Cuento

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Érase una vez, en una ciudad bulliciosa llena de luces brillantes e infinitas posibilidades, vivían

dos mejores amigos, Alex y Jamie. Eran inseparables y compartían un amor por la aventura y
un entusiasmo por la vida que era francamente contagioso.

Alex y Jamie eran el tipo de amigos que podían terminar las frases del otro, que podían hacerse
reír hasta que les dolía el costado y que siempre se podía contar con ellos para apoyarse
mutuamente. Ambos eran jóvenes guapos y carismáticos, y nada les gustaba más que pasar los
fines de semana explorando juntos la vida nocturna de la ciudad.

Un viernes por la noche, llegaron a la ciudad con venganza, decididos a aprovechar al máximo
su fin de semana. Bailaron, bebieron y rieron, y sus espíritus se elevaban cada vez más a
medida que avanzaba la noche. Con el paso de las horas, se encontraron en su club favorito,
rodeados de amigos y buena música.

A medida que avanzaba la noche, Alex notó que Jamie parecía distraído. Siguió mirando a una
hermosa chica que estaba bailando con sus amigos cerca. Alex le dio un codazo y sonrió. “Ve a
hablar con ella, Jamie. Sabes que quieres hacerlo,Jamie negó con la cabeza,No puedo, Alex. Ni
siquiera sé su nombre.Alex le dio una palmada en la espalda. “Bueno, no hay mejor momento
que el presente para presentarte.

Jamie respiró hondo y se dirigió hacia la chica. Él la invitó a bailar y, para su deleite, ella dijo
que sí. Dieron vueltas y vueltas por la pista de baile, perdidos en su propio pequeño mundo.

A medida que avanzaba la noche, Alex observaba desde el margen, con una sonrisa en los
labios. Estaba feliz por su amigo, feliz de verlo tan vivo y lleno de alegría. Sabía que Jamie había
pasado por muchas cosas últimamente y estaba orgulloso de él por haber salido adelante.

Pero entonces ocurrió la tragedia. Cuando salían del club, un conductor ebrio se desvió hacia la
acera y los atropelló a ambos. Jamie murió instantáneamente y Alex fue trasladado de urgencia
al hospital con heridas graves.

Los días que siguieron fueron una confusión de dolor y pena. Alex no podía creer que su mejor
amigo se hubiera ido y no podía soportar la idea de vivir en un mundo sin él. Pasó horas
mirando la cama vacía de Jamie, con lágrimas corriendo por su rostro.

Y entonces, un día, sucedió algo extraño. Alex estaba acostado en su cama de hospital,
sintiéndose perdido y solo, cuando escuchó una voz,Alex, ¿puedes oírme?

Abrió los ojos y vio a Jamie parado allí, con el mismo aspecto de siempre. Pero había algo
diferente en él, algo etéreo y de otro mundo.

¿Jamie?,Susurró Alex, con la voz ahogada por la emoción.

“Sí, soy yo”, dijo Jamie, con una sonrisa triste en su rostro. Estoy aquí para decirte adiós, Alex.
No tuve la oportunidad de decirte lo mucho que significas para mí, lo mucho que te amo.

Alex sintió que las lágrimas corrían por su rostro. Yo también te amo, Jamie. Siempre lo he
hecho. Lo sé, dijo Jamie. Y estoy muy feliz. Pero ahora es el momento de irme. Tengo que
seguir adelante, encontrar mi lugar en el más allá.
Alex asintió, con el corazón cargado de tristeza. Lo entiendo. Pero nunca te olvidaré, Jamie.
Siempre estarás conmigo, en mi corazón y en mis recuerdos, Jamie sonrió, sus ojos brillaban de
amor. Gracias, Alex. Y siempre estaré contigo también. Por siempre y para siempre.

Y con eso, él se marchó. Alex yacía en su cama de hospital, con las lágrimas corriendo por su
rostro, pero una sensación de paz se había apoderado de él. Sabía que Jamie estaba en paz
ahora y que siempre estaría con él, en espíritu si no en cuerpo.

A medida que los días se convirtieron en semanas y las semanas en meses, Alex comenzó a
sanar lentamente. Extrañaba a Jamie todos los días, pero encontraba consuelo en los
recuerdos que habían compartido y en el amor que se tenían el uno por el otro,Y sabía que
Jamie estaba con él, cuidándolo y guiándolo en su viaje por la vida.

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