Jurisprudencia Sobre Allanamiento 2013-2014
Jurisprudencia Sobre Allanamiento 2013-2014
Jurisprudencia Sobre Allanamiento 2013-2014
El presente documento contiene jurisprudencia reciente de los años 2013 y 2014 sobre el
allanamiento en el proceso penal, como actos procesales dentro del mismo.
Contenido
JURISPRUDENCIA ...................................................................................................................... 1
1. REQUISITOS, FUNDAMENTACIÓN Y ANÁLISIS EN CASO DE PRACTICARLO FUERA
DEL RANGO HORARIO ESTABLECIDO POR LEY ............................................................... 1
2. VALIDEZ DE MOTIVAR LA ORDEN CON BASE EN LOS ARGUMENTOS RENDIDOS
POR LA FISCALÍA ................................................................................................................... 7
3. APLICACIÓN DE LA DOCTRINA “PLAIN VIEW” CUANDO SE DECOMISA UN OBJETO
NO PRETENDIDO EN LA ORDEN DE ALLANAMIENTO. NULIDAD EN CASO DONDE SE
UTILIZAN CRITERIOS ANDROCÉNTRICOS PARA VINCULAR AL IMPUTADO CON EL
DELITO. .................................................................................................................................. 11
4. ALCANCES DE LA DEBIDA FUNDAMENTACIÓN DE LA ORDEN ................................ 16
5. CONSECUENCIAS DE ILEGALIDAD PARA CON LA PRUEBA ASÍ OBTENIDA ........ 21
6. DEBIDO PROCESO. MOTIVACIÓN DE LA ORDEN DEBE RESPONDER A LAS
EXIGENCIAS Y PARTICULARIDADES DE CADA CASO CONCRETO .............................. 22
JURISPRUDENCIA
1
[Tribunal de Apelación de Sentencia Penal, III Circuito Judicial de Alajuela, San Ramón]i
Voto de mayoría:
“I.-En el primer motivo del recurso por la forma y con fundamento en los numerales 9 , 142 y
180 del Código Procesal Penal, 39 de la Constitución Política de la República de Costa Rica y 8
inciso 2 de la Convención de Derechos Humanos, el licenciado Francisco Campos Bautista
reclama falta de fundamentación probatoria e intelectiva, violación al debido proceso y
rechazo injustificado de actividad procesal defectuosa, pues se autorizó un allanamiento de
morada fuera de las dieciocho horas sin los requisitos y fundamentación de ley
correspondiente. Estima el quejoso infundada la orden de allanamiento de las 17 horas del 3
de julio de 2009, decretada por el Juzgado Penal de San Ramón, pues no se motivó la práctica
de dicha diligencia después de las 18 horas, así como tampoco las razones de urgencia y
necesidad que la justificaban para llevarla a cabo a dicha hora. Cita como apoyo a su reclamo
las resoluciones de la Sala Tercera de la Corte Suprema de Justicia votos Nº 2000-00699, Nº
2001-00917, Nº 2002-00408, Nº 2003-00481 y el Nº 2003-00866. Por otra parte insiste el
quejoso en reclamar falta de fundamentación de la orden de allanamiento por ser ésta una
repetición fiscal. Señala a su vez como un equívoco del juez penal establecer las 18 horas en
adelante como el momento de mayor auge para la actividad de venta de droga, pues ello
implica necesariamente la posibilidad del expendio de dichas sustancias en horarios menos
restrictivos y por tanto la excepcionalidad planteada no aplicaría al presente caso, señalando
como argumentos en su favor el hecho acusado Nº 6 y las actas de la Fueza Pública visibles a
folios 34, 38 y 40 donde las actividades de venta de droga se realizan antes de la restricción
horaria impuesta por el artículo 193 del Código Procesal Penal; o sea el allanamiento pudo
realizarse en el día y si a eso se agrega la habitualidad del comportamiento incurrido por el
encartado según la apreciación dada por la autoridad jurisdiccional, las razones de urgencia y
necesidad se encuentran infundadas, defecto absoluto que amerita declarar ineficaz el
allanamiento practicado asi como la prueba derivada y como pretensión accesoria se absuelva
al justiciable de toda pena y responsabilidad. El reclamo se declarara parcialmente con lugar.
A efecto de resolver el recurso resulta necesario realizar un análisis jurídico del instituto
procesal del allanamiento que dió origen al reclamo planteado. De esta forma y como
preámbulo fundamental, es la privacidad y dentro de ella la protección y resguardo del
domicilio, un derecho fundamental el cual es tutelado por el artículo 23 de la Constitución
Política de la República de Costa Rica cuando establece: "El domicilio y todo otro recinto
privado de los habitantes de la República son inviolables. No obstante pueden ser allanados por
orden escrita de juez competente, o para impedir la comisión o impunidad de delitos, o evitar
daños graves a las personas o a la propiead, con sujeción a lo que prescribe la ley". En este
mismo sentido la Convención Americana de Derechos Humanos en su artículo 11 declara
fundamental el derecho a la intimidad y domicilio y su protección por medio de la ley cuando
señala: "Artículo 11 . Protección de la Honra y de la Dignidad: 1. Toda persona tiene derecho al
respeto de su honra y al reconocimiento de su dignidad. 2. Nadie puede ser objeto de
ingerencias arbitrarias o abusivas en su vida privada, en la de su familia, en su domicilio o en su
correspondencia, ni de ataques ilegales a su honra o reputación. 3. Toda persona tiene derecho
a la protección de la ley contra esas ingerencias o esos ataques."
2
"Artículo 12. Nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su
domicilio o su correspondencia, ni de ataques a su honra o a su reputación. Toda persona tiene
derecho a la protección de la ley contra tales injerencias o ataques."
En este orden de ideas nuestro ordenamiento jurídico, en acato de tal mandato tanto
constitucional como internacional preve normas de carácter penal como por ejemplo, la
violación de domicilio, el allanamiento ilegal, entre otros, con la finalidad de materializar y
proteger el derecho fundamental declarado. Ahora bien, desde una concepción propia del
derecho penal, el domicilio se define como un espacio delimitado cuya naturaleza se
encuentra orientada al núcleo familiar o personal con exclusión de personas ajenas, o sea es
un espacio vital donde se desarrolla la actividad íntima familiar o personal de un sujeto y que
requiere permanencia o habitualidad. Todo ello para decir que en general el instituto procesal
del allanamiento resulta ser una interdicción debidamente regulada por la ley al derecho
humano fundamental de la intimidad y domicilio en los términos establecidos por las
diferentes normativas señaladas. En ese orden de ideas como bien se refiere: "En el campo
estrictamente procesal, el allanamiento se concibe como una diligencia de investigación, de
naturaleza coercitiva o cautelar, por la cual se pretende obtener elementos de prueba que
verifiquen, confirmen o aseguren que en determinado recinto se encuentran rastros de un
delito, se está cometiendo un ilícito o se esconden los responsables de un hecho delictivo,
como supuestos más comunes. Sin duda alguna, es una diligencia que lesiona derechos
fundamentales y eso lo dice la propia Constitución cuando la describe y autoriza. Sin embargo
y pese a que es realmente una diligencia irrepetible pues, por su propia naturaleza participa
necesariamente de características que la hacen propia y única, como son la necesidad de
practicarse en forma inmediata, la confidencialidad en su realización, participando de un
innegable factor sorpresa, que evite a toda costa la fuga de información o el riesgo de pérdida
de los resultados que se esperan. En tales circunstancias el o la juez (a) es garante de que
existan indicios suficientes de estar en presencia de un delito: de que las razones por las cuales
se pretende el ingreso a un domicilio, habitación o recinto privado, son atendibles al extremo
de autorizarlo. En suma, es garante del respeto a los derechos de las personas afectadas por la
medida, que incluso, dependiendo de su resultado, quizás nunca alcancen la condición de
imputados, todo ello sin perjuicio del eventual cuestionamiento que pueda realizarse de la
diligencia practicada, dentro del proceso" (Vargas Rojas, Omar y Campos Zúñiga, Mayra. La
Prueba en el proceso penal costarricense y su interpretación en la jurisprudencia nacional, 1ª
ed., San José, Costa Rica, IJSA, 2010, pp.104 a 105). No obstante tener un rango de derecho
fundamental dado por la Constitución Política y normas internacionales como las reseñadas,
no es un derecho absoluto en el tanto puede ser limitado por razones de interés penal,
cumpliendose eso sí, con una serie de requisitos de orden constitucional previstos en el
artículo 23 de la Constitución Política y legales previstos en los artículos 193, 194, 195, 196 y
197 del Código Procesal Penal. En este orden de ideas constitucionalmente se exige orden
escrita, juez competente y el cumplimiento de las exigencias de ley. Dentro del ámbito de la
ley se exige para lugares habitados la realización personal de la diligencia por un juez
observando una limitación horaria entre las 6 y las 18 horas del día con la finalidad de "(...)
evitar la irrupción en el domicilio cuando los habitantes se hallen entregados al descanso (...) "
(Cafferata Nores, José. La prueba en el proceso penal. 5ª ed., Buenos Aires, Argentina,
Depalma, 2003, p. 206.). A su vez la resolución escrita debe ser motivada, a la hora de su
ejecución debe entregarse copia de la resolución decretada al interesado o en su defecto a
quien la ley designe, es necesario también levantar una acta mediante la cual se registre la
diligencia de allanamiento, misma que deberá afectar lo menos posible el derecho de
intimidad de las personas presentes en el lugar. Estos requisitos a su vez plantean excepciones
como la posibilidad de practicar dicha diligencia a cualquier hora si existe consentimiento del
afectado, en casos sumamente graves o de urgencia debidamente motivados y sin orden
escrita en los supuestos del artículo 197 del Código Procesal Penal. En la autorización de un
allanamiento y su correspondiente ejecución es necesario una valoración de la pertinencia,
3
necesidad, idoneidad y proporcionalidad de la medida y el razonamiento mediante el cual se
arriba a la decisión de ordenar la diligencia, lo cual como lo señala el derecho constitucional ha
de realizarse por escrito con la finalidad de un control ulterior en las diferentes fases del
proceso pues, de existir cualquier ilícitud en su dictado o realización que afecte el derecho
fundamental a la privacidad o intimidad de quien soporta la interdicción de su derecho,
produce una afectación de caracter absoluta alegable en cualquier estado del proceso e
incluso en revisión de sentencia. Al respecto se ha señalado que: "Para controlar su decisión,
debe valorarse no sólo la evidencia de la posible comisión de un hecho delictivo, a lo que la
solicitud del Minsiterio Público en general se refiere en exclusiva, sino además y esencial para
la decisión, la necesidad, idoneidad y proporcionalidad de la medida. La necesidad de motivar
y expresar el sustento de la decisión, constituye una garantía para quien vea restringido su
derecho y evita, o al menos disminye la arbitrariedad" (Vargas Rojas y Campos Zúñiga, op. cit.,
p.110). El grado de motivación que exige una orden de allanamiento requiere un análisis
exhaustivo y particular de sus fundamentos y procedencia de tal manera que su decisión no
sea el producto de la arbitrariedad o de la exposición de todo el conocimiento y experiencia
adquiridos gracias al estudio por parte del órgano jurisdiccional. Debe ponderarse además la
etapa procesal, el tipo de resolución, el avance de la investigación y el grado de convicción que
como medida precautoria requiere para su dictado. A diferencia de la sentencia condenatoria
que requiere un grado de convicción de certeza, el allanamiento sobre todo si se trata en las
etapas incipientes del proceso, requiere para su dictado no solo los requisitos fácticos y
jurídicos reseñados sino también un juicio de probabilidad respecto de la existencia del hecho
y participación del justiciable. Al respecto se ha señalado: "Eso hace, que si bien se deba
cumplir con el deber de fundamentación, la misma debe responder a las posibilidades
concretas y a la propia realidad de la investigación. Sería absurdo exigir un juicio de certeza o
de gran probabilidad, cuando precisamente lo que se busca es investigar para contar con los
medios de prueba idóneos que permitan someter a proceso y eventualmente a pena a quienes
se dediquen a esas actividades. Incluso, podría darse el caso de que inicialmente existan
algunos indicios, pero que una vez realizada la investigación se descarte la existencia del hecho
o la participación concreta de algún sospechoso. Desde luego que eso no significaría que la
intervención fuere ilegal o arbitraria, sino que simplemente no cumplió con las expectativas
planteadas. De contarse con un juicio de certeza o de gran probabilidad ni siquiera procedería
la intervención, puesto que la prueba se habría obtenido por otros medios menos gravosos"
(Vargas Rojas y Campos Zúñiga, op. cit., pp.111-112). Para el caso concreto bajo análisis dado
que el allanamiento realizado en el presente proceso se ejecutó después de las 18 horas,
excepción calificada según lo prevé el artículo 193 del Código Procesal Penal cuando señala:
"Artículo 193.-
Allanamiento y registro de morada. Cuando el registro deba efectuarse en un lugar habitado,
en sus dependencias, casa de negocio u oficina, el allanamiento y registro será realizado
personalmente por el juez y deberá iniciarlo entre las seis y las dieciocho horas. Podrá
procederse a cualquier hora cuando el morador o su representante consienta o en los casos
sumamente graves y urgentes. Deberá dejarse constancia de la situación de urgencia en la
resolución que acuerda el allanamiento". Es importante profundizar doctrinaria y
jurisprudencialmente a fin de determinar los supuestos fácticos y jurídicos mediante los cuales
se pueda establecer cuándo una diligencia tan calificada, como el allanamiento, fuera de las
limitaciones horarias establecidas pueda considerarse ajustada a derecho sin demérito de las
garantías legales y fundamentales de la parte quien la soporta, para determinar luego si el
allanamiento decretado resultó eficaz. Como medida excepcional que es el allanamiento debe
fundamentarse adecuadamente según las exigencias propias del derecho fundamental a
intervenir, tal y como se ha venido exponiendo. En este sentido la Sala Tercera de la Corte
Suprema de Justicia retomando varios antecedentes ha señalado: "I- Sobre el deber de
fundamentación y la lesión a un derecho fundamental: Reflexionando sobre los pilares que
sustentan el llamado Estado de Derecho, podríamos concluir que no existe otra forma de
4
valorar políticamente el esquema de un Estado, para medir sus verdaderas características, de
aquél que detalla la forma y los requisitos que permiten a las autoridades lesionar los derechos
fundamentales de los individuos. Conociendo, en primer lugar, cuáles derechos pueden ser
lesionados “legítimamente” en ese estado y cuáles serían los requisitos que rodean tal
autorización, podemos valorar si efectivamente ese Estado parte de que su legitimación
sustancial se debe al respeto de tales derechos, de manera tal que las autorizaciones que
contempla, como parte de la ineludible realidad de que no existen derechos absolutos y de que
existen situaciones que autorizarían excepcionalmente una lesión a algunos de ellos, están
rodeadas de una serie de requisitos que se convierten a su vez en prerrogativas del ciudadano
que le garantizan que, para lesionar un derecho fundamental, deberá realizarse una
ponderación real, seria y especialmente razonada de: i) la existencia de indicios comprobados
de estar en presencia de un delito, como primer parámetro ineludible para permitir el análisis
de si se lesiona o no un derecho fundamental, en virtud de lo contemplado en el numeral 28
párrafo segundo de la Constitución Política; ii) la necesidad de la medida, es decir, que se
impone porque no existe otra forma menos lesiva de obtener los resultados que se esperan; iii)
su proporcionalidad de cara a los intereses y los objetivos que por su medio se pretenden; iv) la
idoneidad de la autorización para alcanzar los objetivos que se pretenden; v) la ponderación
razonada, actual de todos estas prerrogativas, hecha por el sujeto constitucionalmente
autorizado para, a su vez, autorizar una lesión a un derecho fundamental: el juez, mediante la
emisión de una orden escrita debidamente motivada. Así, valorando cuáles derechos, cómo se
pueden lesionar y quién es el autorizado para hacerlo, se puede tener un panorama político
claro de qué tipo de Estado tenemos en frente. Por ello, cada vez que una autoridad pretende
la autorización para incursionar en un derecho fundamental, la resolución que se emita es una
clara manifestación política del Estado, es su reflejo, su retrato, de manera que nunca como en
este tipo de resoluciones está plasmado el rol político del juzgador y su nivel de compromiso
con los valores constitucionalmente protegidos, como de la importancia de su función en el
esquema del Estado de Derecho. La jurisprudencia de esta Sala ha mantenido esta posición
clara y diáfana en resguardo de esa importancia política de primer orden, en cuanto al respeto
de los derechos fundamentales y a la necesidad de que se ponderen y razonen todas las
prerrogativas antes expuestas por el juez cuando autoriza la lesión de un derecho esencial (cfr.
entre otras, resoluciones 298-95 de las 9:05 horas del 25 de mayo, 560-95 de las 10:10 horas
del 22 de setiembre y 614-95 de las 9:55 horas del 13 de octubre, todas de 1995; 468-99 de las
9:20 horas del 23 de abril de 1999; 246-00 de las 9:50 horas del 3 de marzo y 699-00 de las
9:40 horas del 23 de junio, ambas del año 2000; 917-01 de las 10:00 horas del 21 de setiembre
del año 2001; 1179-02 de las 10:25 horas del 22 de noviembre del año 2002; 722-03 de las 9:30
horas del 22 de agosto y 866-03 de las 14:45 horas del 30 de setiembre, ambas del año
anterior). En especial, se destaca la importancia de la fundamentación como garantía de
ejercicio razonable y democrático del poder jurisdiccional cuando autoriza una incursión de
esta índole, al tiempo que ha rescatado la trascendencia que para el cumplimiento de este rol,
tiene –en el caso del allanamiento especialmente- la existencia de una orden escrita previa a
toda incursión en la intimidad de un lugar habitado. En realidad, sólo la existencia de una
orden previa y debidamente motivada, permitirá al intérprete valorar si en efecto, se cumplían
todas las exigencias constitucionales antes relacionadas para autorizar la intervención y,
entonces, valorar su legitimidad –formal y sustancial-, es decir, controlar su validez. Y, se añade
ahora, sólo mediante la exigencia al juzgador, de motivar y razonar, de exponer y justificar
cuáles son los presupuestos, cómo se cumplen y por qué justifican la autorización para lesionar
un derecho fundamental frente a una solicitud concreta que lo pretende, se puede garantizar a
su vez, que el juez cumple su rol de garantizador del respeto de esos derechos, de contralor de
la legalidad y constitucionalidad de las actuaciones de los sujetos encargados de la
investigación -Ministerio Público y Policía Judicial-. Nunca como ahora, en el esquema procesal
diseñado con el nuevo ordenamiento procesal se tiene restablecido y reproducido en el seno del
proceso penal, la premisa básica de la democracia –la división de poderes y el control de su
5
ejercicio-. El juez en la etapa de investigación y en la fase intermedia, por muy deslegitimado
que esté, por lo que sucede en la práctica, su rol, está para controlar y garantizar la legalidad
de las actuaciones en esta etapa, para valorar y ponderar razonadamente las solicitudes que se
le formulen y nunca como un simple espectador que está dispuesto a autorizar todo lo que se le
solicite, manteniéndose al margen de su procedencia, porque ello sería simplemente
abandonar el sentido y justificación de la función jurisdiccional en un Estado de Derecho, que
encuentra precisamente en el proceso penal, en la sede por excelencia del ejercicio del poder
represivo estatal, su más prístina razón de ser. La Constitución Política y el Código Procesal
Penal apuestan por el juez contralor, garante y bastión del respeto a los derechos
fundamentales de todos los ciudadanos, comprometidos siempre cuando se trata de una
investigación penal y sólo mediante el ejercicio razonado y de conformidad con los parámetros
expuestos, se puede validar la autorización jurisdiccional para lesionar un derecho
fundamental. No basta pues, que haya intervención jurisdiccional, este es uno de los requisitos
constitucionalmente exigidos y el primer paso para considerar la legitimación formal de la
autorización. Ese juez debe cumplir con los otros requisitos, debe razonar, exponer cómo y por
qué la medida se justifica, es necesaria, es idónea, es proporcional al fin que se pretende y
cuáles son los márgenes en que la autorización se concede, requisitos puntualizados en las
normas constitucionales antes citadas y, en el caso del allanamiento, especialmente de la
relación de los artículos 9, 11, 28 párrafo segundo, 23, 39 y 41 de la Constitución Política y 195
del Código Procesal Penal" (Sala Tercera de la Corte Suprema de Justicia, resolución N° 2004-
0965 de las 9:50 horas del 13 de agosto de 2004) En esta misma línea de pensamiento y por
encontrarse relacionado con el punto del caso en concreto, toca definir el concepto de
urgencia, conceptualizado según la Real Academia Española, vigésimo tercera edición como: "
1.-
f. Cualidad de urgente. 2.- f. Necesidad o falta apremiante de lo que es menester para algún
negocio..."
Por su parte Javier Llobet Rodríguez, sin entrar propiamente a una conceptualización del
término, lo define por medio de ejemplos de la vida judicial cuando señala que: "Una situación
de urgencia podría existir cuando el juez no dispone de transporte para trasladarse, o bien
cuando debe realizar otro acto de similar relevancia al mismo tiempo, sin que uno de los actos
pueda postergarse. Igualmente cuando existe el peligro de que la espera que supone el
traslado del juez puede implicar una afectación del acto, de modo que el mismo no pueda ver
afectados los resultados que se espera con éste" ( Llobet Rodríguez, Javier. Proceso Penal
Comentado, 3ª ed., San José, Costa Rica, Editorial Jurídica Continental, 2006, p. 295. De igual
forma se refiere a ambos conceptos cuando citando precedentes jurisprudenciales señala: " El
juez debe disponer expresamente que se procede después de las dieciocho horas, debido al
carácter urgente y grave, dando las razones al respecto. No basta que se trate de un supuesto
de urgencia, sino además se requiere que sea grave. En este sentido la Sala Tercera en el voto
1188-2005 del 21-10-2005 dijo: "El juez no debe conformarse con la sola petición fiscal, debe
valorar ésta, tanto para decidir sobre su procedencia sino que para establecer el momento
oportuno (de acuerdo a la ley) para practicar tal diligencia, puesto que tal acto afectará el
ámbito de intimidad de modo que, en aplicación del principio de proporcionalidad, solamente
en casos calificados por la extrema gravedad o la urgencia se puede realizar en otro horario,
previa constancia de esta situación de urgencia, precisamente para permitir el control de
legalidad posterior". Se señaló en el voto 370-2005 del 6-5-2005 de la Sala Tercera que: "El
Ministerio Público y la policía deber tener como regla, que no se deben realizar allanamientos
dentro de ese horario. Para romper esa regla se requiere de casos que sean o de suma
urgencia, o de extrema gravedad. Es decir, no basta con que se trate de sucesos graves, como
lo son la mayoria de los casos sometidos a conocimiento de esta Sala, sino que debe tratarse de
casos extremadamente graves, o de una urgencia tal que su no realización inmediata y en el
horario indicado, generen consecuencias graves y de imposible reparación sobre los derechos
6
de las víctimas o sobre los bienes jurídicos tutelados por las normas represivas que dan lugar al
allanamiento"."
(Llobet Rodríguez, Javier, op. cit., pp 295-296). Por su parte Omar Vargas Rojas y Mayra
Campos Zúñiga al refereirse a la urgencia señalan: "El otro tema estrechamente ligado con el
anterior es la determinación de los casos de urgencia. El artículo 118 de la Ley Orgánica del
Poder Judicial prevé la actuación del o la jueza(a) Contravencional únicamente en casos de
urgencia. La Sala Tercera se ha pronunciado reiteradamente sobre la necesidad de sustentar la
urgencia, tanto para delegar el allanamiento, como para la actuación de la autoridad
delegada. Así, se señaló: "Ni siquiera intenta acreditar por qué en ese caso se da tal "gravedad"
y tal "urgencia". El uso de ambos vocablos no es suficiente para justificar en un caso específico
el empleo de las facultades extraordinarias por parte del juzgador. Para que así sea, tanto la
solicitud en la que se autorice el mismo debe plantear, como la mayor especificidad posible, las
razones por las cuales se consideran existentes, en el caso concreto, motivos de gravedad o de
urgencia que autorizan su realización a horas diversas de las señaladas en el párrafo primero
del numeral 193 del Código Procesal Penal. La necesidad de practicar el acto procesal en tales
momentos debe demostrarse con relación al caso específico; no recurriendo al expediente de
previsiones generales, lo cual transformaría en peligroso su empleo, pues bastaría su simple
alusión para que se tenga por correcto llevar a cabo diligencias sólo previstas para situaciones
calificadas, en detrimento notable de la seguridad, valor del Derecho. A mayor abundamiento,
en la especie no se percibe cuál era la urgencia o suma gravedad como también qué perfiles
calificantes tuviera este asunto que no muestren los usuales, como para apoyar el
allanamiento a deshoras" (Vargas Rojas y Campos Zúñiga, op. cit., pp.109-110). Por último, de
forma resumida, la interdicción de las garantía fundamentales en juego cuando se decreta una
orden de allanamiento a morada requiere de un análisis profundo, primero tendente a
determinar la realidad fáctica de la investigación y su apoyo probatorio del cual debe al menos
derivarse un juicio de probabilidad respecto de la comisión y participación en el hecho
delictivo investigado. Examinar a su vez la pertinencia, necesidad, idoneidad, proporcionalidad
y razonamiento fundado a través del cual se arriba a la decisión de ordenar la medida y en el
caso de ser calificada dentro del análisis respecto de la procedencia se ha de examinar y
razonar los aspectos de urgencia y suma gravedad, los cuales deben concordar con la realidad
de la investigación. Para el caso que nos ocupa el recurrente plantea su reclamo contra la
orden de allanamiento decretada por el Juzgado Penal del III Circuito Judicial de Alajuela, sede
San Ramón, resolución de las 17 horas del 3 de julio de 2009, la cual considera ilegitima pues
no se fundamentó las exigencias de suma gravedad y urgencia tendentes a justificar un
allanamiento más allá de las limitaciones horarias establecidas por ley. Además cuestiona la
habitualidad de la conducta del encartado como un aspecto que no refleja la realidad
planteada en los razonamientos del juzgador relacionados con la investigación, pues la prueba
documental demuestra la inexistencia de limitaciones horarias en la conducta atribuida al
encartado y que justificaran el allanamiento calificado efectuado en su contra.”
Voto de mayoría
I.-En memorial visible de folio 609 a 611, la licenciada Maricris Soto Herrera, representante del
Ministerio Público, interpone recurso de apelación contra la resolución número 23-S-2013, de
7
las 13:30 horas del 1 de febrero de 2013, emitida por el Tribunal Penal del Segundo Circuito
Judicial de la Zona Atlántica, Sede Guápiles, en el tanto absolvió a los encartados de toda pena
y responsabilidad por el delito de infracción a la ley de psicotrópicos. En el único reclamo alega
errónea fundamentación. Refiere que los jueces declararon con lugar una actividad procesal
defectuosa respecto a la orden del juez de la etapa preliminar que ordenó el allanamiento en
la vivienda de los imputados, puesto que, según dijo el Tribunal no existía fundamentación,
pues no explicó las razones por las que era necesaria la intromisión en el domicilio. Sin
embargo, la recurrente aduce que la juzgadora hizo suyas las palabras del fiscal que solicitó la
medida, detallando cada una de las compras controladas realizadas a los encartados, así como
las vigilancias, todo lo cual constituía la prueba que se tenía para sustentar el allanamiento.
Además, la jueza penal indicó de manera clara y concisa el grado de probabilidad de la
comisión del delito que se estaba cometiendo, lo que no es amplio, según indica la
impugnante, pero sí suficiente para fundamentar la orden. También indicó la juzgadora la
necesidad y urgencia de llevar a cabo el allanamiento. Solicita se declare con lugar el recurso y
se declare la ineficacia de la sentencia, ordenándose el respectivo juicio de reenvío. Posición
de la Defensa. A folio 615 la licenciada Carmen Amador Pereira, defensora de los imputados
solicita se declare inadmisible el recurso, en el tanto no se cumplen con los requisitos para que
el recurso pueda ser considerado de apelación. Además, si se entra a conocer, pide sea
rechazado, ya que la fundamentación de la resolución que se declaró ineficaz es inexistente.
II.-El reclamo es procedente. Luego de revisar la fundamentación del Tribunal de juicio que
declara con lugar la actividad procesal defectuosa, así como la resolución emitida por el
Juzgado Penal de Siquirres, al ser las 10:00 horas del 18 de marzo de 2006, visible de folio 63 a
85, se concluye que los requerimientos que se dijeron incumplidos, en realidad sí están
presentes en la orden de allanamiento. Con el fin de comprender mejor esto, debe traerse a
colación las exigencias dispuestas por el legislador cuando de este tipo de decisiones
jurisdiccionales se trata. Así, el artículo 193 del Código Procesal Penal establece: "Cuando el
registro deba efectuarse en un lugar habitado, en sus dependencias, casa de negocio u oficina,
el allanamiento y registro será realizado personalmente por el juez y deberá iniciarlo entre las
seis y las dieciocho horas. Podrá procederse a cualquier hora cuando el morador o su
representante consienta o en los casos sumamente graves y urgentes. Deberá dejarse
constancia de la situación de urgencia en la resolución que acuerda el allanamiento.". El
numeral 195 del mismo cuerpo legal, indica: "La resolución que ordena el allanamiento deberá
contener: a) El nombre y cargo del funcionario que autoriza el allanamiento y la identificación
del procedimiento en el cual se ordena. b) La determinación concreta del lugar o los lugares
que habrán de ser registrados. c) El nombre de la autoridad que habrá de practicar el registro,
en el caso de que la diligencia se delegue en el Ministerio Público o en la policía, por proceder
así conforme lo dispuesto en este Título. d) El motivo del allanamiento. e) La hora y la fecha en
que deba practicarse la diligencia.". Con base en el artículo 142 del Código de rito, debe
entenderse que este auto no puede carecer de las razones de hecho y de derecho en que se
basa el juez para determinar la procedencia del allanamiento. En esta labor, se ha admitido
que el juez utilice los elementos descriptivos contenidos en el requerimiento fiscal, siempre y
cuando exista una argumentación del juez donde indique por qué procede el allanamiento.
Una vez aclarada la base sobre la cuál debe hacerse el examen de la orden que se declaró
ineficaz, deben mencionarse las razones que tuvo el a quo para hacerlo. Desde el folio 588 del
legajo principal, en lo que interesa, el Tribunal indicó: "...analizada la resolución en que se
ordenó el allanamiento, concluye este Tribunal que la Jueza Penal de Siquirres no le dio el
fundamento debido. Pese a tratarse de una exigencia no sólo de orden legal, sino y sobre todo
de naturaleza constitucional. En la resolución la Jueza Penal se limitó a transcribir la solicitud
que le presentó la Fiscalía agregando una escueta e insulsa explicación, para concluir que
otorgaba el allanamiento. La Jueza pretendió sustituir los razonamientos de hecho y derecho
que debía plasmar en la resolución, mediante una simple referencia a la solicitud de la Fiscalía.
8
En vez de ponderar la petición, valorando la proporcionalidad de la medida, se limitó a acoger
los argumentos del órgano acusador como sustento de su decisión. Con su proceder, la Jueza
Penal quebrantó el numeral 142 del Código Procesal Penal ...Pese a que con la orden se
afectaba el derecho a la privacidad del domicilio, la citada Jueza omitió toda ponderación
respecto a la proporcionalidad del acto procesal solicitado. No analizó si el allanamiento en
este caso era el mecanismo idóneo, necesario y proporcionado a la finalidad propuesta, ni
indicó cuáles eran los motivos justificantes de la diligencia, no obstante tratarse de una medida
excepcional que sólo debía emplearse cuando no existieran otros medios probatorios menos
lesivos a los derechos fundamentales, para demostrar la delincuencia investigada. Ésta Cámara
de Juzgadores comprende la importancia de la fundamentación como garantía para legitimar
el ingreso a una morada, por ello cuando un juez penal incumple su deber de fundamentación
de una orden de allanamiento, vulnera así mismo las garantías constitucionales contenidas en
los artículos 23, 24 y 39 de la Constitución Política. ...El juez debe razonar, exponer cómo y por
qué la medida se justifica, es necesaria, es idónea, es proporcional al fin que se pretende y
cuáles son los márgenes en que la autorización se concede. La Sala Tercera de la Corte
Suprema de Justicia ha analizado reiteradamente este tema, siendo que para los efectos de
este fallo se trae a colación su resolución N°965-04 de las 9:50 horas del trece de agosto de dos
mil cuatro,... Caso concreto: M Jefe del Departamento Regional de Limón de la Policía de
Control de Drogas y el Licenciado Freddy Quesada Román Fiscal Auxiliar de la Fiscalía de
Siquirres, solicitaron en forma conjunta a la Jueza Penal de Siquirres, autorizara el
allanamiento de la vivienda ubicada en Siquirres, La Francia, 250 metros al norte de la línea
férrea, casa de madera sin pintar, rodeada de malla con alambre navajo, expusieron los
resultados obtenidos hasta ese momento en la investigación en curso realizada por la policía de
control de drogas, que a su criterio justificaban autorizar el ingreso a la vivienda de los sujetos
investigados. Además, solicitaron marcaje de billetes e individualizaron los oficiales de la
policía que ingresarían al sitio (cfr. solicitud de allanamiento folios 39 a 59). Con esta solicitud,
la jueza penal emitió la resolución de las diez horas del dieciocho de marzo del dos mil seis en la
que autorizó el allanamiento, registro, secuestro, requisa e identificación de billetes (cfr.
resolución de folios 63 a 85), resolución en la que, tal y como lo reclama la defensora, la jueza
penal hizo una transcripción literal de la solicitud para de seguido autorizar el ingreso,
señalando únicamente en diez renglones y medio, como “fundamento” de su autorización y que
no es copiado de la solicitud fiscal, lo siguiente: “Efectivamente considera esta autoridad se
hacen necesarias las diligencias solicitadas por el señor fiscal el día de hoy ya que la
investigación ha terminado y la investigada le manifestó a la agente encubierta que iba a dejar
la venta de droga porque ya le “olía a cárcel”, por lo que se sustenta la emergencia con que se
actúa con el fin de corroborar los indicios claros de que en el lugar se desarrolla un actividad
ilícita y además allegar mas elementos probatorios, realizar de ser procedente las detenciones
correspondientes, detener la comisión del ilícito, decomisar droga y evidencias relacionadas
con el ilícito, dado que es evidente que en tal inmueble con probabilidad se esté desarrollando
una actividad de narcotráfico indiscriminado, ello por cuanto las compras controladas fueron
positivas.” (sic) De la lectura de dicha resolución no puede desprenderse cuánto razonó la
juzgadora y cómo valoró todos los requisitos constitucionales y legales, tampoco se conocen
razones suyas suficientes, aparte de las propias que expuso el fiscal al solicitar la orden, que
justificaron que la juzgadora autorizara el ingreso a esa vivienda; tampoco valoró la existencia
de indicios comprobados que pareciera si señaló la solicitud fiscal, simplemente los transcribió,
sin que se sepa si la juzgadora las hizo suyas o si las consideró suficientes; tampoco cómo se
pondera la idoneidad de la medida, su necesidad, la proporcionalidad de cara a los resultados
que se pretendían y cuáles son éstos; en fin, no se conoce de qué forma la jueza controló los
presupuestos y la viabilidad de la solicitud del fiscal, la que simplemente acogió sin mayor
valoración. Es decir, se hizo precisamente lo que el sistema trata de evitar, que el juez penal se
convierta en un simple tramitador de solicitudes fiscales, antes que del contralor de su
legalidad, también su viabilidad. No se trata de valorar si existían razones suficientes para
9
autorizar el ingreso, sino si éstas fueron puntualmente razonadas por la jueza, que es otra cosa
y el punto medular para considerar válida o no la actuación. Así las cosas, lleva razón la
defensora y la diligencia de allanamiento, como el decomiso de las evidencias logradas gracias
a su práctica son nulas por haber sido obtenidas en violación a un derecho fundamental y por
ello, eliminadas del proceso, sin que puedan ser consideradas de ninguna forma en contra de
los acusados."
(cfr. folios 588 a 591). A primera vista, el razonamiento del a quo es correcto, pero cuando se
revisa el auto que declara ineficaz, visible a partir del folio 63, se observa que la sentencia no es
acertada respecto a la ausencia de esta fundamentación. Véase que la orden inicia diciendo:
"Vista la solicitud de Allanamiento, Registro, Secuestro de evidencias, requisa de personas
presentes e identificación de billetes y monedas que hace el Lic. Freddy Quesada Román....con
motivo del operativo procesal probatorio para el subsiguiente allanamiento del inmueble que
se dirá, donde se ha comprobado indiciariamente que se lleva a cabo una actividad de venta de
droga en su modalidad de cocaína base crack cc. Piedras y picadura de marihuana, solicitando
además el registro, Secuestro, Inspección y Requisa, y la realización de una compra controlada
el día 18 de marzo del 2006 del 2006, tomando en consideración los siguientes actos de
investigación que evidencian la probabilida d de la comisión del ilícito...."
( cfr. folio 63). A partir de aquí, ciertamente se transcribe la motivación que incluyó el fiscal en
su requerimiento de folio 41 a 58, pero no es ilegítimo hacerlo, pues dentro de los
requerimientos del artículo 195 del Código Procesal Penal, se incluye que la autorización debe
estar motivada, lo que ha sido entendido como la indicación de los indicios que hasta el
momento justifican con gran probabilidad que se está frente a la comisión del delito por el cual
se solicita y ordena el allanamiento. La introducción que hace la juzgadora para señalar los
indicios recopilados en distintos informes y que fueron resumidos en la solicitud fiscal,
establece que las razones que por las que se considera procedente el allanamiento es porque
la actividad de venta de droga ha sido comprobada indiciariamente, y para explicar esta
afirmación, retoma lo incluído en la solicitud fiscal, lo que no es una simple transcripción, sino
parte de la prueba que influye en la decisión de aprobar el allanamiento y que debe ser puesta
en conocimiento de las partes con el fin de que puedan ejercer las defensas que,
procesalmente, estén autorizadas. Esta exposición, aunque sea una transcripción de la gestión
fiscal, pertenece a la fundamentación de la solicitud, y por ello no puede desecharse tal y
como lo hizo el Tribunal de sentencia. Es evidente que si las incluyó en su solicitud, las
reconoció como indicios suficientes para ordenar el allanamiento, lo que no puede obviarse
como erróneamente lo hacen los juzgadores. Ahora bien, a folio 83 la señora jueza resuelve,
fundamentando con base en los indicios transcritos, lo siguiente: "Tomando en consideración y
dada la Gravedad y urgencia del ilícito investigado, al poderse demostrar policialmente que
efectivamente que (sic) L, se dedica a la actividad ilícita de venta de drogas de forma
indiscriminada a cualquier persona que así se lo solicite, pues la oficial encubierta no era
conocida por la investigada y a pesar de ello logró adquirir droga sin problema alguno y en
repetidas ocasiones; además como se indicó anteriormente, el movimiento típico de venta de
droga en la vivienda de la señora investigada es constante, ya que se ha observado la afluencia
de consumidores ingresar a la vivienda utilizada por ésta como centro de operaciones para
desplegar su actividad ilícita, manteniéndose cada persona escaso tiempo dentro de ella, así
como también consumiento la droga comprada en la vivienda en un parquecito, lesionándose
con esta acción desplegada por ésta (sic) persona en investigación el bien jurídico tutelado -La
Salud Publica- (sic). Efectivamente considera esta autoridad se hacen necesarias las diligencias
solicitadas por el señor fiscal el día de hoy ya que la investigación ha terminado y la investigada
le manifestó a la agente encubierta que iba a dejar la venta de droga porque ya le "olía a
cárcel", por lo que se sustenta la emergencia con que se actua con el fin de corroborar los
indicios claros de que en el lugar se desarrolla un (sic) actividad ilícita y además allegar más
elementos probatorios, realizar de ser procedente las detenciones correspondientes, detener la
10
comisión del ilícito, decomisar la droga y evidencias relacionadas con el ilícito, dado que es
evidente que en tal inmueble con probabilidad se esté desarrollando una actividad de
narcotráfico indiscriminada, ello por cuanto las compras controladas fueron
positivas...Asímismo según artículos 193, 194 y 195 del C.P.P. por los motivos expuestos se
ordena el ALLANAMIENTO del inmueble ubicado en ...."
(cfr. folio 83 a 84. El subrayado pertenece al original). De acuerdo con lo anterior, se ha podido
corroborar que la jueza estableció las razones por las cuales debía allanarse la casa de la
imputada I, señalando con claridad que en esa vivienda no sólo se almacenaba droga, sino que
en ella se vendía, permitiéndose el ingreso de personas que consumían la droga en ese mismo
sitio. La necesidad y proporcionalidad de la medida también están claras, pues aunque la jueza
penal no lo expresa con estas mismas palabras, deja en evidencia que la imputada está a punto
de dejar la actividad, y la investigación se volvería estéril; además, habiéndose determinado
que en la casa era donde se almacenaba droga y se consumía ésta, era indispensable intervenir
de esa forma la vivienda de la encartada. Finalmente, no existía una forma distinta de lograr el
objetivo de la investigación, pues la encausada, según las investigaciones transcritas por la
jueza y la fundamentación aludida líneas atrás, era en su casa era donde realizaba el giro
comercial de droga, y sería ahí donde se encontraría la evidencia que se pretendía para
demostrar la comisión del delito que se había investigado y sobre el que se tenían indicios
comprobados mediante las precompras y las vigilancias. Por todo lo anterior, se concluye que
la sentencia impugnada contiene los defectos señalados por la recurrente, en el tanto omite
valorar correctamente la orden de allanamiento y la anula sin tomar en cuenta que ella sí
posee una adecuada fundamentación, y, aunque ésta no tiene la extensión que pretende el
Tribunal de juicio, resulta suficiente para satisfacer la garantía constitucional y legal que se
protege a través de este tipo de procesos. Por todo lo anterior, se anula la sentencia
impugnada, así como el debate que le precedió, ordenándose el respectivo juicio de reenvío,
de manera que el mismo Tribunal con una integración distinta sustancie nuevamente la causa,
en atención a los principios de objetividad e imparcialidad.
POR TANTO:
Se declara con lugar el recurso de apelación interpuesto por la licenciada Maricris Soto
Herrera, representante del Ministerio Público. En consecuencia, se anula la sentencia
impugnada, así como el debate que le precedió, ordenándose el respectivo juicio de reenvío,
de manera que el mismo Tribunal con una integración distinta sustancie nuevamente la causa,
en atención a los principios de objetividad e imparcialidad. NOTIFÍQUESE. -
Voto de mayoría
“II.-Se declara parcialmente con lugar el recurso . Por referirse al mismo tema de valoración
de prueba y fundamentación de la decisión, se abordan conjuntamente los anteriores
"motivos" del recurso formulado. i) No encuentra fundamento el criterio del impugnante
respecto de la ilegitimidad que pudo significar el decomiso del arma en un allanamiento
ordenado con otro objetivo por otra investigación, por vulneración del artículo 23 de la
11
Constitución Política. Se tuvo por establecido que no era a Y. a quien se investigaba ni que
tampoco ese bien (arma) era el que pretendía buscarse en la vivienda, pero esto no implica
que la orden de allanamiento no alcanzaría a legitimar la incautación de una evidencia distinta
de la que se previó encontrar. Como tesis de principio se apunta, en el recurso, que tal prueba
fue obtenida ilícitamente porque no era el fin perseguido. Sin embargo, la doctrina sobre el
tema ha desarrollado una serie de excepciones a esa regla, cuando se estima que, no obstante,
la infracción constitucional, la prueba podría alcanzar validez, si concurren algunos supuestos,
como la del hallazgo inevitable, la de la fuente independiente, la buena fe de los funcionarios
de gobierno, o la simple percepción (plain view doctrine), que tienen la virtud de mostrar que,
no obstante la vulneración constitucional, la prueba llegó a la policía, sin una infracción
directa, y por mecanismos no buscados ni perseguidos ilegítimamente. En este caso, el fallo
señaló que se dio un hallazgo inevitable pues, al allanar la vivienda, necesariamente se
encontraría el arma, al estar expuesta y ser tan de gran tamaño y poderío, que no podía ser
ignorada. En criterio de esta Cámara, no es esta tesis la que da validez a la prueba encontrada,
y con ello fundamento a la sentencia, sino la doctrina de la simple percepción (o plain view),
desarrollada en la justicia norteamericana, retomada por la jurisprudencia nacional, y que se
adecua al caso, pues el ingreso a la vivienda, a los fines perseguidos, fue legítimo, y no puede
exigirse a la autoridad que, ante un hecho como este, se desentienda en razón de que eso no
era lo que se buscaba. Este tema ha sido discutido en la jurisprudencia, considerándose al
respecto que se trata de una excepción a la prueba ilícita y por ello conserva validez la
evidencia obtenida. En ese sentido ha señalado la Sala Tercera que la ampliación de la orden
adquiere sentido en aquellos supuestos en los que, previamente definido el alcance de la
diligencia a practicar, es decir, cuando de antemano se ha determinado, de manera concreta y
específica, cuáles serán los objetos o documentos que se pretenden incautar, se advierta la
necesidad de extender dicha actuación a otros que no estaban ahí comprendidos. "De lo
contrario, si a priori no era posible saber con exactitud y precisión qué elementos serían
decomisados, y al practicarse la diligencia se encontraron evidencias que correspondían y
resultaban esenciales para otra investigación, nada obstaba para que, conforme se hizo en este
asunto, también se secuestraran."
Incluso, si se asumiera que, en este caso, se omitió esa ampliación (la que en realidad no era
obligatoria), aún el decomiso del arma resultaba, tanto lícito como legítimo y, así se incorporó
al proceso. En lo que al tema de la prueba ilícita se refiere, dice la Sala, "fue desarrollado por la
jurisprudencia estadounidense bajo la “Teoría del Fruto del Árbol Envenenado”, se llegaron a
implementar algunas hipótesis en las cuales se limitaron los efectos derivados de una actuación
irregular durante la investigación que implicaba una afectación de derechos fundamentales, es
decir, se idearon algunas excepciones a la tradicional regla de exclusión, entre las cuales,
atendiendo al caso que nos ocupa, destaca la doctrina “ plain view”: “(...) La orden de
allanamiento debe ser determinada. Este requisito ... ha sido reconocido por la doctrina. El
tema de la determinación de la orden de allanamiento también está expresamente consagrado
en el derecho fundamental norteamericano. La cuarta enmienda otorga a la población el
derecho a la seguridad en sus casas, personas, documentos y efectos contra registros y
secuestros arbitrarios, exigiendo para la orden correspondiente una causa probable apoyada
por juramento declaración solemne “que describa en particular el lugar que habrá de ser
inspeccionado y las personas o cosas que serán objeto de detención o decomiso” (...) La
determinación recae tanto sobre el lugar como sobre el fin que se persigue con la medida, el
que se encuentra relacionado al proceso penal en el cual se ha librado la orden.
Frecuentemente en la práctica se libra una orden de allanamiento con determinado fin,
autorizando su diligenciamiento a la policía. Una vez que el comisionado ha ingresado al
domicilio, es común que se encuentre ante evidencias inesperadas, ya sea relacionadas al
hecho que se investiga en la causa que dio origen a la orden, a otra distinta, o incluso
vinculadas a un ilícito del que nunca se había tomado conocimiento (...) La posición minoritaria
12
considera violatoria de la garantía constitucional de la inviolabilidad del domicilio, a toda
actividad llevada a cabo en el allanamiento que no haya estado prevista en la orden o no haya
sido admitida por una orden posterior (...) Mayoritariamente, en la jurisprudencia se da la tesis
contraria, ya que convalida los actos realizados en exceso de lo previsto en la orden. Es decir,
que permite valorar principalmente secuestros efectuados por la policía dentro de lugares
cerrados, sin una orden de allanamiento previa que haya autorizado el ingreso para esa
incautación en particular. La jurisprudencia es prolíficas en la cuestión (...) La doctrina de la
plain view, elaborada por la Corte Suprema Norteamericana, ha sido fuente directa de
pronunciamientos en la materia de nuestro país (...) La plain view doctrine que acoge el
pronunciamiento legitima secuestros practicados sin la orden correspondiente, si los efectos se
encontraren a plena vista, de manera evidente; es decir, cuando sea manifiesta la necesidad de
proceder a su incautación. Cuando el comisionado “tropiece con ellos y existan causas
razonables para secuestrarlos, debe hacerlo” (...) ya que en tal caso “no necesita desviar la
mirada e ignorar lo que evidentemente tiene frente a él”, H. (M.), “Eficacia de la prueba ilícita y
su derivadas en el proceso penal”, editorial AdHoc, Buenos Aires. 1ª edición, setiembre del
2002, pp 113 - 118). Como se colige de la anterior cita doctrinaria, el hallazgo de evidencias
que no estaban incluidas previamente en la orden de allanamiento, aún y cuando ni siquiera se
relacionen con la investigación que dio origen a la práctica de dicha diligencia, resulta legítimo
si en ello medió una actuación policial transparente que podríamos llamar “de buena fe”, es
decir, cuando los elementos inesperados estuvieren a simple vista o, durante el registro, se
haya tropezado con ellos, a tal punto que resulte absurdo exigirle a las autoridades “cerrar los
ojos” ante lo evidente. Debido a esto, el mismo autor ya citado explica las precisiones que se le
han hecho a esta doctrina del plain view, veamos: “También un sector de la doctrina acepta los
secuestros en exceso de lo previsto en la orden, sólo si median (sic) una serie de específicas
circunstancias ( ...) si la policía ya encontró lo que buscaba o revisa lugares donde claramente
no va a encontrar lo que claramente se le indicó que buscara, es claro que todo procedimiento
que se siga a partir de allí significará un ataque a la privacidad de los individuos, que va más
allá de lo que el juez que libró la orden de allanamiento ha autorizado” Ibidem, página 118.
Como se ve, la tesis que nos ocupa no es irrestricta o ilimitada, pues en su base se mantiene esa
actuación de buena fe de las autoridades que practican la diligencia, siendo que cuando
aquella no está presente, obviamente estaremos en presencia de una actuación abusiva y
arbitraria que atentaría contra el derecho fundamental a la privacidad e inviolabilidad del
domicilio. Ello sucedería, por ejemplo (y conforme lo ejemplifica el mismo autor) en aquellas
situaciones en las que se haya librado una orden de registro y secuestro para hallar e incautar
un vehículo, y la policía buscara en armarios, gavetas, habitaciones, prendas (es decir, en sitios
donde razonablemente no podría encontrarse el bien objeto de la diligencia), y gracias a ello se
localicen otras evidencias, o cuando la orden se centra en la detención de un individuo,
conseguida la cual se sigue registrando el lugar con igual resultado al anterior. Es claro que en
tales supuestos no podría convalidarse ni legitimarse un hallazgo tal, pues se evidenciaría una
actuación malintencionada y abusiva que vendría a menoscabar las garantías constitucionales
reconocidas a favor de la ciudadanía. Con base en lo anterior, es claro que de las circunstancias
que mediaron en el caso que nos ocupan, es decir, de la forma en que se llevó a cabo la
diligencia de allanamiento que determinó el hallazgo e incautación de una copia de los cheques
(...), así como la solicitud de servicio telefónico, no permitirían de ningún modo siquiera sugerir
una actuación oscura y desleal de la policía (extremo que ni siquiera denuncia la defensa), lo
que permitiría establecer la legitimidad de tales evidencias en la presente causa. En todo caso,
y en lo que a esa solicitud de servicio telefónico se refiere, es claro que estarían ante la doctrina
del hallazgo necesario o inevitable, ya receptada por la jurisprudencia de esta Sala (entre otros
véase el voto Nº 1252001, de las 10:36 horas del 02/02/2001), pues si no se hubiese contado
con esa información la misma fácilmente se hubiese obtenido lícitamente a partir de los
registros que maneja el Instituto Costarricense de Electricidad, en su área de
telecomunicaciones. Asimismo, en relación a este tema concreto que nos ocupa, en casos con
13
alguna semejanza la jurisprudencia de esta Sala ha tenido la oportunidad de señalar lo
siguiente: “la licenciada (...) expresa en el primer aparte del único motivo de su recurso (...) que
la sentencia de mérito se funda en prueba ilegítima. Sostiene que el tribunal a quo admitió
parte de los datos obtenidos a través de las intervenciones telefónicas practicadas en este
asunto, violando con ello el debido proceso y el principio de legalidad, ya que las utilizó para
asentar conclusiones respecto del delito de homicidio, cuando en la fecha en que se ejecutaron
la ley no las autorizaba para investigar ese tipo de delincuencias (...). Es cierto, como lo
apuntan los defensores, que al realizarse las intervenciones de las comunicaciones en este
asunto, la ley de registro, secuestro y examen de documentos privados no contemplaba aún la
posibilidad de que las medidas interceptoras tuviesen como propósito investigar delitos como
el homicidio u otros distintos de los que, taxativamente, señaló el legislador (secuestro
extorsivo y los que describe la ley sobre estupefacientes) (...) El extremo debe resolverse, cual lo
hizo el a quo, con arreglo a la jurisprudencia constitucional que ya existe sobre el tema y, en
particular, el fallo Número 157196 de 12:36 horas de 29 de marzo de 1996 –también citado por
los jueces de mérito que dispuso: “II. Debe iniciarse el estudio del caso concreto con un análisis
respecto de la posibilidad de utilizar, para efectos disciplinarios, los conocimientos obtenidos
por medio de la intervención telefónica que se realizara con la finalidad de investigar un delito
de tráfico de drogas. En primer lugar, es necesario indicar que la facultad de autorizar una
intervención telefónica está limitada a la investigación de cierto tipo de delitos previamente
seleccionados por el legislador, los que en nuestro país están indicados en forma taxativa en el
artículo 9 de la Ley No.7425 de 9 de agosto de 1994 (...) Esta delimitación realizada por el
legislador constituye, sin lugar a dudas, un criterio objetivo de proporcionalidad entre el hecho
que se pretende investigar, frente a la lesión que, con la autorización, se produce respecto del
derecho fundamental que tienen las personas, al secreto de las comunicaciones contenido en el
numeral 24 de la Constitución Política, lo que, necesariamente debe ser así, puesto que no es
posible que se lesione ese derecho fundamental bajo cualquier pretexto. Sin embargo, sí debe
indicarse que, el hecho de que exista tal criterio objetivo de proporcionalidad y que sólo se
pretendan registrar las conversaciones de utilidad para la causa delictiva que se investiga, no
significa que no se vayan a dar lo que, en doctrina, se han llamado “descubrimientos casuales”,
que se refieren precisamente al encuentro a partir de la intervención de diversas situaciones
como serían: a) hechos delictivos del acusado distintos del que motivó la intervención; b)
hechos delictivos de un tercero no autor ni partícipe del delito investigado, pero relacionados
con éste; c) hechos delictivos de un tercero pero sin relación alguna con el delito investigado; d)
conocimientos provenientes de un tercero, pero relacionados con el hecho investigado; e)
conocimientos que provienen de un tercero que se refieren a un hecho delictivo distinto del
investigado. Desde esta perspectiva, si bien no se podría eliminar el conocimiento obtenido a
partir de esos descubrimientos casuales, también es lo cierto que ello no implica que ese
conocimiento no pueda ser tomado en cuenta como “notitia criminis”, de modo tal que, a partir
de ese conocimiento fortuito, el juzgador podría iniciar una investigación independiente sobre
ese nuevo hecho en la que no podría de ningún modo, incluir las intervenciones a partir de las
cuales obtuvo esa noticia." (Sentencia 2003-0776. Esta tesis ha sido reiterada en las sentencias
Nº 2003-0900, 2006-0271, 2005-0219, todas de la Sala Tercera). Esta Cámara coincide en que
no puede sancionarse a la autoridad por encontrar y procesar evidencia que fue hallada por
mera casualidad y que en consecuencia es válida y puede ser usada en el proceso. No obstante
que no se ha detectado ilegitimidad en la obtención del arma prohibida base de esta
investigación, corresponde acoger, parcialmente, el recurso por la ausencia de elementos de
juicio unívocos que permitieran establecer que el justiciable Y. es autor del delito que se le
atribuyó. ii) Los hechos que dieron origen a este proceso tienen relación con una investigación
que la Policía Judicial seguía en contra del hermano del imputado, de nombre P., por el posible
delito de robo agravado y, como diligencia de investigación se solicitó y ordenó un
allanamiento en la casa del encartado Y. (causa penal 13-001209-0063-PE). En la sentencia oral
impugnada, a partir del contador 22:04:34 del archivo digital c0003130709220420, luego de
14
identificar a las partes y narrar los hechos acusados, el Tribunal tuvo por acreditado que, al
practicarse el allanamiento el 24 de junio de 2013, se encontró en dicha vivienda un arma de
fuego calibre 5.56 tipo R15 con cargador y 29 municiones en el cargador, la cual es catalogada
como prohibida por la Ley de Armas. Que esta fue localizada en una silla de un cuarto de la
casa y, sobre esa base, se tuvo por demostrada su tenencia por parte del encartado, a quien se
le condenó por la posesión de armas prohibidas. Para llegar a esa conclusión se valoró la
declaración L., Investigador Judicial, quien participó en el allanamiento e ingresó a la vivienda
del encartado y dijo que iniciaron la revisión de la vivienda y, en un cuarto, sobre una silla, al
lado de la cama, encontraron un arma R15, calibre 5.56 que, al manipularla, detectaron que no
tenía puesto el seguro y que dentro de su recámara tenía un cartucho completo y un cargador
con 29 municiones. También se analizó la declaración de N., quien indicó que lo decomisado
correspondía a un fusil de asalto, calibre 5.56 parecida a la M16, semiautomático, funcionaba
(pues fue disparada) y tenía un cartucho colocado. Sobre el tipo de arma, el dictamen pericial
(cfr. f. 20-21), ratificado por el oficial N., señaló que se encuentra en perfecto estado de
funcionamiento y que no puede inscribirse porque tiene capacidad para 30 cartuchos, y sólo es
permitido a los ciudadanos inscribir y portar aquellas con un máximo de 10. Como documental
se incorporó el informe policial que da cuenta del allanamiento realizado y el hallazgo de aquel
objeto en casa del encartado, listo para disparar, sin seguro y que el justiciable no tenía
permiso de portación (cfr. f. 8-10). Para el Tribunal de juicio la declaración de L. fue esencial
porque, con su testimonio estableció, sin lugar a dudas, que el arma estaba sobre una silla, con
tiro en la recámara, y a simple vista, dispuesta para disparar, y que al ser justiciable el
propietario de la vivienda y convivir con su familia allí, conocía de su existencia. Se agregó,
además, que alguien debió prepararlo, siendo imposible que el encartado no tuviera
conocimiento de su existencia. Lo condena en calidad de "Jefe de la casa", porque era quien
tenía el derecho de "decidir que ingresa y que no ingresa a la casa" y, subjetivamente, el
Tribunal señaló que, por la dimensión del arma, de su poderío y estar cargada, debía ejercerse
sobre la misma una supervisión, debido al peligro que representaba para los menores de edad
(cfr. secuencia 22:10:42). Esta Cámara ha examinado el fallo a la luz de las probanzas
incorporadas y de los fundamentos del recurso de apelación, estimándose que, sobre este
extremo del recurso, le asiste razón al impugnante, por las siguientes consideraciones. La
prueba incorporada reveló que, efectivamente, el arma estaba cubierta con alguna ropa de la
familia, que por la naturaleza del bien, de gran poder ofensivo, cargada y lista para disparar y
ser una vivienda pequeña en la que el acusado habitaba con su familia, tuvo la posibilidad de
conocer de su existencia. No obstante, tales indicios no son unívocos, y no permiten
establecer, con la certeza necesaria, que Y. era quien poseía el arma ilegal decomisada en su
casa de habitación sino que, válidamente puede presumirse que pudo ser de otra persona,
incluso de su hermano, quien no fue detenido en el lugar pero se le buscó en esa casa, tan es
así que su causa penal justificó la diligencia en la que se logró este hallazgo. Así queda claro
que el allanamiento practicado no se dirigía a investigar al encartado, y lo que se buscaba eran
bienes diferentes, sobre un eventual robo en que figuraba como sospechosa otra persona, lo
cual, si bien no invalida la obtención de la prueba, primero, porque se actuó dentro del marco
de legalidad, en el tanto se ingresó a la vivienda con una orden emitida por la autoridad
jurisdiccional competente, y se ejecutó en forma correcta, dejando constancia de las
actuaciones realizadas, lo cierto es que revela que en esa casa habían más personas, también
hombres -para seguir la línea del Tribunal- que pudieron tener control y disposición del objeto.
La posibilidad de que el arma fuera del acusado se diluyó pues, desde el inicio, se buscaba a
otra persona, que no correspondía a los hijos o esposa del acusado, en esa misma vivienda. Por
otro lado, no se concuerda con el juzgador cuando justifica su vinculación con el hecho, a partir
de que él era el "Jefe de la casa" y que, por esa razón, debía saber, o decidir, sobre lo que entra
o sale del hogar, en tanto es una afirmación androcéntrica que fortalece un sistema patriarcal
e invisibiliza a los demás habitantes de la casa. Además, desde ningún punto de vista esa
condición permite establecer que él conocía plenamente la existencia del arma en su casa y, en
15
todo caso, eso sería casi como una responsabilidad objetiva, invalida en el Derecho Penal. Por
otro lado, "saber" o "conocer" de la existencia de eso objeto no implicaba, necesariamente, su
tenencia ilícita y aunque ese "saber" bien puede constituir otro delito (vgr. de encubrimiento),
en este caso no se acusó. Bajo esas circunstancias, aun cuando esta Cámara ha estimado que la
solicitud de absolutoria planteada por la Fiscalía no es vinculante, en este caso, al igual que la
Defensa, llevan razón en sus argumentos cuando señalan que el que el encartado fuera dueño
del inmueble no significaba que fuera responsable del arma, ya que en el sitio se encontraban
otras personas y la prueba recibida en el juicio fue insuficiente para despejar alguna duda al
respecto, por lo que este reclamo debe acogerse y, en consecuencia, en aplicación del
principio in dubio pro reo debe absolverse de toda pena y responsabilidad a Y. Por lo tanto, se
acoge parcialmente el recurso planteado, se revoca lo resuelto y, aplicación del principio
indubio pro reo se absuelve de toda pena y responsabilidad a Y. del delito de tenencia de arma
prohibida que se le atribuyó. Se mantiene incólume el comiso y la absolutoria dispuesta por el
delito de uso ilegal de uniformes, insignias o dispositivos policiales.”
Voto de mayoría
Mediante escrito agregado de folio 998 a 1052, el privado de libertad, H, solicita la revisión del
fallo número 1159-2006, dictado por el Tribunal de Juicio del Primer Circuito Judicial de San
José, a las 16:00 horas, del 10 de noviembre de 2006. Mediante el mismo, se le impuso
dieciséis años de prisión, por dos delitos de robo agravado, en daño de W y R. Resultó
parcialmente admitido para su conocimiento de fondo, el primer motivo del procedimiento
incoado, en el que se alega violación al debido proceso por incorporación de prueba ilegítima y
falta de defensa técnica efectiva: Hace ver el sentenciado, que el procedimiento seguido para
la toma de los datos previos al reconocimiento físico en rueda de personas, es anómalo.
Explica que si se observan las respectivas actas (fs. 281, 283, 284 y 285), los datos previos del
testigo G fueron tomados a las 8:45 horas, misma hora en la que, según el acta, fueron
tomados los datos previos al testigo A. Los datos previos correspondientes al testigo J, según el
acta de folio 285, fueron tomados tan sólo un minuto antes que los dos anteriores, y a las 9:00
horas, acorde con el acta, fueron tomados los datos previos a W. Además, resalta que los
testigos fueron citados para la diligencia a las 9:00 horas, lo que sumado a la situación anterior
de los tiempos, implica que la defensora particular, licenciada Violeta Bonilla, no se encontraba
presente en la toma de datos, legitimando con su rúbrica la actuación ilegítima. Considera el
gestionante que lo consignado en las actas responde a “machotes”, que contribuyeron a dar
apariencia de cumplimiento al requisito legal, y que además, por tomarse los datos en forma
simultánea, la prueba se contaminó, ya que los deponentes tuvieron la oportunidad “…de
conocerse entre sí e intercambiar opiniones acerca de la fisonomía o particularidades de sus
atacantes, contaminando el proceso en esta etapa…” (f. 1001). Indica que lo consignado a
folios 131, 133 y 307 del expediente, es prueba de que los testigos fueron citados y se
presentaron una hora antes de la hora señalada para el reconocimiento en rueda de personas.
Explica además, que la continuidad de la diligencia de reconocimiento se vio afectada por la
suspensión de dicho acto, para realizar la inspección ocular de un vehículo, con la anuencia de
la defensa (ver fs. 309 y 310), con lo que los denunciantes quedaron “….fuera de todo control
que permitiera asegurar que no se comunicaran entre sí…” (f. 1003) entre las 9:00 horas y las
15:00 horas del mismo día, cuando se reanudó la diligencia de reconocimiento. Además, la
inspección ocular inició sin la presencia de la defensora, pero con su total anuencia. Además, al
16
reiniciar la diligencia de reconocimiento, no se consigna si los testigos fueron debidamente
juramentados (fs. 287-302). Además, siguiendo la cronología de las actas de reconocimiento,
los imputados W y L fueron reconocidos en forma simultánea por los deponentes G y J. A su
parecer, las actas correspondientes a los reconocimientos realizados por el testigo G, se
alteraron en su hora de realización, y lo mismo ocurrió con el testigo S, lo que “…permite
inferir que en todos los casos este denunciante y G entraron juntos a efectuar la práctica
judicial…” (f. 1005). A partir de lo anterior, queda demostrada la anuencia de la defensora para
que los testigos S y A, realizaron en forma conjunta el reconocimiento de dos de los cuatro
encartados, quedando en duda (por alteración de actas), si lo mismo sucedió con los acusados
M y A. Estima que la perfecta sincronización en cuanto a tiempo de duración del
reconocimiento de cada imputado, resulta sospechosa. Además, estima muy cortos los
intervalos existentes entre el reconocimiento de uno y otro justiciable, “…considerando la
dinámica empleada para cada traslado desde la zona de celdas que se encuentran en el sótano
del edificio de Tribunales del Primer Circuito Judicial de San José hasta el mezanine de ese
mismo edificio en donde se efectuó el reconocimiento…” (f. 1006), así como el protocolo a
seguir. Indica que las mismas circunstancias expuestas, en cuanto al reducido tiempo entre los
reconocimientos de uno y otro imputado, ocurre también respecto de los reconocimientos
físicos efectuados por los testigos R y C. Explica que el deber de mantener incomunicados a los
testigos durante la realización de diligencias probatorias, fue incumplido también en relación
con los reconocimientos fotográficos. Además, al tenerse al sindicado como posible partícipe
de los hechos investigados, debió haberse invitado a un defensor técnico a representarle en
los actos de reconocimiento fotográfico realizados por los testigos C y A. No asiste razón al
requirente: A partir de las horas consignadas en las actas de toma de datos previos, a los
testigos llamados a la diligencia de reconocimiento en rueda de personas, el sindicado realiza
una cadena de presunciones destinadas a establecer que los datos allí consignados no fueron
realmente aportados por los testigos, que en dicha diligencia no participó la defensora técnica
de M, y además, que durante el tiempo en que fue suspendida la diligencia de reconocimiento,
los testigos tuvieron ocasión de comentar detalles sobre la apariencia física de los imputados,
lo que torna ilegítima la prueba. Ciertamente se comprueba que la fecha y hora ubicada en el
encabezado de las actas de “identificación previa para reconocimiento físico” (fs. 281 a 286),
son muy próximas entre sí. Sin embargo, es usual que en el caso de la recepción de dos o más
testigos, varios auxiliares de la misma oficina se distribuyan el levantamiento de las actas, o
bien que un mismo auxiliar tenga listas las plantillas (junto con su encabezado), cambiando los
datos diferenciadores conforme se suceden los testigos. Por ello no es posible establecer, a
partir del dato de la hora del encabezado, que en todo caso fue aportado por uno o varios
funcionarios judiciales, en algún momento o con una exactitud que no es posible precisar,
datos como la imposibilidad del fiscal de realizar las advertencias de ley, o su ausencia, así
como la de la defensora particular, en el momento en que se recibe la información de interés
de los testigos. Tómese en cuenta que lo que se consigna en el encabezado, es el momento en
que inicia la diligencia o bien, en la que se abre el documento con los datos del encabezado. En
otras palabras, el sindicado afinca sus alegatos en una presunción que no tiene asidero
probatorio, cual es que la hora consignada encabezado brinda información útil sobre la
duración de la toma de datos de cada acta. Como ya se dijo, por la práctica judicial, dicha
inferencia no es cierta. Discute asimismo el sindicado, que el señalamiento para la práctica del
reconocimiento fue a las 9:00 horas, y en tanto que en algunas de las actas se lee como hora
de inicio de la toma de datos previos, las 8:45 horas de ese mismo día. Sin embargo, en las
actas se consigna que la toma de datos fue realizada en presencia de la licenciada Violeta
Bonilla Rojas, defensora particular de H y otros de los encartados (por error en las actas se
indica que se trataba de una defensora pública), amén de que cada una de las actas se
encuentra rubricada por ella. Es así que los reparos del justiciable tienen sustento en
inferencias erróneas, y presunciones suyas: que la defensora no podía haber llegado a la
oficina judicial minutos antes de la hora señalada, o que pese a indicarse su participación en la
17
toma de datos previos, esto no es cierto. Además, la participación activa de la defensora en la
toma de datos previos, se hace evidente en las preguntas suyas que se consignan en las actas
de folios 284-286, que resultan ser las que se tomaron a horas más tempranas. Discute
asimismo el requirente que no es suficiente el lapso existente en entre uno y otro
reconocimiento, y que si se analizan las horas de reconocimiento, varios testigos habrían
reconocido un mismo encartado a la vez. Por las mismas razones que se señalaron supra (por
ejemplo, la preparación previa de los encabezados del acta de reconocimiento, o falta de
exactitud en cuanto a dicho dato), no es posible tener como ciertas las afirmaciones que
realiza el sindicado. La posible “contaminación” de la prueba en razón de haberse suspendido
la diligencia, tampoco es de recibo, más aún si no se establece agravio más allá de lo
dificultoso que sería, en cada caso, hacer el traslado desde celdas de los imputados y
descartes. Además, se echa de menos el agravio y si alguna duda surgía en la defensa técnica o
material, sobre la forma cómo fueron ubicados o conducidos los descartes, u otras situaciones
de interés, tal y como si tuvieron contacto visual con ellos previo a la diligencia de
reconocimiento, por vía directa o en imágenes transmitidas por algún medio de comunicación,
ello pudo haber sido preguntado por la parte interesada a los testigos en el acto mismo de la
toma de datos o posteriormente en el contradictorio. Ello ocurrió en relación con los testigos A
y J, quienes hicieron ver (y así se consignó en el acta respectiva, fs. 284 vto. y 286 fte.) que
previo a la diligencia, un agente del Organismo de Investigación Judicial, les había mostrado un
video del sospechoso dentro del banco. La presencia de varios de los testigos en el mismos
edificio u oficina judicial, antes de la realización del reconocimiento, no permite inferir que los
reconocimientos positivos, sean producto de sugerencias o intercambio de información sobre
las características físicas de los sospechosos. La legitimidad del acto de reconocimiento, por
demás, no depende de la circunstancia de que los testigos se hayan mantenido incomunicados
entre sí, en el tiempo previo al reconocimiento, lo que en todo caso es imposible, si se toma en
cuenta que, en lo que resulta de interés, uno de los testigos es subalterno del otro (caso
Farolito), y en el asunto en que figura como ofendida R, el otro testigo presencial es marido de
esta. Lo que interesa no es impedir que los testigos puedan relacionarse entre sí, sino
comprobar que el reconocimiento que se realice, provenga de la imagen que guardaba en su
mente cada testigo, y no de una sugestión o indicación concreta. En este punto, la falta
absoluta de gravamen respecto al vicio sugerido, se comprueba por la circunstancia de que la
testigo R reconoció al sujeto que le apunta directamente a ella, en cambio que su marido pudo
reconocer más bien a W, quien fue el sujeto que lo abordó a él directamente. Con respecto al
robo en el que resultó perjudicado W, solamente éste reconoció a H, en tanto que su
acompañante en ese momento dentro del vehículo, no pudo reconocer a ninguno de los
sujetos. Ahora bien, en cuanto a los reconocimientos fotográficos, los mismos fueron
válidamente realizados por la policía, sin presencia de defensor técnico, por cuanto se trata de
actos de investigación tendientes a averiguar la identidad de los autores de los delitos
investigados. Nótese que según las actas de reconocimiento fotográfico, los actos probatorios
en sede policial se realizaron, en lo que atañe a H, el 14 de marzo (fs. 39-40), y contribuyeron
precisamente a brindar un indicio inicial de su participación en los ilícitos. Al no haber sido H
señalado como sospechoso para ese momento, no tenía carácter de imputado en los términos
del artículo 81 del Código Procesal Penal y por dicho motivo, la realización de la diligencia
probatoria en sede policial sin la presencia de defensa técnica, no es violatoria del debido
proceso. Finalmente, las actas de inspección ocular, rubricadas también por la defensora
Bonilla Rojas, consignan que con su venia, el acto se inició sin su presencia, pues ella indicó
que se haría presente “…minutos de iniciada esta diligencia…” (f. 310), lo que efectivamente
ocurrió, según se consigna en la misma acta. El dato con utilidad probatoria que se obtuvo a
partir de dicha diligencia, fue la descripción del automotor, el que se asocia con el vehículo
que, en tomas de video de una de las entidades bancarias, se aprecia en las afueras de uno de
los bancos en los que se puede apreciar a H, observando con atención a quien sería su próxima
víctima. No se aprecia que el retraso de trece minutos de la defensora técnica, relación con la
18
hora de inicio de la inspección ocular, tenga incidencia alguna en la vinculación del vehículo
con dicho encartado, o en la determinación de las características externas del mismo, y por
dicho motivo, el reparo no tiene las consecuencias que le abona el peticionario. En virtud de
las razones anteriormente expuestas, corresponde declarar sin lugar el presente motivo de
revisión, por incorporación de prueba ilegítima y falta de defensa técnica efectiva.
II .- Del tercer motivo de revisión (se omite mención del segundo motivo porque no se
admitió), se reservó parcialmente para su conocimiento de fondo, la queja por infracción al
debido proceso, “por no valoración de elementos probatorios admitidos para el debate e
infracción a las reglas de la sana crítica racional”. Del presente motivo, se admitió únicamente
en parte, el segundo apartado del reproche, consistente en falta de motivación de la condena,
por sustentarse la misma en frases dogmáticas. Indica que en lugar de fundamentar la
condena de cada uno de los encartados, el a quo recurre a la transcripción del dicho de los
testigos, eludiendo el deber de valorar la prueba admitida. Llama la atención sobre el uso de
lenguaje que es más propio de terminología policial, por parte de las testigos, lo que a su juicio
es evidencia de manipulación de la prueba. Indica además, que se utiliza el mismo
razonamiento para sustentar la condena por el hecho cometido en daño de R, y el cometido en
perjuicio de W. El reclamo se declara sin lugar: No se observa que el Tribunal haya incumplido
la exigencia de fundamentación probatoria intelectiva, sea por la vía de reiterar únicamente lo
manifestado por los testigos, sin analizarlo, o a través del uso de lo que el requirente
denomina frases dogmáticas. La condena de los ofendidos W (caso Farolito) y A (caso
Ticoburguesa), la sustenta el Tribunal en el reconocimiento en rueda de personas realizado por
los ofendidos, así como su reiteración de dicho reconocimiento en sala de debate, ya que en el
mismo, ambos sindicados identificaron a H, como uno de los sujetos que los asaltaron, con uso
de arma de fuego. Los jueces también analizan en el fallo, que en el reconocimiento en rueda
de personas, ambas víctimas pusieron de manifiesto que H no tenía barba en el momento del
suceso, y ello explica, a ojos del a quo, que el testigo C haya encontrado parecido en un 70%
durante el reconocimiento en rueda de personas (f. 601), y el mismo detalle se hace ver en
relación con la co-afectada A, quien expresó en dicha diligencia que encontraba a H parecido al
sujeto que le apuntaba con el arma (cfr. f. 606). En ambos robos, existe un testigo presencial
que brinda respaldo a lo sucedido, en cuanto a su dinámica, pero que no logró reconocer a H
como uno de los implicados. En el caso de C, los juzgadores refieren que el testigo G explicó
que después de sacar del banco varios millones de colones para el pago del aguinaldo, su jefe,
el ofendido W, lo fue a recoger a la entidad bancaria, y poco después en el camino de regreso
a la oficina, fueron interceptados por varios sujetos a bordo de un vehículo, que uno de ellos
descendió del automotor y apuntándoles con un arma, los obligó a entregarles el dinero (fs.
604-605). En relación con la ofendida R, C indicó que luego de que él y su esposa, A, ingresaran
a un local de Ticoburguesas, entraron tres sujetos armados y les despojaron de sus objetos de
valor y del dinero que acababan de cambiar en el Banco Nacional de Curridabat. El Tribunal
resalta que debido al impacto de un evento como el que ocurrió, es normal que los testigos
enfoquen su atención en algunos aspectos y no en otros. Al respecto se apunta en sentencia:
“…bien pudo ser que el señor G no determinara a este imputado al momento del hecho, pues
estaban siendo abordados por tres sujetos y además, sí reconoce a otro de los coimputados
(W)…como el que lo apuntaba al momento del hecho, razón por la cual es dable pensar que
mientras estaba siendo apuntado no logró ver al sujeto que apuntaba a su compañera…” (fs.
667-668). Continúa el a quo exponiendo que en el caso en que resultó afectada R, se suma un
indicio a los anteriores, y es el video de seguridad del Banco Nacional, del que se extrae que
minutos antes del robo, detrás de la ofendida, haciendo fila en la caja, se encontraba el
sindicado H, lo que a ojos de los jueces, unido a los restantes elementos probatorios, confirma
la tesis de que los sindicados habrían seguido a la afectada desde el banco hasta el local de
comidas rápidas, para asaltarla (ver fs. 609-610). Como puede apreciarse, existen similitudes
en cuanto a los elementos probatorios a considerar en ambos robos, como el reconocimiento
19
de H sólo por parte de uno de los dos testigos presenciales de cada delito, y la alusión que
ambos hacen a la barba como una variación del aspecto físico que presentaba el endilgado al
momento del suceso, y en el reconocimiento en rueda de personas. Pero ello no significa que
exista falta de motivación intelectiva, pues los jueces analizaron las particularidades de cada
asunto, sin dejar de mencionar algún aspecto de interés para la averiguación de la verdad. La
indicación de que la testigo miente, por usar terminología que no es propia de las mujeres,
sino del ámbito policial, o al menos de “hombres, sobre todo los que tiene (sic) estrato social
bajo” (f. 1035) tal y como la indicación de partes del arma, o los términos “encañonar”,
“apuntar” o “disparar” (ibid), no sólo resultan discriminatorias por género, sino infundadas,
pues parte de la suposición sin sustento de que, previo al debate, o de resultar “contaminada”
por su contacto con los policías judiciales, la testigo desconocía dichos términos. Ocurre lo
mismo con la indicación de que la forma de expresarse del co-ofendido W es muy similar a la
utilizada por policías judiciales, y por esa vía, tampoco es de recibo la probabilidad de que la
forma de expresarse en debate de los testigos, sea indicativa de haber sido aleccionados por el
oficial M, o cualquier otro agente policial. El análisis integral de la prueba, permitió en el caso
de ambos ofendidos, llegar a la conclusión de que C y A habían dicho la verdad, al indicar que
reconocían a H como uno de sus atacantes, y por ello, se rechazan los alegatos contenido en el
segundo motivo de la revisión incoada.
III.- Finalmente, se admitió el cuarto motivo de revisión, en el que se alega actividad procesal
defectuosa de la resolución que dispuso el allanamiento en la vivienda de la encartado H.
Explica, que la resolución emitida por el Juzgado Penal del Primer Circuito Judicial de San José,
a las 16:45 horas, del 20 de abril de 2006, fue sustraída de la prueba que debía ponderar el a
quo, y que de haberla analizado, se habría concluido que entre la solicitud del Ministerio
Público y el dictado de la orden de allanamiento, transcurrieron tan solo seis minutos, lo que
significó que la jueza no habría tenido ocasión de revisar –como correspondía – la prueba
existente y en consecuencia, no se fundamentó debidamente la orden. Hace notar que la
solicitud de allanamiento, se presentó a las 16:19 horas, del 20 de abril de 2006, en el tanto la
orden de allanamiento se emite a las 16:25 horas de ese mismo día (cfr. f. 55). Refiere que la
jueza transcribió literalmente los hechos, tal cual eran contenidos en el requerimiento fiscal.
Además, que repitió frases consignadas en la solicitud de realización de la diligencia, que se
menciona la prueba descrita en los informes, pero no se entró realmente a conocer el
contenido de la misma. Aduce que “…el domicilio del suscrito no necesariamente debía ser
allanado, puesto que la investigación no había concluido ni arrojado certeza sobre la
participación y división de funciones de los imputados…” (f. 1150). Solicita el privado de
libertad, que se incorporen la solicitud y orden de allanamiento, a fin de determinar “…el
incumplimiento de la jueza otorgante de su deber de garantizar los derechos constitucionales
de los afectados…” (f. 1051). No ha lugar el reproche: Gran parte de los reparos del
requirente, parten de una suposición, la cual consiste en que la hora consignada en la
resolución que autorizó la práctica del allanamiento, es la hora en que la misma fue finalizada,
o entregada al fiscal. No obstante, en la regularidad de los casos, la práctica judicial consiste en
consignar en el encabezado del escrito, precisamente al dar inicio a su redacción, la hora y
fecha de la resolución, continuando con su desarrollo, sin que al finalizar se acostumbre
regresar al encabezado y cambiar la hora inicialmente fijada. Por dicha razón de orden
práctico, no son de recibo las alegaciones de premura en el dictado de la orden, y su
consecuencia, la imposibilidad material de la juez de garantías, para realizar un verdadero
examen de las circunstancias particulares del caso. Ahora bien, en lo que toca a la
fundamentación de la orden, es cierto que esta Sala ha mantenido que “…los suscritos no
avalan las resoluciones en las que los Jueces simplemente sustituyen sus propias
valoraciones con una remisión a la solicitud de las partes . Lo que se exige - porque así lo
demanda la normativa constitucional y legal - es que los Juzgadores cumplan con la obligación
de analizar la solicitud y consignar las razones por las que las consideran apropiadas. Al
20
respecto, no pueden dictarse reglas. Lo que sí debe quedar claro es, que la Sala ni pretende que
el Juez en la orden escriba nuevamente, con sus propias palabras, la relación de hechos que
menciona la solicitud de allanamiento, o bien que ofrezca justificaciones adicionales para
practicar la diligencia, si es que no hay más que las indicadas en la gestión de la parte. Lo único
que se espera es, que se cumpla con el artículo 142 del Código Procesal Penal y como
consecuencia, que el Juez manifieste de manera expresa y con la extensión requerida, por qué
hace suyos los argumentos expuestos en la solicitud y por qué la diligencia - en el caso concreto
- resulta proporcional a los fines perseguidos…” (Sala Tercera, número 165, de las 9:30 horas,
del 11 de marzo de 2005. El resaltado corresponde al texto original). El examen de la orden de
allanamiento (fs. 55 a 60), permite concluir que, si bien se transcribió la relación de hechos, no
se señaló la existencia de prueba adicional a la señalada por el fiscal, y se hizo alusión a algunas
de los mismos términos referidos por ésta en su solicitud, en realidad nada de ello significa una
vulneración al deber de motivación. Se ha reiterado en nuestra jurisprudencia, que el
requerimiento constitucional se cumple no por lo novedoso de las referencias y del estilo de la
redacción, sino en razón de que se verifique que los datos aportados por el Ministerio Público,
que resulten de interés, fueron sometidos a análisis por parte del juez de garantías, y en ese
tanto explique por qué estima razonable la vulneración al derecho a la intimidad, a la luz de las
circunstancias particulares del caso. En este orden de ideas, puede verificarse a folio 57 del
expediente, que la juzgadora indicó que los elementos de convicción que apuntaban hacia H
como posible autor del hecho resultaban suficientes, indica sobre este particular, la existencia
de denuncias y fotografías obtenidas de los videos de seguridad de las agencias bancarias, en
las que se observa a H dentro del banco, “realizando esperas en el sitio por varios minutos”, lo
que encaja dentro del modus operandi con el que se sospecha actuaba el grupo criminal en
cuestión (cfr. f. 58). Señala que además dos de los ofendidos reconocieron a H y al co-
encartado M “como partícipes de los hechos ocurridos en su perjuicio” (f. 58), y que un vehículo
observado en los videos, se asocia con el que, en videos y vigilancias, se señala como
conducido por H (ver f. 59). Añade la juzgadora, el dato de la detención de H ese mismo día, y
la posibilidad de encontrar en su vivienda, armas de fuego, recibos de transacciones bancarias
y teléfonos celulares, entre otros (f. 57), lo que contribuiría a la averiguación de la verdad real,
como criterios que inclinan la balanza hacia la razonabilidad y proporcionalidad de la
realización de la diligencia, que se autorizó a partir de las diecisiete horas del día 20 de abril de
2006. Se concluye de lo anterior, que la orden se encuentra adecuadamente fundada, motivo
por el cual, se declara sin lugar el cuarto motivo de la revisión interpuesta.
Por Tanto:
Se declara sin lugar el procedimiento de revisión interpuesto por el sentenciado (fs. 998-1052).
Voto de mayoría
“I. […] En primer lugar, debe indicársele a la recurrente que, so pretexto de hacer acopio de
prueba importante para la defensa, así sea con carácter definitivo o irreproductible, ningún
Tribunal puede avalar que se efectúe un allanamiento sin las condiciones previstas por el
constituyente y el legislador. Por ello, gracias a la actividad procesal defectuosa que ella
interpuso, por no reunirse tales presupuestos en lo actuado en este asunto, se declaró ilegal la
prueba derivada del allanamiento efectuado en la casa del enjuiciado, prueba que era de cargo
21
pues éste no está obligado a demostrar nada, pues tiene un estado constitucional de inocencia
garantizado. No puede pretender la defensa, como lo explicita en este recurso, que tenga
algún agravio porque se declarara esa actividad procesal defectuosa, que ella misma propuso,
[…].”
Voto de mayoría
“I- Violación al debido proceso: El licenciado Francisco Campos Morera, como defensor
público de J., interpone recurso de apelación de sentencia contra el fallo número 58-2013, de
las 11:00 horas del 7 de febrero de 2013, dictado por el Tribunal Penal del Tercer Circuito
Judicial de San José, sede de Desamparados. Invoca como un primer alegato, la violación al
debido proceso, pues estima que durante la investigación, se incurrió en un defecto de
carácter absoluto, al haberse ordenado la realización de un allanamiento, sin que l a orden
judicial esté debidamente fundamentada, en quebranto de la garantía prevista en el artículo
23 de la Constitución Política, 193 y siguientes del Código Procesal Penal (en adelante Cpp), 17
inciso 1) del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, 11 inciso 2) de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos. […] La protesta no es de recibo . Es indiscutible que el
allanamiento es una intrusión en la esfera de intimidad de una persona y de los que, en
general, habitan la vivienda objeto de la medida. Como tal, esta autorización, que es factible
porque la propia garantía de inviolabilidad del domicilio, consagrada en el numeral 23 de la
Constitución Política, la contempla, debe ser acordada mediante un acto jurisdiccional
debidamente motivado, por derivación lógica de la relación de este artículo, con las
previsiones de los artículos 28 párrafo segundo, 9 y 11, 39 y 41 del mismo texto constitucional.
La medida debe ser necesaria, útil, idónea y el delito o los delitos investigados, deben revestir
de suficiente gravedad, para que justifique, desde el principio de proporcionalidad (necesidad
en sentido estricto) tal intromisión en un derecho fundamental. El apelante protesta que la
orden jurisdiccional que autorizó el ingreso a la vivienda del acusado no está, a su juicio,
debidamente motivada. Sugiere que por ello se infringe la garantía constitucional del numeral
23 y su homóloga prevista tanto en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos como
en la Convención Americana sobre Derechos Humanos. Sin embargo, partiendo incluso del
análisis que, de forma acertada se hace del tema en la sentencia, es claro cómo el apelante no
demuestra el vicio que alega, que, de ser cierto, sin duda alguna afectaría la legitimidad de la
diligencia y de los hallazgos obtenidos, pero tal defecto ni lo fundamenta ni demuestra el
apelante, quien remite a “la simple lectura” de la orden para acreditar el vicio y no aprecia esta
Cámara que exista, luego de una revisión integral de la orden, del proceso en sí y de la
sentencia que se impugna. No existe un formato preestablecido por el legislador para el
desarrollo de la motivación de la orden de allanamiento, lo cual debe responder a las
exigencias y particularidades de cada caso concreto, a propósito de las cuales el juzgador
estaría obligado a desarrollar las exigencias constitucionales de motivación para afectar un
derecho fundamental, antes señaladas. Esto es así porque si bien el legislador en el numeral
195 Cpp contempla los requisitos de la orden jurisdiccional de allanamiento, dentro de los
cuales señala, como no podría ser de otra forma, en el inciso d), “ El motivo del allanamiento”,
en realidad son los presupuestos propios del derecho fundamental a la inviolabilidad del
22
domicilio y las normas relacionadas con el ejercicio del poder por parte de los funcionarios
públicos, el principio de proporcionalidad y el esquema del Estado democrático de Derecho en
que se basa nuestro sistema jurídico, de respeto a los derechos fundamentales, las que obligan
al juez a justificar en cada caso concreto la autorización para incursionar al interior de una
vivienda o sitio habitado. Así, sin recurrir a formulismos, a frases predefinidas o a un esquema
preestablecido, lo que hay que analizar es sí en la resolución se abarcan los temas esenciales
de los que se ocupó el Constituyente, para no hacer nugatorio el respeto de los derechos
fundamentales y es aquí precisamente donde esta Cámara, coincidiendo con el Tribunal de
Juicio, considera que el defecto que el apelante protesta no existe, aún si la juzgadora que
emitió la orden no utilizó en sus fundamentos, de forma expresa, los adjetivos de necesidad,
idoneidad y proporcionalidad, como tales, de la autorización que concedía cuando, por el
contrario, el significado y contenido de estos conceptos sí es posible apreciarlos en el
desarrollo de la motivación expuesta y que permiten darle plena validez a dicha decisión y,
consecuentemente, a la autorización para ingresar a la vivienda que ocupaba el justiciable. […]
No existe, en consecuencia, omisión alguna en la autorización dada para el ingreso a la
vivienda del acusado, de modo que la orden y la actuación desplegada con sustento en ella,
son plenamente legítimas, lo mismo que las evidencias y lo realizado durante su ejecución. Así
las cosas, procede declarar sin lugar el reclamo.”
ADVERTENCIA: El Centro de Información Jurídica en Línea (CIJUL en Línea) está inscrito en la Universidad
de Costa Rica como un proyecto de acción social, cuya actividad es de extensión docente y en esta línea de
trabajo responde a las consultas que hacen sus usuarios, elaborando informes de investigación que son
recopilaciones de información jurisprudencial, de normativa y doctrinal, cuyas citas bibliográficas se
encuentran al final del documento. Los textos transcritos son responsabilidad de sus autores y no
necesariamente reflejan el pensamiento del Centro. CIJUL en Línea, dentro del marco normativo de los usos,
según el artículo 9 inciso 2 del Convenio de Berna, realiza las citas de obras jurídicas de acuerdo con el
artículo 70 de la Ley de Derechos de Autor y Conexos (Nº 6683), reproduce libremente las leyes, decretos y
demás actos públicos de conformidad con el artículo 75 de esta ley. Para tener acceso a los servicios que
brinda el CIJUL en Línea, el usuario(a) declara expresamente que conoce y acepta las restricciones existentes
sobre el uso de las obras ofrecidas por CIJUL en Línea, para lo cual se compromete a citar el nombre del autor,
el título de la obre y la fuente original y digital completa, en caso de utilizar el material indicado.
i
Tribunal de Apelación de Sentencia Penal, III Circuito Judicial de Alajuela, San Ramón. Sentencia:
00074. Expediente: 09-000818-0068-PE.Fecha: 05/02/2014. Hora: 11:30:00 a.m.
ii
Tribunal de Apelación de Sentencia Penal, II Circuito Judicial de San José. Sentencia: 02768.
Expediente: 06-200192-0486-PE. Fecha: 20/11/2013.Hora: 11:30:00 p.m.
iii
Tribunal de Apelación de Sentencia Penal, II Circuito Judicial de San José. Sentencia:
02713.Expediente: 13-001253-0063-PE. Fecha: 15/11/2013. Hora: 08:30:00 a.m.
iv
Sala Tercera de la Corte. Sentencia: 01531. Expediente: 11-000428-0006-PE. Fecha: 18/10/2013. Hora:
10:20:00 a.m.
v
Tribunal de Apelación de Sentencia Penal, II Circuito Judicial de San José. Sentencia:
01753.Expediente: 12-001404-0066-PE.Fecha: 09/08/2013.Hora: 10:00:00
23
vi
Tribunal de Apelación de Sentencia Penal, II Circuito Judicial de San José.Sentencia: 01707.
Expediente: 07-003448-0042-PE. Fecha: 05/08/2013.Hora: 10:40:00 a.m.
24