01 La Historia Como Ideología
01 La Historia Como Ideología
01 La Historia Como Ideología
Álvaro Matute
debería haber una historiografía objetiva y científica que superara las limitantes
atenerse a los datos la coloca por encima de la doxa. Las cosas, sin embargo, no son
Desde hace poco más de veinte años, Hayden White1 mostró que el modo de
1Hayden White, Metahistory. The Historical Imagination in Nineteenth Century Europe, Baltimore, The
Johns Hopkins University Press, 1973, 448 p.
1
la independencia de la historiografía de cualquier abordaje externo. Sin duda, quien
argumentó con mayores y mejores recursos fue Arnaldo Momigliano.2 Para el gran
XVII hubo más intentos, pero no fueron sostenidos. Frente a ellos, hay dos milenios
Recalca el hecho de que desde Grecia, la historia era un asunto de adultos para
ubicado dentro del panorama al que corresponde, lo más seguro es que carezca de
2Arnaldo Momigliano, “La storia in una età di ideologie”, en Tra storia e storicismo, Pisa, Nistri
Lischi,
2
sentido. En réplica a Momigliano, podría argumentarse que desde que se
archivo me parece exacta. Cabe aclarar que con ello no se generaliza hacia toda
ser historia plena. Es posible que las grandes obras historiográficas del siglo XX
y exegéticos.3
solamente a base de datos obtenidos con toda la pureza requerida. Al ser la obra
historiográfica “un discurso escrito y que dice ser cierto, que los hombres han hecho
en
Francia, de Groethuysen, El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II, de Braudel,
La clase trabajadora en Inglaterra, de Thompson, entre otras verdaderas obras maestras de la
historiografía.
4Charles Olivier Carbonell, La historiografía, trad. Aurelio Garzón del Camino, México, Fondo de
3
revelan más que sus ideas, sus creencias. Hago mía la distinción orteguiana entre
llegar. “Las ideas se tienen; en las creencias se está”, escribió Ortega.5 El epígrafe
que da inicio a este texto expresa una oposición entre el pensamiento religioso y el
ideológico. Es muy importante distinguir entre saber que se cree y creer que se
inverso: por creencias e ideas. Primero se cree y después se idea. Las ideas son las
hombre en su vida, mientras que las creencias son la herencia recibida a partir de la
negarán las creencias. Ideas y creencias conformarán la ideología, más las segundas
que las primeras. De hecho, las ideologías son ideas vueltas creencias, las
con los cuales expresa su conformidad o inconformidad con el mundo, sus deseos
contienen, como las religiones y las filosofías, enunciados que expresan con pocas
lucha de clases” o “el progreso es la ley de las sociedades”.8 Quien está de acuerdo
5José Ortega y Gasset, Ideas y creencias, Madrid, Espasa Calpe, 1940, 209 p. (Colección Austral,
151), p. 17 y ss.
6Octavio Paz, “José Ortega y Gasset: el cómo y el para qué”, en Hombres en su siglo y otros ensayos,
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con una u otra de las sentencias citadas será identificado como marxista o liberal,
historia. No es una idea que se tiene sobre ella, sino algo dentro de la cual los datos
reunión de una serie de datos que hablan de una serie de hechos, organizados de
White:
relevancia política.
5
Y agrega:
políticas.”9
6
Ya White, en el texto citado, da los ejemplos más evidentes de que se puede
de los japoneses. Las restricciones hacia una historia libre, escrita desde fuera del
India, que hasta antes de su liberación era anglocentrista. Obviamente fue necesario
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frente al hecho de que en México, si bien se dejó de creer en la Revolución Mexicana
como la panacea del Estado, a nadie molestan las estatuas de los próceres
históricas han sido adversas a Cristóbal Colón y Diego de Mazariegos (este último
en Chiapas, antes del 1° de enero de 1994, para desazón de don Silvio Zavala). El 12
de octubre dejó de ser día de la Raza (entendida como mestizaje), para convertirse
derribarla.
libertad ha dado una larga duración a la historia oficial mexicana, que difícilmente
pueblo. Es, como veremos, una interpretación de Estado, más que de partido.
8
Así, el glorioso pueblo azteca (centralizador éste de todas las culturas
surgió la Reforma, que acabó con los abusos de un clero anquilosado y de una casta
militar que había fastidiado al país desde el plan de Iguala. (Recientemente esto
más bien ha formado parte de la amnesia histórica mexicana, para subrayar sólo el
militares). Después vino otro malo, Porfirio Díaz, pero de nuevo el pueblo fue
despertado por los caudillos de la Revolución. Y todo fue Revolución hasta más o
había hecho durante cerca de medio siglo, pero invocando los santos nombres de
subrayarlo porque con los años se ha ido conformado la historia oficial como
creencia, más que como idea de la historia mexicana. Frente a la historia oficial, de
9
reaccionario, que menosprecia la herencia indígena, exalta al conquistador y
apátridas a los reformistas, encuentra que con Porfirio Díaz hubo orden y progreso
(este, por cierto, es un ideologema clarísimo), y que la Revolución fue una acción de
anarquía y bandidaje.11 El colofón es que con o sin revolución las cosas estarían
liberal para dotar de pasado a la aberración del llamado liberalismo social propio
separarse ante los dos principales partidos políticos de oposición. Así, el PRD pudo
11
La idea de anarquía y bandidaje es de Carmen Nava. Por lo demás, estoy generalizando y al hacerlo, peco
de reduccionista. No todas las interpretaciones conservadoras o reaccionarias coinciden. Por ejemplo,
Vasconcelos en la Breve historia de México es congruentemente antiporfirista y exalta a Madero. Está
pendiente hacer un análisis de esa interpretación de la historia.
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perspectiva interesante para la interpretación de la historia de México.12 El PAN ha
populistas. Creo que el PAN, que por la legislación vigente no pudo manifestarse
está en todo ello. Es ya una creencia que nos impide pensar que el general Álvaro
que Madero y Carranza, que corren paralelas en el hoy llamado Centro Histórico,
antes Primer Cuadro de la ciudad capital, aunque paisanos, no eran muy afines. El
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Un buen ejemplo de esa posibilidad lo da el libro reciente de Adolfo Gilly, El cardenismo, una utopía
mexicana, México, Cal y Arena, 1994, 499 p. Para una fundamentación de larga duración, analícese la
excelente entrevista que realizaron en 1966, James y Edna Wilkie con don Luis Chávez Orozco, poco antes
de su muerte. Cfr. James W. Wilkie y Edna Monzón de Wilkie, Frente a la Revolución Mexicana. 17
protagonistas de la etapa constructiva. Entrevistas de historia oral. México, Universidad Autónoma
Metropolitana, 1995, p. 1-118. Destaco la claridad antiliberal con la que Chávez Orozco atiende la historia
mexicana.
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De hecho este ejercicio fue realizado en 1997, cuando a invitación de la Academia Mexicana de
la Historia, comparecieron representantes de los partidos entonces inscritos ante el Instituto
Federal Electoral. En las Memorias de la Academia Mexicana de la historia, correspondiente de la real de
Madrid, tomo XLVIII, 2005-2006 fueron publicadas las intervenciones del PAN, por Germán
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asunto es que a nadie se le ocurriría renombrar Plateros a Madero, porque ya se
habitantes de Leningrado, pero una “nostalgia” tal vez literaria, la renombró San
siglos. Ciertamente no garantizo que cuando ocurra lo que tiene que ocurrir, la
estatua de Fidel Velázquez ubicada en una ciudad de gran cultura patronal, como
Miguel Alemán al que Ignacio Asúnsolo había retratado parecido a José Stalin.
casos más extremos, como por ejemplo el virrey Calleja, Antonio López de Santa
militar del coronel Porfirio Díaz, lo cual quiere decir que cuando ascendió al
agrarista avant la lettre. Me permito sugerirlo, así como una nueva calle: cadete
Martínez Cáceres, “La Odisea Mexicana”, p. 73-89, y del PRD, por Carlos Navarrete, “La Historia
de México, materia indispensable para el futuro”, p. 91-101.
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Miguel Miramón, ya que estuvo en el alcázar de Chapultepec el 13 de septiembre
política, aunque debo señalar que como persona fue más honorable que decenas de
políticos al uso.
que sí tiene calle, y de Jesús Guajardo, que no tiene, ni tiene por qué tenerla. (De
antepasado, no pedía calle, sólo algo que podría denominarse “justicia histórica”.
prueba el dicho sobre la acción del aire con su persona. Ciertamente los pecados de
don Benito radican en su simpatía por los yanquis y querer aprovecharlos para
que viven dentro de un Estado nacional construido por él, gracias a sus acciones
historia oficial no sólo se manifiesta en libros, de texto o no, sino que literalmente
el pasado. Hay una mayoría pasiva frente a minorías intransigentes que quisieran
imponerse. Los viejos indigenismos e hispanismos todavía están ahí, como están el
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tolerante, inclusiva, de la experiencia del pasado. Un ser histórico robusto los debe
admitir.
interpretación afecta otros intereses que se apartan del juego de los bronces. El
los espacios destinados a la cultura, que son leídos o vistos por minorías. En suma,
no son vistos como sucesores de los revolucionarios, sino más bien como quienes
de tal manera que cada gobernante puede merecer aceptación o reprobación sin
momento en que dejaron de serlo, es decir, desde que llegan al poder. Ciertamente
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sí su obra de gobierno, aunque toda obra de gobierno es sujeto de discusión, sino
los excesos cometidos para eliminar a sus enemigos. ¿La razón de Estado los debe
eximir? Ya no se trata de discutir quién merece calle y quién no. La discusión que se
una etapa “primitiva”. El ideologema iría expresado en ese sentido. Hoy, cuando
vivimos un ricorso hemos visto que no funciona esa concepción evolucionista. Por lo
tanto, el tratamiento de las figuras de los generales debe ser muy cuidadoso. Y aquí
Todo mundo sabía que Villa fue asesinado por Jesús Salas Barraza, cuando el
Ciertamente mucha gente tenía “motivos personales” para acabar con Villa. De
hecho Obregón los tenía desde 1914, y muy personales. ¿Quien era Salas Barraza?
el hecho de que en una entrevista concedida por Pancho Villa a Regino Hernández
Llergo, pocos días antes del asesinato, haya expresado su simpatía por Adolfo de la
del general Joaquín Amaro, ha permitido que se arroje luz documental sobre el
caso. El historiador Enrique Plasencia encontró una carta en la que Salas Barraza
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solicita la intervención de Joaquín Amaro en beneficio suyo, ya que él cumplió con
favores, le otorgue los prometidos.15 Otro historiador, Pedro Castro, narra cómo
texto es elusivo un purista acaso alegaría que eso no es prueba contundente, pero se
que todo mundo sabía: que Obregón mandó matar a Villa para allanar el camino de
no conviene exhibir los aspectos negativos de los próceres. De ahí los “motivos
historiador le toca ejercer una función crítica desde un punto de vista moral.
15
Enrique Plasencia de la Parra, Personajes y escenarios de la rebelión delahuertista, 1923-1924, México,
Miguel Ángel Porrúa / Instituto de Investigaciones Históricas UNAM, 1998, 317 p.
16
Pedro Castro, A la sombra del caudillo. Vida y muerte del general Francisco R. Serrano, México, Plaza
y Janés, 2005, 296 p.
Revolución. Cultura y política de México, 1910-1980, México, Nueva Imagen, 1982, p. 57-74
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Ciertamente me inhibe utilizar esta palabra por lo que puede evocar de moralina o
mojigatería, pero corro el riesgo porque hay que insistir en ello. Desde principios
del siglo XVI Maquiavelo enseñó que política y ética no corren por los mismos
historiador, ya que los hechos ya pasaron, y, como escribió O’Gorman hace más de
cincuenta años: “la misión del historiador consiste en explicar a los muertos, no en
regañarlos, entre otras cosas porque no hay empeño más vano”. El historiador no
debe hacer otra cosa sino lo hecho por todos los grandes historiadores desde hace
dos mil quinientos años: narrar los acontecimientos, exponiéndolos con rigor y
como realmente pasaron, lo cual es imposible, sino como el historiador los recrea a
con conciencia de que está elaborando un discurso que representa la realidad, una
realidad ida sólo recuperable gracias al historiador que la recrea. No es que los
hechos hablen por sí solos, como preconizaban los positivistas, porque si no se les
para que hablen con la posteridad. Es preciso resaltar, con ironía, los contrastes
políticos entre lo que se decía hacer y lo que realmente se hacía. Con ello, y sin
nada que parezca sermón, sería posible restaurar una moral de la historia.
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