Caso Mattel
Caso Mattel
Caso Mattel
‘Made in China’
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made-in-china/
Políticas Públicas
05 de septiembre de 2007
En las últimas semanas Mattel ha retirado del mercado más de 10 millones de juguetes
en Estados Unidos ¿Podría esto de alguna forma acabar perjudicando a la muñeca más
famosa del mundo? La respuesta del profesor de Marketing de Wharton, Stephen
Hoch, es contundente: “Barbie tiene chaleco antibalas”.
No obstante, los dos llamamientos de Mattel para retirar juguetes del mercado han
conseguido que miles de padres buceen entre los baúles buscando juguetes
potencialmente peligrosos y también han puesto destapado los problemas relacionados
con el control de la calidad en China y la persistente pugna para reducir costes en todos
y cada uno de los eslabones de la cadena de suministros. “Los bajos costes tienen
claramente un coste”, afirma Marshall Meyer, profesor de Gestión de Wharton y
experto en China. “Los problemas posiblemente sean mayores de lo que habíamos
imaginado”.
Pronta respuesta y disculpas
Según Mattel, los problemas con la pintura con plomo comenzaron cuando su
contratista chino a su vez subcontrató el pintado de los juguetes a un tercero que
empleaba productos no autorizados y de calidad inferior. En lo que respecta al problema
de los imanes, la empresa afirmaba que en enero había “implementado sistemas
mejorados en los juguetes de todas sus marcas para que los imanes no se
desprendiesen”. Cerca del 65% de los juguetes de Mattel se fabrican en China.
Al menos los observadores consideran que, con sus disculpas, el consejero delegado ha
tenido un gran gesto, ya que en el pasado la norma ha sido que las empresas no
reconozcan un problema y/o intenten trasladar la culpa a otros. “Pedir disculpas en
público es una buena idea por dos motivos”, dice Jacques deLisle, profesor de Derecho
de la Universidad de Pensilvania especializado en Derecho y Política china. “En primer
lugar, suelen contribuir a la difusión del llamamiento para la retirada de productos. En
segundo lugar, muchos estudios muestran que las víctimas que han sufrido daños a
menudo conceden a la disculpa una gran importancia, y de hecho podrían demandar a la
empresa por una cantidad monetaria inferior si el acusado se disculpa y subsana el daño
en lugar de negar toda responsabilidad”.
En opinión de la profesora de Marketing de Wharton, Lisa Bolton, en esta situación la
mejor forma en que una empresa podría actuar sería “intentar enfrentarse y resolver el
problema lo más rápidamente posible … para tener control de la historia y del modo en
que llega al público. Creo que pedir disculpas es un modo de hacerlo y también de
retener a los clientes. Pero tal vez en este caso haya llegado algo tarde … porque no es
la primera vez que ha habido problemas asociados con los imanes de escaso tamaño, así
que te preguntas por qué la empresa siguió utilizando dicha tecnología” durante tanto
tiempo.
Ahora que ya se han pedido disculpas, “el mayor reto para Mattel es demostrar que está
dedicando enormes esfuerzos al área de control de calidad”, dice Robert Mittelstaedt,
decano de la W.P. Carey School of Business, perteneciente a la Universidad Estatal de
Arizona. “Esto es bastante similar a los casos en que el avión de una compañía aérea
tiene un accidente. Hace varios años dos aviones de US Airways se estrellaron en un
periodo de tiempo relativamente corto. La empresa contrató un general de las fuerzas
aéreas retirado para poner en marcha un programa de seguridad específicamente
diseñado para revisar e implementar procesos y procedimientos. La directiva tuvo que
demostrar ante la opinión pública que se tomaba en serio el tema de seguridad”.
Según Mittelstaedt, autor de un libro titulado Will Your Next Mistake Be Fatal?
Avoiding the Chain of Mistakes That Can Destroy Your Organization (¿El próximo
error que cometas será fatal? Evitar la cadena de errores que pueden acabar con tu
organización), tradicionalmente las empresas suelen centrar la mayor parte de sus
energías a fabricar un producto incurriendo en el mínimo coste posible, hacerlo llegar a
las estanterías lo más rápidamente posible y luego, en caso de los establecimientos al
por menor que venden juguetes, “se despreocupan siempre y cuando el producto no sea
lo suficientemente pequeño como para que un niño se lo pueda tragar … Hoy en día
todo el mundo es consciente de que todas las cosas se fabrican en China para ahorrar
dinero. Ahora la cuestión es cuáles son las prioridades de una empresa. Por ejemplo,
además de implementar nuevos sistemas para comprobar los niveles de seguridad,
Mattel debería poner en marcha masivas campañas educativas que los complementen.
Podría, por ejemplo, considerar la posibilidad de publicar información sobre juguetes y
cómo deberían jugar los niños con ellos de un modo seguro. Durante la crisis del
Tylenol, allá por la década de los 80, Johnson & Johnson hizo todo eso voluntariamente.
Creó envases seguros mucho antes de que los gobiernos hiciesen obligatorio su uso”.
Aún queda por ver cuáles serán las consecuencias para la marca Mattel. No obstante hay
que señalar que posiblemente Barbie permanezca “intocable”. “Barbie es una franquicia
demasiado fuerte como para verse perjudicada de modo alguno”, dice Hoch, padre de
dos hijas que en algún momento de sus vidas llegaron a tener 40 Barbies y una cantidad
asombrosa de sus accesorios y vestidos. “Los juguetes –y no la empresa- son realmente
el nombre de marca. Barbie está un paso por delante de Mattel”.
Bolton considera que cualquier daño que la marca Mattel pueda sufrir no tendrá nada
que ver, en parte, con lo que ocurra en los próximos meses. Si Mattel u otras empresas
retiran del mercado algún otro juguete, entonces “sí, la marca Mattel posiblemente
acabe sufriendo. Por otro lado, la empresa es de hecho el principal suministrador de
juguetes de niños. Basta con echar un vistazo a las estanterías de las tiendas de juguetes.
A veces no existe ninguna otra alternativa más que comprar un producto de Mattel, ya
que todos sus juguetes guardan relación con la televisión, las películas y demás. Si tu
hijo te pide un Elmo, será mejor que llegues a casa con uno”. Bolton está de acuerdo
con Hoch en que Barbie posiblemente esté a salvo. “Las noticias publicadas eran sobre
Mattel. Los consumidores no tienen por qué relacionar dichos problemas con Barbie.
Así pues, el efecto negativo no acabará difundiéndose tanto si la gente no realiza dichas
conexiones”.
Mittelstaedt saca a colación otro tema: mucha gente “ni siquiera sabía que Fisher Price
pertenecía a Mattel. Ahora resulta mucho más evidente quién es propietario de qué. Si la
empresa no tiene cuidado, la marca acabará deteriorada”. Pero Mittelstaedt no cree que
las ventas de Navidades vayan a verse perjudicadas. “Los juguetes son una importante
parte de la economía”. Si Mattel es inteligente, añade, “declarará que ha aprendido una
importante lección y que será la empresa más agresiva del sector en cuanto a la
protección de los niños. Si hace esto bien, será bueno para la empresa pero si
simplemente pide disculpas y continua minimizando costes en diferentes localizaciones
en China, sufrirá una gran pérdida de confianza”. Una empresa puede echar la culpa una
vez a sus suministradores por ofrecer productos defectuosos o poco seguros, pero esta
táctica no funcionará dos veces, explica.
Donaldson también sugiere que “no siempre es posible garantizar la seguridad de los
juguetes o de cualquier otro producto. En relación con China, estamos comprando
nuestros productos en un lugar en que la experiencia, infraestructura y aplicación de la
ley están a años luz de los niveles que damos por sentado en Estados Unidos. Esta
afirmación no sólo se aplica al caso de China. Otros países de Latinoamérica, el sudeste
asiático y otras áreas también están muy por detrás, en especial en lo que respecta a
requisitos de seguridad”.
Para el futuro, “lo que Mattel podría hacer en su propio interés sería informar al
máximo. La empresa debería modificar toda la organización, incluyendo sus
proveedores, y asegurarse de que nada se le escape de las manos. Esto tendría un efecto
inmediato sobre los consumidores preocupados por la seguridad de los productos”.
Riesgo, responsabilidades
En otras palabras, se podría sostener que, en relación con los imanes, “Mattel cometió
negligencia por no haber tenido un mejor diseño de sus productos”, y en relación con la
pintura con plomo, por “no haber sido más especifica y haber inspeccionado en mayor
detalle lo que estaban haciendo los suministradores chinos”. Donaldson está de acuerdo:
“Va a ser muy difícil para Mattel defender que no era responsable de lo que estaba
ocurriendo”, señala. En la mayoría de los casos Mattel tampoco podrá trasladar las
responsabilidades derivadas de estas demandas judiciales a los fabricantes chinos.
“Como el diseño contiene fallos, no se pueden trasladar responsabilidades a nadie.
Mattel podría ser declarada totalmente responsable” de estos defectos.
Por otro lado, el llamamiento de Mattel para retirar sus juguetes del mercado constituye
claramente “una decisión prudente para minimizar posibles responsabilidades”, sostiene
deLisle. “El objetivo de retirar un producto es evitar el riesgo de que produzca daños. Si
haces un llamamiento para retirar un producto antes de que se produzca el daño y
además has advertido adecuadamente de los peligros que entraña y si la gente aún así no
devuelve el producto y le sucede algo malo, entonces el fabricante está en una posición
más fuerte” a la hora de defenderse frente a demandas judiciales.
Mattel, el mayor fabricante de juguetes del mundo –con ventas en 2006 de 5.650
millones de dólares-, posiblemente sea el objetivo más directo de las demandas
judiciales; sus arcas gozan de buena salud y resulta bastante accesible en comparación
con otras empresas de la cadena de suministros. Tal y como señala deLisle, para
cualquiera que se plantee iniciar un pleito por este tema “será más fácil demandar a
Mattel que a las empresas chinas, y dispondrá de medios más eficaces para ejecutar
cualquier sentencia”. Asimismo, según un artículo del New York Times, un abogado está
contemplando la posibilidad de presentar una demanda colectiva contra Mattel “para
obligar a Mattel a pagar pruebas en niños que podrían haberse envenenado con la
pintura con plomo de sus juguetes …”. Este no es, según New York Times, el único
juicio contra Mattel,. Hace unas semanas un padre demandaba a la empresa para “que
devolviese el importe de los juguetes, diese dinero para realizar pruebas para
diagnosticar un posible envenenamiento por pintura con plomo y una compensación por
daños y perjuicios”.
Mientras, deLisle sugiere que cualquier compensación por daños y perjuicios que
Mattel deba abonar como consecuencia de las demandas judiciales “será insignificante
en comparación con el coste de retirar millones de juguetes, el coste de los beneficios
perdidos y el daño causado a la reputación de Mattel –así como los gastos derivados de
encontrar otra red de suministradores, la inclusión de más mecanismos de control y la
implantación de sistemas de supervisión efectivos”.
Los llamamientos para retirar los juguetes obviamente constituyen una parte importante
de la estrategia de Mattel a la hora de responder ante los problemas de seguridad de sus
juguetes. Pero a pesar de retirar las unidades defectuosas, la empresa no ha quedado
exenta de críticas. Rachel Weintraub, directora de seguridad de productos de Consumer
Federation of America (CFA), con sede en Washington D.C., señala que Mattel hacía el
primer llamamiento el pasado noviembre para retirar muñecas Polly Pocket después de
que el CPSC tuviese constancia de 170 casos en los que los imanes se habían
desprendido. El segundo llamamiento para retirar más Polly Pocket tuvo lugar hace
unas semanas, después de que la CPSC recibiese más de 400 casos de imanes
desprendidos. “¿Por qué necesitó la empresa tanto tiempo para repetir el llamamiento?”
se pregunta Weintraub.
Para que la noticia se propague con mayor éxito, los fabricantes deberían ponerse en
contacto con las consultas de médicos y pediatras, sugiere Cowls, y también con los
comercios minoristas informándoles sobre cualquier producto defectuoso. “A veces los
comercios al por menor tienen noticia de la retirada al mismo tiempo que los
consumidores”, explica. Además, “las empresas deberían hacer marketing inverso.
Saben como emplear su presupuesto de marketing para llegar hasta los consumidores.
Deberían emplear ese mismo dinero que los consumidores conozcan los defectos u otros
peligros”.
Bolton señala que “desde mi experiencia como consumidor, se que es muy difícil saber
si el producto que tú tienes es el que debe ser retirado. Las empresas no pueden seguirle
la pista a los consumidores que tienen el producto o animarles para que respondan al
llamamiento. Los consumidores simplemente podrían pensar que les resulta demasiado
complicado leer las instrucciones de la retirada, averiguar si su juguete es el afectado e
intentar recordar cuando lo compraron. Luego posiblemente tengan que pagar por
devolver el producto. Y tal vez les envíen un nuevo producto o tal vez no”.
A Weintraub también le preocupa la efectividad de los llamamientos para evitar que los
juguetes defectuosos sigan en manos de los niños. Así pues, celebra los esfuerzos de
Mattel para hacer llegar la noticia a los consumidores y su aceptación de
responsabilidades, pero también cree que se necesitan otros modos de comunicación
más efectivos. Hace varios años la CFA presentaba una petición junto a la Consumer
Product Safety Commission que habría obligado a los fabricantes de productos para
niños a incluir una tarjeta de registro -o el equivalente online-, que los consumidores
deberían cumplimentar con sus datos personales para contactar en caso de una retirada
de productos del mercado. Dicha petición fue rechazada pero recientemente una ley con
espíritu similar ha conseguido ser aprobada por el subcomité del Congreso. “Aún le
queda mucho camino por recorrer”, dice Weintraub.
Como consecuencia de las retiradas de juguetes de Mattel –así como otras historias
recientes sobre exportaciones chinas defectuosas o poco seguras, desde neumáticos y
comida para mascotas hasta pasta de dientes y productos farmacéuticos- posiblemente
las palabras “Made in China” sean durante un tiempo sospechosas o sean tomadas con
mucha precaución”, dice Meyer. El gobierno chino, añade, reconoce la importancia de
este problema y está intentando hacer lo posible para conseguir que “Made in China”
sugiera buena calidad en lugar de mala”. De hecho, hace unas semanas el gobierno
anunciaba que empezaría a inspeccionar todas las exportaciones de alimentos y a tomar
medidas muy duras contra toda violación de los estándares sobre salud y seguridad.
“Pero China es un país muy descentralizado y la capacidad del gobierno central para
controlar los gobiernos locales es limitada”. Es interesante señalar llegados a este punto,
añade Meyer, que “los consumidores chinos han sufrido durante años productos
inseguros o de fabricación defectuosa, y no han tenido muchas posibilidades para iniciar
cambios. Ahora la comunidad internacional tal vez pueda conseguir para los
consumidores chinos lo que su sistema legal les niega”.
En la cadena de suministros algunos están tomando medidas para mantener los costes
bajos, pero “también existen casos en los que simplemente hacen trampa”, añade
deLisle. Con una demanda creciente, surgen por todas partes suministradores pequeños
y relativamente nuevos “con poca reputación y activos. No existen límites para que
dejen de manifestar un comportamiento oportunista. Así pues, se trabaja en un mercado
en que existe presión para reducir costes y unos cuantos comenten estafas. Estas
acciones no están tan bien supervisadas como se podría en una economía más madura
que creciese a tasas vertiginosas”.