Cien Años de Filologia
Cien Años de Filologia
Cien Años de Filologia
COLECCIÓN ACTAS
José M.ª Enguita (Eds.) conferencias impartidas en el
José-Carlos Mainer
en Aragón, dedicado a analizar los
hitos más destacados de la Filología
aragonesa a lo largo del siglo XX.
Cien años de Filología en Aragón El lector encontrará en este libro
VI Curso sobre Lengua y Literatura capítulos sobre sus figuras más
representativas en la investigación
en Aragón literaria y lingüística y en la edición
de textos. Además, contribuciones
que informan sobre otros aspectos
de especial relevancia para la
Filología aragonesa de esta centuria,
tales como las actividades del
f
interés de los investigadores
extranjeros por las hablas
pirenaicas y por los textos
medievales, la labor de los
bibliógrafos aragoneses, la
COLECCIÓN ACTA S
INSTITUCIÓN
FERNANDO
EL CATÓLICO
ISBN: 84-7820-827-5
,!7II4H8-caichc!
Cien años de Filología en Aragón
VI Curso sobre Lengua y Literatura
en Aragón
COLECCIÓN ACTAS
F I LO LO G Í A
Esta publicación recoge las conferencias pronunciadas en el
VI Curso sobre Lengua y Literatura en Aragón.
Cien años de Filología en Aragón,
celebrado durante los días 29 de noviembre-1 de diciembre de 2000
en el Aula Magna de la Facultad de Filosofía y Letras
de la Universidad de Zaragoza.
Fueron organizadas por:
Tomás Buesa Oliver (Director de la Cátedra «Manuel Alvar»)
José-Carlos Mainer (Director de la Cátedra «Benjamín Jarnés»)
José M.ª Enguita Utrilla (Secretario)
Sección de Filología
Institución «Fernando el Católico»
Cien años de Filología en Aragón
VI Curso sobre Lengua y Literatura
en Aragón
FICHA C ATALOGRÁFIC A
© Los autores.
© De la presente edición, Institución «Fernando el Católico».
I.S.B.N.:84-7820-827-5
DEPÓSITO LEGAL: Z-612-06
IMPRESIÓN: Cometa, S.A. Zaragoza.
Con este Curso sobre Lengua y Literatura en Aragón, dedicado a Cien años de
Filología en Aragón, son ya seis los que han celebrado las Cátedras filológicas vincu-
ladas a la Institución «Fernando el Católico», lo que demuestra, una vez más, la
amplitud de miras de este Centro, la vitalidad de sus órganos académicos, la admi-
rable permeabilidad entre la Universidad y la Institución y, sobre todo, la genero-
sidad de quienes, en un número que resulta reconfortante, perseveran en seguir
estos Cursos.
Seis cursos significan también que nuestro tema está lejos de agotarse. Y no
porque, en ningún caso, se haya recurrido a patriotismos de campanario que algu-
nos quisiéramos saber trasnochados, pero que se obstinan en permanecer entre
nosotros. Ya saben nuestros habituales que, en el trabajo de estas Cátedras, esta-
mos lejos de creer en la legitimidad del gentilicio «aragonés» adjunto a los térmi-
nos «literatura» o «lengua», si previamente no se hacen las muchas matizaciones del
caso: no creemos en un remedo localista de las lenguas o las literaturas naciona-
les, cuando sabemos que incluso las más estables de unas y otras son hijas de las
mudanzas de la historia y de complejos procesos que no pueden ser reemplaza-
dos por el voluntarismo de unos aficionados.
Conviene advertirlo de nuevo a la hora de presentar un elenco de conferencias
cuyo título es, de suyo, muy explícito. Julián Gállego dijo que había más aragone-
ses profesores que escritores. Y José Manuel Blecua subrayó —en un ensayo de
caracterización de las constantes de la literatura regional— la marcada proclividad
de esta a la confección de normativas poéticas: no debe ser casual que, en pleno
Barroco, Gracián escriba la Agudeza y arte de ingenio, que es un tratado de escri-
tura conceptista ilustrado con ejemplos; que abra la mejor época de nuestro XVIII
la Poética de Ignacio de Luzán; y que, en el declive del Romanticismo, Miguel
Agustín Príncipe se dedique a los estudios de versificación y componga su Arte
métrica dialogada, que acompaña sus Fábulas en verso castellano y en variedad de
metros. ¿Acaso somos propicios los aragoneses a la organización en general: sea
de los asuntos políticos, sea de los problemas literarios o sea incluso del gobierno
de las vidas ajenas? Pensemos, al respecto, que Aragón ha dado más técnicos de
[5]
PRÓLOGO
administración que políticos de primer rango (y que incluso cuando los ha dado,
han sido más reformadores sistemáticos que líderes con carisma: el Conde de
Aranda puede ser un ejemplo). Y pienso que tampoco habrá de ser casual que pro-
cedan de cabezas aragonesas el Catecismo del Padre Jerónimo Martínez de Ripalda,
La familia regulada de Jerónimo de Arbiol o el Camino de José María Escrivá de
Balaguer, tres paradigmas de libros de doctrina y piedad muy ortodoxas que han
conocido éxitos editoriales inusuales. O, si se quiere ejemplo más reciente e inclu-
so cercano a la temática de este volumen, da que pensar sobre nuestra tendencia
innata al orden el hecho de que hayan sido aragoneses los tres últimos directores
de la Real Academia Española, antecesores del actual que profesó algún tiempo en
la Universidad de Zaragoza: Pedro Laín Entralgo, Manuel Alvar y Fernando Lázaro
Carreter (a cambio, en la Academia solo hay un creador aragonés, Antonio
Mingote, que —de hecho— es un moralista como todo hombre de humor). ¿Quizá
por todo esto la nuestra es tierra de filólogos, lo que vale decir de indagadores de
normas —y transgresiones— en el marco de la lengua y la literatura?
En cualquier caso, nos pareció que la persistencia de una tradición próxima de
notables estudiosos de la Filología merecía un recordatorio cumplido. Se adverti-
rá, por otra parte, que aquí el concepto de lo aragonés es muy flexible y amplio:
unas veces concierne al nacimiento del autor y no a la temática de su obra (María
Moliner, de la que este año se celebra el centenario de su nacimiento); en otras
ocasiones, hay una coincidencia —siempre parcial— de lugar de origen y temáti-
ca profesional; en otras, celebramos un avecindamiento que ha tenido honda
repercusión en la vida aragonesa. Pero también se abordan temas generales (el
desarrollo inicial de los estudios lingüísticos aragoneses o la notabilísima ejecuto-
ria de la bibliografía literaria), instituciones (como es el caso del Archivo de
Filología Aragonesa, recién cumplido su primer medio siglo) o la singularísima vin-
culación de los estudios árabes a la ejecutoria de estudiosos aragoneses, sin que
tal hecho haya tenido la continuidad que merecía.
Los directores de las Cátedras «Manuel Alvar» y «Benjamín Jarnés» y el secreta-
rio de la sección de Filología quieren expresar su gratitud a todos los que han con-
tribuido al proyecto: al director de la Institución, a los profesores que han acepta-
do encargarse de las conferencias y a quienes nos han honrado con su participa-
ción. Al iniciar su trabajo, se pusieron en contacto epistolar con los maestros cuya
obra iba a ser estudiada y que están, admirablemente activos como siempre, entre
nosotros. De ellos recibimos su plácet y sus ánimos: agradecemos que apreciaran
en nuestro propósito un voto de admiración pero, sobre todo, de continuidad. Es
hermoso y propio de la condición universitaria que los más jóvenes sigan, crítica-
mente por supuesto, sobre las huellas de una tradición de esfuerzo. Tuvimos la
infinita suerte de contar en la presidencia del acto inaugural con la presencia —al
lado de la Decana de la Facultad de Letras, la doctora Luisa María Frutos, hija del
inolvidable catedrático de Filosofía que supo estudiar a Calderón y Guillén— de
[6]
CIEN AÑOS DE FILOLOGÍA EN ARAGÓN
[7]
«POR LA COPIA». LOS HALLAZGOS DE
RICARDO DEL ARCO
1
Utilizando el feliz sintagma que titula la excelente monografía de Ignacio Peiró (Los guardia-
nes de la historia. La historiografía académica de la Restauración, Zaragoza, IFC, 1995), donde se per-
fila e interpreta un periodo de prácticas historiográficas comprendido, año arriba, año abajo, entre 1877
y 1910, y donde, sin lugar a dudas, debe incluirse la labor de Ricardo del Arco.
2
Ibidem, p. 112.
[9]
JUAN C ARLOS ARA TORRALBA
toriador3 —y, claro es, de filólogo—. Erudito, según los parámetros arriba apunta-
dos, es el adjetivo que más le cuadra y por el que él mismo laboró.
De hecho, la infancia de Ricardo del Arco fue en sí misma arqueológica y docu-
mental. Nacido en Granada el 27 de mayo de 18884, era hijo de Ángel del Arco, a
la sazón ayudante del Museo de Granada y a los pocos años director del Museo
de Tarragona, ciudad a donde se trasladó la familia. Tuvo a mano por entonces las
colecciones de excerpts más estimadas, las recogidas en ese mundo de revistas
nacionales de prestigio (la de la Academia y la de Archivos, Bibliotecas y Museos),
las de sus émulas locales, regionales o comarcanas, los discursos más académicos
y ateneísticos y, para nuestros intereses, los beneméritos volúmenes de la
Biblioteca de Autores Españoles. Con aquella oratoria inconfundible y aquellos
métodos de anticuario convivió del Arco durante años. Lógica fue la elección de
la carrera de Filosofía y Letras cursada en la Universidad de Valencia, y lógico el
destino de opositor al Cuerpo de Archiveros.
Lograda la plaza, tomó posesión el 18 de abril de 1908, y el 9 de mayo se le
nombraba archivero de la delegación de Hacienda de Huesca. En ese preciso
momento Ricardo del Arco cumplía los dos requisitos inexcusables para el inicio
de una fecunda actividad de erudito y transcriptor: una formación documentalista
sellada con la obtención de un destino de archivero y, lo que tal vez sea más
importante, el hallazgo de un yacimiento apenas explotado. Y es que Huesca, a la
altura de 1908, era todavía un lugar virgen en lo que respectaba a la exhumación
de códices y manuscritos. La desamortización sacó a la luz civil multitud de libros,
cartularios y códices que ni los bienintencionados liceístas de 1840 —con
Bartolomé Martínez Herrero a la cabeza— ni la lánguida e inoperante Comisión de
Monumentos de 18445 lograron aprovechar salvo para la escritura de un puñado
de poemas y dramas historicistas. Aun así, buena parte de aquellos quedaron cus-
todiados en la Biblioteca del Instituto bajo la sabia dirección de Mateo Lasala, el
hijo de un viejo liceísta, e incluso se vieron incrementados los fondos por las dona-
ciones de Valentín Carderera. Otra cosa distinta, sin embargo, fue su utilización,
muy accidental y descuidada en el caso de los catedráticos de instituto Cosme
Blasco y Carlos Soler, o excesivamente amateur en el de Gregorio Gota Hernández
3
Como lo hizo Mariano Burriel en el escasamente bienintencionado artículo necrológico en el
que repasó con sutil ironía la trayectoria de Ricardo del Arco al hilo de sus yacimientos documentales
(«La preparación bibliográfica y documental de los escritos de del Arco», Argensola, 25 (1956), pp. 55-
66).
4
La más atinada biografía de del Arco continúa siendo la pergeñada por Federico Balaguer
(«Breve nota biobibliográfica sobre Ricardo del Arco», Argensola, 25 (1956), pp. 5-54) a escasos meses
de la muerte del erudito.
5
De hecho, él mismo trazó una sumaria historia de esta institución: Reseña de la Comisión pro-
vincial de Monumentos históricos y sobre el Museo Arqueológico Provincial de Huesca (1844-1922).
Seguida de un apéndice, Huesca, Vicente Campo, 1923.
[ 10 ]
«POR L A COPIA». LOS HALL AZGOS DE RIC ARDO DEL ARCO
6
Cf. el artículo señalado en la nota 3.
[ 11 ]
JUAN C ARLOS ARA TORRALBA
bre de 1907, del testamento de Carlos Benito González de Posada7. El «Por la copia»
que rubrica la escritura se erige en cifra de lo que será toda una producción inmen-
sa y acumulativa.
Ciñéndonos a asuntos que en verdad han pasado a ser apropiados por la his-
toria de la literatura, pronto Ricardo del Arco se topó con una de las figuras dilec-
tas y aun modelo de su propia afición, Vincencio Juan de Lastanosa. Echando
mano de Latassa y del historiador Blancas, comenzó a publicar en 1910 los prime-
ros datos acerca del escritor oscense8. Con estos y otros derivados del hallazgo del
libro de Andrés de Uztarroz acerca del Monumento de los Santos Justo y Pastor
(1644)9, pudo confeccionar, por simple acumulación, el opúsculo de 191110. Al
poco, y tras terminar la interesante serie de «la imprenta en Huesca»11, aporta y aco-
pia nuevos datos sobre Lastanosa, espoleado por cierto pugilato erudito con el his-
panista francés Adolphe Coster. Así, citando a Coster12, transcribe documentos y
protocolos íntegramente, sin apenas comentario13. En otras ocasiones, por ejemplo
7
Ricardo del Arco y Garay, «Testamento de D. Carlos Benito González de Posada», Boletín de la
Real Academia de la Historia, 52 (1908), pp. 51-61.
8
Ricardo del Arco y Garay, «Don Vincencio Juan de Lastanosa. Apuntes bio-bibliográficos [I]»,
Boletín de la Real Academia de la Historia, 56 (1910), pp. 301-337; «Don Vincencio Juan de Lastanosa.
Apuntes bio-bibliográficos [II]», Boletín de la Real Academia de la Historia, 56 (1910), pp. 387-427; «Don
Vincencio Juan de Lastanosa. Apuntes bio-bibliográficos [y III]», Boletín de la Real Academia de la
Historia, 56 (1910), pp. 506-524.
9
Ricardo del Arco y Garay, «El cronista Andrés de Uztarroz», Boletín de la Real Academia de la
Historia, 57 (1910), pp. 257-277.
10
Ricardo del Arco y Garay, Don Vincencio Juan de Lastanosa; apuntes bio-bibliográficos,
Huesca, Leandro Pérez, 1911.
11
Serie subtitulada como el libro de Gregorio Gota, Huesca, apuntes para su historia, siempre
silenciado por del Arco: Ricardo del Arco y Garay, «La imprenta en Huesca: apuntes para su historia [I]»,
Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos (3.ª época), 1-2 (1911), pp. 137-149; «La imprenta en Huesca:
apuntes para su historia [y II]», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos (3.ª época), 3-4 (1911), pp. 350-
359.
12
Adolphe Coster, «Antiquaires d’autrefois a propós de quelques lettres inédites de François Filhol,
hebdomadier de Saint-Etienne de Toulouse, au chroniqueur d’Aragon D. Francisco Ximénez de Urrea»,
Révue des Pyrénées, XXIII (1911). Determinados e inoportunos comentarios de Ricardo del Arco en el
prólogo a la traducción española del Baltasar Gracián de Coster (Zaragoza, Institución «Fernando el
Católico», 1947) corroboran la típica rivalidad entre eruditos por acotar sus yacimientos. Del Arco peleó
por su ámbito solitario de erudito local frente a Gregorio Gota, Luis Mur o Gregorio García Ciprés, entre
otros. Acerca del rifirrafe con Gota, vid., Juan Carlos Ara Torralba, «Sinfonías legendarias en tono menor:
La Campana de Huesca (1893-1895), glorias y miserias de la primera y postergada revista ilustrada de
la provincia», Alazet. Revista de Filología, 7 (1995), pp. 9-55. Una breve reflexión acerca de lo que supo-
nía —y supone— el ser erudito local, en Juan Carlos Ara Torralba, «El paradigma del erudito local», 4
Esquinas. Revista de Huesca, 111 (febrero-marzo de 1998), pp. 32-33.
13
Ricardo del Arco y Garay, «Más datos sobre D. Vincencio Juan de Lastanosa», Linajes de Aragón,
III, 9 (1912), pp. 142-148; «Más datos sobre D. Vincencio Juan de Lastanosa (continuación)», Linajes de
Aragón, III, 10 (1912), pp. 162-168; «Más datos sobre D. Vincencio Juan de Lastanosa (continuación)»,
Linajes de Aragón, III, 11 (1912), pp. 181-187; «Más datos sobre D. Vincencio Juan de Lastanosa (con-
tinuación)», Linajes de Aragón, III, 12 (1912), pp. 201-205; «Más datos sobre D. Vincencio Juan de
[ 12 ]
«POR L A COPIA». LOS HALL AZGOS DE RIC ARDO DEL ARCO
Con este talante curioso, ameno, peregrino e interesante, proliferaron los ar-
tículos indeterminados, de un tal, un cual, nuevos tales, nuevos cuales, noti-
cias…16 que cifraban una absoluta indeterminación de hallazgo, una causalidad de
casualidades inventadas e inventariables. Faltaba plan porque el sentido general de
la historia se entendía como dado y era imposible modificarlo salvo en las minu-
cias eruditas de acopio, terreno de feroz pugilato y rivalidad entre profesionales y
amateurs. Por descontado, lo mismo podemos decir de las aportaciones de del
Arco a la historia literaria, como las nuevas noticias acerca de Lastanosa que dio a
conocer en 1914, resultado de otra transcripción de un manuscrito hallado en la
Biblioteca Nacional de Madrid17.
Rectifiquemos: sí, existía plan para Ricardo del Arco; pero este se sustentaba en
un falso positivismo delirante, en la decisión de repasar individualmente todos y
Lastanosa (continuación)», Linajes de Aragón, III, 13 (1912), pp. 221-229; y»Más datos sobre D.
Vincencio Juan de Lastanosa (conclusión)», Linajes de Aragón, III, 14 (1912), pp. 240-245.
14
Ricardo del Arco y Garay, «El historiador oscense Francisco Diego de Aynsa», Nuestro Tiempo,
164 (1912), pp. 157-166.
15
Ricardo del Arco y Garay, «Honras fúnebres de la reina doña Isabel de Borbón, esposa de Felipe
IV (año 1644)», Linajes de Aragón, IV, 8 (1913), p. 152.
16
Así, por ejemplo, «Un documento interesante», Linajes de Aragón, IV, 3 (1913), p. 60;
«Documentos inéditos del Archivo Municipal de Huesca», Linajes de Aragón, IV, 14 (1913), pp. 274-275;
«Noticia de algunos documentos interesantes», Boletín de la Real Academia de la Historia, 59 (1912),
pp. 5-20; y»Un arqueólogo ilustre: el conde de Guimerá», Revista de Historia y de Genealogía Española,
7 (1913), pp. 249-260, et sicut de ceteris.
17
Ricardo del Arco y Garay, «Noticias inéditas acerca de la famosa biblioteca de D. Vincencio Juan
de Lastanosa», Boletín de la Real Academia de la Historia, 55 (1914), pp. 316-342. Reproducido en el
número 1 del volumen VII de Linajes de Aragón (1916), pp. 3-20.
[ 13 ]
JUAN C ARLOS ARA TORRALBA
cada uno de los protocolos, códices y libros que cayesen en sus manos. Como
maliciosamente recordaba Burriel, a quien del Arco debía bastantes manuscritos de
la biblioteca que custodiaba,
Nuestro biografiado tuvo una sencilla, no arrogante, manía de completar publica-
ciones ya existentes sobre historia de Aragón, pero, a decir verdad, la tuvo también
de completarse a sí mismo. Resultaban estas ampliaciones verdaderas exigencias de
sus inacabables lecturas, y en todas ellas (hemos de anotarlo) el detalle cronológico,
el punto de vista histórico y, sobre todo, el tono evocador y emotivo gana puntos […].
En la rica Biblioteca Capitular hojea cartularios y manuscritos, y en la lectura de estos,
se va encariñando con las instituciones eclesiásticas cesaraugustanas, como antes lo
hizo con las oscenses; en la del Seminario de San Carlos se entusiasma con el rico
donativo de Roda y sus notables joyas bibliográficas del Renacimiento, y en la enton-
ces Provincial y Universitaria, en la que le ha introducido su compañero de Cuerpo y
de actividades goyescas, el señor Jiménez Catalán, se traza un plan vasto de lectura,
verdaderamente excedido: todos los cronistas del Reino, todas las obras clásicas de
historia, todas las «memorias» y los libros «de gestis» de la Universidad, todos los
manuscritos (antiguos y modernos), todas las ediciones zaragozanas y… todo lo que,
después de incesantes consultas de los abundantes repertorios bibliográficos, creía
que podía saciar su creciente afán de lector. Y el plan, en cierto modo, se cumple.
Hasta el día de su muerte nuestro compañero había de ser el más constante prestata-
rio y el lector más asiduo de las obras de historia y de arte18.
Completar la serie, sin otro plan que la busca de trapero de la historia, que el
del hallazgo interesante o peregrino. El mismo Ricardo del Arco había anotado el
desmesurado propósito en un artículo de 1916, primeramente publicado en el
Heraldo de Aragón:
La época actual, en punto a las disciplinas que se llaman Historia y Arte (como
en otras muchas), es de investigación, de renovación, de revisión de valores, y en
cierto modo de rehabilitación. No habían de quedar apartados de esa general
corriente, cuando un caudal enorme de doctrina se esconde todavía en esas fuentes
que se llaman archivos, y no escasean (antes al contrario) los trabajadores con voca-
ción para estos estudios […]. ¡Cuántos libros no desfilan, entre el incienso del polvo
secular, sin contener nada útil al intento! […] Job es, sin duda, el abogado de estos
menesteres19.
18
Mariano Burriel, art. cit., pp. 58 y 61-62.
19
Ricardo del Arco y Garay, «La cultura, la investigación histórico-artística y los archivos de pro-
tocolos notariales», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, (3.ª época), 34 (1916), pp. 157-162.
20
Ricardo del Arco y Garay, «Los amigos de Lastanosa: cartas interesantes de varios eruditos del
siglo XVII», Revista Histórica, 1 (1918), pp. 284-317.
[ 14 ]
«POR L A COPIA». LOS HALL AZGOS DE RIC ARDO DEL ARCO
La ilusión por exhumar y leer todos y cada uno de los documentos listos para
su transcripción había de tener, por fuerza, un sentido más allá del arqueológico-
documental. Había que captar la energía que animaba la codicoteca española, la
linealidad suprahistórica o, mejor, el marco-friso donde recolocar las teselas de la
historia de España, también de su historia literaria. En estas coordenadas da co-
mienzo la segunda de las fases en la trayectoria de Ricardo del Arco, situada entre
los años de 1919 y 1933 y caracterizada por un alargamiento del radio en las ambi-
ciones y los yacimientos. Ahora es Zaragoza y Aragón el círculo concéntrico en el
que desarrolla sus actividades nuestro erudito. Son los años del aragonesismo de
Ricardo del Arco, del II Congreso de Historia de Aragón, del desfonde y rebusca
en bibliotecas y archivos zaragozanos, de un conservadurismo progresivo acorde
con los tiempos de la Dictadura de Primo de Rivera. Ricardo del Arco se acomoda
sin dificultad entre el grupo de los sucesores de Menéndez Pelayo, de los historia-
dores anticuarios y genealogistas, de un Arte Español y un Modernismo castizo que
aspira a una nueva Fiat Hispania a través del pastiche, de la recuperación aparen-
temente acrítica del sentido nacional21.
Ahora las transcripciones se trufan con comentarios que pretenden ir más allá
del documento, que insinúan su «aire» moral y nacional dentro de una cabalgata
(intra)histórica bien dibujada por José Garnelo en su significativo cuadro «La cul-
tura española a través de la historia». Allí, desde los iberos hasta el siglo XX, com-
parecen en admirable compañía y convenientemente alineados según la cronolo-
gía de izquierda a derecha (como en una escritura ortodoxa), los que se entienden
como principales representative men de nuestro devenir nacional. En el modo lite-
rario, por supuesto, son Ricardo León y Azorín22 los maestros en el arte de lo clá-
sico y moderno, en la figuración del transcurrir español en viñetas impresionistas
o pastiches runflantes. Aparte del estilo, Ricardo del Arco estima y aprende de ellos
el remedo de lo que se entiende por modo antiguo y prestigioso, el cómo no apa-
rentaba anacronismo la afirmación de lo vetusto, de qué manera se podía hacer
historia remedando a las figuras venerandas (Zurita, Uztarroz…).
Evocación, imitación azoriniana, escritura de fugaces instantáneas de historia
vívida, convicción de que los documentos que trabaja en el fondo y la forma son
21
Vid., para este y otros aspectos aledaños, Juan Carlos Ara Torralba, El modernismo castizo.
Fama y alcance de Ricardo León, Zaragoza, PUZ, 1996, pp. 193-227.
22
Acerca de la presencia de sus modos en la literatura de los principales parroquianos de la cul-
tura oscense de la segunda y tercera décadas del siglo, como del Arco, Manuel Banzo o el mismo y
juvenil Sender, vid., Juan Carlos Ara Torralba, «Flores y espinas (1877), de Antonio Gasós Espluga (1850-
1931). Edición y estudio», Alazet. Revista de Filología, 9 (1997), pp. 35-74; «El alféizar sentimental del
upetista Amayur (Manuel Banzo Echenique, 1889-1965)», Alazet. Revista de Filología, 10 (1998), pp.
9-26; y «Un no poema no exhumado de Ramón J. Sender, aproximación a la relación de sus colabora-
ciones en La Tierra durante el segundo semestre de 1922 y algunos datos más sobre su compañero de
adolescencia Manuel Banzo Echenique», Boletín Senderiano, 11 (1999), pp. 353-361.
[ 15 ]
JUAN C ARLOS ARA TORRALBA
A partir de 1919, por lo dicho, abundan los comentos morales y patrióticos aña-
didos a las exhumaciones, que parecen dar a estas un sentido superior. Algo de
eso hay en el artículo dedicado a Malón de Chaide a propósito de las pesquisas
en torno a Beatriz Cerdán, religiosa cisterciense en Casbas a quien el autor dedi-
có su Conversión de la Magdalena24. En otros casos, sin embargo, continúa con la
simple tarea de transcriptor, como cuando reproduce documentos acerca de mis-
terios, autos sacramentales y otras fiestas celebradas en la catedral oscense entre
1581 y 169025. Nada dice de su naturaleza, de su función, de lo que representaban.
Arranca el artículo con un «Conocidos son…» estos festejos y, tras la consabida
transcripción, lo cierra con un lacónico «Eran frecuentes en todas las ciudades estas
representaciones». Un documento más para la serie, en efecto. Otro tanto podemos
decir del apunte biográfico acerca de Isidoro de Antillón, donde da lo que prome-
te en el título, una relación de grados académicos alcanzados por el turolense26.
23
Ricardo del Arco y Garay, «Siluetas de Gracián», Estudio, 79 (1919), p. 47.
24
Ricardo del Arco y Garay, «El Padre Malón de Chaide: nuevos datos para su biografía», Estudio,
77 (1919), pp. 342-362.
25
Ricardo del Arco y Garay, «Misterios, autos sacramentales y otras fiestas en la Catedral de
Huesca», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, (3.ª época), 4-6 (1920), pp. 263-274.
26
Ricardo del Arco y Garay, «Isidoro de Antillón y Calomarde en la Universidad de Huesca»,
Boletín de la Real Academia de la Historia, 84 (1924), pp. 539-551.
[ 16 ]
«POR L A COPIA». LOS HALL AZGOS DE RIC ARDO DEL ARCO
27
Recuérdese que en 1923 se edita la primera serie de El Genio de la Raza. Figuras aragonesas,
Zaragoza, Heraldo de Aragón, a la que seguiría una segunda en 1926 (con un «juicio» liminar de Azorín)
y la tercera, póstuma, de 1956, editada por la Institución «Fernando el Católico» como homenaje al autor.
Por otro lado, Ricardo del Arco recogería buena parte de sus colaboraciones en El Noticiero en Temas
aragoneses, Zaragoza, El Noticiero, 1953.
28
No es de extrañar que Ricardo del Arco colabore a la sazón en el Boletín de la Sociedad
Española de Excursiones con, entre otros, el artículo «La pintura mural en Aragón» (32, 1924, pp. 221-
237). También colaboraría en Peñalara, y en punto al arte español y al repunte del coleccionismo de
prestigio, en Arte Español y en Coleccionismo.
29
De hecho colaboraría en el volumen-homenaje a Bonilla editado en 1927 (Madrid, Jaime Ratés)
con el artículo «Escritos inéditos del célebre Antonio Agustín: correcciones a los comentarios de cronis-
ta Blancas y apuntes heráldicos».
30
Acerca de Hispania, de su caracterización y colaboradores, vid. Juan Carlos Ara Torralba, op.
cit., pp. 453-455.
31
Ricardo del Arco y Garay, «Un aragonés, renovador del gusto literario», Aragón. Órgano Oficial
del «Círculo de Aragón», 47 (1925), pp. 39-42. Reproducido en el número 9-10 (1925), pp. 6-8 de
Hispania.
32
Ricardo del Arco y Garay, «Víctor Balaguer en San Juan de la Peña», Hispania, 13 (1925), pp.
25-27.
33
Ricardo del Arco y Garay, «Bécquer en el monasterio de Veruela», Hispania, 11-12 (1925), pp.
39-42.
34
Ricardo del Arco y Garay, «Un célebre santuario español: la iglesia del Pilar de Zaragoza»,
Hispania, 7 (1925), pp. 25-28.
35
En 1919 publicaba un libro de título revelador: La Covadonga de Aragón: el Real Monasterio de
San Juan de la Peña, Jaca, F. de las Heras, 1919.
[ 17 ]
JUAN C ARLOS ARA TORRALBA
que el de Séneca o el de Marco Aurelio, esos cantos líricos que exaltaron el pasado
y sublimaron el arte medioeval con dulcísimos sones o con trenos briosos»36. En el
Aragón zaragozano, años más tarde y muerta Hispania y su director Adolfo Bonilla,
continuaría nuestro erudito su peregrinaje por el elocuente paisaje nacional, por la
literatura de las «piedras viejas»37, con los ejemplos bien de Cánovas y San Pedro el
Viejo de Huesca38, bien de Campoamor en el Monasterio de Piedra39.
Afectaba por entonces del Arco tal aragonesismo que, por primera vez, hizo
acompañar el gentilicio al apellido de Gracián para explicar su peculiar sentido, su
incontestable carácter. Lo hizo en 1922, con ocasión del ciclo de conferencias
dedicado al autor de El discreto y publicado cuatro años más tarde40. Él mismo se
encargaría de reseñar elogiosamente el libro colectivo41. Otro libro con el gentili-
cio aragonés en el rótulo marca el límite de esta segunda fase de la producción
historiográfica de del Arco. Es el caso de uno de los libros más consultados de
nuestro erudito, La erudición aragonesa en el siglo XVII en torno a Lastanosa42, pri-
mero de los monumenta «filológicos» donde acopió la multitud de trabajos de
busca, rebusca y copia editados hasta el momento. Fue un libro aragonés pero que
marca, como mandaban los tiempos de 1934 y la ideología de del Arco, el lógico
españolismo del futuro. Así, en el preámbulo del volumen, Ricardo del Arco se
cuida, y mucho, de señalar el «españolismo en la manera de ser, de sentir y de
expresarse»43 de Lastanosa. Este era un «tipo bien español» estudiable cuando «no
quedan sino el territorio y la raza»44.
Los fastos del tercer centenario de la muerte de Lope de Vega en 1935 señalan
el inicio de la tercera y última fase en la producción erudita de Ricardo del Arco.
36
Ricardo del Arco y Garay, «Víctor Balaguer…», art. cit., p. 25.
37
Es necesario recordar que ya en 1913, y en colaboración con el escritor Luciano Labastida
Oliván, había confeccionado Ricardo del Arco una suerte de guía a medio camino entre el Pro Patria
excursionista nacional y el más diletante y moderno touring: El Alto Aragón monumental y pintoresco,
Huesca, Justo Martínez, 1913.
38
Ricardo del Arco y Garay, «Cánovas del Castillo en el monasterio de San Pedro el Viejo de
Huesca», Aragón, 132 (1936), pp. 181-182.
39
Ricardo del Arco y Garay, «Campoamor en el monasterio de Piedra», Aragón, 144 (1937), pp.
163-165.
40
Baltasar Gracián: escritor aragonés del siglo XVII. Curso monográfico, Zaragoza, Diputación
Provincial, 1927. La contribución de Ricardo del Arco se tituló «Gracián y su colaborador y mecenas», y
aparecía en las pp. 131-158.
41
Ricardo del Arco y Garay, «Un libro sobre Gracián», Aragón. Órgano oficial del «Círculo de
Aragón», 65 (1927), p. 6.
42
Madrid, Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, 1934. Y no debe olvi-
darse el capítulo VII («La Literatura») con el que contribuyó al libro Aragón (Geografía, Historia, Arte),
Huesca, Vicente Campo y Cía, 1931.
43
Ibidem, p. 5.
44
Ibidem, p. 6.
[ 18 ]
«POR L A COPIA». LOS HALL AZGOS DE RIC ARDO DEL ARCO
45
Ricardo del Arco y Garay, La sociedad española en las obras dramáticas de Lope de Vega,
Madrid, Escelícer, 1941, p. 3.
46
Ibidem, p. 4.
47
Ibidem, pp. 150-151.
48
Ibidem, pp. 152 y ss.
[ 19 ]
JUAN C ARLOS ARA TORRALBA
fía secundaria, en este caso los por entonces clásicos estudios de Menéndez
Pelayo (sigue su edición «mayor» de las obras, así como la de Cotarelo), Schevill,
Rennert-Castro, González de Amezúa, Pfandl o Entrambasaguas.
Ahora bien, según señalábamos, el observar la literatura como simple «periodis-
mo» de época49, esto es, como documento incluso ancilar respecto de otros raros,
curiosos y peregrinos, echa a perder este y otros estudios de del Arco. De hecho,
en 1941 este trabajo no dejaba de ser un anacronismo al fundarse en presupues-
tos añejos, aquellos que podían observarse en el auténtico modelo de la labor filo-
lógica de del Arco, el estudio académico de Adolfo de Castro, Discurso acerca de
las costumbres públicas y privadas de los españoles en el siglo XVII, fundado en el
estudio de las comedias de Calderón (Madrid, 1881). Es muy posible que leyese el
discurso de Castro en su juventud tarraconense y seguro que desde entonces no
modificó su predisposición a un modo periodístico de leer, ya no digo de interpre-
tar, literatura. Solo así se entienden afirmaciones como la que sigue:
Lope supo espiritualizar poéticamente la historia. Presenta el cuadro más poético
de la cultura de su pueblo. Puso a la vista la historia verdadera y la legendaria de
España, de cada provincia, de cada ciudad, de modo que se le puede llamar cronis-
ta. Toda peculiaridad, toda costumbre, todo hábito de su tierra encontró lugar en su
producción teatral50.
49
Ibidem, p. 247 y sigs.
50
Ibidem, p. 221.
51
Ricardo del Arco y Garay, «La estética en el Genio de la Historia de Fray Jerónimo de San José»,
Revista de Ideas Estéticas, 8 (1944), pp. 33-59.
52
Ricardo del Arco y Garay, «La sociedad española en Tirso de Molina (concluirá)», Revista
Internacional de Sociología, 8 (1944), p. 176.
53
Ibidem, p. 179.
54
Ricardo del Arco y Garay, «La sociedad española en Tirso de Molina (continuación)», Revista
Internacional de Sociología, 10 (1945), pp. 459-477.
55
Ricardo del Arco y Garay, «La sociedad española en Tirso de Molina (conclusión)», Revista
Internacional de Sociología, 11-12 (1945), p. 359.
[ 20 ]
«POR L A COPIA». LOS HALL AZGOS DE RIC ARDO DEL ARCO
ña, «cuando todavía era admirada y temida», en Tirso «el brillo localista y de actua-
lidad no es meramente descriptivo; realza el efecto artístico de la comedia»56.
No debe olvidarse que en estos primeros años de la posguerra Ricardo del Arco
ofrece al nuevo estado dos aportaciones en las que se figura a la perfección la idea
de la cabalgata de la historia, del desfile de figuras «con carácter» en el friso nacio-
nal. Fueron la Grandeza y destino de España57 y La idea de imperio en la política
y la literatura españolas58. Hubo de gustar a del Arco el prólogo de la primera, fir-
mado por el charlista Federico García Sanchiz, pues el valenciano le comparaba
con «el inmortal don Marcelino». Por lo demás, la Grandeza y destino de España
pretendía ser triaca contra estudios muy otros acerca del alma nacional, como los
del nefando Rafael Altamira, de tal modo que la historia y la literatura corrobora-
sen indefectiblemente «la magnífica nacionalidad católica e imperial» y otras «carac-
terísticas de la raza española». La Historia de España y la Psicología del pueblo
español de Altamira se critican sin cesar59, pero sin contraponer argumentos de
fuste, puesto que, como era de suponer, el libro se sustenta en la pura tautología,
en lindezas como la que sigue: «España como estilo es actuar ‘a la española’, de
modo homogéneo a como actuaron nuestros antepasados»60.
Tal vez este «modo homogéneo» justifique el prestigio del pastiche rancio, de cómo
del Arco suspiraba por ser un Latassa, un Uztarroz, un Jerónimo de San José del siglo
XX. Y a ello se aplicó al refundir una nueva summa, pero ahora ya no de friso ara-
gonés, sino netamente español: La erudición española en el siglo XVII y el cronista de
Aragón Andrés de Uztárroz61. Libro este bastante útil por el acopio indiscriminado,
por un primer capítulo que contiene alguna solitaria y atinada observación acerca del
erudito del siglo XVII, pero cuya estructuración remeda el modo de los vetustos ana-
les. Año por año, hasta el de la muerte de Uztarroz en 1653, se allegan anécdotas e
infinitos manuscritos y noticias. Sin otro plan que el de completar y completarse, la
summa termina siendo varia, miscelánea abigarrada donde se acumulan apéndices
y más apéndices para señalar el lugar de «Uztarroz en el cuadro de la erudición».
Otro cuadro delirante se dibuja en La idea de imperio en la política y la litera-
tura españolas. En esta cabalgata de figuras desde el Imperio Romano hasta
Francisco Franco, la «Advertencia preliminar» de del Arco es documento precioso
de cómo nuestro erudito entendía su cometido. Para él, «la depuración de la his-
toria patria es empresa a la que somos llamados todos los españoles que sentimos
56
Ibidem.
57
Madrid, Escelicer, 1942.
58
Madrid, Espasa-Calpe, 1944.
59
Especialmente en las pp. 270-271 de la edición citada.
60
Ibidem, p. 272.
61
Madrid, Instituto Jerónimo Zurita, 1950.
[ 21 ]
JUAN C ARLOS ARA TORRALBA
62
P. 11 de la edición citada.
63
Ibidem, pp. 12-13.
64
Ricardo del Arco y Garay, «Jovellanos y las Bellas Artes», Revista de Ideas Estéticas, 13 (1946),
pp. 31-64.
65
Ricardo del Arco y Garay, «Ideario literario y estético de José Mor de Fuentes», Revista de Ideas
Estéticas, 22-23 (1947), p. 397.
[ 22 ]
«POR L A COPIA». LOS HALL AZGOS DE RIC ARDO DEL ARCO
tual»66, sigue con el fusilado de pasajes de la Poética y termina con forzadas coin-
cidencias entre el carácter de Gracián y el de Luzán; como Nicolás de Azara, donde
efectúa el consabido expolio, no sólo de libros de Azara («dice Azara», «entiende
Azara», «escribe Azara»…) sino del reciente estudio de Carlos Corona, para concluir
que Nicolás de Azara fue «una de las mentes europeas más preclaras del siglo
XVIII, en que el achaque del criticismo produjo los contrasentidos y paradojas a
que aludió el gran polígrafo español [Menéndez Pelayo, claro es]»67.
Tras el relativo suceso de sus exploraciones por la literatura «periodística» de
Lope y Tirso, Ricardo del Arco se atrevió, con idéntica y ligera impedimenta críti-
ca, con Cervantes. Comenzó a finales de los cuarenta la publicación de extractos
que conducirían a la summa de 1951, de la que hablaremos un poco más abajo.
La primera entrega no pudo ser más engañosa; titulada como «La estética cervan-
tina en el Persiles»68, consistía en un simple recorrido de «fichas» de lugares citados
en la novela de 1616, comparándolos con los de la Galatea y el Quijote: además
de incurrir en el anacronismo de hablar de la emoción ante el paisaje de Cervantes,
el artículo, como era usual, no concluía sino con un lacónico «he aquí unas notas
entreveradas del Persiles». Las siguientes partes de la serie, pensadas de antemano
como capítulos del libro de 1951, tampoco aportaron nada nuevo respecto de lo
observado a propósito de Tirso y Lope. No lo hicieron «Los universitarios y la gente
letrada vistos por Cervantes»69, «La crítica social en Cervantes»70 (donde del Arco
defiende que la obra cervantina es epítome del «fiero orgullo español» que «man-
tenía el ánimo bizarro ante los mayores infortunios», demuestra manejar con soltu-
ra la bibliografía de Ríus, y apostilla que «la pintura de la sociedad española por
mano de Cervantes es exacta y puntual»), «La vida privada en la obra de
Cervantes»71, «Cervantes y las supersticiones»72, «Las artes y los artistas en la obra cer-
vantina»73, «La Música y la Danza en las obras de Cervantes»74, «Cervantes y la farán-
dula»75, «Mujer, amor, celos y matrimonios vistos por Cervantes»76, «La ínfima leva-
66
Ricardo del Arco y Garay, «La estética poética de Ignacio de Luzán y los poetas líricos castella-
nos», Revista de Ideas Estéticas, 21 (1948), p. 27.
67
Ricardo del Arco y Garay, «Juicios estéticos de José Nicolás de Azara», Revista de Ideas Estéticas,
27 (1949), p. 292.
68
Revista de Ideas Estéticas, 22-23 (1948), pp. 167-174.
69
Universidad, 1 (1949), pp. 240-255.
70
Revista Internacional de Sociología, 28 (1949), pp. 1-32. Reproducido en Estudios de historia
social de España, 2 (1949), pp. 293-326.
71
Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, (4.ª época), LVI, 3 (1950), pp. 577-616.
72
Boletín de la Biblioteca Menéndez Pelayo, 26 (1950), pp. 338-361.
73
Revista de Ideas Estéticas, 32 (1950), pp. 365-388.
74
Revista de Ideas Estéticas, 35 (1951), pp. 253-270.
75
Boletín de la Real Academia Española, 31 (1951), pp. 311-330.
76
Boletín de la Biblioteca Menéndez Pelayo, 28 (1952), pp. 133-165.
[ 23 ]
JUAN C ARLOS ARA TORRALBA
77
Estudios de Historia Social de España, 4 (1952), pp. 211-290.
78
Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, (4.ª época), LIX, 1-3 (1953), pp. 185-228.
79
Doce de Octubre, 10 (1949), pp. 40-41.
80
Madrid, Patronato del IV Centenario del nacimiento de Cervantes, 1951.
81
Ibidem, p. 7.
82
Publicado en Costumbres y tradiciones. Folklore aragonés, 1949, pp. 85-90.
83
Argensola, 3 (1950), pp. 225-246.
84
Archivo de Filología Aragonesa, 3 (1950), pp. 27-80.
85
Argensola, 9 (1952), pp. 49-52.
[ 24 ]
«POR L A COPIA». LOS HALL AZGOS DE RIC ARDO DEL ARCO
cuadro de la poesía aragonesa posterior a los Argensola»86. Ocurrió con Fray Jaime
Torres87, de quien transcribió numerosas composiciones de su Divina y varia poe-
sía (Huesca, 1579). Ocurrió con el Príncipe de Esquilache88, y especialmente con
Braulio Foz89, a quien realmente rescató, para bien de la literatura española, del
olvido con un estudio de erudición ordenada y correcta.
En el último lustro de vida, Ricardo del Arco continuó menudeando los volu-
minosos tomos de la Biblioteca de Autores Españoles para su eterna exploración
temática. De largas jornadas de fichado, buscas y rebuscas, nació «La ‘dueña’ en la
literatura española»90, singladura expolitiva del término desde el Poema de Mío Cid
hasta el siglo XVII que, como era de esperar, no concluye nada. A Tirso volvería
en 195391, con nuevos artículos que indican indefectiblemente que del Arco prepa-
raba con el fraile un tomo similar a los de Cervantes y Lope. Su insistencia fue pre-
miada con el encargo de dos capítulos de síntesis acerca de Gracián y Lope de
Vega para la Historia General de las Literaturas Hispánicas92. El de Gracián, como
era de suponer, tiene más valía que el dedicado a Lope, donde persisten los las-
tres de la «visión», el «reflejo» social y el «españolismo». En todo caso, son de mejor
factura que la simple «por la copia» de la parte de historia medieval catalana pre-
parada para el tomo VI de la Historia de España dirigida por Menéndez Pidal. Es
una simple comparación de grado.
Porque hubo diferencias de grado, aun apenas perceptibles, en la perseveran-
cia erudita de Ricardo del Arco. Aquí hemos pretendido insinuarlas. Ricardo del
Arco sigue siendo consultado en cuanto acopiador de materiales primarios; ahora
bien, nos queda la duda de si su ingente obra historiográfica no deja de ser una
entrada de bibliografía primaria más. Tal vez ese fue el sueño del ciudadano de
la república erudita: la tácita negación de la explicación e interpretación secunda-
rias, las paralelas a la sagrada línea histórica nacional.
86
Ricardo del Arco y Garay, «El poeta aragonés Juan de Moncayo, marqués de San Felices [I]»,
Boletín de la Real Academia, XXX, 130 (1950), p. 46, y «El poeta aragonés Juan de Moncayo, marqués
de San Felices (conclusión)», Boletín de la Real Academia, XXX, 131 (1950), pp. 225-255.
87
Ricardo del Arco y Garay, «El poeta Fray Jaime Torres, maestro de los Argensolas», Boletín de
la Real Academia, 30 (1950), pp. 369-388.
88
Ricardo del Arco y Garay, «El Príncipe de Esquilache, poeta anticulterano», Archivo de Filología
Aragonesa, 3 (1950), pp. 83-126.
89
Ricardo del Arco y Garay, «Un gran literato aragonés olvidado: Braulio Foz», Archivo de Filología
Aragonesa, 5 (1953), pp. 7-103.
90
Revista de Literatura, XXX (1953), pp. 293-343.
91
Ricardo del Arco y Garay, «Más sobre Tirso de Molina y el medio social [I]», Boletín de la Real
Academia Española, XXXIII, 138 (1953), pp. 19-72, y «Más sobre Tirso de Molina y el medio social (con-
clusión)», Boletín de la Real Academia Española, XXXIII, 139 (1953), pp. 243-293.
92
Los cuales, bajo el título exacto de «Baltasar Gracián y los escritores conceptistas del siglo XVII»
y «Lope de Vega», pueden leerse en las pp. 695-726 y 217-259, respectivamente, del tomo III de la His-
toria General.
[ 25 ]
LA BIBLIOGRAFÍA ARAGONESA:
PERIODIZACIÓN Y ESTUDIOS SOBRE MANUSCRITOS
* Quiero agradecer a Cristina Álvarez Millán, Ángel Escobar Chico, Genaro Lamarca Langa y
Diego Navarro Bonilla sus respuestas a diversas consultas y su auxilio bibliográfico.
Como advertencia previa, señalo que en las citas literales aquí introducidas, tanto en latín como en
romance, procedo a la regularización en el uso de i/j y u/v, así como en el empleo de mayúsculas, en
la acentuación y (sólo cuando el sentido lo exige) en la puntuación. En latín, mantengo la ligadura æ
cuando aparece en la fuente, lo mismo que &, solo o en el grupo &c., en este caso también en ro-
mance.
1
«En estas bibliotecas se han encontrado también algunos catálogos, en los que las diversas obras
están clasificadas según las palabras con las que comienzan. Son muy conocidos los catálogos de las
bibliotecas de Nippur y de Ur» (Klíma 1983: pp. 217-18); «In order to keep track of collection contents,
library catalogues were written» (Pedersén 1998: p. 271). Para más detalles puede verse Nissen,
Damerow y Englud (1993).
[ 27 ]
ALBERTO MONTANER FRUTOS
ofrecían la vida y obra de uno o varios autores (antecedentes, por tanto, de nues-
tras biobibliografías) remitían, en el caso de ésas últimas, únicamente a sus títulos
(a veces citados de forma aproximada), dado que, siendo manuscritos, se trataba
de ejemplares únicos, a los que sólo hubiera podido localizarse mediante cotas de
biblioteca, las cuales, a su vez, sólo habrían sido accesibles mediante unos catálo-
gos a la sazón inexistentes, según se acaba de ver. Esta clase de obras ofrecían,
pues, en palabras de Balsamo (1998: p. 21), «una notitia rei litterariae sintética», es
decir, «la noticia simple, que tiene por objeto informar de la existencia de determi-
nados textos, sin plantearse el problema práctico ni de su publicación ni de su
posible localización».
La aparición de la imprenta no hará cambiar al principio de un modo radical la
situación. Sin embargo, la posibilidad de ofrecer los datos de individuación de una
obra existente en múltiples ejemplares, no sólo por su autor y título, sino por su
pie de imprenta, permitió la aparición temprana, en el último cuarto del siglo XV,
de catálogos de impresores y libreros con función publicitaria, pero a la vez ante-
cesores de las posteriores bibliografías corrientes, y algo después la que se consi-
dera primera bibliografía propiamente dicha, el Liber de scriptoribus ecclesiasticis
del erudito benedictino alemán Johannes Trithemius (Johann Tritheim), impresa en
Basilea, por Amerbach en 1494. Abierto el camino, la actividad bibliográfica se des-
arrollará a lo largo del siglo XVI, unas veces con orientación biobibliográfica (desde
el De medicine claris scriptoribus, incluido en el Liber de quadruplici vita del
maestro de Servet, Symphorien Champier, impreso en Lyon en 1506) y otras más
bien de sesgo especializado con clasificación sistemática (a partir del Inventarium
librorum in utroque juris hactenus impressorum de Giovanni Nevizzano, estampa-
do en la misma localidad francesa en 1522).
Esta circunstancia hizo que a partir de ese momento, la bibliografía se asocia-
se básicamente con la compilación de referencias a obras publicadas y no inédi-
tas, y que los manuscritos quedasen a menudo fuera del campo de acción de los
bibliógrafos (aunque, paradójicamente, el término se consideró un tiempo sinóni-
mo de «experto en manuscritos»)3, situándose en cierto modo en tierra de nadie,
toda vez que los paleógrafos se ocupaban únicamente de su aspecto escriptorio,
los diplomatistas de su esctructura formal y los historiadores y filólogos de su con-
3
Así lo define la Encyclopédie (1751) de Diderot e igualmente en España lo hará Terreros (1786-
1793), que sigue a dicha obra al definir «BIBLIOGRAFÍA, conocimiento de los manuscritos antiguos, [...]
Escalíjero, Sirmondo, Petavio, Mabillon, &c. fueron notablemente sabios en Bibliografía» (vol. I, p.
243b), en cambio sigue al Dictionnaire de Trévoux (a partir de la 5.ª ed., 1752) o al de la Académie
Française (4.ª ed., 1762) en la entrada «BIBLIÓGRAFO, nombre que se da al que descifra los manuscritos
antiguos y es versado en el conocimiento de todos libros, impresos y manuscritos; si bien hoi se apli-
ca con particularidad a los que hacen Catálogos de Libros, especialmente de Bibliotecas» (vol. I, p.
243b). Para este sentido de bibliografía en el conjunto de la evolución semántica del término, vid.
Malclès y Lhéritier (1989: p. 8), Torres Ramírez (1990: pp. 19-20 y 41-42) y Balsamo (1998: pp. 139-40).
[ 28 ]
L A BIBLIOGRAFÍA ARAGONESA: PERIODIZACIÓN Y ESTUDIOS SOBRE MANUSCRITOS
4
Entendida ésta en su dimensión de análisis del impreso antiguo, para el que parece más con-
veniente esta designación o la de bibliografía material analítica, reservando la de bibliología para la
ciencia general del escrito, en los términos planteados por Estivals (1987).
5
La periodización general de la bibliografía es abordada por Malclès (1963, 19854) y Malclès y
Lhéritier (1989) y la de la española, basándose en las anteriores, por Rozas (1983). Realizan un mero
reparto por siglos Torres Ramírez (1990) y Balsamo (1998) en el primer caso y Fernández Sánchez
(1983) en el segundo.
[ 29 ]
ALBERTO MONTANER FRUTOS
6
Vid. Malclès (1985: pp. 20 y 35-36), Malclès y Lhéritier (1989: pp. 22-25), Torres Ramírez (1990:
p. 34), Balsamo (1998: pp. 38-39, 41-52, 193-94 y 204-5).
7
Sobre las importantes innovaciones de esta obra, vid. Malclès (1963: pp. 21 y 87-88), Malclès y
Lhéritier (1989: pp. 30-31), Balsamo (1998: pp. 60-61).
8
Lamentablemente, tal dato, en su equivalente moderno, el editor, todavía falta en muchas refe-
rencias de bibliografía oculta, es decir, en las referencias bibliográficas incluidas en los trabajos cientí-
ficos, pese las normas y recomendaciones internacionales (ISBD, ISO, UNESCO).
[ 30 ]
L A BIBLIOGRAFÍA ARAGONESA: PERIODIZACIÓN Y ESTUDIOS SOBRE MANUSCRITOS
9
La obra fue muy ampliada, aunque presentada como mera reedición, en la versión preparada
por Andrés González Barcia, que abarca tres volúmenes impresos en Madrid, en la Oficina de Francisco
Martínez Abad, en 1737-1738.
10
Para la interesante figura de Antonio Agustín y su importante obra histórica, jurídica, filológica
y religiosa puede verse el volumen colectivo coordinado por Crawford (1993).
[ 31 ]
ALBERTO MONTANER FRUTOS
11
Ya Mayans (1734) llegó a esta conclusión y como suyas aparecen en la edición de las Antonii
Augustini Archiepiscopi Tarraconensis Opera omnia quæ multa adhibita diligentia colligi potuerunt
(Lucae, Typis Josephi Rocchii, 1765-1774), vol. VII, pp. 29-161, y en la relación de sus obras que inclu-
ye Latassa (1798-1802: vol. I, núm. 253, ref. 23, pp. 437-38), quien apostilla: «Aunque este catálogo
suena hecho por don Martín López de Baylo, es constante que se empezó a imprimir en vida de don
Antonio Agustín [...] y porque fue imposible formar este Catálogo de tan copiosa librería, e imprimirlo,
en espacio de 3 meses, y 11 días, que corrieron desde fines de mayo, hasta el 11 de septiembre en que
salió de la prensa. Por otra parte, el juicio y exactitud con que se hizo, manifiestan que fue obra de
don Antonio».
[ 32 ]
L A BIBLIOGRAFÍA ARAGONESA: PERIODIZACIÓN Y ESTUDIOS SOBRE MANUSCRITOS
cripción de los ejemplares que incluye los siguientes datos: número de orden,
identificación de la obra o, en su caso, especificación del contenido de cada volu-
men; indicación del soporte, fecha del manuscrito y formato del mismo. El carác-
ter sistemático de dicha disposición puede advertirse en los siguientes ejemplos,
que corresponden a las tres primeras entradas del apartado Sacri libri tam Veteris
quam Recentioris Scripturæ, de la sección Theologica de la Bibliotheca latina
manuscripta (Agustín 1765-1774: vol. VII, p. 67a):
NÚMERO 1 2 3
IDENTIFICACIÓN BIBLIA sacra, quibus BIBLIA sacra iterum, BIBLIA sacra iterum,
præponitur epistula cum epistula B. Hie- cum epistula, & pro-
B. Hieronymi ad Pau- ronymi et prologo logo B. Hieronymi
linum de omnibus atque interpretatione tantum.
divinæ historiæ li- nominum Hæbraico-
bris, & prologus in rum.
Pentateuchum. In ex-
tremo libro interpre-
tationes Hæbraico-
rum nominum extant
ordine litterarum.
SOPORTE Liber antiquus in Liber in membranis Liber in membranis
membranis,
DATACIÓN scriptus anno Christi perantiquus anno- annorum CCC,
D. N. MCCLXXVI, rum CCC & ultra,
[ 33 ]
ALBERTO MONTANER FRUTOS
PIE DE IMPRENTA Parisiis apud Jo. Par- Parisiis, apud Gilh. Lugduni apud Sim.
Y FORMATO vum 1511. 8. Chaudiere 1570. 4. Bevelaqua 1516. 8.
Por el grado de detalle, este repertorio coincide con los planteamientos del
Registro de Hernando Colón, salvo que en la biblioteca de Agustín predominan los
manuscritos (272 griegos y 561 latinos) sobre los impresos (975 en total) y está
redactada en latín, como corresponde, por un lado, a la materia y, por otro, al nivel
erudito del humanista aragonés. En este aspecto, al igual que en la descripción de
publicaciones, el catálogo de Agustín se alinea con la Bibliotheca Universalis de
Gesner. En cuanto a la clasificación temática, responde también a un espíritu coin-
cidente con el del humanista suizo, que dedicó la segunda parte de su Bibliotheca
Universalis, los Pandectarum sive partitionum universalium [...] libri XXI (Zúrich,
1548-1549, 2 vols.), a un completo e innovador índice por materias. En suma, «Este
catálogo de la biblioteca del arzobispo de Tarragona don Antonio Agustín es nota-
[ 34 ]
L A BIBLIOGRAFÍA ARAGONESA: PERIODIZACIÓN Y ESTUDIOS SOBRE MANUSCRITOS
ble no sólo por darnos a conocer el contenido de la misma, sino por ser uno de
los catálogos de manuscritos más antiguos que se hicieron en Europa, en el que
las piezas se describen no sólo por su contenido, sino con datos codicológicos»
(Sánchez Mariana 1993: p. 172).
Muy cercano por sus planteamientos a las Bibliothecæ de Agustín, que quizá
llegase a conocer, es el catálogo que de la suya hizo, a su vuelta de Roma, el hu-
manista y canónigo zaragozano Bartolomé Llorente, el Index librorum D. Bartholo-
mei Laurentii, realizado en 1587 y completado con adiciones hasta 1592 (editado
y estudiado por Galindo 1933 y Burriel 1956, vid. además Escobar 1993: pp. 22,
33-34 y 75). La obra recoge básicamente impresos, ordenados por formatos (del
folio al dieciseisavo). Dentro de cada uno se distinguen impresos de manuscritos
y los primeros se clasifican por materias: (Libri) Humanitatis, Theologiae, Iuris utrius-
que en unos casos, Poetae, Grammatici, Phlosophi y Theologi en otros, sin que
quede claro el criterio seguido para ordenar las referencias concretas dentro de
cada sección. Las descripciones de impresos incluyen autor, título, pie de impren-
ta, ocasionalmente el floruit del autor y por último el precio del volumen en rea-
les. Sirvan de ejemplo las tres entradas de los Poetae en cuarto:
180. 89, 90.– Horatius cum commentariis Dionisii Lambini. Lugduni, apud Joannem
Tornesium, 1561. Floruit author anno 746 Urb. Cond. 2bus thomis.– 12 R.
181. 91.– Prudentii opera cum scoliis Nebrisensis. Lucronii, apud Arnaldum
Guilermum, anno 1512. Floruit Prudentius anno Domini 380.– 3 R.
182. 92.– Sedulius cum coimmentariis eiusdem Nebrisensis, Lucronii, 1510. Floruit
anno 430. Et Hymni cum expositione eiusdem Nebrisensis et Florettus et Distica Michaelis
Verini cum quibusdam aliis Cesarauguste, anno 1508. Omnia unico volumine.– 3 R.
(ed. Galindo 1933: 413)
En cuanto a los manuscritos, sus descripciones son algo más someras que las
de Antonio Agustín, pero se sitúan también en su línea, al informar del formato
(según la clasificación adoptada), del autor y título y, donde le era posible, del
lugar y fecha de la copia. Véanse, como muestra, las tres primeras entradas de los
Libri manuscripti in octavo:
490. 1.– Institutiones gramaticae lingue latine authore Guililemo Adeto Monsonensi
descripte Monsoni 1562.
491. 2.– Institutiones gramaticae lingue latine et gramaticae universae typus autho-
re Bartholomeo Laurentio magna ex parte imperfectae Oscae anno 1552 conscripte.
492. 3.– Annotationes Nunnesii in libros 14. et 16. epistolarum familiarium Ciceronis
et multa alia ad linguam grecam spectantia. Cesarauguste, 1557 et 1558.
(ed. Galindo 1933: 801)
[ 35 ]
ALBERTO MONTANER FRUTOS
12
Cf. Latassa (1798-1802: vol. II, núm. 2353, pp. 316-19), quien señala que «Tubo una librería que
no se sabe mayor o mejor de más escogidos libros en hombre particular de España» (p. 316), y
Fernández Sánchez (1983: pp. 87-88).
[ 36 ]
L A BIBLIOGRAFÍA ARAGONESA: PERIODIZACIÓN Y ESTUDIOS SOBRE MANUSCRITOS
Gesner o un Maunsell. Una buena muestra de esta situación es la labor que en este
terreno desarrolla un influyente personaje del tránsito de los siglos XVI a XVII, el
erudito jurisconsulto e historiador Miguel Martínez del Villar, que fue lugartenien-
te del Justicia y llegó a Regente del Consejo de Aragón13. En el apartado de su
Tratado del Patronado de Calatayud (1598) consagrado a las «Personas célebres en
letras» (pp. 515-20) de dicha ciudad y su comunidad, nuestro autor ofrece un
escueto repertorio biobibliográfico, con más de lo primero que de lo segundo,
hasta el punto de que sólo en dos ocasiones se alude específicamente a las obras
de los autores biografiados y ello sin dar títulos concretos:
El Dotor Alonso Muñoz
El Dotor Alonso Muñoz de Pamplona, de Calatayud: fue doctíssimo, & sale condi-
tus: sed ita tamen, ut si de iocis rebus loquereretus, leporem adhiberet, si deseriis autem
severitatem, non invidiosam, sed gratissimam. Y uno de los illustres varones por cuya
industria se hizo la recopilación de los fueros de Aragón a 9 libros, como el Código del
Emperador Justinano, y del Consejo de estado del Duque de Francavilla, quando fue
Virrey en este Reyno de Aragón.
(Martínez del Villar 1598: pp. 517-18)
13
Sobre la carrera judicial y política del Regente Villar, vid. Alberdi (1994: p. 617). Ofrece un
repertorio de su obra, con algún detalle erróneo, Lamarca (2003: pp. 142-43). Sobre su labor historio-
gráfica, vid. Sánchez Molledo (1983 y 1990), Romero Samper (1989) y Gascón (1995: p. 45a-b).
14
Este apellido, debido a la habitual ausencia de tilde gráfica en los impresos del siglo XVII, suele
escribirse actualmente Uztarroz, presuponiendo una acentuación oxítona. No obstante, tanto el apelli-
do como el topónimo navarro del que deriva (ambos vivos con las grafías Ustárroz ~ Uztárroz) son lla-
[ 37 ]
ALBERTO MONTANER FRUTOS
tica de Antonio Agustín15. Como él, se interesó también por las labores bibliográfi-
cas, aunque no siempre alcanzase su nivel de rigor en dicho campo. En punto a
la organización bibliotecaria, puede citarse su Diseño de la insigne, i copiosa
bibliotheca de Francisco Filhol (1644)16, erudito presbítero de San Esteban de
Toulouse para el que elaboró una detallada descripción, que no incluye un catá-
logo, pero si un recuento por materias de las obras que integraban el fondo.
Además, Uztárroz presenta en los preliminares una «lista de los Antiquarios [arago-
neses] que llegaron a nuestra noticia» (fols. A5v-A8v), con quince sucintas entradas
biobibliográficas. En una línea semejante, pero esta vez en verso, está la descrip-
ción que más tarde (1647) consagraría el mismo Uztárroz a las colecciones de
Lastanosa y dedicaría al citado Filhol17.
En el citado género biobibliográfico, se deben a Andrés de Uztárroz dos apor-
taciones más, una dedicada «A la memoria de Gerónimo de Blancas, chronista del
Reyno de Aragón», incluida en la edición de sus Coronaciones de los Serenísimos
Reyes de Aragon de Blancas (1641: fols. †2r-†6v) y otra «A la memoria de Gerónimo
Martel, chronista del Reyno de Aragón», puesta al frente de su Modo de celebrar
cortes en Aragón, incluido en el mismo volumen (1641: fols. b1v-b4r). En el caso
de Martel, Uztárroz traza la biobibliografía tanto del cronista como de otros perso-
najes notables de su linaje, mientras que, al tratar de Blancas, se centra en sus
obras, publicadas e inéditas, así como en otras iniciativas suyas, de las cuales y del
estilo de su comentador pueden servir de ejemplo las siguientes:
Dévese a Gerónimo de Blancas el ornato de la Real Sala de la Diputación de la suer-
te que oy la gozamos ilustrada con los retratos de nuestros Sereníssimos Reyes, y para
memoria de sus hazañas las cifró en breves inscripciones, las quales publicó año M. D.
LXXXVII.
El mismo año dió a la estampa los Fastos de los Justicias de Aragón, empezando de
Pedro Ximénez, primer Justicia, después de la conquista de Çaragoça, y acabando en
Don Juan de la Nuza, quarto en el nombre, y con este orden se veen coloridos los retra-
tos en la Cámera del Consejo de la Corte del Justicia de Aragón.
(Uztárroz 1641: fol. †5r)
nos, no agudos, por lo que es necesario devolverle la tilde que en la ortografía actual le corresponde
(vid. Belasko 2000: 530). Así lo explica Michelena (1997: 145): «En romance, el acento carga hoy, en la
gran mayoría de los ejemplos [de apellidos derivados de topónimos en -oz], sobre la segunda sílaba, a
contar desde el principio: es decir, que los bisílabos son oxítonos (Madóz, Oróz) y los trisílabos paro-
xítonos (Uztárroz, Vidángoz)».
15
Para la obra de Uztárroz y su entorno, vid. Del Arco (1934 y 1950). Sobre sus aportaciones
bibliográficas, vid. Domínguez Lasierra (1991: pp. 41-46) y cf. Sánchez Mariana (1993: pp. 54 y 56).
16
Edita y anota este opúsculo Del Arco (1950: vol. II, pp. 981-99).
17
De la biblioteca de Lastanosa, rica en manuscritos (una parte de los cuales se hayan hoy en la
Biblioteca Nacional), se hizo catálogo particular, «en parte autógrafo, que fue adquirido en España a
fines del siglo XVII por el embajador sueco Sparvenfeldt y hoy se conserva en la Biblioteca Real de
Estocolmo» (Sánchez Mariana 1993: p. 56).
[ 38 ]
L A BIBLIOGRAFÍA ARAGONESA: PERIODIZACIÓN Y ESTUDIOS SOBRE MANUSCRITOS
Uztárroz es, además, autor de uno de los panegíricos literarios que justifican
para el caso español, como se ha visto, la denominación de período onomástico.
18
Uztárroz (1638: pp. 132-33). Los datos, tanto de título como de cronología, son exactos, como
se puede comprobar con el original, custodiado hoy en la Biblioteca Nacional de Madrid, ms. 4528, y
del que una edición facsímile, con amplio estudio e índices al cuidado de José María y Antonio Sánchez
Molledo y del autor de estas líneas está en prensa como cuarto de los Anejos Facsimilares de Emble-
mata, publicados por la Institución «Fernando el Católico».
[ 39 ]
ALBERTO MONTANER FRUTOS
19
Conservada manuscrita en la Biblioteca Nacional de Madrid, ms. 9391. Un extracto preparado
por Latassa fue editado por Del Arco (1950: vol. II, pp. 879-907).
[ 40 ]
L A BIBLIOGRAFÍA ARAGONESA: PERIODIZACIÓN Y ESTUDIOS SOBRE MANUSCRITOS
20
La Bibliotheca de Uztárroz se asemeja en esto a «la Junta de libros que, en dos volúmenes, hizo
Tamayo de Vargas, hacia 1624, pero quedó inédita, y luego fue incorporada a la de Nicolás Antonio»
(Rozas 1983: p. 17; cf. también Fernández Sánchez 1983: pp. 57-59 y Eisenberg y Marín 2000: p. 18). A
este autor castellano dedicó el aragonés su Panegyrico sepulcral a la memoria pósthuma de Don
Thomás Tamayo de Vargas, Chronista mayor de S. M. en los Reinos de Castilla i de las Indias (1642).
Sobre las relaciones de Nicolás Antonio con Uztárroz y otros aragoneses coetáneos, puede verse, ade-
más de las obras citadas en la nota 15, Romero (1987).
21
Hay, no obstante, algunas excepciones, como la de Francesco Marucelli, cuyo Maremagnum
omnium materiarum sive index iniversalis alphabeticus, en 111 volúmenes, se conserva manuscrito en la
Biblioteca Marucelliana de Florencia (cf. Malclès y Lhéritier 1989: pp. 46-47 y Balsamo 1998: pp. 80-81).
[ 41 ]
ALBERTO MONTANER FRUTOS
para Alemania, las de Valerio Andreas para Flandes y España, la de Jan de Meurs
para Holanda, la de Niccolò Toppi para el reino de Nápoles o la de James Ware
para Irlanda) u otras modalidades cercanas, como la Bibliothèque des autheurs qui
ont escript l’histoire et de la topographie de France (1618, 2.ª ed. en 1627) de André
du Chesne o la Bibliothèque française ou le choix et l’examen des livres français
qui traitent de l’éloquence, de la philosophie, de la dévotion et de la conduite des
moeurs (1664) de Charles Sorel. También cobran auge en este período las biblio-
grafías de orientación histórico-eclesiástica, como la extensa Bibliotheca veterum
patrum et auctorum ecclesiasticorum (1624, 12 vols.) del jesuita P. Fronton du Duc,
el Apparatus sacer ad scriptores Veteris et Novi Testamenti (1603-1608) del domini-
co Sixto de Siena, el De scriptoribus ecclesiasticis liber (1613), del cardenal Roberto
Bellarmino, que es reeditado con sucesivas adiciones a lo largo de todo el siglo,
hasta la undécima edición de Colonia de 1684, o la más completa de todas, la
monumental Nouvelle bibliothèque des auteurs ecclesiastiques (1686), de Louis
Ellies Dupin, que en su tercera edición (1698-1736), continuada por Cl.-P. Goujet,
alcanzó los 22 volúmenes.
Tales géneros poseían antecedentes en el siglo XVI, pero será en este período
de fortalecimiento de los estados-nación y de refuerzo del regalismo, bajo la égida
de la monarquía absoluta, cuando se desarrollen. Su elección no es, pues, casual,
toda vez que responde a un discurso ideológico basado en la ecuación territorio =
nación = monarquía = religión (a través del concepto de cuius regio, eius religio),
la cual implica que todo lo sucedido sobre el mismo espacio geográfico pertene-
ce a una historia nacional unitaria y, al tiempo, justifica la existencia de tal unidad
política, bajo la sanción del derecho divino. Por otro lado, el triunfo de la
Contrarreforma provoca esa exaltación de la tradición eclesiástica de la que deri-
va en parte su legitimidad. Numerosos bibliógrafos del Barroco se inspiran en
dichas concepciones y a la vez aspiran a servirles de sustento, en un típico viaje
de ida y vuelta en el que el modelo teórico subyacente queda siempre reforzado.
Pero, independientemente de estas motivaciones ideológicas (que, como es
lógico, no todos los autores comparten), el trabajo bibliográfico alcanza grandes
cotas de rigor y la labor de acopio documental llevada a cabo por los eruditos del
Barroco (no en vano, el período se ha bautizado también como «erudito») es de
gran importancia, siendo aun hoy en muchas ocasiones fuente importante de infor-
mación histórica. Malclès y Lhéritier (1989: p. 34) han caracterizado perfectamen-
te el espíritu (no sólo en lo bibliográfico) de los eruditos barrocos frente a los
humanistas del Renacimiento: «s’ils n’ont pas l’indépendence ou la hardiesse des
savants du XVIe siècles, ils possèdent les qualités qui permettent les vastes entrepri-
ses: esprit de méthode et de tradition, régularité, prudence dans l’étude et surtout
intelligence des textes». Análisis que, desde otro ángulo, corrobora Maravall (1983:
p. 133): «El siglo XVI es una época utópica por excelencia. Pero después de ella el
siglo XVII, si reduce sus pretensiones de reforma y novedad, no por eso pierde su
[ 42 ]
L A BIBLIOGRAFÍA ARAGONESA: PERIODIZACIÓN Y ESTUDIOS SOBRE MANUSCRITOS
22
Este importante y pionero repertorio, reeditado en Lyon en 1609 y en Roma en 1676, fue obje-
to de ediciones actualizadas por Andreas Schott (Amberes, 1613), Philippe Alegambe (Amberes, 1643)
y Nathaniel Southwell (Roma, 1676); vid. Castro (1987: pp. 80-81).
23
Sobre la celebrada obra de Nicolás Antonio, vid. además Malclès y Lhéritier (1989: p. 51),
Fernández Sánchez (1983: pp. 60-68) y Balsamo (1998: pp. 84-87).
[ 43 ]
ALBERTO MONTANER FRUTOS
[ 44 ]
L A BIBLIOGRAFÍA ARAGONESA: PERIODIZACIÓN Y ESTUDIOS SOBRE MANUSCRITOS
[ 45 ]
ALBERTO MONTANER FRUTOS
Aún de mayor empeño que la de Pellicer es la obra bibliográfica del gran ilus-
trado Ignacio de Asso, que fue (entre otras cosas) uno de los renovadores de la
historiografía del período, con su celebrada Historia de la economía política de
Aragón (1798)24. Previamente, se había ocupado ya de manuscritos en el prólogo
a su edición del Fuero Viejo de Castilla (1771), hecha en colaboración con Miguel
de Manuel, al reseñar sucintamente los que habían tenido a la vista para preparar
la edición (pp. LI-LII), de los cuales no se dan más detalles que su localización y el
tipo de letra, antigua o moderna, siendo de mayor interés su reflexión ecdótica
(pp. L-LVI) que la información codicológica propiamente dicha, aunque la indica-
ción de procedencias ya puede considerarse en sí una cierta innovación metodo-
lógica (con antecedentes desde el humanismo, no obstante), respecto de la tradi-
cional consignación de las obras sin más. También se había ocupado de editar la
Aganipe de Uztárroz (1781), como ya se ha visto, obra en la que también se hallan
referencias a manuscritos, no sólo la obligada a la fuente usada, en su introduc-
ción (no firmada) a la edición, sino en algunas de las notas con que la ilustró.
Véanse lo que dice en la primera y en una de las segundas:
nos ha parecido necesario el publicar tan apreciable monumento, arreglando esta edi-
ción al exemplar, que poseemos, algo defectuoso por las omisiones del copiante (que
se han procurado enmendar) y también por no haber tenido su autor la oportunidad
de limarlo, y traerlo al último grado de perfección.
(Asso 1781: p. 4)
En un excelente manuscrito de la Bibliotheca de Santo Domingo de Zaragoza se halla
una excelente Égloga de Pedro Lastanosa, dirigida a Doña Blanca de Valdivieso; pero
el estilo manifiesta que su autor floreció en el siglo XVI, y por consiguente que es dis-
tinto del que menciona el Doctor Andrés.
(Asso 1781: p. 13, n. 1)
24
Sobre la amplia e importante labor del ilustrado aragonés pueden verse Casas Torres (1947) y,
sobre todo, Mora (1972). Para su papel en la renovación de la historiografía española, vid. Peiró (1998).
[ 46 ]
L A BIBLIOGRAFÍA ARAGONESA: PERIODIZACIÓN Y ESTUDIOS SOBRE MANUSCRITOS
edita unos versos en el cap. V. En otras cuatro ocasiones, Asso ofrece textos de his-
toriadores y biógrafos árabes (convenientemente citados en la introducción) rela-
25
Sobre el arabismo dieciochesco español, véanse Monroe (1970: pp. 32-45), Soto (1980), Carrillo
y Torres (1982: pp. 21-36) y Torres (1998); sobre su vertiente bibliográfica, véase además Fernández
Sánchez (1983: pp. 62, 66, 98-100 y 105-7).
26
Asso (1782) cita a menudo esta obra, a cuyo autor describe como «vir omni laude maior, et nos-
ter in Arabicis præceptor» (p. 9).
27
Sobre Asso (1782 y 1783) pueden verse las descripciones de Mora (1972: pp. 253-55) y
Domínguez Lasierra (1991: pp. 50-51), y el comentario de Monroe (1970: pp. 34-35).
[ 47 ]
ALBERTO MONTANER FRUTOS
28
Sobre el desarrollo de esa «sensibilidad artística respecto de lo lejano o exótico» y el paralelo
auge de «la representación plástica de los tipos y los espacios característicos del pintoresquismo nacio-
nal», véase en general Romero (1994: pp. 127-34).
[ 48 ]
L A BIBLIOGRAFÍA ARAGONESA: PERIODIZACIÓN Y ESTUDIOS SOBRE MANUSCRITOS
29
Categoría que, no obstante, ya se encuentra desde fines del siglo XVII, con la Bibliotheca curio-
sa in qua plurimi rarissimi atque paucis cognitis scriptores indicantur (1676) de Johann Hallervord, y
se desarrolla durante el siglo XVIII, en los repertorios de B. G. Struve, Bibliotheca librorum rariorum
(1719), J. Vogt, Catalogus historico-criticus librorum rariorum (1733; 5.ª ed., 1793); D. Clément,
Bibliothèque curieuse historique et critique ou Catalogue raisonné des livres rares et difficiles à trouver
(1750-1760, 9 vols.); G.-F. de Bure, Bibliographie instructive ou Traité des livres rares et singuliers
(1763-1768, 7 vols.); J.-B. Osmont, Dictionnaire typographique, historique et critique des livres rares,
singuliers, estimés et recherchés en tous genres (1768, 2 vols.), que anuncia el nuevo planteamiento, y
J.-J. Bauer, Bibliotheca librorum rariorum universalis (1770-1791, 7 vols.), a caballo ya entre el perío-
do historicista y el bibliofílico. En España, como se ha visto, Asso había sido pionero con su De libris
quibusdam hispanorum rarioribus disquisitio, de 1794, obra que cronológicamente pertenecería ya al
nuevo período, pero que por su autor y su orientación (en la línea de los otros tratados dieciochescos
del mismo tipo) conviene situar todavía en el anterior.
[ 49 ]
ALBERTO MONTANER FRUTOS
30
Así la juzgan Malclès y Lhéritier (1989:93): «C’est à un libraire bibliophile parisien, Charles-
Jacques Brunet (1780-1867), qu’il appartient de porter à son plus haut degré de perfection, dans un
répertoire classique en son genre, la bibliographie internationale choisie», Torres Ramírez (1990: p- 53):
«El libro de Brunet es [...], sin duda alguna, la obra más importante de la Bibliografía general universal
del siglo XIX», y también Balsamo (1998: p. 156): «En el siglo XIX hombres de talento elevaron la “biblio-
grafía de los libreros” a lo mejor de su expresion. La cumbre está representada aquí por aquel Manuel
du libraire et de l’amateur de livres de Jacques Brunet, que ya no era ni un catálogo ni un tratado, sino
un repertoirio bibliográfico». Cf. también Guerrieri (1991: pp. 137-38).
31
Para Gallardo, vid. los importantes estudios de Sainz Rodríguez (1921) y Rodríguez-Moñino
(1955), así como, a su zaga, las síntesis encomiásticas de Rozas (1983: pp. 25-30) y Romero (1994: pp.
[ 50 ]
L A BIBLIOGRAFÍA ARAGONESA: PERIODIZACIÓN Y ESTUDIOS SOBRE MANUSCRITOS
352-53), junto a las más matizadas de Fernández Sánchez (1983: pp. 160-71) y Sánchez Mariana (1993:
pp. 77-79 y 228-33). Sobre Durán, véase la aportación fundamental de Gies (1975) y cf. además
Fernández Sánchez (1983: pp. 171-72), Sánchez Mariana (1993: pp. 80-81) y Romero (1994: pp. 65, 100,
103, 129-30, 140, 153, 202, 285-86, 300-1, 317-18, 337, 344, 349-51). Respecto de Gayangos, que espe-
ra un estudio en profundidad, acorde con la importancia real del «bibliófilo más instruido universalmen-
te de Madrid» (en palabras de Sobolevsky 1850, trad. 1951), pueden consultarse de momento la vieja
biografía de Roca (1897-1898-1899) y la visión de conjunto de Vallvé (1997). Para su producción y tras-
cendencia como arabista, véanse Manzanares de Cirre (1963) y (1971: 87-101) y ahora Álvarez Millán
(2004); para su labor como erudito bibliófilo, Sánchez Mariana (1993: pp. 83-85, 91, 178, 238, 260 y
274) y para su contribución como medievalista, López Estrada (1986). Mientras que el Ensayo de una
biblioteca española de libros raros y curiosos (Madrid, M. Rivadeneyra, 1863-1889, 4 vols.) de Gallardo
es bien conocido, las aportaciones estrictamente bibliográficas de Durán y Gayangos lo son mucho
menos, por tratarse de bibliografías ocultas. Al primero se le debe un rico «Catálogo de los documen-
tos, orígenes y fuentes de donde se han sacado los romances de esta colección», puesto como apéndi-
ce a su edición del Romancero general o colección de romances castellanos anteriores al s. XVIII, Madrid,
M. Rivadeneyra, 1849-1851 (Biblioteca de Autores Españoles, X y XVI), vol. II, pp. 678-95, y al segundo,
además de su más conocido catálogo de manuscritos del British Museum (Londres, 1875-1893, 4 vols.),
un importante «Catálogo razonado de los libros de caballerías que hay en lengua castellana o portugue-
sa, hasta el año de 1800», puesto al frente de sus Libros de caballerías, Madrid, M. Rivadeneyra, 1857
(Biblioteca de Autores Españoles, XL), pp. LXIII-LXXXVII, del que una versión ampliada se incorporó al
Ensayo de Gallardo (vid. Eisenberg y Marín 2000: pp. 21, 40 y 109).
32
Sobre la literatura regionalista romántica, cf. Romero (1994: p. 149); un análisis más detenido
del desarrollo de los «patriotismos de base provincial», con especial atención al caso catalán y a su in-
fluencia en el resto de España, puede verse ahora en Fradera (2003). Para la producción española de
[ 51 ]
ALBERTO MONTANER FRUTOS
bibliografías regionales véase Labandeira (1975) y, para el período bibliofílico, Fernández Sánchez
(1983: pp. 176-82).
33
Sobre la vida y obra de Latassa, vid. Lamarca (1997); sobre su producción bibliográfica, véase
además Domínguez Lasierra (1991: pp. 23-30).
[ 52 ]
L A BIBLIOGRAFÍA ARAGONESA: PERIODIZACIÓN Y ESTUDIOS SOBRE MANUSCRITOS
lización como por su nueva redacción, en una obra diferente. Por su nivel tanto
biográfico como bibliográfico, la obra de Latassa es un hito aún no superado en la
bibliografía aragonesa. Como muestra de su quehacer, compárese en ambos pla-
nos la entrada que dedica a fray Pedro Trigoso con la ya transcrita de Martínez del
Villar (1598: p. 520), aunque ésta le sirve de fuente:
CCCXII
[ 53 ]
ALBERTO MONTANER FRUTOS
Procede de las librerías de los señores D. Cándido Lorbés y Aragón y don Manuel
Lasala y Giménez de Bailo, individuos que fueron del referido Colegio» (vol. I, p.
300b). No obstante, habrá que esperar más de medio siglo para que la bibliogra-
fía aragonesa recupere el pulso en este campo.
La etapa que va de 1810 a 1914 ha sido designada por Malclès (1963, 19854: pp.
23-25)y Malclès y Lhéritier (1989: pp. 86-103) con el apelativo de «artesanal». Tanto
la determinación cronológica como la denominación resultan poco felices. En
cuanto a ésta, vendría inspirada en el hecho de que «Les bibliographes qui font
leur métier de la recherche des livres sont aussi isolés et résolus que les savants
d’autrefois» (Malclès y Lhéritier 1989: pp. 86-103). Sin embargo, como las mismas
autoras señalan, «À la fin du [XIXe] siècle [...] s’ouvre l’ère de la coopération et du
travail en équipes et disparaît la “bibliographie en chambre”» (p. 88). Por lo tanto,
esa condición «artesanal» no perviviría más allá de 1900, con lo que no abarca todo
el período acotado. Por lo que hace a la acotación misma, ya se ha visto que es
preferible retrasar el final del período bibliofílico hasta la sexta década del siglo,
de modo que el inicio del nuevo período podría situarse en torno a 1870. En cuan-
to a su clausura, recibiendo la etapa siguiente la acertada denominación de «perí-
odo técnico», es necesario desplazar el paso de uno a otro hasta el momento en
que, con la entrada de la informática en este campo, se crean las primeras bases
de datos bibliográficas a lo largo de los años sesenta, coincidiendo así con el ini-
cio de la segunda etapa del período técnico distinguida por Malclès (1963, 19854:
pp. 26-31).
La cronología apuntada (ca. 1870-ca. 1970) puede chocar quizá con las divisio-
nes corrientes en el análisis cultural del período (en particular el literario, tan liga-
do al bibliográfico). Sin embargo, es coherente con la evolución de las institucio-
nes (académicas y documentales) que en este período llevan a cabo la mayor parte
del trabajo bibliográfico, habida cuenta de que corresponden a los momentos de
consolidación y de crisis del modelo universitario decimonónico de inspiración
positivista. Es más, parece obvio que la fragmentación de la actividad literaria en
múltiples corrientes falsea un tanto la percepción de la literatura contemporánea,
que la historiografía futura tenderá sin duda a reducir, al ganar en perspectiva de
conjunto34. En este sentido, parece probable que, a la larga, todo el período que
va desde el modernismo (e incluso desde sus raíces becquerianas) a la postmoder-
34
Nótese a este respecto que la diferencia que media entre el teatro de Lucas Fernández y el de
Juan de la Cueva supera con mucho la que pueda ofrecerse entre Un drama nuevo de Tamayo y Baus
y la Historia de una escalera de Buero Vallejo, en términos de constitución escénica, estructura dramá-
tica y elementos específicos de la teatralidad.
[ 54 ]
L A BIBLIOGRAFÍA ARAGONESA: PERIODIZACIÓN Y ESTUDIOS SOBRE MANUSCRITOS
nidad, incluida la ruptura, a menudo más aparente que real, de las vanguardias,
pueda llegar a subsumirse en un sólo movimiento de conjunto, aunque distin-
guiendo diversas fases o variedades internas, como las que pueden darse dentro
de la producción medieval en cuaderna vía o de la poesía barroca35. Todo ello no
hace sino corroborar la propiedad de la división aquí planteada.
Esta etapa bibliográfica se caracteriza, pues, por su desarrollo al compás de la
extensión del positivismo científico y de su traducción institucional. Esta vincula-
ción no es gratuita, toda vez que, como señalaban Malclès y Lhéritier (1989) en la
cita antes transcrita y subraya también Balsamo (1998: pp. 158-59), los compilado-
res de bibliografías pasan en este período a ser en buena parte profesionales de la
documentación, disciplina que nace, precisamente, en este período, de la mano de
Paul Otlet y Henri Lafontaine quienes, además de sentar las bases de la moderna
Ciencia de la Documentación (al que el primero dedicó su célebre Traité de docu-
mentation en 1935), buscan recuperar la esencia de las recopilaciones bibliográfi-
cas universales, pero con criterios modernos (entre ellos el desarrollo de la Clasifi-
cación Decimal Universal) a través del Office International de Bibliographie, fun-
dado en 1892 con sede en Bruselas y transformado en 1895 en el Institut Interna-
tional de Bibliographie (vid. Chaumier 1989: pp. 3-5, Malclès y Lhéritier 1989: pp.
114-15 y Balsamo 1998: pp. 179-81).
La citada profesionalización de la bibliografía se produce bien desde el ámbito
bibliotecario (ligado a su vez a los sistemas de control bibiográfico, como el depó-
sito legal), bien desde el académico (en relación con la producción de repertorios
especializados en las distintas disciplinas), sin que desaparezca, no obstante, la
labor del erudito aislado (aunque paulatinamente sustituido por el investigador de
formación universitaria) o el trabajo de los libreros, que, no obstante, tenderá a
dejar de ser una labor aislada para dar paso a las bibliografías comerciales (o de
libros en venta) realizadas de forma colectiva. En casi todos estos casos, la moda-
lidad preferida, aunque en absoluto exclusiva, es la bibliografía corriente (general
nacional o internacional especializada)36 y el denominador común es la profesio-
nalidad de los nuevos cultores de la bibliografía y su aplicación de procedimien-
tos más rigurosos (aunque aún no normalizados) de descripción bibliográfica, ins-
pirados en los requisitos formales del positivismo, algo que se advierte sobre todo
en la más compleja y detallada descripción analítica, que, basada en los plantea-
mientos bibliofílicos, los supera en la precisión y coherencia de sus noticias. Por
todo ello, los apelativos que mejor sintetizan la actividad bibliográfica del período
analizado son los de «positivista» y «profesional».
35
Apunta ya en esta dirección Gullón (1969: pp. 9-12) y ha vuelto sobre la cuestión José-Carlos
Mainer en sus notas a la edición revisada de Brown (1983: p. 35).
36
Cf. Malclès (1963, 19854: pp. 24-25), Malclès y Lhéritier (1989: pp. 89-93 y 96-101) y Balsamo
(1998: pp. 171-77).
[ 55 ]
ALBERTO MONTANER FRUTOS
Este último ya lo había propuesto Rozas (1983: pp. 16 y 30-34) para el caso
español, si bien adecuaba su cronología a la de Malclès (1963), considerándolo
cerrado con el inicio de la Primera Guerra Mundial, en el cual, «coincidiendo con
la desaparición de Menéndez Pelayo [1912] y con el relevo que de él hace
Menéndez Pidal, empieza a funcionar el Centro de Estudios Históricos», en cuyo
seno se publica, «desde 1914, la Revista de Filología Española, y para ella se crea
un núcleo bibliográfico» que cuenta «como responsable a Homero Serís» (p. 34). No
obstante, el mero hecho de que al frente de la nueva institución aparezca
Menéndez Pidal, que a la sazón contaba con 45 años y que en una de sus prime-
ras publicaciones, La leyenda de los Infantes de Lara (1896: pp.45-47), había adop-
tada ya (al describir las fuentes de la misma) la técnica descriptiva de la bibliogra-
fías positivista del momento, indica hasta qué punto el salto podía ser cuantitati-
vo, pero no cualitativo. En suma, en este caso no hay tampoco razones para perio-
dizar de modo distinto la evolución bibliográfica en España y en el resto del
mundo, que ya desde la etapa anterior se habían puesto básicamente a la par, si
no en cantidad, si en calidad.
Como circunstancias específicas de la profesionalización y sistematización del
quehacer bibliográfico en España durante este período, es menester recordar que
a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX se suceden diversas actuaciones que
refuerzan dicha tendencia de la bibliografía del momento (cf. Fernández Sánchez
1983: pp. 189-92 y 277-78). Un factor primordial fue la creación de los premios de
bibliografía de la Biblioteca Nacional, instaurados en 1857 y vigentes (salvo la inte-
rrupción de la Guerra Civil) hasta 1953 (vid. Delgado 2001). Su extensión se halla
levemente adelantada respecto de los límites del período, pero en lo sustancial
coincide con él, mientras que las principales obras premiadas responden a las
inquietudes y técnicas del positivismo de orientación historicista imperante duran-
te el mismo. El otro elemento fundamental es la creación en 1858 del Cuerpo de
Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos (como se lo llamó en un principio). No
en vano, muchos de los bibliógrafos importantes del período fueron miembros de
dicho cuerpo facultativo, como Miguel Almonacid, que promovió desde la Bibliote-
ca Nacional, en colaboración con el Registro General de la Propiedad Intelectual,
un primer ensayo de bibliografía oficial nacional corriente con su Boletín biblio-
gráfico (1897-1899, 32 núms. en 3 vols.). En fin, otro hito en la evolución de la
disciplina en España es la creación en 1863 de la cátedra de Bibliografía en la
Escuela Superior de Diplomática, surgida a su vez en 1856, en el marco del mismo
programa político que dio cabida a las otras dos iniciativas reseñadas.
La nómina de bibliógrafos de este período es muy amplia y cuenta con nom-
bres extraordinarios, bastando con recordar que a sus inicios teorizaba sobre la dis-
ciplina nada menos que Menéndez Pelayo, en su De re bibliographica (1876), y
que una de las figuras que llena su último tercio es el bibliófilo y erudito filólogo
Rodríguez-Moñino (sobre cuya figura vid. Rozas 1983: pp. 35-46). Ahora bien, si
[ 56 ]
L A BIBLIOGRAFÍA ARAGONESA: PERIODIZACIÓN Y ESTUDIOS SOBRE MANUSCRITOS
hubiera que destacar alguna categoría especial, sería sin duda la de los bibliógra-
fos que fueron sucesivamente discípulos de la Escuela Superior de Diplomática o
sus sucesoras, facultativos de Archivos, Bibliotecas y Museos, y galardonados con
el premio de bibliografía de la Biblioteca Nacional. Para cerrar este cuadro del
período, bastará con citar aquí a uno de los pioneros, Cristóbal Pérez Pastor, egre-
sado de la Escuela en 1874 y profesor de la misma, facultativo desde 1881 y autor
de tres obras capitales: La imprenta en Toledo (Madrid, 1887), Bibliografía madri-
leña (Madrid, 1891-1907, 3 vols.) y La imprenta en Medina del Campo (Madrid,
1895), las cuales fueron sucesivamente premiadas por la Biblioteca Nacional. Los
tres repertorios pertenecen al género en boga a fines del siglo XIX, la tipoboblio-
grafía (cf. Labandeira 1976), en el cual se aquilatan los procedimientos técnicos de
descripción y crítica heurística característicos del quehacer histórico del positivis-
mo.
En el caso aragonés se advierte exactamente la misma tendencia. El período
queda marcado por la publicación de las tipobibliografías del médico bibliófilo
Juan Manuel Sánchez dedicadas a la producción incunable zaragozana (1908a),
aragonesa del XVI (1908b y 1913-1914); la del erudito facultativo Ricardo del Arco
(1911) sobre Huesca; la del también bibliotecario Manuel Jiménez Catalán sobre las
prensas zaragozanas del siglo XVII (1925) y XVIII (1929); más tarde, tras un amplio
hueco, aparece la del librero anticuario Inocencio Ruiz Lasala (1977, con un suple-
mento de 1987) sobre la edición zaragozana del siglo XIX, ya fuera de la cronolo-
gía estricta del período, pero clara pervivencia suya. De estos autores y su impor-
tante labor se ocupa aquí con detenimiento Genaro Lamarca, de modo que sólo
subrayaré ahora que estas obras suponen la incorporación de los grandes avances
técnicos del positivismo bibliográfico en punto a descripción analítica y localiza-
ción de ejemplares. Por otra parte, la figura de Jiménez Catalán responde al mode-
lo característico del período profesional: titulado por la Escuela Superior de
Diplomática, ingresa en el cuerpo en 1888 y realiza su labor desde la Biblioteca
Provincial de Lérida y la Universitaria de Zaragoza. Galardonado con el premio de
la Nacional en 1914 y en 1915, por las dos obras citadas, su labor le valió el ingre-
so como correspondiente de la Real Academia de la Historia.
En cuanto al trabajo sobre manuscritos, es sin duda una de las grandes lagunas
del período, tanto en España como en Aragón. En efecto, mientras las grandes bi-
bliotecas europeas y americanas comienzan en este período la publicación de gran-
des catálogos de manuscritos37 y se desarrolla en paralelo la codicología38, nuestra
37
Así, tras el pionero catálogo colectivo de manuscritos de las bibliotecas departamentales fran-
cesas (1849-1885), se publica el ambicioso Catalogue général des manuscrits des bibliothèques publi-
ques de France (1885-1971, 59 vols.). Poco posterior es su equivalente italiano, Inventari dei manos-
critti delle biblioteche d’Italia, iniciado en 1890. En cuanto a bibliotecas concretas, ya se han visto los
trabajos de Ochoa y Gayangos en París y Londres respectivamente, mientras que los catálogos (com-
[ 57 ]
ALBERTO MONTANER FRUTOS
Biblioteca Nacional no inicia el suyo hasta 1952 y era bien poco lo que en dicha
disciplina se estaba haciendo por entonces39. No obstante, en Aragón, gracias a
unos pocos investigadores especialmente comprometidos, se poseen escasas, pero
valiosas aportaciones en este terreno.
En primer lugar, debe citarse el notable catálogo de manuscritos árabes y alja-
miados de la Junta para la Ampliación de Estudios, elaborado bajo la dirección de
Asín y Ribera (1912), aragonés el primero y antiguo profesor de la Universidad de
Zaragoza el segundo, y que afecta a un fondo que, aunque custodiado en Madrid
(actualmente en la Instituto de Filología del CSIC), procedía casi íntegramente del
hallazgo efectuado en Almonacid de la Sierra en 1884 y había formado parte de la
biblioteca del profesor de la Universidad de Zaragoza y reputado bibliófilo Pablo
Gil y Gil, quien había dado un avance, de mucho menor detalle descriptivo, en
(1904). El catálogo de Asín y Ribera (1912) es todavía de consulta obligada y, aun-
que algo desfasado en sus criterios descriptivos, ha servido de base al que Galmés
(1998) ha dedicado al fondo aljamiado de la Biblioteca de la Real Academia de la
Historia, también mayoritariamente aragonés.
De los depósitos documentales aragoneses, los oscenses recibieron cierta aten-
ción en este periodo. Los manuscritos de la Biblioteca Pública Provincial de
Huesca fueron catalogados por Isidoro Montiel (1949a), a quien se debe también
la catalogación de sus incunables (1949b). En cuanto a la Biblioteca Capitular de
la catedral oscense, fue objeto de un temprano trabajo descriptivo de Ricardo del
Arco (1915), a cuya prolífica pluma se debe también un extenso Repertorio de
manuscritos referentes a la historia de Aragón (1942), y de una noticia más deta-
llada por parte de Durán Gudiol (1953), quien, además de sus trabajos de tipo di-
plomático y archivístico, se ocupó también de otro tema de interés en este campo,
la reconstrucción de los fondos de antiguas bibliotecas, en su caso las correspon-
dientes a la actual diócesis de Jaca (entonces unida a la de Huesca) a fines del siglo
XV (Durán Gudiol 1962).
pletos o sectoriales) de la Nacional, la Laurenziana y la Riccardiana de Florencia ven la luz desde 1885,
1887 y 1893, respectivamente; los de la Nacional de Milán, a partir de 1891, y los de la Biblioteca Vati-
cana, desde 1885 (cf. Guerrieri 1991: pp. 175-85 y Sánchez Mariana 1995: 89-96).
38
A lo largo del siglo XIX hay una línea que va de las propuestas de Ebert, en 1825, a las de
Traube, en 1909, para independizar la codicología y separarla netamente de la paleografía, de la que
solía ir de la mano en ese momento. No obstante, la carta de naturaleza de la nueva disciplina no se
obtendrá hasta los años veinte del siglo siguiente (vid. Ruiz García 2002: 19-21).
39
Sobre la catalogación española de manuscritos, vid. Martín Abad (1989, 1994 y 1998), que inclu-
ye también algunas referencias a trabajos más estrictamente codicológicos.
[ 58 ]
L A BIBLIOGRAFÍA ARAGONESA: PERIODIZACIÓN Y ESTUDIOS SOBRE MANUSCRITOS
Carlos fueron estudiados por Latre (1943) y la Capitular de La Seo fue objeto de
un catálogo, por desgracia apenas difundido, aparecido anónimo, pero obra de
Pascual Galindo (1961), adelantado de estos estudios en el ámbito aragonés, y al
que se deben también un importante trabajo sobre la biblioteca aviñonesa de
Benedicto XIII (Galindo 1929), la edición del citado Index librorum (1587-1593) del
erudito canónigo del Pilar Bartolomé Llorente, cuya biblioteca se acabaría incorpo-
rando a la Capitular de La Seo (Galindo 1933; de este catálogo se ocuparía tam-
bién Burriel 1956) y otra notable contribución sobre el análisis de antiguos inven-
tarios de libros (Galindo 1969). En este terreno destaca igualmente la publicación
de diversos inventarios de antiguas bibliotecas aragonesas en la colección de
Serrano y Sanz (1915). En fin, cabe citar como estudio específico el de dos manus-
critos bíblicos zaragozanos de Ayuso Marazuela (1946).
Como ya se ha visto, una de las notas características del período abierto hacia
1965-1970 es la de su tecnificación, con la incorporación de nuevos recursos tec-
nológicos, en especial los informáticos, al proceso documental y a la compilación
de repertorios y listas bibliográficas (Malclès 1963, 19854: pp. 26-31, Malclès y
Lhéritier 1989: pp. 108-13, Balsamo 1998: pp. 182-84; cf. Chaumier 1987: p. 21 y
Guerrieri 1991: pp. 115-21). La informatización, junto con otros factores relaciona-
dos con la producción y gestión documental, ha llevado a caracterizar nuestra
época como era de la información o revolución de la información40. El proceso, ini-
ciado con bases de datos en consulta off line, se ha extendido a toda la gama de
productos informáticos relacionados con la transmisión de información: bases de
datos en línea accesibles por internet, OPAC de bibliotecas y redes de bibliotecas,
información de novedades editoriales a través del correo electrónico e incluso
reseñas electrónicas, de las que, en el campo de las humanidades, destacan las
remitidas desde BMCR (consultables también en http://ccat.sas.upenn.edu/bmcr/),
además, por supuesto, de los CD-ROM bibliográficos, difundidos desde 1985 y que,
junto a los nuevos catálogos y repertorios, han permitido también el acceso a los
clásicos bibliográficos, unas veces en formato PDF o similar, como el de la
Fundación Tavera (que incluye, por ejemplo, las obras citadas arriba de Pérez
Pastor, José Manuel Sánchez y Jiménez Catalán) y otras en formatos más versátiles,
como (por citar un ejemplo cercano) las Bibliotecas de Latassa refundidas por
Gómez Uriel (1884-1886) en edición electrónica de Pedraza, Sánchez Ibáñez y
Julve (2001).
40
Así lo advierten ya, a la altura de 1974, los prestigiosos Annals of the American Academy of
Political and Social Science, que dedican un número monográfico a The Information Revolution (cf.
Coll-Vinent y Bernal 1990: p. 11).
[ 59 ]
ALBERTO MONTANER FRUTOS
[ 60 ]
L A BIBLIOGRAFÍA ARAGONESA: PERIODIZACIÓN Y ESTUDIOS SOBRE MANUSCRITOS
[ 61 ]
ALBERTO MONTANER FRUTOS
41
Esta exposición se celebró primeramente en Madrid y no llegó a Zaragoza hasta el 2002, con
el más modesto título de Aragón, de Reino a Comunidad Autónoma.
[ 62 ]
L A BIBLIOGRAFÍA ARAGONESA: PERIODIZACIÓN Y ESTUDIOS SOBRE MANUSCRITOS
1990 y 1995) y los manuscritos de la Grant Corónica de los Conquiridores han sido
analizados por Montaner (1997). Gracias a estos esfuerzos y a otros de estudiosos
no aragoneses, se ha podido llegar a una reconstrucción bastante precisa de la
labor de dicho scriptorium (Marín y Montaner 1995, Cacho Blecua 1997: pp. 69-93
y 2002). Otro terreno en el que se ha avanzado es el de la producción aljamiada
de mudéjares y moriscos (cf. Montaner 2002), con el estudio codicológico del ms.
CSIC XIII (Montaner 1988), la catalogación de manuscritos de nuevos hallazgos,
como el de Calanda (Cervera 1993) y un intento de reconstrucción de los talleres
de copia moriscos, en particular el de los Escribano en Almonacid de la Sierra
(Montaner 1993).
En cuanto a bibliotecas concretas, la más antigua de las estudiadas recientemen-
te es la del Papa Luna, que ha sido objeto de una revisión por Laguna (1994).
Prácticamente coetánea es la del rey Martín I, para cuyo estudio, a partir de los
inventarios conservados, realizan unas consideraciones metodológicas Navarro y
Roy (1991). De la segunda mitad del siglo XV son la de Alfonso de Liñán, señor de
Cetina, analizada por Utrillas (1987); la del mercader zaragozano Jaime Pérez de
Villarreal, que estudia Navarro (1997a) y la de Pedro Lacabra, también de Zara-
goza, de la que se ocupa San Vicente (1992b). Ya del siglo XVI son la de Pedro
Cerbuna, cuyos distintos inventarios analizan San Vicente (1997) y Velasco y Criado
(1997), la de Pedro Juan de Lastanosa (Alvar Ezquerra y Bouza 1983) y la de Zurita,
de cuyo fondo griego se ha ocupado Pérez Martín (1991) y cuyas vicisitudes pós-
tumas trazan Lacarra, Lacarra y Montaner (1999: 26-29). De otras bibliotecas meno-
res del siglo XVI, pero ya predominantemente de impresos, se ocupa Pedraza
(1998). En fin, la labor más importante en este terreno, por su carácter sistemático
y por el alcance del análisis efectuado, es la desarrollada por Navarro (1996, 1997b,
1998a, 1998b, 1999, 1999-2000, 2000a, 2000b, 2001 y en prensa) a propósito del
Archivo y Librería de la antigua Diputación del Reino, desde su fundación en el
siglo XV hasta su dispersión tras la destrucción de su sede en 1809.
Además de estos trabajos, han de consignarse los análisis codicológicos dedica-
dos a manuscritos concretos y que se suman a los citados de Escobar (1993b) y
Montaner (1988 y 1997), como el Libro de varios linajes de España (Zaragoza, BUZ,
ms. 198) de San Vicente et al. (1983); el Ceremonial de consagración y coronación
de los Reyes de Aragón (Madrid, Biblioteca de la Fundación Lázaro Galdiano, ms.
R.14.425) del mismo San Vicente (1992a); el ms. Z del Libro del conosçimiento de
todos los rregnos (Múnich, Bayerische Staatsbibliothek, Cod. hisp. 150), dado a co-
nocer por Lacarra (1996) y posteriormente editado y estudiado por Lacarra, Lacarra
y Montaner (1999); las Armas y retratos, con inclusiones, de los Ruizes de Castilla
y Urrieses (Zaragoza, Fondo Documental Histórico de las Cortes de Aragón, mss.
L118 y L119), minuciosamente analizadas por García López (2001); el Armorial del
Archivo de los Condes de Argillo (hoy en el Archivo Histórico Provincial de
Zaragoza), presentado en sus aspectos codicológicos y de restauración por Iranzo
[ 63 ]
ALBERTO MONTANER FRUTOS
42
Nada de esto es privativo de nuestra comunidad autónoma; la situación es pareja en el resto
de España e incluso, por lo que hace al conocimiento en profundidad de los manuscritos, de buena
parte de Europa (vid. Sánchez Mariana 1995: p. 93, Ruiz García 2002: 27). Para la labor desarrollada en
este terreno en los últimos tiempos, véase Martín Abad (1994 y 1998).
[ 64 ]
L A BIBLIOGRAFÍA ARAGONESA: PERIODIZACIÓN Y ESTUDIOS SOBRE MANUSCRITOS
BIBLIOGRAFÍA
ABID, Abelaziz (1998), Memoria del Mundo: Conservando nuestro patrimonio documental,
México, Comisión Nacional de los Estados Unidos Mexicanos para la UNESCO [et al.]
AGUSTÍN, Antonio (1586), Bibliothecae Graeca manuscripta, Latina manuscripta, mixta ex
libris editis variarum linguarum, Tarragona, Felipe Mey.
— (1765-1774), Opera omnia, Luca, Giuseppe Rocchi, 8 vols.
ALVAR, Carlos, y José Manuel LUCÍA, eds. (2002), Diccionario filológico de literatura medie-
val española: Textos y transmisión, Madrid, Castalia.
ALVAR EZQUERRA, Alfredo, y Fernando J. BOUZA ÁLVAREZ (1983), «La librería de don Pedro Juan
de Lastanosa en Madrid (1576)», Archivo de Filología Aragonesa, vol. XXXII-XXXIII, pp. 101-
175.
ÁLVAREZ MILLÁN, Cristina (2004), «Un Corán desconocido de don Pascual de Gayangos en la
Real Academia de la Historia», en La memoria de los libros: estudios sobre la historia del
escrito y de la lectura en Europa y América, Salamanca, Instituto de Historia del Libro y
de la Lectura, vol. II, pp. 367-83.
ANDRÉS DE UZTÁRROZ, Juan Francisco (1638), Defensa de la patria del invencible mártyr S.
Laurencio, Zaragoza, en el Hospital Real y General de Nuestra Señora de Gracia.
— , ed. (1641), Coronaciones de los Sereníssimos Reyes de Aragón escritas por Gerónimo de
Blancas, chronista del Reyno. Con dos tratados del Modo de tener Cortes del mismo
Autor, y de Gerónimo Martel Chronista también del mismo Reyno, Zaragoza, Diego
Dormer, a costa del Reino [hay otra emisión, «a costa de Pedro y Tomás Alfay»].
— (1642), Paneg ýrico sepulcral a la memoria pósthuma de Don Thomás Tamayo de Vargas,
Chronista mayor de S. M. en los Reinos de Castilla i de las Indias, su Ministro en el Real
Consejo de las Órdenes, i del Tribunal de la Santa Inquisición, Zaragoza, Pedro Verges.
— (1644), Diseño de la insigne, i copiosa bibliotheca de Francisco Filhol, presbítero, i
Hebdomadario en la santa Iglesia Metropolitana del Protomártyr San Estevan de la ciu-
dad de Tolosa, Huesca, Juan Francisco de Larumbe.
— (1647), Descripción de las antigüedades, i jardines de Don Vincencio Juan de Lastanosa
[...], d[e]scrivíala El Solitario al D.or Don RFancisco [sic] Filhol, Zaragoza, Diego Dormer.
— [1648], Después que el Secretario Gerónimo de Zurita con felicidad suma del Reyno de
Aragón escrivió [...] las hazañas de la Corona [...], [s. l., s. n., s. a.].
— Aganipe de los cisnes aragoneses celebrados en el clarín de la Fama, Madrid, Biblioteca
Nacional, ms. 3660.
— Aganipe de los cisnes aragoneses celebrados en el clarín de la Fama, Zaragoza, Biblioteca
General Universitaria, ms. 37.
— (1781), Aganipe de los cisnes aragoneses celebrados en el clarín de la fama, [ed. Ignacio
de Asso, Amsterdam, C. Sommer].
[ 65 ]
ALBERTO MONTANER FRUTOS
ANDRÉS DE UZTÁRROZ, Juan Francisco (1890), Aganipe de los cisnes aragoneses celebrados en
el clarín de la fama, [ed. Ignacio de Asso, rev. por Eduardo Sáinz], Zaragoza, Comas.
ARCO Y GARAY, Ricardo del (1911), La imprenta en Huesca, Madrid, Revista de Archivos, Bi-
bliotecas y Museos [reimp., Huesca, Instituto de Estudios Altoaragoneses, 1984].
— (1915), «Libros, corales, códices y otros manuscritos de la Catedral de Huesca», Linajes
de Aragón, vol. VI, pp. 242-54.
— (1934), La erudición aragonesa en el siglo XVII en torno a Lastanosa, Madrid, Cuerpo
Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos.
— (1942), Repertorio de manuscritos referentes a la historia de Aragón, Madrid, Instituto
«Jerónimo Zurita», CSIC.
— (1950), La erudicón española en el siglo XVII y el cronista de Aragón Andrés de Uztarroz,
Madrid, Instituto «Jerónimo Zurita», CSIC, 2 vols.
ARNAS LÓPEZ, Ana Belén, et al. (1996), «Pleito de los herederos de Pedro Azpuru Ximénez
por el señorío de Pradilla de Ebro: Un estudio codicológico», Emblemata: Revista Arago-
nesa de Emblemática, vol. 2, pp. 263-87.
ARGUÍS MOLINA, Sofía, y Genaro LAMARCA LANGA (2001), «Dos obras y un título: La Biblioteca
de Latassa y el Diccionario de Gómez Uriel», Archivo de Filología Aragonesa, vol. LVII-
LVIII, pp. 71-104.
[ 66 ]
L A BIBLIOGRAFÍA ARAGONESA: PERIODIZACIÓN Y ESTUDIOS SOBRE MANUSCRITOS
BALSAMO, Luigi (1998), La bibliografía: Historia de una tradición, trad. Isabel Villaseñor y
Xilberto Llano, Gijón, Trea.
BELASKO, Mikel (2000), Diccionario etimológico de los nombres de los montes y ríos de Nava-
rra, Pamplona, Pamiela.
BLANCAS, Jerónimo de (1641), Coronaciones de los Sereníssimos Reyes de Aragón [...]; con dos
tratados del Modo de tener Cortes, publícalo Juan Francisco Andrés de Uztárroz, con
algunas notas, Zaragoza, Diego Dormer, a costa del Reino [hay otra emisión, «a costa de
Pedro y Tomás Alfay»].
BORAO, Gerónimo (1860), La imprenta en Zaragoza, con noticias preliminares sobre la
imprenta en general, Zaragoza, Vicente Andrés. [Ed. facsímil con introd. de Vicente
Martínez Tejero, Zaragoza, Iber Caja, 1995 (Col. Boira, 27)].
BRANN, Noel L. (1999), Trithemius and Magical Theology: A Chapter in the Controversy over
Occult Studies in Early Modern Europe, Nueva York, State University of New York Press.
BRIOSO SÁNCHEZ, Máximo (1988), «Calímaco», en Historia de la literatura griega, ed. Juan
Antonio López Férez, Madrid, Cátedra, pp. 795-803.
BROWN, Gerald G. (1983), Historia de la literatura española, 6/1: El siglo XX, 10.ª ed. rev. por
José-Carlos Mainer, Barcelona, Ariel.
BUESA CONDE, Domingo J., coord. (1994), 250 años de la provincia escolapia de Aragón, Za-
ragoza, Escuelas Pías; Ibercaja.
BURRIEL RODRIGO, Mariano (1956), Un bibliotecario del siglo XVI, defensor de las preemine-
nencias del Pilar, el canónigo Llorente, Zaragoza, Real Academia de Nobles y Bellas
Artes de San Luis.
CACHO BLECUA, Juan Manuel (1997), El Gran Maestre Juan Fernández de Heredia, Zaragoza,
Caja de Ahorros de la Inmaculada (Col. «Mariano de Pano», 12).
— (2002), «Juan Fernández de Heredia», en Alvar y Lucía (2002: pp. 696-717).
CACHO PALOMAR, María Teresa (2001), Manuscritos hispánicos en las bibliotecas de Florencia,
2 vols., Florencia, Alinea.
CAMPILLO, Toribio del (1877), Índice alfabético de autores para facilitar el uso de las Biblio-
tecas Antigua y Nueva de los escritores aragoneses, dadas a luz por el Dr. Don Félix de
Latassa, Madrid, T. Fortanet.
CARRILLO, Juan L., y M.ª Paz TORRES (1982), Ibn Al-Baytar y el arabismo español del XVIII:
Edición trilingüe del prólogo de su «Kitab Al-Chami», Banalmádena, Ayuntamiento.
CASAS TORRES, José Manuel, ed., (1947), Ignacio de Asso, Historia de la economía política de
Aragón, Zaragoza, CSIC [reimp. Zaragoza, Guara, 1983].
CASTILLO ESPINOSA, Sergio (1993), «Fondos aragoneses en la Biblioteca Nacional y en la Real
Academia de la Historia», Ius Fugit: Revista Interdisciplinar de Estudios Histórico-Jurídi-
cos, vol. 2, pp. 63-80.
[ 67 ]
ALBERTO MONTANER FRUTOS
CASTRO Y CASTRO, Manuel (1987), Biblioteca Bibliográfica Hispánica, VI: Bibliografía de las
Órdenes Religiosas, Madrid, Fundación Universitaria Española.
CEBRIÁN, José (1991), «Nicolás Antonio y sus continuadores dieciochescos», Archivo Hispa-
lense, vol. 226, pp. 27-45.
CERVERA, María José (1993), «Descripción de los manuscritos mudéjares de Calanda (Teruel)»,
Aragón en la Edad Media, vol. X-XI [= Homenaje a la Profesora Emérita María Luisa
Ledesma Rubio], pp. 165-87.
CHAUMIER, Jacques (1987), Les banques de données, 3.ª ed. rev., París, Presses Universitaires
de France.
— (1989), Les techniques documentaires, 5.ª ed. rev., París, Presses Universitaires de France.
COLL-VINENT, Roberto, y Francisco J. BERNAL CRUZ (1990), Curso de documentación, pról. José
López Yepes, Madrid, Dossat.
CORTÉS ARRESE, Miguel (1983), «Juan Fernández de Heredia, Gran Maestre de San Juan de Je-
rusalén: una aproximación a su imagen», Anuario de Estudios Medievales, vol. 13, pp.
327-37.
— (1985), «En torno a la imagen del Gran Maestre Heredia», Cuadernos de Estudios Caspo-
linos, vol. XI, 143-54.
— (1985-1987), «Manuscritos miniados para don Juan Fernández de Heredia, conservados
en España», Seminario de Arte Aragonés, vol. XXXIX, pp. 81-104, y vol. XLI, pp. 237-63.
— (1990), «Don Juan Fernández de Heredia et les relations artistiques entre Avignon et la
Couronne d’Aragon», en XIIe Congrès d’Histoire de la Couronne d’Aragon, Montpellier,
vol. IV, pp. 26-31.
— (1995), «Algunos aspectos del mecenazgo artístico de Juan Fernández de Heredia», en
Aurora Egido y José María Enguita, eds., Juan Fernández de Heredia y su época: IV Curso
sobre lengua y literatura en Aragón, Zaragoza, Institución «Fernando el Católico», 1996,
pp. 31-56.
[Cortes de Aragón, Servicio de Biblioteca, Archivo y Documentación] (1998), Fondo Docu-
mental Histórico de las Cortes de Aragón, introd. Guillermo Redondo y Esteban Sarasa,
Zaragoza, Cortes de Aragón.
— (2000), Fondo Documental Histórico de las Cortes de Aragón: 1998-2000, introd. Guiller-
mo Redondo y Esteban Sarasa, Zaragoza, Cortes de Aragón.
— (2003), Fondo Documental Histórico de las Cortes de Aragón: 2000-2002, introd. Guiller-
mo Redondo y Esteban Sarasa, Zaragoza, Cortes de Aragón.
CRAWFORD, M. H., ed., (1993), Antonio Agustín between Renaissance and Counter-Reform,
Londres, The Warburg Institute; University of London.
DELGADO CASADO, Juan (2001), Un siglo de bibliografía en España, los concursos bibliográfi-
cos de la Biblioteca Nacional (1857-1953), Madrid, Ollero y Ramos, 2 vols.
[ 68 ]
L A BIBLIOGRAFÍA ARAGONESA: PERIODIZACIÓN Y ESTUDIOS SOBRE MANUSCRITOS
[ 69 ]
ALBERTO MONTANER FRUTOS
[ 70 ]
L A BIBLIOGRAFÍA ARAGONESA: PERIODIZACIÓN Y ESTUDIOS SOBRE MANUSCRITOS
IRANZO MUÑÍO, M.ª Teresa, y Mariano CABALLERO ALMONACID (en prensa), «El Armorial de los
Condes de Argillo: Presentación y recuperación», en Guillermo Redondo, Alberto Mon-
taner y M.ª Cruz García, eds., Actas del Primer Congreso Internacional de Emblemática
General = Proceedings of the First International Conference on General Emblematics,
Zaragoza, Institución «Fernando el Católico», vol. II.
JAURALDE POU, Pablo, dir. (1998), Catálogo de manuscritos con poesía en castellano de los
siglos XVI y XVII, 5 vols., Madrid, Arco Libros.
JIMÉNEZ CATALÁN, Manuel (1925), Ensayo de una tipografía zaragozana del siglo XVII, Za-
ragoza, La Académica, a expensas del Estado.
— (1929), Ensayo de una tipografía zaragozana del siglo XVIII, Zaragoza, La Académica, a
expensas del Estado.
KLÍMA, Josef (1983), Sociedad y cultura en la Antigua Mesopotamia, ed. rev., trad. Matilde
Moreno, Madrid, Akal.
LABANDEIRA FERNÁNDEZ, Amancio (1975), Biblioteca Bibliográfica Hispánica, I: Repertorios por
lugar de nacimiento, Madrid, Fundación Universitaria Española.
— (1976), Biblioteca Bibliográfica Hispánica, III: Tipobibliografías, Madrid, Fundación Uni-
versitaria Española.
LACARRA, María Jesús (1996), «Un nuevo manuscrito del Libro del conosçimiento», en Nunca
fue pena mayor: Estudios de literatura española en homenaje a Brian Dutton, ed. A.
Menéndez Collero y V. Roncero López, Cuenca, Universidad de Castilla-La Mancha, pp.
435-41.
— (2002a), «Barlaam e Josafat», en Alvar y Lucía (2002: pp. 205-7).
— (2002b), «Calila e Dimna», en Alvar y Lucía (2002: pp. 231-35).
— (2002c), «Libro del conoscimiento», en Alvar y Lucía (2002: pp. 777-80).
— (2002d), «Libro de los ejemplos por a.b.c.», en Alvar y Lucía (2002: pp. 815-17).
— (2002e), «Libro de los gatos», en Alvar y Lucía (2002: pp. 818-20).
— (2002f), «Sendebar», en Alvar y Lucía (2002: pp. 948-50).
— , María del Carmen LACARRA y Alberto MONTANER, eds. (1999), Libro del conosçimiento de
todos los rregnos et tierras et señoríos que son por el mundo, et de las señales et armas
que han, Zaragoza, Institución «Fernando el Católico» (Anejos facsimilares de Emblema-
ta, 1).
LAGUNA PAÚL, Teresa (1994), «La biblioteca de Benedicto XIII», en Ángel Sesma, coord., Bene-
dicto XIII, el Papa Luna: Muestra de documentación histórica aragonesa en conmemo-
ración del sexto centenario de la elección papal de don Pedro Martínez de Luna (Aviñón,
28 septiembre 1394), Zaragoza, Centro de Documentación Bibliográfica Aragonesa; Di-
putación General de Aragón, pp. 75-90.
LAMARCA LANGA, Genaro (1997), «Félix Latassa. Apuntes biográficos», Revista de Historia Jeró-
nimo Zurita, vol. 72, pp. 185-93.
[ 71 ]
ALBERTO MONTANER FRUTOS
— (2003), «Intelectuales y justos. Los lugartenientes del Justicia: Una aproximación biblio-
gráfica», en Tercer Encuentro de Estudios sobre el Justicia de Aragón (Zaragoza, 24 de
mayo de 2002), Zaragoza, El Justicia de Aragón, pp. 117-60.
LATASSA Y ORTÍN, Félix de (1789), Índice cronológico de los escritores aragoneses que compo-
nen la bibliotheca antigua de este reyno, Zaragoza, Juan Ibáñez.
— (1796), Bibliotheca antigua de los escritores aragoneses que florecieron desde la venida
de Christo, hasta el año 1500, Zaragoza, Medardo Heras, 2 vols.
— (1798-1802), Biblioteca nueva de los escritores aragoneses que florecieron desde el año
de 1500 hasta 1753, Pamplona, Joaquín de Domingo, 6 vols.
— (1884-1886): véase Gomez Uriel (1884-1886).
LATRE JORRO, Luis (1943), Manuscritos e incunables de la Biblioteca del Real Seminario
Sacerdotal de San Carlos de Zaragoza, Zaragoza, CSIC.
LESKY, Albin (1976), Historia de la literatura griega, trad. José M.ª Díaz-Regañón y Beatriz
Romero, Madrid, Gredos.
LÓPEZ ESTRADA, Francisco (1986), «Pascual de Gayangos y la literatura medieval castellana»,
Alfinge, vol. 4, pp. 11-29.
MALCLÈS, Louise-Noëlle (1963, 19854), Manuel de Bibliographie, París, Presses Universitaires
de France. [4.ª ed. rev. por Andrée Lhéritier, 1985].
— y Andrée LHÉRITIER (1989), La Bibliographie, 5.ª ed., París, Presses Universitaires de Fran-
ce.
MANZANARES DE CIRRE, Manuela (1963), «Don Pascual de Gayangos y los estudios árabes», Al-
Andalus, vol. XXVIII, pp. 445-61.
— (1971), Arabistas españoles del Siglo XIX, Madrid, Instituto Hispano-Árabe de Cultura.
MARAVALL, José Antonio (1983), La cultura del Barroco: Análisis de una estructura histórica,
3.ª ed., Barcelona, Ariel.
MARÍN PINA, María Carmen, y Alberto MONTANER FRUTOS (1996), «Estado actual de los estudios
sobre la vida y la obra de Juan Fernández de Heredia», en Aurora Egido y José María En-
guita, eds., Juan Fernández de Heredia y su época: IV Curso sobre lengua y literatura en
Aragón, Zaragoza, Institución «Fernando el Católico», pp. 217-83 y 357-68.
MARTÍN ABAD, Julián (1989), Manuscritos de España: guía de catálogos impresos, Madrid,
Arco Libros.
— (1994), Manuscritos de España: Guía de catálogos impresos. Suplemento, Madrid, Arco
Libros.
— (1998), «Manuscritos de España: Guía de catálogos impresos (segundo suplemento)», Bo-
letín Bibliográfico de la Asociación Hispánica de Literatura Medieval, vol. 12, pp. 459-520.
MARTÍNEZ DEL VILLAR, Miguel (1598), Tratado del Patronado, antigüedades, govierno y varo-
nes illustres de la Ciudad, y Comunidad de Calatayud, y su Arcedianado, Zaragoza, Lo-
[ 72 ]
L A BIBLIOGRAFÍA ARAGONESA: PERIODIZACIÓN Y ESTUDIOS SOBRE MANUSCRITOS
renzo de Robles. [Ed. facs., Zaragoza, Centro de Estudios Bilbilitanos, Institución «Fer-
nando el Católico», 1980].
MAYANS Y SISCAR, Gregorio (1734), Vida de D. Antonio Agustín, arzobispo de Tarragona, Ma-
drid, Juan de Zúñiga.
MENDOZA DÍAZ-MAROTO, Francisco (2002), La pasión por los libros: Un acercamiento a la bi-
bliofilia, Madrid, EspasaCalpe.
MENÉNDEZ PIDAL, Ramón (1896), La leyenda de los Infantes de Lara, Madrid, Hijos de José M.
Ducazal.
MICHELENA, Luis (1997), Apellidos vascos, 5.ª ed., San Sebastián, Txertoa.
MONROE, James T. (1970), Islam and the Arabs in Spanish Scholarship (Sixteenth Century to
the Present), Leiden, E. J. Brill.
MONTANER FRUTOS, Alberto (1988), «El depósito de Almonacid y la producción de la literatu-
ra aljamiada: (En torno al ms. Misceláneo XIII)», Archivo de Filología Aragonesa, vol. XLI,
pp. 119-52.
— (1993), «El auge de la literatura aljamiada en Aragón», en II Curso de Lengua y Literatura
en Aragón (Siglos de Oro), Zaragoza, Institución «Fernando el Católico», pp. 31-61.
— (1994), «Ecdótica, paleografía y tratamiento de imagen: El caso del Cantar de mio Cid»,
Incipit, vol. XIV, pp. 17-56.
— (1997), «La Grant Corónica de los Conquiridores, de Juan Fernández de Heredia:
Problemas codicológicos y ecdóticos», en The Medieval Mind: Hispanic Studies in
Honour of Alan Deyermond, London, Tamesis, pp. 289-316.
— (1999), Prontuario de bibliografía: Pautas para la realización de descripciones, citas y
repertorios, Gijón, Trea.
— (2002), «La literatura aljamiada», en Alvar y Lucía (2002: pp. 1035-42).
— y Diego Navarro Bonilla (1995), «La habilitación de infanzonía de Cristóbal Mañas de
Aibar (1649): Edición y estudio», Emblemata: Revista Aragonesa de Emblemática, vol. 1,
pp. 57-93.
MONTIEL, Isidoro (1949a), «Manuscritos de la Biblioteca Pública Provincial de Huesca», Revis-
ta de Archivos, Bibliotecas y Museos, vol. 55, pp. 57-69.
— (1949b), Incunables de la Biblioteca Pública Provincial de Huesca: Catálogo descriptivo
y anotado, Madrid, Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos.
MORA, Carmen (1972), Vida y obra de don Ignacio de Asso: Iusnaturalismo, Jurisprudencia
y otras ideas, Zaragoza, la autora (imp. Heraldo de Aragón).
MORALEJO ÁLVAREZ, María Remedios (1998), «La colección histórica de la Biblioteca Universi-
taria de Zaragoza», en R. Rodríguez y M. Llordén, eds., El libro antiguo en las bibliote-
cas españolas, Oviedo, Universidad, pp. 281-319.
— y M.ª Dolores Pedraza (1979), «Situación actual de las bibliotecas con fondos aragone-
ses», en Estado actual de los estudios sobre Aragón: Actas de las Primeras Jornadas cele-
[ 73 ]
ALBERTO MONTANER FRUTOS
NISSEN, Hans J.; Peter DAMEROW y Robert K. ENGLUD (1993), Archaic bookkeeping, Chicago,
University Press.
PEDERSÉN, Olof (1998), Archives and Libraries in the Ancient Near East 1500-300 B. C.,
Betehesda (Maryland), CDL.
[ 74 ]
L A BIBLIOGRAFÍA ARAGONESA: PERIODIZACIÓN Y ESTUDIOS SOBRE MANUSCRITOS
PEDRAZA GRACIA, Manuel José (1998), Lectores y lecturas en Zaragoza (1501-1521), pról.
Maxime Chevalier, Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza.
PEDRAZA GRACIA, Manuel José; José Ángel SÁNCHEZ IBÁÑEZ y Luis JULVE LARRAZ (2001), Biblio-
tecas antigua y nueva de escritores aragoneses de Latassa aumentadas y refundidas en
forma de diccionario bibliográfico-biográfico por don Miguel Gómez Uriel, edición elec-
trónica en CD-ROM, Zaragoza, Institución «Fernando el Católico»; Universidad.
PEIRÓ ARROYO, Antonio (1998), Ignacio de Asso y la «Historia de la economía política de Ara-
gón», Zaragoza, Institución «Fernando el Católico».
PELLICER Y SAFORCADA, Juan Antonio (1778), Ensayo de una bibliotheca de traductores espa-
ñoles donde se da noticia de las traducciones que hay en castellano de la Sagrada
Escritura, Santos Padres, filósofos, historiadores, médicos, oradores, poetas, así griegos
como latinos; y de otros autores que han florecido antes de la invención de la imprenta.
Preceden varias noticias literarias para las vidas de otros escritores españoles, Madrid,
Antonio de Sancha.
PÉREZ GARCÍA, Yolanda, y M.ª Gloria PÉREZ GARCÍA (1995), «Análisis codicológico de los regis-
tros parroquiales de Oseja (Zaragoza)», Emblemata: Revista Aragonesa de Emblemática,
vol. 1, pp. 167-201.
PÉREZ MARTÍN, I. (1991), «La biblioteca griega de Jerónimo Zurita», Estudios humanísticos:
Filología (Universidad de León), vol. 13, pp. 45-55.
PFEIFFER, Rudolf (1981), Historia de la Filología Clásica, I: Desde los comienzos hasta el final
de la época helenística, vers. esp. Justo Vicuña y M.ª Rosa Lafuente, Madrid, Gredos.
PRENSA VILLEGAS, Luis (1995), «Noticia acerca del hallazgo de varios códices litúrgico-musica-
les de los siglos XIII-XIV en Aragón», Nassarre: Revista Aragonesa de Musicología, vol. XI,
núm. 1-2, pp. 445-460.
REYNOLDS, Lighton D., y Nigel G. WILSON (1986), Copistas y filólogos: Las vías de transmisión
de las literaturas griega y latina. Vers. esp. de Mariana Manuel Sánchez, Madrid, Gredos.
ROBLES SALGADO, Sergio, coord. (2002), Filigranas en la provincia de Zaragoza, Zaragoza, Es-
cuela-Taller «Damián Forment», Diputación de Zaragoza.
ROCA, Pedro (1897-1898-1899), «Noticia de la vida y obra de don Pascual de Gayangos»,
Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, vol. I, pp. 544-565; vol. II, pp. 13-32, 70-82,
110-130 y 562-568; vol. III, pp. 101-106.
RODRÍGUEZ DE DIEGO, José Luis, y F. J. ÁLVAREZ PINEDO (1993), «Fondos históricos aragoneses
del archivo de Simancas», Ius Fugit, vol. 2, pp. 283-296.
RODRÍGUEZ-MOÑINO, Antonio (1955), Don Bartolomé José Gallardo (1776-1852): Estudio bi-
bliográfico, Madrid, Sancha. [Reed., Badajoz: UBEx, 1994].
ROMERO SAMPER, Milagrosa (1989), «Miguel Martínez del Villar y los Sucesos de 1591 y 1592»,
en Actas del II Encuentro de Estudios Bilbilitanos, Zaragoza, Centro de Estudios Bilbilita-
nos, Institución «Fernando el Católico», vol. II, pp. 259-75.
[ 75 ]
ALBERTO MONTANER FRUTOS
[ 76 ]
L A BIBLIOGRAFÍA ARAGONESA: PERIODIZACIÓN Y ESTUDIOS SOBRE MANUSCRITOS
SÁNCHEZ MOLLEDO, José María (1983), «Miguel Martínez del Villar y la Segunda Parte de la
Apología del Tratado del Patronado de Calatayud», en Actas del Primer Encuentro de
Estudios Bilbilitanos, Zaragoza, Centro de Estudios Bilbilitanos, Institución «Fernando el
Católico», vol. II, pp. 281-90.
— (1990), «Contribución al estudio de la presencia aragonesa en la empresa americana: Mi-
guel Martínez del Villar, historiador de Indias», en Actas del Congreso de Jóvenes Historia-
dores y Geógrafos, Madrid, Universidad Complutense, vol. I, pp. 843-52.
SERRANO MARTÍN, Eliseo, coord. (1995), Fiestas públicas en Aragón en la Edad Moderna: VIII
Muestra de Documentación Histórica Aragonesa, Zaragoza, Centro de Documentación
Bibliográfica Aragonesa; Diputación General de Aragón.
SERRANO Y SANZ, Manuel (1915), «Inventarios aragoneses de los siglos XIV y XV», Boletín de la
Real Academia Española, vol. II, pp. 85-97, 34-152 y 548-51.
SESMA MUÑOZ, José Ángel, coord. (1994), Benedicto XIII, el Papa Luna: Muestra de documen-
tación histórica aragonesa en conmemoración del sexto centenario de la elección papal
de don Pedro Martínez de Luna (Aviñón, 28 septiembre 1394), Zaragoza, Centro de Do-
cumentación Bibliográfica Aragonesa; Diputación General de Aragón.
SOBOLEVSKY, Sergio (1951), Bibliofilia romántica española (1850), trad. y pról. Joaquín del
Val, notas Antonio Rodríguez-Moñino, Valencia, Castalia.
SOLERA LÓPEZ, Rus (2003), «El manuscrito D de la Crónica de Castilla: texto y representacio-
nes emblemáticas «, Emblemata: Revista Aragonesa de Emblemática, vol. 9, pp. 17-126.
SORA, Gabriel (1618), Bibliotheca doctoris Gabrielis Sora, Canonici S. Ecclesiae Metropolita-
næ Cæsaraugustanæ, Consultoris Sancti Officij, Commisarij Santæ Cruciatæ, Iudicis
Synodalis causarum Apostolicarum, ac Cancellarij competentiarum iurisdictionis pro
sua Maiestate in Aragonum Regno, incipiens a cognominibus auctorum frequenter cita-
ri solitis, interdum à nominibus, quandoque à sedibus materiarum, ordine alphabetico
congesta, 1. die mensis Martij 1618, Zaragoza, Juan de Larumbe.
SOTO PÉREZ, José-Luis (1980), «Un arabista del siglo XVIII: El franciscano Fr. José Banqueri, T.
O. R. (1745-1818)», Boletín del Centro de Estudios del Siglo XVIII, vol. 7-8, pp. 147-78.
TERREROS Y PANDO, Esteban de (1786-1793), Diccionario castellano con las voces de ciencias
y artes, Madrid, Viuda de Ibarra; Benito Cano, 4 vols. [Ed. facs. con pról. de Manuel Alvar
Ezquerra, Madrid, Arco Libros, 1987].
Torres, M.ª Paz (1998), «Pablo Hodar, escribiente de árabe en la Biblioteca Real, y su rela-
ción con dos falsificaciones del XVIII», Al-Andalus Magreb, vol. VI [= Homenaje Póstumo
al Profesor Braulio Justel Calabozo], pp. 209-35.
TORRES RAMÍREZ, Isabel de (1990), Bibliografía: La palabra y el concepto, Granada, Universi-
dad.
UTRILLA UTRILLA, Juan Francisco (1987), «Una biblioteca nobiliar aragonesa de mediados del
siglo XV: Inventario de libros de Alfonso de Liñán (H 1468), señor de Cetina (Zaragoza)»,
Aragón en la Edad Media, vol. VII, pp. 177-98.
[ 77 ]
ALBERTO MONTANER FRUTOS
[ 78 ]
L A BIBLIOGRAFÍA ARAGONESA: PERIODIZACIÓN Y ESTUDIOS SOBRE MANUSCRITOS
[ 79 ]
ALBERTO MONTANER FRUTOS
[ 80 ]
L A BIBLIOGRAFÍA ARAGONESA: PERIODIZACIÓN Y ESTUDIOS SOBRE MANUSCRITOS
[ 81 ]
ALBERTO MONTANER FRUTOS
[ 82 ]
L A BIBLIOGRAFÍA ARAGONESA: PERIODIZACIÓN Y ESTUDIOS SOBRE MANUSCRITOS
[ 83 ]
ALBERTO MONTANER FRUTOS
[ 84 ]
L A BIBLIOGRAFÍA ARAGONESA: PERIODIZACIÓN Y ESTUDIOS SOBRE MANUSCRITOS
[ 85 ]
ALBERTO MONTANER FRUTOS
[ 86 ]
L A BIBLIOGRAFÍA ARAGONESA: PERIODIZACIÓN Y ESTUDIOS SOBRE MANUSCRITOS
Figura 17. Rúbrica e inicio del cap. VI, «Refiérense los Autores Manuscriptos, que dizen que San Laurencio fue de la Ciudad
de Huesca», de la Defensa de la patria del invencible mártyr S. Laurencio de Juan Francisco Andrés de Uztárroz, pp. 106-107.
[ 87 ]
ALBERTO MONTANER FRUTOS
[ 88 ]
L A BIBLIOGRAFÍA ARAGONESA: PERIODIZACIÓN Y ESTUDIOS SOBRE MANUSCRITOS
[ 89 ]
ALBERTO MONTANER FRUTOS
Figura 24. Parte de la entrada sobre Casiodoro de la Reina en el Ensayo de una bibliotheca de traductores españoles de
Juan Antonio Pellicer, pp. 34-35.
[ 90 ]
L A BIBLIOGRAFÍA ARAGONESA: PERIODIZACIÓN Y ESTUDIOS SOBRE MANUSCRITOS
[ 91 ]
ALBERTO MONTANER FRUTOS
[ 92 ]
L A BIBLIOGRAFÍA ARAGONESA: PERIODIZACIÓN Y ESTUDIOS SOBRE MANUSCRITOS
Figura 29. Inicio del capítulo consagrado a Ebn Bageh (Avempace) en la Appendix Bibliothecæ
Arabico-Aragonensis de Ignacio de Asso, pp. 8 (texto árabe) y 9 (versión latina).
[ 93 ]
ALBERTO MONTANER FRUTOS
[ 94 ]
L A BIBLIOGRAFÍA ARAGONESA: PERIODIZACIÓN Y ESTUDIOS SOBRE MANUSCRITOS
[ 95 ]
ALBERTO MONTANER FRUTOS
[ 96 ]
L A BIBLIOGRAFÍA ARAGONESA: PERIODIZACIÓN Y ESTUDIOS SOBRE MANUSCRITOS
[ 97 ]
ALBERTO MONTANER FRUTOS
[ 98 ]
L A BIBLIOGRAFÍA ARAGONESA: PERIODIZACIÓN Y ESTUDIOS SOBRE MANUSCRITOS
[ 99 ]
ARAGÓN Y SUS LIBROS. FUENTES BIBLIOGRÁFICAS
ARAGONESAS EN EL SIGLO XX
Y SUS ANTECEDENTES
INTRODUCCIÓN
La Historia de la bibliografía en Aragón está apenas esbozada como, por otra
parte, ocurre en las demás regiones españolas, y casi, en el fondo, en España. Este
vacío obliga a que, antes de comenzar la historia de la bibliografía en el siglo XX,
debamos exponer, aunque sea brevemente, cuales han sido las líneas básicas hasta
esa época.
En la historia de la bibliografía en Aragón podemos encontrar cuatro momen-
tos esenciales:
1. La primera mitad del siglo XVII.
2. La época de Latassa.
3. El siglo XX. Las grandes bibliografías.
4. Los últimos 20 años.
Durante la primera mitad del siglo XVII, se produjo en Aragón una serie de obras
a las que puede calificarse de parcialmente bibliográficas, y decimos solo parcial-
mente porque, por una parte, no es la bibliografía su centro de interés predomi-
nante, y por otra aunque en algún caso lo sea, las informaciones que nos presen-
tan son muy deficientes. Se puede hablar de autores1 como Diego Murillo, Juan de
Moncayo, Vincencio Blasco de Lanuza, Diego de Sayas y Juan Francisco Andrés de
Uztárroz.
1
Félix Latassa cita a estos autores como sus puntos de partida. Juan Domínguez Lasierra les dedi-
ca unas interesantes páginas en su obra La literatura en Aragón. Fuentes para una historia literaria,
Zaragoza, Institución «Fernando el Católico», 1991.
[ 101 ]
GENARO L AMARC A L ANGA
Pero hay que subrayar que la importancia de la obra de estos autores es muy
distinta, porque es necesario establecer una sustancial diferencia entre la obra de
Juan Francisco Andrés de Uztarroz y la del resto de los autores. La obra de los cua-
tro primeros autores, solamente con una concepción muy laxa de la bibliografía,
puede ser entendida como bibliográfica. Recogen solamente títulos de obras, rara
vez con precisión y casi siempre como una mera descripción del título, no el titu-
lo preciso, y no incluyen el pie de imprenta, con lo que la identificación de la obra
es muy pobre e imprecisa. Por otra parte, no hay una ordenación lógica de los
autores y las obras. Tal ordenación está algo más elaborada en la obra de Diego
Murillo, muy escasa en la de Blasco de Lanuza y Diego de Sayas y es nula en la
Juan de Moncayo.
Diego Murillo fue el autor de la Fundación Milagrosa y excelencias de Zarago-
za2. En su tratado 2, capítulo 51 (titulado De algunos varones insignes en letras que
illustraron a Zaragoça con sus escritos) se dedica desde la página 434 hasta la 451
a biografiar escritores zaragozanos, tanto laicos como eclesiásticos. Es una obra
poco bibliográfica, en la que Diego Murillo enumera títulos, los anota normalmen-
te sin cursiva (esta forma de letra solo aparece cuando pone algún título concre-
to) y describe los libros y su contenido brevemente, cuando son pocas las obras
recogidas de un autor. Son, en resumen, biobibliografías muy elementales que
pudieron servirle a Félix Latassa como punto de partida y para buscar obras de
esos autores, pero poco más.
Vincencio Blasco de Lanuza escribió una obra monumental: Historias eclesiás-
ticas y seculares3. Esta gran obra, con un excelente título, porque recoge muy
bien el contenido, consta de cinco libros y presenta informaciones biográficas
dispersas. En los dos últimos libros hay mucha información biobibliográfica, tam-
bién sin identificar el libro, es decir, sin señalar el pie de imprenta. No obstante,
la mayor parte de la información está entre los capítulos 44 y 53, pp. 555-576.
Recoge sobre todo biobibliografías, el título de las obras de forma muy impreci-
sa y, a veces, incluso con problemas para su identificación. El conjunto tiene, más
bien, poca información. Los bibliógrafos posteriores, especialmente Latassa,
pudieron sacar bastante información biográfica y algunas pistas bibliográficas. En
resumen, se parece bastante la forma de presentar a los autores y las obras a lo
que había hecho Diego Murillo, con más información, pero más confuso en la
organización.
2
Diego Murillo, Fundación milagrosa de la Capilla Angelica y Apostolica de la madre de Dios
del Pilar y excellencias de la imperial ciudad de Zaragoza: diuidese en dos Tratados. Contienen el viage
del Apostol Santiago a España ... con diuersas vidas de santos, Barcelona, Sebastian Mateuad, 1616.
3
Vincencio Blasco de Lanuza, Historias ecclesiasticas y seculares de Aragon. En que se continuan
los Annales de Çurita y tiempos de Carlos V con historias ecclesiasticas antiguas y modernas que hasta
aora no han visto luz ni estampa, 2 vols., Zaragoza, Iuan de Lanaia y Quartanet, 1622.
[ 102 ]
ARAGÓN Y SUS LIBROS. FUENTES BIBLIOGRÁFIC AS ARAGONESAS EN EL SIGLO XX Y SUS ANTECEDENTES
4
Juan Moncayo y de Gurrea, Poema tragico de Atalanta, y Hipomenes, Zaragoza, Diego Dormer,
1656.
5
Félix Latassa, Biblioteca Nueva de los escritores aragoneses que florecieron desde el año de 1641
hasta 1680, Pamplona, Joaquín Domingo, 1799, p. 161. Se trata del vol. III de la Biblioteca Nueva. La
utilización que de las obras de Juan Francisco Andrés hizo Latassa fue muy frecuente. No podemos con-
cretar las obras que, de hecho, usó para la Biblioteca, pero la práctica totalidad de manuscritos del cro-
nista parece haber sido utilizada en la biblioteca de su mentor, el Canónigo Turmo, o bien Latassa dis-
puso de una copia. En la actualidad se está preparando una edición anotada de la Biblioteca con la
colaboración de la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País y de la Fundación Gaspar
Torrente. Por otro lado, en las Memorias Literarias de Aragón existentes en la Biblioteca Pública de
Huesca, en buena parte de los documentos existentes tiene el cronista un papel protagonista, por ser
copias de sus obras o cartas suyas. Vid. la descripción de estos manuscritos en Genaro Lamarca Langa,
«Las Memorias Literarias de Aragón, de Félix Latassa. Estudio y descripción», Turiaso, 15 (1999-2000),
pp. 127-173.
6
Juan Francisco Andrés de Uztárroz, Aganipe de los cisnes aragoneses celebrados en el clarín de
la fama. Ed. de Ignacio de Asso, [Amsterdam], [Sommer], 1781.
7
Juan Francisco Andrés de Uztárroz, Historia de Santo Domingo de Val, martyr Cesar-Augustano,
Zaragoza, Pedro Lanaja y Lamarca, 1643.
[ 103 ]
GENARO L AMARC A L ANGA
8
Juan Francisco Andrés de Uztárroz, Defensa de la patria del invencible martyr S. Laurencio,
Zaragoza, Hospital de Nuestra Señora de Gracia, 1638.
9
Biblioteca Nacional, ms. n. 9391.
10
Biblioteca Nacional, ms. n. 9457.
11
Nicolás Antonio, Bibliotheca Hispana Vetus, 2 vols., Madrid, Ibarra, 2.ª ed., 1783. Hay varias
ediciones facsímiles), y Bibliotheca Hispana Nova, 2 vols., Madrid, Vda. y Herederos de J. de Ibarra, 2.ª
ed., 1788 (hay varias ediciones facsímiles.
[ 104 ]
ARAGÓN Y SUS LIBROS. FUENTES BIBLIOGRÁFIC AS ARAGONESAS EN EL SIGLO XX Y SUS ANTECEDENTES
2. L A OBRA DE L ATASSA
Durante un siglo y medio puede decirse que apenas hubo obras con un senti-
do bibliográfico significativo y, desde luego, ninguna superó a la de Juan Francisco
Andrés de Uztárroz. Con un llamativo sentido bibliográfico pueden citarse los
Progresos de la Historia12, una obra que parte de Juan Francisco Andrés y que ter-
minó Diego Dormer. Quizá cabe reseñar que este cronista, como antes lo había
hecho Juan Francisco Andrés, proporcionó información sobre escritores aragone-
ses a Nicolás Antonio13.
Pero habrá que esperar a finales del siglo XVIII para reconocer un marcado inte-
rés bibliográfico en los intelectuales aragoneses. Pensemos sobre todo en Ignacio de
Asso14, con su Bibliotheca arabigo-aragonensis 15 o su edición del ya citado Aganipe
de los cisnes aragoneses de Juan Francisco Andrés de Uztárroz y otras obras de clá-
sicos aragoneses.
Pero, sobre todo, habrá que citar a Félix Latassa. Los ocho volúmenes de su
Biblioteca de Escritores Aragoneses16 son el mayor monumento de biobibliografía
erudita construido en Aragón o en cualquier otra región española. Concebido
como sustituto de una inexistente Historia de la literatura aragonesa, recoge la bio-
grafía y la obra escrita, publicada o no, de los autores que él considera aragone-
ses desde la época romana hasta el año 1802. Treinta años de trabajo se conden-
san en cerca de 3.000 autores estudiados, con una razonable descripción de las
12
Juan Francisco Andrés de Uztárroz y Diego José Dormer, Progressos de la Historia en el Reyno
de Aragon, y elogios de Geronimo Zurita, su primer coronista ... Contienen varios sucessos desde el año
de M.D.XII hasta el de M.D.LXXX, Zaragoza, Herederos de Diego Dormer, 1680.
13
Parte de esa relación se puede ver en la Bibliotheca de Escritores Aragoneses de Uztárroz, ms.
9391 BN. Sobre este tema véase Leonardo Romero Tobar, «Nicolás Antonio y los aragoneses contempo-
ráneos», Cuadernos de Aragón, 20 (1987), pp. 205-210.
14
Asociando a Asso con la bibliografía y las fuentes, hay que destacar el estudio de las fuentes
de la Historia de la Economía Política de Aragón de Antonio Peiró: Ignacio de Asso y la «Historia de la
Economía Política de Aragón», Zaragoza, Institución «Fernando el Católico», 1998.
15
Ignacio de Asso, Bibliotheca arabigo-aragonensis accedunt nonnulla scriptorum specimina.
Opera et studio, Amsterdam, Heredes C. Sommer, 1782, y Appendix Bibliothecae Arabico-Aragonensis.
Accedunt excerpta nonnulla arabum in Aragoniam dominationen illustrantia. Opera et studio,
Amsterdam, Heredes C. Sommer, 1783.
16
Felix Latassa, Bibliotheca antigua de los escritores aragoneses, 2 vols., Zaragoza, Medardo Heras,
1796, y Biblioteca nueva de los escritores aragoneses, 6 vols., Pamplona, Joaquin Domingo, 1798-1802.
[ 105 ]
GENARO L AMARC A L ANGA
obras. Esta descripción puede ser muy amplia y precisa para obras que él consi-
dera importantes y que han quedado manuscritas o de las que existen muy pocos
ejemplares, hasta de otros libros que no conoce directamente y que le llevan a
copiar pobres referencias de la obra de otros autores y, con ello, a incluir referen-
cias de ediciones o de obras que nunca han existido u otras plagadas de errores.
Como fuente de estos errores podemos destacar a los bibliógrafos del siglo XVII
antes citados, a Nicolás Antonio, o a la Bibliotheca de Gabriel Sora17. Los múltiples
errores, o erratas, en la impresión, disminuyen la validez del conjunto de la obra
que, sin embargo, ha sido la fuente en la que siempre se ha bebido para autores
aragoneses desde la publicación de su obra hasta la actualidad. En general, a autor
menos conocido, más utilización de la obra de Latassa.
En los últimos treinta años del siglo XIX se publicaron en Aragón obras con un
cierto sentido biobibliográfico, algunas dedicadas a todo Aragón, otras a las pro-
vincias de Teruel y Huesca. Salvo alguna excepción, son obras poco científicas,
con contenido divulgativos acerca de grandes hombres de la región. Tienen todas
ellas una misma fuente: la Biblioteca de Latassa siempre que les es posible, sin que
haya apenas aportaciones originales en cuanto al contenido. Podemos reseñar,
como autores, a Cosme Blasco, que trató de las dos provincias de Huesca y
Teruel18, a Mariano Sánchez y Muñoz19, a Gabino Enciso Villanueva20, etc. En esta
línea hay que señalar también una obra de Domingo Gascón y Guimbao21, su
Relación de escritores de la provincia de Teruel. Esta obra tiene más validez cien-
tífica que las anteriores, aunque, como las citadas, se basa en las mismas fuentes:
las bibliotecas de Latassa y el Aganipe de Juan Francisco Andrés; la información
que ofrece es muy escasa porque prácticamente a ningún autor dedica más de diez
líneas en un libro en octavo. El mismo Gascón y Guimbao publicó una obra más
compleja y bibliográficamente más válida22 en la que recoge hasta 1029 títulos,
incluyendo tanto libros como revistas y periódicos.
Un apartado especial hay que dedicar al trabajo de Miguel Gómez Uriel23, que
reelaboró la obra de Latassa dándole una organización distinta, de tipo alfabético,
17
Gabriel Sora, Bibliotheca doctoris ... incipiens acognominibus auctorum frequenter citari soli-
tis, interdum à nominibus quandoq à fedibus materiarum, ordine alphabetico congesta, Zaragoza,
Ioannis de Larumbe, 1618.
18
Cosme Blasco, Noticias de algunos hombres notables de la ciudad y la provincia de Teruel,
Teruel, 1869, y Hombres notables de la provincia de Huesca, Huesca, 1871.
19
Mariano Sánchez y Muñoz, Apuntes críticos y biográficos acerca de los hombres célebres de la
provincia de Teruel, Teruel, 1881.
20
Gabino Enciso Villanueva, Aragoneses ilustres, Teruel, 1890.
21
Domingo Gascón y Guimbao, Relación de escritores de la provincia de Teruel, Zaragoza, Escar, 1908.
22
Domingo Gascón y Guimbao, «Biblioteca turolense», Miscelánea turolense, 1891-1901.
23
Miguel Gómez Uriel, Bibliotecas antigua y nueva de escritores aragoneses de Latassa, 3 vols.,
Zaragoza, Calixto Ariño, 1884-1886.
[ 106 ]
ARAGÓN Y SUS LIBROS. FUENTES BIBLIOGRÁFIC AS ARAGONESAS EN EL SIGLO XX Y SUS ANTECEDENTES
aumentó el número de autores y disminuyó las erratas, pero apenas modificó los
errores; disminuyó en muchos autores el contenido y modificó la forma, expresión,
redacción, etc., para hacerla más legible y clara, consiguiendo difundir una obra
casi ausente de las bibliotecas. Pero, en cierto modo, usurpando un nombre y pro-
duciendo una cierta confusión porque, en realidad, las obras son muy distintas
aunque algunos estudiosos las confundan.
Aunque cronológicamente se elabore ya en el siglo XX, en concreto en 1932, la
obra del padre dominico Celestino Fuentes, creemos que por sus características
debemos incluirla en este apartado. Su trabajo Escritores dominicos del Reino de
Aragón24 es realmente poco más que el resultado de unir la Biblioteca de Latassa
y las mismas fuentes que Latassa utilizó, por supuesto para los autores anteriores
a 1802. Con su uso y lectura, se puede deducir que en más de la mitad de los artícu-
los Latassa es la única fuente; en otros muchos incluye, además, las mismas fuen-
tes que Latassa cita. Unos pocos recogen fuentes distintas, normalmente de domi-
nicos. Habla de un total de 153 escritores dominicos puestos en el mismo orden
cronológico que Latassa plantea25.
24
Celedonio Fuentes, Escritores dominicos del Reino de Aragón, Zaragoza, Gambón, 1932.
25
En el ejemplar de esta obra, disponible en la Biblioteca General Universitaria de Zaragoza, encon-
tramos manuscrito un cuadernillo con 18 hojas escritas por el verso, con nuevas informaciones que corri-
gen algunos aspectos del libro y como presentación y firma: «El P. Celedonio se desplazó a Zaragoza; con-
sultó bibliotecas y archivos; contó principalmente con lo escrito por D. Félix Latassa en su obra «Biblioteca
Antigua y Nueva». Pero incompresiblemente no consultó el rico material histórico que guardaban nues-
tras monjas del monasterio de Santa Inés, procedente, en su mayor parte, de Predicadores y de San
Ildefonso; manuscritos y libros impresos que ahora felizmente se encuentran en la Biblioteca Provincial
Dominicana de Aragón (B.P.D.A.), sita en Torrent (Valencia). Hemos repasado detenidamente el libro del
P. Celedonio y hasta medio centenar de escritores bio-bibliografiados por el autor han sido objeto de revi-
sión. No obstante, reconocemos sinceramente que nuestro trabajo ha sido incompleto, pensando que no
hemos podido utilizar manuscritos y libros impresos de otros conventos por haber desaparecido. Tan sólo
los vinculados a Predicadores de Zaragoza, y no todos. Esperamos, que nuestro trabajo facilite la labor
investigadora de cuantos acuden a «Escritores dominicos del Reino de Aragón». Torrent, 17 de mayo de
1993. Tomás Echarte, O.P». Debajo sello, con la leyenda «Museo de la Provincia de Aragón».
[ 107 ]
GENARO L AMARC A L ANGA
bibliógrafos de una misma generación, nacidos en torno a 1870, son los dos auto-
res de las dos obras más clásicas y significativas: Manuel Jiménez Catalán y Juan
Manuel Sánchez.
26
Sobre la personalidad y la obra de Juan Manuel Sánchez tenemos dos fuentes principales:
Remedios Moralejo Álvarez y Leonardo Romero Tobar, «Un bibliófilo aragonés, Juan Manuel Sánchez»,
en Juan Manuel Sánchez, Bibliografía aragonésa del siglo XVI, Madrid, Arco Libros, 1991, vol. I, pp. V-
XVI. Esta edición es un facsímil de la de Madrid, Imprenta Clásica Española, 1913-1914. También puede
consultarse Inocencio Ruiz Lasala, «La bibliofilia y don Juan Manuel Sánchez», Cuadernos de Aragón,
16-17 (1983), pp. 15-19.
27
Cristóbal Pérez Pastor, La imprenta en Toledo. Descripción bibliográfica de las obras impresas
en la Imperial ciudad desde 1483 hasta nuestros días, Madrid, Tello, 1887 (hay ediciones facsímiles),
Bibliografía madrileña o descripción de las obras impresas en Madrid, 3 vols., Madrid, Tip. de los
Huérfanos, 1891-1907 (hay ediciones facsímiles), y La imprenta en Medina del Campo, Madrid,
Rivadeneyra, 1895 (hay ediciones facsímiles).
28
José Enrique Serrano Morales, Reseña histórica en forma de diccionario de las imprentas que
han existido en Valencia desde la introducción del arte tipográfico en España hasta el año 1868,
Valencia, Imp. F. Domenech, 1898-1899 (hay ediciones facsímiles).
29
Joaquín María Bover, Biblioteca de escritores baleares, 2 vols., Palma, 1868 (hay ediciones fac-
símiles).
[ 108 ]
ARAGÓN Y SUS LIBROS. FUENTES BIBLIOGRÁFIC AS ARAGONESAS EN EL SIGLO XX Y SUS ANTECEDENTES
Juan Manuel Sánchez publicó varias obras bibliográficas31, pero destacando dos
especialmente: la Bibliografía zaragozana del siglo XV32 y la Bibliografía aragone-
sa del siglo XVI33. En cuanto a su metodología bibliográfica, el autor parte de una
postura, aunque modesta, muy clara; firma la Bibliografía zaragozana del XV con
pseudónimo (Un bibliófilo aragonés), es decir amante de los libros, no bibliógra-
fo, estudioso o conocedor del libro. Pero continúa con esta actitud en el prólogo
al lector cuando afirma que:
El trabajo que ofrecemos no es más que un trabajo de mera curiosidad, lo recono-
cemos; pero acariciamos la esperanza de que sirva al menos como de índice para la his-
toria literaria regional, según se dice ahora, y de que pueda considerarse como una
exposición de documentos necesarios á la formación de la Historia de la imprenta en
nuestro país34.
Y añade:
... también contribuye á la construcción de un edificio el obrero que acarrea los
materiales y bastante será su pena si no puede contribuir más que con su esfuerzo mate-
30
Jerónimo Borao, La imprenta en Zaragoza, con noticias preliminares sobre la imprenta en
general, Zaragoza, V. Andrés, 1860 (hay edición facsímil).
31
La siguiente relación está tomada, en parte, de Moralejo y Tobar, pp. XI-XII, vid. supra, n. 26:
Juan Manuel Sánchez, «Note sur deux éditions espagnoles des Economiques et politiques d’Aristote du
XVe. siécle», Révue des Bibliothèques, 18 (1908), pp. 379-384 ; «Investigaciones bibliográficas», Cultura
española, 9 (1908), pp. 313-329; «El Excmo. e Ilmo. Sr. D. José E. Serrano Morales», Cultura española,
10 (1908), pp. 621-633; «Obras bibliográficas recientemente publicadas», Cultura española, 11 (1908),
pp. 634-638; «Intento bibliográfico de la Doctrina cristiana del P. Jerónimo Ripalda», Cultura española,
11 (1908), pp. 836-880; Doctrina Cristiana del P. Jerónimo de Ripalda e intento bibliográfico de la
misma. Años 1591-1900, Madrid, Imprenta Alemana, 1909; «Pregón de tasas y jornales». Archivo de
Investigaciones Históricas. España. América Española. Filipinas, 1, 1 (enero de 1911), pp. 138 y 5 hs.;
«Relación muy verdadera de todo lo que ha pasado en la venida y cerco que puso el rey de Argel sobre
Orán ...»; Archivo de Investigaciones Históricas. España. América Española. Filipinas, 2, 3 (septiembre
de 1911), pp. 206-235; «Bio-bibliografía de Juan Sobrarias Segundo, alcañicense», Linajes de Aragón, 3,
(1912), pp. 109-116, 131-136, 149-156, 173-176, 192-196 y 211-216; «Un misal abulense del siglo XVI des-
conocido», Arte Español, 2, 6 (1913), pp. 153-260; Las cuatro primeras ediciones de los escritos de Santa
Teresa, Salamanca, Calatrava, a cargo de Manuel P. Criado, 1916; y «Refranes de veo-veo», Revue Hispa-
nique, 40 (1917), pp. 406-414.
32
Un bibliófilo aragonés [Juan Manuel Sánchez], Bibliografía zaragozana del siglo XV, Madrid,
Imprenta Alemana, 1908 (hay edición facsímil).
33
Juan Manuel Sánchez, Bibliografía aragonesa del siglo XVI, 2 vols., Madrid, Imprenta Clásica
Española, 1913-1914 (hay edición facsímil: Madrid, Arco Libros, 1991).
34
Juan Manuel Sánchez, Bibliografía zaragozana, p. XIV.
35
Juan Manuel Sánchez, Bibliografía aragonesa, vol., I, p. V.
[ 109 ]
GENARO L AMARC A L ANGA
rial. Nosotros en esta labor somos el último obrero y deploramos que nuestras fuerzas
no alcancen hasta donde llegan nuestros deseos36.
36
Ibid., p. XV.
37
Lucas de Torre, «Adiciones y correcciones a la Bibliografía aragonesa del siglo XVI de D. Juan
Manuel Sánchez», Revue Hispanique, 16 (1919), pp. 400-515. La actitud de Lucas de Torre es corrosiva:
comienza su «Advertencia preliminar» con la expresión Un acaudalado bibliófilo y sigue con una serie
de críticas casi continuas, no siempre ajustadas por lo exageradas. Termina con una carta, con permi-
so de publicación, de Ricardo del Arco en la que éste afirma que nuestro autor «ha procedido con muy
poca «rectitud literaria». Realmente, a lo largo del amplio artículo, Lucas de Torre mezcla descripciones
de libros con acertadas observaciones y comentarios y críticas fuera de lugar.
38
Konrad Haebler, The early printers of Spain and Portugal, Londres, Chiswick Press, 1896-1897;
Tipografía ibérica del XV, La Haya, Zuid-Holl, 1902; y Bibliografía ibérica del siglo XV. Enumeración de
todos los libros impresos en España y Portugal hasta el año 1500 con notas críticas, 2 vols., La Haya,
1903-1915.
39
Robert Proctor, An index to the early printed books in the British Museum. 5 fascs., Londres,
Trübner, 1898-1899.
40
Ernst Volger, Die ältesten Drucker aun Druckorte der Pyrenäischen Halbinsel, Görtlitz, 1872.
41
Ludovicus Hain, Repertorium bibliographicum, 2 vols., Tubinga, Hopferi de l’Orme, 1826-
1838.
[ 110 ]
ARAGÓN Y SUS LIBROS. FUENTES BIBLIOGRÁFIC AS ARAGONESAS EN EL SIGLO XX Y SUS ANTECEDENTES
riales han sido reunidos». Las dos obras las organiza cronológicamente, como suele
hacerse con las tipobibliografías.
En cuanto a la Bibliografía zaragozana del siglo XV, la organiza en tres partes:
la primera, Libros ciertos, un total de 75; la segunda, Libros dudosos, seis; la terce-
ra, Libros falsos, dos; e inserta una Addenda con cuatro obras impresas en Híjar,
que no había visto. El libro, muy lujoso y bien impreso, contiene además jugosos
comentarios. Juan Manuel Sánchez incluye libros consultados por él y otros toma-
dos de distintos catálogos. Cuando pudo consultar las obras, las descripciones son
amplias, con interesantes comentarios, las bibliotecas donde se encuentran y los
catálogos bibliográficos que lo citan. Cuando no, lógicamente se limita a tomar lo
que dicen los catálogos fuente.
En la Bibliografía aragonesa del siglo XVI, Juan Manuel Sánchez parece sentirse
mucho más seguro de su trabajo cuando imprime esta obra. Para empezar, se iden-
tifica como autor y reivindica la autoría de la Bibliografía zaragozana del siglo XV.
Esta obra tiene una organización distinta. Olvida la clasificación anterior, entre
Libros ciertos, etc., y pone todos uno tras otro, sin ninguna discriminación, pero
incluyendo muchas obras, demasiadas, y, sin duda, libros y ediciones fantasmas.
Cambia el título, de zaragozana a aragonesa, porque también hay imprentas en
Huesca y Épila, y la primera no coyuntural. A la hora de utilizar este libro hay que
distinguir tres tipos de informaciones, tomadas las dos primeras de Bibliografía
zaragozana. Primero, los libros que el propio Sánchez describe directamente, de
forma prácticamente igual que cuando lo hace con incunables; segundo, obras que
toma de autores, en principio, fiables, sobre todo Félix Latassa, aunque no inclu-
ye todas las obras que Latassa recoge: en este caso con frecuencia suele comentar
la obra, sus problemas, posibilidades de que realmente exista, etc., con comenta-
rios frecuentemente muy precisos y acertados; tercero, otras inclusiones que son
mucho más arriesgadas, porque se permite incluir largas relaciones de obras o edi-
ciones de determinados autores, con descripciones muy breves, poco más que títu-
lo y pie de imprenta, que sólo presentan una relativa fiabilidad, porque no indica
la fuente, eso sí, siempre para obras no impresas en Aragón en este siglo XVI; en
cualquier caso, se añade información que solamente causa problemas de lectura e
interpretación, pero no es algo fundamental.
En conjunto, y entre los dos volúmenes, describe 905 ediciones, de ellas 870 en
Zaragoza, 32 en Huesca y 3 en Épila. Estamos, en definitiva, con un autor que, tras
una apariencia potencialmente discutible es, para las obras tratadas por él, razona-
blemente riguroso, habiendo convertido a Zaragoza y Aragón en privilegiados en
cuanto a tipobibliografías hasta casi la actualidad.
[ 111 ]
GENARO L AMARC A L ANGA
42
La información biográfica y bibliográfica está tomada de Lola Hernández, «Estudio crítico.
Manuel Jiménez Catalán, erudito promotor de la bibliografía ilerdense», en Manuel Jiménez Catalán, La
imprenta en Lérida. Ensayo bibliográfico, 1479-1917, Lérida, Edicions de la Universitat de Lleida, 1997,
pp. XV-XLIV.
43
Manuel Jiménez Catalán y Enrich Arderiu Valls, «Apuntacions per a una memoria sobre impre-
sors que han exercit son art a Lleyda y llibres y opusculs impresos duran los segles XV, XVI, XVII y XVIII»,
Asociació Catalanista, Jochs Florals de Lleyda. Primer certamen literari, 1985, pp. 41-151; Manuel
Jiménez Catalán, Apuntes para una bibliografía ilerdense de los siglos XV al XVIII, Barcelona, L’Avenç,
1912; Apuntes para una historia de Balaguer, Lérida, El Pallaresa, 12; Don Gregorio de Brito, Gober-
nador de las Armas de Lérida, 1646-1648, Madrid, Tipografía Archivos, 1920; «Archivos. Incorporación
de los Archivos de Diputaciones, Municipios y Notariales». Revista de Archivos, 3.ª época, 44 (1923), pp.
514-515; «Bibliotecas. Aumento de las consignaciones para material de oficina», Revista de Archivos, 3.ª
época, 44 (1923), pp. 87-89; «Bibliotecas. Supresión del servicio en domingo en las bibliotecas del
Estado», Revista de Archivos, 3.ª época, 44 (1923), pp. 580-581; Manuel Jiménez Catalán y José Sinués
y Urbiola, Historia de la Real y Pontificia Universidad de Zaragoza, 3 vols., Zaragoza, La Académica,
1922, y Antillón y Calomarde en la Universidad de Zaragoza, Zaragoza, La Académica, 1925: Manuel
Jiménez Catalán, «Por los archivos regionales de Aragón» Universidad. Revista de cultura y vida univer-
sitaria, 1925; Reseña bio-bibliográfica de todos los grados mayores en las cinco facultades, desde 1583
a 1845, Zaragoza, La Académica, 1925-1926; «Cerbuna i les Universitats de Lleida i Saragossa», Vida llei-
datana, 1, 16 (1926), pp. 264-265; «Rememorament», Vida lleidatana, 1, 25 (1927), p. 23; «Adéu Mestre»,
Vida lleidatana, 1, 28 (1927), p. 100; «Teatre». Vida lleidatana, 1, 31 (1927), p. 6; «Del retaule arago-
nés», Vida lleidatana, 1, 38 (1927), pp. 332-333; «Goya», Vida lleidatana, 1, 40 (1927), p. 377;
«Documentos para la Historia de la Guerra de la Independencia en la provincia de Lérida», Revista de
Archivos, Bibliotecas y Museos, 48, 4-6 (abril-junio de 1927), pp. 242-255; Goya como pintor, grabador
y litógrafo de asuntos taurinos, Zaragoza, Tipografía del Hospicio, 1927; Goya, grabador y litógrafo,
Zaragozam, Berdejo Casañal, 1928; «Varios documentos curiosos e interesantes para Aragón, proceden-
tes del archivo secreto de la Santa Sede», Universidad. Revista de Cultura y Vida Universitaria, 7 (1930),
pp. 11-419; y La imprenta en Lérida. Ensayo bibliográfico, 1479-1917, Lérida, Edicions de la Universitat
de Lleida, 1997.
44
Lola Hernández, op. cit., p. XXXVIII.
[ 112 ]
ARAGÓN Y SUS LIBROS. FUENTES BIBLIOGRÁFIC AS ARAGONESAS EN EL SIGLO XX Y SUS ANTECEDENTES
Ofreció los materiales reunidos a Juan Manuel Sánchez, que ya había impreso
la Bibliografía del XV y preparaba la del XVI. Pero este no aceptó el obsequio e
insistió en que lo hiciera el mismo bibliotecario madrileño.
Aunque en un sentido distinto del expresado por Juan Manuel Sánchez, tam-
bién Jiménez Catalán toma sus lógicas precauciones cuando afirma:
Por culto y laborioso que sea, nadie puede vanagloriarse de que en historia o biblio-
grafía ha sabido decir la última palabra. En numerosas ocasiones puede verse rectifica-
do por documentos o libros que no llegaron a sus manos y que otras —tal vez por
azar— lograron tener en las suyas46.
Los dos libros que nos afectan más directamente, sus tipografías zaragozanas47
de los siglos XVII y XVIII, tienen una organización idéntica porque como él mismo
expresa, la bibliografía del siglo XVIII es estricta continuación de la anterior. Ambos
libros están organizados por orden cronológico, como lógicas tipobibliografías.
Debemos considerar que su autor, bibliotecario y necesitado de editores ajenos,
realiza unas ediciones más modestas y muchas de las descripciones de obras resul-
tan menos tipográficas, o materiales, que las de Juan Manuel Sánchez. Describe la
portada, sin destacar autor o título, dificultando su uso, pero, en el resto parece
partir, lógicamente, de lo que había elaborado su inspirador y antecedente, el
mismo Juan Manuel Sánchez. Aunque no recoge un índice de los catálogos de
libros y de las bibliotecas en que se ha basado, un estudio de los dos libros per-
mite deducir que utiliza siempre que puede los fondos consultados directamente
de muchas bibliotecas. Destacan, por orden de su uso: la Biblioteca Nacional de
Madrid, la Biblioteca Universitaria de Zaragoza, el fondo donado por Manuel de
Roda en la Biblioteca del Real Seminario de San Carlos, la del Colegio de San Isidro
en Madrid, las de Cogullada y Aula Dei en Zaragoza, etc.; pero, además utiliza,
incluso bibliotecas personales, como las de Cecilio Gasca, Antonio Casañal o la
45
Manuel Jiménez Catalán, Ensayo de una tipografía zaragozana del siglo XVII, Zaragoza, La
Académica, 1925, pp. VII-VIII.
46
Ibid., p. IX.
47
Manuel Jiménez Catalán, Ensayo de una tipografía zaragozana del siglo XVII, Zaragoza, La Aca-
démica, 1925; Ensayo de una tipografía zaragozana del siglo XVIII, Zaragoza, La Académica, 1929.
[ 113 ]
GENARO L AMARC A L ANGA
suya propia. Como puede verse, siempre que le es posible hace su bibliografía con
fuentes primarias. Pero cuando no ha podido ver el libro que describe, lo hace a
partir de catálogos, a veces no del todo fiables. Realmente utiliza mucho esta fuen-
te, porque casi un tercio de las entradas tiene este origen. Quizá haya que resaltar,
primero, los catálogos que no utiliza, porque no acude a ninguna biblioteca extran-
jera, ni siquiera al catálogo del British Museum, ni al de la Bibliothèque National
de Paris, etc., con lo que esto supone de posible no localización de fondos que,
sin duda, fueron importantes. Los catálogos que utiliza, por orden de uso son: en
primer lugar y en forma destacada, la Biblioteca de Latassa, y después las obras de
Gallardo48, Alenda49, Salvá50, Almirante51 o Sommervogel52, incluso catálogos hoy casi
desconocidos como el de la biblioteca del impresor del siglo XVIII Luis de Cueto53,
o el ya citado, y muy escasamente fiable, de la biblioteca de Gabriel Sora54.
No obstante, las dos obras de Jiménez Catalán nos aportan, además de la útil
información bibliográfica, unos complementos dedicados a los impresores y libre-
ros en los respectivos siglos, dedicando a cada uno desde unas pocas líneas hasta
varias páginas. Añade, además, unos apéndices con varios contenidos. En la tipo-
grafía del siglo XVII, recoge 1.420 entradas correspondientes a otras tantas edicio-
nes de obras. En la referida al siglo XVIII un total de 1.577.
Habrá que esperar casi cincuenta años para que las obras citadas tengan conti-
nuación, es decir, hasta el año 1977 en el que Inocencio Ruiz Lasala55 publicó su
Bibliografía zaragozana del siglo XIX.
48
M. R. Zarco del Valle y J. Sancho Rayón (eds.), Ensayo de una Biblioteca Española de libros
raros y curiosos formado con los apuntamientos de Don Bartolomé José Gallardo, 4 vols., Madrid,
Rivadeneyra-Tello, 1863-1889 (hay edición facsímil: Madrid, Gredos, 1968).
49
Jenaro Alenda y Mira Relación de solemnidades y fiestas públicas de España, Madrid, Rivade-
neyra, 1903.
50
Pedro Salvá y Mallén, Catálogo de la Biblioteca de Salvá, 2 vols., Valencia, Imprenta de Ferrer
de Orga, 1872 (hay edición facsímil: Barcelona, Porter, 1963).
51
José Almirante, Bibliografia militar de España, Madrid, M. Tello, 1876.
52
Augustin de Backer et al., Bibliothèque de la Compagnie de Jésus, 11 vols., Bruselas-París, 1890-
1932.
53
Bibliotheca de Don L. C. LP. Qve contiene variedad de avthores, de Chronología, de Geografia,
de Blason, de Historia en general y en particular, assi Eclesiastica, como Secular, de Philosophia, de
Lenguas, y en fin de toda varia Erudicion, en los Idiomas Castellanos, Latino, Francés e Italiano,
[Zaragoza], [s.n.], [s.a.].
54
Gabriel Sora, Bibliotheca ... incipiens a cognominibus auctorum frequ¯eter citari solitis, inter-
dum à nominibus quandoq à fedibus materiarum, ordine alphabetico congesta, Zaragoza, Ioannis de
Larumbe, 1618.
55
Inocencio Ruiz Lasala, Bibliografía zaragozana del siglo XIX, Zaragoza, Institución «Fernando el
Católico», 1977. Otras obras de este autor: Joaquín Ibarra y Marín, 1725-1785, Zaragoza: [s.n.], 1968; El
[ 114 ]
ARAGÓN Y SUS LIBROS. FUENTES BIBLIOGRÁFIC AS ARAGONESAS EN EL SIGLO XX Y SUS ANTECEDENTES
Este propósito ha sido realizado por un clásico librero zaragozano, que ha mar-
cado una pauta del buen hacer librero desde su librería, actualmente cerrada, del
Tubo zaragozano. En una buena presentación de su Bibliografía, él mismo decla-
ra sus fuentes: los catálogos de las bibliotecas, tanto públicas como privadas, todas
ellas zaragozanas y el clásico Manual del Librero de Palau57.
Recoge un total de 2.676 registros, incluyendo los libros con fecha y aquellos
que no la tienen. Comienza con la revisión de los impresores y continúa con el
desarrollo de las referencias recogidas, como es lógico, en las tipobibliografías, por
orden cronológico.
En el desarrollo encontramos unas referencias más breves y sintéticas, que real-
mente se ajustan a los estilos breves actuales: autor, título, pie de imprenta y exten-
sión de la obra. En algunos casos, Ruiz Lasala informa sobre la biblioteca, o biblio-
tecas, en que se encuentra la obra, o la fuente bibliográfica, el Manual de Palau.
En otras entradas se añade una breve anotación.
Diez años después, el mismo autor publicó un Apéndice58 con 630 registros más,
en los que sigue el mismo esquema. Esta continuación es sobre todo, según el pro-
pio autor, el resultado de la aportación de muchos zaragozanos, de algunas nue-
vas referencias de obras.
Muy próximo, aunque con otro enfoque, hay que señalar su libro Historia de
la Imprenta59. Este trabajo responde globalmente a una historia de la imprenta muy
[ 115 ]
GENARO L AMARC A L ANGA
60
Antonio Peiró Arroyo, Bibliografía turolense. Libros impresos en la provincia de Teruel, 1482-
1950, Teruel, Instituto de Estudios Turolenses, 1982.
61
Manuel del Diego Invernón y Jesús Molinero Franco, «Repertorio bibliográfico oscense. La zona
oriental desde el Esera-Bajo Cinca», Jerónimo Zurita. Cuadernos de Historia, 37-38 (1980), pp. 117-147.
62
Entre sus publicaciones, muchas relacionadas con la bibliografía, podemos citar: Ángel San
Vicente Pino, «El universo del libro en la ciudad de Zaragoza durante el reinado de Felipe II», en El
mundo del libro antiguo, Madrid, Ed. Complutense, 1996, pp. 11-25.
[ 116 ]
ARAGÓN Y SUS LIBROS. FUENTES BIBLIOGRÁFIC AS ARAGONESAS EN EL SIGLO XX Y SUS ANTECEDENTES
dos a cabo por Manuel Pedraza63, Esperanza Velasco64 o Miguel Ángel Pallarés65; a
través también de los trabajos del profesor Leonardo Romero Tobar66, María Do-
lores Pedraza y Remedios Moralejo67, la bibliografía sobre publicaciones periódi-
63
Manuel José Pedraza Gracia, «Un efímero zaragozano de 1527. Adscripción al taller de Jorge
Coci», Boletín del Museo e Instituto «Camón Aznar», 24 (1986), pp. 133-139; La imprenta de Gabriel de
Híjar. Zaragoza, 1576, Zaragoza, Institución «Fernando el Católico», 1991; Documentos para el estudio
de la historia del libro en Zaragoza entre 1501 y 1521, [Zaragoza], Centro de Documentación Bibliográ-
fica Aragonesa, 1993; «Un «nuevo» incunable zaragozano: el Breviarium Cesaraugustanum, Zaragoza,
Pablo Hurus, 1496-1498», Aragonia Sacra, 10 (1995), pp. 191-196; «El traspaso de la imprenta de Pablo
Hurus. Aportación documental para el estudio de la imprenta incunable zaragozana», Boletín del Museo
e Instituto «Camón Aznar», 68 (1997), pp. 131-142; La producción y distribución del libro en Zaragoza,
1501-1521, Zaragoza, Institución «Fernando el Católico», 1997; «La imprenta zaragozana del impresor
Pedro Bernuz a través de los protocolos del notario Pedro Bernuz II», Revista de Historia Jerónimo
Zurita, 72 (1997), pp. 29-52; Lectores y lecturas en Zaragoza, 1501-1521, Zaragoza, Prensas Universi-
tarias de Zaragoza, 1998; «La librería zaragozana a finales del siglo XV». Aragón en la Edad Media.
Estudios de economía y sociedad. Homenaje a la profesora Carmen Orcastegui Gros, 14-14, 2 (1999),
pp. 1243-1255.
64
Esperanza Velasco de la Peña y José Francisco Egea Gilaberte, «Sobre la imprenta del siglo XV
en España. Un nuevo incunable localizado», Boletín del Museo e Instituto «Camón Aznar», 22 (1985), pp.
97-99: Esperanza Velasco de la Peña y Jesús Criado Mainar, «El universo cultural de Pedro Cerbuna,
Obispo de Tarazona (Zaragoza), a partir de un inventario post mortem de su biblioteca, 1597», Turiaso,
13 (1996), pp. 137-184; Esperanza Velasco de la Peña, «Pedro Jiménez de Lizarazo y el origen de la
imprenta en Tarazona», Turiaso, 14 (1997-1998), pp. 133-161; Impresores y libreros en Zaragoza 1600-
1650, Zaragoza, Institución «Fernando el Católico», 1998.
65
Miguel Ángel Pallarés Jiménez, «Papeleros genoveses en la Zaragoza bajomedieval», Revista de
Historia Jerónimo Zurita, 67-68 (1993), pp. 65-101; «Dos noticias acerca de la iconografía de San
Lamberto. Las vidrieras del refectorio del monasterio de Santa Engracia, y las bulas y estampas fraudu-
lentas del impresor Pedro Hardouyn», Aragonia Sacra, 9 (1994), pp. 65-88; La Cárcel de amor de Diego
de San Pedro, impresa en Zaragoza el 3 de junio de 1493. Membra disjecta de una edición desconoci-
da, [Zaragoza], Centro de Documentación Bibliográfica Aragonesa, 1994; Daniel Sisón, maestro mayor
del Estudio montisonense, y las gramáticas impresas en Zaragoza en el siglo XV. Noticia de una edición
desconocida, Cuadernos del CEHIMO, 22 (1995), pp. 125-162; «Un pliego de las «Letras» de Hernando del
Pulgar, que Pablo Hurus editó con los Claros varones de Castilla, conservado en el Archivo de
Protocolos Notariales de Zaragoza», Aragón en la Edad Media. Estudios de economía y sociedad, 12
(1995), pp. 319-336; La imprenta en Zaragoza durante el reinado de Fernando el Católico, en
Fernando II de Aragón, el Rey Católico, Zaragoza, Institución «Fernando el Católico», 1996, pp. 379-409;
«Una pieza incompleta de López de Yanguas conservada en el Archivo Notarial de Zaragoza», Epos.
Revista de Filología, 13 (1997), pp. 417-447; «La bula «Sancti Spiritus in Saxia», incunable desconocido
de Guillen de Brocar», Príncipe de Viana, 59, 213 (1998), pp. 295-306; «La Crónica de Aragón, de
Gauberto Fabricio de Vagad, una cuestión de estado. Sobre el encargo de su redacción y de los pro-
blemas para ser impresa», Humanismo y literatura en tiempos de Juan de la Encina, Salamanca,
Ediciones Universidad, pp. 409-422; Miguel Ángel Pallarés Jiménez y Esperanza Velasco de la Peña, La
imprenta en Aragón, Zaragoza, Caja de Ahorros de la Inmaculada, 2001.
66
Leonardo Romero Tobar, Leonardo, «Los libros poéticos impresos en los talleres de Juan y Pablo
Hurus», en Aragón en la Edad Media. VIII, 1989, pp. 561-74.
67
María Remedios Moralejo Álvarez, José Ignacio Puyó Aparicio y M.ª Cruz Bespín Gracia, Aragón
y el Conde de Aranda. Aportación bibliográfica de la Biblioteca Universitaria. Catálogo, [Zaragoza],
Diputación General de Aragón, Departamento de Cultura y Educación, 1986; María Remedios Moralejo
Álvarez, Universidad de Zaragoza. Biblioteca Universitaria. Exposición de fondos americanistas en la
Biblioteca General. Catálogo, Zaragoza, 1992.
[ 117 ]
GENARO L AMARC A L ANGA
68
Lola Hernández Ara et al., Repertorio de publicaciones periódicas zaragozanas anteriores a
1940, Zaragoza, Institución «Fernando el Católico»-Universidad de Zaragoza, 1998.
69
Entre otras, en general muy orientadas hacia la descripción material y la crítica textual, Alberto
Montaner Frutos, José Enrique Serrano Asenjo y Diego Navarro Bonilla, «La obra de don Mariano de
Pano y Ruata. Una bibliografía anotada», Cuadernos CEHIMO, 22 (diciembre de 1995), pp. 267-283.
70
Guillermo Redondo Veintemillas, El gremio de Libreros de Zaragoza y sus antiguas ordinacio-
nes, 1573, 1600, 1679, Zaragoza, Caja de Ahorros de la Inmaculada, 1979.
71
José Luis Acín Fanlo, José Luis y Pablo Murillo López, Joaquín Ibarra y Marín, impresor, 1725-
1785, Zaragoza, Diputación General de Aragón-Ibercaja, 1993.
72
Eloy Fernández Clemente, «La prensa económica aragonesa», Cuadernos Aragoneses de
Economía, 1 (1975-1976), pp. 77-85; Eloy Fernández Clemente y Carlos Forcadell, Historia de la pren-
sa aragonesa, Zaragoza, Guara, 1979; Eloy Fernández Clemente y Antonio Peiró Arroyo, Bibliografía
de Historia económica de Aragón, 2 vols., Zaragoza, Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales,
1977-1983; Eloy Fernández Clemente, «Las revistas comarcales de cultura», Xiloca, 1 (1998), pp. 244-253.
73
Francesc Bujosa Homar et al., Bibliografía crítica sobre la historia de la ciencia, la medicina y
la tecnología de Aragón, Zaragoza, Institución «Fernando el Católico», 1992.
74
Juan Domínguez Lasierra, Ensayo de una bibliografía jarnesiana, Zaragoza, Institución «Fernan-
do el Católico», 1988; «Ensayo de una bibliografía de la literatura en Aragón», Turia. Revista cultural, 11
(1990), pp. 172-196; «Tipografías y bibliografías aragonesas. Fuentes generales para una historia litera-
ria de Aragón», Turia. Revista cultural, 13 (1990), pp. 203-213; «Ensayo de una bibliografía de la litera-
tura de Aragón». Turia. Revista cultural, 14 (1990), pp. 171-96.
75
Juan Dominguez Lasierra, La literatura en Aragón. Fuentes para una historia literaria, Zarago-
za, Institución «Fernando el Católico», 1991.
76
BAMBA (Bibliografia Aragonesa Mecanizada en Bibliotecas Aragonesas) [en línea], Zaragoza, Di-
putación [Provincial] de Zaragoza, 1997. «http://ebro.unizar.es/dpz/bamba». [consulta: 7 de febrero de 2001].
[ 118 ]
ARAGÓN Y SUS LIBROS. FUENTES BIBLIOGRÁFIC AS ARAGONESAS EN EL SIGLO XX Y SUS ANTECEDENTES
Perspectivas actuales
En la actualidad debemos plantearnos un posible problema. Esta proliferación
de interesantes trabajos bibliográficos en los últimos años no debe esconder que
no se ha realizado, ni se ha planteado, que sepamos, ninguna gran obra bibliográ-
fica nueva. Pero, por ejemplo, ¿deberíamos plantearnos, quizá, como a veces ver-
balmente se ha hecho, una continuación de las obras de Sánchez, Jiménez Catalán
y Ruiz Lasala?
Creemos que estamos en un momento crítico y muy difícil para la bibliografía.
En primera instancia, las nuevas tecnologías favorecen y propician nuevos trabajos.
Pero los grandes trabajos, en tiempo y ambición, suponen un riesgo ineludible para
su autor. La propuesta que hemos hecho, es decir, una tipobibliografía aragonesa,
por ejemplo hasta 1936, podría ser elaborada con el rigor necesario en unos cuan-
tos años, pero no sería improbable que en esos mismos años, determinados pro-
gramas informáticos, accediendo a muchas bases bibliográficas de datos, catálogos
de biblioteca sobre todo, puedan ofrecernos esa misma, o parecida información en
unos pocos minutos. De hecho, en cierta medida, hoy ya puede hacerse.
En cambio, los trabajos históricos siguen siendo tan necesarios y válidos como
siempre lo han sido, y en cuanto a ellos se refiere, la aportación que puede hacer
la informática es importante, pero es mucho menos útil que para la actualidad. Un
trabajo que creemos posible, necesario, y difícil, sería, la compilación de una
bibliografía aragonesa hasta 1800 que corrija los errores de las ya existentes, loca-
lice distintas ediciones, elimine fantasmas, obras o ediciones, etc. Creemos que
éste es el gran reto, real, que se plantea a la bibliografía en Aragón en la actuali-
dad.
77
Departamento de Cultura y Turismo. Servicio del Libro y las Bibliotecas. Instituto Bibliográfico
Aragonés [en línea]. Instituto Bibliográfico Aragonés. Zaragoza, Diputación General de Aragón. http://
www.aragob.es/edycul/bibara/pagiba. [consulta: 7 de febrero de 2001].
[ 119 ]
CRÓNICA DE UN PROYECTO INACABADO:
EL ESTUDIO DE FILOLOGÍA DE ARAGÓN*
1. INTRODUCCIÓN
Queremos, ante todo, dirigir nuestro más sentido agradecimiento a la Institu-
ción «Fernando el Católico», como entidad que nos ha honrado con su invitación
para formar parte de un programa de actos que nos brinda la ocasión de compar-
tir estas Jornadas con admirables profesores e investigadores. Concretamente, de-
bemos agradecer con toda sinceridad nuestra participación al Director de la Insti-
tución, ahora en funciones, el doctor don Guillermo Fatás, a los directores de estas
Jornadas, los doctores don Tomás Buesa y don José-Carlos Mainer, y al Secretario
de esta reunión y de la Sección de Filología de la Institución, nuestro compañero
y amigo, el doctor don José María Enguita.
Hemos querido dedicar nuestras primeras palabras a la Institución «Fernando el
Católico» porque en su incansable labor difusora y creadora de cultura en Aragón
—de la que es nueva muestra el patrocinio y la organización de estas Jornadas,
que cumplen su sexta edición— ha venido a ejecutar muchos de los objetivos que
se propuso alcanzar, sin fortuna, el organismo del que vamos a dar cuenta en esta
intervención, esto es, el Estudio de Filología de Aragón. Bien es cierto que no nos
consta que el origen de la Institución «Fernando el Católico» estuviera vinculado a
la existencia de esta entidad precursora, de características similares, de la que, en
realidad, sólo en fechas recientes se han obtenido noticias de cierta precisión1. Sin
embargo, no es casualidad que establezcamos una conexión entre uno y otro cen-
* El presente texto fue elaborado a finales del año 2000. Con posterioridad ha aparecido nueva
documentación sobre el Estudio de Filología de Aragón. La más relevante, sin duda, la contenida en el
manuscrito 32-D de la Real Academia Española, que ha dado lugar a la siguiente publicación: Juan
MONEVA Y PUYOL, Vocabulario de Aragón. Edición y estudio de José Luis Aliaga Jiménez, Zaragoza,
Xordica-Prensas Universitarias de Zaragoza, Institución «Fernando el Católico», 2004.
1
Puede consultarse, al respecto, el libro de J. L. Aliaga y M.ª L. Arnal, Textos lexicográficos ara-
goneses de Benito Coll (1902-1903) presentados al Estudio de Filología de Aragón. Edición y estudio,
Zaragoza, Pórtico, 1999. Además, contienen información adicional los trabajos de J. L. Aliaga, «Docu-
mentos lexicográficos del Estudio de Filología de Aragón (I)», Archivo de Filología Aragonesa, LIV-LV
(1998), pp. 369-422, y «Documentos lexicográficos del Estudio de Filología de Aragón (II)», Archivo de
Filología Aragonesa, LVI (1999-2000), pp. 337-442.
[ 121 ]
JOSÉ LUIS ALIAGA JIMÉNEZ
tro, ya que ambos comparten, entre otros elementos que se irán detallando aquí,
el cimiento institucional común de la Diputación de Zaragoza.
Por lo que se refiere al título genérico de estas Jornadas, el tema que nos ocupa
abarca el primer cuarto del siglo veinte, o lo que es lo mismo, la parte inicial de
esos «Cien Años de Filología en Aragón» sobre los que ahora proyectamos una
mirada retrospectiva. En concreto, podemos situar en 1900 las primeras noticias
sobre el proyecto lexicográfico que luego haría suyo el Estudio —no sobre el
Estudio como tal— y en 1923 la última muestra escrita que conocemos de sus acti-
vidades. No queremos ocultar, sin embargo, lo exiguo y fragmentario de la docu-
mentación disponible en estos momentos sobre el Estudio de Filología de Aragón
que pasó casi sin dejar rastro por la vida cultural de la región. Por ello, todavía
permanecen sin respuesta no pocas cuestiones que nos permitirían comprender,
por ejemplo, las causas de su entusiasta pero tardía constitución oficial en 1915
—teniendo en cuenta que ya en 1902 existen noticias sobre el debate abierto para
su formación— y también los motivos de su casi enigmática desaparición de hecho
en 1917, después de haber reunido el mayor volumen de documentación léxica
sobre las hablas aragonesas hasta la publicación entre 1979 y 1983 del Atlas
Lingüístico Etnográfico de Aragón, Navarra y Rioja 2.
Delimitada en sus líneas maestras la sucesión cronológica de la materia de la
que vamos a tratar3, conviene anticipar asimismo los rasgos definitorios del Estudio
de Filología de Aragón antes de situar su aparición en un contexto de más largo
alcance. Si nos remitimos a sus Estatutos, aprobados el 3 diciembre de 1915, el pri-
mer artículo proclama textualmente lo siguiente4:
El Estudio de Filología de Aragón es un Centro de investigación científica que tiene
por objeto la materia expresada en su título, y aquellas otras que para ello son medio
necesario. Esta institución es autónoma en su funcionamiento técnico; tendrá el Patro-
nato de ella la Excelentísima Diputación de Zaragoza; y, en lo administrativo, funciona-
rá según lo contenido en estos Estatutos.
2
Cf. M. Alvar y cols., Atlas Lingüístico Etnográfico de Aragón, Navarra y Rioja, 12 vols.,
Zaragoza-Madrid, IFC-CSIC, 1979-1983.
3
Véase la Guía cronológica en el «Apéndice 2» de este trabajo, así como las publicaciones cita-
das en la nota 1.
4
Dado su interés, hemos transcrito como «Apéndice 3» los Estatutos completos del Estudio de Fi-
lología de Aragón, publicados el 3 de diciembre de 1915 en el Boletín Oficial de la Provincia de Zara-
goza.
[ 122 ]
CRÓNIC A DE UN PROYECTO INAC ABADO: EL ESTUDIO DE FILOLOGÍA DE ARAGÓN
5
Cf. la Memoria que el Estudio de Filología de Aragón presenta a la Excelentísima Diputación de
Zaragoza de la labor realizada por el mismo desde el día 5 de octubre de 1915 hasta el día 22 de octu-
bre de 1916, Zaragoza, Imprenta del Hospicio, 1917, p. 10. Este texto, que denominaremos de modo
abreviado Memoria de 1916, se publicó también en el Boletín Oficial de la Provincia de Zaragoza el
15 de enero de 1917.
6
En la Memoria de 1916 se encuentra la cita del Institut d’Estudis Catalans (p. 15) y la alusión
al Centro de Estudios Históricos y a la Junta para Ampliación de Estudios (p. 16).
[ 123 ]
JOSÉ LUIS ALIAGA JIMÉNEZ
grafía, gramática y diccionario) sirva de norma culta para toda la comunidad lin-
güística. Por otro, con la llamada normalización, se persigue la extensión del uso
de la norma culta ya codificada a todos los tipos de comunicación lingüística y, en
el caso más frecuente, al ámbito de lo público, entendido en sentido amplio (admi-
nistración, enseñanza, medios de comunicación, etc.).
En el caso del Institut d’Estudis Catalans los proyectos normalizadores no que-
daron definidos como tales en el momento de su fundación, en 1907, por Enric
Prat de la Riba, presidente de la Diputación de Barcelona. En su primera fase, el
Institut se constituyó con cuatro secciones (Historia, Arqueología, Literatura y
Derecho) con una clara voluntad de incorporar como objeto de estudio toda mate-
ria concerniente a la cultura catalana, dotándose así de unas perspectivas de inves-
tigación que el Estudio de Filología de Aragón se proponía alcanzar una vez con-
solidado, como se acaba de mencionar. Fue en 1911 cuando se hizo explícito en
el Institut el objetivo —que pronto se convierte en preferente— de intervenir en
la lengua. Con ese fin se crea la Sección Filológica para la que se cuenta desde el
principio, entre otros, con Pompeu Fabra y Antoni María Alcover (quien después
se desvincula del Institut y retoma su Diccionari català-valenciá-balear). Poco
después (1912), se organizan las Oficinas Lexicográficas (seminario de investiga-
ción que nutre de materiales a la Sección Filológica) y se publican, siempre bajo
la dirección de Fabra, las normas y el diccionario ortográficos (1913 y 1917 respec-
tivamente) y la gramática (1918). Diversas vicisitudes impiden que el diccionario
aparezca antes de 1932, fecha final de su publicación.
Si el Institut d’Estudis Catalans había nacido al calor del primer Congreso
Internacional de la Lengua Catalana (1906), la Academia de la Lengua Vasca se
crea en 1919 en el contexto sociocultural que vino marcado por el primer
Congreso de Estudios Vascos (1918). La primera iniciativa partió de la Diputación
de Vizcaya y a ella se sumaron poco después las de Álava, Guipúzcoa y Navarra.
En los tres lustros largos que precedieron a la Guerra Civil española, la acade-
mia vasca logró afianzarse como institución y atendió en primer lugar a su pro-
yecto genérico de promover el nacimiento de una lengua literaria estándar, si
bien no logró plasmar el propósito en una formulación académica fija y precisa
hasta 1968. Se atendió también la tarea pendiente de conocer mejor el idioma
con estudios como los del primer director de la Academia, Resurrección María de
Azkue, sobre la morfología vasca (1923-34) y con encuestas a los hablantes (1922
y sigs.).
Con menor apoyo oficial, debido a su localización inicial, se funda en 1905, en
La Habana, la Real Academia Gallega, que es reconocida por Alfonso XIII al año si-
guiente. El proyecto más relevante de su primera época fue el Diccionario gallego-
castellano que, editado en La Coruña por fascículos desde 1913, quedó interrumpi-
do en 1928 cuando, superadas las cuatrocientas páginas, apenas se había alcanzado
[ 124 ]
CRÓNIC A DE UN PROYECTO INAC ABADO: EL ESTUDIO DE FILOLOGÍA DE ARAGÓN
la letra C7. Los intentos de codificar una norma alcanzaron también a las modalida-
des asturianas, sin que se consolidara ninguna tentativa concreta. Así se desprende
de un testimonio de 1920 procedente de un destacado miembro de la Real Academia
Asturiana de Artes y Letras, entidad, por lo demás, de vida tan efímera como la del
Estudio aragonés8. No queremos dejar de citar, por último, la aparición algo más tar-
día del Institut d’Estudis Valencians, en 1937, a imitación del catalán por su estruc-
tura (también contó con una Sección Filológica) y por su finalidad normativa en
materia idiomática. Creado por el Consell Provincial de València en plena Guerra
Civil, su actividad se extinguió, en 1938, antes incluso de que ésta concluyera9.
No parece que deba atribuirse a la casualidad el hecho de que únicamente el
Institut catalán y la Academia vasca sobrevivieran realmente, no sin arduas dificul-
tades, a las trabas experimentadas por los movimientos nacionalistas y regionalistas
durante los distintos períodos de régimen dictatorial en la España del siglo XX. Es
sabido que los nacionalismos catalán y vasco, al calor de los cuales surgen ambas
corporaciones, sobresalen, por la amplitud y estabilidad de su base social, sobre el
resto de manifestaciones análogas en otras regiones españolas. Al mismo tiempo,
las dos instituciones consolidaron pronto un respaldo oficial y privado que les otor-
gó continuidad incluso en los momentos menos propicios, políticamente hablando.
En un plano más inmediato, pero quizá más relevante, debe señalarse que sólo el
Institut catalán y la Academia vasca, de entre las entidades mencionadas hasta
ahora, contaron con la colaboración de lingüistas, como Fabra y Azkue, en los que
se compaginaba una solvencia probada y el compromiso personal con el proyecto
lingüístico normalizador. Aunque el Estudio coincide con aquellas en el protagonis-
mo promotor de las diputaciones provinciales, la orientación lingüística del centro
aragonés nunca quedó definida con nitidez y el compromiso financiero de la
Diputación de Zaragoza resultó, comparativamente, tímido y muy limitado, como
veremos. Tampoco obtuvo respuesta a la solicitud de ayuda económica que cursó
a las entidades homólogas de Huesca y Teruel así como a otras entidades públicas10.
En lo que se refiere a las regiones castellanohablantes destaca, en sintonía con
el clima sociocultural que venimos esbozando, la consolidación de una actividad
lexicográfica —cuyo origen cabe situar en las últimas décadas del siglo diecinue-
7
Cf. M. Brea, «Galegisch: Grammatikographie und Lexikographie», en G. Holtus, M. Metzeltin y
Ch. Schmitt (eds.), Lexikon der Romanistischen Linguistik, VI (2), Tübingen, Max Niemeyer Verlag, 1994,
pp. 110-129.
8
Cf. X. L. García Arias, «Asturianisch: Externe Sprachgeschichte», en G. Holtus, M. Metzeltin y Ch.
Schmitt (eds.), Lexikon der Romanistischen Linguistik, VI (1), Tübingen, Max Niemeyer Verlag, 1992, pp.
681-693.
9
Cf. E. Casanova, «El diccionari de l’Institut d’Estudis Valencians de 1937», Caplletra, 16 (prima-
vera 1994), pp. 49-82.
10
Cf. Memoria de 1916, p. 19.
[ 125 ]
JOSÉ LUIS ALIAGA JIMÉNEZ
11
Para ampliar información sobre la lexicografía regional en España es de consulta obligada el
trabajo de M. Alvar Ezquerra, «Lexicografía dialectal», Estudios de Lingüística. Universidad de Alicante,
11 (1996-1997), pp. 79-109, y las monografías contenidas en I. Ahumada, Estudios de lexicografía regio-
nal del español, Jaén, UNED-Centro Asociado de la Provincia de Jáen, 2000, e I. Ahumada (ed.),
Vocabularios dialectales. Revisión crítica y perspectivas, Jaén, Universidad de Jaén, 1996.
12
Cf. J. L. Aliaga, Aspectos de lexicografía española. El léxico aragonés en las ediciones del diccio-
nario académico, Zaragoza, IFC, 2000.
13
Cf. I. Ahumada, Estudios de lexicografía regional del español, op. cit, p. 95.
[ 126 ]
CRÓNIC A DE UN PROYECTO INAC ABADO: EL ESTUDIO DE FILOLOGÍA DE ARAGÓN
Si ceñimos ahora al ámbito regional las coordenadas en las que se sitúa el naci-
miento del Estudio de Filología de Aragón es preciso referirse brevemente a las mo-
deradas manifestaciones regionalistas en el Aragón de la época, dentro de las cuales
hay que situar el movimiento de los Juegos Florales, celebrados en Zaragoza entre
1896 y 1905. En ellos se gesta, desde 1900, el proyecto del Diccionario aragonés que
luego hará suyo el Estudio. No podemos olvidar tampoco la publicación de la Re-
vista de Aragón entre 1900 y 1905, dirigida por Eduardo Ibarra y Julián Ribera, cate-
dráticos de la Universidad de Zaragoza, o la Exposición Hispano-Francesa de 1908.
Posteriormente, entre los episodios destacados del regionalismo zaragozano de corte
burgués encontramos publicaciones como la revista Aragón (1912-1914), el diario La
Crónica de Aragón (1912-1920) y, de talante algo más progresista, El Ideal de Aragón
(1915-1920), vinculado al Partido Republicano Autónomo Aragonés, que surge en
1914. Cabe añadir a todo ello acontecimientos tales como el Congreso Nacional de
Riegos (1913), la fundación en 1914 de la Unión Aragonesa y la creación en 1916 de
la Unión Regionalista Aragonesa14. En este mosaico, el Estudio de Filología de Ara-
gón es la pieza olvidada por las investigaciones históricas sobre el regionalismo cul-
tural del período considerado. Sin embargo, no debe sorprender que representantes
cualificados de algunas de las publicaciones y agrupaciones políticas mencionadas
—Juan Moneva, Salvador Minguijón, Miguel Sancho Izquierdo o Domingo Miral—
ocuparan igualmente plaza de consejero en el Estudio de Filología.
Sólo queremos añadir una breve referencia a la producción literaria aragonesa
del momento guiados por la excelente síntesis sobre la literatura moderna y con-
temporánea en Aragón que en su día realizó José-Carlos Mainer para la Enciclope-
dia temática de Aragón15. La conciencia regional en la literatura aragonesa se mani-
fiesta con cierta pujanza ya en la época de la Restauración, en el último cuarto del
siglo diecinueve, con el cultivo del costumbrismo a cargo de autores como Agustín
Peiró, Cosme Blasco o Romualdo Nogués. Pero las personalidades que protagoni-
zan la creación del Estudio forman parte de la «generación de 1908», denominación
para la que Mainer adopta como fecha de referencia la conmemoración del cente-
nario de los Sitios con la Exposición Hispano-Francesa ya citada. El grupo de lite-
ratos se caracteriza por su composición social elitista y, en lo ideológico, por su
orientación marcadamente conservadora que, en ocasiones, incluye componentes
autonomistas. La creación literaria de la generación está dominada por las formas
regionalistas que en algún caso —es bien conocido— derivaron hacia un baturris-
mo algo tosco, por expresarlo de modo poco contundente. Si prescindimos de los
matices que, dentro de la tendencia general, singularizan la escritura de cada autor,
14
Sobre la política y la cultura de este período pueden consultarse más detalles en C. Forcadell
(coord.), Historia contemporánea de Aragón, Zaragoza, Heraldo de Aragón, 1993.
15
Cf. J.-C. Mainer, «Literatura moderna y contemporánea», en M. Alvar (dir.), Enciclopedia temáti-
ca de Aragón. Tomo 7. Literatura, Zaragoza, Moncayo, pp. 226-280.
[ 127 ]
JOSÉ LUIS ALIAGA JIMÉNEZ
puede decirse que la nómina de escritores la integran, entre otros, Luis López
Allué, Mariano Baselga, Gregorio García-Arista, Alberto Casañal o Sixto Celorrio.
Ninguno de los citados, sin embargo, perteneció al Estudio de Filología de Aragón
y sólo Baselga colaboró aportando al fichero una colección de cantares aragone-
ses. Además de con la omnipresente figura de Juan Moneva y Puyol, el elenco
debe completarse con el nombre de Domingo Miral, quien, entre los miembros del
Estudio, es el único que reúne la condición de filológo y de conocedor de un habla
viva altoaragonesa. Así, publica en cheso, en 1903, las piezas teatrales Qui bien fa
nunca lo pierde y Tomando la fresca en la cruz del cristiano o a casarse tocan, de
temática y planteamiento acordes con el punto de vista que la burguesía urbana
de la generación de 1908 proyecta sobre el mundo rural aragonés que, a diferen-
cia de Miral, la literatura regional suele localizar en el valle del Ebro.
16
Una vez que el Estudio adquirió carácter oficial, J. Moneva y Puyol fue elegido Director del ins-
tituto, a pesar de que Moneva había propuesto para el cargo la candidatura Domingo Miral, por su con-
dición de filológo. Para el cargo de Secretario fue designado Luis Jordana Pozas. Cf. la Memoria de
1916, pp. 3-4.
17
Concretamente, el apartado de los Juegos Florales de 1900 que figuraba con el número XV y
que se denominó «Colección de papeletas de voces en uso en Aragón, que no estén comprendidas en
[ 128 ]
CRÓNIC A DE UN PROYECTO INAC ABADO: EL ESTUDIO DE FILOLOGÍA DE ARAGÓN
[ 129 ]
JOSÉ LUIS ALIAGA JIMÉNEZ
[ 130 ]
CRÓNIC A DE UN PROYECTO INAC ABADO: EL ESTUDIO DE FILOLOGÍA DE ARAGÓN
Tales son las carencias con las que arranca la institución que, durante los pri-
meros meses, los propios consejeros sufragan los gastos de correo, adquieren el
compromiso de financiar las publicaciones del Estudio con lo obtenido por su
venta y anuncian la impartición gratuita de cursos y conferencias: «sin que el ense-
ñador cobre ni el alumno pague», precisan por si alguien albergaba dudas. Todo
lo que solicitan de la Diputacion son papeletas con las que poder continuar el tra-
bajo; un casillero por valor de seiscientas cincuenta pesetas en el que colocar las
135.000 fichas que ya se amontonaban en paquetes y una partida presupuestaria
de dos mil pesetas para 1916, puntualizando que22.
si fuese administrativamente posible obtener, sin previa consignación en Presupues-
tos, lo indispensable para que lo hecho no se pierda y para seguir trabajando, ni aun
hablaríamos de pesetas.
Con tales antecedentes no debe extrañar que un año después, al dar cuenta de
los progresos del Estudio durante 1916, la penuria de recursos suscite comentarios
de tintes irónicos23:
21
Cf. Estudio de Filología de Aragón. Memoria a la Excelentísima Diputación, publicada en el
Boletín Oficial de la Provincia de Zaragoza del 3 de diciembre de 1915. Citamos abreviadamente como
Memoria de 1915.
22
Cf. Memoria de 1915.
23
Cf. Memoria de 1916, p. 4.
[ 131 ]
JOSÉ LUIS ALIAGA JIMÉNEZ
[El Consejo] no nombró Tesorero, porque halló expuesto a la sátira proveer este
cargo de Estatuto cuando ni tenía qué atesorar ni veía la posibilidad de hacerlo en cinco
trimestres cuando menos.
Y poco después, los consejeros no pueden reprimir otra insinuación: «El Con-
sejo no tiene ocasión de cumplir ante la Excelentísima Diputación el Estatuto XXI,
que ordena hacer y presentar una liquidación de ingresos y gastos»24. De lo solici-
tado a la Diputación de Zaragoza el año anterior, reflejado en la Memoria de 1915,
se ha obtenido el fichero y una cantidad claramente insuficiente de papeletas. Pero
el Estudio también reclama —casi suplica— el compromiso de otras entidades
públicas y, en primer lugar, del Ayuntamiento de Zaragoza. El pleno de la
Diputación, al aprobar la Memoria de 1916, acuerda solicitar la cooperación de las
diputaciones de Huesca y Teruel y del Ministerio de Instrucción Pública. Además,
con un año de retraso —esto es, para 1917— decide asignar al Estudio una parti-
da presupuestaria que reduce a la mitad (mil pesetas) la estimación de los conse-
jeros para 1916, año durante el cual el Estudio no recibió consignación presupues-
taria alguna25.
Si la fragilidad del soporte económico del Estudio resultó desalentadora, algo
más firme se mostró la contribución directa de personas que prestaron su ayuda
en el trabajo lexicográfico, apartado en el que merece una mención especial la
asistencia recibida por el Estudio en la propia sede de la Diputación de Zaragoza.
Parece claro, en primer lugar, que los consejeros tenían la misión de orientar el tra-
bajo, gestionar las colaboraciones y distribuir las tareas, pero no redactaban o cla-
sificaban fichas directamente. Al menos sus nombres no figuran en la relación de
aportaciones personales al fichero, que desde un principio se enriqueció median-
te recopilaciones de material léxico o etnolingüístico de particulares que, a título
individual, respondieron al llamamiento de cooperación que el Estudio dirigió al
conjunto de la sociedad aragonesa. Desde la perspectiva actual, llama poderosa-
mente la atención la originalidad del cauce escogido para exhortar a la recopila-
ción y envío de materiales. Quizá la nutrida representación de juristas que tomó
parte en el arranque del Estudio pueda explicar que la relación de éste con la
sociedad se canalizara a través de los boletines oficiales de Huesca, Teruel y
Zaragoza y, en menor medida, de los boletines eclesiásticos de las diócesis arago-
nesas y de otras publicaciones periódicas. Por este procedimiento se había cursa-
do durante el verano de 1915 —tal como atestigua la Memoria de ese año— una
primera invitación para colaborar
a todas las personas aptas por ciencia, experiencia y voluntad para ilustrar el habla
aragonesa con nuevos significados pertenecientes al lenguaje usual y, también, concre-
tamente, a la Toponimia aragonesa.
24
Cf. Memoria de 1916, p. 16.
25
Cf. Memoria de 1916, pp. 19-20.
[ 132 ]
CRÓNIC A DE UN PROYECTO INAC ABADO: EL ESTUDIO DE FILOLOGÍA DE ARAGÓN
Todo ello otorgó a la actividad lexicográfica del Estudio una llamativa impron-
ta burocrática de la que es buena muestra el siguiente traslado de acuerdo adjun-
tado a la publicación de varias colecciones de voces en el Boletín Oficial de la
Provincia de Huesca:
Por acuerdo de la Comisión permanente de la Excma. Diputación provincial, se
publica en este periódico oficial una relación de voces aragonesas remitida á dicha enti-
dad por D. [nombre del autor], como en su caso y tiempo se insertarán las que con el
mismo objeto se reciban; y por si hubiere alguna persona que quisiere hacer alguna adi-
ción ú observación á las palabras que en esta relación ó en las sucesivas se inserten, se
advierte que habrán de ser cursadas en sobre abierto franqueado como IMPRESOS y sin
nota alguna, á la Secretaría de la Diputación Aragonesa de la provincia, correspondien-
te al domicilio de la persona que remita dichas adiciones ú observaciones.
Por otro lado, el Estudio pensó desde el principio en organizar un grupo inter-
no de trabajo, semejante a lo que podría entenderse en la actualidad como un
seminario de lexicografía, del que formarían parte cuatro colaboradores perma-
nentes con categoría de Secretarios Redactores y un número variable de ayudan-
tes temporales. Las consideraciones realizadas sobre el proceso de selección de los
redactores aportan noticias de verdadero interés, que nos acercan a la pequeña
historia social de la época. Para la colaboración esporádica, de clasificación y ges-
tión de papeletas, se pensó en el alumnado de Magisterio, al que no se le pedía
una cualificación específica. Por su parte, los puestos de lexicógrafo permanente
quedaron reservados, en principio, para el alumnado de los últimos cursos de
enseñanza secundaria y para los alumnos o licenciados en la Facultad de Filosofía
y Letras de Zaragoza, quienes desarrollarían de esta forma una ampliación de estu-
dios con reconocimiento oficial otorgado por el Estudio. Se les exigía conocimien-
tos de filología y, en particular, de la situación lingüística en Aragón26.
26
Las siguientes personas fueron nombradas Secretarios Redactores en 1915: Áurea Luscinda
Javierre y Mur, Martín Luis Sancho y Seral, Enrique Naval y Delgrés y Luis Boya y Saura. Con ellos cola-
boró voluntariamente José María Savirón y Felíu. La colaboración eventual corrió a cargo de M.ª Pilar
Pobes, M.ª Anunciación Salas, M.ª Presentación López, Felipa Torcal, Antonio Ejarque, Eladio Gracia,
Eumenio Serrano y Constancio Pobes.
[ 133 ]
JOSÉ LUIS ALIAGA JIMÉNEZ
La reflexión anterior no obsta, sin embargo, para que los consejeros se pronun-
cien sobre la pedagogía aplicable específicamente en la formación académica del
otro sexo: «Cuanto a los varones, mantenemos, desde el principio, el criterio de
que cuanto antes sea comenzada la formación de una especialidad, si los que diri-
gen son discretos, mejor será esa formación»28.
27
Cf. Memoria de 1915.
28
Cf. Memoria de 1915.
[ 134 ]
CRÓNIC A DE UN PROYECTO INAC ABADO: EL ESTUDIO DE FILOLOGÍA DE ARAGÓN
como inminente en 1916 (la obra se cita en ocasiones como nuevo Diccionario de
voces aragonesas, por lo que tenía de continuación de la obra de Borao). El núme-
ro de papeletas disponibles se acerca ya a las doscientas mil a finales de ese año.
A pesar de lo avanzado de los trabajos, disponemos de escasos informes sobre las
estructuras de las que se pensaba dotar a la obra, esto es, sobre el número y la
disposición de las informaciones lexicográficas y, lo que reviste mayor importan-
cia, sobre las variedades dialectales en las que se pensaba sustentar el futuro dic-
cionario.
En cuanto a la primera cuestión, las noticias dispersas que nos han llegado
sugieren que se había planeado una compleja estructura del artículo lexicográfico
con los siguientes componentes: entrada y definición o explicación; información
etimológica, fonética y gramatical; ejemplo de uso, manifestaciones del folklore
verbal que contuvieran la palabra-entrada, identificación de las localidades donde
ésta se había documentado y datos de los informantes del Estudio. En contraste
con lo anterior, no es posible señalar con exactitud qué variedades dialectales con-
cretas tuvo intención de compilar el Estudio en su diccionario. Más precisamente,
carecemos de datos suficientes para interpretar el conocimiento que los consejeros
poseían del panorama lingüístico en Aragón. De un lado, las colecciones de voces
pre-publicadas por el Estudio se nutren bien de hablas altoaragonesas, bien del
español regional de Aragón. De otro, las ideas lingüísticas sobre las variedades
pirenaicas distaban entonces, como es comprensible, de alcanzar el grado de pre-
cisión que hoy se exigiría. Con todo, el Estudio podía haber aprovechado, para
delimitar su campo de trabajo, las meritorias observaciones dialectológicas de
Benito Coll, respecto de las cuales —es justo decirlo— los conocimiento exhibidos
por Miral representan un retroceso29. Sin embargo, las exiguas declaraciones del
Estudio sobre la materia se mueven en un espacio de imprecisión que no se pres-
ta a conclusiones convincentes. Así, habla vagamente, por ejemplo, de su labor de
análisis de las palabras y modos de hablar peculiares con los que Aragón «colabo-
ra a las hablas castellana, catalana, valenciana y transpirenaica»30. Tampoco nos
sacan de dudas los principios metodológicos que guían el trabajo del Estudio,
enunciados del siguiente modo31:
No somos únicamente estudiosos de Filología de Aragón ni esto sería posible: Filo-
logía de un país exige Filología en general; la Filología del habla aragonesa en cuanto
29
En el prólogo a la edición de sus sainetes (vid. supra), en 1903, Miral señala que el cheso «[...]
es el resultado de la influencia castellana, catalana, francesa y vascongada». No menos impresionistas
son las afirmaciones que vierte, bastantes años después, sobre la misma variedad altoaragonesa. Cf. D.
Miral, «El verbo ser en cheso», Universidad, 1 (1924), pp. 209-216, y «Dialectología del Pirineo. Tipos de
flexión verbal en el cheso (el verbo hacer = fer)», Universidad, 6 (1929), pp. 3-10.
30
Cf. Boletín Oficial Extraordinario de la Provincia de Zaragoza, publicado el 11 de diciembre
de 1915.
31
Cf. Memoria de 1915.
[ 135 ]
JOSÉ LUIS ALIAGA JIMÉNEZ
[ 136 ]
CRÓNIC A DE UN PROYECTO INAC ABADO: EL ESTUDIO DE FILOLOGÍA DE ARAGÓN
32
Cf. Memoria de 1916, p. 7.
33
Cf. Memoria de 1916, p. 8.
[ 137 ]
JOSÉ LUIS ALIAGA JIMÉNEZ
Las informaciones sobre las tareas del Estudio cesaron bruscamente. No parece
que existan memorias sobre las actividades desarrolladas en los años siguientes a
1916. De hecho, con posterioridad a este año sólo consta la publicación de algu-
nas colecciones —como puede verse en el «Apéndice 1»— cuya aparición se con-
centra en torno a 1916 y 1917 y continúa de modo muy irregular hasta 1923 en el
caso de las aportadas por Benito Coll. Sin duda, son un indicio de que se seguía
trabajando, aunque ya de forma lánguida. No deja de sorprender el absoluto silen-
cio que se cierne sobre la institución a partir de 1917. Hay que notar, por ejemplo,
que ni El Noticiero ni el Heraldo de Aragón contienen una mínima reseña sobre el
Estudio, a pesar de que casi todos los consejeros colaboran con los dos diarios
34
Facilitamos en el «Apéndice 1» los datos completos correspondientes a la edición original de
cada colección.
[ 138 ]
CRÓNIC A DE UN PROYECTO INAC ABADO: EL ESTUDIO DE FILOLOGÍA DE ARAGÓN
35
Cf. M. González Miranda, Bibliografía aragonesa en la prensa zaragozana. «El Noticiero»: 1901-
1950, Zaragoza, Ayuntamiento de Zaragoza, 1978 y, de la misma autora, Bibliografía aragonesa en la
prensa zaragozana. «Heraldo de Aragón»: 1895-1950, Zaragoza, Ayuntamiento de Zaragoza, 1979.
36
Cf. D. Miral, «Dialectología del Pirineo. Tipos de flexión verbal en el cheso (el verbo hacer =
fer)», op. cit., p. 3.
[ 139 ]
JOSÉ LUIS ALIAGA JIMÉNEZ
Figura 1
Ciudad, villa o lugar: TORREVELILLA
[ 140 ]
CRÓNIC A DE UN PROYECTO INAC ABADO: EL ESTUDIO DE FILOLOGÍA DE ARAGÓN
Figura 2
Figura 3
[ 141 ]
JOSÉ LUIS ALIAGA JIMÉNEZ
APÉNDICE 1
1) Jorge Jordana y Mompeón, «Colección de voces aragonesas», Boletín Oficial
de la Provincia de Zaragoza, 28 de septiembre, 7 de octubre, 13 y 20 de noviem-
bre de 1916; 4 y 23 de enero y 16 de febrero de 1917 (1.543 entradas).
2) Joaquín Gil Berges, «Colección de voces aragonesas», Boletín Oficial de la
Provincia de Huesca, 8, 15, 20 y 21 de noviembre de 1916 (305 entradas).
3) Tomás Costa Martínez, «Colección de voces aragonesas», Boletín Oficial de la
Provincia de Huesca, 16, 23, 26 y 28 de febrero de 1917 (406 entradas).
4) Luis Rais, «Colección de voces aragonesas usadas en la Ciudad de Caspe»,
Boletín Oficial de la Provincia de Zaragoza, 4 y 25 de junio de 1917; 10 y 11 de
diciembre de 1918 (580 entradas).
5) Vicente Ferraz Turmo, «Colección de voces aragonesas del dialecto de
Benasque», Boletín Oficial de la Provincia de Huesca, 13 y 18 de junio y 16, 18, 25
y 27 de julio de 1917 (390 entradas).
6) Mosén José Burrel, «Colección de voces aragonesas usadas en Torres del
Obispo y en otros pueblos de Ribagorza», Boletín Oficial de la Provincia de
Huesca, 31 de octubre, 2 y 12 de noviembre de 1917 (119 entradas; incompleta).
7) Benito Coll y Altabás, «Colección de voces aragonesas», Tomo I (1903),
Boletín Oficial de la Provincia de Zaragoza, 12 y 13 de diciembre de 1918; 26 de
febrero, 2 y 12 de marzo de 1920 (689 entradas).
8) Benito Coll y Altabás, «Colección de voces aragonesas», Tomo II (1902),
Boletín Oficial de la Provincia de Zaragoza, 5, 13, 21 y 26 de julio y 4 de agosto
de 1921; 24 y 30 de marzo, 7 de junio, 17 de noviembre y 16 de diciembre de 1922;
10 de mayo de 1923 (1.454 entradas).
[ 142 ]
CRÓNIC A DE UN PROYECTO INAC ABADO: EL ESTUDIO DE FILOLOGÍA DE ARAGÓN
APÉNDICE 2
19-10-1900 Se convocan los Juegos Florales dentro de los cuales figura como te-
ma XV de concurso el siguiente: «Colección de papeletas de voces en
uso en Aragón, que no estén comprendidas en el Diccionario de Bo-
rao, ni admitidas como provincialismos en el de la Real Academia». Su
promotor es Juan Moneva y Puyol, posterior Director del Estudio de
Filología de Aragón.
4-10-1901 Un jurado del que forma parte Mariano Baselga y Gregorio García-
Arista, otorga el premio del tema citado a la Colección de voces usa-
das en La Litera, de Benito Coll y una mención honorífica a la Colec-
ción de voces de uso en Aragón de Luis V. López Puyoles y José Va-
lenzuela La Rosa.
1901 Se convocan en 1901 unos nuevos Juegos Florales, que debían fallar-
se en 1902, repitiendo el tema que animaba a la recopilación de léxi-
co aragonés, ahora con el número XVIII y con la condición añadida de
que las voces presentadas tampoco podían coincidir con las incluidas
«en las colecciones laureadas en nuestro Certamen de 1901».
1902 Bajo el título El diccionario aragonés. Colección de voces para su for-
mación (Zaragoza, Imprenta del Hospicio Provincial) se publican los
repertorios mencionados en el segundo párrafo. La obra es reseñada
por R. Menéndez Pidal en la Revista de Aragón, en octubre de 1903.
Intentos de creación de una «Academia del dialecto aragonés», según
los textos de Benito Coll, compuestos en 1902 y 1903, editados por el
Estudio entre 1918 y 1923, y descubiertos en los años noventa.
1908 Edición del Diccionario de voces aragonesas de Jerónimo Borao, con los
anexos de Coll (1901) y López Puyoles y Valenzuela La Rosa (1901),
pero sin los prólogos que los acompañaban en la edición indepen-
diente de 1902.
1915 En julio se produce la constitución provisional del Estudio de Filolo-
gía de Aragón por la Diputación Provincial de Zaragoza. Forman parte
del Consejo Gestor las siguientes personas: Juan Moneva y Puyol
(Director), José María Ramos Loscertales, Domingo Miral López, Mi-
guel Sancho Izquierdo, Luis Jordana Pozas, Juan Salvador Minguijón y
Enrique Barrigón González. El 5 de octubre el Consejo Gestor entre-
ga a la Diputación Provincial la Memoria de las actividades del Estu-
dio en el período interino y la propuesta de Estatutos. Memoria y Es-
tatutos son aprobados por la Comisión Provincial de la Diputación el
[ 143 ]
JOSÉ LUIS ALIAGA JIMÉNEZ
[ 144 ]
CRÓNIC A DE UN PROYECTO INAC ABADO: EL ESTUDIO DE FILOLOGÍA DE ARAGÓN
APÉNDICE 3
[ 145 ]
JOSÉ LUIS ALIAGA JIMÉNEZ
rá la venta de las obras que sean publi- obtuvo no haya mantenido con el ES-
cadas por cuenta del ESTUDIO. TUDIO la relación laboriosa propia del
El Tesorero hará los pagos median- cargo.
te libramiento autorizado por el Direc- X. El ESTUDIO se reunirá ordinaria-
tor. mente cuando menos una vez en cada
VIII. El ESTUDIO tendrá hasta cuatro
un mes, y, extraordinariamente, siem-
Secretarios Redactores que le ayuden pre que convenga.
en sus trabajos. XI. Serán objetos preferentes de la
Habrá de elegirlos precisamente en- actividad científica del ESTUDIO los si-
tre los alumnos de Segunda Enseñanza guientes:
que cursen uno de los dos últimos A) La formación del Diccionario
años y se propongan cursar la Facultad Aragonés, ya en una sola obra, ya en
de Filosofía y Letras; y habrán de cesar fascículos separados que comprendan
en el cargo si, acabado el Bachillerato, el catálogo de voces y la explicación
no la cursasen al año siguiente, o co- fonética y gramatical de cada una de
menzada, la interrumpiesen un año en- las formas dialectales usadas en Ara-
tero; y en todo caso, al obtener el gra- gón.
do de Licenciado en ella.
B) La formación del Cancionero ara-
VIIII.
El ESTUDIO podrá tener, sin gonés.
limitación de número, Colaboradores
C) La publicación de textos y diplo-
dentro y fuera de Aragón; su nombra-
matarios de carácter histórico, jurídico,
miento corresponderá al Consejo y ha-
técnico de varios órdenes o simple-
brá de recaer precisamente en perso-
mente literario, conducentes al conoci-
nas que habitualmente contribuyan con
miento del habla aragonesa de toda
sus trabajos a la labor del ESTUDIO.
época.
Los alumnos de los dos últimos años
D) La formación y publicación de
de la Segunda Enseñanza y de la Fa-
un Diccionario de raíces.
cultad de Filosofía y Letras a quienes
el Consejo admita para que tomen par- E) La explicación de conferencias y
te en los trabajos del ESTUDIO, obten- lecciones relativas a las mismas mate-
drán el título de Colaboradores Alum- rias o a estudios que de éstos se deri-
nos a los dos años de concurrencia asi- ven o a la enseñanza científica y prác-
dua, y el de Colaboradores al terminar tica de lenguas sabias o vivas.
su carrera; este mismo título obtendrá XII. El ESTUDIO cuidará de publicar,
cada Secretario Redactor que cese en en volúmenes separados de la misma
su cargo por haber obtenido el grado medida, textos, memorias, colecciones
de Licenciado en la Facultad. y todo lo demás que estime de impor-
El Consejo declarará caducado el tancia y de útil publicación y, además,
título de Colaborador cuando, durante monografías cortas, documentos aisla-
dos años consecutivos, aquel que lo dos y trabajos menudos que podrán
[ 146 ]
CRÓNIC A DE UN PROYECTO INAC ABADO: EL ESTUDIO DE FILOLOGÍA DE ARAGÓN
[ 147 ]
JOSÉ LUIS ALIAGA JIMÉNEZ
[ 148 ]
LA CONTRIBUCIÓN DE LOS INVESTIGADORES
EXTRANJEROS A LA DIALECTOLOGÍA ARAGONESA
I. PRESENTACIÓN
Convendrá precisar, en primer lugar, el contenido del título propuesto. La deno-
minación Dialectología aragonesa nos sitúa en una perspectiva estrictamente lin-
güística —que es la única a la que aquí atendemos, prescindiendo de asuntos de
carácter literario— y referida en lo esencial a la variación diatópica, que se mani-
fiesta básicamente en Aragón a través de la presencia de modalidades pertenecien-
tes a tres diasistemas lingüísticos: el aragonés, el castellano y el catalán.
La Filología aragonesa ha alcanzado un desarrollo envidiable y puede afirmar-
se, sin ninguna duda, que ocupa un lugar de excepción en el seno de la Dialecto-
logía hispánica. Este aserto puede comprobarse con facilidad en las actas de las
Jornadas de Filología Aragonesa, organizadas por la Institución «Fernando el Cató-
lico», hace ahora seis años, con motivo del quincuagésimo aniversario del AFA. En
concreto, remitimos a los estados de la cuestión que en ellas figuran sobre el ara-
gonés medieval, las hablas altoaragonesas, el español regional y las modalidades
de la Franja Oriental de Aragón, que han sido el punto de partida del presente tra-
bajo1. Dado que en esas revisiones críticas se hallan ya enumerados los estudios
dialectológicos aragoneses firmados por hispanistas extranjeros, parece innecesa-
rio repetir aquí la lista detallada de nombres y títulos. Por ello, hemos preferido,
en esta ocasión, mostrar esa «contribución extranjera» mediante una selección de
las figuras y las aportaciones más relevantes.
Digamos, como dato meramente anecdótico, que los investigadores aludidos en
esos estados de la cuestión son casi setenta y cinco —entre los que se encuentran
filólogos tan prestigiosos como William Dennis Elcock, Regina af Geijerstam,
Günther Haensch, Fritz Krüger, Alwin Kuhn, Bernard Pottier, Gunnar Tilander y
Gerhard Rohlfs— y que el número de sus trabajos —de dispar calidad y extensión,
claro está— se acerca a los doscientos.
1
De esos contenidos se ocuparon, respectivamente, Lagüéns, Castañer, Enguita y, de forma con-
junta, Martín Zorraquino, Fort, Arnal y Giralt, en las contribuciones agrupadas en el segundo volumen
de dichas actas (Enguita, ed., 1999).
[ 149 ]
M.ª LUISA ARNAL Y VICENTE L AGÜÉNS
2
Véase la bibliografía que al respecto incluye Enguita (1999).
3
Para el conjunto de la producción científica sobre esta cuestión, remitimos a los trabajos de
Moret (1994) y de Martín Zorraquino et al. (1995: 11-37, y 1999: 396-404).
4
Se trata de un trabajo en el que, al abordar la cuestión de los límites del valenciano, presta aten-
ción a algunas peculiaridades fonéticas del habla de Aguaviva, en el noreste de Teruel; tales particula-
ridades —especialmente la presencia de los diptongos [ja], [je] allí donde el catalán occidental ofrece
[e]—
˛ motivaron que Hadwiger calificara el catalán dialectal de Aguaviva como valenciano muy pene-
trado de castellanismos (1905: 719). A este artículo le dedicó Menéndez Pidal (1908: 344) una reseña
crítica en la que, entre otros aspectos, consideraba que la variedad lingüística de Aguaviva —dada la
presencia de tales diptongos— debería incluirse dentro de los límites del aragonés.
5
En este breve artículo, uno de los primeros sobre el catalán de Aragón, Saroïhandy hace hinca-
pié en resaltar la gran diversidad lingüística que existe entre las diferentes poblaciones de la Ribagorza
y La Litera que recorre (Benasque, Roda, Lascuarre, Benabarre, Alcampel, Tamarite, Calasanz, Peralta,
San Esteban, entre otras). También es aquí donde el autor francés vierte su conocido aserto —produc-
to, sin duda, de la desinformación, y utilizado, por algunos, con fines catalanistas— de que «el català
arrivava antes fins a l’Essera y’l Curs inferior del Cinca. Encara no farà tres sigles que Campo, Graus,
Monçó, Albalat de Cinca, eren de llengua catalana, com ho son encara Çaidí y Fraga» (1908: 332).
Recordemos que tal afirmación fue rebatida, con sólidos argumentos, por Menéndez Pidal (1926: 467-
468) y —de acuerdo con él— por Coromines (1959: 49-50) y Haensch (1982: 12-13), entre otros; estos
investigadores consideran que la frontera lingüística catalano-aragonesa (situada en torno a la cuenca del
Isábena, es decir, más al este de lo indicado por Saroïhandy) es, sin duda, antiquísima y se apoya en
algún límite étnico de época prerromana.
6
La contribución de este autor concierne al léxico de Fraga y Mequinenza, sobre el que aporta
consideraciones de carácter sociolingüístico, como la referida al mayor uso de castellanismos por los
jóvenes.
7
En el artículo de 1984, que figura como introducción a un libro del escritor S. Vidiella, de
Calaceite, ambos autores tratan de la variedad lingüística de esa localidad turolense. El trabajo de 1999
consiste en la transcripción de 194 documentos del Archivo del Consell de Laspáules, fechados entre
1576 y 1585; la colección documental completa se halla publicada, en edición facsimilar, por el párro-
co de dicha población altorribagorzana, D. Subías Armengol, con el título Facsímil de manuscritos de
Laspaúles de los siglos XVI y XVII (Laspaúles, 1999).
[ 150 ]
L A CONTRIBUCIÓN DE LOS INVESTIGADORES EXTRANJEROS A L A DIALECTOLOGÍA ARAGONESA
mos de ellos al tratar de las hablas vivas aragonesas. De este modo, no sólo evita-
mos caer en innecesarias repeticiones, sino que damos a los meritorios estudios de
Haensch sobre este tema un tratamiento conjunto.
8
De ahí que en la introducción de este trabajo el grupo yt de feyto, por ejemplo, aparezca como
una grafía de la palatal ch, que la ll de muller se interprete como un arcaísmo gráfico o que el partici-
pio dito sea considerado el ejemplo «más particular» de entre todos los analizados.
9
Bien distintas son las cosas en su imprescindible Gramática histórica de la lengua castellana,
en donde tiene en cuenta, entre otros estudios, los de Menéndez Pidal sobre el Yúçuf (1902) y algu-
nos de Saroïhandy, de forma que ya señala que en «el Alto Aragón sobreviven restos del habla parti-
cular de esa provincia» e incluye el aragonés medieval como uno de los dialectos nacidos en el proce-
so reconquistador, junto al leonés y al castellano (1913: 3 y 9); además, son constantes en esta obra los
registros aragoneses.
[ 151 ]
M.ª LUISA ARNAL Y VICENTE L AGÜÉNS
10
Para el contenido de esta comunicación remitimos a lo expuesto en la nota 5. La incipiente
investigación de Saroïhandy concerniente a la Dialectología aragonesa no acaba aquí: habría que aña-
dir unas variopintas notas a propósito del Poema de Yúçuf (1904) y su posterior y más elaborado estu-
dio de 1913, al que nos referiremos más adelante.
11
A las visiones de conjunto que se mencionan en Lagüéns (1999: 179-182), debe añadirse el estudio
de Gerold Hilty (1995), en el cual se defiende la existencia de un sistema dialectal «aragonés-navarro-rio-
jano» en la Alta Edad Media, que sufriría, aún en el período medieval, una clara fragmentación interna.
12
Véase la correspondiente entrada de la GEA (XII, 3.271), firmada por C. Guardiola Alcover; asi-
mismo, Lagüéns (1996: 295-297).
[ 152 ]
L A CONTRIBUCIÓN DE LOS INVESTIGADORES EXTRANJEROS A L A DIALECTOLOGÍA ARAGONESA
13
Los que él mismo había editado en 1907, en la mencionada revista, y los que constituyen el
libro decimoséptimo de esa Crónica, publicado por Foulché-Delbosc con el título Gestas del Rey don
Jayme de Aragón (Madrid, Sociedad de Bibliófilos Madrileños, 1909).
14
Cf. Blomqvist (1957), Alvar (1963-1964), Ferré (1969), Lombard (1975) y Vázquez (GEA, XII, 3.217).
Lagüéns (1991: 99-106, y 1999: 194-195) recoge información bibliográfica acerca de los estudios filoló-
gicos sobre las fuentes forales de Aragón.
15
Es revelador comprobar cómo dos de sus grandes pasiones como medievalista —la literatura
cinegética y los fueros hispánicos— nacen del afán por profundizar en algunos aspectos culturales y
jurídicos del Roman de Renart, texto literario que orientó sus primeros pasos investigadores (en torno
a 1923). Publicó numerosas ediciones de obras relacionadas con esos campos de interés y más de cien
trabajos sobre etimologías de decenas de términos franceses, españoles, portugueses, italianos y de
diversas lenguas nórdicas, siempre bajo un prisma metodológico por el cual el análisis de cada desig-
nación se acompaña de la descripción del objeto o del concepto referente. Quince de estas notas eti-
mológicas se incluyen, tras las páginas de Alvar ya mencionadas, en el «Homenaje al Prof. Gunnar
Tilander» que apareció en el capítulo de relecciones del vol. XIV-XV del AFA (1963-1964: 271-366); entre
ellas, un apunte sobre los términos estema y estemar de los Fueros de Aragón (Studia Neophilologica,
XVIII, 4-6) y el trabajo de 1936a, citado por extenso en la bibliografía, sobre diversas voces recogidas
en distintos fueros e inventarios aragoneses (esprair, astí, execar, vergado, etc.). Puede añadirse la nota
sobre la interjección ayec (1936b).
16
Las críticas fueron entusiastas. Blomqvist (1957) recuerda las valoraciones del prestigioso juris-
ta A. García Gallo, para quien nunca hasta ese momento una fuente jurídica española había sido ana-
[ 153 ]
M.ª LUISA ARNAL Y VICENTE L AGÜÉNS
De las mentadas consultas de 1933 nace, en ese mismo año, un artículo sobre
el Fuero latino de Albarracín17. Más tarde, en 1935, un estudio, muy exhaustivo,
acerca de las disposiciones con las que fueron regulados los trabajos y los jorna-
les tras la gran peste de 1348 que dramáticamente afectó a dos tercios de la pobla-
ción peninsular. Asimismo, en 1939, la transcripción y la correspondiente descrip-
ción lingüística de unos estatutos de 1331 sobre los impuestos que debían pagar-
se a la poderosa aljama de Zaragoza18.
Con pesquisas casi detectivescas quiso descubrir en Aragón el magnífico ma-
nuscrito de la obra In excelsis Dei thesauris, sin saber todavía entonces de la incu-
ria de un personaje zaragozano que la había vendido a un marchante inglés unos
años atrás19. Dos décadas estuvo preparando la ejemplar edición y los detallados
estudio y glosario de este texto fundamental, una traducción aragonesa, fechada a
finales del XIII, de la Compilatio Maior del obispo Vidal de Canellas, que publicó
en 1956, en tres volúmenes de la serie Leges Hispanicae Medii Aevi, de la cual él
mismo era director: es, sin duda, una de sus obras más importantes20. En estos tres
volúmenes, dice Alvar (1963-1964: 275), «está toda la historia de una vida de asi-
duo y afortunado trabajo».
Los estudios de Tilander que acompañan a sus cuidadas ediciones obedecen a
un mismo esquema, más o menos desarrollado: tras reflejar la situación del fuero o
de la ordinación en la historia jurídica del Reino, se presenta la descripción lingüís-
tica, consistente en una enumeración de rasgos fonéticos y morfológicos (con algu-
na pincelada sintáctica) —siempre redactada con suma sobriedad expositiva—,
donde cada fenómeno se ilustra con abundantes ejemplos extraídos de los propios
documentos y, no sistemáticamente, con ligeras referencias a diversos estudios
sobre textos medievales e incluso sobre hablas vivas (de Saroïhandy, Kuhn y Rohlfs,
lizada tan minuciosamente (Anuario de Historia del Derecho Español, XIV), y las de A. Jeanroy, quien
considera que el glosario mencionado es —junto al de la edición del Cid de Menéndez Pidal— la con-
tribución más importante hasta entonces al vocabulario español de la Edad Media (Romania, LXIV); elo-
giosa fue también la reseña de Ynduráin en el vol. II del AFA (1947: 234-235).
17
Con fina ironía y serios razonamientos aminora el interés de la edición presentada por los her-
manos González Palencia de algunos fragmentos de ese texto: al estar relacionados directamente con
el Forum Turolii carecen de entidad independiente.
18
Los descubrió Tilander durante su estancia en Zaragoza (octubre de 1933) de la mano del archi-
vero municipal M. Abizanda y Broto. Téngase en cuenta que el trabajo citado apareció por primera vez
en la revista Studia Neophilologica de Uppsala, aunque suele citarse con la fecha de 1958, esto es, con
la que corresponde a su publicación como vol. VII de la serie Leges Hispanicae Medii Aevi. En la ree-
dición de 1994 en el vol. L del AFA se han reordenado diversos apartados del estudio.
19
De todo ello da cuenta Tilander en su edición del Vidal mayor (1956: I, 7-10).
20
Véase el extenso comentario de Corominas en la segunda parte su trabajo «Dos grandes fuen-
tes de estudio del aragonés arcaico», NRFH, XII (1958), 65-75 y 202-213 [incluido en Tópica Hespérica.
Estudios sobre los antiguos dialectos, el substrato y la toponimia romances, Madrid, Gredos, 1972,
vol. I, 186-226].
[ 154 ]
L A CONTRIBUCIÓN DE LOS INVESTIGADORES EXTRANJEROS A L A DIALECTOLOGÍA ARAGONESA
21
Similar es el tratamiento que reciben los Fueros de la Novenera, del área navarra, en otro impor-
tante estudio de Tilander (1951). Para completar estos apuntes bibliográficos, interesa recordar al menos
sus trabajos de 1937b y 1967, en los que también figuran datos aragoneses. Blomqvist indicaba en 1957
algunos proyectos en curso de Tilander, entre los que destacan, por lo que a lo hispánico se refiere,
una edición del Fuero de Navarra (35 manuscritos) y una obra monumental titulada Spanische un por-
tugiesische Rechtsaltertümer, cuya aparición no nos consta.
22
Los enormes méritos de Tilander le hicieron valedor de numerosas distinciones. Queremos refe-
rirnos aquí al homenaje académico que le tributó la Universidad de Zaragoza en 1973, en el que inter-
vinieron el medievalista J. M.ª Lacarra, el historiador del Derecho J. Lalinde Abadía y el filólogo T. Buesa
Oliver, cuyos textos quedaron inéditos.
23
En una severa reseña, Malkiel (Language, XXXI (1955), 265-291) insiste en que el «subdialecto
aragonés meridional» que muestra el texto estudiado por Gorosch está cercano a su desaparición a
causa del fuerte influjo castellano. En el carácter «poco aragonés» de la lengua del texto se había fijado
también Geijerstam en una reseña más positiva (Neuphilologische Mitteilungen, LII (1951), 277-281).
24
Los enumera Lagüéns en las citadas revisiones críticas (1991, 1999). A ellos debe añadirse la
nueva edición del fuero jaqués (cf. El Fuero de Jaca. I, Facsímile. Edición crítica de M. Molho, Zaragoza,
El Justicia de Aragón, 2003), que acompañada del correspondiente volumen de estudios (cf. M.ª L. Arnal
et al., El Fuero de Jaca. II, Estudios, Zaragoza, El Justicia de Aragón, 2003).
[ 155 ]
M.ª LUISA ARNAL Y VICENTE L AGÜÉNS
25
Se ofrecen diversos datos complementarios sobre algunas de las voces allí recogidas en unas
notas publicadas en la revista Romania (1948-1949b).
26
Cf. la reseña de Alvar en AFA, VIII-IX (1956-1957), 259-260. De las referencias bibliográficas sobre
el proceso de castellanización da cuenta Lagüéns (1999: 225-228). Añadiremos, por otra parte, que no
[ 156 ]
L A CONTRIBUCIÓN DE LOS INVESTIGADORES EXTRANJEROS A L A DIALECTOLOGÍA ARAGONESA
Son piezas desgranadas del mismo proyecto juvenil diversas misceláneas publi-
cadas en el AFA (1947b, 1950a y 1956-1957a-b), todas ellas constituidas por hetero-
géneos espigueos sobre documentos de cronología y tipología dispares, así como
sus puntualizaciones cronológicas al magno Diccionario etimológico de Corominas
a partir de voces expurgadas en textos aragoneses (1958-1959)27. Por eso, en la pri-
mera notícula afirma Pottier que «con otros textos semejantes se podría reconstruir
la lengua oficial aragonesa de la Edad Media» (1947b: 106). Y en la segunda entre-
ga menciona explícitamente su sueño: una Gramática del aragonés antiguo, para
cuya elaboración pedía la ayuda de todos los filólogos interesados (1950a: 227).
En ella, sin duda, se hubiera tenido en cuenta la producción de Fernández de
Heredia y precisamente en un fragmento del Plutarco se fija Pottier en otra de sus
contribuciones de esos años (1950b). Pero esa Gramática, tan necesaria, nunca ha
llegado a aparecer28.
Intervino también Pottier en el fundamental asunto de la fractura lingüística
medieval entre el aragonés del primitivo reino pirenaico —en cuyo seno debía de
haber ya diferencias considerables— y el nuevo Aragón surgido por la reconquis-
ta, y señaladamente tras la toma de Zaragoza en 1118. Dos años después de la apa-
rición del Dialecto aragonés de Alvar, donde se formula detalladamente esta tesis,
Pottier (1955: 679) insiste en que «con el nombre de aragonés medieval se desig-
nan dos tipos bastante diferentes de lenguas, representadas por dos categorías de
documentos»: los altoaragoneses (influidos por el gascón y con continuación en las
hablas pirenaicas actuales) y los escritos en aragonés común (Fueros,
Ordinaciones y textos heredianos; peajes e inventarios notariales). Lo hace en un
trabajo donde se preocupa fundamentalmente por la presencia franca en Aragón y
por la relación lingüística entre el aragonés y el occitano, asunto sobre el que vol-
veremos con más detenimiento en el apartado de las hablas vivas29.
faltan los datos aragoneses en la reseña que en ese mismo año de 1952 publicó Pottier en el vol. LXXIII
de la revista Romania a la segunda edición de la Historia de la lengua española de Lapesa (Madrid, 1950).
27
La primera de ellas incluye ciertas notas sobre una ordinación dada a Zaragoza por Juan I en
1391 y acerca de diversos documentos de la segunda mitad del siglo XI correspondientes al reinado de
Sancho Ramírez, junto a unos apuntes morfosintácticos sobre las Gestas del rey Don Jaime de 1383, y
tres breves trabajos en los que Pottier atiende a otras tantas cuestiones dialectológicas (vocales en hiato,
numerales y presentes del verbo ser). En la segunda presenta otro puñado de escuetas notas sobre los
documentos del reinado de Pedro IV, el Liber regum, etc. Junto a las dos apuntaciones de la tercera
entrega sobre exient y la terminación -aynta en los numerales de decenas, se halla la referida a los
nombres de tejidos isembrun y galembrun, atestiguados en textos franceses e hispánicos.
28
Interesado por la bibliografía dialectal aragonesa, cuando en 1957 y tras muchos avatares apa-
rece la magnífica colección documental reunida por Navarro Tomás años atrás, el filólogo parisino
publica sobre ella unas líneas laudatorias y enumera un puñado de rasgos significativos de los textos
(AFA, X-XI (1958-1959), 404-406). De los DLAA se han ocupado diversos hispanistas extranjeros (Cooper,
Kerkhof, Várvaro, etc.), como se comenta en Lagüéns (1999: 191 et al.).
29
Pottier señala algunas cuestiones metodológicas para el análisis de los préstamos «gascones y
languedocianos» en la fonética, morfosintaxis y, sobre todo, en el léxico; su concepto de «continuidad
[ 157 ]
M.ª LUISA ARNAL Y VICENTE L AGÜÉNS
de área lingüística» ha sido sustituido por el de «comunidad de sustrato» (Frago, 1977). En 1950c, Pottier
se había fijado concretamente en la voz noscleta ‘broche’, también incluida en el estudio de 1955 cita-
do arriba.
30
Pronunciadas en el elogio a Pottier en su investidura como Doctor «Honoris Causa» de la
Universidad de Zaragoza, cuya transcripción puede leerse en la publicación que aquí citamos Pottier
(1999), ya mencionada. En ese acto académico, solemne y entrañable, el filólogo francés recordó desde
la distancia aquellos años y volvió sobre los textos medievales, sobre Fernández de Heredia y sobre
documentos recientemente editados, mostrando que sigue, como entonces, atento a lo que sobre el ara-
gonés medieval se publica.
31
Naturalmente que el interés de Pottier por las fuentes aragonesas se traslada a diversas contri-
buciones suyas no referidas a ellas expresamente (pensemos, por ejemplo, en «Les anciens textes his-
paniques non littéraires», RLR, XXVII, núms. 105-106 (1963), 35-39; o, sobre todo, en su Lexique médiéval
hispanique, publicado en sucesivas entregas de los Cahiers de Linguistique Hispanique Médiévale, a
partir del vol. V, 1980).
[ 158 ]
L A CONTRIBUCIÓN DE LOS INVESTIGADORES EXTRANJEROS A L A DIALECTOLOGÍA ARAGONESA
32
Cf. Marín y Montaner (1996) y Lagüéns (1996), con referencias a una bibliografía conjunta que
se incluye tras esos dos trabajos.
33
La nómina completa de esas ediciones se halla en los estados de la cuestión aludidos en la nota
anterior, con amplios comentarios.
34
Las páginas dedicadas a los aspectos lingüísticos siguen de cerca las aportaciones de Geijers-
tam, quien, por cierto, dedicó a ese repertorio una aguda reseña crítica en 1985, que es de por sí una
interesante contribución herediana.
35
Son los siguientes textos, con sus correspondientes concordancias: Grant crónica de Espanya
(I y III), Crónica de los conqueridores (I y II), Crónica de los emperadores, Crónica de Morea, Eutropio,
Flor de las ystorias de Orient, Libro de Marco Polo, Orosio, Plutarco, Libro de actoridades, Secreto secre-
torum, Historia troyana, Tucídides y Crónica del tudense; además, se incluyen en él la Crónica gene-
ral de España de Eugui, los Fueros de Aragón (BN, ms. 458), el Fuero general de Navarra, el Fuero de
Navarra (vs. C y ms. BN 17653), el Fuero de la Novenera, la traducción aragonesa de Li Livres dou tre-
sor de Brunetto Latini y los Viajes de Juan de Mandevilla. Por otra parte, dada la escasez de estudios
sintácticos sobre el aragonés medieval, es obligado mencionar la tesis doctoral de A. P. Espósito (1990),
en la que describe los procedimientos sintácticos para expresar la negación que aparecen en la Cróni-
ca de Morea, la Crónica Troyana y el Orosio. Asimismo, deben citarse los estudios de Prince (1990,
1995a, 1995b y 1995c), con interesantes sugerencias para la caracterización del aragonés literario del
siglo XIV.
36
Menciona Catalán el estudio pionero de Å. W. Munthe sobre el asturiano occidental (publica-
do en Uppsala, 1887) y el menos meritorio trabajo fonético de F. Wulff sobre el andaluz (Estocolmo,
1889).
[ 159 ]
M.ª LUISA ARNAL Y VICENTE L AGÜÉNS
diar la Crónica de San Juan de la Peña, pero el trabajo, por diversas razones no
se llevó a cabo. En 1949 decidió editar la herediana Grant Crónica de Espanya,
empresa que acometió por partes en 1952, de acuerdo con el consejo de Martín de
Riquer (1964: 9). Doce años después aparecía la pulcra edición de los dos prime-
ros libros de la primera parte de la Crónica según el manuscrito M, acompañada
de una detallada introducción crítica, un estudio lingüístico descriptivo que incide
sobre todo en las formas dialectales —sin duda, uno de los más exhaustivos de
cuantos se han hecho de un texto aragonés— y un amplio glosario. Este trabajo
marca un hito fundamental en el desarrollo de la investigación herediana y, por
ende, en el conocimiento del aragonés literario medieval37.
En él Geijerstam profundiza en las ideas expuestas en un artículo suyo publi-
cado en 1960, en el cual está claramente trazada la principal línea de investigación
de todas sus posteriores aportaciones: tras un detenido cotejo de algunos fragmen-
tos contenidos en el ms. 355 de la Biblioteca de Cataluña (ms. B) y los correspon-
dientes del ms. 10133 de la Biblioteca Nacional (ms. M), llega a la conclusión de
que aquel es un esbozo, un borrador parcial del texto definitivo. Las pruebas ecdó-
ticas y lingüísticas permiten entrever el proceso de elaboración de la Crónica y sir-
ven para mostrar que en su confección colaboraron diversos traductores, cierto
número de copistas y al menos un corrector, dejando cada uno de ellos en el len-
guaje algo de lo suyo. De modo que todo estudio lingüístico de las grandes com-
pilaciones de Heredia debe fundarse, en primer lugar, en un análisis riguroso de
las fuentes y debe atender a las capas superpuestas en la redacción definitiva.
Para ello, Geijerstam ha desarrollado un fructífero procedimiento filológico que
denomina, muy gráficamente, «método arqueológico». Se trata de identificar tales
estratos superpuestos mediante el análisis de la distribución textual de determina-
das variantes lingüísticas en los manuscritos conservados de cada obra. Con la apli-
cación de ese método ha logrado desentrañar diversos problemas relativos a la len-
gua de la Grant Crónica de Espanya, como la alternancia de las formas lur/su, el
empleo de indicativo/subjuntivo en las subordinadas temporales, la concordancia
del participio de pasado con el complemento directo y el uso del artículo ante
adjetivos posesivos antepuestos (1980); asimismo, ha ofrecido nuevas perspectivas
en el estudio de las formas de perfecto de los verbos en -ar —asunto recurrente
37
La crítica ha valorado muy positivamente la investigación de Geijerstam (vid. una lista de rese-
ñas en Steven N. Dworkin y David J. Billick, Lexical studies of medieval Spanish texts, Madison, 2.ª ed.,
1993, 84-85). Y así, por ejemplo, Catalán (1974: 203-206), que apenas se ocupa de ediciones de textos
—aun cuando estas incluyen las correspondientes descripciones de la lengua en ellos reflejada—, des-
taca la edición de la Grant Crónica como uno de los trabajos que mejor muestra «la ausencia de fron-
teras lingüísticas nítidas en las manifestaciones escritas medievales de las lenguas románicas»; en con-
creto, «en el oriente peninsular la distancia entre el catalán y el castellano venía a ser salvada por la
vigencia del aragonés, donde ni los catalanismos ni los castellanismos resultaban extraños» y subraya
los aspectos metodológicos más interesantes.
[ 160 ]
L A CONTRIBUCIÓN DE LOS INVESTIGADORES EXTRANJEROS A L A DIALECTOLOGÍA ARAGONESA
en la Filología aragonesa— y el uso de los auxiliares auer y seyer con los partici-
pios seydo y estado en diversos textos heredianos (1998)38.
Es evidente que la relación lingüística entre Aragón y Cataluña se ha visto favo-
recida históricamente por la contigüidad territorial de esos dominios y por los lazos
de orden político, económico y cultural que han ligado a estos territorios desde la
Edad Media, sobre todo tras los esponsales acordados en Barbastro, en 1137, entre
Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona, y doña Petronila, hija del rey Ramiro II
de Aragón. Los estudiosos han analizado esa relación desde múltiples puntos de
vista —sobre todo en lo que atañe a la conformidad léxica— y han insistido, ade-
más, en la función transmisora del aragonés en las migraciones entre el oriente y
el centro peninsulares. La identificación de los catalanismos en la prosa herediana
es esencial no sólo en lo tocante a su caracterización léxica, sino también en lo
que se refiere a los procesos de traducción y compilación en el taller del Gran
Maestre. Pues bien, el trabajo de Geijerstam (1989) sobre el elemento catatán en
la génesis de las obras heredianas supone un buen punto de partida que merece-
ría continuarse de un modo exhaustivo.
Largos años de investigación ha dedicado la hispanista sueca a la figura del
Gran Maestre, como ella mismo recordó en un Curso similar al que nos convoca:
«Si en 1949, cuando vine a Zaragoza para entrevistarme con el profesor Ynduráin
sobre las posibilidades de editar la Grant Crónica de Espanya —dijo— hubiera
sabido que 46 años más tarde aún no había salido de la imprenta mi edición de
toda la crónica, sin duda habría cambiado de tema» (1996: 155). Por suerte, no
rebló —si se nos permite un aragonesismo muy expresivo—, y aunque queda toda-
vía mucho risco por desbrozar en este capítulo de nuestra historia lingüística y lite-
raria, los estudiosos que quieren penetrar en el laberinto de la lengua herediana
se sienten más seguros guiados por la mano de Geijerstam39. Y con ella seguimos
38
En su conferencia del Curso de Zaragoza (publicada en 1996), ofreció una explicación muy
clara de ese método, con nuevas ejemplificaciones. Geijerstam ha reiterado en sus estudios que el tra-
ductor aragonés suele seguir el modelo catalán hasta en sus vacilaciones, de lo que cabe deducir que
no le es desconocido un estado de lengua en donde esas vacilaciones se producen; esto le lleva a pro-
poner la presencia de dos sistemas aragoneses copresentes en el texto: uno, inmediatamente anterior,
más cercano al catalán, y otro que manifestaría el propio idiolecto del traductor aragonés, más caste-
llanizado.
39
A las obras mencionadas hay que añadir algunas importantes reseñas críticas, como la de 1970
a la tesis de López Molina (1960) o la ya citada de 1985 al lexicón de Mackenzie (1984), que en reali-
dad son documentados artículos de investigación; asimismo, el trabajo de 1990 sobre la edición de tex-
tos, con numerosos ejemplos aragoneses, el de 1995, con una descripción del ms. 866 de la Biblioteca
Nacional (que contiene una relación de obras —algunas heredianas— entregada al bibliófilo J. G.
Sparwenfeld), y una aportación en sueco de 1983. Además, en el Seminario de Madison se publicó en
microfichas (y después en el CD-ROM de 1997) la edición de Geijerstam y Wasick (1988) del códice D
1272a de la Biblioteca Real de Estocolmo, con la versión aragonesa del Chronicon mundi de Lucas de
Tuy, seguida de la traducción al aragonés de El libro de Sant Ysidoro Menor (esto es, la Chronica de
Isidoro de Sevilla) y la primera parte de la Historia Gothorum, Hunnorum et Wandalorum.
[ 161 ]
M.ª LUISA ARNAL Y VICENTE L AGÜÉNS
40
Merece la pena mencionar también, dada la ausencia de estudios sobre la entonación aragone-
sa, la reciente aportación que tres investigadores de la Universidad Stendhal de Grenoble han realiza-
do a próposito de este aspecto. Nos referimos al trabajo de Michel Contini, Claudine Franchon y Amina
Rhardisse (1998), en el que llevan a cabo un análisis contrastivo, con tratamiento estadístico, de la
estructura prosódica del aragonés y del castellano. Tal como señalan los autores (1998: 149, n. 2), este
[ 162 ]
L A CONTRIBUCIÓN DE LOS INVESTIGADORES EXTRANJEROS A L A DIALECTOLOGÍA ARAGONESA
Las aportaciones más relevantes de todos ellos giran en torno a tres núcleos
temáticos: el léxico dialectal —junto con la cultura material que refleja—, el paren-
tesco lingüístico con las hablas de la vertiente francesa de los Pirineos y las des-
cripciones generales de las variedades vernáculas del Alto Aragón.
estudio se apoya en los resultados de dos tesis doctorales elaboradas en la mencionada universidad
francesa: de una parte, la de C. Franchon (Accent et intonation en castillan: phrases affirmative et inte-
rrogative, 1994), dirigida por M. Contini y A. Quilis; de otra, la de A. Rhardisse (Accent et intonation
du parler de Bielsa (Aragon-Espagne), 1994), realizada bajo la dirección de M. Contini y J. E. Gargallo.
41
La relación completa, con las referencias bibliográficas oportunas, se encuentra en Castañer
(1999: 292-317).
42
Véase la información que proporciona Alvar (1970: 239-241) sobre la vida y obra de este inves-
tigador que realizó importantes contribuciones no sólo en el campo de la Dialectologia aragonesa, sino
también en el de la Lexicografía francesa y la Romanística general. Otros datos sobre Kuhn figuran en
la correspondiente entrada de la GEA (VII, 1.968), redactada por A. Quintana.
43
Editada en alemán, continúa lamentablemente y de forma sorprendente sin traducir al español,
circunstancia que, desde luego, no favoreció ni entonces ni ahora su merecida difusión entre los his-
panistas. A esta monografía dedicó Rohlfs una extensa revisión crítica, en la que aporta interesantes
comentarios y matizaciones (vid. Rohlfs, 1938). Hay que indicar, por otro lado, que Kuhn publicó ade-
más otros trabajos sobre temas particulares —fonéticos, morfológicos, sintácticos y, especialmente, léxi-
cos— relativos al altoaragonés (vid. Kuhn, 1935b, 1937, 1938, 1939, 1952a, 1952b, 1960, 1965 y 1968),
a algunos de los cuales tendremos ocasión de referirnos más adelante.
[ 163 ]
M.ª LUISA ARNAL Y VICENTE L AGÜÉNS
Ara44. Varios son los aspectos que hacen de este estudio una obra de singular
importancia. Para demostrarlo, baste con destacar los dos siguientes: en primer
lugar, el autor no se limita al mero registro de datos, sino que procura en cada caso
llegar al fondo de los problemas que suscitan, tomando posiciones personales,
muy discutibles algunas, pero, en cualquier caso, siempre estimulantes para la
reflexión científica; de otra parte, Kuhn pretende encuadrar el dialecto aragonés
dentro del contexto iberorrománico, lo que se plasma, de modo evidente, en la
extensa síntesis histórico-lingüística que presenta al final de su meritoria obra45.
Posterior en el tiempo, el caso del hispanista alemán Günther Haensch46 —en
la actualidad uno de los más prestigiosos investigadores en el campo de la
Lexicografía española, en especial del español de América— no es menos signifi-
cativo. En el ámbito de la Dialectología aragonesa, su contribución se ha centrado
en la comarca de Ribagorza, territorio de gran interés desde la perspectiva lingüís-
tica por ser un área de frontera con una fuerte fragmentación dialectal, consecuen-
cia en buena parte de la dispar interpenetración de límites entre rasgos de signo
aragonés y de signo catalán47.
A lo largo de tres décadas (desde 1950 hasta 1981), Haensch visita y recorre
cada año —con muy pocas excepciones— el territorio altorribagorzano. Resultado
de un riguroso análisis de la información así obtenida fue su espléndida monogra-
fía Las hablas de la Alta Ribagorza —que constituyó la tesis doctoral del autor y
se publicó en 1960 como volumen independiente—, así como una serie de traba-
jos posteriores complementarios (1962, 1982); a otras áreas de esa misma comarca
atiende en sus contribuciones de 1974 y 1980. Sus investigaciones nos han permi-
tido conocer los rasgos fonéticos, morfológicos y el vocabulario característicos de
los «núcleos dialectales» de Bisaurri-Renanué, Espés-Laspaúles y Bonansa-Noales-
Castanesa —en la Alta Ribagoza—, de Calvera-Las Farrerías y Serraduy —en el
valle del Isábena— y de Arén y Cornudella —en la cuenca central del Noguera-
Ribagorzana—, además de las creencias y actitudes lingüísticas de las comunida-
des ribagorzanas catalanohablantes48.
44
Las poblaciones investigadas son: Ansó, Echo, Aragüés, Embún, La Canal de Berdún, Sallent,
Lanuza, Escarrilla, Panticosa, Biescas, Torla, Linás de Broto, Fiscal, Fablo, Aineto, Solanilla, Ipiés, Bolea
y Loarre; a ellas habría que añadir Ayerbe y Huesca, de las que Kuhn recogió datos aislados y no de
forma sistemática como en las otras localidades (vid. Kuhn, 1935a: 5-6).
45
El interés de Kuhn por esta cuestión se pone nuevamente de manifiesto en la ponencia que
presentó al Primer Congreso Internacional de Estudios Pirenaicos, cuyo contenido versa sobre las dis-
tintas fases de la historia lingüística del Alto Aragón y las relaciones del dialecto aragonés con los res-
tantes idiomas iberorrománicos (vid. Kuhn, 1952a).
46
Véanse los datos biográficos y científicos que figuran en la correspondiente entrada de la GEA
(Apéndice II, 180), firmada por F. Nagore.
47
Un panorama general sobre la diversidad lingüística de esta comarca se encuentra en Arnal
(1997).
[ 164 ]
L A CONTRIBUCIÓN DE LOS INVESTIGADORES EXTRANJEROS A L A DIALECTOLOGÍA ARAGONESA
48
En concreto, el estudio de 1982 es uno de los pocos que existen sobre cuestiones sociolingüís-
ticas relativas al territorio aragonés. En él, Haensch se ocupa en particular del conflicto que se genera
entre la pertenencia a un grupo lingüístico y a un ente político-administrativo diferentes, y demuestra
que los ribagorzanos de habla catalana tienen una actitud claramente «aragonesista», es decir, que los
vínculos políticos son más fuertes que los lingüísticos, situación que compara con la existente en
Alsacia, de un lado, y la Suabia bávara, de otro.
49
A partir del análisis de setecientas cincuenta palabras, Haensch trata de establecer los tipos léxi-
cos comunes y divergentes tanto entre los tres grupos de hablas altorribagorzanas como entre ellos y
los de otras zonas más amplias del dialecto altoaragonés y del catalán occidental (vid. Haensch, 1962:
78-79). Por otra parte, el interés de este investigador por el léxico aragonés se pone también de mani-
fiesto en su trabajo de 1985.
50
No está de más recordar que, medio siglo atrás, Menéndez Pidal (1908: 343) había expresado
sin ambigüedades que «la distinción entre el aragonés y el catalán debe señalarse por el límite de la Ĕ
y Ŏ latinas según se diptonguen o no, como rasgo más comprensivo de todas las variedades del ara-
gonés y de todas las del catalán, y como única base fija que nos puede servir en toda la extensión de
la frontera».
51
Recordemos que el habla de Bisaurri-Renanué pertenece al dominio lingüístico aragonés, mien-
tras que la de Bonansa-Noales-Castanesa es de filiación claramente catalana. En cuanto a la de Espés-
Laspaúles, comparte muchos rasgos lingüísticos con las dos anteriores, si bien en los criterios decisivos
va con el catalán; es, pues, un catalán de transición hacia el aragonés (Haensch, 1960: 279, y 1962: 93-
94). Asimismo, en el Valle del Isábena, el núcleo dialectal de Calvera-Las Farrerías se adscribe induda-
blemente al catalán y la misma adscripción tiene el de Serraduy, aunque ofrece ya más rasgos de tipo
aragonés que el anterior (Haensch, 1974: 314); y en su breve trabajo sobre las hablas ribagorzanas de
Arén y Cornudella (1980), de filiación lingüística catalana, Haensch concluye que la variedad dialectal
de Arén ofrece una tipología más catalana que la de Cornudella, que marca ya la transición hacia un
tipo lingüístico más aragonés.
52
El hispanista alemán ha vuelto sobre esta cuestión en una reciente publicación (1997) en la que
ofrece una preciosa visión de conjunto de las lenguas y dialectos de los Pirineos. En el apartado inde-
[ 165 ]
M.ª LUISA ARNAL Y VICENTE L AGÜÉNS
Por otro lado, la dedicación del inglés Brian Mott, afincado desde hace años en
Barcelona, al estudio de la variedad lingüística de Gistaín —el denominado chista-
vino— es encomiable, y lo es no sólo por el amplio período de porfiada entrega
a esa tarea (que comienza en 1968 y continúa en la actualidad) sino también por
los resultados conseguidos. A través de su monografía El habla de Gistaín (1989)
—trabajo originado en la tesis doctoral del autor, defendida en 1978, en la Univer-
sidad de Barcelona—, disponemos de una completa descripción de las caracterís-
ticas lingüísticas —sin olvidar las etnográficas— del Valle de Gistáu. Pero esta obra
de conjunto no constituye en modo alguno un punto final. Brian Mott, que no ha
cesado de visitar una y otra vez ese valle pirenaico (no en vano lo llaman el «chis-
tavino»), ha seguido profundizando en el estudio de la referida habla altoaragone-
sa. Así, entre otros aspectos, se ha ocupado con detenimiento de la fonética vocá-
lica y consonántica (1984a, 1993), la sufijación (1982a) o el uso de los verbos fer
(1982b, 1996), ser y estar (1992); se ha preocupado, igualmente, por problemas de
carácter metodológico (1991a), así como por la situación del habla de Gistaín en
la actualidad (1997) y, en fin, siempre ha prestado especial atención al vocabula-
rio de la zona (recordemos que en 1984 apareció su Diccionario chistavino-caste-
llano53 y posteriormente ha publicado, bajo los auspicios de la Institución «Fernan-
do el Católico», un nuevo diccionario de carácter etimológico; vid. Mott, 1984b y
2000, respectivamente). Gracias a este conjunto de estudios54, se puede afirmar que
el chistavino es actualmente una de las variedades dialectales mejor conocidas de
entre las que, con mayor o menor fortuna, sobreviven en el Alto Aragón.
Desde el punto de vista metodológico, hay que destacar que las comentadas mo-
nografías de Kuhn, Haensch y Mott, al igual que las pioneras notas de Saroïhandy,
se fundamentan en materiales de primera mano, allegados mediante técnicas diver-
sas que van desde la observación y anotación de la realidad lingüística (método
utilizado por Saroïhandy) hasta las entrevistas —con diferente grado de estructu-
ración (conversaciones y cuestionarios)— realizadas a informantes de las zonas
estudiadas. Claro que este aspecto, muy loable sin duda, en modo alguno es méri-
to que deba atribuirse únicamente a los investigadores de nacionalidad extranjera.
Los diversos estudios descriptivos de las hablas vivas aragonesas realizados por
dialectólogos españoles comparten también esta característica metodológica.
[ 166 ]
L A CONTRIBUCIÓN DE LOS INVESTIGADORES EXTRANJEROS A L A DIALECTOLOGÍA ARAGONESA
Asimismo, rasgo común a unos y a otros ha sido atender de manera casi exclu-
siva a «lo diferencial» y no al «sistema»55. En este sentido, las monografías de Kuhn,
Haensch y, en menor medida, Mott siguen el enfoque tradicional en los estudios
de Dialectología hispánica, por el cual no se concibe —ni se describe— el dialec-
to «como una lengua de uso comarcal, con una estructura fonológica, gramatical y
léxica propia, sino como un conjunto de divergencias respecto a la lengua común»
(Catalán, 1974: 229); de este modo, como hizo notar —entre otros— el profesor
Alarcos (1981: 138), se ofrece «una visión parcial de lo que realmente está vivo, al
excluir penetraciones del idioma oficial que, históricamente no dialectales, funcio-
nan sin embargo en la comunidad dialectal con el mismo valor que los elementos
castizos».
55
Hay que exceptuar algunas de las monografías realizadas en los últimos años, fruto de las
correspondientes tesis doctorales defendidas en la Universidad de Zaragoza. Nos referimos a trabajos
como los de M.ª L. Arnal (El habla de la Baja Ribagorza occidental. Aspectos fónicos y gramaticales,
Zaragoza, IFC, 1998) y M.ª P. Benítez Marco (L’ansotano. Estudio del habla del Valle de Ansó, Zaragoza,
Gobierno de Aragón, 2001), entre otros.
56
Así lo recuerda Buesa en la «Presentación» que dedica al Diccionario dialectal del Pirineo Ara-
gonés de Rohlfs (1985: X), donde puede encontrarse un apretado repaso de los principales repertorios
léxicos aragoneses. Sobre esta cuestión versa específicamente el documentado trabajo de Aliaga (2003).
[ 167 ]
M.ª LUISA ARNAL Y VICENTE L AGÜÉNS
57
Los dos primeros tratan de las «Comarcas, casa y hacienda»; el tercero está dedicado a la «Cultura
pastoril»; sobre las «Labores del campo» versan el cuarto y el quinto; el sexto se ocupa de la «Industria
local» y la «Indumentaria». Nunca llegó a publicarse el proyectado séptimo volumen, destinado a la
bibliografía y a los índices temático y toponomástico. Gracias a los esfuerzos aunados de Garsineu
Edicions (de Tremp), la Diputación General de Aragón y la Diputación Provincial de Huesca, contamos
hoy con una esmerada edición en español de la obra que comentamos, en cuyo primer volumen (1995-
1997: I, XV-XXV) figura una excelente «Semblanza biográfica» de F. Krüger, realizada por A. Quintana.
58
En relación con el léxico pirenaico habría que añadir sus contribuciones de 1929, 1932 y la más
tardía de 1952. Conviene recordar asimismo que, si en la década de 1930 su centro de interés fueron
los arcaicos valles del Pirineo, ya antes había recorrido una amplia zona del noroeste peninsular, lo que
se tradujo en una serie de publicaciones acerca de la lengua y la cultura de ese territorio del occiden-
te ibérico sobre el que nunca dejaría de trabajar; véase la «Bibliografía de Fritz Krüger» que se ofrece
en la edición española de Die Hochpyrenäen (1995-1997: I, XXVII-XXX).
59
Catalán (1974: 85-86) cita al respecto, con las correspondientes referencias bibliográficas, las
aportaciones de O. Fink, W. Bierhenke, H. Messerschmidt, W. Ebeling, M. Thede, W. Bergmann, P.
Voigt, W. Spelbrink, R. Wilmes, K. Brüdt y H. Schneider, todas ellas publicadas entre 1929 y 1938, en
su mayoría en la revista Volkstum und Kultur der Romanen, creada por Krüger en 1928.
[ 168 ]
L A CONTRIBUCIÓN DE LOS INVESTIGADORES EXTRANJEROS A L A DIALECTOLOGÍA ARAGONESA
60
La tesis doctoral de Wilmes se iba a publicar íntegramente por el Centro de Estudios Históricos
de Madrid, pero la guerra civil impidió su edición. De ahí que apareciera publicada por partes (1937,
1954 y 1957). Afortunadamente, contamos con una reciente edición que reúne estos tres trabajos sobre
el valle de Vió (Wilmes, 1996).
61
A estas características responde, por ejemplo, el trabajo que Wilmes publicó en 1954 a propó-
sito del vocabulario de la fauna y flora del valle de Vió, el cual constituye —como el propio autor seña-
la— un complemento lexicográfico de su más amplia investigación sobre ese territorio altoaragonés.
[ 169 ]
M.ª LUISA ARNAL Y VICENTE L AGÜÉNS
Ribagorza; hay que destacar, igualmente, la especial atención que presta este
investigador a las semejanzas y afinidades que unen el aragonés pirenaico con el
catalán, con los vasquismos de Navarra y, de modo singular, con el gascón, al otro
lado de la cordillera pirenaica.
62
Una selección de sus investigaciones en torno a esta cuestión aparece en el volumen de home-
naje que, tras su muerte, se le dedicó en el AFA (XL, 1988). En este mismo volumen, Buesa y Alvar ofre-
cen una completa información sobre la vida y obra del prestigioso romanista (1988: 11-25). Véanse, asi-
mismo, los datos que figuran en la correspondiente entrada de la GEA (XI, 2.914-2.915), firmada por A.
Quintana.
[ 170 ]
L A CONTRIBUCIÓN DE LOS INVESTIGADORES EXTRANJEROS A L A DIALECTOLOGÍA ARAGONESA
63
A los ya citados, y al de 1951 que mencionamos a continuación, hay que añadir sus trabajos de
1927, 1932b, 1952b, 1954, 1983, 1984 y 1988, relativos también a la Dialectología pirenaica o, en particu-
lar, a la aragonesa.
64
A esta misma conclusión llegó el discípulo de Rohlfs, Alfons Theo Schmitt, tras cotejar y anali-
zar —siguiendo la metodología, ya comentada, de «Wörter und Sachen»— el léxico pastoril de dieciséis
poblaciones de los valles pirenaicos franceses y de cinco localidades de la vertiente española (dos del
valle de Arán y tres del Alto Aragón: Bestué, Bielsa y Escuáin): «On ne trouve, à cet égard —señala—
ni limites de culture, ni frontières politiques» (Schmitt, 1934: 132).
65
Véanse las páginas que dedica Alvar (1958-1959) a glosar la trayectoria académica y la produc-
ción científica de este romanista, con motivo de su temprano fallecimiento: «Con Elcock —dice Alvar—
pierden los estudios pirenaicos uno de sus más sagaces y profundos investigadores». Vid. tambien la
información que aparece en la correspondiente entrada de la GEA (V, 1.178), que firma J. Vázquez.
66
Especialmente el primer trabajo que realizó sobre esta cuestión, en el que presenta unos riquí-
simos e interesantes materiales, sin elaborar, recogidos por el investigador en cuarenta y ocho locali-
dades altoaragonesas (Elcock, 1949). En esos materiales de toponimia menor se apoya su artículo de
1952a y una parte de los mismos, en concreto los relativos al valle de Tena, junto con otros topónimos
allegados con posterioridad en diversas poblaciones tensinas, es analizada detalladamente en su estu-
dio de 1953a, en el que también tiene en cuenta datos documentales antiguos. En fin, a la etimología
del topónimo Tena dedicó Elcock un trabajo específico (1953b) y, más tarde, en 1956, examinó los
valores del prefijo re- en la toponimia pirenaica.
[ 171 ]
M.ª LUISA ARNAL Y VICENTE L AGÜÉNS
nétiques entre l’aragonais et le béarnais está fuera de toda duda67. En esta esplén-
dida monografía, que se editó en 1938, el dialectólogo inglés examina con exhaus-
tividad dos problemas fonéticos (la conservación de consonantes oclusivas sordas
en posición intervocálica y su sonorización tras nasal y líquida) que habían sido
objeto de amplia discusión y sobre los que se habían aducido diversas hipótesis,
sustratísticas en su mayor parte68.
Elcock se propone específicamente delimitar con precisión el área de difusión
de esos dos singulares fenómenos fonéticos, compartidos por las hablas altoarago-
nesas y bearnesas. Para tal fin, parte de una rigurosa metodología: elabora un cues-
tionario específico y lo más exhaustivo posible, que aplica a un informante de cada
una de las ochenta poblaciones pirenaicas que recorre (cuarenta y ocho en la ver-
tiente aragonesa, treinta y dos en la región del Béarn). Los datos así obtenidos se
someten a un pormenorizado análisis y muchos de ellos aparecen cartografiados
en útiles mapas. El resultado es un excelente trabajo de Geografía lingüística69, en
el que Elcock, aparte de manifestarse abiertamente contrario a las tesis sustratísti-
cas70, demuestra —al igual que Rohlfs— que los Pirineos no son frontera lingüísti-
ca entre las dos vertientes.
Mérito de ambos es, indiscutiblemente, el haber puesto de relieve el estrecho
parentesco existente entre las hablas de uno y otro lado de la cordillera.
67
Elcock es autor también, además de los ya citados, de otros artículos relativos a la Dialectología
aragonesa (véanse sus contribuciones de 1940, 1952b y 1955).
68
Fue Saroïhandy quien, en 1913, llamó la atención sobre ambos hechos fónicos del ámbito pire-
naico, de los que presentó su difusión geográfica (cf. infra) y explicó mediante la hipótesis del sustra-
to vasco, teoría que fue plenamente aceptada por Rohlfs en su monografía Le gascon (1935). Asimismo,
a la conservación de las oclusivas sordas en aragonés dedicó Robert Politzer —otro investigador extran-
jero— un artículo en 1954, donde puede encontrarse un resumen de las distintas hipótesis explicativas
—Saroïhandy y Rohlfs, Martinet, Ronjat, etc.— que se han esgrimido sobre esta cuestión. En cuanto a
la sonorización de /p/, /t/ y /k/ tras nasal y líquida resulta suficientemente conocida la tesis del influ-
jo osco-umbro que sostuvo Menéndez Pidal (1926: 302-306) a propósito de ese y otros fenómenos
documentados en diversos romances hispánicos.
69
Sus conclusiones permiten corregir la extensión geográfica de los rasgos fonéticos en cuestión,
expuesta por Saroïhandy (1913) en un mapa que Elcock reproduce en su monografía con el número 3.
70
El filólogo inglés no aporta, sin embargo, ninguna otra teoría que explique la presencia en esas
regiones pirenaicas de los dos rasgos fonéticos considerados. Sobre este tema, y tras discutir amplia-
mente las hipótesis basadas en el sustrato, opina que se trata de fenómenos «d’évolution spontanée» y
opta finalmente, como él mismo indica, por el «ars dificillima nesciendi» (1938: 183).
[ 172 ]
L A CONTRIBUCIÓN DE LOS INVESTIGADORES EXTRANJEROS A L A DIALECTOLOGÍA ARAGONESA
[ 173 ]
M.ª LUISA ARNAL Y VICENTE L AGÜÉNS
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
ALARCOS, E. (1981): Fonología española, Madrid, Gredos, 4.ª ed. aumentada y revisada.
ALIAGA, J. L. (2003): «Panorama de la lexicografía aragonesa», en M.ª L. Arnal y J. Giralt (eds.),
Actas del II Encuentro «Villa de Benasque» sobre Lenguas y Culturas Pirenaicas
(Benasque, 1998), Zaragoza, Gobierno de Aragón, 151-187.
ALVAR, M. (1953): El dialecto aragonés, Madrid, Gredos.
ALVAR, M. (1954): «Dos cortes sincrónicos en el habla de Graus», AFA, VI, 7-74.
ALVAR, M. (1958-1959): «William Dennis Elcock (1910-1960)», Onoma, VII, 477-478.
ALVAR, M. (1963-1964): «Gunnar Tilander», AFA, XIV-XV, 273-275.
ALVAR, M. (1970): «Alwin Kuhn (1902-1968)», RDTP, XXVI, 239-241.
ARNAL, M.ª L. (1997): «La Ribagorza: una comarca de frontera lingüística», en M.ª L. Arnal y
J. Giralt (eds.), 39-64.
ARNAL, M.ª L. y J. GIRALT (eds.) (1997): Actas del I Encuentro «Villa de Benasque» sobre Len-
guas y Culturas Pirenaicas (Benasque, 1996), Zaragoza, DGA.
BERGMANN, W. (1934): Studien zur volkstümlichen Kultur im Grenzgebiet von Hocharagon
und Navarra, Hamburg, Seminar für Romanische Sprachen und Kultur.
BLOMQVIST, Å. (1957): «Gunnar Tilander», Orbis, VI/2, 566-574.
CASTAÑER, R. (1999): «Las hablas altoaragonesas. Estado actual de la cuestión», en J. M.ª En-
guita (ed.), 265-317.
CATALÁN, D. (1974): Lingüística ibero-románica: crítica retrospectiva, Madrid, Gredos.
CONTINI, M., C. FRANCHON y A. RHARDISSE (1998): «Analyse comparée de l’intonation en casti-
llan et en aragonais», Atti del XXI Congresso Internazionale di Lingüística e Filologia
Romanza, Tübingen, Max Niemeyer, V, 143-157.
COROMINES, J. (1959): «Els noms dels municipis de la Catalunya aragonesa», en J. Coromines
(1970), Estudis de toponímia catalana, Barcelona, Barcino, II, 43-141.
COSTA, J. (1879): «Dialectos ribagorzanos y demás aragoneses-catalanes y catalanes-aragone-
ses», en «Los dialectos de transición en general y los celtibéricos en particular», Boletín de
la Institución Libre de Enseñanza, III, 2-3, 18-19, 33-35 y 41-42 [reedición: E. Fernández
Clemente (1989): Estudios sobre Joaquín Costa, Zaragoza, Universidad de Zaragoza, 387-
400].
EGIDO, A. y J. M.ª ENGUITA (eds.) (1996): Juan Fernández de Heredia y su época. IV Curso
sobre Lengua y Literatura en Aragón, Zaragoza, IFC.
ELCOCK, W. D. (1938): De quelques affinités phonétiques entre l’aragonais et le béarnais,
París, E. Droz.
ELCOCK, W. D. (1940): «The enigma of the lizard in Aragonese dialect», The Modern Language
Review, XXXV, 483-493.
[ 174 ]
L A CONTRIBUCIÓN DE LOS INVESTIGADORES EXTRANJEROS A L A DIALECTOLOGÍA ARAGONESA
ELCOCK, W. D. (1952b): «The evolution of –ll– in the Aragonese dialect», Actas del Primer
Congreso Internacional de Estudios Pirenaicos (San Sebastián, 1950), Zaragoza, VII [tra-
ducción: AFA, XII-XIII (1961-1962), 289-297].
ELCOCK, W. D. (1955): «Substrats phonétiques dans les parlers romans des Pyrenées», Actas
del VII Congreso Internacional de Lingüística y Filología Románicas (Barcelona, 1955),
II, 695-697 [traducción: AFA, XLIV-XLV (1990), 227-229].
ELCOCK, W. D. (1956): «Le préfixe re- dans la toponymie pyrénéenne», Actes du II Congrès In-
ternational d’Études Pyrénéennes, Toulouse, 41-43.
ENGUITA, J. M.ª (1999): «Estado actual de los estudios sobre el español de Aragón», en J. M.ª
Enguita (ed.), 319-366.
ENGUITA, J. M.ª (ed.) (1999): Jornadas de Filología Aragonesa. En el L aniversario del AFA, 2
vols., Zaragoza, IFC.
ESPÓSITO, A. P. (1990): Syntactic negation in three medieval Aragonese histories of Juan Fer-
nández de Heredia (c. 1310-1396), Univ. of Michigan [UMI, Ann Arbor-Michigan, 1993].
FERRÉ, F. (1969): «Una sucinta referencia sobre la bio-bibliografía del profesor Gunnar Tilan-
der», Boletín del Colegio de Abogados de Zaragoza, XXXIII, 97-104.
FRAGO, J. A. (1977): «Una perspectiva histórica sobre la relación entre el léxico navarroara-
gonés y el del área occitana», RLiR, XLI, 302-338.
FRAGO, J. A. (1980): «Sobre el léxico aragonés. Datos para el estudio de su frontera con el ca-
talán noroccidental a mediados del siglo XV», en J. Bruguera y J. Massot i Muntaner (eds.),
Actes del Cinquè Col.loqui Internacional de Llengua i Literatura Catalanes (Andorra,
1979), Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 405-440.
GARCÍA DE DIEGO, V. (1918): Caracteres fundamentales del dialecto aragonés, Zaragoza [pu-
blicado también en Miscelánea filológica, Madrid, Sucesores de Hernando, s.a., 1-18;
reedición: AFA, XLIV-XLV (1990), 231-254].
[ 175 ]
M.ª LUISA ARNAL Y VICENTE L AGÜÉNS
[ 176 ]
L A CONTRIBUCIÓN DE LOS INVESTIGADORES EXTRANJEROS A L A DIALECTOLOGÍA ARAGONESA
HAENSCH, G. (1960): Las hablas de la Alta Ribagorza (Pirineo aragonés), Zaragoza, IFC.
HAENSCH, G. (1962): «Algunos caracteres de las hablas fronterizas catalano-aragonesas del Pi-
rineo (Alta Ribagorza). Contribución al estudio de los llamados dialectos de transición»,
Orbis, XI, 75-110.
HAENSCH, G. (1974): «Las hablas del valle de Isábena», RDTP, XXX, 295-314.
HAENSCH, G. (1980): «Els parlars catalans d’Areny i de la Ribera de Cornudella», Estudis de llen-
gua i literatura catalanes oferts a R. Aramon i Serra en el seu setantè aniversari, Barce-
lona, II, 219-229.
HAENSCH, G. (1982): «Fronteras político-administrativas y fronteras lingüísticas: el caso de la
Ribagorza catalanohablante», AFA, XXX-XXXI, 7-19.
HAENSCH, G. (1985): «El vocabulario aragonés en El Pirineo español de Ramón Violant y Si-
morra», AFA, XXXVI-XXXVII, 313-345.
HEIM, W. y A. QUINTANA (1984): «La lengua de Santiago Vidiella», en S. Vidiella, Converses so-
bre coses passades i presents de la vila de Calaceit, Zaragoza, DGA, 19-28.
HEIM, W. y A. QUINTANA (1999): «Manuscrits del Consell de las Paüls (1576-1636)», Alazet, XI,
185-293.
HILTY, G. (1995): «Las scriptae aragonesas y navarras», en G. Holtus et al. (eds.), Lexikon der
Romanistischen Linguistik, II/2: Die einzelnen romanischen Sprachen und Sprachgebiete
vom Mittelalter bis zur Renaissance, Tübingen, Niemeyer, 512-527.
KRÜGER, F. (1929): «Sach- und Wortkundliches vom Wasser in den Pyrenäen», Volkstum und
Kultur der Romanen, II, 139-243.
KRÜGER, F. (1932): «Worfeln und Verwandtes in den Pyrenäen», Miscelánea filológica dedica-
da a D. Antonio María Alcover, Palma de Mallorca, 509-524.
KRÜGER, F. (1952): «Acerca de las raíces onomatopéyicas casc-, cosc-, coc- y croc-», NRFH, VI,
1-32.
KUHN, A. (1935a): «Der Hocharagonesische Dialekt», RLiR, XI, 1-312 [edición exenta: Leipzig,
1936].
KUHN, A. (1935b): «Studien zum Wortschatz von Hocharagon», ZRPh, LV, 561-634.
[ 177 ]
M.ª LUISA ARNAL Y VICENTE L AGÜÉNS
KUHN, A. (1937): «Der Lateinische Wortschatz zwischen Garonne und Ebro», ZRPh, LVII, 326-
365.
KUHN, A. (1938): «Zur Gruppe sp. quejigo, dial. cajijo ‘Eichenart’», Archiv für das Studium
der neueren Sprachen, CLXXIV, 198-203.
KUHN, A. (1939): «Das Aragonesische Perfekt. Arag. -LL- > -ts-», ZRPh, LIX, 73-82 [traducción:
AFA, XLII-XLIII (1989), 279-291].
KUHN, A. (1952a): «El aragonés, idioma pirenaico», Actas del Primer Congreso Internacional
de Estudios Pirenaicos (San Sebastián, 1950), VII, Zaragoza, 65-79.
KUHN, A. (1952b): «Zu den Flurnamen Hocharagons», Homenaje a Fritz Krüger, Mendoza, I,
47-56.
KUHN, A. (1960): «Sintaxis dialectal del Alto Aragón», Miscelánea Filológica dedicada a Mons.
A. Griera, Barcelona, II, 7-22.
KUHN, A. (1965): «Estudios sobre el léxico del Alto Aragón (animales y plantas)», AFA, XVI-XVII,
7-55.
KUHN, A. (1968): «Studien zum Wortschatz von Hocharagon», Serta Romanica. Festschrift für
G. Rohlfs zum 75. Geburtstag, Tübingen, 157-170.
LAGÜÉNS, V. (1991): «El aragonés medieval en sus fuentes documentales», en J. M.ª Enguita
(ed.), I Curso sobre Lengua y Literatura en Aragón (Edad Media), Zaragoza, IFC, 83-114.
LAGÜÉNS, V. (1999): «Estado actual de los estudios sobre el aragonés medieval», en J. M.ª
Enguita (ed.), II, 163-264.
LÓPEZ MOLINA, L. (1960): Tucídides romanceado en el siglo XIV, Madrid, Anejo V del BRAE.
MARÍN, C. y A. MONTANER (1996): «Estado actual de los estudios sobre la vida y la obra de
Juan Fernández de Heredia», en A. Egido y J. M.ª Enguita (eds.), 217-283.
MARTÍN ZORRAQUINO, M.ª A., M.ª R. FORT, M.ª L. ARNAL y J. GIRALT (1995): Estudio sociolingüís-
tico de la Franja Oriental de Aragón, 2 vols., Zaragoza, Universidad de Zaragoza.
MARTÍN ZORRAQUINO, M.ª A., M.ª R. FORT, M.ª L. ARNAL y J. GIRALT (1999): «Los estudios lin-
güísticos sobre la Franja Oriental de Aragón», en J. M.ª Enguita (ed.), 367-404.
MENÉNDEZ PIDAL, R. (1902): Poema de Yúçuf, Granada, Universidad de Granada, 2.ª ed., 1952.
[ 178 ]
L A CONTRIBUCIÓN DE LOS INVESTIGADORES EXTRANJEROS A L A DIALECTOLOGÍA ARAGONESA
MENÉNDEZ PIDAL, R. (1908): «Sobre los límites del valenciano», Primer Congrés Internacional
de la Llengua Catalana (Barcelona, 1906), Barcelona, 340-344.
MENÉNDEZ PIDAL, R. (1926): Orígenes del español. Estado lingüístico de la Península Ibérica
hasta el siglo XI, Madrid, Espasa-Calpe, 9.ª ed., 1980.
MOLHO, M. (1964): El fuero de Jaca, Zaragoza, Escuela de Estudios Medievales-Instituto de
Estudios Pirenaicos.
MORET, H. (1994): «Un segle d’investigació lingüística a l’Aragó catalanòfon», Estudis de Llen-
gua i Literatura Catalanes, XXIX. Miscel.lània Germà Colón, Publicacions de l’Abadia de
Montserrat, 223-239.
MOTT, B. (1982a): «La sufijación sustantiva y adjetiva en el habla de Gistaín», Argensola, XCIII,
113-133 [reedición: Alazet, 0 (1988), 223-243].
MOTT, B. (1982b): «El verbo fer en el habla de Gistaín (Pirineo aragonés)», Anuario de Filo-
logía, VIII, 227-241.
MOTT, B. (1984a): «Vocalismo y consonantismo del chistavino (el habla de Gistaín. Pirineo
Aragonés)», Folia Phonetica (Lérida), I, 107-132.
MOTT, B. (1984b): Diccionario chistavino-castellano, Zaragoza, CAZAR.
MOTT, B. (1987): «Coplas y dichos del valle de Gistaín, un reflejo de la vida de aquel para-
je montañés», Temas de Antropología, III, 125-145.
MOTT, B. (1989): El habla de Gistaín, Huesca, IEA.
[ 179 ]
M.ª LUISA ARNAL Y VICENTE L AGÜÉNS
NAVARRO TOMÁS, T. (1957): Documentos lingüísticos del Alto Aragón, Syracuse-New York,
Syracuse University Press.
NITTI, J. J. y Ll. A. KASTEN (1982): Concordances and texts of the Fourteenth-Century manus-
cripts of Juan Fernández de Heredia, Madison, HSMS (microfichas).
NITTI, J. J. y Ll. A. KASTEN (1997): The Electronic Texts and Concordances of Medieval Nava-
rro-Aragonese Manuscripts, Madison, HSMS, CD-ROM series, vol. 2.
O’DONELL, P. E. (1986): The Castilian-Catalan Border in the Baix Cinca (Aragon): A Lexical
Study, Michigan, UMI.
POLITZER, R. L. (1954): «The Development of Latin Stops in Aragonese», Word, X, 60-65 [tra-
ducción: AFA, XXXVIII (1986), 241-248].
POTTIER, B. (1945): Étude pour une grammaire historique de l’aragonais (phonétique et mor-
phologie), Diplôme d´Études Supérieures de Langue Espagnole, París [inédito].
POTTIER, B. (1947a): Étude sur la langue notariale aragonaise du Moyen Âge, d’après des in-
ventaires des XIVe et XVe siècles, Diplôme de l’École Pratique des Hautes-Études (Section
Philologie), París [inédito].
POTTIER, B. (1948-1949a): «Étude lexicologique sur les inventaires aragonais», VRom., X/1-2, 87-
219.
POTTIER, B. (1950a): «Notas lingüísticas sobre antiguos textos aragoneses», AFA, III, 225-239.
POTTIER, B. (1950b): «Un manuscrito aragonés: Las vidas de hombres ilustres, de Plutarco»,
AFA, III, 241-250.
POTTIER, B. (1952): «L’évolution de la langue aragonaise à la fin du Moyen Âge», BHi, LIV/2,
184-199 [traducción: AFA, XXXVIII (1986), 225-240].
POTTIER, B. (1999): «Discurso pronunciado por el nuevo Doctor Bernard Pottier», en el Cere-
monial para la investidura de los Doctores Honoris Causa de los Profesores Bernard
Pottier y Gerold Hilty (22 de noviembre de 1999), Universidad de Zaragoza, 27-31.
[ 180 ]
L A CONTRIBUCIÓN DE LOS INVESTIGADORES EXTRANJEROS A L A DIALECTOLOGÍA ARAGONESA
PRINCE, D. E. (1990): An edition and study of book one of the unique Aragonese translation
of Brunetto Laninis’s «Li livres dou tresor», Diss. Univ. of California, Berkeley [Ann Arbor,
UMI, 1991; la edición y las concordancias se incluyen en Nitti-Kasten (1997)].
[ 181 ]
M.ª LUISA ARNAL Y VICENTE L AGÜÉNS
ROHLFS, G. (1983): «Fabla chesa del Alto Aragón», Philologica hispaniensia in honorem Ma-
nuel Alvar, I, Madrid, Gredos, 565-571 [reedición: AFA, XL (1988), 181-189].
ROHLFS, G. (1984): «Dialectos del Pirineo aragonés (semejanzas y diferencias)», AFA, XXXIV-
XXXV, 215-227.
TILANDER, G. (1939): «Documento desconocido de la aljama de Zaragoza del año 1331», Stu-
dia Neophilologica, XII, 1-45 [edición exenta: Leges Hispanicae Medii Aevi, VII, Estocolmo,
1958; reedición: AFA, L (1994), 351-397].
TILANDER, G. (1951): Los fueros de la Novenera, según el ms. 944 de la Biblioteca de Palacio,
Uppsala, Almqvist & Wiksells (Legis Hispanicae Medii Aevi, II).
TILANDER, G. (1956): Vidal Mayor. Traducción aragonesa de la obra «In Excelsis Dei Thesau-
ris» de Vidal de Canellas, 3 vols., Lund, Hakan Ohlssons (Leges Hispanicae Medii Aevi,
IV-VI).
[ 182 ]
L A CONTRIBUCIÓN DE LOS INVESTIGADORES EXTRANJEROS A L A DIALECTOLOGÍA ARAGONESA
UMPHREY, G. W. (1913): The Aragonese Dialect, Seattle, Washington [incluye Umphrey (1907
y 1911)].
WILMES, R. (1937): «Der Hausrat im Hocharagonesischen Bauernhause des Valle de Vió»,
Volkstum und Kultur der Romanen, X, 213-246 [traducción: AFA, II (1947), 179-224].
WILMES, R. (1954): «Contribución a la terminología de la fauna y la flora pirenaica: valle de Vió
(Aragón)», Homenaje a Fritz Krüger, Mendoza, II, 157-192.
WILMES, R. (1957): «La cultura popular de un valle altoaragonés (valle de Vió)», Anales del
Instituto de Lingüística de Cuyo (Mendoza, Argentina), VI, 149-309.
WILMES, R. (1996): El valle de Vió. Estudio etnográfico-lingüístico de un valle altoaragonés.
Edición e introducción de José Luis Acín Fanlo, Zaragoza, Prames [incluye Wilmes (1937,
1954 y 1957)].
[ 183 ]
UNA REVISTA PARA LA FILOLOGÍA DE ARAGÓN:
EL AFA
INTRODUCCIÓN
1. En 1926, Amado Alonso enjuiciaba de modo muy negativo la labor que hasta
esa fecha se había realizado en torno a las cuestiones lingüísticas de Aragón: «Sobre
este importantísimo dialecto parece pesar una conjuración del silencio»1. Tal aprecia-
ción, que fácilmente podría aplicarse al campo de los estudios literarios —salvo en
lo que concierne a la recopilación bibliográfica de autores y obras, tarea a la que ya
se habían aplicado con empeño figuras muy relevantes de la cultura aragonesa—,
ha dejado afortunadamente de tener vigencia, como puede deducirse a través de
las ponencias presentadas en este Curso. Muestra más que palpable de estos avan-
ces en la investigación son las Actas de las Jornadas de Filología Aragonesa cele-
bradas en diciembre de 19942, cuyo vol. II recoge ocho «estados de la cuestión» en
los que se da cuenta pormenorizada de las contribuciones que, sobre la variación
lingüística y la creación literaria en Aragón, habían ido apareciendo hasta entonces.
A tal desarrollo del estudio de la Filología aragonesa han contribuido reconoci-
dos hispanistas y profesores de distintas instituciones científicas, y entre ellos los
de la Universidad de Zaragoza desde que, en 1967, se creó en su Facultad de Letras
la especialidad de Filología Románica. Justo es reconocer que, unos años antes,
maestros como Francisco Ynduráin, José Manuel Blecua o Manuel Alvar, reunidos
en torno a la recién fundada Institución «Fernando el Católico», habían allanado un
camino, el de la Filología Aragonesa, que gracias a su esfuerzo pudo recorrerse
con más facilidad.
Los cauces a través de los cuales se han hecho accesibles a los especialistas los
avances en torno a la Filología aragonesa no son distintos de los que han servido
1
Cf. «La subagrupación románica del catalán», RFE, XIII (1926), pp. 1-38 y 225-261; también edita-
do en Estudios lingüísticos. Temas españoles, Madrid, Gredos, 3.ª ed., 1974, pp. 11-83; vid. en esta obra
especialmente la p. 43, n. 52.
2
Cf. J. M. ENGUITA (ed.), Jornadas de Filología Aragonesa. En el L aniversario del AFA, 2 vols.,
Zaragoza, IFC, 1999.
[ 185 ]
JOSÉ M.ª ENGUITA UTRILL A Y JAVIER GIRALT L ATORRE
para estos mismos fines en otros ámbitos geográficos: monografías, actas de reu-
niones científicas y artículos aparecidos en revistas. No puede decirse que los cen-
tros culturales aragoneses hayan ignorado este último instrumento, tan útil, de
divulgación de la cultura regional, pues son numerosas las publicaciones periódi-
cas, generalmente de carácter interdisciplinar, que, acotando la perspectiva a los
últimos cincuenta años, pueden enumerarse.
[ 186 ]
UNA REVISTA PARA L A FILOLOGÍA DE ARAGÓN: EL AFA
tras tierras hoy tan olvidadas»3. Incluye asimismo información sobre las actividades
organizadas por el Instituto de Estudios Turolenses y un apartado de recensiones
sobre publicaciones referidas a Teruel y su provincia. A partir de 1988, la revista
cambia su formato tradicional y se divide en dos tomos dedicados a ámbitos cien-
tíficos diferentes: uno a las ciencias y otro a las humanidades.
A lo largo de sus 51 años de existencia han sido pocos, no obstante, los artícu-
los interesados por la filología aragonesa. Por lo que respecta a la literatura, no
falta el tema de los amantes de Teruel, al que hay que añadir otros como el perio-
dismo del siglo XIX, la ilustración aragonesa, la literatura popular del Matarraña en
lengua catalana, o escritores como Juan Martínez de Salafranca o Manuel Polo y
Peyrolón. En cuanto a los lingüísticos, se estudia la toponimia de la provincia, los
rasgos dialectales de las hablas turolenses a partir de los datos del ALEANR, varios
documentos medievales y la figura del lexicógrafo Siesso de Bolea.
También bajo el auspicio de la Diputación Provincial turolense surge en 1985
la revista Turia, en la que predominan los trabajos de crítica literaria; entre ellos
cabe resaltar los que tratan de la obra de Miguel Labordeta. En la sección titulada
«Sobre Aragón» se presentan contribuciones referidas a nuestra historia literaria,
tanto trabajos de conjunto —y en este sentido hay que mencionar especialmente
los de Juan Domínguez Lasierra—, como de obras y autores concretos (Juan
Fernández de Heredia, Braulio Foz, Benjamín Jarnés). Sobre cuestiones lingüísticas
únicamente se ha publicado, en el núm. 4-5 (1986), el artículo «Elementos para una
sociolingüística del habla de Zaragoza», de M.ª Antonia Martín Zorraquino.
En el seno del Instituto de Estudios Altoaragoneses, dependiente de la Diputa-
ción Provincial de Huesca, apareció en 1950 la revista Argensola, de carácter inter-
disciplinar, que al llegar al número 100, en 1988, dio paso a revistas más especia-
lizadas, entre las cuales se encuentra Alazet, continuadora de Argensola en los
temas filológicos. A lo largo de su andadura publicó numerosos artículos de con-
tenido lingüístico y literario, firmados algunos de ellos por especialistas de gran
prestigio, como Manuel Alvar, Fernando Lázaro, Federico Balaguer, Miguel Dolç,
Ricardo del Arco y Antonio Ubieto. Por otro lado, los Centros filiales del Instituto
de Estudios Altoaragoneses también han creado sus propias revistas científicas, en
las que aparecen algunas colaboraciones de carácter filológico: Revista Somontano
(Centro de Estudios del Somontano), Revista Sobrarbe (Centro de Estudios de So-
brarbe) y Cuadernos (Centro de Estudios de Monzón y Cinca Medio).
Debemos señalar también que la Institución «Fernando el Católico», dependien-
te de la Diputación provincial de Zaragoza, inició tempranamente (en 1945) la edi-
ción del Archivo de Filología Aragonesa, y de sus distintas secciones fueron sur-
3
Teruel, I (1949), pp. 1-3.
[ 187 ]
JOSÉ M.ª ENGUITA UTRILL A Y JAVIER GIRALT L ATORRE
4
Cf. «Centro de Estudios Borjanos», Cincuenta años al servicio de la cultura en Aragón, 2 vols.,
Zaragoza, IFC, 1993, vol. I, pp. 222-224.
5
Cf. «Grupo Cultural Caspolino», Cincuenta años cit., vol. I, p. 265.
6
Cf. «Centro de Estudios Turiasonenses», Cincuenta años cit., vol. I, p. 245.
[ 188 ]
UNA REVISTA PARA L A FILOLOGÍA DE ARAGÓN: EL AFA
4. Pero sin duda, de todas las revistas mencionadas, hay que destacar el Archivo
de Filología Aragonesa, que desde 1945 presta atención exclusivamente —o casi
exclusivamente— a temas relacionados con la variación lingüística regional y con
la literatura escrita por aragoneses. Este hecho singular ya fue puesto de relieve
por Antonio Viudas en 1986, al resumir la contribución de los Centros de Estudios
Locales a los estudios filológicos, en concreto a los referidos a Dialectología y a
Geografía lingüística8. Es cierto que la situación descrita por Viudas para Aragón
ha variado en los últimos años, puesto que desde 1988 —como ya se ha dicho—
el Instituto de Estudios Altoaragoneses publica Alazet. Revista de Filología que, a
lo largo de los doce números hasta ahora aparecidos, ha reunido ya una colección
notable de artículos de contenido filológico, siendo de destacar la inclusión, desde
el vol. 3, del Boletín Senderiano, imprescindible vínculo de información y de rela-
ción para todos los especialistas en la obra del escritor aragonés.
Con todo, el Archivo de Filología Aragonesa sigue poseyendo un amplio reco-
nocimiento —dentro y fuera de Aragón— como órgano de publicación de los tra-
bajos que versan sobre la lengua y la literatura de nuestra región. Tan singular cir-
7
Cf. «Centro de Estudios de las Cinco Villas», Cincuenta años cit., vol. I, p. 233.
8
Otorgaba el puesto de honor —gracias al AFA— a la Institución «Fernando el Católico», seguida
del Instituto de Estudios Asturianos, del Instituto de Estudios Ilerdenses, de la Sociedad Castellonense
de Cultura y la Institución «Alfonso el Magnánimo» de Valencia: «Se observa, pues —concluía—, una ma-
yor producción editorial en las zonas donde la diversidad lingüística es más intensa, es decir, en torno
a Asturias, Aragón y el núcleo comprendido por la lengua catalana (Lérida, Valencia, Castellón de la
Plana)»; cf. Dialectología hispánica y Geografía lingüística en los estudios locales (1920-1984). Biblio-
grafía crítica y comentada, Cáceres, Institución Cultural «El Brocense», 1986, pp. 11-12. Cf. además J.
M. Enguita, «Sección de Estudios Aragoneses de Lingüística y Literatura», Cincuenta años cit., vol. I, p.
167: «El Archivo de Filología Aragonesa representa un ejemplo casi único dentro del contexto filológi-
co hispánico de revista que se ocupa exclusivamente de temas relacionados con la lengua y la litera-
tura de un área regional».
[ 189 ]
JOSÉ M.ª ENGUITA UTRILL A Y JAVIER GIRALT L ATORRE
cunstancia merece, sin duda, un lugar en este Curso organizado para historiar los
acontecimientos más notables de la Filología Aragonesa a lo largo del siglo XX, y
es también ocasión para ofrecer un sincero homenaje a quienes hicieron posible
su aparición en un ya lejano año 1945.
9
Celebró en 1993 el cincuentenario de su fundación. La cuidada monografía Cincuenta años al
servicio de la cultura en Aragón, ya cit., ha recogido ese medio siglo de quehaceres y logros científi-
cos.
10
Todos estos datos, y los que se anotan en las siguientes páginas —salvo que se indique otra
fuente específica— proceden de los archivos de la Institución «Fernando el Católico». Damos las gra-
cias a Álvaro Capalvo por habernos facilitado el camino para acceder, en dichos archivos, a la informa-
ción que podía resultarnos más útil.
[ 190 ]
UNA REVISTA PARA L A FILOLOGÍA DE ARAGÓN: EL AFA
11
Cf. J. M. BLECUA, «Recordando», Cincuenta años cit., vol. I, p. 41, y «¿Un poeta aragonés desco-
nocido en la Edad de Oro?», Jornadas de Filología Aragonesa cit., vol. I, p. 91.
12
Cf. «Recordando», Cincuenta años cit., p. 42.
[ 191 ]
JOSÉ M.ª ENGUITA UTRILL A Y JAVIER GIRALT L ATORRE
13
En anotaciones posteriores se lee: «a partir del séptimo número excluido».
14
No hace mucho tiempo, Manuel Alvar escribió un emocionado artículo, en recuerdo de su
maestro, que apareció como «Dedicatoria « en el Homenaje que el Archivo de Filología Aragonesa rin-
dió a la memoria de don Francisco Ynduráin (AFA, LI, 1995, pp. 11-27).
[ 192 ]
UNA REVISTA PARA L A FILOLOGÍA DE ARAGÓN: EL AFA
15
Aunque con datación correspondiente a esos años, por las cartas que en torno a dicho volu-
men se conservan en los archivos de la Institución, parece que no estuvo preparado para los lectores
antes de 1958, como veremos más adelante.
16
Cf. «Primeros recuerdos», Cincuenta años cit., p. 24.
[ 193 ]
JOSÉ M.ª ENGUITA UTRILL A Y JAVIER GIRALT L ATORRE
zado los trámites para nombrar un comité de redacción, integrado por los Dres.
Tomás Buesa, Aurora Egido, José-Carlos Mainer y M.ª Antonia Martín Zorraquino,
que además son directores de las cuatro cátedras filológicas con que cuenta la
Sección de Estudios Aragoneses de Lingüística y Literatura de la Institución.
Pero sin duda, el acontecimiento más destacado tuvo lugar entre los días 19 y
21 de diciembre de 1994, pues entonces se conmemoró la aparición del vol. L del
Archivo de Filología Aragonesa a través de unas Jornadas que reunieron en Zara-
goza a los grandes maestros de la Filología aragonesa que tanto habían trabajado
en su fundación. Con una excepción destacada: don Francisco Ynduráin, su pri-
mer director, había fallecido unas semanas antes de la celebración de estas Jor-
nadas y ya no pudo impartir la lección que todos hubiéramos deseado escuchar.
El volumen LI del AFA, correspondiente a 1995, se dedicaría a honrar su memoria.
Los frutos científicos de las Jornadas, publicados en 1999, son ciertamente reseña-
bles: por las lecciones magistrales que impartieron Manuel Alvar, José Manuel
Blecua, Tomás Buesa, Juan Antonio Frago, Félix Monge y Domingo Ynduráin, y
también por la presentación, por parte de reconocidos especialistas, de ocho esta-
dos de la cuestión (sobre literatura: Edad Media, Siglo de Oro, siglos XVIII-XIX, siglo
XX, sobre lengua: aragonés medieval, hablas altoaragonesas, español de Aragón,
catalán de Aragón), en los que se sintetizan —junto a los correspondientes reper-
torios bibliográficos— los conocimientos, ya lingüísticos, ya literarios, que en torno
a Aragón habían ido apareciendo hasta 1994, con el fin de proporcionar a los in-
vestigadores una útil herramienta de trabajo. Y es indudable que, hoy, las Actas de
estas Jornadas son una referencia obligada para la investigación filológica sobre el
área aragonesa.
No podemos ignorar, por otra parte, que en estos últimos años se ha llevado a
cabo una tarea paciente, acaso excesivamente lenta, para elaborar los Índices de
los vols. I-L del Archivo de Filología Aragonesa17: la ordenación de artículos, de
autores, de temas analizados y, sobre todo, de las palabras y de los morfemas estu-
diados a lo largo de 50 años ha dado lugar a un volumen de más de 800 páginas,
que pronto será realidad, pues ya se están corrigiendo las primeras pruebas de
imprenta. Y no hace falta resaltar su utilidad para la comunidad científica interesa-
da por los temas filológicos sobre Aragón.
Antes de concluir estas notas sobre la andadura del Archivo de Filología Arago-
nesa desde su creación hasta la actualidad, debemos comentar que la revista rin-
dió merecido homenaje al Prof. Tomás Buesa Oliver en su sexagésimo aniversario
(vols. XXXIV-XXXV y XXXVI-XXXVII, de 1985 y 1986 respectivamente); homenaje y re-
cuerdo, por motivos más tristes, se manifestaron en sendas notas necrológicas de-
17
Cf. J. M. ENGUITA y J. GIRALT (con la colaboración de M. S. Vicente Rosillo), Índices del Archivo
de Filología Aragonesa (tomos I-L). Redactados bajo la dirección de M. Alvar, Zaragoza, IFC, 2002.
[ 194 ]
UNA REVISTA PARA L A FILOLOGÍA DE ARAGÓN: EL AFA
[ 195 ]
JOSÉ M.ª ENGUITA UTRILL A Y JAVIER GIRALT L ATORRE
dicadas a dos hispanistas que atendieron singularmente a los temas filológicos rela-
tivos a Aragón: Gunnar Tilander (AFA, XIV-XV, 1963-1964, pp. 271-366) y William
Dennis Elcock (AFA, XII-XIII, 1961-1962, pp. 277-320); también el vol. XL (1988)
honró la memoria de otro gran romanista, Gerhard Rohlfs, reeditándose con tra-
ducción al español sus contribuciones más relevantes sobre las hablas pirenaicas;
el vol. LI —ya se ha aludido a ello— estuvo dedicado a la memoria de Francisco
Ynduráin; y el que corresponde a este año 2000 (vol. LVI) ha sido ofrecido a
Antonio Llorente Maldonado de Guevara, colaborador en la preparación del Atlas
Lingüístico y Etnográfico de Aragón y autor de varios trabajos magistrales sobre las
peculiaridades lingüísticas del área aragonesa y sus relaciones con áreas vecinas.
8. Asimismo, merece la pena recordar que los contenidos del Archivo de Filolo-
gía Aragonesa se complementan con la publicación de varios anejos, en buena
parte también impresos en alguno de los volúmenes de la revista. Son los siguien-
tes: Manuel Alvar, Estudios sobre el «Octavario de doña Ana Abarca de Bolea»,
1945, 89 páginas; Manuel Alvar, Documentos de Jaca (1362-1502), 1960, 151 pági-
nas; Manuel Alvar, Proyecto de un Atlas Lingüístico de Aragón, 1963, 88 páginas;
Manuel Alvar, La frontera catalano-aragonesa, 1976, 71 páginas; M.ª Luisa Bayo
Bueno, La comedia chesa «Qui bien fa nunca lo pierde», de Domingo Miral. Estudio
lingüístico, 1978, 142 páginas; Julio Caro Baroja, Sobre la toponimia del Pirineo
aragonés, 1981, 25 páginas; Jesús Carrascal, La penetración de la lengua catalana
en dominio gascón, 1966, 140 páginas; Louis Cooper, El «Liber Regum». Estudio lin-
güístico, 1960, 168 páginas; Günther Haensch, Las hablas de la Alta Ribagorza,
1960, 318 páginas; Alwin Kuhn, Estudios sobre el léxico del Alto Aragón. Animales
y plantas, 1971, 54 páginas; Fernando Lázaro Carreter, El habla de Magallón. Notas
para el estudio del aragonés vulgar, 1945, 26 páginas; Félix Monge Casao, Las fra-
ses pronominales de sentido impersonal en español, 1954, 112 páginas; Luis Rubio,
Documentos del Pilar. Siglo XII , 1966, 242 páginas; Francisco Ynduráin,
Contribución al estudio del dialecto navarro-aragonés antiguo, 1945, 120 páginas.
ESTRUCTURA DE LA REVISTA
[ 196 ]
UNA REVISTA PARA L A FILOLOGÍA DE ARAGÓN: EL AFA
nesa de todos los tiempos, la literatura hasta finales del siglo XV, así como «los ar-
tículos doctrinales sobre los dominios lingüísticos más en relación con nuestro dia-
lecto, puesto que en la ciencia los campos no están acotados por cercas insalva-
bles»18.
En esta segunda etapa han continuado las secciones de la anterior, aunque con
distinto epígrafe en algún caso:
a) La sección de Artículos pasa a llamarse Estudios, donde siguen presentándo-
se los trabajos lingüísticos y literarios.
b) La sección de Miscelánea conserva su nombre originario, aunque ya no aco-
ge exclusivamente la edición de textos y notas, sino que abarca contribuciones de
todo tipo, entre las que abundan especialmente los vocabularios dialectales.
c) La sección de Bibliografía pasa a denominarse Reseñas. Sorprende la varie-
dad de obras reseñadas en el Archivo de Filología Aragonesa, y también la ampli-
tud de temas que se abordan, en general relacionados con Aragón (lengua, litera-
tura, etnografía, etnología, historia), y, en ocasiones, con los ámbitos lingüísticos
vasco, catalán y gascón. En esta sección se da noticia igualmente de las actas sur-
gidas de aquellas reuniones científicas —jornadas, congresos, coloquios, simposios
y cursos— en las que se incluyen trabajos sobre aspectos lingüísticos o literarios
de Aragón. Puede afirmarse que el AFA ofrece una exhaustiva recopilación biblio-
gráfica de consulta indispensable para conocer las contribuciones más relevantes
que, en torno a las cuestiones filológicas de Aragón y de áreas próximas, se han
publicado.
A estas tres secciones se añaden desde 1956-1957 otras dos: Archivo y Relec-
ciones.
d) La sección de Archivo tiene como fin rescatar documentos y textos intere-
santes para estudiar la historia lingüística y literaria de Aragón, relacionados sobre
todo con la Edad Media y con los Siglos de Oro.
e) La sección Relecciones se destina a la recuperación de aquellas aportaciones
sobre filología aragonesa, antiguas o de difícil acceso, que merecen el honor de
una reimpresión, actualizada cuando se ha creído necesario. Aquí el lector puede
encontrar la traducción de investigaciones realizadas por prestigiosos estudiosos
extranjeros, como Jean Saroïhandy, Gunnar Tilander, Friedrich Hanssen, Bernard
Pottier, Jean Bourciez, G. W. Umphrey, Alwin Kuhn y William Dennis Elcock, junto
a otras firmadas por reconocidos filólogos españoles (Tomás Navarro Tomás,
Samuel Gili Gaya, Vicente García de Diego, Francisco Ynduráin o Antonio Llorente,
entre ellos); así, en cierta manera, el Archivo de Filología Aragonesa ha ofrecido
18
Cf. AFA, VIII-IX (1956-1957), pp. 5-6.
[ 197 ]
JOSÉ M.ª ENGUITA UTRILL A Y JAVIER GIRALT L ATORRE
pequeños homenajes a estos grandes maestros19. Tal como deseaba Alvar en 1956,
«de este modo la revista se constituye en un auténtico Archivo de Filología
Aragonesa, en el que constará todo aquello que conserva un valor actual o histó-
rico para el conocimiento del aragonés»20. El objetivo, sin duda alguna, se ha logra-
do con creces, puesto que la incorporación de estas dos secciones ha permitido
que las nuevas generaciones de investigadores puedan disponer de trabajos que
fueron redactados hace décadas, pero que continúan siendo imprescindibles para
avanzar en el estudio de estos temas.
f) Desde el vol. XXXII-XXXIII (1983), tras la publicación del Atlas Lingüístico y
Etnográfico de Aragón, Navarra y Rioja en 1979, aparece una nueva sección deno-
minada El Atlas de Aragón, en la que se incluyen los artículos elaborados a partir
de dicha obra21. Interesa resaltar, aparte de la exhaustiva investigación de conjun-
to sobre el perfecto aragonés realizada por Tomás Buesa y Rosa M.ª Castañer22, los
numerosos trabajos en los que se comparan los datos allegados en el mencionado
Atlas lingüístico con los que ofrecen otros del ámbito hispánico, como el de
Andalucía y el de Canarias; por recordar alguno de ellos, baste citar los que se ocu-
pan de los nombres de aves como la alondra, la abubilla, la cogujada, el jilgue-
ro, el gorrión, la aguzanieves23, o de reptiles como el lagarto y la lagartija24.
CONTENIDOS
19
Cf. V. LAGÜENS, «Estado actual de los estudios sobre el aragonés medieval», Jornadas de Filología
Aragonesa cit., vol. II, p. 165, n. 7.
20
Cf. AFA, VIII-IX (1956-1957), p. 6.
21
R. M. CASTAÑER y J. M. ENGUITA llevaron a cabo un recuento de las investigciones realizadas sobre
los mapas del ALEANR; cf. «Una década de estudios sobre el ALEANR», AFA, XLII-XLIII (1989), pp. 241-257.
22
Cf. AFA, L (1994), pp. 65-132.
23
Alondra: AFA, XXXII-XXXIII (1983), pp. 179-203; abubilla: XXXII-XXXIII (1983), pp. 205-255; coguja-
da: XXXII-XXXIII (1983), pp. 257-289; jilguero: XXXII-XXXIII (1983), pp. 291-323; gorrión: XXXII-XXXIII (1983),
pp. 325-364; aguzanieves: XXXVI-XXXVII (1985), pp. 275-311, y XLVI-XLVII (1991), pp. 127-142.
24
AFA, XXVIII-XXIX (1981), pp. 143-184.
[ 198 ]
UNA REVISTA PARA L A FILOLOGÍA DE ARAGÓN: EL AFA
sentación crítica de textos, a través de los cuales pueden ampliarse nuestros cono-
cimientos sobre la obra de algunos autores aragoneses. En este sentido, cabe men-
cionar aquí composiciones de la Edad Media y del Renacimiento como el Libro de
la infancia y muerte de Jesús, los poemas conservados de Jaime de Huete o el
Cancionero de Palacio de Pedro de Santafé. Son más abundantes los que corres-
ponden al siglo XVII: el Triunfo de la Verdad de Ambrosio de Bondía, las Poesías
de Miguel Martín Navarro, un manuscrito de Bartolomé Leonardo de Argensola, las
cartas de fray Jerónimo de San José al cronista Andrés Ustarroz, el Mausoleo dedi-
cado a Ustarroz por la Academia de los Anhelantes o las obras presentadas al cer-
tamen poético en honor de Margarita de Austria.
Otra vertiente ha de ser entendida como una parcial historia literaria, centrada
fundamentalmente en obras y autores medievales —y alargando la cronología pro-
puesta por Manuel Alvar al hacerse cargo de la revista— de los Siglos de Oro e,
incluso, de los siglos XVIII, XIX y XX. Por lo que respecta a la Edad Media, la obra
de Juan Fernández de Heredia, la personalidad más singular de las letras aragone-
sas durante el siglo XIV, da lugar a varios artículos en los cuales se analizan tanto
cuestiones literarias como lingüísticas, siendo de destacar la relección del trabajo,
ya clásico, de Regina af Geijerstam sobre la Grant Crónica de Espanya25. Dentro
del período medieval, también se examinan aspectos de los libros de viajes del
siglo XV a partir de la Embajada de Tamorlán, título tras el que se cotejan algunos
fragmentos de la versión aragonesa con los correspondientes de la castellana para,
de este modo, establecer el carácter dialectal de aquella. Por otra parte, se estu-
dian la obra del judío zaragozano Bahya Ibn Paquda, figura cumbre del pensa-
miento hebreo entre los siglos XI-XII, y las traducciones bíblicas del siglo XV.
El panorama cultural y literario del Renacimineto y de los Siglos de Oro en el
ámbito aragonés ha merecido un buen número de páginas del AFA: de una parte,
se describe la librería de don Pedro Juan de Lastanosa a finales del siglo XVI, con
información detallada sobre los libros que este personaje de relieve cultural y eco-
nómico poseía en un momento en que las bibliotecas se limitaban a contener volú-
menes religiosos o profesionales; de otra, en dos trabajos de Ricardo del Arco y
Aurora Egido respectivamente, se recrea el ambiente literario de Aragón a princi-
pios del siglo XVII. Estas colaboraciones, más bien de carácter general, se comple-
mentan con las que tratan sobre obras y autores bastante significativos. En relación
con las décadas finales del siglo XV y con la centuria siguiente se examinan el
Cancionero de Pedro Marcuello, el teatro religioso de Zaragoza, el Cancionero de
Estúñiga, Los ventiún libros de los ingenios y de las máquinas y el Libro Verde de
Aragón, una especie de catálogo en el que, agrupadas por linajes, desfilan las figu-
ras más notables del siglo XV aragonés; hay que mencionar también una contribu-
25
Cf. AFA, LII-LIII (1996-1997), pp. 257-266.
[ 199 ]
JOSÉ M.ª ENGUITA UTRILL A Y JAVIER GIRALT L ATORRE
10.2. Hasta aquí hemos realizado un repaso de los temas que abordan los estu-
dios literarios publicados en el Archivo de Filología Aragonesa. En lo que concier-
ne a los artículos de contenido lingüístico, hay que resaltar que son numerosas las
26
Cf. M. A. Naval, «Panorámica de los últimos estudios sobre la historia de la literatura en Aragón
(siglos XVIII-XIX)»,
Jornadas de Filología Aragonesa cit., vol. II, p. 82.
27
Cf. M. A. NAVAL, ibid., pp. 94-95 y 100.
[ 200 ]
UNA REVISTA PARA L A FILOLOGÍA DE ARAGÓN: EL AFA
[ 201 ]
JOSÉ M.ª ENGUITA UTRILL A Y JAVIER GIRALT L ATORRE
[ 202 ]
UNA REVISTA PARA L A FILOLOGÍA DE ARAGÓN: EL AFA
Los investigadores
11. Es de todos sabido que el prestigio de una revista viene dado esencialmen-
te por la calidad de los artículos presentados, y esta calidad es la base del recono-
cimiento de sus autores. Al contemplar el Archivo de Filología Aragonesa a través
de medio siglo de existencia, podemos afirmar que, en general, su calidad cientí-
fica y, por tanto, la calidad científica de sus colaboradores, no admiten duda.
En los primeros años, dado que en la Universidad de Zaragoza no existían los
estudios de Filología, los posibles colaboradores eran pocos y muy dispersos;
pero, aun así, vieron la luz en sus páginas importantes contribuciones debidas a
nombres que en aquella época gozaban ya de merecido prestigio y que serían con-
siderados, décadas después, grandes maestros de la filología28: Francisco Ynduráin,
José Manuel Blecua, Martín de Riquer, entre los españoles, y Rudolf Wilmes, Gerhard
Rohlfs, Alwin Kuhn, Gunnar Tilander, Otis Howard Green, entre los extranjeros.
Pronto comenzaron a aparecer en el AFA las aportaciones de sus discípulos y de
otros especialistas, hoy filólogos consagrados (los españoles Manuel Alvar, Tomás
Buesa, Antonio Llorente, Félix Monge, Gregorio Salvador, Samuel Gili Gaya,
Ildefonso-Manuel Gil, José Luis Pensado, y los foráneos Gunther Haensch, Maurice
Molho, Bernard Pottier, Margherita Morreale). Con el correr de los años se ha dado
cabida igualmente a numerosos trabajos elaborados por investigadores más jóve-
nes, hoy asimismo muy reconocidos (Manuel Alvar Ezquerra, Juan Antonio Frago,
Aurora Egido, José Mondéjar, Leonardo Romero Tobar, Gaudioso Giménez Resano,
Fernando González Ollé, Manuel Gargallo, Brian Mott). Ya iniciada la especialidad
de Filología Románica en la Universidad de Zaragoza (desde 1977 Filología Hispá-
nica), se impartieron asignaturas como Filología Aragonesa y Lengua Catalana
—además de Dialectología Hispánica, común con otras universidades españolas—,
y los Cursos de Doctorado acogieron de buen grado temas lingüísticos y literarios
propios del área aragonesa, circunstancias que beneficiaron considerablemente al
AFA, pues en sus páginas se publicaron no pocos artículos realizados en la Facultad
de Filosofía y Letras Zaragoza, junto a los que llegaban —y siguen llegando— de
otras Universidades españolas y extranjeras.
De todos los comentarios precedentes, cabe deducir que, prácticamente desde
sus inicios, numerosos investigadores jóvenes han velado sus primeras armas en el
Archivo de Filología Aragonesa. De esta manera, la revista sigue siendo fiel a uno
de sus objetivos iniciales: facilitar la publicación de sus trabajos —sin detrimento
de la calidad científica— a todos aquellos estudiosos interesados por la filología
aragonesa.
28
Vid. Gran Enciclopedia Aragonesa, Zaragoza, Unali, 1980, vol. I, p. 251, s.v. Archivo de Filolo-
gía Aragonesa.
[ 203 ]
JOSÉ M.ª ENGUITA UTRILL A Y JAVIER GIRALT L ATORRE
29
Sobre el conjunto, amplio, de las investigaciones llevadas a cabo en torno a su obra literaria,
cf. M. C. MARÍN, A. MONTANER y V. LAGÜÉNS, «Estado de la cuestión. Bibliografía», en A. Egido y J. M.
Enguita (eds.), Juan Fernández de Heredia y su época. IV Curso sobre Lengua y Literatura en Aragón,
Zaragoza, IFC, 1996, pp. 357-368.
[ 204 ]
UNA REVISTA PARA L A FILOLOGÍA DE ARAGÓN: EL AFA
Intercambios y suscripciones
13. El prestigio logrado por el AFA a lo largo de su más de medio siglo de vida
se traduce igualmente en los 115 intercambios que se han establecido con centros
de investigación de todo el mundo. Como es natural, la mayor parte de estos inter-
cambios —un total de 65— corresponde a España. Son muchas las universidades
que cuentan ya en sus bibliotecas de Humanidades con esta revista: Andalucía
(Córdoba, Granada, Huelva, Málaga, Sevilla), Asturias (Oviedo), Canarias (La Lagu-
na), Cantabria (Universidad Menéndez Pelayo), Castilla y León (Burgos, Soria, León,
30
Cf., por ejemplo, vol. LXXIV (1994), pp. 341-452.
31
Vid. vols. 16/2 (1986), pp. 461-500; 18/2 (1988), pp. 457-595; 20/2 (1990), pp. 507-605; 22/2
(1992), pp. 489-592; 23/2 (1993), pp. 429-514; 28/2 (1998), pp. 487-628; 29/2 (1999), pp. 575-835.
32
Cf. vol. XXXIX (1991), en el que se recopila toda la bibliografía relativa a la Filología Hispánica.
En los tomos sucesivos se incluye una sección de Bibliografía, donde se relacionan todos los títulos
aparecidos en torno a la mencionada temática, y entre ellos los trabajos publicados en el AFA.
[ 205 ]
JOSÉ M.ª ENGUITA UTRILL A Y JAVIER GIRALT L ATORRE
[ 206 ]
UNA REVISTA PARA L A FILOLOGÍA DE ARAGÓN: EL AFA
Diputación Foral de Vizcaya y universidades como las del País Vasco (Vitoria),
Barcelona, Pontevedra, Almería, Lérida y la U.N.E.D. En cuanto a los centros extran-
jeros, cabe señalar los siguientes: en Europa, Universidades de Cambridge, Tréveris
(Alemania) y la Biblioteca John Rylands (Manchester); en Estados Unidos, Univer-
sidades de Harvard, Indiana, Estado de Nueva York, Nueva Orleans, Chicago,
Michigan, Norte de Texas y la Biblioteca The Milton S. Eisenhower (Baltimore).
CONSIDERACIONES FINALES
33
Tomás Buesa rememoraba en 1993 la vida cotidiana de la Zaragoza de mediados de siglo, cuan-
do era estudiante universitario y colaboraba como becario en la recién creada Institución «Fernando el
Católico»: la primera edición de la Historia de la Lengua Española de Rafael Lapesa costaba 18 pts.; la
revista La Codorniz, 1 pt.; un corte de pelo, 2 pts.; un peine, 5 pts.; un buen bocadillo, 5 pts.; entre 1
y 2 pts. había que pagar por un café, y entre 1,20 y 1,35 pts., por una cerveza, mientras el vermú con
tapa resultaba mucho más caro: 4,85 pts. Ofrecemos estos datos para que el lector pueda establecer
mejor su propio juicio valorativo. Cf. Tomás Buesa, «Mirando hacia atrás sin ira», Cincuenta años cit.,
pp. 48-57.
[ 207 ]
JOSÉ M.ª ENGUITA UTRILL A Y JAVIER GIRALT L ATORRE
34
Antonio Serrano, secretario de la Institución, pidió a Manuel Alvar, en carta fechada el 18 de
enero de 1955, «la unificación de signos filológicos para adquirir las matrices de la linotipia de una vez,
pues si no se hace así las dificultades de composición son inmensas».
35
Reclamó su devolución al secretario de la Institución: «Espero de su amabilidad se me devuel-
van los tipos árabes apenas despachemos las últimas pruebas (me los han dejado de muy mala gana y
a regañadientes, confiados en la formalidad de Ud. y de su revista de la que yo me he hecho lenguas)».
36
De todos modos, los colaboradores debían cumplir con prontitud sus obligaciones respecto a
las pruebas de imprenta. Para el vol. V del AFA (1953), Antonio Serrano había enviado pruebas a Pedro
Marín el 26 de mayo de 1953, y el 5 de julio se las reclamaba con «urgencia»; el autor las devolvió el
14 de julio, por correo certificado, y al día siguiente ya estaban registradas en la Institución. En ese
mismo número, Ricardo del Arco omitió, al devolver las pruebas de su trabajo sobre Braulio Foz, una
hoja traspapelada, que el secretario de la IFC le solicitó y que fue inmediatamente puesta a su disposi-
ción, rescatada de «la balumba de mis papeles», según la expresión utilizada por el autor.
[ 208 ]
UNA REVISTA PARA L A FILOLOGÍA DE ARAGÓN: EL AFA
37
«En las cercanías de la Institución Fernando el Católico», Cincuenta años cit., p. 106.
38
Cf. M. ALVAR, Índices cit., p. 9.
39
Gran Enciclopedia Aragonesa cit., vol. I, p. 251, s.v. Archivo de Filología Aragonesa.
[ 209 ]
LOS ESTUDIOS ÁRABES EN ARAGÓN:
PASADO, PRESENTE Y FUTURO
FEDERICO CORRIENTE
Debo declarar, con total franqueza y ante todo, tres limitaciones que no he
podido evitar en relación con el encargo, por mí consciente aunque no entusiásti-
camente aceptado, de realizar esta exposición. Primera, que no tengo ninguna afi-
ción al género conferencia, aunque he de darlas a veces, obligado por las circuns-
tancias, en este caso por mi gratitud a la Institución «Fernando el Católico», resul-
tado de ya bastantes años de ininterrumpidos mutuo entendimiento y colabora-
ción; segunda, que tampoco he ejercido nunca de historiador, ni tengo la prepara-
ción necesaria y el gusto para ello; y tercera, que no he dispuesto del tiempo nece-
sario para una investigación adecuadamente minuciosa de los fondos documenta-
les que podrían ilustrar este tema.
Daré, pues, ciertos datos históricos extraídos de archivos y registros que, de
antemano sé, resultarán insuficientes para una revisión detallada de los hechos, aun-
que creo que, en su conjunto y significación, dicen lo fundamental para entender
cuál ha sido la trayectoria de los estudios árabes e islámicos en Aragón, o los hechos
por aragoneses fuera de aquí, y añadiré una interpretación, con aspectos halagüe-
ños y otros más bien preocupantes, a la que me obliga, más que autoriza, el haber
sido desde hace un cuarto de siglo, salvo un breve hiato, el responsable principal
de este predio en la Universidad de Zaragoza, dando por sentado que, en cuanto
pueda no complacer, acepto las críticas que se hagan a opiniones por supuesto fali-
bles, y doy las oportunas disculpas a quien por éstas pudiera sentirse ofendido,
aclarando que mi propósito no puede ser sino exclusivamente constructivo.
Con respecto al pasado de estos estudios en Aragón, me parece oportuno seña-
lar que de ellos se han ocupado dos tipos de eruditos, arabistas propiamente
dichos e historiadores no arabistas que, dadas las peculiares circunstancias de la
Historia de España, y dentro de ella, la de Aragón, no han podido eludir la refe-
rencia a los diez siglos de existencia de entidades islámicas en nuestro país, ocho
bajo la forma de estados autónomos, y dos más de comunidades islámicas sojuz-
gadas y oficialmente ya cristianizadas, pero básicamente intactas en su conciencia
histórica de sí mismas. No voy a minusvalorar la importancia de las aportaciones
a estos estudios de sabios de este tipo, desde tiempos pretéritos hasta los que han
[ 211 ]
FEDERICO CORRIENTE
[ 212 ]
LOS ESTUDIOS ÁRABES EN ARAGÓN: PASADO, PRESENTE Y FUTURO
[ 213 ]
FEDERICO CORRIENTE
maestro, tuvieron abandonados hasta el último cuarto del siglo XX, momento en
que los han cultivado arabistas del entorno precisamente de Zaragoza, reenlaza-
dos con el mandato magistral:
Si el estudio de la lengua árabe tiene tanta importancia para el conocimiento de
la historia de los tiempos medios, no lo tiene inferior para una clase de estudios,
nacida, podemos decir, en nuestros días... nos referimos a la filología comparada, ese
gran medio de análisis de que se sirve nuestro siglo para investigar, a través de las
transformaciones del lenguaje, las emigraciones sucesivas de los pueblos desde que
se separaron en la gran llanura de Sennar, según la tradición bíblica indica, y está a
punto de demostrar la ciencia más exigente.
[ 214 ]
LOS ESTUDIOS ÁRABES EN ARAGÓN: PASADO, PRESENTE Y FUTURO
alguna más constancia que los otros, y quizá éste sea el motivo de que siendo
España la nación que más debiera cultivar estos estudios, en ninguna otra se apre-
cien menos. Vosotros, mis queridos jóvenes, nacidos en el suelo clásico de la cons-
tancia en el estudio, estáis en el caso de iniciaros en el conocimiento de la lengua
árabe... así quizá se consiga lavar a nuestra querida patria de la especie de baldón
que sobre ella pesa, por haber descuidado estos estudios.
No hemos citado, a riesgo de causar fatiga, las palabras del maestro sólo por
veneración, ni siquiera por la excelencia del completo programa de futuro trabajo
que traza, al que sólo falta añadir el interés de los estudios islámicos por meras
razones de actualidad, que no eran entonces aún previsibles. También lo citamos,
y muy particularmente, porque señala claramente el descuido de estos estudios en
un país como el nuestro, al que afectan particularmente más que al resto de
Occidente, y porque ya diagnostica, aunque sin usar todavía el tecnicismo, la mau-
rofobia que es su principal causante, y se halla siempre detrás de todas las deci-
siones restrictivas o negativas que se han tomado desde los gobiernos o la socie-
dad demasiado a menudo en nuestra historia contemporánea, por no hablar de la
moderna con sus inquisitoriales prohibiciones, que han impedido el progreso de
dichos estudios y hasta los han abortado en varias ocasiones, como se ve en la
misma historia que esbozamos de sus vicisitudes en Aragón, no demasiado dife-
rentes de otras áreas de España.
Maurofobia no es sólo, como la etimología sugiere, odio al moro, musulmán o
árabe, conceptos distintos pero casi nunca distinguidos por el maurófobo, y como
tal, una mera variedad de racismo. Maurofobia es una comprensible reacción vis-
ceral al hecho histórico de la invasión musulmana de 711, con el componente
racional de la repugnancia y humillación por el sojuzgamiento por las armas de la
nación hispanovisigótica por un ocupante extranjero que impone inmediatamente
su mando, y luego gradualmente cultura, lengua y religión. Sin embargo, y aquí
viene lo al menos en apariencia irracional, no ha existido una romanofobia por la
acción similar de los romanos en Hispania, ni una francofobia por la de Napoleón:
la maurofobia incorpora además una dolida e irracional reacción, que parte del
supremacismo europeo, al proceder la ofensa de un pueblo asiático o africano al
que se desprecia, y a quien no se quiere reconocer mérito alguno, como demues-
tra Simonet al tratar de convertir el éxito de Alandalús en obra de hispanos, aun-
que islamizados, y transformar a - Umar b. Haf
. sūn
. en un resistente hispano contra
el Islam. También resulta incoherente que nosotros, autores de similares acciones
en la Reconquista y en nuestras colonias, no perdonemos a otros nuestro mismo
pecado, ni aceptemos el argumento de fatalidad histórica y su irreversibilidad, y
hasta en bastantes casos demostremos psicopático temor a un nuevo episodio
parecido o, como hemos tenido ocasión de comprobar personalmente en el ejer-
cicio de nuestra profesión, se piense que los estudios árabes e islámicos son una
mera justificación de aquellos hechos, y hasta pasaporte para su repetición.
[ 215 ]
FEDERICO CORRIENTE
Pero, dejando aparte elementos racionales e irracionales de esta faceta del des-
encuentro de la pequeña Europa con la siempre temida gran Asia, a cuya gente
culta y superior ya los griegos tenían por bárbaros, lo cierto es que la maurofobia
ha tenido una incidencia decisiva en el desarrollo, o más bien, falta de desarrollo
de nuestros estudios en España y Portugal. Para la Inquisición fue fácil acabar con
ellos, como disciplina sospechosa con la que pocos simpatizaban, y de paso nos
dejó sin hebraistas; la Ilustración bajo Carlos III hizo lo posible por reinstaurarlos
con cierto éxito, pero el oscurantismo de los años de Fernando VII los volvió a des-
terrar, e hizo falta el esfuerzo de los afrancesados y otras personas cultas del XIX
para conseguir cátedras de hebreo y de estudios árabes e islámicos en nuestras
universidades, que volverían a sufrir serios reveses a principios del XX, si bien los
intelectuales de la República y luego, curiosamente por motivos internacionales, el
franquismo otorgarían cierta pujanza a estos estudios, con la creación de las
Escuelas de Madrid y Granada, en el seno del Consejo Superior de Investigaciones
Científicas, del Instituto Hispano-Árabe de Cultura, y ampliación de puestos docen-
tes, que han hecho de la segunda mitad del s. XX un periodo floreciente del ara-
bismo. En él florece y luego se extingue la «Escuela» más conocida de los arabis-
tas españoles, y surgen otras que permiten considerar su futuro garantizado.
A lo largo de esta evolución, ¿cuál es la situación de los estudios árabes e islá-
micos en Aragón? Es reflejo, naturalmente, de lo que ocurre en el resto de España,
pero hay rasgos llamativos. El primero es que Aragón produce varios, relativamen-
te muchos, de los principales arabistas españoles; el segundo, que si ejercen aquí,
es decir, en la Universidad de Zaragoza, no tardan en marcharse, generalmente a
Madrid. Veamos la secuencia de hechos, basada en la documentación que hemos
podido reunir:
Los principios son buenos: cuando se materializa la tendencia favorable de los
ilustrados a fines del XIX, Zaragoza desde la que lanza Codera su mensaje de 1870,
ve dotada su cátedra de árabe en 1886, y ocupada por Julián Ribera, su discípulo
y otro gran arabista, de origen valenciano, nombrado el primero de mayo de 1887.
Ribera permanece aquí, implicándose profundamente en el panorama cultural ara-
gonés, hasta su traslado a Sevilla el 18 de mayo de 1892, motivado según explica
por motivos de salud, aunque el 30 de abril de 1904 pasa a una cátedra de civili-
zación de judíos y musulmanes de la Universidad Central. Y aunque en 1896 Asín
Palacios es nombrado profesor auxiliar de árabe, y esta futura gran figura del ara-
bismo español ejerce aquí hasta su paso en el 99 a Madrid, la cátedra de árabe de
la Universidad de Zaragoza es suprimida en 1904, con lo que se abre en Aragón
un largo periodo de carencia de estudios islámicos, al menos los oficialmente aco-
gidos por las instituciones de instrucción pública.
La figura de Asín Palacios es la típica de un arabista aragonés cuya labor se desa-
rrolla fuera de Aragón, concretamente en Madrid. Hay una semblanza puntual y
[ 216 ]
LOS ESTUDIOS ÁRABES EN ARAGÓN: PASADO, PRESENTE Y FUTURO
[ 217 ]
FEDERICO CORRIENTE
Pero estaría aquí sólo unos pocos cursos, ya que regresa a Madrid y se abre un
nuevo paréntesis de cátedra vacante y suplencias por ocasonales adjuntos, que no
termina hasta la incorporación a la cátedra del que suscribe en 1976, de lo que
hace más de un cuarto de siglo, aunque nos parece como si hubiera sido ayer.
Digamos que ahí comenzó el presente y hagamos un juicio de lo anterior, que lla-
maremos pasado.
El escenario se repite varias veces: Zaragoza, una ciudad intelectualmente muy
activa para no ser demasiado populosa, produce a fines del XIX un número nota-
ble de importantes arabistas que ocasionalmente florecen aquí, pero que indefec-
tiblemente acaban partiendo hacia puestos más atractivos. Determinados intelec-
tuales procuran corregir la situación en momentos favorables, como los que se
producen después de la guerra civil, pero el esquema vuelve a repetirse, de una
manera que no es particular de Aragón, sino característica de todas o casi todas las
capitales de provincias y regiones de España, que pagan un tributo de intelligent-
sia a Madrid y Barcelona, a veces Granada, caso curioso de atractivo muchas veces
meramente histórico, pero eficaz por lo que a la retención de arabistas se refiere:
allí ejerció también el aragonés Mariano Gaspar Remiro.
Por supuesto que la situación internacional de España en la década de los cua-
renta genera un cierto apoyo oficial a los estudios árabes, simbolizado por la crea-
ción en Madrid del IHAC por parte española y, por el mundo árabe, del Instituto
Egipcio de Estudios Islámicos y, sin duda, facilita la creación de puestos de docen-
cia e investigación de esta materia, pero básicamente su progreso o retroceso
depende de dos vectores: la presión de círculos ilustrados, aunque ideológicamen-
te dispares, que comprenden la necesidad de estas materias para el correcto aná-
lisis de nuestra historia, y la de otros, influidos por la tradicional maurofobia, que
los consideran trasnochados, inútiles y hasta perjudiciales, sin faltar un cierto
ingrediente de molestia por la existencia de unos especialistas que obligan a corre-
gir opiniones tradicionalmente dominantes. En conjunto, y en ese tramo a que nos
referimos llamándolo el pasado de los estudios árabes en Aragón, o sea práctica-
mente Zaragoza, la situación no es privilegiada, pero al menos se recupera la cáte-
dra y se mantiene la posibilidad de un futuro. Buena parte del mérito en ello, insis-
timos, se debe a los catedráticos de Historia Medieval, primero Lacarra, luego
Ubieto.
Hablar del siguiente periodo, desde 1976 hasta la actualidad es algo más fácil,
en cuanto a datos que tenemos muy a mano, y algo más difícil, por cuanto se trata
de hablar de uno mismo, al menos buena parte del tiempo, o de empresas en las
que uno está muy implicado y, naturalmente, las apreciaciones corren el riesgo de
estar subjetivamente deformadas. Mi estancia en esta cátedra ha tenido dos perio-
dos, uno primero, de 1976 a 1986, y otro segundo, que comienza en 1991, sepa-
rados por una estancia de cinco años en una cátedra de árabe de la Universidad
[ 218 ]
LOS ESTUDIOS ÁRABES EN ARAGÓN: PASADO, PRESENTE Y FUTURO
Complutense, periodo durante el cual, sin embargo, ésta apenas estuvo vacante,
pues fue pronto cubierta por Pedro Chalmeta, historiador del Islam de obra cono-
cida, gracias a la urgencia con que Ubieto y otras personas lo gestionaron.
En el primer periodo, mi propósito fue intentar una docencia eficaz de la mate-
ria y formar una pequeña biblioteca, que casi no existía, a consecuencia de las lar-
gas décadas de cátedra vacante y las difíciles circunstancias económicas de todo
un periodo, que tanto empobrecieron incluso a nuestras mayores bibliotecas. Yo
también, como la mayor parte de los discípulos que formaría, estaba predestinado
a ese típico éxodo final de los arabistas en Aragón, cosa que formaba parte de una
especie de cursus honorum, y no me parecía económico potenciar la creación de
una nueva especialidad de estudios árabes en España, cuando ya se me antojaba
que teníamos demasiadas para nuestros medios y, por cierto, no funcionando con
la debida eficacia, por complicados motivos. Tuve la suerte de tener algunos exce-
lentes alumnos, como Jaime Sánchez Ratia, Ángel Gimeno, María José Cervera,
Juan Antonio Souto, Ignacio Ferrando, Alberto Montaner, Pedro Sobradiel y otros,
a alguno de los cuales aún encontré cursando la especialidad en el departamento
de la Universidad Complutense, al que me acabaría trasladando, aunque por poco
tiempo: todos ellos han hecho obra aquí o fuera de aquí, desgraciadamente para
Aragón, que sigue exportando sus arabistas, la mayoría. Ellos me dieron y siguen
dando la sensación de no haber perdido en aquel entonces el tiempo, ya que
nunca anteriormente produjo esta tierra tantos arabistas que pudiesen hacer algo
por arraigar aquí estos estudios, aunque es triste decir que, en la Universidad, no
sólo no ha habido incremento del número de la plantilla de 1976, sino que hemos
perdido uno laboriosamente ganado.
En el terreno de la investigación, también es justo decir que de esa época son
varias obras útiles, como el primer Diccionario árabe-español, la primera gramáti-
ca del árabe andalusí (A grammatical sketch of the Spanish Arabic dialect bundle),
ambos de 1977, la Gramática árabe de 1986, la edición del Cancionero de Ibn
Quzmān de 1980, más tarde seguida de traducción comentada en 1989, la traduc-
_
ción de la Crónica de Abdarrahm . ān III, en colaboración con M. J. Viguera, etc.
Tuve también en aquel periodo de objetivos limitados, la suerte de tener colabo-
radores notables en la adjuntía correspondiente, como a María Jesús Viguera, a Ana
Labarta y a Dolors Bramón, todas las cuales han seguido posteriormente brillantes
carreras en el arabismo en las universidades Complutense, de Córdoba, Valencia y
Barcelona. Recuerdo que en algún momento acariciamos la posibilidad de que
Viguera, que produciría por aquel entonces su Aragón musulmán, demostrando
ser la mejor conocedora del tema en cualquier lugar, se quedase entre nosotros en
una cátedra de Historia del Islam, pero la Universidad, ya en plenas convulsiones
que no pronosticaban nada bueno, como lo fue el parto de la LRU, no estaba ya
orientada a captar y retener alta calidad, sino lanzada a la masificación e iguala-
ción general. La verdad es que, cuando siguiendo presupuestos profesionales de
[ 219 ]
FEDERICO CORRIENTE
[ 220 ]
LOS ESTUDIOS ÁRABES EN ARAGÓN: PASADO, PRESENTE Y FUTURO
sólo propias, que han sido bastantes, como El léxico estándar y andalusí del
Dı̄wān de Ibn Quzmān (1993), la Recopilación de refranes andalusíes de Alonso
del Castillo (1994), la nueva edición cairota del Dı̄wān de Ibn Quzmān (1995), la
Introducción a la gramática comparada del semítico meridional (1996), A dictio-
nary of Andalusi Arabic (1997), Poesía dialectal árabe y romance en Alandalús
(1998) y el Diccionario de arabismos del iberorromance (1999), sino también de
los discípulos formados en el primer periodo, como El dialecto andalusí de la
Marca Media de Ignacio Ferrando (1995), el Estudio dialectológico y lexicológico
del refranero andalusí de Azzaǧǧālı̄ de Ahmad Salem Ould Baba (1999) y El dia-
lecto árabe de Anjra de Ángeles Vicente (2000), número 6 de una serie con pie del
Área de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad de Zaragoza, a la que estas
publicaciones, al igual que la revista especializada EDNA (Estudios de dialectología
norteafricana y andalusí, actualmente en el núm. 6, y desde el 3 subvencionada
por la Institución «Fernando el Católico»), no le ha costado un céntimo, sino mera-
mente dado prestigio internacional, ya que fuera de nuestras fronteras se piensa
que en Zaragoza existe un poderoso centro de estudios árabes e islámicos, aun-
que en plantilla seamos sólo dos.
Presentamos también en su día un proyecto de licenciatura en estudios islámi-
cos que, naturalmente, duerme el sueño de los justos en alguna administrativa
gaveta, pues los tiempos no están para tales dispendios, y comenzamos a diseñar
y procurar la creación de un centro de Estudios Islámicos y del Próximo Oriente
en la Aljafería, donde con participación en recursos humanos de la Universidad,
pero también del CSIC y, básicamente, financiación de las Cortes de Aragón, pudié-
semos encender una llama más, y esperar que no la apagasen malos vientos. Este
proyecto, en el que tanto tiempo y esfuerzo hemos puesto todos, pero particular-
mente Gonzalo Borrás y Jesús Luis Cunchillos, parece estar alcanzando buen puer-
to, gracias al apoyo y comprensión de los presidentes Eiroa y Mur, pues espera-
mos poder inaugurar la sede e iniciar el trabajo en la próxima primavera: incluso
el Gobierno de Aragón ha manifestado su deseo de integrarse en la gestión y ofre-
cer un cierto número de becas. Puede ser el futuro de los estudios árabes e islá-
micos en Aragón, que no parecen poder esperar por ahora ningún apoyo adicio-
nal de la Universidad de Zaragoza, dados los problemas económicos y de gestión
que la acucian desde un tiempo a esta parte. Allí tendrán, esperamos, una oportu-
nidad de progresar y cumplir su función de mostrarnos nuestro pasado sin distor-
siones ideológicas ni exclusiones caprichosas: allí estarán, deseamos, aquellos que
pasaron por nuestras aulas ilusionados un día con cultivar estos conocimientos y
realizar esa función en su tierra, nativa o adoptada. Ahora están ya preparados y
en plena producción, sin alharacas, en silencio y constancia, como nos enseñaron
y les enseñamos, y el testigo no tardará en pasar a sus manos, es más, ya está en
algunas, que nos parecen tan firmes o más que las nuestras, que van ya aspiran-
do, aun activas pero algo fatigadas, a esa quietud que a todos alcanza, aún sin
haberla tal vez merecido.
[ 221 ]
MARÍA MOLINER,
FILÓLOGA POR VOCACIÓN Y POR SU OBRA 1
1
Quiero agradecer, en primer término, y una vez más, a los organizadores del Curso cuyas
ponencias se recogen en el presente libro, el que incluyeran a María Moliner entre los filólogos arago-
neses a los que se tributa homenaje en estas páginas. Es un acto de justicia. Y me honra de veras que
José Carlos Mainer me encargara esta contribución. También deseo dejar constancia de mi reconoci-
miento a José María Enguita, por su estímulo y apoyo constantes durante su elaboración y, sobre todo,
su redacción definitiva.
2
Aprovecho estas líneas para corregir algunos errores cometidos en mi trabajo de 1989 que he
subsanado después, aunque sin hacer referencia a ellos: en él indico (y también en el de 1984) que
doña María pasó del archivo de Simancas al de Valencia y, después, al de Murcia, lo que es inexacto,
ya que doña María pasó primero a Murcia y posteriormente a Valencia (el traslado a Murcia se produ-
jo antes de conocer a quien sería su marido, don Fernando Ramón y Ferrando, y estuvo determinado
por la delicada salud de su madre: cf. Castro, 1972). Por otra parte, en el trabajo de 1989, ubico el
II Congreso de Bibliotecas y Bibliografía en París, cuando tuvo lugar en Madrid (este lapsus inexplica-
ble se debió quizá a una confusión originada por el hecho de que Ortega pronunció su famosa ponen-
cia sobre la misión del bibliotecario —lección inaugural del Congreso— en francés, por cortesía hacia
[ 223 ]
M.ª ANTONIA MARTÍN ZORRAQUINO
los asistentes). De otro lado, en ambos trabajos indico que doña María, a diferencia de su esposo, no
fue sancionada tras la guerra civil, lo que tampoco es exacto, pues fue postergada 18 puestos en el
escalafón, como indica rigurosamente Pilar Faus Sevilla (1990: 133-134). En la biografía y cronografía
de María Moliner que elaboramos desde el Gobierno de Aragón para el Centenario, todos esos errores
quedan, por supuesto, corregidos.
3
El atractivo físico de María Moliner es algo que también ha sido subrayado: cf. Faus Sevilla
(1990: 124-125, y n. 6). Las fotografías son un testimonio suficientemente elocuente; con ocasión del
Centenario, y, sobre todo, a través del número 36 de la revista Trébede, dedicado, en marzo de 2000,
a la efeméride, se publicó un importante e interesante conjunto de ellas: las de los años jóvenes espe-
cialmente —cuando todavía no usaba gafas— muestran a una María Moliner de profunda, limpia e inte-
ligente mirada, de expresión dulce y armónica, y, en conjunto, guapa.
[ 224 ]
MARÍA MOLINER, FILÓLOGA POR VOC ACIÓN Y POR SU OBRA
4
A don Vicente Blanco García alude doña María en la carta que le dirige a su hijo Fernando
Ramón Moliner tras su fallido ingreso en la Real Academia Española, en 1972, cuando menciona, entre
las personas que le han escrito felicitándola con motivo de su posible entrada en la Academia, al cura
«que, en secreto, en un rincón del depósito de libros de la Junta para Adquisición de Libros de Valencia
de la que yo estaba encargada, y conmigo como único testigo, casó a los Moñino» (Moliner, 1972).
5
Hay que matizar que la prensa se ocupó ampliamente de María Moliner cuando fue propuesta
para ocupar un sillón en la Real Academia Española en 1972. De entonces datan varios artículos perio-
dísticos (entrevistas, comentarios, etc.) que se aproximaban a su biografía o la reflejaban —esto es más
importante— a través de sus propias palabras (cf. Castro, 1972). La prensa volvió a ocuparse de ella a
su muerte, en 1981; entonces aparecieron algunos artículos verdaderamente notables, como el de
García Márquez (1981), el de Victoria Kent (1981) o el de Manuel Seco (1981). España vivía ya la etapa
de la Transición y la figura de María Moliner formaba parte del conjunto de las personalidades (de las
trayectorias humanas) postergadas por el franquismo que requerían un merecido reconocimiento pú-
blico.
[ 225 ]
M.ª ANTONIA MARTÍN ZORRAQUINO
6
La participación de María Moliner como profesora de Gramática y de Literatura está atestigua-
da en el programa de la Escuela Cossío —cf. La Escuela Cossío (1930-1939)—. La niega Fernando
Ramón Moliner en Salaberria (1998b: 12). Posiblemente su contribución era esporádica y en régimen
de repaso o perfeccionamiento, pero lo cierto es que la Sra. Moliner figura en la programación, y que
tanto Vicenta Cortés Alonso como Pilar Faus Sevilla la recuerdan como alumnas.
7
Para otras referencias bibliográficas sobre la labor bibliotecaria de María Moliner, véase Casas
Gómez / Penadés Martínez (1998: 291-292), obra de la que se habla más adelante.
[ 226 ]
MARÍA MOLINER, FILÓLOGA POR VOC ACIÓN Y POR SU OBRA
8
De hecho, cuando preparé para el Instituto Cervantes la biografía y la bibliografía de María
Moliner que incluimos en la página electrónica dedicada a la autora (Martín Zorraquino, 2000b), el texto
de Casas / Penadés, destacado como de consulta esencial, me sirvió de extraordinaria ayuda. Quede
constancia aquí, por otra parte, de que no fue fácil publicar dicho libro, pues su edición, al venir a
coincidir con la segunda del DUE, despertaba ciertos recelos en algunos editores. Por ello debe agrade-
cerse doblemente a sus coordinadores el haberse empeñado en sacarlo a la luz con la ayuda del
Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz. Agradezco, en fin, a ambos que hayan incluido
en dicho volumen mi trabajo sobre María Moliner y su obra publicado en 1989.
[ 227 ]
M.ª ANTONIA MARTÍN ZORRAQUINO
9
Al final de la «Presentación», María Moliner recalca que el DRAE es su fuente bibliográfica esen-
cial (Moliner, 1966 /1967: XXXIII), y añade que se ha servido del Breve diccionario etimológico de
Corominas para las notas etimológicas: «[Y para ellas] se ha utilizado esa pequeña joya que es el «Breve
Diccionario etimológico de la Lengua castellana» de Joan Corominas, con alguna que otra consulta a su
predecesor el monumental «Diccionario Crítico Etimológico» del mismo autor» (ibídem).
10
Parece que la Sra. Moliner se refiere al diccionario del que es principal autor A. S. Hornby
(London, Oxford University Press, 1948), pero puedo estar equivocada. El dato citado ha sido cuidado-
samente recordado por García Márquez (1981) (también yo lo recojo en mis artículos de 1984 y 1989).
[ 228 ]
MARÍA MOLINER, FILÓLOGA POR VOC ACIÓN Y POR SU OBRA
Una vez que mis hijos estuvieron criados, resultó que yo no tenía trabajo por las tar-
des. Ya no había meriendas que prepararles ni ayudas escolares que prestarles. Por otra
parte, siempre me había parecido utilísimo para los aprendedores [sic] de inglés el
«Learner’s Dictionary». Quise hacer uno español análogo. Pero como tengo la desgracia
de que cuando cojo una faena en mis manos se agranda y desborda…
11
Como se sabe, ha sido modificado en la segunda edición de 1998, con grave enfado por parte
de Fernando Ramón Moliner, que llevó a los tribunales (por esa y otras modificaciones más) a la Edito-
rial Gredos.
[ 229 ]
M.ª ANTONIA MARTÍN ZORRAQUINO
interesante, iluminar más y mejor los factores que pudieron contribuir a la forma-
ción lingüística o filológica de María Moliner.
12
Debemos anotar, con todo, que el hermano de doña María Moliner, Enrique Moliner Ruiz, topó-
grafo (Faus Sevilla, 1990: 122), tras le guerra civil, fue profesor de matemáticas en el Colegio de Santo
Tomás de Aquino de Zaragoza (dirigido por la familia Labordeta), de ideario claramente liberal, y en
cuyo claustro pudieron profesar personas sancionadas tras la guerra civil (como el poeta y profesor
Ildefonso-Manuel Gil) (Martín Zorraquino, 1989: 424, n. 2).
[ 230 ]
MARÍA MOLINER, FILÓLOGA POR VOC ACIÓN Y POR SU OBRA
matrimonio, Enrique Moliner Sanz y Matilde Ruiz Lanaja (de 37 y 36 años, respec-
tivamente), tres hijos —Enrique (de 3 años), Eduardo (de 2 años) y María (de 9
meses)—, y dos sirvientas (ambas analfabetas), una de 19 años, natural de Paniza
(Joaquina Sanz Romeo), y otra de 14 años (Ángela Lázaro Planas), natural de un
pueblecito de Teruel, provincia en la que tiene el domicilio legal aunque lleva un
año de estancia en Paniza13. Se trata, pues, de una familia acomodada, como corres-
ponde al médico del pueblo. Enrique Moliner, sin embargo, permanece poco tiem-
po más en él: habiendo solicitado la plaza de médico de Paniza en 1896 (desde
Cariñena) (datos obtenidos en el Archivo de Paniza), se traslada a Madrid (previo
paso breve por Almazán), antes de 1904, año en el que nace Matilde Moliner Ruiz,
la hermana pequeña de María Moliner, que fue catedrática de Instituto y miembro
muy activo de las Misiones Pedagógicas de la Segunda República14.
Fue Fernando Ramón Moliner (Salaberria, 1998b: 11) quien hizo públicas por
primera vez las dificultades de los Moliner Ruiz en Madrid, al desligarse de ellos
el padre, que los abandonó (1912), tras convertirse en médico de barco, y fundó
una nueva familia en la Argentina. Ciertamente, el hecho no había sido revelado
antes: en las entrevistas que María Moliner concedió en 1972 omitió toda referen-
cia a esta circunstancia15; y, cuando yo elaboré mi primer trabajo sobre la Sra.
Moliner (Martín Zorraquino, 1984), le prometí a Carmina Ramón Moliner no hacer
mención de ello; tampoco Pilar Faus Sevilla (1990) lo refiere. El dato oscurece real-
mente la vida de los Moliner Ruiz en el Madrid de principios del siglo XX, sobre
todo porque Fernando Ramón Moliner niega la vinculación escolar de su madre
—no tanto de sus tíos— con la Institución Libre de Enseñanza (I.L.E.) (Salaberria,
1998b: 12-13), dato de vital importancia para entender su formación. Sin embargo,
la vinculación de María Moliner a la I.L.E. fue reconocida por ella misma en la
entrevista que concedió a Carmen Castro, la hija de D. Américo Castro, en 1972
(Castro, 1972), y con una serie de detalles que me parecen extraordinariamente
minuciosos y que no pueden deberse a pura fantasía:
Muy niña […] yo estudié en Madrid en la Institución Libre de Enseñanza. Y allí —re-
cuerdo— fui alumna de Américo Castro. Un día hicimos una excursión a Toledo, y él de-
bió de acompañarnos, puesto que él fue quien corrigió nuestros resúmenes de la excur-
sión. En el mío había subrayado una expresión, que, efectivamente, es dudosa —no
13
El Censo recoge también que la madre de los Moliner Ruiz sabe leer y escribir, y que, como es
habitual en la época, se dedica a sus labores.
14
Para más datos sobre Paniza a principios del siglo XX, particularmente respecto a la situación
de los médicos rurales y a la familia Moliner Ruiz, véanse Faus Sevilla (1990: 122, n. 2), Amada Cinto
(2000) y Martín Zorraquino (2003).
15
En realidad, doña María «mata» a su padre, pues le dice a Carmen Castro (Castro, 1972) que, al
morir su padre (se entiende que hacia 1915) —el padre no moriría realmente hasta 1923—, su madre
y sus hermanos regresaron a Zaragoza y a un pueblecito donde tenían una finca (el pueblo es Villarreal
de Huerva: cf. Pardo Lancina, 2000, y Amada Cinto, 2000).
[ 231 ]
M.ª ANTONIA MARTÍN ZORRAQUINO
recuerdo cuál era. ¡Hace tanto tiempo! Sí recuerdo, en cambio, que pensé mucho sobre
el asunto. Las clases de Américo Castro me atrajeron al campo de la Gramática.
16
María Moliner aprueba las oposiciones convocadas al citado Cuerpo (R. O. de 11 de enero de
1922) y es nombrada Oficial de tercer grado del mismo (con el sueldo anual de 4.000 pesetas) por R. O.
de 25 de agosto de 1922 (Gaceta de 31 agosto), según consta en Revista de Archivos, Bibliotecas y
Museos, XXVI (tercera época), núms. 7, 8 y 9, julio-septiembre de 1922, 484-485. En la misma revista,
XXVI, núms. 10, 11 y 12 (octubre a diciembre de 1922), 676-677, figura su traslado al Archivo de
Simancas. De otro lado, en la misma revista, XXVIII, núms. 1, 2 y 3 (enero a marzo de 1924), 176, se
comunica su traslado «del Archivo General de Simancas al Archivo de Hacienda de Murcia».
[ 232 ]
MARÍA MOLINER, FILÓLOGA POR VOC ACIÓN Y POR SU OBRA
Cossío de Valencia, cuyo nombre e ideario dejan bien clara la vinculación con
aquel y con la I.L.E., empresa en la que el responsable principal es don José
Navarro Alcácer, al que secunda un espléndido conjunto de matrimonios amigos
que coinciden en la Valencia de fines de los años 20 y de los años 30. Por otra
parte, como se indica en la programación de dicha Escuela (y recoge cuidadosa-
mente Faus Sevilla, 1990: 127), María Moliner utiliza en sus clases de Gramática y
de Literatura los apuntes de D. Pedro Blanco, muy reconocido profesor de la
Institución (cf. La Escuela Cossío (1930-1939), 1984: 52).
Es en las enseñanzas de los profesores de la Institución, don Américo Castro y
don Pedro Blanco, donde se encuentran, muy probablemente, pues, las bases
nucleares de la formación gramatical de doña María Moliner.
Con esta hipótesis, naturalmente, no se pretende justificar ni las ideas gramati-
cales que la autora vierte en el DUE, ni la concepción programática del mismo. Pero
sí quiero subrayar con ello que el ambiente filológico al que pudo sentirse cerca-
na María Moliner no resultaba alejado del Centro de Estudios Históricos. De la pri-
mera generación de discípulos de Menéndez Pidal, doña María conocía, como ya
hemos visto, a don Américo Castro, y forzosamente debería conocer también a don
Tomás Navarro Tomás, puesto que una y otro pertenecían al Cuerpo Facultativo
de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos.
De hecho, es en torno a la preparación del II Congreso de Bibliotecas y Biblio-
grafía (tal y como se refleja en el Boletín de Bibliotecas y Bibliografía, que repre-
senta, en 1934, una renovación importantísima respecto de la Revista de Archivos,
Bibliotecas y Museos, en el sentido de que dota de un órgano propio a los biblio-
tecarios —les da su propia voz—: cf. Peiró / Pasamar, 1996: 226 y sigs.), donde la
figura de María Moliner brilla de modo notable.
En efecto, como Delegada Regional de las Misiones Pedagógicas en Valencia,
María Moliner asiste, a fines de mayo de 1934, a la reunión del Comité Internacio-
nal de la Federación Internacional de Bibliotecarios en Madrid, reunión preparato-
ria del Congreso arriba citado —doña María aparece en la fotografía que da fe de
la misma, en el notable, selecto, grupo de asistentes a dicha reunión (Boletín de
Bibliotecas y Bibliografía, I, 2, octubre-diciembre de 1934, 135)—. De otro lado, en
el Programa del Congreso (loc. cit.: 140-147) ella figura como encargada de una
ponencia, dentro de la Sección de Bibliotecas Populares, en la subsección de Biblio-
tecas regionales (loc. cit.: 142).
Y, efectivamente, en el II Congreso Internacional de Bibliotecas y Bibliografía
(celebrado en España, en Madrid principalmente, pero también en otras ciudades,
al año siguiente, en mayo de 1935), María Moliner presenta su ponencia sobre «Bi-
bliotecas rurales y redes de bibliotecas en España», que se incluye en las Actas (la
comenta extensamente Pilar Faus Sevilla, 1990: 66-71; cf. igualmente Orera Orera,
2003: 259-260) y de la que se da noticia en el Boletín de Bibliotecas y Bibliografía
[ 233 ]
M.ª ANTONIA MARTÍN ZORRAQUINO
(II, 1 y 2, enero-junio de 1935, 12). (En los «Acuerdos del Congreso», dentro del
apartado correspondiente —loc. cit.: 29-30— se recogen, en buena medida, las con-
clusiones aportadas por doña María). Es en este ámbito del interés y del relieve que
cobran la misión del bibliotecario y la necesidad de las bibliotecas populares (la lec-
tura pública) para la regeneración cultural (complementando la educación o ins-
trucción en todos sus niveles), dentro de la política de la Segunda República, donde
María Moliner coincide con muchos nombres de filólogos y de bibliógrafos españo-
les (relacionados con el Centro de Estudios Históricos), a través de la Asociación de
Bibliotecarios y Bibliógrafos de España, en cuya lista de miembros fundadores
(Boletín de Bibliotecas y Bibliografía, I, 1, julio-septiembre de 1934, pp. 122-128) la
encontramos (p. 125) junto a, por ejemplo, Emilio Alarcos [García], Dámaso Alonso,
Narciso Alonso Cortés, Américo Castro, Samuel Gili Gaya, Ramón Menéndez Pidal,
José F. Montesinos, Antonio R. Rodríguez Moñino, Tomás Navarro Tomás, Salvador
Fernández Ramírez, Pedro Salinas y Homero Serís. La simpatía y el deseo de cola-
boración que la Asociación despertó entre los intelectuales españoles se deduce de
la presencia de algunos otros nombres que no me resisto a incluir: Rafael Altamira,
Odón de Buen, José Castillejo Duarte, Vicente Gaos, Antonio García Bellido, Carlos
Jiménez Díaz, Juan Negrín, José Ortega y Gasset, Julio Palacios, Julio Rey Pastor,
Fernando de los Ríos, Pedro Sainz Rodríguez o Jean Sarrailh.
Evidentemente, la coincidencia de ideas y de afanes espirituales con muchos de
los filólogos más conocidos de su tiempo no justifican que María Moliner hubiera
adquirido una formación filológica, ni siquiera que hubiera frecuentado a los filó-
logos en el Centro de Estudios Históricos (algo muy improbable, dado que residía
en Valencia y que, además, tenía que ocuparse de su familia —su marido y los cua-
tro hijos— y de su trabajo profesional). Pero sí es cierto que conocía bien a los
representantes más conspicuos de la Escuela de Filología Española. No le era,
pues, ajeno el ambiente más exquisitamente depurado de las Letras españolas.
La confección de un diccionario, por otra parte, que implica una técnica, en
buena medida, de catalogación, estaba muy cerca de sus propios intereses, como
archivera y como bibliotecaria, es decir, de su práctica habitual de muchos años. Si
la gramática le había apasionado desde niña, y, de otro lado, había experimentado
a fondo las dificultades de aprender otras lenguas (conocía el latín, el alemán, el
inglés y el francés, según testimonio de su hijo —cf. Salaberria, 1998b—), no es de
extrañar que quisiera elaborar un diccionario que le ofreciera una guía de uso al
hablante nativo y, especialmente, a quien no tiene el español como lengua materna.
Para los especialistas más exigentes, doña María no utilizó, obviamente, un
método sancionado por la lexicografía consagrada en nuestro país. ¡Pero cómo iba
a hacerlo si el producto más oficial (el académico) presentaba, a su juicio, nume-
rosos defectos! Aplicó su extraordinaria inteligencia y su excepcional buen senti-
do a elaborar un diccionario que resultara útil, que permitiera aprender a usar ade-
cuadamente el idioma, e incluso a retenerlo (ella tenía una pésima memoria, al
[ 234 ]
MARÍA MOLINER, FILÓLOGA POR VOC ACIÓN Y POR SU OBRA
17
Cf. la obra mencionada, en la edición elaborada por discípulos de Miral: Domingo Miral y
Manuel Manzanares, Alemán fundamental. Raíces e introducción gramatical, Madrid, Dirección Gene-
ral de Enseñanza Media, 1965.
18
No sabemos, con todo, el alcance de la revisión de María Josefa Canellada, previa a la publi-
cación del DUE, y de Amalia Sarriá (que no era filóloga), que Moliner agradece en la Presentación de
su obra (DUE: XXXI). En todo caso, doña María habla de «observaciones de interés» para valorar dicha
aportación (ibídem).
[ 235 ]
M.ª ANTONIA MARTÍN ZORRAQUINO
19
En Seco (2003a: 15) se reconoce que «cuando, en 1981, murió María Moliner, desaparecía la últi-
ma representante de una tradición de lexicógrafos singulares que había durado casi quinientos años
[…]. Pero hoy la lexicografía colectiva ha quedado por dueña del campo».
[ 236 ]
MARÍA MOLINER, FILÓLOGA POR VOC ACIÓN Y POR SU OBRA
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
ALIAGA JIMÉNEZ, José Luis (2000): «En defensa de algunas características del DUE». Texto inclui-
do en la dirección electrónica del Centro Virtual del Instituto Cervantes, con motivo del
Centenario de María Moliner. La página en la que puede leerse es http://cvc.cervan-
tes.es/actcult/mmoliner/raiz/aliaga. htm.
AMADA CINTO, Mariano (2000): «El bachillerato de María Juana Moliner», Trébede, 36 (marzo
de 2000), 32-36.
CASADO VELARDE, Manuel (1994): «La información textual en el DUE de María Moliner», Voz y
Letra. Revista de Filología, 5/1, 129-137.
CASADO VELARDE, Manuel (1998): «Lingüística del texto y marcadores del discurso», en María
Antonia Martín Zorraquino / Estrella Montolío Durán (coords.), Los marcadores del dis-
curso. Teoría y análisis, Madrid, Arco / Libros, 55-70.
CASAS GÓMEZ, Miguel / PENADÉS MARTÍNEZ, Inmaculada (1998): Estudios sobre el Diccionario
de Uso del Español de María Moliner, Cádiz, Servicio de Publicaciones de la Universidad
de Cádiz.
CASTRO, Carmen (1972): «El español que se habla, más extenso que el que codifica la
Academia» [Entrevista a María Moliner], Ya, domingo 6 de febrero de 1972.
CORTÉS ALONSO, Vicenta (2000): «La Escuela Cossío de Valencia», Trébede, 36 (marzo de 2000),
39-41.
CORTÉS ALONSO, Vicenta (2003): «María Moliner», en María Antonia Martín Zorraquino / José
Luis Aliaga Jiménez (eds.), La lexicografía hispánica ante el siglo XXI. Balance y pers-
pectivas, Zaragoza, Institución «Fernando el Católico» / Gobierno de Aragón, 269-274.
ESCOLAR SOBRINO, Hipólito (1999): Gente del libro. Autores, editores y bibliotecarios. 1939-
1999, Madrid, Editorial Gredos.
FAUS SEVILLA, Pilar (1990): La lectura pública en España y el plan de bibliotecas de María
Moliner, Madrid, ANABAD.
FAUS SEVILLA, Pilar (2000): «Bibliotecas para una República», Trébede, 36 (marzo de 2000), 43-49.
GARCÍA EJARQUE, Luis (1981): «María Moliner, gestora de una política bibliotecaria», Boletín de
la ANABAD, 31/1, 37-42.
GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel (1981): «La mujer que escribió un diccionario», El País, Madrid, 10
de febrero de 1981, 9.
GÓMEZ URIOL, Alberto (2001): María Moliner: de la vida a la palabra. Vídeo no venal patro-
cinado por el Gobierno de Aragón con ocasión del Centenario del nacimiento de María
Moliner (30.03.2000) (Cien años de pasión por las palabras), Zaragoza, Gobierno de Ara-
gón.
KENT, Victoria (1981): «María Moliner: una obra cumbre», El País, Madrid, 5 de marzo de
1981, 7.
[ 237 ]
M.ª ANTONIA MARTÍN ZORRAQUINO
LLUCH, María Ascensión / SEVILLA, Carolina (1982): «Biblioteca Universitaria y Provincial 1936-
1939. Documentación», en Estudios dedicados a Juan Peset Aleixandre, Valencia, Genera-
litat Valenciana.
MARTÍN ZORRAQUINO, María Antonia (1984): «María Moliner: la pasión por la palabra y la fe
en la cultura. Semblanza a propósito de dos homenajes», Andalán, 411-412, Zaragoza,
primera quincena de octubre de 1984, 49-53.
MARTÍN ZORRAQUINO, María Antonia (1989): «Una lexicógrafa aragonesa: D.ª María Moliner»,
en Günter Holtus, Georges Lüdi, Michael Metzeltin (eds.), La Corona de Aragón y las len-
guas románicas. Miscelánea de homenaje para Germán Colón, Tubinga, Gunter Narr
Verlag, 423-434. (Incluido igualmente en Casas Gómez / Penadés Martínez, 1998: 9-26).
MARTÍN ZORRAQUINO, María Antonia (2000a): «Claves para el Centenario», Trébede, 36 (marzo
de 2000), 16-22.
MARTÍN ZORRAQUINO, María Antonia (2000b): Biografía y bibliografía de María Moliner. Textos
preparados para el Instituto Cervantes con ocasión del Centenario de María Moliner y
que se encuentran incluidos en la dirección electrónica del Centro Virtual del Instituto Cer-
vantes (http://cvc.cervantes.es/actcult/mmoliner/biografia.htm; http://cvc.cervantes.es/
actcult/mmoliner/bibliografia.htm).
MARTÍN ZORRAQUINO, María Antonia (2000c): «María Moliner: un genio positivo y modesto», El
Cultural, El Mundo, domingo 26 de marzo de 2000, 18-19.
MARTÍN ZORRAQUINO, María Antonia (2003): «Presentación del Centenario de María Moliner»,
en María Antonia Martín Zorraquino / José Luis Aliaga Jiménez (eds.), La lexicografía
hispánica ante el siglo XXI. Balance y perspectivas, Zaragoza, Institución «Fernando el
Católico» / Gobierno de Aragón, 253-256.
MOLINER, María (1966 / 1967): Diccionario de Uso del Español, Madrid, Editorial Gredos, 2
vols. (Se cita como DUE).
MOLINER, María (1972): «Carta de María Moliner a su hijo Fernando Ramón Moliner», Educa-
ción y Biblioteca. Revista Mensual de Documentación y Recursos Didácticos, 10, 86, 19
[publicación de 1998].
ORERA ORERA, Luisa (2003): «María Moliner y la Política Bibliotecaria de la Segunda Repú-
blica», en María Antonia Martín Zorraquino / José Luis Aliaga Jiménez (eds.), La lexico-
grafía hispánica ante el siglo XXI. Balance y perspectivas, Zaragoza, Institución «Fernando
el Católico» / Gobierno de Aragón, 257-267.
[ 238 ]
MARÍA MOLINER, FILÓLOGA POR VOC ACIÓN Y POR SU OBRA
PARDO LANCINA, Víctor (2000): «Memoria de María Moliner. El sillón vacío de la Academia»,
Trébede, 36 (marzo de 2000), 23-31.
PEIRÓ MARTÍN, Ignacio / PASAMAR ALZURIA, Gonzalo (1996): La Escuela Superior de Diplomáti-
ca. (Los archiveros en la historiografía española contemporánea), Madrid, ANABAD,
Editorial La Muralla, Colección Estudios.
PENA SEIJAS, Jesús (1975): Reseña a: Moliner, María, Diccionario de Uso del Español, en Verba.
Anuario de Filología (Santiago de Compostela), 2, 339-344.
PENADÉS MARTÍNEZ, Inmaculada (1994): «El análisis de algunos verbos atributivos en el Dic-
cionario de Uso del Español de María Moliner», en A. Endruschar, M. Vilela y G. Wotjak
(eds.), Verbo e estruturas frásicas. Actas do IV Colóquio Internacional de Linguística
Hispânica, Leipzig, 22-25 de Novembro de 1993. Revista da Faculdade de Letras, Línguas
e Literaturas, Anexo IV, Porto, Faculdade de Letras do Porto, 183-193.
PENADÉS MARTÍNEZ, Inmaculada (2000): «Lo peculiar del ‘María Moliner’», Trébede, 36 (marzo
de 2000), 51-54.
PORTO DAPENA, José-Álvaro (2000): «Diccionario de Uso del Español. Introducción. Caracterís-
ticas. Manejo». Texto incluido en la dirección electrónica del Centro Virtual Cervantes
con motivo del Centenario de María Moliner. La página en la que puede leerse es
http://cvc.cervantes.es/actcult/mmoliner/diccionario/.
PORTO DAPENA, José-Álvaro (2003): «El Diccionario de María Moliner», en María Antonia
Martín Zorraquino / José Luis Aliaga Jiménez (eds.), La lexicografía hispánica ante el
siglo XXI. Balance y perspectivas, Zaragoza, Institución «Fernando el Católico» / Gobierno
de Aragón, 167-192.
SALABERRIA, Ramón (1998a): «María Moliner y la memoria arrancada», Educación y Biblioteca.
Revista Mensual de Documentación y Recursos Didácticos, 10, 86, 8-9.
SALABERRIA (1998b): «Conversación con Fernando Ramón Moliner, hijo de María Moliner»,
Educación y Biblioteca. Revista Mensual de Documentación y Recursos Didácticos, 10,
86, 11-17.
SECO, Manuel (1981): «María Moliner: una obra, no un nombre», El País, 29 de mayo de 1981, 36.
SECO, Manuel (1987): «Apéndice A: María Moliner», en Estudios de lexicografía española,
Madrid, Paraninfo, 207-211.
SECO, Manuel (2003a): «Una introducción para este encuentro de lexicógrafos», en María
Antonia Martín Zorraquino / José Luis Aliaga Jiménez (eds.), La lexicografía hispánica
ante el siglo XXI. Balance y perspectivas, Zaragoza, Institución «Fernando el Católico» /
Gobierno de Aragón, 15-17.
SECO, Manuel (2003b): «María Moliner o el diccionario», en María Antonia Martín Zorraquino
/ José Luis Aliaga Jiménez (eds.), La lexicografía hispánica ante el siglo XXI. Balance y
perspectivas, Zaragoza, Institución «Fernando el Católico» / Gobierno de Aragón, 275-277.
Trébede (2000): Trébede. Mensual Aragonés de Análisis, Opinión y Cultura, 36 (marzo de
2000) [dedicado a María Moliner, con el título: María Moliner en su centenario].
[ 239 ]
JOSÉ MANUEL BLECUA:
EN EL TEXTO
JOSÉ-CARLOS MAINER
En el principio era el texto... ¿Para qué entonces las otras cosas —hermenéuti-
cas, semióticas, historias— si «texto» lo dice y lo convoca casi todo? Texto: tejido.
Luego, por tanto, sustancia de naturaleza compleja y no forzosamente homogénea.
Sólo en apariencia, compacta; en realidad, discontinua. Walter Benjamin escribió
una nota acerca de la prosa que me repito muy a menudo, como ideal remoto de
la mía propia pero, sobre todo, como intuición capital del enigma de lo escrito: «El
trabajo en una buena prosa tiene tres peldaños: uno musical donde es compues-
ta; uno arquitectónico, donde es construida, y, por último, uno donde es tejida»1.
¿Qué tiene que hacer el estudioso? Nada más que desandar el proceso, destejer lo
tejido, repasar cuidadosamente los tres peldaños del texto y, sobre todo, tener a
su disposición una textura limpia, fiel a una voluntad que es tenaz pero que tam-
bién suele vacilar mucho antes de la última decisión y contra cuya integridad cons-
piran las intenciones de sus lectores o editores.
Aparentemente, sólo aparentemente, la obra de José Manuel Blecua se ha movi-
do en el telar mismo, en las tramas y las urdimbres del tejido filológico y ha renun-
ciado al gratificante despliegue de las construcciones críticas: ha concernido a
cosas como la pedagogía piadosa de las ediciones escolares, la ponderada antolo-
gía de textos, la edición meticulosa de clásicos. En repetidas ocasiones, el intere-
sado ha dicho que no le gusta escribir ensayos y, de hecho, los suyos suelen ser
anormalmente breves y presentados con humildad poco frecuente —porque es sin-
cera— como notas de lectura, observaciones al paso o escalas previas en deside-
rata críticos que espera que otros pongan por obra. Repetidas veces ha reclama-
do de los demás tal o cual monografía —una historia de la puntuación y una de
la poesía áurea, pongo por caso— pero no la ha escrito. ¿Poca capacidad de tra-
bajo? ¿Versatilidad de la vocación? ¿Coquetería intelectual? De lo primero, no hay
nada. De lo segundo y de lo tercero, hay algo, porque José Manuel Blecua prefie-
re, sin duda, la agilidad del apunte a la pesadez inherente a los recuentos, pero
1
«Cuidado con los peldaños», en Dirección única. Trad. de Juan J. del Solar y Mercedes
Allendesalazar, Madrid, Alfaguara, 1988, p. 37.
[ 241 ]
JOSÉ-C ARLOS MAINER
2
«Programa de Literatura Española», en Estudios y discursos de crítica histórica y literaria, I.
Edición Nacional de las Obras Completas de Menéndez Pelayo, Madrid-Santander, CSIC, 1961, p. 13.
[ 242 ]
JOSÉ MANUEL BLECUA: EN EL TEXTO
Claro está que, entre tanto, algo y hasta mucho se había hecho por remediar el
estado de cosas. Desde sus Lecturas españolas de 1912 hasta el Lope en silueta de
1935, Azorín había educado un par de promociones de sensibilidades más propen-
sas al impresionismo, a la intuición, a la valoración del detalle. Y dos filólogos del
Centro de Estudios Históricos, Tomás Navarro Tomás y Américo Castro, habían
creado en 1910 la colección de Clásicos de «La Lectura» (luego, Clásicos Caste-
llanos). Y la benemérita Compañía Iberoamericana de Publicaciones puso en mar-
cha la colección «Las Cien Mejores Obras de la Literatura Española» que conocie-
ron cierto éxito escolar, aunque no tan grande ni merecido como la memorable
serie «Biblioteca Literaria del Estudiante», directamente orientada por sus editores
—los del Instituto-Escuela— hacia el trabajo en las aulas3. Pese a lo cual, los
manuales seguían invitando a la rutina clasificatoria. Recuérdense, sin ir más lejos,
los epígrafes y subepígrafes de la indigesta Historia de la literatura española, de
Juan Hurtado de la Serna y Ángel González Palencia, y compárense —vale la
pena— con la agilidad y la inventiva del tono y las divisiones de la Historia de la
literatura española con la que Ángel Valbuena Prat, en plena guerra civil, inaugu-
raba un nuevo periodo de nuestra manualística4.
Pero la contienda abrió un paréntesis lleno de incertidumbres: también en este
terreno, Hurtado y González Palencia derrotaron a Valbuena, que hubo de cambiar
su cátedra de Barcelona por la de Murcia, y a Ángel de Río que editaría su Historia
de la literatura española fuera de España. El joven Blecua había sido movilizado
y se incorporó a la administración militar pero el trabajo oficinesco no le impidió
publicar —en la revista Universidad, de Zaragoza— la edición del Libro infinido y
el Tratado de la Asumpción de la Virgen, de don Juan Manuel. Y una antología de
los ásperos versos de Ramón de Basterra, cuyo prólogo escribió —en los términos
de exaltación que dominaban— José María de Areilza y en la que Blecua sólo hizo
constar sus iniciales. La minuciosa bibliografía elaborada por Rosa Navarro (Home-
naje a José Manuel Blecua, Gredos, Madrid, 1983, pp. 7-17) olvida este librito que
se publicó en 1939 por Ediciones Jerarquía y que, más que un tributo al espíritu
de la época, sospecho que debió ser o compromiso insoslayable o un cálculo.
Sin embargo, su trabajo más importante de estos años estuvo en relación con
aquella carencia de lecturas directas que arriba se señalaba. En 1938, organiza la
Biblioteca Clásica Ebro, gracias a la aportación económica y técnica de un india-
no, Teodoro de Miguel, que había trabajado en Argentina para Editorial Calleja; el
3
Sobre ese proceso de sensibilización, remito a mi artículo «La invención de la literatura espa-
ñola», originariamente en Literaturas regionales en España: historia y crítica. Ed. de J. M. Enguita y J.-
C. Mainer, Zaragoza, Institución «Fernando el Católico», 1995, y ahora recogido en mi libro Historia, lite-
ratura, sociedad (y una coda española), Madrid, Biblioteca Nueva, 2000, pp. 153-190.
4
Véase al respecto el artículo de José María Pozuelo Yvancos, «Ángel Valbuena: la renovación de
la historiografía literaria española», Monteagudo, 3.ª época, 5 (2000), pp. 51-69.
[ 243 ]
JOSÉ-C ARLOS MAINER
modelo elegido para los tomitos de Ebro fue la colección de Classiques Illustrés
Vaubordolle, de Hachette, iniciada en los años veinte. Sus epígonos españoles
hicieron todavía más simples y algo más castizas las cubiertas severas, poniendo
unas grecas platerescas y dos escudos editoriales (en uno se lee, bajo la cruz, la
inscripción «Pro Patria, opus et vitam» y en el otro, bajo una cruz patriarcal, «Iberus,
pater Hispaniae»). Como en el modelo galo, la disposición de las ediciones incluía
un resumen cronológico de la vida del autor, una relación por fechas de los acon-
tecimientos fundamentales de su época, un prólogo de tono divulgativo, el corres-
pondiente texto anotado y los apéndices didácticos que si en Francia comprendían
sendas propuestas de «Questions» y «Sujets de dissertations», aquí se limitaban a una
relación de «Temas de trabajo escolar», precedida de una selección de «Juicios crí-
ticos».
Para la colección que dirigió, Blecua escribió mucho entre 1938 y 1947. En
1939, se encargó de la segunda entrega de la serie, la Poesía lírica, de Lope de
Vega, y de la Poesía de Góngora, que fue la undécima de ellas (el primer número
fue El condenado por desconfiado, por entonces atribuido a Tirso, preparado por
Ángel González Palencia; el tercero fue una selección de la Historia de España del
Padre Mariana, a cargo de Manuel Ballesteros Gaibrois; el cuarto, una Poesía de
Fray Luis de León, que preparó Jesús Manuel Alda Tesán). En 1940 entregó dos
volúmenes de Poesía romántica y una edición abreviada de Generaciones y sem-
blanzas, de Fernán Pérez de Guzmán, y de Claros varones de Castilla, de Hernan-
do del Pulgar; en 1941, dio El caballero de Olmedo y una selección de Garcilaso;
en 1944, una edición de Peribáñez y el Comendador de Ocaña; de 1945 fueron sus
selecciones de Lope de Rueda y Quiñones de Benavente; de 1946, la edición de la
poesía completa de Juan de la Cruz, y de 1947, una antología de Escritores costum-
bristas.
No son, por supuesto, trabajos memorables y alguno incluso rinde tributo más
o menos forzoso a la retórica de la época; en el prefacio de la edición de El caba-
llero de Olmedo se afirma, por ejemplo, que «el español de los siglos XVI y XVII esta-
ba embriagado de dinamismo y necesitaba acción, desde el teatro hasta la empre-
sa religiosa y guerrera. Y por eso, Lope, reencarnación viva y palpitante, única, de
nuestra raza, supo también crear un teatro único, nacional, impulsivo y espontá-
neo»5. Lo que, sin duda, no era tanto retórica nacionalsindicalista cuanto paráfrasis
del lopismo menendezpelayesco y de los conceptos de la entusiasta y estomagan-
te Historia de la literatura nacional española en la Edad de Oro, de Ludwig Pfandl
(edición alemana de 1929, traducción española de 1952). Pero, a cambio, el traba-
jo de Blecua supo entender muy bien que el meollo de la trama era una canción
popular, cuya fortuna rastreaba, y el apéndice reproducía la partitura de las «Dife-
5
El caballero de Olmedo, Zaragoza, Editorial Ebro, Biblioteca Clásica Ebro, 28, 1979, 15.ª ed., p. 9.
[ 244 ]
JOSÉ MANUEL BLECUA: EN EL TEXTO
rencias sobre el canto llano del Caballero», obra de Antonio de Cabezón. Y la nota
editorial avisaba que se toma el texto directamente de la Veinticuatro parte perfec-
ta de las comedias del Fénix... (Zaragoza, 1641), sin saquear una vez más la edi-
ción de la Academia: no era nada frecuente proceder con tanta probidad intelec-
tual.
La bibliografía está siempre al día y es notable la escrupulosa lealtad de nues-
tro autor a la tradición filológica anterior a la guerra, que no todos citaban y que,
por supuesto, se vinculaba a la España vencida en 1939. Cuando Blecua edita la
poesía de Lope, la selección tiene muy en cuenta la que José Fernández Monte-
sinos hizo para Clásicos Castellanos en dos volúmenes y, como allí, se buscan
coplas y villancicos en las obras dramáticas. Su interpretación de la personalidad
de Lope debe mucho a la biografía de Rennert, ampliada por Américo Castro: en
el trinomio constituido por Lope, Góngora y Quevedo, «casi me atrevería a decir
que era más bondadoso que los otros dos (...) Lope se encuentra por decirlo así
en medio de la calle y entre la acera izquierda y la derecha y encuentra su perso-
nalidad armonizando las dos tentaciones (...) pero su misión en esta trilogía se
cumple al equidistar lo mismo del culteranismo que del conceptismo y al fundir
estas dos corriente dentro de su crisol»6. Años después, al editar La Dorotea (el
libro predilecto de Karl Vossler) o la Poesía completa lopesca7 (y, a la vez, al afron-
tar la puesta en limpio de toda la lírica de Quevedo), no cambiará su pensamien-
to: Lope le sigue pareciendo una suerte de placa impresionable, un patio abierto
donde todo y todos se entrecruzan. Pero también Quevedo y Góngora son almas
plurales, a su manera, aunque disfrutan con los lenguajes más que con los senti-
mientos. Para entonces Blecua sabe muy bien que la historia de la poesía —y de
la literatura— es un proceso de inclusiones: tejido interminable.
Entre tanto, Blecua ha publicado también una excelente edición del Laberinto
de Fortuna, de Juan de Mena, en Clásicos Castellanos8. Y ha tenido tiempo de ayu-
dar a la fundación de la revista Castilla, en Valladolid, y de la Institución «Fernando
el Católico» y del Archivo de Filología Aragonesa, en Zaragoza. A esta ciudad llegó
en 1940 como catedrático del Instituto Goya por traslado, al ser nombrado su pre-
decesor, Miguel Allué Salvador, director de la Confederación de Cajas de Ahorro.
La instalación fue fecunda. En ese mismo año de su toma de posesión publicó su
primera Historia de la literatura española de alcance escolar que, en 1952, se
transformaría en una renovadora y estupenda Historia y textos de la literatura espa-
ñola, que marcó el inicio de una nueva forma de estudiar donde el texto era el
6
Poesía lírica, Zaragoza, Editorial Ebro, Biblioteca Clásica Ebro, 2, 1976, 7.ª ed., p. 21.
7
La Dorotea. Acción en prosa, Madrid, Revista de Occidente-Universidad de Puerto Rico, 1955;
Lope de Vega, Obra poética I, Barcelona, Planeta, Clásicos Planeta, 18, 1969.
8
Juan de Mena, El Laberinto de Fortuna o Las Trescientas, Madrid, Espasa-Calpe, Clásicos
Castellanos, 119, 1943.
[ 245 ]
JOSÉ-C ARLOS MAINER
asunto central9. Los bachilleres de aquellos años remotos supimos después que a
las dotes persuasivas de Rafael Lapesa, José Manuel Blecua y el joven Fernando
Lázaro Carreter debíamos la introducción de aquellos ejercicios de las reválidas de
cuarto y sexto que se basaban en el «comentario de textos», donde se ponía a con-
tribución el conocimiento del léxico, la práctica del análisis sintáctico, los princi-
pios más elementales de la evaluación formal de un estilo y la capacidad de redac-
tar con alguna imaginación. ¡Qué distintos de la mezcla de tecnicismos y obvieda-
des que han impuesto los petulantes gramáticos de hogaño como dieta filológica
a nuestros alumnos!
COMPONIENDO ANTOLOGÍAS
9
«No era lo mismo un Edelvives que un Díaz-Plaja, un José Rogerio Sánchez con «mención de
honor» que un José Manuel Blecua o un Gonzalo Menéndez Pidal. Si los primeros representaban el pen-
samiento más ortodoxo, tradicionalista y reaccionario, los segundos se habían educado en la tradición
del institucionismo», ha escrito Fernando Valls en la primera síntesis dedicada a La enseñanza de la lite-
ratura en el franquismo (1936-1951), Barcelona, Antoni Bosch, 1983, p. 73.
10
Felipe B. Pedraza, «José Manuel Blecua: una lección sencilla», en Manojuelo de estudios litera-
rios ofrecidos a José Manuel Blecua Teijeiro, Madrid, Ministerio de Educación y Ciencia, Madrid, Publi-
caciones de la Nueva Revista de Enseñanzas Medias, 1983, p. 16.
[ 246 ]
JOSÉ MANUEL BLECUA: EN EL TEXTO
11
Los pájaros en la poesía española. Selección y prólogo de José Manuel Blecua, Madrid, Hispá-
nica, 1943; Las flores en la poesía española. Selección y prólogo de José Manuel Blecua, Madrid, His-
pánica, 1944; El mar en la poesía española. Selección y carta de navegar por José Manuel Blecua,
Madrid, Hispánica, 1945.
12
Antología de la poesía española. Lírica de tipo tradicional, Madrid, Gredos, 1955 (la segunda
edición, corregida e incrementada, es de 1964).
13
Recuérdese que la primera noticia de las jarchas en lengua románica se debió a J. M. Millás
Vallicrosa («Sobre los más antiguos versos en lengua castellana», Sefarad, VI (1946), pp. 362-371), que
transcribió tres versos de Yahudá Halevi, pero la publicación sistemática fue obra de Samuel S. Stern,
[ 247 ]
JOSÉ-C ARLOS MAINER
Hoy parece discutible lo que hasta 1970 supimos sobre las jarchas y, a cambio,
sabemos mucho más de primitiva lírica popular. Pero lo importante es que Blecua
levantó su antología sobre la fecunda y atrayente creencia en la tradicionalidad
selectiva y consciente de Menéndez Pidal y además supo espigar con fortuna en
dos fuentes espléndidas que, por vez primera, se utilizaban intensamente por un
investigador literario: el Cancionero Musical de Palacio (que había editado ya
Francisco Asenjo Barbieri) y los libros de vihuelistas y polifonistas del XVI, en los
que venían trabajando los estudiosos del Instituto de Musicología, del Consejo
Superior de Investigaciones Científicas. Y el resultado fue una fascinante selección
de quinientas composiciones. Se arranca de las jarchas, que todavía eran una nove-
dad, pero se incluye también el famoso trístico sobre Almanzor (tal como viene en
el Cronicón del Tudense: «En Catalañazor / rompieron a Almanzor / el atamor»), y
se sigue con la precursora serranilla de la Zarzuela y las impresionantes endechas
canarias a la muerte de Guillén Peraza. Y se concluye —tras una amplia selección
de la lírica popular de Lope— con unos versos incluidos en la poco memorable
prosa académica de El entretenido, de Antonio Sánchez de Tórtoles, en la edición
de 1701 (una de las escasas enmiendas que cabe hacer a Blecua: hay una salida
anterior de ese libro en 1673).
No es casual, ni mucho menos, que la Floresta de lírica española (1957, 1963,
1972)14 haya sido un libro de éxito. En el prólogo de su primera edición, sin embar-
go, Blecua declaraba que el «descontento» es sensación inseparable de toda anto-
logía, empezando por el del autor. Pero no ocultaba tampoco su entusiasmo por
la labor y, como antes se decía, su interés porque la antología pudiera ser un pano-
rama de grandes y pequeños, ya que «creo que la montaña exige el valle» y por-
que no es bueno que «olvidemos que, más de una vez, los dioses han concedido
la gracia de un poema o de un solo verso a quien se esforzó con amor en querer
ser poeta». No es difícil encontrar las ilustraciones a esta piadosa función de res-
cate, asumida por el antólogo. De ahí que haya un villancico glosado de Romero
de Cepeda —«Ojos, decídselo vos»—, que es precioso, aunque desconocido. O un
anónimo tan logrado como «Ceguedad de un amante», un soneto del XVII en un car-
primero en el artículo «Les vers finaux en espagnol dans les muwassahas hispano-hébraïques», Al-Ánda-
lus, XIII (1948), pp. 229-436, y luego en su libro Les chanson mozarabes. Les vers finaux en espagnol
dans les muwashahas arabes et hébreux (1953). El artículo de Dámaso Alonso que divulgó el hallazgo
fue «Cancioncillas de amigo mozárabes (primavera temprana de la lírica europea)», Revista de Filología
Española, XXXIII (1949), pp. 297-349, que luego recogió en Primavera temprana de la literatura euro-
pea (Madrid, Guadarrama, 1961), junto con el trabajo que glosaba el alcance de la llamada «Nota emi-
lianense» (que reflejaba la precocidad de una tradición rolandiana española) y otro sobre el Tirant lo
Blanch como anticipo de la novela realista europea: significativa maniobra de filología nacional. El tra-
bajo de Ramón Menéndez Pidal al que Blecua alude («La primitiva poesía lírica española») se compiló
en sus Estudios literarios, Buenos Aires, Espasa-Calpe, Col. Austral, 28, 1938, pp. 197-269.
14
Floresta de lírica española, 2 vols., Madrid, Gredos, 1957, 2 vols. (nuevas ediciones aumenta-
das en 1963 y 1972).
[ 248 ]
JOSÉ MANUEL BLECUA: EN EL TEXTO
15
Poesía de la Edad de Oro. I. Renacimiento, Madrid, Castalia, Clásicos Castalia, 123, 1982; Poesía
de la Edad de Oro. II. Barroco, Madrid, Castalia, Clásicos Castalia, 136, 1984.
16
La poesía aragonesa del Barroco, Zaragoza, Guara, Nueva Biblioteca de Autores Aragoneses.
[ 249 ]
JOSÉ-C ARLOS MAINER
Cáceres... Blecua aprovechó el breve prefacio para sembrar otra de sus numerosas
incitaciones: «¿Quién no agradecería, por ejemplo, un libro antológico de la poesía
sevillana, o de la antequerano-granadina, o de la valenciana?». Y, al paso, remachó
otra idea que ya conocemos y que es motor y justificación de sus antologías: «Aun lo
minúsculo debe contribuir a la formulación de la historia poética de estos siglos, tan
necesitada de una mano cariñosa que le ayude a salir del vergonzante estado en que
hoy se encuentra».
EDITANDO TEXTOS
17
«Los días y los trabajos», en Literaturas regionales en España. Historia y crítica. Ed. de J. M.
Enguita y J.-C. Mainer, Zaragoza, Institución «Fernando el Católico», 1995, pp. 163-176.
18
El Conde Lucanor, Madrid, Castalia, Clásicos Castalia, 9, 1969.
19
Obras completas, 2 vols., Madrid, Gredos, 1982 y 1984, 2 (I. Libro de caballero et del escudero,
Libro de las armas, Libro enfenido, Libro de los estados, Tractado de la Asunción de la Virgen María,
Libro de la caza; II. El Conde Lucanor, Crónica abreviada).
20
Cancionero de 1628 (edición y estudio del Cancionero 250-2 de la Biblioteca Universitaria de
Zaragoza), Madrid, CSIC, Anejos de la Revista de Filología Española, 32, 1945.
21
Lágrimas de Hieremías castellanas. Ed. de J. M. Blecua y E. M. Wilson, Madrid, CSIC, Anejos de
la Revista de Filología Española, 55, 1953.
[ 250 ]
JOSÉ MANUEL BLECUA: EN EL TEXTO
Soler sacaron a la luz el primer volumen de los cuatro que comprende la Obra poé-
tica de Francisco de Quevedo, sin duda, uno de los monumentos imperecederos
de la ciencia universitaria española posterior a 193922. Por otro lado, la Institución
«Fernando el Católico» le imprimió su edición de las Rimas de los Leonardo de
Argensola, base segura para los tres tomos que recogieron de nuevo la obra lírica
de los hermanos en la colección de Clásicos Castellanos, ya en los años setenta23.
Pero todo se enlaza... en quien trabaja con asiduidad y no se arredra ante la
dificultad de una búsqueda. Le sucede a quien sabe leer con atención, porque cap-
tar una anomalía textual, una desviación que no sea sistemática, un apunte que
revele la sombra de lo apócrifo, no es fácil: no es una aplicación mecánica de para-
digmas previos de transmisión textual sino un ejercicio de intuición auténticamen-
te literario, una sabiduría forjada en muchas lecturas anteriores que, en el fondo,
supone una reconstrucción hecha consciente de la producción de la escritura.
Buscando una tragedia de Lupercio Leonardo, se encontró con un extenso manus-
crito que copiaba poemas de Fernando Herrera y, con el título de Rimas inéditas,
los dio a conocer en 194824. Planteaban un serio problema sobre la verdadera auto-
ría de las enmiendas del texto herreriano de la edición póstuma, preparada por
Francisco Pacheco, el suegro de Velázquez, y así surgió una notable y conocida
polémica que le enfrentó a Oreste Macrí, el mayor estudioso del poeta sevillano.
Blecua defendió el primer texto impreso de 1580 (Algunas obras...) en atención a
dos acusados rasgos de estilo, lo que significaba adoptar una decisión de estima-
tiva nada fácil: le pareció impropia del autor la presencia de arcaísmos, muy abun-
dantes en la versión moderna, y sospechosa de manipulación la ignorancia de
aquella estilística de la dialefa que Herrera había defendido e ilustrado en sus
Anotaciones a Garcilaso. No era fácil que un poeta de clara conciencia moderna e
ideas lingüísticas muy personales gustara de un lenguaje arcaizante y, menos toda-
vía, desmintiera en su obra personal los efectos que había admirado en su mode-
lo. La edición definitiva de la poesía de Herrera llegó, por fin, en 197525, pero toda-
vía nos queda por reseñar la de las poesías completas de Fray Luis de León, en
199026, y la de las polémicas traducción y declaración del Cantar de los Cantares
de Salomón, impresa en 199427. Blecua siempre dedica sus trabajos a colegas y ami-
22
Obra poética, 4 vols., Madrid, Castalia, Madrid, 1969, 1970, 1971, 1981.
23
Rimas de Lupercio y Bartolomé Leonardo de Argensola, 2 vols., Zaragoza, Institución «Fernando
el Católico», 1950-1951; luego, L. L. de Argensola, Rimas, Madrid, Espasa-Calpe, Clásicos Castellanos,
173, 1972, y B. L. de Argensola, Rimas, 2 vols., Madrid, Espasa-Calpe, Clásicos Castellanos, 1974.
24
Rimas inéditas, Madrid, CSIC, Anejos de la Revista de Filología Española, 39, 1949.
25
Obra poética, 2 vols., Madrid, Real Academia Española, Anejos del Boletín de la Real Academia
Española, XXXII, 1975.
26
Poesía completa, Madrid, Gredos, Textos, 19, 1990.
27
Cantar de Cantares de Salomón, Madrid, Gredos, Textos, 22, 1995.
[ 251 ]
JOSÉ-C ARLOS MAINER
gos y dedicó éste a Claudio Guillén, recordando que su padre, Jorge, publicó el
texto en 1933; el final del prefacio es una declaración preciosa acerca de la dedi-
catoria: «El Cantar de los Cantares de Fray Luis es el más bello Sí de la prosa espi-
ritual de la Edad de Oro, como Cántico de Jorge Guillén lo es de la poesía espa-
ñola contemporánea».
Y esa mención del poeta de Valladolid ha de servir de introducción a una de
las empresas más singulares de Blecua: la edición del Cántico de Guillén que tomó
como base el de 1936, segunda de sus salidas, pero que recogió la evolución ante-
rior a 1928 y la posterior hasta Aire nuestro, que acababa de ver la luz en prensas
milanesas. También aquí la fidelidad a los versos guillenianos y sus problemas de
evolución venía de atrás, una vez más. En 1949, los jóvenes Ricardo Gullón y José
Manuel Blecua publicaron en la zaragozana Librería General un bonito volumen,
La poesía de Jorge Guillén (dos ensayos), que fue el segundo de la serie «Estudios
Literarios» y que llevó viñetas de Santiago Lagunas, Fermín Aguayo y Eloy Laguar-
dia, recientes promotores del Grupo Pórtico de arte abstracto. El texto de Blecua
(«En torno a Cántico») es espléndido y uno de los primeros grandes trabajos aca-
démicos sobre un poeta del 27. Lo conoce muy bien y nos advierte, de entrada,
que no estamos «en presencia de un poeta frío e intelectualista puro, como nos lo
han querido retratar más de una vez (...). Para mí es una de las obras más fervo-
rosas y encendidas de toda nuestra lírica, llena de un extraño júbilo ante las cosas,
la nieve o un sillón, díficil de encontrar en las letras españolas. Es la poesía más
llena de asombro que conozco»28 (por eso, al final, contrapone el júbilo de Cántico
al fuego romántico de Residencia en la tierra, de Neruda, confrontando dos ver-
sos de cada uno: «El río que pasando se destruye» / «Feliz el río que pasando
queda»). Pero lo admirable es que, ya entonces, buena parte del análisis de Blecua
se basa en los resultados estéticos del cotejo de las distintas versiones. A veces, lo
que se observa pasaría inadvertido incluso a un lector atento: en el poema
«Naturaleza viva», por ejemplo, se confrontan versiones de 1932 y de 1945 (tercer
Cántico) y las dos variantes principales son un adverbio modal, «serenamente», que
es reemplazado por «exactamente», y una ponderación, «tan resuelto», que pasa a
«resuelto». Pero el análisis de la «voluntad de estilo» (se decía entonces, antes de la
deconstrucción y la intertextualidad) es fecundísimo29. ¿Nos ha de extrañar que
interpretación y edición sean dos tareas entrelazadas?
28
Ricardo Gullón y José Manuel Blecua, La poesía de Jorge Guillén (dos ensayos), Zaragoza,
Heraldo de Aragón, Estudios literarios, II, 1949, pp. 156-157.
29
Ibidem, p. 269.
[ 252 ]
JOSÉ MANUEL BLECUA: EN EL TEXTO
30
«El Romancero General» (Heraldo de Aragón, 21 de abril de 1948), en La vida como discurso
(temas aragoneses y otros estudios). Selección e introducción de J. Domínguez Lasierra, Zaragoza,
Heraldo de Aragón, 1981, pp. 114-115.
31
«La corriente popular y tradicional en nuestra poesía» (Ínsula, 80, 1952), recogido como «Co-
rrientes poéticas en el siglo XVI» en Sobre poesía de la Edad de Oro, Madrid, Gredos, 1970, pp. 11-23.
[ 253 ]
JOSÉ-C ARLOS MAINER
vihuelista Alonso Mudarra, Blecua establece, al fin, una cartografía más compleja a
la vista de los textos que utiliza el maestro en sus ejemplos para tañer y cantar: ve
que allí hay sonetos de Garcilaso y Petrarca, trozos de la Arcadia de Sannazaro, el
«Dulces exuviae» de la Eneida (que remitía, claro, a una fuente de las «dulces pren-
das» de Garcilaso), fragmentos de las Heroidas ovidianas y hasta salmos de la Biblia,
pero también se encontraba el initium de las coplas manriqueñas, hasta tres roman-
ces de tema bíblico y numerosos villancicos populares. Cuando, medio en broma
medio en serio, traza un cuadro sinóptico (al modo de Octavi de Romeu, nos dice
el viejo lector de las glosas dorsianas), el lector sabe muy bien que no nos halla-
mos ante una división mnemotécnica al modo de las que proponían los antiguos
manuales: este retablo tiene la fluidez viva e interactiva de un paisaje; es, en rigor,
vida de la cultura, sorprendida en acto de creación32.
Algo parecido observamos en los reiterados acercamientos de Blecua a las
peculiares relaciones de poesía e imprenta. En un breve estudio de 1952 sobre
Juan de la Cruz, observó ya que la mayoría de los grandes poetas áureos son de
obra corta («bolsillable», dice él con un neologismo que le divierte) y que «ni
Garcilaso, ni San Juan de la Cruz, ni Góngora, ni Quevedo dieron sus obras a la
estampa y hubieran quedado inéditos sin la diligencia afectuosa de manos ami-
gas»33. La idea se amplía en un discurso barcelonés de 1964: nos advierte aquí que
la forma usual de difusión de la poesía tradicional ha sido el canto y cómo la poe-
sía culta —desde la del XV a la de nuestros días— ha vivido en antologías inten-
cionadas (como la de Pedro Espinosa en 1600 o la de Gerardo Diego en 1932),
mucho más que en tomos de autor, porque los poetas españoles son poco dados
a imprimir y dejan que sus obras circulen entre sus amigos (observaciones simila-
res hizo su amigo Rodríguez Moñino en su discurso de ingreso en la Academia)34.
Al final del discurso de 1964, Blecua observa que, pese a ese desdén por lo impre-
so, los poetas españoles «han sido de un rigor casi excesivo para vigilar su obra»35.
Y esa observación certera crece en su interior, busca su confirmación en textos y
llega a su mejor formulación en el discurso sobre el rigor poético en España, pro-
nunciado para su ingreso en la Academia de Buenas Letras en 1969: un espléndi-
do recorrido donde se detiene ampliamente en el caso de Fernando de Herrera,
32
«Mudarra y la poesía del Renacimiento: una lección sencilla» (Studia Hispanica in honorem R.
Lapesa, Madrid, Gredos, 1972, I), en Sobre el rigor poético en España y otros ensayos, Barcelona, Ariel,
1977, pp. 45-46.
33
«San Juan de la Cruz. Una experiencia poética» (Heraldo de Aragón, 23 de noviembre de 1952),
en La vida como discurso, ed. cit., p. 133.
34
«Imprenta y poesía en la Edad de Oro» (conferencia leída en la Fiesta del Libro de 1964, en
Catálogo de la producción editorial barcelonesa, 1963-1964, Barcelona, 1965), en Sobre poesía..., ed.
cit., p. 43.
35
Construcción crítica y realidad histórica en la poesía española de los siglos XVI y XVII, Madrid,
Castalia, 1965, que Blecua cita en la nota 1 de su artículo.
[ 254 ]
JOSÉ MANUEL BLECUA: EN EL TEXTO
que conocía al dedillo, pero que también nos enseña cosas muy sustantivas de
Lope, Góngora, Quevedo, Valle-Inclán, Guillén, Carner...36.
Otra noción historiográfica a la que Blecua dedicó larga reflexión fue la de
Barroco. Fue un tema que su generación heredó de la reflexión estética de los años
veinte (con el centenario de Góngora, pero también con los trabajos de D’Ors y
Werner Weisbach, al fondo) y que ocupó en diferentes formas a muchos compa-
ñeros de generación: Díaz-Plaja, Maravall, Emilio Orozco37. No hay elección de
ámbito de trabajo científico que sea fortuita (y si lo es, nada bueno presagia a los
resultados del empeño). Aquellos jóvenes, que el tiempo y la manía clasificatoria
llamarían «generación de 1936», fueron los epígonos de una generación —la del
27— quizá demasiado alegre e internacionalista. Compartieron en su primera
mocedad aquellos entusiasmos, pero pronto buscaron arrimos más candentes, más
tensos y, sobre todo, más cercanos. El barroco, que era ruptura pero también
angustia, complicación decorativa pero también vehemencia pasional, les interesó
porque parecía tener que ver con el carácter español y porque era una respuesta
nacional al humanismo, cuyo internacionalismo era, al cabo, frío.
La gran aportación de Blecua a la configuración de la estética barroca fue, sin
duda, haber apuntado la fuente común —y la identidad, al cabo— de conceptis-
mo y culteranismo. El primer acercamiento al hallazgo lo encontramos en el largo
y excepcional análisis de 1945 sobre el estilo de El Criticón, que incluye en su
comienzo una hermosa y personal definición del estilo («toda literatura es, pues,
literatura de circunstancias, poesía y realidad, pero también literatura de instan-
cias»: de afirmación de personalidad) y que desarrolla un análisis psicológico muy
sutil del intelectualismo y de la visión del mundo de Gracián, que demuestran que
36
«Sobre el rigor poético en España» (discurso leído en la recepción de Real Academia de Buenas
Letras, Barcelona, 14 de diciembre de 1969), en Sobre el rigor poético..., ed. cit., pp. 9-44.
37
El término había sido utilizado abundantemente por Américo Castro, Fernández Montesinos y
Valbuena Prat con anterioridad a la guerra y fue común en trabajos de Vossler y Leo Spitzer de las mis-
mas fechas; en el exilio lo utilizaron abundantemente los citados y, por ejemplo, Joaquín Casalduero
(Sentido y forma de las novelas ejemplares, 1943). El libro de Werner Weisbach, El barroco, arte de la
Contrarreforma, se tradujo en 1942 (Madrid, Espasa-Calpe), con un notable prólogo de Enrique Lafuen-
te Ferrari; no lo cita, sin embargo, Ángel Valbuena Prat en el significativo capítulo «El sentido católico
del barroco español», en El sentido católico en la literatura española, Zaragoza, Partenón, 1941. De un
año antes fue el librito de Guillermo Díaz-Plaja, El espíritu del barroco. Tres interpretaciones (Barcelo-
na, Apolo, 1940), la segunda de las cuales —sobre el factor judaico en el origen del barroco— generó
cierta polémica: cf. Enrique Lafuente Ferrari, «Para la triangulación del barroco español», Escorial, 5
(140), pp. 466-472. Pero la frase que lo abre la hubieran suscrito todos: «El Barroco es, tanto como una
técnica, un estado de espíritu». Añadamos los libros de José Antonio Maravall, Teoría del Estado en
España en el siglo XVII, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1944; Emilio Orozco, Temas del barroco
(poesía y pintura), Granada, Universidad de Granada, 1947, y José María Jover, 1635. Historia de una
polémica y semblanza de una generación, Madrid, CSIC, 1949. Valdría la pena reescribir, desde el punto
de vista de la historia de las ideas, el notable volumen de Oreste Macrí, La historiografía del barroco
literario español, Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1961.
[ 255 ]
JOSÉ-C ARLOS MAINER
LA ERUDICIÓN Y LA VIDA
38
«El estilo de El Criticón de Gracián» (Archivo de Filología Aragonesa, 1945), en Sobre el rigor
poético..., ed. cit. pp. 121-151.
39
«Don Luis de Góngora, conceptista» (ABC, 27 de diciembre de 1961), Sobre el rigor poético..., ed.
cit., pp. 85-90.
40
«Estructura de la crítica literaria en la Edad de Oro» (Coloquios de historia y estructura de la obra
literaria, CSIC, Madrid, 1971), en Sobre el rigor poético..., ed. cit., pp. 59-72.
[ 256 ]
JOSÉ MANUEL BLECUA: EN EL TEXTO
Pero este hombre (que gustaba de asombrarse ante la escasa novedad de las
tendencias en la historia y de repensar las razones profundas de todo comporta-
miento codificado) era mucho más escéptico respecto a la sociología, aunque, en
el fondo, también le atrajera poderosamente. En su artículo «Dos memoriales de
libreros a Felipe IV» escribió: «Dentro de una posible historia sociológica de la lite-
ratura española, aún en mantillas, el capítulo de los copistas, libros y libreros de
la Edad de Oro ofrecerá un interés extraordinario»41. Y en el que ya hemos citado,
«Sobre el rigor poético...», empezaba por advertir: «Dentro de una posible, y hasta
ahora bastante futura, sociología de la literatura española, la historia de la transmi-
sión de los textos literarios es sencillamente fascinante»42. Tenía razón en sus cau-
telas. Una sociología de la literatura no es asunto exclusivo de afirmaciones vagas
sobre la clase social o el grupo al que pertenece el escritor, de especulaciones gra-
tuitas sobre su público potencial o de asociaciones cogidas por los pelos entre len-
guas literarias y visiones del mundo: afirmaciones que, por lo demás, solían exhi-
bir por aquel entonces un adánico apriorismo. Formular una síntesis exige previa
y suficiente familiaridad con los datos; es como un regalo que, no siempre, la for-
tuna hace a los que lo han merecido. Pero, en tanto, Blecua pensaba que podía
adelantarse camino llevando como viático aquellas observaciones que él había
recogido... mientras buscaba otras cosas: las informaciones que nos proporcionan
los preliminares de un libro antiguo, las noticias profesionales que nos da un epis-
tolario de escritor, la información sobre lecturas que viene en un testamento o en
un memorial mercantil. Y una vez más, la historia le ha dado la razón: hoy pensa-
mos que lo más parecido a una sociología de la literatura son los trabajos de his-
toria cultural de Roger Chartier y Guglielmo Cavallo, de Peter Burke o de Carlo
Ginzburg.
Los que hemos tenido la fortuna de ser alumnos de José Manuel Blecua nos
acostumbramos a una retórica escolar muy suya, que era reveladora: me refiero a
aquellas frases como «fíjense ustedes», «ojo», «detrás hay toda una metafísica», que
esmaltaban sus explicaciones... Disfrutaba en el camino de la investigación y pre-
tendía que sus alumnos lo hiciéramos también. Siempre repetía aquello que oyó
a Pedro Salinas y yo mismo he tomado en préstamo alguna vez: «Trabajo en lo
que me gusta y encima me pagan por ello». Y es que no entenderíamos cabalmen-
te a Blecua sin su sentido del humor: el del hombre que escribió el divertido «cen-
tón zamorense» en homenaje a Alonso Zamora Vicente43 y que manufacturó en
endecasílabos blancos la epístola de homenaje a Alarcos Llorach, que tiene pre-
41
«Dos memoriales de libreros a Felipe IV» (Homenaje a Casalduero, Gredos, Madrid, 1972), en
Sobre el rigor poético..., ed. cit., pp. 99-117.
42
«Sobre el rigor poético en España», Sobre el rigor poético..., ed. cit., p. 11.
43
«Centón zamorense», Papeles de Son Armadans, CCIX-CCX (1973), pp. 317-324.
[ 257 ]
JOSÉ-C ARLOS MAINER
44
«Carta a Emilio Alarcos», Estudios ofrecidos a Emilio Alarcos Llorach, Oviedo, Universidad de
Oviedo, 1977, I, pp. 9-19.
45
«La mano» (Heraldo de Aragón, 3 de junio de 1954), en La vida como discurso..., ed. cit., pp.
271-273.
[ 258 ]
JOSÉ MANUEL BLECUA: EN EL TEXTO
la Nochevieja de 1948. Los años eran desapacibles pero aquella instantánea conta-
gia una simpatía institiva que el poeta ha sabido cifrar en
esos ojos, meteoros de la vida,
esa música alegre en los oídos,
esos trajes de fiesta decorosos,
aquel champán, sin duda catalán,
las uvas —cotillón a medianoche—
los pies trenzando, destrenzando ritmo46.
Aquel año —en el que Miguel Labordeta publicó Sumido 25 y Cela, el Viaje a
la Alcarria—, Blecua había visto impresas sus ediciones de los poemas inéditos de
Fernando de Herrera y del Libro de la Oración, de María de Santo Domingo. Y en-
tregó a Ínsula el explosivo artículo sobre «Miré los muros de la patria mía» —que
demuestra que el famoso soneto de Quevedo no es político sino filosófico47— y en
una nota del Boletín de la Real Academia Española dio noticia de un soneto atribui-
do a Cervantes y de un romance del Conde de Lemos48. ¿Erudición vacua, podría
sostener alguien a la vista de este hombre joven que bailaba con su mujer, educa-
ba a dos futuros y excelentes filólogos y enseñaba literatura en el Instituto Goya a
muchos notables profesores del futuro? La vida es la suma de todo: de los pape-
les viejos y del champán catalán, de la mejor historia de la filología española y de
la feísima postguerra que todos habitábamos.
46
«Anónimo del siglo XX», en Poesía en honor de José Manuel Blecua, Barcelona, Universidad de
Barcelona, 1984, p. 97 (la foto puede verse en el apéndice gráfico del libro de Rosario Hiriart, Un poeta
en el tiempo: Ildefonso Manuel Gil, Zaragoza, Institución «Fernando el Católico», Zaragoza, 1982).
47
«Sobre un célebre soneto de Quevedo», Ínsula, 31 (1948), p. 3.
48
«Un nuevo soneto atribuido a Cervantes y un romance del Conde de Lemos», Boletín de la Real
Academia Española, XXVII (1947-1948), pp. 197-200.
[ 259 ]
MANUEL ALVAR,
PASIÓN POR LA FILOLOGÍA
1. Cuando estas páginas estaban escritas nos llegó la triste noticia del falleci-
miento del profesor Alvar. Sirvan, pues, de modesto homenaje, aunque no era en
modo alguno su finalidad, junto a los que le han tributado voces más autorizadas
y más sabias que la mía. Mi propósito, respondiendo a la invitación de los orga-
nizadores del VI Curso sobre Lengua y Literatura en Aragón —los profesores
Tomás Buesa Oliver y José Carlos Mainer, responsables respectivamente de las
cátedras «Manuel Alvar» y «Benjamín Jarnés» de la Institución «Fernando el
Católico», junto con el profesor José M.ª Enguita, secretario de la sección de
Filología—, era hablar de Manuel Alvar en el marco de un Curso dirigido básica-
mente a estudiantes, a los que —en un tiempo reducido— debería acercar su figu-
ra, fundamentalmente en las facetas de lingüista, filólogo, sociolingüista y dialec-
tólogo. Ese fue el objetivo de mi exposición que ahora se plasma fielmente en
estas Actas.
APUNTES BIOGRÁFICOS
[ 261 ]
ROSA M.ª C ASTAÑER MARTÍN
Enumerar los cargos de importancia que ha ocupado, los premios recibidos, las
distinciones honoríficas y reconocimientos que han recaído en su persona, alarga-
ría de forma desmesurada esta intervención y sin duda resultaría esfuerzo baldío
puesto que la relación estaría condenada a quedar incompleta. No me resisto, sin
embargo, a señalar algunos de ellos1:
Ha recibido el Premio «Menéndez Pelayo» de investigación por su obra El habla
del Campo de Jaca (1947), el Antonio de Nebrija de investigación (1957) por El
español hablado en Tenerife, el Premio Nacional de investigación por Estructura
del léxico andaluz (1960) y por Vida de Santa María Egipcíaca. Edición, Gramá-
tica y Vocabulario (1964); el Premio Nacional de Literatura por Aragón, Literatura
y ser histórico (1976); el Premio Aragón a las Letras (1988), el Premio Ibn al-Jatib
de Andalucía (1988) y el Lluis Guarner de Valencia (1989); el Premio Award
Excellence in Research (State University of New York, 1985), el Geral Brenand
(1990), el Menéndez Pidal (1993), el Cantabria Nostra (1995) y el Premio a la De-
fensa del Español (1996).
Es, desde 1974, Académico de Número de la Real Academia Española, Institu-
ción que dirigió entre 1989 y 1991; Académico, desde 1961, de la Gustavo-Adolfo
de Upsala (Suecia), y Académico de la Real Academia de la Historia. Es también
Académico correspondiente, entre otras, de la Academia de Buenas Letras de Bar-
celona (desde 1955), de la de San Telmo, en Málaga (desde 1961), y de las Acade-
mias de la Lengua de Argentina, Uruguay y Colombia. Correspondiente, asimismo,
de la Academia de Historia de Boyacá; de la de Artes, Historia y Arqueología de
Puerto Rico; de la Akademie der Wissenchaften de Heidelberg y de The Hispanic
Society of America.
Destaquemos su notoria presencia en distintos organismos; es miembro de la
Oficina Internacional de Observación y Vigilancia del Español (desde 1963) y del
Comité Internacional Permanente de Defensa de la Lengua española (1965). Perte-
nece, como Miembro de Honor, a la Asociación de Profesores de Español y Por-
tugués de los Estados Unidos, a la Institución Internacional de Cultura de Corea, a
la Asociación de Hispanistas de Japón, a la Société de Linguistique Romane y a la
Asociación de Doctores y Licenciados españoles en los Estados Unidos. Es también
Miembro Honorario de The Modern Language Association of America y del Institu-
to Caro y Cuervo de Bogotá.
Ha sido, además, director del Instituto Nacional de Filología y del Departamen-
to de Geografía Lingüística y Dialectología del Consejo Superior de Investigaciones
Científicas, Institución de la que es consejero y en la que ha dirigido los Cursos
1
Buena parte de estos datos los tomo de la excelente biografía realizada por Antonio Quilis
(1983: 9-21). Allí puede encontrarse una exhaustiva información al respecto, que llega, naturalmente,
hasta la fecha de su publicación.
[ 262 ]
MANUEL ALVAR, PASIÓN POR L A FILOLOGÍA
2
4 vols., Madrid, Gredos, 1983-1987.
[ 263 ]
ROSA M.ª C ASTAÑER MARTÍN
Los estudios de Manuel Alvar cubren campos muy amplios: desde la literatura, me-
dieval y contemporánea, hasta la informática. Es imposible hablar del Libro de Apolonio,
de Santa María Egipcíaca, de aragonés, riojano, judeoespañol, canario, español de
América, de americanismos, de ordenadores en la lingüística, etc., sin citar su nombre
varias veces. Sobre todo, él sacó la dialectología del letargo en el que estaba sumida,
inyectando en esta disciplina nueva y fecunda savia, al estudiar nuestras hablas, desde
dos enfoques diferentes: por un lado haciendo incidir los aspectos diastráticos, a la par
que las actitudes y comportamientos sociales, en las monografías dialectales; por otro,
iniciando la magna empresa de los atlas lingüísticos por regiones, con cuestionarios
finamente elaborados y un nuevo modo de hacer en geografía lingüística...3.
4. Sus primeros pasos se encaminan con claridad hacia la región que conside-
ra suya y hacia la vecina Navarra: en 1942 publica «Un manuscrito autógrafo de
Tornamira»5 y, tres años más tarde, Estudios sobre el «Octavario» de Doña Ana
Abarca de Bolea, obra a la que nos referiremos más adelante; seguirán «Palabras y
cosas en la Aézcoa», «Noticia lingüística del Libro Verde de Aragón», «El habla de
Oroz-Betelu» y «Sobre pérdida de F- inicial en aragonés del siglo XI» (1947); El habla
del Campo de Jaca (1948), «Toponimia del alto valle del río Aragón» y «Nombres de
núcleos de población en el alto valle del río Aragón» (1949); «Voces prerromanas
en la toponimia pirenaica», «Los nombres del arado en el Pirineo», «Materiales para
una dialectología bajo-aragonesa» (1950). Varias de sus reseñas se orientan en idén-
tica dirección: recordemos las dedicadas a los Poemas de dolor antiguo de Ildefon-
3
Vid. Quilis (1983: 16).
4
Significativas palabras que Alvar escribió en 1966 y que son reproducidas por Alcina-Blecua
(1975: 177).
5
Príncipe de Viana, III/6, pp. 175-198. Transcribe en este artículo el texto autógrafo debido a
Tornamira, caballero navarro del siglo XVI, cuya personalidad también contempla.
[ 264 ]
MANUEL ALVAR, PASIÓN POR L A FILOLOGÍA
6
Las investigaciones de temática diferente se reducen en este periodo a «Don Francisco de la
Torre, amigo de Calderón» (1947) y «Romances de Lope de Vega, vivos en la tradición oral marroquí»
(1950). Numerosas son sus reseñas: Notes de Littérature française: Moyen-Âge de J. Berthélèmy, Le villa-
ge et le paysan de France de A. Dauzat, y la Gramática rumana de A. Rauta (1947); los Materiales para
una historia de la lengua vasca en su relación con la latina de J. Caro Baroja, y Pedro Soto de Rojas
de A. Gallego (1948); De Garcilaso a Valle-Inclán de A. Zamora Vicente (1949-1950), Asturiano y pro-
venzal en el Fuero de Avilés de R. Lapesa, y la recopilación de trabajos de Griera, presentados con el
título de Hojas dispersas. Miscelánea de homenaje dedicada a Monseñor Antonio Griera (1950). En 1949
verá, además, la luz su primer libro de poesía, Dolor de ser sangre.
7
E. Alvar (1983). Esta cuidadosa recopilación bibliográfica me ha servido, evidentemente, de
punto de partida para trazar la trayectoria del profesor Alvar hasta el año 1983.
[ 265 ]
ROSA M.ª C ASTAÑER MARTÍN
«De las glosas emilianenses a Gonzalo de Berceo» (1989). Se ocupa del judeo-espa-
ñol: Endechas judeo-españolas (1953; 2.ª ed. aum. en 1969) o Cantos de boda ju-
deo-españoles (1971), trabajos en los que los textos se acompañan de un estudio
lingüístico y literario, un vocabulario e, incluso, de la melodía. E investiga también
sobre la épica y el romancero: Cantares de gesta medievales (1969), El romancero:
tradicionalidad y pervivencia (1974).
7. Ahora bien, es en el ámbito de la dialectología donde sus aportaciones se
multiplican hasta abrumarnos. La reflexión a partir de ingentes materiales obteni-
dos de primera mano le permite establecer planteamientos generales y metodoló-
gicos («Hacia los conceptos de lengua, dialecto y hablas», 1961; Estructuralismo,
geografía lingüística y dialectología actual, 1973). En el plano concreto recorde-
mos cómo, muchas veces con trabajos pioneros, nos ha permitido conocer las
características de las hablas andaluzas («Hablas meridionales. El andaluz», 1979),
del canario (El español hablado en Tenerife, 1959; Corpus Toponymicum Cana-
riense, 1972-1973) o del español de América. Fue el primer investigador en acer-
carse a los cronistas de Indias con fines exclusivamente filológicos: Americanis-
mos en la «historia» verdadera de Bernal Díaz del Castillo (1970), «Voces arahua-
cas en Juan de Castellanos» (1972), Cristóbal Colón. Diario del Descubrimiento.
Estudios, ediciones y notas (1976), Los otros cronistas de Indias (1996). Ha estudia-
do las gramáticas amerindias (nahuatl, quechua, chibcha, totonaca y mapuche) y
el español de México, Guatemala, Puerto Rico, República Dominicana, Cuba,
Colombia, Paraguay, Argentina o Estados Unidos. Las relaciones entre las dos ori-
llas del Atlántico se revelan en España y América cara a cara (1975), Norma lin-
güística sevillana y español de América (1990) o El español de las dos orillas
(1991).
8. La incorporación de los métodos geolingüísticos supuso una auténtica revo-
lución en la dialectología hispánica; tras el intento inacabado del Atlas lingüístico
de la Península Ibérica (ALPI), dirigido por T. Navarro Tomás bajo la supervisión
de R. Menéndez Pidal, y la publicación del Atlas Lingüistic de Catalunya (ALC),
proyectado por A. Griera, corresponde a Manuel Alvar el mérito de haber impul-
sado la elaboración de una serie de Atlas que, por regiones, han cubierto buena
parte de nuestra geografía: Atlas lingüístico y etnográfico de Andalucía (ALEA),
Atlas lingüístico y etnográfico de las Islas Canarias (ALEICan), Atlas lingüístico y
etnográfico de Aragón, Navarra y Rioja (ALEANR), Atlas lingüístico y etnográfico de
Cantabria (ALECant) y Léxico de los marineros peninsulares, libro que resulta de su
proyecto de un Atlas lingüístico de los marineros peninsulares. Colaboró también
en el Atlas lingüístico de España y Portugal y en el Atlas Linguarum Europae; diri-
gió, así mismo, junto a Antonio Quilis, el Atlas de Hispanoamérica, que ya está
dando sus primeros frutos. Ha actuado, además, como asesor en otras ocasiones
(Atlas lingüístico de Colombia) y como maestro sobre destacados discípulos que
han continuado su labor en este campo.
[ 266 ]
MANUEL ALVAR, PASIÓN POR L A FILOLOGÍA
8
Alvar (1986: 9).
[ 267 ]
ROSA M.ª C ASTAÑER MARTÍN
9
Vid. Senabre (1987), especialmente pp. 7 y 12.
[ 268 ]
MANUEL ALVAR, PASIÓN POR L A FILOLOGÍA
que, desde las diferentes directrices puestas de manifiesto en las páginas anterio-
res, se han centrado en nuestra región.
Fundamentales son sus estudios dedicados al aragonés medieval. Si acudimos al
repertorio bibliográfico que acompaña el «Estado actual de los estudios sobre el ara-
gonés medieval», elaborado por el profesor Vicente Lagüéns (1999) para las
Jornadas de Filología Aragonesa, encontraremos 48 títulos firmados por Alvar. En
algunos de ellos se atiende a las grafías, a cuestiones fonéticas, morfológicas y léxi-
cas. Analiza en otros la relación entre los hechos lingüísticos y las circunstancias his-
tóricas externas («Onomástica, repoblación, historia. Los Establimentz de Jaca, del
siglo XIII»), e investiga la antroponimia medieval («La formación del apellido en los
antiguos documentos aragoneses») o la toponimia, disciplina en la que aúna los
datos históricos con los que proporciona la realidad viva (Toponimia del alto valle
del río Aragón). Entre sus ediciones de textos, acompañadas de estudio lingüístico,
citaremos la del Libro de la infancia y muerte de Jesús, nombre que prefiere al de
Llibre dels Tres Reys d’Orient; o la de la Vida de Santa María Egipcíaca. Estudios.
Vocabulario. Edición de los textos y, en colaboración con Elena Alvar, la edición
paleográfica del Cancionero de Estúñiga. Proporciona información de otras obras
literarias («Rasgos dialectales en la Disputa del alma y el cuerpo (siglo XIV)», transcri-
be y analiza lingüísticamente variada documentación («Documentos de Jaca (1362-
1502)»; se ocupa de los textos aljamiados («Interpretación de un texto oscense en
aljamía hebrea», «Un zéjel aragonés del siglo XV»), o caracteriza el tradicionalmente
llamado latín notarial aragonés. Aplica, incluso, las técnicas de la geografía lingüís-
tica para mostrar la distribución de distintos fenómenos en el Aragón medieval.
14. Yo misma me encargué de elaborar el «Estado actual de las hablas altoara-
gonesas» en las Jornadas de Filología Aragonesa10; en la bibliografía final incluía 31
títulos, 32 si sumamos uno de los más importantes, el Atlas Lingüístico Etnográfico
de Aragón, Navarra y Rioja, que tiene su entrada por ALEANR. El primero, cronoló-
gicamente, Estudios sobre el Octavario de Doña Ana Abarca de Bolea (1945), que
ofrece una selección de poemas —representativos del barroco aragonés— de esta
religiosa oscense y el análisis pormenorizado de tres composiciones en las que se
reflejan algunos rasgos lingüísticos propios de la Sierra de Guara, junto con cierta
influencia de la lengua sayaguesa: Albada al nacimiento, Bayle pastoril al na-
cimiento y Romance a la procesión del Corpus. Tres años más tarde publicó El
habla del Campo de Jaca, la primera monografía extensa dedicada a una comarca
altoaragonesa, trabajo pionero al que seguirían el de Badía sobre el valle de Bielsa
y el de González Guzmán sobre el valle de Aragüés.
Otras veces el estudio de la variedad propia de un determinado lugar no se
hace con exhaustividad sino atendiendo a algunos aspectos significativos: «Dos
10
Castañer (1999).
[ 269 ]
ROSA M.ª C ASTAÑER MARTÍN
11
Pueden verse datos acerca de las características de esta obra, y una relación de algunos de los
títulos surgidos a partir de ella, en Castañer-Enguita (1989).
12
Lagüéns (1999: 180).
[ 270 ]
MANUEL ALVAR, PASIÓN POR L A FILOLOGÍA
16. Y una posición relevante para el aragonés medieval corresponde a los dos
primeros volúmenes de los Estudios sobre el dialecto aragonés (1973 y 1978), en
los que se reúnen algunos de los capítulos del Dialecto aragonés y una selección
de artículos publicados con anterioridad, todos ellos convenientemente revisados;
se incluyen, por ejemplo, «Grafías navarro-aragonesas», «Elementos romances en el
latín notarial aragonés (1035-1134)» o «La formación del apellido en los antiguos
documentos aragoneses». El tercer volumen de estos Estudios sobre el dialecto ara-
gonés (1998) se encamina por otros derroteros; los cuatro trabajos que lo integran
están unidos por un denominador común, la geografía lingüística. En «¿Dialecto
aragonés o geografía lingüística de Aragón?» el autor hace referencia al desigual
nivel de conocimientos que sobre la realidad lingüística de nuestra región se tenía
en 1953, fecha de publicación del Dialecto aragonés, y la que ha podido alcanzar-
se tras la aparición del ALEANR; explica también las razones por las que prefirió no
reimprimir aquel, a pesar de que en distintos momentos tuvo la posibilidad de
hacerlo: «nunca quise ceder al halago: mis trabajos de esos años me habían hecho
ver que solo la geografía lingüística podía ofrecernos la obra que necesitábamos.
El Dialecto aragonés bien estaba como era y no había que volver sobre él». Ahora,
tras el ALEANR, «tenemos una geografía total y no parcelillas limitadas: las hablas ara-
gonesas cobran cabal sentido por lo que cada una es en sí y por lo que significa
con respecto a las otras... tenemos la posibilidad de hacer una nueva obra» y el
resultado ya no será —afirma el investigador— «El dialecto aragonés sino una
Geografía lingüística de Aragón»13, y «Geografía lingüística de Aragón» es, precisa-
mente, el título de otro de los artículos incluidos en estos Estudios, que se com-
pletan con «Antigua geografía lingüística de Aragón: Los peajes de 1436», donde se
pone de relieve la posibilidad de hacer compatible el análisis de unos documen-
tos del siglo XV con la visión geolingüística de la nueva dialectología, y con
«Correspondencias léxicas entre el bearnés y el aragonés». Son cuatro trabajos pen-
sados y realizados a partir del ALEANR los que integran este tercer volumen; la uni-
dad metodológica no impide que en cada uno de ellos varíe el punto de vista
adoptado y sea diferente la línea de investigación que el autor nos propone.
17. La historia externa y la evolución interna, lo histórico y lo sincrónico no
pueden separarse —resulta evidente— en la labor investigadora de Alvar: solo
conociendo el pasado es posible entender el presente y solo conociendo las cir-
cunstancias históricas podremos justificar las vicisitudes lingüísticas. De la misma
manera, sus investigaciones sobre antiguos textos literarios aragoneses combinan
la esmerada edición con un minucioso análisis lingüístico y con una aguda obser-
vación de los aspectos estilísticos, visión de conjunto que constituye, precisamen-
te, la esencia de la filología: recordemos, a este respecto, la Vida de Santa María
Egipcíaca. Estudios. Vocabulario. Edición de los textos. Las consideraciones estilís-
13
Alvar (1998: 20-22).
[ 271 ]
ROSA M.ª C ASTAÑER MARTÍN
14
Alvar (1988: 11).
[ 272 ]
MANUEL ALVAR, PASIÓN POR L A FILOLOGÍA
FINAL
20. Por su personalidad y su extenso y valioso curriculum se ha ganado un
merecido prestigio y la profunda admiración de quienes lo han conocido; basta ver
la enorme trascendencia de su obra o las dedicatorias de algunos de sus colegas y
discípulos. De él dice Gregorio Salvador:
La vastedad de su obra produce pasmo. Dialectología, historia de la lengua, topo-
nimia, literatura medieval, literatura contemporánea... Lo que él ha hecho en cada una
de estas parcelas de nuestra filología hispánica hubiera bastado para crearle a cualquie-
ra un nombre y un prestigio indiscutido.... En todas estas parcelas es maestro, pero hay
una, la dialectología, la geografía lingüística de nuestra lengua, de la que es campeón
indiscutible. A todos los que lo hemos seguido en este terreno nos ha dejado muy atrás:
Continuando la alegoría deportiva, podríamos decir que marcha destacado en cabeza,
denodado y solitario, imbatible en la más dura y áspera tarea que le es dado empren-
der a un lingüista: la investigación de campo, la descripción de la lengua viva15.
15
Salvador (1983: 10).
[ 273 ]
ROSA M.ª C ASTAÑER MARTÍN
16
Alvar (1991: 239-242).
[ 274 ]
MANUEL ALVAR, PASIÓN POR L A FILOLOGÍA
BIBLIOGRAFÍA
ALCINA, J. y J. M. BLECUA (1975): Gramática española, Barcelona, Ariel.
ALVAR, E. (1983): «Bibliografía», en Philologica Hispaniensia in honorem Manuel Alvar, vol. I,
Madrid, Gredos, pp. 23-47.
ALVAR, M. (1986): Hombre, etnia, estado: Actitudes lingüísticas en Hispanoamérica, Madrid,
Gredos.
ALVAR, M., dir. (1988): Enciclopedia temática de Aragón, vol. 7, Zaragoza, Editorial Moncayo.
ALVAR, M. (1991): Pasos de un peregrino, Madrid, Espasa Calpe.
ALVAR, M. (1998): Estudios sobre el dialecto aragonés, vol. III, Zaragoza, Institución «Fernando
el Católico».
CASTAÑER, R. M. (1999): «Las hablas altoaragonesas. Estado actual de la cuestión», en Jornadas
de Filología Aragonesa en el L Aniversario del AFA, vol. II, Zaragoza, Institución «Fernando
el Católico», pp. 265-317.
CASTAÑER, R. M. y J. M. ENGUITA (1989): «Una década de estudios sobre el ALEANR», AFA, XLII-
XLIII, pp. 241-257.
LAGÜÉNS, V. (1999): «Estado actual de los estudios sobre el aragonés medieval», en Jornadas
de Filología Aragonesa en el L Aniversario del AFA, vol. II, Zaragoza, Institución «Fernando
el Católico», pp. 163-264.
QUILIS, A. (1983): «Biografía», en Philologica Hispaniensia in honorem Manuel Alvar, vol. I,
Madrid, Gredos, pp. 15-21.
SALVADOR, G. (1983): «Presentación», en Philologica Hispaniensia in honorem Manuel Alvar,
vol. I, Madrid, Gredos, pp. 9-12.
SARALEGUI, C. (1992): «Aragonesisch/Navarresisch», Lexikon der Romanistischen Linguistik,
VI/1, pp. 35-54.
[ 275 ]
LOS ESTUDIOS LITERARIOS DE MANUEL ALVAR
(NOTAS SOBRE LOS CONTEXTOS CULTURALES
DE UNA OBRA FILOLÓGICA)
[ 277 ]
MARÍA ÁNGELES NAVAL
1
R. Menéndez Pidal, «Caracteres primordiales de la literatura española con referencias a las otras
literaturas hispánicas, latina, portuguesa y catalana», en Guillermo Díaz Plaja, Historia general de las
Literaturas hispánicas, Barcelona, Vergara, 1969 [1.ª ed. 1949], pp. XV a LXI. Recuerdo algunas de las
características destacadas por Menéndez Pidal en aquel entonces: sobriedad y sencillez; austeridad
moral; realismo; parquedad en lo maravilloso y fantástico; agudeza. Alvar destaca para la literatura es-
crita en Aragón los siguientes rasgos: el carácter moral, la ponderación, la moderación o equilibrio en
el barroco aragonés, la agudeza de conceptos y el didactismo.
2
J. C. Gay Armenteros (1999: p. 168) señala que no se encuentran excesivas diferencias entre el
modelo historiográfico tradicionalista y el liberal-institucionista: «En ambos casos hay idéntico substra-
to patriótico forjado en el romanticismo decimonónico, y en ambos casos son los siglos medievales los
referentes para cualquier debate sobre el futuro de España, de Cataluña, de los fueros vascos o de la
singularidad andaluza...». El artículo es una reflexión sobre la dificultad de hacer historia sin atender a
parámetros de carácter nacionalista-esencialista.
[ 278 ]
LOS ESTUDIOS LITERARIOS DE MANUEL ALVAR (NOTAS SOBRE LOS CONTEXTOS CULTURALES DE UNA OBRA FILOLÓGIC A)
3
Véase el capítulo «Filología y lingüística en la España del siglo XX» de Juan Alcina Franch y José
Manuel Blecua, Gramática española, Barcelona, Ariel, 1980 (1.ª ed., 1975), pp. 164-183: «La formación
de los lingüistas españoles que cursaron sus estudios en los años cuarenta (E. Alarcos Llorach, Manuel
Alvar, Diego Catalán, Fernando Lázaro o Félix Monge) se caracteriza por una continuidad de la voca-
ción filológica del primer tercio del siglo XX, transmitida por las obras de los investigadores citados y
por el magisterio de Dámaso Alonso, Manuel García Blanco y Rafael Lapesa» (p. 177).
[ 279 ]
MARÍA ÁNGELES NAVAL
tomar partido en relación con las tesis de don Américo o sin obviarlas o ladearlas
a conciencia, dada la repercusión que tuvieron. La confluencia en los estudios de
Alvar de lo judío y lo español los hace apuntar hacia cuestiones polémicas. Alvar
analiza la relación de estas endechas, saetas u oinas, con la tradición lírica hispá-
nica. Estos trabajos escrupulosísimos desde el punto de vista filológico y realiza-
dos en el seno de la escuela neotradicionalista de Menéndez Pidal se mueven, aun-
que casi imperceptiblemente para la mirada actual, en el difícil terreno de conquis-
tar márgenes para la autonomía de los trabajos científicos en el seno de las insti-
tuciones de la España de Franco. Véase por ejemplo cómo el inicio en 1941 de la
publicación de la revista Sefarad dependiente del CSIC se hizo acompañar de una
nota editorial, precedida del retrato del caudillo Francisco Franco, en la que se
invocaba el patrocinio de don Marcelino Menéndez Pelayo y de Arias Montano
para justificar los estudios sobre temas judíos. Todos estos preliminares eran nece-
sarios para obtener el nihil obstat en favor del estudio de la presencia de lo judío
en la cultura española o viceversa. En esa nota editorial se dice, tratando de hala-
gar el antisemitismo de la propaganda del régimen:
No fue en España donde el judaísmo cobró el carácter materialista que cierta parte
de sus sectores manifiesta. Fue en la Provenza, relajada e infestada antes por los albi-
genses; fue en la Italia averroísta y paganizante del Renacimiento [...]. Recoger e inven-
tariar el acervo cultural hebraicoespañol [...], destacar los acentos españoles que aún
guarden los sefardíes, será, pues, otra de las aspiraciones de la Escuela de Estudios
Hebraicos (p. 4).
4
Como mera información acerca de las polémicas que promovió la obra de Américo Castro pos-
terior a 1936 en el hispanismo en general, puede verse el clásico libro de José Luis Gómez Martínez
(1975).
5
Una realidad intelectual tan fracturada como la que quedó al final de la Guerra Civil fomentó
[ 280 ]
LOS ESTUDIOS LITERARIOS DE MANUEL ALVAR (NOTAS SOBRE LOS CONTEXTOS CULTURALES DE UNA OBRA FILOLÓGIC A)
[ 281 ]
MARÍA ÁNGELES NAVAL
Con este mismo pensamiento rector dedicó en 1972 una extensa monografía a
Juan de Castellanos, autor de Elegías de varones ilustres de Indias. La monografía
se titula Juan de Castellanos. Tradición española y realidad americana y analiza
cómo se enfrenta la lengua de Castilla a la captación del nuevo mundo, para lo
cual lleva a cabo un estudio de vocabulario en el que detecta la procedencia de
diferentes indigenismos de la obra (voces araucas o taínas, antillanas, caribes,
8
«Menéndez Pidal: geografía lingüística y geografía folclórica», Boletín de la Real Academia
Española, LXVIII (1988), pp. 375-385, la cita en p. 383. En un artículo de 1966, «Estado actual de los atlas
lingüísticos españoles», Arbor, 243 (1966), había reconocido el magisterio de Menéndez Pidal y las inci-
dencias de la guerra en los proyectos del maestro y sus discípulos. Dámaso Alonso establece también
la sucesion de generaciones de discípulos de Menéndez Pidal en «Menéndez Pidal y la lingüística espa-
ñola», Ínsula, 157 (diciembre de 1959).
[ 282 ]
LOS ESTUDIOS LITERARIOS DE MANUEL ALVAR (NOTAS SOBRE LOS CONTEXTOS CULTURALES DE UNA OBRA FILOLÓGIC A)
[ 283 ]
MARÍA ÁNGELES NAVAL
[ 284 ]
LOS ESTUDIOS LITERARIOS DE MANUEL ALVAR (NOTAS SOBRE LOS CONTEXTOS CULTURALES DE UNA OBRA FILOLÓGIC A)
Otra cuestión relacionada con el hispanismo del exilio que aflora en estas pági-
nas es la de la estilística de Amado Alonso (muerto en 1952)9. Dice Alvar: «Creo
que Amado se anticipó a Dámaso pero fue Dámaso quien llevó más adelante lo
que habían sido unos finísimos hallazgos teóricos» (1977: p. 24). En este libro se
destaca la capacidad teórica de Dámaso Alonso que, partiendo de raíces vossleria-
nas y spitzerianas llegó, digamos en solitario, a formulaciones próximas al estruc-
turalismo jacobsoniano y hjelmslevano (la lengua es una substancia para que la
literatura se realice) e incluso de la semántica estructural de Greimas.
Esta capacidad de adaptación y evolución es, para Alvar, un rasgo de la filolo-
gía española, que hace notar al hablar del calado teórico de Dámaso Alonso pero
también al describir las virtudes de la metodología positivista de Ramón Menéndez
Pidal:
Menéndez Pidal fue positivista, pero no se limitó a seguir una escuela y dar los pro-
blemas por resueltos. (...) vino a coincidir con otros métodos, porque el desvelamien-
to de su poesía tradicional le obligó a conocer el sentido de la variante; es decir, fren-
te a la visión monolítica de los hechos, la relatividad. O si se quiere con otras palabras:
el acto comunicativo frente a la abstracción, y he aquí que esto no era otra cosa que
llegar a la antinomia saussureana del habla frente a la lengua. Don Ramón había sido
ginebrino avant la lettre. (1988, p.379)
Ese fijarse en el habla y no en la lengua, fue —mucho antes que en Saussure— una
ocupación literaria que le llevó a la poesía tradicional, al valor de las variantes, al sen-
tido de la geografía, a lo que es la sociedad en la que los hechos se producen. Con
reducciones de manual, vendríamos a ver que su idealismo era también sociología
(1988, p. 383).
Los propios trabajos de Manuel Alvar merecen idéntico encomio desde este
punto de vista de su capacidad de adaptación y evolución en diferentes contextos
científicos10.
Me parece que no es aventurado afirmar que la prosa profesional histórico-filo-
lógica en general se ha refrenado en la expresión de la afectividad del estudioso.
Sin embargo eso que podemos llamar afectividad y que esconde en ocasiones una
elaboración autobiográfica del propio estudioso, como ha analizado Ignacio Peiró
9
Recuérdese que el Curso de lingüística general de Ferdinand de Saussure fue traducido al cas-
tellano y anotado por Amado Alonso quien lo publicó en 1945 en la colección de la editorial Losada
de Buenos Aires que el mismo A. Alonso fundó: «Filosofía y teoría del lenguaje». En esta colección se
publicaron en castellano los textos más significativos desde el punto de vista teórico de Charles Baylli
y Karl Vossler.
10
Podemos leer en el discurso de investidura como doctor honoris causa de la Universitat de Va-
lència pronunciado por Ángel López cómo Alvar, partiendo de los proyectados atlas de Menéndez Pidal,
«ha sido el primero en introducir los métodos informáticos entre nosotros, o el iniciador de la Socio-
lingüística, que supo aplicar métodos estrictamente sociológicos al estudio de las variaciones idiomáti-
cas o el decidido paladín de un concepto diferente de literatura medieval» (en Manuel Alvar, 1987,
p. V).
[ 285 ]
MARÍA ÁNGELES NAVAL
[ 286 ]
LOS ESTUDIOS LITERARIOS DE MANUEL ALVAR (NOTAS SOBRE LOS CONTEXTOS CULTURALES DE UNA OBRA FILOLÓGIC A)
junto con la creación literaria y los estudios sobre literatura rigurosamente contem-
poránea: el estudio sobre El mundo novelesco de Miguel Delibes, los artículos sobre
las producciones más experimentales de Cela (Mazurca para dos muertos, en con-
creto) o la evocación de Miguel Ángel Asturias recogida en el volumen De Galdós
a Miguel Ángel Asturias (1976).
En 1958 publicó un ensayo sobre la poesía de Delmira Agustini, la escritora
modernista. Este trabajo hace un seguimiento de los rasgos del modernismo que
podemos calificar como rubendariano en la escritora: presentación de un mundo
ennoblecido por el arte, la suntuosidad ornamental o las piedras preciosas; am-
bientación exótica en el espacio y en el tiempo; la construcción de una poesía
sensorial apoyada en la adjetivación; estudio de la espiritualidad heteróclita y del
misticismo finisecular en la elaboración de los temas amorosos por parte de la
autora.
En este y en otros estudios posteriores sostuvo Alvar la concepción dicotómica
de la literatura finisecular defendida por Díaz-Plaja, y fundada en el método de las
generaciones aplicado al fin de siglo español por Hans Jeschke, cuyo estudio La
generación del 98 (edición española de 1954) cita el aragonés en varias ocasiones.
Una de las pasiones críticas de Manuel Alvar ha sido Antonio Machado, con fre-
cuencia cita pasajes de la prosa crítica de Machado en sus propios trabajos y ha
sido editor muy influyente de su poesía y de su prosa. La edición de Austral (1975)
ha sido leidísima y con ella conocieron a Machado buen número de los afortuna-
dos alumnos del antiguo Bachillerato Unificado Polivalente que podían cursar la
antigua literatura de COU. En la visión que ofrece Alvar de Machado domina la
concepción escindida del fin de siglo, modernismo frente a noventayochismo. Por
ejemplo Alvar hace un estudio de «la tarde» sin referirse demasiado a los términos
«símbolo» o «simbolismo», prefiriendo un concepto que no constituye categoría de
periodización histórica: connotación. En cambio, al trazar la evolución de Soleda-
des a Campos de Castilla, habla de «la conversión de Machado al noventayochis-
mo» y de la aparición en Machado de «cierto tipo de patriotismo» (1979: p. 24). En
algunos pasajes la propia retórica apasionada de Alvar nos lleva a percibir en An-
tonio Machado unas exaltaciones de lo épico y lo antiburgués que quizá descon-
textualizan Campos de Castilla aproximándolo hacia un pensamiento de exaltación
española, que sí podemos encontrar en otros poetas que Alvar relaciona con
Machado: Gerardo Diego o Dionisio Ridruejo (1979: p. 31). Ese cambio de orien-
tación de Machado lo describe Alvar en terminos de abandono de «la torre de mar-
fil», huir de Francia o cobrar un sesgo épico (1979: p. 25). Más adelante considera
que Campos de Castilla es un libro de «pasión española» (1979: p. 29) y que Ma-
chado al subjetivizar el paisaje «nos transmite su mensaje poético, personal, espa-
ñol» (1979: pp. 31-32). Al hablar de La tierra de Alvar González y del caínismo
ofrece una referencia a la Guerra Civil y a la muerte de Machado: «Vino el vendaval
y Machado fue arrastrado por él y en él murió» (1979: p. 39). La recuperación de
[ 287 ]
MARÍA ÁNGELES NAVAL
11
«Una generación poética (1920-1936)», recogido en Poetas españoles contemporáneos, Madrid,
Gredos, 1958.
[ 288 ]
LOS ESTUDIOS LITERARIOS DE MANUEL ALVAR (NOTAS SOBRE LOS CONTEXTOS CULTURALES DE UNA OBRA FILOLÓGIC A)
BIBLIOGRAFÍA
ALVAR, Manuel (1945): Estudios sobre el «Octavario» de Doña Ana Abarca de Bolea, Zaragoza,
Institución Fernando el Católico.
ALVAR, Manuel, ed. (1951): José Mor de Fuentes. Bosquejillo de su vida y escritos, Granada,
Universidad.
ALVAR, Manuel (1970a): Americanismos en la «Historia» de Bernal Díaz del Castillo, Madrid,
CSIC-Instituto Miguel de Cervantes.
ALVAR, Manuel y María Teresa RUBIATO (1971): Cantos de boda judeo-españoles, Madrid, Insti-
tuto Arias Montano.
ALVAR, Manuel (1972): Juan de Castellanos: tradición española y realidad americana, Bo-
gotá, Instituto Caro y Cuervo.
ALVAR, Manuel (1976): Aragón. Literatura y ser histórico, Zaragoza, Libros Pórtico.
ALVAR, Manuel (1979): «Prólogo» a Antonio Machado, Poesías completas, Madrid, Espasa-Cal-
pe, Colección Austral (1.ª ed., 1975).
ALVAR, Manuel (1976a): Visión en claridad. Estudios sobre ‘Cántico’, Madrid, Gredos.
ALVAR, Manuel, ed. (1980): Antonio Machado, Los complementarios, Madrid, Cátedra.
ALVAR, Manuel, ed. (1981): José Mor de Fuentes, Bosquejillo de la vida y escritos, Zaragoza,
Guara.
ALVAR, Manuel (1988): «Menéndez Pidal: geografía lingüística y geografía folclórica», Boletín
de la Real Academia Española, LXVIII, pp. 375-385.
ALVAR, Manuel (1996): Los otros cronistas de indias, Madrid, Cultura Hispánica.
[ 289 ]
MARÍA ÁNGELES NAVAL
ASENSIO, Eugenio (1992): La España imaginada de Américo Castro, Barcelona, Crítica, (1.ª
ed. 1966).
GÓMEZ MARTÍNEZ (1975): Américo Castro y el origen de los españoles:historia de una polémi-
ca, Madrid, Gredos.
MAINER, José-Carlos (1981): «De historiografía literaria española: el fundamento liberal», en
Santiago Castillo y otros (coords.), Estudios de Historia de España. Homenaje a Manuel
Tuñón de Lara, Madrid, UIMP, pp. 439-472.
MAINER, José-Carlos (2000): «La invención de la literatura española», Historia, literatura, so-
ciedad (y una coda española), Madrid, Biblioteca Nueva, pp. 151-190.
MARAVALL, José Antonio (1960): Menéndez Pidal y la historia del pensamiento, Madrid, Edi-
ciones Arión.
MENÉNDEZ PIDAL, Ramón (1947): «Los españoles en la historia. Cimas y depresiones en la
curva de su vida política», Historia de España, Madrid, Espasa-Calpe, vol. I, pp. IX-CIII.
MENÉNDEZ PIDAL, Ramón (1969): «Caracteres primordiales de la literatura española con refe-
rencias a las otras literaturas hispánicas, latina, portuguesa y catalana», en Guillermo
Díaz-Plaja, Historia general de las Literaturas hispánicas, Barcelona, Vergara (1.ª ed.
1949), pp. XV-LIX.
Montoro Romero, Ricardo (1981): La Universidad en la España de Franco (1939-1970) (un
análisis sociológico), Madrid, Centro de Investigaciones sociológicas.
PASAMAR ALZURIA, Gonzalo (1991): Historiografía e ideología en la postguerra española: La
ruptura de la tradición liberal, Zaragoza, Prensas Universitarias.
PEIRÓ MARTÍN, Ignacio (2001): «La historiografía española del siglo XX: aspectos instituciona-
les y políticos de un proceso histórico», en Antonio Morales Moya, Las claves de la
España del siglo XX. La cultura, Madrid, pp. 45-73.
PÉREZ GARZÓN, Juan Sisinio (1999): «El debate nacional en España: ataduras y ataderos de ro-
manticismo medievalizante», Ayer, 36 (monográfico coordinado por Juan C. Gay Armen-
teros, Italia-España.Viejos y nuevos problemas históricos), pp. 159-176.
WHITE, Hayden (1992): El contenido de la forma. Narrativa, discurso y representación histó-
rica, Barcelona, Paidós.
[ 290 ]
LA POÉTICA DE
FERNANDO LÁZARO CARRETER
[ 291 ]
LUIS BELTRÁN ALMERÍA
jugan la recolección de los mejores frutos del pensamiento literario europeo y nor-
teamericano con el impulso de un pensamiento independiente fundado sobre la
propia experiencia investigadora. Esa obra merece un estudio de conjunto que
intente profundizar en los rasgos que le permiten —y le van a seguir permitiendo
en el futuro— mantenerse viva, actual, superadora de las modas intelectuales o de
estados de opinión superficiales, tan habituales en el universo de la Filología. No
tengo noticias de que esta tarea haya sido abordada, excepción hecha de alguna
ocasión solemne1. Esta exposición no va a poder cubrir esta laguna, pero sí va a
intentar abrir alguna vía de comprensión de la magnitud de la propuesta de este
ilustre aragonés. Voy a limitarme a un esbozo de su poética —éste es el término
que Lázaro ha defendido denodadamente como el más idóneo para esta discipli-
na—, reduciendo ésta a unas pocas cuestiones fundamentales, en especial a aque-
llas en las que la influencia de las ideas lazarianas me ha resultado más profunda
y provechosa, esto es, el problema de los géneros literarios y la naturaleza de la
obra de arte verbal —la obra en sí—. Y ello con el propósito de encuadrar el pen-
samiento de Lázaro en el marco de la gran crisis del pensamiento literario del siglo
XX; queden para otra ocasión proyectos como la aproximación al conjunto de sus
tareas filológicas, el estudio detallado de su evolución teórica o su influencia en la
llamada escuela española de filología.
Pero un acercamiento al pensamiento literario de Lázaro que se contenga en los
límites señalados no daría cuenta de la tensión esencial de ese pensar. Tensión
esencial es el término que emplea Th. S. Kuhn para designar la cualidad primera
que un científico debe atesorar: la capacidad para tolerar la crisis y desenvolverse
en un escenario crítico. «No hay conmoción inútil, y ésta ha producido algunos
efectos saludables», escribe Lázaro a propósito de «la pequeña tempestad» que
supuso el debate sobre la relación de la Poética con la Lingüística (1976: 36). Lo
que diferencia a Lázaro de otros grandes filólogos españoles del siglo XX es la
plena conciencia de habitar en un dominio en profunda crisis, sin dejar por ello
de mostrar una saludable templanza. La trayectoria investigadora de Lázaro se halla
guiada por la conciencia de crisis que le lleva a cuestionar los métodos existentes
y a una búsqueda inquieta entre las novedades metodológicas, búsqueda en la que
se da un cierto equilibrio entre las adhesiones entusiastas y cierta distancia escép-
tica. «Hay algo de irracional —dice Lázaro— en toda refutación destemplada de lo
que ha sido la ciencia en un momento dado, por cuanto en ella suelen entrar moti-
vos pasionales transitorios, tantos como motivos científicos» (1976: 37). Ese talan-
te inquieto y exigente ha permitido a Lázaro pasar de la Estilística heredada de su
1
Me refiero a la laudatio pronunciada por Félix Monge en el acto de entrega del VIII Premio
«Menéndez Pelayo», que correspondió a Fernando Lázaro, el 18 de julio de 1994. Monge glosa el papel
desempeñado por Lázaro como educador de un público muy amplio —con sus críticas teatrales y la
serie «El dardo en la palabra»—, su trabajo para el Manual de estilo de la Agencia Efe, sus investigacio-
nes lingüísticas, los estudios de poética diacrónica y los de teoría poética.
[ 292 ]
L A POÉTIC A DE FERNANDO LÁZARO C ARRETER
2
Las referencias a Bajtín en la obra reciente de Lázaro son frecuentes. Sólo en el libro De poéti-
ca y poéticas aparecen cinco menciones, todas ellas en cuestiones relevantes.
[ 293 ]
LUIS BELTRÁN ALMERÍA
LA ESTILÍSTICA DE LÁZARO
La primera etapa de la obra crítica de Lázaro tiene un carácter inequívocamen-
te estilístico. Recordemos que Lázaro fue discípulo de Dámaso Alonso. En la «Nota
preliminar» de Estilo barroco y personalidad creadora (1966) puede leerse la
siguiente declaración de principios: «Todos [los ensayos que componen el libro]
son fruto de un mismo método crítico, que huyendo del impresionismo intuitivo,
trata de definir simultáneamente los rasgos peculiares de una época […], y las
notas personales con que distintos literatos se inscriben en ella. A este método
corresponde la intención de contemplar las obras concretas desde las coordenadas
biográficas y culturales precisas en que aquéllas se producen. Pensamos que no es
lícito —o es imperfecto— considerar el poema o la novela o el drama como enti-
dades clausas y solitarias, o bien interpretar la producción toda de un escritor
como un conjunto más o menos inmóvil, y definible, por tanto, en términos de
validez general. La obra literaria es un fragmento de vida y un trozo de historia;
ninguno de estos puntos de referencia debe ser olvidado, de donde resulta que
ejercitar la crítica supone en alguna medida hacer biografía».
Casi un cuarto de siglo después Lázaro parece replicar estos entusiasmos ini-
ciales. «La Estilística de orientación idealista se lanzó vorazmente a la captura de
detalles formales, que, descontando a maestros de extraordinario saber y profun-
da intuición, sólo eran un inventario heterogéneo, sin que se advirtiese un princi-
pio explicativo común a todos. Y cuando este se intentaba era para referirlos al
autor —a la persona concreta del autor—, más que al poeta en que el hombre o
la mujer delegan para escribir, quien, si alcanza altura de verdadero artista, se debe
a que ha sido, a la vez, artífice con fundamento y propósitos estéticos definidos.
Sólo una Poética de los escritores puede dar sentido al trabajo ulterior de la Esti-
lística» (1990: 11).
Otro matiz aparece en ese mismo libro a propósito del realismo de los novelis-
tas de principios de siglo. «Para nada —dice Lázaro— voy a referirme al estilo: par-
ticipo de las dudas de Bajtín sobre la capacidad instrumental de la Estilística para
penetrar en ese conjunto polifónico, en ese mosaico de tipos diversos de lengua
que es una novela» (1990: 129). Quizá lo más relevante de la etapa estilística de
Lázaro resulte precisamente el hecho de que, pese al rechazo del método, sus tra-
bajos de estos años siguen manteniendo todo su interés, pues se fundaron no tanto
en un método indagador de detalles formales como en un saber e intuición que
permiten soslayar las insuficiencias de la orientación metodológica. En todo caso,
en el tránsito a un más allá de la estilística se empieza a fraguar el genuino pen-
samiento de Lázaro.
[ 294 ]
L A POÉTIC A DE FERNANDO LÁZARO C ARRETER
[ 295 ]
LUIS BELTRÁN ALMERÍA
[ 296 ]
L A POÉTIC A DE FERNANDO LÁZARO C ARRETER
lenguaje literal. A esta nueva tarea consagra una serie de artículos reunidos poste-
riormente en su libro Estudios de lingüística (1980). El resultado del nuevo rumbo
del pensamiento lazariano puede resumirse en la superación del paradigma jacob-
soniano sin la ruptura completa con el método formal. Quizá habría que matizar
lo anterior advirtiendo que Lázaro sigue sosteniendo las principales claves de ese
pensamiento formal y funcional que, durante el siglo XX, se ha opuesto al positi-
vismo, a pesar de que su última orientación apunta más allá del alcance de ese
pensamiento. La solución que da Lázaro al problema de la definición del lenguaje
literal pasa por la distinción entre dos niveles posibles de estudio del lenguaje: el
lenguaje en cuanto sistema significante y el lenguaje en cuanto acto comunicativo
—esto es, serie de mensajes—. Para llegar aquí Lázaro desecha otras vías teóricas
—las de Van Dijk, K. Hamburger o la estética misma, de la que dice, no sin razón,
que sus puntos de vista han impedido históricamente penetrar en el fondo de la
cuestión (1980: 174)—. La teoría de la comunicación debe servir para definir y
comprender el acto comunicativo literario. Para ello no basta con atender a una
sola función del lenguaje —como había hecho Jacobson— sino a todas ellas. El
resultado es una concepción de la literatura superior a las que ha barajado el pen-
samiento estructural y otras orientaciones del pensamiento lingüístico. En efecto,
no tiene sentido buscar una sola línea caracterizadora, como se había hecho hasta
entonces y se ha seguido haciendo después. La propuesta de Lázaro es superior
porque se funda en el concepto de mensaje, muy próximo a los de enunciado y
género, que permite un punto de vista superior al del método formal. Esta pro-
puesta sobrepasa las fronteras de la concepción lingüística de la literatura para
entrar en el dominio de una concepción artística —en una forma específica de
comunicación—, a pesar de los reparos que tal línea suscita, basados en la inca-
pacidad histórica de la estética para dar soluciones a sus problemas.
Aunque, por fuerza, haya de pasar sin el necesario detenimiento en la propues-
ta comunicativa de Lázaro, sí quiero subrayar alguno de sus aspectos. El que más
poderosamente me llama la atención es su caracterización del mensaje literario
como utópico y ucrónico, por oposición al carácter ocasional de la mayor parte de
los géneros orales, o incluso a la dimensión documental de otros géneros literales
—como los géneros del lenguaje forense—. Es evidente que la trascendencia de
esa caracterización no ha sido debidamente explorada. También llama la atención
la claridad con que es superada la concepción estrechamente lingüística que ha
dominado los estudios de poética. Citando a M. Marghescou, Lázaro subraya que
es imposible hallar la literariedad de la literatura al nivel del componente lingüís-
tico, al igual que la humanidad no se encuentra en las células humanas (1980: 178).
Las conclusiones a las que llega Lázaro tras esta crisis de modelo teórico son
prudentes. «Sólo mediante el estudio de poéticas particulares —dice Lázaro— re-
sultará posible alcanzar convicciones científicas valiosas acerca de las diferencias
entre el idioma de los escritores y el estándar. Y, tal vez, se llegue a describir, por
[ 297 ]
LUIS BELTRÁN ALMERÍA
Un nuevo paso en esa dirección estética viene dado por la relevancia concedi-
da a la categoría de género literario. La novela picaresca fue quizás el dominio que
sirvió a Lázaro para afirmar el interés del concepto género literario. Le interesa
especialmente el papel de los epígonos en el desarrollo del género. Para Lázaro el
género está basado en unos rasgos esenciales, que concibe como «un dato argu-
mental o constructivo, sujeto, bien a reiteración, bien a manipulaciones por escri-
tores posteriores» (1972: 213). También explica que tal concepción supone el aban-
dono de la inducción —que lleva al escepticismo— para comprender el género
como una elaboración dinámica en la que cada obra supuso una toma de posición
distinta ante una misma poética. Parece buscar ya un método compatible con lo
que más adelante llamará una historia de las formas literarias.
En «La poética del arte mayor castellano» aparece la afirmación de que la obra
literaria es un sistema estético. Y ese sistema viene dado por la serie literaria y, más
en concreto, por «el género en que se inscribe.» Por eso resulta trascendental deli-
mitar «la poética de los géneros como introducción previa al estudio de las obras
concretas y de los estilos individuales» (1976: 75). La aproximación de Lázaro a la
categoría de género se produce al calor de la herencia formalista —sintetizada por
Tomachevski— pero de inmediato apunta más allá de los límites del método for-
mal. La relevancia que Lázaro concede a la categoría de género literario va más allá
de un pasajero entusiasmo doctrinal y alcanza el estatus de seña de identidad de
su pensamiento literario. En el artículo titulado «Sobre el género literario» Lázaro
llama la atención sobre la escasa fecundidad que ha tenido esta categoría en la his-
toria de la filología. Tan desalentador panorama le lleva a preguntarse si no será
preferible la opción croceana por la «unidad irreductible de la obra concreta», que
reduce el valor del género literario a mera apoyatura escolar para la didáctica de
la literatura. La respuesta es negativa. El género literario se impone al autor por la
presión que ejerce sobre él la historia literaria. Sólo los genios se libran parcialmen-
te de esa presión para crear nuevos géneros. La concepción del género resulta
esencialmente coercitiva. Expresiones como «acción coercitiva», «mise en ordre»,
«molde» (1976, 116) revelan una apreciación mecánica de los géneros literarios. Y,
[ 298 ]
L A POÉTIC A DE FERNANDO LÁZARO C ARRETER
sin embargo, el mismo impulso teórico que subyace en este artículo —inicialmen-
te una comunicación leída en el congreso fundacional de la Sociedad española de
literatura comparada (SELGYC)— disuelven ese mecanicismo estructural en un marco
más amplio y firme. Las conclusiones de este trabajo reivindican una historia com-
partimentada de los géneros, lejos de cualquier clasificación lógica y apriorística,
ya que su naturaleza es histórica, válida para un tiempo dado. Y aconsejan utilizar
los grandes nombres como simples indicios o pistas, «al modo de Foster cuando
trata de la novela» (1976: 119). Pero el momento más significativo de esta reflexión
sobre los géneros lo alcanza Lázaro al constatar el síntoma de crisis para el méto-
do formal que evidencia la contradicción entre la permanencia de las estructuras
genéricas y la evolución ideológica de sus contenidos. «Con ello —afirma— toca-
mos el límite del método formal, para abocar a otras posibilidades de la crítica»
(1976: 119). Y prosigue con esta solución de compromiso: «el método estructural o
funcional (…) resulta tan insuficiente como necesario para establecer los caracte-
res de un género, y para situar una obra en la trayectoria del mismo» (1976: 120).
A la hora de describir la poética de Ortega Lázaro otorga gran importancia al
rechazo orteguiano a la negación de los géneros de Croce. Ortega afirma la reali-
dad de los géneros literarios y les concede un carácter superior al de modo de la
enunciación —rasgo dominador de la teoría de los géneros desde Aristóteles— o
al de simples reglas a las que el autor debe someterse. Para Ortega —y esto pare-
ce suscitar la adhesión de Lázaro— los géneros son «fondos o contenidos que bus-
can una determinada forma para manifestarse» (1990: 101). La negación croceana
de la entidad de los géneros suscita la reacción de Ortega al entender que el ide-
alismo delirante supone la salida de la literatura del territorio de la razón.
A propósito de los géneros líricos Lázaro ha elaborado una doctrina teórica en
la que trata de dar cuenta de los grandes tópicos del debate acerca de la poesía
(1990: 15-75). Convergen en esta exposición teórica la necesidad de una compren-
sión del género lírico con los debates sobre mitos tales como el lenguaje poético,
la teoría hermenéutica, y el estatus del poeta y del lector en la obra literaria. En
este dominio de la lírica Lázaro ha llevado a cabo de forma más completa su pro-
grama de interpretación del fenómeno literario como acto comunicativo. En ese
acto tienen un papel protagonista el poeta (distinto del autor como persona física)
y el lector —cabría añadir ideal—. Y a ese protagonismo les corresponden una
semiología del poeta y otra del lector y una pragmática de esa relación entre
ambos sujetos. La aproximación a esas semiología y pragmática permite a Lázaro
negar la posibilidad de un lenguaje literario o poético basado en un sistema pro-
pio o autónomo. Para Lázaro no hay un lenguaje poético, sino el lenguaje de los
poetas y de los poemas. A propósito de esta conclusión añade Lázaro otra no
menos relevante, que el modelo lingüístico de Saussure y de Chomsky no se puede
aplicar a la poesía. La razón es que ese modelo es sólo una abstracción útil a los
lingüistas, pero no una realidad que pueda oponerse a otra que sería el lenguaje
[ 299 ]
LUIS BELTRÁN ALMERÍA
poético (1990: 59 y sigs.). Ese momento de ruptura con la manifestación más radi-
cal del objetivismo lingüístico representa uno de los momentos culminantes del
proceso de reflexión teórica y de ruptura con el teoricismo formalista llevado a
cabo por Lázaro.
3
Una tradición de pensamiento estético ha diferenciado entre las formas estéticas y las formas
del material verbal. Esta línea se inicia en la Antigüedad con Plotino y culmina en el pensamiento de
Bajtín en la actualidad, pasando entre otros por pensadores como F. Schlegel y Novalis, en el primer
romanticismo alemán. Mientras que las formas del material verbal son el centro de interés de corrien-
tes como el llamado formalismo, esa corriente de pensamiento estético se fija en las formas del conte-
nido, principio supremo de la obra artística. A propósito de la concepción de la inmanencia volvere-
mos más adelante sobre esta dualidad de las formas literarias.
[ 300 ]
L A POÉTIC A DE FERNANDO LÁZARO C ARRETER
[ 301 ]
LUIS BELTRÁN ALMERÍA
[ 302 ]
L A POÉTIC A DE FERNANDO LÁZARO C ARRETER
monológicos, elaborados sólo con la palabra del autor; pero está incapacitada para
tratar de la clase de novela que inaugura Cervantes» (1985: 116-117).
Un aspecto que quiero destacar una vez más es el profundo polemismo conte-
nido en la propuesta de la Poética diacrónica. Ese polemismo actúa en todas las
direcciones posibles. A la estilística idealista le reprocha su negativa programática
de la historia. A la historia literaria al uso le niega su validez científica. A la histo-
ria de la lengua estándar le demanda una reflexión acerca de lo que puede y no
puede hacer. Y en conclusión declara que para afrontar el lenguaje literario «los
métodos que se han aplicado, aun los más válidos para investigar el estándar, no
sirven» (1990: 92). Este polemismo multidireccional nos remite de nuevo a la ten-
sión esencial del investigador ante la crisis, que, como podemos apreciar, no remi-
te ni siquiera en la edad tardía.
REALISMO Y ESTÉTICA
[ 303 ]
LUIS BELTRÁN ALMERÍA
ratura, inserta ya en sus orígenes. Tal reivindicación crítica del realismo de la litera-
tura española exasperaba a Ortega y Gasset, que vio en el realismo una falacia de
la crítica, en general, y un rasgo de patrioterismo hispánico, en lo inmediato.
Lázaro retoma la reflexión orteguiana acerca del realismo. Si Ortega había radi-
calizado su rechazo a la tópica complacencia en el realismo hispánico al extremo
de igualar el realismo con el idealismo (1990: 97), Lázaro busca un dominio espe-
cífico del realismo. Distingue entre la naturalidad expresiva y la verdad del conte-
nido. La naturalidad expresiva es una forma de realismo, pero no el realismo. No
existe el lenguaje realista. El realismo consiste en la coherencia de los rasgos que
caracterizan a lo fabulado. El resultado de esta posición es atractivo porque es
dinámico. El realismo no se deja fijar. Lo que no impide a Lázaro ofrecer una pri-
mera exposición de una ley histórica de la narrativa, que ofrece dos grandes tesis:
que el realismo pierde vigor con la reiteración y que continuamente surgen fórmu-
las sustitutivas de renovación del realismo. Esta concepción se funda sobre la
suposición de una multiplicidad de métodos para alcanzar el realismo. La conclu-
sión es que caben «tantos realismos como autores u obras convirtamos en objeto
de nuestra crítica» y que debemos definir a cada paso el alcance del realismo,
entendido como «el trozo de realidad sobre el cual informa y la poética de la
mímesis que adopta frente a otras poéticas» (1976: 141). Quizás sea una conclusión
demasiado sumaria y abstracta. Ya había advertido Lázaro al principio de este tra-
bajo que el hallazgo de una solución al problema del realismo es incompatible con
el método indagatorio que se dispone a seguir. En efecto, la relevancia de esta
aproximación teórica al realismo se funda en la clarificación de cuestiones de
fondo y en las observaciones sobre obras concretas —por ejemplo, la ejemplifica-
ción que ofrece a propósito del Quijote y el Persiles y su verosimilitud—.
En trabajos posteriores Lázaro ha depurado su argumentación acerca del realis-
mo. A propósito de la poética de Ortega nos permite vislumbrar la raíz de su inte-
rés por el realismo y su querella. Uno de los juicios que le merece ese interés orte-
guiano parece traslucir el interés propio de Lázaro. «Uno de los problemas que más
intensa y originalmente preocupó a Ortega, como teórico de la literatura —dice—
es el de averiguar cómo una materia tan tozudamente inartística como es la vida
común de los hombres puede penetrar en el terreno artístico y transustanciarse en
belleza» (1990: 98). Y no me parece exagerado suponer que al mismo Lázaro le
incumbe esta observación, pues en sus trabajos al hablar de dimensión artística
suele señalar los rasgos lírico-poéticos, cuya esencia, como él mismo explica en su
aproximación teórica al realismo, es incompatible con el realismo.
A propósito de los novelistas de 1902, como denomina a Unamuno, Baroja y
«Azorín», podemos leer quizá la muestra suprema de esta crítica del realismo. Láza-
ro señala el rechazo del realismo galdosiano que alimentaron estos escritores y
cómo ellos suscitaron una forma nueva de realismo, lo que la crítica ha dado en
llamar subjetivismo, un realismo más atento a cómo la realidad se refleja en el indi-
[ 304 ]
L A POÉTIC A DE FERNANDO LÁZARO C ARRETER
LA OBRA EN SÍ
[ 305 ]
LUIS BELTRÁN ALMERÍA
[ 306 ]
L A POÉTIC A DE FERNANDO LÁZARO C ARRETER
lo extraliterario […] los que permiten verificación en la serie literaria, y los que
proporcionan soluciones conciliables con las de otros problemas vecinos» (1990:
82). Resulta, en cambio, mucho más clarificador a estos efectos enfocar un aspec-
to del pensamiento de Lázaro, el de su concepción de la literatura misma. A pro-
pósito del lugar que corresponde a la literatura en la educación, Lázaro escribió
páginas magistrales en las que podemos leer la siguiente declaración nada com-
placiente con un sentido técnico de la inmanencia: «Debe enseñarse a ver cuanto
dice la obra, pero también los espacios que dibuja con sus silencios. Todo artista,
como todo hombre en el ejercicio de su albedrío, contrae una responsabilidad; un
joven ciudadano tiene que ser adiestrado para explorarla con justicia, proporcio-
nándole los códigos sociales o psicológicos o políticos o morales con que tuvo que
contar el escritor. Es así como el saber histórico literario alcanza sentido e ilumina
nuestro presente y habilita para el autoanálisis del comportamiento» (1973: 27).
Incluso la apelación a la frase de Flaubert resulta significativa en esta encruci-
jada de la inmanencia. En la misma correspondencia flauberteana de la que se ha
extraído la referencia a la obra en sí puede leerse lo siguiente: «usted dice que
presto demasiada atención a la forma. ¡Ay de mí! Es como cuerpo y alma: la forma
y el contenido son una sola cosa para mí; no sé que es el uno sin el otro. Cuanto
más aguda sea la idea, esté segura de ello, más aguda sonará la frase. La exactitud
del pensamiento contribuye (y es la misma) a la de la palabra». La concepción for-
malista de la inmanencia parte del presupuesto contrario. Mil veces han llamado
Genette y compañía a fijarse exclusivamente en el significante ignorando el signi-
ficado ¡como si eso fuera posible!».
En conclusión, el principio de la obra en sí reúne al mismo tiempo la inevita-
ble contribución del pensamiento de Lázaro a su tiempo y la carga de futuro que
contiene. Entendido desde el dogma formalista ese principio ha quedado por com-
pleto obsoleto. Entendido desde la perspectiva de la estética se ve sometido al cas-
tigo de la proscripción de la actualidad. Claro que para este contratiempo también
tiene su remedio el ideario lazariano. Me permito recordar estas sabias palabras:
«Está muy claro que el neo-idealismo no constituye una fórmula actual, pero debe-
mos abstenernos de creer que la última palabra es la palabra final. […] tantos fenó-
menos de regreso o de rectificación como hoy se observan deberían hacer más
cautos a quienes, para calificarse, deben proscribir» (1976: 38).
Naturalmente quedan otros aspectos del pensamiento literario de Lázaro que
merecerían una exposición detenida. Sobre todo resulta imprescindible para obte-
ner una imagen mínimamente suficiente de su alcance prestar alguna atención a
su compromiso con la causa de la unidad de la lengua española, pues ilumina sus
motivaciones respecto a la tarea del conocimiento del lenguaje literario como
método cohesor de la lengua (1976: 55; 1990: 76). Y, por encima de este compro-
miso, aun podemos encontrar otro supremo, el compromiso con la educación y
con la enseñanza de la literatura. Al definir la misión del profesor de literatura,
[ 307 ]
LUIS BELTRÁN ALMERÍA
[ 308 ]
L A POÉTIC A DE FERNANDO LÁZARO C ARRETER
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
ALONSO, D. (1983): «Dedicatoria», en Serta Philologica F. Lázaro Carreter: natalem diem sexa-
gesimum celebranti dicata, Madrid, Cátedra, p. VII.
FLAUBERT, G. (1965): «Correspondencia», en M. Allott, Los novelistas y la novela, Barcelona,
Seix-Barral, p. 390.
LÁZARO CARRETER, F. (1972): Estilo barroco y personalidad creadora, Salamanca, Anaya.
LÁZARO CARRETER, F. (1972): Lazarillo de Tormes en la picaresca, Barcelona, Ariel.
LÁZARO CARRETER, F. (1973): «Cuestión previa: el lugar de la literatura en la educación», en
AA.VV., El comentario de textos, Madrid, Castalia, pp. 7-29.
LÁZARO CARRETER, F. (1976): Estudios de Poética, Madrid, Taurus.
LÁZARO CARRETER, F. (1980): Estudios de lingüística, Barcelona, Crítica.
LÁZARO CARRETER, F. (1985): «La prosa de Cervantes», en A. Egido (ed.), Lecciones cervanti-
nas, Zaragoza, CAZAR, pp. 113-129.
LÁZARO CARRETER, F. (1990): De poética y poéticas, Madrid, Cátedra.
LÁZARO CARRETER, F. (1992): «Para una lectura espiritual del Cántico espiritual, de San Juan
de la Cruz.», en Ciclo de conferencias de la Real Academia Española pronunciadas en la
Fundación Ramón Areces, Madrid, Fundación Ramón Areces, pp. 145-170.
MONGE, Félix (1995): «Premio Menéndez Pelayo a Fernando Lázaro Carreter», Boletín de la
Biblioteca Menéndez Pelayo, LXXI, pp. 3-9.
[ 309 ]
ÍNDICE
José-Carlos MAINER
Prólogo .............................................................................................. 5
Juan Carlos ARA TORRALBA
«Por la copia». Los hallazgos de Ricardo del Arco ............................ 9
Alberto MONTANER FRUTOS
La bibliografía aragonesa: periodización y estudios sobre manuscri-
tos ...................................................................................................... 27
Genaro LAMARCA LANGA
Aragón y sus libros. Fuentes bibliográficas aragonesas en el siglo
XX y sus antecedentes ...................................................................... 101
José Luis ALIAGA JIMÉNEZ
Crónica de un proyecto inacabado: el Estudio de Filología de Ara-
gón ...................................................................................................... 121
M.ª Luisa ARNAL y Vicente LAGÜÉNS
La contribución de los investigadores extranjeros a la Dialectología
aragonesa............................................................................................ 149
José M.ª ENGUITA UTRILLA y Javier GIRALT LATORRE
Una revista para la Filología de Aragón: el AFA ................................ 185
Federico CORRIENTE
Los estudios árabes en Aragón: pasado, presente y futuro.............. 211
M.ª Antonia MARTÍN ZORRAQUINO
María Moliner, filóloga por vocación y por su obra ........................ 223
José-Carlos MAINER
José Manuel Blecua: en el texto ........................................................ 241
Rosa M.ª CASTAÑER MARTÍN
Manuel Alvar, pasión por la Filología .............................................. 261
María Ángeles NAVAL
Los estudios literarios de Manuel Alvar (notas sobre los contextos
culturales de una obra filológica)...................................................... 277
Luis BELTRÁN ALMERÍA
La poética de Fernando Lázaro Carreter .......................................... 291
[ 311 ]