Version Preliminar Susceptible de Correccion Una Vez Confrontado Con El Expediente Original

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“1983/2023 – 40 AÑOS DE DEMOCRACIA”

VERSION PRELIMINAR
SUSCEPTIBLE DE CORRECCION
UNA VEZ CONFRONTADO
CON EL EXPEDIENTE ORIGINAL
“1983/2023 – 40 AÑOS DE DEMOCRACIA”

(S-2496/2023)

PROYECTO DE LEY

El Senado y Cámara de Diputados,…

ARTICULO 1º: Modifícase el artículo 21 de la ley 26.122, el que quedará


redactado de la siguiente manera:

ART. 21. — Elevado por la Comisión el dictamen al plenario de ambas


Cámaras, éstas deben darle tratamiento dentro del plazo de seis meses
contados desde el día siguiente de su publicación en el Boletín Oficial. El
receso legislativo no interrumpe el plazo referido.

ARTICULO 2º: Modifícase el artículo 22 de la ley 26.122, el que quedará


redactado de la siguiente manera:

ART. 22. — Las Cámaras se pronuncian mediante sendas resoluciones.


Cada Cámara comunicará a la otra su pronunciamiento de forma
inmediata.

ARTICULO 3º: Modifícase el artículo 23 de la ley 26.122, el que quedará


redactado de la siguiente manera:

ART.23. — A la hora de darle tratamiento a los decretos indicados en el


artículo 1, las cámaras tendrán la posibilidad de aprobarlos o rechazarlos
en forma total o parcial, aunque no están habilitadas para efectuar
modificaciones al texto enviado por el Poder Ejecutivo. La aceptación o
rechazo parcial del texto, no serán considerados como modificaciones

ARTICULO 4º: Modifícase el artículo 24 de la ley 26.122, el que quedará


redactado de la siguiente manera:

ART. 24. — Los decretos mencionados en el artículo 1, se considerarán


aprobados cuando así lo dispongan expresamente ambas cámaras, con el
quórum de la mayoría absoluta de los presentes, dentro del plazo
mencionado en el artículo 21. Cumplido dicho plazo sin que ambas
cámaras lo hayan aprobado en forma expresa, el decreto quedará
automáticamente sin vigencia.

Si vencido el plazo señalado, el decreto tuvo aprobación por una de las dos
cámaras solamente, la restante tendrá treinta días más de plazo, contado
desde el vencimiento de los seis meses indicados en el artículo 21,
transcurridos los cuales, el decreto queda automáticamente sin vigencia.
“1983/2023 – 40 AÑOS DE DEMOCRACIA”

El rechazo por ambas Cámaras del Congreso, del decreto de que se trate,
o el vencimiento de los plazos previstos en los artículos 21 y 24 sin que
ambas cámaras le hubieran dado aprobación expresa, conforme lo previsto
en el párrafo anterior, implicará su derogación de acuerdo a lo que
establece el artículo 2º del Código Civil, quedando a salvo los derechos
adquiridos durante su vigencia.

ARTICULO 5º: Comuníquese al Poder Ejecutivo.

Carolina Losada. - Edith E. Terenzi. - Maximiliano Abad. - Daniel R.


Kroneberger. - Mercedes G. Valenzuela Pablo D. Blanco. - Eduardo H.
Galaretto. Flavio S. Fama.-

FUNDAMENTOS

Señora Presidente:

En la Argentina rige un sistema republicano de gobierno, cuyas


características principales son la independencia del Poder Judicial y la
división de poderes. A la luz de este sistema previsto en el Art. 1 de la
Constitución Nacional, se crean tres órganos de gobierno a los cuales se
les asignan determinadas potestades. Las que corresponden a uno, no
pueden ser ejercidas por los otros.

Sin embargo, la reforma constitucional de 1994 autorizó al presidente de la


Nación a ejercer atribuciones del Congreso a través de los conocidos
“decretos de necesidad y urgencia”, en la medida que no sean temas
penales, tributarios, electorales o sobre partidos políticos, que lleven la
firma de todos los ministros y que existan circunstancias excepcionales que
hagan imposible seguir los trámites previstos por la Constitución para la
sanción de las leyes (Art. 99 Inc. 3).

Según la misma Ley Suprema, una vez dictados estos decretos deben,
dentro de los diez días, ser sometidos a consideración de una Comisión
Bicameral Permanente de este Congreso, cuya composición deberá
respetar la proporción de las representaciones políticas de cada cámara.

Esta comisión elevará su despacho en un plazo de diez días al plenario de


cada Cámara para su expreso tratamiento, para lo cual tendrá también diez
días.

Como se puede observar, según la Constitución Nacional, es este


Congreso el que debe decidir, en última instancia, sobre la validez o no de
estos decretos de necesidad y urgencia (así como también de los
delegados y de los de promulgación parcial de leyes), y además, es quien
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debe regular su propia intervención en el trámite de aprobación de estos


decretos, para lo cual ha sancionado una ley, el 20 de julio de 2006, que
lleva el número 26.122, y que funciona como una reglamentación de los
Arts. 76, 80 y 99, Inc. 3º (en materia de decretos delegados, de
promulgación parcial de leyes y de necesidad y urgencia, respectivamente)

Es por lo tanto la ley de marras, la que establece cuáles de las dos cámaras
deben manifestar su aprobación o rechazo, desde cuándo rigen estos
decretos y si las cámaras deben aprobar o rechazar el texto en su conjunto
o si pueden efectuar modificaciones.

En este sentido la ley 26.122 es contundente cuando establece, en su Art.


22, que el rechazo o la aprobación del decreto debe ser expreso, lo que
significa que el silencio del Congreso no implica que el decreto ha sido
aprobado; pero al mismo tiempo agrega que el decreto rige desde el octavo
día de su publicación en el Boletín Oficial o desde cuando el mismo lo
disponga. Agrega, asimismo, que esa aprobación expresa debe ser
efectuada con un quórum de la mayoría absoluta de los miembros
presentes de la Cámara que se esté pronunciando.

En la práctica, entonces, la única forma de evitar que un decreto de los


alcanzados por la ley 26.122 mantenga su vigencia eterna en el tiempo, es
que ambas cámaras lo rechacen en forma expresa. Dicho de otro modo,
es suficiente con que una sola cámara lo apruebe para que el decreto
continúe estando vigente, o que directamente no lo traten, merced a la
indeterminación de plazos que las Cámaras tienen para abordarlo, y su
plena vigencia desde la publicación.

En definitiva, al presidente le resulta más fácil ejercer potestades de este


Congreso que, al Congreso mismo, que necesita la voluntad de ambas
cámaras, lo cual resulta institucionalmente inexplicable.

Digamos que si bien puede ser cuestionable que la Constitución Nacional


admita que el presidente pueda ejercer potestades del Congreso, lo es más
aún que, este mismo órgano, al sancionar, en el año 2006, la ley
reglamentaria de su propia intervención en la aprobación de estos
decretos, no haya defendido el ejercicio cabal de sus propias potestades,
facilitándole en cambio, al presidente, la tarea legislativa.

Durante muchos años este Congreso ha tenido que soportar que los
primeros mandatarios hayan hecho uso y abuso de estas herramientas, es
decir, que los presidentes hayan ejercido atribuciones legislativas; pero el
reciente decreto Nro. 70/23, que abordó la regulación de más de cien
cuestiones propias de este Parlamento, puso de relieve la necesidad de
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que este Congreso, de una vez por todas, se dedique a defender su función
y sus atribuciones.
Es por tal motivo que, atendiendo a la excepcionalidad con la que debe
aceptarse el uso de esta herramienta, resulta necesario legislar, teniendo
en cuenta dicha excepcionalidad, sobre cómo el este Congreso debe
intervenir a la hora de analizar estos decretos.

La misma Constitución Nacional prevé esta excepcionalidad, como


principio liminar, en su Art. 99 Inc. 3, al establecer que “el Poder Ejecutivo
no podrá, en ningún caso, bajo pena de nulidad absoluta e insanable, emitir
disposiciones de carácter legislativo”.

Del mismo modo, la Corte Suprema de Justicia de la Nación ha hecho


prevalecer este criterio restrictivo a partir del caso “Verrocchi, Daniel c/
Poder Ejecutivo -Administración Nacional de Aduanas s/ acción de
amparo”, estableciendo que para que el presidente pueda ejercer
facultades legislativas, es necesario que “sea imposible dictar la ley
mediante el trámite ordinario previsto por la Constitución, vale decir, que
las cámaras del Congreso no puedan reunirse por circunstancias de fuerza
mayor que lo impidan, como ocurriría en el caso de acciones bélicas o
desastres naturales que impidiesen su reunión o el traslado de los
legisladores a la Capital Federal” Y este mismo criterio fue sostenido en el
caso “Consumidores Argentinos” del año 2010.

Y en este último caso, la Dra. Carmen Argibay, en su voto propio, opinó


que, prima facie, cualquier decreto de necesidad y urgencia es
inconstitucional, salvo que se pruebe su ajuste a los requisitos que plantea
la Ley Fundamental.

Sin embargo, el Congreso de la Nación no parece tener en cuenta este


criterio restrictivo a la hora de legislar sobre la cuestión. Todo lo contrario,
pareciera facilitarle al presidente el ejercicio de atribuciones que, para él,
son excepcionales, como lo son las que corresponden a este Parlamento.

Es por ello que resulta necesario cambiar este criterio, para defender el rol
de este Congreso, sus potestades y su función institucional.

Entiendo que es necesario que, una vez dictado un DNU, un decreto


delegado (que es el que el presidente dicta cuando previamente el
Congreso le delegó una potestad en el marco del Art. 76 CN) o un decreto
de promulgación parcial de leyes, y una vez emitido el dictamen de la
Comisión Bicameral Permanente, haya un plazo para que las Cámaras lo
traten, vencido el cual el decreto en cuestión deje de tener vigencia.
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También es necesario que las dos cámaras sean las que deban aprobar el
decreto de marras para que mantenga su vigencia en el tiempo, porque,
insisto, no puede ser que al presidente le resulte más fácil ejercer
potestades del este Congreso, que a nosotros mismos (legisladores).

Y también es necesario evitar que los presidentes puedan ponernos un


cepo institucional, enviándonos un decreto conteniendo múltiples y
variados temas, y que los legisladores debamos aprobar o rechazar todo o
nada, cuando nuestra obligación es abordar seriamente y en profundidad,
cada una de las cuestiones sometidas a nuestra consideración.
Fundamentalmente porque cuando un presidente dicta un decreto
delegado o uno de necesidad y urgencia, no hace otra cosa que ejercer
“nuestras” potestades.

Este Congreso no funciona como escribanía de certificación de normas. Es


un órgano constitucional, en el que habitan los representantes de mayorías
y minorías, que debe ejercer su representación responsable y
acabadamente. Si en algún momento, en el pasado, nosotros mismos
sancionamos una ley de autolimitación, como lo fue la 26122, pues hay que
modificarla y permitirnos evaluar detenidamente cada una de las
cuestiones que un presidente pueda ponernos a nuestra consideración a
través de un decreto de necesidad y urgencia.

Pues para revalorizar a la función legislativa, a este Congreso y a sus


integrantes, les pido apoyo para modificar la ley 26.122.

Carolina Losada.- Edith E. Terenzi

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