El Hecho Histórico y Su Historia PDF
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La denominada historia científica data de los inicios del siglo XIX. Sin embargo,
existen antecedentes centrales dentro de la cultura occidental para la configuración
del género denominado Historia. Uno de ellos se remonta a la antigüedad clásica,
con el proceso de constitución del ciudadano, la emergencia del ciudadano en la polis
griega, ya como combatiente o investido de una parcela de dominio político, desea
saber cómo se desarrolla los asuntos de la ciudad. Dicha exigencia da inicio a un
sentido histórico, de comprender el presente a partir del pasado; este acontecimiento
se manifiesta en el momento en que se instaura la Polis y su correlación con las
narraciones de Heródoto, que cuenta cómo y por qué griegos y bárbaros se enfrentaron
dos veces en sangrientos combates; intenta con Tucídides, sacar del desorden de las
guerras una lección que permita la elaboración de un cálculo político eficaz, con el
cual se pueda eliminar la contingencia de las decisiones; se interroga con Polibio,
sobre las causas que por encima de la motivaciones conscientes hacen que los pueblos
actúen de una manera y no de otra2.
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El hecho histórico y su historia
El tercero y último, que es el que compete a este escrito, surge con el modelo de las
ciencias físicas, es la cuestión que plantea de saber si es posible introducir en lo que
concierne al devenir de las sociedades, un control riguroso que permita extraer un
conocimiento positivo, una verdad; es el esfuerzo por convertir a la Historia en ciencia.
Dicho proceso que se puede ubicar preferencialmente entre el siglo XVIII y XIX,
promovió de manera consciente o inconsciente el problema y la reflexión del hecho
histórico. El inicio o más bien el esfuerzo por parte de intelectuales por establecer un
conocimiento verídico sobre el pasado, por fuera de los mitos y las relatos fantásticos,
es el que lleva a la cristalización de un método, que tiene sus primeros antecedentes
en las órdenes monásticas europeas del denominado periodo moderno, que en su
estudio de los textos clásicos buscaron identificar las descripciones incorrectas de
los textos antiguos4. De la misma manera David Hume en Inglaterra, consideraba
que el escepticismo conducía a un análisis factual más riguroso; Agustín Thierry y
Jules Michelet en Francia, demuestran que el relato histórico no es una colección de
anécdotas, que existe un orden en los acontecimientos del que se pueden extraer los
principios apropiados5. En síntesis, el periodo que va entre el siglo XVIII y XIX, es
el momento en el cual la reflexión por un método para la indagación del pasado cobra
relevancia, que se encuentra relacionado con la formación de las ciencias naturales
y posteriormente las sociales, que exigen a las últimas la necesidad de definir sus
objetos de estudio, sus métodos y sus formas de escrituras canónicas.
266
Anuario de Historia Regional y de las Fronteras Nº 15
6
Sobre el método de Ranke en: CORCUERA De MANCERA, Sonia. Op cit., pp. 117 – 145; GADAMER,
Hans – Georg. “Lo cuestionable de la hermenéutica romántica y su aplicación a la historiografía”, en:
Verdad y Método. Salamanca, Volumen I, ediciones Sígueme, 1999, pp. 225 – 276; CARRERAS ARES,
Juan J. “El historicismo Alemán”, en: Estudios sobre historia de España Homenaje a Tuñón de Lara).
Madrid, tomo II, Universidad internacional Menéndez Pelayo, 1981, pp. 627 – 641 y CASANOVA, Julián.
La Historia social y los historiadores. ¿Cenicienta o princesa?, Barcelona, Critica editorial, 1ª edición en
biblioteca de bolsillo, 2003, pp. 39 – 45.
7
Estas ideas en torno a la conexión de ideas con un acontecimiento, en buena medida las extrajo Ranke
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El hecho histórico y su historia
Ranke partió de una lectura realista ingenua de los documentos, al creerlos depositarios
de una verdad del pasado. Un realismo doctrinario como lo dice H. White, no advirtió
que las fuentes no eran depositarios pasivos de la realidad de un momento histórico,
ninguna fuente documental, ni siquiera la estadística puede expresarse por si sola, pues
nadie puede sustraerse a sus circunstancias personales, a su entorno social, religioso o
político. En síntesis la propuesta explicativa de Ranke para la Historia, se distanciaba
de otras propuestas del siglo XIX, como los positivistas que buscaban identificar las
leyes universales y de la causalidad; de los marxistas que estudian la historia para
encontrar las leyes que gobiernan efectivamente su desenvolvimiento histórico y los
románticos que destacaban el juego del héroe.
de su maestro Humboldt, que plasmó en su escrito de 1821, “sobre la tarea del historiógrafo”. Humboldt
consideraba que la interpretación de la historia, concebía el nacimiento de la cultura por una fuerza espiritual
y su disolución, por causas de orden material, era coherente con su narración de la historia, pero no daba
cuenta del surgimiento de diversos fenómenos en el pasado. La historia es la lucha por la cristalización de
una idea (espíritu), que en muchos casos puede fracasar pero al final se impone (lectura desarrollista). Sobre
el particular se puede consultar a: CORCUERA De MANCERA, Sonia. Op cit., pp. 121 – 127.
8
Un ejemplo claro de este asunto es la idea del Destino Manifiesto, gestado inicialmente por un periodista
norteamericano a mediados del siglo XIX y que posteriormente se convirtió en la idea modeladora de la
Nación de los Estados Unidos, la cual consideraba que el pueblo Yankee estaba predestinada por Dios
a dominar la tierra. Bajo este palio la historiografía oficial Norteamericana estuvo modelada hasta bien
entrado el siglo XX, pues a partir de los años veinte y treinta de dicho siglo, empezó a cuestionarse dichos
argumentos, en tanto el Destino Manifiesto era una idea traída de la tradición puritana calvinista de la
predestinación, que sólo comprometía en buena medida a las corrientes religiosas puritanas, al blanco
y a los Estados del Norte; por ende, la doctrina excluía a los nativos americanos, a los negros de las
plantaciones, a la sociedad sureña y a los credos por fuera de la vertiente calvinista.
9
Sobre este asunto consultar a: WHITE, Hayden. Metahistoria. La imaginación histórica en la Europa del
siglo XIX. México, FCE, 1ª reimpresión, 2001, pp. 161 – 186.
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10
Esta es la tendencia que describe Collingwood, y que se puede consultar en su libro: La idea de la
Historia. México, FCE, decimonona reimpresión, 1996, pp. 129 – 135.
11
Este debate en parte se puede rastrear en: DURKHEIM, Emilio. “Debate sobre la explicación en historia
y sociología” (1908), en: DURKHEIM, E. Las reglas del método sociológico y otros escritos de filosofía de
la ciencias sociales. Barcelona, Altaya, 1994, pp. 292 – 312.
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El hecho histórico y su historia
adecuados para extraer los contenidos sociales del hecho histórico, tales como el
método comparativo de Hintze y los diálogos con la psicología social de Lamprecht,
que consideraba que en ella se encontraban elementos esenciales para identificar
procesos estructurales en el pasado12
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Anuario de Historia Regional y de las Fronteras Nº 15
La Historia social, fue más bien una diversidad de tendencias que rechazaron las
posiciones del hecho histórico, desde una perspectiva empírica vulgar, en tanto se
reducía el asunto, después de comprobar la fiabilidad del documento, en recolectar y
recolectar información. Ahora se hacía un llamado a la necesidad de explicar y elaborar
generalizaciones del pasado; de la posibilidad de identificar tendencias, regularidades,
en los procesos históricos o de poder conectar un problema de investigación con el
todo, con la sociedad. En este sentido se volvió al debate decimonónico de si el hecho
era individual o social. La respuesta fue social, pero con diversos matices, según las
tradiciones académicas de los derroteros nacionales16.
15
Respecto al surgimiento de la “historia Social”, como una reacción a la historiografía tradicional en:
CASANOVA, Julián. La Historia social y los historiadores… Op cit., pp. 39 – 64; FONTANA, Joseph. La
Historia de los hombres: el siglo XX. Barcelona, Crítica, 1ª edición biblioteca de bolsillo, 2002, pp. 9 – 24;
sobre lo que significó la historia social y la diversidad de propuestas que en ella contuve ver en los mismos
autores en las siguientes páginas respectivamente: pp. 64 – 139 y 25 – 59;
16
HOBSBAWM, Eric. “From social history to the history society”, Daedalus, N. 100, 1971, pp. 24 – 45
(traducción de Germán Colmenares), artículo en la que el autor se atrevió en ese momento a presentar
los temas que comprometían ser una historia social, hoy dicho ejercicio sería casi un imposible por la
diversidad de temas y subtemas en que se ha dividido.
17
COLMENARES, Germán. “La historiografía científica del siglo XX. El caso de la escuela de los
Annales”, en: Ensayos sobre historiografía. Bogotá, Tercer mundo editores, Colciencias, Universidad del
Valle, 1997, pp. 15 – 56.
18
APPLEBY, J; HUNT, L y JACOB, M. La Verdad sobre la Historia. Barcelona, Andrés Bello editorial,
sin fecha de edición, p. 82. Es indudable que buena parte de los problemas que recabaron los principales
representantes de la denominada primera generación de los Annales, fue modelado por las inquietudes
teóricas de la sociología de Durkheim, basta ver el esfuerzo conceptualizador de Bloch, sobre el concepto
Durkhemiano de “representaciones colectivas”, para aplicarlo a la historia en su trabajo de los Reyes
taumaturgos, que lo transformó en “representaciones sociales”, en un esfuerzo por parte del historiador por
volver el concepto más operacional, por así decirlo al cambio histórico. De la misma manera, el estudio de
Lucien Fevbre sobre “el problema de la incredulidad en el siglo XVI: la religión de Rebelais”, parte de una
crítica contra las tesis que hicieron algunos investigadores sobre la obra de Rebelais, que supuestamente
socavaba la hegemonía del cristianismo en ese momento histórico; Fevbre con el enfoque teórico del
sociólogo en mención, consideró que lo colectivo construye una realidad social, unas representaciones
colectivas que se convierte en objetiva, en tanto la colectividad es constructora del proceso pero en un
momento dado ya no es dueña del mismo. En este sentido los procesos sociales colectivos hacen que el
hombre se encuentre atrapado en estas representaciones; de ahí que pensar en el siglo XVI en hombres
incrédulos, es desconocer el “ambiente mental” en la que se encontraban inmerso el colectivo social, es un
anacronismo, pues en ese momento el término ateo, no tenía la connotación que tiene en el presente, era
una palabra de difamación, “usada en cualquier sentido que uno quisiera darle”. Según Fevbre, Rebelais era
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El hecho histórico y su historia
se va cristalizar de una manera más fidedigna en los estudios por identificar los
procesos estructurales en los cuales se ven inmersos los colectivos, las sociedades
y las civilizaciones y que se condensarán metodológicamente en las series de
tiempo y su proyección en curvas o gráficas19.
En este punto, los Annales retomaron un debate inconcluso del siglo XIX ¿El hecho
era individual o social? Para la primera y posteriores generaciones de esta tradición
historiográfica, la respuesta fue contundente, era social y para ello las series de
tiempo le daban la razón. La Historia no fue concebida como una serie de hechos
únicos e irrepetibles, existía en el fondo de los rastros documentales huellas de una
recurrencia, de una regularidad, que daba cuenta de procesos estructurales, donde
los datos de una supuesta historia événementielle, no habría lugar. El hecho único e
irrepetible, se transformó de esta manera en un hecho social, en una clara conexión
con la episteme Durkhemiana20. De ahí que fuera posible trazar tendencias y posibles
generalizaciones sobre el desenvolvimiento de las sociedades, e incluso cuasi leyes
del devenir histórico.
Pero reducir la propuesta del hecho histórico de los Annales a esta posición, es
desconocer que en todo colectivo, al interior hay tendencias, divergencias y pugnas, los
Annales no fue la excepción. Frente a su pretensión de identificar las regularidades del
desenvolvimiento histórico, también emergió un programa de investigación de hacer
una Historia total. Esta posición se enmarcó dentro de las propuestas iniciales de tener
un diálogo abierto con las demás ciencias sociales de la tradición académica francesa,
y que toda investigación histórica partía de un problema, en el cual una parte de la
solución se hallaba en otras áreas del conocimiento, que con sus teorías, metodologías
y técnicas ayudarían a la recolección, organización e interpretación de los datos21. En
este sentido, lo total emergía de la necesidad de insertar un problema de investigación
un cristiano de corte erasmiano: un crítico de muchas formas exteriores de la iglesia medieval tardía, pero
hombre que creía en la religión interior. En síntesis Fevbre, consideró que el momento histórico de Rebelais,
no permitía la existencia del sentido del ateismo de hoy, pues el contexto sociohistórico no lo permitía, por
lo tanto no se podía entender la obra del escritor francés en esos términos de ser un incrédulo, que buscaba
socavar el cristianismo del momento. Consultar a: SILVA, Renán. “Sobre sociología e Historia”, en: A
la Sombra de Clío. Diez ensayos sobre historia e historiografía. Medellín, La carreta histórica, 2007, pp.
17 – 42; BURKE, Peter. La revolución historiográfica francesa. La escuela de los Annales: 1929 – 1989.
Barcelona, Gedisa editorial, 2006; en este último libro citado, sobre Lucien Fevbre ver las páginas 33 a
la 37; los planteamientos de Durkheim sobre la conciencia colectiva y las representaciones colectivas, se
pueden hallar en: DURKHEIM, Emilio. La división del trabajo social. Madrid, ediciones Akal, 4 edición,
2004, especialmente desde el capítulo II en adelante.
19
Si bien como ya lo he expresado en los párrafos anteriores y en la cita precedente, la propuesta metodológica
de los Annales no se puede desconectar de los planteamientos centrales de E. Durkheim. De la misma manera
el esfuerzo por construir el hecho estructural, parte de esta simiente durkheniana y de algunos esfuerzos previos
de F. Simiand, sobre estudios de ciclo económico, que son los antecedentes para el trabajo monumental de
Ernest Labrousse. Sobre la conceptualización del Hecho histórico como estructura, consultar: LABROUSSE,
Ernest. Las estructuras y los hombres. Barcelona, ediciones Ariel, 1969.
20
Este asunto se percibe con claridad en la propuesta metodológica de Durkheim del hecho social y tiene
su cristalización en la escuela de los Annales en la reflexión sobre la estructura, que es sin lugar a dudas
uno de los mayores aportes metodológicos y del pensar del oficio en la historiografía francesa al mundo.
21
Este planteamiento se encuentra en: FEBVRE, Lucien. Combates por la Historia. Barcelona, ediciones
Ariel, 1978.
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Si bien la primera generación de los Annales no dejó muy claro la forma de abordar una
Historia total, los estudios de biografías de Lucien Febvre sobre Lutero y Margarita de
Navarra, son ejemplos de como desde esta época, la escuela hizo reflexiones de unir el
hecho social con el individual. En sus obras biográficas Febvre, muestra como había
que entender estas personalidades históricas en el contexto histórico de su tiempo, eran
seres “atrapados” en unas representaciones colectivas, pero aun así no desconoció su
capacidad para romper las tendencias y regularidades del proceso histórico. Hoy, parte
de esta tradición epistémica se halla inserta en el denominado método biográfico o
historias de vida, de los enfoques cualitativos que argumentan haber pisado en terreno
virgen, cuando ya otros habían llegado22.
22
El método biográfico es considerado una postura anti-positivista, en tanto busca recuperar al ser humano
en toda su subjetividad y por su énfasis dinámico temporal. En otras palabras el enfoque busca situar
la historia de un individuo en su dimensión subjetiva, y en el contexto sociocultural - temporal en que
se desenvuelve su ciclo de vida. Es un esfuerzo por establecer una “correlación” entre la subjetividad
expresiva de la conciencia y la objetividad construida de la estructura. El estudio biográfico de Lucien
Fevbre, sobre Martín Lutero, expone su interés por resolver el problema entre la relación individuo - grupo,
entre la iniciativa personal - la necesidad social, “… observaba Febvre que en 1517 existían potenciales
discípulos de Lutero, los miembros de la burguesía una vez más, un grupo que estaba adquiriendo “un
nuevo sentido de importancia social” y que se sentía incómodo a causa entre la mediación clerical entre
Dios y el hombre. De cualquier manera, Febvre se negaba a reducir las ideas de Lutero a una expresión de
los intereses de la burguesía…”. Como podemos apreciar la intención de Febvre, al hacer biografías, se
encaminaba a establecer las conexiones entre lo individual y lo social, si bien no es posible considerar su
perspectiva como método biográfico, es indudable la conexión existente entre las dos posturas al momento
de abordar la vida de un hombre en un momento histórico. También en la oración citada, se puede mirar
con claridad la conexión con la propuesta de Durkheim, en tanto son las ideas que se encuentran presentes
en la “conciencia colectiva”, las que permiten legitimar ciertos procesos. Por ejemplo, si la sociedad hay
individuos que hablan de individualidad, es que en la conciencia colectiva hay ya espacios de representación
de esta noción. Sobre el método biográfico: PUJADAS MUÑOZ, Juan José. El método biográfico: el uso
de las historias de vida en las ciencias sociales. Madrid, Centro de investigaciones sociológicas (CIS),
1ª edición, 1992, pp. 7 – 14. Sobre la cita en: BURKE, Peter. La revolución historiográfica francesa. La
escuela de los Annales: 1929 – 1989. Barcelona, Gedisa, 2ª reimpresión, 2006, p. 27; FEBVRE, Lucien.
Martín Lutero. México, Fondo de cultura económica, colección breviarios, varias ediciones.
273
El hecho histórico y su historia
23
Toda una generación de interpretes que han estudiado la “civilización” americana con el espíritu propio
de la postguerra, han tomado como punto de partida a Alexis Tocqueville, para elaborar una particular
explicación de las características afortunadas y únicas de su país, estos son los casos de Louis Hartz y
su trabajo sobre la tradición liberal americana (1955), en la que sostenía que la ausencia de estructuras
feudales era parte de la clave para entender la tradición liberal y demócrata de los Estados Unidos, en esta
misma línea se inscriben los trabajos posteriores de Martin Lipset, Frank Tannenbaum, Hebert Klein, entre
otros, consultar en: MAIER, Charles. “La Historia comparada”. En: Studia histórica, Madrid, Volumen
X – XI, 1992, pp. 26 – 27.
24
APPLEBY, J; HUNT, L y JACOB, M. La Verdad sobre la Historia. Barcelona, Andrés Bello editorial,
sin fecha de edición, p. 82; este esfuerzo ha sido denominado por algunos como programa weberiano en:
MAIER, Charles. “La historia comparada”, Op cit., pp. 20 – 22.
25
Si bien los resultados fueron cuestionados, la Cliometría, junto con sus propuestas contra-factuales, evidenciaron
que no existía un factor determinante que explicase el Take off, que en antaño se había expuesto para explicar el
fenómeno económico, al igual que en su momento se concedió a grandes personalidades históricas. CARRERA
ARES, Juan José. “Escuelas y problemas de la historiografía actual”, en: Razón de Historia. Estudios de
historiografía. Madrid. Marcial Pons /Prensas universitarias de Zaragoza, 2000, pp. 111 - 134
26
BACCINI, Alberto y GIANETTI, Renato. Cliometría. Barcelona, Crítica, Grijalbo Mondomari, 1ª
edición, 1997, pp. 7 – 12.
274
Anuario de Historia Regional y de las Fronteras Nº 15
El marxismo fue otra corriente historiográfica, que si bien surgió en el siglo XIX, es
en el siglo XX para el caso de la Historia, donde se hallan sus principales desarrollos.
Parte de sus logros se deben a una serie de nuevas lecturas por parte de intelectuales
que hicieron precisiones a los postulados de Karl Marx, y, en otros, recabaron áreas
que el padre del marxismo descuidó o simplemente desconoció. En la tradición
disciplinar histórica, sin lugar a dudas el grupo más emblemático de esta corriente
fue y es la denominada “historiografía marxista inglesa”27. Dicha escuela que para
algunos autores es entendida como un trabajo colectivo y un ejemplo que desde la
historia se puede contribuir a la teoría social28, se caracterizó por tratar de encontrar
sentido a una serie de acciones colectivas por parte de los sectores sociales bajos,
inaugurando de esta forma la denominada historia desde abajo29.
27
Sobre la escuela marxista británica y su inserción en el mundo académico en: FONTANA, Joseph.
La Historia de los hombres: el siglo XX. Barcelona, Crítica editorial, 1ª edición 2002, pp. 61 – 86 y
CASANOVA, Julián. Op cit., pp. 89 y siguientes.
28
KANYE, Harvey J. Los historiadores marxistas británicos. Zaragoza, Prensas universitarias, 1898; del
mismo autor (Editor), RUDÉ, George. El rostro de la multitud. Estudios sobre revolución, ideología y
protesta popular. Valencia, Biblioteca de Historia social, 2001, pp. 15 – 77; en esta misma perspectiva
de considerar la escuela marxista británica una contribución colectiva a la teoría social, es: GÓMEZ
B, Gutmaro. “La Historia social británica: memoria a una contribución colectiva”, en: Memoria y
Comunicación social. Madrid, Universidad Complutense de Madrid, Vol 8, 2003, pp.119 – 137.
29
Generalmente se ha asociado la historia desde abajo a la tradición marxista inglesa, pero dicha variante
de la denominada Historia social, también se desenvolvió en otras latitudes atendiendo a las tradiciones
académicas nacionales. Pero indudablemente la formación y cristalización de esta denominada forma
de hacer historia, ha estado estrechamente relacionada con la teoría marxista, en buena medida por el
interés del conflicto entre dominadores vs dominados; de ahí que no sea extraño identificar una corriente
historiográfica francesa de estudios desde abajo, de corte marxista, por fuera de los Annales, que iniciaron
unos estudios sistemáticos sobre las rebeliones y resistencias de las comunidades campesinas preindustriales
y la participación de diversos estamentos sociales bajos en la revolución francesa. Entre los principales
representantes de esta tradición que se inició a fines del siglo XIX con Jean Jaures, se encuentra Albert
Soboul. Claro está, también hay variantes de esta corriente historiográfica por fuera del marxismo, como
Roland Mousnier, quien mantuvo acalorados debates con algunos marxistas frente a si se podía considerar
las rebeliones de las sociedades preindustriales como de clases o de estamentos u ordenes sociales.
275
El hecho histórico y su historia
tradición académica, los cuales en sus esfuerzos por desentrañar los entramados de las
acciones colectivas “populares”, las ideologías, los mundos de unos seres humanos
que vivieron en una época de conformación de la primera sociedad industrial del
mundo, de la mano de categorías centrales marxistas tales como Conciencia de Clase,
Lucha de Clase, relaciones sociales de producción, entre otras, buscaron por fuera del
análisis estadístico y las series de tiempo, rescatar las subjetividades y las experiencias
de hombres y mujeres que desenvolvieron su ciclo de vida en un momento histórico.
Pero a pesar del florecimiento de la historia social entre los años treinta y sesenta del
siglo XX, a inicios de la década de los setenta, el movimiento historiográfico con sus
diversos matices empezó a manifestar en una profunda crisis. Crisis que difícilmente
puede adjudicársele en el caso de la escuela de los Annales, por citar un ejemplo, a las
mutaciones que su propuesta inicial ha tenido, particularmente las iniciadas desde la
denominada “tercera generación”, que algunos han calificado como de traición a los
postulados de sus mentores, y otros que consideran que la desintegración del programa
de los Annales, se halla en las bases iniciales de su fundación (Durán y Fontana)32. Si
entrar en los debates sobre este asunto, el hecho es que parte de la crisis presente en
la disciplina histórica actual, se debe a múltiples factores: pasa por las dificultades de
30
THOMPSON, Edward P. Historia social y antropología. México, Instituto Mora, 1ª edición 1994, p. 13.
31
Si bien este no es el espacio para presentar los caminos abiertos por la escuela marxista británica, es
pertinente anotar que a partir de sus investigaciones rompieron la lectura mecánica de las acciones colectivas
directas de los sectores sociales bajos, que reducían las protestas a una relación causal simple, por ejemplo
impuestos = levantamientos; hambre = motín. Sus pesquisas permitieron identificar componentes esenciales
que permitían el florecimiento de los levantamientos e insurrecciones en las sociedades preindustriales,
tales como la cultura, la experiencia colectiva de grupo, los marcos de creencias, entre otros, con ello se
alejaron de las posturas marxistas dogmáticas, quienes consideraron la conciencia de clase como un factor
de gravedad para darle contenido político a las luchas sociales, en tanto al tenerla, los dominados, eran
concientes de la necesidad de transformar las relaciones sociales de producción y dominación, que eran las
que sustentaban la injusticia, la explotación y la miseria. Sus aportes en este campo, que no fue exclusivo
de centrarse en los grandes movimientos sociales, permitió el desarrollo de los estudios de la subalternidad
en la India, a la cabeza de Ranajit Guha, que en los años setenta era un profesor universitario e Inglaterra,
el cual congregó a historiadores, antropólogos y sociólogos a repensar la historia de la India, especialmente
bajo el dominio del Raj y los denominados estudios culturales, a partir de los análisis literarios que una
variante de la escuela marxista empezó a incursionar.
32
CASANOVA, Julián. La Historia social y los historiadores ¿Cenicienta o princesa? Barcelona, Crítica
editorial, 1ª edición biblioteca de bolsillo, 2003, p. 55.
276
Anuario de Historia Regional y de las Fronteras Nº 15
lograr construir un modelo que de cuenta del cambio histórico, dolencia que también
padece las demás ciencias sociales; el derrumbamiento de las certezas epistémicos
(si alguna vez lo hubo) de la objetividad del investigador y la imposibilidad de
reconstruir en su totalidad el pasado; y, la crisis de los historicismos de corte Liberal
del progreso y desarrollo y del Marxismo con sus modos de producción, que a lo largo
del siglo XX, con diversos acontecimientos manifestaron que la Historia no tenía un
derrotero previo y con ello se cuestionó todas las interpretaciones de la teleología de
la modernidad.
Pero tal vez uno de los factores centrales frente a la crisis de la disciplina histórica,
radica en el cuestionamiento de la “verdad” y en especial esa “verdad objetiva”. Con
la democratización del acceso universitario en los Estados Unidos desde los años
sesenta, proceso del cual no es ajeno los países latinoamericanos, irrumpió en los
salones una serie de individuos procedentes de grupos sociales que tradicionalmente
no accedían a una educación superior, me refiero a mujeres, negros, grupos étnicos,
obreros, que en el caso de la historia, se enfrentaron a una serie de relatos, que poco o
nada decían de la participación de sus pares en los procesos históricos. Estos nuevos
educandos al momento de enfrentarse con sus trabajos de grado, empezaron a promover
una serie de investigaciones que se alejaban radicalmente de las tendencias temáticas
hegemónicas de los diversos departamentos de historia. De esta manera pusieron en
escena los olvidos de una historia nacional que se había edificado sobre el héroe, el
notable y el poderoso, o en el caso norteamericano en el blanco, puritano y empresario.
Los nuevos egresados con sus investigaciones, inconscientemente cuestionaron todo
el andamiaje del relato histórico tradicional, al poner en la superficie otras versiones
del proceso histórico, con agentes que habían sido ignorados, la historia dejo de ser lo
que era antes, al cuestionarse de esta forma las verdades que por generaciones había
inculcado y considerado trascendente33.
33
APPLEBY, J; HUNT, L y JACOB, M. La Verdad sobre la Historia. Barcelona, Andrés Bello editorial, sin
fecha de edición.
34
Una buena síntesis de las posturas de los autores más representativos de esta corriente se encuentra en:
JENKINS, Keith. ¿Por qué la Historia? México, Fondo de cultura económica, colección breviarios, 1ª
edición, 2006.
35
Paradójicamente este mismo planteamiento del ataque de la noción del Self individual occidental,
consideran algunos autores que estos planteamientos se vulneran en si mismo las premisas del
277
El hecho histórico y su historia
Pero referente al asunto que nos convoca, sobre la concepción del hecho histórico, la
crítica postmoderna puede ser considerado como un torpedo, que impacta debajo de
la línea de navegación y exactamente en la bodega de pólvora del buque positivista
de la historia, pues si nos atenemos sólo a lo planteado por Jacques Derrida, desde
su perspectiva del deconstruccionismo, al considerar que los textos de cualquier tipo,
ocultan tanto como expresan para mantener la vanidad vaga del logocentrismo, o sea
la idea errónea de que las palabras expresan la realidad. Su propuesta demuestra que
un texto admite múltiples interpretaciones, pues los significantes carecen de conexión
esencial con lo que significan. En síntesis los postmodernos cuestionan abiertamente
algo que intuyó Ferdinand Saussure, acerca de que las ideas no se adhieren de manera
permanente a los objetos, que los significados de las palabras, no son trascendentes
y que sólo expresan un significado en tanto se encadenan a otra palabras, ello sin
contar que los contextos históricos, sociales y culturales, son determinantes en el
momento de captar el significado. De esta manera el documento histórico dejó de
ser estable, para ser telúrico, susceptible de diversas interpretaciones, que además
de ser fabricado en un contexto histórico, social y cultural específico, no encarnaba
una verdad fosilizada del pasado, sino más bien encarnaba la visión de mundo del
amanuense, de una realidad que no era objetiva y que estaba construida socialmente
y para volverla más problemática, sobre el Lenguaje, el cual es totalmente inestable36.
multiculturalismo: “Sin un self identificable sería innecesario preocuparse por la diversidad cultural, el
orgullo étnico y las identidades amenazadas. Sin Sujeto no habría políticas de identidad ni de autoafirmación
cultural”, Cfr: APPLEBY, J; HUNT, L y JACOB, M. Op cit, p. 192.
36
JENKINS, Keith. ¿Por qué la Historia? Op cit., pp. 69 – 151.
278
Anuario de Historia Regional y de las Fronteras Nº 15
Bibliografía.
APPLEBY, J; Hunt, L; JACOB, M. (S.F) La Verdad sobre la Historia. Barcelona,
Andrés Bello editorial, 1ª edición. 319 Págs.
BURY, John. La Idea del progreso. Madrid, Alianza Editorial, 2009. primera edición
en “Área de conocimiento. Humanidades”.
CARRERA ARES, Juan José. “El historicismo alemán”, en: Estudios sobre historia
de España (Homenaje a Tuñón de Lara) Madrid, Universidad Internacional
Menéndez Pelayo. 1981.
DURKHEIM, Emile. La reglas del método sociológico y otros escritos sobre filosofía
de las Ciencias Sociales. Madrid, Ediciones Altaya. 1994, 149 Págs.
DURKHEIM, Emile. La División del trabajo social. Madrid, Akal, 4ª edición. 2004.
GÓMEZ B, Gutmaro. (2003) “La Historia social británica: memoria a una contribución
colectiva”, en: Memoria y Comunicación social. Madrid, Universidad Complutense
de Madrid, Vol 8, pp.119 – 137.
279
El hecho histórico y su historia
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