Pollard - Sidney 1981 Cap6 261-291
Pollard - Sidney 1981 Cap6 261-291
Pollard - Sidney 1981 Cap6 261-291
POLLARD, Sidney
La conquista pacifica: la indusuializaci6n de Europa., 1760-1970/ Sidney
Pollard; traducci6n de Jordi Pascual. - Zaragoza: Universidad, Prensas
Universitarias, 1991
467 p. ; 22 cm. - (Ciencias sociales ; 19)
ISBN: 84-7733-308-4
1. Desarrollo industrial- Europa - 1760-1970.1. Universidad de Zaragoza.
Prensas Universitarias, ed. II. Titulo.
338.45(4)"1760/1970"
Mapas ....................................................................................................................... 9 y 10
Prólogo....................................................................................................................... 11
Introducción.............................................................................................................. 19
Capítulo 1. La Revolución Industrial en Gran Bretaña ............................................. 21
Especialización regional y diferenciación en la economía tradicional............... 22
Primera fase: 1760-1800 .................................................................................... 32
Ultimas fases ...................................................................................................... 42
Algunas hipótesis previas................................................................................... 55
Conclusión
Capítulo 9. Reintegración en dos Europas................................................................. 363
Los efectos de la guerra y la recuperación económica....................................... 365
La reintegración económica y la terminación de la industrialización en el oeste 370
Industrialización e integración en la Europa oriental......................................... 380
Nuevas perspectivas y algunas conclusiones ..................................................... 388
Bibliografía................................................................................................................. 391
Indice de autores y materias....................................................................................... 445
Capítulo 6
La industrialización de la periferia hasta 1914
capital es por entonces tan grande que sólo los poderes acumulados del estado pueden sal-
varla, limita indebidamente las causas y efectos de este fenómeno. Lo ve de una manera
simplemente vertical, en relación a la historia del propio país, y no de un modo lateral, en
relación con su mundo contemporáneo. El hecho fue que todos los países, incluyendo los
que habían superado bien su etapa de gran esfuerzo, mostraban un aumento del papel del
estado, originando el concepto posterior de "capitalismo organizado",2 e influyendo en las
condiciones en las que los recién llegados tenían que integrarse. Es este hecho, asimismo,
el que justifica nuestro tratamiento en este capítulo de la manera convencional, país por
país. El desarrollo dependía cada vez más de la acción gubernamental positiva, incluyendo
la acción por medio de políticas sociales de varias clases para elevar a un mismo nivel a
las regiones atrasadas,3 aunque, como veremos, esta organización a base de capítulos
"nacionales" violenta en gran medida un desarrollo que todavía estaba dominado por difer-
encias regionales.
No se trata solamente de que la periferia europea, industrializándose más tarde,
tuviera que atribuir un mayor objeto a los gobiernos; su vía es distinta también en otros
aspectos. Obviamente, como se subrayó antes, su tardía aparición en escena significa que
la brecha que hay que salvar es mucho más ancha. Esto puede dramatizarse mediante el
cálculo, hasta donde lo permita su grado de precisión, de que en los días de la industrial-
ización británica, a principios del siglo XIX, el capital requerido por trabajador era el
equivalente del salario de 4-5 meses; algunas décadas después, en Francia eran necesarios
los salarios de 6-8 meses; mientras que a finales de siglo, cuando Hungría empezó su pro-
ceso, la carga había ascendido a los salarios de 3,5 años por trabajador.4 Esto, a su vez,
tiene determinadas consecuencias significativas, muchas de las cuales han sido destacadas
por Alexander Gerschenkron en su concepto de atraso. Tampoco ahora existe un modelo
único para seguir, el de Gran Bretaña, sino que se plantea una elección de modelos, que
ofrecen alternativas más o menos adecuadas.
Pero están además las relaciones con el resto de la Europa contemporánea, que
demandan atención. Hemos visto que eran de importancia fundamental en las regiones
más avanzadas, también, en esta fase, pero en la periferia son una de una naturaleza funda-
mentalmente diferente. Algunas de las diferencias clave pueden enumerarse aquí. En
primer lugar, la industrialización encuentra menos preparación, parece que surge de un
modo menos natural del desarrollo anterior y que es mucho más una importación desde
fuera que un crecimiento desde dentro. En segundo lugar, la principal presión no es tanto
una acción imitativa para conservar y modernizar la industria, sino una reacción comple-
mentaria para especializarse en el suministro de primeras materias, alimentos y otros pro-
ductos, por métodos tradicionales. Existe cierta semejanza con el destino de las áreas más
próximas de las regiones industrializadas, pero a causa de la mayor distancia de los centros
avanzados, y de la mayor extensión de los territorios en cuestión, adopta otro aspecto. Por
tanto, la agricultura o la minería se ven fuertamente estimuladas y crecen con la expansión
de servicios tales como el comercio y el transporte, mientras que la industria se estanca
durante un tiempo o incluso declina. Esto puede muy bien llevar a la degradación del área
periférica, pasando ésta a la condición de "colonial", en el sentido de depender del capital
extranjero, viendo a los nativos degradados y ampliada la brecha entre la élite local y la
masa del campesinado, pero no tiene que ser así necesariamente. En los países escandi-
navos, las mismas premisas condujeron a resultados muy diferentes. Cuando la economía
es pequeña y suficientemente flexible, como en Dinamarca, puede comprenderse mejor
como una parte que se adapta a la Europa interior, algo así como, por ejemplo, el
Lincolnshire en Inglaterra, más que una unidad independiente de la periferia.5
La variedad de respuestas y adaptaciones es grande, y se explicará mejor mediante
ejemplos reales.
5 William Ashworth (1977), pp. 156-8; Svend Aage Hansen (1970), p. 7; Daniel Chirot (1976), pp. 90-1,
119, 162-3; D. Kosäry (1975), p. 366; Berend y Ranki (1974a), p. 153; Koblik (1975), pp. 11-2.
6 Herbert Matis (1971), p. 152.
7 Richard L. Rudolph (1976), p. 19; Herbert Matis y Karl Bachinger (1973), p. 148; Ashworth (1977),
p. 148; Herbert Matis (1972), p. 436.
LA CONQUISTA PACIFICA 265
Cuadro 6.1.
Austria Hungría*
* Sobre una base diferente. A efectos de comparación probablemente habría que aumentarlo algo.
** La posterior República de Austria.
*** Bohemia, Moravia, Silesia.
Vorarlberg 0,8%
Baja Austria 2,4 Hungría 33,3%
Bohemia 2,1
Galitzia 40,4
Bukovina 53,9
Dalmacia 62,8
Hungría, con su contorno bastante regular sobre el mapa, era claramente mucho más
homogénea, así como más atrasada, La parte austriaca del imperio, conocida a veces como
Cisleitania, se extendía sobre una gran parte de la circunferencia de las posesiones hún-
garas, adaptándose como una zapata de freno alrededor de una rueda. Sus dos extremos
(Bukovina y Galitzia, al norte, y las provincias italianas y eslavas del sur) eran los más
pobres, siendo con mucho el bloque central la región más adelantada de la monarquía.
Para algunos propósitos, como la valoración de su peso económico en el mundo, es
útil considerar el imperio como un todo, pero como que sus dos mitades se administraban
en los asuntos económicos o de manera separada o, en parte, incluso diferente después del
compromiso de 1867, es más adecuado tratarlas separadamente, como "Austria"
(Cisleitania) y "Hungría" (Transleitania). Ciertamente, a la vista de la unión aduanera entre
los dos socios, en funcionamiento desde 1867, una gran proporción de la literatura
económica actual trata la relación y los antagonismos entre las dos economías.
Tomada en sí misma, Austria se alinea con los primeros industrializadores de la
Europa interior hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XIX. Esto se ha olvidado con
frecuencia, pero ha sido correctamente destacado una vez más en la literatura reciente.
8 K.M. Fink (1968), p. 28. Para un panorama semejante de la distribución regional de líneas ferroviarias,
véase Matis (1972), p. 397.
266 SIDNEY POLLARD
9 El argumento se desarrolla del modo más eficaz en Ashworth (1977), p. 144. Véase también Paul Bairoch
(1976b), p. 253; ibid. (1976a), p. 307; Jaroslav Purs (1973), cuadro 1, pp. 162-4; Matis y Bachinger (1973), p. 117;
Matis (1972), pp. 180-1, 291, 330 ss.; Herbert Hassinger (1964b), pp. 112-3; N.T. Gross (1973), p. 266.
10 Thomas F. Huertas, informe sobre tesis doctoral en JEcH 38 (marzo 1978) y (1977), pp. 36-46; también
Matis (1972) (1976a), p. 36; Waltershausen (1931), p. 348.
LA CONQUISTA PACIFICA 267
Hay que destacar que el esfuerzo alemán se concentró menos en las regiones indus-
triales más viejas, como Sajonia o Silesia, o en las industrias más viejas, como las textiles.
Dicho esfuerzo fue desarrollado por la industria pesada, centrada en el yacimiento de car-
bón del Ruhr y sus yacimientos asociados de hierro, y en la industria pesada que se basa en
ellos, todo lo cual se encontraba bien situado en las rutas de transporte a los mercados
importantes. Una Alemania sin aquellos maravillosos suministros de carbón, en una época
en la que el carbón era todavía la única fuente importante de calor y fuerza, difícilmente
habría necesitado una explicación de su éxito: es un caso inconcebible que pudiera haber
tirado de Austria en la etapa en que se encontraba la tecnología.
Las tasas de crecimiento austriacas eran, de hecho, completamente altas; con 0,98%
anual por habitante en 1860-1910, según las cifras de Bairoch, la tasa de crecimiento del
PNB de todo el territorio de la monarquía, se encontraba un poco por encima del promedio
europeo de 0,96%. Otro cálculo, basado en el crecimiento de los activos reales por habi-
tante, sitúa el crecimiento anual de la renta por habitante aproximadamente en un 2% en
1873-95-97, y de nuevo en un 2% en los años que van hasta 1913; y un tercer cálculo lo
cifra en un 2,2% anual para el período 1860-1913, entre los más altos de Europa. El pro-
ducto industrial (valor añadido) por habitante creció a una tasa del 3,05% anual, durante el
período de 1841-1911, y al 4,09% anual en el período punta de 1865-85, según Gross, y el
consumo de carbón lo hizo al 10,4% anual en 1851-73 y al 3,83% anual en 1871-1913. La
producción de carbón, de hecho, aumentó de 843.000 toneladas en 1851 a 30 millones en
1913, siendo las cifras húngaras de 110.000 toneladas y 5,8 millones, respectivamente.11
La producción de lingote de hierro creció a una tasa anual del 4% en 1851-73, del 8,3% en
1891-1901 y del 11,4% en 1901-11.
Existe un considerable desacuerdo en cuanto al momento en que se produjo el
"esfuerzo" real o "despegue". N.Gross, basándose ampliamente en los datos de consumo
de carbón, ve un crecimiento significativo en las décadas de 1850 y 1860, paralelo con el
esfuerzo alemán; otros señalan el gran auge de la inversión, que influyó particularmente en
la infraestructura, de 1867-73; hay algunos que ven la "ruptura" en las décadas de 1880 y
1890; otros todavía están impresionados por el crecimiento económico acelerado en un
amplio frente que contribuyó a transformar la economía austríaca, como hicieron muchos
países europeos, desde mediados de la década de 1890 hasta 1914.12 Lo que generalmente
se admite es que a finales del período no existía ninguna duda de que Austria había alcan-
zado la cima y se había incorporado al grupo de naciones industrializadas, y también se
extiende la convicción de que el camino que recorrió durante esa fase no siguió el modelo
de Gran Bretaña, Bélgica o Alemania, con sus reconocibles "revoluciones industriales".
11 Paul Bairoch (1976a), p. 283; David F. Good (1974), p. 81; N. Gross (1968), p. 67; ibid. (1971); Matis y
Bachinger (1973), pp. 124, 148; Matis (1972), p. 430.
12 Herbert Matis (1971), p. 159 ss.; A. Gerschenkron (1977), p. 46 ss.; D.F. Good (1974); ibid. (1978),
pp. 290-4; John Komlos (1978), pp. 287-9; T.F. Huertas (1977), pp. 5-9; Eduard März (1968), pp. 57 ss., 375; Ashworth
(1977), p. 145; Matis y Bachinger (1973), p. 232; Matis (1972), pp. 83, 153, 329, 441-6; N. Gross (1973), p. 269.
268 SIDNEY POLLARD
13 Pavla Horska (1978), p. 278; Ashworth (1977), p. 147; Matis y Bachinger (1973), pp. 220-2; Matis (1972),
p. 334; Pounds (1958), pp. 131-2.
14 E. März (1968), p. 373.
15 T.F. Huertas (1977).
16 März (1968), pp. 313-4.
LA CONQUISTA PACIFICA 269
Bien puede haber sido que "la sombra del desarrollo alemán amenazase continuamente los
esfuerzos de la monarquía para industrializarse", pero de hecho, sus salarios más bajos le
permitían exportar manufacturas terminadas, dondequiera que su tecnología estuviese al
día, a mercados como los de Alemania y Suiza. Algunas industrias emigraron incluso den-
tro de la monarquía, para buscar salarios más bajos.17
En los movimientos de capital, Austria también ocupaba una posición intermediaria
en la economía europea. Su sistema bancario, basado en Viena, se desarrolló relativamente
pronto en relación con su crecimiento industrial, en gran medida sobre la base de présta-
mos estatales. Incluso aquí, sin embargo, el banco de inversión más importante, el
Creditanstalt de 1855, se fundó en gran medida con capital extranjero (francés y alemán),
sobre el modelo del Crédit Mobilier. Le siguieron otros poco después, abriendo sus puertas
en 1863 el primer establecimiento checo, el Böhmische Eskompte Bank. Como los bancos
alemanes, los austríacos participaron directamente en la creación y dirección de industrias;
el Creditanstalt, por ejemplo, participaba en 43 empresas industriales, de su total de 59
participaciones,18 y como los alemanes, los bancos austriacos contribuyeron a la temprana
formación de cárteles. Austria ha sido descrita como la economía más cartelizada después
de la alemana.19
En particular, los ferrocarriles dependían del capital extranjero, sobre todo francés, y
los fondos procedentes del exterior (incluyendo capital británico, alemán, suizo, belga e
incluso americano) también se canalizaron hacia otras grandes empresas. Pero los ferrocar-
riles, vendidos a empresas privadas o construidos por éstas en primer lugar en una fase
anterior, comenzaron a ser renacionalizados después de la ley de 1881, y cuando estalló la
guerra, unos 19.000 km. de los 23.000 km. de vía existentes estaban en manos del esta-
do.20 También en otros campos la balanza de inversiones extranjeras empezó a variar brus-
camente: en 1900, las exportaciones de capital austriacas ascendieron al 80% de sus
importaciones de capital, y en 1913 Austria claramente se había convertido en un exporta-
dor neto de capital, mostrando su balanza anual de derechos por cuenta de capital una cifra
de 597 millones de coronas, frente a 246 millones de coronas en obligaciones, o sea, un
superavit de 350 millones. El capital total exportado por habitante era entonces de 180
francos (en comparación con los 1.250 francos en el caso de Francia y con los 450 francos
en el de Alemania), y el importado era de 220 francos.21
El principal objetivo de la inversión austriaca era Hungría: de los 548 millones de
coronas en concepto de pagos de los intereses anuales debidos por Hungría al extranjero
en 1913, 373 millones fueron a la parte austriaca del imperio.22 Los financieros e
industriales austriacos poseían la parte del león del capital ferroviario húngaro, del que el
70% venía del extranjero, así como de su deuda nacional, de la que el 55% lo detentaba el
extranjero en 1914, y de aquella parte de sus empresas industriales y mineras que adopta-
ban la forma de sociedad anónima. Pero los posteriores intentos por parte de Hungría para
subvencionar la industria mediante tarifas ferroviarias favorables y mediante concesiones
de diversas clases añadieron un estímulo adicional para que las empresas austriacas
estableciesen sucursales allí. Sin embargo, la proporción de inversión extranjera en com-
pañías húngaras fue disminuyendo, indicando las grandes zancadas que Hungría estaba
dando. Desde el 60% en los años de auge de 1867-73 fue disminuyendo regularmente
hasta un simple 25,6% en 1900-13. Según otro cálculo, la parte austriaca en el capital
industrial por acciones en Hungría cayó del 58% en 1880 al 27% en 1900.23
Hungría era todavía un país en gran medida agrario, con una estructura económica y
social que mostraba muchas características típicas de la Europa oriental. Su asociación
forzada con la economía avanzada de Austria, dentro de la zona de librecambio del impe-
rio, proporcionaba un ejemplo de manual de los efectos de semejante relación "colonial"
sin fronteras. Hay un largo debate, que todavía continúa, sobre si tal asociación operó en
beneficio o en detrimento de Hungría; y, desde luego, de Austria.24 En la naturaleza de las
cosas, nunca puede establecerse plenamente, porque, si no por otra razón, no puede haber
acuerdo sobre lo que hubiera constituido un "mejor" desarrollo. Parece existir, sin embar-
go, un amplio y plausible consenso en que el mercado favorable para su producción y las
inyecciones masivas de capital, proporcionados por Austria, facilitaron a Hungría una
renta más alta que la que hubiera podido conseguir por sí misma, pero retrasaron su crec-
imiento industrial. Detrás de una barrera arancelaria habría sido más pobre, pero tal vez
hubiera llegado más lejos en el camino de su industrialización.
Ciertamente, los contrastes entre Hungría, en gran medida agrícola, con un consid-
erable sector comercial, alguna minería, pero con poca industria, en otras palabras, un país
típicamente europeo oriental, y Austria, con un sector industrial relativamente desarrolla-
do, o característicamente avanzado, son bastante severos. En 1841, había sólo once
máquinas de vapor en toda Hungría, y en 1863 la energía utilizada en la industria y en la
minería era simplemente de 8.601 HP. Después creció rápidamente, pero incluso en 1898
el total era sólo de 262.000 HP en la industria (o 307.000 HP, si se incluye la minería), en
comparación con los 1,2 millones HP en Austria y los 3,9 millones en Alemania. El
empleo industrial en 1900 cubría sólo el 13,4% de la población activa, comparado con el
23,3% en Austria y el 37,5% en Alemania,25 e industrias como las que había, estaban muy
concentradas en la preparación de alimentos, como el refino de azúcar y la molienda de
cereales, además de las más tradicionales de bienes de consumo en Budapest. No menos
del 41% del producto industrial tenía su origen en los alimentos, frente a sólo el 5% de los
23 Matis (1972), p. 404; V. Sandor (1956), pp. 209-10; Berend y Ranki (1974a), pp. 101-4.
24 Scott M. Eddie (1972); V. Sandor (1956); F. Tremel (1958), pp. 242-50; Berend y Ranki (1973); Berend y
Ranki (1974a).
25 V. Sandor (1956), p. 197; Matis (1972), p. 423; Wolfgang Zorn (1970), pp. 505-6; D. Kosary (1975),
p. 374.
LA CONQUISTA PACIFICA 271
textiles, pero el 26% del hierro, los metales y los productos mecánicos. En 1870, Budapest
era el segundo centro fabril más grande del mundo, después de Minneapolis, pero en 1900,
el 27,5% del empleo en las mayores empresas estaba todavía en Budapest, y en 1910,
teniendo el 4,8% de la población del país, la capital tenía el 16,3% de su empleo industrial
y el 23,6% de su empleo comercial.26
Austria dominaba totalmente el comercio exterior de Hungría, y esta interdependen-
cia aumentó aún más durante el período 1884-1913, para el que existen estadísticas.
Hungría envió en aquellos años aproximadamente las tres cuartas partes de sus exporta-
ciones a Austria, y recibió una proporción semejante de ésta: más de la mitad de sus
exportaciones eran productos agrícolas, mientras que entre el 80% y el 90% de sus
importaciones eran manufacturas. En contraste, el comercio con Hungría representó sólo
el 30-40% del comercio exterior austríaco.27 A pesar de esta mayor vulnerabilidad, las
ventajas parecieron acumularse para Hungría. La relación real de intercambio se modificó
notablemente a favor de Hungría, lo cual tendría mucho que ver con la unidad de intereses
de sus grandes terratenientes orientados a la exportación,28 mientras que los intereses de
Austria estaban divididos entre industriales y agrarios, que estaban todavía más desunidos
a causa del problema de las nacionalidades. Así, en un período en que se estaban levantan-
do barreras arancelarias más altas, la protección agrícola, beneficiando a Hungría a costa
del consumidor austríaco, fue aplicada con mayor coherencia que la protección industrial,
que favorecía a Austria a costa de los húngaros; y aunque persuadieron a la monarquía
para que entrase en guerras arancelarias contra Rumania y Serbia, en diferentes épocas, en
interés de los productores húngaros, pero con un elevado coste para las exportaciones
industriales austríacas, Hungría subvencionó fuertemente a determinados sectores de su
industria naciente, a fin de protegerlos con éxito contra Austria.
Hungría se convirtió, de hecho, en una de las economías que crecían más aprisa en
Europa. Su agricultura pasó con éxito de la cría de ganado a la producción de cereales y se
transformó en uno de los mayores exportadores de cereales del mundo, aunque después de
1900, en vista de los aranceles crecientes en las demás áreas, casi todas estas exporta-
ciones fueron a Austria. La producción agraria húngara en 1911-13 se mantuvo en los
siguientes índices (1864-66 = 100)
Trigo 285
Cebada 250
Avena 219
Maíz 362
Centeno 118
Remolacha azucarera 216529
26 Berend y Ranki (1974a), pp. 127, 152-3, 301; Zorn (1970), p. 518; T. Csato (1977), pp. 405-9; V. Sandor
(1956), p. 218; Warriner (1965), pp. 99-102.
27 Scott M. Eddie (1972), p. 300; A. Brusatti (1965), p. 79; K.M. Fink (1968), p. 64.
28 Hay signos de que los húngaros también utilizaron conscientemente su monopolio del mercado austriaco
para elevar los precios por medio de la limitación de la producción. Scott M. Eddie (1971), esp. pp. 577, 583-5.
29 Berend y Ranki (1973), p. 490 ss.
272 SIDNEY POLLARD
Italia
Como Austria-Hungría, Italia se encontraba en el margen de la Europa interior, con
diferencias regionales fuertemente marcadas, que representaban en miniatura el conjunto
de la Gefälle europea. Estas diferencias se acentuaron mucho durante la industrialización:
"Italia", afirmaba el Partido Italiano del Trabajo en 1893, "es un país en el que una brecha
de casi un siglo separa una región de otra y en el que pueden encontrarse sucesivas épocas
históricas y contradictorias dentro de una sola nación".34 Antes de 1914, la revolución
industrial con sus industrias modernas se había producido sólo en un área, la comprendida
por las tres regiones noroccidentales del "triángulo" industrial que tenía sus vértices en
Génova, Milán y Turín.
Italia poseía una larga tradición urbana y de oficios industriales, tenía buen acceso a
las comunicaciones por mar, un buen clima casi el único en Europa adecuado para el cul-
tivo de la morera, la base de la producción de seda en rama, y algunos depósitos dispersos
economía en esa etapa, experimentadas por los ferrocarriles, el estado tuvo que volver a
comprar la línea romana del ferrocarril en 1875 y gradualmente también la mayor parte de
todas las demás. Los ferrocarriles contribuyeron al desarrollo de una primera capacidad
industrial mecánica en 1880, y también al auge de 1900-13, absorbiendo en los años punta
un 23-24% de la producción de acero.40
La producción de las modernas industrias clave fue abismalmente baja en 1861 en
comparación con países como Francia y Gran Bretaña:41
Reino Unido Francia Italia
Producción lingote de hierro (miles de toneladas) 4219 1065 25
Husos algodón instalados (millones) 34 6,8 0,45
Máquinas de vapor instaladas (miles de HP) 2450 1120 50
Las tasas de crecimiento global estaban muy por debajo de las del promedio
europeo, e Italia perdía terreno. Según las cifras de Bairoch, el PNB por habitante creció
en 1860-1910 a un 0,39% anual, comparado con el promedio europeo del 0,96%, y el
PNB italiano estaba por encima del promedio europeo en 1830 y en torno al mismo en
1860, pero un 20% por debajo de él en 1913.42 Con todo, todos estos índices son
engañosos. La moderna industria italiana experimentó un notable esfuerzo en las dos últi-
mas décadas de paz, y por lo menos en el cuadrante noroeste43 se había creado una
sociedad industrial moderna, aunque los promedios nacionales se vieran inevitablemente
constreñidos por el peso muerto del sur subdesarrollado.
Los primeros veinte años, de 1860 a 1880, fueron años difíciles, cuando algunas
industrias tradicionales se debilitaron bajo la competencia extranjera, el nivel de vida
descendió a medida que el gasto gubernamental y el pago de intereses a los prestamistas
extranjeros aumentaba, y los precios de las exportaciones agrícolas recibieron un golpe
adverso.44 La década de 1880 estuvo dominada por las construcciones civiles y de vivien-
das. Siguió una depresión hasta 1895, y después tanto las industrias tradicionales como las
industrias de la "segunda ola" de nuevas industrias registraron un progreso notable. El
número de husos de algodón ascendía a 2,1 millones en 1900 y a 4,6 millones en 1914, de
los que no menos de 3,5 millones eran husos múltiples y en su despertar, el tejido con
telar mecánico se expansionó igualmente, hasta 115.000 telares en 1912. Italia empezó a
exportar artículos de algodón a las áreas situadas en la zona inferior de la pendiente, como
Turquía y los países balcánicos. También en la seda el tejido se añadió al torcido en la
década de 1890. La producción de acero aumentó de 200.000 tm. en 1895 a 933.000 tm.
en 1913. Entre las nuevas industrias, las electrotécnicas, ayudadas por las sucursales de
40 Fenoaltea (1971-2), pp. 337-8; R.A. Webster (1975), p. 6; T. Kemp (1969), pp. 165-8; E. Lémonon (1913),
pp. 23-5.
41 G. Mori (1975), p. 86.
42 Paul Bairoch (1976a), pp. 282-3, 286, 307.
43 En 1913, el 21,6% de la población vivía en el noroeste, que tenía el 58% de la industria en gran escala y el
48% de la potencia en caballos del país. L. Cafagna (1973), p. 323; también Mori (1979), pp. 73-4.
44 R. Zangheri (1974), pp. 26, 29, 39; Gino Luzzato (1969), pp. 208-9, 222; E. Lémonon (1913), p. xvi.
LA CONQUISTA PACIFICA 275
década de 1870, el sur, con el 41% de la tierra, producía el 53% del trigo y el 32% de las
patatas, pero tenía sólo el 17% de los trabajadores industriales y el 16% de las calderas de
vapor. Alrededor de 1900 tenía el 25,9% de la población, pero sólo el 12,1% de la
propiedad imponible. Según otros cálculos, el 25,6% de la población del sur continental
tenía sólo el 9,8% del empleo del país en empresas de más de 10 empleados.51 No podía
constituir un mercado para los bienes industriales del norte, de igual modo que el norte no
podía emplear todo su trabajo excedente. El resultado fue una de las mayores oleadas de
emigrantes que nunca haya abandonado Europa. De una tasa anual de unos 150.000 en la
década de 1880, se pasó a 353.000 en 1900 y a un promedio de 679.000 entre 1909 y
1913. La mayor parte de ellos eran de las regiones no industrializadas de Italia, el sur y el
Veneto. En el período de 1891-1910 en conjunto, la tasa fue la segunda más alta de
Europa, superada sólo por los irlandeses: el 0,77% de la población total se marchaba cada
año; en los años finales subió hasta el 2%.52 Estos movimientos, asimismo, eran conse-
cuencias de la desigual industrialización de Europa.
Escandinavia y Holanda
Hacia mediados de siglo los países escandinavos, Dinamarca, Suecia y Noruega,
parecían ocupar una posición muy semejante a la de los estados periféricos del sur y del
este de Europa. Principalmente agrícolas, sin apenas industria moderna, pobres y dependi-
entes, parecían destinados a abrirse al capital extranjero para pasar a ser "colonizados"
como suministradores de alimentos y primeras materias para las áreas adelantadas de la
Europa interior.
Sin embargo, mientras su historia tampoco puede ser comprendida si no es como
parte de la economía europea, la estrecha vinculación económica a naciones más
poderosas y más adelantadas no parece en su caso haber impedido su crecimiento en pros-
peridad ni su industrialización. Aunque peligrosamente especializados en una o dos mer-
cancías primarias –Dinamarca en alimentos, Suecia en mineral de hierro y madera, y
Noruega en madera y pescado– su fuerte dependencia de los mercados británicos y
después también de los alemanes, por lo cual inicialmente también obtuvieron la mayoría
de sus manufacturas, los llevó no tanto a una relación colonial como a ir formando parte
de las economías metropolitanas en realidad.53 Como en el caso de la periferia oriental y
51 F. Vöchting (1951), pp. 92, 222; S.B. Clough y C. Livi (1956), p. 336; L. Saville (1968); Caizzi (1962);
R.S. Eckaus (1961); Barzanti (1965), p. 27 ss.; D.M. Smith (1968), pp. 390-473; S.B. Clough (1964), pp. 165-7;
Podbielski (1974), p. 4.
52 R.A. Webster (1975), p. 48; F. Vöcting (1951), p. 238; Paul Bairoch (1976b), p. 250.
53 François Caron (1978), iv, p. 102; A. Gerschenkron (1966b), pp. 361-2; Kurt Albert Gerlach (1911),
p. 169 ss. Paul Bairoch efectúa una distinción entre los países pequeños que optan por la complementariedad con
una economía dominante y los que se proponen competir con ellos sobre la base de una ventaja en las materias pri-
mas o de habilidades especializadas. En los últimos, las exportaciones aumentan con menor rapidez, pero su produc-
ción aumenta más de prisa. Sin embargo, la distinción no es muy clara y algunos, como Suecia, cumplen con ambas
condiciones. (1976b), p. 260.
LA CONQUISTA PACIFICA 277
meridional, sus esfuerzos económicos fueron en gran medida financiados desde el extran-
jero, y como ellos, el capital extranjero fue canalizado en su mayor parte a través de prés-
tamos gubernamentales, orientándose principalmente hacia los ferrocarriles, otras inver-
siones en infraestructura y la producción primaria, particularmente minera. Incluso
Dinamarca, que empezó hacia 1870 como acreedor en su cuenta de capital, habiéndose
beneficiado de la conversión de los peajes marítimos (del estrecho) en 1857 y del acuerdo
con Sleswig-Holstein en 1864, terminó fuertemente endeudada en 1914.54 Sin embargo,
para ellos como para los Estados Unidos y Bélgica antes, la utilización de otro capital de
sus habitantes se convirtió en una vantaja más que en un inconveniente y el auge expan-
sionista fue movido en cada caso por la exportación.
Los tres países septentrionales pertenecían a las economías que crecían más aprisa
en Europa en la última parte del siglo, tanto en términos de producción como de renta. Los
datos de Paul Bairoch aparecen en el cuadro 6.2.55
Cuadro 6.2.
PNB por habitante a precios constantes ($ de 1960)
Tasa de crecimiento
1830 1860 1913 1830 – 1914 % a.a.
Además, aunque su llegada tardía implicaba un esfuerzo rápido y una brecha amplia,
consiguieron alcanzar la industrialización con menos sacrificios para su clase trabajadora.
La explotación de niños en fábricas sólo duró un breve período y evitaron tener que cargar
con los monótonos barrios bajos de las ciudades industriales, ennegrecidas por el hollín, de
la Europa interior. Esas ventajas surgieron en parte precisamente porque estos países
entraron en su senda de crecimiento en la fase de la "tercera ola" o segunda revolución
industrial, con su energía hidroeléctrica, más limpia, sus industrias de bienes de consumo y
su conciencia social y lecciones de organización aprendidas en la primera.
54 K. Berrill (1963), pp. 295-6; S.A. Hansen (1970), pp. 60-1; K.-G. Hildebrand (1972), p. 310; Axel Nielsen
(1933), pp. 519, 577-81; Gerlach (1922), pp. 363-9; G. Myrdal (1956), p. 98; Lars Sandberg (1978), p. 655; Lennart
Jörberg (1973), iv, p. 479.
55 Bairoch (1976a), pp. 307, 309. Las cifras entre paréntesis se han estimado en parte. También (1976b),
pp. 154-7; Jörberg (1973), pp. 377-9; Sandberg (1979), p. 225.
278 SIDNEY POLLARD
56 Gerlach (1911), p. 6.
57 Bairoch (1976b), p. 250; Gerlach (1911), pp. 17, 197; Erik Helmer Pederson (1975), 109; S. Helmfrid
(1974); E.F. Heckscher (1968), p. 256; S. Lieberman (1970), p. 44; Semmingsen (1972).
58 Lars G. Sandberg (1978); ibid. (1979); Koblik (1975), pp. 11-2; M. Drake (1979), pp. 288-90.
LA CONQUISTA PACIFICA 279
59 Gerlach (1911), p. 29 ss.; Bairoch (1976b), pp. 263-6; A. Nielsen (1933), p. 528 ss.; Wolf von Arnim
(1951); Hildebrand (1972), p. 306, y R. Cameron (1972), p. 311; A.H. Hollmann (1904); H. Bergtrup, H. Lund, P.
Manniche (1929); L. Jörberg (1973), pp. 394-9.
60 Gerlach (1911), p. 52 ss.; A. Nielsen (1933), pp. 542-8; Kjeld Bjerke (1955), pp. 124-9.
61 Kristof Glamann (1960), p. 125; S.A. Hansen (1970), p. 14 ss.; L. Jörberg (1973), p. 408.
62 Heckscher (1968), pp. 167, 217-9; Hildebrand (1972), p. 307; Boethius (1958), p. 155.
280 SIDNEY POLLARD
63 Heckscher (1968), pp. 225-31, 240-3; K.-G. Hildebrand (1972), pp. 275-81; ibid. in Economic History
(1978), temas A, p. 36; L. Jörberg (1973), p. 446.
64 L. Jörberg (1969), pp. 272, 277 ss.
65 Hildebrand (1972), pp. 308-9; Heckscher (1968), p. 224; L. Jörberg (1973), pp. 442, 475.
66 En la década de 1870, sólo los británicos y los americanos eran mayores, Edward Bull (1960), pp. 262-3,
267, 270; E. Jutikkala (1960), pp. 152-4; S. Lieberman (1970), pp. 119-30; L. Jörberg (1973), p. 430; Sejersted
(1968).
LA CONQUISTA PACIFICA 281
En el caso de Noruega, incluso más que en el de sus dos vecinos, la notable expan-
sión posterior a 1870 fue promovida por las exportaciones, más que por el mercado interi-
or: consecuencia del alto grado de integración en la Europa interior. La población era
escasa, la agricultura continuaba estancada y en gran medida autosuficiente, y con fre-
cuencia resultaba más fácil transportar bienes desde el extranjero que desde otra parte del
país.67 Cuando la tecnología hidroeléctrica alcanzó el punto de la viabilidad comercial,
alrededor del cambio de siglo, el capital extranjero se combinó con las habilidades y facil-
idades locales para levantar algunas de fundiciones y plantas de nitrógeno mayores y
mejor dotadas de energía moderna de Europa.68 Las instalaciones hidroeléctricas se
ampliaron desde 200.000 kw. en 1908 a 400.000 kw. en 1912. Así, Noruega, tal vez inclu-
so más que los otros, se ahorró el dolor de la etapa intermedia de la urbanización basada
en el carbón.
Holanda fue asimismo otro pequeño país que estuvo estrechamente integrado en la
Europa interior e inició su fase de industrialización en el gran auge secular de 1913.
Como Dinamarca, obtuvo el máximo beneficio de esta integración manteniendo una
política de librecambio, pero se distinguió en dos aspectos importantes respecto de los
países escandinavos. En primer lugar, no "despegó" a mediados de siglo desde la posición
de una economía pobre y apartada, sino que, como ha mostrado el cuadro 6.2, había con-
servado de sus días de gloria del siglo XVII un nivel de renta por habitante que se encon-
traba entre los más altos de Europa. En segundo lugar, su papel especializado en Europa
no era el de proveedor de alimentos o primeras materias, sino de servicios comerciales,
incluyendo el comercio de tránsito con sus colonias, y los servicios financieros. A lo largo
de casi todo el siglo XIX, Holanda mantuvo holgadamente las cifras absolutas más altas
de comercio internacional por habitante en Europa. A este sector de servicios corre-
spondían los relativamente elevados salarios y rentas, que fueron, durante la mayor parte
del siglo XIX, un factor adverso para la industrialización de Holanda.69 Sin embargo,
también se mantuvo una antigua tradición de producción especializada de alimentos no
muy distinta del modelo danés.
De 1815 a 1830, Holanda construyó algunos canales importantes, pero en la con-
strucción de ferrocarriles, así como en la instalación de máquinas de vapor, se quedó muy
por detrás de Bélgica, que era entonces el líder europeo.70 El empleo y la producción en
las industrias textiles clave, de hecho, declinaron, y los holandeses han sido criticados con
frecuencia, sobre todo por otros holandeses, de vivir simplemente de su pasado glorioso:
un defecto que a la Gran Bretaña de finales del siglo XX no le resulta enteramente
extraño. De oude tijden komen wederum ("los viejos tiempos volverán de nuevo") parecía
ser el sentimiento dominante.71
67 S. Lieberman (1970), pp. 78, 115, 152-6; L. Jörberg (1973), p. 426.
68 S. Lieberman (1970), pp. 133-8; L. Jörberg (1973), pp. 432-6; E. Bull (1960), pp. 268-9.
69 Henk van Dijk, en Economic History (1978), parte I, tema A, pp. 104-5; J. Mokyr (1974), p. 383; ibid.
(1975), p. 288 ss.; Jan de Vries (1978), pp. 89-90, 97.
70 Robert Demoulin (1938), p. 108; J. Mokyr (1974), pp. 370-2; Bläsing (1973), p. 107.
71 J.C. Boogman (1968), p. 140; Joel Mokyr (1975), p. 298; Bläsing (1973), pp. 82-6.
282 SIDNEY POLLARD
Con todo, muchas de las industrias tradicionales, como la del refino de azúcar,
sobrevivieron y se expansionaron. La construcción de buques comenzó a modernizarse en
1850, y en algunas regiones se produjo también un gran crecimiento de las industrias tex-
tiles, sobre una base mecanizada, después de 1850. Holanda podía describirse como un
país que no tenía ningún sector líder, pero que experimentaba un crecimiento equilibrado,
sin dificultades importantes, que por esta razón ha sido con frecuencia mal comprendido.
Entre las industrias que se expansionaron entonces estaban el refino del azúcar, la elabo-
ración del tabaco, la construcción de barcos, la industria mecánica y los metales.72 La tran-
sición holandesa fue ciertamente facilitada por las colonias, porque aparte de suministrarle
bienes para el tradicional comercio de tránsito, las industrias más débiles y menos compet-
itivas, como las textiles y las de artículos metálicos, todavía podían encontrar ventas en los
mercados colonias exclusivos.73
El "esfuerzo" holandés del tipo más convencional se produjo en los años comprendi-
dos entre 1890 y la primera guerra europea, en un marco de librecambio, crisis agrícola y
reajuste. Lo que entonces fue significativo fue no sólo el desplazamiento hacia la industria
mecánica y de elaboración moderna de alimentos, sino también el crecimiento de grandes
empresas. En proporción al total de las mayores unidades industriales, las grandes empre-
sas aumentaron del 15,2% de empleo en 1889 al 29,2% en 1909. También se produjo un
claro incremento de la inversión frente al crecimiento de las rentas alrededor de 1890,
ejemplificado por las siguientes cifras:
En todos los sectores el crecimiento real tuvo lugar después de 1890.74 Como en el
caso de los países escandinavos, la proporción relativamente alta del empleo en las indus-
trias mecánicas fue significativa para el futuro.
72 Este es el argumento de Richard T. Griffiths en un trabajo ciclostilado sin publicar, leido en la Economic
History Conference (1978); Joel Mokyr (1976a), p. 94 ss.; Jan de Vries (1978), pp. 160-2; Dhont y Bruwier (1973),
pp. 358-60.
73 Jan de Vries (1978), pp. 160-2, 211.
74 J.A. van Houtte (1972), p. 116; Jan de Vries (1978), esp. pp. 162-3, 173, 182. Brugmans dató el período de
industrialización entre 1870 y 1914. Brugmans (1961), p. 312 y passim.
LA CONQUISTA PACIFICA 283
El imperio ruso
Ahora pasamos de aquellos países y regiones que habían iniciado indudablemente
su carrera hacia la industrialización en 1914 a aquéllos cuyo despegue era dudoso, así
como a aquéllos que todavía estaban rodando por la pista. Rusia pertenece al grupo
dudoso. Este país ha tenido suerte con sus historiadores económicos que han celebrado
sus logros anteriores a 1914 y sólo discuten, como máximo, cuándo comenzó exactamente
el proceso. Con todo, comparadas con las del resto de Europa, todas las estadísticas rusas
permanecen tristemente bajas. Esto era no sólo porque sus zonas industriales eran escasas,
más diluidas por las áreas del entorno, y por tanto menos capaces de influir en los prome-
dios nacionales, sino también porque el sector agrícola era con mucho el más pobre, más
atrasado y peor equipado y su tasa de analfabetismo era la más elevada, mientras que
varias de las regiones más avanzadas también exhibían rasgos de atraso que ya no se
veían en la Europa interior o entre el segundo escalón de seguidores. El papel de Rusia en
la división internacional del trabajo era todavía el de un productor de alimentos que se
privaba de los que él mismo necesitaba, a fin de conseguir un excedente exportable.
En términos por habitante, deprimida por su vasto campesinado golpeado por la
pobreza, Rusia exhibía unas cifras muy poco lucidas. Así, el PNB por habitante en 1913
en el área que más tarde sería la Unión Soviética, ascendía a sólo 326 dólares de 1960,
ocupando el cuarto lugar comenzando por la cola, comparados con un promedio de 534
dólares para Europa en su conjunto. De manera semejante, la potencia utilizada en la
industria en 1907, de 14,7 HP por 1.000 habitantes, correspondía a la cifra británica de los
primeros años de la década de 1830 y a la cifra alemana de la década de 1860, es decir, un
retraso de setenta y cuarenta años, respectivamente.75 En términos absolutos, las cifras
eran mejores. El consumo ruso de algodón en rama, que estaba entre las cinco primeras
naciones, había aumentado del 7,8% en 1890 al 12% en 1913, y su producción de lingote
de hierro lo había hecho del 3,7% al 6,5%. A pesar de ello, su producción de carbón y de
lingote de hierro todavía estaba por debajo de la francesa, que se encontraba asimismo
rezagada entre la de los países occidentales diluida en una gran sector agrario, con una
población que era solamente la cuarta parte de la de Rusia. La situación de las industrias
mecánicas era todavía peor. Rusia importaba el 35% de sus artículos electrotécnicos, el
54% de su maquinaria agrícola y el 100% de sus automóviles, goma y aluminio. Las dos
terceras partes de la maquinaria utilizada en sus industrias había sido hecha en el extran-
jero.76
Entre los aspectos más afortunados de la orientación de Rusia hacia la industrial-
ización en esta fase estaba la extensión de la red ferroviaria, el establecimiento de indus-
trias en las áreas tradicionales de Petersburgo, Polonia y las provincias centrales alrededor
de Moscú, y el desarrollo de dos regiones industriales modernas basadas en los recursos
nacionales, el petróleo de Bakú y el carbón del Donetz, con el mineral de hierro de Krivoi
Rog.
Los primeros ferrocarriles, como hemos visto, fueron construidos esencialmente con
una finalidad estratégica o de prestigio, y tenían pocos eslabonamientos económicos posi-
tivos. Un componente importante del programa posterior de construcción, el ferrocarril
transiberiano y sus ramales principales, que empezó en 1891, tuvo también objetivos prin-
cipalmente políticos y militares, más que económicos. Sin embargo, podría decirse que en
la segunda fase los ferrocarriles "llevaron a la introducción de técnicas modernas y de
métodos de organización en el país y prepararon el camino para el rápido incremento del
comercio internacional en la década de 1870, basado en gran medida en la exportación de
cereales".77 Aunque la apertura del potencial exportador fue el principal logro de la segun-
da fase, la tercera fase del rápido esfuerzo al principio de la década de 1890 se apoyaba en
una extensión nada insignificante en el hierro, el acero y la capacidad de las industrias
mecánicas a que había dado lugar la propia construcción de los ferrocarriles. Aunque en
1870-79 sólo el 41% de las necesidades rusas de hierro y acero eran satisfechas por la pro-
ducción interior, el programa acelerado de construcción fue igualado por la creciente
capacidad de producción de ambos materiales: las fundiciones del pionero John Hughes,
en el sur de Rusia, sobrevivieron sólo por los pedidos del ferrocarril. Se dice que en 1893-
99 los ferrocarriles habían empleado el 37% de la producción nacional de lingote de hier-
ro, es decir, poco menos de la producción total de 1890, pero sólo un tercio de la cifra
ampliada de 1900. Por entonces, sólo el 27% del consumo de lingote de hierro tenía que
importarse. He aquí un caso clásico de sustitución de importaciones.78
El primer máximo de construcción se produjo en 1869-73, cuando se tendieron
1.884 km. por año, pero en el segundo máximo, en 1894-1903, el promedio de diez años
fue de más de 2.000 km. al año, alrededor de un tercio del cual se construyó en Asia. A
finales del período, Rusia tenía la mayor red de Europa, aun cuando todavía era pequeña
en comparación con los Estados Unidos y se encontraba entre las menores en términos de
kilometraje por acre y por habitante.79 Los ferrocarriles llegaban ahora a las provincias de
cultivo del algodón del Asia central, así como a los Urales y a los minerales de Siberia.
Las primeras líneas habían sido generalmente construídas por compañías privadas (extran-
jeras) con la garantía del estado, pero éste sólo poseía unas 730 millas del ferrocarril en
1870, y poco después se hizo cargo de la Compañía del Gran Ferrocarril de Rusia, y
después de 1878 construyó y gestionó muchos más líneas. Fue por medio de los ferrocar-
riles que el estado ejerció su influencia más directa sobre la economía rusa, particular-
mente canalizando fondos extranjeros hacia el desarrollo interior.80
sino que se concentraba en unas pocas ciudades grandes, y el capital y la capacidad empre-
sarial extranjeros jugaban un papel particularmente importante. Polonia tenía industrias
textiles, así como también carbón y metales, y exportaba principalmente manufacturas al
resto de Rusia, a cambio de primeras materias y productos agrícolas. Su crecimiento dis-
minuyó el ritmo después de 1890, cuando el del resto del imperio lo aumentó, a causa del
meditado arancel y de otras formas de discriminación aplicadas por el gobierno ruso. Sin
embargo, se ha estimado que su producción industrial total aumentó de 11 millones de rub-
los en 1850 a 171 millones en 1880 y a 860 millones en 1913.84
Los esfuerzos más dramáticos se produjeron en el caso de las industrias pesadas del
sur. La industria del hierro en los distritos más antiguos, los Urales y las provincias cen-
trales, había sido superada por el progreso en otros países y la producción rusa de lingote
de hierro había bajado del 4% al 2% del total mundial entre 1860 y 1880. El nuevo impul-
so vino del rico yacimiento de mineral de Krivoi-Rog, descubierto en 1882. Las fundi-
ciones de John Hughes en Yusovka (Stalino, Donetsk) se construyeron en 1871 y estaban
en plena producción en 1874. El carbón de Lugansk fue ensayado en 1873. Se sucedieron
algunos años de incertidumbre, pero la industria se estabilizó por la terminación del ferro-
carril del Donetz, que unía el carbón de esta región con los yacimientos de mineral a una
distancia de 200 millas en 1886. Siguió una larga serie de inversiones; en 1898 había 17
grandes establecimientos de fundición, 29 altos hornos y otros 12 en proceso de construc-
ción. Éstos eran modernas unidades que se encontraban muy próximas a la tecnología
occidental de la época. En 1913, el Donetz producía el 87% del carbón ruso, el 74% del
lingote de hierro y el 63% del acero, excluida Polonia.85
84 R. Portal (1966), pp. 829-36, 853-5; Berend y Ranki (1974a), p. 132; Andrzej Jezierski (1969); Irena Petrzak-
Pawlowska (1970); Pounds (1958), pp. 123-6; Spulber (1966), p. 15; R.E. Johnson (1979); Kahan (1978), p. 269.
85 Yatsounsky (1965), pp. 301, 303; Milward y Saul (1977), pp. 406-9, 416; Lyashchenko (1949), pp. 540 ss.,
671-2; Henderson (1967a), pp. 215-7; Crisp (1976), pp. 64-5.
86 Milward y Saul (1977), p. 409.
LA CONQUISTA PACIFICA 287
del valor añadido en la manufactura, a precios constantes, que aumentó como sigue87
(1900 = 100):
1860 13,9
1890 50,7
1900 100,0
1913 163,6
Cuadro 6.3.
Producción en Rusia (millones de poods)88
1860-64 1887 1900 1913
Lingote de hierro 18,1 36 177 283
Carbón 21,8 276 986 2215
Hierro y acero - 35 163 246
Petróleo – 155 631 561
Algodón (importaciones) – 11,5 16 26
vista, Rusia había superado esa etapa y ahora fueron los bancos los que asumieron la
mayor parte de la financiación de los principales proyectos industriales y un campesinado
más próspero, más que el gobierno, el que proporcionó el mercado. La producción indus-
trial aumentó al 6,25% anual, comparado con una tasa del 5,72% en 1895-1913 o, según
otro cálculo, del 5% anual en 1860-1913.91
Sin embargo, el asunto era más complejo que esto, porque aunque es cierto que el
papel del gobierno disminuyó, el del capital extranjero siguió siendo dominante, ejercido
en parte a través de los bancos que eran de propiedad extranjera o que eran controlados
desde el extranjero. La importancia de los fondos procedentes del exterior que se reinver-
tían, como distintos de los del interior, siguió siendo alta y con ella la tendencia hacia
grandes empresas en industrias cartelizadas. En 1914, el 41,4% de la fuerza de trabajo fab-
ril estaba empleada en unidades que tenían 1.000 o más de 1.000 trabajadores cada una.92
Los esfuerzos de un gobierno del que era, con mucho, el mayor país europeo, con-
centrados en unos pocos centros, se encaminaban a conseguir algún resultado, sin importar
lo limitado que fuera cuando se difundiera entre toda la población en términos relativos
por habitante. Rusia se vio favorecida también por la posesión de algunos recursos clave y
por su poder político que hacía valiosa su amistad e inducía a los gobiernos extranjeros
amigos a animar a sus ciudadanos para que invirtiesen en bonos rusos. Con todo, comple-
tamente aparte de los bajos niveles absolutos alcanzados, existen muchos signos de que
Rusia era todavía una economía dependiente, que no se encontraba aún entre los líderes
industriales. Se mantenía la confianza en el capital extranjero, así como en la ingeniería y
en la maquinaria extranjeras para la tecnología compleja o avanzada; las condiciones prim-
itivas rodeaban incluso al trabajo más avanzado; se fracasó en la explotación de muchos de
los recursos naturales que la investigación posterior demostró que existían; el atraso técni-
co era enorme en algunas industrias; la concentración era muy alta en la elaboración de
alimentos y en los bienes de consumo.93 Tal vez el veredicto deba ser que Rusia tuvo su
revolución industrial, pero que ésta fue "parcial" o "incompleta", aplicable a algunos sec-
tores y regiones, pero no al conjunto del país.94
época se desarrollaron también otras industrias. Las riquezas minerales de España condu-
jeron al desarrollo de la minería en el siglo XIX, y desde la década de 1860 se construyó
un primer sistema ferroviario de líneas troncales, principalmente con capital francés,
extendiéndose a 480 km. en 1865 y a 6.400 km. en 1877. Hubo ejemplos aislados de
fundición de coque en Asturias, en 1852 y 1859, y durante un tiempo el sudeste también
desarrolló un prometedor complejo industrial. Con todo, con la excepción de la impor-
tante región catalana, que también se estaba rezagando cada vez más con respecto a los
líderes europeos, estos comienzos se malograron una vez más en 1890, y España mostró
algunos de los casos más claros de multiplicadores regionales descendentes en acción.95
En 1900, más de la mitad de la población todavía trabajaba en el campo, y todavía en
1960 la cifra era del 41,3%.96
Hubo algún progreso en la última parte del siglo XIX, como en todas las demás
zonas de Europa. Iba a encontrarse sólo en unas pocas áreas, principalmente en Cataluña y
el País Vasco. El consumo de algodón por habitante en 1900-9 era mayor que en Austria-
Hungría y sólo un poco inferior al de Italia. La producción de carbón aumentó de 455.000
tm. anuales en 1861-70 a 3.621.000 tm. en 1911-13, y las importaciones adicionales,
sobre todo de Gran Bretaña, como carga de retorno de los embarques de mineral, aumen-
taron de poco más de medio millón de toneladas a 2,7 millones en el mismo período. De
modo semejante, la producción de lingote de hierro aumentó de una cifra irrisoria de
45.000 tm. en 1861-65 a 412.000 tm. en 1911-13. Pero para un país que estaba suminis-
trando mineral de hierro a una buena parte de Europa ésta era una marca muy pobre, y
muchas minas de metales no ferrosos no pasaron de la condición de enclaves, explotados
por el capital extranjero después de la Ley de Concesiones Mineras de 1868, con objeto de
exportar la primera materia para manufacturarla en el exterior. De los ricos minerales de hierro
vascos, el 81% se exportó entre 1881 y 1913, y sólo el 8% fue transformado en el país.97
Tal vez el estancamiento relativo de la península pueda ilustrarse mejor con las
cifras del PNB por habitante de Paul Bairoch. Medido en dólares de 1960, tanto España
(263) como Portugal (250) se encontraban todavía en 1830 por encima del promedio
europeo de 240. En 1913, utilizando el mismo procedimiento de medición, el promedio de
España había aumentado a 367 y el de Portugal a 292, pero la cifra europea era entonces
de 534. Sólo los estados balcánicos que salían de la guerra y del dominio turco eran aún
más pobres.98
Muchas de las industrias "modernas" de España no eran realmente competitivas en
los mercados mundiales, sino que existían, como las de Holanda, sólo a causa de su posi-
ción privilegiada en las colonias españolas. La pérdida del grueso de las colonias en 1825
95 J. Nadal (1972); Pierre Vilar (1972); Paul Bairoch (1976b), p. 254; Tortella (1977); Baklanoff (1978), p. 6;
J. Harrison (1978), pp. 54-6, 62.
96 E.E. Malefakis (1970), p. 12.
97 J. Nadal (1973), pp. 580-3, 593-5; Milward y Saul (1977), p. 238; Pierre Vilar (1972), p. 421; J. Harrison
(1978), p. 69 ss.; Vicens (1959), pp. 592-601.
98 Paul Bairoch (1976a), p. 286.
290 SIDNEY POLLARD
y de la mayoría de las restantes a finales del siglo, fue un golpe duro, que llevó más al
declive que al ajuste creativo para competir. Con todo, en otros aspectos se presentaban
condiciones favorables para el crecimiento económico. Había habido reformas de la tierra
y algunos logros sociales y políticos para la burguesía en España en la década de 1830, la
península tenía buenas comunicaciones por mar, el crédito del gobierno en el mercado
monetario internacional era bueno en la época, había ricos recursos minerales, incluyendo
el carbón, y aunque el nivel de educación se encontraba entre los más bajos de Europa, un
gobierno fuerte había creado por lo menos un cuerpo de constructores de caminos y
canales según el modelo francés (1799), junto con una escuela para su formación, propor-
cionando de esta manera un núcleo de personas técnicamente preparadas.99
El fracaso de España y Portugal en liberarse de la condición de países coloniales y
periféricos en el sentido económico deriva de una variedad de causas. Su geografía era
favorable en cuanto a su buena dotación de zonas costeras de fácil acceso, pero las áreas
interiores eran áridas, con acceso difícil, y a menudo sin minerales u otras primeras mate-
rias. Cada vez se reconoce más que España, a pesar de sus pasadas glorias imperiales, ha
sido siempre un país pobre, y sus áreas interiores, como Castilla, no tenían tradiciones
sobre las que construir con éxito la industrialización.100
La agricultura ibérica constituía una base desfavorable para el progreso económico.
Los campesinos se veían castigados por la pobreza y eran ignorantes, excepto a lo largo de
las costas, y los latifundios todavía eran menos útiles. Los rendimientos estaban entre los
más pobres de Europa, sólo ligeramente superiores a los de la Europa oriental. La decisión
del gobierno español de establecer unas elevadas barreras arancelarias en 1891 y 1906, que
gravaban con unos derechos del 110% al cereal extranjero, condujo a una extensión del
cultivo cerealístico y retrasó la industrialización. El mercado interior fue siempre pobre y
resistente al cambio. La escasez de capital, la falta de confianza y los continuos trastornos
políticos se combinaban para mantener los tipos de interés altos. Las principales exporta-
ciones eran de minerales, fruta, vino, lana y corcho, demostrando que las ventajas compar-
ativas de España eran enteramente las de la dotación nacional de recursos materiales, más
que las habilidades, la capacidad empresarial o el capital.101 Después de que se suavizasen
las restricciones en la década de 1870, la emigración alivió un tanto la presión sobre los
recursos. En Portugal, significativamente, fue la región vitícola del norte, más progresiva,
la que proporcionó la mayoría de los emigrantes, más que el sur agrícola y estancado.
Sobre una base comparable, la emigración portuguesa, en proporción al total de la
población del país, era la quinta más alta de Europa en 1819-1910, con una tasa del 5,47%
anual, y España era la octava, con el 3,84%.102
99 En 1816-51, el 35% del crédito absorbido por la Bolsa de París era para la deuda pública española, y en
1869-73 España era el segundo mayor receptor, después de Rusia, del crédito formalizado en la Bolsa de Valores de
Londres. Pero las condiciones eran onerosas y España, en ocasiones, no pagó los plazos. J. Nadal (1973), pp. 539-43,
555; H. Kellenbenz (1965), p. 168.
100 Henry Kamen (1978); David Ringrose (1970) y (1973); Wittfogel (1932), p. 724.
101 J. Nadal (1973), pp. 559, 598, 610; R. Cameron (1972), pp. 530-1; Gilbert Garrier (1978), iv, p. 409.
102 Paul Bairoch (1976b), p. 250; Milward y Saul (1977), p. 226; Gilbert Garrier (1978), p. 421; Morgado
(1979), pp. 322-3.
LA CONQUISTA PACIFICA 291
Los países balcánicos eran, sin duda, los menos afectados por la industrialización en
Europa en 1914. Con las rentas por habitante más bajas y la proporción más alta de población
activa en la agricultura, con pocas ciudades y las que tenía principalmente agrarias, con
economías escasamente diferenciadas más allá de los oficios campesinos y las industrias de
alimentación, la mayor parte del progreso del siglo XIX parecía haberles pasado de largo.103
Signos de modernidad como los que existieron fueron en gran medida obra del capi-
tal extranjero o, en unos pocos casos, resultado de una deliberada política del gobierno.
Cada uno de ellos tuvo una cierta red ferroviaria, en su mayoría concebida como parte de
un sistema balcánico orientado hacia Constantinopla que no para servir las necesidades
locales, los puertos fueron construídos, principalmente con capital extranjero, para expor-
tar alimentos y primeras materias, y la industria "moderna" más importante, la producción
y refino de petróleo en Ploesti, estaba controlada en un 95% por capital extranjero. La
condición de cliente de los países balcánicos se subrayaba por el hecho de que los tratados
internacionales que los habían creado, les habían privado, con la excepción de Rumania,
del poder de establecer aranceles. Una gran parte de los ingresos extranjeros y del pre-
supuesto estatal de cada país se dedicaba en 1914 al pago de intereses a los tenedores de
activos extranjeros.104
Estas influencias no dejaron de surtir sus efectos en las dos últimas décadas anteri-
ores a la guerra. Partiendo de niveles muy bajos, la producción manufacturera real tuvo
tasas de crecimiento anual del 7% en Rumania, 14,3% en Bulgaria y 12,5% en Serbia en
1900-10. En Grecia, el transporte marítimo registró un crecimiento notable, en Rumania
se exportó petróleo y cereales, en Serbia se desarrolló la minería y las industrias de la ali-
mentación, incluyendo el ascenso de las industrias basadas en la ciruela. No sólo el capi-
tal, sino también el trabajo especializado y la dirección eran traídos del extranjero.105
Gran parte de esto, sin embargo, era todavía una primera etapa y constituía sólo una
pequeña parte de la renta nacional. Sobre todo, sirvió los objetivos de las regiones adelan-
tadas de la Europa interior en expansión y, si acaso, contribuyó a ensanchar más que a
reducir la brecha. Incluso en 1914, los Balcanes parecían destinados a seguir estando en la
periferia durante mucho tiempo todavía.
103 Paul Bairoch (1976a), p. 307; Wolfgang Zorn (1970), p. 501; John R. Lampe (1975).
104 Berend y Ranki (1974a), pp. 88, 106; Milward y Saul (1977), pp. 430, 436, 443-4; N. Todorov (1972), pp.
121-8; Wolfgang Zorn (1970); Tamborra (1974).
105 W. Ashworth (1977), p. 151; Michael Palairet (1977); Nicola Vuco (1975), pp. 121-2; John R. Lampe
(1975), p. 68; Milward y Saul (1977), p. 434; Berend y Ranki (1974a), p. 139 ss.; Spulber (1966), pp. 94-5; Warriner
(1965), pp. 21-2.
292 SIDNEY POLLARD
106 El atraso industrial del sur de Italia, respecto del norte, era observable ya a finales del siglo XVIII.
Domenico Sella (1968-9), p. 237. También W. Ashworth (1977), p. 157; F. Tremel (1958), p. 244.
107 F. Voigt, K. Otto, G. Unterburg, H. Trerich (1968), pp. 396-7; Schremmer (1978), pp. 206-7.
LA CONQUISTA PACIFICA 293
cuentan también entre los más pobres, contribuyendo a una población pobre, atrasada y
deprimida en gran parte de la periferia. Una gran parte de España y de la Italia meridional
se encuentran en esta categoría, a pesar de la frecuente ilusión de que esta última podía
una vez más ser el granero de Europa. La mitad norte de la Rusia europea tiene un suelo
muy pobre y un clima extremado, mientras que la tierra de las estepas del sudeste padece
frecuentes sequías.108
Es cierto que Rusia también tiene el fértil cinturón de "tierras negras", pero está
pobremente comunicado. Fueron casi invariablemente las comunicaciones y el transporte,
más que los recursos del subsuelo o del suelo, los que constituyeron el verdadero proble-
ma de recursos de la Europa periférica, aun cuando tuvo una dimensión histórica, de man-
era que al final los nuevos medios de transporte podían abrir las riquezas del Donetz, de
Krivoi Rog o incluso del Ural y de las regiones al otro lado del Ural. En la etapa corriente
del desarrollo de la tecnología del transporte, sin embargo, no había ninguna manera de
desarrollar la mayor parte de la Rusia interior, de la mayor parte de la monarquía de los
Habsburgo e incluso de las regiones interiores de España o de Sicilia: el fracaso en sosten-
er el primer esfuerzo en los Urales, con su ilimitado tesoro de mineral de hierro y de
madera, era una prueba elocuente.
Al hombre del siglo XX a veces le parece difícil formarse una idea de todo el peso
de las barreras de inaccesibilidad que existían en los siglos XVIII y XIX. En Rusia, los
ríos se helaban en invierno y los puertos del norte estaban cerrados, mientras que en vera-
no las carreteras eran horrorosas y no había suficiente tráfico en la mayoría de ellas para
justificar su reparación. La exportación de cereales utilizaba un vasto ejército de bueyes
–que consumían una parte preciosa de su propia carga–, mientras que en 1815 se estimaba
que había 400.000 burlaki o barqueros, moviendo buques en el Volga. Desde los Urales,
el viaje de 1.000 millas podía requerir dos estaciones, invernando por el camino. Incluso
desde Donetz o Krivoi Rog a Moscú había que cubrir 600 millas a contracorriente de los
ríos.109 En Ucrania, en el siglo XVIII, se dejaba que el grano se pudriera en los campos en
los años buenos, porque no se podía hacer nada con él.110 Claramente, estas no eran
condiciones ideales para la introducción de una agricultura progresiva.
España era un país de "montañas accidentadas, barrancos peligrosos, corrientes rápi-
das e imprevisibles y clima hostil [que] dificultaba la circulación de mercancías y el
conocimiento de los precios".111 Aquí también las malas carreteras dificultaban el tráfico
108 Olga Crisp (1972), pp. 237-8; Institut de Science Économique de l'Université Catholique de Sacré-Coeur
(1968), p. 277; A. Baykov (1954), pp. 140-1; Jerome Blum (1961), p. 343; J.C. La Force (1965), p. 177; F. Vöchting
(1951), p. 17 ss.
109 W.O. Henderson (1967a), pp. 203, 222; Milward y Saul (1977), pp. 352-3, 380, 406-9; Olga Crisp (1972),
pp. 437-8; A. Baykov (1954), pp. 140-2; Jerome Blum (1961), pp. 280-3; P.I. Lyashchenko (1949), p. 367;
Haxthausen (1856), i, p. 390; Schultze Gävernitz (1899), p. 122.
110 Witold Kula (1976), p. 162.
111 J.C. La Force (1965), p. 168.
294 SIDNEY POLLARD
del comercio de cereales en sus propias manos.118 España y sobre todo el centro y el sur
de Italia no carecían de ciudades, aunque, como hemos visto antes,119 no eran centros de
progreso, sino que estaban dominadas por los gremios, estaban estancadas y eran demasi-
ado pobres para ofrecer mercados a los industriales autóctonos o demasiado ricas para
quererles comprar. Había, pues, una pobreza completa y una falta de demanda:120 "El
noble croata compra principalmente productos extranjeros, un burgués en efecto no existe,
y el campesino, que constituye la mayoría de la población, gasta el poco dinero que tiene
sólo en necesidades absolutas y posiblemente no puede comprar bienes manufactura-
dos".121 Podría haber la posibilidad de exportaciones, y hubo ejemplos de desarrollos
dirigidos por la exportación, como en Suiza o Cataluña, pero era evidentemente más difí-
cil, en un mundo incierto a causa de los aranceles y la competencia de los industrial-
izadores, levantar un complejo industrial sin los sólidos cimientos de un mercado interior.
Pobreza también significaba falta de capital y de facilidades bancarias, y aunque el capital
extranjero acudió, se fue a obras públicas, minas y grandes unidades industriales, dejando
siempre ciertas brechas para ser llenadas con recursos del país.122 El complemento de esto
fue un excedente de trabajo casi permanente123, que mantuvo bajos los salarios sin favore-
cer necesariamente a los industriales.
Los observadores destacaron repetidamente el medio social adverso en los países
periféricos, como lo hicieron en el caso de Francia, al que nos hemos referido antes.124
Los aristócratas húngaros y los terratenientes rusos derrochaban demasiado tiempo en el
consumo ostensible en las ciudades, los empresarios italianos no querían arriesgarse, la
sociedad española era demasiado rígida, había una resistencia social al cambio, y el sis-
tema educativo desarrollaba todas las cualidades inadecuadas para el progreso industrial.
Inversamente, la clase burguesa era demasiado pequeña y demasiado débil o era ajena y
desaventajada.125 La gente se deshacía de los inventores y técnicos de genio o "éstos tra-
bajaban en un vacío económico".126 De modo semejante, el trabajo era supuestamente
inferior, inestable, no cualificado y no comprometido con la industria. Ciertamente, las
cifras de analfabetismo de países como Rusia o Italia eran extremadamente elevadas
incluso a finales de siglo, y había una "Gefälle" de alfabetización a través de Europa como
la había de rentas nacionales.127
Como en el caso de Francia, estos intangibles han sido con frecuencia subvalorados
por otros observadores. Cuando las condiciones están maduras, se dice, la empresa, el
conocimiento del mercado y un espíritu capitalista se manifiestan bastante pronto.128
Ciertamente es verdad que algún trabajo, no importa lo "inferior" y clasificado como tradi-
cional en el país que sea, con todo tuvo la iniciativa de asumir los enormes riesgos que
implicaba la emigración a sociedades desconocidas con idiomas desconocidos.129 La emi-
gración a larga distancia a través del Atlántico fue una característica particular de las
sociedades que estaban cerca del despegue industrial o en estrecho contacto con econo-
mías industrializadas, pero que no se encontraban ellas mismas en esa situación: la fase en
la que se ha producido un aumento de la población, pero todavía no hay un aumento del
capital productivo para acompañar a aquél. Esta fase se aplicaba a Irlanda, Alemania y
Escandinavia desde 1845, aproximadamente, a 1885; se aplicó a la periferia desde la déca-
da de 1880. Italianos, húngaros, eslovacos, judíos de Polonia y de Rusia, y campesinos de
los Balcanes acudieron en masa a América del Norte, mientras que italianos, españoles y
portugueses lo hacían a distintas partes de Latinoamérica.130
En realidad, el asunto fue más complejo. Sin duda, toda sociedad tenía, en potencia,
dirigentes, empresarios, inventores o mecánicos, pero no existía una simple relación de
causa a efecto entre el "espíritu" capitalista sombartiano y el crecimiento de la industria,
siendo una la causa y otro el efecto. Más bien, como en tantos desarrollos económicos,
ambos se reforzaban mutuamente, siendo a la vez causa y efecto, con el tiempo (y el pro-
greso del resto de Europa) como variable principal. Así, algún espíritu excepcional podía
encontrar una empresa, esto permitiría que otras actividades se pusiesen en marcha, éstas
extenderían la industria moderna, lo que a su vez contribuiría a modificar las actitudes
sociales y a estimular más empresas, y así sucesivamente. Una economía en vías de indus-
trialización mostraría, pues, el crecimiento del espíritu y de la realidad conjuntamente, más
que de uno después del otro. Buscar una primera causa en este proceso puede convertirse
en la búsqueda de la piedra filosofal, o en el mejor de los casos una búsqueda del dis-
parador en una época en la que tanto el espíritu capitalista como los ejemplos de la indus-
tria moderna eran insignificantes en extensión. Es en cualquier caso el progreso, no la
diminuta chispa del comienzo, lo que nos interesa. Lo que importa son las circunstancias
siempre cambiantes que rodean a dicho proceso, los mercados, los recursos, la tecnología,
127 A. Gerschenkron (1968b), p. 210; W.O. Henderson (1967a), p. 204; Milward y Saul (1977), p. 395; M.
Lévy-Leboyer (1964), p. 104; Peter Borscheid (1978), p. 42 ss.; E. Lémonon (1913), p. 215; F. Vöchting (1951),
p. 92; H. Matis (1971), pp. 152-4; Berend y Ranki (1974a), p. 24 ss.; Haxthausen (1856), ii, pp. 177-8; Tugan-
Baranowski (1900), p. 520 ss.; Schulze-Gävernitz (1899), pp. 131, 141; Crisp (1976), pp. 167-9; Crisp (1978),
esp. pp. 326, 370 ss., 381, 402-3.
128 A. Gerschenkron (1966b), pp. 69-70.
129 Pavel Hapák (1978), pp. 321-7; A. Gerschenkron (1977), p. 46; H. Matis (1972), p. 427; M.C. MacLennan
(1968), pp. 43-4; Institut de... Sacré Coeur (1968), p. 278.
130 Por ejemplo, J.A. Dunlevy y H.A. Gemery (1978), p. 902; Svenningsen (1972).
LA CONQUISTA PACIFICA 297
la acción política, apropiados a cada fase, lo que permite que el progreso continúe o se
interrumpa. Estas circunstancias raramente operan todas en la misma dirección, y en la
Europa periférica estuvieron particularmente muy cerca de un equilibrio constante. Así, la
pregunta que se ha formulado con frecuencia de por qué Escandinavia se desarrolló con
tanto éxito y la península ibérica no lo hizo, no puede contestarse en términos de un único
factor. Ambas partieron de una posición semejante a mediados del siglo XIX: un gran
pasado imperial, pero un presente castigado por la pobreza y en gran medida agrícola, con
ricos recursos locales explotados por capital extranjero para mercados extranjeros, depen-
dientes de las economías adelantadas, con un clima extremado y malas facilidades de
transporte, y así sucesivamente. Pero las diferencias eran también multifacéticas. Por una
parte, las diferencias en el clima mental y político: la educación y la salud en el norte se
encontraban entre las mejores de Europa, había una Iglesia Protestante, un gobierno relati-
vamente democrático y no corrompido, y la mejor paz interior. Pero también había difer-
entes oportunidades de transporte en el norte, primeras materias diferentes, energía
hidráulica ilimitada, un clima distinto (aunque también inhóspito), y una estructura agraria
distinta, y la relación de variables potenciales podría ampliarse tanto como se quisiera.131
Fue la suma de todas ellas, o mejor dicho, puesto que interactuaban y se reforzaban mutu-
amente, fue su producto el que condujo al "éxito" o al "fracaso".
También los gobiernos estuvieron entre las variables operativas. Hemos visto antes132 que
en los países atrasados, sus acciones, no importa su grado de buena intención, podían
fácilmente empeorar el atraso, y no sería difícil demostrar cómo en los industrializadores
que tuvieron éxito el estado pudo no equivocarse, aun cuando casi todas sus acciones
parecen equivocadas. Así, en Italia o Francia, la acción positiva del gobierno meramente
ayudó a las regiones avanzadas, pero empeoró todavía más la situación del sur,133 mien-
tras que en Rusia, el omnipresente y opresivo aparato del estado hicksiano pudo conver-
tirse, como subrayó Gerschenkron,134 en el motor del crecimiento en el momento apropia-
do del "esfuerzo".
Incluso las guerras tuvieron sus impactos diferentes según el nivel relativo del desarrollo
económico alcanzado. Las grandes guerras francesas, como hemos visto, sirvieron para
subrayar el liderazgo de los británicos sobre los industriales del continente, de la misma
manera que las dos guerras mundiales del siglo XX contribuyeron a ensanchar el lideraz-
go de los americanos sobre los europeos. Rusia fue propulsada hacia adelante por dos
guerras perdidas, la de Crimea y la ruso-japonesa, porque las derrotas debilitaron a las
fuerzas tradicionalistas que se interponían en el camino de todo progreso,135 pero en su
tercera guerra importante, todo el sistema se hundió en 1917. También se ha sostenido que
131 Economic History (1978), tema B.7, p. 35; R. Cameron (1972), pp. 528-9; François Caron (1978), iv,
p. 102.
132 Cap. 5, última sección.
133 Francesco Vito (1968), p. 213.
134 Por ejemplo, A. Gerschenkron (1966b), pp. 47-62.
135 Olga Crisp (1972), pp. 437-8.
298 SIDNEY POLLARD
136 Aubin y Zorn (1976), p. 600; H. Matis (1972), p. 36; Matis y Bachinger (1973), p. 114; Milward y Saul
(1977), pp. 460-4; J. Nadal (1973), p. 543; J.C. La Force (1965), p. 177; Spulber (1966), pp. 67-8; Waltershausen
(1931), p. 348.