Barrenechea

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Barrenechea, Ana María (1978): Textos hispanoamericanos. De Sarmiento a Sarduy.

Bs. As., Monte Ávila.

Ensayo para una tipología de la literatura fantástica

(A propósito de la literatura hispanoamericana)

Mi centro de interés en este trabajo es deslindar el subgénero “literatura fantástica” y


destacar algunos de sus rasgos caracterizadores, a propósito de la narrativa
hispanoamericana, tan rica en obras de esa índole.
Tzvetan Todorov ha planteado el problema por primera vez en forma sistemática en su
libro Introducción a la literatura fantástica (Paris, Seuil, 1970). Aunque disentimos en la
solución que le ha dado, es necesario reconocerle el mérito de haber establecido
claramente ciertas categorías y una metodología de rasgos contrastivos en distinción de
niveles de análisis; con ello marca un adelanto importante en su estudio, a partir del cual
pueden intentarse otras soluciones.
Resulta pues imprescindible exponer brevemente el sistema de Todorov para recordar
sus rasgos esenciales y cotejarlos con la categorización que proponemos.
Todorov delimita el género de lo fantástico con dos sistemas de oposiciones:

1) El lector se interroga sobre la naturaleza del texto y según ella quedan establecidas
dos parejas contrastivas:
literatura fantástica vs. Poesía
literatura fantástica vs. Alegoría
En la primera pareja se produce la oposición en relación con la noción de obra
referencial, descriptiva o representativa, pero no en el sentido de que la obra tenga un
referente externo, sino de que internamente el texto sea referencial o representativo, es
decir que su lenguaje sea transparente y remita de las palabras a los hechos. Para
Todorov no hay nunca poesía fantástica porque –según él- en poesía no se da ese pasaje
y no se produce en el lector una reacción ante los hechos tal como se experimentan en el
mundo, lo cuales indispensable en la literatura fantástica para que se los pueda clasificar
de naturales o sobrenaturales.
En la segunda pareja la oposición está generada por la presencia o no de una doble
significación en el texto: sentido literal y sentido trópico o traslaticio (alegórico).
También aquí debe darse la distinción en el interior de la obra en forma inequívoca, y no
depender del capricho interpretativo del lector. Esto se refuerza con el concepto de que
la alegoría es mortal para lo fantástico generalmente.
O sea: según Todorov lo fantástico no puede aparecer en la poesía, porque la poesía no representa nada sino el
propio discurso del poeta, no habría allí posibilidad de encontrar ficción. Esto es bastante fácil de refutar porque solo
cierta poesía es así, pero Uds. que han leído a García Lorca o a Borges o a Girondo saben que en la poesía se pueden
contar historias y representar espacios, no solamente expresar sentimientos. Todorov se manejaba con una noción
demasiado clásica de lírica para lo que es la literatura contemporánea.
A su vez, según Todorov lo fantástico se opone a lo alegórico ("trópico" o "traslaticio" debe entenderse aquí como
sinónimo de metafórico) porque si, en los géneros más clásicos de esta clase, como las fábulas, aparece un zorro
hablando nadie piensa en un zorro sino en una persona astuta. De allí que nunca uno dudaría sobre la naturaleza del
hecho, si normal o anormal, porque automáticamente traduce la metáfora (la alegoría) de lo narrado. Y una persona
astuta no sería nada anormal. (El chiste que deben de estar pensando es parte de lo que va a desarrollar teóricamente
más adelante Barrenchea.) - Verónica Beatriz Pena 13/11/08 18:48
2) La otra distinción importante establecida por Todorov consiste en que el lector se
interroga sobre la naturaleza de los acontecimientos relatados, y en este caso se
establece una tripartición
lo extraordinario / lo fantástico / lo maravilloso

Las tres categorías están determinadas con dos parámetros: la existencia de hechos
normales o a-normales en el relato y la explicación de lo a-normal. Si se mantiene la
duda sobre la naturaleza de los acontecimientos que parecen salir de lo normal, estamos
en el ámbito de la literatura fantástica; si se disipa la duda, caemos en lo extraordinario
(cuando a pesar de su rareza se los inscribe entre los hechos naturales) y en lo
maravilloso (cuando se los adjudica al orden de lo sobrenatural o irreal).

Frente a este planteo de Todorov, ofrecemos una solución diferente, que luego
cotejaremos con la suya, discutiendo los pro y los contra de ambas.
Para salvar algunos inconvenientes que encontramos a su caracterización, proponemos
otra en la que:
1) No se plantea el problema de la oposición con lo poético y con lo alegórico, puesto
que ya explicaremos luego que las consideramos categorías de dos sistemas que se
cruzan pero que no se excluyen.
2) Proponemos para la determinación de qué es lo fantástico su inclusión en un sistema
de tres categorías construido con dos parámetros:
a) la existencia implícita o explícita de hechos a-normales, a-naturales o irreales y sus
contrarios;
b) la problematización o no problematización de este contraste. Aclaro bien: la
problematización de su convivencia (in absentia o in praesentia) y no la duda acerca de
su naturaleza, que era la base de Todorov.
Así se forman las subclases de:

Contraste de lo a-normal y lo normal Solo lo no a-normal

Como problema Sin problematización


Lo posible
Lo fantástico Lo maravilloso

Así la literatura fantástica quedaría definida como la que presenta en forma de problema
hechos a-normales, a-naturales o irreales, en contraste con hechos reales, normales o
naturales. Pertenecen a ella las obras que ponen el centro de interés en la violación del
orden terreno, natural o lógico, y por lo tanto en la confrontación de uno y otro orden
dentro del texto, en forma explícita o implícita.

Expuestas la solución de Todorov y la nuestra, entraremos en su discusión. A las


primeras oposiciones propuestas por Todorov: literatura fantástica / poesía y literatura
fantástica / alegoría, les encontramos el inconveniente de que no parecen categorías
excluyentes sino cruzadas. Quizás en ciertas épocas de la historia de la literatura lo han
sido, pero no en todas. Es verdad que la literatura fantástica debe tener como soporte
indispensable un arte representativo, puesto que si la hemos basado en el contraste de
hechos anormales y normales, necesita ser representativa de esos hechos. Sin embargo,
no siempre la poesía ha sido no-representativa. Pensemos, por ejemplo, en los poemas
de Borges “El golem” o “La noche cíclica” y veremos que pocos dudarían en asignarlos
al subgénero “poesía fantástica”. Esta rigidez de exclusiones genéricas, buena para
ciertas épocas de clases literarias muy definidas, no resulta aplicable a la literatura
contemporánea que construye géneros híbridos o con caracteres más fluctuantes. Por
eso nos parece más apropiada una metodología que establezca oposiciones de rasgos
nítidos pero que permita cruzarlos:
literatura representativa / no representativa
literatura de significado solo literal / de significado también trópico.
Si tomamos la primera pareja podría incluirse poesía, drama –no mencionado por
Todorov- y narración dentro de la literatura representativa, y en ella cabrían la poesía, el
drama o la narración fantástica. Pienso para el drama fantástico en Rhinoceros, de
Ionesco o en Las paredes de la argentina Gambaro.1 Borges es un ejemplo extremo de
que para él no hay aparentemente género que no pueda alojar lo fantástico.
Este método que emplea matrices de rasgos nos permitirá también sortear el problema
de lo alegórico como excluyente de lo fantástico. Es verdad que Todorov no llega a
hablar de exclusión sistemática, sino que afirma que la aparición de la significación
alegórica es mortal para lo fantástico y puede llegar a eliminarlo totalmente.
Creo que las razones que llevaron a Todorov a marcar la oposición literatura fantástica /
alegoría surgieron de la alegoría tradicional, la cual nunca elegía para el nivel literal la
narración de hechos fantásticos, ya que se manejaba preferentemente con hechos
maravillosos, aunque alguna vez trabajase solo con hechos reales. Además, en épocas
anteriores quedaba la traslación de sentido (la metáfora) muy claro, porque se conocía la
“gramática” que regía la alegoría o porque se incluía al final su explicación detallada,
cosa que se justificaba porque la función de la alegoría era fundamentalmente didáctica.
Pero ahora existe la tendencia a usar también lo fantástico para el nivel literal de estas
obras, y además a dejar poco explícita la función alegórica, simbólica o parabólica, es
decir su significado no literal.
Las condiciones impuestas por Todorov eliminarían buena parte de la literatura
fantástica contemporánea; en cambio, nuestro enfoque permite retener las obras de
sentido traslaticio explícito o implícito, siempre que en el plano literal aparezca el
contraste de lo real y lo irreal centrado como problema, aun cuando el sentido traslaticio
lo resuelva o lo borre. Así se explica también que –contra la opinión de Todorov- se ve
el usos de que lo alegórico refuerce el nivel literal fantástico en lugar de debilitarlo,
porque el contenido alegórico de la literatura contemporánea es a menudo el sin sentido
del mundo, su naturaleza problemática, caótica e irreal.
Con nuestra propuesta se resuelve, por una parte, la inestabilidad del género, “categoría
siempre evanescente”, que el mismo Todorov reconoce y justifica con la comparación
con el presente. Por otra, se amplia más el cuadro de lo fantástico, permitiendo incluir
obras marginadas por su teoría, pero consideradas dentro del género por un consenso
que parece justificado. Ello ocurre porque eliminamos la exigencia de mantener dudosa
la explicación y aun la de ofrecer una explicación insegura. Es indudable que al ofrecer
una explicación ya se pone en el foco de interés el problema que consideramos como
rasgo del género, y que al dejar la explicación en suspenso (sin inclinarse por ninguna
solución) se refuerza el efecto de focalización. Pero que estas obras resulten peculiares
del grupo analizados, no quiere decir que no haya otros medios de producir el mismo
efecto, quizás más sutiles, y alcanzar esa finalidad de conmoción (intelectual y
emocional), ente el orden violado, dejando las señales de ello en el texto.
Eliminada la exigencia de explicación, la subversión del orden racional puede
desarrollarse en las obras de tres modos distintos:
1) Todo lo narrado entra en el orden de lo natural, por tanto, el problema de la
convivencia o contraste entre lo normal y lo a-normal se da in absentia de uno de sus
términos, el último. Volver digno de narración lo cotidiano, con descripciones detalladas
como si ameritara el carácter de aventura o hazaña, por ejemplo, es un modo de extrañar
lo que suele considerarse normal. Por el solo hecho de ser representado literariamente
puede volverse problemático: el hecho es normal pero no su presencia en el discurso.

2) Todo lo narrado entra en el orden de lo no natural. La aplicación del lenguaje


cotidiano a la representación de lo a-normal, la pretensión de que el lenguaje puede por
fin nombrar sin conflicto lo inconcebible. De tal modo, dentro del lenguaje hay una
convivencia problemática de lo normal (implícitamente, in absentia, traído al texto por
el lenguaje) y lo no normal (lo representado).

3) Hay mezcla de ambos órdenes, lo que produce generalmente, por su mera aparición,
un fuerte contraste in praesentia de los dos mundos, y presenta la ruptura del orden
habitual como la preocupación primordial del relato. Pero no siempre se obtiene o se
quiere obtener tal resultado. Pensemos en los cuentos folclóricos y en los cuentos de
hadas donde aparecen gigantes, enanos, brujas, ogros, pájaros y fuentes milagrosas,
plantas que crecen y suben al cielo. Son los mitos o los herederos del mito que nacieron
en un mundo no regido por la ley de la contradicción y han conservado en él la libertad
imaginativa. Coincidimos con Todorov en considerar que estos sí están fuera del género
fantástico y los adscribimos al de lo maravilloso, pero no porque no se los explique
como sobrenaturales sino simplemente porque no se los explica y se los da por
admitidos en convivencia con el orden natural sin que provoquen escándalo o se plantee
con ellos ningún problema.

(Este texto es un fragmento adaptado a partir del artículo original.)

1 Las obras de teatro mencionadas corresponden a lo que se denomina como el teatro


del absurdo. Habría entonces otro problema, desde la propuesta de Barrenechea: el de
diferenciar géneros y estéticas.

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