Cuando Judá Se Convierte en Israel
Cuando Judá Se Convierte en Israel
Cuando Judá Se Convierte en Israel
Resumen
Judá no siempre ha sido Israel. Los dos reinos surgieron separados el uno del otro, y
sólo cuando lo que llamamos Israel del Norte (Bit-Humri) llegó a su ocaso, Judá se convirtió
en Israel. Esta fusión cultural e histórica fue un proceso continuado, pero tuvo tres
momentos importantes: a) con las migraciones/escapadas de israelitas a Judá, tras el colapso
del 732 a.e.c. y el 722/720; b) con la reforma del rey Josías, cuando surgió la ideología del
Pan Israel; y c) en la convivencia entre deportados israelitas y judaítas en el exilio asirio. En
el periodo persa, Judá es ya una referencia para el territorio, e Israel se refiere al pueblo. A
finales del período persa surge el conflicto entre el Parvak de Jehud y el Medinta de
Shamrayn, sobre quién es el verdadero Israel, un conflicto que se agudiza con la dinastía
asmonea. Por lo tanto, es incorrecto utilizar el concepto Reino del Norte y Reino del Sur
para referirse a Israel y Judá.
Abstract
Judah has not always been Israel. The two kingdoms emerged separate from each
other and only when, what we have agreed to call Israel North [1] (Bit-Humri), came to its
end, did Judah become Israel. This cultural and historical fusion was an ongoing process,
but it had three important moments: with the Israelites migrations to Judah, after the
overthrow of 732 BC and 722/720; with the reform of King Josiah, when the ideology of
Pan Israel emerges; and during the coexistence between the Israeli and Judaits deportees in
Assyrian exile. In the Persian period, Judah will already be a reference for territory and
Israel for people. In the Persian-late period there arises the conflict between Jehud Parvak
and Shamrayn Medinta about who is the real Israel, a conflict that is intensified with the
Hasmonean dynasty. Therefore, it is incorrect to use the concept “Northern Kingdom” and
the Southern Kingdom” to refer to Israel and to Judah.
Consideraciones iniciales
La Biblia, y por tanto también los historiadores hasta los tiempos modernos, presentan
a Israel y a Judá como una gran entidad unitaria que se formó conjuntamente y que en el
transcurso de su historia se dividió en dos partes (1 Reyes 12). Sin embargo, es necesario
saber que Israel y Judá surgieron como dos reinos separados, y que nunca formaron una
unidad antes del reinado asmoneo (134-63), cuando Israel ya no era Israel y Judá ya no era
Judá. Esta premisa es fundamental para la comprensión de lo que pretendemos exponer en
este artículo.
Norte de Israel[2]
La aparición del Israel del Norte sigue siendo en gran medida una incógnita. Lo que se
sabe es que nació poco a poco en las tierras altas centrales de Canaán, en la región conocida
posteriormente como territorio de Benjamín, que se encuentra un poco al sur de la montaña
de Efraín, entre Betel, Hai y Guilgal. En la Biblia encontramos recuerdos antiguos que
señalan esta región como el lugar de nacimiento de Israel. Nos referimos, por ejemplo, a 1
Sam 9,1-(12)14. En esta unidad bíblica encontramos varias localidades morfológicamente
relacionadas: Gabaa de Saúl, Gabaa de Benjamín, Gabaa de Elohim, Geba y Gabaón. Todas
están en el territorio de Benjamín y todas tienen en común la raíz gb' (montaña). Por lo
tanto, según el relato bíblico, el comienzo de Israel, con Saúl como su jefe, podría
identificarse como "reino de la montaña" (KAEFER, 2016, p. 402-426).
Con Omrí comienza una poderosa dinastía, que gobernará durante unos cuarenta y dos
años (884-842). Omrí, Ajab, Ocozías y Joram serán los reyes de esta dinastía. Los años de
reinado de la dinastía Omrid serán los de mayor desarrollo del Israel del Norte. Es la primera
vez tenemos informaciones de fuera del mundo de la Biblia que confirman la fuerza de
Israel en este período.
Finalmente, con los Omridas, Israel Norte se convierte, por primera vez, en un estado
independiente, capaz de enfrentarse a los grandes reinos de la época, como Aram (Siria) y
Asiria. Israel Norte extiende las fronteras de su territorio: al oeste, hasta el mar
Mediterráneo; al norte, hasta Dan; al este, sobre Galaad; al sur, sobre Judá, Amón, Moab y
Edom, hasta el puerto de Aqaba. Es posible que los escribas de Josías, a finales del siglo VII
a.e.c., se inspiraran en la memoria de estos hechos para elaborar la teoría de la Gran
Monarquía Unida de los reinados de David y Salomón (DE MENDONÇA, 2017).
Según 2 Reyes 9-10, el último rey de la dinastía omrida fue Joram, que fue asesinado
por Jehú, el comandante de su ejército[6]. El hecho es que, tras el ascenso al poder de Jehú,
Israel Norte queda prácticamente reducido al territorio de Samaría, y los demás territorios
son dominados por Hazael (2 Re 10,32-33). Probablemente Israel Norte y Judá se
convirtieron en vasallos de Aram y le pagaron tributo (2 Re 12,18-19; 13,3). Con Jehú, otra
Casa asume el poder en Israel Norte. Jehú es de la Casa de Nimsi, una familia poderosa
conocida en la Biblia (2Reyes 9,2.14) y que tenía su base en la ciudad de Rehov [7] (MAZAR;
PANITZ-COHEN, 2007; KAEFER, 2016, p. 39-48).
Cuánto tiempo duró el dominio arameo sobre Israel y Judá, y con qué intensidad... es
difícil de saber con exactitud. Lo que sí se sabe es que hubo constantes conflictos entre
Aram y Asiria, especialmente en la época del rey Salmanasar III (858-824), como demuestra
la famosa batalla de Qarqar en el 853 a.e.c. entre Asiria y una coalición coordinada por
Aram e Israel.
Tras la muerte de Jehú (842-814), su hijo Joacaz (814-800) y su nieto Joás (800-788)
reinaron en su lugar. Durante el reinado de Joás, Asiria experimentó un fuerte desarrollo
económico y político, y comenzó a tomar los territorios de Aram. Uno de los grandes
responsables del crecimiento político asirio es el rey Adad-Nirari III (810-783). Israel se
independiza entonces del dominio arameo y se convierte en vasallo asirio. Este cambio fue
positivo para Israel Norte, ya que le permitió recuperar el control de los antiguos territorios
que habían sido tomados por los arameos (2 Re 13,3-5). Es entonces cuando sube al trono
Jeroboán II, el reinado más largo de la historia en Israel Norte (788-747). Aunque el escritor
deuteronomista trata el reinado de Jeroboán II de forma muy negativa, no puede ocultar la
magnitud de sus logros: "Jeroboán restauró las fronteras de Israel desde la entrada de Hamat
hasta el mar de Arabia" (2 Re 14,25a). Esto también lo confirman los escritos encontrados
en Kuntillet 'Ajrud, como se ha visto más arriba. Es decir, Jeroboán II restablece en buena
parte las fronteras del antiguo territorio omrida, que más tarde serán atribuidas a Salomón (1
Re 5,1; 8,65).
Prueba de ello son los 63 óstracos de este período encontrados en las excavaciones de
Samaría en 1910. Estos óstracos registran la existencia de un sofisticado sistema de
recaudación de tributos destinados a Samaría y pagados por los terratenientes, cuyos
nombres aparecen en estos óstracos.
El Imperio Asirio
La muerte de Jeroboán II coincidió con el ascenso al poder del rey asirio Tiglat-Pileser
III (745-727)[8], quien, al igual que Hazael, llegó al trono como un usurpador. Tiglat-Pileser
III retomó una ideología impresa por Salmanasar III, basada en el dominio universal del
Dios Asur, que se había convertido en la cabeza suprema del panteón sumerio, destronando
a Enlil. Asur era el Dios de todas las tierras y el rey asirio era considerado la extensión del
poder de Asur. Esta ideología, Asur-rei-expansión-dominación, se expresa en el ritual de
coronación del rey asirio: "rey de las cuatro direcciones". Tiglat-Pileser III fue el primero en
exigir este título, después de Salmanasar III, casi cien años después (ASTER, 2017, p. 12-
14). El imperio asirio se sirve de esta ideología para imponer su dominio universal, sin
precedentes. Al norte llega hasta Urartu (Armenia); al oeste, hasta el mar[9]; al este, hacia
Elam (Irán); al sur, hasta las fronteras de Egipto.
Con las conquistas y deportaciones asirias, hubo una gran desbandada de Israel Norte
hacia Judá. La prueba de ello es el enorme aumento de población, tanto en la ciudad de
Jerusalén como en el interior de Judá (FINKELSTEIN, 2008, p. 499-515). Aunque algunos
sostienen que este aumento se debió a la migración de la población de la costa mediterránea
al interior de Judá (FAUST, p. 2015, pp. 765-789; NA'AMAN, 2007, pp. 21-56), no parece
haber duda de que el gran contingente procedía tanto de la capital de Samaría como de las
zonas interiores de Israel Norte. Aunque la mayor leva debió de producirse tras la caída de
Samaría, 722/720, es probable que ya hubiera comenzado con las conquistas asirias del 732.
Además, es de imaginar que Judá era sólo uno de los destinos de los fugitivos, el más
cercano. Otros grupos debieron trasladarse a Egipto (Jer 24; 44), Moab, Edom... territorios
que no habían sido anexionados por los asirios.
Los relatos bíblicos parecen guardar silencio sobre esta huida de la población de Israel
Norte a Judá (SCHÜTTE, 2012, p. 57). Esto parece intencionado, ya que tampoco se
menciona a los deportados/masacrados asirios en territorio judío, especialmente en la región
entre Gezer y Hadid, como veremos más adelante. Quizá los relatos, como los de Os 9,1-6;
Am 2,4-6; Mic 2,7; 3,1.9-12 etc., son reflejos de este contexto de deportación y huida.
Se cree que el desplazamiento masivo de la población israelita fue una de las razones
del enorme aumento de la población y del avance económico que Judá logró en este período.
Otro factor fue la integración de Judá en la vasta red comercial asiria. Todo esto llevó a Judá
a una etapa de desarrollo nunca antes alcanzada.
Cabe imaginar que entre los emigrantes había técnicos, escribas, ingenieros, etc., un
cuerpo de profesionales mucho más cualificado que el que existía en Judá. ¿Se habría
desarrollado la escritura en esta época en Judá, como parecen suponer los libros proféticos
más antiguos, como Oseas y Amós, el Primer Isaías, parte de la historiografía, etc.? Es
posible que así fuera, como afirma Johannes Renz (1997), que trata de demostrar mediante
el estudio paleográfico la influencia de la tradición de la escritura de Israel Norte en Judá. Al
llevar las tradiciones del Israel Norte a Jerusalén, los escribas habrán iniciado la integración
de las dos historias.
Nos parece que este fue el primer –y quizás el mayor– momento de integración
poblacional y cultural entre Israel y Judá. Incluso es de suponer que los israelitas tuvieron
una gran influencia en la rebelión de Judá contra Asiria en el año 704 a.e.c. Esto, a nuestro
entender, explicaría el motivo de la revuelta judaíta, ya que Judá se vio enormemente
favorecida por la política del imperio asirio, y no habría motivos para rebelarse. La
incitación de los refugiados israelitas, que albergaban un gran odio contra los asirios, llevó al
gobierno de Ezequías a la rebelión. De hecho, según 2 Reyes 21,19, la nuera del rey
Ezequías, madre del rey Amón, su nieto, era natural de Jatbah, una localidad de Israel Norte,
lo que podría ser una prueba de la presencia en Jerusalén de familias ricas procedentes de
Israel Norte (SCHNIEDEWIND, 2011, p. 105-115).
Este fue, por tanto, el comienzo y el momento más importante de la fusión histórica y
cultural entre Israel Norte y Judá. Algunos factores fueron ciertamente determinantes para
hacer posible esta integración: la proximidad territorial, cuando, para la población en
general, las fronteras no estaban bien definidas, o ni siquiera existían; el factor lingüístico, se
hablaba la misma lengua en Israel y en Judá[11], con alguna posible diferencia de acento (Jue
12,5-6; FREVEL, 2018, p. 397-426); el largo y casi permanente dominio de Israel Norte
sobre Judá, que llevó a una continua presencia de funcionarios de un reino en la capital de
otro reino; y, finalmente, la creencia en los mismos dioses, con el predominio de Yahvé, el
Dios nacional, con la posible diferencia en la forma de culto de un santuario (Samaría,
Betel) a otro (Jerusalén).
El segundo momento de fusión más intenso tuvo lugar en el reinado del rey Josías
(640-609). Aunque el poder económico de Judá durante el reinado de Josías era mucho
menor que en el período de Ezequías, la reforma josiana (2 Re 22-23) desempeñó un papel
teórico mucho mayor que la de Ezequías. Fue con Josías cuando se introdujo la idea del Pan-
Israel, con el engrandecimiento de la dinastía davídica, hasta el punto de convertirse en un
hito en la historia de Judá y en la literatura bíblica. Es comprensible que detrás de esta
ideología hubiera un proyecto político expansionista de los gobernantes de Jerusalén. Para
consolidar este proyecto, se llevó a cabo una reforma religiosa, en la que la familia del
Shaphan desempeñó un papel decisivo. Es una presencia constante, desde el hallazgo del
libro en 2 Reyes 22,8-10, donde se menciona el nombre de Safán no menos de ocho veces,
hasta el declive del reino, con la conquista babilónica. La familia ejercía el papel de escriba
o secretario de la corte (Jer 26,24; 29,3; 36,10.11.12.25; 39,14; 40,5.9.11; 41,2; 46,3). Sus
descendientes siempre aparecen mencionados como hijo de Shaphan (Ben Safan). Según las
recientes investigaciones realizadas en los óstracos de Arad por el equipo del Departamento
de Arqueología de la Universidad de Tel Aviv, se produjo un gran desarrollo de la escritura
en Judá durante este período.
El proyecto expansionista de Josías no tuvo éxito. Aunque, según 2 Reyes 23,15.19-
20.29, durante un breve período, Josías pudo haber logrado extender su dominio hasta
Meguidó. Si es así, entonces, por primera vez en la historia, Judá habrá reinado sobre parte
del territorio del antiguo Israel. Con éxito o no, la ideología del Pan-Israel creada por los
ministros de Josías sobrevivió y se consolidó, hasta el punto de ser plenamente asimilada por
la literatura bíblica posterior. Así, la función de la reforma de Josías fue más ideológica que
real. Sin embargo, fue crucial para que las generaciones futuras asimilaran la historia de un
Israel único.
El contacto que se estrechó entre Israel Norte y Judá con la migración hacia el sur tras
la toma de Samaria, también parece haber ocurrido con relativa intensidad entre los
deportados israelitas y judaítas. Como se ha visto, con Tiglat-Pileser III (744-727) se
establece un nuevo modelo político en Asiria, que se caracteriza por la anexión de los
territorios conquistados y la deportación o reasentamiento de parte de su población. Los
anales asirios muestran una intensa actividad de traslado de personas de un lugar a otro. Los
lugares conquistados eran repoblados con poblaciones de otras regiones, en un movimiento
circular: los habitantes del territorio A eran trasladados al territorio B, que a su vez eran
trasladados al territorio C, que eran trasladados al territorio A, etc. Todo formaba parte de un
proyecto de asiriarización de la población y de sus territorios.
El texto bíblico que puede servir de referencia sobre los lugares a los que fueron
deportados los israelitas es 2 Reyes 17. Cabe señalar que, con toda probabilidad, los vv. 7-
23, que tratan de la causa de la ruina de Israel Norte, con fuerte énfasis en el culto practicado
allí, son añadidos. Por tanto, el v. 24 debe ser continuación del v. 6. El primero (v. 6) trata de
los lugares a los que fueron deportados los israelitas: "En el noveno año de Oseas, el rey de
Asiria tomó Samaría y deportó a Israel a Asiria, y los hizo habitar en Halah y en el Habor,
junto al río Gozán, y en ciudades de los medos; y el segundo (v. 24), de los lugares de donde
vinieron los deportados a Samaría: "Y trajo al rey de Asiria de Babilonia, y de Cutah, y de
Avah, y de Hamath, y de Sefarvaim". Todos estos eran nuevos territorios que Sargón II
había conquistado. En otras palabras, la política asiria tras una nueva conquista consistía en
trasladar a la población de un territorio recién conquistado a otro.
Existe un gran debate entre los investigadores sobre la inversión real de los asirios en
Israel y Judá tras la conquista y sobre el número de los deportados (GADOT, 2017, p. 103-
113; FAUST, 2011, p. 62-86). La tendencia es que el número de extranjeros traídos era
mucho menor que el de israelitas y judaítas deportados.
Por lo que muestran los resultados arqueológicos, la región más septentrional, como la
alta Galilea, tras ser conquistada fue abandonada. El mayor número de asentamientos se
concentró en la región entre Gezer y Hadid, al sur de la ladera de Samaría. La mayoría de los
textos administrativos del gobierno asirio se encontraron allí (ASTER; FAUST, 2015, p.
292-308). La importancia de esta zona se debió probablemente a su ubicación cerca de la
llamada Via Maris, tanto para el control de la carretera como para el mantenimiento de
tropas militares que sirvieran de base avanzada para impedir la movilidad de las tropas
egipcias en la región. Además de ser un territorio muy fértil, entre la baja y la alta Sefelá, la
presencia permanente del ejército asirio garantizaba la seguridad de la población. Por lo
tanto, el mayor asentamiento de colonos extranjeros parece haberse producido en esta zona.
También era allí donde se recogía el tributo anual que provenía de los vasallos de los
territorios del sur, como Gaza, Ashkelon y Asdod, y desde allí se enviaba en grandes
caravanas a Asiria (FAUST, 2015, pp. 765-789; ASTER; FAUST, 2015, pp. 292-308).
Como ya se ha mencionado, entre los samaritanos también había mucha mano de obra
cualificada, especialmente en el campo de la ingeniería. Como resultado, Sargón II parece
haber hecho uso de esta mano de obra para la construcción de proyectos estatales, como es
el caso de la construcción de su ciudad, en el sitio conocido como Dur-Sharrukin "la
fortaleza de Sargón", a unos 20 km al noreste de Nínive. La nueva capital era un complejo
de varios edificios para la realeza y los oficiales del ejército, entre ellos el palacio de Sargón
II. Una correspondencia muy deteriorada de esa época hace referencia a la participación de
los deportados samaritanos en la construcción de esta ciudad (ALBENDA, 2003, p. 5-13)[13].
Deportaciones de Judá
No escuchéis a Ezequías, he aquí que así dice el rey de Asiria: Haced conmigo la
bendición y salid hacia mí, y comed cada uno de su vid, y cada uno de su higuera, y cada
uno beba agua de su pozo. Hasta que venga y te lleve a una tierra como la tuya, una tierra de
grano y mosto, una tierra de pan y viñedos, una tierra de olivos y miel, y vivirás y no
morirás.[14] Y no escuchéis a Ezequías, pues os incita diciendo: 'Yahvé nos librará'.
Del mismo modo, es muy probable que los deportados mantuvieran un contacto
relativamente amplio con su tierra natal. Este contacto tenía lugar principalmente a través de
las autoridades de Judá y Samaria, llamadas embajadores, que viajaban anualmente a la
capital asiria para entregar elevados tributos, recibir la domesticación y jurar lealtad. La
reunión anual en el palacio del rey, era el medio más eficaz para transmitir la ideología asiria
a sus vasallos, que a su vez la transmitían a sus subordinados (ASTER, 2017, p. 11-18).
También es posible que existiera alguna expectativa por parte de los exiliados de un futuro
retorno[15], que poco a poco se convirtió en una tradición del retorno del exilio de Israel
Norte[16]. También es posible que, años después, esta tradición influyera en el regreso de los
exiliados de Babilonia.
Como es bien sabido, la administración persa era diferente a la de los imperios que la
precedieron. Las deportaciones, al menos en lo que respecta a Judá y Samaria, no formaban
parte de la estrategia política persa, que permite el regreso de los exiliados y la
reconstrucción de Jerusalén. Sin embargo, es importante tener en cuenta que el Judá del
período persa ya no es el mismo Judá del período asirio. Han pasado sesenta años. Los que
regresan no son los que fueron al exilio, los que viven en Judá, no son los mismos que se
quedaron cuando Jerusalén fue tomada. Además, es difícil saber el número de los que
regresaron y que realmente participaron en la reconstrucción, que fue lenta y larga. Judá se
llama ahora Jehud Parvak "Provincia de Judá" (LIPSCHITS; VANDERHOOFT, 2011). La
información de Esdras y Nehemías sobre el inicio de la reconstrucción refleja probablemente
una realidad mucho más tardía de lo que se afirma en los dos libros (FINKELSTEIN, 2018).
Del mismo modo, la Samaría del período persa ya no es la misma que antes del 720
a.e.c., aunque gran parte de su cultura, incluida la religiosa, debe haberse conservado
(LEITH, 2014, pp. 267-304). Ahora se llama Shamrayn Medinta, pero sigue siendo fuerte y
más importante para el dominio persa que Judá. También es posible que en este primer
período en la relación entre Samaría y Jerusalén no existiera la tensión que relatan los libros
de Esdras y Nehemías. Esta tensión es probablemente un reflejo del conflicto que se formó
con la dinastía asmonea, a partir del 135 a.e.c., cuando Judá se convirtió en un estado
independiente e inició una política expansionista y conquistadora, que culminó con la
destrucción del templo samaritano del monte Garitzim en el 128 a.e.c. Con la dinastía
asmonea, Jerusalén retoma la ideología del Pan-Israel, introducida por el rey Josías, pero
ahora sin el énfasis del protagonismo davídico, ya que los asmoneos no eran de ascendencia
davídica. También es cuando se intensifica la disputa sobre quién es el verdadero Israel. Es
decir, en este periodo, la idea de que Judá es Israel, ya está forjada. Es probable, pues, que
con los asmoneos nazca la expresión "hijos de Israel" (benei Israel), en paralelo con el
concepto "hebreos" (Gn 1,13; 39,14.17; 40,15; 41,12; 43,32; Ex 1,15.19; 2,6.11.13),
posiblemente un poco más antiguo. Mientras que en Os 2-4 hay una clara distinción entre
"hijos de Judá" e "hijos de Israel", en Ex 2,1-13; 2,23-24; 3,9 etc., los "hijos de Israel"
representan un solo pueblo. Así, también la expresión "ancianos de Israel" (Ex 3,16)
significará un grupo de un pueblo. Desde entonces, Judá se convirtió en una referencia a un
territorio, y el pueblo pasó a llamarse Israel. Con ello, el pasado histórico de dos pueblos se
convirtió en uno solo.
Si no hubo una monarquía unida, tampoco hubo dos reinos, el del Norte y el del Sur.
Israel y Judá surgieron como dos reinos separados, y nunca formaron una unidad. Mientras
existió, Israel Norte siempre fue más poderoso económica y políticamente que Judá. Y en
dos períodos reinó sobre Judá: durante el reinado de la dinastía Omrid y durante el reinado
de Jeroboán II. Judá sólo cobró protagonismo a partir del 732 a.e.c., cuando Israel Norte fue
derrocado por Asiria y su territorio se redujo drásticamente, y sobre todo a partir del
722/720, cuando Samaria fue conquistada, pasando a ser territorio anexionado de Asiria.
Con la conquista de Samaría, el reino de Israel, que llamamos Israel Norte, más
precisamente Bit-Humri, llega a su fin, aunque parte de su población nativa sigue viviendo,
en la ahora llamada provincia de Samaría, con su cultura y sus creencias. Sin embargo, una
gran parte de la población emigra/huye a Judá. La población campesina, al interior; y la
élite, a la capital, Jerusalén. Entre estos últimos, escribas y mano de obra cualificada, que
traen consigo la cultura y la historia de Israel Norte. Se produce el primer y más importante
momento de fusión cultural entre Israel y Judá.
El segundo momento ocurrió durante el reinado de Josías, quien, con el propósito de
conquistar los territorios del norte, creó la ideología del Pan-Israel. A partir de entonces,
Israel se convirtió en una nomenclatura para designar una unidad territorial, dividida en dos
reinos, de un solo pueblo y una sola religión.
La fusión de la cultura y la historia del norte de Israel y de Judá también tiene lugar
entre los israelitas y judaítas deportados, que se asentaron en los mismos territorios asirios, y
en un espacio de tiempo muy corto. Así que en el exilio babilónico la distinción entre los dos
reinos casi no existe.
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[2] Cuando nos referimos a Israel Norte, nos referimos al Israel anterior al 722/720,
cuya denominación más exacta sería Bit-Humri (Casa de Omrí), tal y como lo designaron
los asirios hasta su caída. Después de 722/720, además de continuar un Israel en Samaria y
la región, probablemente diferente del Israel de antes, también Judá se convertirá en Israel,
que es el tema que estamos tratando de mostrar.
[3] Muros con foso, como en Jezrael, Jahaz y Atarauz, y puertas de seis cámaras, como
en Megidó, Gezer, Hazor y Jezrael.
[7] Situado en el centro del valle de Betshan, a tres kilómetros del río Jordán.
[9] El primer interés asirio es la conquista del territorio arameo, en vista del acceso al
mar y, en consecuencia, al rico comercio marítimo de Occidente.
[11] Así como en los reinos vecinos, como muestra el análisis epigráfico de la estela
moabita del rey de Mesa.
[13] Tras la muerte de Sargón II, sus sucesores volvieron a trasladar la residencia de la
realeza a Nínive y Nimrud.
[15] Hay textos en los libros de Isaías y Jeremías que parecen referirse a esto (cf. Is
11,11-13; Jer 3,6-13.18.19-25; 31,1-22; 2,4; 18,11.6; 23,8; 2 Re 17,28).