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Anuario de Historia Regional y de las Fronteras, Volumen 15, Octubre 2010

El hecho histórico y su historia


Luis Ervin Prado Arellano1
Profesor Asociado Departamento de Historia
Universidad del Cauca

El presente escrito no intenta ser un estudio exhaustivo acerca de la interpretación


que sobre los Hechos ha tenido la disciplina histórica, y, en particular sus diversas
corrientes. Más bien pretende exponer algunas de las conceptualizaciones que sobre
el mismo, gestaron las escuelas históricas que mayor impacto han tenido dentro de la
tradición disciplinar en la Historia profesional de Colombia.

La denominada historia científica data de los inicios del siglo XIX. Sin embargo,
existen antecedentes centrales dentro de la cultura occidental para la configuración
del género denominado Historia. Uno de ellos se remonta a la antigüedad clásica,
con el proceso de constitución del ciudadano, la emergencia del ciudadano en la polis
griega, ya como combatiente o investido de una parcela de dominio político, desea
saber cómo se desarrolla los asuntos de la ciudad. Dicha exigencia da inicio a un
sentido histórico, de comprender el presente a partir del pasado; este acontecimiento
se manifiesta en el momento en que se instaura la Polis y su correlación con las
narraciones de Heródoto, que cuenta cómo y por qué griegos y bárbaros se enfrentaron
dos veces en sangrientos combates; intenta con Tucídides, sacar del desorden de las
guerras una lección que permita la elaboración de un cálculo político eficaz, con el
cual se pueda eliminar la contingencia de las decisiones; se interroga con Polibio,
sobre las causas que por encima de la motivaciones conscientes hacen que los pueblos
actúen de una manera y no de otra2.

El segundo antecedente, es la aparición de los historicismos, siendo el cristianismo


la primera “filosofía de la historia”, que permite que el sentido histórico, esa
relación que percibe occidente entre pasado y presente, se engarce o eslabone en una
1
Coordinador del grupo de investigación: Estado Nación. Organizaciones e instituciones (1810 – 1930).
2
En todo caso la historia es concomitante con la aparición del Estado, o particularmente la primera
expresión de Estado occidental, Cfr: CHALETET, Françoise. “La Historia”, en: Historia de la Filosofía.
Ideas y doctrinas. La Filosofía de las ciencias sociales, el siglo XX. Madrid; ediciones Aguilar, tomo IV,
pp. 190 – 191.

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continuidad y significación, en donde los sucesos se organizan en torno a una meta,


un fin trascendente, por encima de las contingencias de los sucesos humanos. A partir
de ahí, inicio y fin, tiene una dirección, un telos, que posteriormente se secularizará
con las nuevos historicismos que emergen entre los siglos XVIII y XIX, expuestos
por Condorcet, Comte y Spencer, que tendrán su expresión en la idea de Progreso y
posteriormente Desarrollo3.

El tercero y último, que es el que compete a este escrito, surge con el modelo de las
ciencias físicas, es la cuestión que plantea de saber si es posible introducir en lo que
concierne al devenir de las sociedades, un control riguroso que permita extraer un
conocimiento positivo, una verdad; es el esfuerzo por convertir a la Historia en ciencia.
Dicho proceso que se puede ubicar preferencialmente entre el siglo XVIII y XIX,
promovió de manera consciente o inconsciente el problema y la reflexión del hecho
histórico. El inicio o más bien el esfuerzo por parte de intelectuales por establecer un
conocimiento verídico sobre el pasado, por fuera de los mitos y las relatos fantásticos,
es el que lleva a la cristalización de un método, que tiene sus primeros antecedentes
en las órdenes monásticas europeas del denominado periodo moderno, que en su
estudio de los textos clásicos buscaron identificar las descripciones incorrectas de
los textos antiguos4. De la misma manera David Hume en Inglaterra, consideraba
que el escepticismo conducía a un análisis factual más riguroso; Agustín Thierry y
Jules Michelet en Francia, demuestran que el relato histórico no es una colección de
anécdotas, que existe un orden en los acontecimientos del que se pueden extraer los
principios apropiados5. En síntesis, el periodo que va entre el siglo XVIII y XIX, es
el momento en el cual la reflexión por un método para la indagación del pasado cobra
relevancia, que se encuentra relacionado con la formación de las ciencias naturales
y posteriormente las sociales, que exigen a las últimas la necesidad de definir sus
objetos de estudio, sus métodos y sus formas de escrituras canónicas.

Es sobre este telón de fondo, donde cobra relevancia la necesidad de construir un


relato del pasado que sea verdadero, y, que manifiesta ya en sus primeros momentos
el esfuerzo por erigir un conocimiento positivo, por fuera de las interpretaciones
teológicas e ideales. El principal esfuerzo surge en la academia prusiana por parte de
Leopold Von Ranke, que es considerado el padre del método histórico. Pero realmente
más que ser un innovador, Ranke, lo que hace es sistematizar unas ideas que se
encuentran en el ambiente intelectual europeo acerca del estudio y la indagación del
pasado. Independiente de su reflexión sobre la investigación histórica - que estaba
encaminado principalmente a extraer de la pesquisa documental con la crítica interna
y externa de los documentos, la verdad que se hallaba cristalizada en los viejos
pergaminos y cartularios medievales-, Ranke construyó una conceptualización acerca
de lo que es el hecho histórico. Dicha conceptualización se inscribe en su escuela
histórica que fue conocida por unos como Historicismo (George Iggers), y por otros,
3
Sobre la construcción de la idea de Progreso en el mundo occidental consultar a: BURY, John. La idea de
Progreso. Madrid, Alianza Editorial, 1ª edición en “Área de conocimiento. Humanidades”, 2009.
4
CORCUERA de MANCERA, Gloria. Voces y silencios en la historia. Siglos XIX y XX. México, Fondo
de Cultura Económica, 1997, p.115.
5
CHATELET, Op cit. P. 193

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como escuela científica o escuela histórica (Gadamer), su esfuerzo, fue separarse


de la propuesta hegeliana de la historia que consideraba primero una construcción
apriorística del mundo y proponían que la única manera de comprender la historia no
era con una filosofía especulativa, sino por medio de la indagación histórica6.

En este orden de ideas, el historicismo alemán de Ranke, debe entenderse en un sentido


distinto al utilizado por Karl Popper, para designar una serie de interpretaciones del
pasado que pretenden demostrar la existencia de leyes fijas y predeterminadas del
devenir histórico. El Historicismo de Ranke debe entenderse como un paradigma de
pensamiento y práctica histórica, que puso especial énfasis en la singularidad y en
la individualidad de los fenómenos históricos. Exigía por parte de los historiadores
de comprender los fenómenos en su contexto histórico, en lugar de analizarlos a
partir de leyes generales o de principios morales. El historicismo determinó así la
concepción de hecho histórico: sólo accedían a ser hechos los que pasaban la ordalía
de la crítica interna y externa del documento, los que habían sido cotejados con otras
versiones y demostraban ser los más cercanos a los acontecimientos indagados, los
cuales finalmente el historiador debía interpretar en su unicidad, utilizando el lenguaje
adecuado del momento, no con conceptos y categorías que falsaran el contexto en
el que se desenvolvían dichos acontecimientos. El hecho era finalmente una re-
presentación fidedigna del pasado, de lo acontecido, tal como había ocurrido. De ahí
su obsesión de la indagación documental.

Su propuesta buscaba una comprensión del hecho en su momento y en su contexto,


explicarlo, era situarlo en un marco interpretativo que distorsionaba la historia, su
devenir, de ahí el privilegiar el narrar las cosas tal como ocurrieron. La Historia
como ciencia de lo único, particular e irrepetible, no significa que se desconectara
del todo, su ejercicio era inductivo. Su distanciamiento con la filosofía - que en parte
era aparente -, se debía a que no compartía la postura deductiva, generalizante y
apriorística. Ranke, concebía la existencia de una jerarquía que ordenaba el proceso
histórico y que estaba por decirlo así, “direccionada” por el comportamiento humano
guiado por ideas conscientes. Estas ideas las veía el historiador prusiano en unas
individualidades históricas como los grandes estadistas, el Estado, las Naciones y los
Pueblos. Con lo anterior se le añade otro carácter al hecho histórico, que es su intima
relación entre ideas y acontecimientos. De ahí que no fuese considerado como hecho
histórico, a una gran cantidad de sucesos como las multitudes campesinas, obreros, las
barriadas urbanas y la cultura popular, pues en ese momento, existía la concepción que
las acciones y actos promovidos por los sectores sociales bajos, estaban modelados
por las pasiones, instintos e ideas inconcientes. Por lo tanto no era susceptible de ser
historiado, en tanto no tenía una conexión interna entre acción e idea racional7.

6
Sobre el método de Ranke en: CORCUERA De MANCERA, Sonia. Op cit., pp. 117 – 145; GADAMER,
Hans – Georg. “Lo cuestionable de la hermenéutica romántica y su aplicación a la historiografía”, en:
Verdad y Método. Salamanca, Volumen I, ediciones Sígueme, 1999, pp. 225 – 276; CARRERAS ARES,
Juan J. “El historicismo Alemán”, en: Estudios sobre historia de España Homenaje a Tuñón de Lara).
Madrid, tomo II, Universidad internacional Menéndez Pelayo, 1981, pp. 627 – 641 y CASANOVA, Julián.
La Historia social y los historiadores. ¿Cenicienta o princesa?, Barcelona, Critica editorial, 1ª edición en
biblioteca de bolsillo, 2003, pp. 39 – 45.
7
Estas ideas en torno a la conexión de ideas con un acontecimiento, en buena medida las extrajo Ranke

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Ranke partió de una lectura realista ingenua de los documentos, al creerlos depositarios
de una verdad del pasado. Un realismo doctrinario como lo dice H. White, no advirtió
que las fuentes no eran depositarios pasivos de la realidad de un momento histórico,
ninguna fuente documental, ni siquiera la estadística puede expresarse por si sola, pues
nadie puede sustraerse a sus circunstancias personales, a su entorno social, religioso o
político. En síntesis la propuesta explicativa de Ranke para la Historia, se distanciaba
de otras propuestas del siglo XIX, como los positivistas que buscaban identificar las
leyes universales y de la causalidad; de los marxistas que estudian la historia para
encontrar las leyes que gobiernan efectivamente su desenvolvimiento histórico y los
románticos que destacaban el juego del héroe.

Si bien la propuesta de Ranke, fue posteriormente reducida por sus discípulos y


seguidores a una simple reconstrucción de acontecimientos y al ejercicio de elaborar
un escrito imparcial, por fuera de los prejuicios y valores. Su conceptualización del
hecho histórico estaba ligado a una idea, aun Geist (espíritu), que se encarnaba en las
individualidades históricas como el Estado y sus servidores, por ello su proposición
quedó reducida a una Historia política, que sirvió para legitimar en esos momentos
y en diversas realidades estatales, los proyectos de construcción e invención de la
Nación y en otros, para erigir desde la Historia oficial, el sentido de una sociedad
predestinada a dominar a otras realidades culturales, que se encontraban rezagados
frente al desarrollo histórico8.

Además, es pertinente aclarar que la concepción de hecho histórico en el historicismo


alemán de corte rankeano, estaba conectado con el positivismo, al considerar la
separación que hay entre el “dato” histórico y el historiador; el cual era posible tratarlo
como cosa, para alcanzar la objetividad. De ahí el sentido de realismo ingenuo que
algunos autores han denominado a su tratamiento del documento, al presuponer que
éste encarnaba una realidad cristalizada del pasado, susceptible de ser arrancada del
pergamino, por medio del ejercicio riguroso de parte del historiador9.

de su maestro Humboldt, que plasmó en su escrito de 1821, “sobre la tarea del historiógrafo”. Humboldt
consideraba que la interpretación de la historia, concebía el nacimiento de la cultura por una fuerza espiritual
y su disolución, por causas de orden material, era coherente con su narración de la historia, pero no daba
cuenta del surgimiento de diversos fenómenos en el pasado. La historia es la lucha por la cristalización de
una idea (espíritu), que en muchos casos puede fracasar pero al final se impone (lectura desarrollista). Sobre
el particular se puede consultar a: CORCUERA De MANCERA, Sonia. Op cit., pp. 121 – 127.
8
Un ejemplo claro de este asunto es la idea del Destino Manifiesto, gestado inicialmente por un periodista
norteamericano a mediados del siglo XIX y que posteriormente se convirtió en la idea modeladora de la
Nación de los Estados Unidos, la cual consideraba que el pueblo Yankee estaba predestinada por Dios
a dominar la tierra. Bajo este palio la historiografía oficial Norteamericana estuvo modelada hasta bien
entrado el siglo XX, pues a partir de los años veinte y treinta de dicho siglo, empezó a cuestionarse dichos
argumentos, en tanto el Destino Manifiesto era una idea traída de la tradición puritana calvinista de la
predestinación, que sólo comprometía en buena medida a las corrientes religiosas puritanas, al blanco
y a los Estados del Norte; por ende, la doctrina excluía a los nativos americanos, a los negros de las
plantaciones, a la sociedad sureña y a los credos por fuera de la vertiente calvinista.
9
Sobre este asunto consultar a: WHITE, Hayden. Metahistoria. La imaginación histórica en la Europa del
siglo XIX. México, FCE, 1ª reimpresión, 2001, pp. 161 – 186.

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En el mismo momento que Ranke gestaba su propuesta historicista de la Historia,


emergía en el mundo académico europeo el positivismo, una propuesta iniciada por
Augusto Comte, que posteriormente ganó muchos epígonos, que consideraban la
posibilidad de producir conocimiento objetivo y leyes generales de las actividades
humanas, como lo hacían las ciencias naturales. En otras palabras, creían en la
posibilidad de convertir todo el conocimiento del hombre y la sociedad en ciencia. Si
bien entre fines del siglo XIX y principios del XX, fue la época del gran reparto en las
ciencias sociales, este proceso distó de ser homogéneo en el caso de la historia, pues
su adopción tuvo diversos matices, osciló desde las posturas eruditas y de anticuario
a las que procuraban construir interpretaciones generales, con pretensiones de leyes.

En el primer grupo, los historiadores sólo buscaban recolectar lo máximo de


información en los archivos, para tratar en lo posible de reconstruir el pasado,
pero sin hacer afirmaciones a priori que “contaminara” la interpretación que
estaba contenida en sí misma en los documentos. En este orden de ideas, el hecho,
era considerado como una pieza de puzzle, que debía contribuir a reconstruir la
totalidad de un suceso o acontecimiento histórico. El hecho era valioso por su
particularidad y por la unicidad que éste contenía: al ser parte de una pieza, como
parte de un juego de mecano, que entre más piezas se recolectara, era más posible
alcanzar la reconstrucción total del acontecimiento. En esta corriente, la obsesión
casi patológica de los hortelanos de la historia, era encontrar fuentes inéditas que
ningún otro las hubiera hollado, después de haber sido fabricadas en un momento
histórico10. Sobre la idea de una pieza única e irrepetible del acontecimiento, la
posibilidad de elaborar una explicación o una generalidad, era un imposible, en
tanto la historia era la ciencia de lo particular. Esta fue una postura fuertemente
defendida por Víctor Langlois y Charles Seignobos, en el caso francés, quienes se
enfrentaron a la crítica de Durkheim, que consideraba que era posible extraer de los
hechos datos sociales y generales, no individuales y particulares11.

La segunda propuesta se inscribió en la posibilidad de elaborar una historia que


pudiese explicar los fenómenos del pasado y construir leyes del devenir histórico.
En esta tendencia se adhirieron una minoría de historiadores que posteriormente
triunfaría y se haría hegemónica a mediados del siglo XX, pero que en el XIX, fue
una tendencia marginal, que se opuso a las tendencias del historicismo alemán y
a la historia de anticuario y de recolección de documentos. Karl Lamprecht y Oto
Hitze, en Alemania y Henri Berr, en Francia, son sin lugar a dudas los principales
exponentes de esta corriente, que consideraron la posibilidad real y concreta, que
en los datos históricos era posible hallar y rastrear generalidades. Fue la concepción
de que el hecho histórico era social, en tanto en él contenía huellas e indicios de
“regularidades” del devenir histórico, que explicarían el acaecer de las sociedades
del pasado hasta el presente. Por ello fue una propuesta que se pensó en métodos

10
Esta es la tendencia que describe Collingwood, y que se puede consultar en su libro: La idea de la
Historia. México, FCE, decimonona reimpresión, 1996, pp. 129 – 135.
11
Este debate en parte se puede rastrear en: DURKHEIM, Emilio. “Debate sobre la explicación en historia
y sociología” (1908), en: DURKHEIM, E. Las reglas del método sociológico y otros escritos de filosofía de
la ciencias sociales. Barcelona, Altaya, 1994, pp. 292 – 312.

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El hecho histórico y su historia

adecuados para extraer los contenidos sociales del hecho histórico, tales como el
método comparativo de Hintze y los diálogos con la psicología social de Lamprecht,
que consideraba que en ella se encontraban elementos esenciales para identificar
procesos estructurales en el pasado12

En síntesis se estaba formulando un debate frente a la concepción del hecho histórico,


que tendrá repercusiones en el siglo XX, en las posteriores tradiciones historiográficas
que emergieron en Europa occidental y los Estados Unidos, particularmente. El
debate se centraba en dos conceptualizaciones antinómicas del hecho histórica, una
que lo considera individual, particular y contingente y otra que lo asumía como social,
colectivo y trascendente; uno que consideraba la imposibilidad de formular leyes y
generalizaciones del conocimiento histórico y otro que lo creía potencial y realizable.
Pero fue un debate que se gestó al interior del mismo positivismo, y que compartían
la posibilidad de extraer una verdad en la historia, así fuese una contingente y la otra
trascendente, pero al fin y al cabo con su estatuto de verdad13.

A inicios del siglo XX se empezó a gestar un malestar en diversos círculos académicos


frente a la postura erudita y coleccionista de la historia, estas críticas que venían de la
Sociología y de la misma Literatura, expresaban que los relatos históricos eran carentes
de vida, donde el ser humano no se reflejaba, sino más bien era un ejercicio intelectual
propio de un “murciélago de erudición”, que vegetaba en las cornisas de los archivos
a la espera de capturar el dato que le permitiera reconstruir el acontecimiento14.
Esta reacción que emergió en diversos mundos nacionales académicos, ha sido
emblematizado por los padres de la escuela de los Annales: Marc Bloch y Lucien
Febvre, pero no fue propio de la historiografía francesa, sino que más bien fue un
12
Karl Lamprecht, sin abandonar el Estado nacional alemán, difirió de la postura de la historia de sus
colegas historicistas en dos aspectos fundamentales. “por un lado, combinaba el examen del desarrollo
político de Alemania desde el medioevo con un interés en la economía, las condiciones sociales y la cultura.
Desde el punto de vista metodológico, además, añadía, a un planteamiento clásico cronológico narrativo.
Eso en absoluto significaba volver a la filosofía de la historia de Hegel, frente a la cual el historicismo
había reaccionado, porque sus métodos, a través de los cuales había deducido las fases del desarrollo
histórico desde lo que el consideraba su necesaria correspondencia con los procesos clásicos de la mente
humana, seguían juzgándose falsos. Pero. Eso si, Hegel estaba en lo cierto al asumir que existía una
obligada conexión causal en la historia universal a partir de la cual era posible descubrir y formular leyes de
desarrollo histórico…”; CASANOVA, Julián. La Historia social y los historiadores ¿Cenicienta o princesa?
Barcelona, Crítica editorial, 1ª edición biblioteca de bolsillo, 2003, pp. 51 – 52; Sobre su indagación en la
Psicología social por Lamprecht, en un esfuerzo de lograr una conexión entre lo individual o grupal y lo
social, ver en: OLABERRI CORTAZAR, Ignacio. “Qué historia comparada”. En: Studia histórica, 1992,
Vol. X – XI, pp. 33 – 75.
13
El debate sobre la esencia del hecho histórico, se encuentra presente en las posturas de Durkheim y Simiand,
que consideraban el hecho como social, mientras Seignobos y Langlois, lo consideraban particular. Estas
posturas frente a una metodología nomotética e ideográfica respectivamente, en el siglo XX, se expresaran
en diversas propuestas metodológicas, que a inicios de los sesenta, se empieza a sentir la búsqueda por
formulaciones que tengan en cuenta, tanto lo uno como lo otro, y hoy forman parte de enfoques teórico
metodológicos, que responden ante la crisis de los paradigmas tradicionales y su incapacidad para tener una
respuesta adecuada al cambio social. En estas propuestas se puede adscribir las posiciones del sociólogo
polaco Norbert Elías, la sociología fenoménica que se inicia con Alfred Schutz y sus discípulos Peter
Berger y Thomas Luckmann, el estructuracionismo de Anthony Guiddens.
14
MASTROGREGORI, Máximo. El manuscrito interrumpido de Marc Bloch. Apología para la historia o
el oficio del historiador. México, FCE, 1ª edición, 1998, pp. 12 – 15.

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fenómeno presente en Inglaterra. Italia, Alemania, Bélgica y los Estados Unidos;


reacción que posteriormente va denominarse genéricamente “Historia social”, pero
que muy poco tuvieron en común y más bien su punto de conexión fue la alergia a la
historia de coleccionista y erudita de archivo, y a la historia política15.

La Historia social, fue más bien una diversidad de tendencias que rechazaron las
posiciones del hecho histórico, desde una perspectiva empírica vulgar, en tanto se
reducía el asunto, después de comprobar la fiabilidad del documento, en recolectar y
recolectar información. Ahora se hacía un llamado a la necesidad de explicar y elaborar
generalizaciones del pasado; de la posibilidad de identificar tendencias, regularidades,
en los procesos históricos o de poder conectar un problema de investigación con el
todo, con la sociedad. En este sentido se volvió al debate decimonónico de si el hecho
era individual o social. La respuesta fue social, pero con diversos matices, según las
tradiciones académicas de los derroteros nacionales16.

En el caso francés, la escuela de los Annales fue una escuela eminentemente


nacional, como lo planteó Germán Colmenares17, este hecho se desprende de que
no se puede entender el programa de los Annales si se desconoce la tradición
académica francesa en otras áreas sociales, como la propuesta metodológica y
teóricas de Durkheim, al enfatizar en los efectos de los procesos sociales a largo
plazo, y el interés en las tendencias demográficas y económicas18. Dicha propuesta

15
Respecto al surgimiento de la “historia Social”, como una reacción a la historiografía tradicional en:
CASANOVA, Julián. La Historia social y los historiadores… Op cit., pp. 39 – 64; FONTANA, Joseph. La
Historia de los hombres: el siglo XX. Barcelona, Crítica, 1ª edición biblioteca de bolsillo, 2002, pp. 9 – 24;
sobre lo que significó la historia social y la diversidad de propuestas que en ella contuve ver en los mismos
autores en las siguientes páginas respectivamente: pp. 64 – 139 y 25 – 59;
16
HOBSBAWM, Eric. “From social history to the history society”, Daedalus, N. 100, 1971, pp. 24 – 45
(traducción de Germán Colmenares), artículo en la que el autor se atrevió en ese momento a presentar
los temas que comprometían ser una historia social, hoy dicho ejercicio sería casi un imposible por la
diversidad de temas y subtemas en que se ha dividido.
17
COLMENARES, Germán. “La historiografía científica del siglo XX. El caso de la escuela de los
Annales”, en: Ensayos sobre historiografía. Bogotá, Tercer mundo editores, Colciencias, Universidad del
Valle, 1997, pp. 15 – 56.
18
APPLEBY, J; HUNT, L y JACOB, M. La Verdad sobre la Historia. Barcelona, Andrés Bello editorial,
sin fecha de edición, p. 82. Es indudable que buena parte de los problemas que recabaron los principales
representantes de la denominada primera generación de los Annales, fue modelado por las inquietudes
teóricas de la sociología de Durkheim, basta ver el esfuerzo conceptualizador de Bloch, sobre el concepto
Durkhemiano de “representaciones colectivas”, para aplicarlo a la historia en su trabajo de los Reyes
taumaturgos, que lo transformó en “representaciones sociales”, en un esfuerzo por parte del historiador por
volver el concepto más operacional, por así decirlo al cambio histórico. De la misma manera, el estudio de
Lucien Fevbre sobre “el problema de la incredulidad en el siglo XVI: la religión de Rebelais”, parte de una
crítica contra las tesis que hicieron algunos investigadores sobre la obra de Rebelais, que supuestamente
socavaba la hegemonía del cristianismo en ese momento histórico; Fevbre con el enfoque teórico del
sociólogo en mención, consideró que lo colectivo construye una realidad social, unas representaciones
colectivas que se convierte en objetiva, en tanto la colectividad es constructora del proceso pero en un
momento dado ya no es dueña del mismo. En este sentido los procesos sociales colectivos hacen que el
hombre se encuentre atrapado en estas representaciones; de ahí que pensar en el siglo XVI en hombres
incrédulos, es desconocer el “ambiente mental” en la que se encontraban inmerso el colectivo social, es un
anacronismo, pues en ese momento el término ateo, no tenía la connotación que tiene en el presente, era
una palabra de difamación, “usada en cualquier sentido que uno quisiera darle”. Según Fevbre, Rebelais era

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El hecho histórico y su historia

se va cristalizar de una manera más fidedigna en los estudios por identificar los
procesos estructurales en los cuales se ven inmersos los colectivos, las sociedades
y las civilizaciones y que se condensarán metodológicamente en las series de
tiempo y su proyección en curvas o gráficas19.

En este punto, los Annales retomaron un debate inconcluso del siglo XIX ¿El hecho
era individual o social? Para la primera y posteriores generaciones de esta tradición
historiográfica, la respuesta fue contundente, era social y para ello las series de
tiempo le daban la razón. La Historia no fue concebida como una serie de hechos
únicos e irrepetibles, existía en el fondo de los rastros documentales huellas de una
recurrencia, de una regularidad, que daba cuenta de procesos estructurales, donde
los datos de una supuesta historia événementielle, no habría lugar. El hecho único e
irrepetible, se transformó de esta manera en un hecho social, en una clara conexión
con la episteme Durkhemiana20. De ahí que fuera posible trazar tendencias y posibles
generalizaciones sobre el desenvolvimiento de las sociedades, e incluso cuasi leyes
del devenir histórico.

Pero reducir la propuesta del hecho histórico de los Annales a esta posición, es
desconocer que en todo colectivo, al interior hay tendencias, divergencias y pugnas, los
Annales no fue la excepción. Frente a su pretensión de identificar las regularidades del
desenvolvimiento histórico, también emergió un programa de investigación de hacer
una Historia total. Esta posición se enmarcó dentro de las propuestas iniciales de tener
un diálogo abierto con las demás ciencias sociales de la tradición académica francesa,
y que toda investigación histórica partía de un problema, en el cual una parte de la
solución se hallaba en otras áreas del conocimiento, que con sus teorías, metodologías
y técnicas ayudarían a la recolección, organización e interpretación de los datos21. En
este sentido, lo total emergía de la necesidad de insertar un problema de investigación

un cristiano de corte erasmiano: un crítico de muchas formas exteriores de la iglesia medieval tardía, pero
hombre que creía en la religión interior. En síntesis Fevbre, consideró que el momento histórico de Rebelais,
no permitía la existencia del sentido del ateismo de hoy, pues el contexto sociohistórico no lo permitía, por
lo tanto no se podía entender la obra del escritor francés en esos términos de ser un incrédulo, que buscaba
socavar el cristianismo del momento. Consultar a: SILVA, Renán. “Sobre sociología e Historia”, en: A
la Sombra de Clío. Diez ensayos sobre historia e historiografía. Medellín, La carreta histórica, 2007, pp.
17 – 42; BURKE, Peter. La revolución historiográfica francesa. La escuela de los Annales: 1929 – 1989.
Barcelona, Gedisa editorial, 2006; en este último libro citado, sobre Lucien Fevbre ver las páginas 33 a
la 37; los planteamientos de Durkheim sobre la conciencia colectiva y las representaciones colectivas, se
pueden hallar en: DURKHEIM, Emilio. La división del trabajo social. Madrid, ediciones Akal, 4 edición,
2004, especialmente desde el capítulo II en adelante.
19
Si bien como ya lo he expresado en los párrafos anteriores y en la cita precedente, la propuesta metodológica
de los Annales no se puede desconectar de los planteamientos centrales de E. Durkheim. De la misma manera
el esfuerzo por construir el hecho estructural, parte de esta simiente durkheniana y de algunos esfuerzos previos
de F. Simiand, sobre estudios de ciclo económico, que son los antecedentes para el trabajo monumental de
Ernest Labrousse. Sobre la conceptualización del Hecho histórico como estructura, consultar: LABROUSSE,
Ernest. Las estructuras y los hombres. Barcelona, ediciones Ariel, 1969.
20
Este asunto se percibe con claridad en la propuesta metodológica de Durkheim del hecho social y tiene
su cristalización en la escuela de los Annales en la reflexión sobre la estructura, que es sin lugar a dudas
uno de los mayores aportes metodológicos y del pensar del oficio en la historiografía francesa al mundo.
21
Este planteamiento se encuentra en: FEBVRE, Lucien. Combates por la Historia. Barcelona, ediciones
Ariel, 1978.

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en el contexto sociohistórico, que implicaba tener en cuenta la Geografía, la Economía,


la Demografía, la Psicología, entre otros factores, pero claro está, no la Política. Si
bien la pretensión de una Historia total era un imposible, al no haber vida humana
capaz de dar cuenta de todas las variables presentes en un problema histórico, parte
de estas pretensiones se cristalizaron en la denominada historia regional, que redujo la
investigación a unidades espaciales más manejables en términos documentales, donde
era posible alcanzar ese ideal. Aquí el hecho histórico tuvo una connotación un poco
diferente, frente si este era individual o social, la respuesta fue ecléctica, lo era tanto
de lo uno como de lo otro. Hacer Historia total era hacer una historia de los grandes
procesos estructurales de las colectividades humanas dentro de territorialidades, pero
teniendo en cuenta cómo se insertaban en lo regional, cómo se adaptaban y penetraban;
fue en parte una respuesta a esa historia de estructuras donde el hombre se diluía en
series y tendencias, para dar paso a una mirada de las estructuras que impactaban
colectivos territoriales y a su vez, cómo dichas estructuras eran también modeladas en
la región, se abrió así paso a una lectura más interaccionista de la estructura, que ya
no era tan hegemónica frente a los individuos y las sociedades.

Si bien la primera generación de los Annales no dejó muy claro la forma de abordar una
Historia total, los estudios de biografías de Lucien Febvre sobre Lutero y Margarita de
Navarra, son ejemplos de como desde esta época, la escuela hizo reflexiones de unir el
hecho social con el individual. En sus obras biográficas Febvre, muestra como había
que entender estas personalidades históricas en el contexto histórico de su tiempo, eran
seres “atrapados” en unas representaciones colectivas, pero aun así no desconoció su
capacidad para romper las tendencias y regularidades del proceso histórico. Hoy, parte
de esta tradición epistémica se halla inserta en el denominado método biográfico o
historias de vida, de los enfoques cualitativos que argumentan haber pisado en terreno
virgen, cuando ya otros habían llegado22.

22
El método biográfico es considerado una postura anti-positivista, en tanto busca recuperar al ser humano
en toda su subjetividad y por su énfasis dinámico temporal. En otras palabras el enfoque busca situar
la historia de un individuo en su dimensión subjetiva, y en el contexto sociocultural - temporal en que
se desenvuelve su ciclo de vida. Es un esfuerzo por establecer una “correlación” entre la subjetividad
expresiva de la conciencia y la objetividad construida de la estructura. El estudio biográfico de Lucien
Fevbre, sobre Martín Lutero, expone su interés por resolver el problema entre la relación individuo - grupo,
entre la iniciativa personal - la necesidad social, “… observaba Febvre que en 1517 existían potenciales
discípulos de Lutero, los miembros de la burguesía una vez más, un grupo que estaba adquiriendo “un
nuevo sentido de importancia social” y que se sentía incómodo a causa entre la mediación clerical entre
Dios y el hombre. De cualquier manera, Febvre se negaba a reducir las ideas de Lutero a una expresión de
los intereses de la burguesía…”. Como podemos apreciar la intención de Febvre, al hacer biografías, se
encaminaba a establecer las conexiones entre lo individual y lo social, si bien no es posible considerar su
perspectiva como método biográfico, es indudable la conexión existente entre las dos posturas al momento
de abordar la vida de un hombre en un momento histórico. También en la oración citada, se puede mirar
con claridad la conexión con la propuesta de Durkheim, en tanto son las ideas que se encuentran presentes
en la “conciencia colectiva”, las que permiten legitimar ciertos procesos. Por ejemplo, si la sociedad hay
individuos que hablan de individualidad, es que en la conciencia colectiva hay ya espacios de representación
de esta noción. Sobre el método biográfico: PUJADAS MUÑOZ, Juan José. El método biográfico: el uso
de las historias de vida en las ciencias sociales. Madrid, Centro de investigaciones sociológicas (CIS),
1ª edición, 1992, pp. 7 – 14. Sobre la cita en: BURKE, Peter. La revolución historiográfica francesa. La
escuela de los Annales: 1929 – 1989. Barcelona, Gedisa, 2ª reimpresión, 2006, p. 27; FEBVRE, Lucien.
Martín Lutero. México, Fondo de cultura económica, colección breviarios, varias ediciones.

273
El hecho histórico y su historia

En el caso de la historiográfica norteamericana, la denominada New economic history


(que fue una escuela de historia económica, o más bien de economía histórica), al igual
que los Annales, fue una escuela eminentemente nacional que respondió a una serie de
inquietudes propias de la nación estadodinense, particularmente la denominada teoría
de la modernización, que tiene sus raíces en los estudios de Alexis Tocqueville, que
al comparar la sociedad norteamericana y la francesa, identificó una serie de procesos
que darían cuenta del sentido de la democracia en América. Este estudio seminal
dio origen a una serie de investigaciones que hoy ha sido denominados programa
tocquevilliano, los cuales tiene por objetivo identificar cuál ha sido el factor que
convirtió a los Estados Unidos en una hegemonía imperial23. Los caminos trazados por
Tocqueville, acerca de las características afortunadas de la nación americana, junto con
los estudios de Marx Weber, sobre el surgimiento de la racionalidad y la modernidad
occidental, fomentaron por parte de economistas a tratar de encontrar la variable que
diese cuenta del despegue económico (take off) del país del norte24. De la mano de
la econometría, elaboraron amplias bases de datos, que con cálculos matemáticos y
modelos económicos, permitieran recrear el crecimiento, para ello recurrieron a la
historia contra-factual, con el claro objeto de aislar variables e identificar qué factores
eran los que estaban presentes y dieran cuenta de dicho crecimiento25.

Sobre el hecho Histórico, el problema se centraba en que lo era, en tanto formaba


parte de un entramado de significados, que en este caso de una teoría económica de
preferencia neoclásica. Los hechos entrarían a formar parte de esa realidad empírica,
que debía ser contrastada con el modelo económico, ya sea para validarlo o refutarlo.
Aquí el dato, quedaba atrapado en la teoría, la formulación de modelos y el análisis
de regresión26. En otras palabras, el hecho histórico era una fabricación un poco
amañada para identificar procesos de una racionalidad capitalista, que en parte podían
ser criticados por un desconocimiento de la economía política del contexto histórico.
Así unos libros de contabilidad de una actividad minera, podían ser interpretados para
identificar la productividad de dicho entable, adjudicando a esos seres humanos, muy
posiblemente una intencionalidad que ese momento histórico no operaba.

23
Toda una generación de interpretes que han estudiado la “civilización” americana con el espíritu propio
de la postguerra, han tomado como punto de partida a Alexis Tocqueville, para elaborar una particular
explicación de las características afortunadas y únicas de su país, estos son los casos de Louis Hartz y
su trabajo sobre la tradición liberal americana (1955), en la que sostenía que la ausencia de estructuras
feudales era parte de la clave para entender la tradición liberal y demócrata de los Estados Unidos, en esta
misma línea se inscriben los trabajos posteriores de Martin Lipset, Frank Tannenbaum, Hebert Klein, entre
otros, consultar en: MAIER, Charles. “La Historia comparada”. En: Studia histórica, Madrid, Volumen
X – XI, 1992, pp. 26 – 27.
24
APPLEBY, J; HUNT, L y JACOB, M. La Verdad sobre la Historia. Barcelona, Andrés Bello editorial,
sin fecha de edición, p. 82; este esfuerzo ha sido denominado por algunos como programa weberiano en:
MAIER, Charles. “La historia comparada”, Op cit., pp. 20 – 22.
25
Si bien los resultados fueron cuestionados, la Cliometría, junto con sus propuestas contra-factuales, evidenciaron
que no existía un factor determinante que explicase el Take off, que en antaño se había expuesto para explicar el
fenómeno económico, al igual que en su momento se concedió a grandes personalidades históricas. CARRERA
ARES, Juan José. “Escuelas y problemas de la historiografía actual”, en: Razón de Historia. Estudios de
historiografía. Madrid. Marcial Pons /Prensas universitarias de Zaragoza, 2000, pp. 111 - 134
26
BACCINI, Alberto y GIANETTI, Renato. Cliometría. Barcelona, Crítica, Grijalbo Mondomari, 1ª
edición, 1997, pp. 7 – 12.

274
Anuario de Historia Regional y de las Fronteras Nº 15

Pero tanto la escuela de los Annales y la cliometría norteamericana, compartieron un


estatuto epistemológico, en el fondo de sus reflexiones, estaba la pretensión de verdad
del positivismo, que se podía alcanzar con una vigilancia metodológica de los hechos.

El marxismo fue otra corriente historiográfica, que si bien surgió en el siglo XIX, es
en el siglo XX para el caso de la Historia, donde se hallan sus principales desarrollos.
Parte de sus logros se deben a una serie de nuevas lecturas por parte de intelectuales
que hicieron precisiones a los postulados de Karl Marx, y, en otros, recabaron áreas
que el padre del marxismo descuidó o simplemente desconoció. En la tradición
disciplinar histórica, sin lugar a dudas el grupo más emblemático de esta corriente
fue y es la denominada “historiografía marxista inglesa”27. Dicha escuela que para
algunos autores es entendida como un trabajo colectivo y un ejemplo que desde la
historia se puede contribuir a la teoría social28, se caracterizó por tratar de encontrar
sentido a una serie de acciones colectivas por parte de los sectores sociales bajos,
inaugurando de esta forma la denominada historia desde abajo29.

En términos generales la conceptualización del hecho histórico, estuvo estrechamente


relacionada con norte programático de investigación, que comprometía rescatar de
los polvorientos documentos los hombres y mujeres ignorados y ocultados por la
historia; estudiar sus luchas, sus niveles de vida, sus ideologías y creencias. Hacer
historia desde abajo hacía arriba, era situar al individuo dentro de un contexto, que
permitiese encontrar sentido a sus acciones y resistencias. Por ello el hecho histórico
fue concebido tanto social como individual; pero sus planteamientos fueron un poco
más allá, en una clara lucha contra aquellas disciplinas –la Sociología particularmente
y algunas corrientes historiográficas–, que concibieron el hecho como una existencia
objetiva, y que podía concebirse como algo estático, susceptible de ser encajonado
en estructuras piramidales, para dar cuenta de la jerarquías sociales. Edward Palmer
Thompson y George Rudé, han sido sin lugar a dudas los principales exponentes de esta

27
Sobre la escuela marxista británica y su inserción en el mundo académico en: FONTANA, Joseph.
La Historia de los hombres: el siglo XX. Barcelona, Crítica editorial, 1ª edición 2002, pp. 61 – 86 y
CASANOVA, Julián. Op cit., pp. 89 y siguientes.
28
KANYE, Harvey J. Los historiadores marxistas británicos. Zaragoza, Prensas universitarias, 1898; del
mismo autor (Editor), RUDÉ, George. El rostro de la multitud. Estudios sobre revolución, ideología y
protesta popular. Valencia, Biblioteca de Historia social, 2001, pp. 15 – 77; en esta misma perspectiva
de considerar la escuela marxista británica una contribución colectiva a la teoría social, es: GÓMEZ
B, Gutmaro. “La Historia social británica: memoria a una contribución colectiva”, en: Memoria y
Comunicación social. Madrid, Universidad Complutense de Madrid, Vol 8, 2003, pp.119 – 137.
29
Generalmente se ha asociado la historia desde abajo a la tradición marxista inglesa, pero dicha variante
de la denominada Historia social, también se desenvolvió en otras latitudes atendiendo a las tradiciones
académicas nacionales. Pero indudablemente la formación y cristalización de esta denominada forma
de hacer historia, ha estado estrechamente relacionada con la teoría marxista, en buena medida por el
interés del conflicto entre dominadores vs dominados; de ahí que no sea extraño identificar una corriente
historiográfica francesa de estudios desde abajo, de corte marxista, por fuera de los Annales, que iniciaron
unos estudios sistemáticos sobre las rebeliones y resistencias de las comunidades campesinas preindustriales
y la participación de diversos estamentos sociales bajos en la revolución francesa. Entre los principales
representantes de esta tradición que se inició a fines del siglo XIX con Jean Jaures, se encuentra Albert
Soboul. Claro está, también hay variantes de esta corriente historiográfica por fuera del marxismo, como
Roland Mousnier, quien mantuvo acalorados debates con algunos marxistas frente a si se podía considerar
las rebeliones de las sociedades preindustriales como de clases o de estamentos u ordenes sociales.

275
El hecho histórico y su historia

tradición académica, los cuales en sus esfuerzos por desentrañar los entramados de las
acciones colectivas “populares”, las ideologías, los mundos de unos seres humanos
que vivieron en una época de conformación de la primera sociedad industrial del
mundo, de la mano de categorías centrales marxistas tales como Conciencia de Clase,
Lucha de Clase, relaciones sociales de producción, entre otras, buscaron por fuera del
análisis estadístico y las series de tiempo, rescatar las subjetividades y las experiencias
de hombres y mujeres que desenvolvieron su ciclo de vida en un momento histórico.

El hecho, el dato, el indicio contenido en los manuscritos judiciales e informes de


policía, fue concebido por lo tanto de una manera plural, en tanto daba cuenta de lo
particular, como del contexto social en el que se desenvolvía. Se sentó por lo tanto un
programa de concebir el proceso histórico con el sujeto, que buscó no reducir a los
“… grupos sociales a simples portadores de relaciones sociales, al no confundir las
clases sociales con las relaciones sociales de producción y al dar un espacio propio a
la acción humana”30. Esto permitió dar apertura a una serie de factores que habían sido
desconocidos u ignorados por la tradición marxista, como la cultura y la experiencia
de los hombres en la vida cotidiana, y que hoy ha hecho de la historia desde abajo
hacia arriba y los estudios de los denominados movimientos sociales, una de las
corrientes más dinámicas de la Historia mundial31.

Pero a pesar del florecimiento de la historia social entre los años treinta y sesenta del
siglo XX, a inicios de la década de los setenta, el movimiento historiográfico con sus
diversos matices empezó a manifestar en una profunda crisis. Crisis que difícilmente
puede adjudicársele en el caso de la escuela de los Annales, por citar un ejemplo, a las
mutaciones que su propuesta inicial ha tenido, particularmente las iniciadas desde la
denominada “tercera generación”, que algunos han calificado como de traición a los
postulados de sus mentores, y otros que consideran que la desintegración del programa
de los Annales, se halla en las bases iniciales de su fundación (Durán y Fontana)32. Si
entrar en los debates sobre este asunto, el hecho es que parte de la crisis presente en
la disciplina histórica actual, se debe a múltiples factores: pasa por las dificultades de

30
THOMPSON, Edward P. Historia social y antropología. México, Instituto Mora, 1ª edición 1994, p. 13.
31
Si bien este no es el espacio para presentar los caminos abiertos por la escuela marxista británica, es
pertinente anotar que a partir de sus investigaciones rompieron la lectura mecánica de las acciones colectivas
directas de los sectores sociales bajos, que reducían las protestas a una relación causal simple, por ejemplo
impuestos = levantamientos; hambre = motín. Sus pesquisas permitieron identificar componentes esenciales
que permitían el florecimiento de los levantamientos e insurrecciones en las sociedades preindustriales,
tales como la cultura, la experiencia colectiva de grupo, los marcos de creencias, entre otros, con ello se
alejaron de las posturas marxistas dogmáticas, quienes consideraron la conciencia de clase como un factor
de gravedad para darle contenido político a las luchas sociales, en tanto al tenerla, los dominados, eran
concientes de la necesidad de transformar las relaciones sociales de producción y dominación, que eran las
que sustentaban la injusticia, la explotación y la miseria. Sus aportes en este campo, que no fue exclusivo
de centrarse en los grandes movimientos sociales, permitió el desarrollo de los estudios de la subalternidad
en la India, a la cabeza de Ranajit Guha, que en los años setenta era un profesor universitario e Inglaterra,
el cual congregó a historiadores, antropólogos y sociólogos a repensar la historia de la India, especialmente
bajo el dominio del Raj y los denominados estudios culturales, a partir de los análisis literarios que una
variante de la escuela marxista empezó a incursionar.
32
CASANOVA, Julián. La Historia social y los historiadores ¿Cenicienta o princesa? Barcelona, Crítica
editorial, 1ª edición biblioteca de bolsillo, 2003, p. 55.

276
Anuario de Historia Regional y de las Fronteras Nº 15

lograr construir un modelo que de cuenta del cambio histórico, dolencia que también
padece las demás ciencias sociales; el derrumbamiento de las certezas epistémicos
(si alguna vez lo hubo) de la objetividad del investigador y la imposibilidad de
reconstruir en su totalidad el pasado; y, la crisis de los historicismos de corte Liberal
del progreso y desarrollo y del Marxismo con sus modos de producción, que a lo largo
del siglo XX, con diversos acontecimientos manifestaron que la Historia no tenía un
derrotero previo y con ello se cuestionó todas las interpretaciones de la teleología de
la modernidad.

Pero tal vez uno de los factores centrales frente a la crisis de la disciplina histórica,
radica en el cuestionamiento de la “verdad” y en especial esa “verdad objetiva”. Con
la democratización del acceso universitario en los Estados Unidos desde los años
sesenta, proceso del cual no es ajeno los países latinoamericanos, irrumpió en los
salones una serie de individuos procedentes de grupos sociales que tradicionalmente
no accedían a una educación superior, me refiero a mujeres, negros, grupos étnicos,
obreros, que en el caso de la historia, se enfrentaron a una serie de relatos, que poco o
nada decían de la participación de sus pares en los procesos históricos. Estos nuevos
educandos al momento de enfrentarse con sus trabajos de grado, empezaron a promover
una serie de investigaciones que se alejaban radicalmente de las tendencias temáticas
hegemónicas de los diversos departamentos de historia. De esta manera pusieron en
escena los olvidos de una historia nacional que se había edificado sobre el héroe, el
notable y el poderoso, o en el caso norteamericano en el blanco, puritano y empresario.
Los nuevos egresados con sus investigaciones, inconscientemente cuestionaron todo
el andamiaje del relato histórico tradicional, al poner en la superficie otras versiones
del proceso histórico, con agentes que habían sido ignorados, la historia dejo de ser lo
que era antes, al cuestionarse de esta forma las verdades que por generaciones había
inculcado y considerado trascendente33.

Frente a la emergencia de una nueva pluralidad de versiones sobre el proceso, el


acontecimiento, la acción histórica, surgía ya en ese mismo momento una serie de
autores que hoy han sido etiquetados como postmodernistas, los cuales como toda
tendencia intelectual no puede reducirse a una tendencia específica, pero en general
los diversos pensadores que han sido adscritos a esta casa de familia, tienen en común
de tornar problemática la creencia en el progreso, en la moderna periodización de la
historia y en el individuo como hacedor y conocedor34.

Al subrayar la fragmentación de la identidad personal, atacan la noción occidental


de sefl individual, eje medular de la filosofía del siglo XVIII, al considerar que la
razón es una construcción ideológica que sustenta a las sociedades liberales35. Si a

33
APPLEBY, J; HUNT, L y JACOB, M. La Verdad sobre la Historia. Barcelona, Andrés Bello editorial, sin
fecha de edición.
34
Una buena síntesis de las posturas de los autores más representativos de esta corriente se encuentra en:
JENKINS, Keith. ¿Por qué la Historia? México, Fondo de cultura económica, colección breviarios, 1ª
edición, 2006.
35
Paradójicamente este mismo planteamiento del ataque de la noción del Self individual occidental,
consideran algunos autores que estos planteamientos se vulneran en si mismo las premisas del

277
El hecho histórico y su historia

lo anterior se le agrega algunas posiciones críticas sobre el conocimiento científico,


en tanto este obedece a agendas sexistas, políticas e ideológicas, se obtiene todo un
panorama desesperanzador en torno a la posibilidad de la verdad histórica, que tanto
reclamó en el siglo XX las corrientes historiográficas que estuvieron ancladas en unas
epistemologías positivistas.

Pero referente al asunto que nos convoca, sobre la concepción del hecho histórico, la
crítica postmoderna puede ser considerado como un torpedo, que impacta debajo de
la línea de navegación y exactamente en la bodega de pólvora del buque positivista
de la historia, pues si nos atenemos sólo a lo planteado por Jacques Derrida, desde
su perspectiva del deconstruccionismo, al considerar que los textos de cualquier tipo,
ocultan tanto como expresan para mantener la vanidad vaga del logocentrismo, o sea
la idea errónea de que las palabras expresan la realidad. Su propuesta demuestra que
un texto admite múltiples interpretaciones, pues los significantes carecen de conexión
esencial con lo que significan. En síntesis los postmodernos cuestionan abiertamente
algo que intuyó Ferdinand Saussure, acerca de que las ideas no se adhieren de manera
permanente a los objetos, que los significados de las palabras, no son trascendentes
y que sólo expresan un significado en tanto se encadenan a otra palabras, ello sin
contar que los contextos históricos, sociales y culturales, son determinantes en el
momento de captar el significado. De esta manera el documento histórico dejó de
ser estable, para ser telúrico, susceptible de diversas interpretaciones, que además
de ser fabricado en un contexto histórico, social y cultural específico, no encarnaba
una verdad fosilizada del pasado, sino más bien encarnaba la visión de mundo del
amanuense, de una realidad que no era objetiva y que estaba construida socialmente
y para volverla más problemática, sobre el Lenguaje, el cual es totalmente inestable36.

En este sentido, hoy frente al cuestionamiento de una verdad y una objetividad en


la historia, el panorama es de un profundo escepticismo por parte de las nuevas
generaciones de historiadores comprometidos con la reflexión de su oficio. La historia
no es la de antes, sus metarelatos de antaño adorados, difícilmente pueden ser hoy
legitimados tal y como fueron expuestos, el camino, hoy no es camino y, las diversas
rutas que tienen los buques historiográficos en el presente, son un ejemplo que no hay
puertos, ni faros en las costas claramente delimitados.

multiculturalismo: “Sin un self identificable sería innecesario preocuparse por la diversidad cultural, el
orgullo étnico y las identidades amenazadas. Sin Sujeto no habría políticas de identidad ni de autoafirmación
cultural”, Cfr: APPLEBY, J; HUNT, L y JACOB, M. Op cit, p. 192.
36
JENKINS, Keith. ¿Por qué la Historia? Op cit., pp. 69 – 151.

278
Anuario de Historia Regional y de las Fronteras Nº 15

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Recibido: 28 de mayo de 2010


Aprobado: 25 de junio de 2010

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