Espiritualidad y Teología
Espiritualidad y Teología
Espiritualidad y Teología
cuál es la situación actual del debate sobre la eutanasia yendo más allá de una
mera repetición de argumentos ya conocidos, así como para quien quiera poder
argumentar mejor la posición eclesial en este tema. [Gonzalo Villagrán, sj]
Alta vendita. Y las notas en que alude a sus fuentes son poco serias. Siendo
filósofo, no parece aplicar el arte de saber distinguir suficientemente entre
lo que es una noticia o rumor de los periódicos o de la gente, y los que es un
documento serio. Y en los serios, entre lo que entiende significar el autor y lo que
se le tribuye por interpretaciones más o menos tendenciosas. Así va mezclando
verdades y suposiciones o inventos, con lo cual pierde credibilidad en sus propias
afirmaciones.
Respetando la buena intención de poner en guardia contra las infiltraciones
que han existido y pueden existir en cualquier institución seria, el resultado es
crear sospechas contra Papas como Juan XXIII, Pablo VI, o Juan Pablo II, ya
reconocidos como Santos, o teólogos como De Lubac, Martini, von Balthasar,
etc.; o llamar la “Mafia de San Galo” a la reunión de cardenales convocada en
1995 a esa ciudad suiza, y a los allí reunidos considerarlos “criptomodernistas”.
Aunque en los “Apéndices” del libro se muestre más respetuoso con muchos.
Taylor manifiesta gran facilidad para llamar masón, o considerar influido
por los infiltrados o los modernistas a cualquier autor o autoridad, aunque
sea el Concilia o documento oficial de la Iglesia, que proponga algún cambio
o novedad en la liturgia, en las doctrinas o ideas nuevas. Como si todo sea
peligroso o malo, lo que no se ha hecho o pensado hasta ahora, o no se pudiera
avanzar o mejorar lo que hacemos, sin considerar los motivos positivos por los
que se ha tomado tal o cual decisión o cambio. Como si a situaciones, o culturas
nuevas, no hubiera que dar respuestas diversas o tratar de mejorar las que se han
dado hasta ahora.
Por todo ello no me parece recomendable la lectura de este libro, pues la
posición vital que muestra en sus juicios y en la postura finalmente recomendada
”reconocer y resistir” no deja al lector la paz y la confianza que comunica Cristo.
Buena es la vigilancia, pero también la confianza y la paz con las que desea Cristo
que vivamos en la Iglesia y su Magisterio, que “quien lo escucha, escucha a Él”
(Lc 10,16). No es buena postura considerarse siempre mejor que lo que determine
la autoridad. Y sospechar de todo; pues hay que ser prudentes como la serpientes,
pero también “sencillos como las palomas” (Mt 10,16). [ M. Ruiz Jurado S.I.]
Foubert, J. Dire ce qui est cache. Homélies 1966–1980, Paris : Beauchesne édi-
teur, 2020. 424 pp.
En estas homilías se transparenta el espíritu que animaba a Jean Foubert,
alguien con capacidad para acoger tanto el mundo profano como el religioso,
sin por ello sustraerse a su propia confesión religiosa. Sabía salir al encuentro
tanto del ateísmo positivo como del agnosticismo o de posiciones religiosas
diferentes entre sí, así como de la propia que él profesaba. Estaba convencido
de que la búsqueda de la Verdad le permitía estar abierto a cualquier expresión
humana capaz de conectar con quien él conocía como «más Grande que él»,
permitiéndole así habitar en su propio interior y cambiarlo a fondo con su acción
salvífica. Tenía el don de descubrir trazas de la presencia divina, tanto en cosas
como acontecimientos o personas y esto le permitía estar perennemente abierto a
la trascendencia. Cuando se encontraba con casos de rechazo frontal a Dios, sabía
descubrir bajo esa apariencia desconcertante la veta auténticamente religiosa
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antiterrorista específica, con vigilancia tanto de los ciudadanos como de todo lo que
pudiera tener relación con ellos. En las controversias que siguieron en Dinamarca
se fue imponiendo la opinión de que la religión debería ser considerada como un
asunto privado, por la sensibilidad que despertaban motivos claramente religiosos
en relación con los atentados. Si a esto se suma la aparición de nacionalismos
y particularismos, como el que dio lugar al Brexit británico, o al programa
del presidente norteamericano, impulsor de la idea de volver a hacer grande a
América, la impresión general es que no sería fácil encontrar elementos de unidad
de cohesión social, más aún si se considera que la ética universal se encontraba
en conflicto con la cada vez mayor valoración de la ética particular. El elemento
posible cohesionador de la sociedad lo busca el autor en la tradición ética luterana,
que concede una gran importancia a la tradición de la ley natural y que pone un
énfasis especial en la dimensión universal de la ética social. Por eso se esfuerza en
presentar argumentos que apoyan al mismo tiempo la unidad y la diferencia que
coexisten en la forma en que Bonhoeffer presenta su comprensión de los orígenes
de la ética cristiana. Desde su punto de vista las dimensiones natural y divina
resultan esenciales para una comprensión teológica cristiana de la realidad. Con
esto a la vista el autor intenta explorar una tercera vía, buscando un fundamento
para una ética social cristiana que permita mantener simultáneamente la unidad
y la diferencia entre lo que es válido universal o particularmente, convencido
como está de que es posible superar la dicotomía de la que se parte. Para esto
se apoya en las aseveraciones del concilio de Calcedonia, cuando se afirma que
Jesús tiene una naturaleza divina y otra humana sin confusión, cambio, división
ni separación. De esta manera la ética social cristiana que propugna supondría
un continuo intercambio entre lo universal y particular, que llevaría a dicho tipo
de ética a mantenerse en diálogo continuo y en actitud de apertura hacia todo
aquello que pudiera provenir de otros puntos de vista, contribuyendo a solucionar
los problemas con elementos de la tradición propia. De esta manera se llevaría
a cabo la reconciliación del mundo con Dios en Cristo, de la misma manera que
la divinidad y la humanidad actuaron de forma perfectamente integrada en su
persona. [Ignacio Jiménez]
interior del hombre, en donde en la parte superior estaba la razón, y cómo ésta
estaba encargada de dominar las pulsiones más bajas, siendo la más baja la ira,
que además hay que desvincular de la justicia. Va analizando esta idea.
El capítulo IV, “La pasión del fin del mundo”. Tratar el tema de la ira dentro
del cristianismo. Lo primero que hace es recurrir al tema del juicio final, donde
la “ira única” vendrá para hacer la criba final. Pasando por otros momentos en
los que en la Biblia se relatan momentos de ira, como en el Paraíso y la condena
de la serpiente y la expulsión de Adán y Eva, contra lo egipcios cuando cruzan
el mar Rojo, contra los propios israelitas cuando se vuelven contra Dios. Pasa a
enlazarlo con la ira como técnica del poder, poniendo ejemplos actuales como
el de los tuits de Donald Trump. Analizando ¾seguidamente¾ como la ira está
presente en nuestro mundo actual. Se detiene brevemente en la paradoja de cómo
toda violencia resulta traumática, hasta que somos nosotros quienes la ejercemos,
pasando de ser algo inmoral a moral. Terminando por decirnos que la ira apunta
a las junturas del mundo.
El último de los capítulos, el quinto, bajo el título: “La ira amiga”, comienza
con una descripción de la degradación de la ira. Después nos hace ver que la ira
es algo que tenemos, y que no nos podremos deshacer de ella, y por lo tanto inútil
que intentemos destruirla, lo mejor es hacerse amigos de ella. Retoma ejemplos de
la literatura clásica griega, de la que había partido al inicio de la obra. Poniendo
seguidamente ejemplos del mundo actual en los que se puede apreciar esa relación
con la ira.
Por último, recomendar la lectura de este ensayo de rápida lectura, muy ase-
quible a un público general, pero que, al mismo tiempo, nos ayuda a profundizar
en nosotros mismos y, con ello, a poner nombre a las pasiones que sentimos.
[Miguel Córdoba Salmerón]
Quadri, L. Una fabula mystica nel Seicento italiano. Maria Maddalena de Pazzi e
le Estasi (1609–1611). Firenze: Leo S. Olschki Editore, 2020. XVII+320 pp.
La primera biografía de Maria Maddalena de Pazzi se sitúa en un contexto
histórico en el que la Iglesia Católica, tras la reforma del Concilio de Trento,
subraya los ejemplos de santidad que se dan en su seno como un argumento a
favor de su valía frente a otras religiones, culturas o pueblos. San Juan de Ávila
ponía el acento en este aspecto de la vida de la Iglesia Católica, afirmando
contundentemente en su obra Audi filia, que en ningún otro lugar fuera de ella
podrían encontrarse personas de una santidad tan elevada ni en tanto número
como se daban dentro de ella. El siglo XVI es particularmente rico en biografías
de santos, entre los que brillan con luz propia los tres grandes maestros españoles:
Ignacio de Loyola, Teresa de Ávila y Juan de la Cruz. Las biografías de este
tiempo tenían en cuenta siempre las críticas lanzadas desde el mundo protestante,
intentando mejorar constantemente la presentación de los santos de la época ante
sus lectores. Curiosamente la figura de Maria Maddalena de Pazzi estuvo durante
mucho tiempo ausente de los ámbitos de la cultura religiosa italiana, a pesar
de que su primera biografía fue compuesta solamente dos años después de su
muerte y en ella es posible comprobar lo acertadamente sistematizados que están
los textos que describen sus experiencias extraordinarias. Este olvido se debió
sobre todo a que los primeros historiadores de la literatura mística durante el
siglo XIX insistieron en devaluar el mismo fenómeno místico que estudiaban. Es
importante tener en cuenta que el modelo de santidad que presentan los biógrafos
depende en gran parte de los documentos en los que se inspiren: diarios sobre la
experiencia mística, transcripción de las visiones, cartas o relatos hagiográficos.
De esta manera es evidente que, al estudiar los fenómenos extraordinarios de
los místicos, deberían estudiarse igualmente los géneros literarios con los que se
busca transmitir dichos fenómenos místicos. Esto puede comprobarse al comparar
las dos primeras biografías de Maria Maddalena, que fueron publicadas a dos años
de distancia la una de la otra: 1609 y 1611, ambas a cargo de Vincenzo Puccini.
Mientras la de 1609 tiene la estructura propia de una biografía, la de 1611 añade
a la biografía una antología de textos con amplios resúmenes de sus Estasi, casi
como si pretendiera apoyar el valor de los textos en la santidad de su autora. La
selección que hizo Puccini de los textos procedía de cuatro volúmenes muy gruesos
de los cuales él seleccionó, según afirmó «las cosas más dignas». En todo caso es
pertinente recordar que Maria Maddalena no escribió ninguno de estos textos, ya
que todos ellos fueron dictados oralmente a compañeras del convento. La doble
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nuestra propia salud mental ya que nos revela el grado de nuestra energía. El
trastorno mental nos arruina la sexualidad, del mismo modo que el sexo sin salida
afectiva, sin ningún tipo de cariño conduce a la locura. La autora concluye el
ensayo resaltando que el deseo de los hombres es automático y el de las mujeres
está siempre en el cerebro. En definitiva, la lujuria es un lujo bastante complicado
puesto que está atravesado principalmente de dos cosas, el poder y el dominio.
[Miguel Alarcón Castellano]
San Alberto Magno. Marial. Las glorias de la Virgen María. Madrid: EDIBESA,
2019. 298 pp.
Nos encontramos con una obra clásica, considerada uno de los primeros tra-
tados sistemáticos sobre María atribuida a San Alberto y hoy cuestionada en su
genuina autoría, aunque esta selección de textos del Marial que se ofrece sigue
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