Los CCD en Argentina
Los CCD en Argentina
Los CCD en Argentina
CLANDESTINOS
DE DETENCIÓN
EN ARGENTINA
NUEVAS MIRADAS
Y SABERES A
CUARENTA AÑOS
DEL
Ministerio de Justicia
y Derechos Humanos
Autoridades
Presidente de la Nación
Alberto Fernández
Vicepresidenta de la Nación
Cristina Fernández de Kirchner
Ministro de Justicia y Derechos Humanos
Martín Soria
Secretario de Derechos Humanos
Horacio Pietragalla Corti
Archivo Nacional de la Memoria
Marcelo Castillo
Dirección Nacional de Gestión de Fondos Documentales
Andrea Copani
Coordinadores de la publicación
Débora D’Antonio
Rodrigo González Tizón
Corrección editorial
Paula Franco Häntzsch
Leandro Porcellini
Pablo Robledo
Diseño y diagramación
Darío Addesi
El Nunca más constituyó, al mismo tiempo, la primera narrativa oficial del Estado
sobre la represión del período 1976-1983. Una parte significativa estuvo dedicada a
reconstruir minuciosamente la ubicación, dependencia orgánica, características mate-
riales y dinámica de funcionamiento de los centros clandestinos de detención (CCD)
En este contexto, a partir del año 2003 el Poder Ejecutivo Nacional impulsó una
serie de políticas públicas de memoria. Una de estas iniciativas fue la declaración de
los ex CCD como sitios de memoria y la conversión de algunos de ellos en espacios
de memoria y promoción de los derechos humanos. Otra fue la desclasificación de
la documentación producida por las Fuerzas Armadas y de Seguridad durante el pe-
ríodo 1976-1983 utilizada, en muchos casos, como prueba en las causas judiciales.
Como parte de estas políticas se creó el programa Registro Unificado de Víctimas del
Terrorismo de Estado (RUVTE) en 2014. Además de generar una base de datos sobre
víctimas a nivel nacional, el RUVTE se abocó a la identificación de lugares que fun-
cionaron como espacios de detención clandestina. Al día de hoy, lleva contabilizados
más de ochocientos, cifra que supera ampliamente aquella ofrecida por la CONADEP.
Esta investigación, en sintonía con otras, explica que las actividades represivas al-
canzaron su punto más intenso entre los años 1976 y 1978, con un pico máximo en los
dos primeros años, seguido de una progresiva disminución en la cantidad de secues-
tros, asesinatos y desapariciones a escala nacional. Estas tendencias, que ya habían sido
esbozadas en el informe Nunca más, resultaron respaldadas por el trabajo de investi-
gación y sistematización de datos realizado desde 2015 por el RUVTE. Interrogarse
por las variaciones que tuvieron a lo largo del tiempo la intensidad de los operativos
de secuestro y las prácticas de aniquilamiento permite develar una mayor heterogenei-
dad de la que se suponía en la maquinaria del modelo represivo, con reformulaciones
según las coyunturas.
Contra la presunción tradicional de que los grandes CCD como la Escuela de Me-
cánica de la Armada (ESMA), “El Campito” de Campo de Mayo o “La Perla” funciona-
ron como lugares cerrados en sí mismos, que resolvían de manera autónoma el ciclo
represivo de secuestro, muerte y desaparición, esta publicación expone la existencia de
una densa malla de espacios integrados a una amplia red territorial. Entendiendo que
la misma se anudaba en dependencias legales, en otras clandestinas y en espacios que
operaban como terminales de los circuitos represivos. Dentro de esta última categoría
se distinguen espacios vinculados a la gestión de la muerte como cementerios o sitios
de enterramiento, otros donde las detenciones continuaban bajo formas jurídicas en
unidades penales o comisarías y un tercer conjunto compuesto de instancias de reclu-
sión institucionalizada como la legalización de embarazadas en hospitales, el traslado
de detenidos a psiquiátricos o el ingreso de niños y niñas a instituciones de minoridad.
En esta publicación se vuelve a poner en foco la represión ejercida sobre la clase tra-
bajadora, un hallazgo que ya estaba presente en el Nunca Más. Sin embargo, el impulso
otorgado desde el Estado, y en particular desde la Secretaría de Derechos Humanos de
la Nación, a una línea de investigación específica sobre la responsabilidad empresarial
en los delitos de lesa humanidad amplió la mirada de la CONADEP al distinguir el rol
corresponsable de las empresas en la persecución de su propio personal. Al examinar el
funcionamiento de espacios privados como ingenios o fábricas que se erigieron como
CCD, se ofrece un acercamiento a las formas específicas que asumió la colaboración
empresarial con la represión hacia la clase trabajadora y sus sectores organizados. La
transformación de áreas fabriles en lugares de reclusión y tortura implicó, entre otros
asuntos, una adaptación del espacio a los fines de asegurar que la implementación de
estos sitios clandestinos no interrumpiera la actividad productiva.
Débora D’Antonio
Rodrigo González Tizón
*Queremos dar las gracias a todos los autores y autoras que participaron de esta publicación. Además, hacemos
extensivo nuestro agradecimiento a Natalia Casola, Melisa Slatman, Iván Jameson, Sebastián Chiarini y a las
y los trabajadores del Equipo de Gestión de Consultas y de la Coordinación de Investigaciones Históricas del
Archivo Nacional de la Memoria por sus aportes en distintos tramos de esta investigación.
Cecilia MacCormack
Pablo Scatizza
Introducción
1 Registro Unificado de Víctimas del Terrorismo de Estado. “Listado de Centros Clandestinos de Detención por
zona (junio 2022)”. Disponible en:
https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/2022/06/ruvte2022_sdh-anm_nomina_ccd_jun-22.pdf.
En cuanto a la periodización, si ponemos el foco en la detención clandestina de personas como eje articulador de
la represión que caracterizaría a la última dictadura militar, resulta pertinente tomar como referencia el marco
cronológico señalado en el Anexo V del informe publicado por el RUVTE en 2015, donde se destaca que hay
testimonios que constatan el cautiverio clandestino ya en el último trimestre de 1974. Ver Registro Unificado de
Víctimas del Terrorismo de Estado. Informe de Investigación sobre Víctimas del accionar represivo ilegal del Esta-
do: Desaparición Forzada y Asesinato. Centros clandestinos de detención y otros lugares de reclusión clandestina,
2015.
Asimismo, resulta necesario señalar que algunas detenciones clandestinas persistieron aún luego del retorno de
la democracia. Un ejemplo de ello es el caso de Cecilia Viñas, desarrollado en el capítulo “Embarazadas e infan-
cias en centros clandestinos de detención. Efectos y resonancias de crímenes que no cesan”, en este mismo libro.
2 Más allá de que no será objeto de análisis de este trabajo, es imposible soslayar la importancia que también
tuvieron en el despliegue de ese plan represivo las detenciones “legales”, generalmente en prisiones federales,
que articularon su funcionamiento con el de los centros clandestinos que aquí abordaremos. Sobre detenciones
legales en dictadura, ver Garaño y Pertot (2007), D’Antonio (2016), Garaño (2020), entre otros.
Con el objetivo de delinear una posible tipología de los espacios de cautiverio que
caracterizaron la violencia política estatal de la segunda mitad de la década de 1970 y
principios de la de 1980, se presentará en primer lugar una genealogía de las denomi-
naciones que fueron adquiriendo los lugares de detención que articularon el sistema
represivo desde poco más de un año antes de la instauración del gobierno de facto, da-
das tanto por las particularidades intrínsecas de cada espacio como por las miradas y
discursos de quienes abordaron su análisis desde diversos ámbitos y con distintos pro-
pósitos. Posteriormente, se analizarán sus dinámicas de funcionamiento, las redes re-
presivas y territoriales en las que se insertaron, y las especificidades que adquirieron en
su accionar, las cuales han sido puestas en evidencia por estudios basados en análisis
diacrónicos de sus dinámicas internas y en la reducción de las escalas de observación.
Previo al retorno a la democracia, tanto los actores que encarnaron el avance repre-
sivo como aquellos que lo sufrieron o lo denunciaron utilizaron otras denominaciones
para referirse a estos lugares de cautiverio. Es posible comenzar una genealogía de las
maneras en las que se ha denominado a estos espacios con la puesta en marcha en Tu-
cumán del Operativo Independencia en el mes de febrero de 1975, momento en que
se constituye en verdadero “teatro de operaciones” en la “lucha contra la subversión”
(Garaño, 2011) y comienzan a funcionar de manera sistemática los primeros centros
clandestinos de detención. Según se desprende del RUVTE, funcionaron en este te-
3 CONADEP. Nunca Más. Informe de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas. Buenos Aires:
EUDEBA, 1985 [1984].
Ya para ese entonces el ejército sabía cómo nombrar a estos lugares. En efecto, desde
el mismo momento en que las Fuerzas Armadas asumieron la responsabilidad del ejer-
cicio de la represión en la zona de Tucumán a través del Decreto Secreto N° 261 del año
19755, el término “lugar de reunión de detenidos” o “lugar de reunión de detenidos
transitorios” (LRDT)6 sería la denominación oficial utilizada por las fuerzas represi-
vas, siguiendo lo indicado en la reglamentación militar7. La normativa aludía también
a esos espacios como “lugares de detención”, “lugar de alojamiento de detenidos” o
“campos de prisioneros”. Y sería el reglamento elaborado en 1969 específicamente para
esta cuestión, el RC-15-80 “Prisioneros de Guerra” el que, según señala el historiador
Mario Ranalleti, prefiguraba la instalación de los centros clandestinos de detención
que caracterizaron el poder represivo dictatorial, dado que “esta normativa facultaba
a los Comandantes de Cuerpo y al Comando en Jefe del arma a crear lugares de de-
tención temporarios para cumplir con tareas de inteligencia” (citado en Pontoriero,
2014: 39). En esta misma línea, el Plan del Ejército (Contribuyente al Plan de Seguridad
Nacional) de febrero de 1976, a partir del cual se organizó el golpe de Estado del 24
de marzo, incluía dentro de esta planificación el establecimiento de “lugares para la
reunión de detenidos”, que estarían incomunicados y a disposición de la Junta de Co-
4 Vilas, A. Diario de Campaña. Tucumán: enero a diciembre de 1975,1977. Disponible en: https://web.archive.
org/web/20031112080748/http://www.nuncamas.org/investig/vilas/acdel_00.htm
5 Este decreto fue firmado por la entonces presidenta María Estela Martínez de Perón en febrero de 1975, y con
él se le dio inicio al “Operativo Independencia” facultando al Comando General del Ejército para “ejecutar las
operaciones militares que sean necesarias a efectos de neutralizar y/o aniquilar el accionar de elementos subver-
sivos que actúan en la provincia de Tucumán”. Cabe señalar, sin embargo, que los primeros “campos” datan de la
primavera de 1974 y que, antes de que ese decreto entrara en vigencia, el Ejército ya había comenzado a reprimir
la guerrilla rural instalada en el monte tucumano (Paoletti, 1986).
6 De esta manera se refiere a estos lugares, por ejemplo, el Comandante de la Brigada a cargo de la Subzona 52,
el General José Luis Sexton, en su declaración testimonial (Cámara Federal de Bahía Blanca. Expte N° 303 “Pre-
suntos excesos que se habrían cometido en ocasión de la guerra contra la subversión por parte del personal militar
de seguridad y policial en jurisdicción de la Subzona 52”, 1984, fs. 60)
7 Ejército Argentino, Reglamento RC-3-30 “Organización y Funcionamiento de los Estados Mayores”, IGM, 1966;
Ejército Argentino, Reglamento RC-16-4 “Examen de personal y documentación”, IGM, 1967.
8 Archivo Nacional de la Memoria (2012). Documentos del Estado terrorista: Directiva del comandante general
del ejército nº 404/75, (lucha contra la subversión). Plan del Ejército (Contribuyente al Plan de Seguridad
Nacional). Buenos Aires: Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación. Secretaría de Derechos Hu-
manos.
10 Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Informe sobre la situación de los derechos humanos en Ar-
gentina. Washington, 11 de abril de 1980. Disponible en http://www.cidh.org/countryrep/argentina80sp/indice.
htm . Última fecha de consulta: octubre 2023.
11 Cabe aclarar que, si bien en las primeras denuncias el adjetivo “clandestino” no fue utilizado para describir
los espacios de cautiverio, sí se denunciaron desde un principio la clandestinidad y el secretismo inherentes al
aparato represivo montado por la dictadura. En la citada carta a la junta militar, Rodolfo Walsh señalaba, por
con referencia a los LRD (lugar de reunión de detenidos) […]. En 1976 se les denominó
también LT o LD según fueran lugares de tránsito o definitivos, esto quería expresar
que en los transitorios eran sometidos a interrogatorios para determinar el grado de
responsabilidad, según el cual serían liberados o conducidos a un lugar definitivo14.
ejemplo, “El secreto militar de los procedimientos, invocado como necesidad de la investigación, convierte a la
mayoría de las detenciones en secuestros que permiten la tortura sin límite y el fusilamiento sin juicio”. Walsh,
R, 1977. Op. Cit.
13 Idem, p. 80. En el informe también se subraya la coexistencia y confluencia entre estos espacios de cautiverio
“clandestinos” con aquellos “legales” en el armado del dispositivo represivo.
14 CONADEP. Legajo N° 07170. Serie Legajos CONADEP de víctimas del terrorismo de Estado. Subfondo
CONADEP. Fondo Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Archivo Nacional de la Memoria. Argentina.
fs. 12.
Siguiendo con la genealogía, puede afirmarse que la causa 13/84, conocida como
Juicio a las Juntas, fue otro de los hitos clave en la construcción de una memoria social
referida a los crímenes cometidos por la dictadura. En la sentencia dictada en diciem-
bre de 1985, el término más utilizado por el tribunal para referirse a los espacios de
cautiverio fue “centro” –y sus variables, “centros de detención”, “centros de cautiverio”,
“centros de detención clandestinos”, “centros dependientes del ejército”–, mientras que
el término “campo” –o “campo de concentración”, “campo clandestino”, “campos de
detención”– aparecía en forma más ocasional y, en general, incorporado en citas de
testimonios. Por otro lado, el concepto “lugar de reunión de detenidos” figuraba úni-
camente dos veces, ambas en fragmentos de testimonio de militares, quedando así
relegadas las categorías castrenses por detrás de aquellas recuperadas y/o construidas
desde los ámbitos de denuncia y militancia15.
16 En efecto, a partir de la sanción de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final –conocidas popularmente
como “leyes de impunidad”– y de los indultos a los integrantes de la cúpula militar, la década del noventa estuvo
marcada principalmente por el estancamiento, por parte del Estado, de los procesos de búsqueda de “verdad y
justicia” (más allá de la continuidad de ciertos procesos judiciales o de la aprobación de leyes reparatorias para
las víctimas de la dictadura y sus familiares). Fueron años, a su vez, en los que fue cobrando cada vez más impor-
tancia el reclamo de “memoria”, lo cual llevó a una reconfiguración de las demandas en términos de “memoria,
Con respecto a las categorías utilizadas por los victimarios, en este período de rei-
nante impunidad puede señalarse una clara diferencia con respecto a momentos ante-
riores en los que la existencia de los centros clandestinos de detención era negada com-
pleta o parcialmente por estos actores. En este sentido, si en 1977 Videla sostenía la
inexistencia de “campos de concentración” y en 1984 Menéndez descartaba que estos
tuviesen un carácter “clandestino”, en la década de 1990 algunos represores de menor
jerarquía, que habían actuado personalmente en dichos centros, reconocieron públi-
camente su accionar y el lugar jugado por esos espacios durante la última dictadura19.
Así, por ejemplo, en 1995 Julio Simón, alias “el Turco Julián”, apareció en un programa
de televisión reconociendo las torturas y asesinatos cometidos en aquellos lugares y
explicó, ante la pregunta del entrevistador, la razón de la “clandestinidad” de los cen-
verdad y justicia” y, en ese marco, a otro tipo de miradas e intereses sobre los centros clandestinos de detención
(Guglielmucci, 2013).
17 El CCD “Club Atlético” funcionó desde principios de 1977 hasta diciembre de ese mismo año en el sótano de
un edificio de la Policía Federal de la Capital Federal, el cual fue demolido a fines de 1978 para la construcción de
la autopista 25 de Mayo. Las Jornadas de la Memoria comenzaron a organizarse por iniciativa de la agrupación
político-social Encuentro por la Memoria y consistieron en actos de conmemoración y de denuncia, a través
de los cuales se buscaba visibilizar lo allí sucedido y exigir a las autoridades gubernamentales la excavación del
lugar, ya que se creía que las estructuras del sótano podían continuar en pie. Para registros audiovisuales ver
Proyecto de Recuperación de la Memoria. Centro Clandestino de Detención “Club Atlético”. Disponible en: http://
memoriaexatletico.blogspot.com/p/audiovisual.html. Último ingreso: 8 de noviembre de 2023.
18 En las entrevistas que aparecen en el registro de la primera Jornada de la Memoria puede verse, por ejem-
plo, cómo la entrevistadora pregunta por los “campos clandestinos”; Delia Barrera hace referencia a su paso por
el “centro clandestino de detención”; Ana María Careaga y Mario Villani utilizan las categorías de “campo de
concentración” o “campo”; y Nora Strejilevich menciona intercaladamente los términos “centro” y “campo” Ver
Proyecto de Recuperación de la Memoria., Op. cit.
19 El informe Nunca Más recupera dos citas de la revista Gente. La primera, de Jorge Rafael Videla, del 22 de
diciembre de 1977: “Yo niego rotundamente que existan en la Argentina campos de concentración o detenidos
en establecimientos militares más allá del tiempo indispensable para indagar a una persona capturada en un pro-
cedimiento y antes de pasar a un establecimiento carcelario”. La segunda, de Luciano Benjamín Menéndez, del 15
de marzo de 1984: “...La Perla, ¿existió? Sí, era un lugar de reunión de detenidos, no una cárcel clandestina... los
subversivos estaban ahí más al resguardo de sus pares...”. CONADEP, 1985 [1984], Op. cit., p. 55-56
20 Telenoche Investiga. Entrevista a Julio “Turco Julián” Simón, mayo de 1995, minuto 0:45. Disponible en
https://www.youtube.com/watch?time_continue=164&v=MDQPIY-kLJU&embeds_referring_euri=http%3A%-
2F%2Fmemoriaexatletico.blogspot.com%2F&source_ve_path=MzY4NDIsMzY4NDIsMzY4NDIsMjM4NTE&-
feature=emb_title Último ingreso: 8 de noviembre de 2023.
21 Investigación X. Entrevista a Juan Antonio del Cerro, 1996. El entrevistado sostenía que “cuando se mandaban
los detenidos a las comisarías, la organización atentaba contra la comisaría, ponía bombas, mataba a los policías,
hacía todo… Entonces se decidió hacer los centros de detención secretos”. Fragmento disponible en el minuto 58
del registro de la primera Jornada de la Memoria en Proyecto de Recuperación de la Memoria, Op. cit.
22 La primera de esas menciones corresponde al Preludio, firmado por Juan Gelman; las otras dos, a la autora.
23 Cabe destacar aquí que en estos años cobran fuerza a nivel global las memorias de la experiencia de la Shoá
y el genocidio nazi, lo cual sin dudas permeó las construcciones memorialísticas y analíticas referidas a la última
dictadura militar en nuestro país. Ver Jensen (2019).
Por otro lado, como parte de estas políticas públicas, se formalizó en 2014 el RUV-
TE, que quedó a cargo, entre otras funciones, de la publicación de la nómina oficial de
centros clandestinos y otros lugares utilizados para la detención ilegal de personas26.
Para la conformación de dicha nómina, el RUVTE estableció distintas categorías que
dan cuenta de la multiplicidad de los espacios de cautiverio a clasificar, entre los que
se incluía toda dependencia, lugar o predio, militar, policial, privado o de propiedad
estatal que hubiera alojado detenidas y detenidos en forma ilegal o clandestina.
Su informe publicado en 2015 señala que “no todos los lugares que se incluyen
pueden o deben considerarse centros clandestinos de detención según el criterio más
24 La Ley N° 26.691, sancionada en 2011, declara "Sitios de Memoria del Terrorismo de Estado" a los luga-
res que funcionaron como centros clandestinos de detención, tortura y exterminio o donde sucedieron hechos
emblemáticos del accionar de la represión ilegal desarrollada en el país hasta el 10 de diciembre de 1983. A su
vez, garantiza la preservación, señalización y difusión de los sitios de memoria por su valor testimonial y por su
aporte a las investigaciones judiciales relacionadas con crímenes de lesa humanidad.
25 En Argentina, el proceso mediante el cual se logra la (re)apropiación de sitios utilizados en el marco del
terrorismo de Estado para las violaciones a los derechos humanos, para su conversión en espacios públicos des-
tinados a la rememoración de los hechos allí ocurridos, al homenaje a las víctimas y a la defensa de los derechos
humanos ha sido calificado como un “proceso de recuperación” (Feld, 2011).
26 Si bien la conformación formal del RUVTE data de 2014, sus desarrollos y producciones son el resultado de
un trabajo de más de 25 años en distintos ámbitos del Estado Nacional. Para más información, ver Secretaría de
Derechos Humanos. “Registro Unificado de Víctimas del Terrorismo de Estado”. Argentina.gob.ar. Disponible en:
https://www.argentina.gob.ar/derechoshumanos/ANM/registro-unificado-de-victimas-del-terrorismo-de-esta-
do-0. Último ingreso: 8 de noviembre de 2023.
Para aquellos espacios de cautiverio que quedaban por fuera de estas definiciones,
el RUVTE buscó desarrollar y aplicar “criterios de clasificación que diferenciaran cada
lugar según su función dentro del plan represivo integral, por los que se comienza a
considerar y a registrar a estos otros lugares como CCD de funcionamiento eventual,
o puntos de apoyo para el accionar represivo ilegal”29. Por otra parte, se incluían en el
informe casos identificados como “excepciones”: hospitales a los que fueron llevadas
transitoriamente personas secuestradas, catalogados como “puntos de apoyo sanita-
rio”; y unidades penales en las que únicamente ingresaron detenidas y detenidos “lega-
lizados”, que fueron considerados parte del plan represivo integral por alojar personas
sin causa ni proceso.
Por último, y a modo de cierre de esta genealogía, resta señalar que esta nueva etapa
estuvo marcada también por la explosión de trabajos académicos y literarios que abor-
daron desde distintos enfoques la temática de la violación a los derechos humanos y
los centros clandestinos de detención de la dictadura. Estas publicaciones se nutrieron
de las fuentes documentales y testimoniales generadas en los ámbitos judiciales y esta-
tales antes mencionados, a la vez que se convirtieron ellos mismos en insumos de gran
valor, recuperados y utilizados por aquellos ámbitos. Estos estudios aportaron, sin lu-
gar a dudas, mayores distinciones sobre los espacios de cautiverio y sus dinámicas de
28 Como ejemplo, en el informe se explica que “un CCD específico pudo haber alojado detenidos pero en sus
dependencias no se realizaban interrogatorios ni se aplicaban tormentos, tarea para la cual los detenidos eran
trasladados periódicamente hacia otros lugares de reclusión”. Ibidem, pp. 1575-1576.
29 Como “puntos de apoyo”, el RUVTE designa a “los lugares o dependencias que, como parte de un circuito
o estructura dada, habrían alojado excepcionalmente detenidos ‘en tránsito’ hacia o desde otros lugares de re-
clusión clandestinos, o que hubieran alojado personas detenidas ilegalmente de forma eventual, por períodos
cortos de tiempo en cumplimiento de tareas propias de su función, de policía u otras, o en casos específicos. En
esta categoría se incluyen, entre otras, un gran número de dependencias de las fuerzas de seguridad, comisarías,
alcaidías o similares, en las que coexistieron regímenes de detención ‘legal’ o ‘semilegal’, con situaciones de cau-
tiverio clandestino”. Ibidem, p. 1576.
Realizado hasta aquí un recorrido por las denominaciones y modos en que se han
conceptualizado los espacios de cautiverio utilizados para el alojamiento clandestino o
ilegal de personas, interesa a continuación precisar cuáles fueron las dinámicas de fun-
cionamiento que adquirieron estos lugares, así como las redes represivas y territoriales
en las que se insertaron y las especificidades que tuvieron en su accionar.
Avanzar en este sentido presupone reconocer que, lejos de haber sido entidades
estables en el tiempo, estos lugares tuvieron una historicidad que se vuelve necesario
analizar, destacando sus matices y variaciones. Además de este enfoque diacrónico,
resulta operativo en términos metodológicos recurrir a los cambios en las escalas de
observación, lo cual permite atender a particularidades del funcionamiento de estos
espacios que suelen omitirse en los estudios más macrohistóricos o bien enfocados
en las grandes urbes. Así, a partir de algunos trabajos que han adoptado este tipo de
abordaje, es posible acceder a características peculiares de la operatoria de los espacios
de detención clandestina, que vuelven más inteligible sus dinámicas de funcionamien-
to y habilitan a conocer, de manera más precisa, la violencia sistemática desplegada
desde el Estado dictatorial. En primer lugar, puede señalarse cómo, al poner el foco
de análisis fuera de los grandes centros urbanos, emerge como problema un desfasaje
entre los conceptos genéricos utilizados canónicamente para referirse a las formas de
detención y retención de presas y presos políticos durante la última dictadura –“cen-
tro clandestino de detención” y “campo de concentración”– y las unidades de análisis
específicas investigadas. En particular, es posible marcar una disonancia respecto de la
hipótesis que subyace en ellas y que sostiene que la desaparición de personas en estos
espacios fue la modalidad arquetípica con la que el poder dictatorial se desplegó en
todo el territorio nacional. Si bien no se trata de una teoría formulada de manera explí-
cita, la misma ha sido desarrollada en el trabajo de Pilar Calveiro citado anteriormen-
te (1998). Allí, la autora sostiene que luego del golpe de Estado la “desaparición y el
campo de concentración-exterminio” dejaron de “ser una de las formas de la represión
para convertirse en la modalidad represiva del poder” y que “desde entonces, el eje de
la actividad represiva dejó de girar alrededor de las cárceles para pasar a estructurarse
en torno al sistema de desaparición de personas, que se montó desde y dentro de las
Fuerzas Armadas” (Calveiro, 1998: 27).
De esta forma, sin negar la centralidad que tuvieron los denominados “campos de
concentración-exterminio”, especialmente en los grandes centros urbanos, lo que es-
tudios de este tipo han dejado en evidencia es que dicha centralidad estuvo a su vez en
centros de detención de tipo diferente; que tuvieron características propias y dinámi-
A diferencia de lo que ocurría generalmente en los CCD, donde las personas secues-
tradas eran llevadas encapuchadas o con los ojos vendados (“tabicadas”), generalmen-
te en horarios nocturnos y desconociendo dónde eran conducidas, en los CDC que
funcionaban en lugares públicos, las y los detenidos eran trasladados, en numerosas
ocasiones, a cara descubierta, siendo incluso ingresados por la puerta principal del
establecimiento y a plena luz del día. Una vez adentro las prácticas de interrogatorios
bajo tortura, violaciones y todo tipo de vejámenes se reiteraban como en los denomi-
nados CCD. En muchos casos las víctimas, al no estar vendadas, fueron capaces de re-
conocer a sus captores y torturadores, lo cual permitió, por ejemplo, su identificación
posterior en instancias judiciales.
31 La causa principal, de la cual se desprenden otras atadas a ella, es el Expte. Nº 8736/2005 “Reinhold, Oscar
Lorenzo y otros s/ Delitos c/ la libertad y otros", Juzgado Federal N° 2 de Neuquén.
32 Mendoza es la capital provincial y fue sede del Comando de Subzona 33 con asiento en la VIII Brigada de
Infantería de Montaña, mientras que Rosario era la principal ciudad del sur santafecino y clave en el desarrollo
del accionar represivo de esa región, sede del Comando del II° Cuerpo del Ejército. Para conocer en más detalle
la dinámica represiva en esas regiones en torno a los CCD mencionados, ver Rodríguez Aguero (2020) y Aguila
(2008), entre otros.
Por otra parte, el ejemplo de la ESMA permite también poner en cuestión otras no-
ciones arraigadas respecto del cautiverio en los CCD y su concepción como espacios
aislados del exterior. En efecto, a partir del análisis del esquema de salidas y entradas
para las y los secuestrados que fueron parte del “proceso de recuperación”, Feld (2019)
da cuenta de las porosidades entre el “afuera” y el “adentro” del CCD, es decir, de las
articulaciones, las tramas e intersecciones entre ambas esferas, las cuales llevan nece-
sariamente a ponderar otras aristas del “poder desaparecedor”. En la misma línea, re-
sulta interesante ampliar aún más las fronteras del análisis incorporando al estudio de
los espacios de cautiverio un enfoque sobre las circulaciones y las prácticas represivas
a escala transnacional34.
34 Para más información sobre este tema, ver el tercer capítulo de esta publicación.
Palabras finales
Si hubiera que periodizar dichos momentos históricos, podrían sugerirse cuatro tem-
poralidades. Una primera, caracterizada por las denuncias de sobrevivientes, fami-
liares y organismos de derechos humanos en plena dictadura, donde la utilización de
categorías universalmente conocidas como “campo de concentración” buscaba llamar
la atención nacional e internacional y visibilizar el andamiaje del dispositivo represor
frente al ocultamiento de la propaganda militar y el uso de eufemismos castrenses
como “lugares de reunión de detenidos”. Una segunda etapa, durante la transición a
la democracia y los primeros años de esta, en la que confluyeron la necesidad de des-
cribir y juzgar la clandestinidad que caracterizó al plan sistemático, ilegal e ilegítimo
de represión. Una tercera, en los años noventa del siglo pasado, cuando la impunidad
habilitó a ciertos represores a reconocer el secretismo y la ilegalidad de los centros, al
tiempo que sobrevivientes, familiares y organismos de derechos humanos elevaron
nuevamente su voz en busca de justicia, utilizando de manera indistinta las categorías
“campo de concentración y exterminio” y “centro clandestino de detención”. Y, final-
mente, una cuarta etapa en el nuevo milenio, en que el discurso jurídico, acompasado
a los juicios de lesa humanidad que se desarrollaron en gran parte del país, impuso la
categoría de “centro clandestino de detención” (CCD) sin ahondar necesariamente en
su análisis histórico, sino con el lógico objetivo judicial de probar los delitos impu-
tados, mientras que, por otro lado, desde el ámbito académico así como de distintas
áreas de investigación del Estado, se complejizó el estudio de estos espacios a partir de
nuevos testimonios, la incorporación de regiones no estudiadas hasta el momento, la
reducción de las escalas de observación y el análisis diacrónico en el funcionamiento
de dichos lugares.
Estas nuevas miradas y aportes analíticos permitieron discutir las categorías más uti-
lizadas, incorporar matices y complejizar la comprensión del dispositivo represor en
su conjunto.
Bibliografía
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Introducción
Para el abordaje de este trabajo, se combina una escala de análisis nacional con otra
regional. Esta última se sitúa en los territorios que durante la última dictadura con-
formaron las subzonas militares 15 y 51, la primera con comando en la ciudad de Mar
del Plata y la segunda en Bahía Blanca1. La selección de los estudios de caso remite, en
primer término, a que se cuenta con datos que permiten ofrecer un análisis minucioso,
dado el trabajo del equipo del Espacio para la Memoria y la Promoción de los Derechos
Humanos ex ESIM de Mar del Plata e investigaciones académicas previas. En segundo
lugar, ambas regiones resultan interesantes ya que se caracterizaron por un alto nivel
de conflictividad durante los años sesenta y setenta, especialmente las ciudades de Mar
del Plata y Bahía Blanca, y en ellas la represión adquirió grandes dimensiones. En las
dos subzonas actuaron distintas fuerzas represivas bajo el comando del ejército y de
la armada, hubo centros de detención con distintos tipos de jerarquía y cuentan con
cifras de víctimas similares. Asimismo, en la posdictadura los dos territorios contaron
con un potente activismo por los derechos humanos y a la actualidad se han desarro-
llado varios juicios, por lo que existe un vasto acervo de fuentes que permite analizar
tanto la represión como las memorias producidas en torno a esta.
Dos ejes analíticos guían este estudio. El primero explora los lugares y roles otorga-
dos socialmente a las y los sobrevivientes entre finales de los setenta y en los ochenta,
especialmente en los informes de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Per-
sonas (CONADEP) y las delegaciones que actuaron en Mar del Plata y Bahía Blanca.
El segundo examina las cifras de personas detenidas desaparecidas, asesinadas y libe-
radas, partiendo de un análisis de la información registrada por la CONADEP, el Re-
gistro Unificado de Víctimas del Terrorismo de Estado (RUVTE), la base de datos del
Espacio para la Memoria ex Escuela de Suboficiales de Infantería de Marina (ESIM) de
Mar del Plata e investigaciones académicas.
1 Dentro de la Zona 1, bajo la órbita del I Cuerpo de Ejército, se encontraba la Subzona 15 –cuyo comando
tenía asiento en Mar del Plata– integrada a su vez por el Área 151 (partidos de Gral. Alvarado, Gral. Pueyrredón,
Lobería, Necochea y San Cayetano) y el Área 152 (partidos de Balcarce, Gral. Lavalle, Gral. Madariaga y Mar
Chiquita). La Zona 5, comandada por el V Cuerpo de Ejército, incluyó la Subzona 51, que a su vez se dividió en
tres áreas: la 511 (partidos de Bahía Blanca, Villarino, Tornquist, Coronel Pringles, González Chávez, Coronel
Dorrego, Tres Arroyos, y el departamento de Caleu Caleu de La Pampa), el Área 512 (partidos de Saavedra,
Adolfo Alsina, Guaminí, Coronel Suárez y Puan), y el Área 513 (correspondiente al Distrito Militar Río Negro,
ubicada en Viedma y con jurisdicción en Carmen de Patagones y los departamentos de General Conesa, Adolfo
Alsina, Pichi Mahuida, Avellaneda, San Antonio, Valcheta y 9 de Julio).
Por lo tanto, en este capítulo se busca contribuir al análisis de cifras que necesaria-
mente son incompletas y que surgen, justamente, de diferentes registros producidos
por una diversidad de políticas públicas: el RUVTE y las investigaciones judiciales,
académicas y en espacios para la memoria. Se parte de la idea que el símbolo de los
30.000 contiene, además de las personas que permanecen desaparecidas y las que fue-
ron asesinadas, a aquellas víctimas que estuvieron desaparecidas y luego fueron li-
beradas. A la vez, se sostiene que es importante considerar al momento de pensar
las víctimas otras formas de padecimiento del accionar represivo, no necesariamente
clandestino: quienes pasaron por los regímenes carcelarios “legales”, siempre atrave-
sados por diversas prácticas de tormentos y torturas, aquellos y aquellas que fueron
cesanteados por cuestiones políticas y, también, quienes, producto de la persecución,
tuvieron que vivir años escondiéndose, mudándose constantemente, viviendo en la
clandestinidad o escapando a otras ciudades del país o al extranjero. En este sentido,
se pretende resaltar que muchas de estas personas pudieron padecer varias afecciones
a la vez y, por lo tanto, que sus trayectorias fueron integrales, lo que hace necesario
permear los conceptos, escalas y jerarquías con los que se ha definido a las víctimas en
las memorias.
Por último, cabe advertir que esta investigación se produce en un momento bisagra.
Diversas instituciones públicas y equipos de investigación están aunando esfuerzos
para arribar a una sistematización de las víctimas del proceso represivo2. El avance del
2 Entre estos aportes cabe mencionar el de las y los investigadores del Centro de Estudios sobre Genocidio
(CEG), que coordina Daniel Feierstein. Por ejemplo, la investigación de Ana Jemio (2022) sobre las víctimas de
la represión en la provincia de Tucumán. También es relevante mencionar el acuerdo de colaboración suscripto
entre el CEG y la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación para trabajar cuestiones relativas a los universos
En estos ámbitos, los testimonios de las y los liberados de los espacios de detención
clandestina se volvieron fundamentales, puesto que eran quienes podían dar cuenta
en términos fácticos de la experiencia de las torturas, de las condiciones del cautive-
rio, como así también de la presencia en esos sitios de las personas que habían sido
asesinadas o se encontraban aún desaparecidas. En este contexto, se convirtieron en
testigos del sistema de desaparición y ese rol fue asumido por muchas de las personas
que se insertaron en los circuitos de denuncia dentro y fuera del país. La centralidad
de las experiencias del cautiverio y de las personas desaparecidas moduló el lugar, la
de víctimas del terrorismo de Estado, tarea que se desarrolló a lo largo de 2023 y cuyos resultados se encuentran
en proceso al momento de publicarse este capítulo.
Como contraparte, algunas de estas voces también fueron cuestionadas. Uno de los
momentos inaugurales se dio en 1979, luego de la conferencia de prensa en Francia de
un grupo de mujeres sobrevivientes de la ESMA. La aseveración en el escrito colectivo
–y en testimonios subsiguientes– de la muerte de los desaparecidos fue interpreta-
da, especialmente por sectores de familiares que reclamaban la “aparición con vida”,
como funcional a la estrategia legal que por entonces llevaba la dictadura para dar por
muertos a los desaparecidos (Jensen, 2017). En la versión más extrema de los sectores
que esgrimían los cuestionamientos, la sobrevida fue asociada a la colaboración con
los militares. Algunos de los testimonios de ex detenidos de espacios como la ESMA,
La Perla o los centros del circuito Atlético-Banco-Olimpo, hacían mención a la co-
laboración, al “quiebre” y al “cambio de bando” de algunos detenidos, sin embargo,
matizaban la idea de la sobrevivencia/colaboración aludiendo a las relaciones de poder
que suponía el cautiverio, las formas de resistencia y la simulación de muchas de las
personas que fueron obligadas por los militares a “colaborar”.
Parte de los sentidos y modos de narrar el tipo de represión provenientes del mo-
vimiento de derechos humanos tuvieron continuidad y se consolidaron en la escena
pública entre el final de la dictadura y los primeros años de la democracia. Tras la
guerra de Malvinas y el colapso del régimen militar, los reclamos de los organismos de
derechos humanos ganaron espacio en la agenda política, siendo parte de los debates
de la campaña electoral del año 1983. Con el triunfo de Alfonsín, candidato que resultó
más cercano a las demandas de “verdad” y “justicia”, en un contexto incierto en cuanto
al lugar de los militares en el proceso de la transición, se llevaron a cabo dos eventos
significativos que se convirtieron en hitos y que consagraron la memoria oficial: la
CONADEP y el Juicio a las Juntas.
Mientras tanto, el prólogo del Nunca Más presentó la violencia que vivió el país en
la década previa como producto del accionar irracional de las cúpulas de la guerrilla y
la respuesta aún más feroz de la dictadura –noción que posteriormente se denominó:
“teoría de los dos demonios”–, resaltó la inocencia y la ajenidad de la sociedad –espec-
tadora de dicha violencia–3, y destacó el carácter de víctimas de los desaparecidos en
una narrativa que ocluyó sus identidades políticas. Solo en el 3% de los casos menciona
la militancia de las personas desaparecidas, siempre ajenas a la política y a la guerrilla
(Crenzel, 2008). Tampoco en el Juicio a las Juntas hubo un lugar importante para la
consideración de las militancias. Con la excepción de algunos testimonios de sobre-
vivientes que reivindicaron sus identidades como militantes y de las requisitorias de
los abogados defensores, que buscaron criminalizar a las víctimas por su pertenencia a
“organizaciones subversivas”, esas referencias estuvieron ausentes.
Quienes comenzaron a plantear una visión crítica sobre estas narrativas fueron los
propios organismos de derechos humanos y ex militantes que habían sido objeto de
la represión. Si bien en los ochenta ya existían voces que pretendían restituir a las y
los desaparecidos sus identidades como militantes populares/revolucionarios, fue en
el contexto de imposibilidad de persecución penal de los años noventa y de principios
de los dos mil cuando aparecieron distintas iniciativas en tal sentido. En ese marco,
también comenzaron a establecerse colectivos de ex presos políticos. Estos organismos
3 Esta narrativa omitía problematizar las responsabilidades de distintos sectores de la sociedad civil que alen-
taron, dieron consenso o directamente participaron en la represión. Asimismo, la investigación de las desapari-
ciones ceñida a la etapa dictatorial, dejó de lado un análisis de la represión paraestatal que tuvo lugar durante el
gobierno constitucional previo a la dictadura.
En cuanto a las y los desaparecidos liberados, ya existían en los años ochenta al-
gunos colectivos que comenzaron a plantear las particularidades de las experiencias
de los sobrevivientes, uno de estos fue la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos
(AEDD). Nacida en octubre de 1984, el organismo tuvo como objetivo organizar las de-
nuncias, pero también ser un espacio de contención y elaboración para sobrevivientes
y familiares. Esta agrupación fue una de las primeras en problematizar el lugar social
de las y los ex detenidos, visibilizar las secuelas del horror padecidas en sus cuerpos
y proponer categorías para pensar las experiencias. En los albores del nuevo milenio,
paralelamente a la reactivación de los juicios y a la proliferación de políticas de memo-
ria a lo largo del país, se fueron conformando otros organismos de personas liberadas,
como el Colectivo de Ex Presos Políticos y Sobrevivientes de Rosario, la Asociación de
Ex Presos Políticos y Sobrevivientes al Terrorismo de Estado de Santiago del Estero y
la Asociación de Ex Presos Políticos del Sudeste de la Provincia de Buenos Aires, entre
otros. También, durante esas décadas hubo una serie de producciones bibliográficas,
en general biografías, en la que varios ex detenidos y ex detenidas narraron sus me-
morias sobre los años setenta y especialmente sobre la experiencia de la desaparición.
Lo dicho hasta aquí da cuenta que las formas de categorización sobre este univer-
so de personas han sido variadas, han mutado con el tiempo y hasta el día de hoy
no son homogéneas. Empezando por las propias definiciones que los colectivos de ex
detenidos desaparecidos, sobrevivientes y ex presos políticos hacen de sí mismos. To-
das ellas son problematizadas por algún grupo, dando cuenta de sus limitaciones para
conceptualizar experiencias particulares. “Ex detenidos desaparecidos” es cuestionada
por ser una definición por la negativa frente a los desaparecidos. “Ex presos políticos”
corre el riesgo de igualar las experiencias de quienes estuvieron detenidos en el siste-
ma carcelario bajo el Poder Ejecutivo Nacional (PEN) con las prácticas de secuestro
en centros clandestinos de detención, de la misma forma que el término “liberados”.
Y, por último, “sobrevivientes”, quizás la categoría más utilizada, parece negarle a las
víctimas cierta capacidad de acción frente a la definición de su “sobrevida” y, a la vez,
no interpela a muchas de las personas que vivieron experiencias por fuera de los re-
latos cristalizados en las memorias sobre la desaparición, como por ejemplo quienes
fueron perseguidas y lograron escapar a los intentos de secuestro, y quienes a pesar
de haber sido detenidas no percibieron su vida en peligro. Una de las particularidades
del trabajo de campo con las víctimas ex desaparecidas es la identificación del carácter
heterogéneo de las experiencias, cruzadas a su vez, por una gran diversidad de formas
de elaboración de sus vivencias.
Algunas de las razones por las cuales cientos de personas no han hablado de su ex-
periencia son recurrentes y conocidas. La gran mayoría, da cuenta de la continuidad
del miedo y la dificultad de rememorar esos hechos. A la vez, al indagar a partir de
testimonios orales de personas liberadas que no declararon en la CONADEP pero sí lo
hicieron en momentos posteriores (juicios de lesa humanidad a partir de 2006, testi-
monios espontáneos ante la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación o entrevis-
tados en investigaciones periodísticas o académicas), surge una respuesta coincidente
para referir a aquel momento de transición a la democracia: la desconfianza en el con-
texto político, la idea de que el gobierno democrático no estaba afianzado o, incluso de
modo más particular, una desconfianza ante la propia CONADEP. Esta misma lógica,
traída al presente, encuentra en muchas de estas voces la referencia a la desaparición
de Jorge Julio Lopez en 2006 y a los reparos y miedos que volvió a producir.
Se entiende por víctimas de este accionar a todas aquellas personas que fueron privadas
ilegalmente de su libertad, desaparecidas, asesinadas o a las que se les hubiera sustraído
su identidad por la acción de agentes del Estado o de quienes hubieran actuado bajo
su amparo, en el marco de la aplicación progresiva del plan sistemático de exterminio
de hombres y mujeres perseguidos por razones políticas –o en hechos vinculados cau-
salmente con este accionar– entre el 28 de junio de 1966 (golpe de Estado encabezado
por el general Juan Carlos Onganía) y el 10 de diciembre de 1983 (final de la dictadura
cívico-militar iniciada el 24 de marzo de 1976). Ello incluye tanto a las personas desa-
parecidas y asesinadas como a aquellas víctimas de detención ilegal que luego recupe-
Asimismo, algunas víctimas esgrimen una razón mucho más compleja y particular
del accionar represivo: al haber pasado por procesos cortos de secuestro, no vieron
a nadie, nadie las vio y, en muchos casos, ni siquiera pueden identificar los lugares
por los que pasaron; por lo que la conclusión que sacan es que nadie les va a creer. Lo
complejo es que estos casos no suelen ser relevantes como testigos en causas judiciales
porque no tienen capacidad de aportar pruebas contundentes. Por lo cual, se reafir-
ma a estas víctimas algo de su razonamiento: aunque se les crea, no pueden aportar a
una “verdad judicial”, lo que expone la dificultad para construir relatos por parte de
quienes no logran inscribirse en esas estructuras judiciales del testimonio (Alonso y
Portos, 2020).
Esta diversidad de registros, tanto provenientes del ámbito judicial como del acadé-
mico y de algunas políticas públicas de memoria, otorga peso empírico a una realidad
imposible de cuantificar de forma completa. Pero demuestra la relevancia de algunas
preguntas recurrentes: ¿Cuántas personas no están identificadas? ¿Por qué?
En contraste con la CONADEP, los informes de las delegaciones de Mar del Plata
y de Bahía Blanca y zonas aledañas presentaron un registro más integral sobre el uni-
verso de víctimas7. Por ejemplo, el informe de Bahía Blanca contiene anexos con datos
sobre desaparecidos, asesinados y liberados, en listas en las que las víctimas son identi-
6 Estos casos representan una minoría del total. Ya que en esas personas se agudizan todas las razones pre-
viamente expuestas que producen el subregistro. Por ejemplo, para el caso de la subzona 15, solo se tienen
contabilizados 10 casos de personas que sufrieron delitos por los grupos de tareas sin ser sacados de sus casas:
allanamientos ilegales, robo de bienes, privaciones de la libertad, golpizas y abusos sexuales en el domicilio.
7 En paralelo a la CONADEP funcionaron otras comisiones que investigaron y produjeron informes regionales
en distintas ciudades o provincias del país. Algunos de estos organismos fueron delegaciones de la misma CO-
NADEP, como en el caso de Mar del Plata y Bahía Blanca (Rama, 2019; Funes y Andriotti Romanin, 2023), otras
fueron comisiones de los poderes ejecutivos o legislativos provinciales.
El informe de la delegación Mar del Plata, que también tuvo adjudicada la ciudad de
Tandil, presenta una centralidad en la figura de las personas desaparecidas y, al igual
que el de Bahía Blanca, incorpora anexos con datos cuantitativos a los que se suman
listados de víctimas y represores. Identifica que recibieron: 272 denuncias, 40 “casos
de secuestrados posteriormente liberados”, 221 de “secuestrados desaparecidos” y 11
“denuncias generales relacionadas con la materia”. Los cuadros estadísticos fueron ela-
borados a partir de 265 casos, de los cuales 219 (82,64%) corresponden a “detenidos
desaparecidos” y 46 (17,36%) a “detenidos desaparecidos liberados”. Como en el in-
forme de la delegación de Bahía Blanca, una particularidad es que las y los liberados
figuran en los listados con nombres y apellidos, pudiendo identificarse algunos casos
de personas que estuvieron secuestradas en otras partes del país, pero que realizaron la
denuncia en la delegación local. A su vez, el escrito de la comisión de Mar del Plata rea-
liza una “Estadística sobre la militancia de los secuestrados desaparecidos”, indicando
que sólo un 2,25% habría pertenecido a organizaciones armadas y el 56,16% no tenía
ninguna clase de militancia8. En este caso, como en el informe de la CONADEP y en el
bahiense, no hay referencias al activismo de las y los liberados.
Por otro lado, en el informe se observa que las personas liberadas son mencionadas
solo como medio para la identificación de los lugares de detención, de las torturas (a
los desaparecidos) y para corroborar la existencia de homicidios, pero no como casos
en sí mismos. Al igual que en el informe de la delegación de Bahía Blanca, son muy
significativas, por un lado, las menciones al subregistro de las víctimas: “El número
de denuncias referido demuestra la existencia de un número mayor de víctimas de la
represión clandestina, tanto sea de personas desaparecidas como de personas luego li-
beradas”9.Y, por el otro, una primera aproximación a las razones por las cuales muchas
tuvieron dificultades para dar testimonio, incorporando, con las nociones y categorías
de la época, la variable de género: “Muchos de los que sufrieron estas experiencias pre-
fieren omitir detalles respecto de sus experiencias para no revivir el horror del pasado,
en el caso de mujeres también por razones de pudor y resguardo de su honor”10.
8 CONADEP. Informe de la delegación Mar del Plata. Subfondo CONADEP. Fondo Secretaría de Derechos Hu-
manos de la Nación. Archivo Nacional de la Memoria. Argentina. P. 54.
9 Ibidem, p.13.
10 Ibidem, p.32.
Entonces, una de las primeras cuestiones que se observa es la existencia de una gran
cantidad de personas que estuvieron desaparecidas y que fueron liberadas en compa-
ración con el registro que se hizo de estas víctimas ante la CONADEP. La reapertura
de los juicios parece haber sido clave en este sentido, ya que posibilitó la participación
de una gran parte de las y los sobrevivientes que hasta el momento no había podido
–por diversos motivos– narrar su experiencia. Fundamentalmente, la posibilidad de
vislumbrar un horizonte de justicia en un contexto memorial mucho más ameno para
con las víctimas, ratificado en el hecho de que se produjeran avances significativos en
términos procesales y fundamentalmente condenas, ofreció un marco de seguridad
para inscribir sus historias en la escena pública. En la misma línea, la extensión de los
juicios en ciudades y pueblos, urbanos y rurales, en los que no había existido o había
sido poco significativa la actividad judicial en las décadas previas, permitió resigni-
ficar en las escenas locales las memorias sobre la represión, vinculando voces otrora
silenciadas13. También, en esos hitos, fueron importantes las políticas reparatorias im-
pulsadas por el Estado en las décadas previas, como las leyes Nº 24.321 (que instituyó
la figura civil del “ausente por desaparición forzada”) y N° 24.411 (que estableció el
derecho a una reparación económica para las víctimas de desaparición forzada y de
asesinato) sancionadas en 1994, que habilitaron un ámbito de solicitud testimonial y
de registro por el que muchos de los y las que sufrieron la represión, no solo la desapa-
rición forzada, narraron sus experiencias.
11 Datos obtenidos a partir de la consulta realizada al RUVTE para esta investigación en febrero de 2023. En el
mes de diciembre, dicho organismo, a partir del trabajo realizado en el ya mencionado acuerdo de cooperación
entre el CEG y la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, realizó una nueva actualización que arroja una
cifra total aproximada de 18.000 liberados y liberadas entre noviembre de 1974 y diciembre de 1983. Si bien por
una cuestión de tiempo no es posible analizar de manera pormenorizada esta información, el incremento regis-
trado con el avance de las investigaciones refuerza las hipótesis planteadas en este capítulo.
12 Se trata de la cantidad de sobrevivientes consignados en las denuncias que llegaron a la CONADEP, pero
que no necesariamente la comisión registró como “liberados” , sea porque en ese momento se creía que estaban
desaparecidos o porque eran mencionados en algún testimonio y se los pasó por alto.
13 En la “Megacausa Zona 5”, por ejemplo, formaron parte del juicio distintos operativos de secuestros en pe-
queñas localidades del sur bonaerense, como Tres Arroyos (“Operativo Trigo”), Médanos y Coronel Dorrego.
En relación a las fechas de secuestro de las y los liberados, las mismas son precisa-
das en 6496 casos, lo que representa poco más de la mitad (52,58%) del total. De esta
cifra, entre febrero de 1975 y el 23 de marzo de 1976, el RUVTE da cuenta de una suba
notoria en las detenciones (1076 casos), que a partir del 24 de marzo se multiplica con
14 Registro unificado de víctimas del terrorismo de Estado. Informe de investigación sobre víctimas de desapari-
ción forzada y asesinato, por el accionar represivo del Estado y centros clandestinos de detención y otros lugares de
reclusión clandestina. Anexo I. Disponible en https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/2._anexo_i_lista-
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de 2023.
En cuanto a las liberaciones, las mismas solo se precisan en 3773 casos (30,54%).
Asimismo, estos datos indican que hubo al menos 55 personas que fueron liberadas
entre el 11 de diciembre de 1983 y noviembre de 1984, y una en 1988, lo cual fortalece
la tesis que señala que con la asunción presidencial de Raúl Alfonsín en 1983 se inau-
guró una etapa con talantes híbridos que conjugó la presencia de un Estado de derecho
con resabios del régimen de facto, que se extendió durante la década del ochenta.
En cuanto a la Subzona 51, actualmente se cuenta con información sobre 511 víc-
timas del dispositivo clandestino, 95 (19%) entre desaparecidas (49) y asesinadas (46)
(la mayoría primero desaparecidas y luego presentadas en escenas fraguadas como
15 En el caso de la Subzona 51, resta llevar a cabo un estudio cuantitativo sobre el universo de víctimas dete-
nidas por la Ley 20.048 entre 1974 y 1975. Se trataría de un universo de aproximadamente 50 personas, en su
mayoría militantes del PRT-ERP, la JP y Montoneros.
En este período es posible distinguir distintas subetapas. Durante los días que ro-
dearon al golpe de Estado y en los dos meses siguientes la cantidad de personas dete-
nidas se aproxima a 130, un 26% del total de víctimas y un 33% del conjunto de libe-
rados y liberadas. En ese momento, el objetivo de las Fuerzas Armadas parece haber
sido controlar los ámbitos estratégicos para el funcionamiento político y económico
de la región, ya que en paralelo a la intervención de dichos espacios la mayoría de “los
blancos” fueron gremialistas (UOCRA, ATE, SUPA, SUPE, URGARA, Unión Ferro-
viaria, Luz y Fuerza, UOM), trabajadores de empresas estatales (ENTEL, YPF, DEBA,
etc.), docentes y no docentes de universidades nacionales, y funcionarios municipales,
la mayoría ligados a organizaciones del peronismo17. Esas coordenadas cambiaron en
buena medida a partir de junio de 1976, cuando las víctimas comenzaron a ser de
manera masiva militantes de las organizaciones políticas, universitarias y territoriales
(JP, JUP, JUC, PB, PC, PCR, PRT, etc.)18. En esta misma etapa la cantidad de personas
asesinadas aumentó sustancialmente, lo que permite pensar que el aniquilamiento en
16 En la cifra de desaparecidos están contabilizados tres bebés apropiados de los que no se conoce su paradero.
En cuanto a la de liberados, a diferencia de investigaciones previas (Rama, 2023), se decidió incluir a 27 perso-
nas que fueron detenidas por el ejército y la Policía Federal Argentina en una campaña de “acción psicológica”
que tuvo como objetivo a docentes y no docentes (muchos de estos dejados cesantes durante la intervención de
1974) de la Universidad Nacional del Sur. En la gran mayoría de estos casos, las detenciones fueron inmediata-
mente judicializadas, con lo que estamos estudiando en qué medida fueron sometidas a situaciones propias del
dispositivo de detención clandestina. También se espera que en 2024 estos casos sean tratados en un juicio oral.
17 Una variable que permitiría aproximarnos a la condición de clase de las y los liberados es la relativa a sus
ocupaciones, pero nuevamente hay un subregistro. Otro límite para su análisis es que las inscripciones no están
homologadas y presentan niveles de precisión desiguales. Por último, no discrimina quienes eran estudiantes
que, como es sabido, representaron uno de los principales blancos de la represión estatal y una porción signifi-
cativa de detenidos desaparecidos (Ver Izaguirre, 1994).
18 Las militancias de las y los liberados resultan un indicador importante para aproximarnos a las identidades
de las víctimas, pero esta pregunta puede ser parcialmente respondida, pues es una de las variables sobre la que
existe un mayor subregistro. En el caso del RUVTE, apenas es precisada en 1887 casos (15,27%). En el resto no
se ofrece información al respecto o se niega explícitamente. Podría presumirse que el temor de los declarantes
a brindar ese dato sensible tuvo como resultante el registro inespecífico o directamente su negación; aunque
también puede inferirse que los casos que no expresan militancia alguna se encuadran dentro de la minoría de
detenidos/as que no fueron activistas. Ahora bien, de los datos surge un abanico amplio de militancias, entre las
que predominan las de raigambre peronista (Montoneros, JP y organizaciones inscriptas bajo el rótulo de “otras
agrupaciones peronistas”) y en menor medida aquellas ligadas a la izquierda como el PRT-ERP, el PST y VC; y a
los organismos de derechos humanos; que permiten reconstruir un cuadro provisorio de las adscripciones polí-
ticas de las y los liberados. Para el caso de la Subzona 15, esta situación también se repite: se registró algún tipo
de participación política en 239 de las personas desaparecidas o asesinadas y de 223 el trabajo que desarrolló en
algún momento de su vida y su profesión. La base de datos del Espacio para la Memoria ex ESIM distingue dos
campos: Trabajo y Profesión/Oficio. De todos modos, el registro de la militancia, la profesión y el ámbito laboral
es de difícil identificación en la lógica de construcción de las bases de datos. Muchas veces arrojan una cons-
trucción sincrónica. Donde sólo se logra registrar la participación política o el trabajo que la persona tuvo en
un momento. Y no siempre corresponde al trabajo y la militancia que desarrollaban al momento del secuestro.
19 Sobre los tipos de espacios de cautiverio, ver el capítulo de este libro que se titula “La detención clandestina
en dictadura: tipologías y modos de conceptualización”.
20 Entre junio y diciembre pasaron por el buque y otros sitios de la BNPB otras diez personas, en su mayoría
oriundas de Mar del Plata. Estas víctimas habían sido secuestradas, torturadas y mantenidas cautivas en los es-
pacios de detención de la Armada de esa ciudad. Entre esas víctimas, la mayoría fue legalizada, excepto Carlos
Oliva y Susana Martinelli, el primero desaparecido y la segunda asesinada y presentada en una escena fraguada
en diciembre de 1976.
En el área dependiente del ejército, otro de esos sitios fundamentales fue el Batallón
de Comunicaciones 181, que además de haber funcionado como espacio de detención
y torturas y en muchos casos, de haber sido la antesala al cautiverio en el CCD La
Escuelita, fue el ámbito en el que comenzaron varias de las legalizaciones y en el que
se desarrollaron algunos de los pocos consejos de guerra que se llevaron a cabo en la
región. Por el batallón transitaron 138 personas. También fueron importantes las dele-
gaciones de la PFA de Bahía Blanca y de Viedma, distintas comisarías locales de la po-
licía bonaerense y de Río Negro (Médanos, Algarrobo, Mayor Buratovich, Tres Arro-
yos, Coronel Dorrego, Huanguelén, Bahía Blanca, Viedma, Sierra Grande), la Brigada
de Investigaciones de Bahía Blanca y el Batallón de Arsenales de Pigüé. Estos sitios
fueron en general el paso previo a otro lugar de cautiverio, aunque algunos también
dedicaron sus establecimientos para llevar a cabo interrogatorios bajo torturas, como
la PFA de Bahía Blanca y la delegación de cuatrerismo de la Policía de la Provincia de
Buenos Aires. Finalmente, cabe destacar el rol de la Unidad Penitenciaria Nº 4 de Villa
Floresta, sitio clave en la legalización de una porción de las y los detenidos, como se
verá más adelante, pero también un espacio que funcionó por momentos como lugar
de detención clandestina, sobre todo durante el conflicto con Chile por el Canal de
Beagle en diciembre de 1978.
En cuanto a la represión clandestina en la ciudad de Mar del Plata, cabe reiterar que
allí funcionó la comandancia de la Subzona 15, en la Agrupación de Artillería de De-
fensa Aérea 601 (AADA 601) del ejército, y contó a la vez con una participación central
de la armada, a través de la Fuerza de Tareas 6 con asiento en la base naval de la ciudad
y la Escuela de Suboficiales de Infantería de Marina (Barragan e Iturralde, 2019). A
partir de las investigaciones del espacio para la memoria, se ha realizado un esfuerzo
por identificar personas que hayan pasado por el sistema clandestino de detención o
que hayan sido asesinadas, tomando como fuentes centrales los procesos judiciales,
los legajos CONADEP, los registros del RUVTE y entrevistas a personas detenidas y
a militantes de organizaciones políticas y sindicales21. De este modo, al igual que lo
registrado sobre la Subzona 51, la particularidad más relevante surge al profundizar el
trabajo de identificación de personas liberadas del sistema clandestino.
Por otra parte, 318 personas pasaron por modalidades de detención clandestina
desde el 24 de marzo de 1976 hasta el 24 de julio de 1980, de las cuales se contabiliza
participación política en 111 casos. De 72 personas liberadas no hay precisión de la
fecha de detención.
Edades y géneros
22 Estas cifras se construyen a partir del registro que surge, fundamentalmente, del testimonio de las personas
liberadas. Para el caso de Mar del Plata, del 43% de las personas desaparecidas no se cuenta con información de
su paso por un lugar de detención. A partir de testimonios de estudiantes de la ESIM, se presume que uno de los
espacios que funcionaron como CCD dentro del predio puede haber tenido la función de exterminio. Contando,
al día de la fecha, con sólo tres liberados que pasaron por allí. Dando cuenta, a la vez, de que los espacios de
detención podían tener diferentes funciones dentro de un mismo predio.
De todas maneras, este análisis general permite establecer nuevamente matices re-
lacionados con los tiempos, dinámicas y objetivos de la represión. En la Subzona 51,
por ejemplo, al tomar los dos años en los que predominó el dispositivo represivo clan-
destino (1976-1977), es posible decir que 76% de las personas detenidas eran varones
y 24% mujeres. No obstante, las cifras cambian si se piensa en las distintas etapas y en
las identidades. De marzo a mayo de 1976, cuando el objetivo de las Fuerzas Armadas
fue la intervención de los sitios estratégicos, el porcentaje de varones detenidos fue
94% (112) y el de mujeres 6% (7), lo que permite señalar la absoluta preeminencia de
hombres en el gremialismo y en los sectores ligados al poder político partidario y a la
función pública. Esta tendencia es distinta si se considera la etapa previa a marzo y el
período que comenzó en junio de 1976, cuando los “blancos” fueron las organizacio-
nes políticas que actuaban en las universidades y en distintos barrios populares de la
región. La suma de los datos de estas etapas da que, de 389 personas, 280 fueron varo-
nes y 109 mujeres, un 72% y un 28%, respectivamente, más acorde con el dato general,
referencias que coinciden con la de las 95 personas que continúan desaparecidas o ase-
sinadas y expuestas en la vía pública: 67 hombres (70,5%), 25 mujeres (26,3%), y tres
bebés de los que no se conoce el sexo ni el destino (3,15%), ya que fueron apropiados
.
Para el caso de Mar del Plata, los porcentajes son bastante coincidentes con los
nacionales. Las mayores diferencias surgen si se contemplan por separado los asesi-
natos perpetrados antes del 24 de marzo: registrando 85% hombres y 15% mujeres. A
23 Registro unificado de víctimas del terrorismo de Estado. Informe de investigación sobre víctimas de desapa-
rición forzada y asesinato, por el accionar represivo del Estado y centros clandestinos de detención y otros lugares
de reclusión clandestina. Anexo IV. Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Disponible en https://www.
argentina.gob.ar/sites/default/files/5._anexo_iv_cuadros_estad_sticos-investigacion_ruvte-ilid.pdf Último in-
greso, 28 de noviembre de 2023.
24 El registro en Mar del Plata de personas desaparecidas arroja un 65% de hombres y un 35% de mujeres y en
personas liberadas un 70% y 30 % respectivamente.
Otra variable interesante que arroja el análisis de datos sobre las personas liberadas
son las formas y tiempos en los que se produjeron dichas salidas con vida de los es-
pacios de cautiverio. Como es sabido, hubo dos modalidades de gestión de este grupo
de víctimas, las liberaciones directas y las legalizaciones (también conocidas como
“blanqueos”).
25 En la Subzona 51 la mayoría de las legalizaciones estuvieron bajo el comando del V Cuerpo de Ejército, fuer-
za que tenía bajo su mando la UP 4.
Abril, mayo, noviembre, diciembre de 1976 y enero de 1977, fueron los meses con
mayor concentración de personas en los sitios de detención, con lo que es posible pen-
sar que las legalizaciones estuvieron en sintonía con el hecho de no liberar en el territo-
rio a muchas personas a la vez, controlando así las reinserciones en los años siguientes
y de manera atomizada (Rama, 2023).
Por último, ninguno de los dos formatos supuso el fin de la persecución. Esto es más
claro en las legalizaciones, ya que las y los detenidos continuaron siendo objeto de las
prácticas represivas diseñadas para las cárceles. No obstante, en los casos de las y los
liberados directos esto también es visible. Aquellos que no migraron a otras partes del
país o al exterior continuaron siendo objeto de mecanismos de control y despersona-
lización, por ejemplo formas de vigilancia, modalidades de hostigamiento y amenaza,
cesantías o bajas en los espacios laborales, y en algunos casos, aunque minoritarios,
nuevas detenciones (Rama, 2023). Con respecto a esto último, en Mar del Plata se ha
registrado que 19 personas padecieron dos secuestros y dos fueron detenidas en tres
oportunidades. De este grupo, tres víctimas continúan desaparecidas. En la misma lí-
nea, en la Subzona 51 se identificaron 21 personas secuestradas en dos oportunidades,
de las cuales, una sigue desaparecida; el resto fue legalizada o liberada nuevamente. La
Palabras finales
Por otra parte, el relevamiento de casos locales permitió dar densidad empírica al
subregistro de las personas liberadas del sistema clandestino de detención y sus diver-
sas razones. En términos cuantitativos, tanto los datos nacionales como los estudios
de caso son ilustrativos en este sentido. Con respecto a las regiones examinadas, en la
Subzona 51, la delegación de la CONADEP de Bahía Blanca y zonas aledañas había
informado en la década del ochenta un total de 146 víctimas, 82 (55,4%) entre desa-
parecidas y asesinadas y 66 (44,6%) personas liberadas. Sin embargo, la actualización
de estas cifras en los últimos años arrojó un total de 511 víctimas, 95 (19%) entre
desaparecidas y asesinadas, y 416 (81%) liberadas. De modo similar, la delegación de
la CONADEP de Mar del Plata había relevado un total de 265 víctimas, 219 (82,64%)
desaparecidas y asesinadas y 46 (17,36%) liberadas; mientras que en los últimos años,
los listados actualizados permitieron identificar un total de 776, 276 (35,56%) entre
Estos hallazgos dan cuenta de las dificultades para construir una cifra definitiva de
víctimas. En este sentido, quedó demostrada la importancia del desarrollo continua-
do de políticas públicas con anclaje territorial, de los juicios de lesa humanidad –y su
aceleramiento– y de la investigaciones desde proyectos académicos o espacios para la
memoria. Si estas personas no significan sus vivencias como dignas de ser contadas,
es muy dificultoso que una política de convocatoria voluntaria las interpele. De este
modo, se abren más interrogantes que conclusiones. Pero, ante todo, se propone la ur-
gencia de profundizar la mirada sobre estas vidas. No solo para inscribirlas en una base
de datos que permita construir conocimiento sobre el accionar represivo, sino para
documentar lo no documentado: sus experiencias, sus sentidos, sus miedos y vacíos.
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Micaela Iturralde
Facundo Fernández Barrio
Introducción
La proyección más allá de las fronteras nacionales constituye uno de los rasgos más
novedosos del plan represivo de la última dictadura militar. Si bien la coordinación re-
presiva entre las principales dictaduras instaladas desde la segunda mitad de la década
de 1960 en el Cono Sur constituyó uno de los elementos tempranamente identificados
por las y los denunciantes y existen cuantiosas producciones periodísticas y académi-
cas sobre sus expresiones más consagradas, recién en la última década se verifica un
aumento en el interés por parte de la historiografía destinado a ampliar el conocimien-
to disponible en torno a los procesos de conformación y circulación transnacional de
prácticas, actores, información, recursos y marcos interpretativos que configuraron
un entramado represivo de escala regional destinado a la persecución de opositores
políticos.
Por su parte, los procesos judiciales que, desde el Juicio a las Juntas Militares en
1985, ofrecieron tratamiento a la dinámica represiva transnacional, confirmaron el
carácter sistemático de los crímenes perpetrados e investigaron la coordinación repre-
1 El CELS publicó en 1982 el informe Uruguay/Argentina: Coordinación represiva sobre los casos de 120 exilia-
dos uruguayos que fueron desaparecidos en Argentina
2 Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas. Nunca Más. Buenos Aires: Eudeba, 1984
Pero, ¿qué se sabe hoy a partir de la literatura académica y los avances en materia
judicial sobre la represión transnacional y sus consecuencias? La primera e ineludible
referencia es la Operación Cóndor, principal estructura institucional de coordinación
de servicios de inteligencia y de agencias represivas de Argentina, Bolivia, Brasil, Chi-
le, Uruguay y Paraguay, que recibió también la colaboración de Perú y Ecuador3. Ins-
piradas en la Doctrina de la Seguridad Nacional (DSN) y fuertemente influenciadas
por el dominio geopolítico de los Estados Unidos en la región en el marco de la Guerra
Fría, aunque con contingencias propias de dinámicas locales y regionales (Marchesi,
2019), las sucesivas dictaduras del Cono Sur fueron gradual y crecientemente articu-
lando mecanismos e instrumentos de colaboración que les permitieron una mayor
efectividad en el control de sus fronteras, en la organización y en el desarrollo de in-
fraestructura destinada al intercambio de información sobre ciudadanos y ciudadanas
en la persecución y represión a las y los exiliados políticos que se desplazaban de un
país a otro en busca de refugio.
3 La literatura sobre la Operación Cóndor es profusa y de variada extracción ya que a las primeras aproximacio-
nes de carácter periodístico se sumaron, en los últimos años, indagaciones académicas de gran valor documental
y analítico. Entre ellas, se destacan las de McSherry (2005) y Slatman (2009 y 2016).
La primera son los sujetos represaliados. Si bien el perfil de las víctimas presenta
una gran variedad que incluyó desde integrantes de las organizaciones armadas de
cada uno de los países hasta militantes de partidos políticos y otras organizaciones
sociales, pasando por figuras públicas que denunciaban activamente a las dictaduras,
es posible afirmar que el objetivo común era perseguir y eliminar cualquier forma de
oposición, en función del esquema interpretativo de la DSN y la continentalización del
conflicto político.
En tercer lugar, del análisis de las operaciones extraterritoriales emergen con clari-
dad algunos elementos propios y distintivos del ejercicio represivo transnacional: un
fluido y eficaz intercambio de información producto del accionar de vigilancia de los
servicios de inteligencia de las fuerzas militares y de seguridad de los países de la re-
gión; la labor conjunta entre agentes de diferentes organismos represivos y dictaduras,
lo que implicó una circulación de represores más allá de sus fronteras; y finalmente, la
coordinación de detenciones, interrogatorios y entregas clandestinas de prisioneros y
prisioneras por diferentes medios que incluyeron traslados terrestres, navales y aéreos
y la práctica, también sistemática, del robo y la apropiación de bebés, lo que supuso el
desarrollo de una infraestructura represiva para su gestión.
Entre 1974 y 1981, al menos 503 extranjeros resultaron víctimas del accionar repre-
sivo clandestino dentro del territorio nacional4. De este total, 374 personas eran de na-
cionalidad uruguaya, chilena, paraguaya, boliviana, peruana y brasileña, lo que pone
de manifiesto el funcionamiento de la estructura de coordinación represiva regional
que tuvo a la Argentina como su base operativa fundamental5. La mayoría de los se-
cuestros tuvieron lugar entre fines de 1975 y 1978 y ocurrieron en la Zona de Defensa
1, en particular, dentro de la Capital Federal. Los organismos represivos destinados a
la persecución de ciudadanos extranjeros fueron la Policía Federal Argentina (PFA),
la Policía de la Provincia de Buenos Aires y la Secretaría de Inteligencia del Estado
(SIDE), y los principales lugares de reclusión clandestina que alojaron a las víctimas
antes de su desaparición y/o asesinato fueron los centros clandestinos “Automotores
Orletti”, “El Banco”, “El Pozo de Banfield”, “El Pozo de Quilmes”, el Centro de Opera-
ciones Tácticas N°1 Martínez y la Brigada de San Justo.
4 Registro Unificado de Víctimas del Terrorismo de Estado (RUVTE). Víctimas de desaparición forzada y asesi-
nato. Ciudadanos extranjeros argentinos secuestrados o asesinados en territorio. Archivo Nacional de la Memoria,
Secretaría de Derechos Humanos, Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, febrero de 2023.
5 Una mirada de la nacionalidad de las víctimas extranjeras sugiere la relevancia de casos de españoles e italia-
nos, que comportan un total de ochenta y ocho casos. Dados los históricos lazos migratorios entre Argentina y
estos países europeos, la presencia de estas comunidades en el territorio nacional no resulta distintiva del perío-
do y, por considerarse diferente de la analizada, no es objeto de consideración en este trabajo.
6 Un análisis de las relaciones entre ambos fenómenos puede encontrarse en Slatman (2010).
cionales durante esta temprana fase y, en estrecha articulación con las misiones diplo-
máticas, sus agregados militares y agentes de seguridad provenientes de los países de
origen que operaron dentro del territorio nacional, vigilaron, persiguieron, detuvieron
y asesinaron a un creciente número de extranjeros que se habían instalado en el país
buscando refugio. Si bien el caso más resonante de esta etapa fue el del asesinato del
general chileno Carlos Prats González y su esposa Sofía Cuthbert, ejecutado en Bue-
nos Aires por la Dirección de Inteligencia Nacional de Chile (DINA) en septiembre de
19748, la represión alcanzó a un número amplio de exiliados, y destacó por su alcan-
ce y sistematicidad aquella dirigida a ciudadanos uruguayos9. Aunque muchos de los
exiliados optaron por obtener el estatus de refugiados, los mecanismos de asistencia y
protección que esto les garantizaba se revelaron profundamente fragmentarios y frá-
giles ante las detenciones, expulsiones y repatriaciones a los países de origen de ciuda-
danos extranjeros que, ya durante el gobierno democrático, no vieron garantizada su
seguridad dentro Argentina10.
7 Rodolfo Walsh denunció, en agosto de 1975, la existencia de una unidad de la Triple A aparentemente espe-
cializada en la eliminación de exiliados.
8 Prats, quien había sido ministro del Interior y Defensa del gobierno de Salvador Allende (1970-1973), había
renunciado como comandante en jefe de las Fuerzas Armadas chilenas en agosto de 1973, y poco después del
golpe de septiembre de ese año se había trasladado a Argentina, aceptando un ofrecimiento del presidente Juan
Domingo Perón.
9 La mayor parte de las víctimas de desaparición forzada de nacionalidad uruguaya fueron secuestradas y dete-
nidas fuera de sus fronteras nacionales, lo que configura una de las particularidades más destacadas de este caso
nacional. Sobre el exilio uruguayo en Argentina ver Sáez (2009) y Diamant y Dutrénit Bielous (2015).
10 Para un análisis sobre la situación de la comunidad de exiliados y refugiados chilenos en Argentina, véanse
los trabajos de Azconegui (2014 y 2016) y Casola (2017a y 2017b).
El análisis del ejercicio represivo transnacional durante este período revela que tan-
to el tipo de estructura destinada a tales tareas como las prácticas involucradas presen-
tan similitudes y continuidades con aquellas destinadas a la represión de ciudadanos
argentinos. Se verifica la permanencia del patrón típico de tratamiento de las víctimas
sustentado en las fases de seguimiento de inteligencia, secuestro, traslado y reclusión
clandestina en un centro de detención, interrogatorio bajo tortura y asesinato o desa-
parición forzada.
En segundo lugar, como señala McSherry (2005), una de las características de las
operaciones vinculadas a Cóndor fue la selección precisa de aquellos considerados di-
sidentes. Las tareas coordinadas y transfronterizas de espionaje e inteligencia lograron
un alto grado de efectividad en la identificación y ubicación de los blancos de la acción
represiva y en la comunicación para su captura. Además de centrarse en las militan-
cias políticas, fueran o no armadas, y sus variadas formas de activismo, estas tareas
se orientaron a relevar informaciones producidas por las agencias de refugiados que
funcionaban en Buenos Aires, las cuales fueron saqueadas en reiteradas oportunidades
y de las cuales fueron sustraídos expedientes con información sensible sobre casos de
asilo y reasentamiento (Lessa, 2022).
Finalmente, otro rasgo a considerar son los espacios destinados a la reclusión clan-
destina de extranjeros. La centralidad de la Argentina como territorio privilegiado de
la acción represiva transnacional implicó la creación y/o la puesta a disposición de
espacios clandestinos destinados a la detención, tortura y asesinato, pero también a las
tareas de inteligencia y planificación de los secuestros, de víctimas extrajeras emplaza-
11 Tribunal Oral en lo Criminal Federal N°1 de la Capital Federal. Causas Nº 1504, 1951, 2054 y 1976: “Plan
Cóndor y Automotores Orletti II”, 27 de mayo de 2016.
13 Presidencia República Oriental del Uruguay. Investigación histórica sobre detenidos desaparecidos, 2007. Dis-
ponible en https://sitiosdememoria.uy/recurso/40.
14 CONADEP. Legajo Nº 7.304. Serie Legajos CONADEP de víctimas del terrorismo de Estado. Subfondo CO-
NADEP. Fondo Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Archivo Nacional de la Memoria.
16 Los oficiales uruguayos tenían en su poder un organigrama detallado del funcionamiento, la estructura y los
militantes del PVP instalados en Buenos Aires y sabían que la organización había cobrado un rescate millonario
por el secuestro del empresario holandés Federico Hart en marzo de 1974. La fotografía en la que se ve a Gatti
acostado y notablemente golpeado junto con Washington Pérez, quien sostiene un diario a modo de “prueba de
vida”, fue publicada en diarios y revistas internacionales como parte de la denuncia internacional por las viola-
ciones a los derechos humanos cometidas por las dictaduras de la región. A modo de ejemplo, véase la publica-
ción realizada por la revista española Cambio 16, N°251, 27 de septiembre de 1976, pp. 56-57.
17 Su esposa y dos de sus hijos partieron como refugiados a Francia. Su hija Adriana, militante montonera,
permaneció en el país y fue secuestrada y asesinada en abril de 1977 cuando cursaba un embarazo de alrededor
de siete meses. Su cuerpo fue sepultado como NN en el cementerio de la Chacarita e identificado en 1983. CO-
NADEP. Legajo N°7616. Serie Legajos CONADEP de víctimas del terrorismo de Estado. Subfondo CONADEP.
Fondo Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Archivo Nacional de la Memoria.
Es posible establecer una cronología para la actividad extraterritorial del aparato re-
presivo argentino, con tres momentos diferenciados según los organismos y las fuerzas
que intervinieron en los operativos más allá de las fronteras. En primer lugar, una serie
de acciones vinculadas al auge de la Operación Cóndor, con un papel destacado de la
Secretaría de Inteligencia del Estado y de fuerzas policiales, llevadas a cabo durante
1976 en Bolivia y Uruguay, con un saldo de siete víctimas desaparecidas o muertas. En
segundo lugar, un conjunto de operaciones realizadas en Perú, Paraguay y Uruguay,
entre 1977 y 1978, con la entrada en escena de la armada y, en particular, del Servicio
de Inteligencia Naval (SIN) y el Grupo de Tareas 3.3 de la Escuela de Mecánica de la
Armada (ESMA), con un saldo de trece víctimas desaparecidas o muertas y catorce
sobrevivientes. En tercer lugar, una serie de operativos orquestados por la estructura
de inteligencia del ejército, entre 1978 y 1980, destinados a perseguir a militantes que
en su mayoría participaban en la Contraofensiva de Montoneros, en Perú y Brasil, con
un saldo de siete víctimas desaparecidas o muertas.
18 De estos cuarenta y un casos, veinticinco figuran en el listado Registro Unificado de Víctimas del Terrorismo
de Estado, Op. cit. Los casos restantes fueron tomados de un listado anexo de víctimas de la coordinación repre-
siva regional (1974-1981) incluído en (Garzón Real, 2016).
19 En este trabajo se incluyen los casos de argentinos y argentinas detenidos ilegalmente en zonas de frontera,
cuando intentaban entrar o salir del territorio nacional desde o hacia naciones limítrofes. Aunque algunos de
esos casos implicaron una cooperación represiva entre organismos de Argentina y otros países de la región, se
considera que no respondían a las características específicas del fenómeno estudiado en este apartado, es decir,
el despliegue del aparato represivo argentino más allá de las fronteras nacionales.
20 Para un balance sobre la relación entre la emergencia de la JCR y la Operación Cóndor, ver Slatman (2010).
Un mes y medio después del traslado de Rutilo Artés y Villa Ísola a Argentina, “Au-
tomotores Orletti” fue escenario de otro operativo que terminó con la desaparición
de una militante argentina, María Claudia García Iruretagoyena, fuera del territorio
nacional. García Iruretagoyena, de diecinueve años, y su marido, Marcelo Gelman,
habían sido secuestrados en Buenos Aires en agosto de 1976. Ambos militaban en la
Unión de Estudiantes Secundarios y en Montoneros. Ella estaba embarazada de siete
meses. Los llevaron a “Orletti”, donde García Iruretagoyena permaneció cautiva hasta
los primeros días de octubre, cuando la trasladaron clandestinamente en un vuelo a
Uruguay, tal como ocurrió en la misma época con algunos prisioneros y prisione-
ras uruguayos del mismo CCD24. El grupo de agentes uruguayos que operaban en
“Orletti”, en el marco de la Operación Cóndor, estuvo a cargo del traslado de García
Iruretagoyena a Montevideo, donde la mantuvieron secuestrada en una casa operati-
va del Servicio de Inteligencia de Defensa (SID) uruguayo. Durante su cautiverio en
Uruguay, García Iruretagoyena dio a luz a su hija Macarena, quien fue apropiada por
un comisario local, Ricardo Medina. García Iruretagoyena fue vista por última vez con
vida en diciembre de 1976 y desde entonces está desaparecida25.
22 CONADEP. Legajo Nº 6.333. Serie Legajos CONADEP de víctimas del terrorismo de Estado. Subfondo CO-
NADEP. Fondo Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Archivo Nacional de la Memoria.
23 La hija de Graciela Rutilo Artés fue localizada por Abuelas de Plaza de Mayo en 1983. Carla conoció su ver-
dadera identidad dos años más tarde, a través de un análisis genético.
24 Más allá de conjeturas, hasta hoy se desconocen los motivos por los que García Iruretagoyena fue trasladada
a Uruguay, un país con el que la víctima no tenía vínculos directos. Los restos de Marcelo Gelman fueron recu-
perados e identificados en 1989, en un cementerio bonaerense. Había sido asesinado en septiembre de 1976 y
su cuerpo había sido hallado dentro de un tanque relleno con cemento en el canal de San Fernando, en la zona
norte del Gran Buenos Aires.
25 Macarena Gelman fue localizada en el año 2000 y poco después conoció su verdadera identidad, a través de
un análisis genético.
26 CONADEP. Legajo Nº 6.586 y Legajo Nº 3.378. Serie Legajos CONADEP de víctimas del terrorismo de
Estado. Subfondo CONADEP. Fondo Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Archivo Nacional de la
Memoria.
28 Idem.
29 CONADEP. Legajo Nº 5.449 y Legajo Nº 5.450. Serie Legajos CONADEP de víctimas del terrorismo de
Estado. Subfondo CONADEP. Fondo Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Archivo Nacional de la
Memoria.
30 En el marco de la megacausa por los crímenes cometidos bajo el mando operacional del Primer Cuerpo de
ejército, el juez Daniel Rafecas ha probado que, antes de su paso por “Automotores Orletti”, algunos de los re-
presores del grupo liderado por Aníbal Gordon habían actuado en el CCD “Puente 12”, también conocido como
“Proto Banco”.
En abril de 1977, la detención ilegal del argentino Carlos Maguid en Perú abrió
un nuevo ciclo de operativos represivos extraterritoriales. Maguid era cuñado de la
referente montonera Norma Arrostito y había participado en el secuestro del general
Pedro Aramburu en 1970, aunque más tarde se había distanciado de Montoneros y
exiliado en Lima. Un mes antes de su detención, las autoridades locales ya lo habían
arrestado preventivamente junto a otras y otros militantes políticos, ante el anuncio
de una inminente visita del dictador Jorge Rafael Videla a Perú, aunque luego lo ha-
bían liberado. Su “caída” definitiva se produjo el 12 de abril, cuando fue detenido por
miembros del ejército y la policía peruanos. Según versiones periodísticas, lo habrían
llevado al Ministerio de Guerra, donde lo esperaban oficiales argentinos32. Poco des-
pués, fuentes de la inteligencia peruana filtraron a la prensa un supuesto memorán-
dum interno secreto, dirigido al jefe del Ejército de Perú, en el que se afirmaba que “fue
entregado el cadáver del sujeto ‘Ar’ Carlos Alberto Maguid al personal de Seguridad
del ejército Argentino que se encuentra en Lima con autorización de ese Comando
desde los primeros días del presente mes”33. La versión era falsa: varios sobrevivientes
de la ESMA testimoniaron haber visto con vida a Maguid en ese CCD poco después
de su secuestro en Perú. Los testimonios también indican que, dentro de la ESMA, la
armada exhibió a Maguid ante oficiales de otras fuerzas y permitió que lo interroga-
ran, del mismo modo que lo había hecho con su cuñada Arrostito, a quien los marinos
aún mantenían con vida allí. Aunque existen distintas hipótesis acerca del interés de la
armada en la figura de Maguid, lo cierto es que su captura se había logrado gracias a la
coordinación con las fuerzas represivas peruanas. La fecha de incorporación de Perú
a la Operación Cóndor aún es objeto de investigación. En cualquier caso, el secuestro
de Maguid no parece haberse vinculado orgánicamente con Cóndor, sino con alguna
instancia de cooperación bilateral que posibilitó el operativo.
31 Según consta en el Legajo CONADEP Nº 5.449 de Lila Epelbaum, pocos días después del secuestro de los her-
manos Epelbaum, su madre intentó hacer gestiones ante Uruguay mediante un contacto que tenía en el gobierno
argentino. El contacto le informó que, al pedir autorización a la SIDE para comunicarse con las autoridades
uruguayas, supo que el organismo ya estaba al tanto de la desaparición de los hermanos. Aunque el dato no es
concluyente, sugiere que la SIDE participó, como mínimo, en la circulación de información sobre el caso entre
los organismos represivos de ambos países.
33 Idem.
34 La Justicia ha comprobado que los nombres de los supuestos oficiales del Ejército Argentino, que quedaron
registrados ante la Policía paraguaya, no figuran en la nómina de la fuerza. Es posible que fueran nombres de
cobertura o incluso que no pertenecieran realmente al ejército.
36 Idem.
37 Idem.
38 Declaración testimonial de Martín Gras en el juicio conocido como “ESMA II”, 18 de agosto de 2010.
39 Para la reconstrucción sobre esta ola de “caídas” se ha utilizado la “Cronología de hechos represivos hacia el
Partido Peronista ‘Montonero’ en Uruguay” del Equipo de Investigación Histórica del Grupo de Trabajo Verdad
y Justicia, Secretaría de Derechos Humanos para el Pasado Reciente de Uruguay, 2011; y el informe “Historias
sin olvido. Del Uruguay a la ESMA” del Museo Sitio de Memoria ESMA, 2019.
40 Una vez en la ESMA, Osorio fue entregado al ejército. Sobrevivientes de “El Banco” y “El Atlético” declararon
haberlo visto en esos CCD. Hasta hoy permanece desaparecido.
Aunque los secuestros en Uruguay fueron ejecutados por las Fuerzas Conjuntas
Uruguayas, integradas por las fuerzas armadas y policiales de ese país, en el “Castilli-
to” los prisioneros y prisioneras se encontraron con interrogadores del SID uruguayo
y del GT 3.3 de la ESMA41. Un par de días después de sus detenciones, Dri, Quiroga
y sus tres hijas, Pisarello, Milesi y su hija fueron trasladados a Buenos Aires, en dos
aviones de características similares al que se había usado para los militantes captura-
dos en Paraguay. Casi en simultáneo, la Armada de Uruguay entregó a Degregorio a la
Armada Argentina, con acuerdo previo de los comandantes en jefe de ambas fuerzas.
Lo trasladaron en helicóptero a Buenos Aires, en un estado grave de salud. Al igual
que el resto del grupo42, Degregorio ingresó a la ESMA. Un par de meses después, la
armada lo “prestó” durante algunas semanas al ejército para que lo interrogaran en
Campo de Mayo. Tras su retorno a la ESMA, murió en abril de 1978. Sus restos nun-
ca fueron hallados. A fines de 1977, Dri también fue entregado al ejército y llevado a
Santa Fe. Luego de su regreso a la ESMA, en julio de 1978, logró fugarse durante una
salida para “marcar” militantes en la frontera con Paraguay. Quiroga, Pisarello y Milesi
permanecieron cautivos en la ESMA hasta los primeros meses de 1979, cuando fueron
liberados y marcharon al exilio.
41 Más tarde, los prisioneros identificarían entre los oficiales que los interrogaron en Uruguay al marino Raúl
Scheller, oficial de inteligencia del GT 3.3, al prefecto Héctor Febres y al mayor Julio César Coronel, “enlace” del
ejército en la ESMA.
42 A poco de la llegada del grupo a la ESMA, los marinos depositaron a las tres hijas de Quiroga en un colegio
religioso porteño, donde las recuperaron sus abuelos. La hija de Pisarello y Milesi, de pocos meses de vida, fue
entregada directamente a sus abuelos en Buenos Aires. Lo mismo ocurrió con Alejandrina Barry, hija de Alejan-
dro Barry y Susana Mata, ambos muertos, aunque en su caso la entregaron a sus abuelos en un buque atracado
en el puerto de Montevideo.
44 No hay evidencias de que la armada haya intervenido en el secuestro de la familia Logares, tal como sí había
ocurrido en otros operativos inmediatamente anteriores y posteriores contra Montoneros en Uruguay.
45 En 1984, Paula Logares se convirtió en la primera hija de desaparecidos en conocer su verdadera identidad
a través de un análisis genético.
47 Aunque durante años circuló la información de que Benassi pertenecía a Montoneros, su hermana, María
Cristina Benassi, aclaró en una declaración testimonial en el marco de la “Megacausa ESMA”, el 7 de julio de
2014, que María Catalina militaba en el PRT-ERP.
48 CONADEP, Legajo Nº 6.804 y Legajo N° 2.727. Serie Legajos CONADEP de víctimas del terrorismo de
Estado. Subfondo CONADEP. Fondo Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Archivo Nacional de la
Memoria. Estos documentos reflejan las informaciones obtenidas por la familia de Benassi tras gestiones ante las
autoridades uruguayas y ante el consulado argentino en Montevideo.
49 Para un estudio sobre la persecución a miembros de Montoneros en Brasil con participación de fuerzas ar-
gentinas y brasileñas, ver Nilson (2006) y Fernández Barrio (2018).
50 Testimonio de Horacio Cid de la Paz y Alfredo González ante Amnistía Internacional, 1979, recogido en el
legajo CONADEP Nº 1.713
Río de Janeiro también fue escenario de uno de los mayores golpes de la estructu-
ra de inteligencia del ejército contra la Contraofensiva de Montoneros. En marzo de
1980, los militantes Horacio Campiglia y Susana Pinus llegaron a la ciudad brasileña
en un vuelo procedente de Panamá, con escala en Venezuela, bajo identidad falsa.
Campiglia integraba la Conducción Nacional montonera y era intensamente buscado
por las fuerzas represivas argentinas. Su nombre también circulaba entre los organis-
mos de inteligencia de otros países de la región. Su esposa, Pilar Calveiro, ya había
sido secuestrada en Argentina en 1977. Campiglia y Pinus viajaron a Brasil con la
misión de instalar una base en Río de Janeiro para asistir a miembros de Montoneros
que entrarían y saldrían de Argentina. En Río debían encontrarse con el marido de
Pinus, Edgardo Binstock, pero nunca acudieron a la cita. Según testigos, ambos fueron
detenidos al llegar al aeropuerto de Galeão por unos veinte agentes de civil, brasileños
y argentinos51. Una desclasificación de archivos del Departamento de Estado de los
Estados Unidos permitió recuperar un documento con detalles sobre la planificación
y la ejecución del operativo. Se trata de un memorándum secreto fechado el 7 de abril
de 1980 y enviado al embajador estadounidense en Buenos Aires por su oficial de se-
guridad regional, con base en informaciones provistas por una fuente de inteligencia
argentina. Según el documento, el Batallón 601 obtuvo el dato de la llegada de Campi-
glia y Pinus a Brasil durante un interrogatorio a otro montonero capturado. Los agen-
tes argentinos coordinaron el secuestro en Río con la inteligencia militar brasileña:
“Los brasileños concedieron su permiso y un equipo especial de argentinos viajó a Río
a bordo de una aeronave Hércules C130. Ambos Montoneros fueron capturados con
vida y regresados a Buenos Aires a bordo del C130”52. El memorándum también seña-
laba que, al momento de su confección, Campiglia y Pinus se encontraban “detenidos
en la cárcel secreta del ejército en Campo de Mayo”. Esa información coincide con los
testimonios de sobrevivientes de Campo de Mayo que dijeron haber visto a Campiglia
en uno de los CCD que funcionaba en la guarnición53.
52 El memorándum se encuentra citado en el informe final de la Comisión Nacional de la Verdad de Brasil,
volumen 1, capítulo 6, disponible en memorias reveladas.gov.br.
53 Declaración testimonial de Silvia Tolchinsky ante la Subsecretaría de Derechos Humanos, 1994, incluida en
el legajo CONADEP Nº 3.636 de Horacio Campiglia. En esa declaración, Tolchinsky, prima de Mónica Pinus,
relató que, entre septiembre y octubre de 1980, intercambió cartas con su hermano Daniel Tolchinsky y su cuña-
da Ana Dora Wiesen, quienes estaban cautivos en Campo de Mayo y quienes le aseguraron que allí había otros
secuestrados con vida, entre ellos, Horacio Campiglia.
El 15 de junio de 1980, la prensa peruana publicó detalles del operativo contra los
argentinos, lo que provocó que el SIE de Perú decidiera poner fin a la operación den-
tro de su territorio (Fernández Barrio, 2017). De Frías se desconoce si salió con vida
de Perú o no55. Hasta hoy permanece desaparecido. En cuanto a Raverta, Gianetti y
Molfino, se presume que los trasladaron a través de un paso fronterizo a Bolivia, don-
de permanecieron cautivos en dependencias del ejército boliviano y bajo torturas in-
fligidas por oficiales del Ejército Argentino56. Raverta fue desaparecida. Gianetti de
Molfino apareció muerta en Madrid, España, unas semanas después de su secuestro
en Perú. Sus secuestradores, dos oficiales argentinos, la llevaron en un vuelo comercial
con escala en Brasil, la alojaron en un hotel y posiblemente la envenenaron, aunque
las causas clínicas de su muerte nunca pudieron ser aclaradas. Antes de escapar, plan-
taron en la escena del crimen documentos que habían pertenecido a Ramírez, hasta
hoy desaparecido, e incluso diseminaron sus huellas dactilares por la habitación57. El
montaje buscaba desviar la atención del operativo binacional que se había ejecutado en
54 El presunto plan para atentar contra Videla ha sido negado por el dirigente montonero Roberto Perdía Ver
Uceda (2004).
55 Una versión que no pudo ser confirmada por la familia de Frías indica que lo habrían trasladado ilegalmente
a Argentina y lo habrían fusilado en Campo de Mayo. La versión fue incorporada al legajo CONADEP de Frías
por su hijo, en 2013, en base a comentarios que le hizo un militar retirado.
57 Julio César Ramírez posiblemente había sido asesinado en La Paz varias semanas antes. Una versión ha su-
gerido que sus captores podrían haber fabricado un sello dactilar con las huellas de Ramírez para contaminar la
escena del crimen en España.
A modo de cierre
Este trabajo analizó la participación del Estado argentino en las redes represivas
transnacionales durante el ciclo de dictaduras militares en el Cono Sur y se interrogó,
en particular, por el papel desempeñado por los CCD en la ejecución de la represión
a extranjeros dentro del país y de argentinos fuera de los fronteras nacionales. Como
han demostrado rigurosas investigaciones académicas y diferentes instancias judicia-
les tanto dentro como fuera de Argentina, este entramado de colaboración represiva
se caracterizó por una historicidad que excede las experiencias autoritarias que atra-
vesaron los países de la región y se constituyó como resultado de la ampliación y sis-
tematización de un conjunto de formas de cooperación que encuentran sus raíces, al
menos, en la década de los sesenta. Aun cuando la transnacionalización represiva tuvo
sus propias temporalidades, lógicas y dinámicas de funcionamiento, su despliegue
concreto requirió de un dispositivo como los CCD, cuyo arraigo era necesariamente
territorial y local. En ese sentido, cabe plantear algunos elementos que se desprenden
del análisis y que merecerán mayor indagación en el futuro.
En primer lugar, es posible señalar que, a partir de 1974 y hasta 1978, dado el avance
de las dictaduras en la región y la llegada masiva de exiliados al país, Argentina se con-
virtió en el territorio fundamental de la persecución a extranjeros. Su protagonismo
como escenario de la represión transnacional en la región se explica, en buena parte,
por la disponibilidad de una red de centros clandestinos que servían como terminal
del circuito de aniquilamiento que atravesaba las fronteras, y se materializó en un nú-
mero limitado de CCD argentinos −en comparación con la cantidad total a nivel na-
58 Según un artículo del diario español El País, 1/8/1980, recogido en el legajo CONADEP de Norma Esther
Gianetti de Molfino.
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Introducción
1 Existe un listado del Registro Unificado de Victimas del Terrorismo de Estado (RUVTE) que da cuenta de to-
dos los espacios comprobados hasta el momento en los que han funcionado CCD. Allí se clasificaron entre otras
cosas por tipo de establecimiento, y si eran privados o no. Dentro de la categoría de “CCD en espacios privados”,
se distinguen las siguientes tipologías: 1) establecimientos privados pertenecientes a empresas; 2) otros esta-
blecimientos privados; 3) espacios particulares (viviendas o similares), 4) establecimientos particulares como
casas-quintas pero sin establecer propiedad y 5) otros casos particulares de espacios privados. Cada una de estas
categorías está definida por subcategorías a partir de las cuales se puede comenzar a determinar características
del funcionamiento del espacio y articulaciones con las Fuerzas Armadas y de Seguridad.
2 Entre ellos, cabe mencionar el trabajo en el marco del proyecto original sobre Responsabilidad Empresarial; el
trabajo del equipo del Programa “Estudios del trabajo, movimiento sindical y organización industrial” del Área
de Economía y Tecnología de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales ( FLACSO) en un conjunto de
causas judiciales y avances logrados en el marco del PICT “Participación empresarial en la represión a trabaja-
dores/as y sindicalistas durante procesos dictatoriales en América Latina en la segunda mitad del siglo XX: con-
tribuciones desde el caso de Argentina (1976-1983)”, financiado por el FONCyT, con sede en FLACSO, así como
tareas desarrolladas en el marco de la Unidad especial de investigación en delitos de lesa humanidad cometidos
con motivación económica de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación (SDH) entre 2020 y 2022 y en
el convenio de asistencia científica en redes entre el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
(CONICET) y la SDH con el objetivo principal de fortalecer los vínculos entre investigación académica y políti-
cas de Memoria, Verdad y Justicia respecto de la responsabilidad empresarial en delitos de lesa humanidad en la
última dictadura en Argentina (1976-1983).
Lejos de resultar una novedad, la represión en estas tres empresas fue documentada
por la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) y retomada
de diversas maneras en el informe Nunca Más .En el caso de Acindar se desarrolló in-
cluso una inspección ocular a lo que se consideró un CCD desde ese entonces, al tiem-
po que en el caso del ingenio “La Fronterita”, se documentaron aspectos importantes
tanto por parte de la CONADEP como por la Comisión Bicameral Investigadora de
las violaciones de Derechos Humanos en la Provincia de Tucumán: 1974-1983. En el
caso de Ford, aunque no llegó a reconocerse al espacio como un CCD, el Nunca Más se
subrayó especialmente la intensidad y alcance del proceso represivo.
3 En diversos ingenios se establecieron bases militares que fueron utilizadas como CCD desde febrero de 1975,
cuando dio comienzo el Operativo Independencia-actuación ordenada mediante Decreto a las Fuerzas Armadas
y de Seguridad por el gobierno de María Estela Martínez de Perón con el objetivo de “neutralizar y/o aniquilar”
a las organizaciones armadas que actuaban en la provincia de Tucumán-y al menos hasta los primeros años de
la dictadura cívico-militar.
Una de las particularidades de este espacio es que fue utilizado como CCD desde
1975, durante el Operativo Independencia. Diversos testimonios indicaron que varios
obreros del ingenio fueron secuestrados y probablemente detenidos de manera transi-
toria dentro del propio ingenio, siendo trasladados luego a otros CCD, principalmente
“La Escuelita” de Famaillá. A manera de aclaración es importante mencionar que la
instalación de CCD en ingenios azucareros fue un hecho recurrente, en algunos casos
se trató de ingenios en actividad y en otros casos abandonados. Asimismo, la existen-
cia de bases militares dentro de los predios de los ingenios también fue habitual desde
tiempos previos pero, en el contexto del Operativo Independencia y luego de la dicta-
dura cívico-militar 1976-1983, fueron utilizados para la represión ilegal.
Respecto de los períodos de reclusión, en algunos casos las víctimas pasaban horas
en el lugar, en otros días y las hubo que hasta semanas. Un sobreviviente, Enrique
Antonio Amaya, quien fue secuestrado en dos oportunidades, en marzo y en mayo de
1975, refirió haber estado secuestrado en “El Tambo” en ambas ocasiones, en una de
ellas, aproximadamente veinte días. Otro sobreviviente, Francisco Fernando Ferro,
contó que fue secuestrado el 30 de marzo de 1976 y permaneció detenido durante
Después le vendaron los ojos; lo subieron al camión y le ataron las manos, lo arrojaron
como una bolsa, lo llevaron a la laguna de La Fronterita, al tambo de La Fronterita, en
ese sitio había una base de los militares. (...) Lo metían en un tacho de agua, le pedían
que contara dónde estaban los subversivos, lo sumergieron 5 o 6 veces, luego lo esta-
quearon, pedía agua pero le dieron sal. Se puso mal. Lo tuvieron allí unos dos o tres días
pasando hambre y frío. Luego lo llevaron a La Escuelita5.
Por otro lado, los testimonios indicaron la inserción de este CCD en circuitos re-
presivos que incluyeron no solo aquellos pertenecientes a las Fuerzas Armadas, sino
también a otros espacios privados como el de la Citrícola San Miguel (Jemio, 2020 y
2022), espacio que también fue registrado en el listado elaborado por la SDH. Estos
testimonios fueron indicativos de un nivel de articulación bastante abarcativo territo-
rialmente entre propietarios privados y estructura represiva, debido a que eran nece-
sarios tanto el conocimiento previo de espacios donde llevar prisioneros como tener
niveles aceitados de articulación operativa en este sentido, niveles que debieron incluir
diálogos previos de coordinación. Sin embargo, es importante profundizar las inves-
tigaciones, debido a que sólo recientemente (y especialmente en instancias judiciales)
se puso de relieve el involucramiento directo de propietarios de ingenios y otras uni-
dades productivas, ya que así se podría aportar mayores indicios y/o pruebas de estas
articulaciones.
5 Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Tucumán. Fundamentos de la Sentencia Causa “Operativo Indepen-
dencia”. Exptes. Nº 401015/04 y Nº 401016/04 y conexas, p. 333.
6 La noción de “hecho ejemplificador” resulta significativa debido a que en una comunidad pequeña, que una
sola familia viviera el cautiverio, la tortura o la desaparición, era suficiente como mensaje de que eso le podía
pasar al resto. Foucault (2002) trabajó esta noción -especialmente en la Edad Media- que ha sido retomada por
filósofos contemporáneos para pensar otros contextos actuales represivos.
Finalmente, un trabajador relató que fue obligado a prestar servicio como “unifor-
mado” falso en el ingenio, con el visto bueno de autoridades: durante el año 1975 Luis
Alberto Monasterio fue llevado ante el teniente coronel Joaquín Cornejo Alemán, jefe
de la base militar que funcionaba en el ingenio “La Fronterita” y de la Fuerza de Tareas
“Rayo”, quien le ordenó que sirviera de baqueano del ejército bajo pena de quedar de-
tenido. Esto ocurrió en diversas ocasiones durante 1975 y al menos dos veces durante
1976.
Eran más de 3 personas, armadas y con uniforme verde, como del Ejército. La sacaron
de la casa y la subieron a una camioneta que pertenecía al sindicato de la FOTIA y que
manejaba su hermano Jacobo. En el interior le taparon la visión y la ataron de pies y
manos. El vehículo va en dirección al Ingenio Fronterita: de donde salieron hizo una
cuadra, dobla a la derecha, cruza la vía del FF. CC., dobla a la izquierda, hace un par de
cuadras y vuelve a doblar a la derecha. Esa es la ruta que lleva al Ingenio Fronterita11.
En ese testimonio dio detalles sobre las formas de tortura a las que fue sometida,
entre ellas picana, submarino y simulacros de fusilamiento. Asimismo, pudo contar
por primera vez que fue abusada sexualmente. De comer solo le dieron agua y un poco
de pan. “Tenía que hacer sus necesidades en un tacho”12. Reconoció el lugar especial-
mente por ruidos característicos: unos caños que largan el agua de la laguna que va a
ser utilizada en el ingenio y el silbato que llamaba a los obreros a entrar al ingenio.
Otro testimonio indicativo fue el de un soldado conscripto que relató haber sido lle-
vado a fines de 1976 al ingenio “La Fronterita”, donde acampaban, y en una ocasión por
la noche llegó un camión cerrado del que bajaron prisioneros que fueron ingresados al
10 CONADEP. Legajo Nº 3486. Serie Legajos CONADEP de víctimas del terrorismo de Estado. Subfondo CO-
NADEP. Fondo Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Archivo Nacional de la Memoria.
11 CONADEP. Legajo N° 5830. Serie Legajos CONADEP de víctimas del terrorismo de Estado. Subfondo CO-
NADEP.
12 Idem.
La empresa Acindar Industria Argentina de Aceros S.R.L. fue fundada en 1942 por
un grupo de empresarios encabezado por los ingenieros Arturo Acevedo y José María
Aragón. Hacia 1946, Acevedo se convirtió en el único propietario de la empresa ha-
biendo comprado la participación del resto de los socios. En 1951 Acindar culminó su
primera ampliación, instalando en Villa Constitución la denominada “Planta 2”. Esta
ampliación se realizó cerca del lugar elegido por SOMISA para instalar su planta de
acero, que serviría de abastecedor de productos semi-terminados para que Acindar
pudiera expandir la gama de producción y fabricar laminados (Basualdo, 2011 y 2020).
Esta empresa es considerada un caso emblemático tanto del proceso de lucha sindi-
13 La solicitud fue realizada por el Fiscal General Subrogante ante el Tribunal Oral en lo Criminal Federal de
Tucumán Dr. Pablo Camuña y la titular de la Dirección General de Recuperación de Activos y Decomiso de
Bienes de la Procuración General de la Nación, Dra. María del Carmen Chena.
14 CONADEP. Acta de inspección en el predio de Acindar, 31 de agosto de 1984. Subfondo CONADEP. Fondo
Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Archivo Nacional de la Memoria.
El CCD dentro de Acindar fue objeto de análisis detallado en la causa judicial por
la represión en Villa Constitución, que involucró a sesenta y siete víctimas, sesenta y
cuatro anteriores al golpe de Estado, desde el 20 de marzo de 1975 hasta el 8 de enero
de 1976, y las tres restantes durante la dictadura, desde el 24 de marzo de 1976 hasta el
3 de mayo de 1976. Se acreditó que once de las víctimas incluidas en la causa pasaron
por el CCD de Acindar. Esta lista incluyó tanto a trabajadores, trabajadoras y militan-
tes sindicales de Acindar, como a otras personas de diversas pertenencias políticas.
Por otro lado, por ese CCD pasaron otros grupos de militantes políticos, lo que
refiere también a la participación de la empresa en la represión extendida a toda la
situación de organización y protesta local en articulación con las estructuras represi-
vas. Analía Martín declaró que fue secuestrada la noche del 19 de junio de 1975, a las
23 horas aproximadamente, en el ingreso del barrio Acindar, cuando se trasladaba en
un auto junto a otros tres compañeros de estudio, Víctor Fernández, Rubén Ramos y
Carlos Clementelli. Los cuatro fueron llevados al “Albergue de Solteros” de Acindar16.
En cuanto al trato recibido allí, diversos testimonios dan cuenta de que fue un es-
pacio de tortura. Analía Martin contó las torturas sufridas orientadas a desarticular la
organización:
Me colocan una venda tapándome los ojos, no obstante y a pesar de ello, esto no me im-
pide seguir viendo en su totalidad. A partir de ahí comienza un interrogatorio con gol-
pes fuertes, torturas psicológicas para que yo hablara, “dado que mis compañeros que
me acompañaban ya habían contado todo”. El interrogatorio tenía el objetivo de que yo
confesara quiénes habían repartido el dinero, mercadería, alimentos y efectos traídos
por Montoneros y que les diera el nombre de los integrantes del Comité de Lucha que
funcionaba en la clandestinidad para ayudar a los detenidos y familiares17.
Relató también que Víctor Fernández, Rubén Ramos y Carlos Clementelli fueron
torturados y quemados con colillas de cigarrillos y que fueron liberados al día siguien-
te, continuando ella cautiva. La persona que la interrogaba tenía una chaqueta tipo de
médico o enfermero. Pasó toda la noche allí y por la mañana la trasladaron a la Dele-
gación Rosario de la PFA junto a su hermano.
15 Juzgado Federal N° 4 de Rosario. Auto de procesamiento Expte. N° 13174/2013 “Imputado Pellegrini, Roberto
José y otros s/ homicidio agravado p/el conc. de dos o más personas, imposición de tortura (art. 144 ter. inc. 1) y
privación ilegal de la libertad (art. 144. bis inc. 1), 11 de marzo de 2020, p. 86.
16 Ibidem, p. 78.
17 Idem.
Luis Alberto Tomasevich, Analía Fernández Dos Santos y Ernesto Mario Chávez
fueron detenidos el día 21 de junio 1975 en el centro de Villa Constitución por perso-
nal de la PFA asentado en el chalet de la empresa Acindar S.A. Fueron inmediatamente
vendados, encapuchados y llevados a dependencias de la empresa Acindar, al llamado
“Albergue de Solteros”. Tanto Tomasevich como Fernández Dos Santos fueron poste-
riormente legalizados19. El primero relató que estuvo tirado en el piso del auto de su
propiedad por espacio de una hora:
Me sacan del auto y me llevan a la parte de atrás del chalet, donde hay árboles, en un
momento siento gritos del periodista Mario Chávez, al que habían detenido conmigo,
que dice que es amigo del general Amaya. No sabía nada, tampoco de la chica que detu-
vieron conmigo, Analía Dos Santos. Cambia la actitud, me sacan las vendas y me entran
al chalet. Allí había cualquier cantidad de muchachos jóvenes uniformados de la Policía
Federal y otros de civil, y en el hall me esperaba una persona de unos cuarenta años, que
se identificó como el jefe y lo primero que me preguntó era qué tenía contra López Rega
(…) Él se identificó como una persona de extrema derecha perteneciente a las Tres A
(…) Entonces llamó a otras personas y dijo que nos llevaran a Rosario a todos.
Resulta poco común que los lugares que fueron utilizados a tales fines se man-
tengan como en aquella época, especialmente cuando habían quedado registros de la
actividad represiva. La destrucción de estos espacios, que claramente hubieran sido
esclarecedores y hasta probatorios, ha sido una estrategia muy importante de parte
de los perpetradores. En el pedido de indagatoria de la fiscalía que trató la Causa se
incluyeron testimonios sobre la demolición de este CCD. Un sobreviviente declaró al
respecto:
me consta que uno de los albergues destruidos (no solo a mí, sino a las personas que vi-
ven dentro del mismo barrio), lo destruyeron porque los grupos de la Federal lo habían
dañado de forma irreparable. Los techos y las paredes estaban perforados por disparos
de armas largas (…) Este albergue era el denominado ´22´ (…) según comentarios
efectuados por un amigo personal de apellido Mancini, que vive frente a Acindar, es-
tos albergues eran utilizados como centros de interrogación y detención de la policía
19 Tomasevich fue llevado a la Cárcel de Coronda y en 1979 a la Cárcel de Caseros. Fernández Dos Santos desde
la delegación Rosario de la PFA, fue trasladada a la Alcaidía de Mujeres de la Jefatura de la Provincia de Santa
Fe. Ibidem, pp. 82-84.
Este CCD estaba situado dentro del predio de la empresa Ford Motor Argentina en
la localidad de General Pacheco, Panamericana y Avenida Henry Ford, provincia de
Buenos Aires. Era el quincho principal del espacio recreativo y funcionó como cen-
tro clandestino de detención al menos entre el 24 de marzo de1976 y el 21 de abril de
197622. Los trabajadores y trabajadoras de Ford, alrededor de 7.000 en la década de
1970, representados por el Sindicato de Mecánicos y Afines del Transporte Automo-
tor (SMATA), fueron protagonistas en las jornadas de lucha de 1975 contra el plan
económico del ministro de Economía Celestino Rodrigo y en 1976 en contra del plan
económico del ministro Mondelli. Además, llevaron adelante diversos procesos de lu-
20 Pedro José Alfaro declaró ante la CONADEP el 7 de febrero de 1984 sobre la existencia de “un cuartel de
Acindar”. Villatte, Adolfo. Solicitud de indagatorias en Expte. N° 13174/2013, con trámite ante el Juzgado Federal
N° 4 de Rosario, p 232
21 CONADEP. Legajo N° 1770. Serie Legajos CONADEP de víctimas del terrorismo de Estado. Subfondo CO-
NADEP. Fondo Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Archivo Nacional de la Memoria.
22 En un inicio la planta Ford de General Pacheco estuvo comprendida dentro de la Zona de Defensa I, pero
a partir del 21 de mayo de 1976 el Comando General del Ejército dictó la Orden Parcial N° 405/1976, que rees-
tructuró jurisdicciones e constituyó al Comando de Institutos Militares, con sede en Campo de Mayo, como la
cabecera de la Zona de Defensa 4. Sus comandantes y jefes de zona fueron, en forma sucesiva, los generales San-
tiago Omar Riveros, José Montes, Cristino Nicolaides y Reynaldo Benito Bignone. La Zona de Defensa 4 estaba
subdividida en nueve áreas. La correspondiente a Ford era el Área 410, cuyos jefes máximos hasta 1979 fueron
los coroneles Juan Carlos Camblor y Eduardo Alfredo Espósito, y el principal CCD, la comisaría de Tigre, que
estaba bajo el mando de la Escuela de Ingenieros de Campo de Mayo (AEyT de CLACSO et al, 2015: 231-232).
23 Estos testimonios son los de Adolfo Omar Sánchez, Pastor José Murúa, Francisco Guillermo Perrota, Pedro
Norberto Troiani y Juan Carlos Amoroso.
En diciembre de 2017 finalmente inició el trámite oral de la causa judicial que se ha-
bía iniciado en 2002, y en diciembre de 2018 se dictó la sentencia, que condenó no sólo
al máximo responsable militar de la zona, Santiago Omar Riveros (quince años de pri-
sión), sino también a dos altos funcionarios de Ford Motor Argentina como partícipes
necesarios de las violaciones a los derechos humanos cometidas: Héctor Sibilla, quien
era en el momento de los hechos, Jefe de Seguridad de la planta de Ford Motor Argen-
tina y que fue condenado a doce años de prisión, y Pedro Müller, que era Gerente de
Manufactura, miembro del Directorio de la firma y reemplazante del presidente de la
empresa en caso de viaje y fue condenado a diez años de prisión. Cabe destacar que
habían sido señalados también Nicolás Enrique Julián Courard, presidente y represen-
tante legal de la compañía Ford Motor Argentina S.A. en 1976 y Guillermo Galarraga,
Gerente de Relaciones Laborales, quienes por haber fallecido con anterioridad no pu-
dieron ser juzgados. En los fundamentos de la sentencia se citaronn una gran cantidad
de evidencias sobre este CCD: “Después del 24 de marzo de 1976, más allá del uso de
las Fuerzas de Seguridad y luego Armadas del quincho y del sector recreativo como
una especie de cuartel militar, plenamente visible y conocido por todos, ese espacio se
convirtió en un centro clandestino de detención con la particularidad de encontrarse
emplazado en una propiedad privada. Los trabajadores detenidos y secuestrados en
sus lugares de trabajo fueron llevados al quincho donde fueron mantenidos en condi-
ción de desaparecidos, condición que se configuró por el hecho de que allí permane-
cieron retenidos ilegalmente, incomunicados, sin dar información sobre su paradero,
ni recibir información sobre las razones de su detención; en ese mismo lugar apenas
fueron descendidos de los vehículos fueron maltratados, golpeados y torturados; allí
permanecieron durante varias horas, hasta que por la noche fueron trasladados a la
Comisaría de Tigre”24.
24 Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 1 de San Martín. Fundamentos de la sentencia Causas N° 2855 (FSM
27004012/2003/TO4) y N° 2358 (FSM 1294/2011/TO1), 15 de marzo de 2019, p. 218.
permitió comprobar la distancia que había en las oficinas donde estaba el personal jerár-
quico de la Planta con la Puerta 1, que fue la de ingreso. Algunas de las víctimas fueron
sacadas por camionetas civiles de la empresa por esa puerta. También se inspeccionó el
comedor, de donde llevaron secuestrados a Degiusti y a Constanzo, situado a no más de
veinte o treinta metros de las oficinas del personal jerárquico. Se recorrieron también
las Plantas de Montaje, las Secciones Pintura, Chasis, Reparación Final, y Estampado y
el Sector Administrativo. La inmediación propia con el lugar de los hechos los llevó al
convencimiento de que resultó imposible que operativos como los descriptos al tratar
los hechos individualmente pasaran de cualquier modo desapercibidos para el perso-
nal jerárquico de la empresa. Tales sucesos fueron conocidos por los directivos de la
empresa y los responsables de cada una de las Gerencias y Plantas, sea por sus propios
sentidos, o bien por la información que sin duda los capataces, supervisores y agentes
de seguridad debieron transmitir28.
25 Ibidem, p. 216.
26 Ibidem, p. 191.
27 Ibidem, p. 359.
28 Ibidem, p. 192.
Sobre las víctimas en el quincho de Ford, se afirmó que los secuestros fueron di-
rigidos, en un colectivo obrero de miles de trabajadores, específicamente contra un
grupo proporcionalmente pequeño, varios de los cuales eran delegados gremiales o
se vinculaban con ellos, o por haber sido vistos en alguna reunión gremial o políti-
ca, destacando además que todas las víctimas fueron despedidas a los pocos días de
ser secuestradas (Fundamentos: 191). En términos del proceso de judicialización, en
septiembre de 2021 la Cámara Federal de Casación Penal confirmó el fallo dictado en
primera instancia. Héctor Sibilla falleció en 2023, condenado por estos crímenes, al
tiempo que Pedro Müller continúa interponiendo recursos ante la Corte Suprema de
Justicia de la Nación.
Palabras finales
29 Ibidem, p. 214.
En todos los casos analizados, existieron vínculos previos con las Fuerzas o incluso
presencia directa de Fuerzas de Seguridad estatales y/ o privadas -de manera encubier-
ta o no- en los territorios productivos. Estas fuerzas, en todos los casos debieron ser
reubicadas y refuncionalizadas en el contexto represivo. Por otro lado, el andamiaje
represivo requirió tareas de inteligencia y espionaje previos, así como un análisis de
la organización y circulación interna de trabajadores y trabajadoras. Sin este tipo de
planificación, cualquier utilización de los establecimientos con fines represivos -al ex-
tremo de que existieron centros clandestinos de detención- hubiera entorpecido los
procesos productivos, algo que no sucedió en ninguno de los casos. Es decir, existió
necesariamente una refuncionalización de los espacios, y en algunos casos un reacon-
dicionamiento de los mismos a fin de que pudieran servir de alojamiento de las Fuer-
zas Armadas y de Seguridad actuantes. Esta planificación sólo pudo haber sido posible
a partir de la participación de la estructura jerárquica empresarial.
Asimismo, la decisión de cuáles serían los espacios utilizados con esos fines también
debe ser problematizada. Por un lado, se trató de espacios conocidos y habitados de
manera cotidiana, para el descanso, la realización de tareas vinculadas a la producción
o incluso con fines recreativos, lo que facilitó su reconocimiento por parte de los so-
brevivientes. Sin embargo, se trató de espacios que pudieron ser desvinculados de sus
usos habituales y dispuestos de manera exclusiva con fines represivos. Un aspecto por
demás cargado de perversión fue el hecho de que mientras que algunos trabajadores y
trabajadoras eran secuestrados y mantenidos en cautiverio durante días y hasta sema-
nas dentro de las instalaciones, sus compañeros, compañeras y familiares desconocían
su paradero.
Los CCD dentro de las empresas aparecen como lugares clave, no sólo en términos
de apoyatura logística para el proceso represivo, constituyéndose en un factor de ex-
trema gravedad en términos de aportes empresariales, sino también como una forma
de resignificación del espacio fabril, que en todos los casos ya había sido atravesado
por dinámicas represivas y de disciplinamiento previas al golpe de Estado de marzo de
1976.
El hecho de que estos lugares de cautiverio hayan funcionado dentro del espacio
productivo, cotidiano y de sociabilidad de los trabajadores y trabajadoras, parece ha-
ber dejado una marca particularmente profunda no sólo en las y los secuestrados, que
El hecho de que los procesos judiciales incorporaron la investigación sobre las res-
ponsabilidades empresariales y muy especialmente el funcionamiento de CCD en em-
presas resultó crucial para determinar responsabilidades y lograr condenas. Por otro
lado, puede ser considerado un acto de reparación hacia las víctimas, ya que reconoció
públicamente la veracidad de las experiencias traumáticas vividas allí, y la afirmación
de que constituyeron delitos de lesa humanidad. A su vez, teniendo en cuenta los
efectos de largo plazo que produjo la atemorización, permitió la concientización de
trabajadores y trabajadoras jóvenes respecto de posibles prácticas represivas. Esto que-
dó demostrado con la importancia que tuvieron las señalizaciones realizadas en los
tres casos analizados.
Bibliografía
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ditaduras do Cone Sul. PUC-Rio. Río de Janeiro: PUC-Rio, pp. 171–190.
Ivonne Barragán
Débora D’Antonio
Laura Rodríguez Agüero
Introducción
Recortar y conceptualizar las violencias de género y los abusos sexuales fue tarea
de las mujeres sobrevivientes que sufrieron o fueron testigos de estas experiencias en
los distintos centros clandestinos de detención (CCD). Algunas denunciaron las ve-
jaciones a las que fueron expuestas ante organismos de derechos humanos del exte-
rior o locales durante la misma dictadura militar, otras lo hicieron en la CONADEP
y durante el Juicio a las Juntas Militares en 1985, y hubo también quienes testificaron
en los diversos procesos llevados a cabo durante los cuarenta años de democracia en
instancias como los Juicios por la Verdad o los de Lesa Humanidad de reapertura pos-
terior. A pesar del esfuerzo que significó para ellas poner en palabras aquellas vivencias
traumáticas no siempre fueron escuchadas. En las primeras instancias judiciales, a me-
diados de los años ochenta, además, no se contaba todavía con un vocabulario ni con
un marco epistémico que permitiera abordar el tema de la violencia de género y se-
xual. A pesar del esfuerzo que significó para ellas poner en palabras aquellas vivencias
traumáticas, en el Juicio a las Juntas no se consideró a los abusos sexuales como delitos
autónomos, y en las conclusiones del informe Nunca Más no se hizo referencia a estos
hechos quedando subsumidos dentro del delito de torturas generales (Beigel, 2022:
364). La audibilidad fue un proceso que fueron conquistando en simultaneidad con la
expansión del movimiento de mujeres, de los feminismos y de los enfoques de género.
Dos años más tarde, el Ministerio Público Fiscal de la Nación impulsó la perse-
Con estas resonancias, las personas que sufrieron violencia sexual se animaron a
más y sortearon sentimientos de vergüenza, humillación y culpa. Algunas que no ha-
bían testificado aún en los estrados judiciales lo hicieron, otras pudieron relatarles a
sus seres queridos lo que antes habían ocultado y también hubo quienes pulieron sus
argumentos acerca de lo que les había sucedido. Así, los tribunales federales fueron
aceptando, a partir de la firmeza de las intervenciones de estas mujeres en las distintas
instancias públicas, con la colaboración de sectores de los organismos de derechos
humanos, que las embestidas sexuales fueron formas específicas de dominio del terro-
rismo de Estado. Se comprendió que no hubo órdenes escritas respecto de estas vio-
lencias, pero que las Fuerzas Armadas “desde sus posiciones jerárquico-funcionales,
crearon las condiciones de sometimiento mediante la clandestinidad, el aislamiento y
la garantía de impunidad, que posibilitó que el personal bajo su dependencia, agredie-
ra sexualmente a las víctimas secuestradas2”.
1 Fiscales.gob.ar. “Un 16% de las sentencias por crímenes de lesa humanidad abordó delitos de violencia se-
xual”, 8 de marzo de 2023. Recuperado de https://www.fiscales.gob.ar/lesa-humanidad/un-16-de-las-senten-
cias-por-crimenes-de-lesa-humanidad-abordo-delitos-de-violencia-sexual/. Último acceso: 28 de noviembre de
2023.
2 Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 1 (TOCF N°1) de Bahía Blanca. Fundamentos de la sentencia Causa
N°1103: “Fracassi, Eduardo Rene y otros s/privación ilegítima de la libertad”, 1 de marzo del 2016, p.1530.
3 Corte Suprema de Justicia de la Nación. Causa FMZ 41001077/2011/TO1/4/1/RH3 “Martel, Osvaldo Benito y
otros s/ averiguación de delito”. Buenos Aires, 17 de mayo de 2022.
Escenarios de la represión
4 La abogada querellante en las causas de Bahía Blanca, Dra. Mónica Fernández Avello y el personal de las ofi-
cinas de la Procuraduría General para la persecución de delitos de lesa humanidad de San Juan y de Mendoza,
especialmente Andrés Rousset y Nicolás Ayestaran y el Fiscal Federal Dante Vega, facilitaron documentación y
sistematización de información que resultó crucial para la elaboración de este capítulo.
A los efectos de ofrecer a quien lee una descripción de lo que sucedió en esta zona se
estima que hubo quince CCD y que en ellos estuvieron detenidas desaparecidas alre-
dedor de quinientas personas. Mientras que a poco más de cuatrocientas las concentró
el ejército, a noventa aproximadamente las congregó la Armada (Rama, 2020). En la
mayoría de los sitios señalados, las mujeres, en general jóvenes, aunque las hubo de
distintas edades, sufrieron o fueron testigos de manifestaciones de violencia de género
y sexual. En el octavo juicio que se realizó en Bahía Blanca, en el marco de la llamada
“Megacausa Zona 5”, además, un varón testificó que fue violado con la punta de un
fusil en la cárcel de Villa Floresta.
5 Ver también Juicios de lesa humanidad - San Juan. “El caso Verd”, disponible en https://www.lesahumanidad-
sanjuan.org/el-caso-verd-el-caso-maestre/. Último ingreso 28 de noviembre de 2023.
6 Espacio para la memoria y los derechos humanos “Ex D2 - Mendoza”. “Listado de personas desaparecidas
La provincia de San Juan constituyó el Área 332 con sede en el Regimiento de In-
fantería de Montaña 22 (RIM 22). En esta escala se analizan los trayectos de mujeres
que estuvieron secuestradas en los CCD RIM 22, La Marquesita y el Penal de Chim-
bas, observando el accionar específico del ejército y la gendarmería en el año 1976.
En el diagrama represivo local hubo dos piezas fundamentales: el área de Inteligencia
del RIM 22 (S2) y el Departamento 2 de Informaciones (D2) de la policía provincial,
que a su vez operaban con una aceitada coordinación con la provincia de Mendoza
(Algañaraz y Casas, 2011). El entramado represivo sanjuanino incluyó once CCD, de
los cuales siete se ubicaron en dependencias de la policía provincial y Federal, dos en
instalaciones del ejército y dos en edificios civiles. A diferencia de Bahía Blanca y Men-
doza, en los juicios desarrollados hasta el momento no se han denunciado situaciones
de violación sexual contra varones en los CCD sanjuaninos.
La Escuelita fue un CCD ubicado en la proximidad del predio del V Cuerpo de Ejér-
cito. Se trataba de una edificación precaria con pocas habitaciones que antiguamente
había servido como caballeriza. Durante el tiempo que funcionó, entre marzo de 1976
y agosto de 1977, fue el sitio con más personas secuestradas en el sur bonaerense. Se-
gún el testimonio que ofreció tempranamente Alicia Partnoy, militante de la Juventud
Peronista en la Universidad Nacional del Sur, quienes eran los responsables de manejar
a esta población lo hacían por medio de golpes, subalimentación, amenazas de muerte
y vejaciones de género y sexuales7. Partnoy contó el impacto que le produjo escuchar a
Graciela Romero de Metz cuando al compartir cautiverio le describió las torturas a las
que había sido sometida por integrantes del ejército durante su detención en Neuquén
mientras cursaba un embarazo de cinco meses. Graciela daría a luz a un varón que,
7 Alicia fue capturada en enero de 1977 por miembros del ejército en la ciudad de Bahía Blanca y llevada prime-
ro al Comando del V Cuerpo y, transcurridos unos meses, a La Escuelita. Allí permaneció detenida desaparecida
por cincuenta y dos días. Cuando fue legalizada quedó a disposición del Poder Ejecutivo Nacional en la cárcel
de Villa Floresta (Partnoy, 2006).
En la causa Bayón, cuyo juicio oral se desarrolló entre los años 2011 y 2012, se in-
vestigaron crímenes en los que estuvo implicado el ejército en perjuicio de noventa
víctimas. Las mujeres, en particular, describieron distintas formas de violencia de gé-
nero y sexual. Si bien hubo limitaciones para dar lugar al procesamiento de este tipo
de delitos, pues originalmente no habían sido elevados a juicio, los testimonios de
aquellas sentaron un precedente y dieron relieve por primera vez al tema en esta zona.
LR y EDT, ex detenidas, denunciaron manoseos y sistemáticas amenazas de violación
enmarcadas en torturas psicológicas. Otras como AP se refirieron a distintos tipos
de humillaciones, tales como tener que utilizar los baños con las puertas abiertas o
menstruar sin que se les procurase paños higiénicos. También hubo quienes hicieron
referencia a cómo, en oportunidades, estas desatenciones favorecieron el desarrollo de
lastimaduras e infecciones en la piel9. Las que declararon que fueron maniatadas en
salas especializadas de interrogatorio explicaron que se les aplicaba electricidad en dis-
tintas partes del cuerpo, pero con especial mortificación en la zona genital, una prác-
tica común a todas las personas secuestradas. Hubo también quienes revelaron abusos
sexuales de los que fueron testigos. Este es el caso de DS que dijo haber escuchado con
ironía y crueldad que los guardias de La Escuelita le decían a una joven: “perdonános
te violamos por error porque creíamos que eras una erpiana de mierda”10. Un testigo
varón JP, recordó que una mujer lloraba continuamente y que los carceleros se referían
a ella como “esta guacha se resiste a acabar”, conjeturando que esa prisionera podría
haber sido violada en repetidas oportunidades11.
Santiago Cruciani, más conocido por su falso nombre Mario Mancini, fue un sub-
oficial del Ejército y un interrogador que se infiltró en una comunidad parroquial con
el objetivo de desarticular a la izquierda peronista que allí actuaba. Según el parecer
que ofreció en los estrados judiciales el obispo emérito de la Iglesia Católica, Néstor
Navarro, Mancini “se hizo tan familiar que era uno más” entre feligreses y sacerdotes.
Desde allí fue que logró entablar una relación con MO que pertenecía a la Iglesia y que
se hallaba secuestrada en La Escuelita viéndose compelida, además, a vincularse con él
por temor a perder su vida12.
9 Fernández Avello, Mónica. Alegato presentado ante el Tribunal Oral Subrogante en lo Criminal Federal N° 1
de Bahía Blanca en Causa Nº 982: “Bayon, Juan Manuel y otros s/privación ilegal de la libertad agravada reiterada,
aplicación de tormentos reiterada, homicidio agravado reiterado, a Bombara, Daniel José y otros en área del Cuerpo
de Ejército V”.
10 Ídem, p. 980. Con el término erpiana se refiere a una integrante del ERP.
11 Ídem.
12 Megacausa Zona 5 - Bahía Blanca, “Cruciani ´era uno más en la comunidad´”, 25 de octubre de 2011. Dis-
En el traslado había personal masculino y femenino, y el femenino era el que más nos
golpeaba. Era personal diferente de organismos penitenciarios normales, como una
nueva generación… Las mujeres que nos custodiaban eran muy duras, nos trataban a
los golpes; eran mujeres fornidas, fuertes, que aprovechaban que estábamos atadas para
castigarnos14.
En sentido similar EM, que transitaba un embarazo de ocho meses y medio al ser
trasladada desde La Escuelita a la cárcel de Olmos, en otro lugar de la provincia, expli-
có que se encontraba en mal estado físico y que, desconsiderando su avanzado estado
de gravidez, las guardianas le colocaron las esposas en las muñecas y la encadenaron
al piso del avión por más de veinte horas. EM desarrolla su testimonio revelando que:
Nos llevan a la puerta del avión con reflectores que nos daban en la cara. No podía ver
y como dudé para dónde ir, me empujaron. Para proteger a mi bebé me di vuelta y caí
de espaldas por la escalera del avión... Las señoras celadoras me golpearon tanto que
me rompieron el cóccix y una vértebra superior, tuve que esperar a salir de libertad para
que me operaran en el Hospital Italiano15.
13 Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 1 de Bahía Blanca. Causa Nº 982, pp. 23-24.
15 Ibidem, p. 7.
Se observa en La Escuelita, que dependía del ejército, pero también en las comisa-
rías y en la unidad penitenciaria de Villa Floresta, la existencia de una tecnología de
prácticas vejatorias que incluyeron al género y al sexo. Es posible distinguir, además,
intervenciones directas de oficiales y suboficiales de cada una de estas fuerzas en el
despliegue de la violencia sexual, en la apropiación de menores de madres que luego
serían asesinadas, y en la vulneración de las detenidas para profundizar las desarticu-
laciones de las fuerzas perseguidas. Como se mencionó previamente, se agregaba a la
dimensión política la percepción de que en estas mujeres había un desdibujamiento de
los bordes de género tradicionales.
16 Los cursos de capacitación femenina se habían reglamentado enteramente para ese entonces y se había dis-
puesto un diagrama general para su desarrollo en el marco de esta Doctrina. Ver, Servicio Penitenciario Federal.
Boletín Público, N.° 1067, 20 de enero de 1976, pp. 23-26.
17 Archivo Nacional de la Memoria, Informe Histórico CCD Base de Infantería de Marina “Baterías” (Batería
VII)- Base Naval de Puerto Belgrano, Provincia de Buenos Aires, 2023, p. 5.
18 Tribunal Oral Subrogante en lo Criminal Federal N° 1 de Bahía Blanca. Causa N°1103, p. 271.
Las manifestaciones más usuales que se expusieron en este proceso fueron las de
desnudez forzada, manoseo o amenaza de violación. Pero, además, en este centro clan-
destino tuvieron lugar abusos y violaciones sexuales colectivas. La testigo PG afirmó
que: “… me hacen entrar, me tiran sobre el piso, me desnudan y me empiezan a tocar
(…) el lugar estaba lleno de hombres, se empiezan a reír, eran dos o tres…”20. SL tam-
bién relató que entre maltratos verbales:
AP, por su parte, pudo precisar qué: “me picaneaban e interrogaban. Pasado eso me
sacan de ahí y me llevan para un lugar donde había alguna colchoneta (...) Me dieron
vuelta, eran dos los que me violaban”22. Otra práctica frecuente en este sitio de la Ar-
mada fueron las violaciones con objetos, tal como lo señala JN al narrar que: “estaban
conmigo un muchacho de nombre Miguel y una chica de nombre Patricia y ella le co-
menta a Miguel que la habían violado con un fierro y que la habían llevado al hospital
para atenderla porque había tenido una hemorragia”23.
19 Idem.
21 Idem.
23 Fernández Avello, Mónica. Op. cit. Para más información sobre casos similares tuvieron lugar en la Base
Naval Mar del Plata, ver el sexto capítulo de esta publicación.
24 Idem.
25 Archivo Nacional de la Memoria. Informe Histórico CCD Base de Infantería de Marina “Baterías”, Op. cit, p.
7.
26 Ibidem, p. 22.
27 Ibidem, p. 7.
28 Tribunal Oral en lo Criminal Federal N°1 de Mendoza, Autos N° 076- M: “Menéndez Sánchez y otros s/ Inf.
art . 144 ter. C.P.”. Audiencia del 02 de junio de 2014. Disponible en 14/06/https://juiciosmendoza.wordpress.
com/2002/. Último acceso: 2 de septiembre de 2023.
29 Idem.
30 Tribunal Oral en lo Criminal Federal N°1 de Mendoza, Autos N° 076- M: “Menéndez Sánchez y otros s/ Inf.
art . 144 ter. C.P.”. Audiencia del 16 de junio de 2014. Recuperado de
https://juiciosmendoza.wordpress.com/2014/06/16/. Último acceso: 2 de septiembre de 2023.
31 Tribunal Oral en lo Criminal Federal N°1 de Mendoza, Autos N° 076- M: “Menéndez Sánchez y otros s/ Inf.
art . 144 ter. C.P.”. Audiencia del 17 de noviembre de 2016. Recuperado de https://lesahumanidadmendoza.
com/sexto_juicio/audiencia-3-tiempo-de-descuento-para-carlos-rico-por-su-participacion-en-crimenes-de-le-
sa-humanidad-2/. Último acceso: 2 de septiembre de 2023
En este CCD también algunos varones fueron víctimas de vejaciones sexuales, tal
como declaró David Blanco, militante de la Juventud Universitaria Peronista, delegado
sindical y estudiante de teatro, quien al hacer referencia a dichos tormentos señaló ha-
ber llegado a “desear la propia muerte”33. También mujeres en situación de prostitución
fueron llevadas diariamente a sus calabozos y sufrieron violencia sexual en el D2 por
parte de la policía provincial con un tratamiento similar al de las prisioneras políti-
cas34. Tanto para unas como para otras, los ultrajes buscaban colocarlas “en posición
de víctimas y no de adversarios políticos para redoblar los efectos deshumanizantes,
despersonalizantes y destructivos” (Rodríguez Agüero, L. y D’Antonio, D. 2019: 4).
El Casino fue una dependencia del ejército que funcionó como centro clandestino
de detención entre marzo y septiembre de 1976. El número de personas allí secuestra-
das varía según las fuentes. Para el poder judicial estuvieron detenidas al menos die-
ciséis mujeres. Una de las sobrevivientes, Beatriz García, sin embargo, mencionó que
fueron veintiuna; mientras que uno de los militares condenados elevó la cifra a treinta
y seis detenidas.
32 Tribunal Oral en lo Criminal Federal N°1 de Mendoza, Autos N° 076- M: “Menéndez Sánchez y otros s/ Inf.
art . 144 ter. C.P.”. 2 de junio de 2014, Op. Cit.
33 Tribunal Oral en lo Criminal Federal N°1 de Mendoza, Autos N° 076- M: “Menéndez Sánchez y otros s/ Inf.
art . 144 ter. C.P.”. Audiencia del 16 de junio de 2010. Recuperado de https://lesahumanidadmendoza.com/se-
gundo_juicio/audiencia-del-16-de-diciembre/. Último acceso: 2 de septiembre de 2023.
34 Durante los años previos al golpe de Estado, el Comando Moralizador Pío XII, organización paraestatal crea-
da por el jefe de policía Julio Cesar Santuccione, persiguió, secuestró y asesinó a prostitutas con los mismos mé-
todos impartidos hacia aquellas personas consideradas subversivas. Al respecto ver Rodríguez Agüero (2009).
35 Tribunal Oral en lo Criminal Federal N°1 de Mendoza, Autos N° 076- M: “Menéndez Sánchez y otros s/ Inf.
art . 144 ter. C.P.”. Audiencia del 21 de septiembre de 2017. Recuperado de https://lesahumanidadmendoza.com/
sexto_juicio/audiencia-32-otra-vez-juntas/. Último acceso: 02 de septiembre de 2023.
36 Tribunal Oral en lo Criminal Federal N°1 de Mendoza, Autos N° 076- M: “Menéndez Sánchez y otros s/ Inf.
art . 144 ter. C.P.”. Audiencia del 28 de septiembre de 2017. https://juiciosmendoza6.wordpress.com/2017/09/28/
audiencia-34-cuando-larealidad-supera-la-ficcion/. Último acceso: 02 de septiembre de 2023.
37 Idem.
38 Idem.
39 Las investigaciones comenzaron en 2012 a pedido de H.I.J.O.S. con el objetivo de señalizar al ex CCD La
Marquesita dentro de la Red Federal de Sitios de Memoria, lo que se produjo en julio de 2013. Sus indagaciones
etnográficas y arqueológicas continuaron a través del trabajo del Observatorio Ciudadano de Derechos Huma-
nos de San Juan y del Centro de Estudios e Investigaciones en Antropología y Arqueología (CEIAA).
40 Tribunal Oral en lo Criminal Federal de San Juan. Fundamentos de la sentencia de las Causas N° 1086 “Bus-
tos”, N° 1085 “Erize”, N° 1077, “Amín de Carvajal”, N° 1090 “Camus”, caratulados “C/ Martel Osvaldo Benito y
Otros s/Av. Infr. Delitos de Lesa Humanidad”, 3 de septiembre de 2013, p. 41.
41 Ibidem, p. 42.
Otro caso de sometimiento ejercido sobre una mujer secuestrada en este CCD asu-
mió la modalidad de trabajo forzado. Se trata de María Luisa Alvarado Cruz, de na-
cionalidad peruana, que estudió Sociología en la Universidad de San Juan y militó en
la Juventud Universitaria Peronista y Montoneros. Según se ha podido conocer, María
Luisa era católica practicante, de extracción humilde, vivía con los escasos recursos
que su familia le hacía llegar desde Perú. A principios de 1976, huyendo de la repre-
sión, se fue a Mendoza. Allí fue secuestrada en septiembre del mismo año y retornada
a San Juan. Algunas sobrevivientes testificaron sobre su presencia en La Marquesita,
donde los militares hacían que ella les cebara mate, o les preparara y sirviera la comi-
42 Para un análisis de las experiencias de sobrevivientes de los CCD y la extensión de la represión, ver el segun-
do capítulo de esta publicación.
Gendarmes al acecho
44 El circuito de la subzona 33 también se hace observable en la apropiación del bebé de María Lourdes Martí-
nez Aranda y Francisco Luis Goya. La pareja fue secuestrada en julio de 1980 en Mendoza y su hijo fue apropiado
y anotado como propio por una pareja en San Juan. Su identidad fue restituida en 2008.
También surge del relato de sobrevivientes del Penal de Chimbas que, en más de una
ocasión, las celadoras las ayudaron a quitarse de encima a algún gendarme o militar
que intentaba violarlas. Algunas afirmaron que estas penitenciarias les temían a los
militares, pero otras las recuerdan discutiendo con ellos para que no las acosaran. Otra
memoria de solidaridad que emerge en esos relatos refiere al accionar de las presas y
presos comunes respecto de las prisioneras políticas: que les ofrecían su comida y que
cuando las trasladaban por la escalera para torturarlas, gritaban por las ventanas los
nombres de los guardias a modo de resguardarlas.
Palabras finales
Tanto la palabra de las sobrevivientes, como las investigaciones judiciales y los es-
tudios académicos acordaron en mostrar que el ejercicio de la violencia sexual fue
extendido y sistemático en los dispositivos clandestinos y también en cárceles y comi-
sarías de los circuitos represivos. Este tipo de violencia fue utilizada con diferentes fi-
nes: “para obtener información, para sembrar terror, para degradar, humillar, castigar,
para sostenerse en un goce perverso del poder” (Aucía, 2011: 62). Su perpetración no
puede entenderse como mera perversión de quienes oficiaban como captores, sino que
Se pudo observar que la violencia sexual hacia mujeres detenidas y secuestradas fue
una práctica habitual en los espacios de cautiverio legales y clandestinos, y que inclu-
yó manoseos, desnudamientos, amenazas e intentos de violaciones, ataques sexuales
individuales y grupales, carnales y con objetos. Además, que no se discriminó edades
ni pertenencias políticas, que estuvo presente en los diferentes momentos del circuito
represivo –secuestro, traslado y permanencia en los CCD– y en distintos escenarios
como salas de tortura, celdas, pasillos y escaleras. A su vez, el haberse jactado del ejer-
cicio de este tipo de prácticas mostraría que los ataques sexuales no solo estuvieron
inscriptos en los cuerpos de las mujeres, sino que también estuvieron direccionados
hacia los perpetradores a los fines de traccionar un comportamiento sobre lo que la
institución esperaba de ellos. De modo que abusar sexualmente, vejar o violar a aque-
llas mujeres calificadas de subversivas, constituyó una forma más de asegurar y presu-
mir la victoria frente a ellas y a sus compañeros varones, especialmente si se trataba de
sus parejas, intentando transformar sus cuerpos en territorios y trofeos de guerra. Las
violaciones grupales, a su vez, constituyeron otro mensaje hacia la tropa propia. Se tra-
tó de una pedagogía de la crueldad que revelaría cuál era el modo de comportamiento
esperable entre los perpetradores (Segato, 2013).
En relación a los roles asumidos por las carceleras mujeres, este estudio halló una
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Ivonne Barragán
Ana Laura Sucari
Introducción
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2 Nunca Más. Informe de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) (2015) [1984].
Buenos Aires: Eudeba, p. 297-393.
4 Para profundizar en el carácter sexuado de la represión ver en este libro el capítulo “La violencia sexual como
política de disciplinamiento durante el terrorismo de Estado”.
5 Algunas investigaciones han analizado las características, efectos y representaciones generales de estas prác-
ticas, ver, entre otros, Daona, Oberti y Torras (2023); Pérez y Capdepón (2022; 2023); Axat (2022). Otras, se
han centrado en el tránsito de niñas y niños por circuitos represivos específicos, ver, Urosevich (2023); Pérez y
Lampasona (2023); Goldberg, Mendizábal y Oesterheld (2023). Por último, se encuentran disponibles aproxima-
ciones autobiográficas que recuperan las experiencias personales, como el texto de Angela Urondo Raboy (2012).
6 El repertorio de violencias a las que fueron sometidas las embarazadas supera los mecanismos abordados en
este capítulo, en el cual no hemos desarrollado casos de mujeres que fueron asesinadas cursando un avanzado
estado de gravidez (entre las que se identifican mujeres de origen extranjero), la interrupción de la gestación
por las torturas, y los embarazos producto de las violaciones durante las detenciones ilegales y clandestinas. De
conjunto, este universo de experiencias coexistió con acciones que buscaron asegurar que los embarazos llegasen
a término para posibilitar la apropiación de las y los niños nacidos en el marco de la desaparición de sus madres.
7 Vale destacar que, al momento, la producción testimonial, judicial y académica no ha establecido distinciones
taxativas, a partir de la edad biológica o experiencias, que permitan diferenciar la niñez de la adolescencia. Las
Fuerzas Armadas y de seguridad trataron de modo diferencial a personas de la misma edad según contextos, sus
ámbitos de pertenencia y sociabilidad, su origen social, entre otros factores.
8 Una serie de investigaciones en clave regional dieron cuenta del carácter federal de estas prácticas. Entre ellas,
Águila (2008) y Rodríguez Agüero (2019) reconstruyeron las singularidades y dinámicas de funcionamiento de
CCD en las regiones del gran Rosario y Cuyo respectivamente.
La Armada Argentina fue una de las Fuerzas Armadas (FFAA) que mayor organici-
dad le otorgó al tratamiento de las detenidas que atravesaban embarazos en el momen-
to de su secuestro. Algunas de las mujeres que fueron retenidas en la estructura repre-
siva de la fuerza de mar habían sido secuestradas por otra de las FFAA o de seguridad y
recluidas inicialmente o con posterioridad en CCD fuera de su órbita. De modo tal que
algunos de los destinos de estas mujeres dan cuenta tanto de la existencia de circuitos
represivos específicos como de articulaciones intra e interfuerzas, orientadas a generar
condiciones que permitieran asegurar los nacimientos.
Por su parte, la ciudad de Mar del Plata y la región atlántica circundante, dentro del
esquema de división territorial que permitió el despliegue de la acción represiva, que-
dó bajo comando de la denominada Subzona 15, a cargo del jefe de la Agrupación de
Artillería de Defensa Aérea 601 del ejército. Sin embargo, la Base Naval Mar del Plata
(BNMDP) constituyó el más importante CCD local, tanto por la cantidad de personas
que pasaron por allí como por la extensión temporal de su funcionamiento.
9 Agradecemos a Ana Auge, abogada e investigadora del Espacio para la Memoria y Promoción de los Derechos
Humanos que funciona en el ex CCD Escuela de Suboficiales de Infantería de Marina (ESIM), conocido local-
mente como el “Faro de la Memoria”, por compartir el trabajo realizado sobre este universo de víctimas.
Asimismo, sobre Elena Delia Garaguzo y Haydee Susana Valor se desconocen los
detalles de sus desapariciones y el destino de sus bebés, pero sus familias recibieron
una nota con remitente de la BNMDP que informaba haber realizado una requisición
de bienes en sus respectivas viviendas con posterioridad a sus secuestros. Por su par-
te, otro grupo de mujeres desapareció a partir de operativos a cargo de personal de
la policía y el ejército, entre ellas Silvia Elvira Ibáñez –durante su secuestro también
abandonaron en las cercanías de su casa a su hijo de un año– y Nora Ester Román, que
fue vista por sobrevivientes de los CCD que funcionaron en “la Brigada Güemes”, en el
“Pozo de Banfield” y en la Comisaría 2ª de Lanús. Mayor es la información disponible
sobre Mercedes Algañaraz de Fresneda, secuestrada en el marco del operativo conoci-
do como “noche de las corbatas”, en el mes de julio de 1976, que tuvo como víctimas
a un grupo de abogados laboralistas marplatenses. Mercedes era madre de dos niños
pequeños, a quienes dejaron en el lugar de trabajo de su padre, y fue vista en el CCD
“La Cueva”, ubicado en el predio de la Base Aérea de Mar del Plata. Finalmente, hasta
la actualidad no fue posible identificar los lugares de detención de Nora Bargas, Clelia
Isabél Ibarra y Liliana Ester Lavalle, todas embarazadas y secuestradas en la ciudad
balnearia. Por el contrario, se cuenta con información más detallada sobre los casos de
detenidas que transitaron el circuito local de la fuerza de mar.
En el marco de dicha articulación, Susana Beatriz Pegoraro, que había sido detenida
el 19 de junio de 1977 en la estación de trenes de Constitución en la Capital Federal
por fuerzas dependientes del comando operacional del Primer Cuerpo de Ejército,
fue llevada a la ESMA. Con posterioridad, la derivaron a la órbita de la FT 6, en cuyo
ámbito fue “ferozmente torturada sin reparar en su estado de gravidez”11. Durante el
10 Sobre la construcción de una “maternidad” en la ESMA y las condiciones de alojamiento de las detenidas en
la “pieza de las de embarazadas” ver, entre otros, Urosevich (2020). Sobre el accionar represivo de la FT 6 en la
zona atlántica, ver, Barragán e Iturralde (2019).
11 La víctima tenía veinte años y se encontraba con su padre, Juan Pegoraro, quien también fue llevado a la
ESMA y en la actualidad se encuentra desaparecido. Sara Solarz de Osatinsky declaró en el año 2012 que: "Arribó
a la ESMA en un estado lamentable, había cambiado radicalmente, su cara reflejaba todo lo que la había soporta-
do en la Base Naval. No hablaba, no reía, como tampoco lloraba, debido a lo que había vivido en ese lugar terrorí-
fico". Tribunal Oral en lo Criminal Federal (TOCF) N° 1 de Mar del Plata, Causa Nº 2333 y sus acumuladas 2334
y 2335: “ARRILLAGA, Alberto Manuel y Otros s/ Privación Ilegal de la libertad agravada y Otros”. Fundamentos
de la sentencia, p. 488.
La llamada causa “Base Naval” del que este expediente constituye un segundo tramo tuvo su génesis en el mes
de septiembre de 2004 a partir de constancias del “Juicio por la Verdad” llevado a cabo ante el Tribunal Oral
Federal de Mar del Plata. Con posterioridad al año 2011 tuvo clausuras parciales del proceso de instrucción y
cinco elevaciones a juicio oral.
12 Ibidem, f. 498.
13 Ibidem, f. 516.
14 Juzgado Federal de Mar del Plata N° 3. “PERTUSIO, Roberto Luis y otros s/privación ilegal libertad agravada
(art.142 inc.1), imposición de tortura agravada (art.144 ter.inc.2), homicidio agravado p/el conc. de dos o más per-
sonas y asociación ilícita”. Elevación a juicio oral “Base Naval IV”, mayo de 2017, f. 212.
En ambos casos, luego del paso por la ESMA, el circuito contemplaba el retorno de
las mujeres a Mar del Plata, a escasos días de dar a luz, para concretar su desaparición
física en el marco de la FT 616. También en el mes de octubre Silvia Laura Castilla,
oriunda de Bahía Blanca, fue detenida en Mar del Plata. Era estudiante de la carrera
de Ingeniería Química de la Universidad Nacional del Sur, militante de Montoneros
y se encontraba cursando un embarazo de 5 ó 6 meses. Fue conducida al edificio de
la APBT y sometida a tormentos17. Agentes navales, en un segundo momento, la tras-
ladaron a la ESMA para dar a luz, hecho que ocurrió aproximadamente en febrero
de 1978. Tanto Silvia como su hijo permanecen desaparecidos. Apenas un mes más
tarde, Laura Adhelma Godoy fue privada ilegítimamente de su libertad, también en la
ciudad balnearia. Testimonios de familiares señalan que se encontraba embarazada al
momento de su detención y estimaban la fecha de parto para el mes de junio de 1978.
Ella y su hijo continúan desaparecidos18.
De conjunto, las mujeres que atravesaban embarazos cuando fueron detenidas por
la Fuerza de Tareas 6 fueron subsumidas en un dispositivo que contempló reclusión,
traslados y vigilancias entre CCD, las desapariciones de las madres, desapariciones
temporales, seguidas de restitución a las familias, y apropiaciones de las criaturas na-
cidas en esas condiciones. Como proponen D’Antonio y Rodríguez Agüero (2019), al
igual que en otros centros clandestinos, en este tránsito por la BNMDP y la ESMA, las
detenidas embarazadas sufrieron un proceso de desmaternalización que supuso la de-
gradación, el maltrato y el deterioro intencional del lazo filial. A su vez, los casos hasta
aquí recuperados permiten sostener que el derrotero al que las autoridades de la fuerza
de mar sometieron a las embarazadas permiten reconocer desempeños distintivos en-
tre las fuerzas de tareas. En este sentido, los testimonios de sobrevivientes indican que
los agentes de la FT 6 torturaron brutalmente, redujeron la ingesta a lo mínimo para
16 Gracias a la lucha de Abuelas, Sebastián Rosenfeld Marcuzzo y Federico Cagnola Pereyra recuperaron su
identidad en los años 1984 y 2008 respectivamente. Asimismo, en 2008 la justicia comprobó la filiación de Evelin
Bauer Pegoraro mediante la extracción de ADN de muestras no hemáticas. Sobre este último caso ver, Sucari y
Lopes Murillo (2023).
18 CONADEP. Legajo N° 6910. Serie Legajos CONADEP de víctimas del terrorismo de Estado. Subfondo CO-
NADEP. Fondo Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Archivo Nacional de la Memoria. Argentina.
20 Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 6 de la Ciudad de Buenos Aires. Causa n° 1351: "Franco, Rubén O.
y otros. sustracción de menores" y sus acumuladas, fs. 330-335.
21 Sara Solarz de Osatinsky afirmó que asistió en el parto a Cecilia M. Viñas alrededor de septiembre de 1977
ante el Juzgado Central de Instrucción n° 5, Audiencia Nacional de Madrid, y en la ciudad de Berna, Suiza. Tales
declaraciones fueron incorporadas en Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional Federal n° 7 de la Capital
Federal, Secretaría n° 13. Causa N° 10326: "Nicolaides, Cristina y otros si sustracción de menores" y en Base Naval
IV, Op. cit, f. 196.
22 Uno de los llamados pudo ser grabado parcial y precariamente por la familia, para conocer más al respecto,
ver Barragán (2018).
Ese mismo año, Abuelas inició una denuncia contra Jorge Vildoza por la apropia-
ción de un menor que sospechaban era el hijo de Cecilia y Hugo Penino. Ante la de-
manda, en el año 1986, el oficial y su esposa se fugaron con el niño y permanecieron
prófugos durante más de dos décadas. Cecilia fue asesinada y su cuerpo desapareci-
do ya iniciada la nueva etapa de vida democrática. Los contactos se interrumpieron
cuando su familia realizó la denuncia ante el ministro del interior del nuevo gobierno,
Antonio Troccoli, quien dispuso la conformación de un grupo especial en el ámbito
de la Policía Federal para su búsqueda. Por su parte, la armada facilitó de diferentes
formas la fuga del apropiador. El SIN dispuso de recursos para Vildoza, su mujer y el
niño privado de su identidad, proveyéndolos de documentos falsos (partidas de naci-
miento, partida de casamiento, pasaportes, Documento Nacional de Identidad, cédu-
las de identidad, registro de conducir y documentos de acreditación de calificaciones
de ingeniero-técnico electrónico), articuló traslados transfronterizos, y les suministró
pasajes y dinero a fin de sostener estadías en el exterior del país24. En 1998, Javier se
presentó ante el sistema de justicia argentino a fin de determinar su filiación biológi-
ca; los análisis genéticos confirmaron que se trataba del hijo de Cecilia Viñas y Hugo
Penino.
Las prácticas represivas desplegadas sobre las infancias fueron señaladas muy tem-
pranamente por las organizaciones de derechos humanos y los familiares afectados.
23 CONADEP. Legajo N° 3524. Serie Legajos CONADEP de víctimas del terrorismo de Estado. Subfondo CONA-
DEP. Fondo Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Archivo Nacional de la Memoria. Argentina.
24 En el año 2015 Javier Penino Viñas concedió una entrevista a las periodistas Victoria Ginzberg y Alejandra
Dandan que fue publicada en una serie de notas en el diario Página 12. Ver, Página 12, "La fuga", 5 de abril de
2015. Disponible: https://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/subnotas/269795-72209-2015-04-05.html
Las criaturas estuvieron en el CCD al menos toda la tarde del día 16. Luego, fueron
trasladadas a la Brigada Femenina de La Plata, dependiente de la policía de la provin-
25 Para un análisis de las demandas de Abuelas y las estrategias desarrolladas en dictadura y democracia en pos
de la localización y restitución de las niñas y niños apropiados, ver Sucari (2020).
26 Declaración testimonial de Adriana Calvo en: Tribunal Federal de La Plata. Causa N° 1671: “Iglesias Juan
Miguel, respecto del Hábeas Corpus” (Juicio por la Verdad - La Plata). 16 de febrero de 2000.
27 Juzgado Federal en lo Criminal y Correccional N° 3 de Morón. Causa N° 284: “Mastronicola, Teresa s/inf 146
CP”. 5 de junio de 2000.
Por otro lado, luego de permanecer en la Brigada Femenina de La Plata, Sabino fue
apropiado por Wladimiro Wojtowicz y Teresa Mastronicola, un matrimonio allegado a
la policía. En diciembre de 1993, como consecuencia de denuncias recibidas en Abue-
las, el Banco Nacional de Datos Genéticos confirmó la filiación biológica de Sabino;
su restitución judicial se llevó a cabo en 1998. En el marco de la causa por apropiación
contra Mastronicola, los abogados defensores buscaron probar que la acusada no tenía
conocimiento sobre la procedencia del niño, por lo que manifestaron que durante su
infancia Sabino tenía poca capacidad de locución y comunicación29. En la instancia
judicial se citó a la fonoaudióloga que lo había atendido, quien declaró que había que
tener un contacto visual con el infante para poder comprenderlo. Así, los abogados
quisieron utilizar la dificultad de expresión –presente durante los años de convivencia
con sus apropiadores– para alegar que Sabino no habría podido dar cuenta de su nom-
bre en el CCD. En consecuencia, pese a su edad, tampoco habría podido transmitir su
identidad a sus apropiadores. De este modo, la defensa pretendió realizar dos opera-
ciones simultáneas: por un lado, pusieron en tela de juicio los testimonios de sobrevi-
vientes que, como Adriana Calvo, habían oído a Sabino en la Comisaría 5ª. Por otro
lado, minimizaron la experiencia traumática que pudo suponer para el niño el paso
por el CCD y la extensa convivencia con sus apropiadores.
28 Idem
29 CONADEP. Legajo N° 2522. Serie Legajos CONADEP de víctimas del terrorismo de Estado. Subfondo CO-
NADEP. Fondo Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Archivo Nacional de la Memoria. Argentina. Su
apropiador Wladimiro Wojtowicz había fallecido en 1994.
Al igual que en el caso de las mujeres que fueron detenidas embarazadas, las prácti-
cas represivas contra las infancias no se restringieron al marco temporal contenido en-
tre el 24 de marzo de 1976 y el 10 de diciembre de 1983. Por el contrario, meses antes,
el 9 de diciembre de 1975, una “patota” del Batallón de Inteligencia 601, dependiente
del Estado Mayor General del Ejército, irrumpió en un festejo de cumpleaños infantil
en Morón. En la casa en la que realizaban la celebración se encontraban Ofelia Ruiz de
Santucho, sus hijas María, de 15 años, Susana, Silvia y Emilia, la menor de diez. A su
cuidado estaban también sus sobrinas Ana, Marcela y Gabriela, hijas de Mario Roberto
Santucho y Ana María Villareal, y Mario, el hijo menor de Roberto y Liliana Delfino,
de 9 meses de edad. Por último, el cumpleañero, Esteban Abdon, estrenaba sus cuatro
años31. El objetivo del operativo era dar con el paradero de militantes y dirigentes del
Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), en particular con Mario Roberto Santucho.
Ofelia Ruiz de Santucho y los nueve niños y niñas fueron secuestradas y trasladadas
a un lugar que, años más tarde, pudieron identificar como “Puente 12”. Allí pasaron
una noche; mientras que algunas fueron ingresadas al CCD, los dos niños permane-
cieron en un vehículo junto a Marcela –que entonces tenía 13 años–. En su testimonio
durante el juicio “Brigadas”, Mario sostuvo: “Nos llevaron a un lugar donde se escucha-
ban ladridos de perros por todos lados. Esto hizo que después, ya siendo niño y hasta
bastante grandecito, tuve un miedo medio exagerado a los perros”32.
Al día siguiente, todas las niñas y los dos chiquitos fueron llevados al “Pozo de
Quilmes”33. Al ingresar, fueron separados. María, la mayor, determinó que las niñas
30 Cabe resaltar que en 2018, el Espacio para la Memoria y la promoción de los Derechos Humanos ex Centro
Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio “Olimpo” inauguró una muestra titulada “Aquí hubo niñ@s”
con el fin de visibilizar el tránsito y las experiencias de las infancias al interior de aquel espacio.
31 Esteban era el hijo de Ricardo Elías Abdon, dirigente del ERP que había sido secuestrado el día anterior, y
Elba Balestri, quien estaba detenida a disposición del Poder Ejecutivo Nacional en la cárcel de Olmos, donde dio
a luz a su hija menor en octubre de 1975.
32 Tribunal Oral Federal N° 1 de La Plata. Causa N° 737/2013: “Minicucci, Federico y otros s/ privación ilegal de
la libertad e imposición de torturas y sus acumulados”. 15 de agosto de 2023.
33 Cabe resaltar que en el Pozo de Quilmes también hubo niños detenidos-desaparecidos durante la última
dictadura. Entre ellos, se destaca el caso de los hermanos Alfredo, Mario, Renato, Néstor y Guillermo Forti Sosa,
secuestrados el 18 de febrero de 1977 junto a su madre Nélida Azucena Sosa de Forti.
A partir de sus palabras es posible señalar que el paso por el dispositivo represivo en
muchos casos dio por terminada la infancia y la adolescencia de quienes atravesaron
tales experiencias, al enfrentarse a situaciones traumáticas, como vivenciar el peligro
de la muerte propia o de familiares, o asumir responsabilidades y la toma de decisiones
vinculadas a la adultez como, en este caso, el cuidado de los menores.
Pasados dos días dentro del CCD, pudieron reencontrarse con Ofelia, luego, toda la
familia fue llevada al Hotel Splendid, en el barrio porteño de Flores. Las niñas temían
que este nuevo traslado fuera una maniobra para “negociar” un intercambio entre ellas
y los mayores de la familia Santucho. En el trayecto entre el “Pozo de Quilmes” y el
hotel, una mujer que había participado del operativo de secuestro insinuó que se po-
dría quedar con Mario al sostener frente a su hermana mayor y otros miembros de la
patota que el bebé era “su nueva adquisición”35. Mario permaneció con sus hermanas y
primas; aun así, la frase de la represora sugiere que la sustracción de bebés y niños de
corta edad estaba dentro de los marcos posibles para las y los integrantes de las FFAA
y de seguridad ya en diciembre de 1975.
35 Idem.
36 Las chicas de la familia Santucho permanecieron en la Embajada de Cuba durante un año, hasta que en di-
ciembre de 1976 pudieron partir al exilio en aquel país.
38 Cabe destacar que la familia Santucho fue víctima de diferentes expresiones y modalidades de la violencia
estatal y paraestatal, con importante anticipación al gobierno de facto de 1976. Ana María Villareal fue fusilada
el 22 de agosto de 1972 en la base aeronaval Almirante Zar durante la llamada Masacre de Trelew. Asimismo,
Oscar Asdrúbal Santucho fue asesinado a comienzos de 1975 en el marco del Operativo Independencia.
39 Además de Rodolfo, Liliana y Carlos tenían una hija de poco más de un año llamada María Victoria que no
se encontraba con ellos al momento de los operativos, por lo que no fue secuestrada.
40 Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 5 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Causas N° 1282/1349
/1415/1492/1510/1545/1668/1689/1714/1286/1381: “Causa ESMA unificada (Causas n° 1.282 y otras)”. Funda-
mentos de sentencia, publicados el 5 de marzo de 2018. p. 8384.
Indagué sobre la ropa que debía ponerles a mis hijos, como para saber un poco más. Yo
pensé que me estaban secuestrando de nuevo, ahora con los nenes. La realidad es que
nosotros debíamos estar siempre a disposición de ellos, tenían la impunidad de hacer
lo que quisieran con nosotros43.
En aquella quinta, Liliana pudo ver todos los muebles de sus hijos, robados luego
del operativo de secuestro. El paso de Rodolfo por la ESMA permite profundizar la
reflexión sobre las violencias específicas a las que fueron sometidas las infancias. Más
allá del objetivo de “quebrar” a su padre, aquí se aplicó un método de tortura particular
sobre el pequeño. Los testimonios de sobrevivientes refieren a este tipo de tormentos
únicamente en el caso de Rodolfo, por lo que no sería adecuado inferir que constituyó
una práctica generalizada; no obstante, su historia contribuye a iluminar las diversas
modalidades de violencias a las que fueron sometidas las criaturas. Por otra parte,
luego de la salida del CCD, debió vivir con sus abuelos durante la desaparición de sus
progenitores y, a partir de la liberación de su madre, sobre la familia continuó impe-
rando la vigilancia. Así, durante años creció bajo el control de la fuerza del mar. Poco
antes del fin de la dictadura, Rodolfo y su familia escaparon al exilio.
Ideas finales
41 Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Legajo N° 3224. Serie Legajos de víctimas del terrorismo
de Estado. Fondo Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Archivo Nacional de la Memoria. Argentina.
43 Página 12. 8 de enero de 2020.“Liliana Pellegrino reconoció la quinta operativa de la ESMA” Disponible en:
https://www.pagina12.com.ar/240533-liliana-pellegrino-reconocio-la-quinta-operativa-de-la-esma-
El inicio de una nueva etapa de pretensión punitiva por parte del Estado durante
los primeros años del siglo XXI encontró a estas y estos niños convertidos en personas
jóvenes y/o adultas dispuestas a brindar sus testimonios, tanto en escenarios judicia-
les como en las discusiones públicas, a fin de dar cuenta de sus experiencias como
víctimas, testigos y querellantes. En este marco, cuantiosas voces dieron cuenta de la
ruptura de la subjetividad, de la interrupción temprana de la infancia, de las violencias
físicas y psicológicas, en síntesis, de los efectos traumáticos y las tramas de largo plazo
del dispositivo desaparecedor. En suma, las prácticas represivas a las que fueron some-
tidas mujeres embarazadas e infantes tuvieron secuelas inmediatas sobre sus cuerpos y
subjetividades, pero también efectos perdurables que se prolongan hasta nuestros días.
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Rodríguez Agüero, L. (2019). “Las hijas del trueno”. Algunas notas sobre el carácter sexuado
de la represión en Mendoza (1976)”, Páginas, Vol 11, N° 27.
Urondo Raboy, A. (2012). ¿Quién te creés que sos? Buenos Aires: Capital Intelectual.
Urosevich, F. (2023). “¿Qué hicieron con los/as niños/as que vivenciaron operativos de se-
cuestro? Víctimas infantiles: Más allá de la apropiación (Argentina 1977-1979).” Clepsidra.
Revista Interdisciplinaria de Estudios sobre Memoria, V. 10, N° 19.
Introducción
1 Comandante General del Ejército. Directiva N° 404/75 (Lucha contra la subversión). Octubre de 1975. Ar-
chivo Nacional de la Memoria. Cuadernos del Archivo Nacional de la Memoria Nº4: Documentos del Estado
Terrorista, Buenos Aires, 2012. Disponible en: https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/anm_-_cuader-
nos_del_anm_4.pdf .
2 Comandante General del Ejército. Directiva N° 211/75 “Régimen orgánico funcional de inteligencia para la
lucha contra la subversión”. 31 de Octubre de 1975.
3 La organización del sistema de inteligencia del ejército preveía que en paralelo al circuito orgánico, que regía
la circulación de la información desde las unidades hacia sus respectivos comandos habituales, funcionara un
canal técnico que permitía el tránsito de la misma hacia unidades y comandos propios de la especialidad de in-
teligencia, a cuya cabeza se encontraba el Batallón 601.
4 Un ejemplo de este tipo de relatos son los testimonios de sobrevivientes elaborados en el seno de la Comisión
Argentina de Derechos Humanos entre 1979 y 1983 (González Tizón, 2016).
5 CONADEP (2016 [1984]). Nunca más. Informe de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas.
Buenos Aires, Eudeba, p. 126.
6 El Archivo de la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (DIPPBA), abierto a
la consulta pública desde 2003, fue el primero –y hasta ahora el único– fondo orgánico de documentación pro-
ducida por una agencia de inteligencia disponible para el público general.
7 Decreto PEN N° 4/2010 mediante el cual se releva de la clasificación de seguridad a toda documentación e
información vinculada con el accionar de las Fuerzas Armadas en el período comprendido entre los años 1976
y 1983.
Los avances en estas políticas públicas dieron como fruto investigaciones sobre dis-
tintos aspectos de la actividad de inteligencia y su relación con la represión interna,
tanto durante la última dictadura como antes y después de ella. Los trabajos más tem-
pranos pusieron el foco en la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de
Buenos Aires (DIPPBA), el primero de los “archivos de la represión” (Da Silva Catela,
2002) en desclasificarse y ofrecerse a la consulta pública. Desde distintas agencias del
Estado nacional se produjeron investigaciones que fundamentalmente se proponían
contribuir a los procesos judiciales en curso y que permitieron, por ejemplo, conocer
detalles de la estructura orgánica del Batallón 601 y su rol en el plan represivo dictato-
rial (Programa Verdad y Justicia, 2015) o de la participación de la Jefatura de Inteligen-
cia Naval (JEIN) en el grupo de tareas de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA)
(Ministerio de Defensa de la Nación, 2015). La investigación académica, todavía in-
cipiente, analizó la evolución histórica de las estructuras de inteligencia desde una
perspectiva normativa (Eidelman, s/f; Poczynok, 2022) y su funcionamiento represivo
a lo largo del período 1955-1983 (Águila, 2013; Montero, 2016; Barragán, 2021; Rubio
Loredo y Segado, 2021).
En los primeros meses de 1977, por decisión del comandante de la Brigada de In-
fantería X (BI X) con asiento en el barrio porteño de Palermo, el coronel Juan Bautista
8 El Registro Unificado de Víctimas del Terrorismo de Estado (RUVTE) define como “puntos de apoyo” los
“lugares o dependencias que, como parte de un circuito o estructura dada, habrían alojado excepcionalmente
detenidos ‘en tránsito’ hacia o desde otros lugares de reclusión clandestinos, o que hubieran alojado personas
detenidas ilegalmente de forma eventual, por períodos cortos de tiempo en cumplimiento de tareas propias de
su función, de policía u otras, o en casos específicos” (RUVTE, 2022:61).
A partir del inicio del año 1977, el Cdo. Br. [Comando de Brigada] reestructuró su dispositivo y
los procedimientos operativos empleados, buscando fundamentalmente mayor eficacia, el más
estricto control y el más fluido enlace entre los niveles del Cdo. Para ello, se procedió a adelan-
tar a un lugar central del sector más comprometido de la Subzona, un «Puesto de Comando
Táctico», que pudiera ejercer la conducción directa y cercana de las operaciones en desarrollo,
asegurando así una mayor coordinación en el esfuerzo y la máxima capacidad de reacción.
Esto se debió especialmente a que el asiento normal del Comando de Brigada se encontraba
muy distante y fuera de la jurisdicción operacional que le correspondía […] La CRI constituía
un escalón adelantado del Cdo de Br, que estaba integrado especialmente por personal de Je-
fes, Oficiales y Suboficiales de las Divisiones Personal, Icia [Inteligencia] y Op [Operaciones],
reforzado con cuadros de Oficiales y Suboficiales de las distintas áreas componentes de la Su-
bzona, que operaban y realizaban tareas específicas de Icia y C/Icia [contrainteligencia] emer-
gentes de las misiones que ese organismo cumplía. Además, contaba con personal adecuado
9 Tribunal Oral en lo Criminal Federal N°4 de la Ciudad de Buenos Aires. Fundamentos de la sentencia de la
Causa Nro. 1487 “ZEOLITTI, Roberto Carlos y otros s/inf. art. 144 bis inciso 1° y último párrafo de la ley 14.616
en función del art. 142 inc. 1° -ley 20.642-, art. 144 bis último párrafo en función del art. 142 inc. 5° y art. 144 ter,
párrafo 1° de la ley 14.616 y art. 80 inc. 2° del Código Penal”, 23 de septiembre de 2011.
El lenguaje técnico castrense y los eufemismos utilizados por el militar para dar
cuenta de las acciones en el marco del plan represivo de las Fuerzas Armadas adquie-
ren mayor carnadura histórica al reconstruir qué ocurría a comienzos de 1977 en el te-
rritorio donde se estableció la CRI y, en particular, cuál era el papel que desempeñaba
el RI 3 en el entramado de CCD de la Subzona 11, una de las más activas en términos
represivos. La investigación judicial por los crímenes de lesa humanidad cometidos en
el ámbito del Primer Cuerpo de Ejército, fragmentada en distintos tramos de la causa
Nº 14.216/03, permitió acreditar el funcionamiento de la unidad militar de La Tabla-
da como espacio de cautiverio clandestino y sus vínculos aceitados con “El Vesubio”,
uno de los mayores CCD de la Subzona 11. Es en el marco de la articulación con este
espacio de cautiverio y sus acciones represivas en un área específica del conurbano bo-
naerense que el despliegue de la actividad de inteligencia de la CRI alcanzó su máximo
desarrollo.
Los vínculos entre “El Vesubio” y el RI 3 no estaban dados solo por la proximidad
geográfica y la ubicación física de ambas dependencias dentro del territorio del Área
114. Tanto la unidad militar como la BI X −de la que esta dependía− aportaron efec-
tivos en comisión para que cumpliera funciones como personal de inteligencia en el
CCD. Sin ir más lejos, el primer jefe de “El Vesubio”, el entonces mayor Pedro Durán
Sáenz −conocido bajo el apodo de “Delta”− se desempeñaba como auxiliar de inteli-
gencia en el BI X. Testimonios de sobrevivientes y también de algunos integrantes del
aparato represivo ubican a Durán Sáenz alternativamente en el CCD y en el RI 3, sobre
todo a partir del desplazamiento de la CRI a la unidad militar. Elena Alfaro, secues-
También los responsables del plan represivo hacen alusión a la relación que existía
entre el RI 3 y “El Vesubio”, con la CRI como nexo. El ex agente penitenciario Néstor
Norberto Cendón, quien desempeñaba tareas de inteligencia para el Batallón 601, se
refirió al tema en una de sus declaraciones ante la CONADEP. Su relato ubica la cen-
tral de información dentro del CCD en la etapa previa a su establecimiento en la en-
fermería del RI 3. Cendón, además, identifica al mayor Durán Sáenz como la persona
que tenía a su cargo la estructura de inteligencia13. La información coincide con los
testimonios de sobrevivientes que señalaron la denominada “casa 1” como el lugar
asignado a la jefatura de “El Vesubio”, donde se llevaba adelante el análisis de los datos
extraídos bajo tortura a secuestrados y secuestradas (Watts, 2009). A diferencia del
planteo de Alfaro, el ex agente penitenciario sostuvo ante la CONADEP que la mudan-
za de la CRI a las instalaciones del RI 3 se produjo recién con el relevo de Durán Sáenz.
No obstante, esta afirmación posee algunos problemas, ya que la fecha que da Cendón
para la salida del primer jefe de “El Vesubio”, mayo de 1977, contradice los testimonios
de las y los sobrevivientes, que lo ubican en el CCD hasta el final de ese año. Aun así,
no sería descabellado que Durán Sáenz se incorporara a las oficinas de la CRI en el RI
3 dada su pertenencia a la BI X, unidad que como ya se vio contribuyó con efectivos a
su puesto de inteligencia “adelantado”.
12 Idem.
13 CONADEP. Legajo Nº 7170. Serie Legajos CONADEP de víctimas del terrorismo de Estado. Subfondo CO-
NADEP. Fondo Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Archivo Nacional de la Memoria.
A la vista de lo anterior, no parece casual que las y los militantes que integraban
ambas columnas hayan sido foco privilegiado de las acciones represivas emprendidas
desde el RI 3 y “El Vesubio”. La investigación judicial por los crímenes de lesa huma-
nidad en el CCD dio cuenta de la intensificación de los operativos de secuestro en las
dos jurisdicciones a partir de febrero de 1977. En particular, la zona sur del conurbano
se convirtió en epicentro de los embates represivos del grupo de tareas con base en “El
Vesubio”. El momento coincide con la fecha en que la CRI habría comenzado a fun-
cionar en el edificio de la enfermería del RI 3. Un análisis de los casos judicializados
en el tercer tramo de la causa “Vesubio” permite apreciar la orientación geográfica y
política que asumió la actividad represiva en el CCD durante el período: entre febrero
de 1977 y abril de 1978, se registraron 106 secuestros en distintos partidos de la zona
sur del conurbano de un total de 194 hechos confirmados en sede judicial. Las locali-
dades más afectadas por las acciones represivas fueron Quilmes (11), Avellaneda (11),
Berazategui (9), Temperley (8), Bernal (7), Adrogué (7), Lanús (7) y Lomas de Zamora
(7)15.
14 Comandante del Primer Cuerpo de Ejército. Orden de Operaciones 9/77 (Continuación de la ofensiva contra
la subversión durante el período de 1977), junio de 1977.
16 Idem.
El incidente que terminó con la muerte de uno de los integrantes del grupo de ta-
reas sacó a la luz la participación de la CRI y el RI 3 de La Tablada en el operativo de
secuestro de Arrosagaray y Vázquez y, con ello, los vínculos entre la unidad de inteli-
gencia y “El Vesubio”. Los pormenores quedaron documentados en el expediente de
justicia militar Nº 46.846/77 que investigó la muerte del cabo primero Osvaldo Ramón
Ríos, nombre del efectivo abatido por Arrosagaray. La apertura de las actuaciones fue
indicada por el propio teniente coronel Minicucci en su calidad de jefe del RI 318. En
el marco de la investigación que pretendía determinar las condiciones en que se había
producido la muerte de Ríos –concretamente, si podía establecerse que había caído
en “cumplimiento del deber”– declararon el resto de los participantes del operativo:
el teniente primero Humberto Eduardo Cubas, el sargento Juan Carlos Scanella y el
cabo Oscar Alberto Pirchio, todos bajo revista en la unidad militar de La Tablada. En
el expediente también se tomó declaración al capitán del ejército Ernesto Guillermo
17 Tribunal Oral en lo Criminal Federal N°4 de la Ciudad de Buenos Aires. Fundamentos de la sentencia de la
Causa N° 2522 (lex n°14216/2003/TO9) “Rodríguez, Hugo Roberto y otros s/privación ilegal de la libertad, agra-
vada por mediar violencia o amenazas; en concurso ideal con el delito de imposición de tormentos”, 2 de junio de
2022.
18 Regimiento de Infantería 3 “General Belgrano”. Expediente N° 46.846 “Cabo 1ro Osvaldo Ramón Ríos (NI
214.593). Fallecimiento en enfrentamiento con elemento subversivo”, 1977.
Son los testimonios de las propias víctimas los que permiten traspasar los silencios
que recorren la documentación de inteligencia y, de este modo, exponer la trama re-
presiva. Durante la investigación judicial correspondiente al tercer tramo de la causa
“Vesubio” fue citado a declarar Julio Ortega, vecino, amigo y compañero de militancia
de Arrosagaray y Vázquez. Era, además, la persona cuya identidad había sido borrada
en el parte circunstanciado elevado por el teniente coronel Minicucci a sus jefes de la
BI X. El relato que brindó Ortega durante su declaración en el juicio oral y ante dis-
tintos medios periodísticos permitió reconstruir la secuencia de caídas que derivó en
el operativo represivo sobre la casa de Ezpeleta del 17 de febrero de 1977. Narró su
secuestro y cómo, bajo la presión de las torturas, señaló el domicilio de Arrosagaray y
Vázquez21. Con esa información entre manos, el capitán Villarruel ordenó el operativo
de secuestro.
20 Ibidem, fs. 6.
21 El Cohete a la Luna. “Lugar común la muerte. Reinicio de las audiencias vía Zoom en el juicio Vesubio III, 1
de noviembre de 2020. Disponible en: https://www.elcohetealaluna.com/lugar-comun-la-muerte/
Otra modalidad del uso de la inteligencia como herramienta para la represión, que
comparte con el circuito CRI-RI 3-“El Vesubio” el interés por la territorialidad, fue
la que se desplegó en el CCD “La Perla”, en Córdoba. El próximo apartado propone
un acercamiento al caso a partir de la reconstrucción de la actividad represiva de ese
espacio de cautiverio estrechamente ligado al Destacamento de Inteligencia 141, con
asiento en la provincia mediterránea.
22 Tribunal Oral en lo Criminal Federal N°4 de la Ciudad de Buenos Aires, Op. cit.
23 Comisión Argentina de Derechos Humanos. Informe del campo de concentración y exterminio “La Perla”,
Madrid, 1980. Serie Publicaciones. Sección CADHU. Fondo Carlos González Gartland. Archivo Nacional de la
Memoria. Argentina. Disponible en:
catalogo.jus.gob.ar/index.php/informe-del-campo-de-concentraci-n-y-exterminio-la-perla
Los testimonios que las y los sobrevivientes de “La Perla” dieron ante la CONADEP
permitieron reconstruir un panorama bastante acabado del personal involucrado en
los secuestros, torturas, asesinatos. Estos relatos, sumados a los que se dieron en el
marco de los juicios por los crímenes de lesa humanidad cometidos en ese CCD, per-
mitieron también conocer en detalle cómo se dividían en la práctica las funciones al
interior de la OP 3. Mirta Iriondo, secuestrada en “La Perla” entre fines de abril y fines
de octubre de 1977, afirmó que:
el funcionamiento era que el mismo personal que hacía inteligencia ahí adentro, inte-
ligencia de datos, era el mismo personal que secuestraba y era el mismo personal que
hacía operativos, bastante poco normal en la doctrina militar; el personal que hace
operaciones, no es el que hace inteligencia y no se tortura, un militar no tortura en
una doctrina militar; bueno, aquí el mismo personal militar que hacía inteligencia es el
mismo personal militar que hacía los operativos; o sea, que buscaba, hacía la inteligen-
cia, operaba con esos datos de inteligencia y ese mismo personal utilizaba métodos de
tortura para obtener información24.
24 Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 1 de Córdoba. Declaración de Mirta Susana Iriondo. 25 de abril de
2013.
25 Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 1 de Córdoba. Fundamentos de la sentencia del Expediente FCB
93000136/2009 “Menéndez Luciano Benjamín y otros p.ss.aa. Privación ilegal de la libertad, privación ilegal de la
libertad agravada, imposición de tortura, imposición de tortura agravada, Homicidio agravado y Sustracción de
menores de 10 años”, 24 de octubre de 2016.
26 Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 1 de Córdoba. Declaración de Mirta de Liliana Beatriz Callizo. 28
de mayo de 2013.
De acuerdo con los testimonios de las y los sobrevivientes que permanecieron cau-
tivos en esta segunda etapa, los responsables del funcionamiento de “La Perla” se-
leccionaron a algunos secuestrados y secuestradas para realizar tareas forzadas a su
servicio, tanto de tipo manual como intelectual, una práctica extendida en muchos
de los grandes CCD dictatoriales (Feld y Franco, 2019; Feld, 2022; González Tizón y
Messina, 2022; Fernández Barrio y González Tizón, en prensa). Esta problemática fue
abordada en el Nunca Más en un apartado específico, “Colaboración de Prisioneros”28,
donde se destacaban las múltiples actividades que las y los cautivos debieron realizar
en los CCD las cuales, a pesar del marco coactivo en que se desarrollaban, permitían
conseguir alguna mejora en el trato o las condiciones de cautiverio. El análisis de la
CONADEP se centró en exponer que, mediante las torturas, los captores pretendían
alcanzar la plena colaboración de las personas detenidas. Sin embargo, el informe no
decía nada respecto de la relación entre los esquemas de tareas forzadas y la actividad
de inteligencia en los espacios de cautiverio.
Las y los detenidos también podían ser obligados a realizar informes sobre la situa-
ción estudiantil universitaria y/o política, sobre sus organizaciones de pertenencia o
reportes de las actividades operativas desplegadas por los efectivos fuera de los límites
del espacio de cautiverio30. En este esquema también se incorporaba el aprovecha-
miento de las y los cautivos para la conformación del “previo”, en base a los datos que
eran recogidos en las torturas31, en los cuales se consignaba en el reverso la condición
de “prófugo”, “cárcel” o “QTH fijo” (sigla que significaba “muerto”)32. Otra tarea a la
que se abocaron fue la confección de un archivo de fichas33, como recuerda Iriondo,
que muchas veces provenían de organismos públicos o universidades. Estos archivos
incluían fotografías de estudiantes, empleados públicos y otras personas pasibles de
convertirse en blancos de la represión34. En su declaración ante la CONADEP, Piero Di
Monte, secuestrado y conducido a “La Perla” en junio de 1976, afirmaba que:
Durante la primera etapa todos los prisioneros eran obligados a revisar un archivo de
fotografías conformado por álbumes correspondientes a: presos políticos y comunes
detenidos en la Penitenciaría; estudiantes de las distintas facultades; obreros depen-
dientes de distintas fábricas; personas detenidas en averiguación de antecedentes por la
policía provincial y Federal por haber participado en manifestaciones populares; solda-
dos conscriptos que estaban realizando el Servicio Militar Obligatorio.
29 Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 1 de Córdoba. Declaración de Cecilia Beatriz Suzzara, 30 de abril de
2013, y Declaración de Graciela Susana Geuna,1 de agosto de 2013.
30 Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 1 de Córdoba. Op. cit., 28 de mayo de 2013, y Declaración de Andrés
Eduardo Remondegui, 30 de mayo de 2013.
33 Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 1 de Córdoba. Op. cit., 25 de abril de 2013, y Declaración de Gustavo
Contepomi, 25 de julio de 2013.
35 CONADEP. Legajo CONADEP N° 4280. Serie Legajos CONADEP de víctimas del terrorismo de EStado.
Subfondo CONADEP. Fondo Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Archivo Nacional de la Memoria.
Uno de los objetivos que se trazaba la actividad de inteligencia en el marco del plan
represivo era la reconstrucción de los organigramas de las organizaciones revolucio-
Argentina.
36 Idem.
Saliendo de La Perla, a la izquierda, la segunda oficina era del PRT y la última oficina
era la de Montoneros. La primera vez que me llevan a esa oficina vi contra la pared el
cronograma (sic)39, todo un cronograma, y dentro de ese cronograma la ubicación, y
mi propia ubicación como responsable de la JUP [Juventud Universitaria Peronista]40.
El relato expone la conexión que existía entre los distintos momentos del circuito de
inteligencia. Por un lado, la obtención de información, para lo cual era fundamental la
tortura de las y los detenidos a los fines de conseguir datos de militantes y de posibles
“citas” que permitieran efectuar operativos en el corto plazo, en paralelo a la recons-
trucción de las estructuras de las organizaciones. Esto permitía definir operativos de
secuestro en un mediano plazo a partir del procesamiento que los efectivos de la Sec-
ción Política hacían de la información recogida. Con estos lineamientos de fondo, por
ejemplo, Andrés Remondegui junto con Gustavo Contepomi y otros detenidos, serían
obligados a trabajar en la oficina destinada a Montoneros41. Por otro lado, también es
posible entrever los refinamientos y precisiones que se van gestando en la recomposi-
ción de las dinámicas represivas, en las que el propio espacio de detención y las perso-
nas detenidas son insertados en un engranaje que tiene como una de sus piezas claves
la “colaboración” de los prisioneros, en un contexto en el que la posibilidad de negarse
a lo requerido por los captores era casi inexistente. En su testimonio ante CONADEP,
Piero Di Monte recuerda el momento en que Barreiro hizo referencia a este esquema
de presión sobre las y los cautivos basado en torturas físicas y psicológicas en el marco
del cautiverio en “La Perla”:
38 Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 1 de Córdoba. Declaración de Héctor Ángel Teodoro Kunzmann, 12
de marzo de 2013.
El “lancheo” fue una práctica que también se utilizó de manera recurrente en dis-
tintos espacios de cautiverio ilegal de la dictadura. Consistía en sacar a secuestrados o
secuestradas del CCD y hacerlos recorrer zonas definidas de antemano con la finalidad
de que señalaran a otros militantes o casas operativas de las organizaciones. Por lo
general, las personas detenidas salían en auto y en compañía de sus captores. En caso
de que se negaran a “marcar”, su sola presencia en la vía pública habilitaba la posibi-
lidad de que fueran reconocidos por sus antiguos compañeros y compañeras de orga-
nización, actuando como un “señuelo” para atraer nuevas víctimas hacia el grupo de
tareas. Los “lancheos” están incluidos dentro del instrumental de procedimientos a ser
implementados en el marco de la “lucha contra la subversión” en el texto del manual
Contrainsurgencia a partir del accionar del Partido Revolucionario Montoneros.
Según Tello (2019), el documento prescribe los lineamientos fundamentales de un
saber-hacer para el conocimiento del enemigo y sus puntos débiles. El escrito, elabora-
do por la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE), se refería a los “lancheos” como
un método efectivo para la “detección de militantes” y el “control territorial”. En rela-
ción con este punto, “la gran cantidad de descripciones sobre cómo debe hacerse (...)
hace que pueda leerse –entre líneas– la emoción con la que se habla de este método ‘de
calle’” (Tello, 2019: 13).
Este hecho “exitoso” para las fuerzas represivas de la ciudad de Córdoba recibió am-
plia difusión a partir del comunicado emitido por el Comando del Tercer Cuerpo de
Ejército en el que, además de legitimar el accionar del ejército, se hacía una detallada
exposición de los antecedentes de las y los “subversivos” muertos en el supuesto “com-
bate”. Asimismo, el propio Menéndez en conferencia de prensa manifestó que la docu-
mentación incautada en el procedimiento les permitía arribar a la conclusión de que la
estrategia de Montoneros en Córdoba se orientaba al “desbande y huida al extranjero”
de un número significativo de sus militantes en la provincia y de “mimetización” entre
la población de aquellos que quedaran en el país46. De este modo, el máximo responsa-
ble de “La Perla” se valía de un operativo represivo para fortalecer la propaganda oficial
que daba cuenta de los progresos de la dictadura en la “lucha contra la subversión”.
45 Registro de Desaparecidos y Fallecidos. Legajo N° 828; Legajo N° 1070; Legajo N° 901; Legajo N° 1521; Le-
gajo N° 759; Legajo N° 608 y Legajo N° 611.Serie Legajos REDEFA de víctimas de terrorismo de Estado. Fondo
Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Archivo Nacional de la Memoria. Argentina
46 La Opinión. “Noticias de enfrentamientos y hallazgo de cadáveres,” marzo de 1977; Clarín. “Abatieron en
Córdoba a siete extremistas”, 10 de marzo de 1977; La Voz del Interior. “Así lo afirma el análisis de la documenta-
ción capturada en el enfrentamiento de Villa Cabrera”, 19 de marzo de 1977; La Nación. “A uno de los asesinos de
Mor Roig abatióse”, 19 de marzo de 1977; El Diario. “Informóse en Córdoba sobre la lucha contra la subversión”,
19 de marzo de 1977.
Entre quienes eran forzados a participar en los “lancheos” existía el temor de que
sus propios compañeros y compañeras de militancia los señalaran como “colabora-
dores” de los represores. Liliana Callizo, ex detenida en “La Perla”, recuerda cómo los
miembros del grupo de tareas eran conscientes de estas tensiones que atravesaban al
universo de secuestrados y secuestradas y las explotaban a su favor:
Esto podía ser una persona herida saliendo de la sala de tortura, rota, arriba de un auto
y esta persona decía, por ejemplo, ver a Juan Pérez, ellos sabían casi todo, pero llevaban
a esa persona para generar en el grupo que quedaba en la calle, que lo veía bajar, quedar
este estigma de que vino y lo entregó al otro, porque desde el punto de vista ético y hu-
mano no podían llevar a una persona arrastrando, totalmente rota, pero como no tenía
ningún valor, a la persona la hacían bajar del auto rota.
(...) los compañeros venían destrozados, los paraban, los hacían caminar al lado de
alguien y el que te veía decía “mirá, va con un militar, está buscando gente”, y no es así,
primero las grandes caídas no eran pescados ahí y con el tiempo no quedaba nada, era
un método para desprestigiarnos a nosotros49.
A pesar de los dilemas que atravesaban a quienes eran convocados para participar
de los “lancheos”, el temor a represalias contra su persona o sus familias los llevaban a
participar de los operativos simulando la colaboración con sus captores50. La sobrevi-
47 Télam. “Córdoba: procedimiento antisubversivo”, 21 de abril de 1977; Crónica. “Cabecilla enterrado para
confundir”, 22 de abril de 1977.
48 Juzgado Federal N° 2 de Córdoba. Fallo del Expediente 188/84 “Piazza de Córdoba, Nidia Teresita p.s.a. Inf.
ley 20.840”, 7 de julio de 1987.
50 Mirta Iriondo rememoró una ocasión en que fue llevada a “lanchear”: “así que salimos ese día, y recuerdo
que ahí Pinchevsky, de pronto él dice ‘Mirta reconoció’; perdón, ‘Norma, reconoció a una persona’, había núme-
ros, no sé quiénes eran los números, damos la vuelta y por supuesto no había nadie y luego él dice ‘se fue en el
colectivo, se fue en colectivo’, siguieron al colectivo, no encontraron a nadie, volvimos a La Perla y allí Pinchevs-
Delegado de SanCor, Ortman fue despedido luego del golpe de Estado del 24 de
marzo. De acuerdo a la denuncia que realizó su madre con posterioridad a su desapa-
rición, las Fuerzas de Seguridad lo habían buscado en su domicilio en tres oportuni-
dades. Recién en diciembre de 1979, en el marco del habeas corpus que presentó por
su hijo y de las respuestas otorgadas por la Brigada Aerotransportada 4 y la delegación
Córdoba de la Policía Federal Argentina (PFA), le informaron que había muerto a raíz
de un enfrentamiento el 13 de julio de 1976. Posteriormente, a partir de los testimo-
nios brindados por los sobrevivientes de “La Perla” pudo reconstruirse que en realidad
permaneció detenido en ese CCD hasta que fue sacado del lugar junto a otros dos
secuestrados, Marcelo Leónidas Espeche y José René Moukarsel, y asesinado en lo que
fue presentado como un “enfrentamiento” en Camino de La Calera, según rezaba un
memorándum de la delegación Córdoba de la PFA fechado una semana después de
los hechos54. También por el relato de un sobreviviente, Piero Di Monte, se supo que
ky, ‘Paco’, dice ‘Norma reconoció a alguien y los números los dejaron escapar’; posteriormente hablo con ‘Paco’
y me dice ‘bueno, te quise dar una mano para que ellos crean que vos estás colaborando con ellos”. Declaración
de Mirta Susana Iriondo, Op. cit., 25 de abril de 2013.
51 CONADEP. Legajo N° 764. Serie Legajos CONADEP de víctimas del terrorismo de Estado. Subfondo CO-
NADEP. Fondo Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Archivo Nacional de la Memoria. Argentina.
52 CONADEP. Legajo N° 4452. Serie Legajos CONADEP de víctimas del terrorismo de Estado. Subfondo CO-
NADEP. Fondo Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Archivo Nacional de la Memoria. Argentina.
54 Memo de la Delegación Córdoba de la Policía Federal del 20/7/1976 N° DGI c.d. 458 S.I. “3 elementos sedi-
ciosos muertos en enfrentamiento en Camino a La Calera” en Registro de Desaparecidos y Fallecidos. Legajo N°
1633. Serie Legajos REDEFA de víctimas de terrorismo de Estado. Fondo Secretaría de Derechos Humanos de la
Palabras finales
En el diseño del plan represivo, las Fuerzas Armadas otorgaron un lugar central a
la actividad de inteligencia, que se convirtió en el insumo clave para avanzar con la
persecución a distintas expresiones del activismo social y político. La organización de
un esquema de extracción, circulación y procesamiento de la información garantizó
una base de conocimiento sobre la cual se definieron los blancos de la represión. Este
“ciclo de inteligencia”, como se lo denominó, se estructuró en torno al “canal técnico”,
circuito de reporte de información paralelo al que estipulaba el esquema de depen-
dencias orgánicas de las fuerzas. La importancia del entramado de inteligencia en el
despliegue del terrorismo de Estado llevó a que se lo considerara como su “cerebro” o
“sistema nervioso”
La propuesta de este capítulo fue poner el foco en las lógicas que organizaron el
empleo de la actividad de inteligencia al servicio de la represión política en tiempos de
dictadura. Estudios recientes hicieron énfasis en el componente “desterritorializado”
de esta práctica, que permitía que información recabada en un punto del país, una vez
incorporada el circuito de la “comunidad informativa”, sirviera de base para operativos
represivos en otras zonas de la Argentina o incluso en el extranjero. En apoyo de esta
interpretación pueden citarse, entre otros, los secuestros de militantes que tuvieron
lugar en diferentes países del Cono Sur en el marco de la Contraofensiva montonera.
Por ejemplo, la captura de Susana Pinus y Horacio Campiglia –integrante de la Con-
ducción Nacional de la organización– en Río de Janeiro en marzo de 1980, a manos de
agentes de civil brasileños y argentinos.
En el otro caso examinado, el del circuito conformado por el CCD “La Perla” y el DI
141 de Córdoba, el estudio de una serie de episodios represivos expuso cómo el grupo
de tareas con base en “La Perla”, a cargo de la sección OP 3 del destacamento, se nutrió
de los saberes sobre las estructuras militantes del territorio provinciales acumulados
previo al golpe de Estado para planificar los operativos de secuestro de activistas polí-
ticos y sindicales. A su vez, la reconstrucción de los “lancheos” en “La Perla”, práctica
que se apoyaba en un preciso conocimiento de los ámbitos de militancia de las y los
cautivos, demostró la importancia que el territorio -en su sentido físico y político- te-
nía para la reproducción cotidiana del CCD.
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Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Ariel Eidelman
Nicolás Rodríguez Games
Introducción
1 Debe tenerse presente que sí existe una producción académica importante en la última década sobre las
policías provinciales durante la década de 1970 y, en particular, sobre su rol en la “lucha contra la subversión”.
Para algunos ejemplos, ver Gentile (2013), Margaria y Schnyder (2015), Rodríguez Agüero (2020), Sain (2015)
El trabajo parte de tres ideas. La primera, que el gobierno militar tuvo como objeti-
vo fundamental el control directo sobre dos estructuras de la PFA: la jefatura policial y
la jefatura de la SSF, para ponerlas a disposición del terrorismo de Estado y la actividad
represiva. Durante todo el período dictatorial, designó al frente de ambos cargos a per-
sonal militar superior del generalato. Ello permite comprender y ponderar la impor-
tancia de la SSF en el marco de la estructura represiva: se trató de un dispositivo poli-
cial que además de aportar su edificio sede para la Zona de Defensa 1, estaba dotado de
un alcance federal con sus delegaciones en las diferentes provincias. En segundo lugar,
se plantea que estas delegaciones cumplieron un rol destacado en varios dispositivos
represivos llevando adelante diferentes y complejas tareas operacionales, de inteligen-
cia y logísticas en función de los objetivos de la represión estatal en las diferentes zonas
del país. Finalmente, se propone que la forma que adquirió la actividad policial en los
últimos años de la autodenominada “Revolución Argentina” (1966-1973), constituye
un antecedente destacado para entender la actividad represiva en la segunda mitad
de la década de 1970. Se trató de una etapa de ampliación de la legislación represiva y
de sanción de leyes de reforma institucional de la mayoría de las policías provinciales
y de la PFA. Además, se produjo una importante vinculación de agentes policiales
con grupos y actividades de carácter paraestatal o parapolicial (Eidelman, 2018). Esto
último se reforzó en los años siguientes, con el surgimiento de la “Triple A” y grupos
paraestatales similares, que tuvieron una actuación importante entre los años 1973 y
fines de 1975 (Franco, 2012), mientras la seguridad federal estaba a cargo de la PFA.
y Scocco (2019).
2 A propuesta del entonces jefe de la PFA, general Jorge Esteban Cáceres Monié, el dictador Roberto Marcelo
Levingston modificó su ley orgánica a través de dos normas, una pública y otra secreta (Ley Nº 18.894 y Decreto
Nº S 3073/1970).
3 Para comprender las dimensiones normativas y clandestinas de la SSF es importante tener presente que la
misma –originalmente concebida como Dirección de Coordinación Federal en 1944– fue siempre una unidad
relevante de la PFA, dependiendo directamente del jefe de policía. Su misión original era la de prevenir y repri-
mir el “espionaje y el sabotaje, provocados por cualquier servicio de informaciones o potencia extranjera” (De-
creto Nº S 10.230/1946). Durante la dictadura del general Pedro Eugenio Aramburu, el Decreto-Ley Nº 333/1958
que aprobó una nueva ley orgánica, modificó y amplió su misión y le agregó como objetivo a “grupos subversi-
vos” y “personas que constituyan una amenaza para la seguridad del estado” (art. 20).
4 Información obtenida a partir de un requerimiento de los autores al RUVTE realizado en marzo de 2023.
5 Desde 1945 y hasta febrero de 1976, la PFA contó con cincuenta comisarías seccionales en la Capital Federal.
A partir del Decreto Nº 428/1976, pasó a tener cincuenta y dos.
6 El edificio ubicado en la calle Moreno 1417, a solo cien metros del Departamento Central de Policía, había
sido comprado por la PFA en 1960 y desde entonces fue ocupado por la SSF, que previamente había funcionado
en la Comisaría 17ma, ubicada en la intersección de las avenidas Las Heras y Callao del barrio de Recoleta. Debe
destacarse que, a diferencia del “Circuito ABO” y “Garage Azopardo”, las y los detenidos en SSF lograron reco-
Desde el año 1974, la SSF era una de cuatro superintendencias de la PFA7. Según la
Orden del Día Reservada Nº 13 del 20 de marzo de 1975, quedó conformada hasta 1981
por una jefatura8 y cuatro direcciones generales: Inteligencia9; Operaciones e Informa-
ciones10; Interior11 y Custodias Industriales. Según la declaración indagatoria de Carlos
Vicente Marcote, en 1976 él estuvo a cargo de las direcciones generales de Operaciones
e Informaciones; Juan Carlos Lapuyole, de la de Inteligencia; y Roberto José Rivera, de
la de Interior. Los tres tenían la jerarquía de comisario mayor. Además, señaló que te-
nía “varios departamentos a su cargo, entre los que se encontraba Sumarios (ex DIPA)”
y que “la Brigada de Sumarios se encargaba de procedimientos relacionados normal-
mente con actividades subversivas”12.
nocer el lugar por tratarse de un edificio que contó con oficinas de atención al público y también porque hubo
personas que ya habían estado detenidas allí antes de 1975-1976, periodo en que el lugar era denominado como
“Coordinación Federal” o “Coordina”.
8 La norma suprime la figura de subjefatura y establece que las tres direcciones generales le dependen directa-
mente, así como dos divisiones: “Personal y Administración” y “Apoyo e Instrucción”.
9 La norma crea una “Central de Operaciones de Inteligencia” en el nivel departamental, dependiendo esta de
la Dirección General.
10 Su artículo 1º crea la Dirección General de Operaciones e Informaciones “…como instancia coordinadora
para las informaciones y operaciones respecto del accionar de los Departamentos: Asuntos Políticos, Sumarios,
Asuntos Gremiales, Delitos Federales y Asuntos Extranjeros, que le dependerán directamente”.
11 Esta Dirección General se organizaba en cuatro áreas que cubrían todo el país (Áreas I a IV), integradas
respectivamente por delegaciones en diferentes provincias y ciudades.
13 Según el art. Nº761 del Decreto Nº6580/1958 que reglamentó la ley orgánica, la entonces “Dirección de Coor-
dinación Federal” podía contar con personal de los escalafones “Seguridad”; “Comunicaciones”; “Bomberos”;
personal del cuadro “B”, “Administrativo”; del cuadro “C”, “Técnico” y “Especial” y del cuadro “E”, “Obrero y de
servicio”. Además podía contar también con personal especializado de Auxiliares de la Coordinación Federal.
14 Decreto S Nº 2322/1967.
15 En este apartado se presenta la información que fue surgiendo en forma parcial y fragmentaria sobre la
SSF a partir de tres fuentes: 1) los datos reunidos y elaborados por organismos de derechos humanos locales e
internacionales desde 1976 en adelante; 2) la información producida o refrendada por investigaciones del Poder
Judicial desde 1983 en adelante y 3) los datos surgidos de la investigación y actividad estatal a partir del fin de
la última dictadura.
En la planta baja estaba la guardia de prevención, al lado una oficina de mesa de entra-
das, la armería, el casino o comedor, y un fichero del departamento de inteligencia al
cual se ingresaba desde el primer piso. En la primera planta estaba Despachos Genera-
les, en el segundo la ex DIPA, luego oficina técnica, en el tercero Delitos Federales y en
el cuarto la Dirección. Acota que en el tercero estaban los calabozos…en el quinto piso
18 CONADEP. Legajo Nº 8066. Serie Legajos CONADEP de víctimas del terrorismo de Estado. Subfondo CO-
NADEP. Fondo Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Archivo Nacional de la Memoria.
20 Ibidem, p. 27.
21 CONADEP. Procedimiento realizado en el centro de detención clandestino actualmente conocido como Super-
intendencia del Interior de Policía Federal, 6 de abril de 1984, pp. 12-18.
22 Por las iniciales de la Royal Air Force (RAF), la Real Fuerza Aérea de las Fuerzas Armadas británicas, para
dar a entender “en el aire”.
Según Luchina, a las y los detenidos no sólo se los alojaba en los calabozos, durante
el período 1976-1977 sino que también eran ubicados en oficinas de los diversos pisos,
a excepción del primer piso donde había más oficinas y más personal administrativo.
Respecto de las y los detenidos no legalizados, afirmó que “no se podía dar infor-
mación a nadie (…) si concurría un familiar a preguntar (…) estaba prohibida toda
información”. Agregó que una disposición interna para el personal que realizaba guar-
dias en calabozos prohibía usar sus nombres, apellidos o grados y que debían tratarse
con grados militares para confundir a los detenidos. A su vez, explicó que “dentro del
edificio había controles de las tres Fuerzas Armadas que iban por los pisos donde es-
taban dichos detenidos y controlaban lo que ocurría con ellos” y que en 1976, “cuando
funcionaban los grupos de tareas, participaban en ellos integrantes de las tres Fuerzas
Armadas”. También indicó que a algunos integrantes de los grupos de tareas que per-
tenecían a la PFA “durante tres o cuatro meses no se los veía, pues eran destinados a
custodiar en alguna ‘cueva’, llamaban así a algún lugar de detención clandestino”24. Así
mismo, sostuvo que tomaba conocimiento que los detenidos eran torturados “cuando
estaba de noche, pues el edificio de día funcionaba con personal administrativo y pú-
blico y por ello no se podía actuar igual que de noche”. Respecto de “los procedimien-
tos de noche” en el que participaban los grupos de tareas, declaró que:
lo hacían en forma extraña en cuanto a su vestimenta, armas que utilizaban, y era in-
dudable que si utilizaban esos métodos era porque actuaban en clandestinidad, que era
todo ilegal. Además, en todos los casos pedían previamente la zona libre a la Seccional
del lugar para que no hubiera enfrentamiento de fuerzas25.
También hizo referencia a detenidos “en el aire” ya en el año 1972 a partir del “caso
Sallustro”, mencionando inclusive al coronel Alberto Cáceres –quien fuera superinten-
dente– participando en la tortura de los detenidos26.
26 Oberdán Sallustro fue director general de la FIAT en Argentina, secuestrado y asesinado por el Ejército Re-
volucionario del Pueblo (ERP) en 1972.
La primera sentencia judicial que refirió a los crímenes cometidos en la SSF fue la
Causa Nº 13/84 donde se la denominó como Coordinación Federal o SSF y se la iden-
tificó como un lugar destinado a alojar detenidos y detenidas perteneciente a la PFA,
bajo dependencia del Comando del Primer Cuerpo de Ejército32.
Si bien luego de los fallos condenatorios se inauguró una etapa de impunidad con
las leyes de “Punto Final” y “Obediencia Debida” e indultos, a partir de la declaración
27 Según el Informe, posteriormente fue llevado en avión al Regimiento Nº 29 de Infantería de Monte, con
asiento en la ciudad de Formosa, dependiente del Tercer Cuerpo de Ejército, ya que fue acusado de haber parti-
cipado del ataque que realizó Montoneros a ese regimiento en octubre de 1975(fs. 35-38).
28 CONADEP. Informe de la Comisión Nacional Sobre la Desaparición de Personas. Buenos Aires: EUDEBA,
1984, p. 150.
29 En la referida sección E, la CONADEP estableció “dos grandes categorías de centros clandestinos de deten-
ción…según la clasificación utilizada por las fuerzas armadas”: lugar de reunión de detenidos (LRD) y lugar
transitorio (LT). Los LRD fueron definidos como “…centros donde los detenidos eran mantenidos en general
por períodos considerables de tiempo hasta que se decidía su destino definitivo” (fs. 79-80).
33 El fallo “Simón, Julio Héctor y otros s/ privación ilegítima de la libertad” del 14 de junio de 2005, fue el pri-
mero que llevó a la Corte Suprema de Justicia de la Nación a declarar inconstitucionales las leyes de punto final y
obediencia debida y, al mismo tiempo, la constitucionalidad de la ley N° 25.779 de 2003 que las había declarado
nulas.
34 Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº 6 de la Ciudad de Buenos Aires. Op. cit., p. 168.
36 Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº 6 de la Ciudad Buenos Aires. Op. cit., p. 11.
Otro informe del año 1984 elaborado por un exdetenido-desaparecido estimó que el
edificio tenía capacidad para aproximadamente cien detenidos, que era utilizado “para
interrogatorios y para alojar detenidos en tránsito para otros CCD” y que también
“era utilizado para alojar detenidos a disposición del PEN y/o bajo proceso judicial”38.
También aludió al coronel Morelli a cargo de la SSF, con tres asesores militares sólo
identificados por su jerarquía (teniente coronel, capitán de fragata y vicecomodoro) y
al comisario general Besteiro y los comisarios mayores Marcote y Vidueira en repre-
sentación de la Policía Federal. Luego señaló la existencia de quince brigadas integra-
das por entre diez a quince personas, individualizando a los jefes de seis de ellas como
personal policial con jerarquía y apellido y que “había además HALCONES”. Respecto
de estos últimos mencionó a seis personas con nombre, apellido y/o apodo. Por último,
identificó algunos “centros-base de interrogatorios dependientes de Superintenden-
cia”: las comisarías 6ta, 14va, 23ra y 48va y una dependencia policial bajo el Obelisco39.
Respecto de la labor de los diferentes organismos públicos en materia de derechos
humanos, ya durante el gobierno de Raúl Ricardo Alfonsín, en junio de 1985, Eduar-
do Rabossi, subsecretario de Derechos Humanos, puso en conocimiento de la justicia
federal “denuncias y testimonios relativos a presuntos delitos que habrían tenido lugar
en un centro clandestino de detención ubicado en dependencias de Superintendencia
de Seguridad Federal”, oportunamente recogidos por la CONADEP. La presentación
incluyó una nómina de treinta y una personas involucradas en los delitos denunciados.
En el año 2013 se formalizó la creación del RUVTE como programa del Ministerio
de Justicia y Derechos Humanos de la Nación. Dentro de la Zona1–Capital Federal,
Subzona CF, Área I, jurisdicción de la Policía Federal–incluye al lugar como “Superin-
tendencia de Seguridad Federal (Coordinación Federal)”40.
38 Idem.
40 Registro Unificado de Víctimas del Terrorismo de Estado, Secretaría de Derechos Humanos de la Nación,
AnRegistro Unificado de Víctimas del Terrorismo de Estado, Secretaría de Derechos Humanos de la Nación,
Anexo V. Listado de centros clandestinos de detención y otros lugares de reclusión ilegal del terrorismo de Estado en
la Argentina entre 1974 y 1983, Buenos Aires, p. 1588. Disponible en https://www.argentina.gob.ar/sites/default/
files/6._anexo_v_listado_de_ccd-investigacion_ruvte-ilid.pdf. Último ingreso, 28 de noviembre de 2023.
Otras situaciones que tuvieron lugar en ese espacio sede permitieron también ana-
lizar la cuestión de la clandestinidad del lugar y de cómo las víctimas lograron deter-
minar dónde estaban: 1) algunas personas dieron cuenta de tener un conocimiento
previo del lugar porque por cuestiones laborales habían estado en el edificio antes de
ser detenidas41; 2) a partir de gestiones personales con miembros de las Fuerzas Ar-
madas, el Poder Judicial o miembros de la Iglesia Católica, algunos familiares de las
víctimas lograban acceder a información que les permitía saber que se encontraban allí
detenidas42; 3) hubo casos donde se permitió el ingreso de familiares para constatar la
detención de la persona que estaban buscando43; 4) según lo relatado por el sacerdote
Rice, a la semana de estar allí detenido fue higienizado, perfumado y trasladado para
ver al embajador de Irlanda en Argentina y su secretario, a quienes relató lo que le
había sucedido, para luego ser regresado a Coordinación Federal44 y 5) Carlos Enrique
Muñoz, habiendo estado detenido durante doce días en el segundo piso de la Superin-
tendencia, previo paso por la Comisaría 20ma, fue liberado “a través de su padre, un
familiar y la Embajada de Estados Unidos”45.
41 Los testimonios de Gustavo Alberto Galligo y María del Socorro Alonso en la Causa Nº 2108, y de Graciela
Nora María Lara de Poggi ante la CONADEP demuestran que las y los allí detenidos ya conocían el lugar en
el marco de sus quehaceres profesionales. Incluso ésta última manifestó que “…ya se había dado cuenta de que
estaba en Coordinación Federal, que por su puesto de trabajo y por el hecho de que recientemente había sido
puesta una bomba en el lugar” (CONADEP. Legajo Nº 4506. Serie Legajos CONADEP de víctimas del terrorismo
de Estado. Subfondo CONADEP. Fondo Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Archivo Nacional de la
Memoria).
42 El padre del ya citado Galligo logró reunirse con el entonces subjefe del Primer Cuerpo de Ejército, Jorge
Olivera Rovere, quien “…le confirmó que éste se encontraba en Coordinación Federal” (op. cit: 215). En el mis-
mo sentido, Celia Frida Kohan de Bercovich, frente a la detención de su hijo y de su sobrino, no sólo logró una
entrevista con el imputado Jorge Carlos Olivera Róvere… sino que además logró la liberación de Adrián Gabriel
Merajver” (Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº 5, Causa Nº 1261-1268: “Suárez Mason, Carlos Guillermo
y otros s/ priv. Ileg. de la libertad”, 10 de diciembre de 2009, fs. 4544 vta.). Ella testimonió haber realizado innu-
merables gestiones y que se pudo contactar con el coronel Morelli “con quien concertaba reuniones cada diez o
quince días”.
43 Ver los casos de Beatriz Doval y Luis Alberto Olmos. En ambos casos fueron sus hermanos quienes, a través
de contactos, lograron averiguar que se encontraban detenidos en “Coordinación Federal”. En el caso de Olmos,
su hermano Hugo declaró que logró ingresar al edificio y lo pudo ver.
44 CIDH. Informe sobre la situación de los derechos humanos en Argentina. Washington DC: CIDH, 1980, p. 233.
45 Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº 5 de la Ciudad de Buenos Aires. Causa ESMA IV (Expediente N°
Fuente: Elaboración propia sobre la base de los testimonios, informes y causas judiciales citadas.
46 Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº 6 de la Ciudad de Buenos Aires, Causa Nº 2108, Fundamentos de
sentencia, p. 169.
47 Información obtenida a partir de un requerimiento de parte de los autores realizado al RUVTE en agosto
de 2023.
Fui detenido el 28 de octubre de 1975 por personal de la Policía Federal Argentina a las
11hs, siendo llevado a dependencias de Seguridad Federal, ex Coordinación Federal,
donde fui torturado hasta el 31 de octubre…El lugar donde fui torturado es una oficina
del segundo piso…49
48 Ello coincide con el testimonio de Luchina acerca de detenidos “RAF” en 1972, en tanto el apresado el 9 de
abril de ese año fue Eduardo Adrián Menajovsky, detenido en SSF un día antes del asesinato de Sallustro.
50 Fue secuestrado y puesto a disposición del PEN cuando concurrió al Regimiento de Patricios a practicarse
la revisación previa a la entrada al Servicio Militar Obligatorio” (consultado el 20/6/2023 de https://catalogo.jus.
gob.ar/index.php/fondo-jos-federico-westerkamp)
53 En la jerga policial, se alude a este tipo de conformación operativa para referirse a grupos operativos transi-
torios que no guardan relación con la estructura orgánica formal vigente.
En relación con la fecha de secuestro o detención, el 74 por ciento de los casos tuvo
lugar en el año 1976. A lo largo del mismo, se puede advertir que éstos alcanzaron una
mayor intensidad entre los meses de julio y agosto. Además, el 54 por ciento de los
casos de ese año culminó en desaparición forzada u homicidio.
Por su parte, y a partir de los datos informados por el RUVTE, en agosto de 2023,
la presente investigación logró establecer las siguientes características de los detenidos
en la SSF56: (i) el 94 por ciento tenía nacionalidad argentina y el 39 por ciento provenía
de Capital Federal; (ii) de los veintidós casos de embarazadas (un 8 por ciento del total
de víctimas), seis dieron a luz durante el cautiverio, en dos casos el embarazo fue inte-
rrumpido a causa de las torturas y en un caso la mujer fue liberada antes de dar a luz.
El 41 por ciento de las embarazadas fue víctima de desaparición forzada (nueve casos),
y un 59 por ciento fueron liberadas (trece casos)57; (iii) doscientas dos personas tenían
entre dieciocho y treinta y cinco años de edad al momento de su detención (el 75 por
ciento de los casos), y las edades mínimas y máximas de las víctimas fueron dos casos
de quince años y un caso de sesenta años de edad.
56 Téngase presente que el total de víctimas contabilizadas por el RUVTE en agosto de 2023 es de 269, aunque
sin contemplar los casos de Rodríguez Saa y Westerkamp.
59 Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº 6 de la Ciudad de Buenos Aires. Op. cit., p. 511.
Los destinos de las víctimas detenidas en la SSF no fueron diferentes del resto de las
víctimas de otros centros clandestinos de detención: éstas eran liberadas, legalizadas
a través de decretos del PEN que “blanqueaban” su detención para ser trasladadas a
unidades penitenciarias, trasladadas a otro CCD, asesinadas o desaparecidas. No se
conocen casos de personas que hayan logrado escapar de la SSF. El primer registro ins-
titucional relacionado con la cuestión fue la ya citada presentación del subsecretario
Eduardo Rabossi en 1985 ante la justicia, que denunciaba diferentes “modalidades de
traslado identificadas”: (i) “blanqueamiento”: explicando que al ser colocados a dispo-
sición del PEN, las y los detenidos eran derivados de la SSF al Penal de Villa Devoto;
(ii) traslado de SSF a la Unidad Penal Nº9 de La Plata; (iii) personas “secuestradas
transitoriamente” y (iv) personas vistas con vida en la SSF pero que aún se encuentran
desaparecidas.
Por su parte, la información provista por el RUVTE en agosto de 2023 incluyó a las
víctimas de desaparición forzada y de asesinato vistas en calidad de detenidas o dete-
nidas-desaparecidas en la SSF y un listado de víctimas liberadas en dicha dependencia,
permitiendo así clasificar el destino final de las víctimas.
Al respecto y como se desprende del cuadro anterior, las y los 143 liberados repre-
sentan un 53 por ciento del total de las víctimas, por lo que el 47 por ciento fueron
muertas (de las cuales el 41 por ciento fueron víctimas de desaparición forzada y el 6
por ciento fueron asesinadas).
62 Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº 6 de la Ciudad de Buenos Aires. Op. cit., pp. 390-392.
En este sentido, las delegaciones de la Policía Federal ya estaban previstas en los de-
cretos de creación de la misma entre 1944 y 1946, como lugares de ejercicio inmediato
de la jurisdicción de la institución (al igual que las comisarías y subdelegaciones)63. En
la Ley Orgánica de 1958 fueron organizadas en cuatro regiones (I a IV) que depen-
dían de la Dirección de Coordinación Federal, y desde 1970, de la Dirección General
de Interior de la SSF64. A su vez, por la Orden del Día Reservada Nº 9 del 26 de agosto
de 1974, las treinta y siete delegaciones existentes hasta ese momento pasaron a estar
comprendidas dentro de siete “Áreas”, creadas para “la supervisión de las delegaciones
en el interior del país”65.
63 Por medio del Decreto Nº 15964/1946 se aprobó con carácter público el “Reglamento de las circunscripcio-
nes, delegaciones y subdelegaciones” de la PFA.
64 Por Decreto S Nº 3073/1970, el Superintendente de Seguridad Federal contaba con una Dirección General de
Delegaciones, distribuidas en cuatro Áreas (I-IV).
65 Las áreas, que reemplazaron a las circunscripciones, tenían asiento en Capital Federal (nueve delegaciones),
Delegación Mendoza (cinco delegaciones), Delegación Córdoba (cuatro delegaciones), Delegación Tucumán
(cuatro delegaciones), Delegación Rosario (cuatro delegaciones), Delegación Paraná (seis delegaciones) y Dele-
gación Rawson (cinco delegaciones).
66 Se trata de la disposición de las formaciones desplegadas para una operación o combate determinado que
puede incluir las posiciones jerárquicas, la estructura de la línea de mando, equipamiento, unidades y personal.
67 Policía Federal Argentina, Dirección General de Interior, Circular DGI.I. Nº31: “Instrucciones relativas al
accionar de la PFA en relación con el Consejo de Seguridad Interna”, punto A, p. 3.
Por su parte, el único testimonio disponible que aborda cuestiones relacionadas con
las delegaciones de la PFA es el del ya citado inspector Rodolfo Peregrino Fernández.
Éste describió el funcionamiento de la Dirección General de Interior, a cargo de todas
las delegaciones “en todas las capitales de provincia y otros lugares de interés para el
área informaciones”. Allí se “centralizaba la información a través de un sistema propio
de radiocomunicación y se elaboraba un panorama informativo, siendo que el perso-
nal operativo de cada una de las delegaciones dependía en ese plano de la correspon-
diente zona de seguridad”70.
68 Ibidem,, punto F, p. 3.
69 Policía Federal Argentina, Dirección General de Interior, Circular DGI.I. N°32, “Consideraciones sobre el
accionar subversivo relacionado con la subordinación a las FF.AA.”.
70 CONADEP. Legajo Nº 8066. Serie Legajos CONADEP de víctimas del terrorismo de Estado. Subfondo CO-
NADEP. Fondo Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Archivo Nacional de la Memoria, p.138.
71 Al respecto ver el requerimiento parcial de elevación a juicio. Juzgado Federal Nº 2 de Neuquén, Secretaría
Nº 2, Autos: “Reinhold, Oscar Lorenzo y otros s/ Delitos c/ la libertad y otros” Expediente Nº 8736/2005 del, pp. 58-
59, donde hay testimonios del personal policial sobre la Oficina Técnica de la Delegación Neuquén; y Tribunal
Oral Federal de Paraná, Sentencia N°013/13 de la causa Nº 1.960/10 “Harguindeguy, Albano Eduardo y otros S/
Inf. Art. 151 y otros del C. Penal” y sus acumuladas Nº 1.991/10 y Nº 2138/11, 4 de abril de 2013, p. 130 y 133-134.,
donde hay constancias sobre la Oficina Técnica de la Delegación Concepción del Uruguay, Entre Ríos.
72 Juzgado Federal Nº 2 de Neuquén, Secretaría Nº 2. Requerimiento parcial de elevación a juicio. Autos: “Rein-
hold, Oscar Lorenzo y otros s/ Delitos c/ la libertad y otros” Expediente Nº 8736/2005, pp. 58-59.
73 Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Bahía Blanca. Sentencia de la Causa Nº 982: “BAYÓN, Juan Manuel
y otros s/privación ilegal de la libertad agravada…”, 6 de noviembre de 2021, p. 381.
74 Policía Federal Argentina. Legajo Personal Nº 15814, correspondiente a Jesús Norberto Habib.
75 Policía Federal Argentina. Legajo Personal Nº 141620, correspondiente a Vicente Testa, refoliado 4.
76 Juzgado Federal N° 2 de Neuquén. Requerimiento parcial de elevación a juicio Causa N° FGR 33008736/2005/
TO4 “Reinhold, Oscar Lorenzo y otros s/ Delitos c/ la libertad y otros”, junio de 2011.
77 En esta delegación tuvo gran protagonismo en las detenciones, torturas e interrogatorios Raúl Antonio Gu-
glielminetti, personal civil de inteligencia, sub-cuadro C-2 del ejército que revistó en el Destacamento de Inteli-
gencia N°182 durante 1976, quien se movía con libertad entre dependencias de “La Escuelita”, la delegación, las
comisarías de la policía provincial y la Unidad N° 9 del SPF.
78 Tribunal Oral Federal de Paraná. Causas N° 1.960/10 “Harguindeguy, Albano Eduardo y otros s/Inf. Art. 151
y otros del C. Penal”, N° 1.991/10 “Díaz Bessone, Ramón Genaro y otros s/ Inf. art. 141 y otros del C. Penal” y N°
2138/11 “Valentino, Juan Miguel y otros s/ Inf. Art. 141 y otros del C. Penal”.
Por último, en la Causa N°8008 se investigaron hechos que tuvieron lugar durante el
año 1976 en la provincia de Chubut. Allí las víctimas de secuestros ilegales declararon
haber sido llevadas a la Delegación Comodoro Rivadavia entre mayo y julio de ese año
y una vez allí fueron torturadas con picana eléctrica80.
En la tabla 2 a continuación, se sistematizaron todas las relaciones institucionales
identificadas en la presente sección que permiten comprender la impronta reticular de
la faz operacional de la represión estatal ejecutada durante el período.
79 En uno de los casos, el juzgado interviniente detuvo a la persona entre mayo y julio de 1976.
80 Juzgado Federal de Comodoro Rivadavia. Causa N° 8008 “Investigación de supuestos ilícitos cometidos en el
Regimiento 8 de Infantería General O’Higgins”, y su acumulada “Llamazares Hugo s. s/ denuncia (Art. 10 de la Ley
N°23.049)” - “Quinteros, Eloiso s/denuncia”, mayo de 2012.
En primer lugar, cabe señalar que sus dependencias –tanto su sede central como las
delegaciones–no tuvieron las mismas características que otros espacios de detención
de la PFA en términos de su clandestinidad, como por ejemplo los pertenecientes al
“Circuito ABO” o el “Garage Azopardo”. Así, en términos de la distinción formulada
por Pablo Scatizza (2014: 5), en tanto los edificios funcionaron de manera pública y su
ubicación era conocida, las dependencias de la SSF actuaron como “centro de deten-
ción clandestina” más que como “centro clandestino de detención”81. Sus instalaciones
sirvieron para el alojamiento de personas secuestradas de manera ilegal pero al mismo
tiempo se desempeñaron como dependencias de atención al público en horas diurnas.
Quedó comprobado que además las personas retenidas eran torturadas e interrogadas
y que estas actividades se realizaron con mecanismos y en horarios en los que se bus-
caba preservar su clandestinidad.
Específicamente respecto del edificio de la SSF, se puede decir que éste tenía tres
atributos diferenciados: (i) allí se realizaban tareas de atención al público (como lo
declararon víctimas que por cuestiones laborales o personales habían ingresado al
edificio con anterioridad); (ii) funcionó como centro de detención clandestina con
todas las características de: (a) secuestro y detención (nótese que no está claro si sólo
alojó victimas detenidas/secuestradas por parte de la PFA o si recibió en algún mo-
mento víctimas detenidas/secuestradas por otros organismos o agencias); (b) tortura
(comprobadas judicialmente) y (c) liberación, tránsito, puesta a disposición del PEN,
asesinato o desaparición (comprobadas judicialmente) y (iii) contó con nueve pisos
conteniendo diferentes departamentos de funcionamiento operacional, como las Di-
recciones Generales ya identificadas y sus respectivos Departamentos, todos abocados
a la “lucha contra la subversión”. Además, y según los propios testimonios de policías
que allí trabajaron, hubo otras unidades informales o no previstas en la estructura
orgánica vigente que incluyeron brigadas, grupos de trabajo y grupos de tareas. En
vista de estas características, si bien el edificio siempre sirvió como sede de la SSF –y
de su antecedente, la Dirección de Coordinación Federal– desde 1960 en adelante,
conservando incluso actividades de atención al público, no hay evidencia que permita
explicar en qué momento dejó de funcionar como centro de detención clandestina ni
los motivos de ello. Respecto a modificaciones sufridas, sólo se pudieron identificar
algunas reformas respecto de los calabozos a partir de las inspecciones oculares reali-
82 La orden del día es un instrumento donde la Policía Federal Argentina registra todos los nombramientos
de jefaturas, creación y supresión de dependencias y jurisdicciones además de cambios de destino, premios y
distinciones de sus agentes.
83 APDH. Op. cit., p. 19.
Por último, y en cuanto a las delegaciones de la SSF en las diferentes provincias, las
normas internas y la información disponible permiten señalar la importancia de las
mismas en dos sentidos. Por un lado, resultaron dispositivos de reunión de informa-
ción desplegados en todo el país para mantener actualizada a la Dirección General de
Interior, integrándose en la comunidad informativa pero también a nivel operacional.
84 El 23 de agosto de 2005 la PFA remitió al Juzgado en lo Criminal y Correccional Nº 3 una tabla con los nom-
bres de 690 personas bajo el título “Personal del Cuerpo de Informaciones que prestó servicio entre 1976-1980”.
(Rodriguez Games, 2021:80)
85 Por un lado, en el legajo del jefe del departamento Asuntos Externos de la Superintendencia, el comisario
inspector Mariano González, consta una nota de agradecimiento del 7 de octubre de 1975 del jefe del Batallón
de Inteligencia Nº 601 del Ejército “por el apoyo de la unidad a su mando”. Pero además, en el trámite de retiro
de un oficial inspector consta una nota del teniente coronel (R) Juan Ramón Nieto Moreno “jefe GT5, Secretaría
de Informaciones de Estado, Presidencia de la Nación” del 3 de octubre de 1976 informando que tres oficiales
inspectores del departamento en comisión en el GT5 tuvieron una “relevante actuación en los procedimientos
que condujeron al desbaratamiento del sector militar de la organización subversiva O.P.R. 33 (Organización
Popular Revolucionaria 33 Orientales)”.
86 Por ejemplo, en el caso conocido como “La noche de los judiciales”, se constató la intervención del Depar-
tamento Sumarios. El 2 de junio de 1976 su jefe, Hugo Sergio Castillo dio intervención al Juzgado Nacional
de Primera Instancia en lo Criminal y Correccional Federal Nº 2 por “Averiguación infracción Ley Nº 20.840,
tenencia de armas de guerra y accidente fatal”. Castillo declaró en 1986 que la tarea del Departamento era “efec-
tuar procedimientos de índole antisubversivo, para lo cual se actuaba con personal idóneo y la intervención de
la autoridad judicial correspondiente”, que la PFA “actuaba bajo control operacional del Ejército Argentino, y en
el caso del Departamento (...) cuyos procedimientos eran en Capital Federal y Gran Buenos Aires, del Primer
Cuerpo de Ejército”. (Programa Verdad y Justicia, 2017: 13).
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versidad Nacional del Litoral (UNL).
Natalia Ayala Tomasini es Profesora de Enseñanza Media y Superior en Historia por la Uni-
versidad de Buenos Aires (UBA). Desde 2011 integra la Coordinación de Investigaciones His-
tóricas del Archivo Nacional de la Memoria y trabaja en proyectos vinculados a indagar la
represión estatal, las doctrinas militares y la estructura y operatividad de las Fuerzas Armadas
y de Seguridad desde principios del siglo XX y durante el Terrorismo de Estado.
Violeta Ayles Tortolini es Doctora en Historia por la Facultad de Filosofía y Letras de la Uni-
versidad de Buenos Aires (UBA) y Profesora de Historia recibida en la Facultad de Filosofía y
Letras de la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo). Integra el Instituto de Investigación de
Estudios de Género de la UBA. Es docente de grado y posgrado. Sus temas de investigación
versan sobre historia mendocina, argentina y latinoamericana reciente, experiencias revolu-
cionarias, historia de mujeres, historia oral, vínculos entre historia y memoria.
Ivonne Barragán es Licenciada en Historia por la Universidad Nacional de Mar del Plata
(UNMdP), Doctora en Historia por la Universidad de Buenos Aires (UBA) e investigadora
asistente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Actual-
mente, se desempeña como Directora de la Revista Sudamérica del Centro de Estudios So-
ciales y Políticos (CESP) de la Facultad de Humanidades de la UNMDP e integra el Instituto
de Investigaciones sobre Sociedades, Territorios y Culturas (ISTeC) de la misma universidad.
Se especializa en el estudio del ejercicio de la violencia estatal por parte de los oficiales de la
Armada Argentina durante las dictaduras de la segunda mitad del siglo XX argentino y la
represión a la clase trabajadora durante la última dictadura militar.
Rodrigo González Tizón es Doctor en Historia por la Escuela de Altos Estudios Sociales de
la Universidad Nacional de San Martín (EIDAES/UNSAM) y Profesor de Enseñanza Media y
Superior en Historia por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Actualmente, se desempeña
como coordinador de Investigaciones Históricas del Archivo Nacional de la Memoria y como
docente universitario. Fue, además, becario doctoral y postdoctoral del Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Se especializa en el estudio de la represión
estatal y paraestatal en la historia reciente Argentina y del Cono Sur y el activismo político en
derechos humanos a escala local y transnacional.
Cecilia Mac Cormack es Magíster en Derechos Humanos y Políticas Sociales por la Universi-
dad Nacional de San Martín (UNSAM) y Profesora de Enseñanza Media y Superior en Histo-
ria por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Desde 2011, trabaja en distintas áreas estatales
vinculadas a la gestión e investigación de los ex centros clandestinos de detención (Instituto
Espacio para la Memoria, Dirección Nacional de Sitios de Memoria, Registro Unificado de
Víctimas del Terrorismo de Estado y Coordinación de Investigaciones Históricas del Archivo
Nacional de la Memoria).
Cristian Rama es Doctor, Licenciado y Profesor en Historia por la Facultad de Filosofía y Le-
tras de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Ha obtenido becas de doctorado y posdocto-
rado cofinanciadas por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONI-
CET) y la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV). Sus investigaciones se centran en
las experiencias de las y los sobrevivientes de la represión clandestina de la última dictadura
Argentina, y en los juicios a militares y policías transcurridos durante la llamada transición
a la democracia. Es docente en carreras de posgrado de la Facultad de Filosofía y Letras de la
UBA y UNDAV.
Ana Laura Sucari es Profesora de Enseñanza Media y Superior en Historia por la Universidad
de Buenos Aires (UBA) y candidata a Doctora en Historia por la misma universidad. Inte-
gra el Instituto de Investigaciones en Estudios de Género de la Facultad de Filosofía y Letras
(UBA) y colabora con el Archivo Institucional de Abuelas de Plaza de Mayo. Sus investiga-
ciones se centran en la relación entre los procesos de restitución de las personas apropiadas
durante la última dictadura y las estrategias políticas para la restitución identitaria desde una
perspectiva histórica.