Derecho Civil IV-Apunte General
Derecho Civil IV-Apunte General
Derecho Civil IV-Apunte General
IV
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DERECHO CIVIL IV
Esta materia se critica porque existe un problema de ubicación debido a que el Código
Civil la trata dentro de los contratos, siendo en realidad un efecto de las obligaciones.
En virtud de este derecho de prenda general se faculta a los acreedores para perseguir la
ejecución de su crédito sobre todos los bienes del deudor, exceptuando los no embargables,
para realizarlos y pagarse con lo producido.
Esto no es más que una aplicación del principio de que quien se obliga, obliga todo su
patrimonio.
Si una persona tiene varios acreedores todos tienen derecho de prenda general. Todos
los acreedores tienen derecho a pagarse sobre los bienes del deudor.
La prelación de créditos tiene lugar cuando los bienes del deudor no son suficientes
para pagar a todos los acreedores.
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II.- Requisitos de la Prelación de Créditos
a.- Que hayan varios acreedores. Si hay uno sólo no hay prelación de créditos.
b.- Tienen que tener sus créditos devengados, es decir, deben ser exigibles.
Por regla general rige entre los varios acreedores de un principio de igualdad
consagrado en los artículos 2465 y 2469, en virtud del cual todos los acreedores tienen la
facultad de perseguir los bienes del deudor en los mismos términos, de manera que con el
producto de la realización, se pagarán todos íntegramente, si los bienes fueren suficientes y
en caso contrario a prorrata de sus créditos.
Las causas de preferencia están establecidas en el art. 2470 del CC, y son el privilegio y
la hipoteca. Los únicos créditos que en caso de concurrencia de acreedores gozan de
preferencia para ser pagados con antelación a los demás, son los denominados privilegiados
y los hipotecarios.
Preferencia: Es la aptitud de que gozan ciertos créditos por disposición de la ley, para
ser cobrados antes que otros, sobre los bienes del deudor en general o sobre alguno de ellos
en particular.
Alude el CC. a los privilegios y preferencias en el Título XLI del Libro IV, bajo la
denominación “De la prelación de créditos”, arts. 2465 a 2491.
Nada dice el Código Civil acerca del criterio para distinguir entre el privilegio y la
hipoteca. La doctrina ha señalado que en el primero se atiende a su cualidad, mientras que
en la segunda se atiende a su fecha (salvo los créditos preferentes de la cuarta clase, que
prefieren según la fecha de sus causas). Con todo, ambos se engloban bajo la denominación
genérica de “preferencias”.
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Las citadas reglas del Código Civil son de carácter general, aplicándose siempre que
haya concurrencia de acreedores, cada vez que los acreedores que pretendan ser pagados en
los bienes del deudor sean dos o más. No es necesario, para que se apliquen tales reglas,
que el deudor esté sometido a un procedimiento concursal de liquidación o haya hecho
cesión de bienes.
c- No son derechos reales, no dan el derecho a perseguir los bienes cuando estos ya han
salido del patrimonio del deudor.
d.- Las preferencias forman parte del crédito, no obedecen a relaciones personales. La única
excepción la constituye el fisco, que es preferente por ser el fisco y no por el crédito.
e.- La preferencia se mantiene con el crédito, no importa quién es el dueño del crédito.
Atendiendo a los bienes sobre que recaen las preferencias que establece la ley, éstas se
clasifican en generales y especiales.
A.- Preferencia general: es la que afecta a todos los bienes del deudor, de cualquier
naturaleza.
Son preferencias generales las de primera y cuarta clase. Los créditos de este carácter
pueden hacerse efectivos, con preferencia, sobre todo el patrimonio del deudor.
B.- Preferencia especial: es la que afecta a determinados bienes del deudor, y sólo puede
ser invocada respecto de esos bienes.
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producto de la subasta de los bienes afectos a estas preferencias fuere insuficiente para
extinguir totalmente el crédito preferido, el déficit no cubierto ya no goza de preferencia y
pasa a ser un crédito no privilegiado, concurriendo con los de quinta clase o “valistas” y
pagándose a prorrata con éstos, según lo indica el art. 2490 del Código Civil.
A saber, privilegio es el favor concedido por la ley en atención a la calidad del crédito,
que permite a su titular pagarse antes que los demás acreedores (Concepto que se da
también a la preferencia).
¿Qué ocurre cuando en una misma ejecución concurren varios créditos preferentes? Se
produce en este caso una colisión entre los créditos que gozan de preferencia y que la ley
resuelve otorgando una protección especial a algunos de los créditos preferentes respecto de
los otros, estableciendo un orden de prelación.
Para los efectos de la prelación, el Código Civil divide los créditos en cinco clases, de
las cuales las cuatro primeras gozan de preferencia. La quinta clase son créditos comunes u
ordinarios (no preferidos).
a.1.- Enumeración:
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Es la utilidad general de los acreedores la que justifica el privilegio, por lo que no gozan
de preferencia las costas causadas en provecho particular de un acreedor.
Su finalidad es asegurar la sepultación del deudor difunto, es una seguridad para aquel
acreedor que incurre en los gastos de sepultación y consiste en que podrá ser reembolsado
preferentemente.
Sin embargo este privilegio se limita solo a los gastos necesarios para procurar al
deudor sepultura.
3° “Los gastos de enfermedad del deudor. (Si la enfermedad hubiere durado más de 6
meses, fijará el juez, según las circunstancias, la cantidad hasta la cual se extiende la
preferencia”.
Sin embargo, cuando los gastos fueren excesivos, deberá el juez regular la cantidad
hasta que alcanza el privilegio.
4° “Los gastos en que se incurra para poner a disposición de la masa los bienes del
deudor, los gastos de administración del procedimiento concursal de liquidación, de
realización del activo y los préstamos contratados por el liquidador para los efectos
mencionados”.
Aparece también señalado en el artículo 61 del Cdt. En este caso se entiende por
remuneraciones, además de las señaladas en el artículo 41 inciso 1° del Cdt, las
compensaciones en dinero que corresponda hacer a los trabajadores por feriado anual o
descansos no otorgados.
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La familia del deudor comprende su cónyuge, sus hijos, los sirvientes necesarios, las
personas que vivan en su casa y a su costa y las personas a quienes el deudor deba
alimentos (Art.815.CC).
9.- “Los créditos del fisco por los impuestos de retención y de recargo”.
a.2.1.- El privilegio es general, pues este privilegio afecta a la totalidad de los bienes del
deudor (Art.2473.CC).
a.2.2.- El privilegio es personal, es decir, no pasa contra terceros. Los bienes del deudor
están afectos al privilegio mientras permanezcan en su patrimonio (Art.2473 inciso 2°.CC).
a.2.3.- Se pagan en el orden enumerado: estos créditos prefieren en el orden en que la ley
los enumera. No tiene importancia la fecha de los créditos (Art.1473.CC).
a.2.4.- Los créditos que pertenecen a una misma categoría se pagan a prorrata
(Art.2473.CC). Si los bienes no son suficientes para pagar todos los créditos y existen
varios créditos dentro de una misma categoría, se pagan a prorrata.
a.2.5.- Prefieren a todos los demás créditos: estos créditos se pagan primero.
Es importante señalar que estos créditos son generales, mientras que los de 2ª y 3ª clase
son especiales. ¿Qué ocurre en este caso?
Los artículos 2476 y 2478 dan la solución: los acreedores prendarios y demás de su
clase y los acreedores hipotecarios y demás de la suya, tienen derecho a pagarse con
preferencia con los bienes que le estaban particularmente afectos, aún respecto de los
créditos de 1ª clase, si el deudor tiene otros bienes. Pero si los bienes del deudor son
insuficientes, los créditos de la 1ª clase se pagarán, aún con detrimento de los de 2ª y 3ª
clase.
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B.- Segunda Clase de Créditos:
b.1.- Enumeración:
El artículo 2474 del Código Civil expresa 3 casos de créditos de segunda clase. Son los
siguientes:
1° “El crédito del posadero sobre los efectos del deudor introducidos por éste en la
posada, mientras permanezcan en ella y hasta concurrencia de los que se deba por
alojamiento, expensas y daños”.
2° “El acarreador o empresario de transportes sobre los efectos acarreados, que tenga
en su poder o en el sus agentes o dependientes, hasta concurrencia de los que se deba
por acarreo, expensas y daños; con tal que dichos efectos sean de la propiedad del
deudor”.
Los bienes deben estar en poder del acarreador o empresario de transporte y los bienes
deben ser de propiedad del deudor.
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b.2.- Características de los Créditos de 2ª clase:
b.2.1.- Es un privilegio especial, Recae sobre ciertos bienes muebles del deudor: Los bienes
introducidos en la posada, los bienes acarreados, la cosa empeñada. Si los bienes son
insuficientes, los créditos no gozan de preferencia por el saldo insoluto, pasando a ser
créditos de la 5ª clase. Se paga con los bienes que gozan de preferencia y el resto o sea, el
saldo insoluto, se paga con otros bienes pero sin preferencia.
b.2.2.- Por regla general no pasan contra terceros: El Art.2474.CC prescribe expresamente
que el posadero y el acarreador gozan de preferencia mientras los bienes permanecen en su
poder.
b.2.3.- Se pagan con preferencia a los demás créditos con excepción de los de 1ª clase
(Art.2476.CC).
b.2.4.- Los créditos de 2ª clase recaen sobre bienes muebles (son de especie o cuerpo
cierto).
No se puede dar esta situación, tampoco pueden estar en el mismo grado, debido a que
por ejemplo las maletas no pueden estar en 2 hoteles al mismo tiempo.
Por otro lado, la prenda en lo civil es con desplazamiento, es decir, se perfecciona por la
entrega del bien empeñado al acreedor; por lo mismo, no es posible constituir varias
prendas sobre los mismos bienes.
c.1.- Enumeración:
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De conformidad a lo establecido en los artículos 2477 y 2480 del Código Civil y 546
del Código de Procedimiento Civil, los créditos de la tercera clase son los siguientes:
Establece el artículo 2480 del Código Civil que para los efectos de la prelación, los
censos debidamente inscritos serán considerados como hipotecas).
3º “Los créditos del acreedor en cuyo favor ha operado el derecho legal de retención,
declarado judicialmente e inscrito en el competente registro”.
La ley tanto al censo como al derecho legal de retención, para los efectos de la
prelación de créditos los equipara a la hipoteca. Entonces los créditos de 3ª clase son los
créditos hipotecarios.
Sin con el bien hipotecado sólo alcanza para pagar a un acreedor hipotecario, los
créditos de 3ª clase prefieren en el orden de las fechas de su inscripción.
El artículo 2477 inciso 3° establece que “las hipotecas de una misma fecha que gravan
una misma finca preferirán unas a otras en el orden de su inscripción”.
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El inmueble se remata y se obtienen $5.000.000.-
Se paga al acreedor hipotecario del año 90 y al del año 91, pero no se alcanza a pagar al
acreedor hipotecario del año 98.
Pero con esto se está perjudicando a Juan. Razón por la cual la doctrina ha dicho que
esto se puede hacer pero con el acuerdo de todos los acreedores hipotecarios.
c.4.- ¿Qué pasa con los acreedores de 1ª, 2ª y 3ª clase que no se alcanzan a pagar?
c.5.1.- Se trata de una preferencia especial: recae exclusivamente sobre la finca hipotecada.
c.5.2.- Se paga con preferencia a todos los demás créditos a excepción de los de 1ª clase.
Solamente en el caso de que los bienes del deudor sean insuficientes para el pago de los
créditos privilegiados de la 1ª clase, podrán perseguirse en las fincas hipotecadas (Art.2478
inciso 1°.CC).
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D.- Cuarta Clase de Créditos:
d.1.- Enumeración:
El privilegio alcanza a los créditos fiscales contra toda persona que haya administrado
bienes suyos.
Tal sería el caso por ejemplo de la Universidad de Chile en contra de quienes han
administrado sus bienes
3° “Los de las mujeres casadas, por los bienes de su propiedad que administra el
marido, sobre los bienes de éste o, en su caso, los que tuvieren los cónyuges por
gananciales”.
4° “Los de los hijos sujetos a patria potestad, por los bienes de su propiedad que
fueren administrados por el padre o la madre, sobre los bienes de éstos”.
La patria potestad confiere al padre o madre la patria potestad sobre los bienes del hijo.
Los créditos que resulten en favor del hijo de familia, en virtud de ésta administración,
están amparados por el privilegio que se hace efectivo sobre ls bienes del padre o madre
que ha ejercido la patria potestad.
5° “Los de las personas que están bajo tutela o curaduría contra sus respectivos
tutores o curadores”.
Los derechos del pupilo en contra del guardador derivan del ejercicio de la guarda
(Art.415 y 417.CC).
6° “Los de todo pupilo contra el que se casa con la madre o abuela, tutora o curadora,
en el caso del Art.511.CC”.
En este caso hoy resulta ser inoperante, pues, el artículo 511 fue derogado por la ley N°
5.521 y su texto actual difiere radicalmente del anterior. En virtud del texto actual el pupilo
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no adquiere ningún crédito en contra del marido de su guardadora desapareciendo el
privilegio.
d.2.1.- El privilegio es general: recaen sobre la totalidad de los bienes del deudor
(Art.2486.CC).
d.2.4.- Se pagan después de pagados los créditos de las 3 primeras clases (Art.2486.CC).
No hay que olvidar que los créditos de la 2ª y 3ª clase son especiales, y en caso de no ser
suficientes los respectivos bienes, el déficit no goza de preferencia pasando a ser créditos
valistas por el saldo insoluto.
d.2.5.- Prefieren unos a otros según las fechas de sus causas. Mientras los créditos de 1ª
clase prefieren según el orden de numeración, los de 4ª clase prefieren indistintamente unos
a otros según las fechas de sus causas (Art.2482.CC).
Constituyen la regla general en virtud del principio de igualdad que rige entre los
acreedores.
1) Ya sea porque nunca tuvieron preferencia, son los créditos de 5ª clase originarios.
2) O bien, aquellos que eran preferentes, pero que con sus preferencias no se
alcanzaron a pagar, son los créditos derivados. Sólo puede darse esta situación
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respecto de los créditos de 2ª y 3ª clase porque son especiales, los de 1ª y 4ª clase en
cambio son generales.
***En los capítulos siguientes revisaremos todo lo relacionado con la teoría general de
la contratación (contratos parte general) y la estructura de la responsabilidad
extracontractual. Los contratos en particular serán estudiados en el curso siguiente.
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CAPÍTULO SEGUNDO: DE LAS FUENTES DE LAS
OBLIGACIONES
I.- Generalidades:
El artículo 1437 del Código Civil señala cuales son las fuentes de las obligaciones,
prescribiendo “Las obligaciones nacen, ya del concurso real de voluntades de dos o más
personas, como en los contratos o convenciones; ya de un hecho voluntario de la persona
que se obliga, como en la aceptación de una herencia o legado y en todos los
cuasicontratos; ya a consecuencia de un hecho que ha inferido injuria o daño a otra
persona, como en los delitos y cuasidelitos; ya por disposición de la ley, como entre los
padres y los hijos sujetos a patria potestad”.
Una de las clasificaciones de los actos jurídicos es aquella que distingue atendiendo al
número de partes necesarias para que el acto nazca a la vida del derecho, entre:
1.- Actos Jurídicos Unilaterales: Son aquellos que para formarse necesitan de la
manifestación de una voluntad.
2.- Actos Jurídicos Bilaterales: Son aquellos que para su formación requieren del acuerdo
de voluntades de dos o más partes. También se llaman convenciones.
Por su parte convención, es el acuerdo de voluntades que tiene por objeto crear,
modificar o extinguir derechos y obligaciones.
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partes tiene poder soberano para engendrar obligaciones: es la fuente de las obligaciones
contractuales.
Pero esta voluntad no solo está presente en la formación o nacimiento del contrato, sino
que también lo está en los efectos o consecuencias que del contrato derivan, porque en
materia contractual la voluntad de las partes no solo interviene en la generación del
contrato, sino que es también la que genera los derechos y obligaciones que del contrato
surgen.
Del mismo modo, se dice que este contrato contravendría la norma del artículo 1545,
según la cual los contratos pueden invalidarse por el mutuo consentimiento de las partes,
situación que no se daba en el matrimonio.
Además para ciertos autores, el concepto de contrato comprende solo los actos
destinados a producir obligaciones de carácter transitorio. Desde que se trata de establecer
un estatuto de carácter permanente, un modus vivendi, el acto dejaría de ser un contrato
para convertirse en una institución.
El artículo 1560 y 1545 del CC son las dos normas que demuestran que el Código sigue
la teoría voluntarista.
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A.- Concepto de Contrato en el Código Civil
El artículo 1438 del mencionado cuerpo legal define los contratos señalando que
“Contrato o convención es un acto por el cual una parte se obliga para con otra a dar,
hacer o no hacer alguna cosa. Cada parte puede ser una o muchas personas”.
Esta definición ha sido muy criticada por la doctrina, desde dos puntos de vista:
Se dice que el legislador incurre en un error en la terminología que emplea en el artículo
1438, error que también está presente en el artículo 1437, en cuanto identifica o hace
sinónimos los términos contrato y convención.
De esta forma podemos afirmar que: todo contrato es una convención, pero no toda
convención es un contrato.
Por ejemplo, el pago es una convención, más no un contrato, pues está destinado a
extinguir obligaciones; lo mismo ocurre con la tradición.
La crítica más de fondo es la que se refiere a la redacción misma del artículo 1438. La
realidad de las cosas es que el objeto del contrato son las obligaciones que él genera; pero a
su vez, estas obligaciones tienen por objeto una o más cosas que se tratan de dar, hacer o no
hacer (Art.1460.CC).
De tal manera que cuando el legislador nos dice en el artículo 1438 que en el contrato
“una parte se obliga para contra dar, hacer o no hacer alguna cosa”, se está saltando en
realidad una parte de la figura, porque alude a la prestación de dar, hacer o no hacer como
objeto del contrato, no obstante que esa prestación no es objeto del contrato, sino que es
objeto de la obligación.
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Como instrumento jurídico el contrato cumple principalmente las siguientes funciones,
a saber:
b.1.- Función Económica del Contrato: El contrato, muchas veces, se presenta como un
instrumento jurídico sumamente simple, que sirve para canalizar jurídicamente necesidades
de carácter elemental de los individuos, en especial las necesidades de intercambio entre
ellos y es así que numerosos contratos dicen relación con negocios menores, de trámite
fácil y rápido, y en los que ni siquiera media la conciencia de las partes de estar celebrando
un contrato.
Pero en otras ocasiones el contrato se nos presenta como un instrumento jurídico que
permite a las partes la satisfacción de necesidades bastante más complejas que las normales
de la vida cotidiana (por ejemplo, contratos en el campo de la computación, transferencia
tecnológica y en la actividad minera).
Pero sea el contrato sumamente simple o completo, éste cumple una función de carácter
económico, porque el principal vínculo de las relaciones económicas entre las personas es
el contrato.
La importancia que el contrato tiene subsiste cualquiera que sea la naturaleza del
régimen económico que esté vigente. Puede suceder que alguno de los principios que
informan el contrato sufra alguna alteración como consecuencia del régimen económico
que está vigente en un determinado momento, pero su esencia básica subsistirá como
fenómeno social y económico. Así, en caso de mayor intervención estatal se va a ver
restringida la autonomía de la voluntad en relación con un sistema que no contemple dicha
intervención.
b.2.- Función Social del Contrato: El contrato no solo cumple un rol de satisfacer
necesidades individuales de las personas, sino que muchas veces es un medio para obtener
la cooperación o colaboración entre los individuos.
Esta función social del contrato se hace patente principalmente a contar del siglo
pasado, porque durante el siglo XIX la aplicación irrestricta y sin contrapeso del principio
de la autonomía de la voluntad permitía que el contratante más fuerte impusiera sus
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condiciones al contratante más débil, lo cual motivó la intervención del legislador, el que
dictó normas para regular los principales efectos de los contratos que socialmente tenían
más importancia.
Así apareció el contrato dirigido, que estaba destinado a cautelar los intereses de las
personas que no tenían poder negociador.
Desde otro punto de vista, la función social del contrato también se cumple por la
aplicación del principio de la buena fe, que impone a cada una de las partes el deber de
lealtad y de corrección frente a la otra durante todo el proceso contractual, es decir, durante
las conversaciones preliminares hasta el cumplimiento mismo de las obligaciones
contractuales. Según esto, cada parte debe cumplir fielmente todo aquello a lo cual se
obligó.
b.3.- Función de Cambio o Circulación de los Bienes: Se realiza a través de los contratos
traslaticios de dominio como la compraventa, la permuta, la donación y el aporte en
sociedad.
b.4.- Función de Crédito: Función de carácter generalmente oneroso y la cual opera a través
de los contratos de mutuo, de apertura de crédito y, en general, de todos los contratos
bancarios; es decir, todo contrato que pone a disposición de otra persona ciertos bienes,
principalmente dinero, con cargo de restituirlos en ciertas y determinadas condiciones.
b.5.- Función de Garantía: Es frecuente que al contraer una obligación, se exija por la
contraparte que asegura el cumplimiento de esa obligación constituyendo alguna caución,
apareciendo aquí la función de garantía del contrato, porque mediante contratos accesorios
como la prenda, hipoteca y fianza, el deudor garantiza al acreedor el cumplimiento de la
obligación principal.
b.6.- Función de Custodia: Se cumple mediante contratos que tiene por objeto la guarda y
conservación de bienes ajenos. Por ejemplo, depósitos y ciertos contratos atípicos o
innominados bastante frecuentes como el que se refiere al arrendamiento de cajas de
seguridad, contratos de garaje, el contrato de hotelería en relación al equipaje que se
introduce al hotel, etc.
b.7.- Función Laboral: Se cumple a través de diversas variantes que presenta el contrato de
trabajo. Pero, también a través de otros contratos como el de arrendamiento de servicios y
el mandato mercantil.
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b.9.- Función de Recreación: Contrato de transporte para fines turísticos, contrato de
hotelería. A veces se combinan varios de estos en uno solo como cuando se contrata un
tour.
c.1.- Elementos esenciales de un contrato: Aquellas cosas sin las cuales o no produce efecto
alguno, o degenera en otro diferente.
c.2.- Elementos de la naturaleza de un contrato: Las cosas que no siendo esenciales en él, se
entienden pertenecerle, sin necesidad de una cláusula especial.
Aludir a los elementos de los contratos es distinguir entre requisitos comunes a todos
los contratos y requisitos propios de cada contrato específico.
Los requisitos comunes a todos los contratos son los mismos requisitos de los actos
jurídicos enunciados en el artículo 1445 del Código Civil. Estos son:
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Por ejemplo, en el contrato de compraventa son requisitos esenciales; la cosa y el
precio; son requisitos de la naturaleza: las obligaciones del vendedor de sanear la evicción o
sanear los vicios ocultos de la cosa; son accidentales: un plazo convenido para el pago del
precio o un pacto comisorio o cláusula penal.
III.- El Consentimiento:
Todo contrato, sin excepción alguna, cualquiera que sea su naturaleza, cualquiera que
sea la obligación u obligaciones que genere, sea que obligue a una o a ambas partes, supone
siempre el consentimiento de éstas. Si no hay acuerdo de voluntades, esto es, si no hay
consentimiento, no hay contrato.
a.- Los derechos y obligaciones que nacen del contrato solo afectan a quienes han
concurrido con su voluntad a la celebración. Solo las partes contratantes se ven
beneficiadas por los derechos que surgen del contrato o afectadas por las obligaciones que
emanan de él (Art.1545.CC).
De esta manera todos aquellos que no han consentido en la celebración del contrato son
terceros ajenos a él y, por consiguiente no pueden invocar los derechos que nacen del
contrato, como tampoco les afecta las obligaciones que él impone. Ésta es la regla general,
pero no tiene carácter absoluto, porque hay ciertos casos en que la ley, por consideraciones
de interés público, admite que ciertos contratos puedan afectar a personas que no han
concurrido con su voluntad a su celebración. Esta situación es excepcional se presenta en
los llamados “contratos colectivos”, definidos como aquellos que afectan y obligan a todos
los miembros de un grupo o colectividad determinada, aunque no hayan consentido en el
contrato, por el hecho de formar parte de dicho grupo o colectividad.
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b.- Algunos acostumbran distinguir entre contratos de derecho patrimonial y contrato de
derecho de familia.
En estos contratos el único aspecto contractual que encontramos es que ellos nacen del
concurso de voluntades, pero una vez que concurre el consentimiento termina la voluntad
de las partes y ellas tienen que someterse a los efectos que señala la ley.
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CAPÍTULO TERCERO: PRINCIPIOS QUE INFORMAN LA
CONTRATACIÓN
Sobre esta materia, hay dos grandes principios que forman parte de la contratación,
siendo éstos:
A los dos anteriores podemos agregar otros principios que se desprenden de toda la
teoría general de los contratos. No serán desarrollados en este apunte, debido a que están
explícita y en otras tácitamente desarrolladas en el presente trabajo.
Para que el contrato nazca se debe dar un acuerdo de dos o más voluntades, por lo que
es un acto jurídico bilateral, es una convención de derecho y obligaciones. Todo lo relativo
al contrato se determina mediante el acuerdo de voluntades (efectos, alcances, duración,
contenido, etc).
Este principio obviamente tiene como limitaciones centrales la ley, el orden público, las
buenas costumbres y la moral.
Las partes podrán atribuirle al contrato efectos distintos a los señalados por la ley, y aún
más pueden llegar a modificar su estructura jurídica. Por ejemplo, darle el carácter de
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solemne a un acto que no lo es, como la compraventa de una bicicleta por escritura pública
(Art.1802.CC).
Las leyes en materia contractual van a ser supletorias de la voluntad de las partes, o sea,
la ley se aplicará en el silencio de las partes.
Además de las limitaciones anteriormente señaladas, las partes deben respetar los
siguientes puntos:
Consensualismo
Libertad contractual
De la fuerza obligatoria
Efecto relativo
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II.- Principio de la Buena Fe:
Está presente en todo el iter contractual, de principio a fin, se le exige a las partes que se
comporten leal y correctamente, desde los tratos preliminares e incluso en la relación post
contractual. La buena fe puede ser objetiva o subjetiva.
A.- Buena Fe Subjetiva: (Estar de buena fe) Aparece como una actitud mental, que
consiste en ignorar que se perjudica ilegítimamente un interés ajeno o no tener conciencia
de obrar contra derecho.
b.2.- Celebración del Contrato: Según el artículo 1815 la venta de cosa ajena vale, pero
siempre está la obligación del vendedor del saneamiento de la evicción. Se exige que por lo
menos haya un mínimo de claridad en la redacción del contrato y ojalá las utilidades sean
equitativas (contratos conmutativos).
b.4.- Relaciones Post Contractuales: Después del cumplimiento del contrato se pueden
generar relaciones post contractuales, por ejemplo cuando entrego una oficina que
arrendaba y me permiten dejar un cartel con mi nueva dirección. Esto es importante en
materia de secreto profesional, aunque sea un ex cliente hay que guardarlo siempre (hay
excepciones, que escapan a este estudio, y se relacionan generalmente con el estudio del
derecho penal).
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CAPÍTULO CUARTO: CLASIFICACIÓN DE LOS
CONTRATOS
El Código Civil en los artículos 1439 a 1443 clasifica a los contratos. Tenemos los
siguientes:
a) Contratos unilaterales
a) Contratos gratuitos
b) Contratos onerosos
D.- Atendido a si el contrato puede subsistir por sí sólo o si requiere de otro para poder
hacerlo:
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a) Contratos principales
b) Contratos accesorios
c) Contratos dependientes
a) Contratos consensuales
b) Contratos reales
c) Contratos solemnes
La doctrina ha señalado que esta clasificación no es de orden público, ya que las partes
pueden libremente darle al contrato el carácter de unilateral o bilateral. Pero en realidad
esta opinión de la doctrina parece factible solo tratándose de contratos unilaterales, no
siendo posible en los contratos bilaterales, porque éstos, son bilaterales por su propia
naturaleza. Razón por la cual las partes no podrían alterar este carácter, cosa que sí podrían
hacer tratándose de un contrato unilateral.
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Contratos Bilaterales Imperfectos:
Sin embargo, esta terminología no nos parece apropiada, pues da la idea de que
estaríamos en presencia de contratos bilaterales y esto no es así.
a.- Excepción del Contrato No cumplido: (Mora purga la mora) Art.1552.CC. Consiste
en que el demandado puede negarse a cumplir la prestación que le corresponde, mientras el
demandante no cumpla o no de principio a la ejecución de la obligación que, a su turno, el
contrato ha puesto a su cargo. Por lo tanto, solo es aplicable a los contratos bilaterales.
c.- La Teoría de los Riesgos: Arts.1550 y 1820.CC. Mediante ella se determina la suerte
que corre la obligación de uno de los contratantes cuando la obligación correlativa de la
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contraparte se extingue por imposibilidad de ejecución, en razón de un caso fortuito o
fuerza mayor.
a) Contratos Gratuitos: Son aquellos en que resulta útil o provechoso el contrato para
una de las partes, sufriendo la otra el gravamen. Por ejemplo, la donación, el
comodato, el depósito, etc.
b) Contratos Onerosos: Son aquellos en que resulta útil o provechoso el contrato para
ambos contratantes, gravándose cada uno en beneficio del otro. Por ejemplo, la
compraventa, la permuta, el arrendamiento, el mandato cuando es remunerado, el
mutuo con intereses, etc.
Si bien es cierto, algunos autores señalan que los contratos bilaterales son siempre
onerosos, esto no es tan exacto, pues existen algunos casos de contratos bilaterales gratuitos
como el mandato no remunerado y la donación con cargas.
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Otro ejemplo lo constituye el contrato de depósito cuando se faculta al depositario para
usar la cosa en su provecho y el contrato de comodato celebrado en pro de ambas partes
(Art.2179.CC).
El profesor Ramón Meza Barros ilustra esto último de la siguiente manera: se refiere al
préstamo de un perro de caza con la obligación del comodatario de amaestrarlo.
c.- También es importante hacer la distinción, debido a que ambas clases de contratos
están sometidos a reglas diversas en materia de error en la persona, donde la regla
general es que dicho error no vicia el consentimiento. Esta regla es perfectamente
aplicable tratándose de contratos onerosos, pero no ocurre lo mismo en los contratos
gratuitos debido a que estos contratos se celebran en consideración a las personas, razón
por la cual los contratos gratuitos son intuito personae, y como consecuencia de ello, el
error en la identidad de la persona si vicia el consentimiento. En cambio en los contratos
onerosos solo excepcionalmente son intuito personae, como ocurre por ejemplo con la
transacción (Art.2456.CC).
d.- En materia de acción pauliana también se presentan diferencias. Mediante ésta los
acreedores pueden obtener que se dejen sin efecto las enajenaciones fraudulentas hechas
por el deudor en perjuicio de los acreedores para que se reintegren a su patrimonio los
bienes enajenados. Los presupuestos de admisibilidad de la acción pauliana son menos
estrictos tratándose de aquellos casos en que el acreedor pretende dejar sin efecto contratos
gratuitos que hubiere celebrado el deudor con un tercero, ya que solo le basta probar la
mala fe del deudor.
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C.- Atendida a la equivalencia de las prestaciones recíprocas: Art.1441.CC
a) Contrato Conmutativo Oneroso: Son aquellos en que cada una de las partes se
obliga a dar o hacer alguna cosa que se mira como equivalente a lo que la otra parte
debe dar o hacer a su vez.
Críticas al Art.1441.CC:
Parte de la doctrina, entre ella el profesor Jorge López Santa María, critican el Artículo
1441. Las razones son las siguientes:
a.- No le parece apropiado adoptar como elemento determinante del concepto de contrato
conmutativo la equivalencia de las prestaciones recíprocas, pues existen casos de
contratos onerosos que son unilaterales como el préstamo de dinero (donde si bien solo el
prestatario resulta obligado, es provechoso para ambas partes, ya que el mutuario debe
restituir el capital más los intereses corrientes o convencionales), el contrato de depósito
cuando se faculta al depositario para usar la cosa en su provecho y el contrato de comodato
celebrado en pro de ambas partes. Por otra parte, el término equivalencia significa igualdad
de dos o más cosas, algo que en los contratos onerosos no ocurre, pues todo contrato
oneroso, sea conmutativo o aleatorio implica algún grado de riesgo. Y es tan así que incluso
el derecho chileno tolera en los contratos onerosos cierto grado de desigualdad en las
utilidades que reciben las partes, interviniendo el legislador solo excepcionalmente
mediante la institución de la lesión enorme.
Otros profesores como don Rubén Celis ha señalado que el CC fue muy sabio al no
decir en dicho artículo “prestaciones equivalentes”, y emplear en vez de eso la expresión
“se mira como equivalente”. Es así como no resulta necesario que sean iguales, basta que
las partes las miren como equivalentes.
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b.- Otra crítica que ha hecho la doctrina dice relación con la omisión en que incurre el
legislador respecto de las obligaciones de no hacer, pues no existe ningún motivo para
excluirlas de la categoría de contrato conmutativo.
c.- Se critica también la ambigüedad del precepto al señalar que en los contratos aleatorios
existe equivalencia, la cual consistiría en una incertidumbre (de ganancia o pérdida).
Lo que realmente distingue a los contratos conmutativos de los aleatorios es que solo en
los primeros las pares pueden pronosticar si el contrato les resultará beneficioso, en cuanto
y porqué. Y, aun cuando estos pronósticos no resulten exactos ello no privará al contrato
oneroso de su carácter de conmutativo.
Tratándose de los contratos aleatorios, ningún cálculo racional es factible en lo que a las
consecuencias económicas que va a producir el contrato se refiere, pues dichas
consecuencias quedarán supeditadas al azar, a la suerte.
El contrato de compraventa de cosas que no existen pero se espera que existan puede
revestir el carácter de condicional o de aleatorio dependiendo de las circunstancias
(Art.1813.CC).
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Importancia de esta Clasificación:
a) Contratos Principales: Son aquellos en que el contrato subsiste por sí solo, sin
necesidad de otro. Por ejemplo, la compraventa, el arrendamiento, el depósito, el
comodato, etc.
El contrato accesorio no puede subsistir sin una obligación principal, pero puede existir
sin ella. Se puede concebir perfectamente al contrato accesorio sin que exista aún la
obligación principal, pero es inconcebible que sobreviva a la extinción de la obligación
principal.
La caución puede constituirse para garantizar una obligación fuera y en tal caso existirá
la obligación accesoria antes que la principal.
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Importancia de esta Clasificación:
La regla general es que el contrato sea consensual. Los contratos son reales o solemnes
solo en los casos expresamente señalados por la ley. Por lo tanto, si la ley no señala que el
contrato es real o solemne, el contrato va a ser consensual.
Cuando la ley dice que el contrato es consensual, no está diciendo que éste se
perfecciona por el consentimiento de las partes, ya que en todo contrato se requiere el
consentimiento, sea este real, solemne o consensual. Lo que la ley nos dice es que en el
contrato consensual basta con el solo consentimiento, es decir, que no se necesita ningún
otro elemento para el perfeccionamiento del mismo.
b) Contratos Solemnes: Son aquellos en que además del consentimiento de las partes,
se requieren para perfeccionarse, por disposición de la ley, de la observancia de
ciertas formalidades, de tal modo que si no se da cumplimiento a estas
formalidades, el contrato no produce ningún efecto civil.
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Lo que sucede es que en estos contratos no se producen los efectos que le son
inherentes, mientras el consentimiento no se preste por las partes en la forma que la ley
establece, porque la ley entiende que si no se da cumplimiento a las solemnidades, el
consentimiento no se produce. Las solemnidades pueden ser de distinta índole:
Hay que tener presente que no todas las formas externas son solemnidades, lo son
solamente aquellas que la ley prescribe en consideración a la naturaleza misma del acto o
contrato, es decir, a aquellas solemnidades objetivas denominadas también ad
solemnitatem.
Pero no es lo mismo un contrato solemne por disposición de la ley, que uno solemne
por acuerdo de las partes, porque si es la ley la que lo establece y se omiten las
solemnidades, el contrato va a ser nulo absolutamente; en cambio, si el contrato es solemne
por la sola voluntad de las partes, dicho contrato va a poder producir efectos aun cuando la
solemnidad no se cumpla en la forma convenida (Art.1802.CC).
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Tratándose de éstos contratos la doctrina ha señalado que el artículo 1443 incurre en
una impropiedad en el lenguaje, porque el contrato real se perfecciona por la entrega,
concepto que es más amplio y genérico que el de tradición, ya que la tradición es una
especie de entrega que sirve para transferir el dominio.
Si bien es cierto que la mayor parte de los contratos reales se perfecciona por la entrega
de la cosa, hace excepción a esta regla el contrato de mutuo, ya que este contrato se
perfecciona expresamente por la tradición de la cosa (Art.2197.CC).
Esta es justamente la gran crítica que se le hace a la concepción del contrato real, pues
es un absurdo el celebrar un contrato con el único objeto de que la persona que reciba la
cosa, tenga la obligación de restituirla. La razón determinante por la cual se entrega la cosa
no es la obligación de restituirla, sino que es otra:
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Por eso es que algunos sostienen que puede desaparecer la noción de contrato real,
pasando a ser estos contratos consensuales y, en los cuales la entrega no sería más que el
cumplimiento de una obligación.
b) Contratos de adhesión
a) Contratos individuales
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b) Contratos Colectivos
D.- En atención a la forma en que las obligaciones van a ser cumplidas en el tiempo:
a) Contratos preparatorios
b) Contratos definitivos
El Código Civil reglamente ciertos y determinados contratos a partir del artículo 1793,
pero estos contratos que trata el CC no son los únicos que existen, pues también hay otros
reglamentados en otros cuerpos legales como el Código de Comercio y en leyes especiales
diversas. Y aún más, existen muchos otros contratos cuya fuente es la autonomía de la
voluntad y respecto del cual casi no encontramos limitaciones, por lo que van a haber tantos
contratos como la imaginación humana sea capaz de crear.
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Los contratos atípicos o innominados pueden ser celebrados por las partes en virtud del
principio de la autonomía de la voluntad, que autoriza a celebrar cualquier contrato,
siempre que se respete la ley, el orden público y las buenas costumbres.
a.- En primer lugar va a ser la voluntad de las partes la norma a aplicar. Estos contratos,
de acuerdo al artículo 1545, también son considerados leyes para las partes, por lo que
tienen fuerza obligatoria.
b.- Si las partes no fueron capaces de prever controversias futuras, se aplican también las
normas generales a todo contrato, sobre formación del consentimiento, causa y objeto
lícito, etc.
c.- Si aun aplicando las normas generales del contrato y las estipulaciones de las partes nos
encontramos con un vacío, se recurre al contrato nominado más semejante, siempre
que sus normas sean posibles de aplicar al contrato innominado. Esta asimilación del
contrato atípico en uno o más contratos típicos es una operación que se reduce a calificarlo.
La calificación de un contrato consiste en establecer su naturaleza jurídica, escuadrándolo
en alguno de los tipos definidos por la ley sobre la base de la esencia de las circunstancias
que configuran el contrato, prescindiendo de la denominación que las partes hayan
empleado.
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Es frecuente que un mismo contrato se forme por la reunión de dos o más contratos
nominados, cada uno de los cuales conserva su individualidad y está por consiguiente
sometido a sus propias reglas: es el llamado contrato mixto o complejo. Es importante tener
claro este concepto porque a veces nos enfrentamos a contratos innominados que presentan
las características de varios nominados.
Por ejemplo, el caso de una persona que se aloja en un hotel. Celebra un contrato
innominado de hotelería u hospedaje, que no es más que una mezcla de:
a) Contratos de Libre Discusión: Son aquellos en que las partes deliberan en cuanto
a su contenido y estipulan libremente las distintas cláusulas del contrato por su
propia voluntad. Las partes discuten en un relativo plano de igualdad y libertad,
encontrándose su autonomía limitada solamente por el respeto al orden público, la
moral y las buenas costumbres. Este tipo de contratos constituyen la regla general
de acuerdo al principio de la autonomía de la voluntad. Por ejemplo, compraventa,
arrendamiento, etc,
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C.- En atención al principio relativo de los contratos o a si es necesaria la
manifestación de voluntad de todas las personas que resultan
jurídicamente vinculadas al contrato:
Este tipo de contratos representa una excepción al principio de efecto relativo de los
contratos, pues, de acuerdo con este principio las convenciones afectan solamente a quienes
las celebran.
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contrato, como ocurre en el contrato real en el que la única prestación es simultánea
al nacimiento del contrato.
En este tipo de contratos, se posterga o pospone la solutio, esto es, la ejecución de las
obligaciones surgidas del contrato, se subordinan, habitualmente, a un término o plazo que
las partes determinan.
Se entiende entonces, que un contrato puede ser de ejecución única pero diferida, como
lo sería si las partes convienen que el precio sea exigible una vez que transcurra un plazo
que el propio contrato prevé.
En este caso, la función económico-social del contrato impone una duración sostenida
en el tiempo. Las partes solo alcanzan a satisfacer la necesidad que los induce a contratar si
la relación contractual se dilata o sostiene en el tiempo. La continuidad y periodicidad de la
solutio es una condición imprescindible para que las partes o al menos una de ellas
satisfaga el interés económico-social que las indujo a celebrar el contrato. Por lo tanto, la
duración es un elemento causal.
Las partes no eligen, entonces, que el contrato sea de tracto sucesivo: la función
económico-social que persiguen, en cada caso, impone el carácter sucesivo del contrato.
Resulta útil por lo tanto hacer una breve referencia a este contrato. El Código Civil
chileno distingue tres categorías de arrendamiento y no obstantes de tratarse de figuras
técnicamente distintas las trata de manera conjunto:
Arrendamiento de cosas: Se entrega una cosa para que sea utilizada sin consumirse.
Por ejemplo, el arrendamiento de una casa.
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Arrendamiento de obras: El arrendador se obliga a ejecutar un cierto trabajo
respecto de una materia proporcionada por el arrendatario. El arrendatario utiliza
una técnica respecto de una obra.
Arrendamiento de servicios: Si el arrendador se obliga a prestar su trabajo al
arrendatario quien paga un precio. El arrendatario lo es de la capacidad de trabajo y
de la habilidad de otro.
Las tres figuras tienen en común que un arrendador coloca una cosa en manos de un
arrendatario, quien la lleva para utilizarla.
a.- La nulidad y la resolución de los contratos: Solo opera con efecto retroactivo
tratándose de los contratos de ejecución instantánea y de ejecución diferida. Cosa que no
ocurre en los contratos de tracto sucesivo debido a que no es posible borrar los efectos que
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ya se produjeron, por lo que se entiende que la nulidad y resolución operan para el futuro a
partir de la fecha en que queda ejecutoriada la correspondiente sentencia declarativa.
b.- En el ámbito de los riesgos: Nuestro CC señala que extinguida la obligación de una
parte por caso fortuito, subsiste, sin embargo, la obligación correlativa (Arts.1550 y
1820.CC) Pero si el contrato es de tracto sucesivo la extinción por caso fortuito o fuerza
mayor de una obligación, extingue la obligación de la contraparte (Art.1950 N°1.CC), es
decir, cesan las obligaciones de ambas partes.
Tanto la doctrina como la jurisprudencia, en los países que aceptan esta teoría,
sostienen que ella solo es aplicable a los contratos de tracto sucesivo, porque solo en ellos
es posible que las transformaciones económicas hagan más onerosa su ejecución o
cumplimiento; de tal suerte que la teoría de la imprevisión no se admite en los contratos de
ejecución instantánea. Quedando la duda en materia de contratos de ejecución diferida. De
esta manera, si el contrato es de tracto sucesivo la doctrina, y ciertas reglas del derecho
positivo nacional y comparado admiten su revisión si se configura excesiva onerosidad.
e.- La caducidad convencional del plazo: Es otra peculiaridad de los contratos de tracto
sucesivo. Es lo que se conoce como cláusula de aceleración, que ha sido declarada válida
por nuestros tribunales.
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E.- En atención a la finalidad que cumplen en la relación negocial:
a) Contratos Preparatorios: Son aquellos mediante los cuales las partes estipulan que
en el futuro celebrarán otro contrato, que por ahora ellos no pueden concluir, o que
está sujeto a incertidumbre, siendo dudosa su factibilidad.
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CAPÍTULO QUINTO: CATEGORÍAS CONTRACTUALES
En general las normas de los códigos en materia contractual casi siempre son
supletorias de la voluntad de las partes, sin embargo, tratándose de los contratos dirigidos la
reglamentación legal asume un carácter imperativo, de manera tal que las partes no pueden
alterar el contrato que ha sido previamente reglado por el legislador.
Este fenómeno se inicia en Europa a partir del año 1900, con motivo del contrato
individual de trabajo, como una manera de proteger los intereses de los asalariados. Es así
como los derechos concedidos por las leyes laborales a los trabajadores han pasado a ser
irrenunciables.
La ley 18.010 de 1981 dirige las operaciones de crédito de dinero. Entre otros.
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por la otra, en su exclusivo interés. Ambas partes adhieren a un estatuto impuesto en
derecho por la autoridad pública, guardiana del interés general y conciliadora de los
intereses particulares”.
Pero además de contenido hay otros casos en que lo que se impone es la persona del
contratante.
El artículo 10 del Código de Minería por su parte señala que el estado tiene un derecho
de compra preferente respecto de los minerales en que haya presencia de torio y uranio,
ambos elementos radioactivos.
A.- Definición:
El contrato definitivo no entra en esta categoría, pues se trata del efecto de un contrato
preparatorio libremente acordado, como el contrato de promesa, ni tampoco el contrato de
depósito necesario, pues la necesidad la provoca circunstancias excepcionales de hecho.
B.- Clasificación:
b.1.- Contrato Forzoso Ortodoxo: Son aquellos en que existe un mandato de autoridad que
exige contratar.
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Por ejemplo, el artículo 775 del Código Civil, respecto a la caución de conservación y
restitución de la cosa fructuaria que debe rendir el usufructuario.
El D.L 1092 exige que todo el personal de las Fuerzas Armadas y Carabineros de Chile
contrate un seguro de vida.
Por ejemplo, el artículo 2081 del Código Civil señala que se admite que la
administración de la sociedad colectiva pueda corresponder a todos y a cada uno de los
socios, en virtud de un contrato de mandato recíproco entre ellos, que el legislador da por
celebrado, sin que se precise manifestación de voluntad de los socios.
Para algunos este contrato forzoso heterodoxo de mandato recíproco también operaría
en el cuasicontrato de comunidad, entre los comuneros, pues el artículo 2305 se estaría
remitiendo al inciso 1° del Art.2081.CC
A.- Definición:
La utilidad de estos contratos salta a la vista debido a que las relaciones jurídicas que
caracterizan al derecho de nuestros días son cada vez más estandarizadas.
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Su desventaja radica en el peligro que implican. En especial los contratos tipo
unilaterales, ya que éstos suelen ser el instrumento que emplean las empresas para imponer
cláusulas abusivas a la contraparte.
b.1.- Contrato Tipo Unilateral o Cartel: Estamos en presencia de este tipo de contratos
cuando quienes constituyen el contrato, son grupos económicos o empresas cuyos intereses
son convergentes. Sus autores no negocian en absoluto con sus futuros clientes. Por
ejemplo, en los contratos de seguro, transporte aéreo, etc.
Existe un contacto estrecho entre contrato tipo y contrato de adhesión. Este último es
una invitación a aceptar un contrato tipo.
Pero mientras el contrato tipo se caracteriza por la redacción previa y la generalidad con
que se aplica, el contrato por adhesión se distingue por la desproporción entre el poder
negociados del oferente y del aceptante, pudiéndose concebir su nacimiento sin la
preexistencia de ningún contrato tipo que le sirva de modelo.
b.2.- Contrato Tipo Bilateral: En él las partes que participan en la conclusión del contrato
tienen intereses divergentes. Por ejemplo, en las convenciones colectivas de trabajo
acordadas por los representantes de los empleadores y los representantes de los
trabajadores.
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IV.- Contrato Ley:
A.- Concepto:
Pero como el poder legislativo puede modificar o derogar las leyes vigentes, existiría un
ambiente de inestabilidad y de desconfianza que frustraría los estímulos mencionados. Es
por esto que se creó el mecanismo de los contratos leyes, a través de los cuales el Estado
garantiza que en el futuro no se modificarán ni derogarán las franquicias contractuales
establecidas.
En la Constitución por su parte nada se dice sobre los contratos leyes, lo cual cabe
interpretar como el restablecimiento de su pleno valor y eficacia.
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V.- El Subcontrato:
A.- Concepto:
Además va implícita esta figura en el contrato de construcción por suma alzada, cuando
el empresario o constructor encarga a terceros la realización de determinadas obras; y en el
contrato de sociedad, cuando uno de los socios forma con su parte social otra sociedad
particular con un tercero.
b.1.- El contrato base debe ser de ejecución diferida o de tracto sucesivo. Jamás de
ejecución instantánea.
b.2.- El contrato base no debe ser traslaticio de dominio: pues de lo contrario cuando el
adquirente celebre un contrato similar con otra persona, ya no habrá subcontrato sino que
simplemente un nuevo contrato autónomo e independiente, por eso no existe la
subcompraventa ni la subdonación.
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c.2.- No cumplirlas
A.- Definición:
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B.- Paralelo entre el Subcontrato y la Cesión de Contrato:
VII.- El Autocontrato:
Es el acto jurídico que una persona celebra consigo misma, sin que sea necesaria la
concurrencia de otra, y en el cual ella actúa, a la vez, ya sea como parte directa y como
representante de la otra parte, ya sea como representante de ambas partes; ya sea como
titular de dos patrimonios (o de dos fracciones de un mismo patrimonio) sometidos a
regímenes jurídicos diferentes.
1) El sujeto que interviene actúa tanto a nombre propio como a nombre ajeno:
Caso del mandatario que compra para sí lo que el mandante le ha ordenado vender
(Art.2144.CC).
2) Situación de doble representación: El sujeto que actúa es representante legal o
convencional de ambas partes. Caso del mandatario que tiene este carácter tanto
respecto del vendedor como del comprador. Por ejemplo, en las operaciones
bursátiles de compraventa de acciones, las que se celebran a través de corredores de
la bolsa de valores.
3) Casos independientes de la representación, la partición consigo mismo que a
veces celebra una persona. Por ejemplo, en la sociedad conyugal se distinguen los
bienes propios de cada uno de los cónyuges, los bienes sociales y los bienes
reservados de la mujer. Solo éstos últimos son administrados libremente por la
mujer. Si ella aporta a la sociedad conyugal un terreno en el cual es copropietaria
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con un tercero, y después durante el matrimonio adquiere con dinero de su
patrimonio reservado la cuota del tercero, ella puede realizar consigo misma la
partición destinada a determinar que parte del bien raíz integra su patrimonio
reservado y que parte integra su haber propio, quedando sujeto a la administración
del marido.
Para otros es un acto híbrido, que se asemeja al acto jurídico unilateral por el hecho que
requiere una sola voluntad y al contrato por el hecho que pone dos patrimonios en relación.
Luis Claro Sola asevera que es un contrato. Para esto se apoya en la idea de la
representación, pues el sujeto que interviene como representante no manifiesta su propia
voluntad, sino que la del representado, por lo que el actor estaría exteriorizando varias
voluntades diferentes.
Para Jorge López Santa María, el autocontrato es siempre un contrato. Señala que una
voluntad puede descomponerse en dos voluntades, o en dos declaraciones diferentes, lo que
podrá chocar a la lógica pero no tiene necesariamente que chocar al derecho.
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CAPÍTULO SEXTO: EFECTOS DE LOS CONTRATOS
La regla general es que el contrato afecta exclusivamente a las partes que lo celebraron,
y aun cuando nuestro CC no establece expresamente esta regla como si lo hace el CC
francés, los autores han concluido que si el legislador no lo señaló expresamente es porque
lo consideró innecesario, ya que el hecho de que el contrato obligue solo a las partes que lo
celebran es solo la aplicación de un principio general, aquel principio que establece que
nadie puede ser obligado sino en virtud de una declaración de voluntad (y en el contrato esa
declaración la hacen las partes y no los terceros).
El artículo 1545 habla de contratantes, entendiéndose por tales a las personas que han
concurrido con su consentimiento a la celebración del contrato contrayendo derechos y
obligaciones, sea que concurran personalmente o representadas.
El mismo artículo se refiere a los efectos que produce el contrato entre las partes,
precisando la fuerza obligatoria del contrato. Pero las estipulaciones del contrato además de
ser obligatorias para las partes contratantes, lo son también para los jueces, quienes deben
respetarlo para que sea acatada la voluntad contractual, no pudiendo alterar lo estipulado en
un contrato legalmente celebrado.
Otra regla fundamental en esta materia es la que consagra el artículo 1546. Esto
significa que los contratos deben cumplirse conforme a la intención de las partes y a las
finalidades que se han propuesto contratar. Y es con esta finalidad que las disposiciones
legales que rigen los contratos son regularmente supletorias de la voluntad de las partes,
pues lo que pretenden es interpretar esa voluntad que no ha llegado a manifestarse.
Son terceros todos los que no han concurrido a la celebración del contrato. Todo el que
no es parte es tercero.
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Sin embargo, dentro de los terceros hay que distinguir:
- Terceros Relativos:
- Terceros Absolutos:
Son aquellos que con posterioridad a la celebración del contrato entran en relación
jurídica con alguna de las partes, siendo afectados por el contrato. A s vez los terceros
relativos pueden ser: Sucesores a título universal o herederos, sucesores a título singular y
acreedores de las partes
Sucesores a Título Universal: De acuerdo al artículo 1097 los herederos son los
continuadores de la persona del causante y como tales entran a ocupar el lugar que éste
tenía. Representan al causante en todos sus derechos y obligaciones transmisibles. De aquí
viene aquel adagio que dice que “quien contrata lo hace para sí y para sus herederos”.
De modo entonces que por regla general el contrato produce efectos respecto de los
herederos. Pero esta regla tiene excepciones:
Lo mismo sucede en el caso de la persona que compra un bien raíz gravado con
hipoteca. En este caso, el comprador no concurrió a la celebración del contrato de hipoteca,
pero se va a ver afectado por dicho contrato.
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También en materia de cesión de créditos el cesionario sucede a título singular al
cedente.
Es así como el sucesor a título singular adquiere el bien tal como se encontraba en
virtud de los contratos que al respecto había celebrado el causante, de la misma manera
deberá soportar las consecuencias de las limitaciones impuestas por el causante con
anterioridad. Lo cual no es más que la aplicación del principio de que nadie puede transferir
más derechos de los que posee.
Sin embargo deben darse dos requisitos para que los efectos de esos contratos afecten a
los sucesores a título singular:
Acreedores de las partes: Los acreedores pueden hacer efectivos sus créditos en el
patrimonio del deudor en virtud del derecho de prenda general de los acreedores. Sin
embargo el deudor puede libremente gestionar su patrimonio, es decir, celebrar diferentes
tipos de contratos con el objeto de incrementar su patrimonio en virtud de las adquisiciones
que haga, o bien contraer otras obligaciones que impliquen una disminución de su
patrimonio.
Es en este sentido que los acreedores se verán afectados por los contratos celebrados
por el deudor, pues, en la medida que impliquen una disminución patrimonial importante
los acreedores tendrán menos bienes en que hacer efectivos sus créditos.
Son aquellos que no concurrieron a la celebración del contrato y que con posterioridad
no entran en relación jurídica con las partes, a quienes no liga ni ligará en el futuro ninguna
relación con los contratantes.
A ellos no les alcanzan ni los derechos ni las obligaciones que surjan del contrato.
Para ellos rige plenamente el principio del efecto relativo de los contratos. El contrato
no puede darles o quitarles un derecho.
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Así el artículo 1815 da fe de esto. Pues, para el propietario, que es un tercero totalmente
extraño al contrato de compraventa, el contrato no producirá ningún efecto, no
menoscabará su derecho. Y es por esta razón que el propietario podrá accionar, con
completa prescindencia del contrato, en contra del comprador adquirente.
Sin embargo este principio del efecto relativo de los contratos tiene excepciones:
- Como ocurre con el contrato colectivo de trabajo, este contrato se celebra con el
propósito de crear derechos y obligaciones para terceros. (Se estudia en otra
cátedra).
- La estipulación a favor de otro.
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c.1.3.- El tercero beneficiario: persona a quien debe pagarse la indemnización convenida (la
cónyuge).
c.2.1.- Respecto del estipulante: Éste tiene que ser capaz para celebrar el contrato objeto
de la estipulación.
c.2.2.- Respecto del prometiente: También tiene que tener capacidad para celebrar el
contrato y además tiene que tener la intención de crear el derecho a favor del tercero.
c.2.3.- Respecto del tercer beneficiario: Hay que tener presente la especial situación en
que se encuentra, porque dicho tercero no tiene injerencia o intervención en la celebración
del contrato, ya que éste se celebra exclusivamente entre el promitente y el estipulante. Esto
tiene especial importancia en relación con la capacidad que debe tener el tercero
beneficiario, porque no se requiere que éste tenga capacidad para contratar, ya que, como
señalábamos, el no interviene en la celebración del contrato; entonces no requiere
capacidad de ejercicio, bastando que tenga capacidad de goce. De ahí que lo más frecuente,
tratándose del contrato de seguro de vida, por ejemplo, es que éste se celebre a favor de
personas que son absolutamente incapaces, como el hijo impúber, por ejemplo.
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c.3.- Naturaleza Jurídica de la Estipulación a Favor de Otro:
El problema de esta teoría es que deja entregado todo el sistema de la estipulación a las
contingencias que pueda sufrir la oferta:
- Por un lado tenemos el fallecimiento del estipulante, que hace caducar la oferta, y
en el caso del seguro de vida, la aceptación se presta después de la muerte del
estipulante, cuando la oferta habría caducado.
- Por otro lado si aceptamos que el derecho se integra al patrimonio del estipulante,
tenemos que aceptar también que queda sometido a todas las contingencias de ese
patrimonio y, así, si el estipulante tiene muchos acreedores, estos podrían hacer
valer sus derechos sobre ese patrimonio al cual, a su vez, se ha incorporado el
derecho que nace de la estipulación.
- Si ambas fueran lo mismo, no habría razón alguna para que el legislador las hubiere
tratado separadamente.
- Y porque ambas presentan importantes diferencias:
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c.3.3.- Doctrina de la creación directa del derecho a favor del tercero: Es la más
aceptada y sostiene que tan pronto se celebra el contrato entre el estipulante y el
prometiente nace de inmediato en el patrimonio del tercero beneficiario el derecho que
confiere el contrato celebrado.
Se acepta generalmente esta doctrina porque ella es la más beneficiosa para el tercero,
desde el momento en que desvincula totalmente el derecho que surge de la estipulación de
las contingencias a que puede estar sujeta la vida o el patrimonio del estipulante.
Señalan los autores que esta teoría tiene aplicación entre nosotros por lo dispuesto en el
artículo 1449 que señala “…pero solo esta tercera persona podrá demandar lo
estipulado…”.
61
en que en la estipulación se hubiere establecido una cláusula penal para el caso de que el
prometiente no de cumplimiento a lo convenido (Art.1536 inciso 3.CC).
De modo que al establecerse una cláusula penal el estipulante que normalmente no tiene
ningún derecho pasa a tenerlo en virtud del incumplimiento.
Sin embargo esta situación tiene una contrapartida contemplada en el propio artículo
1449 y consiste en que mientras no se produzca la aceptación del beneficiario, puede el
estipulante y prometiente revocar la estipulación, es decir, dejarla sin efecto. Esta facultad
no es otra cosa que una aplicación de la regla general que nos da el artículo 1567 inciso 1°,
cuando consagra como modo de extinguir las obligaciones la resciliación.
c.4.2.- Efectos entre el prometiente y el tercero: El principal efecto que se produce es que
solo el tercero beneficiario puede demandar los que se ha estipulado y, es ese aspecto
justamente donde también tiene importante la aceptación del tercero, porque mientras éste
no intervenga, las partes que concurrieron a la celebración del contrato pueden revocarlo.
Por la promesa de hecho ajeno solo contrae obligación el que se comprometió a que el
tercero hará, no hará o dará alguna cosa, y su obligación es de hacer, que el tercero
ratifique, esto es, consienta en la obligación que se ha prometido por él.
En este caso no hay una excepción a la regla general en materia contractual del efecto
relativo de los contratos.
62
la celebración del contrato (no prestó su consentimiento en el contrato). De ahí que el
tercero va a resultar obligado solamente cuando ha ratificado. De ahí que el tercero va a
resultar obligado solamente cuando ha ratificado. Es ahí cuando nace la obligación para el
tercero, pues es en ese momento cuando el manifiesta su voluntad de obligarse.
Con la promesa de hecho ajeno resulta obligado el que se comprometió a que el tercero
daría, haría o no haría alguna cosa.
El prometiente contrae una obligación de hacer, que consiste en obtener que el tercero
ratifique.
d.1.3.- El tercero: Es ajeno a esta relación hasta que intervenga su aceptación o ratificación.
d.2.2.- En cuanto al tercero: Para que éste resulte obligado tendrá que cumplir la
exigencia de la ratificación. Pero si miramos el artículo 1450, veremos que el legislador se
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limita a señalar que el tercero debe ratificar para resultar obligado y no señala las
condiciones o requisitos que esa ratificación debe reunir.
Ante esta situación, los tribunales han resuelto que la expresión “ratificación” tiene que
tomarse en un sentido natural y obvio y, que van a constituir ratificación todos aquellos
actos del tercero que signifiquen que se atribuye la calidad de deudor que se le ha otorgado
en el contrato celebrado entre el prometiente y el acreedor.
La única exigencia que han hecho los tribunales a este respecto, es que si la promesa
dice relación con bienes raíces o derechos reales constituidos en ellos, la ratificación tiene
que hacerse por escritura pública.
d.3.1.- Entre el prometiente y el tercero: No resulta ningún efecto, salvo que entre ellos
se hubiere convenido que el tercero va a otorgar su ratificación.
Lo importante es que una vez que el tercero ha prestado su ratificación, tiene la calidad
de deudor, quedando obligado como cualquier otro deudor, en forma tal que si no cumple
voluntariamente su obligación procede en su contra la ejecución forzada e incluso la
indemnización de perjuicios.
Puede suceder que el monto de los perjuicios por los que el acreedor demanda al
prometiente, en el caso que el tercero no ratifique, sea prefijado por las partes a través de
una cláusula penal, la cual es una avaluación convencional y anticipada de los perjuicios
además de ser una pena (Art.1536 inciso 2.CC).
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Aquí se ha planteado un problema de interpretación. Porque se ha pretendido relacionar
en forma directa el artículo 1536 inciso 2 con el 1450, produciéndose la situación de que la
redacción de ambos preceptos no es coincidente. La doctrina ha entendido que lo que
sucede es que aquí hay dos situaciones distintas:
1.- Aquella en que el prometiente se sujeta a una pena para el caso que el tercero no
ratifique la obligación prometida por él. Esta cláusula penal es perfectamente válida y no
tiene nada de excepcional, porque accede a una obligación principal (la cual tiene
existencia) y es justamente la que el artículo 1450 impone al prometiente (la de obtener que
el tercero ratifique). El incumplimiento de la obligación del prometiente obliga a la
pena.
2.- Se señalaron razón que el artículo 1536 no tiene por qué referirse a una situación como
la descrita anteriormente, porque ello es lo normal en cualquier cláusula penal. Lo que
sucede es que la situación que prevé el artículo 1536 es distinta, ya que se refiere al caso en
que la pena se ha impuesto para el evento de que se incumpla la obligación del tercero.
Aquí el prometiente está garantizando, más que la ratificación, el cumplimiento de la
obligación por el tercero.
Lo que sucede es que la redacción del artículo 1536 es imprecisa, porque el inciso 2°
aparece como una excepción a lo establecido en el inciso 1°, en el cual estamos ante un
caso de nulidad; en tanto en el inciso 2° no hay nulidad, sino que una obligación que no
alcanzó a nacer por falta de ratificación del tercero.
En la situación que contempla el artículo 1536 inciso 2°, pueden presentarse dos
aspectos, partiendo de la premisa de que el prometiente impuso la pena para asegurar el
cumplimiento de la obligación del tercero:
- Puede suceder, en primer lugar, que el tercero ratifique: (siendo así, nació su
obligación) y que después no cumpla. En este caso no hay nada de anormal ni
especial, porque desde el momento en que el tercero ratificó la obligación a la cual
se refería, la cláusula penal existe y no hay problema.
- La situación es excepcional cuando el tercero no ratifica, porque aquí no va a existir
la obligación principal, pero si va a tener lugar la cláusula penal. La expresión
“aunque” que emplea el Art.1536.CC es el fundamento de esta interpretación, lo
que nos está diciendo es que aun cuando no haya ratificación se debe la pena y, con
mayor razón, se va a deber la pena si hay ratificación y la obligación no se cumple.
65
CAPÍTULO SÉPTIMO: INTERPRETACIÓN DE LOS
CONTRATOS
Toda declaración de voluntad en mayor o menor medida tiene que ser interpretada,
porque es sumamente difícil expresar una idea con tal claridad que no surja alguna
posibilidad de duda al respecto.
B.- Sistema Subjetivo o de la Voluntad Real: Este sistema considera la voluntad real
existente tras la declaración de las partes, porque esa declaración puede haberse hecho con
una mayor o menor coincidencia con la voluntad real. La verdadera voluntad, a juicio d este
sistema, es la que está en el fuero interno de la persona.
- Si estamos a la pura voluntad real, tenemos el problema de poder establecer cuál era
al momento de contratar la voluntad real.
66
- Si estamos solamente a la voluntad declarada, corremos el riesgo de aceptar como
voluntad formadora del contrato una que no correspondía al verdadero querer de las
partes.
Estas normas están contenidas en los artículos 1560 a 1566 del Código Civil. El
legislador siguió un sistema reglado en lo relativo a la interpretación de los contratos. En
otros países, no es éste el sistema que se sigue, sino que se deja al juez en la más amplia
libertad para la interpretación.
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B.- Segunda Regla:
Es la llamada “de la aplicación de los términos del contrato”. En el artículo 1561 nos
dice aquí el legislador que el acuerdo de voluntades no puede referirse sino a la materia que
es objeto del contrato. O sea, las estipulaciones del contrato deben restringirse a esta
materia, aun cuando estén redactadas en términos generales o amplios. Una aplicación de
esta idea la encontramos en el artículo 2462, en materia de transacción. Así, si las partes
transigen un juicio y expresan que finiquitan toda dificultad entre ellas, actual o futura, la
generalidad de los términos de la transacción no hace que se entiendan transigidas sino
sobre las cuestiones planteadas en el juicio.
Señala la ley que en esa circunstancia debe preferirse aquella interpretación que permite
que la cláusula produzca algún efecto; ello porque supone el legislador que si las partes
incorporaron esa cláusula en el contrato es porque su voluntad es que ella produzca alguna
consecuencia y, siendo así, es lógico interpretarla en tal sentido.
Está contemplada en el artículo 1563 inciso 1°, según el cual, salvo que aparezca la
intención contraria, las cláusulas de un contrato tienen que interpretarse de acuerdo con la
naturaleza de éste. Así, si existen cláusulas ambiguas en un contrato, deberán entenderse
del modo que esté más acorde con la naturaleza del contrato.
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E.- Quinta Regla:
En el artículo 1563 inciso 2° se consagra otra regla de interpretación. Cuál es, que las
cláusulas de uso común se presumen, aun cuando ellas no se expresen. Así por ejemplo, en
el contrato de compraventa es de uso común la cláusula en virtud de la cual el vendedor se
obliga al saneamiento de la cosa vendida, obligación que comprende tanto el saneamiento
de la evicción como el de los vicios redhibitorios. Conforme a la regla en análisis, aun
cuando en dicho contrato no se incorpore esta cláusula, por ser de uso común se presume.
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I.- Novena Regla:
Prescrita en el artículo 1565. Esta regla permite interpretar el contrato a través de los
ejemplos que en él se contienen. Pero por este solo hecho, no se entiende que las partes
hayan querido limitar los efectos del contrato al caso especialmente previsto.
El artículo 1566 establece una norma para la interpretación de las cláusulas ambiguas.
Así, las cláusulas ambiguas deben interpretarse en contra de aquel de los contratantes que
las dictó y a quien puede imputarse esta ambigüedad. Pero si la ambigüedad no es
imputable a ninguna de las partes, se interpretarán las cláusulas ambiguas a favor del
deudor.
- Algunos consideran que el juez tiene que sujetarse a las normas de interpretación
contenidas en el CC, de tal forma que si las viola, la Corte Suprema podría
enmendar el fallo por haberse dictado con infracción de ley.
- En cambio, otros sostienen que las normas de interpretación son obligatorias solo en
cuanto ordenan que para interpretar el contrato hay que estarse a la intención de los
70
contratantes; pero, no son obligatorias en cuanto a señalar los elementos que pueden
servir como medios para interpretar el contrato.
71
CAPÍTULO OCTAVO: DISOLUCIÓN DE LOS CONTRATOS
Efectos de la Resciliación:
La resciliación no opera con efecto retroactivo, por lo tanto produce efectos solo hacia
el futuro, razón por la cual no afecta a terceros. Por ejemplo, si se deja sin efecto un
contrato de compraventa, al que siguió la correspondiente tradición, no afectará al tercero a
quien el adquirente enajenó la cosa.
De acuerdo al artículo 1567 si el acuerdo d voluntades interviene antes de que las partes
contratantes hayan cumplido sus obligaciones, estas obligaciones se extinguen. Pues las
partes han acordado dejar sin efecto el contrato que les sirve de fuente a esas obligaciones.
Pero si las partes ya han cumplido las obligaciones que genera el contrato, la
resciliación o mutuo disenso no produce el efecto de extinguir las obligaciones, pues éstas
ya se habían cumplido por las partes. Sin embargo, la abolición del contrato hace surgir
nuevas obligaciones: las que sean necesarias para deshacer lo hecho.
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II.- Resolución del Contrato:
Es la nulidad relativa. Por lo tanto, acto rescindible es un acto que adolece de un vicio
que acarrea esta clase de nulidad, esto es, error, fuerza, dolo o relativa incapacidad.
Sin embargo la rescisión tiene efectos más radicales pues afecta a los terceros, sin
consideración a su buena o mala fe; en cambio la resolución, solamente alcanza a los
terceros de mala fe.
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CAPÍTULO NOVENO: INEFICACIA DE LOS ACTOS
JURÍDICOS
I.- Generalidades:
Ya hemos dicho que un acto jurídico es ineficaz cuando no llega a producir los efectos
jurídicos buscados por quienes concurren con su voluntad a formarlo.
La ineficacia del acto y correlativamente su eficacia, puede ser total o parcial según se
desplieguen total o solo parcialmente los efectos deseados por las partes o su autor.
Ahora bien, la razón por la que un acto puede no llegar a producir total o parcialmente
los efectos deseaos por sus partes o autor se puede deber a causas extrínsecas o intrínsecas
al acto.
Están constituidas por vicios de que adolece el acto en sí, no son causas ajenas, son
vicios que le pertenecen al acto. En este caso, el acto nace con defectos. Son causas
intrínsecas:
- La inexistencia;
- Nulidad absoluta; y
- Nulidad relativa.
Son aquellas ajenas al acto mismo en cuanto a su estructura. El acto ha nacido en forma
perfecta para el derecho, pero por hechos posteriores a él se le ha privado o restado eficacia.
Tal ineficacia no deriva de la invalidez del acto jurídico. Son causas extrínsecas:
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- La inoponibilidad;
- La revocabilidad; y
- La resolución.
II.- La Inoponibilidad:
A.- Generalidades:
Las normas sobre inoponibilidad se aplican a los sucesores a título singular y a los
acreedores de las partes, esto es, a aquellos terceros que después de la celebración del
contrato entran en relación jurídica con las partes contratantes.
Por consiguiente, se excluyen los terceros absolutos, los terceros sucesores a título
universal y los propios contratantes.
El contrato inoponible es un acto jurídico plenamente válido en sí, esto es, al cual no le
faltan los requisitos de existencia o de validez. Lo que sucede es que los efectos emanados
de ese contrato no pueden oponerse a terceros y, ésta es justamente la gran diferencia que
existe entre la nulidad y la inoponibilidad.
Cuando un contrato es declarado nulo por sentencia judicial, ese contrato se extingue
entre las partes y también respecto de terceros y se considera como si ese contrato no se
hubiera celebrado jamás; en cambio, cuando hay inoponibilidad no se ataca o afecta la
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validez del contrato, produciendo éste todos sus efectos entre las partes, lo que sucede es
que se priva al contrato de sus efectos respecto de terceros.
Por otro lado, hay nulidad cuando se ha omitido algún requisito exigido para la validez
del contrato. En cambio hay inoponibilidad cuando estamos frente a un contrato válido,
solo que por haberse omitido ciertos requisitos no van a afectar a terceros.
B.- Definición:
b.1.- Bastian: La define como la ineficacia respecto de terceros de un derecho nacido como
consecuencia de la celebración o de la nulidad de un acto jurídico
b.2.- Vodanovic: Es la sanción legal que consiste en el impedimento de hacer valer, frente
a ciertos terceros, un derecho nacido de un acto jurídico válido o de uno nulo, revocado o
resuelto.
Pueden invocarla sólo aquellos terceros a quienes la ley ha intentado proteger, vale
decir, a quienes perjudican los efectos del acto o la nulidad del mismo.
Por regla general, la inoponibilidad puede invocarse contra todo aquel que intente
valerse del acto o de su nulidad. Excepcionalmente, la inoponibilidad por fraude no alcanza
a terceros adquirentes a título oneroso, que están de buena fe (art. 2468 Nº 1).
Las causales que determinan que el legislador prive de eficacia respecto de terceros a un
acto o contrato o a su revocación o nulidad, son muy variadas y, por esta razón se hace la
siguiente distinción:
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d.1.- Aquellas que tienen por finalidad proteger a los terceros de los efectos de un acto
válido:
Causas:
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sobre un inmueble o el embargo sobre los bienes raíces, afectarán a terceros sólo si
la resolución judicial que lo ordenó se inscribe en el Registro de Interdicciones y
Prohibiciones de Enajenar del Conservador de Bienes Raíces competente.
Tratándose de leyes especiales, por ejemplo la Ley número 20.190, que establece el
contrato de prenda sin desplazamiento, cuya inscripción en el Registro de Prendas
sin Desplazamiento (artículo 25), a cargo del Servicio de Registro Civil e
Identificación, hace oponible el contrato a terceros; o la Ley Nº 18.290, del
Tránsito, que establece que son inoponibles a terceros los gravámenes,
prohibiciones o embargos, etc., que afecten a vehículos motorizados, mientras no se
anoten en el Registro homónimo; o la Ley 19.947, Ley de Matrimonio Civil, al
disponer que la sentencia ejecutoriada en que se declare la separación judicial sólo
será oponible a terceros, una vez subinscrita al margen de la respectiva inscripción
matrimonial (artículo 32); lo mismo se exige respecto de la sentencia de divorcio
(artículo 59).
Por regla general, los instrumentos privados son inoponibles a terceros respecto a la
fecha en la cual aparecen suscritos, atendiendo a que es posible antedatarlos o postdatarlos,
careciendo por tanto de certeza en cuanto a su fecha. Pero esta regla no puede ser absoluta.
Existen ciertas circunstancias que permiten fijar con toda claridad la fecha de un
instrumento privado: art. 1703 (en relación a los arts. 419 y 430 del COT).
También debemos tener presente los cuatro casos contemplados en el art. 346 del CPC,
en los cuales un instrumento privado emanado del litigante contra el que se presenta, se
tiene por reconocido. En tales casos, el instrumento privado reconocido judicialmente tiene
valor de escritura pública, incluso aunque no esté firmado, como concluye un fallo de la
Corte Suprema.
Por su parte, el art. 127 del C. de C. dispone que “Las escrituras privadas que guarden
uniformidad con los libros de los comerciantes hacen fe de su fecha respecto de terceros,
aún fuera de los casos que enumera el art. 1703 del CC.”
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d.1.2.- Inoponibilidad por Causas de Fondo:
Causas:
Igual ocurre con el arrendamiento de cosa ajena: art. 1916, 2º; y en la prenda de cosa
ajena, art. 2390.
En el ámbito del mandato, encontramos otro caso: arts. 2160 y 2136. Son inoponibles al
mandante los actos del mandatario, cuando éste excede los límites del mandato (salvo que
medie ratificación por el mandante); igual cosa, tratándose de los actos realizados por el
delegado o submandatario, si el mandante no había autorizado al mandatario para delegar
(salvo también que opere ratificación; la delegación será válida en todo caso, sólo que
ocasionará efectos exclusivamente entre delegante y delegado). Distinta es la solución, sin
embargo, tratándose del mandato judicial, pues en él el procurador puede delegar el
mandato, salvo prohibición expresa del mandante (art. 7º CPC).
79
Pero éste no está obligado a tolerar actos que supongan una disminución del patrimonio del
deudor, en los cuales éste ha actuado fraudulentamente. Recurrirá entonces el acreedor a
uno de sus derechos auxiliares: la acción pauliana o revocatoria.
Esta es una acción de inoponibilidad, ya que el contrato que se revoca no tiene eficacia
frente al acreedor perjudicado por el fraude.
Deudores en general.
+ Todos los actos y contratos a título gratuito ejecutados o celebrados por el deudor fallido
desde 10 días antes de la cesación de pagos hasta el día de la quiebra (art. 74 del Libro IV).
El plazo anterior podrá ampliarse, iniciándose 120 días antes de la cesación de pagos, si el
fallido contrató con un descendiente, ascendiente o colateral hasta el cuarto grado, aunque
se hubiere actuado por interpósita persona. Respecto a la cesación de pagos, su fecha se fija
por el Tribunal, según los antecedentes del caso, pudiendo anteceder a la quiebra hasta un
año (arts. 61 a 63 del Libro IV).
+ En cuanto a los contratos a título oneroso, se aplicará el art. 2468 del CC. (art. 75), vale
decir, deben concurrir los requisitos de la acción pauliana, lo que supondrá la dificultad,
para los acreedores, consistente en acreditar la mala fe del deudor como del tercero que
contrató con el anterior.
+ Toda hipoteca, prenda o anticresis constituida sobre bienes del fallido para asegurar
obligaciones anteriormente contraídas.
En los casos de contratos simulados, las partes no pueden oponer el acto secreto u
oculto a terceros. Estos pueden optar, es decir pueden valerse del acto ostensible, externo o
aparente o bien del acto secreto. En este último caso, tienen que probar la existencia del
acto oculto ejerciendo la acción de simulación
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d.2.1.- Inoponibilidad Derivada de la Pérdida de Eficacia de un Contrato.
Causa:
Caso del art. 1895, en el ámbito de la rescisión por lesión enorme: subsisten las hipotecas
u otros derechos reales constituidos en favor de terceros.
Caso del tercero que adquiere por prescripción, que a su vez extingue la acción
reivindicatoria.
Caso del art. 2058 del CC.: para los terceros la sociedad de hecho es válida y sólo los
socios pueden invocar la nulidad, entre sí.
El matrimonio nulo putativo, permite al cónyuge que lo hubiere celebrado de buena fe y
con justa causa de error, hacer valer los efectos del contrato, como si fuere válido (artículo
51 de la Ley de Matrimonio Civil).
En materia de contratos de donación, el art. 1432 establece que normalmente, salvo que
concurran los supuestos que indica, la resolución, la rescisión y la revocación son
inoponibles a los terceros poseedores de los bienes donados.
No corresponde incluir entre los casos anteriores el del art. 94, regla 4ª, porque como se
dijo, la ley usa impropiamente el término “rescisión”, cuando en realidad hay caducidad
del decreto que había concedido la posesión definitiva de los bienes del desaparecido.
En esta hipótesis, se limita el alcance de la nulidad: el acto o contrato será nulo sólo
entre las partes, manteniéndose plenamente eficaz respecto de terceros.
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E.- Efectos de la Inoponibilidad:
e.1.- Efectos respecto de las partes: El acto o contrato aun cuando sea inoponible, produce
todos sus efectos entre las partes.
e.2.- Efectos respecto de terceros: Aun cuando el acto sea perfectamente válido, no va a
alcanzar a afectar a estos terceros. Pero a este respecto hay que tener en consideración que
cuando se priva de eficacia a un acto o contrato respecto de terceros, es justamente en
aquellos casos en que existe interés por poder hacerlo valer respecto de éstos y, no cabe
duda que al ser inoponible el acto respecto de terceros, ello en alguna forma va a repercutir
en las relaciones entre los contratantes. Así por ejemplo, si en la venta de cosa ajena el
dueño reivindica la cosa vendida y el comprador se ve ante la amenaza de ser privado de
todo o parte de la cosa por una sentencia judicial, éste va a poder hacer valer la “acción de
garantía” que emana del contrato de compraventa y, entonces, podrá citar de evicción al
vendedor para que éste comparezca en juicio y le indemnice por la evicción, si ésta se
produjere. En este caso, evidentemente la inoponibilidad que se hace valer respecto del
tercero va a producir consecuencias en las relaciones de los contratantes.
- Como acción
- Como excepción
Por regla general, será a través de una excepción. En lo que respecta a las
inoponibilidades por fraude o por lesión de las legítimas, deben hacerse valer como acción.
El tercero deberá interponer la acción pauliana o la acción de reforma de testamento,
respectivamente.
83
En el caso de la inoponibilidad por falta de concurrencia, no puede formularse una regla
general: así, cuando el mandatario se excedió en los límites del mandato, el mandante podrá
esgrimirla como excepción; a su vez, en el caso de la venta de cosa ajena, el dueño deberá
interponer la acción reivindicatoria, si no tuviere la posesión, o invocará la inoponibilidad
como excepción, si la tuviere.
g.2.- Por la renuncia expresa o tácita del tercero (dado que la inoponibilidad mira a su
personal interés, art. 12). Habrá renuncia tácita, cuando no se interponga la acción
respectiva, en aquellos casos en que la inoponibilidad debe hacerse valer por vía de acción
(por ejemplo, el dueño que no está en posesión de la cosa, y no deduce a tiempo la acción
reivindicatoria; o el legitimario que no impugna el desheredamiento dentro del plazo legal).
g.3.- Por prescripción, en todos aquellos casos en que debió hacerse valer como acción.
Aplicamos las reglas generales en materia de prescripción extintiva.
Si bien la inoponibilidad es una sanción civil igual que la nulidad, entre ambas
instituciones hay importantes diferencias:
NULIDAD INOPONIBILIDAD
La nulidad deriva de infracciones legales o La inoponibilidad, en cambio, es
vicios que se producen al nacer el acto independiente de la generación del contrato;
jurídico. el contrato es válido, pero otras
circunstancias determinan su ineficacia
frente a terceros. Vale decir, sus causas son
diversas.
La nulidad produce efectos tanto entre las La inoponibilidad dice relación
partes que celebraron el acto anulado cuanto exclusivamente con los terceros.
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respecto de terceros.
La nulidad es una sanción de orden público La inoponibilidad, establecida únicamente
y por ende, no puede renunciarse de en beneficio de los terceros que pueden
antemano. invocarla, es de orden privado. Los terceros,
entonces, pueden renunciar al derecho a
impetrarla.
Si aparece de manifiesto en el acto o La inoponibilidad nunca puede
contrato, la nulidad absoluta puede y debe pronunciarse de oficio
ser declarada de oficio por el juez
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CAPÍTULO DÉCIMO: RESPONSABILIDAD
EXTRACONTRACTUAL. DELITOS Y CUASIDELITOS
CIVILES
A.- Definición General: Todo acto voluntario realizado con o sin la intención de producir
efectos jurídicos origina para su autor la consiguiente responsabilidad, de manera que –
dándose los otros supuestos para su generación-, las consecuencias del acto son imputables
a su autor, ya sea en cuanto a la reparación del daño que ese acto haya podido producir por
el no cumplimiento de las obligaciones contraídas (responsabilidad contractual), ya sea por
la ejecución del acto mismo (responsabilidad extracontractual) o, incluso, por la omisión de
un deber o por el ejercicio de un derecho en la formación del consentimiento que dan
origen a un daño (responsabilidad precontractual).
B.- Hans Kelsen: Afirma que desde un punto de vista lógico, la responsabilidad civil es un
juicio normativo que consiste en imputar a una persona una obligación reparatoria en razón
del daño que ha causado a otra persona.
A.- Definición General: Obligación que pesa sobre una persona de indemnizar el daño
sufrido por otra.
B.- Hugo Rosende Álvarez: La responsabilidad civil es la obligación que pesa sobre una
persona de colocar a quien se ha causado un daño por la violación de un deber jurídico en la
misma situación en que éste se encontraría con anterioridad a dicho acto.
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III.- Fundamentos de la Responsabilidad:
La responsabilidad jurídica incluye, por una parte, las obligaciones nacidas como
consecuencia de un acto voluntario que produce un daño privado, llamada
responsabilidad civil, y, por la otra, las obligaciones que surgen en razón de la comisión
de un daño social, denominada responsabilidad penal. En el primer caso, la víctima es un
particular. En el segundo caso, la víctima es la sociedad toda.
Estos dos principios pueden tener su origen en diversas fuentes en las que pasa a tomar
su particular denominación. La responsabilidad contractual nace cuando el daño resulta
de la violación de un vínculo jurídico preexistente entre las partes, o sea, por el
incumplimiento de la obligación contraída. No existiendo un nexo obligatorio, todo hecho
culpable o doloso que cause daño a otro da origen a la responsabilidad extracontractual.
Habrá responsabilidad cuasicontractual cuando se produzca un desequilibrio injusto de
patrimonios como consecuencia de un hecho voluntario, lícito y no convencional. La
responsabilidad será legal cuando por infracción de un mandato legal se cause daño a
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otro. Finalmente, hay responsabilidad precontractual cuando se causa daño a la persona
o bienes de otro en el curso de la formación del consentimiento.
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En materia de prescripción de las acciones, Respecto de la acción penal hay varios
la acción civil prescribe en 4 años contados plazos dependiendo de la calificación que se
desde la perpetración del hecho le dé al hecho delictuoso, que va desde los 6
(Art.2332.CC) meses hacia arriba.
A.- Concepto:
b.2.- Que el daño sea causado por uno de los contratantes al otro. De esta manera si el daño
lo provoca uno de los contratantes pero lo sufre un tercero, aun cuando haya sido causado
por el incumplimiento de las obligaciones del contrato, la responsabilidad a favor del
tercero será extracontractual.
Lo mismo ocurre cuando el daño lo causa un tercero y lo sufre uno de los contratantes,
la responsabilidad será también delictual o cuasidelictual, siempre que el autor del daño no
sea una persona por cuyas acciones o cuyo hecho responda el deudor, pues de ser así, la
responsabilidad sería del contratante, es decir, contractual (Arts.1590 y 1679.CC).
b.3.- Relación de Causalidad: El daño debe provenir del incumplimiento de ese contrato. Al
respecto, la mayoría de la doctrina señala que cualquier incumplimiento, sea esencial, de la
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naturaleza o accidental, acarrea responsabilidad contractual y no sólo el incumplimiento de
obligaciones que estén expresadas en el contrato.
A.- Definición:
No existe ningún vínculo jurídico previo que una al autor del daño con quien lo sufre,
siendo, por lo tanto, el hecho ilícito perjudicial el que genera la obligación. Por lo que el
vínculo jurídico solo va a surgir como una consecuencia del hecho doloso o culpable que
causa un daño.
De esta manera el artículo 1437 establece que las obligaciones también pueden provenir
de un hecho ilícito, que puede revestir la forma de un delito o cuasidelito. Y dicha
obligación consistirá en la indemnización del daño ocasionado (Art.2314.CC).
- Delito civil: Es el hecho ilícito cometido con la intención de dañar, que ha inferido
injuria o daño a otra persona (hecho ilícito que causa daño).
- Cuasidelito civil: Es el hecho ilícito culpable, cometido sin la intención de dañar,
que ha inferido injuria o daño a otra persona (hecho ilícito culpable que causa
daño).
La diferencia que existe entre ellos se encuentra en la intención que el autor ha tenido.
En el delito civil la voluntad del autor era causarle daño a otra persona (el daño ha sido
deseado por el autor del hecho). En cambio el cuasidelito se ha ejecutado sin la intención de
dañar.
Es así como mientras en el delito hay dolo, entendido éste en su acepción definida en el
artículo 44 del CC, también llamado “malicia”; en el cuasidelito hay culpa, esto es,
negligencia, descuido, imprudencia, falta de debida diligencia, etc.
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Sin embargo, es importante destacar que desde el punto de vista de la obligación de
reparar el daño causado, esta distinción entre delito y cuasidelito no presenta utilidad, pues
ambos obligan al autor a reparar el daño causado en su totalidad. Además el monto de la
indemnización se regula atendiéndose al daño causado y no a la naturaleza del hecho que
originó el daño. Así lo señala el inciso 1° del Ar.2329.CC.
Lo que caracteriza al delito y cuasidelito civil es el hecho de inferir injuria o daño a otra
persona. Por ello un hecho ilícito que no causa injuria o daño a otra persona no constituye
delito ni cuasidelito civil, porque la consecuencia del delito y cuasidelito es precisamente el
deber de reparar el daño, y ello solo es procedente cuando el daño se ha causado. Sin daño
no hay responsabilidad civil.
Así, lo característico de los delitos y cuasidelitos es que ambos son hechos ilícitos que
además causan daño y que producen obligaciones, dicha obligación consiste en indemnizar
el daño causado.
Es por estas razones que el CC sometió a los delitos y cuasidelitos civiles a una misma
y única reglamentación en los artículos 2314 y siguientes.
Sin embargo, esta norma que dice relación con el dolo no se aplica en el caso de la
culpa grave, por lo tanto, si se reporta un provecho de un cuasidelito no se está obligado
frente a la víctima.
Mientras en el delito y cuasidelito civil lo esencial es el hecho ilícito que causa daño a
otra persona o a la propiedad de otro; en materia penal es delito toda acción u omisión
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voluntaria penada por la ley. Y cuasidelito, toda acción u omisión culpable penada por la
ley.
Por lo que solo habrá delito o cuasidelito penal cuando dicha acción u omisión (hecho
ilícito) voluntaria o culpa esté penada por la ley.
El concepto de ilicitud es más difícil de definir en materia civil que en materia penal.
En materia civil la ilicitud no está definida, sin embargo parte de la doctrina señala que
hecho ilícito: es el contrario a derecho o aquel prohibido por la ley.
Otra parte de la doctrina señala que hecho ilícito: no es solamente contrario a la ley,
sino también el contrario a la moral. Se apoyan en los artículos 1461 inciso final y 1467 del
Código del ramo.
Esta distinción se justifica en que el hecho civilmente ilícito crea un problema de orden
privado, enfrentando al autor del daño con su víctima, pues lo que preocupa al derecho civil
es que la persona que ha experimentado un daño obtenga la correspondiente reparación, es
decir, enfoca al delito y cuasidelito civil como fuente de las obligaciones. Pues, la finalidad
del derecho civil es permitir que los hombres vivan en sociedad sobre bases justas y por
ello es que, quien causa un daño, debe indemnizarlo.
- Puede suceder que un mismo hecho constituya a la vez delito o cuasidelito penal y
civil, lo que va a suceder cuando el hecho ilícito esté penado por la ley y cause un
daño a otro. Por ejemplo, lesiones, homicidio, hurto, robo, etc.
- Un hecho puede constituir solo delito o cuasidelito penal y no ser delito o
cuasidelito civil. Ello va a ocurrir cuando el hecho esté penado por la ley pero no
cause daño a la persona o propiedad de otro. Por ejemplo, delito de vagancia y
mendicidad (ya derogados), asociaciones ilícitas).
- Un hecho ilícito puede constituir delito o cuasidelito civil sin constituir delito o
cuasidelito penal. Lo que va a suceder cuando se trate de un hecho que cause daño
pero que no esté penado por la ley. Esta situación es la que se presenta con mayor
92
frecuencia, debido a que el concepto de delito y cuasidelito civil es más amplio que
el delito y cuasidelito penal. Por ejemplo, la ingratitud del donatario que la ley civil
castiga con la revocación de la donación, injuria atroz del alimentario que la ley
civil castiga con la pérdida total o parcial de los alimentos, dolo en los contratos a
menos que constituya alguno de los delitos de estafa o engaño, el fraude pauliano,
etc.
Sin embargo, hay autores, entre ellos Planiol, que no aceptan la distinción ente ambas
clases de responsabilidad. Sostienen que la responsabilidad contractual y la extracontractual
son idénticas pues ambas crean una obligación que consiste en reparar el daño causado.
Planiol va más allá, sostiene que ambas clases de responsabilidad suponen una
obligación anterior, que mientras en la responsabilidad contractual nace del contrato en la
extracontractual nade de la ley; y en ambas, señala, la fuente de la responsabilidad es el
incumplimiento de las obligaciones, pues afirma que el incumplimiento de una obligación
contractual constituye un hecho ilícito.
Esta teoría de Planiol se funda en que hay una obligación preexistente emanada de la
ley, que consiste en no causar daño a otro.
93
contrato, siendo justamente uno de los efectos que la ley atribuye a la fuerza
obligatoria del contrato.
94
incumplimiento se debió a caso fortuito o el derecho a exigir la indemnización.
fuerza mayor.
En cuanto a la capacidad: la plena La plena capacidad se adquiere a los 16
capacidad se adquiere a los 18 años. O a los años, sin perjuicio de la responsabilidad por
12 la mujer y 14 el hombre respecto de su los hechos del menor de 16 y mayor de 7
peculio profesional o industrial. años que actúa con discernimiento.
En cuanto a la solidaridad: la regla general Los autores de un delito o cuasidelito son
es la responsabilidad simplemente conjunta. solidariamente responsables del daño
Para ser solidaria debe pactarse causado (Art.2317.CC, caso de solidaridad
expresamente, imponerse por testador o por pasiva legal).
la ley (Art.1511.CC)
En cuanto a la mora: se requiere constituir Aquí la mora no se presenta, pues si no
al deudor en mora para poder demandarlo existe un vínculo jurídico previo del cual
de perjuicios, a menos que se trate de una emane una obligación, mal puede haber
obligación de no hacer, en cuyo caso la retardo culpable en el cumplimiento de la
indemnización se debe desde el momento misma.
de la contravención.
En cuanto a la prescripción de las acciones:
4 años contados desde la perpetración del
5 años contados desde que la obligación se
acto culpable o doloso (Art.2332.CC), o
hizo exigible (Art.2515.CC) desde que se produjo el daño según lo ha
resuelto recientemente la jurisprudencia.
En materia de reparación de daños se Se debe indemnizar todo daño. Sin embargo
indemnizan: hay diferencias en lo relativo a las
- Daños materiales (daño emergente y facultades otorgadas al juez para determinar
lucro cesante). la responsabilidad, pues tratándose de esta
- Daño moral. responsabilidad, la ley confiere al juez
mayor amplitud para fijar el daño y el
monto de la indemnización. En el ámbito
contractual en cambio, la ley obliga al juez
a condicionar dichos factores a la utilidad
que hubiere prestado a la víctima el
cumplimiento de la obligación o del
contrato.
¿Qué pasa cuando se deja de cumplir una obligación que emana de un cuasicontrato o
cuya fuente está en la ley? ¿Cuál es el régimen de responsabilidad aplicable a la acción
indemnizatoria, el contractual o el extracontractual?
95
como antecedente un delito o cuasidelito civil, pero no establece explícitamente cual
constituye el régimen de derecho común.
Por regla general, la doctrina chilena ha estimado que el estatuto común y supletorio
es el de responsabilidad contractual. Argumentando que:
Pero, se ha señalado que lo más conveniente para buscar el estatuto aplicable a un cierto
tipo de responsabilidad es atendiendo a las analogías que justifican la asimilación a uno u
96
otro estatuto legal, siendo lo más importante, si la responsabilidad resulta del
incumplimiento de una obligación preexistente o si tiene por antecedente un deber general
de cuidado respecto de otra persona.
Por lo tanto, desde el punto de vista de las acciones de que dispone el titular del
derecho, la analogía estructural más fuerte es con las obligaciones contractuales.
Los cuasicontratos por su parte suelen presentar analogías con algunos tipos
contractuales:
Por lo tanto la mejor solución en estos casos pareciera ser extender la analogía
contractual.
98
Al respecto, este concurso se refiere a dos aspectos:
- El primero tiene que ver con la calificación jurídica del hecho que da lugar a la
responsabilidad. Donde la pregunta que nos atañe es: ¿Es posible que un mismo
hecho sea constitutivo, a la vez, de un incumplimiento de contrato y de un ilícito
extracontractual?
- El segundo aspecto supone que la pregunta anterior haya sido contestada
positivamente: ¿Puede el actor, en tal caso, optar por la acción que más le conviene,
o debe entenderse, por el contrario, que existe un conflicto de normas que debe
resolverse excluyendo la aplicabilidad de uno de los ordenamientos?
En realidad, muchos son los casos en que un mismo hecho puede ser calificado como
incumplimiento contractual y como ilícito extracontractual, de esta manera el hecho daría
lugar igualmente a la responsabilidad aunque no hubiere contrato. Por ejemplo, caso del
médico que incurre en negligencia en la atención de un paciente, que dará lugar en su
contra a una acción de responsabilidad civil extracontractual, pero si estuviera vinculado
por un contrato, como es la regla general, la misma negligencia da lugar a una acción de
responsabilidad contractual.
De acuerdo al artículo 1558 inciso final, las partes pueden modificar las normas sobre
responsabilidad contractual haciendo que el deudor tenga una responsabilidad menor e,
incluso, eximiéndolo de responsabilidad. El admitir la opción significaría desconocer la
validez y eficacia de estas cláusulas.
99
La razón para no aceptarlo está justamente en el artículo 1545, que deja establecida la
fuerza obligatoria de los contratos.
Por lo tanto, bajo el supuesto de que la convención sea válida, el principio de primacía
del contrato resulta determinante al momento de definir la procedencia de la opción de
acciones. Por eso, cuando un hecho puede ser calificado, a la vez, de incumplimiento
contractual y de ilícito extracontractual, se debe asumir que las disposiciones contractuales
expresas prevalecen por sobre el derecho general de responsabilidad civil
Con todo, hay dos casos en los cuales la doctrina y la jurisprudencia aceptan la
posibilidad de que el acreedor elija:
El profesor Rubén Celis no está de acuerdo con el profesor Alessandri, pues sostiene
que “en estos casos no hay cúmulo u opción. Lo que ocurre es que la aplicación de las
reglas de una u otra de las responsabilidades va a depender de la naturaleza del tribunal
ante el cual se reclame la indemnización”.
100
El artículo 1437 establece que las obligaciones también pueden provenir de un hecho
ilícito, que puede revestir la forma de un delito o cuasidelito. La obligación consistirá en la
indemnización del daño ocasionado: dispone el artículo 2314 del Código Civil que “El que
ha cometido un delito o cuasidelito que ha inferido daño a otro, es obligado a la
indemnización; sin perjuicio de la pena que le impongan las leyes por el delito o
cuasidelito”.
Lo que caracteriza a los delitos y cuasidelitos es que se trata de hechos ilícitos que
además causan daño.
El artículo 2284 del Código Civil, que junto a los dos mencionados conforma la trilogía
de la fuente de las obligaciones, establece qué se entiende por delito y cuasidelito.
Será delito el hecho ilícito cometido con la intención de dañar; será cuasidelito el hecho
ilícito culpable, cometido sin la intención de dañar. En el delito, por ende, hay dolo, en su
acepción definida en el artículo 44 del Código Civil, que en ocasiones también se llama
“malicia”; mientras que en el cuasidelito hay culpa, es decir, negligencia, descuido,
imprudencia, falta de la debida diligencia.
Cabe destacar que desde el punto de vista de la obligación de reparar el daño causado,
no es importante la distinción entre delito y cuasidelito. En efecto, dispone el inciso 1º del
artículo 2329 que “Por regla general todo daño que pueda imputarse a malicia o
negligencia de otra persona, debe ser reparado por ésta.”
101
Nuestro Código Civil adopta como fundamento de la responsabilidad delictual o
cuasidelictual, la denominada “doctrina clásica”.
h.2.- Teoría Moderna, del Riesgo, de Responsabilidad Estricta u Objetiva o sin Culpa:
Esta teoría, no exige negligencia del autor del daño, no se atiende a la conducta, a la
culpabilidad del agente. Queda configurada por la mera relación causal entre el hecho del
102
demandado y el daño sufrido por el demandante, prescindiendo en absoluto de la noción de
dolo o culpa y atendiendo únicamente al daño.
Desde el punto de vista funcional, tiene como fundamento el riesgo creado por quien
desarrolla la actividad respectiva y no la omisión de deberes de cuidado, de modo que es
innecesario, a efectos de dar por establecida la responsabilidad, hacer un juicio de valor
respecto de la conducta del demandado. Basta que el daño se produzca a consecuencia de
una actividad cuyo riesgo la ley ha sometido a un estatuto de responsabilidad sin
negligencia.
103
Favorece a la víctima, descargándola de la prueba del dolo o culpa del autor.
Haciendo la responsabilidad más efectiva.
Contribuye a la disminución de los accidentes.
Tiene un gran fondo de justicia, en el sentido de que si hombre con su actividad
puede obtener un beneficio, justo es que repare los daños que con esa actividad
pueda causar.
i.1.- Una acción u omisión libre de un sujeto capaz (capacidad delictual o cuasidelictual
civil);
i.4.- Relación de causalidad: entre la acción dolosa o culpable y el daño que se provoca.
104
i.1.1.- Criterio Para Determinarla:
Como consecuencia lógica de la doctrina clásica o subjetiva que adopta nuestro Código
Civil, es condición esencial de la responsabilidad que el autor del delito o cuasidelito tenga
suficiente discernimiento. Se responderá entonces de las consecuencias derivadas de los
actos que se cometen, aunque el autor carezca de la capacidad necesaria para actuar por sí
solo en la vida jurídica.
i.1.2.1.- Los dementes: en su sentido amplio, tal como se interpreta para el ámbito
contractual y del Derecho Penal. La demencia, para eximir de responsabilidad, debe ser
contemporánea a la ejecución del hecho. Por ello, la demencia sobreviniente, es decir,
originada con posterioridad a la ejecución del hecho ilícito, no exime de responsabilidad.
Por otra parte, se ha sostenido que a diferencia de lo que ocurre en materia contractual, el
demente que ejecuta un hecho ilícito en un “intervalo lúcido” (supuesto que aceptemos su
procedencia), será responsable, aun cuando se encuentre bajo interdicción. Para
fundamentar tal conclusión, se afirma que la regla del art 465 del Código Civil sólo
regularía la capacidad contractual del demente, y de la validez o nulidad de los actos que en
tal ámbito celebre. Es cambio, es inconcebible alegar la “nulidad” de un delito o
cuasidelito. Sin perjuicio de ser cierto esto último, no creemos que sea efectivo que el art
465 esté circunscrito al ámbito puramente contractual. Si el legislador protege al demente,
descartando la teoría del “intervalo lúcido” en materia contractual, con mayor razón
debiéramos entender que en el campo de la responsabilidad extracontractual rige igual
protección, considerando que las consecuencias aquí pueden ser aún más graves para el
105
patrimonio del demente. Por lo demás, el mencionado “intervalo lúcido” ha sido
descartado por la psiquiatría, debiendo entenderse que el demente lo está en todo momento,
aun cuando su comportamiento externo parezca a ratos normal. Por lo tanto, creemos que la
demencia exime de toda responsabilidad a quien ejecuta un hecho ilícito que ocasiona daño
a terceros, sin perjuicio de que éstos, según veremos, puedan eventualmente accionar contra
aquellos que sean responsables de la persona demente. Pablo Rodríguez Grez, sostiene en
este sentido, conforme al principio de que “donde existe la misma razón debe existir la
misma disposición”, que si la persona se encuentra declarada en interdicción por causa de
demencia, “nos parece evidente que debe aceptarse la aplicación, en este caso, del artículo
465 del Código Civil, eximiendo al representante del demente de la prueba de la
incapacidad”10.
i.1.2.2.- Los infantes: se presume de derecho que los menores de 7 años, carecen de
discernimiento.
De acuerdo al artículo 2318 del CC, el ebrio responde de los daños que haya causado
aun cuando la ebriedad lo tenga en un estado de privación de razón.
Al respecto se plantea una discusión doctrinaria, pues la ley establece esta norma como
base el hecho de que el ebrio es el responsable de su estado de ebriedad, pero ¿qué sucede
si ese estado de ebriedad se debe a obra de terceros y el ebrio ha sido colocado en esa
situación en contra de su voluntad? ¿Tendrá o no responsabilidad en ese caso?
Aun cuando la ley no hace distinción, la doctrina ha concluido que ese sujeto que es
colocado en estado de ebriedad en contra de su voluntad mediante fuerza o engaño, sería
incapaz, estando por tanto, exento de responsabilidad civil porque habría que asimilarlo al
demente.
La misma regla (Art.2318.CC) debemos aplicarla, en general, a quien actúe bajo los
efectos de las drogas.
106
Puesto que los incapaces no responden de los daños que ocasionen, cabe considerar la
eventual responsabilidad de las personas que tienen a su cargo a los incapaces. Al respecto,
el artículo 2319 establece que serán responsables si puede imputárseles negligencia. A su
vez, el artículo 2325 priva al guardián del derecho a repetir contra el incapaz, a menos que
se cumplan los dos requisitos señalados al final de este precepto, a los que aludiremos más
adelante. Se trata por ende de una doble sanción.
b) Que la o las personas que contraigan la obligación actúen con personería suficiente, es
decir no excedan los límites de su mandato, artículos 545 y 552.
107
A su vez para que se disponga por el juez el pago de indemnización de perjuicios se
requiere acreditar:
b) Incumplimiento irrefutable, vale decir culpa o dolo del deudor (el incumplimiento no
obedece a casos fortuitos o fuerza mayor);
Para Carlos Ducci, se incurre en esta responsabilidad por los daños que produzca la
actividad de una persona jurídica realizada por intermedio de cualquiera de las personas
que la integran, tengan o no representación. Como fuente de la obligación se cita el artículo
2320 del Código Civil, uno de cuyos ejemplos alude a los empresarios y dependientes bajo
el cuidado de los primeros.
Alessandri, sin embargo, siguiendo a los autores franceses, señala que el delito o
cuasidelito civil que origina la responsabilidad extracontractual, debe haberse cometido por
el órgano a través del cual se manifiesta la voluntad de la persona jurídica, o sea la mayoría
del directorio o la asamblea según el caso y además actuando en el ejercicio de sus
funciones.
108
El juicio negativo de valor de una conducta puede adoptar dos formas:
En consecuencia, el juicio civil de culpa no es un reproche moral al autor del daño, sino
un criterio jurídico para hacerlo responsable de las consecuencias dañosas de su acción.
Para que un hecho u omisión que causa daño a otra persona genere responsabilidad
delictual o cuasidelictual civil, es indispensable que haya habido dolo o culpa del autor del
daño en su ejecución.
109
En materia civil, la culpa y el dolo son por lo general, requisitos equivalentes de
responsabilidad, la discusión doctrinaria acerca del concepto de dolo carece de la
importancia relativa que tiene en materia penal.
El artículo 44 del CC define el dolo como “La intención positiva de inferir injuria a la
persona o propiedad de otro”. Todo indica que dicha definición no puede ser entendida de
una manera restringida, que sólo comprenda el propósito dirigido principalmente a dañar
(esto es, la intención maligna basada en el resentimiento y no en el interés). A pesar de su
definición tan estricta de dolo, Alessandri parece aceptar que éste se extiende a situaciones
en que la intención final es el propio provecho, aunque de paso se cause un daño, incluido
el fraude.
A este respecto, resulta ser interesante que Bello designe a Pothier como fuente de la
norma del Art.44.CC. Según Pothier, el dolo civil se refiere a la conducta “maligna”, que es
resultado de la reflexión, pero en ningún caso está limitada al propósito exclusivo de causar
daño, sino también a la intención que se limita a aceptar el daño como consecuencia de la
acción.
Además, Pothier tiene claro que los límites civiles del dolo, gracias a la identificación
con la culpa grave, se extienden hasta la mala fe, esto es, la conducta contraria al decoro y a
las buenas costumbres que deben regir la actividad que amenaza con dañar a los demás.
De este modo, la asimilación del dolo a la culpa grave permite extender el concepto de
dolo desde la intención exclusiva de dañar hasta la simple mala fe (que incluye la actuación
temeraria contraria a la decencia y las buenas costumbres) y al fraude (esto es, al engaño
por acción u omisión, abusando de la autoridad o de la experiencia o proporcionando a
sabiendas información falsa).
El dolo se aprecia en concreto, según las circunstancias del autor, porque el dolo
incluye un elemento psicológico: la intención de causar el daño. Y, la prueba de este dolo le
va a corresponder a la víctima del daño, debido a que el dolo no se presume.
Aunque sus efectos sean los mismos, la culpa grave y el dolo plantean algunas
diferencias en relación con la prueba. Pues, mientras la culpa grave es esencialmente
objetiva (resulta de la comparación de la conducta real con el estándar de una persona
negligente), el dolo se caracteriza por la intencionalidad del autor, por lo que se debe
110
apreciar en concreto, exigiéndose del juez que infiera la intención a partir de los hechos de
la causa. En cambio, la prueba objetiva de la culpa grave evita tener que penetrar en la
subjetividad del autor del daño.
Aunque desde un punto de vista histórico existen buenas razones para pensar que esta
clasificación fue formulada teniendo en vista las obligaciones contractuales, todo indica que
resulta aplicable a la responsabilidad extracontractual como una definición de aplicación
general. Así piensa Alessandri, Abeliuk, Meza y P. Rodríguez, con referencia a un concepto
unitario de culpa.
Del concepto de culpa del Art.44.CC se sigue que el estándar de conducta que se sigue
como criterio general y supletorio de responsabilidad es la culpa leve, que resulta aplicable
cuando la ley habla de culpa o descuido sin otra calificación. El patrón de conducta
corresponde al que sigue una persona diligente, caracterizada por emplear un cuidado
ordinario o mediano. Así, lo que podeos esperar en nuestras relaciones recíprocas es que los
demás conduzcan como lo haría un buen padre (o madre) de familia.
Sin embargo, esta conclusión no es pacífica. Parte de la doctrina ha intentado inferir que
en materia extracontractual se respondería de toda culpa. En esta afirmación, sin embargo,
se incurre en ciertas contradicciones. Pues, por un lado, se sostiene que la definición del
artículo 44, en relación con los artículos 2314 y 2329, lleva a concluir que la regla general
es que se responda de culpa leve, porque según esas normas, la culpa es sinónimo de
descuido o negligencia y se caracteriza por ser “la falta de aquella diligencia o cuidado
que los hombres prudentes emplean en sus negocios propios”. Pero cuando se trata de
definir el estándar de debido cuidado, se dice que en materia extracontractual se
respondería de culpa levísima, sin otra argumentación que la inaplicabilidad en ese ámbito
de la clasificación de la culpa del artículo 44. Así, hay un contrasentido en adoptar, por un
lado el modelo de una persona prudente y, por otro, fijar el estándar de cuidado propio de
una extremadamente diligente.
111
En definitiva, el cuidado debido no puede ser otro que el empleado en las circunstancias
concretas por una persona razonable y el estándar debe ser la culpa leve, como dispone el
artículo 44, esa es también la tendencia general del derecho comparado.
i.2.3.1.- Teoría de la Culpa Objetiva: Aquí se compara la actitud del autor del daño con la
actitud que habría tenido una persona prudente expuesta a la misma situación, es decir, se
adopta un tipo ideal y se determina como habría reaccionado éste enfrentado a la misma
situación que dio origen al daño. Esta teoría adopta nuestro Código.
112
La regla general en materia de responsabilidad extracontractual, es que ella tiene que
ser probada por la víctima. En cambio, la regla es diferente tratándose de la responsabilidad
extracontractual, en la cual la culpa se presume y corresponde al deudor probar que no ha
incurrido en culpa (Art.1547 inciso 3°.CC).
En materia extracontractual no existe una norma similar al artículo 1547 inciso 3°, por
ello tiene que aplicarse la regla general en materia probatoria que establece el artículo 1698.
Todo lo cual hace que sea difícil para la víctima obtener la reparación del daño causado, ya
que la prueba de la culpa presenta dificultades, no obstante que aquí no existen limitaciones
en materia de prueba porque se trata de probar hechos, pudiendo por consiguiente,
recurrirse a todos y cada uno de los medios probatorios. No existen en este campo
limitaciones a la prueba testimonial, como sucede en la responsabilidad contractual.
Otra diferencia se presenta cuando dos o más personas son autores de un delito o
cuasidelito, pues en esta materia “la responsabilidad es siempre solidaria”.
En cambio, si son varios los deudores que han dejado de cumplir una obligación
contractual culpablemente, la responsabilidad es simplemente conjunta, pero se transforma
en solidaria si se estipuló, lo dispuso la ley o si se ha actuado con dolo.
En cambio tratándose del cuasidelito si pueden pactarse, salvo que se trate de culpa
grave por cuanto equivale al dolo en materias civiles.
La jurisprudencia por su parte ha ampliado cada vez más el concepto de culpa, de esta
manera, se ha resuelto que el ejercicio abusivo de un derecho puede constituir un delito o
cuasidelito civil.
La regla en esta materia es que si una persona actúa ejerciendo un derecho que le
corresponde, aunque cause daño a otro no tiene responsabilidad. Pero, en ciertos casos, el
ejercicio de un derecho puede hacer responsable al titular de ese derecho cuando lo ejerce
en forma abusiva. Esto es lo que configura la llamada teoría del abuso del derecho
Los requisitos para que haya abuso de derecho son los siguientes:
113
1) Tiene que existir un derecho: si una persona actúa sin que existe un derecho y causa
daño a otro, se está ante los casos generales de responsabilidad
2) Ese derecho tiene que ser de ejercicio relativo: lo cual constituye la regla general.
Sin embargo, hay algunos casos en que la ley le da a ciertos derechos el carácter de
absolutos, es decir, no les señala limitación alguna. En estos derechos absolutos no
cabe el abuso del derecho. Por ejemplo, derecho absoluto (Art.1489.CC) en materia
de condición resolutoria tácita.
3) Que el ejercicio del derecho sea abusivo: aquí es donde se plantea el problema de
esta teoría, pues es muy difícil precisar cuándo hay abuso en el ejercicio de un
derecho.
Otros señalan que los derechos deben ejercerse de buena fe, en el sentido de que el
ejercicio del derecho no debe sobrepasar el objeto en cuya consideración se otorgó a ese
derecho al titular.
En nuestra legislación no hay normas expresas relativas al abuso de derecho, solo hay
algunas normas aisladas relativas a esta materia.
El efecto que produce el abuso de derecho es que se sanciona a quien ha hecho uso
abusivo de sus facultades con la indemnización de perjuicios que hubiere causado.
Considerando que se exige al demandante o víctima, por regla general, probar la culpa
del demandado o autor, la ley, en diversas disposiciones, ha invertido tal principio general,
con el objeto de asegurar a la víctima una justa reparación del daño, reglamentado una serie
de presunciones de culpabilidad. En virtud de tales presunciones, a la víctima le bastará
con probar la existencia del hecho y el daño causado, correspondiendo al demandado
acreditar que el perjuicio no proviene de sus actos, o que ha empleado la debida diligencia
o cuidado, o en fin, que no existe una relación de causalidad entre la culpa que se le imputa
y el daño.
114
Las presunciones de culpa se dividen en tres grupos:
El artículo 2329, ya citado, advierte que se debe responder de todo daño ocasionado a
otro, cuando medió por el autor malicia (dolo) o negligencia. Dispone el artículo:
“Por regla general todo daño que pueda imputarse a malicia o negligencia de otra
persona, debe ser reparado por ésta.
2º El que remueve las losas de una acequia o cañería en calle o camino, sin las
precauciones necesarias para que no caigan los que por allí transitan de día o de noche;
Se ha entendido que el inciso 1º no hace sino reiterar el principio general del artículo
2314. Por ende, se exige probar culpa o dolo del autor del hecho.
En cambio, los tres casos que enumera esta disposición en su inciso 2º, constituyen
presunciones de culpabilidad. En tal sentido se interpreta la expresión “especialmente
obligados”. La víctima, entonces, no requiere probar la culpa. Sólo debe acreditar la
comisión del hecho, presumiéndose culpa del autor. Se justifican estas presunciones,
porque los tres casos describen situaciones de riesgo en que la víctima queda expuesta a un
daño inminente, como consecuencia de hechos excepcionales que conllevan un peligro
objetivo (disparo, remoción de losas, mal estado de acueductos o puentes).11 En estos
casos, se sustituye la regla general del inciso 1º propia de la responsabilidad subjetiva, por
una presunción de responsabilidad por el riego creado o provocado, propio de actividades
riesgosas. Por ello, para la doctrina más moderna, las presunciones de responsabilidad por
el hecho propio señaladas en este inciso 2º son meramente ejemplares.12 De esta manera,
toda otra conducta que objetivamente se estime riesgosa, podría quedar comprendida dentro
de esta presunción de culpa por hecho propio.
115
i.2.6.2.- Responsabilidad por el Hecho Ajeno:
Por regla general, tal como lo establece el artículo 2316, se responde por hechos
propios, no por hechos ajenos. Excepcionalmente, sin embargo, se debe responder por los
hechos ajenos, cuando una persona debe responder por el “hecho de aquellos que
estuvieren a su cuidado” (artículo 2320, inciso 1º). El fundamento de esta disposición
descansa en el deber de vigilancia que se tiene respecto de determinadas personas. La
persona que tiene otra a su cuidado, sujeta a su control o dirección, debe vigilarla para
impedirle que cause daños. Y si el daño en definitiva se causa, quiere decir que no empleó
la debida vigilancia. Por eso, señala la doctrina que no estamos estrictamente ante un caso
de responsabilidad por hecho ajeno, sino por un hecho propio, a saber, la falta de cuidado
o vigilancia.
Cabe precisar que esta responsabilidad no se circunscribe a los hechos que enumera el
artículo 2320, que debemos considerarlos como menciones a vía ejemplar. El artículo 2320
consagra un principio general, que debemos aplicar en cualquier caso similar.
Que ambas partes sean capaces de delito o cuasidelito: si el que tiene a su cuidado a otra
persona es incapaz, es irresponsable. Pero también debe ser capaz el subordinado. Si es
incapaz, no se aplican los artículos 2320 y siguientes, sino el artículo 2319, desapareciendo
entonces la presunción. En efecto, se responde por los hechos de los incapaces, siempre que
pueda imputarse negligencia a quien los tenía a su cuidado. En otras palabras, no cabe
presumir la culpa del que tiene a un incapaz a su cuidado, para hacerle responsable, debe
probarse su culpa.
116
cuidado. Pero para que responda, previamente debe acreditarse que el subordinado actuó
culpablemente.
Con todo, el artículo 2321 establece una excepción a esta regla, estableciendo una
presunción de derecho, según veremos.
La responsabilidad por el hecho ajeno no excluye la del autor directo del hecho ilícito.
Ambas responsabilidades coexisten y la víctima puede accionar contra ambos.
i.2.6.2.5.- Acción del Tercero Civilmente Responsable Contra el Autor del Daño:
Cuando el que perpetró el daño, lo hizo sin orden de la persona a quien debía obediencia;
Cuando el que perpetró el daño, era capaz de delito o cuasidelito, según el artículo 2319.
Se trata de una aplicación del principio de reparación del enriquecimiento sin causa,
pues resultaría injusto que la indemnización sea soportada, en definitiva, por el patrimonio
de una persona distinta de aquella que realizó el hecho dañoso. El tercero civilmente
responsable deberá indemnizar a la víctima, pero luego, podrá repetir en contra del autor
del ilícito civil. Se trata del distingo entre la “obligación a la deuda” y la “contribución a
la deuda”.
117
i.2.6.2.6.- Responsabilidad de los Padres:
El inciso 2º del artículo 2320 establece que “...el padre, y a falta de éste la madre, es
responsable del hecho de los hijos menores que habiten en la misma casa”. Debemos
relacionar esta disposición con los artículos 222 y siguientes, referidos al cuidado personal
y la educación de los hijos.
Dos requisitos deben concurrir para hacer efectiva la responsabilidad de los padres:
Señala el inciso 3º del artículo 2320 que “...el tutor o curador es responsable de la
conducta del pupilo que vive bajo su dependencia y cuidado”.
Para que el guardador sea responsable, deben cumplirse los siguientes requisitos:
En todo caso, como también estamos ante una presunción simplemente legal, el
guardador podrá eximirse de responsabilidad probando que no pudo impedir el hecho, pese
a que ejercitó la autoridad derivada de su cargo y empleó el cuidado a que estaba obligado.
118
i.2.6.2.8.- Responsabilidad de los Jefes de Colegios y Escuelas:
Establece el inciso 4º del artículo 2320 que “...los jefes de colegios y escuelas
responden del hecho de los discípulos, mientras están bajo su cuidado”.
Cabe señalar que habrá responsabilidad para el jefe escolar, aun cuando el discípulo sea
mayor de edad.
Como en los dos casos anteriores, puede destruirse la presunción, probando el jefe de
colegio o escuela que no le fue posible evitar el hecho ilícito y que empleó toda la
diligencia o cuidado necesarios.
Que los aprendices o dependientes estén bajo el cuidado del artesano o empresario,
lo que quiere decir que cumplan una actividad laboral bajo subordinación o
dependencia;
Que se trate de hechos realizados por los aprendices o dependientes mientras están
bajo el cuidado del artesano o empresario, o sea, mientras cumplen con su jornada
laboral, hecho que deberá probar la víctima.
119
Como en los tres casos anteriores, cesa la responsabilidad del artesano o empresario,
acreditando que no pudo impedir el hecho ilícito, no obstante su cuidado y haber ejercitado
su autoridad.
Dispone el artículo 2322 que “Los amos responderán de la conducta de sus criados o
sirvientes, en el ejercicio de sus respectivas funciones”. Se denomina amo a la persona que
tiene a su servicio empleados domésticos, criados o dependientes, o en lenguaje
contemporáneo, trabajadores de casa particular. El amo es responsablemente solamente en
los actos ejecutados por el sirviente a condición de que el hecho ilícito se verifique mientras
desempeña sus labores o cumple sus órdenes, o sea, cuando el criado actúa “en el ejercicio
de sus respectivas funciones”.
No cabe al amo responsabilidad por los actos ajenos a las funciones del criado o que
importan un abuso de las mismas, como por ejemplo, si el chofer sustrae el automóvil de su
patrón, contraviniendo sus órdenes y atropella a un transeúnte.
120
i.2.6.3.- Responsabilidad por el Hecho de las Cosas:
i.2.6.3.1.- Fundamento:
Se es responsable también del hecho de las cosas de que una persona es dueña o que
están a su servicio. El propietario o la persona que se sirve de la cosa debe vigilarla y
mantenerla en el estado de que no cause daño. De tal forma, el daño que produzca la cosa
denotaría omisión o falta de cuidado y por ello la ley entra a presumir la culpabilidad de
quien tenía a su cargo la cosa.
i.2.6.3.2.2.- Daño causado por una cosa que cae o es arrojada de la parte superior de un
edificio; y
Requisitos:
121
Se refiere a este caso el artículo 2323. Deben cumplirse los siguientes requisitos:
- La cosa que ocasiona el daño, debe ser un edificio, es decir, una obra fruto de la
industria humana, destinada a la habitación o a fines análogos, y que adhiera
permanentemente al suelo;
- El daño debe tener por origen la ruina del edificio, vale decir, su caída o
destrucción, su deterioro debe causar el daño;
- Que el dueño haya dejado de hacer las reparaciones necesarias, o en general, faltado
al cuidado de un buen padre de familia.
La víctima del daño deberá probar que se cumplen estos tres requisitos.
Las normas del Código Civil acerca de la ruina de un edificio, deben complementase
con las contempladas en el párrafo 7º de la Ley General de Urbanismo y Construcciones,
artículos 148 a 157. En ellas, se establece que hecha la denuncia, la Dirección de Obras
deberá proceder a inspeccionar el inmueble y si correspondiere, con el mérito de dicho
informe, disponer el Alcalde la demolición de la construcción ruinosa.
El artículo 932 otorga al vecino dos acciones, cuando tema que la ruina de un edificio le
pueda provocar perjuicio:
122
puede demandar para que el juez mande al dueño derribar el edificio, si estuviere tan
deteriorado que no admita reparación;
Si el daño del edificio no fuere grave, bastará que el demandado rinda caución de
resarcir todo perjuicio que por el mal estado del edificio sobrevenga.
Exención de responsabilidad:
Se vincula esta materia con el contrato de empresa, consistente en una modalidad del
contrato de arrendamiento de obra, y que está regulada en el artículo 2003 del Código Civil.
Se puede definir, conforme al inciso 1º del artículo 2003, como “aquél por el cual una
persona llamada empresario toma a su cargo la construcción de un edificio por un precio
prefijado”. Se trata del sistema de obra a precio alzado.
123
ii) Tratándose de los vicios del suelo: será responsable en principio el dueño, a menos que
el empresario o las personas empleadas por él hayan debido conocer el vicio del suelo en
razón de su oficio;
iii) Tratándose de los vicios de los materiales: será responsable el empresario, si él los
proporcionó; en cambio, si los proporcionó el dueño, él responderá, salvo que el vicio sea
de aquellos que el empresario, por su oficio, haya debido conocer, o que conociéndolo, no
haya dado aviso oportuno (al dueño, se entiende).
Las reglas del Código Civil, debemos complementarlas con las del Decreto con Fuerza
de Ley número 458, del año 1976, referido a la Ley General de Urbanismo y
Construcciones, cuyo artículo 1815, destinado a proteger a los adquirentes de viviendas
o construcciones nuevas, establece:
124
- El propietario primer vendedor estará obligado a incluir en la escritura pública de
compraventa, una nómina que contenga la individualización de los proyectistas y
constructores a quienes pueda asistir responsabilidad de acuerdo al citado artículo
18º. Tratándose de personas jurídicas, deberá individualizarse a sus representantes
legales.
- Las condiciones ofrecidas en la publicidad, se entenderán incorporadas al contrato
de compraventa.
- Los planos y especificaciones técnicas definitivos, como asimismo el Libro de
Obras a que se refiere el artículo 143 de la Ley General de Urbanismo y
Construcciones, se mantendrán en un archivo de la Dirección de Obras Municipales,
a disposición de los interesados.
- La responsabilidad civil a que se refiere el artículo 18º, tratándose de personas
jurídicas que se hayan disuelto, se hará efectiva respecto de quienes eran sus
representantes legales a la fecha de celebración del contrato.
- Las acciones para hacer efectivas las responsabilidades a que se refiere el artículo
18º, prescribirán en los plazos que se señalan a continuación:
- Las causas a que dieren lugar las acciones a que se refiere el artículo 18, se
tramitarán conforme con las reglas del procedimiento sumario establecido en el
Título XI del Libro III del Código de Procedimiento Civil.
125
- Con todo, las partes podrán someter las controversias a la resolución de un árbitro
de derecho que, en cuanto al procedimiento, tendrá las facultades de arbitrador a
que se refiere el artículo 223 del Código Orgánico de Tribunales. El árbitro deberá
ser designado por el juez letrado competente y tener, a lo menos, cinco años de
ejercicio profesional.
- En caso de que el inmueble de que se trata comparta un mismo permiso de
edificación y presente fallas o defectos de los señalados en el artículo 18, será
aplicable el procedimiento especial para protección del interés colectivo o difuso de
los consumidores establecido en el Párrafo 2º del Título IV de la Ley número
19.496, cuerpo legal que “Establece normas sobre protección de los derechos de
los consumidores”, cuyo Título IV, se ocupa “Del procedimiento a que da lugar la
aplicación de esta ley y del procedimiento para la defensa del interés colectivo o
difuso”, Párrafo 2º, “Del Procedimiento Especial para Protección del Interés
Colectivo o Difuso de los Consumidores”, artículos 51 a 54 G, con las siguientes
salvedades:
i) Será competente para conocer de estas demandas el juez de letras
correspondiente a la ubicación del inmueble de que se trate;
ii) El número de consumidores afectados bajo un mismo interés a que se refiere la
letra c) del número 1 del artículo 51 de la Ley número 19.49617 no podrá ser
inferior a seis propietarios;
iii) No regirá lo dispuesto en los artículos 51 número 9, 52 y 53 de la Ley número
19.946. El artículo 51, número 9, establece: “El procedimiento señalado en este
Párrafo se aplicará cuando se vea afectado el interés colectivo o difuso de los
consumidores. Este procedimiento se sujetará a las normas del procedimiento
sumario, con excepción de los artículos 681, 684 y 685 del Código de
Procedimiento Civil y con las particularidades que se contemplan en la
presente ley. Todas las pruebas que deban rendirse, se apreciarán conforme a
las reglas de la sana crítica (…) 9.- Las acciones cuya admisibilidad se
encuentre pendiente, se acumularán de acuerdo a las reglas generales. Para
estos efectos, el Servicio Nacional del Consumidor, oficiará al juez el hecho de
encontrarse pendiente la declaración de admisibilidad de otra demanda por los
mismos hechos.” El artículo 52, contempla los requisitos que deben reunirse,
para que el tribunal declare la admisibilidad de la acción deducida para cautelar
el interés colectivo o difuso de los consumidores. Tales requisitos o
“elementos”, como los llama la ley, no se exigirán por ende en la materia que
estamos analizando. El artículo 53, también excluido, dispone que una vez
ejecutoriada la resolución que declaró admisible la acción, el tribunal ordenará
al demandante que, dentro de décimo día, mediante publicación de al menos dos
avisos en un medio de circulación nacional, informe a los consumidores que se
consideren afectados, para que se hagan parte, si lo estiman procedente.
126
iv) Las indemnizaciones podrán extenderse al lucro cesante y al daño moral. Dicho
de otro modo: no queda limitada la indemnización al daño emergente. Tanto el
daño moral como la especie y monto de los perjuicios adicionales sufridos
individualmente por cada demandante serán determinados de acuerdo a lo
establecido en los incisos segundo y tercero del artículo 54 C de la Ley número
19.496. Mientras se sustancia el juicio quedará suspendido el plazo para
demandar este daño. El artículo 54 C citado, dispone en sus incisos 2º y 3º:
“Dentro del mismo plazo (noventa días corridos, contados desde el último aviso
a que se refiere el artículo 54, esto es, el que se refiere a la sentencia
ejecutoriada que declare la responsabilidad del o de los demandados), los
interesados podrán hacer reserva de sus derechos, para perseguir la
responsabilidad civil derivada de la infracción en un juicio distinto, sin que sea
posible discutir la existencia de la infracción ya declarada. Esta presentación
deberá contar con patrocinio de abogado. En este juicio, la sentencia dictada
conforme al artículo 53 C producirá plena prueba respecto de la existencia de
la infracción y del derecho del demandante a la indemnización de perjuicios,
limitándose el nuevo juicio a la determinación del monto de los mismos. / Quien
ejerza sus derechos conforme al inciso primero de este artículo, no tendrá
derecho a iniciar otra acción basada en los mismos hechos. Del mismo modo,
quienes no efectúen la reserva de derechos a que se refiere el inciso anterior, no
tendrán derecho a iniciar otra acción basada en los mismos hechos.”
v) La sentencia definitiva producirá efectos respecto de todas las personas que
tengan el mismo interés colectivo. Aquellas personas a quienes les empece la
sentencia definitiva pero que no hayan ejercido la acción podrán acreditar el
interés común en conformidad al inciso primero del artículo 54 C de la Ley
número 19.496, previo abono de la proporción que les correspondiere en las
costas personales y judiciales en que hayan incurrido las personas que ejercieron
la acción. El artículo 54 C, inciso primero, establece: “Los interesados deberán
presentarse a ejercer sus derechos establecidos en la sentencia, ante el mismo
tribunal en que se tramitó el juicio, dentro del plazo de noventa días corridos,
contados desde el último aviso.”
vi) En caso de no ser habido el demandado, se podrá practicar la notificación de la
demanda conforme a lo establecido en el artículo 44 del Código de
Procedimiento Civil, en el domicilio que haya señalado el propietario primer
vendedor en las escrituras de compraventa suscritas con los demandantes y, en
caso de ser varios, en cualquiera de ellos.
vii) Se acumularán al juicio colectivo los juicios individuales que se hubieren
iniciado, a menos que en éstos se haya citado a las partes para oír sentencia.
viii) Acogida total o parcialmente la demanda deberán imponerse las costas a la
parte demandada y, si son varios los demandados, corresponderá al tribunal
determinar la proporción en que deberán pagarlas.
127
ix) Serán aprobadas por el tribunal las propuestas de conciliación para poner
término al proceso formuladas por la parte demandada, siempre que ellas
cuenten con la aceptación de los dos tercios de los demandantes, que se ofrezcan
garantías razonables del efectivo cumplimiento de las obligaciones que se
contraen, si no fueren de ejecución instantánea y que no se contemplen
condiciones discriminatorias para alguno de los actores.
x) En los contratos que se perfeccionen a partir de la publicación de la Ley
número 19.496, no será impedimento para demandar colectivamente el que se
haya pactado compromiso de arbitraje, el cual quedará sin efecto por el solo
hecho de la presentación de la demanda colectiva.
i.2.6.3.2.2.- Daño causado por una cosa que cae o es arrojada de la parte superior de
un edificio (Art.2328.CC):
128
cosa haya caído o haya sido arrojada de una parte del edificio para que la responsabilidad
afecte a todos quienes moran o residen en él. Se podría decir que el riesgo es inherente a los
edificios en altura. La responsabilidad no tiene otro fundamento que el interés social y el
amparo a quienes sufren el daño. Por lo mismo, no se aceptará probar por alguno de los
moradores que él adoptó medidas de seguridad de tal naturaleza que excluían
absolutamente la posibilidad de ser autor del daño. Es este un caso típico de
responsabilidad objetiva.
El art. 2328 concede una acción popular, es decir, que cualquier persona puede
interponer, destinada a evitar la caída de la cosa.
● Responde el dueño del animal, aún por los daños ocasionados por éste después de
haberse soltado o extraviado. Con todo, su responsabilidad cesará, si acredita que adoptó
todas las providencias para impedir el daño.
● La misma responsabilidad recae sobre el que se sirve de un animal ajeno. Pero tal
persona tiene derecho a repetir contra el dueño, si el daño fue producto de un vicio del
animal que el dueño, con mediano cuidado, debió conocer o prever. Pero si el dueño
informó al usuario del animal del vicio, éste no tendrá derecho a repetir contra el primero.
El artículo 2327, por su parte, también contempla dos reglas, la primera referida a un
animal fiero que no reporta utilidad para un predio y la segunda relativa a dicho animal
cuando sí reporta utilidad:
● Establece que siempre se responderá por el daño causado por un animal fiero, siempre
que de éste no se reporte utilidad para la guarda o servicio de un predio: “El daño causado
por un animal fiero, de que no se reporta utilidad para la guarda o servicio de un predio,
será siempre imputable al que lo tenga, y si alegare que no le fue posible evitar el daño, no
será oído.” De los daños responderá quien tenga el animal, sea o no su dueño y se sirva o
no de él. La disposición establece una presunción de derecho, pues no se admite probar que
fue imposible evitar el daño. Se trata, por ende, de un caso de responsabilidad objetiva. En
efecto, como señala Rodríguez Grez, en esta hipótesis, es la mantención de un animal fiero,
creando una situación de riesgo de la que no se obtiene beneficio alguno, la que justifica la
responsabilidad que se le impone el tenedor del animal.
129
● Pero si el animal fiero reporta beneficio, la responsabilidad se transformará en subjetiva,
y sólo se responderá si el daño causado por el animal tiene como antecedente la culpa del
tenedor. De tal forma, dándose los supuestos del artículo 2327 (que se trate de un animal
fiero y que no esté destinado a la guarda o servicio de un predio), la responsabilidad será
objetiva.
Debemos tener presente aquí lo dispuesto en el artículo 608, que define qué se entiende
por animales bravíos o salvajes, domésticos y domesticados. Según el Diccionario de la
Lengua Española, animal fiero, es el animal no domesticado. Al efecto, si bien es probable
que un animal bravío o salvaje sea al mismo tiempo fiero (como un puma o un tigre), puede
ocurrir que algunas especies de animales bravíos o salvajes no lo sean (como la mayoría de
las aves). En cuanto a los domésticos y domesticados, tampoco puede plantearse una regla
general. En estos casos, es menos probable que sean fieros, pero no imposible. Así, ciertos
canes de razas particularmente agresivas, son animales domésticos pero al mismo tiempo
podrían ser fieros. Con todo, como usualmente los perros están adiestrados para resguardar
un predio, no operaría la hipótesis de responsabilidad objetiva, sino la regla general de la
responsabilidad subjetiva.
Debe ser cierto. No basta un perjuicio eventual o hipotético. Lo anterior no obsta a que
sea indemnizable el daño futuro, es decir, el lucro cesante, lo que deja de percibir la
víctima. Dicho en otras palabras, no sólo es indemnizable el daño actual, sino también
aquél que se manifestará en el futuro. En efecto, es preciso –afirman los hermanos
Mazeaud- que el juez tenga la certeza de que el demandante se encontraría en mejor
situación si el demandado no hubiese ejecutado el acto que se le reprocha. Pero poco
importa que el perjuicio de que se queja la víctima se haya verificado o sólo en el futuro se
verificará. Evidentemente, si el perjuicio es actual, se originará responsabilidad sin mayores
130
problemas; pero si el perjuicio es futuro, también puede originarse responsabilidad, cuando
resulta claro que a consecuencia de un hecho, forzosamente se ocasionará un perjuicio en el
porvenir. Desde que se tenga certeza de que el demandante habrá de sufrir algún perjuicio,
sería absurdo obligar al juez a rechazar una acción que después tendrá que admitir.
Equivaldría a obligarlo a dictar en el mismo asunto una infinidad de sentencias sucesivas,
cada vez que se trate de un perjuicio susceptible de escalonarse en varios años. Así, por
ejemplo, si se trata de un accidente corporal que implica para la víctima disminución de su
capacidad de trabajar. Mientras viva la víctima, sufrirá las consecuencias del accidente.
Conviene pues que el tribunal, de una sola vez, ordene la reparación, tanto del perjuicio ya
experimentado hasta el día de la sentencia, cuanto también del que habrá de realizarse en el
futuro. El perjuicio cierto, entonces, podría ser actual y futuro.
i.3.3.1.- El daño debe ser cierto: Significa que sea real, efectivo, que tenga una existencia
concreta. No se acepta la indemnización del daño eventual, es decir, de aquel daño que no
se sabe si va o no a existir. Pero no excluye la indemnización del daño futuro (lucro
cesante).
i.3.3.3.- El daño tiene que lesionar un derecho o interés legítimo: El hecho ilícito puede
lesionar derechos patrimoniales o extrapatrimoniales.
i.3.4.1.2.- Lucro Cesante: Es aquella ganancia que se dejó de obtener con motivo del delito
o cuasidelito.
131
i.3.4.2.- Daño Extrapatrimonial o Moral: Es el que no tiene incidencia en el patrimonio o
bienes de un sujeto. Consiste en el dolo, la aflicción que causa a la víctima el hecho ilícito
Que el daño patrimonial sea indemnizable no se discute, en cambio tratándose del daño
moral se discutió mucho en su tiempo, sin embargo, en la actualidad se acepta
unánimemente por la doctrina y la jurisprudencia que éste es indemnizable.
- El que no solo significa pena, dolor o sufrimiento, sino que también perjuicios de
carácter económicos.
- El daño puramente moral, sin significación económica. Por ejemplo el caso de una
mujer que es violada, o el de una persona que queda con una cicatriz deforme.
La doctrina moderna incluye dentro del concepto otros bienes como la salud, la libertad,
la tranquilidad, etc.
En Chile el daño extrapatrimonial es indemnizado según los artículos 2314 y 2329 que
hablan de daño sin hacer distinción y al decir todo daño. Lo mismo sucede en la
Constitución (Art.19 N°7 letra i), que indemniza el daño moral por el error judicial.
132
Se dice que hay mucho de subjetivo en este daño, el juez se mueve dentro de un campo
más vasto, tiene más facultades pues debe considerar las circunstancias personales de la
víctima, el lugar donde ocurrió el hecho, las secuelas del accidente, el estado de salud y
edad de la víctima, situación personal, personas a su cargo, etc.
La reparación del daño causado por un delito o cuasidelito puede ser en especie o en
equivalente, pero debe ser completa y no goza, por lo general, de preferencia para su pago.
La indemnización debe ser tal que repare completamente el daño causado, se trata de
reponer las cosas al mismo estado anterior al perjuicio, como si éste nunca hubiese
ocurrido.
133
- El monto de la indemnización depende de la extensión del daño y no de la gravedad
del hecho.
- Debe comprender todo perjuicio sufrido por la víctima, tanto moral como material,
siempre que el perjuicio sea consecuencia directa y necesaria del ilícito. Los
perjuicios indirectos no se indemnizan a diferencia de lo que ocurre en la
responsabilidad contractual que permite pactarlos.
- La reparación comprende:
El daño emergente
El lucro cesante
Los perjuicios previstos e imprevistos
Daños futuros, siempre que sean directos y reales.
No basta con la existencia del daño y del dolo o culpa. Se requiere además que entre
ambos elementos medie un vínculo de causalidad, que el primero sea el resultado del dolo o
de la culpa. Es decir, se producirá esta relación de causalidad cuando el dolo o culpa ha
sido la causa necesaria del daño, de manera que si no hubiera mediado, el daño no se habría
producido.
134
responsabilidad, cuando la culpa de la víctima excluya la del demandado; la
responsabilidad se atenuará, si la culpa de ambos provocó el daño;
- Si el daño es indirecto, por regla general no es indemnizable. Ahora bien, cuando
más se aleja el daño del hecho inicial que lo originó, más difícil resulta establecer
una relación de causalidad.
Los efectos del delito y del cuasidelito civil, en virtud de que son fuentes de
obligaciones, es reparar el daño causado con la ilicitud. Por ende nace el derecho
correlativo de la víctima de exigir la reparación.
j.1.1.- Es personal: Solo puede reclamarse del autor del daño y sus herederos (Art.2316.CC)
135
Esta acción corresponde al que ha sufrido un daño y aun al que teme verse expuesto a
sufrirlo. Por lo tanto, la acción puede interponerse cuando el daño se ha producido o para
impedir que el daño se produzca (Art.2333.CC).
Para establecer a quien competen las acciones destinadas a evitar un daño contingente,
hay que distinguir:
Daño en las cosas: Cuando el daño recae sobre una cosa, la acción para reclamar la
indemnización respectiva corresponderá a todas las personas que tenían derechos en ella y
que hayan resultado menoscabadas (Art.2315.CC).
Daño en las personas: La acción encaminada a la reparación del daño causado en las
personas puede ser de carácter material o moral. Pueden intentarla:
136
j.3.1.- Contra el causante del daño (Art.2316.CC).
j.3.2.- Contra los civilmente responsables: Contra aquellos que responden por hechos
ajenos como los padres, guardadores, amos, etc.
j.3.3.- Contra las personas que se aprovechan del dolo ajeno (Art.2316.CC)
j.3.4.- Contra los herederos de todos los anteriores: ello es lógico, porque la obligación de
indemnizar por los daños provenientes de un hecho ilícito, se transmite a los herederos.
Se agota por todos los modos de extinguir las obligaciones, y especialmente por los
siguientes:
j.4.1.- Por la renuncia: la cual afecta solo al renunciante y a sus sucesores. No afecta a
otras personas a quienes también pueda corresponder el ejercicio de la acción. Renuncia
que puede ser total o parcial.
137
En materia civil, hay una sola y genérica causal eximente de responsabilidad: la
ausencia de dolo o culpa del autor. Habrá exención de responsabilidad entonces, cuando el
hecho no sea imputable al autor:
- Si el daño recae en las cosas, la cláusula sería válida. El artículo 1558 establece su
validez respecto de la responsabilidad contractual, de manera que ninguna razón
justifica que el mismo criterio no sea aplicable a la responsabilidad extracontractual.
138
- Distinta debe ser la solución si el daño recae en las personas: en tal caso, la cláusula
no sería válida, puesto que no puede renunciarse o disponerse de la vida, la
integridad física o el honor de las personas.
139
I.- Concepto:
De los arts. 1437 y 2284, se desprende que los cuasicontratos se conciben por el Código
Civil como un hecho voluntario, no convencional y lícito que produce obligaciones.
A su vez, como el hecho que los origina es lícito, los cuasicontratos se diferencian del
delito y del cuasidelito, los que también son hechos voluntarios, pero ilícitos.
La noción clásica del cuasicontrato ha sido objeto de fuertes críticas por la doctrina
moderna.
Entre los autores que han formulado críticas más fuertes a la noción clásica de
cuasicontrato, se encuentra Planiol, quien señala:
b) Niega Planiol que el cuasicontrato sea un hecho voluntario, por dos razones
fundamentales:
140
- Porque la voluntad no genera la obligación que se impone al autor del acto;
- Porque suele resultar obligado quien no ha expresado su consentimiento de ningún
modo.
Así, por ejemplo, en la agencia oficiosa, si bien se obliga el gestor y esta obligación
puede considerarse como obra de su voluntad, también puede resultar obligado el
interesado o dueño del negocio.
c) El cuasicontrato, según Planiol, tampoco sería un acto lícito. En efecto, en todos los
cuasicontratos se distingue, como rasgo común, un enriquecimiento sin causa, y por
ende, ilícito, injusto.
El art. 2285 establece que los principales cuasicontratos son tres: la agencia oficiosa, el
pago de lo no debido y la comunidad.
141
a.1.- Principio general:
Si bien el C.C. no consagra ninguna norma general que establezca como fuente de las
obligaciones al enriquecimiento sin causa, en diversas disposiciones tal principio informa
las soluciones jurídicas a las que tiende el legislador:
a.2.1.- Las recompensas que se deben por la sociedad conyugal a los cónyuges y por éstos a
la sociedad. Se pretende con estas recompensas evitar un enriquecimiento injusto de un
cónyuge a expensas del otro.
a.2.3.- Los actos ejecutados por el marido, dan a los acreedores acción sobre los bienes de
la mujer, siempre que los actos del primero cedan en utilidad personal de la segunda, y
hasta concurrencia del beneficio que se obtenga.
a.2.4.- Regla del art. 1688. Declarada la nulidad de un contrato, se obliga al incapaz a
restituir aquello en que se hubiere hecho más rico.
a.2.5.- En general, en las normas de la agencia oficiosa y especialmente en las del pago de
lo no debido y en la comunidad.
142
La doctrina las ha enunciado en términos generales y los requisitos que por ende hacen
procedente la acción in rem verso:
a.3.1.- Que una persona se haya enriquecido: El enriquecimiento puede ser material y
también intelectual o moral. De igual forma, el enriquecimiento podrá consistir no
solamente en la obtención de una ganancia, sino también en la economía de un desembolso.
a.3.3.- Que el enriquecimiento sea injusto, ilegítimo o sin causa: El enriquecimiento debe
carecer de un título que lo justifique, como la venta, la donación o la asignación hereditaria.
Como lo normal es que el enriquecimiento tenga una causa justificada, deberá probarse su
ausencia por quien deduce la acción in rem verso.
a.3.4.- Que la víctima no tenga otro medio que la acción in rem verso para obtener la
reparación: La acción indicada tiene un carácter subsidiario. Sólo puede interponerse
cuando la víctima carece de otro medio para obtener que se repare el perjuicio. En cuanto a
los efectos de la acción, la finalidad que persigue es la obtención del reembolso de aquello
en que el demandado se ha enriquecido. Con todo, puede suceder que el enriquecimiento
sea mayor que el empobrecimiento sufrido por el demandante. En tal caso, el reembolso no
podrá exceder del monto del empobrecimiento, correspondiendo la diferencia al
demandado.
143
b.2.- Requisitos:
b.2.1.- El gerente debe actuar sin mandato: no estamos ante agencia oficiosa, cuando las
gestiones se realizan a solicitud del interesado. En otras palabras, la intervención del
gerente debe ser espontánea, puesto que de lo contrario estaremos ante un mandato.
Precisa el art. 2123 que el encargo objeto del mandato puede hacerse, entre otras
formas, por la aquiescencia tácita de una persona a la gestión de sus negocios por otra. Si
hay aquiescencia, es obvio que hay conocimiento del interesado. Pero el mero
conocimiento del interesado no convertirá la agencia oficiosa en mandato. Será necesario
que el interesado, habiendo podido manifestar su disconformidad, no lo haga. En caso de
duda, y tratándose de una cuestión de hecho, deberá resolverse por el juez si nos
encontramos ante un mandato o agencia oficiosa (determinar una u otra situación intertesa,
entre otras cosas, por el honorario que se debe al mandatario pero no al agente oficioso). El
art. 2122 establece una regla al respecto, al expresar que el mandatario se convierte en un
agente oficioso, cuando ejecuta de buena fe un mandato nulo o por una necesidad imperiosa
excede los límites de su mandato.
- Que la utilidad exista al tiempo de interponerse la demanda por el gestor (por ejemplo, si
de la gestión resulta la extinción de una deuda, que de no mediar la aludida gestión, el
interesado hubiera debido pagar)
El inciso final del art. 2291 establece uno de los pocos casos de plazo judicial, es decir,
cuando la ley confiere al juez la facultad de establecer el plazo dentro del cual debe
cumplirse la obligación, en este caso, la del interesado.
b.2.3.- Que el gestor actúe con la intención de obligar al interesado: Si la gestión se realiza
sin tal intención, los actos del gestor constituirían una mera liberalidad.
El art. 2292 reglamenta el caso en el que una persona, creyendo hacer su propio
negocio, en realidad ejecuta el de otra persona. Dispone la ley que el que actuó en tal caso,
tiene derecho para ser reembolsado hasta concurrencia de la utilidad efectiva que hubiere
resultado para el verdadero dueño del negocio, y que existiere al tiempo de la demanda.
El artículo 2293 por su parte, regula el caso en que se hace el negocio de una persona,
creyéndose haber efectuado el de otra. En este caso, hay agencia oficiosa, el error carece de
144
importancia, ya que en uno u otro caso, el gestor tuvo la intención de obligar al interesado -
sea quien sea en definitiva- y de que se le reembolsen los gastos en que incurre.
b.2.4.- Capacidad de las partes: distintas son las normas que regulan la capacidad del agente
oficioso y del interesado:
- En cuanto al gerente, debe ser capaz. Si fuere incapaz, mal podría obligarse con su gestión
el interesado, desde el momento que el mismo gestor no resulte válidamente obligado;
Por regla general, sólo puede comparecer en juicio el apoderado o mandatario, dotado
de las facultades establecidas en ambos incisos del artículo 7º del C.P.C. Sin embargo, la
ley admite que comparezca en juicio una persona sin mandato, pero siempre y cuando
ofrezca garantía de que el interesado aprobará lo que haya hecho en su nombre: tal figura se
denomina fianza de rato. En tal caso, el juez fijará un plazo para la ratificación del
interesado, previa calificación de las circunstancias que justifican la comparecencia y la
garantía ofrecida.
El agente oficioso debe ser persona capaz de parecer en juicio, o hacerse representar por
persona capaz.
Como se desprende del artículo 2286, la agencia oficiosa genera siempre obligaciones
para el gerente, y eventualmente para el interesado “sólo en ciertos casos”, como dice la
ley.
Obligaciones del gerente: como principio general, el artículo 2287 señala que las
obligaciones del agente oficioso son las mismas que las del mandatario.
145
se haya hecho cargo de la gestión. De tal forma, el inciso 2º del mismo artículo contempla
diversas situaciones y distintas responsabilidades:
2º El gerente debe encargarse de todas las dependencias del negocio: artículo 2289. La
gestión debe comprender todos los aspectos inherentes o propios del negocio realizado.
3º El gerente debe continuar la gestión hasta que el interesado pueda tomarla o encargarla a
otro: art. 2289; si el interesado fallece, el gerente deberá continuar con la gestión hasta que
los herederos dispongan.
1º Ante terceros, dispone el inciso primero del artículo 2290, que el interesado deberá
cumplir las obligaciones que el gerente ha contraído en la gestión.
2º Ante el gerente, el mismo precepto señala que el interesado deberá reembolsar al gerente
las expensas útiles y necesarias. En todo caso, el inciso 3º del artículo 2290 deja en claro
que el interesado no está obligado a pagar salario alguno al gerente, aunque la gestión haya
sido útil.
El inciso final del artículo 2290 establece el principio general, en orden a que si el
negocio ha sido mal administrado, el interesado no resulta obligado frente a terceros ni ante
el gerente y es más, éste debe responder por los perjuicios que pueda haber ocasionado al
interesado.
146
AGENCIA OFICIOSA EL MANDATO
El agente oficioso no ha recibido facultades El mandatario actúa en virtud de las
del interesado, puesto que no ha mediado facultades que el mandante le ha conferido:
propiamente un concierto de voluntades, es el mandato es un contrato, que supone un
un cuasi contrato en síntesis. acuerdo de voluntades por el cual se han
fijado las atribuciones y las limitaciones del
mandatario.
El interesado sólo se obliga a condición de El mandante en cambio, hace de antemano
que la gestión del agente oficioso le sea útil suyos los actos del mandatario, siempre que
y en la medida de esta utilidad este actúe dentro de los límites del mandato.
El mandante resulta obligado con
independencia de la utilidad o beneficio que
obtenga de los actos ejecutados por el
mandatario en cumplimiento del encargo
confiado. Recordemos que el mandatario no
se obliga ante el mandante acerca del éxito
de su cometido, sino sólo a efectuar su
cometido como un buen padre de familia,
como un hombre medio, sin perjuicio que se
agrava su responsabilidad en caso de
mandato remunerado.
El interesado puede no ser capaz, puesto El mandante debe ser capaz.
que las obligaciones que contrae han sido
ajenas a su voluntad, no se obliga por un
acto suyo.
Hemos visto que el agente oficioso si bien El mandatario responde de culpe leve.
por regla general responde de culpa leve, en
ciertos casos responderá sólo de culpa lata o
incluso de culpa levísima.
Todo pago supone una deuda, una obligación destinada a extinguirse: por tal razón, el
que paga por error lo que no debe tiene acción para repetir lo pagado. Para nuestro C.C., la
obligación que pesa sobre quien recibió el pago en orden a restituir lo que recibió
indebidamente tiene su origen en un cuasicontrato. Estamos ante un caso clarísimo de
enriquecimiento sin causa, imponiendo por ello la ley la obligación de restituir: artículo
2295 inciso 1º.
147
Cabe consignar que las reglas del pago de lo no debido no son aplicables, cuando se
declara resuelto o nulo un contrato. En tales casos, las prestaciones mutuas destinadas a
restituir a las partes al estado existente al momento de contratar, se regirán por las
disposiciones generales aplicables a dichas instituciones.
Atendido lo anterior, hay pago de lo no debido cuando una persona paga por error una
deuda inexistente o que no grava su patrimonio.
148
Cabe señalar que si existe una obligación natural no estaremos ante el pago de lo no
debido. La obligación existe aunque ella no confiere acción para exigir su cumplimiento.
art. 2296.
La ley exige que al pagar una persona una deuda ajena, por error haya creído que se
trataba de una obligación personal; o que al pagar una deuda inexistente, por error se haya
creído que la deuda existía.
Por ello, si el pago se hizo para extinguir una obligación existente pero de que no era
deudor el que la pagó, y éste conocía tal circunstancia, debe concluirse que ha querido
pagarla por cuenta del verdadero deudor. De la misma forma, si la deuda no existía y quien
pagó lo sabía, debe concluirse que su intención ha sido donar lo que dio en pago (artículo
2299 en relación al artículo 1397).
Los casos de los artículos 2297 y 2299, son de los pocos en que la ley admite invocar
error de derecho, y hace excepción a la presunción o ficción del conocimiento de la ley,
consagrada en el artículo 8. De tal forma, quien pagó una suma de dinero o entregó una
cosa creyendo que estaba legalmente obligado a ello, puede solicitar la repetición o
devolución de lo que pagó o entregó, amparándose incluso en el error de derecho.
149
2º.- Que el pago fue indebido, es decir, que no existía ni siquiera una obligación puramente
natural, o si existía estaba sujeto su nacimiento al cumplimiento de una condición
pendiente, o quien pagó no era el deudor o si lo era, no pagó al verdadero acreedor: arts.
2295 y 2298. El inciso 2º del último artículo establece una presunción en favor del
demandante, si el demandado negó el pago y el actor logró acreditarlo: se presumirá que el
pago fue indebido.
Buena fe del accipiens: artículos 2300 inciso 1º; 2301 inciso 1º; 2302, inciso primero:
- Si recibió dinero u otra cosa fungible, es obligado a la restitución de otro tanto del
mismo género y calidad: art. 2300 inciso 1º.
- No responde de los deterioros o pérdidas de la especie o cuerpo cierto
indebidamente recibida, aunque tales deterioros o pérdidas se deban a culpa del
accipiens, salvo en cuanto se haya hecho más rico: 2301 inciso 1º.
- Si vendió la especie indebidamente recibida, sólo debe restituir el precio de venta, y
a ceder las acciones que tenga contra el comprador que no le haya pagado
íntegramente: art. 2302 inciso 1º.
Mala fe del accipiens: artículos 2300 inciso 2º; 2301 inciso 2º; 2302 inciso 2º.
150
- Si recibió la especie o cuerpo cierto, contrae todas las obligaciones del poseedor de
mala fe, desde que sabe que la cosa fue pagada indebidamente. Por lo tanto, será
responsable de los deterioros que experimente la cosa por su hecho o culpa, aunque
no le hayan aprovechado (art. 906); debe restituir los frutos percibidos e incluso lo
que el dueño pudo percibir con mediana diligencia y actividad (art. 907), etc: art.
2301 inciso 2º.
- Si vendió la especie indebidamente percibida y estaba de mala fe cuando hizo la
venta, es obligado como todo poseedor que dolosamente ha dejado de poseer.
Artículo 2302, inciso 2º.
- El art. se pone en el caso que el accipiens que indebidamente recibió en pago haya
enajenado la especie. En tal evento, quien pagó indebidamente tendrá acción contra
terceros adquirentes a título gratuito (“lucrativo”), si es reivindicable la especie y
existe en su poder. Por el contrario, si el tercero adquirió de buena fe y a título
oneroso, el solvens no tendrá acción en su contra. El tercero debe reunir
copulativamente los requisitos indicados. Nótese que la buena o mala fe no tiene
importancia, si el tercero adquirió a título gratuito: siempre habrá acción en su
contra.
151
determinar cómo debe efectuarse la administración y en general de qué forma se
distribuyen los derechos y obligaciones entre los comuneros.
El artículo 2304 del Código Civil señala que la comunidad de una cosa universal o
singular, entre dos o más personas, sin que ninguna de ellas haya contratado sociedad o
celebrado otra convención relativa a la misma cosa, es una especia de cuasicontrato.
Puede nacer sin que exista convención alguna entre los comuneros, como en el caso de
heredar varias personas de un mismo causante o adquirir varios legatarios una misma cosa.
Aquí, ha sido la voluntad del legislador o del causante la que ha dado origen a la
comunidad.
Debemos sí tener presente que el derecho de los comuneros sobre los bienes proindiviso
o comunes, debe ser de la misma naturaleza: por ejemplo, todos dueños o todos
usufructuarios; por tal razón, no hay comunidad entre el nudo propietario y el
usufructuario, porque sus derechos son de distinta naturaleza, no obstante recaer sobre una
misma cosa.
152
Dispone el art. 2305 que el derecho de cada uno de los comuneros sobre la cosa común
es el mismo que el de los socios en el haber social. No quiere indicar con ello el legislador
que la comunidad, en cuanto a su naturaleza jurídica, se asimile a la sociedad, sino que las
facultades de los comuneros serán las mismas de que gozan los socios en el uso, goce y
administración de los bienes comunes.
2º Derecho de cada comunero a servirse para su uso personal de las cosas comunes, con tal
que las emplee según su destino ordinario y sin perjuicio de la comunidad y del justo uso de
los otros partícipes: art. 2081 Nº 2.
3º Derecho a obligar a los otros comuneros a que hagan también las expensas necesarias
para la conservación de la cosa proindiviso: art. 2081 Nº3.
Se justifica lo anterior, porque las mejoras necesarias, esto es, las destinadas a la
conservación de la cosa, benefician a todos los comuneros. Deberán financiarse de consuno
en consecuencia; la ley pretende con esta norma evitar que el comunero diligente deba
efectuar por sí solo las expensas necesarias, y luego tenga que repetir en contra de los
restantes comuneros. La regla no se extiende sí a las mejoras útiles ni menos a las
voluptuarias.
4º Derecho a oponerse a las innovaciones que sobre el bien común pretenden efectuar los
otros comuneros: art. 2081 Nº4. La norma relativa a la sociedad sólo alude a las
innovaciones que se pretende hacer sobre inmuebles. ¿Qué ocurre respecto de los bienes
153
muebles? Estimamos que el comunero podría protegerse en virtud de las otras facultades
que hemos indicado, especialmente en los números 1 y 2.
Para tal efecto, se citará a los interesados a un comparendo. Por acuerdo unánime o por
mayoría absoluta de los concurrentes que representen a lo menos la mitad de los derechos
en la comunidad, o por resolución del juez, podrán adoptarse todas o algunas de las
siguientes medidas:
154
A consecuencia de no ser la comunidad una persona jurídica, los comuneros no
representan a la comunidad ni se representan recíprocamente. En consecuencia, las deudas
contraídas por un comunero en interés de la comunidad pesan sólo sobre el comunero que
las contrajo. Sólo él será responsable frente al acreedor, sin perjuicio de su acción contra
los restantes comuneros para que se le reembolse lo pagado: art. 2307, inciso 1º.
Distinguimos aquí entre la obligación a la deuda (que pesa sobre el comunero que la
contrajo) y la contribución a la deuda (que pesa sobre todos los comuneros).
Se refiere a esta situación el art. 2307 inciso 2º. Frente al acreedor, los comuneros
responderán en la forma estipulada o solidariamente si expresamente se pactó, o en fin, a
falta de estipulaciones, por partes iguales: obligación a la deuda.
Lo anterior es sin perjuicio del derecho de cada uno de los comuneros contra los otros
partícipes, para que se le abone lo que haya pagado de más sobre la cuota que le
corresponda: contribución a la deuda.
Los comuneros responderán de la culpa leve por los daños que hayan causado en los
bienes y negocios comunes. Asimismo, cada comunero debe a la comunidad lo que saca de
ella, incluso los intereses corrientes de los dineros comunes que haya empleado en sus
negocios particulares.
155
d.11.- Derecho del comunero para enajenar su cuota:
Así se desprende de los artículos 1812 y 1320. La enajenación puede efectuarse aún sin
consentimiento de los restantes comuneros. Excepcionalmente, conforme al artículo 688, se
requiere enajenar un inmueble hereditario de consuno.
3º Por la división del haber común. En este último caso, el art. 2313 establece que la
división de las cosas comunes y los derechos y obligaciones que de ella resultan, se
sujetarán a las mismas reglas que en la partición de la herencia.(arts. 1317 a 1353)
156
CAPÍTULO DECIMOSEGUNDO: RESPONSABILIDAD
PRECONTRACTUAL. ESPECIAL ÉNFASIS EN LOS
TRATADOS NEGOCIALES PREVIOS
En efecto, en esta etapa previa al nacimiento del contrato, pueden surgir dificultades o
desavenencias entre las personas que pretendían concretar el negocio jurídico, que pueden
suponer una ruptura definitiva de las negociaciones. De ahí que resulta necesario estudiar el
período previo a la formación del consentimiento, abordando los problemas que pueden
surgir en el mismo, así como la eventual responsabilidad para quienes en él intervienen,
cuando el contrato no llega a concluirse.
Dicho vacío o silencio fue remediado en parte por el legislador mercantil, quien en el
Mensaje del Código de Comercio hace notar esta deficiencia de nuestra legislación civil y
su intención de llenar tan “sensible vacío”. Pero las normas contenidas en los artículos 97 a
106 del Código de Comercio, parten del supuesto de haberse formulado una oferta. Sin
embargo, el período precontractual comienza antes, cuando las partes se ponen en contacto
con miras a concretar un negocio jurídico.
Podemos afirmar, entonces, que en el período precontractual, hay dos grandes etapas: la
primera, que comprende los denominados tratos negociales previos; y la segunda, la que
se inicia una vez formulada por una de las partes la oferta. Esta segunda fase es propia del
estudio del Acto Jurídico, de manera que centraremos nuestro análisis fundamentalmente en
157
la primera de estas fases. Ahora bien, las definiciones de responsabilidad precontractual que
citaremos seguidamente, suelen aludir, exclusivamente, a la primera de las dos etapas
mencionadas.
158
1° Fase de los meros hechos sociales.
2° Fase de la oferta.
Se afirma que todo el período en el que las partes se acercan para plantear sus opiniones
sobre el futuro contrato en estudio, carece de relevancia jurídica. Con este razonamiento, se
califican las actuaciones de voluntad en dicho período como meros hechos sociales. Por lo
tanto, y aplicando el principio de la autonomía de la voluntad, las partes concernidas en
estos meros hechos sociales, en uso de la libertad, pueden retirarse en cualquier momento
sin que adquieran ningún tipo de responsabilidad, toda vez que así como libremente
empezaron las tratativas, pueden en la misma forma retirarse y no continuarlas.
Cabe advertir que hasta mediados del Siglo XIX, no se admitía responsabilidad civil
sino a partir de la tercera etapa. Ello explica por qué Andrés Bello y los demás redactores
de nuestro Código Civil, ni siquiera contemplaron la eventual responsabilidad a partir de la
formulación de la oferta.
Ihering (quién escribió en el año 1860), sostuvo que la diligencia propia del contrato no
sólo se exigía en las relaciones ya establecidas, sino también a las relaciones contractuales
en vías de formación; de ahí que hable de una “culpa in contrahendo”, o sea, de una culpa
(y por ende de una responsabilidad subsecuente) que se origina mientras se estaba
159
contrayendo el contrato. Considerando que se estaba en vías de concretar un contrato, la
responsabilidad del que generaba un daño en esta etapa debía ser considerada contractual.
Responsabilidad que nace, en todo caso, sólo a partir del momento en que una persona
formula una oferta a otra. No contemplaba Ihering una responsabilidad previa, sosteniendo
que las meras tratativas no originaban responsabilidad. Así, Ihering retrotrae una posible
responsabilidad a la segunda etapa mencionada en el acápite precedente, pero no iba tan
lejos como para plantear que pudiera ella nacer en la primera de las aludidas etapas. Los
tratos negociales previos, entonces, no quedaban amparados por la “culpa in contrahendo”.
El jurista argentino Luis María Boffi Boggero resume los postulados de Ihering en siete
puntos, a saber:
3° Las diligencias exigidas para ejecutar el contrato son idénticas a las que deben exigirse
en el período formativo de él;
160
realmente necesitaba. El contrato adolece de nulidad, por error esencial, si se comprueba la
existencia del vicio de nulidad, pero ¿quién responde por los gastos ocasionados a
consecuencia del embalaje, flete de la mercancía, impuestos aduaneros eventualmente
pagados, seguros de transporte, etc.? La doctrina tradicional no respondía la interrogante y
eventualmente se concluía que el comerciante damnificado (quien recibió la solicitud
erróneamente formulada) no podía accionar contractualmente para obtener el resarcimiento,
pues el contrato era nulo, y tampoco disponía de la acción extracontractual contemplada en
la ley Aquilia, ya que el caso planteado no encajaba en ninguno de los supuestos
contemplados en esa ley. Con todo, no cabía duda que semejante conclusión pugnaba con la
equidad, pues la parte que había incurrido en culpa quedaba indemne (quien se equivocó al
escribir quintal donde debió anotar libra), mientras que la parte inocente resultaba víctima
de la negligencia del primero, sin obtener reparación. Buscando una solución legal, Ihering,
después de revisar casos similares al expuesto, encuentra como punto en común el que la
culpa se cometió en el período previo a la formación del contrato; una de las partes ha
sufrido un daño a consecuencia de una acción realizada por la otra mientras se contraía la
relación contractual. De ahí que denominase su doctrina culpa in contrahendo. Agrega el
jurista alemán que esta culpa in contrahendo se encontraba admitida en el Corpus Iuris, en
algunos casos particulares, ya referidos, como el de la nulidad del contrato de compraventa
por vicios de la cosa vendida (como acontecía en el caso de ser incomerciable la cosa
vendida), o por incapacidad de alguno de los contratantes, etc.
161
doctrina. Para la mayoría, abarcaría ambas indemnizaciones. Para algunos autores, sólo el
daño emergente.
1° Porque se desprende de los textos romanos en los que se basó, que nos estaríamos
moviendo en el campo extracontractual, pues el contrato ha nacido nulo; y
162
2° Porque en los casos de compraventa de res extra commercium, hay dolo y no culpa.
Con todo, sin perjuicio de compartir estas críticas, debe reconocerse el esfuerzo de
Ihering por subrayar la necesidad de indemnizar a quien creía celebrar un contrato válido,
aunque éste en definitiva no pudo prosperar, por contener una causal de invalidez.
Según veremos, la tesis de Ihering tuvo una recepción parcial, en el BGB o Código Civil
alemán, del año 1900.
Gabriel Faggella, profundizará las ideas de Ihering. A diferencia del jurista alemán,
Faggella, en su obra publicada en el año 1906 y que titula “De los períodos
precontractuales y de su verdadera y exacta construcción científica”, sitúa el inicio de una
posible responsabilidad precontractual antes de la emisión de la oferta. La responsabilidad,
para este autor, nace a partir del inicio de los tratos previos. Sostenía Faggella que en toda
negociación, se distinguen dos períodos: el primer período, en el que las partes discuten,
cambian ideas, proyectan el negocio, y que corresponde a las tratativas previas. Este primer
período, a su vez, se subdivide en dos momentos: el primer momento, cuando el negocio
es “concebido” en abstracto por los interesados, y que corresponde a las tratativas previas
propiamente tales; luego, el segundo momento, cuando dicho negocio deja de ser algo
abstracto y los interesados buscan concretarlo, elaborando la oferta; como refiere Brebbia,
en este segundo momento del primer período, cada parte, enterada de la exigencia de la
otra, hace un balance de la situación, pasa revista a los puntos sobre los que en principio
existe acuerdo y entonces, una de ellas, generalmente la que ha tomado la iniciativa de las
negociaciones, se encarga de redactar una oferta definitiva. De esta forma, el primer
período concluye al emitirse por una de las partes la oferta. El segundo período, es aquél
en que se define el negocio mediante la manifestación de una oferta en firme y su posterior
aceptación. En este segundo período también se observan dos momentos: el primer
momento, que va desde el análisis de la oferta hecho por su destinatario y se extiende hasta
su aceptación; y el segundo momento, que transcurre desde la aceptación hasta el
cumplimiento del contrato. Este primer momento del segundo período, en el cual el lazo
que une a las partes se ha estrechado más aún, y por ende en el que el grado eventual de
responsabilidad por la ruptura de las negociaciones se hace más acentuado, también podría
cesar al producirse la ruptura o desacuerdo de las partes, que impide la formalización del
contrato.
Después de precisar Faggella estos dos períodos y cuatro momentos (tres de los cuales
forman parte, propiamente, de las relaciones precontactuales), determina el autor italiano
las consecuencias jurídicas que se derivan de los mismos, mientras el contrato aún no se
perfecciona. Para ello, plantea dos puntos de vista, uno negativo y otro positivo, según se
trate de los resultados que no ocasionarán o que nacerán a consecuencia de las
negociaciones preliminares. Los resultados negativos se manifiestan por el hecho que las
partes mantienen, a través de todo el período precontractual, el derecho a revocación o
163
retractación de las ofertas o contraofertas hechas. Se trata del reconocimiento del ius
revocandi. Los resultados positivos dicen relación con la responsabilidad civil emergente
de los hechos realizados por las partes en el período precontractual. Para Faggella, el solo
hecho de entrar en negociaciones en vista de la formación de un contrato constituye un
hecho colocado bajo la protección de un derecho. Si bien es cierto que las partes pueden
separarse en cualquier momento de las negociaciones, la ruptura intempestiva de las
mismas puede originar responsabilidad cuando de la misma se derivan daños. Se considera
que ha habido retiro intempestivo siempre que una de las partes pone fin a las tratativas sin
que éstas hayan seguido su curso normal, es decir, no hayan culminado con la celebración
del contrato o en la ruptura definitiva por falta de acuerdo. Ahora bien, el fundamento de
esta responsabilidad no se encuentra en la culpa, como creía Ihering, sino en la violación
del acuerdo concluido expresa o tácitamente entre las partes para entablar
negociaciones. Tal violación puede existir sin que haya dolo o negligencia, siendo
suficiente una trasgresión arbitraria, sin motivo, de las tratativas.
3° La indemnización sólo debe cubrir los gastos reales en que incurrió uno de los partícipes
y no el lucro cesante.
Será el jurista francés Raymond Saleilles quien en el año 1907, empleará por vez
primera la expresión “responsabilidad precontractual”. Para Saleilles, el fundamento de la
obligación de indemnizar por parte de aquel que causó un daño al retirarse arbitrariamente
de las negociaciones previas al contrato, se encuentra en haberse creado por la voluntad (de
quien se retiró) una seguridad parcial que nació en el otro partícipe de las negociaciones de
celebrar efectivamente el contrato. La extensión de esta obligación de indemnizar que recae
en el que generó esta seguridad y después se retiró de la negociación, debe buscarse en los
usos y la equidad comerciales. Para Saleilles, las partes que se han puesto en contacto
para concluir un contrato tienen desde el primer momento la obligación de obrar conforme
a la equidad comercial y a la buena fe. Existe por tanto retiro intempestivo de las tratativas
cuando una de las partes viola los usos impuestos por la equidad comercial. Será esa
violación y no la idea de culpa la que determinará las condiciones y extensión del
resarcimiento. En este punto, Saleilles coincide con Faggella. Distingue el autor francés,
que el resarcimiento debe limitarse a los gastos efectivamente producidos a raíz de las
tratativas, si no se llegó a emitir la oferta por una de las partes; por el contrario, cuando la
oferta fue emitida, en ciertos casos particulares Saleilles admite de que el aceptante pueda
exigir el cumplimiento del contenido de la prestación, es decir, su ejecución real (por
164
ejemplo, cuando el oferente se comprometió, al emitir la oferta, a mantenerla dentro de un
plazo y la revoca antes de su vencimiento).
La doctrina moderna, postula de esta manera que puede existir una responsabilidad previa
al nacimiento del contrato, que genéricamente se denomina “precontractual” y que nace al
cumplirse con los siguientes requisitos:
2° Que el retiro de las negociaciones por una de las partes sea arbitrario, es decir, que
carezca de un fundamento jurídico.
b.- De la oferta.
165
A.- De los Tratos Negociales Previos o Negociaciones Preliminares:
a.1.- Concepto:
Como señala Rosende, los tratos suelen iniciarse en el instante en que las partes se
ponen en contacto por primera vez y con miras a conversar y analizar, en el terreno de las
meras expectativas, las condiciones de un negocio futuro. Para que se pueda hablar de
tratos, es necesario que el contacto entre las partes no se haya producido en virtud de la
oferta; esto obedece a que en este período, las partes no persiguen la creación de
obligaciones entre ellas, sino la mera discusión sobre diversos puntos relativos al contrato
cuya celebración se pretende y que tendrá por fin inmediato la elaboración de una oferta y
su manifestación por el futuro oferente. Los tratos constituyen la fase exploratoria del
consentimiento, en la que las partes buscan los acuerdos mínimos y esenciales para el
futuro contrato sin adentrarse aun en el terreno obligatorio de la formación del
consentimiento, que se inicia con la emisión de la oferta.
a.3.- Terminación:
La duración de los tratos depende de las circunstancias que los rodean. En caso de
controversia, corresponderá al juez, en cada caso particular, tras ponderar las circunstancias
166
específicas, determinar cuándo ha habido realmente ruptura de tratativas. No obstante, es
posible indicar algunos casos en los que se deben entender concluidos los tratos:
- Cuando se ha materializado la intención que tenían las partes al iniciar los tratos,
esto es, cuando se formula la oferta;
- Con mayor razón, cuando se celebra el contrato;
- Cuando una de las partes ha decidido desistirse unilateralmente de ellos; y
- Cuando las partes, de común acuerdo, estiman conveniente poner término a las
conversaciones.
Saavedra, por su parte, destaca que se trata de una relación jurídica especial, orientada
al perfeccionamiento de un contrato futuro, de manera que no puede afirmarse que se trate
de una etapa negocial irrelevante para el Derecho. Si bien todavía no existe una relación
obligatoria, el solo hecho de ponerse socialmente en contacto crea para ambas partes un
deber recíproco de lealtad y de probidad prenegocial, que impone deberes no sólo negativos
sino también positivos, consistentes en revelar la realidad de las cosas.
167
a.5.- Distinción entre los tratos negociales previos y las figuras afines de la oferta y el
precontrato:
Para Rosende, existen tres elementos que sirven para diferenciar los tratos de otras
figuras jurídicas similares como las dos mencionadas: la finalidad de la voluntad; el
contenido de la volición; y los efectos que dicha voluntad es capaz de producir.
- En cuanto al contenido: los tratos persiguen elaborar las bases de una oferta; se trata de
que las partes se ubiquen en las condiciones hipotéticas en que podrá celebrarse el contrato,
gozando siempre de absoluta libertad para cambiar de parecer. En cambio, el proponente
formula la oferta con la intención de obligarse en los términos en que está concebida.
- En cuanto a los efectos: en los tratos, el único efecto jurídico a que pueden dar origen es
la responsabilidad emanada de un daño provocado por la conducta de alguna de las partes.
Distintos son los efectos de la oferta, pues por una parte la responsabilidad puede ser
mayor, y por otra su consecuencia probable será el nacimiento del contrato.
Saavedra, por su parte, destaca las siguientes diferencias entre los tratos negociales
previos y una oferta:
- Los tratos negociales pueden existir o no, como fase preliminar a un determinado acto
jurídico; en cambio, la oferta es un elemento esencial que no puede faltar en todo contrato.
- La importancia de los tratos negociales previos es muy relativa y dependerá de cada caso
concreto; en cambio, la oferta tiene siempre una importancia fundamental, porque
determina el contenido de la aceptación.
- Los tratos negociales previos pueden referirse sólo a un aspecto del contrato. La oferta, en
cambio, debe ser completa, debe cubrir todos los puntos que formarán el contenido del
contrato.
168
a.5.2.- Diferencias entre los tratos negociales previos y los precontratos:
- En cuanto a la finalidad: también en este caso el factor que distingue a una y otra figura
es el elemento intencional, pues mientras en los tratos preliminares no existe la intención de
obligarse, esta intención constituye la esencia y finalidad de los precontratos. Así, por
ejemplo, una de las especies de precontrato, la llamada promesa de contrato, es una
convención como cualquier otra, en virtud de la cual las partes se obligan con el fin de
celebrar un contrato futuro.
Se denomina como tal a todo el período anterior a la oferta. Indica las actuaciones de
las partes sin intención de obligarse y que se refieren a las discusiones, intercambios de
puntos de vista y al sondeo de los intereses de cada negociante.
Es una etapa más avanzada, en la cual las partes dejan constancia de los puntos
esenciales sobre los cuales están de acuerdo en principio, aunque existan diferencias en
otros elementos del futuro contrato, ya sea de la naturaleza o accidentales. Esta etapa se
concreta en la emisión de una minuta o borrador, que es un documento en el cual las partes
169
dejan expresa constancia de los acuerdos alcanzados hasta ese punto, aunque todavía
existan aspectos en los cuales difieran. Se trata de ir dejando constancia de los acuerdos que
las partes progresivamente van alcanzado durante la negociación, con el objeto de
simplificar las conversaciones posteriores. Se podría sostener que la puntualización es una
especie de pre-oferta, un documento que sienta las bases de algunas de las materias que
integrarán la oferta, y en las que, desde ya, concuerdan quienes están negociando.
170
Cabe distinguir, según si había o no convención que regulaba las tratativas. Dicho de
otro modo: las partes pueden o no fijar previamente las reglas conforme a las cuales,
iniciarán sus tratativas (así, por ejemplo, se estipula que las bases propuestas por una de las
partes, deberán enviarse a determinados correos electrónicos o domicilios; que los
documentos o anexos deberán adjuntarse en determinado formato; y que el receptor
contestará en cierto plazo, etc.). Si había convención, entonces habrá que aplicar la
responsabilidad contractual. Si no la había, deberá aplicarse la responsabilidad
extracontractual.
Destaca Saavedra que los tratos negociales previos tienen importancia por las siguientes
razones:
• Porque al contar las partes con una mayor y mejor información, pueden formarse un
adecuado juicio de valor sobre la conveniencia o no de celebrar un contrato.
• Porque las partes, sin obligarse aún, pueden explorar tranquilamente las mejores
condiciones, mediante la búsqueda de los acuerdos mínimos que les permitan alcanzar un
futuro contrato.
• Porque de acuerdo al criterio imperante, durante esta etapa las partes están protegidas por
una responsabilidad precontractual.
• Porque el intercambio de puntos de vista entre las partes, puede coadyuvar a una mejor
interpretación del negocio jurídico que en definitiva se logre alcanzar. Complementando lo
planteado por Saavedra, cabe tener presente aquí lo dispuesto en el artículo 1560 del
Código Civil, que privilegia, por sobre lo literal de las palabras empleadas por los
contratantes, su intención. Esta, puede haberse reflejado claramente en los documentos
intercambiados durante los tratos negociales previos. También podría incidir en la segunda
hipótesis contemplada en el artículo 1566 del Código Civil, al interpretarse las cláusulas
ambiguas que hayan sido dictadas por una de las partes, en contra de ella, si la ambigüedad
proviene de una falta de explicación que haya debido darse por ella.
171
B.- De la Oferta:
172
b.3.- Fundamento de la responsabilidad generada por la oferta:
Conforme al artículo 98, puede nacer responsabilidad de indemnizar por el oferente, cuando
éste omitió avisar de su revocación al destinatario de la oferta, y el último aceptó
extemporáneamente. En este caso, habría que aplicar las normas de la responsabilidad
extracontractual, ya que no existe vínculo preexistente, desde el momento en que el
oferente se retractó de su propuesta.
El artículo 100 del Código de Comercio, por su parte, consagra la responsabilidad que
puede pesar sobre quien se retractó tempestivamente de su oferta, cuando el destinatario de
la misma incurrió en gastos o se le producen perjuicios. Aquí, estaríamos ante un caso de
responsabilidad legal.
c.1.- Concepto:
Suele proceder cuando se trata de contratos que, además del consentimiento, requieren
la realización de formalidades. Si bien la oferta ha sido aceptada, el contrato aún no se
perfecciona. Se trata entonces de una eventual etapa intermedia, entre la aceptación de la
oferta y la conclusión del contrato, en la que las partes suscriben el “cierre de negocio”.
Así, por ejemplo, cuando las dos partes suscriben, por separado, con un corredor de
propiedades, un cierre de negocio, comprometiéndose a suscribir la escritura de promesa o
derechamente la de compraventa de un inmueble en un cierto plazo.
Álvaro Puelma lo define como “una estipulación en que las partes se obligan a
pagarse recíprocamente una cantidad de dinero si el negocio no se realiza en un plazo
determinado y una de ellas está dispuesta a realizarlo.”
Abeliuk subraya que el establecimiento de una multa para el evento de que una de las
partes no celebre el negocio, sería un elemento esencial para caracterizar cuando estamos
ante un cierre de negocio. Asimismo, es necesario que la suma de dinero o los documentos
representativos de ella que corresponden a la multa, se depositen en manos de un tercero
(por ejemplo, un corredor de propiedades), para que éste haga entrega de ellos al que
173
cumple el contrato de que se trata. También habría cierre de negocios, si las partes
simplemente han pactado que una de ellas pagará a la otra cierta suma, si la primera se
niega a celebrar el contrato definitivo y la otra está dispuesta a celebrarlo. En cambio, si
una de las partes entrega directamente a la otra parte una suma en garantía de la celebración
o ejecución de un contrato, estaríamos ante arras y no ante un cierre de negocio.
d.1.- Concepto:
Contrato preparatorio o preliminar es aquel mediante el cual las partes estipulan que en
el futuro celebrarán otro contrato, que por ahora no pueden concluir o que está sujeto a
incertidumbre, siendo dudosa su factibilidad. Al decir de Fernando Fueyo, es una
vinculación, nacida de contrato, cuya eficacia, en el querer de las partes, es sólo preliminar
o previa, puesto que lo que se intenta es una relación futura y definitiva, la cual,
ordinariamente, es entre las mismas partes concertantes. Mediante el contrato preparatorio,
las partes que no pueden obtener de inmediato el resultado económico que esperan, quedan
vinculadas jurídicamente y pueden mientras tanto resolver las dificultades legales,
174
financieras, etc., hasta que una vez subsanadas, puedan celebrar el contrato definitivo y
satisfacer plenamente sus intereses.
175
d.3.- Fundamento de la responsabilidad:
Contrato definitivo es aquel que se celebra cumpliendo con la obligación generada por
el contrato preparatorio. Tal obligación es de hacer, y consiste en suscribir, dentro de un
plazo o si se cumple una condición, el futuro contrato. En tal caso, los incumplimientos
serán resueltos de conformidad con las normas de la responsabilidad contractual por
infracción del contrato.
176
Para Saavedra, a modo ejemplar, constituyen conductas que no infringen este proceder
de buena fe, o dicho en términos positivos, son conductas que están conformes al principio
de actuar de buena fe, las siguientes:
Ihering, según vimos, postulaba que debían aplicarse las reglas de la responsabilidad
contractual, lo que se explicaba, pues para él, dicha responsabilidad sólo podía nacer
después de haberse formulado la oferta. Agregaba que el supuesto de la responsabilidad,
era una actuación culpable de una de las partes. En síntesis, para el autor alemán, la
responsabilidad precontractual se fundaba en la culpa contractual.
177
produciéndose después una ruptura injustificada e intempestiva de ellas, sin esperar su
término natural.
178
voluntad del que efectuó la declaración, pues el Derecho la impone aún contra esa misma
voluntad. Es la ley la que quiere que quien recibe una oferta pueda tener confianza en
arribar a la conclusión de un contrato en base a ella, si media aceptación. Este criterio
doctrinario ha sido criticado, pues “…como todos aquellos que pretenden dar sustento
teórico a una institución apoyándose solamente en la voluntad de la ley, no otorga en
realidad fundamento jurídico alguno a los casos de responsabilidad precontractual.”
179
frustrado, un acto ilícito. La responsabilidad sería ‘aquiliana’, lo que presupone la
existencia de dolo o culpa.” En todo caso, advierte Boffi que en ciertos casos, la nulidad de
un contrato no hace nacer responsabilidad para ninguna de las partes, como ocurre con
aquél celebrado por dos dementes. En el derecho chileno, no hay una norma similar a la del
artículo 1056 del Código Civil argentino, pero estimamos que también podrá pedir una de
las partes la reparación de los perjuicios, considerando que de conformidad al artículo
1687, tiene derecho a ser restituida al estado anterior al de la celebración del contrato, y ello
incluye ser resarcido entonces de todos los perjuicios que el acto frustrado le hubiere
provocado. Ahora bien, como la declaración de nulidad implica que no hubo contrato, la
responsabilidad no podría ser contractual, sino aquiliana. Sobre este particular, Pablo
Rodríguez Grez, a propósito de la Ley de Matrimonio Civil, ha planteado la eventual
procedencia de la indemnización de perjuicios por daños morales, que alegue uno de los ex
presuntos cónyuges, cuando el matrimonio se declara nulo. Así, tratándose de la nulidad del
matrimonio, sería una causal que justifique reclamar el pago de tal indemnización, por
ejemplo, el ocultamiento por uno de los cónyuges de un trastorno o anomalía psíquica que
fehacientemente comprobada, impida absolutamente formar la comunidad de vida que
implica el matrimonio; o el haber hecho creer al otro contrayente que se tenía una cualidad
personal que, atendida la naturaleza y fines del matrimonio, fue determinante para otorgar
el consentimiento; o el haber empleado la fuerza; o el haber omitido la circunstancia de
existir un vínculo matrimonial no disuelto.
Plantea el siguiente ejemplo: “Si A, residente en Buenos Aires, pide a B, que vive en
Tucumán, baje a la ciudad primeramente citada para negociar un convenio y a su llegada,
sin siquiera acordarle audiencia, le hace saber que ha desistido de su propósito, debe
responder por los daños causados a B (gastos de viaje, estadía, etc.), no porque puso fin
180
intempestivo a las negociaciones, sino porque actuó en forma culposa.” Afirma de esta
forma Brebbia que el fundamento de la obligación de indemnizar durante las tratativas
reside en la culpa, que no tiene, sin embargo, fundamento contractual (como afirmaba
Ihering), pues se trata de hechos realizados en un período en el que todavía no existía
contrato perfeccionado. No cabe sino concluir, entonces, que la culpa precontractual se
encuentra regida por las normas atinentes a la culpa aquiliana o extracontractual, aunque
ello no significa que esta culpa nacida en el período precontractual no revista caracteres
propios que la individualizan de la culpa extracontractual originada por hechos ilícitos. Dos
diferencias destaca Brebbia: 1° Diferencia en los sujetos intervinientes: los sujetos de la
obligación de resarcir, en los casos de responsabilidad precontractual, no pueden ser otros
que las personas relacionadas para la concertación de un convenio; mientras que en los
supuestos de culpa aquiliana los sujetos activos y pasivos pueden ser personas extrañas sin
ninguna relación previa entre sí. 2° Diferencia de grado existente entre ambas especies de
culpa: existe un mayor grado de afinamiento en el concepto de culpa precontractual que en
el de culpa aquiliana. El primero, atiende al especial deber que tienen las partes, durante las
negociaciones, de observar una conducta prudente y leal. Sin esa buena fe, sin esa lealtad
que deben presidir los actos preliminares de un contrato, el tráfico jurídico sufriría graves
entorpecimientos o se paralizaría. Ello implica que una misma conducta puede ser
considerada negligente y por ende sancionada como tal si se encuentra relacionada con las
tratativas de contrato, y en cambio, calificarse como normal y diligente si escapa a la órbita
de las negociaciones preliminares. Para ilustrar esta diferencia de grado que existe entre
ambas especies de culpa, ejemplifica con el caso siguiente: “si A invita a B a
conversaciones sobre un negocio en perspectiva y en cumplimiento de tal proposición –que
no es todavía oferta- B realiza ciertos gastos que A podía perfectamente prever, este último
debe responder a la contraparte de tales erogaciones si, verbigracia, antes de entrevistarse
con ella, cierra contrato sobre la misma materia con otra persona. En cambio, si A invita
simplemente a B a ir a Buenos Aires, sin entrar en tratativas de contrato –diciéndole, por
ejemplo, que desearía hablarlo personalmente por un asunto de su interés-, no responde
civilmente por los gastos que realice este último con motivo de su viaje. El hecho en ambos
supuestos es el mismo y, sin embargo, no surte los mismos efectos, debido a la diferencia
que hemos anotado entre la culpa precontractual y aquiliana.”
181
considerando el estrechamiento y formalización de relaciones producido por la oferta. De
esta forma, la culpa que pueda originarse en este período de la oferta, revestirá un carácter
de gravedad superior a la susceptible de originarse durante las tratativas. Para ello, se apoya
en el tenor del artículo 902 del Código Civil argentino, que establece: “Cuando mayor sea
el deber de obrar con prudencia y pleno conocimiento de las cosas, mayor será la
obligación que resulte de las consecuencias posibles de los hechos.” Se trata, en definitiva,
de responsabilidad aquiliana.
182
en una evidente contradicción, porque del contrato no pueden surgir obligaciones si no ha
sido concluido.”
1° Antes de formular la oferta: la responsabilidad que pueda generarse ha de regirse por las
reglas de la responsabilidad extracontractual;
Ihering sostenía que se debía reparar todo el daño producido cuando no se concluye el
contrato por la ruptura intempestiva de las negociaciones (bajo el supuesto, eso sí, de
haberse formulado ya la oferta) o cuando a pesar de haberse celebrado el contrato, este es
declarado nulo (recordemos que en este último caso, se basaron los juristas romanos que
inspiraron a Ihering). Para Ihering, la reparación podía comprender tanto los perjuicios
efectivos sufridos por la parte afectada –por ejemplo, por haber incurrido en gastos inútiles
efectuados durante las tratativas negociales-, como también la pérdida de posteriores
ocasiones de negociar a causa del contrato no concluído. Por lo tanto, la reparación
comprendería tanto el daño emergente como también, de haberlo, el lucro cesante. Lo que
debe resarcirse, plantea Ihering, ha de comprender el “interés negativo” o “de confianza”,
que comprende todo el daño sufrido por aquél que confió en que se celebraría el contrato o
en que este contrato sería válido (en cambio, reserva la expresión “interés positivo” o “de
incumplimiento” para referirse a todo el daño causado a consecuencia de la inejecución de
un contrato efectivamente celebrado).
Brebbia, por su parte, afirma que “…el resarcimiento en los casos de responsabilidad
precontractual, al igual que en los supuestos de responsabilidad aquiliana, debe ser
integral, o sea, comprender el perjuicio efectivamente sufrido y la ganancia frustrada.” Sin
embargo, agrega que “La regla que obliga a reparar el daño emergente y el lucro cesante
encuentra su lógica limitación en la relación de causalidad existente entre el hecho
generador de responsabilidad y el perjuicio.” En este sentido, apoyándose en los artículos
90376, 90477 y 90578 del Código Civil argentino, distingue según se trata del daño
indemnizable ocasionado en las tratativas preliminares o después de formulada la oferta:
184
1° Respecto del daño originado en la etapa de las tratativas preliminares: aquí, el
damnificado sólo puede demandar el reembolso de los gastos ocasionados con motivo de
las negociaciones y no la ganancia dejada de percibir, porque entre la última y el hecho
culposo no existe una relación adecuada de causalidad. La privación de la hipotética
ganancia no tiene por causa la ruptura culpable de las tratativas, sino la propia actividad del
damnificado al comprometerse en negociaciones con una determinada persona desechando
otras perspectivas que le pudieron reportar una seguridad mayor de conclusión del contrato;
b) Durante tales negociaciones debe ocurrir una conducta antijurídica por parte de uno de
los partícipes, a raíz de la cual se frustra, injustamente, el objetivo de alcanzar una relación
contractual estable y además lícita.
c) Dicha conducta antijurídica debe ser reprochable, y para ello dos supuestos son
necesarios: que sea imputable a uno de los partícipes de los tratos negociales previos y
dañina para la contraparte.
185
f) Debe existir una relación de causalidad adecuada entre la conducta antijurídica,
reprochable, dañina e imputable desarrollada por uno de los partícipes durante los tratos
negociales previos y los perjuicios ciertos, efectivos, sufridos por el otro de los partícipes.
g) Los sujetos activos y pasivos de la acción de responsabilidad que pueda surgir durante
los tratos negociales previos son los partícipes directos en tales negociaciones. Los daños
que puedan sufrir terceros a causa de estos tratos, se rigen por las reglas de la
responsabilidad extracontractual.
a) Que las conversaciones o tratos previos, se hayan efectuado voluntariamente, sin existir
una obligación que así lo exigiere.
b) Que los gastos en que incurre una de las partes, se hayan ocasionado a consecuencia de
la conducta desplegada por la otra parte que después se retira de la negociación (por
ejemplo, si una empresa llama a arquitectos para hacer los estudios de una construcción, sin
advertir previamente que los estudios que se realicen no generarán un compromiso para la
empresa).
c) Que el tribunal considere si los gastos en que se incurre, forman o no parte de los riesgos
del negocio y si éstos han sido provocados por la contraparte o han sido espontáneos.
186
CAPÍTULO DECIMOTERCERO: RESPONSABILIDAD
OBJETIVA
a) Teoría del riesgo creado: refleja la idea de atribución de los efectos de un acto al autor
del mismo. El hombre no es responsable sino por los riesgos que él mismo ha creado.
b) Teoría del riesgo: se responde, en cualquier circunstancia, por realizar una actividad
peligrosa para terceros; esta denominación tiene el valor de llamar la atención sobre ciertos
fenómenos o actividades que frecuentemente se realizan en la sociedad moderna, y que
exigen un cuidado especial del legislador. Sin embargo, se ha criticado esta expresión, por
ser imprecisa, ya que hace responsable incluso del caso fortuito, y porque no se plantea el
problema de la causa de la cual emana la responsabilidad.
Porque la culpa, que se mide según el tipo inmutable del buen padre de familia o del
ideal de un hombre prudente y diligente, ya no es en verdad un elemento subjetivo, o sea,
en la llamada responsabilidad subjetiva, también hay elementos objetivos, como este
parámetro del “buen padre de familia”; y
a.1.- Primera etapa, de confusión entre la responsabilidad civil y la penal: para los
sistemas jurídicos primitivos, éstas forman un solo todo; el autor del daño, era castigado
con una pena privada; a veces, sin que existiere la debida proporcionalidad entre el daño y
el castigo impuesto al responsable del mismo. Posteriormente, la introducción de la “Ley
del Talión” supondrá un primer progreso en la búsqueda de dicha proporcionalidad.
a.4.- Cuarta etapa, en la que se plantea la teoría del riego: surge a fines del Siglo XIX la
teoría del riesgo, como una consecuencia de la Revolución Industrial y después de la
“cuestión social”. Deja así de ser la culpa el único fundamento de la responsabilidad civil,
pues junto a ella y en algunos casos en forma exclusiva, se propone como factor de
atribución de responsabilidad el riego creado.
189
a.5.- Quinta etapa, en la que se manifiestan algunas tendencias actuales: en ella, se parte
de la premisa que el derecho de la responsabilidad civil ha sufrido, en nuestros días, una
profunda evolución, explicada fundamentalmente por dos factores:
1° La responsabilidad subjetiva;
2° La responsabilidad objetiva; y
190
B.- Evolución Histórica de la Teoría del Riesgo.
Desde los inicios del derecho romano hasta nuestros días, se ha producido una doble
evolución, que se traduce en un movimiento pendular, gravitando en éste las dos nociones
cardinales de la culpa y el riego. En el derecho romano, primero la responsabilidad fue
objetiva. También se observa esta tendencia en el antiguo derecho hebreo. Más tarde, surge
la culpa como fundamento de la responsabilidad civil, noción apoyada sobre todo por el
Cristianismo.
Con el paso de los siglos, la supremacía de la culpa comenzó a ser puesta en duda,
afirmándose la idea de que el autor del daño puede ser declarado responsable sin que se le
pueda imputar culpa alguna. Los primeros que lo hicieron fueron algunos autores de la
escuela del derecho natural del Siglo XVIII, quienes patrocinaban la responsabilidad de las
personas privadas de discernimiento, específicamente de los menores y de los dementes.
Será sin embargo el proceso de industrialización, el que gatillará con mayor fuerza la
teoría del riesgo. Numerosas víctimas, especialmente los obreros, que sufrían un accidente
a causa o con ocasión del trabajo, solían quedar privados de toda reparación. Esta situación
tan injusta debía cesar, considerando además que tales accidentes aumentaban y que no era
posible mirar con indiferencia el caso de un individuo que, por un accidente cuya causa a
veces era desconocida, quedare sin reparación alguna y sumido por lo mismo en la miseria.
191
IV.- Principios Motores o Ideas Directrices de la Responsabilidad
Objetiva:
Fue el primero propuesto por la doctrina. Fue elaborado por Binding y Venezian,
quienes sostuvieron que sencillamente es el hecho de haber ocasionado el daño, el que
constituye el fundamento de la obligación de reparación. Esta posición es la que sirve de
base a la teoría del riesgo en su forma más depurada y primitiva, la llamada por la doctrina
francesa como teoría del riesgo puro o integral.
Conforme a éste, las pérdidas que pueden provenir de una empresa, incluyendo en éstas
las indemnizaciones por los daños a terceros, son de cargo de aquél que obtiene beneficios
de la misma empresa. Como señala Víctor Mataja, las pérdidas y los daños provenientes de
los accidentes inevitables ligados a la explotación de una empresa cualquiera, deben ser
considerados, según la justa apreciación social, entre los costos de explotación de la misma.
Frente a la dificultad que enfrentaba la víctima, en orden a probar la culpa del autor, se
plantea que el único medio que puede poner fin a esta desventaja de la primera, consiste en
la introducción de un sistema de responsabilidad que no permita al demandado liberarse de
ésta mientras no pruebe que el accidente se debió a una causa por completo extraña a su
voluntad.
192
Se agrega que la responsabilidad objetiva puede ejercer incluso una influencia positiva
por medio de esta responsabilidad inminente, estimulando al individuo a desplegar todas
sus fuerzas y capacidades con el fin de evitar los daños que puedan surgir de su actividad.
Por eso, algunos autores han dicho que esta responsabilidad tiene un efecto educativo.
La equidad, se agrega, sólo obliga a aquél que está ligado con otro por la relación de
causalidad que emana de haber provocado un daño.
Se inspira éste en la idea directriz según la cual, para poder soportar con los menores
sacrificios posibles los daños que sobrevienen, conviene, sin tomar en cuenta el origen del
daño y las obligaciones de reparación eventuales, adoptar la precaución que éstos daños
sean metódicamente repartidos entre los directamente interesados, lo que se logra a través
de contratos de seguros de responsabilidad. De este modo, se garantiza a las víctimas que
efectivamente recibirán su indemnización. Se agrega que sin un complemento de este tipo,
ningún sistema de responsabilidad podría considerarse satisfactorio. Hoy en día, de manera
progresiva, el legislador tiende a hacerlo obligatorio.
193
Quienes sostienen este principio, se han esforzado por extender la noción del carácter
riesgoso de un acto, con el fin de poder someter a este principio varios actos que en verdad,
no son riesgosos. En tal dirección, Max Rümelin propone una lista de actos que para él
serían riesgosos, entre ellos: la guarda de animales domésticos, la posesión de edificios, el
empleo de personal que hace el patrón, la constitución de una persona jurídica, y el
ejercicio de la jurisdicción por parte del Estado, en este último caso, por las posibilidades
de incurrir en errores al impartir justicia.
Analizaremos primero la teoría del riesgo integral, para abordar después los otros
criterios propuestos en la doctrina.
El estado más primitivo de la teoría del riesgo y que satisface a algunos de sus
partidarios, es la teoría del riesgo integral, que niega la necesidad de culpa para la
existencia de la responsabilidad. La responsabilidad civil, para los partidarios de esta
doctrina, existe desde el instante en que concurren un daño y la relación de causalidad entre
éste y la actividad del autor. Lo fundamental para esta teoría es la existencia de una relación
de causalidad, principio elaborado por Binding, es decir, entre el hecho del cual deriva el
daño y éste último. Los tribunales, de esta forma, deben constatar la existencia de este nexo
para dar por establecida la responsabilidad, sin realizar un análisis de la licitud o ilicitud de
la conducta del autor del daño. Lo único que debe probar la víctima del acto ajeno para
obtener reparación, será el perjuicio sufrido y el vínculo de causa a efecto entre este
perjuicio y el hecho en cuestión.
194
Sin embargo, esta tesis puramente objetiva, no ha sido acogida por todos los autores,
quienes la cuestionan como la base exclusiva de la responsabilidad objetiva. La mayoría,
luego de demoler el concepto de culpa, se esfuerzan sin embargo en proponer criterios que
permitan establecer el fundamento de la responsabilidad objetiva. Los veremos en el
acápite siguiente.
El filósofo alemán Durkheim propone como ideal el acto normal, es decir, aquél que,
para un tipo social dado y considerado en una fase determinada de su desarrollo, se produce
en el promedio de las sociedades de esa clase y en la fase correspondiente de su evolución.
El jurista francés Saleilles sostenía por su parte que no se responde de las consecuencias
perjudiciales de todos los actos, sino de los riesgos excepcionales resultantes de una
actividad fuera de lo normal.
La tesis del acto anormal, fue particularmente defendida por Ripert, quien a propósito
de la responsabilidad por el ejercicio del derecho de propiedad, y en particular en las
relaciones del dueño con sus propietarios vecinos, sostenía que “cualquiera que no use su
propiedad en las condiciones normales de su época y de la situación de su inmueble debe
reparar el daño que éste causa o no tendrá derecho a ninguna indemnización por el que él
sufra.” De tal forma, es responsable aquel que ejerce su derecho o usa su libertad natural de
una manera anormal, sea en condiciones incompatibles con las exigencias sociales
precisadas por el lugar y la época.
El problema que presente este criterio es saber qué se entiende por acto normal y
anormal. Además, lo que hoy es anormal probablemente mañana no lo será, y viceversa. Se
sostiene, incluso, saliendo del ámbito de la responsabilidad objetiva, que la comisión de un
acto anormal implica necesariamente una culpa por imprudencia.
195
Por ello, para la mayoría de la doctrina, no es este el criterio adecuado para sustituir la
culpa, en razón de la imprecisión del concepto de acto anormal.
Es el seguido por la mayoría de la doctrina. Se distingue entre los hechos dañosos que
son o que no son para su autor fuente de provecho. Sólo los primeros comprometen su
responsabilidad. Se aplica aquí el aforismo romano ubi emolumentum, ibi onus (donde está
el beneficio, allí la carga).
Para Savatier, la responsabilidad nacida del riesgo provecho es aquella que obliga a
reparar los daños producidos, aún sin culpa, por una actividad que se ejercía en el propio
interés y bajo la autoridad del que causa el daño.
Esta teoría posee la ventaja de tener una “consecuencia filosófica”, lo que queda
demostrado cuando nos enfrentamos a la siguiente pregunta: ¿Quién debe soportar la
pérdida procedente de un hecho dañoso? ¿El sólo patrimonio de la víctima o el del autor del
hecho? La respuesta no puede ser dudosa, pues es el patrimonio del autor del perjuicio el
que debe soportar la pérdida sufrida por otro, pues de las dos partes en conflicto, hay una,
que es la víctima, de la cual no dependía evitar el daño, y hay otra, el autor, de la que sí
dependía evitarlo, preverlo, impedirlo, aunque fuera no haciendo nada, absteniéndose de
actuar si es preciso. Por otro lado, la víctima no pretendía recibir beneficio alguno de tal
actividad desplegada, porque esta no le concierne, no es “su” actividad. En cambio, el
autor del daño realizó la actividad, esperando obtener un beneficio de ella.
La teoría del riesgo se justificaría entonces, por una idea de justicia, equidad y
solidaridad. Por su actividad, el hombre puede procurarse un provecho; es justo que por
reciprocidad, repare los daños que ocasiona a los demás.
196
El problema que se presenta consiste en determinar qué debe entenderse por
“provecho”. ¿En qué casos puede decirse que una persona obtiene provecho de su
actividad? La doctrina proporciona dos respuestas: la expresión provecho puede entenderse
en un sentido amplio o restringido.
En el sentido amplio, el provecho comprende todo interés, cualquiera que sea, tanto
moral como pecuniario. Esta concepción es llamada por Boris Starck “teoría del riesgo
creado”.
197
sobrevenga un perjuicio. En consecuencia, es lógico que se les imponga una
responsabilidad más estricta de lo normal desde que existe violación de este deber.
199
Para Planiol, la teoría del riesgo objetivo, lejos de ser un progreso, constituye un
retroceso histórico que nos lleva a los tiempos bárbaros, anteriores a la Ley Aquilia, en que
se atendía a la materialidad de los hechos.
Por lo demás, el principio de causalidad sólo tiene la apariencia de una regla científica,
siendo mediano su valor práctico. Aplicar en materia jurídica una ley física es imposible sin
tropezar con dificultades casi invencibles.
Sabiendo el hombre de que debe responder de todo daño, aunque provenga de un hecho
lícito e irreprochable, se abstendrá de obrar, o, en todo caso, lo hará con menor intensidad.
Se castigaría así al que actuó, al que ejercitó una actividad que seguramente es útil para la
sociedad, y se protegería a quien ha permanecido en la más completa pasividad. El
individuo que para actuar requiere necesariamente una cierta libertad y seguridad acerca de
que si se conduce bien no será requerido, dudará en desarrollar una nueva actividad, de
saber que, pese a toda su prudencia, tendrá que cargar sobre sí la responsabilidad de todos
los daños que puedan resultar de tal actividad.
200
Los partidarios de la teoría del riesgo contestan afirmando que esta crítica es artificial y
que se contradice por los hechos, especialmente en Francia, ya que tanto su Código Civil,
su legislación especial y su jurisprudencia introdujeron numerosos casos de responsabilidad
objetiva, sin que ello afectara la iniciativa económica de los individuos. En tal contexto, la
iniciativa del individuo debe mantenerse libre en una sociedad, pero en el bien entendido
que será el iniciador de una actividad el que asumirá el costo y el riesgo y no las víctimas
designadas por el azar.
Los hombres, sabiendo que todo hecho perjudicial que ejecuten les impone
responsabilidad, procurarán descargarse de ella asegurándose contra los riesgos de sus
actos. Sintiéndose entonces prácticamente irresponsables, ya que el asegurador se encargará
de reparar el daño causado, obrarán con menos prudencia, con lo cual aumentarán los
accidentes y se irá creando una peligrosa irresponsabilidad.
Incluso, aun cuando el autor no contratare seguro alguno, es peligrosa esta teoría ya que
fomenta la existencia de nuevas víctimas, porque si siempre se responderá del daño que
pueda llegar a ocasionarse, el agente no tendrá interés alguno en evitar el acaecimiento de
nuevos accidentes.
201
aconseja que quien recibió el provecho soporte los riesgos, también aconseja que quien
obró en forma irreprochable no debe ser molestado.
Respondiendo a esta crítica, Marton señala que si el Estado quiere hacer sacrificios con
el objeto de lograr el desarrollo industrial del país, debe hacerlo a costa del conjunto de la
sociedad y no en detrimento de las víctimas elegidas por la fortuna.
Pero ante lo expuesto, se pregunta Ripert ¿por qué la víctima en vez del autor? En
realidad, dice Ripert, la elección ya la hizo el destino y optó por la víctima. En
consecuencia, admitir el derecho de reparación de la víctima no es más que modificar la
atribución natural del daño. Sería necesario encontrar una razón para la atribución del daño
al autor.
Los partidarios de la teoría del riesgo, responden que las razones para elegir al autor
como responsable del daño son más que suficientes, especialmente a la luz de la noción del
riesgo provecho.
202
Quienes combaten la teoría del riesgo, afirman, con cierto darwinismo social, que en la
vida nadie puede jactarse de no atropellar a las personas, y menos de no dañarlas. Toda
superioridad, sea material o moral o intelectual, que uno pueda tener respecto de otro, es
adquirida a expensas de alguien. Son la vida y la naturaleza las que nos demuestran el
espectáculo de la lucha incesante entre las personas.
Por lo demás, decía Ripert, si se impusiera por una ley de solidaridad social las
consecuencias dañosas del acto al autor del mismo, lógicamente habría que admitir que el
hombre que debe soportar los daños ocasionados por sus actos, puede también recuperar los
beneficios creados a otros por su actividad. El que asume los riesgos debe tener también los
provechos.
Cabe considerar que aparte de los accidentes de las personas, el daño se traduce en un
atentado al patrimonio. Se habla corrientemente de la creación de un riego, pero fácilmente
se olvida que el riesgo sufrido supone necesariamente la posesión de bienes. Es la víctima
la que asume los riesgos por su actividad o por la posesión de los bienes.
203
B.- Plena separación de la responsabilidad penal y civil.
La culpa, aparte de ser una noción vaga y a veces difícil de establecer, obliga al juez a
un examen de la conducta del sujeto. En la responsabilidad objetiva, este examen es
innecesario: como la responsabilidad se reduce a un problema de causalidad, bastará
establecer el daño y el hecho que lo produjo.
Más aún, entre esas dos personas, una, la víctima, no había de obtener, por lo general,
beneficio alguno del hecho o de la actividad que originó el daño. Su autor, por el contrario,
esperaba obtenerlo; es justo que por reciprocidad repare ese daño. Quien para realizar un
beneficio o para procurarse un agrado o satisfacción crea un riesgo, quien con su hecho o
actividad introduce en la sociedad un elemento nocivo o peligroso, quien pone en
movimiento fuerzas susceptibles de irrogar un perjuicio, debe sufrir las consecuencias de
204
estos actos, así como aprovecha de los beneficios, del agrado o de la satisfacción que
proporcionan.
La teoría del riesgo refrenaría en parte el individualismo egoísta, que sólo busca su
conveniencia y que actúa sin preocuparse del interés ajeno, pues obliga a los hombres a una
mayor prudencia y cuidado, como quiera que su responsabilidad quedará comprometida por
el solo hecho de causar un daño. Contribuiría de este modo a desarrollar el espíritu de
solidaridad.
b) Decreto Ley número 2.222 de 1978 (Ley de Navegación) y Decreto Ley número 1.808
de 1977, que aprueba como Ley de la República el Convenio Internacional sobre
Responsabilidad Civil por daños causados por la Contaminación de las Aguas por
Hidrocarburos.
f) Ley número 16.744 de 1968, que establece el Seguro Obligatorio sobre los Accidentes
del Trabajo y las Enfermedades Profesionales.
205
CAPÍTULO DECIMOCUARTO: RESPONSABILIDAD DE
LOS PROFESIONALES EN GENERAL Y DE LOS MÉDICOS
EN PARTICULAR
a) Se trata de oficios en los que predominan las destrezas intelectuales por sobre las
manuales; y
b) Se ejerce “liberalmente”, es decir, sin subordinación por parte del prestador de servicios
respecto del cliente.
206
Concretamente, se aplicará el artículo 1999, que se remite al artículo 2006. El mismo
artículo 1999 rige para las profesiones que se regulan por las reglas del mandato, con las
graduaciones del artículo 2129 (según si se trate de un mandato remunerado, donde la
responsabilidad será “más estricta”, o si estemos ante un mandato asumido contra la
voluntad del mandatario, donde se responderá en forma “menos estricta”, aunque en ambos
casos, dentro del rango de la culpa leve, según lo que estudiamos).
Asimismo, habrá casos en los que la responsabilidad profesional debe ser considerada
extracontractual, o al menos, no derivada de un contrato. Por ejemplo, cuando el deber de
actuación profesional proviene de un imperativo legal, como en el caso en que el Estado
nombra a un abogado de turno para representar a quien no puede proporcionárselo por sí
mismo.
Por otra parte, todos los daños que el profesional cause a terceros al ejecutar un
contrato, se regirán por las reglas de la responsabilidad extracontractual, ya que para ellos,
el contrato no les resulta oponible.
Un aspecto que puede suscitar dudas, dice relación con la responsabilidad colectiva de
un equipo o de una sociedad de profesionales. Ello, porque en las sociedades modernas,
las profesiones liberales difícilmente se ejercen de manera individual, siendo frecuente la
formación de equipos en que confluyen profesionales de la misma o diversas profesiones.
La confluencia puede darse de hecho, como una organización no formalizada
jurídicamente, pero que opera como grupo, o mediante la constitución de una sociedad de
servicios profesionales. ¿Cómo se responde si uno de los miembros del grupo o uno de los
socios causa el daño por su desempeño profesional? Si se trata del acto de un socio, éste
será responsable, pero al mismo tiempo, la sociedad también resulta responsable, pues ella
ha sido parte en el contrato. Para los grupos no constituidos como sociedad, la respuesta es
distinta. El contrato de prestación de servicios se habrá celebrado entre el cliente y el
miembro del grupo que causó el daño, de manera que sólo él será responsable de su
deficiente desempeño profesional, y no el resto de los profesionales que integran la
comunidad.
207
profesionales: el artículo 2° de la ley les hace inaplicable su normativa, al no ejecutar
dichas sociedades actos mercantiles.
Se observa que un proceso de reparación del daño médico a ultranza por medio de la
objetivación de su responsabilidad, puede presentar serios inconvenientes. Ante la
realización de numerosos exámenes previos a toda intervención y la contratación de
seguros, el servicio médico se encarece. De esta forma, las indemnizaciones recibidas por
las víctimas terminan siendo soportadas por todos los usuarios y, más aún, por todos los
contribuyentes.
1° Tratándose de médicos que prestan sus servicios por amistad o gratuitamente. Dicho de
otra forma, cuando el médico ejerce su profesión por mera benevolencia y sin que haya
intención de celebrar un contrato.
2° Si requerido un médico para atender a una persona, sin que medie obligación alguna, se
niega, pudiendo haber prestado sus servicios.
3° Cuando la conducta del médico causa daños a terceros: por ejemplo, cuando fallece un
paciente a cuyas expensas vivía un tercero. En este caso, el médico, en ejercicio de sus
funciones, causa daño a un tercero, en cuyo caso se habla de víctimas por repercusión que
sufren daño por la muerte o menoscabo físico del paciente (por ejemplo, el cónyuge
sobreviviente o los hijos menores del paciente fallecido, que vivían a su cargo). En relación
a este caso, la jurisprudencia ha negado la acción de perjuicios cuando el vínculo del
tercero con el paciente fallecido, carece de certeza o legitimidad jurídica, como en el caso
del concubinato. Se estima que la relación extramarital no es indubitada sino precaria, y de
duración incierta.
2° Que exista norma legal que lo obligue a observar determinada conducta. Cabe
preguntarse, en primer término, qué obligación contrae el médico con el paciente.
Mayoritariamente, se dice que el médico no tiene la obligación de sanar, sino que la
obligación de realizar todo el esfuerzo para devolver la salud al paciente, y si fracasa en su
empeño, no hay responsabilidad. Se trata entonces de una obligación de medios y no de
resultado, salvo si se trata de cirugías plásticas. Por ende, para el Derecho Civil no tiene
importancia la existencia de una obligación previa entre el médico y la víctima; puede
incluso no haber relación alguna, como ocurre con el médico que atiende a un accidentado
en la calle. Es irrelevante entonces, la relación contractual previa. Ahora bien, la fuente de
la responsabilidad civil, es el artículo 2329 del Código Civil. En el derecho penal, hay
referencias específicas al médico, como ocurre:
- en el artículo 202 del Código Penal, referido al médico que extiende certificados falsos;
- en el artículo 345 del Código Penal, que tipifica la provocación del aborto;
- en el artículo 494 número 9 del Código Penal, que sanciona al médico que omite la
denuncia a la autoridad competente, ante la comisión de un delito; y
- en el artículo 491 del Código Penal, que se refiere al médico que causa un mal por
negligencia culpable.
De esta forma, el artículo 2329 del Código Civil y el artículo 491 del Código Penal,
contienen un mandato para el médico, obligándolo a actuar con diligencia para no causar un
daño.
210
tratamiento inadecuado, en el abandono del enfermo, en la falta de asepsia, etc. Habría
imprudencia, en la ligereza o temeridad en el tratamiento, en la falta de previsión
inexcusable, en la prescripción de medicamentos no autorizados en el país o en dosis
peligrosas, etc. Habría impericia, en la falta de una adecuada preparación profesional, en la
ausencia o insuficiente actualización en los adelantos médicos, error de diagnóstico, terapia
equivocada, alta prematura, etc.
- por los daños que se ocasionen al suministrar medicamentos en mal estado o al emplear
un instrumental con defectos de fabricación, etc.
Desde el punto de vista del Derecho Penal, y dado que se responde personalmente por
las acciones u omisiones, el médico, en principio, no sería responsable. Sin embargo, podría
acreditarse una actuación negligente, constitutiva de un cuasidelito.
Desde el punto de vista del Derecho Civil, en cambio, puede originarse responsabilidad
por los hechos de terceros que estén bajo el cuidado y vigilancia del médico. Para que éste
sea responsable, se requiere:
Cumpliéndose los supuestos anteriores, el médico sería responsable, pero más que por
un hecho ajeno, lo sería en realidad por un hecho propio, al igual que ocurre en los casos
del Código Civil referidos a las presunciones de culpa por el hecho de terceros.
Cabría preguntarse también si hay responsabilidad, por los hechos de otros médicos o
profesionales de la salud que colaboran en la intervención quirúrgica sin tener un vínculo
de dependencia del médico-jefe. Esta responsabilidad podría concebirse en dos formas:
211
- individualmente considerada, es decir, cada médico o profesional responde sólo por sus
hechos;
- colectivamente considerada, esto es, por el hecho dañoso de uno responden todos. En este
segundo caso, la responsabilidad colectiva puede ser:
ii) solidaria, o sea, cualquiera de ellos puede ser demandado por el total.
También podría plantearse responsabilidad del médico jefe, como una culpa propia
fundada en la elección inadecuada de un profesional asistente (culpa in eligendo) o en la
falta de supervisión de los actos de su colaborador (culpa in vigilando). Así, por ejemplo,
aunque el cirujano no puede responder por las negligencias que cometa el anestesista en lo
que son los conocimientos y destrezas propias de este último profesional, sí deberá hacerse
responsable por los daños causados por una deficiente supervisión, si permite al anestesista
retirarse temporalmente del quirófano.
Algunos autores han planteado, derechamente, que el médico jefe responde no sólo de
sus propios hechos, sino de la culpa en que haya incurrido alguno de los integrantes de su
equipo, dado que la organización y conducción de la operación está a su cargo.
- que el daño sea cierto y no eventual. No pueden indemnizarse daños hipotéticos, sino
efectivos;
- que el daño, que puede ser presente o futuro, aparezca como una consecuencia clara y
directa del hecho negligente realizado;
212
- que el daño subsista sin haber sido resarcido, es decir, no esté amparado por una póliza de
seguros; y
- que se afecte un interés legítimo del reclamante, considerando la profesión u oficio del
reclamante y cuantificando la indemnización en consideración a lo anterior (por ejemplo, la
pérdida de una mano que sufre un pianista).
213
CAPÍTULO DECIMOQUINTO: DEL ABUSO DE LOS
DERECHOS
El abuso de un derecho, es decir, cuando su ejercicio perjudica a otro, es, de esta forma,
fuente de responsabilidad extracontractual.
En las dos definiciones transcritas, se vislumbran las dos grandes corrientes que han
intentado explicar este fenómeno jurídico: en un caso, el ejercicio de un derecho más allá
de los límites del mismo. En el segundo caso, el ejercicio de un derecho con el propósito de
dañar a otro. Nótese que en la primera definición, no interesan factores subjetivos, sino que
se plantea la cuestión en términos objetivos; en cambio, en la segunda definición, el ánimo
de dañar a otro es el factor decisivo, y por ende, hay que indagar si el sujeto que ejerció el
derecho, tuvo dicho propósito.
En estas ideas preliminares, surge también la constatación de otro hecho: la teoría del
abuso del derecho, supone confrontar, por un lado, el derecho subjetivo que el
ordenamiento jurídico nos reconoce, con las consecuencias que para otro tenga dicho
ejercicio. De esta tensión, puede resultar un efecto dañoso para ese tercero. Entonces, será
necesario discernir si corresponde o no al titular del derecho que se puso en acción, resarcir
al tercero.
214
ejerce un derecho, no puede, por lo mismo, incurrir en responsabilidad, aunque este
ejercicio dañe a otro. Si su acto está expresamente autorizado por la ley, no puede ser
ilícito: un acto no puede ser lícito e ilícito a la vez. Así, por ejemplo, no son indemnizables
los daños que se producen al deudor por la traba de embargo de sus bienes, ni tampoco los
que sufre el comerciante por efectos de la instalación de un competidor. Rige aquí el
principio ya consagrado en el Digesto: quien ejerce su derecho a nadie ofende.
Este absolutismo jurídico del Siglo XIX, que sacrifica el interés social al individual en
nombre de una libertad mal entendida, resulta hoy en día jurídicamente inaceptable.
Es cierto que los derechos son facultades que la ley otorga al individuo, pero no para
que los utilice a su antojo, sino para realizar determinados fines. Ello, porque la ley tiene
por objeto, antes de asegurar la libertad humana, asegurar el orden social, es decir, permitir
la convivencia social.
Los derechos, entonces, además de su aspecto individual, tienen una finalidad social
que llenar, de la que su titular no puede prescindir. Deben ejercerse de acuerdo a los fines
para los que han sido otorgados.
Quien prescinde de estos fines y ejerce sus derechos para obtener otros objetivos,
distintos de aquellos que legitimaron la existencia de tales facultades, abusa de sus
derechos, y si causa un daño, debe indemnizarlo.
Ello implica que los derechos que la ley nos confiere, los debemos ejercer
racionalmente, bajo nuestra propia responsabilidad y no bajo la del Estado.
- El propietario que, sin ninguna utilidad para él, construye sobre el techo de su casa
una enorme chimenea simulada, a fin de privar de luz y aire a su vecino (sentencia
del Tribunal de Colmar, de 2 de mayo de 1855);
- El que, con el propósito de obligar a una sociedad constructora de dirigibles a
comprarle su predio contiguo a una cancha de aterrizaje, construye en él un cerco de
madera de 16 metros de altura, coronado con picas de fierro, que importa un peligro
evidente para aquéllos; y
215
- El que, para privar al propietario colindante del agua que extrae de un pozo, abre en
su heredad otro, cuya agua no utiliza o desperdicia.
Todos los anteriores, son casos en los cuales los titulares abusan de su derecho de
propiedad. Este no se ejercita de acuerdo a su finalidad, cual es proporcionar a su titular el
uso, goce y disposición de la cosa como un medio de satisfacer sus necesidades y
desarrollar sus actividades, sino con el objeto de perjudicar a otro.
En esto consiste la relatividad de los derechos, que sirve de fundamento a la teoría del
abuso del derecho.
No debe creerse, sin embargo, que la noción del ejercicio abusivo de un derecho sea
una formulación reciente. En efecto, ya en Roma el pretor fue creando un derecho
impregnado de equidad, que permitió resolver casos concretos que podrían asimilarse
modernamente al abuso de un derecho. Esta función del pretor, como señala un autor,
“atemperó la estricta, absoluta e ilimitada actuación del derecho subjetivo de parte del
sujeto facultado. Esta actitud de los pretores se traduce en algunas máximas que, a
menudo, son puestas de manifiesto por quienes han estudiado con algún detenimiento la
figura del abuso del derecho.”3 Pero como señala Carlos Fernández Sessarego, más que la
existencia de una teoría general del abuso del derecho, los prudentes juristas romanos
abordaron y resolvieron, dentro del principio de la equidad, cuestiones muy concretas en las
cuales percibieron ciertos matices de un uso anormal del derecho. Su actitud fue resolver
problemas determinados, sin preocuparse de agrupar y sistematizar los elementos dispersos
con el propósito deliberado de elaborar una teoría del abuso del derecho.
¿Qué requisitos deben concurrir para dar por establecido un acto emulativo? Se
mencionan tres por la doctrina:
1. Debe existir animus nocendi, esto es, el ánimo o intención de dañar, al momento de
realizar el acto;
216
3. El acto debe carecer de utilidad para quien ejerce el derecho.
Sin duda, parece ser lo más difícil, determinar cuándo se ejerce un derecho
extraordinariamente, “fuera de la esfera de la normalidad”.
Se afirma que el artículo 844 del Código Civil italiano, respondería a esta teoría,
complementándola con la noción de “tolerancia normal”. Dispone este precepto que: “el
propietario de un fundo no puede impedir las inmisiones de humo o de calor, las
exhalaciones, los humores, las sacudidas y similares propagaciones derivadas del fundo
vecino, que no superen la normal tolerancia, teniendo también en cuenta las condiciones
de los lugares.”
1. La equidad;
Como señala Rodríguez Grez, “Como quiera que se consideren estos antecedentes, lo
indiscutible es que desde muy antiguo se advirtió que el ejercicio del derecho subjetivo
presentaba facetas irregulares que permitían la consumación de iniquidades que
repugnaban la conciencia jurídica.”
217
III.- Críticas a la Expresión “Abuso del Derecho”:
Josserand contesta, diciendo que tal contradicción no existe, agregando que es posible
que un mismo acto sea a la vez conforme y contrario a derecho, porque esta expresión tiene
dos acepciones muy diferentes. Según una, es el conjunto de reglas jurídicas –derecho
objetivo-, y según otra, una facultad concedida al hombre para ejecutar actos determinados
–derecho subjetivo. El acto abusivo es el realizado en virtud de un derecho subjetivo, el de
propiedad por ejemplo, pero en desacuerdo con el derecho objetivo, es decir, con el
conjunto de las reglas jurídicas. Así, el propietario que dentro de su heredad ejecuta un acto
que daña al vecino, podría obrar en conformidad a su derecho de dominio, pero en pugna
con el Derecho en general.
218
precisamente al utilizar sus facultades cuando aquél suele dañar a otro. Negar entonces la
reparación sería reducir la responsabilidad civil sólo a los casos en que el acto está
prohibido por la ley, y tales casos son excepcionales.
Otro importante autor francés que adhirió en su momento a la doctrina del abuso del
derecho, fue Saleilles. A raíz de la sentencia pronunciada por el Tribunal de Colmar, el 2 de
mayo de 1855, propuso incorporar en el Código francés el siguiente precepto: “Todo acto
cuyo efecto sea causar un daño sin interés legítimo y apreciable para el que lo ejecuta,
nunca puede ser el legítimo ejercicio de un derecho.” Este proyecto es criticado
positivamente por Rodríguez Grez, para quien los casos de abuso de derecho en realidad
deben encuadrarse en un ejercicio que va más allá del derecho. En efecto, sostiene, el
derecho subjetivo sólo permite satisfacer los intereses protegidos en la norma que lo
instituye. Más allá de ese “interés” no hay derecho, y por lo mismo, se actúa al margen de
la legalidad, no hay derecho. Para este autor, nos hallamos frente al abuso del derecho,
siempre que la pretensión que se hace valer no tiene por objeto satisfacer el “interés
jurídicamente protegido” por la norma. Esto sucederá porque se reclama un beneficio que
no corresponde o porque se excede el beneficio que tolera y ampara el respectivo derecho
subjetivo. En este caso, el agente ha puesto en movimiento su derecho de manera irregular,
puesto que el incentivo del mismo es diverso de aquel resguardado y querido por la norma
jurídica positiva. El titular del derecho subjetivo procura una meta distinta de aquella
establecida en la norma. De esta forma, sea porque no se busca satisfacer un interés
previamente definido, sea porque la pretensión abarca un terreno que queda fuera del
interés protegido, falta al derecho su elemento sustancial. Más allá del referido interés, se
actúa al margen del derecho, de hecho, infringiendo el ordenamiento jurídico. Por
consiguiente, no se abusa del derecho, porque estamos ya en una zona donde no hay
derecho.
El artículo 2110 del Código Civil, dispone que no vale la renuncia del socio que se hace
de mala fe o intempestivamente. Salvo en los casos del inciso 2° del artículo 2108, los
socios pueden renunciar a la sociedad en cualquier momento: el socio que renuncia, no
hace sino ejercitar un derecho. Pero este ejercicio no puede ser abusivo y lo es cuando el
socio renuncia de mala fe o intempestivamente;
219
En el caso de la excepción de subrogación, contemplada en la fianza. Recordemos que
consiste en la facultad del fiador, para exigir que se rebaje de la demanda del acreedor todo
lo que el fiador podría haber obtenido del deudor principal o de los otros fiadores por medio
de la subrogación legal o que se declare extinguida la fianza en todo o en parte, cuando el
acreedor ha puesto al fiador en el caso de no poder subrogarse en sus acciones contra el
deudor principal o los otros fiadores, o cuando el acreedor por hecho o culpa suya, ha
perdido las acciones en que el fiador tenía derecho de subrogarse (artículos 2355 y 2381
número 2). A juicio de una parte de la doctrina, se trataría de una aplicación de la teoría del
abuso del derecho, en el que incurriría el acreedor que no conservó sus acciones contra el
deudor principal.
El artículo 56 del Código de Aguas, que dispone en su inciso 1°: “Cualquiera puede
cavar en suelo propio pozos para la bebida y uso domésticos, aunque ello resulte
menoscabarse el agua de que se alimente algún otro pozo; pero si de ello no reportare
utilidad alguna, o no tanta que pueda compararse con el perjuicio ajeno, será obligado a
cegarlo.”
El artículo 100 del Código de Comercio, en relación al derecho que tiene el oferente, de
retractarse de su oferta antes de que ésta sea aceptada: Ripert y Josserand, planteaban que el
fundamento de la responsabilidad precontractual debía entenderse desligado de la idea de
culpa y que debía encontrarse en un acto arbitrario que configura “un abuso del derecho de
no contratar”. Como señala Picasso, que adhiere al abuso del derecho como factor de
atribución de responsabilidad, “La culpa como factor de atribución no resulta en principio
aplicable a quien ejerce un derecho suyo. La culpa presupone ilicitud en la conducta, y
resulta por lo tanto incompatible con el ejercicio de una facultad conferida por la ley al
dañador. El abuso del derecho, por el contrario, presupone el ejercicio de un derecho por
parte del responsable, aún cuando, por ejercerse en contra de los fines tenidos en cuenta
por la ley, o exceder los límites impuestos por la buena fe, la moral o las buenas
costumbres, dé lugar de todos modos a la reparación del daño. En otras palabras, los
derechos no se ejercen culpable o inculpablemente, sino en forma regular o antifuncional.
No cabe duda de que cualquiera de las partes, en uso de su libertad de contratación tiene,
en principio, un verdadero derecho de apartarse de las tratativas en cualquier momento.
Siendo ello así, cuando esta facultad es ejercida ‘injustamente’, cabe responsabilizar al
agente con base en el abuso del derecho como factor de atribución.” Ahora bien, agrega
Picasso que el exceso de los límites impuestos por la buena fe es precisamente una de las
220
pautas que sirven para evaluar la existencia del abuso del derecho, cuestión objetiva y no
subjetiva, desde el momento que puede haber abuso del derecho sin culpa. Ahora bien,
como en principio las partes tienen plena libertad para contratar o no, la regla será que ellas
puedan apartarse en cualquier momento de las tratativas, y quien invoque la mala fe o el
abuso del derecho, deberá demostrarlo. La doctrina del abuso del derecho como
fundamento de la responsabilidad precontractual ha sido cuestionada, sin embargo,
señalándose que ella “…no explica adecuadamente el juego de la responsabilidad en las
tratativas, donde las partes no tienen una sobre la otra ningún derecho, sino que pesa
sobre ambas la obligación de guardar una conducta diligente, ni tampoco durante la etapa
posterior, en los casos de muerte e incapacidad sobreviviente del solicitante.”
Sólo cabe hablar de abuso de un derecho, cuando la responsabilidad a que puede dar
origen se genera en el ejercicio de un derecho, es decir, cuando su titular obra dentro de las
facultades que éste le confiere. Si se extralimita en el ejercicio de tales atribuciones,
sobrepasando los límites materiales de su derecho, no hay abuso, sino ausencia o carencia
de derecho, y si a consecuencia de ello causa un daño, su responsabilidad será evidente y
quedará regida por los principios generales. Tal sería el caso, por ejemplo, de una acción de
reclamación de filiación completamente infundada (hecho de que estaba en conocimiento el
demandante), o el caso del propietario que con su edificio invade terreno ajeno. En tales
casos, no se abusa de un derecho, sino que lisa y llanamente se actúa sin él. En cambio, el
que dentro de su heredad, cava un pozo para secar el de su vecino o construye una
chimenea simulada para privar a su vecino de luz y aire, abusa de su derecho de dominio,
porque obrando dentro de su predio y en ejercicio de las facultades que ese derecho le
confiere, ha ejecutado un acto dañoso para otro.
221
Según algunos, hay abuso del derecho cuando el derecho se ejerce contrariando su
finalidad social o económica. Todo derecho, dicen, tiene una misión que cumplir, un fin
que realizar. Desviarse de él, es abusar del derecho. Es el concepto finalista sustentado por
Saleilles y Gény.
Según otros –Josserand entre ellos-, para determinar si hay abuso, es necesario atender
a los móviles o motivos que han inducido a actuar a su titular, al fin que se ha propuesto
alcanzar. Si ese móvil o fin concuerda con el espíritu del derecho, con la finalidad que éste
persigue, es legítimo y el ejercicio del derecho, correcto y normal. En caso contrario, el
ejercicio es abusivo. Afirmaba Josserand: “los derechos, productos sociales, como el
mismo derecho objetivo, derivan su origen de la comunidad y de ella reciben su espíritu y
finalidad; cada uno se encamina a un fin, del cual no puede el titular desviarlo; están
hechos para la sociedad y no la sociedad para ellos; su finalidad está fuera y por encima
de ellos mismos; son, pues, no absolutos, sino relativos; deben ejercerse en el plano de la
institución, con arreglo a su espíritu, o de lo contrario, seguirán una dirección falsa, y el
titular que de ellos haya no usado sino abusado, verá comprometida su responsabilidad
para con la víctima de esa desviación culpada.” De esta forma, señala Enrique Barros,
comentando el planteamiento de Josserand, se incurriría en abuso del derecho subjetivo si
los motivos concretos del titular no están conformes al fin o a la función que el derecho
subjetivo posee según el ordenamiento que lo establece. El abuso del derecho, según esta
doctrina, radicaría en el ejercicio concreto de un derecho que resulta extraño al fin
socialmente valioso para el cual ha sido atribuido.
En realidad, ambas opiniones son convergentes, pues las dos tienden a averiguar cuál es
la finalidad social del derecho, el objeto con que ha sido creado, para establecer enseguida
si su titular, al ejercerlo, ha obrado o no de acuerdo con él.
Alessandri critica el criterio que se desprende de las anteriores opiniones, señalando que
aparte de ser vago e impreciso, pues no siempre es posible apreciar exactamente el espíritu
o finalidad de cada derecho, tiene el inconveniente de dar ancho campo a la arbitrariedad
jurídica y de llevar la política a los estrados de la justicia, toda vez que incumbirá el juez
determinar en cada caso la finalidad social o económica de los derechos. Esta misión,
además de ser difícil, es peligrosa, ya que cada uno apreciará esa finalidad según sus ideas
políticas y económicas. Así, por ejemplo, el fin que un socialista atribuye al derecho de
propiedad, distará mucho, ciertamente, del que le asigne un liberal manchesteriano.
222
hombre debe hacer un uso juicioso y prudente de las cosas y comete delito o cuasidelito si
las utiliza con la mira de perjudicar a otro o sin la prudencia necesaria y con ello causa un
daño, del mismo modo los derechos que la ley le otorga debe ejercerlos sin malicia y con la
diligencia y el cuidado debidos. Al no hacerlo, incurre en dolo o culpa. Ahora bien, los
conceptos de dolo y culpa son amplios, aplicables a todos los actos humanos, sean
materiales o jurídicos. No se ve entonces por qué unos y otros actos no han de regirse por
idénticos principios. Este criterio, que también sustentan los hermanos Mazeaud, Colin,
Capitant, Demogue y otros, elimina en gran parte la arbitrariedad judicial, pues hace
innecesario determinar la finalidad social o económica de su derecho.
Hay abuso de derecho, dice Alessandri, cuando su titular lo ejerce dolosamente, esto es,
con el propósito deliberado de causar daño, aunque este propósito no haya sido el único que
persiguió. Basta que un derecho se ejercite con la intención positiva de inferir daño a otro,
para que ese ejercicio sea abusivo y su titular quede obligado a reparar el daño causado, por
lícitos que hayan sido los demás fines que lo indujeron a obrar. En este caso, el ejercicio
abusivo de un derecho constituye un delito civil (artículo 2284 del Código Civil). Es el
caso, antes citado, de quien solicita una medida prejudicial precautoria, siendo responsable
de los perjuicios causados, cuando no deduce su demanda oportunamente o al hacerlo, no
solicita que se mantenga la aludida medida, considerándose doloso su proceder.
223
IX.- Prueba de la Intención de Dañar:
La intención de dañar, a menos que la ley la presuma, debe ser acreditada por quien la
alega. Esta prueba no será difícil si el ejercicio del derecho no reporta a su titular utilidad
alguna o no tanta que pueda compararse con el perjuicio ajeno.
Acreditado que el ejercicio del derecho no reporta a su titular ninguna utilidad o que si
lo reporta es ínfimo o en todo caso muy inferior al perjuicio ajeno, quedará con ello
establecida la responsabilidad en los términos del derecho común.
Cuando el titular de un derecho lo ejerce con culpa, esto es, sin aquella diligencia o
cuidado con que lo haría un hombre prudente, hay abuso del derecho y constituye entonces
un caso de cuasidelito civil (artículo 2284 del Código Civil). Habrá especialmente culpa, si
existiendo diversos medios de ejercer el derecho con el mismo resultado o utilidad, no se
elige el menos perjudicial.
224
XII.- Ámbito del Abuso del Derecho:
Se ha concluido que todos los derechos, cualquiera que sean sus fuentes, reales o
personales, patrimoniales o de familia, y aún las garantías constitucionales, son susceptibles
de un ejercicio abusivo.
225
XV.- Los derechos Absolutos:
Son aquellos que su titular puede ejercer arbitrariamente, con cualquier propósito. Dada
la naturaleza o carácter de tales derechos, el legislador ha permitido que se ejerzan con
plena libertad. Su ejercicio, por tanto, no es susceptible de abuso, ni engendra
responsabilidad para su titular, cualquiera que sea la intención con que proceda y aunque
ese ejercicio sea doloso o culpable.
226
- El derecho del legitimario a quien se le hicieron donaciones o legados que exceden
su legítima, de optar, a su arbitrio, entre restituir al resto de la sucesión algunas de
las especies que recibió del causante o el valor de las mismas. En tal caso, previsto
en el artículo 1206 del Código Civil, nos encontramos, a juicio de Somarriva, ante
un derecho absoluto en su ejercicio y por ende no cabe aplicarle la doctrina del
abuso del derecho.
- El derecho del asignatario por causa de muerte para repudiar la herencia o legado
que se le ha deferido (artículo 1225, inciso 1º).
- El derecho de la mujer o de sus herederos a renunciar a los gananciales, una vez
disuelta la sociedad conyugal (artículos 1781 y siguientes).
La sanción del abuso del derecho, es por lo general, como en todo delito o cuasidelito,
la indemnización pecuniaria del daño causado. Pero esto no obsta para que sin perjuicio de
ella, puedan decretarse otras sanciones que se estimen más adecuadas para hacerlo cesar,
como por ejemplo, la adopción de medidas que atenúen o aminoren el daño, si éste no
puede evitarse del todo; la ineficacia del acto abusivo, tratándose de la renuncia hecha por
un socio de mala fe o intempestivamente, etc.
227
CAPÍTULO DECIMOSEXTO: FUNDAMENTOS
CONSTITUCIONALES DE LA RESPONSABILIDAD
EXTRACONTRACTUAL
Desde esta perspectiva, no parece haber muchas dudas en afirmar que los daños
sufridos por las personas por causas ajenas a ellas mismas, deben ser reparados o
compensados en la medida de lo posible. Ya los romanos afirmaban que el principio “no
dañar a otro” (alterum non laedere) es uno de los grandes principios del derecho, como lo
destacaba Ulpiano. Se sostiene incluso que se trata de un principio de tal rango jurídico que
puede llegar a trascender el propio texto constitucional, en el sentido de no ser necesaria su
mención expresa para que haya que entenderlo incluido en él.
228
un daño sea considerada una obligación para todo el cuerpo social, de manera que serán
todos los ciudadanos los que soporten el pago de las indemnizaciones que reparen los daños
de las víctimas, fundamentalmente a través del pago de impuestos. Este es el mecanismo de
los seguros obligatorios, y en general del sistema de seguridad social. Aquí, la reparación
de los daños se enfrenta con mecanismos propios de la justicia distributiva, y por lo tanto,
del derecho público. Nuestra Constitución Política contempla esta forma de reparación de
los daños al establecer “el derecho a la seguridad social”, en el artículo 19 número 18.
Pero el sistema de seguridad social no puede pretender cubrir todos los daños.
Necesariamente, estará limitado a aquellos que se estiman más esenciales. De ahí que la
Constitución aclare que la acción del Estado en esta materia, estará dirigida a garantizar
“prestaciones básicas”, como señala la citada norma.
Los sistemas de responsabilidad civil extracontractual, así, son necesarios por razones
de justicia, de manera que una ley que negara toda reparación de la víctima con cargo del
causante del daño, merecería la tacha de injusta, y por ello, no compartible con los valores
y principios de la Constitución.
229
II.- El sistema de Reparación de Daños ante la Constitución.
En el artículo 7, inciso 2º, al establecer que “Ninguna magistratura, ninguna persona, ni
grupo de personas pueden atribuirse, ni aún a pretexto de circunstancias extraordinarias,
otra autoridad o derechos que los que expresamente se les hayan conferido por las leyes.
Todo acto en contravención a este artículo es nulo y origina las responsabilidades y
sanciones que la ley señale.”
En el artículo 36, al establecer que “Los Ministros serán responsables individualmente
de los actos que firmaren y solidariamente de los que suscribieren o acordaren con los
otros Ministros”.
En el artículo 38, inciso 2°, que dispone: “Cualquier persona que sea lesionada en sus
derechos por la Administración del Estado, de sus organismos o de las municipalidades,
podrá reclamar ante los tribunales que determine la ley, sin perjuicio de la
responsabilidad que pudiere afectar al funcionario que hubiere causado el daño.” Este
artículo de la Constitución, debemos relacionarlo con los artículos 4 y 44 de la Ley número
18.575, sobre Bases Generales de la Administración del Estado, publicada en el Diario
Oficial con fecha 5 de diciembre de 1986. El artículo 4 establece la responsabilidad del
Estado por los daños que causen los órganos de la Administración en el ejercicio de sus
funciones. Cabe destacar que esta disposición contiene un mandato objetivo de
responsabilidad, que grava al Estado por la sola circunstancia de que el daño producido lo
haya sido con motivo de la actuación de un órgano determinado de la Administración, y en
el ejercicio de las funciones de éste, sin perjuicio de las responsabilidades que pudieren
afectar al funcionario que los hubiere ocasionado. Se trata de una aplicación de la teoría
del órgano, que sirve de fundamento jurídico para imputar al Estado o a las demás
personas jurídicas de derecho público, la responsabilidad por los perjuicios ocasionados a
los derechos e intereses legítimos de los administrados (o sea, a los ciudadanos en general),
a consecuencia de la actividad de los órganos de aquél. Dicha imputación es posible, sea
que la causa del daño provenga de actuaciones materiales, intelectuales o técnicas, de actos
administrativos, de omisiones, de retardos, del funcionamiento parcial o imperfecto, y
también si la causa del daño es la actividad irregular (es decir ilegal) o la actividad regular
230
y lícita de los órganos públicos. En relación con las omisiones o retardos, cabe tener
presente el artículo 44 de la Ley 18.575, que prescribe la responsabilidad de los órganos de
la Administración del Estado por los daños que causen por falta de servicio. La aplicación
de la teoría del órgano a la responsabilidad extracontractual del poder público prescinde de
toda consideración subjetiva relacionada con la conducta del agente público, como requisito
esencial que deba ser tenido en cuenta para hace recaer en el Estado la obligación de
indemnizar a la víctima. Para que la responsabilidad tenga lugar y para que nazca el
derecho de la víctima a ser indemnizado es suficiente: i) que la actuación del agente público
esté relacionada con el servicio u órgano público; y ii) que haya un vínculo directo de
causalidad entre la acción u omisión y el daño producido. En relación con las normas
citadas, cabe considerar que la Corte Suprema, al fallar el caso de Lionel Beraud, señaló
que en cuanto al Fisco (el señor Beraud demandó a cada uno de los integrantes del equipo
médico y al Fisco de Chile como solidariamente responsable, por haberse practicado la
intervención quirúrgica al demandante en el Hospital Militar de Santiago, es decir, en un
hospital del Estado), la responsabilidad civil es en lo particular una responsabilidad legal,
porque deriva exclusivamente de la ley. En efecto, mientras la responsabilidad subjetiva
supone necesariamente la culpabilidad de su autor, y mientras ella no existe sino a
condición de que el hecho perjudicial provenga de su culpa, la responsabilidad del Fisco es
en cambio una responsabilidad objetiva, de garantía o de asistencia, consagrada por razones
de equidad en la Constitución Política y en la ley, a favor de los ciudadanos perjudicados
cuando, como en este caso, concurren los presupuestos del artículo 4 de la Ley número
18.575. Otro caso emblemático de responsabilidad civil del Fisco por falta de servicio, es el
del Estero Minte. Los actores, herederos de las 27 personas fallecidas, demandaron
indemnizaciones por daños patrimoniales y morales en contra del Fisco de Chile,
fundándose en la responsabilidad del Ministerio de Obras Públicas por falta de servicio.
Algunos han pretendido sostener que la falta de servicio consiste en que el órgano
administrativo se comportó mal, que no actuó como debía actuar. Sin embargo, esta
fórmula desemboca en el regreso más o menos disimulado a la culpa, pues la culpa
precisamente existe cuando el demandado, confrontando a un hombre medio (apreciación
in abstracto), “no actuó como habría debido actuar”. De acogerse hipotéticamente tal
fórmula, el Fisco y los servicios descentralizados podrían invocar en su beneficio el
concepto válvula o estándar flexible del “funcionamiento medio del órgano”, es decir que a
la Administración sólo le sería exigible tal o cual conducta correcta, si hubiese dispuesto de
los recursos financieros, técnicos y humanos para actuar oportuna y eficazmente ante las
circunstancias del caso concreto. Tal fue la línea de argumentación desplegada por la
Municipalidad de La Reina, ante la demanda interpuesta por doña María Tirado, con
motivo de su caída en una excavación profunda, situada a menos de dos metros del
paradero de buses existente en la esquina de dos importantes arterias de esa Comuna,
socavón que se encontraba sin señalización de ninguna especie. La Municipalidad
demandada adujo que careció de la posibilidad de actuar para impedir los daños,
sosteniendo que se encontraba suficientemente asentado en el proceso que la excavación se
231
hizo por desconocidos clandestinamente, sin conocimiento ni autorización de la
corporación, cuyos recursos de fiscalización se reducían a dos inspectores municipales.
Alegó la Municipalidad que un fallo en su contra, suponía infringir el Código Civil, que
exige culpa o dolo en el demandado. La Corte Suprema, en su fallo de marzo de 1981,
desechando tal argumentación, sostuvo que cabía aplicar a la especie la responsabilidad
objetiva (que consagraba el artículo 62 de la Ley Orgánica de Municipalidades),
descartando la responsabilidad por la culpabilidad y fundándola exclusivamente en el hecho
que ha provocado el riesgo, o sea, la causalidad material. Esta conclusión, se mantiene en
nuestros días, reafirmándose que la responsabilidad por falta de servicio es una
responsabilidad objetiva. En consecuencia, si la acción u omisión de la Administración o
su retardo causan daños, eso es suficiente para que las víctimas sean indemnizadas. No
corresponde aplicar el supuesto estándar del funcionamiento medio del servicio, para
eximir o atenuar la responsabilidad de los entes descentralizados, so pretexto de que la falta
de eficacia fue resultado de carencia de recursos. Los damnificados no tienen por qué sufrir
las consecuencias de errores en la distribución del Presupuesto Nacional. En cuanto al
fundamento doctrinario de la responsabilidad objetiva del Estado, se ha señalado por
algunos la teoría de la garantía, propuesta por el jurista francés Boris Starck en el año
1947. Enfatiza este autor que tanto la responsabilidad basada en la culpa como la
responsabilidad basada en el riesgo, tienen el defecto de poner todo el énfasis en el autor de
los daños. Lo esencial, en cambio, son las víctimas. Hay colisión de derechos. Al derecho
de actuar de los que causan los daños, se opone el derecho a la seguridad de las víctimas.
Recordemos que en la primera de nuestras garantías constitucionales se asegura a todas las
personas el derecho a la integridad física y psíquica. El Fisco debe garantizar la integridad
de las personas. Si este fuese el fundamento de la responsabilidad por falta de servicio, la
Administración no podría excusarse ni aún ante el caso fortuito. Tal es la corriente que se
impone también en el Derecho Comparado de Daños, que pretende conseguir que las
personas lesionadas sean equitativamente indemnizadas. Toda la responsabilidad objetiva,
y no sólo aquella por falta de servicio, contribuye a este objetivo, cual es socializar los
daños, propender al reparto solidario de las incidencias pecuniarias de los duros golpes del
destino, evitando que las víctimas, fuera de sus sufrimientos y de su dolor, queden en la
pobreza material.
En el artículo 53 número 1, parte final, al establecer: “El funcionario declarado culpable
(por el Senado, al conocer de las acusaciones de la Cámara de Diputados) será juzgado de
acuerdo a las leyes por el tribunal competente, tanto para la aplicación de la pena
señalada al delito, si lo hubiere, cuanto para hacer efectiva la responsabilidad civil por los
daños y perjuicios causados al Estado o a particulares.”
Igualmente, son también importantes algunos casos en los que se regula un ilícito
constitucional, que da lugar a indemnización de perjuicios, como ocurre en dos normas:
232
- En el artículo 19 número 4, inciso 2°, respecto de la infracción de la honra por un
medio de comunicación social.
De esta forma, la transgresión de derechos constitucionales que causa daño, debe ser
materia de responsabilidad civil. La pertinente regulación de la tutela civil de los derechos
constitucionales, debe hacerse por la ley, y no por normas de inferior jerarquía.
233
III.- La Constitucionalidad de la Responsabilidad Objetiva y Presunta:
Por otro lado, no puede decirse que el hecho de que un régimen de responsabilidad no
se funde en la culpa del autor del daño, lo transforme inmediatamente en injustificado e
inconstitucional. Evidentemente, un sistema de responsabilidad objetiva en el que se
imponga el deber de reparar en forma aleatoria y arbitraria sería contraria a la Constitución.
Algún nexo de imputación –distinto de la culpa- es necesario que exista para que sea
explicable el deber de reparar en una determinada persona. En efecto, desde ya, es
necesario un vínculo causal entre el hecho de una persona y el daño causado, y además
una razón que justifique que aquél que causó el daño deba soportarlo en definitiva, aunque
no haya obrado culpablemente. Luego, pareciera necesario efectuar un juicio prudencial
sobre la conveniencia social de que en una determinada materia o sector de actividades sea
regida por un modelo de responsabilidad objetiva, ya que el modelo tradicional de la
responsabilidad subjetiva basada en la culpa se hace inadecuado e ineficiente. Este juicio de
conveniencia debe ser reservado al legislador, sin que sea aceptable que se impongan
regímenes de responsabilidad objetiva por decisión judicial.
Por su parte, los sistemas de culpa presunta tampoco son violatorios de normas
constitucionales. No debemos olvidar que la Constitución señala que “la ley no podrá
presumir de derecho la responsabilidad penal”, lo que permite colegir, a contrario sensu,
que las presunciones de derecho sí son admisibles tratándose de la responsabilidad civil.
Tal ocurre, por ejemplo, en el artículo 2321, que establece una presunción de derecho,
cuando el hecho del menor provenga conocidamente de la mala educación dada al hijo o de
hábitos viciosos que le dejaron adquirir sus padres.
234
ciertos daños (por ejemplo, corporales, señalándose un determinado monto según el daño
sufrido), o con que se limite la indemnización de perjuicios a daños de una determinada
naturaleza, excluyendo los de otra.
En cuanto a la cuestión acerca de si los daños pueden ser tasados previamente, ello se
vincula con los sistemas objetivos de responsabilidad. Los regímenes objetivos necesitan
para su funcionamiento que aquellos sobre los cuales pesa el riesgo de la responsabilidad
por los daños ocasionados, puedan contratar seguros que les permitan funcionar en la
actividad riesgosa de que se trate. Ahora bien, los seguros necesitan, para calcular las
primas, tener una cierta seguridad del monto de las indemnizaciones a las que puede verse
obligado a pagar a un asegurado. Por eso, en ocasiones la ley se allana a limitar el máximo
de indemnizaciones reclamables, aunque sin vedar la posibilidad de demandar un monto
superior probando la culpa. Así ocurre, en la Ley número 18.302, sobre Seguridad Nuclear,
en la Ley de Navegación y en el Código Aeronáutico, según hemos estudiado. ¿Es
constitucional está decisión legislativa? El tema fue discutido en España, a propósito de la
Ley sobre Responsabilidad Civil y Seguro en la Circulación de Vehículos de Motor, en la
que se estableció un sistema de indemnización tarifada por los daños corporales sufridos
por las víctimas. El Tribunal Constitucional español, por sentencia del año 2000, ha
justificado las pautas legales, en la medida que ellas establezcan una indemnización
suficiente en el sentido de ser respetuosa con la dignidad inherente al ser humano. Ha
declarado sin embargo, que resulta inconstitucional excluir que la víctima pueda obtener
una indemnización superior a la tasada por incapacidad temporal, cuando esta tiene por
causa exclusiva la “culpa relevante” del agente causante del hecho lesivo. Corral, estima
235
que no parece haber dudas en que, los sistemas de responsabilidad objetiva, al no estar ni
exigidos ni prohibidos por la Constitución, pueden quedar sujetos a la discreción del
legislador en cuanto a los daños indemnizables y a sus cuantías. Ello, porque se considera
que a cambio de una mayor protección de que disfruta la víctima (imputación objetiva,
garantías en la percepción de la indemnización mediante el sistema de aseguramiento
obligatorio, creando fondos de garantía), es razonable que ésta soporte en ciertos casos una
parte del daño cuando no sea imputable culpablemente al agente.
236
CAPÍTULO DECIMOSEPTIMO: TENDENCIAS MODERNAS
SOBRE RESPONSABILIDAD
A la era industrial, le ha sucedido la era tecnológica, que presenta otros riesgos y otro
tipo de daños, muchos de ellos difusos, de fuentes múltiples y encubiertas ¿Cuál será la
respuesta del Derecho frente a ellos? La responsabilidad objetiva fue, sin duda, una
reacción al automatismo, al maquinismo, al crecimiento de las ciudades, a los sistemas de
producción en serie, al consumo masivo de productos elaborados, etc., es decir, a todo lo
que trajo consigo el desarrollo industrial.
237
mantienen fieles a la responsabilidad subjetiva y aquellos que se alinean con la
responsabilidad objetiva. Entre los primeros, Planiol, Capitant, Ripert, Henri y León
Mazeaud. Entre los segundos, Saleilles, Josserand, Marton, Savatier. De los últimos,
Saleilles pone acento en un antecedente nuevo: ¿cuál es el criterio de imputación del
riesgo? Responde que sería el provecho que consiguen algunos con la creación de una
situación de peligro. Por su parte, Mosset Iturraspe advierte sobre la diferencia entre la
teoría del riesgo y la responsabilidad objetiva. Para él, una cosa es el riego y otra cosa la
causalidad material absoluta. Rodríguez Grez, por su parte, postula que la creación del
riego resulta ser una especie moderna de culpa, que hace responsable a quien lo crea de los
daños que sobrevengan en un escenario alterado por la mano del hombre, en términos de
aproximarnos al daño.
1° La ampliación de la cobertura de los daños que deben ser indemnizados, lo que implica
hacerse cargo de una serie numerosa de daños propios de las actividades riesgosas que
caracterizan la era tecnológica; y
Sin lo primero, quedarían muchos daños sin reparación. Sin lo segundo, se dificultará el
acceso de la víctima a la justicia y, finalmente, a la satisfacción de su derecho a obtener la
reparación conveniente.
Toda la temática moderna del Derecho de Daños, apunta en la dirección indicada y las
nuevas tendencias se afincan precisamente en la consecución de estos objetivos
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primordiales. Nadie duda, en este momento, que la responsabilidad objetiva no cubre estas
exigencias.
Pero las tendencias anteriores son todavía insuficientes. Existe una clara necesidad de
ampliar, aún más, el ámbito de la responsabilidad, a fin de facilitar la reparación del daño
causado. Para alcanzar esta aspiración, se ha concebido la existencia del seguro obligatorio
en varios campos de la actividad social. El legislador ha instituido este mecanismo a fin de
evitar que la insolvencia del autor del daño impida la reparación de los perjuicios, sin
necesidad de acreditar, en algunos casos, culpa o dolo de parte de quien los causa. De esta
manera, se amplía considerablemente la cobertura de las indemnizaciones. Así ocurre con
los accidentes del trabajo, los del tránsito y en varias otras actividades riesgosas.
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CAPÍTULO DECIMOOCTAVO: LA LEY COMO FUENTE
DE OBLIGACIONES
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