza, junta miles y
miles de corredores. Esa pequeña carrera que algún día empezó Juan
Diego, hoy se corre por las calles de mi ciudad, con el nombre de “Ma-
ratón de Reyes”.
En cada medalla ganadora había 3 letras, A de actitud, C de compañeris-
mo y V de vivir.
Hoy llevo colgada en mi corazón esa medalla de la vida que esa cabeza
blanca nos enseñó cada día en aquella placita de mi infancia.
Seudónimo: Zapatilla
Díaz Torres, Juan Bautista - Nueva Escuela Acuarelas Siglo XXI, departa-
mento Concordia. - Mención.
Había una vez una chica que se llamaba Renata Regina Reyes, que era co-
nocida como la chica de las tres erres no sólo por su nombre sino porque
siempre estaba pensando en reciclar, reducir y reutilizar cosas. A ella le
preocupaba mucho el ambiente, y quería que la gente también cuidara
el planeta.
Con sus amigos iba todos los días a ayudar a los vecinos, les sacaban la
basura ya que eran un poco grandes y algunos no podían caminar y otros
no hablaban, entonces utilizaban el lenguaje de señas para comunicarse.
Este grupo de amigos hacía todo lo posible para que el mundo no es-
tuviera en malas condiciones. También participaban en varios concursos
para cuidar el ambiente y además les enseñaban a los niños a cuidarlo.
Algunas veces, les hacían reciclar cosas y hacer adornos con restos de
objetos que quedaban muy lindos.
Un día, ellos se pusieron a pensar en construir una casa para chicos de
la calle que no tenían hogar. Querían que estos pequeños comieran y
durmieran allí. Entonces decidieron hacer las paredes de esa casa con
ladrillos ecológicos que les enseñaron a construir en la escuela. Los eco-
ladrillos se hacían poniendo adentro de botellas de plástico bolsitas,
paquetes, envoltorios, sachets, papeles, etc. Los adultos los ayudaron a
elaborar los ladrillos y también a levantar las paredes.
Luego de un tiempo terminaron la casa y todos saltaban de alegría y
se abrazaban, aprendieron que si trabajaban todos juntos, podían llegar
muy lejos haciendo miles de cosas por los demás y cuidando nuestro
querido planeta Tierra.
Seudónimo: Atina
59
EL VERDUZ
Seudónimo: Sr_AleGamesYt
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Hace un tiempo que en su casa Arturo escucha a sus hijas hablar de la
contaminación del ambiente, y las notó muy preocupadas. Ellas le dije-
ron que la ecología no era una moda y que se podía producir sin causar
problemas ambientales. Esto hizo que Arturo comenzara a darse cuenta
de la importancia del tema y de cómo las viejas metodologías de cultivo
eran muy perjudiciales.
Un día se encontró con un antiguo profesor y amigo de la Universidad
Tecnológica Nacional que le tiró una idea que le quedó “picando”: pro-
ducir arroz con energía solar.
Después de analizarlo mucho, decidió aplicar esa idea para poder obte-
ner arroz consumiendo menos agua y sin contaminar el ambiente.
Comenzó con un pequeño experimento sobre cuatro hectáreas, 24 pa-
neles solares y una bomba de cuatro caballos, y utilizando material reci-
clado para los caños. De este modo, logró una excelente cosecha con
muchos menos costos de producción, gran trabajo humano y respetan-
do la ecología a pleno.
Así, motivado por sus hijas, con la ayuda de su amigo, con su esfuerzo y
conciencia ecológica, Arturo demostró que es un héroe de nuestro tiem-
po. Un buen entrerriano que protege el ambiente.
Comentario: mi cuento está basado en una historia real. En él se refleja
el compromiso y la responsabilidad que tenemos los jóvenes hacia el
ambiente y cómo podemos contagiar eso a nuestros mayores.
LA HUERTA DE JUANITA
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otra parte del campo, cosechaba trigo, maíz y papas!
Juanita, muy sorprendida, le preguntó:
– ¿Puedo yo tener una huerta en casa con mamá?
– ¡Sí, Juanita, claro que sí! ¡No necesitás mucho lugar, podés hacerlo en
cajones o macetas! ¡Lo que sí necesitás es muchas ganas, porque hay
que dedicarle todos los días un ratito a nuestra huerta! ¿Estás dispuesta
a dedicarle tiempo? –preguntó su abuela.
Juanita quedó un ratito en silencio, pensativa, le dio la mano a su abuela,
la miró a los ojos, y le dijo:
–¡Te prometo, abuela, que tendré siempre una huerta conmigo adonde
sea que la vida me lleve, grande o chica, no importa! ¡Pero juro que cada
vez que me dedique a mi huerta te recordaré! ¡Y recordaré este día! ¡Te
amo!
Su abuela no pudo contener las lágrimas, y se dio cuenta de que casi sin
querer, le dejó un legado muy importante. Sin dudas, ambas recordarán
de por vida ese día.
Seudónimo: Leie
EL SUEÑO DE JUAN
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Comenzó a cerrar los ojos y se vio a él mismo en un sueño que más bien
parecía pesadilla; estaba viejo y caminaba por una ciudad que no tenía
colores, las plazas donde había árboles ahora tenían edificios y la gente
utilizaba una especie de respirador que Juan del futuro, supuso, lo usa-
ban para recibir oxígeno.
Despertó asustado y con un sudor frío, no quería eso para su porvenir y
menos para las generaciones venideras. Reflexionó y reaccionó del mal
que le hacía al mundo. La mañana siguiente, se encaminó hacia el alma-
cén y decidió comprar su bolsa ecológica. Elena, muy contenta, lo felicitó.
Cincuenta años más tarde, toda su pesadilla se había convertido en una
realidad, todo era de lo peor, un mundo que nadie hubiese deseado.
La gente que trabajaba en espacios comerciales comenzó a pegar car-
teles en sus negocios que anunciaban que por favor utilizaran sus bol-
sas ecológicas, que aportando un granito de arena todo podría cambiar.
Algunos habitantes respetaban el cuidado del ambiente, otros aún no
comprendían lo que estaba pasando.
Seudónimo: Naiu
2000:
–Bienvenidos a B54 canal de noticias, desde Buenos Aires a todo el mun-
do, hoy tenemos un invitado especial. Con ustedes, el científico Martínez,
desde Nogoyá.
–¡Hola! ¿Cómo andan? Mi nombre es Rodolfo, mayormente conocido
por mi apellido Martínez, tengo 20 años y soy científico.
–Muy bien, Rodolfo, ¿nos podés contar por qué hoy estás acá?
–Bueno, hoy estoy acá para comentarles una noticia no muy agradable
que digamos. Hace poco hice un estudio sobre la Tierra, los índices fue-
ron altos, si no empezamos a reciclar y a cuidar nuestro planeta, en el año
2050 no va a haber vuelta atrás.
–Bueno, gracias, científico. Seguimos con las noticias principales.
Así fue como no le dieron importancia a lo que dijo mi padre el 19 de
marzo del año 2000 en un canal de televisión, en Buenos Aires.
2020:
–Buenas tardes, espero que estén todos muy bien, hoy estamos acá en
radio Mitre con un invitado especial.
–¡Hola! ¿Cómo están? Bueno, me presento, mi nombre es Rodolfo Martí-
nez, soy científico y tengo 40 años.
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–Perfecto, Rodolfo, hoy viniste a contarnos un poco sobre lo que está pa-
sando con el planeta, ¿no es así?
–Exacto, hoy vine acá para contarles la verdad. Los polos se están derri-
tiendo, la capa de ozono está dañada, los animales se están extinguien-
do, los mares están contaminándose, necesitamos hacer algo ya. La gen-
te no está haciendo nada al respecto.
–Bueno, Rodolfo, no se tome todo muy a pecho, la gente debe estar ha-
ciendo lo que puede.
Así es como le pusieron la etiqueta de “exagerado” a mi padre, el 7 de
noviembre de 2020 en una radio de Nogoyá, Entre Ríos.
2040:
El científico Rodolfo Martínez alerta a todo el mundo con los siguientes
datos:
+Se dañó mucho más la capa de ozono.
+Se extinguieron más de 5 millones de especies de animales.
+Se talaron más de 10 millones de árboles y no se plantó ni uno.
+En 2050 no habrá agua potable.
+Entre otros….
–Bueno, supuestamente, Martínez, estos datos son verdaderos, siendo
sincero, para mí no son nada reales.
Así fue cuando acusaron a mi padre de publicar datos ficticios el 24 de
febrero de 2040, en un canal de televisión.
2047:
–Buenos días a todos, hoy nos despertamos con una noticia desgarrado-
ra. Ayer a las 23:00 el científico nogoyaense Rodolfo Martínez, con tan
sólo 67 años, sufrió un paro cardíaco y se despidió de nosotros con una
carta que nos alerta qué va a pasar en el mundo.
Para los seres humanos:
Espero que estén dentro de todo bien, sólo hago esta carta para contar-
les las noticias sobre el planeta:
+Se derritieron completamente los polos.
+La capa de ozono está devastada.
+Sólo quedan 100 especies de animales en todo el mundo.
+A partir del año 2050 desde el espacio se va a empezar a ver marrón la
Tierra..
+Ya no hay vida en los océanos de tan contaminados que están.
+Y por último, se van a empezar a presenciar cambios drásticos de tem-
peratura.
Por favor, escúchenme por lo menos una vez y traten de evitar una catás-
trofe.
Besos, el científico Rodolfo Martínez.
–Bueno, esa fue la carta que nos dejó Rodolfo. Fuerza para su familia si es
que están escuchando esto.
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Así fue cuando otra vez no le dieron importancia a lo que dejó escrito mi
padre el 8 de octubre de 2047 en la radio.
2050:
El mundo empezó a experimentar todos los cambios que había dicho
mi padre. Se extinguieron todos los animales, no había agua potable, no
había árboles, el oxígeno era tóxico, y hacía más de 80 grados. La mayo-
ría de la gente se murió por deshidratación o por insolación. Por una vez
en 50 años los humanos se dieron cuenta de que mi papá había tenido
razón.
2051:
Algunos se preguntarán quién soy o cómo me llamo. Soy la hija del cien-
tífico Rodolfo Martínez, mi nombre es Mariana Martínez, tengo 23 años,
soy astronauta y en este momento estoy escribiendo esta historia desde
la base espacial internacional. Estoy acá con mi hermano Lucas y 4 com-
pañeros más.
El planeta Tierra se encuentra sin vida y teñido de tonos marrones y tris-
tes. En este momento, los humanos se encuentran en extinción, y noso-
tros estamos varados en el espacio. No sabemos cuánto tiempo nos va
a durar la comida que tenemos, tampoco sabemos qué vamos a hacer,
pero mientras tanto, te cuento esta historia a vos para que tomes con-
ciencia de lo importante que es cuidar tu planeta. Al que sea que esté
leyendo esto, espero que se encuentre bien, sano y a salvo.
En unos días les actualizo información de nosotros si es que seguimos
vivos, mientras tanto, andá a hacer algo bueno por tu planeta.
Saludos. Mari.
Seudónimo: July
LA ISLA ENCENDIDA
Había una vez un héroe, pero no esos de películas que usan capa, espada
o tiene súper poderes; sino uno pelirrojo, de poca estatura pero de gran
valentía, ojos brillosos y un corazón lleno de generosidad y amor por el
lugar donde vivía.
Siempre acostumbraba a salir en bici con sus amigos, pasear con su fami-
lia, tomar un helado o sólo sonreír y disfrutar del sol que miraba su reflejo
sobre las dulces aguas del Río Paraná.
Pero la belleza del lugar no se limitaba sólo a eso, si levantaba un po-
quito la mirada podía ver una isla, verde, misteriosa, cuántas tardes creó
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historias de piratas o huelga de animales, sólo dejándose llevar por su
gran imaginación y así poder admirar la inmensidad y riqueza que ella
escondía.
Esta vez salió con sus abuelos a caminar, le encababa eso, porque se
llenaba de anécdotas del lugar y su abuelo se las contaba tan lindas que
parecía que él también había estado ahí. Le habló de la isla misteriosa,
de las veces que junto a la abuela la miraban tomando mates desde la
costanera, o de esa vez que cruzó con unos amigos a pescar y pudo dis-
frutar en vivo y en directo no sólo del río sino de los espinillos, sauces
llorones, algún quebracho, como también de horneros, cardenales, ca-
becitas negras, jilgueros, tacuaras, construyendo su nido en el tronco de
algún árbol.
Pero lo que más le gustaba era sentir la naturaleza virgen, sin interven-
ción del hombre. Se sentía tan libre como ese dorado que saltaba en el
medio del río y brillaba más por los hermosos rayos de sol que lo acari-
ciaban. Sentir ese olor verde, fresco…
El abuelo dijo que jamás se lo iba a olvidar. Mientras estaban charla va
y charla viene, vieron en el horizonte una línea roja, ardiente, luminosa
como un atardecer; pero esta no era una caída de sol normal, común, no
mostraba su belleza, no reflejaba todo el esplendor.
El aire se sentía espeso, sucio. El humo vestía toda la costa de la isla y
desde su corazón se podían ver esas gigantes llamas rojas que paso a
paso iban matando, quemando cada tesoro natural que en ella vivía. Sin-
tió una tristeza profunda en su corazón pensando en el vuelo aterrador
del hornero intentando salvar a sus pichones de las amenazantes llamas,
feroces, con color impactante. También imaginó a la nutria con sus crías
queriendo no ser alcanzadas por ese calor intenso.
Desde lejos es imponente el paisaje y en nuestras cabezas… cenizas.
Cenizas reflejando la muerte, la destrucción. Cenizas que al tocarlas se
rompen como la naturaleza que se disfumó en tan sólo unos minutos.
¿Cuánto le costó al sauce crecer para hoy estar llorando en la costa tra-
tando de alcanzar un poco de agua para aliviar ese calor que lastima sus
ramas?
A medida que el fuego avanzaba, miles de hogares de animales de dis-
tintas especies desaparecían, sólo quedaba el sentimiento de cómo el
hombre los decepciona nuevamente destruyendo otro lugar y después
se preguntan: ¿por qué hay cada vez más especies en extinción?
El llamado desesperado de mi abuelo a los bomberos no se tardó, al
igual que el de muchas personas. Llegaron lo más rápido posible tratan-
do de salvar algún animal y parar aquella ola ardiente que no cesaba de
crecer.
La isla no sería igual, y nosotros tampoco.
¿Prenderías fuego a tu casa, llenarías de basura tu habitación? Todos esos
pensamientos y más rondaban en su cabeza y dijo: “no podré apagar el
fuego, pero sí puedo mejorar mi lugar”.
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Junto a su familia y amigos crearon un club, no deportivo, no de esos
que usan pelotas, ni arcos, ni canchas, sino un Eco club, llamado “La isla
encendida”, cuya misión principal era concientizar a las personas de que
cada acción, cada decisión, influye en el ambiente en el que vivimos.
Repartieron folletos, ideas, armaron una huerta comunitaria, regalaron
bolsas recicladas y sobre todo, un lugar distinto, un lugar mejor, no sólo
por lo que hizo este pequeño héroe, sino por el aporte de cada uno de
los que se unió al Eco club.
¿Qué podés hacer vos en tu lugar para convertirte en héroe?
Seudónimo: Nenet
Esto que les voy a contar le sucedió a un grupo de estudiantes que de-
cidieron recorrer las costas del Río Paraná con fines de estudios; querían
saber un poco más acerca de cómo eran sus aguas, sus profundidades y
conocer las especies vegetales y animales que allí se encontraban.
La travesía comenzó muy bien, todos estaban muy ansiosos de ver eso
que parecía tan lejano; apreciar el color del agua, ver algunos peces salir
hacia la superficie. Tomaron fotografías para su trabajo escolar.
Pero a medida que avanzaban en su recorrido pudieron observar la gran
cantidad de basura que cubría las costas: bolsas de nailon, botellas plás-
ticas, algunas de vidrio, latas, pero lo que más predominaba eran las bo-
tellas plásticas. El grupo se sintió muy desilusionado pero a la vez muy
preocupado. Decidieron, a su regreso, dar a conocer a todo su pueblo el
daño que provoca nuestro accionar. Primeramente, decidieron investigar
un poco más sobre cómo colaborar para que todos pudieran ayudar.
El grupo de estudiantes recolectó datos, buscó información regional, na-
cional y mundial; dialogaron con profesores expertos en la materia y des-
cubrieron que es una historia de nunca acabar, a pesar de los grandes
esfuerzos que realizan grandes organizaciones para evitar el desecho de
residuos de todo tipo en nuestros ríos y mares.
La producción del plástico es masivo y grandes toneladas, luego de ser
desechadas, van a parar a nuestras aguas, produciendo grandes compli-
caciones para los seres vivos y un gran desequilibrio ambiental.
Descubrieron que es tan grande el perjuicio que provocan, que si salís
a recorrer nuestros ríos te encontrarás con la formación de grandes islas
de basura en nuestras costas. Los océanos se están convirtiendo en un
vertedero que afecta gravemente la salud de la fauna y flora marinas. La
consecuencia del uso masivo e irresponsable del plástico está enferman-
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do nuestro planeta. Las especies animales creen que es un alimento y les
provoca la muerte llevándolos a la extinción. La preocupación crece y es
de suma urgencia abordar soluciones técnicas para afrontar el problema
de los residuos plásticos en el mar y cómo puede contribuir cada perso-
na, en su día a día.
Por eso, los estudiantes decidieron realizar campañas de protección de
nuestro ambiente brindando pequeñas charlas en las escuelas primarias
para que los niños lleven su mensaje. “Con pequeñas acciones desde
casa podemos ayudar a nuestro planeta” y que contribuyan a tomar con-
ciencia sobre modificar las conductas. Ellos son unos héroes protectores
del ambiente, de nuestra salud.
Sin seudónimo
EL ARROYO FELICIANO
Era sábado por la mañana, vi que don Juan no había abierto su casa de
antigüedades y doña Amanda estaba juntando la ropa que había colga-
do la noche anterior.
–¡Don Emilio! ¿Cómo está? –dijo Amanda.
–Muy bien, ¿y usted?
–Bien, bien… y ¿a dónde va?
–Voy al arroyo Feliciano un rato con Roco. (Roco es mi perro).
–Ah, ¡qué bueno! Que pesque mucho.
–Gracias.
Y así, seguí mi camino. El arroyo era un lugar muy importante para mí, ya
que iba ahí con mi familia cuando era un gurí.
Hacía mucho que no iba a este lugar por el trabajo, pero ahora estaba
de vacaciones. Cuando llegamos al arroyo, grande fue mi sorpresa al ver
tanta gente (familias, amigos, gente sola, de todo). No me molestaba,
pero antes no solía ir tanta gente.
Saqué la caña de pescar y empecé mi acción, estuve más de media hora
esperando y nada, supuse que por tanta gente los peces se habían ido,
esperé un buen rato y nada de nada. Ya había perdido toda esperanza
de sacar algo y decidí irme, llamé a Roco y éste vino con una botella de
plástico en la boca.
–¿De dónde sacaste eso, amigo? –dije a Roco, que sólo me miró. Cuando
levanté la mirada vi que había mucha basura, la gente no respetaba ni
cuidaba nada.
Opté por irme, pero Roco me agarró de la campera, creo que quería
decirme algo con respecto a la basura o tal vez sólo jugar, lo volví a mirar
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y dije:
–Bien, amigo, lo haré.
Empecé a juntar la basura, primero con las latas de gaseosa y cerveza,
luego con las damajuanas, botellas y así con todo.
–Don, ¿qué hace? –preguntaron unos gurises.
–Ah, m’ijo… estoy limpiando, ya que hay mucha basura.
–Sí, nos dimos cuenta, ¿lo podremos ayudar?
–Claro, m’ijo, más es mejor.
Así los jóvenes comenzaron a juntar la basura conmigo, no sé cómo, pero
en un segundo ya estábamos todos limpiando. Una doña y su marido hi-
cieron un cartel, el cual decía: “PROHIBIDO TIRAR BASURA, EL ARROYO
ES NUESTRO Y LO TENEMOS QUE CUIDAR”.
También vi que una gurisa estaba sacando fotos, pero no le di mucha
importancia, ya que los adolescentes siempre andan con sus fotitos de
aquí para allá.
Volviendo para mi casa, me reencontré con doña Amanda.
–¡Don Emilio! ¿Pescó algo?
–No, doña, pero eso me sirvió para darme cuenta de que el arroyo estaba
muy sucio, por eso entre todos lo limpiamos.
–Wow. ¡Qué bueno!
Hablamos un rato largo, de la familia, los vecinos, de la vida en general,
y luego volví a casa.
Al otro día, me levanté temprano, hice mi mate y encendí la radio, lo que
hago todos los días.
Empezaron hablando del clima, al parecer iba a ser una semana muy so-
leada, luego pasaron algunos chamamés. Todo iba muy tranquilo hasta
que empezaron a hablar de la noticia del arroyo Feliciano.
–Bueno, amigos, al parecer ayer 23 de enero, un señor cuyo nombre es
Emilio, limpió nuestro lindo arroyo. Por lo que nos contó una amiga de
él, Emilio fue a pescar, pero al no conseguir nada, comenzó a limpiar,
de ahí lo siguieron más personas, si quieren saber más de esta hermosa
noticia, compren el diario, allí hasta hay fotos que una gurisa sacó. Sigan
escuchando su radio favorita, luego de esta pausa comercial.
No lo podía creer, mi nombre ya era más conocido que el guiso. En eso
escucho que alguien toca las manos en mi casa.
–Doña Amanda, ¿qué hace aquí?
–¡Don Emilio, ¿escuchó la radio?! ¡Es famoso!, todo gracias a mí.
–Sabía que esa amiga era usted. ¿No podía quedarse callada, verdad?
–Ay, don Emilio, en vez de retarme debería agradecerme, no sólo es fa-
moso, sino que también muchas personas empezaron a copiar su acción.
–Bueno, tal vez tenga razón, después de todo el arroyo quedó limpio y ya
no volverá a ensuciarse más.
Y así vi que una buena acción lleva a los demás a copiarla, sólo hay que
dar el primer paso.
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Seudónimo: Juana
Había una vez un barrio en una ciudad de la provincia de Entre Ríos que
era un lugar muy sucio y oloroso. Esa perspectiva era porque los habi-
tantes tiraban la basura y dejaban que se pudriera. Allí nunca había olor
a flores del jardín de la vecina, nunca aire fresco. Hasta que un día los
habitantes vieron que venía algo volando, no era un pájaro ni un avión.
¿Saben lo que era?
Era una persona con una capa verde con este símbolo.
¿Saben qué significa? Bueno, yo les cuento, ese signo significa reciclar,
es decir, si vos tenés una lata vacía, la lavás y te podés hacer un lapicero,
una maceta, etc.
Bueno, les sigo contando la historia. Cuando vieron que era un superhé-
roe, los habitantes se sorprendieron.
Este se presentó y dijo: “hola, yo soy un superhéroe del ambiente, trato
de salvar el planeta”. Ni bien terminó de hablar, empezó a limpiar, claro,
los habitantes también. En minutos desapareció la torre de mugre. El su-
perhéroe les dijo que cuando estuvieran juntando la basura que fuesen
dejando aparte algunas cosas que pensaran que luego podrían reciclar.
Después de una semana de limpiar sin parar, decidieron hacer una fiesta
en homenaje al superhéroe que los ayudó a entender que una ciudad
limpia es una vida limpia y tranquila. Desde ese día que llegó el superhé-
roe fue todo muy diferente. Imaginate, daba gusto ir y oler ese aire con
olor a rosas que se sentía a lo largo de la calle, decorándola. Además, el
superhéroe los incitó a cambiar y los animó para que también incitaran a
los habitantes de barrios vecinos.
Y yo también los invito a ustedes a reciclar.
Seudónimo: Smi
Seudónimo: Calvin
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ESPÍRITU DEL BOSQUE
Agustín Prado era un joven de 18 años que vivía en una ciudad rodeada
por un bosque, llamada Lujuria. Era pequeña, con pocas casas y unas
plazas, tenía unos raros senderos que los llevaban al interior del bosque
Escanor, llamado así por los habitantes del pueblo.
Agustín vivía junto a sus padres y abuelos, ellos le contaban historias so-
bre los misteriosos seres que habitaban el bosque. Agustín no creía en
eso y no le daba importancia, raras veces entraba al bosque sólo cuando
juntaba frutos de los árboles y agua del arroyo que estaba cerca, el pue-
blo era chiquito y unos pocos niños vivían en él. Augusto era el maestro
que les hacía creer las historias que sus ancestros les contaban; en esa
escuela, Agustín conoció a Marlin, una niña con un gran corazón que se
disponía a todo, ambos fueron creciendo y tomando su camino; Marlin
decidió salir del pueblo e irse a estudiar a otro lado. Agustín, en cambio,
quedó como un vago sin hacer nada interesante, sólo hacer los trabajos
del pueblo junto a los demás habitantes; Marlin cada mes venía y se que-
daba unos días, dejaba apuntes al profesor Augusto para que los chicos
aprendieran y visitaba a su familia y amigos, recorría el bosque y después
se iba. Agustín cada vez que la veía, sentía algo por ella, la buscaba para
hablar, iniciaba una conversación, pero después, cuando se iba, la perdía
y esperaba a volver a verla. Agustín vivía en la casa de siempre pero aho-
ra solo junto a sus padres, él siempre hacía los trabajos en el bosque, esa
era su especialidad.
Pasaron los años y Marlin terminó los estudios y se vino un año a enseñar
a los chicos del pueblo, Agustín seguía trabajando y en los últimos años
había mejorado las casas de todos los habitantes con nuevas estructuras,
eso tuvo el costo de derribar árboles y desalojar a muchos animales. Mar-
lin, cuando había llegado, había visto el nuevo lugar y no le habían gus-
tado nada los arreglos que habían hecho, habló con Agustín y le explicó
los errores que había cometido. Agustín, consumido por la ira ya que ella
no apreciaba lo que había hecho, no le hizo caso y siguió trabajando y
causando daño al bosque, ella lo dejó y siguió su camino.
Al día siguiente, habló con él sobre el daño que estaba causando y se
fueron caminando al bosque, ella le mostró los rincones más hermosos
del lugar y le explicó lo que pasaría si él seguía dañando, Agustín es-
cuchó y se puso a pensar, siguieron caminando hasta que llegaron al
arroyo, se sentaron en unas piedras que había cerca de la orilla y Marlin
le siguió explicando que así haría un mundo mejor y que tendrían más
bienes y servicios,
Agustín desde su humildad entendió más o menos lo que le decía su
amada, siguieron hablando y en un momento inesperado una gran y muy
brillante luz alumbró la piedra que estaba en el centro del arroyo en el
cielo y desde atrás de unos árboles y arbustos apareció un ciervo que
con una voz grave le habló a Marlin y le dijo que tenía un alma pura y ha-
72
bía sido la luz de su amigo, le habló a Agustín y le dijo que Marlin había
sido la luz que salvaría al bosque de un desastre, después el ciervo se
fue, la luz desapareció y los chicos volvieron a sus hogares; en el cami-
no, Marlin se quedó quieta y se esfumó, diciéndole a Agustín que era la
guardiana del bosque.
Seudónimo: SJ
CURURÚ
¿Nunca se los contaron? Pero muy cerca tuyo, del lugar que habita y des-
de hace mucho tiempo hay un superhéroe muy particular. Eso sí, tenés
que saberlo. No usa capa ni antifaz. Es más, es corto de vista y sin ningún
superpoder. ¿Te suena? Mide entre diez y quince centímetros, tiene la
piel áspera, ojos pequeños, e incluso tiene cuatro patas. Se dice que es
muy tímido frente a los humanos. A pesar de esto, los protege de unos
escalofriantes vampiros, llamados por los seres humanos “mosquitos”.
Ahora que ya conocen a este héroe, pueden estar tranquilos, ya que el
valiente “Sapo Cururú” los protegerá.
Seudónimo: Kai
EL ÁRBOL
73
y esponjosos) en primavera, sombra en verano, hojas en las que saltar en
otoño y, tal vez, leña para el invierno. Ah, y cómo olvidar la casa del árbol
que habíamos armado con mi hermano.
En una noche de verano, cuando estaba limpiando las hojas del árbol,
recuerdo que, exactamente a las doce de la noche, todo se iluminó de
repente; no recuerdo si eran luciérnagas u otra cosa, pero todo se ilumi-
nó y el viento se tornó tibio, suave, gentil. Y delante de mí, apareció ella.
Era un hada, pero no como la muestran las películas: tenía pequeñas lia-
nas en vez de pelo y ramas que rodeaban su pequeño cuerpo simulando
vestimenta, sus alas eran pequeñas hojas que parecían tener vida propia.
Cuando abrió sus ojos verdes, me susurró.
–Las maravillas… –pausó– la naturaleza es una maravilla. Es la más grande
del mundo –apoyó sus pequeñas manos en mi nariz– que sólo le muestra
su parte más maravillosa a aquellos que la valoran y la cuidan como si
fuera una hija suya –me sonrió–. A cambio de ver esto, yo te pido que por
favor este secreto sea nuestro, aunque sea por ahora, para que así pueda
saber quiénes son a los que sinceramente les interesa el cuidar lo que es
suyo –se alejó–. Espero que pronto haya más personas de esas –con una
pequeña risa desapareció, junto con la luz y el viento suave.
–¡Carlos! –salté en mi lugar y saqué la cabeza, pudiendo ver a mi papá–.
¿Qué hacés, hijo? ¡Bajá de ahí que son las dos de la mañana!
–¡Sí, sí! ¡Ya bajo! –justo después de que dije eso, comencé a descender
del árbol.
Desde ese día, nunca más la vi. Siempre siento como si ella me acompa-
ñara desde cada árbol que miro, lo que me recuerda lo que siempre qui-
se hacer: recordar a las generaciones futuras que cada gesto para cuidar
a la madre tierra, sea no tirar una basurita o limpiar una playa entera de
basura, hace su granito de arena para un mundo mejor.
Seudónimo: Moonlight
74
Nutria. Entre esto y aquello, mientras se traía agua y leña, se picaban ver-
duras y se preparaba la carne para el almuerzo, discutíamos acerca de
qué actividades iríamos a realizar ese día, ya que nos habían dicho que
lleváramos palas de punta y otras herramientas al monte. Entonces, me
acordé de los famosos plantines que habíamos bajado del auto más tem-
prano.
En realidad, hace unos cuatro meses atrás comenzó esta historia. Se acer-
caba el día del ambiente y tenía ganas de plantar árboles. No importaba
el lugar, yo quería plantar árboles. ¿Por qué? Porque con Emi, mi herma-
nito de 6 años, nos decidimos a plantar árboles. Emi le repite a todo el
que se cruza que “con un árbol hay oxígeno para tres personas”. Y yo que
soy más grande le ayudo, pero como no teníamos más que tres plantines
en casa, necesitaba alguien que me los pudiera conseguir. Entonces le
pregunté a mi mamá a quién le podía pedir plantines o semillas de árbo-
les nativos para plantar y ella me dio el celular y dijo que le preguntara a
Silvana, una compañera suya del trabajo.
Silvana me contestó el mensaje que le había mandado, diciéndome que
me iba a pasar el contacto de Javier, un profesor de la Facultad de Cien-
cias Agropecuarias de Oro Verde.
A Javier, el profesor, le pregunté si me podía conseguir plantines de ár-
boles nativos de la zona y él me dijo que ¡¡SÍ!! En realidad dijo sí, pero
yo estaba tan feliz que para mí fue un SÍ, con mayúsculas. Entre audios y
mensajes, le expliqué porqué le pedía, dónde los tenía pensado plantar
y también le pregunté cómo había que protegerlos de las hormigas y
demás insectos, y de las ovejas y otros animalitos. Al mismo tiempo, le
había preguntado a las scouts en dónde podíamos plantar árboles. Mai,
la dirigente de la rama femenina, me dijo que podríamos plantar algu-
nos en el predio de los mástiles en Casa Padre Lamy para que hubiera
sombra en las tardes de verano y también para celebrar con las Nutrias y
Charrúas el Día del Ambiente.
Una semana más tarde, Javier me mandó un mensaje con una lista de las
especies de los plantines que tenía en ese momento; tenía Quebracho
(Schinopsis), Lapacho Rosado (Handroanthus impetiginosus), Espinillo
(Vachellia caven), Ñandubay (Prosopis affinis), Algarrobo (Ceratonia sili-
qua), Ibirápitá (Peltophorum dubium), y Tronador/a (Tecoma stans). Esa
lista se la pasé al grupo a las Nutrias preguntando qué especies convenía
plantar y si querían ellas tener algunos plantines para plantar en sus ca-
sas. Entre arbolitos para las casas de mis amigas scouts y arbolitos para
Padre Lamy, elegimos dieciséis plantines.
Después de dos o tres semanas fuimos a buscar los árboles de monte,
porque a los otros, los árboles ornamentales, había que esperar a que
se les cayeran las hojas y poder sacarlas del suelo. Cuando tuve todas
las macetas de plantines, las dejé abajo de una Tuya en casa, hasta que
terminó el invierno y, una vez que ya la temperatura estaba agradable,
pude llevarlas al sitio scout, este sábado de primavera llegando a verano.
75
Terminamos de almorzar alrededor de las tres y media de la tarde. Está-
bamos todas: Espe, Daisy, Lupe, Anita, Regi, Marianita y yo, sentadas en
el pasto bajo la sombra del monte, tomando tereré y charlando sobre
el campamento de fin de año que se acercaba, ya veníamos pensando
en los lugares que íbamos a ir a visitar. Nos habían dicho que capaz que
iríamos a la pileta de la casa de los tíos de Daisy. En eso, Mai se acercó y
nos dijo:
–¡Arriba! Tenemos que empezar a hacer los pozos para los arbolitos –
cuando ella vio nuestras “increíbles” ganas de agarrar las palas a esa
hora, comentó–: bueno, podríamos hacer algunos ahora, tomamos unos
tererés y luego de unos quince minutos, seguimos con otros.
–Bueno –dijeron Espe y Marianita.
–Pero, ¿no sería mejor que nos turnemos? –inquirió Anita–. Hace calor y el
sol está muy fuerte.
Mai pensó un poco y planteó:
–Hagamos así: tres de ustedes vayan a hacer los pozos, dos que carguen
y traigan la carretilla con tierra y arena, y las que se queden me ayudan
a mover estos troncos y ramas, podemos rotar cada vez que se llene la
carretilla y, cuando terminemos, vamos a buscar el agua y las estacas.
Todas de acuerdo hicimos lo que se nos sugirió y al cabo de una hora
ya teníamos todo listo para plantar los arbolitos. Por la cuarta ronda de
tereré pasó el hermano Mariano con el Tobi, que como siempre estaba
moviendo su cola. Venían desde la capilla y, antes de rumbear para el
monte de los varones, él nos felicitó por nuestro trabajo, también nos
afanó un mate.
Cuando se terminó el tereré, nos tocó la caminata hasta el gallinero, que
era donde habíamos dejado los plantines esa mañana por miedo a que
se secaran al rayo del sol o que algún animalito los usara de hueso. Cuan-
do llegamos, nos repartimos los doce arbolitos entre todas, en la vuelta
al campito volvimos cantando “una sardina y un pato” que empezó Lupe.
Al llegar abajo, vino la parte divertida: llenarse las manos con tierra y
arena fresca. Entre todas, las Nutrias de la unidad y las Charrúas de las
rider, plantamos doce árboles a lo largo del predio. Al terminar de poner
las estacas, regar y de lavarnos las manos, comimos unas porciones de
torta marmolada de vainilla y chocolate con azúcar impalpable arriba,
que hizo Regi con su mamá. Una delicia.
Cuando terminó la misa de las seis fuimos para la formación de cierre,
donde los dirigentes felicitaron a ambas ramas por nuestro compromiso
con el ambiente. Al volver al estacionamiento, jugamos un rato a la pelota
mientras decidíamos el menú para el sábado siguiente. Luego, además
de despedirnos y anotar lo que traeríamos la semana que venía, y re-
partir los cuatro plantines para las scouts, nos prometimos que, cuando
hubiéramos pasado todas a rover, los arbolitos serían lo suficientemente
grandes para sentarnos a tomar tereré en sus sombras.
76
Seudónimo: Belén
Mitos
Cierto día enero del año 2020, el Antufucha (el dios Sol Mapuche), al
amanecer, se levantó por el oriente como todos los días y como estaba
tranquilo, empezó a observar la Tierra y a los hombres que habitaban en
ella, ya que los otros planetas del sistema solar estaban tranquilos. Se
acercó con unos de sus rayos espías, y advirtió que los hombres estaban
haciendo desastres con el planeta, cada vez más atroces. Enfurecido, le
dijo a los otros planetas: “estos humanos no se merecen el planeta que
tienen, voy a provocar una tormenta solar para exterminar a la raza hu-
mana, y vamos a crear una nueva especie de verdaderos guardianes del
planeta Tierra”.
El Ngen-kürüf (el dios del Viento Mapuche) se enteró del plan de Antu-
fucha y generando una fuerte ráfaga de viento, se comunicó inmediata-
mente con Elmapu (el dios Mapuche de la Tierra). Elmapu es muy amigo
de los humanos y les tiene especial compasión principalmente a todos
los latinoamericanos. Buscó a un niño que vivía al sur de la Argentina,
llamado Aukan (que significa guerrero) y que siempre charlaba con él a
orillas del lago Nahuel Huapi, cuando terminaba de jugar a la pelota con
sus amigos de la escuela.
Al atardecer de ese día, Elmapu se corporizó en un ser humano y se es-
condió tras unos cipreses, mientras Aukan jugaba a la pelota; esperó,
la redonda rodó para el lado de los cipreses, Aukan corrió buscarla y
Elmapu se la alcanzó. Aukan le agradeció y enseguida lo reconoció y le
consultó qué hacía por ahí. Elmapu le contó lo que planeaba Antufucha,
y le preguntó si podía ayudarlo para lograr un acuerdo entre él y Antufu-
cha para proteger a la Tierra de la catástrofe.
Aukan le dijo: “estás justo para lograr ese acuerdo, porque he escucha-
do que en China hay un virus que está matando a los humanos, así que
todos están asustados, y van a hacer caso de cuidarse y cuidar la Tierra”.
Elmapu llamó a Ngen-kürüf y le dijo que concertara una reunión con An-
tufucha, a lo que inmediatamente accedió; convirtiéndose en viento es-
telar, llegó hasta el trono de Antufucha y le transmitió las novedades de la
Tierra. Antufucha, que a pesar de ser de fuego tenía un piadoso corazón,
escuchó el mensaje de Elmapu e hicieron la reunión.
Aquel día de fines de enero, era mediados de marzo de 2020, Ngen-
kürüf trajo una gran nube que se apoyó en la ladera del Aconcagua y allí
77
se hizo la reunión, y sobre una piedra Elmapu y Antufucha grabaron con
fuego esta frase: “DÉMOSLES A LOS HUMANOS OTRA OPORTUNIDAD”,
y cada uno puso su sello.
Aukan, días después, buscó bajo el mismo ciprés a Elmapu y allí lo en-
contró descansando, conversaron, y Elmapu le contó el contrato que ha-
bían firmado. A Aukan le cambió la cara enseguida, ya que estaba muy
preocupado, y le dijo: “Qué bueno que hayas intervenido, el virus ya está
en todo el mundo, y los humanos van tomando conciencia de lo que vale
la Tierra y ser libres para caminar en ella, porque ahora tenemos que
estar todos encerrados. Después que esto pase, la Tierra irá sanando, y
espero que los humanos hayamos aprendido algo. Gracias, Elmapu, por
esta nueva oportunidad”.
Y se acostaron los dos debajo del ciprés, hasta que Antufucha se escon-
dió en el occidente, detrás de las montañas.
Seudónimo: MP
Leyendas
Eran las once de la mañana y como todos los viernes allí por el monte,
bajo la sombra de un sauce, tocaba la guitarra el buen Juan, mientras su
gurisita cantaba junto con él una chamarrita. Ya se veía en el rancho la
humareda de lo que cocinaba su buena paisana. Entonaron unos cha-
mamés más y se fueron a su ranchito.
María los esperaba ya con la comida en la mesa, comieron como unos
angurrientos el locro; a las doce y media terminaron de comer y la mamá
de Josefina, María, aprontó sobre la mesa unas tortas fritas que había he-
cho a la mañana y dijo que cuando se levantaran de la siesta las comerían
con unos mates.
Todos los días dormían hasta las tres de la tarde, pero Josefina odiaba la
siesta, así que preguntó si no podía salir a jugar bajo el viejo ombú, pero
sus padres eran muy cuenteros y le decían siempre el mismo bolazo de
la Solapa; ellos eran muy creyentes de esto, ya que cuando eran gurises,
su amiga Julia salió a la hora de la siesta y nunca más se la vio, se can-
saron de buscarla por el monte, pero no apareció. Para Josefina eso no
tenía goyete, pero fue a echarse ya que no podía juir en ese momento,
esperó media hora y mientras tanto, escribió una esquela diciendo que
se iba al monte a comprobar que lo de la Solapa era un flor de bolazo;
después de dejar la esquela, al lado de las tortas fritas, salió carpiendo
78
para el monte.
Una vez allí en el monte empezó a caminar, caminó mucho, hasta que
llegó a una parte donde había muchos árboles talados, se sentó, estaba
apichonada, pensó: “¿Qué pasaría si cortaran todo el monte? ¿Cuántos
animales morirían? ¿Quedarán árboles extintos? ¿Habrá más inundacio-
nes? ¿El aire estará más contaminado?” No lo sabía, pero de sólo pensar-
lo se le ponía la piel de gallina, empezó a llorisquear, estuvo un rato así,
hasta que sintió que alguien le tocaba el hombro, se dio vuelta y casi se
muere del julepe que se pegó, no podía contar bien lo que vio, pero sí
tuviera que hacerlo, diría que era clinuda, flaca, alta y un manso bagayo,
vestía algo así como un poncho negro. No podía creer lo que veían sus
ojos, la Solapa no era un bolazo.
La mujer le dijo:
–No te ahuyentes, no te voy a hacer nada malo.
Josefina no podía ni moverse, pero dijo:
–¿Quién goyete sos? ¿Y por qué me hablás?
La fiera mujer respondió:
–Soy conocida como una de las Solapas, pero la historia que te contaron
es puro bolazo.
–Entonces… ¿qué buscás? –preguntó Jose.
–Te escuché llorar por el monte y quería decirte que podemos hacer algo.
–¿Y cómo puedo ayudar? –preguntó, intrigada, Josefina.
–No hay una sola Solapa, somos muchas y no comemos gurises como te
contaron, nosotras los salvamos de los peligros del monte, somos como
la madre naturaleza, si te iniciás en nuestro grupo, recibirías un don para
cuidar el ambiente; para recibir el don siempre debés dar algo a cambio
y lo que debés dar es tu belleza, por eso soy tan fiera, algunas reciben el
don de curar animales, otras, de limpiar el río, así hay varios dones más,
yo tengo el don de hacer crecer árboles. Andamos a la hora de la siesta,
cuando todos duermen, porque sabemos que si nos ven se pegan tre-
mendo julepe como el que te pegaste vos, los gurises que salen a jugar
a la siesta se asustan de vernos, pero le contamos la verdadera historia
y eligen quedarse para recibir un don. Pero tenemos un problema, Sola-
pas con mi don sólo quedamos dos y el tiempo se nos va volando, pero
no llegamos a hacer nada, necesitaríamos una gurisa más, ¿no querés
quedarte? Antes de que me respondas, tenés que saber que ya no vas a
ver más a los tuyos porque vas a ser muy fiera y ellos te matarían de un
guachazo, ahora sí, decime qué pensás.
Josefina se abatató por un rato y se puso a pensar, si el monte muriese, su
familia también lo haría de la angustia, así que era mejor que se quedara
para cuidarlo, respondió:
–Sí, me quiero quedar.
Ella dio su belleza para recibir su don y así cuidar y hacer crecer los árbo-
les, gracias a las Solapas es que tenemos montes entrerrianos.
Es esta la razón por la cual los gurises que salen a la siesta jamás regresan
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a sus pagos, ellos están allí cuidando lo que aman.
Seudónimo: Venus
80
Nivel IV
4°, 5° y 6° año del Ciclo Orientado - Educación
Secundaria Educación de Jóvenes y Adultos
81
Cuentos
82
una poesía se fue formando. Tuvo que interrumpir el abrazo de su madre
para buscar papel y lápiz, y derramando toda su inspiración sobre la hoja,
escribió:
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PARA PAPÁ DE TU HIJA MÁS LINDA
Para: papá
De: tu hija más linda
Asunto:
Hola, pa, ¿cómo te está yendo en el viaje de trabajo? Espero que bien,
porque yo ando joya y te tengo que contar algo que está buenísimo y no
lo vas a poder creer.
¿Te acordás que el año pasado con Marizza y Luján empezamos la movi-
da que ahora es re conocida? Subíamos una “invitación” a nuestros Insta-
grams para que el que quiera se sume y entonces nos encontrábamos en
algún lugar todos juntos, ya sea en el Thompson, en el centro, en el par-
que, en cualquier lugar público. El punto es que nosotras les dábamos
guantes y bolsas, los dividíamos en grupos con nombres de animales, y
cada grupo tenía que buscar cosas diferentes; uno por ejemplo se encar-
gaba de los plásticos, otro de los vidrios y así.
Leé con atención esta parte, Marizza y Luján, que son las que siempre
organizan esto (no vayas a pensar que yo también lo hacía, me hubiera
encantado, pero sólo era la ayudante de las dos), en una de las movidas
se confundieron y le dieron a dos grupos las mismas tareas; y vos las
conocés… No les gusta equivocarse, ellas piensan que son perfectas, y
bueno, cuando terminó la movida y nos fuimos a casa para poder organi-
zar la siguiente, ellas empezaron a pelear. Marizza nunca da la razón, mu-
cho menos va a aceptar que se equivocó, y por otro lado, Luján siempre
te marca los errores y cada vez que habla termina bardeando a alguien.
Lo que terminó pasando fue que como Luján empezó a bardear a Mariz-
za, ella se calentó y le pegó, intenté frenarlas pero no hubo caso, así que
llamé a mamá que vino corriendo del trabajo y ellas se fueron de casa.
Estuvimos varios meses sin hacer las movidas y la gente ya se empezaba
a preocupar, y a la vez me parecía que si nosotros, que todavía somos
chicos, podemos ayudar al ambiente y a la vez concientizar a los demás y
a nosotros mismos… ¿por qué había que dejar de hacerlo?, entonces me
puse a pensar y me di cuenta de que ellas dos no iban a volver a “traba-
jar” en algo juntas, pero que yo me podía encargar de todo sola.
Así que ahora las movidas las organizo yo y creo que fue lo mejor que me
pudo haber pasado.
Te mando un beso enorme, pa.
Ni bien sepas cuando te volvés, me avisás, ¿okey?
Seudónimo: Miki
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UN HÉROE DE NUESTRO TIEMPO
Seudónimo: Luciérnaga
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Lucía, Agostina - Escuela de Educación Agrotécnica (E.E.A.T.) N° 24 Ge-
neral José de San Martín, departamento Concordia. - Mención.
Corría una noche de verano hacía muchos años atrás; solos, mi abuelo y
yo, en el campo, frente a un fogón que nos hacía de linterna. Esas noches
de charlas con él son de mis mejores recuerdos. Aún puedo rememo-
rar la orquesta de las chicharras y las ranas que generaban el ambiente
perfecto. Mirando al cielo, me enseñaba las constelaciones. Además de
eso, le encantaba contarme las historias de sus aventuras, y yo, amaba
escucharlas.
Un día, me contó una historia, la cual es una de las muchas razones para
considerarlo como un gran hombre. Recuerdo cómo la contó, con pala-
bras exactas, él dijo:
–Era un día como hoy, hace aproximadamente cincuenta años, cuando
estábamos junto a tres amigos realizamos un bello campamento. Era casi
al borde de una hermosa cantera, que daba a un lago que estaba tan
limpio que hacía que, por el reflejo, el cielo se uniera con la tierra. Fui-
mos todos los años durante cinco años. Hasta que un día, una fábrica de
embotellamiento de gaseosas que se encontraba cerca de ahí abrió sus
puertas. Fue entonces cuando caímos en la cuenta de que nuestro para-
disíaco lago estaba casi completamente contaminado por residuos de
esa horripilante fábrica. No podíamos permitir que esto siguiera así, en-
tonces tomamos cartas en el asunto y, sin pensarlo dos veces, organiza-
mos una protesta. En ese entonces no contábamos con la tecnología que
hay ahora, así que todo era más arduo. Queríamos que todo el mundo
se enterase de la injusticia que estaba sufriendo la naturaleza; entonces,
realizamos panfletos, íbamos por la plaza gritando a viva voz, usamos los
diarios y hasta logramos salir en la radio para poder decir que ese mismo
viernes por la tarde haríamos la protesta. La protesta fue un total y com-
pleto éxito. Personas de todo el país se sumaron a la causa. Fue entonces,
luego de tanta lucha, esfuerzo y trabajo duro, cuando conseguimos el
cierre de la misma. Al finalizar esta querella volvimos a generar un movi-
miento, para pedir ayuda a las personas y así, juntos, limpiamos todo el
lugar. Entonces todo volvió a la normalidad.
Esto me llevó a comprender, que pequeñas acciones hacen la diferencia,
y que todos podemos hacer algo para mejorar el mundo. Por más dimi-
nuto que parezca, todo suma, desde juntar un papel en la calle hasta co-
laborar con el cierre de una fábrica, la suma de lo poco hace lo mucho, y
muchos granos de arena, hacen una playa. Por eso, luchemos, luchemos
siempre, por lo correcto. Para que no dejen de existir esos lugares donde
se unen, el cielo y la tierra…
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Seudónimo: Ana
DEJANDO HUELLAS
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Hace diez años que mi papá falleció, pero mi tío, hasta el día de hoy si-
gue ayudando y visitando la escuela cada vez que viene a Concordia. De
eso se trata, de ayudar desde cualquier punto donde nos encontremos.
Porque, sin dudas, es hermoso verles las caras de felicidad a esos chicos
cuando reciben sus elementos.
Se fueron a defender la patria, las Malvinas, sin nada, sólo con amor, or-
gullo y honor por su país.
El soldado no muere en el frente de la batalla, muere cuando su patria
lo olvida.
Seudónimo: Vicuela
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abuela le encanta escuchar su melodía. Yo trato de imitarlas, con peque-
ños silbidos, a veces, pareciera que me contestan. Es tan lindo contem-
plar la belleza de la naturaleza.
Don Osorio, en su huerta y jardín, no utiliza productos químicos ni fertili-
zantes. Hace un tiempo le regalaron un puñado de lombrices california-
nas, que se alimentan de los restos de comida, cáscara de huevos, restos
de bolsas de té y café molido, papel y cartón. Él las tiene dentro de un
contenedor, para la formación del compost, un abono orgánico y fertili-
zante natural, que lo utiliza para su huerta y todo su jardín.
Con el agua de lluvia recolectada en tachos, riega todas sus plantas y
árboles. Hemos aprendido muchas cosas importantes sobre el ambiente,
gracias a nuestro héroe, don Osorio, y aunque ahora él no puede ocupar-
se como lo hacía antes de su jardín y de su huerta, ya que tiene noventa
años y algunos problemas de salud, él sigue transmitiendo todo lo que
aquella vez sus padres le enseñaron y también, toda su experiencia.
Don Osorio, me dejó su legado... He aprendido a hacer todo lo que nos
enseñó. Ahora, en mis tiempos libres, me ocupo de cuidar su jardín. Y yo
le he prometido que seguiré transmitiendo todo lo que he aprendido de
él, estudiando y proyectando para tener un mundo mejor, para todos.
Desde la ventana de su casa, don Osorio me saluda, levantando su mano
despacio y con una sonrisa gigante en su rostro... ya que yo estoy regan-
do el árbol que él nos regaló.
Comas Tavella, Juan Cruz - Nueva Escuela Acuarelas Siglo XXI, departa-
mento Concordia. - Mención.
MI HEROÍNA
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para que la ayudáramos con las semillas que había estado secando y
preparando para plantar en nuestro patio trasero, se sintió muy bien ha-
cerlo, me hizo sentirme conectada con el ambiente, crear un lazo con él,
más grande del que creía tener. Y así, compartiendo momentos, íbamos
aprendiendo algo nuevo de nuestra madre, cómo usar nuestras propias
bolsas de tela al ir a comprar, reciclar tanto plástico como papel, utilizar la
basura orgánica como abono para nuestra huerta, apagar las luces cuan-
do no las usamos, cuidar el agua, y muchas cosas más, que al pasar los
años, para nuestra familia ya se volvieron costumbre.
Yo hoy la nombro heroína, ya que fue ella quien nos enseñó a cuidar y
valorar el ambiente, para poder disfrutar y recrearnos en él; y nosotros
somos sus súbditos, que esperamos un día poder ser llamados héroes o
heroínas, por nuestros seres queridos.
Seudónimo: xnni
Herrlein, Ana Victoria – Escuela Priv. Paraná High School Nº 173, departa-
mento Paraná. - Mención.
Hoy les voy a contar la historia de alguien que era un héroe, pero cuando
yo les decía a las otras personas quién era, todas me contestaban igual:
“no es un héroe, sólo que vos lo ves como un ejemplo a seguir”.
Cuando yo era chiquita y tenía unos 6 años, mis papás se separaron y me
quedé viviendo con mi mamá y mi abuelo, me acuerdo que mi mamá
trabajaba todo el día, estaba muy pocas horas en mi casa, por lo que yo
a la mañana me quedaba con una niñera y a la tarde, con mi abuelo. Él,
todas las tardes, comía una mandarina y a la cáscara no la tiraba sino que
la dejaba en su huerta, yo no entendía por qué lo hacía, pero igual no
preguntaba.
Después, por las noches, siempre se aseguraba de que todas las canillas
de la casa quedasen cerradas y no perdieran ni una gota. Para bañarse
ponía una alarma de 8 minutos y cuando sonaba, salía de la ducha, esa
fue una costumbre que adopté yo también.
Siempre lo veía que apagaba las luces que no se estaban usando y que
durante la siesta o cuando todavía había luz del sol, no prendía ni una
sola luz. Fue pasando el tiempo, y yo cumplí 10, en la escuela me em-
pezaron a enseñar cómo podíamos hacer para cuidar el ambiente y por
qué era tan necesario hacerlo, ahí fue cuando comencé a entender lo
que hacía mi abuelo. También en las clases de lengua me enseñaron lo
que era un héroe, me dijeron que era una persona que pensaba en los
demás y realizaba actos para cuidarlos. Yo me quedé pensando y dije en
medio de la clase:
90
–Entonces, mi abuelo es un héroe.
–Sí, para vos lo es porque hace cosas para ayudarte –dijo la maestra.
–No, lo es para todos –contesté yo.
–Es difícil que lo sea para todos –terminó respondiendo la maestra y des-
pués siguió con su clase.
Pero yo no me sacaba esa idea de la cabeza, por lo que, al llegar a mi
casa, fui corriendo con mi abuelo y le pregunté:
–Abuelo, ¿qué es un héroe?
–Un héroe es alguien que ayuda a los demás y se preocupa por el bien-
estar de los demás.
–Sí, eso me dijo la seño, pero cuando yo le di un ejemplo de un héroe me
dijo que sólo lo era para mí.
–¿Y qué ejemplo le diste?
–Le dije que vos eras uno.
–Pero tu seño tiene razón, quizás vos me ves como un héroe, pero no lo
soy para todos.
–No, abuelo, no tiene razón, porque vos ayudás a todos cuando reciclás,
cuidás el agua, la luz. Estás cuidando el ambiente en el que todos vivimos
y eso es algo muy importante.
Mi abuelo se quedó pensando, me miró y me dio una sonrisa sincera.
Entonces, ¿ven que no es necesario usar capa o tener superpoderes para
ser un héroe? Un familiar, un amigo, un vecino puede ser uno, hasta vos
mismo podes serlo, cuidar el ambiente es una labor importante que ayu-
da a todos los que vivimos en él.
Seudónimo: MM
HÉROES Y GUARDIANES
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sentir su presencia. Durante toda su historia, estos seres guiaron a los
héroes a combatir el crimen con valentía y coraje. Después de todo, Caz-
cion era como lo que la kryptonita para Superman. Muy poderoso.
Afortunadamente, la ciudad de Paraná contaba con muchos héroes. Re-
colectores de basura, cuidadores del ambiente, bomberos, policías, o
aquellos que reciclaban o plantaban árboles en las plazas. Cada uno te-
nía su propio superpoder, y un objetivo en común: defender el ambiente
y mantener un control sobre este.
Pero llegó el día en el que Cazcion amenazó con derrotar a todos los
héroes. Este villano sabía que la mejor manera de lograr esto, era enfren-
tándose con los Guardianes. Por lo que tomó valor, y rompió la estatua
del Yaguareté con su máximo poder. Las plantas comenzaban a conver-
tirse en polvo y se desvanecían en el aire contaminado de agrotóxicos, el
agua se mostraba marrón ante la contaminación, los árboles eran talados
y los animales cazados.
–¿Qué es lo que debo hacer ahora? –preguntó Esteban, historietista y
secretario de Ambiente de Entre Ríos
–Quizás la respuesta es más clara de lo que crees –exclamó el Yaguareté,
vulnerable pero con una imponente voz grave–. No todos los días somos
capaces de entender lo que ocurre, y no por eso somos ignorantes. La
confusión muchas veces nos pone a prueba, y eso es algo bueno.
–Pero eso no responde nada. El mal sigue ahí afuera, y necesitamos algo
más heroico para combatirlo –respondió, desorientado.
–El heroísmo no siempre se vale de los grandes actos de voluntad. Mu-
chas veces, son las pequeñas acciones las que nos fortalecen y generan
un cambio –susurró el Yaguareté, mientras se mantenía en pie con sus
últimas fuerzas.
–¿Pero qué va a pasar ahora? El mal no puede ser derrotado sin ustedes
–respondió Esteban, con una profunda decepción y tristeza.
–Cada acto de bondad y de responsabilidad tiene el suficiente poder
como para combatir el crimen. Cada persona puede contribuir con la
más simple de sus acciones. Recuerda quién eres, Esteban, y cuál es tu
propósito aquí.
El Yaguareté se desvaneció entre los sauces y las plantas, desapareciendo
por completo. Sólo quedaba aquel monumento dañado, contemplando
la vegetación que lo rodeaba. Ese día, todos los ciudadanos fueron parte
de aquella batalla contra Cazcion. Algunas personas cerraron las canillas
de su hogar para no desperdiciar agua, otras, apagaron todas las luces
de la habitación para ahorrar energía, incluso algunas se propusieron
armar una huerta en el jardín de sus casas. Ante el accionar de toda la
población, Cazcion se vio cada vez más debilitado. Las plantas comenza-
ban a resurgir de entre las cenizas de los incendios, las pequeñas hojas
renacían de entre las raíces de los árboles talados, y los animales co-
menzaban a vagar libremente por su territorio. Pero Cazcion aún estaba
en pie, por lo que todos los héroes lo atacaron en conjunto. Bomberos,
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veterinarios, recolectores, todos trabajaron en equipo.
–¡Wow! ¿Y después qué pasó?
Esteban cerró la historieta y la guardó en el estante.
–Y bueno, hijo… la amenaza aún siguió ahí afuera –dijo Esteban, mientras
se ponía la camisa para ir a trabajar.
–¡Pero me tenés que contar el final si no, no se entiende qué pasó!
–El final, hijo, lo generamos cada uno de nosotros, con nuestras acciones.
Nuestra voluntad. Cada papel que tiramos al cesto de basura y cada plás-
tico reciclado generan un gran cambio. Lo importante es cuidar al am-
biente y tener conciencia sobre este –respondió sonriéndole–. Ahora me
tengo que ir a trabajar, después de todo, el crimen no se combate solo.
Seudónimo: GS
En la provincia de Entre Ríos viven mis héroes favoritos, ellos son esas
personas que cuidan el ambiente; usan bolsas para reciclar, reutilizan, no
usan mucha agua, cuidan a los animales, a las plantas, levantan la basura
que hay en las calles, no queman para que no se produzca humo, utilizan
los bienes naturales de manera adecuada, es decir, administrando el con-
sumo para no agotarlo y dándole el tiempo que necesita para renovarse,
para que no provoque contaminación o lo que llamamos mal uso de la
naturaleza, abusando de su disponibilidad.
En el siglo XXI uno de los principales temas de preocupación es la tala de
árboles, debido a que la deforestación tiene muchos efectos negativos
para el ambiente. Uno de los mayores impactos es la pérdida del hábitat
de millones de especies. Setenta por ciento de los animales y plantas que
habitan los bosques de la Tierra no pueden sobrevivir a la deforestación
que destruye su medio. Este grupo era tan consciente de ello que sentía
la responsabilidad de hacer su aporte por esta problemática. Entonces
pensaron en comenzar por su ciudad, la cual es una pequeña localidad
en la provincia de Entre Ríos.
Decidieron dar a conocer a la comunidad técnicas de cultivo para cose-
char su propia huerta, ya sea en el jardín de sus casas o en macetas para
los que dispusieran de menos lugar en sus patios o vivieran en departa-
mentos; consumir el agua necesaria al momento de higienizarse, dándo-
se duchas de tiempos más reducidos al que venían haciéndolo, separar
la basura en desechos orgánicos e inorgánicos, así los que pudieran ser
reutilizados no se verían contaminados. Así podrían aprovechar los or-
gánicos para el abono de la tierra y los inorgánicos reutilizarlos para el
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uso común. No dejar las canillas de agua abiertas durante la cepillada de
dientes o mientras se realizaba la limpieza de los platos, etc. Pequeñas
cosas que comenzaran a ser cotidianas y se pudieran convertir en há-
bitos sanos para sí mismos y para los demás. Y uno de los pedidos más
importantes era que cada familia plantara un árbol en sus casas. Los que
dispusieran del espacio. Estos iban a ser repartidos en forma de platines
para que pudieran ver su crecimiento con el tiempo, como quien ve cre-
cer a un hijo, un sobrino, un nieto, que pudieran verlo tan propio como el
mundo al que pertenecemos.
Su tarea parecía sencilla, se dispusieron a llevarla adelante con mucho
entusiasmo, empeñaron todo su tiempo en dar a conocer esta informa-
ción a la comunidad y poder hacer reflexionar a las personas sobre las
consecuencias de no hacerlo, pero se encontraron con la dificultad de
que había personas que no querían escuchar, no querían perder su tiem-
po en lo que para ellos no era tan importante como decían estos jóvenes,
decían que nunca habían escuchado semejante tontería, que ellos siem-
pre habían vivido de esa manera y nunca habían tenido problemas, pero
este grupo no se iba a dar por vencido; ellos iban a seguir luchando por
lo que consideraban su responsabilidad.
Entonces pensaron en darle la importancia al tema partiendo del punto
de vista de que para las personas debía resultar problemático y que así
pudieran ver los beneficios y empezaran a tomar sus propuestas, es así
que pensaron en el clima en la provincia de Entre Ríos, que es templado
y las temperaturas van aumentado a medida que se viaja del sur al norte.
Por eso se pueden reconocer dos regiones climáticas definidas. En el
norte de Entre Ríos, el clima es cálido con el invierno suave y el vera-
no muy caluroso. Las lluvias son más comunes durante el verano. Al sur
de la provincia, la temperatura es templada con estaciones bien marca-
das. Inviernos frescos y veranos cálidos. Las lluvias son regulares durante
todo el año y en esta ciudad al llegar el verano principalmente sufrían
las inundaciones, no disponían de los desagües necesarios y esto era
una preocupación frecuente en la comunidad, debían prepararse para
ser desalojados de sus hogares dos o tres veces por año y muchas veces
perdían hasta sus cosas y recuerdos más preciados.
Un domingo decidieron ir una plaza a protestar para que dejasen de ta-
lar los árboles de la ciudad, ellos aseguraban que, por las condiciones
climáticas de esta zona, si seguían talando árboles, el problema cada vez
iba a ser mayor y que, por el contrario, si tomaban su iniciativa de plan-
tar árboles podían ayudar todos juntos a revertir esta situación. Pero tal
y como era de esperarse, el clima nuevamente jugó su protagonismo
aquel día, llovió con la misma intensidad de sus ganas de hacer un cam-
bio, entonces tuvieron que irse para no enfermarse.
Al día siguiente, los héroes decidieron hacer folletos para explicar la im-
portancia del ambiente y que le estábamos haciendo daño. A la tarde,
todos se pusieron a hacerlos, imprimirlos, y empezaron a organizarse
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para repartirlos por todas las casas, quizás en la intimidad de sus hogares
pudiera surgir como tema de conversación o despertara la inquietud de
conocer más sobre el tema o aún mejor, averiguar cómo podían ayudar
a que este cambio fuera posible.
El día miércoles, cuando ya tenían todo hecho, empezaron a repartir,
casa por casa; en una de ellas se encontraron con una anciana y su hija, la
anciana no escuchaba muy bien y tampoco tenía una buena vista, y como
muchos, ya había transcurrido gran parte de su vida con hábitos muy
distintos a los que el grupo de chicos planteaba, pero decidieron expli-
carle que sí es necesario, ya que si no reutilizamos estamos poniendo en
peligro nuestras vidas; la anciana a cada frase preguntaba: “¿Qué dice?”
Y los chicos, sin problema, se lo repetían.
Después de unas horas, los chicos hicieron entender a la anciana y a su
hija. Entonces la chica se unió al grupo y decidió hacer una junta en el
barrio para hablar sobre reciclaje, tala de árboles, bienes naturales, etc.
Días después, un grupo fue a la municipalidad para pedir por favor que
dejasen de talar, el intendente dijo que no tenía tiempo de escucharlos,
que tenía asuntos urgentes e importantes que atender; a pesar de que
ellos insistieron en decirle que si seguían talando el oxígeno estaba en
peligro y que las personas sufrirían consecuencias a largo plazo.
Él sonrió, quizás pensó: “¿Qué dicen estos jóvenes?” Así, al pasar, sonaba
un poco extremista, pero querían generar el impacto que en ellos gene-
raba.
Al finalizar la semana, los grupos se juntaron y hablaron de cada situa-
ción, uno de ellos habló de una familia de campo, esa familia reutilizaba,
no gastaba luz eléctrica, al agua no la desperdiciaba y para calentar el
agua no usaban ni electricidad ni gas, utilizaban leña, todos los días bus-
caban árboles secos y los cortaban, pero como sabían que al cortar el
árbol perdían un poco de oxígeno, plantaban más árboles, alrededor de
su casa había muchos árboles y todos plantados por ellos.
El grupo entero quedó emocionado, ya que nadie más había visto eso en
las casas que fueron y, a la siguiente semana, decidieron ir a sacar fotos y
hablar con ellos, sentían por fin esperanzas y mejor aún, pruebas de que
lo que ellos creían era posible para una familia y para todas las de la co-
munidad; entonces quisieron ir hablar con ellos y pedirles permiso para
sacar fotos y documentar todo. Pasado el día, pensaron en realizar un
posteo en redes sociales y poder compartirlo con otros, al día siguiente
se encontraron con una sorpresa inesperada.
Un periodista del diario de la capital había visto su posteo y decidió,
junto a su equipo de trabajo, publicarlo en el diario ya que les pareció
interesante. Al añadirla al diario no pusieron el foco en la familia en sí,
sino que la titularon: “Mis héroes favoritos”. Allí, además de hablar de la
familia y sus hábitos que conllevaban el cuidado del ambiente, también
hablaban de estos jóvenes cómo héroes, consideraban heroico el hecho
de que quisieran salvar el mundo de alguna manera. Finalmente, sus es-
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fuerzos habían dado frutos, frutos inesperados.
Dos días después, el anuncio del periódico fue leído por el intendente,
quien entendió el pedido de los jóvenes y ya no parecía una exageración
de un grupo de jóvenes de la ciudad sino la preocupación de héroes
para su ciudad. Decidió hacer algo para los chicos y para todas las perso-
nas, entonces fue a hablar con el gobernador y ahí explicó lo que quería
que se hiciera.
El gobernador, sorprendido por lo que dijo el intendente, decidió ir a
hablar con el presidente para que se tomara esta iniciativa pero que fuera
de manera general, beneficiosa para todos los ciudadanos del pueblo
argentino.
La noticia siguió difundiéndose y meses más tarde, se había decretado
una ley que incluía muchas de las medidas que planteaban los jóvenes
para el cuidado del ambiente y decía principalmente que cada vez que
una persona talase un árbol, debería plantar dos más.
Tiempo después había sido tomada por todos los países del mundo, se
había viralizado como solían decir los jóvenes. Todo el mundo entendió
la importancia de cuidar el ambiente, esto que empezó en un pueblo de
Entre Ríos como una acción para el bien común de un grupo de jóvenes,
“Los héroes”. Después de un tiempo, todo el mundo sabía de esto. Los
héroes ya no eran un grupo de pocos, sino que ahora eran cientos de mi-
les, personas de todas las edades, ahora los héroes cuidan el ambiente.
Seudónimo: Angeli
Mitos
Hace muchos años, los hijos de los Dioses Elementales, quisieron desa-
fiar a sus padres, creando un nuevo lugar. Ellos aceptaron y los enviaron a
un pequeño lugar de la tierra, que estaba situado entre dos ríos, creados
por el Dios del Agua. Este estaba desolado, ya que era el paraje en el que
estos seres extraordinarios luchaban contra sus enemigos, para evitar la
destrucción del planeta. Como los Demonios fueron encerrados por los
Dioses Elementales, estos no tuvieron problema en dejar que sus hijos
realizaran un par de cambios, ya que no iba a haber ningún inconvenien-
te con los Demonios o con alguna otra cosa.
Lo que los jóvenes vieron al llegar a este sitio, fue muy atroz. Ellos no
sabían qué hacer con un lugar así, sus padres les habían dicho que no
existían los humanos en ese lugar, pero les mintieron y en ese momento,
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se dieron cuenta de que la prueba había comenzado y se pusieron a tra-
bajar, para darles una mejor vida a esas personas.
Pasaron los meses y los jóvenes trabajaban muy duro para que las per-
sonas que vivían en esta pequeña isla, tuvieran una mejor vida, en un
ambiente más saludable. Seguían pasando los años y los siete Dioses
que habían bajado a la tierra, se esforzaban, cada día más, para dejar a
sus padres orgullosos, pero lo que ellos no sabían era que toda la felici-
dad que tenían se iba a terminar muy pronto. Durante estos años, en el
cielo, hechos atroces habían ocurrido, por culpa de los malvados, que
con tanto tiempo lograron escapar de sus celdas y destruir gran parte
del cielo, también lograron encerrar a todos los Dioses, pero su objetivo
ahora era vengarse de sus adversarios y destruir las cosas que amaban,
comenzando por los jóvenes Dioses, que estaban ayudando en la tierra.
Pasaron algunos días y los Demonios encontraron el lugar en donde per-
manecían los siete jóvenes. Llegaron tan rápido, que los tomaron por sor-
presa y destruyeron todo lo bello que habían armado, pero eso no fue lo
único que hicieron; al parecer, el cambio de ambiente había hecho que
las personas comenzaran a ensuciar todo. Había algo que jugaba a favor
de los siete Dioses y era una persona, se llamaba Alysa y era una semi-
diosa, que vivía en la tierra con su madre, ella era la única esperanza, así
que los siete Dioses le otorgaron sus dones, antes de ser capturados y le
dijeron que ella era la única que podía salvarlos y también a esa pequeña
isla. Alysa aceptó su destino y una vez que los Demonios se fueron, ella
comenzó a reconstruir cada una de las partes de ese lugar y mientras ella
cumplía con esta tarea, las personas que vivían ahí, la ayudaban a limpiar,
a hacer huertas y a reciclar, porque ella no sólo tenía nuevos dones, sino
que también tenía el poder de influir en las acciones de las personas, a
través de las suyas.
–La historia después es común, Alysa salva a todos los Dioses, elimina
a los Demonios y se vuelve en una heroína ambiental, que no sólo nos
ayudó a nosotros, sino a todo el mundo. Pero todo el sacrificio que esta
pequeña semidiosa hizo no fue en vano, todo lo contrario, le dejaron
poner el nombre a la isla que había salvado y ella eligió el nombre de
“Entre Ríos”.
Seudónimo: FM
97
Leyendas
LOS MARGINADOS
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Nivel V
Educación Especial
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Cuentos
Había una vez, en un pueblo pequeño cuyo nombre era “Cielo azul”, un
niño de 7 años, llamado Ariel, que vivía junto a su familia.
En este pueblo particular, con muy pocos habitantes, la gente solía ser
distante y no tenían empatía entre sí. Cuando el pueblo organizaba even-
tos o festivales, asistía muy poca gente.
Ariel tenía un hogar cálido, donde siempre compartía con su familia dife-
rentes actividades, pero la más especial de ellas era la huerta familiar que
entre todos habían realizado.
Era una huerta muy especial, ya que todos colaboraban con ella. La huer-
ta tenía diferentes verduras, también árboles frutales.
Cuando Ariel volvía de la escuela, le gustaba pasar el tiempo regando
las plantas y colaborando con su papá, en recoger las diferentes frutas y
verduras que luego disfrutaban en comidas y postres. La familia de Ariel
comprendía la importancia de poder cosechar sus propios alimentos y
por ese motivo, esta huerta fue hecha con mucho amor y empeño.
Un día, Ariel junto a su familia habían decidido plantar otro árbol, ya que
esta era una de las actividades que más disfrutaban juntos, donde cada
uno colaboraba organizando las herramientas, eligiendo un lugar ade-
cuado para los árboles, preparando la tierra. Sabían que la mejor forma
era trabajar unidos, en equipo.
Ariel se sentía feliz porque sabía la importancia de un nuevo árbol en la
tierra, se le ocurrió una idea genial que comentó a su familia.
Ariel dijo:
–A este nuevo árbol lo voy a llamar “Felicidad”, porque es lo que siento
cuando planto un árbol más, junto a mi familia, en mi hogar.
A la familia le gustó mucho la propuesta de Ariel, les pareció un nombre
bonito para el árbol. Entre todos realizaron un cartel de madera y coloca-
ron el nombre junto al árbol.
Luego, el niño le dijo a su papá:
–Papá, ¿por qué no ayudamos a la gente del pueblo y a mis compañeros
de la escuela, a que haya más “Felicidad”, que cada uno plante un árbol
para que la tierra se ponga muy contenta?
El papá sorprendido, lo miró y le dijo:
–Ariel es muy bueno lo que piensas, ya que la felicidad es lo más valioso
que podemos tener.
El niño contestó:
–Si hubiera más “Felicidad”, la gente tendría árboles en sus casas, el pue-
blo tendría más verde, en verano los niños tendrían sombra para jugar.
Además, como nos dijo la seño de Ciencias Naturales, tenemos muchos
beneficios cuando plantamos un árbol, se purifica el aire, los animales
tendrían dónde posarse, los árboles dan mucha sombra y también pro-
100
ducen oxígeno.
Ariel y su papá comenzaron a trabajar en esta genial idea, con la pro-
puesta: “plantar un árbol es vida, es felicidad”.
Hablaron con todos en el pueblo, Ariel con sus compañeros. Juntos le
explicaron a la gente la importancia que tiene esta actividad y también el
valor de una huerta, ambos se ofrecieron para ayudar.
Todo el pueblo unido comenzó a trabajar, estaban emocionados con
la propuesta. Luego del trabajo, en cada casa, en los parques, plazas,
veredas, poco a poco se convirtió en un lugar verde, con más árboles,
con más vida. Algunos árboles fueron llamados con diferentes nombres
como: amor, unión, diversión, compromiso, etc.
Todo cambió para el pueblo desde esa brillante idea. Todos compren-
dieron que el mundo puede cambiar con pequeños gestos y que juntos
era más fácil.
Seudónimo: Davida
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102
Nivel VI
Educación en Contexto de Encierro
103
Cuentos
Don Conrado era un gaucho que con sudor y sacrificio afrontaba una
triste realidad; siempre había sido feliz en el campo con sus animales y
su mejor amigo, su perro Malevo.
Un hombre criado en el campo, que se levantaba muy temprano, hacía
fuego y se preparaba unos buenos mates amargos. Luego salía a recorrer
el campo, para verificar que sus animales estuvieran bien, curaba a los
abichados.
Cerca del mediodía volvía de nuevo a su estancia “Las Gallinitas” siempre
acompañado de su fiel amigo Malevo.
Le gustaba sentarse afuera a ver cómo caía el sol, mientras escuchaba un
buen chamamé maceta.
Estaba molesto debido a que sus vecinos se pasaban disparando sus
rifles, matando a los teros o algún caserito, toreaban sus perros entrena-
dos para cazar, los cuales cuando atrapaban algo no lo soltaban hasta
que dejaba de respirar; rompían los caminos en sus 4 x 4, acelerando
más y más, tiraban basura en los alrededores. Debido a estos vecinos, ya
no se veían zorros y no se escuchaba cantar a los pájaros.
Esto lo ponía triste y amargado, porque tenía que resignarse a sus veci-
nos, los cazadores. Ya no podía recorrer el campo tranquilo y curar a sus
animales, con miedo a que le disparasen.
Fue pasando el tiempo, hasta que don Conrado cayó en una triste enfer-
medad al ver que la naturaleza que lo rodeaba se iba esfumando delante
de sus ojos.
Un día llegaron a la estancia de visita sus hijos y nietos, y después de
un rato notaron que don Conrado no era el mismo, así que llamaron al
doctor Brosqui para que lo revisara. Éste sólo le comentó a la familia que
tenía presión y que seguramente se sentía solo.
En la cena, don Conrado les contó que era lo que lo tenía tan triste. Su
familia decidió colaborar para solucionar el problema.
Primero intentaron hablar con sus vecinos para llegar a un arreglo, pero
no fue lo esperado, gente criada en la ciudad que no sabía cuidar ni
apreciar la naturaleza.
Tampoco les alcanzaba para comprar las otras haciendas.
Así que se propusieron pintar carteles por todas partes, desde no romper
los caminos, no tirar basura, no talar los árboles, no matar pájaros, con
esto intentaban concientizar a los pocos que cruzaban por los campos, y
tal vez algún día que sus vecinos también siguieran estos cuidados.
Don Conrado no consiguió que sus vecinos cambiaran, pero sí que su
familia siguiera sus pasos en el cuidado y protección de la naturaleza.
104
Robles, Jonathan - Escuela Secundaria de Jóvenes y Adultos N° 8 “Anto-
nio Flores” – Unidad Penal N° 8, departamento Federal. - Primer Premio.
EL NONGO
105
pasto y en el piso de las plazas y el parque, basura que otros tiraban
desconsideradamente, manteniendo así, limpios los espacios verdes que
disfrutamos todos. Los recorría con el andar cansino, característico de la
gente mayor, a la que ya le pesa la vida. Pero con una paciencia inmuta-
ble los levantaba.
Fue por esa afección en los pulmones que tomó conciencia de que se
debía cuidar mucho, estar en ambientes limpios, no contaminados y por
eso se dedicó a cuidar y limpiar los espacios verdes públicos que suele
frecuentar y disfrutar del aire puro tan necesario para sus pulmones.
Yo tenía un kiosco frente a la placita y lo veía caminar tirando su carrito
con un chirrido característico que anunciaba su paso.
Con el tiempo, comenzó a juntar latitas que los jóvenes dejaban tiradas
luego de sus juntadas, él después las vendía a un acopiador por aluminio
y le daban unos pesos.
Hace un tiempo que no se lo ve, y la placita está sucia, ya me había acos-
tumbrado a verla sin papeles.
Ayer pregunté y me dijeron que El Nongo está en el asilo de ancianos
porque no tiene familia y ya no puede andar tanto.
Seudónimo: Pichirica
Leyendas
EL FUSILERO
Juan Soldado era un hombre bueno y feliz que vivía en el monte con su
esposa. Un día se presentó en el rancho una partida de soldados y lo
llevaron a luchar. Se despidió de su mujer prometiéndole que volvería.
Pasaron días, meses, años y el soldado no volvía. Pero la esposa no deja-
ba de esperarlo, porque estaba convencida de que Juan no faltaría a su
palabra.
Una mañana de verano sobre un árbol cercano, la mujer vio un pájaro
hermoso, gigante, que la contemplaba fijamente. Se acercó y el pája-
ro comenzó a cantar tristemente... tenía los colores del uniforme de los
soldados. Entonces comprendió que era su esposo, el que muerto en
batalla se había transformado en ese hermoso pájaro.
La esposa no pudo soportar la pena y al poco tiempo murió.
Y dice la leyenda que Dios también la convirtió en el mismo pájaro que
hoy llamamos fusilero.
Por eso hoy viajan juntos recorriendo las islas y bañados entrerrianos y
no se separan jamás.
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Sin seudónimo
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108
Nivel VII
Docentes
109
Cuentos
MOKI
110
seguía sosteniendo la caña, logró apretar en sus brazos al resbaladizo
pez. Ya lo tenía. ¡Cuánto pesaba! Lentamente logró sacarlo del agua. Lo
abrazó enérgicamente. Aún enganchado, el bicho coleteaba, lidiando
por su vida. Se paró dificultosamente abrazando al ejemplar. El sueño
de todo pescador. Pesaba más de 15 kilos. Era una hembra, redonda,
robusta; tenía huevos en su interior. Su compañero gritaba de felicidad.
Él también. Varias lanchas, atraídas por los chillidos, giraban alrededor.
Felicitaciones, gritos, vivas rompían la paz del río.
Un pensamiento se cruzó por su mente. Su hijo. Si la dejaba libre, Tomy,
cuando fuera más grande, podría disfrutar de la pesca. Otros dorados
crecerían en el río. Su hijo tendría la oportunidad de vivir eso que él tanto
amaba. No lo dudó. Su compañero sacaba fotos, muchas. Un breve salu-
do a la cámara, y lo devolvió al agua, ante los aplausos y exclamaciones
de todos los presentes. Estaba feliz, hizo lo que debía hacer. Un pescador
de ley sabe cuándo parar. Tiene límites.
Las fotos, al igual que el esqueleto de Santiago, atestiguan que lo que
pasó fue real. Un gran pez atrapado y devuelto. Para que siga reprodu-
ciéndose, poblando el Uruguay de colores dorados. Por su hijo, por los
demás pescadores, por la naturaleza, Moki hizo bien. Pesca con devo-
lución. Con conciencia y responsable.
S Seudónimo: Gabrie
En esa noche, cual en tumba fría, sin ninguna expresión más que el si-
lencio, refugiaba su cansancio en un altillo improvisado para poeta, ten-
dido en el escritorio, sobre sus brazos cruzados entre sí (reminiscencia
de jugar escondidas cuando chico, entre los arbolados de jacarandás y
lapachos, por las placitas paranaenses).
Pero, el exhausto peso no era cargado por el mueble, no. Por debajo, una
hoja, todavía inmaculada, haciendo casi todo el trabajo, se empecinaba
en negar la diversión prometida: ese hábito gratuito e impiadoso de ar-
mar estética con sentido para conmover, llamado poesía.
Así y todo, el sueño lo venció fácilmente, consecuencia de esperar tanto
esa perfecta inspiración que suele ser esquiva a los puristas del moder-
nismo.
Liviano, frágil, casi etéreo, sintió desprenderse de su cuerpo y levitar por
el cuarto (primero en una sobrecogedora luz pálida amarillenta que, de
repente, fue penumbra gélida, sombría).
111
De uno de los rincones que no pudo precisar, notó que una voz poderosa
le desafiaba:
– “Habla de mí que nadie lo hace…”
Internamente él, con un conocimiento incomprendido, sabía de quién
era esa voz, mas la categórica sentencia le hizo saber que era el momen-
to de callar.
–“En mi nombre depredan los bosques, sacrifican especies, contaminan
las aguas, destruyen las inquietudes infantes, remueven los cimientos his-
tóricos, renuevan ideas por otras modernas, funcionales, mejoradas…”
La noche se estrangulaba con nuevo giro asfixiante tras cada frase y el
ambiente se matizaba en haces de torpes centelleos, como de fiesta en
madrugada.
Él, aparecía y desaparecía bajo esos fogonazos, intermitentemente, con
distintos gestos y poses en una serie de fotos consecutivas que revela-
ban tan poco al fin…
La voz prosiguió adquiriendo el ritmo característico de los alegatos en
juicio:
– “Subvierten el orden de las cosas para ordenarlas en el desconcierto, en
la desventura de un azar que premia a algunos y castiga a otros (diría a
todos), pero, por sobre todo, condenan a la humanidad que viene, a sus
propios hijos y nietos a la desprotección de su avaricia, a la extinción de
las geografías bellas y la vida profunda en los distintos medios, contradi-
ciendo la lógica del universo con la ilógica de la traición a su naturaleza,
a su dignidad fruto de sus capacidades puestas al servicio de la mezqui-
na causa que los devolverá a la nada….”
El aire retorcía la atmósfera afiebrada de un calor indescriptible, de bóli-
do de fuego y ceniza removida, mezclados entre capas de un humo que
provocaba el toser, de tanto en tanto; era la única aportación que él hacía
a su interlocutor misterioso, con una cadencia de enfermo absolutamen-
te sano.
–“Así como te oyes, escucho los jadeos de millares de seres, todos los
días, en sus hábitats, en estertores de sonidos huecos, insensibles a los
sordos dictámenes de soluciones corporativas que idealizan el caos para
un mayor caos: un supuesto presente confortable para una mañana im-
posible….”
La diatriba no forzada comenzaba a espesarse por tanto contenido, aun-
que no tardaría en tornarse cercana y personal, como un ruego postrero
ante alguien que comprende, la escucha amigable de quien puede sentir
y creer con la misma empatía del desesperado…
– “Ya no puedo contener ni contenerme en esta visión apocalíptica del
absurdo fracaso del poder, de la participación deshumanizada, de la ri-
queza espuria de causa y efecto… Debes elaborar una manera de alertar
de esta urgencia a esta sociedad que se consume en el aturdimiento de
su jocosa ignorancia, manchada por una sangre invisible que le provoca-
rá remordimientos a futuro. Te daré mi palabra aguda, sostenida por la
112
amplia intención de un peregrinar penitente por el desastre inconmen-
surable del accionar humano respecto del mundo que desea salvar: des-
pierta tu pluma inquieta y aviva tu calmada estridencia de elocuentes
rimas armoniosas. ¡Habla por mí!”
Él quiso arriesgar una negativa, una disculpa, una justificación aceptable
que sonara plausible… o por lo menos decorosa; no pudo contrariar esta
verdad que ya traía mentiras a cuestas, agregando otras tantas…
Afirmó inconsciente, como si consintiera, aunque estuviera convencido
de que el escenario superaba las cualidades del actor.
Terminal, apagando su tono, como en una lejanía abierta a distancias in-
alcanzables, la voz culminó:
–“Tú, querido Gerifalte, serás, desde ahora, también responsable. Sobre ti
dejaré esta misión que nunca quise, porque en realidad tan sólo soy una
carencia no una excusa, un sentimiento no un augurio, un problema no
una solución”.
Y dicho esto último, se perdió como había aparecido, súbitamente, di-
suelta en la inmensidad que aún dormitaba.
Él abrió sus ojos compelidos en llanto y se incorporó con instinto de que-
rer escapar, pero era demasiado tarde; se recompuso, se sentó y comen-
zó a garabatear con ánimo sujeto, unos versos que detuvo, unas líneas
después, porque su mente atestada de imágenes, necesitaba algo de
tiempo para volver a llorar.
Si alguien hubiera querido leerlos, desde arriba, desde otra dimensión,
el escrito iniciaba:
Soñé este salmo con las pupilas volcadas hacia adentro, en una encruci-
jada tenebrosa de hastío, de pesimismo y de muerte. Lo oí de los labios
de un peregrino que pasaba, de una sombra, de un fantasma que pude
ser yo mismo en medio de la noche…
Seudónimo: EL RESCATISTA
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LA HUERTA DE MI VIEJO
Seudónimo: Ángel
114
Leyendas
115
una maestra que no tardó en involucrarse con el hacer diario de la escue-
la que era el segundo hogar de estos gurises entrerrianos.
Cuentan que la nueva maestra se llamaba Marina y dicen los sabios del
lugar que fue vista como una enviada de la Diosa Guaraní Mbói Tu’i, dei-
dad de los cursos de agua, ya que su nombre significaba “nacida en el
mar” para devolver la sonrisa a los gurises y el colorido al pueblo, que se
estaba poniendo cada día más gris.
Cuentan que un día, en una clase, los gurises se animaron, gracias a la
confianza que ella brindaba al contarles cómo era hace unos pocos años
atrás “El Pueblito” y lo que estaba sucediendo.
Cuentan que un día Marina y los gurises salieron a recorrer el lugar, y le
hizo ver a sus alumnos que el colorido se había perdido porque estaba
muy sucio, papeles que se trasladaban de aquí para allá, según los lleva-
ba el viento, bolsas que colgaban de los árboles y nadaban por el arroyo,
residuos desparramados por todos lados, que algunos perros se habían
encargado de distribuirlos por las calles.
Cuentan que al regresar a la escuela, los gurises le prometieron a la nue-
va maestra que tomarían la responsabilidad de devolver el colorido a su
pueblito.
–Sí, es hora de iniciar –dijo Marina, y con su ayuda comenzaron a trabajar
Cuentan que otro día Marina y los gurises volvieron a salir a la calle, re-
partiendo por las casas, concientizando a la gente de la importancia de
cuidar el ambiente. Tirar la basura en cestos, separar los residuos orgáni-
cos de los inorgánicos, entregaron folletos que ellos mismos prepararon
donde mostraban la importancia de la cinco erres: Reducir el consumo
de productos biodegradables, Rechazar los productos que sean malos
para el ambiente, Recuperar, dar una segunda oportunidad a los produc-
tos, Rehusar, sacar fruto de los desperdicios, Reciclar, separar la basura y
crear cosas con los mismos. Se encargaron de que se limpiara el lugar y
colocaron un cartel: NO TIRAR BASURA.
Cuentan que los mismos gurises en la escuela con la maestra ponían en
práctica las cinco erres y el pueblito, poco a poco, comenzó a recuperar
el canto de los pájaros, la alegría de los árboles con sus flores y frutos.
Cuentan que un día los gurises terminaron esa etapa de estudio y a Mari-
na no se la volvió a ver, no se sabe bien si se fue a trabajar a otro lugar o
como sus alumnos, también terminó una etapa de su vida.
Pero cuenta la leyenda que cada vez que en el pueblito, los gurises jun-
tan un papel, separan la basura, re-usan o reciclan algún desperdicio, el
Arroyo Tala se refleja acústicamente embistiendo contra sus riberas y
produciendo un bramido como el mar, pero no desborda más. Dicen que
es la presencia de Marina, la enviada de la Diosa Guaraní Mbói Tu’i, dei-
dad de los cursos de agua, complacida de que los gurises entrerrianos
cuidan el ambiente.
Seudónimo: Rosita
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González, Rosa Griselda - Escuela Naciones Unidas N° 50, departamento
Tala. - Primer Premio.
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