Celibato

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VOCACIÓN Y CELIBATO
Mihály Szentmártoni, SI 1

INTRODUCCIÓN2

El objeto de ésta reflexión es poner en relieve algunas nuevas alusiones


de la Exhortación Apostólica Pastores dabo vobis referente al celibato y la
formación sacerdotal y religiosa. Aunque no es un documento directamente
sobre el celibato, lo trata de un modo atento y profundo, sobre todo en el
capítulo 3º en el contexto de la vida espiritual del sacerdote. Nosotros nos
proponemos de hacer una lectura de éste capítulo a la luz de la psicología de la
vocación y del ser sacerdotal. Nuestra reflexión se concentrará en torno a tres
aspectos del celibato sacerdotal: la presentación del celibato sacerdotal, el
motivo de la elección del celibato y la realización de la vida del célibe.

1.- LA PRESENTACIÓN DEL CELIBATO

La primera novedad de Pastores dabo vobis consiste en su orientación


dinámico-evolutivo al enfocar el estudio del celibato. Brevemente se podría
expresar esta novedad con la máxima: El celibato como tal no existe, existen
personas célibes. El Documento hace suya ésta aproximación dinámica-
evolutiva. Escribe: «El sacerdote, en efecto, viene escogido por Cristo no como
una “cosa”, sino como una “persona”: él no es un instrumento inerte y pasivo,
sino un “instrumento vivo”...» (n.25). Toda la presentación del celibato cae en
un cambio de dirección. Para un estudio adecuado del celibato se necesita
tener delante de los ojos dos puntos:

a) El estado de quien es célibe porqué es dócil a las inspiraciones del


Espíritu Santo (cf.Mt 19,12) no debe ser identificado con el estado del no
casado. Existen muchos no casados, pero son pocos los que llevan una vida
de celibato. A esto se debe añadir que una vida de verdadero celibato puede
ser vivida solamente por personas maduras.3 Obviamente a la madurez se
llega gradualmente. La madurez no es un don que se recibe todo “de un golpe”,
es más bien una conquista; esto vale también para el celibato del cual nosotros
nos referimos siempre, también cuando no se añada el objetivo sacerdotal: no
existen «soluciones instantáneas»4.

1
Se trata de la intervención del P. Szentmártoni en el Simposio Internacional: “Pastores dabo
vobis: el Sacerdote hoy” del 26 al 28 de mayo de 1993, patrocinado por la Sagrada
Congregación para el Clero en la Pontificia Universidad Gregoriana. Confrontar el original
italiano en: SZENTMÁRTONI M., Vocazione e celibato, in PITTAU G., SEPE C., EDD., Identità
e missione del sacerdote, Roma 1994, pp.206-214.
2
La traducción es mía.
3
Cf. A.M. HOENKAMP-BISSCHOPS, Psychologische Voraussetzungen für einen gesunden
religiösen Zölibat, in “Archiv für Religionspsychologie” n.20/1992, pp.245-255.
4
Cf. J. ENGELMEIER, The Celibate Struggle and Challenge, in “Review for Religious”
n.47/1988, pp.574-582.
2

b) El celibato consagrado es el resultado de una elección libre que es


respuesta libre a una invitación del Señor. La libertad de decisión implica una
alternativa claramente definida en el intelecto como también a nivel
experiencial. Esta libertad, de parte del sacerdote, implica una libertad interior
psíquica la cual constituye la autonomía personal. Por esto el celibato del
sacerdote no consiste primariamente en la renuncia o en el sacrificio: eso es un
modo de amar a Jesús y a la Iglesia que poco a poco se convierte en un modo
de vivir5.

Hoy se argumenta mucho con las estadísticas y con casos de


sacerdotes que han fracasado en el celibato. Se necesita precisar que la
estadística no puede nunca convertirse en fuente de una norma moral o ética, y
tampoco criterio para un juicio de valor. El celibato permanece como valor e
ideal también si estadísticamente solamente pocos logren realizarlo. Hoy en el
estudio del celibato, viene invocado también el principio introducido en el
estudio de la religiosidad de W. James: si queremos entender la esencia de la
experiencia religiosa, se necesita estudiar los casos excepcionales, los así
llamados genios religiosos, porque en su vida se puede encontrar la
religiosidad en su forma madura, evolucionada. Estudiando por tanto los casos
de las personas inmaduras y neuróticas, se llega a conclusiones erróneas. Este
ha sido el error metodológico de S. Freud, el estudiar la religiosidad
observándola en sus pacientes neuróticos. Si no se quiere aplicar el mismo
principio en el estudio del celibato necesitamos estudiar los casos bien
logrados, de otro modo se repetirán los errores metodológicos de Freud6.

Con esto no pretendemos deslegitimar las investigaciones sobre


sacerdotes que han fracasado en su sacerdocio. Pero los casos de fracasos no
excluyen la posibilidad de un celibato vivido serenamente7. Y si se trata de un
“fracaso”, necesitamos llamarlo así. Del resto, también la experiencia común
confirma ésta observación: muy frecuentemente se encuentran sacerdotes y
religiosos que han abandonado hace muchos años su vocación y, no obstante
esto, se autodefinen «soy un ex-sacerdote». Quiere decir que su sacerdocio y
celibato se han quedado como parte integrante de su identidad personal.

Cierto, esta impostación dinámico-evolutiva no es del todo nueva en los


documentos pontificios sobre el celibato. En efecto, la encontramos ya en la
Orientaciones educativas para la formación al celibato sacerdotal de la Sagrada
Congregación para la Educación Católica del 11 de abril de 1974: «... el
celibato no es un elemento externo, impersonal, sino es parte integrante de la
vida y del ministerio sacerdotal» (n.13). A esta visión global la Pastores dabo
vobis añade una precisión de gran valor antropológico-psicológico: habla
también de identidad del presbítero como locus de su celibato. Esto nos orienta
hacia el estudio de la auténtica motivación para la elección del celibato.

2.- EL MOTIVO PARA EL CELIBATO


5
Cf. J. PASQUIER, Celibacy and Affective Maturity, in: “The Way Supplement” n.15/1972,
pp.76-85.
6
Por ejemplo el controvertido libro de E. DREWERMANN, Kleriker. Psychogramm eines Ideals,
Olten und Freiburg im Breisgau 1990.
7
Cf. A.M. HOENKAMP-BISSCHOPS, Catholic Priests and Their Experience of Celibacy, in
“Journal of Religion and Health”, n.31/1992, pp.327-336.
3

La segunda novedad de la Pastores dabo vobis se refiere al motivo del


celibato y se podría expresar con ésta máxima: El lugar del celibato se coloca
en la identidad sacerdotal. La Pastores dabo vobis habla en términos muy
claros de la «identidad propia del presbítero» en el contexto del radicalismo
evangélico que se manifiesta en los tres consejos evangélicos de obediencia,
castidad y pobreza (n.27). Quisiera subrayar que aquí no se trata solamente de
una identidad teológica, sino de la identidad psicológica del sacerdote, la cual
obviamente no es independiente de su identidad teológica.

La identidad personal se puede describir brevemente como la respuesta


que el individuo da a la pregunta: «¿Quién soy yo?». Para el cristiano, y en
particular para el sacerdote, la identidad llega a la madurez solamente cuando
se es capaz de ver el propio ser y la propia vida en una prospectiva divina en el
sentido de una misión confiada de Dios 8. La aceptación de la vocación
sacerdotal, en efecto, no es solamente una elección nuestra, antes bien, es la
respuesta a una llamada que implica siempre una misión.

Para poder poner en relieve la relación, en la Iglesia latina, entre la


identidad sacerdotal y el celibato, debemos recordar tres premisas, sobre las
cuales existe (o deberían existir) un consenso general:

a) El celibato sacerdotal y el celibato del religioso son idénticos, al


menos en cuanto al contenido psicológico. El celibato del sacerdote no es una
simple «pureza cultual», por esto no es sostenible solamente desde el punto de
vista práctico.

b) Hoy el discurso sobre el celibato sacerdotal viene generalmente


hecho en relación al matrimonio. Pero no es éste el camino que sigue la Iglesia
al hablar y alabar el celibato sacerdotal. También se debe admitir que en el
pasado se procuró sostener y defender el ideal del celibato con argumentos no
siempre conciliables con una teología equilibrada9.

c) El celibato sacerdotal del cual hablamos no se puede explicar


únicamente con motivos psicológicos. «Es particularmente importante que el
sacerdote comprenda la motivación teológica de la ley eclesiástica sobre el
celibato» (n.29), de modo que no aparezca como una obligación grave, no
necesaria, arbitrariamente impuesta por la Iglesia, de modo que la llamada
convenienza se reduciría a un juego de palabras. A propósito, la Pastores dabo
vobis recuerda que el celibato «encuentra su motivación última en la relación
que tiene con la ordenación sagrada, que configura al sacerdote con Jesucristo
Cabeza y Esposo de la Iglesia» (n.29). La ordenación sagrada, en efecto, hace
partícipes de la autoridad, o potestad, con la cual Jesucristo constituye,
santifica y rige a la Iglesia10.

8
Cf. M. SZENTMÁRTONI, Identità personale. Un concetto ambiguo, in “Orientamenti
Pedagogici”, n.35/1988, pp.440-450.
9
Cf. M. IVENS, Celibacy in Contemporary Writing, in “The Way Supplement”, n.10/1970, pp.98-
116.
10
Cf. PDV 29; PO 2.
4

Es por tanto evidente que una consideración abstracta para recomendar


el celibato, retenerlo como más precioso que el matrimonio, por no hablar del
desprecio del matrimonio, o del deseo de vivir una vida angélica, son todos
motivos inadecuados para fundar el celibato sacerdotal.

Esto significa que la persona-sacerdote comprende que,


existencialmente no puede vivir su sacerdocio sino en el celibato, porque ve en
éste como el camino único para responder al amor específico de Dios por él,
así como se ha manifestado en la llamada. En otras palabras, la experiencia
psíquica, en el caso del celibato sacerdotal en la Iglesia latina, es aquella de
una persona que siente que el sacerdocio al cual es llamado va vivido en el
celibato, se quiere vivir conforme al plan divino que Dios tiene para él.

A propósito de las motivaciones, no raramente se hace una distinción


entre sacerdocio y celibato, entre carisma del sacerdocio y carisma del celibato,
como si fueran dos opciones diversas. En este sentido se habla de «celibato
escatológico» y de «celibato funcional» y la pregunta es, por qué los
documentos oficiales no adoptan esta distinción. La argumentación para esta
distinción se basa, otra vez, sobre las declaraciones de algunos sacerdotes que
interpretan su celibato solamente en este segundo sentido11.

Esta distinción, sin embargo, no puede ser válida al menos por dos
motivos. Primero, porque no se trata de dos caminos o elecciones, sino de un
único acto mental al inicio de la opción vocacional. Uno no opta por el
sacerdocio y después por el celibato, antes bien, el sacerdocio en el celibato.
Ya Pablo VI ha subrayado en la Encíclica Sacerdotalis caelibatus (1967): «El
sacerdocio es un ministerio instituido por Cristo al servicio de su Cuerpo místico
que es la Iglesia, a la cual pertenece la autoridad de admitir a quienes ella
juzga idóneos, esto es aquellos a los cuales Dios ha concedido, con otros
signos de la vocación eclesiástica, también el carisma del sagrado celibato»
(n.62). Si después se verifica una escisión mental entre las dos realidades, esta
no es la causa, más bien la consecuencia de una crisis de identidad.

Segundo. El celibato sacerdotal puramente funcional no merece este


nombre. El celibato escogido sólo por razones prácticas, no es del todo celibato
que implica amor preferencial por Jesucristo, por la Iglesia y su misión. El
celibato puramente funcional no forma parte de la identidad personal del
sacerdote12.

No se trata entonces, solamente de una elección inicial, sino más bien


de la tarea de cuidar el propio celibato, o mejor, la vida sacerdotal. La
Exhortación habla claramente de esta ruptura en la vida sacerdotal indicándola
como consecuencia de una vida espiritual escasa: «En un sacerdote que no se
confesase o se confesase mal, su ser como sacerdote y su ministerio se
resentirían muy pronto, y se daría cuenta también la Comunidad de la que es
pastor» (n.26).

11
Cf. J. TETLOW, The Human Person and Sexuality, in “The Way Supplement”, n.71/1991,
pp.41-53.
12
Cf. M. McCARTHY, Celibacy as Possibility, in “Review for Religious”, n.51/1992, pp.770-781.
5

3.- LA POSIBILIDAD DEL CELIBATO

La tercera nueva alusión de la Pastores dabo vobis se relaciona con el


vivir el celibato y se puede expresar brevemente con la siguiente máxima: El
celibato es un valor que se confía y se puede vivir solamente si se le aprecia
como tal. La misma Exhortación apostólica subraya: «Por tanto, el celibato ha
de ser acogido con libre y amorosa decisión que debe ser continuamente
renovada, como don inestimable de Dios...» (n.29).

El mito del celibato imposible va a la par con aquel otro opuesto: el mito
del celibato fácil. Dado que hablamos de mito, se necesita denunciar también el
mito del matrimonio-remedio. Esto no es frecuentemente una ilusión de pocos
sacerdotes: piensan que el matrimonio podría aplanar los obstáculos y rellenar
todos sus vacíos, mientras que los verdaderos problemas están en otro lado.
Las investigaciones confirman que el celibato no es, por si solo, el mayor
factor causal de abandono de la vocación. La crisis generalmente viene entre
los 5 y 10 años después de la ordenación, cuando el sacerdote tiene la
impresión que en realidad ninguno se interesa personalmente de su ministerio.
Se convierte entonces en una persona siempre insatisfecha de si misma, de su
rol en la Iglesia y de las exigencias del celibato. El sacerdote se torna infeliz por
la vida que lleva y se convierte en un pesimista respecto a su futuro. Este es el
momento en el cual acontece la explosión emocional13.

Con un poco de retórica, pero no por esto sin fundamento psicológico, se


podría decir que el celibato no existe: existen los célibes, y estos son
verdaderamente tales sólo en la profundidad del propio ser 14. Es imposible
realizar una vida celibataria si no se le piensa feliz. El celibato es posible sólo si
se conocen y practican las condiciones que lo convierten en tal. Hacerse la
idea que el celibato lleva al desequilibrio, conduce realmente a este efecto
(como fruto de una falsa imaginación); y viceversa, creer en la posibilidad de un
celibato equilibrado, contribuye a equilibrarlo realmente. ¡Para realizarlo es
necesario creer que sea posible como, de hecho, es!

La calidad del celibato varia mucho según los sujetos y no siempre una
vida en el celibato que parece más fácil, es mejor que otra. No todas la formas
«institucionales» de celibato, ligadas a la vida eclesiástica o religiosa son
cualitativamente iguales. No se puede atribuir algún valor al celibato que
depende de la falta de atracción, o de la repulsión, por la mujer. Estos son los
tipos de celibato negativo. Aquello que cuenta en el celibato eclesiástico son
las propias motivaciones más que el hecho mismo del celibato como tal15.
No pocas veces los medios de comunicación ofrecen una imagen
distorcionada de las personas célibes, como si fueran infantiles, excéntricas,
etc.16.
La culpa, al menos parcialmente, es también de las personas célibes,
que no saben explicar la complejidad de su opción y la riqueza de su vida.
13
Cf. B. GILSENAN, The Religious and the Psychiatrist, in “The Way Supplement”, n. 15/1972,
pp.62-75.
14
Cf. P. CHAUCHARD, “Celibato ed equilibrio psicologico”, in J. COPPENS (ed.), Sacerdozio e
celibato, Roma e Milano 1975, pp. 835-867.
15
Cf.. M. ECK, L’uomo prete, Torino 1974, p.34.
16
Cf. K. CODD, Celibacy’s Holy Lonelinees, in “Human Development”, n.4/1983, pp.42-44.
6

Existen algunos presupuestos fundamentales que pueden ayudar a mejorar la


calidad de vida en el celibato sacerdotal:

a) Luchar contra el prejuicio del celibato desequilibrante, o también


contra la afirmación de que es imposible vivirlo.

b) Comprender que no existen célibes equilibrados sin esfuerzo. A este


propósito, la Pastores dabo vobis es muy clara: «Para vivir todas las exigencias
morales, pastorales y espirituales del celibato sacerdotal es absolutamente
necesaria la oración humilde y confiada... Será la oración, unida a los
Sacramentos de la Iglesia y al esfuerzo ascético, los que infundan esperanza
en las dificultades, perdón en las faltas, confianza y ánimo en volver a
comenzar» (n.29). El célibe debe crear en el ejercicio práctico, este equilibrio.

c) Renunciar a una definición negativa del celibato, entendiéndolo como


“el estado de una persona no casada”, para verlo positivamente como el estado
de una persona que ha optado por quedarse completamente disponible en el
plano profesional o relacional, rechazando los límites que la vida familiar o
conyugal comportan. El verdadero célibe es aquel que lucha contra la
devaluación erótica del propio sexo17.

La Exhortación Pastores dabo vobis subraya fuertemente la necesidad


de un orientamiento positivo al interpretar el propio celibato: «Para una
adecuada vida espiritual del sacerdote es preciso que el celibato sea
considerado y vivido no como un elemento aislado o puramente negativo, sino
como un aspecto de una orientación positiva, específica y característica del
sacerdote...» (n.29).
Se habla, por tanto, de la cultura de las actitudes, y no sólo del
comportamiento. Las Orientaciones educativas para la formación al celibato
sacerdotal subrayan ampliamente la cultura de la conducta (por ejemplo en el
número 23 se habla del autocontrol, que «significa autodisciplina, esto es,
ordenar la actividad mental y la conducta de modo que procure alegría,
felicidad y bienestar al sujeto»). La Pastores dabo vobis no se detiene al nivel
del comportamiento, sino que va a la raíz del celibato y subraya las actitudes
fundamentales que rigen la vida del sacerdote célibe.
Pastores dabo vobis se concentra sobre todo en la identidad misma de
la persona del sacerdote, y esta es probablemente la novedad más importante
de la Exhortación. El celibato, obviamente, no es un elemento marginal de ésta
identidad, sino parte constitutiva. Se apoya sobre la percepción de los valores
propuestos y libremente aceptados. Hablando del vínculo con Cristo, que la
consagración y configuración del sacramento del Orden aseguran, la
Exhortación dice: «Semejante relación tiende, por su propia naturaleza, a
hacerse lo más profunda posible, implicando la mente, los sentimientos, la vida,
o sea, una serie de “disposiciones” morales y espirituales correspondientes a
los gestos ministeriales que el sacerdote realiza» (n.25). En este sentido,
entonces, el celibato resulta no solamente factor constitutivo de la identidad
sacerdotal, sino al mismo tiempo factor de crecimiento y madurez personal.

17
Cf. P. CHAUCHARD, “Celibato de equilibrio psicologico”, in J. COPPENS, (de.), Sacerdozio e
celibato, Roma e Milano 1975, pp.835-867.
7

CONCLUSIÓN

Hemos hablado del celibato sacerdotal y no del problema del celibato.


Insisto en la importancia de esta distinción. El celibato, abrazado por
inspiración del Señor y vivido en la atención dócil de la inspiración original, no
es un problema, sino, sobre todo, riqueza, alegría y plenitud: un estilo de vida,
un modo de amar. Es importante entender - y esto es claro en la Pastores dabo
vobis - que el celibato es un valor, una perla confiada a la persona: por esto
son cruciales las actitudes con las cuáles se acepta este don. Ninguno es
«dueño» de su sacerdocio ni de su celibato, sino más bien, humilde siervo de
ellos. De aquí tres palabras-clave, tres actitudes, para el celibato y la
espiritualidad sacerdotal: apreciar (porque nadie custodia con cuidado y amor
aquello que no estima), cuidar (porque el bien del celibato se alcanza
gradualmente), custodiar (porque es vulnerable). Para el sacerdote, estas
actitudes humanas son sostenidas por la gracia del Sacerdocio, como escribe
san Pablo: «Por lo demás, fortalézcanse en el Señor y en la fuerza de su
poder» (Ef.6,10).

Patricio E. Sarlat Flores, 1er. año

Instituto de Espiritualidad (PUG)

Roma , Italia 21 de Enero de 1996

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