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Semana 1

FILOSOFÍA DE LA
HISTORIA

Unidad 1
Fundamentos de
la Filosofía de la
Historia

Material compilado con fines académicos, se prohíbe su reproducción total o parcial sin
la autorización de cada autor.
1. Fundamentos de la
Filosofía de la Historia
En este bloque nos centraremos en descubrir cuáles son los fundamen-
tos de la Filosofía de la Historia para tratar de responder a la siguiente
pregunta:
¿Cuáles son las tareas intelectuales que definen el trabajo del historia-
dor?

En cierto sentido, esto se responde mejor sobre la base de una lectura cuidadosa de
algunos buenos historiadores, pero será útil ofrecer varias respuestas simples como una
especie de mapa conceptual de la naturaleza del conocimiento histórico.
Los historiadores están interesados en proporcionar conceptualizaciones y descripcio-
nes fácticas de eventos y circunstancias en el pasado. Este esfuerzo es una respuesta a
preguntas como ¿Qué pasó? ¿Cómo fue? ¿Cuáles fueron algunas de las circunstancias y
sucesos que tuvieron lugar durante este período en el pasado?
En ocasiones, eso significa simplemente reconstruir una historia complicada a partir de
fuentes históricas dispersas, por ejemplo, al construir una narrativa de la Guerra Civil Es-
pañola o intentar resolver la serie de eventos que culminaron en el motín/levantamiento
racial de 1967 en Detroit, pero también significa participar en un trabajo conceptual sus-
tancial con el fin de llegar a un vocabulario en términos de caracterizar lo que sucedió.
Con respecto a los desórdenes de 1967 en Detroit: ¿fue esto un motín o un levantamiento?
¿Cómo lo pensaron los participantes y los contemporáneos?
Los historiadores a menudo quieren responder preguntas de “por qué”: ¿Por qué ocurrió
este evento? ¿Cuáles fueron las condiciones y fuerzas que lo provocaron? Este conjunto
de preguntas invita al historiador a dar una explicación del evento o patrón que describe:
el ascenso del fascismo en España, el colapso del Imperio Otomano, la gran crisis finan-
ciera mundial de 2008.

Proporcionar una explicación requiere, básicamente, una descripción de los


mecanismos causales, las circunstancias de fondo y las elecciones huma-
nas que provocaron el resultado. Explicamos un resultado histórico cuando
identificamos las causas, fuerzas y acciones sociales que lo provocaron o lo
hicieron más probable.

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A todas estas preguntas, la Filosofía de la Historia ha tratado de darles respuesta, po-
niendo atención a cómo se construye el conocimiento histórico. Desde esta disciplina,
podemos ver que la historia es mucho más que la reconstrucción del pasado, tal como lo
veremos en las siguientes líneas.

1.1. Definición y orígenes de la Filosofía de la Historia


¿Sabías que?
La Filosofía de la Historia es un área de conocimiento que tiene por objetivo re-
flexionar el devenir del hombre en el tiempo, así como los problemas propios de
la historia: la importancia del pasado en el presente, el fin de la historia, el tiem-
po, la verdad, la memoria y la historicidad. En diálogo abierto con la Filosofía,
la historia ha desarrollado diversas herramientas teórico-metodológicas para
construir el conocimiento histórico; también se ha preguntado sobre el carácter
científico de los hechos históricos, la naturaleza constructiva del pensamiento
histórico y el pasado como objeto de estudio de la historia.

Desde la Edad Medieval hasta la actualidad, se ha intentado dar respuesta a dichas inte-
rrogantes. Quiero detenerme en este aspecto para mostrarte algunas de las reflexiones
filosóficas sobre la historia; empecemos por hacer alusión a San Agustín de Hipona (ver
imagen 1).
Para conocer más acerca de él, te recomiendo mirar el video “San Agustín de Hipona y
Santo Tomás de Aquino”, donde se destaca que la filosofía medieval ―articulación entre
filosofía y cristianismo― es la que delinea el pensamiento de San Agustín, se hace alusión
a su conversión a las creencias cristianas y a su constante reflexión acerca de la combi-
nación de la fe y la razón. Podrás verlo en el siguiente enlace:

Escanea el siguiente código


QR para ver el video relacionado

https://player.vimeo.com/video/496678856

https://youtu.be/aKoITgFYNM4

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Después de este breve acercamiento a la vida y al pensamiento de San Agustín, aden-
trémonos a una de las obras clave en la que se plantea preguntas sobre la historia, es
decir, La Ciudad de Dios. En ella, el obispo de Hipona reflexiona sobre las problemáticas
de su tiempo, de manera específica, tiene como objetivo mostrar que la caída del imperio
romano ante las invasiones de los bárbaros no estaba relacionada con la aceptación del
cristianismo; por lo tanto, San Agustín defiende la fe cristiana por medio de este libro.

Además, se pregunta cuál es la relación entre el alma humana y Dios,


¿pero todo esto qué tendría que ver con la historia? ¿Cuál es la rela-
ción entre la defensa del cristianismo por parte de San Agustín y su
concepción de la historia?

De acuerdo con Rosita G. de Mayer, para San Agustín la historia no es repetición como
lo creían los pensadores griegos, más bien, él propone un concepto de historia estre-
chamente relacionado con el pensamiento de Dios, considera que ésta se inicia con la
creación, y que en la historia divina está la clave de la historia, es decir, la obra histórica
se realiza en estrecha colaboración entre Dios y el hombre.

Figura 1. San Agustín de Hipona. Fuente: http://www.biografiasyvidas.com/biografia/a/agustin.htm

La participación de Dios en la historia es esencial. Cabe decir que es en La Ciudad de


Dios donde el problema de la historia aparece por primera vez como problema filosófico.
Antes de San Agustín encontramos grandes filósofos e historiadores, como veremos más
adelante, pero ninguno se planteó el problema de la historia como tal (Mayer, s/f).

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Hay que enfatizar que San Agustín no sólo fue el primero en pensar fi-
losóficamente a la historia, sino que también representó una influencia
fundamental en la filosofía medieval. Su pensamiento, junto con el de
otros filósofos, marcará una época en donde las explicaciones sobre el
mundo parten de la idea de que todo surge y existe por Dios. A esto se
le ha llamado providencialismo.

De acuerdo con Sánchez (1982), el providencialismo es la comprobación y el testimonio


de la acción de Dios o de la providencia divina en la historia. Una de las funciones fun-
damentales de la Providencia es la de elegir a un pueblo determinado como instrumento
de su propia intervención en la historia del mundo; para el providencialismo todo lo que
sucede en la historia es algo querido por la Providencia divina.

El pensamiento característico de la Edad Media mostrará los primeros


signos de ruptura a partir la ola de transformaciones políticas, econó-
micas y sociales suscitadas en Europa en el siglo XV.

Desde entonces, se cuestionará la centralidad de Dios en todos los ámbitos y se coloca-


rán las acciones del hombre como fuente primordial de conocimiento que desplaza a la
Providencia divina. El proceso de transición de una época a otra fue gradual, por lo que
ambos modos de comprender y explicar la vida convivieron y, en ocasiones, se contrapu-
sieron.
Es un período caracterizado, principalmente, por el entrecruzamiento de distintas corrien-
tes de ideas, por tratarse precisamente de un tiempo de transición entre la Edad Media
y el mundo moderno. Del mundo religioso se volvía al mundo real; el Humanismo revivió
los afanes de las personas por transformar la vida social como resultado de la reflexión
y de la crítica.
•Esto es, se abandona la visión teológica y providencialista que había dominado en la
historiografía medieval.
•En reemplazo de esta última, se elaboró un nuevo esquema histórico, fundado en la
contraposición entre una edad antigua grecorromana y una edad medieval de tinie-
blas.

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¿Sabías que?
En el siglo XVIII, la secularización de la sociedad y la de la historia tomará
mayor fuerza. En este contexto, surgirá el concepto de Filosofía de la Historia.
El filósofo francés Voltaire será quien acuñe el término en el siglo XVIII, con el
objetivo de romper con la idea. Para él hay dos tipos de historia: la sagrada y
la profana. Voltaire se volcará hacia la historia profana que busca colocar a
los hombres como protagonistas de la historia desplazando a la providencia
divina. Para Voltaire hacer Filosofía de la Historia consistía en leer la historia
en clave de filosofía y romper con las verdades establecidas por la religión
(Oneca, 2004).

No es extraño el deseo de Voltaire de que la historia sea leída desde la filosofía, porque
como lo señaló el científico y filósofo francés Jean le Rond d´Alembert (citado en Oneca,
2004): “Nuestra época gusta de llamarse la época de la filosofía. De hecho, si examina-
mos sin prejuicio alguno la situación actual de nuestros conocimientos, no podremos ne-
gar que la filosofía ha realizado entre nosotros grandes progresos” (s/p).
De la misma manera, es imprescindible hacer mención de otro gran exponente que, para
algunos autores como Michelet, es el fundador de la Filosofía de la Historia. Me refiero a
Giambattista Vico; sus ideas sobre la vida de las sociedades humanas están vinculadas
con una concepción sobre la validez del saber histórico, concepción que ciertamente in-
tegra una teoría general del conocimiento y los principios del método histórico. Además,
Vico logra introducir a la historia en el campo del conocimiento, ya que se conoce a quien
la ha creado: el hombre, que además es capaz de reconstruir en su propia mente el pa-
sado.

El desarrollo del pensamiento histórico de Vico aportó grandes elemen-


tos a la metodología crítica y, además, la idea de que el pensamiento
histórico puede ser constructivo.

La Ilustración cubrirá bajo su manto a una gran parte del pensamiento de los filósofos más
representativos de la época, pero habrá quienes no se sientan identificados con sus pos-
tulados y los someterán a crítica; tal es el caso del filósofo y poeta Johann Gottfried Her-
der, quien cuestionará que la Ilustración sea la última fase de desarrollo de la humanidad
y también la concepción que tiene sobre la historia, ya que para él esta tiene un fin, pero
de la soberanía y omnipotencias divinas. Además, critica la visión lineal y eurocentrista de
la historia en su obra Ideas para una filosofía de la historia.

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Esta rápida revisión de lo que podríamos considerar los orígenes de la Filosofía de la
Historia, nos pone sobre la mesa lo siguiente: El sistema de ideas prevaleciente en una
época influyó en la forma de concebir la historia y determinó los problemas sobre los
cuales había que reflexionar. Por ejemplo, durante el Renacimiento, el gran movimiento
de renovación que se produjo en Europa durante los siglos XV y XVl se transformó la
concepción del ser humano y de la sociedad, se extendió la actitud crítica, se practicó la
observación de la naturaleza y la experimentación científica. La centralidad que adquirió
el ser humano en las explicaciones del mundo, se verá mayormente reforzada durante la
Ilustración, en donde pocos filósofos relacionaran el concepto de historia con Dios.

1.2. Objeto de estudio de la Filosofía de la Historia

¿Sabías que?
Definir cuál es el objeto de estudio de la filosofía de la historia no es una ta-
rea fácil. Ningún filósofo discutiría la afirmación de que existe un grupo bien
definido de problemas que pertenecen a la filosofía de las ciencias físicas,
y que surgen cuando reflexionamos sobre los métodos y supuestos de esas
ciencias, o de nuevo sobre la naturaleza y condiciones del propio conoci-
miento científico. Filosofía de la Ciencia, en cierto sentido, se acepta que es
una empresa legítima. Pero no existe tal acuerdo sobre la filosofía de la histo-
ria (Belvedresi, 2016, p. 33).

Quizás valga la pena preguntarse cómo se ha producido esta situación, ya que se puede
esperar que la investigación arroje luz sobre el tema de la rama de estudio de la Filosofía
de la Historia. Los estudios históricos han florecido en Europa Occidental durante dos si-
glos, sin embargo, la Filosofía de la Historia ha sido, hasta hace pocos años, virtualmente
inexistente. El motivo se encuentra en la orientación general del pensamiento filosófico
en Europa.
La filosofía occidental moderna surgió de la reflexión sobre los extraordinarios progresos
realizados; su conexión con las ciencias naturales ha permanecido intacta desde enton-
ces. La equiparación del conocimiento propiamente dicho con el conocimiento adquirido
por los métodos de la ciencia fue hecha por casi todos los grandes filósofos desde la
época de Descartes y Bacon hasta la de Kant.

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Es cierto que, entre estos pensadores, dos escuelas pueden ser clara-
mente distinguidas:
•Aquellos que enfatizaron el aspecto matemático y
•Aquellos que señalaron su base en observación y dependencia del
experimento como la más importante.

Aunque divididos de esta manera, los escritores en cuestión estaban unidos en sostener
que la metafísica y la teología, aparte, la física y las matemáticas eran los únicos reposito-
rios de conocimiento. La historia, tal como la conocemos hoy, como una rama desarrolla-
da del aprendizaje con sus propios métodos y estándares, es algo relativamente nuevo,
de hecho, apenas existía antes del siglo XIX.

¿Sabías que?
La Filosofía de la Historia, tal como se concibe tradicionalmente, se le adjudi-
ca al filósofo italiano Vico (1668-1744), aunque su obra pasó desapercibida en
su propia época. Para fines prácticos, se afirma que esta disciplina obtuvo por
primera vez el reconocimiento como un tema separado en el período que se
abrió con la publicación, en 1784, de la primera parte de Ideas de Herder para
una historia filosófica de la humanidad y cerró poco después de la aparición
de las Conferencias póstumas de Hegel sobre la Filosofía de la Historia en
1837.

El estudio, tal como se concibió en ese período, fue en gran medida un asunto de la es-
peculación metafísica. Su objetivo era lograr un entendimiento del curso de la historia en
su conjunto; para demostrar que, a pesar de las muchas aparentes anomalías e inconse-
cuencias que presentaba, la historia podría ser considerada como formando una unidad
que incorpora un plan general, un plan que, si una vez lo captamos, iluminaría el curso de
los acontecimientos (Belvedresi, 2016, p. 52).

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Con este breve recorrido, podemos decir que la Filosofía de la Historia
tiene como objeto de estudio un análisis conceptual de las controversias
históricas, porque la historia no se trata sólo del “pasado histórico”, sino
también sobre el pasado práctico. La Filosofía de la Historia no puede
restringirse a la epistemología, la lógica y la metodología; también tiene
que abordar los aspectos éticos, políticos y metafísicos u ontológicos
de la historia; esta última no debe analizarse solo desde el punto de
vista epistemológico o la perspectiva de un observador distante, sino
también desde la ética y política del participante involucrado, es decir,
desde la perspectiva de los actores políticos. No se habla de los actores
políticos del pasado, que son objeto de investigación para la escritura
histórica, sino de los propios historiadores como actores políticos en el
presente.

1.3. Relación entre historia y filosofía

La relación existente entre la historia y filosofía es mucho más estrecha de lo que pode-
mos imaginar. Para comprenderla de manera más amplia empecemos por definir estas
dos áreas de forma separada.
•El destacado historiador italiano Benedetto Croce (Carr, citado en Belvedresi, 2016)
definió la historia como la recreación de la experiencia pasada en la mente del histo-
riador.
•Para Robin Collingwood el objeto peculiar de la historia era revivir los pensamientos
de los agentes históricos.
•Sierra de Nietzsche define la historia como un diálogo entre el pasado y el presente en
que el este toma y mantiene la iniciativa.

Más exactamente, la historia es el significado de la experiencia pasada como se ha con-


servado, en gran parte, en registros escritos. En el sentido habitual, la historia es el pro-
ducto del trabajo de los historiadores en reestructurar el flujo de eventos del escrito origi-
nal. El tema de la historia es el pasado significativo, es decir, las acciones institucionales
e individuales que afectan la experiencia y el desarrollo de comunidades

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De estas definiciones surgen varios problemas; en primer lugar, el
epistemológico. ¿Cómo puede una persona que vive en el presente
adquirir algún conocimiento de algunos acontecimientos en el pasa-
do? ¿Cómo es el vínculo entre pasado e historia hecha? ¿Cómo el his-
toriador intenta saber que el pasado es fundamental para determinar
las posibilidades de lo que es o puede ser la historia?

A partir de esto podemos decir que nunca puede haber una historia total, porque ningún
historiador puede cubrir o recuperar la totalidad del pasado. Esto es un problema episte-
mológico que, con ayuda de la filosofía, la historia es capaza de desarrollar estrategias
para abordarlo. Además, no es posible relatar ningún aspecto del pasado como realmen-
te sucedió y el pasado ya se fue, nuestro relato no puede ser contrastado con él. En este
sentido, no importa cuánto podamos verificar la historia, sigue siendo esencialmente una
construcción personal, una manifestación de la perspectiva del historiador.
Ahora la pregunta que responderemos es ¿qué es filosofía? Podemos definir a la filosofía
como búsqueda de lo verdadero, inmutable y de las verdades eternas, una visión que lle-
vó a Aristóteles (Carr,citado en Belvedresi, 2016, p. 72) a declarar que la poesía era “más
filosófica” y “más seria” que la historia, ya que la poesía se ocupaba de la verdad general
y la historia en particular. Esto significa que la historia proporciona la materia prima de las
cuales se derivan ciertas formas de verdades universales.

La historia y la filosofía son en gran medida interdependientes; no podemos ol-


vidar los aportes que la filosofía ha hecho a la historia.
Por ejemplo, podemos mencionar la teoría idealista de la historia de Hegel en su
Fenomenología del espíritu.
Hegel trata el desarrollo de la conciencia como clave para la historia, sin ahon-
dar en los detalles de su propuesta, basta decir que su afirmación era que desde
la presuposición lógica de cualquier pensamiento podría generar una progre-
sión lógica que culminó en un concepto que era en síntesis el ciclo de desarrollo.

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Por su parte, Karl Marx propuso una concepción materialista de la historia. Aunque acep-
tó la posición de Hegel de que un proceso racional puede ser discernido dentro de fases
contingentes de la historia mundial, rechazó la afirmación que la racionalidad de la histo-
ria fue producto del Espíritu o de una idea. El modelo de historia de Marx se postula sobre
la afirmación de que el carácter de una sociedad está determinado por su estructura.
Creía que diferentes formas de la sociedad se basaban en última instancia en diferentes
modos de producción y en la resolución de contradicciones. Desde su punto de vista, toda
la historia era la historia de la lucha de clases.

Cabe destacar que también la historia ha contribuido al desarrollo de


la filosofía, la historia de todas las demás disciplinas explica el creci-
miento del conocimiento filosófico con el paso del tiempo. La historia
de la filosofía deja claro que la filosofía surge de contextos dados y
de hecho como Bertrand Russell (citado en Belvedresi, 2016, p. 72) lo
expresó: las circunstancias de la vida de los hombres influyen mucho
en su filosofía. La filosofía emerge y se desarrolla así en el hombre
existencial histórico y sus circunstancias.

En general, queda claro que uno no puede perseguir un estudio en profundidad de la his-
toria sin una apreciable comprensión de la filosofía, ni se puede participar en una investi-
gación filosófica sin colocar su estudio en perspectivas históricas adecuadas.

1.4. Problemas de la Filosofía de la Historia

En múltiples ocasiones hemos escuchado decir que la historia es un saber científico que
se ocupa de estudiar y reconstruir el pasado de las sociedades desde perspectivas, pre-
guntas y preocupaciones definidas en el presente.
•De esta manera, la historia describe la multitud de las combinaciones concretas en
que se han encontrado los hombres en una determinada realidad social a través del
tiempo y del espacio.
•La forma en que se describa el pasado contribuirá a la comprensión del presente.
Siguiendo a Elena Hernández Sandoica (2004), podemos decir que el pasado nos resulta
relevante en tanto que es susceptible de hacérsenos presente ahora. De este modo, aun-
que nuestro mundo está restringido a experiencias presentes, algunas de las experiencias
actuales que el entorno nos produce son susceptibles de actuar como significantes de
acontecimientos del pasado.

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Es preciso señalar que si bien el pasado puede hacérsenos presente,
no significa que estemos ante la presencia de un tiempo unilineal y
que de esta forma la historia cumpla su función de magistra vitae.

Lo anterior nos lleva a pensar que el pasado es uno y único, a pesar de las diferentes
interpretaciones que se puedan hacer de él. A partir de esta idea, es fundamental pregun-
tarnos cuál son las relaciones existentes entre pasado, memoria e historia.

Teniendo en cuenta que el principal trabajo de los historiadores es


hacer historia, considero pertinente percibir claramente esta relación
con el objetivo de señalar, por un lado, que el pasado histórico es una
construcción social que está determinada por lo que Francois Hartog
ha denominado “orden del tiempo”:

Es decir, las relaciones que una sociedad establece con el tiempo; por otro, que la rela-
ción que se establece con el tiempo determina la forma a través de la cual se recuperará
el pasado y, asimismo, la manera en que se engranan presente, pasado y futuro.
Para comprende esta idea, hay que definir qué es el tiempo; siguiendo a Francois Hartog
(2007, p. 14), podemos decir que el tiempo es una dimensión fundamental para el histo-
riador, porque es primeramente en el que vive y trabaja, pero también es “su período”, el
tiempo sobre el que él trabaja. Los tiempos, sus diferencias, los intervalos, pero también
los diversos modos de ser están en el corazón mismo de su trabajo. De esta manera, la
Historia reflexiona sobre el tiempo histórico y este se desprende de la construcción misma
de la Historia.

Hay que tener muy presente que los acontecimientos no tienen lugar
solamente en el tiempo, sino a través de él.

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El tiempo no existe fuera de los hechos ni de sus interrelaciones, como factor real del
movimiento histórico, tiene sentido, precisamente, en el seno de esta amalgama de suce-
sos y de su estrecha combinación con el espacio. La mayor o menor profundidad de los
acontecimientos confiere también a la historia ritmos diversos, densidades múltiples que
suelen aparecer de manera simultánea, confiriéndole una mayor o menor apariencia de
velocidad o lentitud, según los procesos sociales que se despliegan en su curso. Por eso,
para Walter Benjamin, la verdadera imagen del pasado transcurre veloz y “así se deja fijar
como imagen, que relampaguea irreversiblemente desde el momento en que es recono-
cida”. La historia, como lo afirma en la tesis XIV de sus Tesis de filosofía de la historia, “es
objeto de una construcción cuyo lugar no es el tiempo homogéneo y vacío, sino un tiempo
saturado de ahoras” (Benjamín, citado en García de León, 1997).

El tiempo, como categoría histórica, nos muestra los aspectos sobre


la percepción que tiene y ha tenido el hombre por el pasado y de
cómo este interviene o afecta el presente. Desde esta perspectiva,
el historiador escribe sobre el pasado, las relaciones de los hombres
con él y sobre el reflejo del pasado en el presente, de cómo afronta-
mos estas relaciones, si las aceptamos o las rechazamos, si somos
partidarios de conservar aquello que nuestros antepasados crearon
o mantuvieron, o si, por el contrario, preferimos un medio, un entorno,
prácticamente nuevo, creado a nuestro gusto y necesidad.

Además del tiempo como elemento fundamental para comprender y reconstruir el pasa-
do, otro recurso con el cual cuentan los historiadores para recuperarlo es la memoria.
•La memoria es un esfuerzo consciente de los grupos humanos por vincularse con su
pasado.
•Además, contribuye a la constitución del hombre como ser histórico.
•Ella es el soporte de la percepción de la temporalidad, de la continuidad de la identi-
dad personal y colectiva y, consiguientemente, es la que acumula las vivencias donde
se enlazan pasado y presente (Stabili, 2007).

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De esta manera, la historia, como disciplina social reúne las memorias individuales y co-
lectivas para recuperar el pasado como parte constitutiva del proceso histórico y describir
los hechos históricos acontecidos y registrados. Esto nos lleva a preguntarnos ¿cuál es la
manera exacta en que se establece la relación entre memoria, como representación per-
manente de la experiencia en la mente individual y en los colectivos humanos, e historia
como racionalización y objetivación temporalizada y expuesta en un discurso?
Por decirlo así, se establece a partir de la función de la memoria en la construcción de lo
histórico. La Historia no puede prescindir de la memoria, pero sólo en cuanto ella misma
es una potencia activa, combativa, configuradora de relaciones sociales; tampoco puede
recoger todo el acervo de la memoria. La relación permanecerá siendo viva, dialéctica y
problemática. Ahora bien, la relación existente entre memoria e historia la podemos mirar
a través de la conciencia de un pueblo, de sus creencias, de su visión de la realidad y de
su ideología.

La esencia de la historia, como análisis y enjuiciamiento de los hechos


pasados, consiste en hacer del pasado mismo un problema del presente.

Me gustaría compartirte este video titulado “Historia y memoria histórica”, en el que verás
que la relación entre historia y memoria es muy compleja y en donde se señala que el
testimonio escrito y no escrito es fundamental en la reconstrucción que los historiadores
hacen del pasado:

Escanea el siguiente código


QR para ver el video relacionado

https://player.vimeo.com/video/496677718

https://youtu.be/_-9d3yyNBAw

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En el video también es posible ver que el testimonio es selectivo, al igual que la memo-
ria. Además, no sólo se conjugan estos dos elementos para la recuperación del pasado,
cabe apuntar que la reconstrucción del pasado, desde la relación entre historia y memo-
ria, tiene como base dos aspectos de gran relevancia: la función social de la historia y
la intervención del Estado en las formas de elaboración de discursos para apuntalar la
identidad nacional. Por un lado, la historia se vislumbra como un eficiente instrumento de
reproducción y perduración de la organización social establecida a través de la memoria;
por otro, el Estado aprovecha este instrumento para controlar el pasado y la interpreta-
ción del mismo.
¿Sabías que?
Los gobiernos y los poderes públicos no dejan de ser imponentes máquinas
de memoria o de olvido institucionalizado, decretando el recuerdo, el olvido,
la amnesia, la condena o el perdón, desde los nombres de las calles, el ca-
lendario, los homenajes o las honras fúnebres a personajes, o los preámbulos
de las leyes, hasta la legislación sobre las víctimas o los juicios a verdugos de
genocidios o de crímenes contra el Estado y contra la humanidad y hasta las
leyes de punto final, exponente máximo del olvido institucionalizado (Cuesta,
1998).

De esta manera, la circulación de textos que se ocupan de analizar el presente constituye


la contribución de los historiadores del tiempo presente a una configuración sociopolítica.
Un ejemplo de esto, lo encontramos en los diversos discursos que sobre el bicentenario
se manejaron, como el difundido a través del libro Viaje por la historia de México de Luis
González y González, con el que se pretendió conmemorar la independencia de México
y la Revolución mexicana.

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Al interior de este libro, encontramos un mensaje del expresidente Felipe Calderón en el
que se enuncia lo siguiente:

Este 16 de septiembre de 2010 celebramos el Bicentenario del Inicio de


la Independencia de México. Celebramos 200 años de ser orgullosa-
mente mexicanos, 200 años de ser libres. También en este año, el 20
de noviembre, celebramos 100 años del Inicio de la Revolución Mexica-
na. Por eso este año 2010 es el Año de la Patria (…). Debemos celebrar
con júbilo nuestro glorioso pasado y, al mismo tiempo, el Año de la
Patria es también una oportunidad para pensar y comenzar a consti-
tuir el futuro que queremos como Nación (…). Espero que este Año de
la Patria pueda marcar el inicio de una nueva etapa de desarrollo con
justicia, libertad y democracia para México, tal y como la soñaron los
héroes que nos dieron Patria y libertad con la Independencia y los que
lucharon por la democracia y la justicia en la Revolución (S/P)

Como podemos observar, en estas palabras se ponen de manifiesto las dimensiones tem-
porales del pasado y del futuro, se remiten las unas a las otras y se muestra que el pasa-
do es recordado en demasía con el objetivo de crear una identidad nacional. Se recurre a
la historia de bronce para promover el espíritu patriótico y para recordar heroicidades pa-
sadas y fortalecer el amor a la patria, es decir, que, de acuerdo con lo que señala Carlos
Pereyra, esta historia se emplea de manera sistemática como uno de los instrumentos de
mayor eficacia para crear las condiciones ideológico-culturales que facilitan el manteni-
miento de las relaciones de dominación en tanto que el recuerdo del pasado es necesario
para afirmar la propia identidad.

En suma, podemos decir que el tiempo se convierte en el principal


actor de la historia, en tanto que es resultado de una construcción so-
cial en la que se determina la importancia del pasado en relación con
el presente. Asimismo, la importancia que tiene la memoria para la
historia es que aquella permite reconstruir el pasado en el presente.

Es preciso señalar que la reconstrucción del pasado puede obedecer a la explicación


histórica de un grupo dominante que ejerce el poder establecido para producir y difundir
reiteradamente una determinada interpretación del pasado. Esta interpretación del pa-
sado ha sido utilizada como instrumento de dominación y, también, como productor de
memorias de identidad que cohesionan a los distintos grupos sociales de un país.

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Referencias

Cuesta, J. (1998). Memoria e historia. Un estado de la cuestión. Ayer. (32), pp. 203-246.
Fontana, J. (1982). Historia: Análisis del pasado y proyecto social. Barcelona: Crítica.
García de León, A. (1997). Los prodigios del tiempo. Fractal. II, (5), pp. 119-138.
Hartog, F. (2007). Regímenes de Historicidad. México: Universidad Iberoamericana.
Hernández, E. (2004). Tendencias historiográficas actuales.
Escribir historia hoy. Madrid: Ediciones Akal.
Koselleck, R. (1993). Futuro pasado. Para una semántica de los
tiempos históricos. España: Ediciones Paidós Ibérica.
Stabili, M. (2007). Entre historia y memorias. Los desafíos metodológicos del
legado reciente de América Latina. AHILA-Iberoamericana-Vervuert.
Sánchez Salor, E. (1982). El providencialismo en la historiografía cristiano-
visigótica de España. Anuario de estudios filológicos, (5), pp. 179-192.
De Mayer, R. G. (1967). San Agustín, primer filósofo de la Historia. Revista
de Filosofía de la Universidad de Costa Rica, (20), pp. 25-34.
Oneca, I. (2004). Voltaire y el caos de las ideas claras. Aposta. Revista de Ciencias
Sociales. Recuperado de http://www.apostadigital.com/revistav3/hemeroteca/oneca3.pdf
Belvedresi, R. (2016). Introducción a la filosofía de la historia: Conceptos y
teorías de la historia. La Plata: Edulp. (Libros de Cátedra. Sociales). Recuperado
de http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/libros/pm.439/pm.439.pdf
Belvedresi, R. (2016). Introducción a la filosofía de la historia: Conceptos y
teorías de la historia. La Plata: Edulp. (Libros de Cátedra. Sociales). Recuperado
de http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/libros/pm.439/pm.439.pdf

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