Valdes Abascal Javier - Asesino en Serio
Valdes Abascal Javier - Asesino en Serio
Valdes Abascal Javier - Asesino en Serio
1 Martnez no tena por qu haber acudido aquella maana al lugar de los hechos. Mota poda haberse encargado del asunto aparentemente de mera rutina, pero a Martnez le haban cancelado una junta con el procurador y, como pensaba encontrarse con su amante a media maana, decidi matar el tiempo hasta esa hora, acompaando a su subalterno. Mota era algo menor que Martnez. Tendra unos cuarenta y cinco aos y era un secreto a voces que practicaba la necrofilia, pero dentro de la corporacin Martnez lo consideraba de confianza. Desde luego que no se trataba de una hermana de la caridad; de hecho, era un hijo de puta de tiempo completo, sin embargo, tampoco haba mucho de dnde escoger. Debido al trfico llegaron al sitio a las diez y media, a pesar de que aunque no se trataba de una emergencia haban efectuado el viaje con la sirena y la torreta encendidas. Se trataba de un apartamento de lujo, en una zona muy cara. La sirvienta haba encontrado el cadver y baj a la recepcin a pedir auxilio. Despus, el encargado de seguridad
llam a la polica y en homicidios le asignaron el caso a Mota. Cuando el elevador abri sus puertas en el piso veintiuno haba una buena cantidad de curiosos en el pasillo. Martnez y Mota se tropezaron con sirvientas de uniforme, seoras y seores en bata y tres miembros del equipo de seguridad del lujoso edificio, quienes lucan exagerados uniformes de corte ms bien nazi. En la puerta del apartamento en cuestin, el oficial de seguridad que haba llamado a la polica tom la palabra, muy seguro de s mismo: Buenos das, comandantes. Pasen, por favor! Desde luego, he estado de guardia todo el tiempo y no se ha tocado nada. Eso espero dijo Martnez, cidamente. No, de veras, Jefe, desde que llam por telfono yo... Martnez se volvi a verlo y lanzndole una de sus miradas, orden: Lrgate y cierra la puerta. No quiere que le ensee dnde est? Slo lrgate intervino Mota. S, seor. Con su permiso. Martnez y Mota se dedicaron a divagar por el apartamento, sin prisas. Eran verdaderos profesionales; en el mejor sentido de la palabra, autnticos perros. Siempre comenzaban su labor olfateando el ambiente, pues haban aprendido a identificar los olores propios de la escena de un homicidio: adrenalina, orines, hierro, miedo, horror. Cada uno tom por su lado y lo primero que ambos notaron fue la ausencia total de violencia. Martnez revis tranquilamente la cocina, un bao, y estaba olfateando la sala cuando Mota lo llam: Ven a ver esto, maestro. No te la vas a acabar! Martnez no se apresur en absoluto. Haca tiempo que se tomaba la profesin con calma. Aunque por su aspecto fsico daba la impresin de ser un hombre de unos sesenta
aos, en realidad slo tena cuarenta y ocho y, de stos, veintinueve sirviendo en la corporacin. Dos veces haba sido herido de bala; una, gravemente acuchillado. El veterano polica haba sido testigo de prcticamente todas las atrocidades de que es capaz el contradictorio animal humano: homicidios en todas sus modalidades, violaciones, increbles torturas y mutilaciones; en fin, de todo y de todas las maneras posibles. A diferencia de muchos de sus colegas, Martnez se haba manejado con prudencia y discrecin, as que ahora posea una pequea fortuna, pero su mujer de quien estaba separado y su hija a quien casi nunca vea y ya tena veinte aos seguan viviendo en la modesta casa de inters social que aos atrs le otorgara el Instituto de la Vivienda para los Trabajadores del Estado. Jams haca alarde de riquezas o prepotencia y era tan discreto que ni su esposa o su hija conocan el monto de sus posesiones. As que no trabajaba por dinero, lo haca por una razn que slo l poda entender: todo aquello lo fascinaba. Lo embelesaba el olor a sangre en los lugares de los crmenes, la vibracin de la violencia empapada en los muebles, en las ropas de las vctimas. Sola imaginarse lo que habran sentido en el ltimo momento de su vida. Ms de una vez se sorprendi a s mismo tan concentrado que imaginaba hasta el sabor de la saliva en el ltimo instante de autntico terror. Martnez poda resistir cualquier espectculo, sin importar el grado de violencia que envolviera. Durante su largusima carrera haba hecho todo tipo de descubrimientos macabros, espeluznantes; verdaderas pesadillas convertidas en realidad y no slo haba aprendido a vivir con eso, sino que lo gozaba sobremanera. Analizaba los acontecimientos y a menudo se preguntaba cmo era posible que un ser humano fuera capaz de realizar las carniceras que l haba visto. Ms an, era posible que una bestia salvaje la ms feroz, la ms hambrienta, la ms desesperada fuera capaz de matar como
lo haban hecho muchos de los asesinos que l conoca? Martnez siempre dejaba las conclusiones para el final. El principio de cualquier investigacin lo llevaba a cabo sintiendo. Nunca adelantaba conclusiones si sus vsceras estaban inquietas ante alguna cosa. Aparte de todo, el detective era un bicho raro en la corporacin. Por regla general, no aplicaba la crueldad o la tortura. Si se vea en la necesidad de deshacerse de alguien, llevaba a cabo el trabajo con rapidez y salvo en contadas excepciones tratando de que la vctima no sufriera. A su manera, trataba la profesin como a una dama; la respetaba, a diferencia de muchos malos elementos que se haban encargado de desprestigiarla y prostituirla al mximo. Cuando finalmente se le dio la gana de llegar a la habitacin desde donde lo haba llamado Mota, percibi de inmediato el aroma inconfundible de una noche de farra: tabaco, alcohol, sexo. Ve noms, maestro! sugiri Mota, sealando el cadver. A pesar de su profesionalismo, Martnez se qued de una pieza ante la perfeccin de la muerta. Estaba tendida sobre una gran cama, boca abajo, abrazando fuertemente una almohada contra su pecho, con las piernas bien abiertas. Un par de cojines colocados bajo el vientre hacan que levantara exageradamente las perfectas nalgas, destilando sensualidad aun post mortem. Pero Martnez se recuper rpidamente de la sorpresa ante tanta belleza y procedi a analizar de cerca el cadver. Lentamente, olindolo, buscando... Al llegar al rostro de la muerta, se sorprendi an ms que ante la belleza del cuerpo, pero por una causa diferente. Desde haca mucho tiempo, lo que ms llamaba la atencin de Martnez era la expresin en los rostros de las vctimas; ya que haba aprendido a leer a la muerte en ellos. Por esta razn, lo que tanto haba sorprendido al
experimentado polica era la expresin de la bella muerta: revelaba una enorme sonrisa y sus ojos se encontraban muy abiertos. Pero no con el horror propio de quien ve venir la muerte, sino que la mujer haba fabricado una mueca muy extraa, como entre un gozo muy grande y la sorpresa absoluta. Aparentemente, el cuerpo estaba intacto. Se trataba de una mujer entre los veinticinco y treinta aos, rubia, de ojos azules. Martnez calcul que llevara muerta unas diez o doce horas. Por supuesto que no era forense, pero con los aos haba aprendido a calcular la frescura de un cadver con la misma certeza de aquellos que saben reconocer la frescura de un pescado: la rigidez del cuerpo, lo turbio de los ojos y desde luego el aroma. Ambos policas notaron de inmediato que haba estado all otra persona; encontraron varias colillas en el cenicero y un par de vasos medio vacos. Pero aparte del desorden natural de la juerga, nada pareca encontrarse fuera de lugar. No haba huellas de robo, el bolso de la muerta estaba sobre una silla. La cartera contena poco ms de tres mil pesos en efectivo y una coleccin multicolor de tarjetas de crdito. Aprovechando que Mota fantaseaba observando el cadver, Martnez se guard la carterita de piel en el bolsillo de su saco. A continuacin, fue descartando posibilidades. Al no encontrar rastro alguno de violencia: marcas, golpes, sangre; ni siquiera olor a violencia, poda entonces tratarse de infarto, un pasn de drogas o bien suicidio. Pero no encontraron marcas de pinchazos en los brazos, en las piernas ni entre los dedos de las manos o los pies de aquella fra belleza, con lo cual descartaron una sobredosis de herona, lo nico que conoca que ms o menos poda dejar una sonrisa como aqulla en la cara de un muerto. Adems, el apartamento estaba bien ordenado, no pareca para nada el hogar de un drogadicto. Poda haber sufrido un ataque al corazn, pero aquella enigmtica sonrisa no era precisamente la de un
infartado. Tal vez le podan haber administrado algn veneno, sin embargo, los labios y las uas de la muerta no mostraban los cambios de coloracin propios de un envenenado. Pero lo ms sobresaliente era que, por la posicin en que se encontraba, no pareca que la mujer se hubiera encogido ante la muerte, sino muy por el contrario, con las esbeltas nalgas al aire, ms bien daba la impresin de estar dando la bienvenida a la parca. Por otro lado, no encontraron botellas o frascos de medicamentos que indicaran que la rubia nalgona haba ingerido algo para quitarse la vida. No haba nota de suicida. En fin, nada, slo la enigmtica expresin en el rostro de la muerta. Mota coment: Parece que se me. Y a continuacin prob con un dedo en la lengua la hmeda sbana bajo la vulva de la muerta. Ah chingao!, no es chis! Y es como transparente, parece moco de ella misma. Pues si es, se vaci por completo. Mota acerc la nariz a la vulva de la muerta. Por favor, sta no la toques, Mota. No la iba a tocar, Jefe, slo estoy oliendo si es venida de ella. Pasaron unos segundos ms, hasta que Mota dijo: No parece homicidio... ni suicidio... ni drogas... Ni nada concluy Martnez. La forma en que el veterano detective pronunci estas palabras desconcert a Mota, pues no recordaba haber escuchado ese tono en los diez aos que llevaba como subalterno de Martnez. Qu opinas, Jefe? Martnez no contest y, despus de unos segundos, Mota coment: Parece como si se hubiera muerto... vinindose... no, Jefe? En silencio, Martnez volvi a observar el rostro del
cadver y unos segundos despus salieron de la alcoba. El comandante fue a instalarse en un silln de la sala, pensativo, mientras Mota iba en busca de la sirvienta que haba encontrado el fiambre. El subalterno volvi un minuto despus, acompaado de una aterrada muchachita de unos veinte aos, quien no dejaba de frotarse las manos. Le damos un chupe, Jefe?, para que se calme? Ignorando el doble sentido en las palabras de Mota, Martnez observ unos segundos a la muchacha, luego le dijo en tono paternal: Sintate, cmo te llamas? Antonia, seor... Pero yo no hice nada. Se lo juro, seor! Luego hizo la seal de la cruz con los dedos y la bes exageradamente varias veces, mientras deca, sollozando: Se lo juro por mi madrecita santa! Martnez le acarici el dorso de una callosa mano y le dijo paternalmente: Tranquila, mhijita...! No te va a pasar nada. Slo quiero que me contestes unas preguntas. Eso es todo. Pero si yo no vi nada!, de veras, seor!, por mi madrecita! Cuando llegu a trabajar ya estaba bien muerta. Ni toqu nada. Se lo juro! Sal corriendo bien espantada... Martnez la interrumpi: Ya s que t no hiciste nada. Trata de calmarte y acabamos ms pronto. Dej transcurrir unos segundos, ante la mirada impaciente de Mota, y luego pregunt: Cunto hace que trabajas aqu? Voy a cumplir el ao, seor. Quin es la muerta? Mi patrona seor. Se llama... digo, se llamaba Huila Gilson, pero pus todos le decan la Gila. A qu se dedicaba? Ay, seor! No me haga esas preguntas tan comprometidas...!
Cmo que comprometidas? Pus es que... pa m que la seo... Qu? Pus, digo... pa m, bueno, no!, no quiere decir que sea cierto, no?, adems, pus ust me est preguntando, pero pus... pa m que... Pa ti qu?, con una chingada! terci Mota, sin delicadeza alguna. Ay! pus pa m que la seo era... pus... pus como puta. Por qu? cuestion Martnez, sin abandonar el tono paternal. Pus, porque reciba hartos seores y unos hasta a veces se quedaban a dormir y luego pus yo siempre tena que cambiar las sbanas y pus no es que una se fije, pero siempre como que se ensucian, no? Sabes si estaba enferma de algo o le daban ataques? Pus no que yo sepa, seor. Siempre se vea rete bien y haca harto ejercicio; hasta haca sus aerobisy todo. Le llegaba a las drogas? Pus a veces en la maana s ola como a petate quemado, medio raro, pero pus, yo qu voy a saber de esas cosas, seor? Cundo fue la ltima vez que la viste? Viva? A gevo, pendeja! terci Mota. Pus ayer... en la tarde. Estaba sola? pregunt Martnez. S. Pero yo creo que estaba esperando a alguien, porque me dijo que pusiera dos botellas de la champn en el refri. No oste o viste nada raro? No, seor. Nada. Ya puedes irte. La muchacha se mostr muy sorprendida ante la orden y pregunt:
Tons no me van a llevar detenida? Claro que no! Por qu lo preguntas? Pus porque el de segurid me dijo que seguro me iban a llevar detenida los pinches judiciales y que miban a llevar quesque a unos separaderos y pus... pus... que miban a violar pa que dijera que yo haba matado a la seo quesque pa chingarme sus cosas. Martnez esboz una ligera sonrisa y dijo: Claro que no! Puedes irte, y ya no te preocupes. Una vez solos, volvieron de nuevo a la alcoba y Martnez se pas un buen rato estudiando el rostro de la muerta, mientras Mota se deleitaba contemplando las esbeltas nalgas. Finalmente, Martnez dijo: No creo que sea homicidio. De cualquier manera, pdele al forense que empiece con ella lo ms pronto posible. Martnez consult su reloj y anunci: Tengo que irme. Slo por no dejar, averigua con los cabrones de seguridad si conocan al hombre que estuvo con la rubia. Tal vez era cliente habitual y pueda darnos alguna informacin. Hecho, Jefe. Te dejo la patrulla. Qudate un rato a checar los detalles y cuando llegue el Ministerio Pblico dile que no joda a la pobre sirvienta; no sabe nada y est demasiado nerviosa. De acuerdo, algo ms? S, un favor especial: no toques este fiambre. Mota asinti, visiblemente decepcionado. Al salir, Martnez se acerc al oficial de seguridad que los haba recibido y tomndolo del hombro fraternalmente, lo llev hasta un rincn y le dijo suavemente: Ten cuidado con mi cuate. Ya nos cont la sirvienta las pendejadas que dijiste de los pinches judiciales... Yo... Cllate, puto! No conoces a este cabrn! Este gey seguro te lleva a los separos y te mete bien la verga.
El remedo de nazi abri los ojos desmesuradamente y Martnez aadi: Pero eso no es lo peor, ojete; sabes qu es lo peor? El nazito neg con la cabeza, impotente. Lo peor es que te va a gustar, culero. Sin soltar el brazo del aterrado uniformado, Martnez sentenci: Y que no se te ocurra meterte con la chenta, porque te enfro, hijo de tu perra madre, est claro? La mirada y el tono de voz de Martnez aclaraban cualquier posible duda. El tipo se deshizo del brazo del comandante como si se tratara de una serpiente venenosa y huy despavorido por el pasillo. 2 Martnez tom un coche de alquiler y se dirigi al centro. Se baj cerca de la estacin Allende del metro y por mera desviacin profesional despus de cerciorarse de que no lo seguan, se meti a un edificio en la calle de Tacuba. Se trataba de una construccin de cinco niveles, de aspecto bastante deteriorado. En la planta baja haba una zapatera que ocupaba como bodega el primer piso. En el segundo haba una escuela de Tai Chi y el tercero y cuarto niveles cancelado el acceso con una reja, cadena y candado daban la impresin de encontrarse abandonados, pero slo en apariencia, pues al cruzar el umbral haba un apartamento dplex perfectamente reconstruido: la guarida de Martnez, dividida en dos partes. En el tercer piso tena un bao completo, una alcoba austeramente amueblada, pero con una cama enorme; una especie de cuarto de televisin, que prcticamente nunca utilizaba, y una cocineta muy bien surtida con una gran cantidad de botellas de tequila Herradura blanco muchas, como si se fueran a acabar as
como jugo de limn en polvo, jugo de limn en frasco y jugo de limn dentro del limn. Nada ms. Al cuarto piso se acceda por unas escaleras del tercero, y se encontraba custodiado por tres gatos que se encargaban de la limpieza de ratas, ratones y cucarachas, a cambio de comida segura y casa. Martnez les haba instalado una puertita especial y podan entrar y salir cuando quisieran. En este piso guardaba sus propios archivos, meticulosamente ordenados y clasificados en archiveros de metal, tena una extensa biblioteca sobre criminalidad, en especial homicidios, y tambin todo tipo de libros sobre venganzas, preparacin de bombas, venenos, golpes mortales. Posea uno, fotocopiado, que se llamaba Bic no sabe fallar y mostraba cmo asesinar a una persona en ocho puntos de cabeza y cuello con un bolgrafo. Tena tambin un laboratorio, perfectamente equipado. All, por ejemplo, les haca una ligera adaptacin a las balas de su Mgnum .357: perforaba ms profundamente el agujero de los proyectiles expansivos, ayudado por un fino torno de los que usan los joyeros y los dentistas. Despus, simplemente rellenaba la cavidad con un par de gotas de mercurio. La punta de la bala, la sellaba con un trocito de cera de vela. Esta pequea adaptacin equivala a multiplicar el poder de la bala por mil. Si alguien ha visto cmo se deshace una gota de mercurio al estrellarse contra el piso, no se necesita mucha imaginacin para darse cuenta del efecto de un par de gotas entrando en un cuerpo a una velocidad de quinientos metros por segundo. Posea toda la literatura y la informacin para fabricar casi cualquier cosa. Era increble lo que se poda fabricar en casa: bombas, granadas, balas explosivas, venenos, cidos, lo que fuera. En aquel laboratorio muy lejos de la imaginacin de los alumnos de Tai Chi, dos pisos abajo entre otras cosas, el comandante haba elaborado el veneno con el que asesin a un diputado que haba tenido la mala fortuna de meterse con l y de criticar sus mtodos de investigacin, y una pequea
bomba con la que se deshizo de un tipo de derechos humanos, que siempre andaba fastidindolo. Tambin en el cuarto piso, Martnez tena un interceptor para radio y telefona mvil, una sofisticada fotocopiadora y una coleccin inaudita de papelera oficial y no oficial y una cantidad respetable de sellos oficiales falsos, que iban desde los de la propia Presidencia de la Repblica hasta los del Registro Civil. Tal era la guarida de Martnez. Haba adquirido todo el edificio nueve aos atrs, como una verdadera ganga, lo haba registrado con un nombre falso y poco a poco para no llamar la atencin haba ido reconstruyendo los dos pisos de arriba hasta dejarlos impecables. Tanto su mujer como su hija al igual que todo el mundo ignoraban la existencia de aquella finca. Por fuera, nadie se imaginara que exista un lugar as y, debido a lo cntrico de su ubicacin, resultaba perfecto para guardar el anonimato. Todas sus reuniones sociales o sexuales eran en restaurantes, cantinas y hoteles de paso. Martnez sac tres limones del refrigerador y los exprimi en un vaso alto, a continuacin llen el recipiente con Herradura blanco y se sent a esperar a Yolanda. Mientras beba el tequila y fumaba un cigarrillo tras otro, su mente jugaba una y otra vez con la imagen de aquella maana. La misteriosa sonrisa lo tena obsesionado e inquieto. Se sinti tentado de buscar en su biblioteca y archivos para ver si exista algn caso similar o paralelo, pero Yolanda no tardara en llegar. Una de las cosas que ms lo inquietaba eran sus vsceras, que haban permanecido inclumes en presencia de las peores carniceras humanas, y aquella maana se haban alterado descomunalmente debido a la sonrisa en el rostro de la difunta rubia. Martnez nunca se haba encontrado con algo parecido a aquella sonrisa, ni siquiera en cadveres que haban muerto a causa de un exceso de hongos o algn potente enervante.
En eso estaba cuando sonaron unos toquidos en la puerta: primero tres, luego dos y al final uno. Aqulla era la clave que le haba otorgado a Yolanda. Abri la puerta y una vez ms la belleza exuberante de la chica lo cautiv por completo, hacindole olvidar momentneamente sus preocupaciones. Despus de cerrar la puerta, se enlazaron en un abrazo enorme, acompaado de un prolongado y ertico beso. Finalmente, ella habl: Cmo est mi marciano favorito? Muy bien, chiquita, y t? Bien, pero eso de tener que venir hasta ac cada da me cansa ms. El trfico es un pinche desmadre a todas horas. Hubieras tomado el metro. Para llegar toda apestosa y manoseada? Diciendo esto, Yolanda se dirigi al cuarto de bao, mientras Martnez admiraba el voluptuoso trasero de la mujer, enfundado en unos tejanos que causaban la impresin de que se los haba pintado sobre la piel de las sensuales y firmes nalgas. Martnez encendi un cigarrillo, lleno de lujuria, y cuando Yolanda sali del bao slo llevaba encima una playerita que revelaba sus enormes tetas y unas bragas de encaje negro que parecan varias tallas ms pequeas que la suya. Sin decir nada, la hermosa hembra se dirigi a la alcoba, seguida por un hipnotizado y caliente comandante Martnez. 3 La haba conocido por accidente unos meses atrs. Ella trabajaba en un almacn en Polanco y Martnez haba llegado all para comprarse una locin. Desde que la vio detrs del mostrador, no pudo quitarle la vista de encima, ya que estaba extraordinariamente buena. Por si esto fuera poco, al
acercarse Martnez a ella, percibi su delicioso aroma deliciosa peste, pensara despus a hembra y el aliento que despeda al hablar a travs de su formidable sonrisa era dulcsimo y hmedo, como una caricia sexual. Aparte, en un movimiento que Yolanda hiciera al sacar un perfume de una vitrina cercana al piso, Martnez observ extasiado los mejores muslos que haba visto en vivo a lo largo de toda su violenta y fnebre vida. En un momento determinado, el frreo comandante se sinti como un nio pequeo e indefenso y pens que se haba vuelto loco. Yolanda era demasiado hermosa como para existir fuera de las fantasas sexuales ms descabelladas. Cuando el pulso de Martnez indicaba que ya haba sido demasiado para un solo da, Yolandita se haba inclinado ms an, mostrndole al teniente un par de nalgas que en realidad eran cuatro muy sensuales todas, pues se encontraban bellamente partidas por un fino liguero de encaje negro, puestas al descubierto ms que tapadas por unas raquticas bragas del mismo material. Debi contenerse para no brincar el mostrador y poseerla all mismo. A pesar de las balas, las cuchilladas y emboscadas, el comandante nunca haba estado tan cerca de morir como aquel da. Y de puro deseo! Al final, Yolanda le vendi un perfume, despus de casi quince minutos de mostrarle todas las fragancias disponibles ella incluida y Martnez haba salido del almacn como si lo hubieran tocado con una varita mgica. Haca muchos aos que no se excitaba tanto por el simple hecho de mirar a una mujer. Normalmente lograr una ereccin le llevaba su tiempo, se calentaba ya en la cama como los motores a diesel, pensaba a veces, que arrancan despus de unos minutos de haberlos encendido. Pero con Yolanda era diferente. Como los perros: en cuanto la olfate, sinti cmo se le llenaba el pene de sangre, mientras experimentaba un dolorcillo exquisito,
largamente olvidado. Al salir del almacn no haba podido evitar sentirse como un colegial, pues hubo de ocultar con el saco de su traje la escandalosa ereccin que le deformaba los pantalones. A partir de entonces, cada vez que poda lo cual era casi todos los das visitaba el almacn para admirar y platicar con la ertica Yolanda. Desde luego que no le dijo que trabajaba en la judicial. La sola mencin de esa palabra aterraba a cualquiera y lo que menos deseaba era asustar a la chica. En cambio, le cont que era agente de ventas forneo y que venda muebles en provincia; que era viudo y sin hijos. Conocedor de las mujeres, saba que en caso de llegar a algo con la bella Yolanda, esta mentirilla le ayudara a desaparecerse durante temporadas prolongadas sin llamar la atencin. Rpidamente, Martnez se fue obsesionando con ella, y cuando quiso darse cuenta, ya estaba perdidamente enamorado o tal vez enculado, como dira Mota. Comenz caballerosamente a invitarla a cenar y tomar una copa y a veces se sorprenda al entrar a un lugar al lado de tal belleza. No se la crea. A pesar de la diferencia de edades, los momentos que pasaban juntos eran muy felices. Sobre todo l, ya que vea en Yolanda una compensacin en su vida; una suerte de indemnizacin por su desperdiciada juventud, al lado de matones y guardaespaldas. Rodeado de la muerte que tanto lo haba llegado a fascinar. Al estar cerca de la joven, Martnez senta que absorba su energa, que inhalaba su juventud. Y podra ser cierto, ya que despus de esos meses con Yolanda, Martnez haba rejuvenecido. Ahora tena una buena razn para no comerse veinte tacos o tomarse una docena de cervezas al hilo, como sola hacerlo con frecuencia antes de conocer a la frondosa mujer. Yolanda tena veinticuatro aos y perteneca a la
generacin baja en caloras. Se alimentaba a base de ensaladas y comida ligera; por lo menos, haba que ponerse un poco a su nivel. Por otro lado, como no era tonto, saba que haba cado dentro de la casilla de los viejitos ridculos que se pasean con hembras mucho ms jvenes que ellos. Varias veces en el pasado haba criticado a los hombres que hacan lo que l estaba haciendo. Sin embargo, ahora ya no le importaba. Su autoestima y su instinto de conservacin lo llevaban a pensar que su caso era diferente, nico. Disculpaba su conducta con el atenuante del factor tiempo: aunque viviera muchos aos ms cosa que dudaba, debido al tipo de vida que haba llevado, el trabajo, el cigarrillo, el tequila, no encontrara muchas Yolandas en su camino. Y un da hasta amaneci pensando que le gustara prear a Yolanda un par de veces; formar una nueva familia y volver a empezar, lejos de todo. Tal vez en Puerto Arista o en Guatemala, pues, al final de cuentas, slo era cuestin de tiempo cada vez menosantes de que la chingada pasara a reclamarlo. Por eso se llevara la satisfaccin de haber disfrutado como un loco de la mujer que ms le haba gustado en toda su vida. Otra maana se despert pensando que no le importara gastarse hasta el ltimo centavo de su dinero en Yolanda. Para nada. Locura senil?, tal vez, pero tampoco le importaba. Con el tiempo, ella fue llenando todos los intersticios de la personalidad de Martnez. No slo era lo meramente fsico, sino que l empez a sentir un apoyo que jams haba experimentado. Y era una sensacin por dems agradable. Aparte del mero gozo de la novedad, Yolanda era algo ms, mucho ms. Cuando estaba con Yolanda, el comandante se senta como si estuviera dentro de una poza de agua azufrosa. Como que le picaba deliciosamente todo el cuerpo; pareca que al contacto con ella se le abran todos los poros y el aroma natural de ella su peste lo embriagaba, pero a diferencia del alcohol, aqu Martnez no poda dominar la intensidad de
la borrachera. La voz de la chica era una delicia y el veterano detective gozaba cada instante con aquella mujer como si estuviera ya muerto y muy bien colocado en el cielo. Gracias a Yola, una buena parte de Martnez haba vuelto a nacer. Ella representaba un oasis en el macabro desierto que era la vida de Martnez. En el amplio catlogo de sus recuerdos, no encontraba una sola imagen que pudiera compararse con la felicidad que le produca contemplar casi pasmado la brillante sonrisa o las enormes tetas de Yolanda y su carita de nia traviesa. El macho que llevaba dentro no caba en s de gozo y satisfaccin; se senta sumamente halagado por haber podido conquistar un monumento como Yola y sobre todo a su edad y con su facha. Despus de algunas citas, una noche haban salido a cenar y haban terminado en un hotel, donde Martnez aprendi que aunque digan que el diablo sabe ms por viejo que por diablo, la muchachita aquella a sus veinticuatro aos, de cierto saba ms de sexo que el mismsimo diablo y aquello que no alcanzaba a poner en prctica no por falta de entusiasmo lo ejecutaba con palabras. Palabras dulces y clidas, hmedas. Pronunciadas muy cerca de los odos del enloquecido detective. Aquella Venus no poda estar al alcance de cualquiera de cualquier Martnez en el almacn, as que con el ego crecido, la sac de trabajar, ofrecindole de entrada darle mensualmente los seis mil pesos que ganaba. Para no dejarla en la nada en caso de que l desapareciera, se comprometi a sacarse un seguro de vida con Yolanda como beneficiaria porque segn el cuento de los muebles, andaba mucho en carretera y adems le regal un Volkswagen nuevecito, slo que fabric una factura y tarjeta de circulacin falsas a nombre de Yola, y l conserv los originales. Estaba enculado, pero no era pendejo. Rompi la regla y llev a la mujer a su guarida ms de
una vez. Muchas. Y cada sesin era una autntica orga. La muchachita era una fiera en la cama y le deca cosas que haran sonrojar a cualquier hombre. No a Martnez. l siempre estaba tranquilo. Caliente, s, pero tranquilo. La manejaba como un padrote experto a una puta consumada. En dos ocasiones le haba propinado de nalgadas, fuertes, en serio, por rezongona, y al tratarla de aquella manera, lo nico que haba conseguido el teniente fueron dos ostensibles orgasmos de parte de la chica. Ella, en ambas ocasiones, jur solemnemente nunca ms faltarle el respeto a su padrote. Martnez viva aquella pasin como un loco y lo saba, pero no le importaba. Tal vez ya haca tiempo que haba perdido la razn y apenas se estaba dando cuenta. Pero descubrir la locura de aquella manera, era una doble locura, o ms an, la demencia misma vista en dos espejos de frente, infinita. A pesar de ser tan conservador con el dinero, poco a poco fue entregndole cantidades diversas, aparte de la mensualidad. Por su parte, ella pareca encantada con su Marciano favorito, lo nico que la fastidiaba era tener que ir hasta el centro para entrevistarse con l. Morena, alta y dolorosamente sensual aunque algo vulgar haba despertado en Martnez al hombre que haba estado hibernando durante aos dentro de l. A partir de aquel da en el hotel de paso, Martnez perdi la cabeza por la muchachita caliente. Ms que hacer el amor, Martnez llevaba a cabo una especie de rito sexual: le chupaba los pezones, casi negros y enormes, dulcsimos. Los saboreaba como un nio se deleita con la ms deliciosa de las golosinas. Como si se los fueran a quitar. Le besaba todo y la lama toda. A ratos quera comrsela, masticarla, digerirla, para llevarla siempre consigo. Dentro de s. Le fascinaba meter la boca en la joven y carnosa entrepierna y disfrutar sus exquisitos
aromas y sabores. No se cansaba de ella. Al contrario, era una adiccin. Peor, mucho peor que cualquier otra, pues mientras ms la amaba, ms se enamoraba de ella. Pero aquella maana todo sali mal. A cada momento Martnez recordaba la sonrisa de la muerta de Las Lomas y al final termin perdiendo la ereccin y extraviando la lujuria por completo, a pesar de las expertas caricias de Yolanda y su voz hmeda y sensual murmurando barrabasadas al odo del detective. Martnez volvi a la Procuradura en metro. Le gustaba esa especie de juego de perderse en los vagones atestados de gente de todas clases, la cantidad de olores y colores que podan apreciarse dentro de cada vagn; las caras, los cuerpos, las voces, la vida. Cuando era ms joven y haca lo mismo, a veces soaba que era un agente secreto que venan siguiendo, pero tantos aos de ver la realidad de la vida haban segado todas las ilusiones de Martnez. Todas menos una: Yolandita. Y habra que conservarla. En el metro, la vida segua su curso aunque una prostituta de Las Lomas hubiera muerto unas horas atrs con el rostro lleno de la sonrisa ms desconcertante del mundo. Lleg a su despacho y se sirvi una buena dosis de Herradura con jugo de limn. Irnicamente, era lo nico que le evitaba la acidez estomacal. Despus de meditar su siguiente movimiento unos minutos y mientras esperaba los resultados del forense, pidi todas las fotografas de las mujeres jvenes encontradas muertas en los ltimos seis meses. Al escuchar la orden, la secretaria hizo un gesto de mal humor y advirti que tena el ensayo de una boda a las seis. No poda faltar, pues era la madrina de lazo. Por mera corazonada, Martnez limit la bsqueda a vctimas entre los diecisiete y veintisiete aos de edad, sin huellas aparentes de violencia y ninguna muerta en accidente.
La obesa secretaria se march, mientras Martnez se imaginaba a la tipa disfrazada de madrina. Descolg el telfono para comunicarse con Vivanco, el forense. Forense. Vivanco? No est ahorita, quin lo llama? Martnez. Qu tal, mi com?, habla Sampedro, en qu puedo servirle? Sampedro era uno de los yernos de Vivanco, pasante en la facultad de derecho, pero tomaba las guardias del forense cuando ste tena resaca, torneos de domin o bien se encontraba en algn otro de sus mltiples trabajos. Siendo un tipo por dems tenaz, con el tiempo, Sampedro se convirti en un excelente forense y efectuaba una autopsia con la misma facilidad que un nio desenvuelve un caramelo. Aunque excesivamente cuadrado, sus diagnsticos y comentarios eran generalmente acertados. Debido a su falta de imaginacin, a su lealtad a ultranza y a su excepcional capacidad de aprendizaje, Martnez pensaba que lo tena todo para llegar a ser secretario de Estado. Ya te lleg un fiambre de Las Lomas? Cmo no! Ya tienes el diagnstico? S, mi com. Se le tron el corazn y se le revent el cerebro; in other words my com: infarto masivo al miocardio por aumento excesivo de presin sangunea, con estallamiento mltiple de vasos cerebrales, debido a la misma causa. Parece, mi com, que le subi de pronto la presin como loca y literalmente se revent. Lstima!, haca mucho que no vea una mujer tan bella. Se revent? As noms? Hay ms de mil causas para un infarto, mi com. Aunque saba la respuesta, Martnez demand: Drogas?, veneno?
En este caso, nada de eso, mi comandante. Tena algo de alcohol en la sangre y tal vez un par de churros encima, pero nada como para matarla. Entonces? El cuasi abogado se aclar la garganta y dijo: Mi com, va usted a pensar que estoy ebrio o drogado, pero... S? urgi Martnez. ...pero tengo la impresin de que el infarto le dio mientras se corra. Da la impresin de que muri en pleno orgasmo. De hecho, vena inundada de flujos. De hombre? No mi com, de ella misma. Parece que tuvo un megaorgasmo, le fall el corazn y falleci. Habas visto esa sonrisa alguna vez en un cadver? No, mi comandante. Ni siquiera algo parecido. Al rato bajo. Crees que se pueda localizar a Vivanco? Lo dudo. Tena torneo de domin. Si te llama dile que quiero hablar con l. S, seor. Oye, algo ms. No comentes con nadie este caso. S, seor se limit a contestar Sampedro, sin preguntar nada. Esa era otra de sus virtudes. Martnez colg el auricular y se le ocurri que as mismo sera Sampedro como secretario de Estado. Hecho a la medida. En eso apareci la futura madrina de lazo, cargando una buena cantidad de expedientes y los deposit solemne sobre el escritorio de Martnez mientras anunciaba: Hasta maana. Adis, Elvira. Suerte con el ensayo. Martnez revis entonces cuidadosamente pero a gran velocidad las fotografas que venan en los expedientes que haba pedido. En los ltimos seis meses, en la ciudad ms grande del
planeta haban aparecido muertas sin seales de mucha violencia, ni accidente cuarenta y nueve mujeres jvenes, entre los diecisiete y veintisiete aos de edad. Sin embargo, slo haba veintiocho fotografas. En el ltimo flder haba una hojita amarilla escrita a mano, agarrada con un clip. Martnez ley: Comandante: Las fotos estn incompletas porque se descompuso la cmara y, como es gabacha, tuvieron que esperar casi dos meses por las refacciones. Como no haba presupuesto, las estuvieron tomando con una Polaroid, pero varias parece que se las clavaron unos cuates que vinieron de Guadalajara de visita. Por eso faltan algunas. No es mi bronca. Bai. ELVIRA Martnez descubri que tres de las occisas tenan de alguna manera la misma clase de sonrisa que haba visto aquella maana. Las tres eran prostitutas y haban sido encontradas en el transcurso de las cuatro ltimas semanas, todas en hoteles de paso. Intactas. El diagnstico final de las autopsias estaba firmado por Vivanco y en los tres casos era el mismo: infarto mltiple al miocardio, debido a bajo nivel de potasio en la sangre. Nada de cerebros o corazones reventados por presin alta. Nada de gran cantidad de flujo vaginal. Habra que aclarar el asunto con Vivanco. Martnez observ una vez ms las tres fotografas. Todas haban sido encontradas en la misma posicin, con la enorme sonrisa llenndoles el rostro. De pronto, el comandante sinti que la espalda se le pona en carne de gallina y todas sus vsceras le indicaron que una suerte de apocalipsis estaba a punto de llegar.
5 Aparte de ir a dormir, siempre que poda se daba sus vueltas por su guarida y se quedaba all un buen rato. Por lo regular, revisaba archivos, tomaba tequila con limn y fumaba un cigarrillo tras otro mientras interceptaba llamadas de radio y telfonos mviles con un sofisticado aparato que haba adquirido durante un viaje de trabajo a Nueva York. En Manhattan, uno de los asistentes al seminario policiaco era un teniente del servicio secreto colombiano, quien conoca absolutamente todas las novedades en artculos para detectives. Martnez no era fcil para hacer amistades, pero el colombiano era extraordinariamente simptico y dicharachero, as que Martnez cay encantado con l. El sudamericano lo llev una tarde a la calle Madison, nada menos que a una sofisticada y completsima tienda de avos para espas. En un principio, le haba parecido una aberracin comprar un interceptor de llamadas de veintisiete mil dlares, pero cuando lo ensartaron con treinta y cinco mil ms en equipo adicional, se imagin el monto en billetes de a veinte, nuevecitos, deslizndosele lentamente por el culo. Sin lubricante. Hasta se haba sonrojado frente al satisfecho rabe que lo haba atendido. Tena la impresin de que lo haban violado. Sin embargo, cuando fueron llegando las piezas a Mxico, el teniente fue descubriendo con autntico deleite que haba adquirido una maravilla. Martnez las haba hecho enviar por partes para despistar a cualquiera. No deseaba que nadie supiera que posea tal equipo. Rpidamente haba aprendido a manejar la mquina y sus accesorios. Al principio, interceptando la onda de las radio patrullas y la de Homicidios. Con el tiempo, los telfonos celulares de todo mundo, entre otros, los del gobernador del
Banco Central y sus cuates. Los telfonos de varios secretarios de Estado y sus amantes hombres y mujeres, los equipos de comunicacin de las casas de bolsa y otros ms. El aparato result valer mucho ms que su peso en oro. Le haba proporcionado a Martnez conversaciones muy interesantes, como la de una amante de un subsecretario de Hacienda que le recomendaba a su prima de Monterrey que cambiara todo su dinero por dlares porque Toy deca que se iba a devaluar el peso. Martnez haba seguido los consejos de Toy y haba duplicado su fortuna en unos das. Poco tiempo despus, intercept el telfono del amante de Toyesta vez un hombrecito, de voz dulce y conversacin agradable, todo una dama mientras anunciaba a su hermano una inslita alza en las acciones de la telefnica porque Toy deca. Martnez invirti casi todo su dinero en dichas acciones y volvi a ganar, pero decidi no jugar ms. Ahora, gracias a Toy, a sus amantes y a los telfonos celulares de stos seguramente a cargo del erario, Martnez se haba convertido en un hombre muy rico. E igualmente austero y discreto. Pero en esos momentos su inters era otro. Tena su artefacto sintonizado en la onda de radio del departamento de homicidios de la Procuradura. Gracias a esta prctica, muchas veces haba podido llegar a la escena donde se haba cometido algn asesinato antes que cualquier otro polica, lo cual haba facilitado la investigacin, pues nada haba sido tocado. Despus de casi cuatro aos, Martnez haba educado su odo a los casos que le incumban, lo dems pasaba por sus tmpanos sin registro alguno. De esta manera, poda dedicarse a otra cosa, como leer, revisar expedientes o, en este caso, a observar por ensima vez los rostros de las mujeres tomados con la cmara gabacha. Mientras el interceptor despejaba de esttica las llamadas, Martnez imaginaba la vida de aquellas pobres
infelices. Aparentemente eran mujeres rudas, hechas a fuerza, pero en el fondo siempre eran mujeres y el comandante saba que se desmoronaban con un poco de afecto y ternura. El mundo de la prostitucin le era bien conocido. Varios aos atrs, cuando llevaba unos cuantos en la procu, le exigan que cumpliera guardias gratuitas servicio social decan ellos una noche, cada tres, cuidando la integridad de las prostitutas de la calle frente a la compaa telefnica. La integridad de ellas y, junto con patrulleros de uniforme y otros guaruras, el orden y el buen funcionamiento del negocio propiedad de un alto funcionario pblico. A diferencia de la mayora de los asignados, Martnez no molestaba a las putas, no les exiga dinero o favores carnales; no haca desfiguros, nunca se drogaba o beba durante sus guardias y siempre trataba a las mujeres de la calle con respeto, como autnticas damas, as que muy pronto se hizo de buenas amigas y todas lo consideraban un buen hombre. Debido a su forma de conducirse, nadie sospechaba que el presunto buen hombre haba salido huyendo de su pueblo natal cerca de Acapulco cuando tena apenas dieciocho aos, tras haber asesinado a balazos a un par de cabrones durante una ria. El joven Martnez, hijo de un ranchero venido a menos, practicaba el tiro casi todos los das y la pistola se haba llegado a convertir en una extensin de su cuerpo. Por eso, cuando se present la necesidad de disparar, lo haba hecho con certeza. Ambos tipos estaban borrachos y Martnez, aparte de todo, aprendi una buena leccin: a partir de entonces, aunque beba abundantemente, jams se emborrachaba. Unos das ms tarde, ya en la gran ciudad, haba trabado amistad con un polica judicial que lo convenci sin dificultad alguna para que engrosara las filas de la corporacin, y all fue puliendo poco a poco al hijo de puta que llevaba dentro. Quien haba tratado con Martnez a nivel de hijo de la chingada, saba que el tipo posea el doctorado y varios honoris causa en
la materia. Slo con la mirada o la voz o ambas, poda controlar casi cualquier situacin, pero si esto fallaba como algunas veces suceda, para eso traa la Mgnum o poda regresar ms tarde equipado con una bomba casera o un frasco con nitroglicerina, fabricada en su cocina, con productos adquiridos en el supermercado. Llegado el momento y se lo haba demostrado a s mismo en varias ocasiones, no se tentaba el corazn para eliminar a algn ojete. Bsicamente, era como los tiburones: a la horade la hora, no se andaba con mamadas. Desde nio se haba curtido en estas artes. Un tipo de su pueblo, un degenerado de unos sesenta aos abus de l sexualmente una noche, cuando el futuro comandante tena slo once. Se saba que el gusano era abusador de menores, pero los afectados no decan nada, ya que en un pueblo como aqul, el hecho significaba que la vctima era un putito y quedaba marcado para siempre. El nio Martnez tambin guard el infame secreto, pero se dedic a cultivar y madurar la venganza. Cada vez que poda, practicaba el tiro al blanco con una vieja Colt que haba en el rancho, hasta que lleg a dominar la tcnica, y el mismo da que cumpli los doce aos, agazapado tras una lpida, esper a que el abusador pasara por all como lo haca cada noche. Sin vacilar, apunt a la cabeza del cochino y dispar con gran puntera. A continuacin, con la mirada perdida en la penumbra del odio, haciendo alarde de una sangre fra insospechada en un nio de esa edad, extrajo el pene del cadver y lo amput con un afilado cuchillo que su padre utilizaba para destazar puercos. Para terminar, meti el ensangrentado rgano dentro de la boca del difunto degenerado. Cuando encontraron el cadver al da siguiente, todos comentaron que se trataba de una venganza, pero nunca nadie se imagin que poda ser obra de un nio. Con ese mismo espritu haba ingresado Martnez a la polica judicial: para tener a su alcance enmedio del caos
creado por la corrupcin imperante el bastn del mando, sin medida ni clemencia; para lograr la desaparicin de por lo menos una parte del mal que corroa por todos lados a la ciudad ms densamente poblada del planeta. Cuando lo asignaron a cuidar el negocio callejero de la prostitucin, no se imaginaba la cantidad de cosas que aprendera. Para empezar, muy pronto descubri en las prostitutas una calidad de virtudes poco comunes en mujeres de otra clase. Eran solidarias y generosas. Pocas veces vio el comandante actos de mezquindad entre ellas, y descubri que todas tenan una doble personalidad: aquella fra y a veces temible cuando estaban trabajando y otra muy distinta en su vida privada. Si bien Martnez no exiga favores, varias de ellas se acostaban con l, pero no como putas, sino en su personalidad de mujeres. De ellas aprendi el judicial enormidades. De hecho, no slo le haban enseado a coger en serio y de todas las maneras, sino que le haban enseado algo mucho ms importante: le haban enseado a ser Hombre. Martnez se haba vuelto un especialista gracias a ellas. A cambio, les brindaba cierta proteccin o les consegua mariguana y, una que otra vez, coca. No se cobraban, pues formaban parte de una comunidad bien integrada. No obstante, dentro de esta comunidad haba, por aquellos aos, varios padrotes desalmados, solapados por un ministro de Gobernacin. Estos desgraciados hacan lo que queran con las putas y, entre ellos, uno apodado el Foca era el peor de todos. Corra la voz de que era protegido del ministro y esto lo volva prcticamente intocable. Cuando Martnez contaba con veinticinco aos, el Foca tena apenas veintids, una respetable coleccin de cicatrices cruzndole el rostro y un par de kilos de folios de historia criminal archivados en delegaciones de polica, correccionales y reclusorios; una adiccin severa por la cocana y para completar sus gracias el pasatiempo de violar con lujo de
brutalidad a los hijos de sus putas; nias o nios, sin importar sexo o edad. Tan bien apadrinado en aquel inframundo, nadie se meta con el Foca o sus secuaces. Pero una noche, el maldito cometi un grave error de clculo: le cort salvajemente la cara a una joven prostituta de diecisis aos, buena amiga de Martnez. El judicial le consigui a la pobre nia una ambulancia y, por medio de algunas relaciones, que la atendieran de emergencia en el Centro Mdico e incluso les dio dinero a la hermana y a otra colega de la herida para que la acompaaran al nosocomio. El incidente haba sucedido a la una de la maana. Martnez decidi terminar su turno, lo cual era alas cinco de la madrugada. Ms que por otra cosa, para dar tiempo a que se le enfriara la sangre y permitir que su estmago le aconsejara qu hacer. Termin como de costumbre, hizo su reporte y a continuacin se dirigi al antro que el Foca frecuentaba en compaa de sus amigotes. Ya para entonces, Martnez se manejaba guiado principalmente por sus vsceras. No pensara nada. Actuara exclusivamente por instinto. El cubil en cuestin estaba prcticamente desierto a esa hora, pero el cruel padrote y tres de sus secuaces estaban instalados en una mesa, jugando cartas, bebiendo ron y aspirando cocana. Las pistolas de los cuatro estaban sobre la mesa. Al ver entrar a Martnez, el Foca dijo: Aqu no es para tiras. Este es un club privado. Los amigos del Foca rieron como buenos cocainmanos. Slo quiero tomarme un trago. Ni madres, cabrn! grit amenazante uno de los villanos, mientras el Foca aspiraba droga directamente de una de las cartas de juego, con la que haba cortado la droga previamente. Masajendose la nariz, levantando sus otras
cartas y dando por concluido el asunto, el Foca sentenci: Mejor te largas... snif!, ...o te reporto... culero! Martnez levant las manos en son de paz e hizo como que se marchaba, pero cerca de la puerta como en las pelculas del viejo oeste sac gilmente la Mgnum de la sobaquera y asesin a los cuatro de certeros balazos en la cabeza. Despus de cerciorarse de que estaban bien muertos, sac una navaja de resorte y destaz lo que quedaba de la cara del otrora padrote. Completada la operacin, limpi la navaja en las ropas de uno de los muertos y la guard en su bolsillo, recogi las pistolas y sali del bar. La noticia de la ejecucin se extendi en el medio como reguero de plvora, y tanto las prostitutas como algunos colegas de Martnez le aconsejaron que pusiera pies en polvorosa, pero l se neg a huir. Deca que se le haca un rasgo de justicia elemental. Bastante aguantaban ya las pobres putas como para tener adems que soportar lacras de la magnitud del Foca y sus cuates. Como si nada, permaneci en su puesto en la procu, aguardando las consecuencias. Un par de das despus quin sabe cmo, un coronel del Estado Mayor Presidencial se enter del incidente, se entrevist con Martnez y lo contrat como guardaespaldas de una bella amante del seor presidente en turno. Con cargo a la procu, por supuesto. Con el tiempo el coronel se convertira en general y en amigo del comandante. Reviviendo estas aventuras, Martnez se qued dormido con las fotografas en la mano. 6 A la maana siguiente, Martnez devolvi los expedientes a su secretaria, quien los regres al archivo sin sospechar que el teniente los haba fotocopiado y conservado tres de las
fotografas en su guarida. Durante la noche, lleg a la conclusin de que, independientemente de la tcnica utilizada, haba un responsable tras estos casos, un asesino, y, si era el mismo autor de los cuatro homicidios, se trataba de un asesino en serie. Y muy sofisticado. nico. Irnicamente, no era violento. No mutilaba a sus vctimas ni se llevaba trozos del cuerpo como fetiches. Aparentemente ni las tocaba. A juzgar por las sonrisas, no las torturaba sino al contrario, la sonrisa revelaba un gran placer y una total sorpresa, perfectamente entretejidos. En caso de haberlas torturado, lo haba hecho a travs de un inmenso placer. Un asesino en serie sui generis haba sido el sueo de Martnez como polica durante muchos aos. Poda ser el caso que Martnez haba esperado toda su vida profesional. El caso. Se aprendi los expedientes de memoria, que en verdad no eran gran cosa. En una metrpoli de veinte millones de habitantes, con uno de los ndices de criminalidad ms altos del mundo, a una prostituta muerta nadie le prestaba atencin. Sobre todo si no haba sangre de por medio. Cada expediente tena seis pginas: el reporte del polica asignado al caso, el propio del Ministerio Pblico sobre el levantamiento del cadver y por ltimo el del forense, quien muy a menudo era el doctor Vivanco, ya que por cada acta firmada cobraba seiscientos pesos de honorarios. En su guarida, Martnez tena un enorme mapa de la ciudad de su coto de caza y en l ya haba marcado con alfileres rojos los sitios donde se haban encontrado los cuatro cadveres la rubia de Las Lomas incluida. Con tinta verde, haba trazado una figura entre los cuatro puntos y result que el rea era pequea y bastante bien delimitada. Esto poda facilitar la investigacin. Desafortunadamente, la zona marcada presentaba un gran problema de logstica, ya que era
el rea con mayor cantidad de prostitutas de toda la ciudad. Por otro lado, tantos aos de experiencia del polica ya haban iniciado automticamente la elaboracin del perfil de actitud del supuesto asesino. Aparentemente, slo haba actuado durante el ltimo mes, cuando apareci la primera vctima. Pasaron dos semanas y volvi a atacar. Diez das despus, de nuevo. Al final, cinco das despus, con una frecuencia aritmtica exacta. Un patrn. Si segua este patrn podra ser cada dos o tres das, as que si sta era la norma, no tardara en aparecer otra sonriente muerta. Por otro lado, lo nico que no segua un patrn era la rubia. Esta era una prostituta cara, fuera de la zona de las otras tres, y la nica que no haba sido encontrada en un hotelucho. En cuanto al modus operandi, Martnez estaba perdido por el momento, pero los avances no estaban mal para un da y pico de trabajo. Aunque era temprano, se prepar una bebida grande y se la bebi de dos tragos. Luego baj a la morgue. Desde luego, el doctor Vivanco no se encontraba all, pero su industrioso yerno ya estaba trabajando en una autopsia. Sampedro exclam al verlo: Mi com! Qu lo trae por el humilde negocio de las carnes fras? Ests muy ocupado? Para usted nunca, comandante dijo el futuro abogado, dejando sobre la plancha de acero sus instrumentos de trabajo. Salgamos un momento. Te invito un caf. Acatando la orden sin chistar, como era su costumbre, Sampedro se deshizo de los guantes de goma, colg su bata y fue a lavarse las manos. Despus se dirigieron en silencio a un bar ms o menos alejado de la Procuradura. Sampedro se limit a acompaar al comandante sin comentar nada. A esa hora de la maana el lugar se encontraba desierto y se instalaron en una mesa alejada de la barra. Sampedro pidi
un expreso y el comandante un Herradura gigante con mucho jugo de limn. Una vez servidos y cuando el mesero se alej, el comandante encendi un cigarrillo y comenz a hablar: Antes que nada, puedo contar con tu absoluta discrecin? El yerno de Vivanco contest automticamente, asintiendo: Soy una tumba, comandante. Martnez lo observ unos segundos y previno: Completo secreto, est claro? Clarsimo, mi com. Al ltimo cabrn que me traicion un secreto le met una pistola de bengalas en el culo y dispar,est claro? Ms claro ni el agua clara, comandante. Qu te parece la rubia de ayer? Buensima, yo creo que es la muerta ms guapa que he visto en mi vida. No me refiero a eso, no te hagas pendejo. Se refiere a la sonrisa? Martnez asinti. De lo ms raro, mi com, pero aqu entre nos, no es la primera que veo. Con sta ya van cuatro. T hiciste las autopsias de las otras tres? Slo de dos, la otra la hizo mi suegro, pero vi el cadver. Murieron en forma similar? Idntica. Todas tenan el mismo tipo de sonrisa dibujada en el rostro; todas tenan estallamiento de vasos cerebrales y, por supuesto, infarto al miocardio. No encontraste huellas de nada? De nada, mi com. Djeme decirle algo: desde que vi a la primera, hace como un mes, qued muy intrigado y me dije: bueno, trabajo con policas, no?, pues a aprovechar, a ser polica, a investigar. Porque tambin djeme decirle que...
Al grano. Eh? S, claro, mi com, le deca que me obsesion con el asunto y me clav en los libros de medicina forense, pero no encontr nada parecido. En un principio pens que poda tratarse de xido nitroso, el gas de la risa, pero en ningn caso de muerte por exceso de ste se encontraron megaorgasmos ni esa clase de sonrisa. Estaban intactas? No les chuparon las tetas?No hay semen? Huellas de un vibrador? Nada? Mi com, en los dos aos que llevo efectuando autopsias no he visto nada ni siquiera parecido. La sorpresa, s, a un pobre tipo que lo atropell un junior en Polanco. El rostro indicaba absoluta sorpresa, pero no haba megaor... En qu estbamos? Ah! S, le deca que si normalmente me tardo un par de horas en una autopsia, con stas me tard como seis; les recorr cada milmetro del cuerpo, en busca de pinchazos, de una descarga elctrica, hice cortes de los cltoris. Intactos, no hay saliva ni flujo alguno, ni drogas en dosis letal, ni sntomas de intoxicacin, ni nada, mi com. Y qu opinas? Bueno... es un poco prematuro. Tendra que empaparme bien en el asunto y consultar mis libros de patologa, porque... Sin mamadas cort Martnez, qu opinas? Ya lo dije: de lo ms extrao. Comentaste los casos con Vivanco? Lo intent, pero no quiso decirme nada. Slo me pidi lo mismo que usted, que guardara absoluta discrecin. Tienes alguna teora? Una, mi com, pero preferira elaborarla bien primero, usted sabe... Cul es? No hay pinchazos ni marcas de nada, ningn veneno conocido, pero en las pruebas que hacemos no incluimos
hongos o bacterias que son peligrossimos. Eso, sin hablar de los virus. Una bacteria puede ocasionar una de esas sonrisas? Bueno, podra ser. Le dije que mi teora an no estaba bien elaborada. Sigue pensndolo y si concluyes algo comuncamelo. Has sabido de tu suegro? Parece que se fue a Oaxaca a cerrar unos bisnes con un funcionario de la Secretara de Salud. Debe regresar maana en la noche. Si hablas con l, dile que me urge verlo. Claro que s mi com. Algo ms? Si alguien llegara a preguntarte algo o te hacen algn comentario sobre el caso, t no sabes nada. Claro que s! Cuente conmigo, mi com. Alguna pregunta? Ahora que lo menciona, s, mi com, slo por curiosidad, por qu tanta discrecin? Porque no sabemos de qu se trata. Es como cuando ves un alacrn muy gordo. Antes de pisarlo hay que revisar si no es hembra y viene cargando otros alacrancitos. No entiendo, mi com. No importa. Tu suegro omiti en las autopsias toda la informacin que t me has dado, sabes por qu razn? Me imagino que por la misma razn por la que usted me pidi discrecin. Vivanco sabe algo? No me ha dicho nada. Bueno. Escucha bien lo que voy a decirte. En los prximos das quiero que slo t y Vivanco estn de guardia las veinticuatro horas. Seguramente maana aparecer otra prostituta asesinada. Cmo lo sabe? Ya veremos.
7 Martnez saba que, por el momento, lo nico que haba que hacer era esperar. En estos casos, todo suceda como si fuera una cruenta partida de ajedrez: se tenan que perder muchas piezas muchas mujeres para lograr capturar al asesino. Saba que eso era inevitable y el comandante no se inquietaba ante la idea. En este negocio haba que ser muy fro, de otra manera no se resolva nada. No se poda hacer una tortilla sin romper unos cuantos huevos. Martnez en ningn momento dudaba de su capacidad para capturar al asesino. Despus de todo, como buen perro de caza, ya haba descubierto y olfateado a su presa. Lo ms probable era que a esas alturas el causante de aquellas sonrisas y megaorgasmos todava no se imaginara que ya lo andaban cazando. Esto ya era una gran ventaja. Le llevaba la delantera. Pero Martnez estaba consciente de otro peligro. Los asesinos en serie que respetan los ciclos y los patrones tienen un alto ndice de desaparicin de escena, pues tambin en eso siguen un ciclo y a veces dejan de matar durante aos, volviendo a actuar tiempo despus en ocasiones lustros y hasta dcadas , siguiendo normalmente un patrn de conducta similar al de antao. Martnez deseaba que ste no fuera de sos. Si se le escapaba en el tiempo, sera como haber visto al pez merodear la carnada y luego, sin picar, alejarse en la oscuridad de lo inatrapable. Despus de volver del bar, atendi algunos asuntillos sin importancia y llam a Yolanda. Estaba muy tenso y deseaba ver unas buenas nalgas. Quedaron de encontrarse en la guarida a las cuatro. No tena demasiadas ganas de coger, pero su instinto le deca que no la descuidara demasiado. Haba en el mundo un chingo de garaones sueltos, listos para cogerse una hembra como aqulla. Sin embargo, antes del placer, tena un deber pendiente:
tuvo que asistir a una junta de comandantes, con el procurador que era un gran pendejoy la reunin se torn en mitin poltico, donde el licenciado se avent un discurso sobre la honestidad policiaca que dur quince minutos. Al minuto doce, Martnez ya estaba pensando seriamente en desenfundar la Mgnum y acabar con ese imbcil incompetente a quien lo nico que le preocupaba era su ascenso poltico y la procuracin de justicia le importaba una chingada. Este cabrn hablando de honestidad? pens Martnez. Para empezar, aparte de ser bien puto, est en la nmina de los narcos. No sabe un carajo de la corporacin ni de cmo funcionan las cosas. Cuando finalmente termin la aburrida reunin, Martnez pas a su oficina a recoger unas cosas y ya iba de salida cuando se apareci Mota. Puedo pasar? Claro!, sintate. Slo un momento, comanche. T dirs. Los de seguridad no vieron a nadie entrar en el edificio de la gera de Las Lomas. Dicen los culeros que lo que pudo haber pasado y que, de hecho, suceda con frecuencia era que la nalgona les proporcionaba a sus clientes la clave para pasar la puerta elctrica del estacionamiento, asignndoles de antemano un lugar para el automvil. Luego ya noms les mandaba el elevador al stano y asunto arreglado, no tenan que pasar por la recepcin ni registrarse y los clientes de la puta pasaban desapercibidos. Un burdel discreto y de lujo, con servicio de estacionamiento y todo. Martnez fingi poco inters. Lo que menos deseaba era involucrar a Mota en el caso. Ponindose de pie dijo: Algo ms?, tengo una cita. Pues no. Hay una cmara de video en el estacionamiento, pero no sirve. Dicen que est descompuesta
desde hace dos meses. Bueno. Entonces nos vemos maana. Bai, comanche. En el trayecto al centro, a bordo de un pequeo taxi, Martnez meditaba sobre Mota, acompaado de un buen ritmo tropical que el taxista tena sintonizado en la radio. Saba que era necrfilo porque lo haba visto en accin y desde entonces desconfiaba de l. No por otra razn ms all de lo meramente elemental: qu se poda esperar de un monstruo as? Unos cuatro aos atrs, los haban asignado junto con otros elementos, en forma por completo ilegal y fuera de su jurisdiccin, a un pueblito cercano a Cuautla. Ordenes superiores. Una banda de narcos haba tomado el control del pueblo y el cacique local era amigo de alguien en Gobernacin y montaron un operativo sin registro, con agentes de confianza. Encontraron a los hampones sobre aviso y se arm una balacera. En la confusin, una bala perdida alcanz a una nia de unos quince aos, quien cay muerta dentro de su propia casa. Media hora despus, cuando termin todo y el ambiente todava apestaba al acre aroma de la plvora quemada, con un saldo de catorce muertos y varios heridos, Martnez haba entrado sigilosamente a la casa, en busca de maleantes, y entonces contempl la escena. Al principio no alcanzaba a distinguir lo que estaba sucediendo. Su primer pensamiento fue que Mota le daba respiracin de boca a boca a la pobre nia. Pero al irse acercando, sin hacer ruido porque sus vsceras as se lo ordenaban descubri que Mota se haba bajado los pantalones y los calzoncillos y se mova rtmicamente sobre el cadver. Si es que algo impresion a Martnez aquel da, no fueron las tripas y huesos y sangre y locura que quedaron
como resultado del operativo, sino la mirada perdida de aquel demente que Mota llevaba dentro. 8 Entre la msica tropical del taxi, los recuerdos de Mota y una manifestacin de estudiantes, Martnez lleg bastante tarde al edificio de Tacuba. Eran las cinco y media y haba quedado de verse con Yolanda a las cinco. Era la primera vez que no llegaba a tiempo. Nunca le haba dado las llaves del lugar, por obvias razones, y no le gustaba la idea de que la chica anduviera por all esperndolo. Las nalgas y las tetas de Yolanda y en general, toda ella, no eran lo ideal para conservar el anonimato en la zona. La esper un minuto en la puerta del edificio y como no la vea, entr. En cuanto abri la puerta del tercer piso, comenz a sonar el telfono: S? Marciano? Qu pas, chiquita?, dnde andas? Pues segu tu consejo del otro da y tom el metro, pero se descompuso un cabrn convoy y se freg el asunto, luego tom un taxi pero hay una pinche manifestacin y me baj a hablarte. Yo creo que en una media hora estoy all. Aqu te espero, bonita. Bai. El marciano agradeci la tardanza. Rpidamente se prepar un enorme tequila con limn y subi al cuarto piso a empaparse ms en el caso. Entre su extensa bibliografa consult un libro exclusivamente con fotografas de rostros de asesinados; dos publicaciones snuff y tambin revis una coleccin de revistas de fotografa forense. Todo con iguales resultados: nada. Martnez se qued pensativo, mientras daba sorbitos a
su bebida, alternndolos con fumadas ausentes de un cigarrillo tras otro, con la mirada perdida en las tres fotografas desplegadas sobre su escritorio. Qu les haban hecho? Qu haban podido sentir? Al grado de poner aquella cara, vaciarse literalmente por dentro y finalmente... reventar! Las cuatro mujeres presentaban la misma expresin en el rostro, mezcla exacta de satisfaccin total y sorpresa absoluta. El descomunal orgasmo poda indicar que la satisfaccin se deba a algn tipo de placer sexual. La expresin de sorpresa poda deberse a la llegada de la muerte. Sobre todo de aquella forma. Y haba algo ms: las cuatro eran prostitutas y stas, por regla general, nunca se vienen en horas de trabajo, mucho menos sienten placer y es muy difcil hacer algo que las sorprenda en su propio campo. Cuando trabajan son como muertos vivientes. Conseguir que una ramera lograra un orgasmo ya era como sacarse la lotera; sorprenderla?, vamos!, cmo?, pero ambas cosas y al grado de matarlas, sin tocarlas prcticamente, sin drogas, sin vibradores, sin... Martnez vaci de un trago todo el contenido de su vaso y sinti que se le erizaban los cabellos de la nuca. El interior de su cerebro se ilumin de pronto con otro pensamiento: independientemente de la tcnica, si el asesino era capaz de lograr esos resultados con prostitutas, qu no podra hacer con una mujer comn? Por otro lado, Martnez no descartaba que el asesino pudiera ser una mujer, ya que slo ellas saben exactamente cmo y dnde acariciarse, con qu intensidad y frecuencia, a qu ritmo... La cabeza de Martnez se fue llenando de hiptesis y posibilidades, y volvi a sentir aquella sensacin que slo experimentaba al comienzo de una investigacin verdaderamente importante; una extraa y agradable sensacin, casi metafsica, como si todas sus clulas se fueran llenando lentamente de electricidad. De pronto, la clave
acordada con Yolanda son en la puerta del tercer piso y devolvi a Martnez rpidamente a la realidad. Apag las luces, cerr con llave la puerta y baj a abrirle a la chiquita. 9 La tarde con Yolanda dist mucho de convertirse en una orga. Si bien se desnudaron y se echaron en la cama como de costumbre, la obsesin del caso termin metindosele a Martnez en todo el cuerpo cual si fuera un chamuco y perdi por completo la ereccin. Qu te pasa, papito? Ests preocupado por algo? No, mi vida, es que estuve leyendo un libro sobre sexualidad y creo que no te estoy haciendo lo suficientemente feliz. Cmo crees! Estoy seguro de que te puedo procurar ms orgasmos. Marcianito, todo lo que me haces me encanta. Pero quiero que te encante ms. Dime dnde te gusta exactamente que te toque y qu quieres que te haga. Lo que me haces me gusta mucho, mi vida. Ya te dije que quiero hacerte ms dichosa. Yolanda se qued pensativa unos cuantos segundos y termin diciendo: Bueno, a ver, breme las piernas y levntamelas, que se me salga bien todo el cltoris. Martnez obedeci. As, papacito. Ahora pgame con la verga en el cltoris, no muy duro. Eso me gusta muchsimo. Sin quererlo, Martnez se imagin cuntas veces tendra que haberlo hecho, la muy puta, como para ya tenerlo catalogado como uno de sus favoritos. Desganado, el comandante solt las piernas de Yolanda y se ech junto a ella: Perdname mi vida, la verdad es que s estoy
preocupado. Me cancelaron varios pedidos de muebles y era un dinerito al que ya le tena echado el ojo. No te preocupes, mi rey. Maana te echas unos ostiones y unos viagras y ya vers que te compones. Mustrame una cosa, chiquita. S, mi vida. Noms no preguntes nada, slo me obedeces. S, mi amor, es un juego? S, pero no puedes preguntar nada. Es un juego sexual. Viene en el libro ese que estoy leyendo. Cmo se llama? Shhh. Selate el punto que ms te gusta que te toquen. Con la lengua? No, sin la lengua y sin la verga, slo que te toquen o que te toques t misma. Lo que ms te gusta. Tus zonas ms ergenas. Tocadas. Gracias al tono de Martnez que no fue el apropiado de un vendedorcito de muebles, Yolanda colabor. Se puso boca abajo y abri las piernas, sealndose con uno de sus dedos un punto bastante lejos del cltoris, como a la mitad del camino entre ste y el ano. El comandante no poda ver con claridad el sitio y con sus manos abri las amplias nalgas de Yolanda. Es aqu, marcianito. Y qu te gusta que te hagan all? Sbame all, mi nene. El nene hizo lo que se le peda y en unos minutos consigui un buen orgasmo de Yolanda, luego otro y otro ms, hasta que lleg el momento en que toda ella estaba en carne de gallina y no se le poda tocar nada. Pareca una loca. Pocas veces me haba calentado tanto, amorcito le dijo a Martnez, una hora despus, con palabras envueltas en clida saliva, al odo, mientras se despedan en la puerta del
tercer piso. Le haba llamado un taxi y deban aprovechar que era la hora en que salan los alumnos del Tai Chi. De esta manera, Yolanda se confunda entre ellos y el comandante no dejaba nada al azar en su afn de celar el anonimato. Aquella noche deseaba que Yola se marchara lo antes posible. Estaba prcticamente seguro de que el asesino atacara en cualquier momento, y deseaba estar en su puesto, junto al interceptor conectado en la onda de Homicidios. Tal vez nada sucediera, pero si algo pasaba, quera ser el primero en llegar al lugar de los hechos. Ahora menos que nunca poda permitir que los hechos rebasaran su capacidad de respuesta. Como un perro, ya estaba en muestra. Al tiempo que manipulaba su magnfico aparato, en compaa del infalible tequila, a algn otro des us yos, muy dentro de s, se le ocurri sugerir que despus de haber visto la reaccin sexual de Yolanda de aquella tarde, pareca que todos los orgasmos anteriores todos, que no eran pocos no tenan nada que ver. Como si los pasados hubieran sido... un poco... forzados? Fingidos, no te hagas pendejo, se contest a s mismo el confundido marciano, mientras sintonizaba la banda de transmisin de Homicidios, la msica autoimpuesta de su perra vida. 10 La joven mujer escudri en la semioscuridad de la calle. Si segua la noche como hasta ese momento, se ira en blanco. Haba muy pocos clientes y demasiada competencia. A ltimas fechas la prostitucin haba proliferado al mismo ritmo que los vendedores ambulantes en las esquinas. Arketa en realidad no era prostituta. Tampoco se llamaba Arketa. Haba adoptado la profesin y el nombre por mera necesidad. Su verdadera profesin era secretaria, y su
nombre real: Mara Anglica de los Milagros, el cual desde luego no cuadraba para nombre de batalla de una puta. Por eso haba adoptado el otro, que le pareca muy sensual. Haba terminado la secundaria y luego estudi para ser secretaria. Al terminar se consigui un trabajo y dur all un par de aos. Durante ese tiempo y como no hablaba ingls trabaj como una burra a cambio de un salario de hambre. Al mismo tiempo, tuvo que soportar los acosos sexuales de muchos hombres, y al final de cuentas algunos haban podido disfrutar de sus bonitas nalgas y de sus firmes tetas. Y de gratis! Un da sac cuentas y lleg a la conclusin de que con la miseria que ganaba no le alcanzaba para nada, pues adems, como secretaria, deba vestirse ms o menos bien y andar bien arreglada, lo cual costaba bastante. Ganaba en la prctica menos que una obrera de maquiladora. Pidi un aumento y se lo negaron, utilizando el consabido argumento de la crisis econmica, reducto de todos los males. Renunci y se fue a la frontera soando que matara dos pjaros de un tiro. Haba escuchado que en las maquiladoras se pagaba muy bien, as que podra trabajar, ahorrar y estando tan cerca de Estados Unidos, hasta aprender algo de ingls. Un ramalazo de realidad fue suficiente para poner a la futura Arketa de vuelta en la tierra. Para empezar, no haba trabajo. La miseria del pas era tal que las maquiladoras tenan lista de espera para varios meses y en verdad no le llamaba mucho la atencin irse de ilegal al otro lado, a trabajar como sirvienta. Bien o mal, ella era secretaria, qu! En la frontera no encontr nada y de regreso a la capital encontr menos an. Ni siquiera haba trabajo de secretaria, y cuando despus de muchas penurias por fin la aceptaron en un despacho, le pagaran menos de lo que ganaba meses atrs. Sera ignorante, pero era una mujer prctica. No poda seguir as. Ganaba en promedio ciento treinta pesos diarios trabajando ocho horas: tomando dictados, pasndolos a
mquina, haciendo mandados, yendo al banco, arreglando broncas de todo tipo y, al final del da no pocas veces, cogiendo con el jefe. De esta manera las cosas, no le cost mucho trabajo decidirse cuando una amiga le platic del xito rotundo que le esperaba como prostituta. Arketa pensaba que ya era una especie de prostituta. No le gustaba ninguna de sus actividades empezando por los palos con el jefe. Todo lo haca por dinero y lo peor de todo era que se estaba vendiendo muy barata. Si poda sacrificarse haciendo todo eso por ciento treinta pesos al da, por qu no aceptar la oferta de un amigo de su amiga y pararse en una esquina. El amigo de la amiga proveera vigilancia, proteccin y hasta bienestar, a cambio de un mdico cincuenta por ciento de lo recaudado diariamente. Sentados los tres en una oficinita cerca del ngel, la amiga haba dicho: Imagnate!, si te echas tres palos diarios, te puedes meter trescientos libres, es ms del doble de lo que ganas ahorita. La bondadosa amiga dej que sus palabras surtieran efecto en Arketa hasta entonces, todava Mara Anglica de los Milagros y concluy contundente: Adems, ste es un trabajo fcil. Yo he sido secretaria, t lo sabes, y es una sper chinga. Adems, siempre terminas abriendo las patas. Ya ves, a m hasta un hijo me clavaron cuando trabajaba en la Ford y nadie dijo: aqu estoy. Aunque eso s, el seguro mdico de la Ford es una chingonera. Pude escoger hospital y todo. Adems... El amigo de la amiga intervino, antes de que el negocio se convirtiera en pltica de viejas argenderas: Cada palo es cosa de veinte minutos. Siempre con condn. No tienes que andar buscando esquina ni quin te cuide. Yo mismo te asigno un sitio seguro para que slo te dediques a chambear.
De veras mana, es un trabajo fcil y con nosotros no tienes pierde. Y haba resultado cierto. Como trabajo en s. Pero las pinches horas de espera eran una larga agona: le dolan los talones y todas las piernas, debido a los tacones altos. Se le congelaban los tobillos; los muslos y las nalgas se le entuman de fro con el uso eterno de la minifalda y muchas veces le dolan hasta las muelas, de tanto frotar una contra otra mientras esperaba al siguiente cliente de la noche. Si es que ste llegaba. La amiga y su amigo le dictaron rpidamente las lecciones bsicas de su nuevo trabajo y un cierto protocolo a seguir: saludas al cliente coquetamente y le ofreces el servicio completo, o sea: un rato de francs una mamada un palo y toda encuerada. T hazte pendeja y nunca te encueres toda. Normalmente vienen bien pedos o muy cansados y ni cuenta se dan. En fin, no los provoques demasiado pero siempre finge que el cliente te encanta y jams te involucres para nada con ninguno. Calintalo rpido. Slo un palo por sesin. Si se trata de un tipo raro o con facha de polica, evtalo. Nunca vayas al domicilio de ninguno ni cojas en sus automviles. Recuerda, solamente en ciertos hoteles de paso cuyos nombres te proporcionamos. Son gente conocida. Slo as podemos garantizar tu seguridad y adems te quedan cerca, aprndetelos! Al llegar al hotel, le pides al cliente dinero para pagar la habitacin; pasas a la administracin y pagas el cuarto. Te van a dar una ficha. Es para nuestro control, la guardas y luego nos la das. Tambin te van a dar dos condones. Muchos clientes romanticones o hijos de la chingada quieren coger sin condn. Jams! Ya puedes imaginar dnde puede encontrar trabajo una ramera con sida, verdad? Una vez en la habitacin, cobra por adelantado invariablemente. Consguete en Tepito o en La Lagunilla una pistola chica, de preferencia calibre veintids y sin nmero de serie. Siempre lleva bolsa contigo y dentro, la fusca. Aprende a
usarla. Cmo?, se es tu pedo. Nosotros no nos metemos en eso porque si un da hay alguna bronca, preferimos no involucrarnos. T me entiendes. No dejes que te besen ni que te laman o te toquen demasiado. Muchas veces vienen infectados de algo o apestan bien feo; limtate a coger y mamar siempre con el condn en su sitio. Como ests bastante buena, vas a empezar cobrando doscientos sesenta y el cuarto, pide trescientos e incluye el cuarto, as suena menos. Si te regatean y no hay mucha chamba, puedes cobrar hasta doscientos y el cuarto. Alguna pregunta? Ninguna?, adelante, a trabajar. La primera noche, con su primer cliente un muchachito de unos diecisiete aos, pletrico de acn y libido la debutante Arketa tema que se sonrojara con el trmite y posteriormente al tener que desnudarse frente a un extrao. Sin embargo, a la hora de los hechos descubri que no le importaba nada lo que estaba sucediendo. Mientras el jovencito entusiasta la penetraba alocadamente, pronunciando una incoherencia tras otra, Arketa haca cuentas e imaginaba todas las cosas que podra comprar a crdito en los almacenes Elektra, con el producto de cada palo. Esta ancdota le dio la clave, y a partir de entonces, mientras trabajaba poda pensar en eso u otra cosa, como las charamuscas que pensaba comerse en San Cosme el domingo. Todas las que quisiera, de las grandes. Estos detalles la hacan gemir de placer y los clientes quedaban muy satisfechos, sin poder imaginarse que la simple idea de saborear un retorcido caramelo de leche pudiera ser ms satisfactorio para Arketa que aquella interminable coleccin de candentes penes envueltos en ltex, entrando y saliendo annimamente de su cuerpo. Por otra parte, en las maanas se pona a aprender ingls, pues esta etapa de su vida era slo un trnsito, un peldao en su existencia. Ella era secretaria y volvera triunfante despus de unos aos, como herona de telenovela,
hablando ingls y todo. Aunque el camino al xito era algo ms difcil que en la televisin. Si bien haba tenido das que trabajaba hasta siete u ocho sesiones, tambin haba padecido rachas de dos o tres das sin un solo cliente. Ta bien que te pase de vez en cuando, preciosa le dijo el amigo de la amiga, la segunda vez que no report ganancias, pero la prxima t pagas tu cuota, ya es tu pedo si trabajas o no. Adems, esa pinche esquina es buena, si no la quieres, se la damos a otra. Lo que sobra son putas. Y en esa esquina estaba. Eran casi las doce de la noche y nada. Si se tratara de un viernes o sbado, habra expectativas de trabajo, pero en martes, ya prcticamente se haba agotado la velada. Hubiera encendido un cigarrillo, pero no traa y se perdi un momento en el tiempo y el espacio hasta que la volvi a la realidad un automvil negro parado justo frente a ella. Se asom por la ventanilla abierta y automticamente interrog al conductor: Qu pas, mi rey? Vas a ir? El tipo la observ unos segundos y luego asinti, sin pronunciar palabra. Son doscientos y el cuarto, mi vida. Toda encuerada, con condn, me lo haces por adelante y te hago el francs... Todo el servicio, mi nene. El hombre volvi a asentir y Arketa mont al automvil. Ella escogi un hotelucho cercano, conocido, todo haba que hacerlo con gente conocida, para garantizar la seguridad. 11 Arketa sigui el protocolo al pie de la letra. Durante el corto trayecto al hotel, como su compaero no se dign hablar, ella tampoco. Esa era la regla. Se concret a darle
instrucciones de cmo llegar y a observarlo a hurtadillas. Era un hombre maduro, de unos cincuenta aos. Seguramente un padre de familia como haba tantos. Pero haba algo en su persona que le llam de inmediato la atencin a Arketa. El olor. El interior del automvil tena cierto olorcillo... No del todo desagradable, pero raro... como a madera hmeda... como a cuero viejo... Aunque no sabra decir qu, aquel aroma le recordaba alguna cosa a Arketa. En eso llegaron, y la mujer actu automticamente: Me das para el cuarto, papi? Pag en la administracin, recibi su ficha de control y los dos condones y le hizo una sea a su efmero amante para que la siguiera. Unos instantes despus, se encontraban en una diminuta y deprimente habitacin. Me das mi lana, papi? El hombre sac una buena cantidad de billetes y le entreg dos de a cien. Arketa tom el dinero y lo guard en su bolso, debajo de una pequea automtica de quince tiros y de inmediato puso manos a la obra. Fingiendo un enorme deseo, comenz a manipular el pene del cliente a travs del pantaln, pero el hombre le retir la mano delicadamente. No quiero coger. Entonces, mi rey? Slo quiero tocarte. Huy! no, precioso. Eso lo tenemos prohibidsimo. Pero djame darte una mamadita. Orita se te para y me la metes dijo Arketa, con voz sensual, mientras buscaba nuevamente la verga del hombre. Por toda respuesta, el hombre sac su fajo de billetes y extrajo tres de a cien y los ech sobre la cama. Arketa vio el dinero y luego al hombre, con una mezcla de curiosidad y codicia en la mirada. ndale! urgi el tipo con suavidad. Con stos ya son quinientos, djame tocarte! Aunque no pareca un degenerado, tanto su aspecto como su olor no le gustaban a Arketa. Pero aquellos papeles
sobre la cama podan ser el primer pago para una televisin Sony. Adems, slo reportara los doscientos del palo. Por una tocada, no estaba mal. De cualquier manera, discuti, como buena prostituta: De veras no puedo, mi vida. Si mi padrote se entera que me andan tocando me parte la madre. Pero por los quinientos te la voy a mamar un buen rato sin condn y te puedes venir en mis tetas si quieres. Sin perder la calma o el estilo, el hombre recogi los trescientos pesos de la cama y se dirigi a la puerta. Buenas noches. Gracias de todas maneras. Arketa no vea salir al hombre sino a la televisin Sony, as que rpidamente lo alcanz y lo abraz: Bueno mi rey, slo porque me gustaste un chingo te voy a dejar que me acaricies, pero promteme que no me vas a lastimar. Luego hay cabrones que pellizcan y a una colega hasta le arrancaron un pezn una vez... Te lo juro. Qu me quieres tocar? Todo, de la cintura para abajo. El ano? Todo. Ay mi vida, es que esas cosas no me gustan. Por qu no nada ms me la metes y ya? Haz lo que te digo y te ganas tus billetes. Dmelos de una vez papito, as me porto mejor. El hombre le entreg los trescientos pesos al tiempo que ordenaba: Encurate. Mientras se deshaca de la escasa ropa, la mente de Arketa se ilumin de pronto. Record cul era el aroma que le traa a la memoria aquel hombre. Aparte del acentuado aroma a alcohol, ola como a iglesia. Acustate boca abajo, con las piernas abiertas. Ella obedeci mientras deca.
Con cuidadito, adems ya aprate, ya slo te quedan diez minutos. Ya ves que luego nos miden el tiempo y vienen a tocar... No te preocupes por el tiempo. Ponte dos almohadas debajo del ombligo, para que levantes bien las nalgas. Una vez ejecutada la orden, aadi: Abre bien las piernas. El tono era muy suave, no pareca un hombre violento ni nada por el estilo, pero la exactitud y frialdad de las rdenes le resultaban chocantes a la chica. No obstante, abri bien las piernas. Reljate. Se sent en la cama junto a la puta y suavemente comenz a acariciarle los muslos. Mientras esto suceda, Arketa escoga la televisin en su catlogo mental. Una con videocasetera integrada. Para ver pelculas de Pedro Infante mientras se deleitaba con charamuscas y otras exquisiteces. El hombre localiz el cltoris de Arketa y lo acarici levemente con uno de sus dedos. Separ luego las bonitas y morenas nalgas y presion un punto del muslo izquierdo, donde empezaba la nalga. No le haba dolido, pero Arketa sinti muy raro y dijo: Parece masaje chino. Sin dejar de presionar cerca de la nalga, el hombre coloc los dedos pulgar e ndice en un punto medio entre el cltoris y el ano de la mujer y empez a rotarlos delicadamente, siguiendo una determinada frecuencia. La imaginacin y el cuerpo de Arketa suspendieron todas sus fantasas y se concentraron en lo que estaba sucediendo. Unas ondas de puro placer irradiaban todo su cuerpo desde el punto estimulado, causndole autnticas explosiones de gozo por todas partes. A aquellas alturas, ya ningn aparato ni caramelo podan tener importancia. Arketa senta que se iba, que se estaba volviendo loca de puro placer y se aferr instintivamente a
una almohada. Unos instantes despus, que a ella le parecieron siglos, Arketa sinti que le abran un grifo justo debajo del ombligo y empez a tener el mejor orgasmo de su vida. Segundos despus, se puso completamente rgida, se contrajo toda y empez a sonrerle a la vida de una manera demencial. Lo ltimo que sinti en medio de aquel ocano de placer fue un ligero tronidito dentro de su cabeza, como si alguien hubiera reventado un diminuto globo en el interior de su excitadsimo cerebro. 12 Martnez volvi de pronto a la realidad. Su interceptor haba captado con suma claridad una llamada a Homicidios. Se trataba de una joven prostituta encontrada muerta en un hotelucho del centro. Martnez conoca bien la zona y podra llegar antes que otros judiciales y los preventivos, con lo cual se ahorrara el desorden caracterstico de su presencia y la prdida de evidencias y otros valores cuando aqullos llegaban primero. Encontr fcilmente el sitio. El gerente vio la placa y, sin pensrselo dos veces, dijo, con marcado acento espaol: Mire ust, comandante, ste es un sitio dezente. Puede ust revisar el historial de este hotel y sabr que aqu no suzeden estas cosas. Dnde est? Con calma, comandante, la muerta no se va a ir a ningn lao. Antes que nada me gustara que arreglsemos el problemita entre nosotros, ya ve, luego llegan los uniformaos y bueno... entre menos burros... Dnde est? Esta vez el tono de Martnez surti efecto inmediato en el gerente del cubil.
Venga!, se la mostrar, se trata slo de una putilla barata. Vena aqu con frecuenzia, ust sabe, el giro... Con quin vena esta noche? Hombre, comandante, yo qu voy a saber, con un cliente. Cmo era? Imposible dezirlo. Entran por el garaje y nunca les vemos las caras. La puta entra, paga la habitazin y hasta all, mi comandante. Lo dems tiene uno que imaginrselo. No estaban ocupados los cuartos vecinos? Pues si lo estaban, slo Dios lo sabe, comandante. Figrese que es ust casao, viene aqu con una putilla, pasa lo que pas, se quedara a declarar, comandante? En cuanto oyeron el borlote que arm la chica de la limpieza, todo mundo sali pitando. Empezando por ella, no he podido encontrarla. En eso se detuvieron frente a una de las habitaciones y el espaol abri la puerta mientras deca: All la tiene, comandante. Muy bien, ahora djeme solo y, por cierto... S? ...All de donde usted es, no hay putillas baratas? Claro, hombre!, como en todas partes. Y burros? Burros? Burros, burros? pregunt sorprendido el pintoresco ibrico. S. Pues s mi comandante, pero no veo qu relazin pueda tener eso con... Ninguna cort Martnez. Slo quera saber de dnde poda haber salido un cabrn como usted. Dicho esto, le cerr la puerta en las narices. La habitacin ola a lo que huelen esos lugares: a pecado. Aparte del denso aroma combinado con perfume barato, Martnez no pudo descubrir nada ms con el olfato.
La joven ramera se encontraba boca abajo, con el culo al aire, las piernas bien abiertas y un par de almohadas bajo el abdomen. Al igual que en las tres fotografas y el cadver de Las Lomas, revelaba una enorme sonrisa y tena la mirada extraviada. Llevara muerta una hora, dos, cuando mucho. Desde luego, no era una putilla barata. A pesar de la posicin, era una joven de aspecto humilde e inocente. Martnez la imagin inducida a la prostitucin por la miseria y la inmundicia. A la drogadiccin, a la esclavitud, para terminar all, como una putilla barata como la madre del gerente del hotel. Se sent en la nica silla, donde an yacan las pertenencias de la joven. Distradamente, el comandante abri la bolsa de la mujer, tom los quinientos pesos, la pistola y una carterita de vinil que contena una identificacin de la mujer y una foto de Pedro Infante, seguramente recortada de alguna revista. Meti los objetos en su saco y se qued unos minutos como hipnotizado, contemplando la mirada de la muerta, como si quisiera que le dijera algo, como si los extraviados ojos pudieran revelarle la media filiacin del responsable de aquella masacre orgsmica. Qu pinche sonrisa! exclam de pronto, y sigui hablando solo, en voz baja: Qu sentiste, muequita? Qu te hicieron? Por lo menos no te moriste con cara de horror, como he visto muchas, mamita. Ms bien parece que hasta te moriste con gusto de gusto. Tal vez y hasta la sonrisa te compense en algo toda una vida de carencias y miserias. Martnez sigui divagando, sentado en la sillita junto a la barata ropa de la difunta Arketa y sin advertirlo, comenz a manejar la idea de que si moran de aquella forma durante un megaorgasmo, como bien lo haba definido el buen
Sampedro no poda ser tan malo, o s? Tuvo de pronto una rara visin: se imagin claramente, durante una fraccin de segundo, el alma de las mujeres muertas de aquella manera. En la visin de Martnez, las vctimas se iban directo al cielo, pues l mismo gracias a su relacin con Yolanda haba llegado a la sabia conclusin de que era durante el orgasmo cuando uno ms se acercaba al creador, a la luz. Por mera rutina, Martnez examin el cuerpo, aunque saba perfectamente bien que no encontrara nada fuera de lugar. Observ a conciencia las nalgas, el monte de venus, los labios mayores y menores y el cltoris, sin encontrar nada. Con sta llegaban a cinco las vctimas conocidas. Exactamente con el mismo modus operandi y la frecuencia profetizada por el comandante. Este era el momento que se tema, pues a partir de ahora, si sus conocimientos no fallaban, podan suceder tres cosas: que el xtasis de la muerte llevara al asesino al paroxismo: dos, tres, cuatro mujeres diarias; o bien, poda volver a la rutina anterior o en forma inversa: la siguiente dentro de cinco das, luego, diez, quince... Pero tambin poda suceder otra cosa: que el asesino suspendiera la prctica. Que hubiera cumplido con una especie de rito y desapareciera indefinidamente. En eso son la puerta y se aperson nada menos que el mismsimo doctor Vivanco y sac de cuajo a Martnez de sus conjeturas. Trabajar con Vivanco tena sus pros y sus contras. Por un lado, tena varias chambas de tiempo completo: catedrtico de cuarenta y ocho horas a la semana en la Universidad; cobraba cuarenta semanales en el Instituto de Proteccin a la Infancia y catorce ms en una guardera de la Secretara de Educacin. Aparte de esto, haba ocasiones en que cobraba guardias corridas de veinticuatro horas en la procu, sin haberse aparecido por all en semanas.
Siempre usaba elegantes batas blancas, luciendo logos de hospitales privados en donde no trabajaba, ni cobraba siquiera. No obstante, se daba tiempo para hacer algunos negocitos en la Secretara de Salud. Tomaba periodos de vacaciones cuando se le antojaba y aun para un sabueso como Martnez, Vivanco era imposible de encontrar. Tena ms o menos la edad de Martnez y el aspecto exacto de una iguana. Por otro lado, posea dos raras virtudes: era ms noble que un perro y discreto a toda prueba. Adems, tena una memoria increble. A raz de los terremotos de 1985, los archivos de la Procuradura quedaron severamente mutilados y se perdieron gran cantidad de expedientes e informacin general. A partir de entonces, en el rea forense, Vivanco era literalmente el archivo mvil de aqulla. Poda recordar con facilidad sorprendente los detalles de casos sucedidos diez o veinte aos atrs. Para enriquecer sus recuerdos, siempre aada detalles del caso que mencionaba, para que no hubiera pierde: ...Me acuerdo muy bien. Era una chava de unos veinte aos, en la Colonia Roma. Iba saliendo de una taquera y la balace su novio. Cuando la abr todava traa bien calientitos sus taquitos al pastor, pobrecita, los haba pedido con todo... O bien: ... Me acuerdo perfecto, fue un caso de envenenamiento por gas propano. El cuate haba aspirado tanto que cuando lo abr, su corazn pareca una rana. S, una rana: verde, con patitas y todo... Cuando se apareca, Vivanco era de los pocos elementos confiables de la procu y tena buenos suplentes en todas sus chambas Sampedro era un ejemplo as que all la llevaba, ganando buena lana y viviendo tranquilo, participando en sus torneos de domin y comindose sus tortas de pierna mientras realizaba una que otra autopsia. Martnez lo conoca desde haca catorce aos y nunca le
haba fallado. Con l comentaba sus casos ms importantes y saba de sobra que contaba con su discrecin incondicional. Era una lstima que fuera tan pinche huevn e irresponsable, pero algn defecto deba tener el doctorcito. Recuperado de la sorpresa, Martnez salud amigablemente: No puede ser! Estoy soando? Qu onda, mi com? Vivanco en persona! Increble! Y adems, justo a tiempo. Esto es un milagro! No ser para tanto. Lo que pasa es que me compr un bper y les di una lana a las chavas de Asignaciones. Me reporto con ellas, les digo dnde voy a andar y cuando hay algo cerca me bipean y me ahorro la bronca de trasladarme de un lugar a otro de esta locura de ciudad. Y no hay tal milagro, me estaba echando unos tacos ac a la vuelta, en El Jaln de Oreja, no los ha probado?, se los recomiendo en serio, estn de pelos, mi querido comanche; bueno, pero como le deca, entonces recib el bipazo y aqu estoy. As aprovecho, cierro el turno de dos das, porque ya es ms demedia noche, y me voy a descansar a la casa. Vivanco se dirigi, sin decir ms, a la muerta, mientras Martnez observaba al forense en silencio. No obstante el peso especfico de la mirada del comandante, Vivanco no se amilan. Con mano firme abri su maletn, sac dos revistas pornogrficas y un par de casetes de videocentro y luego algunos de sus instrumentos para explorar el cadver. Hizo un anlisis rpido y de pronto, sacando una hojita de papel se puso a escribir algo: Es el reporte? quiso saber el comandante. Perdn? El reporte de este caso? No, mi comanche dijo Vivanco, sonriendo, lo que pasa es que me acabo de acordar de que tengo que pasar a buscar unos tamales a casa de mi hermana y lo estoy
anotando, si no, todo se me olvida. Martnez encendi un cigarrillo y aventur, sealando con un gesto el cadver: Qu le parece? Estaba buena, pobrecita. La sonrisa. Muy impresionante. Sin dejar de observar a Vivanco, Martnez lanz: A usted no parece impresionarlo mucho, mi doc, ha firmado ya varias autopsias de mujeres con sonrisas similares. Hablando de sonrisas... Vivanco deform la cara de la mujer, eliminando la sonrisa por completo y le cerr los ojos. En eso estaban cuando se abri la puerta y comandados por el espaol entraron en escena los uniformaos. 13 Martnez y Vivanco dejaron todo el asunto del hotel en manos de los otros policas, una vez que hubo firmado el doctor el acta correspondiente por la cual pasara adems un recibo de honorarios por doscientos pesos. El diagnstico era sencillo: infarto de la vctima durante el coito. Al escuchar esto, el espaol exclam: Hombre!, y seguramente el to se acojon y puso pies en polvorosa. Est muy claro, aqu no hay delito que perseguir, ofiziales. Los uniformados no parecan entender bien la castiza verborrea, pero tampoco les importaba, el espaol ya les haba embarrado las manos con billetes de cien pesos. Martnez y el doctor salieron del hotel y se metieron a una cantina cercana. Ordenaron una botella de Herradura, mucho jugo de limn y Coca-Colas para el doc. Vivanco poda
beber cualquier cosa, siempre y cuando el contenido de grados de alcohol en la bebida fuera alto. Desde un horroroso aguardiente hasta el ms caro champaa, vodka, ron, mezcal, ans; en un momento de extrema necesidad, tal vez hasta gasolina con y sin plomo. Les llevaron el servicio y en silencio Vivanco hizo los honores, sirviendo con abundancia en vasos altos, y al final propuso un brindis: Por nuestra amistad, comanche. Salud, mi querido doctor. Despus de beber un par de minutos sin decir nada, Martnez abri fuego: Cmo la ve, mi doc? Qu cosa, Martnez? Con todo el respeto que se merece, no se haga pendejo, mi doc. Noms estaba probando lnea, comandante. La cosa est de la chingada. Ni ms, ni menos. Por qu? Usted sabe por qu, si no, no estaramos aqu. Yo estara comiendo tamales. No sabe nada? No tiene nada que decir? Yo casi no s nada, pero estoy seguro de que es algo sexual. Es lo ms impresionante que he visto en mi vida, comanche y eso que llevo ms de veinticinco aos en el negocio de las carnes fras. No menciona usted en sus autopsias una gran cantidad de flujos, ni nada de eso. Lo hubiera mencionado usted? Martnez levant ligeramente las cejas, pensativo, mientras Vivanco deca: Usted es mi amigo y uno de los pocos profesionales que he conocido. Slo por eso puedo tener esta conversacin con usted. Si hago pblico que una mujer puede morirse prcticamente de un derrame orgsmico, no slo la procu,
sino la prensa y el pas entero se van a enloquecer con la noticia, por eso no lo mencion, si no me equivoco y usted est tan al tanto de esto como yo, debido al nmero de muertas, a que todas son prostitutas jvenes y como todas murieron en forma similar, slo quedan dos opciones: o se trata de un virus que ataca a prostitutas de esa edad y las mata digamos... a orgasmazos lo cual puede ser, habiendo tanto cabrn virus suelto...O bien... O bien? urgi el comandante. Un asesino en serie. Martnez se ahorr palabrera intil y pregunt: Quin ms sabe de esto? De mi parte, Sampedro y nadie ms. De la ma Mota, pero no pienso dejarlo en el caso. Como usted bien dijo, este asunto tiene caractersticas definitivamente sexuales y Mota no puede manejar esas cosas. Mota es necrfilo. Ya lo s. Se miraron unos segundos. Tiene usted mucha razn en ser tan precavido doctor. Yo pienso de la misma forma. Ahora, pasando a los hechos: si es un virus, ni modo, habr que chingarse. Pero si se trata de un asesino en serie, debemos detenerlo lo antes posible. Debemos?, quines? Nosotros y Sampedro. Por el momento, nadie ms. Este caso no puede salir de un crculo pequeo. Si vamos con el procurador, pueden pasar dos cosas: o nos manda a la chingada y nos dice que vayamos a capturar delincuentes de a de veras o bien se la cree y maana mismo forma una comisin que estudie la formacin de un consejo consultivo preparatorio de las reuniones pertinentes para una investigacin al respecto. Se va a publicitar el asunto tal y como usted lo dijo y all terminar la posibilidad de una investigacin seria; de inmediato aparecern decenas de responsables, las delegaciones se van a llenar. Cualquier tipo
que en su vida ha deseado llamar la atencin, lo va a hacer ahora. Adems, los sicpatas, los violadores que intentarn igualar las mismas hazaas... en fin... Por otro lado, este caso no lo puede manejar un solo hombre. Eso nos deja a nosotros tres por el momento, mi doc. Vivanco levant su vaso, demostrando su anuencia, y dijo, solemne: Garantizo la lealtad de Sampedro. Aparte de responsable y trabajador, es un buen yerno y un tipo de toda mi confianza. A veces se le suelta la verborrea, pero no es mala gente. Martnez sugiri que se reunieran al da siguiente los tres, para ver detalles y establecer un plan de ataque. Brind una vez ms con Vivanco, termin su bebida de un largo trago y se levant, despus de que el doctor insisti en pagar la cuenta, ya que poda meter el consumo en alguna de sus cuentas de viticos. Me voy a dormir, fue un da muy largo. Maana paso a verlos. Provecho, comanche. Por favor doctor, en estos das no se me desaparezca. Pus ni que fuera jodini. Martnez sali de la cantina reanimado, en parte por la buena cantidad de alcohol que acababa de ingerir y por otro lado y no sabra decir si debido a este caso en especial o a Yolanda se senta con un bro de juventud increble. Como si lo hubieran dopado. 14 Al acostarse, Martnez se haba imaginado que pasara la noche con el sueo vuelto una continua pesadilla, entrecortado por lapsos de vigilia sudorosa, obsesionado con el asesino en serie.
Pero no. En unos minutos estaba profundamente dormido. Y no tuvo pesadillas. No obstante, a la maana siguiente no vea las cosas a travs del cristal de la noche anterior sino de otro ms claro y, mientras ms lo pensaba, ms se le haca que este caso estaba de la chingada. Pero Martnez era antes que nada un autntico profesional, actuaba an mejor bajo presin. Desde que se despert dedic toda su atencin al asunto. Lleg temprano a su despacho para sacar adelante su trabajo habitual y as poder dedicarle al caso todo el tiempo restante. Sin lmites. Aniquil una buena parte de la maana rellenando actas y formas mltiples: el mismo montn de pendejadas que no resolvan los casos policiacos, pero dejaban ms o menos satisfecha a la burocracia que manejaba la procu. A las doce del da, Martnez ya haba llamado a la oficina del forense cuatro veces y Vivanco an no llegaba. Fue Sampedro quien contest. Haba hecho guardia toda la noche just in case, my com, aprovechando el tiempo estudiando para sus exmenes de la facultad de derecho y repasando un poco la anatoma de los huesos de la cabeza. Martnez llam tambin a Asignaciones y le pidi a la secretaria en turno que le mandara un bipazo a Vivanco: que lo estaban esperando en la procu. Vivanco apareci en la morgue a las doce y media. Haba tenido que ir a un desayuno con el secretario particular de un picudo del Seguro Social. Martnez, ms impaciente que la chingada, se molest con el impuntual mdico y decidi que habra que aclararle la seriedad del asunto a la brevedad posible. Si iban a trabajar juntos quin sabe cunto tiempo, estrechamente, tendra que existir una cierta disciplina. Se encerraron en la oficinita de Vivanco, apestosa a formol y tacos. Martnez tom la palabra: Estamos tratando con un caso bastante raro, como pueden haberse dado cuenta. Tanto desde el punto de vista policiaco como mdico. Por esta razn les pido puntualidad y
disciplina. Si deciden participar conmigo en la investigacin, tendrn que atenerse a un orden. Vivanco se movi incmodo en su asiento, mientras Sampedro, como el nio bueno de la clase, se enderez en el suyo. Martnez insisti varias veces en la necesidad de conservar en secreto el caso. Nadie aparte de ellos podra enterarse de qu se trataban sus investigaciones. Nadie. Comportndose los tres discretamente, no habra gran problema en conservar el hermetismo. Si estuvieran investigando un caso que involucrara muchos billetes sera otra cosa; pero tratndose de unas cuantas rameras que no le importaban a nadie, guardar el secreto resultaba factible. Martnez termin de darle una idea general del caso a Sampedro y aprovech para actualizar a Vivanco y al final pregunt: Est todo claro? Sampedro levant la mano, como si estuviera en la escuela, y una vez que Martnez le hizo una seal para que hablara, pregunt: Ya saben cmo las mata? No todava, t?, tienes ya alguna teora? pregunt Martnez. No exactamente. Pero vern: a partir de nuestra conversacin de hace unos das, hice un experimento, mi com. S?, cul? Dej de pensar en el caso, en vez de obsesionarme con l, para ver si me venan ideas frescas y qu creen que so el otro da? Qu? pregunt Vivanco, entre impaciente y despectivo. Que yo mismo era el asesino. Bueno, el sueo era muy raro, porque era el asesino, pero las mataba aqu en el depsito, ya muertas... Y? ...Bueno... las mataba... acaricindoles el ano, de una
manera especial. Con papel higinico? intervino jocoso Vivanco. No, al natural. Perdona que te interrumpa, Sampedro, pero qu tiene que ver con el caso? pregunt suavemente el comandante. Con el caso? Ah!, s!, mi com, bueno, la cuestin es que puede tratarse de algo que les hacen. No me digas! intervino Vivanco. Ignorndolo feamente, Sampedro continu: Aunque no he llegado a una conclusin definitiva, todava, me inclino a pensar que se mueren debido a la excitacin que algo les hace en las zonas ergenas; ese algo es de tal potencia que debido a la excitacin sexual, el corazn comienza a funcionar como si le hubieran inyectado una especie de adrenalina. Se acelera demasiado, manda la sangre con excesiva presin al cerebro, lo revienta todo y luego truena el propio corazn. Sampedro se aclar la garganta y concluy: Repito que es slo una conclusin no definitiva. Martnez intervino: Me parece muy sabia tu conclusin dijo, convencido. Luego, revir: Profesionalmente hablando, Sampedro, descartas, por ejemplo, que esa clase de adrenalina o cualquier otra sustancia pudiera haber sido inyectada o embarrada, o lo que fuera, en las vctimas? Definitivamente, comandante. Esto es algo mecnico, no hay qumicos involucrados. Podemos garantizarlo mientras terminaba la frase, Sampedro se volvi a mirar a Vivanco en busca de su aval. Vivanco asinti ligeramente. Martnez se dirigi entonces a Vivanco: Usted que nos dice, doc? Tiene razn mi yerno. Adems, debo subrayar que es una conclusin muy sabia, tal y como usted lo dijo,
comandante... Sampedro se irgui an ms en su silla, orgulloso. No estaba mal para un pasante de derecho, verdad? Pero el gusto no le dur mucho, pues Vivanco aadi: ... pero... Martnez pregunt: Pero... qu, doc? En primer lugar, no solamente estn involucradas ciertas zonas ergenas... Sampedro clav la mirada en Vivanco, como si ste poseyera la respuesta al misterio mismo de la vida. ... tambin hay una ligersima marca en el muslo izquierdo, justo donde empieza la nalga. Pero sa no es una zona ciento por ciento ergena reclam Sampedro. Ya termin? interrog irnico Vivanco. Usted perdone, suegro. Deca? Y dir, si me lo permites. Esta marca es muy ligera, como si se hubiera hecho presionando un dedo contra la piel durante un buen rato. Ni siquiera hay moretn o mpula; no es gran cosa. Pero todas la presentan. Y qu piensa al respecto, doc? demand Martnez, muy interesado. Vivanco se mordisque el pellejo de una ua y luego lo mastic un momentito, antes de tragrselo; al final respondi, dndose visible importancia: Me tom la molestia de consultar con un par de amigos: un acupunturista y otro que aplica masajes a seoras. Sin mencionar el caso concreto, por supuesto. Deseaba saber si el punto marcado produce placer o algo parecido. Ambos negaron la existencia de tal punto, pero el masajista dijo que por all pasaba un nervio o algo, porque cuando l toca esa zona, no es raro que las damas se alteren. Mi primera idea fue consultar mis libros de anatoma humana, pero me dio mucha hueva, as que mejor me fui de putas.
Martnez y Sampedro miraron sorprendidos a Vivanco, quien feliz por haber captado tal atencin, continu diciendo: S seores, de putas. No estn ustedes para saberlo, pero me avent tres encerrones. Tenga cuidado suegro intervino maosamente Sampedro a su edad ya es peligroso. Sin prestarle atencin al marido de su hija, Vivanco continu: Desde luego que me cog a las tres. Noms eso faltaba..., pero antes estuve toquetendoles esa parte del muslo y observando sus reacciones: si mueves el dedo, les causa una especie de cosquilla y, como todas las cosquillas, se vuelve una sensacin incmoda. Pero si slo se presiona, sin mover el dedo, sienten un ligero adormecimiento en la zona. Eso no nos aclara nada, doc, excepto que sigue usted siendo un garan. O que el viagra hace milagros puntualiz Sampedro. Se equivocan. Si se aplica la presin y la zona se adormece, puede uno excitar a la chava y de pronto quitar la presin. Al recuperar la zona la sensibilidad, el placer puede ser ms intenso, o no? Es verdad dijo el yerno, convencido. Martnez tom nota mental y dijo: Vaya mi doc, parece que la arteriosclerosis no lo ha afectado demasiado todava. No deseando quedarse atrs, Sampedro dijo de pronto: Qu tal si las hipnotiza? Mi querido licenciado, por norma, ninguna puta se deja hipnotizar, no les gusta despertarse a cachetadas con el padrote frente a ellas, preguntndoles dnde chingaos estn los billetes del palo. No s, era una probabilidad, no? No tienes alguna otra? Pues no. Alguna otra idea? Alguna duda?
Muchas dijo Vivanco, casi antes de que terminara de hablar el comandante. Por ejemplo? Yo prcticamente no tengo ninguna, pero estoy seguro de que mi yerno s, comandante. Martnez se volvi a mirar a Sampedro y ste asinti varias veces. Adelante! sugiri Martnez. Cmo saben que es un solo asesino? De acuerdo con los reportes todas han sido encontradas en hoteles de paso, excepto la nalgona de Las Lomas. Lo cual rompe el esquema, no es as, comandante? Vaya! exclam Vivanco. Tenemos un genio en la familia. Tienes razn acept Martnez. Puede ser que haya roto el esquema o bien que se trate de dos asesinos. Sin embargo, no hay una sola discrepancia en el modus operandi. En ninguno de los casos ha habido mutilacin de los cuerpos; las ropas de las vctimas estaban completas, en otras palabras, en ninguno de los casos se llevaron trofeos, que es lo que la mayora de los asesinos en serie hacen. De hecho, a diferencia de que la mujer de Las Lomas se sali de un rea delimitada, todo hace pensar en un solo asesino. Podra ser mujer? demand Sampedro. En un principio lo pens as. Si se tratara de pocos casos, muy aislados, podramos tomar en cuenta esa probabilidad, pero en tantos casos, tan frecuentes, llamara mucho la atencin una mujer recogiendo putas, entrando y saliendo de hoteles de paso. Supondremos que el asesino es hombre y que conoce bien una tcnica para matar a las mujeres, nada menos que de placer. Debido a lo extrao del caso, sin antecedentes parecidos, debemos suponer que este tipo descubri su tcnica hace poco. Tal vez est probndola, por eso utiliza prostitutas. Martnez se tom el tiempo para encender un cigarrillo y
continu: Salvo la mejor opinin de ustedes y debido a lo pequeo del grupo, creo que la nica manera viable de dar con el asesino es ponindole carnada. Putas? pregunt Vivanco, y agreg, entusiasmado: si quiere yo me encargo de hacer la seleccin y el examen de admisin, mi comanche. Martnez ignor el comentario del caliente Vivanco y continu: Habr que alertar a algunas, no a muchas, tienen que ser de absoluta confianza y, adems, platicndoles una versin completamente diferente a la que conocemos. Hay putas de absoluta confianza? pregunt Sampedro. Ms de las que te imaginas contest Vivanco, y luego susurr entre dientes: en tu familia materna hay varias. Sampedro tom la palabra: Debe de haber ms de veinticinco mil putas enel rea metropolitana, si no es que ms, cmo vamos a poder con todas? Martnez respondi: Todos los asesinatos se han llevado a cabo dentro de un rea bien demarcada. En dicho permetro, yo calculo que habr aproximadamente unas cinco mil prostitutas, pero de stas podemos descartar a las de ms bajo nivel, que pueden ser tres mil. El asesino slo emplea mujeres de doscientos pesos para arriba. Hasta ahorita interrumpi Vivanco deja que se le empiece a terminar el dinero al hijo de puta y ya veremos... Martnez continu como si nada: Eso nos deja aproximadamente dos mil mujeres, de las cuales tal vez mil no juntan los requisitos del asesino, la edad, sobre todo, as que nuestro problema real se reducir en principio a unas mil prostitutas, ms o menos. Menos mal terci Vivanco.
Si podemos conseguirnos unas doce o quince putas de confianza y prevenirlas, creo que nuestras probabilidades de xito aumentaran considerablemente. Sampedro interrumpi: Disculpe que vuelva a lo mismo, comandante, pero en serio que me parece importante lo de tenerle confianza a una puta. No le tienes confianza a tu madre, pendejo? volvi a susurrar Vivanco. Martnez dijo, convencido: Las putas son mujeres que se cuecen aparte. Si me fuera a quedar solo en una isla desierta, dado a la chingada, escogera a una puta entre cualquier otra mujer. Son bien completas. Poseen virtudes insospechadas. La confianza es una de ellas, puedo garantizrtelo. Cuando encuentras una puta de confianza, no hay nada ms all, es la confianza misma. Solamente asesina prostitutas? Hasta donde sabemos, s. Claro!, es ms seguro con putas. Cuando invitas a salir a una nia bien, mucha gente se entera. Con una puta no hay problema. Vivanco intervino: Djame decirte, mi querido yerno, que en esta bendita ciudad hay decenas de bares donde puedes conocer a las nias bien ms putas del mundo. Si fueras el asesino, podras ligar all, con la seguridad de guardar el ms completo anonimato. Despus de unos tragos, unos churros y unos cuantos pericos, cogen con cualquiera. Martnez pregunt: Puedo continuar? Suegro y yerno guardaron silencio y cruzaron los brazos, atentos a lo que Martnez dira a continuacin. Creo que hay algo muy importante en este caso y es que, aunque parezca de risa, no es un manitico sexual. No las
tortura, ni las mutila. Vamos!, ni siquiera se las coge. Ni les lame los pezones. Ni nada. As que no creo que estemos tratando con un loco comn. Ms bien me parece un tipo inteligente por la forma en la que deja el escenario del crimen. No deja pistas, ni se lleva nada. Rarsimo. No colecciona. Slo las mata y, por lo que se puede apreciar, con una maestra inaudita. No por nada, pero yo he matado una que otra de puro placer, mi com, ora que lo menciona terci Vivanco con buen tino, rompiendo la densa tensin que se estaba formando en la apestosa oficinita. Tiene alguna idea sobre la tcnica, mi com? quiso saber Sampedro. Martnez no se tom ni un segundo en responder: No habiendo encontrado venenos, drogas, pinchazos, quemaduras por descarga elctrica, o vibrador atmico, en fin, cero huellas de violencia, pequeas o grandes, en mi opinin y salvo que el doc digalo contrario, el tipo posee algn secreto y lo aplica con los dedos. Con todo respeto, mi comanche, eso ya lo dije y tampoco se trata de eternizar la juntita dijo Vivanco, consultando su reloj. Otros deberes me reclaman. Adems, trabajamos juntos, no?, en el mismo lugar y todo, as que no creo que sea tan difcil ponernos en contacto, o s? Noooo! exclamaron Sampedro y Martnez al mismo tiempo. El comandante increp a Vivanco: Mire doc, con todo el respeto que usted bien sabe que le tengo, no se jale la verga. Sus otros deberes son torneos de domin y sus table dancers. O no? Si acaso, pasar a cobrar un cheque de alguna de sus chambas. En cambio, mi doc, este caso seguramente ser el ms importante de su vida y si esto no fuera razn suficiente para posponer sus otros deberes, mi querido Vivanco, entonces, como mdico, tome en cuenta el grado de peligrosidad de nuestro asesino.
Yaaaaa! No ser para tanto. All afuera est plagado de narcos, de secuestradores y de chavos banda que asesinan prcticamente por nada. Qu tan peligroso puede ser un tipo que las mata a orgasmazos, mi com? Martnez estaba empezando a impacientarse en serio. Encendi un cigarrillo y guard silencio. Sampedro se conservaba neutral, mirndolos alternativamente. Por fin, el comandante habl: Imagnese, por ejemplo, que el asesino tiene una computadora. Si tiene ese ordenador, puede fcilmente conectarse al internet. Una vez en la red, podr con la misma sencillez abrir una llamativa pgina web, digamos en una seccin de adultos, especializada en tcnicas sexuales. Debe de haber cientos. Martnez hizo una pausa y fum. Luego de un par de bocanadas, agreg: La pgina puede rezar, por ejemplo: Haga que su mujer consiga mltiples orgasmos en pocos minutos. Hoy en da es fcil lograr la armona y la felicidad sexual con su pareja. Djenos demostrrselo, luego, llmenos: acaricie usted tal y cual zonas ergenas de la dama, luego haga tal y cual movimientos. Entonces, presione el muslo en la parte interna, ms o menos donde comienza la nalga y ya est!.... Martnez dej que sus palabras entraran en los cerebros de sus amigos y luego continu, seriamente: Imagino que los navegantes de la red al encontrarse con aquello seguramente querrn ponerlo en prctica. Y si no tiene internet? insisti tercamente Vivanco. Mi doc. Mandas hacer cien mil papelitos y los tiras desde una pinche avioneta, con un dibujo de un cuerpo de mujer, amplificando las zonas ergenas y los muslos e indicando exactamente qu hacer. O bien, mandas dibujar el diagrama completo y lo envas por correo con todas las instrucciones. Siempre caen algunos. En fin, no tiene pierde. Cuando el mundo empiece a darse cuenta de qu es lo que
est matando a tantas mujeres, cuntas vctimas se habrn contabilizado? Por si fuera poco, sta es una de esas cosas que se pasan de boca en boca. Vamos a suponer que usted, doc, se entera que si se le pasa, por decir algo, un bolgrafo por el ombligo a una mujer de tal o cual forma, puede tener diez orgasmos seguidos. No vendra corriendo a contrmelo? No se lo platicara a cuanto cabrn quisiera escucharlo? Ni tanto, ni tanto rezong Vivanco. Pero estamos de acuerdo, o no? Vivanco asinti. Martnez no solt la palabra: Y eso no sera lo peor... Sampedro y el forense abrieron los ojos, sorprendidos y prestos a escuchar lo que segua. Martnez apag la colilla contra un cenicero con un logo del Hospital Ingls y luego continu pausada y claramente: Suponiendo que, conservadoramente, el nmero de vctimas fuera, digamos, un par de millones, el pnico sera tal que se tomaran medidas sumamente drsticas, a nivel mundial y, hasta no aclarar las cosas, se prohibira tcitamente cualquier actividad sexual con mujeres. El sida no sera nada comparado con esto. Aqu no sera cosa de condn. Nada de eso. En este caso sera cuestin de armadura. Imagnense si el pinche mundo est hoy como est y no ha estallado, gracias a la vlvula de escape que representa el sexo. Noms piensen cmo se pondran las cosas si se llegara a decretar una especie de cuarentena asexual. Carajo!, ve usted al mismsimo demonio, comandante. Lo es murmur Sampedro pensativamente. Ahora imagnense a miles, millones de misginos reprimidos que harn su agosto mientras reina la confusin de los primeros das. Martnez suspir teatralmente y pontific: Pero es igual. Podramos pasarnos horas hablando de las consecuencias y no nos llevara a nada, as que ahora lo
mejor es prevenir. Hay que localizar el origen del problema y destruirlo. As se habla! exclam emocionado Sampedro. Comandante dijo Vivanco, noblemente, le suplico me disculpe. En ningn momento me imagin que el asunto pudiera ser de tal importancia. Bien. Les pido ahora ms que nunca absoluta discrecin. Debido a la cantidad de cuerpos que seguramente tendremos que manejar, habr que eliminar algunos, si no todos, para evitar sospechas, conforme vayan apareciendo. Quiere que me consiga unos carroeros, mi com? S, pero muy discretos, chingones y que deban muchas, para tenerlos bien cogidos de los huevos. No mencione mi nombre ni nada, dgales que las mujeres son vctimas de una epidemia de virus y que el gobernador de la ciudad no quiere que cunda el pnico. De esta manera no estarn jodiendo con preguntas pendejas. Hoy mismo, mi com. Carroeros? Qu es eso, mi com? pregunt Sampedro. Son bandas de cabrones que trafican con rganos humanos. Obviamente son ilegales, pero algunos grupos colaboran con nosotros de vez en cuando. De esta manera, tenemos una va fcil para desaparecer evidencias y ellos se ganan una lana vendiendo las partes y a veces todo el cuerpo de la vctima. Por lo general se presentan en ambulancias del departamento o de terapia intensiva y se llevan los cuerpos quin sabe adnde. Esos son los carroeros, mi querido amigo. Sampedro se vea impactado y Martnez volvi a dirigirse a Vivanco. Consgase unos bien equipados, con radio y todo, mi doc. Dgales que se trata de una epidemia, tal vez de origen viral, as que se trata de llegar en chinga y deshacerse del cuerpo lo ms pronto posible.
Qu les van a decir a las prostitutas de confianza? De eso yo me encargo, conozco bien el ramo y... Vivanco interrumpi: No tan de prisa, mi comanche, yo tambin conozco dos tres putitas en la zona, y son de confianza, no lo dude. Muy bien, no hay problema. A las prostitutas de confianza les diremos que se trata de un manitico que gusta de toquetear y arrancar los cltoris. Que no digan nada, pues no debemos alertar al degenerado de ninguna manera. Simplemente que abran bien los ojos, que traten de andar por lo menos en parejas y que una tome el nmero de las matrculas del automvil en que la otra se sube. Sobre todo, que no se dejen tocar. Que si se encuentran este tipo de cliente, que salgan del lugar y pidan auxilio y que nos llamen de inmediato. Eso es todo. Unas quince putas van a poder controlar a miles? No, pero tienen a su vez sus propias amigas de confianza, a las que les encomendarn una misin parecida, con una historia diferente, para respetar nuestro secreto, y aqullas a su vez a otras y as. Mi com, perdone mi ignorancia, pero para eso estoy, para aprender, como soy de la manera de pensar que la ignorancia es un mal que tiene cura, yo... Abrevia, carajo intervino Vivanco. De qu nos servir tener las matrculas? Yo te lo explico intervino el suegro: vamos a suponer que t y el comandante son un par de putas baratas, de acuerdo? T te subes a un coche y el comandante toma el nmero de las matrculas. Si no te vuelves a aparecer por all o, mejor an, si apareces muerta en un hotelucho, con el culo al aire, con el nmero de las matrculas podemos localizar al que te mont por ltima vez y que probablemente es el culpable de tu insignificante muerte. Pero para eso tendrn que morir varias mujeres, no? Me temo que s, Sampedro pontific el comandante
. Ya ves, hasta en estos menesteres existen los mrtires. Alguna otra cosa? Ambos negaron con la cabeza. Les voy a dar un bper a cada uno, exclusivamente para nuestro propio servicio Martnez sac los aparatos y ense a Sampedro a usarlo. Vivanco ya conoca la mecnica del artilugio. Funcionaban por operadora, lo cual los haca ms difciles de interceptar. Los bipers de mensaje quedaban grabados y eran muy accesibles a quien quisiera escucharlos. Martnez lo saba, era experto en la materia y no quera tomar ningn riesgo. Se colocaron el bper al cinto, como si se tratara de espadas para ir a las cruzadas o algo as. Martnez hizo un gesto, dando por terminada la reunin. Cualquier cosa, un bipazo y listo, cuento con ustedes? Por supuesto, mi comanche dijo Vivanco, muy serio. Hasta el fin! declam Sampedro, dramticamente. Ya para salir de la oficina, Sampedro se volvi a Martnez y con la expresin y el tono de voz propios de un nio que le pregunta algo a su amadsimo padre, demand: Cree que tengamos xito, mi com? Le llevamos una gran ventaja. Cul? Ya lo vamos conociendo. Slo nos falta saber quin es. 15 Martnez volvi a su despacho y se encontr con la desagradable novedad de que tena que asistir a una junta con el procurador, para hablar de presupuestos y un dizque plan quinquenal que se haba sacado de los huevos. Camino a la junta, que ya haba empezado, se top con Mota: Quihubo, Jefe? Puta madre, no me lo tome a mal, pero apesta mucho a formol. Viene del forense? Sin darle
mayor importancia al asunto, Martnez dijo: S. Algn caso en especial? No, ninguno, pero aprovech para revisar algunos asuntos con Vivanco, ya que se dign aparecer. Vas a la junta? S, carajo, este gey ya me tiene hasta la madre con sus mamadas. Ni pedo. En el auditorio y gracias a la peste que traa encima, Martnez pudo sentarse solo y se dedic a pensar un rato. Este caso iba a necesitar de mucha dedicacin y tiempo, como para andarlos perdiendo en juntas y mierdas de stas. Punto siguiente, no poda compartir su atencin entre el caso y las nalgas de Yolanda. Aquel que sirve a dos amos, termina por quedarle mala ambos. Y por ltimo, el tono y las preguntas de Mota eran muy suspicaces, como si se oliera algo. El comandante tom nota mental de estos conceptos y se dedic a observar distradamente los gestos del imbcil ese que hablaba de invertir bien el dinero de la procu cuando una sola de sus hermanas ocupaba doce agentes como escoltas. Mientras manoteaba el changuito aquel, Martnez rumiaba una idea tras otra. Las bajaba de su cerebro a su estmago, trataba de digerirlas y volvan de regreso. As varias veces, rumiando. Quien lo viera, jurara que estaba muy concentrado en el monlogo del seor procurador. De pronto se sinti agobiado y muy cansado. Resolvera este caso y se retirara. Se marchara con Yolanda a Puerto Arista y la embarazara. Vivira como rico. Nunca ms mierdas de stas, ni Motas, ni asesinos, ni nada. Pero antes, deba resolver el caso. Unos aplausos lo volvieron a la realidad. Unos cuantos pueteros aclamaban las idioteces que el procurador acababa de rebuznar. Martnez se march en cuanto pudo a su guarida. Se
sent distradamente en el laboratorio y empez a manipular los frasquitos que contenan todo tipo de venenos. All haba uno muy especial. Lo haba robado a un qumico japons que haba venido a dar una conferencia. Una tarde, mientras el oriental intentaba cantar Cielito Lindo en el restorn Arroyo, bien pedo, acompaado del seor procurador y varios directores de servicios de seguridad de la capital de la Repblica, Martnez se introdujo en su habitacin en el hotel Camino Real y le vaci la caja fuerte, llevndose el veneno, un Rlex de oro y doce mil dlares en cheques de viajero. Desde luego, lo que haba motivado el allanamiento haba sido el veneno. Se trataba de una especie rarsima de curare. Este tipo de veneno ataca directamente el sistema nervioso central y en la dosis apropiada ocasiona la muerte en cuestin de segundos. Es de consistencia parecida al alquitrn y se obtiene de la corteza de un rbol del Amazonas. Lo que haca diferente a este curare era que el japons ocioso haba cultivado tal rbol en Japn, imitando humedad, temperatura, todo, pero lo haba desarrollado nada menos que con la tcnica bonsi. Despus de cinco aos de cuidados especiales, haba extirpado la corteza del diminuto rbol y haba obtenido su veneno, que era segn deca en sus conferencias cien veces ms potente que el del rbol normal. Martnez juzg entonces que el mundo corra un peligro innecesario con aquella sustancia al alcance de cualquiera y lo confisc. El Rlex y los cheques de viajero se los vendi al gerente de una sucursal bancaria del centro, en cuarenta por ciento de su valor comercial, pago de contado. Martnez nunca lo haba probado, lo tena reservado para una ocasin especial, pues con tan slo un rasguo, la vctima caa muerta en cuestin de segundos; si era lo que se deca, el atacado no alcanzaba el piso vivo. Devolvi el frasquito a su lugar y una vez ms ech un vistazo a las vctimas de los orgasmos csmicos. Despus, al
mapa sobre la pared. De pronto pens que ya tena resueltos varios de sus problemas. Llam por telfono a Yolanda, lo cual logr al dcimo intento, y la cit a las seis: Ashh!, ojal no haya manifestacin ni nada! Me voy a llevar el coche. Aqu te espero, chiquita. Te tengo un par de sorpresas. De veras? qu son? Dime qu son. Aqu te espero, chiquita. Nada ms colg el auricular, Martnez se dirigi al Sanborns ms cercano. Necesitaba adquirir un telfono mvil. De regreso en su guarida, con bastante tiempo a su disposicin, sintoniz el aparato recin adquirido con su interceptor. De esta forma, absolutamente todas las llamadas de la mujer, entrantes o salientes, se podan escuchar al mismo tiempo en el interceptor. Otra posibilidad era simplemente poner la grabadora y que todas las conversaciones se grabaran automticamente al activarse el nmero de Yolanda. No es que Martnez deseara espiarla por algo en especial. Para nada. Slo que si la iba a descuidar algn tiempo, por lo menos quera enterarse de qu haca, y con quin, la nalgona mujer. Por medio del telfono mvil sintonizado, podra espiar a su chiquita sin que ella siquiera lo imaginara. Despus, llam a su secretaria, quien ya iba de salida y contest molesta. Elvira? S. Habla Martnez. Necesito que me haga un favor. Sea lo que sea, no puedo, comandante. Ya voy de salida y ya se me hizo tarde. Tengo que ir a la iglesia al ensayo... Esccheme: slo necesito que me llame por telfono a un nmero que voy a darle. Orita no puedo comandante, crame. De aqu a que tomo el microbs ya no llego. Esccheme Elvira. Llmeme a las siete en punto y diga
que habla de seguros La Magdalena, respecto a una pliza para m. Eso es todo. A las siete? S, Elvira. En punto? Y nada ms digo eso? Usted finja que es de la compaa de seguros. Siga una conversacin normal, eso es todo. Bueno, mi com, ust sabr. A las siete llamo,cul es el nmero? Tiene con qu anotar? Martnez le dio el nmero de la guarida y luego colg el auricular y se prepar un vaso con medio litro de jugo de limones frescos y tequila Herradura blanco. La faramalla de los seguros era una asignatura que tena pendiente con Yolanda. Lo haba prometido y deba cumplirlo. Sin lugar a dudas, el marciano poda haberle asignado una cantidad en caso de que desapareciera. Y nada despreciable, pero pensaba que eso de alguna manera enturbiara la relacin. El dinero produce ideas muy extraas y donde quiera que interviene ms de lo necesario, trae consigo el temor y el fracaso. Lo que s poda hacer para tener tranquila a Yola era darle una pliza, con ella como beneficiaria en caso de que a Martnez le sucediera algo. En todo esto, sin embargo, existan algunos problemas tcnicos para el comandante. Para empezar ninguna aseguradora seria tomara el riesgo de Martnez. Con slo verle las cicatrices o tomarle una radiografa de trax, rechazaran cualquier tipo de solicitud. Por eso Martnez decidi mejor que fotocopiara una pliza y la falsificara a su gusto, para drsela despus a Yolanda. Eso la tendra tranquila. Pero con esto del asesino, no haba tenido tiempo para falsificar la pliza y deseaba estar preparado por si Yolanda mencionaba el asunto. A las seis y media son la clave en el tercer piso y
Martnez acudi siguiendo la rutina. La chiquita vena enfundada en una minifalda tableada, negra, con medias de red y una playerita que deca Amo Todo. Mamita, ests como pa que te coma un burro exclam Martnez, imitando la voz piropera de algn pelado. Por eso me vine en el coche, quera venir bonita y si me ven as en el metro o en un taxi, seguro me cogen. Seguro, chiquita. Psale. Dnde estn mis sorpresas? Bueno, primero sintate y luce tu minifalda. Yolanda se sent y cruz las piernas con desparpajo, mostrando los tirantes de un liguero de encaje negro, as como el final de sus maravillosos muslos. La primera sorpresa es sta: voy a tener que dejarte sola varios das y eso puede repetirse en las prximas semanas. Cundo? Por qu? Ya te has ido otras veces... S mami, pero ahora empieza la temporada alta para los pedidos y tengo que vender un chingo, as que tendr que salir de la ciudad varios das. Esa no es una sorpresa, que digamos. No, mi amor. La primera sorpresa es sta: Martnez sac una caja con un moo, conteniendo el celular y le dijo, como si le hablara a una niita: As podemos estar todo el tiempo en contacto. A la chiquita le agrad el obsequio. Le agradaban todos los obsequios que el viejillo le haca. Eran como juguetitos para ella, para una niita mimada y nalgona. Gracias, papi! Y me regalaste el que no pesa! Te adoro mi vida. El nmero est escrito con lpiz en la portada de las instrucciones. Si quieres, te digo cmo usar las memorias. Mientras le explicaba a su chica cmo manejar el maravilloso aparato, son el telfono fijo. Aunque lo tenan a la misma distancia, Martnez le pidi a Yolanda que contestara.
Bueno? S. S, quin lo llama?, un momentito por favor. Es para ti, de una compaa de seguros. Martnez tom el auricular y fue diciendo: S, cmo no. No hay problema. Muy bien. Tal y como est arreglado. El domicilio es el mismo. S. Adis. Martnez le colg a Elvira y le dijo a Yolanda: De la compaa de seguros. Ya tienen la pliza, me la dan en una semana. Yo creo que cuando regrese de viaje ya estar lista. Tratando de sonar poco interesada, Yolanda dijo: No te preocupes, mi vida. No hay prisa. Si te vas a ir de viaje pronto, por qu no me manoseas un rato como el otro da? Me gust muchsimo. Eso mismo iba a sugerirte, chiquita. Cul era la otra sorpresa? En la cama te la doy, muequita. 16 Despus de despedir a Yolanda, Martnez se meti un par de golpes de tequila, se coloc la sobaquera con la Mgnum y sali rumbo a la telefnica. Cuando lleg eran las once de la noche y el lugar se encontraba muerto. Ya nada era como antao, en los tiempos en que debamos aprender a administrar la abundancia, cuando haba incluso que poner guardia a las putas para controlar bien el negocio. Ahora, gracias a los estupendos manejos macroeconmicos de los tecncratas hijos putativos de la globalizacin, el sitio se encontraba desolado. Martnez tena buen tiempo sin ir por all, tal vez unos ocho meses. Sola ir con cierta frecuencia, de cualquier manera, pues el lugar siempre tena novedades para un
polica, sobre todo con la confianza que ciertas putas le tenan al comandante. As saba Martnez si andaba por all algn asesino que hubiera venido de la sierra, contratado para matar a algn pendejo. Lo primero que estos gatilleros hacan era irse con una puta a Garibaldi a quemarse la lana. Martnez haba eliminado varios de esos elementos gracias a pitazos que le daban las putas. Aquella mierda tena que limpiarla alguien, y a Martnez le gustaba a veces este tipo de caza menor. Simplemente se esperaba a que estuvieran bien pedos y saliendo de Garibaldi los asaltaba y les meta unos plomazos con el arma reglamentaria de la polica de esas que utilizan la mayora de los asaltantes de la megalpolis. Nunca con la Mgnum. Esta era una parte de su cuerpo, no la utilizaba en pendejadas, y adems con la reglamentaria despistaba cualquier investigacin. Las putas tambin daban pitazos de drogas, pero Martnez haca tiempo que no se meta con los narcos. Saba que se trataba de una fuerza maligna incontrolable. Bastaba con ver la sofisticacin del equipo que empleaban y la cantidad de sicarios y mercenarios a su servicio para darse cuenta de que cualquier guerra frontal estaba de antemano perdida. Martnez haca tiempo que haba llegado a la conclusin de que la nica manera de acabar con el narco era que el Senado y el Congreso se armaran de huevos y legalizaran las drogas. El comandante incluso haba diseado un sencillo plan de noventa cuartillas, donde hablaba, entre otras cosas, de que el Estado deba ser el productor y distribuidor de las drogas. Las suaves, como la mariguana, en expendios estilo Amsterdam, donde cualquiera pudiera adquirir unos churros y fumrselos all o en cualquier otra parte. En cuanto a las drogas duras, seran expendidas gratuitamente en hospitales especializados, tratando, obviamente, de ir rehabilitando a los enfermos. De acuerdo con el estudio de Martnez, al no
penalizar a los consumidores infinidad de veces detenidos arbitrariamente y tratados como narcotraficantes, se ahorraran miles de horas hombre de los cuerpos policiacos, que podran dedicarse a la seguridad pblica, por ejemplo. Adems, si el Estado produce, vende y expende las drogas, gana dinero al distribuirlas, gana con las concesiones de los expendios, gana con los impuestos que cobra, pues es una mercanca ms y gana ahorrndose toneladas de papel y burocracia que actualmente se dedican a perseguir al consumidor y no al delincuente. Ese dinero que se ganara con el plan Martnez poda destinarse a la construccin de clnicas especializadas en rehabilitacin de casos de drogadiccin serios. Para Martnez la mariguana no tena ninguna importancia. Era mil veces peor el alcohol y estaba perfectamente legalizado. Ya en el terreno de los hechos, el polica prefera tratar con un mariguano que con un borracho. El mariguano nunca se pona pesado; el borracho, siempre. El mariguano nunca chocaba su automvil, ya que pensaba que iba conduciendo a doscientos por hora, cuando en verdad iba a veinte. El borracho siempre piensa que es piloto de carreras de frmula uno. As que no vea nada de malo en tener expendios de mota en un pas plagado de cantinas y pulqueras. De otra manera, la guerra contra el narcotrfico era pura mamada que los yankis haban montado como obra de Broadway. Era muy raro que aqu a cada rato se confiscaran hasta trailers completos con coca lista para venderla, y en gringolandia destino final de los enormes cargamentos nunca apaaban un cabrn ni con un kilo, lo cual dejaba bien claro quines y cmo manejaban las cosas, as que con los narcos, nada. Por otra parte, al comandante le gustaba visitar el putero per se. Tantas mujeres juntas, con sus cuerpos prcticamente al alcance de cualquiera, le provocaba una gran
emocin. Tanta hembra lista para lo ms ntimo produca en el lugar una vibracin nica para un hombre con la suficiente sensibilidad para percibirla. Al comandante le gustaba coger. De hecho, la ltima vez que se haba apersonado por esos lares fue ms bien debido a su necesidad sexual que a otra cosa. Todava no conoca a Yolanda y su vida social no le produca muchas amistades. No era raro que contratara a una puta durante toda la noche. Como era un tipo con buena fama, no se intimidaban si las llevaba primero a cenar y a veces a bailar un danznque era lo nico que Martnez bailaba, y luego se encerraban en un buen hotel a coger hasta la maana siguiente. Pero esta noche su misin era otra: encontrar a sus putas de confianza y prevenirlas. Poco a poco se fue internando entre las mujeres. A cada paso, le llovan las ofertas: Un rapidito, mi nene? Noms cincuenta. Te la mamo sin condn por sesenta y te vienes en mis piernas. Ay papi, contigo hasta de grapas me lo echaba dijo una prostituta de unos ciento cuarenta kilos, provocando las carcajadas de todo el personal. El comandante se fue alejando hacia la zona ms exclusiva, las putas aqu eran ms espordicas. Los administradores las ponan all porque era una parte bien iluminada, excelente para lucir la mercanca. Eran mujeres ms atractivas y ms caras que las primeras. Martnez pas al lado de un par de ellas, la ms joven tal vez de unos trece o catorce aos, exageradamente maquillada y visiblemente drogada, quien se dirigi con voz extraviada a Martnez: Doscientos cincuenta y te vienes en mi culo, sin condn... ni nada ndale, no seas puto, necesito una lana... Es tira, no seas pendeja... la previno su compaera. El comandante pas de largo, y medio centenar de metros ms adelante se encontr con Gilda. Varias veces
haban bailado juntos, en la pista y en la cama. La mujer era esbelta pero corta de estatura, tena veintinueve aos de edad y quince como prostituta profesional. Bailaba danzn muy bien, pues adems era originaria de Veracruz y lo traa en la sangre. Como mujer, era punto y aparte. Antes de conocer a Yolanda, Gilda haba sido el palo favorito del comandante. Adems, de todas las putas que conoca, Gilda era la de mayor confianza aunque Sampedro considerara difcil que ese tipo de mujer existiera en la vida real. La mujer fue sorprendida por Martnez por la espalda, pero delicadamente, para no asustarla: Tus papeles, reina. Inspeccin. Puta madre, nos acaban de inspeccionar hace rato. Entonces no hay pedo, princesa. Ella se volvi emocionada al haber distinguido de quin se trataba. No puede ser! Es dijo Martnez. Qu te trae por aqu, comandante? La soledad? No exactamente, Gilda. Cmo has estado? De la chingada. No hay chamba y ya me asignaron un par de putitas ms aqu mismo en esta esquina. Quiero pedirte algo. T no pides, comandante, t tomas lo que es tuyo. Gracias mi vida, pero me refiero a un asunto menos agradable. T dirs, comandante. Si te llega a levantar un tipo que slo quiera manipularte el chocho, no se lo permitas. No es violento, pero est medio loco y puede hacerte dao. Inventa cualquier pretexto y sal de all. Slo te pido que recuerdes bien sus generales, fsico, tipo de auto, cualquier cosa y te comunicas conmigo de inmediato. Martnez garabate el nmero de su bper y se lo dio a la mujer.
Aprndetelo de memoria. S, seor. En cuanto a tus pupilas, tmales las placas a todos los coches donde se suban, de acuerdo? Claro que s, y a ti cmo te ha ido, mi comandante? Bien. No me puedo quejar. Nunca te has quejado de nada. Mucho ojo entonces. No pases la voz a nadie por el momento y s muy discreta, de acuerdo? Claro que s, comandante. A ver cundo nos echamos un danzn. Muy pronto. Una pregunta, mi nena: conoces o has sabido de alguna prostituta que se haya muerto de placer? Es un chiste? No, en serio. En esta chamba? S. Es un chiste. Luego nos vemos, Gilda. Bai. Martnez volvi a la guarida. Se prepar medio litro de Herradura con un chingo de limones y se subi al cuarto piso, a manipular su interceptor. A partir de ahora, todo era cuestin de esperar. Permaneci frente al aparato hasta las cuatro de la maana, mientras su mente divagaba alternativamente entre las sonrientes vctimas y el culo de Yolanda, quien de alguna manera le estaba sirviendo a Martnez como un maniqu para revivir los hechos delictivos. Despus de desvestirse, Martnez la haba manipulado en el sitio que a ella le agradaba y esta vez aadi la novedad de la presin en el muslo. Qu sientes aqu? All, nada marcianito, pero sgueme tocando donde te dije.
Nada? Ni un adormecimiento? Lo que tengo adormecida es la pepa y el cltoris, papito, de tantas venidas, sgueme tocando. Para el comandante todo aquello distaba mucho de lo sexual. Era ms bien una leccin de anatoma prctica y fisiologa aplicada. Adems, deseaba registrar la sensacin que poda tener el asesino en el momento previo a la ejecucin. Sigui presionando el punto en el muslo de diferentes maneras y Yolanda no senta nada extraordinario. Posteriormente, en vez de slo mover los dedos sobre el punto ertico de Yola, se dedic a seguir una especie de combinacin de caja fuerte. Primero un movimiento rotatorio a la izquierda, otro a la derecha, luego dos a cada lado, tres, cuatro... Esto tampoco pareca tener ningn efecto extraordinario sobre la libido de Yolanda y despus de un buen rato y una buena cantidad de orgasmos de la abundante morena, Martnez suspendi el experimento. Ayyy marcianito, cada da me gustan ms las cosas que me haces. Seguro no sentiste nada especial en el muslo? Seguro, por qu tanta insistencia? Por nada. Es que le en un libro que si presionas all se siente ms placer. Pues conmigo les fall. As parece. Bueno nenita, ya te di tus sorpresas. Me voy maana muy temprano. Lo ms probable es que est fuera unos das, pero me comunico a tu celular. Los ojos de Yola se encendieron ante el recuerdo de su nuevo obsequio y bes gratamente a Martnez en la mejilla. Gracias mi vida, as no me voy a sentir tan sola. A las cuatro en punto de la madrugada, Martnez apag sus aparatos y su cerebro y se march a dormir. 17
Martnez estaba acostumbrado a los rigores de la espera. Sin embargo, en este caso poda prolongarse hasta meses o aos. La experiencia sera algo parecido a dejar el tabaco o el tequila. El principio era lo ms difcil, despus, los das iran pasando y la fuerza de la costumbre terminara por imponerse, creando en el mundo de Martnez una nueva realidad, como lo es para aquel que deja por fin de fumar o beber. Y no es que Martnez hubiera cazado muchos asesinos en serie. Para nada. Este fenmeno era ms propio de una cultura distinta a la nuestra. En cambio, el comandante haba ledo y estudiado prcticamente todo acerca de ellos. Conoca a la perfeccin a Bundy, a Dahmer, a Gacy. Poda recitar de memoria los casos de Lucas, Chikatilo y muchos otros. Tambin haba absorbido la literatura escrita por sus respectivos cazadores y todos hablaban de lo mismo: el tiempo de espera. Slo aquellos que saban y podan esperar estaban en condiciones de atrapar a un asesino en serie. As que Martnez trat de seguir la misma rutina de siempre, llenando sus formularios pendejos y sus actas estpidas. A media maana, hubo un llamado general. Necesitaban elementos para ejecutar una orden de aprehensin en una casa de seguridad de un narco. Martnez hizo como que atenda al llamado y una vez fuera de la procu, se dirigi a un bar cercano a mamar tequila. No se sorprendi demasiado cuando transcurrieron los minutos y varios elementos ms de la judicial fueron llegando al sitio. Muy pronto armaron una mesa de domin. Dos horas despus, regresaban y preguntaban cmo haba estado todo. Levantaban reportes completamente falsos y asunto arreglado. Todo mundo lo haca. No tena ningn caso ir a batirse a balazos con los sicarios de los narcos, mientras stos seguramente a esas alturas ya estaban bien seguros, fuera del pas y hasta probablemente jugando al pker en Las Vegas, con sus socios
yankis. De regreso del bar, se encontr nada menos que al seor procurador. Trat de hacerse pendejo, pero el procurador lo descubri entre la gente y lo llam con su vocecita de tecncrata apualado: Martnez! Martnez! Dgame, licenciado. Qu bueno que lo encuentro. Ayer lo busqu despus de mi conferencia, pero parece que se fue usted muy rpido. Me fij que estaba usted muy atento y he pensado que tal vez nos haga el favor deformar parte de alguna de las mesas para debatir la normatividad del presupuesto. La verdad, no, licenciado. Martnez no era lambiscn. Varios de sus compaeros haban llegado hasta a generales o doctores honoris causa con tan slo ser buenos lamehuevos, pero l no poda ser as, eso se llevaba en la sangre. Cmo que no, Martnez? Ver usted, lic, las nicas mesas que yo conozco son dos: en la que me siento a tragar a veces y las que estn llenas de casos sin atender. Acostumbrado a la pleitesa, el gran pequeo funcionario no comprenda lo que deca el gangstercillo aquel. Para el procurador, todos ellos eran unos pillos. Se est burlando de m, Martnez? No, seor procurador. Ms bien usted de m. Sugiere que siente mi culo durante horas para formar un comit que escoja otro comit que vea la posibilidad de formar una comisin para ver de qu manera le dan en la madre al presupuesto usted y su pandilla de ineptos? No se ha dado cuenta del ndice de criminalidad que impera en la pinche ciudad? Yo creo, lic, que debera dejarse de juntas y comits pendejos y ponerse a trabajar en la procuracin de justicia. Ese es su trabajo, no? El prepotente funcionario estaba plido. Entre otras de
sus virtudes, era amigo personal del seor presidente de la Repblica. Con voz temblorosa de rabia, alcanz a decir: Spase usted, seor polica, que tengo entre otros un doctorado en administracin pblica, de la Universidad de StanFord. Aqu no es Estnfor, aqu es la ciudad ms cabrona del mundo, mi lic. Eso es lo que parece que usted no acaba de entender. Mire, Martnez, en el momento que lo desee, puedo suspenderlo y hasta cesarlo, si me apetece. Martnez sonri bonachonamente. Se acerc al odo del tipejo y le dijo con voz muy suave, pero igualmente helada: Noms atrvete, puto. Despus se dio la media vuelta y dej al procurador hablando solo. No era la primera vez que tena problemas administrativos, pero particularmente en este momento no dispona de tiempo para esas tonteras. Martnez haba visto nacer y morir miles de comits de todas clases. Todo eran puros proyectos que siempre terminaban archivados o en la basura. Nunca haba consistencia en nada. Slo en los ltimos diez aos, haba habido ms de siete procuradores, obviamente todos con ideas diferentes en cuanto a cmo administrar la justicia... y los billetes! No dej que su mente se distrajera y aunque se mora de ganas por pasarse la tarde viendo todas las fotografas de la procu, no poda hacerlo, pues despertara sospechas sobre el caso, particularmente cuando el necrfilo Mota andaba cerca. Se dirigi a un telfono pblico y marc un nmero en la Procuradura General de la Repblica. S? Gmez? Quin lo llama? Martnez. Quihubo, t? Bien. Necesito pedirte un favor.
T dirs. Necesito ver unos expedientes. No hay pedo. Cundo vienes? Ahora mismo. Bien, voy a dar la orden de que te reciban. Sin gafete ni nada, es algo muy discreto, te importa?, Ese es tu pedo. Necesito poder moverme libremente por los archivos. Te va a esperar un monito junto a la mesa del Ministerio Pblico. El se encarga. Gracias, compadre. Cmo van las cosas? Bien, t? Del carajo, pero bien, como siempre. Bueno, nos vemos. Nos vemos. El monito en la PGR result ser exactamente eso, pareca un mico de organillero, slo que de un metro ochenta. Llev a Martnez sin decir palabra hasta el archivo general y una vez all le dijo a la jefa: El seor es auditor interno. Va a andar por aqu. Por favor no lo molesten y cooperen con l en todo lo que puedan. La decana burcrata mir con desconfianza a Martnez unos segundos y por fin dijo: Ta bien. El mico se march y Martnez debi escuchar varias recomendaciones de la jefa de archivos: Perdone, pero aqu, como puede ust ver, somos muy ordenados. Le pido por favor que todo lo que toque lo vuelva a poner en su lugar y que no manche nada de caf o grasa. Muy bien. Cualquier cosa, estoy a su disposicin. No trate nada con el personal, luego ni saben nada y todo lo desordenan. Todo trtelo directamente conmigo. Perfecto.
La masa aquella volvi a su cubculo y se arrellan pesadamente en un enorme silln giratorio forrado de vinil y Martnez no pudo evitar imaginarse a qu olera el sudado culo de la tipa a las seis de la tarde. Se procur un caf y un cenicero y puso manos a la obra. Varias veces haba estado en aquellos archivos con el transcurso de los aos, y en cada ocasin se encontraba empleados nuevos. El orden no era muy diferente al de los archivos de su propia Procuradura y comenz examinando expedientes al azar, de un ao atrs a la fecha. Quera saber si en otras entidades se haba presentado la misma causa de muerte. Por otra parte, no tena nada mejor que hacer y era demasiado temprano para sintonizar el interceptor o ponerse a buscar putas de confianza. En la PGR, los expedientes eran ms numerosos an, y muchos ni siquiera traan fotografas. De cualquier manera, haba que buscar a ver si encontraba algo. Martnez vio desfilar ante sus ojos varios centenares de rostros femeninos. Algunas veces durante la tarde se haba detenido ante alguna fotografa, imaginndose la historia de aquella vida. Era un ejercicio bastante ocioso, pero no poda evitar llevarlo a cabo, como le suceda muchas veces en presencia de los cadveres que protagonizaban el escenario de algn crimen. De pronto se encontraba pensando en lo que haban sido, qu eran esas pobres mujeres, antes de terminar podridas y olvidadas en cualquier panten o calcinadas en un crematorio. Afortunadamente, entre aquella coleccin de horrores, no haba podido encontrar alguna vctima que presentara la ya tan temida sonrisa. Le haban llamado la atencin un par de casos en los que a primera vistalas vctimas sonrean, pero en realidad se trataba de dos pobres mujeres a quienes su verdugo les haba amputado los labios, dejndolas con una enorme e inevitable sonrisa en la boca. Martnez continu revisando expedientes y ms expedientes hasta que a las siete de la noche, al cambiar el
turno del personal, se dio por vencido. Lo nico que haba encontrado era un terrible dolor de espalda. Y por si fuera poco, extraaba a Yolanda como un maldito loco. Decidi entonces retirarse un buen rato a su guarida a recuperarse con su acostumbrado tequila con limn y algo de comer. Tom un coche de alquiler y se baj una cuadra antes, para comprar algo para matar el hambre. Despus, se dirigi a su cubil. Una vez que hubo devorado una buena torta de pierna y libado un par de tragos, subi al cuarto piso a entretenerse con su interceptor de llamadas. Mientras su fino odo dejaba pasar las llamadas sin importancia, l segua pensando en el caso: tal vez lo del muslo era slo un punto de apoyo, ms que parte de la combinacin. De cualquier manera, de dnde haba salido tal asesino?, qu clase de hombre se pona a investigar esa clase de chingaderas? Cierto que la mayora de los hombres son obsesos sexuales por mera naturaleza, pero de eso a dedicarse a descubrir una clave para matarlas de placer, haba una gran distancia. Tal vez era un mdico, un gineclogo. O un fisilogo... o un padrote... Martnez intent meterse en la personalidad del asesino y mientras ms lo haca, ms le pareca todo el caso en s una perversin total. Asesinar por esa va era el equivalente a matar nios con caramelos envenenados. Aunque la verdadera obsesin del comandante era la tcnica. Cul era la pinche tcnica? Desde luego, no poda ser algo sencillo, por eso no haba bibliografa ni casos parecidos. Tal vez aqulla fuera el producto de la tecnologa hi tech: algn tipo de lser, un vibrador atmico o alguna chingadera de esas que ya no saben qu inventar. Pero sus tripas le decan que no haba tecnologa involucrada, sino al contrario, la
dichosa tcnica se inclinaba ms mucho mshacia el campo de la magia... 18 A las once de la noche, decidi volver a los sitios donde podra encontrar ms colaboradoras de confianza y prevenirlas. Y tuvo bastante xito. Si bien slo consigui a una, sta era incondicional. Martnez se percat, de pronto, de que todas las mujeres de su confianza eran igualmente buenas bailarinas de danzn. Ay Martnez, qu cosas se les ocurren a estos cabrones. Arranca cltoris el culero? Habra que arrancarle la verga al cabrn. Pero no te preocupes, papi, si cae en mis manos no slo te aviso, igual y hasta me lo chingo. Ya tengo ganas hace tiempo de mandar a la verga a uno de estos hijos de su rechingada madre. De preferencia avsame, me gustara interrogarlo. Despus de sugerirle tomar nmeros de matrculas y todo lo dems, se despidi cariosamente de ella, con un beso en la mejilla: A ver qu da nos echamos un danzn, preciosa. Y un buen palo. El jueves es mi cumpleaos. Si quieres nos vemos. No es mala idea, pero orita tengo horario muy irregular, nena. Ah cuando puedas, no hay pedo. Tienen alguna descripcin de este marrano? Ninguna. La informacin la proporcionaron annimamente. Slo sabemos que toca... y arranca... Ya veremos. Bai, bonita, felicidades. Bai, amor. Decidi no llamar ms la atencin por el momento y
volvi a su cubil y al inevitable interceptor. El cual estuvo canturreando hasta que Martnez decidi apagarlo e irse a dormir a las cuatro de la maana. Los siguientes das se sucedieron ms o menos con la misma tnica. Se presentaba en la procu y se haca pendejo todo el tiempo. A partir de su discusin con el procurador, sin embargo, comenzaron a asignarle misiones, como cateos a casas de seguridad de narcos y lindezas por el estilo. Trampas. Pero eran trampas para caza menor. Sin embargo, el seor procurador se estaba convirtiendo en un cosquilleo en el escroto de Martnez. Obviamente, en vez de asistir a los cateos asista al bar cercano a la procu a anestesiarse debidamente. Por las tardes se la pasaba casi todo el tiempo sumido en la literatura u observando las obsesionantes fotografas. Trataba de impregnarse an ms de ser posible del mapa, de los alfileres de cabeza roja que marcaban el sitio donde haba sido encontrada cada vctima. El permetro marcado con verde, siguiendo salvo por la puta de Las Lomas una ruta exacta. No crea en los squicos, pero de tanto mirar el mapa, Martnez pensaba que poda adivinar dnde se llevara a cabo el siguiente homicidio. Y as como los primeros das son terribles de ansiedad para aquel que decide dejar por fin un arraigado vicio, igual le ocurra a Martnez con la espera. A esas alturas ya haba elaborado decenas de teoras y masticado la famosa tcnica hasta en sueos. A veces, cuando uno de sus otros yos le sugera que tal vez el asesino ya no actuara ms, Martnez fastidiado lo (se) mandaba a chingar a su madre. Pero estaba el yo de polica profesional, y se era el que llevaba las riendas del asunto y meta orden cuando las personalidades de Martnez discutan y entraban en conflicto. Ya aparecers... le deca en voz alta al asesino ...y no te la vas a terminar...
Despus de pasar horas y horas de esta manera, sala a refrescarse visitando lugares de putas, buscando, encontrando, previniendo. Al cuarto da extraaba a Yolanda como nunca haba extraado a nadie. Y no slo sus nalgas o sus chichis, sino toda ella. Su risa, su voz ronca y sensual, su compaa. Se haba propuesto no verla mucho, para tener ms capacidad de accin, en caso de que el asesino actuara en forma recurrente durante aquellos das, pero como nada suceda, le haca falta cargarse las bateras con ella, as que la llam a su celular y le dijo que estaba en la ciudad y deseaba verla. La chiquita, en vez de sorprenderse agradablemente, dijo con voz malhumorada: Hoy? S, por qu? Es que qued de ver a unas amigas, marciano, pero maana temprano te voy a ver. Son unas amigas de la secundaria y me las encontr el otro da y quedamos de vernos, mi vida, luego ya sabes cmo son esas reuniones. Se empieza a chismear y nunca terminas... Si pudiera cancelaba la cita, mi amor, pero no tengo dnde localizarlas y ni modo que las deje plantadas... Adems, no me avisaste que regresabas, mi vida... No hay pedo, chiquita. Maana te llamo y te digo a qu horas nos vemos. Notando la frialdad en las palabras del marciano, con otro tono ms amable, la chiquita dijo: Llmame, marcianito. Si no, voy a pensar que ya mam. Que te diviertas acert a decir el comandante, y colg el auricular. Muy poco a poco, como el efecto de una suave droga, lo fue invadiendo una sensacin de terrible soledad. Se senta como un nio pequeo abandonado en medio de la nada. Pero tambin sinti enojo. No mantena a la puta para que se fuera
con sus amigas, sino para estar lista en cualquier momento para l. Pero era cierto que no le haba avisado. No le gustaba haber percibido mal humor en su voz, pero igual tena la regla... en fin... Para distraerse, pas la tarde elaborando la pliza falsa. A las nueve dej la guarida y se instal un par de horas en una cantina. No tena hambre y adems evitaba comer, pues la comida lo agevaba y en estos momentos necesitaba estar al tiro. Se tom varios tequilas, eso s, y se fum un cigarrillo tras otro. Por un lado estaba muy satisfecho. Cada vez le quedaban mejor las falsificaciones de documentos, y eso siempre lo pona contento, pero, por otro lado, estaba decado, no poda evitar sentirse resentido con Yolanda. Masticando ideas y jalando humo y alcohol, a las once sali de all, busc y encontr a un par de damas, platic con ellas un rato, les dio las instrucciones pertinentes y volvi desganado a la guarida. Saba que no habra vctima aquella noche, pero deba estar de guardia de todas maneras. La guardia trajo pensamientos buenos y malos. La pliza le haba quedado perfecta. Los sellos, el color, las firmas, las fechas, los desgloses, los adenda, todo. Eran quince hojas completas. Ya slo le faltaban los detalles y a Yolanda seguramente se le caeran los calzones al ver el documento. Si es que ese da llevaba calzones. A Martnez le encantaba que Yolandita fuera tan puta, pero en su subconsciente muchas veces se inquietaba. Era tan fogosa, tan... tan... puta y estaba tan buena que Martnez senta a veces ligeras pualadas de celos. A las dos de la maana, harto de tanto pensar, se meti un buen chingadazo de tequila y se march a dormir. No haba por qu fatigarse. Martnez estaba seguro de que el asesino volvera a atacar al da siguiente. Justo antes de perder el conocimiento aquella noche, el comandante tuvo el ltimo pensamiento del da: descubri que con todas aquellas mujeres que haba visto ltimamente,
bailaba danzn. La nica excepcin era precisamente Yolanda, a quien tal arte le pareca un aburrido baile de rucos. El quinto da lleg por fin, y Martnez sin poder evitarlo se senta como un nio de primaria en exmenes finales. De ahora en adelante el procurador y todo lo dems poda irse a la mierda. Todo lo que importaba era el caso. Martnez poda darse el lujo de largarse de la procu en ese mismo instante, pero deseaba tener a su disposicin la infinita infraestructura de la corporacin. Si el seor procurador pasaba de ser una cosquilla, habra que rascarse los cojones como es debido. Martnez no permitira que nada ni nadie entorpeciera el desarrollo normal de los acontecimientos. El comandante ni siquiera quiso apersonarse en la procu ese da. Si se confirmaba su teora, por lo menos ya sabra por adelantado qu das atacara el asesino. Podra incluso hacer que tales das se extendiera la alerta entre las putas. Yolanda le mand varios bipazos pidindole que se comunicara con ella, pero el polica no estaba de humor para sexo. Ms an, lo que menos quera ver en ese momento era un cuerpo desnudo... vivo. Se repleg en su madriguera a sorber etlico y a repasar en su memoria cada micra del caso de principio a fin. Llam a Sampedro y le pidi que tuvieran todo listo en la procu, que seguramente llegara un fiambre nuevo. Llam varias veces a Vivanco por el bper, pero el doc brill por su ausencia y no se comunic para nada. Despus de una hora llam a Yola, quien insisti varias veces en ir a coger con l, sin embargo, Martnez se neg argumentando que haba tenido un da terrible con los tapiceros de las salas. Tom un enorme bao en tina y a las diez de la noche en punto, perfectamente afeitado, perfumado y vestido, se sent a hacer guardia frente a su aparato.
19 Martnez amaneci vestido, babeando sobre el aparato interceptor y con un dolor de espalda de la chingada. El sol entraba con bastante fuerza cuando vio su reloj y eran las diez de la maana. Le entr una especie de pnico, no saba qu hacer. Qu haba pasado? Por qu no se haba enterado de la llamada? Lo haba vencido el cansancio? Se fue tranquilizando al recordar que de cualquier manera Sampedro estara de guardia y llam a la procu, pero le dijeron que Sampedro no estaba. Vivanco?, acababa de marcharse. Bipe a ambos y para su sorpresa fue el doc quien se comunic primero. Qu onda, mi com? Cul es la urgencia? Quin estaba de guardia anoche? Yo mero, mi com. Mi yerno est en exmenes finales y yo me hice cargo. Y no hubo nada anoche? Nada mi com. Slo tuve que abrir a un atropellado y mejor lo cerr de inmediato porque las tripas parecan... Nada?, absolutamente nada? No mi com y descuide, ya sea mi yerno o yo, siempre estamos de guardia. Luego paso a darle unos detalles. Qu lo hizo estar tan seguro de que actuara? Pareca que tena un mtodo. Bueno... luego nos vemos, mi com. Doc? S? Tiene manera de investigar si no lleg algo a las delegaciones, o a la general de la Repblica? Ya lo hice, mi com, pues, qu hora cree que es? Y nada? Me temo que no. Bueno. Si hay algo, llmeme. Seguro, mi com.
Martnez se haba credo prcticamente infalible. Pero el asesino no haba actuado. Aquel detalle echaba por tierra una buena parte de la confeccin que Martnez haba hecho de la personalidad del asesino y se sinti de pronto muy deprimido. Sali a comer algo y luego se dirigi a la procu, y all al depsito de carnes fras, y le sorprendi encontrar a Mota conversando con uno de los ayudantes. Al acercarse Martnez, se suspendi la pltica. Se saludaron y Mota se despidi, pues tena una asignacin. El ayudante le indic a Martnez que Vivanco y Sampedro no se encontraban all. Subi a su despacho, se puso a beber, dispuesto a asesinar el da hasta volver a la rutina de la noche, esperando que este hijo de su puta madre del asesino se decidiera a actuar. Recarg la cabeza en los brazos y se qued dormido sobre el escritorio. Vivanco apareci a eso de las dos de la tarde y el comandante se despert al escuchar que se abra la puerta. Tena el rostro descompuesto y el cabello aplanado en el lado de la cabeza sobre el que se haba quedado dormido. Qu pas, mi comanche? Durmiendo en horas de oficina? Qu es eso? Despus de los saludos correspondientes, Vivanco pregunt: Ya comi, mi com?, tiene usted una facha espantosa. No. Lo voy a llevar a un lugar donde sirven una birria de poqusima madre. La verdad es que no estoy de humor, mi doc. Vamos, de menos humor va a ponerse aqu, tirando la hueva. Ya ver que todo mejora con el estmago lleno. El lugar estaba bastante cerca, y como el doc tuvo el buen tino de no mencionar el caso, paladearon una de las mejores birrias que el polica haba probado en su vida. Vivanco anim la comida con varios chistes y ancdotas obscenas todas, por supuesto y despus de devorar un par de postres tpicos, el
comandante se senta lo suficientemente recuperado comopara volver al caso. Nada nuevo, verdad? Bueno, s, dos cosas. La primera, ya alert a varias de mis mujeres, y la segunda, hay una pinche cosa que me trae un poco ciscado. Cul es? Ya van varias veces que veo a Mota merodear entre los cadveres y Sampedro me ha dicho lo mismo. Antes sola hacerlo, ya ve, colecciona pezones y eso, pero ahora anda preguntando si no han llegado ms fiambres con la sonrisa. A m me late que este cabrn se trae algo. Yo tambin lo vi all hace un rato. No ser que slo quiere practicar su necrofilia? No creo. Parece que no somos los nicos que estamos en esto. Eso parece. Y volviendo al caso, su asesino rompi el esquema. As es. No se desanime, mi com. As son estas cosas. S, ya lo s. Lo peor es que me siento como fiera enjaulada, mi doc, ya no s ni dnde meterme. Pues vyase metiendo en alguna parte, porque ste puede ser slo el principio. No me anime. Al contrario. Estoy en guardia para cualquier cosa, mi com. Nos vemos, Vivanco. Nos vemos, comanche. Y no se preocupe por la cuenta, sta se la cargamos a la Secretara de Hacienda. Para empezar a llevrsela fcil, siguiendo la prescripcin mdica, cit a Yolanda y esta vez se present volando. Martnez evit a toda costa seguir complicando su relacin con el caso, as que se limit a mamarle su puntito rico y a cogrsela. En un momento determinado, el teniente se
imagin que se estaba cogiendo a una desconocida, a una puta de paga. La despidi bien pronto y sali un rato a divagarpor el centro. A medida que fue cayendo la noche, volvi a la misma rutina. El asesino haba roto un cierto esquema, pero poda comenzar con otro diferente en cualquier momento y haba que estar alerta. Volvi de nuevo a la guarida, prepar su bebida, subi al cuarto piso y encendi el interceptor. Mientras escuchaba, se sent en el banquito de su laboratorio y prepar varias cosas: el curare bonsi, un frasco con cocana de excelente calidad, unas tijeras y una hoja de una revista. Recort cuatro rectngulos de papel y llen tres de ellos con la coca, envolvindolos como se venden en la calle. El cuarto rectngulo, que identific perfectamente entre los otros, lo llen con una dosis de coca y con la punta de un alfiler lo mezcl con un poco del veneno. Muy poco. Seguramente no sera necesario mucho. Envolvi el cuarto rectngulo de papel y examin su trabajo. Todos los improvisados sobrecitos parecan producto de un vendedor callejero. Los dej sobre la mesita del laboratorio, orden todo en su sitio y se puso a beber y pensar, como ya era su costumbre. A las cuatro en punto, se march a dormir. 20 Al da siguiente, despus de comprobar con Sampedro que no haba nada nuevo, se ba y se fue a disfrutar unos pambazos. Con calma, se dirigi posteriormente a la procu. Desde luego, no le prest la menor atencin a la montaa de papel que lo estaba esperando sobre su escritorio. Tranquilamente, se concret a pedir una bolsa grande para basura, la llen con todos los folders y papeles y la mand
retirar. Elvira, mientras tanto, se dedicaba a hojear revistas para novias, embobada. De repente, se levant de su escritorio y fue a ver a Martnez. Perdn, comandante, me va a necesitar? No, Elvira, tiene ensayo? Pus no, pero de estar aqu sentada, mejor me voy al centro a ver unos vestidos. Llguele. Nos vemos, comandante. Nada ms desapareci Elvira, Martnez sali a rondar por los pasillos. En Averiguaciones Previas se encontr con dos comandantes ms y con Mota, quien les platicaba un chiste por dems soez. Martnez se uni al grupo, fingiendo inters. Al final, luego de unas risotadas, el grupo se diluy y Mota y Martnez se fueron caminando juntos por un pasillo. Ven un momento a mi oficina, hay algo que quiero consultarte. Vamos. Al llegar al despacho de Martnez, dej pasar a Mota y cerr la puerta tras l. De qu se trata, Jefe? Mira, hasta orita, nadie sabe nada, pero t eres mi subalterno y debes conocer del caso. Mota se ech hacia delante en su silla, muy interesado. Siga, Jefe. Se trata de las mujeres estas que se mueren riendo. Okey. Tengo una pista. Me lo imaginaba, Jefe. Ya lo s. Necesito que con mucha discrecin vayas al edificio de Las Lomas y consigas los videos del estacionamiento. Los que tengan, hasta el da que se descompuso la cmara, de acuerdo?
De acuerdo, Jefe. Hay varias, verdad? Es un asesino en serie, no es cierto? Hasta donde s, as es. Pero slo t y yo debemos saber sobre esto. Y los forenses? Los tengo bien controlados, no hay pedo. Muy bien, Jefe, algo ms? Djame ver... Distradamente, Martnez sac su bolgrafo del bolsillo de la camisa y los sobrecitos de coca que haba preparado cayeron sobre su escritorio. Mota al verlos hizo la misma cara que un adolescente al ver de cerca las primeras tetas. Y eso, Jefe? Ah!, se las baj a un cabrn que detuve anoche, cerca de Garibaldi. Y est buena? No la he probado. Martnez separ uno de los sobrecitos y se lo ofreci a Mota, quien lo abri rpidamente y con gran experiencia se aplic todo el polvo en ambas narinas, ayudado por la larga y afilada ua de uno de sus dedos meiques. Al terminar de aspirar, se lami la ua y el papel donde haba estado el narctico. Se pas el ndice y el pulgar varias veces sobre la nariz,aspirando profundamente y cuando pudo hablar, dijo: Puta, Jefe. Est de primersima. Toma, te regalo otro, pero no te lo chingues aqu, van a creer que soy dler. rale. Y ya jlate para Las Lomas. Ya vas, Jefe. Muchas gracias por incluirme y, sobre todo, gracias por el perico. Nos vemos. Martnez pens que ya haba trabajado lo suficiente por un da y se regres al edificio de Tacuba.
Pas la tarde bebiendo tequila y obsesionndose con el asesino, en la noche decidi no salir y se puso todo el tiempo frente al interceptor, hasta que, sin resultado alguno, le lleg la hora de irse a dormir. A la maana siguiente, cumpliendo la rutina, llam a quien estuviera de guardia. Contest Sampedro: Mi com!, qu gusto! Qu tal, Sampedro? No ha habido nada? Nada, mi com, va a ir al entierro? Cul entierro? No se ha enterado? Al subcomandante Mota le dio un infarto, en su coche, ayer en la tarde. No me digas? Pues s, lo encontraron bien cuajado aqu mismo, en el estacionamiento. Parece que se pas de perico, mi com. A qu hora lo entierran? Como a las doce. Va a hablar el seor procurador y todo. All nos vemos. S, mi com, y lo siento mucho, s que eran amigos. Luego as pasa, nos vemos. Bai, mi com. Tratndose de un miembro de la corporacin se le dispens la autopsia para evitarle mayores penas a sus familiares. Al entierro asistieron muy pocos miembros de la corporacin, y Martnez no se decida si era debido a que Mota no era muy querido o bien a que la amenaza del discurso del procurador haba asustado hasta a los ms valientes. El entierro no comenz a tiempo, porque al cuarto para las doce, durante el ltimo rosario de cuerpo presente, lleg una seora con dos niitos como de seis y ocho aos, reclamando que eran hijos del difunto y tenan derecho de estar en el entierro de su padre, pero la viuda de Mota se le ech encima y la agarr de las greas, llamndola puta, y casi
logr sacarla del velatorio, cuando su hijo mayor, de unos veinticinco aos, intervino y despus de un rato consigui apaciguarlas. Finalmente, todos juntos y en armona, se pudo empezar con la ceremonia. El procurador exalt las virtudes de aquel gran polica y, desde luego, convirti el acto en un aburrido discurso poltico. Mientras hablaba del difunto Mota, de su herosmo y su lealtad a la Procuradura y a la justicia, a la patria, Martnez pensaba que en verdad estaban enterrando un trozo de mierda: aquel cabrn haba violado, robado, asesinado y torturado a su gusto. Practicaba la necrofilia y mutilaba cadveres para su coleccin y ahora, de pronto, era un gran hroe. Para colmo, el procurador mencion dos veces a Mota como cado en el cumplimiento del deber. 21 A medida que se fueron sucediendo los das sin noticia alguna del asesino, Martnez igualmente se fue adaptando a la rutina de la espera. El seor procurador arm por fin sus mesas de trabajo y tuvo buen cuidado de no invitar a participar a Martnez en ninguna. De esta manera, el comandante andaba por la procu como becado. Entraba y sala como si estuviera atendiendo mil casos, pero la verdad es que todo el da se haca pendejo, matando el tiempo. Se haba acostumbrado tanto a esperar, que prcticamente ya era lo nico que haca. Aunque casi no haba hecho gran cosa en los ltimos das, su cerebro se encontraba al borde de la fatiga total y sus vsceras ya no saban ni qu chingaos queran. Estaba muy cansado, tanto, que si no vala la pena continuar con la investigacin simplemente porque no haba ninguna, decidi que de cualquier manera se retirara. Pero eran
demasiados aos haciendo lo mismo como para dedicarse todo el da a tomar el sol y disfrutar el perfecto cuerpo de Yolanda en Puerto Arista. As que slo pedira una licencia temporal. Tres meses, cuando mucho. Si las cosas marchaban bien en su nueva vida, entonces simplemente no regresara a la ciudad ms contaminada del planeta. Pero si por alguna razn la chiquita o l se aburran o las cosas no salan de acuerdo con lo programado, podra volver a agarrar su chamba. Martnez se haba deteriorado ostensiblemente. Como si hubiera envejecido muchos aos en esos pocos das. Adems se senta dbil y no precisamente por andar comiendo mal y bebiendo mucho. Se senta dbil por dentro. Los ltimos das se haba enculado an ms con Yolanda. Ya no slo vea la libido y muchos placeres y satisfactores del ego en ella. Ahora hasta trataba de mirarla con cierto respeto, porque ya la imaginaba embarazada. Infantilmente, Martnez la soaba caminando por la playa, el cabello hmedo, sin maquillaje, sudorosa, con un vestido de manta y nada debajo, cargando el enorme vientre que le haba ocasionado el amor de su hombre. El comandante se imaginaba azules y verdes por todas partes, el aroma a yodo del mar, la brisa hmeda acaricindole la piel. Se sentira tal vez dbil, pero no sexualmente. Quera tener de entrada dos chavos. Los nuevos Martnez. Si a su hija nunca la haba llegado a querer porque en verdad nunca la haba tratado pues entonces se encontraba muy ocupado ganndose la vida y tratando de conservar el pellejo, ahora pensaba dedicarle a sus nuevos chilpayates todo su tiempo y su atencin, bien apoyado en una buena lana, producto de los aos en la chinga. Sin embargo, el polica dentro de l no se senta dbil. Entumecido, tal vez, pero segua a la expectativa. Ya haba
puesto sobre aviso a todas las putas que tena que avisar. Junto con Vivanco, tenan a trece mujeres alerta, bien repartidas en toda la zona. Todas las noches sintonizaba el aparato, ya sin darse cuenta, sin la emocin de los primeros das. Como si viera todo el caso en perspectiva o se tratara de una pelcula donde el comandante solamente era un espectador. As pasaron diez das desde el hallazgo del ltimo cadver y el asesino segua sin aparecer. El da once, Martnez se despert particularmente optimista. Si el asesino no haba actuado en sentido contrario a la primera serie, ni modo. Si apareca bien, si no, tambin. l estaba feliz. Haba soado que tena un hijito, pero como en los sueos, el nio ya era grande, tena como siete aos y quin sabe por qu estaba vestido de tirols. En el cuadro de familia no faltaba Yolanda, bastante gorda, por cierto, como si estuviera embarazada de unos cinco o seis meses o bien acabara de dar a luz. Tena un mechn de canas en el cabello y se vea todava ms sensual y voluptuosa. El nio tirols de Martnez no tena medida para hacer gracias y el comandante se diverta como nunca. Haba sido precisamente la risa lo que lo haba despertado aquella maana; se senta muy bien, como si hubiera visto la luz. Nada importaba, slo Yolanda. Aquel da ni siquiera fue a la procu, visit en cambio el zoolgico cosa que nunca haba hecho y all se pas varias horas, perdido en su felicidad. La alegra del sueo todava tena saldo a favor, cuando lleg a la guarida a las cinco de la tarde. Deseaba ver a Yolanda como un demente, pero el
pinche telfono celular son ocupado las cinco veces que Martnez trat de comunicarse con la futura madre de sus hijos. Despus de servirse un abundante trago volvi a intentar con el celular de Yolanda, pero segua ocupado. Entonces Martnez tuvo una idea: subira y pondra el sintonizador de su aparato, as sabra con quin hablaba tanto la pinche chiquita. Con su propio aparato, adems, Martnez poda entrar en la lnea o bien cortar la llamada en curso. Con una nitidez increble, sin un gramo de esttica, el fino sintonizador revel de inmediato las conversaciones telefnicas de Yolanda con una claridad an mayor que la de los propios telfonos que se estaban comunicando. Sin embargo, despus de unos minutos, el comandante se dio cuenta de que estaba perdiendo su tiempo miserablemente. La mayor parte de lo que platicaba Yola en el aparato eran puras idioteces. Como nia con juguete nuevo, utilizaba el celular para todo. El comandante escuch una conversacin que dur varios minutos. Yolanda hablaba con otra mujer. Martnez comprendi que la otra segua trabajando en el almacn donde Yola haba laborado en perfumera: ...Pus el jefe est hecho una fiera, desde que t te fuiste. Y no se le pasa. Hubieras visto la regaiza que le meti el otro da a Mal. Muy cabrona? No sabes. Se ve que le gustabas. T crees? A quin no?, manita. Pero bueno, qu bien que te est yendo de pelos con tu viejito. Por lo menos te tiene bien cuidadita y atendida no?
No sabes, mana, ltimamente est aprendiendo unas tcnicas que ni te imaginas. De veras? A ver qu da nos echamos un cafecito y me cuentas con detalle... Ya vas... Oyes, y qu cuenta Mal, sigue tan puta como siempre? Pues s, te digo que fue la que se qued en tu lugar. Qu pas, qu pas?, sin indirectas. Cmo crees mana... Martnez ignor el resto de la conversacin. Se senta an mejor que en la maana, la forma en queYolanda haba hablado de l, de su nueva tcnica sexual, haba contribuido enormemente a alimentar su reluciente ego, si bien el trmino viejito que utiliz la amiga, no le haba gustado nada. Por fin colgaron y Martnez empez a marcar el nmero del celular de Yolanda cuando le entr otra llamada. Aburrido, el marciano decidi intervenir y cortar la llamada, cuando el sintonizador captur su atencin: Una voz masculina: Qu onda, mi flaca? Yolanda: Bonitooooo! Dnde andas? Voz masculina: Acabo de llegar de Jurez, flaquita. Yolanda: Ests aqu? Cundo nos vemos, bonito? Voz masculina: Hoy no puedo, pero maana te echo un fon y te digo. Qu onda con el vejete? Yolanda: Orita anda fueras, pero dijo que regresando me da la pliza. Tampoco quiero presionarlo mucho, pa qu le buscamos... Yo me encargo, t no te preocupes por eso. Voz masculina: Pus s, mi nena, pero te me ests tardando y ya casi no tenemos billetes.
Yolanda: T djamelo a m. Voz masculina: Bueno, maana te llamo. Yolanda (con una voz muy puta, que Martnez no le conoca): Hazme aunque sea un huequito en tu agenda mi rey. No sabes cmo te he extraado. Ya me hace falta un hombre, despus de haber tenido que aguantar tanto tiempo las cochinadas del pinche anciano caliente. Voz masculina: Es una chamba, flaquilla, no te lo tomes tan en serio. Yolanda: Pus s, lo dices porque t no tienes que coger con l, pero yo... Bonito: No hables de esas cosas por telfono, te pueden or. Ya no la hagas de pedo. Maana te llamo. Nos vemos. Yolanda: Bai. Clic!
22 Durante unos instantes, Martnez se perdi por completo en alguna otra dimensin. Pareca que hasta haba dejado de respirar. Daba la impresin de que lo hubieran vaciado. Por fin aspir exageradamente y arroj el aire poco a poco por la boca, como si hubiera regresado de un minsculo coma. A partir de ese momento, su cerebro se dedic a repetir una y otra vez hasta el ltimo detalle la conversacin de Yolanda con... el Bonito. Alguno de sus yos le sugiri que pensara que sa no haba sido Yolanda, sino otra persona. De cualquier manera, se qued en el silln como paralizado y al
mirar el indicador del sintonizador sinti bastante nusea. Los dgitos del telfono celular intervenido estaban claramente iluminados en la pantalla de cristal y correspondan exactamente al mvil de Yolanda. Adems, la voz era inconfundible. Cuando pudo juntar fuerzas suficientes baj al tercer piso y se bebi de golpe un tercio de botella deHerradura, por primera vez en muchos aos, sin limn. Camin hasta la alcoba, tom aire varias veces, control la nusea y se dej caer sobre la cama. Con la botella de Herradura en la mano y la mirada extraviada en el cielo raso. Aquella tarde, Martnez se convirti en una coleccin sorprendente de sensaciones. Lo primero que sinti fue una infinita vergenza, ms an que el da que lo haban violado, tantos aos atrs. En aquel entonces era un nio indefenso. Pero ahora era un hombre, muy cabrn y bien curtido y lo haba violado una putita mucho ms joven que l. Tirado all, bebiendo directo de la botella, tambin pudo sentir cmo un odio desconocido le iba llenando todo el cuerpo. A intervalos, acariciaba la culata de la Mgnum en la sobaquera y murmuraba... Hija de la verga... pinche puta de mierda... bonito!... Se le perda la mirada mientras las yemas de los dedos presionaban la culata de desgastado encino... ...te vas a morir, puta. Los dos cabrones, a los dos juntitos los va a pasar a buscar la verga... Desde luego, tendra que matarla. Esas cosas no podan perdonarse. Las palabras vejete y las cochinadas del anciano se le metan hasta por el culo, causndole innumerables
fisuras. A ratos senta como clicos en el alma... ...hija de tu puta madre... Luego mamaba ms tequila y de pronto le entr un gran sentimiento y se puso a llorar, sin consuelo. Nadie hubiera podido imaginarse tal escena en un hombre como aqul. Se senta un completo fracasado. Toda su vida esperando un caso de asesinato en serie. Ahora el caso, nada ms lo estaba volviendo ms pedo y ms loco lo de Mota era un ejemplo y adems prcticamente el puto caso ni exista fuera de su mente y la del otro par de pendejos de los forenses. Aparte de las muertas, no haba nada tangible, todo eran pinches teoras e hiptesis de mierda. Y aunque llegara a triunfar cosa que en ese momento dudaba ms que nunca ya haba llegado a la conclusin de que jams podra publicar nada al respecto, pues todo mundo deseara saber la tcnica. Y ahora esto: cuando haba pensado que era ms feliz que nunca, cuando se soaba paseando por la playa con la panzona Yolanda, sudorosa y bellsima... ...hija de la chingada... te voy a matar cabrona... a los dos hijos de la chingada... ya vern cabrones... puta!... se van a aprender la cara de la chingada de memoria... ojetes...! De cualquier manera, aquella noche, despus de levantar del piso lo poco que quedaba de su personalidad, Martnez volvi al fatdico aparato y sintoniz Homicidios. Pens en aniquilarlos aquella misma noche, los hara beber nitro y luego los lanzara desde lo alto de un puente en la carretera de Acapulco. Pero antes a ella le vaciara en la pepa un tanque de gas para encendedor y cuando la tuviera congelada como cristal, se la rompera a martillazos... Y al
pinche Bonito?... Ya vera, el muy cabrn! Le cortara la verga y se la dara de tragar a un marrano, despus, le dara de balazos al marrano... en fin... Malditos...! ...Malditos hijos de toda su reputsima y chingada madre...! As se dispuso a pasar la velada esperando tener noticias del asesino su otro fracaso pero para su fortuna, la gran cantidad de tequila que haba ingerido se lo llev rpido a otro espacio y tiempo. El da siguiente sorprendi a Martnez hecho una mierda. Estaba tirado sobre el piso, todo vomitado. El interceptor segua funcionando y unas voces perdidas sonaban como una extraa msica de fondo. Una botella de Herradura se haba volcado en el pisoy todo apestaba a alcohol rancio. Despus de unos segundos, cuando termin el inventario de quin era y qu haca all, lo primero que le vino a la mente fuela conversacin de Yolanda con el Bonito, y Martnez quiso imaginarse que todo haba sido una horrible pesadilla. Como pudo, baj al tercer piso y se meti a baar alternando el agua fra con caliente. Nunca haba experimentado una resaca semejante. Cuando se sinti ms o menos mal, ya no terriblemente, sino slo con un gran malestar, sali de la ducha, se cepill los dientes y se afeit. Se ech un par de gotas en los ojos, que los tena rojsimos, y se aplic locin abundantemente. A continuacin, se sirvi un buen trancazo de tequila con limn y se sent a beberlo en la cocina, desnudo. Despus de controlar la nusea inicial, el tequila fue alivindolo
considerablemente. Media hora y otro tequilita ms tarde, el comandante se senta como resucitado. Desde luego que lo de Yolanda dola y un chingo, pero poco a poco el Martnez polica iba tomando cartas en el asunto y controlando al enamoradillo pendejo. Te tenas que haber dado cuenta. Pues s. Eres un pendejo. Es cierto. Sin embargo, algn otro Martnez sugera esperar un poco. Poda tratarse de alguna equivocacin. Una broma. Un mal entendido. Mis huevos se dijo, pero se dirigi de inmediato al aparato interceptor y coloc un carrete en la grabadora, el de mayor capacidad, y a continuacin sintoniz debidamente el aparato con el celular de la presunta traidora. Martnez se haba dispuesto a confirmar el idilio y despus a actuar en consecuencia, pero en el fondo, saba que todo era cierto. Lo haban traicionado de la manera ms perra. Vejete pendejo. Irnicamente, la pualada trapera de Yolanda llen a Martnez de una fuerza que haca mucho no senta. La fuerza del odio, seguramente. Comenz por llamar a Vivanco y a Sampedro, slo para comprobar que la noche anterior tampoco haba habido nada. A diferencia de los das pasados, Martnez no se sinti decepcionado, aquello slo contribuy a acicatearlo. Adems, ahora tendra bastante trabajo que hacer para mitigar la ansiedad y la espera. Una vez que su pulso y en general todo el sistema hubieron mejorado, se visti y sali a
la calle. Tom un coche de alquiler al sitio donde haba saboreado la birria con Vivanco. Mientras devoraba el platillo, decidi que lo primero que deba hacer era seguir a la cabrona de la chiquita. Repiti el platillo, acompaado de un par de tequilas con limn y sali de la cantina bastante repuesto. Volvi a la guarida y escuch lo que la grabadora haba registrado. No le cost mucho trabajo identificar una conversacin con el Bonito: Qu pach, flaquita? Boniiiitooo. Qu bueno que me llamaste, papito! Siempre cumplo mi palabra, flaca, qu onda, nos vemos? Pero claro que s! Tengo que arreglar un par de cosas en la Zona Rosa. Nos podemos ver en la glorieta del metro, donde est la cafetera pintada de rayas, ya sabes cul? S, donde cenamos una vez, que venamos de ya sabes dnde. Esa mera, a las cinco. Claro que s, precioso, me llevo mi camisn? Huy flaquita, no. Estoy ocupadsimo y voy a tener que regresarme a Jurez. Slo te puedo ver un rato, si no, mejor otro da. No. Hoy... hoy est bien, bonito, all te veo alas cinco. Ah, oye, a ver si tienes algo de lana, porque orita ando bien erizo. Tengo poca, pero te la llevo, mi rey. Bai. Bai.
Martnez no pudo dejar de sentir una gran humillacin, pero no se dej llevar por las circunstancias. Apenas eran las dos y se acost a dormir un rato. A las cuatro y media ya estaba en la glorieta de Insurgentes. Una vez all, reconoci rpidamente el terreno y se instal en una discreta mesa de una cafetera vecina a la de rayas, aunque a esa hora haba tanta gente que podra haber estado parado frente a Yolanda y ella tal vez no lo hubiera reconocido. Yolanda apareci al diez para las cinco. El comandante no pudo dejar de admitir que estaba guapsima. Luca unos vaqueros negros bien ajustados y una blusa del mismo color. Muchos de los hombres que pasaban a su lado se volvan a mirarla. Consciente del inters que causaban sus respetables nalgas, la chica se recarg en una pared y unos minutos despus apareci el presunto bonito. Martnez no lo poda ver bien desde donde se encontraba, pero se vea un hombre joven, delgado y alto, de cabello largo y negro. Desde su escondrijo, el comandante tuvo que presenciar cmo se besaban sin recato alguno, pero slo unos instantes, porque bien pronto partieron de all. Entonces entr en accin el perro Martnez y comenz a seguirlos. A unas cuadras de la glorieta, la pareja se meti a un hotel. Martnez se pas casi tres de las peores horas de su vida esperando a que salieran. Muy a su pesar, la mente del comandante no dejaba de fantasear sobre las cosas que aquel hijo de la chingada le estara haciendo a la chiquita. Por fin, cerca de las ocho de la noche salieron ambos bien baaditos. Se despidieron en la esquina,donde ella tom un auto de alquiler y el Bonito se fue caminando y se intern
en la Zona Rosa, sin sospechar que traa un perro siguindolo a todas partes.
23 La noche anterior haba llegado bastante cansado y no haba querido ni siquiera acercarse al aparato interceptor. En la maana llam a Vivanco y a Sampedro para informarse, pero le contestaron lo de costumbre: sin novedad alguna. En muchas mejores condiciones que la maana anterior, pas un buen rato revisando en la grabadora las llamadas de la chiquita, pero no encontr nada interesante, ninguna voz masculina. Se ba y sali a comerse un menudo. De regreso a la guarida, hizo una recoleccin de lo que llevaba averiguado. El Bonito se llamaba Nataniel y viva en la calle Sevilla en un edificio medio pinche. Lo haba seguido hasta all despus de que el cabroncete se dign cenar y visitar un par de bailes de tetas o table dance, de baja categora, donde se notaba que era bastante conocido. El Bonito estuvo bebiendo ron con CocaCola y a intervalos sala a la calle a quemarse un churro. Martnez lo sigui a la calle una de estas veces y vio cmo Nataniel discuta con una de las bailarinas. No pudo captar todo, pero se notaba que el hombre le reclamaba dinero: ...es que hoy casi ni he bailado, tesoro... No te hagas pendeja, dice Mendoza que les bailaste un buen rato a unos pinches gringos. No es cierto, slo fueron tres canciones.
Pues como t quieras reina, si vas a empezar ahacerte pendeja, mejor te buscas otro cabrn que te cuide, yo no me la voy a estar rifando por tu culo a cambio de nada. Eso s, noms acurdate de lo que le pas a la Lucy cuando dej de cuidarla. La pobre mujer se sac unos billetes de entre sus escasas ropas y se los entreg al Bonito, quien despus de contarlos, volvi al baile de tetas como si nada. Martnez estuvo viendo nalgas, chichis y pepas al por mayor, mientras degustaba sus tequilas con limn y no le perda la vista de encima a Nataniel, hasta que a las dos de la maana, este ltimo, bien pedo, firm la cuenta y se fue caminando a su madriguera. Martnez lo segua de cerca y ms de una vez sinti cosquillas en los dedos y el absoluto deseo de balacear al cabrn aquel que tanto dao le haba ocasionado. Sin embargo, logr contenerse. Estaba muy adolorido por lo de Yolanda, pero lo peor ya haba pasado y haba que hacer las cosas profesionalmente. De la misma manera, haciendo alarde de paciencia, estuvo controlando las llamadas del celular de la chiquita. No saba exactamente qu estaba esperando or, pero a eso de las tres de la tarde, una amiga llam a Yolanda y quedaron de verse en el centro comercial de perisur, a las cuatro en punto. Martnez se dirigi al edificio donde viva la chiquita, cerca de la embajada rusa. La vio salir en el Volkswagen al diez para las cuatro. Ya se le hizo tarde, como siempre, pens el comandante.
Dej pasar quince minutos, para evitarse sorpresas, y luego se puso a merodear disimuladamente la entrada del edificio. Ya estaba pensando en utilizar sus habilidades para abrir la puerta, cuando una seora en tubos y paoleta sali sin prestar la menor atencin a Martnez, y ste se introdujo en el inmueble. Por supuesto, el portero no estaba por ninguna parte y el comandante tom el ascensor hasta el cuarto piso. Aprovechando que el pasillo se encontraba desierto, extrajo sus ganzas de un pequeo estuche y unos segundos despus se encontraba dentro del apartamento de la chiquita. Curiosamente, nunca antes haba entrado. Slo haba estado all un par de veces y en la puerta, porque Yola no lo dej pasar argumentando que haba mucho tiradero. Y tena razn. La chiquita era una autntica puerca: envases vacos de refrescos y cervezas, platos desechables sucios por doquier, cajas vacas de pizzas, brassieres y calzones regados por todas partes; la cama sin hacer, en fin, un desastre. Martnez se concentr en la alcoba, ignorando el resto de aquel basurero. En un cajn de la cmoda, dentro de una caja que haba sido de chocolates, haba varias fotografas, un acta de nacimiento a nombre de Ana Patricia Wooten, un certificado de secundaria, con el mismo nombre, y una foto de Yolanda, muy joven, en cola de caballo. Martnez encontr asimismo un par de licencias de conducir, una emitida por el gobierno de Tabasco y otra por el del estado de Morelos. Ambas lucan la fotografa de Yolanda, pero con nombres distintos. En el fondo de la caja, estaba la factura del vw que le haba regalado y debajo de sta, nada menos que dos plizas de seguros de
vida, una de Amrica y otra de La Provincial. En ambas, el beneficiario era distinto. En la primera, apareca el nombre de Ana Patricia y en la otra se llamaba Margarita Isabel Vergara. Ambas plizas haban sido obtenidas el ao anterior. Martnezapunt los datos de los asegurados, as como los nmeros de las licencias y las fechas en que haban sidoemitidas. Despus devolvi todo a su sitio y se dedic un rato a divagar por el apartamento, pero como no encontr ms que mierda, sali de all sin prisas. Como no tena nada mejor que hacer, regres a la guarida caminando, mientras sus pensamientos se ocupaban del Bonito y Yolanda o Ana Patricia o Margarita Isabel. El paseo le sirvi bastante, se recost sobre la cama y se qued profundamente dormido. A las nueve de la noche, sali a comer algo y regres a su puesto frente al transmisor, sintoniz la banda de Homicidios y se dispuso a aguardar noticias de su asesino, aunque hubo de reconocerlo, por el momento, tena cosas ms importantes en que pensar.
24 Haca una autntica noche de perros. A pesar de llevar tantos aos trabajando en lo mismo, Gilda no acababa de acostumbrarse a la intemperie. Una rfaga de viento helado le subi por las piernas y le apual las nalgas. Tena las pantorrillas adormecidas y no poda descruzar los brazos, pues senta que se le estaban congelando los pezones. Como siempre que se senta as, dese haberse tomado una pldora o
algo. Pero ella nunca tragaba ya nada. Y slo con Martnez beba. Aunque a veces se meta sus churros y una que otra vez si le convidaban, porque era un vicio que no poda darse el lujo de tener un perico. Pero aqu no haba perico y haba dejado de fumar mariguana mientras trabajaba, desde una noche que le ofrecieron una cannabis muy rara, tan rara y tan buena, que termin cogiendo con dos cabrones bien bicicletas que ni siquiera le pagaron. Aquella mariguana no le dej voluntad para levantarse. Casi paralizada, permaneci tirada en un silln casi dos horas despus de que los dos ojetes se marcharon, llevndose con ellos varias cosas de Gilda: sus bragas, su liguero y su bolsa, con una pistolita calibre veinticincoy trescientos pesos dentro. Pero todo eso perteneca al pasado, ahora mismo estaba preocupada por cosas ms serias: casi no haba trabajo y, como deca un cliente de ella que trabajabaen un banco: Cuidado cuando no haya billetes para putas y chupe, porque entonces s se arma. Ahora las cantinas, antes llenas a reventar, se encontraban medio vacas. Aquellos que en el pasado se haban escudado en sus tarjetas de crdito haban perdido la ltima batalla, declarndose en suspensin de pagos. A casita y a armar el domin en un sitio ms barato. En cuanto a las putas, Gilda se imaginaba que gracias a la crisis, las amas de casa estaran siendo ahora mucho mejor atendidas por sus maridos y sus compadres. Ya llevaba varios meses mal de lana y, para colmo, le haban asignado en su esquina a otras dos prostitutas, ms jvenes, para que fueran aprendiendo.
Ya haban levantado a una de unos diecisiete aos y la otra ms o menos de la misma edadtiritaba como loca. Gilda se acerc a consolarla: Qu onda, manita? Puta madre! Pinche fro! Y es casi verano! Tmalo con calma, mami, siempre es as en esta poca del ao. Ms vale que te vayas acostumbrando. Luego vienen las lluvias y es peor. Aunque cuando llegan los calores y la pinche cancula el calor es insoportable y los clientes sudan a madres. Unos huelen peor que pinches marranos... La prostituta joven suspir fastidiada y dijo, cortante: Ash! Mejor ya no me consueles, mana. En eso estaban cuando se detuvo un automvil frente a ellas. Gilda le dio un ligero codazo a su joven colega para que la siguiera, como una maestra a su alumna,y se acerc a la ventanilla abierta del vehculo. Gilda siempre miraba a los clientes a la cara, mientras regateaban el precio y las condiciones del trabajo, pero en realidad nunca se fijaba en ellos, excepto cuando se trataba de tipos raros o con muy mal aspecto; por lo dems, para ella todos eran iguales. Difcilmente poda recordar despus de una noche de cuatro o cinco clientes quin era quin o cmo era el primero de ellos o de qu manera se la haban cogido o qu haban dicho. Nada. Adems, ya haban pasado los tiempos cuando soaba que alguno de sus clientes se enamorara de ella y la rescatara de la maldita profesin.
Gilda se encerraba en s misma desde el momento de la negociacin hasta que volva a su esquina o al diminuto apartamento donde viva, una vez cumplido su turno. Mecnicamente, fingiendo una voz dulce y sensual, Gilda ronrone: Qu pas, mi rey? vas ir? El hombre no contest, solamente le hizo seas a la ms joven para que se acercara. La aprendiz no pudo evitar sentirse halagada y Gilda retrocedi unos pasos para supervisar la operacin. Doscientos y el cuarto dijo apresuradamente la joven ramera. La pobre deseaba resguardarse del fro lo antes posible. El hombre acept. Como era el final de su turno, se despidi de Gilda con un beso en la mejilla. Cudate le dijo Gilda. Bai. La prostituta mont al automvil y partieron. Aunque el hombre no tena mal aspecto, siguiendo el consejo de Martnez, Gilda memoriz el nmero de la matrcula.
25 Martnez se haba ido a la cama a las cuatro de la maana, como ya era la costumbre durante sus guardias. Haba saboreado mil y una formas de venganza contra el
Bonito y la puta de las licencias falsas. Sin embargo, no haba podido captar nada importante en la frecuencia de Homicidios. A las doce del da se aperson en la Procuradura. No porque quisiera atender sus estpidos e intiles pendientes, sino que no deseaba despertar demasiadas sospechas con su ausencia. Su escritorio estaba plagado de basura: rdenes de aprehensin, actas por llenar, dos reportes de una incautacin de piezas de coche robadas, donde se supona que Martnez haba participado en el operativo y que deba firmar de recibido, y otras chuladas por el estilo. Comenz con las rdenes de aprehensin: una a una, despus de leer el nombre a quien iba dirigida, las iba metiendo en el triturador de papeles. Casi al final, haba una impecable, pareca que la acababan de hacer. A Martnez le gust el documento y lo meti en un flder para llevrselo con l. En eso estaba cuando lleg Sampedro. Puedo pasar, mi com? Claro! Ya se enter? De qu? Del nuevo fiambre. Quee?!!! Sampedro iba a empezar a hablar, pero Martnez le orden silencio con una sea y a continuacin lo tom del brazo, sacndolo de la oficina. Aqu las pinches paredes oyen, vamos para afuera. Una vez en la calle, Martnez pregunt ansioso:
Cmo que otro fiambre? Cundo? A qu horas? Esta madrugada, mi com. Misma tcnica, mismo modus operandi, mismo todo. Mientras fumaban afuera de la Procuradura, Sampedro puso al tanto de lo que saba al sorprendido Martnez, quien seguramente no haba escuchado el reporte de Homicidios por estar tan clavado en sus pensamientos de venganzas y chingaderas de sas. Por qu no me llamaron? Debe de tener varios recados en su bper. Martnez se llev la mano a la cintura y revis el aparato. Efectivamente, tena cuatro recados. No se tom la molestia de leerlos, en cambio, urgi al futuro abogado: Prostituta? S, mi com, en un hotel de paso, cerca de la telefnica. La tienes all abajo? No, mi com. Yo ni siquiera la vi. El que se hizo cargo fue mi suegro. Me dijo que sta no tendra que molestarme en abrirla. Parece que llam a los carroeros. Pero Vivanco s la vio? S, mi com. Le borr la sonrisa y diagnostic ataque cardiaco. Gracias a las muchachas de Asignaciones, lleg all primero que nadie. Algo ms? Nada ms, mi com. Me dijo que si lo vea le explicara y que no se preocupe por nada, que l mismo se encarg de todo y que luego le da detalles. Martnez haba confiado en Vivanco siempre, pero no en este caso, as que se le quemaban las tripas por saber qu
haba sucedido. No dejaba de maldecir, a l mismo, al Bonito y a Yolanda, pues por su culpa no se haba enterado del homicidio a tiempo. Tendra que haber estado all personalmente. Sampedro debi de haber notado que Martnez no estaba de humor, porque no intent ninguna de sus peroratas y volvieron en silencio a la procu, cada quien a lo suyo. De inmediato, el comandante llam a Asignaciones y exigi que lo comunicaran con Vivanco a como diera lugar. Martnez utiliz el tono que no admita reclamacin alguna. Bueno, en teora, porque la mujer de Asignaciones no pudo quedarse callada: Ay, comandante, es que todas las lneas estn ocupadas. Pues te vas a buscarlo personalmente si es necesario. Ay, comandante! Vivanco se comunic veinte minutos despus y sin hablar demasiado al telfono, quedaron de verse en el sitio de la birria. Antes de salir a la cita, el comandante termin rpidamente con su trabajo de escritorio, junt todo el papelero sin verlo siquiera y lo meti en la picadora de papel. Hora y media ms tarde, el comandante le dio unos tragos a su tercer tequila y se estaba empezandoa desesperar cuando el doc apareci en escena. Mi com, qu dice? Aparte de estarlo esperando hace ms de una hora, no mucho. Ms bien el que debe decirme es usted. Qu humores, mi com, seguro no ha comido, verdad? chese unos taquitos de tutano, ya ver cmo se le calma la
furia. A pesar de todo, Martnez tena apetito y la sugerencia le pareci perfecta. Comieron sin mencionar el caso como si se tratara de un valor entendido. La presencia del archivo mvil aquel que devoraba tacos de tutano y hablaba con la boca llena, contando un chiste tras otro, lo haba hecho sentir muy bien. Despus de un rico postre y de que Vivanco ordenara un roncito campechanito como digestivo, empez la conversacin: Ora s, mi comanche, soy todo suyo. Platqueme cmo estuvo la cosa. Bueno, me imagino que mi yerno ya le habr contado casi toda la historia. Pero la cuestin es muy sencilla: como a las dos y media de la madrugada, en medio de una semifinal de domin, cuando estaban a punto de ahorcarme la mula de seises, una chava de Asignaciones me llam y me dijo que haba un fiambre en un hotel cerca de la telefnica, as que utilizando como pretexto la urgencia del trabajo, salv la dignidad en el domin y me fui hecho la chingada al lugar de los hechos. Ya sabe, un hotel de paso, igual que todos. La mujer tendra unos dieciocho aos o as. La pinche sonrisa y el orgasmo eran inconfundibles. Seguro, mi doc? Su duda me insulta, comanche. Perdn mi doc, pero es que hubiera querido verla con mis propios ojos. Pus s, pero le mand un chingo de bipazos y no se present. Es que no traa el bper conmigo. Era cierto, lo haba
dejado en la cocina al llegar, junto con sus llaves. Pues mal hecho. Fjese que tanto mi yerno como yo, desde que empez esta emergencia hasta nos ponemos el bper en los calzoncillos al acostarnos. No se la jale, doc. En serio. Pero bueno, la cosa es que llegu antes que nadie. Lo primero que hice fue deformarle el rostro a la pobrecita, antes de que llegaran los uniformados y su desmadre, luego llam a mis carroeros de cabecera y se presentaron media hora despus. No tuvieron dificultad en llevrsela porque yo ya haba firmado el certificado de defuncin. Nadie sospech nada. Es increble cmo puede cambiar la importancia de un cuerpo, de una persona a otra. Fjese: el del tal Lenin, por ejemplo, que hasta lo exhiben y todo, y en cambio el de una prostituta se lo puede llevar cualquiera y ni a quin le importe... As es este pinche mundo, mi doc. En fin... estos chavos se llevaron el cadver. Lo prefer de esta manera, porque no sabemos si Mota actuaba solo, as que para no despertar sospechas mejor lo despach de inmediato. Bien pensado, algo ms? Nada ms, mi com. Por lo menos, ya volvi a actuar, no? No lo llam ninguna puta de confianza?, nada? Nada, mi com. Y qu mala suerte, porque seguro que la vctima era una putita de la telefnica. S, pinche suerte! Bueno, mi com, me voy.
Vivanco se puso de pie y se arregl la corbata. Con una ua se quit un trocito de carne de entre los dientes y lo observ con atencin, antes de arrojarlo despreocupadamente al espacio. Martnez sigui con la vista el proyectil, hasta que aterriz en otra mesa. Vivanco finaliz la reunin diciendo: Bueno, mi com, ora s all le dejo la cuenta, porque hoy no traigo mi cdula de Hacienda.
26 Martnez regres a la guarida muy cansado, todos los acontecimientos de los ltimos das por fin haban dejado sentir su peso demoledor. Se recost con la intencin de levantarse a eso de las nueve e irse a vigilar al Bonito, pero a las diez se despert con una modorra espantosa, se desvisti, se puso el bper en el elstico de los calzoncillos y se qued profundamente dormido. Al da siguiente aprovech la maana haciendo algunas llamadas, desde telfonos pblicos distintos. No era una maa, en esta ciudad nadie sabra con exactitud cuntos telfonos estaban intervenidos y mucho menos por quin, as que era mejor ser cuidadoso. Primero marc el nmero de la procu, el departamento de carnes fras. El buen Sampedro estaba de guardia: Mi com, muy buenos das, qu cuenta? Nada, y t? Nada, mi com, sin novedad. Fjese que he estado
buscando no slo en libros de medicina, tambin me he metido un poco a la mitologa y... Luego hablamos. S, mi com. Claro. Nos vemos. Desde otro telfono, marc un nmero de la Procuradura General de la Repblica. S? Gmez? Quin lo busca? Martnez. Quihubo cabrn, cmo andan las cosas? Bien, y t? Del carajo, como siempre, pero bien. Qu se te ofrece, mi hermano? Oye, todava trabaja para ti aquel investigador de seguros? Cerrilla? S. Ya no slo trabaja para m, ya hasta lo hice mi compadre. Es poca madre ese cabrn. Crees que le pueda encargar un trabajito de absoluta confianza? A toda prueba. Bueno, dame su telfono. Se tom un pequeo descanso en una cantina y desde all mismo llam a Cerrilla: Cerrilla? S?
Cmo ests?, te llamo de parte de Gmez para... S, acabo de hablar con l, en qu te puedo servir, manito?, o prefieres mejor que nos veamos para tratar el asunto en persona? No creo que sea necesario. Slo quiero pedirte que me investigues sobre dos plizas de seguros de vida. Claro que s, psame los datos. Martnez le facilit la informacin: compaa emisora, nmero de pliza, fecha de expedicin, cantidad contratada... Muy bien, en cuanto tenga algo me comunico. Martnez le dio el nmero de su bper y colg. Se tom un tequila bien servido, para darse valor, y por ltimo, realiz la llamada que estaba dejando para el final, por considerarla la ms difcil: Bueno? Chiquita? Mi marcianito, cmo ests? Martnez se qued estupefacto una fraccin de segundo, cmo era posible que aquella perra pendeja fuera tan buena actriz? Muy bien, chiquita, y t? Bien, dnde andas? Voy a estar en la ciudad el da de hoy. Si quieres nos vemos. Orale. La cit en la guarida para esa misma tarde. Volvi al edificio de Tacuba y se dedic a hacer la limpieza. No quera que su cubil se pareciera en nada a la porqueriza donde habitaba Yolanda. A continuacin se afeit,
se cepill los dientes y se puso guapo. Para matar el tiempo hasta la hora de la cita, se dedic a estudiar su mapa de la ciudad. Por supuesto, ya exista un alfiler rojo en el lugar donde sehaba producido el ltimo asesinato. Ahora, la zona marcada con verde estaba an mejor delimitada que antes. El nico alfiler que se sala de contexto era la mujer de Las Lomas. Por fin son la clave en el tercer piso. Martnez cerr la puerta de los archivos y baj a abrir, no sin antes revisarse en el espejo. Y no porque quisiera competir fsicamente con el Bonito, ya que, de hecho, el hijo de puta s era muy bonito y muy joven, no un vejete, pero tampoco deseaba que hubiera demasiado de donde echar mano para criticarlo. El comandante haba pensado varias veces en ese encuentro el primero desde que haba descubierto la traicin de la chica y en cierta forma le preocupaba cmo iba a responder. Pero el Martnez que estaba a cargo era el polica, no el romntico enamorado, y control la situacin perfectamente bien. Curiosamente, nada ms tenerla frente a l, Martnez tuvo una enorme ereccin y, prcticamente sin hablar, se la llev a la cama. Slo que ahora lo nico que quera era coger como un pinche animal. Le valan madre los experimentos y las combinaciones enel punto que a ella le gustaba. En cambio, le abri y levant las piernas exageradamente y se puso a golpearle el cltoris con el crecido pene. Como seguramente tambin le haca el Bonito. Aquella tarde Martnez logr una hazaa que haca mucho no consegua: se ech tres palos. El teniente y Yola
estuvieron fornicando durante cuatro horas y al terminar, llena de semen del comandante por todos lados, la traidora aquella, la mujer en quien Martnez haba encarnado sus sueos de vejete cochino, exclam con voz de niita mimada: Ay marciano. Cada da coges mejor, sabes? El marciano ya no saba qu creer y qu no, pero la verdad era que se haba lucido. Descubri adems que toda su vida se haba dedicado a que sus compaeras sexuales tuvieran una buena sesin, y esta vez no haba sido as. En esta ocasin, slo haba buscado su propio, egosta placer y lo haba encontrado. Mientras Yolanda se vesta lo cual era un espectculo tan ertico como cuando se desnudaba, l coment: No creas que me he olvidado de la pliza, chiquita, es slo que parece que me encontraron los pulmones medio jodidos y van a hacer un ajuste en el precio. En cuanto est lista te la doy, para que ests ms tranquila. Ay, mi marcianito. T ya sabes que eso ni me importa. Si no fuera por la pinche seguridad... Y qu te encontraron en los pulmones, mi nene? Nada grave, pero como fumo un chingo, me van a cobrar como el doble de lo normal. Ay, mi vida, cuntas molestias te doy. No te preocupes, mi chiquita. Vale la pena. Aquella noche, mientras Martnez se encontraba de guardia frente al interceptor, pensando en Yolanda, en todo lo que haba sido para l y en lo que era ahora, experiment un sentimiento hacia ella completamente distinto al de los das
anteriores. Senta una enorme lstima por Yolanda. Era una pobre diabla. Ella s era una putilla barata.
27 Martnez se despert de muy buen humor y bastante optimista. Aparentemente no tendra por qu, pues su asesino estaba ms escurridizo que nunca, fuera de patrones, y la futura madre de sus hijos le haba resultado una putilla barata. Pero haba una buena razn para sentirse bien: era polica antes que nada y estaba haciendo su trabajo. Despus de un buen pozole con sus tostaditas, se comunic con Sampedro, quien le dijo que no haba sucedido nada la noche anterior. Ya lo saba, pero prefera ratificarlo. Apenas colgaba el aparato cuando el bper comenz a vibrar. Era un mensaje de Cerrilla, que se comunicara con l. Sali de la cantina y desde un telfono pblico llam al investigador de seguros. Cerrilla? S? Martnez. Qu pas mi buen? Recib tu recado. Ya te tengo lo que pediste. Tal vez no sea necesario que te lo diga, pero lo ped todo con sobre sellado, por si las dudas. Ni yo mismo he visto de qu se trata. Hombre, no era para tanto.
Adnde te lo mando? Martnez le dio el domicilio de una papelera en la plaza de Santo Domingo. Noms que digan que es un paquete para el Profe. Muy bien. Va para all. Si necesitas cualquier otra cosa, me llamas. Cmo no. En cuanto a tus honorarios... Cules honorarios? Pues los tuyos, mano... No hay honorarios, mejor cuando nos conozcamos personalmente, lo cual espero suceda pronto, me convidas un pomo de Don Pedro. Los que quieras. Nos vemos, va para all tu paquete. Martnez se dirigi de una vez a la plaza de SantoDomingo, no saba qu tan rpido llegara la informacin, pero no tena nada mejor que hacer. Despus de pasearse por all una media hora, disfrutando los tesoros nacionales que debido a su tamao nadie se haba podido llevar todava, entr a la papelera, donde pensaban que era maestro de prepa. All se abasteca de plumones y de sus alfileres de cabeza roja y cosas por el estilo. Una dependienta comenz a llamarlo Profe un da y l se qued con la personalidad, que no le haca dao a nadie. De vez en cuando obsequiaba a las empleadas con cocadas y dulces de leche y nuez y se haban hecho sus amigas. As poda encargar que le dejaran paquetes o recados con ellas. Se sorprendi al enterarse de que ya estaba all lo que esperaba. Ese Cerrilla s que era eficiente, no mamadas.
Rpidamente se dirigi a la guarida, pero estando ya all, tom las cosas con calma. Se prepar un buen trago y se dirigi al cuarto piso. Una vez debidamente instalado en su silln, desgarr el sobre lacrado. Dentro, venan dos sobres ms igualmente sellados. Martnez abri primero el de seguros La Provincial. Encontr una copia fotosttica, idntica a la queviera en la pocilga de Yolanda. Aparte, haba copias de un certificado de defuncin, un acta de la Procuradura de Tabasco, indicando las condiciones del levantamiento del cadver. Haba sido asaltado y asesinado a pualadas, cerca de Villahermosa. Tena cincuenta y siete aos, viudo, sin hijos. Tambin estaba la copia de un cheque de la propia aseguradora, a nombre de Ana Patricia Wooten, nica beneficiaria. El contenido del otro sobre era similar, prcticamente slo variaban los logos de las compaas y el nombre del contratante y la beneficiaria. Al igual que en el anterior, se inclua una fotosttica del certificado de defuncin. La causa de la muerte? Lo haban asaltado y asesinado con arma blanca, cerca de Cuernavaca. Viudo, sin hijos, cincuenta y cinco aos, la nica beneficiaria: Margarita Isabel Vergara. Pobres vejetes pens Martnez, seguro que tambin se haban imaginado amados, tal vez tambin haban fantaseado que formaban una nueva familia, retirados de sus obligaciones, clavados literalmente entre las piernas de aquella perversa diosa. Las cantidades aseguradas no eran grandes, pero tampoco despreciables. Sobre todo para una putilla barata y su padrote.
A Martnez no le cost gran cosa establecer la teora del crimen: La hermosa mujer le enseaba los muslos y las nalgas con cualquier pretexto a un viejito caliente mostrndole perfumes, tal vez averiguaba si coincida con su conveniencia: viudo, ya grande, sin hijos. Los enamoraba como haba hecho con l, consegua las plizas y luego seguramente el Bonito los asaltaba y los asesinaba. Ah qu par de jijos de la chingada...! dijo el comandante, en voz alta. Unos segundos despus, agreg, pensativo: ...pero ya se encontraron con la horma de su pinche zapato. Martnez se acost a dormir un rato. A las diez y media de la noche, despus de acicalarse un poco y revisar que trajera su bper al cinto, Martnez se dirigi a la Zona Rosa. No tuvo que buscar mucho, en el segundo table dancing que visit se encontr en una mesa al Bonito, debidamente provisto de ron y Coca-Colas, perdido en su universo de pezones y vello pbico. Martnez se qued rondando unos minutos y cuando comprob que el Bonito estaba all para quedarse, se dirigi a la calle de Sevilla. El edificio estaba muy descuidado y la cerradurade la entrada se poda abrir hasta con un palillo de dientes. El comandante se introdujo en el desierto inmueble y se dirigi sin dudarlo al segundo piso, donde haba visto que se encendan luces la noche que haba seguido al Bonito. Como era el nico apartamento de ese piso que daba a la calle, el
comandante decidi que se era el sitio indicado. Antes de utilizar las ganzas, toc el timbre un par de veces. Al no haber respuesta, allan el refugio del padrote. Cuando se hubo habituado a la oscuridad y sus tripas le dijeron que todo andaba bien, encendi una linterna y merode por el apartamento, que era bastante amplio, pero estaba casi vaco. Slo haba una cama, una caja de cartn, dos maletas de mediana calidad y un refrigerador pequeo, lleno de Coca-Colas y mariguana. Las dos maletas contenan ropa de hombre, y en una de ellas Martnez encontr un pasaporte con la foto del padrote y sus datos. En la caja de cartn haba un jarrn de barro negro de Oaxaca y dentro de ste, media docena de navajas de resorte, perfectamente aceitadas y limpias. Sin nada ms que ver, Martnez sali de all como haba entrado y se march a su guarida, a pensar frente al interceptor, y cuando dieron las cuatro sin novedad alguna, se march a dormir. La idea de llevar el bper hasta en los calzoncillos no haba resultado tan descabellada despus de todo, ya que la vibracin del aparato despert al comandante a las diez y media de la maana. Se imagin que sera Vivanco o Sampedro, anuncindole un nuevo descubrimiento, pero cuando ley el mensaje en la pantalla de cristal lquido descubri que era de Gilda: Comandante, por favor comuncate conmigo al telfono 5... Martnez se comunic de inmediato.
Qu pas mi vida? Pus es que quiero pedirte un favor. T dirs. Fjate que antier encontraron a una de mis pupilas muerta en un hotel y ayer llegaron sus hermanas de Puebla y no encuentran el cadver por ninguna parte. Al escuchar las palabras de la mujer, todos los sentidos del comandante se pusieron en estado de alerta mxima. Dnde andas? Grita?, aqu en la casa, por? Dnde es? En Rosas Moreno, cerca de la telefnica. Un da viniste a dejarme, despus de ir al saln Mxico, te acuerdas? S, bonita. Nos vemos en el monumento a la madre en una hora. All te espero. A Martnez le cost trabajo reconocerla, de da, sin maquillaje ni minifalda. Se vea completamente distinta. Hola comandante, cmo ests? Bien, y t? Pues bien, pero te digo que no aparece el cuerpo de la escuincla. Bueno, no te preocupes, vamos por partes. De qu muri? Pus dijeron que del corazn. En qu hotel la encontraron? Gilda le dio el nombre y el comandante tuvo quehacer un gran esfuerzo para controlar la emocin. Seguramente se trataba de la chica de quien se haba encargado Vivanco, dos
noches atrs. Sin embargo, para despistar a Gilda, pregunt: Ya llamaron a locatel? Ya llamamos a todas partes y no aparece. Bueno, djame ver qu puedo hacer. Dame todos sus datos y su descripcin. Martnez escuch atento. No haba lugar a dudas: diecisiete aos, morena, alta, cabello negro ondulado... Bien, a ver si puedo averiguar qu pas con ella. Dices que era una de las que trabajaba contigo?, en tu esquina? S. Tomaste las matrculas del vehculo en que se march? Pus... no. No? Por qu no? Es que haca mucho fro y estaba casi congelada. No pude ni sacar la pinche pluma de mi bolsa... El comandante sinti ganas de golpearla: Ay mi vida, no habamos quedado en que las apuntaras? Crees que tenga algo que ver con el que arranca los cltoris? No s, pero te haba advertido claramente que tuvieras precaucin... El comandante habl con suavidad a pesar de que el mal humor ya lo haba posedo. Era la primera oportunidad real de identificar al asesino y aquella pendeja se haba olvidado de lo elemental. Bueno, no las apunt, pero... Pero...?
Me las aprend de memoria. Martnez no dej que la adrenalina lo acelerara ypregunt sin demasiado nfasis: Cules eran? Es que no estoy segura, porque me tuve que aprender como cuatro aquella noche. No importa, dame los nmeros de todas. Ay...! Qu? Pus es que los tengo bien confundidos unos con otros. Martnez tom las cosas profesionalmente. No deseaba despertar demasiado la curiosidad de Gilda respecto al asesino y decidi darle un poco de tiempo a ver si recordaba las placas de los coches. Ya no te preocupes, bonita. Vete a tu casa o a hacer lo que tengas que hacer. Yo me encargo de investigar qu pas con tu pupila y te llamo o te paso a ver. Por lo de las matrculas, no te preocupes. Si te llegas a acordar de los nmeros, me mandas un mensaje, de acuerdo? Ah qu pendeja soy, si hasta traa pluma y todo... Ya no importa. Lo de las matrculas es simple requisito, slo para saber con quin se fue esa noche. No s si te sirva de algo, pero me acuerdo del coche, era un Ford negro, nuevo. Algo ms? Pues s, pero es una pendejada, abajo de las placas traa una calcomana que deca algo as como Amo a Cristo o Todo por Cristo. Bueno bonita, deja ya de preocuparte. Voy a ver qu
averiguo, vas a trabajar esta noche? Es de a huevo. Si me entero de algo, igual te caigo. Muy bien. Martnez regres a la guarida como novia de pueblo, vestida y alborotada. Cuando Gilda le haba dicho el nombre del hotel y los datos de la chica, supo de inmediato de quin se trataba. Si tan slo hubiera anotado las matrculas, el comandante a esas horas ya estara sobre el asesino. Adems, la oportunidad se haba presentado a pedir de boca y obviamente no se iba a volver a repetir con aquella facilidad. Se le haba escapado el pjaro de entre las manos, pero quedaba la esperanza de que Gilda recordara los registros. Cualquiera en su posicin le hubiera sacado la informacin a golpes a la nocturna mujer, pero no Martnez. A lo largo de su vida haba tenido los suficientes fracasos policiacos como para hacerlo madurar. Cualquiera cometa errores y quin sabe por qu siempre en el momento menos indicado. Lo hecho, hecho estaba y ahora slo proceda volver a la rutina anterior: esperar. Sali a la calle y llam de nuevo a Gmez para pedirle acceso a los archivos de la PGR. Al llegar, ya haba alguien esperndolo y lo acompa hasta los archivos. De esta manera no tena que registrarse y todo resultaba ms discreto, a la usanza de Martnez. La jefa del archivo fingi que no lo conoca y le repiti las mismas indicaciones de la ocasin anterior: que por favor regresara todo a su lugar al terminar y que no manchara nada de caf o grasa. Martnez se pas el resto del da encerrado en los archivos. A las siete de la noche,
sali de la Procuradura General de la Repblica. Dentro de todo, la jornada haba resultado provechosa ya que el comandante haba conseguido bastante informacin sobre el Bonito. A pesar de su corta edad tena veintin aos ya era un perfecto hijo de la chingada y estaba bien fichado. A los diecisis lo detuvieron por herir a navajazos a un tipo. Como era menor de edad, pronto estuvo libre, pero por poco tiempo, ya que a los diecisiete lo apresaron por asalto a mano armada y a los diecinueve un par de veces por proxeneta. El ao pasado haba estado un mes en el reclusorio acusado de posesin de drogas. Por otra parte, Yolanda (o Ana Patricia o Margarita Isabel o como quiera que se llamara la pinche traidora) no tena antecedentes penales. Martnez se instal en una cantina a comer y beber y luego repos un rato en la guarida. A las once de la noche se dirigi a la esquina donde trabajaba Gilda. En esta ocasin haba ms gente en el permetro de la telefnica, pues era quincena y siempre esos das eran una especie de feria. No le cost trabajo encontrar a Gilda, quien ahora estaba en traje de carcter, perfectamente maquillada y arreglada, luciendo una minifalda que apenas le cubra las nalgas. Qu pas, preciosa? Contigo, comandante. Averiguaste algo? S minti Martnez, parece que se equivocaron y la llevaron a la Procuradura General de la Repblica. All no tenan ningn papel de ella, as que la calificaron de desconocida y la mandaron a la fosa comn. Huy! qu mala onda! No sabes cmo andan sus pobres hermanas.
Lo siento, Gilda dijo Martnez, sinceramente, pero ya ves cmo son los pinches burcratas,todo lo traspapelan. Guardaron silencio unos minutos, mientras vean desfilar una caravana interminable de automviles frente a las putas. Mucha chamba? Para nada. Muchos pendejos, poca chamba. Bueno preciosa, me voy a dormir antes de que te me sigas antojando. Cuando t quieras, comandante, ya sabes que este coito siempre est abierto para ti. Ya para despedirse, sin darle demasiada importancia al asunto, Martnez coment como de paso: No te acordaste de las matrculas? Ah! S. Gilda abri su bolso y haciendo a un lado una escuadra pequea, extrajo un papel amarillo. Esto es lo ms que pude recordar, pero no te aseguro que sean las buenas. El papel contena seis registros de matrculas. Gracias preciosa. Voy a tratar de localizar al cliente de todas maneras, slo por no dejar. Martnez le dio un beso en la mejilla a la chica: Que te sea leve. Bai, comandante. Martnez no dej de manosear el papel hasta llegar de nuevo al edificio de Tacuba. Gilda haba memorizado los nmeros perfectamente, el nico problema eran las letras:
BDD DBB
BDB DBD
De cualquier manera, era mejor que nada. Ya era muy tarde para tratar de localizar al propietario del vehculo si es que alguna de sas era la matrcula correcta. Se meti un buen trancazo de tequila con su respectivo jugo de limn y decidi que aquella noche se abstendra de acercarse al interceptor. Para un da ya haba sido suficiente. Se ajust el bper a los calzoncillos y se fue a la cama.
28 Martnez comprob con Vivanco al da siguiente que durante la noche no haba sucedido nada nuevo. Por su parte, se abstuvo de informar al doctor sobre el avance de sus investigaciones. A continuacin se lo tom con calma, disfrut un prolongado bao en tina, se arregl adecuadamente y despus de echarse unos tacos de buche y cuerito en una esquina, tom el metro a la Procuradura. Aunque pasara mucho tiempo sin estar all, Martnez siempre se encontraba a sus anchas cuando volva. Cierto que en los ltimos aos las cosas haban cambiado bastante, sobre todo con la aparicin y auge de la mamada esa de los derechos humanos. Ahora todo deba hacerse en forma an ms ilegal y truculenta que antes. Los licenciaditos que manejaban con
tanta delicadeza a los delincuentes, seguramente todava no saban en qu clase de pas estaban. Martnez pensaba: Si estos cabrones de derechos humanos hubieran sufrido una pinche carnicera en sus pinches familias, otro gallo nos cantara. Aparte de esta monserga, muchos de los telfonos eran intervenidos cclicamente y hasta haba micrfonos sembrados por doquier. Lo peor de todo era que uno no saba a qu tirarle. Se poda tratar de gente de Gobernacin, de la Presidencia de la Repblica, del Estado Mayor o de la administracin anterior, que deseaba desprestigiar a la presente, y la espiaba; poda ser tambin gente del propio procurador o de la Procuradura General de la Repblica y por si esta coleccin no fuera suficiente, algunos judiciales tambin dejaban de vez en cuando olvidados un encendedor o una pluma con un potente micrfono dentro. BBD DDB
Por eso la procu haba dejado de ser su hogar y se haba convertido en un centro de operaciones secundario, pero Martnez se encontraba all como un pez en el agua. Como tiburn en el agua. Se encerr un rato en su oficina y apunt al azar quince matrculas de automviles, inventadas por l. Entre stas, dispersas, coloc las otras seis que podan ser las del Ford negro. Despus se dirigi a Control de Vehculos, tres pisos ms arriba. Cuando lleg no haba nadie atendiendo, toc con los
nudillos sobre el mostrador, varias veces, hasta que desde alguna parte se escuch: Momentitoooo! El comandante cruz el mostrador y se encontr a todo el personal dentro del cuarto de limpieza, comindose unos tacos de barbacoa y tomndose unos tepaches. Provecho dijo el comandante. El encargado casi se atraganta con la carne y en cuanto pudo hablar todava con trocitos de tortilla entre los labios , dijo: Perdn comandante, gusta?, nos estbamos echando un tentempi. S, ya veo. Perdneme la interrupcin, yo s que mis pendejadas nada ms alteran el buen funcionamiento de esta oficina. Cmo cree, comandante...! Necesito a los propietarios de estos vehculos. Urgentemente. Perdn comandante, pero va a estar cabrn. Por qu? El empleado, disimulando un eructo que se le escapaba, relat su drama: Pues es que como estn cobrando el impuesto atrasado sobre uso de automviles, los del gobierno de la Ciudad tenan que tener toda la informacin de las placas de todos los coches y se les hizo fcil tender un puentecito entre las computadoras de las tesoreras de las delegaciones y el banco de matrculas en la Secretara de Vialidad. Parece que la instalacin qued medio mal hecha y se perdi mucha informacin en un
cortito que tuvieron, as que ahora todo se ha vuelto un desmadre. Por eso le digo que se van a tardar un buen en dar con los propietarios de estos vehculos, comandante. No me haga mucho caso, pero yo creo que hasta los van a tener que buscar a mano. As que si no son demasiado importantes, yo mejor le aconsejo que se espere unos das en lo que arreglan lo del cortocircuito y eso. En este instante. No, comandante, si no crea que es cosa ma. Yo por m s, pus para eso estoy, pero... La mirada de Martnez lo hizo guardar silencio y suspirando dijo: De inmediato, comandante. Ya casi para salir de la oficina, Martnez alcanz a or la voz del burcrata: Pero van a tardar de todas maneras... Baj un momento al forense, quera saludar personalmente al fiel Sampedro: Mi com!, dichosos los ojos... Sampedro tena cubre bocas y estaba trabajando sobre un cadver abierto. Qu hay? Nada, mi com. Ya ve, aqu noms fileteando. Ya casi acabo, permtame un segundo... No es necesario. Nada ms pas a saludarte. No ha habido nada, verdad? Hasta ahora, nada minti Martnez. No se desanime, mi com, ya lo atraparemos. Por supuesto. Oye, por cierto, qu haces en las noches con el bper que te di?
Que qu hago? Dnde lo pones? No me lo va a creer comandante, pero desde que empez todo esto, me duermo con l puesto en el elstico de los calzoncillos. Te lo creo. Nos vemos. Nos vemos, mi com. Elvira ya se haba encargado de llenar el escritorio del teniente con su acostumbrada papelera chatarra. Esta vez, Martnez ni siquiera se tom la molestia de poner en marcha la picadora de papel, slo cogi todo junto y lo ech al cesto de la basura. Despus subi los pies al escritorio y ech el silln para atrs, comodinamente, sin prestar la menor atencin al ajetreo que segua su curso en la Procuradura. Para qu la hacen tanto de pedo? pens. Si lo nico que hacen es lo opuesto a su trabajo, slo se dedican de tiempo completo a darle en la madre a la justicia y a las leyes... en fin... Mientras esperaba los informes de control de vehculos, el comandante se imaginaba cmo se vengara del Bonito. Pasado el efecto del golpe inicial, dej que se enfriara el asunto, para poder modelarlo a su gusto. No decan que la venganza es un platillo que se come fro? No se trataba nada ms de darle de plomazos o pasar junto a l en la calle y rozarlo con un alfiler rebosante de veneno. Para nada. No le gustaba la crueldad, pero esto era slo un ajuste de cuentas. Un ojo por ojo. Acaso no era cruel hacer creer a una bola de ancianos que podan volver a vivir?, que tenan tambin derecho de disfrutar de las delicias de esta vida?, que podan
de alguna manera recuperar algo de su juventud? No era crueldad matarlos a pualadas? Martnez se acarici instintivamente una larga cicatriz en la espalda. Adems, habiendo analizado ya de sobra al Bonito, dedujo que era del tipo clsico que les informaba a sus vctimas agonizantes que todo haba sido una pinche trampa para vejetes calientes. Tendra que buscar en su libro mental de horrores. El Bonito era especial por muchas razones y habra que eliminarlo especialmente. En cuanto a Yolanda, al pasar de los das el teniente iba flaqueando con ella. Ya no pensaba congelarle la panocha y romprsela a martillazos. Ahora haba desarrollado una teora de enamorado: pensaba que tal vez slo tal vez poda Yola estar de alguna manera chantajeada por el Bonito. Cierto que el tipo era bonito pero Yolanda daba una patada y salan varios bonitos y muchas docenas de vejetes, por supuesto. Deba de haber algo ms... algo... Entonces su yo de polica cabrn le deca firmemente: Cmo sers pendejo!, qu no viste los besotes que se dieron antes de irse a coger aquella tarde, enfrente de ti, en plena glorieta de Insurgentes? Pero poda estar fingiendo, despus de todo, no haba sido una excelente actriz con l mismo? De todos modos, sus vsceras le decan que tuviera cuidado con sus sentimientos. Debido a stos, el comandante ya empezaba a otorgarle a Yola el peligroso beneficio de la duda. 29
Cuando se cans de discutir consigo mismo, volvi a subir a Control de Vehculos. Esta vez, el empleado del mostrador estaba en su sitio, leyendo una revista de telenovelas y chismes. Cuando vio a Martnez, cerr la revista y lo salud cortsmente: Buenas tardes comandante. Su pedido todava no llega. Aqu estoy al pie del can. Nada ms estoy esperando que lleguen sus papeles para bajrselos. Tardarn mucho? Pues no sabra decirle, comandante, tendra que preguntarle al Jefe. Dnde est el Jefe? Tuvo que salir un momentito comandante. No tarda. Viendo aquella disposicin, Martnez pens que el asesino morira de viejo mucho antes de que aquella coleccin de huevones le proporcionaran los datos que haba pedido, as que decidi recurrir a otros mtodos. A Martnez no le gustaba pedir favores ni pedir nada, porque la vida se haba encargado de ensearle que todo lo que uno reciba, tarde o temprano haba que pagarlo de alguna manera normalmente con inters compuesto y valor agregadoy al detective no le gustaban las deudas. Si acaso acuda a Gmez de vez en cuando era por la sencilla razn de que Gmez le deba al comandante un favor muy grande: la vida. Muchos aos atrs, durante un operativo, Gmez haba resultado herido. Los maleantes le haban prendido fuego a la casa donde estaba y Martnez entr a punta de balazos y lo rescat. Gmez, por su parte, nunca olvid el detalle, pues
posea la ms rara de todas las virtudes del ser humano: la gratitud. A partir de aquel da, siempre estuvo a disposicin del comandante, para cualquier cosa. Aparte de buen polica, Gmez era buen poltico y haba escalado puestos importantes en la Procuradura General de la Repblica. Su trabajo actual dentro de sta, nadie podra definirlo con exactitud, pero Martnez saba de muy buena fuente que cuando haba algn problema gordo, el presidente de la Repblica no llamaba al procurador general, sino al propio Gmez. Por otro lado, tampoco quera que fuera Gmez quien le resolviera todos sus problemas. Podra haber averiguado las matrculas por conducto de l, pero ya se le haca demasiado para tan pocos das. En cambio, sali a la calle y desde un telfono pblico llam a la Secretara de la Defensa Nacional y pregunt por cierto general de brigada. Mi general ya casi no viene a la oficina, de dnde llama? Es un asunto personal. Somos amigos. Cree que pueda encontrarlo en su casa? Yo creo que s, seor. Martnez marc el nmero y el tono de llamada son varias veces y no hubo respuesta. Volvi a intentarlo y por fin una voz de anciano contest del otro lado de la lnea, de muy mal humor: Buenooo! General, muy buenas tardes. Habla Martnez. Se hizo un prolongado silencio y el comandante pens que se haba cortado la llamada: Bueno? General?
S, Martnez, perdneme, es que para empezar, me agarr cagando y luego pus la memoria me est empezando a fallar. Adems no es el nico Martnezque conozco. Lo llamo ms tarde, si quiere. No, no, dgame. General, usted sabe que no acostumbro, pero necesito un favor. Usted dir, Martnez. Martnez no quiso entrar en detalles innecesarios, simplemente le dijo que necesitaba averiguar una decena de registros de matrculas. A ver, permtame, no vaya a colgar Martnez. El comandante se qued casi un minuto esperando pacientemente. A ver, tiene con qu anotar? S, general. El militar le dio un nmero telefnico perteneciente a un capitn del Estado Mayor Presidencial. Noms dgale que habla de mi parte y pdale lo que necesite. Muchas gracias. Y cmo ha estado, general? De la chingada. Su esposa? Tambin de la chingada. Sus hijos? Todo y todos de la vil chingada y ahora, si no le importa Martnez, voy a ver si puedo terminar de limpiarme el culo. Adis. Martnez se dirigi a otro telfono y desde all llam a la
Presidencia. Lo comunicaron rpidamente con el capitn de marras, quien al escuchar la mencin del general, dijo en tono marcial: Estoy a sus rdenes, seor. Sin entrar en detalles, Martnez le dijo lo que necesitaba. El capitn, siempre muy propio, le sugiri que enviara las series por fax, al igual que el nmero donde deseaba recibir la informacin. Perdone la urgencia, capitn, pero, cree que tarden mucho? No seor, slo el tiempo necesario para buscarlos en nuestras computadoras. Una vez encontradas, las enviamos directamente del ordenador al nmero que usted nos indique. Igualito que en Control de Vehculos, pens Martnez. Despus de colgar con el amable capitn, Martnez regres a su despacho en la Procuradura y anot nuevamente los nmeros y letras de las combinaciones adivinadas por Gilda, as como una docena ms de matrculas inventadas por l mismo en ese momento para despistar, por supuesto y las envi desde un fax pblico. De all tom un taxi a la plaza de Santo Domingo y se meti a un restaurante cercano a deleitarse con unos chiles en nogada y unos tequilas con limn y ya bien repuesto se dirigi en su calidad de profe a la papelera. Su encargo haba llegado haca rato, segn le dijeron. Dio las gracias, se despidi de mano de cada una de las empleadas y se dirigi a su guarida con los papeles bajo el brazo como un nio con juguete nuevo. La eficiencia militar era algo que Martnez siempre haba apreciado en su justo valor. En una pgina perfectamente
ordenada, venan, en una columna, los nmeros de las matrculas, y en otra, la marca, tipo de vehculo, nmero de serie del motor y de la carrocera. A continuacin, a nombre de quin y el domicilio al que se encontraba registrado cada vehculo. En tres de los casos, en la segunda columna deca: dado de baja, y en otros dos: no existen. Despus de admirar unos instantes la perfeccin del trabajo, Martnez busc ansiosamente cul de las series proporcionadas por Gilda corresponda al Ford. Sin embargo, despus de comprobar la lista tres veces y comparar los nmeros y letras con los del papelito amarillo que le haba dado Gilda, no haba entre ellos ningn automvil marca Ford. Martnez se ech para atrs en su silln, con una sensacin de derrota insoportable invadindole todos los huesos. Qu puta mala leche! Cerr los ojos para ver si alguna parte de su ser le proporcionaba una sugerencia o alternativa. Pero no pudo encontrar nada. Volvi a leer y releer la lista. Irnicamente, la eficiencia militar tampoco admita alguna posibilidad de error. Dej los datos en paz y se puso a beber y a tratar de distraerse. Saba que si se obsesionaba con el asunto iba a terminar muy alterado. Intent pensar en otra cosa, tal vez ms agradable, pero lo nico que lleg en ese momento fueron unos pensamientos para Yolanda y hasta el estmago se le encogi de la pena. Eran demasiados fracasos graves para tan poco tiempo. Martnez se sinti de pronto desfallecido, absolutamente intil.
Pinche vida. A propsito bebi una sobredosis de tequila y en poco tiempo se qued dormido.
30 Durante el sueo, el alcoholizado cerebro de Martnez haba seguido manejando sus opciones respecto al asesino en serie. En un momento determinado, haba tenido la certeza como suele suceder en los sueos de que encontrara las matrculas que estaba buscando, nada menos que en el directorio telefnico. Sin embargo, no poda encontrar la gua, as que suba a Control de Vehculos y el empleado nada menos que el Bonito, vestido de uniforme militar lo haca pasar al otro lado del mostrador y lo llevaba hasta un pequeo refrigerador, indicndole que lo abriera. El directorio telefnico estaba dentro, pero no era el que Martnez buscaba, pues ste era blanco y el comandante tena que hacer sus consultas en la seccin amarilla. Qu puta suerte! Lo despert el sonido de su propia voz, sudoroso e inquieto. Cuando ms o menos termin de ubicarse en la realidad, aunque no pensaba buscar un refrigerador con un directorio dentro, s, en cambio, tena una corazonada, gracias a la impresin ocasionada por el sueo. Fue de nuevo por el papelito amarillo y el reporte del amable capitn y se puso a jugar con las posibles combinaciones no slo de las letras, sino tambin de los nmeros, que le daban como resultado
treinta y seis probables matrculas. Se ba rpidamente y sali a la calle a llamar por telfono, cuando se dio cuenta de que era demasiado temprano, todava no daban las ocho. Sin embargo, marc el nmero de la Presidencia de todas maneras. Le contestaron de inmediato y lo comunicaron con el capitn, quien se s ya estaba al pie del can. Le dijo que necesitaba una nueva serie de datos y el capitn contest automticamente: Estamos a sus rdenes, seor. Sea tan amable de enviarnos... Martnez aprovech para desayunarse unos tacos de canasta con mucha salsa y luego volvi a la guarida para hacer tiempo, pues los tres faxes pblicos que visit an estaban cerrados. Pero se senta demasiado ansioso y mejor se fue a dar un paseo caminando por el centro histrico. Por fin, a las nueve y media encontr una papelera abierta y envi el fax. De pronto se sinti muy entusiasmado. Tal vez estas nuevas combinaciones tampoco contuvieran lo que estaba buscando, pero como polica se senta satisfecho de no haber dejado cabos sueltos. Por supuesto que tambin haba manejado la posibilidad de insistirle a Gilda en su ejercicio de memoria, pero no deseaba despertar ninguna sospecha en ella. Si l insista, ella empezara a preguntarse cul era el inters en localizar a un probable sospechoso de qu? Su pupila haba muerto de infarto, no?, entonces, porqu tanta insistencia del comandante...? Martnez saba desde haca varios aos que la mayora de las mujeres tienen un cromosoma de polica. Son curiosas, preguntonas, metiches e inquisidoras. Siempre estn
buscando pistas de cualquier cosa, existente en su mundo real o solamente en sus miedos e inseguridades, pero invariablemente investigan y prestan una gran cantidad de atencin a cualquier detalle que consideran sospechoso. Por ejemplo, Yolanda haba preguntado de inmediato por las cicatrices del comandante y, desde luego, qu haba en el cuarto piso de la guarida. Accidentes de coche, puebleando, vendiendo muebles y arriba estaba lleno de inventarios y saldos. Martnez pensaba seriamente que el creador de la enmienda Miranda (...tienes derecho a permanecer callado... todo lo que digas ser usado en tu contra...) la haba ideado ms bien como un consejo para todos los hombres en su trato con las mujeres. De cualquier modo, por eso descartaba insistir en la memoria de Gilda. A las doce del da se dio una vuelta por la papelera de la plaza de Santo Domingo y ya haban llegado los informes. Casi corri hasta el edificio de Tacuba y una vez que hubo tomado algo de aire, se instal en su silln y revis la lista con las treinta y seis matrculas. Con la punta del bolgrafo Martnez se fue a la columna que indicaba la marca y tipo del vehculo. En la lista, pudo sealar tres Ford sedn. Debido a los macanazos de mala suerte que haba recibido en los ltimos das, el comandante no se hizo demasiadas ilusiones, pero su vientre le deca que le echara ganas de todas maneras. Escogi, para empezar, el Ford de modelo ms reciente. Gilda haba dicho que era un Ford nuevo. El automvil estaba registrado a nombre de una empresa administradora de
bienes. Martnez tom un taxi y se aperson en el lugar. All pregunt en la recepcin y lo enviaron a un escritorio donde le dijeron que all no era y finalmente dio con alguien que deca poder informarlo, pero que no lo hara porque esos datos eran confidenciales y esa compaa era muy profesional y all no proporcionaban... Martnez le mostr un segundo la placa de la judicial y el tipo call como si de pronto se le hubiera acabado la cuerda. El comandante le entreg una hojita con todos los datos del vehculo. Estoy buscando a la persona que manejaba este coche la noche del martes. El oficinista le ech una mirada al papel y dijo rpidamente: Este coche no es de aqu de la oficina. Martnez pregunt sorprendido: Y por qu est registrado aqu? Es que mire, Jefe, djeme que le explique: nosotros no manejamos los bienes... cmo le dir...?, nosotros nada ms administramos las cosas de personas o compaas y eso... Martnez lo miraba sin entender nada. Haciendo una mueca de gran paciencia, como si en vez de Martnez estuviera tratando con un idiota, el empleado continu la explicacin: ...bueno, pus como los coches, no? Son bienes que nosotros administramos, s, de acuerdo, pero no los conducimos. Me explico? Martnez saba que un par de bofetadas aclararan definitivamente el uso del lenguaje en aquel imbcil, pero no
deseaba llamar la atencin y slo utiliz la pregunta ideal para el caso: Qu me sugiere? Pues que vaya a la parroquia del Cristo de Brastenia, el automvil les pertenece a ellos. Puede darme los datos? Por all hubiramos empezado, Jefe. Martnez sinti una sensacin agradable en las tripas al leer la direccin. La parroquia estaba situada en la misma zona donde haban sido cometidos casi todos los asesinatos. Poda tratarse solamente de una casualidad, pero habra que investigar de todas maneras. Tom un coche de alquiler y se dirigi para all. Se trataba de un edificio de piedra gris, rodeado de un bello jardn. El conjunto ocupaba toda una manzana. Martnez entr al templo, que estaba completamente desierto y al no encontrar a nadie, sali de nuevo y se pase por el jardn. Un hombre mayor, de aspecto humilde, arreglaba cuidadosamente las plantas y las enredaderas. Martnez se aproxim a l, mientras finga que admiraba el trabajo ejecutado y salud: Buenas tardes. Buenas. Soy de la aseguradora. No sabe dnde guardan el coche de la parroquia? Parece que no hay nadie en todo el lugar, excepto usted. Tal vez pueda ayudarme. Tengo que tomar unos datos. Cul de los tres?
Tienen tres? S, seor. Uno lo guardan ac atrs en la entrada a la sacrista y los otros dos en el edificio, cruzando la calle, en ese que se ve desde aqu, all viven tres padres y aqu en la parroquia uno. Estoy buscando un Ford negro. Huy, patrn, yo no s deso. S tienen dos coches negros, igualitos, y uno blanco tambin, aunque se es distinto, pero no s si son For. Pero toque en la sacrista, ah debe de estar el padre Toms y si no hay nadie all, pus entonces en el edificio seguro encuentra a alguien, es el tercer piso. Gracias. De nada, seor. Martnez camin hasta la parte posterior del edificio y le ech un vistazo al automvil estacionado fuera de la sacrista. Para empezar no era negro, sino blanco y ni siquiera era un Ford. El comandante sali de los terrenos de la parroquia y se alej caminando. Dej transcurrir una hora para no llamar demasiado la atencin y se present en el edificio que le haba sealado el jardinero, frente a la parroquia. Despus de comprobar sin sorprenderse que el portero no andaba por all, abri la puerta con sus ganzas. Descendi al garaje y examin los pocos coches all estacionados. No le llev mucho tiempo descubrir un Ford negro. Sin embargo, no era el coche que buscaba. Este era un modelo dos aos ms antiguo y las matrculas no slo no coincidan; ni siquiera se parecan. No obstante, Martnez se qued tieso como un perro en
muestra cuando descubri en la parte posterior del automvil, justo bajo las matrculas, una calcomana que rezaba: Todo por Cristo. Martnez se destrab rpidamente y sali del edificio. No permiti que su cerebro hiciera conjeturas, mejor dej libre al perro que llevaba dentro para que buscara un buen sitio desde donde aguardar la llegada del otro coche de los padrecitos. En esto estaba, cuando se abrieron las puertas elctricas del estacionamiento y entr el otro Ford. Martnez alcanz a ver claramente la calcomana bajo las matrculas y el nmero de stas. Por primera vez en varios das, Martnez se sinti muy feliz. Era el vehculo que andaba buscando.
31 Martnez se alej del lugar disimuladamente, pero por primera vez en toda su carrera, la emocin lo desbord y mientras caminaba iba soltando pequeas carcajadas de satisfaccin, hasta que logr contenerse y tom un auto de alquiler a la guarida. Antes que nada deseaba empujarse unos tequilas, para celebrar e inmediatamente disear un plan de ataque. El perro ya haba encontrado la presa y puesto la muestra, ahora le tocaba su turno al cazador. En el transcurso del viaje se iba llenando de emocin e incluso un par de veces el chofer lo mir por el espejo como si se tratara de un loco. Martnez saba que sta no era para nada una actitud propia de l, pero tampoco antes en su vida
todo le haba salido tan mal en tan poco tiempo y este descubrimiento del vehculo resultaba un blsamo muy poderoso para su maltratada autoestima. Estaba tan contento que a ratos se senta como si se fuera a salir de su propio cuerpo. Una vez habiendo ingerido sus buenos tragos de tequila con limn, se instal en su silln del cuarto piso, fumando y pensando... Aquella tarde haba tenido una gran satisfaccin, pero era la satisfaccin del sabueso, no del cazador. Todava no saba quin conduca el vehculo la noche en cuestin y mucho menos si el que lo haca era el responsable de la muerte de la pupila de Gilda, pero de la nada slo los alfileres de cabeza roja y las marcas con verde sobre el mapa de su cubil a esto, era otro mundo. Ahora s la investigacin cobraba una forma tangible. Desde luego y suponiendo que el asesino fuera quien conduca el Ford, no necesariamente poda tratarse de un sacerdote. El presunto responsable podra ser un chofer o un empleado de la parroquia. Tal vez alguien que les peda prestado el coche. Pero el pinche coche estaba all y era inconfundible el cabrn, con su calcomana y todo. Martnez no tuvo que romperse demasiado la cabeza para idear un plan: habra que hacer guardias. El asesino nunca haba actuado antes de las once de la noche, as que Martnez decidi vigilar tanto la parroquia como el edificio desde las diez de la noche, todas las noches. No perdera de vista el vehculo hasta que cayera el presunto responsable, sin importar de quin se tratara.
Dormira de da y hara las guardias de noche. Por el momento no se dedicara a nada ms. El caso de la chiquita y el Bonito quedaba en segundo trmino, pero bien amarrado. Evitara ver a Yolanda durante varios das. Como buen depredador, no permitira que nada lo distrajera de la presa. De cualquier manera, la tena a raya con el asunto de la pliza y el Bonito no importaba gran cosa, porque sin pliza, el tipo seguira quitndole el dinero a las bailarinas, aguardando a que el vejete se dignara asegurarse. A la chiquita la llamara diariamente, dicindole que andaba fuera, vendiendo salas como nunca. De cualquier manera, conectara constantemente la grabadora con la frecuencia del telfono celular de Yolanda y registrara todas sus llamadas para tenerla bien controlada. Martnez encendi otro cigarrillo y se imagin unos segundos qu hubiera pasado de haberle entregado la pliza a Yolanda antes de descubrir su complot. Hubiera terminado en medio de un charco de sangre, en una esquina del centro histrico donde venden los tacos de canasta, agregara Vivanco en sus comentarios, asesinado a navajazos durante un supuesto asalto. Despus de haber sobrevivido tantos aos a tantas chingaderas, de no haber sido por el asesino hubiera muerto de manera horrible, con el sabor a hierro en la boca, y nada menos que a causa de un esplndido coo. Por andar de viejito caliente. Irnicamente, la pliza misma se haba convertido en su propio seguro de vida. Gracias a la aparicin en escena del asesino en serie. Quienquiera que fuera, le haba salvado la vida al comandante.
Pinche vida. No perdi ms el tiempo en conjeturas, pues sus vsceras lo urgan a actuar. Lo primero que hizo fue alquilar un Volkswagen. Escogi ese auto por la sencilla razn de que en esta ciudad, nadie le presta atencin a un vocho. Lo estacion en una pensin, a una manzana del cubil y se march a su refugio a beber y descansar, a esperar la noche y sus sorpresas. No le cost demasiado trabajo quedarse dormido, y a las nueve en punto, el reloj que llevaba dentro de su cerebro lo despert. Tom un bao y se visti con un pantaln deportivo y un suter, todo en negro. Se prepar un termo con tequila y limn y se fue a buscar su vocho. Eran casi las diez en punto cuando lleg a su posicin. Primero dio una vuelta a la manzana, slo para inspeccionar el terreno. A esa hora, era una calle tranquila, poco trfico y mucho lugar para estacionarse. Martnez escogi como punto estratgico una pequea loma, no muy bien iluminada, desde donde se vean perfectamente, tanto la entrada a la sacrista y su habitacin superior, como el edificio donde vivan los otros curas. Para suerte de Martnez un gran farol iluminaba bastante toda la zona a observar. Si alguien quera salir de noche cura o no, Martnez lo seguira. Este tipo de espera era an peor que aquellas guardias realizadas frente al interceptor. El vocho era bastante incmodo y a partir de media noche comenz a hacer fro. En absoluto silencio, dando tragos espordicos a su bebida y
fumando constantemente, Martnez imaginaba cul sera su proceder para detener al responsable. Si se trataba de un cura, habra que manejar las cosas con extremo cuidado, porque estos cabrones tenan un chingo de poder y de lana. Martnez no deseaba problemas con la Iglesia. Si el caso era otro, sera ms fcil todo, pues segn el sapo era el tamao de la piedra. Aunque en s, el comandante no se preocupaba mucho. Todo aquel ejercicio mental resultaba intil al momento de los hechos, pues el comandante dejaba actuar a su estmago y casi siempre improvisaba; de cualquier forma, aquel ejercicio ayudaba a consumir el tiempo de espera. El tiempo se fue deslizando con una lentitud desesperante, pero el comandante no se movi de all hasta las cuatro de la madrugada, cuando se convenci de que aquella noche nada sucedera. Termin su ltimo trago de tequila con limn, encendi el vocho y se march a una cantina a comerse una birria. Despus se fue a dormir a su madriguera. Al acostarse, lejos de sentirse decepcionado, se senta muy satisfecho. No haba cazado nada todava, pero as era esto de la cacera. Despert a las cuatro de la tarde, atarantado. Despus de un bao y unos tequilas sali a comer a una cantina y devor dos platos de pancita. Luego regres a la guarida y se volvi a dormir. Una vez ms, aquella noche se despert a las nueve en punto. Sigui la misma rutina, instalndose en la misma loma cercana a la parroquia. A las once de la noche, el comandante vio salir del
edificio el Ford de marras. Martnez no perdi el tiempo, encendi el vocho y comenz a seguirlo a prudente distancia. Su lgica le indicaba que era su presa. Dud un poco cuando not que se iban alejando del permetro de los asesinatos, pero no demasiado, pues el Ford se diriga nada menos que a Las Lomas. Minutos despus, en una zona residencial, el Ford negro se estacion y Martnez tambin, un poco ms adelante. Desde all, pudo ver cmo un cura debidamente ataviado y cargando un maletn como de mdico descenda del Ford y se diriga a una casa, donde se notaba que ya lo estaban esperando. Martnez no tuvo que pensar mucho. Seguro unos Santos Oleos. Falsa alarma. Dio la vuelta y volvi de nuevo a su puesto en la loma cercana a la parroquia. Una vez all lo primero que not fue la ausencia del otro automvil, el que guardaban en la parroquia. Haba seguido el vehculo equivocado, pero Martnez no se maldijo ni nada de eso. La experiencia le haba enseado que estos errores eran inevitables en la profesin. Lament unos instantes que debido al error tal vez hubiera una nueva vctima. Pero as era la pinche vida. Haba que ser duro en esta profesin. Si se pona uno a llorar por cada error fatal que cometa, se pasara la vida llorando. Volvi a acomodarse en la loma y una vez instalado, bebi de su termo un largo trago y se dispuso a esperar. Unos cuarenta minutos despus, volvi el Ford que haba seguido intilmente y entr al estacionamiento del edificio. Media hora ms tarde, lleg el automvil blanco. Martnez descendi del vocho y se aproxim sigilosamente a
la entrada posterior de la parroquia. En ese momento el conductor descenda del vehculo con alguna dificultad. Martnez not que estaba ebrio. Finalmente, sali del automvil y se dirigi a la puerta de la sacrista. El perro que Martnez llevaba dentro le indic que aqulla era su presa, que atacara! Sin embargo, el cazador profesional se impuso y Martnez decidi esperar un mejor momento para el encuentro. Aguard unos segundos y vio cmo se encenda la luz en el piso superior. Despus se dirigi al vocho ya la madriguera y se acost. Tres horas ms tarde, el bper en el elstico de sus calzoncillos lo trajo de vuelta al mundo de los vivos. Encendi la luz y ley el recado: Comunquese a carnes fras. Sampedro.
32 Sampedro le inform por telfono lo que ya saba: una nueva vctima. No tiene caso que vaya a estas horas. No quiero hacer bulla. Brrale la sonrisa y maana te veo en la procu como a la una. Dile a Vivanco, igual y comemos los tres juntos. S, mi com. Martnez cerr los ojos y se qued profundamente dormido. Lleg a la procu a las doce y media y Elvira lo haba atajado rpidamente, pues tena una urgencia: Ay, comandante, fjese que tengo un problemn. Cul es, Elvira?
Pues es que el sbado fue el cumpleaos de mi ta Celia y hubo tamales y carnitas. El domingo ya ve que fue el santo de mi mam y tambin hubo comida y el lunes el comandante Mijares me regal unos chocolates de Sanborns y me los com todos... Y? Y?, pus quel pinche vestido de madrina ya no me entra y voy a tener que comprarme otro, pero como no pagan hasta el lunes y orita no tengo lana, pus quiero ver si ust me facilita los doscientos pesos que necesito y yo se los repongo a ms tardar en un mes. Claro que s, Elvira dijo el comandante, extrayendo de su bolsillo los billetes y ponindoselos a la mujer en la mano. Algo ms? Pus... no, yo creo que se era el nico pendiente importante que tenamos. Al salir la secretaria, Martnez dedic un rato a archivar sus pendientes en la picadora de papel. A la una en punto baj a la oficina del forense y le entreg un papelito a Sampedro, con el nombre de una fonda cercana. Unos minutos despus se encontraron en el restaurante y Sampedro como siempre salud jubilosamente al comandante. Mi com! Qu gusto! Le dijiste a Vivanco? No lo pude localizar, creo que tuvo que irse a Hermosillo un par de das. Ah, qu jijo de la chingada! No habamos quedado que mientras esto durara estaramos todo el tiempo de guardia?
Clmese, mi com. Adems, no se olvide que yo estoy a cargo. Vamos a comernos algo. En realidad, el comandante slo haba fingido estar molesto. Para fines prcticos, era mejor que Vivanco ya no estuviera tan interesado en el caso como al principio. Lo que el doc poda hacer para ayudar ala investigacin, ya estaba hecho y ahora era hasta conveniente mantenerlo alejado. Con Sampedro era suficiente en caso de necesitar a alguien. Por el momento, Martnez no pensaba compartir el producto de sus pesquisas con los forenses. Esa era la regla de oro en cualquier investigacin. Siempre tener varios ases bajo la manga. Desde luego que haba que compartir cierta informacin: la de los dems, la propia, nunca, hasta que el caso estuviera completamente resuelto y sin ningn cabo pendiente de atar. Se comieron una buena barbacoa y Martnez not que el yerno de Vivanco era un tipo bastante educado a la mesa, a diferencia de su suegro. Durante el caf, Martnez apresur la entrevista. Deseaba irse a dormir un rato para estar bien despierto aquella noche: T recibiste el fiambre? As es, mi com. Lo mismo de siempre: la encontraron en un hotel de paso. El mismo modus operandi, mi com. Nada nuevo? Nada, mi com. Le deform la cara en cuanto lleg, aunque se ve que los de la ambulancia haban hecho ronda, porque lleg medio aplastada. Nada ms? Ya le digo, lo mismo: unos veintids aos, infartada, estallamiento de vasos cerebrales, macroorgasmo y la
inconfundible sonrisa. Todo idntico. En qu hotel la encontraron? Sampedro le dio el nombre y Martnez ubic en su mente el sitio, a unas cuantas manzanas del lugar donde haba estado bebiendo tequila con limn gran parte de la noche. Fuera de eso, nada. Y usted, mi com? No ha sabido nada de sus... mujeres de confianza? Nada minti Martnez, con absoluta seguridad. Bueno, mi com, no se preocupe, ya caer. Por el momento tenemos todo bajo control y eso es lo importante no? Por cierto. Yo pago la cuenta. Total, luego le paso la nota a mi suegro y la cobra como viticos. Cualquier cosa me llamas. S, mi com. Puedo hacerle una pregunta? S? Dnde pone usted su bper en las noches? Me lo pongo en los gevos. Sampedro solt una carcajada y alcanz a decir, sonriente: Nos vemos, mi com. Y usted no se preocupe, yo voy a estar de guardia todo el tiempo. Nos vemos. Una vez de regreso en su madriguera, Martnez hizo una llamada a la chiquita, quien milagrosamente no tena ocupado el telfono. Bueno? Chiquita? Mi marcianito!, dnde andas mi rey? Ando puebleando chiquita, t cmo ests?
Pues bien, pero ya sabes que te extrao un chingo. Martnez no daba crdito a sus odos. Aquellas palabras sonaban tan sinceras que fcilmente pasaran una prueba del polgrafo. Y yo a ti, bonita. Cundo viene mi marciano favorito? En unos das muequita. Yo te llamo maana de todas maneras. Claro que s mi vida... Oye... Bueno, no, nada. Qu cosa chiquita? No, nada. Una tontera. Dime. Nada. Dime! Vas a decir que soy una pesada, pero es que me volvieron a ofrecer chamba y no s si aceptarla. Ando corta de lana. Claro que no! T eres mi princesa. En cuanto llegue te voy a dar dinero y tu pliza para que ests bien tranquila. Las princesas no trabajan, chiquita. Ay mi marciano. No sabes qu rico se siente tener un hombre de a deveras. Martnez prefiri no pensar a cul de los dos se refera y mejor cort pronto: T no te preocupes, muequita, tengo grandes planes para ti. Ash! Ya me anda que vengas. Maana te llamo muequita. Cudate mucho, mi amor. Martnez colg pensando que, por lo menos, el cudate
mucho haba sonado sincero. Se bebi varios golpes de su elixir y se fue a dormir. Aquella noche se despert a las siete y media en vez de las nueve. Se propona cenar adecuadamente y estar en plenitud de facultades. Adems, quera revisar la cinta con las grabaciones de la chiquita. Por si acaso. Sali a comerse unas chalupas y una gelatina de rompope y regres a la guarida, se instal frente al interceptor y regres el carrete de la grabadora al principio. Una por una, Martnez fue revisando las conversaciones de la chiquita. En cuanto notaba que no haba nada de inters, aceleraba el carrete y pasaba a la siguiente llamada. Al final no encontr nada importante. No haba ninguna conversacin en que apareciera una voz masculina. Todo eran puros chismes de viejas argenderas y gevonas. Eso era la pobrecita Yolanda: una putilla barata, argendera y gevona. Martnez pens que en lo nico en que se haba fijado de Yolanda era en su cuerpo. En ningn momento haba reparado en que la tipa era tan tonta. Ahora que lo pensaba bien, nunca la haba escuchado proferir una idea o una opinin inteligente. Sin embargo, nada de eso le haba importado al comandante. Slo las nalgas y las chichis. Cmo iba a aguantar Martnez a esa tipa durante meses o aos en la playa? Qu hubiera pasado cuando las tetas se vinieran abajo, cuando apareciera la celulitis, cuando meterla fuera menos placentero que sacarla? Y con hijos. Se hubiera atado a ella de una manera u otra por el resto de su vida. A una pendeja, puerca, putilla barata. Eso era Yolanda ahora. Tal vez todo aquello no era ms
que un ejercicio para curar la autoestima, pero bien o mal era la verdad. La pobre Yolanda no era ms que una enorme nalga, toda ella. Volvi a colocar el carrete y dej encendido el aparato. Se prepar su consabido termo con tequila y limn, sali por el vocho y se fue a su puesto de observacin en la parroquia. Lleg a la loma a las diez en punto. A lo largo de la noche, su cuerpo casi no se movi, pero su mente realiz un amplio recorrido, desde cmo llevar a cabo la detencin y el interrogatorio del asesino, hasta la posibilidad de asesinar solamente al Bonito y darle una oportunidad ms a la pobrecita Yolanda, pues era tan pendeja que haba que ayudarla. Se dio cuenta de la hora cuando se termin el ltimo trago de su termo. Eran las tres y media. No tena caso seguir de guardia. Encendi el vocho y se fue a dormir. Los siguientes dos das fueron eternos para el comandante, sobre todo cuando se le meti el gusanito de que el asesino tal vez no volvera a actuar. Desde luego que era slo una idea paranoica, pero el comandante la pas y la repas muchas veces por su cabeza. Si esto sucediera lo cual era posible, dado que ahora la frecuencia de los asesinatos pareca ser errtica, todo se complicara muchsimo. Como no saba con certeza si el culpable era el cura que viva en la parroquia aunque hubiera ciertas evidencias en su contra, Martnez lleg a una sabia conclusin: si el asesino dejaba de actuar, tendra que eliminar a los cuatro sacerdotes y a cualquiera que condujera aquellos automviles, para no dejar
cabos sueltos. Despus de tres das sin novedades, siguiendo su rutina de llamar a Sampedro o a Vivanco; de sufrir al telfono las mentiras de la pobre chiquita y en la cinta de la grabadora su creciente estupidez. Martnez despert bien entrada la maana, dispuesto a seguir esperando. Tom un prolongado bao en tina, sali a comer y regres un poco ms reanimado. Como no haba mucho que hacer, se durmi hasta las nueve de la noche. Al veinte para las diez sali rumbo a su ya conocido sitio de observacin. Luego de dar una vuelta a la manzana, para reconocer el terreno. Martnez not que los padres haban intercambiado automviles, como era su costumbre. Ahora el Ford negro estaba estacionado en la parroquia, a la entrada de la sacrista. El comandante inici la incierta espera. Con el transcurso de los das haba llegado a acostumbrarse y ahora se le haca ms soportable pasar la noche dentro del diminuto automvil. A eso de la media noche, el Ford negro encendi sus luces y sali de la parroquia. Martnez sinti al instante todos los msculos del cuerpo, puso en marcha el Volkswagen y sigui al otro vehculo con gran cuidado. Slo deseaba que no se tratara de unos santos leos. O de otra cosa. Tal vez el cura haba salido a comprar cigarrillos o una botella de alcohol. O a la farmacia... Sin embargo, en unos segundos Martnez confirm con satisfaccin hacia dnde se dirigan: nada menos que a los terrenos de la telefnica.
El lugar estaba muy poco animado, slo unos cuantos automviles desfilaban frente a una buena cantidad de prostitutas. Martnez se coloc en la fila, justo detrs del Ford negro. Poco a poco iban avanzando y las chicas les hacan todo tipo de seas y comentarios, pero el comandante no descuidaba ni un instante a su presa. El conductor del Ford se acerc a solicitar los servicios de una jovencita y justo cuando la chica iba a abordar el automvil, Martnez se adelant y a propsito choc el Volkswagen contra la portezuela trasera del Ford. En un santiamn, el automvil negro sali de all apresuradamente, plantando a la joven a media calle. Esta increp a Martnez, enojada: A ver si te fijas, gey!, ya me chingastes el palo. Martnez sonri y sacando dinero de su bolsillo, le extendi doscientos pesos a la mujer. Vas a ir? No, son para compensarte. Gracias, mi rey, ven ms seguido. Martnez se fue tranquilo a dormir a su guarida. El sencillo plan haba sido todo un xito.
33 Martnez durmi perfectamente bien. Ni siquiera se puso el bper en los calzoncillos. No tena caso. Sin embargo, para no despertar sospechas, en la maana llam a Vivanco y Sampedro como de costumbre. Se dedic un buen rato a la
limpieza y el orden de su guarida, la cual haba descuidado notablemente durante los ltimos das. Se senta muy contento, un par de veces hasta se sorprendi silbando una cancin de Agustn Lara. Mientras limpiaba los dos pisos a conciencia, no poda dejar de recordar el estado en que haba encontrado el apartamento de la chiquita. Pinche cerda. Sin embargo, uno de sus yos se dedicaba constantemente a defenderla: ...pobre mujer... la infancia que debe haber tenido... igual y la violaba su padre... o su padrastro... o los dos juntos... tal vez su mam era puta y de nia la obligaba a presenciar cmo se la cogan... La puta es ella contest en voz alta el polica Martnez , y ya deja de hacerte pendejo. Esa perra no tiene remedio. Hay que mandarla a chingar a su madre. Para no continuar con el asunto, el cual le ocasionaba primero dolor de corazn y a continuacin dolor de cabeza, sali a comer. Sin embargo, no poda dejar de pensar en ella. De regreso en la madriguera, se sirvi un tequila y se puso a escuchar las ltimas conversaciones de Yolanda. Eran bastantes, pero todo era lo mismo: quin trabajaba en tal parte, con quin andaba, si fulanita ya haba tronado con fulano... Puras pendejadas. Sin embargo, en la ltima conversacin registrada, haba una voz masculina. Martnez la puso desde el principio y prest atencin: Flaca? Boniiiitoo!, dnde anda mi bonito?
Acabo de llegar de Jurez, fui a hacer unos bisnes. Ashhh!... Necesito verte, Bonito! Me tienes muy abandonada. No sabes cmo te he extraado desde la ltima vez. Ya me hace falta aquello... Cmo no, flaquita, si para eso te llamaba. Nos vemos donde el otro da, a las cinco? En el hotel? Simn. Ai te veo, bonito. Traite algo de lana, flaquilla. S, Bonito. Bai. Martnez volvi a poner el aparato en posicin de grabar, como si no hubiera escuchado nada y no permiti que ninguno de sus yos dijera u opinara nada. Se sirvi un buen trancazo de tequila solo y se lo ech de un trago. Fue expulsando el aire poco a poco y de pronto, siguiendo un impulso, marc el nmero de la chiquita. Obviamente estaba ocupado, pero al tercer intento pudo comunicarse con ella: Bueno? Chiquita? S, mi marciano, cmo ests? Su tono era muy distinto al utilizado minutos antes con el Bonito. Bien, te sucede algo? A m?, no, nada, por qu? Noms. Oye preciosa, estoy en la ciudad y quiero verte. Ay marcianito, es que acabo de colgar con una amiga y quedamos de ir al cine. Es que necesito verte para darte un dinerito, mueca.
Tengo que salir hoy mismo a Guadalajara y tal vez regrese hasta la semana prxima, pero como t quieras... El tono de voz de la chiquita se suaviz como por encanto: ...a ver... s..., djame ver si la localizo... s. No hay problema, yo me encargo. A qu horas nos vemos? Yo digo que a las cinco. No te importa que sea a las seis? Ya ves que a esa hora hay mucho trfico y no te quiero tener esperando. Bueno, a las seis te veo. Bai, mi vida. No quiso explicarse por qu la haba llamado, simplemente le haba salido de los gevos. Dedic el tiempo a preparar su plan para aquella noche, el cual no era complicado en absoluto. De pronto se encontr pensando que tal vez aquella misma noche tendra al asesino en sus manos y sin embargo no se senta demasiado ilusionado. Pero en cierta forma era lo normal. En primer lugar, an no lo haba atrapado y, en segundo, no podra darle ninguna publicidad al caso, y eso tambin contaba en su estado de nimo. Y no es que Martnez deseara ser famoso o pasar a los libros de historia. Nada de eso. Slo deseaba un reconocimiento a su labor. Pensando en esto se qued adormecido hasta que los toquidos en la puerta del tercer piso lo despertaron. Yolanda vena ms desnuda que vestida, con una minifalda roja que pareca de seda y le caa a la perfeccin sobre sus exquisitos muslos; una playerita que slo revelaba ms an el tamao y calidad de sus pezones y unos zapatos de
tacn alto que la hacan ligeramente ms alta que Martnez. En otras circunstancias, el comandante se hubiera vuelto loco de placer al verla, pero no ahora. Saba que no se haba vestido as para l. El solamente era un cheque de una compaa de seguros disfrazado de vejete caliente. De cualquier manera, no dej que ella notara su desencanto: Chiquita, qu preciosa ests!, te viniste as en el metro? Cmo crees marciano, capaz que me cogen. Me traje el coche. Yolanda puso rpidamente manos a la obra manos al pene de Martnez, mejor dicho, pero el comandante no tena el menor deseo de tocarla. Vindola all sentada, toda vulgar, con las piernas cruzadas, enseando la pepa, le despert un sentimiento muy definido, algo que ni siquiera toda aquella belleza poda opacar: la chiquita le daba asco. Retir suavemente la mano de ella del pantaln y dijo: Orita no, mi vida. Y ora, por qu no? Es que ya casi tengo que irme, nena, slo quera verte para decirte que te extrao muchsimo y para darte algo de dinero. Ya no quiero que ests pensando en trabajar. Para eso estoy yo, chiquita. Martnez sac de su bolsillo un buen fajo de billetes de a cien y se lo entreg completo. La chiquita lo recibi con la misma mirada que un cro recibe su golosina favorita. Esta es una primera cantidad chiquita, son ocho mil pesos. Cada quincena te voy a dar lo mismo, en vez de darte
de a poquitos. Apretando firmemente los billetes en su mano, Yolanda pregunt contenta: Cada quincena?! Ay marciano, gracias... muchas gracias marcianito. Y en cuanto tengan lista mi pliza te la entrego, para que ests a gusto. No quiero que te andes preocupando por pendejadas. S mi marcianito, de veras no te da tiempo ni de un rapidito? No mi amor, no quiero perder el autobs. Bueno, pues no te entretengo, marciano, primero es el placer y luego el trabajo, no? Al revs, chiquita. Bueno, como sea, otra vez gracias, mi vida. Nos vemos. Le dio al marciano un abrazo que pretendi ser caluroso y sali de all casi brincando de gusto.
34 Martnez se meti a baar y trat de olvidarse de Yolanda para dedicar toda su atencin al asesino. A las ocho y media de la noche, perfectamente arreglado de traje y corbata, sali rumbo a la parroquia. Estacion el vocho en el mismo sitio de los das anteriores y descendi del vehculo. Con paso firmese dirigi a la parte posterior de la parroquia y toc con los nudillos en la puerta de la sacrista. Hubo de llamar varias veces antes de
que la puerta se entreabriera. Un hombre medio calvo, de lentes y ataviado de cura se asom a medias. S? Buenas noches padre, soy el teniente Martnez de la polica judicial. Necesito hacerle unas preguntas dijo, mientras mostraba su placa y su identificacin. El cura se puso plido, aunque el teniente saba que cualquiera palideca al ser confrontado con un judicial, ms an con el tipo de hijo de la chingada de Martnez. Errr... claro!, s! Pase usted, por favor. Martnez atraves el umbral y el sacerdote cerr la puerta, mientras deca: Sgame, por favor. Pasaron por un pequeo patio, muy agradable, y subieron por unas escaleras de madera hasta el primer piso, donde entraron por la nica puerta a una especie de estudio, bastante amplio, con mucha madera y mucho olor a incienso. Las paredes se encontraban tapizadas de libros y sobre un escritorio haba un par de ellos abiertos, junto a una charola con una botella de Chivas a medias, una jarra con agua y un vaso. Tome asiento, por favor, teniente. Gracias. Martnez tom asiento y el cura hizo lo propio del otro lado del escritorio. Como respuesta a un vistazo que Martnez diera a la botella de escocs, el cura explic: Tengo alta la presin, sabe? y el escocs la baja... Eso dicen padre... Toms? S. Nos conocemos?
Pues usted a m no, pero yo a usted creo que s. Mientras hablaba, Martnez estudiaba al cura, quien pasada la sorpresa inicial ahora se vea muy seguro de s mismo. Tendra unos cuarenta y cinco aos, pero la calvicie y los anteojos lo hacan lucir mucho mayor. Las venas de la nariz y otras zonas de la cara estaban reventadas. No se necesitaba ser un genio para saber que eran el smbolo de una larga e intil lucha librada contra el alcohol. El sacerdote pregunt sin desviar la vista de los ojos de Martnez: De la parroquia, tal vez? No padre, yo slo soy parroquiano de cantinas; no creo que entre sus feligreses tenga a ningn elemento como yo. O al menos eso espero, por el bien de la Iglesia. El padre mostr una agradable sonrisa y Martnez no pudo evitar sentir simpata por el calvito aquel. Entonces? Ya llegaremos a eso padre, si no tiene usted inconveniente. Por supuesto que no, teniente, pero estoy un poco ocupado. Voy a tener que suplicarle que vaya al grano. Claro que s, padre. Ver: estoy buscando a una persona que me salv la vida. El sacerdote miraba al comandante como si se tratara de un loquito. Y? Bueno, pues tal vez usted pueda ayudarme a encontrarlo. Si me dice de quin se trata, yo...
Es que todava no s bien de quin se trata, padre, por eso estoy aqu. El padre le hizo un gesto para que continuara. Bueno, el tipo que me salv la vida sali anoche de este edificio, a eso de las doce, a bordo de un automvil Ford negro, con una calcomana bajo las matrculas que dice: Todo por Cristo. Martnez no le quitaba la vista de encima al sacerdote, quien permaneca impertrrito. Y? Y despus se dirigi a una Zona Roja, cerca de aqu, frente a telfonos y trat de alquilar a una joven prostituta... Martnez not un relmpago de inquietud en las pupilas del cura, pero nada ms. Continu pausadamente: Sin embargo, no pudo conseguirlo porque un Volkswagen blanco se estrell contra la portezuela trasera izquierda del Ford negro y, sabe qu, padre Toms? Sin quitarle la mirada a los ojos de Martnez, sin pestaear siquiera, el padre neg con la cabeza. El Ford se dio a la fuga. Como si el conductor deseara permanecer en el anonimato, al grado que prefera quedarse con el golpe a revelar su identidad... Martnez dej sus palabras en el aire mientras el cura lo segua mirando, como hipnotizado. Finalmente suspir hondamente y dijo: No le importa si me sirvo un poco de escocs, teniente? Por supuesto que no, padre, adelante. Usted gusta?
No gracias, padre. Con mano sorprendentemente firme, el sacerdote se sirvi una cantidad considerable de Chivas y luego agreg al vaso un poco de agua. Le dio primero un par de sorbitos como para ver si estaba bien as y luego se empuj casi la mitad del contenido de un solo trago. Martnez lo dej hacer. Aquello era parecido a un juego de pker, donde el comandante, slo con las cartas que haba a la vista, ya se perfilaba como el seguro ganador de aquella mano. Despus de varios segundos en silencio, el cura termin el contenido del vaso y volvi a servirse. Mientras lo haca, habl: Y dice usted que esta persona le salv la vida? Puedo saber de qu manera? No tiene caso, es una historia muy larga y dolorosa, padre. El padre dio unos sorbitos al nuevo trago y pregunt: Y qu piensa hacer cuando encuentre a esa persona, teniente? Lo primero, darle las gracias. Y lo segundo? Lo segundo, que me explique ciertas cosas que ltimamente han despertado mi curiosidad. Por ejemplo? Esta persona recogi a una prostituta cerca de la telefnica hace unas cuantas noches y la mujer termin la jornada muerta, en un hotel de paso. El cura volvi a beber, ahora se notaba mucho ms relajado. El miedo inicial haba cedido a una cierta confianza,
gracias al tono y la buena disposicin del comandante. Lo raro es que estaba muerta de una manera muy peculiar. El sacerdote segua con su vaso en la mano, sin decir palabra. Sabe cmo, padre Toms? El sacerdote movi la cabeza negativamente: De veras no lo sabe? El padre Toms bebi a fondo su segundo vaso y se puso de pie. Qu es lo que quiere, teniente? Quiero saberlo todo. Absolutamente todo: con pelos, seales, olores, sabores y texturas y si me convence lo que me platica entonces me ir como vine y nadie vio nada. Y si esta persona no quisiera hablar? Martnez sac delicadamente la Mgnum de la sobaquera, abri el barril y extrajo una de sus balas y se la extendi al cura, quien miraba fascinado todos los movimientos del comandante como aquel que mira los de una cobra. Tom la bala en la mano y Martnez le sugiri amigablemente: Vea la punta, padre. Ve la cera? Debajo hay un compuesto a base de cido muritico. Una bala de sas, digamos, en una pierna, vuela la pierna completa al impactarse y explotar. Al mismo tiempo libera un cido que va quemando los pocos tejidos vivos que deja la bala. Por supuesto que es una muerte segura. Nadie ha parido un mdico que pueda arreglar un cabronazo de sos. Dicen que lo utilizan bastante en Colombia. Alguien me platic que les
disparan en la pierna, los encierran en un cuarto y les dejan un revlver con una sola bala dentro, para que se suiciden y qu cree, padre? La bala es de salva. Qu mundo!, no? Martnez hizo una pausa para encender un cigarrillo y continu: Claro est que no me consta, pero dicen que despus de un minuto o as hay que arrancarles la lengua, porque los aullidos de dolor son insufribles hasta con cubreorejas. Cmo la ve, padre? Lo que ms lo asustaba de Martnez no era el relato en s, sino el tono de voz. Pareca que estaba solamente narrando una fbula o un cuento infantil. Su delicadeza para tratar el tema y el tono bajo producan escalofros. El sacerdote dej la bala sobre el escritorio, frente a Martnez, quien la puso en su sitio, cerr la Mgnum y la meti de vuelta en la sobaquera. Despus, con la mayor naturalidad del mundo, le sirvi al sacerdote un Chivas con agua, en la misma cantidad y proporcin que los anteriores. El sacerdote dio las gracias y bebi el vaso casi completo. Despus tard unos segundos en tomar aire y finalmente dijo: Qu quiere saber, teniente?
35 Ya se lo dije, padre: absolutamente todo, desde un principio. El padre Toms camin lentamente por el estudio, en
silencio. Martnez no lo apresur en absoluto. Despus de unos segundos, el sacerdote empez a hablar: Antes que nada, teniente, djeme aclararle que no soy un asesino. Puedo decir que todo se debi a un accidente. Volvi a guardar silencio y a servirse escocs con agua; bebi pausadamente esta vez y de la misma manera retom el hilo de la pltica, distante, como si estuviera hablando consigo mismo: Nadie se puede imaginar lo que es esta vida, teniente. Me refiero a la vida de cura, todo el tiempo encerrado, luchando por conservar la fe que se desmorona minuto a minuto... viviendo artificialmente... Es un mundo por completo artificial, de principio a fin. Aqu dentro, todos fingimos ser muy santos y muy buenos y a la mera hora somos peores que el resto de la humanidad. Aquellos que no conocen los mecanismos internos de la Iglesia no pueden imaginarse en dnde estamos metidos. Peor an cuando pretendemos poseer la patente de la bondad y el amor al prjimo. Pura falsedad, teniente. El ser humano es diferente de los animales no por su inteligencia, sino por sugran mezquindad. Y aqu dentro es peor an. Nadie puede imaginarse cmo se pelean el poder, y no slo en niveles altos, tambin en los ms inferiores. Aqu mismo, dentro de la parroquia, somos cuatro y no haya cul irle, teniente. Dio un par de sorbos a su trago y continu hablando mientras se paseaba suavemente por el estudio: Me imagino que de alguna manera casi todos terminamos decepcionados. Nadie lo dice con claridad, pero se siente en el ambiente. Y es obvio, pues tal parece que
hacemos exactamente lo contrario de lo que predicamos. Yo creo que por eso muchos de nosotros buscamos falsos escapes: a m, ya ve usted, me dio por el alcohol; hay otros que les da por las mujeres, o por los hombres, o hasta los nios; algunas veces, todo esto junto. Pocos son los que se salvan del contagio teniente, puede creerme. Hizo una pausa, pensativo, y continu: Y debo confesarle que no me met a cura por vocacin. Nada de eso. No estaba tratando de poner mi vida al servicio del Seor. No. Para m era una suerte de refugio. Como puede ver, no soy precisamente un adonis, adems de calvo y miope. Mi niez y mi juventud fueron una larga broma cruel. Ninguna mujer me prestaba la menor atencin. Casi no tena amigos y los hombres no me atraan, as que decid ingresar al seminario. Durante algn tiempo logr seguir engandome, pensando que era mi bondad natural la que me haba inclinado al sacerdocio. Pero uno no puede mentirse a s mismo durante mucho tiempo, sobre todo cuando se tienen todas esas horas al da exclusivamente destinadas a pensar. Cuando me orden, ya estaba convencido de que haba cometido un gran error. Haba tratado de escapar a un drama escondindome en una tragedia. El padre Toms hizo una pausa, bebi de su vaso y, distradamente, encendi una varita de incienso. Luego suspir y continu, con la misma cadencia: Por otra parte, ya no era un jovencito, no era cosa de empezar desde abajo en algo diferente. Decid mejor tratar de aprovechar lo que tena en mi haber. Me dediqu entonces a hacer poltica. Djeme decirle que si la poltica es sucia por
naturaleza, aqu no tiene nombre. Poco a poco, urdiendo intrigas, revelando secretos, pisando a mis compaeros para convertirlos en los escalones de mi ascenso, fui escalando diferentes puestos. A mayor altura, peor el ambiente. No puede imaginarse las conversaciones que llegu a escuchar en casa del cardenal o del nuncio apostlico. De cualquier manera, mi meta era llegar a ser, por lo menos, obispo. En esos puestos se maneja mucho poder y mucho dinero, teniente. Puede decirse que hace uno lo que quiere. La sangre de la Iglesia es el dinero, y no se imagina los torrentes que corren por sus venas... Martnez observaba al reverendo Toms sin perder detalle de lo que deca. No tena para nada la personalidad de un asesino. As como el caso era sui generis en todo, el protagonista principal no poda ser la excepcin. El comandante sigui estudindolo mientras hablaba: Sin embargo, en la poltica hay que tener dos atributos antes que nada: ser institucional y muy paciente, y a m comenz a fallarme lo segundo. Los aos se me venan encima y ya tena mucho tiempo en el puesto de secretario auxiliar del cardenal. Es un trabajo de una gran responsabilidad, pero todo el mrito se lo lleva el secretario particular. As las cosas y viendo que no avanzaba en mi carrera poltica dentro de la Iglesia, calmaba mi creciente ansiedad con el alcohol. Por razn natural, empec a cometer errores, a oler mal, a llegar tarde. La gente a mi alrededor, no muy cristianos, que digamos, se encargaban de criticarme a escondidas con todo mundo, hasta que los rumores llegaron al propio cardenal y sencillamente prescindi de mis servicios... Perdn, no lo
estoy aburriendo, teniente? Prefiere que vaya directo al grano? Por supuesto que no, padre. Le ruego que contine. No quiere beber algo?, un refresco, tal vez? Nada padre, gracias, soy todo odos. Bueno, como le deca, a cierto nivel se conocen muchos secretos as que no me mandaron a la calle, sino como secretario adjunto del seor obispo. All no dur ni tres meses. Un da me ca de borracho en pleno oficio. Me enviaron a una clnica que tienen, especializada, para cierta jerarqua solamente. Todos all dentro son adictos. Es como un club. Me propuse salir del bache, segu todos los programas, atend todas las conferencias y finalmente me dieron de alta y me mandaron a una parroquia en el sur de la ciudad, casi en calidad de monaguillo. Sin el alcohol en mi vida, pude escalar algunos puestecillos hasta llegar a ste, que bien o mal, es bastante cmodo. Es una parroquia con dinero, tengo mi propio estudio como puede usted ver y hago uso del automvil cuando lo deseo. Adems, soy el tesorero y dispongo de bastantes fondos. En fin, no estoy en la gloria pero estoy bien. O mejor dicho, estaba bien. El reverendo se sirvi lo ltimo que quedaba en la botella y sac otra igual, nueva, de uno de los cajones de su escritorio. La abri sin muchos cuidados y se complet la dosis en el vaso. Esta vez lo bebi de golpe, sin agua. Martnez not que el padre ya estaba un poco ebrio, aunque tena buen control de su persona. El padre guard silencio un buen rato, como si estuviera ordenando sus ideas, por fin, empez a caminar de nuevo,
lentamente, y continu su relato: Hasta hace tres meses, pensaba que si segua como iba poda llegar a funcionario en la dicesis y de all para arriba. A m estas cosas de las misas y eso, crame teniente, no son mi fuerte. Hablando en plata y va usted a perdonar mi expresin, prefiero la grilla. Martnez sonri. A medida que avanzaba en su historia, el padre le haba resultado simptico. De no ser porque era un homicida, por lo dems se vea una persona muy decente. Quise hacer este breve bosquejo de mi vida, teniente, para que viera usted que no soy un delincuente profesional, ni mucho menos. Ya me di cuenta, padre. Contine, por favor. Bien... Una noche, como le digo, hace unos tres meses, a eso de las once, llamaron a la puerta de abajo, la de la sacrista, y baj a ver de qu se trataba. Me encontr con un hombre muy angustiado; su hermano estaba agonizando y deseaba confesarse. Estuve a punto de sugerirle que llamara en el edificio de enfrente, pero se vea tan alterado que decid acompaarlo. Viva aqu cerca, un par de manzanas, tal vez. Cuando llegu al lado del enfermo, el olor era insoportable. Segn me haba explicado el hombre durante el breve trayecto, su hermano era antroplogo y haba llegado haca poco de Egipto, sintindose bastante mal. Ahora tena la piel plagada de cncer. Tal pareca que haba contrado algn hongo o algo as al explorar una tumba. El pobre estaba pudrindose literalmente, teniente. Tras contener la nusea me acerqu a l y ped que nos dejaran a solas. El hermano y su esposa salieron y me dejaron con el moribundo. Onofre era
su nombre. El sacerdote se sirvi ms alcohol y bebi en silencio, con la mirada perdida, como si buscara en sus recuerdos. Luego de unos segundos, continu: Le haban inyectado mucho demerol para calmar sus dolores, as que casi todo el tiempo alucinaba. No obstante, decid quedarme a su lado unos minutos, ms que nada, para dejar a la familia tranquila. Entre sus alucinaciones, el antroplogo hablaba de tumbas y bandidos y una sarta de incoherencias que a m me parecan resultado del demerol. Mencionaba unas mujeres en Egipto, asesinatos, un papiro, en fin, todo tipo de cosas. De pronto se puso a hablar en una lengua que supuse sera rabe. Yo trataba de calmarlo, repitindole que en nombre de Dios lo perdonaba, que estuviera tranquilo, pero en una de sas habl con absoluta claridad; con esa lucidez que solamente se ve en los que estn a punto de morir. Me dijo que Dios lo tena sin cuidado, que lo importante era destruir la libreta. Entonces entr en otro lapso de incoherencias y decid marcharme. Al acercarme a darle la bendicin me tom del brazo con una fuerza inexplicable en un hombre en aquellas condiciones y me insisti con desesperacin que destruyera la libreta. Decid seguirle la corriente, y le pregunt dnde estaba la dichosa libreta. Me seal una gaveta y me urgi que buscara en el primer cajn. Slo para darle gusto al moribundo, pues lo supona drogado, hice lo que me indicaba, pero no haba ninguna libreta. Le entr un ataque de tos y entre tosidas alcanz a decir que buscara bajo el pao. Fue lo ltimo que dijo, despus muri. Slo por no dejar arranqu el
pao que cubra el cajn y all estaba. Era slo un cuaderno de apuntes. Lo hoje rpidamente. Haba anotaciones y diagramas. Aparentemente, nada que pudiera ocasionar tal ansiedad en un hombre que est a punto de morir. De cualquier manera, bendije el cuerpo de Onofre, le di el psame a su hermano y su cuada y sal de all con la libreta bajo el brazo. La archiv distradamente en mi librero y la olvid por completo, pero un da estaba acomodando los libros y me top de nuevo con ella. Abr alguna pgina al azar y de pronto me vi envuelto en una lectura muy interesante toda, pero el meollo del asunto es que las anotaciones contienen una frmula, teniente. Una frmula para procurarle placer sexual a las mujeres. Eso imaginaba dijo Martnez, con satisfaccin. No es gran cosa. Parece increble que tal sencillez sea letal, y ms increble an que alguien ms no lo haya descubierto. No siga, padre. No quiero saber ms sobre eso. Con saber que se trata de una combinacin me basta. Lo deduje desde un principio, modestia aparte. No tiene curiosidad? Martnez not que el prroco ya arrastraba un poco la lengua al hablar. S padre, como de muchas otras cosas. Por ejemplo, tengo la curiosidad de saber qu se siente meterse un plomazo en la cabeza, sin embargo, prefiero quedarme con la curiosidad. En este caso, me sucede lo mismo. As que prefiero aguantarme la curiosidad a tener que aguantarme la
tentacin, padre. Dejmoslo as. El padre lo observ a travs de sus gruesos lentes, con una mezcla de sorpresa y admiracin. Tiene razn, teniente. Ya ve, piensa usted ms como cura que yo mismo. Lo que s quiero saber es por qu lo hizo, padre. El reverendo se tom unos segundos antes de contestar: La primera vez, por mera curiosidad, teniente. Le y rele la libreta de anotaciones y la simplicidad del asunto lleg hasta parecerme cmica, pero algo dentro de m deca que poda ser cierto. Pues bien, soy humano. O eso creo. Pero tuve la incertidumbre metida en todo el cuerpo como un tumor maligno. Por fin, un da me decid a probarlo. Djeme decirle que estaba casi seguro de que no funcionara y que por esa razn me atrev a hacerlo. Debe creerme. Le creo, padre. No soy un hombre muy experimentado. Con trabajos he tenido unas cuantas aventurillas... Usted sabe, algunas feligresas le toman a uno demasiada confianza... En fin, cuando not que la prostituta se estaba excitando en serio, yo tambin me excit, teniente. Como nunca, crame. Segu adelante y cuando estaba como una loca, y djeme subrayarlo, como una loca, de puro placer, entonces invert la combinacin y al mismo tiempo solt el muslo... la mujer muri convulsionndose de gozo, teniente. No puede usted imaginarse lo que es eso. Crame que hasta poda sentir cmo pasaba su alma a travs de mis dedos y fue la sensacin ms extraordinaria y deliciosa que he sentido en mi vida. Un orgasmo es nada comparado con eso... Podra decirle mil
cosas, pero de nada servira, no hay forma de explicarlo. El padre se perdi en el fondo de su vaso unos segundos, con la satisfaccin ms completa reflejada en el rostro. Por eso asesin a las otras, padre? Por puro placer? Puede creerme que no fue tan fcil decidirme, teniente. Mi conciencia no es tan laxa. Sin embargo, trat de refugiarme en el alcohol despus de la primera vez y lo nico que consegu fue enloquecerme an ms y seguir adelante. Aclreme algo, padre. S? Se trata de dar placer al mximo, no de matarlas, no existe una medida? Mi querido teniente, se es precisamente el secreto que descubri el difunto Onofre: el placer sexual no tiene lmite, es la antesala de la eternidad. El padre dej pasar unos segundos y agreg, convencido: Es ms potente que la ms potente droga. Ellas piden ms y ms y se estn revolcando con el culo al aire y siguen pidiendo ms y rugen de placer, teniente, con una carga de sensualidad inconcebible. No creo que se den cuenta de que se estn muriendo de placer... Martnez se sinti de pronto ridculo, all sentado, muy correcto, en una parroquia, arriba de la sacrista, escuchando a un sacerdote con sotana y todo, hablando del placer sexual femenino y de primera mano! Encendi un cigarrillo y luego pidi: Dgame algo ms, padre, por qu no les borraba la sonrisa?, es un procedimiento muy sencillo. De hecho, fue la sonrisa lo que me condujo hasta usted.
El padre lo pens unos instantes y contest: No s... No poda tocarlas... tal vez no quera tocarlas para no dejar huellas... La verdad es que no se me haba ocurrido... Si siempre alquilaba mujeres aqu cerca, cmo lleg a Las Lomas? Por un catlogo. Como nuestro nmero es el original y el del edificio es el mismo, pero bis, se confunde fcilmente la correspondencia. Un da vena entre sta un catlogo con el eufemstico nombre de edecanes. Se trataba de mujeres bellsimas, pero lo que captur mi atencin fue el subrayado de absoluta discrecin. De manera que me puse en contacto con la que ms me gust de todas. Llam y la mujer me dio todas las instrucciones de cmo llegar, qu hacer para entrar al estacionamiento, dnde tomar el elevador, en fin, todo. Era mucho ms cara que las de la telefnica, pero sonaba a mayor seguridad. Sin embargo, al ir a tomar el ascensor not que haba una cmara de vdeo y eso no me gust, as que volv a la zona de telfonos, como usted bien sabe. Le cobr tres mil pesos? As es, teniente, cmo lo supo? Es mi trabajo. Crame que lo admiro. Y por varias razones, teniente. En primer lugar, nunca pens que alguien le fuera a prestar atencin a esas pobres mujeres. Tampoco me imagin que lo consideraran homicidio. Qu pens, entonces? Que lo consideraran una epidemia? No necesariamente, pero en una ciudad de este
tamao, con toda la burocracia existente, los narcos, la inseguridad, asaltos, secuestros, robos, no me imagin que la polica tuviera tiempo para estas cosas. Y normalmente as es, padre. De hecho, descubr todo por mero accidente. Martnez le narr rpidamente al padre toda la historia de sus pesquisas, desde la mujer de Las Lomas hasta ese momento. El sacerdote ya estaba visiblemente ebrio, pero era innegable que a cada parte del relato ms admiraba al comandante. Al terminar, Martnez pregunt: Dnde est la libreta, padre? La tengo aqu mismo, en el librero. Se levant con cierta dificultad y se dirigi a uno de los estantes, volviendo en unos segundos con un cuaderno en la mano. Aqu la tiene. Martnez la hoje rpidamente, sin prestar atencin a los detalles, slo para cerciorarse de que era la misma de la que el padre Toms haba hablado. A continuacin, la arroj con cierto desprecio sobre el escritorio. Se puso de pie, estir las piernas y dijo: Muy bien padre. Una ltima pregunta, de carcter personal. --Cmo no, teniente, dgame. No se arrepiente? Tal vez al principio, pero con el transcurso del tiempo es infinitamente mayor la satisfaccin que la culpa. No quiero hablar como un cnico, teniente, pero esas mujeres me produjeron las sensaciones ms intensas de toda mi vida. Tengo cuarenta y seis aos y no puedo recordar nada que me
haya hecho sentir ni siquiera algo remotamente parecido. Hablando sinceramente, considero que mi vida vali la pena slo por las ltimas semanas, teniente. Martnez guard silencio unos segundos, analizando lo que acababa de escuchar. Y por fin sentenci: Yo tambin le voy a ser sincero, padre Toms. Desde un principio, haba decidido que al dar con el culpable lo ejecutara sumariamente, para que no se propagara el mal. Pero no me imagin que me iba a encontrar a una persona como usted. He tratado con miles de homicidas y usted es un caso nico, padre, por lo cual, debo actuar de manera excepcional. Adems, la forma en que actu durante los homicidios le concede otro atenuante. Por si fuera poco, me salv usted la vida. De no habrsele ocurrido probar la combinacin, yo no estara aqu en este momento. El sacerdote pareca haber perdido la borrachera y se puso muy serio, como para esperar una sentencia. As que no se volver a hablar del asunto. Usted es la nica persona que sabe de esto, verdad? As parece, teniente. Muy bien. As se queda la cosa entonces. ste no es un secreto para ms de uno. S que es usted un hombre de palabra. Debe jurarme que jams volver a hacerlo y, por supuesto, nunca le platicar a nadie sobre este asunto, padre. El padre no tard mucho en contestar: Por supuesto, teniente, se lo juro. Le creo padre, pero de cualquier manera, si un da la tentacin es demasiado grande, slo acurdese de m y ver que se le pasa. De otra manera, si vuelve a aparecer algn caso
como ste, no me importa quin sea el responsable, vengo por usted y me lo chingo, est claro? Muy claro, teniente. Esta conversacin nunca existi. Desde luego, teniente. Bien padre, lstima que hayan sido stas las circunstancias, pero debo admitir que fue un placer tratar con usted. Igualmente, teniente. Crame que me esperaba otra cosa cuando lo vi en la puerta. Adis, padre. Cudese. Ah!, y otra cosa, esta vez destruya la libreta. Claro que s, teniente, lo acompao. Salieron al descanso de las escaleras, con el padre por delante y de pronto Martnez estir los brazos como si fueran dos serpientes y... CRAC!..., rompi limpiamente el cuello del sacerdote. Sin dolor. No tena por qu hacerlo sufrir, despus de todo, el padre Toms le haba cado simptico. Volvi al estudio, limpi el cenicero que haba utilizado y revis que no dejaba ninguna huella de haber estado all. Siendo el polica que era, no le cost mucho trabajo. Finalmente, recogi la botella de escocs con un pauelo desechable y se meti la libreta bajo el brazo. Arrastr un poco el cadver y luego lo empuj escaleras abajo. Arroj despus rodando tambin la botella abierta de Chivas. Con los antecedentes del padre, nadie dudara de que haba sido un accidente. Con su nueva adquisicin bajo el brazo, Martnez sali de la parroquia y se dirigi tranquilamente al Volkswagen.
36 Como suele suceder con algunas cosas, Martnez no le prest la menor atencin a la libreta, una vez de regreso en la madriguera. En cambio, le prest mucha atencin a sus tequilas con limn. Se senta muy extrao. Desde luego, no debido a la ejecucin del padre Toms. Para nada. Eso haba sido solamente una maniobra profilctica. No poda dejar vivo al padre, por simptico que le pareciera o porque le haba inspirado cierta ternura imaginarse al calvillo grillndose al cardenal. Un secreto de esta categora no poda estar en manos de cualquiera. Era buena gente el cabrn, pero se haba llevado a la tumba a varias personas. Y con todo y su simpata quin sabe hasta dnde hubiera llegado, de no entrar Martnez en escena. No, el padre lo tena sin cuidado. Se senta raro por otras causas. Para empezar, senta un enorme vaco. Gracias al asesino, Gilda, Vivanco, las matrculas y todo lo dems, haba pasado unos das en absoluta actividad policiaca. Ahora que todo haba terminado no era tan fcil hacerse a la idea de volver a la rutina anterior. Y sin la ilusin de la chiquita. De alguna manera, Yolanda s haba asesinado una buena parte del marciano: su futuro. Por un lado, la satisfaccin de haber coronado sus esfuerzos era muy grande, pero su luz se opacaba rpidamente ya que, segn Martnez calculaba, una vez
descubierto el asesino, se haba derrumbado de pronto todo su mundo. El asesino haba sido la columna vertebral en la vida de Martnez durante los ltimos das. Indirectamente, lo haba ayudado a descubrir secretos de su propia vida personal y le haba salvado la vida. Haba sido prcticamente su razn de ser. Martnez haba ido acumulando una gran cantidad de tensin en los ltimos das y de pronto sta fue cediendo a una velocidad deliciosa, como si hubieran desinflado un globo. El marciano se acurruc en su silln y a pesar de la posicin, durmi varias horas como un nio de pecho con buena digestin. A la maana siguiente, su instinto de conservacin se encarg de animarlo: todava tena pendiente el otro caso, el de la chiquita y el Bonito, o sea que chamba s habra. Y la libreta. Cumpli con la rutina de llamar a Sampedro y a Vivanco, como si no hubiera pasado nada. No era el momento de compartir informacin y mucho menos de esa clase. Despus sali a comer algo y aprovech para devolver el Volkswagen a la arrendadora donde tuvo que cubrir una cantidad extra, por el golpe que le haba dado al Ford del padre Toms y volvi a su refugio. Por supuesto, se le quemaban las entraas por estudiar la libreta, pero le gustaba disfrutar de aquel cosquilleo de curiosidad, que en este caso, debido a la magnitud del secreto, rebasaba cualquier parmetro y, como si se tratara de la seduccin de una deliciosa hembra, Martnez decidi prolongar an ms el placer previo al placer.
Dej la libreta frente al interceptor y regres el carrete con las ltimas conversaciones de la chiquita. Haba una que slo contribuy a que la despreciara an ms. Yolanda haba hecho la llamada justo al salir de ver al marciano y recibir su dinero: Tanderillos. Oye, no andar por all el Bonito? Por aqu andaba, deja ver, quin lo busca? Noms dile que la flaca. Cul de todas? Ashhh! T noms dile, s? Se escuchaban sonido de copas y una msica bastante fuerte, seguramente se trataba de un table dance. Pasaron casi dos minutos antes de que el pinche bonito se dignara contestar, tal vez se haba estado refinando un churro en la banqueta, como era su costumbre. Por fin, contest de mala gana: Bueno. Bonito? Y barato, qu onda, flaca?, cmo te fue? De pelos. Ni siquiera me lo tuve que coger. Ya casi tiene la pliza y adems me regal una lana. Cunto? Tres mil pesos, mi rey. Bueno, pus vente pac y celebramos, flaca, nos vemos en la cafetera de la glorieta del metro en una hora. S mi bonito. Pero hay un chingo de trfico, no te me desesperes. Pus entonces ya culgale y mtele, flaquilla.
S, Bonito. Bai. La voz de los conspiradores le haba alterado un poco los nervios al comandante, pero para bien. Se le tensaron todos los msculos, como si fueran cuerdas de piano que se estuvieran afinando. Pinche puta mentirosa dijo en voz alta el marciano. Tres mil pesos! Hasta a tu padrote engaas, cabrona. A continuacin volvi a sentir un gran vaco en el pecho, pero ste desapareci de inmediato cuando sus ojos se posaron en la libreta de Onofre. No pudo aguantar ms la tentacin y procedi, primero, a hojearla solamente. Contena anotaciones, dibujos, planos, incluso algunos bosquejos y todo estaba perfectamente ordenado. Todas las anotaciones estaban hechas en forma de diario. El comandante baj al tercer piso por un garrafn de Herradura y un litro de jugo de limn y se instal en su silln cmodamente, dispuesto a estudiar la libreta de Onofre... Egipto Originalmente, nos haban enviado al Valle de los Reyes, pero a ltima hora, la burocracia egipcia haba decidido que levantramos una serie de inventarios en unas excavaciones cercanas al templo de Horus. Permanecimos en aquel solitario lugar durante veinte das y una vez concluido el trabajo, la cuadrilla de obreros haba partido, quedando en el campamento un gua, el arquelogo adjunto del gobierno egipcio, dos cargadores y yo. Pensbamos marcharnos tres das despus, una vez que llegaran los encargados de la vigilancia y hubieran concluido
los inventarios de lo encontrado. Esa noche, despus de cenar, me haba embriagado celebrando la conclusin de mi trabajo y me fui a dormir, dejando a los dos cargadores como vigas. Debido a la abundante cena y al exceso de alcohol, a eso de las tres de la madrugada me despert un repugnante malestar estomacal. Sal apresuradamente de mi tienda de campaa y alcanc a alejarme unos cincuenta metros del campamento, antes de que mi estmago devolviera todo lo que haba ingerido. Sin embargo, gracias a mi mala digestin, pude salvar la vida. Me encontraba recuperndome del esfuerzo, cuando escuch unos alaridos provenientes del campamento. Me qued paralizado unos instantes, mientras los gritos aumentaban y detonaban varios disparos. Me acerqu a una distancia prudente, cobijado en la oscuridad de la noche y pude ver de qu se trataba: eran bandidos del desierto. Desde la poca de los faraones, estas bandas merodeaban tumbas y pirmides, en busca de objetos valiosos, y su modo de operar era similar al de antao; primero torturaban a los integrantes de los campamentos para que confesaran dnde estaban los tesoros, despus los asesinaban brutalmente y luego con la mayor tranquilidad saqueaban el lugar a discrecin. Por lo general eran grupos de diez o quince maleantes, bien armados y adiestrados en las difciles artes de la tortura y el asesinato. As pues, sin volver la vista atrs y evitando que mi cerebro se distrajera pensando lo que les estaba sucediendo a mis compaeros de trabajo, me alej lo ms rpidamente que me permitan la oscuridad y la accidentada topografa, desplazndome casi a tientas.
No llevaba recorridos unos trescientos metros, cuando al remontar una empinada duna, resbal y fui a caer dentro de una especie de pozo. En la loca cada, mi cabeza golpe contra algo muy duro y perd el conocimiento. El sol estaba en todo lo alto cuando despert. Me llev un buen rato aclarar mi cerebro. Mi primer impulso fue salir del foso y volver deprisa al campamento, abrigando la remota esperanza de encontrar algn sobreviviente. Sin embargo, al ponerme con trabajos de pie y darme cuenta en dnde me encontraba, desaparecieron todas las culpas hacia mis compaeros, el terrible dolor de cabeza y la respetable cruda que traa encima. Mis ojos simplemente no podan creer lo que vean, y por un momento pens que estaba siendo vctima de una alucinacin. Palp la pared que tena frente a m, o, mejor an, la fui acariciando poco a poco, como si deseara que el fino relieve de los jeroglficos se me metiera dentro. De acuerdo con las inscripciones, se trataba de la tumba de la hija de un ministro de la corte de un faran, muerta a la edad de diecisis aos. Segn la leyenda en la puerta de la tumba, aquel que se atreviera a violar el lugar, pagara con su vida la profanacin. Despus de un rato de contemplar embelesado mi hallazgo, sal del foso y corr en direccin al campamento, pensando que en caso de encontrarme con algn sobreviviente, yo mismo lo despachara al otro mundo; para que nada ni nadie obstaculizara la preciosa labor que me aguardaba dentro de la recin descubierta tumba. El campamento todo era un desastre. A simple vista, el
gua estaba completamente desmembrado; al antroplogo del gobierno egipcio le haban arrancado la cabeza. No quise ver ms. En condiciones normales, habra pronunciado unas plegarias y hubiera igualmente enterrado a los muertos. Pero stas no eran para nada condiciones normales. No todos los das se descubra una tumba virgen. De lo que haba sido el campamento, los bandidos no haban dejado en pie gran cosa. No obstante, entre los escombros pude encontrar mi maletn bsico, una linterna, un pico, una mscara antigases y un par de bidones con agua. Despus de apagar la sed y cargado con lo necesario e ignorando por completo la masacre, volv rpidamente al foso y luego de casi tres horas de trabajo, logr descubrir la ingeniosa trampa que abra la puerta de roca maciza. Me coloqu la mscara antigases y ayudado de la linterna que haban ignorado los bandidos, penetr en la tumba, invadido de una emocin indescriptible. Una por una fui iluminando las distintas cmaras del complejo mortuorio, sorprendindome ms a cada paso. La tumba no tena en sus paredes un solo motivo de inmortalidad o alegra sino que estaba pintada toda de negro. Era una tumba de absoluta desolacin. Al ir avanzando, notaba que iba descendiendo considerablemente. Aunque firme, el piso era muy inclinado a tramos. Me encontraba anonadado ante la profundidad y negrura de la cripta. A travs de mi larga carrera como antroplogo, nunca me haba enterado de que existiera algo parecido. Por otro lado, la limpieza del lugar era muy
desconcertante. Tal pareca que en aquel sitio nunca hubiera habitado una rata o una araa. Daba la impresin de que all no hubiera habitado nada. Despus de una cmara relativamente amplia, me encontr con otra puerta de roca maciza, lo cual me sorprendi ms an. Tard una media hora en abrirla y por fin entr al saln donde se encontraba el sarcfago. Lo estudi minuciosamente, antes de intentar abrirlo. Estaba fabricado en roca negra, tallada; grabadas en ella pude descifrar algunas leyendas que indicaban el linaje de la muerta. De acuerdo con esto, la joven mujer era la tercera hija de un ministro del faran. Aunque las fechas coincidan con la cuarta dinasta, la arquitectura de la tumba y el propio diseo del sarcfago no correspondan en absoluto a esa poca ni a ninguna otra, para ser exactos. Se mencionaba que la joven mujer haba muerto a la edad de diecisis aos, debido a una terrible y contagiosa enfermedad y se adverta seriamente a cualquier intruso que se abstuviera de profanar la ltima morada de la muerta. A continuacin, vena una buena coleccin de maldiciones, aparentemente sin destinatario y al final, una advertencia como otras muchas que ya conoca. Sin embargo, debido a la desolacin de la tumba, sent escalofros en todo el cuerpo al leer: PDRASE AQUEL QUE OSE PROFANAR ESTA MORADA Sin embargo, la curiosidad fue mucho ms fuerte que mis miedos y remov con trabajos la pesada tapa. Dentro, encontr otro sarcfago, ms pequeo, negro, de madera, con
la forma de la muerta; sin una sola marca o incrustacin. Abr el segundo sarcfago y al final me encontr con un tercero, tambin negro, pero de madera esmaltada, imitando todo el cuerpo y el rostro de la muerta. La pieza se encontraba en un estado de conservacin como nunca antes haba visto. La luz de la linterna se reflejaba en el sarcfago, emitiendo destellos brillantes y creando todo un juego de luces dentro del negro saln. Al iluminar la cara del atad, tuve la sensacin de que las pupilas no slo brillaban con luz propia, sino que me observaban y seguan con atencin todos mis movimientos. Nunca me haba sentido tan nervioso. Y no se trataba solamente de la emocin propia del descubrimiento, sino que tena una especie de miedo, sobre todo al recordar que estaba completamente solo, dentro de un agujero, en medio del desierto, con la nica compaa de una muerta. Pens en salir a tomar aire y regresar ms tarde, pero saba que si sala no tendra el valor para volver a entrar. As que, tratando de controlarme, respirando con dificultad a travs de la mscara antigases, me dediqu a abrir el tercer y ltimo sarcfago. Al deslizar la tapa, habra jurado que haba escuchado un largo suspiro femenino. Pero estaba tan nervioso que poda escuchar cualquier cosa. Por fin, llegu hasta la momia. Se encontraba toda envuelta en vendajes negros y en perfecto estado, como si el atad hubiera estado sellado al vaco. Sin pensarlo siquiera, extraje unas finas tijeras de mi maletn y cort con cuidado los vendajes. Despus de realizar el trabajo con suma precaucin, hice a un lado las vendas, lentamente, comenzando por el rostro, el cual ilumin de
cerca con la linterna y al hacerlo sent que se me helaba la sangre. El rostro de la momia, lejos de revelar una mueca de contraccin por la accin de los momificantes, mostraba en cambio una enorme y macabra sonrisa. De pronto, alucin que me encontraba en presencia de la muerte misma. Al retirar los vendajes del trax, me encontr con otra sorpresa: la momia tena entre sus manos cruzadas sobre el pecho, nada menos que un pequeo rollo de papiro, asido fuertemente. Sin saber por qu, cuando me di cuenta, ya estaba cortando la piel acartonada de la momia y con extraordinario cuidado remov el rollo. Al tenerlo finalmente entre mis manos, una extraa sensacin me recorri todo el cuerpo. Pareca que hubiera recibido una especie de descarga elctrica. A continuacin, sin dudar un instante, cerr cada uno de los sarcfagos, luego volv a sellar la entrada de roca de la cmara y sal de all a gran velocidad, como si conociera de memoria el camino, corriendo con el papiro en una mano y la linterna en otra. Al llegara la puerta principal, remov una parte del mecanismo y la cerr, de manera que solamente pudiera abrirse con dinamita, y luego sal del foso. Ya haba oscurecido, pero aun as, me pas un buen rato llenndolo con arena, hasta que el acceso a la tumba qued prcticamente oculto. Una vez terminada la faena, me ech sobre la arena y me qued dormido. Despert al amanecer, guard muy bien el papiro en mi mochila y fui en busca de ayuda. No mencion a nadie mi hallazgo. El papiro absorbi toda mi atencin da y noche. Me dediqu en cuerpo y alma a
interpretarlo. Poco a poco fui descubriendo que se trataba de los registros referentes a las investigaciones sexuales de la noble. Haba descripciones y dibujos, flechas, indicadores, cdigos. Las anotaciones concluan en una combinacin efectuada con los dedos ndice, pulgar y medio, en un punto localizado exactamente a medio camino entre el cltoris y el ano. Haba varios diagramas de intentos fallidos. Cuando al fin termin de interpretar el contenido del papiro lo cual me llev casi cinco meses, conclu que la joven noble no haba muerto de enfermedad alguna, sino que la investigacin sexual le haba costado la vida. La haban sepultado con todo y sus estudios, registrados en el papiro, pues aquella muerte les deba haber parecido una advertencia de los dioses, de all que no se permitiera ni el menor motivo de alegra en la tumba. La oscuridad era la negacin de toda luz, para evitar cualquier posibilidad de reencarnacin. Por supuesto, yo pensaba diferente. No crea que una masturbacin, por sofisticada que fuera, pudiera ocasionarle la muerte a alguien. Me imagin que el deceso se haba debido a un accidente cualquiera. Tal vez a un infarto mientras aplicaba la tcnica. Seguramente la experimentada dama haba tenido algn problema cardiaco previo. As, como no crea, no me cost mucho trabajo salir a probar una noche y el resultado fue fatal para una joven mujer. Qued muy consternado con la muerte de la dama, pero por otro lado, la sensacin que haba sentido me obligaba a volver a probar y el resultado fue el mismo. Y luego hubo ms. Cada vez que una de ellas falleca, senta como si pasara
a travs de m el alma, a la hora de desprenderse del cuerpo. Pareca que vean a Dios y no podan creerlo. Con el tiempo, llev a cabo la misma operacin en diferentes sitios de Egipto, con un saldo total de once mujeres muertas, que hubieran sido ms, pero haba contrado una maligna enfermedad en la negra tumba. Algo se me meti por la piel. De la noche a la maana comenc a sentirme muy mal y decid regresar a Mxico. Antes de salir de Egipto, destru el papiro, la nica evidencia es esta libreta.
37 Martnez se haba quedado fascinado con la lectura. Volvi una y otra vez a leer ciertas partes que le haban llamado ms la atencin. Pero principalmente, ala tcnica, la cual pareca de una absoluta sencillez, aunque analiz el comandante tampoco era tan fcil. Suceda lo mismo que con la combinacin de una caja fuerte, pareca cosa fcil abrirla, una vez que se tenan los dgitos y el sentido en que se deba girar, pero llegar a eso no era tan sencillo. Adems, a las cajas de seguridad no haba que apretarles una determinada zona del muslo para sacarles sus tesoros. Todo el asunto le pareca a Martnez un verdadero ingenio. Todo. Pas horas imaginando cada detalle del cuadro: una bella joven, dedicada en cuerpo y alma al placer, mientras a su alrededor se dedicaban a construir canales y pirmides. La imaginaba sentada a la orilla del Nilo,
manosendose de arriba abajo desde muy pequea, buscando secretos. Y al final de cuentas aquella prctica haba llegado a costarle la vida. Se haba convertido en una mrtir del placer. Luego pensaba en Onofre, cuntas probabilidades habra de que un antroplogo mexicano estuviera trabajando precisamente en ese sitio, en ese momento. Los bandidos. La imposibilidad prctica de que Onofre vomitara a esa hora, salvara el pellejo y fuera exactamente en direccin a la tumba. Posteriormente, que el secreto se hubiera transmitido de una forma tan inconcebible, gracias al padre Toms, para ir a terminar nada menos que en sus manos. Sin quererlo, Martnez empez a tener una sensacin muy extraa, muy agradable. Algo rarsimo. De pronto se sinti como si fuera el genio de la lmpara maravillosa, una especie de predestinado. Se fue a dormir, olvidando por completo el bper en los calzoncillos, a Yolanda, el Bonito y dems. Lo nico que le importaba eran la joven egipcia y su historia. Al da siguiente, Martnez continu con su obsesin. Sin dejar de pensar en el asunto, cumpli con el requisito llamando a Vivanco y Sampedro, como si nada, y a la chiquita tambin, sin ni siquiera recordar qu pendejadas le haba dicho. Se olvid de revisar la grabadora y en realidad, tampoco le importaba. Todo lo dems poda esperar, su nico anhelo era pensar en la ingeniosa mujer que haba originado aquel raro galimatas. Martnez se dejaba transportar por la fantasa.
Imaginaba a la egipcia bellsima, la piel firme y perfumada, exudando sensualidad. Pens en sus ojos enormes y su inquietante mirada. La clase de mirada que slo puede tener una mujer que no huele a culpa. La pensaba morena y poda llegar incluso a ver sus enormes y negros pezones, o mirarla junto al agua corriente del Nilo fabricado en su cerebro, acaricindose con gran delicadeza la vulva, pletrica de dulcsimo vello; poda sentirse en los dedos de ella, palpando con gran delicadeza el ano, el cltoris, tocando, midiendo... sintiendo... Cuntas veces deba haberse explorado como para llegar a conseguir aquello. En un principio Martnez la haba calificado de ninfmana u obsesa sexual, sin embargo, con el transcurso de las horas, la personalidad de la mujer se iba aclarando en la mente del comandante. Como noble, seguramente poda haber tenido todos los hombres que hubiera deseado, pero ella se exploraba sola. Claro! Quin mejor que uno mismo conoce los recovecos ms profundos y escondidos de nuestra propia excitacin. Quin es ms capaz de explorar nuestros cuerpos y quin ha contemplado nuestros arrebatos sexuales ms descabellados. La joven mujer haba hecho una carrera en el placer per se. Martnez pensaba que la egipcia haba sido todo un personaje, ya que no slo haba llegado al mximo placer: a morir de placer, sino que debi de haber sentido en sus dedos, en el ltimo momento tal y como haban descrito Onofre y el padre Toms, cmo pasaba su alma al abandonar su
excitadsimo cuerpo. Haba podido disfrutar en su campo de todos los placeres. Martnez la admiraba cada vez ms y ms, y lleg a adoptarla como un ente de carne y hueso. A veces senta el olor de sus clidos y exquisitos fluidos, o la imaginaba olindose distradamente los dedos, despus de sus continuas exploraciones. Se haba suicidado de placer. Era imposible imaginar aquella locura. Le gustara haberla visto. Y otra cosa: al pensar en la mujer, Martnez entenda lo que haba dicho el padre Toms: el autntico placer no puede tener lmite. Ella poda haber parado de tocarse cuando sinti que se iba, sin embargo, se haba abandonado a la sensacin y haba llegado al extremo. Para sentir ms, haba que morir. Y as lo hizo. Tambin pensaba en Onofre. En la experiencia completa, desde el vmito hasta los asesinatos y lleg a la conclusin de que, en realidad, ni el antroplogo o el padre Toms haban sido verdaderos asesinos en serie, sino simples vctimas de la curiosidad y la bsqueda del placer. Martnez siempre haba pensado que todos y cada uno de nosotros traa un asesino dentro, era parte del equipo original del ser humano, de nacimiento. Algunos llegaban a las circunstancias necesarias para dejarlo escapar y sobrevena el hecho, pero si no, de todas formas estaba all siempre, disponible. Durante sus largas cavilaciones, el comandante revalor por completo el concepto del sexo. Para comenzar, ya no se le haca tan frvolo como antes. Analiz que era una de esas
cosas que la sociedad de consumo haba llegado a satanizar para luego poder comerciar con ello y haban terminado por convencernos de que era la caricatura que ellos vendan y no lo que en verdad representaba, que de hecho era todo, pues sin sexo nada valdra la pena. Y como obsequio divino segn Martnez vena el placer. De acuerdo con su teora, la joven egipcia se haba enlazado con su creador por medio del placer sexual, que para ella haba sido principio y fin. No era slo una putita en busca de orgasmos. No. La joven mujer haba tratado de tocar a su dios con los instrumentos que l mismo le haba puesto a la mano. Martnez volvi a leer la libreta de Onofre una y otra vez, siempre pensando, fantaseando, imaginndose todo. Una vez aclaradas sus ideas, se concentr exclusivamente en el estudio de la tcnica. Dibujaba en su mente los puntos clave. Meda en el ter con sus dedos los sitios a tocar. Mova los dedos a izquierda y derecha, siguiendo las instrucciones y hasta lleg a inventarse un ritmo musical mientras lo haca. Memoriz a la perfeccin cada medida, cada indicacin, cada palabra. Por fin, cuando hubo aprendido de memoria toda la libreta, la destruy hoja por hoja. Se estir como un gatito y se fue a dormir. Al da siguiente despert bien entrada la maana. Haba descansado perfectamente y se senta de excelente humor y con una vitalidad que no haba tenido en los ltimos das. Despus de hacer sus llamadas de utilera, sali a comerse unos tamalitos costeos y regres todava mejor. Hizo la
limpieza de los dos pisos concienzudamente, despus de baarse, subi al laboratorio. Tom un frasco con un derivado del cloroformo y una esponja grande, se los guard en el bolsillo y luego sali a la calle y tom un taxi a Liverpool de Polanco. De lo ms tranquilo, se pase un rato por varios niveles del estacionamiento hasta que encontr lo que estaba buscando: un hombre de unos treinta aos se estaba bajando de un Chevrolet mediano, nuevecito, con permiso para circular. Martnez se acerc por detrs y diestramente lo puso a dormir con la esponja y el anestsico. Despus lo arrastr y lo sent en la banqueta, recargado en una columna, busc el boleto del estacionamiento y luego parti en el Chevrolet, que ola penetrantemente a nuevo. Lo llev directamente a un estacionamiento subterrneo, a unas manzanas del edificio de Tacuba y regres a la guarida caminando. Una vez all y despus de varios intentos, logr comunicarse con la chiquita: Mi marcianito, dnde anda mi rey? Puebleando, chiquita. Asshhh ya ven! Maana voy, chiquita. Te acuerdas de que te dije que tena planes para ti? Siii! Bueno, maana te voy a dar unas cuantas sorpresas. Ashh Cules son!, cules son! Si te digo no son sorpresas, chiquita. Mejor maana ves. Llego a la Estacin del Norte a las ocho, te parece bien si paso por ti a las nueve?
Bueno, te veo en la puerta. Pero dime qu son. Dime una, slo una marcianito... Maana chiquita. A las nueve. Bai. Pas un rato dando los ltimos retoques a la pliza, as como falsificando un permiso provisional para circular, a nombre de Yolanda. Ya haba anochecido cuando sali a comerse unas tortas de queso de puerco y unos tequilitas en una cantina cercana. De regreso, rellen el frasco con el potente derivado del cloroformo y se lo volvi a guardar en la bolsa del saco, junto con la esponja. De un cajn especial, sac un diminuto fuelle, un objeto muy curioso que haba encontrado haca unos aos, durante un cateo, junto a una buena cantidad de cocana, y rpidamente se dio cuenta para qu serva. Se aspiraba coca en el pequeo fuelle y luego se follaba en la nariz. De esta manera los cristales se incrustaban en las mucosas y eran absorbidos en mayor cantidad y rapidez. Tambin sac un frasco mediano con coca de primera. De otro cajn tom un frasco con tranquilizantes. Abri varias cpsulas y las vaci con la coca, cerrando el frasco y agitndolo posteriormente para hacer una mezcla. Finalmente, reparti todo en los bolsillos de su saco. A las once de la noche, despus de revisar que llevaba todo lo que necesitaba, tom dos colchonetas del clset, sali a recoger el Chevrolet, acomod las colchonetas apropiadamente en el portaequipaje y se fue a la Zona Rosa. Esta vez tuvo que visitar cuatro antros, antes de dar con el Bonito. Pero all estaba el hijo de su reputa madre, disfrutando de la vida, chupando ron y Coca-Cola, viendo chichis y culos. Martnez se sent discretamente en una mesa
lejos de l. Lo observ hacer algunos viajes a la calle, a quemar yerba y conforme pasaba la noche, se notaba cada vez ms ebrio y ms mariguano. A eso de las dos de la maana, tres sujetos se sentaron con el Bonito y permanecieron all un buen rato, muy divertidos todos. Cuando finalmente se levantaron, Martnez temi que el Bonito se marchara con ellos, pero slo los acompa a la puerta. A las tres y media, casi a punto de ahogarse en un mar de pezones y nalgas, completamente ebrio, el Bonito se levant para marcharse. Martnez pidi la cuenta, pag y sali con calma. Una vez que comprob que el trastabillante bonito se diriga rumbo a casa, sac el Chevrolet del estacionamiento, lleg primero a la calle de Sevilla y se apost en una esquina. El lugar se encontraba desierto y mal iluminado. Martnez apag las luces y oprimi el botn que liberaba la cerradura del portaequipaje. Al ver aparecer al Bonito, se ocult ligeramente en el asiento, pero no haca falta, el mequetrefe estaba tan borracho que no hubiera notado un elefante en su camino. Martnez lo dej avanzar unos metros, descendi del automvil y al tiempo que abra el frasco de anestsico e impregnaba la esponja, alcanz al Bonito y lo puso fcilmente a dormir. Se lo ech a los hombros, abri el portaequipaje y lo dej caer suavemente dentro de l, sobre una de las colchonetas, lo tap con la otra, subi al automvil y sali de all como haba llegado. El estacionamiento subterrneo estaba completamente desierto a esas horas y Martnez no tuvo problema en llevar a cabo sus planes. Desnud rpidamente al Bonito que tena bonito cuerpo tambin, el alcahuete y le foll coca con
tranquilizante varias veces en la nariz, mientras lo haca, revisaba las pulsaciones en las cartidas. Le coloc uno de los paales para adulto, dobl toda la ropa y la puso dentro de una bolsa de plstico y la dej all mismo en la cajuela. Foll la nariz de nuevo, siempre checando las cartidas, no deseaba que se le pasara la dosis. Finalmente, cuando consider que el Bonito dormira bastantes horas, cerr la cajuela y se fue a la guarida. A las diez de la maana, previa llamada bsica a Sampedro y Vivanco, Martnez ya se encontraba en el estacionamiento subterrneo. Le cambi el paal al Bonito que se haba meado abundantemente, le foll la nariz varias veces. Le pareca ridculo tratar al Bonito con tantos miramientos, pero as convena a sus planes. De all se fue a buscar un cerrajero. Regres a la calle de Tacuba. Despus de desayunarse unos huevos rancheros bien picosos, volvi a la guarida y revis todo lo que necesitara para aquella noche: el fuelle y la coca con tranquilizante, la pliza motivo del asunto, as como el nuevo permiso para circular del Chevrolet, a nombre de Yolanda. Aparte, llevaba una bolsita con cocana rebajada, empacada como la compran los adictos. Puso todo en una maletita de viaje y agreg las tarjetas de crdito de Huila, la prostituta de Las Lomas, as como la cartera de la otra chica, con la foto de Pedro Infante dentro. Luego, se durmi hasta las cuatro de la tarde. De increble humor, casi eufrico, tom un prolongado bao en tina, se afeit, cepill los dientes y se recort las cejas. Se perfum abundantemente y se visti con su mejor traje y corbata. A las
seis de la tarde sali con su maletita en las manos. Una vez en el estacionamiento subterrneo, abri la cajuela del Chevrolet, revis la mercanca, le foll una vez ms la nariz al Bonito y volvi a cerrarla. Por lo menos, no se haba vomitado. Quit el permiso de circulacin, poniendo en su lugar el nuevo, a nombre de Yolanda y guard el otro en su maletita. Subi al automvil y se dirigi a la calle de Sevilla. Allan el sitio con la misma facilidad de la vez anterior. Nada haba cambiado, estaban las maletas, el jarrn de barro negro, las navajas. Revis perfectamente todo, para ver si no haba algo que comprometiera al Bonito con Yolanda, pero no pudo encontrar nada. Dentro del jarrn, Martnez deposit las tarjetas de crdito de la seorita Gilson y la cartera de Mara Anglica de los Milagros, as como la bolsita con coca rebajada y sali de all sin contratiempo alguno, rumbo a casa de Yolanda. Se estacion cerca y desde un telfono justo enfrente del edificio, marc el nmero de su celular. Martnez pens que se haba equivocado, pues la llamada entr a la primera: Bueno? Chiquita? Mi marcianito, qu pas mi rey? Ya vienes? Ya casi, mi vida, estoy aqu en Toluca como en una hora llego, slo que necesito que me hagas un favorzote. Los que t digas, mi marciano. Quiero que vayas a Perisur a buscar un paquete a DHL, est a mi nombre y ya saben que t lo vas a recoger. Assh marciano, te urge?, es que apenas iba a empezar a arreglarme.
Odio tener que molestarte, pero es que ya van a cerrar y ni volando llego, chiquita y la verdad el paquetito es muy urgente. Es una de mis sorpresas? Tal vez... No, ya, marciano, dime. T ve a buscar el paquete y ya veremos. Si quieres te veo all. Orale, frente a Sears. All te veo. Media hora despus el marciano vio salir a la chiquita a bordo de su vocho. Dej pasar unos diez minutos y luego se introdujo al edificio y la porqueriza de Yolanda. Not que haba hecho cierta limpieza, aunque no demasiada. Revis minuciosamente todo el lugar y se llev consigo las plizas de los dos vejetes ajusticiados, as como las licencias de conducir emitidas por los gobiernos de Tabasco y Morelos. Se cercior de que no hubiera nada que la relacionara con el Bonito y abandon la pocilga. Se le antoj una memela en una esquina, pero no deseaba apestar a cebolla, as que tom el Chevrolet y se fue al centro comercial Perisur.
39 Estacion el Chevrolet en el estacionamiento subterrneo de Perisur y una vez ms foll la nariz del Bonito, ahora ya con gran experiencia. El comandante se dio cuenta
de que el alcahuete, bien narcotizado, tena una enorme sonrisa en el rostro. Sguete riendo, culero. Martnez subi por las escaleras elctricas y no tuvo la menor dificultad en distinguir a Yolanda frente a la puerta principal de Sears. El comandante no pudo dejar de notar que todos los hombres que pasaban junto a ella se volvan a mirarla. Bueno... a mirarle las nalgas. Yolanda no poda disimular su mal humor, sin embargo, vena ms apetecible que nunca, enfundada en unos vaqueros blancos y blusa del mismo color que dejaba adivinar sus bellsimas tetas a la perfeccin, empezando por el perfil de los maduros pezones. Sus carnosos labios parecan rajas de durazno rojo cuando besaron al comandante en la boca. Ella quiso deshacerse pronto del abrazo, pero Martnez la peg a s y sigui besndola unos segundos ms. Huy, cmo est mi marciano? Muy bien, chiquita, y t? Bien. Pero para empezar, aqu no hay ningn pinche DHL, y para seguir, unos pendejos me dijeron de cosas. Es que ests muy buena, chiquita. Mejor vmonos. Y el paquete? Mi sorpresa? Fue un malentendido, muequita, pero ya lo arregl. Vmonos. Camino al coche, Yolanda no terminaba de contentarse y apenas hablaba. El marciano tambin guard silencio, hasta que se acerc lentamente al Chevrolet blanco y le dijo: All est una sorpresa.
A Yolanda se le cay literalmente la quijada y mir alternativamente el automvil y a Martnez. Unos segundos despus, cuando pudo articular palabra, exclam con el tono propio de una nia: No es cierto! Claro que s! Con quin crees que andas? No, mi marcianito, no es cierto! Me vas a matar, mi vida. Est divino! chale un ojo al permiso de circulacin. Yolanda ley un par de veces los datos y luego espontneamente se colg del cuello del marciano y le colm el rostro de ruidosos besos. Te amo, te amo, te amo, pinche marciano, cmo te quiero, cabrn. Martnez estaba desconcertado, ya que el tono de la mujer sonaba absolutamente sincero, qu estaba sucediendo? Tal vez s era inocente y estaba siendo manipulada de alguna forma. Su mente revivi en milsimas de segundo aquella escena de Yolanda en la playa, con el nio vestido de tirols y por un instante se sinti pleno, feliz. Pero de pronto volvi a sentir el hierro de la traicin clavndosele en la espalda con mil veces ms fuerza que la pualada real que le haban asestado aos atrs. Qu bueno que te gust, chiquita, pero ya vmonos, todava no termino de darte tus sorpresas. Hay ms?, vendiste muchas salas?, te sacaste la lotera? Noms contigo. Me lo vas a cambiar por el vocho?
Para nada. Te quedas con los dos, as tienes uno de reserva. Una princesa no se merece menos. Yolanda le pidi las llaves y estuvo un rato explorando el coche por todos lados. Ya iba a abrir la cajuela, cuando el marciano la ataj: Est contenta mi reina? Feliz, marcianito. De veras que no te mides. Bueno. Si no te importa, yo manejo. Vamos a un lugar donde podamos estar solos. Como al principio? A un hotel de paso?, qu romntico! Exactamente. All te voy a dar otras sorpresas,ya vers!
40 Martnez escogi como escenario un hotel cercano a la telefnica, lo conoca perfectamente y tena puertas de madera individuales, para guardar el coche y tener acceso directo al cuarto. Hasta all? se quej la chiquita, vamos a uno por aqu. Por aqu hay un chingo, y varios buenos, con jacuzzi y todo, si quieres te guo. Sin prestar mucha atencin al cinismo de la chiquita, el marciano habl como vendedor de salas: Mejor no muequita, es que luego del hotel quiero llevarte a los bisquets de Obregn y adems as nos queda ms cerca tu casa.
Y el vocho? Dame las llaves, maana vengo por l en un taxi y te lo llevo a tu casa y ya me dices dnde guardarlo. Yolanda abri su bolso y le entreg las llaves del miniauto y el boleto del estacionamiento. Est en el segundo stano, cerca de los elevadores. Y mientras, en qu voy a andar, marcianito? Te quedas con ste, chiquita, por supuesto. Yo me voy en un taxi al centro. rale, me cae que eres muy chingn, mi marciano. Piensas en todo. Para no tener que hablar con ella en el trayecto que era largo, encendi el aparato de sonido, para que Yolanda viera qu bueno era. Le dijo que escogiera la msica y la puso a volumen alto, aprovechando que las bocinas eran de primera calidad. Martnez saba que el Bonito estaba prcticamente en coma, as que el volumen alto, lejos de despertarlo, ayudara a ahogar cualquier posible ronquido o quejido inconsciente, provenientes del portaequipaje. Llegaron al hotel a eso de las diez, Martnez ingres el Chevrolet, el lugar se encontraba muy discretamente iluminado, por no decir a oscuras, y los faros del Chevrolet de Yolanda alumbraron a un hombre con una cubeta, corriendo no muy rpido, delante de ellos, hacindoles seas para que lo alcanzaran. Una vez que lo alcanzaron Martnez vio que la cubeta llevaba sbanas y toallas, hizo seas de que se adelantaran mientras, sin voltear la cara siquiera, deca:
Buenas noches, Jefe y, sin dejar de correr junto al vehculo, agreg: sgale a la izquierda, el primero que vea abierto, all clvese. Martnez sigui las rdenes del cubetero al pie de la letra y literalmente se clav. El cubetero se acerc a la ventanilla y dijo: Son doscientos, Jefe. Martnez pag, aadiendo cincuenta pesos de propina al cubetero, quien, mientras se diriga a la puerta de madera del garaje, agreg: Si se le ofrece algo del bar, marque el 20. A continuacin, sin mayor protocolo cerr por completo la hoja de madera con ruido ostensible, anunciando intimidad. Ya se fue? Ya, mamita. Este hotel no lo conoca coment putamente la chiquita. Es casi nuevo. Bueno, bjate, porque yo tambin ya me quiero bajar, pero aqu papito dijo, apretando el pantaln en la zona del pene del marciano. Baj primero y luego le abri la portezuela a ellacomo a una princesa y entraron al cuarto adjunto. No haba gran cosa: una mesa con dos sillas, una gran cama con un bur a cada lado y una cmoda con un amplio espejo. Yolanda lo bes apasionadamente. Marciano se dej hacer y respondi al abrazo prendiendo sus manos delicada pero firmemente en la mezclilla que cubra las hermosas
nalgas. No traes calzones? De los chiquitos, mi rey. Me quise poner guapa para ti. Ya sabes que no me gustan, porque se te meten en el culo y como estoy bien nalgona, pus... pero bueno, orita te los enseo, noms dame un minuto para ir al bao. Si quieres vete encuerando, orita salgo. Martnez saba que aquello era un ritual tardado e ineludible, pero en este caso, le sirvi para salir al Chevrolet, abrir la cajuela y follar la nariz del Bonito. Tom la maletita y volvi a entrar en la habitacin. Por supuesto, Yolanda todava no sala del bao. Se sent en la cama y encendi un cigarrillo, pensando en ella. Yolanda era un demonio disfrazado de ngel. Eso era. Aquella criatura haba sacado de l todo tipo de emociones, desde las ms puras hasta las ms sucias y bajas. Por un lado, lo haba rescatado de la nada en que viva y lo haba llevado por primera vez en su vida a hacerse grandes ilusiones, al grado de llegar a pensar en tener hijos con ella. De la misma forma, le haba asestado la peor de las pualadas traperas. Aunque no se haca pendejo, saba que a final de cuentas, no era toda la culpa de Yolanda. l haba aceptado desde un principio engaarse a s mismo, o acaso no se haba preguntado muchas veces qu vea la diosa en l? No era guapo, ni joven. Tena otros atractivos, desde luego, pero ninguno que pudiera lucir con ella. No poda impresionarla bailando danzn, no poda lucir su puntera con la Mgnum en el campo de tiro o describir sus proezas en el campo de la investigacin. Ni siquiera poda impresionarla sexualmente,
pues en este campo era una experta consumada. Y lo que ms le dola era el orgullo profesional. Era precisamente l, el polica por excelencia, el perro, quien no solamente haba permitido que aquello sucediera, sino que lo haba fomentado con su voluntaria ceguera, por el maldito complejo de macho. Por haber pensado con la cabeza del pito, en vez de la otra, cuando sus tripas ya le haban avisado que tuviera cuidado con tanta belleza. De cualquier manera, habra una ltima oportunidad para ella. Independientemente de lo sucedido, Yolanda haba sido la persona ms importante en toda la vida de Martnez. En eso sali del bao: Todava no te encueras? Yolanda llevaba un sostn completamente transparente y sensual, pero, por alguna razn, al marciano los pezones atrapados dentro se le hicieron como animales enjaulados. El calzoncito trataba intilmente de controlar la voluptuosa vulva de Yolanda. Lenta y grcilmente se dio una vuelta completa, para que el marciano la admirara. El hilito del calzn se perda entre las suculentas nalgas con un erotismo de locura. Sin embargo, Martnez no estaba de humor para erotismos. Prate tantito, muequita, es que quiero ensearte algo. Abri la maletita y sac un sobre de papel manila, con el logo de la compaa de seguros impreso al frente. Qu es, marcianito? Otra sorpresa, chiquita. Ella estir la mano, pero el marciano retuvo el sobre:
Djame decirte algo antes, chiquita. S mi vida, pero dime qu es. Primero escchame un par de minutos. Es muy importante lo que quiero decirte. Sin dejar de mirar el sobre codiciosamente, Yolanda asinti: Dime, marciano. Mira, chiquita, no te voy a hacer el cuento muy largo. La verdad es que nunca haba pensado en la muerte seriamente, ni cuando tuve el accidente dijo, sealndose la espalda. Pero ahora con lo del seguro, he llegado a pensar que la vida es muy breve y quiero compartirla contigo, chiquita. Yo tambin, marcianito. Slo que soy un vejete inseguro y ltimamente me han entrado unos celos espantosos, chiquita, no sabes cmo sufro. No tienes por qu mi vida, ya sabes que yo te amo. De veras, chiquita? Tendras un hijo conmigo? Claro que s, marcianito. Mientras hablaban, la miraba directamente a los ojos y por ms que se esforzaba, Martnez no poda detectar el brillo de la mentira en ellos. Era una mentirosa nata, de no conocer toda la verdad, el comandante hubiera jurado que Yolanda era sincera. A continuacin, le extendi el sobre a Yolanda, quien casi se lo arrebat de las manos, pero rectific su actitud y con una sonrisa, empez a abrirlo fingiendo cierta timidez. Cuando estaba a punto de abrirlo, Martnez la detuvo: Yolanda, antes de que veas la pliza djame pedirte algo, chiquita.
Ella se notaba fastidiada ante la nueva interrupcin, pero dijo dulcemente: S? Slo jrame por Dios que no hay otro hombre en tu vida. Ashhh marciano!, qu mosca te pic? Ya te dije que... Slo jramelo por Dios. Sin desviar la mirada de los ojos de Martnez, la chica fabric la seal de la cruz con los dedos, la bes y asever: Te lo juro por Diosito santo. Ya? S, mi vida, ya me dejas tranquilo. Ahora s, mi amor, chale un ojo al sobre. La muequita lo abri rpidamente y extrajo la pliza. Su mirada reflej una extraa luz y despus de unos segundos, exclam: Mi vida!, no te hubieras molestado! No fue molestia, chiquita. Adivina de cunto es. Ay, marciano!, no s... Adivina! Cien mil? No. Una princesa no vale eso. Todava no te das cuenta de cunto te he querido. Adivina! Doscientos? El marciano lo dud un momento y dijo, ponindose un dedo en la barbilla: Acertaste, s, son doscientos mil, pero... Yolanda se alarm de pronto y pregunt ansiosamente: Pero, qu? ...pero... doscientos mil... dlares!, chiquita.
Dlares?! Yola no pudo ocultar su agradable sorpresa. Una enorme sonrisa le llen toda la cara y sus ojos revelaron esa alegra que slo el billete verde es capaz de provocar. Martnez no la perda de vista un segundo. Estaba extasiada. Como si el marciano en vez de la pliza le hubiera entregado el dinero en efectivo. Yolanda rpidamente se recuper y como si no le prestara atencin al bienvenido sobre, dijo coquetamente: Bueno, ahora djame darte las gracias, bonito. El bonito son como una bofetada en los odos del comandante.
41 Permteme tantito, nena, es que quiero hacerte algo nuevo, algo que le en una revista. Algo nuevo? De veras que s me ests llenando de sorpresas, marcianito. Ya vers chiquita. Encurate! Con gracia digna de una bailarina de ballet, Yolanda se deshizo de las ligeras prendas. Una oleada de sensualidad golpe a Martnez de frente, pero lo que menos deseaba era distraerse con el deslumbrante cuerpo. Acustate en la cama, boca abajo, con dos almohadas bajo el vientre, para que levantes bien las nalgas. Me la vas a meter por el culo, marcianito?
Desde la primera vez que la haba visto desnuda, Martnez haba descubierto en el ano de Yolanda un grave error de la naturaleza. No le pareca razonable que aquel hermoso y ertico esfnter hubiera sido diseado solamente para defecar. No para l. El marciano lo haba besado, acariciado, lamido. Su verga se haba extraviado varias veces all dentro, en el colmo del deleite y la lujuria. Pero ahora era diferente. Ese ano y todo el cuerpo pertenecan al Bonito. Ya no eran suyos. Nunca lo haban sido. No te voy a dar por el culo, slo acustate como te digo y reljate. La mujer obedeci, muchas veces le haban pedido aquello antes. Siendo sus nalgas su mayor atractivo, todos los hombres deseaban disfrutarlas al mximo. Elev el culo exageradamente y luego repos sobre las almohadas. As estoy bien? Muy bien, slo abre ms las piernas chiquita. Qu me vas a hacer? Ya vers. Reljate. Como un estudiante de anatoma, Martnez se concentr en el cuerpo de Yolanda, localizndole rpidamente el cltoris y midiendo la distancia entre ste y el ano. Pos sus dedos ndice, medio y pulgar en el punto medio, tal como indicaba la sencilla tcnica, y comenz a acariciar muy levemente, apenas un ligero roce. Ay s, marcianito, all me gusta mucho... Los dedos del marciano siguieron las indicaciones de memoria, a la izquierda dos veces, a la derecha tres, luego cuatro a la izquierda...
Aayyyy, marcianito...! Martnez sigui aplicando la tcnica que tan bien haba aprendido de memoria, pero se senta un poco incrdulo, no estaba convencido de que fuera a dar resultado, pero segua adelante... S... As... s...! Te gusta, chiquita? Ay, mi vidaaa!, no paaaares...!, me ests encantando, papacito...! S, ss! Aas...! Ahhh! All voooooy...! Yolanda descarg un enorme orgasmo, el marciano pudo ver cmo escurran sus calientes fluidos y sigui adelante, entusiasmado. A pesar del placer que le provocaba a la mujer, Martnez no estaba excitado, por lo menos, no sexualmente, se senta ms bien como un cientfico en un laboratorio, tratando de probar sus locas teoras. Puta madre! All estoy otra vez, cabroncito! aaaaayyyyyyyy...! Martnez consider que haba llegado el momento y con los dedos de la mano izquierda presion el muslo en el lugar donde la nalga empezaba. Not cmo Yolanda se relajaba ostensiblemente, pero mova las caderas en busca de los dedos y su ritmo. Ay, papito lindo!, ora qu me haces, cabrn?! SSShhhhhh. Huuyyyyy!, qu delicia!, ai voy de nuevo!... puta! qu venidotas me ests sacando! Nunca me haba gustado tanto, padrote lindo... Sin soltar el muslo ni dejar de mover los dedos, el
marciano dudaba en seguir adelante. Para qu matarla? Sera todava mejor dejarla as, se quedara completamente enamorada y se sera su peor castigo. Nunca ms volvera a sentir aquello y su vida se convertira en un infierno. Sobre todo para ella, para quien todo era sexo. Sguele, nene!, sgueme chaqueteando, papi!, aaayyyy!, siento taaaan rico! Martnez continuaba indeciso, pero haba aumentado la velocidad de las rotaciones. All voy de nuevo!, s...! as...! as!, te amo mi bonito...!, mi bonito precioso...! As!, mi bonito lindooo...! La mencin del Bonito fue como un batazo en el cerebro de Martnez. Estaba Yolanda pensando en l, la muy puta? No slo le quera quitar su dinero y su vida para entregrselos al insecto, sino que ahora tambin deseaba compartir aquel grandioso momento, nico, con su Bonito? Muy bien. Martnez invirti el orden de la combinacin y solt de golpe el muslo. Yolanda comenz a arquearse y contraerse alternativamente y ya no pudo hablar ms. Se puso a temblar como afiebrada y al mirar su rostro, Martnez fue viendo cmo se le dibujaba la sonrisa, y cuando lleg la mirada de sorpresa, el comandante sinti lo que bien haban dicho Onofre y el padre Toms: una sensacin absolutamente indescriptible. Tuvo que cerrar los ojos y sinti como si se hubiera dado un fuerte golpe en la cabeza, pero sin dolor y con una intensidad infinitamente mayor. Senta como si
tuviera el cuerpo lleno de chispas. Una serie de destellos se le agolpaba en los ojos y latan al mismo ritmo que las palpitaciones en las puntas de sus dedos. Luego sinti claramente como si en vez de sangre trajera algo muy caliente y muy espeso dentro, pero para nada desagradable. En un momento determinado, sinti como si no estuviera tocando el piso, que se iba. Entonces Yolanda par de moverse.
42 Martnez abri los ojos. Senta todos los cabellos del cuerpo erizados y una gota de sudor le recorri lentamente toda la espalda. Martnez la fue sintiendo hasta que se perdi en alguna parte de la camisa. Estaba engarrotado, completamente pasmado. Se qued sentado unos minutos, con la mente en blanco, slo sintiendo una rara sensacin en toda la piel, y hubiera podido seguir en ese estado durante horas, pero su yo de polica lo ayud a regresar a la realidad. Se puso de pie con dificultad y observ el cuadro: era exactamente igual a los que conoca: la sonrisa, la posicin y el enorme orgasmo, empapando las sbanas. La chiquita tambin haba abrazado una almohada, como las dems vctimas. Pero ya habra tiempo de sobra para analizar aquella increble experiencia. En ese momento lo que importaba era ser profesional, para que las cosas salieran de acuerdo con lo planeado. Comenz por volver a reemplazar el permiso de
circulacin original, guardando el falso en la maletita. Luego dedic un rato al bolso de la difunta. Entre envolturas de chicle, limas para uas y un sinfn de barnices y pinturas para labios y cara, lo nico importante que logr encontrar fue una carterita color marrn y el telfono mvil. La carterita solamente contena una licencia para conducir a nombre de Yolanda, expedida en el Distrito Federal, con el domicilio cercano a la embajada rusa, as como cuatrocientos cincuenta pesos en billetes de cincuenta, nuevecitos todos, perfectamente acomodados. Devolvi la carterita al bolso, puso el telfono celular en su maletita y guard all mismo la pliza del seguro. Ya un poco ms repuesto fsicamente, fue a buscar al Bonito. Al retirar la colchoneta, pareca casi un beb: bien dormidito, con su paal, el rostro apacible y una gran cantidad de mocos resbalndole por la nariz. Por lo menos, no se haba cagado. Martnez fue por una toalla hmeda, quit el paal y limpi suavemente los restos de chis del nene, sin frotar, para no dejar marcas. Con la misma toalla le limpi la nariz y le humedeci y acomod un poco el cabello. A continuacin siempre con extremo cuidado, lo sac del portaequipaje y lo meti a la habitacin como si fuera una novia. Con sumo cuidado tambin, lo deposit sobre la cama, al lado de la sonriente y sorprendida Yolanda. Fue a buscar la ropa del Bonito y acomod las prendas de manera que pareciera que se haba encuerado para coger. Revis entre sus cosas que no hubiera nada que lo vinculara con Yolanda. No encontr nada. Traa doscientos pesos, muy arrugados, una docena de tarjetas de sitios de table dance y una credencial de elector,
casi nueva, con un domicilio en el Estado de Mxico. Martnez meti la credencial en la maletita y de uno de sus compartimentos laterales sac una nota de tintorera con copia y todo y la llen por un pantaln para lavar y planchar, negro, a nombre del Bonito, con fecha de dos das atrs, anotando el domicilio en la calle de Sevilla. Al terminar, contempl un par de segundos su trabajo, arranc el original y lo guard en la maletita y meti la copia en el bolsillo trasero del pantaln del comatoso padrote. Meti en bolsas de plstico el paal usado y cada una de las colchonetas y acomod todo en la maleta, junto con el resto de los paales nuevos. Revis a la perfeccin el automvil por todos la dos, hasta que estuvo seguro de que no se olvidaba de ningn detalle y volvi a la habitacin. El Bonito ni siquiera se haba movido y Martnez se qued unos segundos fascinado ante la expresin del rostro de Yolanda. Despus, revis toda la habitacin como slo Martnez poda hacerlo. Cuando estuvo satisfecho, llen el fuelle, esta vez con cocana pura y foll al Bonito varias veces en la nariz, hasta que sus cartidas registraron una taquicardia seria. Una vez ms, el comandante revis el automvil y la habitacin. Luego regres al Bonito y le aplic otra buena cantidad de coca pura. Revis que tuviera las llaves en su pantaln, revis de nuevo el bolso de Yolanda y volvi al lado del Bonito. Sus cartidas pareca que iban a estallar. Martnez aplic la dosis definitiva y el Bonito sufri un paro respiratorio, unos
segundos despus, estornud expulsando una gran cantidad de mocos, suspir hondamente y entreg el alma al Seor. Martnez aguard un minuto, antes de asegurarse de que las cartidas no palpitaban. El Bonito haba muerto sin dolor, como un santo. El comandante se pregunt si le hubiera gustado torturarlo y asesinarlo de manera diferente. No. Con haber sido la alimaa que haba sido era ms que suficiente tortura. Espolvore cocana sobre la colcha, el cuerpo de Yola y la alfombra y arm una lnea sobre el mueble del lavabo del bao y le sopl ligeramente, para que pareciera usada. Luego volvi al Bonito. Aun para l, como polica a primera vista, desde luego , el escenario resultaba perfecto. Volvi a revisar mentalmente todo, cerr su maletita, se dirigi al telfono sobre el bur y marc elnmero veinte. Bar dijo una voz completamente desganada. Fingiendo que arrastraba la lengua, como borracho o drogado, Martnez pidi: Me puedes mandar dos cubitas? Blanco, o aejo? Blanco. Van para all. Martnez le ech un ltimo vistazo a la habitacin y cuando sus ojos se posaron en las nalgas de Yolanda, simplemente no sinti nada, ni rencor, ni amor, ni celos. Ni nada. Yolanda haba muerto. Dej la habitacin, con la puerta ligeramente entreabierta, levant la hoja de madera del garaje, sali y
volvi a cerrarla. En uno de los mltiples rincones del mal iluminado patio, se agazap y esper pacientemente. Cinco minutos despus, un mesero apareci, portando una charola y con gran habilidad levant la puerta del garaje, sin derramar las cubas. Desapareci en la penumbra unos segundos y volvi a salir rpidamente, sin charola. Este no es necrfilo, se dijo Martnez. Unos instantes despus, Martnez vio venir a varios empleados, guiados por el mesero. Todos juntos desaparecieron por la puerta del garaje. Mientras seguramente todos se fascinaban con el culo de Yolanda, Martnez aprovech y se desapareci con su maletita en la mano.
43 Martnez camin un par de manzanas y en el trayecto se deshizo de las colchonetas y los paales y efectu una llamada al bper de Vivanco. Dej el mensaje de que se presentara en el hotel de marras y lo remiti como si fuera un mensaje urgente de Asignaciones. Despus tom un taxi y se fue a la guarida. No quiso pensar en nada. Prefera que se le fueran acomodando las tripas primero, adems, deba tener la mente alerta para lo que seguira. Desde luego, lo primero que hizo en su madriguera fue
servirse un vaso colosal de tequila con limn y lo vaci en unos cuantos tragos, se estaba sirviendo el siguiente cuando vibr su bper. Revis el mensaje: Hotel Palomar... urgente... muy urgente... Vivanco. Vaci el trago en su garganta y se march a la calle. Gracias a la hora, no tard en llegar. Los uniformados todava no aparecan y lo recibi el gerente del hotel, tambin espaol, pero ste se vea bastante dezente. Buenas noches, ofizial, permtame acompaarlo, un colega suyo ya ha llegado. Qu pas? Una pareja, ofizial, drogadictos, hombre! y al parezer se les han pasao las cucharadas... Llegaron al garaje, el espaol abri la hoja de madera y Martnez lo despidi all mismo: Gracias, puede irse. S, perdn ofizial, pero djeme dezirle... Ya le he dado dinero al capitn Vivanco, dijo que l se mochara con todos vosotros... Martnez no pudo evitar sonrer. Capitn? Pinche Vivanco! La puerta estaba cerrada con llave y hubo de tocar. Vivanco abri un poco como para ver de qu se trataba: Ah, es usted, qu bueno. Martnez entr en la habitacin como si nunca hubiera estado all. Qu pas, mi doc? No se la va a terminar, comandante.
Se hizo a un lado y Martnez vio los dos cuerpos, desde luego, el Bonito prcticamente ni exista. Las nalgas de Yolanda dominaban todo el panorama. Martnez se acerc a los cadveres sin decir nada y los observ detenidamente, concentrndose ms en el de Yolanda. Vivanco lo dej hacer y despus de un par de minutos pregunt: Qu le parece, comanche? Est cabrn. Verdad que s? Este gey es un pinche escuincle, de dnde pudo haber sacado sus chingaderas? Estos cabrones saben todo, mi com, con el interns y eso, no hay quin los pare a los ojetes. Martnez volvi a revisar el cuerpo de Yolanda detenidamente, llevando a cabo una gran actuacin. Ya revis bien a la mujer? Ms que bien, comandante. Es la misma tcnica? Lo mismo? Qu no lo est viendo, mi com? Y l, es que yo... me imagin otra cosa... me imagin que sera un vejete. Pus ya ve que no. No cree necesario hacer la autopsia? No, mi com. Resgnese, cay solo el pobrecito, de un pasonzote, no hay duda; adems, si llevo este par a la procu todo mundo se va a volver loco, los dos estaban bien pinches guapos, pero ella...Qu bruto, mi com!
Vivanco se volvi a mirar el cadver de Yolanda y aadi de puritito corazn: Puta madre!, qu nalgas! Se imagina lo que ha de haber sido meterle la riata a esta mueca? No me quiero imaginar. Bueno, y como le deca, comandante, mejor sin autopsias; si llevo estos dos cuerpos a la morgue, van a llamar un chingo la atencin y se los van a querer coger hasta los que no son necrfilos. Nunca haba visto dos cuerpos tan perfectos juntos. Ni yo. Va a llamar a los carroeros entonces? Ya los llam, mi com, al colgar con usted. En cuanto lleguen los uniformados con su alboroto, mis muchachos se llevan los fiambres y listo. Unos tmidos toquiditos en la puerta distrajeron su atencin. Debe ser mi yerno, lo bipi tambin hace rato. Efectivamente, se trataba de Sampedro. En voz baja, como si se encontrara en un velorio, Sampedro salud: Suegro, buenas noches, mi com! Sin embargo, su atencin fue capturada de inmediato por el culo de Yolanda. Abri bien los ojos y como hipnotizado se acerc al cadver. Despus de unos segundos levant la vista y pregunt: Hay putas como sta? Martnez contest sin pensar: S seor, y ms baratas de lo que te imaginas.
Cmo la ves, yerno? Est... increblemente... buena. Qu bruto!, qu nalga! Me refiero al diagnstico, mhijo. Sampedro se puso serio, profesional. Estudi el cadver de Yolanda y en unos cuantos segundos se volvi a mirarlos y sentenci: Mismo modus operandi, yo creo que el patrn... Lo ve, comandante?, no hay pierde. Ya entend, no necesita repetrmelo, doc. Pero me siento defraudado. S cmo se siente, pero anmese comanche, todava no terminamos. Se meti la mano en el bolsillo del saco y extrajo las escasas pertenencias del Bonito. No trae identificacin el culero, pero aqu est un recibo de la tintorera. Ust dice si nos descolgamos al rato. Ya lo creo que s. Ya revis el coche? S, mi comanche. Es nuevecito, pero el permiso no coincide con ninguno de los nombres de este par. Martnez sali con Vivanco al garaje e inspeccion concienzudamente el automvil. Nada. Est limpiecito. Volvieron a la habitacin y encontraron a Sampedro revisando el cadver del Bonito: Con respecto a este cadver, me atrevera a sugerir que muri de un paro respiratorio y consecuentemente de infarto, intoxicado, seguramente con cocana. Por qu lo dices? pregunt Vivanco, burlonamente,
mientras probaba con un dedo en la lengua la lnea de coca sobre el mueble del bao: Puta madre! Est cabronssima! Est sin rebajar, con razn se cuaj este pendejo. Sin embargo, qu manera de morir... dijo Sampedro. A qu te refieres? Parecen felices, mi com. Slo hay que verles los rostros. Con todo el ajetreo, Martnez no se haba fijado mucho en el Bonito, pero cuando le mir bien la cara se dio cuenta de que estaba sonriendo. En eso llegaron los uniformados. Vivanco trat con ellos rpidamente. Reparti parte del dinero que haba recibido del gerente, revis ambos cadveres para hacer la finta y luego firm los certificados de defuncin, en el mismo instante en que llegaban los carroeros, debidamente caracterizados de camilleros de la procu. Martnez vio partir a Yolanda y al Bonito en bolsas de plstico. Unas horas despus estaran descuartizados y a la venta. El agente del Ministerio Pblico lleg exactamente cuando se haban marchado los carroeros. Y los fiambres? Vivanco lo tom del brazo y lo llev aparte, entregndole su parte de los billetes. El recin llegado se persign con ellos y luego se sent a levantar el acta, con los datos que le iba proporcionando Vivanco, al final, dos uniformados firmaron como testigos, al igual que el gerente del hotel. Vivanco se despidi:
Bueno, seores, ai se ven. Lo acompaamos dijo Martnez, tomando a Sampedro del brazo y llevndolo con l. Partieron los tres rumbo a la calle de Sevilla, a bordo de un Chevrolet antiqusimo, propiedad de Sampedro. En el camino, Vivanco y su yerno trataron de consolar un poco al comandante Martnez: Ya quite esa cara, comanche. S, mi com. Lo vencimos. No vencimos a nadie, se venci l solo. Y eso es lo que le arde? Por supuesto Vivanco. Quera atraparlo yo, personalmente. O no lo saba? Pus s, pero valo de otra manera. Yo no se lo haba querido decir, pero en los ltimos das se nos estaba usted avejentando bastante, comanche. Como mdico, creo que es mejor que haya terminado, aunque sea de esta manera. S, mi com, anmese. Adems, de cualquier forma, usted descubri todo y organiz una especie de servicio de inteligencia, para... Es mejor que haya terminado, comanche. Crame. Lo entiendo, pero me siento un fracasado. Sampedro le dio unas cariosas palmaditas en el hombro, sin decir nada. Entraron al edificio y al apartamento con las propias llaves del Bonito. Encendieron las luces y Vivanco exclam: Ya me embargaron a este hijo de la chingada... Martnez no coment nada y se concentr en el campo de accin, como si no lo conociera. Sampedro, al no encontrar gran cosa, rpidamente se fue a buscar por todo el inmueble.
Vivanco abri el pequeo refrigerador, descubriendo la mariguana. Sac un poco de la bolsa y la observ entre sus dedos. Pinche loco. Cmo dice, mi doc? Pinche loco, fumaba mota barata y aspiraba coca cara. Entonces Sampedro regres con ellos y en voz baja les dijo: Vengan a ver lo que encontr. Se dirigieron a la habitacin y Sampedro seal el jarrn de barro: Echele un ojo, mi com. Martnez se asom y vio las tarjetas y la carterita que l mismo haba sembrado, as como la coca y las navajas. Sac las tarjetas y ley el nombre en una de ellas: Huila Gilson... Despus, abri la cartera y ley: Mara Anglica de los Milagros... Son dos de las asesinadas! intervino rpidamente Sampedro, sin elevar el tono de voz y concluy: Yo mismo hice las autopsias. Vivanco confirm: Es cierto. En silencio, con el comandante aparentando todo el tiempo estar molesto y decepcionado, revisaron las maletas y confirmaron el nombre en la boleta de la tintorera con el del pasaporte. Vivanco se atrevi a hablar: Pus pa m que el caso est cerrado, mi comanche.
Martnez asinti tristemente. Antes de salir del apartamento, Vivanco se apropi de la bolsa con la mariguana del Bonito: Es pa unos cuates. Vmonos, les convido una birria.
44 Haban devorado dos platos de birria cada uno. No se volvi a mencionar el caso y Vivanco se dedic a contar chistes groseros, que llegaban a escandalizar a Sampedro: Ay suegro!... De dnde saca tanta cosa? Mejor pregntame dnde meto tanta cosa... A final de cuentas haba sido una celebracin, pues el comandante tampoco deseaba sobreactuarse. Vivanco insisti en liquidar la cuenta y el comandante not que la pagaba con billetes nuevecitos, de a cincuenta. El capitn Vivanco, pens, sonriendo. Ya en la puerta de la cantina, para despedirse, Vivanco sugiri: Tmese unas vacaciones, comanche. Si quiere yo tengo un cuate en Pensiones y conseguimos que se las paguen bien. Gracias, mi doc, voy a pensarlo. Sampedro lo abraz, al tiempo que deca, visiblemente emocionado: Ha sido un honor trabajar con usted, mi com. Igualmente, Sampedro. Eres un hombre de primera, te felicito. Vivanco interrumpi el romance:
No me vendera el bper, mi com? Ya no lo va a usar, o s? Lo quiero para una amiguita, sabe? Quiero traerla controlada porque es medio putita. Se lo regalo mi doc, y a ti el tuyo, si lo quieres, Sampedro. Claro que s! Lo guardar como un recuerdo de esta misin, mi com. Desde chico guardo cosas, sabe? Cuando iba a los escauts, por ejemplo...
Haba sido el da ms largo de una prolongada temporada de caza. Martnez se quit la sobaquera y los zapatos y se acost a dormir. Estaba tan cansado que ni siquiera se tom un tequila.
45 Martnez despert a las dos de la tarde. Muy al contrario de lo que esperaba, se senta muy bien. Vital. Como si todo el episodio le hubiera recargado las bateras. Despus de baarse sali a comerse unos tacos de buche, tranquilamente, acompaados de su sabroso tequila con limn. Tom un coche de alquiler hasta Perisur y no le llev mucho tiempo localizar el Volkswagen de Yolanda. Abri la guantera que tambin tena chicles y envolturas, y no quiso hurgar ms por miedo a una rata, sac la tarjeta de circulacin, reemplazndola con la original, a su nombre, por supuesto. Llev el vocho a lavar, regres al centro y lo aparc en el
estacionamiento subterrneo y se fue caminando a su madriguera. Donde se dedic a ingerir tequila con limn y regodearse con su extraordinario secreto. A medida que se iba deslizando la tarde, Martnez recordaba reviva con mayor claridad aquel paso de luz en el momento de la muerte de Yolanda y, mientras ms recreaba los hechos, mejor se senta consigo mismo. Y mejor an con el secreto bien guardado. Sin libretas ni papiros, slo archivado en los pliegues de su cerebro y en sus manos. Se le fue el tiempo pensando y repensando la fabulosa tcnica y, en un momento de inspiracin, pens en la posibilidad de que existiera tambin una combinacin para hombres. Por qu no? Tal vez era igual, pero invirtiendo toda la frmula. Un universo de posibilidades se le fue presentando hasta que a eso de las once de la noche, eufrico, se ba, se visti de traje y corbata, ingiri unos centilitros de su verde brebaje y sali a buscar su vocho y de all, a la telefnica.
46 A pesar de que era viernes y de la hora, no haba muchos clientes. Aline el vocho en la corta caravana y fue poco a poco atravesando la jungla de carne en renta, sin prestar mayor atencin. Por un momento record al buen padre Toms, que varias veces haba realizado la misma operacin. Cada vez que la caravana se detena, alguna chicase
acercaba a l con las ofertas de costumbre. En la esquina de siempre, la chaparrita platicaba con una compaera. Martnez orill el vocho y Gilda se acerc, todava sin identificar de quin se trataba: Vas `ir mi rey?... Comandante? Qu sorpresa! Sbete bonita. Slo un momento comandante, porque es viernes y hay que aprovechar. Nada de eso, te voy a llevar a otra parte. Orita no puedo comandante, me ha ido rete mal y necesito la lana. Desde ahora puedes, Gilda. Tengo planes para ti. Martnez sonaba tan convincente que Gilda lo dud slo un instante y, despidindose de su compaera, subi al auto. Martnez alcanz a ver por el espejo retrovisor cmo la colega de Gilda anotaba las matrculas del vw y no pudo evitar sonrer. Adnde vamos, comandante? Es sorpresa. Cuando llegaron al saln de baile ya iba a empezar su segundo turno la danzonera. Durante casi una hora bailaron sin parar. No hablaron ni nada, slo se miraban y bailaban. Al terminar la danzonera comenz el merengue y Gilda susurr al odo de Martnez su deseo de bailar otros ritmos ms ntimos. Martnez se la llev a la guarida. Empezaron por tomar una ducha juntos. Martnez enjabon el pequeo y delicado cuerpo con gran ternura y
rpidamente se dio cuenta de algo que hasta entonces no haba notado: a Gilda le haban puesto la mano encima muchos hombres, pero pocos la haban tocado. Senta cada tmido poro de la bella mujer llenarse del resbaloso jabn. Sus nalgas eran firmes y tersas. Martnez cay en la cuenta de que nunca haba tocado unas nalgas ms tersas que aqullas. A Gilda se le haba corrido el maquillaje con el agua de la ducha y el rmel resbalaba diluido entre sus tetas de quinceaera. Martnez observ por vez primera que sus pezones eran virginales y adorables. Al terminar de baarse la sec perfectamente, con dos toallas, y le quit el exceso de agua a su cabello, cepillndoselo cuidadosamente a continuacin. Me vas a echar a perder, comandante. Primero el danzn, ahora esto... Y lo que te espera, mi vida. Martnez termin de cepillarla y comenz a lamerle el cuello y detrs de las orejas mientras sus manos jugaban con los pequeos y endurecidos pezones. A pesar de ser prostituta de profesin, en aquel momento Gilda era mujer y se resista tmidamente a las calientes caricias de su comandante. Las manos de Martnez se pusieron a jugar con el ombligo, que era perfecto, y luego se deslizaron lentamente hasta el vello pbico, an hmedo por el bao... y el danzn. Acarici sus muslos y luego la recost en la cama, donde se dedic a lamer las finas tetas en crculos concntricos hasta llegar a los pezones y all se qued unos momentos deliciosos,
amamantndose de placer mientras Gilda le acariciaba el cabello dulcemente. La lengua de Martnez realiz una accidentada expedicin hasta llegar al pubis. Delicadamente levant y abri las graciosas piernas y se intern en su vulva, lamindola suave, lenta, rtmicamente; en ciertos momentos, la lengua enloqueca y se dedicaba al ano, volviendo despus a los labios menores y al excitado cltoris, mientras sus manos no se saciaban de manosearla toda con instinto y pasin desenfrenados. Gilda respondi bien pronto, colocndose de forma que pudo tambin besar y lamer el crecido pene del comandante. Despus de un par de minutos ya estaban demasiado calientes para seguir con aquello. Martnez la puso de perra y la fue penetrando poco a poco, con una mezcla del enorme placer anterior al placery una cierta, instintiva cautela. Su sensibilidad no deseaba que ella notara la menor falta al enorme respeto que le tena. Ms an en aquellas deliciosas circunstancias. Sus manos jugaban con las breves y generosas tetas y las dulces cerezas en que se haban convertido sus pezones. Manoseaba su panza, su vulva, besaba el cuello, lama las orejas. Siempre penetrndola, bien controlada. Completamente abandonada a su macho. Levantaba exageradamente las nalgas y pegaba sus muslos a los de l, querindose frotar toda con l, fundirse con l. En l. El comandante la tom del cuello delicadamente y la volvi lentamente a s, para besarle la engolosinada boca. A diferencia de Yolanda, Gilda no hablaba, solamente
pujaba indicndolo todo. Todo lo deca con pujiditos que solamente contribuan a inflamar cadavez ms el pene y todo el ser de Martnez. Coga delicioso. Era obvio, de eso viva, pero ahorita estaba cogiendo con la mujer, no con la puta, y eso le quedaba muy claro. Ninguno de los dos supo cunto tiempo estuvieron enganchados de esta forma, hasta que de pronto, sin dejar de besarse, enloquecidos de gozo, lograron coordinar un colosal orgasmo. Se quedaron unos minutos respirando con dificultad, sudorosos, hasta que Gilda se desprendi y se dirigi al cuarto de bao. Mientras escuchaba correr el agua, el comandante pens que acababa de aventarse uno de los mejores palos de toda su vida. Gilda regres y comenzaron a besarse nuevamente, cuando ya estaban otra vez a punto, Martnez le dijo al odo, mientras se lo lama: Te voy a hacer algo nuevo, nena, ponte boca abajo, con dos almohadas bajo tu pancita, para que levantes bien las nalgas...
47 Martnez se despert muy desubicado. La habitacin se encontraba ya perfectamente iluminada por la luz del sol, pero el comandante haba tardado en comprobar dnde se
encontraba. Haba vuelto a la realidad sudoroso y con el pulso demasiado acelerado. Haba tenido una horrible pesadilla, muy vvida; en sta, aplicaba la combinacin en Gilda, con los resultados previsibles. Respir hondo cuando termin de darse cuenta de que todo haba sido un mal sueo. Sin embargo, casi le dio un infarto al descubrir a su lado el cuerpo de Gilda, con una enorme sonrisa en el rostro... pero con los ojos cerrados... y respirando uniformemente. Martnez la observ agradecido. Nunca se hubiera perdonado asesinar aquel tesoro. Se haba acostado muchas veces con ella antes, muchas, y haban bailado danzn y todo eso, pero Martnez nunca haba querido comprometerse ms all. Y no porque fuera prostituta. Para nada. Eso le sumaba puntos como ser humano, a los ojos del comandante. Sino que prefera no lastimarla. Su trabajo era peligroso y sin horarios, con dificultad le podra ofrecer una relacin estable. Pero por otro lado, nunca la olvidaba y antes de Yolanda haba sido la mujer ms completa para l. Tena una historia de absoluta locura y sin embargo saba rer a pierna suelta y sus ojos siempre estaban llenos de luz por lo menos, cuando no estaba chambeando, Martnez admiraba muy pocas cosas en la vida. Entre ellas, estaba Gilda. El comandante conoca muchas historias de prostitutas, por razn natural, pero la de Gilda era punto y aparte. Una noche que haban danzado, la llev a cenar y se le pasaron los margaritas y vomit, fsica y verbalmente y le haba contado al
comandante toda su pinche y miserable vida, con aliento a cido clorhdrico. Gilda era la hija de una mujer de cascos muy ligeros, que se haba quedado preada de un to suyo, hermano menor de su padre, quien en realidad no la haba seducido, sino simplemente ya se haba cansado de que la niita se sentara a jugar en sus rodillas y en una de sas le dej ir el pene a la escuincla. Y le haba encantado. El to habra de suicidarse poco despus de que naci Gilda, con una escopeta. Hurfana de padre y de to abuelo al mismo tiempo, su madre la haba enviado a vivir con la abuela cuando Gilda tena apenas tres aos, pues la adolescente madre deseaba putear a gusto. La abuela materna era una seora muy amargada, viuda de un panadero, retirada, con una buena pensin, pero con la desgracia de que sus seis hijas y algunas de sus nietas le haban salido bien putas, as que haba varios nios en la casa, todos producto de la calentura ms bsica. Cuando Gilda tuvo edad de trabajar, como a los diez aos, su abuela la haba despachado a casa de su madre, donde bien pronto comenz su padrastro a abusar de ella y a los trece ya la violaba frecuentemente. En una de sas, se qued embarazada y cuando no pudo ocultarlo ms y su madre se enter, la sabia seora le haba sacado el hijo a chingadazos, para despus echarla de la casa por puta, en medio de una gran hemorragia. Se haba refugiado de nuevo en casa de su abuela, pero no dur mucho porque la vieja, que viva en una casa de tres habitaciones, la explotaba al grado de hacerla pulir a mano los
ladrillos de todos los pisos. A Gilda le siguieron creciendo las chichis y un buen hijo de la chingada la sedujo y la meti a trabajar de puta. A partir de entonces, haba ascendido, sobre todo porque no era tonta y adems porque no se haba dejado padrotear como otras pobres mujeres. No era precisamente un premio Nobel, pero no estaba tan mal informada. Su cuerpo, desde luego, no era el de Yolanda, pero su alma tampoco. El amor que le haba hecho a Gilda que se haban hecho la noche anterior, Martnez lo haba disfrutado como nunca y, curiosamente, lo haba excitado ms que Yolanda, pues con la difunta aun antes de conocer la verdad, siempre haba tenido una relacin sexual artificial, ya que el marciano siempre haba tratado de satisfacerla a ella primero que nada, al grado de olvidarse de s mismo, y con Gilda haba sido completamente diferente, como el danzn, los dos bailaban al mismo tiempo, al mismo son. Entre ellos, el placer se reciclaba y aumentaba a cada instante. Cuando terminaron de coger por segunda vez, el comandante estaba tan acelerado que sinti de veras que se le paralizaba el corazn. Y ahora la contemplaba muy contento, muy liberado y sin sentirse para nada un vejete, al lado de esta bella mujer. No, la vida de Gilda no haba sido placentera. Sin embargo, era una niita, se rea fcilmente y tena un humor primario. Pero en el otro extremo Martnez saba que era capaz de jalar el gatillo de su diminuta .22 de quince tiros fcilmente.
Y tambin tena dos formas sexuales: una ajena, sucia, maldita y otra tan limpia y pura como la de una nia en su primera experiencia. A veces hasta se asustaba de sentir tan rico, y anoche... casi se haba vuelto loca, pero desde luego que su comandante nunca oprimi el muslo ni mucho menos invirti la combinacin, vamos, ni siquiera lleg a un treinta o cuarenta por ciento del ejercicio. Gilda haba tenido varios orgasmos deliciosos que, proviniendo de una mujer como aqulla, resultaban de un valor incalculable. Martnez la segua observando, con su sonrisa de satisfaccin en el rostro, y pens que ya era hora de que algn hijo de la chingada fuera compensando aquella vida de prostitucin y miseria. Tena planes para ella. La dej dormir y se fue a tomar un tequila maanero. Cuando se serva el segundo, apareci en la cocineta, llevando la camisa del teniente puesta. Nada ms. Era muy pequea pero igualmente bella. Adems, a la piel de Martnez le gustaba mucho la de ella y eso era muy importante. Quieres tomar algo, mi vida? No, comandante, ya me tengo que ir. Adnde? Tengo que hacer unas cosas y luego dormirme otro rato, hoy es sbado y hay que chambear. Qudate, Gilda. Ay comandante!, me encantara pero es que me duelen los pies de tanto bailar y hasta las nalgas de la cogidota que me pusiste. Si no me duermo un rato no voy a aguantar hoy en la noche y si fallo dos noches seguidas, aparte de pagar mi cuota, me cambian de esquina a una ms barata.
Ya nadie te va a cambiar de esquina ni nada de eso. Ah! No? No Gilda, pero antes de seguir adelante quiero que me digas algo. S, comandante. Srveme un trago, pues. Salud, Gilda. Por nosotros, comandante! Por el gran placer de conocerte y tenerte aqu. Me la voy a creer. Qu quieres que te diga, pap? Nunca me habas dicho pap. Nunca me habas bailado y cogido como anoche, pap. Cuando bailabas pareca que flotabas y en la cama pareca que un ser invisible te tena agarrado de las nalgas y te mova como un mueco. Y te gust que te acariciara? Tambin. Todo me gust, pap. Y ahora s, qu queras decirme, si no me paso todo el da aqu. Dime algo que me es importante: Tienes algn compromiso? Algn novio?, amante? No, comandante. Ni siquiera padrote tengo. A veces salgo con hombres, aparte del trabajo, digo, pero los compromisos no me gustan y adems hay un hombre al que amo hace mucho, pero no me pela. Ah, caray, entonces s hay alguien. Pero no me toma en serio. Y crees que podras olvidarlo, digamos, conmigo? No creo. Por qu? Porque eres t, comandante. Y ni cuenta te has dado.
Cuando te veo hasta me tiemblan las piernas y se me antoja de inmediato sentirte muy dentro. De veras? Me ests hablando en serio? No te lo digo para que te sientas comprometido ni nada... Me encanta la idea. Qu ms? Te amo, comandante. No tienes ningn compromiso? Nada. Hasta vivo sola y, como bien sabes, mi familia no existe para m, por qu tanto inters? Pura curiosidad. Y djame decirte que ni te apures. Ya no vas a ser prostituta. Ay, comandante y a qu me voy a dedicar?, si no s hacer otra cosa. A ser mi mujer, por ejemplo. Ya, comandante, en serio, me tengo que ir. Si quieres nos vemos el lunes, que no trabajo. Sintate un momento. Martnez subi al cuarto piso y baj unos minutos despus con un par de sobres en la mano. Abri el primero que contena la factura del vocho la de a de veras y la endos a nombre de Gilda. La volvi a poner en el sobre y se lo entreg. Es el Volkswagen en el que vinimos. Es tuyo. Ella lo miraba muy sorprendida, como si se hubiera vuelto loco o algo. En este sobre hay cien billetes de cien dlares. Diez mil dlares, con eso puedes dejar de trabajar una temporada. Tambin le extendi el sobre, con billetes autnticos.
Ella tard unos segundos en entender tanta generosidad y su dignidad repuso: No, comandante. Muchas gracias, pero no. Por qu no? Porque no me lo merezco, adems, yo nunca he querido nada tuyo, comandante. Ya lo s, por eso te lo regalo. Es tuyo. Te lo mereces. No s qu decir. No digas nada. Qudate con eso y cuando te empiece a hacer falta, me dices. Ay, comandante, qu pena... Por toda respuesta, la abraz clidamente y le sell la cara de besos. De cualquier manera, para que ests an ms tranquila, pienso sacarme un seguro de vida y ponerte de beneficiaria. Slo por si acaso, ya sabes que la pinche muerte siempre anda por all. No me vaya a pasar algo y te quedes volando... Eso s que no! ataj Gilda, esas mamadas son de mal agero, comandante. Adems a ti no te va a pasar nada. Ests segura? Ni lo menciones. Te lo suplico. Y no s qu decirte de esto. Bueno, s, para empezar, t gurdamelo todo porque yo no tengo dnde. No te importa? Para nada, Gilda. Por cierto, conoces Puerto Arista? No, dnde es? Martnez comenz a explicarle y, mientras lo haca y ella se llenaba de emocin ante tanta belleza, el comandante dejaba de sentir el enorme vaco de la soledad.
EPLOGO Por supuesto, hubiramos deseado terminar esta historia diciendo que todos vivieron muy felices, pero mentiramos, pues no lo sabemos. Tan slo conocemos algunos datos sueltos de los participantes y los proporcionamos a continuacin: Gmez continu siendo el hombre fuerte de la PGR, en el anonimato, y segua como siempre, del carajo, pero bien. El general haba muerto en el bao, se le haba atorado el excremento y por alguna razn muri asfixiado. Pensamos que, como siempre, de la vil chingada. Como siempre tambin, Vivanco sigui con su mismo estilo de vida, slo que otro de sus yernos lleg a un buen puesto en Pemex y le pasaba estupendos negocios a su suegro. Se convirti en un hombre muy rico, pero nunca dej de cobrar sus cheques en todas las dependencias en las que dizque trabajaba. Segn sabemos, aos despus de este episodio, realizaba las autopsias uno de sus sobrinos, mecnico electricista. Sampedro revalid lo que saba de medicina y muy pronto se recibi tambin de mdico, ayudado por un cuate de Vivanco de la rectora de la UNAM. Entr tambin a trabajar a Pemex, con su concuo, y fue ascendiendo vertiginosamente, pasando luego a Salubridad, llegando a oficial mayor, para terminar nada menos que de ministro, pero de Comunicaciones y Transportes.
De Martnez no sabemos nada. Ignoramos si finalmente termin embarazando a Gilda y se fueron a Puerto Arista o si pudo soportar estar lejos de la procu. Tampoco sabemos si ha utilizado su nueva arma, o si ha descubierto alguna frmula para aplicarla en hombres. En cuanto a Elvira, nunca le pag a Martnez los doscientos pesos que le haba prestado para el vestido de madrina. Hasta la fecha que se sepa, los de Control de Vehculos todava no encuentran las matrculas que Martnez les haba solicitado.
1999, Javier Valds Abascal de la edicin en castellano para todo el mundo: 2002, Random House Mondadori, S. A. Travessera de Gracia, 4749. 08021 Barcelona Queda rigurosamente prohibida, sin la autorizacin escrita de los titulares del Copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproduccin parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografa y el tratamiento informtico, y la distribucin de ejemplares de ella mediante alquiler o prstamo pblicos. Printed in Spain Impreso en Espaa ISBN: 8497591933