Abraham - Tarzanes Argentinos
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Abraham - Tarzanes Argentinos
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La Editorial Tor.
Más de una vez he oído -con las inevitables variantes de toda transmisión oral de
un mito- un cuentecillo que ilustra sobre cómo procedía don Juan [Torrendell] para
obtener la versión española de una novela extranjera. Según estas imaginaciones,
la editorial publicaba en los diarios un aviso en que solicitaba traductores de la
lengua que fuese. Cuando acudían los trujamanes en cuestión, don Juan le
entregaba a cada uno -en privado- dos o tres capítulos distintos de un mismo libro,
para que, a modo de examen, los vertiese al español. Al cabo de unas semanas,
le comunicaba a cada uno -también en privado- que, lamentablemente, su
traducción no había sido aprobada por la editorial. Cada traductor se retiraba,
supongo que cabizbajo, y don Juan quedaba, sin haber pagado un centavo, en
posesión de la traducción completa de un libro, realizada por un equipo de
traductores cuyos miembros, paradójicamente, no se conocían entre sí.[4]
La “Colección Misterio”.
Es llamativa en Quiroga esta postura de despreciar una fuente de placer que dio
solaz a sus últimos años, y que no era demasiado distante de su propia literatura.
En el caso de Martínez Estrada, sin embargo, es comprensible debido a su
postura adorniana, para la cual la literatura de aventuras era escapista y carente
de compromiso social.
Un fenómeno frecuente en la “Colección
Misterio” y, como veremos, en otras colecciones de Rovira y de Tor, son las
novelas apócrifas. Se trata de libros policiales, de aventuras, fantásticos y de
ciencia ficción escritos por autores argentinos y firmados con pseudónimos
anglosajones. Esa práctica se debía a diversas razones. Una era el
aprovechamiento comercial de algún personaje exitoso (como el Tarzán de
Burroughs o el Mr. Reeder de Wallace): en este caso, la labor del escriba
vernáculo consistía en redactar nuevas aventuras de dicho personaje, basándose
en las pautas desarrolladas por el autor original, y tratando de pasar
desapercibido. Otra, era el hecho de que los editores consideraban que firmar con
un nombre anglosajón “vendía más”.[9] La tercera, el hecho de que los autores
argentinos posiblemente no desearan que su verdadero nombre quedara
relacionado con esos textos a menudo desprolijos y apresurados, escritos con el
único propósito de ganar el pan del día.
Una colección tan extensa y longeva debía, necesariamente, no ser homogénea
en su contenido. Pueden reconocerse en ella ocho etapas: 1- Misterio (autores
predominantes: Edgar Wallace, S.S. Van Dine, J.S. Fletcher). 2- Aventuras (Edgar
Rice Burroughs, Sax Rohmer, Walter Morrow, Julio Verne, Gastón Leroux,
Maurice Leblanc, Marcel Allain y Pierre Souvestre). 3- Segunda etapa de misterio
(John Traben, William Crane, S.S. Van Dine, Leslie Charteris, E. Phillips
Oppenheim). 4- Misterio misceláneo (un gran número de autores menores,
generalmente con sólo una novela cada uno). 5- Segunda etapa de aventuras
(Robert Hogan, Grant Stockbridge). 6- Mister Reeder (John Traben). 7- Reedición
de la segunda etapa de aventuras. 8- Reedición de Mister Reeder.
Los tarzanes de Burroughs y los tarzanes apócrifos.
Los ilustradores.
Las tapas se realizaban invariablemente a dos colores: verde y rojo, azul y verde,
o azul y rojo; sólo a partir de 1934 serían a todo color. Estaban firmadas, en los
volúmenes pertenecientes a Burroughs, por un tradicional artista de la casa: Luis
Macaya (1888-1953). Macaya fue autor de numerosas portadas para Tor: la mayor
cantidad de las mismas puede hallarse en la colección “Clásicos Universales”.
Nacido en España, fue uno de los pioneros a nivel mundial de la industria del cine,
ya que en 1906 cofundó en Barcelona la productora Hispano Films, junto a Alberto
Marro y Segundo de Chomón. En ella dirigió, entre otros films, Don Pedro el
cruel (1911, junto a Alberto Marro) y Diego Corrientes (1914, junto a Alberto
Marro), tras lo cual se especializó en la realización de seriales, como Barcelona y
sus misterios (1916). Arribó a la Argentina en 1917. Trabajó en Caras y Caretas,
como casi todos los artistas e intelectuales del período, haciendo entre 1918 y
1920 la tira cómica “El L.C. Timoteo y el pesquisa Doroteo”, que relataba el
constante enfrentamiento entre un ladrón y un policía. En 1944 realizó, junto al
escultor Jorge Casals, una exposición mixta (ilustraciones / tallas en madera)
sobre escenas del Martín Fierro, que a la fecha es exhibida de forma permanente
en el Museo Histórico de Luján. Con posterioridad publicó el volumen de
acuarelas Hospitales porteños.[20] Su trazo, expresionista y pródigo en
claroscuros, fue elogiado en diversas ocasiones por el historietista Alberto Breccia,
a quien influyó notoriamente.
El último trabajo de Macaya para la “Colección Misterio” fue una obra maestra: la
espléndida portada de Thuvia, la novia de Marte, que muestra una poco vestida
muchacha terrestre a merced de un lascivo marciano multípodo, en la mejor
tradición pulp. Su sucesor fue Mendía, quien ilustró todos los textos de la primera
y la segunda series. A partir de la tercera serie las portadas no están firmadas,
excepto en algunos casos donde aparece la firma de un ignoto Morales Gorleri,
que a veces firmaba también como Rilegor.
En ciertas ocasiones es fácil apreciar que el ilustrador no había leído la novela que
le tocaba ilustrar, guiándose sólo por el título. El ejemplo más sensacional
es Tarzán y el hurón, donde la portada muestra al hombre mono enfrentándose a
un gigantesco y peludo hurón, siendo que en el libro se trata simplemente del
apodo afectuoso que las tribus africanas dan a un apacible minero blanco,
empeñado en buscar oro en el corazón de África.
La editorial Tor hizo todo lo posible para explotar los beneficios económicos
proporcionados por lord Greystoke. Como dije, El castigo de Tarzán es
definitivamente la última novela apócrifa de Tarzán en la “Colección Misterio”. Pero
aún existe una novela, Tarzán en Etiopía, con una fuerte crítica a la intervención
italiana en dicho país, que apareció en 1936 en la “Biblioteca Sexton Blake”.
Rovira trató de hacer rendir al máximo este texto postrero: lo publicó por entregas,
comenzando en el número 329 (23 de julio de 1936) y concluyendo en el número
334 (27 de agosto de 1936). Las tapas de cada volumen estaban enteramente
dedicadas a Tarzán (sin indicación de ilustrador ni de “traductor”), pero en el
interior el texto sólo contaba entre 15 y 24 páginas, según los casos. El resto,
hasta completar las 128 páginas estándares, estaba ocupado por historias del
detective Sexton Blake.[28]
En la “Colección Misterio” aparecieron otras dos novelas que, si bien no
continuaban el personaje de Tarzán, fueron promocionadas como relacionadas
con él.
La primera fue Balaoo (nºs 217-8) del francés Gastón Leroux. Se trata de la
extravagante historia de un mono que, mediante una larga serie de operaciones,
logra convertirse en un hombre. Siempre atenta a las franquicias redituables, la
editorial lo publicitó como una variante de Tarzán.[29]
La segunda fue obra de un autor nacional, Pedro Randall, de quien no he logrado
recabar datos biográficos. Utilizando el pseudónimo Walter Morrow (de quien
figuraba como “traductor”), escribió catorce novelas de horror y aventuras,
publicitadas por la editorial como “la serie de novelas completas más sensacional
que se ha publicado hasta la fecha”. Ellas son: El halcón de la muerte (nº 173), El
rey del volante (nº 174), La casa embrujada (nº 175), La isla endemoniada (nº
176), Los piratas del aire (nº 177), La pista del rubí negro (nº 178), Azar el
poderoso (nº 179), El speedman de hierro (nº 180), La muerte enmascarada (nº
183), El número cero (nº 184), La isla del monstruo (nº 185), El terror del Tibet (nº
186), El secreto del pantano (nº 187) y El tirano sangriento (nº 188).
Pese a que no continuaban programáticamente un personaje ajeno, como ocurría
en el caso de los tarzanes apócrifos, las novelas de Morrow solían depredar
conceptos que se habían probado exitosos. Es el caso de Azar el poderoso, una
narración de aventuras selváticas con un hombre mono como protagonista, en una
clara continuación del héroe de Burroughs. De hecho, la tapa del libro está
atravesada por la frase “El sucesor de Tarzán”.
En los años cuarenta Tor lanzó la colección “Historia de Tarzán de los monos”.
Eran volúmenes de idénticas dimensiones que los de “Colección Misterio”: 12 cm.
de ancho y 17, 5 cm. de alto. Sin embargo, el arte de tapa era muy similar al de la
colección “Las Obras Famosas”, editada simultáneamente. Eso se debe a que las
portadas originales de Macaya y Mendía fueron reemplazadas por otras más
coloridas de Palau (responsable de la mayor parte de las tapas de “Las obras
famosas”). Podemos, por lo tanto, considerarla una serie de transición. Hemos
registrado los siguientes títulos: Tarzán de los monos (1945), El regreso de
Tarzán (1945), Las fieras de Tarzán (1945), El hijo de Tarzán (1945), El tesoro de
Tarzán (1945), Tarzán en la selva (1945), Tarzán el indómito (1945), Tarzán el
terrible (1945), Tarzán y el león dorado (1946), Tarzán y los
hormigas (1946), Tarzán, señor de la jungla (1946), Tarzán y el imperio
perdido (1946), Tarzán triunfante (1947), Tarzán y los hombres
leopardo (1948), Tarzán invencible (1948) y el hasta entonces elusivo Tarzán en
el centro de la Tierra (1948).
Como podemos apreciar, la serie es idéntica a la original hasta llegar a Tarzán
triunfante. A partir de allí se prosigue con las auténticas novelas de Burroughs, sin
recurrir a los apócrifos. Disponemos sólo de los dieciséis primeros títulos de esta
colección; ignoramos si continuó hasta cubrir la obra completa del autor
norteamericano en relación a este personaje. De ser así, los volúmenes siguientes
hubieran sido traducciones de Tarzan and the city of gold (1932), Tarzan and the
lion-man (1934), Tarzan’s quest (1935), Tarzan and the magic men (1936), Tarzan
and the elephant men (1938), Tarzan and the forbidden city (1938), Tarzan and
the madman (1940) y, quizá, la póstuma Tarzan and the foreign legion (1947).
[30]< /o:p>
También en los años cuarenta, aunque sin indicación precisa de fecha, es
publicada Tarzán de los monos en el volumen 21 de la colección “Las Obras
Famosas”, compuesta tanto por obras clásicas (como El paraíso perdido o Don
Quijote) como por otras orientadas a un público juvenil (incluía textos de Dumas,
Kipling, Swift, Zévaco, Collodi y Rafael Sabatini).
La última incursión de Tor con el personaje de Burroughs se produjo con la
“Colección Tarzán Gigante”, de la que aparecieron ocho números a lo largo de
1959: Tarzán el magnánimo (nº 1), Tarzán el vengador (nº 2), Las huestes de
Tarzán (nº 3), Tarzán en el valle de la muerte (nº 4), Tarzán y los piratas (nº
5), Tarzán y la diosa del mar (nº 6), La muerte de Tarzán (nº 7) y La resurrección
de Tarzán (nº 8). Como puede apreciarse, estaba compuesta en su totalidad por
textos apócrifos, con un orden de aparición ligeramente distinto al de la edición
original de 1932-1933. El calificativo “gigante” estaba motivado en el mayor
tamaño físico de los volúmenes, con 22 cm. de alto y 15 cm. de ancho. Las tapas
no tenían indicación de dibujante. De modo previsible, omitían el nombre de
Burroughs, y sólo figuraba en la primera página la escueta leyenda “versión de
J.A. Brau Santillana”, ya bien conocida de épocas anteriores. Sin embargo, en la
edición de “Colección Misterio” algunos de estos textos aparecían firmados por
Quintana Solé, lo que evidencia un descuido clasificatorio por parte de la editorial.
Aún es posible mencionar otros dos avatares tarzanescos en Argentina, si bien
ajenos tanto a Rovira como a Tor. El primero está constituido por una novela de
José P. Garramone titulada Aventuras de Piel Blanca[31] que narra las peripecias
de un hombre que ha sido criado por los monos en una selva. Abundan las luchas
con fieras, las cabalgatas sobre elefantes, y para que el parentesco con la
creación de Burroughs quede sin lugar a dudas, Piel Blanca resulta coronado
como Rey de los Monos. El segundo es una novela de Carlos Vall
titulada Invasión marciana[32] donde aparece un híbrido de hombre y gorila
llamado Karka el poderoso, que habita en Africa y experimenta numerosas
aventuras. Citamos un fragmento para mostrar el parentesco, tan patente que
hasta hay acotaciones donde se intenta explícitamente desligarlo de la creación de
Burroughs:
[1] Buenos Aires, Tor, 1918. Incluye artículos sobre Lugones, Storni, Gerchunoff,
Lynch, Rodó, Nervo y Ghiraldo.
[3] Buenos Aires, Tor, 2 vol., 1933-34. Remito, para más datos, a: Pérez Petit,
Víctor; “Juan Torrendell”, en: Nosotros, Buenos Aires, 1926.
[4] Sorrentino, Fernando; “El equipo de traductores de don Juan”, en: El Trujamán,
14 de enero de 2004. Revista electrónica del Centro Virtual Cervantes.
[5] Los encantadores de serpientes (mundo y submundo del libro). Buenos Aires,
Arturo Peña Lillo Editor, 1965, pág. 25.
[9] El mismo concepto aparecería en ciertas editoriales argentinas que durante los
años cincuenta y sesenta se especializaron en el género policial, como Acme y
Malinca. En ellas, Alfredo Grassi debió firmar como Fred Seymour, y Eduardo
Goligorsky como James Allastair.
[10] La tapa, quizá para mayor inteligibilidad, llevaba como título Tarzán entre
pigmeos - Los hormigas. En la primera página figuraba el título que he colocado
previamente, mas fiel al original anglosajón (Tarzan and the ant men).
[13] La “Primera serie”, por lo tanto, cubre los números 85-96 de la colección
“Misterio”. Era frecuente que estas largas colecciones se subdividieran en series,
para su mejor clasificación. Por ejemplo, “Biblioteca Mi Novela” tenía sus 260
números divididos en: “Serie de romanticismo”, “Serie de pasión”, “Serie de
abnegación”, “Serie Delly”, “Serie Pimpinela Escarlata” y “Obras completas de
Emilio Zola”.
[16] Editorial Esquiú no era más que un disfraz de Editorial Difusión. Sus oficinas
estaban situadas en Sarandí 1067, Buenos Aires, mientras que las de Difusión
estaban en Sarandí 1065. Esquiú aparecía efectivamente como el editor de la
colección “A la conquista del mundo”, mientras que Difusión era el encargado de la
distribución “para toda América”, como rezaba en las contratapas. Quizá el motivo
de ese artificial desdoblamiento (similar al que hemos observado en Tor) era el
acceso a alguna reducción impositiva reservada a las pequeñas y medianas
empresas, algo a lo que la editorial posiblemente no podía acceder si aparecía
ante el fisco de forma unificada.
Editorial Difusión fue fundada en 1937 y se
especializó en la publicación de libros y revistas de orientación católica; todavía
existe. Una de sus principales colecciones fue “Narraciones recreativas”, donde
aparecieron más de 110 títulos; estaba compuesta íntegramente por relatos de
aventuras, especialmente de Salgari (15 títulos) y Verne (40 títulos). Otras,
marginales, fueron las colecciones “Sed hombres”, “Biblioteca del joven de
carácter” (orientadas a la moral y la autoayuda; un pintoresco título de la primera
es Cartas de un cura canoso a un muchacho enamorado, de Agustín B. Elizalde) y
“Popular” (con novelas de cuño criollista).
[17] Apareció un total de siete títulos de ciencia ficción: Perdidos en el espacio (nº
4), Robinson del espacio (nº 10), Ladrones de cerebros (nº 12), El día que se
apagó el sol (nº 14), Espías en Saturno (nº 17), Superbus ataca (nº 20) y Coraza
radioactiva (nº 23). Esta colección de historietas no debe ser confundida con otra
homónima, de la misma editorial, que consistía en crónicas de misioneros,
adecuadamente novelizadas, y de la que aparecieron al menos 40 volúmenes.
Entre sus títulos podemos citar La fiesta del corpus de los indios chiquitos y Los
mártires de Uganga, del padre J. Spillmann, El hijo de un mandarín y otras
narraciones misionales, de M. de Maryknoll, y El ángel de los esclavos, de A.
Schupp.
[27] Firmada, ya fuera por un lapsus editorial o un breve retorno a la escritura, por
Alfonso Quintana.
[30] Otra novela póstuma apareció en una fecha tan tardía como 1995. Se trata
de Tarzan: the lost adventure. Inconclusa, fue completada por Joe R. Lansdale y
publicada por Dark Horse.
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