Texto 2. Beyhaut.

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TEXTO 2. BEYHAUT. AMERICA LATINA, DE LA INDEPENDENCIA A LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL.

CAPITULO 5: EL PROBLEMA DE LA MANO DE OBRA Y LOS COMIENZOS DE LA INMIGRACION


EUROPEA.

El crecimiento de las economías exportadoras y el incremento constante de la demanda europea


de materias primas se tradujeron en América latina en un creciente requerimiento de brazos
destinados a la producción. Era difícil responder a las exigencias. Quienes habían sido explotados
bajo la condición forzada del trabajo servil no podían responder a las nuevas exigencias.
LA CARENCIA DE MANO DE OBRA: Desde la época colonial, este problema se había resuelto
mediante la introducción de esclavos de procedencia africana. La supresión de la trata de negros,
que se generaliza desde la aplicación de la Aberdeen Act en 1845 (según la cual todo navío
implicado en la trata de negros o sospechosos de estarlo debía ser perseguido aun en aguas
territoriales), fue haciendo cada vez más sensible la carencia de trabajadores, lo que se tradujo en
una suba general de salarios.
DESINTEGRACION DEL REGIMEN ESCLAVISTA EN AMERICA LATINA: La carencia de mano de obra
tendió a acentuarse a medida que en las diversas republicas americanas se iba produciendo la
liberación de los esclavos. Alrededor de 1850 habrá desaparecido o estará en vías de desaparecer
la mano de obra servil. El proceso conducente a este resultado atravesó etapas conocidas:
prohibición de introducir nuevos esclavos, libertad de vientres y aboliciones parciales. Los
factores que impulsaron este proceso fueron varios. Quizá el más importante se vincule a las
características económicas propias del sistema esclavista. El sistema esclavista imponía límites al
proceso de racionalización de la producción y a la rentabilidad económica.
El esclavo debía ser alimentado, vestido y alojado, aun fuera de las épocas de zafra; costaba por lo
tanto cierta retribución diariamente renovada. En realidad, en el sistema esclavista, el objetivo
inmediato estaba en la organización y control de la mano de obra. La continuidad en la actividad
se lograba por la violencia y la disciplina más estricta.
La economía esclavista, además, presentaba un escaso dinamismo para adaptarse a las
fluctuaciones de un mercado regido por normas capitalistas. La gran inversión inicial en mano de
obra, como capital fijo, creaba una sensible desventaja frente al empresario que empleaba mano
de obra libre, éste solo debía retribuir trabajo ya realizado y no tenía que invertir nada.
Mientras la trata aseguró un abastecimiento adecuado y relativamente barato, la capacidad de
reacción de la economía no se vio perjudicada seriamente. Pero a partir del momento en que la
oferta de mano de obra esclava fue enraizándose, se produjo una aceleración del proceso de
desintegración del sistema. Esta rigidez del sistema esclavista también se manifestaba ante una
depresión del mercado. La reducción de la producción no se podía hacer conforme a las
previsiones y necesidades determinadas por la coyuntura desfavorable. En efecto, la mano de
obra esclava no era pasible de una contracción inmediata, de modo que el empleo de esclavos y,
por consiguiente su productividad, podían marcar un ritmo independiente de las necesidades de la
producción. La disponibilidad de cierta cantidad de mano de obra esclava imponía a la empresa
esclavista cierto nivel de producción, por debajo del cual no podía funcionar sin condenar al ocio
total a parte de su personal.
Además de las características específicas del sistema económico esclavista, que lo hacían poco
viable puesto en presencia de formas capitalistas, hubo otras circunstancias quizás de menor
incidencia pero que también favorecieron su desintegración.
Una de ellas fue el alto índice de mortalidad que hubo entre la población esclava. Hasta mediados
del siglo XIX una intensa corriente venía desde África a colmar los vacíos que dejaban las muertes
por agotamiento, o epidemias, intentos de fuga y rebeliones. Las deficiencias alimentarias, las
malas condiciones higiénicas y el trabajo excesivo hacían de ellos una víctima preferida.
Pero el incremento de la demanda europea había de coincidir justamente con la imposibilidad
de renovar la mano de obra esclava, a causa de la prohibición británica de la trata.
La creciente introducción de máquinas fue, a la vez, causa y efecto del proceso de desintegración
del régimen esclavista. Causa en la medida en que aquellas exigen técnicos o, por lo menos,
obreros especializados en su manejo; efecto porque la carencia de mano de obra estimulaba la
introducción de maquinarias.
Particular importancia para el proceso de decadencia de la esclavitud tuvo la política de Inglaterra,
fruto simultaneo de la evolución ideológica y de los intereses creados. La barata mano de obra
hindú brindaba en ese entonces a los ingleses los productos con los que podían competir con los
grandes centros esclavistas de Brasil o las Antillas.
EL CASO DE BRASIL: La situación de esclavitud en Brasil merece consideración especial. El
reconocimiento por Inglaterra en 1826, de un imperio brasileño independiente, le permitió a
aquella asimilar el tráfico negrero a un acto de piratería, con el consiguiente derecho de visita.
Pero debió esperar hasta 1831 para obtener una ley declarando libre a todo negro desembarcado
a partir de ese momento en Brasil. Esta disposición no fue cumplida.
Hasta mediados de siglo, el sistema esclavista era todavía la base firme de la organización
económica y social del Brasil. El 25 de marzo de 1847, el consulado francés de Bahia informaba
que la trata de negros constituía todavía el principal elemento de comercio de este puerto.
La primera consecuencia de la abolición efectiva de la introducción de esclavos a Brasil fue la
formación de un poderoso movimiento de comercio interior de éstos de norte a sur, de las
haciendas de caña a las de café. La explotación de la caña de azúcar era demasiado agotadora para
el esclavo cuyo precio subía sin cesar. Los propietarios de las nuevas haciendas de café en el sur
eran los únicos capaces de soportar esa suba. El cese de flujo de esclavos provocó también una
aguda crisis de mano de obra en la industria saladeril de Rio Grande del Sur, acentuada desde
1865 por la emigración de esclavos hacia los cafetales. De la crisis derivada de estos hechos se
recuperó Brasil al afirmarse al predominio del café como su principal producto de exportación.
La inmigración de colonos blancos y libres no solucionó la carencia de mano de obra para las
plantaciones; por otra parte, ya en 1884, cinco años antes de la abolición definitiva, la mayor parte
de los antiguos esclavos eran ya libertos; la economía riograndense, por ejemplo, ya no dependía
de la esclavitud.
En 1871, las cámaras aprobaron la ley 2040 de libertad de vientres, estableciendo que serían libres
los niños nacidos a partir de ese momento de madre esclava.
LOS PRIMEROS PALIATIVOS: Las dificultades para procurarse mano de obra impulsaron a buscar
refuerzos necesarios. La urgencia por reemplazar la corriente africana interrumpida incitó a una
parte de los capitales y navíos que habían participado de la trata de negros, a buscar sustitutos
en otros lados.
Muchos más eficaces todavía que las propagandas organizadas, eran las informaciones enviadas
por los propios emigrantes a sus familiares, las cuales constituían el mayor impulso o freno para el
flujo migratorio.
Estimulados por el deseo de aumentar la producción y de resolver el problema de la mano de
obra, muchos gobernantes concedieron facilidades especialmente a determinados núcleos
colonizadores en materia de autonomía religiosa, exención del servicio militar o convicciones
ideológicas. Tal es el caso del gobierno paraguayo, cuando favoreció la instalación de una colonia
socialista (nueva Australia), formada por quienes huían de la crisis en que se encontraba Australia
y que se habían persuadido de las ventajas de una organización colectivista.
CHINOS EN AMÉRICA LATINA: el principal aporte de la mano de obra china a la economía
latinoamericana se centró en Cuba, Perú, México y en Panamá para la construcción del canal. No
obstante, también otros países como Brasil, Ecuador y Venezuela recurrieron en parte a ella.
Después de la abolición de la esclavitud, Venezuela vio languidecer sus cultivos de cacao y llegó a
aprobar una ley de inmigración por la que se acordaba, entre otras concesiones, una prima de 25
pesos por cada chino que se introdujera en el país.
La enorme disparidad de su cultura con la del medio ambiente, la explotación a que se les sometía
y la característica tan distintiva de su idioma, hacían que los chinos permanecieran totalmente al
margen de la vida nacional.
COMIENZO DE LA GRAN INMIGRACION EUROPEA: Muchos gobernantes latinoamericanos,
influidos tal vez por el éxito de la inmigración en los Estados Unidos y animados por una gran
esperanza en las posibilidades del europeo hicieron desde muy temprano planes para el traslado
de emigrantes y su fijación en colonias. La inmigración masiva empezó en 1870 para la Argentina
y poco después hacia el Brasil.
Esta localización preferencial de los inmigrantes en la parte sur del continente obedeció a una
serie de factores entre los cuales hay que señalar: la semejanza del clima de estas zonas con el
de los países de emigración y el desarrollo rápido de los sistemas de transporte que permitió la
explotación de vastas regiones hasta entonces despobladas, hecho que a su vez, provocó una
mayor demanda de mano de obra.
La aprobación de la Homestead Act, en 1862, durante la presidencia de Lincoln, permitió
fomentar la colonización agrícola facilitando el acceso a la propiedad de la tierra a quien
estuviera dispuesto a trabajarla. La expansión paulatina de la frontera permitió en los Estados
Unidos ir haciendo de los recién llegados nuevos propietarios. En cambio, el predominio del
latifundio en América Latina lo hizo mucho más difícil. Otra diferencia emana de los grados de
capacitación técnica de los inmigrantes.
La inmigración presentaba dos formas fundamentales: espontánea y subvencionada. El segundo
caso fue la consecuencia de un interés oficial por el traslado, principalmente de agricultores,
para lo que se organizó campañas de reclutamiento, se subvencionó los pasajes y se vigiló, al
menos en teoría, la inserción del recién venido en los cuadros de la producción.
Pero la gran emigración europea hacia América Latina fue en lo fundamental una respuesta a
las posibilidades económicas que ofrecía el medio . Es cierto que estas grandes masas modificaron
sustancialmente las regiones que poblaron. Pero mientras que se les había llamado para llenar
zonas rurales, terminaron fortaleciendo el crecimiento urbano : se esperaba demasiado de su
arraigo en la producción agrícola y se subestimaron demasiado las dificultades provenientes del
sistema de gran propiedad de la tierra.
Si bien en América del sur la inmigración masiva fue un elemento fundamental para la expansión
económica en un primer momento, contribuyó también a distorsionar aún más la estructura
social, distorsión cuyos síntomas más evidentes son la existencia de un sector terciario
hipertrofiado y una gran urbanización sin modificación previa de las estructuras del campo, en
donde siguió predominando el latifundio.
En Brasil, el movimiento inmigratorio tiene raíces bastante antiguas. Se podría decir que empieza
en 1808 con el traslado de la corte portuguesa a Rio y la apertura de puertos al comercio. Sin
embargo, no es hasta mediados del siglo XIX entre los años 1888 y 1914.
Las fluctuaciones de la inmigración estuvieron estrechamente ligadas a la suerte del sistema
esclavista en Brasil cuando se reduce éste, aumenta la inmigración y se fija de preferencia en las
zonas menos marcadas por ese régimen o donde tiende a desaparecer aceleradamente.
Los primeros colonos conocieron las dificultades del aislamiento, la falta de mercados, los malos
caminos y los transportes costosos. Pero el precio de la tierra era bajo y los inmigrantes se
transformaron rápidamente en propietarios, fueron mejorando paulatinamente su situación. Así
fue surgiendo una democracia rural de pequeños propietarios, que se extendían desde el estado
de Rio Grande hasta los de Santa Catarina y Paraná, favorecidos tal vez por la inexistencia de una
clase de grandes terratenientes que pudiera aprovecharse del trabajo de los inmigrantes, como
ocurría en otras regiones. La situación de los colonos mejoraba a medida que se extinguía el
régimen esclavista. Los poderes públicos brasileños comenzaron a ocuparse de introducir, en
beneficio de los grandes propietarios, una clase nueva de trabajadores rurales. Mediante un
sistema de subsidios, favorecieron la inmigración, a fin de satisfacer las necesidades de mano de
obra creadas por la rápida expansión del cultivo de café. Hasta la ley de 1889, predominó el
sistema de contratos: el Estado contrataba con un empresario la introducción de determinado
número de inmigrantes. El principal defecto del sistema consistía que, con tal de llegar al número
requerido, el empresario brasileño se despreocupaba de las aptitudes del inmigrante, y así
vinieron muchos que no eran aptos para las tareas agrícolas. El nuevo régimen creado por la ley de
1889 era distinto: se fijaba por decreto, cada año, el número de inmigrantes que serían
subvencionados, y dentro de esa cifra toda compañía de navegación estaba autorizada a
transportar inmigrantes en tercera clase, por cada uno delos cuales recibiría una prima, siempre y
cuando fueran agricultores.
El estado actuaba de intermediario entre los dueños de las haciendas y los inmigrantes,
procurando establecer garantías reciprocas. Gracias a éstas, hubo posibilidades de ganancia
suficientes para los colonos como para que continuase el flujo constante de nuevos inmigrantes.
En el campo económico y social, el impacto de la colonización fue grande en las regiones donde
más se desarrolló. Los núcleos originales de colonos se transformaron progresivamente en
ciudades; las actividades artesanales del principio fueron tomando mayor amplitud y en muchos
casos sentaron las bases de pequeñas industrias en esas ciudades del interior.
No será sino a principios del siglo XX que se favorecerá la entrada de trabajadores especializados,
a medida que irá tomando auge la industrialización del país.
En argentina el impacto de la inmigración sobre la estructura demográfica fue decisivo como
solución momentánea al problema de la mano de obra que la expansión económica requería,
entre los inmigrantes predominaban los grupos de edades aptos para el trabajo, y había neta
mayoría de hombres sobre mujeres.
Puede considerarse que el proceso de integración del inmigrante al medio argentino se hizo en
dos etapas. En la primera, hasta 1880, la inmigración se inició con el plan de crear una
colonización de pequeños propietarios. En eso, la República Argentina no tuvo el mismo éxito
que Brasil, seguramente por la falta de tierras disponibles: las enormes extensiones
conquistadas a los indios pasaron casi de inmediato al sistema de explotación latifundiario.
El medianero y el arrendatario sustituyeron así al colono propietario e independiente, éste
terminó muchas veces por incorporarse a los centros urbanos en continuo crecimiento, donde
cambió de actividades dedicándose primordialmente al comercio.
En la segunda etapa, posterior a 1880, la política inmigratoria se limitó a tratar de proporcionar
una mano de obra abundante para conseguir una producción agrícola masiva, lo que acentuó
todavía más la tendencia del inmigrante a huir hacia la gran ciudad.
En cuanto a la actividad productiva, podemos dividir a los inmigrantes europeos en tres grupos
fundamentales: mano de obra no calificada, obreros especializados y técnicos empresarios.
Durante este periodo, la evolución económica en argentina necesitó mano de obra abundante en
el primer grupo, ante el auge de la producción cerealera, la extensión de las vías férreas y el
incremento de la construcción urbana. La demanda de obreros especializados y técnicos estuvo
limitada, dado que el crecimiento de la producción correspondía principalmente a las actividades
agropecuarias.
En la estructura social, la aparición del inmigrante no afectó la situación ni los intereses de las
tradicionales clases altas terratenientes. Los recién llegados, animados de propósitos de
mejoramiento y ascenso, contribuyeron a crear una serie de canales subsidiarios que
introdujeron novedades pero que a la vez dejaron intactas las estructuras tradicionales.

CAPÍTULO 6: LAS FORMAS DE LA EUROPEIZACIÓN.


LA EUROPEIZACIÓN COMO PROCESO DE ACULTURACIÓN: Los progresos en los medios de
comunicación y las relaciones de dependencia económica respecto a la Europa industrializada no
pudieron menos que influir poderosamente sobre la vida latinoamericana, intensificando un
contacto de culturas que se caracterizó por el creciente predominio de los patrones europeos.
Debe insistirse en dos puntos fundamentales:

1. Como bien lo ha señalado George M. Foster, dos sistemas culturales completos nunca se
ponen en contacto, ya que se ejercen procesos paralelos de tamización, intermediación e
interpretación.
2. Las diferencias más notorias entre el proceso de aculturación del periodo de la
colonización hispano- portuguesa consisten en:
a. En cuanto a los modelos, en vez de inspirarse en los patrones ibéricos, América Latina
se orientará hacia los que proceden de la Europa industrializada y muy
particularmente de Francia.
b. En cuanto a los intermediarios, ha desaparecido el conquistador peninsular y aumenta
el papel de las elites criollas.
c. En lo que se relaciona con los ritmos del contacto, ahora serán notoriamente más
acelerados, merced a la revolución en los medios de comunicación.
d. Se desdibuja aquella actitud misionera que la conquista había adoptado hacia los
indígenas al tiempo que los explotaba.
e. Al contrario de la época de la conquista, cuando la participación mayor en el proceso
de aculturación correspondió a hombres de la iglesia, se registra ahora una
intensificación del papel de los laicos.

DERROTA Y MARGINALIZACIÓN DE LAS CULTURAS INDIGENAS: Los postulados racistas serán


empleados frecuentemente para justificar la expansión sobre las áreas de culturas consideradas
inferiores o salvajes. En América latina esos principios se tradujeron en el desprecio y la
discriminación contra las culturas indígenas y negras.
Indios y negros constituían, para los racistas de entonces, razas inferiores, perezosas,
degeneradas, porque no respondían positivamente a la nueva demanda de aumento de la
producción.
Una ley declara elector, y por consiguiente, ciudadano, a todo hombre que sepa leer y escribir
pero apenas hay indios en ese caso. Manteniendo esta población en la ignorancia, el gobierno
persigue un propósito fiscal, porque el indio no elector está obligado a pagar anualmente un
impuesto único de veinte francos por cabeza.
A la población indígena no se le presentaba otra alternativa que someterse a la explotación más
aguda o replegarse hacia las selvas del trópico, hacia los territorios fríos del sur o las tierras más
pobres de la montaña.
Para entender la situación diferente que prevaleció en Chile después de la independencia, debe
tenerse en cuenta la existencia de dos zonas fundamentales: la primera de ellas al norte del Bio
Bio, donde predominó el mestizo y donde el indio como tal desapareció; más al sur, los territorios
dominados por los araucanos, que resistieron la penetración española y también, después de la
independencia, la chilena. Los araucanos se levantaron varias veces en armas a lo largo del siglo
XIX a causa de las diversas presiones que se ejercían contra ellos. Poco a poco quedaron sometidos
políticamente; la construcción de vías de comunicación, fundación de ciudades y la progresiva
implantación del régimen de propiedad privada de la tierra afectó notoriamente la condición del
indio, pese a lo cual aun en nuestros días sobreviven comunidades indígenas importantes en Chile.
En Argentina, la ofensiva final contra el indio irreductible del sur culminó en 1879 con la
expedición al mando del general Julio A. Roca.
En México, la independencia empeoró la situación del indio por el incremento del latifundio, de
formas de trabajo forzoso y la servidumbre por deudas. La progresiva división de las tierras de las
comunidades fomentó la propiedad y transformó a los indios en peones. Hubo diversas formas de
reacción del indígena: la pasividad que fue tildada de pereza o la rebelión armada misma que llegó
a asumir características muy serias.
ASPECTOS DEL CAMBIO CULTURAL: La europeización de la civilización latinoamericana fue fruto a
la vez de imposiciones externas y de una mayor receptividad por parte de ciertos grupos locales.
En relación con lo primero, debe destacarse el poderoso papel uniformador que desempeñó la
aplicación de la técnica a la producción y a las comunicaciones, en plena expansión del área de
influencia del capitalismo industrial. La atención latinoamericana se centró principalmente en
Inglaterra y en Francia. Antes de fines del siglo XIX ya el viaje en vapor entre Río y Europa duraba
tan solo 15 días. Las noticias llegaban en pocos instantes por el cable submarino; se iba perdiendo
la sensación de aislamiento. Los barcos traían nutrida correspondencia, periódicos y folletines a los
que era posible suscribirse regularmente, aportaban revistas especializadas de carácter científico,
de modas, otras destinadas al lector corriente o al mundo del comercio.
Los artículos europeos se fueron imponiendo progresivamente, en parte por el menor precio de
muchos de ellos y en parte por su carácter más novedoso.
Poco a poco se fue identificando a Europa como la cuna de todos los progresos, y europeo, paso
a ser sinónimo de civilizado. Lamentablemente, eso provocó el hábito de consumir, copiar e
imitar lo europeo, sin mayor intento de adecuarlo a las necesidades regionales.
Los numerosos testimonios de los viajeros europeos que recorren América Latina en la primera
mitad del siglo XIX insisten en la lentitud del ritmo de la vida, el enclaustramiento virtual de las
mujeres, el tiempo perdido en las visitas como forma habitual de vida en sociedad.
Hacia fines del siglo habrá un modo de vida común a las familias pudientes, que constituyen las
elites urbanas. Procurarán vivir en un barrio distinguido, en lujosa residencia, dando a sus hijos
una educación en consonancia con su posición social.
La europeización afectó también el mundo de las ideas. Penetró así en América Latina el
liberalismo económico, del que se dijo que “como la mayor parte de las mercaderías inglesas, no
se ha fabricado para ser consumido en el país, sino para la exportación”.
Casi todos los intelectuales latinoamericanos tenían amplia información sobre las novedades
intelectuales del viejo continente y facilidad de contacto con él. Con el crecimiento urbano se
desarrollaron los círculos católicos y las logias masónicas, las capillas literarias y las apasionadas
controversias provocadas por los primeros socialistas.
COMPORTAMIENTO CULTURAL DE LOS INMIGRANTES: se debe diferenciar el fenómeno de
europeización de las elites latinoamericanas, por una parte, y por otra el comportamiento cultural
de los inmigrantes.
Muchos de ellos eran campesinos desplazados para quienes la migración hacia la ciudad incluyó la
travesía del atlántico. Su asimilación presentó problemas durante algún tiempo; victimas del
rechazo altivo de las clases locales, se encontraron también en situaciones conflictuales con los
sectores populares criollos por diferencias culturales y rivalidad en el mercado de trabajo. Durante
un tiempo los extranjeros se nuclearon según su procedencia en diversas asociaciones (culturales,
recreativas, asistenciales), pero poco a poco las resistencias a la asimilación fueron
desapareciendo y a partir de la segunda generación se pudo advertir la progresiva integración de
esas sociedades en una masa hibrida, descendiente a la vez de extranjeros y criollos.
La integración cultural fue más acelerada en los sectores populares urbanos, donde hay mayor
espontaneidad y menores prejuicios.

CAPITULO 7: LA BÚSQUEDA DEL ORDEN


ANARQUIA Y CAUDILLISMO: El caso de Haití, primera revolución de colonizados, se dio en un
mundo aun no preparado para una transformación tan radical; el país era demasiado pequeño y
carecía de cuadros para encarar con posibilidades de éxito la vida independiente.
Al desaparecer el dominio colonial hispánico los rebeldes no fueron capaces de crear un verdadero
sistema sustitutivo eficiente. Si la independencia se había caracterizado por la lucha contra un
poder exterior, ajeno al continente, lo que advino después debió resolverse en una serie de luchas
interiores dentro de cada país.
Una importante consecuencia de las guerras por la independencia consistió en que una parte
considerable de la población se había acostumbrado al uso de las armas, había mejorado su
posición económica gracias a su ingreso en la milicia y encontrado jefes decididos a hacer respetar
esa situación.
La modalidad de las luchas impuso un tipo de relación muy personal entre jefes y subordinados.
Cada caudillo se debió preocupar por la protección de sus tropas, resolver sus pleitos internos,
interesarse en el mantenimiento de sus familias. Los subordinados se mostraban orgullosos de las
hazañas y del valor de sus jefes, cuyas órdenes seguían entusiastamente. Así, nació el caudillismo,
en medio de una anarquía que, por convertirse en forma de vida para muchos, no resultaba tan
temible como se la ha querido presentar. El predominio del caudillismo como modo político no ha
de explicarse solamente por el poder que concentraron algunos hombres; éste es meramente el
resultado de un pacto no escrito según el cual ellos recibían, pero a la vez tenían que retribuir. El
caudillo debía demostrar su coraje y la más amplia y continua solidaridad para con sus seguidores.
Tenía que abandonar toda actitud de falsa superioridad.
La guerra civil tuvo claros orígenes sociales. Entre sus oponentes se contaban, desde luego,
minorías urbanas, principalmente de comerciantes y letrados, y muchos grandes propietarios, que
en aquella veían una amenaza perpetua para sus haciendas.
La guerra civil, en suma, no fue sino la consecuencia lógica de un estado social y político, frente al
cual se revelaban impotentes los paliativos que los constitucionalistas intentaban aplicar. Debe
decirse que muchos políticos padecieron de una verdadera obsesión por la redacción de textos
constitucionales, malas adaptaciones de los Estados Unidos y Europa.
El federalismo fue la gran bandera izada por los que defendían la autonomía regional contra el
centralismo hegemónico ejercido por algunas ciudades que aspiraban a heredar aquellos
privilegios que, bajo el coloniaje, había tenido la metrópoli. Mediante un control rígido del
comercio y del manejo de los ingresos fiscales ciertos núcleos urbanos procuraron dirigir toda una
vida nacional en la cual, en desmedro del interior, hicieron desaparecer las autonomías locales.
EL MILITARISMO: militarismo y caudillismo se confunden en más de un aspecto, y muchas veces
estos términos se han usado indistintamente. Pero es conveniente establecer distingo, más en
cuanto a las fuerzas sociales que representaban que en lo relativo al uso habitual de estos
vocablos.
No había gran diferencia en la formación ni en el equipo bélico; reinaba la espontaneidad y las
luchas se sostenían con medios muy rudimentarios. Era natural que, en las condiciones
latinoamericanas, el vacío de poder creado por la desaparición del orden colonial provocara, entre
los distintos grupos que habían participado en la obtención de la victoria, una pugna por recoger
los frutos de ésta.
Poco a poco se fue diferenciando el poder armado de los caudillos del que emanaba de los
ejércitos regulares, que comenzaron adquirir mejor equipo, organización y disciplina. Lo que antes
era la adhesión de sectores populares armados a quienes les ofrecían ciertas posibilidades de
ascenso fue transformándose; la vida militar adquirió mayor singularidad e independencia. Pero
todavía en lo que se refería a la toma del poder, caudillismo y militarismo eran formas muy afines.
Los caudillos eran o habían sido militares. El ejército todavía no tenía cohesión suficiente como
para sobreponerse a las luchas regionales; en la mayor parte de los casos se fragmentaba
embanderándose en aquellas. Con el término de las guerras civiles y el predominio de las
dictaduras unificadoras, junto con la expansión de ciertas zonas en donde el orden y el respeto a la
ley cobraban una real importancia, el proceso se modificó sensiblemente. Las fuerzas armadas se
fueron transformando en organismos más unificados y centralizados que cada vez sirvieron menos
como expresión de caudillos rivales o de regiones contrapuestas.
Otro factor que contribuyó al predominio de los ejércitos nacionales sobre los diversos grupos
armados espontáneos fue la introducción, hacia fines del siglo XIX, de nuevas armas, como el fusil
rayado de retrocarga, de transportes, como el ferrocarril y de instrumentos de comunicación,
como el telégrafo eléctrico.
Hacia fines del siglo se produjo una evolución importante en las fuerzas armadas, caracterizada
por el surgimiento del profesionalismo. En esas condiciones, los cuerpos de oficiales dedicaron sus
energías al ejercicio y desarrollo de sus capacidades militares. El ejército estaba cambiando, y en
vez de representar la confluencia anárquica de todas las fuerzas, se disciplinaba, profesionalizaba
y modernizaba en la medida en que iba asumiendo las formas que corresponden a un grupo de
presión moderno que a la postre se transformó en un factor de poder muchas veces decisivo.
SIGNIFICADO DEL BANDOLERISMO: el bandolero fue un personaje típico en la vida
latinoamericana: lo encontramos en la historia y en el folklore de cada país. El proceso de
ocupación de la tierra en el periodo colonial fue muy irregular y confuso. Hubo quienes recibieron
sus tierras con los títulos en orden desde el primer momento, y hubo quienes las ocuparon de
facto.
En este aspecto el hecho dominante fue la expansión del latifundio. De modo que hubo en el
campo muchos hombres sin tierra y muchos ocupantes de facto que poco a poco fueron
desalojados de sus explotaciones. Cierta forma de bandolerismo derivó a su vez de la guerra
civil. Ésta implicaba una negación del orden establecido, no solamente en sus aspectos políticos
sino también económicos y sociales, y favorecía la toma de las armas y la formación de grupos que
debían autoabastecerse y actuar libremente durante un periodo.
Si durante un tiempo ocupar tierras y poblarlas sin autorización no se había combatido, llegó el
momento en que ese tipo de ocupante fue considerado precario y desalojado.
La afirmación del poder exigía acatamiento; en el interior de sus países, el latifundio abandonaba
cada vez más sus bases señoriales y paternalistas para adoptar progresivamente métodos más
modernos de explotación de tipo capitalista. En la medida en que estos criterios imponían la
obtención de mayores rendimientos, los latifundistas reclamaban el respeto de sus propiedades, y
lo hacían mediante variados expedientes: delimitaciones más claras, marcas a los ganados,
introducción de una disciplina más estricta entre la peonada, persecución a los cuatreros.
Se tipificó el delito de vagancia en las campañas; se dictaron diversas medidas para obligar a cada
hombre a vender su fuerza de trabajo y estabilizar su posición. Ante estas disposiciones una de las
respuestas sociales de los inadaptados rurales fue la práctica del bandolerismo, es decir, el aceptar
consecuentemente su posición al margen de una ley defensora de un orden que ellos no
entendían ni querían.
El bandolero era un hombre a caballo, lo que le confería independencia y rapidez de
desplazamiento. No solía ser repudiado por la población, salvo por los grandes propietarios.
Pronto muchos de esos bandoleros se hicieron famosos.
En México, el bandolerismo presentó dos formas principales. En un caso fue la expresión de
grupos mestizos independientes y en otro el de pueblos indígenas que luchaban duramente por la
supervivencia.
Pancho villa, en México mezcló la personalidad del bandolero clásico con la del soldado de la
nueva revolución. El bandolerismo creaba grandes dificultades para la expansión de las estructuras
de poder exigidas por el nuevo periodo de expansión económica y crecimiento hacia afuera, así
como para los intereses de los terratenientes, y por eso fue duramente combatido.
Un caso notable por sus proyecciones fue el que se dio en el nordeste brasileño a fines del siglo
XIX y principios del XX. Allí, múltiples crisis sociales contribuyeron a desencadenar la rebelión de
millares de campesinos. La agitación que comenzó por la acción místico- religiosa de grupos de
fanáticos, continuó con los bandoleros “cangaceiros” derrotados definitivamente tan solo a fines
de la década de 1930. A los campesinos empobrecidos no les quedaban otras soluciones que
vegetar en la más espantosa miseria, emigrar o rebelarse.
Paralelamente a estas explosiones colectivas se dieron diversas modalidades económicas de la
región, se hallaban particularmente predispuestos los vaqueros nordestinos. El apoyo que estos
bandoleros encontraban en la población, el hecho de que, como en otros lados, también aquí el
folklore recogiera, y glorificara sus hazañas, erigiendo en héroes locales a quienes a riesgo de sus
vidas desafiaban al orden imperante, son índices claros de que el bandolerismo era en el nordeste,
una respuesta desesperada al abandono en que iba quedando esa región de Brasil, a la situación
cada vez más difícil de sus masas campesinas.
EL INTERES POR CONSOLIDAR EL ORDEN: la primera consigna fue la total pacificación del campo y
el establecimiento allí del imperio de la ley, particularmente en lo ateniente a la propiedad privada
y al respeto a viajantes y extranjeros.
En el caso argentino esta etapa arranca desde la época de Rosas; en Chile desde el ascenso de
Portales al poder (1830). Pero es probable que un mexicano como Porfirio Diaz (desde 1876) y un
uruguayo como Lorenzo Latorre (desde 1875) sean más representativos de este proceso, por
combinar un poder fuerte con una serie de reformas modernizadoras muy a tono con las
aspiraciones extranjeras y favorables al crecimiento económico.
Creemos que se puede afirmar sin error que este proceso se adelantó en las zonas de mayor
expansión económica, vinculadas a los intereses europeos. El orden era necesario para el buen
funcionamiento de las haciendas, la defensa de las inversiones en las minas y ferrocarriles, la
colocación de líneas telegráficas, elementos que, a su vez, contribuyeron a afianzarlo.
La extensión de los servicios policiales en el interior sirvió tanto para reforzar el orden y el
acatamiento a las leyes como para debilitar el poder de los caudillos locales. Estos fueron
exterminados con saña (como hizo Rosas en Argentina) o se les indujo poco a poco a un cambio.
Por lo general, sin embargo, el caudillismo tradicional inició un lento cambio, se volvió menos
belicoso y menos radical; su prestigio político se transformó en un valor a emplear en otros
términos, y como sus propios prohombres habían adquirido tierras, disminuyó su hostilidad contra
los grandes propietarios. Al imponerse el hábito del voto en las zonas rurales, estos nuevos
caudillos, junto con los grandes terratenientes, pondrán su fuerza política al servicio de intereses
conservadores.
Durante este periodo de gobiernos autocráticos fueron duramente combatidos los bandoleros. El
alistamiento en la policía o en el ejército de línea ofreció algunas posibilidades de trabajo a los
inadaptados del campo. Éstos pudieron optar también por incorporarse a cuadrillas que
construían caminos, ferrocarriles, telégrafos. Durante un tiempo, todavía pudieron subsistir en las
distintas exploraciones rurales, en calidad de agregados.
Pero poco a poco este tipo de mano de obra fue desplazada por el peón asalariado. Las dictaduras
unificadoras fueron capaces de imponer reformas que tal vez habrían costado mucho introducir
por vía parlamentaria.
A diferencia de las oligarquías liberales, que en general actuaron contra los intereses de la iglesia,
las dictaduras unificadoras siguieron una política muy variable a este respecto.
LAS OLIGARQUIAS LIBERALES: la importancia creciente de las ciudades y la aplicación moderada
del sistema del sufragio permitieron en algunos casos el acceso al poder de las oligarquías
liberales.
¿Qué venía ocurriendo en América latina, principalmente en aquellos países más afectados por la
europeización y la expansión económica? Poco a poco, crecía la población de las ciudades. La
liquidación de las guerras civiles redundó en una hipertrofia del personal del estado. Se
extendieron los procesos de instrucción popular elemental y la formación universitaria de una
minoría selecta que aspiraba a participar de un modo u otro en la conducción del poder.
Fue necesario que la sociedad adquiriera cierta consistencia y se produjeran nuevos cambios. En
las oligarquías liberales fueron representados los principales intereses que antes actuaban de
manera más directa: el poder de los caudillos, ahora volcado al arrastre de votos a las urnas y a la
preocupación paternalista por sus clientelas electorales; los intereses del latifundio, fortalecidos
con el voto de los sectores rurales y con una abundante promoción de hijos de familias
propietarias que generalmente hacían su pasaje por la universidad. Pueden ser considerados
representativos de este nuevo tipo de régimen el de la Argentina posterior a Rosas, y anterior a
Yrigoyen (y muy particularmente el de la llamada generación del 80); el que se insinuó en el
Uruguay con el gobierno de Ellauri y perduró después de las dictaduras hasta el primer gobierno
de Batlle.
Las épocas de predominio político de las llamadas oligarquías liberales fueron épocas de remanso,
en que las turbulencias de la vida política aparecieron contenidas. Y como ya hemos explicado,
estas turbulencias no eran la resultante de alteraciones en profundidad, sino de la inadecuación
de las normas adoptadas constitucionalmente para resolver una serie de situaciones que incidían
en la falta de estabilidad política, aunque no alterasen de modo alguno las estructuras económicas
y sociales.
La aparición en el poder de las oligarquías liberales dio un complemento culto y una apariencia
democrática a esa serie de cambios que ocurrían en algunas zonas del continente como resultado
de los nuevos vínculos con Europa. Fueron periodos más aptos para el desarrollo de una literatura
y una oratoria de carácter político.
En el periodo de las oligarquías liberales las luchas entre católicos y anticlericales se hicieron más
visibles. Las organizaciones masónicas conocieron un auge inusitado. Si bien el liberalismo político
llevó a una defensa de las libertades y a una preocupación por el desarrollo institucional, en su faz
económica hizo de estos países regiones cada vez más dependientes del extranjero. La práctica de
la vida parlamentaria permitió que alguna vez se alzaran voces discordantes.

CAPÍTULO 8: LA POLÍTICA INTERNACIONAL Y LOS NUEVOS ESTADOS DURANTE EL SIGLO XIX

IMPERIALISMO E “INFLUENCIA”: LA DIPLOMACIA ALSERVICIO DEL COMERCIO: La diversidad de


opiniones acerca de la expansión imperialista de fines del siglo XIX ha ido produciendo una especie
de fatiga intelectual que deriva muchas veces en el olvido de lo esencial en este fenómeno. Es
cierto que no debe confundirse la vieja política colonial con el nuevo imperialismo, y también que
capitalismo financiero e imperialismo son términos cuya asociación es controvertida, pero esto no
quita significación al hecho real del beneficio que produce a algunos países su política exterior, en
detrimento de otros.
Lo que se percibe como desarrollo “inducido” o “hacia afuera”, imperialismo o “efecto de
dominación”, es parte de un mismo complejo de factores que explica el desequilibrio entre la
acción de las zonas industriales y las regiones periféricas.
La simple expansión de la economía capitalista fue un factor de grandes cambios en el mundo:
modificó sistemas de producción y determinó el traslado de poblaciones enteras. Se podría decir
que hay una inversión de la tendencia: lo que a fines del siglo XVIII y principios del XIX
desacreditaba los monopolios coloniales, se trocará poco a poco en una nueva forma de
colonialismo que llevará al reparto de África y a la penetración en Asia.
En la base de las justificaciones teóricas del imperialismo, había un denominador común,
compartido las más de las veces por las elites locales: la creencia en la superioridad europea.
En lo que se relaciona con América Latina, la acción imperialista fue más sutil. Los grandes estados
se preocupaban sobre todo por tener una diplomacia eficiente, bien informada, con capacidad
para intervenir en las cuestiones económicas y políticas más candentes.
Una muestra del espíritu intervencionista de los diplomáticos europeos nos lo brindan las
observaciones siguientes, que extraemos de la correspondencia de la representación francesa en
el Uruguay. En una nota del 9 de marzo de 1888 se comentaba, a propósito de la creciente
influencia económica argentina en el Uruguay, que faltaba poco para que se efectuara la unión
política de estos dos países: “Ese día se constituirán los Estados Unidos de América del Sur, y
Europa se encontrará frente a otra gran potencia en el nuevo mundo”.
De los métodos empleados muchas veces por las compañías extranjeras en su trato con los
funcionarios latinoamericanos, nos brindan un claro testimonio, por ejemplo, los interrogatorios a
que fueron sometidos en Inglaterra, en mayo de 1897, varios directores de la Compañía del
Ferrocarril Salitrero por un comité de accionistas que deseaba averiguar en qué se había gastado
una gruesa suma.
La correspondencia diplomática nos permite reconstruir los fines y las modalidades de la acción de
las potencias europeas para con América Latina. En resumen, queda en evidencia en ella que el
primer objetivo de la política europea fue la intensificación del comercio. Procurando mejorar sus
condiciones explorando las regiones, buscaron conseguir facilidades arancelarias y la cláusula de
nación más favorecida, obtuvieron la libre navegación de los ríos y el rechazo de las ofertas
comerciales de los rivales. Otro objetivo primordial en la política exterior de las grandes potencias
se centraba en la defensa de sus súbditos y empresas.
De un modo más sutil, pero no menos persistente, las grandes potencias lucharon por afirmar una
influencia que se iniciaba en el terreno cultural y terminaba en el campo más estrecho del
beneficio económico, sin encontrar mayores resistencias.
La independencia política había dado lugar a nuevas formas de dependencia. Del conjunto de
naciones industriales, Inglaterra fue la primera en detentar la hegemonía, aunque luego se
comenzaron a afirmar en el Caribe los intereses norteamericanos.
EL IMPERIALISMO INGLES: después de la independencia, los británicos procuraron sin éxito que
los nuevos estados adoptaran la monarquía como forma de gobierno. La hegemonía británica
sobre América Latina llegó a transformarse en modelo de dominación económica sin lazos
coloniales. La mayor parte de los intereses británicos estaba suficientemente protegida por la
simple posibilidad de competir libremente en los mercados del mundo.
El británico de clase baja es difícil de encontrar, al revés de lo que ocurre con inmigrantes de otros
países europeos y americanos. No ha habido afluencia de inmigrantes ingleses de las clases
pobres. Inglaterra es el país que en gran parte ha financiado los ferrocarriles, y éstos en los países
latinoamericanos, son cosas que llegan más al corazón del habitante de lo que es imaginable en
Inglaterra, Francia o Alemania.
El sistema británico tenía varios elementos fundamentales. La aplicación del vapor había colocado
a la marina inglesa en condiciones de superioridad, no solamente en el campo bélico sino también
en la competencia comercial del transporte marítimo en todos los mares del mundo. La revolución
industrial le dio para ofrecer una abundante producción fabril cuyas cantidades y precios le
aseguraron el predominio de los mercados. Su eficaz organización financiera y bancaria le permitió
acumular e invertir sus capitales en el fortalecimiento de su propio sistema.
Inglaterra dispuso de personal competente para el funcionamiento de esos complejos mecanismos
de empresa.
Fue la anticipada defensa de ese orden lo que llevó a Inglaterra a la más firme oposición contra los
planes favorables a la restauración del colonialismo español formulados por la Santa Alianza, y a la
misma causa obedecer la intervención británica en el Río de la Plata contra la política de Rosas y la
persecución de los navíos negreros que, no sin lucha, culminó con la eliminación absoluta del
pasaje de esclavos por el Atlántico al mediar el siglo XIX.
La acción de Inglaterra en América Latina, no obstante, no fue solo diplomática y económica sino
que se tradujo también en intervenciones armadas que emprendió a solas o en conjunto con otras
potencias.
SUS COMPETIDORES EUROPEOS: En su política de acción e influencia sobre América Latina,
Inglaterra no solo hubo de aceptar la compañía de Estados Unidos. Había otras potencias rivales;
entre ellas, Holanda.
En cuanto a Francia, la acción directa que quiso desempeñar resultó en cierto modo inversamente
proporcional a la enorme influencia cultural que estaba destinada a ejercer. La monarquía
burguesa del año 1830 inició relaciones con algunos estados latinoamericanos y participó
activamente en la intervención contra Rosas en el Rio de la Plata. La revolución francesa de 1848
fue muy celebrada en América Latina, donde tenían cierta influencia los grupos de emigrados
franceses.
Los grupos de elites de América Latina fueron adoptando cada vez más la educación y los patrones
de vida francesa; la calidad de los productos galos ejerció un atractivo especial en las clases altas;
al consumo suntuario se unieron múltiples lazos intelectuales en un momento en que España tenía
poco que ofrecer y cuando todavía pesaba respecto a ella el recuerdo de las luchas de la
independencia. Mientras que los británicos disfrutaban de las ventajas de su predominio
económico, los franceses robustecían su influencia en el frente cultural.
Después de la guerra contra Estados Unidos, en 1898, España perdió las dos últimas posesiones
americanas que conservaban, Cuba y Puerto Rico, así como Filipinas.

ESTABLECIMIENTO DE LAS BASES DEL IMPERIALISMO NORTEAMERICANO: al independizarse


América Latina, Estados Unidos no disponía de un plan político específico para la región. Las
instrucciones dadas por el secretario de Estado a sus representantes ante los nuevos gobiernos se
limitaron durante muchos años a reclamar en el plano económico y comercial la igualdad de trato
frente a las otras potencias y a pregonar las excelencias de la democracia republicana y del sistema
político norteamericano. Fue solo a partir de la segunda mitad del siglo XIX, cuando Estados
Unidos hubo solucionado sus problemas internos, que fueron echadas las bases económicas,
políticas e ideológicas del imperialismo que iba a caracterizar sur relaciones con Latinoamérica en
el siglo XX.
El hambre de tierras que llevó a los colonos norteamericanos cada vez más hacia el oeste y hacia el
sur en persecución de unas fronteras naturales que retrocedían a medida que ellos avanzaban, se
aplacó recién a finales de siglo. La expansión territorial de los Estados Unidos se efectuó en una
serie de etapas y por diferentes vías, pacificas o bélicas. En un principio, predominó el sistema de
compra directa: de la Luisiana a Francia en 1803 y de la Florida a España en 1819. Posteriormente,
la conquista de nuevos espacios se hizo por las armas.
En 1835-1836, Texas se separó de México, proclamándose independiente a instigación de los
colonos norteamericanos y pasó a integrar la Unión en 1845: al estallar, a consecuencia de esto, la
guerra entre México y Estados Unidos, éste se impuso y se anexó definitivamente (1848) una
inmensa franja de territorio constituida por Texas, Nuevo México, Arizona, California, Nevada y
Colorado.
A la vez causa y efecto de esa expansión territorial, el crecimiento económico de Estados Unidos
se hizo notable: entre 1790-1860, la población aumentó 8 veces; se establecieron las bases de una
vasta red de canales y de las primeras vías de ferrocarril; apareció la industria pesada, mientras
que la ligera (textil en particular) se desarrollaba considerablemente.
Al amparo del libre juego de la competencia de los precios, creció un capitalismo industrial y
mercantil con base en numerosas empresas medianas que fueron organizándose cada vez más en
forma de sociedades anónimas.
Fue sobre todo a partir de 1860 cuando la economía norteamericana experimentó sus mayores
cambios y una formidable aceleración de su desarrollo. El fin de la guerra civil, que vio el triunfo
del norte industrial sobre el sur agrario y esclavista (1865), fue determinante en esa nueva fase de
expansión interior.
En cuanto a la producción industrial, se desarrolló notablemente, al amparo de tarifas aduaneras
muy proteccionistas. El rasgo fundamental de la economía paso a ser el de la concentración de
empresas industriales; grandes consorcios tendieron a sustituir a las empresas medianas
existentes.
Se puede decir que el fin de la expansión de la frontera interna dio la partida a la aventura
imperialista norteamericana. En efecto, durante largo tiempo, aquel proceso había absorbido
contingentes humanos, capitales e iniciativas en la ampliación de las áreas de explotación; a fines
de siglo, al no quedar tierras vacantes ni territorios contiguos por colonizar, estas mismas fuerzas
quedaban libre de volcar sus energías hacia otros campos, más allá de las fronteras nacionales.
A mediados de siglo, Estados Unidos ya se había asociado exitosamente a los intentos europeos
para abrir los puertos chinos y japoneses del comercio occidental.
Desde 1870, aproximadamente, los hombres de negocios norteamericanos habían empezado a
demostrar un interés creciente en América Latina, viendo en este continente un gran mercado
potencial para su producción y aspirando a conquistárselo.
Finalmente, deben considerarse una serie de elementos de orden intelectual que fueron
preparando el nacionalismo expansionista.

CAPÍTULO 9: AFIRMACIÓN DEL IMPERIALISMO NORTEAMERICANO: a medida que avanza el siglo


XX se hace más notorio el desplazamiento de los intereses británicos, antes hegemónicos en
América Latina, por los norteamericanos.
LAS INTERVENCIONES:

1. PANAMÁ: Roosevelt provocó la escisión de esa región colombiana y la protegió con la


marina de guerra. El nuevo estado concedió a Estados Unidos, por tiempo indeterminado,
diversas bases y una zona en las márgenes del canal.
2. CUBA: El pretexto de intervenir contra España para asegurar la independencia de la isla,
no permitía el simple sometimiento de ésta. Pero la presión de los inversores
norteamericanos en minas y azúcar, los intereses comerciales, los misioneros protestantes
y el nuevo espíritu de conquista hicieron que Estados Unidos asegurara su posición
mediante la aprobación por el congreso de la llamada “enmienda Platt”. Según esa
enmienda, Estados Unidos se reservaba bases y el derecho a intervenir en cualquier
momento para proteger la independencia de Cuba y mantener un gobierno estable.
3. HAITÍ: Estados Unidos ocupó esta república con su infantería de marina entre 1915- 1934.
Como pretexto se adujo la necesidad de evitar el caos interior e impedir otras
intervenciones de procedencia europea. El new york City Banks y técnicos
norteamericanos participaron en la reorganización de las finanzas y aseguraron el control
económico del país. La republica era muy pobre y víctima del minifundio. Poco a poco se
diferenciaron dos grupos en lucha por el poder: los identificados como negros y una elite
mulata que aparecía como más culta y que obtuvo el apoyo norteamericano. Bajo la égida
de los norteamericanos se eligió como presidente a Stenio Vincent, en cuyas manos, y con
el apoyo de la nueva fuerza armada, dejan los Estados Unidos la misión de mantener el
orden una vez que se retira la infantería de marina.
THE UNITED FRUIT COMPANY: Un ejemplo típico de compañía extranjera que recurrió a los
peores métodos en la explotación económica y a la intervención desembozada en la vida política
de los pequeños estados latinoamericanos del Caribe, es el de la United Fruit Company.
Su historia empieza en 1870, cuando el capitán de nació Lawrence Baker cargó en su goleta unos
cachos de bananas; descubrió que se vendían tan bien en Estados Unidos que poco a poco fue
dedicándose a este comercio.
Quince años después se unió con Andrew Preston y otros para formar una compañía, la Boston
Fruit Company.
Paralelamente, los hermanos Keith desarrollaron compañías para la producción de banana en
Costa Rica y Colombia. Hacia fines del siglo XIX había alrededor de 20 compañías ocupadas en la
comercialización de la banana, en cuya producción figuraban muchos cultivadores
independientes. La fusión de la Boston Fruit Co, con el grupo de los Keith dio origen en 1899 a la
United Fruit Co, que luchó por asegurarse condiciones de monopolio.
En su proceso de crecimiento, luchó arruinando o incorporando numerosas compañías rivales.
En su política de monopolio, la United impuso precios al productor independiente y desarrolló
intensamente sus propias plantaciones. La compañía prometía a cambio, prebendas, construir
ferrocarriles para el progreso nacional, pero solamente tendía líneas paralelas a la costa o que
describían círculos en sus plantaciones. La United obtuvo también a precios irrisorios enormes
extensiones de tierras fiscales, para su cultivo inmediato, como reservas de futuro o, en algunos
casos, para impedir su explotación por empresarios independientes o compañías rivales.
Del virtual monopolio de la banana, la United Fruit pasó a la explotación de otras frutas tropicales;
el enlatado y los nuevos métodos de producción de jugos y esencias agregaron otras ramas de
explotación. A medida que avanza el siglo XX esta compañía ha demostrado cierta preocupación
por modernizar sus métodos de explotación y mejorar la situación de sus obreros.
FRANKLIN ROOSEVELR Y LA “POLÍTICA DEL BUEN VECINO”: la línea política de intervención
directa que durante la presidencia de Theodore Roosevelt se había denominado del “big Stick” y
bajo su sucesor Taft recibiera el nombre más morigerado de “diplomacia del dólar”, despertaba
reservas en algunos sectores norteamericanos y enconadas reacciones en la opinión publica de
América Latina. A fin de evitar unas y otras, se procuró modificar esa política, con cierta lentitud
durante la administración de Hoover y de un modo mucho más señalado durante la era de
Franklin Delano Roosevelt, que comienza en 1933.
Precisamente en la época de Roosevelt, México, bajo la presidencia del general Lázaro Cárdenas,
nacionalizó el petróleo, y pese a las presiones ejercidas, pudo salir adelante. Durante este periodo
cesaron los desembarcos de la infantería de marina norteamericana y se procuró fortalecer el
sistema panamericano.
Se estima que hacia 1913 la inversión privada norteamericana en América Latina era
aproximadamente de 1.250.000.000 de dólares (de los cuales, más del 80% en México). A raíz de
la expropiación del petróleo en México, la inversión en este rubro se canalizó hacia Venezuela.
Durante la segunda guerra mundial los norteamericanos estimularon la explotación de minerales.
LA POLITICA INTERNACIONAL Y AMÉRICA LATINA: a medida que avanzó el siglo XX las inversiones
británicas comenzaron a retroceder frente al aumento de las de procedencia norteamericana. En
vísperas de la crisis de 1929 las primeras ya habían sido prácticamente igualadas en su cuantía, y a
partir de allí empezaron a decaer considerablemente. La aceptación del dominio norteamericano
sobre Panamá, fue el primer síntoma de retroceso de Gran Bretaña, cada vez más absorbida por
los problemas internos de la Commonwealth y apremiada por una crisis europea que le obligaba a
buscar la colaboración de Estados Unidos.
EL conflicto con el eje no tuvo en América Latina sino las alternativas de una lucha económica con
propiedades y empresas principalmente alemandas, que fueron neutralizadas mediante su
inclusión en listas negras o la simple expropiación.

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