Los CCD en Argentina

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LOS CENTROS

CLANDESTINOS
DE DETENCIÓN
EN ARGENTINA
NUEVAS MIRADAS
Y SABERES A
CUARENTA AÑOS
DEL

Ministerio de Justicia
y Derechos Humanos
Autoridades
Presidente de la Nación
Alberto Fernández
Vicepresidenta de la Nación
Cristina Fernández de Kirchner
Ministro de Justicia y Derechos Humanos
Martín Soria
Secretario de Derechos Humanos
Horacio Pietragalla Corti
Archivo Nacional de la Memoria
Marcelo Castillo
Dirección Nacional de Gestión de Fondos Documentales
Andrea Copani

Los centros clandestinos de detención en Argentina 2


Los centros clandestinos de detención
Nuevas miradas y saberes a cuarenta años
del Nunca más

Coordinadores de la publicación
Débora D’Antonio
Rodrigo González Tizón
Corrección editorial
Paula Franco Häntzsch
Leandro Porcellini
Pablo Robledo
Diseño y diagramación
Darío Addesi

Archivo Nacional de la Memoria. Los centros clandestinos de detención. Nuevas miradas y


saberes a cuarenta años del Nunca más. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Ministerio de
Justicia y Derechos Humanos de la Nación. Secretaría de Derechos Humanos, 2023. XX p.;
21x29,7 cm. – 1.Historia Argentina. 3. Centros clandestinos de detención. I. Título.
Índice

Introducción. Débora D’Antonio y Rodrigo González Tizón p. 5

La detención clandestina en dictadura: tipologías y modos de conceptualización.


Cecilia Mac Cormack y Pablo Scatizza p. 11

Las víctimas de la represión clandestina y el subregistro de las personas liberadas.


Florencia Cataldo Díaz, Joan Portos Gilabert y Cristian Rama p. 30

Centros clandestinos de detención y proyecciones transnacionales de la represión.


Micaela Iturralde y Facundo Fernández Barrio p. 55

Los establecimientos laborales como territorios de la represión: espacios de detención


clandestina en empresas privadas Victoria Basualdo y María Alejandra Esponda p. 78

La violencia sexual como política de disciplinamiento durante el terrorismo de


Estado. Ivonne Barragán, Débora D’Antonio y Laura Rodríguez Agüero. p. 99

Embarazadas e infancias en centros clandestinos de detención. Efectos y resonancias


de crímenes que no cesan. Ivonne Barragán y Ana Laura Sucari p. 122

Lógicas territorializadas de la inteligencia en los centros clandestinos de detención.


Natalia Ayala Tomasini y Rodrigo González Tizón p. 142

La Superintendencia de Seguridad Federal en la red de espacios de cautiverio del


terrorismo de Estado. Ariel Eidelman y Nicolás Rodríguez Games. p. 167

Autores y autoras de la publicación p. 195

Los centros clandestinos de detención en Argentina 4


Introducción

En diciembre de 1983, a pocos días del restablecimiento de la democracia, el presi-


dente Raúl Alfonsín creó por decreto la Comisión Nacional sobre la Desaparición de
Personas (CONADEP). Este organismo debía encargarse de recibir denuncias y reunir
evidencias para esclarecer los hechos relacionados con la desaparición de personas y
otras violaciones a los derechos humanos, como la sustracción de hijos e hijas de víc-
timas de la represión estatal, ocurridas en el país durante el período de la última dic-
tadura argentina. Aquel decreto, además, encomendaba la elaboración de un informe
final en un plazo de ciento ochenta días desde el inicio de sus funciones.

La CONADEP, sin embargo, fue más allá de lo estipulado en la normativa que le


dio origen. Además de recopilar pruebas y recibir denuncias, llevó a cabo una investi-
gación que representó un avance significativo en el conocimiento de la operatoria del
terrorismo de Estado, pues logró reconstruir y analizar el funcionamiento del dispo-
sitivo represivo a lo largo y ancho del país. Para ello, se valió de la información que
obtuvo en sus nueve meses de funcionamiento –a los seis estipulados por el decreto
del Poder Ejecutivo se sumaron otros tres, dado el enorme caudal de denuncias– y de
la que sistematizaron los organismos de derechos humanos.

Al finalizar la labor, el titular de la comisión, el escritor Ernesto Sábato, entregó al


presidente Alfonsín un escrito con los resultados. En diciembre de 1984, una síntesis
de su contenido se publicó en formato de libro con el título Nunca más. La obra salió
bajo el sello de la Editorial Universitaria de Buenos Aires (EUDEBA) y resultó un éxito
de ventas, con un alto impacto en la opinión pública. Desde entonces, el informe de la
CONADEP se convirtió en una referencia ineludible para comprender los entresijos
del aparato represivo durante los años de la última dictadura y una lectura imprescin-
dible de acercamiento al tema.

El Nunca más constituyó, al mismo tiempo, la primera narrativa oficial del Estado
sobre la represión del período 1976-1983. Una parte significativa estuvo dedicada a
reconstruir minuciosamente la ubicación, dependencia orgánica, características mate-
riales y dinámica de funcionamiento de los centros clandestinos de detención (CCD)

Los centros clandestinos de detención en Argentina 5


en donde miles de personas fueron secuestradas de forma ilegal y sometidas a toda
clase de torturas, tormentos y vejámenes. La CONADEP identificó más de trescientos
de estos sitios, dejando en claro su propagación en el territorio nacional. Como parte
de su ardua labor de investigación, el organismo realizó inspecciones oculares en unos
cuarenta espacios de cautiverio, en las que participaron sobrevivientes y de las que
se conservan las actas de procedimiento y el registro fotográfico. A través del Nunca
más, tanto en Argentina como en el extranjero, se logró acceder a relatos detallados y
croquis de los lugares de detención elaborados por las propias personas sobrevivientes.
Ambos registros proporcionaron inicialmente una visión más completa sobre la mate-
rialidad y el funcionamiento de los CCD.

A casi cuatro décadas de su publicación, el conocimiento sobre el dispositivo re-


presivo y, en particular, sobre los espacios de cautiverio clandestino ha experimentado
una notable ampliación. Gran parte de estos avances tuvo relación con la tenaz lucha
de los organismos de derechos humanos durante el tiempo en que estuvieron vigentes
las leyes de Punto Final (1986) y Obediencia Debida (1987) y los indultos firmados por
el presidente Carlos Sául Menem (1989 y 1990). Desde hace dos décadas, a ese impulso
se le añadió una renovada intervención del Estado argentino. Por un lado, el Congreso
de la Nación derogó las llamadas “leyes de impunidad” y, por otro, la Corte Suprema
de Justicia acompañó el gesto declarándolas inconstitucionales y nulas. De conjunto,
esto ha allanado el camino para la reapertura de juicios y el procesamiento de cientos
de represores, así como también de civiles implicados en crímenes de lesa humanidad.

En este contexto, a partir del año 2003 el Poder Ejecutivo Nacional impulsó una
serie de políticas públicas de memoria. Una de estas iniciativas fue la declaración de
los ex CCD como sitios de memoria y la conversión de algunos de ellos en espacios
de memoria y promoción de los derechos humanos. Otra fue la desclasificación de
la documentación producida por las Fuerzas Armadas y de Seguridad durante el pe-
ríodo 1976-1983 utilizada, en muchos casos, como prueba en las causas judiciales.
Como parte de estas políticas se creó el programa Registro Unificado de Víctimas del
Terrorismo de Estado (RUVTE) en 2014. Además de generar una base de datos sobre
víctimas a nivel nacional, el RUVTE se abocó a la identificación de lugares que fun-
cionaron como espacios de detención clandestina. Al día de hoy, lleva contabilizados
más de ochocientos, cifra que supera ampliamente aquella ofrecida por la CONADEP.

El respaldo estatal a la investigación de los crímenes cometidos durante la dictadura


generó un impacto significativo en el ámbito académico, donde cobró forma un campo
de estudios específico sobre el pasado reciente argentino y, en particular, en lo concer-
niente al fenómeno represivo. En los últimos años, este núcleo ha experimentado un
crecimiento continuo, expresado en la proliferación de colecciones, libros, artículos y
jornadas que abordan esta temática. Estos trabajos permitieron complementar el apor-
te realizado por las personas que sobrevivieron y ofrecieron su testimonio en diversas
instancias a lo largo de estas cuatro décadas, al inscribir sus experiencias singulares

Los centros clandestinos de detención en Argentina 6


en los CCD en interpretaciones integrales sobre el funcionamiento del dispositivo re-
presivo. Este ejercicio se tradujo en nuevas preguntas, en la formulación de distintos
problemas y enfoques, y en el ajuste de las escalas de análisis que de conjunto transfor-
maron sustantivamente el conocimiento sobre el entramado de los espacios de deten-
ción clandestina.

La propuesta de la publicación conjunta realizada por un equipo de investigadores


e investigadoras de la Archivo Nacional de la Memoria-Secretaría de Derechos Huma-
nos de la Nación y del proyecto UBACyT “Hacia una historia integral de los centros
clandestinos de detención en la Argentina”, consiste en ofrecer a un público interesa-
do, aunque no necesariamente especializado, los saberes producidos sobre los CCD al
calor de las políticas públicas de memoria y la conformación de un campo de estudios
robusto sobre el fenómeno de la represión. La evolución en el tiempo de las catego-
rías que permiten definir y conceptualizar los espacios de cautiverio, los actores que
los habitaron en calidad de víctimas o represores, las dinámicas locales, nacionales y
transnacionales en que se desplegó su funcionamiento y los modos específicos en que
se ejercieron la violencia y el disciplinamiento sobre las personas cautivas son los ejes
principales sobre los que se organiza la publicación.

Un primer aspecto que se hace evidente al analizar el dispositivo represivo es la ne-


cesidad de superar las periodizaciones clásicas que colocaban el acento en lo sucedido
a partir del golpe de Estado de 1976. Sin desmerecer este punto de reorganización y
centralización de la violencia, que indudablemente implicó un salto cualitativo en la
represión, resulta fundamental subrayar que diferentes espacios de detención clan-
destina comenzaron a funcionar antes del inicio de la dictadura. Es así que, en el año
1974, por ejemplo, se pudo constatar la presencia de personas detenidas-desaparecidas
en la delegación de la Policía Federal del partido bonaerense de San Martín, así como
también la existencia de tres CCD en actividad en la provincia de Tucumán previo al
“Operativo Independencia”. Durante el año 1975, se descubrieron señales de este tipo
de represión ilegal también en las provincias de Jujuy, Salta, Corrientes y Mendoza y
en otros lugares de la provincia de Buenos Aires.

Esta investigación, en sintonía con otras, explica que las actividades represivas al-
canzaron su punto más intenso entre los años 1976 y 1978, con un pico máximo en los
dos primeros años, seguido de una progresiva disminución en la cantidad de secues-
tros, asesinatos y desapariciones a escala nacional. Estas tendencias, que ya habían sido
esbozadas en el informe Nunca más, resultaron respaldadas por el trabajo de investi-
gación y sistematización de datos realizado desde 2015 por el RUVTE. Interrogarse
por las variaciones que tuvieron a lo largo del tiempo la intensidad de los operativos
de secuestro y las prácticas de aniquilamiento permite develar una mayor heterogenei-
dad de la que se suponía en la maquinaria del modelo represivo, con reformulaciones
según las coyunturas.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 7


A la vez, las pesquisas que se desarrollaron en los últimos años tanto en sede judi-
cial como en los ámbitos estatal y académico llaman la atención sobre la necesidad de
repensar el universo de víctimas consagrado en aquel informe de 1984, cuyo centro
estuvo puesto en dar veracidad y comprender la práctica de la desaparición forzada. En
este sentido, resulta fundamental considerar en detalle las experiencias de las personas
que estuvieron secuestradas y que luego fueron liberadas. Dentro de este universo,
los casos de detenciones durante períodos de tiempo breves, incluso en más de una
ocasión, amplían el espectro de las formas de violencia y sufrimiento derivadas de la
acción represiva clandestina. Además, la falta de denuncia de muchas de estas expe-
riencias, ya sea por miedo, desconocimiento o incluso por considerar que no merecían
ser relatadas en comparación con otros horrores más extremos, ponen en evidencia las
complejidades de los procesos de reconocimiento y categorización de las víctimas del
terrorismo de Estado.

Contra la presunción tradicional de que los grandes CCD como la Escuela de Me-
cánica de la Armada (ESMA), “El Campito” de Campo de Mayo o “La Perla” funciona-
ron como lugares cerrados en sí mismos, que resolvían de manera autónoma el ciclo
represivo de secuestro, muerte y desaparición, esta publicación expone la existencia de
una densa malla de espacios integrados a una amplia red territorial. Entendiendo que
la misma se anudaba en dependencias legales, en otras clandestinas y en espacios que
operaban como terminales de los circuitos represivos. Dentro de esta última categoría
se distinguen espacios vinculados a la gestión de la muerte como cementerios o sitios
de enterramiento, otros donde las detenciones continuaban bajo formas jurídicas en
unidades penales o comisarías y un tercer conjunto compuesto de instancias de reclu-
sión institucionalizada como la legalización de embarazadas en hospitales, el traslado
de detenidos a psiquiátricos o el ingreso de niños y niñas a instituciones de minoridad.

En la conformación de diferentes circuitos represivos fue clave el funcionamiento


integrado de diversas instituciones y estructuras que garantizaron la circulación de
detenidos y detenidas por varios espacios de cautiverio, afirmando la relación orgáni-
ca que existía entre ellos. En esta red, según surge de la base de datos del RUTVE, las
comisarías y las dependencias de la Policía Federal Argentina y de las policías provin-
ciales representaron casi el 75% de los espacios de detención. Estos sitios funcionaron
como nexos en el entramado de espacios de cautiverio garantizando la circulación de
las personas desaparecidas entre distintos CCD, dificultando el conocimiento de su
paradero y entorpeciendo la comprensión del funcionamiento de la estructura clan-
destina. Así, podemos entender que las dependencias policiales cumplieron un rol cla-
ve en los procedimientos de legalización o liberación de personas detenidas, en los que
se constituían como lugares de paso obligado previo a la cárcel o a la obtención de la
libertad. En el marco de estas tareas, los establecimientos policiales solaparon a menu-
do sus funciones legales y tradicionales con las ilegales.

Como quedó demostrado a través de diversos estudios recientes, la trama de espa-

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cios de cautiverio clandestino no sólo operó en los ámbitos local y nacional, sino tam-
bién en el plano transnacional. Esta dimensión del dispositivo represivo se canalizó
fundamentalmente a través del llamado “Plan Cóndor”, como se conoció al esquema
de coordinación represiva del que participaron las distintas dictaduras del Cono Sur.
El estudio de las proyecciones transnacionales de la represión permitió alumbrar la
participación de diferentes espacios de cautiverio clandestino –el caso más emblemá-
tico en Argentina es el del CCD “Automotores Orletti”– y de agentes de las Fuerzas
Armadas y Seguridad en la persecución de militantes de diversos países a lo largo de
una geografía amplia que involucró a los principales países de la región. A partir de la
información relevada en causas judiciales y nuevamente en la base del RUVTE, esta
publicación propone una periodización para comprender estas dinámicas represivas
transnacionales, identificando fases, agentes y víctimas.

La eficacia de estas circulaciones represivas descansó en buena medida en la ac-


tividad de los servicios de inteligencia militares, policiales y civiles. Organizadas en
torno a la “comunidad informativa”, estas estructuras se encargaron del procesamiento,
difusión y operativización de la información extraída bajo tortura a las personas se-
cuestradas, retroalimentando así el ciclo de capturas. Por su intermedio, datos que se
obtenían en un punto del país permitieron realizar capturas a cientos o incluso miles
de kilómetros de distancia, como lo demuestran los operativos realizados en el marco
del ya mencionado “Plan Cóndor” o de la “Contraofensiva” montonera. Este desplie-
gue “desterritorializado” de la actividad de inteligencia, como se analiza en esta publi-
cación, fue complementado por otro que ponía el foco en el territorio –entendido en
su sentido geográfico, pero sobre todo político– y que tenía como base los espacios de
detención clandestina.

Un aspecto sustantivo que ha formado parte de la renovación de los estudios so-


bre la actividad represiva del Estado ha sido comprender que la dimensión de género
estructuró las formas de persecución, captura y castigo. Esta lectura de la dimensión
sexuada de las prácticas represivas permitió distinguir la afectación diferenciada de
varones y mujeres en los dispositivos de encierro y en los mecanismos de disciplina-
miento. Si bien la lucha contra la “subversión” se asentó en una relación asimétrica
preexistente entre los sexos, el ejercicio de la violencia sexual se reactualizó a los tér-
minos propios de las dinámicas desaparecedoras, y tal como podrá apreciarse en este
volumen, y fue extendido y sistemático en los dispositivos clandestinos, pero también
en las cárceles y las comisarías activas en los circuitos represivos. Este incluyó mano-
seos, desnudamientos, amenazas e intentos de violaciones, ataques sexuales individua-
les y grupales, carnales y con objetos. Debe señalarse, que este ejercicio no discriminó
edades ni pertenencias políticas, y estuvo presente en los secuestros, en los traslados
y en los distintos escenarios del cautiverio como salas de tortura, celdas o pasillos.
También se ha procurado en este escrito reconstruir las características específicas del
plan represivo sobre mujeres embarazadas, niñas, niños y adolescentes, entendiendo
su estructuración a partir de un amplio repertorio de prácticas de crueldad como la

Los centros clandestinos de detención en Argentina 9


circulación forzada entre diferentes CCD, las condiciones criminales de consumación
de los partos, la separación de bebés recién nacidos tras los alumbramientos, seguidos
del asesinato y la desaparición de sus madres. Asimismo, la sistematización de la apro-
piación de criaturas requirió de acciones orientadas a asegurar la llegada a término de
los embarazos. Estas formas represivas se complementaron con el secuestro seguido
de la entrega a familiares, el abandono en la vía pública, la derivación a instituciones
públicas de minoridad, o el sometimiento a la vigilancia y el exilio, entre otras. Los
hallazgos de esta investigación ponderan las diversas y peculiares formas de violencia
ejercidas contra las infancias y la ruptura de la subjetividad como parte de las tramas
de largo plazo del dispositivo represivo.

En esta publicación se vuelve a poner en foco la represión ejercida sobre la clase tra-
bajadora, un hallazgo que ya estaba presente en el Nunca Más. Sin embargo, el impulso
otorgado desde el Estado, y en particular desde la Secretaría de Derechos Humanos de
la Nación, a una línea de investigación específica sobre la responsabilidad empresarial
en los delitos de lesa humanidad amplió la mirada de la CONADEP al distinguir el rol
corresponsable de las empresas en la persecución de su propio personal. Al examinar el
funcionamiento de espacios privados como ingenios o fábricas que se erigieron como
CCD, se ofrece un acercamiento a las formas específicas que asumió la colaboración
empresarial con la represión hacia la clase trabajadora y sus sectores organizados. La
transformación de áreas fabriles en lugares de reclusión y tortura implicó, entre otros
asuntos, una adaptación del espacio a los fines de asegurar que la implementación de
estos sitios clandestinos no interrumpiera la actividad productiva.

Explicitados ya los nudos problemáticos que organizan la investigación, invitamos


a la lectura de los capítulos del presente volumen, donde se ofrece una ampliación de
los paradigmas explicativos clásicos del Nunca Más. Teniendo en cuenta que toda in-
terpretación es provisional, en este trabajo los postulados de la CONADEP han sido
respetuosamente considerados, pero también fueron desbordados y ampliados en mu-
chos aspectos. La intención es mostrar el movimiento de las preguntas que posibilitan
expandir los relatos existentes, ofrecer nuevos pliegues interpretativos y contribuir a
interrogarse una y otra vez sobre uno de los segmentos históricos del siglo XX que más
ha impactado en la memoria social y en el debate público como lo fue la experiencia
de la represión clandestina durante la última dictadura en nuestro país.

Débora D’Antonio
Rodrigo González Tizón

*Queremos dar las gracias a todos los autores y autoras que participaron de esta publicación. Además, hacemos
extensivo nuestro agradecimiento a Natalia Casola, Melisa Slatman, Iván Jameson, Sebastián Chiarini y a las
y los trabajadores del Equipo de Gestión de Consultas y de la Coordinación de Investigaciones Históricas del
Archivo Nacional de la Memoria por sus aportes en distintos tramos de esta investigación.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 10


La detención clandestina en dictadura:
tipologías y modos de conceptualización

Cecilia MacCormack
Pablo Scatizza

Introducción

El Registro Unificado de Víctimas del Terrorismo de Estado (RUVTE) identifica 806


lugares utilizados por las fuerzas represivas del Estado argentino para el alojamiento
clandestino o ilegal de personas privadas de su libertad por razones políticas, desde
fines del año 1974 hasta el 10 de diciembre de 19831. No fueron, sin embargo, 806
espacios que funcionaron de la misma manera, ni tuvieron las mismas características
o incidencia en el despliegue de la violencia estatal puesta en práctica en ese período
pero, a su manera, todos ellos formaron parte del funcionamiento del dispositivo re-
presor. Más que eso: en conjunto, se transformaron en el eje central en torno al cual se
articuló el plan sistemático de represión dictatorial2.

Existieron diversos tipos de lugares de cautiverio que funcionaron de manera espe-


cífica dependiendo tanto de la fuerza que los tenía a su cargo y de la institución en la
que estaban ubicados, como de su localización espacial o regional y su posición dentro
de la planificación represiva. En este sentido, es factible identificar diferentes circuitos
en los cuales se insertaron estos espacios de detención, mientras que no es posible

1  Registro Unificado de Víctimas del Terrorismo de Estado. “Listado de Centros Clandestinos de Detención por
zona (junio 2022)”. Disponible en:
https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/2022/06/ruvte2022_sdh-anm_nomina_ccd_jun-22.pdf.
En cuanto a la periodización, si ponemos el foco en la detención clandestina de personas como eje articulador de
la represión que caracterizaría a la última dictadura militar, resulta pertinente tomar como referencia el marco
cronológico señalado en el Anexo V del informe publicado por el RUVTE en 2015, donde se destaca que hay
testimonios que constatan el cautiverio clandestino ya en el último trimestre de 1974. Ver Registro Unificado de
Víctimas del Terrorismo de Estado. Informe de Investigación sobre Víctimas del accionar represivo ilegal del Esta-
do: Desaparición Forzada y Asesinato. Centros clandestinos de detención y otros lugares de reclusión clandestina,
2015.
Asimismo, resulta necesario señalar que algunas detenciones clandestinas persistieron aún luego del retorno de
la democracia. Un ejemplo de ello es el caso de Cecilia Viñas, desarrollado en el capítulo “Embarazadas e infan-
cias en centros clandestinos de detención. Efectos y resonancias de crímenes que no cesan”, en este mismo libro.

2  Más allá de que no será objeto de análisis de este trabajo, es imposible soslayar la importancia que también
tuvieron en el despliegue de ese plan represivo las detenciones “legales”, generalmente en prisiones federales,
que articularon su funcionamiento con el de los centros clandestinos que aquí abordaremos. Sobre detenciones
legales en dictadura, ver Garaño y Pertot (2007), D’Antonio (2016), Garaño (2020), entre otros.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 11


determinar una única periodización en conjunto en cuanto a su funcionamiento. Por
otro lado, las maneras en las que se los ha ido denominando y conceptualizando no fue
siempre la misma a lo largo del tiempo. Esta variación respondió tanto a las caracterís-
ticas propias de esos lugares como a la significación que les fueron dando las víctimas
y los victimarios, así como quienes, desde los ámbitos judiciales, memoriales y acadé-
micos, los han investigado y analizado en tanto instrumentos de represión.

Con el objetivo de delinear una posible tipología de los espacios de cautiverio que
caracterizaron la violencia política estatal de la segunda mitad de la década de 1970 y
principios de la de 1980, se presentará en primer lugar una genealogía de las denomi-
naciones que fueron adquiriendo los lugares de detención que articularon el sistema
represivo desde poco más de un año antes de la instauración del gobierno de facto, da-
das tanto por las particularidades intrínsecas de cada espacio como por las miradas y
discursos de quienes abordaron su análisis desde diversos ámbitos y con distintos pro-
pósitos. Posteriormente, se analizarán sus dinámicas de funcionamiento, las redes re-
presivas y territoriales en las que se insertaron, y las especificidades que adquirieron en
su accionar, las cuales han sido puestas en evidencia por estudios basados en análisis
diacrónicos de sus dinámicas internas y en la reducción de las escalas de observación.

Genealogía de una categoría histórica

Sin dudas, la categoría “centro clandestino de detención” (CCD) es la denomina-


ción más ampliamente generalizada y utilizada para referirse a los lugares ilegales de
reclusión que funcionaron durante la última dictadura militar. Si bien, como se verá
luego, la aparición de esta categoría es anterior al Nunca Más, es posible afirmar que
fue su utilización en dicho informe la que consolidó su lugar preponderante3. A partir
de entonces, fueron el discurso jurídico y las sentencias judiciales –en tanto construc-
toras y reificadoras de discursos de verdad– quienes impusieron esa denominación y
volvieron habitual su uso, aunque no sin matices o resistencias a su utilización, frente
a otras que buscaron a través de sus significantes ser más descriptivas y/o precisas en
relación con su significado.

Previo al retorno a la democracia, tanto los actores que encarnaron el avance repre-
sivo como aquellos que lo sufrieron o lo denunciaron utilizaron otras denominaciones
para referirse a estos lugares de cautiverio. Es posible comenzar una genealogía de las
maneras en las que se ha denominado a estos espacios con la puesta en marcha en Tu-
cumán del Operativo Independencia en el mes de febrero de 1975, momento en que
se constituye en verdadero “teatro de operaciones” en la “lucha contra la subversión”
(Garaño, 2011) y comienzan a funcionar de manera sistemática los primeros centros
clandestinos de detención. Según se desprende del RUVTE, funcionaron en este te-

3  CONADEP. Nunca Más. Informe de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas. Buenos Aires:
EUDEBA, 1985 [1984].

Los centros clandestinos de detención en Argentina 12


rritorio al menos 61 espacios de este tipo, que fueron utilizados para detener solo en
1975 y hasta el golpe de Estado a casi el 40% de las personas secuestradas en esa pro-
vincia (Jemio, 2020: 177). El espacio más emblemático en su tipo fue “La Escuelita de
Famaillá”, considerado el primer centro de alojamiento clandestino y masivo de perso-
nas detenidas o secuestradas en todo este período. Según lo señalado en su Diario de
Campaña por quien estuvo a cargo de la primera etapa del Operativo Independencia,
el general Adel Vilas, “desde el 10 de febrero al 18 de diciembre de 1975 pasaron por el
LRD [Lugar de Reunión de Detenidos] 1.507 personas acusadas de mantener relación
estrecha con el enemigo”4.

Ya para ese entonces el ejército sabía cómo nombrar a estos lugares. En efecto, desde
el mismo momento en que las Fuerzas Armadas asumieron la responsabilidad del ejer-
cicio de la represión en la zona de Tucumán a través del Decreto Secreto N° 261 del año
19755, el término “lugar de reunión de detenidos” o “lugar de reunión de detenidos
transitorios” (LRDT)6 sería la denominación oficial utilizada por las fuerzas represi-
vas, siguiendo lo indicado en la reglamentación militar7. La normativa aludía también
a esos espacios como “lugares de detención”, “lugar de alojamiento de detenidos” o
“campos de prisioneros”. Y sería el reglamento elaborado en 1969 específicamente para
esta cuestión, el RC-15-80 “Prisioneros de Guerra” el que, según señala el historiador
Mario Ranalleti, prefiguraba la instalación de los centros clandestinos de detención
que caracterizaron el poder represivo dictatorial, dado que “esta normativa facultaba
a los Comandantes de Cuerpo y al Comando en Jefe del arma a crear lugares de de-
tención temporarios para cumplir con tareas de inteligencia” (citado en Pontoriero,
2014: 39). En esta misma línea, el Plan del Ejército (Contribuyente al Plan de Seguridad
Nacional) de febrero de 1976, a partir del cual se organizó el golpe de Estado del 24
de marzo, incluía dentro de esta planificación el establecimiento de “lugares para la
reunión de detenidos”, que estarían incomunicados y a disposición de la Junta de Co-

4  Vilas, A. Diario de Campaña. Tucumán: enero a diciembre de 1975,1977. Disponible en: https://web.archive.
org/web/20031112080748/http://www.nuncamas.org/investig/vilas/acdel_00.htm

5  Este decreto fue firmado por la entonces presidenta María Estela Martínez de Perón en febrero de 1975, y con
él se le dio inicio al “Operativo Independencia” facultando al Comando General del Ejército para “ejecutar las
operaciones militares que sean necesarias a efectos de neutralizar y/o aniquilar el accionar de elementos subver-
sivos que actúan en la provincia de Tucumán”. Cabe señalar, sin embargo, que los primeros “campos” datan de la
primavera de 1974 y que, antes de que ese decreto entrara en vigencia, el Ejército ya había comenzado a reprimir
la guerrilla rural instalada en el monte tucumano (Paoletti, 1986).

6  De esta manera se refiere a estos lugares, por ejemplo, el Comandante de la Brigada a cargo de la Subzona 52,
el General José Luis Sexton, en su declaración testimonial (Cámara Federal de Bahía Blanca. Expte N° 303 “Pre-
suntos excesos que se habrían cometido en ocasión de la guerra contra la subversión por parte del personal militar
de seguridad y policial en jurisdicción de la Subzona 52”, 1984, fs. 60)

7  Ejército Argentino, Reglamento RC-3-30 “Organización y Funcionamiento de los Estados Mayores”, IGM, 1966;
Ejército Argentino, Reglamento RC-16-4 “Examen de personal y documentación”, IGM, 1967.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 13


mandantes Generales8.

Además de estas categorías castrenses, durante el período dictatorial existieron otras


maneras de denominar a estos lugares de cautiverio. En el inicio, fue la propia expe-
riencia concentracionaria del nazismo la que marcó la denominación que sobresalió,
frente a otras más específicas que fueron apareciendo y utilizándose progresivamente
(González Tizón, 2016). En efecto, en las denuncias efectuadas por sobrevivientes y
activistas tanto en el país como en el exterior, predominó hasta 1978 el uso de las
expresiones “campos de exterminio” o “campos de concentración” para referirse a los
espacios de detención ilegal. El uso de estos términos puede encontrarse, por ejemplo,
en el documento Argentina: Proceso al Genocidio, presentado en 1977 por la Comisión
Argentina de Derechos Humanos (CADHU), o en la Carta Abierta a la Junta Militar,
publicada por Rodolfo Walsh en el primer aniversario del golpe de Estado. En esta úl-
tima, Walsh denunciaba que “colmadas las cárceles ordinarias, crearon ustedes en las
principales guarniciones del país virtuales campos de concentración donde no entra
ningún juez, abogado, periodista, observador internacional”9. A partir de 1979, si bien
“campos de concentración” siguió siendo la denominación más utilizada, aparecie-
ron también otras variantes como “campo de concentración militar”, “bases operativas
clandestinas”, “campo de concentración y exterminio”, “centros de tortura y represión”
o “campo de prisioneros”.

Fue recién en 1980, en el Informe sobre la Situación de los Derechos Humanos en


Argentina elaborado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH)
luego de su visita al país, que apareció por primera vez la categoría “centro clandestino
de detención”, junto a otras similares como “centros especiales de detención”, "lugares
clandestinos de detención", "lugares clandestinos de reclusión", "sitios de detención",
"centros no oficiales de detención", "centros clandestinos o secretos de detención"10. A
partir de entonces, aunque sin perder total terreno las categorías más vinculadas a la
representación de la experiencia del nazismo, empezó a cobrar cada vez más peso el
concepto de “clandestinidad” para describir la experiencia local11.

8  Archivo Nacional de la Memoria (2012). Documentos del Estado terrorista: Directiva del comandante general
del ejército nº 404/75, (lucha contra la subversión). Plan del Ejército (Contribuyente al Plan de Seguridad
Nacional). Buenos Aires: Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación. Secretaría de Derechos Hu-
manos.

9  Walsh, R. Carta Abierta a la Junta Militar, 1977. Disponible en


https://www.espaciomemoria.ar/descargas/Espacio_Memoria_Carta_Abierta_a_la_Junta_Militar.pdf. Última
fecha de consulta: octubre 2023.

10  Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Informe sobre la situación de los derechos humanos en Ar-
gentina. Washington, 11 de abril de 1980. Disponible en http://www.cidh.org/countryrep/argentina80sp/indice.
htm . Última fecha de consulta: octubre 2023.

11  Cabe aclarar que, si bien en las primeras denuncias el adjetivo “clandestino” no fue utilizado para describir
los espacios de cautiverio, sí se denunciaron desde un principio la clandestinidad y el secretismo inherentes al
aparato represivo montado por la dictadura. En la citada carta a la junta militar, Rodolfo Walsh señalaba, por

Los centros clandestinos de detención en Argentina 14


Con el retorno a la democracia, se abrió una nueva etapa en la investigación y con-
ceptualización de los crímenes cometidos durante la última dictadura, así como de los
dispositivos utilizados para la represión. Sin duda, un hito fundamental fue la con-
formación de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP),
creada por el presidente Raúl Alfonsín el 15 de diciembre de 1983. Como ya ha sido
señalado anteriormente, fue en el informe Nunca Más, elaborado por dicha comisión
y publicado en septiembre de 1984, que se consolidó el uso de “centro clandestino de
detención” para referirse a los espacios de cautiverio desplegados a lo largo y ancho
del país por el aparato dictatorial –registrados en aquel momento en un número apro-
ximado de 340–, siendo este el concepto más utilizado en el documento, tanto en el
cuerpo del texto como en los títulos y subtítulos12.

Al momento de precisar dinámicas diferenciadas, sin embargo, en el informe de la


CONADEP se distinguían dos tipos de espacios, “dos grandes categorías de centros
clandestinos de detención”, delimitados en función del tiempo de permanencia de las
personas allí secuestradas y del destino que se les daba. En este sentido, el informe des-
cribe, por un lado, el “lugar transitorio” (LT) donde “el tiempo de detención era –salvo
excepción– corto” y al cual “el detenido llegaba inmediatamente después del secuestro
o, si así se determinaba, en el período previo a su liberación o a su puesta a disposición
del Poder Ejecutivo Nacional”; y, por otro lado, el “lugar de reunión de detenidos”
(LRD), donde “los detenidos eran mantenidos, en general, por períodos considera-
bles de tiempo hasta que se decidía su destino definitivo”13. Esto se condice de alguna
manera con el testimonio brindado ante la CONADEP en 1984 por Néstor Norberto
Cendón, quien fuera agente de Inteligencia del Batallón 601, cuando declaró que

con referencia a los LRD (lugar de reunión de detenidos) […]. En 1976 se les denominó
también LT o LD según fueran lugares de tránsito o definitivos, esto quería expresar
que en los transitorios eran sometidos a interrogatorios para determinar el grado de
responsabilidad, según el cual serían liberados o conducidos a un lugar definitivo14.

De esta forma, es posible afirmar que para el análisis y descripción de la represión


se hizo necesario, desde muy tempranamente, señalar ciertas diferencias notorias en

ejemplo, “El secreto militar de los procedimientos, invocado como necesidad de la investigación, convierte a la
mayoría de las detenciones en secuestros que permiten la tortura sin límite y el fusilamiento sin juicio”. Walsh,
R, 1977. Op. Cit.

12  CONADEP, 1985 [1984]. Op. Cit.

13  Idem, p. 80. En el informe también se subraya la coexistencia y confluencia entre estos espacios de cautiverio
“clandestinos” con aquellos “legales” en el armado del dispositivo represivo.

14  CONADEP. Legajo N° 07170. Serie Legajos CONADEP de víctimas del terrorismo de Estado. Subfondo
CONADEP. Fondo Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Archivo Nacional de la Memoria. Argentina.
fs. 12.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 15


el funcionamiento de los distintos espacios de cautiverio denunciados. Como se verá
más adelante, esta primera clasificación, retomada por la CONADEP del propio ám-
bito militar, se fue luego complejizando a partir del surgimiento de nuevas denuncias,
del avance de las investigaciones –tanto académicas como judiciales– y de un acerca-
miento al objeto de estudio que fue incorporando múltiples variables. Así, el debate en
torno a la “clandestinidad” de las detenciones y de los lugares de cautiverio sumó otras
dimensiones e interrogantes, poniendo en cuestión la validez de la generalización de
la categoría “centros clandestinos de detención” para abarcar los distintos tipos de es-
pacios de cautiverio existentes, así como la centralidad otorgada a estos lugares dentro
de algunos circuitos represivos.

Siguiendo con la genealogía, puede afirmarse que la causa 13/84, conocida como
Juicio a las Juntas, fue otro de los hitos clave en la construcción de una memoria social
referida a los crímenes cometidos por la dictadura. En la sentencia dictada en diciem-
bre de 1985, el término más utilizado por el tribunal para referirse a los espacios de
cautiverio fue “centro” –y sus variables, “centros de detención”, “centros de cautiverio”,
“centros de detención clandestinos”, “centros dependientes del ejército”–, mientras que
el término “campo” –o “campo de concentración”, “campo clandestino”, “campos de
detención”– aparecía en forma más ocasional y, en general, incorporado en citas de
testimonios. Por otro lado, el concepto “lugar de reunión de detenidos” figuraba úni-
camente dos veces, ambas en fragmentos de testimonio de militares, quedando así
relegadas las categorías castrenses por detrás de aquellas recuperadas y/o construidas
desde los ámbitos de denuncia y militancia15.

Tanto en el Nunca Más como en la sentencia, la “clandestinidad”, el “ocultamiento”


y el “secretismo” del accionar represivo y de los espacios de cautiverio instalados a tal
fin fueron puntos centrales del análisis efectuado por el tribunal, y se convirtieron en
uno de los argumentos principales a favor de la condena a los imputados quienes, por
su parte, negaron rotundamente durante este período el carácter “clandestino” de los
centros de detención.

Cerrada esta primera etapa de investigación y juzgamiento de los crímenes come-


tidos durante la última dictadura, la década de 1990 estuvo marcada por el activismo
y resistencia de las y los militantes y organismos de derechos humanos, quienes lu-
charon por la reapertura de los procesos judiciales, a la vez que empezaron a exigir la
visibilización y señalización de los ex centros clandestinos de detención16. A modo de

15   Informe Proyecto UBACYT. Op. cit.

16  En efecto, a partir de la sanción de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final –conocidas popularmente
como “leyes de impunidad”– y de los indultos a los integrantes de la cúpula militar, la década del noventa estuvo
marcada principalmente por el estancamiento, por parte del Estado, de los procesos de búsqueda de “verdad y
justicia” (más allá de la continuidad de ciertos procesos judiciales o de la aprobación de leyes reparatorias para
las víctimas de la dictadura y sus familiares). Fueron años, a su vez, en los que fue cobrando cada vez más impor-
tancia el reclamo de “memoria”, lo cual llevó a una reconfiguración de las demandas en términos de “memoria,

Los centros clandestinos de detención en Argentina 16


ejemplo, pueden mencionarse las Jornadas de la Memoria organizadas en 1996 y 1997
en el bajo autopista donde otrora funcionara el CCD “Club Atlético”17. En los registros
audiovisuales de dichas jornadas, se observa cómo las y los sobrevivientes y activis-
tas utilizaron en aquel momento, en forma intercambiable, las categorías “campo de
concentración” y “centro clandestino de detención”. Así, entre las señalizaciones de la
actividad del 6 de julio de 1996 se encontraba tanto una pintada que decía “Aquí fun-
cionó el campo de concentración ‘El Atlético’”, como una bandera con la leyenda “365
centros clandestinos de detención en todo el país”. En las entrevistas realizadas a las y
los sobrevivientes que participaron de aquellas actividades también puede apreciarse
el uso intercalado de ambas expresiones18.

Con respecto a las categorías utilizadas por los victimarios, en este período de rei-
nante impunidad puede señalarse una clara diferencia con respecto a momentos ante-
riores en los que la existencia de los centros clandestinos de detención era negada com-
pleta o parcialmente por estos actores. En este sentido, si en 1977 Videla sostenía la
inexistencia de “campos de concentración” y en 1984 Menéndez descartaba que estos
tuviesen un carácter “clandestino”, en la década de 1990 algunos represores de menor
jerarquía, que habían actuado personalmente en dichos centros, reconocieron públi-
camente su accionar y el lugar jugado por esos espacios durante la última dictadura19.
Así, por ejemplo, en 1995 Julio Simón, alias “el Turco Julián”, apareció en un programa
de televisión reconociendo las torturas y asesinatos cometidos en aquellos lugares y
explicó, ante la pregunta del entrevistador, la razón de la “clandestinidad” de los cen-

verdad y justicia” y, en ese marco, a otro tipo de miradas e intereses sobre los centros clandestinos de detención
(Guglielmucci, 2013).

17  El CCD “Club Atlético” funcionó desde principios de 1977 hasta diciembre de ese mismo año en el sótano de
un edificio de la Policía Federal de la Capital Federal, el cual fue demolido a fines de 1978 para la construcción de
la autopista 25 de Mayo. Las Jornadas de la Memoria comenzaron a organizarse por iniciativa de la agrupación
político-social Encuentro por la Memoria y consistieron en actos de conmemoración y de denuncia, a través
de los cuales se buscaba visibilizar lo allí sucedido y exigir a las autoridades gubernamentales la excavación del
lugar, ya que se creía que las estructuras del sótano podían continuar en pie. Para registros audiovisuales ver
Proyecto de Recuperación de la Memoria. Centro Clandestino de Detención “Club Atlético”. Disponible en: http://
memoriaexatletico.blogspot.com/p/audiovisual.html. Último ingreso: 8 de noviembre de 2023.

18  En las entrevistas que aparecen en el registro de la primera Jornada de la Memoria puede verse, por ejem-
plo, cómo la entrevistadora pregunta por los “campos clandestinos”; Delia Barrera hace referencia a su paso por
el “centro clandestino de detención”; Ana María Careaga y Mario Villani utilizan las categorías de “campo de
concentración” o “campo”; y Nora Strejilevich menciona intercaladamente los términos “centro” y “campo” Ver
Proyecto de Recuperación de la Memoria., Op. cit.

19  El informe Nunca Más recupera dos citas de la revista Gente. La primera, de Jorge Rafael Videla, del 22 de
diciembre de 1977: “Yo niego rotundamente que existan en la Argentina campos de concentración o detenidos
en establecimientos militares más allá del tiempo indispensable para indagar a una persona capturada en un pro-
cedimiento y antes de pasar a un establecimiento carcelario”. La segunda, de Luciano Benjamín Menéndez, del 15
de marzo de 1984: “...La Perla, ¿existió? Sí, era un lugar de reunión de detenidos, no una cárcel clandestina... los
subversivos estaban ahí más al resguardo de sus pares...”. CONADEP, 1985 [1984], Op. cit., p. 55-56

Los centros clandestinos de detención en Argentina 17


tros de detención: “Y, creo que porque no podía ser, una cosa de esas, legal…”20. De
igual forma, al año siguiente, otro ex integrante de la Policía Federal, Juan Antonio Del
Cerro –alias “Colores”–, dio una entrevista a cara tapada, donde explicaba el motivo
de la instalación de los “centros de detención secretos”21.

Los espacios de cautiverio de la dictadura también se convirtieron en un objeto de


estudio para el ámbito académico. Para este período, cabe destacar la publicación en
1998 de Poder y desaparición: los campos de concentración en Argentina, de Pilar Cal-
veiro, una de las investigaciones clave sobre la experiencia concentracionaria por la
cual pasaron miles de personas en la Argentina, entre ellas, la autora del libro. Como el
propio título lo indica, la categoría escogida por Calveiro para referirse a los espacios
de cautiverio era nuevamente aquella recuperada de la experiencia del nazismo, la de
los “campos de concentración” o “campos de concentración-exterminio”, mientras que
la categoría “centro clandestino de detención” o “centro clandestino”, aparecía mencio-
nada únicamente tres veces en el libro22. Como será desarrollado en el próximo apar-
tado, la autora asignaba a la desaparición de personas y a estos lugares de cautiverio un
rol central en el dispositivo represivo desplegado a partir del golpe de 1976. La obra,
a su vez, presentaba y analizaba las dinámicas y lógicas de funcionamiento de estos
espacios, las características de las víctimas y victimarios, así como las vinculaciones
entre el adentro y el afuera de estos enclaves. Cabe señalar que, para la comprensión y
explicación de la experiencia local, Calveiro remitía en más de una ocasión, en forma
directa e indirecta, al nazismo y a las interpretaciones que se ensayaron sobre dicho
fenómeno23.

Con el cambio de milenio, se abrió un nuevo período en torno a la investigación y


judicialización de los hechos represivos ocurridos entre 1976 y 1983, y respecto de la
conceptualización y visibilización de los lugares que funcionaron como centros clan-
destinos de detención. Por un lado, la anulación en 2003 y la declaración de incons-
titucionalidad en 2005 de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final permitieron
la reapertura de los juicios por delitos de lesa humanidad. En general, estos procesos
judiciales retomaron como jurisprudencia y marco conceptual la sentencia de la “causa

20  Telenoche Investiga. Entrevista a Julio “Turco Julián” Simón, mayo de 1995, minuto 0:45. Disponible en
https://www.youtube.com/watch?time_continue=164&v=MDQPIY-kLJU&embeds_referring_euri=http%3A%-
2F%2Fmemoriaexatletico.blogspot.com%2F&source_ve_path=MzY4NDIsMzY4NDIsMzY4NDIsMjM4NTE&-
feature=emb_title Último ingreso: 8 de noviembre de 2023.

21  Investigación X. Entrevista a Juan Antonio del Cerro, 1996. El entrevistado sostenía que “cuando se mandaban
los detenidos a las comisarías, la organización atentaba contra la comisaría, ponía bombas, mataba a los policías,
hacía todo… Entonces se decidió hacer los centros de detención secretos”. Fragmento disponible en el minuto 58
del registro de la primera Jornada de la Memoria en Proyecto de Recuperación de la Memoria, Op. cit.

22  La primera de esas menciones corresponde al Preludio, firmado por Juan Gelman; las otras dos, a la autora.

23  Cabe destacar aquí que en estos años cobran fuerza a nivel global las memorias de la experiencia de la Shoá
y el genocidio nazi, lo cual sin dudas permeó las construcciones memorialísticas y analíticas referidas a la última
dictadura militar en nuestro país. Ver Jensen (2019).

Los centros clandestinos de detención en Argentina 18


13” y utilizaron mayoritariamente la categoría “centro clandestino de detención” para
hacer referencia a los lugares de cautiverio investigados. Pero, a su vez, el desarrollo
de estos juicios a lo largo y ancho de todo el país permitió ir acrecentando progresiva-
mente la documentación, los testimonios y la información disponible sobre el funcio-
namiento del aparato dictatorial a escala regional.

En paralelo a la reapertura de los juicios en 2005, aunque ya desde fines de la década


de 1990, se produjo un cambio rotundo en cuanto a la consolidación de políticas pú-
blicas de memoria. Así, el Estado, en sus distintos niveles y esferas, pasó a jugar un rol
clave a partir de medidas como la creación de áreas institucionales específicas sobre la
temática, la promulgación de normativa, la apertura de archivos, entre otras. En par-
ticular, respecto de los lugares de cautiverio utilizados durante la última dictadura, se
avanzó en una política de señalización24, cuando no de “recuperación” y reconversión
en espacios para la memoria25. En el marco de estas iniciativas, promovidas fuertemen-
te también por militantes y organismos de la sociedad civil, se siguió instalando con
fuerza la categoría (ex) “centro clandestino de detención”, a la cual se sumaron varian-
tes como “centro clandestino de detención y tortura” (CCDyT) y “centro clandestino
de detención, tortura y exterminio” (CCDTyE).

Por otro lado, como parte de estas políticas públicas, se formalizó en 2014 el RUV-
TE, que quedó a cargo, entre otras funciones, de la publicación de la nómina oficial de
centros clandestinos y otros lugares utilizados para la detención ilegal de personas26.
Para la conformación de dicha nómina, el RUVTE estableció distintas categorías que
dan cuenta de la multiplicidad de los espacios de cautiverio a clasificar, entre los que
se incluía toda dependencia, lugar o predio, militar, policial, privado o de propiedad
estatal que hubiera alojado detenidas y detenidos en forma ilegal o clandestina.

Su informe publicado en 2015 señala que “no todos los lugares que se incluyen
pueden o deben considerarse centros clandestinos de detención según el criterio más

24   La Ley N° 26.691, sancionada en 2011, declara "Sitios de Memoria del Terrorismo de Estado" a los luga-
res que funcionaron como centros clandestinos de detención, tortura y exterminio o donde sucedieron hechos
emblemáticos del accionar de la represión ilegal desarrollada en el país hasta el 10 de diciembre de 1983. A su
vez, garantiza la preservación, señalización y difusión de los sitios de memoria por su valor testimonial y por su
aporte a las investigaciones judiciales relacionadas con crímenes de lesa humanidad.

25  En Argentina, el proceso mediante el cual se logra la (re)apropiación de sitios utilizados en el marco del
terrorismo de Estado para las violaciones a los derechos humanos, para su conversión en espacios públicos des-
tinados a la rememoración de los hechos allí ocurridos, al homenaje a las víctimas y a la defensa de los derechos
humanos ha sido calificado como un “proceso de recuperación” (Feld, 2011).

26  Si bien la conformación formal del RUVTE data de 2014, sus desarrollos y producciones son el resultado de
un trabajo de más de 25 años en distintos ámbitos del Estado Nacional. Para más información, ver Secretaría de
Derechos Humanos. “Registro Unificado de Víctimas del Terrorismo de Estado”. Argentina.gob.ar. Disponible en:
https://www.argentina.gob.ar/derechoshumanos/ANM/registro-unificado-de-victimas-del-terrorismo-de-esta-
do-0. Último ingreso: 8 de noviembre de 2023.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 19


extendido en uso ampliamente descripto en el Informe Nunca Más”27. Por el contrario,
el documento comprende dentro de dicha categoría únicamente a aquellos lugares que
reunían ciertas características específicas: a) la clandestinidad y el secreto sobre el uso
dado a las instalaciones; b) el uso sostenido en el tiempo; c) instalaciones especial-
mente construidas, modificadas o funcionalmente adaptadas para alojar prisioneras y
prisioneros en gran número y por períodos prolongados; d) la realización en el lugar
de interrogatorios sistemáticos acompañados de tormentos, como parte de la actividad
de inteligencia de los distintos grupos de tareas (GT) y, en general, su base operacional;
e) la aplicación desde o en sus dependencias del destino final de las y los prisioneros.
Asimismo, se proponía la idea de “circuito o estructura represiva” para dar cuenta del
funcionamiento coordinado entre distintas dependencias que, a diferencia de los CCD
más emblemáticos, no reunían ese conjunto de características en un único lugar28.

Para aquellos espacios de cautiverio que quedaban por fuera de estas definiciones,
el RUVTE buscó desarrollar y aplicar “criterios de clasificación que diferenciaran cada
lugar según su función dentro del plan represivo integral, por los que se comienza a
considerar y a registrar a estos otros lugares como CCD de funcionamiento eventual,
o puntos de apoyo para el accionar represivo ilegal”29. Por otra parte, se incluían en el
informe casos identificados como “excepciones”: hospitales a los que fueron llevadas
transitoriamente personas secuestradas, catalogados como “puntos de apoyo sanita-
rio”; y unidades penales en las que únicamente ingresaron detenidas y detenidos “lega-
lizados”, que fueron considerados parte del plan represivo integral por alojar personas
sin causa ni proceso.

Por último, y a modo de cierre de esta genealogía, resta señalar que esta nueva etapa
estuvo marcada también por la explosión de trabajos académicos y literarios que abor-
daron desde distintos enfoques la temática de la violación a los derechos humanos y
los centros clandestinos de detención de la dictadura. Estas publicaciones se nutrieron
de las fuentes documentales y testimoniales generadas en los ámbitos judiciales y esta-
tales antes mencionados, a la vez que se convirtieron ellos mismos en insumos de gran
valor, recuperados y utilizados por aquellos ámbitos. Estos estudios aportaron, sin lu-
gar a dudas, mayores distinciones sobre los espacios de cautiverio y sus dinámicas de

27  RUVTE, 2015. Op. cit., pp. 1575-1576.

28  Como ejemplo, en el informe se explica que “un CCD específico pudo haber alojado detenidos pero en sus
dependencias no se realizaban interrogatorios ni se aplicaban tormentos, tarea para la cual los detenidos eran
trasladados periódicamente hacia otros lugares de reclusión”. Ibidem, pp. 1575-1576.

29  Como “puntos de apoyo”, el RUVTE designa a “los lugares o dependencias que, como parte de un circuito
o estructura dada, habrían alojado excepcionalmente detenidos ‘en tránsito’ hacia o desde otros lugares de re-
clusión clandestinos, o que hubieran alojado personas detenidas ilegalmente de forma eventual, por períodos
cortos de tiempo en cumplimiento de tareas propias de su función, de policía u otras, o en casos específicos. En
esta categoría se incluyen, entre otras, un gran número de dependencias de las fuerzas de seguridad, comisarías,
alcaidías o similares, en las que coexistieron regímenes de detención ‘legal’ o ‘semilegal’, con situaciones de cau-
tiverio clandestino”. Ibidem, p. 1576.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 20


funcionamiento, así como a un conocimiento más profundo sobre las distintas mo-
dalidades adoptadas por el aparato represivo desplegado durante la última dictadura.

Dinámicas de funcionamiento, nuevas conceptualizaciones y abordajes

Realizado hasta aquí un recorrido por las denominaciones y modos en que se han
conceptualizado los espacios de cautiverio utilizados para el alojamiento clandestino o
ilegal de personas, interesa a continuación precisar cuáles fueron las dinámicas de fun-
cionamiento que adquirieron estos lugares, así como las redes represivas y territoriales
en las que se insertaron y las especificidades que tuvieron en su accionar.

Avanzar en este sentido presupone reconocer que, lejos de haber sido entidades
estables en el tiempo, estos lugares tuvieron una historicidad que se vuelve necesario
analizar, destacando sus matices y variaciones. Además de este enfoque diacrónico,
resulta operativo en términos metodológicos recurrir a los cambios en las escalas de
observación, lo cual permite atender a particularidades del funcionamiento de estos
espacios que suelen omitirse en los estudios más macrohistóricos o bien enfocados
en las grandes urbes. Así, a partir de algunos trabajos que han adoptado este tipo de
abordaje, es posible acceder a características peculiares de la operatoria de los espacios
de detención clandestina, que vuelven más inteligible sus dinámicas de funcionamien-
to y habilitan a conocer, de manera más precisa, la violencia sistemática desplegada
desde el Estado dictatorial. En primer lugar, puede señalarse cómo, al poner el foco
de análisis fuera de los grandes centros urbanos, emerge como problema un desfasaje
entre los conceptos genéricos utilizados canónicamente para referirse a las formas de
detención y retención de presas y presos políticos durante la última dictadura –“cen-
tro clandestino de detención” y “campo de concentración”– y las unidades de análisis
específicas investigadas. En particular, es posible marcar una disonancia respecto de la
hipótesis que subyace en ellas y que sostiene que la desaparición de personas en estos
espacios fue la modalidad arquetípica con la que el poder dictatorial se desplegó en
todo el territorio nacional. Si bien no se trata de una teoría formulada de manera explí-
cita, la misma ha sido desarrollada en el trabajo de Pilar Calveiro citado anteriormen-
te (1998). Allí, la autora sostiene que luego del golpe de Estado la “desaparición y el
campo de concentración-exterminio” dejaron de “ser una de las formas de la represión
para convertirse en la modalidad represiva del poder” y que “desde entonces, el eje de
la actividad represiva dejó de girar alrededor de las cárceles para pasar a estructurarse
en torno al sistema de desaparición de personas, que se montó desde y dentro de las
Fuerzas Armadas” (Calveiro, 1998: 27).

De esta forma, sin negar la centralidad que tuvieron los denominados “campos de
concentración-exterminio”, especialmente en los grandes centros urbanos, lo que es-
tudios de este tipo han dejado en evidencia es que dicha centralidad estuvo a su vez en
centros de detención de tipo diferente; que tuvieron características propias y dinámi-

Los centros clandestinos de detención en Argentina 21


cas de funcionamiento distintas a la de los denominados “campos de concentración”
o “centros clandestinos de detención”. En efecto, se trató de lugares de confinamiento
donde la clandestinidad estuvo precisamente en las características de la detención y no
en los lugares donde esta acción fue llevada a cabo. De allí surge la noción de “centro
de detención clandestina (CDC)” (Scatizza, 2014), para aludir a esos espacios que fun-
cionaron en lugares públicos, conocidos y concurridos asiduamente por la comuni-
dad, ubicados generalmente en comisarías y delegaciones locales de la Policía Federal.
Como han señalado Scatizza y González Tizón,

si era correcto, como sostenía Calveiro, que la “desaparición y el campo de concen-


tración-exterminio” fueron la modalidad represiva principal del poder, “ejecutada de
manera directa desde las instituciones militares”, creemos que esta dinámica fue com-
plementada por otra donde el lugar central lo ocupaban el secuestro y el CDC y en la
que la detención clandestina no era ejecutada de manera directa desde las instituciones
militares, sino desde las fuerzas policiales y de seguridad (2020: 138).

A diferencia de lo que ocurría generalmente en los CCD, donde las personas secues-
tradas eran llevadas encapuchadas o con los ojos vendados (“tabicadas”), generalmen-
te en horarios nocturnos y desconociendo dónde eran conducidas, en los CDC que
funcionaban en lugares públicos, las y los detenidos eran trasladados, en numerosas
ocasiones, a cara descubierta, siendo incluso ingresados por la puerta principal del
establecimiento y a plena luz del día. Una vez adentro las prácticas de interrogatorios
bajo tortura, violaciones y todo tipo de vejámenes se reiteraban como en los denomi-
nados CCD. En muchos casos las víctimas, al no estar vendadas, fueron capaces de re-
conocer a sus captores y torturadores, lo cual permitió, por ejemplo, su identificación
posterior en instancias judiciales.

Así sucedió, por ejemplo, en la Zona de Defensa V. En efecto, si bien en la región


de Bahía Blanca, los CCD como “La Escuelita”, “Baterías” y el “Buque ARA 9 de Julio”
centralizaron el despliegue del dispositivo represor (Montero, 2019), al correr la len-
te hacia localidades alejadas de esa ciudad como Viedma o Sierra Grande, los CDC
vuelven a ser los protagonistas30. De igual forma, en las provincias de Río Negro y
Neuquén, mientras “La Escuelita”, ubicada en la capital neuquina y bajo control del
ejército, se constituyó como el CCD más importante, el circuito represivo estuvo prin-
cipalmente articulado en torno a los CDC, tanto en términos cuantitativos como cua-
litativos (Scatizza, 2019). Tanto fue así que, en la Subzona 52 (que abarcaba la totalidad
de la provincia de Neuquén y la mayor parte de Río Negro), por ejemplo, de los 118
casos denunciados en el expediente judicial en el que se investigan los delitos de lesa
humanidad cometidos durante la dictadura, se constató el traslado y la permanencia
en “La Escuelita” de unas sesenta personas, de las cuales sólo veinte fueron llevadas di-
rectamente a ese CCD. Las otras cuarenta pasaron previamente por algunos de los diez

30  Ver también sobre esta región el quinto capítulo de esta publicación.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 22


CDC que funcionaron como tales con cierta sistematicidad en esa región31. “Es decir
que más del 80% del total de hombres y mujeres secuestradas en la región comenzó su
derrotero en algún centro de detención clandestina, antes de ser llevados/as a algún
otro espacio de reclusión, o finalmente liberados/as directamente desde aquellos luga-
res” (Scatizza y González Tizón, 2020: 141).

Las jefaturas de policías provinciales estuvieron bajo el mando de oficiales de las


Fuerzas Armadas o de alguna Fuerza de Seguridad –incluso en ciertas zonas desde
antes del golpe de Estado–, y en no pocas de sus dependencias principales funcionaron
centros clandestinos de detención cuya importancia fue superlativa en el despliegue
represivo. Tales fueron los casos de las ciudades de Mendoza y Rosario, por ejemplo,
cuyas dinámicas permiten matizar lo dicho en el párrafo anterior para continuar com-
plejizando la aparente centralidad de la “desaparición y el campo de concentración-ex-
terminio” como modalidad represiva principal del poder, “ejecutada de manera directa
desde las instituciones militares”. En efecto, como se puede generalizar a partir de los
trabajos de Laura Rodríguez Agüero (para el caso mendocino) o de Gabriela Águila
(para el rosarino), en esas ciudades, sin duda nodales del desarrollo de la represión
estatal de las zonas de defensa 3 y 2, respectivamente, la articulación de la detención
clandestina estuvo dada por y desde los Departamentos de Informaciones de las po-
licías provinciales, ubicadas en pleno centro y a la vista de toda la comunidad32. Sin
embargo, a diferencia de lo sucedido en Neuquén, donde las víctimas secuestradas
eran ingresadas por la puerta principal, con la cara descubierta y sin mayores preocu-
paciones de eventuales testigos, en aquellos casos lo hacían de manera clandestina, con
los ojos vendados y por accesos laterales.

Así como se señaló más arriba sobre la importancia metodológica de modificar la


escala de observación para atender matices y modos de funcionamiento diferenciados
a lo largo del territorio nacional, también se aludió a la necesidad de los análisis dia-
crónicos para poder observar las dinámicas internas propias de los diferentes espacios
de cautiverio. Se reconocen variaciones que abarcaron diversos aspectos vinculados al
ejercicio de la represión, tales como el despliegue territorial de los operativos de se-
cuestro y la intensidad de los mismos; la articulación con otros espacios de reclusión
clandestina así como con instituciones de detención legales; las modalidades específi-
cas que asumieron los homicidios registrados, las desapariciones y las liberaciones; la
materialidad misma de los lugares de cautiverio; y las prácticas represivas de vigilancia

31  La causa principal, de la cual se desprenden otras atadas a ella, es el Expte. Nº 8736/2005 “Reinhold, Oscar
Lorenzo y otros s/ Delitos c/ la libertad y otros", Juzgado Federal N° 2 de Neuquén.

32  Mendoza es la capital provincial y fue sede del Comando de Subzona 33 con asiento en la VIII Brigada de
Infantería de Montaña, mientras que Rosario era la principal ciudad del sur santafecino y clave en el desarrollo
del accionar represivo de esa región, sede del Comando del II° Cuerpo del Ejército. Para conocer en más detalle
la dinámica represiva en esas regiones en torno a los CCD mencionados, ver Rodríguez Aguero (2020) y Aguila
(2008), entre otros.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 23


y hostigamiento sobre los y las sobrevivientes33. Desde esta perspectiva estudió Rodri-
go González Tizón (2020) la forma de funcionamiento del CCD “El Vesubio”, distin-
guiendo en el período de su funcionamiento como tal –entre marzo de 1976 y octubre
de 1978– tres fases claramente diferenciadas entre sí en función de los aspectos recién
mencionados: una primera “de corte preparatorio” caracterizada por la “dispersión de
la actividad represiva”; la segunda que representó “un salto adelante” en el ejercicio
de la represión dado por el incremento de los operativos de secuestro; y una tercera
“periférica” que implicó una reorientación espacial de los grupos de tareas y una rede-
finición de los blancos a seguir.

Quizá una experiencia histórica más termine de ilustrar la importancia de la mirada


temporal sobre los espacios de cautiverio, esta vez sobre el que es, sin dudas, el centro
clandestino de detención más representativo de la última dictadura militar: la Escuela
de Mecánica de la Armada (ESMA). No son pocos los trabajos que han abordado su es-
tudio (Franco y Feld, 2019 y 2020; Feld, 2019; Actis et al, 2008; Fernández Barrio, 2020
y 2021; Urosevich, 2018; entre otros) y ha sido gracias a los análisis que atendieron a
sus variaciones en el tiempo que se pudo comprender ese lugar en su gran compleji-
dad. Así quedó plasmado, por ejemplo, en la investigación dirigida por Marina Franco
y Claudia Feld (2020), donde la propia pretensión de mirar el fenómeno de manera
diacrónica recorre de punta a punta cada uno de los ensayos que componen la publi-
cación, permitiendo atender a la dinámica que la ESMA adquirió a lo largo del tiempo
y desterrando en el mismo movimiento toda posibilidad de pensar a este espacio como
algo estático. Esta dinámica se fue modificando a lo largo de los años (a diferencia de
la mayoría de los CCD, su actividad como tal se mantuvo a lo largo de toda la dicta-
dura) y se caracterizó por la variación en la constitución de sus grupos de tareas, por
la intensidad de los operativos de secuestro y de desaparición, por la instrumentación
del denominado “proceso de recuperación” de militantes secuestrados, o por la articu-
lación de la represión con el robo y los delitos económicos.

Por otra parte, el ejemplo de la ESMA permite también poner en cuestión otras no-
ciones arraigadas respecto del cautiverio en los CCD y su concepción como espacios
aislados del exterior. En efecto, a partir del análisis del esquema de salidas y entradas
para las y los secuestrados que fueron parte del “proceso de recuperación”, Feld (2019)
da cuenta de las porosidades entre el “afuera” y el “adentro” del CCD, es decir, de las
articulaciones, las tramas e intersecciones entre ambas esferas, las cuales llevan nece-
sariamente a ponderar otras aristas del “poder desaparecedor”. En la misma línea, re-
sulta interesante ampliar aún más las fronteras del análisis incorporando al estudio de
los espacios de cautiverio un enfoque sobre las circulaciones y las prácticas represivas
a escala transnacional34.

33  Sobre esto último, ver Rama (2018).

34  Para más información sobre este tema, ver el tercer capítulo de esta publicación.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 24


En definitiva, pudo verse hasta aquí cómo la modificación de la escala de obser-
vación, así como la historización de los lugares de cautiverio a partir de la mirada
diacrónica sobre su funcionamiento, permite ver de forma más matizada o, mejor di-
cho, problematizada de manera más compleja, la centralidad que habría adquirido el
“campo de concentración-exterminio” como parte de una dinámica puesta en práctica
desde las instituciones militares. Como quedó expresado, la lógica de funcionamiento
de los diferentes centros de detención clandestina que articularon la represión durante
la dictadura adquirió formas variadas en todo el período. Tampoco fue idéntica aún
en un mismo espacio regional ni en un mismo lugar de cautiverio. Y atender a eso es
imprescindible para darle carnadura histórica a este tema, dando cuenta de la histori-
cidad de estos espacios, de sus cambios, así como de las tensiones que pudieron existir
en su interior, tanto entre las víctimas como entre los victimarios. Y ello no hace sino
reafirmar la sistematicidad del plan de exterminio llevado a cabo por las fuerzas mili-
tares, y la centralidad de la detención clandestina en su ejecución.

Palabras finales

Entre otras particularidades que caracterizan a un dispositivo en tanto conjunto de


prácticas discursivas y no discursivas que en un momento histórico dado tiene como
función “responder a una urgencia” (Foucault, 1984: 124), quizá la que más se destaca
es la de su dinamismo; la de ser una red de relaciones que, lejos de representar algo
estático, da cuenta de un entramado capaz de adecuarse a las circunstancias e ir cam-
biando en el tiempo y el espacio en función de sus necesidades.

Es por ello que pensar el despliegue y el desarrollo de la violencia estatal puesta en


práctica durante la última dictadura militar en tanto dispositivo represor permite
atender a ese dinamismo. Se trata de un dispositivo en el cual los espacios de cautive-
rio y, en especial, aquellos cuya centralidad estuvo en la clandestinidad –fuera por las
características del propio espacio, del tipo de detención o de ambas al mismo tiempo–
fueron sin duda un componente fundamental. Estos lugares, lejos de ser iguales entre
sí y funcionar siempre de la misma manera, adquirieron en su accionar un conjunto de
especificidades propias en función de los espacios regionales en los que se insertaron,
de las zonas y subzonas de seguridad que los tuvieron a su mando y de las redes repre-
sivas de las que formaron parte. También, como se explicó hasta aquí, fue resultado
del momento histórico en que estuvieron activos dentro del período estudiado, impri-
miéndole a la propia dinámica represiva distintos grados en su intensidad, alcance y
terror.

La propia genealogía reseñada sobre las denominaciones y los modos de conceptuali-


zación que esos espacios tuvieron desde antes del golpe de Estado de 1976, y sobre los
cuales no hay consensos hasta el día de hoy, es una muestra más de este dinamismo.
Como quedó expresado, hubo diferentes formas de nombrar y caracterizar a los es-

Los centros clandestinos de detención en Argentina 25


pacios ilegales de cautiverio, tanto por los perpetradores de la violencia estatal como
por sus víctimas y familiares, así como por quienes impulsaron y llevaron adelante
las primeras investigaciones judiciales y por quienes, años más tarde, estudiaron en
profundidad el período en cuestión. Estas distintas denominaciones y conceptualiza-
ciones, surgidas en contextos sociopolíticos diversos, dan cuenta tanto de la variedad
de los lugares de enunciación y de los objetivos de comunicación, como de la propia
dinámica represiva a la que se hizo referencia.

Si hubiera que periodizar dichos momentos históricos, podrían sugerirse cuatro tem-
poralidades. Una primera, caracterizada por las denuncias de sobrevivientes, fami-
liares y organismos de derechos humanos en plena dictadura, donde la utilización de
categorías universalmente conocidas como “campo de concentración” buscaba llamar
la atención nacional e internacional y visibilizar el andamiaje del dispositivo represor
frente al ocultamiento de la propaganda militar y el uso de eufemismos castrenses
como “lugares de reunión de detenidos”. Una segunda etapa, durante la transición a
la democracia y los primeros años de esta, en la que confluyeron la necesidad de des-
cribir y juzgar la clandestinidad que caracterizó al plan sistemático, ilegal e ilegítimo
de represión. Una tercera, en los años noventa del siglo pasado, cuando la impunidad
habilitó a ciertos represores a reconocer el secretismo y la ilegalidad de los centros, al
tiempo que sobrevivientes, familiares y organismos de derechos humanos elevaron
nuevamente su voz en busca de justicia, utilizando de manera indistinta las categorías
“campo de concentración y exterminio” y “centro clandestino de detención”. Y, final-
mente, una cuarta etapa en el nuevo milenio, en que el discurso jurídico, acompasado
a los juicios de lesa humanidad que se desarrollaron en gran parte del país, impuso la
categoría de “centro clandestino de detención” (CCD) sin ahondar necesariamente en
su análisis histórico, sino con el lógico objetivo judicial de probar los delitos impu-
tados, mientras que, por otro lado, desde el ámbito académico así como de distintas
áreas de investigación del Estado, se complejizó el estudio de estos espacios a partir de
nuevos testimonios, la incorporación de regiones no estudiadas hasta el momento, la
reducción de las escalas de observación y el análisis diacrónico en el funcionamiento
de dichos lugares.

Estas nuevas miradas y aportes analíticos permitieron discutir las categorías más uti-
lizadas, incorporar matices y complejizar la comprensión del dispositivo represor en
su conjunto.

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Los centros clandestinos de detención en Argentina 29


Las víctimas de la represión clandestina y el
subregistro de las personas liberadas

Florencia Cataldo Díaz


Joan Portos Gilabert
Cristian Rama

Introducción

En las últimas décadas, miles de ex detenidas y detenidos desaparecidos que –por


diferentes motivos– no habían narrado públicamente sus experiencias en torno a la
represión pudieron hacerlo. La proliferación de escenas judiciales en distintas regio-
nes del país, la implementación de políticas públicas para el resguardo de la memoria
de las violaciones a los derechos humanos en instituciones especializadas y un marco
menos criminalizante, que habilitó la escucha con respecto a la militancia política de
las décadas de 1960 y 1970 y a la sobrevida a los espacios de cautiverio, resultaron
esenciales para que estas personas dieran testimonio. Sus declaraciones sumaron in-
formación valiosa, no sólo para la judicialización de responsables de violaciones a los
derechos humanos, sino también para la comprensión de los alcances del dispositivo
de represión. De este modo, pudieron ser identificados nuevos espacios de detención,
circuitos represivos, responsables de violaciones a los derechos humanos y un número
superior de víctimas, quedando al descubierto un subregistro, que –en algunas regio-
nes– representa un universo semejante o, incluso, mayor que el de desaparecidos y
desaparecidas registrados.

En el presente capítulo se examina dicho universo de víctimas de la represión clan-


destina poniendo el foco en las y los ex detenidos o desaparecidos que fueron libera-
dos. ¿Qué lugar ocuparon estos últimos en el dispositivo represivo? ¿Cuáles fueron y
cómo se modificaron los criterios de definición de las categorías “víctima”, “desapareci-
do”, “asesinado”, “liberado” y “sobreviviente”? ¿Es posible identificar dinámicas y tem-
poralidades en cuanto a las desapariciones seguidas de muerte y las liberaciones? ¿Qué
diferencias existen entre las distintas regiones y la escala nacional? ¿Cuáles son las po-
sibilidades de trabajar una cuantificación en torno al total de “víctimas”? Se entiende
que por las características de los procesos de elaboración social del pasado vinculado
a la represión dictatorial en el país y las formas de reconocimiento y validación de las
experiencias del universo de víctimas, particularmente por parte del Estado, hubo du-
rante muchos años dificultades para dar cuenta de las personas liberadas en su calidad
de desaparecidas. En contraste con la figura canonizada de los desaparecidos, la de los
liberados fue condicionada por la centralidad de aquella y pensada en términos de su

Los centros clandestinos de detención en Argentina 30


excepcionalidad. En esta línea, dar cuenta de dicho subregistro, examinando en térmi-
nos cualitativos y cuantitativos las particularidades de las experiencias de desaparición
forzada de estas personas, permite redimensionar lo conocido sobre las víctimas de la
represión clandestina.

Para el abordaje de este trabajo, se combina una escala de análisis nacional con otra
regional. Esta última se sitúa en los territorios que durante la última dictadura con-
formaron las subzonas militares 15 y 51, la primera con comando en la ciudad de Mar
del Plata y la segunda en Bahía Blanca1. La selección de los estudios de caso remite, en
primer término, a que se cuenta con datos que permiten ofrecer un análisis minucioso,
dado el trabajo del equipo del Espacio para la Memoria y la Promoción de los Derechos
Humanos ex ESIM de Mar del Plata e investigaciones académicas previas. En segundo
lugar, ambas regiones resultan interesantes ya que se caracterizaron por un alto nivel
de conflictividad durante los años sesenta y setenta, especialmente las ciudades de Mar
del Plata y Bahía Blanca, y en ellas la represión adquirió grandes dimensiones. En las
dos subzonas actuaron distintas fuerzas represivas bajo el comando del ejército y de
la armada, hubo centros de detención con distintos tipos de jerarquía y cuentan con
cifras de víctimas similares. Asimismo, en la posdictadura los dos territorios contaron
con un potente activismo por los derechos humanos y a la actualidad se han desarro-
llado varios juicios, por lo que existe un vasto acervo de fuentes que permite analizar
tanto la represión como las memorias producidas en torno a esta.

Dos ejes analíticos guían este estudio. El primero explora los lugares y roles otorga-
dos socialmente a las y los sobrevivientes entre finales de los setenta y en los ochenta,
especialmente en los informes de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Per-
sonas (CONADEP) y las delegaciones que actuaron en Mar del Plata y Bahía Blanca.
El segundo examina las cifras de personas detenidas desaparecidas, asesinadas y libe-
radas, partiendo de un análisis de la información registrada por la CONADEP, el Re-
gistro Unificado de Víctimas del Terrorismo de Estado (RUVTE), la base de datos del
Espacio para la Memoria ex Escuela de Suboficiales de Infantería de Marina (ESIM) de
Mar del Plata e investigaciones académicas.

Adscribiendo a los consensos interpretativos generados en la comunidad académi-


ca, que en las últimas décadas han matizado el carácter excepcional de la última dic-
tadura y advertido fuertes líneas de continuidad entre las prácticas represivas estatales

1  Dentro de la Zona 1, bajo la órbita del I Cuerpo de Ejército, se encontraba la Subzona 15 –cuyo comando
tenía asiento en Mar del Plata– integrada a su vez por el Área 151 (partidos de Gral. Alvarado, Gral. Pueyrredón,
Lobería, Necochea y San Cayetano) y el Área 152 (partidos de Balcarce, Gral. Lavalle, Gral. Madariaga y Mar
Chiquita). La Zona 5, comandada por el V Cuerpo de Ejército, incluyó la Subzona 51, que a su vez se dividió en
tres áreas: la 511 (partidos de Bahía Blanca, Villarino, Tornquist, Coronel Pringles, González Chávez, Coronel
Dorrego, Tres Arroyos, y el departamento de Caleu Caleu de La Pampa), el Área 512 (partidos de Saavedra,
Adolfo Alsina, Guaminí, Coronel Suárez y Puan), y el Área 513 (correspondiente al Distrito Militar Río Negro,
ubicada en Viedma y con jurisdicción en Carmen de Patagones y los departamentos de General Conesa, Adolfo
Alsina, Pichi Mahuida, Avellaneda, San Antonio, Valcheta y 9 de Julio).

Los centros clandestinos de detención en Argentina 31


de los años sesenta y setenta, en el presente estudio se pone el foco en el período que se
abre en febrero de 1975 con el Operativo Independencia y que cierra en los primeros
años del gobierno de Raúl Alfonsín, cuando se produjeron las últimas liberaciones de
personas detenidas durante la dictadura.

Lejos de abonar a la disputa instalada por sectores conservadores de la Argentina,


que ponen en tela de juicio la cifra emblemática de “30.000” con el fin de relativizar
los crímenes de Estado, se advierte, en primer lugar, que resulta imposible contar un
número definitivo de víctimas, ya que, debido a una multiplicidad de causas (entre
ellas las dificultades de lidiar con el trauma, la falta de confianza en el aparato estatal
y la estigmatización social), “el subregistro y la subdenuncia son endémicos” (Feiers-
tein, 2018: 62). La cifra trasciende la desaparición y el exterminio en tanto refleja la
dimensión clandestina de los delitos cometidos, adquiriendo un significado simbólico
que excede lo numérico, pues no es posible mensurar la desaparición: “Las muertes se
‘escriben’ en el aparato burocrático del Estado, para luego ser ‘inscriptas’ en un registro
psíquico. Esto las hace registrables y contables. Se sabe cuántas son. Y hay (…) alguna
certeza proveniente de la realidad externa” (Rousseaux, 2018)”.

Por lo tanto, en este capítulo se busca contribuir al análisis de cifras que necesaria-
mente son incompletas y que surgen, justamente, de diferentes registros producidos
por una diversidad de políticas públicas: el RUVTE y las investigaciones judiciales,
académicas y en espacios para la memoria. Se parte de la idea que el símbolo de los
30.000 contiene, además de las personas que permanecen desaparecidas y las que fue-
ron asesinadas, a aquellas víctimas que estuvieron desaparecidas y luego fueron li-
beradas. A la vez, se sostiene que es importante considerar al momento de pensar
las víctimas otras formas de padecimiento del accionar represivo, no necesariamente
clandestino: quienes pasaron por los regímenes carcelarios “legales”, siempre atrave-
sados por diversas prácticas de tormentos y torturas, aquellos y aquellas que fueron
cesanteados por cuestiones políticas y, también, quienes, producto de la persecución,
tuvieron que vivir años escondiéndose, mudándose constantemente, viviendo en la
clandestinidad o escapando a otras ciudades del país o al extranjero. En este sentido,
se pretende resaltar que muchas de estas personas pudieron padecer varias afecciones
a la vez y, por lo tanto, que sus trayectorias fueron integrales, lo que hace necesario
permear los conceptos, escalas y jerarquías con los que se ha definido a las víctimas en
las memorias.

Por último, cabe advertir que esta investigación se produce en un momento bisagra.
Diversas instituciones públicas y equipos de investigación están aunando esfuerzos
para arribar a una sistematización de las víctimas del proceso represivo2. El avance del

2  Entre estos aportes cabe mencionar el de las y los investigadores del Centro de Estudios sobre Genocidio
(CEG), que coordina Daniel Feierstein. Por ejemplo, la investigación de Ana Jemio (2022) sobre las víctimas de
la represión en la provincia de Tucumán. También es relevante mencionar el acuerdo de colaboración suscripto
entre el CEG y la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación para trabajar cuestiones relativas a los universos

Los centros clandestinos de detención en Argentina 32


trabajo del RUVTE, el relevamiento de las causas judiciales, el desarrollo de las leyes
reparatorias, entre otras, permitirá presentar un universo de víctimas mucho más vas-
to. Por lo tanto, las cifras aquí desplegadas parten de registros que no solo son incom-
pletos por las características mismas del fenómeno estudiado, sino porque sus fuentes
de información están en proceso de elaboración.

Las y los desaparecidos liberados

Estudiar el universo de víctimas de la represión clandestina y en especial a las y los


liberados de dicho dispositivo supone varios desafíos. El primero de ellos es identificar
a qué tipo de experiencias y a qué grupos sociales se refiere con esos términos.
En las últimas décadas, la forma de categorizar el universo de las víctimas ha consi-
derado distintas modulaciones ligadas a los contextos sociopolíticos, a las memorias y
a los sectores sociales que las evocan. En términos generales, puede decirse que entre
mediados de los años setenta y durante los ochenta, las luchas por “verdad” y “justicia”
desarrolladas en el país y en el ámbito internacional colocaron en el centro de las na-
rrativas de denuncia, debido a la gravedad de los tipos de crímenes y a la urgencia de
dar con sus paraderos, a las personas desaparecidas y a las y los niños apropiados. Si
bien los primeros informes que tuvieron repercusión en la escena global durante el go-
bierno de facto todavía estaban ligadas a términos y usos de las experiencias represivas
previas –como la prisión política– (González Tizón, 2021), rápidamente la desapari-
ción y los desaparecidos se transformaron en símbolos del tipo de represión que lleva-
ba adelante la dictadura. En ese marco, los organismos de derechos humanos y otras
organizaciones en el exilio argentino hicieron uso de distintos recursos para visibilizar
y traducir en la arena internacional lo que transcurría en el país. Primero, recuperando
categorías de experiencias mundialmente conocidas, como las del nazismo (genoci-
dio, campos de concentración, exterminio, sobrevivientes) (CADHU, 2014 [1977]), y
luego, sin abandonar las anteriores nociones y en un tránsito de una narrativa revolu-
cionaria propia de las organizaciones políticas armadas, a una de carácter humanitario
propia de los organismos supranacionales, fueron elaborando teóricamente las espe-
cificidades del caso argentino (Duhalde, 1996 [1983], Conte y Mignone, 2006 [1981]).

En estos ámbitos, los testimonios de las y los liberados de los espacios de detención
clandestina se volvieron fundamentales, puesto que eran quienes podían dar cuenta
en términos fácticos de la experiencia de las torturas, de las condiciones del cautive-
rio, como así también de la presencia en esos sitios de las personas que habían sido
asesinadas o se encontraban aún desaparecidas. En este contexto, se convirtieron en
testigos del sistema de desaparición y ese rol fue asumido por muchas de las personas
que se insertaron en los circuitos de denuncia dentro y fuera del país. La centralidad
de las experiencias del cautiverio y de las personas desaparecidas moduló el lugar, la

de víctimas del terrorismo de Estado, tarea que se desarrolló a lo largo de 2023 y cuyos resultados se encuentran
en proceso al momento de publicarse este capítulo.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 33


escucha y el habla sobre otros aspectos de las trayectorias de las y los liberados como
víctimas de la represión dictatorial, como por ejemplo las prisiones en cárceles legales
en el caso de aquellos que fueron legalizados o los exilios (Lastra, 2019). Si en las pri-
meras denuncias los testimonios que narraban torturas en el sistema carcelario y en los
espacios clandestinos aparecían mixturados, las publicaciones posteriores dan cuenta
de la disociación entre las experiencias y la conformación de identidades distintivas
en torno a las mismas. “Sobrevivientes”, “liberados”, “ex detenidos”, “aparecidos”, “testi-
gos”, fueron las categorías con las que se comenzó a nombrar la especificidad de quie-
nes fueron desaparecidos y sobrevivieron.

Como contraparte, algunas de estas voces también fueron cuestionadas. Uno de los
momentos inaugurales se dio en 1979, luego de la conferencia de prensa en Francia de
un grupo de mujeres sobrevivientes de la ESMA. La aseveración en el escrito colectivo
–y en testimonios subsiguientes– de la muerte de los desaparecidos fue interpreta-
da, especialmente por sectores de familiares que reclamaban la “aparición con vida”,
como funcional a la estrategia legal que por entonces llevaba la dictadura para dar por
muertos a los desaparecidos (Jensen, 2017). En la versión más extrema de los sectores
que esgrimían los cuestionamientos, la sobrevida fue asociada a la colaboración con
los militares. Algunos de los testimonios de ex detenidos de espacios como la ESMA,
La Perla o los centros del circuito Atlético-Banco-Olimpo, hacían mención a la co-
laboración, al “quiebre” y al “cambio de bando” de algunos detenidos, sin embargo,
matizaban la idea de la sobrevivencia/colaboración aludiendo a las relaciones de poder
que suponía el cautiverio, las formas de resistencia y la simulación de muchas de las
personas que fueron obligadas por los militares a “colaborar”.

Parte de los sentidos y modos de narrar el tipo de represión provenientes del mo-
vimiento de derechos humanos tuvieron continuidad y se consolidaron en la escena
pública entre el final de la dictadura y los primeros años de la democracia. Tras la
guerra de Malvinas y el colapso del régimen militar, los reclamos de los organismos de
derechos humanos ganaron espacio en la agenda política, siendo parte de los debates
de la campaña electoral del año 1983. Con el triunfo de Alfonsín, candidato que resultó
más cercano a las demandas de “verdad” y “justicia”, en un contexto incierto en cuanto
al lugar de los militares en el proceso de la transición, se llevaron a cabo dos eventos
significativos que se convirtieron en hitos y que consagraron la memoria oficial: la
CONADEP y el Juicio a las Juntas.

Sistematizando cientos de testimonios inéditos y sirviéndose de parte del trabajo de


las organizaciones de derechos humanos y asociaciones internacionales (Amnistía In-
ternacional, Cruz Roja, CLAMOR, Comisión Interamericana de Derechos Humanos),
la CONADEP elaboró un informe en el que narró en clave humanitaria el carácter sis-
temático del dispositivo de represión clandestina y de las desapariciones, legitimando
así las voces de los organismos, de los familiares de desaparecidos y de las personas
liberadas. Una línea similar siguió el juicio a los ex comandantes, donde dos de sus

Los centros clandestinos de detención en Argentina 34


principales actores, la fiscalía y la Cámara Federal, tomaron como prueba material el
corpus producido por la CONADEP y centenares de testimonios inéditos de familiares
de desaparecidos y sobrevivientes, siendo estos últimos considerados testigos necesa-
rios.

Mientras tanto, el prólogo del Nunca Más presentó la violencia que vivió el país en
la década previa como producto del accionar irracional de las cúpulas de la guerrilla y
la respuesta aún más feroz de la dictadura –noción que posteriormente se denominó:
“teoría de los dos demonios”–, resaltó la inocencia y la ajenidad de la sociedad –espec-
tadora de dicha violencia–3, y destacó el carácter de víctimas de los desaparecidos en
una narrativa que ocluyó sus identidades políticas. Solo en el 3% de los casos menciona
la militancia de las personas desaparecidas, siempre ajenas a la política y a la guerrilla
(Crenzel, 2008). Tampoco en el Juicio a las Juntas hubo un lugar importante para la
consideración de las militancias. Con la excepción de algunos testimonios de sobre-
vivientes que reivindicaron sus identidades como militantes y de las requisitorias de
los abogados defensores, que buscaron criminalizar a las víctimas por su pertenencia a
“organizaciones subversivas”, esas referencias estuvieron ausentes.

De este modo, el informe de la CONADEP y el Juicio a las Juntas cristalizaron en


términos de verdad oficial la centralidad de los desaparecidos como las víctimas de la
represión dictatorial, y el lugar de los sobrevivientes como testigos. Su voces confor-
man una parte sustantiva de la estructura del Nunca Más y de la sentencia del Juicio a
las Juntas, siendo citadas en ambos soportes para describir las aristas del dispositivo
represivo clandestino. Sin embargo, esos marcos de solicitud de la palabra también
dieron continuidad a límites en cuanto a lo decible. Además de la dificultad para ins-
cribir las identidades políticas, tampoco hubo escucha –por ejemplo– para considerar
penalmente la violencia sexual, examinada por el tribunal como una forma más de
tortura y no como una práctica específica de la maquinaria represiva, u otros modos
de afección de las biografias por parte del dispositivo4.

Quienes comenzaron a plantear una visión crítica sobre estas narrativas fueron los
propios organismos de derechos humanos y ex militantes que habían sido objeto de
la represión. Si bien en los ochenta ya existían voces que pretendían restituir a las y
los desaparecidos sus identidades como militantes populares/revolucionarios, fue en
el contexto de imposibilidad de persecución penal de los años noventa y de principios
de los dos mil cuando aparecieron distintas iniciativas en tal sentido. En ese marco,
también comenzaron a establecerse colectivos de ex presos políticos. Estos organismos

3  Esta narrativa omitía problematizar las responsabilidades de distintos sectores de la sociedad civil que alen-
taron, dieron consenso o directamente participaron en la represión. Asimismo, la investigación de las desapari-
ciones ceñida a la etapa dictatorial, dejó de lado un análisis de la represión paraestatal que tuvo lugar durante el
gobierno constitucional previo a la dictadura.

4  Para más información, ver el quinto capítulo de esta publicación.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 35


fueron elaborando las primeras memorias de las experiencias de la prisión política
bajo esas identidades, evidenciando cómo habían permanecido durante más de dos
décadas en las sombras de la memoria pública oficial y legítima del pasado reciente
(D’Antonio, 2016; Garaño, 2020).

En cuanto a las y los desaparecidos liberados, ya existían en los años ochenta al-
gunos colectivos que comenzaron a plantear las particularidades de las experiencias
de los sobrevivientes, uno de estos fue la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos
(AEDD). Nacida en octubre de 1984, el organismo tuvo como objetivo organizar las de-
nuncias, pero también ser un espacio de contención y elaboración para sobrevivientes
y familiares. Esta agrupación fue una de las primeras en problematizar el lugar social
de las y los ex detenidos, visibilizar las secuelas del horror padecidas en sus cuerpos
y proponer categorías para pensar las experiencias. En los albores del nuevo milenio,
paralelamente a la reactivación de los juicios y a la proliferación de políticas de memo-
ria a lo largo del país, se fueron conformando otros organismos de personas liberadas,
como el Colectivo de Ex Presos Políticos y Sobrevivientes de Rosario, la Asociación de
Ex Presos Políticos y Sobrevivientes al Terrorismo de Estado de Santiago del Estero y
la Asociación de Ex Presos Políticos del Sudeste de la Provincia de Buenos Aires, entre
otros. También, durante esas décadas hubo una serie de producciones bibliográficas,
en general biografías, en la que varios ex detenidos y ex detenidas narraron sus me-
morias sobre los años setenta y especialmente sobre la experiencia de la desaparición.

Lo dicho hasta aquí da cuenta que las formas de categorización sobre este univer-
so de personas han sido variadas, han mutado con el tiempo y hasta el día de hoy
no son homogéneas. Empezando por las propias definiciones que los colectivos de ex
detenidos desaparecidos, sobrevivientes y ex presos políticos hacen de sí mismos. To-
das ellas son problematizadas por algún grupo, dando cuenta de sus limitaciones para
conceptualizar experiencias particulares. “Ex detenidos desaparecidos” es cuestionada
por ser una definición por la negativa frente a los desaparecidos. “Ex presos políticos”
corre el riesgo de igualar las experiencias de quienes estuvieron detenidos en el siste-
ma carcelario bajo el Poder Ejecutivo Nacional (PEN) con las prácticas de secuestro
en centros clandestinos de detención, de la misma forma que el término “liberados”.
Y, por último, “sobrevivientes”, quizás la categoría más utilizada, parece negarle a las
víctimas cierta capacidad de acción frente a la definición de su “sobrevida” y, a la vez,
no interpela a muchas de las personas que vivieron experiencias por fuera de los re-
latos cristalizados en las memorias sobre la desaparición, como por ejemplo quienes
fueron perseguidas y lograron escapar a los intentos de secuestro, y quienes a pesar
de haber sido detenidas no percibieron su vida en peligro. Una de las particularidades
del trabajo de campo con las víctimas ex desaparecidas es la identificación del carácter
heterogéneo de las experiencias, cruzadas a su vez, por una gran diversidad de formas
de elaboración de sus vivencias.

Desde 2002, la apertura de espacios para la memoria ha producido un registro de

Los centros clandestinos de detención en Argentina 36


investigación más propio de la etnografía que surge del “estar ahí” y que establece re-
gistros de interacciones no planificadas. En múltiples casos, ciertas personas se acer-
can de manera espontánea a narrar sus vivencias en torno al accionar represivo pero,
la mayoría de las veces, surgen en el marco de las visitas guiadas que se realizan en los
espacios. Habitualmente, tanto en primera como en tercera persona aparecen relatos
de familiares, amigas, amigos o vecinas y vecinos que sufrieron detenciones durante
el accionar represivo y nunca realizaron declaraciones en alguna instancia formal que
permita dejar un registro. A la vez, muchas veces, no aportan su nombre y contacto,
reafirmando su voluntad de no inscribir su testimonio. Lo relevante de estos relatos
es que guardan grandes regularidades que permiten reflexionar sobre los motivos que
explican el importante subregistro de personas que fueron liberadas del sistema clan-
destino de detención.

Algunas de las razones por las cuales cientos de personas no han hablado de su ex-
periencia son recurrentes y conocidas. La gran mayoría, da cuenta de la continuidad
del miedo y la dificultad de rememorar esos hechos. A la vez, al indagar a partir de
testimonios orales de personas liberadas que no declararon en la CONADEP pero sí lo
hicieron en momentos posteriores (juicios de lesa humanidad a partir de 2006, testi-
monios espontáneos ante la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación o entrevis-
tados en investigaciones periodísticas o académicas), surge una respuesta coincidente
para referir a aquel momento de transición a la democracia: la desconfianza en el con-
texto político, la idea de que el gobierno democrático no estaba afianzado o, incluso de
modo más particular, una desconfianza ante la propia CONADEP. Esta misma lógica,
traída al presente, encuentra en muchas de estas voces la referencia a la desaparición
de Jorge Julio Lopez en 2006 y a los reparos y miedos que volvió a producir.

Sin embargo, lo significativo es que estas razones aparecen subordinadas a cuestio-


nes menos trabajadas. La primera es una desvalorización de la propia experiencia. En
numerosos relatos, surge la afirmación “a mí no me pasó nada”. Esta construcción se
realiza por comparación a las que consideran que “sí les pasó algo” y, generalmente,
conjuga dos situaciones: la cantidad de tiempo que permanecieron secuestradas y el
tipo de torturas padecidas. Existen definiciones, como la del RUVTE, que son abarca-
tivas y rigurosas con respecto al universo de víctimas, no obstante muchas personas no
identifican su historia en ellas:

Se entiende por víctimas de este accionar a todas aquellas personas que fueron privadas
ilegalmente de su libertad, desaparecidas, asesinadas o a las que se les hubiera sustraído
su identidad por la acción de agentes del Estado o de quienes hubieran actuado bajo
su amparo, en el marco de la aplicación progresiva del plan sistemático de exterminio
de hombres y mujeres perseguidos por razones políticas –o en hechos vinculados cau-
salmente con este accionar– entre el 28 de junio de 1966 (golpe de Estado encabezado
por el general Juan Carlos Onganía) y el 10 de diciembre de 1983 (final de la dictadura
cívico-militar iniciada el 24 de marzo de 1976). Ello incluye tanto a las personas desa-
parecidas y asesinadas como a aquellas víctimas de detención ilegal que luego recupe-

Los centros clandestinos de detención en Argentina 37


raron su libertad, así como a los niños y niñas que fueron apropiados y/o desvinculados
forzosamente de sus familias tras el secuestro de sus padres5.

Lo que se observa es que la construcción subjetiva se realiza a partir de la compa-


ración con representaciones y figuras canónicas de la desaparición. Y en ese contraste
no se produce una identificación con haber sido "víctimas de detención ilegal". Esta
operación pareciera apelar a la construcción de una víctima estereotipada: largos pro-
cesos de secuestro y torturas particulares, como el uso de picana eléctrica. Frente a esa
construcción, algunas prácticas más naturalizadas como las golpizas y el secuestro en
sí mismo no son entendidas como tortura, o la vivencia de un período de tiempo breve
de detención no es significada como “desaparición” (Rama, 2019). En estas memorias
pudieron haber tenido peso las narrativas sobre la represión de espacios emblemáticos
en los que predominaron las desapariciones seguidas de muerte y donde el exterminio
adquirió mayores dimensiones, particularmente los grandes centros clandestinos ubi-
cados en las urbes más pobladas. Agregando que en esos “casos emblemáticos” tam-
bién se constituyeron “casos emblemáticos de sobrevivientes”.

Asimismo, algunas víctimas esgrimen una razón mucho más compleja y particular
del accionar represivo: al haber pasado por procesos cortos de secuestro, no vieron
a nadie, nadie las vio y, en muchos casos, ni siquiera pueden identificar los lugares
por los que pasaron; por lo que la conclusión que sacan es que nadie les va a creer. Lo
complejo es que estos casos no suelen ser relevantes como testigos en causas judiciales
porque no tienen capacidad de aportar pruebas contundentes. Por lo cual, se reafir-
ma a estas víctimas algo de su razonamiento: aunque se les crea, no pueden aportar a
una “verdad judicial”, lo que expone la dificultad para construir relatos por parte de
quienes no logran inscribirse en esas estructuras judiciales del testimonio (Alonso y
Portos, 2020).

Esta diversidad de registros, tanto provenientes del ámbito judicial como del acadé-
mico y de algunas políticas públicas de memoria, otorga peso empírico a una realidad
imposible de cuantificar de forma completa. Pero demuestra la relevancia de algunas
preguntas recurrentes: ¿Cuántas personas no están identificadas? ¿Por qué?

La definición de quién era llevado a un centro clandestino de detención y la decisión


sobre su destino no está clarificada. Estas definiciones eran potestad de los perpetra-
dores y, hasta el momento, no hay posibilidad de objetivarla. En este sentido, este capí-
tulo focaliza en las víctimas que pasaron por el sistema clandestino desde el momento
mismo del secuestro, independientemente de la cantidad de tiempo y de experiencias
particulares; pero también a quienes estuvieron presentes frente a los grupos de tareas
sin llegar a los CCDs (quienes fueron mantenidos en sus hogares con los secuestrado-

5  Página oficial del RUVTE. Disponible en https://www.argentina.gob.ar/derechoshumanos/ANM/rutve. Últi-


mo acceso, 28 de noviembre de 2023.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 38


res o llevados en automóviles e inmediatamente liberados)6.

Por último, es fundamental atender al carácter de las fuentes a la hora de construir


estos registros. La responsabilidad institucional del RUVTE requiere un trabajo minu-
cioso sobre las mismas para poder inscribir una persona en el listado oficial. Pero des-
de las investigaciones desarrolladas en otros ámbitos, como el académico o un espacio
para la memoria pueden tomarse decisiones más flexibles, aunque no por ello menos
rigurosas y sistemáticas. Por ejemplo, es posible dar mayor relevancia a la oralidad,
que permite registrar la experiencia de una persona mencionada por otro secuestrado
o por un familiar directo. A su vez, es fundamental recordar que una base de datos de
personas liberadas guarda muchas dificultades para hacerla pública pues muchas víc-
timas están vivas y debe preservarse su intimidad y sus datos personales. Aunque ello
no obstaculiza el objetivo que persigue este capítulo: elaborar miradas cuantitativas y
cualitativas sobre el accionar represivo, buscando contemplar de manera más amplia el
universo de víctimas; subrayando, una y otra vez, la existencia del subregistro.

Lo cuantitativo, siempre incompleto


De la CONADEP al presente: la persistencia del subregistro

Como se explicó en el apartado anterior, la CONADEP conformó el primer registro


estatal de carácter nacional sobre el universo de víctimas de la represión clandestina de
mediados de los años setenta. La Comisión cuantificó en 8960 el número de personas
desaparecidas desde el 24 de marzo de 1976 y en 340 el de los centros clandestinos de
detención. A esa cifra sumaba 600 casos de desaparición producidos antes del golpe
militar, de los cuales varios fueron cometidos en el marco del Operativo Indepen-
dencia. El informe no incluyó a otras víctimas de la represión, como presas políticas,
exiliadas, insiliadas y cesanteadas, ni tampoco aportó datos cuantitativos sobre las per-
sonas desaparecidas que resultaron liberadas, aún cuando sus testimonios conforman
la columna vertebral del texto.

En contraste con la CONADEP, los informes de las delegaciones de Mar del Plata
y de Bahía Blanca y zonas aledañas presentaron un registro más integral sobre el uni-
verso de víctimas7. Por ejemplo, el informe de Bahía Blanca contiene anexos con datos
sobre desaparecidos, asesinados y liberados, en listas en las que las víctimas son identi-

6  Estos casos representan una minoría del total. Ya que en esas personas se agudizan todas las razones pre-
viamente expuestas que producen el subregistro. Por ejemplo, para el caso de la subzona 15, solo se tienen
contabilizados 10 casos de personas que sufrieron delitos por los grupos de tareas sin ser sacados de sus casas:
allanamientos ilegales, robo de bienes, privaciones de la libertad, golpizas y abusos sexuales en el domicilio.

7  En paralelo a la CONADEP funcionaron otras comisiones que investigaron y produjeron informes regionales
en distintas ciudades o provincias del país. Algunos de estos organismos fueron delegaciones de la misma CO-
NADEP, como en el caso de Mar del Plata y Bahía Blanca (Rama, 2019; Funes y Andriotti Romanin, 2023), otras
fueron comisiones de los poderes ejecutivos o legislativos provinciales.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 39


ficadas por apellido y nombre. El mismo contabilizó 24 (16,21%) muertos; 58 (39,19%)
desaparecidos y 66 (44,6%) liberados; de los cuales fueron efectivamente denunciados
en la ciudad 19 (22,1%) muertos; 20 (23,25%) desaparecidos y 47 (54,65%) liberados.
Los restantes fueron testimonios recibidos por la delegación pero cuyos hechos suce-
dieron en otras partes del país.

El informe de la delegación Mar del Plata, que también tuvo adjudicada la ciudad de
Tandil, presenta una centralidad en la figura de las personas desaparecidas y, al igual
que el de Bahía Blanca, incorpora anexos con datos cuantitativos a los que se suman
listados de víctimas y represores. Identifica que recibieron: 272 denuncias, 40 “casos
de secuestrados posteriormente liberados”, 221 de “secuestrados desaparecidos” y 11
“denuncias generales relacionadas con la materia”. Los cuadros estadísticos fueron ela-
borados a partir de 265 casos, de los cuales 219 (82,64%) corresponden a “detenidos
desaparecidos” y 46 (17,36%) a “detenidos desaparecidos liberados”. Como en el in-
forme de la delegación de Bahía Blanca, una particularidad es que las y los liberados
figuran en los listados con nombres y apellidos, pudiendo identificarse algunos casos
de personas que estuvieron secuestradas en otras partes del país, pero que realizaron la
denuncia en la delegación local. A su vez, el escrito de la comisión de Mar del Plata rea-
liza una “Estadística sobre la militancia de los secuestrados desaparecidos”, indicando
que sólo un 2,25% habría pertenecido a organizaciones armadas y el 56,16% no tenía
ninguna clase de militancia8. En este caso, como en el informe de la CONADEP y en el
bahiense, no hay referencias al activismo de las y los liberados.

Por otro lado, en el informe se observa que las personas liberadas son mencionadas
solo como medio para la identificación de los lugares de detención, de las torturas (a
los desaparecidos) y para corroborar la existencia de homicidios, pero no como casos
en sí mismos. Al igual que en el informe de la delegación de Bahía Blanca, son muy
significativas, por un lado, las menciones al subregistro de las víctimas: “El número
de denuncias referido demuestra la existencia de un número mayor de víctimas de la
represión clandestina, tanto sea de personas desaparecidas como de personas luego li-
beradas”9.Y, por el otro, una primera aproximación a las razones por las cuales muchas
tuvieron dificultades para dar testimonio, incorporando, con las nociones y categorías
de la época, la variable de género: “Muchos de los que sufrieron estas experiencias pre-
fieren omitir detalles respecto de sus experiencias para no revivir el horror del pasado,
en el caso de mujeres también por razones de pudor y resguardo de su honor”10.

8  CONADEP. Informe de la delegación Mar del Plata. Subfondo CONADEP. Fondo Secretaría de Derechos Hu-
manos de la Nación. Archivo Nacional de la Memoria. Argentina. P. 54.

9  Ibidem, p.13.

10 Ibidem, p.32.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 40


Siguiendo la información proporcionada por el RUVTE hasta la fecha11, es posible
aproximarse a las cifras de liberados que dieron testimonio o que fueron mencionados
ante la CONADEP. Según el relevamiento que hizo este organismo, fueron 668 los que
hicieron una denuncia y 1551 los registrados en legajos12. Si se compara con los datos
del RUVTE sobre el universo de ex detenidos, que hacia febrero de 2023, contabiliza-
ba más de 12000 para el período febrero de 1975 y noviembre de 1984, se observa un
notable subregistro. Una hipótesis similar surge de las investigaciones elaboradas por
el equipo del espacio para la memoria de Mar del Plata y en las indagaciones sobre la
Subzona 51, como se precisará en las páginas siguientes.

Entonces, una de las primeras cuestiones que se observa es la existencia de una gran
cantidad de personas que estuvieron desaparecidas y que fueron liberadas en compa-
ración con el registro que se hizo de estas víctimas ante la CONADEP. La reapertura
de los juicios parece haber sido clave en este sentido, ya que posibilitó la participación
de una gran parte de las y los sobrevivientes que hasta el momento no había podido
–por diversos motivos– narrar su experiencia. Fundamentalmente, la posibilidad de
vislumbrar un horizonte de justicia en un contexto memorial mucho más ameno para
con las víctimas, ratificado en el hecho de que se produjeran avances significativos en
términos procesales y fundamentalmente condenas, ofreció un marco de seguridad
para inscribir sus historias en la escena pública. En la misma línea, la extensión de los
juicios en ciudades y pueblos, urbanos y rurales, en los que no había existido o había
sido poco significativa la actividad judicial en las décadas previas, permitió resigni-
ficar en las escenas locales las memorias sobre la represión, vinculando voces otrora
silenciadas13. También, en esos hitos, fueron importantes las políticas reparatorias im-
pulsadas por el Estado en las décadas previas, como las leyes Nº 24.321 (que instituyó
la figura civil del “ausente por desaparición forzada”) y N° 24.411 (que estableció el
derecho a una reparación económica para las víctimas de desaparición forzada y de
asesinato) sancionadas en 1994, que habilitaron un ámbito de solicitud testimonial y
de registro por el que muchos de los y las que sufrieron la represión, no solo la desapa-
rición forzada, narraron sus experiencias.

11  Datos obtenidos a partir de la consulta realizada al RUVTE para esta investigación en febrero de 2023. En el
mes de diciembre, dicho organismo, a partir del trabajo realizado en el ya mencionado acuerdo de cooperación
entre el CEG y la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, realizó una nueva actualización que arroja una
cifra total aproximada de 18.000 liberados y liberadas entre noviembre de 1974 y diciembre de 1983. Si bien por
una cuestión de tiempo no es posible analizar de manera pormenorizada esta información, el incremento regis-
trado con el avance de las investigaciones refuerza las hipótesis planteadas en este capítulo.

12  Se trata de la cantidad de sobrevivientes consignados en las denuncias que llegaron a la CONADEP, pero
que no necesariamente la comisión registró como “liberados” , sea porque en ese momento se creía que estaban
desaparecidos o porque eran mencionados en algún testimonio y se los pasó por alto.

13  En la “Megacausa Zona 5”, por ejemplo, formaron parte del juicio distintos operativos de secuestros en pe-
queñas localidades del sur bonaerense, como Tres Arroyos (“Operativo Trigo”), Médanos y Coronel Dorrego.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 41


De todas maneras, los datos disponibles continúan siendo provisorios. Aún es po-
sible escuchar en los juicios experiencias inéditas y víctimas nombradas en testimo-
nios que todavía no fueron identificadas. Por ejemplo, en el juicio por la denominada
“Megacausa Zona 5” que se desarrolla actualmente en el Tribunal Oral Federal en lo
Criminal Nº 1 de Bahía Blanca fueron presentados por primera vez más de cien casos
de víctimas ex detenidas. En este sentido, fueron incluidas decenas de declaraciones
testimoniales y experiencias inéditas. Entre ellas, la de una persona que narró por pri-
mera vez su secuestro y la apropiación de su bebé por parte de efectivos del ejército, un
caso de apropiación del que hasta entonces no se tenía conocimiento. El caso de Mar
del Plata es similar, en los juicios desarrollados desde 2010 han declarado entre 150 y
200 personas que estuvieron secuestradas.

Tiempos, dinámicas y objetivos de la represión, una mirada desde las víctimas

Hasta principios de 2023, el RUVTE relevó un total de 12.354 detenidas y detenidos


que recuperaron su libertad entre febrero de 1975 y noviembre de 1984. Esta cifra re-
sulta significativa, especialmente si se compara con el registro de personas desapareci-
das y asesinadas, que arroja para el mismo periodo un total de 839214.

Antes de continuar, es necesario advertir al menos dos limitaciones que presenta el


listado de personas liberadas del RUVTE para los objetivos de este trabajo: el mismo
no distingue entre aquellas que estuvieron recluidas en unidades penales y las que fue-
ron detenidas en espacios de detención clandestina, ni tampoco si, previamente a la
obtención de su libertad, fueron puestas “a disposición del PEN”. Pese a ello, permite
conocer las cifras oficiales actualizadas a escala nacional y desentramar algunos de los
criterios con los que fueron elaboradas. Asimismo, en lo que ocupa a este capítulo,
resulta un paraguas para analizar con perspectiva comparada casos regionales, ya que
ofrece datos que habilitan una aproximación a las identidades de estos individuos en
un marco general, como sus edades, géneros, pertenencias políticas, ocupaciones y las
fechas en que fueron secuestrados y liberados. Si bien en muchos casos esta informa-
ción aparece fragmentada o es imprecisa –dificultando la elaboración de un estudio
pormenorizado– es posible extraer algunas conclusiones.

En relación a las fechas de secuestro de las y los liberados, las mismas son precisa-
das en 6496 casos, lo que representa poco más de la mitad (52,58%) del total. De esta
cifra, entre febrero de 1975 y el 23 de marzo de 1976, el RUVTE da cuenta de una suba
notoria en las detenciones (1076 casos), que a partir del 24 de marzo se multiplica con

14  Registro unificado de víctimas del terrorismo de Estado. Informe de investigación sobre víctimas de desapari-
ción forzada y asesinato, por el accionar represivo del Estado y centros clandestinos de detención y otros lugares de
reclusión clandestina. Anexo I. Disponible en https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/2._anexo_i_lista-
do_de_v_ctimas_de_desap_forzada_y_asesinato-investigacion_ruvte-ilid.pdf. Último acceso 28 de noviembre
de 2023.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 42


al menos 2811 secuestros durante ese año, es decir, el 43,27% del total relevado. En
adelante, la curva de detenciones desciende progresivamente, registrando 1545 casos
en 1977, y 729 durante 1978. En 1979 se apunta una baja sustantiva con 170 detencio-
nes, que se pronuncia aún más durante el último trienio. Si bien –como se advirtió– los
datos no son concluyentes, los cálculos de desaparecidos y asesinados en todo el país
señalan una tendencia análoga en la evolución de los ritmos represivos que se reafir-
ma en investigaciones académicas (Izaguirre, 1994; Crenzel, 2008). Esta disminución
pronunciada de secuestros a lo largo del territorio nacional desde 1978 se inscribe en
una coyuntura en que comenzaron a abrirse grietas en la coraza impuesta por la Junta
Militar. El anuncio de Videla sobre el final triunfal de la “guerra antisubversiva” y el
inicio de una etapa de consolidación del autodenominado “Proceso de Reorganización
Nacional” convergieron con el afianzamiento y visibilización de la resistencia obrera,
y con el protagonismo que cobró en la escena pública la lucha de los organismos de
derechos humanos. Desde entonces, comenzaron a salir a la luz graves denuncias de
desapariciones y otras violaciones de los derechos humanos que incrementaron las
presiones internacionales sobre el gobierno de facto y que terminaron desencadenan-
do el anuncio de la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, efec-
tuada al año siguiente.

En cuanto a las liberaciones, las mismas solo se precisan en 3773 casos (30,54%).
Asimismo, estos datos indican que hubo al menos 55 personas que fueron liberadas
entre el 11 de diciembre de 1983 y noviembre de 1984, y una en 1988, lo cual fortalece
la tesis que señala que con la asunción presidencial de Raúl Alfonsín en 1983 se inau-
guró una etapa con talantes híbridos que conjugó la presencia de un Estado de derecho
con resabios del régimen de facto, que se extendió durante la década del ochenta.

Los datos obtenidos sobre las subzonas 15 y 51 confirman la tendencia general en


cuanto a la etapa más intensa de la represión clandestina. En estas regiones el análisis
del dispositivo permite observar un incremento en la actividad a partir de 1975, mien-
tras tenía lugar el accionar de la bandas paraestatales de la Triple A y la Concentración
Nacional Universitaria (CNU) (en Mar del Plata hubo 26 asesinatos y en Bahía Blanca
y zonas aledañas 24), y decenas de detenciones basadas en la Ley 20.840 sobre mili-
tantes de las distintas organizaciones revolucionarias del peronismo y de la izquierda
marxista15. En ambos casos, la cifra de detenciones se dispara en marzo de 1976, espe-
cialmente luego del golpe de Estado, presentando distintos niveles de intensidad hasta
finales de 1978.

En cuanto a la Subzona 51, actualmente se cuenta con información sobre 511 víc-
timas del dispositivo clandestino, 95 (19%) entre desaparecidas (49) y asesinadas (46)
(la mayoría primero desaparecidas y luego presentadas en escenas fraguadas como

15  En el caso de la Subzona 51, resta llevar a cabo un estudio cuantitativo sobre el universo de víctimas dete-
nidas por la Ley 20.048 entre 1974 y 1975. Se trataría de un universo de aproximadamente 50 personas, en su
mayoría militantes del PRT-ERP, la JP y Montoneros.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 43


“enfrentamientos”) y 416 (81%) liberadas16. La mayor parte de estas detenciones se
produjo entre marzo de 1976 y junio de 1977.

En este período es posible distinguir distintas subetapas. Durante los días que ro-
dearon al golpe de Estado y en los dos meses siguientes la cantidad de personas dete-
nidas se aproxima a 130, un 26% del total de víctimas y un 33% del conjunto de libe-
rados y liberadas. En ese momento, el objetivo de las Fuerzas Armadas parece haber
sido controlar los ámbitos estratégicos para el funcionamiento político y económico
de la región, ya que en paralelo a la intervención de dichos espacios la mayoría de “los
blancos” fueron gremialistas (UOCRA, ATE, SUPA, SUPE, URGARA, Unión Ferro-
viaria, Luz y Fuerza, UOM), trabajadores de empresas estatales (ENTEL, YPF, DEBA,
etc.), docentes y no docentes de universidades nacionales, y funcionarios municipales,
la mayoría ligados a organizaciones del peronismo17. Esas coordenadas cambiaron en
buena medida a partir de junio de 1976, cuando las víctimas comenzaron a ser de
manera masiva militantes de las organizaciones políticas, universitarias y territoriales
(JP, JUP, JUC, PB, PC, PCR, PRT, etc.)18. En esta misma etapa la cantidad de personas
asesinadas aumentó sustancialmente, lo que permite pensar que el aniquilamiento en

16  En la cifra de desaparecidos están contabilizados tres bebés apropiados de los que no se conoce su paradero.
En cuanto a la de liberados, a diferencia de investigaciones previas (Rama, 2023), se decidió incluir a 27 perso-
nas que fueron detenidas por el ejército y la Policía Federal Argentina en una campaña de “acción psicológica”
que tuvo como objetivo a docentes y no docentes (muchos de estos dejados cesantes durante la intervención de
1974) de la Universidad Nacional del Sur. En la gran mayoría de estos casos, las detenciones fueron inmediata-
mente judicializadas, con lo que estamos estudiando en qué medida fueron sometidas a situaciones propias del
dispositivo de detención clandestina. También se espera que en 2024 estos casos sean tratados en un juicio oral.

17  Una variable que permitiría aproximarnos a la condición de clase de las y los liberados es la relativa a sus
ocupaciones, pero nuevamente hay un subregistro. Otro límite para su análisis es que las inscripciones no están
homologadas y presentan niveles de precisión desiguales. Por último, no discrimina quienes eran estudiantes
que, como es sabido, representaron uno de los principales blancos de la represión estatal y una porción signifi-
cativa de detenidos desaparecidos (Ver Izaguirre, 1994).

18  Las militancias de las y los liberados resultan un indicador importante para aproximarnos a las identidades
de las víctimas, pero esta pregunta puede ser parcialmente respondida, pues es una de las variables sobre la que
existe un mayor subregistro. En el caso del RUVTE, apenas es precisada en 1887 casos (15,27%). En el resto no
se ofrece información al respecto o se niega explícitamente. Podría presumirse que el temor de los declarantes
a brindar ese dato sensible tuvo como resultante el registro inespecífico o directamente su negación; aunque
también puede inferirse que los casos que no expresan militancia alguna se encuadran dentro de la minoría de
detenidos/as que no fueron activistas. Ahora bien, de los datos surge un abanico amplio de militancias, entre las
que predominan las de raigambre peronista (Montoneros, JP y organizaciones inscriptas bajo el rótulo de “otras
agrupaciones peronistas”) y en menor medida aquellas ligadas a la izquierda como el PRT-ERP, el PST y VC; y a
los organismos de derechos humanos; que permiten reconstruir un cuadro provisorio de las adscripciones polí-
ticas de las y los liberados. Para el caso de la Subzona 15, esta situación también se repite: se registró algún tipo
de participación política en 239 de las personas desaparecidas o asesinadas y de 223 el trabajo que desarrolló en
algún momento de su vida y su profesión. La base de datos del Espacio para la Memoria ex ESIM distingue dos
campos: Trabajo y Profesión/Oficio. De todos modos, el registro de la militancia, la profesión y el ámbito laboral
es de difícil identificación en la lógica de construcción de las bases de datos. Muchas veces arrojan una cons-
trucción sincrónica. Donde sólo se logra registrar la participación política o el trabajo que la persona tuvo en
un momento. Y no siempre corresponde al trabajo y la militancia que desarrollaban al momento del secuestro.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 44


la región estuvo pensado en torno a esas identidades (Montero, 2019). De todas ma-
neras, como se observa en el gráfico, las liberaciones continuaron siendo significativas
también en este período.

De las 511 víctimas, 201 estuvieron secuestradas en un solo espacio de cautive-


rio, mientras que el resto transitó por más de uno19. Los sitios que concentraron las
prácticas de exterminio fueron “La Escuelita” de Bahía Blanca y Baterías. Por el CCD
ubicado en el predio del V Cuerpo de Ejército transitó la mayoría de las víctimas que
resultaron asesinadas en la región (68%) y en total, entre desaparecidos, asesinados y
liberados, pasaron por allí 209 personas, 42% del conjunto de víctimas.

En el caso de la marina, es interesante el contraste entre la primera etapa y la se-


gunda. En los meses de marzo, abril y mayo, el sitio que aglutinó la mayor cantidad de
detenidos (30) fue el buque ARA 9 de Julio, un barco raleado en la Base Naval Puerto
Belgrano. Las personas que estaban allí cautivas eran llevadas al Puesto 1/Comisaría de
la Policía de Establecimientos Navales, dentro de la misma Base, para ser torturadas y
luego devueltas a los calabozos del ARA 9 de Julio20. También formó parte del circuito
de espacios de reclusión ilegal dependientes de la Armada la delegación de Prefectura
de Bahía Blanca, fuerza que actuaba subordinada a la Fuerza de Tareas (FT) 2. Allí
permanecieron detenidas 37 víctimas, en cautiverios que promediaron entre 24 a 72
horas, antes de ser llevadas al buque o directamente al V Cuerpo, siendo en muchos
casos torturadas. Para el segundo semestre, momento en el que es posible registrar el
aumento en las desapariciones seguidas de muerte, tomó centralidad el CCD “Bate-
rías”, ubicado en la VII batería de la Base de Infantería de Marina Baterías (BIMB). En
este sitio estuvieron cautivas 22 personas, de las cuales 10 fueron desaparecidos sus
cuerpos, una resultó asesinada en un falso enfrentamiento y 11 fueron liberadas. Este
cambio obedeció a una modificación del comando de la FT2, situación que se produjo
en julio de ese año. Esta FT, hasta ese momento bajo el mando del jefe de la BNPB,
de la FT1, comenzó a ser dirigida por el comandante de la Fuerza de Apoyo Anfibio
(FAPA), perteneciente a la FT9. En este enroque, sin dejar de funcionar el ARA 9 de
Julio –que pasó a ocupar un rol de apoyo en el alojamiento de detenidas y detenidos–,
“Baterías”, en la BIMB, se convirtió en el CCD nodal. Las diferencias operativas entre
los comandos de la FT2 se reflejaron en distintos aspectos del proceso represivo en los
espacios de detención clandestina. Si bien bajo ambas jefaturas la represión funcionó
sobre la secuencia inteligencia/secuestro/desaparición/torturas, en el primer semestre,
la mayoría de las personas detenidas fueron liberadas, mientras que en la segunda eta-

19  Sobre los tipos de espacios de cautiverio, ver el capítulo de este libro que se titula “La detención clandestina
en dictadura: tipologías y modos de conceptualización”.

20  Entre junio y diciembre pasaron por el buque y otros sitios de la BNPB otras diez personas, en su mayoría
oriundas de Mar del Plata. Estas víctimas habían sido secuestradas, torturadas y mantenidas cautivas en los es-
pacios de detención de la Armada de esa ciudad. Entre esas víctimas, la mayoría fue legalizada, excepto Carlos
Oliva y Susana Martinelli, el primero desaparecido y la segunda asesinada y presentada en una escena fraguada
en diciembre de 1976.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 45


pa, la cantidad de víctimas asesinadas creció sustantivamente.

En el área dependiente del ejército, otro de esos sitios fundamentales fue el Batallón
de Comunicaciones 181, que además de haber funcionado como espacio de detención
y torturas y en muchos casos, de haber sido la antesala al cautiverio en el CCD La
Escuelita, fue el ámbito en el que comenzaron varias de las legalizaciones y en el que
se desarrollaron algunos de los pocos consejos de guerra que se llevaron a cabo en la
región. Por el batallón transitaron 138 personas. También fueron importantes las dele-
gaciones de la PFA de Bahía Blanca y de Viedma, distintas comisarías locales de la po-
licía bonaerense y de Río Negro (Médanos, Algarrobo, Mayor Buratovich, Tres Arro-
yos, Coronel Dorrego, Huanguelén, Bahía Blanca, Viedma, Sierra Grande), la Brigada
de Investigaciones de Bahía Blanca y el Batallón de Arsenales de Pigüé. Estos sitios
fueron en general el paso previo a otro lugar de cautiverio, aunque algunos también
dedicaron sus establecimientos para llevar a cabo interrogatorios bajo torturas, como
la PFA de Bahía Blanca y la delegación de cuatrerismo de la Policía de la Provincia de
Buenos Aires. Finalmente, cabe destacar el rol de la Unidad Penitenciaria Nº 4 de Villa
Floresta, sitio clave en la legalización de una porción de las y los detenidos, como se
verá más adelante, pero también un espacio que funcionó por momentos como lugar
de detención clandestina, sobre todo durante el conflicto con Chile por el Canal de
Beagle en diciembre de 1978.

En cuanto a la represión clandestina en la ciudad de Mar del Plata, cabe reiterar que
allí funcionó la comandancia de la Subzona 15, en la Agrupación de Artillería de De-
fensa Aérea 601 (AADA 601) del ejército, y contó a la vez con una participación central
de la armada, a través de la Fuerza de Tareas 6 con asiento en la base naval de la ciudad
y la Escuela de Suboficiales de Infantería de Marina (Barragan e Iturralde, 2019). A
partir de las investigaciones del espacio para la memoria, se ha realizado un esfuerzo
por identificar personas que hayan pasado por el sistema clandestino de detención o
que hayan sido asesinadas, tomando como fuentes centrales los procesos judiciales,
los legajos CONADEP, los registros del RUVTE y entrevistas a personas detenidas y
a militantes de organizaciones políticas y sindicales21. De este modo, al igual que lo
registrado sobre la Subzona 51, la particularidad más relevante surge al profundizar el
trabajo de identificación de personas liberadas del sistema clandestino.

Al momento se han identificado 776 víctimas: 218 (28,09%) desaparecidas, 58


(7,47%) asesinadas y 500 (64,43%) liberadas. Se cuenta con la información de 110 de-
tenciones de personas posteriormente liberadas desde febrero de 1975 hasta el 23 de
marzo de 1976, de las cuales 73 se produjeron a partir de octubre, destacando, entre
estas últimas, aquellas de militantes del Peronismo de Base. Por otra parte, desde fe-
brero de 1976 hasta diciembre de 1979 se identificaron 218 personas desaparecidas y

21  Puntualmente, la base de datos de víctimas de la Subzona 15 debe su constitución al incansable trabajo de


Ana Auge, abogada e investigadora del Espacio para la Memoria que junto a un grupo de militantes como Pablo
Mancini, Jorge Agüero, Carlos Cervera y Carlos Bozzi, entre otros, hacen posible esta sistematización.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 46


32 asesinadas. De este total, los cuerpos de 87 personas fueron descubiertos luego de
períodos de desaparición, ya sea a través de la aparición como asesinados en dictadura,
en enfrentamientos fraguados o identificados con posterioridad a través de exhuma-
ciones.

Por otra parte, 318 personas pasaron por modalidades de detención clandestina
desde el 24 de marzo de 1976 hasta el 24 de julio de 1980, de las cuales se contabiliza
participación política en 111 casos. De 72 personas liberadas no hay precisión de la
fecha de detención.

El caso de la Subzona 15 presenta similitudes con el de la Subzona 51. El amplio


crecimiento de detenciones a partir del 24 de marzo, seguidas de liberaciones o pa-
ses al sistema carcelario, corresponde a dirigentes político-partidarios y militantes y
dirigentes sindicales. A partir de junio, inicia un proceso de secuestros focalizado en
militantes de organizaciones políticas: Juventud Peronista (JP), Juventud Universitaria
Peronista (JUP), Peronismo de Base (PB), Partido Revolucionario de los Trabajado-
res (PRT), Partido Socialista de los Trabajadores (PST), Partido Comunista Marxista
Leninista (PCML), entre otras; que se extenderá, con variaciones en su intensidad,
hasta inicios de 1979. Destacándose, a partir de julio de 1976, secuestros de militantes
vinculados a organizaciones del peronismo revolucionario, que se agudizan en sep-
tiembre del mismo año. Estas organizaciones volverían a padecer un fuerte proceso de
detenciones en octubre de 1977. También, en octubre y noviembre de 1976 y en enero
de 1979 se desencadenó una serie de secuestros vinculados al PST. Finalmente, dos
operativos focalizados en el PCML tuvieron en la Subzona 15 una gran concentración
de detenciones en agosto y octubre de 1977 y en febrero y junio de 1978.

Una característica particular de la represión en la región es que una amplia mayoría


de las personas detenidas en 1976 fueron liberadas, pero en 1977 y 1978 la ecuación se
invierte, arrojando una mayoría de personas desaparecidas o asesinadas. Esta particu-
laridad puede explicarse tanto por un cambio burocrático en las lógicas represivas o
por una decisión sobre los destinos finales de los grupos y organizaciones a los que se
estaba reprimiendo en cada etapa. Finalmente, resalta la caída en el total de detencio-
nes durante el verano de 1976 y 1977, que podría vincularse con un eventual cambio
de dinámicas represivas debido a la temporada turística de Mar del Plata.

En la Subzona 15 también pueden diferenciarse los espacios que dependían de la


armada y los que pertenecían al circuito del ejército, y en qué medida la permanencia
en uno u otro circuito pudo tener incidencia en el destino de las víctimas. Tomando
las detenciones desde el 24 de marzo de 1976, se registra que el 52% de las personas
que pasaron por la Base Naval de Mar del Plata permanecen desaparecidas o fueron
asesinadas y el 48% liberadas; en cambio, en el caso de las víctimas que pasaron por
la Escuela de Suboficiales de Infantería de Marina, 45% permanecen desaparecidas o

Los centros clandestinos de detención en Argentina 47


fueron asesinadas y 65% liberadas22. Además de estos sitios destaca el CCD La Cueva,
dependiente del Grupo de Artillería de Defensa Aérea 601, bajo la comandancia de la
Subzona 15: 44% de las personas secuestradas allí están desaparecidas o fueron asesi-
nadas y el 54% fueron liberadas. De las 153 víctimas que corrieron esos destinos, 93
corresponden al circuito represivo a cargo de la Armada y 60 a lugares de detención
del Ejército o de fuerzas de seguridad federales y provinciales a cargo del AADA 601.
Como se observa, estos sitios concentraron las prácticas de exterminio. Por otro lado,
en la Comisaría 4ta, otro de los sitios que concentró una porción importante de las
víctimas, 93% de las personas detenidas fueron liberadas. Tanto la armada como el
ejército conformaron circuitos represivos donde la mayoría de quienes pasaron por la
ESIM tuvieron un tránsito previo por la base naval, y muchas de las personas libera-
das que pasaron por La Cueva también permanecieron detenidas en la Comisaría 4ta
o en el Grupo de Artillería de Defensa Aérea 601. Por fuera de estos cinco espacios
mencionados, se han identificado diez lugares más por los que pasaron individuos en
condición de desaparecidos, siendo en su mayoría lugares de tránsito como comisarías
o puntos de apoyo como el Hospital Regional. Al igual que en la Subzona 51, la lógica
de los circuitos también se visualiza a la hora de revisar que una misma persona pasó
por diversos centros de detención. De las 776 víctimas, 301 tienen registro de su paso
por un solo centro clandestino, de estas 104 permanecen desaparecidas y 197 fueron
liberadas; el resto transitó por dos o más espacios: 105 transitaron por dos espacios
(27 desaparecidas y 78 liberadas); 88 tienen registro de su paso por al menos 3 sitios
(23 desaparecidas y 65 liberadas); y finalmente, algunos pocos casos, en general perso-
nas liberadas, permanecieron secuestradas en 6 y 7 lugares clandestinos de detención.

Edades y géneros

En ambas subzonas se reflejan también las tendencias nacionales en relación a las


edades y a los géneros de las y los detenidos. En cuanto a la variable etaria, el RUVTE
arroja datos tan solo en el 39% de los casos. De ese total, la mayoría (87,57%) se en-
cuentra en la franja de entre 15 y 40 años y poco más de la mitad (51,44%) entre 21 y
30 años. Si bien dicha información no es representativa, se apunta en la tendencia ya
conocida sobre el universo de detenidos desaparecidos que sostiene que el 74% tenía
una edad promedio igual o menor a 30 (Izaguirre, 1994).

Si se pone la lupa en la variable de género, tanto la información del RUVTE como la


relevada sobre las subzonas presentan tendencias comunes, alrededor de tres cuartas

22  Estas cifras se construyen a partir del registro que surge, fundamentalmente, del testimonio de las personas
liberadas. Para el caso de Mar del Plata, del 43% de las personas desaparecidas no se cuenta con información de
su paso por un lugar de detención. A partir de testimonios de estudiantes de la ESIM, se presume que uno de los
espacios que funcionaron como CCD dentro del predio puede haber tenido la función de exterminio. Contando,
al día de la fecha, con sólo tres liberados que pasaron por allí. Dando cuenta, a la vez, de que los espacios de
detención podían tener diferentes funciones dentro de un mismo predio.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 48


partes del total de liberados corresponden a hombres mientras poco más de un cuar-
to, a mujeres. Estos porcentajes coinciden con el registro de detenidos desaparecidos
confeccionado a nivel nacional23, que señala que 73% eran hombres y 27%, mujeres24.
Aunque si se atiende a las cifras de asesinados, esta brecha se ensancha relativamente
con 78,9% de hombres frente a 21,1% de mujeres. ¿Cómo se explican estos datos? Los
estudios con perspectiva de género vinculados a la militancia político-militar de los
años setenta indican que entre 30% y 40% de la composición de dichas organizaciones
era femenina (Pozzi, 2004). Si bien representan un porcentaje inferior en relación al de
hombres, resultan significativos si se enmarcan en una época signada por un notable
incremento de la participación de mujeres en la vida política y social (estudios uni-
versitarios, sindicalización, ampliación del mercado de trabajo y activismo político).
Ahora bien, es importante no perder de vista que los porcentajes sintetizados por el
RUVTE incluyen a sujetos que desarrollaron su militancia en otros ámbitos como el
sindical y el estudiantil, que no es posible cuantificar.

De todas maneras, este análisis general permite establecer nuevamente matices re-
lacionados con los tiempos, dinámicas y objetivos de la represión. En la Subzona 51,
por ejemplo, al tomar los dos años en los que predominó el dispositivo represivo clan-
destino (1976-1977), es posible decir que 76% de las personas detenidas eran varones
y 24% mujeres. No obstante, las cifras cambian si se piensa en las distintas etapas y en
las identidades. De marzo a mayo de 1976, cuando el objetivo de las Fuerzas Armadas
fue la intervención de los sitios estratégicos, el porcentaje de varones detenidos fue
94% (112) y el de mujeres 6% (7), lo que permite señalar la absoluta preeminencia de
hombres en el gremialismo y en los sectores ligados al poder político partidario y a la
función pública. Esta tendencia es distinta si se considera la etapa previa a marzo y el
período que comenzó en junio de 1976, cuando los “blancos” fueron las organizacio-
nes políticas que actuaban en las universidades y en distintos barrios populares de la
región. La suma de los datos de estas etapas da que, de 389 personas, 280 fueron varo-
nes y 109 mujeres, un 72% y un 28%, respectivamente, más acorde con el dato general,
referencias que coinciden con la de las 95 personas que continúan desaparecidas o ase-
sinadas y expuestas en la vía pública: 67 hombres (70,5%), 25 mujeres (26,3%), y tres
bebés de los que no se conoce el sexo ni el destino (3,15%), ya que fueron apropiados
.
Para el caso de Mar del Plata, los porcentajes son bastante coincidentes con los
nacionales. Las mayores diferencias surgen si se contemplan por separado los asesi-
natos perpetrados antes del 24 de marzo: registrando 85% hombres y 15% mujeres. A

23  Registro unificado de víctimas del terrorismo de Estado. Informe de investigación sobre víctimas de desapa-
rición forzada y asesinato, por el accionar represivo del Estado y centros clandestinos de detención y otros lugares
de reclusión clandestina. Anexo IV. Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Disponible en https://www.
argentina.gob.ar/sites/default/files/5._anexo_iv_cuadros_estad_sticos-investigacion_ruvte-ilid.pdf Último in-
greso, 28 de noviembre de 2023.

24  El registro en Mar del Plata de personas desaparecidas arroja un 65% de hombres y un 35% de mujeres y en
personas liberadas un 70% y 30 % respectivamente.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 49


diferencia de la Subzona 51, si se toman los primeros tres meses después del golpe de
Estado se identifican 76 hombres liberados, 7 asesinados y 3 desaparecidos (76% de
hombres) y 22 mujeres liberadas, 3 asesinadas y 2 desaparecidas (24% de mujeres). A
su vez, si se toma desde junio de 1976 a diciembre de 1977 los porcentajes entre hom-
bres y mujeres se acercan un poco más, registrándose 141 hombres liberados, 109 des-
aparecidos y 14 asesinados (68% de hombres) y 69 mujeres liberadas, 53 desaparecidas
y 7 asesinadas (32% de mujeres).

Liberaciones directas y legalizaciones

Otra variable interesante que arroja el análisis de datos sobre las personas liberadas
son las formas y tiempos en los que se produjeron dichas salidas con vida de los es-
pacios de cautiverio. Como es sabido, hubo dos modalidades de gestión de este grupo
de víctimas, las liberaciones directas y las legalizaciones (también conocidas como
“blanqueos”).

Las legalizaciones consistían en el reconocimiento público de las detenciones y, de


este modo, el tránsito de la situación de desaparición a una de detención legalizada.
Esto no evitaba el sometimiento a tormentos e interrogatorios con torturas dentro de
los penales, como así también la reinserción de las y los detenidos en el circuito clan-
destino –en algunos casos siendo nuevamente “blanqueados” y en otros asesinados–.
En general, las y los detenidos quedaban a disposición del Poder Ejecutivo Nacional
(PEN) o de alguna autoridad militar –en el caso de Mar del Plata el I Cuerpo y en el
de la Subzona 51 el V Cuerpo de Ejército–25 lo que permitía a la dictadura mantener
la situación de detención sin una acusación formal y por un tiempo arbitrariamente
indeterminado. A estas figuras, en una porción menor, se sumaba el armado de causas
judiciales, ya fuera con la intervención de la justicia federal o de la justicia militar,
como fueron los consejos de guerra. En estos casos, en la Subzona 51, la mayoría de
los prontuarios fueron publicitados en operaciones en las que el ejército contó con la
colaboración de medios de prensa locales y nacionales, especialmente del diario La
Nueva Provincia, y con el aporte de funcionarios judiciales, como el juez Guillermo
Madueño y sus secretarios Hugo Sierra y Gloria Girotti, figuras civiles claves de la
represión en la región. Finalmente, también se registran casos de víctimas ingresadas
en las unidades penitenciarias que no fueron “legalizadas” de inmediato, u otras que
a pesar de haber recibido el decreto PEN permanecieron detenidas en los espacios de
detención clandestina por tiempos prolongados, en ambos casos continuando desa-
parecidas. Por ejemplo, en Mar del Plata, un caso extremo corresponde a una mujer
secuestrada el 19 de marzo de 1976 y llevada al penal de Olmos en octubre del mismo
año. Lo particular del caso es que se le elaboró un decreto PEN el 26 de marzo, pero
la víctima permaneció en la Comisaría 4ta más de 200 días junto a otros secuestrados.

25  En la Subzona 51 la mayoría de las legalizaciones estuvieron bajo el comando del V Cuerpo de Ejército, fuer-
za que tenía bajo su mando la UP 4.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 50


A la vez, existe un registro aún no cuantificado de casos de liberados directamente de
centros clandestinos de detención a los que se les elaboró un decreto del PEN con fe-
chas cercanas a la liberación real.

En la Subzona 51 las liberaciones directas conforman la mayoría, sin embargo, el


número de legalizaciones fue importante. De las 416 víctimas ex detenidas, 157 (38%)
fueron “blanqueadas” y mantenidas en cautiverio en unidades penitenciarias (el pri-
meros de estos sitios fue la UP 4 de Villa Floresta), siendo liberadas a “cuentagotas”
en los años siguientes. Si bien este formato fue permanente en el período en que se
desarrolló la represión clandestina, es posible identificar momentos en que su imple-
mentación fue más frecuente.

Abril, mayo, noviembre, diciembre de 1976 y enero de 1977, fueron los meses con
mayor concentración de personas en los sitios de detención, con lo que es posible pen-
sar que las legalizaciones estuvieron en sintonía con el hecho de no liberar en el territo-
rio a muchas personas a la vez, controlando así las reinserciones en los años siguientes
y de manera atomizada (Rama, 2023).

Por su parte, del total de personas detenidas y posteriormente liberadas en la Sub-


zona 15 antes del golpe de Estado, se registra que el 32% pasó por unidades peniten-
ciarias en calidad de presos políticos. Esta modalidad parece haber continuado hasta
septiembre de 1976. Luego de esa fecha todas las liberaciones parecen haber sucedido
directamente desde los centros clandestinos de detención. Si se toma el total de las
detenciones de personas liberadas desde el 24 de marzo hasta septiembre de 1976, el
porcentaje de quienes pasaron por el sistema carcelario es del 28%, acercándose al del
período previo al golpe. Las fechas en las que se registran las últimas legalizaciones
coinciden con los meses que registran la mayor cantidad de detenciones y correspon-
den, en gran medida, a militantes y personas vinculadas a organizaciones del peronis-
mo revolucionario. El dato se vuelve más revelador cuando se visibiliza que a partir de
1977 las desapariciones empiezan a ser superiores a la cantidad de personas liberadas.

Por último, ninguno de los dos formatos supuso el fin de la persecución. Esto es más
claro en las legalizaciones, ya que las y los detenidos continuaron siendo objeto de las
prácticas represivas diseñadas para las cárceles. No obstante, en los casos de las y los
liberados directos esto también es visible. Aquellos que no migraron a otras partes del
país o al exterior continuaron siendo objeto de mecanismos de control y despersona-
lización, por ejemplo formas de vigilancia, modalidades de hostigamiento y amenaza,
cesantías o bajas en los espacios laborales, y en algunos casos, aunque minoritarios,
nuevas detenciones (Rama, 2023). Con respecto a esto último, en Mar del Plata se ha
registrado que 19 personas padecieron dos secuestros y dos fueron detenidas en tres
oportunidades. De este grupo, tres víctimas continúan desaparecidas. En la misma lí-
nea, en la Subzona 51 se identificaron 21 personas secuestradas en dos oportunidades,
de las cuales, una sigue desaparecida; el resto fue legalizada o liberada nuevamente. La

Los centros clandestinos de detención en Argentina 51


permanencia en el territorio donde habían sido fijadas como “blanco” pudo traducirse
en la pervivencia del dispositivo represivo sobre las trayectorias vitales, teniendo en
algunos casos consecuencias fatales.

Palabras finales

El análisis del universo de víctimas de la represión clandestina, con el foco puesto


en las personas liberadas, permitió mostrar diversas cuestiones sobre los modos de
elaboración social del pasado dictatorial y las formas de interpretar y reconocer sus
experiencias. Desde la dictadura hasta tiempos recientes, la centralidad de la figura del
desaparecido moduló el lugar de “las otras” víctimas y en esas memorias, las personas
liberadas fueron inscriptas desde lo excepcional, quedando su registro limitado tanto
en términos cualitativos como cuantitativos. Como se sostuvo, problematizar ese lugar
excepcional y esos límites permite redimensionar tanto el conocimiento sobre el fun-
cionamiento del plan sistemático de represión, tortura y exterminio, como la comple-
jidad de las experiencias de los y las sobrevivientes.
A partir de lo expuesto, se demostró que la incorporación de estas víctimas habilita
preguntas más detalladas sobre el dispositivo represivo, sus objetivos, temporalidades,
dinámicas, las particularidades locales y sus semejanzas, diferencias o matices con las
dinámicas nacionales y los sujetos represaliados. En esta línea, la inscripción de estas
diversas y heterogéneas experiencias, como así también la desestructuración de las
nociones con las que durante muchos años se las ha categorizado, muestran el carácter
integral de lo que debieron afrontar quienes fueron detenidas y detenidas y detenidos
y, particularmente, de aquellos que sobrevivieron y continuaron siendo objeto de la
persecución. En este sentido, las experiencias de las y los sobrevivientes adquieren una
complejidad mayor al extender los límites físicos y temporales en los que generalmente
han sido pensadas, sumando, además de los efectos materiales de la represión, los efec-
tos subjetivos e intrasubjetivos de convivir con el horror en sus cuerpos y de lidiar con
las dificultades propias, y de la sociedad para elaborar esas experiencias.

Por otra parte, el relevamiento de casos locales permitió dar densidad empírica al
subregistro de las personas liberadas del sistema clandestino de detención y sus diver-
sas razones. En términos cuantitativos, tanto los datos nacionales como los estudios
de caso son ilustrativos en este sentido. Con respecto a las regiones examinadas, en la
Subzona 51, la delegación de la CONADEP de Bahía Blanca y zonas aledañas había
informado en la década del ochenta un total de 146 víctimas, 82 (55,4%) entre desa-
parecidas y asesinadas y 66 (44,6%) personas liberadas. Sin embargo, la actualización
de estas cifras en los últimos años arrojó un total de 511 víctimas, 95 (19%) entre
desaparecidas y asesinadas, y 416 (81%) liberadas. De modo similar, la delegación de
la CONADEP de Mar del Plata había relevado un total de 265 víctimas, 219 (82,64%)
desaparecidas y asesinadas y 46 (17,36%) liberadas; mientras que en los últimos años,
los listados actualizados permitieron identificar un total de 776, 276 (35,56%) entre

Los centros clandestinos de detención en Argentina 52


desaparecidas y asesinadas y 500 (64,43%) liberadas. Es decir, que tanto en la Subzona
51 como en la 15 las cifras que refieren a las y los sobrevivientes se multiplicaron sus-
tantivamente.

Estos hallazgos dan cuenta de las dificultades para construir una cifra definitiva de
víctimas. En este sentido, quedó demostrada la importancia del desarrollo continua-
do de políticas públicas con anclaje territorial, de los juicios de lesa humanidad –y su
aceleramiento– y de la investigaciones desde proyectos académicos o espacios para la
memoria. Si estas personas no significan sus vivencias como dignas de ser contadas,
es muy dificultoso que una política de convocatoria voluntaria las interpele. De este
modo, se abren más interrogantes que conclusiones. Pero, ante todo, se propone la ur-
gencia de profundizar la mirada sobre estas vidas. No solo para inscribirlas en una base
de datos que permita construir conocimiento sobre el accionar represivo, sino para
documentar lo no documentado: sus experiencias, sus sentidos, sus miedos y vacíos.

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Los centros clandestinos de detención en Argentina 54


Centros clandestinos de detención y proyecciones
transnacionales de la represión

Micaela Iturralde
Facundo Fernández Barrio

Introducción

La proyección más allá de las fronteras nacionales constituye uno de los rasgos más
novedosos del plan represivo de la última dictadura militar. Si bien la coordinación re-
presiva entre las principales dictaduras instaladas desde la segunda mitad de la década
de 1960 en el Cono Sur constituyó uno de los elementos tempranamente identificados
por las y los denunciantes y existen cuantiosas producciones periodísticas y académi-
cas sobre sus expresiones más consagradas, recién en la última década se verifica un
aumento en el interés por parte de la historiografía destinado a ampliar el conocimien-
to disponible en torno a los procesos de conformación y circulación transnacional de
prácticas, actores, información, recursos y marcos interpretativos que configuraron
un entramado represivo de escala regional destinado a la persecución de opositores
políticos.

Más allá de los testimonios en el exilio y de la labor de instituciones como el Centro


de Estudios Legales y Sociales (CELS)1 que, casi contemporáneamente a los hechos,
denunciaron la acción represiva transnacional, el primer reconocimiento oficial tuvo
lugar a partir del informe elaborado por la Comisión Nacional sobre la Desaparición
de Personas (CONADEP). En el Nunca Más, el tratamiento de la represión transnacio-
nal estuvo centrado en la ejecución de la llamada Operación Cóndor, en los casos en
los que se produjo la desaparición de las víctimas y en una temporalidad de las opera-
ciones ceñida a la etapa dictatorial2. Asimismo, esta temprana indagación se centró en
la intervención de los agentes represivos, sin una problematización sobre la cadena de
responsabilidades de actores e instituciones civiles.

Por su parte, los procesos judiciales que, desde el Juicio a las Juntas Militares en
1985, ofrecieron tratamiento a la dinámica represiva transnacional, confirmaron el
carácter sistemático de los crímenes perpetrados e investigaron la coordinación repre-

1  El CELS publicó en 1982 el informe Uruguay/Argentina: Coordinación represiva sobre los casos de 120 exilia-
dos uruguayos que fueron desaparecidos en Argentina

2  Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas. Nunca Más. Buenos Aires: Eudeba, 1984

Los centros clandestinos de detención en Argentina 55


siva entre agentes de seguridad y el traslado clandestino de prisioneros y prisioneras
entre países, con particular énfasis en la cooperación argentino-uruguaya. A su vez, el
hallazgo de los llamados “Archivos del Terror” en Paraguay, en diciembre de 1992, y las
sucesivas desclasificaciones de documentos del gobierno estadounidense resultaron
fundamentales para la comprensión y la construcción de prueba judicial acerca de la
coordinación represiva, así como de la participación de los Estados Unidos desde el
inicio mismo de su concepción. En años recientes, el interés por el tema siguió en as-
censo y la reapertura de la vocación punitiva en Argentina desde 2003 implicó la aper-
tura de nuevas instancias judiciales destinadas a probar la responsabilidad criminal
de las dictaduras y de sus agentes. En esta etapa, la búsqueda de justicia transnacional
recurrió a una estrategia de ampliación de los tribunales y jurisdicciones a fin de supe-
rar la impunidad aún imperante en la mayoría de los países de la región (Lessa, 2022).

Pero, ¿qué se sabe hoy a partir de la literatura académica y los avances en materia
judicial sobre la represión transnacional y sus consecuencias? La primera e ineludible
referencia es la Operación Cóndor, principal estructura institucional de coordinación
de servicios de inteligencia y de agencias represivas de Argentina, Bolivia, Brasil, Chi-
le, Uruguay y Paraguay, que recibió también la colaboración de Perú y Ecuador3. Ins-
piradas en la Doctrina de la Seguridad Nacional (DSN) y fuertemente influenciadas
por el dominio geopolítico de los Estados Unidos en la región en el marco de la Guerra
Fría, aunque con contingencias propias de dinámicas locales y regionales (Marchesi,
2019), las sucesivas dictaduras del Cono Sur fueron gradual y crecientemente articu-
lando mecanismos e instrumentos de colaboración que les permitieron una mayor
efectividad en el control de sus fronteras, en la organización y en el desarrollo de in-
fraestructura destinada al intercambio de información sobre ciudadanos y ciudadanas
en la persecución y represión a las y los exiliados políticos que se desplazaban de un
país a otro en busca de refugio.

¿Por qué se habla de represión transnacional? ¿Qué particularidades tuvo y cómo


se transformó a lo largo de su implementación? ¿Por cuánto tiempo se extendió? ¿Qué
actores participaron? ¿Quiénes fueron los principales destinatarios? ¿Cuáles fueron las
influencias doctrinarias que la alumbraron? ¿De qué manera se gestionó el traslado y
la reclusión clandestina de extranjeros detenidos en Argentina y de argentinos en el
extranjero? ¿Cuántas fueron las víctimas? ¿Qué papel cumplieron los centros clandes-
tinos de detención (CCD) argentinos en las redes de coordinación represiva regional?
Se entiende por represión transnacional la compleja y dinámica articulación de mo-
dalidades y estructuras de cooperación clandestina y secreta ensayadas entre los órga-
nos militares, de seguridad y de inteligencia de la región a fin de proyectar sus aparatos
represivos más allá de sus propias fronteras nacionales. Por la variedad de formatos,
agentes intervinientes y temporalidades, esta noción engloba las experiencias enmar-

3  La literatura sobre la Operación Cóndor es profusa y de variada extracción ya que a las primeras aproximacio-
nes de carácter periodístico se sumaron, en los últimos años, indagaciones académicas de gran valor documental
y analítico. Entre ellas, se destacan las de McSherry (2005) y Slatman (2009 y 2016).

Los centros clandestinos de detención en Argentina 56


cadas en la Operación Cóndor pero no se agota en ellas. No obstante, al analizar las
operaciones transfronterizas, es posible identificar algunas constantes de relevancia.

La primera son los sujetos represaliados. Si bien el perfil de las víctimas presenta
una gran variedad que incluyó desde integrantes de las organizaciones armadas de
cada uno de los países hasta militantes de partidos políticos y otras organizaciones
sociales, pasando por figuras públicas que denunciaban activamente a las dictaduras,
es posible afirmar que el objetivo común era perseguir y eliminar cualquier forma de
oposición, en función del esquema interpretativo de la DSN y la continentalización del
conflicto político.

En segundo lugar, y en relación con esto último, la represión transnacional se vio


atravesada por la influencia de Estados Unidos en la región y sus nociones de un ene-
migo común y de la necesidad de defensa de unas fronteras que, más que geográficas
y políticas, eran ideológicas. Aunque existen diferentes interpretaciones sobre su inci-
dencia, queda claro que el papel de Estados Unidos resulta clave no sólo en la provisión
de un entramado discursivo y de una clave de lectura, sino también en el abastecimien-
to tecnológico militar y de sustento financiero.

En tercer lugar, del análisis de las operaciones extraterritoriales emergen con clari-
dad algunos elementos propios y distintivos del ejercicio represivo transnacional: un
fluido y eficaz intercambio de información producto del accionar de vigilancia de los
servicios de inteligencia de las fuerzas militares y de seguridad de los países de la re-
gión; la labor conjunta entre agentes de diferentes organismos represivos y dictaduras,
lo que implicó una circulación de represores más allá de sus fronteras; y finalmente, la
coordinación de detenciones, interrogatorios y entregas clandestinas de prisioneros y
prisioneras por diferentes medios que incluyeron traslados terrestres, navales y aéreos
y la práctica, también sistemática, del robo y la apropiación de bebés, lo que supuso el
desarrollo de una infraestructura represiva para su gestión.

Este capítulo se interroga sobre la participación de Argentina en las redes de coordi-


nación represiva regional y sobre la articulación entre dichas redes y los CCD que fun-
cionaban dentro del territorio nacional. El trabajo se organiza en dos partes, presen-
tadas de modo disociado a fines analíticos aunque estrechamente ligadas entre sí. En
primer lugar, un análisis macro sobre la persecución y represión a extranjeros dentro
de las fronteras nacionales, con foco en los espacios de reclusión de los que se valió, los
agentes binacionales involucrados, las características distintivas y su temporalidad con
etapas diferenciadas. En segundo lugar, una reconstrucción histórica de la masa total
de casos de detención ilegal, asesinato y/o desaparición de argentinos y argentinas
perseguidos por razones políticas fuera del territorio nacional durante la última dic-
tadura militar, con una propuesta de cronología según los organismos represivos que
intervinieron en distintos momentos. El trabajo explora la idea de que la existencia de
una red consolidada de CCD en Argentina, algunos de los cuales funcionaban desde

Los centros clandestinos de detención en Argentina 57


antes de la dictadura, fue una condición de posibilidad para que el país se convirtiera
en un escenario privilegiado de la represión transnacional en la región.

La persecución a extranjeros en Argentina

Entre 1974 y 1981, al menos 503 extranjeros resultaron víctimas del accionar repre-
sivo clandestino dentro del territorio nacional4. De este total, 374 personas eran de na-
cionalidad uruguaya, chilena, paraguaya, boliviana, peruana y brasileña, lo que pone
de manifiesto el funcionamiento de la estructura de coordinación represiva regional
que tuvo a la Argentina como su base operativa fundamental5. La mayoría de los se-
cuestros tuvieron lugar entre fines de 1975 y 1978 y ocurrieron en la Zona de Defensa
1, en particular, dentro de la Capital Federal. Los organismos represivos destinados a
la persecución de ciudadanos extranjeros fueron la Policía Federal Argentina (PFA),
la Policía de la Provincia de Buenos Aires y la Secretaría de Inteligencia del Estado
(SIDE), y los principales lugares de reclusión clandestina que alojaron a las víctimas
antes de su desaparición y/o asesinato fueron los centros clandestinos “Automotores
Orletti”, “El Banco”, “El Pozo de Banfield”, “El Pozo de Quilmes”, el Centro de Opera-
ciones Tácticas N°1 Martínez y la Brigada de San Justo.

Durante las décadas de 1960 y 1970, la transnacionalidad fue una característica no


sólo distintiva de las tareas de inteligencia, persecución y represión elaboradas desde
los proyectos autoritarios en el Cono Sur sino también del activismo político opositor,
encarnado en las articulaciones entre las organizaciones armadas y los partidos políti-
cos de cada uno de los países y en el creciente conjunto de exiliados políticos que huían
de las dictaduras instaladas en sus patrias de origen o en las de reciente adopción6.
Este simultáneo y mutuamente dependiente carácter transnacional del activismo y su
represión motivó la elaboración de una estructura de coordinación regional entre las
fuerzas represivas de los países conosureños destinada a la eliminación de los oposito-
res políticos.

En el caso argentino, la puesta en marcha de estas prácticas de colaboración con


las dictaduras de la región precede a la ruptura de la institucionalidad democrática
que tuvo lugar en marzo de 1976. Esto pone en evidencia la existencia de un tiempo

4  Registro Unificado de Víctimas del Terrorismo de Estado (RUVTE). Víctimas de desaparición forzada y asesi-
nato. Ciudadanos extranjeros argentinos secuestrados o asesinados en territorio. Archivo Nacional de la Memoria,
Secretaría de Derechos Humanos, Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, febrero de 2023.

5  Una mirada de la nacionalidad de las víctimas extranjeras sugiere la relevancia de casos de españoles e italia-
nos, que comportan un total de ochenta y ocho casos. Dados los históricos lazos migratorios entre Argentina y
estos países europeos, la presencia de estas comunidades en el territorio nacional no resulta distintiva del perío-
do y, por considerarse diferente de la analizada, no es objeto de consideración en este trabajo.

6  Un análisis de las relaciones entre ambos fenómenos puede encontrarse en Slatman (2010).

Los centros clandestinos de detención en Argentina 58


de represión transnacional que, en el marco del gobierno democrático (1973-1976),
se articuló estrechamente con el advenimiento de las dictaduras que se instalaron en
Uruguay y Chile desde 1973. En este contexto, la presencia en el territorio nacional de
miles de exiliados y refugiados provenientes de los países vecinos reveló inadecuadas
las operaciones de coordinación represiva de carácter bilateral que habían tenido lugar
hasta entonces y motivó el montaje de un sistema que incluyó la creación de un canal
de comunicaciones seguro, una central de información y la libre circulación de agentes
entre los países (Lessa, 2022). En esta etapa, Argentina se convirtió en el principal es-
cenario para las operaciones transfronterizas y la coordinación represiva quedó prin-
cipalmente a cargo de las fuerzas policiales de cada país.

La PFA y grupos parapoliciales como la Alianza Anticomunista Argentina (Triple


A) desempeñaron un papel clave en la ejecución de las actividades represivas transna-
7

cionales durante esta temprana fase y, en estrecha articulación con las misiones diplo-
máticas, sus agregados militares y agentes de seguridad provenientes de los países de
origen que operaron dentro del territorio nacional, vigilaron, persiguieron, detuvieron
y asesinaron a un creciente número de extranjeros que se habían instalado en el país
buscando refugio. Si bien el caso más resonante de esta etapa fue el del asesinato del
general chileno Carlos Prats González y su esposa Sofía Cuthbert, ejecutado en Bue-
nos Aires por la Dirección de Inteligencia Nacional de Chile (DINA) en septiembre de
19748, la represión alcanzó a un número amplio de exiliados, y destacó por su alcan-
ce y sistematicidad aquella dirigida a ciudadanos uruguayos9. Aunque muchos de los
exiliados optaron por obtener el estatus de refugiados, los mecanismos de asistencia y
protección que esto les garantizaba se revelaron profundamente fragmentarios y frá-
giles ante las detenciones, expulsiones y repatriaciones a los países de origen de ciuda-
danos extranjeros que, ya durante el gobierno democrático, no vieron garantizada su
seguridad dentro Argentina10.

La represión transnacional adquirió mayor organicidad y sistematicidad a partir de


la segunda mitad de 1975 cuando la primera Reunión de Inteligencia Nacional, orga-
nizada por la DINA en Santiago de Chile entre el 25 de noviembre y el 1 de diciembre

7  Rodolfo Walsh denunció, en agosto de 1975, la existencia de una unidad de la Triple A aparentemente espe-
cializada en la eliminación de exiliados.

8  Prats, quien había sido ministro del Interior y Defensa del gobierno de Salvador Allende (1970-1973), había
renunciado como comandante en jefe de las Fuerzas Armadas chilenas en agosto de 1973, y poco después del
golpe de septiembre de ese año se había trasladado a Argentina, aceptando un ofrecimiento del presidente Juan
Domingo Perón.

9  La mayor parte de las víctimas de desaparición forzada de nacionalidad uruguaya fueron secuestradas y dete-
nidas fuera de sus fronteras nacionales, lo que configura una de las particularidades más destacadas de este caso
nacional. Sobre el exilio uruguayo en Argentina ver Sáez (2009) y Diamant y Dutrénit Bielous (2015).

10  Para un análisis sobre la situación de la comunidad de exiliados y refugiados chilenos en Argentina, véanse
los trabajos de Azconegui (2014 y 2016) y Casola (2017a y 2017b).

Los centros clandestinos de detención en Argentina 59


y con la participación de delegados de Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay y Uruguay,
estableció un sistema de coordinación represiva de alcance regional conocido con el
nombre de Plan u Operación Cóndor. En Argentina, el golpe de Estado del 24 de mar-
zo de 1976 implicó un crecimiento exponencial en la cantidad de víctimas de Cóndor y
fue el año en que se registró la mayor cantidad de secuestros, detenciones y asesinatos
de extranjeros dentro del territorio nacional. A fines de 1976, la oficina de coordina-
ción y comando avanzado que supervisaba las actividades operativas de Cóndor, co-
nocida como “Condoreje”, se instaló en Buenos Aires, lo que configura otra evidencia
de la centralidad de Argentina en la represión transnacional.

El análisis del ejercicio represivo transnacional durante este período revela que tan-
to el tipo de estructura destinada a tales tareas como las prácticas involucradas presen-
tan similitudes y continuidades con aquellas destinadas a la represión de ciudadanos
argentinos. Se verifica la permanencia del patrón típico de tratamiento de las víctimas
sustentado en las fases de seguimiento de inteligencia, secuestro, traslado y reclusión
clandestina en un centro de detención, interrogatorio bajo tortura y asesinato o desa-
parición forzada.

Entre las principales especificidades de la represión a extranjeros cabe destacar, en


primer lugar, la participación de agentes del país de origen de las víctimas tanto en las
etapas de secuestro y tortura dentro de los espacios de detención ilegal como en aque-
llas orientadas al traslado de las víctimas fuera del territorio nacional y su asesinato o
desaparición. Una de las labores en las que se reveló el trabajo conjunto entre repre-
sores de los diferentes países fue la gestión de los traslados transfronterizos. Las y los
prisioneros eran llevados a través de las fronteras sin pasaportes y, en varios casos, en
vuelos sin registro, como un paso previo a la desaparición.

En segundo lugar, como señala McSherry (2005), una de las características de las
operaciones vinculadas a Cóndor fue la selección precisa de aquellos considerados di-
sidentes. Las tareas coordinadas y transfronterizas de espionaje e inteligencia lograron
un alto grado de efectividad en la identificación y ubicación de los blancos de la acción
represiva y en la comunicación para su captura. Además de centrarse en las militan-
cias políticas, fueran o no armadas, y sus variadas formas de activismo, estas tareas
se orientaron a relevar informaciones producidas por las agencias de refugiados que
funcionaban en Buenos Aires, las cuales fueron saqueadas en reiteradas oportunidades
y de las cuales fueron sustraídos expedientes con información sensible sobre casos de
asilo y reasentamiento (Lessa, 2022).

Finalmente, otro rasgo a considerar son los espacios destinados a la reclusión clan-
destina de extranjeros. La centralidad de la Argentina como territorio privilegiado de
la acción represiva transnacional implicó la creación y/o la puesta a disposición de
espacios clandestinos destinados a la detención, tortura y asesinato, pero también a las
tareas de inteligencia y planificación de los secuestros, de víctimas extrajeras emplaza-

Los centros clandestinos de detención en Argentina 60


dos en la ciudad capital y su entorno más inmediato. Durante 1976, año en el que se re-
gistró la mayor cantidad de secuestros y desapariciones, el CCD “Automotores Orletti”
se convirtió en la representación espacial de la represión transnacional en Argentina.
Sin embargo, desde su prematuro cierre producto de una fuga y el posterior abandono
del lugar, y hasta 1981, otros espacios ubicados tanto en la Ciudad de Buenos Aires
como en localidades aledañas en la provincia homónima se convirtieron en lugares
que alojaron un número considerable de extranjeros. Entre ellos destacan cuatro sedes
gestionadas por la policía provincial pertenecientes al llamado “Circuito Camps”: el
COT Nº1 de Martínez, “El Pozo de Banfield”, “El Pozo de Quilmes” y la Brigada de San
Justo, además de tres centros bajo el comando de la PFA conocidos como “Circuito
ABO”, es decir, “El Atlético”, “El Banco” y “El Olimpo”.

Ubicado en el barrio porteño de Floresta, frente al ferrocarril Sarmiento, “Orletti”


estuvo operativo entre mayo y noviembre de 1976 y se calcula que durante esos meses
pasaron por allí unas 300 personas, en su mayoría extranjeros de nacionalidad uru-
guaya y chilena, muchos de los cuales permanecen desaparecidos. Este taller mecánico
abandonado, que había sido alquilado por el Departamento de Operaciones Tácticas I
de la Subsecretaría A de la SIDE y el grupo de tareas a su cargo, reflejaba la coordina-
ción entre agentes de diferentes fuerzas y nacionalidades: el CCD estaba bajo el mando
de Aníbal Gordon, quien fuera desde 1968 agente de la SIDE y uno de los integrantes
más destacados de la Triple A y su grupo operativo. Lo que en la jerga represiva se
conoce como “la patota” incluía a agentes de la SIDE como Eduardo Ruffo, oficiales de
inteligencia como Raúl Guglielminetti y la participación regular de oficiales de Uru-
guay y Chile que intervenían de acuerdo al interés en las operaciones. Según testimo-
nios provistos por sobrevivientes11, existía una clara división de las tareas al interior de
“Orletti”, según la cual la logística de las operaciones quedaba a cargo de los policías
argentinos, las tareas de guardias eran cubiertas por oficiales de las Fuerzas Armadas,
y agentes de inteligencia de los países de origen de los secuestrados estaban a cargo de
los interrogatorios.

Estos rasgos propios de la represión transnacional constituyen el entramado ca-


racterístico de gran parte de los secuestros, detenciones y asesinatos de extranjeros que
tuvieron lugar dentro del territorio nacional. Podemos considerar, por ejemplo, el caso
del dirigente sindical y político uruguayo Gerardo Francisco Gatti Antuña12. Persegui-
do en Uruguay por su intensa actividad política, fue presidente del Sindicato de Artes
Gráficas, uno de los gremios fundadores de la Convención Nacional de los Trabaja-
dores del Uruguay, dirigente de la Resistencia Obrero Estudiantil y de la Federación
Anarquista Uruguaya. Gatti se instaló junto con su esposa y sus tres hijos en Buenos

11  Tribunal Oral en lo Criminal Federal N°1 de la Capital Federal. Causas Nº 1504, 1951, 2054 y 1976: “Plan
Cóndor y Automotores Orletti II”, 27 de mayo de 2016.

12  Una detallada reconstrucción de su biografía puede encontrarse en Trías y Rodríguez (2012).

Los centros clandestinos de detención en Argentina 61


Aires en 197313. En 1975, tuvo una participación fundamental en la conformación del
Partido para la Victoria del Pueblo (PVP), del que fue su Secretario General, que nu-
cleaba a un número importante de los exiliados uruguayos en el país y que constituyó
uno de los destinatarios privilegiados de la acción represiva transnacional entre 1976
y 1977. La madrugada del 9 de junio de 1976, Gatti fue secuestrado en su domicilio de
la Capital Federal14. El dirigente uruguayo fue trasladado al CCD “Automotores Orle-
tti”, donde estuvo clandestinamente detenido y fue torturado por agentes argentinos
y uruguayos, como lo señalan varios testimonios15. Entre las pruebas de su detención
clandestina, destaca la existencia de una fotografía en la que se observa a Gatti, en
penosas condiciones físicas, junto con otro sindicalista del mismo origen, Washington
Pérez, que había sido secuestrado por el grupo operativo de “Orletti” con el objetivo
de extorsionar a los miembros del PVP para que entregaran una suma de dos millones
de dólares a cambio de la liberación de Gatti16. Este intercambio no logró realizarse y
pudo saberse que, mientras la mayoría de los uruguayos detenidos en “Orletti” fueron
trasladados clandestinamente en un avión hacia Montevideo para ser utilizados en
una campaña de acción psicológica organizada por el régimen de ese país, Gatti aún
permanece desaparecido, a pesar de las intensas y permanentes gestiones realizadas
por sus familiares17.

La persecución a argentinos en el extranjero

Entre 1976 y 1980, al menos cuarenta y un argentinos y argentinas perseguidos por


razones políticas fueron blanco de operativos de detención ilegal, desaparición y/o
asesinato fuera del territorio nacional, ejecutados con participación de agentes argen-
tinos, en países sudamericanos que mantenían vínculos de cooperación represiva con

13  Presidencia República Oriental del Uruguay. Investigación histórica sobre detenidos desaparecidos, 2007. Dis-
ponible en https://sitiosdememoria.uy/recurso/40.

14  CONADEP. Legajo Nº 7.304. Serie Legajos CONADEP de víctimas del terrorismo de Estado. Subfondo CO-
NADEP. Fondo Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Archivo Nacional de la Memoria.

15  Tribunal Oral en lo Criminal Federal N°1 de la Capital Federal. Op. cit.

16  Los oficiales uruguayos tenían en su poder un organigrama detallado del funcionamiento, la estructura y los
militantes del PVP instalados en Buenos Aires y sabían que la organización había cobrado un rescate millonario
por el secuestro del empresario holandés Federico Hart en marzo de 1974. La fotografía en la que se ve a Gatti
acostado y notablemente golpeado junto con Washington Pérez, quien sostiene un diario a modo de “prueba de
vida”, fue publicada en diarios y revistas internacionales como parte de la denuncia internacional por las viola-
ciones a los derechos humanos cometidas por las dictaduras de la región. A modo de ejemplo, véase la publica-
ción realizada por la revista española Cambio 16, N°251, 27 de septiembre de 1976, pp. 56-57.

17  Su esposa y dos de sus hijos partieron como refugiados a Francia. Su hija Adriana, militante montonera,
permaneció en el país y fue secuestrada y asesinada en abril de 1977 cuando cursaba un embarazo de alrededor
de siete meses. Su cuerpo fue sepultado como NN en el cementerio de la Chacarita e identificado en 1983. CO-
NADEP. Legajo N°7616. Serie Legajos CONADEP de víctimas del terrorismo de Estado. Subfondo CONADEP.
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Los centros clandestinos de detención en Argentina 62


la dictadura de Argentina18. Desde 1976, el aparato represivo de la dictadura se aventu-
ró más allá de las fronteras nacionales, con operativos de alta complejidad destinados
a golpear a las organizaciones armadas. Este apartado indaga sobre las articulaciones
entre estos casos de argentinos y argentinas perseguidos en el extranjero y los CCD
que funcionaban en el territorio nacional19. En distintas causas judiciales se ha proba-
do que al menos veintidós de las cuarenta y un víctimas fueron trasladadas ilegalmente
desde el exterior hacia Argentina y luego pasaron por distintos CCD; y que represores
de esos mismos CCD también se involucraron en algunos de los casos restantes.

Es posible establecer una cronología para la actividad extraterritorial del aparato re-
presivo argentino, con tres momentos diferenciados según los organismos y las fuerzas
que intervinieron en los operativos más allá de las fronteras. En primer lugar, una serie
de acciones vinculadas al auge de la Operación Cóndor, con un papel destacado de la
Secretaría de Inteligencia del Estado y de fuerzas policiales, llevadas a cabo durante
1976 en Bolivia y Uruguay, con un saldo de siete víctimas desaparecidas o muertas. En
segundo lugar, un conjunto de operaciones realizadas en Perú, Paraguay y Uruguay,
entre 1977 y 1978, con la entrada en escena de la armada y, en particular, del Servicio
de Inteligencia Naval (SIN) y el Grupo de Tareas 3.3 de la Escuela de Mecánica de la
Armada (ESMA), con un saldo de trece víctimas desaparecidas o muertas y catorce
sobrevivientes. En tercer lugar, una serie de operativos orquestados por la estructura
de inteligencia del ejército, entre 1978 y 1980, destinados a perseguir a militantes que
en su mayoría participaban en la Contraofensiva de Montoneros, en Perú y Brasil, con
un saldo de siete víctimas desaparecidas o muertas.

El primer ciclo de “caídas” en el exterior se inició en Bolivia, con la detención ilegal


de Graciela Rutilo Artés, militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores de
Bolivia (PRT-B), en abril de 1976. El PRT-B contaba entre sus filas con varios militantes
extranjeros e integraba la Junta de Coordinación Revolucionaria (JCR), una instancia
de intercambios entre organizaciones armadas de distintos países de la región que se
convirtió tempranamente en blanco de la Operación Cóndor20. Rutilo Artés, residente
en Bolivia desde joven, fue detenida por agentes bolivianos en Oruro. La arrestaron
junto a su hija Carla, de nueve meses, y las trasladaron a La Paz, donde la niña fue
ingresada bajo nombre falso a un orfanato. Rutilo Artes pasó cinco meses cautiva y so-

18  De estos cuarenta y un casos, veinticinco figuran en el listado Registro Unificado de Víctimas del Terrorismo
de Estado, Op. cit. Los casos restantes fueron tomados de un listado anexo de víctimas de la coordinación repre-
siva regional (1974-1981) incluído en (Garzón Real, 2016).

19  En este trabajo se incluyen los casos de argentinos y argentinas detenidos ilegalmente en zonas de frontera,
cuando intentaban entrar o salir del territorio nacional desde o hacia naciones limítrofes. Aunque algunos de
esos casos implicaron una cooperación represiva entre organismos de Argentina y otros países de la región, se
considera que no respondían a las características específicas del fenómeno estudiado en este apartado, es decir,
el despliegue del aparato represivo argentino más allá de las fronteras nacionales.

20  Para un balance sobre la relación entre la emergencia de la JCR y la Operación Cóndor, ver Slatman (2010).

Los centros clandestinos de detención en Argentina 63


metida a torturas en distintas reparticiones de las fuerzas represivas locales21. Según el
testimonio de otras ex detenidas, en agosto de 1976 agentes identificados como miem-
bros de la PFA la interrogaron y torturaron en una casa operativa del Ministerio del
Interior boliviano22. A fines de agosto de 1976, Rutilo Artés y su hija fueron trasladadas
a Argentina junto a otro militante argentino del PRT-B, Efraín Villa Ísola, quien había
sido capturado en julio en Santa Cruz de la Sierra. Según las autoridades bolivianas,
Rutilo Artés y Villa Ísola habrían sido expulsados a través del paso fronterizo entre
Villazón y La Quiaca y entregados allí a autoridades argentinas. Ambos fueron vistos
por última vez con vida, antes de su desaparición, en “Automotores Orletti”. Según el
testimonio de sobrevivientes del CCD, Villa Ísola contó que los habían trasladado a
Buenos Aires en avión. La hija de Rutilo Artés fue apropiada por Eduardo Ruffo, agen-
te de la SIDE y miembro de la “banda” de “Orletti”23.

Un mes y medio después del traslado de Rutilo Artés y Villa Ísola a Argentina, “Au-
tomotores Orletti” fue escenario de otro operativo que terminó con la desaparición
de una militante argentina, María Claudia García Iruretagoyena, fuera del territorio
nacional. García Iruretagoyena, de diecinueve años, y su marido, Marcelo Gelman,
habían sido secuestrados en Buenos Aires en agosto de 1976. Ambos militaban en la
Unión de Estudiantes Secundarios y en Montoneros. Ella estaba embarazada de siete
meses. Los llevaron a “Orletti”, donde García Iruretagoyena permaneció cautiva hasta
los primeros días de octubre, cuando la trasladaron clandestinamente en un vuelo a
Uruguay, tal como ocurrió en la misma época con algunos prisioneros y prisione-
ras uruguayos del mismo CCD24. El grupo de agentes uruguayos que operaban en
“Orletti”, en el marco de la Operación Cóndor, estuvo a cargo del traslado de García
Iruretagoyena a Montevideo, donde la mantuvieron secuestrada en una casa operati-
va del Servicio de Inteligencia de Defensa (SID) uruguayo. Durante su cautiverio en
Uruguay, García Iruretagoyena dio a luz a su hija Macarena, quien fue apropiada por
un comisario local, Ricardo Medina. García Iruretagoyena fue vista por última vez con
vida en diciembre de 1976 y desde entonces está desaparecida25.

21  Tribunal Oral en lo Criminal Federal N°1 de la Capital Federal. Op. cit.

22  CONADEP. Legajo Nº 6.333. Serie Legajos CONADEP de víctimas del terrorismo de Estado. Subfondo CO-
NADEP. Fondo Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Archivo Nacional de la Memoria.

23  La hija de Graciela Rutilo Artés fue localizada por Abuelas de Plaza de Mayo en 1983. Carla conoció su ver-
dadera identidad dos años más tarde, a través de un análisis genético.

24  Más allá de conjeturas, hasta hoy se desconocen los motivos por los que García Iruretagoyena fue trasladada
a Uruguay, un país con el que la víctima no tenía vínculos directos. Los restos de Marcelo Gelman fueron recu-
perados e identificados en 1989, en un cementerio bonaerense. Había sido asesinado en septiembre de 1976 y
su cuerpo había sido hallado dentro de un tanque relleno con cemento en el canal de San Fernando, en la zona
norte del Gran Buenos Aires.

25  Macarena Gelman fue localizada en el año 2000 y poco después conoció su verdadera identidad, a través de
un análisis genético.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 64


Casi en simultáneo a su arribo a Uruguay, un nuevo operativo tuvo como blanco a
dos militantes argentinos en Bolivia, con características similares a los casos de Rutilo
Artés y Villa Ísola. Oscar González de la Vega, militante del PRT-B, y Luis Stamponi,
dirigente del PRT-B y su representante ante la JCR, fueron detenidos en territorio bo-
liviano en julio y septiembre de 1976. Durante su cautiverio en Bolivia, fueron tortura-
dos e interrogados por agentes identificados nuevamente como miembros de la PFA26.
Al igual que en el caso de Rutilo Artés y Villa Ísola, se ha recuperado un radiograma de
las autoridades bolivianas en el que figura que Stamponi y González de la Vega habrían
sido expulsados hacia Argentina en los primeros días de octubre de 1976, a través del
paso fronterizo Villazón-La Quiaca27. En esa fecha se perdió el rastro de ambos y desde
entonces están desaparecidos. En noviembre de 1976, la madre de Stamponi, Mafalda
Corinaldesi, viajó a Bolivia para hacer gestiones por la desaparición de su hijo. Al día
siguiente de su regreso a Argentina, tres hombres identificados como agentes de la PFA
se la llevaron del hotel en Buenos Aires donde se alojaba. Desde entonces se encuentra
desaparecida.

El primer ciclo de operativos extraterritoriales contra argentinos se cerró con el se-


cuestro de los hermanos Claudio y Lila Epelbaum en la ciudad uruguaya de Punta del
Este, en los primeros días de noviembre de 1976. Algunos meses antes, los Epelbaum se
habían exiliado a Uruguay tras la desaparición en Buenos Aires de compañeros suyos
de la Organización Comunista Poder Obrero (OCPO), entre ellos, su hermano mayor,
Luis Epelbaum28. El 4 de noviembre fueron secuestrados por un grupo de agentes que
se movían en dos vehículos con patentes argentinas29. Los trasladaron en avión a Bue-
nos Aires y los alojaron en el CCD más tarde conocido como “Proto Banco” o “Puente
12”, que funcionaba en el predio de la Brigada “Güemes” de la Policía de la Provincia
de Buenos Aires30. En el mismo espacio habían permanecido cautivos sus compañeros
de la OCPO, incluido Luis Epelbaum, lo que ofrece una explicación plausible sobre el
traslado de Claudio y Lila a ese CCD. El secuestro de los hermanos Epelbaum en Uru-
guay, de cuyos organismos y agentes responsables se tiene escasa información, había

26  CONADEP. Legajo Nº 6.586 y Legajo Nº 3.378. Serie Legajos CONADEP de víctimas del terrorismo de
Estado. Subfondo CONADEP. Fondo Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Archivo Nacional de la
Memoria.

27  Tribunal Oral en lo Criminal Federal N°1 de la Capital Federal. Op. cit.

28  Idem.

29  CONADEP. Legajo Nº 5.449 y Legajo Nº 5.450. Serie Legajos CONADEP de víctimas del terrorismo de
Estado. Subfondo CONADEP. Fondo Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Archivo Nacional de la
Memoria.

30  En el marco de la megacausa por los crímenes cometidos bajo el mando operacional del Primer Cuerpo de
ejército, el juez Daniel Rafecas ha probado que, antes de su paso por “Automotores Orletti”, algunos de los re-
presores del grupo liderado por Aníbal Gordon habían actuado en el CCD “Puente 12”, también conocido como
“Proto Banco”.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 65


ocurrido bajo el paraguas de la Operación Cóndor, en el momento exacto en que esta
se había quedado sin su principal base en Buenos Aires tras el desmantelamiento de
“Automotores Orletti” a principios de noviembre de 197631. Entre fines de noviembre
y principios de diciembre de 1976, los Epelbaum fueron retirados del CCD. El cuerpo
de Lila se enterró sin identificación en una fosa común del cementerio municipal de
Avellaneda. Los restos de Claudio aún no fueron hallados.

En abril de 1977, la detención ilegal del argentino Carlos Maguid en Perú abrió
un nuevo ciclo de operativos represivos extraterritoriales. Maguid era cuñado de la
referente montonera Norma Arrostito y había participado en el secuestro del general
Pedro Aramburu en 1970, aunque más tarde se había distanciado de Montoneros y
exiliado en Lima. Un mes antes de su detención, las autoridades locales ya lo habían
arrestado preventivamente junto a otras y otros militantes políticos, ante el anuncio
de una inminente visita del dictador Jorge Rafael Videla a Perú, aunque luego lo ha-
bían liberado. Su “caída” definitiva se produjo el 12 de abril, cuando fue detenido por
miembros del ejército y la policía peruanos. Según versiones periodísticas, lo habrían
llevado al Ministerio de Guerra, donde lo esperaban oficiales argentinos32. Poco des-
pués, fuentes de la inteligencia peruana filtraron a la prensa un supuesto memorán-
dum interno secreto, dirigido al jefe del Ejército de Perú, en el que se afirmaba que “fue
entregado el cadáver del sujeto ‘Ar’ Carlos Alberto Maguid al personal de Seguridad
del ejército Argentino que se encuentra en Lima con autorización de ese Comando
desde los primeros días del presente mes”33. La versión era falsa: varios sobrevivientes
de la ESMA testimoniaron haber visto con vida a Maguid en ese CCD poco después
de su secuestro en Perú. Los testimonios también indican que, dentro de la ESMA, la
armada exhibió a Maguid ante oficiales de otras fuerzas y permitió que lo interroga-
ran, del mismo modo que lo había hecho con su cuñada Arrostito, a quien los marinos
aún mantenían con vida allí. Aunque existen distintas hipótesis acerca del interés de la
armada en la figura de Maguid, lo cierto es que su captura se había logrado gracias a la
coordinación con las fuerzas represivas peruanas. La fecha de incorporación de Perú
a la Operación Cóndor aún es objeto de investigación. En cualquier caso, el secuestro
de Maguid no parece haberse vinculado orgánicamente con Cóndor, sino con alguna
instancia de cooperación bilateral que posibilitó el operativo.

Un mes después de la captura de Maguid, otra detención ilegal de argentinos y ar-

31  Según consta en el Legajo CONADEP Nº 5.449 de Lila Epelbaum, pocos días después del secuestro de los her-
manos Epelbaum, su madre intentó hacer gestiones ante Uruguay mediante un contacto que tenía en el gobierno
argentino. El contacto le informó que, al pedir autorización a la SIDE para comunicarse con las autoridades
uruguayas, supo que el organismo ya estaba al tanto de la desaparición de los hermanos. Aunque el dato no es
concluyente, sugiere que la SIDE participó, como mínimo, en la circulación de información sobre el caso entre
los organismos represivos de ambos países.

32  Página/12. “Guerra sucia en el Perú”, 7 de febrero de 1999. Recuperado de: www.pagina12.com.ar/1999/99-


02/99-02-07/pag10.htm

33  Idem.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 66


gentinas en el exterior tuvo a la armada entre los protagonistas. El de José Nell, Dora
Landi y Alejandro Logoluso es uno de los casos mejor documentados de represión
extraterritorial ya que su secuestro ocurrió en Paraguay, donde luego de la caída de
la dictadura de Alfredo Stroessner se recuperaron los llamados “Archivos del Terror”.
Nell militaba en Montoneros y se había radicado en Asunción para servir como enlace
de militantes argentinos que necesitaran documentación falsa para seguir la ruta del
exilio. La pareja Landi-Logoluso había viajado a la capital paraguaya con ese fin. A
fines de marzo de 1977, los tres fueron detenidos en un operativo de la policía local
junto a dos militantes uruguayos, Gustavo Inzaurralde y Nelson Santana Scotto, quie-
nes habían vivido en Argentina y pertenecían al PVP. Los cinco militantes pasaron casi
dos meses cautivos en dependencias de la Policía de Asunción. Los archivos policiales
paraguayos permitieron probar ante la Justicia que en sus interrogatorios y torturas
habían participado agentes argentinos, identificados como miembros del ejército y la
SIDE, y agentes de la inteligencia uruguaya34. La coordinación de la captura, el cau-
tiverio y la circulación posterior de la información obtenida en los interrogatorios se
realizó a través de los canales orgánicos de la Operación Cóndor, con participación tri-
nacional de los organismos que representaban a cada país en la red represiva regional.
Sin embargo, a diferencia de lo que había ocurrido durante el primer ciclo de opera-
tivos extraterritoriales, el traslado de los prisioneros a Argentina corrió por cuenta de
la armada. Se ha recuperado un informe secreto, del 16 de mayo de 1977, donde hay
registro de la entrega de los detenidos a oficiales argentinos y de su traslado a Argen-
tina en un pequeño avión birreactor bajo vigilancia del capitán “José Abdala”, nombre
de cobertura de Luis D’Imperio, miembro del SIN que operaba en la ESMA. La entrega
de los prisioneros se hizo en presencia del coronel paraguayo Benito Guanes, uno de
los enlaces de Cóndor que había participado en su reunión fundacional en 197535. El
uruguayo Inzaurralde fue visto en “El Atlético”, un CCD en la ciudad de Buenos Aires
donde había funcionado una división de la PFA y que pertenecía al mismo circuito
represivo que la Brigada “Güemes”. Hasta hoy se desconoce si Nell, Landi, Logoluso
y Santana Scotto pasaron por algún CCD argentino. Respecto de los motivos por los
que la armada se ocupó del traslado, se ha recuperado un listado con el sello del SIN,
de marzo de 1977, sobre “personas con pedido de captura por desarrollar actividades
subversivas”, resultado de requerimientos que distintos organismos de inteligencia y
seguridad le habían hecho al SIN. Allí se indicaba que, en caso de lograrse la detención
de alguna de esas personas, el SIN intervendría y lo comunicaría al organismo requi-
rente. En el listado aparecía Alejandro Logoluso, lo que significaba que el SIN sería el
responsable de la coordinación de su caso una vez que se lograra la captura36.

34  La Justicia ha comprobado que los nombres de los supuestos oficiales del Ejército Argentino, que quedaron
registrados ante la Policía paraguaya, no figuran en la nómina de la fuerza. Es posible que fueran nombres de
cobertura o incluso que no pertenecieran realmente al ejército.

35  Tribunal Oral en lo Criminal Federal N°1 de la Capital Federal. Op. cit.

36  Idem.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 67


Desde fines de 1977, Uruguay se convirtió en el principal escenario de las opera-
ciones extraterritoriales contra argentinos, con protagonismo de la armada y con la
ESMA como destino de varias víctimas. En noviembre de ese año, Oscar Degregorio,
cuadro de alto rango de Montoneros, fue detenido por la Prefectura uruguaya en el
puerto de Colonia cuando intentaba ingresar con documentación falsa al país veci-
no, donde se había exiliado37. Lo llevaron a Montevideo y lo entregaron al Cuerpo de
Fusileros Navales (FUSNA), un organismo de la Armada de Uruguay especializado
en represión a las organizaciones políticas y, en particular, a los Grupos de Acción
Unificadora (GAU). Ante la sospecha de que las GAU podían tener vínculos con Mon-
toneros, la Armada de Uruguay dio participación en el caso a la Armada Argentina.
Un oficial del Grupo de Tareas (GT) 3.3 de la ESMA viajó a Montevideo justo cuando
Degregorio intentaba escapar de sus captores durante una salida para “marcar” a otros
militantes. En la tentativa de fuga, Degregorio fue gravemente herido por un oficial
uruguayo e ingresado al Hospital Central de las Fuerzas Armadas, donde lo operaron
y lo mantuvieron cautivo. Para entonces el GT 3.3 argentino ya lo había identificado
como un dirigente destacado de Montoneros. Una nueva comitiva de la ESMA llegó
a la capital uruguaya para interrogarlo en el hospital. Los represores incluso viajaron
acompañados por dos prisioneros del CCD38.

La detención ilegal de Degregorio fue la primera de una ola de “caídas” de miembros


y colaboradores de Montoneros exiliados en Uruguay, con participación de miembros
del GT 3.3 de la ESMA39. La segunda fue la de Pablo Osorio, secuestrado el 22 de no-
viembre de 1977 y trasladado al día siguiente en un avión a Buenos Aires, donde lo lle-
varon a la ESMA40. En la mañana del 15 de diciembre, Rolando Pisarello fue detenido
junto a Rosario Quiroga, pareja de Degregorio, cuando se dirigían hacia Montevideo
desde una casa en Lagomar, Canelones, a la que ella se había mudado luego de haber
presenciado la captura de Degregorio en el puerto de Colonia. Sus captores los llevaron
a un local operativo en Carrasco conocido como “Castillito de Carrasco”, cerca del ae-
ropuerto internacional, donde los torturaron e interrogaron. Horas más tarde también
llegó al lugar el ex diputado peronista Jaime Dri, quien acababa de arribar a Uruguay y
había sido secuestrado ese mismo día en un operativo en el que otro cuadro jerárquico
de Montoneros, Alejandro Barry, había muerto acribillado cuando intentaban escapar.
Por la tarde, la redada continuó en la casa del pianista Miguel Ángel Estrella, un con-
tacto de apoyo en Uruguay para militantes que llegaban desde Argentina. Allí también

37  Idem.

38  Declaración testimonial de Martín Gras en el juicio conocido como “ESMA II”, 18 de agosto de 2010.

39  Para la reconstrucción sobre esta ola de “caídas” se ha utilizado la “Cronología de hechos represivos hacia el
Partido Peronista ‘Montonero’ en Uruguay” del Equipo de Investigación Histórica del Grupo de Trabajo Verdad
y Justicia, Secretaría de Derechos Humanos para el Pasado Reciente de Uruguay, 2011; y el informe “Historias
sin olvido. Del Uruguay a la ESMA” del Museo Sitio de Memoria ESMA, 2019.

40  Una vez en la ESMA, Osorio fue entregado al ejército. Sobrevivientes de “El Banco” y “El Atlético” declararon
haberlo visto en esos CCD. Hasta hoy permanece desaparecido.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 68


vivía una joven estudiante que ayudaba a Estrella, Raquel Odasso, además de una pa-
reja de exiliados, Jaime Brancony y Luisana Olivera. Los cuatro fueron secuestrados
y llevados al “Castillito”. En la madrugada del 16 de diciembre, un nuevo operativo se
desplegó sobre la casa de Quiroga en Lagomar, donde sus tres hijas pequeñas habían
quedado al cuidado de la pareja de Pisarello, María del Huerto Milesi, quien a su vez
se encontraba con su hija de cuatro meses. A esa casa también acababa de llegar la
pareja de Barry, Susana Mata, junto a la hija de ambos, Alejandrina Barry. Mata murió
durante el operativo al ingerir una pastilla de cianuro. Del Huerto Milesi y las cinco
niñas fueron trasladadas al “Castillito” junto al resto del grupo. Pocas horas después, la
“ola” de caídas se completó con la muerte de Carlos Valladares, secretario político de la
Columna Oeste de Montoneros, quien tomó cianuro al ser reconocido en el sector de
migraciones del aeropuerto de Carrasco.

Aunque los secuestros en Uruguay fueron ejecutados por las Fuerzas Conjuntas
Uruguayas, integradas por las fuerzas armadas y policiales de ese país, en el “Castilli-
to” los prisioneros y prisioneras se encontraron con interrogadores del SID uruguayo
y del GT 3.3 de la ESMA41. Un par de días después de sus detenciones, Dri, Quiroga
y sus tres hijas, Pisarello, Milesi y su hija fueron trasladados a Buenos Aires, en dos
aviones de características similares al que se había usado para los militantes captura-
dos en Paraguay. Casi en simultáneo, la Armada de Uruguay entregó a Degregorio a la
Armada Argentina, con acuerdo previo de los comandantes en jefe de ambas fuerzas.
Lo trasladaron en helicóptero a Buenos Aires, en un estado grave de salud. Al igual
que el resto del grupo42, Degregorio ingresó a la ESMA. Un par de meses después, la
armada lo “prestó” durante algunas semanas al ejército para que lo interrogaran en
Campo de Mayo. Tras su retorno a la ESMA, murió en abril de 1978. Sus restos nun-
ca fueron hallados. A fines de 1977, Dri también fue entregado al ejército y llevado a
Santa Fe. Luego de su regreso a la ESMA, en julio de 1978, logró fugarse durante una
salida para “marcar” militantes en la frontera con Paraguay. Quiroga, Pisarello y Milesi
permanecieron cautivos en la ESMA hasta los primeros meses de 1979, cuando fueron
liberados y marcharon al exilio.

La ola de “caídas” de argentinos en Uruguay tuvo como corolario una operación de


prensa con fuerte impacto en los medios argentinos y uruguayos, destinada a justificar
los operativos, ocultar su faceta ilegal y buscar consenso social en torno a ellos, a través

41  Más tarde, los prisioneros identificarían entre los oficiales que los interrogaron en Uruguay al marino Raúl
Scheller, oficial de inteligencia del GT 3.3, al prefecto Héctor Febres y al mayor Julio César Coronel, “enlace” del
ejército en la ESMA.

42  A poco de la llegada del grupo a la ESMA, los marinos depositaron a las tres hijas de Quiroga en un colegio
religioso porteño, donde las recuperaron sus abuelos. La hija de Pisarello y Milesi, de pocos meses de vida, fue
entregada directamente a sus abuelos en Buenos Aires. Lo mismo ocurrió con Alejandrina Barry, hija de Alejan-
dro Barry y Susana Mata, ambos muertos, aunque en su caso la entregaron a sus abuelos en un buque atracado
en el puerto de Montevideo.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 69


de la publicación de datos premeditadamente falsos. En los días posteriores al traslado
del grupo a la ESMA, las Fuerzas Conjuntas Uruguayas publicaron varios comunica-
dos reproducidos por los diarios de ambos países. La información oficial mencionaba
a los militantes muertos y a los que habían pasado a cárceles legales uruguayas, pero
no a los que habían sido llevados clandestinamente a la ESMA. Hablaba, además, de
una única sobreviviente: Alejandrina Barry, de cuatro años, hija de Alejandro Barry y
Susana Mata, ambos muertos. En Argentina, tres revistas pertenecientes a la Editorial
Atlántida presentaron a Alejandrina como una niña que había sido abandonada por
sus padres montoneros, y ocultaron el hecho de que para entonces ya se encontraba
con sus abuelos. “Alejandra está sola”, tituló la revista Gente, en una nota con fotos de
Alejandrina junto a imágenes de la casa de Lagomar y un supuesto botín de guerra, en
realidad fraguado, con ametralladoras “que se encontraban a pocos metros de su cuna”.
La revista Para Ti la presentó en otra foto jugando con una muñeca, cabizbaja, y un
titular a tono: “A ellos no les importaba”43.

En mayo de 1978, un nuevo operativo contra Montoneros en Uruguay derivó en la


detención ilegal de otros dos militantes argentinos exiliados, Claudio Logares y Móni-
ca Grinspon, y de su hija de dos años, Paula44. Fueron secuestrados por agentes uru-
guayos de civil en las calles de Montevideo y, poco después, trasladados a Argentina,
donde los alojaron en el CCD que funcionaba en la Brigada de Investigaciones de San
Justo de la Policía de la Provincia de Buenos Aires. Paula Logares fue apropiada por el
subcomisario Rubén Lavallén, a cargo de la Brigada, y por su pareja, una mujer de na-
cionalidad uruguaya45. Claudio Logares y Mónica Grinspon, quien al momento de su
secuestro estaba embarazada, fueron luego trasladados al CCD conocido como “Pozo
de Banfield”, una antigua dependencia de la Brigada de Investigaciones de Banfield de
la Policía de la Provincia de Buenos Aires. Allí fueron vistos por última vez con vida en
junio de 1978. Ambos permanecen desaparecidos. Según testimonios de sobrevivien-
tes, cuando la pareja llegó al “Pozo”, Grinspon contó que, en la Brigada de San Justo,
los habían interrogado agentes argentinos y uruguayos46.

Ese mismo año se produjo la última detención ilegal de militantes argentinos en


Uruguay. María Catalina Benassi, militante del ejército Revolucionario del Pueblo

43 La Vaca. “Miguel Ángel Estrella: la música, el adiós y la reconstrucción de su desaparición en Uruguay en


medio del Plan Cóndor”, 7 de abril de 2022. Recuperado de: lavaca.org/notas/miguel-angel-estrella-la-musica-
el-adios-y-la-reconstruccion-de-su-desaparicion-en-uruguay-en-medio-del-plan-condor

44  No hay evidencias de que la armada haya intervenido en el secuestro de la familia Logares, tal como sí había
ocurrido en otros operativos inmediatamente anteriores y posteriores contra Montoneros en Uruguay.

45  En 1984, Paula Logares se convirtió en la primera hija de desaparecidos en conocer su verdadera identidad
a través de un análisis genético.

46  Tribunal Oral en lo Criminal Federal N°1 de la Capital Federal. Op. cit.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 70


(ERP), se había exiliado en Paraguay tras el asesinato de su esposo en Argentina47. En
septiembre de 1978, ante la presunción de que la capital paraguaya ya no era segura
para ella, viajó de Asunción a Montevideo acompañada por su cuñado, Manuel García.
Los padres de Benassi los esperaban en el aeropuerto de Carrasco, pero ambos fueron
arrestados en el sector de migraciones. Luego se sabría que, desde el inicio de la ola
de “caídas” de argentinos en noviembre de 1977, Benassi figuraba en una lista de re-
queridos argentinos circulada por la Dirección Nacional de Información e Inteligencia
(DNII) de Uruguay a los organismos represivos de ese país. Tras un breve paso por la
DNII, Benassi y García fueron llevados a dependencias de la División de Investigacio-
nes de la Prefectura Naval uruguaya, hasta su entrega posterior a la Prefectura Naval
argentina y su traslado a Buenos Aires48. Los testimonios de sobrevivientes de la ESMA
permitieron saber que ambos fueron alojados en ese CCD, donde permanecieron con
vida hasta octubre de 1978. Los dos están desaparecidos.

El tercer ciclo de “caídas” de argentinos en el exterior, con protagonismo de la es-


tructura de inteligencia del ejército, se inició en julio de 1978 con la desaparición en
Brasil de Norberto Habegger, secretario de la rama política de Montoneros, quien ha-
cia fines de ese mes viajó de México a Río de Janeiro, bajo identidad falsa, para reunirse
con compañeros de su organización. Para entonces Montoneros había comenzado a
preparar la Contraofensiva que lanzaría dos meses más tarde. Habegger abordó un
avión hacia Río el 31 de julio y esa fue la última vez que lo vio su familia. Desde enton-
ces permanece desaparecido. Se presume que fue capturado a su llegada al aeropuerto
internacional de Galeão y se sabe que tres miembros del Batallón de Inteligencia 601
del ejército estuvieron involucrados en la planificación del operativo49. Dos sobrevi-
vientes del circuito de CCD “El Atlético”, “El Banco” y “El Olimpo”, Horacio Cid de la
Paz y Alfredo González, supieron durante su cautiverio que tres oficiales conocidos
como “Cortez”, “Miguel” y “Cacho” orquestaron el secuestro y que, según sus propios
comentarios, “para incentivar a los servicios de inteligencia brasileños les dijeron que
el compañero llevaba mucho dinero”50. La Justicia ha probado que “Cortez”, “Miguel”
y “Cacho” eran los represores Adolfo Feito, Enrique del Pino y Guillermo Cardozo,
miembros del Batallón 601. A su vez, se sabe que el circuito “ABO” ya había tenido

47  Aunque durante años circuló la información de que Benassi pertenecía a Montoneros, su hermana, María
Cristina Benassi, aclaró en una declaración testimonial en el marco de la “Megacausa ESMA”, el 7 de julio de
2014, que María Catalina militaba en el PRT-ERP.

48  CONADEP, Legajo Nº 6.804 y Legajo N° 2.727. Serie Legajos CONADEP de víctimas del terrorismo de
Estado. Subfondo CONADEP. Fondo Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Archivo Nacional de la
Memoria. Estos documentos reflejan las informaciones obtenidas por la familia de Benassi tras gestiones ante las
autoridades uruguayas y ante el consulado argentino en Montevideo.

49  Para un estudio sobre la persecución a miembros de Montoneros en Brasil con participación de fuerzas ar-
gentinas y brasileñas, ver Nilson (2006) y Fernández Barrio (2018).

50  Testimonio de Horacio Cid de la Paz y Alfredo González ante Amnistía Internacional, 1979, recogido en el
legajo CONADEP Nº 1.713

Los centros clandestinos de detención en Argentina 71


incidencia en la persecución a Habbeger desde mediados de 1977, cuando su esposa,
Florinda Castro, y su hermano, Gustavo Habbeger, habían sido temporalmente secues-
trados e interrogados en “El Atlético”.

Río de Janeiro también fue escenario de uno de los mayores golpes de la estructu-
ra de inteligencia del ejército contra la Contraofensiva de Montoneros. En marzo de
1980, los militantes Horacio Campiglia y Susana Pinus llegaron a la ciudad brasileña
en un vuelo procedente de Panamá, con escala en Venezuela, bajo identidad falsa.
Campiglia integraba la Conducción Nacional montonera y era intensamente buscado
por las fuerzas represivas argentinas. Su nombre también circulaba entre los organis-
mos de inteligencia de otros países de la región. Su esposa, Pilar Calveiro, ya había
sido secuestrada en Argentina en 1977. Campiglia y Pinus viajaron a Brasil con la
misión de instalar una base en Río de Janeiro para asistir a miembros de Montoneros
que entrarían y saldrían de Argentina. En Río debían encontrarse con el marido de
Pinus, Edgardo Binstock, pero nunca acudieron a la cita. Según testigos, ambos fueron
detenidos al llegar al aeropuerto de Galeão por unos veinte agentes de civil, brasileños
y argentinos51. Una desclasificación de archivos del Departamento de Estado de los
Estados Unidos permitió recuperar un documento con detalles sobre la planificación
y la ejecución del operativo. Se trata de un memorándum secreto fechado el 7 de abril
de 1980 y enviado al embajador estadounidense en Buenos Aires por su oficial de se-
guridad regional, con base en informaciones provistas por una fuente de inteligencia
argentina. Según el documento, el Batallón 601 obtuvo el dato de la llegada de Campi-
glia y Pinus a Brasil durante un interrogatorio a otro montonero capturado. Los agen-
tes argentinos coordinaron el secuestro en Río con la inteligencia militar brasileña:
“Los brasileños concedieron su permiso y un equipo especial de argentinos viajó a Río
a bordo de una aeronave Hércules C130. Ambos Montoneros fueron capturados con
vida y regresados a Buenos Aires a bordo del C130”52. El memorándum también seña-
laba que, al momento de su confección, Campiglia y Pinus se encontraban “detenidos
en la cárcel secreta del ejército en Campo de Mayo”. Esa información coincide con los
testimonios de sobrevivientes de Campo de Mayo que dijeron haber visto a Campiglia
en uno de los CCD que funcionaba en la guarnición53.

La última acción represiva contra argentinos en el exterior también fue protago-


nizado por la estructura de inteligencia del ejército. En junio de 1980, cuatro mili-

51  Tribunal Oral en lo Criminal Federal N°1 de la Capital Federal. Op. cit.

52  El memorándum se encuentra citado en el informe final de la Comisión Nacional de la Verdad de Brasil,
volumen 1, capítulo 6, disponible en memorias reveladas.gov.br.

53  Declaración testimonial de Silvia Tolchinsky ante la Subsecretaría de Derechos Humanos, 1994, incluida en
el legajo CONADEP Nº 3.636 de Horacio Campiglia. En esa declaración, Tolchinsky, prima de Mónica Pinus,
relató que, entre septiembre y octubre de 1980, intercambió cartas con su hermano Daniel Tolchinsky y su cuña-
da Ana Dora Wiesen, quienes estaban cautivos en Campo de Mayo y quienes le aseguraron que allí había otros
secuestrados con vida, entre ellos, Horacio Campiglia.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 72


tantes ligados a Montoneros fueron secuestrados en Lima, Perú, en el marco de una
operación binacional del Servicio de Inteligencia del Ejército (SIE) de Perú junto a
una comitiva de oficiales y suboficiales de inteligencia del Ejército Argentino (Uceda,
2004). La delegación argentina había viajado a Perú bajo la hipótesis de que Montone-
ros estaba preparando un atentado allí contra Jorge Videla, quien viajaría a Lima para
una visita oficial en julio54. Fuera cierto o no, desde principios de 1980, una avanzada
de una docena de cuadros montoneros había llegado a Perú, y se esperaba pronto el
arribo de más militantes que completarían un grupo de unas veinte personas, entre los
que se encontraba uno de los miembros de la Conducción Nacional (CN) de Montone-
ros, Roberto Perdía. Otro de los recién llegados era Federico Frías Alberga, un oficial
montonero que había arribado a la capital peruana con órdenes directas de la CN para
reunirse con otros compañeros. Frías fue interceptado por los represores argentinos y
utilizado como señuelo para la “caída” de otra militante, María Inés Raverta, ex pareja
de Mario Montoto, por entonces secretario de Mario Firmenich. Al igual que Frías,
Raverta fue trasladada a un recreo militar peruano, donde el SIE la dejó en manos
de oficiales argentinos que la interrogaron y torturaron. Casi en simultáneo, el grupo
binacional de represores detuvo a otros dos militantes argentinos en Lima, Norma Es-
ther Gianetti de Molfino y Julio César Ramírez.

El 15 de junio de 1980, la prensa peruana publicó detalles del operativo contra los
argentinos, lo que provocó que el SIE de Perú decidiera poner fin a la operación den-
tro de su territorio (Fernández Barrio, 2017). De Frías se desconoce si salió con vida
de Perú o no55. Hasta hoy permanece desaparecido. En cuanto a Raverta, Gianetti y
Molfino, se presume que los trasladaron a través de un paso fronterizo a Bolivia, don-
de permanecieron cautivos en dependencias del ejército boliviano y bajo torturas in-
fligidas por oficiales del Ejército Argentino56. Raverta fue desaparecida. Gianetti de
Molfino apareció muerta en Madrid, España, unas semanas después de su secuestro
en Perú. Sus secuestradores, dos oficiales argentinos, la llevaron en un vuelo comercial
con escala en Brasil, la alojaron en un hotel y posiblemente la envenenaron, aunque
las causas clínicas de su muerte nunca pudieron ser aclaradas. Antes de escapar, plan-
taron en la escena del crimen documentos que habían pertenecido a Ramírez, hasta
hoy desaparecido, e incluso diseminaron sus huellas dactilares por la habitación57. El
montaje buscaba desviar la atención del operativo binacional que se había ejecutado en

54  El presunto plan para atentar contra Videla ha sido negado por el dirigente montonero Roberto Perdía Ver
Uceda (2004).

55  Una versión que no pudo ser confirmada por la familia de Frías indica que lo habrían trasladado ilegalmente
a Argentina y lo habrían fusilado en Campo de Mayo. La versión fue incorporada al legajo CONADEP de Frías
por su hijo, en 2013, en base a comentarios que le hizo un militar retirado.

56  Según versión de Ernesto Jauretche y Alicia Pierini en Página/12, Op. cit.

57  Julio César Ramírez posiblemente había sido asesinado en La Paz varias semanas antes. Una versión ha su-
gerido que sus captores podrían haber fabricado un sello dactilar con las huellas de Ramírez para contaminar la
escena del crimen en España.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 73


Lima e instalar la idea de que los militantes montoneros desaparecidos en Perú, cuyos
casos se habían vuelto públicos, en realidad estaban en Europa. La mentira orquestada
por los órganos represivos se vio reforzada por una campaña mediática liderada por
el embajador argentino en España, el civil Jorge Ferreira. Cuando se confirmó que la
mujer muerta en el hotel madrileño era Gianetti de Molfino, Ferreira organizó una
conferencia de prensa y difundió un comunicado en el que afirmaba que la aparición
del cadáver “deja en la más palmaria evidencia la falsedad de la campaña de despres-
tigio urdida contras las autoridades peruanas y argentinas” y “advierte, una vez más,
de la peligrosidad que exhibe la subversión internacional en su intento de socavar las
bases de nuestra sociedad occidental”58.

A modo de cierre

Este trabajo analizó la participación del Estado argentino en las redes represivas
transnacionales durante el ciclo de dictaduras militares en el Cono Sur y se interrogó,
en particular, por el papel desempeñado por los CCD en la ejecución de la represión
a extranjeros dentro del país y de argentinos fuera de los fronteras nacionales. Como
han demostrado rigurosas investigaciones académicas y diferentes instancias judicia-
les tanto dentro como fuera de Argentina, este entramado de colaboración represiva
se caracterizó por una historicidad que excede las experiencias autoritarias que atra-
vesaron los países de la región y se constituyó como resultado de la ampliación y sis-
tematización de un conjunto de formas de cooperación que encuentran sus raíces, al
menos, en la década de los sesenta. Aun cuando la transnacionalización represiva tuvo
sus propias temporalidades, lógicas y dinámicas de funcionamiento, su despliegue
concreto requirió de un dispositivo como los CCD, cuyo arraigo era necesariamente
territorial y local. En ese sentido, cabe plantear algunos elementos que se desprenden
del análisis y que merecerán mayor indagación en el futuro.

Tanto en los casos de persecución por razones políticas de extranjeros en Argentina


como de argentinos en el extranjero, los CCD que funcionaban en el país cumplieron
un papel indispensable, como espacios de reclusión de las víctimas y/o como bases de
operaciones de los agentes que planificaban y ejecutaban las acciones transfronterizas.

En primer lugar, es posible señalar que, a partir de 1974 y hasta 1978, dado el avance
de las dictaduras en la región y la llegada masiva de exiliados al país, Argentina se con-
virtió en el territorio fundamental de la persecución a extranjeros. Su protagonismo
como escenario de la represión transnacional en la región se explica, en buena parte,
por la disponibilidad de una red de centros clandestinos que servían como terminal
del circuito de aniquilamiento que atravesaba las fronteras, y se materializó en un nú-
mero limitado de CCD argentinos −en comparación con la cantidad total a nivel na-

58  Según un artículo del diario español El País, 1/8/1980, recogido en el legajo CONADEP de Norma Esther
Gianetti de Molfino.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 74


cional− generalmente gestionados por el ejército, la PFA o la policía de la Provincia de
Buenos Aires, que pertenecían exclusivamente a la Zona 4 y, sobre todo, la Zona 1 de
Defensa, es decir, que estaban ubicados en la Capital Federal y el Gran Buenos Aires.
La detención clandestina, al menos en una dependencia, constituyó una regularidad
en el ejercicio de la represión respecto de este universo de víctimas, incluso en los ca-
sos en los que estas fueron trasladadas a sus países de origen. Esto pone en evidencia
cierto grado de especialización de algunos espacios de detención en acciones de repre-
sión transnacional, en particular, por el volumen de las detenciones y por el nivel y la
sofisticación de la colaboración entre agentes represivos de diferentes nacionalidades,
destaca el caso de “Orletti” y los crímenes cometidos hacia personas de nacionalidad
uruguaya.

En segundo lugar, en torno a la represión de argentinos en el exterior, Montoneros


fue el blanco prioritario de la actividad represiva extraterritorial de la dictadura argen-
tina: de las cuarenta y un víctimas argentinas consideradas en este trabajo, treinta y dos
estaban vinculadas en diversos grados al activismo montonero. En cuanto a los CCD a
los que fueron trasladadas, en casi la mitad de los casos se desconoce su destino final,
mientras que las demás fueron vistas en centros clandestinos de la Capital Federal y
el Gran Buenos Aires, como la ESMA, “Automotores Orletti”, “Puente 12”, “Pozo de
Banfield” y “Campo de Mayo”.

En tercer lugar, varios de los CCD ligados a la represión de extranjeros en Argentina


sirvieron a la vez para alojar a argentinos trasladados ilegalmente desde el extranjero.
En cuarto lugar, la tasa de sobrevivencia de las víctimas de la represión transnacional
que pasaron por los CCD argentinos parece haber sido aún más baja que la de las víc-
timas del terrorismo de Estado en general. En quinto lugar, la represión transnacional
tuvo entre sus víctimas a niños y niñas que habían partido al exilio junto a sus padres
y también a menores de edad nacidos en cautiverio. Por último, algunos casos de re-
presión extraterritorial se vieron acompañados por operaciones sucias de prensa y/o
lobby político-diplomático que complementaron a la “pura represión” y que resultaron
fundamentales para encubrir los operativos clandestinos transfronterizos y para bus-
car legitimidad pública para el accionar de las dictaduras regionales.

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Los centros clandestinos de detención en Argentina 77


Los establecimientos laborales como territorios
de la represión: espacios de detención clandestina
en empresas privadas
Victoria Basualdo
María Alejandra Esponda

Introducción

La utilización de espacios privados como centros clandestinos de detención (CCD)


por parte de las Fuerzas Armadas y de Seguridad durante el terrorismo de Estado, y
particularmente la existencia de CCD en empresas privadas, es un tema que todavía
requiere un abordaje sistemático y en profundidad1. Este capítulo tiene por objetivo
central brindar una aproximación preliminar, a partir de un análisis de tres centros
clandestinos de detención que funcionaron dentro del predio de empresas privadas: el
ingenio azucarero “La Fronterita”, cercano a Famaillá, provincia de Tucumán; Acindar,
una empresa siderúrgica en Villa Constitución, en el sur de la provincia de Santa Fe y
Ford Motor Argentina, una automotriz ubicada en Pacheco, en el cordón industrial de
la zona norte de la provincia de Buenos Aires. Estos casos serán examinados a partir
de los antecedentes de investigación disponibles en el marco de abordajes académi-
cos y del trabajo de diferentes equipos y colectivos2. La fuente central utilizada son

1  Existe un listado del Registro Unificado de Victimas del Terrorismo de Estado (RUVTE) que da cuenta de to-
dos los espacios comprobados hasta el momento en los que han funcionado CCD. Allí se clasificaron entre otras
cosas por tipo de establecimiento, y si eran privados o no. Dentro de la categoría de “CCD en espacios privados”,
se distinguen las siguientes tipologías: 1) establecimientos privados pertenecientes a empresas; 2) otros esta-
blecimientos privados; 3) espacios particulares (viviendas o similares), 4) establecimientos particulares como
casas-quintas pero sin establecer propiedad y 5) otros casos particulares de espacios privados. Cada una de estas
categorías está definida por subcategorías a partir de las cuales se puede comenzar a determinar características
del funcionamiento del espacio y articulaciones con las Fuerzas Armadas y de Seguridad.

2  Entre ellos, cabe mencionar el trabajo en el marco del proyecto original sobre Responsabilidad Empresarial; el
trabajo del equipo del Programa “Estudios del trabajo, movimiento sindical y organización industrial” del Área
de Economía y Tecnología de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales ( FLACSO) en un conjunto de
causas judiciales y avances logrados en el marco del PICT “Participación empresarial en la represión a trabaja-
dores/as y sindicalistas durante procesos dictatoriales en América Latina en la segunda mitad del siglo XX: con-
tribuciones desde el caso de Argentina (1976-1983)”, financiado por el FONCyT, con sede en FLACSO, así como
tareas desarrolladas en el marco de la Unidad especial de investigación en delitos de lesa humanidad cometidos
con motivación económica de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación (SDH) entre 2020 y 2022 y en
el convenio de asistencia científica en redes entre el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
(CONICET) y la SDH con el objetivo principal de fortalecer los vínculos entre investigación académica y políti-
cas de Memoria, Verdad y Justicia respecto de la responsabilidad empresarial en delitos de lesa humanidad en la
última dictadura en Argentina (1976-1983).

Los centros clandestinos de detención en Argentina 78


los testimonios de sobrevivientes, particularmente los brindados en el marco de los
procesos de judicialización, que involucran el análisis de responsabilidades no sólo de
las Fuerzas Armadas y de Seguridad, sino también de funcionarios empresariales. Si
bien se encuentran en distintas etapas procesales, en todos los casos se han puesto de
relevancia la importancia de estos espacios en el circuito represivo así como la respon-
sabilidad de militares y de fuerzas de Seguridad y de funcionarios empresariales en las
violaciones a los derechos humanos cometidas. Asimismo, la existencia de CCD en
estos espacios privados fue y es considerada en los procesos judiciales como un dato
de enorme importancia para determinar el nivel de involucramiento de empresas y
funcionarios empresariales en la represión.

Las formas de utilización de estos espacios difirieron de las que se implementaron


en los CCD ubicados en espacios estatales. En muchos casos fueron utilizados de ma-
nera transitoria y/o extraordinaria como parte de circuitos represivos que no siempre
pudieron ser determinados de manera definitiva; por otro lado, las instalaciones no
fueron especialmente construidas o modificadas para alojar personas cautivas. Si bien
enseguida se profundizara en estos aspectos, es importante mencionar que el funcio-
namiento de CCD en empresas privadas tuvo características específicas que es nece-
sario analizar en detalle, debido al hecho de haber funcionado de forma paralela a la
dinámica fabril, productiva y laboral habitual de las instalaciones.

Lejos de resultar una novedad, la represión en estas tres empresas fue documentada
por la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) y retomada
de diversas maneras en el informe Nunca Más .En el caso de Acindar se desarrolló in-
cluso una inspección ocular a lo que se consideró un CCD desde ese entonces, al tiem-
po que en el caso del ingenio “La Fronterita”, se documentaron aspectos importantes
tanto por parte de la CONADEP como por la Comisión Bicameral Investigadora de
las violaciones de Derechos Humanos en la Provincia de Tucumán: 1974-1983. En el
caso de Ford, aunque no llegó a reconocerse al espacio como un CCD, el Nunca Más se
subrayó especialmente la intensidad y alcance del proceso represivo.

Otro factor común es el proceso de acumulación de testimonios, evidencias y ma-


teriales que pudieron ser retomados y sistematizados por el informe Responsabilidad
empresarial en delitos de lesa humanidad. Represión a trabajadores/as durante el terro-
rismo de Estado, publicado en 2015, que logró poner estos y muchos otros casos en
diálogo, con énfasis en la existencia de patrones de funcionamiento que presentó el
involucramiento empresarial en los procesos represivos. En esa investigación se de-
tectó la existencia de cinco empresas en las que había funcionado un CCD en sus
instalaciones. Además de las ya mencionadas, se encontraban el caso del Astillero Río
Santiago, una empresa estatal dirigida por la Armada Argentina en la etapa de la dicta-
dura y radicada en la localidad de Ensenada (provincia de Buenos Aires) y la empresa
de transportes La Veloz del Norte (provincia de Salta).

Los centros clandestinos de detención en Argentina 79


Algunas de estas evidencias fueron retomadas por los procesos judiciales que inves-
tigaron no sólo el análisis de las responsabilidades militares, sino también el papel de
los altos funcionarios empresariales, llegando en el caso de Ford Motor Argentina a lo-
grar condenas de importancia histórica a nivel nacional e internacional. Los tres casos
que se profundizarán en este capítulo denotan que la existencia de un CCD dentro de
la planta fue parte de un complejo entramado de relaciones entre las Fuerzas Armadas
y de Seguridad y los más altos funcionarios empresariales, que tuvieron una amplia
gama de formas de participación en el proceso represivo contra quienes allí trabaja-
ban, además de otras víctimas. Como se verá, en el centro de esta confluencia aparece
la común preocupación por el activismo sindical y la lucha por derechos laborales, que
convirtió a trabajadores y trabajadoras, especialmente delegados, delegadas y sindi-
calistas, en blancos a ser reprimidos. Aunque quedan muchos aspectos por dilucidar
respecto de las razones de la existencia de los espacios de cautiverio en los propios es-
tablecimientos fabriles, su interacción con los circuitos represivos y su funcionamiento
y dinámica, los testimonios marcan con claridad el impacto significativo que éstos tu-
vieron dentro de los propios establecimientos fabriles y el efecto de disciplinamiento y
terror que ocasionó, dejando las marcas hasta la actualidad en los colectivos de trabajo.
Al mismo tiempo, la existencia de CCD en empresas da lugar a interrogantes de
difícil respuesta. Resulta un desafío comprender las razones por las cuales, existiendo
centenares de espacios militares utilizados como CCD se generaron espacios de reclu-
sión y tortura dentro de los predios que eran propiedad privada de empresas, lo que
generaba, por un lado, una posible disrupción de la actividad productiva, y por otro,
posibles implicaciones de responsabilidad sobre lo que ocurriera en esos espacios. Su
existencia subraya también la necesidad de analizar en mayor profundidad el papel de
sujetos sociales específicos, como las Fuerzas Armadas y determinados sectores em-
presariales, así como las articulaciones entre ambos.

El ingenio azucarero “La Fronterita”

El ingenio “La Fronterita” se encuentra ubicado a cuarenta y cinco kilómetros de


San Miguel de Tucumán, en el actual departamento de Famaillá. Desde 1923 hasta
2016 fue propiedad de la Sociedad José Minetti y Cía. En trabajos previos se analizaron
algunas de las formas en que funcionarios de la empresa participaron en la comisión
de delitos de lesa humanidad (AEyT de FLACSO et al, 2015; Basualdo, Esponda, Nas-
sif, 2021; Basualdo y Nassif, 2022), por lo cual además se está llevando adelante una
causa, que actualmente se encuentra en etapa de elevación a juicio oral. Esas formas de
participación se relacionaron con la utilización de un espacio como CCD dentro del
predio perteneciente al ingenio: órdenes de los patrones para que algunos trabajadores
fueran secuestrados; personal suministrado por la empresa para realización de tareas
de inteligencia; aporte de vehículos para la realización de los operativos y entrega de
información y fotos utilizadas en el proceso de secuestro e incluso en las propias colo-
nias de la empresa donde vivían los obreros.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 80


La represión a trabajadores, trabajadoras y sindicalistas tuvo lugar en el contexto
de un proceso de lucha obrera con hitos significativos desde principios de la década
de 1970. Uno de los hechos más relevantes fue la participación en 1974 en la huelga
azucarera de la Federación Obrera Tucumana de la Industria del Azúcar (FOTIA), así
como el triunfo de sectores combativos en la conducción del sindicato del ingenio, a
partir del cual se lograron avances en las condiciones laborales tales como provisión de
ropa y herramientas de trabajo. Esa Comisión Directiva y el Cuerpo de Delegados fue-
ron descabezados a raíz del proceso represivo, y avanzó el disciplinamiento y control
de trabajadores, la desarticulación sindical y una política de despidos selectiva (Nassif,
2022). Por otro lado, los dueños del ingenio fueron beneficiados por el aumento de la
producción a pesar de un descenso de la mano de obra empleada, como resultado de
una mayor intensidad del trabajo y de la tecnificación producida en el campo. Asi-
mismo, el grupo Minetti se benefició del desguace y el remate de la empresa estatal
CONASA (Compañía Nacional Azucarera S.A.), apoderándose del ingenio Bella Vista
en 1979, que junto a otros ingenios era de propiedad estatal (Basualdo y Nassif, 2022).
El proceso represivo fue posible gracias a diversas formas de militarización del
ingenio: tareas de inteligencia y espionaje contra trabajadores, la existencia de una em-
presa de seguridad privada llamada ECOS S.A. que coordinaba y brindaba informa-
ción directamente al Departamento D-2 de Jefatura de Policía, y la forma más extrema
que abordamos aquí: la instalación de un CCD en una base militar que funcionaba en
el Ingenio, que da cuenta de una coordinación empresarial-militar previa pero que en
el marco del terrorismo de Estado, fue utilizada para la represión ilegal3.

La existencia de este CCD conocido como "Los Conventillos" fue tempranamente


denunciada en el informe de la CONADEP así como en el de la mencionada Comisión
Bicameral. Inicialmente se acreditó su funcionamiento desde febrero de 1975 y hasta
septiembre u octubre de ese año, aunque un conjunto de nuevos testimonios indicaron
que el CCD continuó funcionando durante todo 1976 e incluso más allá en el tiempo.
En el Nunca más se realizó la siguiente descripción del espacio: se trataba de “una
construcción situada aproximadamente a trescientos metros del ingenio ‘La Fronte-
rita’, sobre un camino adyacente a dicho ingenio”, que formaba parte de los llamados
«conventillos de Fronterita» y estaba ocupada por personal del Ejército, habiendo sido
anteriormente utilizada como vivienda por trabajadores y trabajadoras temporarios
del ingenio.

Por otro lado, en el informe de Responsabilidad empresarial se definieron algunas


otras características del funcionamiento del CCD con funcionamiento en el ingenio y

3  En diversos ingenios se establecieron bases militares que fueron utilizadas como CCD desde febrero de 1975,
cuando dio comienzo el Operativo Independencia-actuación ordenada mediante Decreto a las Fuerzas Armadas
y de Seguridad por el gobierno de María Estela Martínez de Perón con el objetivo de “neutralizar y/o aniquilar”
a las organizaciones armadas que actuaban en la provincia de Tucumán-y al menos hasta los primeros años de
la dictadura cívico-militar.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 81


donde comenzó a actuar la Fuerza de Tareas conocida como “Rayo”, que contaba con
un total de 260 hombres. En el llamado “Comando de la Laguna” se alojaba a la oficiali-
dad, en el “Tambo” permanecían las tropas y se habían instalado “carpas" a cien metros
de los conventillos, donde también estaban asentadas las fuerzas.

Todas estas informaciones fueron confirmadas en 2016 durante un allanamiento del


ingenio “La Fronterita” requerido por el fiscal Pablo Camuña. Se pudo establecer que
la empresa había cedido tres locaciones para el funcionamiento de la represión ilegal:
los galpones denominados "Tambo"; los "Conventillos", utilizados por los trabajadores
y trabajadoras golondrina durante la zafra, y la "Laguna" o "Campamento", donde esta-
ban las carpas del Ejército Argentino desplegadas alrededor de una laguna de descarte
del ingenio4.

La memoria de las y los sobrevivientes fue fundamental en la reconstrucción de su


funcionamiento. Un aspecto clave para el reconocimiento del lugar fue el ruido de la
sirena del ingenio a las 4, 12 y 8 horas (vinculado a los turnos laborales) y el espacio
donde eran llevados. Las víctimas recordaron también que fueron vendadas y arroja-
das en el suelo húmedo de los galpones donde se apilaban las bolsas de azúcar. Recono-
cieron asimismo la laguna del ingenio, que estaba al lado, como lugar de tortura. Otro
espacio reconocido fue el "tambo", que había funcionado en tiempos anteriores como
un espacio para guardar los animales y donde, en esos años, funcionó una base militar.

Una de las particularidades de este espacio es que fue utilizado como CCD desde
1975, durante el Operativo Independencia. Diversos testimonios indicaron que varios
obreros del ingenio fueron secuestrados y probablemente detenidos de manera transi-
toria dentro del propio ingenio, siendo trasladados luego a otros CCD, principalmente
“La Escuelita” de Famaillá. A manera de aclaración es importante mencionar que la
instalación de CCD en ingenios azucareros fue un hecho recurrente, en algunos casos
se trató de ingenios en actividad y en otros casos abandonados. Asimismo, la existen-
cia de bases militares dentro de los predios de los ingenios también fue habitual desde
tiempos previos pero, en el contexto del Operativo Independencia y luego de la dicta-
dura cívico-militar 1976-1983, fueron utilizados para la represión ilegal.

Respecto de los períodos de reclusión, en algunos casos las víctimas pasaban horas
en el lugar, en otros días y las hubo que hasta semanas. Un sobreviviente, Enrique
Antonio Amaya, quien fue secuestrado en dos oportunidades, en marzo y en mayo de
1975, refirió haber estado secuestrado en “El Tambo” en ambas ocasiones, en una de
ellas, aproximadamente veinte días. Otro sobreviviente, Francisco Fernando Ferro,
contó que fue secuestrado el 30 de marzo de 1976 y permaneció detenido durante

4  Fiscales.org.ar. “Allanaron el Ingenio La Fronterita y secuestraron información del Operativo Independencia”,


12 de mayo de 2016. Disponible en https://www.fiscales.gob.ar/lesa-humanidad/allanaron-el-ingenio-la-fronte-
rita-y-secuestraron-informacion-de-victimas-del-operativo-independencia/ Último ingreso: 8 de noviembre de
2023.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 82


cuarenta días en la base del ingenio “La Fronterita”. Se pudo conocer, además, que las
víctimas que pasaron por allí no fueron únicamente trabajadores y trabajadoras del
ingenio, lo que da cuenta de una coordinación amplia entre los dueños del ingenio y
las fuerzas represivas.

Respecto del trato recibido en cautiverio, a partir de distintos testimonios se pudo


conocer que hubo aplicación de torturas. Rogelio Benjamín Pedro, secuestrado en
abril de 1975, señaló:

Después le vendaron los ojos; lo subieron al camión y le ataron las manos, lo arrojaron
como una bolsa, lo llevaron a la laguna de La Fronterita, al tambo de La Fronterita, en
ese sitio había una base de los militares. (...) Lo metían en un tacho de agua, le pedían
que contara dónde estaban los subversivos, lo sumergieron 5 o 6 veces, luego lo esta-
quearon, pedía agua pero le dieron sal. Se puso mal. Lo tuvieron allí unos dos o tres días
pasando hambre y frío. Luego lo llevaron a La Escuelita5.

Por otro lado, los testimonios indicaron la inserción de este CCD en circuitos re-
presivos que incluyeron no solo aquellos pertenecientes a las Fuerzas Armadas, sino
también a otros espacios privados como el de la Citrícola San Miguel (Jemio, 2020 y
2022), espacio que también fue registrado en el listado elaborado por la SDH. Estos
testimonios fueron indicativos de un nivel de articulación bastante abarcativo territo-
rialmente entre propietarios privados y estructura represiva, debido a que eran nece-
sarios tanto el conocimiento previo de espacios donde llevar prisioneros como tener
niveles aceitados de articulación operativa en este sentido, niveles que debieron incluir
diálogos previos de coordinación. Sin embargo, es importante profundizar las inves-
tigaciones, debido a que sólo recientemente (y especialmente en instancias judiciales)
se puso de relieve el involucramiento directo de propietarios de ingenios y otras uni-
dades productivas, ya que así se podría aportar mayores indicios y/o pruebas de estas
articulaciones.

Asimismo, la profundidad represiva y los objetivos tendientes a lograr una ruptu-


ra o desarticulación de tramas comunitarias y represivas, se expresó en casos en que
familias obreras enteras fueron perseguidas y secuestradas. Estos hechos pueden pen-
sarse como estrategias ejemplificadoras (Esponda, 2023) y de generación de terror a
nivel comunitario6. Los testimonios de Mario Salomón Jaimen y Manuel Ángel Jaimen,
secuestrados en septiembre de 1975, refirieron haber escuchado en su cautiverio la voz
de su madre, María Esther Zabala y haber sabido que también estaba en ese sitio su

5  Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Tucumán. Fundamentos de la Sentencia Causa “Operativo Indepen-
dencia”. Exptes. Nº 401015/04 y Nº 401016/04 y conexas, p. 333.

6  La noción de “hecho ejemplificador” resulta significativa debido a que en una comunidad pequeña, que una
sola familia viviera el cautiverio, la tortura o la desaparición, era suficiente como mensaje de que eso le podía
pasar al resto. Foucault (2002) trabajó esta noción -especialmente en la Edad Media- que ha sido retomada por
filósofos contemporáneos para pensar otros contextos actuales represivos.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 83


padre Mario Jaimen.

El proceso de disciplinamiento, control y vigilancia continuó con posterioridad a los


secuestros. El testimonio de R.C.C. plantea que este espacio era parte de las institucio-
nes que llevaban adelante el control en los regímenes ilegales posteriores a la liberación
de las y los prisioneros conocidos como de “libertad vigilada”7. Según lo relatado por
R.C.C., quien es una testimoniante mujer que estuvo sometida a múltiples vejámenes,
entre ellos servidumbre sexual, en una segunda etapa de esa libertad vigilada iban a su
casa camiones del ejército que llegaban en cualquier momento por orden de distintas
personas, de entre quienes recordó a Alais, y le decían que tenía que presentarse en el
ingenio “La Fronterita” o en otros sitios en los que nunca la recibían y la tenían espe-
rando durante horas. Por otro lado, este testimonio da cuenta de la violencia sexual a
la que eran sometidas algunas prisioneras, que en algunos casos tenían que continuar
bajo servidumbre sexual con posterioridad a su liberación8.

Finalmente, un trabajador relató que fue obligado a prestar servicio como “unifor-
mado” falso en el ingenio, con el visto bueno de autoridades: durante el año 1975 Luis
Alberto Monasterio fue llevado ante el teniente coronel Joaquín Cornejo Alemán, jefe
de la base militar que funcionaba en el ingenio “La Fronterita” y de la Fuerza de Tareas
“Rayo”, quien le ordenó que sirviera de baqueano del ejército bajo pena de quedar de-
tenido. Esto ocurrió en diversas ocasiones durante 1975 y al menos dos veces durante
1976.

Más recientemente, testimonios incorporados en el auto de procesamiento en agos-


to de 2021 indicaron que la dirección de la empresa tuvo que realizar ciertos cambios
en la dinámica y funcionamiento interno para ceder las instalaciones: “la empresa re-
localizó a dichos trabajadores [que estaban en Los Conventillos] en otro lugar para
permitir a la fuerza de seguridad apostar allí el centro clandestino de detención”. Asi-
mismo, “reubicó al personal militar en otra zona del ingenio (“Tambo” o “Laguna”),
y según indicó otro testimonio “el ingenio hizo para los militares unas casas prefabri-
cadas con baño y todo en las que se instalaron”9. La articulación pudo haber estado
a cargo de personal jerárquico de la empresa, ha sido mencionado en este sentido el
administrador Bergero.

Finalmente, si bien fue fundamental el funcionamiento del CCD durante el Ope-


rativo Independencia, también fue indicado su funcionamiento durante la última
dictadura cívico-militar. Algunos testimonios habían sido recabados en el informe
Responsabilidad empresarial en delitos de lesa humanidad, tales como el de Francisco

7 Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Tucumán. Op. Cit., pp. 257-258.

8 Para más información, ver el quinto capítulo de esta publicación.

9 Procesamiento causa “Ingenio ‘La Fronterita’”.  

Los centros clandestinos de detención en Argentina 84


Fernando Ferro (liberado), secuestrado el 30 de marzo de 1976 y el de Sixto Federico
Costa, quien fue secuestrado dos veces (una en diciembre de 1975) y la segunda el 29
de junio de 1976 y se encuentra desaparecido. Otros testimonios indicaron haber sido
testigos de varios secuestros cuyas víctimas eran luego trasladadas al campamento:
Armando Marino Ocaranza, delegado y pelador del ingenio fue secuestrado en julio
de 1976 y llevado al destacamento militar del ingenio; una vez allí escuchó la voz de su
hijo, también llamado Armando Marino Ocaranza, de veinte años de edad. También
dijo que allí “tomaron contacto con Ricardo Medina, quien se encontraba destruido,
prácticamente moribundo, debido a los golpes recibidos, allí también vieron a su co-
nocido y vecino Sixto Costa, el que actualmente se encuentra desaparecido. Que tam-
bién en ese lugar escucha la voz de su vecino Fidel Jacobo Ortiz” (AEyT de FLACSO
et al, 2015: 93).

En tiempos más recientes, se recabaron nuevos testimonios. Es el caso de una so-


breviviente que en el año 2017 denunció su privación ilegítima de libertad. Había de-
nunciado su secuestro el 3 de marzo de 1986, pero especialmente en relación con la
desaparición de su hermano de crianza -tío de sangre- Jacobo Fidel Ortiz10. En 2017
formuló la denuncia ante la SDH, dando importantes detalles del momento de secues-
tro y de los aproximadamente entre siete y diez días que estuvo secuestrada allí:

Eran más de 3 personas, armadas y con uniforme verde, como del Ejército. La sacaron
de la casa y la subieron a una camioneta que pertenecía al sindicato de la FOTIA y que
manejaba su hermano Jacobo. En el interior le taparon la visión y la ataron de pies y
manos. El vehículo va en dirección al Ingenio Fronterita: de donde salieron hizo una
cuadra, dobla a la derecha, cruza la vía del FF. CC., dobla a la izquierda, hace un par de
cuadras y vuelve a doblar a la derecha. Esa es la ruta que lleva al Ingenio Fronterita11.

En ese testimonio dio detalles sobre las formas de tortura a las que fue sometida,
entre ellas picana, submarino y simulacros de fusilamiento. Asimismo, pudo contar
por primera vez que fue abusada sexualmente. De comer solo le dieron agua y un poco
de pan. “Tenía que hacer sus necesidades en un tacho”12. Reconoció el lugar especial-
mente por ruidos característicos: unos caños que largan el agua de la laguna que va a
ser utilizada en el ingenio y el silbato que llamaba a los obreros a entrar al ingenio.

Otro testimonio indicativo fue el de un soldado conscripto que relató haber sido lle-
vado a fines de 1976 al ingenio “La Fronterita”, donde acampaban, y en una ocasión por
la noche llegó un camión cerrado del que bajaron prisioneros que fueron ingresados al

10  CONADEP. Legajo Nº 3486. Serie Legajos CONADEP de víctimas del terrorismo de Estado. Subfondo CO-
NADEP. Fondo Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Archivo Nacional de la Memoria.

11  CONADEP. Legajo N° 5830. Serie Legajos CONADEP de víctimas del terrorismo de Estado. Subfondo CO-
NADEP.

12  Idem.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 85


taller. Las actividades del CCD en ese territorio, según este conscripto, se extendieron
al menos hasta febrero de 1978.

El caso de “La Fronterita” dio lugar a un fallo el 28 de diciembre de 2022 en el que se


dispuso la adopción de medidas cautelares, con base en las pruebas respecto de que en
el predio del ingenio “La Fronterita” funcionó un centro clandestino de detención en
la base militar, sede de la Fuerza de Tareas “Rayo”, y en el que se cometieron delitos de
lesa humanidad13. En función de eso se dispuso el embargo preventivo del bien inmue-
ble utilizado como instrumento para cometer el delito, del automotor de propiedad
del imputado Eduardo Butori y de los paquetes accionarios y sus rentas pertenecientes
al imputado Jorge Alberto Figueroa Minetti. Se dispuso además una medida de in-
hibición general de bienes respecto de los imputados Jorge Alberto Figueroa Minetti
y Eduardo Butori. Estas medidas, tomadas por primera vez en nuestro proceso de
Memoria, Verdad y Justicia, marcan un posible camino a seguir en lo referente a los
procedimientos judiciales a aplicar respecto al funcionamiento de CCD en empresas.
Finalmente, el 20 de septiembre de 2023 la Secretaría de Derechos Humanos de la
Nación, a través de la Dirección Nacional de Sitios y Espacios de Memoria, junto a la
Secretaría de Derechos Humanos y Justicia de la provincia de Tucumán, señalizó la
Base Militar en el ingenio “La Fronterita” como sitio de memoria del terrorismo de
Estado. De esta señalización participaron funcionarios nacionales y provinciales junto
con ex presas y presos políticos, familiares de víctimas, integrantes del Espacio para
la Memoria y la Promoción de los Derechos Humanos ex CCDTyE “La Escuelita de
Famaillá” y organismos de derechos humanos. En términos de judicialización, cabe
destacar que la Justicia federal condenó la participación de las Fuerzas Armadas por
los crímenes de lesa humanidad cometidos en este centro clandestino y actualmente se
encuentra investigando la responsabilidad cívico-empresarial.

La empresa siderúrgica Acindar

La empresa Acindar Industria Argentina de Aceros S.R.L. fue fundada en 1942 por
un grupo de empresarios encabezado por los ingenieros Arturo Acevedo y José María
Aragón. Hacia 1946, Acevedo se convirtió en el único propietario de la empresa ha-
biendo comprado la participación del resto de los socios. En 1951 Acindar culminó su
primera ampliación, instalando en Villa Constitución la denominada “Planta 2”. Esta
ampliación se realizó cerca del lugar elegido por SOMISA para instalar su planta de
acero, que serviría de abastecedor de productos semi-terminados para que Acindar
pudiera expandir la gama de producción y fabricar laminados (Basualdo, 2011 y 2020).

Esta empresa es considerada un caso emblemático tanto del proceso de lucha sindi-

13  La solicitud fue realizada por el Fiscal General Subrogante ante el Tribunal Oral en lo Criminal Federal de
Tucumán Dr. Pablo Camuña y la titular de la Dirección General de Recuperación de Activos y Decomiso de
Bienes de la Procuración General de la Nación, Dra. María del Carmen Chena.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 86


cal como de la represión contra trabajadores, trabajadoras y sindicalistas y de respon-
sabilidad empresarial en las violaciones a los derechos humanos. La Lista Marrón, que
ganó las elecciones de la Seccional de Villa Constitución de la Unión Obrera Metalúr-
gica (UOM) en noviembre de 1974, se convirtió en uno de los exponentes más visibles
del sindicalismo combativo a nivel nacional, y no sólo logró cambios importantes en
los escasos meses en los que pudo estar al frente del sindicato sino que también ar-
ticuló con movimientos políticos y sectores sindicales de diversas regiones del país
(Basualdo, 2011 y 2020).

En respuesta a este creciente activismo político y sindical en la zona, la represión en


Villa Constitución con un epicentro particular en la fábrica siderúrgica Acindar, tuvo
un despliegue muy significativo desde el 20 de marzo de 1975, con el llamado “Ope-
rativo Serpiente Roja del Paraná”, en cuyo marco se desató un proceso de persecución
de gran magnitud sobre militantes políticos y sindicales de la región. Luego del golpe
militar de 1976, y en un marco de continuidad de la política represiva, la empresa fue
beneficiada con un programa de promoción industrial impulsado desde la empresa
con José Alfredo Martínez de Hoz como presidente de su Directorio, y otorgado desde
el Estado por el mismo Martínez de Hoz como Ministro de Economía de la dictadura.
En 1978, Acindar integró la fundición con la fabricación de acero y la de laminación y
absorbió competidores en 1981, específicamente el grupo Gurmendi, compuesto por
las empresas Genaro Grasso y Santa Rosa (Basualdo, 2020).

El edificio denominado “Albergue de Solteros” estaba situado en el interior del pre-


dio de Acindar, y había estado destinado al alojamiento de personal jerárquico de la
empresa que no tenía familia. La CONADEP calificó este lugar privado como CCD. El
31 de agosto de 1984 efectuó el reconocimiento “en el lugar de detención clandestino
que operaba en Acindar S.A.”, tal como se consignó en el informe Nunca Más, y señaló
la implicación empresarial en los crímenes. Este reconocimiento, llevado a cabo por
miembros de la Delegación Santa Fe de la CONADEP acompañados por el ex deteni-
do Luis Tomasevich, fue un primer paso fundamental. Se presentaron en el predio de
Acindar S.A. con una orden del Juzgado de Instrucción N° 7 de Rosario, que exhibie-
ron ante el jefe de Relaciones Industriales de la empresa, Pedro Aznárez. Ubicaron el
lugar señalado por las denuncias y constataron que el albergue ya había sido demolido.
El acta de inspección concluyó: “Esta Comisión considera que debe continuarse la
investigación de los hechos ocurridos en Villa Constitución, pues involucra a actuales
jefes de la empresa que ocupa a gran cantidad de trabajadores metalúrgicos, y que el
castigo a los culpables es el único camino que llevará a la paz y tranquilidad de los ho-
gares de los trabajadores tan duramente castigados”14.

Según evidencias, la Policía Federal Argentina (PFA) se acantonó en el “Albergue


de Solteros” de la fábrica Acindar desde la gran huelga de marzo de 1974, y continuó

14  CONADEP. Acta de inspección en el predio de Acindar, 31 de agosto de 1984. Subfondo CONADEP. Fondo
Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Archivo Nacional de la Memoria.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 87


allí durante varios años. Habría comenzado a funcionar como CCD a partir del 20 de
marzo de 1975. Ese día, la ciudad de Villa Constitución fue militarizada e invadida por
unos cuatro mil efectivos de la PFA, Gendarmería Nacional, Prefectura Naval Argen-
tina (PNA), policía provincial de Santa Fe –incluyendo a la división de guardia rural
“Los Pumas” que el Informe CONADEP consideró como “no gubernamental”–, po-
licía provincial de Buenos Aires, grupos parapoliciales de la Triple A y de la Juventud
Sindical Peronista (JSP), personal de la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE)
y del ejército. En esos días, la estrategia de aniquilamiento de la resistencia obrera
también incluyó a los territorios cercanos como Rosario, San Nicolás y San Lorenzo,
donde además se realizaron operativos contra trabajadores y trabajadoras que fueron
trasladadas a lugares dependientes de disímiles fuerzas de Seguridad.

En el informe de Responsabilidad Empresarial (AEyT de FLACSO et al, 2015) se


sintetizó una gran cantidad de evidencia acumulada en los años siguientes en investi-
gaciones académicas y diversas instancias del proceso de Memoria, Verdad y Justicia.
Además de información sobre el accionar de la PFA y la guardia rural Los Pumas de
la Policía Provincial de Santa Fe, se incluyeron testimonios y declaraciones que dieron
cuenta de que “los albergues de solteros, edificaciones dentro del predio y por lo tanto
bajo control empresarial, fueron utilizados como centros clandestinos de detención”.
Se incluyeron testimonios y evidencias sobre los casos de Analía Matilde Martín, se-
cuestrada junto a Carlos Clementelli, Víctor Fernández y Rubén Ramos, su hermano
Jorge Víctor Martín, Luis Alberto Tomasevich, y Roberto Justo Martínez, entre otros
y otras.

El CCD dentro de Acindar fue objeto de análisis detallado en la causa judicial por
la represión en Villa Constitución, que involucró a sesenta y siete víctimas, sesenta y
cuatro anteriores al golpe de Estado, desde el 20 de marzo de 1975 hasta el 8 de enero
de 1976, y las tres restantes durante la dictadura, desde el 24 de marzo de 1976 hasta el
3 de mayo de 1976. Se acreditó que once de las víctimas incluidas en la causa pasaron
por el CCD de Acindar. Esta lista incluyó tanto a trabajadores, trabajadoras y militan-
tes sindicales de Acindar, como a otras personas de diversas pertenencias políticas.

Como ya se mencionó, la actividad sindical fue una de las causas de la reclusión


de obreros en este CCD. Carlos Alberto Ruescas, que había integrado, como vocal
suplente la Lista Marrón que ganó las elecciones en noviembre de 1974, afirmó que la
persona que lo detuvo, de civil, le preguntó si había sido integrante de esa lista. Otro de
los trabajadores secuestrados allí, Roberto Justo Martínez, que fue secuestrado el 24 de
junio del 1975 dentro de la empresa Acindar, por cuatro personas vestidas de civil que
portaban la foto de su legajo laboral. Luego lo subieron a un automóvil Ford Falcon sin
patente, lo esposaron y lo trasladaron al “Albergue de Solteros” del barrio Acindar de
Villa Constitución. Allí fue torturado y sometido a simulacros de fusilamiento, entre
otros tormentos.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 88


Sin embargo, el paso por estos lugares no sólo de activistas, sino también de fa-
miliares, da cuenta de que uno de los objetivos fue dañar el tejido de relaciones que
sustentaban la organización, afectando tramas familiares de la comunidad. El cuñado
de Roberto, Juan Carlos Farías, obrero de un taller metalúrgico de Villa Constitución
fue secuestrado y desaparecido en 1975. Era sobrino además de Julio Palacios, asesi-
nado junto al obrero Carlos Ruescas y la abogada Concepción De Grandis en octubre
de 197515.

Por otro lado, por ese CCD pasaron otros grupos de militantes políticos, lo que
refiere también a la participación de la empresa en la represión extendida a toda la
situación de organización y protesta local en articulación con las estructuras represi-
vas. Analía Martín declaró que fue secuestrada la noche del 19 de junio de 1975, a las
23 horas aproximadamente, en el ingreso del barrio Acindar, cuando se trasladaba en
un auto junto a otros tres compañeros de estudio, Víctor Fernández, Rubén Ramos y
Carlos Clementelli. Los cuatro fueron llevados al “Albergue de Solteros” de Acindar16.

En cuanto al trato recibido allí, diversos testimonios dan cuenta de que fue un es-
pacio de tortura. Analía Martin contó las torturas sufridas orientadas a desarticular la
organización:

Me colocan una venda tapándome los ojos, no obstante y a pesar de ello, esto no me im-
pide seguir viendo en su totalidad. A partir de ahí comienza un interrogatorio con gol-
pes fuertes, torturas psicológicas para que yo hablara, “dado que mis compañeros que
me acompañaban ya habían contado todo”. El interrogatorio tenía el objetivo de que yo
confesara quiénes habían repartido el dinero, mercadería, alimentos y efectos traídos
por Montoneros y que les diera el nombre de los integrantes del Comité de Lucha que
funcionaba en la clandestinidad para ayudar a los detenidos y familiares17.

Relató también que Víctor Fernández, Rubén Ramos y Carlos Clementelli fueron
torturados y quemados con colillas de cigarrillos y que fueron liberados al día siguien-
te, continuando ella cautiva. La persona que la interrogaba tenía una chaqueta tipo de
médico o enfermero. Pasó toda la noche allí y por la mañana la trasladaron a la Dele-
gación Rosario de la PFA junto a su hermano.

A su vez, su hermano Jorge Víctor Martín declaró que en la madrugada del 20 de


junio de 1975, en su domicilio, un grupo de quince personas encapuchadas, vestidas de
civil y otros con uniforme de la PFA, ingresaron mientras él descansaba con su madre

15  Juzgado Federal N° 4 de Rosario. Auto de procesamiento Expte. N° 13174/2013 “Imputado Pellegrini, Roberto
José y otros s/ homicidio agravado p/el conc. de dos o más personas, imposición de tortura (art. 144 ter. inc. 1) y
privación ilegal de la libertad (art. 144. bis inc. 1), 11 de marzo de 2020, p. 86.

16  Ibidem, p. 78.

17  Idem.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 89


y lo trasladaron directamente al “Albergue de Solteros” de Acindar. Allí le vendaron los
ojos, lo esposaron, le ataron los pies, le practicaron en tres oportunidades simulacros
de fusilamiento y lo golpearon. Luego lo llevaron a la Delegación Rosario de la PFA
donde permaneció detenido varios días junto a su hermana. Posteriormente fue trasla-
dado a dependencias de la Prefectura Naval Argentina de Rosario, donde permaneció
más tres años y medio solo en una celda18.

Luis Alberto Tomasevich, Analía Fernández Dos Santos y Ernesto Mario Chávez
fueron detenidos el día 21 de junio 1975 en el centro de Villa Constitución por perso-
nal de la PFA asentado en el chalet de la empresa Acindar S.A. Fueron inmediatamente
vendados, encapuchados y llevados a dependencias de la empresa Acindar, al llamado
“Albergue de Solteros”. Tanto Tomasevich como Fernández Dos Santos fueron poste-
riormente legalizados19. El primero relató que estuvo tirado en el piso del auto de su
propiedad por espacio de una hora:

Me sacan del auto y me llevan a la parte de atrás del chalet, donde hay árboles, en un
momento siento gritos del periodista Mario Chávez, al que habían detenido conmigo,
que dice que es amigo del general Amaya. No sabía nada, tampoco de la chica que detu-
vieron conmigo, Analía Dos Santos. Cambia la actitud, me sacan las vendas y me entran
al chalet. Allí había cualquier cantidad de muchachos jóvenes uniformados de la Policía
Federal y otros de civil, y en el hall me esperaba una persona de unos cuarenta años, que
se identificó como el jefe y lo primero que me preguntó era qué tenía contra López Rega
(…) Él se identificó como una persona de extrema derecha perteneciente a las Tres A
(…) Entonces llamó a otras personas y dijo que nos llevaran a Rosario a todos.

Resulta poco común que los lugares que fueron utilizados a tales fines se man-
tengan como en aquella época, especialmente cuando habían quedado registros de la
actividad represiva. La destrucción de estos espacios, que claramente hubieran sido
esclarecedores y hasta probatorios, ha sido una estrategia muy importante de parte
de los perpetradores. En el pedido de indagatoria de la fiscalía que trató la Causa se
incluyeron testimonios sobre la demolición de este CCD. Un sobreviviente declaró al
respecto:

me consta que uno de los albergues destruidos (no solo a mí, sino a las personas que vi-
ven dentro del mismo barrio), lo destruyeron porque los grupos de la Federal lo habían
dañado de forma irreparable. Los techos y las paredes estaban perforados por disparos
de armas largas (…) Este albergue era el denominado ´22´ (…) según comentarios
efectuados por un amigo personal de apellido Mancini, que vive frente a Acindar, es-
tos albergues eran utilizados como centros de interrogación y detención de la policía

18  Ibidem, pp. 80-82.

19  Tomasevich fue llevado a la Cárcel de Coronda y en 1979 a la Cárcel de Caseros. Fernández Dos Santos desde
la delegación Rosario de la PFA, fue trasladada a la Alcaidía de Mujeres de la Jefatura de la Provincia de Santa
Fe. Ibidem, pp. 82-84.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 90


federal”20.

Otro sobreviviente afirmó que “cuando se venía la democracia se trató de bo-


rrar todo lo que podía incriminarlos, se hizo lo de los autos y se demolió el ‘Albergue
de Solteros’”21.

La empresa siderúrgica Acindar fue señalizada como Sitio de Memoria el 22 de


abril de 2022 por la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, a través de la Di-
rección Nacional de Sitios y Espacios de Memoria, junto con la Secretaría de Derechos
Humanos de la Provincia de Santa Fe, la mesa por la Memoria, Verdad y Justicia de
Villa Constitución, el equipo jurídico de la APDH Rosario, el Museo de la Memoria
de Rosario, trabajadores y trabajadoras, referentes sindicales, testigos, sobrevivientes,
y organismos de derechos humanos. Se marcó con un cartel específico al “Albergue
de Solteros” que funcionó como CCD. Las responsabilidades por estos hechos son
investigadas en el marco de la causa judicial que lleva adelante el Juzgado Federal Nº 4
de Rosario, en la que se encuentran procesados Roberto Pellegrini, jefe de División de
Personal de Acindar, y Oscar Torralvo, personal jerárquico, junto a militares y efecti-
vos policiales y de otras fuerzas.

La planta de Ford de General Pacheco

Este CCD estaba situado dentro del predio de la empresa Ford Motor Argentina en
la localidad de General Pacheco, Panamericana y Avenida Henry Ford, provincia de
Buenos Aires. Era el quincho principal del espacio recreativo y funcionó como cen-
tro clandestino de detención al menos entre el 24 de marzo de1976 y el 21 de abril de
197622. Los trabajadores y trabajadoras de Ford, alrededor de 7.000 en la década de
1970, representados por el Sindicato de Mecánicos y Afines del Transporte Automo-
tor (SMATA), fueron protagonistas en las jornadas de lucha de 1975 contra el plan
económico del ministro de Economía Celestino Rodrigo y en 1976 en contra del plan
económico del ministro Mondelli. Además, llevaron adelante diversos procesos de lu-

20  Pedro José Alfaro declaró ante la CONADEP el 7 de febrero de 1984 sobre la existencia de “un cuartel de
Acindar”. Villatte, Adolfo. Solicitud de indagatorias en Expte. N° 13174/2013, con trámite ante el Juzgado Federal
N° 4 de Rosario, p 232

21  CONADEP. Legajo N° 1770. Serie Legajos CONADEP de víctimas del terrorismo de Estado. Subfondo CO-
NADEP. Fondo Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Archivo Nacional de la Memoria.

22  En un inicio la planta Ford de General Pacheco estuvo comprendida dentro de la Zona de Defensa I, pero
a partir del 21 de mayo de 1976 el Comando General del Ejército dictó la Orden Parcial N° 405/1976, que rees-
tructuró jurisdicciones e constituyó al Comando de Institutos Militares, con sede en Campo de Mayo, como la
cabecera de la Zona de Defensa 4. Sus comandantes y jefes de zona fueron, en forma sucesiva, los generales San-
tiago Omar Riveros, José Montes, Cristino Nicolaides y Reynaldo Benito Bignone. La Zona de Defensa 4 estaba
subdividida en nueve áreas. La correspondiente a Ford era el Área 410, cuyos jefes máximos hasta 1979 fueron
los coroneles Juan Carlos Camblor y Eduardo Alfredo Espósito, y el principal CCD, la comisaría de Tigre, que
estaba bajo el mando de la Escuela de Ingenieros de Campo de Mayo (AEyT de CLACSO et al, 2015: 231-232).

Los centros clandestinos de detención en Argentina 91


cha sindical en la década de 1970, vinculados a reivindicaciones salariales, condiciones
de trabajo y cuestiones de higiene y salubridad y expansión de la organización sindi-
cal, incluyendo la incorporación de trabajadores y trabajadoras antes tercerizados al
convenio del SMATA (Basualdo, Ojea Quintana y Varsky, 2013; Basualdo y Basualdo,
2022; Vocos, 2023). En este marco se desarrolló un proceso represivo que tuvo como
un foco muy importante a trabajadores, trabajadoras y delegados.

Existieron referencias a la represión en la empresa Ford Motor Argentina en la in-


vestigación realizada por la CONADEP y en el informe Nunca más. En su apartado re-
ferido a la represión contra gremialistas, destaca que “Uno de los casos ejemplares es el
de la fábrica Ford de General Pacheco, en la cual el accionar represivo se centralizó en
los delegados”. El informe reproduce algunos testimonios “de los más demostrativos”,
que coinciden en denunciar la responsabilidad de la empresa Ford en los crímenes y
las actividades gremiales de las víctimas23. Si bien algunas de ellas declararon ya en-
tonces haber estado en cautiverio en el quincho de Ford, el informe no interpretó este
lugar como CCD y restringió las inspecciones oculares de los CCD por donde pasaron
los secuestrados de Ford, efectuadas el 12 de septiembre de 1984, a las comisarías de
Maschwitz y Tigre (AEyT de FLACSO et al, 2015: 293-4).

El informe de responsabilidad empresarial de 2015 recogió una gran cantidad de


elementos acumulados con posterioridad. Afirmó que en el mismo predio de la em-
presa “se destinó el espacio del quincho para alojar y torturar por varias horas a los
delegados detenidos”. Señaló también que el mismo 24 de marzo de 1976 fueron de-
tenidos en su lugar de trabajo cuatro obreros de Ford: Jorge Enrique Constanzo, Mar-
celino Víctor Reposi, Luciano Bocco y Luis María Degiusti; éstos fueron secuestrados
en el interior de la fábrica por personal militar y vestido de civil, y llevados por unas
horas al quincho del centro recreativo de Ford, en donde los interrogaron y golpearon,
para luego trasladarlos a la Comisaría de Tigre (AEyT de FLACSO et al, 2015: 481).
Indicó, asimismo, que en el predio de la empresa se montó un centro clandestino de
detención que funcionó en el espacio del quincho del campo de deportes. Además, la
misma empresa confeccionó un listado de trabajadores que entregó a las fuerzas re-
presivas para que procedan a la detención de dichas personas. Para ello, los directivos
de Ford facilitaron desde los legajos personales y fotografías de sus empleados hasta
camionetas para los traslados. Asimismo, afirmó que el conocimiento que la empresa
tenía acerca de las detenciones resultaba claro, ya que varias de ellas se produjeron en
el interior de la fábrica, en horario laboral y frente a compañeros y directivos. A esto
sumó que recibieron la contribución de camionetas F-100, destacando por ejemplo
que cuando Troiani fue detenido, fue conducido junto a tres obreros hasta un quincho
de un campo de deportes dentro de la empresa, donde los ataron para posteriormente
conducirlos en una camioneta F-100 de la empresa a su próximo lugar de cautiverio
en una comisaría de la zona (AEyT de FLACSO et al, 2015: 493). Se destacó también el

23  Estos testimonios son los de Adolfo Omar Sánchez, Pastor José Murúa, Francisco Guillermo Perrota, Pedro
Norberto Troiani y Juan Carlos Amoroso.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 92


hecho de que le fue facilitado el almuerzo diario al personal militar allí asentado. Por
otro lado, destacó la información brindada para los interrogatorios de los detenidos,
así como un caso en el que el Jefe de Seguridad de la planta participa del interrogatorio
(AEyT de FLACSO et al, 2015: 486-7). En este informe se cita una gran cantidad de
testimonios sobre este CCD, retomando declaraciones de testigos ante la CONADEP
y otros testimonios ante diversas instancias estatales, que luego fueron retomados y
profundizados en las instancias judiciales posteriores.

En diciembre de 2017 finalmente inició el trámite oral de la causa judicial que se ha-
bía iniciado en 2002, y en diciembre de 2018 se dictó la sentencia, que condenó no sólo
al máximo responsable militar de la zona, Santiago Omar Riveros (quince años de pri-
sión), sino también a dos altos funcionarios de Ford Motor Argentina como partícipes
necesarios de las violaciones a los derechos humanos cometidas: Héctor Sibilla, quien
era en el momento de los hechos, Jefe de Seguridad de la planta de Ford Motor Argen-
tina y que fue condenado a doce años de prisión, y Pedro Müller, que era Gerente de
Manufactura, miembro del Directorio de la firma y reemplazante del presidente de la
empresa en caso de viaje y fue condenado a diez años de prisión. Cabe destacar que
habían sido señalados también Nicolás Enrique Julián Courard, presidente y represen-
tante legal de la compañía Ford Motor Argentina S.A. en 1976 y Guillermo Galarraga,
Gerente de Relaciones Laborales, quienes por haber fallecido con anterioridad no pu-
dieron ser juzgados. En los fundamentos de la sentencia se citaronn una gran cantidad
de evidencias sobre este CCD: “Después del 24 de marzo de 1976, más allá del uso de
las Fuerzas de Seguridad y luego Armadas del quincho y del sector recreativo como
una especie de cuartel militar, plenamente visible y conocido por todos, ese espacio se
convirtió en un centro clandestino de detención con la particularidad de encontrarse
emplazado en una propiedad privada. Los trabajadores detenidos y secuestrados en
sus lugares de trabajo fueron llevados al quincho donde fueron mantenidos en condi-
ción de desaparecidos, condición que se configuró por el hecho de que allí permane-
cieron retenidos ilegalmente, incomunicados, sin dar información sobre su paradero,
ni recibir información sobre las razones de su detención; en ese mismo lugar apenas
fueron descendidos de los vehículos fueron maltratados, golpeados y torturados; allí
permanecieron durante varias horas, hasta que por la noche fueron trasladados a la
Comisaría de Tigre”24.

El tribunal consideró particularmente importante el testimonio de Troiani, que


mencionó que la construcción del quincho fue impulsada por el reclamo obrero en
los años previos al golpe de Estado; que tenía techo de paja y estaba abierto al exterior,
contaba con piso de ladrillos y parrillas; que afuera había postes de luz y palmeras, y
que con anterioridad podía haber prefectos que realizaban tareas de seguridad, pero
les era indiferente y no les impedía el uso del espacio. Sin embargo, “en el momento
en que vinieron los militares cambió todo” que hasta ocuparon los vestuarios, donde

24  Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 1 de San Martín. Fundamentos de la sentencia Causas N° 2855 (FSM
27004012/2003/TO4) y N° 2358 (FSM 1294/2011/TO1), 15 de marzo de 2019, p. 218.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 93


armaron camas y catres, donde dormían. Troiani comentó que cuando fue detenido, el
13 de abril de 1976, “uno de los quinchos lo habían tapiado con una lona verde, todo
alrededor”25.

En los fundamentos de la sentencia se destacó la existencia de un circuito represivo


que incluía el territorio de la fábrica, enfatizando que diecisiete trabajadores fueron se-
cuestrados en su puesto de trabajo y por lo menos nueve fueron conducidos a un quin-
cho del sector recreativo o centro de deportes de la propia fábrica26. Al mismo tiempo,
se sostuvo que “quedó plenamente probado que aquellos trabajadores que estuvieron
secuestrados en el quincho, al igual que quienes fueron alojados en la Comisaría de
Maschwitz, durante todo el tiempo en que permanecieron en esos lugares estuvieron
tabicados, fueron víctimas de por sí de una aflicción de sufrimiento psíquico gravísi-
ma, que convirtió a aquel encierro, al mismo tiempo, en un tormento”27.

En la sentencia se retomó además la inspección ocular realizada en la referida planta


en el marco del trámite oral del juicio, el 2 de octubre de 2018, que de acuerdo a los
fundamentos

permitió comprobar la distancia que había en las oficinas donde estaba el personal jerár-
quico de la Planta con la Puerta 1, que fue la de ingreso. Algunas de las víctimas fueron
sacadas por camionetas civiles de la empresa por esa puerta. También se inspeccionó el
comedor, de donde llevaron secuestrados a Degiusti y a Constanzo, situado a no más de
veinte o treinta metros de las oficinas del personal jerárquico. Se recorrieron también
las Plantas de Montaje, las Secciones Pintura, Chasis, Reparación Final, y Estampado y
el Sector Administrativo. La inmediación propia con el lugar de los hechos los llevó al
convencimiento de que resultó imposible que operativos como los descriptos al tratar
los hechos individualmente pasaran de cualquier modo desapercibidos para el perso-
nal jerárquico de la empresa. Tales sucesos fueron conocidos por los directivos de la
empresa y los responsables de cada una de las Gerencias y Plantas, sea por sus propios
sentidos, o bien por la información que sin duda los capataces, supervisores y agentes
de seguridad debieron transmitir28.

En base a la prueba y a las observaciones realizadas en el marco de la inspección


ocular, donde se pudo verificar que el quincho se encontraba emplazado en el mismo
predio de la empresa y no tenía vías de acceso independientes, y que era muy visible ya
que no existía ninguna edificación u obstáculo visual de consideración, se afirmó en
los fundamentos de la sentencia que:

25  Ibidem, p. 216.

26  Ibidem, p. 191.

27  Ibidem, p. 359.

28  Ibidem, p. 192.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 94


En el territorio privado de la empresa Ford Motor Argentina, en el predio de la loca-
lidad de General Pacheco, el quincho principal del espacio recreativo funcionó como
centro clandestino de detención. Tanto por su emplazamiento como por sus caracterís-
ticas constructivas, el quincho era perfectamente visible tanto desde el exterior como
desde los caminos internos que comunican el Sector de Puerta 1 con las Plantas de
Montaje y Estampado.” Destacaron asimismo que “fueron numerosos los testimonios
que dieron cuenta que la presencia militar en los quinchos era ostensible”29.

Sobre las víctimas en el quincho de Ford, se afirmó que los secuestros fueron di-
rigidos, en un colectivo obrero de miles de trabajadores, específicamente contra un
grupo proporcionalmente pequeño, varios de los cuales eran delegados gremiales o
se vinculaban con ellos, o por haber sido vistos en alguna reunión gremial o políti-
ca, destacando además que todas las víctimas fueron despedidas a los pocos días de
ser secuestradas (Fundamentos: 191). En términos del proceso de judicialización, en
septiembre de 2021 la Cámara Federal de Casación Penal confirmó el fallo dictado en
primera instancia. Héctor Sibilla falleció en 2023, condenado por estos crímenes, al
tiempo que Pedro Müller continúa interponiendo recursos ante la Corte Suprema de
Justicia de la Nación.

La empresa Ford fue señalizada en primer lugar por el colectivo de sobrevivientes


y otros organismos de derechos humanos de diversas maneras a lo largo de los años,
y en marzo de 2012, al cartel del colectivo se sumó otro colocado por la Secretaría de
Derechos Humanos de la Nación, marcando una primera señalización estatal. En mar-
zo de 2014 se renovó la señalización con la participación de la Secretaría de Derechos
Humanos de la Nación, Secretaría de Derechos Humanos de la provincia de Buenos
Aires y la Comisión de ex Delegados y Obreros de Ford, y el 9 de julio de 2021 se llevó
adelante una nueva reseñalización, con las participación de las mencionadas depen-
dencias a nivel nacional y provincial, junto a autoridades del municipio de Tigre y al
colectivo de sobrevivientes, acompañados por numerosas organizaciones. Está previs-
ta además, en el marco de un acuerdo ante la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos (CIDH) y la familia de Pedro Troiani, una señalización con pilares en la
puerta de la empresa.

Palabras finales

Como se adelantó desde la introducción y se desarrolló en cada uno de los apartados,


la gran mayoría de las víctimas de estos CCD ubicados en empresas privadas fueron
trabajadores/as o sindicalistas, o bien militantes conectados con los procesos de lucha
y organización sindical. A pesar de su ubicación en tres regiones, sus particularidades
en cuanto a actividades económicas, organización productiva y relaciones laborales,
apareció en los tres casos una articulación de las Fuerzas Armadas y de Seguridad con

29  Ibidem, p. 214.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 95


la estructura empresarial, que proporcionó recursos logísticos y materiales clave para
el desarrollo del proceso represivo.

En todos los casos analizados, existieron vínculos previos con las Fuerzas o incluso
presencia directa de Fuerzas de Seguridad estatales y/ o privadas -de manera encubier-
ta o no- en los territorios productivos. Estas fuerzas, en todos los casos debieron ser
reubicadas y refuncionalizadas en el contexto represivo. Por otro lado, el andamiaje
represivo requirió tareas de inteligencia y espionaje previos, así como un análisis de
la organización y circulación interna de trabajadores y trabajadoras. Sin este tipo de
planificación, cualquier utilización de los establecimientos con fines represivos -al ex-
tremo de que existieron centros clandestinos de detención- hubiera entorpecido los
procesos productivos, algo que no sucedió en ninguno de los casos. Es decir, existió
necesariamente una refuncionalización de los espacios, y en algunos casos un reacon-
dicionamiento de los mismos a fin de que pudieran servir de alojamiento de las Fuer-
zas Armadas y de Seguridad actuantes. Esta planificación sólo pudo haber sido posible
a partir de la participación de la estructura jerárquica empresarial.

Asimismo, la decisión de cuáles serían los espacios utilizados con esos fines también
debe ser problematizada. Por un lado, se trató de espacios conocidos y habitados de
manera cotidiana, para el descanso, la realización de tareas vinculadas a la producción
o incluso con fines recreativos, lo que facilitó su reconocimiento por parte de los so-
brevivientes. Sin embargo, se trató de espacios que pudieron ser desvinculados de sus
usos habituales y dispuestos de manera exclusiva con fines represivos. Un aspecto por
demás cargado de perversión fue el hecho de que mientras que algunos trabajadores y
trabajadoras eran secuestrados y mantenidos en cautiverio durante días y hasta sema-
nas dentro de las instalaciones, sus compañeros, compañeras y familiares desconocían
su paradero.

También se mencionó el objetivo de afectar muy especialmente las tramas comu-


nitarias y familiares de tal manera que se ha conocido por los testimonios de sobrevi-
vientes el cautiverio de familiares, incluso padres, madres e hijos e hijas en el mismo
espacio.

Los CCD dentro de las empresas aparecen como lugares clave, no sólo en términos
de apoyatura logística para el proceso represivo, constituyéndose en un factor de ex-
trema gravedad en términos de aportes empresariales, sino también como una forma
de resignificación del espacio fabril, que en todos los casos ya había sido atravesado
por dinámicas represivas y de disciplinamiento previas al golpe de Estado de marzo de
1976.

El hecho de que estos lugares de cautiverio hayan funcionado dentro del espacio
productivo, cotidiano y de sociabilidad de los trabajadores y trabajadoras, parece ha-
ber dejado una marca particularmente profunda no sólo en las y los secuestrados, que

Los centros clandestinos de detención en Argentina 96


vivieron el horror en primera persona, sino también en el resto del colectivo laboral,
que o bien presenció los secuestros y su traslado a esos espacios, o bien supo de ellos
por relatos, rumores o diversas formas de circulación de información.

El hecho de que los procesos judiciales incorporaron la investigación sobre las res-
ponsabilidades empresariales y muy especialmente el funcionamiento de CCD en em-
presas resultó crucial para determinar responsabilidades y lograr condenas. Por otro
lado, puede ser considerado un acto de reparación hacia las víctimas, ya que reconoció
públicamente la veracidad de las experiencias traumáticas vividas allí, y la afirmación
de que constituyeron delitos de lesa humanidad. A su vez, teniendo en cuenta los
efectos de largo plazo que produjo la atemorización, permitió la concientización de
trabajadores y trabajadoras jóvenes respecto de posibles prácticas represivas. Esto que-
dó demostrado con la importancia que tuvieron las señalizaciones realizadas en los
tres casos analizados.

En este capítulo se expresaron interrogantes, que esbozan líneas de investigación a


futuro respecto de las particularidades y diferencias en cuanto a los objetivos de corto,
mediano y largo plazo de estos espacios dentro las propias estructuras empresariales,
las formas de funcionamiento, la ruptura en la lógica habitual de CCD caracterizada
por traslado de los prisioneros a espacios distantes o desconocidos en sus dinámicas,
sonidos, olores, etc. buscando garantizar el desconocimiento del espacio represivo,
como una forma de generar una desestructuración de lo cotidiano. La reclusión en
espacios habituales y cotidianos de los trabajadores y trabajadoras, la transformación
del espacio de trabajo en un escenario represivo, debe analizarse como una forma cua-
litativamente diferente de terror.

En suma, la existencia de estos CCD en empresas constituye un hito en la transfor-


mación de las fábricas en espacios de represión a un nivel inédito y da cuenta de una
variante en el esquema del terrorismo de Estado, demostrando que hasta los espacios
productivos, con otro destino declarado y bajo responsabilidades civiles, podían con-
vertirse en lugar de detención clandestinos.

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Los centros clandestinos de detención en Argentina 98


La violencia sexual como política de
disciplinamiento durante el terrorismo de Estado

Ivonne Barragán
Débora D’Antonio
Laura Rodríguez Agüero

Introducción

Recortar y conceptualizar las violencias de género y los abusos sexuales fue tarea
de las mujeres sobrevivientes que sufrieron o fueron testigos de estas experiencias en
los distintos centros clandestinos de detención (CCD). Algunas denunciaron las ve-
jaciones a las que fueron expuestas ante organismos de derechos humanos del exte-
rior o locales durante la misma dictadura militar, otras lo hicieron en la CONADEP
y durante el Juicio a las Juntas Militares en 1985, y hubo también quienes testificaron
en los diversos procesos llevados a cabo durante los cuarenta años de democracia en
instancias como los Juicios por la Verdad o los de Lesa Humanidad de reapertura pos-
terior. A pesar del esfuerzo que significó para ellas poner en palabras aquellas vivencias
traumáticas no siempre fueron escuchadas. En las primeras instancias judiciales, a me-
diados de los años ochenta, además, no se contaba todavía con un vocabulario ni con
un marco epistémico que permitiera abordar el tema de la violencia de género y se-
xual. A pesar del esfuerzo que significó para ellas poner en palabras aquellas vivencias
traumáticas, en el Juicio a las Juntas no se consideró a los abusos sexuales como delitos
autónomos, y en las conclusiones del informe Nunca Más no se hizo referencia a estos
hechos quedando subsumidos dentro del delito de torturas generales (Beigel, 2022:
364). La audibilidad fue un proceso que fueron conquistando en simultaneidad con la
expansión del movimiento de mujeres, de los feminismos y de los enfoques de género.

Esta ampliación de los marcos sociales de escucha sobre la violencia sexual y de


género durante el terrorismo de Estado suscitó un cambio de paradigma en la escena
judicial. Fue en junio de 2010 que el Tribunal Oral Federal de Mar del Plata condenó
a Gregorio Molina, suboficial de la Fuerza Aérea, a reclusión perpetua por violación y
violación en grado de tentativa. Los jueces entendieron que “los tormentos padecidos
por las mujeres eran específicos y dirigidos contra ellas por su condición de mujer, en
una clara intencionalidad discriminatoria” (García, 2017: 10). Una incidencia que per-
mitiría considerar en algunas otras causas de lesa humanidad a estos delitos como es-
pecíficos por la condición de género y ya no sólo como parte indivisa de los tormentos.

Dos años más tarde, el Ministerio Público Fiscal de la Nación impulsó la perse-

Los centros clandestinos de detención en Argentina 99


cución penal de crímenes por delitos sexuales a partir de la creación de una unidad
especializada. Esta línea generó un incremento en la cantidad de sentencias abocadas
a este tema que, según el informe de dicho organismo, produjo desde el año 2012 hasta
la actualidad, entre cuatro y cinco fallos por año1. De las cuarenta y siete sentencias
dictadas por delitos sexuales, fueron doscientas doce personas las que las padecieron,
ciento setenta y nueve mujeres y treinta y tres varones.

Con estas resonancias, las personas que sufrieron violencia sexual se animaron a
más y sortearon sentimientos de vergüenza, humillación y culpa. Algunas que no ha-
bían testificado aún en los estrados judiciales lo hicieron, otras pudieron relatarles a
sus seres queridos lo que antes habían ocultado y también hubo quienes pulieron sus
argumentos acerca de lo que les había sucedido. Así, los tribunales federales fueron
aceptando, a partir de la firmeza de las intervenciones de estas mujeres en las distintas
instancias públicas, con la colaboración de sectores de los organismos de derechos
humanos, que las embestidas sexuales fueron formas específicas de dominio del terro-
rismo de Estado. Se comprendió que no hubo órdenes escritas respecto de estas vio-
lencias, pero que las Fuerzas Armadas “desde sus posiciones jerárquico-funcionales,
crearon las condiciones de sometimiento mediante la clandestinidad, el aislamiento y
la garantía de impunidad, que posibilitó que el personal bajo su dependencia, agredie-
ra sexualmente a las víctimas secuestradas2”.

Pese a estas nuevas inflexiones, el camino judicial no quedó libre de obstáculos y, en


más de una ocasión, se ha debido recurrir a las apelaciones ante la negativa a conde-
nar por violencia sexual. Esto fue lo que sucedió, por ejemplo, cuando la Sala III de la
Cámara Federal de Casación Penal hizo lugar a un recurso presentado por la defensa
de seis represores excluyéndolos de los delitos de violación y abuso deshonesto por los
que habían sido condenados en 2013 por el Tribunal Oral Federal de San Juan. Recién
en 2022 la Corte Suprema de Justicia de la Nación revocó esta resolución y volvió la
situación a lo dispuesto por la sentencia en el primer juicio3.

En este capítulo se aborda la violencia sexual como política de disciplinamiento du-


rante el terrorismo de Estado en algunos CCD que operaron en las ciudades de Bahía
Blanca (Zona 5), Mendoza y San Juan (Zona 3). La selección de estas áreas obedece a
distintos factores. Se trata de lugares que han sido objeto de menos indagaciones en

1  Fiscales.gob.ar. “Un 16% de las sentencias por crímenes de lesa humanidad abordó delitos de violencia se-
xual”, 8 de marzo de 2023. Recuperado de https://www.fiscales.gob.ar/lesa-humanidad/un-16-de-las-senten-
cias-por-crimenes-de-lesa-humanidad-abordo-delitos-de-violencia-sexual/. Último acceso: 28 de noviembre de
2023.

2  Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 1 (TOCF N°1) de Bahía Blanca. Fundamentos de la sentencia Causa
N°1103: “Fracassi, Eduardo Rene y otros s/privación ilegítima de la libertad”, 1 de marzo del 2016, p.1530.

3  Corte Suprema de Justicia de la Nación. Causa FMZ 41001077/2011/TO1/4/1/RH3 “Martel, Osvaldo Benito y
otros s/ averiguación de delito”. Buenos Aires, 17 de mayo de 2022.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 100


comparación con aquellos en los que las dinámicas represivas han sido más trabajadas
como Buenos Aires, Córdoba o Tucumán. Esto posibilita en primer lugar advertir la
extensión geográfica de dichas tramas. Además, el análisis en estas otras escalas locales
ofrece la oportunidad de observar las características, cruces y articulaciones de la re-
presión llevada adelante por distintas fuerzas armadas y de seguridad, ya que junto al
ejército y las policías actuaron la armada en Bahía Blanca, la aeronáutica en Mendoza
y la gendarmería en San Juan.

El acervo de fuentes consultado para la escritura de este texto se encuentra cons-


tituido por los testimonios proporcionados en los procesos relacionados con críme-
nes de lesa humanidad: en Bahía Blanca las causas “Bayón” (2011-2012) y “Fracassi”
(2013-2015) y la “Megacausa de Zona 5” (2022); en Mendoza el cuarto (2014-2017) y
el sexto juicio (2016-2018); mientras que para San Juan la “primera Megacausa” (2011-
2013) y la “segunda Megacausa” (2017-2018). En lo que respecta al modo de nombrar a
las testimoniantes se acude a un criterio diferenciado: quienes se encuentran desapare-
cidas o han asumido una identidad pública en relación a los hechos de violencia sexual
denunciados son identificadas con sus nombres y apellidos. Sin embargo, aquellas que
ofrecieron sus declaraciones sólo en las audiencias judiciales, y a las que no hemos
podido consultar, son referenciadas a través de sus iniciales, con la intención explícita
de no exponer su intimidad4.

A partir de la lectura atenta y analítica de estos testimonios, se busca identificar las


características de la violencia sexual en los CCD de las zonas presentadas, atendiendo
a sus aspectos singulares y comunes. También se indaga respecto de si además de ellas,
hubo varones que vivieron estas situaciones, qué roles desempeñaron las carceleras
mujeres, qué solidaridades se pusieron en juego entre las personas detenidas de ma-
nera legalizada o ilegal y cuáles fueron las intersecciones que operaron junto con el
género.

Escenarios de la represión

El ordenamiento territorial creado por el Ejército Argentino en 1975 para la lucha


contra la denominada “subversión” colocó a Bahía Blanca bajo la jurisdicción de la
Zona 5 de Defensa –integrada por el sur de la provincia de Buenos Aires, Río Negro,
Neuquén y Chubut–. Mientras que San Juan y Mendoza pertenecían a la Zona 3, que
correspondía al Comando del Tercer Cuerpo de Ejército con sede en Córdoba, con el
comandante Luciano Benjamín Menéndez a la cabeza. A su vez, estas dos provincias y
San Luis constituyeron la Subzona 33 dependiente de la VIII Brigada de Infantería de

4  La abogada querellante en las causas de Bahía Blanca, Dra. Mónica Fernández Avello y el personal de las ofi-
cinas de la Procuraduría General para la persecución de delitos de lesa humanidad de San Juan y de Mendoza,
especialmente Andrés Rousset y Nicolás Ayestaran y el Fiscal Federal Dante Vega, facilitaron documentación y
sistematización de información que resultó crucial para la elaboración de este capítulo.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 101


Montaña con asiento en Mendoza.

Siendo distantes entre sí –fundamentalmente Bahía Blanca de las dos provincias


cuyanas– contaron con un temprano y virulento despliegue de violencia estatal y pa-
raestatal que comenzó a asesinar y a desaparecer activistas de la izquierda peronista y
marxista previo al golpe de 1976. En San Juan, las primeras desapariciones datan de
julio del año 1971, cuando la pareja formada por Sara Palacio y Marcelo Verd −quie-
nes integraban las Fuerzas Armadas Revolucionarias− fue secuestrada en su domicilio
(Algañaraz y Casas, 2011)5. Al sur de la provincia de Buenos Aires, comandos paraes-
tatales actuaban en vinculación con la central obrera local, las policías y los interven-
tores de las universidades y colocaron en el mismo plano al juego y la prostitución
con “la subversión”, asociando el delito común al delito político (Zapata y Rodríguez
Agüero, 2017). Esta articulación entre represión social y política ha sido verificada en
Mendoza por investigaciones especializadas que evidencian cómo las prácticas coer-
citivas apuntaron con similares métodos contra prostitutas, militantes y delincuentes
comunes durante los años previos a la dictadura.

Al analizar la Zona 5 se exploran específicamente las experiencias de mujeres que


fueron detenidas en la Subzona 51 conformada por una parte de Buenos Aires y por
el este de la provincia de Río Negro. Se presta atención a los CCD conocidos como la
Escuelita en la ciudad de Bahía Blanca, bajo la dirección del ejército, y en la órbita de
la armada a Baterías en la base de Infantería de Marina cercana a Puerto Belgrano.

A los efectos de ofrecer a quien lee una descripción de lo que sucedió en esta zona se
estima que hubo quince CCD y que en ellos estuvieron detenidas desaparecidas alre-
dedor de quinientas personas. Mientras que a poco más de cuatrocientas las concentró
el ejército, a noventa aproximadamente las congregó la Armada (Rama, 2020). En la
mayoría de los sitios señalados, las mujeres, en general jóvenes, aunque las hubo de
distintas edades, sufrieron o fueron testigos de manifestaciones de violencia de género
y sexual. En el octavo juicio que se realizó en Bahía Blanca, en el marco de la llamada
“Megacausa Zona 5”, además, un varón testificó que fue violado con la punta de un
fusil en la cárcel de Villa Floresta.

Mendoza conformó el Área de operaciones 331 y estuvo a cargo de la VIII Brigada


de Infantería de Montaña. Desde octubre de 1975, el ejército subsumió bajo su control
a las policías, y a partir del golpe, alineó a otros actores como la Fuerza Aérea, la peni-
tenciaría provincial, a la par que sumó nuevos espacios de detención clandestinos. En
la provincia funcionaron cuarenta CCD y fueron desaparecidas doscientas setenta y
cinco personas entre 1975 y 19836. En esta zona, se abordará las detenciones y secues-

5  Ver también Juicios de lesa humanidad - San Juan. “El caso Verd”, disponible en https://www.lesahumanidad-
sanjuan.org/el-caso-verd-el-caso-maestre/. Último ingreso 28 de noviembre de 2023.

6  Espacio para la memoria y los derechos humanos “Ex D2 - Mendoza”. “Listado de personas desaparecidas

Los centros clandestinos de detención en Argentina 102


tros de mujeres que estuvieron recluidas en el Departamento de Informaciones de la
Policía de Mendoza (D2), y en el espacio de cautiverio conocido como Casino de Sub-
oficiales, dependiente del comando de la VIII Brigada de Infantería del ejército. Vale
señalar que en la “Megacausa” que se desarrolla actualmente en la ciudad de Mendoza,
se está investigando la responsabilidad de agentes del D2 en trescientos treinta y cuatro
casos que incluyen sesenta y dos desapariciones forzadas, seis ejecuciones sumarias y
once homicidios que fueron cometidos en dicho CCD. Respecto de vejaciones sexuales
a militantes varones hay un caso resonante del D2.

La provincia de San Juan constituyó el Área 332 con sede en el Regimiento de In-
fantería de Montaña 22 (RIM 22). En esta escala se analizan los trayectos de mujeres
que estuvieron secuestradas en los CCD RIM 22, La Marquesita y el Penal de Chim-
bas, observando el accionar específico del ejército y la gendarmería en el año 1976.
En el diagrama represivo local hubo dos piezas fundamentales: el área de Inteligencia
del RIM 22 (S2) y el Departamento 2 de Informaciones (D2) de la policía provincial,
que a su vez operaban con una aceitada coordinación con la provincia de Mendoza
(Algañaraz y Casas, 2011). El entramado represivo sanjuanino incluyó once CCD, de
los cuales siete se ubicaron en dependencias de la policía provincial y Federal, dos en
instalaciones del ejército y dos en edificios civiles. A diferencia de Bahía Blanca y Men-
doza, en los juicios desarrollados hasta el momento no se han denunciado situaciones
de violación sexual contra varones en los CCD sanjuaninos.

Tramas de la violencia sexual en Bahía Blanca


Te violamos por error

La Escuelita fue un CCD ubicado en la proximidad del predio del V Cuerpo de Ejér-
cito. Se trataba de una edificación precaria con pocas habitaciones que antiguamente
había servido como caballeriza. Durante el tiempo que funcionó, entre marzo de 1976
y agosto de 1977, fue el sitio con más personas secuestradas en el sur bonaerense. Se-
gún el testimonio que ofreció tempranamente Alicia Partnoy, militante de la Juventud
Peronista en la Universidad Nacional del Sur, quienes eran los responsables de manejar
a esta población lo hacían por medio de golpes, subalimentación, amenazas de muerte
y vejaciones de género y sexuales7. Partnoy contó el impacto que le produjo escuchar a
Graciela Romero de Metz cuando al compartir cautiverio le describió las torturas a las
que había sido sometida por integrantes del ejército durante su detención en Neuquén
mientras cursaba un embarazo de cinco meses. Graciela daría a luz a un varón que,

y/o asesinadas de y en Mendoza (1971-1983)”. Disponible en: https://www.espaciomemoriamendoza.com/lista-


do-de-personas-desaparecidas/. Último acceso: 30 de septiembre de 2023.

7  Alicia fue capturada en enero de 1977 por miembros del ejército en la ciudad de Bahía Blanca y llevada prime-
ro al Comando del V Cuerpo y, transcurridos unos meses, a La Escuelita. Allí permaneció detenida desaparecida
por cincuenta y dos días. Cuando fue legalizada quedó a disposición del Poder Ejecutivo Nacional en la cárcel
de Villa Floresta (Partnoy, 2006).

Los centros clandestinos de detención en Argentina 103


tras ser desaparecida, terminaría siendo apropiado. Mientras algunas mujeres se halla-
ban encintas, otras sufrieron abortos provocados por las condiciones a las que estaban
siendo sometidas, destacándose entre estas las torturas sexuales8.

En la causa Bayón, cuyo juicio oral se desarrolló entre los años 2011 y 2012, se in-
vestigaron crímenes en los que estuvo implicado el ejército en perjuicio de noventa
víctimas. Las mujeres, en particular, describieron distintas formas de violencia de gé-
nero y sexual. Si bien hubo limitaciones para dar lugar al procesamiento de este tipo
de delitos, pues originalmente no habían sido elevados a juicio, los testimonios de
aquellas sentaron un precedente y dieron relieve por primera vez al tema en esta zona.
LR y EDT, ex detenidas, denunciaron manoseos y sistemáticas amenazas de violación
enmarcadas en torturas psicológicas. Otras como AP se refirieron a distintos tipos
de humillaciones, tales como tener que utilizar los baños con las puertas abiertas o
menstruar sin que se les procurase paños higiénicos. También hubo quienes hicieron
referencia a cómo, en oportunidades, estas desatenciones favorecieron el desarrollo de
lastimaduras e infecciones en la piel9. Las que declararon que fueron maniatadas en
salas especializadas de interrogatorio explicaron que se les aplicaba electricidad en dis-
tintas partes del cuerpo, pero con especial mortificación en la zona genital, una prác-
tica común a todas las personas secuestradas. Hubo también quienes revelaron abusos
sexuales de los que fueron testigos. Este es el caso de DS que dijo haber escuchado con
ironía y crueldad que los guardias de La Escuelita le decían a una joven: “perdonános
te violamos por error porque creíamos que eras una erpiana de mierda”10. Un testigo
varón JP, recordó que una mujer lloraba continuamente y que los carceleros se referían
a ella como “esta guacha se resiste a acabar”, conjeturando que esa prisionera podría
haber sido violada en repetidas oportunidades11.

Santiago Cruciani, más conocido por su falso nombre Mario Mancini, fue un sub-
oficial del Ejército y un interrogador que se infiltró en una comunidad parroquial con
el objetivo de desarticular a la izquierda peronista que allí actuaba. Según el parecer
que ofreció en los estrados judiciales el obispo emérito de la Iglesia Católica, Néstor
Navarro, Mancini “se hizo tan familiar que era uno más” entre feligreses y sacerdotes.
Desde allí fue que logró entablar una relación con MO que pertenecía a la Iglesia y que
se hallaba secuestrada en La Escuelita viéndose compelida, además, a vincularse con él
por temor a perder su vida12.

8  Para más información, ver el sexto capítulo de esta publicación.

9  Fernández Avello, Mónica. Alegato presentado ante el Tribunal Oral Subrogante en lo Criminal Federal N° 1
de Bahía Blanca en Causa Nº 982: “Bayon, Juan Manuel y otros s/privación ilegal de la libertad agravada reiterada,
aplicación de tormentos reiterada, homicidio agravado reiterado, a Bombara, Daniel José y otros en área del Cuerpo
de Ejército V”.

10  Ídem, p. 980. Con el término erpiana se refiere a una integrante del ERP.

11  Ídem.
12  Megacausa Zona 5 - Bahía Blanca, “Cruciani ´era uno más en la comunidad´”, 25 de octubre de 2011. Dis-

Los centros clandestinos de detención en Argentina 104


Los testimonios de las ex detenidas describieron además las implicaciones y los
modos específicos en los que se manifestaron las vejaciones sexuales practicadas por
fuerzas policiales y penitenciarias que formaban parte de los circuitos represivos en
los que gravitaba aquel sitio del ejército. La testigo MB relató que, tras ser capturada,
mientras le tomaban los datos en sede policial, espacio que oficiaba como lugar de
tránsito hacia las detenciones ilegales, se encontró con alguien a quien conocía desde
los años de la escuela técnica, y que al verla dijo: “Yo la cuido, dejenmela”. Sin embargo,
apenas se quedaron solos, este policía se abalanzó sobre ella. Según las palabras de MB
“no podía creer que, en ese momento, quería tener sexo conmigo. Sos una basura le
dije. Forcejeamos, me pegó. No me violó”13. ES, por su parte, explicó que, en la Unidad
Penitenciaria de Villa Floresta, que formaba parte del circuito represivo de la zona, un
médico le había realizado una requisa de tacto vaginal obscena y violenta y agregó que
todas "éramos manoseadas" por los celadores. Diferentes testimonios puntualizaron,
además, cómo intervenían las carceleras en los movimientos de transferencia de las
personas detenidas entre prisiones al producirse las legalizaciones. En las palabras de
GJ:

En el traslado había personal masculino y femenino, y el femenino era el que más nos
golpeaba. Era personal diferente de organismos penitenciarios normales, como una
nueva generación… Las mujeres que nos custodiaban eran muy duras, nos trataban a
los golpes; eran mujeres fornidas, fuertes, que aprovechaban que estábamos atadas para
castigarnos14.

En sentido similar EM, que transitaba un embarazo de ocho meses y medio al ser
trasladada desde La Escuelita a la cárcel de Olmos, en otro lugar de la provincia, expli-
có que se encontraba en mal estado físico y que, desconsiderando su avanzado estado
de gravidez, las guardianas le colocaron las esposas en las muñecas y la encadenaron
al piso del avión por más de veinte horas. EM desarrolla su testimonio revelando que:

Nos llevan a la puerta del avión con reflectores que nos daban en la cara. No podía ver
y como dudé para dónde ir, me empujaron. Para proteger a mi bebé me di vuelta y caí
de espaldas por la escalera del avión... Las señoras celadoras me golpearon tanto que
me rompieron el cóccix y una vértebra superior, tuve que esperar a salir de libertad para
que me operaran en el Hospital Italiano15.

Durante esta etapa, la instrucción de las carceleras se apegó a los principios de la

ponible en https://juiciobahiablanca.wordpress.com/2011/10/25/cruciani-era-uno-mas-en-la-comunidad/. Úl-


timo acceso: 28 de noviembre de 2023.

13  Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 1 de Bahía Blanca. Causa Nº 982, pp. 23-24.

14  Ibidem, pp. 3-5.

15  Ibidem, p. 7.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 105


Doctrina de Seguridad Nacional que priorizaba la lucha contra el comunismo, y la
Doctrina de Guerra Contrarrevolucionaria desarrollada por oficiales franceses. Esta
última promovía la aplicación sistemática de torturas, maltratos, abusos de poder u
otro tipo de arbitrariedades y, en particular, visualizaba a las mujeres como un enemi-
go interno peculiar16.

Se observa en La Escuelita, que dependía del ejército, pero también en las comisa-
rías y en la unidad penitenciaria de Villa Floresta, la existencia de una tecnología de
prácticas vejatorias que incluyeron al género y al sexo. Es posible distinguir, además,
intervenciones directas de oficiales y suboficiales de cada una de estas fuerzas en el
despliegue de la violencia sexual, en la apropiación de menores de madres que luego
serían asesinadas, y en la vulneración de las detenidas para profundizar las desarticu-
laciones de las fuerzas perseguidas. Como se mencionó previamente, se agregaba a la
dimensión política la percepción de que en estas mujeres había un desdibujamiento de
los bordes de género tradicionales.

En el octavo proceso que se realizó en Bahía Blanca, en el marco de la llamada


Megacausa de Zona 5, los treinta y ocho acusados fueron juzgados por privaciones
ilegales de la libertad, tormentos, homicidios, robo de bebés y delitos contra la inte-
gridad sexual cometidos en la jurisdicción del ejército. En ese proceso fue que algunos
varones se animaron a testificar sobre vejaciones sexuales de las que fueron testigos o
víctimas directas. Algunos se expresaron de forma general sin mayores detalles.

El lugar estaba lleno de hombres

Baterías fue la principal unidad de apoyo logístico y de servicios de la Armada en


el país y su jefatura dependía directamente del comandante de Infantería de Marina.
En el marco de la “lucha contra la subversión” se convirtió en un centro clandestino y
funcionó como tal entre los años 1976 y 1977, debiendo “ejecutar diversas tareas entre
las que se encontraban la inteligencia sobre el oponente interno, contra infiltración,
contraespionaje, contrasubversión, contrainformación y acciones secretas ofensivas”17.

En la causa caratulada “Fracassi”, iniciada en el año 2013, la fiscalía mostró dispo-


sición para otorgarle a los delitos sexuales la categoría de lesa humanidad18. En ese
marco algunas personas brindaron o ampliaron su testimonio, las querellas formu-

16  Los cursos de capacitación femenina se habían reglamentado enteramente para ese entonces y se había dis-
puesto un diagrama general para su desarrollo en el marco de esta Doctrina. Ver, Servicio Penitenciario Federal.
Boletín Público, N.° 1067, 20 de enero de 1976, pp. 23-26.

17  Archivo Nacional de la Memoria, Informe Histórico CCD Base de Infantería de Marina “Baterías” (Batería
VII)- Base Naval de Puerto Belgrano, Provincia de Buenos Aires, 2023, p. 5.

18  Tribunal Oral Subrogante en lo Criminal Federal N° 1 de Bahía Blanca. Causa N°1103, p. 271.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 106


laron acusaciones con fundamentos más precisos, explicando el carácter rutinario y
extendido de este tipo de violencia ejercida sobre los cuerpos de las mujeres19.

Las manifestaciones más usuales que se expusieron en este proceso fueron las de
desnudez forzada, manoseo o amenaza de violación. Pero, además, en este centro clan-
destino tuvieron lugar abusos y violaciones sexuales colectivas. La testigo PG afirmó
que: “… me hacen entrar, me tiran sobre el piso, me desnudan y me empiezan a tocar
(…) el lugar estaba lleno de hombres, se empiezan a reír, eran dos o tres…”20. SL tam-
bién relató que entre maltratos verbales:

…vinieron unos individuos y me dijeron te vamos a revisar, porque las montoneras


como vos se ponen una pastilla en la vagina y cuando se ven en mal momento, se en-
venenan, así que me hicieron sacar toda la ropa…. Al rato viene uno y me dice, mira
somos cinco personas, cinco tipos, vas a tener relación con todos y vas a decir que sos
feliz21.

AP, por su parte, pudo precisar qué: “me picaneaban e interrogaban. Pasado eso me
sacan de ahí y me llevan para un lugar donde había alguna colchoneta (...) Me dieron
vuelta, eran dos los que me violaban”22. Otra práctica frecuente en este sitio de la Ar-
mada fueron las violaciones con objetos, tal como lo señala JN al narrar que: “estaban
conmigo un muchacho de nombre Miguel y una chica de nombre Patricia y ella le co-
menta a Miguel que la habían violado con un fierro y que la habían llevado al hospital
para atenderla porque había tenido una hemorragia”23.

De modo que, en este centro de detención a los manoseos, amenazas de violación,


burlas o humillaciones con contenido sexual, desnudez forzada, golpes, descargas eléc-
tricas en los genitales, acoso sexual y violación con acceso carnal, se le sumaron viola-
ciones de carácter grupal, violaciones con objetos, servidumbre sexual y distintos tipos
de exhibicionismo. Dentro del circuito represivo del que formaba parte este centro
clandestino debe destacarse, además, que un testigo (AA) que había realizado el ser-
vicio militar en la Base Naval Puerto Belgrano en el año 1976 y tenía como función la
guardia en el ARA 9 de julio, otro CCD de la zona, reveló: “que los soldados que esta-
ban dentro del buque decían que los abusos hacia las mujeres por parte de oficiales y

19  Idem.

20  Fernández Avello, Mónica. Op. cit..

21 Idem.

22  TOCF N°1 de Bahía Blanca, Fundamentos de sentencia Causa N°1103, p. 1555.

23  Fernández Avello, Mónica. Op. cit. Para más información sobre casos similares tuvieron lugar en la Base
Naval Mar del Plata, ver el sexto capítulo de esta publicación.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 107


suboficiales eran constantes”24, distinguiendo el compromiso de los cuadros más altos
de esta fuerza en la intromisión de los cuerpos femeninos.

Un último aspecto a destacar se relaciona con el despliegue de la violencia sexual


en los diferentes espacios que se articulaban en el circuito represivo mostrando su al-
cance. ML, estudiante de la carrera de Psicología en la Universidad Nacional de Mar
del Plata y empleada municipal de dicha ciudad, fue secuestrada el 5 de agosto de 1976
por la Fuerza de Tareas Nº 6 y llevada por distintos sitios de la marina: la Base Naval,
la Escuela de Suboficiales de Infantería de Marina, ambas en esta ciudad costera, para
luego ser recluida en Baterías. En cada una de estas dependencias fue expuesta a dife-
rentes torturas y sometimientos sexuales25. También PG, militante cristiana de base en
Cáritas Parroquial y de la Juventud Peronista, fue detenida en octubre de 1976 por un
grupo que se identificó como perteneciente a Coordinación Federal y luego trasladada
también a Baterías. Estando embarazada al momento de su secuestro se le aplicaron
diferentes tormentos e interrogatorios26. En cada una de estas situaciones puede verse
que, tanto las Fuerzas Armadas como las policiales, ya fuera en sitios de detención
transitorios como de carácter duradero, no se privaron de ejercer una política siste-
mática de violencias sexuales. Baterías, además, se diferenció, según los testigos, por
acoplar a las torturas y tormentos, la utilización de equipos de música no para silenciar
los quejidos de las personas torturadas sino para amplificarlos y expandir con ello el
padecimiento de quienes eran abusadas sexualmente27.

Represión generizada y complicidad judicial en Mendoza


Pagamos el precio de ser mujeres

El Departamento de Informaciones de la Policía de Mendoza (D2) fue el CCD de


mayor envergadura de la región cuyana. En el entramado represivo local fue funda-
mental porque allí se realizaban tareas de espionaje sobre personas sospechadas de
desarrollar actividades “subversivas”. Sus grupos de tareas fueron los encargados de
llevar a cabo las detenciones y los secuestros y sus calabozos se convirtieron en lugar
de cautiverio. Asimismo, las testimoniantes expresaron que la violencia sexual fue una
práctica diaria y extendida para la mayor parte de las mujeres -y algunos varones- que
estuvieron allí.

El “Operativo de febrero de 1976”, cuando un grupo de delegadas estatales y mi-

24  Idem.

25  Archivo Nacional de la Memoria. Informe Histórico CCD Base de Infantería de Marina “Baterías”, Op. cit, p.
7.

26  Ibidem, p. 22.

27  Ibidem, p. 7.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 108


litantes peronistas de izquierda fue secuestrado, puso de manifiesto las formas espe-
cíficas de su funcionamiento. Las víctimas fueron detenidas en el marco de la ley N°
20.840, sometidas a distinto tipo de tormentos y luego conducidas a la Penitenciaría
Provincial. Entre ellas, Silvia Ontivero, quien estaba embarazada al momento de su
secuestro y a raíz de la picana sufrió un aborto, declaró que tuvo “que soportar la vio-
lación de cuanto señor estaba de turno, varias veces al día. No solo yo, todas las mu-
jeres”28. Silvia compartió celda con Stella Maris Ferrón y Vicenta Olga Zárate, quienes
también fueron objeto de ataques sexuales. “Pagamos el precio de ser mujeres” señaló
Ontivero29. Ivonne Larrieu y Stella Maris declararon sobre las torturas y vejámenes
sexuales sufridos por ellas y el resto de las detenidas30. El caso de Vicenta exhibe otros
de los pliegues de la trama de la represión sexual. Ella tenía 45 años al momento de su
secuestro, trabajaba en ENTEL, la empresa telefónica estatal, y era delegada gremial.
El 12 de febrero de 1976, mientras se encontraba internada en el Policlínico de Cuyo,
luego de haber sido operada del útero, y mientras se hallaba bajo custodia policial, una
mujer ingresó a la sala, le vendó los ojos, le colocó gafas oscuras y la entregó al perso-
nal de infantería que la trasladó al D2. Esa misma noche, y en otras oportunidades, fue
violada en el interior de una minúscula celda31.

En el resto de los operativos de secuestro protagonizados por agentes de la policía,


durante 1976, se identificaron otros casos como los de RG y LF. La primera, estuvo
cautiva en este CCD desde su detención, el 2 de junio, y hasta febrero de 1977. Allí
sufrió todo tipo de vejámenes y declaró que fue agredida sexualmente “hasta el últi-
mo momento” (Ilardo, López y Rodríguez Agüero, 2019: 132). En un principio estuvo
vendada y maniatada, pero después de un tiempo fue violada “a cara descubierta”. La
historia de LF, como la de otras mujeres, deja en evidencia, además, la complicidad
judicial con estos hechos. Ella fue secuestrada en el marco del operativo de agosto de
1975 contra la Organización Comunista Poder Obrero y fue violada por agentes del
D2. Su caso es significativo debido a que luego de su paso por los calabozos del CCD,
fue llevada a declarar ante el magistrado de la justicia federal, Luis Miret, quien le for-
muló una serie de preguntas que apuntaban a estigmatizar su conducta. LF era menor
de edad y fue interrogada respecto de la hora en la que solía volver a su hogar o si lo

28  Tribunal Oral en lo Criminal Federal N°1 de Mendoza, Autos N° 076- M: “Menéndez Sánchez y otros s/ Inf.
art . 144 ter. C.P.”. Audiencia del 02 de junio de 2014. Disponible en 14/06/https://juiciosmendoza.wordpress.
com/2002/. Último acceso: 2 de septiembre de 2023.

29  Idem.

30  Tribunal Oral en lo Criminal Federal N°1 de Mendoza, Autos N° 076- M: “Menéndez Sánchez y otros s/ Inf.
art . 144 ter. C.P.”. Audiencia del 16 de junio de 2014. Recuperado de
https://juiciosmendoza.wordpress.com/2014/06/16/. Último acceso: 2 de septiembre de 2023.

31  Tribunal Oral en lo Criminal Federal N°1 de Mendoza, Autos N° 076- M: “Menéndez Sánchez y otros s/ Inf.
art . 144 ter. C.P.”. Audiencia del 17 de noviembre de 2016. Recuperado de https://lesahumanidadmendoza.
com/sexto_juicio/audiencia-3-tiempo-de-descuento-para-carlos-rico-por-su-participacion-en-crimenes-de-le-
sa-humanidad-2/. Último acceso: 2 de septiembre de 2023

Los centros clandestinos de detención en Argentina 109


hacía sola o acompañada. Estas y otras interrogaciones dejaban entrever que para el
juez sus conductas eran indebidas por ser mujer. De hecho, el mismo juez se negó a en-
tregarla a sus padres con el argumento de que aquellos estaban divorciados y resolvió,
por tanto, enviarla a un hogar para niñas. Otra víctima de la complicidad judicial fue
Silvia Ontivero, ya presentada en este capítulo, quien, además de haberse topado con el
mismo juez Luis Miret en el D2, declaró ante otro magistrado, Rolando Carrizo, haber
sido violada. Este, desestimando los rastros evidentes de deterioro físico, le respondió:
“¿No te habrás caído?”32. Estas situaciones son solo algunos ejemplos de las acciones
en las que la Justicia Federal estuvo involucrada en delitos de lesa humanidad. Al res-
pecto es menester señalar que, en el marco de la ley N°20.840, el Poder Judicial Federal
había asignado, dentro de la Policía de Mendoza, al D2 para perseguir las “actividades
subversivas”. Por ello, en 2017, en la “Megacausa” de Mendoza, conocida como el Juicio
a los Jueces, fueron condenados a prisión perpetua cuatro ex magistrados federales
acusados de formar parte del aparato terrorista estatal.

En este CCD también algunos varones fueron víctimas de vejaciones sexuales, tal
como declaró David Blanco, militante de la Juventud Universitaria Peronista, delegado
sindical y estudiante de teatro, quien al hacer referencia a dichos tormentos señaló ha-
ber llegado a “desear la propia muerte”33. También mujeres en situación de prostitución
fueron llevadas diariamente a sus calabozos y sufrieron violencia sexual en el D2 por
parte de la policía provincial con un tratamiento similar al de las prisioneras políti-
cas34. Tanto para unas como para otras, los ultrajes buscaban colocarlas “en posición
de víctimas y no de adversarios políticos para redoblar los efectos deshumanizantes,
despersonalizantes y destructivos” (Rodríguez Agüero, L. y D’Antonio, D. 2019: 4).

Un CCD de mujeres: el Casino de suboficiales

El Casino fue una dependencia del ejército que funcionó como centro clandestino
de detención entre marzo y septiembre de 1976. El número de personas allí secuestra-
das varía según las fuentes. Para el poder judicial estuvieron detenidas al menos die-
ciséis mujeres. Una de las sobrevivientes, Beatriz García, sin embargo, mencionó que
fueron veintiuna; mientras que uno de los militares condenados elevó la cifra a treinta
y seis detenidas.

32  Tribunal Oral en lo Criminal Federal N°1 de Mendoza, Autos N° 076- M: “Menéndez Sánchez y otros s/ Inf.
art . 144 ter. C.P.”. 2 de junio de 2014, Op. Cit.

33  Tribunal Oral en lo Criminal Federal N°1 de Mendoza, Autos N° 076- M: “Menéndez Sánchez y otros s/ Inf.
art . 144 ter. C.P.”. Audiencia del 16 de junio de 2010. Recuperado de https://lesahumanidadmendoza.com/se-
gundo_juicio/audiencia-del-16-de-diciembre/. Último acceso: 2 de septiembre de 2023.

34  Durante los años previos al golpe de Estado, el Comando Moralizador Pío XII, organización paraestatal crea-
da por el jefe de policía Julio Cesar Santuccione, persiguió, secuestró y asesinó a prostitutas con los mismos mé-
todos impartidos hacia aquellas personas consideradas subversivas. Al respecto ver Rodríguez Agüero (2009).

Los centros clandestinos de detención en Argentina 110


El Casino dependía de la Compañía de Comandos y Servicios de la VIII Brigada de
Infantería de Montaña. En el sexto juicio por delitos de lesa humanidad se demostró
el funcionamiento coordinado y conjunto del ejército y la fuerza aérea, a través de la
presencia de agentes de inteligencia de esta última en los interrogatorios bajo tortura
ocurridos allí. Este centro permite identificar algunas diferencias respecto del D2. Por
un lado, si bien las detenidas del Casino no tenían vínculo con el exterior, una vez a la
semana se les permitía tomar contacto con familiares mediante “esquelas que iban y
venían, revisadas por los guardias” y también recibir artículos de primera necesidad35.
Además, no estaban encerradas en celdas, ni se las vendaba o maniataba. Por otro lado,
se observa que, aunque todas eran mujeres, pertenecían a un universo social hetero-
géneo ya que había periodistas, trabajadoras estatales con militancia gremial, estu-
diantes, integrantes de organizaciones armadas y, si bien la mayoría eran muy jóvenes,
también hubo mujeres mayores, incluso, una de más de 80 años como lo fue “doña Ma-
ría”. Una distribución con criterios de clase pareciera haber existido entre las fuerzas
armadas y de seguridad respecto de las personas secuestradas. Al D2 fueron llevados
sectores de la clase trabajadora que estaban vinculados a las izquierdas, mientras que
en el Casino –y en otras dependencias del ejército– hubo una significativa presencia
de profesionales. Por otra parte, la violencia sexual no parece haber sido cotidiana y
extendida, como sí se explicó que sucedía en el D2. La represión ejercida por el ejér-
cito tuvo ribetes absurdos, como el hecho de que las mujeres secuestradas accedían a
la misma comida que los suboficiales, la cual les era servida con cubiertos de plata. La
observación de estas prácticas abre conjeturas respecto de los motivos por los cuales
esto sucedía, ¿podría obedecer a cierta improvisación al ser este un centro clandestino
de funcionamiento acotado en el tiempo, tan solo de tres meses, o en tal caso hubo una
intención deliberada de generar –aún más– confusión entre las detenidas?

A pesar de haber compartido situaciones signadas por la violencia represiva, las


militantes que pasaron por experiencias de encierro clandestino, supieron organizar
respuestas solidarias para afrontar los tormentos que vivían a diario en los CCD. En el
caso del D2, existen relatos de personas que recibieron ayuda y hasta fueron salvadas
por las mujeres en situación de prostitución (Rodríguez Agüero, 2019). También en
el Casino de Suboficiales, las prácticas solidarias parecen haber sido cotidianas, tal
como fue distinguido por las testigos que declararon en el sexto juicio. Beatriz Gar-
cía resaltó la organización y el compañerismo entre las detenidas. De acuerdo con su
testimonio, “se cuidaban y se mimaban” y formaban grupos de contención para las
recién llegadas36. En una pequeña habitación estaban la militante de la Juventud Gue-

35  Tribunal Oral en lo Criminal Federal N°1 de Mendoza, Autos N° 076- M: “Menéndez Sánchez y otros s/ Inf.
art . 144 ter. C.P.”. Audiencia del 21 de septiembre de 2017. Recuperado de https://lesahumanidadmendoza.com/
sexto_juicio/audiencia-32-otra-vez-juntas/. Último acceso: 02 de septiembre de 2023.

36  Tribunal Oral en lo Criminal Federal N°1 de Mendoza, Autos N° 076- M: “Menéndez Sánchez y otros s/ Inf.
art . 144 ter. C.P.”. Audiencia del 28 de septiembre de 2017. https://juiciosmendoza6.wordpress.com/2017/09/28/
audiencia-34-cuando-larealidad-supera-la-ficcion/. Último acceso: 02 de septiembre de 2023.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 111


varista, estudiante y bailarina Vilma Rúpolo, su bebé y cuatro mujeres más. Allí no se
podía fumar y había tranquilidad para cuidar al niño, destacó también Beatriz. En la
habitación grande se alojaba el resto: “pasaron muchas cosas ahí, entre nosotras nos
íbamos conteniendo”37. Cuando llevaban a alguna para ser interrogada y torturada, le
daban una cucharada de dulce y se quedaban esperándola. A la vuelta la cobijaban: “En
esa situación, lo que le pasa a la compañera y lo que me pasa a mí es casi lo mismo”
reflexionó. Subrayó también que “hacían chistes y usaban el humor para cuidar la sa-
lud psicofísica”38. Además, coreaban temas de protesta, principalmente “Canción con
todos”. Ella recuerda que el 9 de julio de 1976 entonaron el himno nacional tan fuerte
que los suboficiales se asustaron y temieron una rebelión (Rodríguez Agüero, 2019).

Otra característica de la dinámica represiva local vinculada al accionar policial, que


no fue exclusiva Mendoza, estuvo en el cautiverio y, en algunos casos, en la tortura de
niños y niñas. En el D2 estuvieron alojadas criaturas con sus madres: Ángela Urondo
Raboy, Yanina Rossi Ferrón, Antonia Muñoz Larrieu, Alejo Hunau Ontivero, Mauricio
y Natalia Galamba Morales, Josefina y Soledad Vargas Sarmiento, Laura Rita Monte-
cino Núñez. Y Mariano Morales Rúpolo en el Casino. A partir de estas experiencias
puede interpretarse que se suscitó una “revancha patriarcal” contra las militantes que
intentaron transformar el orden capitalista y también las relaciones intergenéricas.
Tanto las putas como las guerrilleras fueron víctimas de las mismas prácticas represi-
vas en los calabozos policiales (Ciriza y Rodríguez Agüero, 2015).

Violencia sexual, racismo y vigilancia en San Juan


Tan lindo cuerpo es una pena que termine en el campo

Según se constató en la primera Megacausa (2011-2013), en las instalaciones del


ejército funcionaron dos CCD: uno conocido por el nombre de la institución, RIM 22,
y otro denominado La Marquesita. Este último entró en escena cuando la dinámica
represiva local incrementó su frecuencia, durante la segunda mitad de 1976, y operó
durante todo 1977 y 1978. Se trataba de un galpón con pequeñas instalaciones y una
carpa, probablemente de campaña, donde concentraban a las personas secuestradas.
Se hallaba en las adyacencias del RIM 22, del cuartel de gendarmería y del barrio mi-
litar, por lo que “era zona propia, de máximo control” (Algañaraz y Casas, 2011: 206).
Según lo que ha reconstruido el Centro de Estudios e Investigaciones en Antropología
y Arqueología39, el terreno había sido una antigua finca agropecuaria que a mediados

37  Idem.

38  Idem.

39  Las investigaciones comenzaron en 2012 a pedido de H.I.J.O.S. con el objetivo de señalizar al ex CCD La
Marquesita dentro de la Red Federal de Sitios de Memoria, lo que se produjo en julio de 2013. Sus indagaciones
etnográficas y arqueológicas continuaron a través del trabajo del Observatorio Ciudadano de Derechos Huma-
nos de San Juan y del Centro de Estudios e Investigaciones en Antropología y Arqueología (CEIAA).

Los centros clandestinos de detención en Argentina 112


del siglo XX pasó a constituir el espacio de recreación del Regimiento (Jofré, Rosigno-
li, Rodríguez, Sorbilli, Marín Suárez y Biasatti, 2016). Una característica específica de
estos CCD, localizados a 14 km de la ciudad de San Juan, fue su emplazamiento en un
área rural, distanciada del primer gran núcleo de población de la provincia.

Las investigaciones locales exponen la intersección entre género y “subversión” y


describen cómo las mujeres secuestradas fueron reprimidas específicamente a través
del ataque sexual (Larreta y Donoso Ríos, 2020). Del trabajo realizado con los testi-
monios de mujeres durante “la primera Megacausa” por la historiadora Pessio Vázquez
(2020), se desprende que ellas vivieron una serie de tormentos y experiencias comunes
con los varones secuestrados –la capucha, el olor nauseabundo, la sensación de ahogo,
la pérdida de noción del tiempo, los desnudamientos, golpes, picanas, simulacros de
fusilamiento, entre otros–; pero también que sobre sus cuerpos de mujeres se volcó
una política sexual agresiva que incluyó manoseos, amenazas e intentos de violación
y su concreción, individual y grupal, carnal y con objetos. Por todo ello, el terror co-
tidiano de las mujeres en estos espacios era que las violaran. A continuación, se hace
mención a las experiencias de detención clandestina de tres de ellas que permiten sis-
tematizar estas prácticas.

MCA, directora de un área del Ministerio de Bienestar Social de la provincia de San


Juan, fue secuestrada por primera vez en su domicilio por un operativo conjunto de la
policía provincial y el ejército, el 26 de marzo de 1976. Durante un mes estuvo reclui-
da en la Central de Policía y la Alcaidía de Mujeres. A principios de mayo fue llevada
ante el juez Juan Conte Grand donde le informaron sobre un sumario administrativo
abierto en su contra por una supuesta malversación de caudales públicos, del cual fue
sobreseída y puesta en libertad. Sin embargo, a la salida del juzgado fue secuestrada
nuevamente por integrantes del ejército y trasladada al RIM 22. Además de los tor-
mentos de desnudamiento, gritos, golpes, baldes de agua, le pasaron por el cuerpo algo
que creyó que podía ser un cuchillo –ya que no podía ver– mientras le decían que “tan
lindo cuerpo, era una pena que terminara en el campo”40. Por la noche, las mismas
personas la levantaron, la empujaron de uno en otro, la desnudaron y lavaron con agua
mientras la manoseaban para luego vestirla con prendas de ropa de ellos. Finalmente,
dos la violaron mientras otros dos la inmovilizaban por los brazos. En el acto de agre-
sión sexual, también le introdujeron una botella en la vagina y escuchó que la llamaban
“muñequita”41. Luego fue trasladada al Penal de Chimbas, a la Alcaidía de Mujeres, a
otro lugar que no pudo reconocer y repitió el mismo circuito una vez más, situación
que también se verifica en otros casos de personas detenidas desaparecidas que fueron
trasladadas por distintos CCD. Los tormentos continuaron con golpes, simulacros de

40  Tribunal Oral en lo Criminal Federal de San Juan. Fundamentos de la sentencia de las Causas N° 1086 “Bus-
tos”, N° 1085 “Erize”, N° 1077, “Amín de Carvajal”, N° 1090 “Camus”, caratulados “C/ Martel Osvaldo Benito y
Otros s/Av. Infr. Delitos de Lesa Humanidad”, 3 de septiembre de 2013, p. 41.

41  Ibidem, p. 42.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 113


fusilamiento y picana eléctrica. A raíz de esto, MCA perdió casi toda su dentadura y la
audición del oído derecho. En diciembre de 1977, casi dos años después de su secues-
tro, dispusieron su libertad vigilada con la obligación de presentarse todos los lunes
en el RIM 22. Los efectos de la violencia sexual excedieron los límites temporales de
la permanencia en condición de desaparecida y se manifestaron a través de prácticas
revictimizadoras al obligarla a volver una y otra vez al lugar donde había sido violada,
constituido ahora como sitio de legalidad en donde debía dar fe además del cumpli-
miento de buena conducta42.

En La Marquesita, un caso que tuvo repercusión internacional por el origen francés


de la desaparecida y por su carrera en el ámbito de la moda fue el de Marie Anne Erize.
Nacida en un pueblo pampeano, vivió su infancia en Misiones y luego su familia se
trasladó a Buenos Aires donde comenzó a trabajar como modelo. Fue tapa de revistas
de moda como Gente, apareció en comerciales y en el programa Almorzando con Mir-
tha Legrand. Al mismo tiempo se fue acercando al compromiso social y político que
finalmente terminó primando sobre el modelaje cuando Erize, vinculada a la Juventud
Peronista, se abocó de lleno al trabajo en la villa 31 junto al Padre Carlos Mugica. Tam-
bién en esa época construyó una pareja con Daniel Hugo Rabanal, que era militan-
te montonero. Cuando la persecución hizo insostenible que continuaran viviendo en
Buenos Aires, ambos se mudaron a Mendoza, lugar en el que en febrero de 1976 Raba-
nal fue secuestrado. Por ello, Marie Anne renunció a su trabajo y se escapó a San Juan.
El 15 de octubre de ese mismo año fue secuestrada en la puerta de una bicicletería y
estuvo en La Marquesita. Entre otros, Eloy Camus declaró en la audiencia del día 26 de
febrero de 2018 que Jorge Bonil, a quien le había tocado hacer el servicio militar en el
RIM 22 y se encuentra desaparecido, le contó que a la “francesa” la había secuestrado
“la patota”, y que los tenientes Cardozo y Olivera se disputaban entre ellos para violarla
y se jactaban de esto ante sus subordinados43. La ostentación por parte de los tenientes
respecto de la violación no sólo apuntaba al sometimiento del cuerpo femenino, sino
que a la vez se constituía en mensaje de hombría frente a sus pares militares.

Otro caso de sometimiento ejercido sobre una mujer secuestrada en este CCD asu-
mió la modalidad de trabajo forzado. Se trata de María Luisa Alvarado Cruz, de na-
cionalidad peruana, que estudió Sociología en la Universidad de San Juan y militó en
la Juventud Universitaria Peronista y Montoneros. Según se ha podido conocer, María
Luisa era católica practicante, de extracción humilde, vivía con los escasos recursos
que su familia le hacía llegar desde Perú. A principios de 1976, huyendo de la repre-
sión, se fue a Mendoza. Allí fue secuestrada en septiembre del mismo año y retornada
a San Juan. Algunas sobrevivientes testificaron sobre su presencia en La Marquesita,
donde los militares hacían que ella les cebara mate, o les preparara y sirviera la comi-

42  Para un análisis de las experiencias de sobrevivientes de los CCD y la extensión de la represión, ver el segun-
do capítulo de esta publicación.

43  Tribunal Oral en lo Criminal Federal de San Juan. Op. cit.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 114


da a ellos y a las personas secuestradas que permanecían encapuchadas. María Luisa
se encuentra desaparecida y su historia permite enlazar algunas cuestiones. Al haber
sido secuestrada en Mendoza y trasladada a un CCD de San Juan, junto con otros ca-
sos, visibiliza la coordinación represiva entre ambas provincias44. Además, expone la
imposición de otro mandato que las relaciones sociales patriarcales disponen para las
mujeres: o putas, objetos de consumo sexual, o amas de casa, encargadas de los cuida-
dos de varones. También invita a reflexionar respecto de cómo las asignaciones dife-
renciadas de roles al interior del CCD podría obedecer a posiciones racistas. ¿Ejerció
influencia el hecho de que María Luisa fuera peruana para que su imposición fuera la
de ser cocinera de los militares? Diversos trabajos académicos han demostrado cómo
ciertos aspectos identitarios de las personas secuestradas agregaron un pliegue más a
la crueldad represiva. Por ejemplo, homosexuales o judías, si bien fueron detenidas
por su pertenencia política, sufrieron tormentos específicos por serlo45. En ese sentido,
en el cuerpo de María Luisa se habrían articulado opresiones de género, raza, clase y
adscripción política.

Gendarmes al acecho

El Penal de Chimbas funcionó en la órbita del sistema penitenciario, pero a partir


del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, los pabellones 5 y 6 pasaron a ser cus-
todiados por la Gendarmería Nacional que se hallaba bajo control del ejército. Suele
prevalecer la idea de que las penitenciarías fueron el lugar al que llegaban las personas
secuestradas luego de haber sido reconocidas ante el Poder Ejecutivo Nacional y que,
tras haber pasado por distintos centros clandestinos y tormentos, veían allí asegura-
da su supervivencia. Pero esto no fue así en varias cárceles del país. En el interior del
penal de Chimbas funcionaron dos CCD donde se realizaban los interrogatorios bajo
tortura. Uno fue identificado por las y los sobrevivientes como La Escuelita, Locuto-
rio o Biblioteca, mientras que el otro operó en la oficina de la Administración46. Estos
CCD, al igual que el del RIM 22, fueron los más activos de la provincia, tanto por la
extensión en el tiempo como por la cantidad de personas secuestradas que pasaron por
allí y la virulencia de los tormentos.

En sus declaraciones, muchas de las sobrevivientes dieron cuenta de los manoseos,


intentos de abuso sexual, amenazas de violación y violaciones a las que fueron someti-
das. Esto no sucedía sólo en las salas de tortura, sino, fundamentalmente, en las celdas
de las prisioneras, aunque también en otros espacios del penal como, por ejemplo, en

44  El circuito de la subzona 33 también se hace observable en la apropiación del bebé de María Lourdes Martí-
nez Aranda y Francisco Luis Goya. La pareja fue secuestrada en julio de 1980 en Mendoza y su hijo fue apropiado
y anotado como propio por una pareja en San Juan. Su identidad fue restituida en 2008.

45  Ver, por ejemplo, Insausti (2015) y Kahan (2015).

46  Tribunal Oral en lo Criminal Federal de San Juan. Op. cit.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 115


la escalera que les hacían subir encapuchadas para llevarlas a La Escuelita. El sobrevi-
viente OAA declaró que cuando fue legalizado su familia podía ir a visitarlo, pero de-
bían pasar primero por el RIM 22 y solicitar autorización. Allí los militares le dijeron a
su cuñada de diecisiete años que le entregarían el permiso de visita si se acostaba con
ellos. Su caso muestra cómo las prácticas de acoso y abusos sexuales no se limitaban a
las mujeres secuestradas, sino que se extendían también sobre sus familias. Junto a la
situación vivida por MCA, que todos los lunes debía regresar al lugar donde había sido
violada, constituyen casos que convocan a comprender una dinámica represiva de ca-
rácter sexuado que integra un más allá de los límites temporales del secuestro, un más
allá de las fronteras físicas del CCD y un ejercicio de sometimiento hacia las familias.

Por su parte, la sobreviviente MCL, en los testimonios brindados en 2012 y 2017,


afirmó que el jefe del Penal había ordenado que las celadoras la trasladaran a su des-
pacho. En esa oportunidad, le ofreció sacarla a cenar y visitar a su familia a cambio de
que fuera “amable” con él. Cuando ella le preguntó a qué se refería con amabilidad, le
contestó que lo que le estaba proponiendo era una relación íntima, a lo que MCL no
accedió.

También surge del relato de sobrevivientes del Penal de Chimbas que, en más de una
ocasión, las celadoras las ayudaron a quitarse de encima a algún gendarme o militar
que intentaba violarlas. Algunas afirmaron que estas penitenciarias les temían a los
militares, pero otras las recuerdan discutiendo con ellos para que no las acosaran. Otra
memoria de solidaridad que emerge en esos relatos refiere al accionar de las presas y
presos comunes respecto de las prisioneras políticas: que les ofrecían su comida y que
cuando las trasladaban por la escalera para torturarlas, gritaban por las ventanas los
nombres de los guardias a modo de resguardarlas.

Palabras finales

La denominada lucha contra la “subversión” durante los años setenta se asentó en


una relación asimétrica preexistente entre los sexos. Esta se expresó en el carácter es-
pecífico del ejercicio de la represión hacia varones y mujeres (Rodríguez Agüero y
D´Antonio, 2019). Abordar esta problemática desde una perspectiva de género ha per-
mitido hacer visibles ciertos objetos y prácticas sociales que, como la violencia sexual,
lejos de ser secundaria, adquirieron un papel central.

Tanto la palabra de las sobrevivientes, como las investigaciones judiciales y los es-
tudios académicos acordaron en mostrar que el ejercicio de la violencia sexual fue
extendido y sistemático en los dispositivos clandestinos y también en cárceles y comi-
sarías de los circuitos represivos. Este tipo de violencia fue utilizada con diferentes fi-
nes: “para obtener información, para sembrar terror, para degradar, humillar, castigar,
para sostenerse en un goce perverso del poder” (Aucía, 2011: 62). Su perpetración no
puede entenderse como mera perversión de quienes oficiaban como captores, sino que

Los centros clandestinos de detención en Argentina 116


constituye parte de una lógica de disciplinamiento general que tuvo sus peculiaridades
según el género al que pertenecían las personas. Como se ha señalado, estos no fueron
abuso de poder, ni desviaciones individuales o exceso casual cometido por algún inte-
grante del aparato represivo, sino “uso del poder conferido por el contexto político re-
presivo y por el patriarcado” (Aucía, 2011: 65). El accionar utilizado contra las mujeres
fue específico y debe comprenderse en el marco de la búsqueda de la subordinación de
los cuerpos femeninos mandatados para la obediencia y su sexuación asociada a fines
reproductivos.

En este capítulo, a través de lo ocurrido en dos provincias cuyanas y en una ciudad


sureña como Bahía Blanca, y retomando la idea que otras investigaciones han susten-
tado sobre la dicotomía que existió entre la centralización operativa y la descentrali-
zación táctica −que permitió que las distintas fuerzas tuvieran autonomía y le impri-
mieran características particulares a las acciones represivas en el territorio− (Slatman,
2018; Águila, 2013), analizamos el vínculo que cada fuerza presentó respecto de la vio-
lencia sexual. En los casos de Bahía Blanca los cuadros medios del ejército y oficiales
de la armada intervinieron decididamente en estos actos; mientras que en Mendoza la
policía provincial fue la principal ejecutora de este tipo de tormentos. En San Juan, por
su parte, estas prácticas fueron habituales tanto en circuitos clandestinos del ejército
como en pabellones de cárceles legalizadas a cargo de la gendarmería. Otro elemento
que muestra la heterogeneidad regional está dado por la presencia de prostitutas en el
mayor CCD mendocino y en la responsabilidad de miembros de la justicia federal en
la trama represiva de dicha provincia.

Se pudo observar que la violencia sexual hacia mujeres detenidas y secuestradas fue
una práctica habitual en los espacios de cautiverio legales y clandestinos, y que inclu-
yó manoseos, desnudamientos, amenazas e intentos de violaciones, ataques sexuales
individuales y grupales, carnales y con objetos. Además, que no se discriminó edades
ni pertenencias políticas, que estuvo presente en los diferentes momentos del circuito
represivo –secuestro, traslado y permanencia en los CCD– y en distintos escenarios
como salas de tortura, celdas, pasillos y escaleras. A su vez, el haberse jactado del ejer-
cicio de este tipo de prácticas mostraría que los ataques sexuales no solo estuvieron
inscriptos en los cuerpos de las mujeres, sino que también estuvieron direccionados
hacia los perpetradores a los fines de traccionar un comportamiento sobre lo que la
institución esperaba de ellos. De modo que abusar sexualmente, vejar o violar a aque-
llas mujeres calificadas de subversivas, constituyó una forma más de asegurar y presu-
mir la victoria frente a ellas y a sus compañeros varones, especialmente si se trataba de
sus parejas, intentando transformar sus cuerpos en territorios y trofeos de guerra. Las
violaciones grupales, a su vez, constituyeron otro mensaje hacia la tropa propia. Se tra-
tó de una pedagogía de la crueldad que revelaría cuál era el modo de comportamiento
esperable entre los perpetradores (Segato, 2013).

En relación a los roles asumidos por las carceleras mujeres, este estudio halló una

Los centros clandestinos de detención en Argentina 117


diversidad de prácticas y sentidos en las distintas zonas a pesar de que a todas las regía
la instrucción de la Doctrina de Seguridad Nacional. Mientras que en Bahía Blan-
ca fueron señaladas por algunas sobrevivientes como especialmente perversas y más
abusivas que los carceleros varones, en San Juan fueron mencionadas como quienes
impidieron en reiteradas ocasiones abusos sexuales de parte de los gendarmes en el
Penal de Chimbas.

De los zonas abordadas se desprende que la violencia sexual no afectó únicamente


a las mujeres pues algunos varones también la padecieron. No obstante, parece haber
sido infringida en su mayor parte sobre aquellas. Se ha advertido que la violencia se-
xual no fue algo inédito, sino que más bien se reactualizó en un contexto de violencia
estatal: “todas las mujeres y adolescentes internadas en asilos, correccionales, cárceles,
psiquiátricos, son especialmente vulnerables a los abusos de sus guardianes” (Vasallo,
2011: 22). Esta lectura ha sugerido cierta continuidad “en la violencia sexual contra las
mujeres, que dificulta establecer una frontera nítida entre los hechos generados por la
represión ilegal y muchos que se producen sin necesidad de ese marco” (Vasallo, 2011:
22). La violencia sexual puede entenderse como un peculiar modo de deshumaniza-
ción hacia el conjunto de la militancia política y “justificó el traspaso de los límites, y
habilitó la lectura de los procedimientos ejecutados por el aparato represivo del Esta-
do como verdaderos actos de servicio a la patria y a dios” (Rodríguez Agüero, Ciriza,
2023: 18).

Finalmente, dentro del marco de esta investigación, se identificaron varias muestras


de solidaridad de presas y presos comunes con las personas que se encontraban dete-
nidas desaparecidas, cuando compartieron alimentos o alzaron sus voces para develar
la identidad de los interrogadores-torturadores. Es relevante destacar el importante
papel desempeñado por las prostitutas en el D2 de Mendoza al establecer contacto
con familiares de las personas secuestradas, lo que posibilitó, en distintos casos, que
salvaran sus vidas.

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Los centros clandestinos de detención en Argentina 121


Embarazadas e infancias en centros clandestinos
de detención. Efectos y resonancias de crímenes
que no cesan

Ivonne Barragán
Ana Laura Sucari

Introducción

Durante el ejercicio del plan represivo de la última dictadura, la violencia ejercida


sobre mujeres embarazadas, niñas, niños y adolescentes adquirió características espe-
cíficas. Este capítulo se centra en el tratamiento otorgado a las mujeres que cursaban
embarazos al momento de ser detenidas y a las infancias, a partir de considerar tanto
las experiencias de quienes se encontraban con sus progenitores durante los operativos
mediante los cuales se llevaron adelante sus secuestros, como sobre las criaturas naci-
das durante las desapariciones de sus madres.

Durante sus detenciones las embarazadas fueron víctimas de torturas, vejámenes y


tecnologías de desubjetivación particulares, que contemplaron su triple condición de
mujeres, madres y militantes y, al mismo tiempo, instrumentalizaron sus cuerpos en
función del nacimiento de sus bebés que, en más de cuatrocientos casos, serían apro-
piados (Álvarez, 2017). En este marco, la apropiación de niños y niñas devino en un
accionar sistemático, específico y generalizado. El mismo consistió en la sustracción,
retención y ocultamiento de los hijos e hijas de las y los militantes políticos, acciones
que requirieron diferentes articulaciones entre prácticas ilegales y mecanismos institu-
cionales, a fin de asegurar la sustitución de sus identidades (Villalta y Regueiro, 2015).
En concreto se tradujo en el secuestro de las criaturas y su inscripción dentro de nue-
vas familias, muchas de ellas compuestas por militares y/o civiles relacionados con el
régimen, quienes mayoritariamente buscaron educarlas bajo los patrones culturales de
los perpetradores (Alsheh, 2011). Desde su conformación en 1977, Abuelas de Plaza
de Mayo (Abuelas) se ocupó de buscar a los “niños desaparecidos”, sus nietas y nietos
recién nacidos o por nacer. A su vez, la asociación logró que la denuncia de los delitos
de sustracción, retención y ocultamiento de las criaturas y la demanda de su restitu-
ción ocupara un lugar importante en los debates públicos respecto del tratamiento y la
resolución de los crímenes cometidos por la dictadura y sobre la configuración de las
bases de sustentación política de la nueva vida democrática.

Por su parte, también de manera temprana, un conjunto de testimonios de sobrevi-

Los centros clandestinos de detención en Argentina 122


vientes de centros clandestinos de detención (CCD) dio cuenta en diferentes instan-
cias, locales e internacionales, de las vejaciones a las que fueron sometidas las emba-
razadas, bebés e infantes al interior de esos espacios. Ya en 1979, producto de la visita
de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), el Informe sobre la
situación de los derechos humanos en Argentina registró el secuestro de embarazadas
y de niñas y niños junto a sus madres, su tránsito por diferentes CCD y su poste-
rior traslado al domicilio de la familia de origen o familias cercanas1. En los albores
de la democracia, el informe final de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de
Personas (CONADEP) dedicó una sección especial al tratamiento de los “niños des-
aparecidos y embarazadas”. A partir de las denuncias interpuestas a la Comisión, se
estableció que las embarazadas representaban el 3% de las personas desaparecidas2.
Los testimonios relevados exhiben las violencias y las condiciones de vulnerabilidad
en las que debieron transitar sus embarazos y dar a luz, pero también la solidaridad
que se tejió entre las detenidas para acompañar a las mujeres en estado de gravidez y
asistirlas durante el parto. Asimismo, el Nunca Más indicó que la tarea realizada por
Abuelas “ha permitido hasta la fecha registrar 172 niños desaparecidos (...) de ellos, 25
han sido encontrados”3.

Este informe consignó la identificación de niñas y niños al interior de los espacios


de detención, la presencia de muchos de ellos durante los operativos, y desapariciones
seguidas de la entrega a sus familias, luego de un lapso temporal sobre el cual se des-
conoció su paradero. Sin embargo, no se ofreció una reflexión sobre estas experiencias
y sus impactos. Fue recién con el cambio de siglo que, gradualmente, tanto desde el
campo judicial como desde el académico, se propició el relevamiento y la reconstruc-
ción de modalidades de acción que contemplaban la devolución a familiares, el ingreso
en instituciones de menores, la entrega a vecinas, el abandono en la vía pública, entre
otros. Así, las violencias ejercidas sobre las infancias fueron comprendidas inicialmen-
te como un modo de tormento hacia sus madres y/o padres y sus experiencias, dentro
y fuera de los espacios de reclusión, quedaron subsumidas en las demandas de justicia
por los crímenes de desaparición y apropiación.

En este sentido, durante el llamado Juicio a las Juntas, sobrevivientes y familiares


brindaron testimonios sobre el tratamiento y destino de las mujeres embarazadas y la
consecuente sustracción de menores. No obstante, dichos delitos no fueron condena-
dos. Las prácticas represivas contra infantes que no fueron apropiados y las violencias
específicas volcadas sobre los cuerpos de las mujeres convinieron en un tratamiento
indiviso respecto de los tormentos a los que se sometió al conjunto de las víctimas.

1  Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Informe sobre la situación de los derechos humanos en Ar-
gentina, octubre de 1980.

2  Nunca Más. Informe de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) (2015) [1984].
Buenos Aires: Eudeba, p. 297-393.

3  Idem, pp. 298-299.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 123


De este modo, al igual que los delitos vinculados a la violencia sexual, estos crímenes
requirieron del paso del tiempo y del desarrollo de formas concretas de activismos
para poder ser nombrados y escuchados en su carácter singular4. Por su parte, el men-
cionado tratamiento judicial posibilitó que los delitos de sustracción, ocultamiento y
falsificación de estado civil de niñas y niños quedaran entre las excepciones de las leyes
de Punto Final y Obediencia Debida, promulgadas en los años 1986 y 1987 respecti-
vamente. De este modo, las causas judiciales por apropiación continuaron abiertas y,
años más tarde, tampoco fueron alcanzadas por los indultos presidenciales firmados
por Carlos Menem, en particular, por el N° 1002, promulgado el 7 de octubre de 1987,
que indultó a todos los jefes militares procesados que no habían sido beneficiados por
las mencionadas leyes. Así, durante largos años la judicialización de dichos crímenes
fue el modo de perseguir penalmente no solo a quienes se habían quedado ilegalmente
con infantes, sino también a los más altos responsables de la dictadura.

En 1996, Abuelas impulsó la demanda judicial conocida como “Plan Sistemático”


con el fin de probar la existencia de un accionar organizado y generalizado orientado
a posibilitar la apropiación de niños y niñas. Para ello, se abordó la investigación de
35 casos. El juicio –fundamentalmente su etapa oral desarrollada entre los años 2011
y 2012– cristalizó el debate acerca de si la apropiación había constituido un plan o una
práctica. La asociación históricamente había sostenido la existencia del primero; no
obstante, en el plano jurídico se debía probar la organización y dirección previas al
hecho, junto a una definición de los modos en que se llevaría a cabo. De modo tal que,
la “práctica sistemática” aludía a la ejecución reiterada de la apropiación, ante lo cual,
los abogados plantearon en el alegato la existencia de un proceso de perfeccionamiento
que mostró un salto cualitativo con el establecimiento de maternidades clandestinas,
momento en el cual se consolidó el plan. En este marco, a fin de probar que la sustrac-
ción de niños y niñas había constituido un accionar aislado y sin planificación por par-
te de los mandos superiores, los abogados defensores de los perpetradores se ocuparon
de señalar “casos de niños que podrían haber sido apropiados y no lo fueron, es decir,
que fueron devueltos a sus familias legítimas. Llegaron a decir que había más niños
‘devueltos’ que apropiados” (Iud, 2013: 12). En este sentido, estos operadores judiciales
dieron cuenta de la existencia de criaturas en CCD y admitieron que existían distintas
modalidades de violencia hacia la niñez. Sin embargo, tampoco en esa oportunidad
tales prácticas fueron indagadas en el marco del proceso judicial.

En el marco de los diferentes momentos e instancias de tratamiento judicial que


transcurrieron durante las siguientes dos décadas, los testimonios de las niñas y niños
fueron incorporados a partir de su calidad de testigos de la desaparición o asesinato de
sus mayores. Con el paso del tiempo, y su consecuente llegada a la juventud y adultez,
estas personas comenzaron a interpelar a los juzgados para ser consideradas ellas mis-
mas “casos”; es decir, ser valoradas como víctimas. Así, el sistema judicial comenzó a

4  Para profundizar en el carácter sexuado de la represión ver en este libro el capítulo “La violencia sexual como
política de disciplinamiento durante el terrorismo de Estado”.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 124


investigar y juzgar los delitos cometidos contra las infancias dentro y fuera de los CCD
y sus consecuencias en una temporalidad más extensa. También, en diálogo con estos
activismos, en los últimos años, un conjunto de investigaciones académicas se pregun-
tó por el repertorio de acciones mediante las cuales se ejercieron prácticas represivas
y violencias sobre estas infancias, entre las que cuentan el abandono en la vía pública;
abandono en el domicilio; entrega a personas desconocidas; abandono, traslado y re-
clusión en instituciones públicas; secuestros y desapariciones por lapsos de tiempo
diversos; traslados a CCD; vejámenes; torturas; apropiaciones, entre otras5.

Aquí se analizarán diversas modalidades de la violencia desplegada sobre mujeres


embarazadas e infancias al interior de los CCD. Estas serán abordadas en tanto dispo-
sitivos represivos sobre sus cuerpos, pero también sobre sus lazos familiares, generan-
do efectos que perduran hasta la actualidad. Para ello, se seleccionaron distintos casos
que permiten reponer, por una parte, el tratamiento dado por la Armada Argentina
(ARA) a las mujeres que cursaban embarazos en el momento de su detención, a partir
de reconstruir modalidades de articulación entre diferentes dependencias y grupos
operativos, con sede en las ciudades de Mar del Plata y Buenos Aires6. Por otra, las ex-
periencias de niñas, niños y adolescentes que transitaron y permanecieron en CCD y
sus posteriores destinos7. La extensión nacional de dicho dispositivo fue comprobada a
partir de la identificación de distintos espacios destinados al alojamiento de las muje-
res embarazadas, en los cuales se produjeron nacimientos, se concretó la desaparición
de las madres y la apropiación de sus hijos e hijas y se demostró la presencia de infan-
tes8. Por último, a partir de los casos desarrollados se tensarán los recortes temporales
que ciñen la comisión de estos crímenes al período comprendido entre el 24 de marzo
de 1983 y el 10 de diciembre de 1983.

5  Algunas investigaciones han analizado las características, efectos y representaciones generales de estas prác-
ticas, ver, entre otros, Daona, Oberti y Torras (2023); Pérez y Capdepón (2022; 2023); Axat (2022). Otras, se
han centrado en el tránsito de niñas y niños por circuitos represivos específicos, ver, Urosevich (2023); Pérez y
Lampasona (2023); Goldberg, Mendizábal y Oesterheld (2023). Por último, se encuentran disponibles aproxima-
ciones autobiográficas que recuperan las experiencias personales, como el texto de Angela Urondo Raboy (2012).

6  El repertorio de violencias a las que fueron sometidas las embarazadas supera los mecanismos abordados en
este capítulo, en el cual no hemos desarrollado casos de mujeres que fueron asesinadas cursando un avanzado
estado de gravidez (entre las que se identifican mujeres de origen extranjero), la interrupción de la gestación
por las torturas, y los embarazos producto de las violaciones durante las detenciones ilegales y clandestinas. De
conjunto, este universo de experiencias coexistió con acciones que buscaron asegurar que los embarazos llegasen
a término para posibilitar la apropiación de las y los niños nacidos en el marco de la desaparición de sus madres.

7  Vale destacar que, al momento, la producción testimonial, judicial y académica no ha establecido distinciones
taxativas, a partir de la edad biológica o experiencias, que permitan diferenciar la niñez de la adolescencia. Las
Fuerzas Armadas y de seguridad trataron de modo diferencial a personas de la misma edad según contextos, sus
ámbitos de pertenencia y sociabilidad, su origen social, entre otros factores.

8  Una serie de investigaciones en clave regional dieron cuenta del carácter federal de estas prácticas. Entre ellas,
Águila (2008) y Rodríguez Agüero (2019) reconstruyeron las singularidades y dinámicas de funcionamiento de
CCD en las regiones del gran Rosario y Cuyo respectivamente.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 125


Mujeres en el interior de la estructura represiva de la Armada Argentina

La Armada Argentina fue una de las Fuerzas Armadas (FFAA) que mayor organici-
dad le otorgó al tratamiento de las detenidas que atravesaban embarazos en el momen-
to de su secuestro. Algunas de las mujeres que fueron retenidas en la estructura repre-
siva de la fuerza de mar habían sido secuestradas por otra de las FFAA o de seguridad y
recluidas inicialmente o con posterioridad en CCD fuera de su órbita. De modo tal que
algunos de los destinos de estas mujeres dan cuenta tanto de la existencia de circuitos
represivos específicos como de articulaciones intra e interfuerzas, orientadas a generar
condiciones que permitieran asegurar los nacimientos.

En el marco de la Zona de Defensa I, que incluía la entonces Capital Federal y las


provincias de Buenos Aires y La Pampa, de acuerdo al ordenamiento del Primer Cuer-
po de Ejército, tales prácticas se registraron en una importante cantidad de CCD, que
funcionaron bajo el comando de diferentes fuerzas operativas, tales como la guarnición
de Campo de Mayo y “El Vesubio”, bajo el control del ejército; y “La Cacha”, espacio
en el cual se registró la presencia de agentes del Destacamento 101 de Inteligencia del
Ejército, del Servicio Penitenciario de la Provincia de Buenos Aires y la ARA. También
los CCD integrados al llamado Circuito Camps, que articuló el funcionamiento de 29
sedes clandestinas en dependencias policiales del conurbano y la capital bonaerense,
como la Comisaría 5ª de La Plata y el “Pozo de Banfield”.

Por su parte, la ciudad de Mar del Plata y la región atlántica circundante, dentro del
esquema de división territorial que permitió el despliegue de la acción represiva, que-
dó bajo comando de la denominada Subzona 15, a cargo del jefe de la Agrupación de
Artillería de Defensa Aérea 601 del ejército. Sin embargo, la Base Naval Mar del Plata
(BNMDP) constituyó el más importante CCD local, tanto por la cantidad de personas
que pasaron por allí como por la extensión temporal de su funcionamiento.

Respecto del conjunto identificado de mujeres embarazadas detenidas en dicho es-


pacio geográfico el mismo se encuentra aún en construcción, dado que el conocimien-
to disponible resulta profundamente desigual, es decir que sobre algunas de ellas se
dispone de información parcial, en particular respecto de las fuerzas que participaron
de los operativos en los que fueron detenidas, las posibles articulaciones interfuerzas,
los CCD por los que pasaron y en qué condiciones dieron a luz9. De este modo, casos
como el de Dora Cristina Greco, quien cursaba un embarazo avanzado y era madre de
una niña de dos años –que fue abandonada en la vía pública durante el operativo de
secuestro del que fueron víctimas en el mes de febrero de 1978–, no cuenta con testi-
monios que permitan acreditar su paso por los CCD locales, pero sí el nacimiento de

9  Agradecemos a Ana Auge, abogada e investigadora del Espacio para la Memoria y Promoción de los Derechos
Humanos que funciona en el ex CCD Escuela de Suboficiales de Infantería de Marina (ESIM), conocido local-
mente como el “Faro de la Memoria”, por compartir el trabajo realizado sobre este universo de víctimas.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 126


su segunda hija en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA).

Asimismo, sobre Elena Delia Garaguzo y Haydee Susana Valor se desconocen los
detalles de sus desapariciones y el destino de sus bebés, pero sus familias recibieron
una nota con remitente de la BNMDP que informaba haber realizado una requisición
de bienes en sus respectivas viviendas con posterioridad a sus secuestros. Por su par-
te, otro grupo de mujeres desapareció a partir de operativos a cargo de personal de
la policía y el ejército, entre ellas Silvia Elvira Ibáñez –durante su secuestro también
abandonaron en las cercanías de su casa a su hijo de un año– y Nora Ester Román, que
fue vista por sobrevivientes de los CCD que funcionaron en “la Brigada Güemes”, en el
“Pozo de Banfield” y en la Comisaría 2ª de Lanús. Mayor es la información disponible
sobre Mercedes Algañaraz de Fresneda, secuestrada en el marco del operativo conoci-
do como “noche de las corbatas”, en el mes de julio de 1976, que tuvo como víctimas
a un grupo de abogados laboralistas marplatenses. Mercedes era madre de dos niños
pequeños, a quienes dejaron en el lugar de trabajo de su padre, y fue vista en el CCD
“La Cueva”, ubicado en el predio de la Base Aérea de Mar del Plata. Finalmente, hasta
la actualidad no fue posible identificar los lugares de detención de Nora Bargas, Clelia
Isabél Ibarra y Liliana Ester Lavalle, todas embarazadas y secuestradas en la ciudad
balnearia. Por el contrario, se cuenta con información más detallada sobre los casos de
detenidas que transitaron el circuito local de la fuerza de mar.

Durante el segundo año de la dictadura, la Armada instaló una “maternidad” clan-


destina en el interior de su principal CCD, el complejo edilicio correspondiente a la
ESMA en la ciudad de Buenos Aires, cuya gestión estuvo a cargo de la Fuerza de Tareas
(FT) 3, específicamente del Grupo de Tareas (GT) 3.3 y del Servicio de Inteligencia Na-
val (SIN), pero en el cual también fue documentada la presencia de agentes del coman-
do de la aeronáutica y de la Prefectura Naval Argentina. El tratamiento otorgado a las
mujeres embarazadas y la gestión de los nacimientos por parte de sus oficiales implicó,
entre otras cuestiones, articulaciones con otras fuerzas de tareas del arma, como fue la
FT 6 "Fuerza de Submarinos" con sede en la BNMDP10.

En el marco de dicha articulación, Susana Beatriz Pegoraro, que había sido detenida
el 19 de junio de 1977 en la estación de trenes de Constitución en la Capital Federal
por fuerzas dependientes del comando operacional del Primer Cuerpo de Ejército,
fue llevada a la ESMA. Con posterioridad, la derivaron a la órbita de la FT 6, en cuyo
ámbito fue “ferozmente torturada sin reparar en su estado de gravidez”11. Durante el

10  Sobre la construcción de una “maternidad” en la ESMA y las condiciones de alojamiento de las detenidas en
la “pieza de las de embarazadas” ver, entre otros, Urosevich (2020). Sobre el accionar represivo de la FT 6 en la
zona atlántica, ver, Barragán e Iturralde (2019).

11  La víctima tenía veinte años y se encontraba con su padre, Juan Pegoraro, quien también fue llevado a la
ESMA y en la actualidad se encuentra desaparecido. Sara Solarz de Osatinsky declaró en el año 2012 que: "Arribó
a la ESMA en un estado lamentable, había cambiado radicalmente, su cara reflejaba todo lo que la había soporta-
do en la Base Naval. No hablaba, no reía, como tampoco lloraba, debido a lo que había vivido en ese lugar terrorí-

Los centros clandestinos de detención en Argentina 127


mes de octubre fue derivada nuevamente a la ESMA y en el mes siguiente dio a luz a
una niña. La hija de Susana Beatriz Pegoraro y Rubén Santiago Bauer fue apropiada
ilegalmente por el suboficial de la Armada con destino en la BNMDP, Luis Policarpo
Vázquez y su esposa Ana María Ferra, quien se desempeñaba como personal civil de
esta fuerza, dando cuenta del grado de imbricación de los agentes de ambos grupos
operativos en la gestión de los destinos de las parturientas y las criaturas nacidas en el
marco de la clandestinidad.

La FT 6 estableció un circuito sustentado en la infraestructura de la mencionada


BNMDP y compuesto por un conjunto de sedes, con disímiles usos y temporalidades
de funcionamiento. En el predio de la BNMDP el edificio de la Agrupación Buzos Tác-
ticos (APBT) fue el asiento principal de la actividad clandestina. Desde este circuito,
durante los meses finales de 1977, fueron conducidas a la ESMA a los efectos de dar a
luz Liliana del Carmen Pereyra y Elizabet Patricia Marcuzzo.

La primera de ellas había iniciado sus estudios en derecho en la Universidad Nacio-


nal de La Plata, pero desde 1975 trabajaba como filetera de una procesadora de pesca-
do en Mar del Plata, el 5 de octubre de 1977 la secuestró la FT 6. Alojada en el edificio
de la APBT fue sometida a inhumanas condiciones de detención e intensas sesiones de
torturas físicas y psíquicas en razón de su militancia en la organización Montoneros12.
A fines del mes de noviembre o principios de diciembre de 1977 fue dirigida a la ESMA
para dar a luz. En el mes de febrero de 1978, tuvo un niño al que llamó Federico, quien
fue apropiado ilegalmente. Entre los meses de abril y mayo de 1978 fue conducida sin
su hijo de regreso a la órbita de la FT6, meses más tarde, el 15 de julio de 1978, la ase-
sinaron en el marco de un enfrentamiento fraguado y su cuerpo fue inhumado como
NN en el cementerio Parque de Mar del Plata13. Elizabet Patricia Marcuzzo también
fue recluida en la APBT y sometida a vejámenes y torturas. Con posterioridad la de-
rivaron a la ESMA, “dio a luz a su hijo Sebastián, entregado a sus abuelos el día 15 de
abril de 1978, juntamente con una carta de su hija suplicando que cuidaran del bebé”14.
Con respecto a las condiciones de detención de Liliana del Carmen Pereyra y Elizabet
Patricia Marcuzzo en el CCD de la FT6 Sara Solarz de Osatinsky declaró que:

fico". ​Tribunal Oral en lo Criminal Federal (TOCF) N° 1 de Mar del Plata, Causa Nº 2333 y sus acumuladas 2334
y 2335: “ARRILLAGA, Alberto Manuel y Otros s/ Privación Ilegal de la libertad agravada y Otros”. Fundamentos
de la sentencia, p. 488.
La llamada causa “Base Naval” del que este expediente constituye un segundo tramo tuvo su génesis en el mes
de septiembre de 2004 a partir de constancias del “Juicio por la Verdad” llevado a cabo ante el Tribunal Oral
Federal de Mar del Plata. Con posterioridad al año 2011 tuvo clausuras parciales del proceso de instrucción y
cinco elevaciones a juicio oral.

12  Ibidem, f. 498.

13  Ibidem, f. 516.

14  Juzgado Federal de Mar del Plata N° 3. “PERTUSIO, Roberto Luis y otros s/privación ilegal libertad agravada
(art.142 inc.1), imposición de tortura agravada (art.144 ter.inc.2), homicidio agravado p/el conc. de dos o más per-
sonas y asociación ilícita”. Elevación a juicio oral “Base Naval IV”, mayo de 2017, f. 212.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 128


Tanto Liliana como Patricia le refirieron que habían estado en Buzos Tácticos, en celdas
individuales, de pequeñas dimensiones, donde entraba exactamente un colchón y una
silla, de la cual no se podían levantar, como así tampoco les estaba permitido mirar
hacia atrás. Asimismo, le contaron que les daban de comer lo mínimo indispensable
–mate cocido, pan y algunas cosas más–, que eran observadas a través de una mirilla, y
que no tenían contacto con otros detenidos15.

En ambos casos, luego del paso por la ESMA, el circuito contemplaba el retorno de
las mujeres a Mar del Plata, a escasos días de dar a luz, para concretar su desaparición
física en el marco de la FT 616. También en el mes de octubre Silvia Laura Castilla,
oriunda de Bahía Blanca, fue detenida en Mar del Plata. Era estudiante de la carrera
de Ingeniería Química de la Universidad Nacional del Sur, militante de Montoneros
y se encontraba cursando un embarazo de 5 ó 6 meses. Fue conducida al edificio de
la APBT y sometida a tormentos17. Agentes navales, en un segundo momento, la tras-
ladaron a la ESMA para dar a luz, hecho que ocurrió aproximadamente en febrero
de 1978. Tanto Silvia como su hijo permanecen desaparecidos. Apenas un mes más
tarde, Laura Adhelma Godoy fue privada ilegítimamente de su libertad, también en la
ciudad balnearia. Testimonios de familiares señalan que se encontraba embarazada al
momento de su detención y estimaban la fecha de parto para el mes de junio de 1978.
Ella y su hijo continúan desaparecidos18.

De conjunto, las mujeres que atravesaban embarazos cuando fueron detenidas por
la Fuerza de Tareas 6 fueron subsumidas en un dispositivo que contempló reclusión,
traslados y vigilancias entre CCD, las desapariciones de las madres, desapariciones
temporales, seguidas de restitución a las familias, y apropiaciones de las criaturas na-
cidas en esas condiciones. Como proponen D’Antonio y Rodríguez Agüero (2019), al
igual que en otros centros clandestinos, en este tránsito por la BNMDP y la ESMA, las
detenidas embarazadas sufrieron un proceso de desmaternalización que supuso la de-
gradación, el maltrato y el deterioro intencional del lazo filial. A su vez, los casos hasta
aquí recuperados permiten sostener que el derrotero al que las autoridades de la fuerza
de mar sometieron a las embarazadas permiten reconocer desempeños distintivos en-
tre las fuerzas de tareas. En este sentido, los testimonios de sobrevivientes indican que
los agentes de la FT 6 torturaron brutalmente, redujeron la ingesta a lo mínimo para

15  TOCF N° 1 de Mar del Plata. Op. cit, f. 526

16  Gracias a la lucha de Abuelas, Sebastián Rosenfeld Marcuzzo y Federico Cagnola Pereyra recuperaron su
identidad en los años 1984 y 2008 respectivamente. Asimismo, en 2008 la justicia comprobó la filiación de Evelin
Bauer Pegoraro mediante la extracción de ADN de muestras no hemáticas. Sobre este último caso ver, Sucari y
Lopes Murillo (2023).

17  Base Naval IV. Op. cit,, f. 2011.

18  CONADEP. Legajo N° 6910. Serie Legajos CONADEP de víctimas del terrorismo de Estado. Subfondo CO-
NADEP. Fondo Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Archivo Nacional de la Memoria. Argentina.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 129


sobrevivir e implementaron flagelos a sus cuerpos de manera similar al modo en que
fueron tratadas otras y otros detenidos bajo su órbita. Señalan también que mientras
estuvieron en poder de la FT 3 las prisioneras fueron visitadas en repetidas oportuni-
dades para ser interrogadas por personal de la fuerza de tareas que había producido su
aprehensión19. De modo tal que, la FT 6 no desistió de su incumbencia en sus deten-
ciones, al continuar con la vigilancia y los interrogatorios en la misma ESMA, asegurar
el retorno a la BNMDP con posterioridad a los partos, para asesinarlas y/o desapare-
cerlas en el marco de la estructura represiva local.

Un último caso permite ampliar el rango de problematizaciones para el estudio del


accionar represivo de la última dictadura, en particular respecto de las temporalidades
con que funcionaron los CCD y, más específicamente, el dispositivo de desaparición
de personas en el interior de la estructura clandestina de la Armada. Cecilia Viñas fue
secuestrada el 13 de julio de 1977 en su domicilio de la ciudad de Buenos Aires, estaba
embarazada de siete meses. A través del testimonio de sobrevivientes pudo saberse que
Cecilia fue llevada a la ciudad de Mar del Plata. Sus captores la trasladaron a la sede de
la Agrupación Buzos Tácticos y desde allí, semanas más tarde, fue llevada a la ESMA20.
Allí, dio a luz un varón a mediados de septiembre de 197721. Su hijo fue apropiado por
un aviador naval que se desempeñaba como uno de los jefes del Grupo de Tareas 3.3
de la FT 3, el marino Jorge Vildoza y su esposa Ana María Grimaldos.

Una vez iniciado el gobierno democrático, en diciembre de 1983, desde su confi-


namiento ilegal y clandestino, Cecilia pudo comunicarse telefónicamente con sus fa-
miliares y contempló la posibilidad de ser liberada a cambio del pago de dinero. Más
de seis años después de su secuestro, llamó en ocho oportunidades entre diciembre
de 1983 y marzo de 198422. El 30 de octubre se realizaron las elecciones presidenciales
que tuvieron como resultado el triunfo del candidato de la Unión Cívica Radical, quien
enarbolaba los discursos más potentes respecto de la necesidad de juzgar los crímenes
y violaciones a los derechos humanos cometidos durante la llamada “lucha contra la
subversión”. Raúl Alfonsín asumió la presidencia el 10 de diciembre. Cerca del 20 de
ese mes, Cecilia se comunicó por teléfono a la casa de su padre, en esa oportunidad le
manifestó que sería trasladada a Mar del Plata y le solicitó que llevara dinero, aseguró

19  Base Naval IV. Op. cit,, f. 512.

20  Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 6 de la Ciudad de Buenos Aires. Causa n° 1351: "Franco, Rubén O.
y otros. sustracción de menores" y sus acumuladas, fs. 330-335.

21  Sara Solarz de Osatinsky afirmó que asistió en el parto a Cecilia M. Viñas alrededor de septiembre de 1977
ante el Juzgado Central de Instrucción n° 5, Audiencia Nacional de Madrid, y en la ciudad de Berna, Suiza. Tales
declaraciones fueron incorporadas en Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional Federal n° 7 de la Capital
Federal, Secretaría n° 13. Causa N° 10326: "Nicolaides, Cristina y otros si sustracción de menores" y en Base Naval
IV, Op. cit, f. 196.

22  Uno de los llamados pudo ser grabado parcial y precariamente por la familia, para conocer más al respecto,
ver Barragán (2018).

Los centros clandestinos de detención en Argentina 130


que como ella se encontraba un grupo de personas. La familia se mantuvo a la espera,
dispuesta a realizar el pago, pero no pudo concretarlo pese a que el 14 de enero de 1984
recibió otros dos llamados a fin de organizarlo. El día 6 del mes siguiente se produjo
una nueva comunicación, en esa oportunidad sus familiares le revelaron a Cecilia que
su hijo no se encontraba con ellos y que desconocían su paradero, a diferencia de lo
que le había sido informado por sus captores. En las comunicaciones posteriores, Ce-
cilia, con profundo dolor, les pidió que buscaran a su hijo23.

Ese mismo año, Abuelas inició una denuncia contra Jorge Vildoza por la apropia-
ción de un menor que sospechaban era el hijo de Cecilia y Hugo Penino. Ante la de-
manda, en el año 1986, el oficial y su esposa se fugaron con el niño y permanecieron
prófugos durante más de dos décadas. Cecilia fue asesinada y su cuerpo desapareci-
do ya iniciada la nueva etapa de vida democrática. Los contactos se interrumpieron
cuando su familia realizó la denuncia ante el ministro del interior del nuevo gobierno,
Antonio Troccoli, quien dispuso la conformación de un grupo especial en el ámbito
de la Policía Federal para su búsqueda. Por su parte, la armada facilitó de diferentes
formas la fuga del apropiador. El SIN dispuso de recursos para Vildoza, su mujer y el
niño privado de su identidad, proveyéndolos de documentos falsos (partidas de naci-
miento, partida de casamiento, pasaportes, Documento Nacional de Identidad, cédu-
las de identidad, registro de conducir y documentos de acreditación de calificaciones
de ingeniero-técnico electrónico), articuló traslados transfronterizos, y les suministró
pasajes y dinero a fin de sostener estadías en el exterior del país24. En 1998, Javier se
presentó ante el sistema de justicia argentino a fin de determinar su filiación biológi-
ca; los análisis genéticos confirmaron que se trataba del hijo de Cecilia Viñas y Hugo
Penino.

Los oficiales de la ARA gestionaron, en el marco de la autonomía brindada por el


plan represivo, un conjunto de CCD en diferentes ciudades del país. A su vez, existie-
ron articulaciones entre agentes orientadas a sostener la detención ilegal y clandestina
de Cecilia, la apropiación de su hijo y la fuga de sus apropiadores a lo largo de una tem-
poralidad más extensa que aquella comprendida por los años de la última dictadura.

Las prácticas represivas hacia las infancias

Las prácticas represivas desplegadas sobre las infancias fueron señaladas muy tem-
pranamente por las organizaciones de derechos humanos y los familiares afectados.

23  CONADEP. Legajo N° 3524. Serie Legajos CONADEP de víctimas del terrorismo de Estado. Subfondo CONA-
DEP. Fondo Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Archivo Nacional de la Memoria. Argentina.

24  En el año 2015 Javier Penino Viñas concedió una entrevista a las periodistas Victoria Ginzberg y Alejandra
Dandan que fue publicada en una serie de notas en el diario Página 12. Ver, Página 12, "La fuga", 5 de abril de
2015. Disponible: https://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/subnotas/269795-72209-2015-04-05.html

Los centros clandestinos de detención en Argentina 131


En particular, Abuelas construyó diferentes estrategias para la configuración y perma-
nencia de una demanda pública por los “niños desaparecidos” y desarrolló múltiples
acciones en pos de su localización y restitución. Su activismo resultó esencial para la
denuncia de los vejámenes sufridos por los niños y niñas durante la última dictadura
y como consecuencia de ella25. Desde su conformación en 1977, la asociación advirtió
sobre el secuestro de niñas y niños con sus progenitores, de modo tal que también evi-
denciaron los crímenes que se cometieron sobre aquellos infantes cuyo destino no fue
la apropiación. A pesar de su temprana denuncia, aún existe un considerable subre-
gistro de estas prácticas. Entre los diversos tipos y modalidades de violencia que se
desplegó sobre las niñas y los niños, se analizarán algunos de aquellos desarrollados al
interior de distintos CCD.

De la Comisaría 5ª de La Plata a la apropiación

Al interior de la Comisaría 5ª de La Plata, se estableció un CCD que funcionó en


forma simultánea a las actividades cotidianas del establecimiento. El mismo quedó
incluido dentro de la Subzona 11, Área 113, bajo el mando operativo de la policía bo-
naerense. El 16 de marzo de 1977, tras ser secuestrados, ingresaron a la Comisaría 5ª
Susana Falabella y José Abdala. Junto a ellos, se encontraban su hijo Sabino de 2 años
y 8 meses y María Eugenia Gatica Caracoche de 13 meses, que estaba al cuidado del
matrimonio al momento de su captura. La presencia de las criaturas fue rápidamen-
te advertida por las y los detenidos, que pudieron escuchar sus pasos y llantos. Esto
conmocionó especialmente a quienes tenían hijos, dado que dio verosimilitud a la
posibilidad de que les hubieran hecho algo. Adriana Calvo sostuvo: “era absolutamente
desesperante escuchar chicos en ese lugar que lloraban y que pedían por los padres”26.
La sobreviviente declaró que advirtió sobre su presencia por haberlos escuchado llorar
y gritar; siendo que Sabino pedía por la madre, el padre, por leche y por su tía “Lita”.
Asimismo, oyó el diálogo con un guardia y que el niño contestaba las preguntas que le
hacían, como su nombre27. Tiempo después, cuando fue trasladada al “Pozo de Ban-
field”, conoció a Ana María Caracoche de Gatica e identificó que la niña se trataba de
su hija.

Las criaturas estuvieron en el CCD al menos toda la tarde del día 16. Luego, fueron
trasladadas a la Brigada Femenina de La Plata, dependiente de la policía de la provin-

25  Para un análisis de las demandas de Abuelas y las estrategias desarrolladas en dictadura y democracia en pos
de la localización y restitución de las niñas y niños apropiados, ver Sucari (2020).

26  Declaración testimonial de Adriana Calvo en: Tribunal Federal de La Plata. Causa N° 1671: “Iglesias Juan
Miguel, respecto del Hábeas Corpus” (Juicio por la Verdad - La Plata). 16 de febrero de 2000.

27  Juzgado Federal en lo Criminal y Correccional N° 3 de Morón. Causa N° 284: “Mastronicola, Teresa s/inf 146
CP”. 5 de junio de 2000.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 132


cia, donde permanecieron alrededor de cuarenta y cinco días28. Allí, María Eugenia
fue apropiada por el comisario Rodolfo Oscar Silva, secretario de la Unidad Regional
de La Plata, y su esposa Armanda Elisabeth Colard, quienes la inscribieron como hija
propia. Un mes después de la desaparición de María Eugenia, el 19 de abril de 1977,
fue secuestrada su madre Ana María Caracoche, durante su detención fue separada de
su hijo menor, Felipe –quien entonces tenía 4 meses–. Ana María permaneció detenida
en “La Cacha” y el “Pozo de Banfield”. Dos meses más tarde, fue liberada y comenzó a
buscar a sus hijos junto a su esposo, Oscar Gatica. Tras una larga búsqueda, en 1984
Abuelas localizó a Felipe, el niño había sido entregado a una vecina durante el ope-
rativo de secuestro. Esta mujer dejó al bebé con otra familia, que lo anotó como hijo
propio. En septiembre, Felipe fue restituido y, en los últimos meses de ese año, Abuelas
localizó a María Eugenia; al año siguiente, el Poder Judicial determinó su restitución y
pudo reencontrarse con sus progenitores y su hermano.

Por otro lado, luego de permanecer en la Brigada Femenina de La Plata, Sabino fue
apropiado por Wladimiro Wojtowicz y Teresa Mastronicola, un matrimonio allegado a
la policía. En diciembre de 1993, como consecuencia de denuncias recibidas en Abue-
las, el Banco Nacional de Datos Genéticos confirmó la filiación biológica de Sabino;
su restitución judicial se llevó a cabo en 1998. En el marco de la causa por apropiación
contra Mastronicola, los abogados defensores buscaron probar que la acusada no tenía
conocimiento sobre la procedencia del niño, por lo que manifestaron que durante su
infancia Sabino tenía poca capacidad de locución y comunicación29. En la instancia
judicial se citó a la fonoaudióloga que lo había atendido, quien declaró que había que
tener un contacto visual con el infante para poder comprenderlo. Así, los abogados
quisieron utilizar la dificultad de expresión –presente durante los años de convivencia
con sus apropiadores– para alegar que Sabino no habría podido dar cuenta de su nom-
bre en el CCD. En consecuencia, pese a su edad, tampoco habría podido transmitir su
identidad a sus apropiadores. De este modo, la defensa pretendió realizar dos opera-
ciones simultáneas: por un lado, pusieron en tela de juicio los testimonios de sobrevi-
vientes que, como Adriana Calvo, habían oído a Sabino en la Comisaría 5ª. Por otro
lado, minimizaron la experiencia traumática que pudo suponer para el niño el paso
por el CCD y la extensa convivencia con sus apropiadores.

Infancias al interior de los centros clandestinos de detención

Las denuncias realizadas durante la dictadura en el plano local e internacional da-


ban cuenta de la presencia de niños y niñas en los CCD. Al momento de la reapertura

28 Idem

29  CONADEP. Legajo N° 2522. Serie Legajos CONADEP de víctimas del terrorismo de Estado. Subfondo CO-
NADEP. Fondo Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Archivo Nacional de la Memoria. Argentina. Su
apropiador Wladimiro Wojtowicz había fallecido en 1994.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 133


de las causas por crímenes de lesa humanidad, quienes habían transitado por aquellos
espacios o habían presenciado el secuestro de sus progenitores durante la infancia, ha-
bían alcanzado la adultez. En este marco, comenzó a surgir la posibilidad de ser parte
de dichos procesos judiciales no solo en calidad de testigos por la desaparición de sus
madres y padres, sino como víctimas, en función de sus propias experiencias. A partir
de su activismo, las visualizaciones de las violencias sufridas por los infantes cobraron
un nuevo impulso, tanto jurídico, como político y social30.

Al igual que en el caso de las mujeres que fueron detenidas embarazadas, las prácti-
cas represivas contra las infancias no se restringieron al marco temporal contenido en-
tre el 24 de marzo de 1976 y el 10 de diciembre de 1983. Por el contrario, meses antes,
el 9 de diciembre de 1975, una “patota” del Batallón de Inteligencia 601, dependiente
del Estado Mayor General del Ejército, irrumpió en un festejo de cumpleaños infantil
en Morón. En la casa en la que realizaban la celebración se encontraban Ofelia Ruiz de
Santucho, sus hijas María, de 15 años, Susana, Silvia y Emilia, la menor de diez. A su
cuidado estaban también sus sobrinas Ana, Marcela y Gabriela, hijas de Mario Roberto
Santucho y Ana María Villareal, y Mario, el hijo menor de Roberto y Liliana Delfino,
de 9 meses de edad. Por último, el cumpleañero, Esteban Abdon, estrenaba sus cuatro
años31. El objetivo del operativo era dar con el paradero de militantes y dirigentes del
Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), en particular con Mario Roberto Santucho.

Ofelia Ruiz de Santucho y los nueve niños y niñas fueron secuestradas y trasladadas
a un lugar que, años más tarde, pudieron identificar como “Puente 12”. Allí pasaron
una noche; mientras que algunas fueron ingresadas al CCD, los dos niños permane-
cieron en un vehículo junto a Marcela –que entonces tenía 13 años–. En su testimonio
durante el juicio “Brigadas”, Mario sostuvo: “Nos llevaron a un lugar donde se escucha-
ban ladridos de perros por todos lados. Esto hizo que después, ya siendo niño y hasta
bastante grandecito, tuve un miedo medio exagerado a los perros”32.

Al día siguiente, todas las niñas y los dos chiquitos fueron llevados al “Pozo de
Quilmes”33. Al ingresar, fueron separados. María, la mayor, determinó que las niñas

30  Cabe resaltar que en 2018, el Espacio para la Memoria y la promoción de los Derechos Humanos ex Centro
Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio “Olimpo” inauguró una muestra titulada “Aquí hubo niñ@s”
con el fin de visibilizar el tránsito y las experiencias de las infancias al interior de aquel espacio.

31  Esteban era el hijo de Ricardo Elías Abdon, dirigente del ERP que había sido secuestrado el día anterior, y
Elba Balestri, quien estaba detenida a disposición del Poder Ejecutivo Nacional en la cárcel de Olmos, donde dio
a luz a su hija menor en octubre de 1975.

32  Tribunal Oral Federal N° 1 de La Plata. Causa N° 737/2013: “Minicucci, Federico y otros s/ privación ilegal de
la libertad e imposición de torturas y sus acumulados”. 15 de agosto de 2023.

33  Cabe resaltar que en el Pozo de Quilmes también hubo niños detenidos-desaparecidos durante la última
dictadura. Entre ellos, se destaca el caso de los hermanos Alfredo, Mario, Renato, Néstor y Guillermo Forti Sosa,
secuestrados el 18 de febrero de 1977 junto a su madre Nélida Azucena Sosa de Forti.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 134


se quedaran todas juntas en una celda, mientras que ella permaneció con Esteban y
Mario en otra. Al respecto, María testimonió:

Estábamos aterrorizadas de que se vinieran a llevar a alguno de los chicos, esa es la


sensación que yo tenía. Recuerdo que ahí nos dieron por primera vez pañales para el
bebé, que llevaba 18hs, 20hs sin consumir ningún alimento. Recuerdo que lo cambié
y era la época que se usaban los chiripás y yo le hacía en los pañales… y me ataba una
de las tiritas del pañal a la muñeca porque me quedaba dormida de agotamiento. Y me
acuerdo que me ataba porque tenía miedo que se lo llevaran34.

A partir de sus palabras es posible señalar que el paso por el dispositivo represivo en
muchos casos dio por terminada la infancia y la adolescencia de quienes atravesaron
tales experiencias, al enfrentarse a situaciones traumáticas, como vivenciar el peligro
de la muerte propia o de familiares, o asumir responsabilidades y la toma de decisiones
vinculadas a la adultez como, en este caso, el cuidado de los menores.

Pasados dos días dentro del CCD, pudieron reencontrarse con Ofelia, luego, toda la
familia fue llevada al Hotel Splendid, en el barrio porteño de Flores. Las niñas temían
que este nuevo traslado fuera una maniobra para “negociar” un intercambio entre ellas
y los mayores de la familia Santucho. En el trayecto entre el “Pozo de Quilmes” y el
hotel, una mujer que había participado del operativo de secuestro insinuó que se po-
dría quedar con Mario al sostener frente a su hermana mayor y otros miembros de la
patota que el bebé era “su nueva adquisición”35. Mario permaneció con sus hermanas y
primas; aun así, la frase de la represora sugiere que la sustracción de bebés y niños de
corta edad estaba dentro de los marcos posibles para las y los integrantes de las FFAA
y de seguridad ya en diciembre de 1975.

Ya en el hotel, burlando la vigilancia de los integrantes de “la patota”, un compañero


de militancia del ERP les hizo saber a las niñas mayores que debían ir a la Embajada
de Cuba36. Por su parte, una vez liberado, los dos pequeños fueron llevados a una “casa
segura” en la cual se reencontraron con sus familias. A comienzos de 1976, Roberto y
Liliana enviaron a Mario a Cuba, donde meses más tarde se reencontró con sus her-
manas y primas. Mario regresó a la Argentina por primera vez en 1991: “vine a hacer
el documento, a hacer el análisis de filiación, porque habíamos salido con pasaporte
falso con toda identidad falsa, nunca habíamos podido certificar o confirmar mi iden-
tidad”37. De este modo, cabe señalar que, en el caso de Mario, los alcances de la acción

34  Tribunal Oral Federal N° 1 de La Plata. 15 de agosto de 2023 Op. cit.

35  Idem.

36  Las chicas de la familia Santucho permanecieron en la Embajada de Cuba durante un año, hasta que en di-
ciembre de 1976 pudieron partir al exilio en aquel país.

37  Tribunal Oral Federal N° 1 de La Plata. 15 de agosto de 2023. Op. cit.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 135


criminal del Estado no se ciñeron al período de reclusión y/o a las vejaciones que vivió
dentro del circuito clandestino, sino que se extendieron temporalmente. Una de sus
expresiones fue que, como consecuencia de la persecución a su familia, fue enviado al
exilio, en el marco del cual transitó el camino a la juventud bajo una identidad falsa,
sin poder dar cuenta de sus verdaderos datos filiatorios.

Numerosas investigaciones de las ciencias sociales en general y la historia en par-


ticular, han comprobado que la violencia estatal desplegada por la última dictadu-
ra mantiene fuertes líneas de continuidad con los años inmediatamente precedentes,
análisis que, a su vez, permite trazar líneas multicausales con temporalidades pretéri-
tas más extensas (Águila, 2023; Bohoslavsky y Franco, 2020). La historia de la familia
Santucho aporta diversos elementos para otorgar carnadura a dicha consideración38.
De este modo, es posible señalar que la niñez, en tanto sujeto específico, también fue
víctima de la represión predictatorial. Asimismo, este caso permite iluminar como, en
el marco de la reclusión ilegal, las niñas más grandes se hicieron cargo de los menores,
adoptando responsabilidades que no eran las habituales para su edad (o que al menos
no eran las que tenían dentro de su configuración familiar, antes del secuestro).

Por otra parte, al considerar nuevamente las prácticas desarrolladas en la ESMA, es


posible profundizar en el análisis de las violencias dirigidas hacia las criaturas secues-
tradas junto a sus progenitores en dictadura. Rodolfo Lordkipanidse tenía 23 días de
edad cuando fue secuestrado junto a su madre, Liliana Pellegrino, y Cristian Colombo,
primo de Liliana, el 18 de noviembre de 1978. Ese mismo día, en otro operativo fue
detenido su padre Carlos Gregorio Lordkipanidse39. Los cuatro fueron trasladados a la
ESMA. Durante el trayecto, Liliana pidió que dejaran al bebé en la casa de sus suegros,
dado que pasaron a pocas cuadras del domicilio. Sin embargo, la criatura también fue
llevada al CCD. Al llegar al casino de oficiales, madre e hijo fueron separados. Rodolfo
comenzó a llorar; durante la tortura Liliana recibió numerosos golpes porque se levan-
taba al escuchar el llanto de su bebé40. Al mismo tiempo, Carlos estaba siendo tortu-
rado en otra sala, en el sótano. Para que “se quebrara”, término usado cuando un dete-
nido otorgaba información bajo tortura, el entonces capitán de corbeta Jorge Eduardo
“Tigre” Acosta, ordenó que llevaran al bebé. Acto seguido, otro torturador ingresó con
su hijo colgando y, mediante un gesto, amenazó con tirar al niño contra el piso o la
pared. Luego, colocaron al niño sobre su cuerpo y pasaron la picana eléctrica por los

38  Cabe destacar que la familia Santucho fue víctima de diferentes expresiones y modalidades de la violencia
estatal y paraestatal, con importante anticipación al gobierno de facto de 1976. Ana María Villareal fue fusilada
el 22 de agosto de 1972 en la base aeronaval Almirante Zar durante la llamada Masacre de Trelew. Asimismo,
Oscar Asdrúbal Santucho fue asesinado a comienzos de 1975 en el marco del Operativo Independencia.

39  Además de Rodolfo, Liliana y Carlos tenían una hija de poco más de un año llamada María Victoria que no
se encontraba con ellos al momento de los operativos, por lo que no fue secuestrada.

40  Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 5 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Causas N° 1282/1349
/1415/1492/1510/1545/1668/1689/1714/1286/1381: “Causa ESMA unificada (Causas n° 1.282 y otras)”. Funda-
mentos de sentencia, publicados el 5 de marzo de 2018. p. 8384.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 136


brazos y el pecho de Carlos41. Este acto, implicó la descarga indirecta de electricidad al
niño a través del cuerpo de su padre.

Al día siguiente, integrantes de “la patota” trasladaron a Cristian Colombo y a Ro-


dolfo de regreso a la casa de su familia materna. Fueron llevados separados en dos
autos; al llegar, Cristian preguntó por el bebé. Una joven rubia, con trenzas en el pelo,
bajó del otro auto con la criatura en brazos y se lo entregó42. Mientras que Rodolfo
volvió a vivir con sus abuelos, sus progenitores continuaron detenidos en la ESMA. A
principios de 1979, Liliana fue liberada, pero siguió vigilada a través de llamadas tele-
fónicas o visitas que realizaba el prefecto Héctor Antonio Febres. En febrero de 1980,
oficiales de la armada llevaron a Liliana y sus hijos –María Victoria y Rodolfo– a una
quinta en Pacheco a pasar el día. Allí, además de sus perpetradores, estuvieron otros
compañeros y compañeras: algunos con libertad vigilada; otros, como Carlos, aún de-
tenidos en la ESMA. Respecto de ese día Liliana recuerda:

Indagué sobre la ropa que debía ponerles a mis hijos, como para saber un poco más. Yo
pensé que me estaban secuestrando de nuevo, ahora con los nenes. La realidad es que
nosotros debíamos estar siempre a disposición de ellos, tenían la impunidad de hacer
lo que quisieran con nosotros43.

En aquella quinta, Liliana pudo ver todos los muebles de sus hijos, robados luego
del operativo de secuestro. El paso de Rodolfo por la ESMA permite profundizar la
reflexión sobre las violencias específicas a las que fueron sometidas las infancias. Más
allá del objetivo de “quebrar” a su padre, aquí se aplicó un método de tortura particular
sobre el pequeño. Los testimonios de sobrevivientes refieren a este tipo de tormentos
únicamente en el caso de Rodolfo, por lo que no sería adecuado inferir que constituyó
una práctica generalizada; no obstante, su historia contribuye a iluminar las diversas
modalidades de violencias a las que fueron sometidas las criaturas. Por otra parte,
luego de la salida del CCD, debió vivir con sus abuelos durante la desaparición de sus
progenitores y, a partir de la liberación de su madre, sobre la familia continuó impe-
rando la vigilancia. Así, durante años creció bajo el control de la fuerza del mar. Poco
antes del fin de la dictadura, Rodolfo y su familia escaparon al exilio.

Ideas finales

El secuestro de las niñas y niños de la familia Santucho en un cumpleaños infantil

41  Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Legajo N° 3224. Serie Legajos de víctimas del terrorismo
de Estado. Fondo Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Archivo Nacional de la Memoria. Argentina.

42  Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 5. Op. cit.

43  Página 12. 8 de enero de 2020.“Liliana Pellegrino reconoció la quinta operativa de la ESMA” Disponible en:
https://www.pagina12.com.ar/240533-liliana-pellegrino-reconocio-la-quinta-operativa-de-la-esma-

Los centros clandestinos de detención en Argentina 137


en los primeros días del mes de diciembre de 1975 y los ocho llamados telefónicos
realizados por Cecilia Viñas entre diciembre de 1983 y marzo de 1984 no sólo tensio-
nan las temporalidades de ejecución del plan represivo de la última dictadura sino que
exigen pensar las violencias contra las mujeres y las infancias como parte del plexo
de prácticas estatales orientadas a lograr el control, la vigilancia y el disciplinamiento
de la población y el territorio en una temporalidad que desborda los límites entre los
regímenes constitucionales y de facto. Como tales, ambos casos revelan la existencia
de acciones que, pese a exceder sus marcos temporales, durante la última dictadura
alcanzaron una sistematicidad excepcional.

En el marco de dicha sistematicidad, sin embargo, es posible señalar algunas distin-


ciones. En determinados CCD, se ha demostrado un tratamiento diferenciado otor-
gado a las embarazadas en relación a otras y otros detenidos; es el caso de la ESMA,
ámbito en el que se destinó un lugar específico para su alojamiento –en condiciones
menos deterioradas– y se llegó a entregar un ajuar previo a los nacimientos. A este res-
pecto, resultan significativas las diferencias señaladas sobre los desempeños de agentes
de otros grupos operativos, incluso del mismo arma, como es el caso de la FT 6. Los
marinos que revistieron funciones en la BNMDP sometieron a estas mujeres a déficit
de alimentación, torturas y vejaciones sin distinciones por su condición. Pese a la dife-
renciación planteada, de conjunto, en el caso de las mujeres embarazadas es de desta-
car la articulación de un amplio repertorio de prácticas de crueldad que contemplaron
la circulación forzada en el marco de las colaboraciones intra e inter circuitos repre-
sivos, condiciones criminales de consumación de los partos, la separación de las y los
recién nacidos de sus madres pocos días o incluso horas después de los alumbramien-
tos, seguido del “traslado” de las parturientas como eufemismo de su asesinato y la
desaparición de sus cuerpos. La sistematización de la práctica de apropiación requirió
entonces de acciones orientadas a asegurar la llegada a término de los embarazos, pero
no fue contradictoria con el ejercicio de violencias y torturas, que alcanzaron incluso a
bebés y criaturas pequeñas como se demuestra en este capítulo.

En la misma dirección, se exploraron diversas prácticas a las que fueron sometidas


las infancias, que se desplegaron tanto de formas autónomas como articuladas, tales
como la apropiación, el secuestro –por diversos períodos temporales– seguido de la
entrega a familiares, la separación de sus madres y padres, el abandono, el tránsito
por CCD, los flagelos físicos, el sometimiento a la vigilancia y el exilio, entre otras.
De modo tal que, al interior de los circuitos represivos e incluso en un mismo CCD
coexistieron diversas modalidades criminales contra menores en un mismo momento.
En particular, la creación de una “pieza” para las embarazadas en la ESMA hacia junio
de 1977 permite dar cuenta de la sistematicidad que había adquirido la apropiación;
los testimonios de las sobrevivientes posibilitaron conocer que se registraron naci-
mientos en aquel espacio hasta mediados del año 1978.

La inauguración de una nueva etapa de vida política democrática requirió de una

Los centros clandestinos de detención en Argentina 138


serie de acuerdos y consensos sociales, políticos y culturales. De manera convergente,
se erigió como consigna fundamental el juzgamiento de los crímenes y las responsa-
bilidades por las violaciones a los derechos humanos cometidas durante la dictadu-
ra. Desde el promedio del régimen, organizaciones de derechos humanos, en especial
aquellas conformadas por familiares de las víctimas, disputaron los contenidos, mo-
dalidades y alcances del proceso de la justicia. También de manera temprana, se iden-
tificó que la desaparición y la apropiación son delitos que no se ciñen al propio acto
criminal, sino que se perpetúan en el tiempo –hasta el momento en que se encuentra
el cuerpo, en el primer caso, o se restituye la filiación biológica en el segundo–. De
este modo, a lo largo de cuatro décadas de democracia, las organizaciones de derechos
humanos delinearon diversas estrategias de acción. Estas no fueron excluyentes entre
sí, pero ciertamente en torno a la cuestión de las infancias se centraron en la urgencia
que suscitó la problemática de la apropiación. En los albores de la democracia, la res-
titución de las niñas y los niños requirió de denodados esfuerzos por parte de la aso-
ciación para dar visibilidad a los crímenes de sustracción, retención, ocultamiento y
sustitución de identidad. Estos causaron respuestas heterogéneas por parte del Estado
y la ciudadanía; aun así, Abuelas interpeló a diversos sectores a través de la denuncia
del robo de los infantes en escalas que superaban con creces los límites de lo nacional.
Cabe resaltar que la demanda por las madres desaparecidas resultaba inescindible del
reclamo por las criaturas apropiadas. Así, en cuantiosas oportunidades, las violencias
hacia niñas, niños y adolescentes quedaron circunscritas a la sustitución de identidad,
invisibilizando las otras prácticas aquí desarrolladas. Es posible proponer que esto se
debió, entre otros motivos, a la urgencia que suscitó la búsqueda de los infantes apro-
piados, por sobre lo sucedido con aquellos que se encontraban con sus familias.

El inicio de una nueva etapa de pretensión punitiva por parte del Estado durante
los primeros años del siglo XXI encontró a estas y estos niños convertidos en personas
jóvenes y/o adultas dispuestas a brindar sus testimonios, tanto en escenarios judicia-
les como en las discusiones públicas, a fin de dar cuenta de sus experiencias como
víctimas, testigos y querellantes. En este marco, cuantiosas voces dieron cuenta de la
ruptura de la subjetividad, de la interrupción temprana de la infancia, de las violencias
físicas y psicológicas, en síntesis, de los efectos traumáticos y las tramas de largo plazo
del dispositivo desaparecedor. En suma, las prácticas represivas a las que fueron some-
tidas mujeres embarazadas e infantes tuvieron secuelas inmediatas sobre sus cuerpos y
subjetividades, pero también efectos perdurables que se prolongan hasta nuestros días.

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plicidad de jueces, fiscales y abogados durante la dictadura. Buenos Aires: Siglo XX.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 141


Lógicas territorializadas de la inteligencia en los
centros clandestinos de detención

Natalia Ayala Tomasini


Rodrigo González Tizón

Introducción

La actividad de inteligencia constituyó uno de los motores principales del terro-


rismo de Estado de la última dictadura argentina. Si bien formó parte del repertorio
histórico de prácticas de las Fuerzas Armadas y de Seguridad al menos desde comien-
zos del siglo XX, su empleo para la represión interna adquirió mayor relevancia en el
escenario contrainsurgente de las décadas de 1960 y 1970. La importancia asignada a
las tareas de inteligencia en la antesala del golpe de Estado de marzo de 1976 quedó
plasmada en la normativa castrense que estableció el diseño general del plan represi-
vo, en particular en la Directiva 404/75 (lucha contra la subversión), difundida por el
Comando en Jefe del Ejército en octubre de 19751. Allí se insistía en la centralidad del
“esfuerzo de inteligencia” para llevar adelante la “lucha contra la subversión”.

A la cabeza de la “comunidad informativa”, término que refería a la trama de orga-


nismos interconectados que estructuraban el sistema de inteligencia, se situó la Cen-
tral de Reunión de Información (CRI), creada en noviembre de 1975 bajo dependencia
de la Jefatura II-Inteligencia del Estado Mayor del Ejército (EMGE)2. El eje articulador
de este sistema era el Batallón de Inteligencia 601, dependiente del Comando en Jefe
del Ejército. Hacia esta dependencia llegaba, a través del llamado “canal técnico”, toda
la información obtenida por los servicios de inteligencia de las demás Fuerzas Arma-
das y de Seguridad3. Esta trama de estructuras por la que fluían datos que, una vez
procesados, delineaban cursos de acción represivos –fundamentalmente, secuestros de

1  Comandante General del Ejército. Directiva N° 404/75 (Lucha contra la subversión). Octubre de 1975. Ar-
chivo Nacional de la Memoria. Cuadernos del Archivo Nacional de la Memoria Nº4: Documentos del Estado
Terrorista, Buenos Aires, 2012. Disponible en: https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/anm_-_cuader-
nos_del_anm_4.pdf .

2  Comandante General del Ejército. Directiva N° 211/75 “Régimen orgánico funcional de inteligencia para la
lucha contra la subversión”. 31 de Octubre de 1975.

3  La organización del sistema de inteligencia del ejército preveía que en paralelo al circuito orgánico, que regía
la circulación de la información desde las unidades hacia sus respectivos comandos habituales, funcionara un
canal técnico que permitía el tránsito de la misma hacia unidades y comandos propios de la especialidad de in-
teligencia, a cuya cabeza se encontraba el Batallón 601.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 142


militantes políticos– constituyó el “sistema nervioso” del terrorismo de Estado (D’An-
drea Mohr, 1999).

Hasta una fecha reciente, la inteligencia y su empleo para la represión clandestina


en tiempos de la dictadura no recibieron un tratamiento específico. A esto contribuyó
el secreto que rodeaba a la actividad y la consecuente dificultad para acceder a fuentes
que dieran cuenta de sus estructuras y lógicas de funcionamiento. No obstante, es po-
sible recuperar algunas menciones sueltas a esta práctica que se remontan al período
dictatorial. Las primeras referencias se relacionan con las denuncias en el exilio. Se
pueden citar, por ejemplo, los testimonios de las y los sobrevivientes de los centros
clandestinos de detención (CCD), donde se mencionaba las secciones de inteligencia
que componían los grupos de tareas y los vínculos que entre distintos espacios de
detención clandestina y ciertos destacamentos de inteligencia del país4. El restable-
cimiento de la democracia no generó cambios sustantivos en la materia: el informe
Nunca más de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de las Personas (CONA-
DEP) solo abordó tangencialmente la actividad de inteligencia en su reconstrucción
del dispositivo represivo a partir de lo que ya habían dicho sobre el asunto las y los
sobrevivientes durante la dictadura y de la reconstrucción de los vínculos de algunos
destacamentos de inteligencia con diferentes CCD5.

Este estado de cosas comenzó a modificarse en el contexto de las políticas públicas


de memoria impulsadas por el gobierno nacional a partir de 20036. Tuvo mucho que
ver en ello la reapertura de los procesos judiciales por los crímenes de lesa humani-
dad de la dictadura, que otorgó nuevo impulso a la investigación sobre el dispositivo
represivo y sus múltiples dimensiones. Pero sobre todo fue clave el desarrollo de una
serie de políticas públicas que, en el ámbito de los ministerios de Defensa y Seguridad
y la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, se trazaron como meta el acceso
a la documentación contenida en los archivos de las Fuerzas Armadas y de Seguridad
que pudiera ser utilizada como prueba judicial7. El acceso a legajos especiales de la Po-
licía Federal Argentina o a los legajos y listados del Personal Civil de Inteligencia que
revistaba en distintas fuerzas, entre otras iniciativas de la época, abrieron un universo
hasta entonces desconocido. También resultaron significativos los procesos de descla-

4  Un ejemplo de este tipo de relatos son los testimonios de sobrevivientes elaborados en el seno de la Comisión
Argentina de Derechos Humanos entre 1979 y 1983 (González Tizón, 2016).

5  CONADEP (2016 [1984]). Nunca más. Informe de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas.
Buenos Aires, Eudeba, p. 126.

6  El Archivo de la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (DIPPBA), abierto a
la consulta pública desde 2003, fue el primero –y hasta ahora el único– fondo orgánico de documentación pro-
ducida por una agencia de inteligencia disponible para el público general.

7  Decreto PEN N° 4/2010 mediante el cual se releva de la clasificación de seguridad a toda documentación e
información vinculada con el accionar de las Fuerzas Armadas en el período comprendido entre los años 1976
y 1983.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 143


sificación del gobierno de Estados Unidos, que permitieron acceder a documentación
vinculada a la represión dictatorial producida por distintas agencias de inteligencia
locales e internacionales.

Los avances en estas políticas públicas dieron como fruto investigaciones sobre dis-
tintos aspectos de la actividad de inteligencia y su relación con la represión interna,
tanto durante la última dictadura como antes y después de ella. Los trabajos más tem-
pranos pusieron el foco en la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de
Buenos Aires (DIPPBA), el primero de los “archivos de la represión” (Da Silva Catela,
2002) en desclasificarse y ofrecerse a la consulta pública. Desde distintas agencias del
Estado nacional se produjeron investigaciones que fundamentalmente se proponían
contribuir a los procesos judiciales en curso y que permitieron, por ejemplo, conocer
detalles de la estructura orgánica del Batallón 601 y su rol en el plan represivo dictato-
rial (Programa Verdad y Justicia, 2015) o de la participación de la Jefatura de Inteligen-
cia Naval (JEIN) en el grupo de tareas de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA)
(Ministerio de Defensa de la Nación, 2015). La investigación académica, todavía in-
cipiente, analizó la evolución histórica de las estructuras de inteligencia desde una
perspectiva normativa (Eidelman, s/f; Poczynok, 2022) y su funcionamiento represivo
a lo largo del período 1955-1983 (Águila, 2013; Montero, 2016; Barragán, 2021; Rubio
Loredo y Segado, 2021).

A pesar de este significativo avance en el estudio de la inteligencia aplicada a la re-


presión interna, todavía es poco lo que se conoce sobre su instrumentación práctica
para el terrorismo de Estado. ¿Cómo se articulaba el circuito de extracción, procesa-
miento y difusión de información con el dispositivo que llevaba a adelante los secues-
tros y detenciones ilegales durante la última dictadura? En un trabajo reciente, Segado
y Rubio Loredo (2021) hacen hincapié en la lógica “desterritorializada” que adquiría el
funcionamiento de la actividad de inteligencia en el contexto de la represión clandesti-
na gracias a la articulación fluida que existía entre los distintos componentes de la “co-
munidad informativa”. Estos intercambios se ajustaban a los lineamientos estipulados
en el “ciclo de inteligencia”, tal como lo denomina la propia normativa castrense, que
definía el circuito que debía seguir la información desde su obtención hasta su pro-
cesamiento y utilización con fines operativos. Gracias a esta red informativa y al con-
junto de procedimientos normativos que la organizaban, podía suceder −y a menudo
era así− que datos obtenidos en un punto del país sirvieran para la planificación y
ejecución de secuestros a cientos (e incluso miles) de kilómetros de distancia, pasando
por alto muchas veces las jurisdicciones que organizaban de manera formal la llamada
“lucha contra la subversión”.

Esta dinámica “desterritorializada” de la actividad de inteligencia coexistía con otra


que tenía un fuerte arraigo en el territorio y que tenía eje en los CCD y sus distintos

Los centros clandestinos de detención en Argentina 144


“puntos de apoyo”8. Las prácticas de obtención, procesamiento y operativización de
la información para fines represivos que se desarrollaba en y desde estos espacios de
cautiverio no siempre se ceñía estrictamente al esquema del “ciclo de inteligencia”, lo
que tampoco significaba que se desvinculara por completo de aquel. Esta inteligen-
cia “territorializada” se materializó de distintas formas. Una fue el emplazamiento de
estructuras especializadas en zonas que se consideraban prioritarias en el marco del
plan represivo. En general, se trataba de jurisdicciones con un alto grado de moviliza-
ción social o donde las organizaciones revolucionarias habían alcanzado un despliegue
considerable. Esta estrategia se complementaba la utilización forzada de personas cau-
tivas en los CCD para llevar adelante nuevos secuestros. Bajo diferentes modalidades
que podían ir desde su empleo como señuelos para tender emboscadas a otras y otros
militantes hasta la realización de tareas forzadas más o menos estables, la llamada “in-
teligencia de campo” se configuró como una herramienta fundamental de las Fuerzas
Armadas y de Seguridad para llevar a cabo el plan represivo.

El capítulo se propone estudiar esta dimensión “territorializada” de la actividad de


inteligencia en su articulación con el entramado de espacios de cautiverio clandestino
para dar cuenta de su contribución específica a la maquinaria del terrorismo estatal.
Para ello se analizarán dos casos correspondientes a circuitos represivos diferentes,
aunque ambos vinculados al Ejército Argentino. En primer lugar, se abordará el fun-
cionamiento de la Central de Reunión de Información (CRI), estructura de inteligen-
cia ubicada en las instalaciones del Regimiento de Infantería Mecanizada 3 de La Ta-
blada (RI 3) y estrechamente relacionada con el CCD “El Vesubio”, parte del circuito
represivo de la Zona de Defensa 1. Por otra parte, se analizará el despliegue represivo
en el CCD “La Perla”, en la provincia de Córdoba, cuyo funcionamiento estuvo vincu-
lado al Destacamento de Inteligencia 141 “General Iribarren”, dentro de la jurisdicción
de la Zona de Defensa 3. A partir del análisis de estos casos, el trabajo pretende llamar
la atención sobre la importancia que asumió en el desarrollo del plan represivo una
modalidad de la actividad de inteligencia que hizo de la territorialidad su fuerte y que,
por momentos, asumió una relativa autonomía del circuito de información estipulado
en la normativa de la materia.

Una avanzada de inteligencia en el territorio: la Central de Reunión de Informa-


ción y su articulación con “El Vesubio”

En los primeros meses de 1977, por decisión del comandante de la Brigada de In-
fantería X (BI X) con asiento en el barrio porteño de Palermo, el coronel Juan Bautista

8  El Registro Unificado de Víctimas del Terrorismo de Estado (RUVTE) define como “puntos de apoyo” los
“lugares o dependencias que, como parte de un circuito o estructura dada, habrían alojado excepcionalmente
detenidos ‘en tránsito’ hacia o desde otros lugares de reclusión clandestinos, o que hubieran alojado personas
detenidas ilegalmente de forma eventual, por períodos cortos de tiempo en cumplimiento de tareas propias de
su función, de policía u otras, o en casos específicos” (RUVTE, 2022:61).

Los centros clandestinos de detención en Argentina 145


Sasiaíñ, se estableció la Central de Reunión de Información (CRI) en el RI 3 de La
Tablada, ubicado en el oeste del conurbano bonaerense. Localizada en el hospital de
la guarnición, la estructura se constituyó como un desprendimiento del Centro de
Operaciones Tácticas (COT) de la BI X, que le aportó efectivos procedentes de su
División II-Inteligencia y la División III-Operaciones. La CRI, además, quedó bajo
la autoridad del entonces jefe del RI 3, coronel Federico Minicucci. En el marco de la
llamada “lucha contra la subversión”, a pesar de estar dentro de la jurisdicción del Área
114, la unidad se desempeñó como cabecera del Área 112, que abarcaba los partidos
de Almirante Brown, Avellaneda, Esteban Echeverría, Lanús, Lomas de Zamora, San
Vicente y Cañuelas. Por sobre esta jurisdicción se situaba la Subzona 11, a cargo del
ya mencionado coronel Saiaíñ. A su vez, esta formaba parte de la Zona de Defensa 1,
correspondiente al Primer Cuerpo de Ejército, cuya máxima autoridad era el general
de división Guillermo Suarez Mason.

La decisión de establecer la CRI en las instalaciones del RI 3 obedeció a una con-


cepción territorializada de la represión. Según declaró ante la justicia el entonces coro-
nel Franco Luque, jefe de la División Inteligencia de la BI X y también jefe de la CRI
durante 1978, en determinado momento se planteó la necesidad de dividir en dos el
pequeño estado mayor del área de Inteligencia de la brigada. A partir de entonces, la
actividad burocrática se centralizó en los cuarteles de Palermo, mientras que el nuevo
“puesto adelantado” se encargaría de la obtención de información y la producción de
inteligencia en el lugar mismo de los hechos9. Las razones de esa división la explicitó
el coronel Saiaíñ en un sumario militar instruido a mediados de 1984. Allí planteó que
el objetivo de establecer un “Puesto de Comando Táctico” fuera de la BI X no era otro
que hacer más eficaz las operaciones en una porción del territorio de la Subzona 11
donde, según el máximo responsable de la jurisdicción, se registraba el mayor grado
de conflictividad:

A partir del inicio del año 1977, el Cdo. Br. [Comando de Brigada] reestructuró su dispositivo y
los procedimientos operativos empleados, buscando fundamentalmente mayor eficacia, el más
estricto control y el más fluido enlace entre los niveles del Cdo. Para ello, se procedió a adelan-
tar a un lugar central del sector más comprometido de la Subzona, un «Puesto de Comando
Táctico», que pudiera ejercer la conducción directa y cercana de las operaciones en desarrollo,
asegurando así una mayor coordinación en el esfuerzo y la máxima capacidad de reacción.
Esto se debió especialmente a que el asiento normal del Comando de Brigada se encontraba
muy distante y fuera de la jurisdicción operacional que le correspondía […] La CRI constituía
un escalón adelantado del Cdo de Br, que estaba integrado especialmente por personal de Je-
fes, Oficiales y Suboficiales de las Divisiones Personal, Icia [Inteligencia] y Op [Operaciones],
reforzado con cuadros de Oficiales y Suboficiales de las distintas áreas componentes de la Su-
bzona, que operaban y realizaban tareas específicas de Icia y C/Icia [contrainteligencia] emer-
gentes de las misiones que ese organismo cumplía. Además, contaba con personal adecuado

9  Tribunal Oral en lo Criminal Federal N°4 de la Ciudad de Buenos Aires. Fundamentos de la sentencia de la
Causa Nro. 1487 “ZEOLITTI, Roberto Carlos y otros s/inf. art. 144 bis inciso 1° y último párrafo de la ley 14.616
en función del art. 142 inc. 1° -ley 20.642-, art. 144 bis último párrafo en función del art. 142 inc. 5° y art. 144 ter,
párrafo 1° de la ley 14.616 y art. 80 inc. 2° del Código Penal”, 23 de septiembre de 2011.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 146


para darse seguridad”10.

El lenguaje técnico castrense y los eufemismos utilizados por el militar para dar
cuenta de las acciones en el marco del plan represivo de las Fuerzas Armadas adquie-
ren mayor carnadura histórica al reconstruir qué ocurría a comienzos de 1977 en el te-
rritorio donde se estableció la CRI y, en particular, cuál era el papel que desempeñaba
el RI 3 en el entramado de CCD de la Subzona 11, una de las más activas en términos
represivos. La investigación judicial por los crímenes de lesa humanidad cometidos en
el ámbito del Primer Cuerpo de Ejército, fragmentada en distintos tramos de la causa
Nº 14.216/03, permitió acreditar el funcionamiento de la unidad militar de La Tabla-
da como espacio de cautiverio clandestino y sus vínculos aceitados con “El Vesubio”,
uno de los mayores CCD de la Subzona 11. Es en el marco de la articulación con este
espacio de cautiverio y sus acciones represivas en un área específica del conurbano bo-
naerense que el despliegue de la actividad de inteligencia de la CRI alcanzó su máximo
desarrollo.

Ubicado a menos de 5 kilómetros del RI 3 y a escasos metros de la intersección de


la autopista teniente general Pablo Riccheri y la Ruta Provincial Nº 4 o “Camino de
Cintura”, “El Vesubio” funcionó como espacio de detención clandestina al menos entre
marzo de 1976 y octubre de 1978. El CCD estaba formado por tres chalets propiedad
del Servicio Penitenciario Federal (SPF), institución que se subordinó a las Fuerzas
Armadas para llevar adelante la “lucha contra la subversión” y tuvo a cargo las guar-
dias en el espacio de cautiverio. Según pudo acreditar la investigación judicial, en “El
Vesubio” permanecieron secuestradas unas cuatrocientas personas, aunque la cifra es
provisoria dada la clandestinidad de la represión. Su ubicación en una zona muy tran-
sitada del conurbano bonaerense y en las proximidades de la principal vía de acceso al
aeropuerto internacional de Ezeiza determinó que la ubicación del CCD fuera expues-
ta tempranamente en las denuncias que circularon en el exilio (González Tizón, 2023).
Quizás por eso las Fuerzas Armadas hayan decidido demoler sus edificios hacia finales
de 1978 o comienzos de 1979, cuando la visita al país de la Comisión Interamericana
de Derechos Humanos (CIDH) parecía inminente.

Los vínculos entre “El Vesubio” y el RI 3 no estaban dados solo por la proximidad
geográfica y la ubicación física de ambas dependencias dentro del territorio del Área
114. Tanto la unidad militar como la BI X −de la que esta dependía− aportaron efec-
tivos en comisión para que cumpliera funciones como personal de inteligencia en el
CCD. Sin ir más lejos, el primer jefe de “El Vesubio”, el entonces mayor Pedro Durán
Sáenz −conocido bajo el apodo de “Delta”− se desempeñaba como auxiliar de inteli-
gencia en el BI X. Testimonios de sobrevivientes y también de algunos integrantes del
aparato represivo ubican a Durán Sáenz alternativamente en el CCD y en el RI 3, sobre
todo a partir del desplazamiento de la CRI a la unidad militar. Elena Alfaro, secues-

10  Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional Federal Nº 3 Secretaría Nº 6. Elevación a juicio de la causa


Nº 14.216/03 “Suárez Mason Carlos y otros sobre privación ilegal de la libertad...”, 5 de julio de 2017.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 147


trada en “El Vesubio” entre abril y noviembre de 1977, afirmó que hacia mediados de
ese año “la Jefatura [del CCD] se traslada al Regimiento de Infantería 3 de La Tablada,
es decir que DELTA pasa a tener su habitación en Jefatura (...) soy testigo de que se
mudan, se muda al CRI”11. En ese momento, según declara la sobreviviente, se produjo
un breve interregno en “El Vesubio”, que quedó por unos meses a cargo de personal
militar del Regimiento de Infantería 6 de Mercedes. No obstante, sostiene, “si bien
cambian las autoridades del campo tanto Durán Sáenz como Luque continúan ejer-
ciendo su influencia desde el CRI”12. Alfaro, además, relató haber sido llevada desde
“El Vesubio” a la habitación que Durán Sáenz tenía asignada en el RI 3, donde a pesar
de estar cursando un embarazo abusó de ella.

También los responsables del plan represivo hacen alusión a la relación que existía
entre el RI 3 y “El Vesubio”, con la CRI como nexo. El ex agente penitenciario Néstor
Norberto Cendón, quien desempeñaba tareas de inteligencia para el Batallón 601, se
refirió al tema en una de sus declaraciones ante la CONADEP. Su relato ubica la cen-
tral de información dentro del CCD en la etapa previa a su establecimiento en la en-
fermería del RI 3. Cendón, además, identifica al mayor Durán Sáenz como la persona
que tenía a su cargo la estructura de inteligencia13. La información coincide con los
testimonios de sobrevivientes que señalaron la denominada “casa 1” como el lugar
asignado a la jefatura de “El Vesubio”, donde se llevaba adelante el análisis de los datos
extraídos bajo tortura a secuestrados y secuestradas (Watts, 2009). A diferencia del
planteo de Alfaro, el ex agente penitenciario sostuvo ante la CONADEP que la mudan-
za de la CRI a las instalaciones del RI 3 se produjo recién con el relevo de Durán Sáenz.
No obstante, esta afirmación posee algunos problemas, ya que la fecha que da Cendón
para la salida del primer jefe de “El Vesubio”, mayo de 1977, contradice los testimonios
de las y los sobrevivientes, que lo ubican en el CCD hasta el final de ese año. Aun así,
no sería descabellado que Durán Sáenz se incorporara a las oficinas de la CRI en el RI
3 dada su pertenencia a la BI X, unidad que como ya se vio contribuyó con efectivos a
su puesto de inteligencia “adelantado”.

Si la necesidad de estar en contacto directo con el territorio sobre el que se pretendía


operar había sido la razón principal del emplazamiento de la CRI en el RI 3, vale la pena
preguntarse cuáles eran los blancos proyectados para el accionar represivo. Desde su
ubicación en La Tablada, el grupo de tareas que operó con base en el RI 3 y en estrecha
articulación con “El Vesubio” puso la mira sobre dos estructuras de la organización
Montoneros que tenían su centro de gravedad dentro de la jurisdicción de la Subzona
11: las columnas Oeste y Sur. Esta última, en particular, se había configurado como

11  Programa Verdad y Justicia. Regimiento de Infantería 3 y el Regimiento de Infantería 6 en el Centro Clandes-


tino de Detención, Tortura y Exterminio “El Vesubio”, 2016, p. 2.

12  Idem.

13  CONADEP. Legajo Nº 7170. Serie Legajos CONADEP de víctimas del terrorismo de Estado. Subfondo CO-
NADEP. Fondo Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Archivo Nacional de la Memoria.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 148


uno de los últimos bastiones montoneros en el país, esquivando la suerte corrida por
el resto de las estructuras de la organización en territorio bonaerense (Pacheco, 2014;
Confino, 2018). El anexo de inteligencia a la Orden de Operaciones 9/77. Continuación
de la ofensiva contra la subversión durante 1977, emitida por el Comando en Jefe de la
Zona de Defensa 1 en junio de 1977, la caracterizaba como “la más entera y organizada
de las columnas de Montoneros” y estimaba su composición en unos 340 militantes14.
Un diagnóstico similar podía leerse en los informes producidos por la DIPPBA, que
identificaba a dicha estructura como la de mayor peso numérico de la organización.

A la vista de lo anterior, no parece casual que las y los militantes que integraban
ambas columnas hayan sido foco privilegiado de las acciones represivas emprendidas
desde el RI 3 y “El Vesubio”. La investigación judicial por los crímenes de lesa huma-
nidad en el CCD dio cuenta de la intensificación de los operativos de secuestro en las
dos jurisdicciones a partir de febrero de 1977. En particular, la zona sur del conurbano
se convirtió en epicentro de los embates represivos del grupo de tareas con base en “El
Vesubio”. El momento coincide con la fecha en que la CRI habría comenzado a fun-
cionar en el edificio de la enfermería del RI 3. Un análisis de los casos judicializados
en el tercer tramo de la causa “Vesubio” permite apreciar la orientación geográfica y
política que asumió la actividad represiva en el CCD durante el período: entre febrero
de 1977 y abril de 1978, se registraron 106 secuestros en distintos partidos de la zona
sur del conurbano de un total de 194 hechos confirmados en sede judicial. Las locali-
dades más afectadas por las acciones represivas fueron Quilmes (11), Avellaneda (11),
Berazategui (9), Temperley (8), Bernal (7), Adrogué (7), Lanús (7) y Lomas de Zamora
(7)15.

Aunque se trata de una variable difícil de reconstruir debido al marco de clandes-


tinidad en que se desarrollaba la militancia, las identidades políticas de las víctimas
a las que pudo accederse muestran un predominio de militantes montoneros sobre
el total de personas secuestradas en distintos puntos del Gran Buenos Aires entre fe-
brero de 1977 y abril de 1978, con cincuenta y dos casos16. De esa cifra, treinta y dos
personas fueron capturadas en operativos desarrollados en localidades de la zona sur.
No es posible establecer una correspondencia automática entre los lugares donde se
produjeron los secuestros y el territorio de militancia de las víctimas, pero no es un
dato menor que la mayoría de los operativos se hayan realizado en los domicilios de
las y los secuestrados. La hipótesis sobre su pertenencia política se fortalece a partir
de los testimonios de sobrevivientes que mencionan haber visto, colgado en una de las

14  Comandante del Primer Cuerpo de Ejército. Orden de Operaciones 9/77 (Continuación de la ofensiva contra
la subversión durante el período de 1977), junio de 1977.

15  Elaboración propia en base a Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional Federal Nº 3, Secretaría Nº 6.


Resolución causa Nº 14216/03 “Suárez Mason Carlos y otros sobre privación ilegal de la libertad”, 4 de diciembre
de 2015.

16  Idem.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 149


habitaciones de “El Vesubio”, un organigrama con los nombres y jerarquías de las y los
integrantes de la Columna Sur de Montoneros (Watts, 2009). Quizás lo más difícil sea
probar que, detrás de esa persecución, se encontraba la estructura de inteligencia del
RI 3. Sin embargo, la reconstrucción pormenorizada de una secuencia represiva que
tuvo como blanco a un grupo de militantes montoneros de la zona sur permite sacar a
la luz buena parte de este andamiaje clandestino.

Guillermina Silvia Vázquez y Mario Rubén Arrosagaray pertenecían a la Columna


Sur de Montoneros. “Tato”, nombre de guerra de Arrosagaray, se desempeñaba además
como su secretario militar y, debido a eso, era intensamente buscado por la dictadu-
ra. El 17 de febrero de 1977, un grupo de tareas se dirigió al domicilio de la pareja,
en la localidad de Ezpeleta, partido de Quilmes. Cuando los represores arribaron al
lugar, Arrosagaray –que estaba solo en la casa– podaba un cantero. Apenas divisó a
los miembros del grupo de tareas, supo de inmediato que se trataba de un operativo
para capturarlo, por lo que corrió al interior de la casa. Desde allí, lanzó granadas a
sus atacantes e intentó huir. Comenzó entonces un tiroteo que terminó con uno de los
secuestradores muerto. Arrosagaray logró escapar del lugar y luego irse del país, en un
periplo que lo llevaría desde Uruguay hasta Francia, con varios destinos intermedios.
Vázquez no tuvo la misma suerte. Se presume que fue secuestrada minutos después
del operativo contra su marido –las versiones difieren respecto al lugar de secuestro,
algunas sostienen que fue en la misma casa y otras en la parada del colectivo que uti-
lizaba usualmente– y al día de hoy permanece desaparecida. Distintas sobrevivientes
testimoniaron haberla visto en “El Vesubio” con signos de haber sido torturada17.

El incidente que terminó con la muerte de uno de los integrantes del grupo de ta-
reas sacó a la luz la participación de la CRI y el RI 3 de La Tablada en el operativo de
secuestro de Arrosagaray y Vázquez y, con ello, los vínculos entre la unidad de inteli-
gencia y “El Vesubio”. Los pormenores quedaron documentados en el expediente de
justicia militar Nº 46.846/77 que investigó la muerte del cabo primero Osvaldo Ramón
Ríos, nombre del efectivo abatido por Arrosagaray. La apertura de las actuaciones fue
indicada por el propio teniente coronel Minicucci en su calidad de jefe del RI 318. En
el marco de la investigación que pretendía determinar las condiciones en que se había
producido la muerte de Ríos –concretamente, si podía establecerse que había caído
en “cumplimiento del deber”– declararon el resto de los participantes del operativo:
el teniente primero Humberto Eduardo Cubas, el sargento Juan Carlos Scanella y el
cabo Oscar Alberto Pirchio, todos bajo revista en la unidad militar de La Tablada. En
el expediente también se tomó declaración al capitán del ejército Ernesto Guillermo

17  Tribunal Oral en lo Criminal Federal N°4 de la Ciudad de Buenos Aires. Fundamentos de la sentencia de la
Causa N° 2522 (lex n°14216/2003/TO9) “Rodríguez, Hugo Roberto y otros s/privación ilegal de la libertad, agra-
vada por mediar violencia o amenazas; en concurso ideal con el delito de imposición de tormentos”, 2 de junio de
2022.

18  Regimiento de Infantería 3 “General Belgrano”. Expediente N° 46.846 “Cabo 1ro Osvaldo Ramón Ríos (NI
214.593). Fallecimiento en enfrentamiento con elemento subversivo”, 1977.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 150


Villarruel, oficial de inteligencia que revistaba en el RI 3 al momento de los hechos. Al
ser consultado, este admitió haber impartido la orden para realizar un “chequeo” –eu-
femismo para referirse a un operativo de secuestro– en una casa de Ezpeleta. Un dicta-
men incluido dentro del expediente donde se sintetizaba lo ocurrido ese 17 de febrero
de 1977 confirmaba que “personal dependiente del S2 [nomenclatura castrense para
referir a la sección de inteligencia] del Regimiento 3 de Infantería ‘General Belgrano’”
había decidido actuar sobre el domicilio luego de tomar conocimiento de la “posible
existencia de elementos subversivos buscados” en el lugar19.

El cruce entre la información contenida en el expediente y los testimonios de dis-


tintos sobrevivientes de “El Vesubio” saca a relucir el sentido territorial que guió la
actividad de inteligencia en el “puesto adelantado” del RI 3, y su relación directa con el
CCD de autopista Riccheri y Camino de Cintura. Un parte circunstanciado fechado el
mismo día del operativo que tuvo como víctimas a Arrosagaray y Vázquez y dirigido
al Comando de la BI X, señalaba que durante esa jornada había sido detenido un mili-
tante que “era buscado para tratar de localizar a Mario Arrozagaray (alias Tato) perte-
neciente a la Secretaría Militar de la OPM Montoneros y a su esposa Silvia Arrozaga-
ray”20. El mismo parte sostenía que la persona secuestrada había manifestado “conocer
el domicilio de ‘Tato’” y, por consiguiente, sus captores habían decidido llevarla para
que señalara la casa. Luego, el documento se abocaba a la descripción del operativo y el
enfrentamiento que desembocaría en la muerte de Ríos y la fuga de Arrosagaray. Nada
se decía, en cambio, de la suerte corrida por Vázquez.

Son los testimonios de las propias víctimas los que permiten traspasar los silencios
que recorren la documentación de inteligencia y, de este modo, exponer la trama re-
presiva. Durante la investigación judicial correspondiente al tercer tramo de la causa
“Vesubio” fue citado a declarar Julio Ortega, vecino, amigo y compañero de militancia
de Arrosagaray y Vázquez. Era, además, la persona cuya identidad había sido borrada
en el parte circunstanciado elevado por el teniente coronel Minicucci a sus jefes de la
BI X. El relato que brindó Ortega durante su declaración en el juicio oral y ante dis-
tintos medios periodísticos permitió reconstruir la secuencia de caídas que derivó en
el operativo represivo sobre la casa de Ezpeleta del 17 de febrero de 1977. Narró su
secuestro y cómo, bajo la presión de las torturas, señaló el domicilio de Arrosagaray y
Vázquez21. Con esa información entre manos, el capitán Villarruel ordenó el operativo
de secuestro.

La acción represiva que protagonizó la estructura de inteligencia de RI 3 no se li-

19  Ibidem, fs. 49.

20  Ibidem, fs. 6.

21  El Cohete a la Luna. “Lugar común la muerte. Reinicio de las audiencias vía Zoom en el juicio Vesubio III, 1
de noviembre de 2020. Disponible en: https://www.elcohetealaluna.com/lugar-comun-la-muerte/

Los centros clandestinos de detención en Argentina 151


mitó a los casos de Arrosagaray, Vázquez y Ortega. Así lo demuestran los testimonios
de otras víctimas sobrevivientes al cautiverio en “El Vesubio”, que dan cuenta de la
inscripción de esos operativos de secuestro en una persecución más amplia a la Co-
lumna Sur de Montoneros. La secuencia represiva se inició con la captura de Daniel
“Tito” Klosowski, trabajador de la construcción y militante de la organización armada
peronista de la zona sur. Su secuestro se produjo en una obra en la localidad de Rane-
lagh, en el partido de Berazategui, el 2 de febrero de 1977. De acuerdo con el relato de
personas que compartieron cautiverio con él, habría accedido a otorgar información
a los represores a cambio del resguardo físico de su pareja y sus dos hijas de dos y
seis años, secuestradas también en “El Vesubio”. Klosowski compartía con Ortega un
mismo entorno de militancia dentro de las estructuras que la Juventud Peronista (JP)
había desarrollado en el sur del conurbano bonaerense, por lo que se presume que es-
tuvo vinculado a su captura.

La importancia que los agentes de inteligencia le otorgaron al activismo territorial


emerge también en la reconstrucción de los operativos que el personal militar del RI
3 realizó inmediatamente después del ataque contra Arrosagaray y Vázquez. Antes de
implementar cualquiera de las acciones estipuladas por la normativa como parte del
“ciclo de inteligencia”, incluso de llevarla al CCD, los integrantes del grupo de tareas
forzaron a Vázquez a dar información sobre su entorno militante. Así se inició un raid
represivo que encadenaría tres operativos de secuestro en distintos puntos de la zona
sur del conurbano bonaerense. Myriam Graciela Molina y Alma Casco se habían cono-
cido realizando militancia territorial en la Juventud Peronista de Villa España. Ambas
fueron secuestradas el 17 de febrero de 1977 en sus hogares de los partidos de Quilmes
y Berazategui, respectivamente. Ante la justicia, Casco relató que de su secuestro par-
ticiparon dos hombres armados que traían consigo a Vázquez, quien mostraba signos
evidentes de tortura. Luego, ambas fueron conducidas al domicilio de Molina. Las
subieron a un auto y las tiraron al piso, tapándolas con una frazada para disimular
su secuestro. Allí, Casco notó que también estaba con ellas Nilda Gómez, con quien
compartían la militancia en el local partidario del que Vázquez era responsable22. Las
cuatro mujeres fueron conducidas a “El Vesubio”, de donde tres de ellas serían libera-
das a los pocos días.

Otra modalidad del uso de la inteligencia como herramienta para la represión, que
comparte con el circuito CRI-RI 3-“El Vesubio” el interés por la territorialidad, fue
la que se desplegó en el CCD “La Perla”, en Córdoba. El próximo apartado propone
un acercamiento al caso a partir de la reconstrucción de la actividad represiva de ese
espacio de cautiverio estrechamente ligado al Destacamento de Inteligencia 141, con
asiento en la provincia mediterránea.

22  Tribunal Oral en lo Criminal Federal N°4 de la Ciudad de Buenos Aires, Op. cit.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 152


La “inteligencia de campo”: la Sección “Operaciones Espaciales” de La Perla

La Tercera Sección de “Operaciones Especiales” (OP 3), dependiente del Destaca-


mento de Inteligencia 141 (DI 141), funcionó dentro del CCD “La Perla”, ubicado sobre
la Ruta Nacional 20 que une las ciudades de Córdoba y Carlos Paz. Este CCD, el más
grande de los que existieron en la provincia, funcionó hasta diciembre de 1978 y se
estima que estuvieron secuestradas allí aproximadamente 2500 personas. Este espacio
de detención clandestina quedó bajo la órbita de la jurisdicción de la Zona de Defensa
3, bajo responsabilidad del Comando del Tercer Cuerpo de Ejército, cuyo comandante
fue el general de división Luciano Benjamín Menéndez. A su vez, “La Perla” estaba ins-
cripta en el territorio del Área 311, a cargo –en 1976– del coronel Juan Bautista Sasiaiñ,
el mismo oficial que en el año 1977, como comandante de la BI X, decidió desplazar
parte de la estructura de inteligencia de esa unidad bajo la forma de un “puesto adelan-
tado” en el territorio, con el objetivo de hacer más eficiente la represión.

Para comprender el funcionamiento represivo de “La Perla” y su articulación con


la OP 3 y el destacamento de inteligencia es necesario remontarse al período previo al
golpe de Estado. Esto se debe a que muchos de los efectivos policiales, militares y civi-
les que actuaron en este CCD tenían pasado en la organización paraestatal Comando
Libertadores de América (CLA), vinculada al Departamento de Informaciones de la
Policía de la Provincia de Córdoba (D2) y al DI 141 del ejército, que luego cumpliría
un rol determinante en el despliegue represivo del CCD. Desde la asunción del ge-
neral Menéndez como comandante del Tercer Cuerpo de Ejército, la centralización
del dispositivo represivo estipulada por la normativa antisubversiva a escala nacional
se aceleró particularmente en Córdoba. A partir del 24 de marzo de 1976, “La Perla”
quedó bajo responsabilidad directa del Destacamento de Inteligencia 141. A pesar de
haber sido relegado en favor del personal militar, los efectivos que previamente habían
actuado junto a la policía nutrieron los puestos de la OP 3.

El circuito de inteligencia en el que se inscribía –y al que también contribuía de


manera activa– “La Perla” fue denunciado ya en tiempos de dictadura. En su Informe
del Campo de Concentración y Exterminio “La Perla”, publicado en Madrid en 1980, la
Comisión Argentina de Derechos Humanos (CADHU) reconstruyó la estructura de
inteligencia y el funcionamiento de las distintas secciones bajo la órbita del DI 14123.
La Sección Primera, “Política”, centralizaba toda la información obtenida mediante
torturas y procedía a la formación de archivos. De acuerdo con el documento, que
tomaba como base testimonios de sobrevivientes del CCD, una vez procesada la infor-
mación, se la remitía al Batallón de Inteligencia 601 en Buenos Aires. La Sección Se-
gunda, “Calle”, se encargaba de la investigación y control de informantes y colaborado-

23  Comisión Argentina de Derechos Humanos. Informe del campo de concentración y exterminio “La Perla”,
Madrid, 1980. Serie Publicaciones. Sección CADHU. Fondo Carlos González Gartland. Archivo Nacional de la
Memoria. Argentina. Disponible en:
catalogo.jus.gob.ar/index.php/informe-del-campo-de-concentraci-n-y-exterminio-la-perla

Los centros clandestinos de detención en Argentina 153


res, de acuerdo con las prioridades establecidas por la 1ª sección. La Sección Tercera,
“Operaciones Especiales”, tenía base en “La Perla” y mediante las torturas a detenidos y
detenidas obtenía información sobre “citas” o domicilios de militantes que se sumarían
a los que ya permanecían secuestrados en el lugar.

Los testimonios que las y los sobrevivientes de “La Perla” dieron ante la CONADEP
permitieron reconstruir un panorama bastante acabado del personal involucrado en
los secuestros, torturas, asesinatos. Estos relatos, sumados a los que se dieron en el
marco de los juicios por los crímenes de lesa humanidad cometidos en ese CCD, per-
mitieron también conocer en detalle cómo se dividían en la práctica las funciones al
interior de la OP 3. Mirta Iriondo, secuestrada en “La Perla” entre fines de abril y fines
de octubre de 1977, afirmó que:

el funcionamiento era que el mismo personal que hacía inteligencia ahí adentro, inte-
ligencia de datos, era el mismo personal que secuestraba y era el mismo personal que
hacía operativos, bastante poco normal en la doctrina militar; el personal que hace
operaciones, no es el que hace inteligencia y no se tortura, un militar no tortura en
una doctrina militar; bueno, aquí el mismo personal militar que hacía inteligencia es el
mismo personal militar que hacía los operativos; o sea, que buscaba, hacía la inteligen-
cia, operaba con esos datos de inteligencia y ese mismo personal utilizaba métodos de
tortura para obtener información24.

Algunos sobrevivientes recuerdan que los efectivos de la OP 3 se jactaban de haber


participado activamente junto a los agentes policiales en las acciones clandestinas del
CLA durante el año 1975, como el asesinato de varios miembros de la familia Pujadas
y de dirigentes montoneros como Marcos Osatinsky, Eduardo Jensen y Horacio Mi-
guel Pietragalla25. En este sentido, Liliana Callizo, sobreviviente de “La Perla”, declaró
que el sargento Luis Alberto Manzanelli se había referido en diversas oportunidades a
los cursos realizados en el D 2 con anterioridad al golpe de Estado. Entre otras cosas,
se había explayado sobre las explicaciones que daba la “tía” Pereyra (personal policial
del D 2 señalada como una de las principales torturadoras) acerca del desarrollo de
las “caídas” de militantes en Córdoba y cómo a partir de ellas se reconstruían los or-
ganigramas de las organizaciones26. La presencia militar también se hacía sentir en la
cúspide de la OP 3: el capitán del ejército Héctor Pedro Vergez, “Vargas” o “Gastón”,
fue su jefe hasta que lo trasladaron al Batallón de Inteligencia 601 en mayo de 1976;

24  Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 1 de Córdoba. Declaración de Mirta Susana Iriondo. 25 de abril de
2013.

25  Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 1 de Córdoba. Fundamentos de la sentencia del Expediente FCB
93000136/2009 “Menéndez Luciano Benjamín y otros p.ss.aa. Privación ilegal de la libertad, privación ilegal de la
libertad agravada, imposición de tortura, imposición de tortura agravada, Homicidio agravado y Sustracción de
menores de 10 años”, 24 de octubre de 2016.

26  Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 1 de Córdoba. Declaración de Mirta de Liliana Beatriz Callizo. 28
de mayo de 2013.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 154


también revistaron en la sección los tenientes primero Jorge Ezequiel Acosta (“Rulo”) y
Ernesto Guillermo Barreiro (“Rubio”, “Gringo”, “Hernández”). El capitán Luis Gustavo
Diedrichs, jefe de la Primera Sección del DI 141 –de la que dependía jerárquica y ope-
racionalmente la OP 3–, manifestaba en un documento que el personal de dicha sec-
ción había actuado de manera eficiente desde noviembre de 197527. La experiencia de
haber operado junto con la policía provincial en la previa del golpe de Estado funcionó
para los miembros de la OP 3 como un entrenamiento para la “lucha antisubversiva”,
en el que adquirieron un conocimiento pormenorizado de las estructuras militantes de
diferente tipo que actuaban en territorio cordobés. A partir del 24 de marzo de 1976,
estos grupos se convertirían en blancos privilegiados del accionar represivo impulsado
desde “La Perla”. Desde el inicio de la dictadura y hasta julio de 1976 aproximadamente
puede reconocerse un primer momento caracterizado por detenciones masivas de mi-
litantes obreros y estudiantiles de organizaciones legales o de “superficie”. A partir de
la segunda mitad de 1976, en cambio, comienza una etapa del CCD en la que se inten-
sifican los secuestros de militantes clandestinos y durante la cual la lógica del extermi-
nio convivió con otra que pretendía implementar la “colaboración” de determinados
detenidos y detenidas en las actividades represivas (Tello, 2021).

De acuerdo con los testimonios de las y los sobrevivientes que permanecieron cau-
tivos en esta segunda etapa, los responsables del funcionamiento de “La Perla” se-
leccionaron a algunos secuestrados y secuestradas para realizar tareas forzadas a su
servicio, tanto de tipo manual como intelectual, una práctica extendida en muchos
de los grandes CCD dictatoriales (Feld y Franco, 2019; Feld, 2022; González Tizón y
Messina, 2022; Fernández Barrio y González Tizón, en prensa). Esta problemática fue
abordada en el Nunca Más en un apartado específico, “Colaboración de Prisioneros”28,
donde se destacaban las múltiples actividades que las y los cautivos debieron realizar
en los CCD las cuales, a pesar del marco coactivo en que se desarrollaban, permitían
conseguir alguna mejora en el trato o las condiciones de cautiverio. El análisis de la
CONADEP se centró en exponer que, mediante las torturas, los captores pretendían
alcanzar la plena colaboración de las personas detenidas. Sin embargo, el informe no
decía nada respecto de la relación entre los esquemas de tareas forzadas y la actividad
de inteligencia en los espacios de cautiverio.

En el caso de las labores intelectuales, la elección de las personas se basaba en sus


trayectorias militantes y/o la posesión de algún saber específico. La confección de listas
diarias de detenidos y detenidas era uno de los quehaceres que solían recaer en manos
de las y los cautivos que se incorporaban a los esquemas de tareas forzadas. La tarea
consistía en registrar el número asignado a la persona detenida al momento de ingre-
sar al CCD, su identidad legal y nombre de guerra, la fecha de detención y la organiza-

27  Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 1 de Córdoba. Op. cit., 24 de octubre de 2016.

28  CONADEP (2016 [1984]). Op. cit., p. 77.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 155


ción de pertenencia29. Estas nóminas se confeccionaban por triplicado para distribuir-
se entre la OP 3 (es decir, esta copia quedaba en “La Perla”), el DI 141 y el Comando del
Tercer Cuerpo de Ejército. El circuito no era azaroso, sino que se correspondía con lo
establecido en la Directiva 404/75 en relación a los medios de reunión de información
y las fuentes de información, organizados en torno al “canal técnico”.

Las y los detenidos también podían ser obligados a realizar informes sobre la situa-
ción estudiantil universitaria y/o política, sobre sus organizaciones de pertenencia o
reportes de las actividades operativas desplegadas por los efectivos fuera de los límites
del espacio de cautiverio30. En este esquema también se incorporaba el aprovecha-
miento de las y los cautivos para la conformación del “previo”, en base a los datos que
eran recogidos en las torturas31, en los cuales se consignaba en el reverso la condición
de “prófugo”, “cárcel” o “QTH fijo” (sigla que significaba “muerto”)32. Otra tarea a la
que se abocaron fue la confección de un archivo de fichas33, como recuerda Iriondo,
que muchas veces provenían de organismos públicos o universidades. Estos archivos
incluían fotografías de estudiantes, empleados públicos y otras personas pasibles de
convertirse en blancos de la represión34. En su declaración ante la CONADEP, Piero Di
Monte, secuestrado y conducido a “La Perla” en junio de 1976, afirmaba que:

Durante la primera etapa todos los prisioneros eran obligados a revisar un archivo de
fotografías conformado por álbumes correspondientes a: presos políticos y comunes
detenidos en la Penitenciaría; estudiantes de las distintas facultades; obreros depen-
dientes de distintas fábricas; personas detenidas en averiguación de antecedentes por la
policía provincial y Federal por haber participado en manifestaciones populares; solda-
dos conscriptos que estaban realizando el Servicio Militar Obligatorio.

También conformaban parte de este archivo fotografías tomadas en manifestaciones


públicas. Muchas de ellas correspondían a la que se desarrolló durante el entierro del
dirigente sindical Agustín Tosco. En algunas de estas había círculos que señalaban cier-
tas personas35.

29  Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 1 de Córdoba. Declaración de Cecilia Beatriz Suzzara, 30 de abril de
2013, y Declaración de Graciela Susana Geuna,1 de agosto de 2013.

30  Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 1 de Córdoba. Op. cit., 28 de mayo de 2013, y Declaración de Andrés
Eduardo Remondegui, 30 de mayo de 2013.

31  Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 1 de Córdoba. Op. cit., 1 de agosto de 2013.

32  Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 1 de Córdoba. Op. cit., 30 de abril de 2013.

33  Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 1 de Córdoba. Op. cit., 25 de abril de 2013, y Declaración de Gustavo
Contepomi, 25 de julio de 2013.

34  Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 1 de Córdoba. Op. cit.,25 de julio de 2013.

35  CONADEP. Legajo CONADEP N° 4280. Serie Legajos CONADEP de víctimas del terrorismo de EStado.
Subfondo CONADEP. Fondo Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Archivo Nacional de la Memoria.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 156


Los testimonios recuperados dejan entrever que los efectivos que actuaban en “La
Perla” contaban con documentación e información sobre el territorio social y político
sobre el que pretendían operar que habían recolectado con anterioridad al golpe de
Estado de marzo de 1976. Este material constituía un insumo valioso para afinar los
objetivos y preguntas durante los interrogatorios y, de este modo, obtener datos que
luego aplicarían para el ejercicio represivo. En algunos casos, se trataba de información
concreta para llevar adelante operativos contra individuos pertenecientes a distintos
sectores de la población como estudiantes, obreros, militantes, activistas y soldados
conscriptos, mientras que en otros los saberes obtenidos versaban sobre cuestiones ge-
nerales y de estructura de las organizaciones revolucionarias. Nuevamente, el análisis
de una serie de casos concretos permitirá vislumbrar el empleo práctico de este caudal
de información acumulado previo al inicio de la dictadura en función del despliegue
represivo en “La Perla”.

Pedro Antonio Juárez, empleado de SanCor y secretario general de la seccional Cór-


doba de la Asociación de Trabajadores de la Industria Lechera de la República Argen-
tina (ATILRA), y su cuñado Humberto Enrique Pache, ambos militantes del Partido
Revolucionario de los Trabajadores (PRT), fueron secuestrados en un domicilio del
barrio Centro América de la ciudad de Córdoba durante la madrugada del 15 de junio
de 1976. Piero Di Monte, secuestrado el 10 de junio de 1976 y quien fuera compañero
de ellos en la industria lechera, relató que durante la tortura a la que fue sometido en
“La Perla” lo habían interrogado sobre el domicilio de Juárez, el cual negó conocer. A
los pocos días, ambos aparecieron en la cuadra y Juárez le contó que su secuestro se
produjo a raíz de que en 1975 su cuñado había sido víctima, junto a otros obreros de
SanCor, de una detención previa por personal del Comando Radioeléctrico mientras
se trasladaban en un ómnibus en el marco de una manifestación. Una vez llevados al
D 2, fueron maltratados, fichados y finalmente puestos en libertad. En la “Perla” había
una carpeta con este caso donde estaban las fotografías y datos personales de todos los
detenidos en aquella oportunidad. Un colaborador civil del ejército sabía que vivía en
casa de su suegra y obtuvo la dirección a partir de los datos de Pache que figuraban
en dicha documentación36. La información sobre cada uno de las y los detenidos que
se iba recopilando en carpetas individuales servía de insumo a la Sección Política que
funcionaba como “base” en el DI 141 para continuar las labores de entrecruzamiento
de los datos obtenidos que permitían alimentar el ciclo de detenciones e incautamiento
de nueva documentación en el marco de los allanamientos de domicilios en Córdoba.
Tanto Juárez como Pache fueron “trasladados” y asesinados.

Uno de los objetivos que se trazaba la actividad de inteligencia en el marco del plan
represivo era la reconstrucción de los organigramas de las organizaciones revolucio-

Argentina.

36  Idem.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 157


narias para, con ese insumo, proceder a su desmantelamiento mediante las detencio-
nes-desapariciones de sus militantes y la destrucción de sus estructuras en todos los
ámbitos de intervención. Los ex detenidos recuerdan haber sido obligados a dibujar
estos organigramas, que serían completados por los represores conforme avanzaba la
recolección de información37. Para llevar adelante de manera más “eficiente” la actua-
ción en el terreno y la determinación de los posibles blancos de secuestro, existieron
bajo la órbita de la OP 3 dos oficinas dedicadas a la actividad de inteligencia sobre las
organizaciones político-militares con inserción en la provincia de Córdoba, una des-
tinada a Montoneros, a cargo del oficial Barreiro, y otra al Partido Revolucionario de
los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP), a cargo del sargento
Manzanelli38. Sobre esta cuestión se explayó el sobreviviente Andrés Eduardo Remon-
degui, secuestrado a comienzos de julio de 1976:

Saliendo de La Perla, a la izquierda, la segunda oficina era del PRT y la última oficina
era la de Montoneros. La primera vez que me llevan a esa oficina vi contra la pared el
cronograma (sic)39, todo un cronograma, y dentro de ese cronograma la ubicación, y
mi propia ubicación como responsable de la JUP [Juventud Universitaria Peronista]40.

El relato expone la conexión que existía entre los distintos momentos del circuito de
inteligencia. Por un lado, la obtención de información, para lo cual era fundamental la
tortura de las y los detenidos a los fines de conseguir datos de militantes y de posibles
“citas” que permitieran efectuar operativos en el corto plazo, en paralelo a la recons-
trucción de las estructuras de las organizaciones. Esto permitía definir operativos de
secuestro en un mediano plazo a partir del procesamiento que los efectivos de la Sec-
ción Política hacían de la información recogida. Con estos lineamientos de fondo, por
ejemplo, Andrés Remondegui junto con Gustavo Contepomi y otros detenidos, serían
obligados a trabajar en la oficina destinada a Montoneros41. Por otro lado, también es
posible entrever los refinamientos y precisiones que se van gestando en la recomposi-
ción de las dinámicas represivas, en las que el propio espacio de detención y las perso-
nas detenidas son insertados en un engranaje que tiene como una de sus piezas claves
la “colaboración” de los prisioneros, en un contexto en el que la posibilidad de negarse
a lo requerido por los captores era casi inexistente. En su testimonio ante CONADEP,
Piero Di Monte recuerda el momento en que Barreiro hizo referencia a este esquema
de presión sobre las y los cautivos basado en torturas físicas y psicológicas en el marco
del cautiverio en “La Perla”:

37  Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 1 de Córdoba. Op. cit.,25 de julio de 2013.

38  Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 1 de Córdoba. Declaración de Héctor Ángel Teodoro Kunzmann, 12
de marzo de 2013.

39  En realidad el testimoniante se refiere a un “organigrama”.

40  Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 1 de Córdoba. Op. cit.,30 de mayo de 2013.

41  Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 1 de Córdoba. Op. cit.,12 de marzo de 2013.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 158


El capitán Barreiro a fines de 1976, sintetizó el método de tortura empleado en La Perla
en un gráfico que estaba colgado en una oficina-interrogatorio, que tuve oportunidad
de ver, y consistía en una figura humana similar al dibujo de Leonardo[Da Vinci] (‘ana-
tomía humana según proporciones ideales’), acompañando al círculo, leyendas super-
puestas, explicando el ciclo de torturas y objetivos perseguidos42.

El “lancheo” fue una práctica que también se utilizó de manera recurrente en dis-
tintos espacios de cautiverio ilegal de la dictadura. Consistía en sacar a secuestrados o
secuestradas del CCD y hacerlos recorrer zonas definidas de antemano con la finalidad
de que señalaran a otros militantes o casas operativas de las organizaciones. Por lo
general, las personas detenidas salían en auto y en compañía de sus captores. En caso
de que se negaran a “marcar”, su sola presencia en la vía pública habilitaba la posibi-
lidad de que fueran reconocidos por sus antiguos compañeros y compañeras de orga-
nización, actuando como un “señuelo” para atraer nuevas víctimas hacia el grupo de
tareas. Los “lancheos” están incluidos dentro del instrumental de procedimientos a ser
implementados en el marco de la “lucha contra la subversión” en el texto del manual
Contrainsurgencia a partir del accionar del Partido Revolucionario Montoneros.
Según Tello (2019), el documento prescribe los lineamientos fundamentales de un
saber-hacer para el conocimiento del enemigo y sus puntos débiles. El escrito, elabora-
do por la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE), se refería a los “lancheos” como
un método efectivo para la “detección de militantes” y el “control territorial”. En rela-
ción con este punto, “la gran cantidad de descripciones sobre cómo debe hacerse (...)
hace que pueda leerse –entre líneas– la emoción con la que se habla de este método ‘de
calle’” (Tello, 2019: 13).

En un apartado dedicado a los operativos represivos, el ya mencionado informe de


la CADHU sobre la “La Perla” denunciaba el uso de las y los prisioneros para señalar
compañeros y compañeras de militancia, expresando que se los hacía vestir con ropa
militar de fajina para obligarlos a participar en controles en estaciones de trenes, óm-
nibus y rutas. Asimismo, un ex detenido mencionó que eran obligados a usar pelucas,
gorros o anteojos para participar de esos operativos43. Este despliegue del CCD más
allá de su espacio físico, que también se registró en otros casos como el de la Escuela
de Mecánica de la Armada (ESMA) (Feld, 2019), respondía en este caso a una lógica
territorial del ejercicio de la represión: llevar a un detenido o detenida a un “lancheo”
suponía que su conocimiento de una zona por su actividad política previa redundaría
en el reconocimiento de integrantes de su misma estructura militante, quienes una vez
secuestrados contribuirían a alimentar el circuito de inteligencia y nuevas secuencias
de capturas.

42  CONADEP. Legajo CONADEP N° 4280.

43  Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 1 de Córdoba. Op. cit., 30 de mayo de 2013.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 159


La “caída” de la dirección de la regional Córdoba de Montoneros, ocurrida en el
marco del “enfrentamiento” en la residencia “El Castillo” de Villa Cabrera el 9 de mar-
zo de 1977, permite reconstruir el funcionamiento concreto de los “lancheos”. La in-
formación que trascendió a través de la prensa escrita puntualizó que dos policías
habían ubicado un grupo sospechoso tomando café en el bar “Los Cubanitos” de la
capital cordobesa y que, al requerirles sus documentos, se resistieron mediante armas
de fuego44. Los testimonios de sobrevivientes de “La Perla” que por entonces permane-
cían cautivos en el CCD plantean una situación diferente, que involucra los “lancheos”
organizados por el personal del DI 141. Durante una recorrida por la ciudad a bordo
de un vehículo perteneciente a esa unidad militar en el que viajaban, entre otros, “Pa-
lito” Romero, un detenido señaló a los militantes montoneros Ricardo Daniel Santilli
y César Gerónimo Córdoba, quienes permanecían en el bar ya mencionado. Ambos
lograron escapar, y Córdoba buscó refugio en la casa donde funcionaba la dirección
regional de la organización. Sin embargo, los efectivos de la OP 3 siguieron su ras-
tro, dando aviso al destacamento, que tomó la decisión de transformar el operativo
clandestino en uno “legal” comandado por el mismísimo Menéndez. Como resultado
del accionar represivo fueron asesinados los militantes Eduardo Tomás Molinete, Juan
Carlos Connochiari, Hilda Olivier, Carlos Eduardo Antonio Mayo, Ada Alicia Juane-
da, Víctor Berman Salinas Pinheiro y Raúl Alberto Vega45.

Este hecho “exitoso” para las fuerzas represivas de la ciudad de Córdoba recibió am-
plia difusión a partir del comunicado emitido por el Comando del Tercer Cuerpo de
Ejército en el que, además de legitimar el accionar del ejército, se hacía una detallada
exposición de los antecedentes de las y los “subversivos” muertos en el supuesto “com-
bate”. Asimismo, el propio Menéndez en conferencia de prensa manifestó que la docu-
mentación incautada en el procedimiento les permitía arribar a la conclusión de que la
estrategia de Montoneros en Córdoba se orientaba al “desbande y huida al extranjero”
de un número significativo de sus militantes en la provincia y de “mimetización” entre
la población de aquellos que quedaran en el país46. De este modo, el máximo responsa-
ble de “La Perla” se valía de un operativo represivo para fortalecer la propaganda oficial
que daba cuenta de los progresos de la dictadura en la “lucha contra la subversión”.

César Córdoba no murió en el operativo montado en “El Castillo”. Logró escapar


del lugar malherido hasta la casa que compartía con su compañera Nidia Teresa Pia-

44  La Opinión. “Noticias de enfrentamientos y hallazgo de cadáveres,” marzo de 1977.

45   Registro de Desaparecidos y Fallecidos. Legajo N° 828; Legajo N° 1070; Legajo N° 901; Legajo N° 1521; Le-
gajo N° 759; Legajo N° 608 y Legajo N° 611.Serie Legajos REDEFA de víctimas de terrorismo de Estado. Fondo
Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Archivo Nacional de la Memoria. Argentina

46  La Opinión. “Noticias de enfrentamientos y hallazgo de cadáveres,” marzo de 1977; Clarín. “Abatieron en
Córdoba a siete extremistas”, 10 de marzo de 1977; La Voz del Interior. “Así lo afirma el análisis de la documenta-
ción capturada en el enfrentamiento de Villa Cabrera”, 19 de marzo de 1977; La Nación. “A uno de los asesinos de
Mor Roig abatióse”, 19 de marzo de 1977; El Diario. “Informóse en Córdoba sobre la lucha contra la subversión”,
19 de marzo de 1977.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 160


zza. Allí se negó a recibir atención médica dado que era buscado por los efectivos del
área 311. Debido a la gravedad de las heridas, finalmente falleció y fue enterrado en el
patio de la propiedad. Este hecho fue utilizado como propaganda antisubversiva por
las fuerzas represivas, cuando el 21 de abril de 1977, a partir de la documentación se-
cuestrada en “El Castillo”, fue detenida Piazza y obligada a indicar el lugar donde había
enterrado a su compañero. La prensa de la época que cubrió el hecho enfatizó la falta
de ética y moral de las organizaciones revolucionarias que dejaban morir a sus mili-
tantes47. En enero de 1978, el Consejo de Guerra Estable y Permanente N° 4 condenó
a Piazza a 20 años de prisión, entre otros delitos, por abandono de persona seguido de
muerte. Finalmente, fue sobreseída por la justicia federal en julio de 1987 atendiendo
al contexto político excepcional de la dictadura que había condicionado el marco de
posibilidades de quienes eran blancos de la represión48.

Entre quienes eran forzados a participar en los “lancheos” existía el temor de que
sus propios compañeros y compañeras de militancia los señalaran como “colabora-
dores” de los represores. Liliana Callizo, ex detenida en “La Perla”, recuerda cómo los
miembros del grupo de tareas eran conscientes de estas tensiones que atravesaban al
universo de secuestrados y secuestradas y las explotaban a su favor:

Esto podía ser una persona herida saliendo de la sala de tortura, rota, arriba de un auto
y esta persona decía, por ejemplo, ver a Juan Pérez, ellos sabían casi todo, pero llevaban
a esa persona para generar en el grupo que quedaba en la calle, que lo veía bajar, quedar
este estigma de que vino y lo entregó al otro, porque desde el punto de vista ético y hu-
mano no podían llevar a una persona arrastrando, totalmente rota, pero como no tenía
ningún valor, a la persona la hacían bajar del auto rota.

(...) los compañeros venían destrozados, los paraban, los hacían caminar al lado de
alguien y el que te veía decía “mirá, va con un militar, está buscando gente”, y no es así,
primero las grandes caídas no eran pescados ahí y con el tiempo no quedaba nada, era
un método para desprestigiarnos a nosotros49.

A pesar de los dilemas que atravesaban a quienes eran convocados para participar
de los “lancheos”, el temor a represalias contra su persona o sus familias los llevaban a
participar de los operativos simulando la colaboración con sus captores50. La sobrevi-

47  Télam. “Córdoba: procedimiento antisubversivo”, 21 de abril de 1977; Crónica. “Cabecilla enterrado para
confundir”, 22 de abril de 1977.

48  Juzgado Federal N° 2 de Córdoba. Fallo del Expediente 188/84 “Piazza de Córdoba, Nidia Teresita p.s.a. Inf.
ley 20.840”, 7 de julio de 1987.

49  Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 1 de Córdoba. Op. cit., 28 de mayo de 2013.

50  Mirta Iriondo rememoró una ocasión en que fue llevada a “lanchear”: “así que salimos ese día, y recuerdo
que ahí Pinchevsky, de pronto él dice ‘Mirta reconoció’; perdón, ‘Norma, reconoció a una persona’, había núme-
ros, no sé quiénes eran los números, damos la vuelta y por supuesto no había nadie y luego él dice ‘se fue en el
colectivo, se fue en colectivo’, siguieron al colectivo, no encontraron a nadie, volvimos a La Perla y allí Pinchevs-

Los centros clandestinos de detención en Argentina 161


viente Graciela Geuna recuerda, por ejemplo, una ocasión en la que Acosta le ordenó
salir a “lanchear” en coche para marcar el domicilio de un militante. Ella brindó datos
falsos y los allanamientos resultaron infructuosos, lo que le valió ser víctima de una
intimidación por parte del militar, quien le dijo “yo no te voy a tocar porque te conozco
desde chica, pero otros sí. Se te están acabando los plazos”51. Frente a esta situación, las
personas secuestradas intentaron distintas estrategias para evitar otorgar información
a sus captores. Al aporte de datos falsos se sumaba la simulación de no ver a nadie
conocido. Gustavo Contepomi recuerda esta estrategia como una manera de que los
captores “no pudieran violar nuestras mentes y nuestros sentimientos. Que nuestros
valores se mantuvieran aunque fuera en silencio, porque el silencio fue la única forma
de resistencia en el campo de concentración”52. No obstante, como ya se mencionó,
podía ocurrir que en el transcurso de un “lancheo” una persona fuera reconocida por
alguien que había compartido la militancia antes del secuestro. Por eso, sostiene Irion-
do, “la idea era que mirara hacia abajo, mirar hacia arriba, tratar que de nadie nos viera
(...), por el temor que alguien nos reconociera y pudiera salir corriendo, que ese era el
mayor de los peligros”53. Así ocurrió con la detención de Pablo Ortman, secuestrado
el 10 de julio de 1976.

Delegado de SanCor, Ortman fue despedido luego del golpe de Estado del 24 de
marzo. De acuerdo a la denuncia que realizó su madre con posterioridad a su desapa-
rición, las Fuerzas de Seguridad lo habían buscado en su domicilio en tres oportuni-
dades. Recién en diciembre de 1979, en el marco del habeas corpus que presentó por
su hijo y de las respuestas otorgadas por la Brigada Aerotransportada 4 y la delegación
Córdoba de la Policía Federal Argentina (PFA), le informaron que había muerto a raíz
de un enfrentamiento el 13 de julio de 1976. Posteriormente, a partir de los testimo-
nios brindados por los sobrevivientes de “La Perla” pudo reconstruirse que en realidad
permaneció detenido en ese CCD hasta que fue sacado del lugar junto a otros dos
secuestrados, Marcelo Leónidas Espeche y José René Moukarsel, y asesinado en lo que
fue presentado como un “enfrentamiento” en Camino de La Calera, según rezaba un
memorándum de la delegación Córdoba de la PFA fechado una semana después de
los hechos54. También por el relato de un sobreviviente, Piero Di Monte, se supo que

ky, ‘Paco’, dice ‘Norma reconoció a alguien y los números los dejaron escapar’; posteriormente hablo con ‘Paco’
y me dice ‘bueno, te quise dar una mano para que ellos crean que vos estás colaborando con ellos”. Declaración
de Mirta Susana Iriondo, Op. cit., 25 de abril de 2013.

51  CONADEP. Legajo N° 764. Serie Legajos CONADEP de víctimas del terrorismo de Estado. Subfondo CO-
NADEP. Fondo Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Archivo Nacional de la Memoria. Argentina.

52  CONADEP. Legajo N° 4452. Serie Legajos CONADEP de víctimas del terrorismo de Estado. Subfondo CO-
NADEP. Fondo Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Archivo Nacional de la Memoria. Argentina.

53  Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 1 de Córdoba. Op. cit., 25 de abril de 2013.

54  Memo de la Delegación Córdoba de la Policía Federal del 20/7/1976 N° DGI c.d. 458 S.I. “3 elementos sedi-
ciosos muertos en enfrentamiento en Camino a La Calera” en Registro de Desaparecidos y Fallecidos. Legajo N°
1633. Serie Legajos REDEFA de víctimas de terrorismo de Estado. Fondo Secretaría de Derechos Humanos de la

Los centros clandestinos de detención en Argentina 162


su detención se produjo como resultado de un “lancheo” del que participó el propio
testimoniante, quien conocía a Ortman de la actividad sindical. En 2003, Di Monte
declaró ante el Juzgado Federal N° 3 de Córdoba que lo hicieron bajar a los empujones
en un bar, donde al ver a Ortman intentó retirarse, pero este lo vio y amagó a buscarlo.
Entonces, el personal operativo de “La Perla” se lanzó sobre él y, ante su resistencia, le
pegó un tiro en un pie. En esas condiciones, lo trasladaron al CCD. En los pocos días
que estuvo cautivo llegó a decirle a Di Monte que se había alegrado mucho cuando lo
vio porque pensaba que estaba desaparecido. Tal había sido su emoción al descubrir
que seguía con vida, le confesó, que no se había percatado de la situación que termina-
ría derivando en su secuestro y posterior cautiverio en “La Perla”.

Palabras finales

En el diseño del plan represivo, las Fuerzas Armadas otorgaron un lugar central a
la actividad de inteligencia, que se convirtió en el insumo clave para avanzar con la
persecución a distintas expresiones del activismo social y político. La organización de
un esquema de extracción, circulación y procesamiento de la información garantizó
una base de conocimiento sobre la cual se definieron los blancos de la represión. Este
“ciclo de inteligencia”, como se lo denominó, se estructuró en torno al “canal técnico”,
circuito de reporte de información paralelo al que estipulaba el esquema de depen-
dencias orgánicas de las fuerzas. La importancia del entramado de inteligencia en el
despliegue del terrorismo de Estado llevó a que se lo considerara como su “cerebro” o
“sistema nervioso”

La propuesta de este capítulo fue poner el foco en las lógicas que organizaron el
empleo de la actividad de inteligencia al servicio de la represión política en tiempos de
dictadura. Estudios recientes hicieron énfasis en el componente “desterritorializado”
de esta práctica, que permitía que información recabada en un punto del país, una vez
incorporada el circuito de la “comunidad informativa”, sirviera de base para operativos
represivos en otras zonas de la Argentina o incluso en el extranjero. En apoyo de esta
interpretación pueden citarse, entre otros, los secuestros de militantes que tuvieron
lugar en diferentes países del Cono Sur en el marco de la Contraofensiva montonera.
Por ejemplo, la captura de Susana Pinus y Horacio Campiglia –integrante de la Con-
ducción Nacional de la organización– en Río de Janeiro en marzo de 1980, a manos de
agentes de civil brasileños y argentinos.

A lo largo de estas páginas se abordó una dimensión de la actividad de inteligencia


que privilegió la presencia, acumulación de saberes y acción sobre un territorio defi-
nido. Esta inteligencia “territorializada”, complementaria de la que asumió una forma
“desterritorializada”, hizo base en los espacios de detención clandestina, alimentando

Nación. Archivo Nacional de la Memoria. Argentina

Los centros clandestinos de detención en Argentina 163


su operatoria cotidiana. Por momentos, esta actividad se corrió del esquema pautado
en el “ciclo de inteligencia”, entendido como una secuencia de pasos a seguir por la
información obtenida por las Fuerzas Armadas y de Seguridad. Esto no debe leerse
como un abandono del “canal técnico” ni de la normativa que planteaba su centrali-
dad en el marco de la “comunidad informativa”. Más bien, podría pensarse como una
adaptación que los agentes de inteligencia llevaron adelante en el contexto de la “lucha
antisubversiva” para maximizar el potencial represivo de la información a disposición
con cada nuevo secuestro.

Los casos analizados permitieron visualizar diferentes modos de implementar esta


lógica “territorizalizada” de la actividad de inteligencia en articulación con la operato-
ria represiva de los CCD. El establecimiento de la CRI en las instalaciones del RI 3 de
La Tablada plasmó la necesidad de la BI 10 de consolidar la presencia de su estructura
de inteligencia en una amplia franja de las zonas oeste y sur de la Provincia de Buenos
Aires, un territorio considerado estratégico para en el marco de la “lucha contra la sub-
versión”. Como pudo apreciarse a partir de la reconstrucción pormenorizada de una
secuencia represiva que tuvo como blanco a un conjunto de militantes de la Columna
Sur de Montoneros, la actividad del binomio CRI-RI 3 resultó funcional a la maqui-
naria de secuestros del CCD “El Vesubio”, uno de los mayores espacios de cautiverio
clandestino del conurbano bonaerense.

En el otro caso examinado, el del circuito conformado por el CCD “La Perla” y el DI
141 de Córdoba, el estudio de una serie de episodios represivos expuso cómo el grupo
de tareas con base en “La Perla”, a cargo de la sección OP 3 del destacamento, se nutrió
de los saberes sobre las estructuras militantes del territorio provinciales acumulados
previo al golpe de Estado para planificar los operativos de secuestro de activistas polí-
ticos y sindicales. A su vez, la reconstrucción de los “lancheos” en “La Perla”, práctica
que se apoyaba en un preciso conocimiento de los ámbitos de militancia de las y los
cautivos, demostró la importancia que el territorio -en su sentido físico y político- te-
nía para la reproducción cotidiana del CCD.

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Los centros clandestinos de detención en Argentina 166


La Superintendencia de Seguridad Federal
en la red de espacios de cautiverio
del terrorismo de Estado

Ariel Eidelman
Nicolás Rodríguez Games

Introducción

Los estudios acerca de la dinámica represiva y operacional de la última dictadura


se han concentrado fundamentalmente en el tipo de intervención y accionar de las
Fuerzas Armadas y, en mucho menor medida, abordaron otras instituciones como
las policías, los servicios penitenciarios y las fuerzas intermedias como Gendarme-
ría y Prefectura. El rol específico de las instituciones policiales no formó parte de las
preocupaciones centrales del informe Nunca Más (1984). Este buscó explicar la ac-
ción represiva centralmente en torno a la dinámica de detención, secuestro, tortura,
asesinatos y desapariciones, y dentro de ese marco, el funcionamiento de los espacios
considerados como centros clandestinos de detención (CCD), el perfil de las víctimas
del terrorismo de Estado y el rol del poder judicial durante el período.

Tal como ha señalado Sain (2010), en Argentina no hay estudios comprensivos de


parte de las ciencias sociales sobre las policías para la segunda mitad del siglo XX, y el
conocimiento sobre el rol de estas durante este período está caracterizado por vacíos,
silencios y limitaciones (Águila, 2018; Barry, 2018). Se trata de una burocracia caracte-
rizada por su opacidad, secretismo y ser reacia al escrutinio público y al control exter-
no, lo que se tradujo en dificultades para emprender investigaciones y lograr acceder
a documentos institucionales oficiales (Sozzo, 2005; Caimari, 2010). En ese marco,
las formas que adoptó la participación de la Policía Federal Argentina (PFA) –única
institución policial de carácter federal hasta ese momento– en el período no han sido
estudiadas. Sobre la historia de la PFA, los trabajos de Kalmanowiecki (1995 y 2000)
resultaron pioneros y comprensivos y constituyen una referencia obligada para los te-
mas de este capítulo. Para las décadas de 1960 y 1970 la producción es escasa y pro-
viene de trabajos institucionales (Rodríguez y Zappietro, 1999), que abordan alguna
dependencia específica o tema particular (Eidelman, 2012; Scatizza, 2017; Ortiz, 2020)
o de corte periodístico (Andersen, 2002; Juvenal, 1984; Paoletti, 1987; Reato, 2022)1.

1  Debe tenerse presente que sí existe una producción académica importante en la última década sobre las
policías provinciales durante la década de 1970 y, en particular, sobre su rol en la “lucha contra la subversión”.
Para algunos ejemplos, ver Gentile (2013), Margaria y Schnyder (2015), Rodríguez Agüero (2020), Sain (2015)

Los centros clandestinos de detención en Argentina 167


Este capítulo tiene por objetivo describir y analizar las características más destaca-
das de la Superintendencia de Seguridad Federal (SSF) de la PFA en el período 1975-
1978 considerando dos cuestiones centrales. Por un lado, el hecho de que su edificio
sede funcionó como espacio de cautiverio clandestino. Por el otro, que la dependencia
ejerció la coordinación de las delegaciones de la PFA desplegadas en distintas ciudades
del país. Para ello, el trabajo desarrolla una cronología acerca del proceso de construc-
ción del conocimiento público sobre el espacio de reclusión clandestina dentro del
edificio de la SSF, explicando sus características más significativas. A su vez, analiza el
rol de las delegaciones de la PFA desde el punto de vista operacional, pero teniendo en
consideración que sus dependencias sirvieron muchas veces como espacios clandesti-
nos de reclusión.

El trabajo parte de tres ideas. La primera, que el gobierno militar tuvo como objeti-
vo fundamental el control directo sobre dos estructuras de la PFA: la jefatura policial y
la jefatura de la SSF, para ponerlas a disposición del terrorismo de Estado y la actividad
represiva. Durante todo el período dictatorial, designó al frente de ambos cargos a per-
sonal militar superior del generalato. Ello permite comprender y ponderar la impor-
tancia de la SSF en el marco de la estructura represiva: se trató de un dispositivo poli-
cial que además de aportar su edificio sede para la Zona de Defensa 1, estaba dotado de
un alcance federal con sus delegaciones en las diferentes provincias. En segundo lugar,
se plantea que estas delegaciones cumplieron un rol destacado en varios dispositivos
represivos llevando adelante diferentes y complejas tareas operacionales, de inteligen-
cia y logísticas en función de los objetivos de la represión estatal en las diferentes zonas
del país. Finalmente, se propone que la forma que adquirió la actividad policial en los
últimos años de la autodenominada “Revolución Argentina” (1966-1973), constituye
un antecedente destacado para entender la actividad represiva en la segunda mitad
de la década de 1970. Se trató de una etapa de ampliación de la legislación represiva y
de sanción de leyes de reforma institucional de la mayoría de las policías provinciales
y de la PFA. Además, se produjo una importante vinculación de agentes policiales
con grupos y actividades de carácter paraestatal o parapolicial (Eidelman, 2018). Esto
último se reforzó en los años siguientes, con el surgimiento de la “Triple A” y grupos
paraestatales similares, que tuvieron una actuación importante entre los años 1973 y
fines de 1975 (Franco, 2012), mientras la seguridad federal estaba a cargo de la PFA.

La “lucha contra la subversión” y la Superintendencia de Seguridad Federal

Usualmente, se asocia la expresión “lucha contra la subversión” con la última dicta-


dura cívico-militar 1976-1983. Sin embargo, la “subversión” ya era una preocupación
institucional en los primeros años de la década de 1970, durante la dictadura del gene-

y Scocco (2019).

Los centros clandestinos de detención en Argentina 168


ral Roberto Marcelo Levingston, cuando se la consideraba como una cuestión policial.
En el marco de la modificación de la estructura orgánica de la PFA del 30 de diciem-
bre de 1970, que buscó modernizar y adaptar su estructura a los objetivos políticos y
represivos del gobierno militar de la época, se estableció que la producción de inteli-
gencia de la misma debía estar referida a tres cuestiones: “situación general”, “situa-
ción subversiva” y “contrainteligencia” (Eidelman, 2010; Rodríguez Games, 2021)2 . Sin
embargo, hacia febrero de 1975 se la dejó de considerar como un problema de índole
policial: el gobierno de María Estela Martínez de Perón ordenó poner a disposición
del ejército los efectivos y medios de la PFA en la ocupación militar de la provincia de
Tucumán. En el mismo sentido, toda la normativa previa al golpe de Estado de marzo
de 1976 relacionada con la “lucha contra la subversión” colocó a la PFA en general y a
la SSF en particular, bajo control operacional del ejército, inclusive considerando a esta
en el nivel nacional y a las delegaciones en el nivel de cada zona, subzona y área como
elementos de inteligencia3.

Según el Registro Unificado de Víctimas de Terrorismo de Estado (RUVTE), en la


etapa que va del año 1974 y hasta 1983, la PFA tuvo a su cargo sesenta y nueve “centros
clandestinos de detención y otros lugares de reclusión clandestina”4. En un análisis
de dichos lugares se pueden distinguir treinta y siete comisarías en la Capital Federal,
veinticinco delegaciones en diferentes provincias y siete dependencias de otro tipo
(cinco en Capital Federal y las dos restantes en las provincias de Buenos Aires y Santa
Fe)5. Los lugares a cargo de la PFA más conocidos y de mayor actividad fueron, en
primer lugar, “Garage Azopardo”, activo durante cinco meses entre octubre de 1976
y enero de 1977; en segundo lugar, el circuito represivo conocido como “El Atlético”,
“Banco”, “Olimpo” (“Circuito ABO”), que funcionó entre febrero de 1977 y enero de
1979; y por último el edificio de la SSF6. Además, diferentes causas judiciales lograron

2  A propuesta del entonces jefe de la PFA, general Jorge Esteban Cáceres Monié, el dictador Roberto Marcelo
Levingston modificó su ley orgánica a través de dos normas, una pública y otra secreta (Ley Nº 18.894 y Decreto
Nº S 3073/1970).

3  Para comprender las dimensiones normativas y clandestinas de la SSF es importante tener presente que la
misma –originalmente concebida como Dirección de Coordinación Federal en 1944– fue siempre una unidad
relevante de la PFA, dependiendo directamente del jefe de policía. Su misión original era la de prevenir y repri-
mir el “espionaje y el sabotaje, provocados por cualquier servicio de informaciones o potencia extranjera” (De-
creto Nº S 10.230/1946). Durante la dictadura del general Pedro Eugenio Aramburu, el Decreto-Ley Nº 333/1958
que aprobó una nueva ley orgánica, modificó y amplió su misión y le agregó como objetivo a “grupos subversi-
vos” y “personas que constituyan una amenaza para la seguridad del estado” (art. 20).

4  Información obtenida a partir de un requerimiento de los autores al RUVTE realizado en marzo de 2023.

5  Desde 1945 y hasta febrero de 1976, la PFA contó con cincuenta comisarías seccionales en la Capital Federal.
A partir del Decreto Nº 428/1976, pasó a tener cincuenta y dos.

6  El edificio ubicado en la calle Moreno 1417, a solo cien metros del Departamento Central de Policía, había
sido comprado por la PFA en 1960 y desde entonces fue ocupado por la SSF, que previamente había funcionado
en la Comisaría 17ma, ubicada en la intersección de las avenidas Las Heras y Callao del barrio de Recoleta. Debe
destacarse que, a diferencia del “Circuito ABO” y “Garage Azopardo”, las y los detenidos en SSF lograron reco-

Los centros clandestinos de detención en Argentina 169


determinar el funcionamiento de las delegaciones como espacios de cautiverio que se
integraron a los circuitos represivos de cada zona, subzona y área de defensa en las que
se organizó el plan represivo.

Desde el año 1974, la SSF era una de cuatro superintendencias de la PFA7. Según la
Orden del Día Reservada Nº 13 del 20 de marzo de 1975, quedó conformada hasta 1981
por una jefatura8 y cuatro direcciones generales: Inteligencia9; Operaciones e Informa-
ciones10; Interior11 y Custodias Industriales. Según la declaración indagatoria de Carlos
Vicente Marcote, en 1976 él estuvo a cargo de las direcciones generales de Operaciones
e Informaciones; Juan Carlos Lapuyole, de la de Inteligencia; y Roberto José Rivera, de
la de Interior. Los tres tenían la jerarquía de comisario mayor. Además, señaló que te-
nía “varios departamentos a su cargo, entre los que se encontraba Sumarios (ex DIPA)”
y que “la Brigada de Sumarios se encargaba de procedimientos relacionados normal-
mente con actividades subversivas”12.

Respecto del funcionamiento de la SSF y de algunas de sus características, además


del personal policial perteneciente a los diferentes jerarquías y agrupamientos de la
PFA, esta dependencia contó con un escalafón especializado y secreto –originalmente
creado en 1950—denominado desde 1963 “Cuerpo de Informaciones de Coordinación
Federal” (Rodríguez Games, 2021)13. Este tipo de personal fue concebido en 1950 para

nocer el lugar por tratarse de un edificio que contó con oficinas de atención al público y también porque hubo
personas que ya habían estado detenidas allí antes de 1975-1976, periodo en que el lugar era denominado como
“Coordinación Federal” o “Coordina”.

7  Las restantes superintendencias eran Seguridad Metropolitana, Investigaciones Criminales y Administración,


además del Estado Mayor que estuvo ubicado a ese mismo nivel, según consta en la Orden del Día Reservado Nº
24 del 13 de diciembre de 1974.

8  La norma suprime la figura de subjefatura y establece que las tres direcciones generales le dependen directa-
mente, así como dos divisiones: “Personal y Administración” y “Apoyo e Instrucción”.

9  La norma crea una “Central de Operaciones de Inteligencia” en el nivel departamental, dependiendo esta de
la Dirección General.

10  Su artículo 1º crea la Dirección General de Operaciones e Informaciones “…como instancia coordinadora
para las informaciones y operaciones respecto del accionar de los Departamentos: Asuntos Políticos, Sumarios,
Asuntos Gremiales, Delitos Federales y Asuntos Extranjeros, que le dependerán directamente”.

11  Esta Dirección General se organizaba en cuatro áreas que cubrían todo el país (Áreas I a IV), integradas
respectivamente por delegaciones en diferentes provincias y ciudades.

12  Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº 6 de la Ciudad de Buenos Aires. Fundamentos de la sentencia de


Causa Nº 2108: “GALLONE, Carlos Enrique y otros s/ privación ilegal de la libertad y otros”, 20 de mayo de 2020,
p. 184. La DIPA (División de Investigaciones Policiales Antidemocráticas) tuvo una larga trayectoria en la repre-
sión contra miembros de las organizaciones político-militares, militantes políticos y activistas sindicales, desde
su creación en 1958 y había sido formalmente disuelta en marzo de 1973.

13  Según el art. Nº761 del Decreto Nº6580/1958 que reglamentó la ley orgánica, la entonces “Dirección de Coor-
dinación Federal” podía contar con personal de los escalafones “Seguridad”; “Comunicaciones”; “Bomberos”;

Los centros clandestinos de detención en Argentina 170


“investigaciones de contraespionaje y contrasabotaje”, pero desde 1967 su misión fue la
de “dotar a la Policía Federal de un plantel especializado en tareas de contrainteligencia
e inteligencia” y sus funciones las de realizar “tareas de búsqueda” y “tareas de inteli-
gencia, técnicas o administrativas”14. Los integrantes de este Cuerpo, con capacidades
muy diferentes a las de un funcionario policial regular, y denominados en la jerga
como “halcones”, se desplegaron para trabajar en las diferentes dependencias de la SSF
en todo el territorio nacional y, en función del objetivo de cada una de ellas, ejecutar
tareas de alta vigilancia política policial (Brodeur, 1983 y 2010) pero, además, con la
facultad y destreza para infiltrar a sus objetivos (Rodríguez Games, 2021: 139-142).

La construcción de conocimiento en torno a la SSF como lugar de detención15

En diciembre de 1976, en forma casi contemporánea a los acontecimientos, el Co-


mité Argentin d’Information et Solidarité (CAIS) publicó en París dos documentos
basados en testimonios de sobrevivientes de lugares de detención en Argentina. En
uno de ellos, Patrick Rice –sacerdote irlandés– y María del Socorro Alonso –militante
del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT)– contaron en primera persona
cómo habían sido secuestrados, torturados y detenidos: Rice mencionó la “comisaría
central de Seguridad” y Alonso concretamente “la Superintendencia de Seguridad Fe-
deral”16.

Al año siguiente, el 18 de noviembre de 1977, el cable secreto Nº DS-1992 de la Em-


bajada de los Estados Unidos en Argentina sobre la visita del Comité Internacional de
la Cruz Roja al país como parte de un programa de inspecciones a cárceles iniciado en
enero de ese año, informó que no se había logrado visitar “centros no oficiales” porque
el Ministerio del Interior explicó que “dichos centros de detención e interrogatorio”
no estaban bajo su control17. También en el Informe sobre la situación de los derechos
humanos en Argentina de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la
Organización de los Estados Americanos (CIDH-OEA), aprobado en abril de 1980, se
aludía directamente a la SSF.

personal del cuadro “B”, “Administrativo”; del cuadro “C”, “Técnico” y “Especial” y del cuadro “E”, “Obrero y de
servicio”. Además podía contar también con personal especializado de Auxiliares de la Coordinación Federal.

14  Decreto S Nº 2322/1967.

15  En este apartado se presenta la información que fue surgiendo en forma parcial y fragmentaria sobre la
SSF a partir de tres fuentes: 1) los datos reunidos y elaborados por organismos de derechos humanos locales e
internacionales desde 1976 en adelante; 2) la información producida o refrendada por investigaciones del Poder
Judicial desde 1983 en adelante y 3) los datos surgidos de la investigación y actividad estatal a partir del fin de
la última dictadura.

16  CAIS. Répression et torture, París, diciembre de 1976, p. 2.

17  Desclasificados del gobierno de Estados Unidos. Documento Nº C06280060, 18 de noviembre de 1977.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 171


El 26 de enero de 1983, Rodolfo Peregrino Fernández, inspector retirado de la PFA
que había formado parte de la ayudantía del general Albano Harguindeguy durante su
desempeño como ministro del Interior de facto, prestó declaración de manera confi-
dencial ante Amnistía Internacional en la ciudad de San Pablo, Brasil18. Allí afirmó que
en el edificio sede de la SSF había calabozos para detenidos denominados “por dere-
cha”, es decir, a disposición del Poder Ejecutivo Nacional (PEN) y/o con orden judicial.
Respecto de los “lugares de concentración de detenidos en Capital Federal y Gran
Buenos Aires”, individualiza a la SSF, afirmando que “eventualmente eran trasladados
al lugar algunos detenidos solamente para ser interrogados. Existen en el lugar celdas
y calabozos en número bastante importante”19. El 8 de marzo de ese mismo año, en
otra declaración ante la Comisión Argentina de Derechos Humanos (CADHU) en la
ciudad de Madrid, reiteró la mención a la SSF: “la sede fue utilizada para interrogato-
rios y para alojar allí detenidos ilegales en tránsito hacia otros campos permanentes”20.

A partir del trabajo de recopilación de denuncias, testimonios y confesiones de la


CONADEP, el 6 de abril de 1984 se realizó un procedimiento de reconocimiento del
edificio de la SSF21. Allí las y los testigos reconocieron las instalaciones e identificaron
las oficinas donde fueron interrogados y detenidos en el tercer piso.

El 6 de junio de 1984 compareció espontáneamente ante dicha Comisión Armando


Víctor Luchina, miembro de la PFA entre 1971 y 1980. Sostuvo haber trabajado en el
edificio de la SSF en la custodia de detenidos y detenidas: cuando tomaba la guardia
recibía la lista de los detenidos y una “lista no legal, que era llamada RAF”, por ser los
“que estaban en el aire…tenían números por cada detenido” (Legajo CONADEP Nº
7531: 2)22. En una declaración testimonial posterior, describió la distribución de las
dependencias y oficinas en los diferentes pisos:

En la planta baja estaba la guardia de prevención, al lado una oficina de mesa de entra-
das, la armería, el casino o comedor, y un fichero del departamento de inteligencia al
cual se ingresaba desde el primer piso. En la primera planta estaba Despachos Genera-
les, en el segundo la ex DIPA, luego oficina técnica, en el tercero Delitos Federales y en
el cuarto la Dirección. Acota que en el tercero estaban los calabozos…en el quinto piso

18  CONADEP. Legajo Nº 8066. Serie Legajos CONADEP de víctimas del terrorismo de Estado. Subfondo CO-
NADEP. Fondo Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Archivo Nacional de la Memoria.

19  Ibidem, pp. 138 y 141.

20  Ibidem, p. 27.

21  CONADEP. Procedimiento realizado en el centro de detención clandestino actualmente conocido como Super-
intendencia del Interior de Policía Federal, 6 de abril de 1984, pp. 12-18.

22  Por las iniciales de la Royal Air Force (RAF), la Real Fuerza Aérea de las Fuerzas Armadas británicas, para
dar a entender “en el aire”.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 172


funcionaba “Inteligencia”, en el sexto “Gremiales” y en el séptimo “Políticos”, octavo
“Interior” y noveno “Extranjeros”23.

Según Luchina, a las y los detenidos no sólo se los alojaba en los calabozos, durante
el período 1976-1977 sino que también eran ubicados en oficinas de los diversos pisos,
a excepción del primer piso donde había más oficinas y más personal administrativo.
Respecto de las y los detenidos no legalizados, afirmó que “no se podía dar infor-
mación a nadie (…) si concurría un familiar a preguntar (…) estaba prohibida toda
información”. Agregó que una disposición interna para el personal que realizaba guar-
dias en calabozos prohibía usar sus nombres, apellidos o grados y que debían tratarse
con grados militares para confundir a los detenidos. A su vez, explicó que “dentro del
edificio había controles de las tres Fuerzas Armadas que iban por los pisos donde es-
taban dichos detenidos y controlaban lo que ocurría con ellos” y que en 1976, “cuando
funcionaban los grupos de tareas, participaban en ellos integrantes de las tres Fuerzas
Armadas”. También indicó que a algunos integrantes de los grupos de tareas que per-
tenecían a la PFA “durante tres o cuatro meses no se los veía, pues eran destinados a
custodiar en alguna ‘cueva’, llamaban así a algún lugar de detención clandestino”24. Así
mismo, sostuvo que tomaba conocimiento que los detenidos eran torturados “cuando
estaba de noche, pues el edificio de día funcionaba con personal administrativo y pú-
blico y por ello no se podía actuar igual que de noche”. Respecto de “los procedimien-
tos de noche” en el que participaban los grupos de tareas, declaró que:

lo hacían en forma extraña en cuanto a su vestimenta, armas que utilizaban, y era in-
dudable que si utilizaban esos métodos era porque actuaban en clandestinidad, que era
todo ilegal. Además, en todos los casos pedían previamente la zona libre a la Seccional
del lugar para que no hubiera enfrentamiento de fuerzas25.

También hizo referencia a detenidos “en el aire” ya en el año 1972 a partir del “caso
Sallustro”, mencionando inclusive al coronel Alberto Cáceres –quien fuera superinten-
dente– participando en la tortura de los detenidos26.

En paralelo con las declaraciones de ex policías se produjo un conocimiento sobre


la SSF a partir de la experiencia de la CONADEP y la labor del Poder Judicial de la
etapa democrática. Una de las primeras menciones públicas a la SSF a partir de la res-
tauración democrática fue su inclusión en el informe Nunca Más. Allí se reproduce el

23  Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Criminal de Instrucción Nº 3 de la Capital Federal. Causa Nº


39850/1984: “Hojman Alberto s/ víctima de privación ilegal de la libertad”, 30 de mayo de 1985, fs. 120-121.

24  Ibidem, fs. 121-123.

25  Ibidem, fs. 124.

26  Oberdán Sallustro fue director general de la FIAT en Argentina, secuestrado y asesinado por el Ejército Re-
volucionario del Pueblo (ERP) en 1972.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 173


testimonio de Antonio Horacio Miño Retamozo, detenido en Capital Federal el 23 de
agosto de 1976 y llevado a la Comisaría 33ª. Luego de ser golpeado, fue trasladado a la
SSF, donde fue torturado con picana individual y grupalmente27. Además, la sección
“E. Descripción de los centros clandestinos de detención” contuvo una fotografía de
los calabozos con el epígrafe “Coordinación”28 y el lugar es denominado “Superinten-
dencia de Seguridad Federal (LRD)”29:

Ex Coordinación Federal (hoy Superintendencia de Interior) de la Policía Federal Ar-


gentina, a fines de 1975 se constituyó en sede del GT2 que funcionó en el 3er. y 4to. piso
(Salón Matos)…aportaba personal a otros Grupos de Tareas…como por ejemplo el
operante en dependencias de la Escuela de Mecánica de la Armada (GT 3.2)…Se utilizó
para interrogatorios y alojamiento de detenidos en tránsito (LT) y detención previa de
los que pasaran posteriormente a disposición del PEN. Existieron, sin embargo, mu-
chos casos en los que se dio a los prisioneros el ‘traslado final’30.

El Nunca Más describió también en qué situaciones permanecieron las personas


detenidas, las torturas a las que fueron sometidas, la existencia de embarazadas y los
traslados. Además, la SSF consta en el informe como uno de los tres “lugares señalados
como Centros Clandestinos de Detención (CCD)” en la Capital Federal donde la CO-
NADEP realizó “procedimientos de constatación”31.

La primera sentencia judicial que refirió a los crímenes cometidos en la SSF fue la
Causa Nº 13/84 donde se la denominó como Coordinación Federal o SSF y se la iden-
tificó como un lugar destinado a alojar detenidos y detenidas perteneciente a la PFA,
bajo dependencia del Comando del Primer Cuerpo de Ejército32.

Si bien luego de los fallos condenatorios se inauguró una etapa de impunidad con
las leyes de “Punto Final” y “Obediencia Debida” e indultos, a partir de la declaración

27  Según el Informe, posteriormente fue llevado en avión al Regimiento Nº 29 de Infantería de Monte, con
asiento en la ciudad de Formosa, dependiente del Tercer Cuerpo de Ejército, ya que fue acusado de haber parti-
cipado del ataque que realizó Montoneros a ese regimiento en octubre de 1975(fs. 35-38).

28  CONADEP. Informe de la Comisión Nacional Sobre la Desaparición de Personas. Buenos Aires: EUDEBA,
1984, p. 150.

29  En la referida sección E, la CONADEP estableció “dos grandes categorías de centros clandestinos de deten-
ción…según la clasificación utilizada por las fuerzas armadas”: lugar de reunión de detenidos (LRD) y lugar
transitorio (LT). Los LRD fueron definidos como “…centros donde los detenidos eran mantenidos en general
por períodos considerables de tiempo hasta que se decidía su destino definitivo” (fs. 79-80).

30  Ibidem, pp. 154-157.

31  Ibidem, fs. 457.

32  Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal. Sentencia de Causa Nº 13/84, 9 de


diciembre de 1985.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 174


de inconstitucionalidad de las mismas en la “Causa Simón”33 se retornó al proceso de
justicia en las causas judiciales. En relación a la SSF, en la Causa Nº 2108 que tuvo sen-
tencia en 2019 se describió que “…la ilícita actividad del centro clandestino de deten-
ción y tortura conocido como ‘Coordinación Federal’ se desarrolló en el edificio de la
SSF de la PFA”34. Además se acreditaron cuarenta y cuatro testimonios sobre detención
y tortura en “Superintendencia” que obran en diversos Legajos CONADEP. También la
sentencia de la causa conocida como la “Masacre de Fátima” reseña de qué manera las
víctimas fueron privadas ilegalmente de su libertad, alojadas clandestinamente y luego
torturadas en la SSF35. Allí se probó que la SSF tenía:

un doble funcionamiento, por un lado, legal, que comprendía la realización de trámites


ordinarios, tanto judiciales como administrativos y por otro, clandestino, abocado a los
secuestros, detenciones, torturas y asesinatos de personas…en el tercer piso del edificio
donde se encontraba dicha dependencia, funcionaba el Departamento de Delitos Fede-
rales y que allí se encontraban las celdas individuales -los tubos-y la leonera, donde tor-
turaban, insultaban, abusaban sexualmente, humillaban y degradaban a las personas36.

Por otra parte, el trabajo de recopilación de testimonios realizado por diferentes


organismos de derechos humanos desde la década de 1980 hasta la actualidad aportó
información sobre la SSF. Un documento producido por la Asamblea Permanente por
los Derechos Humanos (APDH), identificó al comienzo de la etapa democrática algu-
nas de sus características más salientes:

Es el principal órgano de informaciones de la Policía Federal siendo su jefe en 1976 el


Coronel MORELLI. Su estructura funcional hallase fundamentalmente dividida en dos
grandes Direcciones Generales. La Dirección General de Inteligencia, que agrupa el
personal denominado “halcones”, que es personal que recibe sueldos de fondos reser-
vados que son utilizados en tareas de infiltración y contrainteligencia y el personal de
las denominadas “patotas”, que son brigadas operativas…Funcionaba en tareas operati-
vas como GT4 directamente subordinado al Comando del Primer Cuerpo de Ejército.
Hasta marzo de 1973 funcionaba en ese edificio el Departamento de Informaciones
Policiales Antidemocráticas (DIPA), que fue extinguido por el gobierno peronista, ma-

33  El fallo “Simón, Julio Héctor y otros s/ privación ilegítima de la libertad” del 14 de junio de 2005, fue el pri-
mero que llevó a la Corte Suprema de Justicia de la Nación a declarar inconstitucionales las leyes de punto final y
obediencia debida y, al mismo tiempo, la constitucionalidad de la ley N° 25.779 de 2003 que las había declarado
nulas.

34  Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº 6 de la Ciudad de Buenos Aires. Op. cit., p. 168.

35  Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº 5. Fundamentos de la sentencia de la Causa N°1223/06: “Lapuyole,


Juan Carlos; Gallone, Carlos Enrique; Timarchi, Miguel Ángel s/ inf. arts. 55, 80 inc. 2 y. 144 bis inc 1°-Ley 14.616-
CP”, 18 de julio de 2008. En dichas actuaciones se dio por probado que en la madrugada del día 20 de agosto de
1976 fueron trasladadas treinta personas que se encontraban ilegalmente detenidas en el edificio de la SSF de la
PFA y luego ejecutadas en Fátima, partido de Pilar, provincia de Buenos Aires.

36  Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº 6 de la Ciudad Buenos Aires. Op. cit., p. 11.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 175


nifestándose en ese momento que se había procedido a la quema de los archivos y
prontuarios, cuando la realidad fue [que] todo ese material [fue] microfilmado y esa
dependencia pasa a denominarse Departamento Sumarios37.

Otro informe del año 1984 elaborado por un exdetenido-desaparecido estimó que el
edificio tenía capacidad para aproximadamente cien detenidos, que era utilizado “para
interrogatorios y para alojar detenidos en tránsito para otros CCD” y que también
“era utilizado para alojar detenidos a disposición del PEN y/o bajo proceso judicial”38.
También aludió al coronel Morelli a cargo de la SSF, con tres asesores militares sólo
identificados por su jerarquía (teniente coronel, capitán de fragata y vicecomodoro) y
al comisario general Besteiro y los comisarios mayores Marcote y Vidueira en repre-
sentación de la Policía Federal. Luego señaló la existencia de quince brigadas integra-
das por entre diez a quince personas, individualizando a los jefes de seis de ellas como
personal policial con jerarquía y apellido y que “había además HALCONES”. Respecto
de estos últimos mencionó a seis personas con nombre, apellido y/o apodo. Por último,
identificó algunos “centros-base de interrogatorios dependientes de Superintenden-
cia”: las comisarías 6ta, 14va, 23ra y 48va y una dependencia policial bajo el Obelisco39.
Respecto de la labor de los diferentes organismos públicos en materia de derechos
humanos, ya durante el gobierno de Raúl Ricardo Alfonsín, en junio de 1985, Eduar-
do Rabossi, subsecretario de Derechos Humanos, puso en conocimiento de la justicia
federal “denuncias y testimonios relativos a presuntos delitos que habrían tenido lugar
en un centro clandestino de detención ubicado en dependencias de Superintendencia
de Seguridad Federal”, oportunamente recogidos por la CONADEP. La presentación
incluyó una nómina de treinta y una personas involucradas en los delitos denunciados.

En el año 2013 se formalizó la creación del RUVTE como programa del Ministerio
de Justicia y Derechos Humanos de la Nación. Dentro de la Zona1–Capital Federal,
Subzona CF, Área I, jurisdicción de la Policía Federal–incluye al lugar como “Superin-
tendencia de Seguridad Federal (Coordinación Federal)”40.

El edificio sede de la SSF como espacio de cautiverio

37  APDH. Centros clandestinos de detención en la Capital Federal: Superintendencia de Seguridad Federal ex


Coordinación Federal, Buenos Aires, 1985, p. 1.

38  Idem.

39  Ibidem, pp. 1, 3, 4 y 19.

40  Registro Unificado de Víctimas del Terrorismo de Estado, Secretaría de Derechos Humanos de la Nación,
AnRegistro Unificado de Víctimas del Terrorismo de Estado, Secretaría de Derechos Humanos de la Nación,
Anexo V. Listado de centros clandestinos de detención y otros lugares de reclusión ilegal del terrorismo de Estado en
la Argentina entre 1974 y 1983, Buenos Aires, p. 1588. Disponible en https://www.argentina.gob.ar/sites/default/
files/6._anexo_v_listado_de_ccd-investigacion_ruvte-ilid.pdf. Último ingreso, 28 de noviembre de 2023.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 176


A partir de lo desarrollado hasta aquí, una primera característica que resulta impor-
tante destacar de la SSF como espacio de cautiverio es que el edificio de Moreno 1417
fue su sede principal y que, según los testimonios de las y los allí detenidos, su ubica-
ción era de carácter público y conocida por la población. Más allá que los calabozos se
encontraban ocultos dentro del edificio, las víctimas que estuvieron allí detenidas de-
clararon saber dónde se encontraban, reconociendo el lugar por conocer su ubicación
previamente, ya sea por haber concurrido previamente al edificio a realizar diversos
trámites o también porque otras personas detenidas les contaron donde estaban.

Otras situaciones que tuvieron lugar en ese espacio sede permitieron también ana-
lizar la cuestión de la clandestinidad del lugar y de cómo las víctimas lograron deter-
minar dónde estaban: 1) algunas personas dieron cuenta de tener un conocimiento
previo del lugar porque por cuestiones laborales habían estado en el edificio antes de
ser detenidas41; 2) a partir de gestiones personales con miembros de las Fuerzas Ar-
madas, el Poder Judicial o miembros de la Iglesia Católica, algunos familiares de las
víctimas lograban acceder a información que les permitía saber que se encontraban allí
detenidas42; 3) hubo casos donde se permitió el ingreso de familiares para constatar la
detención de la persona que estaban buscando43; 4) según lo relatado por el sacerdote
Rice, a la semana de estar allí detenido fue higienizado, perfumado y trasladado para
ver al embajador de Irlanda en Argentina y su secretario, a quienes relató lo que le
había sucedido, para luego ser regresado a Coordinación Federal44 y 5) Carlos Enrique
Muñoz, habiendo estado detenido durante doce días en el segundo piso de la Superin-
tendencia, previo paso por la Comisaría 20ma, fue liberado “a través de su padre, un
familiar y la Embajada de Estados Unidos”45.

41  Los testimonios de Gustavo Alberto Galligo y María del Socorro Alonso en la Causa Nº 2108, y de Graciela
Nora María Lara de Poggi ante la CONADEP demuestran que las y los allí detenidos ya conocían el lugar en
el marco de sus quehaceres profesionales. Incluso ésta última manifestó que “…ya se había dado cuenta de que
estaba en Coordinación Federal, que por su puesto de trabajo y por el hecho de que recientemente había sido
puesta una bomba en el lugar” (CONADEP. Legajo Nº 4506. Serie Legajos CONADEP de víctimas del terrorismo
de Estado. Subfondo CONADEP. Fondo Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Archivo Nacional de la
Memoria).

42  El padre del ya citado Galligo logró reunirse con el entonces subjefe del Primer Cuerpo de Ejército, Jorge
Olivera Rovere, quien “…le confirmó que éste se encontraba en Coordinación Federal” (op. cit: 215). En el mis-
mo sentido, Celia Frida Kohan de Bercovich, frente a la detención de su hijo y de su sobrino, no sólo logró una
entrevista con el imputado Jorge Carlos Olivera Róvere… sino que además logró la liberación de Adrián Gabriel
Merajver” (Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº 5, Causa Nº 1261-1268: “Suárez Mason, Carlos Guillermo
y otros s/ priv. Ileg. de la libertad”, 10 de diciembre de 2009, fs. 4544 vta.). Ella testimonió haber realizado innu-
merables gestiones y que se pudo contactar con el coronel Morelli “con quien concertaba reuniones cada diez o
quince días”.

43  Ver los casos de Beatriz Doval y Luis Alberto Olmos. En ambos casos fueron sus hermanos quienes, a través
de contactos, lograron averiguar que se encontraban detenidos en “Coordinación Federal”. En el caso de Olmos,
su hermano Hugo declaró que logró ingresar al edificio y lo pudo ver.

44  CIDH. Informe sobre la situación de los derechos humanos en Argentina. Washington DC: CIDH, 1980, p. 233.

45  Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº 5 de la Ciudad de Buenos Aires. Causa ESMA IV (Expediente N°

Los centros clandestinos de detención en Argentina 177


Respecto del uso y distribución del espacio en el inmueble, a partir de los testimo-
nios de víctimas y de policías que trabajaron allí fue posible reconstruir parcialmente
qué dependencias policiales ocupaban los nueve pisos del edificio. La Dirección Gene-
ral con mayor cantidad de oficinas fue la de Operaciones e Informaciones, a cargo del
ya citado Marcote.

Ilustración 1: Distribución de oficinas de la SSF

Fuente: Elaboración propia sobre la base de los testimonios, informes y causas judiciales citadas.

Sobre el período de funcionamiento de la SSF como espacio de detención clandes-


tina, se puede aseverar que el lugar “operó al menos entre los meses de abril de 1976
a enero de 1977 (…) sin perjuicio de que los casos que fueron objeto de este juicio
tuvieron lugar entre el 1° de junio y principios de noviembre de 1976”46. Por su parte,
el RUVTE identificó 269 casos de víctimas de desaparición forzada y de asesinato “vis-
tas” en calidad de detenidas o detenidas-desaparecidas en la SSF y víctimas liberadas
en dicha dependencia47, lo que permite determinar que las fechas extremas de funcio-
namiento de la SSF como espacio de detención van desde el 9 de abril de 1972 al 22 de

1891 y acumulado). Fundamentos de sentencia, 19 de abril de 2021, pp. 5284-5.

46  Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº 6 de la Ciudad de Buenos Aires, Causa Nº 2108, Fundamentos de
sentencia, p. 169.

47  Información obtenida a partir de un requerimiento de parte de los autores realizado al RUVTE en agosto
de 2023.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 178


noviembre de 197848. El presente trabajo además identificó dos testimonios que no se
hallaron incluidos en las fuentes de información ya citadas. El primero es el de Ricardo
Rodríguez Saa, quien declaró:

Fui detenido el 28 de octubre de 1975 por personal de la Policía Federal Argentina a las
11hs, siendo llevado a dependencias de Seguridad Federal, ex Coordinación Federal,
donde fui torturado hasta el 31 de octubre…El lugar donde fui torturado es una oficina
del segundo piso…49

El segundo es el caso de Gustavo Westerkamp, militante del PRT-ERP50. Su denun-


cia motivó la Resolución Nº14/80 de la CIDH-OEA que reseñó que el 21 de octubre
de 1975 fue detenido y padeció malos tratos en el Regimiento de Infantería 1 “Patri-
cios”, en la ciudad de Buenos Aires51. Luego fue golpeado y llevado por la fuerza a la
SSF, donde “fue bárbaramente torturado durante 48 horas sin que se le proporcionara
durante ese tiempo agua ni ningún alimento”, lo que también demuestra un funciona-
miento previo ilegal y clandestino en 197552.

Sobre la existencia de “brigadas”, Hugo Melitón Guerrero, quien se desempeñó en


el Departamento de Asuntos Políticos de la SSF entre 1973 y 1980, afirmó que “toda
la Superintendencia de Seguridad Federal se dedicaba a realizar tareas de inteligencia”
pero que además “existían brigadas53 que ‘atendían’ los partidos políticos (…) se inves-
tigaba de qué manera se movilizaban, qué actividades hacían, que personas estaban en
tales partidos…con la información se hacía un informe y se guardaba en un fichero”54.
Luis Alberto Hernández, quien cumplió funciones en el Departamento de Sumarios
en 1976, coincidió en que las brigadas de los diferentes departamentos se dedicaron a
producir información sobre el área de su incumbencia y que participaron de reuniones
y elaboraron partes para los superiores55.

48  Ello coincide con el testimonio de Luchina acerca de detenidos “RAF” en 1972, en tanto el apresado el 9 de
abril de ese año fue Eduardo Adrián Menajovsky, detenido en SSF un día antes del asesinato de Sallustro.

49  APDH. Op. cit., p. 2.

50  Fue secuestrado y puesto a disposición del PEN cuando concurrió al Regimiento de Patricios a practicarse
la revisación previa a la entrada al Servicio Militar Obligatorio” (consultado el 20/6/2023 de https://catalogo.jus.
gob.ar/index.php/fondo-jos-federico-westerkamp)

51  Caso Nº 2127 del 9 de abril de 1980.

52  CIDH. Op. cit.

53  En la jerga policial, se alude a este tipo de conformación operativa para referirse a grupos operativos transi-
torios que no guardan relación con la estructura orgánica formal vigente.

54  Causa Nº 16441/02. Op. cit., fs. 701-702.


55  Ibidem, fs. 794.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 179


A partir de la información sistematizada respecto de los detenidos en la SSF, a con-
tinuación se ofrecen tres cuadros que permiten analizar y ofrecer posibles interpreta-
ciones respecto de la dimensión temporal de la actividad represiva clandestina y una
clasificación del tipo de víctimas.

En relación con la fecha de secuestro o detención, el 74 por ciento de los casos tuvo
lugar en el año 1976. A lo largo del mismo, se puede advertir que éstos alcanzaron una
mayor intensidad entre los meses de julio y agosto. Además, el 54 por ciento de los
casos de ese año culminó en desaparición forzada u homicidio.

Por su parte, tomando en consideración sólo las y los desaparecidos/asesinados re-


tenidos en la SSF (126 víctimas entre 1975 y 1978), el 86 por ciento de los hechos tuvo
lugar en 1976. La abrumadora concentración de casos en ese año permite dimensionar
la centralidad que ocupó el edificio sede al inicio de la dictadura militar.
Respecto de los días de la semana en los que las víctimas fueron detenidas o secues-
tradas, el martes fue el día de mayor ocurrencia de casos (25 por ciento), y entre los
martes y miércoles sumaron el 47 por ciento de la ocurrencia de los casos.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 180


En referencia al lugar de detención o secuestro de las víctimas, el 59 por ciento de
los casos tuvo lugar en Capital Federal, y el 30 por ciento en la provincia de Buenos
Aires.

Por su parte, y a partir de los datos informados por el RUVTE, en agosto de 2023,
la presente investigación logró establecer las siguientes características de los detenidos
en la SSF56: (i) el 94 por ciento tenía nacionalidad argentina y el 39 por ciento provenía
de Capital Federal; (ii) de los veintidós casos de embarazadas (un 8 por ciento del total
de víctimas), seis dieron a luz durante el cautiverio, en dos casos el embarazo fue inte-
rrumpido a causa de las torturas y en un caso la mujer fue liberada antes de dar a luz.
El 41 por ciento de las embarazadas fue víctima de desaparición forzada (nueve casos),
y un 59 por ciento fueron liberadas (trece casos)57; (iii) doscientas dos personas tenían
entre dieciocho y treinta y cinco años de edad al momento de su detención (el 75 por
ciento de los casos), y las edades mínimas y máximas de las víctimas fueron dos casos
de quince años y un caso de sesenta años de edad.

En función del procedimiento de reconocimiento de la CONADEP de 1984 y a


partir de más recientes inspecciones oculares en el edificio, se pudo comprobar que
en el tercer piso había celdas comunitarias denominadas “leoneras” y también celdas
individuales denominadas “tubos”58. Con relación a las condiciones de detención, el
Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº 6 las calificó como “totalmente inhumanas”59:
en condiciones climáticas adversas sin calefacción ni elementos para cobijarse para
la época del año, alimentación casi nula, sin privacidad para el uso de los baños ni
elementos para higienizarse, tabicamiento y la imposibilidad de comunicarse entre sí.
También acreditó prácticas de tortura y de distintos mecanismos de tormentos físicos:
golpes y palizas, “submarino húmedo60 y seco61”, descargas eléctricas por medio de
picana, quemaduras en el cuerpo, baldes de agua fría al recibir shocks eléctricos. Ade-
más, se comprobó la presencia de médicos para prolongar el sufrimiento mientras las
víctimas eran torturadas y un sistema de guardias rotativas “responsables de atroces
vejámenes y crueles tratos hacia los detenidos”, que utilizaban apodos para evitar ser

56  Téngase presente que el total de víctimas contabilizadas por el RUVTE en agosto de 2023 es de 269, aunque
sin contemplar los casos de Rodríguez Saa y Westerkamp.

57  Para más información, ver el sexto capítulo de esta publicación.


58  Se las denominaba así por ser estrechas pero alargadas, “extremadamente pequeñas, aproximadamente de 2
m por 1 m”. Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº 6 de la Ciudad de Buenos Aires. Op. cit., p. 356.

59  Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº 6 de la Ciudad de Buenos Aires. Op. cit., p. 511.

60  Modalidad consistente en la provocación de asfixia por inmersión de la persona generalmente encapuchada


en un balde, tacho o recipiente con líquido.

61  Modalidad de asfixia por medio de bolsas o elementos similares a tal fin.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 181


identificados62. Todo lo descrito era ejecutado en horarios nocturnos y/o de madru-
gada con el objeto de ocultar lo que allí sucedía, en tanto el edificio, como ya ha sido
señalado, no funcionó exclusivamente como centro de detención clandestina.

Los destinos de las víctimas detenidas en la SSF no fueron diferentes del resto de las
víctimas de otros centros clandestinos de detención: éstas eran liberadas, legalizadas
a través de decretos del PEN que “blanqueaban” su detención para ser trasladadas a
unidades penitenciarias, trasladadas a otro CCD, asesinadas o desaparecidas. No se
conocen casos de personas que hayan logrado escapar de la SSF. El primer registro ins-
titucional relacionado con la cuestión fue la ya citada presentación del subsecretario
Eduardo Rabossi en 1985 ante la justicia, que denunciaba diferentes “modalidades de
traslado identificadas”: (i) “blanqueamiento”: explicando que al ser colocados a dispo-
sición del PEN, las y los detenidos eran derivados de la SSF al Penal de Villa Devoto;
(ii) traslado de SSF a la Unidad Penal Nº9 de La Plata; (iii) personas “secuestradas
transitoriamente” y (iv) personas vistas con vida en la SSF pero que aún se encuentran
desaparecidas.

Por su parte, la información provista por el RUVTE en agosto de 2023 incluyó a las
víctimas de desaparición forzada y de asesinato vistas en calidad de detenidas o dete-
nidas-desaparecidas en la SSF y un listado de víctimas liberadas en dicha dependencia,
permitiendo así clasificar el destino final de las víctimas.

Tabla 1: Clasificación de las víctimas de asesinato/desaparición forzada y liberadas


considerados por el RUVTE 2023

Fuente: elaboración propia sobre la base del RUVTE 2023

Al respecto y como se desprende del cuadro anterior, las y los 143 liberados repre-
sentan un 53 por ciento del total de las víctimas, por lo que el 47 por ciento fueron
muertas (de las cuales el 41 por ciento fueron víctimas de desaparición forzada y el 6
por ciento fueron asesinadas).

62  Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº 6 de la Ciudad de Buenos Aires. Op. cit., pp. 390-392.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 182


Las delegaciones de la PFA como instrumento del aparato represivo

Como fuera ya señalado, el RUVTE identificó a veintidós de las delegaciones de la


PFA como “centros clandestinos de detención y otros lugares de reclusión clandestina”.
A pesar de ello, y por fuera de la información disponible en diversas causas judiciales
respecto de su accionar en las diferentes ciudades fuera del ámbito de la Capital Fede-
ral, no se conocen estudios que analicen comprensivamente su funcionamiento opera-
cional más allá de la dependencia funcional de cada comando de zona, subzona o área.

En este sentido, las delegaciones de la Policía Federal ya estaban previstas en los de-
cretos de creación de la misma entre 1944 y 1946, como lugares de ejercicio inmediato
de la jurisdicción de la institución (al igual que las comisarías y subdelegaciones)63. En
la Ley Orgánica de 1958 fueron organizadas en cuatro regiones (I a IV) que depen-
dían de la Dirección de Coordinación Federal, y desde 1970, de la Dirección General
de Interior de la SSF64. A su vez, por la Orden del Día Reservada Nº 9 del 26 de agosto
de 1974, las treinta y siete delegaciones existentes hasta ese momento pasaron a estar
comprendidas dentro de siete “Áreas”, creadas para “la supervisión de las delegaciones
en el interior del país”65.

En función de lo establecido por la Directiva Nº1/75 del Consejo de Defensa, las


delegaciones de la PFA en las diferentes regiones y áreas del país fueron elementos bajo
control operacional del Ejército. Fueron asimismo explícitamente incluidas en cada
apéndice del anexo de las respectivas órdenes de batalla66 del Ejército en cada zona (zo-
nas 1 a 3 y 5). Al mes siguiente de la difusión de dicha directiva, la Dirección General
de Interior de la SSF emitió dos circulares dirigidas a las delegaciones. En ellas se les
indicó, entre otras cuestiones, que “todo requerimiento que formulen las autoridades
de la Fuerza Ejército para la ejecución de operaciones antisubversivas tiene priorida-
d”67 y que “en caso que durante el desarrollo de la función específica, personal de la
Policía Federal Argentina detecte un hecho o actividad subversiva, los efectivos poli-
ciales ejecutarán por propia iniciativa las acciones y/o procedimientos necesarios para

63  Por medio del Decreto Nº 15964/1946 se aprobó con carácter público el “Reglamento de las circunscripcio-
nes, delegaciones y subdelegaciones” de la PFA.

64  Por Decreto S Nº 3073/1970, el Superintendente de Seguridad Federal contaba con una Dirección General de
Delegaciones, distribuidas en cuatro Áreas (I-IV).

65  Las áreas, que reemplazaron a las circunscripciones, tenían asiento en Capital Federal (nueve delegaciones),
Delegación Mendoza (cinco delegaciones), Delegación Córdoba (cuatro delegaciones), Delegación Tucumán
(cuatro delegaciones), Delegación Rosario (cuatro delegaciones), Delegación Paraná (seis delegaciones) y Dele-
gación Rawson (cinco delegaciones).

66  Se trata de la disposición de las formaciones desplegadas para una operación o combate determinado que
puede incluir las posiciones jerárquicas, la estructura de la línea de mando, equipamiento, unidades y personal.
67  Policía Federal Argentina, Dirección General de Interior, Circular DGI.I. Nº31: “Instrucciones relativas al
accionar de la PFA en relación con el Consejo de Seguridad Interna”, punto A, p. 3.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 183


su eliminación, informando de inmediato la novedad al comando operacional militar
del cual dependen”68. También les impuso a las delegaciones actualizar a la Dirección
General “de las reuniones que se realicen a nivel de Comunidad Informativa o con el
Jefe de Área o Subzona operacional”, respecto de las cuales “…un Oficial de la Oficina
Técnica estará permanentemente actualizado de dichas relaciones interfuerza”; y para
el caso “de recibirse por parte de las autoridades militares instrucciones especiales
sobre detenidos o actuaciones, en su caso, hacerles conocer las disposiciones legales
que se opongan y el grado de dificultades que ello pueda implicar con las autoridades
judiciales naturales”. Respecto de esto último, se puede suponer que las autoridades
de la PFA, a sabiendas que los detenidos o actuaciones eran ilegales y podrían llegar
a ocasionar “dificultades” con las leyes vigentes y el poder judicial, se resguardaban
ordenando que “se dejará constancia en las actas o comunicaciones que se “actuó por
orden del Jefe de Área o Subzona Nº…”69.

Por su parte, el único testimonio disponible que aborda cuestiones relacionadas con
las delegaciones de la PFA es el del ya citado inspector Rodolfo Peregrino Fernández.
Éste describió el funcionamiento de la Dirección General de Interior, a cargo de todas
las delegaciones “en todas las capitales de provincia y otros lugares de interés para el
área informaciones”. Allí se “centralizaba la información a través de un sistema propio
de radiocomunicación y se elaboraba un panorama informativo, siendo que el perso-
nal operativo de cada una de las delegaciones dependía en ese plano de la correspon-
diente zona de seguridad”70.

En línea con lo señalado por Fernández respecto de la función informativa de las


delegaciones, éstas contaban con una Oficina Técnica (mencionada en la Circular
DGI.I. N°32), donde se realizaban labores que los propios jefes de la oficina denomina-
ban “de inteligencia”. Según legajos de personal que prestó servicios allí y también en
función de información proveniente de diferentes causas judiciales, estos policías rea-
lizaban “observaciones e infiltraciones en manifestaciones”71 y confeccionaban “fichas
con información relacionada con temas gremiales, socioeconómicos, estudiantiles y
políticos”72. En esta oficina revistaban además integrantes del Cuerpo de Informacio-

68  Ibidem,, punto F, p. 3.

69  Policía Federal Argentina, Dirección General de Interior, Circular DGI.I. N°32, “Consideraciones sobre el
accionar subversivo relacionado con la subordinación a las FF.AA.”.

70  CONADEP. Legajo Nº 8066. Serie Legajos CONADEP de víctimas del terrorismo de Estado. Subfondo CO-
NADEP. Fondo Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Archivo Nacional de la Memoria, p.138.
71  Al respecto ver el requerimiento parcial de elevación a juicio. Juzgado Federal Nº 2 de Neuquén, Secretaría
Nº 2, Autos: “Reinhold, Oscar Lorenzo y otros s/ Delitos c/ la libertad y otros” Expediente Nº 8736/2005 del, pp. 58-
59, donde hay testimonios del personal policial sobre la Oficina Técnica de la Delegación Neuquén; y Tribunal
Oral Federal de Paraná, Sentencia N°013/13 de la causa Nº 1.960/10 “Harguindeguy, Albano Eduardo y otros S/
Inf. Art. 151 y otros del C. Penal” y sus acumuladas Nº 1.991/10 y Nº 2138/11, 4 de abril de 2013, p. 130 y 133-134.,
donde hay constancias sobre la Oficina Técnica de la Delegación Concepción del Uruguay, Entre Ríos.

72  Juzgado Federal Nº 2 de Neuquén, Secretaría Nº 2. Requerimiento parcial de elevación a juicio. Autos: “Rein-

Los centros clandestinos de detención en Argentina 184


nes, que contaban con directivas específicas: dependían del jefe de la delegación por
intermedio del jefe de la Oficina Técnica, y debían “coadyuvar en las tareas específicas
informativas de la Delegación a que están asignados”, y específicamente, “colaborar en
la producción de la inteligencia primaria policial”, asesorar al jefe de la oficina técnica
en la “reunión, producción y difusión de inteligencia y/o informaciones”, y contribuir
para el “reclutamiento, instrucción y enlace con los confidentes”. (Dirección Nacional
de Derechos Humanos, 2013b: 9).

La forma en que se llevó a la práctica la interacción operacional con otras institu-


ciones puede reconocerse y entenderse a partir del ejemplo de la Delegación Viedma.
Según las declaraciones ante la justicia militar por parte de las autoridades del Quinto
Cuerpo de Ejército y de la Zona de Defensa 5, el Área de Seguridad 513 no contaba
“con capacidad suficiente de combate ni para hacer un control de ruta”73. Por ello re-
currían a la Delegación Viedma, y en oportunidades, se solicitaba apoyo a la policía
provincial.

Por su parte, el registro formal de actividades de las diferentes delegaciones tam-


bién es un insumo para comprender el tipo de tareas que realizaron durante el período
reseñado. Por una parte, hay evidencia acerca de la infiltración de parte de miembros
de una delegación a una Universidad Nacional en la provincia de Buenos Aires. Asi-
mismo, existen documentos oficiales que dan cuenta de la coordinación informativa y
operacional entre las delegaciones provinciales con otras delegaciones de la PFA, con
el ejército, y con la policía provincial del lugar. A continuación se presentan cuatro
ejemplos en los que jefes de delegaciones informaron a la Dirección General de Inte-
rior respecto de lo actuado.

En primer lugar, el 2 de septiembre de 1975 el jefe de la Delegación Avellaneda so-


licitó a la superioridad que considere la recompensa y promoción al grado inmediato
superior para personal de la Oficina Técnica de la misma por su actuación en la indi-
vidualización y detención de una “célula subversiva, cuyo rol principal era la de cap-
tación ideológica para la Organización de Comandos Extremistas” en la Universidad
Nacional de Lomas de Zamora74. Otras notas de igual tenor fueron presentadas por los
jefes de las Delegaciones de Ezeiza, La Plata y San Martín. Todo lo actuado fue poste-
riormente convalidado por el jefe de Área I y por el Director General de Interior. En
segundo lugar, el 23 de noviembre de 1976 el jefe de la Delegación San Nicolás informó
que, luego de “procedimientos antisubversivos efectuados por fuerzas conjuntas de se-
guridad” en Pavón, provincia de Santa Fe, Este se presentó en el Batallón de Ingenieros

hold, Oscar Lorenzo y otros s/ Delitos c/ la libertad y otros” Expediente Nº 8736/2005, pp. 58-59.

73  Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Bahía Blanca. Sentencia de la Causa Nº 982: “BAYÓN, Juan Manuel
y otros s/privación ilegal de la libertad agravada…”, 6 de noviembre de 2021, p. 381.
74  Policía Federal Argentina. Legajo Personal Nº 15814, correspondiente a Jesús Norberto Habib.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 185


de Combate N° 101 “a fin de planificar y coordinar un operativo conjunto” para detec-
tar “refugios de sediciosos”75. Una vez identificados los mismos, procedieron a su alla-
namiento. La nota también informó que, producto de un enfrentamiento, acudieron
refuerzos de “fuerzas del Ejército, Policía Provincial y otra brigada de la Delegación”,
donde resultó herido un oficial del Servicio de Informaciones de la Policía de Santa Fe.

En materia de inteligencia, ya a mediados de 1976 el jefe de la Delegación Rosario le


informó al jefe del Área V de Seguridad Federal que personal de la Oficina Técnica de
la Delegación junto con personal del Destacamento de Inteligencia N° 121 del Segun-
do Cuerpo del Ejército realizaron distintos “operativos antisubversivos”, en particular
el del 2 de agosto, donde esperaban encontrar al Estado Mayor del PRT-ERP, operativo
en el cual falleció un integrante de la delegación (Dirección Nacional de Derechos Hu-
manos del Ministerio de Seguridad, 2013b: 15). También hubo constancias acerca de
la interacción formal entre las delegaciones y las dependencias del Ejército. Por ejem-
plo, en un reclamo administrativo a sus superiores, un subinspector de la Delegación
Rosario afirmó que participó “en la ‘brigada antisubversiva’ de la Delegación Rosario
y de su función de enlace con el Destacamento de Inteligencia N° 121 dependiente del
Segundo Cuerpo de Ejército” (Dirección Nacional de Derechos Humanos del Ministe-
rio de Seguridad, 2013b: 17). También un integrante de la Delegación La Rioja estuvo
en comisión permanente en el Batallón de Ingenieros de Construcciones N° 141 del
Ejército Argentino, y según su legajo, esa comisión era “para trabajar el aspecto subver-
sivo” en el Área Militar 342 (Dirección Nacional de Derechos Humanos del Ministerio
de Seguridad, 2013a: 10).

En el mismo sentido, y según lo reconstruido por la fiscal subrogante María Cristina


Beute en 2011, la Delegación Neuquén contó con un oficial de enlace con el ejército y,
según fuera confirmado por la Universidad Nacional del Comahue, un subinspector se
infiltró en 1975 como parte del estudiantado, siendo alumno de las carreras de Turis-
mo y luego de Asistencia Social76. Beute identificó además a Fernando Abel Trebiño,
incorporado formalmente a la Delegación en el mes de mayo de 1976 como agente
pero que al mismo tiempo constaba como “personal de reunión” dentro de la nómina
de Personal Civil de Inteligencia (PCI) que prestó servicios en el Destacamento N°
182 (con base en la ciudad de Neuquén) durante el período 1976-1983. Una búsque-
da de fuentes abiertas permitió saber que en 1983 Trebiño fue también docente de la
asignatura “Formación Moral y Cívica” en el Centro Provincial de Enseñanza Media
N° 27 “Estudiantes Neuquinos”. A su vez, el jefe de la Delegación Neuquén, comisario
Jorge González, tenía una estrecha relación con las Fuerzas Armadas, participaba de
reuniones de la comunidad informativa en la ciudad y era frecuentemente visitado por

75  Policía Federal Argentina. Legajo Personal Nº 141620, correspondiente a Vicente Testa, refoliado 4.

76  Juzgado Federal N° 2 de Neuquén. Requerimiento parcial de elevación a juicio Causa N° FGR 33008736/2005/
TO4 “Reinhold, Oscar Lorenzo y otros s/ Delitos c/ la libertad y otros”, junio de 2011.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 186


personal de Destacamento de Inteligencia N° 18277.

Por otro lado, y en función de la información disponible en causas judiciales en las


que se investigó el funcionamiento de las delegaciones en tanto lugares de reclusión de
detenidos a cargo de la PFA en las diferentes ciudades en las que estaban emplazadas,
se pueden describir algunas de las características más salientes de éstas como espacios
de reclusión.

Por ejemplo, entre julio y septiembre de 1976, integrantes de la Delegación Con-


cepción del Uruguay secuestraron y alojaron a detenidos en la dependencia, en su
mayoría estudiantes secundarios. Éstos declararon haber permanecido en el Casino de
Oficiales de la Delegación y padecido o haber visto y escuchado malos tratos, golpes fí-
sicos, torturas e interrogatorios con picana eléctrica78. En tanto la Delegación funcionó
como lugar de atención al público por la mañana, las torturas comenzaban después del
mediodía y los perpetradores intentaban cubrir los gritos de las y los torturados con
música funcional a todo volumen o acelerando las camionetas para que hicieran ruido.
Algunas víctimas declararon también haberse alimentado con comida que les llevaban
sus padres, que aunque no los podían ver, sabían que estaban allí alojadas.

Por su parte, a partir del 24 de marzo de 1976 miembros de la Delegación Neuquén,


junto con personal del ejército, detuvieron ilegalmente a varias personas, las traslada-
ron a la Delegación y las torturaron e interrogaron sobre cuestiones políticas. También
se demostró que miembros de dicha Delegación realizaron secuestros en la vía pública
y en domicilios particulares, actuando sin uniforme y portando armas. Otros opera-
tivos en las ciudades de Neuquén y Cutral-Có se efectuaron en conjunción entre el
ejército y la policía provincial con el objetivo de desmantelar una célula del PRT-ERP
y como resultado de los mismos fueron secuestradas treinta personas. La Delegación
no sólo aportó personal sino sus dependencias para alojar secuestrados y secuestradas
de forma transitoria, previo traslado a “La Escuelita”, centro clandestino de detención
ubicado en los fondos del Batallón de Ingenieros N° 181. Las víctimas describieron
cómo fueron sometidas a interrogatorios sobre sus actividades y vínculos políticos.
Éstos se llevaban a cabo bajo amenazas, apremios ilegales, agresiones físicas y psíqui-
cas y torturas de todo tipo, incluyendo picana eléctrica. Otra práctica que tuvo lugar
en la Delegación fue la de represión ilegal bajo la apariencia de instrucción policial de
sumarios judiciales, en los que a las personas se les endilgaba el carácter de imputadas

77  En esta delegación tuvo gran protagonismo en las detenciones, torturas e interrogatorios Raúl Antonio Gu-
glielminetti, personal civil de inteligencia, sub-cuadro C-2 del ejército que revistó en el Destacamento de Inteli-
gencia N°182 durante 1976, quien se movía con libertad entre dependencias de “La Escuelita”, la delegación, las
comisarías de la policía provincial y la Unidad N° 9 del SPF.

78  Tribunal Oral Federal de Paraná. Causas N° 1.960/10 “Harguindeguy, Albano Eduardo y otros s/Inf. Art. 151
y otros del C. Penal”, N° 1.991/10 “Díaz Bessone, Ramón Genaro y otros s/ Inf. art. 141 y otros del C. Penal” y N°
2138/11 “Valentino, Juan Miguel y otros s/ Inf. Art. 141 y otros del C. Penal”.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 187


para retenerlas en el ámbito físico de la Delegación y así interrogarlas bajo tortura79.
En ambos casos, el motivo inicial de detención fue la comercialización y consumo de
drogas en 1976 y 1977 respectivamente.

Por último, en la Causa N°8008 se investigaron hechos que tuvieron lugar durante el
año 1976 en la provincia de Chubut. Allí las víctimas de secuestros ilegales declararon
haber sido llevadas a la Delegación Comodoro Rivadavia entre mayo y julio de ese año
y una vez allí fueron torturadas con picana eléctrica80.
En la tabla 2 a continuación, se sistematizaron todas las relaciones institucionales
identificadas en la presente sección que permiten comprender la impronta reticular de
la faz operacional de la represión estatal ejecutada durante el período.

Tabla 2: Interacciones identificadas entre las Delegaciones de la PFA y otros organismos

79  En uno de los casos, el juzgado interviniente detuvo a la persona entre mayo y julio de 1976.

80  Juzgado Federal de Comodoro Rivadavia. Causa N° 8008 “Investigación de supuestos ilícitos cometidos en el
Regimiento 8 de Infantería General O’Higgins”, y su acumulada “Llamazares Hugo s. s/ denuncia (Art. 10 de la Ley
N°23.049)” - “Quinteros, Eloiso s/denuncia”, mayo de 2012.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 188


Palabras finales

Los testimonios de los sobrevivientes, las investigaciones judiciales, el trabajo de los


organismos públicos y de derechos humanos y la información institucional disponible
en normativas internas y legajos de personal permiten formular una serie de conside-
raciones respecto del funcionamiento de la SSF como dependencia fundamental de la
PFA durante el período analizado.

En primer lugar, cabe señalar que sus dependencias –tanto su sede central como las
delegaciones–no tuvieron las mismas características que otros espacios de detención
de la PFA en términos de su clandestinidad, como por ejemplo los pertenecientes al
“Circuito ABO” o el “Garage Azopardo”. Así, en términos de la distinción formulada
por Pablo Scatizza (2014: 5), en tanto los edificios funcionaron de manera pública y su
ubicación era conocida, las dependencias de la SSF actuaron como “centro de deten-
ción clandestina” más que como “centro clandestino de detención”81. Sus instalaciones
sirvieron para el alojamiento de personas secuestradas de manera ilegal pero al mismo
tiempo se desempeñaron como dependencias de atención al público en horas diurnas.
Quedó comprobado que además las personas retenidas eran torturadas e interrogadas
y que estas actividades se realizaron con mecanismos y en horarios en los que se bus-
caba preservar su clandestinidad.

Específicamente respecto del edificio de la SSF, se puede decir que éste tenía tres
atributos diferenciados: (i) allí se realizaban tareas de atención al público (como lo
declararon víctimas que por cuestiones laborales o personales habían ingresado al
edificio con anterioridad); (ii) funcionó como centro de detención clandestina con
todas las características de: (a) secuestro y detención (nótese que no está claro si sólo
alojó victimas detenidas/secuestradas por parte de la PFA o si recibió en algún mo-
mento víctimas detenidas/secuestradas por otros organismos o agencias); (b) tortura
(comprobadas judicialmente) y (c) liberación, tránsito, puesta a disposición del PEN,
asesinato o desaparición (comprobadas judicialmente) y (iii) contó con nueve pisos
conteniendo diferentes departamentos de funcionamiento operacional, como las Di-
recciones Generales ya identificadas y sus respectivos Departamentos, todos abocados
a la “lucha contra la subversión”. Además, y según los propios testimonios de policías
que allí trabajaron, hubo otras unidades informales o no previstas en la estructura
orgánica vigente que incluyeron brigadas, grupos de trabajo y grupos de tareas. En
vista de estas características, si bien el edificio siempre sirvió como sede de la SSF –y
de su antecedente, la Dirección de Coordinación Federal– desde 1960 en adelante,
conservando incluso actividades de atención al público, no hay evidencia que permita
explicar en qué momento dejó de funcionar como centro de detención clandestina ni
los motivos de ello. Respecto a modificaciones sufridas, sólo se pudieron identificar
algunas reformas respecto de los calabozos a partir de las inspecciones oculares reali-

81  Para más información, ver el primer capítulo de esta publicación.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 189


zadas por la justicia.

En cuanto a cuestiones pendientes de dilucidar a partir de la información dispo-


nible, más allá de las condenas, no hay elementos que permitan reconstruir en for-
ma completa la línea de mando en el funcionamiento de dicho lugar como centro
de detención clandestina, ni tampoco comprender cómo funcionaban los diferentes
pisos respecto de las misiones funcionales de cada Dirección General/Departamento/
División y el empleo de calabozos y/o lugares de detención. Durante todo el período
dictatorial 1976-1983, la Superintendencia sólo tuvo dos jefes: los coroneles Morelli
y Arias Duval. Sin embargo, sólo por la declaración de Marcote se puede reconstruir
quién estaba a cargo de tres de las cuatro Direcciones Generales. A pesar de la existen-
cia en archivos documentales de órdenes del día de distinto tipo, no se logró conocer
quién estuvo a cargo de los diferentes Departamentos de cada una de las Direcciones
Generales ni quienes prestaron servicios en las mismas82. Para la reconstrucción acerca
del funcionamiento del tercer piso, lugar donde funcionó un lugar de detención donde
se cometieron los más diversos delitos de lesa humanidad, aún no se sabe quién estaba
a cargo del Departamento Delitos Federales durante el periodo 1975-1977 ni quienes
prestaron servicios allí.

Otra cuestión escasamente explorada es la participación de miembros del Cuerpo


de Informaciones en el funcionamiento de la Superintendencia como centro de de-
tención. Como fuera señalado, se trató de personal específicamente concebido para
auxiliar la labor de la Superintendencia que, por normativa, sólo podía ser desplega-
do en las diferentes dependencias de la SSF. En otros centros clandestinos de deten-
ción, hubo profusos antecedentes sobre la participación de integrantes del Cuerpo no
sólo en la infiltración de objetivos sino también en diferentes labores de colabora-
ción operacional con las Fuerzas Armadas en tareas de detención y secuestro así como
en la aplicación de torturas. Por ejemplo, cuatro “halcones” fueron condenados por
su actuación en el “Circuito ABO”: Juan Carlos Del Cerro y Pedro Godoy, señalados
por diferentes víctimas como torturadores a cargo de la extracción de información, y
Juan Carlos Mario Chacra y Oscar Rolón, quienes participaron de diferentes tareas.
Sin embargo, respecto de la SSF, sólo hay un integrante del Cuerpo individualizado y
condenado –Eduardo Comesaña– pero en su caso porque aparece involucrado en el
secuestro y asesinato de víctimas que provenían del CCD “El Atlético” en 1977. Sobre
este punto, este trabajo logró individualizar a integrantes del Cuerpo en la SSF a partir
de información brindada por las víctimas. Poggi los ubicó en la “Dirección General de
Inteligencia…que agrupaba a los ‘halcones’…”83 e identificó a seis de ellos. La presente
investigación cotejó los mismos con un listado que la propia PFA aportó a la Causa

82  La orden del día es un instrumento donde la Policía Federal Argentina registra todos los nombramientos
de jefaturas, creación y supresión de dependencias y jurisdicciones además de cambios de destino, premios y
distinciones de sus agentes.
83  APDH. Op. cit., p. 19.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 190


N°14.216/03 sobre personal del Cuerpo de Informaciones entre 1976-1980, e identifi-
có a tres integrantes de éste que aún no han sido objeto de investigación por parte del
poder judicial: Alfredo Santa Cruz, Eduardo Aníbal Picazo y Ricardo García84.

Respecto de los modos de funcionamiento e interacción de las diferentes depen-


dencias de la Superintendencia con las Fuerzas Armadas –más allá de lo establecido
en las directivas Nº 404/75, Nº 1/75 y Nº 211/75 sobre la dependencia funcional de la
PFA– las circulares DGI.I. Nº 31 y Nº 32 de la Dirección General de Interior consti-
tuyen hallazgos sobre cómo las autoridades de la SSF normaron la relación entre las
delegaciones y la “Fuerza Ejército”. También hay dispar información disponible a partir
de testimonios y legajos, que permite contar con algunos indicios respecto de lo que
funcionalmente ocurrió en las diferentes dependencias de la SSF, y también el tipo de
trabajo que se realizaba. Allí se pueden advertir diferentes modalidades formalizadas
respecto de lo actuado: (i) procedimientos de coordinación que demuestran la cola-
boración con otras dependencias como el Batallón de Inteligencia N° 601 del Ejército
Argentino y la Secretaría de Informaciones de Estado (SIDE)85; (ii) actuaciones donde
dependencias de la SSF dieron intervención a la justicia nacional federal86 y (iii) la-
bores operacionales de algunas delegaciones con los respectivos Comandos de Zona,
Subzona y Área, como los casos de las Delegaciones de San Nicolás, Santa Fe, Rosario,
Concepción del Uruguay, La Rioja, Neuquén, Viedma, Bahía Blanca y Comodoro Ri-
vadavia.

Por último, y en cuanto a las delegaciones de la SSF en las diferentes provincias, las
normas internas y la información disponible permiten señalar la importancia de las
mismas en dos sentidos. Por un lado, resultaron dispositivos de reunión de informa-
ción desplegados en todo el país para mantener actualizada a la Dirección General de
Interior, integrándose en la comunidad informativa pero también a nivel operacional.

84  El 23 de agosto de 2005 la PFA remitió al Juzgado en lo Criminal y Correccional Nº 3 una tabla con los nom-
bres de 690 personas bajo el título “Personal del Cuerpo de Informaciones que prestó servicio entre 1976-1980”.
(Rodriguez Games, 2021:80)
85  Por un lado, en el legajo del jefe del departamento Asuntos Externos de la Superintendencia, el comisario
inspector Mariano González, consta una nota de agradecimiento del 7 de octubre de 1975 del jefe del Batallón
de Inteligencia Nº 601 del Ejército “por el apoyo de la unidad a su mando”. Pero además, en el trámite de retiro
de un oficial inspector consta una nota del teniente coronel (R) Juan Ramón Nieto Moreno “jefe GT5, Secretaría
de Informaciones de Estado, Presidencia de la Nación” del 3 de octubre de 1976 informando que tres oficiales
inspectores del departamento en comisión en el GT5 tuvieron una “relevante actuación en los procedimientos
que condujeron al desbaratamiento del sector militar de la organización subversiva O.P.R. 33 (Organización
Popular Revolucionaria 33 Orientales)”.

86  Por ejemplo, en el caso conocido como “La noche de los judiciales”, se constató la intervención del Depar-
tamento Sumarios. El 2 de junio de 1976 su jefe, Hugo Sergio Castillo dio intervención al Juzgado Nacional
de Primera Instancia en lo Criminal y Correccional Federal Nº 2 por “Averiguación infracción Ley Nº 20.840,
tenencia de armas de guerra y accidente fatal”. Castillo declaró en 1986 que la tarea del Departamento era “efec-
tuar procedimientos de índole antisubversivo, para lo cual se actuaba con personal idóneo y la intervención de
la autoridad judicial correspondiente”, que la PFA “actuaba bajo control operacional del Ejército Argentino, y en
el caso del Departamento (...) cuyos procedimientos eran en Capital Federal y Gran Buenos Aires, del Primer
Cuerpo de Ejército”. (Programa Verdad y Justicia, 2017: 13).

Los centros clandestinos de detención en Argentina 191


Esta articulación tuvo lugar con la fuerza Ejército pero también con las policías pro-
vinciales, los servicios penitenciarios, con la SIDE, con fuerzas intermedias e inclusive
con otros espacios de detención. Además, como fue explicado, contaban con una Ofi-
cina Técnica con capacidades de infiltración. Por otro lado, servían también de apoyo
a los Comandos de Zona para tareas directamente vinculadas con la “lucha contra la
subversión”.

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Los centros clandestinos de detención en Argentina 194


Autores y autoras de la publicación

Natalia Ayala Tomasini es Profesora de Enseñanza Media y Superior en Historia por la Uni-
versidad de Buenos Aires (UBA). Desde 2011 integra la Coordinación de Investigaciones His-
tóricas del Archivo Nacional de la Memoria y trabaja en proyectos vinculados a indagar la
represión estatal, las doctrinas militares y la estructura y operatividad de las Fuerzas Armadas
y de Seguridad desde principios del siglo XX y durante el Terrorismo de Estado.

Violeta Ayles Tortolini es Doctora en Historia por la Facultad de Filosofía y Letras de la Uni-
versidad de Buenos Aires (UBA) y Profesora de Historia recibida en la Facultad de Filosofía y
Letras de la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo). Integra el Instituto de Investigación de
Estudios de Género de la UBA. Es docente de grado y posgrado. Sus temas de investigación
versan sobre historia mendocina, argentina y latinoamericana reciente, experiencias revolu-
cionarias, historia de mujeres, historia oral, vínculos entre historia y memoria.

Ivonne Barragán es Licenciada en Historia por la Universidad Nacional de Mar del Plata
(UNMdP), Doctora en Historia por la Universidad de Buenos Aires (UBA) e investigadora
asistente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Actual-
mente, se desempeña como Directora de la Revista Sudamérica del Centro de Estudios So-
ciales y Políticos (CESP) de la Facultad de Humanidades de la UNMDP e integra el Instituto
de Investigaciones sobre Sociedades, Territorios y Culturas (ISTeC) de la misma universidad.
Se especializa en el estudio del ejercicio de la violencia estatal por parte de los oficiales de la
Armada Argentina durante las dictaduras de la segunda mitad del siglo XX argentino y la
represión a la clase trabajadora durante la última dictadura militar.

Victoria Basualdo es Licenciada en Historia por la Facultad de Filosofía y Letras de la Uni-


versidad de Buenos Aires (UBA) y MA, MPhil y PhD en Historia por la Columbia Univer-
sity. Es investigadora Independiente del CONICET y del Área de Economía y Tecnología de
FLACSO Argentina, dónde coordina el Programa “Estudios del trabajo, movimiento sindical
y organización industrial”. Se especializa en la historia de las transformaciones en las rela-
ciones laborales y la clase trabajadora en Argentina y América Latina, y en el estudio de los
procesos represivos durante las dictaduras de la Guerra Fría, con particular foco en la articu-
lación empresarial-militar.

Florencia Cataldo Díaz es Profesora de Enseñanza Media y Superior en Historia, y Licencia-


da en Historia por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Es candidata a Doctora en Historia
por la misma universidad. Integra el Instituto de Investigaciones de Estudios de Género, con
sede en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Entre sus temas de investigación prin-
cipales se incluyen la represión estatal en la historia argentina reciente y las experiencias de
familiares de genocidas que repudian el accionar represivo de sus parientes durante la última
dictadura argentina.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 195


Débora D´Antonio es Doctora en Historia por la Universidad de Buenos Aires (UBA) e in-
vestigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Inte-
gra el Instituto de Investigaciones en Estudios de Género de la Facultad de Filosofía y Letras
de la UBA y es profesora de grado y posgrado en la misma universidad. Se especializa en el
estudio de la actividad represiva del Estado en la historia reciente argentina y su cruce con
los estudios de género y sexualidad. Ha sido asesora en Historia del Archivo Nacional de la
Memoria.

Ariel Eidelman es Profesor, Licenciado y Doctor en Historia por la Universidad de Buenos


Aires (UBA). Desarrolla investigaciones en el marco del Instituto de Investigación de Estudios
de Género (IIEGE) de la Facultad de Filosofía y Letras, donde dicta clases de grado con el
cargo de Profesor Adjunto. Al mismo tiempo, es docente en el Ciclo Básico Común y profesor
en distintos colegios secundarios. Ha dictado seminarios en otras facultades y universidades
nacionales. Se ha especializado en el estudio de las actividades represivas del Estado en la his-
toria argentina del siglo XX, en la militancia revolucionaria de los años 60 y 70 y en cuestiones
vinculadas a la cultura, lo sociocultural, la sexualidad y el género en la Historia Reciente.

María Alejandra Esponda es Licenciada, Magister y Doctora en Antropología Social por la


Universidad Nacional de Misiones. Investigadora en el Área de Economía y Tecnología de
la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO). Es docente regular asociada e
investigadora en la Universidad Nacional Arturo Jauretche. Sus principales líneas de investi-
gación refieren a las experiencias y transformaciones de la clase trabajadora y sus formas de
organización sindical desde mediados de los setenta hasta la actualidad, con énfasis en los
procesos represivos, la responsabilidad empresarial y el avance de la tercerización laboral.

Facundo Fernández Barrio es Profesor de Enseñanza Media y Superior en Historia y candi-


dato a Doctor en Historia por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Trabajó quince años
como periodista para medios gráficos nacionales y extranjeros. Investiga sobre las proyeccio-
nes transnacionales de la represión durante la última dictadura militar argentina.

Rodrigo González Tizón es Doctor en Historia por la Escuela de Altos Estudios Sociales de
la Universidad Nacional de San Martín (EIDAES/UNSAM) y Profesor de Enseñanza Media y
Superior en Historia por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Actualmente, se desempeña
como coordinador de Investigaciones Históricas del Archivo Nacional de la Memoria y como
docente universitario. Fue, además, becario doctoral y postdoctoral del Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Se especializa en el estudio de la represión
estatal y paraestatal en la historia reciente Argentina y del Cono Sur y el activismo político en
derechos humanos a escala local y transnacional.

Micaela Iturralde es Doctora en Ciencias Sociales por el Instituto de Desarrollo Económico


y Social (IDES) y la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS), y Profesora y Li-
cenciada en Historia por la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMdP). Actualmente,
se desempeña como Investigadora asistente del CONICET, con lugar de trabajo en el Instituto
de Investigaciones sobre Sociedades, Territorios y Culturas (ISTEC) y como Profesora adjunta
de la asignatura Historia Económica y Social de Argentina (Departamento de Historia, Fa-
cultad de Humanidades, UNMdP). Entre sus temas de investigación principales se incluye el
estudio de la prensa gráfica masiva, el campo periodístico y el tratamiento mediático otorgado

Los centros clandestinos de detención en Argentina 196


a la violencia estatal durante la última dictadura militar y los primeros años del retorno a la
democracia.

Cecilia Mac Cormack es Magíster en Derechos Humanos y Políticas Sociales por la Universi-
dad Nacional de San Martín (UNSAM) y Profesora de Enseñanza Media y Superior en Histo-
ria por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Desde 2011, trabaja en distintas áreas estatales
vinculadas a la gestión e investigación de los ex centros clandestinos de detención (Instituto
Espacio para la Memoria, Dirección Nacional de Sitios de Memoria, Registro Unificado de
Víctimas del Terrorismo de Estado y Coordinación de Investigaciones Históricas del Archivo
Nacional de la Memoria).

Joan Portos Gilabert es Profesor de Enseñanza Media y Superior en Ciencias Antropológicas


orientación sociocultural por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos
Aires (UBA). Desde 2002 participó en equipos de gestión en espacios para la memoria rea-
lizando tareas educativas y de investigación. Desde 2015 es parte del equipo de trabajo del
Espacio para la Memoria y la Promoción de los Derechos Humanos ex ESIM, Dirección Na-
cional de Sitios y Espacios para la Memoria, Secretaría de Derechos Humanos de la Nación.
Integra el Equipo Lugares y Políticas de la Memoria de la Facultad de Filosofía y Letras de
la UBA y el Grupo de Estudios sobre Violencia, Justicia y Derechos Humanos de la Facultad
de Humanidades de la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMdP). Desarrolla inves-
tigaciones sobre políticas de la memoria, memorias de la política y procesos represivos en la
historia reciente.

Cristian Rama es Doctor, Licenciado y Profesor en Historia por la Facultad de Filosofía y Le-
tras de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Ha obtenido becas de doctorado y posdocto-
rado cofinanciadas por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONI-
CET) y la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV). Sus investigaciones se centran en
las experiencias de las y los sobrevivientes de la represión clandestina de la última dictadura
Argentina, y en los juicios a militares y policías transcurridos durante la llamada transición
a la democracia. Es docente en carreras de posgrado de la Facultad de Filosofía y Letras de la
UBA y UNDAV.

Laura Rodriguez Agüero es Doctora en Historia por la Facultad de Humanidades y Cien-


cias de la Educación de la Universidad de Nacional de La Plata (FAHCE, UNLP), Profesora
y Licenciada en Historia por la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo). Actualmente, se
desempeña como investigadora adjunta del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas
y Técnicas (CONICET), con lugar de trabajo en el Instituto de Ciencias Humanas Sociales
y Ambientales (INCIHUSA) de Mendoza y como docente universitaria. Entre sus temas de
investigación principales se incluyen la represión estatal y paraestatal en la historia reciente
Argentina, historia de mujeres e historia de las derechas en Argentina.

Nicolás Rodríguez Games es Magíster en Ciencia Política por la Escuela Interdisciplinaria de


Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de San Martín (EIDAES-UNSAM). Es do-
cente de posgrado y ha dictado seminarios en otras universidades nacionales. Trabajó como
consultor en organismos internacionales y ocupó cargos institucionales en el ámbito público
en temas relacionados con la seguridad pública y la policía. Entre sus temas de investigación
principales están las instituciones policiales argentinas.

Los centros clandestinos de detención en Argentina 197


Pablo Scatizza es Licenciado en Historia por la Universidad Nacional del Comahue (UNCo)
y Doctor en Historia por la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT). Es Profesor Adjunto Re-
gular del área Teórica del Profesorado y la Licenciatura en Historia en la Universidad Nacio-
nal del Comahue (UNCo), en Neuquén y San Carlos de Bariloche. Se especializa en temáticas
vinculadas con la historia reciente, la represión, los derechos humanos y la violencia política,
con énfasis en las décadas del '60 y '70 hasta la actualidad. Integró entre 2008 y 2014 la Unidad
de Derechos Humanos de la Fiscalía Federal de Neuquén, como investigador en la instrucción
de las causas por delitos de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura militar.

Ana Laura Sucari es Profesora de Enseñanza Media y Superior en Historia por la Universidad
de Buenos Aires (UBA) y candidata a Doctora en Historia por la misma universidad. Inte-
gra el Instituto de Investigaciones en Estudios de Género de la Facultad de Filosofía y Letras
(UBA) y colabora con el Archivo Institucional de Abuelas de Plaza de Mayo. Sus investiga-
ciones se centran en la relación entre los procesos de restitución de las personas apropiadas
durante la última dictadura y las estrategias políticas para la restitución identitaria desde una
perspectiva histórica.

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