4 El Concilio Vaticano II y La Pastoral
4 El Concilio Vaticano II y La Pastoral
4 El Concilio Vaticano II y La Pastoral
Resumen Summary
Ya hacia inales del siglo XIX se observaron en By the late 19th century, there were several at-
Argentina intentos de una pastoral orientada tempts to turn the program of action within
a lo “popular” pero fue recién luego de la re- the Catholic Church in Argentina into a mas-
novación que supuso el Concilio Vaticano II sive evangelization plan. However, it was not
que la idea de un plan pastoral de conjunto fue till ater the renovation brought about by the
asumida por la jerarquía eclesial que creó la Second Vatican Council that this notion of a
COEPAL (Comisión Episcopal de Pastoral). social program was assimilated by the eccle-
El trabajo de dicho organismo y la conse- siastical hierarchy that created COEPAL.
cuente relexión teológica derivada de su his entity’s work as well as the resulting theo-
labor evangelizadora, fueron afectados tanto logical relection of its evangelizing labour
por los cambios profundos en el interior de were afected by both the substantial changes
la Iglesia Católica como por las convulsiones within the Catholic Church and the political
políticas y sociales de una Argentina que re- and social revolt of a country seeing its way
corrió el largo arco que va desde la proscrip- from the proscription of peronism to the op-
ción del peronismo hasta los estertores de la pressions of the last military dictatorship.
última dictadura militar. he following paper intends to provide a
En el trabajo se propone estudiar, desde historical perspective of the origins of this
una perspectiva histórica, los orígenes de la pastoral plan within the Catholic Church
pastoral popular y su consecuente relexión and its subsequent relections, basing such
a través de los documentos episcopales an analysis on Episcopal documents along
así como a partir de los escritos teológico- with the theological writings of Lucio Gera
pastorales de Lucio Gera y de Rafael Tello, and Rafael Tello, the main promoters of
quienes fueran sus principales exponentes. A this movement. Furthermore, this work
su vez se intentará conocer el contexto en el attempts to examine the context in which
cuál dicha relexión se coniguró, en el que la this theology arose and was conigurated as
constante parecía ser el cambio y su poste- well as how it was applied with the return of
rior aplicación en el marco del retorno de la democracy and during the papacy of John
democracia y el pontiicado de Juan Pablo II. Paul II.
Palabras Clave: Juventud Obrera Católica Key words: Catholic Workers Youth - Popu-
- Pastoral Popular - Teología de la cultura - lar Pastoral - heology of culture - Pastoral
Comisión Episcopal de Pastoral. Episcopalian Commission.
Antecedentes
la Juventud Obrera Católica, que había sido fundada en 1925 por el sacerdote
belga Joseph Cardjin, comenzó a funcionar en nuestro país en 1941. Como
señala Claudia Touris su propósito era evangelizar a los jóvenes obreros no sólo
en las fábricas, sino también en la calle y en sus lugares de esparcimiento. El
objetivo de la JOC no era crear sindicatos cristianos sino formar a los obreros
según los principios cristianos para luego conquistar el medio social. “El mé-
todo de trabajo jocista se basaba en la pedagogía de la ‘Revisión de vida’: Ver,
juzgar, actuar. El punto de partida era pues el diagnóstico de la realidad y su
análisis profundo para recién pasar a la acción”1.
La “cuestión obrera” era un tema presente y encontramos escritos de las
Notas de Pastoral Jocista que relejan dicha cuestión. Los asesores, por ejem-
plo Héctor Madrioni y Lucio Gera recalcaban la necesidad de una Iglesia más
incluyente y de acercamiento a los sectores trabajadores sobre todo luego de
la llamada revolución libertadora que proscribiera al peronismo e intentara
desterrar las conquistas alcanzadas por los sectores trabajadores.
También existía, en este sentido, una crítica a la falta de presencia de la
Iglesia en los sectores populares en contraste con la labor realizada en los
sectores medios de la sociedad y a la pérdida de catolicidad que implicaría el
permanecer en esa tendencia:
1
Ver Touris, 2008.
2
Agrega Gera “La ausencia de la Iglesia en la clase obrera es trágica, desde luego para esta misma
clase. Pues desde el momento en que la Iglesia no ha asumido en el luego la que podría ser su más
auténtica compañera en el camino hacia su promoción humano-cristiana. Será ella guiada en el
camino de su promoción -promoción que ya no será cristiana por cualquier mesianismo de tipo
marxista. Pero la ausencia de la Iglesia en las masas obreras no es menos trágica para la Iglesia
misma, que al perder las capas proletarias de la sociedad ha perdido uno de los elementos pri-
mordiales que debían integrar su catolicidad. ¿Serán éstas las nuevas formas que cobra el cisma?
No ya naciones sino capas sociales que se desprenden del cuerpo de la Iglesia”.
El Concilio Vaticano II
3
Conferencia Episcopal Argentina 1966, Declaración pastoral del Episcopado Argentino, La
iglesia en el período posconciliar.
4
Conferencia dada por Loris Zanatta en Buenos Aires, 26 de agosto de 2009: “Liberada de los
nazis por las potencias aliadas, Europa internaliza las ideas de los vencedores (…) Todas estas
circunstancias inluirían y determinarían fuertemente el pensamiento católico de la época, acer-
cándolo a las ideas de los vencedores y con ello al progresismo que en buena medida coincidía
con los principios, con la ilosofía animante de las potencias vencedoras” (Ver: Rojas, 2001: 21)
5
Apostolicam actuositatem Nº13.
6
Apostolicam actuositatem Nº14.
7
“Conciencia más viva de sí misma, reforma, diálogo con los demás hermanos cristianos y
apertura al mundo de hoy: son las cuatro inalidades del Concilio” (CEA, 1966: 11).
8
La Iglesia en el período posconciliar… CEA, 1966: 12.
9
Ver Ghío (2007: 193); Di Stefano Zanatta (2009: 190-494); Obregón (2005: 25-32).
10
Mons. Devoto, Obispo de Goya escribe al regresar del Concilio: “La renovación, no es, como po-
dría sugerirles a algunos esta palabra, un afán de novedad, sino una revisión profunda para que la
Iglesia se despoje de aquellas cosas, que de alguna manera han ido desigurando su auténtica ima-
gen evangélica, o sea imagen de la Iglesia tal como Jesús ha querido que fuera” (Azcuy, 2006: 208).
11
El mismo Gera al analizar las posturas señala “Yo me acuerdo que la línea de mis profesores
era más bien en contra, Menvielle, Castellani, los curas viejos estaban más bien en contra. En
cambio la gente joven, después del primer desconcierto empezó a apoyar el Concilio (…) (pero)
entre los conservadores estaban quienes aceptaban el Concilio y entre los posconciliares estaban
quienes ya querían hacer un tercer Concilio”, entrevista 27 de abril de 2009.
12
Igualmente si bien a nivel nacional la renovación (al menos de las estructuras) fue rápida a
nivel diocesano las mismas quedaron libradas a la voluntad de los Obispos de cada diócesis. En
muchos casos éstos frenaron o detuvieron las reformas. Es signiicativo el caso de Mons. Buteler
en Mendoza.
13
La experiencia de la Comisión Episcopal de Pastoral (COEPAL) durará desde 1966 hasta
1973. Touris (2008) señala que tuvo la particularidad de ser un “espacio que permitió la arti-
culación de la relexión teológica y la discusión intelectual desde la perspectiva de las ciencias
sociales con prácticas pastorales que se inscribían dentro de las nuevas directivas conciliares”.
14
Ver: Scannone (1997: 3) y Amuchástegui (2010).
15
Esta tendencia sobrepasaba los límites de la universidad o de los centros de estudios. La
revista Criterio, desde 1957 dirigida por Jorge Mejía, también se hacía ecos de estos aires.
Intelectuales que abrazaban el humanismo cristiano llenaban sus páginas y las de Estudios,
intelectuales como Carlos Floria, Ludovico Ivanissevich Machado, José Luis de Imaz, Emilio
Mignone, Néstor Auza, Guido Di Tella, Horacio Peña, Antonio Donini, Rafael Braun, Justino
O’Farrell, Alberto Silly, José E. Miguens. Ver Maccarone, 1992: 162.
latentes desde tiempo atrás. Y junto a ello y como eco de la realidad argentina
también se politizó.
Nos parece interesante resaltar un hecho que puede parecer obvio: si bien
surgieron diferencias, todo ello se dio dentro de la Institución, es decir, no
hubo un quiebre, al menos en un primer momento. Como señala Zanca
(2006: 43), la generación “desamparada”, (así denomina a los intelectuales
renovadores católicos) no cometió parricidio, no optó por la separación o
el alejamiento de la institución eclesial: “había cosas que no queríamos con-
servar evidentemente, cosas que cuando vino la renovación las asumimos.
Es difícil decir que estábamos con los conservadores porque algo queríamos
renovar, pero no queríamos quemar el Papado”16.
16
Entrevista, 27 de abril de 2009.
17
Politi (1990) señala que la relexión de los miembros de esta comisión “se inscribía en am-
plio movimiento de ideas, íntimamente vinculado a los procesos políticos y sociales”.
Gerardo Farrell destaca esta reunión sacerdotal por el abordaje que se reali-
zó de la situación argentina pero también como el punto en el cual se separaron
aquellos que realizaban una lectura más desde el diálogo católico marxista de
los que lo hacían desde el catolicismo popular (1992: 210).
Volviendo al plan de pastoral, es interesante ver que “utilizan las categorías
que estaban en boga en el momento debido a la Cepal20 y a los procesos de desco-
lonización: desarrollo y subdesarrollo21. Como señala Carlos Altamirano (2007:
73), los conceptos desarrollistas estaban latentes en todos los ámbitos y a partir
de escritos de Pablo VI y de otros documentos institucionales notamos que el
18
“Consideramos que el estudio de la realidad argentina, es una de las bases, sobre las que
habrán de trabajar las comisiones episcopales con sus respectivos subsecretariados tratando
de mantener una permanente y actualizada toma de conciencia de cuanto afecte, preocupe y
angustie a la Iglesia y al pueblo del país, porque como dice Su Santidad Pablo VI: “el pastor
debe tener siempre los ojos abiertos sobre el mundo” (CEA, 1967).
19
Describe esta reunión también De Biase (1998: 121), “Lucio Gera, decano de la facultad de
teología del seminario de Villa Devoto y más adelante uno de los teóricos principales del MSTM
indicó que la inalidad del encuentro era analizar las orientaciones del Vaticano II para así in-
tentar repetirlo en nosotros. Por ello agregó ‘no se trata solamente de repetir citas sino de repro-
ducir las actitudes conciliares en lo íntimo de cada uno expandiéndolo hacia la realidad que nos
circunda. De este modo adaptaremos el Concilio a la Argentina y sobre todo adaptaremos la
Argentina al Concilio”.
20
Comisión económica para América Latina, organismo dependiente de la Organización de
las Naciones Unidas, responsable de promover el desarrollo económico y social de la región.
21
Incluso llego a gestarse una teología del desarrollo.
ámbito eclesial no era una excepción. El plan de pastoral por ejemplo denuncia
la realidad local a partir de la situación de subdesarrollo y señala la necesidad
de un desarrollo que no avasalle la dignidad humana. Ahora, si bien hace suyas
dichas categorías, si se lo compara con otros discursos desarrollistas se observa
una visión de progreso que excede lo meramente económico ya que promueve
un concepto de progreso que sea integral, es decir de todos los hombres y de
todo el hombre. Asimismo debemos mencionar que también, en sintonía con el
mensaje de Pablo VI plantean la necesidad de transformar las estructuras22 y la
necesidad de una clase dirigente que preste oídos a lo que sufre el pueblo y que
no busque el desarrollo sin tener en cuenta el principio de justicia social ya que
solamente buscando la justicia social se alcanzaría la paz”23.
Si bien es un documento que llama la atención porque no es la típica de-
claración del Episcopado, el cual tradicionalmente se manifestó en términos
más moderados, debe aclararse que aunque es categórico, habla de desarrollo
y no de revolución. Debemos asimismo resaltar que en este documento se
abordan la profundización de la renovación litúrgica y el rescate de la religio-
sidad popular y que junto a este proyecto se dará también el crecimiento de la
relexión teológica tanto en la órbita nacional como en el ámbito latinoame-
ricano. Es para esta época que la teología de la liberación de Leonardo Bof
y Gustavo Gutiérrez comienza a tener más fuerza en el continente. Palabras
como liberación, opresión, opción por los pobres se convirtieron práctica-
mente en constantes, si bien en muchos casos no se las deinía.
En sintonía con el plan de pastoral de conjunto el episcopado argentino re-
dactó en 1969 el documento de San Miguel. En él se ven relejadas las diversas
tendencias existentes dentro de la Iglesia argentina, obispos y sacerdotes que
tenían distintas visiones eclesiológicas. Sin embargo, la inluencia del equipo de
22
“La Iglesia tiene pues una función ineludible de animación y de impulso promocional en el
proceso actual de la Argentina y América Latina. La transformación de las estructuras actuales
y la integración son metas hacia la cual tienden nuestros pueblos, movidos especialmente por1
su vocación y necesidad de ser” (CEA, 1967).
23
El discurso de Pablo VI en las Naciones Unidas en 1966 releja claramente las connotaciones
sociales del compromiso evangélico: “La verdadera paz no es simplemente la no guerra. Por-
que un hombre no solamente puede morir herido por una bala o destrozado por una bomba.
Un hombre puede también morirse de hambre y eso hoy sucede con multitudes enteras de
hombre que son hijos de Dios como nosotros (…) no hay paz verdadera si los seres humanos
tienen que vivir en habitaciones indignas, a veces de animales. No hay paz si no hay trabajo
(…) Todo esto conigura un estado de guerra, porque guerra es destrucción. Y carecer de
alimentación, vivienda y ropa es ir destruyéndose de a poco”. Ver: Amuchástegui (2010: 6).
la COEPAL fue notoria, sobre todo en los apartados sobre justicia, religiosidad
popular.
Dicho documento no sólo permite entrever el complejo contexto eclesial
sino también el histórico, político y social: al proclamar la necesidad de partici-
pación tanto en lo político como la denuncia de una realidad económica injusta
el documento releja la percepción de la época y la ilegitimidad del gobierno de
la llamada revolución argentina24.
Claramente se ve, como menciona Ghío la inluencia de los sectores jóvenes
en estas declaraciones, que incluso llegan a ser más explícitas:
24
Ver CEA (1969) Documento de San Miguel, IV Justicia: 5 y 11.
25
Ver CEA (1969) Documento de San Miguel, V Paz.
26
Por ejemplo: “Ella como Madre se siente obligada para con todos sus hijos, especialmente para
con los más débiles, alejados, pobres y pecadores. Si no lo hiciera así o no los considerara como
miembros predilectos del Pueblo de Dios, su actitud sería no de Iglesia de Cristo, sino de secta”.
(…) “La Iglesia ha de discernir acerca de su acción liberadora o salvíica desde la perspectiva
del pueblo y de sus intereses, pues por ser éste sujeto y agente de la historia humana, que “está
vinculada íntimamente a la historia de la salvación”, los signos de los tiempos se hacen presentes
y descifrables en los acontecimientos propios de ese mismo pueblo o que a él afectan. (…) La
acción de la Iglesia no debe ser solamente orientada hacia el pueblo, sino también, y principal-
mente, desde el pueblo mismo”.
“La pastoral tenía que ser hecha por todos…por lo tanto cada diócesis
tenía que organizar una comisión de sacerdotes, laicos y religiosos y reu-
nir al conjunto para que expresase sus deseos pastorales. Eso lo hicieron
muy bien en el Chaco, en Resistencia. Hubo gente de la COEPAL que
iba a cada diócesis para convocar al clero y a los laicos…para mover. Era
una pastoral hecha por todos…daba mucho trabajo. Nosotros hablába-
mos de una pastoral popular y por popular entendíamos el pueblo de
Dios, no simplemente el tipo de las villas…también los tipos de las villas.
El mundo pobre tenía que estar dentro y decir su palabra. Que todos
tengan su palabra, que la Iglesia sea hecha, armada entre todos”.
27
“Se sumaron otras iguras de destacada trayectoria como Alberto Silly, (S.J. y director del
Centro de Investigación y Acción Social de dicha orden: CIAS); Fernando Boasso (S.J.); Gui-
llermo Sáenz (S.J. y asesor del MRAC); Mateo Perdía (Provincial de los Padres Pasionistas);
Laura Renard (Superiora de las Hermanas Auxiliares Parroquiales de María); Aída López (Su-
periora de las religiosas de la Compañía del Divino Maestro) y Ester Sastre (Superiora de
las Hermanas del Sagrado Corazón). Más tarde completaron el grupo Carmelo Giaquinta y
Domingo Castagna. Ver Touris (2008).
28
Ver: Fernando Boasso, El contexto histórico eclesial, en Azcuy (2006: 176-179); Testimonio
Laura Renard en Azcuy (2006: 207-218).
29
Juan Carlos Onganía pretendía dividir su gobierno en tres etapas que llamó “el tiempo eco-
nómico (que buscaría el saneamiento económico), el tiempo social (que preveía una nueva
participación sindical) y inalmente el tiempo político que sería un llamado a elecciones pro-
gresivamente por municipios, luego provincias y por último nacionales.
30
Claro ejemplo de esta participación popular en el ámbito religioso debido a la obturización
de los medios políticos es el trabajo de Lida que analiza como la Iglesia se convierte en canal
de manifestación de masas.
pueda votar, sino que el pueblo pueda tener canales para expresarse y participar
de la vida política. Es llamativo esto último: el reclamar autodeterminación del
pueblo en 1976 está cargado de sentido, de denuncia ante los sucesos aconteci-
dos en Argentina dicho año.
Por otro lado cabe también analizar el concepto Pueblo, ya que para Gera
y el grupo de teólogos de la Pastoral Popular, Pueblo es el agente de su propia
liberación31 que asume dos sentidos, Pueblo-nación y Pueblo-pobre. En 1970
dice: “(Pueblo) es una corriente mayoritaria aún no teniendo formulaciones
teóricas totalmente elaboradas. Pueblo es tierra, patria, religión tradición, au-
tóctona, folklore” (Azcuy, 2006: 509).
El segundo sentido lo explicita cuando describe al Pueblo, en modo con-
creto. Se reiere en general, como lo había hecho la Conferencia Episcopal
Argentina, a los pobres, oprimidos, a aquellos que se encuentran perjudi-
cados por el sistema. No se limita a mencionar la opresión económica sino
que también considera al pobre como oprimido político, es decir, considera
Pueblo, no sólo a aquellos que no tienen para comer sino también a aquellos
que se encuentran marginados de la vida política y que en su gran mayoría se
identiica con el peronismo.
Estas dos características señaladas y la inluencia del revisionismo histó-
rico en la categorización se ven relejadas en la carta de descargo del movi-
miento de sacerdotes para el tercer mundo en la cual airmaba:
31
“La palabra “Pueblo” en Argentina en la época que estamos estudiando. Era una categoría
tomada de la historia argentina, muy aincada en el revisionismo histórico que en contraposi-
ción con la historiografía liberal revalorizaba la tradición preborbónica hispanoamericana de
la época colonial, la nacional y popular del federalismo en el siglo XIX y la del yrigoyenismo y
peronismo en el siglo XX. Exaltaba, de alguna forma, lo local y la tradición. Asimismo también
era una categoría básica de la democracia moderna, que exaltaba la participación en el ámbito
de la política. Hacia 1970, muchos intelectuales, Gera entre ellos, comenzaron a utilizar esta
categoría para hacer escapar a una teorización liberal o marxista y en cierto modo, buscar una
tercera posición o tercera vía que los distinga. Ahora bien, en 1970, en plena peronización de
los ámbitos intelectuales, “Pueblo” hacía alusión no sólo a lo propio, a la nación sino también
al descamisado y al trabajador”. Ver Amuchástegui (2010: 12).
Lo que une a este pueblo, dice Gera, es un “ethos (un núcleo de valores
compartidos) y es así que pertenecen al pueblo no sólo los pobres y oprimi-
dos sino todos aquellos que comparten ese sistema de valores, que él sintetiza
de este modo: “(…) yo creo que el ethos de nuestro pueblo va por este lado:
hasta ahora él fue el dominador y ahora no es que yo pueda o tenga que pasar
a ser dominador sino que tengo que romper con este tipo de relación; que
en cambio de haber relación dominador-dominado haya relación hermano-
hermano” (Azcuy, 2006: 643).
Como señala Rafael Tello, “es una multitud que conforma una unidad, dada
por el conjunto de relaciones mutuas y la común vivencia de un conjunto de
valores” (2011: 16). Esta deinición logra trascender el planteo clasista y tiene
la potencialidad de reunir a la totalidad de la nación. Agrega Tello “El pueblo
sólo existe y subsiste en las personas que lo forman. Es amor, es comunidad de
personas (…) es la realidad histórica de personas aunadas en la vivencia común
de unos valores que conforman su cultura y su estilo de vida” (2011: 15).
Al no reducir Pueblo a una clase social, a un sector, el marginado de la socie-
dad sino al describir al pueblo como una realidad histórica-cultural-personal
“lo que pasa es que cuando estaba acá la dictadura militar si hablá-
bamos de liberación o de cuestión social nos cortaban la cabeza. En-
tonces yo digo, la manera de hablar acá es hablando de cultura, porque
en el fondo la política es un producto de la cultura y el comportamien-
to social, la convivencia es el producto de una cultura, como el modo
en que se relaciona un pueblo entre sí y los valores fundamentales que
tiene un pueblo” (entrevista 27 de abril de 2009).
32
“Pueblo (…) es el sujeto comunitario de una historia y de una cultura (…) cuando se dice suje-
to de una historia (no de la historia!) se piensa en determinadas experiencias históricas concretas
-como son por ejemplo, la argentina o la latinoamericana en sus orígenes- en una conciencia
colectiva y en un proyecto histórico común (no necesariamente explicitado). Cuando se dice
sujeto de una cultura esta es entendida como un estilo común de vida y no según una concep-
ción ilustrada para lo cual culto es quien ha estudiado y no el que sabe el sentido de la vida y de
la muerte. La cultura así deinida no sólo comprende un núcleo de sentido último de la vida y
el plano de los símbolos y costumbres que lo expresan sino también el plano de las instituciones
y estructuras políticas y económicas que lo coniguran o -como sucede en América Latina- lo
desconiguran. Por tanto, pueblo es una categoría primariamente histórico cultural: es histórica
porque sólo históricamente puede determinarse en cada situación, según el contexto histórico y
las relaciones ético-culturales y ético-polítcas, quienes y en qué medida se pueden llamar pueblo
o tienen carácter de anti-pueblo. Es cultural porque se reiere a la creación de, defensa o libera-
ción de un ethos cultural (modo particular de habitar éticamente el mundo como comunidad)”.
Ver Scanonne (1997: 63).
También deben haber inluido los cambios que ocurrían en Roma. Hacia
1975 Pablo VI publicaba la encíclica Evangelii Nuntiandi, que recogía las con-
clusiones del sínodo de Obispos de 1974 respecto a la evangelización de los
pueblos. En esta encíclica Pablo VI, retomaba el clima conciliar (que no era
el de Medellín) y analizaba la necesidad de encarar una nueva evangelización
de los Pueblos. En este documento se establecía claramente una prioridad
pastoral: no se busca la evangelización para la liberación de estructuras po-
líticas y económicas, sino que se busca la evangelización para la conversión
para a partir de allí promover la renovación de estructuras de dominación. Es
decir, se pone el acento en lo religioso, si bien ello supone también el cambio
en otras esferas33.
Pastoral Popular
Es a partir de este momento que con mayor claridad se asume como pro-
yecto pastoral la evangelización (que supone liberación, pero que no se reduce
a ella34) de la cultura, expresado principalmente en el documento del Celam de
las conclusiones de Puebla, cultura que implica todo…lo económico, lo social,
lo político, lo religioso35. Por lo tanto, la evangelización de la cultura implica la
evangelización de todos los aspectos de la vida del hombre36.
Esa pastoral popular, que debía evangelizar la cultura debía darse desde el
propio pueblo ya que, como sugería Tello, la pastoral popular no es la que se
impone desde afuera sino la que simplemente deja actuar el dinamismo pro-
pio de la fe popular”. Es por eso que proponen la evangelización de la cultura
popular, de la cultura del pueblo, desde la propia religiosidad de ese pueblo: “el
mismo Pueblo de Dios se evangeliza a si mismo a través de sus celebraciones
y iestas religiosas”, por la “inculturación del evangelio en el pueblo, a través de
33
Ver Gera, Comentarios Introductorios a los capítulos de la Evangelii Nuntiandi: “la evangeli-
zación es todo esto: la actividad mediante la cual la Iglesia comunica la Buena Nueva a toda la
humanidad para que ésta sea renovada y el hecho de que los hombres recibiendo por la fe el
anuncio evangélico, se vayan efectivamente renovando”, en Azcuy ( 2006: 764).
34
Ver Gera (1974).
35
“La intención que preside la tarea histórica de la renovación de la humanidad, es decir, de
todos los hombres y de todo el hombre; por eso la Iglesia cuando evangeliza se dirige a todos
los hombres y al hombre entero, no a algunos hombres y al hombre parcializado”. Ver Gera,
Comentarios introductorios los primeros capítulos de la Evangelii Nuntiandi en Azcuy (2006: 771).
36
Ver Gera (1968), Relexiones teológicas sobre la Iglesia, Mallín, 1968, en (Azcuy, 2006: 386).
37
CELAM (1992) Documento de Santo Domingo n 36; Catecismo de la Iglesia Católica (CCE
1674-1676).
38
“Desde la década del setenta, hay un fuerte resurgir de la tarea evangelizadora de la Iglesia
en las comunidades indígenas y una búsqueda de una pastoral aborigen especíica adaptada a
la cultura de cada una de las étnias que componen el mundo indígena. Tarea, por cierto, muy
ardua y difícil, no sólo por lo inhóspito de las zonas donde se encuentran las comunidades in-
dígenas, sino también por la ausencia de una pastoral orgánica, tanto diocesana como nacional.
Lo cual diiculta la tarea de evangelización que va realizando con aciertos y desaciertos (…) Una
consecuencia directa de todo este devenir histórico es que muchos grupos se encuentran en un
estado de fuerte indefensión cultural frente a las demás culturas de la sociedad envolvente, lo
que está provocando en ellos una pérdida de su identidad y dignidad cultural, al encontrarse
en una trágica transición en la que no alcanzan a lograr una síntesis que incorpore críticamente
los valores de la nueva cultura, rechace sus anti-valores y rescate simultáneamente los que per-
tenecen a su propia cultura. Esto plantea a la Iglesia y a todos los que quieran hacer una tarea
de evangelización en el mundo aborigen el desafío de rescatar y reforzar la cultura de cada etnia
particular, estudiando la forma y el manejo en el aporte de los elementos evangelizadores. En la
Argentina se da una pluralidad de culturas especialmente en las etnias aborígenes (…) La Iglesia
ha abogado fuertemente, sobre todo a partir de Puebla, por este diálogo intercultural. Ver CEA
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Conclusión
Documentos de la Iglesia
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